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ENFRENTANDO LA IRA Cuando una persona llega a ser cristiana, su conducta y personalidad deben pasar por ciertos cambios. Uno de esos cambios tiene que ver con el temperamento. Un cristiano debe reaccionar de una manera cristiana. No debe perder el control. Esta lección tratará el problema de la ira y del mal genio. Veremos la causa básica del mal genio y aprenderemos cómo podemos librarnos del pecado del enojo. La Destructividad de la Ira El primer hombre que descubrió el poder destructivo de la ira, fue Caín. Caín y su hermano Abel, fueron los dos primeros hijos de Adán. Cuando estos hijos llegaron a ser adultos, Caín se hizo agricultor y Abel era pastor de ovejas. A Caín y Abel se les había enseñado la forma correcta de adorar a Dios. Sabían que Dios exigía la ofrenda de un animal inocente como sacrificio por sus pecados. Pero cuando llegó el tiempo de adorar al Señor, sólo uno de los hermanos obedeció a Dios. Abel trajo un cordero como ofrenda, pero Caín trajo frutos de sus cosechas. Dios aceptó a Abel y su ofrenda, pero rechazó a Caín y la suya. Como resultado de ésto, Caín se enojó mucho. Estaba enojado con Dios y tenía envidia de su hermano.

Enfrentando La Ira

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ENFRENTANDO LA IRA

Cuando una persona llega a ser cristiana, su conducta y personalidad deben pasar por ciertos cambios. Uno de esos cambios tiene que ver con el temperamento. Un cristiano debe reaccionar de una manera cristiana. No debe perder el control.

Esta lección tratará el problema de la ira y del mal genio. Veremos la causa básica del mal genio y aprenderemos cómo podemos librarnos del pecado del enojo.

La Destructividad de la Ira

El primer hombre que descubrió el poder destructivo de la ira, fue Caín. Caín y su hermano Abel, fueron los dos primeros hijos de Adán. Cuando estos hijos llegaron a ser adultos, Caín se hizo agricultor y Abel era pastor de ovejas.

A Caín y Abel se les había enseñado la forma correcta de adorar a Dios. Sabían que Dios exigía la ofrenda de un animal inocente como sacrificio por sus pecados. Pero cuando llegó el tiempo de adorar al Señor, sólo uno de los hermanos obedeció a Dios. Abel trajo un cordero como ofrenda, pero Caín trajo frutos de sus cosechas.

Dios aceptó a Abel y su ofrenda, pero rechazó a Caín y la suya. Como resultado de ésto, Caín se enojó mucho. Estaba enojado con Dios y tenía envidia de su hermano.

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Dios le advirtió a Caín de las consecuencias de su ira. El mensaje de Dios para Caín era éste: “¡Cuidado! Tu ira es como un león esperando a tu puerta. Debes controlar tu ira o ella te controlará a ti”. Pero Caín no respondió a la advertencia de Dios. Sus celos hacia su hermano Abel se transformaron en odio.

Un día en que Caín y Abel estaban juntos en el campo, Caín se levantó contra su hermano y lo asesinó. Así, el primer hombre nacido en este mundo se hizo asesino porque no controló su ira.

Enfrentando la Ira

Igual a Caín, tenemos al “león” de la ira dentro de nosotros. Debemos controlarlo o él nos controlará a nosotros. Dios no ha dicho que nunca debemos enojarnos, pero nos ha advertido del peligro de la ira descontrolada. La Biblia dice:

Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo (Efesios 4:26).

La ira es la más violenta de las emociones humanas. Debido a que involucra sentimientos tan fuertes, la ira está muy cerca del pecado. La Biblia no dice: “Sé bueno y no peques”, o “Ama, pero no peques,” porque la bondad y el amor están muy lejos del pecado. Pero cuando estamos enojados, estamos en peligro de pecar. Alguien ha dicho: “Si vamos a enojarnos y no pecar, podemos enojarnos solamente contra el pecado”.

Hay tres cosas que podemos hacer con nuestra ira:

Podemos expresarla.

Cuando la ira está fuera de control, hace gran daño. Cuando nos enojamos tanto que deseamos arremeter contra alguien y herirlo, estamos cometiendo un gran pecado. Lo llamamos “perder el control”. A veces pensamos que demostramos lo

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fuerte que somos cuando nos descontrolamos, pero perder el control es señal de debilidad, no de fuerza. La Biblia dice:

No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios (Eclesiastés 7:9).

Podemos suprimirla.

Suprimir la ira es guardársela adentro. Hay personas que se enojan y expresan su furia abiertamente. Otras tienen los mismos sentimientos de ira, pero logran guardarlos dentro de sí.

La ira que se guarda o se mantiene encerrada dentro de nosotros, nos hiere y continúa hiriéndonos. Se convierte en resentimiento y amargura y puede causar una depresión o también muchas clases de enfermedades físicas.

Podemos confesarla.

La mejor manera de tratar con los sentimientos de enojo, es hablar con Dios acerca de ellos. Ésta es una buena forma de desahogarse sin pecar. Dios nos

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conoce mejor que nos conocemos a nosotros mismos y siempre será comprensivo con nosotros.

El sólo estar en la presencia de Dios nos ayuda a calmarnos. También nos ayuda a ver las cosas en su perspectiva correcta. Muchas veces nos damos cuenta de que lo que nos molestaba tanto, en realidad no era tan importante.

Debemos Luchar contra el Pecado del Mal Genio

El mal genio es la ira descontrolada y ésto siempre es malo. Cuando perdemos el control, sólo queda una cosa por hacer. Debemos confesárselo al Señor como pecado y confiar en la sangre limpiadora de Cristo. Si hemos ofendido o herido a otras personas debemos, desde luego, pedirles perdón.

No importa cuántas veces pierdas el control, debes arreglar las cosas con los demás cada vez. Esto te ayudará a ser humilde y a ver el daño que haces con tu mal genio.

Es mejor no buscar a la otra persona si todavía estás molesto; espera hasta que estés calmado y luego ve y arregla las cosas con ella.

Debemos Buscar la Causa del Mal Genio

Aunque confesemos fielmente nuestro pecado a Dios cada vez que perdemos el control, seguimos teniendo un problema. El problema es que seguimos haciendo la misma cosa vez tras vez. Perdemos el control y lo confesamos. Después perdemos el control de nuevo y de nuevo lo confesamos. Y hacemos lo mismo una y otra vez. No importa cuánto nos esforcemos, seguimos perdiendo el control.

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¿Hay algún remedio para este problema? ¡ Sí, lo hay! Lo primero que debemos hacer es descubrir qué es lo que nos causa esa pérdida de control.

La Biblia no dice mucho sobre el mal genio. La razón es que la Biblia se preocupa por la raíz que causa el mal genio, y no sólo por el mal genio en sí.

¿Cuál es la raíz del mal genio? ¡Es el YO! Ésto es lo que produce el mal genio. Cada vez que el mal genio se expresa exteriormente podemos estar seguros de que hay un “YO” enojado por dentro. Podemos esforzarnos mucho en controlar nuestro mal genio pero a menos que nos enfrentemos con el “YO”, seguiremos enojándonos y descontrolándonos.

Veamos algunas situaciones que producen el mal genio para que podamos ver más claramente que el YO es la causa real de nuestro mal temperamento.

• Alguien nos desprecia.

Ser menospreciado o rebajado por los demás, es una de las causas más comunes del enojo. Alguien dice algo desagradable o hiriente acerca de nosotros, y nos enojamos por dentro. Nuestro orgullo ha sido herido. Esto es sólo una de las muchas formas del YO.

• No podemos salirnos con la nuestra.

Somos obstinados y decididos a salirnos con la nuestra. Cuando alguien se nos opone y no podemos hacer lo que queremos, tal vez nos ponemos de mal humor, de mala cara o damos rienda suelta a nuestra ira. ¿Cuál es la causa real de este mal genio? Es el YO.

• Otra persona recibe más honores que nosotros.

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Nos gusta que los demás nos respeten y admiren. Por esta razón nos ponemos celosos de otras personas cuando tienen éxito. Los celos se transforman pronto en ira cuando alguien obtiene el empleo o el honor que nosotros deseábamos. Nuevamente la causa real de estos sentimientos malos es el YO.

Estas son sólo unas pocas situaciones que producen el mal genio, pero nos demuestran que la raíz que causa ese temperamento es el YO. Puede ser que no nos demos cuenta, pero la razón principal de todo nuestro descontento es que nos amamos a nosotros mismos y queremos agradarnos. Mientras sigamos haciendo de nosotros mismos el centro de todo, reaccionaremos con ira cuando cualquier persona se nos oponga.

En resumen, el mal genio proviene del ser interno. Proviene del YO. Y hasta que no se trate el problema del YO, el problema del mal genio no será resuelto.

NOTA: Hay una parte de mi ser interno que debo aceptar y un YO que debo negar. Debo aceptarme a mí mismo como una persona única y especial que Dios ha creado. Pero debo negar ese YO, esa vida egoísta y pecadora que es una forma de la carne.

El Remedio de Dios para el Yo

Porque el YO es tan desagradable a Dios y tan destructivo para nosotros, Dios hizo algo al respecto.

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¿Qué es lo que hizo Dios respecto al YO? Dios trató con el YO colocándonos en Cristo en la cruz. Cuando Cristo fue crucificado, nosotros fuimos crucificados con Él.

¿Por qué Dios nos crucificó con Cristo? Nos crucificó con Cristo para que pudiéramos dejar de ser controlados por el YO. La Biblia dice:

Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre (el YO anterior) fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado (Romanos 6:6).

Dos realidades grandes y verdaderas para cada cristiano son:

(1) Cristo murió por nosotros, y

(2) nosotros morimos con Cristo.

Las grandes verdades concernientes a nuestra unión con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección, están totalmente explicadas en el Curso 3. La comprensión de estas verdades es absolutamente esencial para una vida victoriosa.

Dios quiere que veamos que, en Cristo, morimos a nuestra vida pasada. Ya no somos la misma persona que éramos antes. Somos “una nueva criatura” en Cristo. No tenemos que ceder a los pecados pasados. Morimos a todos nuestros pecados, incluyendo el pecado del mal genio. La Biblia dice:

Porque los que hemos muerto al pecado (incluyendo el mal genio), ¿cómo viviremos aún en él? (Romanos 6:2).

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Pasos Practicos que Debemos Dar

Hemos visto que la raíz que causa el mal genio es el YO, y hemos visto como Dios trata con él. Ahora veamos algunos pasos prácticos que debemos dar:

Debemos reconocer nuestra necesidad.

Mucha gente cuando se enoja, simplemente no reconocen su enojo. Dicen: “¡No estoy enojado!” Otros aceptan que tienen mal genio, pero no lo ven como un pecado serio.

En realidad el mal genio es uno de los pecados peores. La Biblia coloca la ira descontrolada junto con pecados como embriaguez, hechicería, adulterio y asesinato. (Ver Gálatas 5:19– 21). El mal genio simplemente no es aceptable en la vida de un cristiano. La Biblia dice:

Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia (Efesios 4:31).

A menos que veamos la gravedad del mal genio y nos propongamos librarnos de él, no lo venceremos. Si nos conformamos en seguir como hasta hoy, no sabremos nada de la victoria de Dios sobre el pecado de la ira.

Debemos aceptar la responsabilidad por nuestro mal genio.

Es muy fácil disculparnos echándole la culpa a otra persona por nuestro mal genio. Decimos, “Si fulano no me hubiera hablado en esa forma, no me habría descontrolado”. En otras palabras, pensamos que el mal genio es un problema externo, causado por algo que viene de afuera.

El hecho es que el mal genio es un problema interno. El mal genio proviene de nuestro interior, no de afuera. Los demás pueden decir o hacer cosas que me incomoden pero nadie puede hacer que yo pierda el control excepto yo mismo.

Debemos contar con nuestra muerte con Cristo.

Dios nos ha dicho claramente que El nos ha librado del poder del pecado y del YO por medio de nuestra muerte con Cristo. El nos dice que debemos contar con estas grandes realidades. La Biblia dice:

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Así también vosotros consideraos muertos al pecado (incluyendo el pecado del mal genio), pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro (Romanos 6:11).

Debemos poner en práctica las verdades de Dios. Cuando nos demos cuenta de que nos estamos enojando, podemos decir: “¡Un momento! No me estoy comportando como la persona que realmente soy. Ya no soy la persona que era antes. Mi antiguo y enojado “YO” fue crucificado con Cristo. No tengo que ceder a mi mal genio nunca más. Soy una nueva criatura en Cristo. Cristo vive en mí. El es mi vida”.

Debemos negarnos al YO.

Que perdamos o no el control del enojo, no se determina por lo que suceda exteriormente. Eso se determina por quien está controlando nuestro ser interno.

Sólo Cristo tiene el derecho de dirigir nuestra vida, pero el YO aún intenta gobernarnos. Cada cristiano debe elegir si será gobernado por Cristo o por el YO.

El propósito de Dios es que Cristo reine en el trono de tu corazón. Para que El pueda reinar, el YO debe quedarse en el lugar de muerte en la cruz.

Una cosa es comprender la enseñanza de que fuimos crucificados con Cristo. Es otra cosa el poner esto en práctica y realmente negarnos al YO. Pero ésto es lo que debemos hacer. Jesús dijo:

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame (Lucas 9:23).

Para vencer el mal genio, debemos negar al YO. ¿Qué significa negar al YO? Significa escoger la voluntad de Dios en lugar de la mía. Negar al YO es como decir: “No insisto en salirme con la mía. Acepto el plan de Dios”.

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El mundo dice: “Preocúpate por ti mismo”, pero Jesús dice: “niegate a ti mismo”. Nunca podremos controlar el temperamento a menos que le entreguemos a Dios nuestra voluntad y escojamos la de Él.

Con el tiempo veremos que el Señor nos permitirá pasar por muchas situaciones en las que seremos despreciados, maltratados o molestos. Ésta es la manera en que Dios trata con el “YO” y con nuestro mal genio. El propósito de Dios en todas estas circunstancias es que aprendamos a tener paciencia y a negarnos a nosotros mismos, permitiendo de buena gana que Dios haga lo que quiere en nuestra vida.

Cuando alguien te hace esperar por mucho tiempo, no tienes que enojarte. Puedes decir: “Señor, Tú sabes que necesito aprender a tener paciencia. Tú estás al control de mis circunstancias y has permitido ésto para enseñarme a ser más paciente”.

Cuando alguien dice o hace algo que hiere tu orgullo, tampoco debes enojarte. Puedes decir: “Señor, Tú sabes lo orgulloso que soy. Te doy gracias por tratar conmigo en cuanto a mi orgullo pecaminoso”.

Cuando otros no hacen lo que tú quieres y no puedes salirte con la tuya, ésta es la oportunidad para morir al YO. Puedes decir: “Señor, siempre quiero salirme con la mía, pero Tú sabes lo que es mejor para mí. Acepto Tu voluntad”.

En cualquier situación que el Señor disponga para nosotros, podemos decir: “Señor, ésto es lo que Tú has dispuesto para mí y es Tu manera de tratar con mi vida egoísta y con mi mal genio. Acepto todo ésto de Ti y te doy gracias por ello”.

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NUESTRA REACCIÓN Y EL RESENTIMIENTO

Nuestra respuesta a lo que una persona dice o hace, se llama “reacción”. Por ejemplo, alguien dice algo agradable acerca de nosotros y nos sentimos bien. Sentirnos bien es nuestra reacción. Si alguien dice algo acerca de nosotros que no es verdad, nos enojamos, y el enojarnos es también una reacción.

Tal vez nunca hayamos pensado mucho en las reacciones, pero en realidad son de gran importancia. En esta lección veremos por qué son tan importantes. Adquiriremos incluso cierto discernimiento que puede ayudarnos con nuestras reacciones.

¿Por Qué son Importantes Nuestras Reacciones?

La razón porque nuestras reacciones son tan importantes es que pueden tener consecuencias permanentes y aún eternas. Lo que nos sucede no es tan importante como la forma en que reaccionamos a ello. Lo que nos molesta pasará a su debido tiempo, pero nuestras reacciones pueden tener consecuencias permanentes.

Un cristiano contó que cuando era adolescente, su padre le había tratado injustamente. Dijo: “mi padre me pegó cuando no lo merecía. Por esta causa guardé resentimiento contra él durante treinta años. Al fin, Dios me dijo una noche: “—O terminas con ésto o Yo ya no sigo contigo—. Así es que dejé a un lado mi resentimiento”.

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Esta historia ilustra una gran verdad: Lo que nos ocurre no es tan importante como nuestra reacción a ello. Aunque el castigo puede haber sido injusto e inmerecido, el dolor físico que produjo no pudo haber durado mucho tiempo. Lo que duró fue la reacción de este hombre. Durante treinta años vivió sin el compañerismo de su padre. Durante treinta años Dios no pudo usar a este hombre plenamente. ¿Por qué? Porque su corazón estaba lleno de resentimiento. Su reacción tuvo consecuencias permanentes y aún eternas.

Las Reacciones Correctas Tienen Consecuencias Eternas para el Bien

La historia de José en el Antiguo Testamento nos enseña mucho acerca de las reacciones. José era el penúltimo de los doce hijos de Jacob. Era especialmente amado por su padre. Por ésto sus hermanos estaban celosos y lo odiaban.

Un día José le contó a sus hermanos un sueño que Dios le había dado. Él dijo a sus hermanos algo así: “tuve un sueño en que Dios me mostró que un día gobernaré sobre ustedes y que ustedes se inclinarán ante mí”. Ésto hizo que sus hermanos lo odiaran aún más.

Cuando se presentó la oportunidad, los hermanos de José lo vendieron como esclavo para Egipto. Allí, sin culpa alguna, fue acusado falsamente de intentar seducir a la esposa de su amo. José pasó muchos años en la cárcel por un crimen que no cometió. A pesar de todo ésto, José no quedó ni amargado ni resentido.

Con el tiempo, Dios exaltó a José. Bajo el reinado de Faraón, José llegó a ser el gobernante de todo Egipto. Por la sabiduría que Dios le dio, José acumuló grano durante los siete años de abundancia. Luego vino una gran hambre sobre toda la tierra. En esta época los hermanos de José llegaron a Egipto en busca de alimento para ellos y para sus familias. Se presentaron ante José, pero no lo reconocieron.

Como primer ministro de Egipto, José pudo haber usado su poder para vengarse de sus hermanos. Él pudo haber pensado: “Por fin tengo a mis hermanos justo donde los quería ver. Les haré pagar por sus pecados. Les dejaré saber lo cierto que fue el sueño que tuve de ser exaltado sobre ellos. Les voy a

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demostrar que no pueden hacer lo que me hicieron y quedarse tan tranquilos”. Parece que esos pensamientos de venganza no pasaron por la mente de José. Él les dijo a sus hermanos:

No os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. . . . Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios (Génesis 45:5, 8).

José permitió que Dios controlara sus reacciones. Fue bondadoso y benévolo con sus hermanos. Se hizo cargo de ellos y de sus familias. Las reacciones de José fueron las correctas y tuvieron consecuencias eternas para bien.

Enfrentando las Situaciones Cotidianas

No vamos a enfrentarnos con situaciones tan difíciles como las de José, pero seguramente vamos a recibir más de algún maltrato. Viviendo en un mundo de seres humanos pecadores y rebeldes, no debe sorprendernos ningún trato injusto o malo que podamos recibir. Aunque un trato así nos perturbe en el momento, no es necesario que tenga por eso un efecto duradero en nuestra vida. Lo que importan son nuestras reacciones. Son ellas las que tienen un efecto perdurable en nuestra vida y en las vidas de los demás.

Veamos algunas situaciones que por lo común nos hacen reaccionar en una forma mala y veamos como podemos tratarlas de una manera correcta. En cada caso, fíjate en como la persona involucrada podía elegir su propia reacción.

La Tosquedad o Descortesía.

A nadie le gusta ser tratado con rudeza o descortesía. La reacción común a un trato así, es responder en la misma manera. Esta clase de reacción le desagrada a Dios. La Biblia dice que los cristianos deben ser corteses.

El editor de un gran diario relató la siguiente historia:

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Caminaba con mi amigo, un menonita (cristiano pacifista), hacia el puesto de periódicos. Él compró un periódico y agradeció al vendedor con mucha cortesía. El muchacho ni siquiera alzó los ojos ni le hizo caso.

—Un muchacho hosco ¿no es así? —comenté.

—Es así todas las noches, —replicó mi amigo.

—¿Por qué entonces sigues siendo tan amable con él? —le pregunté.

—¿Por qué no? —contestó mi amigo— ¿Por qué voy a dejar que sea él quien decida cómo reacciono yo?

El Trato Injusto.

Casi todo el mundo recibe en un momento u otro un trato injusto. Esto nos puede causar mucho dolor y angustia. El ser cristiano no significa que seamos insensibles a la forma en que se nos trata. Pero, como cristianos, podemos elegir cuál será nuestra reacción.

La hija del director de una escuela secundaria recibió un castigo muy injusto. Ella pudo haber hecho un gran escándalo del asunto o bien haber guardado resentimiento en su corazón. Pero no lo hizo. Sencillamente dejó pasar el asunto diciendo: “Bueno, he hecho muchas cosas por las que merecí ser castigada y no lo fui; así que ésto no es tan malo”.

Feliz el cristiano que puede sobrellevar un trato injusto en la forma que lo hizo esta chica.

El Orgullo Herido.

Cuando alguien dice algo de ti que hiere tu orgullo, puedes reaccionar con enojo y puedes llevar la herida y el resentimiento toda tu vida. Cuánto mejor sería si pudieras decir de corazón: “Fulano hirió mi orgullo con lo que dijo, pero no fue tan malo como pudo haber sido. Si me conociera como yo me conozco, él pudo haber dicho diez veces más de lo que dijo y tendría razón”.

Las Ofensas.

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Es fácil enojarnos y reaccionar en una forma mala cuando otros nos ofenden, pero recordemos que cosecharemos lo que sembramos. Dios nos tratará en la misma forma en que tratamos a los demás. Si somos bondadosos y misericordiosos con ellos, Dios será benigno y perdonador con nosotros. Si somos duros e inflexibles con los demás, Dios será, estricto y exigente con nosotros. Jesús dijo:

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas (Mateo 6:14–15).

En una ocasión un general le dijo con mucho orgullo a Juan Wesley, el fundador de la Iglesia Metodista, “¡Yo nunca perdono!”

“Entonces espero, señor”, dijo Wesley, “que nunca peque tampoco”.

Los Insultos.

Cuando alguien nos habla en una manera tosca y enojada, sentimos el deseo de responder en igual forma. Ésto sólo hace peor una situación ya mala por sí. Es mucho mejor si podemos controlarnos y reaccionar con una respuesta suave.

En una sesión de “mesa redonda”, el debate se puso tan al rojo, que una mujer le gritó al moderador: "¡Quiero que sepa que estoy en absoluto desacuerdo con usted!”

El moderador se volvió hacia la señora, hizo una pausa y con una sonrisa amigable le dijo: “¡Qué curioso! Mi esposa me ha dicho lo mismo”. Él tenía control de sí mismo. La tensión había desaparecido y el ambiente se había puesto menos pesado. Más tarde, al salir de la sesión, la señora habló con él y se disculpó.

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¡Qué sabio era este hombre! Y qué sabios seremos nosotros si tenemos auto-control cuando alguien nos ataca. La Biblia dice:

La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor (Proverbios 15:1).

Las Criticas.

La crítica es la verdad o es falsa. Si es la verdad debemos aprender de ella. Si es falsa, no debemos dejar que nos perturbe. Podemos dejar el asunto con el Señor, sabiendo que Él se hará cargo de ello.

Un hombre sabio dijo: “Cuando tienes la razón, puedes darte el lujo de mantener el auto-control. Cuando no la tienes, no puedes darte el lujo de perder el control”.

Los Errores.

Todo el mundo se equivoca en un momento u otro. A menudo tratamos de excusamos o de echarle la culpa a otra persona por nuestros errores. Una reacción mala sumada a un error hace del asunto algo mucho peor. Por otra parte, si reconocemos nuestro error y pedimos perdón correctamente, Dios puede usar aún nuestros errores para Su gloria.

El Profesor Stuart Blackie, de la Universidad de Edinburgo estaba dando un examen oral cuando un estudiante se puso de pie con su libro en la mano equivocada. Comenzó una explicación, pero el profesor tronó: “¡Tome su libro en la mano derecha y siéntese!”

El estudiante levantó su brazo derecho. Le faltaba la mano. El gran hombre vaciló un momento; luego se acercó al estudiante y, con lágrimas en los ojos, le dijo: “No sabía nada al respecto. Por favor, ¿podrías perdonarme?” Esto terminó con la conversión de aquel joven.

Después de un tiempo un predicador contó esta historia en una conferencia bíblica y después de la reunión se le acercó un hombre y levantó su brazo derecho. Le faltaba la mano. Entonces dijo: “Yo soy aquel hombre que el Profesor Blackie guió al Señor, pero jamás podría haberlo hecho si no hubiese puesto su brazo sobre mis hombros y corregido el mal que hizo”.

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La lección que podemos sacar de estas historias de la vida real es ésta:no hay ninguna situación en la que la ira sea la única respuesta posible. No tengo que perder el control. Otros pueden hacer o decir cosas que me irriten, pero nadie puede hacerme perder el control. Si me enojo y descontrolo, es porque yo elijohacerlo. Puedo escoger responder con paciencia, humor, bondad o en cualquier otra forma.

Cuidado con Seguir con las Malas Reacciones

El gran peligro de las reacciones malas está en continuarlas hasta que se transforman en problemas profundos. Cuando nos aferramos a una reacción mala, se transforma en un resentimiento, y si guardamos el resentimiento, se transforma en amargura. El resentimiento y la amargura pueden destruirnos.

Veamos algunas cosas que debemos hacer para evitar que el resentimiento y la amargura se enraícen en nuestra vida.

• Pasa por alto las ofensas.

Los creyentes debemos estar en comunión constante con Dios a través de la oración y de la lectura de Su Palabra. Cuando estamos en comunión con Dios, podemos pasar por alto muchas cosas que de otra manera nos ofenderían. La Biblia dice:

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Mucha paz tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo (Salmo 119:165).

Nos acreditamos cuando contenemos la ira y pasamos por alto los insultos. La Biblia dice:

La cordura del hombre detiene su furor y su honra es pasar por alto la ofensa (Proverbios 19:11).

• Aclara inmediatamentelos malentendidos.

Uno de los trucos de Satanás es provocar malos entendidos entre los hijos de Dios. Inyecta una pizca de decepción y falsedad a una situación. El resultado es que a menudo la gente tiene algo en contra de otras personas de lo cual tal vez aquellas ni siquiera son culpables.

La Biblia insiste en que cuando tengamos algún malentendido con otro creyente, lo busquemos y arreglemos cuentas con él. Si los hijos de Dios obedecieran al Señor en ésto, muchos problemas entre ellos se acabarían.

Un líder misionero estaba dirigiendo una conferencia para misioneros en tierra extranjera. Un día una misionera se le acercó y le dijo: “Una de las misioneras aquí tiene algo en mi contra y no sé de qué se trata”. Poco después, la otra misionera llegó con el líder y le dijo lo mismo en relación a la primera misionera. Como se presentaba el asunto, cada una tenía la idea de que la otra tenía algo en su contra. Ambas estaban equivocadas. Realmente no había nada entre ellas, pero Satanás había puesto este pensamiento en sus mentes y ellas lo habían aceptado y habían sido engañadas.

• Rechaza rápidamente las malas actitudes.

Puede ser que a veces no podamos controlar nuestra primera reacción en una determinada circunstancia, pero podemos evitar que una reacción mala se transforme en resentimiento. Podemos elegir rechazar una mala actitud.

Una profesora cristiana caminaba por la acera. Mientras caminaba, recordó algo que una colega suya le había hecho y que podría haberle dado ocasión para sentirse amargada. De pronto se detuvo y dijo: “bueno, ¡ésto no debe ser! Rechazo este sentimiento de rencor desde este momento”. Años más tarde, hablando de esta ocasión, expresó: “Hasta hoy no logro recordar de qué se trataba el asunto”.

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La Palabra de Dios dice: No se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo (Efesios 4:26–27). Dios nos está diciendo aquí que no debemos retener malas actitudes.

• Ora por la otra persona.

Cada vez que sintamos que estamos guardando una actitud mala hacia alguien, debemos empezar a orar por él. Aunque esta persona pueda haberte maltratado, ora por ella cada día. Y ora por ti mismo, que Dios te guarde del resentimiento. Jesús dijo:

Orad por los que os ultrajan y os persiguen (Mateo 5:44).

Nuestras Reacciones deben estar Bajo el Control de Cristo

Nuestras reacciones no se determinan por lo que nos suceda exteriormente. Se determinan por aquel que está al control de nuestro ser interior. Si el YO está al control, reaccionaremos de acuerdo al YO; si es Cristo quien está al control, reaccionaremos de acuerdo con Su carácter.

Como hijos de Dios no tenemos la libertad de reaccionar como queremos. Nuestras reacciones deben estar bajo el control de Cristo. Dios ha dado a los cristianos mandamientos específicos de cómo reaccionar. La Palabra de Dios dice:

Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno . . .(1 Tesalonicenses 5:15).

En esta pequeña palabra “mirad” está nuestra responsabilidad. Debemos asegurarnos de no pagar a otra persona “mal por mal”. Ésto significa que no debemos tratar de vengarnos de la gente, sino sufrir los malos tratos pacientemente. Jesucristo mismo es nuestro ejemplo. La Biblia dice:

. . . También Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas . . . quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente (1 Pedro 2:21, 23).

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Nuestras Reacciones Tienen Consecuencias Eternas

Dios quiere que nos demos cuenta de la importancia de nuestras reacciones. La gran misionera de la India, la Srta. Amy Carmichael, dijo una vez:

La sustancia eterna de algo nunca está en ello mismo, sino en la calidad de nuestra reacción hacia ello. Si en los tiempos difíciles nos alejamos del resentimiento, guardamos silencio, y nos llenamos de dulzura interior, eso es lo que importa. El suceso que nos molesta se irá de nuestra memoria como un viento que pasa y se va. Pero lo que fuimos mientras el viento soplaba tiene consecuencias eternas.

Importa poco lo que nos suceda. Lo que realmente tiene importancia es la forma en que reaccionamos a lo que nos pasa. ¡Qué el Señor nos ayude a entender que nuestras reacciones tienen consecuencias eternas!