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 DIALÉCTICA DE LA NATURALEZA FEDERICO ENGELS

Engels - Dialectica de La Naturaleza

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  • DIALCTICA

    DE LA NATURALEZA

    FEDERICO ENGELS

  • [ESBOZOS PARA UN PLAN]

    [ESBOZO DE UN PLAN DE CONJUNTO]1

    1. Introduccin histrica: el propio desarrollo de las ciencias

    naturales hace que sea ya imposible, la concepcin metafsica de estas ciencias.

    2. Trayectoria del desarrollo terico en Alemania desde Hegel (viejo prlogo).2 El retorno a la dialctica se opera de un modo inconsciente y, por tanto, lento y lleno de contradicciones.

    3. La dialctica, como ciencia de la concatenacin total. Leyes fundamentales: trueque de cantidad y cualidad; mutua penetracin de las anttesis polares y trueque de la uno en la otra, si se las lleva hasta su extremo; desarrollo a travs de la contradiccin, o negacin de la negacin; forma de desarrollo en espiral.

    4. Trabazn entre las diversas ciencias. Matemticas, mecnica, fsica, qumica, biologa. St. Simon (Comte) y Hegel.

    5. Aperus [reflexiones, observaciones] acerca de las distintas ciencias y de su contenido dialctico:

    1. Matemticas: medios auxiliares y giros dialcticos. Existencia real del infinito matemtico;

    2. Mecnica celeste, ahora reducida a un proceso. Mecnica: partiendo de la inercia, que no es sino la expresin negativa de la indestructibilidad del movimiento;

    3. Fsica: trnsitos de unos movimientos moleculares en otros. Clausius y Loschmidt;

    4. Qumica: teoras. La energa; 5. Biologa. Darvinismo. Necesidad y casualidad.

    6. Los lmites del conocimiento. Du Bois-Reymond y Ngeli.

    Helmholtz, Kant, Hume. 7. La teora mecanicista. Haeckel. 8. El alma de la plastdula:3 Haeckel y Ngeli. 9. Ciencia y enseanza: Virchow.4

    10. El estado celular: Virchow. 11. Poltica y sociologa darvinistas: Haeckel y Schmidt.5

    Diferenciacin del hombre por el trabajo. Aplicacin de la economa a las ciencias naturales. El "trabajo" de Helmholtz (Populre Vortrge [Conferencias de divulgacin], II).6 1

  • 2

    [ESBOZO DE UN PLAN PARCIAL]7

    1. El movimiento, en general.

    2. Atraccin y repulsin. Transmisin del movimiento.

    3. [Ley de la] conservacin de la energa, aplicada a esto. Repulsin + atraccin.Adicin de repulsin = energa.

    4. Gravitacin; cuerpos celestes; mecnica terrestre.

    5. Fsica. Calor. Electricidad.

    6. Qumica.

    7. Resumen.

    a) Antes de 4: Matemticas. Lnea infinita. + y iguales. b) En astronoma: trabajo que rinden las mareas.

    Calculo doble en Helmholtz, II, 120.8 "Fuerzas" en Helmholtz, II, 190.9

  • [ARTICULOS]

    INTRODUCCION 1

    La moderna investigacin de la naturaleza es la nica que ha logrado un desarrollo cientfico, sistemtico, en todos y cada uno de sus aspectos, por oposicin a las geniales intuiciones de los antiguos en torno a la filosofa de la naturaleza y a los descubrimientos extraordinariamente importantes, pero espordicos y en su mayor parte estriles, de los rabes; la investigacin moderna de la naturaleza data, como toda la historia moderna, de aquella formidable poca a que los alemanes, por la desgracia nacional que en aquel tiempo experimentamos, damos el nombre de la Reforma y que los franceses llaman el Renacimiento y los italianos el Cinquecento,2 sin que ninguno de estos nombres la exprese en su totalidad. Es la poca que arranca de la segunda mitad del siglo XV. La monarqua, apoyndose en los habitantes de las ciudades, destroz el poder de la nobleza feudal y fund los grandes reinos, erigidos esencialmente sobre una base nacional, en los que habran de desarrollarse las modernas naciones europeas y la moderna sociedad burguesa; y cuando todava los burgueses y la nobleza andaban a la grea, la guerra de los campesinos alemanes3 apunt profticamente a las futuras luchas de clases, no slo al sacar a la palestra a los campesinos sublevados -pues esto no era nada nuevo-, sino al poner de manifiesto, detrs de ellos, los comienzos del proletariado actual, tremolando la bandera roja y pronunciando la reivindicacin de la comunidad de bienes. En los cdices salvados de la cada de Bizancio y en las estatuas antiguas desenterradas de entre las ruinas de Roma vieron los ojos asombrados del Occidente surgir un mundo nuevo, el mundo de la antigedad griega; ante sus luminosos contornos se esfumaban los espectros de la Edad Media; Italia alcanz un insospechado esplendor de las artes, que era como un reflejo de la antigedad clsica y que ya nunca volvera a lograrse. En Italia, en Francia, en Alemania surgi una nueva literatura, la literatura moderna; poco despus, vivieron Inglaterra y Espaa su perodo literario clsico. Cayeron por tierra las barreras del Orbis terrarum;4 fue ahora cuando, en rigor, se descubri la tierra y se echaron con ello los cimientos para lo que sera el comercio mundial y para el paso del artesanado a la manufactura, que, a su vez, servira de punto de 3

  • 4 partida para la gran industria moderna. Se derrumb la dictadura espiritual de la Iglesia; los pueblos germnicos la rechazaron directamente, en su mayora, y abrazaron el protestantismo, al paso que entre los pueblos latinos iba arraigando cada vez ms un luminoso espritu libre heredado de los rabes y nutrido por la filosofa griega recin descubierta, que preparaba el terreno para el materialismo del siglo XVIII

    Era la ms grandiosa transformacin progresiva que la

    humanidad haba vivido hasta entonces, una poca que requera titanes y supo engendrarlos; titanes, por su vigor mental, sus pasiones y su carcter, por la universalidad de sus intereses y conocimientos y por su erudicin. Los hombres que fundaron la moderna dominacin de la burguesa eran todo menos gentes burguesamente limitadas. Lejos de ello, en todos dej su huella ms o menos marcada el carcter aventurero de la poca en que les toc vivir. Casi todos los hombres descollantes de aquel tiempo emprendieron grandes viajes, hablaban cuatro o cinco lenguas y brillaban en varias disciplinas de conocimiento. Leonardo de Vinci no era solamente un gran pintor, sino tambin un gran matemtico, mecnico e ingeniero, a quien deben importantes descubrimientos las ms diferentes ramas de la fsica; Alberto Durero era pintor, grabador, escultor y arquitecto e invent, adems, un sistema de fortificaciones en que se contenan ya algunas de las ideas que mucho ms tarde seran renovadas por Montalembert y los modernos ingenieros alemanes. Maquiavelo era estadista, historiador, poeta y, a la par con ello, el primer notable escritor militar de los tiempos modernos. Lutero no limpi solamente los establos de Augas de la Iglesia, sino tambin los de la lengua alemana, cre la prosa alemana moderna y compuso el texto y la meloda de aquel grandioso coral en que resuena el tono seguro de la victoria y que es como la Marsellesa del siglo XVI. Y es que los hroes de aquel tiempo no vivan an esclavizados por la divisin del trabajo, cuyas consecuencias apreciamos tantas veces en el raquitismo y la unilateralidad de sus sucesores. Pero lo que sobre todo los distingue es el hecho de que casi todos ellos vivan y se afanaban en medio del torbellino del movimiento de su tiempo, entregados a la lucha prctica, tomando partido y peleando con los dems, quines con la palabra y la pluma, quines con la espada en la mano, quines empuando la una y la otra. De ah aquella fuerza y aquella plenitud de carcter que hace de ellos hombres de una pieza. Los eruditos de gabinete eran una excepcin: unos, gentes de segunda o tercera fila; otros, cautelosos filisteos, que no queran quemarse los dedos.

  • 5 La investigacin de la naturaleza se mova tambin, por

    aquellos das, en medio de la revolucin general y ella misma era en todo y por todo revolucionaria; no en vano tena que empezar por conquistarse, luchando, el derecho a la vida. Mano a mano con los grandes italianos de los que data la filosofa moderna, dio al mundo sus mrtires en las hogueras y en las crceles de la Inquisicin. Y, en este punto, es harto significativo el hecho de que los protestantes se adelantaran a los catlicos en la persecucin desatada contra la libre investigacin de la naturaleza. Calvino quem a Miguel Servet cuando ste estaba a punto de descubrir la circulacin de la sangre, dejndolo tostarse vivo por espacio de dos horas; por lo menos, la Inquisicin se content con achicharrar pura y simplemente a Giordano Bruno.

    El acto revolucionario con que la investigacin de la naturaleza declar su independencia y repiti, en cierto modo, la quema de las bulas por Lutero fue la edicin de la obra inmortal con que Coprnico -que no tena nada de temerario y que, adems, se hallaba ya, por as decirlo, en su lecho de muerte- arroj el guante a la autoridad eclesistica en lo tocante a las cosas de la naturaleza. De entonces data la emancipacin de las ciencias naturales con respecto a la teologa, aunque el debate para deslindar las mutuas pretensiones llegue hasta nuestros mismos das y en ciertas cabezas an no se haya ventilado del todo, ni mucho menos. Pero, a partir de entonces, el desarrollo de las ciencias comenz a avanzar con paso gigantesco, ganando en fuerza, en la proporcin del cuadrado de la distancia (en el tiempo) con respecto al punto de partida. Era como si se tratara de demostrar al mundo que, a partir de ahora, rega para el producto ms alto de la materia orgnica, para el espritu humano, la ley de movimiento inversa a la de la materia inorgnica.

    La tarea principal que se planteaba en el perodo inicial de la ciencia de la naturaleza, ya en sus albores, era el llegar a dominar la materia ms al alcance de la mano. En la mayora de los campos, fue necesario comenzar por los mismos rudimentos. La antigedad nos haba legado a Euclides y el sistema solar de Tolomeo, los rabes nos haban dejado la numeracin decimal, los rudimentos del lgebra, los nmeros modernos y la alquimia; la Edad Media cristiana no haba dejado tras s absolutamente nada. En esta situacin, necesariamente tena que ocupar el primer lugar la ciencia ms elemental de la naturaleza, la mecnica de los cuerpos terrestres y celestes, y junto a ella y a su servicio el descubrimiento y el perfeccionamiento de los mtodos matemticos. En estos campos, se lograran grandiosos resultados. Al final del perodo, presidido por los nombres de Newton y Linneo, encontramos estas

  • 6 ramas de la ciencia ya hasta cierto punto redondeadas. Se fijan en sus fundamentales rasgos los mtodos matemticos ms esenciales; la geometra analtica culmina, principalmente, gracias a Descartes, los logaritmos se desarrollan gracias a Neper, el clculo diferencial e integral gracias a Leibniz y tal vez a Newton. Y lo mismo podemos decir de la mecnica de los cuerpos slidos, cuyas leyes principales se ponen en claro de una vez por todas. Por ltimo, en la astronoma del sistema solar descubre Kpler las leyes del movimiento planetario y Newton las reduce al punto de vista de las leyes generales del movimiento de la materia. Las dems ramas de la ciencia de la naturaleza distaban mucho de haber llegado todava ni siquiera a esta culminacin provisional. La mecnica de los cuerpos fluidos y gaseiformes no lleg a desarrollarse un poco ms sino hasta el final del perodo.* La verdadera fsica se hallaba todava en mantillas, exceptuando la ptica, cuyos progresos excepcionales fueron determinados por las exigencias prcticas de la astronoma. La qumica comenzaba apenas a emanciparse de la alquimia, gracias a la teora flogstica.5 La geologa an no haba salido de la fase embrionaria de la mineraloga; era natural que la paleontologa no pudiese ni siquiera existir, por aquel entonces. Finalmente, en el campo de la biologa an no se trabajaba a fondo en la recopilacin y clasificacin inicial del inmenso material existente, tanto el botnico y el zoolgico como el anatmico y el fisiolgico en sentido estricto. Apenas poda siquiera hablarse de la comparacin entre las diversas formas de la vida, de la investigacin de su expansin geogrfica, de sus condiciones de vida climatolgicas, etc. Solamente la botnica y la zoologa llegaron a resultados ms o menos concluyentes, gracias a Linneo.

    Pero lo que caracteriza especialmente a este perodo es el

    haber llegado a desentraar una peculiar concepcin de conjunto, cuyo punto central es la idea de la absoluta inmutabilidad de la naturaleza. Cualquiera que fuese el modo como haba surgido, la naturaleza, una vez formada, permaneca durante todo el tiempo de su existencia tal y como era. Los planetas y sus satlites, una vez puestos en movimiento por el misterioso "impulso inicial", seguan girando eternamente o, por lo menos, hasta el fin de todas las cosas, dentro de las elipses previamente establecidas. Las estrellas descansaban para siempre, fijas e inmviles, en sus puestos, sostenindose las unas a las otras por la "gravitacin universal". La tierra haba permanecido invariable desde siempre o (segn los casos) desde el primer da de la creacin. Los "cinco continentes

    * Al margen del manuscrito, aparece a lpiz esta anotacin de Engels:

    "Torricelli, con motivo de la regulacin de la corriente de los ros de los Alpes." N. del ed.

  • 7 conocidos haban existido siempre; las montaas, los valles y los ros no haban sufrido variaciones; siempre haban existido el mismo clima, la misma flora y la misma fauna, fuera de los casos en que la mano del hombre se haba ocupado de modificarlas o trasplantarlas. Las especies vegetales y animales haban quedado establecidas de una vez para siempre al nacer; lo igual engendraba continuamente lo igual, y ya era mucho el hecho de que Linneo admitiera la posibilidad de que de vez en cuando surgieran nuevas especies por medio del cruzamiento. Por oposicin a la historia de la humanidad, que se desarrollaba en el tiempo, a la historia de la naturaleza se le asignaba solamente un desarrollo en el espacio. Se negaba en la naturaleza todo lo que fuese cambio y desarrollo. Las ciencias naturales, al comienzo tan revolucionarias, se enfrentaban de pronto con una naturaleza totalmente conservadora, en la que todo segua siendo hoy lo mismo que haba sido ayer y siempre y en la que todo -hasta el fin del mundo o por toda una eternidad- seguira siendo como siempre y desde el comienzo mismo haba sido.

    Todo lo que las ciencias naturales de la primera mitad del

    siglo XVIII estaban por encima de la antigedad griega en punto al conocimiento e incluso a la clasificacin de la materia, se hallaban por debajo de ella en cuanto al modo de dominarla idealmente, en cuanto a la concepcin general de la naturaleza. Para los filsofos griegos, el mundo era algo que haba surgido, esencialmente, del caos, que se haba desarrollado, que haba nacido. En cambio, para los naturalistas del perodo que estamos estudiando era algo petrificado e inmutable y, para la mayora de ellos, adems, algo que haba sido creado de golpe. La ciencia sigue hundindose profundamente an en las simas de la teologa. Por todas partes busca y encuentra un impulso recibido desde fuera, que no es posible explicar por la naturaleza misma. Aunque la atraccin, que Newton bautiza con el pomposo nombre de gravitacin universal, se conciba como una cualidad esencial de la materia, de dnde nace la inexplicable fuerza tangencial que traza las rbitas de los planetas? Cmo han surgido las innumerables especies vegetales y animales? Y cmo ha aparecido el hombre mismo, del que se sabe, desde luego, que no ha existido eternamente? La ciencia de la naturaleza contestaba con harta frecuencia a estas preguntas remitindose al creador de todas las cosas. Coprnico inicia este perodo con la repulsa de la teologa; Newton lo cierra sentando el postulado del inicial impulso divino. La suprema idea general a que se remontaba esta ciencia de la naturaleza era la idea finalista de las instituciones naturales, aquella vacua teleologa wolffiana segn la cual los gatos haban sido creados para comerse a los ratones, los

  • 8 ratones para ser comidos por los gatos y la naturaleza toda para poner de manifiesto la sabidura del creador. Y hay que decir que mucho honra a la filosofa de aquel tiempo el que no se dejase extraviar por el estado limitado de los conocimientos de la naturaleza contemporneos, el que, por el contrario -desde Spinoza hasta los grandes materialistas franceses- insistiese en explicar el mundo por s mismo, dejando que las ciencias naturales del futuro se encargaran de fundamentar en detalle esta explicacin.

    Incluyo en este perodo a los materialistas del siglo XVIII,

    porque no disponan, en lo tocante a la ciencia de la naturaleza, de otro material que el que hemos descrito ms arriba. El estudio de Kant, que hizo poca, segua siendo un misterio para ellos y Laplace vino ms tarde. No olvidemos que esta manera anticuada de concebir la naturaleza, aunque agrietada por todas partes gracias al progreso de la ciencia, sigui dominando toda la primera mitad del siglo XIX y an es hoy el da en que, en lo fundamental, se la sigue profesando en todas las escuelas.*

    El primero que abri una brecha en esta concepcin petrificada

    de la naturaleza fue, no un naturalista, sino un filsofo. En 1755 apareci la Historia general de la naturaleza y teora del cielo, de Kant. El problema del impulso inicial quedaba eliminado; la tierra y todo el sistema solar aparecan como algo que haba ido formndose en el transcurso del tiempo. Si la gran mayora de los naturalistas de aquel tiempo hubiesen sentido un poco menos de horror al pensamiento expresado por Newton en la admonicin: "Oh, fsica,

    * De qu modo tan inconmovible puede seguir aferrado a esta concepcin un hombre

    cuyas realizaciones cientficas han suministrado elementos sumamente importantes para superarla, lo revelan las siguientes clsicas palabras:

    "Todas las instituciones de nuestro sistema solar indican, en cuanto podemos penetrar en ellas, el mantenimiento de lo existente y su permanencia inmutable. Del mismo modo que ningn animal, ninguna planta de la tierra son, desde los tiempos ms antiguos, ms perfectos de lo que eran u otros distintos; del mismo modo que, en todos los organismos, slo observamos relaciones entre s, pero no relaciones de sucesin, y que nuestra propia especie se ha mantenido invariable desde el punto de vista fsico, tampoco la ms inmensa variedad de los cuerpos csmicos coexistentes nos autoriza a ver en estas formas diferentes fases de desarrollo. sino que, por el contrario, todo lo creado es igualmente perfecto en s." (Mdler, Populre Astronomie ["Astronoma popular"], Berln, 1861, 5a edicin, pg. 316). [Nota de Engels.]

    Al margen del manuscrito, aparece esta anotacin a lpiz: "La firmeza de la vieja concepcin de la naturaleza serva de base para compendiar de un modo universal toda la ciencia natural, vista en su conjunto. Los enciclopedistas franceses, todava en una yuxtaposicin puramente mecnica, y lo mismo simultneamente, St. Simon y la filosofa alemana de la naturaleza, llevada a su trmino por Hegel." N. del ed.

  • 9 gurdate de la metafsica!", hubieran podido extraer de este solo descubrimiento genial de Kant conclusiones que les habran ahorrado interminables extravos y cantidades inmensas de tiempo y esfuerzo malgastados en falsas direcciones. El descubrimiento de Kant encerraba, en efecto, lo que sera el punto de partida de todo progreso ulterior. Si la, tierra era el resultado de un proceso de formacin, tambin tenan que serlo necesariamente su actual estado geolgico, geogrfico y climtico, sus plantas y sus animales; esto quera decir que la tierra deba necesariamente tener una historia no slo en el espacio, en orden de extensin, sino tambin en el tiempo, en orden de sucesin. De haberse seguido investigando en esta direccin inmediatamente y de un modo resuelto, la ciencia de la naturaleza se hallara al presente mucho ms avanzada de lo que se halla. Pero, acaso poda venir algo bueno de la filosofa? El estudio de Kant no se tradujo en resultado inmediato alguno, hasta que, muchos aos despus, Laplace y Herschel desarrollaron y fundamentaron con mayor precisin su contenido, abriendo camino con ello, poco a poco, a la "hiptesis nebular".6 Posteriores descubrimientos dieron, por ltimo, el triunfo a esta teora; citaremos entre los ms importantes el movimiento propio de las estrellas fijas, la demostracin de un medio resistente en el espacio csmico y la prueba, obtenida por medio del anlisis espectral, de la indentidad qumica de la materia csmica y de la existencia de masas candentes de niebla como las que hipotticamente habra supuesto Kant.*

    Cabe, sin embargo, dudar de que la mayora de los naturalistas

    hubieran llegado a percatarse enseguida de la contradiccin que entraaba el admitir que la tierra cambia, al paso que los organismos que en ella moran son inmutables, a no ser porque la vaga idea de que la tierra no es, sino que deviene, se desarrolla y perece, se vio reforzada por otro conducto. Al surgir la geologa, vino a demostrar que no slo existan estratos sucesivos y superpuestos, sino que, adems, se desenterraban en ellos caparazones y esqueletos de animales desaparecidos y troncos, hojas y frutos de plantas que ya no se conocan. No hubo ms remedio que reconocer la evidencia: no slo la tierra en su conjunto, sino tambin las plantas y los animales que en ella vivan tenan su historia, desarrollada en el tiempo. Esta evidencia, al principio, se reconoci, sin embargo, de bastante mala gana. La teora de las revoluciones de la tierra, formulada por Cuvier, era una teora revolucionaria de nombre, pero reaccionaria de hecho. En vez de una gran creacin divina, se admita toda una serie

    * Al margen del manuscrito, figura esta nota a lpiz: "Tambin se comprende

    ahora por primera vez, gracias a Kant, la resistencia a la rotacin de la Tierra por efecto de las mareas." N. del ed.

  • 10 de reiterados actos de creacin, convirtiendo el milagro en palanca esencial de la naturaleza. Fue Lyell el primero que hizo entrar en razn a la geologa, al sustituir las bruscas revoluciones debidas al capricho del creador por los resultados graduales de una lenta transformacin de la tierra.*

    La teora de Lyell era an ms incompatible con la hiptesis

    de especies orgnicas constantes que cuantas la haban precedido. La transformacin gradual de la superficie de la tierra y de todas las condiciones de vida llevaba directamente aparejada la gradual transformacin de los organismos y su adaptacin al medio cambiante, la mutabilidad de las especies. Pero la tradicin no slo es una potencia en la Iglesia catlica; tambin lo es en las ciencias naturales. El propio Lyell se pas largos aos sin acertar a ver la contradiccin, y menos an la vieron sus discpulos. Ello slo puede explicarse por la divisin del trabajo que entre tanto haba ido imponindose en el campo de las ciencias naturales, la cual limitaba los horizontes de cada investigador, en mayor o menor medida, a su especialidad, sin permitirle, salvo en casos excepcionales, remontarse a una visin de conjunto.

    Mientras tanto, haba logrado la fsica grandes progresos,

    cuyos resultados fueron resumidos casi al mismo tiempo por tres diferentes personalidades en 1842, ao que hizo poca en esta rama de las ciencias naturales.7 Mayer, en Heilbronn, y Joule, en Manchester, pusieron de manifiesto la mutacin del calor en fuerza mecnica y de sta en calor. Y, al establecerse la equivalencia mecnica del calor, qued fuera de toda duda este resultado. Al mismo tiempo, Grove8 -que no era naturalista de profesin, sino un abogado ingls- demostr, mediante la simple elaboracin de los resultados fsicos sueltos ya adquiridos, el hecho de que todas las llamadas fuerzas fsicas, la fuerza mecnica, el calor, la luz, la electricidad, el magnetismo y hasta la misma llamada fuerza qumica, se trocaban en determinadas condiciones la una en la otra, sin producirse cambio de fuerza alguno, con lo que vena a corroborarse, andando el tiempo, por la va fsica, la tesis cartesiana de que la cantidad de movimiento existente en el universo es invariable. Con ello, las fuerzas fsicas especficas, los "tipos" inmutables de la fsica, por as decirlo, se reducan a distintas formas de movimiento de la materia, formas diferenciadas y que se convertan las unas en las otras con sujecin a determinadas leyes.

    * La falla de la concepcin de Lyell -por lo menos, bajo su primera forma- estribaba en concebir las fuerzas que actuaban sobre la tierra como constantes, tanto cualitativa como cuantitativamente. No existe para l el enfriamiento de la tierra; sta no se desarrolla en una direccin determinada, sino que cambia pura y simplemente de un modo incoherente y casual. [Nota de Engels.]

  • 11 Se descartaba, as, de la ciencia el carcter contingente de la existencia de tantas o cuntas fuerzas fsicas, ponindose de manifiesto los entronques y las transiciones entre ellas. La fsica haba llegado, como antes la astronoma, a un resultado que apuntaba en definitiva, necesariamente, al ciclo perenne de la materia en movimiento.

    El desarrollo asombrosamente rpido de la qumica desde

    Lavoisier y especialmente desde Dalton vino a socavar, por otro lado, las viejas ideas imperantes acerca de la naturaleza. Al crearse por la va inorgnica combinaciones que hasta entonces slo se conocan en el organismo vivo, se demostr que las leyes de la qumica tenan para los cuerpos orgnicos la misma vigencia que para los inorgnicos, con lo que colmaba gran parte del abismo eternamente infranqueable que, todava segn Kant, separaba a la naturaleza inorgnica de la orgnica.

    Finalmente, en el campo de la investigacin biolgica y

    principalmente desde mediados del siglo pasado [del siglo XVIII], los viajes y expediciones cientficos sistemticamente emprendidos, la minuciosa exploracin por los especialistas residentes en ellas de las colonias europeas repartidas por todo el mundo y los progresos de la paleontologa, de la anatoma y de la fisiologa en general, principalmente los llevados a cabo despus del empleo sistemtico del microscopio y del descubrimiento de la clula, produjeron tal acopio de materiales, que ello hizo posible, y al mismo tiempo impuso como necesario, el mtodo comparativo.* De una parte, la geografa fsica comparada estableca las condiciones de vida de las diferentes floras y faunas y, de otra parte, se comparaban los diversos organismos en cuanto a sus rganos homlogos, no slo en su estado de madurez, sino tambin en todas sus fases de desarrollo. Y cuanto ms profundas y exactas eran estas investigaciones, ms iba desmoronndose entre sus manos aquel sistema rgido de una naturaleza orgnica plasmada con caracteres inmutables. Nuevas especies vegetales y animales singulares se revelaban irremediablemente como el resultado de la transicin de unas a otras, borrndose as sus contornos propios; surgan animales como el anfioxo y el lepidosiren,9 que se burlaban de todas las clasificaciones anteriores,** y, por ltimo, se encontraron organismos que lo mismo podan pertenecer al reino vegetal que al animal. Iban colmndose poco a poco las lagunas del archivo * Al margen del manuscrito, figura esta nota a lpiz: "Embriologa". N. del ed. ** Al margen del manuscrito, figura esta nota a lpiz: "Ceratodo. Idem arquepterix, etc."10N. del ed.

  • 12 paleontolgico y hasta los ms reacios se vean obligados a reconocer el pasmoso paralelismo existente entre la historia evolutiva del mundo orgnico en su conjunto y el de cada organismo en particular, hilo de Ariadna que habra de permitirnos salir del laberinto en el que parecan extraviarse ms y ms la botnica y la zoologa. Fue una coincidencia significativa el que casi al mismo tiempo en que vea la luz el embate de Kant contra la perennidad del sistema solar, lanzase C. E. Wolff, en 1759, el primer ataque contra la permanencia de las especies y proclamase la teora de la descendencia. Y lo que en Wolff no era todava ms que un vislumbre genial cobr contornos claros y definidos con Oken, Lamarck y Bauer, para triunfar definitivamente cien aos ms tarde, en 1859, gracias a Darwin. Casi al mismo tiempo, se comprob que el protoplasma y la clula, de los que ya antes se haba demostrado que eran las formas primarias de todos los organismos, existan adems en la realidad viva, como las formas orgnicas ms bajas de todas. Con ello, se reduca al mnimo el abismo entre la naturaleza orgnica y la inorgnica y, al mismo tiempo, se eliminaba uno de los principales obstculos con que hasta entonces vena tropezando la teora de la descendencia de los organismos. La nueva concepcin de la naturaleza haba quedado delineada en sus rasgos fundamentales: todo lo que haba en ella de rgido se aflojaba, cuanto haba de plasmado en ella se esfumaba, lo que se consideraba eterno pasaba a ser perecedero y la naturaleza toda se revelaba como algo que se mova en perenne flujo y eterno ciclo.

    ___

    Hemos retornado, as, a la concepcin de los grandes fundadores de la filosofa griega, segn la cual la naturaleza toda, desde lo ms pequeo hasta lo ms grande, desde el grano de arena hasta el sol, desde el protozoo hasta el hombre, se halla, existe en perenne proceso de nacimiento y extincin, en flujo incesante, en un estado continuo de movimiento y cambio. Pero con una diferencia esencial, y es que lo que para los griegos slo era una intuicin genial constituye para nosotros el resultado de una investigacin rigurosamente cientfica y experimental, razn por la cual cobra una forma mucho ms definida y clara. Cierto es que la comprobacin emprica de este ciclo no aparece todava, ni mucho menos, libre de lagunas, pero stas resultan insignificantes si se las compara con los resultados ya conseguidos, y adems, se las va llenando poco a poco. Cmo poda no presentar toda una serie de lagunas la comprobacin en cuanto al detalle, si se piensa que las ramas ms esenciales de la ciencia -la astronoma interplanetaria, la

  • 13 qumica, la geologa- apenas cuentan con un siglo de existencia, que la fisiologa comparada slo data, cientficamente, de cincuenta aos atrs, que la forma fundamental de casi toda la evolucin biolgica, la clula, no hace an cuarenta aos que fue descubierta!11

    ____

    Partiendo de masas nebulosas incandescentes y que giran en torbellino -las leyes de cuyo movimiento tal vez se descubran ahora, una vez que las observaciones acumuladas a lo largo de varios siglos nos suministren claridad acerca del movimiento propio de los astros- se formaron por condensacin y enfriamiento los innumerables soles y sistemas solares de nuestra isla csmica, enmarcados por los anillos ms lejanos de estrellas de la Va Lctea. Todo parece indicar que esta evolucin no se oper en todas partes con la misma rapidez. La existencia de cuerpos oscuros, no puramente planetarios, es decir, de soles apagados dentro de nuestro sistema solar, va imponindose cada vez ms en la astronoma (Mdler); y, de otra parte, de nuestro sistema sideral forman parte integrante (segn Secchi) manchas nebulosas gaseiformes, que representan una serie de soles an no plasmados, sin que est excluida la posibilidad de que otras nebulosas, segn sostiene Mdler, sean otras tantas remotas islas csmicas independientes, cuyo grado relativo de desarrollo habr de revelar el espectroscopio.

    Laplace ha demostrado, de un modo no superado hasta ahora,

    cmo de una masa nebulosa ha llegado a desarrollarse un sistema solar; despus de l, la ciencia no ha hecho ms que confirmar sus conclusiones.

    En los distintos cuerpos as formados -soles, planetas y

    satlites- rige en un principio la forma de movimiento de la materia a que damos el nombre de calor. Con una temperatura como la que todava hoy tiene el sol no puede hablarse de la posibilidad de combinaciones qumicas entre los elementos; hasta qu punto el calor se trueque, aqu, en electricidad o en magnetismo lo dirn las sistemticas observaciones solares; lo que ya desde ahora puede asegurarse es que los movimientos mecnicos efectuados en el sol brotan exclusivamente del conflicto entre el calor y la gravedad.

    Los distintos cuerpos se enfran ms rpidamente cuanto ms

    pequeos son. Los primeros en enfriarse son los satlites, los asteroides y los meteoros, y as, vemos que nuestra luna hace ya mucho tiempo que est extinguida. Ms lentamente se enfran los planetas, y el enfriamiento ms lento de todos es el del cuerpo central.

  • 14 Con el progresivo enfriamiento, va pasando cada vez ms a

    primer plano la accin mutua de las formas fsicas de movimiento que se truecan las unas en la otras, hasta llegar, por fin, a un punto a partir del cual comienza a abrirse paso la afinidad qumica y en el que los elementos qumicos hasta ahora indiferentes van diferencindose qumicamente unos tras otros, adquieren propiedades qumicas y se combinan entre s. Estas combinaciones varan constantemente con el descenso de la temperatura, que influye de distinto modo no slo en cada elemento, sino en cada combinacin determinada de elementos, con la transicin, al enfriarse, de una parte de la materia gaseiforme al estado lquido, primero, y luego al estado slido, y con las nuevas condiciones as creadas.

    El perodo durante el cual el planeta se halla cubierto en su superficie por una corteza slida y por acumulaciones de agua coincide con aquel en que su calor propio va cediendo cada vez ms al calor que sobre l irradia el cuerpo central. Su atmsfera pasa a ser escenario de fenmenos meteorolgicos, en el sentido que hoy damos a esta palabra y su superficie se convierte en palestra de cambios geolgicos entre los que las estratificaciones provocadas por precipitaciones atmosfricas van predominando cada vez ms sobre los resultados exteriores del ncleo interior fluido y candente, que van debilitndose poco a poco.

    Cuando, por ltimo, la temperatura se equilibra hasta el punto de que, por lo menos en una parte considerable de la superficie, no rebasa ya los lmites en que puede vivir la albmina, se forma, siempre y cuando que se den las dems premisas qumicas favorables, el protoplasma vivo. An no sabemos cules son estas condiciones previas, lo que no debe sorprendernos, ya que ni conocemos, hasta ahora, la frmula qumica de la albmina, ni siquiera sabemos cuntos cuerpos albuminoides de diferente composicin qumica existen, y slo hace aproximadamente diez aos que nos es conocido el hecho de que todas las funciones esenciales de la vida, la digestin, las secreciones, el movimiento, la contraccin, la reaccin a los estmulos y la procreacin, se deben precisamente a la albmina carente de estructura.12

    Hubieron de pasar probablemente miles de aos antes de que presentaran las condiciones en que, dndose el siguiente paso de avance, pudo esta albmina informe crear la primera clula, mediante la formacin del ncleo y la membrana. Pero, al aparecer la primera clula, se sent, al mismo tiempo, la base para la formacin de todo el mundo orgnico; primeramente, se desarrollaron, segn podemos conjeturar a base de toda la analoga del archivo paleontolgico, innumerables especies de protistas acelulares y celulares, de las que slo ha llegado a nosotros el

  • 15 Eozoon Canadense,13 partiendo de las cuales algunas se diferenciaron gradualmente para formar las primeras plantas y otras para dar vida a los primeros animales. Y, partiendo de los animales primarios, se desarrollaron, principalmente por un proceso de ulterior diferenciacin, las innumerables clases, rdenes, familias, gneros y especies animales y, por ltimo, la forma en que el sistema nervioso alcanza su grado ms alto de desarrollo, la de los animales vertebrados y, entre stos, finalmente, el animal vertebrado en el que la naturaleza cobra conciencia de s misma: el hombre.

    Tambin el hombre surge por un proceso de diferenciacin.

    No slo individualmente, partiendo de una sola clula para llegar hasta el organismo ms complicado que produce la naturaleza, sino tambin histricamente. Cuando, al cabo de una lucha que dura miles de aos, la mano se diferencia por fin del pie y surge la locomocin erecta, el hombre se separa definitivamente del mono y se sientan las bases para el proceso del lenguaje articulado y para el formidable desarrollo del cerebro, que a partir de ahora hace infranqueable el abismo entre el hombre y el simio. La especializacin de la mano significa la herramienta y sta presupone la actividad especficamente humana, la reaccin transformadora del hombre sobre la naturaleza, la produccin. Tambin ciertos animales en sentido estricto -la hormiga, la abeja, el castor- poseen instrumentos, pero solamente como miembros de su cuerpo; tambin ciertos animales producen, pero su accin productiva sobre la naturaleza que los rodea es, con respecto a sta, nula. Solamente el hombre consigue poner su impronta en la naturaleza, no slo transplantando las plantas y los animales, sino haciendo cambiar, adems, el aspecto, el clima de su medio, ms an, haciendo cambiar las mismas plantas y los mismos animales de tal modo, que las consecuencias de su actividad slo pueden llegar a desaparecer con la extincin general del globo terrqueo. Y todo esto lo ha llevado a cabo el hombre, esencial y primordialmente, por medio de la mano. Es ella la que, en ltima instancia, rige incluso la mquina de vapor, que es, hasta ahora, el instrumento ms poderoso de que dispone el hombre para transformar la naturaleza, ya que tambin esa mquina es una herramienta. Con la mano, fue desarrollndose paulatinamente la cabeza; surgi la conciencia, primeramente la de las condiciones necesarias para alcanzar los diferentes resultados tiles de orden prctico y, ms tarde, entre los pueblos ms favorecidos y como consecuencia de ello, la penetracin en las leyes naturales que los condicionan. Y, con el conocimiento cada vez ms rpido de las leyes naturales, se multiplicaron los medios para actuar de rechazo sobre la naturaleza,

  • 16 pues la mano por s sola jams habra llegado a inventar la mquina de vapor si, con ella y a la par de ella y, en parte, correlativamente gracias a ella, no se hubiese desarrollado tambin el cerebro del hombre.

    Con el hombre entramos en el campo de la historia. Tambin

    los animales tienen su historia, la historia de su origen, descendencia y gradual desarrollo, hasta llegar a su estado actual. Pero esta historia no la hacen ellos, sino que se hace para ellos y, en la medida en que de ella participan, lo hacen sin saberlo y sin quererlo. En cambio, los hombres, a medida que se alejan ms y ms del animal en sentido estricto, hacen su historia en grado cada vez mayor por s mismos, con conciencia de lo que hacen, siendo cada vez menor la influencia que sobre esta historia ejercen los efectos imprevistos y las fuerzas incontroladas y respondiendo el resultado histrico cada vez con mayor precisin a fines preestablecidos. Pero, si aplicamos esta pauta a la historia humana, incluso a la de los pueblos ms desarrollados de nuestro tiempo, vemos la gigantesca desproporcin que todava media aqu entre los fines preestablecidos y los resultados alcanzados; vemos que an predominan los efectos imprevistos y que las fuerzas incontroladas son todava mucho ms poderosas que las que se ponen en accin con arreglo a un plan. Y no puede ser de otro modo, mientras la actividad histrica ms esencial de los hombres, la que ha elevado al hombre de la animalidad a la humanidad y que constituye la base material de todas sus dems actividades, la produccin para satisfacer sus necesidades de vida, que es hoy la produccin social, se halle cabalmente sometida al juego mutuo de la accin ciega de fuerzas incontroladas, de tal modo que slo en casos excepcionales se alcanzan los fines propuestos, realizndose en la mayora de los casos precisamente lo contrario de lo que se ha querido. En los pases industriales ms adelantados, hemos domeado las fuerzas naturales para ponerlas al servicio del hombre; con ello, hemos multiplicado la produccin hasta el infinito, de tal modo que un nio produce hoy ms que antes cien adultos. Y cul es la consecuencia de ello? Un exceso de trabajo cada vez mayor, la miseria sin cesar creciente de las masas y, cada diez aos, la explosin de una tremenda crisis. Danwin no se daba cuenta de qu stira tan amarga escriba acerca de los hombres, y en particular acerca de sus compatriotas, al demostrar que la libre concurrencia, la lucha por la existencia, que los economistas ensalzan como la ms alta conquista de la historia, es el estado normal imperante en el reino animal. Slo una organizacin consciente de la produccin social, en la que se produzca y se distribuya con arreglo a un plan, podr elevar a los hombres, en el campo de las relaciones sociales,

  • 17 sobre el resto del mundo animal en la misma medida en que la produccin en general lo ha hecho con arreglo a la especie humana. Y el desarrollo histrico hace que semejante organizacin sea cada da ms inexcusable y, al mismo tiempo, ms posible. De ella datar una nueva poca de la historia en la que los hombres mismos, y con ellos todas las ramas de sus actividades, incluyendo especialmente las ciencias naturales, alcanzarn un auge que relegar a la sombra ms profunda todo cuanto hasta hoy conocemos.

    Sin embargo, "cuanto nace es digno de perecer"14. Podrn pasar millones de aos, cientos de miles de generaciones podrn nacer y morir, pero llegar inexorablemente el da en que, al agotarse el calor del sol, no alcance para fundir los hielos que avanzan desde los polos, en que los hombres, que irn concentrndose ms y ms junto al Ecuador, no encuentren tampoco all el calor necesario para vivir, en que poco a poco vayan borrndose hasta los ltimos rastros de vida orgnica y la tierra, convertida en una bola muerta y helada como la luna, gire, hundida en profundas tinieblas y en una rbita cada vez ms estrecha en torno al sol, tambin enfriado, para precipitarse, por ltimo, en los espacios csmicos. Otros planetas caern antes que ella y otros la seguirn en su cada; en vez del sistema solar, armnicamente ordenado, luminoso y lleno de calor, una esfera fra y muerta recorrer su camino solitario por los espacios. Y la misma suerte reservada a nuestro sistema solar habrn de experimentarla, ms tarde o ms temprano, todos los dems sistemas de nuestra isla csmica y el resto de las innmeras islas csmicas, incluso aquellos cuya luz jams llegar a la tierra mientras viva sobre ella un ojo humano capaz de captarla.

    Y qu ocurrir cuando semejante sistema solar acabe de recorrer el ciclo de su vida y se enfrente a la suerte reservada a todo lo finito, es decir, a la muerte? Seguir el cuerpo muerto del sol rodando por toda una eternidad, como un cadver, a travs del espacio infinito y se hundirn para siempre todas las fuerzas naturales antes diferenciadas en infinita muchedumbre en la sola y nica fuerza de movimiento de la atraccin? "O bien -como se pregunta Secchi (pg. 810)- se contienen en la naturaleza fuerzas capaces de retrotraer el sistema muerto al estado inicial de la nebulosa candente, para infundir otra vez en l una nueva vida? No lo sabemos".15

    No lo sabemos, ciertamente, a la manera como sabemos que 2x2=4 o que la atraccin de la materia aumenta o disminuye en proporcin al cuadrado de la distancia. Pero, en las ciencias naturales tericas, que van elaborando su concepcin de la naturaleza, dentro de lo posible, hasta formar un todo armnico y sin la cual ni el emprico ms ayuno de ideas dara hoy vueltas sin

  • 18 moverse del sitio, nos vemos obligados con mucha frecuencia a manejar magnitudes imperfectamente conocidas, y la lgica del pensamiento tiene que acudir siempre en ayuda de la insuficiencia del conocimiento. Es as como las modernas ciencias naturales se han visto obligadas a tomar de la filosofa la tesis de la indestructibilidad del movimiento, sin la cual no podran existir. Ahora bien, el movimiento de la materia no es el simple y tosco movimiento mecnico, el simple desplazamiento de lugar: es el calor y la luz, la tensin elctrica y magntica, la combinacin y la disociacin qumicas, la vida y, por ltimo, la conciencia. Decir que a la materia, a lo largo de toda su existencia ilimitada en el tiempo, slo por una nica vez y durante un tiempo insignificante. en comparacin con su eternidad, se le depara la posibilidad de diferenciar su movimiento, desplegando con ello toda la riqueza de este movimiento, para quedar reducida antes y despus, por toda una eternidad, a un simple desplazamiento de lugar, vale tanto como afirmar que la materia es mortal y el movimiento perecedero. La indestructibilidad del movimiento no puede concebirse de un modo puramente cuantitativo; hay que concebirla tambin de un modo cualitativo; una materia cuyo desplazamiento puramente mecnico de lugar encierra, indudablemente, la posibilidad de transformarse, bajo condiciones propicias, en calor, electricidad, accin qumica y vida, pero que no puede engendrar por s misma aquellas condiciones, esa materia ha perdido el movimiento; y un movimiento que no cuenta ya con la capacidad necesaria para transformarse en las diferentes formas de manifestarse que le son propias, tiene sin duda, todava, la dynamis [posibilidad], pero carece de la energeia [accin], lo que quiere decir que se halla ya, en parte, destruido. Y ambas cosas son inconcebibles.

    Lo que s puede afirmarse es que hubo un tiempo en que la

    materia de nuestra isla csmica transform en calor una masa tal de movimiento -sin que hasta hoy sepamos de qu clase-, que gracias a ello pudieron desarrollarse los 20 millones de estrellas que, por lo menos (segn Mdler), pertenecen a nuestros sistemas solares y cuya gradual extincin es igualmente segura Cmo se oper dicha transformacin? Tampoco nosotros sabemos, como no lo sabe el padre Secchi, si el futuro caput mortuum16 de nuestro sistema solar volver a convertirse algn da en materia prima de nuevos sistemas solares. Pero, si no queremos recurrir en este punto a la idea del creador, no tenemos ms remedio que llegar a la conclusin de que la materia prima candente de los sistemas solares de nuestra isla csmica surgi, por una va natural, mediante las transformaciones operadas por el movimiento, inherentes por naturaleza a la materia mvil, y que sus condiciones tendrn tambin que reproducirse por obra de la materia misma, aunque sea a la vuelta

  • 19 de millones y millones de aos, de un modo ms o menos fortuito, pero con la fuerza de la necesidad que es inherente tambin a lo casual.

    La posibilidad de semejante transformacin es reconocida en

    medida cada vez mayor. Va abrindose paso la idea de que los cuerpos csmicos tienden en definitiva a chocar los unos con los otros y hasta se calcula la cantidad de calor que se desarrollar en estas colisiones. Partiendo de ellas, se explican por la va ms fcil el sbito relucir de nuevas estrellas y la luz cada vez ms clara que, tambin sbitamente, despiden otras que ya conocemos de antiguo y de que nos habla la astronoma.

    Con arreglo a esto, vemos no slo que nuestro grupo

    planetario gira alrededor del sol y nuestros soles dentro de la isla csmica en que moramos, sino tambin que toda nuestra isla csmica sigue movindose dentro del espacio del cosmos en un equilibrio temporal y relativo con las dems islas csmicas, ya que incluso el equilibrio relativo de los cuerpos que giran libremente slo puede concebirse dentro de un movimiento mutuamente condicionado; y hay muchos que admiten que la temperatura del espacio csmico no es en todas partes la misma. Por ltimo, sabemos que, exceptuando una parte insignificante, el calor de los innumerables soles de nuestra isla csmica desaparece en el espacio y se esfuerza en vano por elevar la temperatura del espacio csmico aunque slo sea en una millonsima de grado de la escala Celsius. Qu se ha hecho de toda esta enorme cantidad de calor? Ha desaparecido para siempre en el intento de calentar el, espacio o ha dejado prcticamente de existir y slo sigue existiendo tericamente en el hecho de que el espacio csmico se ha calentado en una fraccin decimal de grado que comienza con diez o ms ceros? Esta hiptesis equivale a negar la indestructibilidad del movimiento; admite la posibilidad de que, mediante la colisin sucesiva de los cuerpos csmicos, todo el movimiento mecnico existente se transforme en calor y ste se irradie en el espacio csmico, con lo que, pese a la "indestructibilidad de la fuerza", habra dejado de existir todo movimiento en general. (Y ello revela, dicho sea de pasada, cun errneo es hablar de indestructibilidad de la fuerza, en vez de indestructibilidad del movimiento.) Llegamos, pues, a la conclusin de que por un camino, que la investigacin de la naturaleza considerar algn da como su cometido sealar, el calor irradiado en el espacio csmico tendr necesariamente la posibilidad de llegar a transformarse en otra forma de movimiento, en la que podr llegar a concentrarse y manifestarse. Con lo cual desaparecer la principal dificultad con que tropieza la posibilidad de que los soles extinguidos se conviertan de nuevo en la nebulosa candente.

  • 20 Por lo dems, las sucesin eternamente repetida de los mundos

    en el tiempo infinito no es ms que el complemento lgico de la coexistencia de los innumerables mundos en el espacio infinito, tesis sta cuya necesidad se ha impuesto incluso al cerebro antiterico de yanqui de un Draper.*

    La materia se mueve en un ciclo perenne, ciclo que

    probablemente describe su rbita en perodos de tiempo para los que nuestro ao terrestre ya no ofrece una pauta de medida suficiente; en el que el tiempo del ms alto desarrollo, el tiempo de la vida orgnica y, ms an, el de la vida consciente de s misma y de la naturaleza, resulta medido tan brevemente como el espacio en el que se hacen valer la vida y la autoconciencia; en el que toda modalidad finita de existencia de la materia, ya sea sol o nebulosa, animal concreto o especie animal, combinacin o disociacin qumica, es igualmente perecedera y en el que nada hay eterno fuera de la materia en eterno movimiento y de las leyes con arreglo a las cuales se mueve y cambia. Pero, por muchas veces y por muy implacablemente que este ciclo se opere tambin en el tiempo y en el espacio; por muchos millones de soles y de tierras que puedan nacer y perecer y por mucho tiempo que pueda transcurrir hasta que lleguen a darse las condiciones para la vida orgnica en un solo planeta dentro de un sistema solar; por innumerables que sean los seres orgnicos que hayan de preceder y que tengan que perecer antes, para que de entre ellos puedan llegar a desarrollarse animales dotados de un cerebro capaz de pensar y a encontrar por un perodo breve de tiempo las condiciones necesarias para su vida, para luego verse implacablemente barridos, tenemos la certeza de que la materia permanecer eternamente la misma a travs de todas sus mutaciones; de que ninguno de sus atributos puede llegar a perderse por entero y de que, por tanto, por la misma frrea necesidad con que un da desaparecer de la faz de la tierra su floracin ms alta, el espritu pensante, volver a brotar en otro lugar y en otro tiempo.

    *"The multiplicity of worlds in infinite space leads to the concepcin of a succession of worlds in infinite time" (Draper, History of the Inlellectual Development of Europe, vol. II. pg. 17) [La pluralidad de los mundos dentro del espacio infinito lleva a la concepcin de una sucesin de mundos en el tiempo infinito. (Draper, "Historia del desarrollo intelectual de Europa", t. II, pg.)] [Nota de Engels.]

  • VIEJO PROLOGO PARA EL [ANTI] -DHIRING . SOBRE LA DIALCTICA 1

    El trabajo que el lector tiene ante s no es, ni mucho menos, fruto de un "impulso interior". Lejos de eso, mi amigo Liebknecht puede atestiguar cunto esfuerzo le cost convencerme de la necesidad de analizar crticamente la novsima teora socialista del seor Dhring. Una vez resuelto a ello, no tena ms remedio que investigar esta teora, que su autor expone como el ltimo fruto prctico de un nuevo sistema filosfico, en relacin con este sistema, investigando, por consiguiente, este sistema mismo. Me vi, pues, obligado a seguir al seor Dhring por todos los vastos campos por l recorridos, tratando de lo divino y de lo humano y de qu s yo cuntas cosas ms. Y as surgi toda una serie de artculos que vieron la luz en el Vorwrts de Leipzig desde comienzos de 1877 y que se recogen, sistemticamente ordenados, en el presente volumen.

    Dos circunstancias pueden excusar el que la crtica de un

    sistema tan insignificante, pese a toda su jactancia, adopte unas proporciones tan extensas, impuestas por el tema mismo. Una es que esta crtica me brindaba la ocasin para desarrollar sobre un plano positivo, en los ms diversos campos, mis ideas acerca de problemas que encierran hoy un inters general, cientfico o prctico. Y aunque esta obra no persigue, ni mucho menos, el designio de oponer un nuevo sistema al sistema del seor Dhring, confo en que el lector no echar de menos, a pesar de la diversidad de las materias tratadas, la trabazn interna que existe entre las ideas expuestas por m.

    La otra circunstancia a que aluda es la siguiente: el seor

    Dhring, como "creador de un sistema", no representa, ni mucho menos, un fenmeno aislado, en la Alemania actual. Desde hace algn tiempo, en Alemania brotan por todas partes, como las setas, de la noche a la maana, por docenas, multitud de sistemas filosficos, y principalmente de filosofa de la naturaleza, para no hablar de los innumerables nuevos sistemas de poltica, economa, etc. Tal parece como si en la ciencia se quisiera aplicar tambin ese postulado del Estado moderno segn el cual se supone a todo ciudadano con capacidad para juzgar acerca de cuantos problemas se someten a su voto o el postulado de la economa en el que se parte de que todo consumidor conoce al dedillo cuantas mercancas 21

  • 22 necesita adquirir para su sustento. Todo el mundo puede, al parecer, escribir acerca de todo, y en eso consiste cabalmente la "libertad de la ciencia": en escribir con especial desahogo de cosas que se ignoran en absoluto, considerando esto como el nico mtodo cientfico verdaderamente riguroso. El seor Dhring no es sino uno de los ejemplares ms representativos de esa estridente seudociencia que por todas partes se coloca hoy, en Alemania, a fuerza de codazos, en primera fila y que atruena el espacio con su estrepitoso... ruido de latn. Ruido de latn en poesa, en filosofa, en economa, en historiografa; ruido de latn en la ctedra y en la tribuna, por doquier ruido de latn, pero no un ruido de latn cualquiera, sino transcendental, que se atribuye a s mismo una gran superioridad y profundidad de pensamiento y que no debe confundirse, en modo alguno, con el modesto y vulgar ruido de latn que escuchamos en otros pases: se trata del producto ms representativo y ms abundante de la industria intelectual alemana, barato pero malo, ni ms ni menos que los dems artculos con que el pas, desgraciadamente, no estuvo representado en Filadelfia. Hasta el socialismo alemn, sobre todo desde que el seor Dhring empez dando el ejemplo, ha hecho ltimamente grandes progresos en este arte del ruido de latn transcendental; y el hecho de que, en realidad, el movimiento socialdemcrata apenas se deje aturdir por todo ese estrpito transcendental es una prueba ms de la maravillosa salud de que disfruta nuestra clase obrera, en un pas en el que todo parece estar actualmente enfermo, con la nica excepcin de las ciencias naturales.

    Cuando, en su discurso pronunciado en el congreso de

    naturalistas de Munich, Ngeli2 afirmaba que el conocimiento humano jams llegara a revestir el carcter de la omnisciencia, ignoraba evidentemente las obras del seor Dhring. Estas obras me han obligado a m a seguir a su autor por una serie de campos en los que, cuando mucho, slo puedo moverme con pretensiones de aficionado. Me refiero, principalmente, a las distintas ramas de las ciencias naturales, donde hasta hoy sola considerarse como pecado de infatuacin el que el "profano" osase entrometerse a hablar de lo que no saba. Sin embargo, me anima un poco en este empeo el que, en un discurso pronunciado tambin en Munich, el seor Virchow3 dejase escapar la frase, a la que ms detenidamente nos referiremos en otro lugar, de que, fuera del campo acotado de su especialidad, el naturalista no est informado tampoco ms que "a medias", lo que equivale a decir que es, hablando en trminos corrientes, un profano. Y, as como el especialista se permite y no tiene ms remedio que permitirse, vez en cuando, pisar en un

  • 23 terreno colindante con el suyo, acogindose a la obligada indulgencia del especialista en cuanto a sus torpezas de expresin y a sus pequeos deslices, yo me he tomado tambin la libertad de aducir aqu una serie de fenmenos y de leyes naturales para ilustrar mis ideas tericas generales, y confo en que podr contar con la misma indulgencia.4 Los resultados de las modernas ciencias naturales se imponen a todo el que se ocupe de cuestiones tericas con la misma fuerza irresistible con que el naturalista de hoy se ve empujado, quiralo o no, a establecer deducciones tericas generales. Y aqu nos encontramos, por lo menos, con cierta compensacin. Pues si los tericos son profanos a medias en el campo de las ciencias naturales, los naturalistas de hoy en da suelen serlo igualmente en el terreno terico, en el terreno de lo que hasta aqu ha venido calificndose de filosofa.

    La investigacin emprica de la naturaleza ha acumulado una

    masa tan gigantesca de conocimientos de orden positivo, que la necesidad de ordenarlos sistemticamente y atenindose a sus nexos internos, dentro de cada campo de investigacin, constituye una exigencia sencillamente imperativa e irrefutable. Y no menos lo es la necesidad de establecer la debida conexin entre los diversos campos de conocimiento. Pero, al tratar de hacer esto, las ciencias naturales se desplazan al campo terico, donde fracasan los mtodos empricos y donde slo el pensamiento terico puede conducir a algo.5 Ahora bien, el pensamiento terico slo es un don natural en lo que a la capacidad se refiere. Esta capacidad tiene que ser cultivada y desarrollada; y, hasta hoy, no existe otro medio para su cultivo y desarrollo que el estudio de la historia de la filosofa.

    El pensamiento terico de toda poca, incluyendo por tanto la

    nuestra, es un producto histrico, que reviste formas muy distintas y asume, por tanto, un contenido muy distinto tambin, segn las diferentes pocas. La ciencia del pensamiento es, por consiguiente, como todas las ciencias, una ciencia histrica, la ciencia del desarrollo histrico del pensamiento humano. Y esto tiene tambin su importancia, en lo que afecta a la aplicacin prctica del pensamiento a los campos empricos. Por varias razones. La primera es que la teora de las leyes del pensamiento no representa, ni mucho menos, esa "verdad eterna" y definitiva que el espritu del filisteo se representa en cuanto oye pronunciar la palabra "lgica". La misma lgica formal ha sido objeto de enconadas disputas desde Aristteles hasta nuestros das. Por lo que a la dialctica se refiere, hasta hoy slo ha sido investigada detenidamente por dos pensadores: Aristteles y Hegel. Y la dialctica es, precisamente, la forma ms cumplida y cabal de pensamiento para las modernas ciencias

  • 24 naturales, ya que es la nica que nos brinda la analoga y, por tanto, el mtodo para explicar los procesos de desarrollo de la naturaleza, para comprender, en sus rasgos generales, sus nexos y el trnsito de uno a otro campo de investigacin.

    En segundo lugar, el conocimiento de la trayectoria histrica de desarrollo del pensamiento humano, de las ideas que las diferentes pocas de la historia se han formado acerca de las conexiones generales del mundo exterior, constituye tambin una necesidad para las ciencias naturales tericas, ya que nos sirve de criterio para contrastar las teoras por ellas formuladas. En este respecto, hay que decir que se pone de manifiesto con harta frecuencia y con colores bien vivos el desconocimiento de la historia de la filosofa. No pocas veces, vemos a los naturalistas teoretizantes sostener como flamantes teoras, que incluso llegan a imponerse como teoras de moda durante algn tiempo, doctrinas que la filosofa viene profesando desde hace siglos y que, en no pocos casos, han sido ya filosficamente desechadas. Es, indudablemente, un gran triunfo de la teora mecnica del calor el haber apoyado con nuevos testimonios y haber destacado de nuevo en primer plano el principio de la conservacin de la energa. Pero. acaso este principio hubiera podido proclamarse como una verdad tan absolutamente nueva si los seores fsicos se hubieran acordado de que ya haba sido formulado, en su da, por Descartes? Desde que la fsica y la qumica operan de nuevo casi exclusivamente con molculas y con tomos, no hay ms remedio que volver de nuevo los ojos a la filosofa atomstica de los antiguos griegos. Pero cun superficialmente aparece tratada esta filosofa, aun por los mejores naturalistas modernos! As, por ejemplo, Kekul afirma (en su obra Ziele und Leistungen der Chemie ["Metas y realizaciones de la qumica"]6 que dicha filosofa procede de Demcrito, y no de Leucipo, y sostiene que fue Dalton el primero que admiti la existencia de tomos elementales cualitativamente distintos, asignndoles distintos pesos, caractersticos de los distintos elementos, cuando en Digenes Laercio (X, I, 43-44 y 61)7 puede leerse que ya Epicuro atribua a los tomos diferencias, no slo de magnitud y de forma, sino tambin de peso; es decir, que ya conoca, a su modo, el peso y el volumen atmicos.

    El ao 1848, que en Alemania no dio cima a nada, trajo en

    cambio un viraje radical en el campo de la filosofa. Mientras la nacin se lanzaba a los asuntos prcticos, creando los orgenes de la gran industria y de la especulacin fraudulenta, el gigantesco auge que las ciencias naturales haban adquirido de tiempo atrs en Alemania, iniciado por predicadores ambulantes y caricaturas como Vogt, Bchner, etc., repudiaba abiertamente la filosofa clsica

  • 25 alemana, que haba ido a sumirse en los arenales de los viejos hegelinos berlineses. Estos se lo tenan bien merecido. Pero una nacin que quiera mantenerse a la altura de la ciencia no puede desenvolverse sin contar con un pensamiento terico. Y con el hegelianismo se ech por la borda la dialctica -precisamente en los momentos en que se impona con fuerza irresistible el carcter dialctico de los fenmenos naturales y en que, por tanto, slo la dialctica de las ciencias naturales poda ayudar al hombre de ciencia a escalar la montaa terica-, para entregarse de nuevo, con gesto impotente, en brazos de la vieja metafsica. Volvieron a hacer estragos entre el pblico las vacuas reflexiones de Schopenhauer, cortadas a la medida del filisteo, y ms tarde hasta las de un Hartmann y el materialismo vulgar de predicadores de plazuela de un Vogt y un Bchner. En las universidades se hacan la competencia los ms diversos linajes del eclecticismo, que slo coincidan en ser todos ellos una mescolanza de residuos de viejas filosofas y en ser todos igualmente metafsicos. De los escombros de la filosofa clsica slo se salv un cierto neokantismo, cuya ltima palabra era la cosa en s eternamente incognoscible; es decir, precisamente la parte de Kant que menos mereca ser salvada. Resultado final de todo ello es la confusin y la algaraba que hoy reinan en el campo del pensamiento terico.

    Apenas se puede tomar en la mano un libro terico de

    ciencias naturales sin tener la impresin de que los propios naturalistas se dan cuenta de cmo estn dominados por esa algaraba y confusin y de cmo la filosofa hoy en curso no ofrece absolutamente ninguna salida. Y, en efecto, si se quiere llegar a ver claro en cualquiera de estos campos, no hay para ello ms solucin ni otra posibilidad que retornar, bajo una u otra forma, del pensamiento metafsico al pensamiento dialctico.

    Este retorno puede operarse por distintos caminos. Puede imponerse de un modo elemental, por la fuerza coactiva de los propios descubrimientos de las ciencias naturales, que se resisten a seguir dejndose amputar en el viejo lecho metafsico de Procusto. Pero este sera un proceso lento y penoso, en el que habra que vencer toda una serie de fricciones intiles. En gran parte, este proceso se halla ya en marcha, sobre todo en biologa. Podra, sin embargo, acortarse notablemente si los naturalistas tericos se decidieran a prestar mayor atencin a la filosofa dialctica, en las manifestaciones que de ella nos brinda la historia. Entre estas manifestaciones hay singularmente dos que podran ser muy fructferas para las modernas ciencias naturales.

    La primera es la filosofa griega. Aqu, la idea dialctica se

    nos muestra todava con la sencillez de lo espontneo, sin que la

  • 26 estorben an aquellos amorosos obstculos que a s misma opona la metafsica de los siglos XVII y XVIII -Bacon y Locke en Inglaterra, Wolff en Alemania- y con los que obstrua el camino que tena que llevarla de la comprensin de los detalles a una visin de conjunto, a la comprensin de las concatenaciones generales. Los griegos -precisamente por no haber avanzado todava hasta el anlisis y la desintegracin de la naturaleza-, enfocan sta todava como un todo, en sus rasgos generales. La trabazn general de los fenmenos naturales an no se indaga en detalle, sino que es, para los griegos, el resultado de la intuicin directa. En esto estriba precisamente la falla de la filosofa griega, la que ms tarde la obligar a ceder el paso a otros mtodos. Y aqu radica, a la vez, su superioridad con respecto a todas las escuelas metafsicas que, andando el tiempo, se le habrn de oponer. Es decir, que la metafsica tena razn contra los griegos en cuanto al detalle, pero en cambio stos tenan razn contra la metafsica en su visin de conjunto. He aqu una de las razones de que, en filosofa como en tantas otras cosas, no tengamos ms remedio que volver siempre los ojos hacia las ideas de aquel pequeo pueblo, cuyo talento y cuyas proyecciones universales le aseguran en la historia progresiva de la humanidad un lugar como ningn otro pueblo puede reivindicar para s. Pero an hay otra razn, y es que las diversas formas de la filosofa griega contienen ya en germen, en gestacin, todos los modos de concebir que, andando el tiempo, habrn de desarrollarse. Por eso las ciencias naturales tericas no tienen ms remedio que retrotraerse a los griegos, si quieren seguir la evolucin hacia atrs de los que hoy son sus principios generales, hasta remontarse a sus orgenes. Cada da son menos los naturalistas que, operando como con verdades eternas con los despojos de la filosofa griega, por ejemplo con la atomstica, miran a los griegos por encima del hombro con un desprecio baconiano, por la sencilla razn de que los griegos no llegaron a conocer la ciencia natural emprica. Y hay que desear que esta nueva actitud progrese hasta convertirse en un conocimiento real y efectivo de la filosofa griega.

    La segunda manifestacin de la dialctica y la que ms cerca

    se halla de los naturalistas alemanes es la filosofa clsica alemana desde Kant hasta Hegel. En este punto, algo se ha conseguido ya desde que vuelve a estar de moda el invocar a Kant, remontndose por sobre el ya citado neokantismo. Desde que se ha averiguado que Kant es el autor de dos geniales hiptesis, sin las que las modernas ciencias naturales tericas no podran dar un paso: la teora del origen del sistema solar, antes atribuida a Laplace, y la teora de la resistencia a la rotacin de la tierra por las mareas, este filsofo ha vuelto a conquistar el lugar que por derecho le corresponde en el

  • 27 respeto de los naturalistas. Pero querer estudiar dialctica en Kant sera una labor innecesariamente penosa y estril, teniendo como tenemos las obras de Hegel, en que se nos ofrece un compendio de lo que es la dialctica, siquiera se la desarrolle aqu desde un punto de partida radicalmente falso.

    Hoy, en que la reaccin contra la "filosofa de la naturaleza",

    justificada en buena parte por ese falso punto de partida y por el impotente empantanamiento de los hegelianos berlineses, se ha expansionado ya a sus anchas, acabando en una lluvia de invectivas, y en que, por otra parte, las ciencias naturales se han visto tan brillantemente dejadas en la estacada en sus necesidades tericas por la metafsica eclctica al uso, creemos que ser posible volver a pronunciar ante naturalistas el nombre de Hegel sin desatar con ello ese baile de San Vito en que el seor Dhring es tan divertido maestro.

    Conviene, ante todo, puntualizar que no tratamos ni remotamente de defender el punto de vista de que arranca Hegel, el de que el espritu, el pensamiento, la idea es lo primario y el mundo real un simple reflejo de la idea. Este punto de vista fue abandonado ya por Feuerbach. Hoy, todos estamos de acuerdo en que la ciencia, cualquiera que ella sea, natural o histrica, tiene necesariamente que partir de los hechos dados y, por tanto, tratndose de ciencias naturales, de las diversas formas objetivas de movimiento de la materia;* estamos de acuerdo, por consiguiente, en que en las ciencias naturales tericas no vale construir concatenaciones para imponrselas a los hechos, sino que hay que descubrirlas en stos y, una vez descubiertas, y siempre y cuando que ello sea posible, demostrarlas sobre la experiencia.

    Tampoco puede hablarse de mantener en pie el contenido

    dogmtico del sistema de Hegel, tal y como lo han venido predicando los hegelianos berlineses, as los viejos como los jvenes. Con el punto de partida idealista se viene tambin a tierra el sistema erigido sobre l y, por tanto, la filosofa hegeliana de la naturaleza. Recurdese que la crtica que las ciencias naturales oponen a Hegel, en aquello en que est certeramente orientada, slo versa sobre estos dos aspectos: el punto de partida idealista y la construccin arbitraria de un sistema que se da de bofetadas con los hechos.

    Pues bien, descontando todo esto, queda todava en pie la dialctica hegeliana. Corresponde a Marx -frente a los "gruones,

    * En la primitiva redaccin del texto, aparece aqu un punto. Enseguida, vena una frase que Engels no lleg a terminar y que ms tarde tach: "Nosotros, los materialistas socialistas, vamos en esto, incluso, bastante ms all que los naturalistas, ya que tambin..." N. del ed.

  • 28 petulantes y mediocres epgonos que hoy ponen ctedra en la Alemania culta"8- el mrito de haber destacado de nuevo, adelantndose a todos los dems, el relegado mtodo dialctico, el entronque de su pensamiento con la dialctica hegeliana y las diferencias que le separan de sta, a la par que en El Capital aplicaba este mtodo a los hechos de una ciencia emprica, la economa poltica. Para comprender el triunfo que esto representa basta fijarse en que, incluso en Alemania, no acierta la nueva escuela econmica a remontarse por sobre el vulgar librecambismo ms que plagiando a Marx (no pocas veces con tergiversaciones), so pretexto de criticarlo.

    En la dialctica hegeliana reina la misma inversin de todas

    las conexiones reales que en las dems ramificaciones del sistema de Hegel. Pero, como dice Marx: "El hecho de que la dialctica sufra en manos de Hegel una mistificacin, no obsta para que este filsofo fuese el primero que supo exponer de un modo amplio y consciente sus formas generales de movimiento. Lo que ocurre es que la dialctica aparece, en l, invertida, puesta de cabeza. No hay ms que darle la vuelta, mejor dicho, ponerla de pie, y enseguida se descubre bajo la corteza mstica la semilla racional."

    En las propias ciencias naturales nos encontramos, no pocas

    veces, con teoras en que la realidad aparece vuelta del revs, en que las imgenes reflejas se toman por la forma original, siendo necesario, por tanto, darles la vuelta para restituirlas a su verdadera posicin. Con frecuencia, estas teoras se entronizan durante largo tiempo. As aconteci, por ejemplo, con el fenmeno del calor, en el que durante casi dos siglos se vea una misteriosa materia especial y no una forma en movimiento de la materia usual, hasta que la teora mecnica del calor vino a colocar las cosas en su sitio. Pero aquello no fue obstculo para que la fsica, dominada por la teora del calor material, descubriese una serie de importantsimas leyes en torno al calor, abriendo el cauce -gracias sobre todo a Fourier10 y a Sadi Carnot- para una concepcin exacta, concepcin que hoy formula en sus verdaderos trminos y traduce a su lenguaje propio las leyes descubiertas por sus predecesores.* Y otro tanto ocurre en la qumica, donde la teora flogstica, despus de cien aos de trabajo, empez a suministrar los datos con ayuda de los cuales pudo Lavoisier descubrir en el oxgeno puesto de manifiesto por Priestley el verdadero polo contrario del imaginario flogisto,

    * La funcin de Carnot C, literalmente invertida: 1/c = la temperatura absoluta. Sin esta inversin, no servira para nada. [Nota de Engels.]

  • 29 con lo que toda la teora flogstica se vena a tierra. Pero sin que con ello se cancelaran, ni mucho menos, los resultados experimentales de la flogstica. Lo nico que se hizo fue dar la vuelta a sus frmulas, traducindolas del lenguaje (logstico a la terminologa ya consagrada de la qumica, sin que por ello perdieron nada de su exactitud.

    Pues bien, lo que la teora del calor materia es a la teora

    mecnica del calor, o la teora flogstica a la teora de Lavoisier, eso es, sobre poco ms o menos, la dialctica hegeliana con respecto a la dialctica racional.

  • LOS NATURALISTAS EN EL MUNDO DE LOS ESPIRITUS 1

    Los extremos se tocan, reza un viejo dicho de la sabidura popular, impregnado de dialctica. Difcilmente nos equivocaremos, pues, si buscamos el grado ms alto de la quimera, la credulidad y la supersticin, no precisamente en la tendencia de las ciencias naturales que, como la filosofa alemana de la naturaleza, trata de encuadrar a la fuerza el mundo objetivo en los marcos de su pensamiento subjetivo, sino, por el contrario, en la tendencia opuesta, que, haciendo hincapi en la simple experiencia, trata al pensamiento con soberano desprecio y llega realmente ms all que ninguna otra en la ausencia de pensamiento. Es esta la escuela que reina en Inglaterra. Ya su progenitor, el tan ensalzado Francis Bacon, preconizaba el manejo de su nuevo mtodo emprico, inductivo, mediante el cual se lograra, ante todo, segn l, prolongar la vida, rejuvenecerse hasta cierto punto, cambiar la estatura y los rasgos fisionmicos, convertir unos cuerpos en otros, crear nuevas especies y llegar a dominar la atmsfera y provocar tormentas; Bacon se lamenta del abandono en que ha cado esta clase de investigaciones y en su historia natural ofrece recetas formales para fabricar oro y producir diversos milagros. Tambin Isaac Newton, en los ltimos das de su vida, se ocup mucho de interpretar la revelacin de San Juan. No tiene, pues, nada de extrao que, en los ltimos aos, el empirismo ingls, en la persona de algunos de sus representantes -que no son, por cierto, los peores- parezca entregarse irremediablemente al espiritismo y a las creencias en los espritus, importadas de Norteamrica.

    El primer naturalista a que hemos de referirnos en relacin con esto es el zologo y botnico Alfred Russel Wallace, investigador cargado de mritos en su espccialidad, el mismo que, simultneamente con Darwin, formul la teora de la modificacin de las especies por la va de la seleccin natural. En su librito titulado On Miracles and Modern Spiritualism ["Sobre los milagros y el moderno espiritualismo"], Londres, Burns,2 1875, cuenta que sus primeras experiencias en esta rama del estudio de la naturaleza datan de 1844, ao en que asisti a las lecciones del seor Spencer Hall sobre mesmerismo, que le movieron a realizar experimentos parecidos sobre sus propios discpulos. "El asunto me interes extraordinariamente y me entregu a l con pasin (ardour)" [pg. 119]. Adems de 30

  • 31 provocar en sus experimentos el sueo magntico y los fenmenos de la rigidez de los miembros y la insensibilidad local, corrobor la exactitud del mapa frenolgico, al provocar, por el contacto con cualquiera de los rganos de Gall, la actividad correspondiente en el paciente magnetizado, que ste confirmaba mediante los gestos vivos que se le prescriban. Y comprob, asimismo, cmo el paciente, por medio de los contactos adecuados, comparta todas las reacciones sensoriales del operador; se le emborrachaba con un vaso de agua, simplemente al asegurarle que lo que beba era coac. Logr, incluso, atontar hasta tal punto, sin dormirlo, a uno de los muchachos, que ste no supo siquiera decirle su nombre, cosa que, por lo dems, tambin consiguen otros maestros de escuela sin necesidad de recurrir al mesmerismo. Y por ah adelante.

    En el invierno de 1843-44 tuve yo ocasin de ver en

    Manchester a este mismo Spencer Hall. Era un charlatn vulgar que, protegido por algunos curas, recorra el pas, haciendo exhibiciones magntico-frenolgicas sobre una muchacha, con objeto de probar la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y la insostenibilidad del materialismo, que en aquel tiempo predicaban los owenistas en todas las grandes ciudades de Inglaterra. La seorita que le serva de mdium, sumida en sueno magntico, prorrumpa, cuando el operador tocaba en su cabeza cualquiera de las zonas frenolgicas de Gall, en gestos y actitudes teatralmente demostrativos, que correspondan a la actividad del rgano respectivo; por ejemplo, al tocarle el rgano del amor por los nios (philoprogenitiveness) acariciaba y besaba a un beb imaginario, etc. El buen Spencer Hall, en sus exhibiciones, haba enriquecido la geografa frenolgica de Gall con una nueva nsula Barataria:3 en efecto, en la parte superior del crneo haba descubierto el rgano de la oracin, al. tocar el cual el mdium se hincaba de rodillas, cruzaba las manos y se converta, ante los ojos atnitos de la concurrencia, en un ngel en oracin exttica. Este nmero era el final y el punto culminante de la representacin. Quedaba probada de este modo la existencia de Dios.

    A un amigo mo y a m nos sucedi algo parecido de lo que le haba ocurrido al seor Wallace: aquellos fenmenos nos interesaron y tratamos de ver si ramos capaces de reproducirlos. Se nos brind como mdium un muchachito muy listo de unos doce aos. No nos fue difcil provocar en l el estado hipntico, mirndole fijamente a los ojos o pasndole la mano por la cabeza. Pero, como nosotros ramos algo menos crdulos que el seor Wallace y nos entregbamos a la obra con menos ardor que l, obtenamos resultados completamente distintos de los suyos. Aparte

  • 32 de la rigidez muscular y la insensibilidad, fciles de conseguir, encontramos un estado de inhibicin total de la voluntad, unido a una peculiar sobreexcitacin de las sensaciones. El paciente, arrancado a su letargo por cualquier estmulo externo, acreditaba una vivacidad mucho mayor que estando despierto. No se manifestaba ni el menor atisbo de relaciones misteriosas con el operador; cualquier otra persona poda hacer entrar al sujeto en actividad tan fcilmente como nosotros. El poder de excitar los rganos frenolgicos de Gall era para nosotros lo menos importante de todo; fuimos mucho ms all: no slo logramos trocarlos y desplazarlos a lo largo de todo el cuerpo, sino que fabricamos, adems, a nuestro antojo, toda otra serie de rganos, rganos de cantar, de silbar, de tocar la bocina, de bailar, de boxear, de coser, de hacer movimientos de zapatero, de fumar, etc., situndolos en la parte del cuerpo que queramos. Y si Wallace emborrachaba a su paciente con agua nosotros descubrimos en su dedo gordo un rgano de embriaguez, bastando con que lo tocsemos con la mano para poner en accin el ms lindo simulacro de borrachera. Pero bien entendido que ningn rgano mostraba seales de vida hasta que se le daba a entender al paciente lo que de l se esperaba; y, a fuerza de prctica, el muchacho adquiri tal perfeccin en estos manejos, que bastaba con la ms leve insinuacin. Los rganos creados de este modo permanecan en vigor para posteriores catalepsias, mientras no fuesen modificados por la misma va. El paciente se hallaba dotado de una doble memoria, una que funcionaba estando despierto y la otra, muy especial, que entraba en accin cuando el sujeto se hallaba en estado hipntico. En cuanto a la pasividad volitiva, a la sumisin absoluta del paciente a la voluntad de un tercero, perda toda apariencia mgica mientras no olvidsemos que todo el estado comenzaba con la sumisin de la voluntad del paciente a la del operador y que no poda provocarse sin sta. El ms portentoso hipnotizador del mundo queda en ridculo tan pronto como su paciente se re en su cara.

    Mientras que nosotros, con nuestro frvolo escepticismo,

    descubramos como base de la charlatanera magntico-frenolgica una serie de fenmenos la mayora de los cuales slo se diferenciaban en cuanto al grado de los que se dan en estado de vigilia, sin que se necesite recurrir, para explicarlos, a ninguna interpretacin mstica, la pasin (ardour) con que operaba el seor Wallace le llevaba a una serie de. ilusiones engaosas que le permitan confirmar en todos sus detalles el mapa frenolgico de Gall y encontrar una relacin misteriosa entre el operador y el

  • 33 paciente.* En todo el relato del seor Wallace, cuya sinceridad raya en el candor, se trasluce que lo que a l le importaba no era tanto, ni mucho menos, descubrir el fondo real de la charlatanera como reproducir a todo trance los mismos fenmenos. Y basta con mostrar este mismo estado de nimo para convertir en poqusimo tiempo al investigador nefito, por medio de las ms simples y fciles ilusiones engaosas, en un adepto. El seor Wallace acab profesando sinceramente la fe en los misterios magntico-frenolgicos, lo que le llevaba a pisar con un pie en el mundo de los espritus.

    El otro pie se movi en la misma direccin en 1865. Al volver

    de sus doce aos de viajes por la zona trrida, el seor Wallace se dedic a experimentos de espiritismo, que le pusieron en relacin con diferentes "mdiums". La obrilla suya que hemos citado revela cun rpidos fueron sus progresos en este terreno y cmo lleg a dominar por completo el asunto. No slo trata de convencernos de que tomemos por moneda de buena ley todos los supuestos portentos de los Home, los hermanos Davenport y dems "mdiums" que muestran sus artes ms o menos por dinero y que en su mayora han sido desenmascarados muchas veces como unos tramposos, sino que nos cuenta, adems, toda una serie de historias de espritus del remoto pasado, que l considera acreditadas como ciertas. Las pitonisas del orculo griego y las brujas de la Edad Media eran, segn l, "mdiums", y la obra de Ymblico De divinatione ["Sobre la adivinacin"] describe ya con toda precisin, a su juicio, "los ms asombrosos fenmenos del espiritualismo moderno" [pgina 229].

    Pondremos solamente un ejemplo para que se vea con cunta

    credulidad admite el seor Wallace la confirmacin cientfica de estos portentos. No cabe duda de que es muy fuerte pedirnos que creamos en la posibilidad de que los supuestos espritus se dejen fotografiar y, puestos en este camino, tenemos, indudablemente, derecho a exigir que tales pretendidas fotografas de espritus sean investigadas del modo ms fidedigno, antes de ser reconocidas como autnticas. Pues bien, en la pg. 187 de su obra cuenta el seor Wallace que en marzo de 1872 una seora Guppy, cuyo nombre de familia era Nicholls, una mdium muy conocida, se hizo fotografiar en Notting Hill,4 en casa del seor Hudson, en unin de su esposo y de su nio, y en ambas fotografas aparece detrs de ella una alta

    * Como ya hemos dicho, los pacientes van adquiriendo mayor perfeccin con la prctica. Cabe, pues, la posibilidad de que, al hacerse habitual la sumisin de la voluntad y cobrar mayor intimidad la relacin entre las dos partes, se potencien algunos de los fenmenos y se manifiesten de modo reflejo incluso estando el paciente despierto. [Nota de Engels.]

  • 34 figura de mujer delicadamente (finely) envuelta en gasa blanca, con rasgos un poco orientales y en actitud de bendecir. "Una de dos cosas son, aqu, absolutamente ciertas.* O se acusa la presencia de un ser vivo e inteligente, o el seor y la seora Guppy, el fotgrafo y una cuarta persona han urdido un vil (wicked) fraude, sin desdecirse de l desde entonces. Pero yo conozco muy bien al seor y a la seora Guppy y tengo la conviccin absoluta de que son tan incapaces de un fraude de esta naturaleza como en el campo de las ciencias naturales podra serlo cualquier serio investigador de la verdad" [pgina 188].

    Por tanto, una de dos: o fraude o fotografa de un espritu. De

    acuerdo. Y, en caso de fraude, o el espritu figuraba ya previamente en la placa fotogrfica o tienen que haberse confabulado, para urdirlo, cuatro personas, o bien tres, si dejamos a un lado, por no estar ya en su sano juicio o por ser vctimas de un engao, al viejo seor Guppy, que muri tres aos ms tarde, en enero de 1875, a los 84 aos de edad (bastaba con haberlo mandado colocarse detrs del biombo que aparece al fondo). No hace falta perder muchas palabras en demostrar que cualquier fotgrafo poda, sin dificultad, procurarse un "modelo" para hacer de espritu. Y se da, adems, el caso de que, poco despus, el fotgrafo Hudson fue pblicamente denunciado como falsificador habitual de fotografas de espritus, lo que lleva al seor Wallace a aadir, a manera de reserva: "De lo que no cabe duda es que, de existir un fraude, inmediatamente habra sido descubierto por los espiritualistas" [pg. 189]. Como vemos, el fotgrafo no inspira gran confianza. Queda la seora Guppy, en favor de la cual habla "el convencimiento absoluto" de su amigo Wallace, pero nada ms. -Nada ms? En modo alguno. En favor de la absoluta confianza que la seora Guppy inspira habla su propia afirmacin de que un da de junio de 1871, al anochecer, fue transportada por los aires en estado inconsciente desde su casa en Higbury Hill Park hasta el nm. 69 de la Lambs Conduit Street -tres millas inglesas en lnea recta- y depositada sobre una mesa, en medio de una reunin de espiritistas, al llegar a dicha casa, en el nmero 69. Las puertas de la sala estaban cerradas y, a pesar de que la seora Guppy era una de las damas ms obesas de Londres, que ya es decir, su sbita irrupcin en la sala no abri ningn boquete

    * "Here, then, one of two things are absolutaly certain." El mundo de los espritus est por encima de las leyes de la gramtica. Un bromista cit en una sesin de espiritismo al espritu del gramtico Lindley Murray. Al preguntrsele si estaba all, contest: "I are" (giro norteamericano. en lugar de "I am").5 Y es que el mdium era de los Estados Unidos. [Nota de Engels.]

  • 35 visible ni en las puertas ni en el techo (todo lo cual aparece relatado en el Echo de Londres, nmero de 8 de julio de 1871). Quien, a la vista de tales detalles, no crea en la autenticidad de la fotografa espiritista de que hemos hablado, es un incrdulo incorregible.

    El segundo notable adepto, entre los naturalistas ingleses, es el

    seor William Crookes, el descubridor del elemento qumico llamado talio e inventor del radimetro (que los alemanos llaman molido de luz).6 El seor Crookes comenz a investigar las manifestaciones espiritistas hacia el ao 1871, empleando para ello toda una serie de aparatos fsicos y mecnicos, balanzas de resorte, bateras elctricas, etc. Enseguida veremos si contaba, adems, para estos experimentos con el aparato ms importante de todos, que es una cabeza escptica y crtica y si supo conservarlo hasta el final en estado de funcionamiento. Desde luego, podemos asegurar que el seor Crooks ha dado pruebas de hallarse prisionero de las mismas engaosas ilusiones que el seor Wallace. "Hace algunos aos -cuenta ste- que una joven seorita llamada Florence Cook viene revelando notables aptitudes como mdium; no hace mucho, estas aptitudes llegaron a su punto culminante, al producir una figura completa de mujer que asegura tener un origen espiritista y que se present descalza y envuelta en una tnica blanca flotante, mientras la mdium yaca en un cuarto (cabinet) o sala adyacente, con las cortinas echadas, atada y sumida en profundo sueo".7 Este espritu, que se haca llamar Katey y que se pareca extraordinariamente a la seorita Cook, fue tomado y retenido una noche, repentinamente, del talle por el seor Volckman -el actual esposo de la seora Guppy- para comprobar si no se trataba de otra edicin de la seorita Cook. El espritu se comport como una dama recia y vigorosa, se defendi con todas sus fuerzas, los circunstantes intervinieron en la refriega, alguien apag el gas y, al restablecerse la paz tras el tumulto e iluminarse de nuevo la sala, el espritu se haba esfumado y la seorita Cook apareca tendida en su rincn, atada e inconsciente. Parece que el seor Volckman jura y perjura todava hoy que tuvo entre sus brazos a la seorita Cook, y a nadie ms. Para cerciorarse cientficamente de ello, un famoso especialista en electricidad, el seor Varley, comunic por medio de una batera una corriente elctrica a la mdium, seorita Cook, de modo que sta no pudiese hacerse pasar por el espritu sin que la corriente se interrumpiera.