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IMPORTANCIA DEL NACIONALISMO POSREVOLUCIONARIO Y PARTICIPACIÓN DE LAS ÉLITES EN LA FORMACÓN DE LO MEXICANO ALBERTO PARTIDA COÉLLAR 1

Ensayo Antropología del arte e historia cultural de México.doc

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IMPORTANCIA DEL NACIONALISMO POSREVOLUCIONARIO Y PARTICIPACIÓN DE LAS

ÉLITES EN LA FORMACÓN DE LO MEXICANO

ALBERTO PARTIDA COÉLLAR

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INDICE:

Introducción................................................................................................3

El nacionalismo

posrevolucionario.......................................................................................5

Las élites mexicanas en la formación de estereotipos

nacionales............................………............…………………………...…...10

Bibliografía...............................................................................................15

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Introducción

Diferentes autores, entre ellos Daniel Cosió Villegas, coinciden al afirmar que el siglo

XX mexicano comienza con el exilio de Porfirio Díaz y el estallido del movimiento

popular revolucionario el cual marco un rompimiento con el antiguo régimen y con las

ideas del siglo XIX.

Significó romper con las estructuras sociales y políticas influenciadas por el

afrancesamiento e ideas positivistas y con ello el cambio del sentido de la idea “del

pueblo mexicano”, ya que el movimiento armado estuvo permeado de tintes

nacionalistas que reivindicaban el papel social de lo que se denomina como popular.

Éste movimiento no solo sirvió para deslindarse de un régimen desgastado, sino que

demostró ser útil para plantarse cuestiones como; ¿Quién es el pueblo mexicano? ó

¿Qué es lo mexicano?

Con el objetivo de responder estas dos interrogantes, los pensadores y políticos de

principios del siglo XX decidieron seguir un proyecto que permitiera formar una

nación de los despojos que había dejado el proceso violento de la Revolución

Mexicana (1910-1920), así es como el primer proyecto del México moderno estaría

impregnado de una gran cantidad de elementos extraídos principalmente de las ideas

nacionalistas en boga en Europa durante el siglo XIX, la exaltación de los héroes, el

principio de individualidad de la nación, la recuperación del folklore, es decir, de los

valores culturales del volk y la aparición de la Xenofobia hacia otras naciones.

El nacionalismo posrevolucionario mexicano tuvo características específicas, pues a

diferencia de las expresiones nacionalistas de otros países este no era expansivo ni

pretendía mostrar superioridad frente a otras naciones. En un momento de crisis

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buscaba la consolidación del nuevo Estado a través de la exaltación de lo propio, el

nacionalismo fue arma fundamental para pacificar al país, así como unificar a los

diferentes sectores de la población; clase alta, baja, obrero urbano y campesino rural.

Con el objetivo claro de lograr esta unificación, políticos, artistas e intelectuales se

sirvieron de estereotipos que fueran capaces de abarcar en su contenido a las

grandes mayorías, es fácil sin embargo, a casi cien años de este acontecimiento

percibir el error de una política que consideraba a todos los mexicanos como iguales

prácticamente, desafortunadamente los sucesos y la historia han demostrado que

para hablar de un país , tan diverso en regiones geográficas, grupos étnicos, lenguas,

tradiciones, modos de vida, requerimos hablar de los pueblos, no del pueblo.

En el presente trabajo se analizan algunas cuestiones que caracterizaron y dieron

forma al proyecto nacionalista posrevolucionario, los años han demostrado que el

discurso nacionalista fué excluyente, pero sirvió de mucho durante mas de cuatro

décadas para mantener la estabilidad del país, tanto política como social y

económica.

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El nacionalismo posrevolucionario

En 1920 "De la noche a la mañana, como se produce una aparición milagrosa, se pusieron de moda las canciones y los bailes nacionales, así como todas las artesanías populares [...]

Y no hubo casa en que no apareciera una jícara de Olinalá, una olla de Oaxaca o un quexqueme chiapaneco.

En suma, el mexicano había descubierto a su país y, más importante, creía en él".

Daniel Cosío Villegas1.

Turner nos plantea, en una publicación de principios de la década de los 70, un

panorama en el que México se sitúa por encima de las repúblicas latinoamericanas

en el sentido del consenso político, la admisión de la disidencia y el desarrollo

económico per cápita

A partir de mediados de la década 1930-1940, la estabilidad económica, los

constantes progresos económicos, la no intervención de los militares en el

proceso político y la consecuente política exterior, tendente a mantener en todo

su vigor la autodeterminación nacional de cara a los intereses

norteamericanos, ha contribuido, todo ello, a hacer de México un país

claramente diferente del resto de repúblicas latinoamericanas2.

Pero ¿cuáles eran los motivos de que en México existiera tal grado de consenso

político?, la respuesta que ofrece Turner a la cuestión hace referencia a un sello de

carácter nacional que impregna a todas y a cada una de las áreas del Estado, Este

sello comienza a ser inculcado en la sociedad mexicana a partir del fin de la fase

armada de la revolución y de la consolidación del Estado mexicano

posrevolucionario.

Las ideas nacionalistas se fundan sobre el pensamiento mágico y fantasioso, en la

exaltación de los héroes y de una serie de valores románticos, por ello no es de

sorprender que el nacionalismo Mexicano de principios del siglo XX, encontrará como

1 Cosío Villegas, Daniel, Memorias, Joaquín Mortiz, México, 1976. p. 922 C. Turenr, Frederick. La dinámica del nacionalismo mexicano. Grijalbo. México. 1971

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excelente caldo de cultivo la Revolución Mexicana, que además se caracteriza por

ser un periodo violento del cual emergió una nueva clase política que se consolidaría

en el poder de manera casi dinástica, facilitando “en teoría” la formación de la idea de

nación centralizada y materializada en la figura de sus sucesivos gobernantes.

Como parte del proceso de recomposición nacional suscitado desde los años

revolucionarios de 1914 y 1915 los afanes introspectivos fueron conformando

diversos lineamientos de renovación social que desembocaron en los

nacionalismos políticos, económicos y culturales, una vez que se intento

pacificar al país a partir de 1917-1920. Al tratar de definir al país y a su "pueblo

", y al mismo tiempo de estudiar, explicar y describir sus mas diversas y muy

propias manifestaciones, el impulso nacionalista unio a políticos y a activistas

sociales, pero sobre todo a artistas e intelectuales, con lo que ellos señalaban

y creían que eran las expresiones culturales de la mayoría "del pueblo"3.

En este pueblo mexicano masivo, pobre y rural se encontraba y se unificaba el

principio de la acción gubernamental, y a la vez el pueblo se veía reivindicado de la

noche a la mañana sin convertirse en un estorbo para la reciente industrialización del

país.

Según Turner encontramos pues, a muchas fuerzas como responsables del

nacimiento del nacionalismo mexicano, entre ellas son identificables la Xenofobia, el

deseo de igualdad entre los individuos como catalizador de un proceso violento que

terminara con el antiguo orden y la creación de modelos y estereotipos culturales que

favorezcan y faciliten la unión de los individuos bajo el concepto de la nación.

La xenofobia es el miedo a quien es diferente, al que viene de afuera y que obliga a

los individuos de una comunidad a crear mecanismos de cohesión social para

protegerse de ellos y de sus ideas.

3 Montfort, Ricardo Pérez. Entre el “nacionalismo, “el regionalismo” y la “universalidad” Aproximaciones a una controversia entre Manuel M. Poncey y Alfredo Tamayo Marín en 1920-1921.En: Expresiones populares y estereotipos culturales en México. Siglos XIX y XX. Diez ensayos.. CIESAS. México. 2007 p. 252

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Una de las fuerzas que facilitan la cohesión dentro del grupo es la Xenofobia, o

sea el temor o el odio sentidos en común hacia los extraños al grupo. La

xenofobia es demasiado frecuentemente considerada como una fuerza social

exclusivamente destructiva; y, sin embargo, esta es susceptible de actuar, en

el marco de la política nacional, como una de las principales fuerzas

determinantes del incremento de la unidad4.

Curiosamente ya desde el siglo XIX el miedo al extranjero había jugado un papel

importante en la unión del país, no es de extrañar por lo tanto que dos de los mitos

más importantes del nacionalismo mexicano provengan de la lucha contra el

extranjero, el primero, la heroica defensa del castillo de Chapultepec en la cuál surge

la legendaria figura de los niños héroes, mártires de la patria que defendieron a su

nación con la vida, y el segundo, la batalla del 5 de mayo, que tuvo lugar en Puebla

en 1862 y que significo la victoria de un ejército mexicano mal armado y en

condiciones de desventaja, sobre el ejército francés, que por ese entonces presumía

de ser el más poderoso del planeta. La Xenofobia había tenido pues la virtud de unir

a los mexicanos durante el siglo XIX ante los continuos embates del extranjero, y más

tarde, durante el siglo XX lo haría mediante la denominada “gringofobia” o el miedo a

los norteamericanos y el desprecio por la dominación ejercida por este país, lo que es

cierto es que el miedo al extranjero ha existido en México desde la consumación de la

independencia acaecida en 1821, de ahí el valor unificador de este temor.

En segundo lugar encontramos el igualitarismo, una actitud que tiende a maximizar

las tendencias nacionalistas y que en México solo ha podido surgir, como ya se ha

mencionado, a través de un proceso violento, La Revolución, que ha disminuido, o

que al menos ha pretendido hacerlo, la desigualdad entre los individuos, al respecto

Manuel Gamio menciona lo siguiente:

Si, como siempre sucedió en México, unas cuantas familias vivieron en la

4 C. Turner Frederick. Op. Cit.p.30

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abundancia y otras, las más, sufrían el tormento del hambre, de la desnudez,

del abandono intelectual, claro es que de su unión artificial no pudo resultar un

conjunto armónico, no pudo surgir una nacionalidad, pues en todos los tiempos

y en todos los países, por encima de toda idea de patria y de nacionalidad, ha

estado la de la propia conservación.5

Es por ello que la desigualdad aceleró vertiginosamente al país por el camino de las

armas, se despertó en ese momento, en los individuos el deseo de igualdad, las

proclamas de los jefes y líderes de los movimientos en los distintos frentes, no

podían sino acrecentar la sensación de que se luchaba por causas justas nobles tales

como la libertad y la igualdad entre los individuos, dichos sentimientos y ansias serían

después canalizados mediante la vía de la institucionalización de la Revolución, lo

que permitiría estabilidad y paz en el gobierno gracias a la confianza del pueblo que

creía en el lento pero constante avance de la revolución.

Por otra parte, del proceso de reconstrucción posterior a la guerra, surge además la

consolidación de un nuevo orden, la necesidad fundamental del ascenso de los

héroes de la Revolución a la categoría de héroes culturales que tracen y configuren

a través del ejemplo el carácter de las nuevas generaciones y a la vez otorguen

legitimidad por ser figuras puras y responsables de la creación de la nación

.

Los modelos culturales de los grupos integrantes de la población nacional

surten sus efectos sobre el nacionalismo, por cuanto van reflejando los

diversos grados de identificación nacional y sirviendo, más tarde, bien de

precedentes del nacionalismo, bien de contrastes contra los que el

nacionalismo reacciona6.

Tenemos por lo tanto que el nacionalismo mexicano es en primer lugar una

reivindicación de los valores del pueblo, es introvertido, es decir, busca unificar a su

pueblo y está asentado en ideas xenofóbicas que han mostrado su éxito como

5 Manuel Gamio, Forjando Patria. Editorial Porrúa S.A. México, 1960. p.116 C. Turner, Frederick. Op. Cit. p. 36

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elemento unificador desde el momento en que México dejo de llamarse Nueva

España y paso a formar parte del mapa como una nación independiente

convirtiéndose durante el siglo XIX en un país débil e inmune ante las incursiones

militares extranjeras.

Este nacionalismo surge como resultado de la fase armada de la Revolución

mexicana, misma que al suceder revolvió los ánimos e introdujo en los individuos el

deseo de la igualdad y la extinción de las diferencias de ningún tipo entre las

personas, deseos que sólo podían ser cumplidos gracias a la nación y a la lucha por

conquistarla para eliminar el viejo régimen porfirista que se identificaba con el

desprecio por el pueblo y la intención de esconderlo a la vista del exterior.

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Las élites mexicanas en la formación de estereotipos nacionales.

Me voy a Pátzcuaro,luego a Yurécuaroy a Puruapétaro;

de Zacapoaxtla son los mixtecasy de Oaxaca los zapotecas…

Las palanquetas son de Pachuca,las longanizas son de Toluca.

Pa’ buenas fresas está Irapuatoy para pípilas es Guanajuato.

Con el movimiento revolucionario 1910-1920 llegaron las reivindicaciones de aquello

que se identificaba como “el pueblo mexicano”, ya desde 1915 comenzó a tener lugar

un proceso de introspección nacional que fomentó la convivencia entre el mundo de

la academia y la cultura popular, con el fin de reconocer, en las expresiones artísticas

de los sectores más numerosos, pobres y rurales, aquello que sería la

representación de la cultura mexicana por excelencia.

En 1920 se intentó reestructurar un sistema gubernamental que permitiera una

gradual pacificación del país, pero para ello era evidente la necesidad de un proyecto

nacionalista que permitiera una situación más fácil para el gobierno, con este

proyecto nacerían más tarde los estereotipos nacionales que con el tiempo han

pasado a formar parte de lo que podemos denominar como “lo mexicano”.

En este contexto favorecedor para ellas, las élites responsables del nuevo proyecto

de nación se vieron influidas por un optimismo doble que encontraba su origen en el

desarrollo industrial que llevaría al país a un futuro de prosperidad y en la esperanza

por lograr la justicia social, la eliminación de las desigualdades entre los individuos

como resultado de la Revolución Mexicana, que dejaba de ser conflicto armado y

violento para convertirse en gobierno.

El doble optimismo provenía de una concepción del mundo y de la vida que

imaginaba las sociedades humanas situadas en peldaños distintos de una escalera

llamada “progreso”. En la parte superior, conquistando un futuro que se presentía

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pleno de realizaciones, estaban las sociedades industrializadas; en las inferiores se

creía reconocer la presencia de “atrasadas” sociedades campesinas, muchas de las

cuales se negaban a ascenderlos peldaños de esa escalera, para desesperación de

los impacientes por subirla7.

Es en este contexto (entre los años 20 y treinta) en el cual se generan los

estereotipos nacionales, es decir, durante este periodo se inventaron y se

desarrollaron una serie de figuras y cuadros representativos de la “mexicanidad”.

Es entonces cuando surge la imagen abstracta del “pueblo mexicano”, usada por los

políticos para legitimarse ante la sociedad posrevolucionaria y la cual tendría

detractores y seguidores, los primeros vieron con desconfianza el nuevo proyecto

cultural, al sentirlo cerrado, xenófobo, y negaban la validez de la cultura popular

(particularmente negaban sus propuestas estéticas).

Por otro lado estaban los partidarios de esta corriente, integrados principalmente por

xenófobos y detractores de nuevas propuestas culturales (hay que destacar por

supuesto, que ambas partes estaban integradas por artistas e intelectuales). Sin

embargo a detractores y seguidores de esta corriente “popular” de lo mexicano se

vieron beneficiadas, ya que usaron al pueblo como manto encubridor para sus

estudios de “los otros”, es decir, usaron a los individuos del pueblo para comprender

una realidad ajena a la suya, y que en México nunca había tenido la oportunidad de

haber sido estudiada tan a fondo (estudios que en muchos de los casos fracasaron

al situarse los observadores en escalones superiores al referirse a “lo popular”

El problema era en verdad que con esta vaga denominación de “pueblo mexicano” se

tendía a generalizar y hacía alusión vagamente a una mayoría desheredada

compuesta por campesinos y grupos marginales, se olvidaba con esto que el pueblo

mexicano es en verdad un pueblo pluricultural, que es imposible homogeneizar todo

bajo una misma corriente y bajo las mismas expresiones artísticas, los medios de

comunicación se atrevían incluso a afirmar:

7 Vázquez Valle, Irene (Coord.). La cultura popular vista por las élites. UNAM, México, 1989. p. 1

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México son sus pobres y la identidad nacional pasa por la condición de las

mayorías8

Evidentemente no se dieron cuenta en ese momento de un hecho que para un

estudioso de las ciencias sociales de hoy día no resultaría difícil de advertir, dichas

mayorías existen, pero el error de cálculo radicó en el hecho de que no pueden ser

categorizadas todas en el mismo cajón, esas mayorías provenientes del México

tradicional estaban repartidas por todo el territorio en regiones diversas alejadas

entre sí, piénsese por ejemplo en las diferencias culturales y fisiológicas entre un

mexicano del norte y un mexicano del sur, piénsese también en lo diferente que

resulta el proceso histórico de la sociedad en que creció uno y el proceso histórico de

la sociedad en que creció el otro, por ello es que tratar de crear una identidad

mediante la implantación artificial de estereotipos resultó un fracaso9.

Situada o no en grupos antagónicos, esa élite se obsesionó por “lo popular”;

esta entelequia fue defendida o atacada, odiada o amada, pero de todas

maneras contribuyó a deformar ciertas expresiones populares concretas, a

extraerlas de su contexto y, o bien a elevarlas como símbolos del Estado

posrevolucionario, o bien a reducirlas al status de curiosidades sin valor

estético alguno10.

Ese sector de las élites contribuyó activamente en la creación de tradiciones

inventadas mediante la apropiación y la posterior reelaboración de manifestaciones

expresivas populares, que con el tiempo llegaron a ser aceptadas por grandes

núcleos de la población, sobre todo en la zona occidental del país, de la cual fueron

extraídas las manifestaciones más importantes y relevantes en lo que sería la

homogeneización de la cultura popular mexicana

8 Pérez Montfort, Ricardo. Op. cit., (2003) p.1249 Ibídem10 Vázquez Valle, Irene (Coord.). Op. Cit. p.2

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En la paulatina representación de lo que sería la representación de una cultura

nacional […] las expresiones populares de los estados del occidente de la

república, tuvieron un peso particular, […] la designación del baile nacional

recayó, como ya se ha visto, en el jarabe tapatío11 y la figura estereotípica

masculina se consagró en el charro, así como la femenina en la china

poblana12.

Y esto sucedió porque los intelectuales, la gente culta, volvía la mirada a su propia

experiencia, a su propio pasado y a su región natal para describir lo “típicamente

mexicano”, debido a que la mayoría de estos individuos provenía del bajío, es decir,

de los estados del occidente de la república, las observaciones que hacían, las

tradiciones que indicaban y señalaban como típicas, no eran más que un reflejo de un

dilema con el que el nacionalismo se topó de frente: “La universalidad versus el

nacionalismo y este actuando a su vez en contra de los múltiples regionalismos que

empezaban a conformar una noción un tanto más amplia y compleja de la enorme

diversidad que evidenciaba el país”13.

11 El jarabe: Este baile que fue convirtiéndose en una coreografía y una música sumamente gustadas desde finales del siglo XVIII por los habitantes de lo que sería el territorio mexicano, y que ha llegado a convertirse en el cuadro estereotípico nacional, tiene una asociación directa con el azúcar y lo dulce en la propia palabra que lo nombra. Dice don Vicente T. Mendoza que: “su nombre y carácter lo relacionan con el almíbar, quizá derive de la palabra árabe xarabe. A partir quizá de este origen etimológico, en el México de hoy en día se sigue designando con el nombre de jarabe tanto a ese líquido dulce y espeso hecho de azúcar o piloncillo como al propio género musical y bailable, […]Ya para las primeras décadas del siglo XIX este baile se convirtió en una pieza coreográfica y musical tan popular que sirvió como elemento afirmativo de identidades criollas y mestizas mexicanas. Su popularidad siguió creciendo y de todos los tipos de jarabes que se fueron identificando por regiones y estilos de baile “el tapatío” se convertiría en el de mayo difusión, gracias al surgimiento de aquel fin de fiesta que impusieron los nacionalismos posrevolucionarios en los programas del recién estrenado ministerio de educación publica. Pérez Montfort, Ricardo. Op. Cit. 2003 pp. 17-3812 A pesar de que el atuendo de la china poblana era variado y cambiaba constantemente, para poder llegarse a consolidar como estereotipo nacional fue necesario lograr una especie de conceso de voces, interpretaciones, historias y leyendas que insistieron en reunir y definir los elementos distintivos y típicos de atuendos, caracteres y usanzas femeninas mexicanas desde por lo menos la primera mitad del siglo XIX hasta avanzado el siglo XX. La leyenda de la China poblana señala que está nació en las lejanas tierras de oriente allá por el año de 1606, era hija del gran mongol y había sido raptada por piratas que la trajeron a la Nueva España a la edad de ocho o nueva años. Se trata en general de una historia moralizante que pretende mostrar a la verdadera mujer mexicana que capaz de adaptarse a cualquier situación, incluso a la perdida del título de princesa para convertirse en una mujer totalmente común que adopta los valores de la iglesia católica, Alfredo B. Cuellar nos ha legado un testimonio de 1928 en cuál describe el atuendo tradicional de la china poblana. Véase Pérez Monfort, Ricardo. Op. Cit. 2003 pp. 119-146

Carreño King, Tania. “El charro” La construcción de un estereotipo nacional (1920-1940), INEHRM-Fundación Mexicana de charrería, México, 200013 Montfort, Ricardo Pérez. Op. Cit. 2007 p. 264

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Lo peor de todo es que este reducido grupo de las élites, instalado en su mayoría en

la Ciudad de México hizo vínculo con el poder económico y político del país y se

adjudicó (impulsado por la misma Secretaía de Educación Pública) el derecho de

sancionar la validez de tal o cual manifestación popular para que pudiera ser

insertada en una aglutinamiento de artes que pasarían a ser la cultura popular

mexicana

En la contraportada de la revista “El maestro”, órgano recién creado de la

recién creada Secretaría de Educación pública se insistía en que los espíritus

cultos […] están obligados más que a nadie a contribuir con su exquisita

penetración a la educación popular, ayudando a los más entender y sentir lo

que ha sido exclusiva ventaja de unos cuantos […], de esa manera no fue raro

que un espíritu paternalista como el que compartían los miembros de esa élite

intelectual y artística se apoderara de muchos de sus ideales a la hora de

participar en lo movimientos que dieron cuerpo al nacionalismo de los años

2014.

El Estado mexicano permitió y se benefició de la imposición de una cultura nacional

creada a gusto y semejanza de un regionalismo propia de esa élote del México

occidental que con base en su deber moral de educar al pueblo, se encumbró poco a

poco en el proyecto nacional hasta hacer que sus ideas predominaran sobre todas

las demás.

14 Ibíd. p.253

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Bibliografía

Cosío Villegas, Daniel, Memorias, Joaquín Mortiz, México, 1976

C. Turenr, Frederick. La dinámica del nacionalismo mexicano. Grijalbo. México. 1971

Montfort, Ricardo Pérez. Entre el “nacionalismo, “el regionalismo” y la “universalidad” Aproximaciones a unacontroversia entre Manuel M. Poncey y Alfredo Tamayo Marín en 1920-1921.En: Expresiones populares y estereotipos culturales en México. Siglos XIX y XX. Diez ensayos.. CIESAS. México. 2007

Manuel Gamio, Forjando Patria. Editorial Porrúa S.A. México, 1960.

Vázquez Valle, Irene (Coord.). La cultura popular vista por las élites. UNAM, México, 1989

Carreño King, Tania. “El charro” La construcción de un estereotipo nacional (1920-1940), INEHRM-Fundación Mexicana de charrería, México, 2000

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