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Lenguaje, Sentido y Acción Social Prof. Medina Liberty José Adrián Alfredo Grupo: 5201 24/Noviembre/2014 Meneses Nieto Lorena Mata Alcibar Valeria Cuevas Vargas Gabriela G. Pérez Rojas Juan Alberto UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA. 1 Teoyamanqui: La que recoge las almas de los muertos.

Ensayo Día de Muertos en La Vida Comunitaria de Los Pueblos Mexicanos

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Un ensayo sobre el Día de Muertos

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Page 1: Ensayo Día de Muertos en La Vida Comunitaria de Los Pueblos Mexicanos

Lenguaje, Sentido y Acción Social

Prof. Medina Liberty José Adrián Alfredo

Grupo: 520124/Noviembre/2014

Meneses Nieto LorenaMata Alcibar Valeria Cuevas Vargas Gabriela G.Pérez Rojas Juan Alberto

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE PSICOLOGÍA.

“El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas.

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Teoyamanqui:

La que recoge las almas de los muertos.

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Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para

interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y

ceremonias hombres y acontecimientos. Somos un pueblo ritual”

Octavio Paz

Una de las costumbres más profundas y dinámicas que aún sigue representando

y trascendiendo en la vida comunitaria de los pueblos mexicanos, en especial los

indígenas, es la celebración hacia los muertos.

El Día de Muertos es un término específicamente mexicano que se refiere a la

versión mexicana de dos festividades católicas, panromanas: el día de Todos los

Santos y el de las Ánimas, y que ha adquirido la reputación de ser una marca indígena

precolombino con un barniz católico europeo, siendo una fusión de prácticas

ceremoniales prehispánicas y católicas. Tomándose en consideración la aseveración de

Haberstein y Lamers de que “dondequiera en México, las fiestas del Día de Muertos

combinan una curiosa mezcolanza de creencias y prácticas indígenas y católicas”

(Brandes, 2000).

La muerte era el paso de una vida en el más allá, en compañía de los Dioses,

era el inicio de un ciclo infinito, no era un fin como hoy lo concebimos. Viendo prohibido

el culto a la muerte a la llegada de los españoles, parte de la ideología prehispánica

subsistió hasta la fecha mezclada con las creencias cristianas. (Rios, 2010).

Para los antiguos mexicas, en su calendario azteca, seis de sus 18 meses

debían ser dedicados al culto mortuorio. Al noveno mes los llamaban Micailhuitontli, que

se traduce como “fiesta de muertos” y se interpreta como fiesta dedicada a los muertos

pequeños o muertecitos. El inicio de este noveno mes es el 8 de agosto de nuestro

calendario actual, donde se cortaba un enorme madero, nombrado Xócotl, que se

colocaba en la entrada principal de la ciudad y lo veneraban todo el mes con

sahumerios y alimentos, además se ofrendaban cacao, ceras, aves, frutas, semillas y

comida. Según el libro “El día de Muertos, una raíz de nuestra nación”, hay referencia

de que en la figura 16 del Códice Veytia, y en lás páginas 45 y 78 del Códice

Magliabechiano encontramos que en el décimo séptimo mes, llamado Tititl, se veneraba

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a los difuntos. Iniciaba el 15 de enero en honor a Cihuacóatl, “mujer culebra”, también

llamada Teoyamanqui, es decir, “la que recoge las almas de los muertos”. Los

asistentes a esta ceremonia llevaban manojos de ocote y pertenencias del difunto. Se

hacía un círculo para comer lo que se ofrendaba y al finalizar la ingestión de alimentos

se prendían antorchas y se quemaban todos los objetos que habían depositado en

honor a los parientes fallecidos.

El Cielo, la Tierra y el Inframundo son los tres niveles en los que está dividido el

Universo en los mitos mexicas. El Cielo se divide en trece niveles y parece no haber

mención de que el hombre fuera a alguno. El nivel terrestre, la Tierra, es el lugar que

habitan los hombres, y de su centro parten los cuatro rumbos del Universo entre los

cuales se encuentra el norte regido por el Tezcatlipoca negro y es la región de

Mictlampa, de los muertos; su símbolo es el pedernal. El Inframundo se ubica hacia

debajo de la Tierra y consta de nueve lugares o pasos antes de llegar al más profundo

de ellos; es una parte del Universo a donde los antiguos mexicanos (y muchos de los

actuales) consideraban que iban las almas de los muertos. Para los aztecas, lo que

determina el lugar a donde va el alma después de la muerte no es la conducta en esta

vida, sino principalmente el género de muerte y la ocupación que en vida tuvo el difunto.

Para los nahuas, los muertos habitan en cuatro mansiones, lugares que eran

visitados dependiendo de la causa de muerte:

Chichihuacuauhco: habitado por dioses creadores y por los niños muertos

antes de llegar al uso de la razón y que están destinados a reencarnar en

la nueva humanidad.

Tonatichichan: aquí van los guerreros muertos en combate o en la piedra

de los sacrificios. Después de cuatro años vuelven a la Tierra

transformados en colibríes.

Tlalocan: aquí iban las personas que morían por descargas de rayo,

ahogadas, leprosas o sarnosas.

Mictlan: Aquí iban los que no eran elegidos por Tláloc o por el Sol para

pasar una serie de pruebas y al final fenecer.

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También se menciona a Cincalco, un paraíso al que van las mujeres muertas

durante el parto. Estas mujeres iban rodeadas de hombres armados del clan que

también pasaban la noche en vela para impedir que jóvenes ambiciosos mutilaran el

cadáver ya que se creía que estas mujeres se transformaban en diosas pero antes de

ello poseían un gran poder y los jóvenes guerreros trataban de apoderarse de su brazo

derecho para hacerse invencibles en el combate. (Llanes, 2002)

Estos pueblos tenían sus ritos asociados al mantenimiento de la fertilidad de la

tierra y a la existencia de agua por ser agrícolas. El culto a los difuntos está ligado a los

ritos de la fertilidad, por eso se asocian las ofrendas a las flores y a los frutos que el

muerto a disfrutado y con su muerte ayuda a conservar, por eso en las regiones

indígenas de México, la fiesta de Día de Muertos corresponde al fin de un calendario

ritual y a la culminación de un ciclo agrícola por lo que también la fiesta es un festival de

la cosecha dedicado a compartir con los ancestros el beneficio de los primeros frutos.

(UNESCO, 2005).

Después de la Conquista de los españoles en el siglo XVI, en los pueblos

mexicanos se introdujo el miedo a la muerte y al infierno como una forma de castigo por

parte del cristianismo, este sincretismo dio origen a una mezcla de creencias del viejo y

el nuevo mundo.

Actualmente, panes decorados, figuras de papel y juguetes de plástico —la mayoría

de los cuales se mofan de la muerte— se exhiben dondequiera. Calaveras, esqueletos

y ataúdes de azúcar sugieren un enfrentamiento macabro e irreverente con la

mortalidad. Los mexicanos preparan, decoran y velan las tumbas de sus parientes.

Desde los sepulcros más elaborados hasta las fosas comunes se adornan con arreglos

de flores, velas y alimentos en honor de los difuntos. (Brandes, 2000).

Dependiendo de la región, las ofrendas o altares pueden variar, pero los elementos

más comunes que podemos observar en un altar son 7 niveles o escalones donde se

disponen los diferentes elementos que usamos para ofrendar a nuestro difunto:

En el primer nivel se coloca la imagen de un santo o virgen.

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El segundo nivel representa a las ánimas del purgatorio, sirve para ayudar a salir

de ese nivel a nuestro difunto.

El tercer escalón es dedicado a los niños y se coloca sal, que es un elemento de

purificación.

En el cuarto nivel se coloca el "pan de muerto", el más conocido son las

denominadas hojaldras que representan una tumba con un cráneo y sus huesos;

en Mixquic existen panes más elaborados con cruces o formas de mariposa y las

llamadas "despeinadas" que son roscas con azúcar roja; en poblaciones

indígenas pertenecientes a Hidalgo, Puebla y Michoacán, es posible encontrar

panes con figuras de cabezas, manos, huesos y pezuñas de animales.

En el quinto nivel se coloca la comida y fruta predilecta del difunto: mole, arroz,

tamales, calabaza en tacha, guayabas, naranjas, manzanas, cañas, mandarinas,

tejocotes, etc.; en algunas ofrendas es posible observar algunas bebidas como

café, pulque y tequila; se espera que se lleven la "esencia" de los alimentos.

En el sexto nivel se coloca la foto del difunto a la que se dedica el altar.

En el séptimo se coloca una cruz formada con semillas, frutas o flores.

Otros objetos característicos que no pueden faltar en una ofrenda son:

Un vaso de agua simple o agua bendita, aunque en otras regiones suelen

colocar también agua de azahar.

Papel picado de colores, cuyas imágenes suelen tener calaveras y es posible

encontrar entre ellas a la famosa "Catrina", imagen que creó el caricaturista y

grabador mexicano José Guadalupe Posada.

Las flores como la "nube" flor blanca que representa el cielo, el "Cempasúchil" o

"Cempaxóchitl" flor amarilla que representa la Tierra y la "Flor de Terciopelo"

cuyo color morado representa el luto.

Incienso de copal cuyo humo representa el paso de la vida a la muerte.

Las calaveras de azúcar, tradición que existe desde el México precolombino y

cuya simbología se remonta a las imágenes de deidades como Miquiztli (dios de

la muerte).

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Objetos personales del difunto: desde ropa hasta elementos que representen su

profesión.

La ofrenda también se coloca en el cementerio, sobre la lápida del difunto y se ora

toda la noche hasta el amanecer; posteriormente los alimentos ofrendados son

consumidos por la familia, porque es una forma de compartir con el difunto (Ríos,

2010).

En las comunidades indígenas y rurales, se conserva la creencia de que las ánimas

de los difuntos regresan en esos días para disfrutar lo que les ofrecen en los altares. El

recibimiento de las ánimas se da de manera ordenada, pues algunos días antes de la

fiesta del Día de Muertos se colocan las ofrendas. El 28 de octubre se destina a los

muertos que fueron asesinados o de manera trágica, el día 29 de octubre se

conmemoran a aquellos seres queridos que murieron ahogados, el 30 de octubre a los

que murieron sin ser bautizados o quedaron en el limbo, el 31 de octubre a los niños y

recién nacidos, el 1 de noviembre es el Día de Todos los Santos, se lleva a cabo la

celebración de las personas que llevaron una vida ejemplar. En el día 2 de noviembre,

el Día de los Fieles difuntos, se lleva a cabo la mayor festividad, tanto en las

comunidades rurales como urbanas, con sus diferentes matices realizando en algunos

lugares, rituales como adornar tumbas, realizar altares sobre las lápidas o hacer

llamados con las campanas para realizar una misa; debido al predominio del

cristianismo, estas fechas son señaladas por la religión católica (Ríos, 2010).

En el Distrito Federal se llevan a

cabo eventos culturales que incluyen

especialmente el Día de Muertos como

parte fundamental y representativa de

las tradiciones mexicanas. En la

delegación de Coyoacán, este año se

realizó la calaverita de azúcar más

grande del país, midió 2.40 metros de

altura por 1.95 de ancho y pesó cerca de 600 kilogramos; su estructura fue elaborada

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con alambrón, madera,

unicel y cartón, recubierta

con azúcar y mezclada

con pintura; hecha por

Manuel Bueno. Esta obra

de arte fue exhibida en

medio de la ofrenda

realizada por parte de la

Delegación con ayuda de

los de los CETIs, en el cetro de Coyoacán y en donde se representaba la delegación

misma.

Alrededor de la plaza se montaron varias ofrendas por parte de algunas escuelas

cercanas para recordar a grandes personajes: Efraín Huerta, Frida Kahlo, actores y

actrices de la época de oro del cine mexicano (como Cantinflas), además de personajes

revolucionarios como el Che Guevara y las hermanas Mirabal, incluso una ofrenda fue

dedicada a los 43 estudiantes normalistas

desaparecidos por el Estado el 26 de

Septiembre de este año. En estas ofrendas

se colocaron imágenes o información de ellos

y obviamente comida, papel picado,

calaveritas de azúcar, etc.

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Una de las ofrendas instaladas en el centro de Coyoacán, y que llamó la

atención, fue la que se presenta en la siguiente imagen. Como se puede observar, es

un diseño sencillo donde se incluyen

pocos elementos: papel picado, flor de

cempasúchil, veladoras, papel

decorativo con calaveras, molcajete,

incienso, y las figuras simbólicas que

le daban el sentido al altar. Estas

figuras consistían en una cabeza

antropomorfa de hielo seco (unicel)

que, adornadas de pintura, palabras y

accesorios humanos, lograban crear en

la mente de la persona espectadora un significado coherente sobre el motivo de la

ofrenda. A pesar de que no había quién explicara los detalles y motivos de la ofrenda, lo

interesante fue que cada quien se construía su significado. Por ejemplo, tenemos en la

siguiente imagen dos cabezas, que a diferencia de algunas, no hacían honor a sólo una

persona, sino a todo un hecho social. Una cabeza rosa con

una figura blanca en forma de México y llena de cruces

negras, representaba los feminicidios, trágica y lamentable

característica actual de nuestro país y más en algunos

estados. La otra cabeza negra que esta al fondo llena de

figuritas de colores que simbolizan mariposas, es en honor a

las cuatro hermanas Mirabal, conocidas como Las Mariposas,

quienes fueron asesinadas por ser impulsoras y militantes

activas del movimiento social en la República Dominicana

opositor al dictador  Rafael Leónidas Trujillo quien fuese

asesinado en 1961 después de que, junto con otros actores

intelectuales, ordenará el asesinato de las hermanas Mirabal

cuyo acontecimiento despertó la conciencia social creando así

la época de las Mariposas, puesto que su trabajo como

activistas logró hacer que el pueblo reaccionara y se revelara contra su dictador.

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En el sureste de la Ciudad de México, en la Delegación Tláhuac, de manera más

específica, en San Andrés Mixquic, el Día de Muertos aún conserva de manera más a

arraigada sus características rurales y tradicionales. Mixquic significa “lugar de quien

cuida el agua”; sus orígenes se ubican posiblemente en el año 1168. Hoy en día

Mixquic es indudablemente uno de los pueblos originarios que ha sobrevivido a través

de los tiempos, conservando su cultura, su tradición, sus espacios verdes, sus

chinampas y sus vestigios arqueológicos. A finales de Octubre y principios de

Noviembre, Mixquic recibe miles de visitantes que disfrutan de la magia y el misticismo

de la tradición del Día de Muertos (1 y 2 de Noviembre). Miles de personas acuden a

visitar el Panteón tradicional, el Templo de San Andrés Apóstol. A partir de 31 de

octubre comienzan las festividades en este poblado, cuenta con teatro, exposiciones,

danza, diferentes tipos de comida y exhibiciones de ofrendas, actos que combinan la

tradición prehispánica con el rito católico de la muerte. En el Mixquic precolombino, éste

simbolizaba la esencia misma del ritual funerario. La deidad central era Miquiztli, la

diosa de la muerte, en cuyo honor se cuenta que se practicaban sacrificios humanos,

sobre todo de prisioneros de guerra.

Como indica la tradición donde se funde lo pagano con lo religioso, los habitantes de

Mixquic inician el rito dando mantenimiento a sus tumbas, instalando las ofrendas y

estrellas de papel china en sus casas que alumbrarán el camino de los muertos,

marcado con un faro hecho de chilacayote o una fogata a la entrada de las casas. El

día 31 de octubre por la mañana se pone la mesa de altar de los muertos, se selecciona

un mantel exclusivamente para la ofrenda colocando candeleros negros o blancos con

velas para adultos y niños, con el fin de iluminar su camino. Aquí aparece un personaje

importante: el campanero que se encarga de indicar los momentos solemnes con el

resonar de las campanas; el anuncio se hace a las doce del mediodía con doce

campanadas que anuncia el instante en el que llegan las almas de los niños. A partir de

las siete de la noche se doblan campanas, anunciando “la hora del campanero”,

costumbre que data desde la antigüedad y consiste en que grupos de niños lleven

consigo una campanita y un costal, visitando las casas de amigos, parientes y vecinos

mientras cantan, rezan y piden ofrendas. El día 1 de noviembre, a las ocho de la

mañana se ofrece el desayuno a las ánimas de los niños (dicha ofrenda también se

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anuncia con repiques de campanas), a las once del día se celebra una pequeña misa

de gloria para despedir a las pequeñas almas; al medio día, suena el repique de las

campanas de la Iglesia, anunciando que se van las ánimas de los niños, vuelven a

doblar campanas para indicar el arribo de las ánimas de los adultos, con lo que las

ofrendas crecen, ya a las 3 de la tarde se repica nuevamente en señal de oración, al

terminar, se encienden veladoras por las almas olvidadas. En cada ofrenda se colocan

la sal (para el alimento), el agua (para calmar la sed), veladoras (para iluminar su

camino), además de flores de alhelí y cempaxúchitl, la ofrenda se complementa con

frutas, comida que le gustaba al difunto.

El día 2 de noviembre se realiza la famosa alumbrada. Los habitantes de Mixquic

acuden al panteón con una gran variedad de velas, flores e incienso. Iluminar las

tumbas representa el

triunfo del paso de ésta

vida a la otra, la intención

es mostrar la luz a las

almas para su retorno al

Mictlán (lugar a donde van

los muertos) y así tener la

seguridad de que no se

pierdan, para el año

siguiente esperarlas

nuevamente. En éste día

se ofrecen todo tipo de alimentos y durante la jornada se escucha el redoblar de las

campanas que indican ovación. El campo santo se vuelve casa de vivos y muertos, acto

y ceremonia que presenta un espectáculo en donde se conjuntan el misticismo, la

oración y la comunión entre la vida y la muerte.

Por último en el día 3 de noviembre los habitantes de Mixquic van de casa en casa

para intercambiar, fruta, comida, pan y demás elementos de la ofrenda; por lo que se da

por concluido en rito que lleva muchos años.

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CONCLUSIÓN.

Se comentaba en clase que el pensamiento y el lenguaje son inseparables, y

este trabajo lo comprueba, se puede notar fácilmente en la elaboración de los altares

donde se incluyen palabras que ayudan a construir en las mentes de los espectadores

aquello que su autor o autores tratan de expresar, y dicha expresión está basada en su

pensamiento, el cual les impulsa física-emocionalmente a ser creativos para

compartirlo, cosa que también se comentó en el aula cuando se dijo que no hay acción

social sin un lenguaje de por medio donde va involucrado un sentido.

Otra relación afirmativa a la que se puede llegar analizando este trabajo, es

aquella que nos dice que el objeto de estudio de las ciencias sociales es dinámico y se

transforma constantemente. En esta ocasión se tuvo como foco de estudio las acciones

sociales dadas en una fecha conmemorativa hacia los muertos. Como se vio en la

síntesis literaria del trabajo, estas acciones no son inmutables y las personas han

venido reaccionando de forma distinta a partir de los diversos fenómenos sociales que

van modificando la cultura en la que conviven. Para los antiguos mexicanos el culto

hacia sus parientes fallecidos estaba estrechamente ligado a la fertilidad de la tierra, lo

que provocaba una buena cosecha y por eso empataban el día de venerarlos con el fin

de ciclo del cultivo, compartiendo así los alimentos con sus parientes para recordarles y

agradecerles por su contribución. Después de la conquista de los españoles, estas

acciones sociales sufren una transformación y se involucran cuestiones católicas donde

va incluido el miedo hacia la muerte. Actualmente, las personas van a recordar a sus

parientes al panteón llevándoles su comida favorita pero ya no le dan gracias por haber

contribuido a la fertilidad de la tierra, pero si se le recuerda y se le llora. Pero se puede

decir que esta acción social que realizan los pueblos mexicanos año con año identifica

a México con una de las tradiciones más grandes a nivel mundial, proporcionando una

identidad al mexicano. Sin embargo cada pueblo le va dando su sentido propio y

existen pequeñas variaciones de esta tradición a lo largo y ancho del país, inclusive

cada familia adorna o coloca su ofrenda de acuerdo a sus gustos y tradiciones que

pasan de generación a generación gracias al lenguaje. Juntando así los 3 elementos

esenciales de la sociedad.

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REFERENCIAS:

Llanes G., J. B. (2002). El día de Muertos, una raíz de nuestra nación. D.F.,

México: Electro-Comp, S.A. de C.V.

UNESCO (2005). La festividad indígena dedicada a los muertos en México. D.F.,

México: Impresora y Encuadernadora Progreso, S.A. de C.V.

“Pueblos de México”

http://www.pueblosmexico.com.mx/pueblo_mexico_ficha.php?id_rubrique=328

Revista “Proceso” 25 octubre 2013 http://www.proceso.com.mx/?p=356307

Brandes, S. (2000). El Día de Muertos, el Halloween y la búsqueda de una

identidad nacional mexicana. Alteridades, 10(20), 7-20.

Instituto Nacional de Estadística y Geografía, “Panorama Sociodemográfico del

Distrito Federal” (2010)

http://www.inegi.org.mx/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/

censos/poblacion/2010/panora_socio/df/panorama_df.pdf

Paz, O. (1959). Todos Santos, Día de Muertos. Evergreen Review, 2, 7.

Ríos, G. (2010). Día de Muertos en México.

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