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ENSAYO
IZQUIERDAS Y DERECHAS:
ALGUNAS LECCIONES DE LA HISTORIA
PREFACIO
La clásica distinción entre derechas e izquierdas, persiste en
el vocabulario político, ideológico y mediático, atraviesa los
siglos y las culturas diversas y continúa formando parte del
ideario social, del imaginario político y del diccionario común.
¿Qué hace posible que a pesar del paso del tiempo y de las
tentativas ideológicas por relativizar su existencia, las
derechas y las izquierdas siguen existiendo? Más aún, cabe
preguntarse: ¿qué hace posible que el "eje derecha-izquierda",
con todas sus diversidades y especificidades ideológicas y
políticas continúe siendo el principal foco articulador de los
sistemas políticos actuales?
Cuántas generaciones de militantes y ciudadanos más o menos
comprometidos con las causas de la política y de la vida
pública han crecido, se han formado, han tomado conciencia
de su lugar en la sociedad y han intervenido en los asuntos
públicos en nombre de las ideas, las doctrinas, los programas
y los liderazgos de su época histórica en particular, vinculados
a los adjetivos "izquierda" o "derecha", como símbolos
repletos de significados, de mística, como universos
simbólicos posibles de plasmarse en las prácticas cotidianas.
A pesar de que con frecuencia se ha tratado de minimizar o
de relativizar el uso de los conceptos de “derecha” o de
“izquierda”, su pervivencia a través del tiempo se demuestra,
2
entre otros ejemplos, en el hecho de que en el uso habitual
de estos adjetivos, hoy los ciudadanos creen reconocer y
saber de qué hablan cuando se refieren a sí mismos o a otros
como “de derecha” o “de izquierda”, indicando así que tales
denominaciones conservan un sentido y un significado
evidente y reconocido, aunque esos conceptos hayan mutado
con el lento paso de la historia.
Las palabras cargan sentidos y significados, denotan ideas y
símbolos.
Pero además, derechas e izquierdas representan y expresan
culturas, es decir, formas de apropiación y de memoria,
estructuras de comportamiento, hábitos, tradiciones y
costumbres e incluso formas rituales que se transmiten de
generación y generación.
Este ensayo tiene por propósito reflexionar en torno a los
contenidos doctrinales y el imaginario político así como los
campos de fuerzas que representan las derechas y las
izquierdas.
Manuel Luis Rodríguez U.
Punta Arenas - Magallanes, primavera de 2017.
CONCEPTOS CLAVES
Ideologías. Doctrinas. Liberalismo. Socialismo.
Conservadurismo. Campo. Derecha. Izquierda. Marxismo.
3
ORÍGENES
En el principio, eran las palabras.
Los conceptos que expresaban ideas, que reflejaban
ideologías, las que a su vez, ponían de manifiesto tendencias,
intereses, pertenencias.
Desde sus orígenes históricos, las palabras “derecha” e
“izquierda” son expresiones políticas, son conceptos
contrapuestos situados en la esfera política y desde allí
trascienden y hacen extensivo sus usos y significados hacia la
esfera social, cultural e ideológica de la sociedad.
La expresión “derecha” o “izquierda” aparece cuando se trata
de graficar en el vocabulario político una postura
representativa de ciertas ideas y de determinadas culturas.
Por eso, del uso de los conceptos “derecha” e “izquierda” ha
sido un proceso en el tiempo en que los significados se han
ido asentando en el consciente y en el inconsciente colectivo,
y también se han ido modificando.
Los orígenes de los conceptos de izquierda y derecha, se
encuentran en la época del nacimiento de la política moderna,
el derrumbe de los regímenes feudales y la crisis de las
monarquías de derecho divino, siglos XVIII y XIX donde el
movimiento intelectual de la Ilustración actuó como un factor
cultural propagador de ideas que cuestionaban los dogmas,
instituciones y creencias de la sociedad tradicional.
La izquierda y la derecha aparecen gradualmente en el
universo político y en el imaginario social, impulsadas por la
búsqueda de nuevos horizontes conceptuales para el ejercicio
del poder, para la formación de las naciones y el primer
desarrollo del Estado moderno.
4
Francia
Cuando en la primera asamblea constituyente de Francia, en
los inicios de la Revolución de 1789, se estableció la distinción
en los escaños destinados a los representantes de la
monarquía y las clases acomodadas, a un lado, y a los
representantes de las clases populares, al otro lado, surgió la
primera distinción formal entre derecha e izquierda.
Monárquicos (o realistas) y patriotas fueron los primeros dos
bandos, que después de la revolución y el decenio
napoleónico, se convirtieron en partidos políticos. A la
derecha del hemiciclo los monárquicos, un grupo que
propugnaba un derecho al sufragio restringido y no universal,
del que excluía a las clases no propietarias y que defendía la
alianza con la nobleza para establecer en Francia una
monarquía parlamentaria.
A la izquierda del hemiciclo, los patriotas defendían un
sufragio universal que extendían a todos los miembros de la
población y la instauración de una república. Estos últimos
tenían el apoyo de las clases más populares, mientras que los
monárquicos eran apoyados por los burgueses, propietarios y
algunas capas de la nobleza.
Pero, debajo de las denominaciones de realistas o
monárquicos y de patriotas, subyacían determinadas
pertenencias de clase: los realistas o monárquicos eran los
representantes de la aristocracia gobernante (y en muchos
casos, esos diputados eran ellos mismos individuos
pertenecientes a esa aristocracia), mientras que los
convencionales patriotas representaban a los artesanos
urbanos, al “bajo pueblo” y al bajo clero.
El debate acerca de una declaración de derechos, en agosto
de 1789 fue uno de los primeros momentos de la historia de
5
las ideas políticas donde ambas corrientes enfrentaron
posiciones.
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
de 1789 formula un marco valórico de derechos para un
ciudadano liberado de las tutelas tradicionales y regido por
una concepción extensiva de la libertad y la igualdad de
derechos ante la ley, al tiempo que consagra los principios y
valores fundacionales de la política moderna, en torno a los
cuales se continuará el debate entre republicanos y
monarquistas, patriotas y realistas, conservadores y liberales,
moderados y extremistas, derechistas e izquierdistas.
Cabe subrayar una vez más que la diferenciación física de los
escaños parlamentarios en el hemiciclo, reflejaba además una
polaridad social más profunda.
Izquierda y derecha no sólo son campos de fuerzas, universos
simbólicos y doctrinarios, ideologías y programas: constituyen
y expresan visiones de mundo, contienen interpretaciones de
la Historia, explicaciones del orden social y de la economía,
de la cultura y de la vida.
Al mismo tiempo, la separación entre unos y otros, daba
cuenta de diferencias sociales de origen y de pertenencias
territoriales distintas que encontraban en la estructura social
sus fundamentos más profundos. De alguna manera, aquellas
formas primarias de agrupación política, reflejaban e
interpretaban intereses y pertenencias de clase.
Mientras los monárquicos o realistas provenían de las clases
acomodadas (alta y mediana burguesía) y se vinculaban con la
nobleza, la jerarquía religiosa católica y la elite monárquica, los
diputados patriotas se vinculaban con la pequeña burguesía y
las profesiones liberales, y más tarde con el pueblo trabajador
(los sans-culottes), el clero popular, los artesanos urbanos y el
campesinado. Las pertenencias sociales se trasladaban al
plano político.
6
En este cuadro, mientras los monárquicos procuraban frenar
la revolución o disminuir sus efectos más subversivos, los
jacobinos propiciaban los cambios revolucionarios.
En los debates de la Constituyente, por ejemplo, los
monárquicos o aristocráticos constituían "el partido del orden”
o los pro-realistas, mientras que los jacobinos trataban de
representar “el partido del cambio” o los patriotas
revolucionarios.
Albert Soboul describe al respecto en la Asamblea
Constituyente de 1790: “los grupos de la Asamblea se
delineaban al mismo tiempo, sin que se puedan distinguir los
partidos en el sentido actual de la palabra. No había más que dos
grandes grupos, los aristócratas, partidarios del antiguo régimen, y
los patriotas, defensores del nuevo orden. Los negros o aristócratas
se sentaban a la derecha en la Asamblea…el grupo demócrata,
tomaba asiento a la izquierda, y defendía los intereses del pueblo
y reclamaba el sufragio universal”. (Soboul, A.: Histoire de la
révolution francaise. Vol. I, De la Bastille a la Gironde. Paris,
1962. Editions Sociales, pp. 188-189).
Cabe destacar que la formación primaria de los clubes
permitió la aparición de los partidos políticos en la Francia de
la revolución: los jacobinos y la Montaña representando a la
izquierda; los girondinos en la centro izquierda; los realistas
constitucionales y los Feuillants, los monárquicos y el Comité
de Paris, en la centro derecha; y los monárquicos,
ultrarealistas y el Comité de Turin en el sector de la derecha.
La diferencia política y social, marcada físicamente en el
hemiciclo parlamentario por la posición de las bancadas
respecto de la mesa que dirigía los debates, se trasladó
posteriormente a las organizaciones ciudadanas que se
constituyeron en partidos políticos.
Inglaterra
7
Los clubes políticos de la Francia revolucionaria (1789-1799)
y los comités parlamentarios en la Inglaterra del siglo XVII y
XVIII, fueron el punto de partida de los primeros partidos
políticos modernos en la historia de Occidente.
En Inglaterra, desde la segunda mitad del siglo XVII en el
Parlamento (Cámara de los Comunes) los escaños de los
diputados se situaban en dos bancadas frente a frente: los
tories o conservadores (vinculados al clero y a la nobleza
terrateniente y comerciante) y los whigs o liberales
identificados con las nuevas clases sociales emergentes en las
ciudades, artesanos, pequeños agricultores.
Hacia 1679, en el Parlamento inglés surgieron dos fracciones
durante un encarnizado debate político. Se discutía una ley
que pretendía excluir de la sucesión al trono al católico duque
de York, hermano de Carlos II Estuardo, quien luego reinó
con el nombre de Jacobo II. Inglaterra atravesaba un período
de reorganización política: después de la República de Oliver
Cromwell, se había restaurado la monarquía (1660) y las
diferencias religiosas entre católicos y protestantes avivaban
la lucha política.
Un sector del Parlamento se alineó a favor del duque de York,
y parte, en contra. Ambas fracciones, siguiendo una tradición
universal, se cruzaban apelativos, poco honorables. Los que
apoyaban al católico Jacobo eran tratados con el calificativo
de tories, término despreciativo irlandés con que se indicaba
los “papistas”, fuera de la ley, que aún no se habían sumado al
cisma de la Iglesia de Inglaterra con el Vaticano.
Sus adversarios, es decir, los que deseaban excluir de la
sucesión al duque de York, recibieron el apelativo de whigs,
palabra escocesa para designar a los ladrones de ganado,
aplicada posteriormente a los presbiterianos escoceses (que
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tenían fama de contumaces rebeldes) y que se convirtió en
sinónimo de rebelde contra el poder del rey.
Las dos fracciones dieron lugar a una extraña costumbre, que
luego encontró imitadores en la historia (recordemos a los
“gueux”, es decir, andrajosos, como llamaron a los rebeldes
de los Países Bajos y a los “sans-culottes” de la Revolución
Francesa): tomaron el insulto y lo convirtieron en una
denominación oficial. Así nacieron el partido “tory” y el
“whig“. El primero fue, en líneas generales, el partido de los
aristócratas conservadores apegados a la tradición y a la
nobleza y la monarquía, mientras que el “whig” agrupó a
ciertos propietarios de tierra, a los comerciantes, en una
palabra, a los burgueses.
En el siglo XIX, mientras que el término “tories” continuó
designando a los conservadores, el apelativo “whigs” cayó en
desuso; esto sucedió, en parte, porque el partido “whig” fue
sustituido, poco a poco, por el liberal, que se convirtió en su
heredero directo.
Sin embargo, los liberales empezaron a declinar rápidamente,
a principios del siglo XX, al tiempo que alcanzaba cada vez
mayor fuerza el nuevo partido laborista (“labourist“). Este
partido se convirtió en el antagonista de los conservadores.
Partidos
La historia de los primeros partidos políticos en el mundo
occidental, puede remontarse a los bandos en la República
Romana en crisis (Mario, Sila, Marco Tulio Cicerón, Julio
César), pero se encuentra en los clubes de ciudadanos
durante la Francia revolucionaria (1789-1799), y en los grupos
parlamentarios ingleses y estadounidenses durante el siglo
XIX.
9
Los partidos políticos, esa invención ocurrida en las repúblicas
parlamentarias y presidenciales del siglo XVIII y XIX, nacen y
se despliegan en el escenario social y político, a partir de su
identificación y de su posicionamiento al interior de un amplio
eje de derecha a izquierda, de acuerdo a sus propias doctrinas
y programas fundacionales.
Republicanos y demócratas en la naciente república
estadounidense de la que habla Tocqueville en "La democracia
en América", conservadores o torys, liberales y laboristas
en la Inglaterra parlamentaria, monárquicos y jacobinos en la
intensidad de la revolución francesa, patriotas y realistas en
las primeras repúblicas latinoamericanas, son solo
manifestaciones visibles de dos visiones de mundo.
Fuerza es de constatar además que "derecha" e "izquierda" se
han constituido en una polaridad omnipresente en la mayoría
de los sistemas políticos democráticos y republicanos y que
incluso, al interior de los regímenes autoritarios y
dictatoriales, es posible distinguir "dictaduras de derecha y
dictaduras de izquierda", a partir de formas de organización y
concentración del poder, en nombre de determinadas
doctrinas e ideologías.
Es importante subrayar que entre el siglo XVIII y XIX, las ideas
matrices que constituían el centro del debate político,
ideológico y parlamentario entre derechas e izquierdas eran
las nociones innovadoras de república, representación nacional,
ciudadanía, ley, voluntad popular, interés general, nación,
soberanía. Los pensadores, publicistas y políticos de la época
se plantean la necesidad de alcanzar una Constitución escrita,
donde se consagre la soberanía popular a fin de limitar el poder
omnímodo del rey y de permitir que la ciudadanía elija a sus
representantes mediante el sufragio.
Estos mismos conceptos dan forma al ideario básico de las
elites nacionales en América del sur, en la primera mitad del
siglo XIX, cuando las provincias del imperio hispano
10
aprovechan la invasión napoleónica para liberarse del dominio
español.
Es en torno a estos ejes conceptuales filosófico-políticos
donde surgen las diferencias ideológicas que más tarde se
plasman en el ideario de las derechas y las izquierdas. Desde
este punto de vista, los debates políticos e ideológicos entre
ambas tendencias durante el siglo XVIII y XIX, son herederos
directos y están fuertemente influenciados por las ideas de los
filósofos ilustrados del siglo XVII.
En síntesis, la formación del Estado moderno y de las
naciones-Estados, el clima intelectual de la Ilustración que
alimenta la búsqueda de nuevos paradigmas para la ciencia y
las ideas y el primer desarrollo del capitalismo, son el
contexto histórico y el sustrato socio-cultural donde
aparecen las ideas y las formas políticas de derecha e
izquierda.
Las nociones de derecha e izquierda, o, para ser más exactos,
de derechas e izquierdas, hacen alusión tanto a un campo de
fuerzas socio-culturales y políticas y a un universo doctrinario,
ideológico, valórico y conceptual que los distingue y
diferencia.
No está demás mencionar que actualmente, como lo señala el
Servicio de Comunicación e Información Multimedia de la
Asamblea Nacional francesa, ésta conserva el mismo orden de
distribución de los escaños de los diputados de 1789: “todos
los diputados disponen de un asiento a su nombre y son ubicados
en función de su pertenencia política. Los diputados de izquierda a
la izquierda del presidente de la Asamblea, los diputados de
derecha a la derecha y los diputados de centro al centro.”
DOCTRINAS
11
En política, hay una manera de pensar desde la derecha y una
manera de pensar desde la izquierda. Pero no son marcos
conceptuales unívocos ni monolíticos: en realidad, son
universos conceptuales complejos, dentro de los cuales cada
idea adquiere connotaciones y significados cambiantes.
En la realidad, cabe despejar que no existe una derecha ni
existe una sola izquierda: la Historia de las Ideas Políticas pone
de relieve esta dimensión múltiple, diversa y a veces
contradictoria de los universos doctrinarios dentro del cual
se sitúa cada definición. Se trata de conceptos que encuentran
sus raíces y se entremezclan entre las categorías de la
Filosofía, el Derecho, la Historia y la Economía.
En algunos casos, esas doctrinas están explicitadas y suscritas
en los programas de los partidos políticos y movimientos, en
otros casos, la doctrina permanece en el plano de “ideales y
teorías” que se encuentra en las definiciones de algún autor,
pensador o filósofo.
En la Historia, las doctrinas de las derechas e izquierdas, están
íntimamente asociadas a determinados modelos de sociedad –
entendidos como diseños teóricos y teórico-prácticos de
organización de la sociedad futura, a partir de un determinado
diagnóstico de la sociedad actual- de manera que mientras las
corrientes y grupos de derecha se consideran adscritos al
sistema capitalista, las corrientes y partidos de izquierda giran
en torno a modelos de sociedad socialista.
Derechas
El universo doctrinario de las derechas se inscribe en una
lógica conceptual asociada a conceptos y valores tales como
la libertad individual, la propiedad privada, el respeto al orden
social, el principio de autoridad y la estabilidad de las
12
instituciones y la preservación y perfeccionamiento del
sistema de dominación al cual se adscriben.
El fundamento ideológico del pensamiento de derecha –en el
contexto del mundo occidental y moderno- reside en la
preservación de la propiedad privada, las libertades individuales, el
respeto a las instituciones públicas y la primacía del mercado en
cuanto a la creación y distribución de la riqueza y de los
beneficios de la actividad económica. Desde esta perspectiva,
el pensamiento conservador y liberal (con sus numerosas
derivaciones) puede clasificarse como un ideario filosófico-
económico trasladado al plano político, social y cultural.
A su vez, al interior del campo socio-político de las derechas
conviven y se tensiona una amplia diversidad de fuerzas
liberales, nacionalistas, fascistas, tradicionalistas, regionalistas
y conservadoras cuya postura política apunta a la
conservación, consolidación, continuidad y mantención del
sistema capitalista, de las instituciones, la familia, la Patria, el
Estado y el orden social, en cuanto éstas responden a un
orden natural preestablecido en la historia.
El ideario de la derecha en sus orígenes se alimenta con
autores provenientes de la Filosofía, el Derecho y la Economía
como Adam Smith, Edmund Burke, John Locke, Montesquieu,
Sieyes, James Hamilton, Thomas Jefferson, Louis de Bonald,
Benjamin Constant y Joseph de Maistre, y más tarde en los
siglos XIX y XX con autores como Friedrich Ratzel, Arthur
Rosenberg, John Rawls, Carl Schmitt, Hans Kelsen y Karl
Popper.
Izquierdas
El universo doctrinario de las izquierdas -que integra un
amplio abanico de fuerzas de signos anarquistas, marxistas,
socialistas, socialdemócratas, progresistas y laicas- se inscribe
13
en una lógica conceptual asociada a la justicia, la igualdad, la
fraternidad o solidaridad, el cambio social y la transformación de
las instituciones y el Estado, en cuanto éstas consagran una
desigualdad estructural que puede ser superada, mediante la
transformación, modernización o reforma social y política.
La izquierda se identifica básicamente por el carácter crítico y
transformador de sus programas, la proximidad a los enfoques
humanistas, la identificación con los sectores populares y el
mundo del trabajo, incluyendo la clase media, la tendencia a la
socialización, la defensa del sector público, el pacifismo y la
solidaridad.
El ideario de la izquierda en sus orígenes se alimenta con
autores provenientes de la Filosofía y de la Economía como
Rousseau, los utópicos Tomás Moro, Fourier, Owen y Cabet
y los fundadores del marxismo y el socialismo Marx y Engels.
Desde esta perspectiva, el pensamiento de izquierda (con sus
numerosas derivaciones) puede clasificarse como un ideario
filosófico-político trasladado al plano económico, social y
cultural.
La cuestión de la laicidad de las instituciones también marca
un sesgo de diferenciación entre ambos campos doctrinarios:
mientras las ideologías de derecha –generalmente asociadas a
la religiosidad cristiana y católica- defienden el rol y la posición
de influencia de las instituciones religiosas en la sociedad y el
Estado, las ideologías de izquierda se desprenden de dicha
relación e impulsan la laicidad del Estado.
Desde el punto de vista de su aplicación en la realidad social
y de la práctica política, el universo doctrinario de izquierdas
se desplaza entre la política moderada de las reformas y la
gradualidad de los cambios al interior del sistema capitalista
de dominación, hasta la estrategia y la táctica política
revolucionaria con el propósito de superar y reemplazar las
14
instituciones y estructuras dominantes desde un proyecto de
transición hacia un modelo de sociedad socialista.
En el campo doctrinario, izquierda y derecha se diferencian
también en la polaridad "individuo-sociedad", de manera que
mientras un universo de ideas de derecha se sitúa en la
centralidad del individuo dentro del orden social, el ideario de
izquierda se centra en el rol de la sociedad en la
transformación del individuo.
Cambio social
De este modo, dentro de esta polaridad ideológica básica,
mientras las derechas impulsan la mantención de las
instituciones y estructuras sociales, las izquierdas promueven
la reforma y la transformación de dichas estructuras. Mientras
las derechas se mueven hacia la permanencia y continuidad,
las izquierdas se mueven hacia el cambio social. De esta
polaridad resulta que -en términos de retórica- las izquierdas
acusan a las derechas de ser un freno para los cambios y las
derechas acusan a la izquierda de pretender desestabilizar el
sistema.
De aquí resulta que la polaridad "derecha-izquierda" se
traslada a una lógica argumental "orden-desorden", donde la
derecha acusa a la izquierda de promover el desorden y el
caos social, mientras que la izquierda sindica a la derecha de
utilizar el orden como recurso para frenar o impedir los
cambios.
Incluso, cuando el concepto de cambio social pudiera perder
transitoriamente su alcance y significado tradicionalmente
conocido de transformación profunda, extensa y prolongada
de las estructuras fundamentales de la sociedad, el cambio
15
social sigue siendo un atributo ideológico y doctrinario que
expresa, simboliza y representa a la izquierda.
Deberes y derechos
Otra dimensión significativa donde se manifiestan las
diferencias esenciales entre derechas e izquierdas es en el
tópico de los derechos y los deberes. En sus orígenes
históricos las primeras manifestaciones conceptuales y
políticas de la noción de derechos de las personas o los
ciudadanos se encuentran en las declaraciones de derechos
surgidas en la revolución de la independencia americana de
1766 y la revolución francesa de 1789, ambas herederas de la
Carta de Juan Sin Tierra y de los principios de la Ilustración.
La cuestión de los derechos y deberes marca una diferencia
entre las ideas de derecha y las ideas de izquierda.
Mientras el universo doctrinario de las derechas pone el
acento y la prioridad en los deberes, como obligaciones
ineludibles de los individuos en la vida social y política, el
universo doctrinario de las izquierdas enfatiza la importancia
de los derechos, como libertades a conquistar y
oportunidades a desarrollar.
Desde la izquierda -inscrita en una lógica centrada en la
sociedad, en la colectividad- se enfatizan los derechos, en
tanto en cuanto aparecen asociados a las libertades del
individuo y del ciudadano dentro de la sociedad a la que
pertenece, a la crítica de la autoridad y de la ley y a la
transformación de las instituciones existentes.
A su vez, desde la derecha -inscrita en una lógica centrada en
el individuo- se enfatizan los deberes, en tanto en cuanto
aparecen asociadas a las obligaciones del individuo para con la
16
sociedad a la que pertenece, a la pervivencia de la autoridad,
la ley y las instituciones existentes.
MODELOS
La idea de modelo y de modelo de sociedad tiene una
connotación asociada a una prefiguración, a una tentativa de
anticipación conceptual más o menos descriptiva, respecto de la
forma de organización de la sociedad que un determinado sector
político asume, respecto de la sociedad futura.
Todo modelo de sociedad es a la vez, un ejercicio de
prospectiva y una forma de graficar y simplificar los ideales de
una doctrina o programa ideológico, respecto de cómo
debiera organizarse el Estado, la economía y una sociedad
determinada en un futuro más o menos indeterminado.
El concepto de modelo –en el significado que aquí le damos-
tiene dos dimensiones: una futurista y una presente. Para que
un modelo de sociedad tenga fuerza evocativa y potencia
convocante, tiene que reunir ambas dimensiones, debe
contener una forma futurista no visible y una forma presente
y visible.
La necesidad de que una determinada doctrina o ideología
disponga de un modelo que sirva de ejemplo de su
materialización en la realidad, es típicamente moderna y
aparece casi involuntariamente entre los siglos XVIII y XIX, a
partir de la obra de Adam Smith y de Karl Marx, en relación
con las potencias europeas dominantes.
El siglo XX fue prolífico en modelos y referentes de ambos
campos doctrinarios y políticos, que se vincularon a espacios
y países a los que se consideraba ejemplares por sus
experiencias históricas y sus instituciones.
17
En épocas anteriores, por ejemplo, desde el siglo XVIII y XIX,
Inglaterra, la primera potencia industrial y comercial del
mundo, fue el modelo desde el cual se construyó el liberalismo
y el conservadurismo, desde Adam Smith, pero al mismo
tiempo, el socialismo clásico de Marx y Engels tomaron a
Inglaterra como referente práctico respecto de la forma cómo
se produjo la revolución industrial dentro del capitalismo.
En este sentido, los modelos cumplen una función en cierto
modo ejemplificadora y pedagógica: constituyen países o
sociedades cuya experiencia histórica representa la
materialización de determinadas doctrinas y programas
políticos, partiendo de la premisa de que muchas de dichas
experiencias pueden servir como prácticas posibles de
replicar.
En “La riqueza de las naciones” de Smith y en “El Capital” de
Carlos Marx, obras que se encuentran en los fundamentos
doctrinales de las derechas e izquierdas, el referente histórico
principal es Inglaterra y el imperio británico.
A lo largo de los siglos XIX y XX, para los sectores políticos
de derecha, los principales modelos referenciales fueron Gran
Bretaña y su heredero los Estados Unidos como naciones
donde el ideario conservador y liberal se ha materializado con
mayor fuerza y éxito, pero también diversos grupos, partidos
y organizaciones de derecha en la primera mitad del siglo XX,
adoptaron y promovieron como modelos al régimen nazi de
Hitler en Alemania, y los regímenes fascistas de la Italia de
Mussolini y de Franco en España.
A su vez, las distintas denominaciones de izquierda en el
mundo occidental a lo largo del siglo XX tuvieron como
modelos a los regímenes del Frente Popular en Francia y
España, pero especialmente la Unión Soviética y la República
Popular China y finalmente Cuba, en América Latina.
18
CULTURAS
Palabras
En el océano de las ideas, las palabras son como los icebergs.
Puede afirmarse que las palabras “derecha” e “izquierda”
fueron inicialmente adjetivos y con el paso del tiempo y la
densidad de la historia transcurrida, han llegado a convertirse
en sustantivos.
En el campo de las ideas políticas, las palabras son como
profundos icebergs sumergidos en el mar de los significados y
las interpretaciones y reinterpretaciones, hasta el punto que
un concepto como “democracia” proveniente de la Grecia
clásica ateniense en el siglo V antes de nuestra era, ha
adquirido significaciones y sentidos inusitados a lo largo de
más de diez siglos de circulación y uso.
En los dos siglos precedentes, la palabra derecha ha significado
motivo de orgullo, ha señalado una marca de identidad y de
prestigio social, así como de distinción respecto de las demás
identidades políticas, especialmente en el mundo de los
empresarios, los militares, los religiosos y la elite profesional.
Aun así, no deja de llamar la atención que los partidos y
movimientos políticos que se inscriben bajo el campo
ideológico de la derecha o de las derechas, tienden
generalmente a no denominarse “partido de derecha”.
En el campo de las ideas políticas, la izquierda a su vez, denota
una enorme diversidad de corrientes y un amplio arco de
tendencias muy frecuentemente antagónicas unas de otras, de
manera que la palabra “izquierda” también parece haber
perdido la fuerza evocativa de su significado subversivo y
transformador o revolucionario.
19
El debate de las izquierdas aparece frecuentemente
atravesado por el “purismo ideológico” que se disputa quién
es verdaderamente de izquierda y quién representa la
verdadera izquierda, dejando a las demás izquierdas bajo los
apelativos de la traición, el entreguismo, el extremismo, el
ultrismo, la claudicación o el reformismo.
La palabra izquierda sin embargo, sigue significando posturas,
ideas y prácticas sociales orientadas a representar los
intereses de los trabajadores, los más desposeídos, los
maltratados, los excluidos, del pueblo.
En este contexto, la palabra izquierda continúa significando
motivo de orgullo, señala una marca de identidad y de cierto
prestigio social, así como de distinción respecto de las demás
identidades políticas, especialmente en el imaginario del
mundo de los trabajadores y los sectores más desposeídos de
la sociedad, aunque con frecuencia muchos de esos
trabajadores y personas desposeídos voten por candidatos de
derecha.
En la retórica política y en escenarios polarizados, la expresión
derecha o izquierda puede ser utilizada tanto como signo de
pertenencia, y también como forma peyorativa para degradar
la posición del adversario político. Que una persona de
derecha sea tratada de “derechista” en el lenguaje público,
puede significar reconocimiento o denostación, del mismo
modo que “izquierdista” tiene connotaciones de adhesión y
también de rechazo y crítica.
Culturas
En un mundo postmoderno caracterizado por la
despolitización de la vida social y por el deterioro de la
legitimidad de los partidos y las ideologías políticas, la
militancia y la pertenencia a una determinada denominación
20
política puede adquirir una connotación funcional, pragmática,
de manera que hablar de culturas políticas puede
interpretarse como un anacronismo.
Sin embargo, existe una cultura política del mundo de la
derecha, así como existe una cultura política asociada al
mundo de la izquierda o de las izquierdas. Se trata de
universos simbólicos, hábitos, costumbres, tradiciones e
imaginarios que se manifiestan en las artes, en la literatura y
en la vida cotidiana.
Cuando entendemos a la derecha o a la izquierda desde la
perspectiva de la cultura política que representan y contienen,
tomamos conciencia del peso y la densidad histórica que esos
universos simbólicos expresan. No se trata solamente de
personas, grupos, organizaciones o actores políticos, sino
también de manifestaciones y formas simbólicas que reflejan
maneras de pensar, de imaginar el futuro, de “leer la realidad”
y de actuar en la vida social.
Dos culturas se diferencian alrededor de la polaridad entre
derecha e izquierda.
Por un lado la cultura política de inspiración conservadora o
liberal pone el énfasis en el rescate y preservación de las
tradiciones, de la patria, de la familia y de la religión, como
fundamentos y patrimonio de la vida individual, grupal y social,
en la distinción y diferenciación natural entre las distintas
categorías sociales y jerarquías.
Por otro lado, la cultura política de las izquierdas, gira
alrededor de las libertades, de la lucha por la igualdad y la
justicia social, de la valoración y promoción de la militancia en
la vida pública y de los valores de la solidaridad, la igualdad y
el compromiso social.
CAMPOS
21
Para los efectos de este ensayo definimos como “campo de
fuerzas”, siguiendo la definición de Bourdieu, como un espacio
social de acción y de influencia en el que confluyen relaciones
sociales determinadas, en la forma de una red de relaciones
objetivas entre posiciones.
Estas posiciones se definen en su existencia y en las
determinaciones que les imprimen a sus ocupantes por la
situación actual o potencial en la estructura de distribución de
poder o capital, y por las relaciones objetivas con las demás
posiciones.
La noción de campo, por lo tanto, implica pensar en términos
de relaciones. Todo campo de fuerzas es relacional.
Estas relaciones quedan definidas por la posesión o
producción de una forma específica de poder, propia del
campo en cuestión. Cada campo es —en mayor o menor
medida— autónomo; la posición dominante o dominada de
los participantes en el interior del campo depende en algún
grado de las reglas específicas del mismo. El conjunto
estructurado de los campos políticos, que incluye sus
influencias recíprocas y las relaciones de dominación entre
ellos, define la estructura política en cada sociedad.
Lo que diferencia sustancialmente a las derechas de las
izquierdas no es solamente el universo ideológico y simbólico
que las caracteriza, como hemos visto, sino también el campo
de fuerzas que ambas denominaciones representan.
Las derechas y las izquierdas como actores políticos histórica
y geográficamente situados pueden transformar el sistema
político en un campo de confrontación de fuerzas, que abarca
al sistema de partidos políticos, el sistema electoral y que se
expresa también en el plano de la ciudadanía y de las
organizaciones sociales.
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Los partidos y movimientos son solo la superficie de este
campo de fuerzas, y debajo de esa dimensión organizacional,
subyacen entidades de gran diversidad: clubes sociales,
gremios empresariales o patronales, centros culturales,
sindicatos y gremios de trabajadores, centros juveniles,
grupos artísticos, reflejan la rica diversidad desde la cual se
expresan las ideas, los proyectos y las creencias de derecha y
de izquierda.
Los liderazgos que expresan movimientos y corrientes de
opinión, desde la perspectiva de las derechas y las izquierdas,
son otra expresión de esta diversidad: al conocer el origen
familiar y territorial y las trayectorias de los liderazgos de una
y otra tendencia, se develan las raíces sociales de cada una.
Pero, además, en el estudio de estos campos de fuerzas, debe
prestarse especial atención a las redes de influencia.
Si la política es en esencia, una práctica social orientada al poder,
la sociología del campo de fuerzas de la política tanto en la
derecha como en la izquierda, se juega tanto en el plano de
las instituciones y del Estado -objetivo último y primario de la
acción política- como del mundo social donde organizaciones
y redes de influencia operan como mecanismos de inserción
y ascenso.
Nadie podría negar que dentro del campo político-social de
las derechas y de las izquierdas, el peso gravitante de las
“familias” dentro de los partidos y organizaciones en el
surgimiento y la promoción de los liderazgos, constituye un
factor importante en la formación de las respectivas elites.
En todos los sistemas políticos modernos, las familias de
derecha y de izquierda –aunque no solamente de estas
tendencias políticas- responden a sus respectivas vocaciones
sociales y sus líderes siguen una trayectoria determinada
fuertemente por sus pertenencias sociales e incluso
territoriales, por sus complejas redes de contactos e
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influencias y por su capacidad de ascender en la escala de la
jerarquía del poder.
Centros
La multiplicación de partidos, tendencias, movimientos y
corrientes políticas que ha caracterizado al reciente siglo XX,
efecto de la dispersión del escenario político y social, no ha
hecho desaparecer la polaridad derecha izquierda, sino que la
ha enriquecido y fortalecido, ante el surgimiento de fuerzas
políticas situadas en el “centro político”.
El centro político es siempre el resultado histórico de una
derivación proveniente de la derecha política o de la izquierda
política.
En la lógica bipolar que articula el cuadro de fuerzas políticas
en las democracias representativas modernas, la búsqueda del
centro o la tendencia hacia un espacio “que no es ni de
izquierda ni de derecha”, es tanto una tentativa de búsqueda
del equilibrio, como un propósito de capturar al votante
moderado.
Aun así, no solo el centro se constituye en referencia a la
izquierda y a la derecha de donde proviene, sino también la
política moderna desarrolla orientaciones hacia la centro-
izquierda o la centro-derecha, a fin de integrar sectores
sociales y políticos que tratan de alejarse de aquella
diferenciación clásica.
Pero diferenciarse no significa desaparecer, evitar o borrar a
los polos diferentes.
En las democracias representativas el centro puede ser una
corriente política específica o un espacio socio-político y
cultural donde convergen posiciones, programas o acuerdos
a fin de completar el arco de opciones para los ciudadanos
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electores, pero ese espacio siempre se construye sobre la
base del reconocimiento político, programático y doctrinal de
la existencia de las derechas y las izquierdas, como actores
políticos legítimos.
Por otra parte, para que las fuerzas políticas de centro puedan
acceder al ejercicio del poder y de la hegemonía en el
gobierno o en el parlamento, necesitan construir alianzas con
los partidos y bloques de derecha o de izquierda, según sea la
ocasión o la correlación de fuerzas prevaleciente.
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REFERENCIAS
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