Ensayo La Colmena-Camilo José Cela

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NOTAS PARA LA LECTURA Y EL ESTUDIO DE LA COLMENA

ndice:-La cancin del autor teatral -LA NOVELA DE POSGUERRA (1939-1950) -EL REALISMO SOCIAL EN LA NOVELA (1951-1962) -LA SOCIEDAD ESPAOLA COMO TEMA NARRATIVO -LAS TCNICAS Y EL ESTILO -BALANCE DE LA NOVELA SOCIAL -CAMILO JOS CELA Y LA COLMENA -DATOS BIOGRFICOS -IDEAS, ARTE -VARIEDAD DE SU OBRA -TRAYECTORIA NOVELSTICA. -LOS COMIENZOS -OTROS EXPERIMENTOS NARRATIVOS -LAS LTIMAS NOVELAS -LA COLMENA -INTRODUCCIN -ESTRUCTURA Y CONTENIDO -PROTAGONISTA COLECTIVO -ALGUNOS ASPECTOS TCNICOS. PINTURA DE PERSONAJES Y DE AMBIENTES (AMBIENTE , ESPACIO, ESPACIALIZACIN) -LA ACTITUD DEL AUTOR Y EL PROBLEMA DEL REALISMO -SOBRE EL ESTILO -ALCANCE SOCIAL Y EXISTENCIAL DE LA COLMENA -CONCLUSIN APNDICE -LAS INQUIETUDES EXISTENCIALES EN EUROPA (HASTA 1939) -EL EXISTENCIALISMO LITERARIO -LIBROS DE CONSULTA

La cancin del autor teatral (Fragmento)

Bertolt BrechtSoy autor de teatro. Enseo lo que he visto. Y he visto mercados de hombres que comercian con el hombre. Esto es lo que yo enseo como autor de teatro. Cmo unos hombres hacen planes en sus guaridas preparando sus porras y hablando de dinero; cmo otros hombres esperan en las calles; cmo se urden trampas los unos a los otros, rebosantes de ilusiones; cmo se dan cita, cmo se ahorcan entre s, cmo se aman, cmo defienden su presa, cmo devoran... Esto es lo que yo enseo. Cuento lo que se dicen. Lo que le dice la madre al hijo, lo que ordena el patrono al obrero, lo que contesta la mujer al marido. Palabras que imploran o que mandan, palabras que suplican o que humillan, que mienten o que muestran ignorancia. Os cuento todo eso. Veo caer la nieve, veo desencadenarse terremotos, veo alzarse montaas en medio del camino y desbordarse ros. Pero la nieve lleva sombrero, las montaas bajan de automviles y los ros furiosos mandan escuadrones de polica.

LA NOVELA DE POSGUERRA (1939-1950) El ambiente de desorientacin cultural de comienzos de la posguerra es muy acusado en el campo de la novela. Como dijimos, se ha roto con la tradicin inmediata: quedan prohibidas las novelas sociales de preguerra, as como las obras de los exiliados. Por otra parte, dadas las dramticas circunstancias, no puede servir de modelo la novela deshumanizada (Jarns, etc.), ni resultan imitables novelistas como Mir, Prez de Ayala o Ramn Gmez de la Serna. Retrocediendo ms, slo la obra de Baroja parece servir de ejemplo para ciertos narradores de la llamada generacin del 36 (o de la guerra). Pero, junto al desolado realismo barojiano1, se cultivaron otras lneas: la novela psicolgica, la potica y simblica, etc. Es una poca de bsqueda, de tanteos muy diversos (y no podremos entrar en muchos detalles).

Algunos autores que haban publicado ya antes de la guerra, y que gozaron del favor oficial, hubieran podido servir de puente: as, Garca Serrano, Snchez Mazas, etc.; pero sus aportaciones fueron escasas o no tuvieron eco. Otros, como Zunzunegui o Daro Fernndez Flrez, alcanzaran cierta resonancia dentro de un realismo tradicional.1

Baroja, Po (1872-1956), novelista espaol, considerado por la crtica el novelista espaol ms importante del siglo XX. Naci en San Sebastin (Pas Vasco) y estudi Medicina en Madrid, ciudad en la que vivi la mayor parte de su vida. Su primera novela fue Vidas sombras (1900), a la que sigui el mismo ao La casa de Aizgorri. Esta novela forma parte de la primera de las trilogas de Baroja, Tierra vasca, que tambin incluye El mayorazgo de Labraz (1903), una de sus novelas ms admiradas, y Zalacan el aventurero (1909). Con Aventuras y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), inici la triloga La vida fantstica, expresin de su individualismo anarquista y su filosofa pesimista, integrada adems por Camino de perfeccin (1902) y Paradox Rey (1906). La obra por la que se hizo ms conocido fuera de Espaa es la triloga La lucha por la vida, una conmovedora descripcin de los bajos fondos de Madrid, que forman La busca (1904), La mala hierba (1904) y Aurora roja (1905). Realiz viajes por Espaa, Italia, Francia, Inglaterra, los Pases Bajos y Suiza, y en 1911 public El rbol de la ciencia, posiblemente su novela ms perfecta. Entre 1913 y 1935 aparecieron los 22 volmenes de una novela histrica, Memorias de un hombre de accin, basada en el conspirador Eugenio de Avinareta, uno de los antepasados del autor que vivi en el Pas Vasco en la poca de las Guerras carlistas. Ingres en la Real Academia Espaola en 1935, y pas la Guerra Civil espaola en Francia, de donde regres en 1940. A su regreso, se instal en Madrid, donde llev una vida alejada de cualquier actividad pblica, hasta su muerte. Entre 1944 y 1948 aparecieron sus Memorias, subtituladas Desde la ltima vuelta del camino, de mximo inters para el estudio de su vida y su obra. Baroja public en total ms de cien libros. Usando elementos de la tradicin de la novela picaresca, Baroja eligi como protagonistas a marginados de la sociedad. Sus novelas estn llenas de incidentes y personajes muy bien trazados, y destacan por la fluidez de sus dilogos y las descripciones impresionistas. Maestro del retrato realista, en especial cuando se centra en su Pas Vasco natal, tiene un estilo abrupto, vvido e impersonal, aunque se ha sealado que la aparente limitacin de registros es una consecuencia de su deseo de exactitud y sobriedad. Ha influido mucho en los escritores espaoles posteriores a l, como Camilo Jos Cela o Juan Benet, y en muchos extranjeros entre los que destaca Ernest Hemingway.

Dos fechas suelen sealarse como indicios de un nuevo arranque del gnero: 1942, con La familia de Pascual Duarte de Cela, y 1945, con Nada de Carmen Laforet. (Pero entre esos aos, o poco despus, se revelan autores como Torrente Ballester, Gironella, Delibes...). De Cela nos ocupamos en los prximos epgrafes: ahora digamos slo que su Pascual Duarte, con su agria visin de la realidad, inaugur una corriente que se llam tremendismo y que consista en una seleccin de los aspectos ms duros de la vida. En cuanto a Nada, de C. Laforet (Premio Nadal), caus un fuerte impacto. Su autora, una estudiante de veintitrs aos, presentaba -sin el menor tremendismo 2 - a una muchacha como ella que haba ido a estudiar a Barcelona, donde vive con unos familiares en un ambiente srdido de mezquindad, de histeria, de ilusiones fracasadas, de vaco... Era una parcela irrespirable de la realidad cotidiana del momento, recogida con un estilo desnudo y un tono desesperadamente triste. De tristezas y de frustracin hablaba tambin Delibes en su primera novela, La sombra del ciprs es alargada (1947), aunque con el contrapeso de una honda religiosidad. Y diversas miserias y angustias entrarn en las pginas de otros autores: Gironella, Daro Fernndez Flrez, Zunzunegui, etc.

El reflejo amargo de la vida cotidiana es, pues, una nota frecuente en la novela de posguerra. Su enfoque se hace desde lo existencial3. De ah que los grandes temas sean la soledad, la inadaptacin, la frustracin, la muerte... Es sintomtica la abundancia de personajes marginales y desarraigados, o desorientados y angustiados (bastara fijarse en los protagonistas de las novelas citadas). Todo ello revela el malestar del momento. Malestar que, en ltimo trmino, es social, y que se trasluce en esas pinturas grises, cuando no sombras. Pero la censura hace imposible cualquier intento de denuncia y limita los alcances del testimonio. Por eso, en conjunto, an no puede hablarse de una2

Corriente esttica desarrollada en Espaa durante el siglo XX entre escritores y artistas plsticos, caracterizada por un realismo exagerado. 3 El existencialismo es uno de los grandes movimientos filosficos del siglo XX, presidido -en sus manifesacioens ms memorables-, por el alemn Martn Heidegger (Ser y tiempo, 1927) y el francs Jean-Paul Sartre (El Ser y la Nada, 1943). Frente a las filosofas esencialestas ( las que hablan de la esencia del hombre y de las cosas), Heidegger proclama que la esencia del hombre se reduce a su existencia. Ser hombre es un estar en el mundo, como arrojado ah, sin razn, y abocado a la muerte (el hombre es un ser para la muerte). Asumir tal condicin con autenticidad, sin cerrar los ojos, lleva a la angustia existencial. Sartre desarrollara las causas de esa angustia e insistira en lo absurdo de la existencia, ideas que expone no slo en su obra filosfica, sino tambin en novelas y dramas.

novela social; todo lo ms, ha podido llamarse a algunas de estas obras novelas parasociales. Insistamos: ms que los testimonios sobre la Espaa de la poca, lo que resulta caracterstico de los aos 40 es la trasposicin del malestar social a la esfera de lo personal, de lo existencial.

A tales desazones escapan, naturalmente, los autores que podramos llamar triunfalistas o, al menos, conformistas o adictos al Rgimen. As, un Garca Serrano, que canta la victoria militar en novelas de estimables cualidades (La fiel infantera, p. e.). Pero cierto malestar puede apreciarse incluso en autores conformistas, como Ignacio Agust, quien no puede omitir notas disonantes al trazar el amplio cuadro de la burguesa catalana en Mariona Rebull (1944) y su continuacin (otras cuatro novelas). Ms complejo sera el caso de Torrente Ballester, en cuya primera novela, Javier Mario (1943), no ocultaba inquietudes, pero tuvo que adoptar un final triunfalista por presiones ideolgicas.

Como balance, no son muchas las novelas de aquellos aos que siguen vivas. Salvo excepciones como las anotadas y alguna ms, domina la pobreza creadora. Acaso ya fue bastante que la novela echara a andar, como dice Martnez Cachero. Y algunos de los autores surgidos entonces confirmarn su vala, probarn incluso su capacidad de renovacin y quedarn en la primera fila de nuestros novelistas: tal es el caso, sobre todo, de Cela, Delibes y Torrente.

EL REALISMO SOCIAL EN LA NOVELA (1951-1962) De la angustia existencial pasamos a las inquietudes sociales. Cuando se habla de novela social, este calificativo puede usarse en un sentido amplio (la sociedad como tema) o restringido (novela que denuncia la injusticia social desde una concepcin dialctica). Lo primero entraba ya en algunas novelas de los aos 40; pero hemos de pasar a los 50 para que tal orientacin se precise. Al fin, la novela social -en uno u otro sentido- ser la corriente dominante entre 1951 -fecha de La colmena- y 1962 -fecha de Tiempo de silencio de Martn Santos.

Para muchos crticos, La colmena -que estudiaremos- es la precursora de la corriente, con su despiadada visin de la sociedad madrilea. Otra obra representativa de 1951 sera La noria de Luis Romero, tambin de personaje colectivo pero con Barcelona como marco. Adanse, igualmente como iniciadoras, dos novelas de Delibes: El camino (1950) y Mi idolatrado hijo Sis (1953); ambas muestran con ojos crticos parcelas concretas de la realidad espaola: un pueblo castellano o una familia burguesa.

As llegamos a 1954, que Sobejano llama ao inaugural de la novela social en el sentido ms estricto. En ese ao y en los que inmediatamente le siguen se dan a conocer Aldecoa, Fernndez Santos, Snchez Ferlosio, Ana M., Matute, Juan Goytisolo... Les seguirn otros como Garca Hortelano, Carmen Martn Gaite, Alfonso Grosso, Caballero Bonald, etc. El conjunto de estos autores, nacidos entre 1925 y 1931, ha recibido denominaciones como generacin del 55 (o del medio siglo, etctera).

Entre ellos hay evidentes rasgos comunes. Ante todo, la solidaridad con los humildes y los oprimidos, la disconformidad ante la sociedad espaola, el anhelo de cambios sociales... Veamos algunas declaraciones elocuentes:

- La novela, a la par que un documento de nuestro tiempo y un planteamiento de los problemas del hombre actual, debe herir, por decirlo de alguna manera, la conciencia de la sociedad, en un deseo de mejorarla (Ana M. MATUTE). - Creo que el grupo de jvenes que empezamos a escribir a partir de 1950 [...1 tenemos como denominador comn una actitud crtica, ms o menos despiadada segn los casos, hacia el mundo concreto que nos ha tocado vivir (Juan GOYTISOLO).

Y pronto apareceran ensayos que tienen valor de manifiestos5. As, el crtico Jos Mara Castellet propugna el realismo social en La hora del lector (1957). Y ms combativo an es Juan Goytisolo en dos trabajos de 1959 (el manifiesto Para una literatura nacional popular y el libro Problemas dela novela). Insistamos en la influencia decisiva de Jean-Paul Sartre. El escritor debe ponerse al servicio de una voluntad de transformar la sociedad; debe comprometerse ante la injusticia social. De ah que asuma un deber de denuncia que no podan cumplir otros medios de expresin ms adecuados: Goytisolo, como otros, reconoce que la novela se haba puesto a desempear funciones que, en pases democrticos. Correspondan a la prensa o a la tribuna poltica. En lo concerniente a la orientacin esttica, dentro del realismo6 dominante (que algunos crticos llaman neorrealismo) pueden sealarse varias actitudes o enfoques, con neto predominio de dos que no son sino el objetivismo y el realismo crtico. El objetivismo, como sabemos, se propone un testimonio escueto, sin aparente intervencin del autor. Su manifestacin extrema fue el conductismo, procedente del behaviorism americano (behaviour =-conducta) y que consiste en limitarse a registrar la pura conducta externa de individuos o grupos, y a recoger sus palabras, sin comentarios ni interpretaciones (en seguida citaremos ejemplos). Pero recordemos que, en la prctica, es difcil establecer la frontera entre el objetivismo y el realismo crtico. El mismo Goytisolo seal que el pretendido objetivismo estaba4 5

Tendencioso: que manifiesta una tendencia hacia un fin o idea determinado. Manifiesto: escrito de una persona, partido o agrupacin dirigido a la opinin pblica. 6 Realismo, en arte y en literatura, supone el intento por describir el comportamiento humano y su entorno, o por representar figuras y objetos tal y como actan o aparecen en la vida cotidiana. Esta tendencia realista ha existido peridicamente a travs de la historia en todas las artes; sin embargo, el trmino se restringe habitualmente al movimiento que comenz a mediados del siglo XIX como reaccin frente al romanticismo.

embebido de intencin. En todo caso, hacia tcnicas objetivistas se inclinan Fernndez Santos o Snchez Ferlosio, entre otros; mientras que Goytisolo, Lpez Salinas o Antonio Ferres, por ejemplo, sern partidarios de un realismo crtico que, a veces, como en los dos ltimos, tiene ecos del realismo socialista. Con estas orientaciones inciden ciertas influencias: las de los grandes novelistas norteamericanos, como Dos Passos, Steinbeck, Hemingway, Faulkner...; las de italianos como Vittorini, Pavese, etc.; la de ciertos aspectos del nouveau roman francs... No podemos entrar aqu en pormenores (veremos algn detalle ms adelante). Pero sealemos, adems, el peso de la tradicin realista espaola, desde los clsicos a un Baroja.

Lo dicho no debe dejar la impresin de que nos hallamos ante un grupo monoltico de narradores. Aparte las diferencias ya indicadas entre diversas formas de realismo, habra que aadir la presencia de un realismo lrico en una figura como Ana Mara Matute, por ejemplo. (Y ello sin hablar de otras tendencias ajenas a la corriente realista, a las que luego aludiremos.) Veamos a continuacin algunos aspectos de la temtica, las tcnicas y el estilo de esta corriente.

LA SOCIEDAD ESPAOLA COMO TEMA NARRATIVOEn la temtica, los postulados expuestos conducen, ante todo, a desplazar el inters de lo individual a lo colectivo, de los problemas personales a los sociales. Para Sastre, la persona deba verse como formando parte del orden o del caos social. As pues, la sociedad deja de ser un puro marco para convertirse en el tema mismo del relato. Repasemos los principales campos temticos, lo que nos permitir -de paso- citar algunos ttulos que se hicieron ms notorios. La dura vida del campo es, tal vez, el tema ms abundante, desde Los bravos de Fernndez Santos (1954) o ciertas novelas de Aldecoa (El fulgor y la sangre, 1954; Con el viento solano, 1956), hasta La zanja de Alfonso Grosso (1961), o Dos das de setiembre de Caballero Bonald (1962), ambas sobre el campo andaluz. El mundo del trabajo, las relaciones laborales, aparecen ya en las dos ltimas novelas citadas. Las mismas relaciones son abordadas en otros terrenos. Campesinos y obreros se mezclan en Central elctrica de Lpez Pacheco (1958). La mina es el ttulo y el tema de una obra de Lpez Salinas (1960). Entre las novelas de tema urbano, algunas abordan un amplio panorama (como La colmena o La noria, ya citadas), pero predominan las que presentan ese mundo fronterizo a la ciudad que es el suburbio, con su miseria: La resaca de Goytisolo (1958), La piqueta de Antonio Ferres, etc.

Hasta aqu, se trata de novelas que muestran la aludida solidaridad con los humildes. Cuantitativamente, domina -en efecto- esta actitud de los novelistas en busca del pueblo perdido, segn la expresin de Gonzalo Sobejano.

En el extremo opuesto se hallan las novelas de la burguesa. Preferentemente, es la juventud desocupada, ablica, la que interesa a novelistas como Juan Goytisolo (desde

Juegos de manos, 1954, a La isla, 1961) o a Garca Hortelano (Nuevas amistades, 1959, y Tormenta de verano, 1962), quienes nos dan retratos implacables. Por su parte, Carmen Martn Gaite, en Entre visillos (1957), haca una pintura crtica de la condicin de la mujer en un ambiente burgus provinciano. Muchos de los aspectos mencionados se entrecruzarn en una novela como Tiempo de silencio (1962) de Luis Martn-Santos. Esta novela produjo una fuerte conmocin y no poco desconcierto en los novelistas espaoles de la poca, que tardaron en reaccionar varios aos.

Huelga decir que, salvo algn caso, las novelas citadas recogen un tiempo estrictamente contemporneo del momento en que fueron escritas. Muy distinto es el caso de aquellas que evocan la guerra civil, tema bastante frecuente. Por la edad de los autores de que ahora tratamos, se explica que las novelas ms intensas de este sector sean las que presentan los lamentables efectos de la contienda sobre nios o adolescentes: Duelo en el Paraso de Goytisolo (1955), o Primera memoria de Ana Mara Matute.

LAS TCNICAS Y EL ESTILOSe ha reprochado a la novela social, en su conjunto, pobreza tcnica. Ello es, en parte, exagerado. Sin llegar a decir, como Sobejano, que el propsito de renovacin es considerable, sus cultivadores no dejaron de aportar novedades. Conviene matizar: lo que sucede es que el contenido tiene toda la prioridad, y a l se subordinan las tcnicas elegidas; se antepone la eficacia de las formas a su belleza, y, desde luego, se rechaza la pura experimentacin y el virtuosismo.

La estructura del relato suele ser aparentemente sencilla. Se prefiere la narracin lineal. Sencillez y concisin se perciben asimismo en las descripciones, relativamente poco abundantes y con un papel predominantemente funcional (presentacin de ambientes).((TODAS ESTAS CARACTERSTICAS GENERALES DE LA NOVELA DE POSGUERRA APARECEN EN DISTINTOS GRADOS EN LA COLMENA))

Sin embargo, tras la sencillez se puede ocultar un esfuerzo considerable de construccin. Hay un punto que lo revela: la abundancia de novelas que concentran la accin en un corto espacio de tiempo. Sanz Villanueva, por ejemplo, ha sealado una serie de obras cuya duracin es de un da y an menos (por ejemplo, El Jarama, Duelo en el Paraso...). Y ello obliga forzosamente al autor a una meditada concentracin, disposicin y enlace de los distintos episodios.

No menor esfuerzo constructivo descubre la preferencia muy caracterstica por las novelas de personaje colectivo (siguiendo los modelos de Dos Passos o Sartre). La colmena y La noria fueron, una vez ms, pioneras en esto. Tras ellas, un amplio

nmero de personajes -aunque destaque alguno- pululan por obras como Los bravos, Dos das de setiembre, etc.

Junto al personaje colectivo, es propia de la novela social la presencia del personaje representativo, tomado como sntesis de una clase o de un grupo, ms que como individuo dotado de psicologa singular. Ello enlaza con un rasgo fundamental de esta corriente: el rechazo de la novela psicolgica, que se centraba en el anlisis detenido de almas. A su vez, ese rechazo nos conduce a las tcnicas derivadas del objetivismo y de su modalidad conductista. Hemos dicho que estos enfoques se limitan a registrar lo puramente externo, sin bucear en el interior de los personajes. La mirada del novelista suele asemejarse a la de una cmara cinematogrfica, y los dilogos parecen recogidos con un magnetfono. El novelista no comenta: tal es lo que se ha llamado la desaparicin del autor. Sin embargo, aadamos que la labor de documentacin puede ser muy exigente. Pero en no pocas ocasiones el autor opera -como dice Gil Casado- una seleccin de hechos y detalles con significado representativo (de ah que, a veces, no se trate de una pura objetividad).

Acabamos de aludir al dilogo, y debe aadirse que ocupa un lugar preeminente en las novelas sociales: muchas de ellas son, fundamentalmente, dilogos. Y nunca se insistir bastante en el empeo de los autores por recoger el habla viva, ya sea de campesinos, obreros o seoritos burgueses. Se dan en este terreno logros memorables.

Fuera de los dilogos, el lenguaje adopta normalmente el estilo de la crnica, desnudo, directa. En muchos casos, esta voluntad de sencillez supondr, efectivamente, un empobrecimiento. Con todo -y dejando aparte la riqueza estilstica de novelistas de ms edad, como Cela y Delibes, o el denso lirismo de Ana Mara Matute-, debe sealarse la solidez del estilo de un Aldecoa, un Fernndez Santos, un Caballero Bonald o un Goytisolo... Algunos de ellos, en fin, darn pruebas ms tarde de una potente lengua creadora, que haba quedado refrenada por los postulados del realismo.

BALANCE DE LA NOVELA SOCIAL

Pasado el cabo de 1960 comenzarn a advertirse signos de despego de aquella corriente. Con el tiempo, incluso algunos de sus representantes sern sus ms enrgicos detractores. Como seal Fernando Morn, se avergenzan de sus obras, creen que su intento no alcanz diana (fue intil) y se acusan a s mismos de simplificadores... Ello es, en parte, cierto. Como tambin lo es que, por el citado rechazo del esteticismo, muchos llevaron el arte narrativo a una perceptible limitacin, a un empobrecimiento. Sin embargo, los denuestos contra el realismo social (se lleg a hablar de escuela de la berza) fueron excesivos. Se olvid que aquella corriente responda -insistamos- a circunstancias muy precisas y a inquietudes encomiables. Pero, adems, es indiscutible que nos quedan de aquella etapa, al menos, una docena de novelas valiosas, algunas esplndidas. No es poco para una dcada. Y no debe olvidarse que -como indicaba Sobejano- el propsito de testimonio y denuncia fue, en ciertos casos, compatible con las preocupaciones de renovacin formal (Cela, como vamos a ver, era el primer ejemplo de ello).

OTRAS TENDENCIAS, OTRAS FIGURASEn efecto, no todo es realismo social en los aos 50 y comienzos de los 60. Otras lneas y otros nombres mereceran una atencin mayor de la que aqu podemos.

La lnea de novela existencial no se agota en este decenio: los problemas vitales y religiosos estn, por ejemplo, en el primer plano de las obras de Jos Luis Castillo Puche, potente novelista que tampoco desatiende los aspectos sociales y que ms tarde demostrar su capacidad de renovacin formal.

La independencia creadora mantuvo injustamente postergado en los aos 50 a un esplndido novelista: Gonzalo Torrente Ballester. Pero bastar recordar que, entre 1957 y 1962, compone su magna triloga de Los gozos y las sombras, tras la que seguir una trayectoria fecunda e innovadora. Hoy ocupa uno de los primeros puestos de nuestra narrativa, segn apreciacin unnime de la crtica.

La inagotable imaginacin -nada de moda por entonces- otorga un puesto singular a lvaro Cunqueiro, admirable tambin por las calidades excepcionales de su estilo. Imaginacin, observacin y humor conviven en Francisco Garca Pavn, quien, adems de unas originales y deliciosas novelas policacas (las de Plinio), es un notable autor de cuentos y un esplndido prosista. En franca-reaccin contra el realismo social, Carlos Rojas y otros autores intentaron constituir una escuela metafsica que se propona ahondar en el conocimiento del hombre y de la realidad universal. Su mayor desarrollo corresponder ya al decenio siguiente. Alguna afinidad mantuvo con dicha lnea Antonio Prieto, autor de ricas facetas humanas, intelectuales y tcnicas. Y en diversas direcciones emprenden o prosiguen su labor novelistas como Elena Quiroga, Dolores Medio, Gironella, Toms Salvador, Alejandro Nez Alonso, ngel Mara de Lera, Ramiro Pinilla... Junto a la novela, merece atencin el cuento, en el que se dan las mismas tendencias observadas hasta aqu. Fuera del horizonte de estas pginas queda otra novela espaola: la narrativa en el exilio.

CAMILO JOS CELA Y LA COLMENA

DATOS BIOGRFICOSCamilo Jos Cela Trulock naci en Iria Flavia, en las proximidades de Padrn (La Corua), en 1916. Antes de la guerra, inici estudios de Medicina, pero asisti tambin a clases (por ejemplo, las de Pedro Salinas) en la Facultad de Filosofa y Letras de Madrid. Tras la guerra, pas a estudiar Derecho, pero tampoco termin la carrera. Fue modesto funcionario en una oficina sindical (en la que escribi, segn parece, su Pascual Duarte). Un largo reposo por enfermedad le permiti leer intesamente a los clsicos. Restablecido, y alentado por el xito de su primera novela, se dedica por entero a la literatura, en la que pronto alcanza un puesto singularsimo. En 1957, ingresa en la Real Academia Espaola. Vive en Madrid y en Palma de Mallorca. Ha recibido el Premio Prncipe de Asturias en 1987 y el Premio Nobel en 1989. Muri en 2002.

IDEAS, ARTE

Cela es, ante todo, un artista. Y tal vez sera improcedente buscar, a travs de su obra, una ideologa sistemtica. Sin embargo, al leerlo, no podemos por menos de percibir una concepcin de la vida que podra resumirse con estas palabras suyas: La vida no es buena; el hombre tampoco lo es. Quiz fuera ms cmodo pensar lo contrario. La vida, a veces, presenta fugaces y luminosas rfagas de simpata, de sosiego e incluso tambin, por qu no?, de amor... Pero no nos engaemos.

Este concepto negativo del mundo nos recuerda inevitablemente el pesimismo existencial de un Baroja, tan admirado por Cela. El autor de La colmena es un espectador entre fro, burln y desolado de la vida, a la que opone ora un desenfadado vitalismo, ora una agria repulsa. En todo caso, las frases transcritas nos explican que en su obra dominen el tono cruel y amargo, los despiadados zarpazos contra lo que haya de ruin o ridculo en el hombre y en la sociedad. Sin embargo, tambin nos depara abundantes resquicios por los que se ve una soterrada ternura, una inmensa compasin ante el dolor humano.

En su arte -y por encima de su variedad destaca siempre lo vigoroso de sus creaciones. Unas veces recoge la realidad de forma directa, como Baroja. Otras -acaso las ms-, de una forma distorsionada, vecina a la deformacin quevedesca o al esperpento7 de Valle-Incln, como el mismo Cela ha reconocido en alguna ocasin. Al estudiar La colmena insistiremos en sus formas de captacin de la realidad. En cualquier caso, debe aadirse su notable capacidad inventiva. Y, en todo momento, es un virtuoso en el manejo del idioma. Aunque haya sido tildado de retrico y hasta de artificioso, su estilo es el resultado de un ingente trabajo sobre nuestra lengua, su lxico, sus posibilidades expresivas, rtmicas, etc. De ah una considerable sabidura que se extiende a mltiples registros: la dureza amarga, el humor desgarrado, la franca obscenidad, el tono lrico y hasta las experiencias ms audaces de sus ltimos libros.

VARIEDAD DE SU OBRA

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Max Estrella, el protagonista de Luces de Bohemia, define en la obra lo que es el esperpento: nuestra tragedia no es una tragedia. La tragedia es un gnero demasiado noble para el panorama que le rodea. De la imposibilidad de la tragedia surge el esperpento. La ndole de esta esttica deformante es ilustrada con la referencia a los espejos cncavos que decoraban la fachada de un comercio en la llamada calle del Gato. Los hroes clsicos han ido a pasearse en el callejn del Gato... Los hroes clsicos, reflejados en los espejos cncavos, dan el Esperpento... Las imgenes ms bellas, en un espejo cncavo, son absurdas... Mi esttica actual es transformar con matemtica de espejo cncavo las normas clsicas. Es interesante par completar la visin del esperpento las declaraciones de Valle de 1928: hay tres modos de ver el mundo artstica o estticamente: de rodillas, en pie o levantado en el aire. Sintetizando, diremos que, cuando el autor mira desde abajo, la realidad aparece enaltecida y los personajes se ven como hroes superiores (epopeyas y tragedias clsicas). Si se mira al mismo nivel, los personajes son como nuestros hermanos (as en Shakespeare). Por ltimo, si los miramos desde arriba, resultarn como muecos o peleles: los dioses se convierten en personajes de sainete (esta manera, muy espaola, es la que reconoce, por ejemplo, en Quevedo). Y concluye: esta consideracin es la que movi a dar un cambio en mi literatura y a escribir los esperpentos.

Su produccin es muy extensa. Citaremos sus diversos sectores, para ocuparnos en seguida -con mayor extensin- de sus novelas. Su obra potica no ha merecido gran atencin. Sin embargo, Cela inici su labor en 1936 con un libro de versos, Pisando la dudosa luz del da (no publicado hasta 1945). El Cancionero de la Alcarria es otra obra lrica. Ha escrito novelas cortas (Timoteo el incomprendido, Caf de artistas, El molino de viento, etctera y cuentos recogidos en diversos volmenes (Esas nubes que pasan, El bonito crimen del carabinero, Baraja de invenciones, etc.).

A veces resulta difcil distinguir entre un cuento suyo y lo que l ha llamado apunte carpetovetnico8. Es ste algo as como un agridulce bosquejo, entre caricatura y aguafuerte [...] de un tipo o de un trozo de vida peculiares de un determinado mundo: lo que los gegrafos llaman, casi poticamente, la Espaa rida. Bajo esta definicin se amparan textos muy particulares; a veces, con cierta lnea narrativa; otras, simple descripcin; casi siempre, con una estilizacin cuyos antecedentes estaran en Quevedo o en Valle (y que tendra un paralelo en la pintura de un Goya o un Solana). Los rasgos ya aludidos de Cela -su manera de mirar y su estilo- aparecen en grado eminente en tales apuntes, que se hallan coleccionados en varios volmenes (El gallego y su cuadrilla, Nuevo retablo de don Cristobita, etc.). Los libros de viajes constituyen otro peculiar sector de su obra. De sus mltiples vagabundajes por tierras de Espaa, han surgido libros inolvidables que van de Viaje a la Alcarria (1948) a Viaje al Pirineo de Lrida (1965), pasando por Del Mio al Bidasoa y Judos, moros y cristianos (por vila y Segovia) o Primer viaje andaluz. Tales obras son, en cierto modo, herederas del fervor noventayochista por paisajes y gentes (a lo que aade Cela su sensibilidad y su desparpajo personales); pero, a la vez, abrieron un camino que seguiran no pocos autores de la generacin siguiente, deseosos de dar testimonios crticos de la realidad espaola.

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Carpetovetonismo: defensa de los espaol a ultranza, rechazando la influencia exterior.

Aludiremos, finalmente, a sus numerosos ensayos y artculos (en parte, recogidos en libros como Mesa revuelta, Cuatro figuras del 98, etc.), a su delicioso libro de memorias titulado La cucaa, a su muy particular dedicacin lexicogrfica (Diccionario secreto), etc.

Insistimos: la extensin de su obra es considerable, y slo una pequea parte de sus ttulos ha podido hallar cabida aqu. Debemos pasar a ocuparnos de sus novelas.

TRAYECTORIA NOVELSTICA. LOS COMIENZOS

Lo primero que ha de sealarse es la sorprendente diversidad de construccin de sus novelas: cada una de ellas responde -como dijo Cela- a una distinta tcnica de novelar. De tal manera que, si hay algo que define su trayectoria de novelista, en conjunto, sera la experimentacin de formas narrativas.

De algunas de sus novelas se ha preguntado incluso la crtica hasta qu punto pueden llamarse novelas. Cela sali al paso de esta pregunta, diciendo en el prlogo a Mrs. Caldwell: Novela es todo aquello que, editado en forma de libro, admite debajo del ttulo, y entre parntesis, la palabra novela. Tras esta perogrullada, se oculta una afirmacin del carcter abierto del gnero y de sus posibilidades de metamorfosis. Cela ha afirmado en muchas ocasiones que la novela se resiste a encerrarse en una definicin. Ha reivindicado el derecho del novelista a buscar nuevas estructuras. Y ha ejercido tal derecho a lo largo de su trayectoria, como vamos a ver. La familia de Pascual Duarte (1942), su primera novela, fue tambin -como sabemos- el primer gran acontecimiento en la novelstica de la posguerra. Se trata ya, en cierto modo, de un experimento violento y amargo, hecho a base de sumar accin sobre la accin y sangre sobre la sangre. Hubiera parecido imposible construir una novela creble con tal cmulo de atrocidades. Pero el novelista parece haber estado jugando a un ms difcil todava, y ha salido vencedor de una autntica proeza literaria: la de dar verdad a lo que, en tales proporciones, es inverosmil. Pero hay ms. La novela ilustra una concepcin del hombre: criatura arrastrada por la doble presin de la herencia y del medio social. Pascual, segn Maran, es un infeliz que casi no tiene ms remedio que ser, una y otra vez, criminal.

El mismo protagonista confiesa sentirse un hombre maldito, condenado de antemano; sobre l pesa una especie de fatum9 que convierte su vida en un osario de esperanzas muertas. Todo ello tiene, sin duda, races sociales concretas, pero es ms visible el pesimismo existencial del autor. En fin, con esta primera novela, Cela se revelaba ya como un hbil constructor del relato y un magistral prosista. El Pascual Duarte suscit -junto a notorias indignaciones- un gran entusiasmo y dio origen, como dijimos, al llamado tremendismo, efmera moda.

OTROS EXPERIMENTOS NARRATIVOS Pabelln de reposo (1945), su segunda novela, es muy distinta: un experimento pacfico, el anti-Pascual, en palabras de su autor. Es una novela de la inaccin: en ella se transcriben los monlogos de unos cuantos enfermos de un sanatorio antituberculoso, con sus ilusiones y sus angustias, desgranadas morosamente, en un bello lenguaje poemtico. La base es autobiogrfica (Cela se oculta tras uno de los enfermos) y su sentido se mantiene en una lnea existencial. Su tercera novela, Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944), no pasa de ser un hbil y grato pastiche10 de la novela picaresca, fruto de sus profundas lecturas. En suma, otro experimento. Cela emprendi luego su obra ms ambiciosa: se trata, naturalmente, de La colmena (1951), de la que en seguida nos ocuparemos. Su trayectoria, sigue con Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953), que recoge las imaginarias cartas o las reflexiones que una mujer loca dirige a su hijo muerto. Son 212 captulos, en general brevsimos, verdaderos poemas en prosa, de ua exuberante imaginacin onrica. Es decir, algo polarmente alejado de la desgarrada inmersin en la realidad social que pareca haber iniciado con La colmena.

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Hado, destino: fuerza desconocida que determina lo que va a suceder. Obra literaria o artstica que combina elementos de un autor, estilo o poca pretendiendo originalidad.

Cela vuelve a la realidad con La catira (1955), pero no se trata de la realidad espaola: es un canto a la mujer y a las tierras venezolanas. La fuerza con la que el novelista capta paisajes y tipos importa ms que el trgico argumento. Pero lo que asombra es su capacidad lingstica: la obra est escrita en espaol de Amrica (como el Tirano Banderas de Valle-Incln) y, aunque algunos tacharon tal lenguaje de artificial, subyuga el continuo juego con los efectos evocativos del lxico, con las onomatopeyas, con los ritmos.

LAS LTIMAS NOVELASCasi quince aos tardara Cela en escribir otra novela (a no ser que incluyamos en este gnero, como hace algn crtico, Tobogn de hambrientos, 1962, libro ms emparentado con los apuntes carpetovetnicos). Por fin, en 1969, publica San Camilo 36, a la que seguir -en 1973- Oficio de tinieblas 5. Los dos libros son muestras de un experimentalismo sumamente audaz. No falt quien tachara al autor de incorporarse, forzadamente, a la lnea vanguardista de autores ms jvenes. Ello es injusto: ya hemos estado viendo que la experimentacin, la renovacin constante, son propias de toda la trayectoria de Cela. Vsperas, festividad y octava de San Camilo del ao 1936 en Madrid (ttulo completo de la primera) es un largo e ininterrumpido monlogo interior11, enmarcado en el Madrid de comienzos de la guerra. Sin embargo, del ambiente de aquellas fechas, slo se recoge lo ms srdido: rincones inmundos, tipos monstruosos, violencia y, sobre todo, ua obsesiva presencia del sexo en sus manifestaciones

Monlogo interior, tcnica literaria empleada por primera vez a finales del siglo XIX para expresar tanto la realidad subjetiva como la objetiva, revelando los pensamientos, sentimientos y actos del personaje, muchas veces sin una secuencia lgica (como ocurre en el pensamiento real) ni comentarios por parte del autor. El monlogo interior engloba adems las propias sensaciones de la mente en un marco ms o menos formal: un flujo de pensamientos expresados internamente, parecido al soliloquio, que a veces se remonta para tratar de representar el estado preconsciente en el que la mente organiza las sensaciones. En este caso, el monlogo interior carece de la unidad, la cohesin y la concrecin del pensamiento directo.

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ms crudas. Dolor, angustia y autntica nusea provocan voluntariamente al lector estas pginas, servidas por ua prosa de incuestionable maestra. Oficio de tinieblas 5 (el guarismo indica que es la quinta obra as titulada) resulta ms audaz en la forma. Aunque tambin se subtitula novela, el autor dice: Naturalmente, esto no es una novela, sino la purga de mi corazn,. El libro, profundamente amargo, se compone de 1.194 prrafos de variables dimensiones (desde una lnea a varias pginas) que son fragmentos narrativos, monlogos, mximas, salmodias de contenido diverso, que fluyen sin puntuacin y con un ritmo poemtico. Diez aos despus publica Mazurca para dos muertos (1983), que presenta un complejo mundo de su Galicia natal, con un horizonte de pasiones y vivencias relacionadas con la guerra civil, con una estructura sumamente suelta y, sobre todo, con un lenguaje de un ritmo magistral. Idntica maestra estilstica y an mayor audacia hay en Cristo versus Arizona, de 1988. Se trata de un largo monlogo, sin separacin de prrafos, sin puntos. El narrador es un tal Wendell L. Espaa, personaje de una mente deforme que va hilvanando en catica asociacin un magma de ancdotas, de personajes (cientos), de observaciones heterogneas... Todo enmarcado en un brutal Oeste americano -con unos obsesivos ingredientes de sexo y violencia- y presidido por una desolada idea del mundo. En suma, Cela no ha dejado de renovarse, rivalizando con escritores ms jvenes en los caminos de la experimentacin.

LA COLMENA INTRODUCCINComo se ha visto, Cela haba escrito, antes de 1945, tres novelas, muy distintas entre s. Ese ao concibe una nueva serie novelesca a la que da el ttulo de Caminos inciertos. La colmena ser la primera y la nica obra de tal ciclo. Este libro -ha dicho el autor- lo empec en Madrid, en el ao 1945, y lo medio remat en Cebreros, en el verano del 48. Sin embargo, ya antes, en 1946, haba presentado una primera versin, ms corta, a la censura. sta la rechaz diciendo: La obra es francamente inmoral y a veces resulta pornogrfica y en ocasiones irreverente. Pero Cela sigui trabajando en la obra, e incluso volvi sobre ella en los aos 49 y 50. Por fin, ante nuevas prohibiciones, La colmena vio la luz en Buenos Aires en 1951.

Pese a que an pasaran unos aos hasta su publicacin en Espaa, La colmena circul pronto entre nosotros. Ya en los meses que siguieron a su aparicin en Argentina, los crticos ms serios (Dmaso Alonso, Gulln, G. Bueno, Castellet, etctera) sealaron su importancia. Hoy queda como obra clave en la novelstica espaola contempornea. En las pginas que siguen, resumiremos los principales problemas que la crtica ha planteado en torno a la obra.

Una advertencia previa. En el caso de una novela de corte tradicional, resulta fcil organizar el estudio en apartados como el argumento, los personajes, los ambientes, la construccin, etc. En cambio, en el caso de La colmena, tales aspectos se superponen en buena medida: no hay argumento propiamente dicho, pues se disuelve en las peripecias de los numerosos personajes; y stos constituyen, a la vez, tanto el ambiente como la esencia de la estructura de la obra. As pues, tendrn no poco de convencionales los epgrafes que siguen.

ESTRUCTURA Y CONTENIDOEn el prlogo a la primera edicin de la obra, Cela afirma: Su arquitectura es compleja; a m me cost mucho trabajo hacerla. Y en otro lugar, aludiendo a su compleja organizacin, dijo que era una novela reloj.

Desde el punto de vista ms externo, la novela se compone de seis captulos y un Final (o eplogo). Los cinco primeros captulos son de dimensiones muy semejantes: unas 50-60 pginas en la edicin de Raquel Asn. El captulo VI y el Final, ms breves: 12-15 pginas. Cada captulo est integrado por una serie de secuencias (llammoslas as), separadas por un espacio en blanco y de longitud variable: a veces, menos de una pgina; pocas veces ms de 2 3. Cada secuencia, en general, se centra en un personaje (o en varios relacionados). A menudo, se trata de una composicin simultnea: varias secuencias transcurren en un mismo momento. Y la suma de esas secuencias, de esas piezas (213 en total), es como el conjunto de las celdillas de la colmena.

El resultado es un ir y venir de personajes, que el autor va tomando, dejando y volviendo a tomar en rpidos apuntes (es lo que tambin se ha llamado estructura caleidoscpica). Son vidas que transcurren paralelas o entrecruzadas. La vida de cada uno -al menos las de aquellos que aparecen con ms frecuencia- sera como un cuento, si se hubiera narrado independientemente; en cierto modo, podra considerarse La colmena como una serie de cuentos -o de apuntes carpetovetnicos- que se presentan imbricados unos con otros, gracias a un hbil montaje. Pero hay ms: esas vidas, presentadas as, tejen un vivir colectivo, que sera el objetivo primordial del novelista: la vida de Madrid en 1942 1943.

La unidad de la novela viene, ante todo, de lo que acabamos de sealar: como se ver, el autor -establece mltiples relaciones entre los personajes, para reforzar el tejido

comn. Pero, adems, la unidad se debe a la impresin dominante del ambiente social y moral, y -de modo muy especial- a la reduccin espacial y temporal. (TEMPORALIZACIN) La cuestin del tiempo merece ser aclarada. La colmena abarca poco ms de dos das invernales del citado ao 42 43. Su disposicin es curiosa y se ha prestado a diversas interpretaciones. Hoy se nos impone la interpretacin dada por Sobejano en un artculo de 1978, y que siguen R. Asn y D. Gutirrez en sus citados trabajos. La sintetizamos a continuacin: Cap. I: primer da, por la tarde. Cap. II: primer da, al anochecer. Cap. III: segundo da, por la tarde. Cap. IV: primer da, por la noche; supone, pues, un salto atrs y enlaza con el cap. II. Cap. V: segundo da, tarde y noche; enlaza con el cap. III. (Por lo dems, dentro de este captulo no siempre se ordenan las secuencias por orden cronolgico. Mayor complejidad, pues.) Cap. VI: segundo da, amanecer; se sita, pues cronolgicamente, entre los Final: una maana, tres o cuatro das despus. captulos II y III, y desde luego, a continuacin del IV.

El orden cronolgico de los captulos sera pues, ste: I, II, IV, VI, III, V y Final. En un esquema:

No entraremos en detalles ni nos detendremos en dirimir algunos puntos an confusos (remitimos a una lectura atenta). Lo que s debemos subrayar es que

esta compleja estructura no es gratuita: a esta organizacin del tiempo -indisolublemente unida al entrecruzamiento de personajes- se debe la impresin de laberinto o caos humano que produce la novela. En ella, como dijo el autor, las cosas van... como van por la vida: atropellndose, confundindose.... Y sin duda lo mejor es aceptarla as, en vez de tratar de recomponerla cmo un rompecabezas.

La colmena posee un ritmo narrativo demorado, pues en el mismo nmero de pginas en que tantas novelas cuentan toda una vida del protagonista desarrolla -y no exhaustiva, sino selectivamente tres jornadas incompletas. Contribuye a tal resultado, adems del espacio textual conferido a digresiones o descripciones, la abundancia de escenas, entendiendo como tales los momentos en que predomina el dilogo de los personajes, con una convencional equivalencia entre "tiempo de la historia", medido en horas o minutos, y "tiempo del discurso", computable en pginas o lneas.

Otro aspecto temporal importante es la existenci de saltos temporales hacia atrs o hacia adelante desde el presente narrativo, lo que en la terminologa de los anlisis narratolgicos es la analepsis y la prolepsis, y en la tcnica cinematogrfica el flashback y el flash- forward, respectivamente. Aparte de que, como veremos, el narrador retroceda frecuentemente en el tiempo para proporcionarnos el pasado de los personajes -es decir, analepsis-. Una de las secuencias del captulo IV, la 133, nos sirve de magnfico ejemplo. La narracin corresponde a la noche del da primero, y est dominada por el tema sexual, a travs de los sueos o ensoaciones de los protagonistas solitarios y de las relaciones de alcoba entre matrimonios, parejas ocasionales, de novios o amantes. Lo primero que leemos en dicha vieta es lo que Victorita le dijo a su novio un da, antes de que l se pusiera malo, y luego una extensa escena en la que la joven es objeto de una propuesta ertica una vez, ya durante la enfermedad del novio, en que la abord en la calle un seor muy bien vestido. Slo despus de tres pginas una regleta de

puntos nos proyecta a la noche de Victorita, que es el mismo momento que comparten con ella los personajes de las otras secuencias. Mucho menos comunes son las alteraciones de la secuencia temporal por su proyeccin hacia delante.

Un ltimo rasgo, y fundamental, de la estructura de La colmena es que sta responde al modelo llamado novela abierta. El autor, en cierta ocasin, dijo: Ignoro si La colmena es una novela que se cie a los cnones del gnero o un montn de pginas por las que discurre, desordenadamente, la vida de una desordenada ciudad. Ms bien me inclino a suponer que lo cierto sea esta segunda sospecha. En realidad, frente a la novela cerrada, con un argumento slido y un final preciso, de acuerdo con un plan previo, La colmena se nos presenta como una estructura abierta: sin argumento, como hemos dicho, y tambin sin desenlace. No sabemos qu ser de los personajes ms all de la ltima pgina. Todo queda inconcluso. Y as, la incertidumbre es elemento decisivo tanto de la estructura como de aquellas vidas. (Recurdese que la obra se amparaba bajo el rtulo de Caminos inciertos.)

PROTAGONISTA COLECTIVOLa novela llamada colectiva no era nueva. Su precedente ms citado era la obra del norteamericano John Dos Passos Manhattan Transfer (1925), sobre las gentes de Nueva York. Parecida ndole presentan novelas memorables de Thomas Mann (La montaa mgica, 1924), de Aldous Huxley (Contrapunto, 1928), de Sartre (La prrroga, 1945), etc. Y, en Espaa, se recordar la serie de El ruedo ibrico de ValleIncln. En esta lnea se sita La colmena, aunque sin seguir exactamente ninguno de estos modelos.

Cela habla de los ciento sesenta personajes que bullen -no corren- por sus pginas.... Segn el censo realizado por J. M. Caballero Bonald, seran 296 (adems de 50 personas reales). Pero muchos de esos nombres son simples alusiones. Segn E. de Nora, los personajes que alcanzan cierto relieve son unos 45. Dentro de stos, hay todava unos cuantos que destacan especialmente. As, ante todo, Martn Marco. Se dice que no es uno de tantos, no es un hombre vulgar. Pero ello es irnico: en realidad, ese escritor no pasa de ser un pobre hombre, que va dando tumbos por la vida. Asistimos a su desvalimiento, sus miedos, sus preocupaciones, sus mezquindades. Y l es, en particular, el centro del captulo final, en el que se refuerza aquella sensacin de incertidumbre propia de sta novela abierta. Destacan igualmente doa Rosa, la intemperante y despreciable duea del caf; la hermana de Martn Marco, Filo, ejemplo de mujer sacrificada por las estrecheces econmicas, y su marido, don Roberto, el pobre pluriempleado; la familia de los Moiss, con doa Visi, beata y ciega para lo que le rodea; su marido, el rijoso don Roque, y sus hijas, especialmente Julita, que se rene con su novio en la casa de citas; la seorita Elvira, buscona marchita, condenada a la soledad; Victorita, la muchacha que se vende para llevarle medicamentos y comida a su novio tuberculoso; o Petrita, criada de pobres, extraa mezcla de abnegacin y de animalidad... En torno, pululan el sablista, el poeta joven y ridculo, el guardia, el prestamista, el mdico oscuro, el seorito vividor, el pedantn, el impresor adinerado, los msicos

miserables, el gitanillo... Y las mujeres de todas clases: las beatas, las prostitutas del ms variado nivel, las dueas de las casas de citas, la alcahueta, la nia vendida a un viejo verde, las criaditas, la castaera... Ser tarea de la lectura prolongar esta lista y, sobre todo, detenerse en todos cuantos personajes merezcan anlisis.

Ms adelante hablaremos del alcance social de esta poblada galera. Digamos ahora que, en general, se trata de gentes mediocres y, a menudo, de baja talla moral. Pocos se salvan de la vulgaridad. Abundan los despreciables (especialmente, entre los acomodados). Son frecuentes los hipcritas; muchos, los ridculos. Pero tambin hay figuras conmovedoras, desvalidas, apaleadas por la vida; a veces, con una chispita de nobleza. Sin embargo, acaso de todos ellos podra decirse lo que Lan Entralgo deca de otros personajes de Cela: que son restos o promesas malogradas de hombre, dolientes y maltratados muones de humanidad. Hay, en fin, un aspecto sumamente importante, al que ya hemos aludido: las relaciones que se van estableciendo entre los personajes. Pondremos algn ejemplo. Martn Marco est relacionado, entre otros, con su hermana Filo y con el marido de sta, don Roberto; con Petrita, criada de ambos, y con sus amigos Paco, Pablo Alfonso, Ventura Aguado... Pero, a su vez, cada uno de stos nos pone en contacto con otros. As, Ventura Aguado es el novio de Julita, con la cual entramos en otro mundillo, la familia de los Moiss, en torno a la cual se tejen otras relaciones. Y as sucesivamente. En otros casos, los personajes se relacionan por contigidad espacial: el caf de doa Rosa, la taberna de Celestino, la casa de don Ibrahim, etc. En suma, La colmena, esa novela reloj, est hecha -segn Cela- de mltiples ruedas y piececitas que se precisan las unas a las otras para que aquello marche. Nunca se insistir bastante en el inmenso esfuerzo y e singular dominio que revela el manejo de este protagonista colectivo.

ALGUNOS ASPECTOS TCNICOS. PINTURA DE PERSONAJES Y DE AMBIENTES

Sobre la tcnica de caracterizacin de los personajes, ha dicho Sobejano: Las figuras se definen hablando y movindose [...] Conocemos casi exclusivamente cmo se mueven, cmo hablan, lo que hacen en determinado momento. Por fuera. Tal es, sin duda, la tcnica dominante ( G. Bueno llam a La colmena novela behaviorista). Sin embargo, no es procedimiento exclusivo. Hay tambin -y continuamenteverdaderos retratos, hechos de prosopografa12 y etopeya13. No pocas veces se nos da incluso una apretada sntesis de la vida pasada del personaje (como una miniatura de novela: vase, como ejemplo, el caso de Dorita, en los comienzos del captulo VI). En el caso de personajes poco desarrollados, sta es precisamente la tcnica que domina. Y debe destacarse siempre el arte del retrato de Cela: su vivacidad, su ingenio, su capacidad de encontrar el rasgo caracterstico (lindante, muchas veces, con la caricatura).

Pero es cierto que el dilogo ocupa un puesto eminente en la caracterizacin de los personajes. En efecto, stos se definen sobre todo por lo que dicen y por cmo lo dicen. En sus palabras se revela su crueldad o su hipocresa, su desvalimiento o su ternura... Y el autor cuida especialmente el tono, la fraseologa14, el lxico. Es notabilsima su intencionada utilizacin de frases hechas, ridculos tpicos, giros pedantes, vulgarismos, etc., puestos oportunamente en boca de los personajes con fines caracterizadores. Algn crtico ha acusado a Cela de superficialidad, al limitarse a ver a los personajes desde fuera. Insistimos en que ese modo de visin no es exclusivo, pero -en todo caso- sera una tcnica consustancial a la condicin alienada15 de esos peleles, de esos muones de humanidad. Sin duda, sera ms exacto hablar de una visin12 13

Descripcin exterior de una persona o animal. Descripcin del carcter, acciones y costumbres de una persona. 14 Modo de ordenar las frases propios de un escritor, hablante o idioma. 15 Alienada: loca, demente.

desde arriba, desde el aire, con enfoque semejante al que adoptaba ValleIncln en los esperpentos. (AMBIENTE , ESPACIO. ESPACIALIZACIN) El ambiente de La colmena es, sobre todo, humano: la suma de los personajes. Pero, aunque menos que stos, interesa tambin el marco en que se mueven. Dentro de una precisa geografa urbana -la del Madrid de la poca-, destacan ciertos bares y cafs (especialmente, el de doa Rosa), algunas casas particulares, o casas de citas, o comercios, pero el autor nos lleva tambin por calles, por descampados... Las tcnicas de descripcin (o de ambientacin) son variadas. A veces, no puede hablarse de descripcin propiamente dicha (es decir, desarrollada en un pasaje especfico), sino de pinceladas impresionistas, muy dispersas. As, por ejemplo, el caf de doa Rosa no se describe de una vez: Cela va desperdigando, aqu y all, notas sobre el mostrador, las mesas, los anaqueles, las paredes, los espejos... Y todo ello acaba por componer una imagen vivsima de la atmsfera. La misma tcnica impresionista se aplica a otros ambientes (as, ciertas casas particulares). Muchas veces, basta un rasgo intencionado, o pocos ms. En algunas ocasiones -no abundantes- encontramos descripciones relativamente detalladas, aunque nunca largas: la habitacin de la casa de citas, la alcoba de Filo y Roberto, etc. Cuantitativamente, lo descriptivo no abunda, pero se trata siempre de pinturas muy intencionadas. Un ejemplo eminente de ello puede verse en el captulo IV: varias escenas paralelas (suena, a veces, la misma meloda bailable), transcurren en distintos dormitorios, y los trazos descriptivos distinguen -con plena intencin- el ambiente confortable del ambiente modesto o pobre.

Vemos, pues, que el espacio como factor constructivo no tiene menor importancia en La colmena que el tiempo al que objetiva y plasma en su fluir simultneo. El espacio autentifica, da veracidad al relato, y sita a los personajes, llegando incluso a disputarles el protagonismo de la novela. La colmena es en gran medida la epopeya de una entidad colectiva, Madrid, cuyo "alborotador latido" Martn Marco escucha de maana al principio del captulo VI.

El Madrid de La colmena est diseado en torno a un eje o arteria, la Gran Va, punto de reunin de todas las clases sociales en busca del placer o la supervivencia. A ella confluyen dos calles paralelas en donde estn algunos de los enclaves principales del espacio narrativo, San Bernardo -la librera de viejo de Rmulo y la tahona de don Ramn- y Fuencarral. En esta ltima est el foco espacial que abre La colmena y conservar en ella un relevante papel, el caf La Delicia, regentado por la tirnica doa Rosa, pero tambin la lechera de la alcahueta doa Ramona Bragado. Una de sus pupilas, Victorita, vive y trabaja en la calle de la Madera, que desde Fuencarral baja en direccin a la Gran Va. Tambin parte de la citada calle la de Hartzenbusch, donde viven doa Visi y don Roque. Ms arriba de Fuencarral, cerca de la plaza de Chamber, est la casa de citas de doa Celia. Junto a este polo nuclear Gran Va-San Bernardo-ChamberFuencarral hay que anotar otros tres de menor importancia. En Montera est el prostbulo de doa Jesusa, y en su contorno varias calles del barrio de Salamanca -Lista, Ayala, Goya- sirven de escenario a la accin. Hacia el Este, en las proximidades del parque del Retiro, estn, en la calle Narvez, el Bar Aurora de Celestino Ortiz y en la calle Ibiza, la casa de Roberto y Filo y el edificio donde se comete el asesinato de doa Margot. El crculo que comprende el espacio de La colmena se cierra por Atocha -la pensin de Ventura Aguado-, los cafs y figones de las calles Echegaray, Prado, Costanilla de los ngeles y la Puerta del Sol. Ahora bien, a pesar de la estricta correspondencia de todos estos enclaves con el plano del Madrid real, es evidente que el espacio de la historia se transforma en el discurso en un espacio recreado, sujeto slo a las leyes internas de la obra. Y Cela en La colmena no ha pretendido tanto pintar un panorama de la gran ciudad como reflejar la vida que bulle en ella mediante la acumulacin selectiva de personajes.

En fin, Cela consigue a veces que percibamos o imaginemos un escenario no descrito, haciendo que los personajes -con su especial condicin sean portadores de ambiente.

LA ACTITUD DEL AUTOR Y EL PROBLEMA DEL REALISMO

La actitud del autor frente a su materia es punto importante de la tcnica novelstica. En los epgrafes dedicados anteriormente a la novela de posguerra vimos cmo al autor omnisciente de la novela tradicional se opone el autor oculto, acorde con un enfoque objetivista. En esta nueva modalidad se incluye Cela a s mismo, y en ello abundan ciertos crticos (Nora, Sobejano), mientras que algn otro (Martnez Cachero) lo sigue considerando presente y omnisciente. Precismoslo. En La colmena no faltan las intervenciones del autor: A m no me parece..., Digo esto..., Ya dijimos.... En alguna ocasin, se dirige incluso a los lectores con un ya sabis. Pero, sobre todo, son muy abundantes sus reflexiones sobre el comportamiento o la ndole de los personajes (se encontrarn ejemplos fcilmente), as como sobre la vida en general. La presencia del autor -adems de como estilistase percibe asimismo ya en los rasgos humorsticos o ldicos, ya en el sarcasmo16 o en la aspereza con que desnuda a ciertos personajes, ya en la dolorida ternura que le inspiran otros.

En La colmena existe lo que en narratologa se denomina un autor implcito. Estas apariciones del autor en el discurso no se deben asociar directamente como la presencia de Camilo Jos Cela (que es el autor emprico o escritor real) en el relato, sino que Cela cede la voz a un narrador que es quien nos refiere la obra y cuyas afirmaciones y visiones del mundo no tienen necesariamente por qu coincidir con las suyas.

Se trata ,adems, de un autor omnipresente con su vigorosa personalidad, conoce el nombre de los personajes, su filiacin, su pasado personal y familiar, los rumores, que16

Burla o irona mordaz con la que se hiere o humilla a alguien.

circulan a su costa; y no puede hablarse -pese a la apariencia de muchas pginas- de objetivismo en sentido estricto. Con ello se enlaza el problema del realismo. Hasta qu punto puede calificarse de realista a La colmena? En la Nota a la primera edicin, Cela dice que esta novela no es otra cosa que un plido reflejo, que una humilde sombra de la cotidiana, spera, entraable y dolorosa realidad. (E insiste en ello en otros prrafos de esa misma Nota, que debe leerse ntegra.) Sin embargo, abundan en la crtica opiniones contrarias a las del autor. Las objeciones pueden reducirse a dos: a) b) Cela opera una seleccin de la realidad, y es, por ello, parcial; Cela realiza una estilizacin deformante (un idealismo al revs, dijo

Gulln). Ambas afirmaciones merecen comentario. Sin duda, Cela ha llevado a cabo una seleccin. Pero ello, adems de ser casi forzoso en toda novela, resulta legtimo. Si acaso, es la acumulacin de ciertos aspectos lo que puede constituir una limitacin del realismo: aunque es bien sabido que la realidad supera a la ficcin, tambin es cierto que realidad no es siempre realismo. Tambin hay estilizacin deformante. Y tambin ello es legtimo artsticamente (basta pensar en los tan citados Quevedo y Valle). No quiere esto decir que las deformidades -y hasta monstruosidades- presentadas en la novela no se den en la realidad, sobre todo en la desoladora realidad espaola de 1942. Nos referimos a la manera de presentarlas: acaso pueda hablarse, en algn momento, de tremendismo. Vanse dos ejemplos, entre muchos:

- De un tal Santiaguio, se dice que le dieron un tiro en el macuto donde llevaba las bombas de mano y del que el pedazo ms grande que se encontr no llegaba a los cuatro dedos. (La truculencia es aqu, en cierto modo, ldica, como en no pocas ocasiones.)

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Se nos habla de Dorita, expulsada de su casa por haber tenido un hijo de soltera. Pues

bien: La criatura fue a morir, una noche, en unas cuevas que hay sobre el ro Burejo, en la provincia de Palencia. La madre no dijo nada a nadie; le colg unas piedras al cuello y lo tir al ro, a que se lo comieran las truchas. (La ancdota bien puede ser real, por desgracia, pero no as la ltima frase: esas palabras que hemos subrayado no han podido pasar por la mente de la desdichada madre.)

En suma, el peculiar arte de Cela se nos aparece de nuevo con rasgos vecinos al esperpento. De hecho, casi todos los rasgos propios de la esperpentizacin (recurdense) pueden encontrarse en La colmena: animalizacin, muequizacin, contrastes, mordacidad... No podemos entrar aqu en detalles; pero, tras la lectura de la obra, surgen estas preguntas: Qu hay de realidad y qu de recreacin personal en la obra? Lo que Cela nos ha ofrecido, es un testimonio objetivo o una especie de revulsivo?

SOBRE EL ESTILOEsa presencia creadora del autor se manifiesta, en grado eminente, en su estilo. Ya hemos dicho que Cela es un virtuoso en el manejo del idioma. Y ya hemos hablado de su arte del retrato o de la pintura de ambientes, y -sobre todo- de su magistral manejo del dilogo: variedad de registros, adaptacin del habla a la ndole de cada personaje (casi siempre, con intencin desmitificadora), etc.

Cuando es el autor quien habla, se advierte una variedad de tonos apenas menor: la frase brutal, la irona demoledora, la risotada amarga, la velada ternura, la reflexin acongojada, el lirismo... As, por ejemplo, junto a retratos tan custicos como los de doa Rosa o don Ibrahim, hay pasajes tan autnticamente poticos como los que hablan de los bancos callejeros o del amanecer, o el desolado final del captulo VI , entre muchos otros.

En general, el estilo de Cela est cuidadosamente trabajado, sea cual sea el tono que adopte. Ello se advierte en algunos rasgos especialmente utilizados, e inconfundibles. As, el uso de las repeticiones: vase, como ejemplo, la primera pgina del libro (con la repeticin de doa Rosa); o el cuidado de la adjetivacin, con unas caractersticas sartas de adjetivos (el gesto de la bestia ruin, de la amorosa, suplicante bestia cansada). Debe advertirse, asimismo, el especial gusto por las frases construidas con bimembraciones o plurimembraciones, buscando paralelismos sintcticos y efectos rtmicos. De ah, una tendencia a la frase morosa, lenta, en las reflexiones o descripciones, en contraste con la rapidez de las frases puramente narrativas. Todo ello supone, acaso, cierto retoricismo. Para Zamora Vicente, retrica y sencillez son dos polos a que Cela atiende por igual. En cualquier caso-insistamos-, su sabidura lingstica es evidente.

ALCANCE SOCIAL Y EXISTENCIAL DE LA COLMENAVolviendo al contenido de la novela, y especialmente a las variadas peripecias de sus personajes, debemos preguntarnos, en fin, sobre el sentido global de La colmena. Segn Sobejano, su tema central sera la incertidumbre de los destinos humanos. En torno a ello, hay una constelacin de temas o motivos dominantes: el hambre, el dinero, el sexo, el recuerdo de la guerra... Y todos estos temas confluiran, segn el autor citado, en una idea: la alienacin. Ahora bien, esa temtica puede abordarse con un enfoque social o con un enfoque existencial (o con ambos a la vez). Cul es el enfoque de Cela? Y cul su alcance? El alcance social de La colmena ha sido sometido a discusin, con reservas semejantes a las hechas sobre su objetividad y su realismo. Gil Casado piensa que el enfoque es muy limitado ,en cuanto a intencin social (y parecidas son las opiniones de Corrales Egea o Sanz Villanueva). En definitiva, lo que estos autores quieren decir es que no hay en Cela un enfoque dialctico, propio -como vimos- de una novela social en el sentido ms restringido. De hecho, el mismo Cela, en 1959, calificaba de falsa la novela social y se manifestaba ajeno a cualquier carga ideolgica: La trascendencia social de la novela -deca- es un hecho de orden natural que nada tiene que ver con la intencionalidad del escritor. El novelista debe seguir el viejo precepto stendhaliano17 y pasear el espejo por el camino de la vida. El novelista no tiene que intervenir en la realidad que constituye la materia de su obra, puesto que cualquier injerencia en ella puede significar una cada en la novela tendenciosa ideolgica.

17

Stendhal: novelista y ensayista francs que figura entre los grandes maestros de la novela analtica. Autor de entre otras: Sobre el amor, El rojo y el negro, La cartuja de Parma.

Tales palabras son muy claras en cuanto a propsitos, aunque podrn matizarse con las observaciones antes hechas sobre la intervencin del autor y la ndole de su mirada selectiva. En cualquier caso -y aun teniendo en cuenta sus lmites- no puede negarse que exista en La colmena un testimonio social (como han subrayado otros crticos: Nora, Castellet, etc.). Sus personajes pertenecen a un buen nmero de estratos sociales. As, tenemos a los ricos, a los triunfadores (doa Rosa, Vega el impresor, el seorito Pablo Alonso, el prestamista...). Son los avasalladores, los insolentes o los inconscientes, que a menudo expresan un odioso desprecio a los dems. Y por debajo, diversos escalones que van del quiero y no puedo hasta la pura miseria. Dentro de los temas sociales, hay que destacar la extraordinaria frecuencia con que se habla de dinero o de comida, apuntando al hambre y a la penuria econmica. Y entre las miserias morales, resultan claros los casos en que la degradacin tiene concretas causas sociales (vase la historia de Purita, o la de Victorita, entre otras). Con lo social se enlazan alusiones polticas: la frecuencia con que se lanza el insulto de rojo, el espectro de la persecucin policial, la admiracin por Htler en algunos personajes... Y, en .relacin con todo ello, hay una stira de la moral conservadora, rayana en beatera (Tiene que haber ms moral; si no, estamos perdiditas), cuando no aliada con la hipocresa social (Los obreros -piensa [doa Visi]- tambin tienen que comer, aunque muchos son tan rojos que no se mereceran tanto desvelo). Las notas comunes al mundo de La colmena seran la insolidaridad y la impotencia. Lo primero habr quedado ya claro. En cuanto a lo segundo, es notable que nadie parezca rebelarse (si bien hay conatos de rebelda en Martn Marco o en ese personaje llamado Mauricio Segovia que no puede aguantar las injusticias). En conjunto, nos hallamos -como ha sealado Sobejano- ante una masa alienada. Cela, pues, ha paseado su espejo (espejo deformante, si se quiere) ante la sociedad madrilea de la posguerra. Y, aun deformada, esa sociedad est en La colmena. Junto a ello, sin duda, la queja, la protesta desesperanzada del autor (S bien -ha dicho- que La colmena es un grito en el desierto). Que esa protesta no se vierta en cauces concretos es algo que -como hemos visto- no juzgaba misin del novelista.

Junto a la significacin social, La colmena posee un amplio alcance existencial, cuya raz estara precisamente en la desesperanza del autor, en su desolada concepcin del mundo. Los personajes son criaturas a las que, salvo excepcin, vemos como echadas en la vida, zarandeadas por ella, transitando sin norte, por caminos inciertos. Son vidas inautnticas, a menudo desposedas incluso de la conciencia de su desgracia. A veces, sin embargo, la desesperanza se expresa en palabras tan amargas como stas de Filo: Ahora, esperar que los hijos crezcan, seguir envejeciendo y despus morir. Como mam, la pobre. Nada ms desolador que las reflexiones con que se cierra el captulo VI. Ante un nuevo da, Cela habla de esas gentes de la ciudad, cuyas miradas jams descubren horizontes nuevos. Y todo seguir igual -maana eternamente repetida-, sin que cualquier cambio sea ms que pura apariencia -ilusin, juego- en la ciudad, ese sepulcro, esa cucaa, esa colmena... Cabe mayor pesimismo existencial?

En suma, el enfoque y el alcance existenciales amplan el sentido de La colmena, a la vez que restringen su alcance (o enfoque) social. Lo social existe como contenido ineludible, no como actitud dialctica ni como propsito explcito de reforma o de cambio.

CONCLUSINTras todo lo dicho, parece claro el lugar que ocupa La colmena en el desarrollo de la novela espaola contempornea: estara en el gozne entre lo existencial y lo social, pero como obra claramente precursora de la novela social de los aos 50, iniciando as -en palabras de Castellet- una nueva etapa en la novelstica espaola.

Por lo que se refiere al plano tcnico, cedamos una vez ms la palabra a Gonzalo Sobejano: Tres notas estructurales de La colmena pasaron pronto a la novela social de 1950 en adelante: la concentracin del tiempo, la reduccin del espacio, la protagonizacin colectiva. Su papel innovador y su influencia son indiscutibles.

En fin, por sus valores propios, la obra es una de las cimas de su autor y, sin duda, un ttulo clave de la literatura espaola posterior a la guerra civil.

APNDICE

LAS INQUIETUDES EXISTENCIALES EN EUROPA (HASTA 1939)Si el existencialismo propiamente dicho se desarrolla, sobre todo, a partir de la Segunda Guerra Mundial, el pensamiento angustiado sobre el vivir humano tiene viejas races (sin remontarnos ms del XIX, Schopenahuer o Kierkegaard). Y lo mismo ha de decirse de una literatura preocupada o angustiada por la condicin humana: sin salirnos de los autores estudiados el pasado curso, pensemos en la poesa metafsica de Quevedo, en la desesperacin de un romntico como Larra o en el intenso dramatismo de un Dostoyevski. Ya en el siglo XX, la literatura existencial se anticipa a las formulaciones filosficas de Heidegger, Sartre, etc. La crisis general del fin de siglo produce inequvocos brotes de un desarraigo vital que se agudizan con las secuelas de la guerra del 14. Tomemos como muestra de ello a slo tres grandes figuras, muy distintas: Pirandello, Rilke y Kafka. El italiano Luigi Pirandello (1867-1936) es uno de los ms grandes dramaturgos del siglo, cuya cima sera Seis personajes en busca de autor (1921). Sus personajes son criaturas anhelantes de ser, de plenitud, pero perdidas en un mundo sin sentido y condenadas a la frustracin. Rainer Mara Rilke (1875-1924), escritor de lengua alemana nacido en Praga, es un desarraigado que haba aprendido en Kierkegaard el sentido trgico de la vida. Su ntima angustia, unida a su delicadsima sensibilidad, dio una de las lricas ms hondas de nuestro siglo, desde el Libro de horas (1905) a las Elegas de Duino (1923). Pero es su compatriota Franz Kafka (18831924) quien nos dej la ms asombrosa e inquietante plasmacin de las angustias del hombre contemporneo. El sentimiento de hallarse perdido en un mundo sin explicacin es el centro de su

obra. As, desde La metamorfosis (1913), novela cuyo protagonista despierta convertido en un enorme insecto, condicin monstruosa que tendr que aceptar como algo absurdo y, a la vez, inevitable. En 1914 inicia El proceso, en la que un tal Joseph K. se ve procesado sin llegar a saber nunca por qu, perdido en un laberinto de leyes y procedimientos enigmticos. No menos angustiosa es El castillo, comenzada en 1921: un agrimensor llamado tambin K. es contratado para trabajar en un castillo en el que nunca podr entrar; tampoco sabr cul era su misin, ni quin es el terrible seor que domina a las gentes del lugar. Es fcil percibir en estas tres fbulas significaciones simblicas: estamos ante un mundo inhumano, regido por no se sabe quin; un mundo que somete, condena o degrada al hombre. Las dos ltimas obras citadas, publicadas tras su muerte, han ejercido una enorme influencia y hacen de Kafka un clarividente precursor de la angustia existencial y de la deshumanizacin contempornea. Durante los aos 20 y 30, los interrogantes sobre la condicin humana seguan exigiendo respuestas. Algunos escritores, aun en medio de contradicciones y miserias, se proponen mostrar las posibilidades de dignidad humana que se revelan en la accin o el sacrificio; as los alemanes Jnger y Hermann Hesse, o los franceses Malraux, Montherlant y Saint-Exupry. Del ltimo son estas significativas palabras: Mi deber es inclinarme sobre la angustia de los hombres, de la que he decidido curarlos. Otros autores, como el ingls Aldous Huxley o el alemn Thomas Mann, contemplan escpticos el mundo; el primero, con un humor nihilista (Un mundo feliz, 1928) y el segundo con una mirada grave (La montaa mgica, 1924).

EL EXISTENCIALISMO LITERARIO

Llegamos as a la Segunda Guerra Mundial y a sus secuelas. El momento es especialmente propicio a las angustias. Y en ese marco se desarrolla el existencialismo por antonomasia, es decir, el existencialismo ateo. Como Nietzsche, estos filsofos gritan: Dios ha muerto!; pero, entonces, el hombre seria una criatura absurda, el mundo un caos y la vida carecera de sentido. Tal es el punto de arranque de Sartre o de Camus, entre otros. Jean-Paul Sartre (1905-1980) no es slo el mximo filsofo existencialista francs: en novelas y dramas ha plasmado con singular fuerza literaria su concepcin de la existencia. El ttulo de su primera novela, La nusea (1938), es ya una imagen fsica de la angustia ante un mundo inexplicable. Segn Sartre, el hombre -en ese mundo- ha de escoger su camino, sin tener criterios que le orienten, pues todos los valores se han derrumbado tras la muerte de Dios. De ah la angustia (El hombre est condenado a ser libre). Pero, adems, es consustancial al hombre la sed de absoluto, el ansia de ser Dios, pasin tan irreprimible como irrealizable; por eso, el hombre es una pasin intil; su existencia es radicalmente trgica. Tales son algunos de los temas que Sartre desarrolla, en particular, en dramas que muestran un alto sentido del patetismo teatral: as, Las moscas, Las manos sucias, El diablo y Dios, etc. Albert Camus (1913-1960) articula su pensamiento en torno a dos polos: el absurdo y la rebelda. Para l lo absurdo no es tanto el mundo o el hombre, sino el insalvable desajuste entre ambos: el hombre es un extranjero en el mundo (El extranjero es el ttulo de su primera novela, 1942). El absurdo de la existencia se plasma, por ejemplo, en obras teatrales como Calgula. Y la rebelda ante el absurdo se encarna en diversos personajes o es analizada en el ensayo El hombre rebelde. Pero Camus es tambin un humanista sensible a ciertos valores que dan grandeza trgica al hombre, como muestra su mejor novela, La peste (1947); es una alegora de un mundo asediado por el dolor y la muerte, cuyos protagonistas representan ora la lucidez ante lo absurdo, ora la rebelda contra el sufrimiento, pero tambin un noble

sentido de solidaridad. Camus recibi en 1957 el Premio Nobel, por la hondura con que expres los problemas que en nuestro tiempo se plantean a la conciencia de los hombres.

LIBROS DE CONSULTA

Sobre la novela espaola de posguerra; seleccionamos slo cuatro obras: 1. NORA, Eugenio de: La novela espaola contempornea. Madrid, Ed. Gredos, 3 vols. [Estudio amplio y excelente. El volumen III abarca de 1939 a 1967.] 2. MARTNEZ CACHERO, J. M.: La novela espaola entre 1939 y 1980. Madrid, Ed. Castalia. [Libro histrico ms que crtico; panorama muy documentado de las vicisitudes del gnero durante esos aos.] 3. SOBEJANO, Gonzalo: Novela espaola de nuestro tiempo. Madrid, Ed. Prensa Espaola. [Excelente. Sus tres partes -tituladas Novela existencial, Novela social y Novela estructural-corresponden aproximadamente a los decenios 40, 50 y 60.] 4. BASANTA, ngel: 40 aos de novela espaola. Madrid, Ed. Cincel, 2 vols. [Utilsima antologa con excelente estudio preliminar.] Sobre Cela Ante todo, se consultarn los captulos referentes a Cela en las obras sobre novela espaola contempornea que indicamos al frente de la bibliografa, especialmente las de NORA y SOBEJANO (las pginas que este ltimo dedica a La colmena son magistrales). Por lo dems, recomendamos dos libros sobre el autor: 1. ILIE, Paul: La novelstica de Camilo Jos Cela. Madrid, Ed. Gredos, 1963 (Biblioteca Romnica Hispnica, Estudios y ensayos, nm. 65). 2. ZAMORA VICENTE, Alonso: Camilo Jos Cela (Acercamiento a un escritor). Madrid, Ed. Gredos, 1962 (col. Campo abierto, nm. 5). 3. GUTIRREZ, Domingo: Claves para la lectura de La colmena de Camilo Jos Cela. Madrid, Eds. Daimn. (Claves Daimn, n. 20). [Muy til para este curso.] Fuente: Lzaro, Fernando y Tusn, Vicente: Literatura del siglo XX. Anaya.

CONTROLES PARA TRABAJAR EN CLASE: 1________ NO PERDAMOS la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo nico importante. Doa Rosa va y viene por entre las mesas del caf, tropezando a los clientes con su tremendo trasero. Doa Rosa dice con frecuencia lee y nos ha merengao. Para doa Rosa, el mundo es su caf, y alrededor de su caf, todo lo dems. Hay quien dice que a doa Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera y las muchachas empiezan a andar de manga corta. Yo creo que todo eso son habladuras: doa Rosa no hubiera soltado jams un buen amadeo de plata por nada de este mundo. Ni con primavera ni sin ella. A doa Rosa lo que le gusta es arrastrar sus arrobas, sin ms ni ms, por entre las mesas. Fuma tabaco de noventa, cuando est a solas, y bebe ojn, buenas copas de ojn, desde que se levanta hasta que se acuesta. Despus tose y sonre. Cuando est de buenas, se sienta en la cocina, en una banqueta baja, y lee novelas y folletines, cuanto ms sangrientos, mejor: todo alimenta. Entonces le gasta bromas a la gente y les cuenta el crimen de la calle de Bordadores! o el del expreso de Andaluca. -El padre de Navarrete, que era amigo del general don Miguel Primo de Rivera, lo fue a ver, se plant de rodillas y le dijo: mi general, indulte usted a mi hijo, por amor de Dios; y don Miguel, aunque tena un corazn de oro, le respondi: me es imposible, amigo Navarrete; su hijo tiene que expiar sus culpas en el garrote. Qu tos! -piensa-, hay que tener riones! Doa Rosa tiene la cara llena de manchas, parece que est siempre mudando la piel como un lagarto. Cuando est pensativa, se distrae y se saca virutas de la cara, largas a veces como tiras de serpentinas. Despus vuelve a la realidad y se pasea otra vez, para arriba y para abajo, sonriendo a los clientes, a los que odia en el fondo, con sus dientecillos renegridos, llenos de basura.

1. Resumen. 2. Analiza morfolgicamente: Qu tos! -piensa-, hay que tener riones! Doa Rosa tiene la cara llena de manchas, parece que est siempre mudando la piel. 3. Analiza sintcticamente: El padre de Navarrete, que era amigo del general don Miguel Primo de Rivera, lo fue a ver, se plant de rodillas y le dijo: mi general, indulte usted a mi hijo, por amor de Dios. 4. Relaciones lxico asociativas en relacin a la descripcin de doa Rosa. 5. Rasgos estilsticos destacables en el texto.

2____________ Desde los solares de la plaza de toros, incmodo refugio de las parejas pobres y llenas de conformidad, como los feroces, los honestsimos amantes del antiguo testamento, se oyen -viejos, renqueantes, desvencijados, con la carrocera destornillada y los frenos speros y violentos- los tranvas que pasan, no muy lejanos, camino de las cocheras. El solar maanero de los nios alborotadores, camorristas, que andan a pedrada limpia todo el santo da, es, desde la hora de cerrar los portales, un edn algo sucio donde no se puede bailar, con suavidad, a los acordes de algn recndito, casi ignorado aparatito de radio; donde no se puede fumar el aromtico, deleitoso cigarrillo del preludio; donde no se pueden decir, al odo, fciles ingeniosidades seguras, absolutamente seguras. El solar de los viejos y las viejas de despus de comer, que vienen a alimentarse de sol, como los lagartos, es, desde la hora en que los nios y los matrimonio donde no caben evasiones ni subterfugios, donde todo el mundo sabe a lo que va, donde se ama noblemente, casi con dureza, sobre el suelo tierno en el que quedan, todava!, las rayitas que dibuj tia que se pas la maana saltando a la pata coja, los redondos, los perfectos agujeros que cav el nio que gast avaramente sus horas muertas jugando a las bolas. -Tienes fro, Petrita? -No, Julio, estoy tan bien a tu lado! -Me quieres mucho? -Mucho, no lo sabes t bien.

1.

Esquema.

2. Analiza morfolgicamente: El solar de los viejos y las viejas de despus de comer, que vienen a alimentarse de sol. 3. Analiza sintcticamente: El solar maanero de los nios alborotadores, camorristas, que andan a pedrada limpia todo el santo da, es, desde la hora de cerrar los portales, un edn algo sucio donde no se puede bailar. 4. Relaciones lxico asociativas en relacin al mundo sexual. 5. Rasgos estilsticos destacables en el texto.

3____________ La noche se cierra, al filo de la una y media o de las dos de la madrugada, sobre el extrao corazn de la ciudad. Miles de hombres se duermen abrazados a sus mujeres sin pensar en el duro, en el cruel da que quizs les espere, agazapado como un gato monts, dentro de tan pocas horas. Cientos y cientos de bachilleres caen en el ntimo, en el sublime y delicadsimo vicio solitario. Y algunas docenas de muchachas esperan -qu esperan, Dios mo?, por qu las tienes tan engaadas?- con la mente llena de dorados sueos...

1. Resumen. Analiza morfolgicamente: La noche se cierra, al filo de la una y media o de las dos de la madrugada, sobre el extrao corazn de la ciudad. 2. Analiza sintcticamente: Miles de hombres se duermen abrazados a sus mujeres sin pensar en el duro, en el cruel da que quizs les espere, agazapado como un gato monts. 3. Objetividad o subjetividad del narrador?