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En la película de Princesse Marie, vemos la historia de lo que bien podría ser un ejemplo de lo que es y no es una mujer victoriana. En determinado punto de la película, Sigmund Freud le comunica una interrogante personal que se extiende hasta en los días en qué Jacques Lacan la repite, como haciendo un eco de lo dicho por Freud en esos tiempos: “He aquí la gran incógnita que no he podido resolver, a pesar de mis treinta años de investigación sobre el alma femenina: ¿Qué es lo que quiere la mujer?". Al menos para efectos de lo que pretendemos analizar en este caso fílmico, podemos llegar a una conclusión precipitada de que el deseo femenino en ese tiempo no fue esencialmente el deseo pulsional al uso (entiendo por deseo pulsional a todo aquel deseo asociado a la erotización de alguna zona erógena por medio del lenguaje), sino el deseo de tener responsabilidad de su deseo pulsional. A continuación describiremos qué se quiere decir con esto, y que relación posee esto con la clínica de la actualidad. A lo largo de toda la película, vemos en Marie Bonaparte a una mujer de carácter refinado y culto, con mayores libertades que la mayoría de las mujeres de su tiempo, pero que padece, en un primer tiempo, de una disfunción sexual muy común en las mujeres de su tiempo: la frigidez. Durante su análisis con Freud, Marie explora sus experiencias infantiles, reeditando antiguos modelos de relación objetal que se reactivan en su relación con Freud dentro y fuera de la consulta (y la cual analizaremos con mayor mensura en la evaluación de la transferencia-contratransferencia del caso de Marie). La frigidez es tan solo uno de los síntomas de los que padece Marie en aquel primer momento; como fuimos observando, durante su análisis con Freud, Marie Bonaparte poseía una marcada compulsión-repetición a hacerse cirugías de diversa índole, pese a no necesitarlo. Esto bien puede interpretarse como aquello que Freud mismo relacionó como una señal de acercamiento al núcleo de la neurosis; a mayor acercamiento a dicho núcleo de la neurosis, mayor será la cantidad e

Ensayo Marie Bonaparte

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Page 1: Ensayo Marie Bonaparte

En la película de Princesse Marie, vemos la historia de lo que bien podría ser un ejemplo de lo que es y no es una mujer victoriana. En determinado punto de la película, Sigmund Freud le comunica una interrogante personal que se extiende hasta en los días en qué Jacques Lacan la repite, como haciendo un eco de lo dicho por Freud en esos tiempos: “He aquí la gran incógnita que no he podido resolver, a pesar de mis treinta años de investigación sobre el alma femenina: ¿Qué es lo que quiere la mujer?".

Al menos para efectos de lo que pretendemos analizar en este caso fílmico, podemos llegar a una conclusión precipitada de que el deseo femenino en ese tiempo no fue esencialmente el deseo pulsional al uso (entiendo por deseo pulsional a todo aquel deseo asociado a la erotización de alguna zona erógena por medio del lenguaje), sino el deseo de tener responsabilidad de su deseo pulsional. A continuación describiremos qué se quiere decir con esto, y que relación posee esto con la clínica de la actualidad.

A lo largo de toda la película, vemos en Marie Bonaparte a una mujer de carácter refinado y culto, con mayores libertades que la mayoría de las mujeres de su tiempo, pero que padece, en un primer tiempo, de una disfunción sexual muy común en las mujeres de su tiempo: la frigidez. Durante su análisis con Freud, Marie explora sus experiencias infantiles, reeditando antiguos modelos de relación objetal que se reactivan en su relación con Freud dentro y fuera de la consulta (y la cual analizaremos con mayor mensura en la evaluación de la transferencia-contratransferencia del caso de Marie).

La frigidez es tan solo uno de los síntomas de los que padece Marie en aquel primer momento; como fuimos observando, durante su análisis con Freud, Marie Bonaparte poseía una marcada compulsión-repetición a hacerse cirugías de diversa índole, pese a no necesitarlo. Esto bien puede interpretarse como aquello que Freud mismo relacionó como una señal de acercamiento al núcleo de la neurosis; a mayor acercamiento a dicho núcleo de la neurosis, mayor será la cantidad e intensidad de resistencias con las que el analista habrá de toparse a lo largo del curso analítico.

En el momento en el que Freud devela junto a Marie el núcleo de su neurosis, descubrimos un modelo de relación objetal en donde predominan roles de dominación-sumisión. El objeto interno que adopta el rol de dominación bien adopta las formas de su abuela o su padre. Marie encuentra en esto una privación de su autonomía, y la autonomía, podemos observar, resulta ser aquel deseo/necesidad que prima sobre los demás. Deseo/necesidad que no es admitido. Deseo/necesidad que tiene que ser tramitado por otras vías, por la somatización. En Marie Bonaparte predomina el deseo/necesidad de tener la autonomía sobre sus propios deseos/necesidades, los cuales ha vivido como si no fueran suyos, como si durante todo este tiempo fueran pertenecientes a algún otro, un otro autoritario y dominante. Marie anhelaba tener algo de autonomía sobre su deseo, y por ello, recurrió a la frigidez como una estrategia, un método para tener poder sobre dicho deseo. Todo esto queda develado cuando Marie recuerda la noche en que vio a su tío teniendo relaciones sexuales con otra mujer. Dos personas satisfaciendo sus deseos con total autonomía.

Una vez se hizo consciente de su deseo primordial, la frigidez, y todos los síntomas alternantes, atenuaron.

Ante este método establecido por Freud, que sigue las reglas del encuadre psicoanalítico clásico, podemos establecer comparaciones con el modelo psicoanalítico

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contemporáneo, y desde el cual haremos algunas críticas constructivas en pos de ofrecer una visión alternativa sobre el tratamiento de este caso.

El psicoanálisis actual reconoce el rol de la intersubjetividad como elemento determinante en el establecimiento del desarrollo de la subjetividad del individuo. Básicamente, sería aquella subjetividad que no existiría sin alguien más que reafirme la experiencia, que funja como objeto con el cual reeditar estilos de relaciones objetales. Ante todo esto, el método de Freud acertaba en el sentido de ofrecer un encuadre en donde Marie pudiese explorar sus vivencias sin interrupciones ni perturbaciones externas. Propiciaba la exploración de lo que sucedía a nivel intrasubjetivo. Y sin embargo, desde el punto de vista en el que nos posicionamos, pecaba en el tratamiento de lo intersubjetivo.

Sin embargo, con esto no queremos decir que lo intersubjetivo no fuese tratado; queremos decir que el tratamiento resultaba deficiente al ponerse Freud fuera del alcance de la intersubjetividad de Marie. Desde el psicoanálisis contemporáneo, se reconoce que el analista no debe retraerse del arrastre de los estilos de relación de objeto del paciente, sino que, por el contrario, debe dejarse arrastrar para así poder salir de este y dar conocimiento al paciente de los estilos de interacción que se están actuando en ese momento. El analista, en consecuencia, no ha de temer a algo de sana contratransferencia que sirva de reafirmación de la experiencia de estar con el otro del paciente. Esto encuentra su basamento teórico-científico en los estudios sobre el inconsciente de procedimiento.

Así pues, si tomamos esto en consideración, bien podríamos interpretar que el psicoanálisis al que Marie Bonaparte se sometió era, en cierto sentido, un psicoanálisis salvaje. Con esto no queremos decir que el método freudiano no fuese eficaz en ella, que si lo fue, sino que, siendo los comienzos del psicoanálisis, muchos de sus conceptos estaban todavía en pañales, y, en consecuencia, la comprensión que el psicoanálisis tenía de si mismo era inmadura, incompleta, falta de experimentación y re-experimentación. Se requirieron de décadas de estudios para dar madurez a estas concepciones, para que dieran cuenta de la subjetividad del analista, de los estilos de interacción, de las transferencias fuera del escenario analítico, de las actuaciones de patrones relaciones implícitos, de las modalidades del inconsciente. En síntesis, podríamos decir que el método al que se sometió Marie fue bueno (por no decir excelente), pero que, si se llega a presentar un caso similar en la actualidad, bien puede ser todavía más potente y eficaz.

¿Qué es lo que quiere una mujer? Esa interrogante es, desde un determinado punto de vista, difícil de responder. Pero, quizá, si partimos de este caso en particular, podríamos concluir que aquello que quiere, que desea es autonomía. La autonomía ante los mandatos de aquellos objetos internos que impiden ser poseedor único de todo cuanto se tiene. Pero ¿Qué es eso que se tiene? ¿De qué se desea ser autónomo?

La respuesta, me parece, se encuentra en el así llamado caso por caso, por lo que nunca habrá una respuesta absoluta.