Ensayo reflexivo: La ciudad publicada

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Breve reflexión entorno al contexto urbanoc-lonial de Puerto Rico y el mundo editorial textual-virtual.

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Gaddiel Francisco Ruiz RiveraGECU 6990La ciudad publicadaComentar la importancia de la industria del libro en su relevancia actual debe partir de la coexistencia y estrechez de los medios impresos y digitales, y de la economa en nuestro contexto colonial, cinco veces centenario. La publicacin del papel ya comparte con la electrnica la lectura del entretenimiento, la lectura oficial y la didctica. Entendamos la polis como un espacio fragmentado, rizomtico, con mltiples relaciones de poder e intercambio que, desde la letra, adopta una virtualidad de orden general: orden poltico, rdenes de ideas, ordenes comunicativos. La (i)legibilidad y nomenclatura del letrero y la GPS, los e-books y los impresos, el correo y el e-mail, la propaganda en los semforos y los adds en la web. Por lo visto, la diversidad de contenedores y contenido se reordena en funcin a las prcticas de comunicacin, que en muchos casos media entre un flujo local, del archipilago, y global-atlntico (migraciones a Amrica, Europa, Estados Unidos). Los planteamientos de La ciudad letrada de ngel Rama son vigentes en cuanto a los poderes que se legitiman desde la abstraccin simblica de la palabra, escrita o mecanizada, procesada digitalmente, fotocopiada. Desde las micropelculas al formato PDF y el escner, la tecnologa ha continuado el daguerrotipo del poder, poder que an depende de la perdurabilidad del archivo, del orden de estado y oficialidad establecido. Ese orden de la letra y el estado rige las polticas que afectan o no al sistema del libro en Puerto Rico. Su reccin afecta las decisiones y disposiciones a las que pueden aspirar sus ciudadanos.Sobre la aceleracin de la lectura, por medio de la instruccin de alfabetizacin y educacin bancaria, la lectura tendi del ejercicio oral-colectivo, a uno visual-individual. En La galaxia Gutenberg McLuhan afirma que con la imprenta, el ojo aceler y la voz acall. El poder de seleccionar qu se publica y cmo se difunde es uno propio de la ciudad letrada, lo que la hace una sociedad publicada. Qu si no la urbe es la cantera de la produccin de textos, de propaganda, la sede de las compaas de electrnicos y las editoriales, agigantadas por el maridaje con el estado. Un ejemplo lo es la monopolizacin de contratos y acuerdos, como los de Santillana con el Departamento de Educacin. Una institucin cuyo norte debe ser la promocin de la lectura, la individuacin de los procesos de aprendizaje, resulta ser administrada por negociantes que venden la educacin a vnculos millonarios. La corrupcin, entendida esta como la desviacin administrativa de una institucin respecto al proyecto encomendado, demuestra una clase poltica descomprometida con retomar y fomentar un mejor aprovechamiento de los sentidos. Los contratos con Claro y servicios de tutoras que regalan tabletas, no se alejan del paradigma anterior. Con esto anticipo y dejo fuera de discusin que nuestra crisis estructural de gobierno se nos puede presentar como obstculo ante muchas ideas, soluciones o propuestas de polticas de estado. Pensemos en cmo el sector editorial ha sobrevivido en tal tormenta cultural, y ms all del marco colonial, cmo la modernidad ha tenido resonancias en la actividad del libro. Pensemos como McLuhan que el ser humano letrado pas, a finales del siglo XIX, por una renuncia o dejacin que lo traspapel de un mundo de posiciones sociales a uno de relaciones laborales. Un siglo despus, la posibilidad de financiarse, y el acceso global del mercado, ha llevado a la proliferacin de editoriales pequeas. En un archipilago que no produca la materia primar, cuyo comercio restringido ha sido una Muralla ms limitante que el Morro, la posibilidad de negociar y transferir informacin ha llevado a lxs letradxs a la autogestin y autofinanciacin. El entorno geopoltico global de la postmodernidad ha hecho que la ciudad sin actualizar (el ELA out-dated) deje resquicios por los que la actitud pirata (no siempre ilegal, sino fuera del marco de la legalidad) produzca. Se replica en los pulgueros, en ATH Mobile, en las compras por internet, el poder que las grandes empresas banqueras, de mercanca y de acceso ciberntico estn un paso adelante a las corbatas con que se sientan a negociar la direccin de las urbes.Tenemos una ciudad publicada, y en ella transita el fenmeno cartonero de poetas creativos, el tallereo de escritores de dentro y fuera de los muros universitarios. Hay toda una literatura que se ha desarrollado en tensin con la represin y el silenciamiento de instituciones. Todava conserva el estado la otorgacin de permisos y licencias, presta los archivos para la preservacin y depende de polticas globales como la implantacin del ISBN. La ruptura con el monopolio de produccin y ensamblaje del libro, comentado por Ibaez, ha generado una comunidad de escritores que apuesta por la autogestin. En estos casos el escritor se emplea as mismo para publicar, condensando en s mismo las funciones a desempear: montaje, edicin, correccin, publicacin y promocin. La ruptura con tal monopolio es multifactorial. Para Ibaez esto se debe a la competencia del libro con otros formatos, pero esto ignorara los monopolios que dichos formatos han creado (prensa, internet, televisin, cine). Todava existen grandes editoriales, que han absorbido proyectos menores de publicacin y edicin. Yo lo atribuira ms al acceso a materiales y tecnologas que a una aparente competencia entre el texto y la imagen. Todava pueden crearse polticas pblicas que democraticen el acceso y la participacin cultural y los hbitos de lectura, de anlisis y disfrute literario. La burguesa pixelada, ausentista, que crea y atiende intereses de masas, es un obstculo colonial fuerte. Reorganiza a su favor las valoraciones sociales de la produccin local y el influjo meditico global de las empresas imperiales de comunicacin. Necesitamos polticas que hagan de la ciudad publicada una publicable, donde los sectores desventajados (sociales, artsticos y laborales) no nos sintamos fuera del anillo virtual del podero econmico. Las polticas publicadas por el estado, que antes devena en arresto a las personas que pasquinaban, ahora permite en puentes y muros la proliferacin de basura promocional (empapelados que afean la ciudad). Por su parte, el grafiti, sobrevive en la clandestinidad, o en la amnista del ingenio de municipios que permiten su manifestacin focalizada, en sectores olvidados y abandonados por la propia administracin municipal. Es este el caso que viene a mi mente con el proyecto Santurce es Ley. Las formas de hacer cultura y arte en el archipilago borincano sufren el asedio del sector empresarial, y esta relacin asimtrica es la que debe aquilatar una poltica pblica sobre publicacin y prcticas artsticas y editoriales.