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Enseñemos principios correctos

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Enseñemos principios correctos

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Page 2: Enseñemos principios correctos

Enseñemos principios correctos Un estudio sobre relaciones familiares

Publicado por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días Salt Lake City, Utah, EE.UU.

http://bibliotecasud.blogspot.com

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índice

Introducción 1

Sección 1: Preparación

1 Formemos una familia eterna 7

2 Vivamos conforme a la inspiración del Espíritu 27

3 Vivamos y enseñemos principios correctos 43

Sección 2: Aclaración y entendimiento

4 Nuestras funciones divinas 59

5 El padre 63

6 La madre .73

7 Los hijos 84

8 Los hermanos 97

9 Marido y mujer: Una sola carne 115

10 Reconozcamos el valor de un alma 127

11 Estemos en el mundo sin ser del mundo 139

12 Hagamos de nuestro hogar un santuario 149

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Introducción: Enseñemos principios correctos

LA FAMILIA (Para el obispado, la presidencia de la Escuela Dominical y el maestro de la clase.)

Antes de incorporar este curso a su programa de la Escuela Dominical, sería prudente que se familiarizaran con lo siguiente:

La revelación de los últimos días enseña muchas verdades en cuanto a la unidad familiar, las cuales son desconocidas para el mundo. Por medio de dichas revelaciones sabemos que, antes de nacer en la carne, todos nacimos espiritualmente en la familia de nuestro Padre Celestial. También sabemos por el mismo medio que nuestras familias mortales pueden llegar a existir para siempre y formar parte de la gran familia eterna de nuestro Padre Celestial.

Durante nuestra vida premortal, nuestro Padre Celestial dispuso un plan, siendo uno de sus componentes el nacer en la tierra y formar parte de una familia. Esta experiencia sería necesaria para nuestro progreso. El plan de nuestro Padre Celestial nos proveería todas las oportunidades y ayudas necesarias para lograr el propósito de nuestra creación. Se nos envió con la consigna de edificar el reino de Dios en la tierra, y por cierto que vinimos llenos de determinación.

Y aquí estamos, formando parte de familias, y con ellas, en nuestros respectivos hogares, es donde más plenamente y en forma más continua demostramos la firmeza de nuestro compromiso con Cristo. En el hogar podemos arrepentimos de nuestros pecados y pedir perdón a nuestro cónyuge e hijos. Tenemos la responsabilidad de velar por el bienestar de cada uno de los miembros de la familia, de darles nuestro amor, de ofrecerles luz y enseñarles la verdad, de promover aquellas experiencias que les ayuden a progresar, de responder a su enojo y resentimiento con incesante amor. La vida familiar bien puede ser. la fase más importante de nuestra prueba terrenal.

EL CURSO Este curso se ha creado primordialmente para familias de miembros de la Iglesia, y es diferente de cualquier otro curso que se conozca en el mundo y que trate sobre las relaciones familiares. Aun cuando existen muchos buenos cursos relacionados con el tema, de los cuales bien haríamos en aprender cuando es posible, éste está basado en las verdades reveladas del Evangelio de Jesucristo y por ese motivo nos puede ayudar a gozar la vida familiar en un grado que no está al alcance de quienes no han aceptado el evangelio.

El tiempo no permitirá que se traten todos los posibles problemas familiares y sus soluciones, pero se enseñarán principios verdaderos que ayudarán a cada miembro de la familia a desarrollar la habilidad de encontrar soluciones a sus problemas en particular.

NIVELES DE VIDA A lo largo de este curso se emplearán los términos celestial, terrestre y telestial cuando se haga referencia al nivel en el cual tal vez vivan las personas en la actualidad. Con ello se quiere decir que la gente ya está viviendo en esta vida dentro de la misma esfera moral que habrá de heredar en la venidera, o sea, que según la manera en que viva, así será su recompensa. A la larga, todos llegaremos a un grado de gloria o reino que esté de acuerdo con nuestro grado de fe en Jesucristo, fe que pondremos de manifiesto por medio de nuestras acciones. Tal como dijo Nefi: "Y tan cierto como el Señor vive, porque el Señor Dios lo ha dicho, y es su palabra eterna que no puede dejar de ser, que aquellos que son justos serán justos todavía, y los que son inmundos serán inmundos todavía" (2 Nefi 9:16). Y como lo declaró Alma: "Porque lo que de ti salga, volverá otra vez a ti" (Alma 41:15).

Los términos celestial, terrestre y telestial se usan aquí únicamente para indicar el nivel actual en que viven las personas y no para implicar juicio alguno tocante a nuestro destino eterno, pues esos juicios los puede hacer únicamente el Señor. Este manual trata simplemente de señalar a sus lectores el nivel en el que tal vez estén viviendo relacionado con la obediencia a los mandamientos que encontramos en las Escrituras.

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Introducción

EL MAESTRO Selección

Al tener que seleccionar a un maestro para este curso, téngase presente que no se requiere preparación profesional en asesoramiento familiar, aunque sí es esencial que tenga preparación espiritual. Esto quiere decir que la persona que vaya a enseñar el curso debe ser madura espiritualmente a fin de que su propia vida sea un testimonio del poder de los principios del evangelio que habrá de enseñar. El maestro debe estar dispuesto a prepararse espiritualmente para presentar cada una de las lecciones, con la ayuda de las notas y de la reseña de los principios a enseñar que acompañan cada lección.

Preparación

El maestro debe repasar este manual completamente antes de aprestarse a enseñar estas lecciones. Debe entender cómo se relacionan entre sí a lo largo del curso los principios que habrá de enseñar. Sería importante que también leyera y absorbiera los conceptos que se imparten en Una guía para los padres (PBIC0507SP).

Los conceptos fundamentales que se presentan en cada lección comprenden más de lo que el tiempo de la clase de la Escuela Dominical permitirá tratar, por lo que el maestro debe estudiarlos detenidamente a fin de llegar a entender totalmente los principios que habrá de enseñar. Debe entonces preparar la lección de manera tal que se ajuste al tiempo disponible, acordándose siempre de tratar durante el período de clase todos los puntos que se enumeran bajo el subtítulo "Principios a tratar".

El uso de materiales adicionales

Este manual, además de las Escrituras, le brinda al maestro la totalidad de los materiales que necesitará para enseñar este curso. Las lecciones son completas y cuentan en su texto con todo lo que se requiere para satisfacer el objetivo de cada una de ellas en forma adecuada. De hecho, es posible que haya veces en que el maestro considere que tiene demasiados conceptos fundamentales y materiales para presentar. No sólo se considera innecesario sino que además se aconseja no usar otros materiales aparte de los sugeridos, pues este curso, tal como está presentado, ayudará a las familias que lo estén tomando a descubrir. _ por sí mismas lo que el Señor espera de ellas, lo cual determinarán por medio de la influencia del Espíritu y del estudio de las Escrituras y las palabras de los profetas vivientes.

LA CLASE Quiénes han de tomar este curso

Asistirán a esta clase las personas que hayan sido personalmente invitadas por el obispo. Teniendo en cuenta que el curso tiene como objetivo satisfacer las necesidades de todas las familias de la Iglesia, no estando destinadas exclusivamente a aquellas con problemas, se recomienda que el obispo invite a todas las parejas y a las personas de cualquier edad, solteras, viudas, divorciadas o separadas, que tengan hijos, a tomar este curso, que se repetirá durante el año según la cantidad de personas que lo tomen.

La importancia de asistir a todas las clases

Por estar todas las lecciones del curso íntimamente relacionadas entre sí, y teniendo en cuenta que cada uno de los principios que se irán enseñando estarán basados en otros que ya se habrán enseñado antes, se debe instar a las personas que hayan sido invitadas para participar a asistir a todas las clases del curso.

Asignaciones para cumplir durante la semana

La autoevaluación y la preparación personal ayudarán a los miembros de la clase a entender y aplicar las verdades que se enseñan en ella. Las asignaciones semanales tal vez requieran un poco más de esfuerzo que las que generalmente se dan en otros cursos de la Escuela Dominical, pero se debe entender que ésta es una oportunidad especial, y que si los alumnos cumplen con estas asignaciones, los resultados serán muy favorables para la totalidad de la familia.

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Hojas de trabajo Cada lección cuenta con una hoja de trabajo de la cual el maestro debe sacar suficientes copias para todos los miembros de la clase. Estas hojas de trabajo son muy importantes puesto que, al no contar los alumnos con un manual, aquéllas pasan a ser el medio por el cual los miembros de la clase tendrán presentes los principios enseñados en la lección. En dichas hojas también se encuentran las asignaciones para la semana siguiente, así como fuentes de ayuda y referencias que les servirán a los miembros de la clase a prepararse para enseñar a sus respectivas familias los principios aprendidos. (Debe tenerse siempre presente, no obstante, que la fuente primordial de ayuda la constituyen las Escrituras.)

LOS RESULTADOS A la finalización del curso, se espera que cada miembro de la clase haya ganado una idea QUE SE ESPERA concreta de lo que necesita hacer para mejorar su vida familiar y se haya fijado un plan de OBTENER acción. Todo miembro de la clase y, por consiguiente, cada uno de los integrantes de su

familia, deben:

1. Adquirir una perspectiva celestial de sí mismos.

2. Prepararse para ser receptivos a la guía del Espíritu al enfrentarse a las encrucijadas de la vida y al cumplir a diario con su función divina dentro de la familia.

Estas dos condiciones deberían producir:

1. Felicidad, agradecimiento profundo y humildad, tanto en los padres como en los hijos.

2. Resistencia a las influencias dañinas del mundo, protegiendo así el clima limpio, íntegro y espiritual del hogar.

3. Manifestaciones sinceras de amor, apoyo y estímulo entre los miembros de la familia.

4. Oraciones diarias del matrimonio, lectura regular de las Escrituras para toda la familia y frecuentes reuniones de consejo entre los cónyuges.

5. Noches de hogar, oraciones familiares y entrevistas regulares con los hijos, así como actividades memorables a menudo.

El Evangelio de Jesucristo habrá de resolver cualquier problema humano cuando se entiende debidamente y lo viven en forma constante todos los afectados por el problema. Si por lo menos una de las partes entiende y aplica los principios del evangelio correctamente, el problema estará en vías de solución. Nuestro Padre Celestial desea que los padres terrenales a quienes les ha confiado el cuidado de Sus hijos espirituales lleguen a aprender y entender el propósito de la vida en la tierra y a enseñar principios correctos a sus familias, por medio del ejemplo y del precepto. Si se preparan las lecciones a conciencia y con la ayuda de la oración, este curso puede proporcionar, tanto a padres como a hijos, la base firme que necesitan para cumplir con esa misión.

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Sección 1: Preparación

Estas lecciones enseñan que la familia que vive por el Espíritu y se ciñe a principios correctos, poniendo siempre de manifiesto un amor incondicional, cosecha buenos frutos en la calidad de vida que logra.

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Formemos una familia eterna

OBJETIVO Que los miembros de la clase reconozcan el grado de espiritualidad que tienen en su vida presente y determinen lo que deben hacer para gozar las bendiciones de una familia eterna.

NOTAS PARA EL MAESTRO 1. Ningún maestro puede enseñar, en el tiempo de que dispone, todo el material que se

brinda en esta lección con el grado de eficiencia que corresponde. Se le proporcionan todos esos materiales a fin de que usted, el maestro, cuente con mayores elementos de juicio para presentar la lección. Trate de enseñar algo de cada uno de los principios mencionados, y permita que el Espíritu le guíe en la selección de las ideas. Recuerde que las Escrituras deben ser siempre la fuente primordial de materiales de estudio para los miembros de la clase.

2. Tendrá que ayudar a los miembros de la clase a aplicar en su vida diaria los conceptos que se tratan en esta lección.

3. Evite tratar en forma extensa problemas de naturaleza personal o familiar. Más bien, concéntrese en enseñar los principios básicos que se reseñan.

LOS PRINCIPIOS A TRATAR 1. Somos hijos de Padres Celestiales bondadosos y amorosos.

2. Nuestro Padre estableció la vida mortal como una experiencia de progreso y probación con el fin de prepararnos para recibir bendiciones eternas.

3. Cada ser humano está viviendo su vida en la actualidad en un nivel telestial, terrenal o celestial, correspondiendo cada uno de estos niveles a los tres grados de gloria.

4. Nuestro Padre Celestial estableció la familia como el medio por el cual pudiéramos aprender a vivir en un nivel celestial.

5. Es importante que determinemos, individual, regular y objetivamente, en qué nivel vivimos, y nos propongamos ayudar a nuestras familias a progresar de acuerdo con el plan de nuestro Padre Celestial.

LA LECCIÓN Conceptos fundamentales

El plan de nuestro . Esta vida terrenal es parte de. un plan maravilloso que fue establecido por nuestro Padre Padre Celestial Celestial. Para tener éxito como ̂ matrimonio y como padres, debemos esforzarnos por:

1. Entender el plan de salvación.

2. Hacer una evaluación concienzuda de nuestro actual nivel de desarrollo espiritual.

3. Visualizar las bendiciones que podríamos recibir si¡mejoráramos la actitud y el proceder.

4. Proponernos mejorar nuestras relaciones .familiares.

Entre las verdades que se revelaron con la restauración del evangelio, se encuentran las siguientes:

1. Dios es el Padre de nuestro espíritu y, a pesar de que las Escrituras no lo declaran explícitamente, sí implican que tenemos tanto una Madre como un Padre Celestial (véase 1 Nefi 17:36; Moisés 3:5, 6:51; D. y C. 132:19-20; comparar con Salmos 82:1, 6; y Hebreos 12:9).

2. Antes de venir a la tierra, vivimos en la presencia de nuestros Padres Celestiales (véase Abraham 3 22 -23 , D \ C 93 29)

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Sugei encías para el de sarrollo de la lección

3. Nos reunimos en un consejo con nuestro Padre Celestial, en donde se nos enseñó en cuanto a esta vida (véase Abraham 3:22 - 26).

4. Quedó en claro que nuestro Padre Celestial nos daría el libre albedrío, la libertad de tomar nuestras propias decisiones, a fin de probarnos y ver si habríamos de obedecer todos sus mandamientos (véase Abraham 3:25; 2 Nefi 2).

5. Debido a que la muerte física y espiritual vendría al mundo como resultado de la transgresión, se nos proporcionó un Salvador. Este Salvador nos redimiría a todos de la muerte física; también nos redimiría de la espiritual con la condición de que tuviéramos fe y nos arrepintiéramos, para así poder volver a vivir con nuestro Padre Celestial (véase D. y C. 18:23 - 24).

6. Las recompensas eternas estarían basadas en nuestra fidelidad a las enseñanzas de nuestro Padre Celestial tal cual fueron enseñadas y ejemplificadas por el Salvador (véase D. y C. 76:50-106).

1. Teniendo en cuenta que la mayoría de los miembros de la clase estarán familiarizados con estos conceptos, no será necesario analizarlos muy detenidamente.

2. Durante los primeros minutos de la clase, escriba en la pizarra los principios fundamentales del plan de salvación y, antes de proseguir, asegúrese de que están todos de acuerdo.

Conceptos fundamentales

Recompensas eternas

Los grados de gloria La mayoría de la gente en el mundo cristiano, si es que tiene alguna creencia determinada en Dios y en la vida después de la muerte, considera que el comportamiento individual en esta vida determinará que la persona vaya a uno de dos lugares en el más allá:

1. Al cielo los que han sido buenos.

2. Al infierno los malvados.

En contraste con tal creencia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días enseña que hay tres reinos de gloria: el telestial para los inicuos "que no recibieron el evangelio de Cristo ni el testimonio de Jesús" (véase D. y C. 76:81-88, 103); el terrestre para aquellos que, pese a ser considerados "hombres honorables de la tierra", fueron engañados (véase D. y C. 76:71 - 79); y el celestial para quienes por su fe en Jesucristo llegaron a ser verdaderamente puros de corazón (véase D. y C. 76:50 - 70). Un pasaje de las Escrituras describe a los herederos de la gloria celestial como "los que recibieron el testimonio de Jesús, y creyeron en su nombre, y fueron bautizados según la manera de su sepultura... que por guardar los mandamientos pudiesen ser lavados y limpiados de todos sus pecados, y recibir el Espíritu Santo por la imposición de las manos... y son quienes vencen por la fe" (D. y C. 76:51 - 53). El pasaje continúa diciendo: "Y vencerán todas las cosas" (D. y C. 76:60).

Las creencias del mundo cristiano general, en comparación con las del evangelio restaurado, se pueden explicar de la siguiente manera:

LAS CREENCIAS DE LA MAYORÍA DE LA GENTE EN EL MUNDO

Los buenos van al cielo.

Los malos van al infierno.

DOCTRINA DE LA IGLESIA RESTAURADA

Los puros de corazón van al grado mas alto de existencia.

Los que son honorables, aunque no totalmente puros, van a un nivel equivalente a su fe y sus obras.

Los inicuos van a un nivel mas bajo de existencia.

Otras verdades de la Restauración. Además de explicar los grados de gloria, el evangelio restaurado nos brinda nuevos niveles de entendimiento referentes a muchas otras creencias básicas del cristianismo. Por ejemplo:

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Lección 1

Sugerencias para el desarrollo de la lección

1. Dios. Las iglesias cristianas tradicionales enseñan que Dios es un espíritu sin cuerpo, partes ni pasiones. La Iglesia de Jesucristo restaurada enseña que Dios es un Ser exaltado con un cuerpo tangible y que es el Padre de nuestros espíritus. Los inicuos del mundo generalmente no creen en Dios.

2. La salvación y exaltación. Algunas iglesias cristianas tradicionales enseñan que la salvación viene por gracia y merced a una simple creencia intelectual en Cristo o por la adherencia a los sacramentos. La Iglesia restaurada enseña que la gracia es esencial, mas también lo es la fe en Cristo puesta de manifiesto por medio de una vida obediente y del servicio diligente hacia El. Los inicuos, por lo general, no creen en ningún plan de salvación.

3. El matrimonio y la familia. Muchos cristianos tradicionales forman familias leales unidas por esta vida. La Restauración ofrece una visión aún más alta de la vida familiar: el sellamiento de las familias por la eternidad. Los inicuos por lo general ven al matrimonio como algo de escasa importancia, y entre ellos la relación matrimonial a menudo se caracteriza por el pecado y los abusos.

Los niveles de vida Amulek enseñó que "el mismo espíritu que posea vuestros cuerpos al salir de esta vida, ese mismo espíritu tendrá poder para poseer vuestro cuerpo en aquel mundo eterno" (Alma 34:34). Siguiendo la indicación que nos da Amulek y recordando la doctrina de los tres grados de gloria, resulta fácil comprender que todos vivimos en uno de tres niveles espirituales:

1. El telestial: El modo de vida que siguen aquellos que no hacen caso de las leyes y el bien que nos conceden Dios y la sociedad y se resisten a ellos. De esta manera, los tales procuran hacer lo que les plazca.

2. El terrestre: Una forma honorable de vida que ofrece la sociedad por medio de ideas seculares y leyes, de organizaciones e instituciones religiosas creadas por el hombre. En este nivel se encuentran algunos miembros de la Iglesia "que no son valientes en el testimonio de Jesús" (D. y C. 76:79).

3. El celestial: El estilo de vida que siguen aquellos que realmente desean ceñirse a las verdades eternas reveladas por Dios al hombre, verdades que se han restaurado en su plenitud en estos últimos días.

Es importante tener presente que las personas que viven en el nivel terrestre llevan una vida buena, son honradas, trabajadoras, bondadosas, leales y demás. Muchas son las lecciones que se pueden aprender y mucho es el bien que se puede lograr en este nivel de la vida. Todos debemos pasar por él antes de poder incorporar a nuestras vidas las verdades vitales y las oportunidades de progreso personal que nos proporciona el evangelio restaurado.

1. Usando como guía los pasajes de las Escrituras y el diagrama que se encuentran en la página 8 de la lección, haga un rápido repaso de los grados de gloria y cómo se comparan con las enseñanzas y creencias del mundo (véase D. y C. 76).

2. Por medio de lo que dice en Alma 34:34, ayude a los miembros de la clase a entender las recompensas eternas que toda persona recibirá, según el nivel en el que decida vivir en esta vida.

Conceptos fundamentales

Nuestra condición actual

Al comenzar a incorporar a nuestra vida diaria este concepto de "niveles de vida", sería prudente que tratáramos de determinar lo siguiente:

1. ¿Dónde me encuentro hoy?

2. ¿Dónde puedo estar mañana?

¿Dónde me encuentro hoy? No todos tenemos un punto de partida común. Para cambiar, es imperioso determinar dónde nos hallamos individualmente.

Hagámonos un autoanálisis basado en las siguientes categorías:

1. Motivación

¿Me siento inspirado por la codicia, los anhelos malsanos y los deseos físicos y materiales?

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Sugerencias para el desarrollo de la lección

¿Busco generalmente satisfacción en el ámbito intelectual y en el éxito temporal?

¿O me siento continuamente lleno de amor y conmovido por el amor de Dios, siendo mi meta más preciada el ayudar a mi prójimo a lograr plenamente su potencial y al mismo tiempo progresar yo mismo en lo físico y en lo intelectual?

2. Comunicación con quienes nos rodean

¿Soy exigente, negativo, acusador e inculpador y empleo lenguaje vulgar?

¿Le recuerdo a la gente la letra de la ley, explicando y defendiendo en todo momento mis derechos personales?

¿O comparto mis esperanzas, sueños, creencias y cometidos, demostrando interés genuino en el bienestar ajeno y diciendo la verdad con amor?

3. Responsabilidad

¿Evito tener responsabilidades y me quejo en cuanto a mis deberes?

¿Me siento obligado a cumplir con mis responsabilidades, me rijo por reglas y deberes, y me fijo constantemente en quienes no hacen su parte?

¿O deseo ser servicial, caminando la segunda milla y sintiendo gozo en servir? (Claro está que el desarrollar actitudes responsables implica un proceso de crecimiento, y uno no debe esperar que al principio los niños pequeños sean totalmente responsables. Se les debe guiar con afecto hacia una actitud celestial.)

Estas preguntas traerán consigo otras relacionadas con otros aspectos de nuestra vida, y deberían instarnos a hacer una evaluación diaria del lugar donde nos encontramos.

1. Repase rápidamente las definiciones de los niveles de vida telestial, terrestre y celestial. Advierta que el ser egoísta y pensar sólo en uno mismo resulta evidente en todos los aspectos de los grados telestial y terrestre.

2. Sin entrar a tratar situaciones personales, pida a los miembros de la clase que hagan una evaluación del nivel de su propia vida en los aspectos de motivación, comunicación y responsabilidad.

3. Inste a los miembros de la clase a sugerir otros elementos a los que se puedan aplicar los mismos criterios de niveles de vida telestial, terrestre y celestial. (Entre otros se pueden sugerir los siguientes: pensamientos, películas, videos, programas de televisión, libros, ética laboral y profesional, deportes, actividades recreativas, etc.) Sería bueno que durante la semana los miembros de la clase tomaran un poco de tiempo para evaluar su grado de vida en estos aspectos.

Conceptos fundamentales

Cometido

¿Dónele puedo estar mañana? El tener una idea clara de dónde podemos encontrarnos mañana es tan importante como saber dónde nos encontramos hoy. La familia nos proporciona el escenario ideal en el cual descubrir nuestra identidad, aprender las lecciones que nos preparan para la vida y tratar de cumplir con el plan de nuestro Padre Celestial. El ámbito familiar nos brinda las mayores oportunidades de elevarnos al tercero o más alto de los niveles de vida.

Al ir- cobrando la determinación necesaria para lograr ese tercer nivel, descubriremos que no es tarea fácil, pero es posible. Consideremos los siguientes ejemplos de la vida real de dos personas a quienes llamaremos Daniel y Ester, quiénes tomaron medidas conducentes a elevar sus vidas a un nivel más alto.

Daniel

El hijo de Daniel había vuelto de la misión antes de tiempo debido a una transgresión. Su padre se encontraba en la oficina del obispo, derramando lágrimas de desconsuelo, ya que no podía hacer que su hijo se sincerara con él sobre lo sucedido. Daniel no sabía qué hacer. Había orado con ahínco en procura de la guía del Señor, pero no parecía recibir respuesta alguna, y al convertirse los días en semanas, el joven se iba perdiendo cada vez más en un estado de existencia muy distante de su familia, y apartado también de las normas de vida del evangelio.

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Lección 1

A Daniel se le había aconsejado ayunar en la semana como complemento a sus súplicas. Ahora, en el momento en que se aprestaba a partir de la oficina del obispo, éste lo tomó por la mano y abruptamente le dijo:

— Daniel, tú también eres élder. Dime, ¿estás honrando el sacerdocio? ¿Eres puro?

Ningún pecado grave pasó por la mente de Daniel, pero sintió que era un poco descuidado hacia ciertos principios del evangelio.

— Obispo — dijo —, acaba de hacerme una pregunta inspirada. No soy totalmente puro; ,por lo menos no soy puro de todo "corazón, alma, mente y fuerza".

Entonces, el obispo, en su condición de juez en Israel, lo aconsejó diciendo:

— Daniel, purifícate, y después acércate a tu hijo y te será revelado lo que necesitas decir o hacer para ayudarle a volverse a ti.

Las siguientes tres semanas fueron intensas para él. Dedicó tiempo a examinar detenidamente sus convenios bautismales; sus oraciones empezaron a ser más significativas, comenzó a leer las Escrituras con renovado entusiasmo y a formularse muchas preguntas en cuanto a su dedicación a los principios del evangelio.

Entonces se produjo un extraordinario cambio en su corazón. Su indiferencia se tornó en una dedicación reposada pero al mismo tiempo firme. Y aunque no hacía alarde de su devoción, ésta era muy real y sincera.

Cuando Daniel sintió que estaba pronto para acercarse a su hijo, lo hizo con la pureza de un digno poseedor del sacerdocio, sin saber de antemano lo que habría de decir. El secreto del éxito que tuvo en su empresa no se debía a las palabras que le habló a su hijo, ni al hecho de haber ido a acampar juntos, ni a la ocasión en que en silencio observaron por largo rato el cielo bañado de estrellas, ni a la forma en que cambiaron uno de los neumáticos de la camioneta atascada en un fangal, ni en ninguna destreza particular demostrada por Daniel. El secreto estaba en la pureza de su corazón. Se había preparado para su labor de padre, allegándose a Dios como poseedor del sacerdocio. Había abierto su corazón a influencias que lo habían convertido en un hombre paciente, de bondad fraternal, lleno de divinidad, caridad, humildad y diligencia.

La agonía por la que pasaba su hijo se exteriorizó: sus temores y remordimiento, sus sentimientos de impotencia e incapacidad de hacer frente al futuro. Daniel dijo poco, pero extendió sus brazos y exclamó: "¡Oh, hijo! ¡Querido hijo!..." Ese fue el comienzo. El final no se puede contar aún, pero ese hijo aprendió de su padre lo que significa ser un padre digno. Ese hijo es ahora también padre y le está dando a su hija, mediante la pureza de su corazón, lo que su padre le dio a él. Cada uno de estos representantes de tres generaciones puede ya testificar sobre lo que significa pertenecer a una familia eterna.

Ester

Ester estaba tratando de ser la esposa y madre perfecta. Al despertar todas las mañanas se decía: "Este es el día en que seré perfecta. La casa estará bien arreglada, no les gritaré a los niños y haré todas las cosas importantes que he planeado". Y todas las noches se iba a acostar desanimada, pues no había logrado su objetivo. Se volvió irritable con todos, incluso consigo misma, y empezó a preguntarse en qué estaba fallando.

Una noche se arrodilló a orar y pidió orientación. Poco después, mientras estaba acostada pero aún despierta, le sobrevino un pensamiento que la sorprendió: se dio cuenta de que al interesarse tanto en su propia perfección, no le quedaba tiempo para interesarse en quienes la rodeaban, especialmente en su esposo y sus hijos. No les demostraba su amor y por consiguiente no estaba siguiendo el ejemplo de Cristo, sino que más bien se comportaba en forma egoísta. Procuraba ser dulce con sus hijos, mas no espontáneamente por el amor que sentía hacia ellos, sino por ver en ello un paso esencial hacia su propia "perfección". Más aún, trataba de sentirse recta en su proceder forzando a su esposo e hijos a satisfacer el ideal de perfección que ella tenía. Cuando sus hijos interferían con esa rutina de "perfección", los culpaba por hacerla sentir "imperfecta" y se fastidiaba con ellos y los trataba de una manera hostil. Del mismo modo, si cuando su esposo llegaba del trabajo no se ajustaba a lo que ella consideraba perfección, lo disminuía y criticaba como una manera de recalcar su sentido de rectitud propia.

Entonces Ester recordó el mandamiento del Salvador de ser perfecto así como El es perfecto (véase 3 Nefi 12:48). Comprendió que dicha perfección requería que ella amara

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como El amó (véase Juan 13:34), y se dio cuenta de que había estado en pos de la meta indebida. Ahora, todas las mañanas su corazón está bien dispuesto, no para lograr su propia perfección al margen de los intereses de su familia, sino para descubrir las necesidades individuales de los suyos y para manifestarles todo su amor, ayudándoles y guiándolos, en vez de imponer sobre ellos sus ideas de perfección. Ester prestó atención a la inspiración del Espíritu de no reparar tanto en sus propios intereses sino en el bienestar de sus seres queridos, y de ese modo, su perfección personal se está forjando sola; y ella ya ha comenzado a experimentar las virtudes de la vida de una familia eterna.

¿Cómo comenzamos a cambiar nuestras vidas? Todos sabemos que nuestras familias se enfrentan con problemas y pruebas. También sabemos que no todos los integrantes de la familia reaccionan ante tales problemas y pruebas en el mismo nivel.

Quienes viven en el nivel más bajo viven aparentemente despreocupados de los problemas que aquejan a los demás, y hasta parece que a propósito empeoran las cosas al actuar egoístamente, anteponiendo sus intereses a los de los demás.

En un grado o nivel más alto se encuentran las personas que desean mejorar la situación y que realmente tratan de encontrar las respuestas en clases, libros, métodos, investigación, etc.

Pero hay una tercera y mejor forma de hacer las cosas, la cual incorpora todos los buenos y debidos principios del segundo nivel, añadiendo un nuevo elemento: la determinación de seguir el plan de nuestro Padre Celestial a fin de purificar nuestras vidas y actuar conforme a los dictados del Espíritu en todas las cosas.

Podemos comenzar estableciéndonos dos cometidos básicos. El primero de ellos es formar a la familia de acuerdo con el plan de nuestro Padre Celestial. Este cometido implica que:

1. Pongamos nuestra fe en el Salvador, quien ha puesto la salvación a nuestro alcance aun cuando tropecemos por el camino.

2. Entendamos que la familia constituye el modelo de organización para aquellos que serán exaltados en el reino celestial.

3. Usemos la influencia del Espíritu y el amor de Dios para ayudar a la familia a salvar los obstáculos que nos impone la vida en la tierra.

4. Brindemos a los miembros de la familia oportunidades de desarrollo y progreso, permitiéndoles tomar sus propias decisiones.

El segundo cometido es similar al que se fijó Lehi en su visión del árbol de la vida. En 1 Nefi 8:12 leemos que Lehi dijo: "Y al comer de su fruto, mi alma se llenó de un gozo inmenso; por lo que deseé que participara también de él mi familia".

Desde el momento mismo en que Lehi participó del fruto, quiso que su familia participara también. Del mismo modo deberíamos nosotros proponernos enseñar a los miembros de nuestra familia todos los principios aprendidos en este curso, a fin de poder progresar juntos y disfrutar del fruto del árbol de la vida, el cual es el amor de Dios.

Sugerencias para 1. Analicen brevemente las historias de Daniel y Ester, extrayendo de ellas los principios el desarrollo de más importantes. (Entre otros podríamos mencionar la necesidad de permitirle al Señor la lección cambiar y purificar nuestra vida antes de querer ayudar a otros, y el hecho de que

debemos amar a los miembros de nuestra familia satisfaciendo sus necesidades.)

2. Demostrar que los planes que tenemos para nuestras familias pueden fundarse sobre los principios del plan de nuestro Padre Celestial.

3. Dé su testimonio en cuanto a la veracidad de los puntos que ha enseñado en esta lección, así como de su convicción de que es posible elevar nuestra vida a un grado o nivel más alto.

Conclusión

1. Pida a los miembros de la clase que se comprometan a modelar a sus respectivas familias de acuerdo con el plan de nuestro Padre Celestial.

2. Pídales que enseñen estos principios a sus familias.

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Formemos una familia eterna

Hoja de trabajo de la lección 1

INSTRUCCIONES Haga una evaluación sincera del nivel de su vida actual en los siguientes aspectos: motivación, comunicación y responsabilidad.

Motivación

Telestial: Estoy inspirado por la codicia, los anhelos malsanos y los deseos físicos y materiales.

Terrestre: Busco generalmente satisfacción en el ámbito intelectual o en el éxito de lo temporal.

Celestial: Me siento continuamente lleno de amor y me conmueve el amor que Dios me da, siendo mi meta más preciada el ayudar a mi prójimo a lograr su potencial más pleno y al mismo tiempo progresar yo mismo en lo físico y en lo intelectual.

¿En qué nivel de vida me encuentro?

Comunicación con quienes me rodean

Telestial: Soy exigente, negativo, acusador y trato de culpar a los demás de mis propios errores; empleo lenguaje vulgar.

Terrestre: Le recuerdo constantemente a la gente la letra de la ley, explicando y defendiendo en todo momento mis derechos personales.

Celestial: Comparto con los demás mis esperanzas, sueños, creencias y cometidos, demostrando interés genuino en el bienestar ajeno y diciendo la verdad con amor.

¿En qué nivel de vida me encuentro?

Responsabilidad

Telestial: Evito tener responsabilidades y me quejo en cuanto a mis deberes.

Terrestre: Me siento obligado a cumplir con mis responsabilidades, me rijo por reglas y deberes, y me fijo constantemente en quienes no hacen su parte.

Celestial: Deseo ser servicial, caminando la segunda milla y sintiendo gozo en servir.

¿En qué grado de vida me encuentro?

ASIGNACIONES 1. Hacer el ejercicio anterior.

2. Orar para obtener un testimonio de los principios que se enseñan en esta lección.

3. Estudiar detenidamente los pasajes de las Escrituras que se mencionan a continuación.

4. Enseñar esta lección y estos principios a la familia durante la noche de hogar.

MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

1. Moisés 1:39 (la obra y la gloria de Dios es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre).

2. 2 Nefi 2:25 (el hombre existe para tener gozo).

3- Abraham 3:24-26 (la vida mortal es un período de prueba).

4. D. y C. 45:57 (los sensatos usan al Espíritu Santo como guía).

5- Abraham 2:11 (a las familias se les concede la bendición de la vida eterna).

6. Spencer W. Kimball, "Hidden Wedges", Improvement Era, junio de 1966, págs. 523-526; Conference Report, abril de 1966, págs. 70-75 (incluido en esta lección).

7. Dallin H. Oaks, "The Desires of Our Hearts", discurso pronunciado en la Universidad Brigham Young el 8 de octubre de 1985 (incluido en esta lección).

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CUNAS OCULTAS

por el presidente Spencer W. Kimball

Cierta noche me quedé despierto pensando en los problemas del día. Durante toda la semana había ido a verme mucha gente a mi despacho, gente maravillosa, algunos agobiados de tristeza y angustia; otros que aprendían el arrepentimiento a través de las penurias de la vida; y otros frustrados por problemas en su matrimonio, por sus aberraciones morales, por sus dificultades económicas y por sus deficiencias espirituales.

Estas personas eran básicamente buenas; pero al transitar por la vida, se les había hecho difícil permanecer en el camino principal y se habían desviado por otros senderos; habían olvidado los convenios y habían pospuesto el cumplimiento de sus buenas resoluciones.

Recordé un artículo escrito por Samuel T. Whitman, titulado "Cuñas olvidadas". De joven, en Arizona, había aprendido a emplear las cuñas, pues era mi deber proporcionar la madera para las muchas estufas a leña de la casa. Permitidme citar a Whitman:

"Las tormentas de hielo no eran generalmente destructivas, aunque se caían algunos cables eléctricos y había un aumento repentino en el número de accidentes en la carretera. Caminar al aire libre era incómodo y difícil; el tiempo era desagradable, pero no era peligroso. Normalmente, el enorme nogal habría podido aguantar con facilidad el peso que se había acumulado en sus grandes ramas, mas fue la cuña de hierro en el corazón del árbol lo que le causó el daño.

"La historia de la cuña de hierro comenzó hace muchos años cuando el granjero canoso era niño aún y ayudaba a su padre. Hacía poco que se habían llevado el aserradero del valle y los colonizadores aún encontraban herramientas y piezas raras de equipo por donde caminaban...

"En una ocasión, él había encontrado una cuña de leñador ancha, plana y pesada, de más de treinta centímetros de largo y achatada por los muchos martillazos. El sendero que venía del prado no pasaba por la leñera y como ya. estaba atrasado para la cena, el muchacho dejó la cuña... entre las ramas del joven nogal que su padre había plantado cerca del portón de entrada. Después de comer, o alguna vez que pasara por allí, la llevaría a la leñera.

"Realmente era su intención hacerlo, pero nunca lo hizo. Estaba todavía allí entre las ramas, un poco apretada, cuando el jovencíto llegó a ser hombre. Seguía allí, firmemente agarrada, cuando se casó y empezó a ocuparse del trabajo de la granja. Sólo se podía ver la mitad de ella el día en que los segadores comieron debajo del árbol... Ya totalmente cubierta y oculta, la cuña aún estaba en el árbol aquel invierno cuando llegó la tormenta de hielo.

"En el frío silencioso de la noche invernal, cuando la niebla bajaba y se congelaba donde caía, una de las tres ramas principales se partió y cayó al suelo. Eso desequilibró de tal forma el árbol, que las otras ramas también se rompieron. Al final de la tormenta no quedaba en pie ni una ramita de aquel árbol en otra época tan hermoso.

"Temprano a la mañana siguiente el granjero salió a contemplar su pérdida.

'Habría dado mil dólares porque no hubiera sucedido esto', dijo. 'Era el árbol más bonito de todo el valle.'

"De repente, sus ojos vieron algo en la ruina que yacía a sus pies.

" 'La cuña', dijo con tristeza y reproche. 'La cuña que me encontré en el prado.' Con una sola mirada pudo saber por qué se había caído el árbol. La cuña había evitado que las fibras de la madera pudieran volver a unirse en la forma debida."

¡Cuñas olvidadas! Debilidades ocultas e invisibles, que esperan la noche de invierno para obrar su ruina. ¿Qué podría simbolizar mejor la presencia y el efecto del pecado en nuestra vida?

Esto me recuerda un verso que escuché hace mucho años, titulado.-

Hoy murió José

A la vuelta de la esquina un amigo tengo yo en esta ciudad en que vivo, de enorme extensión;

pero un día y otro pasan, y las semanas también, y de pronto me doy cuenta de que un año ya se fue.

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Lección 1

A este amigo mío no le veo ni la cara, pues la vida es una carrera acelerada.

Pero él sabe que lo quiero igual que ayer, cuando yo iba a su casa y a la mía venía él.

Entonces éramos jóvenes y teníamos mucho tiempo; ahora que soy hombre, no me detengo un momento;

día tras día cansado de lo que hay que trabajar; cansado ya de la lucha que a la fama ha de llevar.

"Mañana", digo, "mañana a mi amigo iré a ver, sólo para demostrarle que sigo pensando en él."

Pero un mañana viene y otro mañana se va; y la distancia entre ambos aumenta cada vez más.

A la vuelta de la esquina, mas no recuerdo cómo es. De pronto alguien me avisa: "¡Murió tu amigo José!"

Esta tristeza tan grande me la tengo merecida, pues ya no tengo un amigo a la vuelta de la esquina.

Al pensar en José, me acordé también de Juan, un amigo de muchos años. Era respetado en su comunidad, honorable en sus negocios, bondadoso. Con franqueza reconocía su debilidad principal: fumaba cigarrillos, uno tras otro. Siempre tenía uno entre los labios; parecía ser parte de él, al igual que las orejas, la nariz o los dedos. A veces bromeábamos acerca de su compañero inseparable. Siempre se reía y decía: "Todos tenemos derecho a padecer de una debilidad". Pero en sus momentos más serios, se ponía pensativo y decía: "Sé que es malo, pero me tiene agarrado como un pulpo. Algún día lo conquistaré". Sí, ¡algún día! Pero los días se hicieron años; el cabello se le volvió más fino, el rostro se le puso amarillento; y finalmente empezó a tener tos, una tosecita seca. Nos preocupaba a quienes apreciábamos sus buenas cualidades, pero no podíamos hacer nada.

Me mudé al estado de Utah y por algunos años no lo vi. El tiempo pasó y los años empezaron a acumularse. Un día estaba en Phoenix, Arizona, cumpliendo con una asignación, cuando un amigo mutuo, conociendo mi afecto por Juan, me dijo: "¿Sabías que está en el hospital muriendo de cáncer del pulmón?" Dejé todo y me fui rápido al hospital. Allí estaba sobre la cama, agonizando. Me dio gusto que me reconociera aun cuando fue por sólo un momento. Su sonrisa forzada se le congeló en la cara. Su luz se apagó para siempre. Cierto que había tenido el propósito de vencer el hábito, especialmente después que los estudios científicos habían confirmado la revelación del Señor, pero su amo dictador no lo quiso así.

Allí había yacido con miedo, solo, encarando lo inevitable. El cáncer estaba demasiado profundo, demasiado esparcido, demasiado atrincherado.

Temblé al ver morir a este amigo de treinta años. Podría haber vivido mucho tiempo todavía con salud y felicidad. Al detenerme allí, con la cabeza inclinada, recordé aquel otro árbol grande que no había podido aguantar la tormenta por causa de la cuña olvidada, la cuña que lentamente le ocasionaba la muerte. Mañana habría tirado sus cigarrillos, pero ese dilatador mañana, ese mañana que supuestamente nunca llega, había llegado. Jamás fumaría otro cigarrillo; las cuñas se habían encargado de eso. Entonces recordé las palabras de Ralph Parlett:

"La fortaleza y la lucha viajan juntas. El galardón supremo de la lucha es la fortaleza. La vida es una batalla y el más grande de los gozos es vencer. Cuando el hombre va en pos de las cosas fáciles, se vuelve débil..."

Mis pensamientos se volvieron entonces hacia un hermoso niño en Arizona, con cabello rizado, que se había sentado en mis rodillas muchos años atrás. Su sonrisa era bella y su risa contagiosa. Creció hasta ser un hombre muy bien parecido, pero durante su adolescencia, descuidadamente puso en la horcadura de su nogal una botella. En sus momentos de sobriedad reconocía que era malo lo que hacía. Mañana descartaría a ese pequeño diablo, su amo. Sí, mañana.

Cuando se casó, la cuña de la botella aún estaba en el árbol y la madera la envolvía. Con una sonrisa irónica decía que no era importante, que de seguro mañana podría sacarla. La

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cuña maldita permanecía allí cuando llegaron los hijos. Amaban a su padre, pero a veces sucedían cosas incomprensibles para ellos. Casi no podían creer que era él, tan diferente era a veces, y cada vez lo hacía más seguido.

La cuña de la botella aún estaba allí cuando los hijos llegaron a la adolescencia. Les resultaba difícil comprender cómo podía su padre ser un hombre de personalidad dulce un día, y un monstruo al día siguiente. Era tan bueno cuando no estaba embriagado. La dejadez hizo que la cuña se enterrara con más y más profundidad en el nogal; se estaba acercando el día en que ya le sería imposible quitarla.

Pasaron los años y otra vez me encontré con él. Me pidió prestados dos dólares. De momento no comprendí para qué le servirían los dos dólares ni cuan desesperada podría sentirse una persona por obtener lo que compraría con dos dólares. Tenía el cabello ya canoso, el cuerpo descuidado, los ojos turbios, la risa vacía. Sus hijos se habían ido cada cual por su camino. Uno había muerto en una taberna; otro se había divorciado tres veces. Un día encontré a mi viejo amigo tirado en una cuneta. La tormenta había llegado, la cuña estaba muy enterrada. Ayer, con disciplina, podría haber vencido a su enemigo y podría haberse encaminado hacia tronos y exaltación, pero el ayer se volvió mañana. Al ayudarle a levantarse, sentí tristeza y recordé las cuñas, las cuñas ocultas.

Al verlo encadenado y esclavizado, recordé algo que escribió una autora contemporánea, lo cual quisiera parafrasear:

La historia, que había bostezado por miles de años, se movió en su cama cubierta de polvo, abrió los ojos y vio que un hijo más de Dios se había convertido en esclavo encadenado. Suspiró, se sentó, sacudió el polvo de las hojas de su libro voluminoso, miró la larga lista de víctimas, dio vuelta a las hojas hasta llegar a una en blanco, tomó su pluma y escribió otro nombre.

"Es una vieja fábula — dijo con cansancio y sin esperanzas, moviendo sus vetustos huesos para escribir —. Millones han seguido este camino a lo largo de las épocas, privando a sus cónyuges, desatendiendo a sus hijos, corrompiendo vidas, destruyendo el carácter. — Luego se quejó —: ¿Por qué no me dejan dormir? ¿Por qué tengo que continuar anotando vidas distorsionadas, civilizaciones corruptas? ¿No aprenderá nunca el hombre?" (Taylor Caldwell, Tloe Earth is the Lord's, pág 414.)

¡Ahí estaban las cuñas de botellas!, los vientos y torbellinos de las cuñas, los árboles destruidos, los esqueletos de árboles sin ramas.

Luego me acordé de Bill. Su historia también era triste. Su comienzo había sido prometedor, su familia era buena. La vida en su hogar era mejor que en el promedio de los hogares, pero él estaba cansado de las restricciones.

Se alistó en el servicio militar, donde podría hacer lo que quería. Después de un breve período de capacitación fue enviado al extranjero. Saigón era una ciudad intrigante, con su gran río, su naturaleza exótica, su gente extraña.

Un día cedió a la tentación, se dejó llevar por un impulso y tuvo un contacto que lo dejó en un mundo extraño para él, un mundo de pecado. Las enseñanzas que había recibido lo rescataron y cayó de rodillas arrepentido. Pero la memoria del hombre es frágil y las sensaciones y demandas de lo carnal son insistentes; con abandono lanzó su cuña a las horcaduras de su nogal. Algún día la quitaría y la colocaría en su debido lugar.

Bajo la presión de sus conocidos, empezó a fumar y luego a tomar, sofocando sus inhibiciones. Con la cuña en la horcadura de su árbol, al principio se sentía incómodo y le molestaba la conciencia, pero pronto la cauterizó. Transcurrieron muchos meses; se acercaba al final de su servicio militar. En una de las muchas ocasiones en que había tomado más de la cuenta, sacó del bolsillo unas monedas y dijo jactándose: "Con estas monedas puedo comprar cualquier tipo de pecado que se conozca". Y sin pensarlo más, hizo su compra. Hacía mucho tiempo que había dejado de orar. ¿Cómo podría pedir las bendiciones del Señor sobre sus hechos, perversiones y aberraciones pecaminosas? En poco tiempo habría terminado con este asunto de la guerra y regresaría a la vida normal. Seguramente, entonces extirparía la cuña.

Entonces volvió a su hogar, pero para entonces su maldad se había atrincherado, sus hábitos de pensamiento y acción estaban enterrados con demasiada profundidad, su fuerza de voluntad era demasiado débil.

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Lección 1

La madera había crecido alrededor de la cuña. Sólo una cirugía considerable podría sacarla.

Luego recordé la historia del joven agricultor y del nogal, que se cayó cuando el hombre llegó a la vejez, y nuevamente pensé: ¡Cuñas olvidadas! ¡Cuñas ocultas! Mi corazón se entristeció, y me acordé de las palabras de Horace Greeley:

"Se mide la altura del éxito de un hombre por su autodominio; la profundidad de su fracaso por su autoabandono. No hay ninguna otra limitación en ninguna de las dos direcciones, y esta ley es la expresión de la justicia eterna.

"El que no puede dominarse tampoco tendrá dominio sobre otras personas; el que se sobrepone a sus defecto será rey".

Recuerdo otro caso de una pareja de Texas. En sus conflictos, egoísmo y terquedad prolongados, se había abierto entre ellos un gran abismo. Sus parientes lloraban por ellos, sus líderes se esforzaban por ayudarles y sus hijos inocentes sufrían frustración, rebelión y delincuencia por causa de estas dos almas de gran potencial. El hermoso amor de dieciséis años atrás estaba tornándose rápidamente en odio; la confianza de antaño se estaba volviendo rencor. Cada uno se empeñaba en reformar al otro; usaban argumentos, presión, palancas y amenazas para forzar al otro a hacer su voluntad. Mientras se peleaban y fabricaban veneno en sus incriminaciones y recriminaciones,' se marchitaban, se arrugaban, se rebajaban. El que antes había sido un gran caballero se tornó en un antagonista pendenciero; la que antes había sido una hermosa dama se convirtió en una fiera. Dos personas egoístas degeneraron hasta llegar a ser pigmeos arrugados. Sus cuñas habían estado mucho tiempo en el árbol. Algún día él la conquistaría; algún día ella ganaría, justificando su posición. Sí, mañana corregirían sus errores, vencerían su orgullo, neutralizarían su egoísmo y sacarían la cuña, pero ésta ya estaba incrustada fuertemente en la horcadura.

¡Oh cuan ciego es el hombre egoísta y egocéntrico, con sus feas cuñas! Estas personas quizás nunca reciban su "carroza de luz", según lo expresó Ralph Waldo Emerson:

"Cada uno se cuida para que su vecino no lo engañe. Pero llega el día en que empieza a preocuparse de no engañar a su vecino. Entonces todo va bien. Ha cambiado su carreta de mercado por una carroza de luz."

Phillips Brooks habló de la siguiente manera de quienes admiten el odio y el rencor:

"Ustedes, los que permiten que los miserables malos entendidos sigan año tras año con la intención de aclararlos algún día; ustedes, los que mantienen con vida lamentables riñas porque no pueden convencerse de que hoy es el momento de sacrificar su orgullo y terminarlas; ustedes, los que se encuentran en la calle con hombres que fueron sus amigos y no les hablan por algún motivo infantil, y sin embargo, saben que sentirían vergüenza y remordimiento si se enteraran mañana que uno de ellos ha fallecido; ustedes, los que dejan con hambre a su vecino, hasta oír que se está muriendo y que piensan dar mañana al amigo la palabra de aprecio o comprensión que tanto necesita hoy; si sólo pudieran saber y ver y sentir repentinamente que 'el tiempo es breve', ¡cómo se rompería el maleficio! Inmediatamente irían y harían aquello que quizás nunca volverían a tener la oportunidad de hacer".

Luego, apliqué la historia de la cuña a otra situación. Por más de un siglo, el evangelio viviente ha estado restaurado en la tierra, y decenas de millares de misioneros han proclamado el mensaje verdadero a millones de personas. Los testimonios expresados por ellos han llegado al corazón de muchos que han dicho "Sí", pero cuyos labios, con temores humanos, se resistieron a la aceptación del evangelio para su bienestar eterno. Han temblado cuando el Espíritu Santo les ha susurrado: "Es verdad, acéptalo", y sin embargo, han permitido que pobres excusas pospusieran su acción. Son numerosas las personas que en todo el mundo han recibido el testimonio de la veracidad del evangelio, pero han dejado el bautismo para mañana. Muchos han oído hablar de las Escrituras adicionales, o sea, del Libro de Mormón, que contiene la plenitud del evangelio, pero nunca han absorbido sus verdades. El año pasado [1965] llegaron a colocarse un millón de ejemplares en los estantes de libros de un millón de hogares y se entregaron otros millones en años anteriores, pero demasiadas personas han dejado para mañana su investigación y han quedado apartadas. "Mañana lo leeré — dicen —; otro día invitaré a los misioneros a enseñarme". Pero mañana es un holgazán que se mueve con pies de plomo mientras la vida sigue, las tormentas llegan, las ramas se parten, los árboles caen, la eternidad se acerca y nuestro llamado sincero no se escucha.

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Percy Adams Hutchison nos dio este verso en su poesía "El Cristo sin espada" (Vicisti Galilee, primera estrofa):

"Sí. a través de los años, helo cabalgar, el humilde Cristo sobre un asno montado. Pero ¿victorioso? Diez oirán su llamado, mientras mil ociosos lo verán pasar."

Me pregunté cuántas decenas de millares escucharían Su voz, sentirían algo en su corazón y tendrían el deseo de seguirlo, pero les faltaría resolución y aplazarían la decisión.

¿Cuántos vieron su sonrisa, escucharon sus sermones en el monte y sintieron algo en su corazón, pero se quedaron atrás para comer, dormir, trabajar y jugar, v no le hicieron caso?

Muchos deben de haber pasado por las calles angostas de Jerusalén, haberse dado vuelta a mirar de nuevo a la persona que habían tocado y después seguido su camino hacia sus quehaceres diarios, habiendo perdido su oportunidad.

¿Cuántos habrán escuchado la historia de cuando caminó sobre ei agua, pero estarían demasiado ocupados vendiendo pescado en el mercado o pastoreando las ovejas para preguntar acerca de sus motivos tan importantes y profundizar en los poderes insondables?

¿Cuántos de los que lo vieron en la cruz vieron sólo vigas, clavos, carne y sangre, y no hicieron ningún intento de penetrar los propósitos y las razones?; ¿Cómo podría uno elegir una muerte tan ignominiosa? ¿Cómo podría controlarse a tal grado en esos momentos de dolor tan agudo? ¿Cuáles fueron los motivos para tal tratamiento? ¿Cuáles fueron los propósitos profundos? ¿Quién era este "autor de eterna salvación para todos los que le obedecen" (Hebreos 5:9)?

¿Cuántos fueron conscientes del sentimiento que se ocasiona en el seno humano cuando la verdad que llegaron a conocer se aleja totalmente del destino eterno de ellos bajo la presión de exigencias insignificantes?

Pienso luego: La dejadez: ¡Ah, miserable ladrón de tiempo y oportunidad!

¿Cuándo permanecerán los hombres fieles a sus añoranzas, a la inspiración recibida en algún momento?

Deben cuidarse aquellos que posponen la eliminación de malos hábitos y hacer constructivamente lo debido. "Algún día me bautizaré", dice uno. "Pronto dejaré de tomar", dice otro. "Uno de estos días voy a dejar de fumar", prometen algunos. "Algún día estaremos preparados para nuestro sellamiento en el templo", dice un matrimonio. "Algún día, cuando me pidan perdón, perdonaré a quienes me han ofendido", es la expresión de algunas almas mezquinas. "Algún día pagaré todas mis deudas." "Uno de estos días vamos a empezar a hacer la oración familiar y la semana que entra comenzaremos a tener nuestras noches de hogar." "La próxima quincena empezaré a pagar el diezmo." Mañana, sí, mañana.

Cito nuevamente las palabras de Whitman:

"Orgullo, envidia, egoísmo, falta de honradez, intemperancia, dudas, pasiones secretas: casi innumerables en variedad y grado son las cuñas del pecado. Con tristeza se perciben innumerables hombres y mujeres que hoy permiten que el pecado se entierre en la horcadura de su vida,

"La cuña está allí; lo sabemos. La pusimos en ese lugar nosotros mismos, un día en que estábamos apurados y distraídos; claro que no debería estar allí, pues está dañando el árbol. Pero estamos ocupados y la dejamos; con el tiempo queda oculta y se nos olvida. Los años pasan rápidamente; el invierno llega con sus tormentas y su hielo; la vida que tanto apreciábamos cae en la pérdida irremediable del desastre espiritual. Por años después de haberse ocultado la cuña, el árbol prospera y no da ninguna señal de su debilidad interna. Sucede lo mismo con el pecado.

"Hay muchas casas elegantes, en calles bellas, que tienen una cuña de pecado dentro de su elegancia. Muchos de los que caminan por las calles, con orgullo y arrogancia por su éxito mundano, son pecadores impenitentes ante Dios. Pero la cuña está allí y el resultado final de su obra es un árbol caído, quebrado y sin valor."

Que el Señor nos bendiga a todos para que podamos pronto reconocer, recordar y extirpar todas las cuñas antes de que puedan hacer estragos en nuestra vida, lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén. (En Improvement Era, junio de 1966, págs. 525-526; o Conference Report, abril de 1966, págs. 70-75.)

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Lección 1

LOS DESEOS DEL CORAZÓN

por Dallin H. Oaks

Le he pedido al hermano Holland (Rector de la Universidad Brigham Young] que no me presentara como es de costumbre. Lo hice a fin de poder presentarme yo mismo de una manera que resulte pertinente al tema sobre el cual hablaré a continuación.

Yo fui bautizado y confirmado miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y recibí el don del Espíritu Santo. En el transcurso de mi vida he hecho muchas cosas buenas, y he hecho algunas otras impropias. Sé que mis pecados pueden serme perdonados. Tengo un testimonio del hecho de que un Padre Celestial amoroso ha concedido el medio, el sacrificio expiatorio de su Hijo, para que toda la humanidad se pueda salvar por medio de la obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio.

Las características que acabo de mencionar en cuanto a mi persona también se aplican a casi todos los hombres y mujeres en este auditorio. Estas características son vitales. Su valor excede de gran manera los así llamados logros que frecuentemente se mencionan cuando se procede a presentar a una persona.

Además, todos deseamos la bendición suprema de la exaltación en el reino celestial. Aun cuando, debido a nuestra insuficiencia humana, no siempre podamos lograr aquello a lo que aspiramos, deseamos dar lo mejor de nosotros y ése es precisamente el tema de mi discurso: "Los deseos del corazón".

Me atrae este tema, pues considero que recalca el contraste fundamental que existe entre las leyes de Dios, según están reveladas en las Escrituras, y lo que llamaré las leyes de los hombres, tal cual se les detalla en las legislaturas y en los códigos legales con los cuales estuve íntimamente relacionado en mis treinta años de jurisconsulto.

Las leyes de los hombres jamás contemplan los deseos ni las ideas de la persona en forma aislada. La ley trata de establecer la condición mental o intención de una persona sólo cuando hay que determinar qué consecuencias se han de aplicar a una determinada acción realizada por ese individuo.

En contraste con ello, las leyes de Dios contemplan el aspecto espiritual. Las cosas espirituales se ven afectadas por las acciones, pero también por deseos o pensamientos independientes de las acciones. Las consecuencias determinadas por el evangelio están basadas en los deseos del corazón.

Un simple ejemplo bastará para ilustrar dicho contraste. Supongamos que un vecino nuestro tiene estacionado frente a su casa un hermoso automóvil deportivo. Xos sentimos atraídos hacia él. pero no hacemos nada al respecto. Xos limitamos a mirarlo por largo rato con codicia. Al hacerlo así. habremos pecado, habremos quebrantado uno de los Diez Mandamientos (véase Éxodo 20:1"). Las consecuencias serán de naturaleza eterna.

Hasta este punto no habremos quebrantado ninguna de las leyes del hombre: sin embargo, si procedemos a la acción, tal como el hacer contacto con los cables del arranque y alejarnos del lugar en el automóvil, habremos cometido un delito que nos hace pasibles a un castigo o a hacer una restitución conforme a las leyes del hombre,

Al tratar de juzgar qué tipo de sanciones se deben aplicar a nuestra acción, la ley procurará determinar con qué intenciones nos apoderamos del vehículo. Si apenas deseábamos tomarlo prestado dando por sentado erróneamente que nuestro vecino nos permitiría hacerlo, tal vez no seamos tenidos por culpables de ningún delito. Xo obstante, sí seríamos considerados responsables de cualquier daño causado al automóvil mientras lo hubiéramos usado. Si teníamos la intención de llevarnos el vehículo contrario a los deseos de su dueño pero devolverlo al poco rato, habríamos cometido un delito de menor importancia. Si lo que queríamos era llevarnos el automóvil en forma permanente, entonces el delito sería considerado de mayor importancia. Para escoger entre estas varias opciones, un juez o un jurado tendría que determinar el estado mental o emocional del infractor.

Para citar otro ejemplo, si un documento hubiera sido firmado, mas se pusiera en tela de juicio su validez, la ley evaluaría la intención del firmante para determinar si el documento habría sido firmado como una broma, o de buena fe.

Estos sencillos ejemplos nos indican que algunas veces las leyes del hombre tendrán en cuenta la condición mental de una persona para determinar las consecuencias de ciertas acciones, pero la ley nunca habrá de sancionar ni de tener en cuenta la intención o los deseos por sí solos. Lo mismo acontecía en la época de los pueblos del Libro de Mormón. Como podemos leer en Alma, los ciudadanos de esa nación eran castigados por sus actos criminales, pero "no había ninguna ley contra la creencia de un hombre" (Alma 30:11,).

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Y está bien que sea así, pues la ley es un instrumento imperfecto que carece de método alguno capaz de analizar el corazón de una persona.

En contraste, la ley de Dios puede determinar consecuencias basándose estrictamente en nuestros pensamientos y deseos más profundos; no existe la más mínima vacilación en la administración de esta ley. Tal como Ammón enseñó a su pueblo: "[Los] ojos [de Dios] están sobre todos los hijos de los hombres, y conoce todos los pensamientos e intenciones del corazón; porque por su mano todos fueron creados desde el principio" (Alma 18:32). De igual manera, Pablo advirtió a los hebreos que Dios "discierne los pensamientos y las intenciones del corazón", y "todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta" (Hebreos 4:12-13).

Estas verdades extraídas de las Escrituras nos indican claramente que Dios nos puede juzgar no sólo por nuestros actos, sino también por los deseos del corazón. No sólo puede hacerlo, sino que lo hace; así lo ha declarado una y otra vez. Si leéis teniendo presente este tema, tal vez os sorprenderéis ante la cantidad de casos en que las Escrituras nos enseñan que seremos juzgados de acuerdo con los deseos del corazón. ¡Cuánto deberíamos tener en cuenta esta realidad!

Tal vez sea para muchos comprometedora, pero no debería tomarlos por sorpresa. ¿Por qué? Tenemos el libre albedrío y lo ejercemos no sólo en lo que hacemos, sino también en lo que decidimos, en lo que tenemos la voluntad de hacer o en lo que deseamos. Las restricciones que pesan sobre la libertad tal vez nos priven del poder de hacer, pero nadie puede privarnos del poder de nuestra voluntad o nuestro deseo. El libre albedrío constituye un principio eterno, y también lo es la responsabilidad que tenemos de la forma en que lo ponemos en práctica. La responsabilidad debe entonces extenderse y aplicar consecuencias a los deseos del corazón.

Veamos qué nos dicen las Escrituras sobre los deseos del corazón. Primero me referiré a un grupo de pasajes que se aplican a este principio de una manera negativa, haciéndonos culpables de haber pecado debido a nuestros pensamientos y deseos malos. Después trataré otros pasajes que se aplican de una forma positiva, prometiéndonos bendiciones precisamente por los buenos deseos del corazón.

La más conocida de todas las designaciones del pecado que se dan en las Escrituras como resultado de los deseos del corazón tiene que ver con el pecado sexual. El Salvador declaró:

"He aquí, fue escrito por los antiguos que no cometerás adulterio; mas yo os digo que quien mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio en su corazón" (3 Nefi 12:27-28; véase también Mateo 5:27-28).

El Nuevo Testamento ofrece otros ejemplos de pecados cometidos exclusivamente en forma de pensamientos, tal como la condenación del enojo y de los sentimientos malsanos (véase Mateo 5:22).

El Libro de Mormón hace referencia a este mismo principio en su definición de las supercherías sacerdotales. Este es el pecado que cometen aquellos que predican el evangelio para sacar provecho personal más bien que para extender la obra del Señor.

"Son supercherías sacerdotales el que los hombres prediquen y se constituyan a sí mismos como una luz al mundo, con el fin de poder obtener lucro y alabanza del mundo; pero no buscan el bien de Sión" (2 Nefi 26:29; véase también Alma 1:16).

La superchería sacerdotal no es un pecado que se comete únicamente sobre la base de nuestros deseos, puesto que también implica un acto, como el de predicar. No obstante, coloco a la superchería sacerdotal dentro de la categoría de un pecado de deseo, puesto que el acto de predicar, a menos que se trate de doctrina falsa, es un hecho que normalmente elogiamos; se transforma en pecado únicamente cuando se lleva a cabo con el deseo indebido de sacar provecho u obtener alabanzas. El pecado está en el deseo y no en el acto en sí.

Lo mismo acontece con las personas de diferentes dispensaciones a las que el Señor describe diciendo que se le acercaron con sus labios pero que tenían su corazón lejos de El. El Señor dio tal descripción por medio de sus siervos en Isaías 29:13, en Mateo 15:8, en 2 Nefi 27:25 y en José Smith — Historia 19.

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Lección 1

El salmista condenó al pueblo del antiguo Israel, "pues sus corazones no eran rectos con [Dios]" (Salmos 78:37). En una carta dirigida a W. W. Phelps, en 1833, el profeta José Smith empleó esta misma frase:

"Recuerda que Dios ve los motivos secretos de las acciones humanas, y conoce el corazón de todos los vivientes... resulta también inútil aparentar cuando el corazón no es recto ante Dios, pues Dios mira al corazón" (Dean C. Jessee, ed., The Personal Writings ofjoseph Smith, Salt Lake City, Deseret Book Co., 1984, págs. 263 - 264).

¿Qué quiere decir eso? Nuestro corazón es recto ante Dios cuando realmente deseamos lo que es digno. Nuestro corazón es recto ante Dios cuando deseamos lo que Dios desea.

La fuerza de voluntad que nos fue divinamente concedida nos da total control sobre nuestros deseos, pero los deseos del corazón son tan fundamentales, tan interiores y profundos, que tal vez nos lleve muchos años asegurarnos de que los hemos acondicionado y educado al punto de que sean absolutamente rectos.

El presidente Joseph F. Smith enseñó que "la educación de nuestros deseos es de importancia trascendental para nuestra felicidad en la vida" {Doctrina del Evangelio, pág. 291).

¿Cómo educamos nuestros deseos? Supongo que comenzamos con nuestros sentimientos. Los deseos del corazón son profundos y fundamentales, pero nuestros sentimientos están mucho más cerca de la superficie y nos resulta tanto más fácil advertirlos e influir en ellos.

Es común escuchar comentarios como los siguientes: "Lo odio. No puedo hacer nada por cambiar lo que siento"; "No puedo tolerar que nadie me diga lo que tengo que hacer; es más fuerte que yo. Así soy".

¿Habéis hecho alguna vez algo que, si bien considerabais que era correcto, lo hacíais sólo porque no teníais más remedio que hacerlo? ¿Habéis observado alguna vez un mandamiento de Dios con una actitud de resentimiento o santurronería, o sencillamente a la espera de un provecho personal inmediato? Considero que la mayoría de nosotros hemos tenido experiencias así. ¿Recordáis cómo os sentisteis en esas ocasiones? ¿No creéis que el Padre Celestial, que nos dio la fuerza de voluntad a la cual llamamos libre albedrío, tendrá muy en cuenta tales sentimientos? ¿Acaso no nos hablan a las claras esos sentimientos sobre los deseos del corazón?

Si queremos tener deseos justos y un corazón recto ante Dios, debemos controlar nuestros pensamientos y lograr los sentimientos apropiados. Mi madre, quien había quedado viuda, entendía ese principio.

"Ora en cuanto a tus sentimientos", solía decirnos. Nos enseñó a sus tres hijos que debíamos orar para tener los sentimientos debidos en cuanto a nuestras experiencias — ya fueran positivas o negativas — y a las personas a quienes conocíamos. Si nuestros sentimientos eran buenos, casi de seguro optaríamos por las acciones correctas y haríamos las cosas motivados por la razón debida. De igual manera, Helamán les enseñó a sus hijos que no sólo era importante que ellos hicieran "lo que es bueno", sino que debían hacerlo movidos por razones correctas. No debían actuar para vanagloriarse sino para ganar un tesoro en el cielo (véase Helamán 5:7-8).

En el libro de Moroni encontramos la siguiente enseñanza:

"Porque he aquí, Dios ha dicho que un hombre, siendo malo, no puede hacer lo que es bueno; porque si presenta una ofrenda... a menos que lo haga con verdadera intención, de nada le aprovechará.

"Porque he aquí, no le es contado por justicia.

"Pues he aquí, si un hombre, siendo malo, presenta una ofrenda, lo hace de mala gana; de modo que le es contado como si hubiese retenido la ofrenda; por tanto, se le tiene por malo ante Dios." (Moroni 7:6-8.)

Debemos no solamente hacer lo que está bien, sino que debemos hacerlo de buena gana y por motivos correctos, o el acto no se considerará justo.

¿Habéis visto alguna vez al receptor de una ofrenda discutir acaloradamente con el dador hasta que éste se enojó de tal manera que le lanzó el regalo a la cara? En lo que tiene que ver con la "verdadera intención" del dador, ¿es este triste episodio diferente de alguna manera de otro en el que una persona hace algo con un sentido de coerción o resentimiento? No hay bendiciones para lo que se hace sin "verdadera intención".

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Moroni incluso aplicó este principio a nuestras oraciones:

"E igualmente le es contado por mal a un hombre, si ora y no lo hace con verdadera intención de corazón; sí, y nada le aprovecha, porque Dios no recibe a ninguno de éstos" (Moroni 7:9).

En la historia que escribió en el año 1832, el profeta José Smith hizo referencia a un problema que tenía con una intención de su corazón. Explicó que cuando había ido por primera vez hasta el cerro Cumora, el ángel no había querido darle las planchas, diciéndole que aún no había llegado el momento. Durante los años que tuvo que esperar antes de recibir las planchas, el joven Profeta se vio tentado en sus pensamientos; y más tarde escribió al respecto:

"Me había tentado el adversario y procuraba obtener las planchas con fines de lucro, y no guardé el mandamiento de tener la única mira de glorificar a Dios, por lo que fui reprendido y entonces procuré diligentemente obtener las planchas; mas no las obtuve hasta que llegué a la edad de veintiún años" {Personal Writings, pág. 7).

Por medio de ese interesante relato vemos que el Señor miró en el corazón del joven Profeta, lo reprendió por sus deseos indebidos con respecto a las planchas, le dio tiempo para arrepentirse y madurar, y finalmente lo perdonó y le permitió seguir adelante con el cumplimiento de su misión.

Muchos pasajes de las Escrituras revelan que los deseos del corazón se tendrán en cuenta en el día del juicio. Alma enseñó que cuando seamos "llevados ante el tribunal de Dios para ser juzgados... nuestras palabras nos condenarán, sí, todas nuestras obras nos condenarán... y nuestros pensamientos también nos condenarán" (Alma 12:12, 14).

Dos de mis versículos predilectos de las Escrituras se encuentran en el Salmo 24:

"¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?

"El limpio de manos y puro de corazón" (Salmos 24:3-4; véase también Alma 5:19).

Me gustan esos versículos porque expresan la idea tan clara y sucintamente. Si nos abstenemos de obrar mal, tendremos las manos limpias. Si nos abstenemos de tener pensamientos prohibidos, tendremos un corazón puro. Quienes asciendan y estén en el lugar santo deben contar con ambas cosas.

En sus enseñanzas tocantes a la justicia y la misericordia en el día del juicio, Alma declaró que si las obras y los deseos de una persona son malos, de la misma forma le serán restaurados, "porque así como ha deseado hacer mal todo el día, así recibirá su recompensa de maldad cuando venga la noche" (Alma 41:5).

En el segundo capítulo de Romanos, el apóstol Pablo enseña al respecto otra gran verdad. Explica que Dios juzgará "los secretos de los hombres" (Romanos 2:16) "según [la] verdad" (Romanos 2:2). Compara la posición de los gentiles que no tienen la ley pero que mediante sus acciones mostraban "la obra de la ley escrita en sus corazones" (Romanos 2:15), con los judíos, que predicaban la ley mas no la ponían en práctica. Entonces termina con estas profundas verdades:

"Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;

"sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios." (Romanos 2:28-29.)

¿Qué significado tienen para nosotros todas esas enseñanzas en cuanto a nuestros sentimientos y deseos?

¿Estamos seguros de hallarnos sin culpa bajo la ley de Dios simplemente porque nos abstenemos de hacer cosas malvadas? ¿Qué sucede si damos cabida en nosotros a pensamientos y deseos malsanos?

¿Habrán de pasar inadvertidos en el día del juicio los sentimientos de odio?; ¿y los de envidia?; ¿y qué hay de los de codicia?

¿Somos inocentes si nos embarcamos en prácticas comerciales que tienen como fin engañar, aun cuando no vayan acompañadas de ningún acto que sea penable por la ley?

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Lección 1

¿Estamos sin culpa ante la ley de Dios por el simple hecho de que la ley del hombre no le ofrezca un remedio legal a nuestra víctima?

¿Nos haremos merecedores de recibir bendiciones si procuramos las cosas de Dios, como ser por la prédica o publicación del mensaje del evangelio, pero lo hacemos con el interés de obtener riquezas u honor en vez de hacerlo con la única mira de glorificar a Dios?

Las respuestas a tales preguntas son una ilustración de lo que describiríamos como "malas noticias", o sea, que es posible cometer pecado sin la acción en sí, simplemente por nuestros pensamientos y los deseos de nuestro corazón.

Pero también hay buenas noticias. De acuerdo con la ley de Dios, podemos recibir recompensa por nuestra rectitud aun cuando no podamos llevar a la práctica aquellas acciones que comúnmente están relacionadas con las bendiciones de las que hablé anteriormente.

Esto me recuerda algo que solía decir mi suegro. Cuando alguien deseaba sinceramente hacer algo por él pero las circunstancias no se lo permitían, él decía: "Gracias. A falta del hecho, basta con la intención". Este dicho representa en pequeña escala el principio que aplicará Aquel que nos ha de juzgar. El recibirá los verdaderos deseos del corazón en lugar de aquellas acciones que realmente sean imposibles de efectuar.

Antes de repasar las Escrituras, advirtamos que este principio ilustra otro contraste más entre las leyes de Dios y las de los hombres. Es totalmente impracticable el otorgar una ventaja legal sobre la base de una intención que no se traduzca en acción. El "tuve toda la intención de firmar ese contrato" o "teníamos intenciones de casarnos" no puede aceptarse como equivalente del acto determinado que requiere la ley. Si la ley fuera a contemplar las intenciones ante la ausencia de los hechos, daría rienda suelta al abuso, puesto que las leyes de los hombres no cuentan con ningún método confiable que permita determinar nuestros pensamientos más profundos.

En contraste, la ley de Dios puede recompensar un deseo justo, puesto que nuestro Dios omnisciente puede determinar si existe o no. Como ha sido revelado por medio del Profeta de esta dispensación, Dios "discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (D. y C. 33:1). Si una persona se abstiene de determinado acto porque realmente no lo puede llevar a la práctica, aunque lo haría si pudiera, nuestro Padre Celestial lo sabrá y la recompensará correspondientemente.

La mejor ilustración que nos ofrecen las Escrituras en cuanto a este punto la encontramos en la enseñanza del rey Benjamín cuando se refirió a la acción de dar:

"Y además, digo a los pobres... que rehusáis al mendigo porque no tenéis; quisiera que en vuestros corazones dijeseis.- No doy porque no tengo, mas si tuviera, daría.

"Ahora, si decís esto en vuestros corazones, quedáis sin culpa" (Mosíah 4:24 - 25).

Pablo describió el mismo principio en su segunda carta a los corintios, donde dice: "Si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene" (2 Corintios 8:12).

El presidente Harold B. Lee se basó en estos pasajes cuando definió otro ejemplo:

"Esposas y madres a quienes se os han negado las bendiciones del matrimonio y la maternidad en esta vida — que decís en el corazón, 'Si hubiera podido hacerlo, lo habría hecho, o daría si tuviera, pero no puedo, pues no tengo' — el Señor os bendecirá de la misma forma que si lo hubieseis hecho, y la vida venidera compensará a quienes deseen en sus corazones las justas bendiciones que no pudieron recibir por razones ajenas a su dignidad" (Ye Are the Light ofthe World, Salt Lake City, Deseret Book Co., 1974, pág. 292).

Los deseos de nuestro corazón serán algo muy importante a tener en cuenta en el juicio final. Alma enseñó que Dios "concede a los hombres según lo que deseen, ya sea para muerte o para vida; [y] según la voluntad de ellos, ya sea para salvación o destrucción. Sí... el que conoce el bien y el mal, a éste le es dado según sus deseos" (Alma 29:4 - 5).

Se trata de una enseñanza que nos deja mucho en que pensar, y que puede resultar sumamente gratificadora. Quiere decir que una vez que hayamos hecho todo lo que podamos, nuestros deseos harán el resto. También quiere decir que si lo que deseamos es justo, podremos ser perdonados por aquellos errores que inevitablemente cometeremos al tratar de ver cristalizados nuestros deseos. ¡Cuan tranquilizante para nuestros sentimientos de insuficiencia! Como dijo Alma:

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"Es indispensable para la justicia de Dios que... si sus hechos fueron buenos en esta vida, y buenos los deseos de sus corazones, que también sean ellos restituidos a lo que es bueno en el postrer día...

"uno resucitado a la dicha, de acuerdo con sus deseos de felicidad...

"Si se ha arrepentido de sus pecados y deseado la justicia hasta el fin de sus días, en igual manera será recompensado en justicia" (Alma 41:3, 5-6) .

Del mismo modo, en esta dispensación el Señor ha revelado que El juzgará "a todos los hombres según sus obras, según el deseo de sus corazones" (D. y C. 137:9).

El principio que nos hace saber que seremos juzgados tanto por los deseos de nuestros corazones como por nuestras acciones ofrece dos posibles malos entendidos. Os prevengo contra ellos.

Primero, debemos tener presente que el deseo es un substituto únicamente cuando la acción se hace realmente imposible. Por ejemplo, suponed que una persona optara por no pagar el diezmo pensando que su deseo sería suficiente. El pago del diezmo puede ser difícil, pero si hemos recibido un ingreso, rara vez será imposible. Si tratamos de valemos de la excusa de que nos es imposible cumplir con algo para cubrir el hecho de que en realidad no queremos hacerlo, y por consiguiente no hacemos todo lo que podríamos por llevar a cabo los actos que se nos han mandado, nos estaremos engañando a nosotros mismos, pero jamás engañaremos al Juez Justo.

A fin de que se le pueda aceptar como substituto para una acción, el deseo no puede ser superficial, impulsivo ni pasajero, sino que debe ser honrado y total. Encontramos una analogía persuasiva en la referencia que el apóstol Pablo hace a la clase de remordimiento y pesar necesarios para que el arrepentimiento sea válido para la salvación. Lo que él denomina "la tristeza del mundo" no es suficiente. Ese tipo de tristeza o pesar "produce muerte" (2 Corintios 7:10). El arrepentimiento requiere lo que él llama "la tristeza que es según Dios" (2 Corintios 7:10). Para que los deseos del corazón puedan hacernos merecedores de bendiciones, deben ser tan genuinos que también se pueda decir de ellos que son deseos según Dios.

Segundo, no debemos dar por sentado que los deseos del corazón, los cuales aparentemente pueden satisfacer la ley del evangelio, pueden también satisfacer una ordenanza del evangelio.

No hay nada en las Escrituras que pueda hacernos pensar que las buenas intenciones pueden substituir la ejecución de una ordenanza requerida. Considerad las palabras del Señor al instituir dos ordenanzas del evangelio: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Juan 3:5). Y con respecto a los tres grados de gloria, la revelación moderna declara: "Para alcanzar el más alto, el hombre tiene que entrar en este orden del sacerdocio [es decir, el nuevo y sempiterno convenio de matrimonio]" (D. y C. 131:2). No se hace referencia a excepción alguna en estos mandamientos, ni en ninguna otra parte de las Escrituras.

Sin embargo, en la justicia y en la misericordia de Dios, el rígido efecto de los mandamientos relativos a las ordenanzas esenciales se ve templado por la autoridad divina de efectuar estas ordenanzas en forma vicaria por aquellos que no las efectuaron en vida. Entonces, una persona que se encuentre en el mundo de los espíritus y desee aceptar la ordenanza recibirá los beneficios de esta acción en forma vicaria de la misma manera que si la hubiera llevado a cabo ella misma. De este modo, mediante el amoroso servicio de aquellos que los representan en esta vida, los espíritus que han partido también serán recompensados por los deseos de sus corazones.

En resumen, ante la ley de Dios somos responsables de nuestros sentimientos y deseos así como de nuestras acciones. Los pensamientos y deseos malvados serán castigados. Los hechos que parecen ser buenos nos reportarán bendiciones sólo cuando los llevemos a la práctica con una intención sincera y justa. En el aspecto positivo, seremos bendecidos por los dignos deseos de nuestro corazón aun cuando algunas circunstancias exteriores hayan hecho imposible que transformáramos nuestros deseos en hechos.

Parafraseando las enseñanzas de Pablo en el capítulo 2 de Romanos, es un Santo de los Últimos Días el que lo es en lo interior, aquel cuya conversión es del espíritu, del corazón, que no es alabado de los hombres debido a hechos visibles, sino de Dios por los profundos deseos del corazón.

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Lección 1

Que Dios nos bendiga para que podamos entender este gran principio y llevarlo a la práctica. Nos pone a prueba; es reconfortante; es verdadero.

Dios vive. Jesucristo es su Hijo. El sufrió y murió por nuestros pecados, para que mediante el arrepentimiento, las buenas obras, los justos deseos de nuestro corazón y el cumplimiento de todas las leyes y ordenanzas del evangelio podamos obtener el grado más alto de gloria en el reino celestial. Tal es el destino de los hijos de Dios, de lo cual doy testimonio, pidiendo las bendiciones de nuestro Padre Celestial sobre cada uno de nosotros, en el nombre de Jesucristo. Amén. (Discurso pronunciado en la Universidad Brigham Young el 8 de octubre de 1985.)

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Vivamos conforme a la inspiración del Espíritu 2 OBJETIVO Que los miembros de la clase se preparen para recibir el Espíritu y vivir de acuerdo con

Su inspiración, cambiando así su actitud y conducta a fin de poder hallar gozo en el cumplimiento de sus responsabilidades familiares.

NOTAS PARA EL MAESTRO 1. Ningún maestro puede enseñar, en el tiempo de que dispone, todo el material que se

brinda en esta lección con el grado de eficiencia que corresponde. Se le proporcionan todos esos materiales a fin de que usted, el maestro, cuente con mayores elementos de juicio para presentar la lección. Trate de enseñar algo de cada uno de los principios mencionados y permita que el Espíritu le guíe en la selección de las ideas. Recuerde que las Escrituras deben ser siempre la fuente primordial de materiales de estudio para los miembros de la clase.

2. Inste a cada uno de los miembros de la clase a evaluar la influencia que tiene el Espíritu en su vida,

3. Dé su testimonio si siente el deseo de hacerlo.

PRINCIPIOS A TRATAR 1. Podemos vivir en un nivel celestial únicamente si somos guiados por el Espíritu.

2. Para poder hacer frente a los problemas de la vida familiar debidamente, es esencial que los aceptemos como oportunidades de progreso.

3. Para poder vencer al "hombre natural", debemos entender el libre albedrío. la Expiación y el arrepentimiento.

4. Todos los miembros de la Iglesia que tengan una fe activa y firme en Jesucristo podrán recibir la inspiración del Espíritu Santo aun cuando todavía no sean perfectos.

5. Aquellos que no hagan caso al Espíritu se privarán de un importante recurso que está a disposición de todos los que busquen una confirmación interior a sus decisiones.

LA LECCIÓN

Conceptos fundamentales

El nivel espiritual más elevado se obtiene siguiendo al Espíritu

Al estudiar las enseñanzas del Salvador, podemos darnos cuenta de que El desea que vivamos nuestra vida terrenal en el nivel más alto. Por ejemplo, comparemos los pensamientos y la conducta que enseñó el Salvador en el Sermón del Monte, todos en un nivel celestial, con los correspondientes a los niveles terrestre y telestial, que aparecen en la siguiente gráfica:

CELESTIAL TERRESTRE TELESTL\L

Evitar el enojo completamente (véase Mateo 5:21-22: compárese con 3 Nefi 12:21-22).

Evitar la codicia y tener pensamientos puros continuamente (véase Mateo 5:2--28; compárese con 3 Nefi 12:2--28).

Amar a todos, a pesar de lo que nos hagan (Mateo 5:43—47: compárese con 3 Nefi 12:43-4^).

No matar (Mateo 5:21; compárese con 3 Nefi 12:21).

No cometer adulterio (Mateo 5:27; compárese con 3 Nefi 12:2-).

Amar al prójimo y aborrecer al enemigo (Mateo 5:43; compárese con 3 Nefi 12:43).

Matar o aceptar que se mate (véase Apocalipsis 22:15).

Cometer adulterio o aceptarlo (véase D. y C. -6:103).

Odiar (véase Mateo 5:22: compárese con 3 Nefi 12:22).

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Sugerencias para el desarrollo de la lección

Vemos que el nivel más alto está relacionado con el corazón y el Espíritu. Nuestras motivaciones, nuestros pensamientos, los deseos de nuestro corazón y nuestra actitud son los elementos que establecen la diferencia que existe entre el nivel terrestre y el celestial y nos hacen acreedores a la vida eterna.

1. Emplee la sección anterior como un breve repaso de la lección 1 y a modo de introducción de esta lección.

2. El análisis de los principios del Sermón del Monte se deben concentrar en el hecho de que las enseñanzas del Salvador están relacionadas con el corazón y el Espíritu. Evite analizar cada uno de los principios en forma demasiado extensa.

Los problemas y las situaciones difíciles nos dan oportunidades de progreso

Conceptos fundamentales

Sugerencias para el desarrollo de la lección

Cuando nuestro Padre Celestial dirigió la organización de esta tierra para que pudiéramos morar en ella, se declaró: "Con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare" (Abraham 3:25). Eso quiere decir que en la tierra enfrentaríamos situaciones que nos pondrían a prueba y responderíamos a ellas en diferentes niveles. Si hacemos lo que el Señor nos ha mandado, nuestra conducta estará en el nivel más alto y esto nos ayudará a desarrollarnos y progresar, preparándonos para la vida eterna. Por consiguiente, en vez de quejarnos de que nuestras familias se vean enfrentadas a problemas y aflicciones preguntando: "¿Por qué nos tiene que pasar precisamente a nosotros?", deberíamos aprender a sopesar las circunstancias y tratar de resolver los problemas de acuerdo con principios celestiales.

1. Haga un breve repaso de Abraham 3:25- Recuérdeles a los miembros de la clase que, al reunimos en el gran concilio de los cielos, nuestro Padre Celestial presentó su plan de manera tal que lo pudiéramos entender. No fue sino hasta después de enterarnos de las posibles bendiciones, así como de las dificultades inherentes, que decidimos participar.

2. Sin emplear demasiado tiempo, deje bien en claro que, si tomamos las debidas decisiones, podemos sacar enorme provecho de las dificultades que nos presenta la vida.

Conceptos fundamentales

£1 hombre natural

Al enfrentarnos con los problemas diarios, podemos o aceptar la inspiración del Espíritu Santo o no hacerle caso. Cuando hacemos esto último, nos privamos de las promesas del plan de nuestro Padre Celestial y nos volvemos ciegos a las verdades que El nos concedería saber. Entonces vivimos en un nivel telestial o terrestre y no llegamos a sentir ni amor, ni compasión, ni paz interior verdaderos y, en muchos casos, llegamos a negar que el vivir una vida celestial sea posible aquí en la tierra. Nos sentimos maniatados por otras personas o por nuestras propias debilidades, y en vez de hacer frente a nuestros problemas con confianza, caemos en la desesperación. Cuando desobedecemos al Espíritu, nos volvemos hombres y mujeres "naturales", a quienes las Escrituras describen como enemigos de Dios (véase Mosíah 3:19).

¿Por qué razón es el "hombre natural" enemigo de Dios? Enemigo es aquel que se encuentra en oposición. En este caso el "enemigo" se opone a la voluntad de Dios y no opera dentro de la esfera de influencia del Espíritu Santo. Somos enemigos de Dios cuando no tenemos interés en saber cuál es su voluntad para obedecerla.

Por ser hombres o mujeres "naturales", experimentamos sentimientos y tenemos actitudes que difieren en calidad de los que sentiríamos si estuviéramos dispuestos a someternos al Espíritu. Cuando nos sentimos infelices, lo sabemos, mas tal vez no sepamos por qué. Nos sometemos a una condición de amargura autoimpuesta, pero nos consideramos víctimas de las circunstancias, del maltrato de otras personas o de nuestra propia falta de capacidad para satisfacer lo que se espera de nosotros.

Hay veces en que, a pesar de su deseo de someterse al Espíritu, hay personas que se descorazonan pensando que no pueden lograrlo. En tales casos se debe tener presente que todos seremos juzgados conforme a los deseos de nuestro corazón. El "enemigo de Dios" es aquel que decide no obedecer al Espíritu. Pero el acercarnos al Señor con fe, sometiéndonos al poder transformador de su Espíritu, no quiere decir que nos volvemos perfectos inmediatamente, sino que más bien indica que hemos establecido con El una relación que permite que vayamos logrando la perfección durante el transcurso de nuestra

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Lección 2

vida. Uno de los grandes mensajes de Mosíah 3:19 ("...enemigo de Dios ...a menos que se someta al influjo del Espíritu Santo") y Mosíah 5:2 ("...[el] Espíritu del Señor Omnipotente... ha efectuado un potente cambio en nosotros o en nuestros corazones, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente") es que, al fin de cuentas, no somos nosotros quienes nos hacemos perfectos, sino que el Espíritu puede perfeccionarnos si se lo permitimos. La vida es un continuo proceso de desarrollo y es enorme el gozo que se puede obtener en esa transformación. Ninguna persona que continuamente trate de esforzarse todo lo posible por seguir al Espíritu debe considerarse un hombre o una mujer "natural", ni pensar que haya sido rechazado por el Señor.

De acuerdo con lo que hemos tratado, consideremos los siguientes cuatro ejemplos:

1. Cuando Cristina le preguntó a su padre, Ernesto, si podía acompañarla a buscar un libro a la casa de una amiga, él no le prestó mucha atención. Cristina le explicó que lo necesitaba para estudiar y por un momento él se sintió impulsado a escucharla, pero siguió preparando algo que necesitaba para la reunión que tendría con los Scouts esa noche; después de todo, tenía poco tiempo y muchas cosas que hacer. Nadie podía poner en tela de juicio la importancia de lo que estaba haciendo, pero, de todos modos, la respuesta que le dio a su hija fue ofensiva. En vez de obedecer a su impulso, Ernesto le dijo: "Cristina, ¿por qué te las arreglas siempre para interrumpirme cuando estoy ocupado? Siempre tengo que adaptarme a tus necesidades; esperas que haga todo a un lado no bien necesitas algo". Cristina, sorprendida y dolorida, comenzó a explicar la urgencia de su pedido, pero su padre la interrumpió, y entre dientes le dijo con dureza: "¿Es que no prestas atención? ¿Qué acabo de decirte?" Cristina se marchó y Ernesto continuó con su tarea lleno de resentimiento.

2. Amanda estaba furiosa. Su hija, Beatriz, se había ido a visitar a una vecina sin haber terminado las tareas que tenía asignadas de la casa. Su mamá le había pedido que lavara temprano su ropa, así ella la podía colgar para que se secara. Ya no sabía qué hacer con Beatriz; no le quedaría otro remedio que prohibirle mirar televisión en toda la semana. Le costaba entender cómo una niña de once años podía ser tan irresponsable. Con el paso de las horas, Amanda se calmó y pensó que lo mejor que podría hacer para enseñarle a Beatriz a ser responsable sería poner en práctica el acuerdo al que había llegado con ella de que si no cumplía alguna tarea de la mañana, tendría que compensarla con otra tarea en la tarde. En este caso, consideraba que estaba en todo su derecho de pedirle a su hija que descolgara la ropa y la planchara. Pero cuando Beatriz regresó, en vez de hacer lo que había considerado era lo mejor, Amanda comenzó a criticar a su hija y a quejarse por todo lo que había tenido que hacer durante el día debido a que Beatriz era una haragana y no había lavado la ropa.

3. Diego oyó gimotear al bebé y pensó que debía levantarse para atenderlo. No era un simple impulso, sino que lo aceptaba como uno de sus deberes y consideraba que era lo menos que podía hacer debido al amor que sentía por su esposa y por el niño. Pero estaba muy cansado; sus jornadas de trabajo parecían cada vez más largas y al día siguiente tenía que hacer una presentación muy importante en su trabajo. En vez de levantarse, Diego comenzó a preguntarse por qué Estela, su esposa, no atendía al niño. Después de todo, era también su hijo. Además, pensó, si ella se siente muy cansada, puede volver a acostarse de mañana, después que los niños se vayan a la escuela. En cambio yo, si me levanto, mañana estaré todo el día como un sonámbulo y de mal humor, y eso es algo que no merece la gente con la que trabajo. Diego refunfuñó de manera que su esposa lo oyera y se dio vuelta en la cama. Con las quejas y el movimiento de su marido, Estela se despertó y fue a atender al niño.

4. Mariana se había dispuesto a dedicar dos horas a estudiar para el examen de química. Ya había leído los capítulos, pero sabía que si no los repasaba y trataba de memorizar las fórmulas, no podría sacar una buena calificación. Cuando Dora la llamó y la invitó para ir a tomar un helado, pensó que lo que realmente debía hacer era quedarse en casa a estudiar. Eran las nueve de la noche y todavía no había empezado su repaso. Dora insistió y finalmente Mariana aceptó ir con su amiga, aunque dejando en claro que debía estar de regreso en su casa lo antes posible. Cuando volvió eran las 11:30; estaba cansada y comenzó a protestar por lo exigente que era la profesora de química: Después de todo, pensó, ¿qué se cree ella, que todos vamos a ser químicos? Algunas de estas cosas no tienen sentido. ¿Para qué quiere uno saber todo esto? Mariana se quedó dormida a las 11:45.

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Sugerencias para el desarrollo de la lección

Los principios en cuestión son similares en cada uno de los cuatro ejemplos. Advirtamos lo siguiente en cada uno de los casos:

1. La persona piensa que cierto curso de acción o actitud es correcto. (Para Ernesto, el escuchar a su hija; para Amanda, pedirle a Beatriz que descolgara la ropa seca y la planchara; para Diego, ayudar con la atención del bebé; para Mariana, estudiar.)

2. La persona rehusa hacer precisamente aquello que considera debido.

3. Entonces, trata de justificar sus hechos o manera de pensar poniendo como excusa a otras personas o a circunstancias ajenas a sí misma. Cada uno de los personajes se siente víctima de circunstancias que no cree poder controlar, en vez de hacerse responsable de lo que hace o piensa.

4. Cada una de estas personas tiene sentimientos que no conducen a unir a quienes les rodean ni a instarlos a hacer las cosas bien, sino que son sentimientos negativos.

1. Refiérase a Mosíah 3:19 y señale brevemente que el "hombre natural" no escucha al Espíritu y de ese modo se hace enemigo de Dios.

2. Presente los puntos mas importantes de los cuatro ejemplos y haga en la pizarra un bosquejo de los problemas que tratan y de la forma en que se enfrentaron. Asegúrese de indicar que, en cada caso, el Espíritu instó a los personajes a actuar de una manera diferente de la que lo hicieron.

Conceptos fundamentales

La inspiración del Espíritu Santo

En Mosíah 3:19 leemos que "el hombre natural es enemigo de Dios", pero también leemos que "lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Espíritu Santo, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor" (cursiva agregada).

Tenemos la libertad de elección, y todos a veces elegimos lo equivocado, o sea, pecamos. Pero, como lo afirman las Escrituras, la expiación de nuestro Salvador nos da la oportunidad de arrepentimos y cambiar. Cambiamos al someternos al Espíritu, al vivir de acuerdo con lo que nos insta a hacer, al llegar a ser, como lo explica el rey Benjamín, "como un niño, sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre [nosotros], tal como un niño se sujeta a su padre".

¿Qué habría sucedido en los cuatro ejemplos anteriores si Ernesto, Amanda, Diego y Mariana se hubieran sometido "al influjo del Espíritu Santo" en el momento indicado? Las soluciones del verdadero evangelio, o nivel más alto de vida, son realmente sencillas. Regresemos al caso de Ernesto y veamos.

Supongamos que Ernesto va a su actividad con los Scouts con malos sentimientos hacia su hija. Uno de los miembros del barrio se le acerca durante la actividad y le pregunta si le sucede algo, pues lo nota preocupado. Inmediatamente él piensa en el incidente con su hija, evidencia de que sabe a qué obedece el problema que su amigo ha advertido. Entonces responde: "Ah, es que mientras aprontaba algunas cosas que me faltaban para la reunión de esta noche, mi hija me pidió que la acompañara a la casa de una amiga y fui un poco severo con ella. Pensándolo mejor creo que debería haberle prestado más atención, pero no lo hice".

El amigo comienza a hablar de otra cosa, pero la mente de Ernesto regresa al incidente con su hija y empieza a luchar interiormente consigo mismo a causa de su conducta. Mientras lo hace, vuelve a tener los mismos sentimientos de impaciencia, como si estuviera volviendo a vivir el incidente, aunque esta vez piensa que sería mejor seguir la inspiración del Espíritu y escuchar a su hija y se imagina lo que hubiera sucedido de haber estado dispuesto a ser más comprensivo con ella:

— Papá, tengo que ir hasta la casa de Rosario...

— Un minuto, Cristina, estoy en medio de un asunto importante aquí.

— Pero, papá, se está haciendo tarde, y...

— Perdóname, querida, ¿qué es lo que necesitas?

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Page 31: Enseñemos principios correctos

Lección 2

— ¿Me puedes acompañar? Necesito ir hasta la casa de Rosario a buscar un libro que tengo que estudiar y está demasiado oscuro para ir caminando sola.

— ¿Crees que tardaremos menos de una hora? Más tarde tengo que ir a la actividad de los Scouts.

— No demoraremos mucho, te lo prometo.

— Muy bien. Vayamos ahora mismo.

— ¡Gracias, papá!

Ernesto advierte que al imaginarse esta escena, lo único que desea es comprender lo que necesita su hija y ayudarle a resolver el problema. Se asombra de que sus sentimientos de impaciencia hayan desaparecido. Pero ahora ha tomado otra decisión: la de que apenas llegue a casa va a pedirle disculpas a su hija por haber sido tan impaciente con ella y por no haberla acompañado.

El aspecto esencial El título de esta lección es "Vivamos conforme a la inspiración del Espíritu", pero hemos visto cuatro ejemplos de personas que resistieron al Espíritu. ¿Por qué razón se hace ese enfoque? Simplemente para demostrar que una persona, y particularmente alguien a quien se le mandó recibir el Espíritu Santo, tiene que rechazar constantemente al Espíritu para que él no tenga influencia sobre ella (véase Juan 13:2, 26-30; Alma 3:26; D. y C. 11:25). Esto quiere decir que aquellos que han sido bautizados pero que parecen actuar bajo la influencia del Espíritu en la vida diaria con toda seguridad habrán hecho que él se retirase de tanto rehusar escuchar su inspiración. Los cuatro ejemplos de incidentes comunes se usaron para demostrar que nuestros problemas rutinarios, esas pequeñas dificultades de todos los días, pueden encararse de la manera correcta o de una forma indebida dependiendo de si prestamos atención o no a lo que nos indica el Espíritu Santo.

Es posible que los ejemplos que hemos presentado no tengan mayor trascendencia ni lleguen a causar daño notorio y permanente a la relación existente entre los personajes hipotéticos. Mas es el mundo el que mira únicamente la conducta exterior y sus consecuencias; el Señor mira el corazón del hombre (véase 1 Samuel 16:7), por lo que más que nada debemos interesarnos en lo que se relaciona con el corazón. Para el tema que estamos tratando, no tiene mayor importancia si la conducta de Diego es telestíal o terrestre; lo que sí es importante ahora es que lo que siente en su corazón no es celestial, no es santo.

Sugerencias para 1. Volviendo a Mosíah 3:19, recalque que podemos eliminar la influencia del hombre el desarrollo de natural "dentro de nosotros" sometiéndonos a los dictados del Espíritu Santo. Haga la lección referencia en forma breve a las cualidades (que se mencionan en el versículo) que

entonces tendríamos.

2. Hable sobre el ejemplo de Ernesto y cómo habría respondido él si hubiera contado con esas cualidades.

3. Explique que las exigencias que la vida nos impone a diario nos brindan la oportunidad de saber qué es lo que verdaderamente tenemos en el corazón.

4. Distribuya las copias de la hoja de ejercicios y siga la instrucción 1 con los miembros de la clase. ínstelos a trabajar en la instrucción 2 durante la semana.

La forma en que se manifiesta el Espíritu por medio de nuestros pensamientos y acciones

Conceptos En la lección se presenta la verdad de que si vivimos de acuerdo con la inspiración del fundamentales Espíritu, pensamos, sentimos y actuamos de una manera diferente de cuando no lo

hacemos. Se han empleado algunos ejemplos de la vida diaria para ilustrar ese punto. Algunas de las diferencias se pueden resumir de la siguiente manera:

Qué sucede cuando resistimos al Espíritu Santo

1. Nos transformamos en seres "naturales" y tratamos de justificar los sentimientos negativos que nos invaden.

2. Negamos ser responsables de esos sentimientos negativos y aseguramos no estar en condiciones de cambiar nuestra manera de sentir. Hacemos responsables a otras

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personas de nuestros problemas emocionales y aseguramos que otros nos han llevado a ser como somos.

3. Resistimos las sugerencias de otras personas que se basan en principios correctos o que nos hacen notar cuáles son nuestras responsabilidades.

Qué sucede cuando nos sometemos al Espíritu Santo

1. Vivimos como debe vivir un miembro de la Iglesia y hacemos lo que nos sentimos inspirados a hacer.

2. Sentimos gozo o pena, de acuerdo con el Espíritu, y no nos avergonzamos de nuestros sentimientos.

3- Actuamos de acuerdo con lo que nos indica el Espíritu para resolver problemas, obtener conocimiento o servir a nuestro prójimo. A menudo, cuando actuamos con responsabilidad y con compasión, después nos damos cuenta de que hicimos lo que el Espíritu nos había dictado.

4. Recibimos más luz y verdad. Buscamos todo lo demás que necesitamos para hacer frente a las pruebas del diario vivir.

En el Libro de Mormón encontramos dos ejemplos que demuestran este contraste. Después que Nefi hubo presentado el plan de salvación a sus hermanos Laman y Lemuel, éstos se quejaron de que su hermano menor les había declarado "cosas duras", más de lo que podían aguantar. Nefi respondió que si ellos fueran justos y desearan escuchar la verdad, no murmurarían por causa de ella (véase 1 Nefi 16:1 - 3). Compare la reacción de los hermanos de Nefi con la de quienes escucharon las palabras del rey Benjamín y sintieron que el Espíritu del Señor había "efectuado un potente cambio" en sus corazones, por lo que ya no tenían "más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente" (Mosíah 5:2).

Existen versiones modernas de la actitud de Laman y Lemuel hacia la verdad. Algunos dicen que las normas elevadas de conducta son imposibles de vivir y que dichas normas sólo contribuyen a que se sientan culpables; otros dicen que la conducta apropiada que se recalca en esta lección sería lo "ideal", pero que no es natural esperar que en la realidad la gente se comporte de esa manera; y otras personas justifican sus acciones más bajas diciendo que, después de todo, son "seres humanos". Resulta interesante observar que todas estas justificaciones niegan que sea posible vivir de acuerdo con los dictados del Espíritu. Parecería ser que, cuando la gente rehusa vivir de acuerdo con lo que dicta el Espíritu, lo primero que sienten son las actitudes, la conducta y los pensamientos que justifican su resistencia. Pero si declaráramos que en realidad no se espera que nadie viva en el nivel más elevado, ¿de que nos serviría tener el don del Espíritu Santo con nosotros? En ese caso tendríamos que llegar a la conclusión de que ese don carece absolutamente de valor. Claro está que, como lo hemos mencionado antes en esta lección, el nivel de vida celestial no se obtiene inmediatamente, sino que progresamos hacia él poco a poco, bajo la transformadora influencia del Espíritu. Sin embargo, el hecho de no creer que sea posible vivir una vida celestial en la tierra con toda seguridad destruye la esperanza de que un día la obtendremos.

Analice los siguientes puntos extraídos de las Escrituras, los cuales testifican de las diferencias que existen entre la vida que se vive por el Espíritu y la que no se vive de ese modo. (Use las Escrituras para enseñar estos puntos.)

1. Cuando nos ceñimos a la inspiración del Espíritu Santo, llevamos una vida distinta de cuando no lo hacemos (véase Alma 5; 34:38-41).

2. Cuando no hacemos caso al Espíritu Santo, experimentamos las emociones y las actitudes del "hombre natural" (véase 2 Nefi 33:2; Mosíah 2:36, 3:19; Alma 30:42, 46).

3. Cuando no obedecemos al Espíritu Santo, no podemos ver nuestros pecados (véase 1 Juan 1:8).

4. Cuando no nos dejamos guiar por el Espíritu, tratamos de justificarnos, de echar la culpa a otras personas, proclamar nuestra impotencia ante las circunstancias y negar la responsabilidad que tenemos por lo que hacemos (véase Alma 30:52-53; 34:27-32, 38).

5. Al recibir el Espíritu Santo, nuestro corazón se "ablanda" hacia otras personas, y podemos ser pacificadores y participar de los frutos del Espíritu (véase Mosíah 5).

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Lección 2

El evangelio es nuestra esperanza y nuestra salvación porque es verdadero. Cristo realmente murió en la cruz y la resurrección fue un hecho real. José Smith vio al Padre y al Hijo. El Espíritu Santo es una influencia verídica, y es posible dejarse guiar por El si estamos dispuestos a vivir de ese modo.

Sugerencias para 1. Explique las diferencias que existen entre aquellos que resisten al Espíritu y los que lo el desarrollo de aceptan. Los miembros de la clase pueden agregar otros puntos. la leccion

2. Mencione brevemente la reacción de Laman y Lemuel a la verdad, y compárela con las reacciones que vemos en la actualidad.

3. Empleando los pasajes citados de las Escrituras, resuma los puntos principales de esta lección. Use la pizarra según lo estime conveniente.

Conclusión Inste a los miembros de la clase a comprometerse a cambiar sus actitudes y comportamiento indebidos sometiéndose al Espíritu con mayor disposición.

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Vivamos conforme a la inspiración del Espíritu

Hoja de trabajo de la lección 2

INSTRUCCIONES 1. Usando uno de los casos presentados en la lección —Ernesto (actividad con los Scouts y su hija que necesitaba que la acompañara); Amanda (su hija se fue de la casa sin haber terminado las tareas que le había asignado su mamá); Diego (su bebé se despierta en medio de la noche); y Mariana (necesitaba estudiar para el examen de química) —, primero responda a las preguntas de la columna A y después trabaje con la columna B, imaginando lo que esa persona habría sentido si se hubiera sometido al Espíritu.

2. Durante la semana, cada vez que se dé cuenta de que podría no estar prestándole atención al Espíritu, relea este ejercicio a fin de familiarizarse más con los diferentes sentimientos que pueda tener.

Nombre de la persona:

A Cuando no se hace

caso al Espíritu

¿A qué la instó el Espíritu?

B Cuando se acepta lo que nos

inspira a hacer el Espíritu

¿Por qué debe la persona someterse al Espíritu?

¿Por qué pasó por alto los dictados del Espíritu?

¿Qué sintió?.

¿A quién hizo responsable de sus propios sentimientos?

¿Cuál es el nivel actual de percepción espiritual de la persona en cuanto a recibir la inspiración del Espíritu?

¿Qué sentimientos tendría si se sometiera al Espíritu?

¿A quién haría responsable de tales sentimientos?

Si se sometiera, ¿en qué le ayudaría esto a ser más receptiva a los dictados del Espíritu en el futuro?

ASIGNACIONES 1. Haga el ejercicio anterior.

2. Trate de estar constantemente alerta a la inspiración del Espíritu, a la forma en que reacciona ante ella y a cómo se siente en cada caso, ya sea que la acepte o no le preste atención.

3. Comience a orar a menudo, o si ya ha comenzado, mejore esta práctica de la oración constante y lleve cuenta de los cambios que produce en su actitud.

4. Enseñe estos principios durante la noche de hogar, indicando a todos los miembros de la familia el modo en que ellos pueden ser más receptivos a la guía del Espíritu.

MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

1. D. y C. 108:2 (dejémonos guiar por la voz del Señor).

2. D. y C. 67:10-11 (seamos humildes ante Dios para poder verlo).

3. Alma 30:46, 32:28 (cuando no se escucha al Espíritu, se destruye el alma).

4. Hechos 6:10, 7:51 (los duros de corazón no obedecen al Espíritu).

5. 2 Timoteo 3:8 (los que tienen una mente corrupta no quieren escuchar la verdad).

6. Boyd K. Packer, "Lámpara dejehová", Liabona, octubre de 1983, págs. 27 -37 (adjunto a esta lección).

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Lección 2

LAMPARA DE JEHOVA

por Boyd K Packer

Tras mucho pensarlo, he decidido hablaros como si vuestros misioneros, vuestros élderes y hermanas, estuvieran aquí en vuestro lugar, y referirme a algunos pensamientos que se aplican más a ellos, los que acaban de comenzar, los carentes de experiencia, que a vosotros. Espero que mediante vosotros, pueda compartir con ellos algunas de las cosas que he aprendido sobre el Espíritu y cómo podemos prepararnos para recibirlo.

No aprendemos lo espiritual exactamente de la misma forma en que aprendemos otras cosas, aun cuando leer, escuchar y meditar pueden formar parte de ese aprendizaje. He aprendido que se requiere una actitud especial tanto para enseñar como para aprender todo lo concerniente al Espíritu. Hay cosas que uno sabe, o puede llegar a saber, que quizás sea difícil explicar a los demás, pero estoy seguro de que así tenía que ser.

Os relataré una experiencia que tuve antes de ser llamado como Autoridad General, la cual me afectó profundamente. Al viajar en un avión, iba sentado junto a un hombre que profesaba ser ateo y que insistía en su incredulidad tan tenazmente que sentí la necesidad de expresarle mi testimonio.

— Está equivocado —le dije—; hay un Dios. ¡Yo sé que El existe!

— No lo sabe, ¡nadie lo sabe! ¡No puede saberlo — protestó él.

Cuando vio que yo no cedía, el ateo, que era abogado, hizo lo que quizás sea la pregunta clave en lo que respecta al tema del testimonio.

— Muy bien lo sabe?

-habló en tono despectivo y burlón —, usted dice que sabe... Pero, ¿cómo

Cuando traté de responder, no obstante que poseo avanzados grados académicos, no me fue posible comunicar mi certeza.

Algunas veces en vuestra juventud, jóvenes misioneros, os sentís avergonzados cuando el cínico o el escéptico os tratan con desdén a causa de que no tenéis una respuesta inmediata para todo. Ante tal ridículo, algunos se alejan avergonzados. (¿Recordáis la barra de hierro, el edificio grande y espacioso, y la burla? Véase 1 Nefi 8:28.)

Cuando usé las palabras Espíritu y testigo, el ateo respondió:

— No sé de qué me está hablando.

Las palabras oración, discernimiento y fe no tenían para él ningún significado.

— ¿Lo ve? —dijo —. En realidad no lo sabe, porque si lo supiera podría decirme cómo es que lo sabe.

Pensé que quizás le hubiera expresado mi testimonio en una forma incomprensible para él y me sentía confuso en cuanto a lo que debía hacer. ¡Entonces llegamos al punto culminante! En ese momento recordé algo. Me refiero a una declaración del profeta José Smith:

"Una persona podrá beneficiarse si percibe la primera impresión del espíritu de la revelación. Por ejemplo, cuando sentís que la inteligencia pura fluye en vosotros, podrá repentinamente despertar en vosotros una corriente de ideas... y así, por conocer y entender el Espíritu de Dios, podréis crecer en el principio de la revelación hasta que lleguéis a ser perfectos en Cristo Jesús." (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág 179.)

Al recordar eso, le dije al ateo:

— Permítame preguntarle si conoce el sabor de la sal.,

— Claro qué sí — fue su respuesta.

— ¿Cuándo fue la última vez que probó sal?

— En la cena que nos sirvieron en el avión..

— Usted cree que sabe qué sabor tiene la sal —: le dije.

— Conozco perfectamente el sabor de la sal — insistió él.

— Si le diera una taza de sal y una de azúcar y le permitiera probarlas, ¿podría diferenciar un sabor del otro? ¿Sabría cuál es la sal?

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— ¡No sea pueril! — exclamó el hombre —. Por supuesto que podría reconocer la diferencia; conozco el sabor de la sal, lo siento a diario, lo reconocería sin ninguna dificultad.

— Entonces — le respondí —, imagine que yo nunca he probado la sal y explíqueme exactamente qué sabor tiene.

Después de quedarse pensativo por un momento, empezó un tanto vacilante:

— Pues... no es ni dulce ni amarga.

— Con eso me ha dicho el sabor que no tiene, pero no el que tiene.

Naturalmente, después de varios intentos, no pudo hacerlo. No pudo comunicarme, por medio de las palabras solamente, una experiencia tan común como la de gustar la sal. De nuevo le expresé mi testimonio y le dije:

— Sé que Dios existe. Usted ridiculizó ese testimonio diciendo que si yo verdaderamente lo sé, debo ser capaz de explicarle exactamente cómo sé. Mi amigo, hablando desde un punto de vista espiritual, he probado la sal. No me es posible comunicarle verbalmente cómo he adquirido este conocimiento de la misma forma en que usted no ha podido decirme qué sabor tiene la sal. Pero le repito, ¡Dios existe! ¡Es un Dios vivo! Y simplemente porque usted no lo sabe, no trate de decirme que yo tampoco lo sé.

Al despedirme, lo escuché murmurar:

— ¡No necesito su religión para que me sostenga, no la necesito!

Desde esa experiencia, nunca más me he sentido humillado ni avergonzado por no poder explicar sólo por medio de la palabra todo lo que sé espiritualmente.

El apóstol Pablo lo dijo de esta manera:

"Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.

"Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente." (1 Corintios 2:13-14.)

No podemos expresar el conocimiento espiritual con palabras solamente. Sin embargo, mediante las palabras, podemos enseñarle a otra persona la manera de prepararse para recibir el Espíritu, y éste nos ayudará.

"Porque cuando un hombre habla por el poder del Espíritu Santo, el poder del Espíritu lo lleva al corazón de los hijos de los hombres." (2 Nefi 33:1.)

Entonces, cuando recibamos una comunicación espiritual, inmediatamente podremos reconocerla como tal; a esto se refieren las palabras de la revelación. Y después, si se seleccionan cuidadosamente, las palabras serán adecuadas para enseñar todo lo espiritual.

No poseemos palabras (tampoco las Escrituras las tienen) que describan perfectamente al Espíritu. Por lo general las Escrituras utilizan la palabra voz, que no describe exactamente lo que es.

Esas delicadas y refinadas comunicaciones espirituales no las vemos con nuestros ojos, ni las escuchamos con nuestros oídos, y pese a que se describe como una voz, es una voz que más que escucharse se siente.

Una vez que llegué a comprender esto, le encontré profundo significado a un versículo del Libro de Mormón y mi testimonio acerca del libro aumentó en forma considerable. El pasaje trataba de Laman y Lemuel, quienes se rebelaron contra Nefi, y éste les amonestó diciendo:

"Habéis visto a un ángel; y él os habló, sí, habéis oído su voz de cuando en cuando; y os ha hablado con una voz quieta y delicada, pero habíais dejado de sentir, de modo que no pudisteis percibir sus palabras..." (1 Nefi 17:45; cursiva agregada.)

Nefi, en un sublime y profundo sermón de instrucción, explicó:

"Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; por lo que declaran las palabras de Cristo. Por tanto, os dije: Deleitaos en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer." (2 Nefi 32:3)

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Lección 2

Si un ángel se os apareciese y os hablara, ni él ni vosotros estaríais limitados a utilizar vuestros ojos u oídos a fin de comunicaros, ya que existe ese proceso espiritual, descrito por el profeta José Smith, mediante el cual la inteligencia pura puede llenar nuestra mente y nos es posible saber lo que es necesario que sepamos sin la labor fatigosa del estudio o el transcurso del tiempo, porque es revelación.

El Profeta dice:

"Todas las cosas que Dios en su infinita sabiduría ha considerado digno y propio revelarnos mientras nos hallamos en el estado mortal, en lo que concierne a nuestros cuerpos mortales, nos son reveladas en lo abstracto... reveladas a nuestros espíritus precisamente como si no tuviésemos cuerpos; y las revelaciones que salvarán nuestros espíritus salvarán nuestros cuerpos." (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 440.)

La voz del Espíritu se describe en las Escrituras como una voz que no es ni "áspera" ni "fuerte"; no es "una voz de trueno, ni una voz de un gran ruido tumultuoso", sino que es "una voz apacible de perfecta suavidad, cual si hubiese sido un susurro", y penetra "hasta el alma misma" y hace "arder" los "corazones". (Véase 3 Nefi 11:3; Helamán 5:30; D. y C. 85:6-7.) Recordad que Elias descubrió que la voz del Señor no se encontraba en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino que era "un silbo apacible y delicado" (véase 1 Reyes 19:12).

El Espíritu no atrae nuestra atención por medio de gritos ni de sacudidas bruscas. Por el contrario, nos susurra, nos acaricia tan tiernamente que si nos encontramos demasiado enfrascados en nuestras preocupaciones, quizás no lo percibamos en absoluto. (No es de extrañar que se nos haya revelado la Palabra de Sabiduría a nosotros, porque ¿cómo podrían el ebrio o el drogadicto sentir la influencia de esa voz?)

En algunas ocasiones tendrá la firmeza necesaria para que le pongamos atención, pero la mayoría de las veces, si no hacemos caso a esa suave impresión, el Espíritu se alejará y esperará hasta que acudamos en su busca y le escuchemos y digamos, según nuestra propia manera de expresarnos, como Samuel de antaño le dijo al Señor: "Habla, porque tu siervo oye" (1 Samuel 3:10).

He aprendido que no recibimos experiencias espirituales impresionantes y fuertes muy frecuentemente, y cuando sí los recibimos de esa manera, son por lo general para nuestra propia edificación, instrucción o corrección. Dichas experiencias no nos dan licencia para aconsejar ni corregir a los demás, a menos que hayamos sido llamados para hacerlo mediante la debida autoridad.

He llegado también a la convicción de que no es prudente hablar continuamente de experiencias espirituales extraordinarias. Estas han de guardarse con la debida reserva, y se han de dar a conocer sólo cuando el Espíritu nos induzca para el beneficio de otros.

Constantemente recuerdo las palabras de Alma:

"A muchos les es concedido conocer los misterios de Dios; sin embargo, se les impone un mandamiento estricto de que no han de impartir sino de acuerdo con aquella porción de su palabra que él concede a los hijos de los hombres, conforme al cuidado y la diligencia que le rinden." (Alma 12:9.)

En una ocasión escuché al presidente Marión G. Romney aconsejar a los nuevos presidentes de misión y sus esposas: "No digo todo lo que sé; nunca le he dicho a mi esposa todo lo que sé, porque descubrí que si hablaba a la ligera de asuntos sagrados, después el Señor no confiaría en mí".

Yo creo que debemos reservarnos todas estas cosas y meditarlas en nuestro corazón, tal como Lucas dice que María lo hizo con respecto a los acontecimientos divinos relacionados con el nacimiento de Jesús. (Véase Lucas 2:19.)

Hay algo más que debemos aprender: No se nos impone un testimonio por la fuerza, sino que es algo que crece dentro de nosotros. Aumenta nuestro testimonio de la misma manera que aumenta la estatura física, y casi no nos damos cuenta de que es así.

No es bueno exigir respuestas o bendiciones inmediatas como nos plazca; no podemos forzar lo espiritual. Nuestros privilegios con el Espíritu no se describen con palabras tales como compelir, coercer, constreñir, presionar, exigir, etc. No podemos forzar al Espíritu a que nos responda, tal como no podríamos forzar a una semilla a germinar ni a un huevo a que empolle antes de tiempo. Se puede crear un ambiente que fomente el progreso, que

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nutra y proteja, pero no es posible forzar ni compeler, sino que debemos esperar el progreso natural.

No os impacientéis por obtener un gran conocimiento espiritual; dejadlo aumentar, esforzaos porque aumente, mas no lo forcéis, porque de esa manera daréis lugar al engaño.

Se espera que hagamos uso de la luz y del conocimiento que ya poseemos para dirigir nuestras vidas. No es necesario que tengamos una revelación que nos instruya a hacer nuestro deber, ya que en las Escrituras ya se nos ha dicho lo que debemos hacer; tampoco debemos esperar que la revelación reemplace la inteligencia espiritual o temporal que ya hayamos recibido, sino que solamente la aumente. Debemos seguir el curso de nuestra vida de una manera sencilla y laboriosa, siguiendo la rutina y guiándonos por las normas que la gobiernan. Las reglas, normas y mandamientos son una protección de gran valor. Si en alguna ocasión llegásemos a necesitar que se nos revele instrucción para alterar nuestro curso, la revelación estará esperándonos cuando lleguemos al punto preciso. El consejo de estar "anhelosamente empeñados" es verdaderamente sabio. (Véase D. y C. 58:27.)

Existe una marcada diferencia en la espiritualidad de las personas. Cuando Felipe le dijo a Natanael que había "hallado a aquel de quien escribió Moisés... y los profetas: a Jesús, el hijo de José", su respuesta fue: "¿De Nazaret puede salir algo de bueno?"

Felipe le dijo: "Ven y ve". Y él fue, y vio. ¡Lo que habrá sentido! Sin necesidad de más pruebas, exclamó: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios..."

El Señor le bendijo por haber creído y le dijo:

"De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre." (Véase Juan 1:45-51.)

El de Tomás es un caso diferente; el testimonio combinado de diez de los Apóstoles no pudo convencerlo de que el Señor había resucitado, sino que requería evidencia tangible:

"Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré." (Juan 20:25.)

Ocho días más tarde el Señor apareció:

"Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente."

Después que había visto y palpado por sí mismo, Tomás respondió: "¡Señor mío, y Dios mío!" Entonces el Señor enseñó una gran lección:

"Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron." 0uan 20:25 - 29; cursiva agregada.)

Tomás dudó, a marcada diferencia de Natanael, a quien el Señor describió como un hombre en quien "no hay engaño" (véase Juan 1:47). Para Tomás fue "ver para creer"; para Natanael fue lo contrario: creer y luego ver "a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre" Quan 1:51).

No os sintáis vacilantes ni avergonzados si no lo sabéis todo. Nefi dijo:

"Sé que ama a sus hijos; sin embargo, no sé el significado de todas las cosas." (1 Nefi 11:17.)

Vuestro testimonio puede ser más fuerte de lo que os imagináis. El Señor dijo a los nefitas:

"Y al que venga a mí con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, lo bautizaré con fuego y con el Espíritu Santo, así como los lamanitas fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo al tiempo de su conversión, por motivo de su fe en mí, y no lo supieron." (3 Nefi 9:20; cursiva agregada.)

Hace algunos años me encontré con uno de mis hijos en la misión, en una lejana parte del mundo; había estado allá por un año. Su primera pregunta al verme fue: "Papá, ¿cómo puedo progresar espiritualmente? He tratado diligentemente de hacerlo, pero no lo he logrado".

Eso era lo que él pensaba; para mí era lo contrario; casi no podía creer la madurez y el progreso espiritual que había logrado en sólo un año. El "no lo supo" ya que había ocurrido como un crecimiento gradual y no como una asombrosa experiencia espiritual.

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Lección 2

No es raro oír a un misionero decir: "¿Cómo puedo dar testimonio si no lo tengo? ¿Cómo puedo testificar que Dios vive, que Jesús es el Cristo y que el evangelio es verdadero? Si no tengo un testimonio de tales cosas, ¿no sería un engaño?"

Si tan sólo pudiera enseñar este principio: que un testimonio se recibe cuando se expresa. En alguna parte, en vuestra búsqueda de conocimiento espiritual, existe ese "salto de fe", como lo llaman los filósofos. Es el momento en que uno llega al borde de la luz y tropieza con la obscuridad, sólo para descubrir que el camino continúa iluminado cada uno o dos pasos.

"Lámpara de Jehová", como dice el pasaje de las Escrituras, verdaderamente "es el espíritu del hombre" (Proverbios 20:27).

Una cosa es recibir un testimonio de lo que uno ha leído o de lo que otra persona ha dicho, lo cual es necesario como comienzo; otra cosa es que el Espíritu nos confirme íntimamente que lo que hemos testificado es verdadero. ¿Os dais cuenta de que este testimonio se nos restituirá a medida que lo expresemos? Al dar lo que tenemos, esto se nos devolverá, ¡sólo que aumentado!

El profeta Éter "profetizó al pueblo cosas grandes y maravillosas, las cuales no creyeron porque no las veían.

"Y ahora yo, Moroni... quisiera mostrar al mundo que la le es las cosas que se esperan y no se ven; por tanto, no contendáis porque no veis, porque no recibís ningún testimonio sino hasta después de la prueba de vuestra fe." (Éter 12:5 - 6.)

Dar testimonio es la prueba de nuestra fe.

Si hablamos con humildad y sincera intención, el Señor no nos dejará solos; las Escrituras nos lo prometen. Consideremos este pasaje:

"Por tanto, de cierto os digo, alzad vuestra voz a este pueblo; expresad los pensamientos que pondré en vuestro corazón [notad el tiempo futuro], y no seréis confundidos delante de los hombres; porque os será manifestado en la hora [notad el tiempo futuro nuevamente], sí, en el momento preciso, lo que habéis de decir.

"Mas os doy el mandamiento de que cualquier cosa que declaréis en mi nombre se declare con solemnidad de corazón, con el espíritu de mansedumbre en todas las cosas.

"Y os prometo que si hacéis esto, se derramará el Espíritu Santo para testificar de todas las cosas que habléis." (D. y C. 100:5 - 8.)

El escéptico dirá que dar testimonio cuando uno no sabe que lo posee es estar programado, que la respuesta es fabricada. Pero una cosa es segura: que el escéptico nunca llegará a saberlo porque no reúne los requisitos de fe, humildad y obediencia que lo harían digno de recibir una manifestación del Espíritu.

En ese mismo escepticismo radica la protección de un testimonio, protección contra el falso, el analítico, el mero experimentador, el arrogante, el incrédulo, el orgulloso. A ellos no se les manifestará.

Damos testimonio de las cosas que esperamos que sean verdaderas, como un acto de fe; es algo así como un experimento, semejante al que el profeta Alma les propuso a sus seguidores. Empezamos con fe, no con un conocimiento perfecto. El sermón que se encuentra en el capítulo treinta y dos de Alma es uno de los mensajes más grandiosos de las Sagradas Escrituras, ya que está dirigido al principiante, al novato, al que busca humildemente. Y contiene una clave para recibir el testimonio de la verdad.

Recibiremos el Espíritu y el testimonio de Cristo en su mayor parte cuando los compartamos, y permanecerán con nosotros únicamente si los compartimos; en ese proceso se encuentra la esencia misma del evangelio.

¿No es ésta una demostración perfecta de cristianismo? No podemos encontrarlo, conservarlo ni aumentarlo hasta que estemos dispuestos a compartirlo. Es cuando lo compartimos generosamente que realmente lo poseemos.

Una vez que lo recibamos, debemos ser obedientes a su inspiración. Siendo presidente de misión, aprendí una gran lección. En aquel entonces era también Autoridad General. En varias ocasiones, había recibido la impresión de que, para beneficio de la obra, debía relevar a uno de mis consejeros. Además de haber orado al respecto, había llegado a la

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conclusión de que sería lo mejor. Pero no lo hice porque temí herir a un hombre que había prestado un largo servicio a la Iglesia.

El Espíritu se apartó de mí y no recibí inspiración sobre la persona a quién debía llamar como consejero si lo relevaba a él. Esto duró varias semanas; mis oraciones parecían permanecer en la habitación donde las ofrecía; traté de arreglar el trabajo de maneras diferentes, pero sin ningún resultado. Finalmente, hice lo que me había indicado el Espíritu e inmediatamente el don regresó. ¡Qué exquisita dulzura tener el Espíritu Santo de nuevo conmigo! Ya sabéis de qué os hablo porque poseéis el don del Espíritu Santo. Y el hermano en cuestión no se sintió herido, sino que fue bendecido grandemente y de ahí en adelante la obra prosperó de inmediato.

Debemos estar alerta para no ser engañados por una falsa inspiración de procedencia maligna. Es posible recibir falsos mensajes espirituales. Existen espíritus falsos, así como existen ángeles falsos. (Véase Moroni 7:17.) Tened cuidado de no ser engañados, porque el diablo puede presentarse disfrazado como ángel de luz.

La parte espiritual y la emocional de nuestro ser están tan íntimamente ligadas, que es posible que confundamos un impulso emocional por una inspiración espiritual. Algunas veces encontramos personas que piensan que han recibido inspiración espiritual de Dios, cuando lo que han creído percibir estaba basado en sus propias emociones o provenía del adversario.

Evitad como a una plaga a aquellos que afirmen haber tenido alguna grandiosa experiencia espiritual que les autoriza a poner en tela de juicio la autoridad del sacerdocio establecida de la Iglesia. No os sintáis desconcertados si no podéis explicar las insinuaciones de los apóstatas o refutar las acusaciones falsas de los enemigos que atacan la Iglesia del Señor. (En la actualidad hacemos frente a una gran cantidad de ellos.) En el debido tiempo, podréis confundir a los inicuos e inspirar a los puros de corazón.

Hay un gran poder en la obra del Señor, un poder espiritual. Cualquier miembro común y corriente de la Iglesia, habiendo recibido el don del Espíritu Santo al ser confirmado, puede efectuar esta obra.

Un amigo que falleció hace algunos años relató esta experiencia de cuando tenía diecisiete años. El y su compañero se detuvieron en una casita; era su primer día en la misión y era la primera casa que visitaba como misionero. Una mujer de pelo cano se acercó a la puerta y les preguntó qué deseaban. Su compañero le hizo una seña para que él hablara. Atemorizado y sintiendo que se le trababa la lengua, por fin balbuceó:

— Como el hombre es, Dios fue, como Dios es, el hombre puede llegar a ser.

Por extraño que parezca, ella se interesó y le preguntó de dónde había sacado eso. El le respondió:

— Se encuentra en la Biblia.

La mujer se alejó de la puerta por un momento y luego regresó con una Biblia; haciendo el comentario de que era ministro de una congregación, se la entregó y le dijo:

— Por favor, dígame en dónde se encuentra.

El joven tomó la Biblia y nerviosamente la hojeó una y otra vez. Por fin se la devolvió diciendo^

— No lo puedo encontrar. Ni siquiera estoy seguro de que se encuentre ahí, y aunque estuviera, no lo podría encontrar. Soy un simple granjero originario del estado de Utah; no he tenido casi nada de capacitación, pero provengo de una familia en donde se vive de acuerdo con el Evangelio de Jesucristo. Y el evangelio ha hecho tanto por nuestra familia que he aceptado el llamamiento de salir en una misión por dos años, costeándome mis gastos, para decir a la gente lo que pienso acerca de ese evangelio.

Aun después de cincuenta años, no le era posible a mi amigo contener las lágrimas al contarme cómo ella les había abierto la puerta y le había dicho:

— Pasa, hijo, me gustaría oír lo que tienes que decir.

Existe un gran poder en esta obra, y el miembro común de la Iglesia, sostenido por el Espíritu, puede efectuar la obra del Señor. Hay tanto más que podría decir sobre este tema; podría hablar acerca de la oración, el ayuno, el sacerdocio y la autoridad, la dignidad,

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Lección 2

todos elementos esenciales para la revelación. Cuando se llega a comprender, todos se entrelazan perfectamente. Pero algunas cosas uno tiene que aprender individualmente, solo, bajo la inspiración del Espíritu.

Nefi interrumpió su gran sermón sobre el Espíritu Santo y sobre ángeles, diciendo: "Y... no puedo decir más; el Espíritu hace cesar mis palabras" (2 Nefi 32:7). He hecho lo mejor que me ha sido posible para expresar mis ideas con el vocabulario que poseo, y espero que el Espíritu haya abierto un poco el velo y os haya aclarado un principio sagrado sobre la revelación o la comunicación espiritual.

Sé, por medio de experiencias demasiado sagradas para mencionar, que Dios vive, que Jesús es el Cristo, que el don del Espíritu Santo que se nos confiere en el momento de nuestra confirmación es un don divino.

El Libro de Mormón es verdadero; ésta es la Iglesia del Señor. Jesús es el Cristo. Nos preside un Profeta de Dios. Los milagros no han cesado, ni los ángeles han dejado de aparecer y ministrar a los hombres. La Iglesia posee los dones espirituales. El más preciado de éstos es el don del Espíritu Santo. (Véase "Lámpara de Jehová", Liahona, octubre de 1983, págs. 27-37.)

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Vivamos y enseñemos principios correctos 3 OBJETIVO Que los miembros de la clase renueven su determinación de vivir y enseñar principios

correctos.

NOTAS PARA EL MAESTRO 1. Ningún maestro puede enseñar, en el tiempo de que dispone, todo el material que se

brinda en esta lección con el grado de eficiencia que corresponde. Se le proporcionan todos esos materiales a fin de que usted, el maestro, cuente con mayores elementos de juicio para presentar la lección. Trate de enseñar algo de cada uno de los principios mencionados y permita que el Espíritu le guíe en la selección de las ideas. Recuerde que las Escrituras deben ser siempre la fuente primordial de materiales de estudio para los miembros de la clase.

2. Explique que para resolver problemas de familia en la forma en que corresponde al nivel más alto — o sea, el nivel celestial — debemos: a. contar con un entendimiento verdadero de los principios del evangelio y b. escuchar al Espíritu y someternos a El, demostrando amor incondicional.

3. Explique que el Señor ha establecido a la familia como la institución en la que mejor podemos aprender y poner en práctica los principios del evangelio.

4. Si aún no se siente cómodo con el principio que inspira estas lecciones — de que debemos vivir en el "nivel o grado más alto" — vuelva a las lecciones 1 y 2 y repáselas con un espíritu de oración.

PRINCIPIOS A TRATAR 1. Una persona que vive por medio del Espíritu llega a entender la diferencia entre lo que

el mundo considera aceptable y lo que nuestro Padre Celestial nos manda (véase Alma 3:26).

2. El amor incondicional y sincero es el elemento que une todas las relaciones familiares en el nivel más alto, el celestial (véase 4 Nefi 1:15).

3. Si nos ajustamos a los principios del evangelio (celestiales), podemos vivir en paz y felicidad pese a los problemas y las pruebas del mundo (véase 1 Nefi 20:18).

4. Podemos vivir esta vida en el nivel más alto — y disfrutar de ella — si tenemos un corazón quebrantado y un espíritu contrito (véase D. y C. 97:8).

5. La familia ofrece el mejor de los ambientes para aprender a vivir de acuerdo con la luz del evangelio (véase D. y C. 136:11).

6. Nuestro Padre Celestial ha establecido las funciones y responsabilidades de la familia que se complementan entre sí, y son compatibles y necesarias para llevar a cabo Su plan (véase D. y C. 83:2).

LA LECCIÓN

Conceptos fundamentales

Captemos la diferencia

Al hacer una evaluación de nuestras vidas guiándonos por las normas celestiales, a menudo nos damos cuenta de que dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a actividades aparentemente terrestres. Nuestros esfuerzos diarios por ganarnos la vida nos llevan al campo, a la tienda, a la fábrica, a la oficina, al hospital, a la calle y a otra cantidad innumerable de lugares. Debemos limpiar y reparar casas y terrenos, comprar y preparar comida, lavar ropa, atender a los miembros de la familia, arreglar bicicletas y automóviles, etc., etc. Es posible que también vayamos a estudiar, sirvamos en organizaciones de la comunidad, o vayamos a presenciar o participar en programas culturales o competencias deportivas.

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Sugerencias para el desarrollo de la lección

De hecho, el Señor tuvo la más plena intención de que todas estas actividades fueran la esencia de nuestra vida en la tierra: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra" (Génesis 3:19; véase también Eclesiastés 3:1 -13) . Vivir en un nivel celestial no equivale, generalmente, a apartarse de todas estas cosas, sino, más bien, a hacerlas parte de nuestra vida conforme a principios celestiales. Todas estas actividades, aun cuando podrían ser la fuente de satisfacciones meramente terrestres, pueden llegar a ser celestiales si nuestras intenciones y deseos son correctos. Una persona que tiene una actitud celestial puede encontrar un gozo enorme en estas actividades "terrestres".

1. Repase las dos primeras lecciones.

2. Indique que las personas que viven en un nivel terrestre pueden sobresalir en muchas de las actividades de la vida terrenal y dar la apariencia de haber alcanzado el éxito. No obstante, su vida carece de la riqueza espiritual que poseen aquellos que viven en el nivel más elevado.

3. Recuérdeles a los miembros de la clase que "Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón" (1 Samuel 16:7), y así el Espíritu y el corazón determinan si estamos preparados o no para vivir en un nivel celestial.

Conceptos fundamentales

El amor es el cordel que todo une

Al llegar a comprender que los principios celestiales son asuntos del corazón, empezamos a entender más plenamente la declaración que dice que "ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por la persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero" (D. y C. 121:41). Todas las virtudes citadas en este versículo son importantes, pero la del "amor sincero", genuino e incondicional parece ser la que une a todos los demás principios en uno. Se trata de la característica primordial del buen corazón.

El presidente Brigham Young enseñó lo siguiente en cuanto al amor:

"¿Amas al Señor tu Dios con todo tu corazón y después vas y criticas a tu prójimo? ¡No! ¿Amas al Señor tu Dios con todo tu corazón y dices lo que no es verdad? ¡De ninguna manera! ¿Amas al Señor tu Dios con todo tu corazón y tomas lo que no te pertenece? ¡Nunca! ¿Amas al Señor tu Dios con todo tu corazón y procuras las riquezas del mundo y niegas tu religión? ¡No! ¿Amas al Señor tu Dios con todo tu corazón y tomas su nombre en vano, maldices y hablas profanidades? ¡No; nunca! Si el amor de Dios estuviera realmente en el corazón de todos los que se llaman a sí mismos Santos de los Últimos Días, dejarían de existir las profanidades, las mentiras, los engaños, las maledicencias; no habría más afán por andar tras los pecadores ni más arreglos con los enemigos de Sión; cesarían las carreras en busca de las minas de oro y no se procuraría otra cosa que no fuera la edificación del reino de Dios." (Journal of Discourses, 12:229.)

Una de las oportunidades más grandes que tenemos de "edificar el reino de Dios" está en el seno de nuestra propia familia. El presidente Spencer W. Kimball dio algunos ejemplos del amor cristiano que puede prevalecer en el hogar:

"Por muchos años vi a un hombre fuerte cargar a su esposa diminuta, enflaquecida y enferma de artritis, a reuniones y otros lugares adonde ella podía ir. Entre ellos no podía haber demostraciones sexuales; se trataba de una indicación de afecto abnegado. Considero que eso es amor puro. Conocí a una buena mujer que por muchos años veló por su esposo, enfermo de distrofia muscular progresiva, en la forma más dedicada que uno pueda imaginar. Su enfermedad no le permitía a él demostrar su agradecimiento más que con un simple parpadeo. Considero que eso es amor.

"Conocí a una mujer que cargó a su hija hasta que empezó a ser tan pesada que le era imposible levantarla, y entonces la llevó en silla de ruedas por años hasta el día en que finalmente murió. La criatura jamás pudo demostrarle su agradecimiento. Creo firmemente que eso era amor. Otra madre visitaba continuamente a su hijo mientras éste estaba en la prisión. Ella no podía recibir nada de él, pero sí dio mucho; dio todo lo que poseía." (Love venus Lust, Brigham Young University Speeches of the Year, Provo, 5 de enero de 1965, pág. 18.)

El presidente iíimball nos exhortó, diciendo: "Que nuestro amor por cada uno de los miembros de la familia sea incondicional" (" 'Recibí... instrucción en toda la ciencia de mi

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Lección 3

Sugerencias para el desarrollo de la lección

padre' ", Liahona, septiembre de 1982, pág. 6). Este principio de amor incondicional resulta evidente en la parábola del hijo pródigo (véase Lucas 15:11 -32) . Cuando el hijo que había pecado y desperdiciado su herencia regresó al hogar, "lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó" (versículo 20). De ninguna manera aprobó el padre la conducta de su hijo, pero tampoco permitió que la manera tan equivocada de proceder del joven cambiara el amor sincero e incondicional que sentía por él.

Mormón, en una carta a su hijo, Moroni, analizó los principios que nos guían, paso a paso, a este tipo de amor:

"Y el primer fruto del arrepentimiento es el bautismo; y el bautismo viene por la fe para cumplir los mandamientos; y el cumplimiento de los mandamientos trae la remisión de los pecados;

"y la remisión de los pecados trae la mansedumbre y la humildad de corazón y por motivo de la mansedumbre y la humildad de corazón viene la visitación del Espíritu Santo, el cual Consolador llena de esperanza y de amor perfecto, amor que perdura por la diligencia en la oración, hasta que venga el fin, cuando todos los santos morarán con Dios." (Moroni 8:25-26.)

El mismo Moroni agregó estas palabras: "Por consiguiente, amados hermanos míos, pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo, Jesucristo..." (Moroni 7:48).

Todos los días se nos presentan oportunidades de poner a prueba nuestra capacidad para demostrar amor incondicional y sincero hacia los de nuestra familia. Considere los siguientes ejemplos:

1. Un padre va lleno de entusiasmo a acompañar a su hijo de once años que tiene un partido de fútbol; pero de regreso a la casa, tras el niño haber errado un tiro penal, no le dirige la palabra.

2. Una familia está haciendo fila para entrar a una conferencia de área de la Iglesia. La madre les grita a sus dos hijas que habían tenido que ir al baño, por haberse demorado un poco más de lo que ella consideraba necesario, y las regaña con enojo ante la mirada de asombro de las demás personas.

Debemos analizar detenidamente nuestra vida y nuestras relaciones familiares para asegurarnos de que el amor que dispensamos sea sincero e incondicional, a fin de poder hacer nuestra parte en la edificación del reino de Dios.

1. Emplee el pasaje de D. y C. 121 y la declaración de Brigham Young para dejar bien en claro que el amor sincero es un cordel que une todos los principios y pone nuestro corazón en orden.

2. Refiérase a la declaración del presidente Spencer W. Kimball y la parábola del hijo pródigo y explique que el amor que se requiere para poder vivir en el nivel más elevado es de naturaleza incondicional y sincera.

3. Tomando como base los pasajes de Moroni 8:25 - 26 y 7:48, anote en la pizarra los pasos que ejemplifican el amor perfecto tal como los describieron Mormón y Moroni.

4. Trate brevemente las oportunidades que a diario se nos presentan de demostrar amor genuino hacia nuestra familia. Hable también con la clase de la forma en que deberían haber reaccionado el padre y la madre de los dos ejemplos anteriores.

Conceptos fundamentales

Las bases de una vida correcta

En el camino que lleva al éxito de la familia y el hogar no se pueden tomar atajos. No hay forma de tener preparadas las soluciones apropiadas para todos los problemas y dificultades que una familia pueda enfrentar. Tampoco hay una fórmula para una línea de conducta capaz de garantizar el buen proceder de otras personas. Sin embargo, los puntos principales de estas primeras lecciones nos dan las bases que podremos aplicar en todas las situaciones.

Estas bases son:

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Sugerencias para el desarrollo de la lección

1. Entender correctamente los principios del evangelio restaurado y del nivel de vida más alto (o celestial). (Para esto se requiere estudiar las Escrituras y las enseñanzas de nuestros líderes inspirados.)

2. Someterse a los dictados del Espíritu Santo, en vez de resistirlos. (Esto requiere meditación y oraciones regulares y fervientes.)

i 3. Demostrar amor incondicional y sincero. (Para obtener el don de estar lleno de este tipo de amor, el cual es el amor puro de Cristo, debemos vivir con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, orar a nuestro Padre Celestial para que nos lo conceda y someternos a la inspiración del Espíritu.)

Si vivimos de acuerdo con estos tres principios, recibiremos la ayuda necesaria para vencer los problemas y dificultades que se nos presenten.

Algunas personas tal vez se pregunten si es en realidad posible vivir conforme a estos principios. Estas son épocas muy difíciles y constantemente nos atacan tentaciones e influencias indeseables. No obstante, en las palabras de Nefl: "[El Señor] nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que puedan cumplir lo que les ha mandado" (1 Nefi 3:7).

¡Se puede lograr! Considere el siguiente ejemplo.

Alejandro y Graciela Era uno de esos días fatales. Por más que se había apurado durante el día, Graciela no daba abasto con todo lo que tenía que hacer. Quería mucho a Alejandro y a los hijos, y realmente quería ser parte de su vida y actividades, pero cuando se atrasaba de esta manera, a veces comenzaba a dudar de su propia capacidad como mujer, como esposa y como madre.

Alejandro, por su parte, tenía más apetito que de costumbre de camino a su casa. Había tenido que ir a entregar una maquinaria agrícola fuera de la ciudad y estaba cansado y deseando llegar a su hogar, comer una buena cena y sentarse a descansar.

Graciela oyó a su esposo llegar a la casa y echó una mirada al reloj. No lo podía creer; eran las ocho de la noche y no tenía la cena pronta. ¿Qué podría hacer?

Alejandro llegó hasta la cocina, se recostó en el marco de la puerta y le sonrió a su esposa. Ella parecía tensa y él observó que ni siquiera había puesto la mesa todavía. Hizo una pausa y respiró hondo, le sonrió nuevamente a Graciela y le dijo: "Parece que llegué justo a tiempo para darte una mano".

Tanto Alejandro como Graciela están perfeccionándose. Si hacen frente a los problemas diarios con este tipo de interés en el bienestar mutuo, progresarán y demostrarán que entienden lo que se requiere para vivir en el nivel más alto, que se someten a la inspiración del Espíritu y que tienen amor incondicional el uno por el otro.

1. Explique brevemente que no puede haber métodos ni fórmulas fijos para solucionar la gran variedad de problemas que tiene que enfrentar una familia a diario.

2. Trate los tres principios mencionados en esta página, explicando cómo éstos forman la base para vivir conforme a la inspiración del Espíritu.

3- Al analizar el caso de Alejandro y Graciela, pregunte si el estar tan interesado en el bienestar del cónyuge es algo realizable. Si Alejandro no hubiera estado interesado en su esposa, ¿de qué manera habría reaccionado? Si nos sometemos a la inspiración del Espíritu Santo, ¿qué es posible hacer ante este tipo de situaciones?

4. Recuérdeles a los miembros de la clase que tienen que tratar de vivir en el nivel más alto, esforzándose continuamente por mejorar, para poder obtener un testimonio de esa condición. Como dijo Jesús: "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta" (Juan 717).

Podemos aprenderlo en el hogar

El lugar ideal para aprender a vivir en el nivel celestial es el hogar. Podemos aprender a leer y a escribir en la escuela, pero no hay otro lugar como la propia casa para aprender a amar. En lo que tiene que ver con el amor, el hogar es una combinación perfecta de aula y laboratorio.

Conceptos fundamentales

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Lección 3

Sugerencias para el desarrollo de la lección

La hoja de trabajo para esta lección contiene una gráfica que muestra las varias fases de la vida. La fase 1 es el nacimiento, cuando el espíritu es puro y sin mancha. La fase 2 son los primeros años de la infancia. La gráfica muestra que estos años son cruciales para enseñar el amor en el seno de una familia sólida y preparada. Si el amor está continuamente presente y se expresa a medida que se enseñen otros principios, el niño desarrolla amor y autodisciplina, lo cual conduce al servicio, al sacrificio, a la dedicación y aun a la consagración.

Cuando se enseñan conceptos tales como la relación que le cabe a la persona con el sexo opuesto, y su función como parte de la sociedad, dentro de una atmósfera de amor, se llegan a entender mucho mejor. El hogar es entonces extremadamente importante en la función de proporcionar oportunidades de vivir en el nivel celestial.

Por otro lado, si no se brinda amor incondicional en forma continua en el hogar, el niño estará más predispuesto a crecer inseguro, desconfiado y egoísta.

Repase las siguientes situaciones y determine cómo les haría frente usted si su amor fuera incondicional.

1. Al morir uno de los abuelos de sus hijos, usted quiere enseñarles en cuanto a la fe.

2. Usted tiene una hija de temperamento variable y a menudo algo violento, y considera que ella disfrutaría más de la vida si cambiara de actitud, pero la realidad parece indicar que ese cambio, si es que se produce, no ocurrirá de un día para otro.

3- El padre acaba de enseñar la lección de la noche de hogar tras lo cual estaba planeado ir a comer el postre afuera. Pero sucede que todos quieren algo diferente y todos presentan razones para no ir a otro lugar que no sea el que ellos eligieron. ¡La tensión crece!

4. Usted ha vuelto a la práctica de la oración familiar después de años de negligencia hacia ella y, ahora que desea hacerlo, tiene problemas con sus hijos adolescentes, quienes no quieren arrodillarse.

5. Usted ve que uno de sus hijos necesita ayuda para sus tareas de la escuela, pero está mirando un programa de televisión por el que había aguardado varias semanas.

6. Su familia ha experimentado un traspié económico y debe reducir los gastos de la casa por los siguientes seis meses.

7. Su hija adolescente ha ido al cine con un amigo y no ha vuelto a casa a la hora en que se comprometió a regresar.

Se nos pone a prueba todos los días, pero podemos pasarla con éxito.

1. Distribuya copias de la hoja de trabajo y haga un repaso y análisis rápido de las fases de desarrollo. ¿Puede aprenderse plenamente en cuanto al amor incondicional fuera del hogar y la familia?

2. Escriba en la pizarra comentarios cortos basados en las respuestas de los miembros de la clase en cuanto a cómo haría frente a cada una de las siete situaciones expuestas más arriba una persona que tenga un corazón quebrantado y un espíritu contrito y que ame incondicionalmente.

Funciones y responsabilidades

Para que las unidades de la Iglesia tengan éxito en su función, debe existir una clara Conceptos fundamentales división de responsabilidades y asignación de tareas. Tal es el caso en todas las

organizaciones del sacerdocio y auxiliares de los barrios, estacas y misiones. Y si se espera que todo líder y miembro de estas organizaciones entienda y cumpla como corresponde con sus responsabilidades, ¿cuánto más debe hacerse cuando se trata de la más importante de todas las unidades que nuestro Padre Celestial ha creado jamás: la familia?

No sabemos todo lo que sabe nuestro Padre Celestial en cuanto a las asignaciones que se nos dieron y a las decisiones que tomamos antes de venir a la tierra, y así es como debe ser, pues estamos aquí para demostrar que estamos dispuestos a caminar por la vida amparados por la fe. Sabemos, sin embargo, que se nos enseñó claramente en cuanto al plan de salvación y que no sólo lo aprobamos sino que luchamos en su defensa. Es importante que nos ciñamos a las palabras del presidente Spencer W. Kimball:

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"Espero de todo corazón que nuestras hermanas y nuestros hermanos Santos de los Últimos Días, tanto jóvenes como mayores, beban abundantemente de las aguas de vida y ajusten su vida al hermoso e importantísimo papel que el Señor les ha asignado... ¡Qué inmensas satisfacciones podríamos llegar a experimentar en la vida! ¡Qué hermosos hijos podríamos nutrir y criar! ¡Qué futuro celestial podríamos llegar a disfrutar!" (Véase "El plan del Señor para el hombre y la mujer", Liahona, abril de 1976, pág. 3.)

El presidente Kimball dijo también en otra oportunidad:

"Hicimos votos, votos solemnes, en los cielos antes de venir a esta vida mortal...

"Hicimos convenios. Los hicimos antes de aceptar nuestra posición en la tierra.

"...Nos comprometimos con nuestro Padre Celestial a que, si nos mandaba a la tierra y nos daba un cuerpo y nos concedía las valiosas oportunidades que la vida terrenal tiene para ofrecer, mantendríamos nuestra vida limpia y nos casaríamos en el Santo Templo y criaríamos hijos y les enseñaríamos a ser rectos. Esta fue una promesa solemne." (Be Ye Therefore Perfect, discurso pronunciado ante los maestros de Institutos de Religión, Salt Lake City, 10 de enero de 1975, pág. 2.)

Hemos hablado de una.base que debemos edificar para hacer frente como es debido a los problemas y dificultades que la vida nos ofrece. Una parte vital de esa base la constituye el entender cabalmente las funciones y las responsabilidades de los miembros de la familia y entender también los convenios que hicimos en cuanto a nuestra condición en la tierra. El siguiente grupo de lecciones habrá de explorar estos puntos en mayor detalle.

1. Brevemente establezca el hecho de que, para tener éxito, todas las organizaciones de la Iglesia deben contar con la correspondiente división de responsabilidades y tareas.

2. Empleando las declaraciones del presidente Kimball, explique que en la vida premortal el Señor nos asignó funciones y nosotros hicimos convenios con El y aceptamos la condición que tendríamos en la tierra.

3. Explique que el siguiente grupo de lecciones tratará las funciones de los miembros de la familia, por lo que debemos buscar la guía del Espíritu al estudiarlas.

Conclusión

Inste a los miembros de la clase a:

1. Hacer un examen de la relación que tienen con cada uno de los miembros de sus respectivas familias a fin de determinar si ponen en práctica un amor incondicional y sincero.

2. Entender que nuestro Padre Celestial ha establecido funciones y responsabilidades para los miembros de la familia.

Sugerencias para el desarrollo de la lección

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Vivamos y enseñemos principios correctos

Hoja de trabajo de la lección 3

INSTRUCCIONES 1. Repase la gráfica que aparece a continuación y familiarícese con las fases de la vida y los niveles en que se pueden desarrollar los rasgos de carácter en cada una de esas fases. Advierta que el amor es el requisito fundamental para vivir en un nivel celestial.

2. Escriba el nombre de sus hijos en el debido espacio (según su edad) y determine cuál es el nivel actual de progreso de cada uno.

ASIGNACIONES 1. Haga el ejercicio de arriba.

2. Durante la noche de hogar hable sobre las tentaciones que nos ofrece el mundo y sobre los problemas y dificultades que afectan a su familia y su hogar. Refiérase a los tres pasos que se deben seguir para hacer frente a esas tentaciones, dificultades y problemas como es debido: (a) entender el evangelio, (b) vivir por el Espíritu y (c) amar incondicionalmente.

3. Continúe orando siempre y busque la influencia del Espíritu cuando se enfrente con problemas o tentaciones.

4. En la próxima oportunidad que se le presente, trate de orar y ayunar con la debida actitud a fin de saber cómo llegar al corazón de los miembros de su familia para que sientan el deseo de servirse mutuamente.

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1. 1 Samuel 16:7. (La manera de actuar de Dios es diferente de la manera de actuar de los hombres.)

2. 2 Corintios 6:6. (El amor sincero es la ligadura que une a la familia.)

3. 3 Nefi 9:20. (Es posible vivir en el nivel espiritual más elevado si se tiene un corazón quebrantado y un espíritu contrito.)

4. D. y C. 19:31. (El vivir conforme a los principios del evangelio es la mejor manera de vencer la tentación y sentir paz.)

5. Boyd K. Packer, "Principios", Liahona, octubre/noviembre de 1985, págs. 37 -41 (adjunto a esta lección).

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MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

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Lección 3

PRINCIPIOS Recibí la asignación de hablar acerca del llamamiento de misioneros. El Señor nos ha por el élder mandado predicar el evangelio. Las Escrituras repiten ese mensaje más de ochenta veces, Royd K Parker mas de ochenta veces!: "Predicad el evangelio a toda nación, tribu, lengua y pueblo", y ésa

es razón suficiente para hacerlo. Quisiera añadir otra razón para llamar misioneros. Creo que si tan sólo comprendiéramos, si pudiéramos captar el significado de ello, nos impulsaría a tomar una mayor determinación de asegurarnos de que todo joven se encuentre digno de recibir un llamamiento misional. Salvo aquellos que tengan un serio impedimento, todo joven debe ser lo suficientemente digno para recibir un llamamiento misional. Ahora, considerando cómo es el mundo, no hacemos el mismo hincapié en que las hermanas reciban un llamamiento misional. Por un lado, el número de lugares seguros a donde se pueden asignar hermanas es muy limitado en cada misión. Tenemos algunas misiones en donde casi predomina el número de hermanas. No es que debamos dejar de llamar a hermanas para que sirvan en el campo misional, sino llamar a un número cada vez mayor de élderes.

Si pudieseis comprender lo que quiero comunicaros acerca del llamamiento de misioneros, comprenderíais que éste no sólo es esencial para el crecimiento de la Iglesia sino también para su seguridad. Supongo que el mejor título para lo que quiero decir sería la palabra sencilla: Principios. Es mi intención expresar ideas acerca de los principios fundamentales del gobierno del sacerdocio, y luego presentar algunos ejemplos de cuan esenciales son en el gobierno de la Iglesia, y finalmente aplicarlos a la obra misional. Estos principios, por supuesto, se aplican a todos los aspectos de la obra de la Iglesia.

Sabemos que la tarea de los líderes locales del sacerdocio es interminable. Aun si dedicaran todo su tiempo, no lo podrían hacer y, por supuesto, tienen cjue proveer para sus familias y ser ciudadanos responsables. Si ése es el caso, ¿cómo pueden elegir lo correcto? De todo lo que tienen que hacer, ¿cómo pueden sabiamente discernir cuáles son las tareas que pueden delegar? Las responsabilidades de los líderes locales se pueden colocar en las siguientes categorías:

Tenemos que mantener una organización, con el problema constante de buscar personal.

Tenemos que dirigir programas.

Tenemos que apegarnos a una serie de normas y procedimientos.

Tenemos que administrar reglas oficiales.

Por último, tenemos-que honrar y enseñar principios.

La organización, los programas, los procedimientos, las normas y los principios son todos de gran importancia, pero no de igual importancia. Bien se podría pasar tiempo y gastar dinero en cosas que no son de vida o muerte y desatender los asuntos más cruciales.

Permitidme dar dos ejemplos, uno referente al aspecto más espiritual de nuestro ministerio y otro referente al aspecto temporal.

El primero está relacionado con los tribunales de la Iglesia. Es nuestra responsabilidad disciplinar a los miembros cuando haya habido una transgresión muy grave. En el Manual general de instrucciones se encuentra detallada la manera de organizar un tribunal y los procedimientos que se deben seguir.

No obstante, a menos que se esté familiarizado con los principios relacionados con tales casos, se podría llevar a cabo un tribunal de la Iglesia que se ajustara a todas las indicaciones del manual y que siguiera el procedimiento adecuado y, sin embargo, herir en lugar de sanar al miembro descarriado. Si no conocéis los principios — con esto me refiero a los principios del evangelio, a la doctrina, a las revelaciones —, si no conocéis lo que las revelaciones dicen acerca de la justicia o la misericordia, o lo que revelan acerca de la reprensión o el perdón, ¿cómo podéis tomar decisiones inspiradas en aquellos casos difíciles que requieran vuestro fallo?

Existe un elemento espiritual que va más allá de los procedimientos; le pertenece al sacerdocio y trae implícitos poderes divinos. A menos que estéis familiarizados con él, a menos que los obispos y presidentes de estaca estén familiarizados con él, podrán implantar programas y aun así no redimir a los santos.

Otro ejemplo: En las revelaciones está claro que debemos cuidar de los pobres dignos. ¿Cómo se debe hacer? Hemos de colectar las ofrendas de ayuno y tenemos los programas

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de bienestar, los cuales ya conocemos. Los manuales de instrucciones especifican la manera de administrar estos programas. Sin embargo, cada caso es diferente. Sin un conocimiento de los principios del evangelio, podríais actuar en técnico apego con las instrucciones, y degradar en vez de exaltar al miembro. Suponed que no sabéis nada en cuanto a la independencia, la frugalidad y la autosuficiencia.

No se trata de la dedicación, ya que nunca pondríamos eso en tela de juicio. Se trata más bien del orden de prioridades; es un asunto de visión.

Los principios del evangelio rigen cada aspecto de la administración de la Iglesia. Su explicación no aparece en los manuales de instrucciones, sino en las Escrituras. Son la substancia y el propósito de la revelación.

Los procedimientos, programas, la política administrativa y aun algunos esquemas de organización están sujetos a cambios. Es más, es nuestra libertad y nuestro deber alterarlos de vez en cuando. Pero los principios y la doctrina, nunca cambian.

Podéis errar si ponéis demasiado énfasis en los programas y procedimientos que pueden cambiar, cambiarán y que por fuerza deben cambiar, y no comprendéis los principios fundamentales del evangelio, los cuales nunca cambian.

Ahora, prestad mucha atención. Con esto no quiero decir que debéis hacer caso omiso de los manuales; ni por un momento lo diría. Lo que sí digo es lo siguiente: hay un elemento espiritual que no aparece en los manuales pero que debéis incluir en vuestro ministerio si deseáis agradar al Señor.

Si conocéis el evangelio, sentiréis una lealtad para con las instrucciones del manual que de otro modo no podríais tener. Mediante ello, evitaréis las innovaciones que no pueden dar resultado.

Por motivo del crecimiento acelerado de la Iglesia, existe la tendencia a querer solucionar problemas modificando los límites geográficos, alterando programas, reorganizando a los líderes o proveyendo edificios más cómodos. Lo que realmente nos hace falta es una simplificación, un avivamiento de los principios básicos del evangelio en la vida de todo Santo de los Últimos Días. La verdadera esencia del gobierno del sacerdocio no consiste en procedimientos, sino en principios y doctrina.

El profeta José Smith nos dio la clave. Refiriéndose a la administración, dijo: "Les enseño principios correctos y ellos se gobiernan a sí mismos".

Hace un tiempo entrevisté a un joven obispo en Brasil; tenía 27 años de edad. Me impresionó el hecho de que poseía todos los atributos de un buen líder de la Iglesia: humildad, testimonio, buena presentación, inteligencia, espiritualidad. He aquí, pensé, un joven con futuro brillante en la Iglesia.

Al verlo me pregunté: ¿Cómo será su futuro? ¿Qué haremos por él? ¿Qué efecto tendremos sobre la vida de él? Me puse a pensar cómo serían los años futuros.

Será obispo aproximadamente seis años, teniendo para entonces treinta y tres años de edad; luego servirá como miembro del sumo consejo de estaca ocho años y cinco años como consejero de la presidencia de estaca. A los cuarenta y seis años será llamado como presidente de estaca; al cabo de seis años será relevado para llegar a ser Representante Regional, cargo que desempeñará durante cinco años. Lo cual quiere decir que habrá pasado treinta años como un ideal, un ejemplo, la imagen, el líder. No obstante, en todo ese tiempo, no habrá asistido a tres clases consecutivas de Doctrina del Evangelio ni habrá participado en tres clases de los quórumes del sacerdocio.

Hermanos, ¿podéis veros en este ejemplo? A menos que haya sabido los principios fundamentales del evangelio antes de su llamamiento, casi no dispondrá de tiempo para aprenderlos después. Las reuniones, compromisos, presupuestos y otros asuntos que atañen a las capillas le consumirán su tiempo. Estas cosas por lo general no se dejan de lado.

Pero sí se dejan de lado los principios.- el evangelio se deja de lado, la doctrina se deja de lado. Cuando eso sucede, ¡corremos un gran peligro! Tenemos evidencias de ello en la Iglesia hoy día.

¡Quisiera alzar mi voz con una solemne y seria amonestación! Vivimos en tiempos de gran oposición, no solamente en los Estados Unidos sino en todo el mundo. Crece de día y de

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Lección 3

noche en todos lados. Los enemigos de fuera, quienes, apoyados por los apóstatas de dentro, ponen a prueba la fe de los miembros de la Iglesia. Pero no son los programas los que desafían. Por el contrario, les tienen cierta admiración. Son las doctrinas donde enfocan; son las doctrinas las que reciben sus ataques, y notamos que muchos líderes se encuentran perdidos ante preguntas sobre temas doctrinales. He estado relacionado con el programa de Comunicaciones Públicas de la Iglesia y recibimos diariamente llamadas de todas partes: "Necesitamos ayuda; ¿qué hacemos? Están poniendo la doctrina en tela de juicio". Si nuestros miembros no están al tanto de las doctrinas, corremos peligro, pese a programas eficaces y edificios funcionales.

Ahora bien, no deseo subestimar nuestros esfuerzos. Puedo ver manifestaciones de los principios del evangelio en todas partes. Permitidme presentaros un ejemplo.

En las reuniones de liderazgo de estaca con frecuencia le pregunto a algún joven presidente del quorum de élderes acerca del procedimiento que se emplea para llamar a un nuevo consejero. ¿En qué forma llamaría usted a un nuevo consejero? Lo que ocurre a continuación, me complace informaros, es típico de lo que generalmente sucede.

El presidente dice:

— Bueno, primero, repaso mentalmente la lista de los nombres de los miembros del quorum y selecciono al que me impresiona que debe ser mi consejero. Después oro acerca de mi decisión.

— ¿Por qué ora al respecto?

— Para recibir la guía del Señor.

— ¿Qué clase de guía?

— Para saber si es correcta o no.

— ¿Quiere decir usted revelación?

— Sí.

— ¿Cree que es posible recibir revelación cuando se trata de una cosa como ésta?

— Sí.

— ¿Está seguro?

— Sí.

— Pero usted es un joven común y. corriente; ¿en verdad cree que puede recibir revelación de Dios?

— ¡Sí!

— ¿La ha recibido anteriormente?

— Sí.

— Creo que no podré convencerlo de lo contrario, ¿o sí?

— ¡No!

¡Imaginaos! Un presidente de quorum de élderes común y corriente sabe lo que es la revelación y cómo obtenerla. Un joven común y corriente sabe cómo dirigirse al Señor a través del velo y recibir instrucciones por medio de la revelación.

Esa es la esencia, la esencia misma del gobierno del sacerdocio. Es un principio del evangelio. Es una ley de Dios que El revelará su voluntad a sus siervos, no sólo a los Profetas y Apóstoles, sino a sus siervos por todo el mundo. Es un valioso principio que se debe guardar y nutrir, pero cuando tenemos que estar al tanto de demasiados programas, tendemos a sofocarlo. Ahora bien, si este joven presidente está familiarizado con las Escrituras, nunca seguirá a falsos líderes. En Doctrina y Convenios habrá leído lo siguiente:

"Asimismo, os digo que a ninguno le será permitido salir a predicar mi evangelio o edificar mi iglesia, a menos que sea ordenado por alguien que tenga autoridad, y sepa la iglesia que tiene autoridad, y que ha sido debidamente ordenado por las autoridades de la iglesia." (D. y C. 42:11.)

Tampoco estará organizado tan mecánicamente para no reconocer la inspiración. En la sección 46 de Doctrina y Convenios habrá leído lo siguiente:

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"Pero a pesar de las cosas que están escritas, siempre se ha concedido a los élderes de mi iglesia desde el principio, y siempre será así, dirigir todas las reuniones conforme los oriente y los guíe el Espíritu Santo." (D. y C. 46:2.)

Es sumamente importante que todo miembro, y particularmente todo líder, comprenda y conozca el evangelio.

No es fácil encontrar tiempo para estudiar el evangelio. Es difícil para un presidente de estaca el poder hacerlo y aún mucho más difícil para un obispo, pero es necesario y es posible. Los hermanos deben asistir a las clases tan a menudo como les sea posible; los obispos y presidentes de estaca deben buscar la manera de asistir por lo menos a una buena porción de las clases de Doctrina del Evangelio y las lecciones de los quórumes correspondientes.

Debemos asegurarnos de que las generaciones que nos siguen aprendan los principios del evangelio. Es nuestro deber enseñarles y entregarles intactos los principios y las ordenanzas del evangelio y la autoridad del sacerdocio.

Fomentad aquellos programas que se han diseñado para enseñar el evangelio. La Primaria, la Escuela Dominical (dicho sea de paso, he oído decir que algunos líderes locales han recomendado que se discontinúe, la Escuela Dominical; eso ciertamente sería una tontería), las lecciones del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares, las lecciones de Vida Espiritual de la Sociedad de Socorro, el programa del Sacerdocio Aarónico y el de las Mujeres Jóvenes, y las reuniones sacramentales pueden ser instrumentos poderosos si los empleamos para predicar el evangelio. Las reuniones sacramentales deben tratar temas del evangelio. Y no veo cómo un obispo o presidente de,estaca podría descansar hasta que el programa de seminario para sus jóvenes estuviera funcionando apropiadamente y hasta que el programa de capacitación para maestros, el cuál hace que estos programas sean de la mejor calidad, recibiera la debida atención..Todos estos aspectos merecen cuidado y ratificación.

Para concluir, solamente quiero mencionar un punto más: ¿Qué tiene que ver todo esto con el llamamiento de misioneros? Tiene todo que ver.

Si existe alguna manera mejor para que un joven miembro dé la Iglesia obtenga un conocimiento profundo del evangelio, es servir una misión. La misión es una combinación casi perfecta del estudio y la aplicación de los principios a medida que se vayan aprendiendo. Nada se le puede comparar.

El llamamiento de misionero le requiere ser capaz de enseñar los principios básicos del evangelio todo el día, durante todos los días. Enseña el plan de salvación una y otra vez.

El Señor es nuestro ejemplo. Sería difícil describir a Jesucristo como un ejecutivo. Permitidme repetirlo: Sería difícil describir a Jesucristo como un ejecutivo. ¡El fue maestro! Ese es el ideal, el modelo.

Los misioneros son maestros. Ningún alumno aprende tanto al escuchar una lección como el maestro que la prepara.

Imaginaos lo que sería tener un período de dos horas de estudio diario de las Escrituras con un compañero. ¿Os gustaría? El misionero estudia las Escrituras como nunca lo ha hecho y como nunca podrá hacerlo después, especialmente si recibe el llamamiento para servir como líder.

Se le da una base en la verdadera esencia del evangelio; se le enseñan los principios fundamentales del gobierno del sacerdocio. El futuro de la Iglesia dependerá de que él sepa eso. . .

Pregunta: ¿En dónde suponéis que ese joven presidente del quorum de élderes obtuvo su cimiento en los principios del evangelio, el orden de la revelación? ¿En dónde suponéis que aprendió acerca de la revelación? Indudablemente lo hizo durante su misión.

La seguridad de la Iglesia en generaciones futuras yace en el éxito que tengamos al llamar misioneros. Si nos preocupa el futuro de esta obra, no descansaremos hasta que cada joven capaz llegue a ser digno y tenga el deseo de recibir el llamamiento para servir en una misión.

Ahora bien, al principio solamente mencioné el hecho de que se nos manda predicar el evangelio. Se nos manda hacerlo, ya sea que por ello recibamos o no beneficios y

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Lección 3

bendiciones adicionales. ¿Por qué? ¡Porque es nuestro deber! Ese es un principio, ¡un principio imperativo!

Los procedimientos y los programas, las normas y la organización, los presupuestos y los edificios, todos son importantes en su debido lugar. Debemos llevarlos a cabo, pero no a expensas de las cosas más importantes.

Debemos seguir adelante. Ahora mismo podríamos establecer seis misiones nuevas si tuviésemos suficientes misioneros. De modo que nuestro consejo e instrucción para todos los líderes es que sigan adelante, que renueven con gran urgencia el llamamiento de jóvenes y a un número menor pero suficiente de hermanas, para que salgan a predicar el evangelio a toda nación, tribu, lengua y pueblo, en respuesta al mandamiento que se nos ha dado, en el nombre de Jesucristo. Amén. (Véase Liahona, octubre/noviembre de 1985, págs. 37-41.)

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Sección II: Aclaración

Estas lecciones tratan sobre las respectivas funciones de los miembros de la familia señaladas por nuestro Padre Celestial como parte de su plan, y tienen como objeto ayudar a los miembros de la familia a apreciar cómo estas funciones y relaciones, cuando se llevan a cabo como es debido, pueden contribuir al establecimiento de un espíritu de unidad y amor genuino conducentes al gozo eterno.

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Nuestras funciones divinas 4 OBJETIVO Que los miembros de la clase entiendan y a su vez enseñen a sus respectivas familias la

naturaleza de las funciones divinamente asignadas al hombre y a la mujer y las bendiciones que derivan de ellas.

NOTAS PARA EL MAESTRO 1. El material que da base a esta lección es el capítulo 1 de Una guía para los padres

(PBIC0507SP). Para que pueda transmitir el espíritu de dicha guía, debe leerla en su totalidad antes de enseñar la lección. Emplee estas pautas para preparar y enseñar la lección.

2. En esta lección se introducen las varias funciones que deben cumplir los miembros de una familia, las que se analizarán con mayor profundidad en próximas lecciones.

3- Asegúrese de que cada familia representada en la clase cuente con un ejemplar de Una guía para los padres.

4. Con espíritu de oración estudie los materiales de la lección para obtener un entendimiento personal de las funciones que a usted mismo le han sido divinamente asignadas.

5. Repase los principios que se enseñaron en las tres primeras lecciones, sobre todo el concepto de "vivir en el nivel más alto". Aplique dicho concepto a lo que usted entienda en cuanto a las funciones de los miembros de la familia.

6. Saque una copia de la hoja de trabajo para cada miembro de la clase.

7. Dé su testimonio si se siente inspirado a hacerlo.

PRINCIPIOS A TRATAR 1. Podemos llegar a ser como nuestro Padre Celestial y formar para siempre una unidad

familiar.

2. Las funciones básicas del hombre son las de padre, hijo, hermano y esposo, mientras que las de la mujer son las de madre, hija, hermana y esposa. La interacción de estas personas es lo que constituye la vida familiar en la tierra.

3. Contamos con modelos excelentes: Nuestro Padre Celestial y su Hijo Amado, Jesucristo.

4. Los espíritus que se nos han confiado son nuestros hermanos espirituales.

5. Una de las responsabilidades fundamentales de los padres es velar por sus hijos y ayudarles.

6. Las funciones divinamente asignadas al hombre son diferentes de las que se han asignado a la mujer.

7. El Señor ha depositado sobre los padres la responsabilidad de enseñar a sus hijos el empleo correcto de los poderes procreativos.

LA LECCIÓN

Conceptos fundamentales

Desarrollo de la lección

La familia terrenal es la preparación para la familia eterna

El material para esta sección de la lección se encuentra en las páginas 5 y 6 de Una guía para los padres.

1. Deje en claro el punto de que todo lo que se nos pide que hagamos en la tierra con nuestras respectivas familias tiene como fin prepararnos para llegar a ser como nuestro Padre Celestial y para vivir con nuestra familia y guiarla en la eternidad.

2. Refiérase brevemente al concepto de que el logro más grande al que puede aspirar un hombre es el de llegar a ser un buen esposo y padre, mientras que en el caso de la mujer es llegar ser una buena esposa y madre.

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3- Hable de las formas en que nuestro Padre Celestial y el Salvador nos sirven de modelos perfectos.

4. Señale que gran parte de la filosofía del mundo proviene de Satanás, cuya función es absolutamente opuesta a la del Salvador.

5. Explique que si nuestro deseo es seguir el ejemplo del amor de Cristo, debemos tener el mismo objetivo: "Hago las cosas que hago porque te quiero".

Conceptos fundamentales

Desarrollo de la lección

Los hijos son hermanos espirituales que nos han sido encomendados para que los cuidemos

El material para esta sección de la lección se encuentra en la página 6 de Una guía para los padres.

1. Sin entrar en detalles, deje en claro el punto de que somos guardas de nuestro hermano.

2. Inste a los miembros de la clase a pensar en la relación fraternal que deben de haber tenido con sus hijos en la vida premortal.

Conceptos fundamentales

Desarrollo de la lección

Maneras de preparar a sus hijos para que logren la vida eterna

El material para esta sección de la lección se encuentra en las páginas 6 a 10 de Una guía para los padres, y está dividido en tres partes centrales:

1. Enseñe a los hijos lo que es un padre [o madre] recto.

2. Enseñe a los hijos los papeles eternos del hombre y de la mujer.

3. Enseñe a los hijos el uso correcto de los poderes procreativos.

Enseñe a los hijos lo que es un padre o madre recto

1. Con la ayuda de los miembros de la clase, bosqueje en la pizarra las características de un padre o madre recto. Tenga también en cuenta al padre o a la madre que debe criar a sus hijos sin la ayuda del cónyuge.

2. Brevemente analice lo que significa ofrecer protección espiritual a la familia.

3- Lea Doctrina y Convenios 121:43, y aplique lo que el pasaje nos enseña en cuanto a nuestras responsabilidades familiares.

Enseñe a los hijos los papeles eternos del hombre y de la mujer

1. Empleando las declaraciones que hizo el presidente Spencer W. Kimball (véase Una guía para los padres, págs 8-9) , hable sobre las diferencias que existen entre las funciones del hombre y las de la mujer.

2. Inste a los miembros de la clase a ayudar a sus hijos a sentirse orgullosos de ser varón o niña, y exponga maneras de hacerlo.

3. Hablen sobre "las responsabilidades tan importantes que el Señor ha impuesto sobre sus hijos varones" {Una guía para los padres, pág. 8-9) . Recalque el consejo que se da en Doctrina y Convenios 121:41. ;

4. Analicen las "responsabilidades tan importantes" que ha impuesto el Señor "sobre sus hijas" (véase también pág. 9).

Enseñe a los hijos el uso correcto de los poderes procreativos

1. Haga hincapié en el hecho de que el Señor ha puesto sobre los padres la responsabilidad de enseñarles a sus hijos a entender el empleo correcto del poder que ellos tienen de procrear, responsabilidad que los padres no pueden confiar a nadie más.

2. Analice brevemente cuan importante es escoger fuentes de lectura apropiadas para enseñarles a los hijos en cuanto a este asunto.

3. Inste a todos los miembros de la clase a leer los demás capítulos de Una guía para los padres y a usar la información que mejor se aplique a los diferentes grados de desarrollo de sus hijos.

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Page 58: Enseñemos principios correctos

Lección 4

Conclusión 1. Pida a los miembros de la clase que piensen detenidamente en las funciones que se les

han asignado a cada uno de ellos y en la tremenda responsabilidad que tienen de velar por sus hijos, que al mismo tiempo son sus hermanos espirituales.

2. Presénteles el cometido de prepararse debidamente para poder cumplir con la responsabilidad de enseñarles a sus hijos sobre los maravillosos poderes procreativos que se nos han otorgado.

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Nuestras funciones divinas

Hoja de trabajo de la lección 4

INSTRUCCIONES Considere las siguientes preguntas:

1. ¿Considero las experiencias que vivo con mi familia terrenal como una preparación para vivir con una familia eterna?

2. ¿Cuáles son las funciones fundamentales del varón?

4. ¿Acepto el hecho de que estos papeles se establecieron y se definieron como parte del plan de nuestro Padre Celestial?

5. ¿A quiénes deberíamos tomar de modelos supremos en la vida?

6. ¿Veo a mis hijos de una manera distinta cuando entiendo que de hecho son mis hermanos espirituales?

7. ¿Soy un buen modelo para mis hijos?

8. ¿Tengo la debida preparación para enseñarles a mis hijos en cuanto a las funciones eternas del hombre y de la mujer?

9. ¿Considero poseer la debida preparación para enseñarles a mis hijos sobre el empleo correcto de los poderes procreativos?

10. ¿Tengo la disposición de prepararme para poder cumplir con estas responsabilidades sagradas?

ASIGNACIONES 1. Hacer el ejercicio anterior.

2. Considerar, por medio de la oración, aquellos aspectos en los que necesite mejorar.

3. Enseñar en la noche de hogar los conceptos que haya aprendido en esta lección.

4. Leer detenidamente todos los capítulos de Una guía para los padres (PBIC0507SP).

5. Repasar con su cónyuge las medidas que deben adoptar para enseñarles a sus hijos las cosas que ellos tienen que saber según su edad y grado de desarrollo.

6. Comprometerse a establecer en el hogar un espíritu de confianza que haga que los hijos no vacilen en tratar con usted y su cónyuge asuntos de naturaleza íntima.

7. Orar pidiendo guía para actuar como es debido en tales casos.

MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

1. 3 Nefi 25:6 (Padres e hijos volverán sus corazones los unos a los otros.)

2. D. y C. 2:2 (Los corazones de los hijos se volverán a sus padres.)

3. Alma 56:47 (Las madres enseñan a sus hijos varones.)

4. Mormón 6:19 (Es posible que los miembros de la familia no cumplan bien sus funciones.)

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3. ¿Cuáles son las funciones fundamentales de la mujer?

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El padre

OBJETIVO Que los miembros de la clase aprendan que el padre, como patriarca, tiene la responsabilidad de bendecir la vida de sus hijos de la misma manera que nuestro Padre Celestial lo bendice a él.

NOTAS PARA EL MAESTRO 1. Ningún maestro puede enseñar, en el tiempo de que dispone, todo el material que se

brinda en esta lección con el grado de eficiencia que corresponde. Se le proporcionan todos esos materiales a fin de que usted, el maestro, cuente con mayores elementos de juicio para presentar la lección. Trate de enseñar algo de cada uno de los principios mencionados y permita que el Espíritu le guíe en la selección de las ideas. Recuerde que las Escrituras deben ser siempre la fuente primordial de materiales de estudio para los miembros de la clase.

2. El reflexionar sobre sus propios aspectos fuertes y débiles como padre o madre le ayudará a prepararse para enseñar esta lección.

3- Si usted es padre, demuestre el poder de los principios del evangelio en la vida diaria siendo un padre ejemplar.

4. Es posible que su barrio o rama disponga de la siguiente filmina: Padre, considera tus obras (WOF0905SP, de aproximadamente 12 minutos de duración). La puede emplear para complementar la lección.

1. Nuestras familias terrenales siguen el modelo de la familia de nuestro Padre Celestial.

2. El padre es un patriarca.

3. El padre enseña por medio del ejemplo.

4. El padre cumple con sus deberes mediante una variedad de tareas: aconseja a sus hijos, los juzga con rectitud y les expresa su amor.

5. El padre deberá rendir cuentas a nuestro Padre Celestial por el bienestar temporal y espiritual de su familia.

La función del padre constituye una asignación divina

Nuestras familias terrenales siguen el modelo de la familia de nuestro Padre Celestial. El que viniéramos a la tierra fue el resultado de nuestra propia elección. Al dejar nuestro hogar celestial, en donde nos encontrábamos rodeados de luz, gloria y conocimiento, sabíamos que correríamos ciertos riesgos. También comprendimos que este segundo estado era una parte vital de nuestro progreso eterno. Al partir de nuestro primer estado, entramos en otro período de prueba:

"Y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare;

"y a los que guarden su primer estado les será añadido; y aquellos que no guarden su primer estado no tendrán gloria en el mismo reino con los que guarden su primer estado, y a quienes guarden su segundo estado, les será aumentada gloria sobre su cabeza para siempre jamás." (Abraham 3:25-26.)

A fin de probar al hombre, nuestro Padre Celestial le da una familia terrenal según el modelo de Su propia familia eterna. El que el hombre reciba el privilegio de ser un padre de familia en la eternidad depende en gran medida de cómo se comporte con su familia terrenal.

PRINCIPIOS A TRATAR

LA LECCIÓN

Conceptos fundamentales

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Lección 5

El hombre tiene muchas funciones familiares. Es hijo, esposo, padre (o patriarca) y hermano. Para desempeñar estas funciones debidamente, tiene que crear la mejor relación posible con la mujer en general.

Tal vez el aspecto más importante de esta relación sea el del marido hacia su esposa. Cuando un nombre y su esposa entienden sus funciones respectivas y obedecen los mandamientos, pueden colaborar armoniosamente el uno con el otro; pueden tener una idea clara de cómo trabajar juntos, de cómo cada uno de ellos es necesario para complementar la vida del otro. Esto no sólo enriquece sus propias vidas, sino que también llega a ser una bendición para sus hijos.

El élder Theodore M. Burton expresa sus impresiones en cuanto a cómo funcionan en conjunto nuestros Padres Celestiales:

"Cuando pienso en Elohim, nuestro Padre, también pienso en nuestra madre. En mi opinión ellos son uno, puesto que lo son en conocimiento, poder, pureza, sabiduría y amor perfectos. Al menos, ésa es la forma en que concibo a nuestros Padres Celestiales. Están unidos en una sabiduría infinita y en la manera de hacer juntos lo que hacen, de hecho, en actuar como una unidad." (God's Greatest Gift, pág. 17.)

La unidad en el matrimonio es un proceso que lleva toda una vida, pero cuando los padres hacen un esfuerzo constante por alcanzar la perfección, los hijos llegan a sentirlo y esto pasa a ser su cimiento, su seguridad y el modelo que ellos mismos querrán seguir.

Como padres terrenales de los hijos de nuestro Padre Celestial, al tratar de hacer lo mismo que hace nuestro Padre, los bendeciremos a ellos. El Hijo de Dios nos dio el ejemplo cuando fue a su Padre para recibir gracia por gracia hasta que recibió la plenitud (véase D y C. 93:13 -14). A medida que busquemos, oremos, llamemos y estemos hambrientos por la verdad, recibiremos el Espíritu más plenamente. Esto nos ayuda a guiar a nuestros hijo^ de regreso a nuestro Padre Celestial. La paternidad ejercida con rectitud nos acercará a nuestro Padre Celestial y, como resultado directo de ello, llegaremos a parecemos más a El. El proceso de guiar a nuestros hijos de regreso a su Padre nos da una idea concreta d( lo que significa ser padres celestiales.

Los padres deben ser patriarcas. Una de las responsabilidades mayores de un hombre en la tierra es bendecir a su esposa en todo lo que él haga. Cuando llega a ser padre, tier; también la responsabilidad de bendecir a sus hijos. Veamos el siguiente ejemplo:

Ricardo percibió la tensión en la expresión de su hijo, Eduardo, cuando éste volvió a preguntarle: "Papá, ¿te parece que hoy podrás jugar conmigo?" Ricardo no recordaba exactamente, pero aquél quizás fuera ya el cuarto día seguido que Eduardo se había parado frente a él con la pelota de fútbol debajo del brazo, mirando hacia el suelo y dand suaves puntapiés al marco de la puerta, y le había hecho la misma pregunta. Ricardo respiró hondo como lo había hecho los días anteriores, pero el "No... hoy no puedo" que casi automáticamente había pronunciado en casos anteriores dio paso a una respuesta con la cual hasta él mismo se sorprendió:

— No, Eduardo, no vamos a jugar hoy; ¡vamos a jugar ahora mismo!

Eduardo sonrió, casi sin poder creer lo que había escuchado, pero Ricardo ya se había levantado de la silla y se estaba poniendo los zapatos deportivos. Un rato más tarde, cuando se encontraba nuevamente sentado junto a su escritorio, se preguntó lleno de asombro: "¿Y esto es todo lo que se requiere?" Había descubierto que después de unos veinte pases, unas diez atajadas y unos cinco o seis dribles, Eduardo se había sentido cansado y feliz y le había preguntado a su papá si podían descansar un momento; Ricardo le dijo:

— Mira, Eduardo, ¿no te parece que podríamos jugar otra vez mañana?

Ricardo entró en la casa con la sonrisa feliz de su hijo de siete años grabada en la mente.

Cuando los hijos son pequeños, es posible que el sencillo interés del padre en cosas también sencillas sea lo que más contribuya a guiarlos por el camino correcto. El ser patriarca quiere decir estar dispuesto a bendecir, a satisfacer necesidades, a ser un ejemplo, a hacer lo que nuestro Padre Celestial haría para fomentar el bienestar de los miembros de la familia. Ser un patriarca terrenal significa asumir la responsabilidad de líder en la noche de hogar, en la oración familiar, en la asistencia a las reuniones de la Iglesia y en la orientación familiar; significa dar bendiciones, pagar el diezmo y ser un ejemplo de rectitud y dignidad para todos los miembros de la familia.

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El padre enseña por medio del ejemplo. El presidente Ezra Taft Benson declaró: "Padres, la influencia más grande que podáis ejercer sobre vuestros hijos la lograréis por medio del ejemplo. Si queréis que vuestros hijos se den cuenta de lo que el evangelio puede hacer para beneficiarlos, hacedles ver cómo os ha favorecido a vosotros" ("La preparación para el servicio misional", Liahona, abril de 1985, pág. 35).

El presidente Joseph Fielding Smith dijo: "Vivid de tal manera que podáis decir: 'Hijo mío, haz lo que yo hago; sigúeme; emula mi ejemplo'. Tal es la manera en que deben vivir los padres" (Doctrina del Evangelio, pág. 279).

El padre debe aprender a reconocer cuándo establece el debido ejemplo por medio de su conducta Consideren el siguiente ejemplo:

— ¿Por qué eres tan impaciente! — le gritó Mario a Andrés, su hijo de quince años.

Andrés quedó sin habla al ver que a continuación su padre se echaba a reír.

— Papá, ¿qué te pasa? ¿Estás bien? — le preguntó.

Mario miró a su hijo un poco avergonzado y le confesó:

— Sí, me siento bien, pero me río porque me di cuenta de lo que estaba haciendo. ¡Te hablo a ti lleno de impaciencia para recriminarte que tú no debes ser impaciente! Lo siento; empecemos de nuevo.

El padre debe aconsejar a sus hijos. Aconsejar a los hijos quiere decir enseñarles, escucharlos y asesorarlos. ¿Qué les enseña un padre a sus hijos? Les enseña en cuanto al gran plan eterno, tal como lo hicieron muchos de los padres de los que se habla en el Libro de Mormón. Estos enseñaron repetidamente en cuanto a la Caída, la Expiación, el renacimiento espiritual, la resurrección, el juicio y la vida eterna.

Lehi, el padre de Nefi, llevó una vida ejemplar. Tuvo una visión en la que vio "un árbol cuyo fruto era deseable para hacer a uno feliz" (1 Nefi 8:10). Ese árbol representaba el amor de Dios (véase 1 Nefi 11:25). Lehi comió del fruto, el cual llenó su alma de gozo (véase 1 Nefi 8:12). Después que hubo recibido un testimonio de todo esto, el siguiente paso que dio fue invitar a su familia a comer del fruto.

Este es un modelo divino para todo padre. En su función de líder de la familia, Lehi enseñó ante todo por medio del ejemplo, guió con rectitud, estando convertido a Cristo, y después enseñó por medio de la palabra, diciendo: "Creed, como yo creo".

El consejo a menudo proviene de una de las partes solamente, pero muchas veces es necesario que padres e hijos se expresen mutuamente los sentimientos. El élder F. Enzio Busche dio el siguiente ejemplo:

"En una ocasión en que las circunstancias hicieron necesario que yo me encontrara en mi hogar a una hora desusada, oí a mi hijo de once años, que en ese momento llegaba de la escuela, dirigirse a su hermana menor con palabras muy goseras. Esas palabras me ofendieron; nunca habría esperado oírlas en boca de un hijo mío. En mi enojo, la reacción natural que tuve fue levantarme de la silla y darle una severa corrección. Para poder ir a donde él estaba, tenía que cruzar el cuarto y abrir la puerta, y recuerdo que en esos segundos que me llevó atravesar la corta distancia, oré fervorosamente a mi Padre Celestial para que me ayudara a resolver aquella situación en una forma adecuada. En ese momento, una gran calma me sobrevino y dejé de sentirme enojado.

"Mi hijo, sorprendido al verme en casa, se mostró atemorizado cuando me le acerqué. Sorprendiéndome yo mismo, me oí decirle: '¡Bienvenido a casa, hijo!', y lo abracé. Lo invité a sentarse junto a mí en la sala para que pudiéramos tener una pequeña conversación. Le expresé mi amor y hablamos de las batallas que cada uno de nosotros debe enfrentar a diario.

"Cuando yo empecé a manifestarle la confianza que le tenía, él comenzó a llorar y me confesó lo indigno que se sentía, condenándose exageradamente por lo que había hecho. Me correspondió a mí entonces hacerle ver su falta en la perspectiva adecuada y ofrecerle mi apoyo y consuelo. Un hermoso espíritu se apoderó de nosotros y terminamos llorando, abrazados y unidos por el amor y por el gran gozo que sentíamos." (Véase "Los lazos familiares se fortalecen con amor", Liahona, julio de 1982, págs. 139-140.)

El padre puede ser una bendición para sus hijos si les enseña principios correctos. El niño o el joven que tiene conocimiento estará en mejores condiciones de verse protegido

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Lección 5

contra las influencias del adversario; y, si el padre sabe escuchar, se dará cuenta de cuáles principios debe enseñarle y fortalecerá a su hijo para que éste pueda hacer frente a los problemas que habrá de enfrentar en las distintas etapas de su vida.

El padre debe juzgar con justicia y amor. El padre, como juez de su familia, debe enseñar, persuadir y dirigir con acierto. Al hacerlo, debe juzgar cuan correctas, dignas y atinadas son las decisiones que adopten sus hijos. A veces éstos aceptan el consejo del padre; otras veces, no. Pero ya sea que los hijos acepten o no el consejo que reciban o el criterio con que los juzgue el padre, la responsabilidad de éste no cambia. Consideren el siguiente ejemplo:

Andrea sabía que su padre no aprobaba que fuera a estudiar a la casa de su amiga, a menos que primero ayudara a levantar la mesa después de cenar; pero ella no estaba de acuerdo y pensaba que él no tenía razón. Después de todo, tenía que estudiar para un importante examen de matemáticas, y seguramente su padre no querría que sacara una calificación baja. ¿No sería posible que los demás miembros de la familia hicieran su trabajo aunque fuera esa noche y nada más?

Andrea fue a la casa de su amiga y al poco rato su padre la llamó y le pidió que regresara. Una vez de vuelta en su casa, la chica se quejó de haber tenido que interrumpir el estudio con la amiga. El padre la escuchó y, al juzgar su conducta, le formuló tres preguntas:

1. Andrea, ¿le explicaste a alguien la razón por la que te fuiste sin hacer lo que se te había pedido?

2. ¿Le pediste a otra persona que por esta vez hiciera la tarea por ti?

3. Si tu hermano hubiera hecho lo que tú hiciste, ¿lo considerarías correcto?

Andrea respondió a las tres preguntas del mismo modo mentalmente (No, no, no), pero, pese a ello, le dijo a su padre: "¡Tú haces favoritismos! Cuando Roberto quiere ir a jugar al fútbol con sus amigos, tú lo dejas".

Un patriarca que esté dispuesto a juzgar y enseñar, ¿qué hace ante una situación como ésa? De hecho, si no demuestra una actitud humilde y paciente, no importa lo que haga. Pero si es humilde y paciente, casi cualquier cosa que decida hacer será acertada.

El padre debe expresar amor a sus hijos a menudo y con regularidad En 1 Juan 4:19 leemos: "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero". Esta es la base sobre la cual edificamos la relación que tenemos con nuestros hijos. Si ellos se sienten seguros al saber que nosotros, sus padres, los queremos, entonces nos querrán a nosotros, y como resultado de nuestro ejemplo, ellos aprenderán a amar.

Hay veces en que es importante dejar que los hijos sufran las consecuencias de haber desobedecido, y a veces es necesario que los reprendamos, como en el caso del élder Busche y su hijo. Pero una reprimenda así no es otra cosa que una expresión de amor. El élder Busche no actuó de acuerdo con sus emociones "naturales", sino de acuerdo con principios correctos, entre otros, el principio del amor sincero. Si lo buscamos, nosotros podemos recibir ese espíritu de amor de nuestro Padre Celestial para compartirlo con nuestros hijos.

Es vital que todo lo que hagamos por nuestros hijos se haga con espíritu de amor. Las Escrituras nos dicen:

"Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por la persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero;

"por bondad y por conocimiento puro, lo cual ennoblecerá grandemente el alma sin hipocresía y sin malicia;

"reprendiendo en la ocasión con severidad, cuando lo induzca el Espíritu Santo; y entonces demostrando mayor amor hacia el que has reprendido, no sea que te considere su enemigo;

"para que sepa que tu fidelidad es más fuerte que los lazos de la muerte." (D. y C. 121:41-44.)

Sugerencias para 1. Comience la lección con un análisis del significado de la palabra patriarca. Piense de el desarrollo de antemano en varias definiciones a fin de poder guiar el análisis. la leccion 2. Seguidamente, analicen las funciones patriarcales de nuestro Padre Celestial y del

Salvador.

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Page 64: Enseñemos principios correctos

3. Haga esta pregunta: ¿Cómo se relaciona la esposa con el hombre en su función patriarcal? Haga hincapié en el hecho de que el hombre y su esposa dirigen juntos su hogar.

4. Lea uno o más de los casos y citas sobre la manera de enseñar por medio del ejemplo, los que aparecen en la sección de conceptos fundamentales. Como métodos de enseñanza, compare la importancia del ejemplo con la costumbre de limitarse a dar órdenes.

5. Lea el ejemplo de Mario y Andrés en la página 66. Haga las siguientes preguntas: a. ¿Cuál es el aspecto más sobresaliente del ejemplo de Mario? b. ¿Es un problema el hecho de que él sea imperfecto? c. ¿Qué hizo posible la confesión del padre a su hijo? d. ¿Querría usted que su padre fuera ese tipo de patriarca?

6. Pida a los padres de la clase que comenten sobre el significado de las siguientes declaraciones: a. Un padre aconseja a sus hijos. b. Un padre juzga con rectitud. c. Un padre expresa amor.

Conclusión

Recuérdeles a los miembros de la clase que el padre tiene una mayordomía tremendamente importante, de la cual es responsable ante nuestro Padre Celestial. El debe ser una bendición para los miembros de su familia en todas las cosas que haga. La responsabilidad primordial del padre es dar el debido ejemplo. Tanto el padre como la madre deben ser una bendición para sus hijos enseñándoles principios correctos. Aconsejando a sus hijos y estando dispuestos a juzgar acertadamente, pueden determinar la mejor manera de criarlos de acuerdo con las admoniciones del Señor.

Cuando el padre mismo ha encontrado al Salvador y lo sigue, está en mejores condiciones de ayudar a sus hijos a encontrarlo. El hombre debe orar, estudiar y ayunar continuamente a fin de contar con la guía del Espíritu que le permita cumplir con sus deberes sagrados de padre.

Inste a los miembros de la clase a hacer lo siguiente durante la próxima semana:

1. En el transcurso de la semana, dispongan de tiempo para orar juntos con su esposa. Busquen la forma de enseñar a sus hijos principios que los habrán de fortalecer para que puedan resistir al adversario.

2. Padres, repasen el método de aconsejar cuando entrevistan a sus hijos. ¿Qué pueden hacer para demostrar más comprensión y compasión hacia ellos? ¿Qué les parece que los beneficiaría más a ellos esta semana?

3- Lleven a cabo una noche de hogar explicando la forma en que el Señor demuestra su amor hacia sus hijos.

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Page 65: Enseñemos principios correctos

Hoja de trabajo de la lección 5

INSTRUCCIONES Si usted es padre, hágase las preguntas que están a continuación. Si es madre, pregúntese:

"¿Ayudo o estorbo a mi esposo en estos asuntos?"

1. ¿Soy una bendición para mi familia?

Acción necesaria: ; 2. ¿Saco provecho de las oportunidades que se me presentan de dar bendiciones a los

miembros de mi familia?

Acción necesaria: '. o

3- ¿Soy yo la clase de ejemplo que deseo que mis hijos sigan?

Acción necesaria: :—. .

4. ¿Doy consejos con el debido espíritu o lo hago de una manera dictatorial?

Acción necesaria: ,

5. Cuando debo juzgar algo, ¿lo hago con rectitud?

Acción necesaria: .

6. ¿Expreso mi amor hacia los miembros de mi familia en forma regular?

Acción necesaria: 7. ¿Paso por alto el mal comportamiento en nombre del amor que siento por los

miembros de mi familia?

Acción necesaria:

8. ¿Entiendo que, por ser yo el padre, se me tendrá por responsable de mi familia?

Acción necesaria:

ASIGNACIONES 1, Haga el ejercicio anterior.

2. Establézcase el cometido de mejorar en aquellos aspectos que necesiten algún tipo de acción.

3- Trate de ser una bendición para cada uno de sus hijos todos los días de la semana entrante.

4. Con la ayuda de su cónyuge, determine qué maneras tienen de proteger a sus hijos contra la falsedad y el pecado.

5. Durante la noche de hogar, analice con su familia la verdadera función de un patriarca.

6. Durante las oraciones diarias, informe regularmente a nuestro Padre Celestial en cuanto a su progreso en ser una bendición para sus hijos.

7. Ore individualmente con cada uno de sus hijos.

1. Juan 10:11 (El padre es también el pastor del rebaño que es su familia.)

2. Moisés 5:1 (La esposa comparte las responsabilidades de su marido.)

3; Mosíah 1:4 (Un padre enseña tanto por el precepto como por el ejemplo.)

4. Alma 38 y 39 (Un padre corrige, juzga con rectitud y expresa su amor.)

5. 3 Nefi 18:21 (Un padre ora por su esposa y sus hijos.)

6. H. Burke Peterson, "Preparemos el corazón de nuestros hijos", Liahona, enero de 1983, págs. 70 - 74 (se adjunta a esta lección).

El padre

MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

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Page 66: Enseñemos principios correctos

Mis hermanos del sacerdocio, como una introducción a mi discurso de esta noche, me gustaría relataros una experiencia muy especial que tuve hace algunos años mientras me dirigía en un taxi desde el centro de Washington D.C. al aeropuerto Dulles. Este se encuentra a una distancia considerable, de manera que tuve una larga conversación con el conductor. Aprendí de ese hombre una lección inolvidable; era una persona corpulenta que pesaba por lo menos 120 kg. Me dijo que tenía tres hijos y que el mayor tenía catorce años; que trabajaba para el servicio postal de los Estados Unidos y que para incrementar sus ingresos manejaba un taxi por las tardes al terminar su trabajo regular.

— Pero — me dijo —, todas las noches voy a mi casa para cenar.

— Su esposa debe de ser una excelente cocinera.

— Sí, lo es — me contestó.

Sin embargo, ésa no era la razón por la que iba a su casa a esa hora, pues bien podía cenar más tarde.

— La razón por la que voy a casa temprano es para estar con mis hijos — me dijo —. Mi hijo de catorce años es casi tan alto como yo; dentro de algunos años no podré dominarlo físicamente, y cuando ese momento llegue, sé que solamente será obediente si sabe que lo amo y lo respeto, y si a su vez siente amor y respeto por mí. De manera que todas las noches jugamos a la pelota, hacemos las tareas escolares juntos o simplemente yo lo escucho mientras él me cuenta cómo ha pasado el día. Hay ocasiones — continuó — cuando el pasar tiempo con un hijo es más importante que el dinero o las cosas que éste pueda comprar.

Últimamente he estado pensando en la forma en que el ejemplo que damos se refleja en la conducta y en la vida de nuestros hijos, para bien o para mal. Por ejemplo, me pregunto qué piensa un niño cuando oye a su padre discutir acaloradamente con su madre, o gritarle o maltratarla de cualquier manera. Me pregunto qué aprenderá él a valorar cuando su padre se va de pesca los domingos, o arregla el jardín o va de compras ese día. ¿Queda alguna impresión permanente en el corazón del hijo que oye a su padre criticar al obispo, al maestro orientador, al maestro de la Escuela Dominical, o tal vez al Profeta? Y aunque fuese una leve impresión, ¿perjudicará su actitud? He estado meditando: ¿Qué respeto tendrá por la ley un joven de catorce años, poseedor del Sacerdocio Aarónico, cuando su padre excede el límite de velocidad en la autopista? ¿Acaso hay actos deshonestos tan pequeños que puedan pasar inadvertidos para un niño? ¿No es acaso posible que, si un niño oye a su padre decir palabrotas, crezca pensando que son señal de verdadera virilidad o una característica de los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec?

Pienso que, a pesar de todos estos actos incompatibles con las normas del sacerdocio, el hijo por lo general aún amará a su padre y pensará que él es el mejor, y es a causa de estos sentimientos que tal vez desarrolle el deseo de ser como él. Al pensar en esto, me he preguntado: ¿Qué respeto podrá tener el joven por el sacerdocio, por la autoridad y por la obediencia? Si su padre le da un ejemplo contrario, ¿qué oportunidades tendrá para desarrollar la fe, el testimonio, la devoción y una confianza inquebrantable en sus líderes del sacerdocio y en lo que representan? En la vida de casi todo niño hay una época en la que piensa que su padre no puede hacer nada malo y desea llegar a ser exactamente como él. En esto consiste la tragedia; aun cuando el padre sea un mal ejemplo, aun cuanto esté equivocado, para el hijo es el mejor sólo "porque es papá".

¿Os sorprendería saber que en la mayoría de los casos los hijos fieles provienen de un padre fiel, y que los hijos inseguros e infieles provienen de un padre que es inseguro e infiel? Estamos agradecidos de que, aunque dentro del gran grupo de fieles conversos hay excepciones a la regla, en general la experiencia demuestra en forma innegable que el hijo sigue el buen ejemplo del padre.

Es preciso reconocer que en algunas ocasiones, como por ejemplo, cuando el hijo de seis años echa nuestra loción favorita en el agua de bañar al perro; o cuando el chico de doce años usa nuestras tres corbatas nuevas para practicar los nudos que aprendió en su reunión de escultismo; o cuando el joven que por primera vez maneja el auto, lo choca y se limita a decir tranquilamente: "Papá, no sé lo que sucedió...", es difícil aceptar la idea de que los hijos sean verdaderas bendiciones de los cielos. Reconociendo esto, trataré de ayudaros a comprender que, efectivamente, ellos son verdaderas bendiciones y que tenéis

PREPAREMOS EL CORAZÓN DE NUESTROS HIJOS

por H. Burke Peterson

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Page 67: Enseñemos principios correctos

Lección 5

por ellos una responsabilidad divina. Espero poder daros algunas sugerencias que os ayuden a cumplir mejor este deber.

Puesto que la fe, el testimonio y la obediencia son tan importantes como lo afirman los profetas, quizás deberíamos reconsiderar la línea de conducta que seguimos a medida que ayudamos a nuestros hijos a adquirir esa convicción que tanto deseamos para ellos. Con respecto a esto, haríamos bien en recordar que, debido a que el libre albedrío es un principio tan básico del evangelio, necesitamos comprender que no podemos forzar a otras personas a creer. No podemos forzar la fe, ni el testimonio ni la obediencia. No podemos obligar a nadie a que crea, pero podemos guiar en esa dirección.

Uno de mis héroes, que también fue un gran misionero de quien se habla en el Libro de Mormón, comprendió y practicó este principio eterno. Ammón tuvo un éxito enorme; entre muchos otros, los dos mil hijos de Helamán fueron resultado de sus esfuerzos. El enseñó que antes de que la conversión pueda llevarse a cabo, antes de que alguien crea en las palabras de verdad, su corazón debe estar preparado para recibir el mensaje. De manera que hay muchas cosas que un padre puede hacer para guiar a sus hijos por el camino de la conversión. Cuando los padres tienen en cuenta algunos principios importantes de conducta y los practican, las actitudes cambian y las barreras que existen entre padres e hijos desaparecen. Consideremos algunas formas en que nosotros, los padres, podemos preparar el corazón de nuestros hijos para que crean en nuestras palabras.

Primero, recordad el impacto de vuestro ejemplo. Hermanos, al pensar en aquellos que nos están observando, recordemos que el poder que proviene del sacerdocio, el poder para bendecir, guiar y enseñar, el poder para olvidar y perdonar, el poder para guiar positivamente a una familia, a un hijo, proviene de una vida justa y digna. No es suficiente que se nos hayan impuesto las manos; ese poder desciende sobre aquellos que estén preparados para recibirlo como resultado de una vida digna.

Empecemos hoy mismo a desechar los pequeños actos que no sean compatibles con el evangelio; renovemos el proceso de purificación de nuestra vida. Si nuestras palabras no concuerdan con nuestras acciones, nunca podrán oírse porque nuestros actos las ocultarán.

Por otra parte, el corazón de un niño estará mejor preparado para creer si tiene un padre que sepa escuchar. Si yo fuera niño, ¿cómo querría que fuera mi padre? Tal vez me gustaría que no me predicara tanto, sino que más bien me escuchara más. Muchos padres pasan gran parte de su tiempo predicando y no lo suficiente enseñando. Algunas veces se realizan cambios maravillosos en un niño cuando su padre lo escucha; empieza a pensar que es especial, que no es simplemente un niño cualquiera. La imagen que tiene de sí mismo empieza a tomar mayores proporciones, a mejorar. Una de nuestras necesidades más grandes es tener jóvenes con un buen concepto de sí mismos, pues son ellos los que tendrán éxito en edificar el reino. En una charla entre padre e hijo, ¿quién habla más? Un padre ejemplar dijo: "Los padres necesitan dar a sus hijos más oídos y menos palabras".

Otro punto es que el corazón de un niño está más dispuesto y preparado para escuchar cuando su padre le dedica tiempo a él solo. Ya os hablé de aquel taxista de Washington. El élder Richard L. Evans dijo algo muy importante:

"En todo lo que hacemos hay un orden de prioridad... y una de las oportunidades más apremiantes que tenemos es la de responder a un niño cuando pregunta con sinceridad, recordando que ese período de preguntas no durará siempre, que no siempre estarán dispuestos a aprender, que no siempre escucharán. Es por eso que con frecuencia tenemos que adaptarnos a sus propias condiciones y a su conveniencia, y no tratar de que ellos se adapten a las nuestras. Si les respondemos con verdadera atención y con interés sincero, es probable que continúen confiando en nosotros. Y si se dan cuenta de que pueden confiarnos sus dudas más triviales, tal vez más adelante nos confíen las más importantes." (Thoughtsfor One Hundred Days, Vol. 5, Salt Lake City, Publishers Press, 1972, págs. 114-115.)

Otra forma de preparar el corazón de un niño es hacerle ver que su padre no critica, ni a él, ni a los líderes de la Iglesia, ni a los maestros, los vecinos, y sobretodo, ni a la propia esposa, la madre del niño. Son pocas las cosas que el padre puede dar a sus hijos que tengan mayor valor que la seguridad de que está enamorado de su madre. No se necesita un gran esfuerzo para criticar a los demás, puesto que encontrar fallas en nuestros semejantes es fácil; pero se requiere ser un verdadero discípulo del Maestro para ver más

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Page 68: Enseñemos principios correctos

allá de las debilidades que todos tenemos y hallar las vetas de oro que hay en toda persona.

Un niño necesita un padre paciente, tardo en darse a la ira, qué perdone rápidamente; un padre que pueda recordar que él también fue una vez niño y no espere que su hijo se comporte como un pequeño adulto.

Recientemente, un sábado por la noche, una joven familia se encontraba comiendo en un restaurante; consistía del padre, la madre y dos hijos, aproximadamente de seis y diez años. El niño de seis años cometió un error; el padre fue duro con él y lo sacudió a medida que lo reprendía. Durante el resto de la cena, a pesar de que en todas las mesas reinaba un espíritu de alegría, en la de ellos hubo escasa conversación. Cada vez que el niño tomaba un bocado, miraba a su padre para ver si había hecho algo que lo disgustara; en su cara había una mirada de preocupación y miedo, así como una seriedad poco natural para su edad.

Todo niño necesita un padre que lo corrija cuando sea preciso, pero más aún, un padre que lo ame y lo acepte a pesar de su comportamiento; un padre que trate a su hijo adolescente como un adulto, sin esperar que actúe como tal. Sólo un padre extraordinario puede ver más allá de las acciones de la niñez y contemplar el potencial de un hombre y, aún de mayor importancia, vislumbrar la eternidad.

"El lugar donde podemos conceptuar verdaderamente a un hombre no es en el rincón obscuro de sus dificultades, ni en la iglesia, ni en el trabajo, sino en su propio hogar. Allí es donde se quita la máscara y uno puede saber si es un demonio o un ángel, un canalla o un rey, un héroe o un farsante. No importa lo que el mundo piense de él, ya sea que lo corone o lo desprecie; importa un bledo cuál sea su religión o su reputación. Pero si sus hijos temen su venida y su esposa sufre cada vez que debe pedirle un centavo, ese hombre es el mayor de los fraudes aunque ore noche y día hasta más no poder... Si sus hijos corren a la puerta a darle la bienvenida, y la alegría y el amor iluminan la cara de su esposa cada vez que oye sus pasos, se puede dar por sentado que es puro, porque su hogar es un cielo... Puedo perdonar mucho en aquel que prefiere provocar el enojo de un hombre que las lágrimas de una mujer, en aquel que prefiere tener el odio del mundo antes que el desprecio de su esposa, en aquel que prefiere ver la ira en los ojos de un rey que el temor en la cara de un niño." (W. C. Brann, "A Man's Real Measure", en Elbert Hubbard's Scrapbook, Nueva York, Wm. H. Wise & Co., 1923, pág. 16.)

Hermanos, os testifico que el sacerdocio es divino, que se nos ha dado para bendecir a los demás, al igual que a nosotros mismos. Que recordemos la importancia de preparar el corazón de nuestros hijos al enseñarles las verdades sagradas; que renovemos el proceso purificador en cada uno de nosotros para que podamos servir de fortaleza y no de obstáculo a aquellos a quienes más amamos. En el nombre del Señor Jesucristo. Amén. (Véase "Preparemos el corazón de nuestros hijos", Liahona, enero de 1983, págs. 70-74.)

Page 69: Enseñemos principios correctos

La madre

OBJETIVO Que los miembros de la clase comprendan mejor las funciones sagradas de la mujer como madre, copartícipe de Dios en la creación, educadora y colaboradora de su esposo.

1. Ningún maestro puede enseñar, en el tiempo de que dispone, todo el material que se brinda en esta lección con el grado de eficiencia que corresponde. Se le proporcionan todos esos materiales a fin de que usted, el maestro, cuente con mayores elementos de juicio para presentar la lección. Trate de enseñar algo de cada uno de los principios mencionados y permita que el Espíritu le guíe en la selección de las ideas. Recuerde que las Escrituras deben ser siempre la fuente primordial de materiales de estudio para los miembros de la clase.

2. Esta lección no tiene como fin entrar en discusión en cuanto al debido "lugar" que le corresponde a la mujer. Su deber como maestro es explicarles a las madres (como lo fue el explicarles a los padres en la lección anterior) que sus funciones, responsabilidades, desafíos y logros más importantes y perdurables son aquellos que tiene en el seno de la familia. El objetivo de este tema no es, por ejemplo, determinar si está bien o no que la madre trabaje fuera del hogar, sino que más bien es demostrar que, sean cuales sean las demandas que pesen sobre ellos fuera del hogar, ni el padre ni la madre pueden descuidar la atención que deben a los miembros de su familia y pretender tener un día el mismo tipo de familia que hubieran podido tener si le hubiesen prestado la debida atención y dedicado el tiempo y el esfuerzo necesarios al bienestar de sus hijos como prioridad absoluta.

3. Asegúrese de que los miembros de la clase comprendan la naturaleza sagrada del llamamiento de ser esposa y madre que pesa sobre la mujer.

4. Recalque que la madre y el padre dependen el uno del otro para cumplir con sus funciones como es debido.

5. Repase las lecciones 1 a 3, incorporando en esta lección los principios de vivir de acuerdo con la inspiración del Espíritu y demostrar amor sincero.

6. Dé su testimonio si se siente inspirado a hacerlo.

PRINCIPIOS A TRATAR 1. Al concebir hijos, la madre pasa a asociarse con Dios en el proceso de la creación y hace

posible que su esposo cumpla la función que le corresponde de asociado de Dios en la paternidad.

2. La madre apoya a su compañero y lo sostiene en la rectitud; en la ausencia del padre, ella preside y lleva a cabo las responsabilidades que son comunes a ambos.

3. La madre educa a sus hijos en todo aspecto y les ayuda a alcanzar su potencial máximo como hijos de Dios, para que las hijas puedan llegar a ser buenas madres y los hijos buenos padres.

4. La madre y el padre administran sus responsabilidades respectivas en forma conjunta, proporcionándose apoyo el uno al otro y manteniéndose unidos.

LA LECCIÓN La función más importante de la mujer

Conceptos La madre es copartícipe de Dios. "Desde el principio, la función principal y más fundamentales importante de la mujer ha sido traer a la vida terrenal a los hijos espirituales de nuestro

Padre Celestial.

NOTAS PARA EL MAESTRO

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"Desde el comienzo, su función ha sido enseñar a sus hijos los principios eternos del evangelio y proporcionarles un refugio de amor y seguridad, por muy humilde que sea su condición." (Véase Ezra Taft Benson, "El lugar honorable de la mujer", Liahona, abril de 1982, pág. 72.)

El sagrado nombre y llamamiento de la madre ha sido reverenciado a través de las épocas. No obstante, sólo por medio del Evangelio restaurado de Jesucristo se puede llegar a entender el amor instintivo y natural de una madre: Nadie en el mundo puede comprender mejor la dimensión y el significado de las palabras maternidad y copartícipe de Dios que aquellos que han aceptado el Evangelio de Jesucristo. Es precisamente el evangelio lo que nos enseña en cuanto a nuestra familia premortal y a la promesa que hicieron las hijas de nuestro Padre Celestial de proveer cuerpos mortales para los hijos espirituales de El. El amor de la madre, ese amor tan especial, es una chispa del amor divino por los hijos espirituales de nuestro Padre Celestial.

"La maternidad es un llamamiento sagrado, una dedicación sagrada a la ejecución de la obra del Señor, una consagración y devoción a criar y dar amparo, a nutrir el cuerpo, la mente y el espíritu de aquellos que guardan su primer estado y vienen a la tierra para aprender y ser probados y esforzarse por llegar a ser dioses...

"...¿Es que acaso puede haber una confianza más sagrada que la que se le demuestra al concederle la oportunidad de criar hijos honorables, buenos y bien desarrollados?...

"Por eso, nuestra querida madre Eva dio comienzo a la raza humana con alegría, deseando hijos, contenta por el gozo que ellos le proporcionarían, dispuesta a hacer frente a los problemas relacionados con la familia, pero también a disfrutar de los momentos de gozo." (Spencer W. Kimball, Teachings ofSpencer W. Kimball, pág. 326.)

La madre es el eslabón que une el mundo espiritual con la inmortalidad. Su función privilegiada es ayudar a los hijos de nuestro Padre Celestial a obtener su segundo estado.

El dar la vida por otros (hacer lo que el Señor hizo por nosotros). Durante la Segunda Guerra Mundial, una mujer en Polonia encontró una criatura de un año abandonada al pie de un árbol en un pastizal, cerca de su pueblito. Sabía casi con seguridad que el niño sería hijo de judíos y que sus padres, escapando del terror del nazismo, lo habrían dejado escondido en ese lugar. Aun cuando corría peligro de ser castigada, decidió tomar al niño y alimentarlo y protegerlo a cualquier costo.

Los dos años siguientes por cierto que fueron penosos. Apelando a todos los medios disponibles, evadió a las autoridades que atentaban contra la vida de los judíos. Perdió su casa y tuvo que ir de un lado para el otro con el niño, arreglándoselas como podía para conseguir comida y refugio. En una ocasión, mientras los soldados nazis allanaban un edificio abandonado donde esta "madre" se había escondido con el niño, los encontraron y los arrastraron contra un muro. Después amenazaron con quitarle la vida a la criatura, porque sospechaban que era judía. La mujer de inmediato les imploró a los soldados que primero la mataran a ella para no tener que ver sufrir al niño. Los soldados vacilaron, suponiendo que "una persona que no fuera la madre real de una criatura jamás daría su vida por ella". Afortunadamente para la madre y el niño, aquellos soldados no habían llegado a entender lo que es capaz de hacer una persona que está dispuesta a amar, a dar y a sacrificarse como lo haría una verdadera madre. (Véase Peter Hellman, Avenue of the Righteous, págs. 168-264.)

Lo que hizo esta mujer es simbólico de lo que las verdaderas madres hacen:

"La misión más sublime de la mujer es proveer tabernáculos terrenales para los hijos espirituales de Dios, y después educarlos y ser una bendición para ellos a fin de que regresen a la presencia de su Padre Celestial... Durante su embarazo, nutre al niño con su propio cuerpo, sacrificando su propia comodidad, y en algunos casos aun su salud o su vida, para dar vida a otro ser." (Una guía para los padres [PBIC0507SP].)

Los llamamientos de naturaleza sagrada no son fáciles de cumplir, pero cuando comprendemos que el origen del hombre es también su destino, resulta evidente que no hay ocupación más importante en la tierra que el llamamiento de ser madre.

"El ser una mujer recta y digna durante estos últimos días de la tierra, antes de la segunda venida de nuestro Salvador, constituye un llamamiento particularmente noble. La fortaleza y la influencia de una mujer recta en la actualidad puede resultar diez veces más valiosa de lo que sería en épocas de más sosiego. La mujer ha sido enviada aquí para mejorar,

Page 71: Enseñemos principios correctos

Lección

proteger y salvaguardar el hogar, el cual es la institución esencial y más noble de la sociedad. Es posible que otras instituciones de la sociedad lleguen a flaquear y hasta a fracasar, pero la mujer recta y digna puede contribuir enormemente a salvar el hogar, que quizás sea el último y único santuario de los mortales en medio de los tumultos y la contención." (Teachings ofSpencer W. Kimball, págs. 326 - 327.)

La madre sostiene y apoya rectamente a su esposo. El esposo, siendo el patriarca de su familia, es responsable ante nuestro Padre Celestial del bienestar de su familia. Su mayor deber es ser una bendición para todos los suyos dándoles el debido ejemplo como poseedor del sacerdocio. Debe crear, proteger, proveer, enseñar, aconsejar y presidir a su familia con rectitud; pero no necesita llevar solo estas responsabilidades sobre sus hombros. El patriarca recto las compartirá con su compañera, quien asumirá parte de la carga por medio del servicio, el amor y el sacrificio.

"En el comienzo, Dios le dio a la mujer el papel de compañera del sacerdocio y dijo 'que no era bueno que el hombre estuviese solo; por consiguiente, le dio una ayuda idónea para él' (véase Moisés 3:18).

"La mujer fue creada como ayuda idónea del hombre. Esta asociación, que sirve para que marido y mujer se complementen el uno al otro, la representa en forma ideal el matrimonio eterno de nuestros primeros padres, Adán y Eva. Ellos trabajaron juntos, tuvieron hijos, oraron juntos, y juntos enseñaron el evangelio a sus hijos. Este es el modelo que Dios querría que todos los hombres y mujeres justos imitaran.

"Antes de que el mundo fuera creado, se determinó el papel de la mujer en los concilios de los cielos. Vosotras fuisteis elegidas por Dios para ser esposas y madres en Sión, y vuestra exaltación en el reino celestial se basa en la fidelidad con que cumpláis ese llamamiento." (Ezra Taft Benson, "El lugar honorable de la mujer", Liahona, abril de 1982, pág. 72.)

El término ayuda idónea proviene de la declaración de que el Señor Dios haría "ayuda idónea" para el hombre. Idóneo quiere decir "conveniente o propio para una situación, necesidad o circunstancia en particular". Dios entonces creó a la mujer como una ayuda total y perfectamente apropiada para el hombre.

El élder Theodore M. Burton, miembro del Primer Quorum de los Setenta, explicó la relación que existe entre la mujer y su marido de la siguiente manera:

"El ser 'idónea' para el hombre quiere decir que Eva era tan importante como Adán. Contaba con inteligencia similar, habilidad similar, fe similar, perfección física similar, o sea, era digna en todo sentido de estar junto al primer hombre. Se le dio el nombre de Eva, la madre de todos los hombres y mujeres vivientes. No es de extrañar entonces el hecho de que, cuando Adán la vio, haya exclamado: 'Ahora sé que ésta es hueso de mis huesos y carne de mi carne; Varona se llamará, porque del varón fue tomada' (Moisés 3:23; véase también Génesis 2:23). Lo que Adán quiso decir cuando pronunció esas palabras fue que Eva era tan importante y necesaria para él como lo eran su propia carne y sus huesos, y la amó y atesoró tanto como a su propia vida. Adán reconoció la importancia y la nobleza de Eva como la de una compañera digna que estaba a la par de él." (God's Greatest Gift, pág. 18.)

El deber de la mujer es amar, honrar y respetar a su marido y compartir sus responsabilidades, estando siempre consciente de los esfuerzos de Satanás por truncar el plan del Señor en el hogar. Se puede notar la influencia de Satanás cuando la mujer se siente justificada a usurpar la autoridad del sacerdocio en el hogar y cuando comienza a sentirse descontenta con la función que le ha sido divinamente designada en la familia.

La mujer no debe "tomar las riendas" en lugar de su marido cuando percibe en él una cierta debilidad, sino que debe fortalecerlo espiritualmente, aconsejarlo y con ternura "ganarlo" gracias a su conducta hacia la rectitud (véase 1 Pedro 3:1), dejando que el Salvador los guíe a ambos hacia la perfección. Nadie es perfecto, pero por la intervención del Salvador todos poseemos el potencial de vencer las debilidades, para lo cual necesitamos el amor y el apoyo mutuos. La mujer no puede ser perfecta sin el hombre, ni el hombre sin la mujer. Ninguno puede estar sin el otro ante el Señor (véase 1 Corintios 11:11).

Estudie el siguiente ejemplo.

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Page 72: Enseñemos principios correctos

Debido a que su esposo no era muy activo, Mirta se quejaba porque tenía que hacer más de lo que le correspondía a ella, especialmente enseñarles el evangelio a sus hijos y llevarlos a las reuniones de la Iglesia los domingos. Había decidido hacer dos cosas respecto a su situación: Primero, tendría que hacer ella todo aquello que su esposo debía hacer y no hacía; y segundo, conseguiría un trabajo para poder pagar el diezmo y demostrarle al Señor que por lo menos ella era fiel.

Más adelante reconoció que en realidad, si hubiera hecho cualquiera de esas cosas, habría causado un desastre. Una mañana, tenía planeado hacer la oración familiar con sus dos hijos, en seguida de que su esposo se marchara al trabajo. Les iba a explicar que la oración familiar era algo que debía mantenerse en secreto, porque el papá no estaba de acuerdo con que se hiciera. Pero pocos minutos antes de irse él a trabajar, Mirta se sintió impulsada a hablarle con toda franqueza:

— Sergio, el otro día cuando Gabriel derramó el jugo de naranja, se quedó tan agitado que no sabía qué decirle ni cómo calmarlo. Entonces le dije que podríamos arrodillarnos a orar juntos. Después de hacer la oración, pareció sentirse muy animado y regresó a sus actividades normales. Sabes, creo que nos ayudaría a Gabriel y a mí si pudiéramos orar antes de que tú te vayas todas las mañanas. ¿Qué te parece?

Aun cuando la respuesta de él no fue la que su esposa hubiera preferido, tuvo la certeza de haber hecho lo correcto al sacar el asunto a colación. Sergio le contestó:

— Bueno, a mí esas cosas no me convencen mucho, pero no creo que vaya a perjudicar a nadie.

Se trataba de un paso diminuto, pero para ella era una gran victoria. Lo era en parte porque Gabriel había escuchado la conversación y había sido testigo del interés de su madre de llegar a un acuerdo, o sea, de tener unidad con su esposo en este asunto aparentemente insignificante. Y Mirta se dio cuenta de lo que podría haber sucedido si hubiera puesto a su hijo en el compromiso de transformarse en aliado suyo para ocultarle algo a su papá.

En cuanto a ir a trabajar para pagar el diezmo, ella comprendió que ésa hubiera sido una manera de hacerle ver a su marido cuan indigno era, y decidió tener paciencia y conformarse a los deseos de su esposo en este asunto. Tal vez la manera de conseguir que Sergio volviera a la Iglesia fuera mediante la paciencia amorosa.

La madre tiene la capacidad de nutrir afectivamente. Las madres tienen un afecto natural especial hacia sus hijos. Debido a él, la madre puede realmente ser una bendición para los suyos, ayudándoles a alcanzar su máximo potencial.

Los niños son dioses en embrión, enviados a este segundo estado para demostrar si están o no dispuestos a desarrollar los atributos divinos dentro de sí. Mediante la oración, la madre puede llegar a conocer las necesidades de los espíritus que le han sido asignados, y puede entonces ayudarles a desarrollar los dones y el talento que les haya dado nuestro Padre Celestial. Cada hijo que viene a formar parte de su familia es un ente. Cada espíritu trae consigo gran parte de lo que era antes de venir a la tierra. El élder James E. Talmage, que en vida fue miembro del Consejo de los Doce, dijo:

"El espíritu vivió como una inteligencia organizada antes de nacer en la carne como un hijo de padres humanos; y su individualidad premortal continuará a lo largo de su paso por la vida terrenal. Aun cuando las manifestaciones de su personalidad anterior habrán de verse enormemente afectadas por las tendencias provenientes de la influencia de su vida prenatal y de su cuerpo mortal recién adquirido, seguirán presentes en él de una manera por demás notoria." (The Vitality of Mormonism, pág. 232.)

Los padres pueden desvirtuar o enriquecer las tendencias ya desarrolladas de sus hijos. La responsabilidad de la madre, entonces, es enseñar, capacitar y ayudar con amor a sus hijos a tratar de ser como nuestro Padre Celestial y a regresar a su presencia.

El mundo ofrece un sinnúmero de distracciones que pueden apartar a la madre de lo que es más importante. Sucede con frecuencia que la participación innecesaria en intereses temporales engaña a la madre, y ésta desaprovecha así algunas oportunidades maravillosas de enseñar a sus hijos. Dediquen tiempo para escucharlos, amarlos y conducirlos, por medio de los esfuerzos que ustedes mismas hagan, a servir al Señor.

76 http://bibliotecasud.blogspot.com/

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Lección 6

Los hijos llegan al hogar materno para que se les ame y se les enseñe gradualmente a gobernarse a sí mismos. Mientras ellos estén en el hogar, la madre debe considerar sagrada la responsabilidad que tiene de criarlos y enseñarles principios correctos.

Un niño es como una plantita que acaba de brotar y se le da a un jardinero para regar y cuidar hasta que sus raíces sean debidamente fuertes para que la planta pueda sostenerse entre otras en el jardín. A los niños se les debe atender con ternura para que echen raíces y se afiancen en el amor, nutriéndolos espiritualmente y preparándolos para hacer frente al mal. El apóstol Pablo escribió:

"Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,

"seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos...

"y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios." (Efesios 3:17-19.)

La madre guía a sus hijos. Satanás se esfuerza denodadamente por destruir a la familia y por apartar a la mujer del gozo y la satisfacción de sus funciones de esposa y madre.

"Existe la tendencia en el mundo actual, y lamentablemente también en la Iglesia, a la emancipación o liberación de la mujer. Y a menudo nos preguntamos: ¿De qué se quiere liberar? ¿de sus tareas domésticas? ¿de la maternidad? ¿de la felicidad? Y ¿de qué son esclavas? ¿de sus hijos? No es necesario ni aconsejable que una madre de hijos pequeños se convierta en esclava ni sea relegada a una posición de servidumbre. Por otro lado, no es raro ver a mujeres — y resulta interesante notar que muchas de ellas forman parte de una clase económicamente privilegiada — entregándose a tareas y actividades fuera del hogar a expensas de sus hijos pequeños.

"Nunca he conocido a madre alguna que, al llegar a la vejez, haya lamentado los sacrificios hechos por sus hijos o el precio que haya tenido que pagar por guiarlos dentro de los principios cristianos.

"Por otra parte, encontramos que en todo el mundo es muy común que exista el remordimiento por haber descuidado a los hijos en su infancia o por haberlos consentido demasiado, lo cual es un síntoma del tipo más grave de negligencia.

"¡Madres, no abandonéis vuestras responsabilidades! Estad agradecidas por vuestros hijos pequeños." (Boyd K. Packer, en Conference Report, abril de 1964, pág. 85; o Improvement Era, junio de 1964, pág. 492.)

Linda, una madre de nueve hijos, habla de una experiencia que tuvo mientras su esposo se dirigía a una numerosa congregación:

"No hace mucho, Richard estaba hablando a un vasto auditorio y decidió hacer un experimento. Pidió a todos aquellos que tuvieran ocho hijos o más que se pusieran de pie. Siete parejas se pararon. Una de ellas tenía dieciséis hijos (contando los de él, los de ella y los mutuos), otra catorce, otra once, etc. El pidió a cada pareja que describiera un momento que recordara vividamente en que ambos hubieran sentido un gozo enorme cor su familia.

"Todas las respuestas fueron por demás interesantes, pero la que más me conmovió fue la de una hermosa señora de cabello plateado que se puso de pie sola. 'No sé exactamente qué contestar', dijo. 'Mi esposo y yo criamos ocho hijos varones y cada día fueron motivo de gran gozo. Creo que el momento que más recuerdo tal vez les parezca un tanto extraño. Tuvo lugar mientras mis ochó hijos y yo rodeábamos el féretro de mi esposo, el día de su velorio. Miré a esos ochos hijos buenos, fuertes y amorosos, y sentí un gozo mayor que ningún otro que hubiera experimentado antes; allí me di cuenta de que mi esposo y yo habíamos logrado lo que nos proponíamos. Habíamos criado a ocho personas maravillosas que estaban haciendo un aporte enorme al progreso de sus respectivas familias, su iglesia y su comunidad.'

"Me sentí conmovida por los sentimientos de esa mujer, pero a pesar de haber seguido escuchando con interés todo lo que ella decía, me había quedado impresionada con sus primeras palabras: 'Cada día fueron motivo de gran gozo'. Yo de ninguna manera podía decir lo mismo en cuanto a mi propio caso, ¡y eso que no tenemos sólo hijos varones! ¿En qué consistía mi falla?

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"A medida que siguió hablando me di cuenta. ¡Lo que pasaba era que ella se había olvidado! Tenía que haber tenido días difíciles: días de pruebas, de enfermedades y aun momentos de rebeldía, pero cuando todo eso había pasado y después de haber dado lo mejor de sí y haber logrado el éxito, se había olvidado de los momentos malos y recordaba únicamente los que le habían proporcionado gozo. Considero que en esto hay una gran lección para todos nosotros. A medida que maduramos y envejecemos, tendemos a olvidar los momentos difíciles y recordamos sólo los buenos, ¡algo maravilloso a que aspirar!" (Linda J. Eyre, A Joyful Mother of Children, pág. 118.)

El gozo y la responsabilidad de la madre: No como el mundo los da. Hay veces en que el ser madre puede resultar extenuante y descorazonador. Puede que haya momentos en que el sacrificio parezca demasiado grande. Puede que haya ocasiones en que la madre se pregunte: "¿Y a esto le llaman felicidad?" La respuesta es que las personas que cumplen con su asignación divina se encuentran en el servicio del Señor, y la felicidad deriva de ese servicio y de la relación estrecha que por medio de él se establece con el Señor. El sacrificio tanto en provecho del inocente como del culpable es algo que el Señor conoce perfectamente y que las madres tienen la bendición de comprender en parte. El Salvador usa el hermoso ejemplo de dar a luz para recordarnos el precio del gozo: "La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo" (Juan 16:21). Se recibe el gozo como resultado de vencer al mundo y no como consecuencia de rendirnos a él.

La madre les puede enseñar a sus hijos en cuanto al gozo, a la nobleza y a lo sagrado de ser padres. Es posible enseñarles a los niños sobre el gozo de dar la vida para llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de otra persona. No hay un ejemplo más poderoso para enseñar a los hijos en cuanto al gozo de ser madre que el ejemplo de su propia madre. La verdadera esencia de sus sacrificios y logros es lo que dota de poder a su ejemplo.

Algunos hijos serán seducidos por la tendencias populares de la época, entre otras el valorar Imposición social o las posesiones por encima de sus sagrados llamamientos y destino familiares. Por ejemplo, es posible que haya muchachos que, a pesar de destacarse en el programa Scout, no aprendan en cuanto al servicio, al interés en otros seres humanos y a la integridad. Nunca se juzgó el éxito del Salvador según la cantidad de personas que convirtió, y, sin embargo, el élder con la mayor cantidad de bautismos en una misión tal vez pase por alto el ejemplo del Señor y reste importancia a lo que realmente la tiene: prepararse para ser un hijo noble y un padre, esposo y patriarca digno. La madre les puede enseñar a sus hijos a no confundir la apariencia externa de virtud y éxito con la virtud y el éxito en sí.

La madre les puede enseñar a los hijos por medio de su actitud, sus hábitos y su apariencia lo que significa ser madre. Puede brindar a su familia expresiones de amor, fe y testimonio que den significado a todas las encrucijadas, pruebas y desilusiones de la vida. Al ser así de persistentes en un proceder recto, las madres guían a sus hijas hacia la maternidad y a sus hijos hacia la paternidad.

El deber de los padres es una responsabilidad conjunta La madre y el padre deben atender a sus responsabilidades juntos, apoyándose mutuamente y con un espíritu de unidad. Son colaboradores de Dios en la misión de traer a Sus hijos espirituales al mundo. Los padres deben dedicar tiempo a hablar y orar en cuanto a sus hijos. Después de saber por medio del Espíritu la forma en que deben encaminar a cada uno de sus hijos, tanto el padre como la madre puede corregirlos y aconsejarlos en nombre^de ambos. De esa manera pueden apoyarse el uno al otro y en unión servir a su familia.

A la madre o al padre que tiene que criar a sus hijos solo le cabe la misma responsabilidad. La carga es pesada, pero el Señor conoce la situación de los hijos y nos ayudará haciéndonos más liviana la carga si se lo permitimos (véase Salmos 55:22). Las promesas y las bendiciones están ¡X alcance de todos los que perseveren hasta el fin con fe.

El élder Stephen L. Richards, que en vida era miembro del Quorum de los Doce Apóstoles, dijo refiriéndose a los padres: "Como sacerdote y sacerdotisa en el templo que es su hogar, ellos tienen el privilegio de recibir a los hijos espirituales de nuestro Padre Eterno en la vida mortal, y después, de criarlos, educarlos y encaminar a estos escogidos de nuevo hacia el lugar eterno del cual vinieron. Aunque lleva apenas un instante decir estas palabras, lleva toda una vida cumplir con la misión de la paternidad" (en Conference Report, octubre de 1952, pág. 100).

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Lección 6

Sugerencias para 1. Esta lección se podría leer de principio a fin, deteniéndose cuando fuera necesario el desarrollo de para que los miembros de la clase hicieran comentarios relacionados con el tema.

la leccion 2 Sjn embargo, sería mucho mejor seguir este método: a. Comenzar mencionando la idea de que la madre es colaboradora y "copartícipe" de

Dios. b. Pedir a los miembros de la clase que hagan una lista de todas las formas en que una

mujer puede llegar a ser colaboradora y copartícipe de Dios. c. Establecer un cimiento sólido para esta idea leyendo las declaraciones del presidente

Ezra Taft Benson y del presidente Spencer W. Kimball, que se encuentran en las páginas 73, 74 y 75.

3. Analizar las siguientes preguntas: a. Las mujeres que han aceptado el llamamiento de ser madres a veces se encuentran

con que el mundo menosprecia sus responsabilidades sagradas. Esto resalta aún más cuando una hija adolescente llena de dudas le pregunta a su madre en cuanto a su propio futuro y en cuanto a la importancia de estar dispuesta a tener hijos. Madres, ¿qué les enseñan ustedes a sus hijas en esos momentos en cuanto al llamamiento de la maternidad? ¿Qué quisieran que ellas supieran tocante a sus cometidos y sacrificios como madre?

b. ¿De qué manera instarían a sus hijas a prepararse para ser madres? c. Los profetas han afirmado que la forma de vida del evangelio, aun cuando es la que

más satisfacciones nos proporciona, no resulta fácil. Pero hay muchas personas en el mundo que dicen que obedecer los mandamientos es "demasiado difícil". En momentos así, en que las madres consideran que sus tareas son "demasiado difíciles", ¿en qué principios se pueden respaldar? ¿Qué verdades pueden expresarse en cuanto al valor de traer hijos al mundo y criarlos a la manera del Señor?

4. Al llegar a este punto, relate la historia de la madre polaca, que se encuentra en la página 74. Pregunte a los miembros de la clase por qué creen ellos que la mujer estaba dispuesta a dar su vida por una criatura que no era de su propia carne.

5. Analice con la clase cómo una mujer puede apoyar mejor a su marido en la rectitud. Pregunte: "¿Qué significa obedecer al marido en la rectitud?" Recalque a los miembros de la clase que estas palabras pueden referirse a la rectitud de la esposa. Lea el caso de Mirta en las página 76.

6. Reparta hojas de papel y pida a todos los miembros de la clase que escriban la definición de la expresión nutrir espiritualmente a los hijos. Analicen las diferentes definiciones.

7. Lea las palabras del élder Packer en la página 77 y pida opiniones sobre lo que significa para una mujer "liberarse". Trate este punto con mucho tacto, teniendo en cuenta la situación de las madres que por necesidad trabajan fuera del hogar.

8. Pregunte: "¿Cómo puede uno olvidarse de los momentos difíciles que se pasan al ser padres?"

9. Pida a una madre y a un padre que ya hayan criado a su familia que hablen brevemente de las experiencias más positivas que hayan tenido durante la adolescencia de sus hijos.

10. Analicen la declaración del élder Richards que aparece anteriormente.

11. Termine dando su testimonio de la dicha que puede llegar a sentir una madre al criar y nutrir espiritualmente a sus hijos.

Conclusión

La madre tiene el sagrado y santo llamamiento de proporcionar tabernáculos mortales para los hijos espirituales de nuestro Padre Celestial, y de criarlos y nutrirlos espiritualmente para que puedan regresar a El. La madre y el padre juntos, con la ayuda de Dios, dependen el uno del otro para cumplir con sus funciones respectivas de madre y de patriarca. Por medio del ejemplo y de las enseñanzas que impartimos a nuestros hijos, los guiamos al gozo y a las bendiciones que derivan de cumplir con sus funciones a la manera del Señor. La madre y el padre pueden cumplir con sus respectivas misiones sólo si hay unidad entre ellos.

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La madre Hoja de trabajo de la lección 6

INSTRUCCIONES Si usted es madre, hágase las preguntas que están a continuación. Si es padre, pregúntese: "¿Soy una ayuda o un entorpecimiento para mi esposa en estos asuntos?"

1. ¿Comprendo plenamente lo que significa colaborar con Dios en el proceso creador?

Acción necesaria: ¿TV-̂ wt-o rVa-v-e- j g b o ^ ^ • / W A W ¿ - P^-<~ n^^^,J

2. ¿Trabajo estrechamente con mi esposo para que podamos cumplir con nuestras funciones rectamente?

Acción necesaria: .

3. ¿De qué maneras puedo educar y encaminar a mis hijos durante las diferentes etapas de su vida?

4. ¿Entiendo que debo presidir la familia en ausencia de mi esposo?

Acción necesaria:

5. ¿Paso por alto la falta de disciplina en nombre del amor?

Acción necesaria:

6. ¿Entiendo la sagrada función de la madre de una manera diferente del concepto que generalmente se acepta en el mundo?

Acción necesaria:

7. ¿Encuentro satisfacción en mi llamamiento de madre?

Acción necesaria:

ASIGNACIONES 1. Haga el ejercicio anterior.

2. Comprométase a mejorar en aquellos aspectos que así lo requieran.

3. Todos los días, busque y aproveche toda oportunidad de educar a sus hijos y de demostrar amor y compasión por cada uno de ellos.

4. Durante la noche de hogar explique por qué el ser madre es una bendición especial de nuestro Padre Celestial.

5. Enseñe a sus hijos la diferencia que existe entre la forma en que nuestro Padre Celestial ve la función de la madre y la forma en que el mundo la ve.

6. Ore a diario pidiendo la inspiración que le hace falta para atender las necesidades particulares de cada uno de sus hijos.

MATERIAL DE CONSULTA Y REFERENCIAS

1. D. y C. 138:39 (Al traer hijos al mundo, una madre colabora con Dios.)

2. Alma 56:47 (La madre debe educar y nutrir espiritualmente a sus hijos.)

3. Moisés 5:1 (El hombre y la mujerdeben esforzarse juntos.)

4. Margaret Richards, "Siento regocijo por ser madre", adjunto a esta lección. (Véase Ensign, marzo de 1983, págs. 39-41.)

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Lección 6

Mis queridas hermanas, quiero que sepan que es para mí motivo de gran regocijo ser mujer, especialmente una mujer Santo de los Últimos Días. Me siento muy agradecida de vivir en esta época en que nuestro Padre Celestial ha dado a conocer la función divina que cumple la mujer y el plan que El creó para nuestra salvación, esta época de enormes oportunidades de progreso personal.

Me siento agradecida de ser la esposa de un hijo noble de nuestro Padre Celestial, un hombre que ama al Señor, que honra su sacerdocio y que preside como patriarca en nuestro hogar. ¡Qué gran gozo ha sido para mí durante nuestra vida juntos seguirlo en su rectitud!

Siento una gran alegría en ser madre y abuela. Se me ha confiado a mi cuidado una docena de los hijos de nuestro Padre Celestial; todos ellos especiales, tan inteligentes, tan capaces que me maravilla el privilegio de asociarme con ellos en la más preciada de todas las relaciones.

Soy una mujer de hogar, pues eso es lo que he escogido ser. Hace algunos años recibí la invitación de hablar a un grupo de estudiantes universitarios destacados. Percibí que algunos de ellos se sorprendieron francamente cuando les dije que al poco tiempo de haberme casado se me ofreció un trabajo para enseñar inglés en una universidad, y que en vez de aceptarlo, decidí dedicarme a ser ama de casa. Nunca me arrepentí de aquella decisión.

En ningún momento tuve que debatirme entre una cosa y la otra, ni me resultó una decisión difícil de tomar. Provengo de una larga línea de mujeres que hallaron enorme felicidad y satisfacción personal en ser esposas y madres y abuelas; vecinas, oficiales y maestras de la Sociedad de Socorro; amas de casa, creyentes en Dios y edificadoras de su reino. ¡Qué magnífico legado de fe y valor y sacrificio me dejaron esas mujeres! ¡Qué enorme la responsabilidad que tengo de pasar a mis hijos y nietos ese mismo legado!

Cuando leo o me entero de quienes se refieren a la función del ama de casa como una serie interminable de tareas penosas, monótona, aburrida, sin posibilidades y confinante, me pregunto si será posible que se refieran a lo mismo que yo hago todos los días. He descubierto que se requiere hasta la última pizca de la energía y la imaginación que poseo para mantener mi hogar operando como yo lo deseo, y aun cuando mi rendimiento sea excelente, siempre queda margen para mejorar. Personalmente considero que la función del ama de casa es sumamente recompensadora, emocionante, creativa, interesante, edificante y llena de posibilidades.

Admito que la situación no es siempre color de rosa. Por cierto que ha habido momentos en los que me sentí profundamente descorazonada al ver a mi alrededor a mujeres maravillosas, llenas de talento y colmadas de éxito, con una figura atractiva, ropas muy bonitas, viviendo en casas hermosas e inmaculadas. En momentos así pensaba que lo único que yo había hecho hasta entonces había sido pelar miles de papas, doblar millones de pañales y planchar varios miles de camisas, y todo eso sin mencionar los miles de remiendos que había puesto en la ropa de mis hijos en los días de su infancia. Ha habido días en los que llegué a pensar quejamos me pondría al día con el lavado y el arreglo de la ropa.

Sí, yo sé muy bien lo que significa sentirse desanimada, fracasada y desesperada. Pero los momentos en que me he sentido de esa manera han sido las excepciones. También he encontrado enorme satisfacción en tratar de crear un ambiente que contribuyera a que mi hogar fuera cálido y hospitalario, un lugar donde reinaran el amor, la armonía, la dicha y la alegría. Aun en mis estados de ánimo más deprimentes, mi Padre Celestial jamás dejó de consolarme. Me ha dado fe y esperanza y me ha ayudado a comprender que la vida debe ofrecernos dificultades y problemas, que es necesario probar lo amargo y experimentar las pruebas para poder apreciar más lo dulce, para poder ver en dónde están las cosas de verdadero valor en la vida, y para hacernos percibir mejor las bendiciones que recibimos.

También he descubierto que mientras tengo las manos ocupadas en tareas domésticas, puedo ocupar la mente en otras cosas que requieran mi imaginación; y entonces, al terminar de lavar y doblar la ropa, de limpiar y de planchar, me doy cuenta de que mi mente ha estado en actividad, y que quizás el Señor me haya ayudado a pensar en posibles soluciones para algunos de los problemas más serios que enfrento. Pero ¿qué hay de mi progreso personal? ¿No me he sentido intelectualmente limitada dentro de los confines de mi círculo familiar? ¿Hay lugar en ese círculo para desarrollar mi talento y habilidades?

SIENTO REGOCIJO POR SER MADRE

por Margaret Richards

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Admito que en el correr de los últimos años he estado muy ocupada, pero no en todos los casos debido al tiempo que me demandan el hogar y la familia. He encontrado gran gozo y satisfacción en mis llamamientos en la Iglesia y en el servicio a la comunidad. Además, tengo muchas inquietudes e intereses propios: Compaginar un libro de recuerdos con relatos de la vida de mis padres; organizar miles de fotografías familiares; escribir cartas a mi hijo que está en la misión; mantenerme en contacto con mis hijos casados, con tíos y primos, y con amigos íntimos; escribir en mi propio diario; leer algunos de mis libros predilectos a una vecina a quien quiero mucho y que se está quedando ciega; planear y plantar en la primavera un huerto, que nos deleita en el verano con su belleza y sus productos. Mi familia y yo también disfrutamos de hacer nuestros propios arreglos para decorar la casa, como pintar y empapelar paredes, hacer cortinas, cubrecamas, acolchados, etc. Nos sentimos orgullosos del hermoso tapizado nuevo que les hicimos a los sillones de la sala y también del piso embaldosado que pusimos en la cocina.

Digo todo esto para señalar que no hay límite en la variedad de intereses y oportunidades que están a disposición del ama de casa. Quiero dejar en claro que aunque quizás no tenga las soluciones para otras familias, quisiera relatar algunos de los hechos que han proporcionado mucho gozo a la mía.

Ante todo, nos amamos los unos a los otros. Nuestros hijos se sienten queridos, valorados y atesorados. En nuestra casa son frecuentes y sinceras las expresiones de cariño y ánimo. Mi esposo y yo hemos tratado de hacerles saber a nuestros hijos, por medio del tiempo que les dedicamos y nuestro apoyo y nuestra presencia en sus muchas actividades, que estamos intensamente interesados en su bienestar y en todas las cosas que ellos hacen. Hemos tratado de enseñarles a amar a nuestro Padre Celestial, a orar y a andar rectamente ante El.

Siempre hemos sido una familia unida. Hemos trabajado juntos, jugado juntos, estudiado juntos el evangelio y las Escrituras, orado juntos e ido a las reuniones de la Iglesia juntos. Mucho antes de que la Iglesia implementara el programa de la noche de hogar los lunes, nosotros teníamos noches para la familia en forma regular. En ellas jugábamos, nos turnábamos para contar historias de las Escrituras o de las revistas de la Iglesia, y siempre había algún número musical en el piano, el violín, el violoncelo, el clarinete, la trompeta o la guitarra. Tenemos muchas tradiciones familiares que hacen de los días festivos y de los cumpleaños ocasiones realmente especiales.

Por cierto que una de las actividades predilectas de nuestra familia ha sido el leer juntos en voz alta. Desde el momento en que nuestro primer hijo tenía dos o tres años, hemos sido asiduos usuarios de la biblioteca pública. Durante muchos años íbamos allí todos los meses para devolver una caja llena de libros y retirar otros tantos. Juntos, leíamos historias antes de que los niños se fueran a dormir, tanto a la siesta como por las noches. La escena se repetía a diario: un niño sobre una rodilla, otro sobre la otra, uno o dos a los costados, dos o tres en el piso frente a mí, y uno de ellos en el lugar más envidiado de todos, detrás del sillón, cepillándome el cabello. A los mayorcitos les leía historias tales como La cabana del tío Tom, Tom Saivyer, Príncipe y mendigo y otros clásicos, para que la tarea de lavar los platos se les hiciera más llevadera, y siempre tratamos de tener muchos buenos libros en la casa para satisfacer el insaciable apetito de nuestros hijos por la lectura individual.

Durante varios veranos tuvimos la oportunidad de pasar un par de semanas en un parque de vacaciones en Arizona, en donde mi esposo brindaba sus servicios de médico. A pesar de que la cabana que ocupábamos era de construcción rústica y estaba atestada por lo grande que era nuestra familia, a nuestros hijos les encantaba. Les gustaban los caballos, los lechoncitos, el helado casero que hacían en el parque, las domas de potros y los enormes fogones alrededor de los cuales nos sentábamos para cantar canciones de vaqueros. Hasta les gustaba la tierra rojiza de Arizona que penetraba en todas partes. Recuerdo que la primera vez que fuimos, luché a brazo partido por mantener a la familia limpia, pero ya al siguiente verano dejé de preocuparme y andaba yo cubierta de polvo como ellos.

El verano pasado organizamos entusiasmados nuestra primera reunión oficial de la familia de Elliott Richards en las montañas Uintah, en Utah. Acampamos a la intemperie durante una semana, salimos a hacer caminatas, fuimos de pesca y hasta anduvimos en canoa. Sacamos fotografías de los primos jugando juntos y disfrutamos de las magníficas comidas que las diferentes ramas de la familia tenían la asignación de cocinar. Al anochecer llevábamos a cabo actividades con demostraciones de talento, juegos de preguntas y respuestas sobre nuestros antepasados y bailes de cuadrillas; nos contamos experiencias espirituales; y consumimos bolsas enteras de palomitas de maíz (pororó] mientras

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Lección 6

mirábamos las películas que habíamos alquilado en la biblioteca pública. Estuvieron presentes cuarenta y cuatro de los cincuenta y cuatro miembros de la familia. Bastante satisfactorio por haberse tratado de la primera reunión.

Ya me he referido bastante al gozo y a las alegrías que tenemos con nuestra posteridad. Ahora considero que también debo mencionar la pena y la angustia enormes que sentimos por un hijo que desde hace varios años ha rechazado la Iglesia y muchos de nuestros otros valores, y que está rodeado de amigos incrédulos. Al principio me culpaba yo misma y me sentía fracasada como madre. Culpaba también a mi esposo, pensando que después de todo, él era el jefe de la familia y tendría que estar en condiciones de hacer algo. Además, eché la culpa al asesor del quorum del Sacerdocio Aarónico de mi hijo y a sus maestros de seminario y de la Escuela Dominical por no haber sido capaces de conmoverlo e inspirarlo. Creo que hasta llegué a culpar a nuestro Padre Celestial, pues consideraba que no había querido responder a mis constantes y sinceras oraciones en favor de mi hijo. Esta fue la etapa más obscura de mi vida.

Pero he logrado enormes progresos desde entonces, y también los ha logrado mi hijo. Poco a poco he llegado a entender y apreciar muchos principios importantes del evangelio que, hasta cierto punto, no había ni siquiera considerado antes. Aprendí muchísimo tocante al libre albedrío, a la paciencia, al sufrimiento y a la compasión por otros seres humanos cuyos problemas son bastante mayores que los míos propios. Aprendí a no juzgar a otras personas. Aprendí que el culparse a uno mismo por cosas que suceden son emociones debilitadoras que no nos benefician en nada. Y lo que es más importante de todo, aprendí que hay un enorme poder en el amor que se expresa incondicionalmente y que cuanto menos amor parecemos merecer, más lo necesitamos.

Nunca perderé las esperanzas en el sentido de que este joven básicamente bueno habrá de regresar a la Iglesia tal como ha comenzado a reintegrarse a la familia. ¡Quién sabe!, tal vez esté orando por otro Alma.

Mi querido esposo ha significado un enorme apoyo y una gran guía en todos mis esfuerzos de madre. A lo largo de nuestros treinta y nueve años de casados, no sólo ha sido él un padre ejemplar, un buen proveedor, un reparador de desperfectos, un jardinero y un asesor espiritual, sino también mi amigo más querido. Nunca ha dejado de reconocer mis

- esfuerzos, de entender mis problemas, de ser paciente ante mis debilidades, de apoyarme en mis intereses y actividades; jamás me ha inferiorizado, ni ridiculizado ni avergonzado. Por cierto que uno de los incentivos mayores que he tenido para mi progreso individual, intelectual y espiritual ha sido el tratar de permanecer a la par de él y de vivir de acuerdo con lo que él espera de mí. El tremendo incentivo para que yo viviera el evangelio al máximo de mis posibilidades ha sido y sigue siendo la prometida bendición de ser su compañera eterna.

Para terminar, quisiera resumir mis ideas con una declaración hecha por el presidente Henry D. Moyle, que fue miembro de la Primera Presidencia de la Iglesia: "El proceso en sí de criar una familia implica el perfeccionamiento de nuestra propia vida. Aquello que transmitamos consciente o inconscientemente a nuestros hijos, tanto en el hogar como en la comunidad, debe ser lo mejor de nosotros mismos".

Ruego que ésa sea la forma en que podamos aprender a perfeccionarnos. (Ensign, marzo de 1953, págs. 39-41.)

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7 Los hijos

OBJETIVO Que los miembros de la clase y sus hijos se determinen a vivir en el nivel de vida celestial en su carácter de hijos, a fin de poder así unir a la familia a través de las generaciones.

NOTAS PARA EL MAESTRO 1. Ningún maestro puede enseñar, en el tiempo de que dispone, todo el material que se

brinda en esta lección con el grado de eficiencia que corresponde. Se le proporcionan todos esos materiales a fin de que usted, el maestro, cuente con mayores elementos de juicio para presentar la lección. Trate de enseñar algo de cada uno de los principios mencionados y permita que el Espíritu le guíe en la selección de las ideas. Recuerde que las Escrituras deben ser siempre la fuente primordial de materiales de estudio para los miembros de la clase.

2. Esta lección trata sobre la forma en que podemos vivir en el nivel más alto en nuestra función de hijos. Al preparar la lección y presentarla a la clase, recuerde la responsabilidad que tienen los padres de brindar oportunidades y establecer el clima apropiado para que la familia viva en un nivel celestial.

3. Esta lección describe la naturaleza de la relación que los hijos pueden desarrollar con sus padres con el transcurso del tiempo.

4. Si cuenta con el equipo necesario en su unidad, puede mostrar segmentos seleccionados con anterioridad de la cinta video de la charla fogonera especial para las familias, efectuada el 12 de enero de 1986 (VNW1342SP). No trate de mostrar la totalidad del video, sino que más bien seleccione partes que sirvan para satisfacer las necesidades de su clase; esas porciones no deben llevar más de cinco minutos en total. Si su unidad no dispusiera de esta cinta video, muestre la filmina Enseñaos los unos a los otros (WOF3029SP). Le recordamos que tenga en cuenta que éstos son únicamente materiales complementarios y pueden resultar más provechosos para los miembros de la clase en sus respectivas noches de hogar.

PRINCIPIOS A TRATAR Los hijos que viven en un nivel celestial:

1. Honran, obedecen y apoyan a sus padres, y siguen el ejemplo de rectitud que ellos les dan.

2. Contribuyen, sin que se les tenga que mandar hacerlo, a la formación de una familia eterna y de un legado justo.

3. Pueden, mediante el arrepentimiento y el perdón, mejorar relaciones familiares afectadas o dañadas.

LA LECCIÓN

Conceptos fundamentales

Vivamos en el nivel celestial como hijos

Al igual que otros miembros de la familia, los hijos cumplen sus respectivas funciones en diferentes niveles de espiritualidad.

Nivel 1 (telestial). Los hijos que viven en este nivel son aquellos que no demuestran ningún respeto ni interés por sus padres. Los tratan con desdén y son desobedientes. Poco les importa el daño y la vergüenza que ocasionen a su familia como resultado de su conducta y por cierto que la justifican. Usan a otros miembros de la familia para sacar provecho personal. Están siempre en un estado de tormento emocional.

Nivel 2 (terrestre). Estos son aquellos que viven decentemente y que, por medio del amor y la obediencia, tratan de no causar a sus padres ninguna preocupación, demostrando amor y agradecimiento hacia ellos a lo largo de la vida. Reprimen los resentimientos que puedan sentir y, si piensan que sus padres están entremetiéndose en su vida, resisten con firmeza

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Lección 7

pero al mismo tiempo con amabilidad; si provocan su enojo, reconocen que sus padres son humanos. Tales conflictos los entristecen, pero los consideran inevitables y no se sienten responsables de ellos.

Nivel 3 (celestial). Los hijos que viven en el nivel celestial son los que entienden la naturaleza eterna de la familia y honran el papel de aquellos a quienes se les ha dado hijos como parte del plan de nuestro Padre Celestial. Estos resisten los sentimientos típicos de otros niveles inferiores de vida. No son perfectos, pero se arrepienten de sus faltas y tratan por todos los medios de tener fe, de escudriñar las Escrituras y de promover el progreso de los demás miembros de la familia ocupándose mutuamente de su bienestar.

Si los hijos nunca han aprendido en cuanto a la luz y a la verdad que son indispensables para vivir en ese nivel, será muy difícil que puedan lograrlo. Aun cuando pueden recibir luz y verdad de cualquier persona que verdaderamente viva el evangelio, es de vital importancia que los padres enseñen continuamente, tanto por la palabra como por los hechos, los principios del plan de nuestro Padre Celestial. Los padres deben vivir de, acuerdo con los dictados del Espíritu a fin de poder comunicar eficazmente el amor del Salvador a sus hijos.

Los padres que constantemente traten de vivir estos principios demostrarán a sus hijos que es posible escoger el nivel más alto de vida espiritual, aun mientras se es muy joven todavía.

1. En este breve repaso, explique que no son muchas las personas en el mundo actual que realmente entiendan y aprecien la función que tienen como hijos.

2. Recuérdeles a los miembros de la clase que ellos son hijos al igual que padres, por lo que estos principios se aplican tanto a sí mismos como a sus hijos.

Honremos, obedezcamos y apoyemos a nuestros padres, y sigamos su ejemplo de rectitud

Conceptos Honrar y obedecer. Quienes deseen vivir en el nivel más alto no tienen por qué tener fundamentales dificultad para entender que la función básica del hijo es tener el deseo de honrar y

apoyar a sus padres. Este ha sido un principio integral del plan de nuestro Padre Celestial desde el comienzo de las épocas y fue grabado en piedra en los días de Moisés como parte de los Diez Mandamientos: "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da" (Éxodo 20:12).

Nuestro Salvador nos dio el ejemplo perfecto de honrar a los padres por medio de la obediencia, cuando dijo: "Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Juan 6:38).

Algunos quizás duden de que sus padres merezcan que se les honre y obedezca, teniendo en cuenta los errores que cometen. Es posible que los padres se irriten y sean impacientes, que tengan poco criterio o que sus hábitos resulten ofensivos para sus hijos. Sin embargo, no obstante lo difícil que sea, ningún hijo que se haya propuesto vivir en el nivel celestial está exento de honrar a sus padres.

Todo padre merece honor y respeto en virtud de haberles dado la vida misma a sus hijos. La mayoría de los padres, mediante la diligencia, la humildad, la obediencia y el arrepentimiento han llegado a ser padres responsables y merecen que se les honre en sus papeles familiares por haber:

1. Dado la vida a sus hijos.

2. Cuidado y alentado a sus hijos en momentos de enfermedad y de la tensión emocional del crecimiento.

3. Proveído todo lo necesario para su familia.

4. Enseñado, por la palabra y por medio del ejemplo, las lecciones fundamentales de la vida.

5. Animado a sus hijos a prepararse, mediante la educación y la formación de buenos hábitos de trabajo, para hacer frente a los problemas de la vida.

Los hijos demuestran el nivel más alto de honra y respeto hacia sus padres:

1. Manifestándoles amor genuino.

2. Demostrándoles respeto y agradecimiento.

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Sugerencias para el desarrollo de la lección

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3. Obedeciéndoles con rectitud.

Sugerencias para el desarrollo de la lección

4. Interesándose en su felicidad y bienestar.

5. Siendo corteses y considerados para con ellos.

6. Tratando de entender sus puntos de vista.

7. Orando por ellos.

8. Esforzándose por vivir las enseñanzas del evangelio a diario.

9. Estando dispuestos a contribuir para que la familia sea eterna.

Apoyo. De la misma manera que los miembros de un barrio apoyan al obispado y a las Autoridades Generales, los hijos tienen la responsabilidad de apoyar a aquellos a quienes nuestro Padre Celestial han puesto para guiar a la familia. Apoyar significa respaldar y ayudar, y los hijos deben aprovechar todas las oportunidades que se le presenten de ayudar a sus padres a cumplir con sus llamamientos de padre y de madre y de confirmar que están de acuerdo con sus enseñanzas y ejemplos dignos.

Los hijos se pueden expresar verbalmente dichas confirmaciones a medida que aprenden a expresar su amor y agradecimiento por sus padres, y pueden manifestarlas con los hechos al poner en práctica las lecciones qué aprendan de ambos. La Capacidad y el deseo de poner abiertamente de manifiesto un "voto" de apoyo por los padres servirá más que ninguna otra actitud para lograr el acercamiento de padres e hijos. ,.

La manera de seguir el ejemplo de rectitud de los padres. Como parte de la función que desempeña, el hijo varón tiene la responsabilidad de seguir los buenos ejemplos que le dé su padre; y la hija, los que le dé su madre. Resulta importante entender la debida división de funciones. No es responsabilidad de los padres-exigir que el hijo sea recto;Ja que sí es imperioso es que el padre y_la madrelean rectos. Entonces, los hijos,valiéndose de su libre álbedrío, podrán ver ésa rectitud y sérTgüáles. En la vida del élder Bruce R. McConkie encontramos Un buen ejemplo:,

"Los hijos del élder McConkie hablan de su padre calificándolo de hombre cariñoso y perceptivo... 'Siempre que nos encontrábamos, ya fuera de pequeños y después de grandes, nos saludaba con un beso en la frente...' Les enseñó los mejores modales... por medio del juego les enseñó a las niñas a bailar...

"Les leía el Libro de Mormón, deteniéndose cada pocos versículos para hablar de lo que leía y haciendo que la experiencia de aprendizaje les resultara entretenida.

" 'Puesto que amábamos a papá, llegamos a amar las cosas que él amaba', dice uno de sus hijos. 'Debido a que papá amaba al Salvador y a los profetas, también nosotros los amamos. Sus héroes llegaron a ser nuestros héroes y sus amigos nuestros amigos.' " ("Élder Bruce R. McConkie: 'Preacher of Righteousness' ",Ensign, junio de 1985, pág. 21.)

El presidente Gordon B. Hinckley rindió homenaje a la abuela de su esposa al referirse a la enorme influencia que tuvo en la vida de él: "Recuerdo a la abuela de mi esposa, que fue a Manti con su marido e hijos cuando él fue llamado para trabajar en el templo que allí se construía. Un día, en su trabajo, se lastimó gravemente y murió. Ella vivió en su estado de viudez durante más de sesenta años, trabajando y luchando, por lo general sin ayuda de nadie, para criar y educar a sus hijos. Su carga fue dura, mas fue grande su satisfacción y sus logros fueron heroicos" ("Diez dones del Señor", Liahona, enero de 1986, pág. 71).

1. Establecer el concepto de que se debe honrar a todos los padres.

2. Detallar en la pizarra las maneras en que honran a sus padres los hijos que viven en el nivel más alto.

3. Analizar lo que significa apoyar realmente a los padres.

4. Desarrollar el concepto de que el tratar de seguir el ejemplo de rectitud de un padre o de una madre es parte de la función del hijo.

La manera de contribuir a una familia eterna y a un legado justo

Hay muchos hijos que piensan que la familia tiene como único fin servirles. Consideran que"se deben atender todos sus deseos y que los demás miembros de la familia tienen la

Conceptos fundamentales

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Lección 7

responsabilidad de solucionarles todos sus problemas. Su función, según la ven ellos, es primordialmente fecibir.

En contraste, los hijos que viven en el nivel más alto contribuyen, por su propia voluntad y sin tener qué ser compelidos a hacerlo, al desarrollo de una unidad familiar eterna. Esto lo logran más eficazmente si:

1. Entienden las diferencias que existen entre sus necesidades y sus deseos.

2. Buscan la manera de servir en el hogar y a la familia.

3. Procuran el consejo y la guía de sus padres.

4. Ayudan a crear tradiciones y recuerdos perdurables.

5. Llevan una vida recta.

La diferencia entre lo que se necesita y lo que se quiere. Los padres (y en particular el padre) tienen la responsabilidad de satisfacer las necesidades básicas de la familia. Entre éstas se encuentran el alimento, un techo bajo el cual vivir, ropa y atención médica. Ambos padres brindarán, entre otras cosas, ternura, amor y buenos ejemplos espirituales. En lo que tiene que ver con las cosas que se deseen, como juguetes caros, ropa costosa, vacaciones en lugares extravagantes y ciertas actividades sociales, se les puede enseñar a los hijos a comprender que éstos son privilegios y que ellos deben contribuir a ganar el dinero necesario para obtenerlos.

Servir a la familia - Los hijos que viven en el nivel más alto o celestial tratan de encontrar la manera de servir en el hogar. En muchos casos resulta natural que lo hagan a pedido de sus padres. Se les pueden asignar tareas regulares, o pedirles que hagan algún mandado, que hagan algo especial o que terminen algún trabajo. Si los padres han tenido en consideración las circunstancias actuales de los hijos, como la disponibilidad de tiempo, los planes que tengan y la capacidad individual, éstos aceptan la asignación como uno de los deberes naturales que tienen al ser miembros de la familia.

Además de las tareas que se les asignen, los hijos cuentan con innumerables oportunidades de seguir el consejo del Señor de "estar anhelosamente empeñados en una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia" (D. y C. 58:27). Los hijos pueden estar atentos a las oportunidades que se les presenten de aliviar la carga de sus padres; pueden contribuir a mantener la casa limpia y en orden y los alrededores en idénticas condiciones y hacerlo con menos esfuerzo y mejor espíritu cuando lo hacen por su propia voluntad y sin que se les mande. Los hijos ya mayores cuyos padres son ancianos tienen el privilegio de contribuir a que esos años de la vejez sean significativos y memorables.

Considere el siguiente ejemplo:

Marta había llegado a la conclusión de que esperar que sus hijos hicieran algo "por su propia voluntad y elección" era prácticamente un sueño irrealizable. "¿Cuándo se van a decidir a hacerlo?", se preguntaba, "¿cuándo salgan a la misión? ¿cuando tengan su propia familia? ¿Nunca?" Hasta pensó en que sería conveniente enfermarse, así todos se verían obligados a contribuir. Estaba muy cansada de recordarles que tenían el deber de ayudar con la limpieza, el planchado, etc.

Un día, Marta se vio a sí misma a través de los ojos de su hija de siete años, Raquel, quien le dijo a su amiguita Gloria: "Juguemos a las madres. Yo soy la mamá y tú eres mi hija. Yo estoy limpiando la casa y veo que tú no guardaste tus juguetes como te lo mandé. Entonces me enojo y como castigo te mando terminar de limpiar el resto de la casa".

Marta comprendió que su hija no estaba haciendo otra cosa que imitar lo que a menudo veía hacer a su mamá. "¿Es que acaso les estoy enseñando a mis hijos a evitar el trabajo?", se preguntó en el momento. Durante los días siguientes se esforzó por actuar de una manera diferente. Ante todo, dejó de rezongar, exigir y protestar. Segundo, empezó a explicar las tareas que se tenían que hacer en la casa, a hacer asignaciones y a expresar agradecimiento. Sus hijos no se transformaron de pronto en dedicados trabajadores, pero Marta empezó a darse cuenta de que cumplían con lo que les pedía que hicieran (tal vez un poco más despacio de lo que ella deseaba). Más aún, casi no hubo quejas después del primer día de cambiar ella su actitud. Al tercer día, tuvo que sentarse en una silla para no desmayarse de lá sorpresa: su hija de quince años se había ofrecido para doblar la ropa seca y separar la que tenía que plancharse. Marta se preguntó: "¿Qué es lo que estoy haciendo que parece instar al servicio a mi familia?"

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Procurar consejos. A medida que los hijos crecen y maduran, por lo general sienten la necesidad de saber que son capaces de tomar sus propias decisiones y de valerse por sí mismos. Por esa razón llegan a un punto en que no les gusta que les digan lo que tienen que hacer ni recibir sermones que les parecen rebajantes. Claro está que llegará el momento en que los hijos serán responsables de su propia salvación, pero para que sea así, algunas veces necesitarán ayuda y orientación; y deberían saber que pueden recurrir primero a los padres en procura de esa guía. Aquellos padres que viven en el nivel más alto tienden a generar en su hogar un clima que hace que sus hijos aprendan a vivir en ese nivel también. Además de otros beneficios que brinda, esa atmósfera hace que los hijos se sientan a gusto yendo a sus padres en busca de consejos o instrucciones. Cuando la iniciativa es de ellos, casi siempre están dispuestos a escuchar y a hablar abiertamente en cuanto a sus sentimientos y maneras de pensar.

Por supuesto, cualquier situación en la que se ofrezcan consejos requiere que se haga algo más que limitarse a hablar. Para que la experiencia resulte productiva, el hijo debe tener la seguridad de que el padre o la madre entiende sus necesidades, sus sentimientos y sus problemas. Los padres que viven en el nivel más alto harán todo lo que esté a su alcance por cumplir con dichos requisitos.

Ayudar a crear tradiciones y recuerdos perdurables. Las tradiciones y los recuerdos les brindan a los hijos un mayor sentido de apego a su familia. En la siguiente carta, de un hijo que se encuentra lejos de su hogar, se refleja la importancia de las tradiciones y los recuerdos:

"Queridos papá y mamá:

"Es interesante ver cómo cambian los sentimientos de un día para el otro. Ayer me sentía muy feliz, pero hoy estoy un poco triste, y creo que se debe a que los extraño. No es nada por lo que tengan que preocuparse; sólo quería que supieran cuánto los quiero y les agradezco todos los hermosos recuerdos que hoy tengo, y que me hacen querer vivir de acuerdo con todo lo que ustedes me han enseñado.

"Nunca me voy a olvidar de las cenas diarias; no era sólo la deliciosa comida lo que las hacía especiales, sino el hecho de que ustedes insistían en que siempre estuviéramos todos juntos. La forma en que tú, papá, nos decías que pidiéramos la bendición de los alimentos, las conversaciones que teníamos sobre las actividades del día y los chistes y las anécdotas que siempre alguien tenía para contar.

"¿Se acuerdan de nuestros campamentos todos los veranos junto al lago Cristal? La pesca nunca nos resultó muy buena, pero sí me acuerdo del resfriado que nos pescamos el día en que el bote se nos dio vuelta. Ahora que se acerca el verano, me imagino que estarán haciendo los preparativos para ir otra vez. Cuando estén allí, acuérdense de mí.

"¿Te acuerdas, mamá, de los regalos que todos te dábamos en el día de nuestros cumpleaños? No sé a quien se le ocurrió la idea, pero siempre me pareció más que apropiado retribuirte de una manera muy humilde por la vida que tú nos diste.

"Tampoco me olvidaré jamás de cuando nos poníamos a cantar en los viajes. Hay tantas cosas que recuerdo: cuando elegíamos lo que queríamos comer en el día de nuestro cumpleaños, los paseos por el campo, los juegos de toda la familia y todas las tradiciones de la Navidad. No creo que haya otra familia en el mundo como la nuestra.

"Bueno, ahora que he escrito todas estas cosas me siento mejor. Cuídense y reciban todo mi amor.

"Alberto"

Como bien lo demuestra la carta, las tradiciones y los recuerdos más perdurables no tienen por qué costar demasiado, sino que pueden surgir de las actividades cotidianas de la familia. Pero también es importante tener presente que no habrá tradiciones ni recuerdos perdurables a menos que los hijos participen por su propia voluntad y contribuyan a crearlos. Muchas personas suponen que el establecer estas cosas es responsabilidad exclusiva de los padres; sin embargo, los hijos pueden ayudar cuando viven en el nivel más elevado.

Vivir con rectitud El presidente David O. McKay se refirió a la juventud de su época y lo hizo de una manera que se aplica también a la nuestra:

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Lección 7

Sugerencias para el desarrollo de la lección

"En la actualidad oímos hablar mucho de nuestros jóvenes. Hay quienes dicen que son indiferentes y que están perdiendo su interés en la Iglesia. Yo no estoy de acuerdo con tal acusación, puesto que mi experiencia con los jóvenes me lleva a creer que jamás ha habido antes una época en que la juventud haya buscado la verdad con más sinceridad, en que haya sido más dedicada en las asignaciones de la Iglesia ni en que haya sido más fiel a los ideales que sostiene la Iglesia.

"No soy ajeno al hecho de que hay jóvenes que se tambalean. También sé que los hubo en mis años de juventud. Comprendo que hay muchos que, en completa pasividad y atribuyéndose una sabiduría superior que no poseen, ofrecen guía y dirección; pero siempre los ha habido. La gran mayoría de nuestros jóvenes tienen el deseo de vivir de acuerdo con la verdad.

"Sé que nunca hubo tentaciones más grandes que las que nos presenta el mundo actual; pero, por eso mismo, los jóvenes que resisten esas tentaciones merecen el mayor de los reconocimientos. Nos enteramos de jóvenes y señoritas que tienen una conducta contraria a las enseñanzas de sus padres y de los líderes de la Iglesia, y opuestas a los ideales del evangelio, pero poco es lo que escuchamos en cuanto al grupo mucho mayor de los jóvenes que constituyen una influencia positiva entre sus compañeros y amigos.

"Si el tiempo me lo permitiera, contaría sobre varios casos específicos en que nuestras jovencitas han ejercido una influencia valiosa entre aquellos con quienes se relacionan, guiando no sólo a miembros de la Iglesia sino también a personas que no lo son para que dejaran de violar la Palabra de Sabiduría y se ajustaran a los ideales y principios de una vida pura.

"En términos generales, los jóvenes están parados sobre una base firme. Hay veces en que dan la impresión de tropezar y desviarse de las normas. Algunos de ellos, no lo negamos, pierden su virtud, la condición que más puede llegar a contaminar la vida de los jóvenes. Sé que existe una notoria y peligrosa liviandad en cuanto a la moralidad sexual. También reconozco que dicho resquebrajamiento de las normas morales no se manifiesta sólo entre los jóvenes, por lo que insto a la Iglesia cuidarse de la promiscuidad, a mantenerse sin mancha del mundo, lo cual es el elemento fundamental de la religión pura.

"No, no estamos cerrando los ojos a los peligros, pero también digo que no debemos cerrarlos a las virtudes que ponen de manifiesto decenas de miles de personas que son verídicas y valientes." (Gospel Ideáis, págs. 415-416.)

1. Establecer las diferencias principales entre lo que se necesita y lo que se desea, y hablar de las formas en que los hijos pueden participar en la realización de los deseos.

2. Hablar sobre los tipos de servicio desinteresado que los hijos pueden prestar en el hogar.

3. Al contar el caso de Marta, instar a los miembros de la clase a señalar lo que Marta no ve.

4. Pedir a cada miembro de la clase que considere íntimamente cómo podría estar contribuyendo sin darse cuenta a ciertas conductas indeseables en la familia. Pedir que consideren la manera de alterar su propia conducta para corregir la situación.

5. Señale que es mucho mejor que los hijos pidan consejos a que los padres les prediquen y sermoneen.

6. Indique la forma en que los hijos pueden contribuir a crear tradiciones y recuerdos familiares.

7. Lea las palabras del presidente David O. McKay y deje en claro que una buena parte de nuestra juventud actual se esfuerza mucho por vivir dignamente.

Conceptos fundamentales

Armonicemos las relaciones familiares trastornadas o dañadas

Una de las funciones filiales más significativas que desempeñan las personas que entienden el evangelio y lo practican en su nivel más alto es la de armonizar relaciones familiares que se han trastornado o dañado. Muchas personas que han recibido un fuerte testimonio de la Restauración quizás sepan de alguien que, en esta u otra generación, haya sido la causa de una grave ofensa, de un pesar o un alejamiento de la Iglesia que haya afectado a la familia negativamente. A continuación se ofrecen algunos ejemplos:

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1. Un converso que entiende las normas que la Iglesia enseña y analiza, de acuerdo con esas nuevas normas, la manera en que vive su familia.

2. Los hijos cuyos padres, aun cuando fueran miembros bautizados de la Iglesia, no vivieron el evangelio ni se lo enseñaron a ellos cuando eran pequeños.

3. Los hijos que tienen que enfrentarse con la realidad de miembros de la familia que hayan sido excomulgados de la Iglesia por transgresiones serias.

4. Las personas que no han podido olvidar que uno de sus padres o abuelos abusó de ellas o de otros miembros de la familia.

El Señor les dijo a los santos que padecían a causa de sus enemigos:

"Yo, el Señor, os vengaré de vuestro enemigo cien veces;

"y de sus hijos, y de los hijos de sus hijos, de todos los que me odien, hasta la tercera y la cuarta generación." (D. y C. 98:45 - 46.)

Así comprendemos que el mal ejemplo y los efectos del pecado de una persona que no se haya arrepentido pueden llegar a influir en su posteridad, tal vez en varias generaciones. Mas un hijo fiel puede interrumpir el curso de las consecuencias si sigue el consejo que dio el Señor:

"Mas si los hijos se arrepienten, o los hijos de sus hijos, y se tornan al Señor su Dios, con todo su corazón, alma, mente y fuerza, y restituyen con cuatro tantos todas sus ofensas que cometieron ellos o sus padres, o los padres de sus padres, entonces se apartará de ellos vuestra indignación;

"y no vendrá más sobre ellos la venganza, dice el Señor tu Dios, y sus ofensas nunca más serán presentadas como testimonio en contra de ellos ante el Señor. Amén." (D. y C. 98:47-48.)

Qué hermosa oportunidad tienen a su alcance aquellas personas que pueden prestar ese servicio eterno que trasciende las generaciones. No hay necesidad de anidar malos sentimientos hacia miembros de la familia ni de sentirse apenado por uno mismo a causa de lo que ha sucedido antes. Existe una fórmula para calmar el dolor y comenzar el proceso de reconciliación. Considere el siguiente ejemplo:

Jerry es un hombre norteamericano que se unió a la Iglesia mientras servía a su país durante la guerra de Vietnam. Había cometido algunos errores en su vida; uno de ellos era el haberse ido de su casa debido a que su padre lo maltrataba. Jerry ahora se ríe en cuanto a un aspecto de lo que hizo: se fue de su casa y se enroló en el ejército, en parte porque estaba cansado de "recibir órdenes constantemente"; sin embargo, en ese sentido no encontró lo que estaba buscando [puesto que en el ejército seguía recibiendo órdenes]; pero encontró el evangelio. Lamentablemente se enfrentó también con problemas de injusto dominio tanto en el servicio militar como en los trabajos que tuvo, y aun de parte de compañeros de estudio con quienes vivió en el instituto de estudios técnicos al que asistió después de haber sido salido del ejército.

Mientras Jerry estaba en el servicio militar, su padre falleció. Aunque en sus momentos de desánimo encontraba consuelo en la fiel lectura del Libro de Mormón, no podía por menos que pensar que muchos de sus problemas en la vida eran el resultado de lo que consideraba una conducta equivocada de parte de su padre. Lo que era más, dondequiera que miraba encontraba otros padres cuyo comportamiento también dejaba bastante que desear.

Hasta que un día Jerry se sintió inspirado a hacer la obra en el templo por su padre, pero se resistió a la inspiración. Poco tiempo antes, en una clase de genealogía que estaba tomando, había presentado el nombre de su padre para el archivo familiar del templo sólo porque era un requisito del curso.

Hasta ese momento, la actitud que había tenido hacia su padre era que estaba contento de ya no tener que tratar con él. En cuanto a hacer la obra del templo, jamás le había cruzado por la mente (según pensaba). Había descuidado aquel deber sin ningún remordimiento. No obstante, sentía aquella inspiración y no podía evitar el pensar en el asunto. Había justificado su negligencia diciéndose: "El templo es para la gente decente. Mi padre no está en esa categoría". Pero los impulsos del Espíritu eran cada vez más intensos, al mismo tiempo que se intensificaba su rechazo de la idea. Una noche, a las dos de la mañana, se

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Lección 7

despertó gritando: "¡Que espere! El me maltrató cuando yo estaba creciendo. ¡Ahora que espere!"

Jerry pensó en cuanto a la posibilidad de perdonar; sabía que el Señor le había mandado perdonar a todas las personas, pero estaba convencido de que la conducta de su padre no lo hacía "merecedor" de su perdón. Sin embargo, un día cuando se inclinó a orar, fue como si alguien estuviera poniéndole las palabras en la mente, y oró diciendo: "Padre, te pido que veas si mi padre estaría dispuesto a perdonarme por los sentimientos que he tenido contra él". Entonces se sintió invadido por un sentimiento de paz interior que no había experimentado por muchos años. Le costaba creer lo que había pedido en su oración: el hecho de que, mientras hacía esfuerzos por perdonar a su padre, hubiera orado para que éste lo perdonara a él. Finalmente había recibido la paz. Fueran cuales fueran las faltas de su padre, su sufrimiento no se había debido tanto a ellas como a las suyas propias.

Al amanecer el nuevo día, sintió el deseo intenso de hacer la obra del templo por su padre.

Sugerencias para 1. Cuente la historia de Jerry y explique que el don de la vida por sí solo puede ser el desarrollo de suficiente para hacer a los padres acreedores de la honra de sus hijos. Formule las la lección siguientes preguntas:

a. ¿Qué tiene de significativo el hecho de que Jerry buscara el perdón de sus pecados en vez de limitarse a perdonar a su padre? (Oriente a los miembros de la clase leyendo el pasaje de Marcos 11:25-26 y analizando el significado de D. y C. 64:7-10, 11 -13.)

b. ¿Qué evidencias encontramos del arrepentimiento de Jerry?

2. ¿De qué manera podemos influir positivamente por la forma en que vivimos para llevar armonía a la vida de nuestros padres?

3. Hablen de las formas en que se puede dañar las relaciones familiares de una generación a otra.

4. Escriba en la pizarra los pasos que pueden seguir los hijos para llevar armonía cuando las relaciones familiares se han trastornado o dañado.

Conclusión

Esta lección nos indica la clase de vida que llevarán los hijos si entienden el evangelio, si se sujetan a la guía del Espíritu y si demuestran un amor incondicional. A muchas personas tal vez les parezca simplemente un sueño y hagan a un lado la idea considerándola imposible. Pero se puede lograr y es importante señalar los pasos que se deben seguir:

1. Los padres deben aplicar estos principios en su relación con sus propios padres.

2. Estos principios deben ser una parte natural y espontánea de la vida familiar a medida que los niños crecen y se les deben inculcar amorosamente en las noches de hogar.

3. Si los hijos ya cuentan con el debido grado de madurez, pacientemente se debe repasar con ellos los tres niveles en los que pueden vivir y que se relacionan con la función que ellos tienen por ser hijos; también se les debe ayudar a entender la clase de compromiso y determinación que se requerirá de su parte para vivir en el nivel más alto.

4. Los padres deben esforzarse por entender la función que les corresponde a sus hijos y éstos, a su vez, deben tratar de entender la función de sus padres como tales, a fin de esforzarse juntos en pos del éxito mutuo.

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Los hijos Lecctón 7

INSTRUCCIONES Responda a las siguientes preguntas de la manera más objetiva posible:

1. ¿Soy yo la clase de hijo o hija que deseo que mis hijos sean?

Medidas necesarias:

2. ¿Saben mis hijos que como tales ellos tienen funciones que son sagradas y que forman parte del plan de nuestro Padre Celestial? .

Medidas necesarias:

3. ¿Les he enseñado a mis hijos, por medio del precepto y del ejemplo, cómo honrar, obedecer, apoyar, buscar el consejo y seguir el ejemplo de sus padres en todo lo que es recto?

Medidas necesarias:

4. ¿Saben mis hijos cómo pueden contribuir a la creación de una familia eterna y de un legado digno?

Medidas necesarias:

5. ¿Saben mis hijos qué atributos se poseen según el nivel en el que se viva (sea telestial, terrestre o celestial)?

Medidas necesarias:

6. ¿Existen entre los miembros de la familia malos sentimientos que puedan superarse siguiendo los principios bosquejados en Doctrina y Convenios 98:45 - 48?

Medidas necesarias:

ASIGNACIONES 1. Durante una noche de hogar, trate la importancia de las funciones que tienen los hijos en la familia.

2. Pídales a sus hijos que piensen sobre la forma en que podrían contribuir a crear tradiciones y recuerdos imperecederos en la familia.

3. Cree en el hogar un clima apropiado que motive a sus hijos a buscar el consejo de ustedes, sus padres.

4. Si les es posible, visiten con la familia los alrededores de un templo a fin de que sus hijos perciban el espíritu que puede unir a la familia eternamente.

5- Si por lo que han hecho los de generaciones anteriores se ha deteriorado la relación entre miembros de la familia, tome las medidas necesarias para restaurar la armonía y fortalecerla.

6. Oren con su familia regularmente.

1. D. y C. 138:38-39- (Los hijos rectos tratan de seguir el ejemplo de los padres rectos.)

2. D. y C. 84:34. (Los hijos rectos contribuyen a la rectitud de la familia.)

3. Thomas S. Monson, "Un hogar celestial: Una familia eterna" ("Heavenly Homes - Forever Families", Ensign, junio de 1986, págs. 3 - 6 ) (adjunto a esta lección).

MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

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Lección 7

UN HOGAR CELESTIAL: UNA FAMILIA ETERNA

por Thomas S. Monson

A menudo se nos recuerda que "el hogar es la base de una vida recta, y que ninguna otra entidad puede ocupar su lugar ni desempeñar sus funciones esenciales" (David O. McKay, Family Home Evening Manual, Salt Lake City, The Church of Jesús Christ of Latter-day Saints, 1965, pág. iii).

De hecho, un hogar es mucho más que una casa. Una casa se construye con madera, ladrillos y cemento. Un hogar se crea con amor, sacrificio y respeto. Una casa puede llegar a ser un hogar, y un hogar puede llegar a ser un pedacito de cielo cuando cobija a una familia. Y al igual que la estructura en la que vive, la familia puede ser pequeña o muy grande; puede ser antigua (estar integrada sólo de adultos) o nueva (contar también con niños); puede estar en excelentes condiciones (con relaciones armoniosas) o dar muestras de descuido y deterioro.

Algunas familias de Santos de los Últimos Días consisten de una madre, un padre e hijos, todos en el hogar, mientras que otras ya han visto irse, uno tras otro, a los hijos buscando sus propios horizontes. Y hay veces en que sólo queda una persona en la casa; sin embargo, la familia continúa, pues las familias son eternas.

Ya sea que nos estemos preparando para establecer nuestra propia familia, o que sencillamente consideremos la manera de hacer que nuestro hogar actual sea más parecido a un pedacito de cielo, podemos aprender del Señor. El es el maestro arquitecto y nos ha enseñado la manera de edificar.

Cuando Jesús caminó por los polvorientos caminos de los pueblos de su tierra, a la cual en la actualidad llamamos reverentemente la Tierra Santa, y les enseñó a sus discípulos junto al hermoso mar de Galilea, a menudo les hablaba en parábolas, con un lenguaje que generalmente hacía que la gente recordara mejor Sus enseñanzas. Con frecuencia se refería a la construcción de casas relacionándola con las vidas de aquellos que le escuchaban.

En una ocasión dijo lo siguiente: "Toda... casa dividida contra sí misma, no permanecerá" (Mateo 12:25). Y en esta dispensación nos advirtió: "He aquí, mi casa es una casa de orden... y no de confusión" (D. y C. 132:8).

En una revelación que se recibió por medio del profeta José Smith en Kirtland, Ohio, el 27 de diciembre de 1832, el Maestro aconsejó: "Organizaos, preparad todo lo que fuere necesario; y estableced una casa, sí, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios" (D. y C. 88:119).

¿Dónde podríamos encontrar un plano más apropiado en base al cual edificar? Una casa así por cierto llegaría a satisfacer las especificaciones bosquejadas en Mateo, en las que se hace referencia a una casa edificada "sobre una roca", una casa capaz de hacer frente a las lluvias de la adversidad, a los diluvios de la oposición y a los vientos de la duda siempre presentes en nuestro turbulento mundo. (Véase Mateo 7:24-25.)

Tal vez algunos digan: "Pero esa revelación tuvo como fin proporcionar pautas para la edificación de un templo. ¿Se aplica también a nuestras, vidas?"

A lo que yo respondería: "¿No declaró acaso el apóstol Pablo: '¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?' " (1 Corintios 3:16.)

Permitamos al Señor que sea el obrero constructor de nuestra familia, de nuestro hogar. De esa manera, cada uno de nosotros puede ser un obrero responsable de partes vitales del proyecto. Es por eso que hablo a todos los participantes y proporciono pautas de Dios, lecciones de la vida y puntos a considerar al comenzar a construir.

Punto número uno: Arrodillaos a orar.

"Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas." (Proverbios 3:5-6.) En estos términos se expresó Salomón, hijo de David, rey de Israel.

En el Nuevo Mundo, Jacob, hermano de Nefi, declaró: "Confiad en Dios con mentes firmes, y orad a él con suma fe" (Jacob 3:1).

Este consejo divinamente inspirado es para nosotros como la lluvia cristalina para una tierra reseca, pues los tiempos en que vivimos son difíciles.

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Los consultorios médicos de todo el mundo están repletos de personas con problemas emocionales así como desórdenes físicos; los tribunales civiles que atienden casos de divorcio tienen cada vez más trabajo a causa de que la gente no puede resolver sus problemas; las oficinas de personal de la administración pública y privada trabajan denodadamente para ayudar a los funcionarios a solucionar sus dificultades.

Un director de personal asignado a resolver problemas de interrelación laboral, al terminar una de sus habituales y problemáticas jornadas de trabajo, puso sobre su escritorio un cartel en el que se leía: "¿Ha probado a orar?" Lo que esa persona no sabía al colocar ese cartel era que el consejo y la guía que proporcionaba con él solucionarían más conflictos, aliviarían más sufrimiento, prevendrían más transgresiones, y brindarían más paz y satisfacción al alma humana que cualquier otra cosa que pudiera aconsejarse.

A un prominente juez estadounidense se le preguntó qué podrían hacer los ciudadanos de todas las naciones del mundo para reducir las actividades delictivas y la desobediencia a la ley y brindar paz y contentamiento a su propia vida y a sus respectivas naciones. Tras meditar por un momento, el juez respondió: "Yo diría que lo que podríamos hacer es regresar a la antigua práctica de la oración familiar".

Nosotros, los miembros de la Iglesia, ¿no estamos acaso agradecidos de que la oración familiar no sea para nosotros una práctica antigua y pasada de moda? No hay en el mundo entero una vista más hermosa que la de los integrantes de una familia orando juntos. Hay una gran verdad en lo que se dice de que "la familia que se une para orar permanece unida".

El Señor nos mandó tener oraciones familiares cuando dijo: "Orad al Padre en vuestras familias, siempre en mi nombre, para que sean bendecidas vuestras esposas y vuestros hijos" (3 Nefi 18:21).

Tened a bien acompañarme para ser testigos de una típica familia de Santos de los Últimos Días ofreciendo una oración en el hogar: Padres e hijos están todos de rodillas, con la cabeza inclinada y los ojos cerrados; llena el hogar un cálido espíritu de amor, unidad y paz. Al escuchar el padre a su pequeño hijo orar a Dios pidiendo que bendiga a su papá para que haga todo bien y sea obediente a los mandamientos del Señor, ¿creéis que a ese padre le resultará muy difícil honrar la oración de su querido hijo? Al escuchar la hija adolescente a su buena madre pedirle a Dios que su hija reciba inspiración al elegir a sus amistades y que se prepare para casarse un día en el templo, ¿no creéis que esa hija hará todo lo posible por honrar la humilde petición de su madre a quien tanto quiere? Cuando los padres y cada uno de sus hijos oran fervorosamente para que los jóvenes varones de la familia vivan dignamente a fin de ser merecedores de recibir, en el debido momento, el llamamiento para servir como embajadores del Señor en una misión de la Iglesia, ¿no consideráis que esos hijos crecerán con el deseo profundo de servir como misioneros?

Al ofrecer nuestras oraciones familiares y personales a Dios, hagámoslo con fe y confianza en El. Si alguien ha sido lento en escuchar el consejo de orar siempre, no hay mejor momento para empezar a hacerlo que ahora, en este mismo momento. Aquellos que piensen que el orar es signo de debilidad en una persona deben recordar que el hombre jamás alcanza mayor estatura que la que tiene cuando está de rodillas.

Arrodillaos a orar.

Punto número dos: Poneos de pie y servid.

Busquemos el ejemplo en la vida del Señor. La vida de Jesús, al ejercer su ministerio terrenal entre los hombres, es para nosotros como la luz bienhechora de un faro. El dotó de fuerza las coyunturas del lisiado, les dio luz a los ojos del ciego, al sordo le concedió oír y devolvió la vida a los que habían muerto.

Sus parábolas son portadoras de un inmenso poder. Por medio del buen samaritano nos enseñó a amar al prójimo. Por su bondad para con la mujer adúltera nos enseñó a tener comprensión compasiva. En su parábola de los talentos enseña a cada uno de nosotros a mejorar y a buscar la perfección. Bien podría haber estado preparándonos para nuestra responsabilidad de edificadores de una familia eterna. Los que llevan la carga no se recuestan; los que son hacedores no dudan; los que sirven no se entregan al resentimiento.

En la vida de nuestro propio líder, el presidente Ezra Taft Benson, y de la familia de la cual forma parte, encontramos un buen ejemplo del que se pone de pie para servir. El presidente Benson ha contado a las demás Autoridades Generales cómo fue llamado su

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Lección 7

padre al servicio misional: partió dejando a su esposa, quien aguardaba la llegada de otro hijo, a sus siete hijos, la granja y todo lo que tenía. ¿Perdió algo de todo eso? El presidente Benson nos cuenta de cuando su madre juntaba a la familia alrededor de la mesa de la cocina y, a la vacilante luz de una lámpara, les leía las cartas de su esposo y padre. Varias veces mientras leían debían hacer una pausa para secarse las lágrimas que corrían por las mejillas. ¿Cuál fue el resultado? Cada uno de los hijos sirvió en una misión.

Cada uno de ellos se puso de pie para servir.

Punto número tres: Salid al rescate.

A lo largo del camino que transitamos en la vida, nos vamos a encontrar con fatalidades. Algunos se apartan del sendero que lleva a la vida eterna, para descubrir tarde o temprano que lo que creyeron que era sólo un desvío temporario no era otra cosa que un callejón sin salida. La indiferencia, el descuido, el egoísmo y el pecado siempre reclaman su alto precio en la vida del ser humano. Sabemos de personas que, por razones inexplicables, marchan a un compás diferente para descubrir más tarde que el que seguían los ha conducido a la tribulación y el sufrimiento.

Al llegar a su fin el año 1985, la Primera Presidencia emitió una declaración especial para ' aquellos que se habían apartado del rebaño de Cristo, titulada "Una invitación a regresar". El mensaje contenía la siguiente exhortación: "A los miembros de la Iglesia que se hayan sentido ofendidos los instamos a perdonar a sus ofensores. A los que se han apartado de la actividad y a los que critican a la Iglesia, les decimos: "Volved; volved y saciaos en la mesa del Señor, y gustad una vez más los dulces y sabrosos frutos de la hermandad con los santos', Sabemos que muchos han querido volver pero no se han resuelto por completo a hacerlo. Os aseguramos que encontraréis brazos abiertos para recibiros y manos dispuestas a ayudaros".

Tal vez una escena que nos es familiar a todos os ayude a captar el valor de la oportunidad de salir al rescate. Veamos el caso de una familia que tenía un hijo de nombre Jack. Desde la infancia, Jack había tenido muchas discusiones serias con su padre. Un día, cuando tenía diecisiete años, tuvieron una desavenencia particularmente violenta y Jack le dijo a su padre: "¡Esta es la gota que rebosa el vaso! ¡Me voy de casa y no vuelvo más!" Acto seguido, fue a su habitación y comenzó a poner sus cosas en una maleta. Su madre le imploró que no se fuera, pero el muchacho estaba demasiado enojado para escuchar y dejó a su madre llorando frente a la puerta de la habitación.

Cuando estaba a punto de llegar al portón del frente de la casa, escuchó la voz de su padre que le decía: "Jack, reconozco que gran parte de la culpa de que tú te vayas la tengo yo. Quiero que sepas que lo siento mucho y que si algún día deseas regresar a casa, serás bienvenido, y yo trataré de ser un mejor padre para ti. Quiero que sepas también que siempre te querré".

El joven no le contestó nada. Fue hasta la estación de autobuses y compró un boleto para un destino lejano. Una vez en la ruta, viendo como crecía la distancia que lo separaba de su hogar, empezó a pensar en las palabras de su padre, y comprendió cuánto amor tenía que haberle requerido a ese hombre hacer lo que había hecho. Su padre se había disculpado; le había extendido una invitación a regresar y en el aire de verano habían quedado flotando las palabras: "Siempre te querré".

Fue en ese preciso instante que comprendió que el siguiente paso dependía de él. Sabía que la única manera de poder volver a sentirse en paz consigo mismo sería demostrar la misma clase de madurez, bondad y amor que su padre le había demostrado a él. Jack se bajó en la siguiente estación, compró un boleto de regreso a su hogar y emprendió el retorno.

Llegó a su casa poco después de la medianoche; entró y prendió la luz. Allí, en una silla, encontró a su padre con la cabeza gacha. Al levantar la vista y ver a su hijo, se puso de pie y ambos se confundieron en un abrazo. Después, Jack decía a menudo que esos últimos años que pasó en su hogar paterno fueron de los más felices de su vida.

Esta es la historia de un joven que de la noche a la mañana se transformó en un hombre. Esta es la historia de un padre que hizo a un lado su temperamento apasionado y su orgullo y extendió la mano para salvar a su hijo antes de que pasara a engrosar las extensas filas de los damnificados que provienen de hogares deshechos y familias

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destruidas. El amor es la fuerte ligadura que todo lo une, el bálsamo que todo lo cura. El amor: eso que se siente tan a menudo y se expresa tan rara vez.

Desde el monte Sinaí resuena en nuestros oídos las conocidas palabras: "Honra a tu padre y a tu madre" (véase Éxodo 20:12). Y más adelante en el tiempo, provenientes del mismo Dios, estas otras: "Viviréis juntos en amor" (D. y C. 42:45).

Arrodillaos a orar; poneos de pie y servid; salid al rescate. Cada una de estas cosas es de vital importancia en el plano con el que se puede hacer de una casa un hogar, y de un hogar un pedacito de cielo.

Construyamos con destreza, sin tomar atajos, y ajustémonos al plano del Señor. Entonces El, que es nuestro inspector de construcción, podrá decirnos, tal como dijo cuando se le apareció a Salomón, un edificador de otra época: "...Yo he santificado esta casa que tú has edificado, para poner mi nombre en ella para siempre; y en ella estarán mis ojos y mi corazón todos los días" (1 Reyes 9:3). Entonces tendremos un hogar celestial y una familia eterna. Humilde y sinceramente ruego que todos podamos ser merecedores de esta bendición. (Ensign, junio de 1986, págs. 3 -16.)

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Los hermanos 8 OBJETIVO Que los miembros de la clase entiendan en qué consiste que los hermanos vivan en un

nivel de vida celestial.

NOTAS PARA EL MAESTRO 1. Ningún maestro puede enseñar, en el tiempo de que dispone, todo el material que se

brinda en esta lección con el grado de eficiencia que corresponde. Se le proporcionan todos esos materiales a fin de que usted, el maestro, cuente con mayores elementos de juicio para presentar la lección. Trate de enseñar algo de cada uno de los principios mencionados y permita que el Espíritu le guíe en la selección de las ideas. Recuerde que las Escrituras deben ser siempre la fuente primordial de materiales de estudio para los miembros de la clase.

2. Recalque la importancia de seguir el ejemplo perfecto de amor fraternal que nos dejó el Salvador.

3. Dé su testimonio si se siente inspirado a hacerlo.

PRINCIPIOS A TRATAR 1. Entre nuestros hermanos espirituales se encuentran nuestros vecinos, nuestros hijos y

nuestro cónyuge.

2. Cuando tratamos de todo corazón de ser una bendición para nuestros hermanos, no podemos, al mismo tiempo, ser celosos, egoístas, sentir resentimiento ni criticar.

3- Los hermanos debemos tratar de seguir el ejemplo del Salvador; debemos encontrar la forma de instarnos los unos a los otros a obrar con rectitud en todas las cosas que hacemos.

4. Si los hermanos hacemos consejos familiares, nos apoyamos mutuamente y somos amigos, seremos una bendición los unos para los otros. Los amigos escuchan, ayudan y siempre hacen lo que sea de mayor beneficio para la otra persona.

5. Marido y mujer fueron, de hecho, hermanos espirituales antes de venir a la tierra.

LA LECCIÓN

Conceptos fundamentales

¿Quiénes son mis hermanos?

Todos los seres humanos somos hermanos por ser hijos espirituales de nuestro Padre Celestial. Los miembros de la Iglesia somos también hermanos en un sentido espiritual especial. Es así que somos hermanos en dos sentidos. Cuando somos fieles a estas dos funciones, aplicamos los principios de amor y sacrificio a toda la humanidad.

El Salvador estaba a punto de profetizarles a los escribas y fariseos cuando alguien le informó que su "madre y sus hermanos" deseaban hablar con El. Jesús se volvió a la persona que le había dado el recado y le formuló una pregunta muy importante que, al mismo tiempo, respondió:

".. .¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?

"Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.

"Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre." (Mateo 12:48-50.)

En ese momento el Salvador no se refería simplemente a que sus discípulos eran hijos espirituales de su mismo Padre, sino que más bien quiso aludir al hecho de que aquellos que hacen la voluntad del Padre son adoptados en una familia especial. Esta adopción se describe en Mosíah de la siguiente manera: "Ahora pues, a causa de' convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de él, porque he aquí, hoy él os ha

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Sugerencias para el desarrollo de la lección

engendrado espiritualmente; pues decís que vuestros corazones han cambiado por medio de la fe en su nombre; por tanto, habéis nacido de él y habéis llegado a ser sus hijos e hijas" (Mosíah 5:7).

1. Señalar que resulta mucho más significativo ser hermanos que ser la descendencia espiritual de los mismos padres celestiales o estar emparentados biológicamente. Y cuando hacemos la voluntad del Padre, llegamos a ser hermanos incluso en otro sentido.

2. Pedir a los miembros de la clase que traten de imaginarse cuan buena sería la relación entre hermanos en las familias si todos hicieran la voluntad de nuestro Padre Celestial.

El conflicto y la cooperación entre hermanos

Conceptos fundamentales

Sugerencias para el desarrollo de la lección

Muchas personas piensan que los celos, las peleas y la competencia destructiva entre hermanos son hechos "normales", pero las Escrituras nos dicen que los padres que vuelven a nacer espiritualmente no permitirán que sus hijos "contiendan y riñan unos con otros" (Mosíah 4:14). Puede que pelear sea típico, pero no es necesario, ni tampoco es "normal" para la familia que desee progresar por encima del nivel telestial de vida familiar. A los hijos se les puede enseñar principios correctos con palabras y con el ejemplo, como una invitación para que abandonen los celos y las discusiones violentas. Consideren el siguiente ejemplo:

Antes de entrar en la adolescencia, Verónica y Carolina peleaban por la ropa, por las tareas de la casa y por la atención de su padre, pero después se hicieron grandes "amigas". Cuando se les preguntó qué había sido lo que había cambiado tan radicalmente su relación, ninguna de las dos supo decir exactamente qué habían hecho sus padres para transformar su conducta negativa en una positiva; pero en forma individual cada una describió lo que ella consideraba la razón fundamental.

Verónica dijo que había estado leyendo el Libro de Mormón, pues su obispo le había dado el cometido de que lo hiciera y le había interesado la forma en que Laman y Lemuel siempre parecían estar en desacuerdo con Nefi y Sam. Al principio, ella había pensado que Nefi y Sam eran demasiado rígidos en su conducta y que eso despertaba un justo resentimiento en sus hermanos mayores; pero, por otra parte, tenía la impresión de no entender completamente el comportamiento de Laman y Lemuel y de que ellos no procedían bien.

Entonces, en una clase de la Escuela Dominical, se habló de la historia del hijo pródigo, y se dio cuenta de que sentía los celos por el retorno del hijo pródigo como si ella misma hubiera sido el hermano mayor, quien, en la historia, se había quedado en casa. Mientras todavía estaba en la clase, se sintió muy avergonzada al comprender cuan ingratos eran esos celos, y desde ese momento en adelante cada vez fueron menos las peleas que tuvo con Carolina.

Carolina percibía el cambio que se había producido en la relación con su hermana como resultado de algo distinto. Ella explicó que un buen día se había puesto a pensar en lo buena que había sido Verónica últimamente; aun cuando ella estuviera de mal humor o fuera sarcástica con su hermana, ésta no reaccionaba "explotando" como lo hacía antes. Al principio había sospechado que su hermana estaba tramando algo con su repentina buena actitud y que tal vez estuviera tratando de "ablandarle" el corazón. Pero Verónica no la atacaba cuando ella hacía algo a propósito para molestarla sólo con el objeto de ver su reacción, ni tampoco se alegraba como antes cuando ella tenía algún problema con uno de sus padres. Carolina comentó: "No sé, pero de pronto sentí que ya no tenía por qué pelear más, y una vez que dejé de sentir celos, realmente empezamos a llevarnos muy bien".

1. Explicar que los hermanos no pueden pelearse y ser una bendición el uno para el otro al mismo tiempo. Sería como tratar de sentarse y ponerse de pie simultáneamente.

2. Pedir a los miembros de la clase que piensen en cuanto a la responsabilidad que tienen de instar a sus hijos a no pelearse. ¿Qué sucede si los adolescentes continúan peleándose? ¿Van acaso los padres a claudicar en su deber como líderes, guías y ejemplos?

3. Hay muchos padres que piensan que los problemas entre sus hijos se pueden resolver con una sola acción o algo que ocurra entre ellos una vez. Consideran muchas veces que una consecuencia o un buen sermón o un simple hecho aislado ha de modificar la

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Page 95: Enseñemos principios correctos

Lección 8

conducta de sus hijos. Hay padres que se dan por vencidos si sus primeros esfuerzos por guiarlos o enseñarles se ven frustrados. ¿Qué pueden aprender los padres de la experiencia de Verónica y Carolina sobre la importancia de cambiar el comportamiento?

Preguntar a los miembros de la clase qué le dirían ellos a un padre que dijera: "Detesto ver a mis hijos pelearse. Me hace sentir culpable ya que las Escrituras dicen que no deben disputar los unos con los otros. Me siento fracasado y sin fuerzas para seguir adelante". Tal vez la respuesta sea preguntar: "¿Se dieron por vencidos Lehi y el padre del hijo pródigo, o se sintieron tan culpables que dejaron de instar a sus hijos a obrar bien?" Tal vez el secreto del éxito con nuestros hijos esté en demostrar nosotros la disposición a continuar viviendo conforme a principios correctos.

Sigamos el ejemplo del Salvador

El Salvador está interesado en nuestro progreso, en nuestro éxito espiritual. Es mediante la Conceptos fundamentales

Sugerencias para el desarrollo de la lección

obediencia a las leyes eternas, demostrando nuestra fe en El, que encontramos felicidad y progreso personal. Esto es también muy cierto en la relación entre hermanos. Como en todas las demás relaciones entre seres humanos, los hermanos pueden vivir en un nivel telestial, terrestre o celestial. La vida en un nivel celestial entre hermanos ejemplifica lo que el Salvador mandó cuando dijo: "[Amaos] los unos a los otros, como yo os he amado" (Juan 15:12).

Hay personas que sostienen que se requiere un cierto nivel de madurez para vivir de esa manera, pero el requisito principal tal vez sea un "corazón quebrantado", esa humildad que se estudió en forma tan profunda en las primeras tres lecciones de este curso. Considere el siguiente ejemplo:

La película que Cristina había estado esperando tan ansiosamente para ver finalmente llegó a la cartelera de un cine cercano a su casa. Ella quería ir a verla con sus hermanos mayores. Sus padres le explicaron que si deseaba ir, tendría que ganarse el dinero para pagarse la entrada; después, le asignaron algunas tareas en los alrededores de la casa y ella hizo sus planes para tener todo el trabajo terminado el sábado de mañana con suficiente tiempo para prepararse y estar pronta para ir al cine por la tarde. El día era sumamente caluroso, pero Cristina hizo el trabajo y más tarde fue al cine con sus hermanos. Cuando llegaron a la boletería, se enteraron de que los precios de las entradas habían aumentado. Entre ella y sus dos hermanos tenían suficiente dinero para pagar por las entradas de dos personas y lo que les sobraba no alcanzaba a la mitad del precio de la tercera entrada.

Cristina pensó un instante y luego dijo: "Usen parte de mi dinero y entren ustedes. Yo vengo la semana próxima". El encargado de la boletería escuchó la conversación y, antes de que Cristina se marchara, la llamó y le preguntó por qué estaba dispuesta a hacer algo así. La jovencita se encogió de hombros y le respondió: "Y... no sé. Será porque son mis hermanos, ¿no?"

1. Preguntar a los miembros de la clase cómo catalogarían la conducta de Cristina: de telestial, terrestre o celestial. Preguntarles qué características de la conducta de la jovencita les hicieron clasificarla en esa categoría.

2. Pedir a los miembros de la clase que describan cuál tendría que haber sido la conducta de Cristina para que la hubieran calificado en cada una de las otras dos categorías.

3- Pedir a los miembros de la clase que señalen cuál debe ser la actitud de los hermanos para instarse mutuamente a obrar con rectitud.

Seamos una bendición para nuestros hermanos

Constantemente los hermanos tienen oportunidades de ser una bendición los unos para los otros. A veces lo son cuando se reúnen en consejo para tomar decisiones y trazarse metas; las bendiciones se pueden presentar también al apoyarse mutuamente en acciones dignas. También el ser amigos, el escuchar atentamente y el actuar contemplando los intereses mutuos son otras formas de expresar verdadera hermandad.

Conceptos fundamentales

El reunirse en un consejo de hermanos puede ser una reunión formal o informal en la cual se intercambien sentimientos, ideas, metas, sueños y principios del evangelio. A menudo estas reuniones brindan la oportunidad de aprender la mejor manera de emplear

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sus recursos para el beneficio de cada miembro de la familia. Es allí donde los hermanos se enteran de las necesidades y los deseos mutuos, y donde se toman las decisiones que mejor contemplen los intereses de todos. El resultado ideal de estas reuniones es llegar a acuerdos basados en principios correctos. Tales acuerdos resultan posibles para aquellas personas que tratan de honrar sus convenios.

Hay numerosos ejemplos de este principio de reunirse en consejo. Los obispados se reúnen para tratar los asuntos del barrio, teniendo cada uno de los consejeros el derecho de expresar su opinión. Después, todo el obispado llega a un acuerdo, y una vez que éste se logra, se hacen a un lado las opiniones anteriores y todos se concentran en cumplir con lo que hayan decidido de común acuerdo.

Los consejos familiares son más productivos cuando hay unión y lealtad entre los miembros de la familia. Muchas veces las actitudes negativas se pueden transformar en positivas como resultado de un consejo familiar.

Durante estos consejos siempre habrá diferencia de opiniones, pero si se llega a una decisión basada en principios correctos y se cesa de exponer opiniones contrarias a la decisión tomada, haciendo todo lo que esté de parte de cada uno para apoyar a nuestros hermanos a lograr el éxito, la decisión será una bendición para la familia en general.

Apoyar significa afirmar y apuntalar. El apoyar a un hermano implica que uno se dedique al éxito de ese hermano o hermana, para lo cual debe pedirle al Señor que le guíe hacia la mejor manera de ayudarle. Para demostrar que apoyamos a nuestros líderes, levantamos la mano, tras lo cual ponemos ambas manos en acción para contribuir al éxito del obispo o del presidente de la organización auxiliar. No sirve de nada indicar que apoyamos a los líderes que tienen que cumplir con ciertas asignaciones, y después, a pesar de estar en condiciones de hacerlo, no les ayudamos a llevarlas a cabo. De la misma manera que apoyamos a nuestros líderes, podemos, en la familia, apoyar a nuestros hermanos.

El ser amigo requiere estar dispuesto a escuchar, a ofrecer ayuda apropiada en todo empeño honrado y a actuar teniendo en cuenta los intereses mutuos. Él ser verdaderamente amigo es precisamente lo opuesto a lo que hacen algunos que dicen ser amigos pero que muchas veces ejercen presión para que desechemos o abandonemos aquello que redundaría en nuestro beneficio; dicha presión se aprovecha de una lealtad tergiversada que se quiere hacer aparecer como amistad. Los hermanos que además son amigos siempre estarán mutuamente interesados en su bienestar, y no sólo en el presente. Preguntar a los miembros de la clase: "¿Quiénes creen ustedes que estarían más interesados en recobrar los restos de una persona que muere en un accidente? ¿su maestro de matemáticas?, ¿su entrenador de fútbol?, ¿el gerente del comercio donde la persona trabajaba?, ¿o los miembros de su familia?"

Una experta en relaciones familiares efectuó una vez un estudio de las relaciones entre los hermanos en los casos en que uno ha donado un riñon para salvarle la vida al otro. La investigadora esperaba probar por medio de ese estudio que, después de la operación de transplante, la relación entre ambos sería más bien tirante; había llegado a esta conclusión suponiendo que, debido al valor incalculable de lo donado, el donante sentiría resentimiento por el hecho de haber tenido que correr tanto riesgo y el beneficiario se sentiría culpable ante la idea de no poder retribuir jamás tal ofrenda y sacrificio. Sin embargo, para su sorpresa, el donador y el beneficiario daban muestras de la existencia de un vínculo y una amistad mucho más profundos entre ellos que los que tenían con otros miembros de la familia, incluso varios años después de la operación. Aun en los casos en que el transplante no dio resultado y el beneficiario por último falleció, los donantes expresaron enorme satisfacción por haber estado en condiciones de hacer lo que habían hecho, asegurando que lo harían nuevamente si fuera posible.

Sugerencias para 1. Pedir a los miembros de la clase que den ejemplos de consejos familiares y el desarrollo de demostraciones de apoyo que hayan tenido en su propia familia o que hayan observado la lección en otras. He aquí algunos ejemplos:

a. Una pareja de recién casados vive con escasa comodidad en un apartamento modesto y muy pequeño, sacrificándose así para ahorrar y poder mudarse a uno más cómodo y espacioso que ya tienen en vista; pero el hermano menor del joven esposo recibe el llamamiento para la misión y ellos deciden contribuir con una cantidad mensual para ayudarle, aun cuando eso no les permitirá por algún tiempo alquilar el tan deseado apartamento.

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Lección 8

b. Un estudiante universitario sobresaliente en matemáticas le da lecciones particulares a su hermana, que tiene serios problemas con esa materia en la secundaria, aunque para ello el joven tiene que sacrificar el poco tiempo libre de que dispone.

c. Una familia, de común acuerdo, decide ir de veraneo sólo por una semana en vez de tres como tenían planeado, para poder costearle un viaje de estudios a una de las hijas.

d. Los miembros de una familia deciden turnarse para trabajar durante todo un sábado con el fin de envasar todos los tomates antes de que se echen a perder.

e. En otra familia, los hermanos deciden poner en un fondo común el poco dinero que puedan ganar o que les regalen y turnarse mes a mes en utilizar lo que necesiten del fondo para ir comprándose la ropa que les haga falta, comenzando con los más pequeños.

2. Para ilustrar lo que significa ser amigo en la familia, formular la siguiente pregunta: ¿Qué cualidades son necesarias para una amistad verdadera (celestial)? Mientras le dan las respuestas, haga el siguiente diagrama:

Sacrificio/c

Valor

Compasión

Interés

Abnegación

Disposición a escuchar />

Trabajo •

Amor

Lealtad

Amistad

3. Sean cuales sean las respuestas de los miembros de la clase, preguntar cómo están relacionadas cada una de las cualidades mencionadas con las demás. Por ejemplo, ¿qué valor tiene el amor si no va acompañado de la disposición a escuchar? ¿Cómo se justifica la compasión si no existe la lealtad? Explicar que los principios correctos de amistad (y de hermandad) están relacionados entre sí. Los principios correctos se fortalecen mutuamente y la violación de uno de ellos afecta a todos los demás. "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos" (Santiago 2:10).

4. Establecer la diferencia entre el nivel celestial de estas cualidades y el nivel terrestre, y demostrar que el tipo de vida terrestre implica cierto egoísmo. Hacer notar también cómo la versión terrestre del sacrificio puede llegar a tener ciertas connotaciones de martirio. Si el maestro lo desea, puede preguntar qué sentimientos existirían al donar un riñon a un pariente si el donador en cuestión lo hiciera con el punto de vista del nivel terrestre.

Conceptos fundamentales

El marido y la mujer como hermanos espirituales

Como hermanos en una familia tenemos la oportunidad de aprender a mancomunar nuestros esfuerzos para ayudarnos los unos a los otros a lograr la vida eterna. Este principio es también básico en la relación que existe entre marido y mujer. Si se le pone en práctica, la pareja puede ser guiada por el Espíritu al desarrollo de una relación eterna mucho más profunda, a una unidad en Cristo: "Y les mandó que no hubiera contenciones entre uno y otro, sino que fijasen su vista hacia adelante con una sola mira, teniendo una fe y un bautismo, teniendo entrelazados sus corazones con unidad y amor el uno para con el otro" (Mosíah 18:21).

Nuestro amoroso Padre Celestial nos envió a nosotros, sus hijos espirituales, a formar parte de una familia; en su seno es donde mejor podemos labrar nuestra propia exaltación ayudándonos mutuamente. Los cónyuges que violen las responsabilidades que como hermanos tienen el uno para el otro, con ello harán daño a su matrimonio; la unidad que un día soñaron tener no sólo les parecerá fuera de su alcance, sino imposible de obtener.

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El matrimonio es una experiencia llena de dificultades y poder refinador; es la preparación mortal para la vida por venir. Por medio de la paciencia, la perseverancia, el sacrificio y el amor, el matrimonio puede llevar a los cónyuges a la plenitud del contentamiento.

Muchas personas en el mundo están engañadas en cuanto al verdadero propósito del matrimonio. La forma de conducirse de algunos cónyuges es una burla del valor eterno de ambas personas y una ofensa ante Dios. Los matrimonios se pueden categorizar fácilmente dentro de los tres niveles de vida: el telestial, el terrestre y el celestial.

Lo más importante en la vida de un matrimonio telestial es la satisfacción personal. En la generalidad de los casos, esos matrimonios se caracterizan por un ambiente de continua disensión y de destrucción mutua, y a menudo desembocan en el divorcio.

Lo más importante en la vida de un matrimonio en el nivel terrestre es recibir la honra de los hombres. Marido y mujer cooperan el uno con el otro y existen entre ellos respeto y afecto considerables.

En lo que tiene que ver con el matrimonio celestial, lo más importante es hacer la voluntad de Dios y merecer su gracia. La relación está caracterizada por la armonía, la unidad y la dicha, con la esperanza de un compañerismo y una progenie eternos.

Considere el siguiente ejemplo:

Juan, el esposo de Paulina, se había apartado de la Iglesia. Después de cuatro años comenzó a asistir nuevamente a las reuniones. Tuvo una extensa conversación con un vecino y admitió que tenía un testimonio de la Restauración e hi zo a un lado los resentimientos que tenía hacia algunos de los miembros del barrio. Las "razones" en las que se había amparado para su alejamiento ahora le parecían intrascendentes, así que un buen domingo fue con su esposa y sus hijos a la reunión sacramental. Lo que preocupaba a Paulina era lo irritable que se encontraba ella desde que su esposo había "vuelto al redil". ¿Por qué me siento tan perturbada en cuanto a esto?, se preguntaba. No era que se sintiera culpable por haberlo presionado para que volviera a la Iglesia; tampoco se debía al hecho de que la presión puesta sobre él no hubiera dado ningún resultado. De hecho, el retorno de Juan se debía estrictamente a los propios esfuerzos de él y de ninguna manera a la presión ejercida por su esposa.

Paulina reconocía que sentía agradecimiento por el afecto de aquel vecino que le había devuelto las esperanzas a su matrimonio y por lo que el futuro le deparaba con su esposo. Entonces, ¿por qué se mostraba tan impaciente hacia Juan? ¿Por qué lo criticaba tanto?

No pudo darse cuenta de la respuesta hasta que el obispo llamó a Juan para ser el líder de los Marcadores de la Primaria. Entonces comprendió que estaba celosa de él y recordó que se había sentido igual una vez en que le habían hecho un llamamiento a su hermano mayor y no a ella. Recordó cuan resentida se había sentido y lo que su madre le había dicho: "Paulina, tendrías que sentirte contenta por tu hermano". Paulina repitió tiernamente la palabra "hermano". Muchas veces la había dicho con indiferencia o envidia.

Por años el término "hermano" había significado competencia, resentimiento y celos para Paulina, y entonces comprendió que por muchos años ella había tratado a su esposo con la misma falta de consideración con que había tratado a su hermano.

Sugerencias para 1. Repasar las dos formas en que los miembros de la Iglesia son hermanos. Preguntar: "¿En el desarrollo de qué sentido son entonces el matrimonio y los hijos todos hermanos entre sí?"

2. Recordar a los miembros de la clase que la calidad o el nivel de su matrimonio es una expresión de su propia obediencia a los convenios y que en los momentos en que no obedecen o demuestran egoísmo, harán bajar el nivel de su relación matrimonial.

3. Tratar el ejemplo de Paulina y Juan. Reconocer específicamente las actitudes tan poco fraternales que ella demostraba hacia su esposo. Describir cómo habría podido llegar a ser la relación con su hermano en su juventud si ella hubiera sido la clase de hermana que sugiere el rey Benjamín en Mosíah 5:7.

Conclusión

1. Instar a los miembros de la clase a que se imaginen en la situación de tratar como hermanos a sus familiares en un nivel celestial. Sugerirles que recuerden algunas situaciones del nivel terrestre que hayan surgido en su familia y pedirles que escriban

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Lección 8

de qué manera esa situación podría haber sido diferente si los padres se hubieran comportado de una manera celestial.

2. Exhortar a los padres a enseñarles a sus hijos en el correr de la semana por lo menos un aspecto de lo que significa ser hermanos.

3. Instar a las parejas a escudriñar las Escrituras en busca de ejemplos de relaciones celestiales entre hermanos y a presentar uno de ellos en la clase de la próxima semana.

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Los hermanos Hoja de trabajo de la lección 8

INSTRUCCIONES Responda con cuidado a las siguientes preguntas:

1. Somos hermanos en dos sentidos; ¿cuáles son?

a.

b

2. Como hermano o hermana y también como cónyuge, ¿en qué nivel me encuentro al cumplir con mi función en las tres responsabilidades básicas?:

a. Al reunirme en consejo familiar.

b. Al apoyar y ayudar a los demás.

c. Al ser un amigo.

Acción necesaria:

3. ¿Entienden completamente mis hijos estos tres aspectos básicos de la función de un buen hermano?

Acción necesaria:

4. ¿Les proporciono yo a mis hijos un buen ejemplo para que ellos se sientan inspirados a seguir las enseñanzas del Salvador en cuanto a la forma de ser un buen hermano?

Acción necesaria:

ASIGNACIONES 1. Completar el ejercicio anterior.

2. Durante una noche de hogar hablar sobre el concepto de ser un buen hermano y analizarlo con la familia.

3. Aprovechar las oportunidades de instar a los hijos a ayudarse y a sacrificarse los unos por los otros.

4. Hacer un repaso del estilo de vida de la familia, de las comodidades que les ofrece el hogar y de los bienes materiales que poseen para ver si se está promoviendo el egoísmo o el deseo de compartir.

5. Ayudar a los miembros de la familia a distinguir entre la relación familiar en el nivel terrestre y en el nivel celestial.

6. Orar todos juntos en familia.

MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

1. Mosíah 5:7. (Entre nuestros hermanos de la Iglesia se encuentran los vecinos, los hijos y el cónyuge.)

2. Mosíah 18:21. (Los hermanos evitan las críticas malsanas.)

3. Alma 17. (Los hermanos se animan mutuamente a mantener la rectitud.)

4. Colosenses 3:12- 17. (Llegamos a ser una bendición para la vida de nuestros hermanos al sentarnos con ellos en reuniones de consejo familiar, al apoyarlos y al ser sus amigos.)

5. Alma J. Yates, "La primera salida" ("First Date," New Era, Young Women Edition, noviembre de 1985, págs. 46-54) (adjunto a esta lección).

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Lección 8

b. Un estudiante universitario sobresaliente en matemáticas le da lecciones particulares a su hermana, que tiene serios problemas con esa materia en la secundaria, aunque para ello el joven tiene que sacrificar el poco tiempo libre de que dispone.

c. Una familia, de común acuerdo, decide ir de veraneo sólo por una semana en vez de tres como tenían planeado, para poder costearle un viaje de estudios a una de las hijas.

d. Los miembros de una familia deciden turnarse para trabajar durante todo un sábado con el fin de envasar todos los tomates antes de que se echen a perder.

e. En otra familia, los hermanos deciden poner en un fondo común el poco dinero que puedan ganar o que les regalen y turnarse mes a mes en utilizar lo que necesiten del fondo para ir comprándose la ropa que les haga falta, comenzando con los más pequeños.

2. Para ilustrar lo que significa ser amigo en la familia, formular la siguiente pregunta: ¿Qué cualidades son necesarias para una amistad verdadera (celestial)? Mientras le dan las respuestas, haga el siguiente diagrama:

Sacrificio

Valor

Compasión

Interés

Abnegación

Disposición a escuchar

Trabajo

Amor

Lealtad

Amistad

3. Sean cuales sean las respuestas de los miembros de la clase, preguntar cómo están relacionadas cada una de las cualidades mencionadas con las demás. Por ejemplo, ¿qué valor tiene el amor si no va acompañado de la disposición a escuchar? ¿Cómo se justifica la compasión si no existe la lealtad? Explicar que los principios correctos de amistad (y de hermandad) están relacionados entre sí. Los principios correctos se fortalecen mutuamente y la violación de uno de ellos afecta a todos los demás. "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos" (Santiago 2:10).

4. Establecer la diferencia entre el nivel celestial de estas cualidades y el nivel terrestre, y demostrar que el tipo de vida terrestre implica cierto egoísmo. Hacer notar también cómo la versión terrestre del sacrificio puede llegar a tener ciertas connotaciones de martirio. Si el maestro lo desea, puede preguntar qué sentimientos existirían al donar un riñon a un pariente si el donador en cuestión lo hiciera con el punto de vista del nivel terrestre.

Él marido y la mujer como hermanos espirituales

Conceptos Como hermanos en una familia tenemos la oportunidad de aprender a mancomunar fundamentales nuestros esfuerzos para ayudarnos los unos a los otros a lograr la vida eterna. Este

principio es también básico en la relación que existe entre marido y mujer. Si se le pone en práctica, la pareja puede ser guiada por el Espíritu al desarrollo de una relación eterna mucho más profunda, a una unidad en Cristo: "Y les mandó que no hubiera contenciones entre uno y otro, sino que fijasen su vista hacia adelante con una sola mira, teniendo una fe y un bautismo, teniendo entrelazados sus corazones con unidad y amor el uno para con el otro" (Mosíah 18:21).

Nuestro amoroso Padre Celestial nos envió a nosotros, sus hijos espirituales, a formar parte de una familia; en su seno es donde mejor podemos labrar nuestra propia exaltación ayudándonos mutuamente. Los cónyuges que violen las responsabilidades que como hermanos tienen el uno para el otro, con ello harán daño a su matrimonio; la unidad que un día Soñaron tener no sólo les parecerá fuera de su alcance, sino imposible de obtener.

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El matrimonio es una experiencia llena de dificultades y poder refinador; es la preparación mortal para la vida por venir. Por medio de la paciencia, la perseverancia, el sacrificio y el amor, el matrimonio puede llevar a los cónyuges a la plenitud del contentamiento.

Muchas personas en el mundo están engañadas en cuanto al verdadero propósito del matrimonio. La forma de conducirse de algunos cónyuges es una burla del valor eterno de ambas personas y una ofensa ante Dios. Los matrimonios se pueden categorizar fácilmente dentro de los tres niveles de vida: el telestial, el terrestre y el celestial.

Lo más importante en la vida de un matrimonio telestial es la satisfacción personal. En la generalidad de los casos, esos matrimonios se caracterizan por un ambiente de continua disensión y de destrucción mutua, y a menudo desembocan en el divorcio.

Lo más importante en la vida de un matrimonio en el nivel terrestre es recibir la honra de los.hombres. Marido y mujer cooperan el uno con el otro y existen entre ellos respeto y afecto considerables.

En lo que tiene que ver con el matrimonio celestial, lo más importante es hacer la voluntad de Dios y merecer su gracia. La relación está caracterizada por la armonía, la unidad y la dicha, con la esperanza de un compañerismo y una progenie eternos.

Considere el siguiente ejemplo:

Juan, el esposo de Paulina, se había apartado de la Iglesia. Después de cuatro años comenzó a asistir nuevamente a las reuniones. Tuvo una extensa conversación con un vecino y admitió que tenía un testimonio de la Restauración e hizo a un lado los resentimientos que tenía hacia algunos de los miembros del barrio. Las "razones" en las que se había amparado para su alejamiento ahora le parecían intrascendentes, así que un buen domingo fue con su esposa y sus hijos a la reunión sacramental. Lo que preocupaba a Paulina era lo irritable que se encontraba ella desde que su esposo había "vuelto al redil". ¿Por qué me siento tan perturbada en cuanto a esto?, se preguntaba. No era que se sintiera culpable por haberlo presionado para que.volviera a la Iglesia; tampoco se debía al hecho de que la presión puesta sobre él no hubiera dado ningún resultado. De hecho, el retorno de Juan se debía estrictamente a los propios esfuerzos de él y de ninguna manera a la presión ejercida por su esposa.

Paulina reconocía que sentía agradecimiento por el afecto de aquel vecino que le había devuelto las esperanzas a su matrimonio y por lo que el futuro le deparaba con su esposo. Entonces, ¿por qué se mostraba tan impaciente hacia Juan? ¿Por qué lo criticaba tanto?

No pudo darse cuenta de la respuesta hasta que el obispo llamó a Juan para ser el líder de los Marcadores de la Primaria. Entonces comprendió que estaba celosa de él y recordó que se había sentido igual una vez en que le habían hecho un llamamiento a su hermano mayor y no a ella. Recordó cuan resentida se había sentido y lo que su madre le había dicho: "Paulina, tendrías que sentirte contenta por tu hermano". Paulina repitió tiernamente la palabra "hermano". Muchas veces la había dicho con indiferencia o envidia.

Por años el término "hermano" había significado competencia, resentimiento y celos para Paulina, y entonces comprendió que por muchos años ella había tratado a su esposo con la misma falta de consideración con que había tratado a su hermano.

1. Repasar las dos formas en que los miembros de la Iglesia son hermanos. Preguntar: "¿En qué sentido son entonces el matrimonio y los hijos todos hermanos entre sí?"

2. Recordar a los miembros de la clase que la calidad o el nivel de su matrimonio es una expresión de su propia obediencia a los convenios y que en los momentos en que no obedecen o demuestran egoísmo, harán bajar el nivel de sü relación matrimonial.

3. Tratar el ejemplo de Paulina y Juan. Reconocer específicamente las actitudes tan poco fraternales que ella demostraba hacia su esposo. Describir cómo habría podido llegar a ser la relación con su hermano en su juventud si ella hubiera sido la clase de hermana que sugiere el rey Benjamín en Mosíah 5:7.

Conclusión

1. Instar a los miembros de la clase a que se imaginen en la situación de tratar como hermanos a sus familiares en un nivel celestial. Sugerirles que recuerden algunas situaciones del nivel terrestre que hayan surgido en su familia y pedirles que escriban

Sugerencias para el desarrollo de la lección

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Lección 8

de qué manera esa situación podría haber sido diferente si los padres se hubieran comportado de una manera celestial.

2. Exhortar a los padres a enseñarles a sus hijos en el correr de la semana por lo menos un aspecto de lo que significa ser hermanos.

3. Instar a las parejas a escudriñar las Escrituras en busca de ejemplos de relaciones celestiales entre hermanos y a presentar uno de ellos en la clase de la próxima semana.

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Los hermanos Hoja de trabajo de la lección 8

INSTRUCCIONES Responda con cuidado a las siguientes preguntas:

1. Somos hermanos en dos sentidos; ¿cuáles son?

a.

b

2. Como hermano o hermana y también como cónyuge, ¿en qué nivel me encuentro al cumplir con mi función en las tres responsabilidades básicas?:

a. Al reunirme en consejo familiar.

b. Al apoyar y ayudar a los demás.

c. Al ser un amigo.

Acción necesaria:

3. ¿Entienden completamente mis hijos estos tres aspectos básicos de la función de un buen hermano?

Acción necesaria:

4. ¿Les proporciono yo a mis hijos un buen ejemplo para que ellos se sientan inspirados a seguir las enseñanzas del Salvador en cuanto a la forma de ser un buen hermano?

Acción necesaria:

ASIGNACIONES 1. Completar el ejercicio anterior.

2. Durante una noche de hogar hablar sobre el concepto de ser un buen hermano y analizarlo con la familia.

3. Aprovechar las oportunidades de instar a los hijos a ayudarse y a sacrificarse los unos por los otros.

4. Hacer un repaso del estilo de vida de la familia, de las comodidades que les ofrece el hogar y de los bienes materiales que poseen para ver si se está promoviendo el egoísmo o el deseo de compartir.

5. Ayudar a los miembros de la familia a distinguir entre la relación familiar en el nivel terrestre y en el nivel celestial.

6. Orar todos juntos en familia.

MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

1. Mosíah 5:7. (Entre nuestros hermanos de la Iglesia se encuentran los vecinos, los hijos y el cónyuge.)

2. Mosíah 18:21. (Los hermanos evitan las críticas malsanas.)

3. Alma 17. (Los hermanos se animan mutuamente a mantener la rectitud.)

4. Colosenses 3:12-17. (Llegamos a ser una bendición para la vida de nuestros hermanos al sentarnos con ellos en reuniones de consejo familiar, al apoyarlos y al ser sus amigos.)

5. Alma J. Yates, "La primera salida" ("First Date," New Era, Young Women Edition, noviembre de 1985, págs. 46-54) (adjunto a esta lección).

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Lección 8

LA PRIMERA SALIDA Siempre tuve la idea de que los cables se cruzaron el día en que nací. O tendría que haber por Alma J.Yates ido a otro lugar, o tal vez tendría que haber sido varón. Fui la única mujer en una familia

' de siete hermanos varones, cuatro de ellos mayores y tres menores. Tal vez haya sido mejor que mis padres tuvieran tantos hijos varones, ya que tenían una notoria predilección por los nombres religiosos que comienzan con la letra/, por lo que mis hermanos se llaman Juan, Jared, Josué, José, Jacobo, Joel y Jeremías. Afortunadamente en mi caso, mamá y papá decidieron apartarse un poco de la tradición de nombres que comenzaran con jota y me dieron el nombre Susana.

Por ser la única mujer entre esa pandilla de varones, me vi enfrentada a varios problemas. Para empezar, siempre me sentía insignificante junto a ellos. No recuerdo que hubiera ni una sola de mis amigas que no estuviera enamorada de por lo menos uno de mis hermanos mayores, y por cierto que tenían sus buenas razones para estarlo. Juan y Jared, los dos mayores, eran rubios y de ojos castaños, mientras que Josué y José, los mellizos mayores que yo, eran de pelo castaño y ojos celestes. Los cuatro eran de estatura media, de buen físico, de piel tostada por el sol, un tanto tímidos y notoriamente bien parecidos.

El crecer rodeada de siete hermanos fue divertido y hasta se puede decir que fue como una gran aventura. Mientras otras niñas de mi edad todavía jugaban con las muñecas, yo jugaba en el equipo de fútbol del vecindario, me ensuciaba las manos trabajando en el motor del auto de uno de mis hermanos, o me tomaba a golpes de puño con los varones a la salida de la escuela.

La mayoría de las conversaciones que tenía con mi madre eran sutiles recordatorios de que en algún lugar recóndito de mi ser, debajo de las manchas de grasa en los pantalones, de la suciedad de las manos y del cabello desordenado, se encontraban las semillas de toda una joven dama. Por años tuve mis serias dudas, pero mamá tenía razón y en efecto llegó el momento en que descubrí que un joven del sexo opuesto puede ser mucho más interesante que alguien con quien pelear a la salida de la escuela, a quien pasarle la pelota o un buen mecánico. Ese fue el momento en que decidí cambiar la grasa de las manos por esmalte para las uñas, mis gastados pantalones vaqueros por medias de nylon, y mis fuertes golpes de derecha por una romántica sonrisa.

Pensé que estaba pronta para la transición de mi actitud varonil a la de una tierna jovencita, pero no había pensado jamás en el trauma que significaría para mis hermanos el que les mencionara por primera vez en mi vida que quería salir de paseo con un joven.

— ¡Salir con un muchacho! — exclamó Juan, mi hermano mayor, una noche después de cenar.

El había regresado poco tiempo antes de una misión en Perú y se consideraba una autoridad en cualquier tema, sobre todo si tenía algo que ver con la alocada idea de su hermana de salir con un muchacho. Eché una mirada a uno de los extremos de la sala donde mi otro hermano, Jared, estaba sentado leyendo las Escrituras. Acababa de recibir su llamamiento para servir en la misión de Chile - Osorno, y estaba entregado a los estudios de último momento. José se encontraba acostado sobre el sillón leyendo una novela y Josué estaba tirado en el suelo absorbido por una revista de deportes.

— ¿Qué es eso de que quieres salir con un muchacho? — me preguntó en tono impertinente mi hermano Juan.

Le eché una mirada rápida a través del cuarto. Me encontraba hojeando con poco entusiasmo un libro de literatura que tendría que ponerme a estudiar para un examen.

— Estaba pensando en que me gustaría empezar a salir. ¿Tiene eso algo de malo? — le pregunté.

— ¿Tú, salir con un muchacho? — me preguntó Jared, levantando la mirada de las Escrituras.

— Sí, yo — le repliqué—. ¿Qué hay de malo en que yo quiera hacerlo?

— Para empezar, no tienes todavía edad para eso — afirmó Juan —. Eres apenas una niña.

— Eso no es cierto...

— ¿Y con quién tienes pensado salir? — me preguntó José sin levantar la mirada del libro.

Me pasé los dedos por entre el cabello y respondí:

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Page 106: Enseñemos principios correctos

— Todavía no he pensado en nadie en particular — le dije; y suspirando profundamente agregué —: El viernes cumplo 16 años, así que ya estoy en edad de poder salir.

Mis hermanos se miraron entre sí y después clavaron la vista en mí como si les hubiera anunciado mis intenciones de presentarme para jugar en un equipo de fútbol profesional.

— ¿Se les ha ocurrido alguna vez pensar que después de todo soy mujer? — les dije con cierto tono de sarcasmo.

— ¡Dieciséis años! — exclamó José —. ¡Nuestra Susanita va a cumplir 16 años! Ahora va a poder dirigirles la palabra a los varones — agregó burlonamente.

— Vamos, espero que no llegue a ese extremo — dijo Josué —. No hay necesidad de andar apresurando las cosas.

— Bueno, ¡lamento haber siquiera mencionado el tema! — dije furiosa, sintiendo que me subía un calor a la cara.

— ¿Has puesto ya los ojos en algún muchacho? — insistió Jared.

— ¡Ya les dije que lamento haber siquiera mencionado el asunto! — repetí enérgicamente, haciendo como si de pronto estuviera totalmente compenetrada en la lectura del libro.

La conversación se detuvo un momento, pero a los pocos minutos me fue imposible resistir una curiosidad:

— ¿Sabes si Leo Torres sale con alguna chica en especial? — le pregunté a José con un tono casual tratando de no denotar demasiado interés.

El hizo un gesto con la boca y encogiéndose de hombros respondió:

— Creo que sale de vez en cuando, pero no con una sola. ¿Por qué?

— Curiosidad, nada más — le contesté sin apresuramiento mientras daba vuelta a la hoja.

— No me digas que le has echado el ojo a Leo Torres — me dijo inquisitivamente Josué.

— ¿Leo Torres? — preguntó Jared, tratando de recordar quién era el fulano.

— No hice más que una pregunta — les dije un tanto molesta, tratando de ocultar detrás del libro mis mejillas coloradas.

— Bueno, si vas a interesarte en alguien — dijo José —, interésate en alguien un poco más decente.

— ¿Qué tiene de malo Leo? — pregunté con tono defensivo —. Además, preguntaba sólo por curiosidad.

— Entonces sé curiosa sobre otra persona — insistió Josué.

— ¿Y desde cuándo me tienes que decir tú sobre quién puedo demostrar curiosidad? — le contesté —. Tú no eres mi padre.

— ¿Quién es el tal Leo? — preguntó Juan, tratando de hacer el papel de hermano mayor que se interesa objetivamente en su hermanita.

— ¿Estás segura de que ése no es un cualquiera? — gruñó Jared.

Para entonces ya estaba furiosa. Desde que tuve edad para gatear me había visto rodeada de cuatro hermanos que me observaban a cada paso como si yo no tuviera la capacidad de cuidarme sola. Hubo una época en que me sentía como si formara parte de su "banda", como si fuera totalmente igual a ellos, sin restricciones de ningún tipo. Pero una tarde, mientras jugábamos al fútbol en la calle, descubrí que la verdad era otra.

Tenía yo trece años entonces y, como decía mi mamá, estaba a un paso de ser toda una señorita. Pero, como todavía no lo era, en esa ocasión estaba jugando de portero y me apronté para recibir un pase de mi hermano Josué, cuando de pronto Tomás Porter, un joven que hacía poco se había mudado a nuestro vecindario, arremetió y me llevó por delante, haciéndome perder control de la pelota por primera vez en mi vida; como consecuencia del empellón perdí el equilibrio y caí sentada con tal fuerza que el golpe me hizo sentir como si se me hubieran aflojado todos los dientes.

Mientras Tomás me vanagloriaba de su poderosa acción, entre todos los demás jugadores se produjo un silencio cargado de electricidad. Juan y Jared me ayudaron a levantarme y a sacudirme la ropa, mientras José y Josué le echaban una mirada fulminante al agresor.

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Page 107: Enseñemos principios correctos

Lección 8

En la siguiente jugada, estoy segura de que Tomás hubiera preferido ser atropellado por un tren. Juan lo atropello por detrás y Jared se le arrojó a los pies, haciendo creer que trataba de robarle la pelota.

Un minuto después del incidente, Tomás todavía estaba tratando de aclararse la mente y darse cuenta de si aún tenía la cabeza y los miembros pegados al resto de su cuerpo.

— Eso fue intencional — acusó, al tiempo que se incorporaba y sacudía la cabeza —. ¡Yo ni siquiera tenía la pelota!

— ¡Amigo, el fútbol es un deporte recio! — le respondió Juan —. Si te molestan los encontronazos, mejor será que no juegues.

— Pero... ¡ustedes dos están en mi equipo! — protestó él, señalando a Juan y a José.

Ellos encogieron los hombros con indiferencia.

— ¡Lo que pasa es que a ustedes les molestó que me llevara por delante a su hermana! — agregó después furioso—. Si ella no puede aguantar los encontronazos y los golpes, entonces no debería jugar.

— Mi hermana puede aguantar los encontronazos y los golpes tanto como cualquier otra persona — dijo Jared con calma —. Eres tú quien se queja, no ella.

La próxima vez que traté de salir a atajar una pelota, Tomás volvió a arremeter contra mí, y a la siguiente jugada estaba otra vez en el suelo, revolcándose y quejándose.

— Pensé que ella estaba dispuesta a correr los mismos riesgos que todos los demás jugadores —protestó.

— Y los corre — dijo Jared —. Pero tú también corres los mismos riesgos que cualquiera de nosotros.

— Si es así, propongo que no juegue más — exigió él, mientras se levantaba.

— Y nosotros proponemos que tú no propongas absolutamente nada — le replicó Juan.

— ¿Puedo al menos marcarla?

— Todo depende de cuánto pueda resistir tu cuerpo.

Aquella había sido una etapa de mi vida en que la protección y atención eran bien recibidas; pero al aproximarme a la edad en que podría empezar a salir con muchachos, por cierto que no tenía el más mínimo interés en que mis cuatro hermanos mayores ahuyentaran a cuanto joven pusiera sus ojos en mí.

—Ya no soy una niña —les dije enojada a mis cuatro hermanos —, y ya sea que lo quieran admitir o no, puedo cuidarme muy bien yo sola. No necesito que ninguno de ustedes ande interviniendo en mi vida.

— Sí que lo necesitas si le has echado el ojo a Leo Torres — saltó inmediatamente Josué.

— Yo no le eché el ojo a nadie — le respondí.

— Vamos, sólo estamos tratando de protegerte — dijo Juan sonriendo, como tratando de calmarme.

—Juan — le contesté —, ya no soy la niña que jugaba al fútbol con ustedes. Tengo casi dieciséis años.

—Ya sé —dijo él entre dientes —; me sentiría más tranquilo si todavía fueras la niña que jugaba al fútbol con nosotros. Ahora, los chicos ya están comenzando a mirarte.

— ¿Por qué no dejas que yo me preocupe de eso? — respondí con altanería.

— Porque no me parece que a ti te preocupe. En pocos años ya serás mujer, Susi —dijo, como queriendo poner punto final a la discusión —. Y no queremos que mientras tanto te suceda nada.

— Bueno, ¡yo sí quiero que me pase algo! ¡Estoy cansada de tanto aburrimiento! — exclamé.

Después tomé el libro e hice como si estuviera leyendo de nuevo. Fue entonces cuando noté el ardor de las lágrimas en los ojos. ¡Lo peor que me podía pasar era ponerme a llorar frente a mis hermanos!

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— Susi, ¿qué te parece si tratáramos de conseguirte a alguien respetable con quien salir? — me propuso Josué en tono de broma.

— ¡Lo único que ustedes quieren es gobernar mi vida! — le contesté furiosa.

Y eso era todo lo que necesitaba para echarme a llorar con un diluvio de lágrimas. Enojada con mis hermanos, pero mucho más conmigo misma por haber flaqueado frente a ellos, tomé el libro y salí corriendo escaleras arriba para refugiarme a solas en mi habitación, donde arrojé el libro sobre la cómoda, me senté en el borde de la cama y seguí llorando.

Una hora después, cuando las lágrimas ya habían cesado y la furia y frustración se habían apaciguado, sentí un suave golpe en la puerta seguido de la voz de Juan, que preguntaba mansamente:

— ¿Podemos entrar?

Quería responder que no, pero nunca había podido permanecer mucho tiempo enojada con mis hermanos y sabía que no podía echarlos. Me acerqué al espejo para ver si todavía tenía los ojos rojos e hinchados; sabiendo que no había probabilidades de que tuvieran mejor aspecto por el resto del día, les dije que entraran.

Juan, Jared, Josué y José entraron en el cuarto con un aspecto muy humilde y se acercaron a la cama. No pude evitar una sonrisa al ver que estaban evidentemente incómodos.

— ¿Qué se les ofrece? — les pregunté mientras trataba de mantener en mi rostro la sonrisa.

Los tres menores miraron a Juan para que fuera él quien hablara en representación del grupo.

— Lo lamentamos si te parecimos muy entremetidos y sobreprotectores — dijo Juan tímidamente. Se puso las manos en los bolsillos y mirando hacia el suelo continuó —: Creo que hemos estado ciegos; no nos dimos cuenta de lo rápido que estabas creciendo. —Yo no respondí absolutamente nada—. Estábamos tan acostumbrados a verte como una niña que tal vez supusiéramos que nunca ibas a crecer. Pero la semana que viene ya cumples los dieciséis años.

Yo seguía mirándolo sin hablar, preguntándome a qué querrían llegar.

— Los hermanos mayores pueden servir para algo — agregó.

Yo lo miraba con expresión de indiferencia.

— Tenemos algo que proponerte — dijo. Después se frotó la palmas de las manos contra el pantalón, y continuó —: Hemos estado hablando mucho del asunto y lo tenemos todo pensado. — Suspiré con aire de duda —. Queremos arreglarte una salida para el día de tu cumpleaños; ya tendrás la edad para salir con muchachos. Y podemos encargarnos de todos los detalles.

Hice un gesto de impaciencia, pero el corazón me dio un salto. Siempre había soñado con salir por primera vez con un muchacho el día que cumpliera los dieciséis años.

— ¿Qué te parece? — me preguntó Juan.

Lo miré con cierta sospecha y le pregunté en quién habían pensado.

— Vamos, Susi, confía en nosotros — me dijo Jared.

— ¿A quién me presentarían para salir? ¿al Rey de los Tontos?

— ¿Te parece que haríamos los arreglos para que nuestra hermanita (mejor dicho, nuestra hermana) saliera con un tonto cualquiera? — me preguntó José.

— ¿Con quién, entonces?

— Con lo mejor que te puedas imaginar — dijo Juan sonriendo —. Todo lo que una señorita podría esperar en un joven, y más, mucho más.

— No estoy segura de poder confiar en ustedes — dije, pero a pesar de ello me intrigaba su oferta.

Sabía que si había alguien que pudiera concertarme una salida con un joven encantador y de ensueño, eran mis hermanos. Empecé a preguntarme cuál de todos sus amigos habrían escogido para mí. En seguida me vinieron a la memoria una media docena de ellos con quienes me moría por salir, todos diez veces mejores que Leo Torres.

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Lección 8

— Susi, danos la oportunidad — me pidió Jared —; ya verás qué arreglo te hacemos.

Me esforcé todo lo que pude por disimular mi repentino entusiasmo y después asentí con un movimiento de cabeza.

A las seis y treinta de la tarde del siguiente viernes estaba tan nerviosa que casi no podía caminar. Tenía las mejillas arreboladas, el corazón me latía como si fuera a salírseme del pecho y se me había puesto un nudo en la garganta. Les había advertido a todos los de la familia, particularmente a mis tres hermanos menores, que no necesitaría un gran público haciendo preguntas embarazosas. Estuve de acuerdo con que mamá y papá lo conocieran, pero sólo por un momento. Todos los demás debían estar bien escondidos.

Cuando sonó el timbre de la puerta a las 6:33 y 22 segundos, casi entré en un estado de coma. Volví a echarme una rápida mirada al espejo y después fui hasta la puerta. Tenía las rodillas tan débiles que parecía que en cualquier momento me desplomaría, sentía que el corazón me iba a explotar en cuestión de segundos y estaba segura de tener las mejillas en llamas.

Hice una pausa, respiré hondo, me esforcé por sonreír y tiré del pestillo de la puerta.

En realidad, en ningún momento había soñado con encontrarme a Tom Selleck ni a Robert Redford. Confieso que había dado algo de rienda suelta a mi mente fantasiosa, pero sin ninguna idea concreta. No obstante, la verdad es que nunca me hubiera imaginado siquiera que me encontraría a mis cuatro hermanos, parados en fila, en la posición de descanso en que se paran los soldados después de pasar revista, con las manos ocultas detrás. Estaban vestidos con ropa deportiva pero elegante, y a pesar de que eran mis hermanos, tuve que admitir que eran tan apuestos como cualquier joven con el que hubiera podido soñar. Pero eran mis hermanos, y eso arruinó todo.

Al principio no estaba muy segura de que no estuvieran haciéndome una broma, pero no me quedó la más mínima duda de que estaban en serio cuando Jared dijo:

— Bueno, aquí estamos.

El impacto fue tan fuerte y repentino que se me congeló todo el cuerpo, hasta la sonrisa forzada con que me había asomado a la puerta. Lo único que pude hacer fue quedarme inmóvil, contemplándolos fijamente con una mirada de incredulidad.

— Cuando dijimos que te conseguiríamos lo mejor — me dijo Juan muy sonriente —, decidimos no escatimar el más mínimo esfuerzo. Así que aquí nos tienes, a los cuatro, a tus órdenes.

— ¿Ustedes? —murmuré débilmente.

— Podría haber sido peor — añadió José —. De hecho, reunimos todas las cualidades que una joven querría encontrar en un hombre. Bueno, todo, menos un poco de humildad.

Abrí la boca para hablar, pero no me salió ni una sola palabra.

— ¿No vas a invitarnos a entrar por lo menos? — preguntó Josué sonriente.

— Sí, queremos conocer a tus padres — agregó Jared mientras codeaba a Josué.

A los pocos momentos, mamá y papá miraban por encima de mis hombros y me pude dar cuenta de que ellos estaban tan estupefactos como lo estaba yo.

— ¿Ustedes son los que van a salir con Susi? — preguntó mamá.

— Le prometimos lo mejor — dijo Jared con una gran sonrisa —. Nuestro honor estaba en juego. Teníamos que cumplir con lo prometido, así que no tuvimos más remedio que venir nosotros.

Traté de reír para no echarme a llorar, pero sabía que si derretía mi sonrisa congelada iba a causar otro diluvio allí mismo, frente a la puerta de la casa. Ya podía sentir las lágrimas agolpándose en mis ojos.

— ¿Están bromeando, Juan? — le preguntó papá con un tono de severidad.

El brillo en los ojos de Juan se debilitó momentáneamente, pero lo reavivó con una sonrisa:

— No se trata de una broma; es en serio. Hasta ahora siempre hemos ayudado a Susi en su transitar por el sendero de la vida, y pensamos que éste no era el momento más

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propicio para librarla a su suerte; por lo menos, no hasta que hayamos podido darle algunas ideas y sugerencias en cuanto a las salidas con los muchachos.

Tratando aún de contener una verdadera ola de lágrimas, me las ingenié para murmurar:

— No sé qué decir.

— Bueno, puedes decir lo que quieras, hermanita, pero no nos dejes plantados — me pidió José sonriendo —. Nuestra reputación se vería seriamente afectada si alguien se enterara de que nos plantó nuestra propia hermana.

Al unísono los cuatro pusieron las manos a la vista. Cada uno tenía una rosa de tallo largo y de diferente color: una blanca, una rosa pálido, una roja y una amarilla. Yo quedé sin habla. Juan trajo un florero blanco, alto y elegante, y cada uno de mis hermanos puso su rosa dentro de él. Luego, Juan me entregó el florero con las rosas, los cuatro me hicieron una gran reverencia y, con grandes sonrisas, me desearon al unísono un feliz cumpleaños.

— Ahora que hemos conocido a los padres —dijo José, con una leve inclinación de cabeza a mamá y papá —, mejor es que salgamos. Tenemos muchos planes para esta noche y poco tiempo para llevarlos a la práctica. ¿Tienes tu chaqueta?

— ¿Chaqueta? — repetí entre dientes, mientras seguía contemplando las hermosas flores.

— Vamos a ir a algunos lugares en donde puede estar un poco fresco —comentó Josué.

Mientras yo seguía inmóvil, mamá fue hasta mi cuarto y me trajo mi chaqueta azul.

— Yo me encargo de las flores — me dijo en voz baja, al tiempo que tomaba el florero de entre mis temblorosas manos y le entregaba la chaqueta a Jared.

Jared me puso el abrigo sobre los hombros y me tomó de un brazo y Juan lo hizo del otro, mientras José y Josué se adelantaban hasta el auto; con gran ceremonia, ambos abrieron la puerta e hicieron rodar hacia afuera una larga alfombra dorada.

— No pudimos encontrar una alfombra roja — se disculpó Josué —, pero pensamos que este color sería igualmente apropiado.

El entusiasmo de mis hermanos y su inocente alegría resultaron contagiosos, y antes de que reparara en ello empecé a reírme de sus ocurrencias. El nudo de la garganta había desaparecido junto con todas las locas ilusiones de mi salida con un príncipe azul, y tuve la cálida sensación de que aquélla sería una velada que difícilmente llegaría a olvidar.

Entre los cuatro me ayudaron a entrar en el auto y cerraron la puerta delicadamente detrás de mí como si fuera yo el objeto más frágil del mundo, como si el más leve roce me fuera a hacer daño.

— ¿Estás pronta? — me preguntó Juan una vez que estábamos todos en el automóvil.

Le hice saber que sí.

— Vamos a las montañas — anunció al tomar el volante.

— ¿Y les parece correcto que una chica vaya a las montañas con los jóvenes en su primera salida? — pregunté con tono de regaño.

Juan hizo un gesto apretando los labios y, echando una mirada a Jared, que estaba sentado a mi derecha, y luego a José y a Josué, que estaban en el asiento de atrás, comentó:

— Esta hermana nuestra es muy lista. No vamos a tener mucho que enseñarle.

— Sólo quiero asegurarme de que la situación sea muy clara — les expliqué —. Hay ciertos lugares a los que una chica no tiene interés en ir.

Jared asintió con aire de sabiduría, y dijo:

— Yo pensé que éramos nosotros quienes debíamos enseñar. O es más despierta de lo que pensábamos o ha estado echando una mirada al manual del maestro. — Luego, volviéndose hacia mí, agregó —: Cuando sales con personas como nosotros, no hay problema en que vayas a las montañas; y si mantienes la cabeza firme y los ojos abiertos, sabrás distinguir entre jóvenes como nosotros y los demás. Pero en este caso vamos al teatro al aire libre que está al final del desfiladero. Están presentando un melodrama que estamos seguros de que te gustará.

Ya estaba anocheciendo cuando pasamos por el desfiladero, dejando atrás las primeras luces del valle que titilaban en la distancia. Con las curvas del camino, por detrás de los

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Lección 8

pinos y los álamos se filtraba por momentos el brillo de la luna que acababa de asomar, mientras que las primeras estrellas de la noche comenzaban a centellear sobre nosotros.

A pesar de que el viaje hasta el teatro llevaba media hora, el tiempo pasó volando amenizado por la conversación y las risas, mientras tratábamos todos los temas, desde salidas con jóvenes del sexo opuesto hasta la actualidad deportiva y los equipos que podrían ganar el campeonato de fútbol. Poco antes de llegar a la cima de la montaña, nos desviamos por un camino que subía serpenteando entre los árboles y nos llevó hasta un amplio lugar abierto en el que se encontraba el estacionamiento. Los muchachos compraron las entradas y luego recorrimos a pie el camino hasta el teatro, que quedaba a unos cuatrocientos metros de allí.

Poco antes de llegar, nos encontramos junto a un arroyuelo que descendía de la montaña y cruzaba el camino. Había un pequeño puente de madera rústica, pero sin saber por qué me sentía aventurera y se me ocurrió la idea de no pasar por él.

— Crucemos por el agua — les propuse a mis hermanos, soltándome de los brazos de Jared y José y dirigiéndome hacia el arroyo.

— ¿Cruzar por el agua! — exclamó Josué —. Para eso hay un puente, así nadie tiene que meterse en el agua.

— Cualquiera puede cruzar por el puente — respondí —. Pero ¿qué tiene de particular ir por el puente? ¡No hay diversión en eso!

— Y tampoco hay enfriamiento de pies, resfríos ni pulmonía — me respondió José con mucha prudencia.

— Pero en mi primera salida quiero vadear el arroyo bajo la luz de la luna y las estrellas. ¡Será tan romántico! — dije con un tono soñador.

— Es mejor que crucemos el puente — insistió Jared, tomándome del brazo para tratar de hacerme volver al camino.

Yo me zafé.

— Pensé que el hombre le haría todos los gustos a la chica con la que sale por primera vez — afirmé, haciéndome la encaprichada.

Mis hermanos se miraron entre sí y después me miraron a mí. Finalmente, con un suspiro de resignación, Juan se sentó en una roca, empezó a desatarse los cordones de los zapatos y dijo con entusiasmo fingido:

— ¡Crucemos por el agua!

A los demás no les hizo gracia la idea, fijándose en la gente que pasaba por el camino en dirección hacia el teatro.

— Van a pensar que estamos locos — protestó Jared.

— Tengamos en cuenta que nada de lo que hemos hecho hasta ahora ha sido muy cuerdo que digamos — acotó Juan, encogiéndose de hombros.

— ¡Por favor, crucemos por el agua! — les imploré.

— Bueno, pero vamos a cruzar por aquel lugar que está obscuro — dijo Jared.

— Y no se le ocurra a nadie empezar una batalla de agua — advirtió Josué.

— Alguien se va a lastimar los pies en las piedras — refunfuñó José.

Cuando terminamos de cruzar el arroyo, de salpicarnos unos a los otros y de ponernos nuevamente los zapatos, estábamos muertos de risa y cinco minutos atrasados para la obra de teatro. Pero no tenía importancia.

Nos sentamos en la última fila, tapados con dos frazadas que Juan había ido a buscar al auto, y nos compenetramos con la trama de la obra que se presentaba sobre el escenario rústico, al pie de un cerro con hermosos pinos de fondo. No me acuerdo muy bien de cómo se llamaba la obra (algo así como "El villano de la colina"), pero se trataba de un abogado que era un truhán e intentaba apoderarse de una granja, única posesión de una hermosa señorita y su madre inválida. Silbamos y abucheamos al villano, y aplaudimos cuando el héroe de la obra — un vecino humilde, bien parecido y soltero — llegó para socorrer a la inocente heroína y a su madre.

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Después del teatro emprendimos el camino de regreso por el desfiladero y fuimos hasta un pequeño parque que hay en el este de la ciudad. Mientras Josué y José me llevaban a caminar y me empujaban en una hamaca hasta que tuve que implorarles que pararan, Juan yjared se quedaron para prepararme otra sorpresa. Cuando finalmente pude escaparme de las hamacas, Josué y José me llevaron por una angosta vereda hasta llegar a una mesa de picnic, colocada entre dos altos pinos. Sobre la mesa habían puesto un hermoso mantel blanco que servía de marco a los platos de loza y los cubiertos finos. Habían puesto un alto candelabro en cada uno de los extremos de la mesa, y en una rama baja de uno de los pinos habían colocado un pasacintas del cual provenía una música suave y romántica.

— ¿Qué te parece si cenamos? — me invitó sonriente José, mientras me acompañaba hasta la mesa y me ayudaba a sentarme.

— ¡Qué elegante! — exclamé, acariciando el mantel y admirando el arreglo de la mesa.

De entre las sombras aparecieron Juan y Jared, ambos luciendo chaqueta y corbata. Jared traía una botella de refresco en un balde con hielo, mientras que Juan llevaba un repasador blanco doblado sobre el antebrazo. Al mismo tiempo que uno nos servía la bebida, el otro se inclinó para preguntarnos qué íbamos a servirnos.

— ¿Les gustaría probar nuestro menú especial de medianoche? — nos preguntó con seriedad —, aun cuando todavía no es medianoche — agregó rápidamente.

— ¿Y en qué consiste ese menú especial? — pregunté, tratando de contener la risa.

— Tenemos un corte de carne doble "a la supreme", papas a la francesa y filete de pollo a la barbacoa. De postre podemos ofrecerle un delicioso remolino de chocolate.

— Tráiganos el menú completo — le dije, sin poder aguantar la risa.

Ellos dos se retiraron mientras José y Josué se quedaban a hacerme compañía. Escuchamos la música, tomando sorbos del refresco y picoteando algunos fiambres que Juan había dejado sobre la mesa.

No había pasado mucho tiempo cuando Juan yjared regresaron con la cena. El corte doble de carne "a la supreme" no era otra cosa que una hamburguesa doble; las papas "a la francesa" eran sencillamente papas fritas; el filete de pollo a la barbacoa eran trozos de pollo deshuesado a la milanesa comprados en un restaurante al paso; y el remolino de chocolate era un simple batido helado de chocolate. Pero, a pesar de que se tratabade comida que comíamos muy seguido, la atmósfera y la compañía hicieron de la cena un acontecimiento memorable.

— Es casi medianoche — anunció Juan, mientras se comía la última papa frita —. La primera regla que debes tener siempre presente es que tienes que estar de regreso en casa antes de las doce... o no mucho después.

— ¿Qué sucede si no llego? — pregunté —. ¿El automóvil del muchacho se va a transformar en una calabaza y la ropa que llevo puesta en trapos viejos?

— No — dijo Jared hablando lentamente —, pero puede que cuatro hermanos mayores salgan a hacer la ronda.

— ¿En busca de qué cosa? — pregunté en tono de broma.

— El secreto es estar de regreso a medianoche — repitió él con una sonrisa —. Tal vez tú no tengas miedo de cuatro hermanos haciendo la ronda, pero te aseguro que cualquier joven con el que pudieras salir sí lo tendría — agregó, al tiempo que guiñaba un ojo.

Cuando llegamos a casa, los cuatro saltaron del auto, me abrieron la puerta, desenrollaron la alfombra y me ayudaron a bajar. José y Josué me tomaron cada uno de un brazo mientras Jared y Juan se adelantaban para abrir la puerta de la casa. Pocos segundos después ya estaba adentro y mis hermanos se habían marchado. Oí que se cerraban las puertas del auto, arrancaba el motor y partían. Allí me quedé, sola en las sombras de la entrada, preguntándome si la noche encantada había sido realidad o sueño.

Riéndome interiormente, subí la escalera en puntas de pies y fui a la habitación de mamá y papá para decirles que había llegado. Abrí la puerta y en voz baja les pregunté si aún estaban despiertos.

Entonces se prendió la pequeña luz de la cabecera de la cama y los dos se sentaron para hablar conmigo.

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Lección 8

— ¿Cómo te fue en tu primera salida? — me preguntó mamá.

Me senté al borde de la cama y empecé a contarles todo lo que habíamos hecho sin pasar por alto el más mínimo detalle. Cuando terminé, sentí que me empezaban a brotar lágrimas de los ojos y me eché a llorar exclamando:

— ¿Qué los llevó a hacer algo tan maravilloso y alocado por mí? No soy más que su hermana.

Papá sonrió, respiró hondo y su mirada se clavó en las sombras de la habitación.

— Mira, en determinado momento de nuestra vida pensamos que tendríamos una familia de varones solamente — me dijo —. Después de cuatro seguidos uno comienza a perder las esperanzas. Y además, tus hermanos estaban seguros de que eso era lo que habría de suceder y que terminaríamos con diez hijos varones, y nos decían que no aceptarían a ninguna niña entre ellos.

Papá rió y mamá me hizo una guiñada.

— Entonces llegaste tú. Cuando les di la noticia, no recuerdo haber visto jamás a un grupo de muchachitos tan desilusionados; ni siquiera querían verte. Les habías arruinado el sueño de una casa donde reinaran los varones. — Papá hizo una pausa y luego continuó —: Finalmente los convencí de que te fueran a ver, y lo hicieron, aunque con ciertas reservas. Se pararon en puntitas de pie para mirar por la ventana de la sala de los recién nacidos. Tú estabas llorando y causando un gran alboroto. Creo que sintieron pena de ti, porque tuvieron una breve conferencia privada entre los cuatro, después de la cual Juan anunció: "Creo que mejor será quedarnos con ella; llora tanto que nadie más la va a querer. No es lo que esperábamos, pero está bien".

Papá dejó escapar una carcajada.

— Desde ese momento nunca vi a cuatro niños más orgullosos de su hermanita; ni de un hermanito tampoco. Yo sé que muchas veces han aparentado ser duros contigo, pero eso no es nada más que una fachada. Estoy casi seguro de que esta noche querían demostrarte los detalles en que debes fijarte cuando llegue a tu vida esa persona especial que algún día llegará. ¡Te aseguro que un joven que pueda pasar la inspección de tus hermanos seguramente sería bueno para cualquier muchacha!

Al dejar a mamá y a papá para irme a mi cuarto, escuché voces provenientes de la cocina y me di cuenta de que mis hermanos habían vuelto. Bajé silenciosamente la escalera y me los encontré preparándose unos emparedados.

— Y, ¿qué tal la salida de esta noche? — preguntó riéndose José entre mordiscones al emparedado, al mismo tiempo que codeaba a Josué.

Sintiéndome de pronto muy emocionada, me acerqué a Juan, le di un beso en la mejilla y le susurré: "Gracias".

— ¡Eh! no se besa al muchacho en la primera salida — me advirtió Jared desde el otro extremo de la mesa agitando el dedo índice.

— Depende de quién sea el joven — respondí, mientras me dirigía hacia José.

Al acercarme a darles un beso, cada uno de ellos fingió que trataba de esquivarme, pero de todas maneras me las ingenié para besarlos a todos. Para entonces, las lágrimas me corrían por las mejillas; sentía muchas emociones que deseaba expresarles en ese momento, pero no encontraba las palabras apropiadas ni tenía la serenidad necesaria para hacerlo, así que salí de prisa de la cocina. Mientras subía la escalera, escuché a los cuatro decirme al unísono: "Buenas noches, señorita Susi". {New Era, Young Women Edition noviembre de 1985, págs. 46-54.)

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El ser marido y mujer: Ser uno

OBJETIVO Que cada matrimonio se vuelva a trazar el cometido de venir a Cristo con un corazón quebrantado y un espíritu contrito para poder ser uno con El y entre sí.

NOTAS PARA EL MAESTRO 1. Ningún maestro puede enseñar, en el tiempo de que dispone, todo el material que se

brinda en esta lección con el grado de eficiencia que corresponde. Se le proporcionan todos esos materiales a fin de que usted, el maestro, cuente con mayores elementos de juicio para presentar la lección. Trate de enseñar algo de cada uno de los principios mencionados y permita que el Espíritu le guíe en la selección de las ideas. Recuerde que las Escrituras deben ser siempre la fuente primordial de materiales de estudio para los miembros de la clase.

2. Esté preparado para dibujar en la pizarra las gráficas que aparecen en la página 118.

3. Prepare esta lección con varios días de anticipación, y preste atención a las oportunidades que se le presenten de aplicar a su propia vida los principios que se enseñan.

4. Los padres que crían solos a sus hijos y que asisten a esta clase deben tener la seguridad de que el Señor conoce el deseo del corazón de toda persona. A los santos fieles no se les privará de ninguna bendición, y menos de la bendición de un compañero o compañera eterno, y a fin de apoyarles a lo largo de su estado probatorio terrenal, la Iglesia del Señor proporciona la ayuda del sacerdocio para la mujer que cría sola a sus hijos y la de la Sociedad de Socorro para el hombre que se encuentra en idéntica situación (véase Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, tomo 2, pág. 167).

5. En lecciones anteriores se ha analizado el papel del padre, el de la madre, el de los hijos y el de los hermanos. Antes de que una persona llegue a ser esposo o esposa, tendrá que haber sido hijo o hija, y quizás hermano o hermana, y los mismos principios se aplican a todas estas relaciones. Como ya se ha enseñado, la calidad de la experiencia en los diferentes papeles que nos toca desempeñar en la familia es cuestión de espíritu, de actitud, de cuan blandos de corazón seamos. Sea cual sea el grado de competencia que uno tenga en sus obligaciones de madre o padre o en sus responsabilidades de hermano o hermana, lo que puede determinar que la experiencia en la vida familiar sea telestial, terrestre, o celestial es el grado hasta el que uno tenga el "corazón quebrantado", como lo requirió el Salvador.

Debemos tener presente que una de las formas en que la gente halla justificativo para vivir en un nivel inferior al celestial es mantener una actitud con la que quiere demostrar que el vivir en un nivel celestial en la tierra es imposible. Una actitud así niega el cumplimiento de las promesas plenas del evangelio. Claro que esta vida está colmada de conflictos, pero los tales son necesarios para que nuestra existencia constituya la prueba que tiene como fin ser. La persona que tiene realmente fe en Cristo procurará constantemente la perfección y tendrá confianza en el poder que Cristo tiene de redimirla de su imperfección. En esta lección se ofrecerán ejemplos que ilustran la posibilidad de lograr el arrepentimiento. En ella se demuestra que, mediante la fe en el Salvador, el marido y la mujer pueden purificarse constantemente.

PRINCIPIOS A TRATAR 1. El marido y la mujer son hermanos espirituales.

2. Se invita a los matrimonios a venir a Cristo y a ser uno con El y entre sí.

3. Los principios por medio de los cuales llegamos a ser uno con nuestro compañero o compañera son los mismos por los que llegamos a ser uno con Dios.

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4. Cuando los matrimonios vienen a Cristo, se libran de la dureza de corazón, puesto que la única manera de venir a El es con un corazón quebrantado y un espíritu contrito.

LA LECCIÓN

Conceptos fundamentales

Sugerencias para el desarrollo de la lección

El marido y la mujer son hermanos espirituales

El casamiento, esa sagrada unión entre un hombre y una mujer, es ordenado por Dios. El propósito de la ceremonia matrimonial en sí es que el hombre y la mujer hagan promesas y convenios entre ellos y para con Dios. Los convenios y las promesas más hermosos de la tierra se hacen en el proceso de las ordenanzas selladoras efectuadas en los santos templos de nuestro Padre Celestial. Estos convenios se mantienen por medio de la fidelidad; son de naturaleza eterna y preparan al hombre y a la mujer para llegar un día a ser dioses. Aquellas personas que aún no han recibido las sagradas ordenanzas del templo deben prepararse para ser merecedoras de dichas bendiciones otorgadas por el Señor en esta vida y en la eternidad.

El Señor enseñó claramente el carácter sagrado del convenio del matrimonio. En Mateo 19:3 - 8 leemos las palabras del Salvador a los fariseos:

"... ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? [preguntaron los fariseos].

"El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,

"y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?

"Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.

"Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?

"El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así." (Cursiva agregada.)

La siguiente declaración hecha por el élder F. Enzio Busche recalca las palabras del Salvador en cuanto a la dureza de corazón:

"La única forma en que no hemos de sufrir por causa de la dureza de nuestro corazón, como lo explica Cristo, es incrementar dentro de nosotros mismos el poder del amor, y pedir literalmente a nuestro Padre Celestial que nos otorgue el don del amor, santificarnos por medio de la expiación de Cristo, el Señor, y llegar a ser como niños en humildad, para que podamos llenarnos de ese amor incondicional; y así, con ese amor, podremos tener el Espíritu, y con el Espíritu seremos guiados para enfrentar los problemas que nos presenta la vida." ("Los lazos familiares se fortalecen con amor", Liahona, julio de 1982, pág. 139.)

El marido y la mujer son hermanos espirituales, y aquellas personas que se sellen por esta vida y por la eternidad por medio de la autoridad del sacerdocio han hecho convenio entre sí y con el Señor de tener hijos y criarlos en la rectitud. El casamiento celestial es la unión más sagrada que se les permite disfrutar a los hijos de nuestro Padre Celestial. Aquellos que sinceramente y con fe en Cristo procuren honrar sus convenios en la vida mortal serán bendecidos con la prolongación de esa relación en la vida venidera. Los matrimonios que sean fieles a estos convenios se tratarán entre sí de acuerdo con los más elevados principios de amor cristiano y devoción. Se esforzarán de todo corazón por llegar a ser uno con Dios, y para lograrlo, deben esforzarse por ser uno entre sí de acuerdo con los principios de rectitud. El marido y la mujer que se tratan mutuamente como los hermanos espirituales — hijos de Dios — que son, serán leales, se brindarán apoyo mutuo y estarán siempre dispuestos a hacer sacrificios por el bien del otro y llevar sobre sus hombros la carga del otro, pues eso es lo que significa ser hermanos.

1. Dejar en claro el principio de que el casamiento es ordenado por Dios (véase Mateo 19:3-8).

2. Recordarles a los miembros de la clase que el marido y la mujer son hermanos espirituales.

3. Analizar brevemente la forma en que el tratarnos mutuamente como hermanos espirituales nos ayuda a elevar nuestros respectivos matrimonios al nivel más alto.

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Lección 9

Conceptos fundamentales

Sugerencias para el desarrollo de la lección

Se invita a los matrimonios a venir a Cristo y a ser uno con El y entre sí

El Salvador invita a todos a venir a El, pues sabe que en definitiva ésa es la única manera de hacer frente a los problemas de la vida con éxito y con verdadero gozo. El hacer la voluntad de su Padre le causó al Salvador mismo tanto sufrimiento como gozo, pero, a pesar de que tuvo que saborear lo amargo, El no se llenó de amargura. De esa manera llegó a experimentar la paz en medio del dolor y de la injusticia y la dureza de corazón de la gente; y por eso, "pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados" (Hebreos 2:18). El Salvador desea que todos vengamos a El y que le permitamos llevar nuestro yugo (véase Salmos 55:22), y nos proporciona todos los medios para que esto sea posible.

A medida que el marido y la mujer vienen a Cristo, y llegan a ser uno con El y descansan sobre El sus cargas, encuentran la paz en medio de las pruebas; y al ser uno con El, de pronto son también uno entre sí y aprenden a llevarse las cargas mutuas. Pero cuando no buscan al Señor, muchas de las experiencias que ofrece la vida comienzan a parecer insuperables. Lamentablemente, debido a la "dureza de sus corazones", a menudo hay matrimonios que rechazan Su invitación debido a lo que deciden hacer y los métodos que emplean para hacer frente a las dificultades de la vida.

Cuando nosotros somos el matrimonio en cuestión, las personas que más se ven afectadas por nuestra incapacidad de ajustamos a los principios del evangelio son los miembros de nuestra familia, y la relación que más sale perjudicada es la de nuestro matrimonio.

Las pruebas son algo que inevitablemente todos encontraremos en nuestro paso por la vida. Tal vez sean el resultado de la conducta de otras personas, del deterioro de la salud o de dificultades económicas que escapen a nuestro control; quizás la causa sea nuestra misma falta de sentido común, o el pecado. Pero la invitación del Salvador de llegar a conocerlos a El y a su Padre (véase Juan 17:3) constituye una oferta de liberación y de paz. Al tomar en serio esa oferta, llegaremos a ser uno en nuestro matrimonio, y esa unidad es una de las claves para lograr la plenitud del gozo.

1. Repasar la admonición del Salvador de que vengamos a El.

2. Analizar la oración del Salvador donde dice que debemos ser uno (véase Juan 17:11).

3- Dejar brevemente en claro que únicamente al venir al Salvador y seguir sus enseñanzas podemos tener la esperanza de ser uno con El y entre nosotros.

Los principios por medio de los cuales llegamos a ser uno con nuestro compañero o compañera son los mismos por los que llegamos a ser uno con Dios

Conceptos fundamentales

¿Cuáles son los principios de rectitud que les permiten a marido y mujer ser uno? ¿Cómo se logra esta unidad? ¿Cómo pueden los cónyuges hacer aquellas cosas que, dadas nuestras imperfecciones, algunas veces parecen ser tan poco realistas? Estos principios son los mismos por los que llegamos a ser uno con el Señor.

Iguales principios a los que gobiernan esta unidad son los que se deben seguir para que la oración sea eficaz:

1. Debe ser sincera.

2. Debemos estar dispuestos a escuchar.

3- Debemos estar dispuestos a entender.

4. Debemos acercarnos a nuestro Padre Celestial con humildad, amor y paciencia.

5. Debemos honrar la misión de su Hijo.

La oración es el medio de comunicación que el hombre tiene con Dios, pero los principios también se aplican a la comunicación entre marido y mujer. Si deseamos ser uno con nuestro cónyuge, debemos ser sinceros, debemos demostrarle amor, paciencia y el deseo de escuchar y ser comprensivos. ¿Cuan eficaz podría ser la oración si fuéramos impacientes y dedicáramos la mayor parte del tiempo que oramos a quejarnos? Analice esta gráfica:

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Page 117: Enseñemos principios correctos

¿Qué requiere de nosotros la comunicación con Dios?

1.

2.

3.

¿Qué requiere de nosotros la comunicación con el cónyuge?

1.

2.

3.

Es cierto que Dios es perfecto y que no nos presenta algunos de los problemas que debemos enfrentar en nuestra convivencia con un cónyuge e hijos imperfectos. A pesar de ello, lo que trunca nuestros esfuerzos por ser uno no son las imperfecciones sino nuestra falta de deseo de buscar al Señor y de vivir conforme a principios correctos. Lo que pone en riesgo esa unidad es nuestra conducta y no las circunstancias en las que nos encontremos.

La siguiente gráfica ilustra algunos problemas típicos y los principios celestiales que pueden llegar a resolverlos.

Problema o asunto

1, Egoísmo.

2. Sentimientos heridos.

3. Orgullo.

4. Materialismo.

5. Injusto dominio.

Principio celestial

Amor cristiano.

Arrepentimiento/perdón.

Humildad.

Reconocimiento de que Dios es quien nos proporciona todo.

Siervo de todos.

Sugerencias para el desarrollo de la lección

1. Tomando la oración como ejemplo, explicar que los principios de una buena comunicación con Dios se aplican también a la buena comunicación en el matrimonio.

2. Hacer un bosquejo de los problemas típicos creados por el egoísmo, los sentimientos heridos, el orgullo, el materialismo y el injusto dominio, y luego ayudar a los miembros de la clase a entender los principios celestiales que se pueden aplicar en el hogar para resolver dichos problemas.

3. Analizar las siguientes preguntas adicionales: a. Si no aplicamos principios celestiales, ¿podremos alguna vez sentir que somos uno

con nuestro cónyuge? b. ¿Tratamos de justificar aquellas de nuestras acciones que no son celestiales? ¿Nos

valemos de nuestras debilidades para justificarnos por nuestro mal proceder? c. ¿Rehusamos arrepentimos? d. Si nos ponemos nosotros y ponemos nuestros deseos en primer lugar, ¿en qué

resultará nuestro matrimonio?

Cuando los matrimonios vienen a Cristo, dejan atrás la dureza de corazón

Considerar el siguiente ejemplo. Conceptos fundamentales Raúl aguardaba ansiosamente el momento en que pudiera sentarse frente al televisor esa

noche a mirar un partido de fútbol en directo. Ni siquiera se había tomado la hora del almuerzo a fin de poder terminar todo el trabajo del día sin tener que quedarse después de hora. Llamó a su esposa para recordarle que esa noche miraría el partido por televisión y le encargó que tuviera la cena pronta a tiempo, así todos podrían ver el partido después de comer. Esa tarde fue como si las horas volaran. Nunca se había sentido tan productivo

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Lección 9

en su trabajo. Al llegar a casa, se enteró de que su esposa había tenido serios problemas con la máquina de escribir y no había podido ni siquiera empezar a escribir el artículo que le habían asignado para la publicación mensual del barrio. Tenía que presentarlo al día siguiente, así que no tendría otro remedio que trabajar hasta altas horas de la noche para terminarlo. Demás está decir que ni siquiera había comenzado a preparar la cena. A todo esto se sumaba el hecho de que una de las hijas necesitaba que alguien la llevara hasta la biblioteca pública. Al principio, Raúl tomó las cosas con relativa calma y sin decir palabra, pero a medida que los contratiempos se hacían más notorios, empezó a irritarse. Finalmente, salió de la casa rumbo al automóvil. Dio un portazo en el vehículo y fue a comprar algo preparado para comer. Puesto que la antena del vehículo estaba rota, ni siquiera pudo empezar a escuchar el partido.

¿Creen ustedes que Raúl puede sentirse uno con su esposa? Si Raúl fuera a aplicar los principios de "venir a Cristo" en esas circunstancias, ¿qué pensaría y sentiría? ¿En qué consiste este problema? ¿Cuál sería la forma más aceptable de hacer frente a esta situación?

Antes de recomendar absolutamente nada a Raúl, se debe tener en cuenta que las sugerencias que se den habrán de revelar la forma en que cada uno aplicaría los principios del evangelio. ¿Sería realista en este caso una solución celestial? Si se le recomendara una solución terrestre, ¿querría eso decir que no se vislumbra ninguna posibilidad celestial? Se le podría recomendar que hiciera algunas cosas que estarían respectivamente en el nivel telestial, el terrestre o el celestial. ¿Debería ser un 15 por ciento menos egoísta? ¿Qué tal si se resintiera un 40 por ciento menos? ¿Cuánto es suficiente si es que va a ser uno con Dios y con su esposa? ¿Podría acaso sugerirse solución alguna que no estuviera totalmente basada en principios celestiales?

De hecho, tal vez no se esté en condiciones de pensar en ninguna solución que estuviera por encima del nivel en el cual esté viviendo la persona sin procurar antes la ayuda del Señor. Por otro lado, Raúl tal vez no podría aceptar ninguna sugerencia que estuviese en un nivel diferente de aquel en el cual él se encontrara viviendo. Más aún, si una de las dos partes insistiera en no dar el brazo a torcer, cualquier recomendación que requiriera blandura de corazón resultaría prácticamente imposible. Cuando nos alejamos de la luz y la verdad, las soluciones celestiales nos parecen irrealizables.

Si Raúl tuviera una actitud telestial, se consideraría con derecho a hacer casi cualquier cosa, por más dolorosa que resultara para otras personas. Las vías de solución telestiales no contemplan a nadie más que a uno mismo y frecuentemente generan rencor y deseos de venganza. El comportamiento que acompaña a ese tipo de actitud es de rechazo de la luz y la verdad necesarias para realmente solucionar el problema.

¿Qué pasaría si Raúl tuviera una actitud terrestre al encarar esta situación? Aun así, pese a no dar muestras de mucho resentimiento o malestar, justificaría sus sentimientos y se quejaría por tener que hacer más de la cuenta, o por no tener el suficiente apoyo de parte de su familia, o por la falta de consideración puesta de manifiesto hacia su tiempo e intereses. No obstante, al no estar dispuesto a encontrar una solución celestial, se condena a pensar que no hay forma de escapar a los sentimientos que tiene de haber sido tratado injustamente.

En otras palabras, es posible que Raúl aceptara cualquier sugerencia que estuviera por debajo de un nivel celestial, pero ninguna de ellas sería conducente a solucionar su problema en realidad. Al considerar el siguiente ejemplo de una solución celestial para el problema de Raúl, pregúntese: "¿Qué tendría que cambiar Raúl a fin de tomar con seriedad esta solución? ¿Cuáles tendrían que ser sus motivos para que pudiera ver las ideas como realistas o basadas en principios correctos?" ¿Qué tendría que cambiar en su corazón si la situación se aplicara a usted?

Una solución celestial: Decirle a Raúl que haga a un lado su interés en el partido de fútbol y que ayude a su esposa a solucionar el problema que ella tiene. El ir a comprar comida hecha o prepararla él mismo en casa sería el primer paso, aun si al principio no lo hiciera con la mejor de las actitudes. También puede llevar a su hija hasta la biblioteca, aun cuando tenga que pensarlo dos veces. Habría que pedirle a Raúl que se pregunte lo siguiente: "De todas las cosas que podría hacer ante una situación como ésta, ¿qué es lo que considero correcto ?", y que después haga aquello que íntimamente sabe que es lo propio.

Una solución real: Después de haber ido a comprar la cena, Raúl empezó a pensar en cuanto a cuan frustrante tuvo que haber sido para su esposa batallar con la máquina de escribir toda la tarde, sabiendo que tenía que terminar el trabajo para el día siguiente. Eso

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le recordó la ocasión en que él tenía que preparar un presupuesto urgente para su jefe y se descompuso la máquina calculadora de la oficina. Se dio cuenta de lo afligida que debió haberse sentido su esposa ante la irritación silenciosa de él cuando vio que sus planes de una velada perfecta se habían visto echados por tierra. En ese momento, sin embargo, estaba ansioso de llegar a casa, pero por razones muy diferentes...

Considerar ahora el siguiente ejemplo.

Hacía dos años que David y Diana se habían casado. Su relación se había deteriorado un poco y sus conversaciones estaban plagadas de críticas mutuas. Ninguno de los dos parecía encontrar satisfacción ni felicidad en su matrimonio. Se sentían agobiados por todo lo que tenían que trabajar para cumplir con las obligaciones que habían contraído. Mucho de lo que un día habían esperado de su matrimonio ya parecía no existir. David pensaba que Diana no era bastante espiritual y parecía no apoyarlo en sus decisiones como poseedor del sacerdocio. Por su lado, Diana consideraba que sus contribuciones al hogar tenían tanto valor como las de él y que, pese a ello, su esposo la trataba injustamente. Una noche, tras una acalorada discusión, Diana tomó algunas de sus cosas y se marchó a la casa de sus padres, convencida de que no había sabido escoger un buen marido y de que había cometido un error irreparable.

Durante tres semanas no hubo ningún tipo de contacto entre ellos. Al principio, David pensó que su esposa volvería, pero Diana se había vuelto a sentir protegida por el amor de sus padres y la seguridad de su hogar. Mientras tanto David seguía pensando en todas las equivocaciones de su esposa y en cuan justificadas estaban las acciones de él. Todas las noches oraba al Señor pidiéndole que ayudara a su esposa a cambiar, a ser una mejor persona, tal vez más parecida al tipo de persona con la que él un día pensó que se había casado.

Una noche, mientras escribía en su diario, leyó algunas de las cosas que había escrito meses atrás y se dio cuenta de cuánta crítica hacia su esposa había en esas páginas. De pronto comprendió que las críticas, los comentarios menospreciantes y la falta de consideración hacia el bienestar de su esposa constituían una contradicción directa de toda la espiritualidad que él profesaba. Ahora se daba cuenta de la razón por la cual ella no podía apoyar sus tan mentadas decisiones de poseedor del sacerdocio. Se arrodilló a orar, esta vez con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, y pidió al Padre que le perdonara. No oró para que el Señor cambiara a su esposa, sino para que le ayudara a cambiar a él, a fin de que pudiera llegar a ser el tipo de esposo con el que Diana creyó haberse casado. Cuando con humildad le expresó sus sentimientos a Diana, ella sintió el renovado deseo de volver a empezar. Sus esfuerzos sinceros ablandaron el corazón de su esposa y dieron entrada a una nueva admiración y respeto por su marido.

En el vínculo del matrimonio, tenemos un socio con el cual podemos procurar rectitud personal por medio del arrepentimiento, el amor sincero, la humildad y la diligencia. Tenemos la oportunidad de hacer el uno por el otro lo que el Salvador hizo por nosotros. En esa relación tenemos la oportunidad constante de tratar a la otra persona de la forma en que El nos ha tratado. Si buscamos el Espíritu, somos guiados a Cristo; al venir a El, nos purificamos por medio del don de su expiación, hacemos a un lado al hombre natural y comenzamos a emular algo de la paciencia del Salvador, su mansedumbre, su humildad y amor (véase D. y C. 121).

El Señor estableció familias terrenales para que en ellas pudiéramos aplicar a diario los principios del evangelio y los atributos divinos. Gracias al matrimonio aquí en la tierra, podemos prepararnos para llegar a ser padres celestiales.

"El Señor ejerce su poder desde el interior del hombre hacia afuera. Por el contrario, el mundo lo ejerce desde afuera hacia el interior... El mundo trata de reformar al hombre cambiándolo de ambiente; Cristo cambia al hombre, y éste cambia el ambiente que lo rodea. El mundo trata de amoldar el comportamiento del hombre, pero Cristo puede cambiar la naturaleza humana...

"Uno puede cambiar la naturaleza humana, la naturaleza propia, si se rinde a Cristo. Este cambio puede tener lugar aquí y hoy día, de la misma forma en que ha sucedido en el pasado; muchísimas personas tendrán que experimentar un cambio similar en el futuro; de lo contrario, el mundo se ahogará en su propia sangre. Y sólo Cristo puede hacer que se efectúe ese cambio." (Ezra Taft Benson, "Nacidos de Dios", Liahona, octubre de 1985, pág. 3.)

120

Page 120: Enseñemos principios correctos

Lección 9

El siguiente cuadro tal vez ayude a los miembros de la clase a darse cuenta de cómo pueden promover la unidad en sus respectivos matrimonios.

Problemas a enfrentar

1.

2.

3.

Principios celestiales que nos rigen

1.

2.

3.

Tal vez le ayude el hacer un resumen de los resultados de su determinación de vivir de acuerdo con principios celestiales, escribiendo en su diario lo que le sucede debido a lo que usted está dispuesto a hacer y haciendo partícipe a su cónyuge de lo que haya descubierto.

Sugerencias para 1. Analizar el caso de Raúl y señalar las diferencias claras que existen entre una actitud el desarrollo de telestial, una terrestre y una celestial ante dicha situación. Jo |f i/"*í~,í/"\,ri

.,- , ^^ . 2 Después de leer el caso de David y Diana, formular a los miembros de la clase las siguientes preguntas: a. Si David y Diana continúan arrepintiéndose de sus malos procederes, ¿cómo creen

que será la relación entre ellos dentro de seis meses? b. Si David o Diana vuelven a la misma dureza de corazón que tenían antes, ¿qué

empezará a suceder? c. ¿Qué papel tiene el arrepentimiento en el proceso que han iniciado David y Diana?

Conclusión

Mostrar el cuadro gráfico que aparece en la página 118, y pedir a los miembros de la clase que durante la semana, a medida que se vean expuestos a diferentes situaciones matrimoniales que requieran soluciones, determinen qué principios celestiales las resolverían.

121

Page 121: Enseñemos principios correctos

El ser marido y mujer: Hoja de trabajo de la lección 9

Ser uno

INSTRUCCIONES Con un espíritu de sinceridad y humildad, responda a las siguientes preguntas:

1. ¿Considero posible que un marido y su esposa sean "uno" y vivan en un nivel celestial en esta vida?

Acción necesaria:

2. ¿Comprendo cabalmente que ser uno con Dios implica buscar la manera de ser uno con mi cónyuge, y que los principios que debo aplicar para llegar a ser uno con Dios son los mismos que para ser uno con mi cónyuge?

A diario se nos presentan muchas oportunidades de demostrar nuestro interés de vivir al nivel más alto. En el correr de la próxima semana, siguiendo el formato que se da a continuación, escriba en su diario lo que haga para lograr la unidad entre usted y su cónyuge:

Asunto que enfrento:

a.

b

c.

Principio celestial a seguir:

a.

b

c.

3. ¿Demuestro tener un corazón quebrantado y un espíritu contrito, al punto tal de poner el bienestar de mi compañero o compañera por encima del mío?

Acción necesaria:

ASIGNACIONES 1. Hacer el ejercicio anterior.

2. En los casos en que resulte necesario, pedir perdón al cónyuge o a los hijos con un espíritu de humildad.

3. Hacer oraciones regulares y sinceras con el cónyuge.

4. Durante la noche de hogar, hacerles saber a los hijos cuánto se aman sus padres y que se consideran el uno al otro su mejor amigo.

5. Fijar una noche en particular para salir con regularidad solos los dos cónyuges.

6. Ir al templo regularmente, o hacer los planes necesarios para ir a sellarse.

1. Efesios 5:23; D. y C. 74:1. (Se les manda a los matrimonios venir a Cristo.)

2. Jacob 1:7; Omni 1:26; Moroni 10:32. (La única manera de venir a Cristo es tener un corazón quebrantado y un espíritu contrito.)

3. Mateo 19:3 - 8. (Llegamos a ser uno en el matrimonio de la misma manera en que llegamos a ser uno con Dios.)

4. Ezra Taft Benson, "Nacidos de Dios", Liahona, octubre de 1985, págs. 2 - 3 (adjunto a esta lección).

MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

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Page 122: Enseñemos principios correctos

Lección 9

NACIDOS DE DIOS

por el presidente Ezra Taft Benson

"¿Qué pensáis del Cristo?" (Mateo 22.-42). Esta pregunta que formuló nuestro Señor hace siglos que estimula el interés del mundo.

Afortunadamente para nosotros, Dios nos ha dado Escrituras modernas, otro testamento, o sea, el Libro de Mormón, para convencer al mundo de que Jesús es el Cristo. Cualquiera que lea el Libro de Mormón y lo ponga a prueba divina, como sugiere Moroni (Moroni 10:3 - 5), obtendrá esa convicción. Una vez que se ha obtenido, surge la pregunta: "¿Estoy dispuesto a seguirlo?" Los diablos creen que Jesús es el Cristo; sin embargo, siguen a Lucifer. (Véase Santiago 2:19; Marcos 5:7.)

A través de los siglos, los profetas han exhortado a la gente a que se decida por una cosa o la otra. "Escogeos hoy a quién sirváis", amonestó Josué Qosué 24:15).

Elias exclamó: "¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle" (1 Reyes 18:21).

Cuando escogéis seguir a Cristo, escogéis el Camino, la Verdad y la Vida; la senda correcta, la verdad salvadora y la vida plena (véase Juan 14:6).

"Quisiera exhortaros a buscar a este Jesús", dice Moroni (Éter 12:41).

Cuando uno decide seguir a Cristo, decide también cambiar.

"Ninguna persona", declaró el presidente David O. McKay, "puede resolver sinceramente que va a aplicar a su vida diaria las enseñanzas de Jesús de Nazaret sin experimentar un cambio interior. La frase 'nacer de nuevo' tiene un significado más profundo del que muchas personas le dan. Este cambio no puede describirse con palabras, pero es muy real." (En Conference Report, abril de 1962, pág. 7.)

¿Puede una persona cambiar realmente? Por supuesto. Esto sucede todos los días en la gran obra misional de la Iglesia. Es uno de los milagros de Cristo que están más difundidos en esta época. Si no os ha sucedido a vosotros, debería ocurrir.

Nuestro Señor le dijo a Nicodemo: "El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" 0uan 3:3). El presidente Kimball ha comentado lo siguiente sobre esas palabras: "Esta es una solución total y sencilla a uno de los dilemas más importantes que existen... Para obtener la vida eterna es necesaria una transformación, o sea, nacer de nuevo" (en Conference Report, abril de 1958, pág. 14).

El presidente McKay dijo que Cristo le requería a Nicodemo que sufriera un cambio completo. "Su manera de pensar, sentir y actuar concernientes a lo espiritual tenía que sufrir una transformación fundamental y permanente" (en Conference Report, abril de 1960, pág. 26).

Además de recibir las ordenanzas del bautismo y la imposición de manos, debemos nacer de nuevo espiritualmente para obtener la exaltación y la vida eterna.

Alma declara:

"Y el Señor me dijo: No te maravilles de que todo el género humano, sí, hombres y mujeres, toda nación, familia, lengua y pueblo, deben nacer otra vez; sí, nacer de Dios, ser cambiados de su estado carnal y caído a un estado de rectitud, siendo redimidos de Dios, convirtiéndose en sus hijos e hijas;

"y así llegan a ser nuevas criaturas; y a menos que hagan esto, de ningún modo pueden heredar el reino de Dios." (Mosíah 27:25-26.)

El proceso de nacer de nuevo o de cambiar se describe elocuentemente en el libro que es la clave de nuestra religión, el Libro de Mormón.

Los que habían nacido de nuevo después de escuchar el discurso del rey Benjamín sufrieron un cambio sumamente grande, hasta el punto de que ya no tenían el deseo de hacer lo malo, sino de hacer el bien continuamente (véase Mosíah 5:2, 7).

El cuarto capítulo de Alma describe un período en la historia neflta en que "la iglesia empezó a disminuir en su progreso" (Alma 4:10). Alma procuró resolver este problema renunciando a su puesto judicial en el gobierno y dedicándose completamente al sumo sacerdocio, que también era su responsabilidad. (Véase Alma 4:20.)

Se dispuso a rescatarlos con "el peso de un testimonio puro en contra de ellos" (véase Alma 4:19). En el capítulo 5, hay más de cuarenta preguntas importantes que Alma les hizo.

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Page 123: Enseñemos principios correctos

Hablando con franqueza a los miembros de la Iglesia, les preguntó: "Hermanos míos de la Iglesia: ¿Habéis recibido su imagen en vuestros rostros? ¿Habéis experimentado este gran cambio en vuestros corazones?" (Alma 5:14.)

Y continuó diciendo: "Si habéis experimentado un cambio en el corazón, y si habéis sentido el deseo de cantar la canción del amor que redime, quisiera preguntaros: ¿Podéis sentir esto ahora?" (Alma 5:26.)

¿No os aumentaría enormemente el progreso de la Iglesia hoy día si muchos más miembros nacieran de nuevo espiritualmente? ¿Os imagináis lo que sucedería en nuestros hogares? ¿Os imagináis lo que pasaría si hubiera muchos ejemplares más del Libro de Mormón en las manos de muchos misioneros más que hubieran nacido de Dios y que supieran cómo utilizarlos? Cuando esto suceda, tendremos la cosecha que el presidente Kimball anhela. Porque Alma había "nacido de Dios", al ser misionero predicó la palabra con tanta eficacia que hizo que muchos otros también nacieran de Dios. (Véase Alma 36:23-26.)

El Señor ejerce su poder desde el interior del hombre hacia afuera. Por el contrario, el mundo lo ejerce desde afuera hacia el interior. El mundo trata de sacar a la gente de los barrios bajos; Cristo saca la bajeza social del corazón de las personas y ellos mismos salen de los barrios bajos. El mundo trata de reformar al hombre cambiándolo de ambiente; Cristo cambia al hombre, y éste cambia el ambiente que lo rodea. El mundo trata de. amoldar el comportamiento del hombre, pero Cristo puede cambiar la naturaleza humana.

"La naturaleza humana puede cambiarse, aquí y ahora", dijo el presidente McKay, y después continuó:

"Vosotros podéis cambiar la naturaleza humana. Nadie que haya sentido la influencia del Espíritu de Cristo, aunque fuera por medio minuto, puede negar esta verdad...

"Uno puede cambiar la naturaleza humana, la naturaleza propia, si se rinde a Cristo. Este cambio puede tener lugar aquí y hoy día, de la misma forma en que ha sucedido en el pasado; muchísimas personas tendrán que experimentar un cambio similar en el futuro; de lo contrario, el mundo se ahogará en su propia sangre. Y sólo Cristo puede hacer que se efectúe ese cambio.

"Doce hombres hicieron mucho por cambiar el mundo hace mil novecientos años; doce hombres sencillos." (Citado en Stepping Stones to an Abundant Life, comp. por Llewelyn R. McKay, Deseret Book Co., págs. 23, 127.)

Sí, Cristo cambia a las personas, y aquellos que hayan cambiado pueden a su vez cambiar al mundo.

Los que se transforman por Cristo permitirán que El los guíe. Al igual que Pablo, preguntarán: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" (Hechos 9:6.) Pedro dice que "deben seguir sus pisadas" (1 Pedro 2:21). Juan dijo que "deben andar como El anduvo" (1 Juan 2:6).

Finalmente, los que siguen a Cristo se amalgamarán con El. O como dijo el presidente Lee: "Ellos hacen arder en otros el mismo fuego que arde en su corazón" (Stand Ye in Holy Places, Salt Lake City, Deseret Book Co., pág. 192).

Ellos hacen la voluntad de Dios en lugar de la propia. (Véase Juan 5:30.)

Hacen siempre lo que complace al Señor. (Véase Juan 8:29.)

No sólo son capaces de morir por el Señor, sino, lo que es más importante aún, desean vivir por El.

Cuando se entra en su casa, los cuadros en las paredes, los libros en los estantes, la música en el ambiente, y sus palabras y acciones revelan que son cristianos.

Se mantienen firmes como testigos de Dios en todo momento, en todos los asuntos y en todos los lugares. (Véase Mosíah 18:9.)

Tienen a Cristo en la mente, lo recuerdan y elevan todos sus pensamientos continuamente hacia El. (Véase Doctrina y Convenios 6:36.)

Tienen a Cristo en su corazón porque lo aman para siempre. (Véase Alma 37:36.)

Toman la Santa Cena casi todas las semanas y vuelven a testificar ante su Padre Eterno que están dispuestos a tomar sobre sí el nombre de su Hijo y siempre recordarlo y guardar sus mandamientos. (Véase Moroni 4:3.)

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Page 124: Enseñemos principios correctos

Lección 9

En el lenguaje del Libro de Mormón, estas personas se deleitan en las palabras de Cristo, hablan de Cristo, se regocijan en Cristo, se vivifican en Cristo y se glorían en Jesús. (Véase 2 Nefi 33:6.)

En resumen, se pierden en el Señor y así encuentran la vida eterna. (Véase Lucas 17:33.)

El presidente David O. McKay relató un acontecimiento extraordinario que le ocurrió una vez. Dijo que mientras dormía tuvo una visión infinitamente sublime: Vio una hermosa ciudad, a una gran muchedumbre y al Salvador mismo. Estas son sus palabras:

"Comprendí que la ciudad era del Salvador. Era la Eterna Ciudad; y que las personas que le seguían iban a morar allí en paz y felicidad eternas.

"Pero, ¿quiénes eran ellos? El Salvador lo puso bien claro. Me indicó unas letras que se veían encima de sus .cabezas, escritas en oro, que decían:

" 'Estos son los que han vencido al mundo, los que verdaderamente han nacido de nuevo'.

"Cuando desperté", dice el presidente McKay, "estaba amaneciendo". (Cherished Experiences Jrom the Writings ofPresident David O. McKay, comp. por Clare Middlemiss, Salt Lake City, Deseret Book Co., págs. 59-60.)

Cuando nosotros despertemos y nazcamos de Dios, amanecerá un nuevo día y Sión será redimida.

Quisiera que nos convenciéramos de que Jesús es el Cristo, que decidiéramos seguirlo, que nos cambiáramos por El, que permitiéramos que nos guiara, que nos consumiéramos en El y que naciéramos de nuevo, y ruego que así sea, en el nombre de Jesucristo. Amén. (Liahona, octubre de 1985, págs. 2-3.)

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Page 125: Enseñemos principios correctos

Reconozcamos el valor de un alma

OBJETIVO Que mediante el ejemplo y la doctrina, los padres enseñen a los hijos que nuestro Padre Celestial atribuye un enorme valor a cada uno de sus hijos.

NOTAS PARA EL MAESTRO 1. Ningún maestro puede enseñar, en el tiempo de que dispone, todo el material que se

brinda en esta lección con el grado de eficiencia que corresponde. Se le proporcionan todos esos materiales a fin de que usted, el maestro, cuente con mayores elementos de juicio para presentar la lección. Trate de enseñar algo de cada uno de los principios mencionados y permita que el Espíritu le guíe en la selección de las ideas. Recuerde que las Escrituras deben ser siempre la fuente primordial de materiales de estudio para los miembros de la clase.

2. El evangelio brinda un entendimiento básico del valor del individuo que difiere considerablemente de la forma en que el mundo lo percibe. Cuando enseñe esta lección, no mezcle las filosofías de los hombres con las Escrituras. Asegúrese de que los conceptos sean simples y estén respaldados por las Escrituras.

PRINCIPIOS A TRATAR 1. Todos nosotros, simplemente por ser hijos de Dios, somos de enorme valor (véase D. v

C. 18:10).

2. Si nos vemos a nosotros mismos y a otras personas como hijos de nuestro Padre Celestial, hasta ese punto estimaremos a nuestros hermanos como a nosotros mismos (véase D. y C. 38:24). De ese modo, no negaremos nuestro propio valor, no nos compararemos indebidamente con otras personas ni trataremos mal a los demás.

3. Al expresar nuestro amor a los miembros de la familia, les hacemos ver su valor individual.

4. Aun cuando un miembro de nuestra familia tal vez no esté viviendo de acuerdo con principios correctos, aquellos que vivan en un nivel celestial continuarán amándole e instándole a obrar bien. Esto quiere decir que no le acusarán de no tener valor alguno así como tampoco justificarán su mal proceder.

5. Al amar a los demás como a nosotros mismos, podremos hacer todo lo que se requiera para demostrarles que ellos son almas de gran valor, y que por medio de la fe en Jesucristo pueden complacer a nuestro Padre Celestial.

Nuestro valor

La obra y la gloria de nuestro Padre Celestial es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de sus hijos (véase Moisés 1:39). Esto quiere decir que tenemos el potencial de llegar a ser como es nuestro Padre Celestial (véase D. y C. 76:50-59).

Satanás querría hacernos creer que dicha meta es imposible de alcanzar y quizás hasta indeseable. No obstante, el presidente Spencer W. Kimball declaró: "Dios desea que el hombre tenga éxito. El Evangelio de Jesucristo es el plan eterno de salvación. Se trata del plan diseñado y anunciado por Dios, el Eterno Padre, para la salvación de todos los que crean y obedezcan" (Teachings of Spencer W. Kimball, pág. 32).

"El valor de las almas es grande a la vista de Dios" (D. y C. 18:10). Más aún, sabemos que para el Señor somos de un valor infinito, puesto que El hizo un sacrificio infinito para salvarnos de la muerte física y espiritual (véase Alma 34:10-14).

¿Cómo podemos conservar la visión de las posibilidades que nuestro Padre Celestial ha puesto delante de nosotros, mantener ardiente el deseo de seguir su plan para hacer que cristalicen esas posibilidades y compartir con nuestros hijos esa visión y ese deseo?

10

LA LECCIÓN

Conceptos fundamentales

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Page 126: Enseñemos principios correctos

En Keeneland, estado de Kentucky, Estados Unidos, todos los años se efectúa una venta de potrillos de pura raza. Recientemente se vendió uno de esos animales por más de diez millones de dólares. Quizás haya quien se pregunte cómo se puede llegar a pagar una suma tan abultada por un caballo que todavía no ha corrido ni una sola carrera. La respuesta está en que el comprador invierte en el potencial del potrillo. ¿Cómo puede el comprador tener tanta fe en ese potencial? Tal vez esa fe esté en parte basada en el pedigree o linaje del caballo.

Sin el verdadero conocimiento de nuestro linaje divino, tal vez no pudiéramos alcanzar nuestro potencial. Si sabemos que somos de descendencia divina y si deseamos alcanzar el potencial que ese linaje nos ofrece, podremos lograrlo siguiendo el plan del evangelio, y podremos ser bendecidos de la manera que lo desea nuestro Padre Celestial.

Por supuesto, hay notorias diferencias entre la descendencia de Dios y la descendencia de los caballos. Una de ellas es que nosotros, los descendientes de Dios, tenemos un valor infinito. Para comprar un alma humana, fuera de quien fuera, se tendría que pagar exactamente el mismo precio, pues todas tienen el mismo valor. Sin embargo, y ésta es la segunda diferencia, no es necesario que se nos compre, pues Cristo ya nos compró. El pagó el precio infinito para rescatarnos de la muerte. Pero — una tercera diferencia — no llegamos a ser suyos contra nuestra voluntad. Si lo deseamos, podemos anular esa "compra", y si la venta no se lleva a cabo, se deberá únicamente al hecho de que nosotros mismos la anulamos. Nosotros seremos quienes rechacemos nuestra oportunidad, nuestro potencial, nuestro destino.

Sugerencias para 1. Antes de presentar los principios fundamentales, pedir a los padres que piensen en la el desarrollo de necesidad de hacer tres cosas esenciales para su progreso y felicidad continuos durante la lección su paso por la vida mortal:

a. Captar la visión de su valor divino y mantenerla siempre presente. b. Cultivar el fuerte e inalterable deseo de lograr la medida plena de su creación, tanto

aquí en la tierra como en el más allá. c. Transmitir esta visión y este deseo a sus hijos.

2. Relatar el caso de la compra del caballo y enseñar en cuanto al valor de un alma.

Cómo vernos a nosotros a través de los ojos del Señor

Conceptos El Señor nos ha dicho específicamente cómo podemos lograr nuestro potencial divino: "Yo fundamentales soy el camino, y la verdad, y la vida" 0uan 14:6; cursiva agregada).

Las Escrituras están repletas de ejemplos de personas que carecían de confianza en sí mismas pero que, por medio de su fe en el Señor, se dieron cuenta de que podían servirlo eficazmente y con renovada confianza. Enoc, por ejemplo, cuando el Señor lo llamó para que profetizara, dijo: "¿Cómo es que he hallado gracia en tu vista, si no soy más que un jovenzuelo, y toda la gente me desprecia, por cuanto soy tardo en el habla; por qué soy tu siervo?" (Moisés 6:31). Moisés, después de que el Señor se le apareció por primera vez, "se dijo a sí mismo: Por esta causa, ahora sé que el hombre no es nada, cosa que yo nunca me había imaginado" (Moisés 1:10).

De hecho, todo parece indicar que el llegar a la conclusión de que sin Dios nada somos es un paso esencial en nuestro progreso espiritual. Dios hasta nos da debilidades precisamente con el propósito de llevarnos a ese estado de humildad ante El: "Y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos" (Éter 12:27).

Aun cuando Dios desea que seamos conscientes de nuestras propias debilidades, no desea que nuestro progreso se vea entorpecido por considerarnos incapaces; por el contrario, El desea que lleguemos a ser capaces por medio de El. Analice el siguiente consejo: "Deja también que tus entrañas se llenen de caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de la fe, y deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se hará fuerte en la presencia de Dios..." (D. y C. 121:45; cursiva agregada).

Las personas que no se ven de la manera en que el Señor las ve tienen la tendencia a juzgarse, ellas mismas y a otras personas, no como hijos de Dios sino basándose

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Page 127: Enseñemos principios correctos

Lección 10

principalmente en su apariencia física, en la manera de vestir o en el éxito temporal que hayan alcanzado. Al juzgar de ese modo, es inevitable que algunos progresen y otros fracasen, según los dones terrenales con los que hayan nacido. Más aún, quienes hacen demasiado caso a la opinión que otras personas tienen de ellos, en la generalidad de los casos se ven también influidos por lo que esas otras personas esperan de ellos. De esa manera empiezan a preocuparse demasiado por sí mismos, a ser autoindulgentes y a convertirse en el único Centro de su propia atención; por este motivo, terminan por perder la estimación propia y por sentirse inseguros e ineptos. Las soluciones que el mundo demanda para este problema son, por un lado, apegarse a las normas de los demás, o por el otro, no prestar la más mínima atención a nadie. Entre otras cosas denigran a los demás, persiguen a aquellos que se destacan o se castigan a sí mismos por ser menos que otros. Pero aquel que entiende que él y los demás son ante todo hijos de Dios, y que lo único que importa es lo que Dios piense de ellos, se libra de la tentación de considerarse por encima o por debajo de nadie. Dios mismo les concederá a sus hijos todas las condiciones y aptitudes que necesiten para complacerlo a El y para cumplir con sus respectivas misiones en la tierra. Todas las sendas que conduzcan a la estimación propia son falsas, a menos que "estime cada hombre a su hermano como a sí mismo" (D. y C. 38:24).

Considere el siguiente ejemplo.

Sonia estaba constantemente irritada en la secundaria. Con sus quince años de edad no estaba muy segura de sí misma. Sus "amigos" se burlaban de su ropa, de sus piernas huesudas y de sus altas calificaciones en matemáticas. Empezó a vestirse con ropa diferente, a esconder las piernas con medias, pero continuó sacando altas calificaciones en matemáticas. Le daba vergüenza admitir que estudiaba para los exámenes de matemáticas, así que un día, en el pasillo, antes de entrar a clase, cuando Ricardo dijo: "No tuve tiempo de estudiar para la prueba de matemáticas, porque fui a una actividad con unos vecinos anoche", Sonia agregó: "Yo tampoco estudié". De pronto, Ricardo pareció tener una actitud más favorable hacia ella.

Lamentablemente, tres días después, cuando repartieron en clase las hojas de las pruebas con los resultados, Ricardo vio el 97 por ciento que había sacado Sonia en comparación con su 62 por ciento. Evidentemente molesto, se acercó a la chica después de la clase y le dijo: "¡Me gustaría ver qué sacas en una prueba cuando sí estudias!" Sonia se sintió nuevamente sola y mortificada.

Era como si estuviera atrapada. Si hacía lo que interiormente quería hacer (ser responsable y estudiar), la ridiculizaban. Pero cuando le iba bien, era rechazada por sus "amigos". No sabía qué hacer; ¿acaso debía tratar de fracasar? Había estudiado y sacado una buena nota, y sin embargo se sentía disgustada pues sus compañeros la ridiculizaban por su éxito. Pero si a propósito hubiera hecho mal el examen, ¿cómo se habría sentido? ¿Sería Ricardo su "amigo" si ella dejara de aplicarse y de proceder debidamente? Aun cuando ese curso de acción hiciera que Ricardo se sintiera satisfecho con ella, ¿podría ella sentirse satisfecha consigo misma?

Sonia se ha tendido su propia trampa. Ricardo emplea sus calificaciones en matemáticas como base para comparar su valor personal con el de ella. Pero, puesto que él no quiere hacer el esfuerzo necesario por mejorar en su rendimiento académico, se dedica a hacerle la vida imposible a Sonia. El considera que el valor personal de la joven es inferior al suyo, pues, el hecho de sobresalir ella en matemáticas hace que sus compañeros se vean mal. Sonia, por su parte, se siente terrible porque, a pesar de saber lo que tiene que hacer, desea la aprobación de su amigo.

Este no es un caso de aptitud matemática ni de una competencia académica, sino que más bien se trata de personas que buscan la manera de sobresalir o de otras que se sienten inferiores. Ricardo juzga a sus compañeros de acuerdo con cuánto estudien o no las matemáticas, y así encuentra justificativo para sus malos hábitos de estudio. Si continúa sintiendo de esa manera, se privará de cultivar cualquier buena condición para las matemáticas con la que haya sido bendecido y al mismo tiempo quizás contribuya al fracaso de otras personas. Por otra parte, el sentido de valor personal de Sonia depende, en gran manera, de la forma en que la traten los demás. Si continúa "temiendo más al hombre que a Dios" en estos asuntos, tal vez llegue a truncar el talento con el que se le bendijo y siga sintiéndose disgustada. Ninguno de los dos considera ni trata al otro ni a sí mismo como un hijo de Dios, y por consiguiente, tampoco es consciente del valor personal que va más allá de cualquier logro temporal. Cada uno de ellos merece apoyo

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Page 128: Enseñemos principios correctos

Sugerencias para el desarrollo de la lección

amoroso para alcanzar el máximo de lo que sea capaz de lograr. Como hijos de Dios, lo que más importa es el cometido personal de ser lo mejor que se pueda ser y de ayudar a otros a alcanzar también su máximo potencial.

Presentar el caso de estudio de Sonia y tratar las siguientes preguntas:

1. ¿Qué hay de malo en la forma en que Sonia se ve y se juzga a sí misma? (Aun cuando hay muchas respuestas para esta pregunta, asegúrese de que los miembros de la clase entiendan que el valor fundamental de Sonia es el de ser hija de Dios.)

2. La conducta de Ricardo parece indicar que no sólo es indebida la opinión que él tiene de Sonia, sino también la que tiene de sí mismo. ¿Cuál es su problema? (Al juzgar su propio valor en comparación con el de Sonia, Ricardo no se comporta en forma justa para consigo mismo ni para con ella.)

3. ¿Qué tendría que aceptar Sonia para no sentirse atrapada? (Que su valor intrínseco no depende de las matemáticas ni de la opinión que sus amigos tengan de ella.)

4. Sonia considera que debe elegir entre estar siempre sola y amargada, y ser aceptada por sus "amigos". ¿Qué sucedería si se guiara estrictamente por lo que ella sabe que está bien? ¿Qué pasaría si entonces Ricardo la rechazara aún más? ¿Cambiaría su valor personal? (No.)

5. Sonia siente que no tiene escapatoria debido a la forma en que se considera a sí misma. Parece no captar el valor que Dios ve en ella.

Conceptos fundamentales

Tratemos a los demás como hijos de Dios

Por ser hijos de Dios, nuestro potencial es divino. En vez de tratarnos apenas como lo que somos, mereciendo sólo ser expulsados si El se basara únicamente en la justicia, Dios nos trata de acuerdo con nuestro potencial de aceptar la Expiación, de ser obedientes y de regresar a su presencia. Al empezar a ver a los demás como hijos de Dios y al invadirnos el deseo de llegar a ser como El es, llegaremos a tratar a quienes nos rodean con el amor puro de Cristo. Una de las manifestaciones de ese amor será que, en vez de tratar de destruir la confianza que otros tengan en que, mediante Cristo, ellos pueden complacer a Dios, haremos un esfuerzo por tratarlos como el Señor querría que se les tratara.

El mero conocimiento de la verdad del evangelio no es suficiente para nuestra salvación, sino que debemos vivir de acuerdo con aquellas verdades que conozcamos. Nuestros niños pueden cantar "Soy un hijo de Dios", pero si no los tratamos de acuerdo con esa verdad, nos comportaremos como Ricardo y Sonia se trataban el uno al otro en vez de hacerlo como Dios lo hace en su relación con nosotros. En forma regular y constante debemos hacerles saber a nuestros hijos el valor que ellos tienen por ser hijos de Dios.

En Isaías se nos habla de las personas rectas: "Me buscan cada día, y quieren saber mis caminos... y quieren acercarse a Dios" (Isaías 58:2). Cuando los padres vemos nuestro propio potencial, cuando realmente buscamos "primeramente el reino de Dios" (Mateo 6:33), lo cual se pone de manifiesto en la manera en que vivimos, en esa forma proporcionamos el ejemplo que tendrá el poder de influir debidamente en la vida de nuestros hijos.

Analice el siguiente ejemplo:

Andrea, de tres años de edad, volcó un vaso de agua sobre la mesa. El agua corrió hasta el borde y comenzó a caer en el piso. Andrea miró a su padre con aprensión. En vez de una mirada de enojo y reproche, la niña vio dulzura en el rostro de su padre, quien le dijo: "Andrea, ¿puedes ir a traer un trapo para secar el piso?" Como un rayo, la pequeña fue hasta la cocina y regresó con el trapo, y entre ella y su papá secaron el piso.

Después, su papá la tomó en los brazos con sincero afecto y le explicó que la próxima vez debía tener más cuidado y tomar el vaso con las dos manos. Le mostró cómo debía hacerlo y la niña asintió.

Después de hacer una introducción basada en las Escrituras en cuanto a nuestra responsabilidad de afirmar el valor de las almas, presente el caso de Andrea y trate las siguientes preguntas.

Sugerencias para el desarrollo de la lección

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Lección 10

1. ¿Qué principios de las primeras tres lecciones de este curso estaba viviendo el padre de Andrea en el momento en que la niña volcó el vaso de agua?

2. ¿Es este incidente un reflejo de la realidad? ¿Qué hubiera pasado si en lugar de agua hubiera sido jugo de uva? (Lo que se trata de exponer con esta pregunta es que hay personas que consideran impráctico e irresponsable aplicar las enseñanzas del evangelio en una situación como ésta. En otras palabras, entienden que en el caso tratado anteriormente se justificaba tratar a Andrea como a una hija de Dios, demostrarle su valor personal y enseñarle, únicamente porque la niña había derramado agua, pero si hubiera sido alguna otra cosa, por ejemplo, algo que manchara, entonces la reacción del padre podría haber sido distinta.)

3. Teniendo en cuenta que con sus tres años de edad Andrea todavía no tiene plenamente desarrollada la coordinación, ¿hasta qué punto es el padre responsable del accidente?

4. ¿Qué otra cosa hizo este padre que es digna de imitarse ante circunstancias similares?

5. Si el padre de Andrea no hubiese estado viviendo por el Espíritu (si se hubiera enojado), ¿cómo habría tratado de justificar su reacción? (A un padre alterado ante un caso parecido se le escuchó justificarse de la siguiente manera: "Yo sería un gran padre si no fuera por mis hijos".)

Nuestra invitación al que rehusa arrepentirse

Conceptos Hay veces en que, cuando los hijos se rebelan y nos culpan de sus problemas, cuando no fundamentales quieren abandonar ciertos aspectos de su conducta que tienden a destruirlos o cuando

rehuyen sus responsabilidades, los padres nos sentimos personalmente agraviados. Se apodera de nosotros el enojo o el resentimiento y comenzamos a hacerles a ellos lo mismo que ellos nos hacen a nosotros. Es como si quisiéramos castigar su falta de responsabilidad y de amor con falta de responsabilidad y de amor de nuestra parte. Y pensamos: "¡As/ van a aprender!"

Obviamente, dicho tipo de comportamiento y actitud en los padres es una muestra tan clara de dureza de corazón como la rebeldía de los hijos. El ser hostil hacia hijos hostiles no se asemeja en lo más mínimo a lo que el Salvador sugeriría que se hiciera. Ese tipo de conducta no despierta en los hijos el deseo de parecerse más a Cristo ni la confianza de que con su ayuda pueden hacerlo. De hecho, logra exactamente lo opuesto. Ningún principio del Evangelio de Cristo insta a ese tipo de conducta.

Analice el siguiente ejemplo:

Con el paso de las horas, los padres de Luis comenzaron a preocuparse pues su hijo de diecisiete años no había regresado a la casa a la hora de costumbre, que era siempre antes de la cena. Últimamente habían estado advirtiendo en él una conducta bastante inaceptable y frecuentemente le habían hecho saber de su disgusto; pero hasta ese día, si se iba de la escuela secundaria para otro lado, siempre les había avisado. Preocupados, los padres se pusieron en comunicación con la joven que había estado saliendo con su hijo, pero ella no sabía nada de él o por lo menos, si lo sabía, no quería decirlo.

A la hora de la cena, el padre de Luis escuchó un ruido en el frente de la casa y al asomarse vio a su hijo sentado en el escalón del zaguán. El joven miró a su padre sin decir palabra, y éste, después de unos momentos de silencio, le dijo: "Hijo, creo que no te va a agradar mucho lo que tengo que decirte".

Ese comentario era lo que menos habría querido escuchar Luis de labios de su padre, y se aprontó para recibir todo un sermón lleno de reprimendas.

"Ya estoy acostumbrado a que me digan cosas que no me agradan", dijo con nerviosismo en la voz. "Bueno", le respondió su padre, "sé que no te gusta la sopa y menos aún si está fría, y así la vas a tener que tomar si te quedas ahí sentado por mucho rato."

Durante las horas previas, mientras viajaba en el ómnibus que lo llevaría lejos de su hogar, Luis había estado naciendo un análisis crítico de sus padres. No tenía la más mínima duda de que ellos eran sus enemigos. Había hecho un esfuerzo por recordar todo lo que pudo de las injusticias que, a su manera de ver, sus padres habían cometido con él desde que era niño y lo obligaban a acostarse temprano, hasta el incidente del año anterior en que no le habían permitido ir con sus amigos de vacaciones porque iban sin la supervisión de una persona mayor.

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Es cierto que después de un rato había decidido bajarse y tomar un autobús de regreso, pero al entrar en el zaguán de su casa, cansado y con hambre, estaba decidido a hacer frente a sus "enemigos" y hasta había ensayado las acusaciones que descargaría sobre ellos. El enfrentamiento no sería nada placentero, pero al menos contaba con las armas para pelear.

Pero, ¿con qué le había salido el padre? Con una invitación a entrar y comer la cena antes de que se enfriara. ¿Qué clase de ataque era ese? ¿Dónde estaba toda esa descarga de reprimendas por no saber sus padres dónde había estado todas esas horas? Y en cuanto a su madre, ¿cómo era que no reaccionaba ahora con la sobreprotección de costumbre?

Luis estaba confundido e intentó un primer ataque: "¿Estás guardándote algo, papá?"

Su padre se volvió hacia él y le dijo: "Bueno, me descubriste. La verdad es que la sopa todavía está haciéndose y ni siquiera empezamos a comer". De pronto apareció su madre en escena. "¿Sabes una cosa, Luis?" le dijo. "Tal vez nos creas locos, pero pensamos que dondequiera que estuvieras, si hacíamos la sopa de almejas, que es una de las que te gusta, tal vez sentirías el aroma y estarías dispuesto a volver a casa en seguida."

Se produjo un silencio. "¿Cómo podría pelear ante una situación así?" pensó Luis. Entonces sonrió y se dijo: "En realidad, mis padres son buena gente". Y agregó para sí: "Bueno, después de todo, salen a mí". Entraron juntos a la casa, y una vez sentados a la mesa su padre inclinó la cabeza para dar gracias al Padre Celestial por todas sus bendiciones.

Sugerencias para 1. Preparar el ambiente para presentar el caso de Luis, pidiendo a los miembros de la clase el desarrollo de que se imaginen cuánto éxito tendríamos en corregir a las personas que son rebeldes si la lección demostráramos hacia ellas la misma actitud que ellas demuestran hacia nosotros. Contar

el caso de Luis y después hacer a la clase las siguientes preguntas: a. Si los padres de Luis hubieran querido usar su ausencia de varias horas como

justificativo de resentimiento de su parte, ¿qué podrían haber dicho y hecho? ¿En qué habría sido diferente la escena en el zaguán de la casa (muy por debajo del nivel celestial)?

b. Si Luis hubiera atacado a sus padres de entrada, ¿habrían tenido ellos el libre albedrío de actuar de acuerdo con principios correctos? (¿Qué nos enseñaron las tres primeras lecciones en cuanto a esto?)

c. Los padres del joven no pasarán por alto el incidente. En el futuro habrá intercambios de opiniones y tal vez algunas recriminaciones, pero ¿por qué, en este caso, ese no era el momento apropiado para hablar del asunto?

d. ¿Qué sucederá si Luis se pone a la defensiva cuando sus padres decidan poner las cosas en claro con él? ¿Qué pasará si se pone hostil a pesar del amor que sus padres le demostraron? ¿Qué tendrán ellos que hacer?

2. La constancia en la manera en que los padres se relacionan con los hijos es un elemento importante, pero ¿qué sucede si los padres no siempre se comportan con sus hijos como deberían? Los padres pecan y cometen errores, pero esto no justifica que no se esfuercen por ser constantes. Hay personas que se sienten "tan culpables" en cuanto a sus imperfecciones que se dan por vencidas y concluyen en que jamás podrán llegar a ser lo que podrían haber sido. Esta actitud niega el poder del Espíritu y el significado de la Expiación.

3. Los padres de Luis no llegaron a ser lo que son de un día para el otro. En su opinión, ¿qué principios habían aprendido, "línea sobre línea", que en esta ocasión pueden poner de manifiesto con tanta naturalidad?

Conclusión: Ámelos como a usted mismo Por más duras que resulten las pruebas de la vida, no tendremos que buscar más allá del Espíritu Santo para encontrar el poder que nos permita seguir el plan del evangelio. Todos somos la progenie divina de amorosos Padres Celestiales, y por eso, lo único que hará que perdamos ese poder que nos invita a obrar con rectitud y que nos da confianza para alcanzar el éxito es resistir activamente la luz del Espíritu.

Cuando tengamos el corazón quebrantado, cuando nuestra naturaleza misma declare la importancia y las verdades del evangelio, nuestros hijos se sentirán más inclinados a entender la promesa del Señor de que "el que temprano me busca, me hallará, y no será abandonado" (D. y C. 88:83).

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Page 131: Enseñemos principios correctos

Lección 10

Nunca será demasiado lo que recalquemos el valor que tiene un alma, ya sea la nuestra o la de nuestros hijos. Nuestra determinación debe ser fuerte, inalterable, y no debemos permitir que ninguno de los halagos de este mundo aparte nuestra vista de ella. El cometido de vivir conforme a principios correctos para que podamos retener y reclamar a nuestros hijos, a fin de que se le pueda considerar tan siquiera un cometido, debe ser irrevocable.

Uno tal vez se pregunte: "¿Dónde puedo obtener la fortaleza y el deseo para llevar a cabo tal tarea?" Una vez más, el Señor ha dado la clave a aquellos que estén dispuestos a caminar por medio de la fe y efectuar buenas obras: "Si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta poner a prueba mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta que de algún modo creáis que podéis dar cabida a una porción de mis palabras" (Alma 32:27).

Alma escribe sobre los hijos de Mosíah, quienes habían encontrado la manera de lograr una gran proeza, aun después de haber sido inicuos: "Se habían dedicado a mucha oración y ayuno; por tanto, tenían el espíritu de profecía y el espíritu de revelación, y cuando enseñaban, lo hacían con poder y autoridad de Dios" (Alma 17:3).

Mormón dijo más adelante: "Pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo, Jesucristo" (Moroni 7:48).

Si fuéramos a vivir de la manera en que vivían los hijos de Mosíah cuando se hicieron merecedores del espíritu de profecía, nos entregaríamos con todo el ser a vivir la verdad; veríamos nuestro valor personal y el de otros con honradez, con reverencia y con gozo. Nuestra visión del valor de las almas está directamente relacionada con la profundidad de nuestra fidelidad para con el Salvador. El Salvador es el único que tiene el poder de ayudarnos a entender el valor que tiene un alma.

En la misma medida en que lo amemos a El, amaremos a otros. Al acercarnos más a El, no encontraremos razones insospechadas para no amar a los demás, sino que por el contrario, al empezar a ver de la manera en que El ve, trataremos a otras personas de la misma manera en que El las trataría. No hay otra forma. La forma en que el Salvador nos ve a nosotros es la única forma de ver a nuestro prójimo, y este es un principio que siempre dicta una manera de proceder correcta. El es nuestra roca y nuestra salvación, aun cuando tengamos que hacer frente a los problemas de las rebeldías y los resentimientos familiares.

Inste a los miembros de la clase a no tratar esta semana de enseñar estas ideas a nadie por precepto, sino a pensar en maneras en que estos conceptos se pueden enseñar a diario por medió del ejemplo. Sugiérales que en sus oraciones se refieran a la forma en que han podido reconocer el valor de las almas más cabalmente y a las resoluciones que tomen de actuar de acuerdo con el conocimiento que entonces tengan. Si tuvieran problemas con sus hijos que no hubieran sido resueltos, ínstelos a examinar su actitud, a hacer un esfuerzo por saber qué podrían hacer para contribuir a resolver los problemas y a buscar la ayuda del Señor para saber cómo es que "al que cree todo le es posible" (Marcos 9:23).

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Page 132: Enseñemos principios correctos

Reconozcamos el valor de un alma

Hoja de trabajo de la lección 10

INSTRUCCIONES Llene esta lista de verificación con un espíritu de oración:

1. ¿Les doy el mismo valor a todos los miembros de la familia?

2. ¿Sabe cada miembro de la familia que, por el simple hecho de ser un hijo de Dios, tiene un valor inherente que no se tiene que "adquirir"?

Acción necesaria:

3. ¿Tiene cada miembro de la familia la confianza de que, por medio de su fe en Jesucristo, puede alcanzar el éxito en la vida como hijo de Dios y complacer a su Padre Celestial?

Acción necesaria:

4. ¿Sabe cada miembro de la familia que se le ama, a pesar de los pecados o los errores que a veces pueda cometer?

Acción necesaria:.

5. Cuando se cometen faltas o se crean problemas en el hogar, ¿saben los miembros de la familia que nuestro amor continuo por ellos no quiere decir que aceptemos también sus faltas?

Acción necesaria:

6. A diario, mediante mis acciones y verbalmente, ¿les hago saber a todos los miembros de mi familia que les amo mucho y que estoy muy agradecido de tenerlos?

Acción necesaria:

7. ¿Comprendo que la manera en que yo vea el valor de las almas está en proporción directa a mi fe en el Salvador?

Acción necesaria:

ASIGNACIONES 1. Hacer el ejercicio anterior.

2. Dedicar tiempo a los hijos en forma individual para hacerles saber cuan importantes son para usted y cuánto les ama.

3. Hacer un repaso del orden de prioridad que tiene en cuanto al tiempo, la atención y los recursos que dedica a los de su familia, para ver si usted está cumpliendo debidamente con sus responsabilidades para con ellos.

4. Durante la noche de hogar con su familia, hacerles saber a los hijos que siempre se les amará, aun cuando los padres no siempre estén de acuerdo con algunas de sus actitudes y acciones.

5. Orar regularmente, dando esta semana especial atención a la oración familiar.

MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

1. Moroni 7:48. (Somos de un valor infinito para nuestro Padre Celestial.)

2. D. y C. 38:24; Alma 39:17. (Todos tenemos el mismo valor inherente.)

3. Alma 39:7. (Debemos amar a todas las personas, sea cual sea su dignidad.)

4. Marión G. Romney, "El valor de las almas". Véase Liahona, febrero de 1979, págs. 17-20 (adjunto a esta lección).

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Acción necesaria:

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Lección 10

EL VALOR DE Al salir de las oficinas de la Iglesia para empezar mi misión, hace unos cincuenta y ocho LAS ALMAS años, recibí una hoja de instrucciones en la que se encontraba impresa la siguiente

escritura de nuestros días: por Manon G. Romney

"Recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios; "porque he aquí, el Señor vuestro Redentor padeció la muerte en la carne; por tanto, sufrió el dolor de todos los hombres, a fin de que todo hombre pueda arrepentirse y venir a él." (D. y C. 18:10-11.)

El impacto de esta declaración de que Cristo "sufrió el dolor de todos los hombres", la expresión del Señor para hacer hincapié en el valor que El da al alma humana, se va agudizando con la comprensión de la intensidad de ese sufrimiento. Lucas escribió al respecto:

"Y él... puesto de rodillas oró,

"diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

"Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.

"Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra." (Lucas 22:41 -44.)

Mil ochocientos años más tarde, Jesús mismo, hablando de aquel sufrimiento, dijo:

"Asi que te mando arrepentir... no sea que... sean tus padecimientos dolorosos; cuan dolorosos no lo sabes; [sí, cuan intensos no lo sabes;] sí, cuan difíciles de aguantar no lo sabes.

"Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten;

"mas si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo;

"padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar.

"Sin embargo, gloria sea al Padre, bebí, y acabé mis preparativos para con los hijos de los hombres." (D. y C. 19:15-19.) '

El valor que el Señor da a las almas de los hombres, tal como es dado a conocer en estas Escrituras de nuestros días, les fue revelado también a los profetas antiguos. Para hacerles comprender el valor del alma humana, El les dio a algunos una visión de la magnitud de Sus creaciones, explicándoles que no eran más que un instrumento para lograr su propósito de alcanzar la inmortalidad y la vida eterna del hombre (véase Moisés 1:39).

Después que Enoc vio algunas de las creaciones de Dios, declaró:

"Y si fuera posible que el hombre pudiese contar las partículas de la tierra, sí, de millones de tierras como ésta, no sería ni el principio del número de tus creaciones..." (Moisés 7:30.)

Después de haberle mostrado algo similar a Moisés, el Señor le dijo:

"Y he creado incontables mundos...

"Y así como dejará de existir una tierra con sus cielos, así aparecerá otra; y no tienen fin mis obras, ni tampoco mis palabras.

"Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre." (Moisés 1:33, 38-39.)

Estos pasajes de las Escrituras nos recuerdan y dan significado a la gran pregunta del salmista:

"Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste,

"Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?

"Le... coronaste de gloria y de honra.

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Page 134: Enseñemos principios correctos

"Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies." (Salmos 8:3-6.)

Ahora bien, la respuesta a esta profunda pregunta: "¿Qué es el hombre, para que El lo considere tan importante?", proviene sólo por revelación directa de los cielos; es tan importante, que Dios mismo y los ángeles que El ha enviado la han comunicado a los hombres, y se les reveló en el comienzo a Adán y Eva.

También se les ha revelado a los siervos escogidos del Señor, que son los profetas, en toda dispensación del evangelio. Esos profetas han brindado un fiel testimonio de la verdad que les fue revelada, y lo han hecho para que el resto de los seres humanos, aquellos que lo merecieran, pudieran llegar a su conocimiento mediante el poder del Espíritu Santo. (Véase Moroni 7:32.)

De esta forma, nosotros aprendimos qué es y quién es el hombre. Por tal conocimiento rendimos agradecimiento y alabanza al Señor, y sabiendo la verdad expresamos el siguiente testimonio:

El hombre es un ser dual, un alma viviente compuesta de un cuerpo espiritual y otro físico. Su espíritu existió como entidad individual y personal en la vida premortal, mucho antes de que esta tierra fuera creada. En realidad, esta tierra fue expresamente creada como lugar para que los espíritus de las personas pudieran vivir en ese estado de mortalidad.

La enseñanza más clara de que tengamos conocimiento con respecto a la naturaleza del espíritu del hombre se impartió dos mil doscientos años antes de Cristo, cuando Jesús apareció en su cuerpo espiritual ante el hermano de Jared y le dijo:

"He aquí, soy Jesucristo...

"...¿Ves que eres creado a mi propia imagen? Sí, en el principio todos los hombres fueron creados a mi propia imagen.

"He aquí, este cuerpo que ves ahora, es el cuerpo de mi espíritu; y he creado al hombre a semejanza del cuerpo de mi espíritu; y así como me aparezco a ti en el espíritu-,, apareceré a mi pueblo en la carne." (Éter 3:14-16.)

Por esto podemos comprender que el cuerpo físico del hombre es hecho a semejanza de su cuerpo espiritual.

En su origen, el hombre es hijo de Dios. Los espíritus de los seres humanos "son engendrados hijos e hijas para Dios" (D. y C. 76:24). A través de este proceso del nacimiento, las inteligencias ya existentes fueron organizadas en seres espirituales individuales.

El espíritu del hombre, mediante su conducta en la vida premortal, adquirió el derecho a un doble destino: (1) El privilegio de adquirir un cuerpo de carne y huesos; y (2) la inmortalidad como alma viviente.

El plan de llevar a cabo este destino doble incluye: (1) El nacimiento terrenal, mediante el cual el espíritu humano recibe el cuerpo, llegando así a ser un alma viviente; (2) la muerte del cuerpo, por medio de la cual el espíritu y el cuerpo se separan temporariamente, disolviendo así el alma; (3) la redención del alma mediante la resurrección, en la cual el espíritu y el cuerpo son reunidos inseparablemente.

De esta, forma el Señor lleva a cabo la inmortalidad de la cual habló a Moisés cuando le dijo:

"Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre." (Moisés 1:39.)

Mediante su victoria sobre la muerte, Cristo ya nos aseguró la inmortalidad de que aquí se habla.

Pero eso no es todo.

Mediante su expiación, Jesús hizo posible que el hombre alcance la vida eterna. Sin embargo, no nos dio garantía de la vida eterna de la misma manera que nos garantizó la inmortalidad.

Entre las almas inmortales se lograrán muchos niveles. Del mismo modo en que una estrella es diferente de otra en gloria, "así también es la resurrección de los muertos", dijo Pablo (1 Cor. 15:41-42).

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Page 135: Enseñemos principios correctos

Lección 10

La inmortalidad da la idea de una vida sin fin.

La vida eterna, por otra parte, significa la calidad áe esa vida, la exaltación al tipo más alto de inmortalidad, el estilo de vida dé Dios mismo...

Juan se refirió a esta verdad cuando escribió:

"...somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es." (1 Juan 3:2.)

Jesús mandó a los hombres que lograran este alto nivel de perfección cuando dijo:

"Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto." (Mateo 5:48.)

La vida eterna se obtiene sólo mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio.^ , ,

"Entrad por la puerta estrecha", dijo el Salvador, "porque estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y pocos son los que lo hallan..." (3 Nefi 27:33)

Aun cuando en éste y otros pasajes de las Escrituras Jesús advirtió y enseñó el hecho de que la puerta hacia la vida eterna es estrecha, y el camino angosto, también aclaró que tanto la puerta como el camino se encontraban abiertos para cada persona que quisiera prepararse para entrar. He aquí sus palabras:

"De cierto, así dice el Señor: Acontecerá que toda alma que deseche sus pecados y venga a mí, invoque mi nombre, obedezca mi voz y guarde mis mandamientos, verá mi faz, y sabrá que yo soy...

"Os digo estas palabras para que podáis comprender y saber cómo adorar, y sepáis lo que adoráis, para que podáis venir al Padre en mi nombre, y en el debido tiempo recibir de su plenitud.

"Porque si guardáis mis mandamientos, recibiréis de su plenitud y seréis glorificados en mí, como yo lo soy en el Padre..." (D. y C. 93:1, 19-20.)

La gloria de la obra de Dios es, por lo tanto, como El lo dijo, llevar a cabo la vida eterna del hombre. Tal es el valor de las almas, que indudablemente "es grande a la vista de Dios" (D. y C. 18:10); pero también han de ser del mismo valor a la vista de los hombres. Y la obra y gloria de Dios es la de llevar a cabo la vida eterna del hombre, por lo cual el deseo, la esperanza y obra de cada persona debe ser el lograr la vida eterna para sí misma, y no tan sólo para sí sino también para su prójimo. Y así será cuando el ser humano aprecie lo que realmente es, su naturaleza, origen, destino y potencial.

Comparado con la vida eterna, todo lo demás se hunde en la insignificancia; porque tal como Jesús dijo:

"¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?

"¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Marcos 8:36-37.)

Y ahora, para concluir, dirijo un pequeño mensaje a vosotros, amigos que nos escucháis; vosotros, los que quizás no hayáis recibido todavía el Evangelio restaurado de Jesucristo:

Las verdades relacionadas con el valor de las almas humanas, que hemos bosquejado brevemente aquí, no son nuevas. Tal como se ha indicado, fueron reveladas a Adán en el comienzo y él las enseñó a sus hijos; se revelaron nuevamente y se enseñaron en cada dispensación sucesiva del evangelio. Y en el meridiano de los tiempos, Jesús mismo las enseñó.

Nuestro mensaje especial para vosotros es que en nuestros tiempos, conocidos en las Escrituras como "la dispensación del cumplimiento de los tiempo" los cielos se han abierto nuevamente, y la verdad relacionada con la naturaIeza,el origen el destino y el potencial del ser humano ha sido nuevamente revelada para nuesTKrtSéneficio. El Padre y su Hijo, Jesucristo, al igual que apóstoles y profetas antiguos, visitaron a profetas de nuestros días y se comunicaron con ellos, restaurando y reafirmando estas verdades, así como todos los demás principios, ordenanzas y enseñanzas puras y simples del Evangelio eterno de Jesucristo.

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Page 136: Enseñemos principios correctos

El sacerdocio de Dios, o sea, la autoridad de administrar las ordenanzas del evangelio, ha sido entregado nuevamente a los hombres. Cristo restableció su Iglesia sobre la tierra, y entre nosotros se encuentra el poder necesario para efectuar todo lo que se debe hacer en la vida terrenal a fin de llevar a cabo la vida eterna del hombre.

Os amamos, os reconocemos como nuestros hermanos en la familia de nuestro Padre Celestial, os agradecemos el escucharnos y os invitamos a investigar nuestro mensaje. Sabemos que si así lo hacéis, sinceramente y con oración, pidiendo a Dios, nuestro "Eterno Padre, en el nombre de Cristo... con un corazón sincero... él os manifestará la verdad [del mensaje] por el poder del Espíritu Santo" (véase Moroni 10:4).

Nos encontramos ansiosos de informaros acerca del mensaje de la Restauración. Tan pronto como lo solicitéis os enviaremos todas las publicaciones necesarias, o iremos a enseñaros personalmente; estamos dedicados a este servicio, pues hemos sido llamados a él por llamamiento divino. Hemos recibido la misma responsabilidad que tenían los antiguos discípulos de Cristo, porque también a nosotros el Señor Jesús nos dijo:

"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura." (Marcos 16:15.)

Os dejo mi testimonio personal de la verdad de estas cosas. Si las podéis comprender y aceptar os harán apreciar más el valor de las almas y os pondrán en el camino hacia la vida eterna, transformarán vuestra vida y os darán una paz que os es totalmente desconocida. Que pueda ser de esa forma, ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén. (Véase Liahona, febrero de 1979, págs. 17-20.)

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Page 137: Enseñemos principios correctos

Estemos en el mundo sin ser del mundo

OBJETIVO Que los miembros de la clase lleguen a la convicción de que es posible para su familia resistir los valores negativos y falsos, las tentaciones, y las filosofías del mundo.

NOTAS PARA EL MAESTRO 1. Ningún maestro puede enseñar, en el tiempo de que dispone, todo el material que se

brinda en esta lección con el grado de eficiencia que corresponde. Se le proporcionan todos esos materiales a fin de que usted, el maestro, cuente con mayores elementos de juicio para presentar la lección. Trate de enseñar algo de cada uno de los principios mencionados y permita que el Espíritu le guíe en la selección de las ideas. Recuerde que las Escrituras deben ser siempre la fuente primordial de materiales de estudios para los miembros de la clase.

2. Repase la lección 1 en cuanto a los niveles de vida telestial, terrestre y celestial.

3. Al emplear los ejemplos que se dan en la lección, evite extenderse demasiado en problemas particulares de miembros de la clase.

PRINCIPIOS A TRATAR 1, Aun cuando vivimos en una época difícil y llena de tentaciones, es posible vivir como lo

han enseñado el Señor y sus siervos, y no ser "del mundo".

2. Los pensamientos y las acciones que tienen una influencia negativa, neutral o positiva tienden a producir dentro de nosotros un efecto telestial, terrestre o celestial, respectivamente.

3. Los padres deben preparar a cada miembro de la familia para que pueda tomar las debidas decisiones cuando se enfrente a diario con problemas y dilemas.

4. La persona no tiene que sacrificar nada de verdadero valor en esta vida para vivir el evangelio plenamente.

5. Al vivir en el nivel más alto, las familias de Santos de los Últimos Días pueden ser la influencia positiva que tanto necesita el mundo.

Una época difícil y llena de tentaciones

Vivimos en medio de una época muy difícil, rodeados por tentaciones de todo tipo. Al echar una mirada al mundo, debemos entender que vinimos a esta vida con una finalidad. No debemos tratar de recluirnos ni aislarnos del "mundo", pues es aquí donde debemos procurar nuestra salvación por medio de nuestra forma de vivir.

Deberíamos, sin embargo, entender claramente lo que significa "ser del mundo": Significa buscar las cosas del mundo antes que las cosas de Dios; significa tratar de satisfacer ante todo el deseo de tener cosas materiales, prestigio social, poder, gloria, la honra de los hombres y placeres carnales.

El presidente Ezra Taft Benson se refirió a la causa básica de estos deseos cuando dijo:

"No existe tal cosa como el orgullo justo. Siempre se considera un pecado...

"En esencia, el orgullo es querer hacer la voluntad propia en lugar de la de Dios. Lo contrario del orgullo es la humildad, la mansedumbre, la sumisión (véase Alma 13:28), y estar dispuestos a escuchar y a aprender...

"El orgulloso se caracteriza por preguntarse '¿Qué quiero hacer con mi vida? en lugar de preguntar '¿Qué desea Dios que haga con mi vida?' Es tratar de hacer la voluntad propia en lugar de la de Dios. Es temerles a los hombres más que a Dios.

LA LECCIÓN

Conceptos fundamentales

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Page 138: Enseñemos principios correctos

Sugerencias para el desarrollo de la lección

"El humilde responde al saber la voluntad de Dios, teme su castigo y desea complacer a los que lo rodean. Al orgulloso le halaga la adulación del mundo, al humilde le satisface la aprobación del cielo." ("Seamos puros", Liabona, julio de 1986, pág. 3.)

Tal como lo ha indicado el presidente Benson, la manera de evitar el orgullo del mundo es sorprendentemente sencilla: ser humilde y estar dispuesto a aprender. Y resulta posible, aun en estas épocas tal difíciles. ¡Nuestro Padre Celestial no nos daría un plan que no pudiéramos poner en práctica todos y cada uno de nosotros!

1. Hacer referencia brevemente al hecho de que estamos aquí para enfrentar problemas y situaciones de la vida y no para escapar de ellos.

2. Pedir a los miembros de la clase que definan lo que significa "ser del mundo", y escribir sus respuestas en la pizarra.

3. Analizar a fondo las enseñanzas del presidente Benson en cuanto a cómo podemos evitar el orgullo del mundo.

Conceptos fundamentales

El nivel de nuestros pensamientos y acciones

En lecciones anteriores se ha considerado el principio de que durante esta vida vivimos en varios niveles que corresponden a los niveles de gloria que casi de seguro heredaremos eternamente. Al desarrollar esta lección, es importante explicar cómo nuestros pensamientos y acciones revelan el nivel en el que vivimos.

Aquellas personas que continuamente tienen pensamientos negativos y degradantes y se embarcan en acciones de idéntica naturaleza viven en un nivel telestial. No es necesario violar los mandamientos abiertamente para encontrarse en ese nivel sino que podemos encontrarnos en él por medio de nuestra manera de pensar, nuestra actitud, la envidia, la codicia, los resentimientos y los deseos del corazón. El espíritu telestial pone a riesgo nuestra salvación, pues no nos permite reconocer cuando procedemos mal, y por consiguiente, nos priva de tomar las medidas necesarias para vencer nuestros errores.

No obstante, muchas personas empiezan a despojarse de los malos hábitos que las han tenido sujetas, y así se elevan a un nivel más alto. Estas personas tienen un espíritu terrestre. ¡El riesgo para ellos a esta altura es que a menudo piensan que están haciendo lo que deben simplemente porque no están pecando! Estas personas se encuentran en un nivel "neutral".

En el nivel terrestre, también encontramos a aquellos que se esfuerzan por hacer el bien, pero más por obtener la honra de los hombres que por el deseo de servir al prójimo. No es que eso sea definitivamente malo, pero en la honra y la gloria que reciben tienen su recompensa (véase Mateo 6:1-2). Además, en este nivel se encuentran también aquellos que, aunque no llevan un estilo de vida negativo, se sienten satisfechos con vivir así.

Al igual que el espíritu telestial, el terrestre se enfrenta a varios riesgos. Las personas que se abstienen de pensamientos y acciones malvados, que viven conforme a las normas de moral que el mundo considera buenas, y que buscan hacer el "bien" para que el mundo lo reconozca, no ven la necesidad de arrepentirse ni de mejorar sus vidas.

Tanto los espíritus telestiales como los terrestres son "del mundo", aun cuando uno de los niveles es mejor que el otro. La verdadera conversión a Jesucristo y a su misión eleva a la persona a un nivel más alto. Aquellos que honran su legado divino hacen de los pensamientos y acciones positivos una parte integral de sus vidas.

Considere los siguientes ejemplos en lo que tiene que ver con los niveles de vida telestial, terrestre y celestial. Se trata de ejemplos que se presentan a diario en la vida de la mayoría de las personas:

1. Juan juega en un equipo de voleibol que tiene partidos los lunes, miércoles y viernes, y practica los martes y jueves. Lleva dos meses de casado y su esposa se siente sola. La única oportunidad en que ella puede estar con él por un rato es después de los partidos, cuando él está con sus compañeros de juego.

2. Hace seis semanas que Esteban ha estado trabajando en un invento en el sótano de su casa. No sube a comer con su familia, y ayer, cuando su hijita bajó para preguntarle si le podía arreglar los patines, él se enojó con ella por interrumpirlo en su trabajo y le mandó que subiera inmediatamente.

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Lección 11

3. noy es el primer día de clases para Guillermo en la escuela secundaria de la ciudad a la que acaba de mudarse con su familia. Quiere hacer amigos y ser popular. Después de las clases, un grupo de compañeros lo invitan a ir a tomar "unas copas" a la casa de uno de ellos.

4. La necesidad de Lucía de "dedicarse tiempo a sí misma" ha incrementado de una hora por día a tres noches por semana. Los sábados les dice a su marido y a sus hijos que se preparen cualquier cosa para comer y ella se recluye en su dormitorio. Está contenta con los resultados, pues ha podido leer seis novelas largas en un mes, más que ninguna de las amigas con las que ha entrado en una competición de lectura.

5. Danilo está molesto pues su esposa no lo apoya en su llamamiento de la Iglesia. El ha estado visitando familias todas las noches durante las dos últimas semanas, y su esposa se queja de que pasa demasiado tiempo fuera del hogar. Hay veces en- que Danilo preferiría haberse casado con una mujer un poco más dedicada al reino.

6. Susana va a salir con un joven que se destaca en los deportes. Es bien parecido y muy popular, pero ella se ha enterado de que él es un poco atrevido con las jóvenes con quienes sale.

7. Javier, uno de los miembros del quorum de maestros, estaba muy contento pues lo han aceptado para jugar en la división de juveniles de un club de fútbol, pero se enteró de que todos los partidos se juegan los domingos.

8. Ricardo está apartando el dinero para pagar el diezmo al final del mes, y al mismo tiempo le dice a su esposa todas las cosas que podrían haber comprado con esa cantidad.

1. Deje en claro el punto de que nuestros pensamientos y acciones diarios determinan y revelan el nivel de nuestro espíritu.

2. Mencione brevemente que las acciones y los pensamientos "negativos" y "neutrales" son "del mundo".

3. Emplee los ejemplos proporcionados anteriormente, u otros que considere más apropiados, para evidenciar que a diario contamos con amplias oportunidades de tomar decisiones que demostrarán si somos "del mundo" o no. (No dedique demasiado tiempo a analizar cada situación que presenten los miembros de la clase.)

4. En cada ejemplo, determine qué acción (o acciones) establecería la diferencia entre los pensamientos y acciones terrestres y los celestiales.

Cómo preparar a los miembros de la familia para tomar decisiones apropiadas

Conceptos Una de nuestras mayores responsabilidades de padres es asegurarnos de que todos los fundamentales miembros de nuestra familia estén preparados para tomar decisiones apropiadas. A los

hijos se les puede enseñar a ser honrados y obedientes, a desarrollar su talento y habilidades y a prepararse para vivir en el nivel más alto haciendo siempre lo correcto, pues eso es lo que nuestro Padre espera de nosotros, aunque a veces sea lo contrario de lo que el mundo piense o haga. El mejor lugar para aprender a hacer frente al "mundo" es el hogar. He aquí algunos pasos básicos a seguir:

1. Enseñar el plan de salvación regularmente, tanto en lecciones preparadas como en el ambiente informal de la vida cotidiana.

2. Establecer metas y normas junto con los demás miembros de la familia, y demostrarles cómo se relacionan éstas con el plan de nuestro Padre Celestial.

3. Al llegar los hijos a una edad de discernimiento, se les debe enseñar en cuanto al "nivel más alto" de cada principio del evangelio y la razón por la cual ésa es la mejor manera de vivir. Por ejemplo:

La Palabra de Sabiduría. En vez de decirles "no debes fumar, ni beber alcohol", etc., es mejor mostrarles lo que las Escrituras y los profetas dicen en cuanto a este punto, y después explicarles por qué el Señor reveló estas leyes de salud y los beneficios que derivan de su cumplimiento en todos los aspectos de nuestra vida.

Películas u otros medios de entretenimiento indecentes. En lugar de simplemente decirles que deben evitar este tipo de expansión, es mejor hacerles saber el consejo que

Sugerencias para el desarrollo de la lección

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han dado los profetas (véase Ezra Taft Benson, "Para la 'Juventud bendita' ", Liahona, julio de 1986, págs. 40-44) y después ayudarles a entender las razones en que se basa dicho consejo.

Muchos jóvenes obedecerán los mandamientos como consecuencia de ser obedientes a sus padres. Otros obedecerán a sus padres pues las enseñanzas de éstos encuentran respaldo en las Escrituras y los líderes de la Iglesia las recalcan continuamente. Pero la mayoría de ellos se encontrarán triplemente preparados para hacer frente a las tentaciones del mundo si entienden cabalmente la razón por la que se han establecido estas normas.

4. Se le debe enseñar a todo miembro de la familia la manera en que cada principio del evangelio encaja en el plan de salvación.

5. Los padres deben hacer todo lo que esté a su alcance por asegurarse de que cada miembro de la familia cuente con la convicción de que la mejor manera de "estar en el mundo sin ser del mundo" es tomar las decisiones más importantes primeramente en la calma del hogar. Un joven puede tomar con mucha más facilidad la determinación de vivir al amparo de altas normas si lo hace en el clima de serenidad de su habitación, que si lo hace en el momento en que se enfrenta con una tentación rodeado por sus compañeros. Una vez que toma una decisión con respecto a cada mandamiento y principio del evangelio, la persona no tiene que pasar por el mismo proceso de decisión cada vez que se enfrente a una disyuntiva.

6. Cuando los miembros de la familia hayan tomado estas importantes decisiones, sería de mucha ayuda el repasar y practicar con ellos lo que deben hacer y decir si se enfrentan con situaciones que requieran que ellos defiendan las normas de vida que han elegido.

Sugerencias para 1. Dejar en claro el hecho de que vivir en el nivel más alto no es algo que sucede por el desarrollo de casualidad.

«. _^_i ,.,, 2 Ayudar a los miembros de la clase a ver la necesidad de preparar a sus hijos para hacer frente a las muchas y variadas situaciones de la vida.

3. Dedicar suficiente tiempo al concepto de enseñar el "porqué" a fin de que los miembros de la clase se comprometan a usarlo con su familia y recuerden que uno de los "porqués" es que así lo ha mandado el Señor.

4. Recalcar la importancia de ayudar a los miembros de la familia, entre ellos los padres, a tomar decisiones importantes en cuanto a lo que tenga prioridad y a las normas ante todo en el clima apacible del hogar.

No tenemos que sacrificar nada que valga la pena

Conceptos Un presidente de misión llegó en avión a una pequeña ciudad donde debía llevar a cabo fundamentales una conferencia de zona con los misioneros. Subió a un taxímetro y le pidió al conductor

que lo llevara hasta la capilla mormona. Durante el trayecto, sus miradas se cruzaron en el retrovisor del conductor y éste preguntó: "¿Qué es necesario sacrificar para ser mormón?" Demás está decir que la pregunta le presentaba al presidente de misión una oportunidad maravillosa de hablar sobre el evangelio, así como un excelente tema para la presentación que haría en la conferencia de zona.

Hay personas a quienes les cuesta lograr un nivel celestial puesto que no están dispuestas a despojarse de las cosas del mundo. Todos deberíamos hacernos la pregunta: "¿De qué debo despojarme para llegar a ser un verdadero Santo de los Últimos Días?" Si somos sinceros en nuestros análisis, veremos que no hay absolutamente nada de valor de lo que nos tengamos que deshacer en esta vida para adherirnos a los principios del evangelio restaurado.

El élder Neal A. Maxwell se refirió a este punto cuando dijo: "El rechazar al mundo no quiere decir en absoluto que tengamos que renunciar a sus puestas de sol, sus paisajes, su música digna, ni menospreciar los logros sobresalientes de muchas personas. El mundo en sí es bueno. De hecho, son las cosas buenas de esta tierra las que nos hacen pensar en lo mejor del mundo que nos aguarda. Sin embargo, cuando este mundo nos aparta de lo hermoso y nos lleva a lo carnal, cuando nos lleva del reconocimiento de Dios a la vanagloria personal, o de la humildad a la arrogancia, entonces sí, debemos rechazar al mundo" (We Will Prove Them Heretvith, págs 37 - 38).

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Lección 11

Sugerencias para el desarrollo de la lección

Al vivir el evangelio plenamente, deberíamos llegar a ser mejores miembros de nuestra familia, mejores estudiantes, mejores empleados, mejores ciudadanos, mejores amigos y vecinos, y deberíamos tener más éxito en todo lo que sea importante para el Señor. La \ persona que paga un diezmo íntegro es generalmente bendecida para que pueda utilizar el otro noventa por ciento más productivamente que si hubiera empleado el cien por ciento original. El tiempo bien empleado en el servicio a la familia o a la Iglesia a menudo sería utilizado para hacer algo sin verdadero valor perdurable.

Si nos trazamos el debido compromiso de lograr la meta de "estar en el mundo sin ser del mundo", si ayudamos a todos los miembros de la familia a estar preparados para el momento de las decisiones importantes en la vida, y si hacemos esto con la debida actitud, sin pensar que estamos sacrificando algo de valor, estaremos en camino a lograr el espíritu que nos llevará a la vida eterna.

1. Utilizando la pizarra, si se hace necesario, pedir a los miembros de la clase que consideren detenidamente si tienen que sacrificar algo de verdadero valor para vivir conforme al evangelio.

2. Si alguien tuviera opiniones firmes en cuanto a, un punto en particular, se debe tratar de no extenderse demasiado en la consideración de ese punto, aunque explicando la necesidad de analizarlo desde el punto de vista del Señor.

3. Ayudar a los miembros de la clase a ver cuan importante es vivir el evangelio por las razones debidas y con un corazón puro.

Conceptos fundamentales

Cómo dar "sabor" al mundo

Cuando vivimos de acuerdo con lo que nos enseñan las Escrituras y el consejo de nuestros líderes, nuestra influencia puede llegar mucho más allá de las paredes de nuestro hogar. Cuando vivimos de la manera en que lo desea nuestro Padre Celestial, obedeciendo sus mandamientos con humildad y Sin ninguna intención de sentirnos superiores a ninguno de sus hijos, nos transformamos en la "sal de la tierra", como el Señor, en el Sermón del Monte, nos pidió que fuéramos (véase Mateo 5:13).

Cuando vivimos el evangelio por las razones debidas, no nos aislamos del mundo para quejarnos de sus iniquidades, sino que seguimos cumpliendo con nuestras responsabilidades con tranquilidad en el corazón y vemos en nuestros problemas diarios simplemente barreras que debemos salvar para seguir adelante.

Cuando vivimos el evangelio con un espíritu celestial, nuestra influencia se sentirá en donde estudiemos, en donde trabajemos y en donde vivamos. Así llegamos a ser una bendición para otras personas y la obra del Señor prosperará.

1. Analizar brevemente cómo el hecho de vivir el evangelio, si se hace con el espíritu indebido y por razones equivocadas, puede ser dañino para la obra del Señor.

2. Analizar cómo pueden llegar a ser una bendición para el mundo las familias que viven el evangelio con humildad y sinceridad.

Sugerencias para el desarrollo de la lección

Conclusión

1. Pedir a los miembros de la clase que consideren con espíritu de oración los temas tratados, para poder recibir la firme convicción de que son verdaderos.

2. Pedir a los miembros de la clase que se comprometan a ayudar a todos los integrantes de sus respectivas familias a prepararse para tomar las decisiones debidas a diario.

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Estemos en el mundo sin ser del mundo

Hoja de trabajo de la lección 11

INSTRUCCIONES 1. Examine su vida sinceramente y determine en qué aspectos necesita mejorar para no ser "del mundo". ¿Le atribuye gran valor: a. al dinero?

b. a los bienes materiales? c. a la condición social y a los honores del hombre? d. a las filosofías del mundo? e. a los placeres? f. a las satisfacciones de la carne? g. a la vanidad? h. a las ventajas personales? Acción necesaria:

2. Teniendo presentes los ejemplos analizados en la lección, determine si sus pensamientos y actitudes normales hacia la familia y el hogar podrían considerarse:

a. negativos (telestiales)

b. neutrales (terrestres)

c. positivos (celestiales)

Acción necesaria:

3. Al presentarse los momentos propicios de enseñar, trate de determinar si emplea el concepto del "porqué" al explicar a la familia los principios y las doctrinas del evangelio.

ASIGNACIONES 1. Hacer el ejercicio de arriba.

2. Durante la noche de hogar, explicarle a la familia cómo se puede disfrutar de la vida sin "ser del mundo".

3. Con toda la familia, hacer una lista de actitudes y comportamientos que observen en la vida diaria, y determinar a qué nivel corresponde cada uno de ellos.

4. Aprovechar toda oportunidad posible para participar en actividades que ejerzan una influencia positiva en su vida y en la de los miembros de su familia.

5. Orar regularmente, teniendo presente la necesidad de proteger a la familia de las influencias del mundo.

MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

1. 2 Nefi 9:28-29- (Es posible vivir en el mundo sin "ser del mundo".)

2. Alma 12:13-14. (Nuestros pensamientos y acciones determinan el nivel en el que vivamos.)

3. Mateo 6:33. (Una persona no tiene que sacrificar nada de verdadero valor para vivir el evangelio plenamente.)

4. Ezra Taft Benson, "Seamos puros", Liahona, julio de 1986, págs. 1 -3 (adjunto a esta lección).

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Lección 11

SEAMOS PUROS

por Ezra Taft Benson

Mis queridos hermanos y hermanas, al comenzar otra conferencia general de la Iglesia, deseo de todo corazón que por medio de vuestra fe y oraciones lo que diga pueda bendeciros y edificar vuestra alma. Estoy muy consciente de lo mucho que dependo de Dios, y también sé que Jesucristo está a la cabeza de esta Iglesia y que por medio de El podemos hacer todo lo que se requiera de nosotros.

Felicito a los que estáis aquí presentes esta mañana, como también a los que están escuchando o mirando por televisión esta conferencia, y a los que más adelante van a tener la oportunidad de oír o leer los mensajes de esta conferencia.

Nuestro corazón está lleno de una gratitud desbordante hacia vosotros por todo lo que contribuís al engrandecimiento del reino de Dios en la tierra. Estoy seguro de que el Señor está complacido con el generoso apoyo que nos dan tantos de Sus santos en todo el mundo y con el amor y el tiempo que consagran a su obra.

Vuestra dedicación, abnegación y servicio indican que realmente la fe ha aumentado en el mundo. Raras veces el esfuerzo de tan pocas personas ha resultado en la bendición de tantas otras.

A medida que he buscado la guía del Señor, he recibido confirmación, tanto en la mente como en el corazón, de que debo predicar sólo el arrepentimiento a esta generación. Este ha sido el lema de todos los profetas de los últimos días, junto con el testimonio de que Jesús es el Cristo y de que José Smith es un Profeta de Dios.

El arrepentimiento fue uno de los temas sobre los cuales predicó nuestro ya fallecido gran Profeta, Spencer W. Kimball. Este lema prevalecía en sus discursos y en las páginas de sus libros, como en las del extraordinario libro, El milagro del perdón. Y ésta debe ser nuestra declaración actual, dirigida tanto a los miembros como a los que no lo son: que se arrepientan.

Guardas, ¿qué de la noche? (véase Isaías 21:11). Debemos responder diciendo que no todo está bien en Sión. Como nos aconsejó Moroni, sabemos que lo interior del vaso se ha de limpiar primero (véase Alma 60:23), o sea, que debemos empezar por nosotros mismos, después seguir con nuestra familia y finalmente encargarnos de la Iglesia.

Un profeta de Dios dijo: "Quitarás lo malo a medida que crezca lo bueno... hasta que lo bueno sobrepuje a lo malo" (Jacob 5:66). Para formar un pueblo de Sión se necesitan personas con las características de Sión y debemos prepararnos para alcanzarlas.

Durante los últimos años se han creado en la Iglesia muchos medios para ayudarnos. Se han publicado ediciones nuevas de las Escrituras: ¿Sacamos provecho de ellas? Hay más templos cerca de una cantidad mayor de miembros: ¿Vamos con más frecuencia a la casa del Señor? Se creó el programa dominical integrado: ¿Nos beneficiamos al tener más tiempo para pasar con nuestra familia? Se publicó un manual especial para la noche de hogar: ¿Lo usamos? Acaba de salir un nuevo himnario: ¿Cantamos más cantos del corazón? (Véase D. y C. 25:12.) Y la lista puede seguir. Hemos recibido mucha ayuda. Ya no necesitamos cambios en los programas; ahora lo que necesitamos es cambios en la gente.

Recordamos a nuestro querido presidente Kimball por muchos consejos valiosos, entre los que se encuentra la exhortación de que alargáramos el paso. Necesitábamos esa guía porque el Libro de Mormón nos advierte sobre una de las técnicas del adversario en los últimos días: "Y a otros pacificará y los adormecerá con seguridad carnal, de modo que dirán: Todo va bien en Sión; sí, Sión prospera, todo va bien. Y así el diablo engaña sus almas, y los conduce astutamente al infierno" (2 Nefi 28:21).

Hay muchos pasajes en el Libro de Mormón que hablan de despertar, como el siguiente:

"¡Oh que despertaseis; que despertaseis de ese profundo sueño, sí, del sueño del infierno... Despertad... ceñios con la armadura de la justicia. Sacudios de las cadenas con las cuales estáis sujetos, y salid de la obscuridad, y levantaos del polvo." (2 Nefi 1:13, 23.)

En general, parece que podemos sobrevivir con más facilidad la persecución que la paz y la prosperidad.

La plaga de esta generación es el pecado de la inmoralidad sexual. El profeta José Smith dijo que esto sería la causa de más tentaciones, más golpes y más dificultades para los élderes de Israel que cualquier otra cosa.

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El presidente José F. Smíth dijo que la impureza sexual sería uno de los tres peligros que amenazarían a la Iglesia desde adentro, y así es. Nuestra sociedad está saturada de esto. (Véase Doctrina del evangelio, págs. 306 - 307.)

El Libro de Mormón coloca la falta de castidad en una categoría apenas por debajo del asesinato (véase Alma 39:5).

Alma declara: "Hijo mío, quisiera que te arrepintieses y abandonases tus pecados, y no te dejaras llevar más por las concupiscencias de tus ojos... porque a menos que hagas esto, de ningún modo podrás heredar el reino de Dios" (Alma 39:9).

Si hemos de limpiar el interior del vaso debemos abandonar la inmoralidad y ser puros.

En la sección 84 de Doctrina y Convenios el Señor ha declarado que, si no leemos el Libro de Mormón y prestamos oídos a sus enseñanzas, toda la Iglesia estará bajo condenación:

"Y esta condenación pesa sobre los hijos de Sión, sí, todos ellos; y permanecerán bajo esta condenación hasta que se arrepientan y recuerden el nuevo convenio, a saber, el Libro de Mormón y los mandamientos anteriores que les he dado, no sólo de hablar, sino de obrar de acuerdo con lo que he escrito." (Vers. 56, 57).

Ahora no sólo debemos hablar más sobre el Libro de Mormón, sino que tenemos que poner en práctica lo que dice. ¿Por qué? El Señor responde: "A fin de que puedan traer frutos dignos para el reino de su Padre; de lo contrario, queda por derramarse un castigo y juicio sobre los hijos de Sión" (vers. 58). Y ya hemos sentido este castigo.

El profeta José Smith dijo que "el Libro de Mormón era el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría más a Dios por seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro" {Enseñanzas del profeta José Smith, págs. 233 - 234). El Libro de Mormón no ha sido, ni es hoy en día, la base de nuestro estudio, de lo que enseñamos a nuestra familia, de nuestra predicación, ni de la obra misional. De esto tenemos que arrepentimos.

No conozco otro hombre que haya sido más fiel al Libro de Mormón que el presidente Marión G. Romney. En un discurso durante una conferencia general, declaró que el Libro de Mormón era la publicación más eficaz que teníamos en la obra misional, y también citó lo que dice en Doctrina y Convenios, que "el Libro de Mormón y las santas Escrituras de mí proceden para vuestra instrucción" (D. y C. 33:16), y que "los élderes, presbíteros y maestros de esta iglesia enseñarán los principios de mi evangelio que se encuentran en la Biblia y el Libro de Mormón" (D. y C. 42:12). Dijo que es obvio que a menos que leamos, estudiemos y aprendamos los principios que se encuentran en el Libro de Mormón, nosotros, los élderes, presbíteros y maestros de esta Iglesia, no podremos cumplir con este mandato de enseñar en cuanto a ellos.

"Pero hay otra razón por la que debemos leerlo", continúa el presidente Romney, "porque al hacerlo llenaremos nuestra mente y la refrescaremos con un flujo constante de agua' que Jesús dijo que tendríamos en nuestro interior, 'una fuente de agua que salte para vida eterna' (Juan 4:i4). Debemos obtener una fuente de esa agua para poder resistir el mal y retener las bendiciones de haber nacido otra vez.

"Para lograr evitar los males del mundo, debemos seguir una senda en la que a diario se nutra nuestra mente y nos mantenga cerca de lo espiritual. Y la mejor forma de lograr esto es leer el Libro de Mormón..."

Entonces finaliza: "Por lo tanto, mis amados hermanos y hermanas, y amigos en todas partes, os aconsejo que forméis el hábito de leer unos minutos el Libro de Mormón todos los días de vuestra vida.

"Estoy seguro de que si en nuestros hogares los padres leen el Libro de Mormón regularmente entre ellos y con sus hijos, y oran al respecto, el espíritu de este libro tendrá una gran influencia sobre los que allí viven. El espíritu de reverencia aumentará como también el respeto y la consideración mutuos. El espíritu de contención desaparecerá. Los padres podrán aconsejar a sus hijos con más amor y cordura y los hijos responderán mejor a tales consejos. La bondad aumentará, y la fe y la caridad — el amor puro de Cristo — serán más abundantes en nuestra vida y en nuestro hogar, llenándolo de paz, gozo y felicidad." (Conference Report, abril de 1960, págs. 110-113.)

Ahora quisiera hablaros de un tema que me preocupa bastante y que merece que le dedique más tiempo del que tengo. El tema es el orgullo.

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Page 145: Enseñemos principios correctos

Lección 11

En las Escrituras no existe tal cosa como el orgullo justo. Siempre se considera un pecado. No estamos hablando de un beneficioso sentido del valor individual, el que se establece mejor cuando se tiene una buena relación con Dios, sino que hablamos del orgullo que es "el pecado universal", como alguien lo ha llamado.

Mormón escribe que "el orgullo de esta nación, o sea el pueblo de los nefitas, ha sido la causa de su destrucción" (Moroni 8:27). En Doctrina y Convenios el Señor dice: "Cuidaos del orgullo, no sea que lleguéis a ser como los nefitas de la antigüedad" (D. y C. 38:39).

En esencia, el orgullo es querer hacer la voluntad propia en lugar de la de Dios. Lo contrario del orgullo es la humildad, la mansedumbre, la sumisión (véase Alma 13:28), y estar dispuestos a escuchar y a aprender.

En los primeros tiempos de la Iglesia restaurada, el Señor amonestó a dos de sus miembros más destacados en cuanto al orgullo. A Oliverio Cowdery le dijo: "Cuídate del orgullo, no sea que entres en tentación" (D. y C. 23:1). A Emma Smith le dijo: "Continúa en el espíritu de mansedumbre y cuídate del orgullo" (D. y C. 25:14).

"No será altivo de corazón" (D. y C. 42:40), el Señor exhorta; y el Libro de Mormón dice: "Debéis... humillaros ante Dios" (Mosíah 4:10).

Cuando la tierra se limpie en los últimos días por medio del fuego, los orgullosos serán como rastrojo. (Véase 3 Nefi 25:1; D. y C. 29:9; 64:24.)

El espacioso edificio que Lehi vio representaba el orgullo del mundo, y allí estaban reunidas las multitudes de la tierra (véase 1 Nefi 11:35-36). Los que se mantuvieron en el camino estrecho, se aferraron a la palabra de Dios y participaron del amor de Dios soportaron la burla de los que estaban en el edificio (véase 1 Nefi 8:20, 27, 33; 11:25).

"Los humildes discípulos de Cristo" (2 Nefi 28:14) son pocos.

El orgulloso no eleva su mirada a Dios ni se preocupa por hacer lo que está bien, sino que mira hacia los lados, al hombre, y discute para probar quién tiene razón. El orgullo se manifiesta en el espíritu de contención.

¿Acaso no fue el orgullo lo que llevó al diablo a transformarse en diablo? Cristo quería servir, pero el diablo quería tener el poder. Cristo quería lograr que todos los hombres fueran como El; el diablo quería estar por encima de todos.

Cristo logró la perfección porque se puso en segundo plano; pidió que se hiciera la voluntad del Padre y no la suya.

El orgulloso se caracteriza por preguntarse "¿Qué quiero hacer con mi vida?" en lugar de preguntar "¿Qué desea Dios que haga con mi vida?" Trata de hacer la voluntad propia en lugar de la de Dios. Teme a los hombres más que a Dios.

El humilde responde al saber la voluntad de Dios, teme su castigo y desea complacer a los que lo rodean. Al orgulloso le halaga la adulación del mundo; al humilde le satisface la aprobación del cielo.

Se dice que el orgulloso no se contenta con tener algo, sino únicamente con tener más que los demás. El Señor dijo de un hermano: "No estoy bien complacido con él, porque pretende sobresalir, y no es suficientemente manso delante de mí" (D. y C. 58:41).

Los dos grupos que en el Libro de Mormón parecen tener más dificultad con el orgullo son "los instruidos y los ricos" (2 Nefi 28:15). Pero la palabra de Dios puede abatir el orgullo (véase Alma 4:19).

El orgullo acarrea muchas maldiciones; en cambio, son muchas las bendiciones de la humildad. Por ejemplo, se nos dice: "Sé humilde; y el Señor tu Dios te llevará de la mano y dará respuesta a tus oraciones" (D. y C. 112:10). El humilde será bendecido y fortalecido desde lo alto, y recibirá conocimiento (véase D. y C. 1:28). El Señor es "misericordioso con aquellos que... confiesan [sus pecados] con corazones humildes" (D. y C. 61:2). La humildad puede aplacar la ira de Dios (véase Hel. 11:11).

Mis amados hermanos y hermanas, a medida que limpiemos el interior del vaso, tendrán que verificarse cambios en nuestra propia vida, en la de nuestra familia y en la Iglesia. Los orgullosos no tratan de cambiar para ser mejores, sino que buscan excusas para justificar su manera de ser. Para arrepentirse es necesario cambiar, y para cambiar se necesita ser humilde. Pero todos podemos lograrlo. Estoy seguro de ello.

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Page 146: Enseñemos principios correctos

Hemos progresado muchísimo en el pasado, y alargaremos nuestro paso en el futuro; pero para hacerlo, primero tenemos que limpiar el interior del vaso siendo moralmente puros, utilizando el Libro de Mormón de tal manera que Dios nos libre de la condenación y, finalmente, venciendo el orgullo por medio de la humildad.

Podemos lograrlo. Yo sé que podemos. Ruego que así sea para todos nosotros. Que Dios os bendiga por todo el bien que habéis hecho y el que llevaréis a cabo. Dejo mis bendiciones con vosotros, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén. (Véase "Seamos puros", Liahona, julio de 1986, págs. 1 - 3.)

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Page 147: Enseñemos principios correctos

Hagamos de nuestro hogar un santuario 12 OBJETIVO Que los miembros de la clase se comprometan a hacer de sus respectivos hogares un

santuario y un refugio contra las influencias del mundo. De esta manera, sus familias sabrán que siempre podrán encontrar paz, armonía y amor sincero en el hogar.

NOTAS PARA EL MAESTRO 1. Ningún maestro puede enseñar, en el tiempo de que dispone, todo el material que se

brinda en esta lección con el grado de eficiencia que corresponde. Se le proporcionan todos esos materiales a fin de que usted, el maestro, cuente con mayores elementos de juicio para presentar la lección. Trate de enseñar algo de cada uno de los principios mencionados y permita que el Espíritu le guíe en la selección de las ideas. Recuerde que las Escrituras deben ser siempre la fuente primordial de materiales de estudio para los miembros de la clase.

2. Teniendo en cuenta que ésta es la última lección, asegúrese de que los miembros de la clase entiendan los principios fundamentales que les ha enseñado a lo largo del curso.

3. La mayoría de esos principios se pueden repasar como parte del desarrollo de la lección.

4. En esta lección, los miembros de la clase pueden ofrecer ejemplos e ilustraciones de los principios presentados con anterioridad. ínstelos a hacerlo, puesto que les dará la oportunidad de hablar y testificar de la importancia de vivir con la familia en el nivel más alto.

5. Dé su testimonio en cuanto a la veracidad y la importancia de los principios que se presentan en ésta y otras lecciones.

PRINCIPIOS A TRATAR 1. El hogar es el templo de la institución más importante de la Iglesia.

2. Los miembros de la familia deben contar con la más absoluta seguridad de que siempre encontrarán paz y amor en el hogar, suceda lo que suceda fuera de él.

3. Al amparo del debido espíritu en el hogar, los miembros de la familia tendrán la oportunidad de vivir en el nivel más alto.

4. Aquellos que deseen hacer de su hogar un pedacito de cielo en la tierra, lo pueden lograr estableciendo "una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios" (D. y C. 88:119).

LA LECCIÓN

Conceptos fundamentales

El hogar como templo y refugio

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días utiliza una variedad de fuentes de recursos para la construcción y preparación de edificios que satisfagan las necesidades de sus miembros. Partiendo de la base de que la familia es la institución más importante que ha establecido nuestro Padre Celestial, el hogar debe ser un santuario para esa institución, debiéndosele dar el mismo respeto que damos a otros edificios de la Iglesia.

Al ocupar y utilizar los edificios de los barrios y estacas, lo hacemos con un espíritu de reverencia. La manera en que hablamos y actuamos en ellos está basada en nuestro entendimiento de que estos edificios fueron construidos con una finalidad sagrada. Atentos al hecho de que no hay una asignación más sagrada que la de criar una familia recta, debemos considerar nuestros hogares con espíritu de reverencia y tratar de asegurarnos de que todo lo que hagamos dentro de sus paredes esté de acuerdo con el plan de nuestro Padre Celestial.

Cuando llegamos a comprender la importancia que el hogar tiene para nuestra familia, nos damos cuenta de que, ya sea que se trate de una casa o un apartamento, de que esté en

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Lección 12

una zona urbana o en las afueras de la ciudad, que sea una vivienda espaciosa o pequeña, lujosa o sencilla, exquisitamente amueblada o humilde, es vital prestarle atención ante todo al hecho de que el Espíritu del Señor esté siempre presente en ella.

Tal como se ha indicado en lecciones previas, la experiencia de esta vida mortal forma parte de un gran plan, realidad de la cual no podemos escapar. Por otro lado, sí podemos esforzarnos por establecer un refugio que nos proteja contra las influencias indeseables del mundo. Podemos crear un lugar en el que todos los miembros de la familia sepan que pueden encontrar la paz y la armonía que llevan a vivir el evangelio plenamente.

Cuando los integrantes de la familia abren la puerta y entran al hogar, ya deberían saber con la más absoluta seguridad que son bienvenidos y queridos y que allí encontrarán la ayuda que necesitan para resolver los problemas del diario vivir. Es imprescindible que sepan que, a pesar de que tal vez hayan cometido algún error, encontrarán seguridad y apoyo en el hogar. Deben saber que las cargas se harán más livianas gracias al apoyo que les brinde la familia. Si uno de los hijos tiene problemas en los estudios, si la madre se siente abrumada por todas sus responsabilidades, si el padre se siente bajo presión por dificultades en el trabajo, si uno de los adolescentes se encuentra bajo el peso que imponen los ajustes típicos de su edad, si cualquier miembro de la familia se enfrenta a las tentaciones del mundo, todos ellos deben saber que en el hogar encontrarán amor incondicional y una familia dispuesta a hacer lo que sea dignamente necesario para ayudar.

No hay forma de librarnos de la adversidad en esta vida. El presidente Spencer W. Kimball enseñó:

"¿Es que no podemos ver la sabiduría de Dios al darnos pruebas a las cuales sobreponernos, responsabilidades que podamos cumplir, trabajo que vigorice nuestros músculos y penas que pongan a prueba nuestras almas? ¿No se nos expone a las tentaciones para probar nuestra fortaleza, a la enfermedad para probar nuestra paciencia, y a la muerte para que podamos ser un día inmortalizados y glorificados?

"Si todos los enfermos por quienes oramos fueran sanados, y todos los justos protegidos, y si todos los pecadores fueran destruidos, se anularía así todo el programa de nuestro Padre y se daría fin al principio más básico del evangelio, el libre albedrío, y nadie tendría que vivir por la fe." (La fe precede al milagro, pág. 96.)

Es así que sabemos que nos enfrentaremos a pruebas, adversidad y desilusiones como parte normal de la vida. También sabemos que la vida del hogar y la familia no deberían ahondar estos problemas sino que deberían ser una fuente de alivio. El hogar debe ser un refugio, un lugar donde encontrar solaz, bondad y la disposición a ayudarse y alentarse mutuamente en momentos de necesidad.

Sugerencias para 1. Dejar en claro el principio de que debemos considerar el hogar un templo para la el desarrollo de familia.

2. Definir qué se requiere para que un hogar sea un refugio.

3. Analizar cómo los miembros de la familia pueden contribuir a hacer del hogar un lugar positivo y de ayuda para todos los que forman pane de ella.

El hogar como laboratorio

Conceptos El hogar puede desempeñar una función vital en el desarrollo de la familia. Puede llegar a fundamentales ser un "laboratorio" sumamente eficaz. Si reina allí el debido espíritu y si se les enseña a

los miembros de la familia a ser obedientes y a estar dispuestos a sacrificarse, pueden aprender los principios de una vida celestial y ponerlos en práctica.

El Señor dijo: "Si estáis preparados, no temeréis" (D. y C. 38:30). Si cada uno de los integrantes de la familia recibe la debida preparación en el hogar, el temor disminuirá y lo reemplazará la confianza necesaria para hacer frente a los problemas de la vida.

En lo que tiene que ver con vivir el evangelio dentro del hogar, no tiene por qué haber conflictos entre las generaciones (discrepancias que surgen a veces por la diferencia de edades). En el cumplimiento de los principios revelados del evangelio, no debería haber allí cosas tales como normas contrastantes. En el hogar se deben enseñar detenidamente los siguientes principios y los deben poner en práctica todos los miembros de la familia por igual.

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1. Una actitud positiva. En muchos casos, los miembros de la familia aprenden a ver la vida desde un punto de vista negativo, según las experiencias que viven en su hogar. Deberíamos esforzarnos incesantemente por asegurarnos de que todas las decisiones y las actividades del hogar den como resultado la esperanza y un espíritu de optimismo en lo tocante al futuro.

2. La cortesía. En un mundo que parece haber olvidado el significado de la cortesía, el hogar es donde la familia debe aprender las reglas que permiten a las personas establecer las debidas relaciones con otros seres humanos. Este es un aspecto muy importante, pues refleja la verdadera medida de nuestros sentimientos hacia otras personas.

3. El lenguaje. Ningún miembro de la familia debería escuchar jamás profanidades, lenguaje vulgar ni cuentos indecentes dentro de las paredes del hogar, sino que más bien tendría que tener el privilegio de escuchar y aprender el debido uso del idioma en todas las comunicaciones familiares.

4. La modestia y la moralidad. La modestia que ponemos de manifiesto en la manera de vestir y de actuar, así como en las cosas que leemos, habrá de influir positivamente en la familia. Además, la forma en que se traten los asuntos relacionados con la moralidad habrá de enseñarle a cada miembro de la familia las normas que se apoyan en ese hogar. Estas acciones apropiadas junto con una enseñanza constante y cuidadosa, prepararán a cada miembro de la familia para vencer las tentaciones que cada uno tendrá que enfrentar fuera de los muros protectores del hogar.

5- La televisióny las películas. Estas influencias pueden ser sumamente negativas si los padres no tienen mucho cuidado. Se debe prestar suma atención a inculcar en los hijos la importancia de seleccionar los programas que ven, ayudándoles a controlarlos en vez de ser controlados por ellos.

6. La música. Debemos hacer lo posible por eliminar de nuestras vidas el nivel de música más bajo o telestial. Nos daremos cuenta de que a medida que los hijos crecen, maduran y se relacionan más con sus amigos, se irán identificando más y más con la música popular. Al mismo tiempo, podemos poner al alcance de la familia un nivel de música más alto, ya sea en el hogar o llevándolos a conciertos de música clásica. También podemos aprender canciones e himnos que podamos cantar juntos en familia. La música puede cambiar el espíritu del hogar.

7. La honradez y la integridad. Siempre habrá múltiples momentos apropiados para inculcar en los miembros de la familia estas virtudes y ayudarles a entenderlas y apreciarlas, y podrán aplicarlas en su relación con los padres y entre hermanos. Si se enseñan con bondad y un espíritu de amor sincero en el hogar, casi con toda seguridad sus decisiones serán más atinadas cuando se les presenten las tentaciones del mundo exterior.

8. La responsabilidad. Si no se da a los miembros de la familia la oportunidad de ser responsables de las tareas que deben cumplir, de planear actividades de distinta índole, de cuidar las cosas que son de su propiedad o de aprender a administrar el dinero, más adelante les resultará difícil entender y llevar a cabo los deberes que les sean asignados en otros aspectos de su vida.

Estos y otros temas básicos del evangelio se pueden enseñar como parte de la rutina diaria del hogar que sirve de laboratorio para una vida celestial.

Sugerencias para 1. Asegurarse de que los miembros de la clase concuerden en el hecho de que los el desarrollo de principios más elevados se deben enseñar y vivir como parte integral de la vida familiar la lección si es que se espera que los miembros de la familia los pongan en práctica fuera del

hogar.

2. Dedicar uno o dos minutos a cada principio tratado, utilizando la pizarra si fuera necesario, a fin de componer una lista que muestre los temas que se debe incluir en la experiencia de laboratorio del hogar.

3- Teniendo en cuenta que cada principio puede constituir una lección en sí mismo, tratar de evitar análisis demasiado extensos que den lugar a polémicas. Dar testimonio de que es posible enseñar y vivir debidamente estos conceptos en el hogar.

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Lección 12

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El hogar, un pedacito de cielo Conceptos A medida que vayamos ganando experiencia en utilizar el hogar como un laboratorio de fundamentales aprendizaje, llegaremos a comprender que puede llegar a ser mucho más de lo que jamás

hayamos imaginado. Sabemos que no todo será perfección, que todos en la familia seremos propensos a cometer errores de vez en cuando; pero también empezaremos a ver el potencial que existe de hacer del hogar un pedacito de cielo en la tierra.

En nuestra búsqueda de un modelo del hogar que alcance su verdadero potencial, podemos referirnos a las instrucciones dadas al profeta José Smith y a los primeros élderes, pocos años después de la organización de la Iglesia: "Estableced una casa, sí, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios" (D. y C. 88:119). Aun cuando este versículo se refiere a la manera de edificar un templo, es también el plano ideal para nuestro propio hogar.

1. Una casa de oración. No sólo debemos tener nuestras oraciones regulares, ya sean individuales, con nuestro cónyuge y en familia, sino que debemos dedicar suficiente tiempo a enseñar los principios básicos de la oración y a recalcar los beneficios que derivan de hacer de la oración una parte integral de nuestra vida diaria.

2. Una casa de ayuno. Para muchas personas, el ayunar por motivos personales y los domingos de ayuno resulta una experiencia difícil. Por lo general, esto se debe al hecho de que tales personas no entienden ese principio básico. Si se les enseña con amor y paciencia, en vez de hacerlo en forma dictatorial, éste puede llegar a ser uno de los principios que una más a la familia, sobre todo cuando se presenta la oportunidad de hacer un ayuno especial en el cual puedan participar todos. Es importante que cada uno de sus integrantes contribuya también a la ofrenda que se hace como parte del ayuno, a fin de que todos se sientan parte de la experiencia.

3. Una casa de fe. En el hogar, los miembros de la familia pueden llegar a aprender que la reverencia es algo más que tratar de estar en silencio durante las reuniones. Es en él donde se aprende el carácter sagrado de la reverencia; es en él donde los hijos deben escuchar experiencias que nutran la fe; es en él donde deben aprender y poner en práctica el arrepentimiento; es en él donde deben tener la primera oportunidad de dar su testimonio. Es en el hogar donde cada uno de los hijos debe llegar a conocer a nuestro Padre Celestial y a su Hijo Amado, Jesucristo, y a sentir el amor que ambos sienten por El.

4. Una casa de instrucción. Tal como se ha recalcado en este curso desde la primera lección, es de vital importancia que se enseñen principios correctos a cada uno de los miembros de la familia, de forma tal que todos los acepten como parte del plan de nuestro Padre Celestial. Aun cuando en las clases que se enseñan en la Iglesia se aprenderán muchas lecciones de valor, ninguna será más importante que aquellas que uno puede aprender en su propio hogar. Por medio del estudio de las Escrituras (sobre todo del Libro de Mormón), las noches de hogar, las actividades especiales de familia y todos esos momentos tan apropiados que se presentan a diario para enseñar, los miembros de la familia podrán lograr un entendimiento y aprecio del evangelio mucho mayores que lo que puedan experimentar por ningún otro medio.

5. Una casa de gloria. "La gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad" (D. y C. 93:36). Este tipo de inteligencia no se obtiene por medios académicos, sino como resultado de la obediencia a Dios: "El que guarda sus mandamientos recibe verdad y luz" (D. y C. 93:28). La obscuridad y la desesperación ¡no son bien acogidas en un hogar celestial y deben siempre reemplazarse con la luz y la verdad. Por tal razón es vital que continuamente se inculque, se fomente y se practique la obediencia a Dios en el hogar. Será entonces cuando todos entenderán y valorarán el provecho interior que se extrae de vivir por el Espíritu en una casa de gloria.

6. Una casa de orden. Si deseamos que el Espíritu sea una guía constante para nuestra familia, sabemos que nuestro hogar tiene que estar en orden. Debemos entonces entender y vivir conforme a los papeles sagrados que se nos dieron. Debemos llevar a cabo consejos de familia regulares, en los cuales se puedan establecer reglas en las que todos concuerden, donde se puedan coordinar planes familiares, en los que se puedan hacer asignaciones a todos los integrantes de la familia, en donde cada uno de ellos

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pueda recibir reconocimiento por sus logros. Como lo dijo el presidente Thomas S. Monson: "Dediquemos tiempo a nuestra familia, al trabajo, al estudio, al servicio, a la diversión y a nosotros mismos; pero, por encima de todo, dediquemos tiempo a Cristo" (véase Liahona, julio de 1984, pág. 25). Y como lo ha declarado el Señor: "Háganse todas las cosas con pureza ante mí" (D. y C. 42:41).

7. Una casa de Dios. ¿Puede decirse algo más sublime de un hogar que el hecho de que es "una casa de Dios"? Si se pone en práctica a diario la combinación de todo lo que se ha enseñado en este curso, puede hacer que un hogar de Santos de los Ultimas Días califique como "casa de Dios": Si vivimos con honor y dignidad, testificaremos a nuestro Padre Celestial que sabemos lo que significa ser sus hijos y que nuestro hogar es su hogar.

Sugerencias para 1. Analizar brevemente la posibilidad de tener en nuestro hogar un pedacito de cielo en la el desarrollo de tierra.

.... ;,V .̂JAJ..... 2 Hacer una lista en la pizarra de las siete "casas" mencionadas en Doctrina y Convenios 88:119 y explicar de qué manera pueden contribuir a la obtención de un pedacito de cielo en la tierra. *'

Conclusión

1. Pedir a los miembros de la clase que consideren detenidamente los cuatro conceptos tratados en esta lección de lo que puede llegar a ser un hogar.

2. Pedir a los miembros de la clase que, en su hogar, se comprometan a concentrarse en cada una de las siete "casas" durante cada una de las siete semanas siguientes.

3. Invitar a la clase a repasar regularmente las hojas de trabajo que recibieron durante el curso para que puedan tener siempre presentes las lecciones y los principios que deben incorporar a sus vidas diarias en el hogar.

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Hagamos de nuestro Hoja de trabajo de la lección l2

hogar un santuario

EVALUACIÓN 1. Empleando las definiciones que se han dado en la lección, pregúntese si puede

considerar su hogar:

a. Un santuario. Sí No

Si la respuesta es "no", ¿qué debe cambiar?

b. Un refugio. Sí No

Si la respuesta es "no", ¿qué debe cambiar?

c. Un laboratorio de aprendizaje. Sí No

Si la respuesta es "no", ¿qué debe cambiar?

d. Un trozo de cielo. Sí No

Si la respuesta es "no", ¿qué haría que esto fuera posible? 2. Durante las siguientes siete semanas, esfuércese por mejorar en los siete aspectos

mencionados en Doctrina y Convenios 88:119. Califiqúese personalmente en la escala del 1 al 5 en cuanto al progreso logrado.

a. Semana 1: Una casa de oración. Progreso

b. Semana 2: Una casa de ayuno. Progreso

c. Semana 3: Una casa de fe. Progreso

d. Semana 4: Una casa de instrucción. Progreso

e. Semana 5: Una casa de gloria. Progreso

f. Semana 6: Una casa de orden. Progreso

g. Semana 7: Una casa de Dios. Progreso

ASIGNACIONES 1. Haga el ejercicio.

2. Durante la noche de hogar, pida a los miembros de la familia que ayuden a analizar el aspecto físico, el moral y el espiritual de su hogar para determinar lo que ellos piensen que es necesario hacer a fin de que se le pueda considerar el tipo de santuario que desearían que fuera.

3. Repase regularmente las doce hojas de trabajo y enseñe continuamente los principios que se trataron durante el curso. Comprométase a incorporar las lecciones y los principios aprendidos a su vida diaria en el hogar.

4. Ore siempre... sin cesar.

1. D. y C. 115:6. (El hogar debe ser un santuario y un refugio.)

2. D. y C. 88:119. (Podemos hacer de nuestro hogar un pedacito de cielo en la tierra.)

3. Thomas S. Monson, "La edificación de un hogar eterno" (véase Liahona, julio de 1984, págs. 22 - 26), adjunto a esta lección.

MATERIALES DIDÁCTICOS Y REFERENCIAS

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Cuando Jesús caminó por los polvorientos senderos de pueblos y villas de la región a la que hoy reverentemente llamamos Tierra Santa y enseñó a sus discípulos junto al mar de Galilea, a menudo habló en parábolas para que la gente pudiera entender mejor. Frecuentemente se refirió a la edificación del hogar con relación a la vida de aquellos que le escuchaban.

El declaró: "...toda ...casa dividida contra sí misma, no permanecerá" (Mateo 12:25). Y en estos últimos días, advirtió: "He aquí, mi casa es una casa de orden, dice Dios el Señor, y no de confusión" (D. y C. 132:8).

En una revelación que se recibió por medio del profeta José Smith en Kirtland, Ohio, el 27 de diciembre de 1832, el Maestro dio el siguiente consejo: "Organizaos; preparad todo lo que fuere necesario; y estableced una casa, sí, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios" (D. y C. 88:119).

¿Dónde podría uno encontrar un plano más apropiado con el que pudiera edificar sabiamente una casa para ocupar personalmente por la eternidad?

Tal estructura satisfaría las especificaciones delineadas en Mateo: una casa "edificada sobre una roca"; una casa capaz de resistir las lluvias de la adversidad, los diluvios de oposición y los vientos de dudas que nos acometen por todas partes en el mundo actual (véase Mateo 7:24). .

Es posible que muchas personas digan: "Pero esa revelación se dio con el fin de proporcionar pautas para la construcción de un templo. ¿Qué aplicación tiene para nosotros?"

A eso respondería: "El apóstol Pablo declaró: '¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?' " (1 Cor. 3:16).

Tal vez si consideramos estas pautas arquitectónicas una por una, podremos apreciar más fácilmente ese divino consejo del Maestro de los constructores, el Creador del mundo, nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

Nuestro plano inspirado nos advierte ante todo que nuestra casa debe ser una casa de oración. El Maestro enseñó:

"Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar... para ser vistos de los hombres...

"Mas tú, cuando ores... ora a tu Padre que está en secreto...

"no uséis vanas repeticiones...

"Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

"Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

"El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

"Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

"Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos..." (Mateo 6:5-7, 9-13.)

Este aspecto de nuestro plano puede enseñarse a los niños en su tierna infancia. Cuando nuestro hijo mayor tenía unos tres años de edad, se arrodillaba junto a mi esposa y a mí al ofrecer nuestras oraciones por las noches. En ese entonces yo era obispo y había en nuestro barrio una hermana de apellido Nieves, que estaba seriamente afectada de cáncer. No había noche que no oráramos en nuestra familia por la hermana Nieves. Cuando le tocó orar a nuestro pequeño hijo, se confundió con un cuento que habíamos estado leyéndole esa tarde y oró diciendo: "Padre Celestial, te pedimos que bendigas a la hermana Nieves, y también a cada uno de los siete enanitos y a todos los animalitos del bosque". Tuvimos que esforzarnos para contener la risa, mas fue con gran humildad que nos enteramos al poco tiempo de que la hermana Nieves se había recuperado totalmente. Nunca subestimemos la oración de una criatura. Después de todo, ellos han estado en la presencia de nuestro Padre Celestial hace mucho menos tiempo que cualquiera de nosotros.

LA EDIFICACIÓN DE UN HOGAR ETERNO

por Thomas S. Monson

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Lección 12

Hagamos de nuestra casa una casa de oración. Nuestra casa debe ser también una casa de ayuno. Esta parte del plano está personificada en la exhortación que encontramos en Isaías titulada "El verdadero ayuno":

"¿No es más bien el ayuno que yo escogí...

".. .que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?"

Después se anuncia la recompensa:

"Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.

"Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí...

"y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía.

"Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma...

"y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan." (Isaías 58:6-11.)

Hagamos que nuestra casa sea una casa de ayuno.

Nuestra casa debe ser una casa de fe. Santiago escribió: "Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

"Pero pida con fe, no dudando en nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra." (Santiago 1:5 - 6.)

Podemos encontrar una aplicación práctica de tal fe inalterable en el espíritu de Nefi y su terminante declaración: "...Iré y haré lo que el Señor ha mandado" (1 Nefi 3:7). Nefi no dudó, sino que creyó.

También en estas épocas encontramos ejemplos similares de esa fe. Hace algunos años acompañé al presidente Hugh B. Brown en una gira por la Misión de Samoa. Los miembros y los misioneros nos habían informado sobre la severa sequía que padecían, la que había afectado el suministro de agua de tal manera que nuestras capillas y nuestro colegio iban a tener que cerrar sus puertas si no llovía pronto. Nos pidieron que uniéramos nuestra fe a la de ellos.

Los vestigios de la sequía eran evidentes por todas partes al volar desde Pago Pago hasta Mapasaga, donde se encontraba nuestro colegio. El sol era radiante y no se veía ni una sola nube en el cielo azul. Los miembros se alegraron de poder comenzar la reunión. El hermano que ofreció la primera oración agradeció a nuestro Padre Celestial el habernos permitido llegar a salvo hasta el lugar, sabiendo que de alguna manera seríamos portadores de la tan esperada lluvia. Cuando el presidente Brown se puso de pie para hablar, el cielo comenzó a nublarse; después, empezaron a oírse los truenos y distinguimos la luz de los relámpagos. Los cielos se abrieron y comenzó a llover. La sequía había terminado.

Más tarde, en el aeropuerto, cuando estábamos aprestándonos para partir con destino a Samoa Occidental, el piloto de la pequeña aeronave comentó al personal de tierra: "Nunca he visto un tiempo tan extraño. No hay ninguna nube en el cielo, excepto sobre el colegio mormón en Mapasaga. ¡No lo entiendo!"

El presidente Brown entonces me dijo: "Aquí tiene una buena oportunidad. Vaya y ayúdele a entender". Así lo hice.

Nuestra casa ciertamente es una casa de fe.

Hagamos de nuestra casa una casa de instrucción. El Señor dijo: "...buscad diligentemente; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe" (D. y C. 88:118).

También aconsejó: "Aprended de mí... y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11:29). Ninguna otra búsqueda de instrucción promete tan profunda recompensa.

Hagamos de nuestra casa una casa de instrucción.

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Nuestra casa es ciertamente una casa de gloria. Para que así sea, debemos ser honrados con Dios, con nuestro prójimo y con nosotros mismos. Uno no puede aparentar una cosa y ser otra distinta. Mark Twain, en su libro Las aventuras de Huckleberry Finn, nos enseña una importante lección mediante el personaje que da título a la novela. Dice así:

"Me vinieron escalofríos y me decidí a orar para ver si podía dejar de ser la clase de muchacho que era y convertirme en uno mejor. Así que me arrodillé; pero las palabras no me salían. ¿Por qué sería? No tenía sentido que tratara de ocultárselo a Dios... yo sabía muy bien por qué no encontraba las palabras. Era porque no era sincero de corazón; era porque no me portaba honradamente: la verdad era que estaba jugando sucio. Quería aparentar que había decidido abandonar el pecado, pero muy dentro de mí me aferraba al mayor de ellos. Estaba tratando de que mis labios dijeran que haría lo bueno y lo justo, mas muy adentro sabía que era una mentira, y que El lo sabía. Uno no puede orar una mentira... de eso me di cuenta." {The Adventures of Huckleberry Finn, New York: Washington Square Press, Pocket Books, 1973, págs. 271-272; cursiva agregada.)

Filosofando, alguien comentó en una oportunidad: "Constancia, eres una joya". Al ser constantemente buenos, estaremos asegurándonos una casa de gloria.

Nuestra casa debe ser una casa de orden. "Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora" (Eclesiastés 3:1), declaró el predicador en Eclesiastés. Esta verdad se aplica a nuestra vida. Dediquemos tiempo a nuestra familia, al trabajo, al estudio, al servicio, a la diversión y a nosotros mismos, pero, por encima de todo, dediquemos tiempo a Cristo. Así, nuestra casa será una casa de orden.

Por último, hagamos de nuestra casa una casa de Dios. Los pensamientos limpios, un propósito noble, un corazón dispuesto y las manos listas para poner a la obra constituyen las características de una casa de Dios. El no nos abandona para que luchemos solos, sino que está a nuestro lado listo para ayudarnos.

Algunos años atrás tuve el privilegio de servir cómo presidente de misión y de desarrollar una relación estrecha con más de cuatrocientos misioneros. Uno de ellos estaba muy enfermo. Tras semanas de hospitalización, al prepararse los médicos para someter al joven a una operación bastante delicada, sugirieron que se mandara buscar a los padres, pues existía la posibilidad de que el misionero no sobreviviera a la operación.

Los padres llegaron y una noche, siendo tarde ya, el padre del joven y yo entramos en su habitación en el hospital, le colocamos las manos sobre la cabeza y le dimos una bendición. Lo que aconteció tras esa bendición fortaleció mi testimonio.

El misionero se encontraba en una habitación de seis camas. Las otras cinco estaban ocupadas por otros pacientes, cada uno de ellos afectado por una enfermedad diferente. En la mañana de la operación, la cama del misionero estaba vacía. La enfermera entró a la habitación con las bandejas del desayuno y, dirigiéndose al paciente de la primera cama, le dijo: "Su porción hoy es doble".

El paciente había sufrido un accidente con una máquina cortadora de césped, y a no ser por una lesión en un dedo del pie, estaba físicamente bien. Sin embargo, le respondió a la enfermera: "Hoy no voy a tomar desayuno".

"Muy bien", dijo la señorita, "se lo daremos entonces a su compañero".

Al acercarse al segundo paciente, éste le informó: "Creo que hoy no voy a desayunar".

Cada uno de los cinco pacientes rehusó desayunar ese día. La joven asombrada, preguntó: "Pero ¿qué les pasa a todos ustedes hoy? Todos los días casi dejan sin comida al resto del hospital y hoy nadie quiere desayunar".

Entonces uno de ellos respondió: "Como usted ve, hay una cama vacía. En estos momentos están operando al joven que la ocupaba y él necesita todo el apoyo posible. El joven es un misionero religioso, y en los últimos días nos ha hablado sobre algunos de sus principios, tales como la oración, la fe y el ayuno para pedir las bendiciones del Señor".

Entonces continuó: "No sabemos mucho de la Iglesia Mormona, pero hemos aprendido bastante sobre nuestro amigo, así que estamos ayunando por él".

La operación fue todo un éxito. Cuando procuré pagarle al doctor sus honorarios, me dijo: "Sería deshonesto de mi parte recibir paga alguna. Nunca antes había hecho una operación en la que mis manos fueran guiadas por un poder muy superior al mío. De ninguna

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manera", agregó, "no podría aceptar dinero por una operación que alguien desde los cielos me ayudó a hacer".

Tal es una casa de Dios.

Este es, pues, nuestro proyecto de construcción. Somos constructores de moradas eternas, aun de templos de Dios (véase 1 Cor. 3:16). "Organizaos; preparad todo lo que fuere necesario; y estableced una casa, sí, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios" (D. y C. 88:119).

Entonces el Señor, nuestro Inspector Supremo, nos diría, como dijo cuando se le apareció a Salomón, el constructor de otras épocas: "Yo he santificado esta casa que tú has edificado, para poner mi nombre en ella para siempre; y en ella estarán mis ojos y mi corazón todos los días" (1 Reyes 9:3).

Que sigamos este plano divinamente preparado para nosotros; que podamos tener éxito en la edificación de nuestros hogares eternos, es mi oración, en el nombre de Jesucristo. Amén. (Véase "La edificación de un hogar eterno", Liabona, julio de 1984, págs. 22-26.)

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