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03 ENTORNO, HÁBITAT, TERRITOTIO

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03ENTORNO, HÁBITAT, TERRITOTIO

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La nacionalidad, las pasiones, las preferencias y otros aspectos

que pensamos nos identifican, aunque no coincidan con los

atribuidos por los demás, conforman la identidad de un indi-

viduo. Sin embargo estos pormenores, incluido el lugar

donde un individuo nace, sólo redactan notas marginales en

el entramado “corpus” que supone lo que un sujeto “es”. Si

nos desvestimos de fundamentos biológicos, territoriales o de

cualquier otra clase, si nos consideramos lo que somos:

“entidades capaces de promover y remover ideas, ocurren-

cias, de identificarlas y de interrelacionarlas”, alcanzaremos

bondades perdurables y de intenso provecho. El Maestro

Eckhart atribuye a un instructor pagano la siguiente afirma-

DE LA BÚSQUEDA DE LAVERDAD COMO TERRITORIO

“…al filósofo le conviene ser hierofante del mundo entero”

Proclo

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ción: “...porque la voluntad, decía, toma las cosas tal comoson en sí, mientras que la inteligencia las toma tal como sonen ella, en la inteligencia”.

El ser humano, cuando se revuelca con libertad en su inte-lecto, ya sea racional o intuitivo, suele preguntarse por ellugar que su conciencia ocupa en el mundo. A nuestro juiciopara adentrarse con éxito en esta exploración se deben res-petar dos directrices: la renuncia a todo dogma que supongaun obstáculo para conocer o discernir, y la asunción, porencima de otros propósitos, de lo ecléctico, entendido segúnel término griego (eklektikós), es decir, ”capacitado para ele-gir”. Ambas conductas se resumen en la siguiente cita delcabalista Safed Moshe ben Ja’acob Cordovero: “Siempredebe ser perseguida la cualidad de la verdad, allí donde seencuentre.”

Y la verdad se halla unida a la inteligencia aplicada al propó-sito de “saber”. No obstante resulta necesario apuntar queesta búsqueda de conocimiento, con el fin de aproximarse ala sabiduría, nunca pasa de un intento, puesto que estableceun camino, jamás un destino fijado en el tiempo. Paraemprender tal pesquisa nos podemos valer de la inteligencia,de la intuición, del amor y también del escepticismo precisopara dudar de esa parte de la “verdad” que hemos alcanzadodesde nuestra óptica parcial, siempre condicionada pornuestros sentimientos, orgullos y factores terrenos (de“terruño” más que de tierra o terrenal).

El entorno puede condicionar al individuo, insuflarle aire oalterar su conducta; ahora bien, si este escenario implica unarestricción, ya sea por la adscripción a un grupo determi-nado, o por la exclusividad de reconocerse unido a un hábi-tat, entonces conviene desprenderse de los impedimentospsicológicos, intuitivos e intelectuales que nos procura esteespacio (o dogma, ideología o postura religiosa).

El estudio de una disciplina, la filiación a un lugar o doctrinaproveen de una herramienta destinada a la búsqueda de laverdad. Ahora bien, si tales parámetros suponen un lastre yuna limitación para la perseverancia en el aprendizaje, elsujeto deberá desasirse de ellos para evitar comportarsecomo un fanático deseoso de imponer sus neurosis y trau-mas por encima, incluso, de las capacidades propias racio-nales o intuitivas. Entonces, cuando el instrumento seconfunde con el fin, el individuo se distancia del propósito depensar, filosofar y poetizar con la verdad. Por tanto, susacciones y desvelos se encaminan a los intereses de ungrupo, se distancia de lo verdadero, de la exploración filosó-fica. Nyanaponika Thera desarrolla, en su introducción alCanon Pâli, una definición de “liberación”, desde la pers-pectiva budista, que, en parte, también podría aplicarse a laidea que hemos desarrollado: “...limpiar la mente de todaslas contaminaciones que desfiguran su pureza, eliminartodos los obstáculos que obstruyen su progreso desde la con-ciencia mundana...”.

El individuo precisa de la identificación con su entorno exclu-sivamente para cumplir con la llamada “conócete a ti mismo”que, anotada en la entrada al templo de Apolo en Delfos,hicieron suya Zoroastro, Sócrates, Platón y, en gran medida,los cristianos “gnósticos” que promovían una búsquedainterna de Cristo amparada en la gnosis (conocimiento). Eladmirable estudioso del renacimiento Picco della Mirandolaescribió en su Discurso sobre la dignidad del hombre: “Noespero ni busco de mis estudios y reflexiones nada más queel cultivo del espíritu y el conocimiento de la verdad, quesiempre y tan intensamente amé.”

Al igual que la soledad no reside en la ausencia del otro, locercano no depende de lo próximo. La cualidad de liberarsede la “realidad inmediata” se encuentra entre las principalespotencias del individuo. Si no fuera así, resultaría imposibleel aprendizaje y, en cierto modo, el disfrute de la lectura (laimpresión de participar del argumento de una novela, o deseguir los pensamientos de un autor), así como de una pelí-cula, de una obra plástica o de cualquier otra recreación quetraslada al receptor, desde su entorno, a las fantasías, elucu-braciones o ideas sugeridas por un artista o pensador. Deigual manera, alguien puede sentirse a distancia de sus coe-táneos y “cercano” a personalidades o, incluso, parientesdel pasado, siempre, claro está, que exista un soportemínimo que nos facilite información sobre tales personas. Locercano depende de los afectos y no del entorno.

En cambio, el territorio implica una delimitación geográfica,un intento por fraccionar zonas de influencia. Esta nociónvaría, como es evidente, según se trate de un pueblo nómadao sedentario.

En los mitos de las diversas civilizaciones encontramos unaexplicación del origen del mundo, de la materia, de los cie-los, de la creación del ser humano y, con frecuencia, tambiénde su territorio. Tenemos el caso de la fe judía y la Tierra Pro-metida, donde la identidad cultural y religiosa se encuentraestrictamente unida, junto a otros conceptos y hechos histó-ricos, a un territorio. A este respecto el estudioso GershomScholem refirió en una entrevista concedida a la cadena detelevisón ARD: “En la vida sentimental de los judíos desem-peñaba esta tierra un papel decisivo. La historia de los judíosera la historia de la Biblia, no la historia del país en el quevivían; la geografía que conocían no era la geografía de Polo-nia o Marruecos, Francia o España, sino la geografía de estepaís.”

La tradición judía, si efectuamos una lectura rigurosa de lasescrituras, condena la idea de un propietario absoluto de latierra, puesto que ésta sólo pertenece a Dios, lo que implicala obligación de reparto de excedentes de cosecha y otrasleyes igualitarias, en cierta forma, próximas a una utopía dedistribución de la riqueza. En Levítico XXV, 23-24, Moisésrecibe, entre otros, el siguiente mensaje en el monte Sinaí: “Yla tierra no podrá ser vendida a perpetuidad, porque es Mía,

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39 I •YO, INTERIOR Y CUERPO

por cuanto sois forasteros y peregrinos para Mí. Y otorgaréisredención para toda la tierra que tuviereis”. Este conceptoagravó, a principios de la era cristiana, las tensas relacionesentre los judíos y los romanos, puesto que estos últimosdemandaban, por derecho de conquista, privilegios sobre losterritorios dominados que las autoridades y ciudadanosjudíos jamás les podían conceder.

Estas normativas, sin embargo, no impidieron la existenciade latifundios, ni de grandes propietarios, aunque sí facilitó elflorecimiento de una especial inquietud por el sentido de lajusticia. Se contemplan leyes, amparadas en la Torah, dirigi-das a la protección de un bien común, de la justa obtenciónde los beneficios procedentes de los negocios... Por ejemploen Levítico XXV, 35-37 se condena la usura de forma notoria:“No le prestarás a interés ni te aprovecharás de su pobreza,sino que temerás a tu Dios, para que tu hermano viva con-tigo. No le prestarás dinero a interés y no le darás tu comidacon intención de ganancia”. También en El Talmud nosencontramos con parábolas que apuntan en este sentido.

En la actualidad naciones, ciudades, o zonas de maridajecultural esgrimen como señas de identidad a equipos de fút-bol, pasteles, vestuarios, gobernantes o tiranos y otros rudi-mentos. Desde luego estos signos identificativos provienende un interés comercial o bien, en el mejor de los casos, dela afirmación de una tradición de segunda fila, cuyos oríge-nes se remontan como mucho, salvo excepciones, almedioevo, cuando no proceden de los “nacionalismos” quese dedicaron durante el siglo XIX a extraer conjeturas (odirectamente a pergeñar invenciones), en relación con lasraíces de los pueblos (trajes regionales, ornatos, etc). Por otrolado ese ímpetu también impulsó magníficos logros como lacompilación de cuentos y leyendas tradicionales, el estudioconcienzudo de lenguas, la clasificación rigurosa de músicapopular… Por citar un ejemplo literario mencionamos elsobresaliente caso en Alemania de Jacob Karl y WilhelmGrimm.

La tierra, supongamos que virgen, una vez reclamada ennombre de un pueblo se transforma en “hábitat”, al que eldiccionario María Moliner define como: “el modo en que seorganiza un asentamiento humano”. A esa “forma” de orga-nización los pueblos suelen darle un “fondo”, es decir, laautoridad del asentamiento dicta normas de actuación,leyes, prohibiciones, en definitiva, organiza institucionesnormativas.

Así el hábitat social, la “polis”, impone una tiranía hacia elexterior por su existencia en oposición a territorios colindan-tes, y también interna, al imponer un control, evidente o indi-recto, sobre los ciudadanos. Y, por si esto fuera poco, loslíderes promueven un férreo adoctrinamiento de valoresidentificativos para, de esta manera, formalizar una comuni-

dad unida en torno a emblemas destinados a enarbolarsecuando al gobernante le interese exaltar los ánimos de losciudadanos, ya sea para evitar una invasión, o para eliminarfacciones disidentes dentro del propio territorio. El ajusticia-miento de Sócrates sirvió como precedente y modelo. Desdeentonces los poderes han utilizado con frecuencia la elimi-nación de los discrepantes…

En nuestra opinión, no puede contemplarse la sociedaddesde la perspectiva parcial que promovió la máxima: “laeconomía es el motor de la historia”. ¿El propio concepto dehistoria acaso no lo han provocado, incluso en el origen de lapalabra, ese grupo de pensadores o filósofos y hasta hiero-fantes que, desde diferentes culturas, religiones, creencias, aveces incluso en oposición entre sí, optaron como Pico dellaMirandola por la búsqueda de la verdad? ¿Acaso las socie-dades no evolucionan, establecen valores y certidumbressegún los planteamientos de individuos aplicados al pen-samiento? De acuerdo con restricciones históricas y modelosde organización las naciones han procurado el auge de unosfilósofos y la ocultación de otros. Desde luego esa conductano puede atribuirse a la casualidad, ni al simple capricho.Los pensadores comprometen la orientación del futuro, odesignan interpretaciones sobre el presente que puedenincomodar a facciones dirigentes. El renacentista AngeloPoliziano manifestó: “la filosofía dicta la acción”.

El motor interno de la historia, por encima de la economía, esdecir, de las disputas con el objetivo de la posesión deriqueza, se moviliza con el constante enfrentamiento entrelos “bien vistos” (los poderes del momento) y los disidentes;de los triunfos de unos sobre otros han dependido los dog-mas, los conocimientos transmitidos y los posteriores augesde sistemas políticos. Ahí tenemos las purgas culturales, lasdestrucciones de templos, de textos sagrados, el asesinato yencarcelamiento de filósofos... Ahora pienso en GiordanoBruno quemado en la hoguera; en las piras de libros consi-derados perniciosos (véase El Talmud, los escritos gnósticoso los códices mayas); el destierro de Ovidio; las sucesivasquemas ideológicas o fortuitas de la biblioteca de Alejandría;la persecución de los pitagóricos; los grados de miseria ydenigración que llevaron a la locura y la aniquilación a otrosmuchos durante el nazismo y el estalinismo… Incluso meatrevo a proponer la lectura de la historia como la inmolaciónpermanente de filósofos y poetas con motivo de cualquierexcusa, una guerra, pongamos por caso. Los escépticos pue-den plantearse como ejemplo la guerra civil española, con unbuen número de pensadores aniquilados en ambos bandos.

Sin embargo, la tradición greco-romana, la judeo-cristiana yotras concuerdan en la siguiente aseveración, en esta caso,tomada literalmente de Baltasar Gracián: “La verdad siemprellega la última, y tarde, coxeando con el tiempo”.

_RAÚL HERRERO

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ALEJANDRO CORTÉS La apariencia pictórica y abstracta de las compo-siciones da paso, con una segunda mirada, alconcepto de la obra: trazos humanos-inhumanoshieren la piel de la naturaleza que agoniza aco-sada por la urbe.

Se ha elegido el soporte metalizado por sus con-notaciones urbanas, representa el entorno-ciu-dad. Sus texturas y contrastes se mezclan conlos de su antagonista, la naturaleza.

RReefflleexxiioonneess,, oorriiggeenn ddee llaa oobbrraa:

Entorno gris metalizado; la urbe nos ahoga ysólo pequeñas islas de savia sobreviven y se soli-darizan con nosotros, ridículas hormigas, prepo-tentes y autocomplacientes hormigas.

Nos ofrecen oxígeno, leve recuerdo de esa infan-cia de aire limpio y verde horizonte; nuestra res-puesta a la generosidad de la moribundavegetación urbana es agresión, ensañamiento.Atrayentes heridas, cortezas abiertas, trazosmasoquistas sobre la piel que nos da la vida.

Nuestros humos y nuestra frustración se alíancon el monstruo de las vigas sin alma, veinti-cinco plantas que nos dan su frío cobijo a cambiodel apoyo al feroz asedio a la naturaleza.

No pararán, no pararemos hasta arrancar de raízal último de los hijos de la madre tierra. ¿Para-dójico o cruel?

Ambas.

RASGOS INHUMANOS. CRUEL BELLEZA DE LA NATURALEZA URBANA

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MARÍA ENFEDAQUEPAISAJE ROJO / PAISAJE CON NATURALEZA MUERTA

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MARÍA FELICESSIMBIOSIS ANIMALLa obra es un acercamiento del hombre a lanaturaleza, primero en el hecho bastante surrea-lista de un ser que nace de la tierra, rena-cimiento humano en sintonía con su entorno.Ysegundo se crea una simbiosis con el camaleón,por una parte por similitud con el ser humano ensu lado animal (parece que nos hemos olvidadode que somos un un ser más que puebla la tie-rra) y por otro en la capacidad de ambos paraadaptarse al medio.

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DAVID MARTÍNEZEsta obra se inspira en la época colonial, comopunto clave en el concepto y nombre de la misma:TODOS CULPABLES.

Ya no sólo culpables de todo lo reprochable a cual-quier colonia (principalmente cristiana) en su época,si no también como responsables de gran parte delos fenómenos actuales más aberrantes, desde elhambre, el diálogo perdido con el sur y con el conti-nente más rico en todo menos en calidad de vida, elcapitalismo exacerbado con la repercusión culturalcorrespondiente que rebaja el espíritu y la sensibili-dad a grados de extinción donde la materia todo lolleva.

La realidad se sitúa en forma de charco de sangredonde representamos una situación global de nues-tra existencia en la que el resultado es negativo, estarealidad incluye los peores sentimientos, angustias,miserias… y la nunca aceptada condición humana,nos enfrenta al espacio y al crecimiento interiorcomo forma de expansión, en la sociedad actual unmínimo porcentaje de gente logra hacer su vida enel marco real con una conciencia global, los efectosde la propiedad privada, el capitalismo y la domina-ción como forma de conocimiento empujan al indivi-duo a una dictadura intelectual en la que cualquierpuerta abierta implica peligro, esto causa unos efec-tos devastadores en el potencial humano, reducientotodos los buenos sentimientos a burbujas persona-les, rincones reservados donde se crea (no personal-mente) la falsa realidad que nos alimenta hasta lamuerte. La televisión representa dicha burbujacomo herramienta del ente social argumentadora detodas y cada una de las costumbres individualistas eidealizadoras. Envuelta en ese falso jardín de floresrecordadas, donde la gente pasea tranquila viviendoun falso recuerdo de esta nuestra agonizante reali-dad.

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RAÚL MOYATIERRA

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DAVID RODRÍGUEZ

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