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Estamos ante un libro verdaderamen- te admirable. Jesús Silva-Herzog Márquez ha logrado una rara combi- nación de enorme sensibilidad políti- ca y uso espléndido de la lengua. He aquí un libro bien pensado y bien es- crito. En cinco ensayos penetrantes y amenos Silva-Herzog Márquez nos enseña que no debemos proponernos pelar la cebolla del liberalismo para buscar su esencia. No solamente nos quedaríamos con las manos vacías. Además nos daríamos cuenta, como ha dicho Wislawa Szymborska, que la estólida perfección de ese bulbo, que nos enfrenta a una infinita regresión de lo mismo, no tiene nada que ver con los asuntos humanos. Igualmen- te, cuando Silva-Herzog Márquez abre cada uno de los cinco bulbos saltan por todos lados las imperfec- ciones y las incoherencias. La vida y el pensamiento de Carl Schmitt, Michael Oakeshott, Norberto Bobbio, Isaiah Berlin y Octavio Paz, durante la disección que les hace, nos muestra, como dice Szymborska, in- cómodos secretos y secreciones. Y para que sintamos en carne pro- pia estas contradicciones, su viaje co- mienza con la exploración del inquietante jurista antiliberal alemán, Carl Schmitt, quien estableció con contundencia que todos los motivos y acciones de la política pueden redu- cirse a la distinción entre amigo y enemigo. Schmitt fue un antiliberal ambicioso y oportunista que diseñó una concepción bélica para nutrir el nacionalsocialismo alemán. Aca- so en esto no tuvo mucho éxito (no le hicieron todo el caso que él quería), pero ello no le evitó ser procesado en Nuremberg co- mo criminal, aunque él se defi- nió durante el juicio como un “aventurero intelectual”, embar- cado en una búsqueda que ter- minó —como sabemos— en el asesinato de millones de perso- nas. Lo mismo ocurrió con el cristianismo, se excusó Schmitt. Silva-Herzog Márquez ha querido iniciar su libro con una anatomía de un teórico que exalta el miedo como impulso central de la política, que considera a la democracia como un sistema esencialmente antiliberal, pues supone necesariamente la ho- mogeneidad entre gobernantes y go- bernados. Para ello, el Estado debe militarizar a la sociedad y eliminar el pluralismo. La suya es la encarnación 13 EstePaís cultura La cebolla y el liberalismo * ROGER BARTRA ____________ * Texto leído en la librería Rosario Castellanos del FCE, durante la presentación de La idiotez de lo perfecto, de Jesús Silva-Herzog Márquez (FCE, México, 2006). Doctorado en Sociología en la Sorbona de París y formado como antropólogo en México, Roger Bartra (Ciudad de México, 1942) es Investigador Emérito en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha sido profesor en las universidades de Wisconsin, California, de los Andes (Venezuela), Católica (Lima), Johns Hopkins (Baltimore), Rutgers (New Jersey), en el Paul Getty Center (Los Ángeles) y en la Pompeu Fabra (Barcelona). Entre sus obras más recientes están Antropología del cerebro (Pre-Textos, Valencia, 2006), El duelo de los ángeles. Locura sublime, tedio y melancolía en el pensamiento moderno (Pre-Textos, Valencia, 2004) y Cultura y melancolía. Las enfermedades del alma en la España del Siglo de Oro (Anagrama, Barcelona, 2001). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1984, ha recibido las becas Guggenheim y Tinker y el Premio Universidad Nacional (1996). EP Cultura 14 / final ok 10/23/06 12:21 PM Page 13

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Estamos ante un libro verdaderamen-te admirable. Jesús Silva-HerzogMárquez ha logrado una rara combi-nación de enorme sensibilidad políti-ca y uso espléndido de la lengua. Heaquí un libro bien pensado y bien es-crito. En cinco ensayos penetrantes yamenos Silva-Herzog Márquez nosenseña que no debemos proponernospelar la cebolla del liberalismo parabuscar su esencia. No solamente nosquedaríamos con las manos vacías.Además nos daríamos cuenta, comoha dicho Wislawa Szymborska, que laestólida perfección de ese bulbo, quenos enfrenta a una infinita regresiónde lo mismo, no tiene nada que vercon los asuntos humanos. Igualmen-te, cuando Silva-Herzog Márquezabre cada uno de los cinco bulbossaltan por todos lados las imperfec-ciones y las incoherencias. La vida yel pensamiento de Carl Schmitt,Michael Oakeshott, NorbertoBobbio, Isaiah Berlin y Octavio Paz,durante la disección que les hace, nosmuestra, como dice Szymborska, in-cómodos secretos y secreciones.

Y para que sintamos en carne pro-pia estas contradicciones, su viaje co-mienza con la exploración delinquietante jurista antiliberal alemán,Carl Schmitt, quien estableció concontundencia que todos los motivos yacciones de la política pueden redu-cirse a la distinción entre amigo yenemigo. Schmitt fue un antiliberalambicioso y oportunista que diseñóuna concepción bélica para nutrir el

nacionalsocialismo alemán. Aca-so en esto no tuvo mucho éxito(no le hicieron todo el caso queél quería), pero ello no le evitóser procesado en Nuremberg co-mo criminal, aunque él se defi-nió durante el juicio como un“aventurero intelectual”, embar-cado en una búsqueda que ter-minó —como sabemos— en elasesinato de millones de perso-nas. Lo mismo ocurrió con elcristianismo, se excusó Schmitt.

Silva-Herzog Márquez ha queridoiniciar su libro con una anatomía deun teórico que exalta el miedo comoimpulso central de la política, queconsidera a la democracia como unsistema esencialmente antiliberal,pues supone necesariamente la ho-mogeneidad entre gobernantes y go-bernados. Para ello, el Estado debemilitarizar a la sociedad y eliminar elpluralismo. La suya es la encarnación

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La cebollay el liberalismo*

R O G E R B ART R A

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* Texto leído en la librería Rosario Castellanos del FCE, durante la presentación de La idiotez de lo perfecto, de Jesús Silva-HerzogMárquez (FCE, México, 2006).

• Doctorado en Sociología en la Sorbona de París y formado como antropólogo en México, Roger Bartra (Ciudad de México, 1942)es Investigador Emérito en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha sido profesor en las universidades de Wisconsin,California, de los Andes (Venezuela), Católica (Lima), Johns Hopkins (Baltimore), Rutgers (New Jersey), en el Paul Getty Center(Los Ángeles) y en la Pompeu Fabra (Barcelona). Entre sus obras más recientes están Antropología del cerebro (Pre-Textos, Valencia,2006), El duelo de los ángeles. Locura sublime, tedio y melancolía en el pensamiento moderno (Pre-Textos, Valencia, 2004) y Cultura ymelancolía. Las enfermedades del alma en la España del Siglo de Oro (Anagrama, Barcelona, 2001). Miembro del Sistema Nacional deInvestigadores desde 1984, ha recibido las becas Guggenheim y Tinker y el Premio Universidad Nacional (1996).

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de una idea rousseauniana de derecha, dura y agresi-va, que rompe con el principio del sometimiento delpoder al derecho. Schmitt sí quiso descubrir la esen-cia del Estado pelando la cebolla de la política. Es elperfecto ejemplo que muestra las desventuras de losintentos por construir sistemas cerrados y homogé-neos. Este oscuro telón de fondo permite resaltar lasreflexiones sobre la ingeniería institucional inspiradaen el liberalismo.

No podía ser más contrastante la figura de otroaventurero, Michael Oakeshott, el conservador britá-nico que detestó los sistemas ideológicos coherentes yque se dejó llevar por el azar de sus viajes intelectua-les. La política no es argumento sino conversación, essu frase más conocida. Gran conversador y gran con-servador, este tierno profesor rechazaba que las pug-nas, las pasiones y las fuerzas debiesen ser el alma dela política. De Hobbes tomó su escepticismo, perohuyó de su coherencia sistémica para refugiarse en lascontingencias y en el juego. Contra el racionalismo,prefirió el pesimismo de Pascal y la tranquilidadadusta pero gozosa de Montaigne. El pensamientoconservador de Oakeshott, por su enorme énfasis en

las coyunturas y las contingencias históricas, ha ali-mentado tanto al liberalismo como al socialismo.

Después damos un salto a otro pesimista, NorbertoBobbio. Hombre herido por contradicciones e in-compatibilidades, el gran profesor de Turín acabósiendo un símbolo de la izquierda tolerante, flexible ydemocrática. Hacia el final de su vida Bobbio exaltólo que en italiano se llama la mitezza, término de difí-cil traducción. Yo diría que es parte de una tradiciónmediterránea apoyada en la templanza, la tolerancia yla mesura. Los catalanes usan otro término, el seny,para algo similar. Acaso su origen debamos buscarloen los griegos antiguos, que para denotar lo que hoyllamamos civilidad o civilización, hablaban de praos,una noción que contrasta con lo salvaje o lo bárbaro.Se trata de una suavidad, una mansedumbre o unamoderación en las confrontaciones, especialmente enlas políticas. Después de las terribles confrontacionesde la época fascista y de la Guerra Mundial, la exalta-ción de un socialismo democrático tolerante y flexi-ble le parecía a Bobbio algo fundamental. Desdeluego, la concepción de Bobbio sobre la democraciano es original, sostiene Silva-Herzog Márquez: pro-viene de Kelsen, Popper y Schumpeter. Pero lo im-portante es que Bobbio la introduce en el espacio dela izquierda. Debió ir más lejos, piensa Silva-HerzogMárquez, pues lo que hizo fue algo así como arran-carle la idea de revolución a Marx, lo que equivale arobarle el cielo a los cristianos. No es algo imposible,pienso yo. La socialdemocracia hizo algo similar: sus-tituyó la revolución por la democracia. Y antes el teís-mo ilustrado eliminó el cielo sin que el dios cristianocayese de su trono. Por supuesto, estas mezclas pro-dujeron resultados que trastocaron tanto las tradicio-nes socialistas como las cristianas.

Aquí quiero introducir una digresión que me pare-ce pertinente. Los caminos del socialismo democráti-co y de la democracia liberal cruzan, desde hacetiempo, por espacios comunes. La separación del li-beralismo y la democracia ha ocasionado tantos estra-gos como la disociación entre socialismo y libertad.En realidad, el liberalismo y la democracia constitu-yen dos formas de pensamiento diferentes que sólo seligan claramente después de la Primera Guerra Mun-dial. El liberalismo se asocia originalmente con laexaltación del mercado, las libertades individuales, laseparación de poderes y la contención del Estado. DeAdam Smith a John Stuart Mill recorre un complejo ypolifacético periplo que no siempre coincide con loscaminos de la democracia. Cuando se encuentra conella produce resultados deslumbrantes, como en Tocqueville. Pero cuando el liberalismo desemboca,por ejemplo, en el evolucionismo de Herbert Spencer,

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llega a una terrible esterilidad. Por suparte, la tradición democrática mo-derna, fincada en el parlamentarismo,transitó por caminos igualmente esca-brosos, que pasan por Rousseau yMarx. En la tradición liberal hay lar-gas sombras de autoritarismo, y elloes evidente en la historia latinoameri-cana, donde el liberalismo arraigadesprovisto de componentes demo-cráticos. Acaso la respuesta la tengaTocqueville: se trata de un problemade costumbres, de mores, no de unproblema meramente ideológico.Hay hábitos autoritarios profunda-mente arraigados que han impedidoel florecimiento del liberalismo. Yo

prefiero hablar de una cultura autori-taria. Ello tal vez explica el extrañocarácter de la dictadura de PorfirioDíaz y del régimen revolucionarioinstitucional en México.

Silva-Herzog Márquez reconoceque Bobbio ha definido la lucha porla igualdad y la defensa de la razóncomo el eje de la izquierda. Al mismotiempo, dice con toda la razón queBobbio no es un pensador sino másbien un gran transmisor del pensa-miento de otros. Bobbio acude a los

clásicos como si éstos estuvieran ar-chivados en una bóveda intemporalque guarda las riquezas intelectualesde Occidente. En ese archivo ahistó-rico, dice Silva-Herzog Márquez, nohay autores, solamente textos. Sólohay papeles, no hay vida personal.

Los tres primeros autores examina-dos (Schmitt, Oakeshott y Bobbio)escribieron bajo la influencia directao indirecta del fantasma de Hobbes. 15

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Sea para corregirlo, enmendarlo o desarrollar-lo, los tres se adentraron en lo que otro de losescritores examinados, Isaiah Berlin, llamó laselva hobbesiana donde los seres humanos es-tán poseídos por pasiones y deseos, un lugarsin ideales y donde los individuos simplementecolisionan unos con otros y donde es necesariode alguna forma separarlos. Sospecho que Sil-va-Herzog Márquez reconoce que el pensa-miento de Hobbes puede originar muydiversas tendencias y explicaciones, algo quepor algún motivo que se me escapa no le reco-noce a Marx. El marxismo, a diferencia de lacepa hobbesiana, contendría una raíz o una se-milla totalitaria. Me parece una apreciacióndeudora del evolucionismo decimonónico queresulta incómoda en el contexto del análisis tanfino y matizado que hace Silva-Herzog Már-quez de las ideas de sus cinco personajes.

El cuarto personaje examinado es para mí elmás entrañable de todos los que aborda, el quemás me ha influido y el que me parece que gus-ta más a Silva-Herzog Márquez. Con Isaiah

Berlin nos encontramos fuera (hasta cierto punto) delas órbitas de Hobbes, en el espacio de un liberalismoque se ha dejado bañar por las fértiles aguas del Ro-manticismo. Lo llama un “liberalismo trágico”. Berlinno sólo nos enseña cómo mirar sino, sobre todo, dón-de mirar. Nos ha enseñado a mirar en la sombra, en laoscuridad irracional. Por eso Silva-Herzog Márquezdice que hay dolor en el liberalismo sombrío de Ber-lin. Acaso muchos no resistan la tentación de etique-tar a Berlin como un pensador reaccionario yconservador. Nada más alejado de la realidad. Comodice Silva-Herzog Márquez, siempre se creyó un libe-ral de izquierda. Su admiración e identificación porHerzen nos lleva incluso a la tentación de pensar queera un curioso socialista liberal, un revolucionariodesencantado, que sabía apreciar la revolución sin re-volución.

El relato de la breve experiencia mexicana de Ber-lin, en 1945, es sintomático. Le gusta la exuberanciade la naturaleza (pasó diez días en Cuernavaca) perole disgusta la gente. Como concluye Silva- HerzogMárquez: el profesor veía a México como un país“que difícilmente podía formar parte de la civiliza-ción liberal”. Esta afirmación nos coloca en la pistadel quinto personaje explorado por Silva-HerzogMárquez, Octavio Paz. Hay en sus reflexiones sobreel gran poeta una ligera ansiedad: ¿dónde está la vetaliberal de Paz? ¿Tuvo razón Berlin en decir que estepaís estaba fuera de la órbita liberal? Paz nunca seconsideró un liberal. Incorporó el liberalismo a su ba-gaje, con muchas reticencias y críticas. Como dice Sil-va-Herzog Márquez, “Paz decidió no elegir: fue unromántico, un liberal, un conservador, un socialista,un libertario. Todo; al mismo tiempo”. Acaso habríaque agregar que también fue un poco existencialista yotro poco heredero de la generación española del 98.También fue un estructuralista que dejó que las redesde la teoría envolviesen su obra poética. De algunamanera era como esa esponja que fue el antiguo régi-men revolucionario institucional.

Las agudas reflexiones de Silva-Herzog Márquezsobre la ingeniería institucional que impulsa el libera-lismo son muy sugerentes. No postula tesis acabadasy casi siempre se contenta con insinuar las respuestasdesde la perspectiva de los intelectuales cuya disec-ción nos ofrece. Pero sus insinuaciones valen más quemil afirmaciones retóricas. Una de las inquietudesque este libro sembró en mi imaginación consiste enel impulso a dejar de pensar en las instituciones polí-ticas y sociales como si fueran una cebolla. Parafra-seando los versos de Szymborska, negaríamos que lainstitución es otra historia: no tiene entrañas la insti-tución, es institución institución de verdad, hasta el

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colmo de la institucionalidad. Lejosde esta fuga centrípeta, Silva-HerzogMárquez nos hace pensar que en lastripas de las instituciones (como enlas de los autores que analiza) no hayperfección ni coherencia. En ellas hayreglas, normas y leyes, ciertamente.Pero también hay costumbres, tradi-ciones y usos (o abusos) morales. Sinuestros políticos, en la actual con-frontación crítica, leyesen el estupen-do libro de Silva-Herzog Márquez,acaso se alejarían del maniqueísmoque los anquilosa. Se alejarían de laabsurda historia, anclada en inexis-tentes épocas pretéritas, que ahumacon incienso reverencial a las institu-ciones o las execra como si fueran in-venciones del demonio.

Podemos comprender que en lasinstituciones hay una mezcla de lega-lidad con legitimidad. Es decir: de re-glas y de costumbres, de leyes y demoral. Ahí los hombres están enreda-dos y las perspectivas no suelen serbuenas. La decantación de leyes y le-gitimidades llega a producir mons-truos peligrosos e indescifrables. Laslegitimidades pueden pasar por la de-terminación de enemigos reales oimaginarios (como quería Schmitt),por los rituales conservadores (queadmiraba Oakeshott), por la adiccióna la tolerancia (tan apreciada porBobbio), por la tragedia (amada y te-mida por Berlin) y por el mestizajeideológico (cultivado por Paz). Porotro lado, las legalidades son someti-das a presiones exageradas y la demo-cracia es denostada como un artilugioformal para encubrir la explotación yla corrupción.

Jesús Silva-Herzog Márquez es co-mo aquel pesimista, y yo comparto susentimiento, que deseaba que su ne-gra profecía sobre la realidad políticano se cumpliera: de esta manerasiempre sale algo mal. ~

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