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Nova Acta Científica Compostelana (Bioloxía), 24: 1-12 (2017) - ISSN 2340-0021 ARTÍCULO DE DIVULGACIÓN Esbozo biográfico de Baltasar Merino Biographical Notes of Baltasar Merino RUBÉN PINO PÉREZ Departamento de Biología Vegetal y Ciencia del Suelo, Facultad de Ciencias, Universidad de Vigo, Lagoas-Marcosende, 36310, Vigo, Pontevedra, España [email protected] (Recibido: 25/06/2017; Aceptado: 04 /09/2017; Publicado on-line: 15/09/2017) Resumen Se ha realizado una revisión de la vida del botánico Baltasar Merino para determinar el contexto educativo y formativo en el que se desarrolló su actividad. El examen de la vida de Merino ha permitido conocer parcialmente la formación recibida, su método de trabajo y resultados científicos. Aunque es cierto que vivió inmerso en una etapa profundamente analítica en los ámbitos taxonómico y nomenclatural, con una creciente influencia de la teoría de la selección natural de Darwin, la tradición cultural jesuita, en la que se había educado, tuvo una fuerte influencia en su devenir como investigador. Palabras clave: Baltasar Merino, botánica, Flora, Galicia, biografía. Summary Review about botanist Baltasar Merino’s life to determinate the educational and formative context in which his activity was developed. The examination of Merino’ life has allowed to know the received education, reason for his method of work and scientific results. Merino lived through a deeply analytical phase the taxonomic and nomenclatural fields, influence by Darwin’s natural selection theory, but the Jesuit cultural tradition in which he had been educated had a strong influence on his future journey as a botanist researcher. Keywords: Baltasar Merino, botany, Flora, Galicia, biography. INTRODUCCIÓN Baltasar Merino y Rollán fue un meteorólogo y botánico español que desarrolló su actividad investigadora en Galicia, entre 1888 y 1917. Se trata de una figura destacada en ambos campos. Fue director del observatorio meteorológico de A Guarda (Pontevedra) entre 1888 y 1906 y publicó las observaciones meteorológicas efectuadas entre los años 1881 y 1897, además de un estudio sobre las borrascas de Galicia y las relaciones entre la temperatura y la vegetación espontánea (DÍAZ- FIERROS VIQUEIRA, 2017). En el panorama botánico gallego destaca por el número de táxones que añadió al catálogo de Galicia; por la confección de excelentes herbarios; por la publicación de su obra, Flora descriptiva e ilustrada de Galicia (ME- RINO, 1905, 1906, 1909), una obra considerada de referencia para las monografías de Flora iberica y además, por la descripción de más de 700 nom- bres de taxon nuevos para la flora vascular (PINO PÉREZ, 2017: 95). Aunque la obra científica de Merino es bien conocida, poco se ha publicado sobre su vida. LUISIER (1917) fue responsable de la necrológica publicada en la revista Brotéria tras su falleci- miento, con información relevante sobre los hitos biográficos de Merino. Posteriormente, GÓMEZ

Esbozo biográfico de Baltasar Merino

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Page 1: Esbozo biográfico de Baltasar Merino

Nova Acta Científica Compostelana (Bioloxía), 24: 1-12 (2017) - ISSN 2340-0021

Artículo de divulgAción

Esbozo biográfico de Baltasar Merino

Biographical Notes of Baltasar Merino

rubén Pino Pérez

Departamento de Biología Vegetal y Ciencia del Suelo, Facultad de Ciencias, Universidad de Vigo, Lagoas-Marcosende, 36310, Vigo, Pontevedra, España

[email protected]

(Recibido: 25/06/2017; Aceptado: 04 /09/2017; Publicado on-line: 15/09/2017)

ResumenSe ha realizado una revisión de la vida del botánico Baltasar Merino para determinar el contexto educativo y

formativo en el que se desarrolló su actividad. El examen de la vida de Merino ha permitido conocer parcialmente la formación recibida, su método de trabajo y resultados científicos. Aunque es cierto que vivió inmerso en una etapa profundamente analítica en los ámbitos taxonómico y nomenclatural, con una creciente influencia de la teoría de la selección natural de Darwin, la tradición cultural jesuita, en la que se había educado, tuvo una fuerte influencia en su devenir como investigador.

Palabras clave: Baltasar Merino, botánica, Flora, Galicia, biografía.

SummaryReview about botanist Baltasar Merino’s life to determinate the educational and formative context in which

his activity was developed. The examination of Merino’ life has allowed to know the received education, reason for his method of work and scientific results. Merino lived through a deeply analytical phase the taxonomic and nomenclatural fields, influence by Darwin’s natural selection theory, but the Jesuit cultural tradition in which he had been educated had a strong influence on his future journey as a botanist researcher.

Keywords: Baltasar Merino, botany, Flora, Galicia, biography.

INTRODUCCIÓN

Baltasar Merino y Rollán fue un meteorólogo y botánico español que desarrolló su actividad investigadora en Galicia, entre 1888 y 1917. Se trata de una figura destacada en ambos campos. Fue director del observatorio meteorológico de A Guarda (Pontevedra) entre 1888 y 1906 y publicó las observaciones meteorológicas efectuadas entre los años 1881 y 1897, además de un estudio sobre las borrascas de Galicia y las relaciones entre la temperatura y la vegetación espontánea (díAz-Fierros viqueirA, 2017). En el panorama botánico gallego destaca por el número de táxones que

añadió al catálogo de Galicia; por la confección de excelentes herbarios; por la publicación de su obra, Flora descriptiva e ilustrada de Galicia (Me-rino, 1905, 1906, 1909), una obra considerada de referencia para las monografías de Flora iberica y además, por la descripción de más de 700 nom-bres de taxon nuevos para la flora vascular (Pino Pérez, 2017: 95).

Aunque la obra científica de Merino es bien conocida, poco se ha publicado sobre su vida. luisier (1917) fue responsable de la necrológica publicada en la revista Brotéria tras su falleci-miento, con información relevante sobre los hitos biográficos de Merino. Posteriormente, góMez

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MArtínez (1930), las diferentes contribuciones de lAínz (1954, 1954a, 1966, 1990), riverA váz-quez (1980), gonzález (1985) y FrAgA vázquez (2012) han aportado alguna información sobre la vida de Merino. Pino Pérez (2017) aborda el estudio de la vida y obra de Merino, en el marco de la revisión nomenclatural y tipificación de los nombres de taxon nuevos. Efectivamente, el conocimiento de las vicisitudes vitales de Merino no es asunto baladí por cuanto aportan el contexto educativo y laboral que le permitieron alcanzar sus logros científicos.

En 2017 se cumple el primer centenario de su fallecimiento y consideramos que es una buena oportunidad para contribuir al conocimiento de aquellos aspectos de su vida que influyeron y de-terminaron su faceta como investigador.

MATERIAL Y MÉTODOS

Para obtener datos de la vida de Merino, he-mos revisado en Lerma (Burgos), municipio de nacimiento de Merino, los libros sacramentales y registros civiles para recabar información de su infancia. Se han realizado visitas al colegio de Jesuitas Apóstol Santiago de Vigo, donde Merino vivió su último año y se conserva parte de su biblioteca original y su supuesta correspondencia y se ha rescatado de los registros civiles de ese ayuntamiento, la información sobre su deceso. También se realizaron visitas al Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses (A Coruña), para el examen de la correspondencia que mantuviera con el naturalista Víctor López Seoane. Se visitó el Centro de Investigación Forestal de Lourizán (Pontevedra) donde se conserva su herbario y al-guna de las obras de su propiedad y por supuesto, se ha revisado toda la bibliografía científica existente con noticias relevantes sobre su vida y la contenida en los periódicos de la época.

RESULTADOS

Aspectos biográficos.Merino nació el 6 de enero de 1845 en Ler-

ma (Burgos), hijo de Máximo Merino y Eulalia Román, según consta en la hoja 218 del “libro de bautismo y confirmados” de la parroquia de San Pedro de Lerma, siendo cura párroco el doctor D. Juan Francisco Martínez Muñoz, abogado de los

reales consejos y Canónigo de ella y su teniente D. Inocencio López, capellán de la dicha iglesia. En ella se puede leer: ‘En la insigne iglesia colegial y parroquia de S. Pedro de esta villa de Lerma, nullius Diócesis y a nueve de enero de mil ochocientos cuarenta y cinco, yo el infraescrito capellán y cura teniente de la misma, bauticé solemnemente y puse los santos óleos y crisma a un niño que nació a las diez de la noche del día 6 de este presente mes a quien puse por nombre Baltasar, abogado a San Julián y Santa Basilisa Martirio, hijo legítimo y de legítimo matrimonio de Máximo Merino, na-tural de Quintanilla del Agua, diócesis de Burgos y de Eulalia Román que lo es de Santa Inés, de la propia Diócesis, vecinos y parroquianos de las indicadas villa y parroquia. Abuelos paternos, Adrián Merino, natural de Puentedura y Catalina Merino de dicho Quintanilla y en la actualidad vecinos de esta villa. Maternos, Ciriaco Román, difunto, y Gregoria García, naturales y vecina de Santa Inés; fueron sus padrinos Tadeo Ojaldrez y Agapita, de esta vecindad, á quienes advertí del parentesco espiritual y demás obligaciones que previene el Ritual Romano, sirbiendo de testigo con Benito Arroyo y para que conste lo firmo. Fecha est supra por Nemesio Pablos’.

Merino fue el quinto de seis hermanos. La mayor, Margarita nació en 1832; la segunda, Francisca en 1836, ambas nacidas fuera de Lerma; la tercera Bicenta, en 1841, que no sobreviviría mucho tiempo, porque ya no aparece en el censo municipal de 1846. El cuarto es Juan de Sahagún y nace en 1842. En 1845 nace Baltasar y en 1849 Dionisia; los cuatro últimos nacen todos en Lerma.

En el censo municipal de Lerma de 1846, figu-ra la familia Merino compuesta por Máximo, de profesión molinero, en el molino de Pisón (Fig. 1.a), con origen en Quintanilla del Agua y Eulalia Román, procedente del municipio vecino de Santa Inés. También figuran sus hijos, Margarita de 14 años, soltera, Francisca de 10, Juan de 3 años y medio y Baltasar de 1 año. Además, en la familia consta Carlos Román, de 9 años, criado, molinero procedente de Quintanilla del Agua y Félix Casal de 18, asimismo criado y molinero, procedente de Oquillas.

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Fig. 1. a) Molino Pisón (Lerma, Burgos). Casa natal de Baltasar Merino. b) Edificio La Molinera. (Fuente: Colegio Apóstol Santiago de Vigo). c) Colegio de Camposancos en la desembocadura del Miño hacia 1875. (Fuente: Colegio Apóstol Santiago de Vigo). d) Baltasar Merino hacia 1890. (Fuente: Bol. Soc. Aragonesa Ci. Nat., 13: 1914). e) De pie, de izquierda a derecha: P. Marinho, P. Tavares, P. Redondo y H. Roque. Sentados, B. Merino. C. Mendes y L. Navás. Tui, 1915. Fuente: nAvás (1916: 24). f) B. Merino c. 1910 (Fuente: luisier, 1917).Fig. 1. a) Watermill Pisón (Lerma, Burgos). Birthplace of Baltasar Merino. b) La Molinera Building. (Source: Colegio Apóstol Santiago de Vigo). c) Colegio de Camposancos at the mouth of the Miño river towards 1875. (Source: Colegio Apóstol Santiago de Vigo). d) Baltasar Merino around 1890 (Source: Bol. Soc. Aragonesa Ci. Nat., 13: 1914). e) Standing, from left to right: P. Marinho, P. Tavares, P. Redondo and H. Roque. Sitting, B. Merino. C. Mendes and L. Navás. Tui, 1915. Source: nAvás (1916: 24). F) B. Merino c. 1910 (Source: luisier, 1917).

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En el censo municipal de 1851, el molino Pisón consta habitado por otras personas y la familia Merino ha desaparecido del censo, lo que indica, tal vez, que pudieron mudarse a otra localidad; no obstante, Merino informó a López Seoane que estuvo en Lerma hasta los 15 años.

Efectivamente, en carta a López Seoane de fe-cha 4 de junio de 1896, remitida desde La Guardia, Merino bosqueja los episodios más importantes de su vida a petición del propio López Seoane. Allí manifiesta que nació el 5 de enero de 1845, en Lerma, donde cursó latinidad hasta los 15 años, momento en el que ingresa en el noviciado de Loyola (Guipúzcoa).

En 1860, a la edad de 15 años, ingresa en el noviciado de Loyola donde permanece 5 años, desarrollando estudios de Filosofía y Humani-dades. En 1865 es destinado al Colegio Máximo de León a estudiar Filosofía y Ciencias, donde reside hasta 1867. En ese momento, con 22 años, es destinado al Real Colegio de Belén (Habana, Cuba) a impartir clases de Retórica y Matemá- ticas, durante un trienio. Este Colegio fuera funda-do por Isabel II en 1854 y efectivamente, a partir de 1866 se impartían clases de Humanidades y Retórica, con Álgebra, Geometría y Trigonometría en el primer y segundo año de Filosofía (MArtínez cAsAdo, 1994: 243).

En 1870 fue trasladado a los Estados Unidos a cursar los 4 años de Teología en un colegio de la Compañía de Jesús situado no lejos de Baltimore, en Woodstock (Maryland). Allí, bajo las órdenes de los padres Maldonado y Mazella, termina los estudios de Teología (luisier, 1917: 99) y se ordena sacerdote en 1873.

Terminados los estudios de Teología vuelve a Europa, en este caso a Larbey (Aquitania, Fran- cia), una población situada al NO de Burdeos donde pasó 1 año, porque, según el propio Merino, ‘nuestros P.J. á tal tiempo estaban expatriados’. Efectivamente, tras la revolución de 1868, la Compañía de Jesús había sido disuelta en España y sus miembros obligados a emigrar. En 1875 vuelve al continente americano, al Colegio-Seminario de San Juan de Puerto Rico donde reside 4 años ‘desempeñando algunos cargos, entre ellos, el de profesor de matemáticas’. Des-de 1852 el Gobierno español había permitido el establecimiento de la Compañía de Jesús en las Antillas a pesar de las expulsiones que sufrieron en

la Península Ibérica en 1854 y 1868, permitiendo a Merino establecerse en Puerto Rico a su regreso de Francia (góMez díez, 2000: 91).

Durante su estancia en las Antillas, Merino contrajo alguna enfermedad (riverA vázquez (1980: s/n) que le obligó a regresar a España en 1879. En ese año se instaló en Sevilla donde im-partió por primera vez la asignatura de Física y Química, en el año escolar 1879-1880.

Según revueltA gonzález (1984: 1077) el 4 de septiembre de 1879, el Arzobispo de Sevilla nombró al Padre Sansa como Capellán de la Igle- sia de San Antonio Abad, a petición de la Mar- quesa Gertrudis Zuazo que la había salvado del expolio de 1868. La Comunidad se cambió en-tonces a los aposentos de la Iglesia pero resultó muy pequeña para los 6 padres y 3 hermanos que conformaban entonces la compañía, entre los que se encontraba Merino. Permanecieron allí sólo hasta el 1 de julio de 1880. Para entonces, Merino ya había sido destinado al Colegio de Camposan-cos en A Pasaxe (A Guarda, Pontevedra), bien por necesidades de este o por las dificultades para permanecer en Sevilla.

Merino permaneció un año en Sevilla y a continuación fue destinado a Camposancos donde pasó los siguientes 5 cursos. En el curso 1885/ 1886, fue destinado temporalmente al Colegio vasco de Orduña pero regresó al siguiente a Cam-posancos donde permaneció hasta 1916, cuando el Colegio se traslada a Vigo.

Sabemos por él mismo que en alguna ocasión abandona las tierras gallegas como en el verano de 1896 en el que se desplaza a Castilla (carta a López Seoane del 24/05/1896) o en 1908 cuando asiste al I Congreso de naturalistas españoles en Zaragoza.

En 1916 el Colegio se traslada a Vigo, al edi-ficio ‘La Molinera’ una construcción en ladrillo situada en la calle García Barbón, de 5 alturas, construida para fábrica de harinas, actualmente desaparecido (fig. 1.b).

El lugar no reunía las condiciones adecuadas por lo que ya en 1916 se adquirió la finca de Bellavista a la que se trasladó posterior y paulatinamente el colegio a partir de 1917. Merino, con una salud precaria, acompañó al colegio en su traslado a Vigo, con pesar, según luisier (1917: 103) con la idea de que el clima de la ciudad mejoraría su estado de salud. No fue así y se optó por trasladarlo

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entre finales de 1916 y principios de 1917 a la Escolástica de Oña (Burgos) con el objetivo de disfrutar de un clima saludable y guardar reposo durante algunos meses. En realidad, el P. Provin-cial había dejado elegir a Merino el lugar al que trasladarse desde el colegio de Camposancos, bien al Colegio de Oña o al nuevo edificio de Vigo. Aunque en primera instancia no aceptó viajar a Burgos, más tarde, al no encontrarse bien de salud, aceptó hacerlo; pasó las navidades de 1916 en Santiago de Compostela (A Coruña) y a finales de enero de 1917 partió para Oña, donde pasó 5 meses. Según el padre Basterra, Merino se cansó de Oña, donde tampoco se observó mejoría alguna y a mediados de junio de 1917 regresó a Vigo, al parecer con “la secreta esperanza de volver a La Guardia invitado por los padres portugueses” (riverA vázquez, 1993); sin embargo, su estado empeoró rápidamente, falleciendo a las 13 horas del 3 de julio de 1917. Tenía entonces 72 años. Según el acta de defunción número 526 del Re-gistro Civil de Vigo firmada el 4 de julio de 1917, el fallecimiento se produjo por ‘debilidad senil’ en su domicilio, en la calle García Barbón, y que se le daría sepultura en el cementerio de Pereiró (Vigo, Pontevedra).

La noticia fue recogida por diversos diarios y aparecieron necrológicas en Brotéria (luisier, 1917), Razón y fe (Pérez goyenA, 1917: 543), y en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural (AnóniMo, 1917: 542) así como en diversos periódicos de la zona e incluso la Corporación Municipal del Ayuntamiento de A Guarda, acuerda el 18 de julio de 1917 mani-festar públicamente el pesar por el fallecimiento (PAxinAsdAguArdA, 2013).

El Faro de Vigo del día 4/07/1917 incluye, además de la esquela, un pequeño artículo sobre el acontecimiento: “Muerte de un sabio en Vigo. El P. Merino. La ciencia española está de luto” que resalta sus estudios en Meteorología y Botánica, sus orígenes y sus destinos profesionales.

En la sección de Santiago del día 5/07/1917 encontramos aun una referencia al profundo pesar por su fallecimiento especialmente en el Claus- tro de catedráticos de las Universidades Literaria y Pontificia.

La necrológica de luisier (1917), muy completa, aborda con detalle, aspectos personales y profesionales de Merino, incluyendo una

fotografía del mismo (fig. 1.f), una lista de especies nuevas y de epónimos y una relación de las obras científicas publicadas. En la Sesión del 3 de Octubre de 1917 de la Real Sociedad Espa-ñola de Historia Natural se leyó por el secretario un obituario de Merino. gArcíA Mercet (1918: 39) esboza una pequeña necrológica de Merino del que destaca su obra ‘Flora de Galicia’. Finalmente, nAvás (1917: 199) da cuenta en la sección de crónica científica del boletín de la Sociedad Aragonesa, del fallecimiento de Merino a los 72 años.

Merino fue enterrado en el cementerio de Pereiró, en el lugar reservado para la Compañía de Jesús, actualmente localizado en la parcela 16, clase 2ª de dicho cementerio. Sus restos reposan en un nicho común identificado por una lápida lateral con una veintena de nombres, el primero de los cuales es el de Baltasar Merino.

Formación.Las bases de la formación de Merino las

encontramos en los estudios de Latinidad reci- bidos en Lerma. Tras la reforma educativa fran- cesa, aprobada por ley de 1 de mayo de 1802, se había promulgado en 1825 un decre- to que regulaba el nuevo plan para la enseñan- za del latín y humanidades en el territorio espa- ñol; aquí se englobaban aquellas enseñanzas que sin llegar a la consideración de categoría uni- versitaria, sirvieran como etapa indispensa- ble previa, a las que se denominaban estudios de la t inidad (Ag u i l A r Pi ñ A l, 1988:228.En el siglo XVIII, la enseñanza media estaba toda- vía oficialmente sin organizar y se denominaban efectivamente, Escuelas de Gramática, Estudio Viejo o Escuelas de Latinidad, Retórica y Poesía o Escuelas de Letras Humanas. Fundamental- mente, los estudios que se impartían eran los refe- ridos a la lengua latina. Sólo algunos centros religiosos, como por ejemplo los de los jesuitas, enseñaban además nociones de Matemáticas, Álgebra, Física y Ciencias (FAriñA cAsAldAr- nos, 1987: 183). De hecho, el latín era considerado la “vasa fundamental de todas las Ciencias, y ninguno podrá hacer progresos felices en ellas si se halla falto en la Gramática” (gArcíA AznAr, 1998: 56). A partir de 1852 se disponía de un Reglamento de Latinidad y Humanidades con treinta horas semanales dedicadas a la gramática

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castellana, latina y doctrina cristiana e Histo- ria del Antiguo Testamento (FAriñA cAsAldAr- nos, 1987: 184), por lo que la vocación religiosa de Merino parece haberse orientado desde muy temprano. Los estudios de latinidad le permitieron adquirir un profundo conocimiento del latín, cuestión que se reveló fundamental en sus investigaciones botánicas posteriores.

Posteriormente, durante su estancia en el Real Colegio de Belén pudo acceder a la excelente biblioteca con 11.000 volúmenes, un Museo de Historia Natural y un gabinete de Física y Quími-ca con “multitud de instrumentos para facilitar el estudio de las ciencias”, considerado en este momento según los padres jesuitas “el alma y vida de la sociedad” (MArtínez cAsAdo, 1994: 239) que le instruyeron en los métodos de estudio de la historia natural. Además, en 1870, año de la marcha de Merino, llegó al Real Colegio de Belén, Benet Viñes Martorell (1837-1893) un sacerdote jesuita profesor de Física, Ciencias Naturales, Química, Historia Natural y Matemáticas que fue nombrado de inmediato director del observatorio existente. Viñes realizó estudios meteorológicos, prestando especial atención a la predicción de huracanes y tormentas tropicales (viñes MArto-rell, 1877, 1878). Aunque no sabemos si man-tuvo contacto con Merino, parece probable que ya existiera el observatorio meteorológico con el que pudo familiarizarse. Sin duda, todo ello con-tribuyó a mejorar su formación para sus futuras investigaciones.

En su traslado a Estados Unidos, coincidió en el Colegio con Guiseppe Marra (1844-1915), misionero napolitano que junto con otros colegas italianos, recalaron en el colegio de Woodstock entre 1871 y 1875, tras las expulsión de los jesuitas en 1860 por G. Garibaldi (o’neill & do-Mínguez, 2001: 2516). Los jesuitas fueron enviados como misioneros a tierras recién descubiertas y por tanto fueron los primeros europeos en obser-var el nuevo mundo natural. Y ello pudo ser la razón según correiA-AFonso (2001: 453) del gran número de jesuitas organizadores de herbolarios (sic) como Baltasar Merino o Balduino Rambo (1906-1961), un naturalista y botánico brasileño que realizó herborizaciones en los continentes europeo y americano.

Finalmente, a su llegada al Colegio de A Guarda, Merino encuentra terminada la labor del fundador

y primer Rector, Tomás Gómez que había estruc-turado la institución en un Colegio de Enseñanza Elemental y Media, un Seminario de San José y una Sección de Estudios Universitarios. El semi-nario fue el germen de la futura Universidad de Comillas y el centro universitario de la posterior Universidad de Deusto.

El centro docente al que había llegado Merino era para entonces de una considerable magnitud y de ello nos da idea la descripción somera del mismo y un grabado que dejaron FitA & Fernán- dez (1880: 14) quienes visitaron el Colegio del Apóstol Santiago de Camposancos el 20 de septiembre de 1879, un año antes de la llegada de Merino. Describen las actividades e instala- ciones del centro y nos informan que la “biblioteca, laboratorio de química, y gabinetes de física é historia natural se hallan con todas las condicio-nes apetecibles...” lo que facilitaría las labores de investigación de Merino. Actualmente se conserva en el Colegio Santiago Apóstol de Vigo un grabado sobre el Colegio de Camposancos de finales del siglo XIX (Fig. 1.c), con una perspectiva desde el río Miño, en el que se aprecia la existencia de patios y jardines en la parte frontal de los edificios y un amplio espacio en la parte posterior para un jardín, donde Merino cultivó y sembró algunas de las plantas encontradas a lo largo de la geografía gallega. Merino ya señalaba en carta a López Seoane de fecha 7/11/1893 su intención firme de trasladar al Jardín Botánico del Colegio las plan- tas menos comunes para examinarlas detenida-mente. De hecho, nieto (1906: 70) llega a incluir a Merino dentro del “índice de cultivadores en España, como botánico eminente del Colegio del Apóstol Santiago, en La Guardia”. Por su parte, riverA vázquez (1995: 6) afirma que “empezó por montar un jardín botánico en el patio del Colegio paralelo a donde estaba el Observatorio. El jardín estaba dividido en cuadros”.

Merino fue nombrado Jefe de Estudios del Seminario, impartió clases de Inglés en la sección universitaria y de Latín y Griego, Agricultura, Física, Química e Historia Natural en el Colegio a lo largo de los siguientes 20 años. En la carta de Merino a López Seoane, de 4 de junio de 1896, obvia su paso por Sevilla y destaca su destino en ‘este hermoso rincón de Galicia donde va ya para 10 años que explico Física y Química’, contando

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los años en A Guarda desde su regreso de Orduña y limitándose a las clases que impartió entre 1890 y 1896.

En el periódico ‘Faro de Vigo’ del 20 de sep-tiembre de 1894 se nos dice que ‘han pasado por Tuy, para el colegio de Camposancos el Rvdo. P. Baltasar Merino, D. Ramiro Rueda, catedrático de la Universidad de Santiago, D. Jacobo Pedrosa, D. Juan Duque y D. Cándido Rasilla’, lo que nos da idea de la implicación de Merino en la labor docente, pues Ramón Ramiro Rueda Neira (1840-1904) era por entonces efectivamente, Catedrático de Derecho Mercantil y Penal de la Universidad de Santiago, y padre del alumno Ra-miro Rueda Andrés, probablemente igual que los alumnos José Duque Alvarez y Cándido Rasilla Salgado, que aparecen en la lista de alumnos de bachillerato de 1897 del Colegio de Pasaje.

Merino fue abandonando la docencia como consecuencia de su mayor dedicación al observa-torio meteorológico y al estudio de la flora. Entre 1888 y 1906 fue el responsable del observatorio meteorológico que había sido creado en 1879 en el Colegio de A Guarda (Pontevedra), como sucesor del existente en el Colegio en el Pazo de Ancéis (A Coruña) creado en 1872, ambos por el P. Tomás Gómez. Y desde 1890, según riverA vázquez (1980), compaginó las tareas docentes y meteorológicas con las investigaciones sobre la flora de Galicia, que se convirtieron en su principal ocupación a partir de 1899.

En la última década del siglo XIX, Merino comenzó realizando excursiones botánicas prin-cipalmente en el entorno de Camposancos, para ampliarlas a todo el valle de la desembocadura del Miño, en los municipios ribereños de Tui, Tomiño, O Rosal y A Guarda y en los costeros de Oia y Baiona.

En el diario católico de Pontevedra, El Áncora, del 1 de julio de 1897, se publica una pequeña recensión de su obra ‘Contribución a la Flora de Galicia’ que termina lamentando que el sabio jesuita no extienda ‘más allá del reducido territorio de la Guardia, el campo de sus observaciones, pues ninguno como él, podría dotar á Galicia de una concienzuda flora de que tanto ha menester’.

Y efectivamente, a finales de esa década, empieza a ampliar los territorios de exploración siendo invitado por alumnos del colegio, sacerdotes,

colegas de profesión o por sus superiores. Así, extendió sus campañas de herborización a las 4 provincias gallegas, visitando personalmente o recibiendo material de diferentes colaboradores de 156 municipios distintos de Galicia, el 49,84 % del total (Fig. 2).

Reconocimientos.Merino fue aceptado como socio en las ins-

tituciones de Historia Natural más relevantes de la época como la Real Sociedad Española de Historia natural o la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales, apadrinado por López Seoane y Bolívar en el primer caso, y por el padre Navás en el segundo. Es nombrado Vicepresidente de la Junta Directiva del Primer Congreso de Na-turalistas Españoles, celebrado en Zaragoza, los días 7-10 de Octubre de 1908 por la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales (nAvás, 1909: 30). Acude al congreso y realiza alguna excursión por los alrededores según (MArcet, 1909: 143) quien nos informa de algunas ‘plantas recogidas con el botánico gallego P. Merino S.J. á orillas del canal de Zaragoza y á orillas del Gállego en dos paseos que hicimos durante los días del Congreso’.

En 1912, la Sociedad Aragonesa de Cien-cias Naturales da cuenta de su nombramiento como miembro correspondiente de la Academia

Fig. 2. En rojo, municipios de Galicia mencionados en las obras de Merino.Fig. 2. In red, Galicia’ municipalities mentioned in the works of Merino.

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Internacional de Geografía Botánica de Mans, en substitución del Sr. Domin, de Praga (nAvás, 1912: 158). Finalmente, en 1915 se hace público el nombramiento de Merino como Director de la Academia Internacional de Geografía Botánica (nAvás, 1915: 124).

En 1913, Merino es elegido Presidente de la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales para el año 2014. En ese número 13 del Boletín de la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales (2014), se incluye una fotografía de Merino (Fig. 1.d).

Entre el 22 de junio y el 9 de julio de 1915, Merino recibió la visita del Padre Longino Navás, quien se había acercado a colectar neurópteros en la desconocida región gallega y de la que dejó una vivida descripción de sus andanzas (nAvás, 1916). En compañía de Merino, visitó los alre-dedores de Tui, A Guarda y Umoso (Viana do Bolo, Ourense), estuvo en el vivero de Areas, de Rafael Areses y realizó una ascensión al monte Aloia. Recoge además, una fotografía obtenida en la galería de la casa-residencia, en la calle de San Telmo de Tui (Pontevedra) de varios jesuitas, entre los que destacamos además de Merino y Navás, al P. Mendes, fundador de la revista Brotéria que por aquel entonces se editaba en Pontevedra, y pionero investigador de los lepidópteros de Ga-licia (fig. 1.e).

Merino desarrolló también una pequeña labor de integración de sus allegados en las estructuras científicas de la época al proponer como socios de la Sociedad Española de Historia Natural a Francisco Novoa y Álvarez, médico municipal de Tomiño en 1899; a Julián José Urdariz de San Ciprián en 1900 y Rafael Areses en 1903; también presentó con Navás, a Alejandro de Colomina y Cárolo de Pontevedra en 1907, en este caso a la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales.

DISCUSIÓN

Entre 1888 y 1906 Merino fue director del Observatorio Meteorológico del Colegio de A Guarda, publicando los datos meteorológicos correspondientes (Merino, 1891, 1892, 1894a, 1897a, 1897b), así como un estudio de las bo-rrascas de la costa occidental de Galicia (Merino, 1893) y otro sobre la composición físico-química del agua meteórica (Merino, 1894) que se encon-

traban entre los primeros del Estado Español (FrA-gA vázquez, 2012) por su calidad y originalidad.

Por otra parte, entre los años 1895 y 1916, Merino desarrolló y estructuró sus investigacio-nes botánicas de tal forma que le permitieron reconocer una gran cantidad de nombres de taxon nuevos, en una época de profunda transfor- mación conceptual y metodológica, tras la apa-rición de la obra ‘El origen de las especies’ de Charles Darwin (dArwin, 1859).

No obstante, su vocación religiosa perma-neció inalterable a lo largo de su vida, desde aquel primer momento en que declara en carta a López Seoane de 25 de diciembre de 1896, que ‘Si mi nombre ha de figurar al lado de las especies nuevas,… preferiría que fuera en esta forma, Me-rino, S.J., ya que para mí el S.J. es más estimable que todo lo demás’. Aunque no discutimos las intenciones de Merino de dejar en segundo plano la relevancia de sus hallazgos frente a la Societatis Iesu, las actividades e investigaciones realizadas no siempre se correspondieron con ese principio.

Según glick (1982: 38), a finales del siglo XIX, la respuesta católica a la polémica en torno al darwinismo, podía dividirse en 3 grupos: «a) los antidarwinistas exégetas, clérigos de men-talidad cerrada que no descendían a los detalles científicos del problema; b) intransigentes cultos, generalmente intelectuales bien informados, tanto clérigos como laicos, que intentaban fundamentar sus opiniones antievolucionistas con las mejores fuentes disponibles, y c) un pequeño grupo de científicos católicos y de eclesiásticos que aspira-ban a conciliar las dos posturas, inclinándose con cautela a un evolucionismo deísta».

Merino parece estar dentro del tercer grupo, pues muchos de sus comentarios en sus trabajos nos remiten a una aceptación clara del hecho evo-lucionista en algunas especies de plantas, aunque por supuesto, no lo expresara abiertamente. No sabemos si Merino leyó a quAtreFAges (1861) como sugiere Glick de los intelectuales católicos, pero es probable que compartiera con aquel sus ideas sobre la excepcionalidad del hombre sepa-rado del resto de los seres vivos, donde era más fácil, para un jesuita, defender posiciones evolu-cionistas, siquiera discretamente. Más cercanos a Merino, encontramos los trabajos del jesuita Mir (1881) aunque ignoramos si Merino los conocía. Sin embargo, es seguro que Merino había leído

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algún escrito de PujiulA (1905) al estar publicado en Razón y Fé, revista en la que publicaba regular-mente, sus relatos de herborización. En ellos Pujiula mantenía el guión de la intervención divina en el origen de los humanos sin referencias a un posible origen de la vida estrictamente natural (Peretó & cAtAlà, 2016: 91).

Merino estaba inmerso en la elaboración de una flora gallega, a la que tendía ya desde sus primeros trabajos. Sin embargo, las ideas darwi-nistas, admitidas conceptualmente en el último cuarto del siglo XIX, no afectaban a su quehacer investigador y no le procuraban mayores preocu-paciones desde el punto de vista teórico (gonzález bueno, 1997: 35). No obstante, ello no impidió al evolucionista discreto que menciona bellot (1980) aceptar determinados hechos de la teoría darwinista. Constituyen ejemplos significativos sus comentarios sobre Lolium multiflorum La-marck en Merino (1909: 396) en el que reconoce muchas formas distintas y “puede ello contribuir a confirmar la opinión de que junto a L. strictum Presl. y L. italicum A.Br. derivan los tres de L. perenne L.”. O sobre Ranunculus Lenormandi F. Schultz. en Merino (1905: 36) cuando menciona que según algunos autores es “una raza en vías de fijación, desprendida del Ranunculus aquatilis L.”. También al describir la nueva especie Cla-dium lucense (Merino (1902: 65) concluye que en ella “aparece la transición de la familia de las gramíneas a la de la Ciperáceas por presentar características de ambas”. También en el ámbito privado de las etiquetas de pliegos desliza algún que otro comentario al respecto. En el pliego LOU 34/1 Ranunculus tuberosus Lapeyr.? reconoce el cambio progresivo que se observa en dos especies de Ranunculus, al anotar ‘ejemplar en que los ló-bulos y dientes de las hojas son aguditos y parece transición del R. Amansii, que los tiene obtusitos, al R. nemorosus DC.’.

Como ya hemos dicho, parte de la idiosincrasia de los jesuitas como su función misionera, los procesos de inculturación o su interés en muchos campos del conocimiento como el estudio de idio-mas, disciplinas sagradas y profanas, pudo influir en el gran número de organizadores de museos, herbarios, colecciones de zoología, jardines bo-tánicos, fundadores de revistas científicas y otras actividades desarrolladas por sus miembros. Este

compromiso persistió en el ámbito biológico a través de la adopción del sistema linneano de clasi-ficación, hasta el punto de que no es raro encontrar jesuitas que emprendieron el trabajo de describir las nuevas especies y géneros o que vieron sus nombres incorporados a las nuevas taxonomías descritas (correiA-AFonso, 2001: 453). Sus pro-fundos conocimientos de la lengua latina también favorecieron esta labor así como la confección de herbarios; de hecho, los primeros éxitos botánicos de Merino vinieron de la mano de sus herbarios. En 1896 recibió la medalla de Oro en el Congreso Regional de Lugo por el ‘Herbario compuesto de las plantas que crecen espontáneamente en la cuen-ca extrema del río Miño’ y donó otros tantos a la Sección de Santiago de la Real Sociedad Española de Historia Natural y al Instituto de Enseñanza Media de Pontevedra.

Es probable que, además de su formación, otros aspectos influyeran en su labor como des-criptor de nuevos táxones; no debemos olvidar que mantuvo una estrecha relación con Pau, autor de 3.273 nombres de taxon nuevos (cArrAsco, 1977) y cuya influencia debió de ser notable en Merino a la hora de describir nuevos táxones. Y también hubo de influir la época que le tocó vi-vir, en torno al cambio de siglo, marcada por un atomismo hiperanalítico basado en los criterios de la escuela de Alexis Jordan (jordAn, 1864: 16), quien sostenía que un único carácter, mientras no desapareciese en las plantas cultivadas, bastaba para definir una especie (cArlón ruiz, 2014: 90) y que, desde luego, siguieron otros autores como sennen (1908) o gAndoger (1884).

Por otra parte, Merino no pudo ser más claro en sus intenciones sobre la creación de nombres. En su primera obra botánica (Merino, 1895: 13) despeja las dudas al afirmar que prefería, siguiendo el consejo de “ilustrados amigos y el ejemplo de botánicos de nota publicar los nuevos táxones que creía haber encontrado, a riesgo de aumentar la sinonimia de aquellas especies ya descritas, antes que omitir las especies realmente nuevas”. Se reafirma en carta a López Seoane del 24/05/1896, cuando insiste en que piensa “decir cuánto observo, tanto más que conservo en bastante buen estado los ejemplares”. Y nuevamente, aprovecha la pu-blicación de la obra de la serie “Contribución a la flora de Galicia” (Merino, 1897: 4) para repetir la

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misma idea. Además, Merino nunca firmó obras en colaboración, una práctica poco habitual aun por entonces y pudo ser ello motivado para no verse frenado en sus intentos por reconocer cuanta diversidad observaba.

Aunque ha sido reiteradamente citado el aislamiento de Merino en el ámbito botánico, mantuvo contactos con numerosos colegas a los que consultaba sus dudas y enviaba material de calidad, al decir de PAu (1899: 243) “sin recelos ni temores, sin falsa vanidad ó amor propio, sin prevención alguna ni miedo á ser juzgado, comunica sus creaciones, conocedor del incon-veniente que trae el aislamiento”. López Seoane, Gandoger, Henriques, Sampaio, Lázaro é Ibiza, Léveillé o el propio Pau, son solo algunos de sus corresponsales y en las colecciones respectivas de esos autores podemos encontrar también material de Merino.

AGRADECIMIENTOS

Dejamos aquí testimonio de nuestro agrade-cimiento al Centro de Investigación Forestal de Lourizán por las facilidades prestadas en el manejo del material de Merino. También a la di-rección del Colegio Apóstol Santiago de Vigo, y en especial, al padre Manuel Cabada, responsable del Archivo y Biblioteca de la Comunidad Jesuita del Colegio Apóstol Santiago de Vigo que aten-dió nuestras consultas con rapidez y eficacia. A María Jesús Garea, responsable del Instituto José Cornide de A Coruña y al párroco de Lerma y autoridades de ese municipio. Nuestro sincero agradecimiento a los revisores anónimos cuyos comentarios han mejorado este trabajo.

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