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Escuadra Hacia La Muerte

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    INTRODUCCIN

    CSAR OLIVAUniversidad de Murcia

    1. UN ESTRENO MUY ESPECIAL

    As se puede calificar el de Escuadra hacia la muerte, all en 1953: unestreno muy especial. No es normal que la obra de un autor novel alcance elxito y reconocimiento que sta tuvo. Alfonso Sastre tena 25 aos cuandocomenz a escribirla, y 27 cuando la estren. Las tres representaciones que sedieron (das 18, 22 y 24 de marzo de dicho ao 1953, en el Teatro Mara Guerrerode Madrid), cuando lo normal en esos casos es que fuera sesin nica, atesti-guan el xito que logr. Y hubieran sido ms funciones de no mediar la primerade las muchas prohibiciones que recayeron sobre ttulo tan emblemtico. Nosera ocioso recordar algunos estrenos que se produjeron estos aos, con pro-ducciones de estilos inhabituales por entonces, que son hitos en la historia de laescena contempornea espaola. Entre ellos, figura esta Escuadra hacia lamuerte, como un ao antes fue Tres sombreros de copa, de Mihura, algunosdespus, Una bomba llamada Abelardo (1953), de Alfonso Paso, y Los hom-bres del triciclo (1957), de Fernando Arrabal, entre otros. Se podra escribirun atractivo captulo del teatro espaol a partir de estos estrenos, frustradospara unos, logrados para otros, altamente significativos para la mayora.

    Hay que aadir que, en 1953, Sastre an no haba terminado el serviciomilitar, y que termin sus estudios en Filosofa y Letras poco despus del cita-do estreno. Esto fue en la Universidad de Murcia, en la que se matricul librecon el fin de tener tiempo para escribir, ocupacin a la que se dedicaba prcti-camente desde Arte Nuevo, es decir, desde 1945, cuando contaba apenas 20aos. Bien se puede decir que Escuadra hacia la muerte es la puerta que se

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    le abri al autor de cara a la profesin, en donde se mantiene durante unascuantas temporadas, concretamente hasta 1961, cuando se produce el estrenode En la red. El xito de Escuadra hacia la muerte fue lo que le anim aescribir con cierta prodigalidad. Aquel mismo 1953 redacta El pan de todos,prohibida hasta 1957, en que se representa, muy mutilada, en Barcelona; y, elao siguiente, 1954, estrena a principio de temporada en el Teatro Reina Victo-ria La mordaza, lo que supone su autntico primer estreno profesional. Es elao tambin de Tierra roja. En 1955 escribe nada menos que cuatro textos:Ana Kleiber, La sangre de Dios, Muerte en el barrio y Guillermo Telltiene los ojos tristes. De ellas, slo La sangre de Dios se estrena de manerainmediata, en Valencia, obra que es muy representada, durante aos, por grancantidad de grupos aficionados. Poco despus estrena El cuervo (1957), y enel Teatro Nacional Mara Guerrero. Posteriormente, una versin de Medea(1958) y La cornada (1960). Asalto nocturno (1959) no llega a llevarse aescena, a pesar del inters de Claudio de la Torre, director del citado NacionalMara Guerrero.

    ste es el inicio en la profesin como escritor teatral de un Alfonso Sastreque, en la dcada de los sesenta, renuncia expresamente al estreno convencio-nal que, con ciertos vaivenes, haba aceptado de manera plena. La explicacinse encuentra, principalmente, en cierta reticencia con el sistema de produccinescnica espaol, manifestada en la famosa polmica del posibilismo1. A pesarde lo cual su actividad como escritor no cesa, sino todo lo contrario. Sastre esde los autores ms prolficos de la escena contempornea, aunque no siemprese haya dedicado al drama. El ensayo ocupa buena parte de su produccin, ascomo la narrativa y hasta la poesa.

    ste es el contexto en el que nace Escuadra hacia la muerte, y en el quese da a conocer un autor. Aunque poco o nada aade al actual estudio y valo-racin que podamos hacer de la obra, al menos explica buena parte de losmotivos que llevaron a profundizar en un tema tan peculiar y atpico en nuestraescena, as como en la forma de expresin que utiliza. Slo hay que hacer unrecorrido desde este drama hasta Asalto nocturno para apreciar una lnea

    1 Recordamos el siguiente artculo en Primer Acto, en donde Sastre se posiciona en esta polmica:Teatro imposible y pacto social (nm. 14, 1960, pp. 1-2), al que dio rplica Buero Vallejo enObligada precisin acerca del imposibilismo (nm. 14, 1960, pp. 1-6). En nsula (XV,1960, p. 27), aqul responda a las palabras del autor de Historia de una escalera, en AlfonsoSastre no acepta el posibilimismo, de Rafael Vzquez Zamora.

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    prxima al realismo (trmino que seala para el escritor o artista la condicinde testigo de la realidad2), salpicado de ms de un ingrediente alternativo(gusto por el azar y la paradoja, e incluso por el esoterismo; tcnica del quhubiera pasado si; hroes poco o nada esforzados, etc.) que abrazar demanera decisiva en posteriores etapas.

    2. ESCUADRA HACIA LA MUERTE Y EL REALISMO

    Cuando Sastre escribe Escuadra hacia la muerte vena de una escriturateatral nada realista. Su paso por Arte Nuevo haba producido una serie detextos cercanos a las modernas tcnicas del absurdo o, por mejor decir, delexistencialismo, con evidentes prstamos de Sartre y Camus, dos autnticosguas de todo aquel que quisiere renovar la escena europea de posguerra.Lejos del aparente costumbrismo de Historia de una escalera (1949), deBuero Vallejo, Cargamento de sueos (1946) o Prlogo pattico (1950) sontextos de claro talante vanguardista. De manera que entrar en caminos delrealismo sera una decisin, por un lado, comprometida, y por otro, clave paraentender sus posibilidades de recepcin en el pblico habitual de aquellos aos.A pesar de las dificultades de reparto (pocas compaas al uso podan acome-ter un texto sin mujeres) y de la dureza del relato (muerte violenta del caboGoban y suicidio de Javier), qu duda cabe que la textura del drama se acercamucho ms a la escena habitual que a sus anteriores experiencias. No obstan-te, se ha explicado esa peculiar salida de la norma por la posibilidad de repre-sentarse traducida en Europa. A pesar de ello, no deja de ser significativo elsalto esttico que determina para su estilo, y que va a determinarlo en toda ladcada de los cincuenta.

    Tal y como sucede en otras obras de Alfonso Sastre, a la cuestin de siestamos ante un texto verdaderamente realista se puede contestar con un scon condiciones. Lo es, en tanto que los personajes, accin y espacio en dondese desarrolla son realistas. Pero hay ciertos detalles, y no poco importantes,que rompen sus reglas del juego de esos aos. Por ejemplo, una estructuraclaramente seccionada en dos partes, y no en tres, como era habitual; unaprogresin dramtica cortada por el eje del intermedio: sube y sube en los

    2 En Arte como construccin, en Alfonso Sastre, Primer Acto, Madrid, 1964, pgs. 110-114.

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    primeros seis cuadros, y baja y baja desde el sptimo hasta el final; ciertacomplejidad en la mayora de los personajes, presentados bajo el denominadorcomn de su antiherosmo: todos son culpables de algo, y no existe cara noblealguna; y muchas otras circunstancias alternativas que nos irn saliendo al hilodel anlisis.

    En cualquier caso, en la calificacin de realista, tanto de este drama comode los que rodean este perodo de escritura dramtica en el autor, se justificantodos los tpicos que han girado sobre el asunto. Es realista en tanto que quiereser testigo de la realidad (una guerra fra a punto de convertirse en convencio-nal, la divisin ideolgica en Europa, una profunda aversin al militarismo, etc.),pero no lo es, en la medida en que introduce una serie de estrategias querompen los hbitos del relato convencional: fragmentacin de la fbula, deco-rado con corte que separa un interior y un exterior al estilo de Miller, ausenciade ingredientes positivos en todos los personajes, final desolador, etc.

    Pero, si bien son interesantes estas salidas de la norma, la principal inno-vacin sigue siendo la adscripcin a un gnero poco o nada frecuente en laescena espaola de todos los tiempos. Nos estamos refiriendo a la tragedia,una tragedia moderna, de nuestro tiempo, que cumple una funcinautentificadora con respecto al espectador3. Lejos todava del concepto detragedia compleja, que activar el autor aos ms tarde, Escuadra hacia lamuerte queda como un boceto de tragedia, menos compleja de lo que parece,y ms directa de lo que cabra pensarse al tratarse de principios de los aoscincuenta.

    3. EL DESARROLLO DRAMTICO DEL TEXTO

    Este drama presenta una cierta simetra en su organizacin dramatrgica.Dividida en dos partes, ambas estn formadas por seis cuadros, doce en total.El corte central o intermedio se produce detrs de una situacin especialmentetrgica, como es la muerte en escena de un personaje, poco antes de concluirla primera parte. Este hecho condiciona tanto la accin principal como eldesarrollo de la segunda parte, marcado, evidentemente, por tan especial acon-

    3 Juan Villegas, La sustancia metafsica de la tragedia y su funcin social: Escuadra hacia lamuerte, de Alfonso Sastre, en Symposium, XXI, 3, 1967, y recogido por Mariano de Paco enAlfonso Sastre, Universidad de Murcia, 1993, p. 190.

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    tecimiento. La medida de cada uno de los doce cuadros es muy diferente. El 1es el ms largo de todos ellos; su extensin desciende en el 2; tambin baja deste al 3, se mantiene casi en el 4, decrece bruscamente en el 5, y se duplica enel 6. La segunda parte se muestra ms equilibrada: los cuadros 7, 9 y 10 pre-sentan una duracin similar; es muy breve tambin el 11 y penltimo, y aumen-ta levemente en el 12.

    La descripcin del desarrollo sintagmtico del texto nos llevar a conocerde manera concreta los diferentes pasos que el autor da para el progreso de suhistoria; as mismo, a definir a sus protagonistas, segn avanza la accin. Pri-mero nos ocuparemos de la aparicin de los acontecimientos, para pasar des-pus a analizar a los personajes.

    Cuadro 1. Seis personajes en busca de la muerte. Eso es lo que parecedesprenderse de cuantos estn en escena: cinco soldados y un cabo, enuna caseta perdida entre bosques. Sobresalen los detalles realistas quesurgen de las acotaciones. Tres de los soldados juegan, otro dormita; el cabolimpia su fusil. Estamos en el crepsculo de un da, tercero desde que llegla escuadra hasta ese lugar en el que han de esperar a cumplir una misin.se es el objetivo inicial: esperar, y nada menos que dos meses, con elpresagio de que lo que venga ser algo poco agradable. Pronto se ad-vierte el liderazgo que ejerce sobre ellos el cabo, y la psima condicin delos soldados, todos all por tener en su expediente algn asunto lamentable.

    Este primer cuadro informa de manera muy concreta sobre la entidadde los personajes, tal y como veremos en el epgrafe siguiente. Poco apoco, el autor va dibujando los perfiles ms sobresalientes de ellos. Demomento, sabemos que Luis est enfermo, y que no se soportan entreellos. Los soldados, sobre todo, no toleran la actitud del cabo. Tampocoste permite la indisposicin de Luis. Por eso le ordena salir a su guardia,y relevar a Antonio. Todos ellos sienten el fro de un diciembre helado encualquier lejano rincn de Europa, que ayudan a superar con unasdosificadas raciones de coac.

    El cabo Goban aprovecha esta escena inicial para subrayar lo quesupone la disciplina militar, as como vestir el uniforme, e incluso morir porla patria. Por eso hermosea la guerra. Y por eso no le importa concluir elcuadro confesando los horrendos crmenes que lo llevaron a esa situacincasi suicida.

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    Cuadro 2. Una escuadra de condenados. Luis, acostado, ha pasado unamala noche. Tiene fiebre. Con su guardia al aire libre se agrav, por eso loretiraron del puesto desmayado. Y por eso todos manifiestan, ya sin amba-ges, que la actitud de Goban raya en la locura. Se dice que estn a 5 km.de la vanguardia enemiga, cerqusima del peligro, un peligro que clara-mente son los rusos, pero unos rusos abstractos, casi intangibles, como sifueran irreales.

    Todos tienen algo que ocultar. Estn all por causas lgicas, no porcaprichos del destino. Para Antonio no hay salida; son una escuadra decondenados a muerte. Ahora sabemos que su misin, llegado el caso, esestallar un campo de minas. En este cuadro late la idea oculta de quetodos han hecho algo malo en su vida que les lleva a esa situacin. Laamistad entre ellos es muy difcil. La idea de Adolfo, de pegarle un tiro alcabo Goban, seguida de la entrada sorpresiva de ste, cierra el cuadro enclara atmsfera de intriga.

    Cuadro 3. Perfil de Javier y enfermedad de Luis. Han pasado ya quincedas desde que llegaron a ese lugar. Es de noche. Duermen cuatro de lospersonajes; uno de ellos, el cabo Goban, habla entre sueos. La situacinsirve para definir la personalidad de Javier, sus contradicciones, que con-figuran como el personaje ms complejo del conjunto. El cuadro se abreprecisamente con una carta-confesin que ste redacta en su soledad. Enella cuenta la desesperacin que produce la aparente calma exterior, yllama loco al cabo Goban. As mismo, descubre sus perfiles ms ambiguosy paradjicos. Es un momento de calma que, sin embargo, exaspera a loshabitantes de la cabaa. Por otro lado, retrata cuanto sucede durante unanoche cualquiera: la mayora descansa, uno hace guardia, y otro (el mscomplejo) escribe.

    Cuadro 4. Intento de insurreccin. Es el amanecer de algn da despus.Goban est el primero de pie. El resto se levanta. Luis parece algo mejor.El cabo lo insta a integrarse al grupo. Son los preparativos del desayuno.Lo que hacen todos los das. El fro y la desesperacin hacen que Antoniose rebele ante el cabo Goban, aunque ste lo reduce con facilidad. Dolidopor los golpes, cuenta que, en otra ocasin, mat a un sargento por efectode la bebida. Jura vengarse de la paliza recibida de Goban.

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    Cuadro 5. La soledad de Javier. En su puesto de guardia, alejado de lacabaa, Javier reflexiona en forma de monlogo sobre la soledad. El tiem-po de Navidad en el que se encuentran lleva sus pensamientos hasta sumadre. Sus lgrimas intensifican la desesperacin del momento4.

    Cuadro 6. Rebelin de la escuadra. Los acontecimientos conducen aeste momento crucial del drama. Y el autor lo lleva, precisamente, al dade Navidad. As empieza la escena: con una especie de rbol navideo, ycuatro de los soldados murmurando la cancin. Slo faltan Luis, queest de guardia, y el cabo Goban. Quieren celebrar la fiesta con una copa,aunque, al no estar el jefe en ese momento, lo hacen sin su permiso. Apesar del espritu religioso del momento, los tragos se suceden uno trasotro. Algunos recuerdos surgen mezclados con risas; hasta hay un conatode pelea entre Pedro y Adolfo. La entrada del cabo los sorprende en elmomento de mayor alboroto. Cuando le van a servir ms licor, Gobangolpea a uno de los soldados con la culata de su fusil. Es la gota que colmael vaso: los cuatro lo matan.

    Cuadro 7. Entierro y temor a la investigacin. Tras el intermedio, co-mienza la segunda parte. Fuera de la cabaa, entierran al asesinado. Luisimprovisa una oracin con evidente acierto, cosa que remite al personajeque mejor trasfondo tiene de todos. Al entrar en la choza encuentran aAdolfo, tendido. Ninguno ha podido dormir esa noche. En sus mentes lateel temor a la investigacin y, por supuesto, a un consejo de guerra. Todavales quedan cuarenta das de permanencia en ese lugar, ya que apenas hanpasado los veinte primeros. Pedro, el ms veterano de todos, toma el man-do: quiere que todo siga igual, cosa a la que el resto no est dispuesto.Adolfo quiere pasear libremente por el bosque. A Luis le inquieta la muer-te de Goban, a pesar de no haber participado en ella, aunque la asume

    4 Cuenta Marsillach que, cuando ensayaba esta obra, en un momento dado le pidi a AlfonsoSastre que su personaje deba tener ms texto, porque crea que era el que mejor representaba ladesesperacin de la escuadra. Era un momento en el que l, como actor, haba conseguido ciertarelevancia en la compaa del Mara Guerrero, y esta produccin puntual no deba suponer unpaso atrs en su carrera. El autor acept la sugerencia y, al da siguiente, apareci con estemonlogo, que, por cierto, fue aplaudido el da del estreno. Esto dio pie a Marsillach a bromearcon Sastre sobre su olfato dramatrgico.

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    como uno ms. Cree ser un buen compaero. El cuadro termina oyndosela cancin que machaconamente tarareaba Goban: en esta ocasin, esPedro el que la canta.

    Cuadro 8. Desesperacin y falsa alarma. El autor, al parecer, mostr eneste momento de la escritura ciertas vacilaciones sobre la continuidad deldrama5. Los soldados estn en un momento de cierta desesperacin. An-tonio no puede ni dormir. Descuidados y sin afeitar muestran la falta dedisciplina en la que se encuentran sumergidos. Es 10 de enero. En esemomento hay seales de que la entrada en combate es inminente. Pareceque han odo disparos. Suena el telfono de campaa. Pedro anuncia queve al enemigo. Todos se preparan para la batalla. Pero se trata de unafalsa alarma. Javier recibe la noticia de que slo eran apariencias.

    En este cuadro se revela el gusto del autor por temas esotricos. Enplena obsesin ante la inminente invasin del enemigo, Adolfo dice: Elviento en los rboles... Por la noche es como si todo el bosque estuvierahabitado... Se oyen ruidos... Al principio me ponan la carne de gallina,pero ya no....

    Cuadro 9. Remordimientos6. Todos acaban de comer, menos Javier, quepermanece tumbado. Van a fumar el ltimo paquete de tabaco. Apenasquedan vveres. Y la ofensiva sigue sin llegar. Eso les da cierta tranquili-dad. Pero todos tienen una cuenta pendiente. El remordimiento por la muertede su superior les atenaza cada vez ms, aunque pactan que, cuando lespregunten, dirn todos que el cabo sali de patrulla y no volvi. Todos,menos Pedro, que asegura que confesar la muerte de Goban tal y comoocurri. Su conciencia no le permite otra cosa. Los dems reaccionan demanera adversa. Creen que a Pedro no le importa morir, pues ser una

    5 Farris Anderson, en su edicin de esta obra (Clsicos Castalia, 1985, 5. ed.) da cuenta de estacircunstancia: Las muchas correcciones y cambios que se encuentran en el manuscrito a partirde aqu evidencian una marcada vacilacin del autor al trazar el desarrollo de la obra hasta sudesenlace (nota 4, p. 109). Esto ratifica la idea del editor de que Sastre comenz a escribir estedrama sin saber cmo lo iba a terminar.6 Tambin Farris Anderson seala que Sastre suprimi un cuadro IX, de manera que el actual,que iba como X, ocupa ahora la numeracin del anterior.

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    manera de satisfacer lo que le ocurri a su mujer. Pero no. Su denuncia sebasa en demostrar una dignidad que nunca haba tenido. Antonio quiereseguir viviendo, y asegura que jams volver a matar. Adolfo tambinquiere sobrevivir, por lo que no lo importa que, para conseguirlo, tenga queeliminar a un nuevo jefe, como es ahora Pedro. Pero ninguno lo secunda.

    Cuadro 10. Diversidad de posiciones. A estas alturas del drama interesaconocer la posicin de cada uno respecto a la situacin. Adolfo insiste enque Pedro, ausente de esa reunin, tiene que morir. Y traza una posibleexplicacin: Goban y l se salieron juntos y no volvieron. Estn a 30 de eneroy pronto va a llegar la patrulla. Antonio no est de acuerdo con un nuevoderramamiento de sangre. Prefiere pasarse al enemigo e ir a un campo deconcentracin. Adolfo quiere irse al monte de guerrillas. Luis y Javieroptan por quedarse con Pedro y esperar al enemigo. Javier habla de que eldestino le ha preparado una muerte infame y tiene que asumirla. La muer-te de Goban, para Javier, no fue un hecho fortuito; pereci para que latortura de todos ellos creciera. Por eso tienen decretada una muerte su-cia. Es un destino superior. Esas palabras le parecen a Pedro una verda-dera oracin.

    Cuadro 11. Huidos y perdidos. Adolfo y Antonio estn fuera del espaciohabitual: parecen perdidos entre las sombras de los rboles. Es como sihubieran andado mucho, y estn lejos de la cabaa. Son los dos escapa-dos. Estn muy cansados. Antonio se arrepiente de haber dejado a suscompaeros. No puede dar un paso ms. Adolfo le pide que se vaya conl, pero definitivamente se queda entre la niebla.

    Cuadro 12. Suicidio y espera imposible. El drama se cierra con un cre-psculo, de la misma forma que empez. Como buena tragedia, no hayesperanza de amanecer. Empieza la noche del da en que se fueron Adolfoy Antonio. Pedro entra e informa a Luis del suicidio de Javier. Sus pala-bras de la noche anterior lo haban condenado. Pedro abre a Luis la posi-bilidad de ser el nico superviviente. Pero ste quiere participar de la cul-pa que ensombrece a todos los de esa escuadra. Pedro le pronostica quesu penitencia ser vivir, recordar todo aquel horror que ha pasado duranteesos das. Luis admira a su compaero, al que considera casi su hermano.

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    Van a fumar los dos ltimos cigarrillos que tienen, a pesar de que Luisjams se haba puesto uno en los labios. A partir de all fumar, y el sabordel tabaco le recordar toda aquella pesadilla.

    4. LOS PERSONAJES DE LA ESCUADRA7

    Merece la pena advertir que ya en el primer cuadro los personajes empie-zan a quedar diseados. El autor no quiere perder el tiempo en cuestionessecundarias. Define tanto el talante casi fantico del cabo Goban como lososcuros perfiles del resto de la tropa, que, por su juventud, bien podran apare-cer con rasgos atractivos, aunque sus palabras desvelan personalidades poco onada decorosas. Todos cuentan con oscuros historiales; de ah que su presen-cia en esa escuadra responda a innegables demritos. El propio Goban, haciael final de primer cuadro, desvela que es otro castigado ms. Fue degradado acabo desde sargento por haber matado a tres inferiores de forma injustificada;al ltimo, con una bayoneta en plena instruccin. Tiene 39 aos, y desde los 17est en el ejrcito, concretamente en la Legin.

    No se queda atrs el resto. Pedro maltrat y mat a prisioneros, comovenganza por los abusos que sufri su mujer en Blgica, en donde vivan. Supsima condicin se evidencia cuando, en la segunda parte, asume el mandodel grupo, por ser el de mayor edad, y, con l, todos los elementos negativosque el cargo comporta.

    Javier es llamado el profesor por sus gafas, y, en efecto, lo es de Meta-fsica, pero tambin fue desertor. A pesar de su aparente brillantez, su pasadono es nada saludable, aunque parece algo ms honesto que el resto. Por lomenos, se avergenza de s y, en momentos de desesperacin, se acuerda desu madre. Por eso es capaz de escribir una carta (cuadro 3) en la que dicta sultima voluntad ante la muerte. Finalmente, es el nico que cree en el destino.Incapaz de asumir su culpa, se suicida.

    7 Aunque sea un aadido casi anecdtico, debemos sealar que, en la primera redaccin, el autorpuso nombres espaoles a los personajes: Adolfo Reyes, Pedro Lpez, Luis Garca, CaboRuiz, Javier Romero y Andrs Gonzlez. Posteriormente, y para el estreno en Madrid, loscambi por los de Adolfo Lavin, Pedro Recke, Luis Foz, Cabo Goban, Javier Gadda y AndrsJacob. Probablemente, era una estrategia de cara a la censura. De esa manera se europeizaba eldramatis personae.

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    Adolfo, que procede de anticarros, dej sin pan a su unidad. En el cuadro 2anuncia la muerte del cabo Goban, pues manifiesta su intencin de matarlo. Enltima instancia, es el nico que huye de la cabaa, y quiere seguir su luchaparticular en las guerrillas.

    Antonio es el nico que no ha entrado an en combate. Como estudiantefue un desastre. A pesar de sus 26 aos, es un consumado borracho. Por esemotivo rompi su relacin con una chica, con la que quera formar un hogar. Sumundo era de rias continuas, las cuales todava pretende mantener con suscompaeros, como demuestra la pelea con el cabo.

    Luis es, de todos ellos, el menos contaminado por el mal. Est all porhaberse negado a formar parte de un piquete. La enfermedad que padece enlas primeras escenas le confiere ciertas dosis de compasin. Adems, al estarde guardia, no particip en el asesinato del cabo Goban. Por eso es el primeroque muestra arrepentimiento. El autor, quizs por el cmulo de elementos ne-gativos que da al resto de personajes a lo largo del drama, decide que susalvacin premie sus aparentes virtudes, aunque sea una salvacin condiciona-da: a lo largo de su vida, le dice Pedro, recordar con terror esos momentos.

    5. SENTIDO Y FORMA DEL DRAMA

    Hemos visto en la forma de evolucionar la accin dramtica de este dra-ma que el autor intenta conducirnos hacia un moderno concepto de tragedia.Tanto la nica accin (permanencia de un grupo de soldados en un lugar anteuna posible accin del enemigo) como la entidad de los personajes (castigadosdel ejrcito para llevar a cabo una misin imposible) se dirigen hacia un impo-sible corolario. Aadamos a ello la circunstancia de una muerte violenta en elgrupo, nada menos que la del responsable de la escuadra. Una sublevacin entrepersonas de esa catadura incrementa, por un lado, el tono miserable del drama,pero, por otro, intensifica la voluntad de crtica hacia una sociedad (la militar)incapaz de sostener sus propias normas. En este sentido, no es difcil entenderla censura que un pas como Espaa aplic a un texto como ste, en el que,entre otras cosas, se oyen frases como las siguientes, en boca del cabo Goban:

    ste es el traje de los hombres: un uniforme de soldado. Los hombres he-mos vestido siempre as, speras camisas y ropas que dan fro en el invierno

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    y calor en el verano... Correajes... El fusil al hombro... Lo dems son ropasafeminadas... La vergenza de la especie.

    Un soldado no es ms que un hombre que sabe morir, y vosotros vais aaprenderlo conmigo. Es lo nico que os queda, morir como hombres. Y aeso enseamos en el Ejrcito. (Cuadro 1.)

    Ante este panorama, se entiende bien que el objetivo de esos personajessea llegar a la muerte de la manera ms digna posible, misin tan imposiblecomo la que los ha conducido a ese escenario. En el camino hacia el final, cadauno de los incidentes no hace sino aumentar la condicin de indignidad de lossoldados, que son responsables de una muerte violenta. Por eso todos quierenllegar al desenlace por distintos caminos. Por el de mantener su suerte; por elde buscarla por otros frentes; o por el del suicidio. En cualquier caso, tristessoluciones a unas no menos tristes existencias.

    En 1962, nueve aos despus del estreno, Alfonso Sastre escriba a prop-sito de una lectura dialogada de la obra en un Colegio Mayor de Madrid:

    Mi obra es [...] una invitacin al examen de conciencia de una generacin dedirigentes que pareca dispuesta, en el silencioso clamor de la guerra fra, aconducirnos al matadero.

    Desde luego Escuadra hacia la muerte es eso, pero, en la distancia deltiempo, resulta tambin un drama sobre la incomunicacin, sobre todo, en elambiente de un clima blico que va ms all de una hipottica tercera guerramundial. De ah que el autor optara por el relato realista, a pesar del intento deproponer ciertos planos simblicos. El tiempo, quizs, haya desgastado talesintenciones, aunque, por otro lado, fortalecido el carcter de los personajes, lapura narracin, e incluso un mundo de ocultas intenciones que se materializanen la realidad de una patrulla condenada a la peor de las derrotas: la que pro-cede de sus mismos integrantes, convertidos, de manera inexorable, en losprincipales enemigos.

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    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

    (Drama en dos partes)

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    Esta obra se estren en el Teatro Mara Guerrero, en Madrid, por el TeatroPopular Universitario el 18 de marzo de 19531.

    Personajes

    SOLDADO Adolfo Lavin

    SOLDADO Pedro Recke

    SOLDADO Luis Foz

    CABO Goban

    SOLDADO Javier Gadda

    SOLDADO Andrs Jacob

    La accin, en la casa de un guardabosques. Tercera guerra mundial.

    1 Las notas a pie de pgina estn tomadas de la edicin que de esta obra hizo la Editorial Alhambra(Madrid, 1986). Su autor es J. Estruch Tobella.

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    PRIMERA PARTE

    CUADRO PRIMERO

    Interior de la casa de un guardabosques, visible por un corte verti-cal. Denso fondo de rboles. Explanada en primer trmino. Es la nicahabitacin de la casa. Chimenea encendida. En los alrededores de lachimenea, en desorden, los petates de seis soldados. En un rincn, or-denados en su soporte, cinco fusiles y un fusil ametrallador. Cajas demuniciones. Un gran montn de lea. Una caja de botiqun, con unacruz roja. Puerta al foro y ventana grande en muro oblicuo a la bocadel escenario. Es la hora del crepsculo. Alrededor de la lumbre, LUIS,ADOLFO y PEDRO, sentados en sus colchonetas dobladas, juegan a losdados. JAVIER, tumbado en su colchoneta extendida, dormita. Aparte, elCABO Goban limpia cuidadosamente su fusil. Empieza la accin.

    ADOLFO. (Echa los dados.) Dos ases.PEDRO. (Lo mismo.) Uno. Eh, t, Luis, te toca a ti.LUIS. (Que parece distrado.) Eh?PEDRO. Que te toca a ti. (LUIS no dice nada. Echa los dados, uno a uno,

    en el cubilete y juega. No mira la jugada.)ADOLFO. Has perdido. Y llevas dos. Tira. (LUIS juega de nuevo.) Dos da-

    mas. Tira. (LUIS echa tres dados en el cubilete y juega.) Cuatro. Estbien. (LUIS no suelta el cubilete.) Me das el cubilete?

    LUIS. Ah, s..., perdona. (Se lo da, y ADOLFO echa los dados.)PEDRO. Qu te pasa? Es que no te encuentras bien?LUIS. Es que... debo de tener un poco de fiebre. Siento (Por la frente.)

    calor aqu.

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    PEDRO. chate un poco a ver si se te pasa.LUIS. No. Prefiero... Si me acuesto es peor... Prefiero no acostarme. Ya se

    me pasar. Quin tira?ADOLFO. Yo. (Tira. Contrariado, vuelve a echar los cinco dados y jue-

    ga.) Tres reyes.PEDRO. (Juega.) Menos. (A LUIS.) T. (Pero LUIS no le escucha. Tiene la

    cabeza inclinada y se aprieta las sienes con los puos. Est sudan-do.) Luis, pero qu te ocurre?

    LUIS. (Gime.) Me duele mucho la cabeza. (Levanta la vista. Tiene lgri-mas en los ojos.) Debi de ser ayer, durante la guardia... Cog fro... Elfro no me hace bien... desde pequeo. (Gime.) Me duele mucho.

    PEDRO. Espera. (Se levanta y va al fondo. Abre una caja de botiqun ysaca un tubo. Extrae una pastilla. Saca un vaso del bolsillo y cogeagua. Echa la pastilla.)

    CABO. (Sin volverse.) Qu haces?PEDRO. Es una tableta... para Luis. No se encuentra bien.CABO. (Sin levantar la cabeza.) Qu le pasa?1

    PEDRO. Le duele la cabeza. Est malo.CABO. Esa caja no se abre sin mi permiso. No podemos malgastar los medi-

    camentos. Entendido? Pero aunque los tuviramos de sobra.PEDRO. S, cabo.CABO. (Sonre duramente.) Estoy hablando en general, comprendes? Si a

    se le duele tanto la cabeza, le das el calmante y no hay ms que hablar.Yo tambin soy compasivo, aunque a veces no lo parezca. Bueno, yasabis que esta situacin puede prolongarse mucho tiempo y que no es-tamos autorizados para pedir ayuda a la Intendencia. El mando nos hadado vveres y medicinas para dos meses. Durante estos dos meses noexistimos para nadie. Est anotada la fecha en que empezamos a contarotra vez... En febrero... Mientras tanto, los que saben que estamos aqupiensan en otras cosas2. Pero, adems..., es que soy el jefe de la escua-dra. Sabis lo que es eso? (Levanta la cabeza.) Bien, qu esperas?(PEDRO da un taconazo y vuelve con los otros. El CABO contina ensu tarea.)

    ALFONSO SASTRE

    1 En la 1. edicin (1953) CABO. (Mueve la cabeza.) No podemos malgastar los medicamentos.PEDRO. Pero, cabo... Es que... CABO. (Sonre duramente.) Estoy hablando, etc.2 En la 1. edicin no figura: Pero, adems..., es que soy el jefe de la escuadra. Sabis lo que es eso?

  • 103

    PEDRO. (Le da el vaso a LUIS.) Tmate esto.LUIS. (Lo toma.) Gracias. (Se recuesta en la pared y queda en silencio.)PEDRO. (A ADOLFO.) Quieres un pitillo?ADOLFO. Bueno. (Encienden. El CABO ha empezado a canturrear una

    cancin.) Ya est se cantando.PEDRO. S. Se ve que le gusta esa cancin.ADOLFO. Me crispa los nervios orle.PEDRO. Por qu?ADOLFO. Eso no se sabe. No le gusta a uno y basta. (PEDRO echa un tronco

    en la chimenea.)PEDRO. Se est bien aqu, eh? Alrededor del fuego. (Fuma. Atiza el fue-

    go.) Me recuerda mi pueblo. A estas horas nos reunamos toda la fami-lia junto a la lumbre.

    ADOLFO. Yo tambin soy de pueblo. Pero he vivido toda mi vida en la capital.PEDRO. Yo sal de la aldea a los dieciocho aos y no he vuelto nunca. Tengo

    veintinueve.ADOLFO. A qu te dedicabas?PEDRO. Trabajaba en una fbrica. Y t?ADOLFO. Negocios. (Pausa. Fuman. Bajan la voz.) Oye, es que se no

    pasa fro?PEDRO. (Pone el dedo en la boca.) Cllate. Te va a or y tiene muy malas

    pulgas.ADOLFO. Ya lo s. Y a m qu me importa? Por qu no se sienta a la

    lumbre con nosotros? Es un tipo que no me hace gracia. Nos trata apatadas el muy bestia. (El CABO sigue canturreando.) Seguramente secree que es alguien, y no tiene ms que un cochino galn de cabo. stees uno de esos primera que se creen generales.

    PEDRO. Te vas a callar o no? (Pausa.)ADOLFO. (Con un ademn brusco arroja el pitillo.) Tres das que esta-

    mos aqu y ya parece una eternidad.PEDRO. Yo pienso que si a los pocos das de conocernos ya empezamos

    as..., mala cosa.ADOLFO. Ya empezamos, a qu?PEDRO. A no soportarnos.ADOLFO. Bah!PEDRO. La verdad es que esto de no hacer nada..., tan slo esperar..., no es

    muy agradable.

    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

  • 104

    ADOLFO. No; no es muy agradable. Sobre todo sabiendo la que nos espe-ra..., si no hay alguien que lo remedie.

    PEDRO. Qu quieres decir?ADOLFO. Nada.PEDRO. Bueno. Yo creo que lo mejor es no amargarse la vida con lo que nos

    espera o no nos espera. Porque no se sabe nada de lo que va a pasar.ADOLFO. Yo he pensado que es posible que la ofensiva no se produzca.PEDRO. Es posible. En cuanto a m, preferira lo contrario.ADOLFO. Ah! Prefieres...?PEDRO. S. Lo que no me gusta es que no pase nada. Hace tres meses que

    no pego un tiro y eso no me sienta bien.ADOLFO. Ahora va a resultar que eres un patriota.PEDRO. No. No soy un patriota. Es que..., bueno, sera muy largo de contar.

    No merece la pena.ADOLFO. Por qu te han metido en esta escuadra? Todos sabemos que

    estamos aqu por algo. Esto es..., creo que lo llaman una escuadra decastigo. Un puesto de peligro y... muy pocas posibilidades de contarlo.Bien, por qu ha sido? No ser porque eres un hombre virtuoso, eh?,un angelito.

    PEDRO. No, claro... Es que maltrat a unos prisioneros, segn dicen.ADOLFO. Qu les hiciste? Arrancarles la piel a tiras? O extraerles cui-

    dadosamente los ojos?PEDRO. Nada. Qu te importa? Djame tranquilo.ADOLFO. Odias a esa gente, no?, al enemigo..., al misterioso enemigo. Al-

    mas orientales... Refinados y crueles3. Los odias?PEDRO. Con toda mi alma.ADOLFO. Tendrs... motivos particulares.PEDRO. (Con esfuerzo.) S, muy particulares. Verdaderamente... particula-

    res. (Se levanta y, nervioso, da unos paseos con las manos en losbolsillos. Va a la ventana y queda mirando hacia fuera.) Buen frodebe de hacer fuera, eh, cabo? Vaya tiempo. (El CABO se encoge dehombros. Mete el cerrojo en el fusil y se levanta. Deja el arma enun rincn. Se estira. ADOLFO le observa en silencio. El CABO se acer-ca a donde duerme JAVIER y le da con el pie.)

    ALFONSO SASTRE

    3 Alude a los rusos. Esta caracterizacin coincide con la imagen que durante la guerra fra se tenade la Unin Sovitica en Occidente.

  • 105

    CABO. Eh, t! Ya est bien de dormir. (JAVIER se remueve dbilmente.)Lo oyes? Levntate ya! (Le da de nuevo con el pie. JAVIER se incor-pora y queda sentado. Saca del bolsillo unas gafas montadas alaire y se las pone.)

    JAVIER. Qu hay?CABO. Que ya est bien de dormir. Te has credo que ests de vacaciones?JAVIER. (Se ha levantado y est en una actitud parecida a firmes.)

    No..., no tena nada que hacer.CABO. Estar atento y dispuesto. Te parece poco? Coge el ametrallador.

    (JAVIER va por l y lo coge. Vuelve junto al CABO.) Est sucio. Lmpialo.JAVIER. A sus rdenes. (Se sienta y trata de limpiarlo, desganadamente.)CABO. Y a se, qu le pasa? Sigue malo? (JAVIER se encoge de hom-

    bros.) T. Basta ya de cuento. (LUIS no abre los ojos. El CABO le da enla cara con el revs de la mano.)

    LUIS. (Entreabriendo los ojos, penosamente.) Me..., me sigue doliendomucho. Como si tuviera algo aqu. (Por un lado de la cabeza.) Es... unfuerte dolor.

    CABO. No te preocupes. Se te quitar en la guardia. Es tu hora.LUIS. (Consulta su reloj.) Mi hora? (Trata de levantarse.)CABO. S, tu hora. Le extraa al seorito? (Cambia de tono.) Hay que

    estar atento al reloj, ya lo sabes. Espero que no vuelva a ocurrir; ibas allevarte un disgusto. Ni yo soy un bedel, ni t un gracioso colegial. Estsvistiendo un traje militar, pequeo. Si no te has dado cuenta, vas a pasar-lo muy mal conmigo. (LUIS se ha levantado. Se pone con mucho tra-bajo el capote y el correaje. Coge el fusil y, al tratar de colgrselo,vacila. El fusil cae al suelo. Con un rugido:) En qu ests pensan-do, idiota? El fusil no se puede caer. (Entre dientes.) Eso no puedesuceder nunca.

    PEDRO. Cabo, me atrevo a decirle que Luis est realmente enfermo. Yohar su guardia.

    CABO. Cllate t.PEDRO. Es que...CABO. Silencio! Y no vuelvas a meterte en lo que no te importa. T vete ya.

    Yo no puedo admitir que un soldado se ponga enfermo como una plidamuchachita. Es la hora del relevo, y eso es sagrado. (LUIS, vacilante,sale. Hay una rfaga de aire al abrir la puerta. Un silencio. PEDRO

    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

  • 106

    est mirando fijamente al CABO. ste se sienta junto a la lumbre yenciende un pitillo. Observa el trabajo de JAVIER.) Ese cierre no estlimpio. (JAVIER coge la pieza y la mira.) Puede quedar mejor, no crees?(JAVIER no responde. Se limita, con un encogimiento de hombros, alimpiarla de nuevo.) Pedro, trae la barrica. (PEDRO coge un barrilito yse lo lleva al CABO. ADOLFO se acerca y JAVIER deja el ametralladorpara sacar un vaso aplastado del bolsillo. Todos esperan algo. ElCABO extrae con un cazo y reparte una pequea racin de lquido acada uno. ADOLFO lo saborea. PEDRO lo bebe en dos veces. JAVIER, deun trago.)

    ADOLFO. (Cuando ha saboreado la ltima gota voluptuosamente.) Cabo,no creo que un poco ms de coac nos hiciera dao. Slo... un poco.Con este fro...

    CABO. (Bebiendo lo suyo, que acaba de echarse.) Lo poco que bebemoses porque hace fro. Hay que tener cuidado con el alcohol. He visto amagnficos soldados perder el respeto al uniforme... por el alcohol.

    PEDRO. Usted... ha sido soldado toda su vida?CABO. (Apura el coac.) S.PEDRO. (Tratando de conversar con l.) Cunto tiempo hace que viste el

    uniforme, cabo? Es una forma de preguntarle cuntos aos tiene.CABO. Tengo treinta y nueve... A los diecisiete ingres en la Legin, pero

    desde pequeo era ya soldado... Me gustaba...PEDRO. (Re.) Es usted un hombre que no ha llevado corbata nunca, cabo!

    (Una pausa. PEDRO deja de rer. Un silencio.)CABO. ste es mi verdadero traje. Y vuestro verdadero traje ya para siem-

    pre. El traje con el que vais a morir. (Ante el gesto de los otros se rel. Ellos se miran con inquietud. El gesto del CABO se endurece, yaade:) ste es el traje de los hombres: un uniforme de soldado. Loshombres hemos vestido siempre as, speras camisas y ropas que noprotegen del fro ni del calor... Correajes... El fusil al hombro... Lo de-ms son ropas afeminadas..., la vergenza de la especie. (Mira a JAVIERdetenidamente. ste finge que se le han empaado las gafas y laslimpia.) Pero no basta con vestir este traje..., hay que merecerlo... Estoes lo que yo voy a conseguir de vosotros..., que alcancis el grado desoldados, para que seis capaces de morir como hombres. Un soldadono es ms que un hombre que sabe morir, y vosotros vais a aprenderlo

    ALFONSO SASTRE

  • 107

    conmigo. Es lo nico que os queda, morir como hombres. Y a eso ense-amos en el ejrcito.

    PEDRO. Cabo, haba odo decir que en el ejrcito se enseaba a luchar... y avencer, a pesar de todo.

    CABO. Para luchar y vencer, antes es preciso renunciar a esta perra vida.Vosotros no habis renunciado an, verdad? Todava os queda un co-chino resquicio de esperanza. No sois soldados. Sois el desecho, la ba-sura, ya lo s..., hombres que slo quieren vivir y no se someten a unadisciplina. Indisciplinados y cobardes! Bien. Vais a tragar la disciplinadel cabo Goban, la disciplina de un viejo legionario. Necesito una escua-dra de soldados para la muerte. Los tendr. Los har de vosotros. Lossuperiores saben lo que han hecho poniendo esta escuadra bajo mi man-do. Voy a ir con vosotros hasta el final. Voy a morir con vosotros. Perovais a llegar a la muerte limpios, en perfecto estado de revista. Y loltimo que vais a or en esta tierra es mi voz de mando4. Qu os parecela perspectiva?

    ADOLFO. (Con voz ronca.) Cabo.CABO. Qu?ADOLFO. (Con una sonrisa burlona.) Ya s qu clase de tipo es usted.

    Usted es uno de esos que creen que la guerra es hermosa. A que s?CABO. (Mira a ADOLFO fijamente.) Si a ti no te gusta, trata de marcharte. A

    ver qu ocurre. (JAVIER murmura algo entre dientes.) Dices algo t?JAVIER. No, es que... me he hecho dao en un dedo al meter el cierre.CABO. Parece ser que eres profesor. Tendrs teoras sobre este asunto y

    sobre todos, supongo. Explcanos tus delicadas teoras. Es hora de queoigamos algo divertido. Vamos! Habla!

    JAVIER. (Con nervios.) Oiga usted, cabo, yo no tengo inters en hablar denada, me oye? Estoy aqu y le obedezco. Qu ms quiere?

    CABO. (Le corta.) Eh, eh, cuidado. Menos humos. No tolero ese tono...,profesor.

    JAVIER. Perdneme... Es que... estoy nervioso.

    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

    4 En la 1. edicin: Me vais a aguantar hasta el final. Si os molesta, os fastidiis. ADOLFO. (Convoz ronca.) Cabo, etc. Este discurso reproduce la retrica militarista y de exaltacin de lamuerte caracterstica de la Legin, utilizada tambin por la propaganda falangista. Recurdeselos himnos de la Legin y de la Falange.

  • 108

    CABO. En efecto. El profesor es un hombre muy nervioso y, adems, unperfecto miserable. Me parece que ya es hora de que vayamos cono-cindonos. (En este momento se abre la puerta y aparece ANDRS:capote con el cuello subido, guantes y fusil. Se acerca al CABO.)

    ANDRS. A sus rdenes, cabo.CABO. Sintate.ANDRS. Cabo, quera decirle que me ha parecido encontrar a Luis... en ma-

    las condiciones para hacer el relevo. Me temo que no se encuentre bien.CABO. Deja eso. Ya lo he reconocido yo antes y no tiene nada. Ah tienes tu

    coac. (ANDRS se quita el correaje y el capote. Se sienta y bebevidamente su coac hasta la ltima gota.) Has llegado a tiempo deor una bonita historia. Estamos hablando del profesor.

    JAVIER. Cllese de una vez. Djeme en paz.CABO. (Mira fijamente a JAVIER.) Desde el primer momento comprend que

    no me iba a llevar muy bien muy bien contigo. No somos de la mismaespecie. Te odiaba desde antes de conocerte, desde que, hace una se-mana, me llamaron y tuve tu expediente en mis manos. Es curioso pen-sar que hace una semana no os conocais ninguno. Pero yo os conocaya todos. Y vosotros ni siquiera podais suponer mi existencia, verdad?Sin embargo, ahora nada hay para vosotros ms real que yo. (Re.)

    ANDRS. Que... le dieron nuestros expedientes?CABO. S, vuestras agradables biografas. (Hay miradas de inquietud.)

    Soldado Javier Gadda. Procedente del regimiento de Infantera nmeroquince. Operaciones al sur del lago Negro5, no es verdad?

    JAVIER. (Asiente.) S, de all vengo. Era un infierno de metralla, algo... horri-ble. (Se tapa los odos.)

    CABO. No te preocupes. Esto es otro infierno. Soldado Adolfo Lavin, segun-da Compaa de Anticarros... En el Sur6. Te acuerdas?

    ADOLFO. (Sombro.) No lo he olvidado.

    ALFONSO SASTRE

    5 En la 1. edicin: lago Onega. Antes de la Segunda Guerra Mundial el lago Onega marcaba lafrontera entre Finlandia y la URSS. Despus del conflicto qued incorporado al territorio de laURSS. El lago Negro parece un topnimo inventado por Sastre.6 En la 1. edicin: Compaa de Anticarros. Sievsk. Sievsk es una poblacin sovitica,situada al suroeste de Mosc.

  • 109

    CABO. Andrs Jacob. Un bisoo. Del campo de instruccin de Lemberg7 auna escuadra de castigo. Eres t?

    ANDRS. S, yo.CABO. Soldado Pedro Recke8. El ro Kar... La ofensiva de invierno... Mu-

    chos prisioneros, verdad?PEDRO. S.CABO. T s eres soldado, Pedro..., y te felicito. Si saliramos de sta, me

    gustara volver a verte.PEDRO. (Serio.) Gracias.CABO. Si queris saberlo, yo no estoy aqu para castigaros. Yo no soy otra

    cosa que un castigado ms. No soy un santo. Si lo fuera, no estara aqucon vosotros. (Alguna risa fra.)

    PEDRO. (Audazmente.) Me dijeron que usted... haba llegado a algo ms enel ejrcito. Quiero decir... que lo degradaron. Era sargento, no?

    CABO. Quin te ha dicho eso? Qu sabes t de m? Vamos, dilo.PEDRO. Poca cosa.CABO. Espero que no me d vergenza. Habla.PEDRO. Me han dicho que tiene tres cruces negras.ANDRS. Cmo tres cruces negras? Qu es eso?PEDRO. Est claro. Que se ha cargado a tres. Es cierto, cabo? (El CABO lo

    mira framente.) Cuando era sargento. Dos muertos en acciones deguerra y uno durante un perodo de instruccin. Es cierto?

    CABO. (Despus de un silencio.) S. Mat a dos cobardes. A uno porqueintent desertar. Esto fue en la guerra pasada. Ya en sta se repiti lahistoria... Se negaba a saltar de la trinchera... (JAVIER baja la vista.)

    PEDRO. Y el tercero?CABO. (Sombro.) Lo del tercero... fue un accidente.PEDRO. Un accidente?CABO. S! (Se levanta. Sombro, recorre la habitacin.)PEDRO. Qu clase de accidente?

    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

    7 Lemberg: nombre alemn de la capital de la Galitzia Oriental. Antes de la Segunda GuerraMundial perteneca a Polonia. Despus a la URSS, con el nombre de Lvov.8 En la 1. edicin: Se ha batido bien en Harkov y Milerovo. Muchos prisioneros, etc.Harkov: ciudad sovitica situada en Ucrania. Milerovo parece un topnimo inventado porSastre, igual que el ro Kar.

  • 110

    CABO. (Se pasea.) En instruccin, explicando el cuerpo a cuerpo, haciendoasalto a la bayoneta... Tuvo l la culpa... Era torpe, se puso nervioso...no saba ponerse en guardia...

    PEDRO. Lo mat? All mismo... qued muerto?CABO. No me di cuenta de lo que haca. El chico temblaba y estaba plido.

    Me dio rabia. Lo tir al suelo de un golpe, y ya no s lo que me pas.Tuve un ataque. Lo remat yo mismo... all. Lo cos a bayonetazos. Mehaba enfierecido. Era torpe..., un muchacho plido, con pecas..., (Cam-bia de tono.) y ahora que lo recuerdo me parece que tena... (Tuerce laboca.) una mirada triste... (Ha ido oscureciendo.)

    (Oscuro total.)

    ALFONSO SASTRE

  • 111

    CUADRO SEGUNDO

    Vuelve la luz poco a poco. Es por la maana. LUIS est acostado,JAVIER, sentado junto a l. PEDRO barre el suelo. ANDRS se est afeitandofrente a un espejito, junto a la ventana.

    JAVIER. No te preocupes, muchacho. Eso no ser nada. Seguramente unpoco de fro que has cogido... Te ha bajado la fiebre..., es buena seal.

    PEDRO. (Barriendo.) Djalo ahora. A ver si se duerme.JAVIER. (Se levanta.) Has odo cmo deliraba esta noche?PEDRO. S. Pobre chico... Seguro que ha tenido cuarenta de fiebre... Qu

    cosas deca... (Barre.) Menudo susto me llev cuando fui a relevarle.Tumbado en el suelo... sin sentido.

    ANDRS. (Que est acabando de afeitarse.) Ese hombre es un bruto. Porqu le oblig a hacer la guardia si estaba malo? Y vosotros, por qu ledejsteis ir?

    PEDRO. Y t, por qu te viniste, viendo que no poda tenerse en pie? Habrtelotrado.

    ANDRS. Y dejar el puesto de guardia solo. Ese hombre hubiera sido capazde matarme. Est loco. No conoce otra norma de conducta que las orde-nanzas militares. Vete t a hablarle de compasin y de amor al prjimo.

    JAVIER. (Que habla dbilmente.) Tiene razn, Andrs. Toda su moral estescrita en los captulos de las ordenanzas del ejrcito. Y si slo fueraeso...; pero adems es agresivo, hiriente. Anoche trat de burlarse dem, contando lo que a nadie le importa. Qu tiene l que decir de noso-tros? No os disteis cuenta? Pareca que nos amenazaba con contar lo

  • 112

    que sabe de cada uno. Yo creo que a nadie le importa la vida de los dems.(El enfermo dice algo que no llega a orse.)

    PEDRO. (Se acerca.) Qu dices?LUIS. (Hace un esfuerzo.) A m no me importa decir por qu me trajeron a

    esta escuadra. Me negu a formar en un piquete de ejecucin. Eso estodo. Yo no sirvo para matar a sangre fra. Lo llaman insubordinacino no s qu. Me da igual. Volvera a negarme...

    PEDRO. Bien, cllate. No te conviene hablar ahora. Te subira la fiebre. Loque tienes que hacer es descansar.

    LUIS. Yo... he querido decir...PEDRO. Te hemos entendido. Calla (JAVIER se ha levantado y est en pie,

    un poco apartado. Enciende un pitillo. Fuma. En pie. Inmvil.)ANDRS. (Habla guardando los cacharros de afeitarse. Queda sentado

    en su petate.) Mirndolo bien, es horrible lo que nos ha ocurrido a noso-tros, por una cosa o por otra.

    JAVIER. S.ANDRS. Esto es una ratonera. No hay salida. No tenemos salvacin.JAVIER. sa es (Con una mueca.) la verdad. Somos una escuadra de con-

    denados a muerte.ANDRS. No, es algo peor..., de condenados a esperar la muerte. A los

    condenados a muerte los matan. Nosotros... estamos viviendo...PEDRO. Os advierto que hay muchas escuadras como sta a lo largo del

    frente. No vayis a creeros que estamos en una situacin especial. Loque nos pasa no tiene ninguna importancia. No hay nada de qu envane-cerse. Esto es lo que llaman una escuadra de seguridad..., un cabo ycinco hombres como otros. (ANDRS no lo oye.)

    ANDRS. Estamos (Con un escalofro.) a cinco kilmetros de nuestra van-guardia, solos en este bosque. No creo que sea para tomarlo a broma. Am me parece un castigo terrible. No tenemos otra misin que hacerestallar un campo de minas y morir, para que los buenos chicos de laprimera lnea se enteren y se dispongan a la defensa. Pero a nosotros,qu nos importar ya esa defensa? Nosotros ya estaremos muertos.

    PEDRO. Ya est bien, no? Pareces un pjaro de mal agero.ANDRS. Si es la verdad, Pedro... Es la verdad... Qu quieres que haga?

    Que me ponga a cantar? Es imposible cerrar los ojos. Yo..., yo tengomiedo... Ten en cuenta que... yo no he entrado en fuego an... Va a ser

    ALFONSO SASTRE

  • 113

    la primera vez... y la ltima. No me puedo figurar lo que es un combate.Y... es horrible!

    PEDRO. Un combate no es nada. Lo peor ya lo has pasado.ANDRS. Qu es lo peor?PEDRO. El campamento. La instruccin. Seis, siete horas marchando bajo el

    sol, cuando el sargento no tiene compasin de ti..., un!, dos!, un!,dos!..., y t slo pides tumbarte boca arriba como una bestia reventada.Pero no hay piedad. Izquierda, derecha, desplegarse, un!, dos! Pasoligero... un!, dos!, un!, dos! Lo peor es eso. Largas marchas sin sen-tido. Caminos que no van a ninguna parte.

    ANDRS. (Lentamente.) Para m lo peor es esta larga espera.PEDRO. Cuatro das no es una larga espera, y ya no puedes soportarlo...

    Figrate si esto dura das y das... A m me parece que hay que reservar-se, tener nimo... por ahora... Ya veremos...

    ANDRS. (Nervioso.) No decan que la ofensiva era inminente? Yo ya mehaba hecho a la idea de morir, y no me importaba: nos liquidan y seacab... Pero aqu parece que no hay guerra. El silencio... Sabemos queenfrente, detrs de los rboles, hay miles de soldados armados hasta losdientes y dispuestos a saltar sobre nosotros. Quin sabe si ya nos hanlocalizado y nos estn perdonando la vida? Nos tienen bien seguros y seren de nosotros. Eso es lo que pasa: cazados en la ratonera! Y quere-mos escuchar algo... y slo hay el silencio... Es posible que meses ymeses. Quin podr resistirlo?

    JAVIER. (Con voz grave.) Dicen que son feroces y crueles..., pero no sabe-mos hasta qu punto... Se nos escapa... Y eso que se nos escapa es lo queda ms miedo. Sabemos que su mente est dispuesta de otra forma..., yeso nos inquieta, porque no podemos medirlos, reducirlos a objetos, do-minarlos en nuestra imaginacin... Sabemos que creen fanticamenteen su fuerza y en su verdad... Sabemos que nos creen corrompidos,enfermos, incapaces del ms pequeo movimiento de fe y de esperanza.Vienen a extirparnos, a quemar nuestras races... Son capaces de todo.Pero de qu son capaces? De qu? Si lo supiramos, puede que tuvi-ramos miedo..., pero es que yo no tengo miedo..., es como angustia...No es lo peor morir en un combate... Lo que me aterra ahora es sobrevi-vir..., caer prisionero..., porque no puedo imaginarme cmo me mataran...

    ANDRS. S, es verdad. Comprendo lo que quieres decir. Si tuviramos en-frente soldados franceses... o alemanes..., todo sera muy distinto. Los

    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

  • 114

    conocemos. Hemos visto sus pelculas. Hemos ledo sus libros. Sabe-mos un poco de su idioma. Es distinto.

    JAVIER. Es terrible esta gente..., este pas9. Estamos muy lejos...PEDRO. Lejos, de qu?JAVIER. No s... Lejos... (Un silencio. PEDRO, que ha mirado su reloj, se

    est poniendo el capote y el correaje. Coge el fusil.)PEDRO. Hasta luego.ANDRS. Hasta luego. (Sale PEDRO. Un silencio.) Qu har el cabo?JAVIER. Un largo paseo por el bosque... Vigilancia... O estar inspeccionan-

    do el campo de minas. No puede estarse quieto. (ANDRS saca cigarri-llos. Ofrece a JAVIER. Fuman.)

    ANDRS. (Despus de un silencio.) Cuando anoche el CABO habl de noso-tros, me di cuenta de que estabas muy plido. (JAVIER no se mueve.) Am tampoco me hizo mucha gracia. Es que... a nadie le importa, ver-dad?, lo que uno ha hecho.

    JAVIER. No. A nadie le importa.ANDRS. Yo prefiero no meterme en la vida de los dems y que nadie se

    meta en la ma.JAVIER. Yo tambin.ANDRS. A un amigo se le puede contar todo, hasta un secreto, pero tiene

    que ser eso, un amigo.JAVIER. Claro.ANDRS. En la guerra, a m me parece que es muy difcil hacer amigos. Nos

    volvemos demasiado egostas, verdad? Slo pensamos en nosotros mis-mos, en salvar el pellejo, aunque sea a costa de los dems. Me refiero ala gente normal, quitando a los hroes.

    JAVIER. (Sonre.) Eso debamos hacer, quitar a los hroes, y no habra gue-rras. (ANDRS re.)

    ANDRS. Los otros dicen que t eres antiptico y que te crees superior, peroyo no estoy de acuerdo. Es cierto que has sido profesor de la Universidad?

    JAVIER. S.ANDRS. Profesor, de qu?JAVIER. De Metafsica. (ANDRS re.) De qu te res?

    9 De los topnimos de la 1 edicin y de esta frase se induce que la accin se sita, al menos enla primera versin, en territorio sovitico.

    ALFONSO SASTRE

  • 115

    ANDRS. De eso. Me hace gracia. Profesor de Metafsica. Y ahora eres unaporquera como yo, que no pas del segundo curso. El hoyo comn... paratodos.

    JAVIER. S, tiene mucha gracia.ANDRS. No me gustaba estudiar, es decir, creo que me emborrachaba de-

    masiado. Llegu a tener delirios. Yo no serva para estar en las aulas, nipara contestar seriamente a las estpidas preguntas de los profesores.Hasta que mis padres se cansaron y entonces me fui de casa. Tenaveintisis aos y todava iba por el segundo curso. (Re.)

    JAVIER. Te fuiste de casa? Y adnde?ANDRS. (Re.) Fund un hogar. Quiero decir que me junt con una chica. Yo

    no era capaz de ganar ni para comer, pero, naturalmente, segua emborra-chndome con los amigos. Rias de madrugada, palos de los serenos,comisaras..., cadas, sangre..., lo normal... Me separ de mi mujer..., y mequed solo... Pude, por fin, beber sin dar cuentas a nadie..., sin que nadiesufriera por m... (Parece que se le han humedecido los ojos.) Una histo-ria vulgar, como ves. Lo nico que me consuela es pensar que el trabajoque no hice no hubiera servido de nada... Me hace gracia verte aqu, en estahorrible casa, con tu brillante carrera universitaria, siempre de codos so-bre los libros, no?, y oposiciones! Una ejemplar historia que termina comola del golfo, la del borracho incorregible..., incapaz de ganar su vida hones-ta y sencillamente. Eh? Me parece que no ha merecido la pena, amigo.

    JAVIER. Puede..., puede que no haya merecido la pena. Yo estudiaba porquetena que sostener a mi madre y los estudios de mi hermano. Quera verdespejado el porvenir. Quera ganar dinero honesta y sencillamente,como t dices. Se haban sacrificado por m y yo tena la obligacin deno defraudar a mi padre..., ni el cario y la confianza de mi madre.

    ANDRS. Qu era tu padre?JAVIER. Empleado de un banco. Soaba para m un porvenir digno y brillan-

    te. El pobre no lleg a verlo. Muri antes de que yo cobrara mi primersueldo en la Universidad.

    ANDRS. Pero t no veas que estabas trabajando para nada? No te dabascuenta de que esto tena que llegar? Si se mascaba en el ambienteesta guerra..., la tercera gran guerra del siglo veinte..., puede que laltima guerra. Tantos libros, y no te dabas cuenta de lo ms importante.

    JAVIER. No. No me daba cuenta. Yo estaba en la biblioteca. All no habatiempo. Las alarmas de los peridicos me parecan eso, periodismo. En el

    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

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    fondo, estaba convencido de que el mundo estaba slidamente organizado,de que no iba a ocurrir nada y de que haba que luchar por la vida.

    ANDRS. Yo no tena esa impresin de solidez. A m me pareca que viva-mos en un mundo que poda desvanecerse a cada instante. Me dabacuenta de que estbamos en un barco que se iba a pique. No mereca lapena trabajar, y a m me vena muy bien.

    JAVIER. Te dabas cuenta de todo, Andrs?ANDRS. Por lo menos eso digo ahora. Me parece que, pensndolo, quedo

    justificado. A estas alturas uno siente la necesidad de justificarse. (Seabre la puerta. Entra ADOLFO. Viene renegando. Se quita el capote.)Qu te pasa?

    ADOLFO. Estoy harto.ANDRS. Alguna amable indicacin del cabo, no?ADOLFO. Me ha doblado la imaginaria de esta noche.ANDRS. Por qu?ADOLFO. Dice que me ha visto sentado en el puesto de guardia.ANDRS. Y no es verdad?ADOLFO. S, y qu? (Se sienta.) Adems, es asqueroso... Nos espa... Vigila

    hasta nuestros ms pequeos movimientos. As no se puede vivir. Estoyharto. Ahora, mientras se alejaba, me han dado ganas de pegarle un tiro.

    ANDRS. No creo que sea para tanto.ADOLFO. S; pegarle un tiro..., acabar con l... Nos quedaramos en paz. El

    poco tiempo que nos quede de vida podramos pasarlo tranquilamente...Nadie se iba a enterar nunca... Y aunque llegaran a enterarse, a noso-tros ya no nos importaba.

    ANDRS. Pero qu ests diciendo? Te has vuelto loco?ADOLFO. No. No estoy loco. Lo he pensado de verdad. A m no me impor-

    ta... He hecho cosas peores... Quiero vivir en paz, hacer lo que me d lagana... Es... (Re desagradablemente.) mi ltima voluntad. (Al ver lacara de los otros vuelve a rer. En este momento entra el CABO. Hayen ellos un movimiento de inquietud. Rehyen la mirada del CABO.)

    CABO. Qu os pasa? De qu estbais hablando?ANDRS. (Despus de una pausa.) Adolfo nos ha contado una historia

    divertida..., pero a m no me ha hecho mucha gracia. Y a ti, Javier?JAVIER. (Mirando a ADOLFO.) No. A m tampoco.

    (Oscuro.)

    ALFONSO SASTRE

  • 117

    CUADRO TERCERO

    Sobre el oscuro, JAVIER enciende una cerilla y con ella una vela.Est inquieto. Se sienta en su petate. Se ve confusamente, durmiendo,al CABO, a LUIS, a ADOLFO y a ANDRS. JAVIER saca un cuadernito, lo ponesobre las piernas y escribe con un lpiz.

    JAVIER. Yo, Javier Gadda, soldado de infantera, pido a quien encuentre micadver haga llegar a mi madre, cuyo nombre y direccin escribo al piede esta declaracin, las circunstancias que sepa de mi muerte,dulcificndolas a ser posible en tal medida que, sin faltarse a la verdad,sea la noticia lo menos dura para ella; as como el lugar en que mis restosreposen. Han pasado ya quince das desde que ocupamos este puesto.La situacin se est haciendo, de momento en momento, insoportable.La ofensiva no se produce y los nervios estn a punto de saltar. Sola-mente el cabo permanece inalterable. Mantiene el horario de guardias yla disciplina. Nos levantamos a las seis de la maana, no s para qu.Seguimos un horario rgido de comidas y de servicio. Nos obliga a lim-piar los equipos y la casa. Tenemos que afeitarnos diariamente y sacar-les brillo a las armas y a las botas. Todo esto es estpido en cualquiercaso, y ms en el nuestro. Estos das me he dado cuenta de la verdad.Parece que estamos quietos, encerrados en una casa; pero, en realidad,marchamos, andamos da tras da. Somos una escuadra hacia la muerte.Marchamos disciplinadamente obedeciendo a la voz de un loco, el caboGoban. (Se remueve ANDRS. Enciende una cerilla y mira la hora en

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    su reloj. JAVIER deja de escribir. ANDRS bosteza. Se levanta penosa-mente, renegando. Ve a JAVIER.)

    ANDRS. Qu haces ah?JAVIER. Me he desvelado. Estoy escribiendo una carta.ANDRS. Una carta? Para qu? Aqu no hay correo. (Acaba de ponerse

    el capote. Coge el fusil.) La deliciosa hora del relevo... (Sale tamba-lendose. JAVIER se pasa la mano por la frente. Vuelve a escribir.)

    JAVIER. El que encuentre este cuaderno sepa que he sido un cobarde. staes una historia que no me atrevo a contar a los otros. Cuando me llama-ron a filas, trat de emboscarme. Desde entonces tengo ficha de deser-tor en el ejrcito. Luego he sabido ilustrar esta ficha con varios actosvergonzosos. En la instruccin no me atreva a lanzar las bombas demano. Luego, en acciones de guerra, he palidecido y he llorado cuandotena que saltar de la trinchera. Pero lo que no puedo olvidar es que unda, en una retirada, cuando hirieron a mi compaero y cay a mi lado, oque me deca: Vete, vete, djame.... Como si yo hubiera pensado enquedarme...! No! Yo no haba pensado en detenerme a su lado, en de-cirle: Quieres algo para tu madre? Qu digo a tu novia? Yo hua, huacomo un loco, frentico..., y apenas volv un momento la cabeza paraver a mi compaero cado de bruces, herido de muerte! (Alguien seremueve. JAVIER Levanta la cabeza. Es el CABO.)

    CABO. (Entre sueos, agitadsimo.) Ha sido un accidente! Ha sido un acci-dente! Yo no he querido hacerlo! Ha sido un accidente! (Gime y davueltas.)

    JAVIER. (Vuelve a escribir.) El demonio del cabo tambin tiene algo queolvidar. En realidad, todos estamos aqu con una culpa en el corazn y unremordimiento en la conciencia. Puede que ste sea el castigo que nosmerezcamos y que, en el momento de morir, seamos una escuadra dehombres purificados y dignos.

    LUIS. (Desde su colchoneta.) Javier! Javier!JAVIER. (Levanta la vista del cuaderno.) Qu hay?LUIS. (Se queja.) Me encuentro muy mal.JAVIER. Quieres algo?LUIS. No...JAVIER. Pues trata de dormir.

    ALFONSO SASTRE

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    LUIS. Es que... no puedo... (Da una vuelta y queda inmvil. JAVIER vuelvea fijar la vista en el cuaderno.)

    JAVIER. A la hora del resumen me extraa el infame egosmo que me hizopensar en sobrevivir cuando estall la guerra. Si esta lucha es, comocreo, un conflicto infame, yo tambin lo he sido tratando de evadirme,aferrndome grotescamente a la vida, como si yo fuera el nico digno devivir, mientras los dems estn dando su sangre, dando generosa yresignadamente su sangre, limitndose a morir, sin pedir explicaciones,con generosidad y desinters. sta es mi culpa. ste es mi castigo. Aho-ra slo deseo que haya una lucha, que yo me extinga en ella y que miespritu se salve. (Deja de escribir un momento. Por fin.) En el mo-mento en que voy a firmar esta declaracin, pienso en mi madre. S queella estar despierta y llorando... De eso s que nadie puede consolarmeen el mundo... Nadie puede enjugar de mis ojos... el llanto de mi ma-dre... (Se abre la puerta. Aparece PEDRO. Viene de la guardia.)

    PEDRO. El maldito Andrs! Cre que no llegaba. Me estaba helando de fro.(Se sienta y se frota las manos.) Qu haces? (JAVIER cierra el cua-derno.)

    JAVIER. (Con voz insegura.) Estaba... escribiendo una carta.

    (Oscuro.)

    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

  • 120

  • 121

    CUADRO CUARTO

    Empieza a amanecer. El CABO est en pie. PEDRO, ANDRS y ADOLFO selevantan de dormir. LUIS se remueve. JAVIER no est.

    CABO. (Sacude a LUIS.) Arriba! Ya est bien de enfermedad!ADOLFO. (Calzndose las botas.) Tiene razn el cabo. Ayer ya no tena

    fiebre.PEDRO. (Bosteza.) Anmate, muchacho. Es mejor para ir haciendo fuerzas.ADOLFO. (Echando agua en una palangana.) Cuntas horas de guardia

    nos debes, Luis? Podas haberte guardado la enfermedad para otra oca-sin. Nos has fastidiado! Tengo un sueo espantoso. (LUIS se est le-vantando en silencio. El CABO, mientras se lava, canturrea.) Malditasea. Esto es lo que peor aguanto. Levantarme a estas horas..., y coneste fro..., y con este fondo musical... (El CABO no lo oye. LUIS se hacalzado, trabajosamente, las botas y se pone en pie. Vacila.)

    PEDRO. Qu tal?LUIS. Parece que... bien... (Echa a andar con ligeras vacilaciones. Lle-

    ga hasta el CABO. Se pone en firmes.) A sus rdenes, cabo.CABO. (Le mira de arriba abajo.) Eso est mejor. Lvate y te incorporas

    al servicio. Rige el horario anterior a tu enfermedad. (PEDRO est echan-do lea en la chimenea y ADOLFO prepara el caf.)

    PEDRO. Uf! Vaya da. Me parece que para Navidad tendremos nieve.ANDRS. (Que se ha levantado en silencio, malhumorado, y en este mo-

    mento se chapuza la cara.) Hace mucho fro por las maanas. Estefro me hace mucho mal. Luego voy entrando en reaccin, pero a estas

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    horas... me parece que estoy enfermo. (PEDRO re.) No es cosa de risa.(PEDRO vuelve a rer.)

    PEDRO. (Enciende una cerilla y la aplica a la chimenea.) Es cierto quehoy hace ms fro. Adolfo, trae el caf. Las galletas... (ADOLFO y PEDROse han sentado junto a la chimenea. LUIS se acerca a ellos.)

    LUIS. Me encuentro muy bien. Un poco dbil, pero bien.PEDRO. Sintate aqu. (ANDRS tira la toalla al suelo y la pisotea.) Qu

    le pasa a se?ADOLFO. Se habr vuelto loco. (ANDRS se ha ido hacia el CABO.)ANDRS. Cabo.CABO. Qu hay?ANDRS. Cabo, tengo que decirle que esto me parece insoportable. No hay

    razn para obligarnos a... (Miradas de inquietud en los otros.) Hepensado decrselo varias veces. No estoy de acuerdo con este absurdohorario. Es ganas de martirizarnos. Yo no estoy dispuesto a plegarme asus caprichos. Lo entiende? Estoy harto de...

    CABO. (Framente.) Bueno. Cllate ya.ANDRS. No. No voy a callarme. He empezado a hablar y hablar. Yo tengo

    fro a estas horas. Fro y sueo. Por qu? Porque a un tipo con unmiserable galn se le ocurre que tenemos que levantarnos a las seis dela madrugada. Estoy seguro de que los dems piensan lo mismo. Ver-dad, muchachos? No hay razn para que nos haga... (El CABO lo cogedel cuello de la guerrera.)

    CABO. (Entre dientes.) Cllate, imbcil! Cllate!ANDRS. Sulteme! Estoy harto de su condenada...! (El CABO le da un

    puetazo en el estmago. ANDRS gime y se dobla. Al inclinarse reci-be otro en la cara y cae al suelo. El CABO le pega una patada en elpecho. ANDRS queda inmvil. El CABO se inclina, lo incorpora yvuelve a rechazarlo contra el suelo.)

    PEDRO. (Que se ha levantado. Sombro.) Cabo. Ya est bien. (El CABOmira a PEDRO, que le sostiene la mirada. Los otros se han levantadotambin.)

    CABO. (A ADOLFO.) Dame el caf. (ADOLFO echa lentamente caf en uncacharro y se lo alarga al CABO. ste lo bebe. Coge el fusil y sale.Pausa.)

    ADOLFO. Ya lo veis... que es una bestia.

    ALFONSO SASTRE

  • 123

    PEDRO. (Que atiende a ANDRS.) Luis, trae agua. (LUIS se la lleva. PEDROse la echa a ANDRS por la cara. Este parece reanimarse. Se queja.)Le ha dado bien. Si no le ha roto una costilla ser un milagro.

    ANDRS. (Quejndose del lado derecho.) Me ha dado un golpe de muer-te... No habis sido capaces de... impedir...

    PEDRO. Trata de levantarte. (ANDRS se levanta, ayudado. Anda, encogi-do, hacia su colchoneta. Una mano crispada sobre el costado. Sesienta.)

    ANDRS. se... me las paga... Esta vez... No me va a ser preciso estarborracho para... cargarme a un hombre. La otra vez estaba borracho.

    PEDRO. La otra vez? Cundo?ANDRS. Estoy aqu por haber matado a un sargento, no lo sabais? Si me

    cargo a este tipo, no ser la primera vez que me mancho las manos desangre.

    ADOLFO. Dnde fue?ANDRS. Qu?ADOLFO. La muerte del sargento.ANDRS. En el campo de instruccin. Me emborrach en la cantina y volv

    a la compaa despus de silencio. El idiota del sargento me provoc y lemet una pualada sin sentirlo. Yo no tuve la culpa. No supe lo que haca.Esta vez s voy a saberlo. Yo no me meto con nadie, pero s defender-me. Puede que me ponga nervioso, pero lo mato. Me ha coceado comouna mula. (Se lleva la mano a la boca y la retira aprensivamente. Lamira plido.)

    LUIS. Qu tienes?ANDRS. (Con la voz estrangulada.) Es sangre.PEDRO. (Despus de un penoso silencio.) Es..., es posible que no sea

    nada. No hay que preocuparse. Puede ser un derrame sin importancia.Lo ms seguro...

    LUIS. S, chico, no te preocupes. La sangre es muy escandalosa. A veces esmejor echar sangre. Si el mal se te queda dentro es peor. (ANDRS se hatumbado boca arriba.)

    ANDRS. (Dbilmente.) Dejadme. No me hablis de eso. Es preferible... nohablar... (Tratando de aparecer sereno.) No es nada. Y despus detodo, qu ms da? Si vamos a morir, me da igual llegar echando sangrepor la boca. (Intenta rer.) Me acuerdo ahora, no s por qu, de otros

    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

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    tiempos. Nunca me gust meterme en los. Yo he sido siempre de los quese van cuando el ambiente est un poco cargado. Me ha gustado el buenplan. Y qu me ha ocurrido? (Re.) Pues que siempre me he visto enlos peores los..., me han dado navajazos..., he matado a un sargento...,y estoy aqu... Es curioso, verdad? Es... (Tose.) muy (Tose.) curioso.(Sigue tosiendo mucho y se hace el oscuro.)

    ALFONSO SASTRE

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    CUADRO QUINTO

    Un proyector ilumina la figura de JAVIER, en la guardia. Capote concuello subido y fusil entre las manos enguantadas. Sus labios se entre-abren y su voz suena montona.

    JAVIER. No se ve nada..., sombras... De un momento a otro parece que elbosque puede animarse..., soldados..., disparos de fusiles y gritera...,muertos, seis muertos desfigurados, cosidos a bayonetazos..., es horri-ble... No, no es nada... Es la sombra del rbol que se mueve... Estasgafas ya no me sirven..., nunca podr hacerme otras... Esto se ha termi-nado. Son pasos? Ser Adolfo, que viene al relevo. Ya era hora. (Gri-ta.) Quin vive? (Nadie contesta. El eco en el bosque.) Quin vive?(El eco. JAVIER monta el fusil y mira, nervioso.) No es nadie... Noviene Adolfo. Qu pasar? Le habr pasado algo? Puede que los hayansorprendido en la casa. Yo no he odo nada, pero puede... Es posible quea estas horas est yo solo, rodeado... Tengo miedo... Hay que pensar enotra cosa. Hay que pensar en otra cosa. Hay que pensar en otra cosa.Es Navidad. S, ha llegado el tiempo..., diciembre... Mam estar sola.Maana es la vspera de Navidad. Si me pongo a pensar en esto, voy allorar... No importa... Necesito llorar... Me har bien... Me he aguanta-do mucho... Llorar... Estoy llorando... Hace mucho fro... Mam mepona una bufanda, me deca que cerrara la boca al salir... No vayas acoger fro. Si supiera que estoy muerto de fro... Este puesto de guar-dia... El viento se le mete a uno hasta los huesos... Por qu no vieneAdolfo? Por qu no viene? Han pasado dos horas y ms. Un, dos!

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    Un, dos! Una escuadra hacia la muerte. Un, dos! Un, dos! Lo ramosantes de estallar la guerra. Una generacin estpidamente condenada almatadero. Estudibamos, nos afanbamos por las cosas, y ya estba-mos encuadrados en una gigantesca escuadra hacia la muerte. Genera-ciones condenadas. Hace fro... esto no puede durar mucho... Estamosya muertos... No contamos para nadie... Un, dos! Nos despearemosperfectamente formados, uno a uno. Yo no quiero caer prisionero. No!Prisionero! Morir! Yo prefiero... (Con un sollozo sordo.) morir!Madre! Madre! Estoy aqu..., lejos! No me oyes? Madre! Tengomiedo! Estoy solo! Estoy en un bosque, muy lejos! Somos seis, ma-dre! Estamos... solos..., solos..., solos...! (La voz, estrangulada, sepierde y resuena en el bosque. JAVIER no se ha movido desde la fraseNo es nadie.)

    (Oscuro.)

    ALFONSO SASTRE

  • 127

    CUADRO SEXTO

    Se oye sobre el oscuro una cancin de Navidad cantada con laboca cerrada por varios hombres. Se enciende la luz. Lmparas de pe-trleo. Hay en el centro de la escena un rbol de Navidad. A su alrede-dor, ANDRS, PEDRO, ADOLFO y JAVIER. Estn inmviles murmurando la can-cin. Cuando terminan, JAVIER se va a su colchoneta, se sienta en ella yhunde la cabeza entre las manos.

    ADOLFO. Qu le pasa a se?PEDRO. No s. Verdaderamente..., esta noche... (Se retira l tambin.) Le

    da a uno por pensar ms que de costumbre. A m siempre me ha pasado.Me pone triste la Nochebuena. Me trae siempre recuerdos y... (Acabala frase ininteligiblemente.)

    ANDRS. Piensas en la familia, no?PEDRO. Pienso... (Hace una mueca dolorosa.) Estaba pensando en mi

    mujer.ANDRS. Dnde est tu mujer?PEDRO10. Ni siquiera s si vive... Yo trabajaba en Berln ltimamente. Me

    pagaban bien. Cuando empez la guerra, Berln se convirti en un infier-no. Entraron en nuestra zona y hubo... algunos horrores. Yo estaba enBlgica probando unas mquinas que nuestra fbrica iba a comprar...

    10 En la 1. edicin: PEDRO. En casa, en Berln. Yo trabajaba all ltimamente. Soy torneroajustador. Me pagaban bien. Cuando empez la guerra esos salvajes entraron en nuestra zona,etctera.

  • 128

    Cuando pude volver me enter de lo que haba pasado... Encontr quemi mujer... haba sido violentamente... (Oculta la cara entre las ma-nos.) Entr en la guerra para matar. No me importaba nada una idea niotra... Matar...

    ADOLFO. Qu hiciste con aquellos prisioneros?PEDRO. No lo s... Aullaban... Yo me rea como un loco... Se me represen-

    taba la cara de mi mujer, llena de espanto..., forzada..., y la emprendacon otro. Haba ms de cien prisioneros para m en aquel barracn... Mecalm mucho... Ahora estoy mejor... Mucho mejor... (Un silencio.)

    ANDRS. Seores, esta noche voy a emborracharme. Es Navidad.PEDRO. (Levanta la cabeza.) Qu vas a hacer?ANDRS. Tomarme una copa.PEDRO. Tienes razn. Podemos pedir permiso al cabo y celebrar la Noche-

    buena. Va a ser lo mejor.ADOLFO. Pedirle permiso! Para qu? No nos lo iba a dar.PEDRO. Es posible que si se le dice...ADOLFO. Qu va...! El alcohol es enemigo de la disciplina y todo eso.

    Andrs, si quieres tomarte una copa, tmatela. Yo te acompao. El quetenga miedo, que se dedique a la contemplacin. Vamos.

    PEDRO. Un momento. Estoy dispuesto a tomarme una copa, pero antes hayque pensar qu vamos a decirle al cabo.

    ANDRS. Al cabo se le dice... (Se ha echado en su vaso y lo bebe.) quetenamos sed. Toma. (ADOLFO alarga el vaso, recibe una buena ra-cin y bebe largamente.) Est bueno, eh?

    ADOLFO. Est buensimo.PEDRO. Bien... Si os acompao es por no dejaros solos frente al cabo. Que

    conste. Trae.ANDRS. Aqu tienes. (Llenan los tres vasos.) Eh, t, Javier!, quieres

    brindar con nosotros?JAVIER. (Se encoge de hombros.) Bueno... (Se levanta y se acerca. Le

    echan coac.)ANDRS. Creo que debemos dar a esta celebracin un carcter religioso.

    Dios nos libre de todo mal, en el nombre del Padre, del Hijo y del EsprituSanto.

    TODOS. Amn.

    ALFONSO SASTRE

  • 129

    ANDRS. Venga..., a beber... (Beben, menos PEDRO, que no se decide.)Vamos, Pedro. Es que no nos merecemos esta pequea diversin?

    PEDRO. Est bien! Sea lo que Dios quiera! (Beben. ANDRS vuelve a echar-les coac y ahora beben en silencio. ADOLFO, de pronto, se echa arer. Re prolongadamente y contagia la risa a los dems. Se en-cuentran, de pronto, riendo, por primera vez. Parece como si sevieran de un modo distinto, como si todo lo anterior hubiera sidoun mal sueo. Se calman.) Pero de qu te reas?

    ADOLFO. De nada... Es que de pronto me he dado cuenta... de que no seest mal del todo aqu! De modo que... chanos otro trago. (Beben.)

    ANDRS. (Por ADOLFO.) Es un buen camarada, eh? (Los otros asienten.)Un compaero... como hay que ser...

    PEDRO. (Que de pronto se ha quedado taciturno.) A m no me parece unbuen camarada. (Durante el siguiente dilogo contina el juego dela bebida.)

    ANDRS. Por qu?ADOLFO. Tiene razn ste. Yo qu voy a ser un buen camarada!PEDRO. (A ADOLFO.) No debiste contrmelo el otro da. T me eras simpti-

    co... antes.ADOLFO. Muchachos, Pedro se refiere a mi turbio pasado. Si es que que-

    ris saberlo, yo...ANDRS. (Le interrumpe.) Tu turbio pasado me importa un bledo. Djanos

    en paz.ADOLFO. No soy un buen compaero... ni me importa... Dej a la unidad sin

    pan y me qued tan tranquilo. Le di salida a la harina... (Re.)PEDRO. Vendi el pan de sus camaradas.ADOLFO. No, no..., un momento... El jefe del negocio era un brigada... Yo

    actu de intermediario, de ayudante... El brigada tena poca prctica ytuve que explicarle... Fue una pena... Hubo defectos de organizacin.Cuando vi que la cosa se pona mal lo denunci. A l lo fusilaron y a mme trajeron aqu. Bueno, y ahora... dadme de beber...

    PEDRO. Toma. Emborrchate. Eres de la raza de los que especulan con elhambre del pueblo, miserable. (Est bebido.)

    ADOLFO. (Bebe.) No... No me trates as...PEDRO. Puerco...ANDRS. Deja al muchacho, hombre. Djalo.

    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

  • 130

    PEDRO. A qu te dedicabas antes de estallar la guerra? Negocios!, dicest A qu llamas negocios? T eres uno de los responsables de queestemos aqu, t... con tus negocios. Eres capaz de todo... Los soldadossin pan, pero... a ti qu te importa. Que revienten! No es eso? Que re-vienten! Nosotros, todos, somos hombres dignos, incluso el cabo..., perot..., t eres un miserable. (Trata de pegarle. JAVIER y ANDRS lo sujetan.)

    ANDRS. Basta ya... Estamos celebrando la Nochebuena... Ests metiendola pata, Pedro... Lo ests estropeando todo...

    PEDRO. Bueno..., pues perdonadme... No haba sido mi intencin molestaros...Me he enfadado de pronto..., no s por qu... (Trata de andar y setambalea.) Estoy borracho! No he bebido casi y ya estoy... borracho.Adolfo, me perdonas? He sido un bruto. Lo retiro todo. Qu quieresque haga... para que me perdones?

    ADOLFO. Nada... Si tienes razn t... (Se abrazan.)ANDRS. Bravo. Esto ya es otra cosa. Javier, qu te ocurre a ti?JAVIER. Nada. (Re.) Estoy bien.ANDRS. Tienes los ojos hmedos.JAVIER. No es nada. (Re.)ANDRS. Slo nos faltan... Escuchadme...11 Slo faltan las chicas. (Se pro-

    duce un silencio. Quedan inmviles. ANDRS trata de continuar.)Cuatro..., cuatro chicas, verdad? (Nadie dice nada.) No estn. (Unsilencio.) Estamos solos.

    PEDRO. Djalo, quieres? Djalo...ANDRS. (Se sienta.) Es... una hermosa noche, verdad? (Nadie respon-

    de. ADOLFO se levanta.)ADOLFO. Bueno... Vamos a hacer... el ltimo brindis. (Pero queda clavado

    a mitad del camino. Se ha abierto la puerta y ha aparecido el CABO,con el fusil en bandolera. De una mirada abarca la escena y avanzaal centro, sombro. Hay un ligero movimiento de retroceso en todos.)

    CABO. Qu pasa aqu?PEDRO. (Avanza un paso, vacilante. Habla con seguridad.) Nada.

    11 En la 1. edicin: Slo nos faltan..., escuchadme... slo nos faltan cuatro alegres muchachas,con nosotros. Para ti, Javier, si te parece, una rubia alta, con los ojos verdes. (Todos han quedadosilenciosos y escuchan.) Tu chica, Adolfo, ms bien pequea, pero guapa...Una morena... Soymorena, pero hermosa... Estamos de acuerdo? Para ti, Pedro, para ti... PEDRO. Djalo, etc.

    ALFONSO SASTRE

  • 131

    CABO. Adolfo, acrcate. (Se est quitando el fusil de la bandolera.)ADOLFO. (Se acerca. Est lvido.) A sus rdenes.CABO. Estis borrachos.ADOLFO. Crea que... no...CABO. No puedes ni hablar. Mujerzuelas..., indignos de vestir el uniforme.

    Os merecis que os escupan en la cara... Tambin os gustara.PEDRO. Cabo, habamos pensado celebrar...ANDRS. S, eso... Felices Pascuas, cabo. No se enfade hoy. Es da de per-

    dn y de... alegra... Paz en la tierra... y gloria a Dios en las alturas...Todo eso... Celebramos la Nochebuena. Perdnanos nuestras deudas,as como nosotros..., etc.

    ADOLFO. (Sonriendo cnicamente.) Es una noche que la Religin mandacelebrar, cabo.

    ANDRS. Le perdono su patada del otro da si hoy nos alegramos. Eh? Deacuerdo. (Va hacia el barrilito.)

    CABO. Estate quieto, Andrs. No te acerques al barril. (La voz ha sonadoamenazadora. ANDRS se detiene.)

    ANDRS. Le suplico si quiere... Le suplico...CABO. Basta. Fuera de ah.ADOLFO. No hay nada que suplicar, Andrs. Esto se ha terminado. Queris

    beber?ANDRS. Yo s.PEDRO. S, desde luego.JAVIER. (Apoya la actitud de los otros.) S.

    (ADOLFO se acerca al barrilito.)

    CABO. Adolfo, lrgate. Te la ests jugando. (Se aproxima a ADOLFO. ElCABO tiene el fusil empuado por el guardamonte y la garganta.ADOLFO echa coac. El CABO le pega un culatazo en la clavcula y loarroja al suelo. A los otros, amenazador:) Desde ahora va de verdad.T, levntate. No ha sido nada. (ADOLFO se levanta penosamente. Em-pua el machete. Al tratar de lanzarse sobre el CABO pierde el senti-do y rueda por los suelos. PEDRO, entonces, saca su machete. Inme-diatamente, ANDRS. JAVIER, al ver a sus compaeros, saca el suyo. ElCABO queda acorralado en la pared. Nadie se mueve.)

    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

  • 132

    PEDRO. No ha debido usted hacerlo, cabo. No haba motivos. Queramoscelebrar la Navidad.

    ANDRS. Ha sido un error. (Avanza un paso. Los otros dos, tambin.) Yano podramos vivir con usted.

    CABO. (Gravemente.) Fuera de la casa. Hay que cortar lea. Pronto. (AJAVIER.) T, al relevo. Es tu hora. (JAVIER no se mueve.)

    ANDRS. El relevo tendr que esperar.CABO. Javier, lo ests oyendo? Al puesto de guardia.ANDRS. No te vayas, Javier. Qudate a la funcin. El cabo Goban no se da

    cuenta de que estamos borrachos. Estamos completamente borrachos.(Re imbcilmente. El CABO, sin hacer el menor ademn de nerviosis-mo, monta el fusil y avanza, de espaldas al pblico, hacia la puer-ta. Ellos no se mueven. Al llegar a la altura de ANDRS, ste se arro-ja sobre l y le da un machetazo en la cara. El CABO se lleva la manoal rostro. El fusil rueda por los suelos. El CABO, ciego del macheta-zo, trata de empuar con la mano derecha el cuchillo que lleva alcinto. Ya lo tiene. Pero ADOLFO, que se ha incorporado, le da unterrible machetazo en la cabeza. El CABO vacila, pero no cae. PEDRO,JAVIER y ANDRS le golpean. El CABO se derrumba poco a poco. Cae derodillas y despus de bruces. Se quedan un momento mirndolo.)

    ANDRS. (Como con estupor.) Est muerto.PEDRO. (Se inclina sobre l. Levanta la cabeza. Con un gesto torcido.)

    S. (JAVIER mira, con angustia, el machete que todava tiene en lamano, mientras cae el teln.)

    ALFONSO SASTRE

  • 133

    PARTE SEGUNDA

    CUADRO SPTIMO

    Es por la maana. La casa est a oscuras. Fuera de la casa, en laexplanada, ANDRS, PEDRO, LUIS y JAVIER. PEDRO y JAVIER, apoyados en sen-dos picos, viendo cmo ANDRS y LUIS echan tierra con palas sobre elhoyo en que est el cadver del CABO. ANDRS echa la ltima paletada yse retira hacia la casa. PEDRO y JAVIER le siguen cansinamente.

    LUIS. Yo no quiero decir nada, pero a m me parece que..., (PEDRO se paray le escucha.) que un hombre no debe ser enterrado como un perro.

    PEDRO. Qu quieres que hagamos?LUIS. Pienso que... una oracin...PEDRO. S, es verdad.ANDRS. Para qu? Si lo hemos mandado al infierno, ya no hay remedio.JAVIER. S, una oracin. Aunque no sirva para nada. Dila, Luis. Yo no me iba

    tranquilo dejndolo ah, sin una palabra. Un hombre es un hombre.LUIS. (Se quita el casco.) Te rogamos, Seor, que acojas el alma del cabo

    Goban, y que encuentre por fin la paz que en la vida no tuvo. No era unmal hombre, Seor, y nosotros tampoco, aunque no hayamos sabidoamarnos. Que su alma y las nuestras se salven por tu misericordia y porlos mritos de Nuestro Seor Jesucristo. Apidate de nosotros. Amn.

    TODOS. (Que han ido descubrindose.) Amn.ANDRS. Bueno, ya est. Vamos. (Se van retirando.)JAVIER. (A LUIS.) Est bien que hayas dicho todo eso. Consuela un poco...

    (Va hacia la casa. En este momento estn entrando en ella PEDRO yANDRS. Se enciende la dbil luz solar en el interior. All est ADOL-FO, semitumbado.)

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    ADOLFO. Ya?PEDRO. S.ADOLFO. Uf..., por fin... Esta noche se me ha hecho una eternidad. No

    poda dormir con ese hombre tendido ah, en la explanada, sin darle tie-rra... Era como si no hubiera acabado de morir.

    ANDRS. Cualquiera sala a cavar un hoyo anoche. Vaya viento..., y la llu-via... Una noche que daba respeto... El cadver ah, llovindole enci-ma... Menos mal que ha amanecido un da tranquilo. (Entra JAVIER en lacasa. Se sienta aislado.)

    ADOLFO. Un da tranquilo, por fin. Muerto el perro, se acab la rabia. Es loque se hace con un perro rabioso, matarlo. Y ste era un mal bicho. Ayerhubiera sido capaz de matarme, de rematarme. (Escupe.) Era un malbicho.

    PEDRO. Cllate. Djanos en paz.ADOLFO. Qu os pasa?PEDRO. Nada. (ANDRS bosteza.)ANDRS. Yo tampoco he podido dormir. Estoy muy cansado. (Se tumba.

    Pausa.)JAVIER. Y qu vamos a hacer ahora?PEDRO. No hay nada que hacer. Esperar, como si no hubiera pasado nada.ANDRS. Como si no hubiera pasado nada! (Entra LUIS. Se queda en la

    puerta, como temiendo entrar en la conversacin de los otros.) Des-pus de lo que ha ocurrido, me doy cuenta de que poda haber pasado eltiempo, y la ofensiva sin llegar..., y en febrero es posible que nos hubie-ran retirado de este puesto... y que nos hubieran perdonado... El castigocumplido... y a nuestras unidades, a seguir el riesgo comn de los otroscompaeros... Todo esto lo he pensado, de pronto, ahora que ya no hayremedio. La ltima salida ha sido cerrada. Si no hay ofensiva, hay con-sejo de guerra.

    ADOLFO. Consejo de guerra? Por qu? Si hay un poco de suerte y lacalma del frente contina hasta febrero, nadie tiene por qu enterarsede lo que ha pasado aqu. Al enlace se le dice que el cabo muri de unataque al corazn.

    ANDRS. Cuando muere el cabo de una escuadra de castigo, en seguida sepiensa que no ha muerto de muerte natural y se investiga. Se interrogahbilmente a los castigados y se busca el cuerpo. Desenterraran el cad-ver y... (Con un gesto torvo.) el crneo roto.

    ALFONSO SASTRE

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    ADOLFO. Entonces, una cada... O desapareci...ANDRS. S, se esfum en el aire!ADOLFO. Fue de observacin y seguramente lo atraparon. Estar prisionero,

    o quin sabe..., muerto...PEDRO. (Que ha asistido calladamente a este dilogo. Se levanta.) No

    te canses, Adolfo. Si llegamos a febrero, habr consejo de guerra. Esoos lo aseguro yo, desde ahora.

    ADOLFO. Por qu?PEDRO. Bah... Todava es pronto para preocuparse de eso. Son cosas mas...,

    ideas que uno tiene. Por otra parte, lo ms seguro es que no lleguemos afebrero. Nos quedan cuarenta das de puesto. Y si ha de haber ofensiva,Dios quiera que empiece dentro de estos cuarenta das.

    ADOLFO. Te has vuelto loco?PEDRO. Ya lo veremos. Por el momento, si os parece, sigue rigiendo el mis-

    mo horario de siempre.ADOLFO. Pedro, aqu ha muerto un hombre, y ese hombre era el cabo, y si

    piensas que todo va a continuar igual, te equivocas. Yo hago lo que quie-ro y en m no manda nadie. Se acabaron las rdenes y los horarios. Seacabaron, al menos para m, las guardias, y la noche, desde ahora, espara dormir.

    PEDRO. Te ests equivocando, Adolfo. Esta escuadra sigue en su puesto. Ysi no ests de acuerdo, trata de marcharte.

    ADOLFO. Os, chicos? Hay un nuevo cabo. Se ha nombrado l. (Re. Depronto, serio.) Escucha, Pedro. Si quieres seguir la suerte del otro, con-tina as.

    PEDRO. Me amenazas?ADOLFO. Te aviso.PEDRO. Pues ya sabes cmo pienso. Y si hay que vernos las caras, nos las

    veremos. Soy el soldado ms antiguo y tomo el mando de la escuadra.Hay algo que oponer?

    ANDRS. Por m..., como si quieres tomar el mando de la divisin.JAVIER. A m me da igual.LUIS. No, Pedro. Yo no tengo nada que oponer.PEDRO. (A ADOLFO.) Ya lo oyes.ADOLFO. Si te pones as, es posible que decida hacer una excursin.PEDRO. Cmo una excursin?

    ESCUADRA HACIA LA MUERTE

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    ADOLFO. Un largo paseo por el bosque.PEDRO. Adnde quieres ir?ADOLFO. No lo s an.PEDRO. Entonces?ADOLFO. Si me encuentro incmodo aqu...PEDRO. No se te habr ocurrido...ADOLFO. Qu?PEDRO. Pasarte!ADOLFO. Yo no he dicho eso! He dicho una excursin.PEDRO. Oye, Adolfo. Que no se te ocurra abandonar el puesto, lo oyes?

    Que no se te ocurra. Por desgracia, uno tiene ya las manos manchadasde sangre, y lo ms fcil es que un muerto ms no se me note en estasmanos ni que me vayan a temblar por eso.

    ADOLFO. Ahora eres t quien me amenaza.PEDRO. No. Me defiendo. (Un silencio.)ADOLFO. Est bien. Sabes lo que pienso, t? Que somos dos imbciles. Si

    tenemos distintos puntos de vista, no hay que enfadarse, verdad?, sinotratar de conciliarlos y llegar a un acuerdo como buenos amigos. Eh,Pedro?

    PEDRO. S. (Transicin.) No s si me comprendis. Lo que yo no quisieraes que, por este camino, llegramos a degenerar y a convertirnos en unmiserable grupo de asesinos. Se e