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“Pedagogías desarrollistas” vs. "pedagogías de la liberación”: Conceptualizaciones El período que abarca desde la década del ’60 hasta la de los ’90 se caracteriza por significativas alteraciones en las teorías pedagógicas y una fuerte actitud crítica que se desarrolla en torno a estas modificaciones; así como también por la polarización de esas posturas, apoyada en el contexto socio-político e ideológico de América Latina. Esta polarización se configura entre el concepto de subdesarrollo como base para montar una teoría y práctica educativa, y la idea de dependencia. En el primer caso, se responde a un modelo de desarrollo de los países hegemónicos, donde el subdesarrollo es un estadio previo al desarrollo; por el contrario, en el segundo, desde la perspectiva de la dependencia como manifestación histórica concreta del subdesarrollo de los países ‘periféricos’, se busca dar lugar a la configuración de modelos político-económicos propios, y con propuestas educativas muy distintas a las del desarrollismo. De este contexto, surgen dos grandes teorías pedagógicas: una basada en filosofías y metodologías tecnocráticas y modernizantes, que en un marco ‘reformista’ constituye una pedagogía de la dependencia; y otra que, criticando a la hegemonía de unos países sobre otros, y de una clase social a otra dentro de un mismo país, configura una pedagogía

Escuela Nueva Versus Escuela Tradicional

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“Pedagogías desarrollistas” vs. "pedagogías de la liberación”: Conceptualizaciones

El período que abarca desde la década del ’60 hasta la de los ’90 se caracteriza por

significativas alteraciones en las teorías pedagógicas y una fuerte actitud crítica que se

desarrolla en torno a estas modificaciones; así como también por la polarización de esas

posturas, apoyada en el contexto socio-político e ideológico de América Latina.

Esta polarización se configura entre el concepto de subdesarrollo como base para

montar una teoría y práctica educativa, y la idea de dependencia. En el primer caso, se

responde a un modelo de desarrollo de los países hegemónicos, donde el subdesarrollo es

un estadio previo al desarrollo; por el contrario, en el segundo, desde la perspectiva de la

dependencia como manifestación histórica concreta del subdesarrollo de los países

‘periféricos’, se busca dar lugar a la configuración de modelos político-económicos

propios, y con propuestas educativas muy distintas a las del desarrollismo. De este

contexto, surgen dos grandes teorías pedagógicas: una basada en filosofías y metodologías

tecnocráticas y modernizantes, que en un marco ‘reformista’ constituye una pedagogía de

la dependencia; y otra que, criticando a la hegemonía de unos países sobre otros, y de una

clase social a otra dentro de un mismo país, configura una pedagogía de la liberación,

siendo netamente ‘transformista’ –es decir, yendo más allá de las ‘re-formas’.

“Pedagogías de la dependencia”

Ahora bien, ¿por qué se considera que el desarrollismo pedagógico resulta en una

pedagogía de la dependencia? En primer lugar, reiteramos que reúne pedagogías de corte

tecnocráticas y modernizantes, como también economicistas. En esta corriente, al

prevalecer lo económico obviando sesgadamente la estructura social concreta donde debe

insertarse el modelo educativo, deviene un modelo abstracto pretenciosamente aplicable a

todas las sociedades. Por otro lado, podemos señalar que el cambio educativo y social que

promueve es en pos de la preparación de recursos humanos eficientes y funcionales al

desarrollo en vista de la industrialización de los países subdesarrollados, conjugado en un

único estilo de desarrollo social y educativo. De esta manera, la educación pasa a no ser

más que una (importante) inversión en aquellos países que estiman alcanzar las formas de

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desarrollo de los países hegemónicos. Es así como se termina educando “en función de las

necesidades de un mercado de trabajo que se supone será cada vez más tecnificado y que,

como tal, requiere sujetos con las habilidades y los conocimientos imprescindibles para ser

‘económicamente productivos’”, como propone Ricardo Nassif (pedagogo argentino y

profesor de Filosofía y Ciencias de la Educación por la UNLP).

En este tipo de tendencia, según señala uno de los fundadores de la pedagogía

crítica, Peter McLaren, los educadores que trabajan dentro de la ideología liberal deben

enfatizar el conocimiento técnico, y dado que para modernizar la sociedad lo mismo debe

hacerse con la educación, las tecnologías educativas modernas se justifican gracias a la

concepción desarrollista de la educación; pero a su vez, deben promulgar el conocimiento

práctico, el cual orienta a los educandos sobre cómo dar forma a sus acciones diarias en el

mundo. Pero, como apuntala otro de los teóricos fundadores de la pedagogía crítica, Henry

Giroux, estas reformas educativas constituyen una amenaza ya que no se fían de las

habilidades de los profesores “para ejercer el liderazgo intelectual y moral” en los jóvenes,

estando estos “objetivos (previos) decididos por expertos totalmente ajenos a las realidades

cotidianas de la vida del aula.” Para este autor, estas ideologías instrumentales

tecnocratizantes, expresadas en la formación de futuros profesores bajo una metáfora de

“producción”, devienen en una teoría pedagógica gestionaria, basada en fraccionar el

conocimiento en partes discontinuas, estandarizarlo en pos de facilitar su gestión y

consumo, y medirlo mediante formas predefinidas de evaluación.

“Pedagogías de la liberación”

Recordemos nuevamente que en el otro extremo pedagógico nos hallábamos con las

“pedagogías de la liberación”. En América Latina y en otros países del Tercer Mundo se

comienza a enfrentar la noción de ‘dependencia’ con la meta de la liberación –como ya

dijimos, tanto a nivel hegemónico entre países en general, como a nivel social dentro de un

determinado país. Muchas son las teorías que responden a estas convicciones, a la vez que

tienen otros fuertes puntos de contacto entre sí, y por esto es que es posible ubicarlas dentro

de una misma denominación genérica.

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Pero una de las líneas que ha conseguido un mayor desarrollo es la postulada por

Pablo Freire, con gran difusión tanto en Latinoamérica como en otros países del mundo. Y

es esta línea la que más se ha considerado y postulado como una “pedagogía de la

liberación” o, más aún, como una “filosofía de la educación liberadora”.

De cualquier modo, creemos que bien dice R. Nassif cuando afirma que “una

pedagogía de este tipo requiere el ejercicio previo y paralelo de una praxis liberadora que

va(ya) creando formas y estilos educativos liberadores”, ya que de lo contrario “se corre el

riesgo de que no se trasciendan las simples postulaciones teóricas o los niveles de una

ideología tan general en la que los procesos humanos, como la educación, pierden sus

perfiles y no pueden ser explicados ni organizados en función de objetivos probados de

transformación.”

Dentro de estas pedagogías críticas –y retomando lo postulado por P. McLaren en

cuanto a los conocimientos que promulgan las tendencias opuestas- vemos que el educador

crítico debe fomentar el conocimiento emancipatorio, que trata de “reconciliar y

trascender” la dicotomía formulada a partir del conocimiento técnico frente al conocimiento

práctico. Es mediante esta nueva forma de conocimiento que entenderemos cómo las

relaciones sociales son distorsionadas y manipuladas por las relaciones de poder y

privilegios. A su vez, busca sentar las bases sobre las cuales transformar la opresión y la

dominación garantizando los cimientos para la justicia e igualdad sociales.