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ESPAÑA: Al proletariado en Cataluña Por Humberto Gómez Sequeira-HuGóS 15 Diciembre 2015 Proletarias y proletarios en Cataluña: Su interés como la clase de los esclavos del capitalismo no es mantener al reino unido, sino que luchar en contra del Estado para derrotarlo y así inspirar al resto de los miembros de su clase en el mundo a superar el estado de derrota en el que la burguesía los mantiene con los buenos oficios de sus encomenderos pequeñoburgueses, socialdemócratas y estalinistas. No confíen en el Estado, el rey, la burguesía, la pequeña burguesía, la Iglesia, Católica Colonialista, el generalato y los partidos políticos vasallos. Confíen únicamente en ustedes mismos y su fuerza política como la clase productora de la riqueza social de cuyo robo depende la vida parasitaria —opulenta, brutal y estéril— de sus enemigos de clase: el rey, la aristocracia, la burguesía y sus aliados: la pequeña burguesía, la burocracia, el generalato y el alto clero. ¡Luchen para desarrollar su conciencia de clase, partido político y programa revolucionario! ¡Sean los únicos representantes de su conciencia, conductores de su movimiento y ejecutores de su fin! ¡Y hagan la revolución social para realizar el fin de su conciencia de clase, o sea, derrocar a la burguesía como la causa de la división de la sociedad en clases, su esclavitud y la decadencia de la humanidad y Tierra!

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Ensayo sobre la lucha de la nación catalana por la independencia del Estado español y su conexión con las tareas que el proletariado necesita realizar para lograr su emancipación de la esclavitud del capitalismo.

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ESPAÑA: Al proletariado en Cataluña Por Humberto Gómez Sequeira-HuGóS 15 Diciembre 2015 Proletarias y proletarios en Cataluña:

Su interés como la clase de los esclavos del capitalismo no es mantener al reino unido, sino que luchar en contra del Estado para derrotarlo y así inspirar al resto de los miembros de su clase en el mundo a superar el estado de derrota en el que la burguesía los mantiene con los buenos oficios de sus encomenderos pequeñoburgueses, socialdemócratas y estalinistas.

No confíen en el Estado, el rey, la burguesía, la pequeña burguesía, la Iglesia, Católica Colonialista, el generalato y los partidos políticos vasallos. Confíen únicamente en ustedes mismos y su fuerza política como la clase productora de la riqueza social de cuyo robo depende la vida parasitaria —opulenta, brutal y estéril— de sus enemigos de clase: el rey, la aristocracia, la burguesía y sus aliados: la pequeña burguesía, la burocracia, el generalato y el alto clero.

¡Luchen para desarrollar su conciencia de clase, partido político y programa revolucionario! ¡Sean los únicos representantes de su conciencia, conductores de su movimiento y ejecutores de su fin! ¡Y hagan la revolución social para realizar el fin de su conciencia de clase, o sea, derrocar a la burguesía como la causa de la división de la sociedad en clases, su esclavitud y la decadencia de la humanidad y Tierra!

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1. El proletariado necesita luchar para desarrollar su conciencia de clase

La vieja guardia de los enemigos de clase del proletariado: El Rey Juan Carlos I, en el centro, y sus vasallos. A su derecha: Mariano Rajoy y José María Alfredo Aznar López del Partido Popular. Y a su izquierda: Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero del Partido Socialista Obrero Español.

En el capitalismo, la conciencia de las clases de sí mismas, del capitalismo y de sus

enemigos de clase determina el éxito de su lucha para lograr el fin de su conciencia. El fin de la conciencia de las clases es el control del Estado y de la riqueza social que el proletariado produce con su trabajo para asegurar su preservación, reproducción y la continuación de su existencia. Las clases más fuertes son las que tienen más desarrollada su conciencia de su quehacer para preservarse, reproducirse y no decaer. De estas clases, la burguesía es la que domina a la sociedad porque ha logrado constituir su conciencia y su fin como la conciencia y el fin del Estado a través de su lucha inflexible en contra de las demás clases —particularmente del proletariado— para someterlas a su dictadura.

En la selva, el león lucha para mantener su conciencia de león. Su condición, instinto y hambre lo impulsa a cazar. Sintiendo el impulso, el león reconoce a sí mismo como el cazador y a los demás animales como su presa. Este reconocimiento determina la relación del león con el resto de los animales y su supervivencia como el rey de la selva. Cuando el instinto del león decae pierde su poder y se convierte en presa de su misma especie.

La burguesía es como el león, excepto que su presa es el proletariado en la zona de caza en que ha convertido a la sociedad. Luchando en contra del proletariado desarrolla su conciencia de clase y experiencia como cazadora. De esta manera, respaldada por la ley y el fusil del Estado, lo mantiene subyugado a su régimen de esclavitud (el capitalismo) y roba la riqueza social que produce con su trabajo. Esta es la razón por la que su instinto no decae y es la clase predadora dominante de la sociedad. Pero el cuerpo de la burguesía tiene un talón de Aquiles (plusvalía) que el proletariado puede

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cortar. Sin embargo, para poder hacerlo necesita recuperar su instinto de clase para luchar en contra de la burguesía, consciente de que es su enemigo de clase dispuesto a consumirlo.

El problema que el proletariado necesita resolver es la decadencia de su existencia

como consecuencia de las derrotas que la burguesía ha impuesto sobre su vida con la colaboración de la socialdemocracia y del estalinismo. Estas derrotas han reducido su instinto de clase revolucionaria y lo han empujado a renunciar a sí mismo y buscar refugio político en la pequeña burguesía. La recuperación de sí mismo depende de la voluntad del proletariado para luchar en contra de la burguesía como una clase soberana, consciente de sus intereses sociales, con su partido político y programa de reivindicaciones.

La lucha desigual por la supervivencia que la burguesía impone sobre la sociedad

requiere que el proletariado se reconstituya como clase propia. Esta es la única manera en que puede desarrollar la fuerza que necesita para contrarrestar la lucha predatoria de la burguesía en su contra para consumirlo. Aunque el proletariado colabore con la burguesía, ésta continuará explotándolo y deshumanizándolo para recordarle que ella es la clase dominante y que no es ni quiere ser igual más que a sí misma. El fin de la conciencia de clase de la burguesía no es mezclarse con ninguna otra clase, sino que mantener el sistema capitalista con el que crea la desigualdad que es la fuente de su conciencia de propiedad, derecho y superioridad.

En la sociedad dividida en clases que la burguesía domina, el proletariado sólo puede ser igual a sí mismo; consecuentemente, está obligado a desarrollar su conciencia de clase. Esta es la condición de su supervivencia como el objeto de la lucha de la burguesía para explotarlo y apropiar la riqueza social que produce con su trabajo. Esta lucha puede resolverse a su favor sólo si el proletariado usa su conciencia de clase como el principal instrumento de su lucha en contra de la burguesía y determina que el fin de su conciencia de clase no es la aceptación del salario como su parte justa de la riqueza social que produce con su trabajo, sino que la libertad de la esclavitud que el salario representa.

El desarrollo de la conciencia de clase del proletariado depende de su habilidad para luchar en contra de sus enemigos de clase, vencerlos, lograr sus reivindicaciones y así establecer su propio dominio político en el capitalismo. Esta es una tarea revolucionaria que exige independencia, ideológica y política, y convencimiento de la justicia del fin que se persigue y necesidad del medio para lograrlo. La clase de los esclavos del capitalismo no puede realizar ninguna de las tareas que su emancipación exige dejándose llevar de la mano de la pequeña burguesía disfrazada con cualquiera de los adjetivos calificativos o colores de izquierda que ahora usan los sucesores de los mencheviques y Stalin. Adaptándose al interés de clase de la pequeña burguesía, el proletariado ha degenerado en un personaje de la mascarada política con la que sus líderes, socialdemócratas y estalinistas, celebran la inmoralidad del capitalismo, del Estado y de ellos mismos.

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La tarea del proletariado es separarse de la pequeña burguesía representada en las

dirigencias de los partidos políticos y sindicatos socialdemócratas y estalinistas para poder luchar en contra de su desclasamiento. Este proceso consiste en disolver su mente en la ideología antirrevolucionaria de la colaboración de clases, extirpar su instinto de clase revolucionaria, convertirlo en aliado de la burguesía y reducirlo a la obediencia a dios y al Estado. Neutralizar al proletariado como parte de la lucha de clases es el fin que dichas dirigencias persiguen, encubriendo las condiciones que determinan la existencia del proletariado como la clase de los esclavos del capitalismo con la ilusión de la corrupta democracia burguesa. Estas condiciones —la dictadura de la burguesía como la clase propietaria de los medios de producción de la sociedad; el Estado como el garante de la existencia de la burguesía; y el capitalismo como el sistema de producción de plusvalía para la burguesía— no cambian por obra y gracia de la democracia burguesa. Entonces, el fin de los encomenderos, socialdemócratas y estalinistas, que administran el Estado no es reformar las condiciones de la esclavitud del proletariado, sino que asegurarse de que las soporte en paz y siga produciendo la cantidad de riqueza que la burguesía y pequeña burguesía necesitan para asegurar la continuación de su existencia como clases distintas e incompatibles con el proletariado.

La lucha por el desclasamiento del proletariado está siendo dirigida por la pequeña burguesía representada en las dirigencias de los partidos políticos del tipo de Syriza y Podemos, y los gobiernos que hablan, de labios para afuera, sobre el llamado Socialismo del Siglo XXI. (Estos gobiernos están basados en el capitalismo y sirven de encomenderos del imperio de la Ley Monsanto.) Syriza y Podemos son las nuevas marcas inventadas por la nueva generación de niños bonitos de izquierda —que en su mocedad fueron comunistas porque entonces era la moda— como los compinches Alexis Tsipras y Pablo Manuel Iglesias Turrión. La lucha que dirigen para eliminar al proletariado como producto de la lucha de clases es estimulada por el interés de la pequeña burguesía de mantener al Estado como el guardián de la frontera entre la burguesía y el proletariado y así mantener su posición en la pirámide de las clases. Negando la existencia de las clases y su lucha, los sucesores de los mencheviques y Stalin han convertido al proletariado en la fuerza social que necesitan para asumir el Gobierno y tratar de realizar su programa de colaboración con la burguesía en paz, o sea, sin huelgas y revoluciones.

La falta de conciencia de clase del proletariado es la puerta por la que la pequeña

burguesía ha entrado en su conciencia armada con el programa de la socialdemocracia para engañarlo con su mentira de que el desarrollo indefinido del capitalismo producirá las condiciones para la transición natural, sin revolución social, de la sociedad hacia el socialismo. La aceptación de esa mentira como verdad por parte del proletariado ha producido la corrupción de su conciencia, su derrota política y decadencia.

La pequeña burguesía no se relaciona con el proletariado para dirigirlo en la lucha en contra de la burguesía como el método para desarrollar su conciencia de clase y

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habilidad para hacer la revolución social como el fin de su conciencia. La aceptación de esta relación contradictoria con una clase y partido político que es aliado de la burguesía, su enemigo de clase, ha llevado al proletariado a aceptar al capitalismo y a la democracia burguesa como los medios que puede usar para ascender la pirámide de las clases. Este ascensor social es un mito inventado por la socialdemocracia para colonizar la conciencia del proletariado. En realidad, el salario que la burguesía paga al proletariado a cambio de su trabajo no está diseñado para que pueda comprar su libertad, sino que para mantenerlo endeudado con los propietarios que viven de la explotación de su esclavitud. La libertad que el proletariado necesita es la libertad del salario, impuesto por el Estado, que determina la libertad de la burguesía.

El proletariado no es la clase con la que la pequeña burguesía quiere mezclarse porque esta mezcla requiere que rompa su dependencia de los valores de la burguesía y luche para eliminar la desigualdad, impuesta por el Estado, que es la raíz de dichos valores. El interés de clase de la pequeña burguesía es el mismo que de la burguesía: acumular la riqueza necesaria para asegurar su supervivencia, estilo de vida opulento y continuación como una clase distinta del proletariado y afín a la burguesía. Entonces, permitiendo que la pequeña burguesía lo use como carne de su cañón político para luchar por sus propias reivindicaciones, el proletariado renuncia a su condición de clase y, consecuentemente, se incapacita para luchar en contra del Estado —que es la trinchera de la burguesía y pequeña burguesía— porque no lo reconoce como el abogado y soldado de sus enemigos de clase.

La lucha que el proletariado necesita hacer para desarrollar su conciencia de clase, como la condición de su emancipación de la esclavitud, no puede ser asumida por ninguna otra clase. Esta es la verdad que la clase de los esclavos del capitalismo necesitan ver para cortar el cordón umbilical que los une a la ideología antirrevolucionaria y corrupción de la pequeña burguesía, socialdemócrata y estalinista, y empezar a luchar para desarrollar su conciencia de clase. El estudio del socialismo científico; la construcción de su partido político; y la lucha en contra del Estado con un programa de transición hacia la revolución social son los estimulantes del desarrollo de la conciencia de clase del proletariado.

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2. El proletariado necesita ser el agente de su conciencia de clase

La nueva guardia de los enemigos de clase del proletariado: Alexis Tsipras, líder de Syriza, y arquitecto de la derrota del proletariado en Grecia y su compinche, Pablo Manuel Iglesias Turrión, secretario general de Podemos y su patrona, Ángela Dorothea Merkel. Estos niños bonitos representan la nueva edición —adaptada al Estado que domina la vida de la sociedad de consumo— del primitivo programa de colaboración con la burguesía de los mencheviques.

La burguesía es la representante de su conciencia de clase y ejecutora de su fin con

el poder del Estado. Esta es la razón por la que ha dominado a la sociedad durante siglos. La clase de los secuestradores de países mantiene su conciencia luchando en contra del proletariado para que no se conciba como esclavo y, por consiguiente, no desee la libertad como una necesidad existencial. Esta es la gran misión de los encomenderos pequeñoburgueses, socialdemócratas y estalinistas, y de los curas doctrineros, es decir, mantener a la clase de los esclavos del capitalismo persuadida de que el Estado es el representante de su conciencia de ciudadanía, garante de su libertad y administrador de su justicia. Sin embargo, el Estado no puede representar ni defender al proletariado porque es el abogado y soldado de la burguesía. Debido a su falta de conciencia de clase, el proletariado ha aceptado esta mentira como verdad; consecuentemente, la burguesía continúa derrotándolo en la lucha —por el control del Estado y de la riqueza social— de cuya resolución depende su libertad.

La derrota del proletariado se debe a su falta de posesión de la representación de su conciencia de clase que es la condición para que pueda ser el brazo ejecutor de su fin, es decir, la lucha en contra del Estado que es el guardián de su esclavitud. Su falta de confianza en sí mismo, lo ha llevado a entregar su conciencia a las corruptas dirigencias de los partidos políticos, burgueses y pequeñoburgueses, incompatibles con sus intereses de clase. A cambio de su rendición, la socialdemocracia da al proletariado la promesa de esperanza en que el desarrollo indefinido del capitalismo proveerá su subsistencia. Las dirigencias políticas colaboradoras de la burguesía lo han convencido

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de que transfundir su sangre al sistema capitalista para que produzca una cantidad incesantemente mayor de riqueza está de acuerdo con su interés de clase. Sin embargo, la mayor parte de la riqueza es apropiada por la burguesía como su propiedad privada con el respaldo del Estado. El proletariado recibe sólo lo que la ley del Estado impone, o sea, el salario necesario para pagar el interés sobre la deuda del Estado con los usureros imperialistas y mantener su vida de esclavo. Cuando el proletariado se ha rebelado en contra de esta desigualdad, las dirigencias socialdemócratas y estalinistas lo han traicionado. Sin una dirigencia propia —enraizada en su conciencia de clase y la honestidad— armada con un programa de transición hacia la revolución social, el proletariado se encuentra en decadencia.

La crisis de su existencia puede ser resuelta por el proletariado sólo si se convierte en el representante de su conciencia de clase y el brazo ejecutor de su fin. El proletariado no puede lograr el fin de su conciencia de clase, que es la libertad, pagando contribuciones a las dirigencias de partidos políticos y sindicatos para que lo engañen y dirijan hacia el parlamento o matadero de la burguesía. Estos dirigentes conforman una casta parasitaria que es parte de la superestructura del sistema capitalista y vive del salario del proletariado en un estado de conformidad con la burguesía como la clase que representa su ambición. Su interés de clase no les capacita para sentir la necesidad de luchar en contra de la desigualdad que es la base del sistema capitalista.

La democracia que la pequeña burguesía socialdemócrata enseña al proletariado a venerar es la dictadura de la burguesía disfrazada de gobierno del pueblo. Este gobierno es falso porque su objeto, el llamado pueblo, no existe. Lo que existe es las clases y su lucha por el predominio sobre el Estado y la economía. La burguesía es la clase que continúa ganando esta lucha y, consecuentemente, sigue imponiendo su dictadura para defender su interés de clase. Cualquiera que sea la forma en que esta dictadura es aplicada —por muñecos civiles o militares— tiene la misma base, es decir, la esclavitud y explotación del proletariado. La democracia no es más que la forma en que las clases luchan para tomar posesión de la riqueza social que el proletariado produce con su trabajo. La burguesía permite la democracia si los esclavos se someten a la obediencia de la ley de la propiedad privada de los medios de producción impuesta por el Estado. Bajo cualquier forma de gobierno, la burguesía apropia la mayor parte de la riqueza social con licencia estatal. Ante este asalto a la sociedad, la dirigencia socialdemócrata llama al proletariado a seguir confiando en la democracia burguesa como si fuera un amuleto.

La falta de conciencia de clase del proletariado lo ha convertido en presa de los partidos políticos de la burguesía y pequeña burguesía que luchan por el control de su percepción política, su contribución y fuerza social. La pequeña burguesía socialdemócrata se ha implantado en la mente del proletariado, lo ha corrompido, con su ideología y modo de vida aburguesado, y ajustado su vida a la dictadura de la burguesía. De esta manera, ha logrado convertirlo en un apéndice de su programa de mantenimiento del Estado que usa para asegurar su existencia como clase distinta del

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proletariado y afín a la burguesía. Esta es la razón por la que Alexis Tsipras y sus secuaces de la dirigencia de Syriza —conscientes del fin de su conciencia de clase— traicionaron al proletariado convirtiéndose en la fuerza de choque de la dictadura de la burguesía encargada de someter al proletariado al estado de sitio económico que era necesario imponer para que los usureros imperialistas pudieran seguir cobrando el interés sobre la deuda del Estado. Los dirigentes traidores de la llamada Coalición de la Izquierda Radical (Syriza) usaron al proletariado como la carne de su cañón para tomar el poder del Estado y convertirse en la nueva casta de los encomenderos de la burguesía, niños bonitos izquierdistas que en su juventud fueron comunistas porque entonces era la moda, encargados de ejecutar el plan de gobierno de los usureros imperialistas que les dictó Ángela Dorothea Merkel —canciller de Alemania y líder de la Unión Democrática Cristiana— quien fue escogida por el bruto editor de “Time Magazine” como la Persona del Año por su insensibilidad social y excelente crueldad. El plan consiste en el saqueo del patrimonio público, reducción del estómago del proletariado y aumento de la producción de plusvalía. De esta manera feroz, Syriza mantiene al proletariado subyugado al Estado que les impone la ley de los señores feudales y para quienes colecta el tributo de los esclavos de la llamada Unión Europea (UE). Entre el proletariado y la burguesía, los traidores que prometieron esperanza, en vez de pan y libertad, escogieron a la burguesía como la representante de la desigualdad que es la base de la conciencia de clase de la pequeña burguesía y el estímulo de su ambición de mezclarse con la burguesía.

La traición de Alexis Tsipras y Syriza fue apoyada por su compinche, Pablo Manuel Iglesias Turrión, Secretario General de Podemos. Pablito rehusó repudiar la traición en aras de su emoción porque su lealtad política se la debe a la pequeña burguesía socialdemócrata que conforma la dirigencia de Syriza. Alexis y Pablito tienen intereses comunes como criaturas de la pequeña burguesía, impulsadas por su ambición, formadas en la academia y refinadas por el estalinismo y la socialdemocracia. La defensa de la política de Syriza es la defensa de la política de colaboración con la burguesía de Podemos. Syriza y Podemos no son partidos políticos proletarios por extracción social o valores. Por consiguiente, el desangramiento del proletariado —causado por la traición de Syriza— no es un hecho sensible de importancia para su política socialdemócrata. Esta es la lección que el proletariado necesita aprender acerca de Syriza y Podemos: Son la nueva edición del primitivo programa político de los mencheviques que la socialdemocracia revisa periódicamente de acuerdo a la necesidad de la burguesía de mantener al proletariado subyugado al salario. El fin del menchevismo, cualquiera que sea su versión para aliviar la decadencia de la burguesía, es contener la sublevación de los esclavos del capitalismo.

Syriza demostró que el interés de la pequeña burguesía no es colaborar con el

proletariado para que desarrolle su conciencia de clase y la organice en su partido político para luchar por la revolución social, o sea, la eliminación del capitalismo, de las clases y del Estado. No obstante, el proletariado continúa siendo responsable por sus derrotas que son producto de su confianza en sus enemigos de clase. Por ende,

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desarrollar su conciencia de clase para convertirse en el representante y brazo ejecutor del fin de su conciencia de clase continúa siendo la tarea política más urgente que el proletariado necesita realizar.

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3. El fin de la conciencia de clase del proletariado es la revolución social

El proletariado necesita separarse de los partidos políticos de sus enemigos de clase para poder desarrollar su conciencia de clase, construir su partido político y luchar con su programa en contra de la austeridad que le impone el Estado en transición hacia la revolución social.

Una conciencia sin fin es una conciencia inerte. El proletariado se ha convertido en

una clase políticamente inerte porque su conciencia no está concatenada con su identidad y fin social, es decir, la revolución social. Su comportamiento en el campo de la lucha de clases es de conformidad con el Código Laboral con que el Estado regula su esclavitud. La inercia política del proletariado es producto su aceptación de la mentira que la dirigencia de la socialdemocracia le ha inculcado para desclasarlo, a saber: la conciencia de clase no es necesaria porque el Estado es el agente neutral de la conciencia de la ciudadanía y ejecutor de su fin. Esta mentira condiciona al proletariado a reconocer al Estado como una institución familiar, sin clase, (“Uncle Sam”’ o el Tío Sam como lo llaman en los Estados Unidos) y someterse a su poder como su deber ciudadano. De esta manera, la socialdemocracia cumple con el fin de su conciencia de clase pequeñoburguesa, o sea, servir a la burguesía como el encomendero encargado de mantener al proletariado en el oscurantismo político para que no piense por sí mismo ni sienta la necesidad de hacer la revolución social. El servicio de los encomenderos es estimulado por el temor que comparten con sus parones burgueses de dejar de ser clases y, dios los guarde, tener que aceptar su igualdad al proletariado.

Sin embargo, la inercia política del proletariado y la lucha de la socialdemocracia para mantenerlo en ese estado no pueden suprimir la lucha de clases. La burguesía lucha constantemente, impulsada por su avaricia, en contra de las demás clases para apropiarse la mayor parte de la riqueza social, que el proletariado produce con su trabajo, presionada por la ferocidad de los usureros que son la vanguardia de la burguesía imperialista. El movimiento predatorio de los secuestradores de economías produce los vaivenes y colapsos del capitalismo que afectan la vida de todas las clases.

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Las clases que no están conscientes del fin de la conciencia de clase de la burguesía y no luchan en contra de ella para preservarse son empujadas por dicho movimiento hacia la arena movediza del empobrecimiento y la guerra predatoria. Esto es lo que el proletariado está experimentando por creer en la ideología antirrevolucionaria de la socialdemocracia basada en la mentira de que puede alcanzar su emancipación de la esclavitud del capitalismo sin luchar en contra de la burguesía y hacer la revolución social.

La propuesta de la socialdemocracia está basada en su utopía primitiva sobre la burguesía como una clase capaz de aceptar que el Estado u otra clase le extraiga su instinto, la domestique y enseñe a comportarse como un ciudadano socialista. En la realidad que la socialdemocracia niega, la burguesía demuestra que su condición es la de un animal predador de su misma especie que sólo obedece a su instinto y, consecuentemente, no puede permitir que ninguna otra clase dispute su control sobre los instrumentos de su dominio, a saber: los medios de producción y el Estado. Su instinto la impulsa a luchar para mantenerse como la clase dominante, reproducirse y vivir en la opulencia estéril coronada con la decadencia que causa. La democracia y la socialdemocracia no han cambiado ni cambiarán la naturaleza de la burguesía. Si para hacer ganancias necesita hacer la guerra, destruir la Tierra o matar a su madre, la burguesía lo hace tomando en cuenta únicamente el fin de su conciencia. Su mente no es afectada por el sufrimiento de las personas que explota, roba, agrede y mata. Este es el ejemplo de ciudadanía —egoísmo, violencia e insensibilidad social— que la burguesía da al resto de las clases que domina.

La pequeña burguesía reacciona ante la lucha predatoria de la burguesía luchando en contra de ella y del proletariado para tomar el Estado y usar su poder para reprimir al proletariado. Esta represión es necesaria para evitar que el proletariado haga la revolución social con la que puede eliminar al capitalismo que es la raíz de su existencia como clase opuesta al proletariado y afín a la burguesía.

El proletariado necesita reaccionar ante el ataque de la burguesía, canalizado por la política de la socialdemocracia, como la clase de los esclavos del capitalismo, luchando independientemente en contra de la burguesía con su partido político y armado con el programa de transición hacia la revolución social. El desarrollo de su conciencia de la revolución social como su fin depende de su conciencia de clase, independencia ideológica y libertad de acción.

La asociación del proletariado con la socialdemocracia continúa produciendo su desintegración como clase y conversión en un apéndice del programa de la pequeña burguesía para mantener la inmoralidad de la burguesía, del capitalismo y del Estado, como la moralidad de la sociedad. Expuesto a la mentalidad antirrevolucionaria, al modo de vida aburguesado y a la corrupción de los encomenderos pequeñoburgueses de la burguesía, el proletariado se desclasa, corrompe y decae. Por consiguiente, necesita extirpar de su mente la ilusión socialdemócrata, socialismo sin revolución social, que lo

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convierte en una clase dependiente de las ideas y la política de sus enemigos de clase. Esta es la única manera en que el proletariado puede establecerse como una clase, diferenciada de la burguesía y pequeña burguesía, que es la raíz de su conciencia social, ideología y fin político.

El proletariado no puede desarrollar las tareas necesarias para lograr su emancipación como la clase de los esclavos del capitalismo colaborando con la burguesía, sino que reconociéndola como su enemigo mortal de clase y manteniendo una relación de antagonismo —ideológico, político, económico y moral— con ella y sus aliados. Sólo así es que el proletariado puede estimularse para superar su derrota política y convertir su fuerza de clase productora del bienestar social en fuerza política capaz de dirigir a la sociedad hacia la revolución social. Esta es la única solución a la guerra, animalización de la sociedad y destrucción de la Tierra que la burguesía causa, estimulada por el fin predatorio de su conciencia de clase.

El proletariado en Cataluña y el resto del mundo necesita ver que la lucha de una

nación por la independencia de un Estado, particularmente un Estado imperialista, es una reivindicación justa que debe de apoyar como parte de la lucha en contra de la desigualdad. El Estado que oprime a una nación en aras de la libertad de otra es injusto y no tiene razón de ser. El Estado en España es el abogado y soldado defensor de la nación —conformada por la aristocracia, la burguesía, la burocracia, el generalato y la Iglesia Católica Colonialista— de los herederos de los ladrones colonialistas que se enriquecieron aterrorizando, desposeyendo, deshumanizando y asesinando a naciones dentro y fuera de sus fronteras militares.

La lucha de la nación catalana para lograr su independencia es producto de la

opresión que el Estado monárquico-católico necesita ejercer sobre la mayoría, empobrecida y marginada, de una nación ficticia, la España que fue forjada con la guerra de conquista y pillaje, para mantenerla unida en base a los valores intestinales de la monarquía parasitaria. El marco de esta lucha por la democracia es la decadencia del Estado como la forma brutal de organización del capitalismo en el que la burguesía es la clase predatoria dominante.

El Estado capitalista se basa en la división de la sociedad en clases, la propiedad

privada de los medios de producción y el ejército. Su fin es mantener la desigualdad que es la condición de la existencia de la burguesía y defender la frontera económica que la opone a las demás clases con la guerra civil. Este Estado es incapaz de satisfacer las necesidades de ninguna de las naciones que necesita oprimir para mantener a la clase de los opresores satisfechos con la apropiación de la riqueza de la nación. Una nación oprimida puede lograr sus reivindicaciones sólo luchando en contra del Estado que la oprime para eliminarlo y reemplazarlo con el gobierno de la libertad, igualdad y fraternidad controlado por la sociedad de la justicia social.