Estado Autoritario Munera

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    CiENCi a POLtiCa N 6 JULiO-DiCiEmBRE 2008iSSN 1909-230x/PgS. 80-108

    Consucn,deocrc y Esdouorro enColobSC aR mEJa QUi NtaNa

    Profesor titular del Departamento

    de Ciencia Poltica, Facultad

    de Derecho, Ciencias Polticas

    y Sociales de la Universidad

    Nacional de Colombia. Coordinador

    del grupo de investigacin

    Cultura Poltica, Instituciones y

    Globalizacin y miembro del grupo

    de investigacin en Teora Poltica

    Contempornea, de esta misma

    universidad.

    LEOPOLDO mNERa RUi zProfesor asociado del

    Departamento de Ciencia

    Poltica, Facultad de Derecho,

    Ciencias Polticas y Sociales

    de la Universidad Nacional de

    Colombia. Coordinador del grupo

    de investigacin en Teora Poltica

    Contempornea de la misma

    institucin y asesor acadmico del

    proyecto Planeta Paz.

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    Resuen

    El rgimen poltico colombiano se mueve entre una institucionalidad

    que proclama el Estado social de derecho y la democracia participativa, y un

    conficto armado que lo lleva hacia ormas propias del Estado autoritario, en

    medio de las estrategias blicas del gobierno y los grupos guerrilleros. Sin

    embargo, entre la institucionalidad adoptada mediante la Constitucin de 1991y las tendencias hacia el Estado autoritario no slo hay tensiones y confictos,

    sino complementariedades que se retroalimentan y que hunden sus races en la

    deciencias de un mnimo consenso nacional para construir una paz sostenible y

    una democracia que respondan a las eticidades colombianas.

    Palabras claves: democracia restringida; Estado autoritario; conficto

    colombiano.

    absrc

    The Colombian political regime moves between one institutional ormthat proclaims the rule o law and participatory democracy, and an armed

    confict that leads it to behavior typical o an authoritarian state, due to the war

    strategies o the government and guerrilla groups. However, the institutionality

    established by the 1991 Constitution and tendencies toward an authoritarian

    state exhibit not only tensions and conficts, but also complementarities that are

    mutually reinorcing and have their roots in the weaknesses o a minimal national

    consensus to build a sustainable peace and a democracy that respond to the

    countrys diverse ways o live.

    Key words: restrictive democracy; authoritarian state; Colombian conficto.

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    inroduccn

    El sistema poltico colombiano se ha estructurado en los ltimossesenta aos en la rontera entre una violencia poltica recurrente yplural, y un consenso nacional allido. El proceso constituyente de1991 representa hasta el momento el mayor esuerzo institucional de la

    sociedad colombiana contempornea por encauzar la violencia polticadentro de los lmites estatales, mediante el intento por construir unconsenso que le diera legitimidad y estabilizara el conjunto del sistemapoltico. Sin embargo, el conficto armado interno entre el gobierno ydos de los principales grupos guerrilleros (ELN yFARC) continu siendodeterminante en la denicin del rumbo poltico del pas. En medio deeste conficto, los grupos paramilitares ueron creciendo al amparo o conla tolerancia del Estado, y el trco de drogas ilegales sigui alimentandolos rdenes sociales paralelos o transversales al institucional, creados por

    las dierentes maniestaciones de la violencia social y poltica.El trnsito anunciado y esperado, desde una democracia restrin-

    gida y excluyente hacia ormas democrticas participativas e incluyentesy desde un Estado ormal de derecho hacia un Estado social de derecho,ue truncado por la implantacin de polticas econmicas y sociales decorte neoliberal y por la extensin de las viejas y las nuevas ormas de laviolencia poltica por todo el territorio nacional. Las lgicas de la guerray la paz siguieron imponiendo su impronta sobre el rgimen polticocolombiano. Con las banderas de la paz, dentro de estrategias de guerra,

    ue elegido como presidente Andrs Pastrana (1998-2002), y en nombrede la guerra, como un mecanismo para pacicacin del pas, ue elegido yreelegido como presidente lvaro Uribe (2002-2006 y2006-2010). Poco apoco se ueron deniendo claras tendencias hacia diversas ormas del Es-tado autoritario, que hicieron ver el Estado social de derecho como unasimple pausa temporal entre dos tipos de democracia poltica excluyente,con evidentes nexos histricos.

    Esta nueva rustracin de las expectativas de paz ha sido expli-cada, desde la ptica de las lites dominantes, como el simple resultado

    de la guerra que libran organizaciones terroristas o criminales contrael Estado y la sociedad colombianos, y de la renuencia de aqullas areintegrarse a un rgimen poltico que desde la Constitucin de 1991 lesorece todas las garantas de una democracia procedimental perectible,por cuyos medios institucionales pueden desarrollar su lucha poltica,renunciando al uso de las armas. Por el contrario, las organizacionesguerrilleras le han imputado el racaso de este nuevo proyecto nacional alterrorismo de Estado y a las estrategias blicas del gobierno, respaldadaspor Estados Unidos por medio de los planes Colombia y Patriota. En esta

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    prolongacin incesante de las estrategias blicas, unos y otros le imputana su adversario la responsabilidad en la continuacin del conficto armado,dentro de un juego mortal de guerra que no parece tener n. No obstan-te, la violencia poltica colombiana parece seguir girando alrededor de laimposibilidad de construir un consenso nacional que no slo establezca

    una nueva democracia poltica incluyente, sino que desarticule el sistemaoligrquico de poder social y poltico que impera en el pas.

    L Consucn polc de 1991

    En 1991 se adopta en Colombia una nueva Constitucin poltica,que sobre el papel instaura el Estado social de derecho e inclina la ormade gobierno hacia la democracia participativa. Con su aprobacin terminala vigencia de la Constitucin de 1886, la ltima de las cartas de batalladel sigloXIX1, bajo cuyo amparo se consolid un Estado conesional y una

    democracia representativa restringida.Adems de las caractersticas mencionadas, la carta poltica se

    estructur alrededor de otros elementos que permitieron hablar de unaverdadera transormacin de los sistemas jurdico y poltico colombianos:su orientacin pluritnica y multicultural, la variedad de derechosundamentales consagrados en ella, las garantas constitucionales para losmismos, y los mecanismos de justicia y control constitucional que estable-ci. En consecuencia, la Constitucin ue presentada como progresista,antiormalista, garantista, vanguardista, de textura abierta y uente del

    nuevo derecho. Sus principales deensores sostuvieron, desde una pers-pectiva jurdica pero tambin poltica, que era una norma undamentalsustancialmente emancipadora e, incluso, los ms optimistas llegaron adenirla como contra-hegemnica2.

    Estas explicaciones, que han privilegiado los aspectos constitu-cionales positivos, tienden a hacer una hipstasis jurdica3, en la que elanlisis del producto normativo acabado prevalece sobre el estudio deotros elementos que sirven para su comprensin: el contexto poltico ylas tensiones y confictos que se presentaron en l, los mecanismos de

    legitimacin que le sirvieron de sustento o el signicado social que se leatribuy a la norma undamental. Empero, en el caso colombiano, esta

    1. Durante el sigloXIXson adoptadas en Colombia quince constituciones, que

    tuvieron como trasondo poltico la guerra de independencia o las guerras civiles.

    La Constitucin de 1886 es la ltima de ellas. Ver Valencia Villa (1987).

    2. Ver, por ejemplo, Gaviria (2002, 19-28); as como, de una orma ms matizada,

    Uprimny (2002, 55-72), entre otros.

    3. Ver una hipstasis jurdica similar en Negri (1994, 276).

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    suerte de hipstasis no ha respondido slo al predominio de una visinjurdica. Despus de ms de un siglo de democracia representativarestringida, la Constitucin de 1991 oreca la oportunidad poltica dedesarrollar una oposicin democrtica que posibilitara la ampliacin delos espacios institucionales en el sistema poltico y la reivindicacin y

    cristalizacin de demandas econmicas, sociales, culturales o ambientalesque el bipartidismo haba marginado desde su pacto excluyente en ladcada de 19504.

    No obstante, al mismo tiempo, la Constitucin de 1991 conservun rgimen presidencial rgido, dej abiertas sin mayores restriccioneseectivas las compuertas para los Estados de excepcin5y el desarrollode los poderes parainstitucionales, permiti amplias reormas constitu-cionales por parte del Congreso y la restriccin legal de muchos de suselementos positivos, estableci una autonoma limitada del poder judicial

    y de los rganos de control al hacer depender los nombramientos de susprincipales responsables del poder ejecutivo y de las mayoras legislativas,y sent las bases institucionales necesarias para la implementacin depolticas pblicas neoliberales y el manejo monetarista de la economa.

    A tres lustros de vigencia de la Constitucin de 1991 es posibleconstatar que las guras del Estado social de derecho y de la democraciaparticipativa sirvieron simultneamente, dentro del proceso de paz con elM19 y el EPL, como punto programtico de encuentro entre las uerzaspolticas tradicionales y diversos sectores sociales, polticos e intelectuales,

    progresistas y de izquierda, y como escenario para que las lites dominan-tes en el pas conguraran una nueva hegemona poltica, sin renunciara las banderas de la guerra o al sistema oligrquico de poder que lesha servido de soporte poltico y social6. Como arma Rodrigo Uprimny(2002, 71), desde la conormacin de la Asamblea Constituyente en 1991,ueron claras sus ambivalencias polticas, las cuales repercutieron en elcarcter ambiguo de la Constitucin: el mismo da de las elecciones parala Constituyente, el gobierno de Gaviria bombardeaba Casa Verde, unade las sedes del Secretariado General de las FARC, y pona en evidencia

    la naturaleza dual de un proyecto poltico que empezaba a maniestarsecomo el resultado de procesos de paz exitosos y la expresin de lacontinuacin del conficto armado.

    A pesar de sus bondades, la Constitucin de 1991 no satiszoplenamente la principal expectativa para la que ue convocada: el logro

    4. Ver Valencia Villa (1987).

    5. Ver Garca Villegas (1993, 139-145).

    6. Ver Uribe (2004), Pinilla (2002, 237-260) y Valencia Villa (1987).

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    de la paz y la garanta eectiva de la vida; tampoco logr concretar otro desus grandes objetivos, la consolidacin de una democracia participativao, al menos, de una democracia mixta con mecanismos eectivos departicipacin social, como qued establecida en el texto constitucional. Sila analizamos en los trminos simples del contractualismo ms ortodoxo,

    el hobbesiano, para el que la paz es bsicamente un principio unda-mental del orden social, o del liberalismo clsico, que se undamentaen la participacin popular, podemos armar que no logr su propsitoprincipal. La oensiva contra Casa Verde, smbolo de los dilogos de pazdurante ms de diez aos, el mismo da en que se vot la conormacinde la Asamblea Nacional Constituyente, el 9 de diciembre de 1990, signel nacimiento de la carta poltica de 1991 como una estrategia de guerra,implcita en un pacto de paz. En contra de la intencin y el deseo quehaba animado a los colombianos a participar en el proceso de adopcin

    de una nueva constitucin, se cerraron los cauces inmediatos para undilogo nacional, no solamente con las FARC, sino con todos los gruposalzados en armados que no se integraron al proceso7.

    Dentro de las lgicas de la guerra y la paz en Colombia, la Asam-blea Nacional Constituyente qued limitada a la negociacin con una par-te de los grupos guerrilleros (el M19, un sector del EPL, el Quintn Lamey el PRT), e implic la exclusin de dos de los ms representativos, lasFARC y el ELN, que exigan transormaciones en la sociedad colombianaque no estuvieran limitadas a lo poltico e institucional. Dicha exclusin

    no puede imputarse a una simple alta de voluntad poltica de la gue-rrilla, como se hace comnmente en Colombia, sino a un juego complejode estrategias de negociacin del conficto armado, en el cual, despusdel racaso del proceso de paz de Belisario Betancur que termin con latoma y contratoma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985, las litesdominantes han concebido la paz como la reinsercin de la guerrilla a lavida civil a cambio de reormas en las instituciones polticas; mientras laguerrilla ha planteado, como condicin para dejar las armas, la realizacinde reormas sociales y econmicas que transormen la estructura de

    poder en el pas8

    . Por tal razn, la Constitucin de 1991 se convirti en

    7. Ver: Ahumada (1996, 174-218).

    8. El historiador Eduardo Posada Carb considera, por el contrario, que las lites

    dominantes han empleado un discurso de paz y reconciliacin nacional que sugiere

    la necesidad de lograr un amplio consenso nacional alrededor de un nuevo modelo

    de sociedad, que considera equivocado, pues desde su punto de vista parte de la

    idea de una guerra generalizada en la sociedad, y en cambio propone la democracia

    como la solucin al conficto armado. Ver Posada Carb (s) y Posada Carb, Deas

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    un reerente programtico y utpico, al cual el imaginario colectivo leasign, a pesar de sus evidentes ambigedades, la uncin mesinica deoperar como un instrumento jurdico y poltico de unidad y reconciliacinnacional, destinado a concretar la paz que no se haba podido conseguircon los grupos insurgentes marginados del proceso constituyente.

    Por el contrario, desde una perspectiva prctica, la carta polticahizo parte de una estrategia de paz y de guerra implementada por laslites dominantes9, que posibilit la ragmentacin y el debilitamiento dela insurgencia, contribuy a la deslegitimacin de los grupos guerrillerosque siguieron alzados en armas, ortaleci la legitimidad de las institucio-nes estatales y permiti que el gobierno y las uerzas armadas continuarandesarrollando una guerra regular e irregular, en la que los paramilitaresy el narcotrco entraran a representar un papel protagnico, con susecuela de violaciones de los derechos humanos y crmenes de lesa

    humanidad10. Esta estrategia encontr su complemento uncional en las

    y Powell (2002). En orma contraevidente reduce de esta manera las estrategias

    de poder de las lites, cuyo sentido es el que le pretende dar a su discurso Posada

    Carb, a su discurso explcito. La Constitucin de 1991 no propuso un cambio del

    modelo de sociedad sino de la institucionalidad jurdica y poltica del pas.

    9. Utilizamos el concepto de estrategia en los dos primeros sentido que le otorga

    Foucault cuando analiza el poder: como la totalidad de los medios que se ponen

    en operacin para aplicar el poder eectivamente o para mantenerlo y como los

    modos de accin sobre una accin posible, la accin posible, la accin de los otros.Ver: Foucault (1991, 100).

    10. Mauricio Romero (2003, 55 y56) describi a los paramilitares, quienes nunca

    reivindicaron tal denominacin, articulados alrededor de las AUC (Autodeensas

    Unidas de Colombia), de la siguiente manera: Sus ingresos provienen del trco de

    drogas y otras actividades ilegales, de la extraccin de recursos a dierentes grupos

    en las regiones en las que tienen el control, de las contribuciones de lites rurales y

    urbanas a cambio de proteccin y de la explotacin de los presupuestos regionales

    y locales del Estado. La dispora de colombianos acaudalados en el suroriente de

    los Estados Unidos, algunos de ellos ligados al trco de drogas, ha operado conxito y canalizado recursos rescos para la expansin de las AUC. El terror ha sido

    ampliamente utilizado por esta organizacin, es responsable de la mayora del

    desplazamiento orzado de ms de dos millones de colombianos en los ochos aos

    anteriores, lo mimo que de aproximadamente dos terceras partes de las ejecuciones

    y asesinatos con autor identicado. En las zonas controladas por las AUC en el

    nororiente colombino y en el valle del Magdalena Medio, los radicales y reormistas

    ueron asesinados o desterrados, y la composicin poltica de estos territorios tiende

    a ser homognea o su agenda de discusin publica limitada. Sobre la importancia

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    acciones de una guerrilla convencida de la imposibilidad de su derrotamilitar, ajena a los mecanismos de reconocimiento social por uera de suszonas de infuencia, responsable tambin de delitos atroces y crmenesde lesa humanidad, y sustentada en ormas autrquicas de nanciacin,que la llevaron a incrementar el secuestro y otras ormas de extorsin y

    a depender cada vez ms de los recursos generados en las diversas asesde produccin y distribucin de las drogas ilegales, particularmente en elcaso de las FARC.

    Por su parte, los paramilitares haban surgido bajo el euemismode ser grupos de autodeensas, al amparo de la Ley48 de 1968, la cualposibilit que ueran entrenados y armados por la uerza pblica, hastaque en 1989 las evidentes violaciones a los derechos humanos cometidaspor sus miembros, los nexos con las Fuerzas Armadas y la presin delas organizaciones sociales y de una parte de la opinin pblica llevaron

    a que el gobierno de Virgilio Barco y la Corte Suprema de Justicia lequitaran el soporte legal. Luego, a partir de 1994, bajo la vigencia de laConstitucin de 1991, mediante el decreto 356 del mismo ao, el gobier-no liberal de Csar Gaviria Trujillo volvi a legalizarlos como AsociacionesComunitarias de Seguridad Rural, posteriormente Convivir, y a susombra crecieron hasta 1997, cuando la Corte Constitucional, al declararinexequible parte del decreto 356, consider que sus miembros no podanportar armas de uso privativo de las Fuerzas Armadas. A raz de este allo,los paramilitares volvieron a hacer el trnsito hacia la ilegalidad, pero

    ahora ortalecidos gracias al apoyo institucional que recibieron duranteesos tres aos.

    La exclusin y autoexclusin de las FARC y el ELN del procesoconstituyente llev al recrudecimiento del conficto armado y al desarrollode una parainstitucionalidad en uncin de la guerra, que debilit loseectos prcticos de la reorma constitucional. Por consiguiente, se perdiuna oportunidad histrica para resimbolizar y remitologizar la identidadnacional colombiana, para reconstruirla simblicamente, reinventarla y,desde esa recreacin, consolidar una nueva institucionalidad incluyente

    o, al menos, el patriotismo constitucional que parecan buscar la mayorade los constituyentes en 199111. En consecuencia, no ue la antinomia

    del paramilitarismo dentro de la estrategia de guerra de las lites dominantes

    en Colombia, despus de la aprobacin de la Constitucin de 1991, ver tambin

    Richani (2003).

    11. Entendemos por patriotismo constitucional, de acuerdo con el concepto

    de Habermas, una orma de integracin y solidaridad social de carcter

    postconvencional para las sociedades complejas contemporneas, en la que se

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    entre participacin y conficto armado la causa de la inecacia de laConstitucin en su propsito de garantizar la paz, la vida e instaurar unademocracia con eectivos mecanismos de participacin popular. Los cons-tituyentes creyeron, en el mejor de los casos, que ideando un esquemairreal de participacin resolveran el problema del conficto armado, sin

    acudir a los grupos insurgentes, protagonistas del mismo. Pero el confictotena que ser resuelto directamente con la guerrilla que continuaba alzadaen armas. Al no hacerlo as, la Constitucin de 1991 termin convertida,en trminos de la guerra y la paz, en un recurso de poder simblico delas lites para justicar un nuevo esquema de dominacin que oreci, enlugar de la paz, una democracia participativa sin la participacin de losactores disidentes y un estado social sin los sectores sociales que reclama-ban la inclusin.

    Consucn polc y consruccn del consensoDentro de la literatura especializada y no especializada en Co-

    lombia se ha vuelto un lugar comn presentar a la Constitucin de 1991como el resultado de un gran consenso en el que la nacin entera se sintirepresentada12. De tal consenso se derivara la justicacin moral y la

    acude a la determinacin consensual de principios normativos, morales, jurdicos

    y polticos, que posibiliten la convivencia de las dierentes eticidades y sujetos

    colectivos que buscan compartir un mismo territorio y constituir una organizacin

    societaria comn, en vez de recurrir a las tradiciones comunes (estadiopreconvencional) o a los simples intereses comunes (estadio convencional). Ver

    Habermas (1996, 211-250).

    12. El editorial del peridico El Colombiano de Medelln, en la celebracin de los

    quince aos de la constitucin, resume con precisin esta posicin:

    La Constitucin de 1991, producto de un gran e histrico consenso nacional, ha

    cumplido. Ha permitido gobernar con estabilidad poltica y jurdica y ha acilitado

    el avance en el desarrollo econmico y social de Colombia.

    Se conmemoran hoy los 15 aos de la expedicin de la nueva constitucin poltica

    con un balance que muestra ms aciertos que allas. En dcada y media de suaplicacin se observan importantes progresos en materia de cultura constitucional

    ciudadana, pues ya ni los nios son indierentes a los derechos undamentales que

    los asisten.

    La carta del 91 ue el ruto de uno de los mayores acuerdos que se hayan dado

    en Colombia: 70 compatriotas de los ms diversos sectores polticos, sociales,

    estudiantiles, acadmicos, incluyendo a ex combatientes del M19 y del EPL, se

    dieron cita en la histrica Asamblea Nacional Constituyente, que marc el rumbo

    poltico, social y jurdico del pas. Este es precisamente su xito, ser el resultado

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    legitimacin poltica objetiva de la carta poltica, que a su vez conducirana reducir cualquier proceso de paz uturo a la reinsercin de los gruposinsurgentes a la vida civil, dentro de una institucionalidad que por suorigen contractual y consensual garantizara la democracia procedimentaly sustantiva. Sin embargo, si tomamos como reerente la losoa poltica

    contempornea, la conclusin parece ser diversa.Para tal eecto, remitmonos al paradigma ms relevante dentro

    de la tradicin consensualista y contractualista contempornea: elrepresentado por la losoa de John Rawls. La propuesta rawlsiana sedesarrolla en tres momentos: el dialgico-moral que, con la gura de laposicin original, supone la obtencin de un consenso donde las die-rentes concepciones de justicia presentes en una sociedad son asumidas,contrastadas y discutidas; el poltico-contractual, donde este consensoentre los diversos sujetos colectivos de la sociedad permite construir coo-

    perativamente el espacio de lo pblico; y, por ltimo, el tico-contextual,mediante el cual tales sujetos colectivos, como expresin de una comuni-dad y tradicin concretas, asumen o no la concepcin poltica de justiciaconsensuada y el ordenamiento constitucional que se ha derivado de ella,haciendo de la disidencia un criterio normativo, no slo moral, sino delegitimidad poltica.

    El planteamiento rawlsiano se desarrolla en dos de sus obras prin-cipales (Rawls, 1996a; 1996b). Primero, en la Teora de la justicia, dondeRawls redondea su crtica al utilitarismo, al acoger la tradicin contrac-

    tualista como la ms adecuada para concebir una concepcin de justiciacomo equidad dentro de la tradicin kantiana, capaz de satisacer porconsenso las expectativas de igual libertad y justicia distributiva en unasociedad. Dentro de esa lnea de argumentacin concibe un procedimien-to consensual del que se derivan, en condiciones simtricas de libertad eigualdad argumentativas, unos principios de justicia social que orientanla construccin institucional de la estructura bsica de la sociedad en losplanos jurdico, poltico, econmico y social.

    La reaccin a este primer planteamiento de Rawls tiene como

    consecuencia lo que se conoce como la polmica liberal-comunitarista deNozick y Buchanan, por un lado, y MacIntyre, Taylor, Walzer y Sandelpor el otro, dando as origen a una de las ms interesantes discusioneslosco-polticas del sigloXX, la cual explica en parte los cambios deRawls en su segunda obra,Liberalismo poltico. En ella, Rawls abjura

    del consenso y no de la imposicin de determinados partidos polticos o de

    corrientes sociales. La Nacin entera se sinti, como pocas veces, representada (El

    Colombiano, julio 4 de 2006).

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    La exclusin y la autoexclusin del ELN y las FARC del procesoconstituyente le conrieron a la Constitucin una naturaleza moral exclu-yente, que no permiti ni la ormacin de un consenso entrecruzado, nila construccin de un ideal razonable de sociedad. Sin embargo, quinceaos despus de haber ocurrido este enmeno excluyente, se intenta

    obviarlo mediante la negacin de la existencia de un conficto armado conraces sociales o mediante el reconocimiento de un simple conficto entreun Estado plenamente legtimo y unas organizaciones criminales armadasque cuestionan su pretensin al monopolio de la violencia13.

    De igual manera, el mismo proceso constituyente, en su dinmicade uncionamiento, tom la orma interna de un acuerdo de mayoras. ElPartido Liberal, el Movimiento de Salvacin Nacional, la Alianza Demo-crtica M19 y el gobierno de Csar Gaviria le impusieron a la Asambleael texto bsico de la Constitucin, cuando an altaba un mes para que

    terminara de sesionar14. Sin lugar a dudas, el acuerdo recogi gran partede lo concertado en las deliberaciones previas, pero impuso un sesgoinstitucional que los artculos transitorios de la Constitucin revelaron entoda su extensin y que reorzaron sus aspectos neoliberales15. Adems, elacuerdo se rm por uera de la Asamblea Constituyente, violando as suautonoma y, por tanto, su soberana como cuerpo institucional.

    L efcc sblc del Esdo socl de derecho

    y l deocrc prcpv

    Este doble acuerdo de mayoras adquiri la orma de un consensonacional, bajo las guras del Estado social de derecho y de la democraciaparticipativa, que le otorgaron la ecacia simblica a la Constitucin16.De acuerdo con Habermas, el Estado social de derecho tiene cuatrosupuestos bsicos: un Estado-nacin con presencia territorial homognea;un Estado scal, undado en lo anterior, que garantice una viabilidadeconmica mnima, sin la cual no es posible; un Estado democrticoundado en una legitimidad popular suciente; y, nalmente, una concep-cin simblica del pueblo que garantice la solidaridad de la poblacin en

    13. La primera es la hiptesis de Jos Obdulio Gaviria, asesor poltico del

    presidente Uribe (Ver Gaviria Vlez, 2005); la segunda, la hiptesis del historiador

    Eduardo Posada Carb, mencionada con anterioridad.

    14. Nos reerimos al acuerdo del 7 de junio de 1991 entre el Partido Liberal, el

    Movimiento de Salvacin Nacional y el Movimiento AD M19, patrocinado por el

    gobierno de Csar Gaviria y con la presencia del ex presidente Lpez Michelsen.

    15. Ver Ahumada (1996, 175-218).

    16. Ver Garca Villegas (1933, 130-156).

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    general17. Al menos tres de estos elementos son dbiles en Colombia: lapresencia territorial homognea ha sido cuestionada tanto por la guerrillacomo por los paramilitares, la legitimidad popular ha estado resquebra-jada por la imposibilidad de lograr un consenso nacional y la solidaridadpoblacional choc con el proyecto neoliberal desarrollado a partir de la

    misma Constitucin. En consecuencia han terminado prevaleciendo loseectos simblicos de legitimacin de un programa poltico, que comohemos dicho es ambiguo, sobre la realizacin eectiva del Estado social dederecho.

    Esta rmula jurdica ue complementada con una rmula polti-ca. Al evadir el constituyente en la prctica la bsqueda de la paz como lareconstruccin de un modelo de sociedad incluyente articulado alrededorde los sujetos sociales concretos y de sus necesidades, se recurri alciudadano virtuoso, por no decir que al virtual, que desde esquemas

    abstractos de participacin pudiera llenar los vacos de legitimidaddejados por la ausencia de una paz sostenible. La anunciada democraciaparticipativa naci restringida desde la misma constitucin y luego seraasxiada por la regulacin legal estatutaria; por consiguiente, la mayorade los mecanismos de participacin popular quedo subsumida en losde representacin poltica, de la misma orma que el consenso nacionalhaba quedado subsumido en el acuerdo mayoritario.

    La democracia participativa se und en una visin neorrepubli-cana del sigloXIXque estuvo presente en nuestro contexto y que tena

    sus orgenes tanto en el ethos hispnico como en las recepciones que sehacen de l en el siglo antepasado en Colombia18. La Asamblea NacionalConstituyente opt por la interpretacin anglosajona del republicanismo,la meramente reormista del liberalismo y, por tanto, produjo una suertede democracia participativa ormalista, una democracia sin participacinpopular eectiva, sin reales ciudadanos virtuosos; es decir, un hbridoentre la democracia representativa y la participacin sin ciudadana, cuyanica consecuencia poda ser la reproduccin del sistema oligrquico depoder que le ha servido de sustento a las lites econmicas, polticas y

    tecnocrticas dominantes. Por consiguiente, como resultado encontramosen la prctica poltica una orma de gobierno mixta, donde la participa-cin termina subordinada a la representacin, que no permiti el reco-nocimiento de la sociedad en un tipo de democracia acorde con nuestra

    17. Ver Habermas (1989).

    18. Sobre la tradicin democrtica en Latinoamrica ver Meja Quintana y Tickner

    (1992).

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    identidad, como podra serlo la democracia contestataria o disputatoria19,que es probablemente la que mejor se identica con nuestra eticidad20y la que puede darle paso al poder deliberativo de una sociedad civilpolticamente plural y multicultural como la colombiana21.

    El neoconrculso neolberlLa imposibilidad de undamentar tericamente la Constitucin

    de 1991 desde la perspectiva losca de Rawls, no excluye al con-tractualismo como elemento explicativo del proceso constituyente. Laspropuestas neocontractualistas de Nozick y Buchanan que, segn VanParijs (1993, 178), son los representantes ms lcidos de lo que denominael neoliberalismo losco, resultan mucho ms adecuadas paracomprender la naturaleza de los acuerdos que llevaron a la Constitucinde 1991, con independencia de la intencionalidad progresista de muchos

    constituyentes. El planteamiento de Nozick, que intenta ser una relecturadel contractualismo de Locke, tiene como objetivo principal justicarla existencia de un Estado mnimo, garante de la dinmica de mercado,en un esquema donde la justicia social se limita a la convalidacin de lainequidad que se deriva de aquella. Buchanan, por su parte, siguiendo elmodelo hobbesiano, va a reivindicar el carcter absoluto del Estado denaturaleza inicial, en cuanto lo que en l se gana no puede posteriormen-te ser desconocido por el Estado poltico. El contrato constitucional, dedonde surge el orden estatal, slo puede convalidar lo que los actores ya

    han adquirido de hecho por la uerza o por su capacidad competitivaen el Estado de naturaleza, potenciando la optimizacin de sus utilidadesmediante el establecimiento de un marco de derechos constitucionalesque as lo propicie.

    Bajo este reerente toma sentido lo que sucedi en Colombia en1991. El proceso constituyente ue usuructuado por las lites biparti-distas (encabezadas por el Partido Liberal y el Movimiento de SalvacinNacional), imponiendo en la lnea de Buchanan la lgica de los vence-dores sobre la de los vencidos: el acuerdo de los tres grupos mayoritarios

    al interior de la Constituyente parece responder a una estrategia de estetipo. La Alianza Democrtica M19, que era la expresin mayoritaria de

    19. La democracia disputatoria sigue las pautas deliberativas de la toma de

    decisiones, de orma que deban ser incluidas o rebatidas en el debate pblico las

    dierentes posiciones y se incorpor la diversidad de visiones en la construccin

    colectiva de la sociedad. Ver Pettit (1999).

    20. Sobre el concepto de eticidad ver Wellmer (1996, 77-101).

    21. Ver Valencia Villa (2002, 89-102).

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    los sectores progresistas, no tuvo la capacidad poltica para contrarrestardos puntos nucleares de la estrategia desplegada por las lites bipartidis-tas: la imposicin del esquema neoliberal de internacionalizacin de laeconoma22 y la estructuracin de un proceso de reconciliacin nacionalsin una parte de los actores del conficto armado.

    El contrato constitucional, en la lgica buchaniana, entendidocomo la imposicin de los vencedores sobre los vencidos, consagrinstitucionalmente el hegemn neoliberal en el pas, matizndolo con dosguras, la del Estado social de derecho y la de la democracia participativa,que, en todo caso, ya eran dos temas de controversia universal, dada ladicultad del primero en el contexto de un mundo global eso sin teneren cuenta el agudo diagnstico de Habermas (1989a, 502-520) de queaquella ha sido la orma institucional que mayor juridizacin del mundode la vida ha originado en cinco siglos de desarrollo capitalista y la im-

    probabilidad de la segunda dentro de un conficto armado como el que elpas viva desde haca cuarenta aos. La az progresista de la Constitucinno logr neutralizar la institucionalizacin del modelo econmico neolibe-ral, pues la mayor parte de los principios programticos del Estado socialde derecho estaba destinada a nauragar, como en eecto ha sucedido, enmedio de la implementacin de las polticas pblicas derivadas de dichomodelo.

    A partir del 2002, la evolucin poltica del pas demostrara quelos elementos contenidos en el Estado social de derecho y en los enun-

    ciados de la democracia participativa no tendran la uerza suciente paraneutralizar los actores autoritarios implcitos en el modelo neoliberaly latentes en un rgimen presidencial cerrado, que bajo el mandato deUribe Vlez ue orientado hacia la proundizacin de la guerra con lainsurgencia y la reinsercin de los grupos paramilitares al menor costopoltico posible para las lites dominantes que los haban prohijado opermitido23. Sin embargo, y paradjicamente, los eectos simblicos einstrumentales de ambas rmulas se convertiran en el principal obstcu-lo para las tendencias hacia la consolidacin de un Estado autoritario. Por

    ende, las ambigedades de la Constitucin uncionaran simultneamentecomo soporte institucional para que estas tendencias se maniestaran ycomo limitacin de la legitimacin e imposicin denitiva de las mismas.

    L crss polc y l concepcn de l socedd cvl

    A slo tres aos de vigencia de la Constitucin de 1991, Colombia

    22. Ver Estrada (2001, 159-174).

    23. Ver Mnera Ruiz (2006).

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    entr en una crisis poltica que se extendi, con diversas maniestaciones,hasta el ao 2002, cuando en las elecciones presidenciales se dio elviraje poltico hacia el Estado autoritario. Los principales actores de talcrisis tuvieron dierentes orgenes y temporalidades: la evidencia de lapenetracin de los dineros del narcotrco en la campaa presidencial de1994, especialmente en la del presidente electo Ernesto Samper Pizano,que llev al llamado proceso 8.000 y a un nuevo resquebrajamiento de lalegitimidad de las instituciones estatales; la orma errtica como el princi-pal opositor de Samper, Andrs Pastrana, elegido para la Presidencia dela Repblica entre 1998 y2002, condujo el proceso de paz con las FARC,la cual sirvi de caldo de cultivo para multiplicar el paramilitarismo,evidenciar que la paz estaba muy lejana y legitimar una salida de corteautoritario; la pauperizacin creciente de la poblacin colombiana,debido a la implementacin de la apertura econmica y de las polticas

    pblicas neoliberales24; y la proundizacin de la crisis humanitaria, con lacontinuacin e incremento de las violaciones de los derechos humanos ydel derecho internacional humanitario, y con las inmensas proporcionesque adquiri el enmeno del desplazamiento interno causado por laviolencia poltica25.

    La crisis poltica en Colombia, en el marco descrito, puede serremitida tambin a dos causas de origen institucional. De una parte, laConstitucin no respondi a un contexto socio-poltico que reclamabasoluciones concretas; es decir, no se constituy en un instrumento de

    pacicacin y reconciliacin nacional, para lo cual haba sido convocadaoriginalmente, tal como se lo plante el movimiento de la sptimapapeleta. Por consiguiente, la crisis se relaciona en primer lugar con larustracin histrica y social que signic la Constitucin como pactode paz y con la agudizacin del conficto armado en medio del deteriorotico de la poltica.

    Una segunda causa, ms all de esa alacia poltica de la Cons-titucin, ue lo que podramos denominar la alacia social. Como seanot antes, es necesario considerar hasta qu punto la Constitucin de

    1991 ue congruente con nuestras eticidades. No slo si ue expresinde la totalidad de sujetos colectivos en conficto que no lo ue, como ya

    24. Segn el cepal (2004), entre 1980 y2002, los hogares en situacin de pobreza

    e indigencia en Colombia pasaron del 55% al 67%.

    25. Segn codhes (Consultora para los Derechos Humanos y el Desplazamiento),

    el nmero de desplazados anuales se increment de 27.000 en 1985 a 412.553 en

    2002. A partir de 1996 el crecimiento es ascendente, con excepcin de 1999. Ver:

    http://www.codhes.org/Web/Ino/graco-tendencias.htm.

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    vimos sino si tuvieron juego todas las eticidades, todas las ormas de vidao, al menos, las ms signicativas, de esta nacin nunca consolidada quees Colombia. Como es claro cuando uno recorre el pas, gran parte denuestros ethos no se identican con la Constitucin, no ven refejadas susormas de vida en ella, no la consideran ruto de un proceso que convoc

    su participacin y concret consensualmente sus puntos mnimos deconciliacin con el resto de eticidades que comparten este territorio. Lacrisis poltica hunde sus races en esta alacia social, de acuerdo con lacual, la Constitucin nos represent a todos, cuando ello no ue as, nolo ha sido nunca y sigue sin serlo, mxime en un mbito cultural polari-zado en torno no slo a dos o tres, sino a cuatro o ms, temporalidadessimultneas: somos a un tiempo premodernos, modernos, transicionales,postmodernos, yuxtapuestos, traslapados y entremezclados en todas ellas,sin tener claridad de que tipo de Constitucin necesitamos rente a tal

    pluralidad de tiempos, espacios y eticidades disgregadas, contradictorias yconfictivas existentes que, somos y no somos en un mismo territorio26.

    La crisis recurrente en la que hemos vivido durante la mayorparte de nuestra historia ha estado, precisamente, relacionada con laconcepcin de constituciones y la imposicin de marcos constitucionalesque no logran recoger ni captar la complejidad de toda esa riquezasocio-cultural que nos compone27. Si seguimos la sospecha de Negri: enColombia se evidencia la incongruencia existente entre un poder consti-tuido y un poder constituyente que no logran armonizarse28. La historia

    constitucional colombiana es la historia de la desarmona entre el poderconstituyente, social y poltico, con sus eticidades y sujetos colectivos, yel poder constituido jurdico-poltico. Hemos partido de lo que no somosy concebido constituciones para lo que no ramos29. El resultado nopoda ser sino la tensin irreconciliable e irreconciliada entre la realidady la institucionalidad, entre la acticidad de la vida y la normatividad delordenamiento.

    Las crisis polticas y las soluciones a las mismas han estadomediadas por la interpretacin que se ha hecho de la sociedad civil. A

    ese respecto, son dos las aproximaciones que se pueden hacer rente a lacategora de sociedad civil, como lo plantea Habermas retomando crtica-mente la refexin de Cohen y Arato (2000). Una es la lectura kantiana desociedad civil que reduce sta a sujetos jurdicos e institucionalizados. Y

    26. Ver Garca Canclini (1989, 65-94) y Brunner (1994, 48-82; 1999, 151-200).

    27. Ver Valencia Villa (2002).

    28. Ver Negri (1993, 306 -346 ; 1994, 17-46), as como, en Acosta (2001).

    29. Ver Zea (1976, 17-41) y Mir Quesada y Zea (1981, 141-180).

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    otra es la lectura hegeliana que ve la sociedad civil mediada por eticidadesconcretas, es decir, por las ormas de vida especcas que anteceden alas entidades jurdicas. La primera es la lectura liberal-burguesa que laconcibe en trminos ormales y limita sus actores a los reconocidos jurdi-camente (gremios, partidos, ONG, sindicatos, universidades, instituciones,

    medios de comunicacin, etc.). La segunda sera una lectura republicano-comunitarista que reivindicara, rente a la anterior, la existencia de unamultiplicidad de sujetos colectivos, no reconocidos jurdicamente, peroexistentes en cuanto a ormas de identidad y concepciones de vida buenacotidianas.

    Interpretar el conficto colombiano desde una u otra perspectivatiene eectos polticos totalmente contrarios. Desde la primera, la me-diacin de la sociedad civil es, bsicamente, la mediacin de la sociedadburguesa (en sentido sociolgico) reconociendo slo sus actores ormales

    y desconociendo los sujetos colectivos periricos. Desde la segunda, elnasis se coloca, por el contrario, en los segundos sin desconocer losprimeros reconociendo la legitimidad de ambas eseras y tratando debalancear la ecuacin entre las dos instancias.

    Proponer la mediacin de la sociedad civil sin esclarecer el marco,kantiano o hegeliano, de su interpretacin es obviar la mitad del anlisisy, en cualquiera de los dos casos, orecer una visin ideolgica, es decir,parcial y dicotmica, de la problemtica colombiana. Pero reivindicar slola interpretacin kantiana, aunndola a las guras de Estado social de de-

    recho y democracia participativa es, sencillamente, una toma de partidopor una opcin rente a la otra. En el caso colombiano, los intentos desolucin de la crisis durante los gobiernos de Samper y Pastrana pasaronpor la interpretacin kantiana, por el recurso a una sociedad civil ormalque termin sucumbiendo ante la imposicin de las lgicas de una guerraque se sigui nutriendo de las mltiples exclusiones institucionales yoreci el caldo de cultivo para las tendencias hacia el Estado autoritario.

    tendencs hc el Esdo uorro

    Desde la primera presidencia de lvaro Uribe Vlez (2002-2006),las ambivalencias del proceso constituyente y las ambigedades de laConstitucin poltica avorecieron, en medio de la crisis poltica, un virajehacia un Estado autoritario, entendido en los trminos utilizados porMax Horkheimer (1983), para analizar la crisis poltica y econmica en lacual se gest el nacionalsocialismo y el ascismo. Horkheimer pretendedemostrar que las premisas sobre las que se edica esta orma de Estado,hacen reerencia a la lgica misma de las crisis en la sociedad capitalista yno a sus simples maniestaciones externas (el ascismo en general).

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    El Estado autoritario se presenta as como la alternativa parasuperar una situacin de anarqua y desorden. Su principal estrategiade legitimacin inicial no es el uso y abuso de la uerza (que, sin em-bargo, adopta abiertamente con posterioridad), sino el consentimientogeneralizado, por parte de los actores sociales polticamente activos del

    conglomerado que busca gobernar. Mediante el apoyo social se lograunicar una sociedad ragmentada, despus de crisis estructurales pro-longadas, alrededor de un propsito comn: la superacin de las causaspolticas y econmicas que la han generado, sin importar los sacriciosque tal tarea conlleve. Los promotores del Estado autoritario encuentrandichas causas en los perodos de amplia autonoma que los antecedieron;en consecuencia, propugnan por la limitacin del marco constitucional ylegal que los propici. Bajo tal supuesto, proceden a recortar libertades ya estrechar el Estado de derecho, enarbolando el smbolo de la autoridad

    y convirtiendo el trabajo, la disciplina y el orden en los valores supremosdel nuevo ordenamiento.

    A partir de las elecciones presidenciales de 2002 se consolida unnuevo acuerdo intra-lites para transormar el texto constitucional de1991 en una nueva carta de batalla y en el undamento de un Estado au-toritario en construccin, con el propsito de combatir la guerrilla, lograrla reinsercin poltica de los paramilitares y erradicar el narcotrco. Delas veinte reormas a la Constitucin de 1991 que se han realizado enColombia hasta noviembre de 2006, seis de ellas tienden a desvirtuar el

    Estado social de derecho mediante el deterioro de las garantas a los de-rechos undamentales, la concentracin poltica y de poderes, o la amplia-cin de la base institucional que permite la implementacin de polticaspblicas de corte neoliberal30; sin contar con el reerendo propuesto en el

    30. En relacin con el deterioro de las garanta constitucionales, el proyecto

    ms agresivo ue el Acto Legislativo No. 2 de 2003, conocido como Estatuto

    Antiterrorista, que permita a los militares ejercer unciones de polica judicial

    y realizar, al igual que otras autoridades, sin orden judicial, capturas, registros

    domiciliarios y allanamientos, e interceptar comunicaciones; y al gobiernoeectuar un empadronamiento con propsitos blicos. Al ao siguiente la

    Corte Constitucional lo declar inexequible (Sentencia 4-816-04) por vicios de

    procedimiento. Sobre el signicado de este acto legislativo para el rgimen poltico

    colombiano ver Mantilla Quijano y Mnera Ruiz (2005, 33-74). Con anterioridad,

    el Acto Legislativo No. 1 de 1995 le haba quitado a los civiles la posibilidad de

    integrar las cortes marciales o los tribunales militares. La concentracin poltica

    y de poderes tiene como undamento la reorma poltica contenida en el Acto

    Legislativo No. 1 de 2003 y la aprobacin de la reeleccin presidencial mediante

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    mismo sentido por el presidente Uribe y derrotado en la urnas, gracias ala oposicin de los sectores abstencionistas31.

    Esta tendencia hacia un Estado autoritario, que constituye unaconstante en el sistema poltico colombiano, ha sido liderada en losltimos veinte aos, paradjicamente, al menos desde un punto de vista

    terico, ms por gobiernos liberales que por conservadores. Desde elEstatuto de Seguridad en el gobierno de Turbay, las lites liberales se haninclinado ms por ormas gubernamentales autoritarias que las lites con-servadoras. El gobierno de Uribe es la muestra ehaciente de ese carcterque hoy tiende a adquirir un nuevo rostro32.

    En la gestacin de esta nueva maniestacin del Estado autori-tario en Colombia subyace un binomio compuesto por la combinacinentre modelos econmicos neoliberales y principios autoritarios degobierno, que se presentan como complementarios33. La naturaleza

    totalitaria y antidemocrtica del neoliberalismo se ve reorzada por lainvocacin a la autoridad en nombre de la pacicacin del pas. En con-secuencia, al tiempo que se ortalece el modelo econmico neoliberal, seacentan los rasgos autoritarios de un rgimen poltico orientado hacia laguerra con la insurgencia y el control represivo de la protesta popular. Enel trasondo, la estrategia antiterrorista de Estados Unidos, con el apoyoeuropeo y japons, y la radicalizacin de una guerrilla que ha extraviadosus reerentes ticos y parece no comprender los nuevos escenarios polti-cos despus del 11 de septiembre de 2001, ayudan a estructurar el marco

    de legitimidad necesario para el viraje poltico.En el caso colombiano resulta innegable la estrecha relacin,

    por no decir identicacin, entre la mayor parte de los postulados

    el Acto Legislativo No. 2 de 2004. La ampliacin de la base institucional para la

    implementacin de las polticas pblicas neoliberales se ve refejada en la reorma

    de las transerencias scales a los municipios y departamentos (Actos Legislativos

    No. 1 de 1995 y No. 1 de 2001) y en la reerente al derecho a la pensin de

    invalidez, vejez y muerte (Acto Legislativo No. 1 de 2005).

    31. Por iniciativa del gobierno, el Congreso convoc a un reerendo mediante laLey796 de 2003, el cual, junto a normas contra la corrupcin poltica, inclua otras

    que implicaban reormas polticas y scales que debilitaban el Estado social de

    derecho. Despus de pasar por el ltro de la Corte Constitucional, el reerendo se

    celebr el 25 de octubre de 2003, pero el proyecto gubernamental no logr obtener

    el apoyo de la cuarta parte del censo electoral, como lo exige el artculo 378 de la

    constitucin colombiana.

    32. Ver Gutirrez (2002).

    33. Ver Ahumada (1996, 174-218).

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    schmittianos34 y las polticas adelantadas actualmente en nuestro pas:apelacin constante a la autoridad y a la voluntad del soberano, encarnadoen el presiente, como respuesta a la crisis; carcter arbitrario, parcial yexcluyente de sus polticas sociales; recurrencia a mtodos plebiscitarios(reerendo); denicin de la poltica en trminos amigo-enemigo; recurso

    a los estados de excepcin; o supresin de derechos y libertades constitu-cionales mediante la invocacin a la guerra. Estos postulados encontraronsu concrecin en diversos elementos: el apoyo paramilitar en muchasregiones del pas a la poltica de seguridad democrtica impulsada porel gobierno, con la consecuente suspensin prctica del Estado social dederecho y de los principios de democracia participativa contenidos en laConstitucin; la penetracin del paramilitarismo en el poder legislativo,la Fiscala o los organismos de seguridad, como el DAS; la concentracinmaterial y simblica de poderes en el presidente de la Repblica y

    la aprobacin de la reeleccin inmediata35; la institucionalizacin delclientelismo mediante la ocalizacin del gasto social; la continuacinde las violaciones a los derechos humanos y los crmenes de lesa huma-nidad, con la participacin o complicidad del las Fuerzas Armadas o dePolica, y el desarrollo de nuevas ormas de represin institucional de laprotesta social como las detenciones masivas injusticadas; el control delos principales medios masivos de comunicacin por grupos polticos ysociales anes al presidente; o la reduccin de la poltica a su grado cerodonde la seguridad y la paz se convirtieron en los valores undamentales

    de los electores. No obstante, Uribe, dada la tradicin legalista y civilistacolombiana de la cual es heredero y por la cual est limitado, ha debidomoverse dentro de las ambigedades de la Constitucin de 1991, procla-mando su respeto irrestricto por la norma y el texto constitucional, pero almismo tiempo buscndole el punto de quiebre institucional o intentandoreormar la carta poltica para ampliar las acultades y el poder presiden-cial de acuerdo con la tendencia autoritaria que encarna.

    La reinsercin de los grupos paramilitares a la vida civil medianteuna negociacin poltica con el gobierno orientada al mismo tiempo a

    avorecerlos jurdicamente, a evitar que salgan a la luz sus estructurassociales y polticas de apoyo, incrustadas en el mismo gobierno y en laslites que lo han respaldado, y a ormalizar sus proyectos econmicos ile-gales, ilustran la consolidacin de la parainstitucionalidad que acompaaesta nueva tendencia hacia el Estado autoritario. Sin embargo, la mismaambivalencia del proceso constituyente y las ambigedades de la Cons-

    34. Ver Aguilar (2001).

    35. Ver Uribe (2004, 13-24).

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    titucin Poltica, se han ido convirtiendo en su principal obstculo. Loselementos institucionales del Estado social de derecho y de la democraciaparticipativa, que siguen en pie a pesar de los embates del gobierno deUribe y de las restricciones que han surido en los desarrollos legales36, yla accin poltica de las uerzas progresistas y de izquierda que los propi-

    ciaron, y de algunos sectores dentro de las uerzas polticas tradicionales,siguen siendo una barrera para que se realice el trnsito denitivo haciael Estado autoritario en Colombia. As, por ejemplo, la oposicin dediversos grupos sociales y polticos a la Ley de Justicia y Paz, que acilitala reinsercin de los paramilitares a la vida civil, y las acciones jurdicasante la Corte Constitucional, lograron consagrar algunos mecanismos deverdad y justicia que el gobierno haba desconocido37 y han permitidocomenzar a revelar los vnculos entre dierentes corrientes polticas deluribismo y los grupos paramilitares.

    Corolro y conclusones

    La Constitucin de 1991, cuya pretensin original ue ampliar elmarco institucional denido por la Constitucin de 1886 y limitado por elplebiscito de 1957 que dio nacimiento al Frente Nacional, se revela hoycomo el producto de un contrato parcial que debe ser extendido si se deseaconstruir un consenso nacional mnimo38. Por consiguiente, requiere deampliaciones tanto en la letra misma de la carta poltica, como en la ade-cuacin de su espritu a unas circunstancias que exigen la inclusin de los

    sujetos colectivos excluidos del proceso constituyente de 1991, en el mane-jo del Estado y de las estructuras bsicas de la sociedad39. Por supuesto, laConstitucin de 1991 posee grandes ortalezas que no pueden ser descono-cidas. La creacin de nuevas instituciones como la Deensora del Pueblo yla Corte Constitucional, o la deensa, garanta y desarrollo de los derechosundamentales consagrados en el nuevo texto constitucional, conguran sinduda elementos institucionales que deben ser mantenidos, consolidadosy proundizados40. Sin embargo, la naturaleza de la Constitucin comoacuerdo de mayoras y no como consenso nacional, y las ambigedades

    36. As, por ejemplo, la Ley134 de 1994, que reglamenta la participacin

    poltica, establece tantos requisitos para los mecanismos de participacin directa

    contemplados en la Constitucin poltica, que en muchos casos termina anulndolos

    en la prctica. Ver Uribe (2004, 191-208).

    37. Mnera Ruiz (2006).

    38. Vallejo Meja (2001, 13-29).

    39. Ver Meja Quintana y Formisano Prada (1998).

    40. Ver Gaviria (2001, 19-28).

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    que la caracterizaron desde el mismo proceso constituyente, no le hanpermitido otorgarle a las instituciones polticas colombianas la legitimidadque necesitan y a la sociedad la estabilidad que requiere y reclama.

    Tres lustros de perpetuacin del conficto armado, despus de laaprobacin de la Constitucin, ponen en evidencia que sta no ha sido

    rerendada por la sociedad colombiana y que, por lo tanto, sigue estandoinmersa en un proceso que no puede ser considerado como cerrado41.En consecuencia, como lo plantea Habermas (1990; 1998), es necesarioconcebir normativamente (en trminos poltico-morales) el texto consti-tucional como un proceso alible, abierto y en construccin. Un procesoque debe ser rerendado popularmente y que le impone el reto a la ciu-dadana de mantenerlo abierto, para que la Constitucin haga parte de unpacto por la paz y la reconciliacin, y no de un pacto para la guerra, comolo han pretendido las lites sociales y polticas en los ltimos cinco aos42.

    La Constituyente de 1991 no ue representativa de la totalidadde ormas de vida que coexisten en Colombia; por consiguiente, elacrecentamiento del conficto armado es tambin sintomtico del incon-ormismo y la discriminacin social y cultural que se han acumulado en elpas. Al no tener en cuenta a un gran nmero de sujetos colectivos, al nosentirse representados ni cobijados por la carta poltica, al dar testimonio,en su situacin de exclusin vital, social y poltica, de las alacias y delesquema de dominacin ideolgica y marginacin hegemnica que siguirepresentando el poder constituido de 1991, la nueva institucionalidad

    excluy una parte importante del poder constituyente encarnado por talessectores, los cuales reclaman hoy su ampliacin hasta cuando quepan enella y vean refejadas sus ormas de vida en el texto constitucional.

    Para enrentar la crisis colombiana es indispensable, en primerlugar, reconocer la legitimidad de las diversas expresiones de la protestay la desobediencia civil, las cuales tendran que ser interpretadas por elTribunal Constitucional como ormas de deensa activa de los derechosundamentales, incluso hasta el punto de reconocer que los diversos tiposde resistencias popular estn constitucionalmente justicados43; y, en se-

    gundo lugar, denir el modelo de poder constituyente que mejor se adap-ta a la idiosincrasia, a la identidad, al ethos colombiano, para no repetirel error de concebir constituciones ideales ajenas a los modos de vida delos colombianos y a sus ormas concretas de existencia. De lo contrario,institucionalmente, se seguir prolongando la hegemona ideolgica y la

    41. Ver Estevez Araujo (1994).

    42. Ver Vallespn (1997, 199-223).

    43. Ver Meja Quintana (2001; 2002).

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    dominacin histrica de las lites colombianas bajo la apariencia de lareundacin institucional.

    Ms all de los resultados de las ltimas elecciones, tanto delas legislativas como de las presidenciales, es preciso considerar lasimplicaciones que el triuno del uribismo ha tenido para la cultura

    poltica colombiana. Del desencuentro con el liberalismo44, hasta lamodernidad postergada45, pasando por una cultura de vieta46, sinidentidad ni proyecto democrtico, el implacable juicio de la academiaha puesto la mayora de las veces el nasis en una sociedad excluyente yuna democracia inacabada y restringida que contrasta con el ideal de unasociedad liberal, moderna y democrtica que pareci concretarse con laConstitucin de 1991.

    Sin embargo, la modernidad, como lo ha sealado Beriain (2005,12-29), retomando a Beck (1999, 86-128), puede traer consigo no slo un

    proyecto contra-moderno, sino llegar a implicar, si anamos el concepto,un proyecto autoritario de modernidad, bonapartista y excluyentepolticamente47, socialmente tradicionalista y conservador, que, paradji-camente puede aparecer como postmoderno y globalizado. El uribismorepresenta, en esa lnea, no slo la cara contra-moderna de un proyectomoderno jams consolidado en Colombia, sino adems un proyecto auto-ritario de modernidad, ntimamente comprometido con una globalizacinangloamericana y neoliberal48.

    La inercia de un proyecto de nacin autoritario, como el de la

    Regeneracina nales del sigloXIX, que apenas ue retocado por el rus-trado proyecto liberal de los aos treinta y nalmente encumbrado porel bipartidismo excluyente que se inaugura con el Frente Nacional, nopudo desmontarse completamente con la nueva constitucin poltica. Lastensiones internas de la carta poltica (Estado social de derecho rente alrgimen econmico y al sistema oligrquico de poder), sus permanentesdetractores externos (los nostlgicos de la Constitucin de 1886) ylas condiciones polticas inestables del pas debido al conficto armado(guerrilla, paramilitarismo e intervencin militar consentida de Estados

    Unidos) terminaron ambientando la alternativa autoritaria encarnada enUribe y en el uribismo49.

    44. Ver Palacios (1999, 143-236).

    45. Ver Jaramillo Vlez (1994, 3-50).

    46. Gutirrez Girardot (1980, 447-536).

    47. Ver Snchez (2005).

    48. Ver Estrada lvarez (2004, 65-93).

    49. Ver Camacho et al. (2003).

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    Esta alternativa autoritaria potencia los elementos ms conserva-dores de la cultura poltica colombiana y los articula con una subculturanarcoparamilitar de raigambre rural, que va desde el culto a los caballos,las cirugas plsticas y los corrillos prohibidos, hasta la exaltacin del NioJess y el Sagrado Corazn, la estigmatizacin del aborto y el homosexua-

    lismo, y la condena de la disidencia poltica. Elementos que se han venidoevidenciando en la vida urbana, mediante la prolieracin de bienessuntuarios, la deensa intransigente de valores rvolos y ligeros disra-zados de tradicionalismo, y una actitud poltica mayoritaria y excluyenteque acude a los meros ormalismos democrticos sin respetar criteriosmnimos de tolerancia, pluralismo y justicia social eectivos.

    La reeleccin de Uribe retoma, pues, la inercia autoritaria queha caracterizado al pas desde la Constitucin de 1886 y que, desaor-tunadamente, la Constitucin de 1991, por sus propias contradicciones

    internas, no ha logrado todava reencausar hacia horizontes democrticosy pluralistas50. La aplastante victoria electoral le permiti a las viejas ynuevas lites colombianas (usionadas ahora gracias a la insercin social,econmica y poltica del paramilitarismo), que contaron con un apoyopopular ncado en el grado cero de la poltica (seguridad y orden), cata-lizar los sentimientos ms arcaicos y tradicionales de nuestra identidadpoltico-cultural, mediante una elitizacin autoritaria del pas.

    Frente al panorama descrito resulta imperativo indagar en los pa-trones de la cultura poltica colombiana que llevaron al triuno del uribis-

    mo, los cuales reposan sobre la consolidacin de un ethos autoritario en lapoblacin colombiana, proveniente del agotamiento poltico del confictoarmado. Ante el desgaste vital de una guerra prolongada durante ms demedio siglo, debido a concepciones militaristas de la poltica, existe unapredisposicin deensiva de los votantes a conormarse acrticamente conlas normas y mandatos del poder, investidos por el sujeto de autoridad. Eldiscurso de Uribe cal entre sus electores como una suerte de ideologacapaz de denir el marco cognitivo de su accin: elimin drsticamentela contingencia de su conducta y redujo al mnimo las posibilidades

    alternativas. La sumisin a la autoridad, el deseo de un lder uerte yla subordinacin del individuo al Estado se deben a la situacin de unelectorado que, agotado por las promesas del bipartidismo, minado en suposibilidad de autogestin y desesperado por la inminencia cotidiana dela guerra, encontr en Uribe una respuesta a la imposibilidad de hallaralternativas polticas independientes en medio del conficto armado.

    Adicionalmente, el sistema polticocolombiano ha avorecido el

    50. Ver Moncayo (2004, 331-372).

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    surgimiento y el apoyo popular a tendencias autoritarias. La ausencia deuna participacin poltica eectiva y decisoria, y la prolongacin indenidade un sistema oligrquico de poder, corrupto, clientelista y penetradopor el narcotrco y el paramilitarismo, propiciaron la emergencia de unliderazgo que basado en la cultura del trabajo, el carisma, la eciencia y la

    promocin publicitaria de la honestidad sin suras del lder, se convirtien el salvador mesinico, capaz de operar un cambio proundo en lasestructuras de poder poltico y de undar un nuevoLeviatn para el pas.En consecuencia, la primera administracin de Uribe supuso para la ma-yora de los electores, la armacin del Estado alrededor de la seguridadpoltica y del orden social, gracias a las polticas implementadas dentrode la estrategia de la seguridad democrtica. Mientras que la reeleccinue el producto de la aceptacin por parte de los electores de un supuestonuevo estado de las cosas, patente en cuestiones superciales, como la

    seguridad en las carreteras, la microgestin presidencial en los consejoscomunitarios o en otras ms esenciales, como la proteccin a ultranza dela propiedad rural de la tierra en manos de los terratenientes, los capita-listas agrarios o la para y narcoburguesa, la disminucin del secuestro, elrepliegue tctico de la guerrilla o la desmovilizacin de los paramilitares,aunque se haya hecho sobre bases de una impunidad relativa y a un altocosto tico, social y poltico para el pas.

    Finalmente, el encumbramiento del proyecto uribista puedeexplicarse en la rigidez y centralizacin del poder poltico en los ltimos

    cuatro aos. El hecho de que Uribe tuviera a su alcance todos losinstrumentos mediticos, econmicos y burocrticos ue sin duda unactor importante en el momento de garantizar su acceso a un segundoperiodo presidencial. La evidente parcialidad de casi todos los medios decomunicacin puso de maniesto la inequidad de la contienda, no sloal contribuir a la abricacin y reorzamiento de la imagen carismtica yemprendedora del presidente ante el electorado, a pesar de evidentesepisodios de corrupcin, desgreo institucional y presencia paramilitar ensus las polticas, acaecidos en las ltimas semanas de campaa, sino un-

    damentalmente a reducir al mnimo la visibilidad de los otros candidatos.Podemos concluir, pararaseando a Adorno, que en Colombia,

    como en la Alemania nazi, nos encontramos en una situacin histrica enla que, rente a la urgencia y la necesidad de seguridad en la poblacin,se acepta el autoritarismo como la mejor va posible. Por consiguiente, lasentencia de Horkheimer vuelve, entonces, a cobrar actualidad:

    Hoy la idea de mayora, despojada de sus undamentos racionales,ha cobrado un sentido enteramente irracional []. El principio demayora, al adoptar la orma de juicios generales [] mediante toda

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    clase de votaciones y de tcnicas modernas de comunicacin [] se haconvertido [] en un nuevo dios. Cuanto mayor es la medida en quela propaganda [] hace de la opinin pblica un mero instrumentode poderes tenebrosos [] tanto ms [el] triuno [] democrticova devorando la substancia espiritual que dio sustento a la democracia

    (Horkheimer, 1969, 41).

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