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Participantes Contacto Buscar Presentación Memoria Trabajo Teórico MIR Varios Índice General La cuestión del Estado en las luchas de clases en América Latina Ruy Mauro Marini Fuente: Cuaderno 44, Serie Avances de Investigación, Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México, 1980. Introducción La etapa histórica que se ha abierto en los años recientes, en América Latina, está poniendo otra vez en el centro de la discusión ideológica la cuestión de la relación entre la lucha socialista y la lucha democrática. Ello es así porque, tras las formas violentas que asumió la contrarrevolución burguesa e imperialista en el continente, a raíz de la Revolución Cubana, el proceso político latinoamericano ha sufrido una inflexión, perceptible ya a fines de 1976, que lo conduce hacia el cauce de la democratización. En estas condiciones, las fuerzas de izquierda se han visto confrontadas a una situación nueva. En efecto, en las condiciones anteriores, el simple hecho de ponerse al frente de la resistencia contra los regímenes contrarrevolucionarios, por lo general dictaduras militares, las convertía inmediatamente en intérpretes de las aspiraciones políticas de las amplias masas, particularmente cuando las disidencias burguesas se planteaban con extrema timidez ante el bloque en el poder, no logrando salirse del marco de la contrarrevolución. Sin embargo, al configurarse la tendencia a la democratización, la izquierda no sólo ha comenzado a perder el monopolio de la lucha democrática, ante el surgimiento de movimientos con conducción burguesa que se plantean también en este terreno, lo que la obliga a diferenciarse de éstos, sino que la incorporación de masas cada vez más amplias a la lucha política contra los regímenes dictatoriales y la importancia que allí asume la clase obrera hacen necesario que la izquierda busque una definición programática que exprese los intereses estratégicos de esta clase, los cuales apuntan naturalmente hacia el socialismo, y los enlace con los que, sin dejar de ser también de la clase obrera, relevan de otras clases y fracciones de clase, inscribiéndose más bien en la lucha por la democracia. La piedra de toque de la relación dialéctica entre ambas líneas de acción es sin duda la concepción de Estado y de su relación con la sociedad. Es de allí que se deriva, en última instancia, la estrategia que las fuerzas de izquierda deben plantear, para arribar a la articulación de estas líneas. No es, pues, accidental que la cuestión del Estado se esté convirtiendo en la cuestión ideológica por excelencia en Latinoamérica, como ha ocurrido siempre que las luchas de clases se agudizan en el seno de las sociedades burguesas. Tanto más que la reflexión política de la izquierda latinoamericana se había ya orientado hacia ella, tras el impacto provocado por la experiencia chilena, y que lo deba hacer de manera aún más decidida desde el momento en que la Revolución nicaragüense, con su método radical de destrucción del Estado dictatorial, la ha reactualizado. Finalmente, las discusiones que se están verificando entre las fuerzas marxistas de Europa han puesto en evidencia que la cuestión del Estado no atañe tan sólo a la estrategia para la toma del poder, sino que la rebasa, incidiendo en todo el

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    Presentacin Memoria TrabajoTerico MIR Varios ndiceGeneral

    LacuestindelEstado

    enlasluchasdeclasesenAmricaLatina

    RuyMauroMarini

    Fuente: Cuaderno 44, Serie Avances de Investigacin, Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultadde Ciencias Polticas y Sociales, UNAM, Mxico, 1980.

    Introduccin

    La etapa histrica que se ha abierto en los aos recientes, en Amrica Latina, est poniendootra vez en el centro de la discusin ideolgica la cuestin de la relacin entre la luchasocialista y la lucha democrtica. Ello es as porque, tras las formas violentas que asumi lacontrarrevolucin burguesa e imperialista en el continente, a raz de la Revolucin Cubana, elproceso poltico latinoamericano ha sufrido una inflexin, perceptible ya a fines de 1976, que loconduce hacia el cauce de la democratizacin. En estas condiciones, las fuerzas de izquierda sehan visto confrontadas a una situacin nueva. En efecto, en las condiciones anteriores, el simplehecho de ponerse al frente de la resistencia contra los regmenes contrarrevolucionarios, por logeneral dictaduras militares, las converta inmediatamente en intrpretes de las aspiracionespolticas de las amplias masas, particularmente cuando las disidencias burguesas se planteabancon extrema timidez ante el bloque en el poder, no logrando salirse del marco de lacontrarrevolucin. Sin embargo, al configurarse la tendencia a la democratizacin, la izquierdano slo ha comenzado a perder el monopolio de la lucha democrtica, ante el surgimiento demovimientos con conduccin burguesa que se plantean tambin en este terreno, lo que laobliga a diferenciarse de stos, sino que la incorporacin de masas cada vez ms amplias a lalucha poltica contra los regmenes dictatoriales y la importancia que all asume la clase obrerahacen necesario que la izquierda busque una definicin programtica que exprese los interesesestratgicos de esta clase, los cuales apuntan naturalmente hacia el socialismo, y los enlace conlos que, sin dejar de ser tambin de la clase obrera, relevan de otras clases y fracciones declase, inscribindose ms bien en la lucha por la democracia.

    La piedra de toque de la relacin dialctica entre ambas lneas de accin es sin duda laconcepcin de Estado y de su relacin con la sociedad. Es de all que se deriva, en ltimainstancia, la estrategia que las fuerzas de izquierda deben plantear, para arribar a la articulacinde estas lneas. No es, pues, accidental que la cuestin del Estado se est convirtiendo en lacuestin ideolgica por excelencia en Latinoamrica, como ha ocurrido siempre que las luchasde clases se agudizan en el seno de las sociedades burguesas. Tanto ms que la reflexinpoltica de la izquierda latinoamericana se haba ya orientado hacia ella, tras el impactoprovocado por la experiencia chilena, y que lo deba hacer de manera an ms decidida desdeel momento en que la Revolucin nicaragense, con su mtodo radical de destruccin delEstado dictatorial, la ha reactualizado. Finalmente, las discusiones que se estn verificandoentre las fuerzas marxistas de Europa han puesto en evidencia que la cuestin del Estado noatae tan slo a la estrategia para la toma del poder, sino que la rebasa, incidiendo en todo el

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    proceso de transformacin que le sigue, es decir, determinando directamente la forma y elcontenido de la transicin socialista.

    No pretendo aqu, agotar todas las instancias de la discusin que se realiza actualmente entorno a la cuestin del Estado en Amrica Latina. Mi contribucin a esta discusin apunta tanslo a develar la naturaleza del Estado surgido de la contrarrevolucin latinoamericana, o sea,el carcter de la estructura estatal que encubren las dictaduras militares, y la especificidad delos distintos proyectos, y por tanto, de las fuerzas sociales que los sustentan, que convergen enla tendencia general a la democratizacin. En las conclusiones, intentar sacar de ese anlisisalgunas de las implicaciones que me parecen ms relevantes para el futuro de la luchasocialista en nuestros pases.

    La contrarrevolucin latinoamericana y el Estado

    La conquista del poder por el proletariado es un proceso complejo, que no correspondeautomticamente a la prdida del poder por la burguesa. Ms bien, la experiencia histrica nosmuestra que la revolucin proletaria prolonga su etapa democrtica, es decir, de constitucinde una fuerza social hegemonizada por la clase obrera nica base slida para la dictadura delproletariado, y, pues, para la transicin socialista ms all del derrocamiento de la burguesacomo clase dominante. Es posible conjeturar sobre las implicaciones de que dicha fuerza socialrevolucionaria se constituyera antes de la toma del poder por la clase obrera. Sin duda, seacortara, o se hara incluso innecesaria, la base democrtica de la revolucin victoriosa; a estoapuntan las tesis del eurocomunismo. Pero y esto es cierto particularmente para AmricaLatina, donde la nica revolucin socialista triunfante: la cubana, ha seguido ese patrn, el cualparece imponerse tambin hoy al proceso revolucionario nicaragense la etapa democrticade la revolucin proletaria que no se confunde, como se ha pretendido, con una etapademocrtico burguesa, en que la burguesa mantuviera un rol hegemnico tiende a extendersehasta despus de la destruccin del Estado burgus y es justamente esa destruccin quepermite desarrollarse plenamente a la fuerza social revolucionaria y realizarse, entonces spacficamente, el paso del proceso a su etapa socialista. Experiencias revolucionarias clsicas,como la sovitica o la china, no desmienten, sino que confirman esta aseveracin.

    Es por esta razn que la cuestin central de la lucha socialista gira en torno a la destruccindel Estado burgus, lo que, por lo que antes sealamos, no constituye un problemaespecficamente socialista, sino ms bien configura la cuestin democrtica que debe resolverel proletariado revolucionario.

    Esa aparente paradoja no tiene ninguna posibilidad de resolucin si la lucha de la claseobrera por la toma del poder no define con claridad el carcter del Estado contra el cualcombate, es decir, la naturaleza de la dominacin de clase que le corresponde y la estructurareal mediante la cual la clase dominante opera; slo as es posible plantearse con seguridad lacuestin de las alianzas de clases y, pues, en la medida en que es su consecuencia, de laconstruccin de la fuerza social revolucionaria. No basta, pues, a la izquierda latinoamericanaremitirse a la teora general revolucionaria para hacer frente al problema de la relacin entre lalucha democrtica y la lucha socialista, que debe hoy resolver, sino que le es indispensableanalizar concretamente el Estado que la contrarrevolucin burguesa e imperialista ha puesto depie en el continente.

    Las tres vertientes de la contrarrevolucin

    Empecemos por considerar a la contrarrevolucin. En su proceso de desencadenamiento,podemos distinguir tres vertientes. Como veremos ms adelante, ese proceso no slo generdictaduras militares, sino que afect a Estados que no asumieron esa forma. En este sentido, elprimer efecto de la accin de esos factores no es tanto el golpe brasileo de 1964, como sesostiene, sino las modificaciones que presenta el Estado venezolano a partir de 1959, bajo elgobierno de Betancourt.

    La primera vertiente de la contrarrevolucin latinoamericana es el cambio de estrategiaglobal norteamericana, que interviene a fines de los aos cincuenta, y principios de los sesenta,y que es implementada decididamente por el gobierno de Kennedy. Su principal motivacin esel hecho de que Estados Unidos, en tanto que cabeza indiscutible del campo capitalista, se veenfrentado a una serie de procesos revolucionarios en distintas partes del mundo, comoArgelia, Congo, Cuba, Vietnam, que arrojan resultados diferentes pero que hacen temblar la

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    estructura mundial de la dominacin imperialista. Esto se acompaa de la modificacin de labalanza de poder entre Estados Unidos y la Unin Sovitica, que implica un mayor equilibrioentre ambos. Todo ello conduce al cambio del planteamiento estratgico norteamericano, quepasa de la contemplacin de una respuesta masiva y global, en un enfrentamiento directo conla URSS, a la de una respuesta flexible, capaz de enfrentar el reto revolucionario el cual, en laperspectiva de Estados Unidos, es siempre un reto sovitico donde quiera que ste sepresentara.

    La nueva estrategia norteamericana tiene varias consecuencias, entre ellas modificaciones enel plano militar, con nfasis por ejemplo en medios de transportacin masiva y en fuerzasconvencionales; la creacin de cuerpos especiales adiestrados en la contraguerrilla, como losBoinas Verdes; y el reforzamiento de los ejrcitos nacionales, lo que McNamara en su libro Laesencia de la seguridad llam indgenas en uniforme, mediante programas de capacitacin yarmamento. Pero lo ms significativo, para lo que nos interesa aqu es la formulacin de ladoctrina de contrainsurgencia, que establece una lnea de enfrentamiento a los movimientosrevolucionarios a desarrollarse en tres planos: aniquilamiento, conquista de bases sociales einstitucionalizacin.

    Convendra destacar tres aspectos de la doctrina de la contrainsurgencia. En primer lugar, suconcepcin misma de la poltica: la contrainsurgencia es la aplicacin a la lucha poltica de unenfoque militar. Normalmente, en la sociedad burguesa, la lucha poltica tiene como propsitoderrotar al contrincante, pero ste sigue existiendo como elemento derrotado y puede inclusoactuar como fuerza de oposicin: La contrainsurgencia, en una perspectiva similar a la delfascismo, ve al contrincante como el enemigo que no slo debe ser derrotado sino aniquilado, esdecir destruido, lo que implica ver a la lucha de clases como guerra y conlleva, pues, laadopcin de una tctica y mtodos militares de lucha.

    En segundo lugar, la contrainsurgencia considera al movimiento revolucionario como algoajeno a la sociedad en que se desarrolla; en consecuencia, ve el proceso revolucionario comosubversin provocada por una infiltracin del enemigo. El movimiento revolucionario es, pues,algo as como un virus, el agente infiltrado desde afuera que provoca en el organismo social untumor, un cncer, que debe ser extirpado, es decir, eliminado, suprimido, aniquilado. Tambinaqu se aproxima a la doctrina fascista.

    En tercer lugar, la contrainsurgencia, al pretender restablecer la salud del organismo socialinfectado, es decir, de la sociedad burguesa bajo su organizacin poltica parlamentaria liberal,se propone explcitamente el restablecimiento de la democracia burguesa, tras el periodo deexcepcin que representa el periodo de guerra. A diferencia del fascismo, la contrainsurgenciano pone en cuestin en ningn momento la validez de la democracia burguesa, tan sloplantea su limitacin o suspensin durante la campaa de aniquilamiento. Mediante lareconquista de bases sociales se debe pues marchar a la fase de institucionalizacin, que esvista como restablecimiento pleno de la democracia burguesa.

    La segunda vertiente de la contrarrevolucin latinoamericana es la transformacin estructuralde las burguesas criollas, que tiende a traducirse en modificaciones del bloque polticodominante. La base objetiva de este fenmeno es la integracin imperialista de los sistemas deproduccin que se verifica en Amrica Latina, o ms exactamente, la integracin de los sistemasde produccin latinoamericanos al sistema imperialista, mediante las inversiones directas decapital extranjero, la subordinacin tecnolgica y la penetracin financiera. Ello lleva a que, enel curso de los cincuenta, y an ms de los sesenta, surja y se desarrolle una burguesamonoplica, estrechamente vinculada a la burguesa imperialista, en especial norteamericana.

    La integracin imperialista corresponde, junto a la superexplotacin del trabajo, a laacentuacin de la centralizacin de capital y de la proletarizacin de la pequea burguesa. Poresto, agudiza la lucha de clases y apunta a romper el esquema de alianzas adoptado hastaentonces por la burguesa, tanto a causa de las contradicciones existentes entre sus fraccionesmonoplicas y no monoplicas, como debido a la lucha que se entabla entre la burguesa en suconjunto y la pequea burguesa, la cual acaba por empujar a sta hacia la bsqueda dealianzas con el proletariado y el campesinado.

    El resultado de ese proceso es la ruptura, el abandono de lo que haba sido, hasta entonces,la norma en Amrica Latina: el Estado populista, es decir, el Estado de toda la burguesa, quefavoreca la acumulacin de todas sus fracciones aunque stas aprovecharan desigualmente

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    los beneficios puestos a su alcance. En su lugar, se crea un nuevo Estado, que se preocupafundamentalmente de los intereses de las fracciones monoplicas, nacionales y extranjeras, yestablece, pues, mecanismos selectivos para favorecer su acumulacin; las dems fraccionesburguesas deben subordinarse a la burguesa monoplica, quedando su desarrollo en estrictadependencia del dinamismo que logre el capital monoplico, mientras que la pequeaburguesa, aunque sin dejar de ser privilegiada en la alianza de clases en que reposa el nuevopoder burgus, es forzada a aceptar una redefinicin de su posicin, pierde importanciapoltica y queda, ella tambin, totalmente subordinada, con sus condiciones de vida vinculadasa las iniciativas y al dinamismo de la burguesa monoplica.

    La tercera vertiente de la contrarrevolucin latinoamericana es el ascenso del movimiento demasas a que debe enfrentarse la burguesa, en el curso de los aos sesenta. Ese movimientovena desarrollndose desde la dcada anterior; la revolucin boliviana del 52, la guatemaltecadel periodo 4454, la radicalizacin misma de los movimientos populistas en distintos pases,haban tenido su primer punto culminante con la revolucin cubana. Esta influyeparticularmente en las capas intelectuales pequeoburguesas, que atravesaban, como vimos,un periodo de reajuste en sus relaciones con la burguesa, acentuando su desplazamiento haciael campo popular. All gana importancia creciente el movimiento campesino, al paso que sedesarrolla un nuevo movimiento obrero, producto del nuevo proletariado creado por laindustrializacin de las dcadas precedentes. Es, en definitiva, ese amplio movimiento demasas, que irrumpe en las brechas del sistema de dominacin creadas por la fractura delbloque en el poder y que incide en el sentido de agravar las contradicciones all existentes, loque explica la violenta reaccin de la burguesa y el imperialismo, es decir, la contrarrevolucinque se desata entonces en el continente.

    Contrarrevolucin y contrainsurgencia

    Examinemos brevemente cmo se realiza y adnde conduce esa contrarrevolucin y veremosque ella no puede identificarse mecnicamente con el fascismo europeo, aunque sea como luna forma especfica de contrarrevolucin burguesa y recoja de sta su caracterstica general: elrecurso por la fraccin victoriosa al terrorismo de Estado para doblegar a sus oponentes, desdelas fracciones rivales hasta, y muy especialmente, la clase obrera. Grosso modo, lacontrarrevolucin latinoamericana se inicia con un periodo de desestabilizacin, durante el cuallas fuerzas reaccionarias tratan de agrupar en torno a s al conjunto de la burguesa y desembrar en el movimiento popular la divisin, la desconfianza en sus fuerzas y en susdirigentes; contina a travs de un golpe de Estado, llevado a cabo por las fuerzas armadas, yse resuelve con la instauracin de una dictadura militar. Las sociedades concretaslatinoamericanas imponen a cada uno de esos momentos su sello particular.

    En la fase de preparacin del golpe o de desestabilizacin, se observan rasgos fascistas, perostos son secundarios. A travs de la propaganda, de la intimidacin verbal y hasta fsica, quepuede implicar la utilizacin de bandas armadas, la burguesa contrarrevolucionaria buscadesmoralizar al movimiento popular y ganar fuerza, sumando aliados y neutralizando sectores.Sin embargo, por tratarse de sociedades basadas en la superexplotacin del trabajo, en ningncaso ella tiene condiciones para reunir fuerzas suficientes como para derrotar polticamente almovimiento popular, no llega siquiera a la estructuracin de un partido poltico; es interesanteobservar que all donde se utilizaron con ms abundancia los mtodos fascistas de lucha, esdecir, en Argentina, sectores significativos de la izquierda niegan que se haya producido unacontrarrevolucin fascista. Como quiera que sea, las fuerzas contrarrevolucionarias no lleganjams a un claro triunfo poltico, sino que necesitan usar la fuerza para hacerse del Estado yemplearlo en su beneficio; el terrorismo de Estado, como mtodo de enfrentamiento con elmovimiento popular, se intensifica precisamente porque este movimiento se encuentra intactoy muchas veces aparentemente fuerte, en el momento en que las fraccionescontrarrevolucionarias logran subordinar plenamente el aparato estatal, no habiendo sufrido unproceso previo de derrotas, que en el fascismo pudo llegar a expresarse, como en Alemania, enel plano electoral.

    Esta caracterstica de la contrarrevolucin latinoamericana se deriva de la imposibilidad enque te encuentra la burguesa monoplica de atraer a su campo a sectores significativos delmovimiento popular. A diferencia del fascismo europeo, que fue capaz de arrastrar a las ampliasmasas pequeoburguesas y de morder incluso al proletariado, ganando all cierto grado deapoyo entre trabajadores desempleados y hasta obreros en actividad, la burguesa monoplica

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    en Amrica Latina no puede pretender reunir verdadera fuerza de masas, que le permitaenfrentar polticamente, en las urnas y en las calles, al movimiento popular. Por esto, se dacomo meta el restablecimiento de las condiciones de funcionamiento del aparato estatal,aunque sea temporalmente, para poder accionarlo en su provecho. Esto implica resoldar launidad burguesa, rehaciendo el bloque en el poder tal como se encontraba antes de sufractura, y restablecer, aunque sea limitadamente, o sea, dividindola, sus relaciones de alianzacon la pequea burguesa. Sobre esta base, el Estado puede entrar a zanjar la lucha de clases,mediante la intervencin abierta del instrumento ltimo de defensa del poder burgus: lasfuerzas armadas. Son stas, pues, el verdadero objetivo de la poltica de desestabilizacinpracticada por la burguesa y no, como en el fascismo, la conquista de una fuerza polticapropia superior a la del movimiento revolucionario. Y es por ello que encontramos en lacontrarrevolucin latinoamericana otro rasgo peculiar respecto al fascismo: el discursoideolgico de defensa de la democracia burguesa, es decir, del Estado burgus, al revs de sunegacin, tal y como lo plantearon los movimientos fascistas.

    Son estas condiciones especficas las que llevan a que la contrarrevolucin latinoamericanapueda expresarse, en el plano ideolgico y tambin estratgico, en la doctrina de lacontrainsurgencia. Al privilegiar a las fuerzas armadas como elemento central de su estrategia,la burguesa monoplica est confiriendo a ese aparato especial del Estado la misin desolucionar el problema; est, pues, pasando del terreno de la poltica al de la guerra. En lamedida en que se encuentra con fuerzas armadas ya preparadas ideolgicamente, por ladoctrina de contrainsurgencia, para el cumplimiento de esa tarea y para aplicar a la luchapoltica un enfoque militar, se resuelven en un solo proceso la voluntad contrarrevolucionariade la burguesa y la voluntad de poder desarrollada en las fuerzas armadas. Estas van, as, msall del golpe de Estado y proceden a la implantacin de la dictadura militar; si, desde el puntode vista de la doctrina burguesa clsica, son el cuerpo del Estado, se convierten ahora en sucabeza.

    El Estado de contrainsurgencia

    Pero la dualidad original, expresada por la burguesa monoplica y las fuerzas armadas, aunqueencuentre una primera resolucin en el proceso del golpe de Estado, se reproduce a un nivelsuperior, una vez instaurado el Estado de contrainsurgencia. La forma de dictadura militar queste asume indica tan slo que las fuerzas armadas han asumido su control y ejercen comoinstitucin el poder poltico. Ella no nos revela la esencia de ese Estado, desde el punto de vistade su estructuracin y funcionamiento, ni pone en evidencia el hecho de que las fuerzasarmadas comparten all el poder con la burguesa monoplica. Para captar esto, es necesario irms all de la mera expresin formal del Estado, siendo que, siempre que encontremos ciertasestructuras, funcionamiento y coparticipacin entre fuerzas armadas y capital monoplico,estaremos ante un Estado de contrainsurgencia, tenga ste o no la forma de una dictaduramilitar.

    El Estado de contrainsurgencia, producto de la contrarrevolucin latinoamericana, presentauna hipertrofia del poder ejecutivo, a travs de sus diversos rganos, respecto de los dems nose trata, sin embargo, de un rasgo que lo caracterice respecto al moderno Estado capitalista.Ms bien esa distincin debe buscarse en la existencia de dos ramas centrales de decisindentro del poder ejecutivo. De un lado, la rama militar, constituida por el Estado Mayor de lasFuerzas Armadas, que expresa a la institucin militar al nivel de la toma de decisiones y quereposa sobre la estructura vertical propia a las fuerzas armadas. El Consejo de SeguridadNacional es el rgano deliberativo supremo, en el que se entrelazan los representantes de larama militar con los delegados directos del capital, y los rganos del servicio de inteligencia,que informan, orientan y. preparan el proceso de toma de decisiones. De otro lado, la ramaeconmica, representada por los ministerios econmicos, as como las empresas estatales decrdito, produccin y servicios, cuyos puestos clave se encuentran ocupados por tecncratas,civiles y militares. As, el Consejo de Seguridad Nacional es el mbito donde confluyen ambasramas, entrelazndose, y se constituye en la cspide, el rgano clave del Estado decontrainsurgencia.

    Es sta la estructura real del Estado de contrainsurgencia, que consagra la alianza entre lasfuerzas armadas y el capital monoplico, y donde se desarrolla el proceso de toma dedecisiones fuera de la influencia de las dems instituciones que componen el Estado burgusclsico, como lo son el poder legislativo y judicial. Estos pueden perfectamente mantenerse en

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    el marco de la dictadura militar, como ocurre en Brasil, o configurar incluso un rgimen civil,como en Venezuela, sin que ello afecte la estructura y el funcionamiento real del Estado decontrainsurgencia. Recordemos, en este sentido, cmo Venezuela donde se hizo el primerensayo de contrainsurgencia en Amrica Latina, a principios de los sesentas ha evolucionadoen el sentido de crear su Consejo de Seguridad Nacional y llegado incluso a la estructuracinde un Sistema Nacional de Empresas Pblicas, que rige el capitalismo de Estado venezolanofuera de todo control por parte del Congreso y dems rganos estatales.

    En sntesis, el Estado de contrainsurgencia es el Estado corporativo de la burguesamonoplica y las fuerzas armadas, independientemente de la forma que asuma ese Estado, esdecir, independientemente del rgimen poltico vigente. Dicho Estado presenta similitudesformales con el Estado fascista, as como con otros tipos de Estado capitalista, pero suespecificidad est en su peculiar esencia corporativa y en la estructura y funcionamiento que deall se generan. Llamarlo fascista no nos hace avanzar un paso en la comprensin de susignificado.

    Este anlisis no debe llevar a malentendidos. Los tecncratas civiles y militares que se ocupande la gestin del Estado, no son ms que la representacin poltica del capital, y en tanto quetal no cabe especular sobre su autonoma, ms all de lo que se puede hacer con cualquierrepresentacin poltica respecto a la clase que representa; en otros trminos, es profundamenteerrneo calificar a esa tecnocracia como burguesa estatal, en el mismo plano que la claseburguesa propiamente dicha. Del mismo modo, la fusin de los intereses corporativos de lasfuerzas armadas y de la burguesa monoplica no debe oscurecer el hecho de que esta ltimarepresenta una fraccin propiamente capitalista de la burguesa mientras que las fuerzasarmadas o, para ser ms preciso, la oficialidad no son sino un cuerpo de funcionarios, cuyavoluntad econmica y poltica es rigurosamente la de la clase a que sirve. Finalmente, esnecesario tener presente que, aunque el Estado de contrainsurgencia sea el Estado del capitalmonoplico, cuyas fracciones constituyen hoy el bloque en el poder, no excluye la participacinde las dems fracciones burguesas, as como en su reproduccin econmica el capitalmonoplico crea constantemente para los dems sectores capitalistas condiciones dereproduccin y tambin de destruccin, por lo que es incorrecto suponer que las capasburguesas no monoplicas puedan estar interesadas en la supresin de un Estado queconstituye la sntesis de las relaciones de explotacin y dominacin en que ellas basan suexistencia; no reside en otra causa el fracaso de los frentes antifascistas que se han intentadoponer en marcha en Amrica Latina y que han chocado siempre con el rechazo de la burguesano monoplica, independientemente de las fricciones que sta mantiene con el bloque en elpoder.

    Democracia burguesa versus democracia revolucionaria

    Me he preocupado, hasta ahora, de analizar las causas y la naturaleza de la contrarrevolucinburguesa e imperialista en Amrica Latina, as como el carcter del Estado a que ella dio lugar.Sin embargo, como indicamos ya, desde fines de 1976, se observa en el continente elsurgimiento de un proceso que apunta hacia la democratizacin de los regmenes de fuerzasurgidos de la contrarrevolucin. Se trata de un proceso intrnsecamente contradictorio, encuyo seno empiezan a cristalizar distintos proyectos polticos, como resultado de las fuerzascontradictorias que en l confluyen.

    Las democracias gobernables

    Si partimos del primer factor considerado: el imperialismo norteamericano, constataremosinmediatamente que su situacin es distinta de la que tena en los aos sesenta. Tras el augeeconmico de aquel periodo, ha sobrevenido una crisis econmica, sin perspectivas de solucina la vista. En ese marco, la hegemona norteamericana en el campo capitalista ya no esincontrastable, como entonces, sino que se ve enfrentada a las pretensiones que, en el planoeconmico y poltico, levantan las dems potencias imperialistas, en particular AlemaniaFederal y Japn. La crisis se ha reflejado, adems, en el interior mismo de la sociedadnorteamericana, provocando una crisis ideolgica y poltica que, mediante hechos comoWatergate, el hippismo y otros, han afectado la legitimidad del sistema de dominacin.

    En otro plano, junto a un reforzamiento constante de la Unin Sovitica, que ha logradomantener el equilibrio militar con Estados Unidos, se ha verificado un notable avance de lasfuerzas revolucionarias en diferentes partes del mundo. El punto candente de la crisis

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    econmica, a mediados de esta dcada, coincidi con grandes victorias del movimientorevolucionario en frica, particularmente Mozambique y Angola, y en Asia, con la derrotaespectacular de Estados Unidos en Vietnam, al mismo tiempo que, en la misma Europa, lasfuerzas populares lograban significativos avances en Portugal, Espaa, Italia y Grecia, e inclusoen bastiones imperialistas como Francia.

    En este contexto, el imperialismo norteamericano ha debido hacer adecuaciones en suestrategia, que se han expresado en la poltica de Carter. ste ha asumido el gobierno con elpropsito explcito de restaurar la legitimidad del sistema de dominacin dentro de la sociedadnorteamericana, echando mano de viejos mitos que son caros a la ideologa burguesa en esepas, como el de los derechos humanos, y de medidas que tratan de hacer menos pesada lacrisis para los distintos grupos sociales del pas. Igualmente, se ha dado por tarea sortear lacrisis econmica, reafirmando la hegemona norteamericana en el campo capitalista; aunqueadmita que esa hegemona debe ser compartida, en la lnea de lo planteado por la ComisinTrilateral, Estados Unidos pretende mantenerse como eje rector de la relacin de fuerzas a serestablecida entre las potencias imperialistas.

    Finalmente, el imperialismo norteamericano se propone modificar su estrategia mundial,para compensar y evitar la repeticin de los fracasos tenidos en la primera mitad de la dcada,modificacin que sigue dos lneas principales. La primera es la polarizacin de las relacionescon el campo socialista, centralizndolas en Europa; la segunda, la desconflagracin o elenfriamiento de las zonas perifricas calientes. Para ello, Carter ha sostenido que Europa es laespada de occidente y se ha esforzado por tornar tensas las relaciones entre la OTAN y el Pactode Varsovia; aunque pudiera eventualmente llevar a la guerra, la poltica agresiva y belicista delimperialismo norteamericano respecto a la Unin Sovitica busca en realidad un muevoequilibrio, sobre la base de lo que el expresidente Ford llam paz con fuerza, para lo queprivilegia a Europa, considerando que el avance de la revolucin mundial en otras reas ibadesmejorando la correlacin de fuerzas en su detrimento. En consecuencia, plantea una polticade enfriamiento de las zonas perifricas, desde medidas que tratan de dar solucin aproblemas particularmente agudos, como los que se han tomado en el Medio Oriente, enPanam, etctera, hasta la revisin de la doctrina de contrainsurgencia, que pretende limar susaspectos ms speros y adecuarla a las nuevas condiciones de la lucha de clases.

    Esto se debe a que la contrainsurgencia, pese a la capacidad que ha demostrado paradetener el movimiento revolucionario en muchas reas, ha experimentado fuertes reveses, enparticular el de Vietnam, y se ha revelado incapaz, incluso all donde fue efectiva para detenerel movimiento revolucionario, de asegurar las condiciones de una dominacin poltica estable,como es el caso de Latinoamrica; se debe tambin a que las potencias imperialistas europeas,a medida que deben asumir mayores responsabilidades mundiales en el marco de lahegemona compartida, se ven forzadas a considerar la fuerza del movimiento obrero en suspases, que se opone a la violencia cruda y abierta que la contrainsurgencia ha implicado; lautilizacin de mtodos contrarrevolucionarios ms sutiles, impulsados sobre todo por AlemaniaFederal, ha arrojado resultados positivos en los pases de Europa mediterrnea. Sealemos depaso que el planteamiento poltico estrechamente nacional que hacen actualmente los partidoseuropeos llamados eurocomunistas merma la capacidad del movimiento obrero de esos pasespara pesar en la correlacin mundial de fuerzas e inclinar la balanza hacia el campo de larevolucin, como qued evidenciado con la ofensiva reaccionaria que el gobierno francs pudodesarrollar en frica, sobre la base de la derrota electoral de la izquierda en Francia.

    Como quiera que sea, el punto principal de la doctrina de contrainsurgencia, que seencuentra ahora sometido a revisin, es el que se refiere al origen de los movimientosrevolucionarios. Abandonando la nocin simplista de la infiltracin externa, los nuevos tericosdel imperialismo norteamericano, salidos de la Comisin Trilateral como Huntington, ven elproblema como resultado de descomposiciones, de desequilibrios que afectan al Estado en lamoderna, sociedad capitalista, como resultado de las presiones mismas de las masas, en susesfuerzos por mejores condiciones de vida. Esto, que es vlido ya no slo para los pasesdependientes, sino para los mismos pases capitalistas avanzados, los lleva a plantearse elproblema de la gobernabilidad de la democracia, que apunta necesariamente a la limitacin,a la restriccin del propio juego poltico democrtico, para mantenerlo bajo control.

    Para Amrica Latina, la reformulacin de la estrategia norte americana se ha traducido en labsqueda de una nueva poltica, todava no plenamente definida que, adems de la eliminacin

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    de los puntos de friccin, como el referente al Canal de Panam, apunta a unainstitucionalizacin poltica, capaz de expresarse en una democracia viable, es decir,restringida. Pero ello no resulta slo de los planteamientos estratgicos de Estados Unidos, sinoque se deriva tambin, y principalmente, de las nuevas condiciones de lucha de clases querigen en Amrica Latina.

    El Estado del cuarto poder

    Papel importante desempea, en este sentido, la diversificacin del bloque en el poder, por loscambios intervenidos en el seno de la burguesa monoplica. En los pases donde estefenmeno se encuentra ms avanzado, como Brasil, podemos ver cmo las contradiccionesinterburguesas no se guan ya, como en el pasado, por intereses divergentes de la burguesaindustrial y agraria, o de las capas inferiores de la burguesa, respecto a su sector monoplico,sino que nacen de divisiones surgidas en el seno del gran capital, de la propia burguesamonoplica.

    As, es posible constatar cmo en Brasil desde que, en 1974, entr en crisis el patrn dereproduccin econmica basado en la industria de bienes de consumo suntuario, las luchasinterburguesas se dan entre las fracciones nacionales y extranjeras norteamericanafundamentalmente, ligadas a dicha industria, y las fracciones nacionales y extranjeras en loesencial, eurojaponesas, que tienen asiento en la industria bsica y de bienes de capital. Setrata, hoy, de decidir los rumbos de la economa del pas, del patrn de reproduccin que stadebe seguir y ello, que implica reasignacin de recursos, ventajas fiscales, crediticias y de todotipo, estimula la rivalidad entre esos dos sectores del gran capital, la cual polariza a los demsgrupos capitalistas que se encuentran vinculados a uno u otro sector. Conviene tener presenteque no es posible ya, en estas circunstancias, enmascarar las luchas interburguesas trasjustificaciones de corte nacionalista ni tampoco pretender encauzarlas hacia frmulas del tipofrente antifascista, ya que ellas dividen por igual a los sectores burgueses nacionales y extranjerosque operan en el pas y enfrentan a fracciones del gran capital.

    De todos modos, las contradicciones interburguesas, al agudizarse, exigen espacio polticopara poder dirimirse. La centralizacin rgida del proceso poltico, en manos de la litetecnocrtico militar, debe flexibilizarse, devolver cierta vigencia al parlamento como mbito dediscusin, permitir el accionar de los partidos y la prensa, para que las distintas fraccionesburguesas puedan desarrollar su lucha. Ello no choca, adems, con la exigencia de que elEstado siga detentando capacidad suficiente para mantener en cintura al movimiento demasas, ya que, cuanto ms ausente est de la escena poltica, mayor libertad de accin tienenlas fracciones burguesas para llevar a cabo sus enfrentamientos y negociaciones. Es la raznpor la cual el proyecto burgus de institucionalizacin no se aparta de la frmula dedemocracia viable, gobernable o restringida, que proponen los tericos imperialistasnorteamericanos. Del mismo modo, al desatarse la contrarrevolucin, el proyecto del grancapital converga hacia el centralismo autoritario, hacia las formas dictatoriales propuestas pordichos tericos.

    Se trata, pues, ahora, de llevar a cabo una apertura poltica que preserve lo esencial delEstado de contrainsurgencia. En qu consiste esto? En la institucionalizacin de laparticipacin directa del gran capital en la gestin econmica y la subordinacin de los poderesdel Estado a las fuerzas armadas, a travs de los rganos estatales que se han creado, enparticular el Consejo de Seguridad Nacional. El primer punto no se encuentra, desde luego, endiscusin, para la burguesa; a lo sumo, da lugar a enfrentamientos entre sus fracciones porasegurarse una tajada mayor en el reparto del botn que representa la rama econmica delEstado de contrainsurgencia. El segundo es, hoy, objeto de discusin: en muchos pases sehabla de un Consejo de Estado, como rgano contralor de los dems aparatos del Estado, en elcual tendrn peso importante las fuerzas armadas; en Brasil, se intenta incluso resucitar la viejafrmula del Estado monrquico, que consagraba, adems de los tres poderes clsicos delEstado, al poder moderador, ejercido por el Emperador, y que los idelogos de la granburguesa atribuyen hoy a las fuerzas armadas.

    Cualquiera que sea la frmula adoptada y lo ms probable es que ella presente variantes enlos diversos pases del continente, se marcha, sin embargo, hacia un Estado de cuatro poderes,o ms precisamente, al Estado del cuarto poder, en el cual las fuerzas armadas ejercern unpapel de vigilancia, control y direccin sobre el conjunto del aparato estatal. Esta caractersticaestructural y de funcionamiento del Estado no ser, desde luego, sino el resultado del

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    avasallamiento del aparato estatal por las fuerzas armadas ms all de las estructuras propiasde la democracia parlamentaria que ste ostente y del ordenamiento legal de origen militarimpuesto a la vida poltica, en particular las leyes de seguridad nacional. Es de sealarse que, enel marco de esa democracia restringida, pero democracia de todos modos, la palabra fascismoperder hasta el carcter agitativo que tiene hoy y habr de ser abandonada; pero eseabandono representar la renuncia a un anlisis incorrecto de la situacin actual, y no susuperacin por un anlisis superior y ms adecuado a las nuevas condiciones polticas surgidas,lo que dejar a la izquierda y al movimiento popular desarmados para poder enfrentarlas.

    La lucha popular por la democracia

    Sin embargo, el proyecto burgus e imperialista de institucionalizacin es resultado tambin deun tercer factor: el movimiento de masas, ante el cual se plantea con el propsito de mover aengao y confusin, pero que lo vuelve problemtico, errtico y lo amenaza incluso con elfracaso. En efecto, es indiscutible que, de manera lenta, zigzagueante, el movimiento de masaslatinoamericano, tras un periodo de reflujo ha entrado desde fines de 1976 en un proceso derecuperacin. Ms que eso, presenta, a diferencia de lo que ocurra hasta los aos sesenta, unacaracterstica nueva, que era hasta entonces privativa de los pases de mayor desarrollo de laregin, como Argentina, Chile, Uruguay: un claro predominio de la clase obrera en su seno.Basta con mirar hacia Centroamrica, Per, Colombia, para darse cuenta de que la clase obrerase ha vuelto, en toda la regin, el eje rector de las masas trabajadoras de Amrica Latina, quese pliegan progresivamente a su conduccin y adoptan sus formas de organizacin y de lucha.Paralelamente, aunque su influencia sigue siendo grande en algunos pases, el campesinado vacediendo lugar a un proletariado agrcola numeroso y combativo, agrupado por lo general encentros urbanos, que crea las condiciones objetivas para concretar la alianza obrerocampesina,mientras la pequea burguesa urbana se compone cada vez ms de capas proletarizadas y, enla mayora de los casos empobrecidas, que mantienen y acentan la tendencia, ya observada aprincipios de los sesenta, de desplazar sus alianzas de clase hacia el campo popular.

    La accin de esas amplias masas, al mismo tiempo que hace ms necesaria la puesta enprctica de nuevas frmulas de dominacin, que no pueden basarse ya en la violencia pura ysimple, complica la implementacin del proyecto burgus imperialista, en la medida en quetienden a plantearse ante ste con creciente autonoma, presionando en favor de concesionesno previstas, as como la ampliacin y profundizacin de las reformas propuestas. Situndosetodava marcadamente en el plano de la lucha econmica y democrtica, las masas no, hanperdido empero la memoria, particularmente en sus sectores ms avanzados, del mensajesocialista que, a travs de la accin, la izquierda latinoamericana les llev a lo largo de lossesenta, as como de la presente dcada, lo que despierta el temor de la burguesa y elimperialismo, hacindolos aferrarse an ms a las garantas que les ofrece el Estado decontrainsurgencia. En consecuencia, el proceso de institucionalizacin se desarrolla de maneraextremadamente compleja, bajo al embate de las presiones de masas y los esfuerzos de la clasedominante por mantenerlo bajo control, lo que le impone marchas y contramarchas y permiteprever que su lmite est dado por la defensa a ultranza que har de su aparato estatal, tal ycomo en esencia se encuentra hoy estructurado.

    En consecuencia, no hay ninguna razn para suponer que la lucha democrtica que libranhoy las masas populares latinoamericanas pueda extenderse indefinidamente, permitiendo que,a cierta altura, se produzca el paso natural y pacfico al socialismo. Todo indica ms bien que lalucha democrtica y la lucha socialista se entrelazarn para los trabajadores en un solo proceso,un proceso de duro y decidido enfrentamiento con la burguesa y el imperialismo.

    Conclusiones

    El anlisis de las condiciones en que se desarrolla actualmente la lucha de clases en AmricaLatina nos muestra que el despliegue del movimiento democrtico popular tiende a deslindarloen forma creciente de los proyectos de democratizacin que plantean las clases dominantes yel imperialismo, al tiempo que apunta hacia el enfrentamiento radical entre la democraciarevolucionaria de masas y el Estado del gran capital. Ello significa que las cuestiones candentespara la izquierda latinoamericana son las de asegurar la movilizacin independiente delmovimiento de masas, en pos de un programa democrtico amplio, y proporcionarle las armastericas y prcticas que le permitan suprimir el principal obstculo a la consecucin de eseprograma, vale decir, el Estado burgus. Ninguno de esos problemas puede ser resuelto si nose logra que, en su desarrollo, el movimiento popular haga cristalizar la hegemona de la clase

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    obrera, la nica clase de la sociedad burguesa que, por sus condiciones materiales de existenciay por sus virtualidades ideolgicas, es capaz de concebir a la realizacin de la democracia comola supresin de la dominacin misma de la burguesa.

    La revolucin nicaragense, como lo hiciera antes la revolucin cubana, ilustra a perfeccinesa caracterstica de las luchas de clases latinoamericanas. Antes que nada, porque, al revs delo que se pudiera pretender, la revolucin es el producto directo del desarrollo capitalista quese observa en Nicaragua, en el curso de los aos cincuenta, y que se acelera en la dcadasiguiente, enmarcado en la integracin econmica centroamericana, el cual, al promover elsurgimiento de una burguesa monoplica, lleva simultneamente, a su fraccionamientointerno, mediante la configuracin del grupo somocista. Enseoreado del aparato estatal, stepuede convertirlo, de la dictadura militar tradicional que haba sido, en el Estado corporativo delos monopolios y las fuerzas armadas, al estilo de las dictaduras ms modernas que surgen enla regin, en el curso de la contrarrevolucin burguesa e imperialista.

    Las luchas interburguesas, que estallan sobre esa base, a fines de los aos sesenta, y serecrudecen a mediados de esta dcada, se combinan con el ascenso del movimiento de masas,acicateado ya en gran medida por el accionar de la izquierda revolucionaria, el FrenteSandinista. Sern necesarios, sin embargo, cerca de dos aos, hasta la insurreccin deseptiembre de 1978, para que la oposicin antisomocista se deslinde internamente, con elintento de negociacin entre el somocismo, la burguesa opositora y el imperialismonorteamericano, por un lado, y la democracia revolucionaria popular, encabezada ahoraabiertamente por los sandinistas, por otro. En menos de un ao, el proceso avanzar conrapidez suficiente para dar al traste con los intentos de mediatizacin de la lucha revolucionariay culminar con la destruccin del Estado burgus.

    La conquista del poder no cierra ni mucho menos el ciclo de la revolucin nicaragense. Esevidente que ha afirmado ms bien su etapa democrtica, que prosigue hoy, con el apoyo delnuevo Estado, y en particular de las nuevas fuerzas armadas, mediante el proceso depolitizacin y organizacin de las masas. La creacin de la central sindical, la formacin demilicias populares, el surgimiento de los comits de defensa, la eleccin por la base de lospoderes locales no son sino las formas en que se expresa ese proceso. A su cabeza, dirigiendosin desviaciones el curso de la etapa democrtica de la revolucin, se encuentra una vanguardiapoltica, en que predomina la ideologa proletaria: el marxismo leninismo, y que se esfuerzaconscientemente por hacer madurar las condiciones que permitan transitar a la etapa socialistade la revolucin, que ser necesariamente la de la dictadura del proletariado o, lo que es lomismo, la de la democracia proletaria. Es este hecho, ms que cualquier otro, el que acerca alproceso nicaragense del proceso cubano, al mismo tiempo que lo aleja de otra experiencialatinoamericana en que la destruccin del Estado dio lugar al resurgimiento del capitalismo y ladominacin burguesa: la revolucin boliviana de 1952.

    Sin embargo, ms que por su forma general y sus perspectivas, la revolucin nicaragensenos interesa aqu directamente por el hecho de que puso sobre el tapete, una vez ms, elcarcter revolucionario que presenta la lucha democrtica en Latinoamrica. La gran cuestin, aun tiempo terica y prctica, que ella plantea es la de porqu el Estado somocista, y en especialsus fuerzas armadas, no se desmoron ante los embates de la lucha de clases y debi de serderrotado militarmente De paso, esto apunta a una especificidad de la revolucin nicaragenserespecto a la cubana: al hecho de que la insurreccin no pudo ser all la coronacin del procesode lucha armada, sino que se constituy ms bien en un factor de acumulacin de fuerzaspropicio al desarrollo de la lucha armada, aunque incapaz de llevarla a su desenlace. La raznde esa peculiaridad adviene del hecho de que la forma insurreccional de lucha slo es decisivasi lleva a la divisin de las fuerzas enemigas, es decir, si escinde su poder militar. Cuando estose da, como lo analiz Lenin al considerar la experiencia del acorazado Potemkin, se asiste altraspaso de fuerzas militares del enemigo al campo de la revolucin, donde vienen aconstituirse en poder armado revolucionario, obviando el largo camino de construccin de unpoder militar propio, al margen del ya existente. Pero si el fenmeno no se produce, esentonces este ltimo camino el que queda, vale decir, la construccin de un ejrcito regular enel seno del campo popular mismo y su enfrentamiento al ejrcito enemigo.

    El que haya sido este el curso que sigui la revolucin nicaragense nos lleva a preguntarqu determin la capacidad de resistencia del ejrcito somocista, que permaneci ntegro, enlo esencial, hasta el ltimo momento, y, aun despus de la victoria, se niega a plegarse a la

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    revolucin triunfante, afincndose ms bien en la contrarrevolucin, mediante el hostigamientointerno o el reagrupamiento en pases vecinos. Pesa all, sin duda, el tipo de relacin que seestableci entre el rgimen y sus fuerzas armadas, materializado no slo en privilegios yprebendas sino tambin en la vinculacin directa de sus miembros a los intereses del capital;ello no representa sin embargo, como se ha querido hacer creer, una especificidad delsomocismo, sino que es la forma particular que adquiere la simbiosis entre la burguesa y losmilitares, presente en otras dictaduras latinoamericanas, como la brasilea, y que hemosanalizado en otra oportunidad. Pero al lado de ese factor explicativo, hay que aadir otro ms:el que se trataba de un ejrcito formado en la ideologa y las tcnicas de la contrainsurgencia;el odio de la tropa, constituida en su mayora por hijos de campesinos, al sandinismo y almovimiento popular, y su bestialidad represiva, ejemplificada en el hecho tan publicitado delasesinato de un periodista norteamericano, no podran entenderse de otra manera.

    Si esto es cierto; si, lejos de ser una excepcin, las caractersticas del proceso nicaragenseadvienen del desarrollo capitalista y de la doctrina de la contrainsurgencia, que conforman elmarco de las luchas de clase en toda Amrica Latina, entonces su validez es mucho ms ampliaque la que se podra suponer en un principio. En efecto, se tendra no slo que aceptar elcarcter revolucionario de la lucha democrtica en Amrica Latina, slo susceptible, pues, deser conducida por el proletariado revolucionario, cuya meta no podra dejar de ser elsocialismo, si no que sera necesario admitir tambin que independientemente de las formasparticulares que revista en los distintos pases ese carcter revolucionario implica tambin quela lucha de clases asuma la forma general de la lucha armada.

    Este parece ser el resultado a que ha conducido, en Amrica Latina, la contrarrevolucinburguesa e imperialista. Como quiera que sea, y ms all de que se trate de cuestiones queslo se resolvern definitivamente en la prctica, ello reafirma la importancia que adquiere, enlas luchas por el socialismo en el continente, el problema ideolgico que representa laconcepcin del Estado. Slo la solucin correcta por parte de las fuerzas de izquierda a eseproblema dar garantas de que ellas sern capaces de ponerse de hecho a la cabeza de lasluchas de clase que estamos viviendo actualmente y que no pueden sino acrecentarse, en elcurso de la presente dcada.