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Estrategias de prevención del delito en la provincia de
Córdoba (2007-2015): Participación ciudadana, institución
policial y debates sobre la reforma del código
contravencional.
Sorbera, Pedro Oscar (IAPCS - UNVM) - [email protected]
Castro, Julian Ariel (IAPCS - UNVM) - [email protected]
Solans, María Inés (IAPCS - UNVM) - [email protected]
Castro, Natalia Sofía (IAPCS - UNVM) - [email protected]
Mesa Nº 11: Conflictividad social, Estado y políticas públicas
Disciplinas: Sociología y Ciencia Política
Palabras Clave: prevención - gobierno de la seguridad - policía - contravención
Resumen
En la presente ponencia nos proponemos analizar las estrategias de prevención del
delito desplegadas por el Estado provincial en el marco del Plan Estratégico Provincial
para la prevención integral, previstas en la Ley de Seguridad Pública N° 9235 del año
2005. Presentaremos algunos de los primeros resultados del proyecto de investigación
titulado “Políticas de seguridad y prácticas policiales en la provincia de Córdoba (2007-
2015)” del Instituto de Investigación de la Universidad Nacional de Villa María. Este
proyecto tiene como objetivo analizar diferentes políticas públicas de seguridad del
gobierno de la provincia de Córdoba problematizando el modelo institucional de la
Policía y las prácticas policiales llevadas adelante para la gestión de conflictividades
sociales entre los años 2007-2015.
En dicho marco, en un primer momento, abordaremos en clave teórica las
estrategias de prevención del delito. Para ello se analizarán las perspectivas disponibles
en el campo de las ciencias sociales y criminológicas para el estudio de las estrategias de
prevención. Luego describiremos las estructuras e iniciativas gubernamentales del
Gobierno provincial durante el período y se problematizará el lugar asignado a la
participación ciudadana y a la institución policial en las políticas de seguridad. Para ello,
utilizamos el análisis documental y de discursos de funcionarios políticos y policiales.
2
Por último, retomaremos los debates relativos a la reforma del Código de Faltas,
iniciado en la provincia durante el año 2011 y que se hizo efectiva en el año 2015.
Esbozaremos un análisis de las posibles modificaciones en las competencias y prácticas
policiales a partir de la nueva legislación. Para esto nos hemos servido del análisis
bibliográfico, del análisis de datos provenientes del Ministerio Público Fiscal y de
entrevistas a expertos en la problemática de nuestra ciudad.
Introducción
La ponencia se propone el abordaje de diferentes políticas públicas de seguridad
del gobierno de la provincia de Córdoba problematizando las prácticas policiales llevadas
adelante para la gestión de conflictividades sociales entre los años 2007-2015.
Partimos de la hipótesis de que las políticas de seguridad provincial se han
transformado vertiginosamente en el periodo estudiado, a la luz de crisis políticas e
institucionales asociadas al aumento del delito y la violencia. También al cuestionamiento
de la Policía por hechos de corrupción y/o abuso en el desarrollo de prácticas de
prevención e investigación del delito y a las dificultades del gobierno provincial para
gobernar el sistema de seguridad y sus crisis. En dicho marco, se han propuesto reformas
en las estructuras gubernamentales, en las políticas de seguridad y en la institución
policial que no lograron poner en cuestión el modelo tradicional de institución policial y
que, a pesar de proclamar la conducción política del sistema de seguridad y la
participación ciudadana en las políticas de seguridad, colocaron a la institución policial
como actor central y a las prácticas punitivas policiales como principal estrategia de
intervención en las conflictividades sociales.
La perspectiva metodológica adoptada será principalmente cualitativa,
apoyándose en una serie de estudios de caso, para los cuáles se emplearán como
principales técnicas de recolección de datos el análisis de fuentes secundarias y la
realización de entrevistas semiestructuradas a actores claves involucrados en la gestión
de las políticas seleccionadas. El objetivo de este trabajo será reconstruir las políticas de
seguridad implementadas a nivel provincial, de modo tal que se pueda generar
información y sistematizar experiencias operadas en ámbitos específicos del Estado
provincial para la gestión de conflictividades violentas o delictivas.
3
1. Perspectivas teóricas para pensar estrategias de prevención y
participación ciudadana
En este apartado, intentaremos, a partir de ciertos recursos teóricos, comprender
problematizaciones y paradigmas que subyacen a las estrategias de prevención en las
políticas de seguridad. Desarrollar sus diversas formas o tipos, el rol asignado a la
ciudadanía en las mismas y su articulación con la institución policial en el período
2007-2015.
1. a. La prevención del delito
El auge de las estrategias de “nueva prevención” y participación ciudadana tiene
origen en los cambios que el campo de la seguridad y el control del delito ha
experimentado desde finales de 1970. David Garland (2005) afirma que la emergencia
de nuevas ideas criminológicas, llamadas teorías del control, comenzó a influir en la
política gubernamental para esa época. Mientras, por un lado, las principales iniciativas
políticas apuntalaron medidas de corte punitivo, segregador y de justicia expresiva, por
otro lado, se asumió un nuevo compromiso en torno a la prevención. Principalmente se
desarrollan estrategias preventivas y se promueve la participación comunitaria
extendiendo así los esfuerzos del control del delito más allá de las organizaciones
estatales que históricamente lo monopolizaron.
Estas nuevas ideas instalaron la agenda de un cambio de paradigma en materia de
seguridad: el traspaso de una concepción tradicional, articulada a nociones de seguridad
nacional o seguridad interior y por lo tanto centrada en el Estado y sus agencias para el
mantenimiento del orden público, hacia una visión más integral que ponga foco en el
desarrollo de estrategias de prevención complementando esfuerzos tanto de los Estados
como de la ciudadanía para el abordaje de los conflictos. Bajo el nombre Seguridad
Ciudadana, se intenta reconfigurar el campo del gobierno de la seguridad en torno a la
promoción de estrategias multi-actorales para la gestión de los conflictos y la co-
producción de la seguridad pública (Alda y Béliz, 2007).
Para un recorrido del contenido e implicancias de éstas estrategias, se pueden
retomar una serie de trabajos académicos, que en este caso serán de referencia en
nuestro análisis. Sobre estrategias de prevención o “nueva” prevención Máximo Sozzo
4
(1998, 2000, 2008) elabora una clasificación analítica de las técnicas de prevención que
a nivel internacional se han comenzado a aplicar en el ámbito anglosajón,
norteamericano y francés. Por su parte, Lucía Dammert (2007) plantea los desafíos de
la seguridad ciudadana en América Latina haciendo hincapié en los procesos de
prevención y participación comunitaria. Mientras que, Massimo Pavarini (2009), traza
un límite entre paradigmas de prevención de los cuales habría que liberarse (el
paradigma de prevención ante delictum o táctica de la sospecha, y la idea de relacionar
la prevención en función de una relación causal entre bienestar, justicia social y
criminalidad).1
Dicho esto, vamos a desarrollar lo que Máximo Sozzo (2008) identifica en
Argentina a partir de la segunda mitad de la década del noventa, cuando diversos actores
estatales de distintos niveles gubernamentales “lanzaron, frente a la emergencia de la
inseguridad urbana, una serie de iniciativas que se presentaban como dirigidas al ideal
de prevenir el delito sin apelar al recurso penal. Las mismas fueron impulsadas por
gobiernos provinciales o locales, estuvieron preferentemente construidas en torno al
vocabulario de la ‘prevención comunitaria’ o de la ‘seguridad ciudadana’ “(Sozzo 2008:
139) y promovieron la pluralización de actores en el gobierno de la seguridad (Font,
2007).
En su obra, el criminólogo Sozzo, aporta una clasificación detallada sobre
estrategias de prevención, racionalidades y programas políticos de las mismas, mientras
se estudian las técnicas de intervención utilizadas y el rol de la institución policial en
ellas. El autor presenta sus planteos, siguiendo una definición de prevención del delito,
que contiene lo que denomina el objeto de la seguridad urbana constituido
ambiguamente por el “problema objetivo” del riesgo de ser víctima de un delito y el
“problema subjetivo” de la sensación personal y colectiva de temor con respecto a ser
víctima de un delito o incivilidad (Sozzo, 1998). En esta cita podemos ver cómo
construye esa definición:
En este sentido, nos parece interesante la definición de prevención del delito de
Van Dijk: “...todas las políticas, medidas y técnicas, fuera de los límites de sistema de
justicia penal, dirigidas a la reducción de las diversas clases de daños producidos por
actos definidos como delitos por el estado…” Sólo dos observaciones. Primero, que en
1 También puede buscarse otras lecturas en Selmini, R. (2009). “La prevención: estrategias, modelos y
definiciones en el contexto europeo”, en URVIO. Revista latinoamericana de Seguridad Ciudadana, 6, 41-57.
5
lugar de tomar como criterio de definición las fronteras del sistema de justicia penal,
que apunta a la cuestión de quién interviene, más bien preferiríamos apuntar a la
cuestión de con qué se interviene, pues muchos actores que se encuentran dentro del
sistema de justicia penal pueden sin embargo actuar a través de recursos extrapenales.
Y segundo, que la idea de “daños producidos por los delitos” debe ser comprendida en
forma lo suficientemente amplia como para incluir la cuestión de las sensibilidades
personales y colectivas con respecto al mismo – el problema subjetivo de la seguridad
urbana. (Sozzo, 1998: 4).
En los años ochenta comenzó a producirse lo que ha sido calificado como un
“gran cambio de paradigma” en lo que hace a las políticas de control del crimen en
diferentes horizontes culturales: Escandinavia, Francia, Países Bajos, el mundo
anglosajón (EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Nueva Zelanda y Australia) y a partir de
los años noventa también en Italia: el renacimiento de la prevención del delito,
doblemente divorciada, del recurso penal y de la racionalidad y programa políticos de
la criminología positivista del siglo XIX.
1. b. Alternativas de estrategias de prevención del delito: tácticas y
técnicas de intervención
A continuación, retomaremos los trabajos de Garland, Sozzo (principalmente),
Selmini y Pavarini sobre las tres tácticas alternativas de prevención del delito: la táctica
situacional y ambiental, táctica social y táctica comunitaria. Ésta clasificación
analítica, se pretende como marco para analizar la prevención del delito y la
participación ciudadana en las políticas de seguridad cordobesas de 2007 a 2015. Con
ese objetivo se presentan características generales sobre las racionalidades de las que
surgen, las técnicas de intervención y las principales críticas.
La táctica situacional y ambiental se presenta fundamentalmente como respuesta
pragmática a determinadas “crisis de seguridad” (aumento de la criminalidad, aumento
de la sensación de inseguridad) en determinados contextos sociales, económicos,
culturales y políticos, que asume un “realismo criminológico” muy difundido en el
mundo anglosajón en los años 70 y 80. Implica medidas dirigidas a formas específicas
de delito (a la propiedad principalmente), propone manipular y diseñar el medio
ambiente en donde ocurren los delitos, de manera permanente, para reducir las
oportunidades de los potenciales infractores. Están dirigidas tanto a la población
6
general como a las posibles víctimas, a infractores recurrentes y
vecindarios/comunidades habitualmente blancos de la acción delictiva (Sozzo, 1999).
Esta táctica asume entre sus presupuestos la teoría de la elección racional aplicada
al delito, es decir que se lo considera como el producto de una decisión basada en el
cálculo costo-beneficio y lo que debe hacerse es intervenir en esa relación
incrementando los riesgos y reduciendo el beneficio en relación a ellos. También en
este marco se plantean tácticas de diseño urbano, para desalentar la criminalidad. Las
tácticas situacionales y ambientales provienen de lo que Garland llama las
criminologías de la vida cotidiana. El delito se transforma en un riesgo que debe ser
calculado (tanto por el infractor como por la potencial víctima) o un accidente que debe
ser evitado, más que una aberración moral que necesite ser explicada especialmente
(Sozzo, 1999).
La táctica social de prevención del delito tiene residuos positivistas y también
elementos aportados por movimientos políticos progresistas y revolucionarios en el
siglo XIX, esta táctica “se relaciona con la necesidad de impactar en las causas sociales
y psicológicas que llevan a producir delitos, principalmente bajo dos enfoques: el
control social, que impide transgredir las normas sociales o corrige la socialización
defectuosa a través de la familia y la escuela; y la anomia, que revela la inadecuación
existente entre las metas y las posibilidades reales de satisfacerlas” (Sozzo, 1999).
Según Selmini, la táctica social es una perspectiva estructural, donde la criminalidad es
el producto de condiciones sociales y económicas y la prevención se entiende entonces
como actividad que incide sobre tales causas de fondo (Selmini, 2009).
En lo que respecta a la táctica de prevención comunitaria, busca consolidar el
control social formal e informal del crimen y el delito en unidades locales, a través de
elementos como la organización comunitaria (fortalecer el capital social); la presencia
de la institucionalidad formal, como la policía comunitaria o de cercanía (legitimidad
institucional); el desarrollo de instancias de mediación social (control de los propios
conflictos); vigilancia (cámaras) y alerta (alarmas), y; el desarrollo de la autogestión
local (Sozzo, 1998).
Algunas técnicas de intervención que han sido aplicadas en base a la táctica
comunitaria, recuperan elementos tanto de la táctica situacional-ambiental como de la
táctica social vamos a caracterizar a continuación. La “Community Policing” o policía
comunitaria: existe poco acuerdo acerca de cuáles son los elementos que caracterizan
a esta técnica y parece sólo posible definirlo en términos muy amplios como todo
7
aquello que mejora las relaciones y la confianza entre la institución policial y la
comunidad local. La “Neighbourhood Watch” ha sido empleada para individualizar un
dispositivo a través del cual los ciudadanos se reúnen en grupos relativamente pequeños
(usualmente en torno a una manzana de casas) para compartir información sobre los
problemas locales de delito, intercambiar consejos para la prevención del delito y hacer
planes para involucrarse en la vigilancia del vecindario y para denunciar actividades
delictivas (Garland, 2005). Otra técnica ha sido la denominada “Tolerancia Cero”
desarrollada desde la Policía de New York a partir de 1994, está enraizada en la tesis
de las “broken windows” de Kelling y Wilson y constituye un modelo de “policing”
que apunta al mantenimiento del orden, focalizado en las incivilidades como signos del
desorden (Sozzo, 1999).
1. c. La institución policial en la prevención
Estas tácticas de prevención del delito y sus respectivas técnicas de intervención
también deben estudiarse en función del rol de la institución policial en las mismas. En
ese sentido, siguiendo a Sozzo (1998), podemos sintetizar que en una táctica de
prevención comunitaria, planteará un acercamiento de la actividad policial al modelo
de community policing que fomente mayor confianza entre comunidad y policía, y en
este sentido, la centralidad de la institución a pesar del proceso de multiplicación de
actores. Por su parte en las tácticas situacional ambiental se observa un menor peso de
la institución policial en el campo de las premisas teóricas, pero en la aplicación de
técnicas ambientales aparece como necesaria la complementariedad con la policía o la
seguridad privada. El proceso de multiplicación de actores en esta táctica quita
centralidad a la institución policial, a la vez que en este marco puede ser reemplazada
por la policía privada. Por último en la táctica preventiva social, se revalorizan la
multiplicación de actores que de alguna manera vienen a reemplazar a los actores
tradicionales como la institución policial y el sistema penal, dejando lugar a otras
instituciones locales, de la sociedad civil, instituciones educativas, etc.
Buena parte de los cambios en el campo criminológico en las nuevas tácticas de
prevención del delito, podemos verlas atravesadas por el discurso neoliberal. La
apelación a la responsabilización individual en la producción de seguridad, sobre todo
en las tácticas comunitarias y situacional-ambientales, son buena parte de los discursos
que operan actualmente las políticas de seguridad. Pero también hemos visto, que así
8
como aparecen discursos relacionados con lo que Garland denomina “criminologías de
sí mismo” o “criminologías del yo”, muy presentes en las políticas de seguridad
extendidas en la actualidad, se da la contracara, aquellas intervenciones propias de las
“criminologías del otro”, con resabios autoritarios que no dejan de llamar la atención,
sobre todo en un contexto donde lo sedimentado es un Estado de Derecho.
Se reconocen en este sentido dos lineamientos generales, contradictorios y
volátiles en las reformas propuestas por los Estados para la gestión de políticas de
seguridad que oscilan entre la promoción de la participación ciudadana en procesos de
prevención del delito, responsabilizando a la ciudadanía en la construcción de la
seguridad, y una respuesta asentada en el apuntalamiento o fortalecimiento del sistema
penal punitivo (Font, 2007) mediante el desarrollo de políticas de mano dura o
tolerancia cero (Wacquant, 2004). Incluso hacia el interior de la política de un mismo
Estado, se observan las tensiones entre iniciativas que apelan a la expansión de la
vigilancia y el control con eje en las respuestas represivas de la institución policial y
otras que incorporan herramientas ciudadanas para la gestión y resolución de las
conflictividades y la democratización de las instituciones de seguridad (Carbajo,
Zanotti y otros 2015).
2. Las iniciativas en prevención y participación ciudadana de 2007 a 2015
en Córdoba
Las estrategias de prevención y participación ciudadana formaron parte del
discurso político de las gestiones de la seguridad que delimitaron los líderes de Unión
por Córdoba entre 2007 y 2015. Este período se puede dividir en dos de acuerdo a los
mandatos de Juan Schiaretti (2007-2011) y José Manuel de la Sota (2007-2015). A
rasgos generales, se puede afirmar que si bien existió una tendencia primordial, como
señala Hathazy (2013) hacia la re-militarización de la institución policial caracterizada
por el policiamiento intensivo a través del control territorial de la poblaciones, hacia
adentro de las políticas del Estado provincial se observan tensiones entre iniciativas que
apelan a la expansión de la vigilancia y el control con eje en las respuestas represivas
de la institución policial y otras que incorporan herramientas ciudadanas para la gestión
y resolución de las conflictividades y la democratización de las instituciones de
seguridad (Carbajo, Zanotti y otros 2015).
9
En el primer período (2007-2011), siguiendo lo expuesto, emergieron un conjunto
de actores institucionales que marcaron ciertos desplazamientos en la esfera de gestión
gubernamental de la seguridad. Tomando las categorías expuestas con anterioridad,
Garland (2005) y Sozzo (2008), podemos clasificar las iniciativas en torno a la
prevención y participación en dos grupos: por un lado, las que responden a la táctica
comunitaria y, por el otro, las que se acercan a la táctica situacional/ambiental.
En el primer grupo, se destacan la creación, en el plano institucional en el seno
del Ministerio de Gobierno tres áreas abocadas a la prevención: la Dirección de
Prevención de la Drogadicción, la Subsecretaría de Participación Ciudadana y el
Consejo de Seguridad Deportiva Provincial (CO.SE.DE.PRO.) a cargo de un
funcionario con rango de Subsecretario de Estado. A la emergencia de estos nuevos
organismos acompaña una idea de consolidación del control social del crimen a través
de la participación comunitaria, a través del reconocimiento otros actores,
preferentemente de la sociedad civil. Eso queda evidenciado en las acciones que encara
la Dirección de Prevención de la Drogadicción, que en Julio de 2008 eleva su rango al
de Subsecretaría, en el marco de un convenio entre el Gobierno de la provincia de
Córdoba y representantes de las organizaciones civiles Programa del Sol, Organización
Prevenir Programa Cambio y Prosalud. El programa “Estrategias de Prevención en
Abuso de Consumo de Drogas” tuvo como objetivo concientizar a la población a través
120 instituciones y organizaciones para que éstos “adquieran conocimientos sobre la
temática, elaboren diagnósticos y proyectos para conformar redes de prevención que se
articulen con la tarea de prevención que ya se está desarrollando en las escuelas”
(Carbajo, 2015: 59).
De la misma manera, la Sub-Secretaría de Participación Ciudadana amplía su
injerencia en asuntos vinculados a participación ciudadana, en especial a centros
vecinales. En ese abanico, se pueden destacar dos puntos: el fortalecimiento de la
conformación de Juntas de Participación Ciudadana, a través de la Dirección de
Participación Ciudadana, a cargo de Alfredo Magallanes, y el proyecto de “Promotores
Ciudadanos” que propició en 2010 la instalación de cinco mil sistemas de alarmas
comunitarias. Ambas técnicas pueden ser pensadas como instancias de mediación
social de autogestión de los conflictos, en donde los ciudadanos a través de la
organización en comunidad intervienen en materia de prevención local. El sistema de
alarmas comunitarias, que continúa siendo una política hasta nuestros días, se enmarca
en el concepto de “Neighbourhood Watch” al que Garland (2005) hace referencia,
10
propiciando no sólo la vigilancia de manzanas o barrios, sino también gestando
dispositivos de control en grupos relativamente pequeños. En este sentido, parte de las
iniciativas quedaron plasmadas en el discurso del gobernador: “Es vital que la sociedad
sea capaz de armar un entramado de los líderes comunitarios con aquellos a quienes les
tocó sufrir ese flagelo en su familia y como sociedad vayamos planteando la educación
y la prevención para avanzar luego en la asistencia”. (Discurso de Juan Schiaretti.-1º
de Julio de 2008).
En esta misma línea, se pueden leer la otra faceta de la implementación de las
“alarmas comunitarias”, que si bien formaron parte de una iniciativa de un gabinete con
el objeto primordial de la participación, generaron “territorios protegidos” y “territorios
desprotegidos” (potenciales propulsores de un aumento de la sensación de inseguridad),
dejando entrever heterogeneidades en la consecuencia de los objetivos de estas políticas
en materia preventiva.
El final del mandato de Juan Schiaretti en 2011, evidencia dos procesos: por un
lado, la profundización del Plan de Seguridad presentado en 2007, que por supuesto
recuperaba las bases del presentado en 2003 y los fundamentos de la Ley de Seguridad
de 2005, pero que había quedado trunco por las múltiples crisis y cambios durante la
gestión de José Manuel De la Sota. Por otra parte, la continuidad de Alejo Paredes al
frente de la institución policial, implicó la confluencia de un cuadro policial preparado
técnica, normativa y organizacionalmente para llevar a cabo esa programática con la
decisión política de apostar en todo sentido a ese plan. La concepción de Seguridad
Pública, que contiene una dimensión represiva y se complementa con una dimensión
preventiva, en la cual la policía aparece como eje estructurador de toda táctica y técnica,
siendo la ciudadanía un elemento auxiliar de la misma. Esto se combinó con un
crecimiento exponencial de policías, equipamiento y tecnología.
En base a lo anterior podemos afirmar que, las técnicas de prevención
reprodujeron la problematización de la táctica comunitaria, cuya principal expresión
fue la aplicación del Código de Faltas, que, como veremos más adelante, generó un
revival de la táctica de la sospecha como base de la intervención policial. La
cristalización institucional del discurso de seguridad de Juan Schiaretti, si bien conllevo
la policialización de la gestión de la seguridad (Plaza Schaefer 2013; Carbajo, 2015) y
la militarización de la policía (Hathazy, 2013), implicó ciertos desplazamientos con la
línea de su predecesor. En este sentido, concebimos que gestó un nuevo marco de
11
dinámicas intra-organizaciones, con actores y estrategias particulares en la gestión de
la seguridad que merecen ser estudiadas en detalle.
Durante la gobernación de José Manuel De la Sota en el período 2011-2015, la
agenda sobre prevención y la participación ciudadana no ocupó un lugar central en las
políticas de seguridad, sobre todo en el marco de la gestión del Cro. Alejo Paredes como
Ministro de Seguridad.
Dos iniciativas de la nueva gestión irrumpen con fuerza en el plan de seguridad,
la primera, es la sanción en Mayo de 2012 de una Ley de Lucha contra la Trata de
Personas Nº10060, en cuyo articulado se prohíben y clausuran en todo el territorio
provincial las whiskerías, prostíbulos, cabarets (etc.) en donde se ejerza la explotación
ajena o la prostitución voluntaria2. A su vez se modifica el Código de Faltas para
contener una sanción a aquellos que violen esta ley, con 60 días de arresto3. También
se crea la “Comisión Provincial de Lucha contra la Trata de Personas y de Contención
y Recuperación de Víctimas de la Explotación Sexual”4. La segunda iniciativa,
profundiza una dimensión que el discurso sobre la cuestión de la seguridad, había
incorporado durante la gestión de Schiaretti: la lucha contra el narcotráfico. En Junio
de 2012, se sanciona la Ley 10067 a través de la cual, la Provincia de Córdoba se hace
cargo voluntariamente de las “atribuciones para la investigación, persecución y
juzgamiento de delitos relacionados con el tráfico, venta o distribución de drogas en
escala menor” (Carbajo, 2016).
En 2013 la crisis generada por el narcoescándalo y el autoacuartelamiento
pondría en jaque la seguridad y afectaría momentáneamente la gobernabilidad. 2014 y
2015 estarían cruzados por contextos distintos. El primero presentaba el desafío de
recuperar la confianza pública en la institución policial después de los saqueos y crisis
del 3 y 4 de Diciembre. Las medidas sobre seguridad fueron represivas y de saturación,
con espectaculares operativos, que exponían en corralitos supuestos “saqueadores” o
“delincuentes”. El 2015 año electoral encuentra al gobernador por entonces, como
precandidato en las elecciones presidenciales. La agenda gubernamental estaría
marcada por su agenda presidencial.
2 Boletín Oficial 8/6/2012: ver artículo 1º, 2º y 3º de la Ley 10060. 3 Boletín Oficial 8/6/2012: ver artículo 4º de la Ley 10060. 4 Boletín Oficial 8/6/2012: ver artículo 7º de la Ley 10060. Ver también:
http://prensa.cba.gov.ar/informacion-general/el-gobernador-de-la-sota-reglamento-la-ley-de-trata/
12
Las principales medidas atinentes a la “prevención” fueron durante el período De
la Sotista:
En 2013 se implementaría el programa SALVA (Sistema de Alerta para Víctimas
de Violencia Familiar), más conocido como “botón antipánico”, que busca disminuir
la reincidencia de situaciones violentas en el ámbito de la violencia familiar. Ese mismo
año también se implementó el Departamento de Ocupación Territorial (DOT) en el
marco del Programa de Prevención y Seguridad Pública que el ministro Alejo Paredes
ha diseñado, según sus propias palabras. El mismo está integrado por 350 efectivos y
40 móviles, entre autos, motos y camionetas, y tenía como función específica la de
minimizar y controlar cualquier desborde o acto vandálico que pueda ocurrir en la
ciudad, trabajando en sectores puntuales o considerados vulnerables según los datos del
Observatorio del delito y del área de Planificación de la Policía. Las tareas se realizarían
por tierra y aire, en equipos conformados por cuatro o más móviles de acuerdo a la
magnitud del barrio. Éstos recorren determinadas zonas controlando y actuando en
función de las necesidades vecinales. Los barrios señalados para la intervención fueron
los barrios donde habitan sectores de clase media baja y baja en términos
socioeconómicos. Ésta técnica de intervención, deja entrever la orientación comunitaria
de las estrategias de prevención, y al referirse a los actos vandálicos o desbordes,
remiten a la teoría de las ventanas rotas y por supuesto a la técnica de “tolerancia cero”,
apuntada a controlar y mantener el orden5.
Al asumir la Ministra Monteoliva, posterior al revuelo que generó el denominado
“narcoescándalo”, se promovió la Tolerancia Cero al alcohol en ruta. Y en cuanto a su
plan de seguridad también mencionaba la cuestión de la prevención. El plan de
seguridad de Monteoliva implicaba según sus declaraciones: “cinco grandes ejes, con
13 programas distintos y 880 metas. Partimos de preguntarnos qué modelo de policía
queremos”. En esa misma entrevista aparece otro elemento de su concepción de la
gestión de la seguridad, sobre el rol del ciudadano en la producción de seguridad: “el
principal responsable de nuestra seguridad somos nosotros mismos. No estamos
acostumbrados a una lógica de responsabilidad social y participación en esa materia
y debemos lograr un compromiso ciudadano”6.
Durante el año 2015, ya lanzado como pre candidato presidencial para competir
en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), De la Sota, presentó un
5 Ver en: http://prensa.cba.gov.ar/gobierno/seguridad-presentan-dispositivo-de-prevencion/. 6 Ver entrevista en: http://www.lavoz.com.ar/politica/todos-debemos-involucrarnos-en-seguridad
13
nuevo Programa de Seguridad al que llamó “Córdoba más Segura”: un programa de
prevención y combate del delito basado en la implementación de tecnología, la creación
de la Policía de Pacificación, la incorporación de 1.768 efectivos, 130 móviles para
zonas rurales y 1.200 cámaras de seguridad. También se sumaron estrategias de
participación ciudadana a partir del uso de aplicaciones para smartphones (teléfonos
celulares con tecnología android) como grupos de vecinos en la red social Whatsapp o
la aplicación “Asistencia Ciudadana” que conecta inmediatamente con la Central de
Monitoreo de la Jefatura de Policía y la información proveniente del 1017.La novedad
de mayor relevancia entre estas estrategias, es la técnica de intervención policial de la
Policía de Pacificación, junto con las Comisarías Móviles. El mismo Jefe de Policía
argumentó que es una estrategia similar a la aplicada en las favelas de Río de Janeiro,
Brasil. Estas fuerzas en Brasil, han partido de la estrategia de “pacificar” las zonas más
críticas y violentas del Brasil, en donde el Estado ha perdido capacidad de regulación y
la posibilidad de ejercer la coerción. El objetivo en Córdoba es buscar, como en Brasil
“la proximidad, una ocupación barrial juntos con los vecinos”, según declaró Diego
Hak el, Secretario de Participación Ciudadana8. En una recorrida por las nuevas
comisarías móviles, el gobernador también hizo referencia al objetivo, de lo que
podemos observar como una policialización de las “zonas rojas” de la ciudad, que
esperaba de la actuación de la nueva policía9:
Puede pensarse que el lanzamiento de este Programa que cuenta con una Policía
Pacificadora ofrece la interpretación de las características del problema de la
inseguridad en Córdoba que hace el gobierno provincial. Hay sectores de la ciudad,
“zonas rojas”, que están “favelizadas”, es decir, que están dominadas como en Brasil
por el narcotráfico y las economías delictivas. La solución que el Estado ofrece es la
policialización de estos sectores para recuperar “el control” sobre ellos, y así “llevar
tranquilidad a los vecinos de las zonas”.
Posterior a la crisis del 2013, es marcado el desplazamiento en las intervenciones
policiales, orientadas principalmente a técnicas de saturación y de controles masivos,
con tintes represivos. Las estrategias de prevención no tuvieron propuestas
programáticas que se complementen con las represivas, como en etapas anteriores, ya
que se buscaba para recuperar el orden y demostrar gobernabilidad.
7 Ver en: http://prensa.cba.gov.ar/gobierno/cordoba-segura-suman-mas-policias-moviles-y-tecnologia/ 8 Ver en: http://www.diaadia.com.ar/cordoba/policializacion-de-las-zonas-rojas 9 Ver en: http://prensa.cba.gov.ar/informacion-general/de-la-sota-recorrio-las-comisarias-moviles/
14
3. Sobre códigos contravencionales y prácticas policiales
Para pensar las estrategias de prevención tomadas por el gobierno provincial,
decidimos expandir el análisis sobre las reformas y puesta en marcha del ya nombrado
Código de Faltas. Hicimos este recorte, teniendo en cuenta que el Código de Faltas, fue
instrumento central de la aplicación de políticas de “prevención” y por ende de la
actividad policial.
El mantenimiento del orden público es una función de la Policía que va en
paralelo, y se imbrica estrechamente con la prevención del delito. Esta función está
destinada a regular cualquier situación que implique conflictividad social. Saín define al
mantenimiento de la seguridad pública como “acciones que apuntan a prevenir,
neutralizar y conjurar cualquier tipo de hecho, falta o comportamiento –violento o no-
que obstruya, limite o cercene la paz social y la libertad personal o vulnere la situación
de seguridad de las personas” (Sain 2003:3). Es decir, es una labor relacionada con la
garantía de convivencia ciudadana, de tranquilidad social dentro del territorio.
Algunas de estas actividades están reguladas por un marco normativo. Sin
embargo, un elemento importante, que se trabaja en el proyecto de investigación que
enmarca la presente ponencia, es el uso de estos marcos por parte de la policía. Pues
encontramos de suma complejidad la invocación e interpretación que hacen de ellos a la
hora de su práctica policial. En esta línea, tomamos en consideración, también la enorme
complejidad que implica la confección de leyes y protocolos que reglamenten la amplia
gama de actividades que en las que interviene cotidianamente la policía.
En la Provincia de Córdoba, la custodia del orden público y el control de las
civilidades están reglada por el Código Contravencional. Éste permite la detención de
personas por diferentes hechos que no llegan a ser delitos contemplados por el Código
Penal. En el primer artículo de la actual ley se puede leer que tiene como objeto “el
resguardo de las condiciones que aseguren la convivencia social y el respeto al ejercicio
de los derechos fundamentales y libertades consagrados en la Constitución y las leyes”
(Ley N° 10326, 2016, Art. 1). Así, este Código, sancionado en 1994 como Código de
Faltas (en adelante CF) logró instalarse como una herramienta central para la mayoría de
las prácticas que realizaba la policía de la provincia. El mismo pasó por numerosos
15
procesos de reforma hasta que, finalmente, en 2015 se derogó y se aprobó el Código de
Convivencia Ciudadana (en adelante CCC)10.
A este fin, esta parte de la ponencia será dedicada a mostrar el trabajo realizado
hasta el momento para la comprensión de las prácticas de la Policía de la Provincia de
Córdoba destinadas a mantener el orden público y regular conflictividades sociales.
Creemos primordial la complejización del análisis de sus prácticas y sentidos, a partir de
insertarlos en un tejido social y político de condicionantes, necesario de comprender. Por
esta razón, realizaremos un estudio de las reformas realizadas al CF y cómo fue variando
su relevancia para el gobierno de la seguridad de la provincia, hasta llegar a la sanción
del actual CCC, para luego esbozar un análisis de las posibles modificaciones en las
prácticas policiales y la importancia de su intervención.
2. a. Centralidad de las contravenciones del 2007 al 2015
Para entender la centralidad que el CF tuvo en la provincia de Córdoba entre los
años 2007 y 2015, es necesario contextualizar brevemente las reformas anteriores, tanto
al mismo Código, como al Código penal, y su vinculación con el lugar que ocupó en la
política de seguridad del Gobierno de la Provincia de Córdoba durante los siguientes años.
El Código de Faltas que entra en vigencia en el año 199411, preservaba las
facultades de arresto y juzgamiento de la policía administrativa, incluso antes que llegue
la orden judicial. Cuatro años más tarde, en 1998, se pone en vigencia una Reforma
Procesal Penal en la provincia, que delega las atribuciones vinculadas a la investigación
de delitos, que anteriormente llevaba a cabo el personal policial, a las Unidades Judiciales,
Fiscalías y a la Policía Judicial. Esto relegó a la institución policial a las tareas relativas
al control y la defensa del orden público. En un trabajo basado en entrevistas, Carbajo,
Cabrera y Hernández (2013) pudieron observar que la realización de detenciones
“preventivas” amparadas en el CF tiene implicancia en la investigación de delitos a
posteriori, sin necesidad de pasar el procedimiento por la Unidad Judicial. A partir de
estos puntos, es que puede pensarse que el CF sea el mecanismo privilegiado para
10 Ver en: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/con-el-merodeo-mitigado-se-aprobo-el-nuevo-codigo-de-
convivencia 11 Hathazy (2014) nos indica que el Código es sancionado en el contexto de una política de “seguridad
ciudadana” llevada a cabo por el gobierno de Ramón Mestre (1995-1999) en la se reforma el código
procesal penal hacia uno acusatorio (1991), se crea el Ministerio Público Fiscal (1989) y una Policía
Judicial (1996) (Ley 8529), y en 1994 se legisla el Código de Faltas.
16
legalizar detenciones. No solo relativas a la prevención sino también a la represión o
investigación de delitos, y su aplicación fuera la actividad central del trabajo policial
durante los años estudiados.
El Código históricamente presentó figuras ambiguas que habilitaron la
discrecionalidad de los policías, haciendo uso de su “olfato policial” para detener o
demorar. Este criterio se encuentra orientado prejuicios vinculados a la criminalización
de la pobreza y legitimada por aquella asociación que vincula sectores populares con
peligrosidad12. En este sentido entendemos, siguiendo a Monjardet (2010), que las
prácticas policiales, para cumplir sus funciones asignadas, están orientadas por tres
factores principales: el mandato social, las prescripciones jerárquicas y los intereses
profesionales propios. Por lo tanto, es pertinente recordar que la institución policial
construye y delimita sujetos “sospechosos” en función de la demanda de seguridad de un
sector de la ciudadanía, y de sus mismos superiores tanto institucionales como políticos.
Ésta construcción de un otro peligroso se encuentra atravesado por el discurso securitario
decisores gubernamentales.
La aplicación del CF por parte del Comando de Acción Preventiva (CAP), tiene
por detrás una teorización relacionada con las estrategias de prevención comunitaria: la
Tesis de las “Broken Windows” (ventanas rotas), de amplio impacto en los países
norteamericanos. Dicha teoría sostiene que las incivilidades menores, como
embriagarse, vandalismo, mendigar genera una sensación de degradación social general
que debe atenuarse, ya que impactan en la comunidad. Las incivilidades traen
aparejado, cuando no son evitadas o controladas, miedo en los vecinos, lo que genera
un desapego con respecto a la comunidad y, potencialmente, su abandono. “La solución
propugnada por estos autores es romper el ciclo de la declinación urbana en sus
primeras etapas, focalizando las técnicas de intervención en las incivilidades, a través
de la actividad policial. La policía debe encargarse - además de combatir el delito- de
“mantener el orden”. Para ello, debe reforzar los mecanismos de control social informal
de la comunidad, nunca reemplazarlos, ya que la institución policial, aun invirtiendo
recursos extraordinarios no podría hacerlo.” (Sozzo, 1998)
12 Kessler (2009) establece que es necesaria la construcción de este sector como alteridad en términos de
peligrosidad, en tanto otras formas de discriminación (clase, etnia, nacionalidad, etc.) ya no son
habilitadas por la institucionalidad democrática. De este modo, “la alteridad amenazante se instituye
como un criterio de separación legítimo, pues pareciera respetar el mandato democrático de no
discriminar por ninguna de dichas variables, cuando en los hechos lo hace y a menudo por todas ellas al
mismo tiempo” (Dimarco y Kessler, 2013: 227).
17
Desde el año 2007, en el contexto ya analizado de aumento en la policialización
de la seguridad, y autonomía de la Policía para la gestión punitiva de los conflictos
sociales fue aumentando la centralidad del CF en el desarrollo de las políticas de
seguridad provinciales y en el desarrollo de las tácticas operativas policiales (Brocca, et.
al 2013) (Carbajo, 2016). Esto llevó consigo un recrudecimiento del control social sobre
las clases populares, lo que se tradujo en hostigamientos cotidianos dentro y fuera de sus
barrios a los jóvenes de sectores populares, en operativos de saturación como mecanismo
para aprehender –a partir de figuras del CF- a grandes contingentes en el intento de
brindar una imagen mediática de efectividad policial. Bajo esta lógica, las detenciones
por CF se incrementaron exponencialmente en pocos años13. Consideramos también
como dato relevante, la exigencia institucional que los policías recibían por “engrosar las
cifras estadísticas” (Cebrero, 2014) de aprehendidos. Ésta lógica premiaba o castigaba en
base al (in)cumplimiento de un "piso mínimo” de detenciones, cuya evidencia más clara
es la condena al ex comisario Pablo Marques por propiciar detenciones ilegales14.
En este marco, a fines de noviembre de 2011 asomó en la agenda gubernamental
la revisión del CF. La Legislatura Unicameral creó la “Comisión Especial para el Estudio,
Análisis, Modernización y Reforma del Código de Faltas de la Provincia de Córdoba”,
integrada por los presidentes de todos los bloques y autores de proyectos de ley para
estudiar las potenciales modificaciones al Código de Faltas.
En un contexto de múltiples cuestionamientos por afectación de los derechos
humanos, tiene lugar la presentación de un Habeas Corpus colectivo y preventivo para
poner freno a las detenciones arbitrarias en distintos barrios de la ciudad de Córdoba15.
También, numerosas organizaciones sociales y políticas fueron publicando instructivos
para actuar frente a procedimientos policiales, a la vez que se sostuvieron movilizaciones
en las calles.
La reforma del CF, tuvo asidero en lapropuesta que presentó el oficialismo de un
Código de Convivencia Ciudadana, el cual fue sometido a una audiencia pública, a la que
concurrieron 61 organizaciones sociales. Del total, 60 se opusieron al proyecto.16
13 En el año 2011 las detenciones alcanzaron la cifra de 73100, lo que representa un aumento del 715%
respecto al año 2005 (Brocca et al. 2014). 14 Ver en: http://diaadia.viapais.com.ar/policiales/condenan-al-comisario-marquez-3-anos-de-prision 15 Ante esto, el juez Reinaldi pidió a la Policía de Córdoba un informe sobre la cantidad, nombre de las
personas y motivo por el que fueron arrestadas De los 448 detenidos, 109 fueron menores y muy pocos
permanecieron detenidos por delitos. Portal de Noticias Cba24N 20/05/2015
http://www.cba24n.com.ar/content/dan-lugar-al-habeas-corpus-formulado-contra-razias-policiales 16 La Voz del Interior, 11/12/2014 http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/criticas-la-reforma-del-codigo-
de-faltas-en-la-audiencia-publica
18
Un año después y al mes de dejar la gobernación en manos de Juan Schiaretti, el
nuevo CCC se aprueba. Creemos que este nuevo código, conlleva modificaciones que
merecen ser analizadas en profundidad. A continuación presentamos un resumen del
estudio hecho al respecto
2. b. Lo legal en la mira: nuevos derechos y grietas
En lo que refiere al análisis del CCC en particular, ubicamos, en primer lugar, una
serie de cambios significativos en el espíritu general del código, en un alejamiento de un
lenguaje punitivista. A su vez, se observa la disminución general de la duración de las
penas (ninguna puede superar los 3 días, cuando antes existían penas de hasta 60 días) y
la incorporación formal del “trabajo comunitario”. A esto se suma, el hincapié en la
necesidad de reparar daños o retribuir a la sociedad por los daños causados, antes
inexistente.
Entre las modificaciones más puntuales destacamos que se derogó la figura de
prostitución escandalosa, y la de mendicidad. El merodeo, la figura que más se había
criticado del código anterior, también se modifica: el merodeo rural se mantiene igual, y
al merodeo urbano se lo cambió por “Conducta sospechosa” y ha sido delimitado
conceptualmente. Sin embargo, consideramos que algunas delimitaciones como: (a)
Escalando cercas, verjas, tapias o techos o mostrando signos de haberlo hecho o intentado
y; e) persiguiendo de una manera persistente y ostensible a un transeúnte sin una razón
atendible” (Ley N° 10326, 2016, Art. 70), conservan márgenes de ambigüedad que
posibilitan la discrecionalidad a la hora del arresto. De este modo, vemos cómo, si bien
varias de las figuras han sido eliminadas, existe la posibilidad de que prácticas similares
sean encauzadas a través de nuevos artículos.
A pesar de ello, creemos que los avances más importantes en términos de derechos
estipulados por el CCC están vinculados con los nuevos procedimientos ante las
detenciones. En primer lugar, el código asegura una asistencia letrada al contraventor. A
su vez, la autoridad competente para juzgar la contravención se modificó diametralmente:
en la actualidad son los ayudantes fiscales, (o donde no los hubiere los Jueces de Paz
Legos de Campaña) los encargados de conocer y juzgar las infracciones. Y los jueces de
19
faltas, juez de control, o el juez letrado más próximo los responsables de la revisión
judicial.
En otra sintonía, consideramos que uno de los cambios más notorio de este nuevo
código tiene que ver con la detención preventiva. A través de éste se restringe a ocho las
horas máximas que un sujeto puede permanecer detenido de manera preventiva, en
contraposición a los 3 días que estipulaba el CF. En un plazo de 20 días desde que la
autoridad competente entrega el sumario al juez correspondiente, se debe hacer una
audiencia de revisión judicial donde esté presente el infractor, su abogado defensor y la
autoridad de juzgamiento competente.
En resumen, la modificación del código da cuenta de una significativa
complejización del procedimiento de detención en comparación con el código anterior.
Sin embargo observamos cómo, si bien el nuevo CCC implica avances en materia de
derechos con relación al CF, su implementación sigue en tensión con las garantías
constitucionales vigentes en nuestro país. Ésto siempre que comprendamos que un
cambio normativo, no implica de forma lineal una aplicación acorde a los nuevos marcos
regulatorios, en donde los agentes institucionales tienen márgenes de actuación
importantes.
2. c. Pensando las prácticas policiales
Las tensiones entre legalidad, políticas de seguridad y prácticas policiales
representan un punto crucial al analizar el impacto de la implementación del CCC. En
este sentido, insistimos en que el cambio de legislación representa sólo una de las aristas
que influyen en las prácticas policiales. Retomando la relación expuesta, que liga estas
prácticas a la discrecionalidad y a la criminalización de la pobreza, es que resaltamos que
un cambio de paradigma requiere modificaciones integrales de las políticas de seguridad
en su conjunto. Debemos tener en cuenta, por un lado, que las prácticas y
responsabilidades policiales exceden ampliamente lo referido a lo contravencional y, por
el otro, que existe una conjugación compleja entre políticas criminales, políticas penales
y políticas de prevención (Sozzo, 1998).
Las consecuencias que de aquí se desprenden son dignas de atención, en tanto que
de estos factores dependerá la garantía o vulneración de una serie de derechos. En primer
lugar, en lo que respecta a las capacitaciones que reciben los policías encargados de la
aplicación del código, hemos advertido la existencia de una suerte de "protocolo
20
informal" de implementación que no se desprende necesariamente del código en sí. Con
esto nos referimos a un saber impartido desde la propia institución policial que pretende
dar respuestas prácticas en torno a, por ejemplo, qué artículos son de instrucción privada
y cuáles de oficio, a cuáles les corresponde aprehendidos, a cuáles secuestros de bienes,
etc. Esto gesta un modo estructurado de comprensión de la puesta en práctica del código
que se articula con saberes-prácticos que se juegan “en la calle”, y funcionan a través de
una lógica determinada que media entre los marcos legales vigentes y las prácticas en
cuestión.
En segundo lugar, destacamos que, en el discurso policial, la garantía de una
mayor cantidad de derechos para los contraventores pareciera estar vinculada a las
limitaciones al accionar policial antes inexistentes. Un ejemplo de ello es el hecho de que
ahora la policía no tiene un ámbito - el contravencional- reservado de manera exclusiva
para sí, ya que a partir del nuevo CCC el proceso de juzgamiento está en manos de los
ayudantes fiscales, pertenecientes al poder judicial. Podríamos decir, entonces, que
ciertos derechos de la ciudadanía son posibilitados por una mayor restricción a los
ámbitos de arbitrariedad policial.
No obstante lo dicho, existen resistencias a los cambios implementados en el
CCC. De este modo, suponemos que la policía puede buscar rendijas que le permitan
reproducir prácticas que, si bien estaban habilitadas e incentivadas por el código anterior,
pueden tener continuidad con el actual. Encontramos, por ende, la falta de injerencia civil
en la mayoría de las capacitaciones como un punto crucial para considerar la reproducción
de prácticas punitivas con nuevas legislaciones.
Ya en otro nivel de análisis, es necesario tener en cuenta que la implementación
del CCC se está dando -aún hoy- sobre la marcha. El Código se publica en el boletín
oficial solo 5 días antes de entrar en vigencia, lo que no da tiempo a que una serie de
mecanismos institucionales se instrumenten correctamente. Esto puede evidenciarse en
que, ni los policías encargados de aplicar las figuras contravencionales ni las autoridades
de su juzgamiento recibieron a tiempo las capacitaciones correspondientes; los abogados
que comprenden la defensoría pública están trabajando sin preparación previa17 y los
protocolos de acción de la policía aún no fueron publicados oficialmente.
17 La Defensoría Pública se constituye recién el 21 de Abril, es decir, 20 días después del comienzo de la
implementación del CCC.
21
Sin embargo, a pesar de estos inconvenientes, encontramos que desde el 1 de
Abril, día en el que CCC entra en vigencia, y el 30 de noviembre del año pasado se han
registrado 8.651 detenidos. Las autoridades proyectan que, en 365 días, deben haberse
registrado 12.888 capturas. Estos números, que si bien corresponden apenas al primer año
de puesta en funcionamiento del código, muestran una drástica reducción en la cantidad
de detenciones, ya que significaría una disminución del 82 por ciento si se la compara
con los 73.100 que fueron capturados en 2011 con el Código de Faltas18.
En base a todo lo expuesto, quedó en evidencia que a la crisis de gobernabilidad
policial del 2013, no se le pudo seguir haciendo frente con meros cambios de cúpulas
policiales y recrudecimiento del punitivismo. Consideramos que este cambio de código
fue, para el gobierno de la seguridad, una demostración de intenciones de cambio dentro
del sistema legal que sostiene las prácticas policiales más cotidianas y cuestionadas por
la ciudadanía. Concebimos que un cambio en el código contravencional que habilita y
define una gran parte de las prácticas policiales, tiene efectos sobre el modo en que estas
se llevan a cabo. No obstante, el código no determina completamentente las prácticas
realizadas en su marco sino que opera como reglas de juego que son re-interpretadas y
apropiadas por los agentes que dentro de ellas tienen márgenes de acción, y que las
racionalizan a partir de un momento subjetivo estructurado. (Carbajo, Cabrera,
Hernández, 2013). Volvemos a insistir entonces en que, un cambio en estas “reglas de
juego” no anula el espacio de discrecionalidad (ya que siempre hay lugar para la
interpretación en la aplicación) pero sí puede desplazar el lugar a partir de cual estos
policías realizan sus prácticas, y su contexto institucional.
Reflexiones finales
La ponencia pretendió resumir un análisis de las estrategias de prevención del
delito desplegadas por el Estado provincial, su recepción por parte de la ciudadanía y la
policía. Cada política pone en juego estrategias e intervenciones particulares para abordar
y gestionar el conflicto, que pueden implicar, según el periodo y la política social
predominante, tácticas de prevención del delito de corte más situacional, social o
comunitaria, siguiendo la clasificación que realiza Sozzo (1998). A su vez, como hemos
18 Datos provenientes del informe general de Gestión Contravencional del año 2016 del Ministerio
Público Fiscal de la Provincia de Córdoba. Ver también en La Voz del Interior 03/04/2017
http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/dicen-que-bajo-82-la-cifra-de-detenidos-por-contravenciones
22
visto, cada táctica de prevención adoptada implica un tipo de participación ciudadana,
intervención policial e importancia de la misma diferenciada para su puesta en marcha.
Si bien la policía es una institución estatal, y por ende subordinada al gobierno
provincial, también es un factor de poder. Es una institución que tiene una historicidad,
en cuyo derrotero ha sedimentado prácticas que pueden observarse detenidamente. Por
otra parte, el nivel de autonomía que el gobierno de la seguridad otorga a la institución
también es clave. Ya que el Estado puede tener el control y la decisión en el diseño de
políticas. En otras palabras, la vinculación que se pueda establecer entre dirigencia
política y policía (Sain, 2015) que puede variar entre una injerencia más civil de control
de la policía, a una policía más autogobernada, es también algo que se refleja en políticas
públicas concretas, en donde las problematizaciones y disputas intra-burocráticas de los
actores terminan cristalizadas.
Como hemos visto, la misma policía, a través de la continuidad de políticas que
le dan autonomía, ha sedimentado prácticas difíciles, pero no imposibles, de reformar. El
caso de estudio del cambio entre CF y CCC es ilustrativo de cómo estas prácticas pueden
mantenerse o reformarse a través de la modificación de políticas públicas. En este sentido,
entendemos que el nuevo CCC implica una serie de avances en términos de derechos con
relación al anterior CF. Sin embargo, no perdemos de vista la centralidad que en el campo
de las prácticas policiales tienen las distancias que éstas van estableciendo, tanto con las
regulaciones legales, como con los mandatos de las cúpulas y las exigencias de la
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23
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