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ESTRUCTURA PRODUCTIVA, INSERCIÓN INTERNACIONAL Y DESARROLLO: ANÁLISIS DE LA ECONOMÍA INDUSTRIAL ARGENTINA.
Virginia Laura FernándezDocente de la Cátedra de Economía I de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones
Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario. Doctoranda del Programa de PósGraduação em Desenvolvimento Econômico de la Universidade Federal do Paraná (UFPR),
Brasil. Miembro de AEDA. Email: [email protected]. Armando Dalla Costa
Profesor del Programa de PósGraduação em Desenvolvimento Econômico de la Universidade Federal do Paraná (UFPR), Brasil. Posdoctor en Economía pela Université de Picardie Jules
Verne, Amiens, França. Email: [email protected].
Mesa General Nº 8: Historia IndustrialSimposio Nº 20: “Cambio de la Inserción Internacional bajo los Nuevos Gobiernos de Sudamérica después del neoliberalismo”.
I. Introducción:
Las grandes transformaciones que se sucedieron a nivel mundial desde la década del 70,
provenientes de la globalización y de la evolución acelerada de la técnica, impactaron
significativamente en las economías latinoamericanas. La apertura indiscriminada de las
economías, la desregulación de los mercados y la expansión de la economía financiera en
detrimento de la economía real forzaron a los países a establecer estrategias defensivas y de corto
plazo para poder adaptarse. Adicionalmente, desde mediados de los años 90, acontecieron
cambios radicales en los patrones mundiales de producción, consumo e intercambio comercial
por los cuales Argentina y los países de la región fueron reconfigurando su estructura productiva
y el patrón de inserción internacional. En este marco, profundizar el análisis de la evolución de
los indicadores de la estructura productiva argentina, así como del patrón de comercio exterior,
del empleo y de los salarios resulta fundamental para vislumbrar las potencialidades de
crecimiento y desarrollo del país.
La estructura productiva argentina se fue conformando en sintonía con las grandes
transformaciones acaecidas a nivel mundial. A modo de síntesis, la economía argentina fue
evolucionando en cuatro grandes etapas: de 18801930 con una inserción internacional basada en
el dinamismo del modelo agroexportador; de 19301975, bajo un modelo de industrialización
sustitutivo de importaciones en el marco de una economía semicerrada; la tercera etapa que se
inicia con la política de apertura y desarticulación macroeconómica desde mediados de los
setenta y que se extiende durante la convertibilidad. La última etapa de crecimiento económico se
inicia con la devaluación de 2002, en un contexto internacional momentáneamente favorable para
los países exportadores de commodities. Asimismo, en esta etapa, el nuevo modelo productivo se
centró en incentivar la producción industrial nacional con alto valor agregado, mayor generación
de empleo y mejora en la distribución del ingreso.
Existen diversas formas de interpretar estos cambios en la estructura productiva
latinoamericana, la cual pareciera que vuelve a definir su inserción en el comercio mundial a
través de la exportación de recursos naturales. Algunos autores analizan dichos cambios haciendo
foco en la desindustrialización de la economía; otros, en términos de la reprimarización de la
economía, destacando los problemas que fueron vislumbrados por los economistas cepalinos; y,
finalmente, otros que se preocupan con la existencia o no de la “enfermedad holandesa”,
haciendo énfasis en la falla de mercado generada por la exportación de commodities, al encarecer
relativamente la producción nacional de productos que demandan altos capitales y tecnología de
punta. La enfermedad holandesa tendería a mantener valorizado el tipo de cambio, lo que
también sería un factor retardador del crecimiento de la economía y amplificador de la
dependencia de las economías domésticas al capital externo. (Palma, 2005; BresserPereira y
Gala 2010).
El objetivo general de esta investigación es conocer la evolución de la estructura
productiva industrial argentina desde los años 1970 hasta la actualidad. Específicamente se
buscará establecer alguna causalidad entre los cambios en la estructura productiva de los últimos
años, la preponderancia de los recursos naturales en la economía y el crecimiento económico del
país. Asimismo, los impactos en el empleo y en algunos indicadores de desarrollo del país serán
incluidos en el análisis.
Esta investigación dará continuidad a un trabajo previo realizado por la autora para el
estudio de Brasil. A través del seguimiento de las mismas variables para ambos países (Argentina
y Brasil), se pretende avanzar en la detección de algunos padrones similares de creación de valor
agregado, estructura productiva e inserción internacional, así como de reconocer algunas
especificidades de dichos países.
El trabajo se divide en cuatro secciones. La primera, introductoria. La segunda, en la que
se presentan diversos enfoques teóricos que tratan sobre la relevancia de la estructura productiva
para que los países en desarrollo alcancen el “catching up”. En este apartado se destacarán los
análisis estructuralistas sobre los problemas de la estructura productiva desequilibrada y su
relación con el patrón de inserción internacional, debido a la vigencia de estas interpretaciones
(PREBISCH 1949; FURTADO 1976; FERRER 2010; DIAMAND 1972; CIMOLI y PORCILE
2010). En la tercera sección se analizará la evolución de los indicadores de la estructura
productiva industrial argentina desde 1970 (participación sectorial en el valor agregado,
productividad laboral sectorial, salarios, exportaciones e importaciones y margen de
rentabilidad). Para lo mismo se utilizará la base de datos PADIWIN, de la CEPAL. En la cuarta y
última sección se presentan algunas reflexiones sobre el estudio.
II. Aspectos teóricos sobre la relevancia de la estructura productiva1.
Existen diversos enfoques teóricos que tratan sobre la relevancia de la estructura
productiva para que los países en desarrollo alcancen el catching up. La preocupación de cómo
alcanzar altos niveles de crecimiento, sostenidos por décadas, para las economías
latinoamericanas fue históricamente motivo de investigaciones con el fin de hacer teoría
económica. Después de la segunda guerra mundial surgió de la mano de la CEPAL un cuerpo
teórico que destacó la importancia de la composición y la forma de la estructura productiva de un
país, como elemento diferenciador y potenciador de círculos virtuosos o viciosos de dicho
crecimiento sobre la mejora de la calidad de vida de la población y de la sustentabilidad de la
inserción internacional de dichas economías en el mundo.
Raúl Prebisch, mentor del estructuralismo de la CEPAL, sintetizó su pensamiento
destacando las relaciones de causalidad y de dependencia de la economía latinoamericana con
respecto a las economías centrales, dejando algunas enseñanzas que aún se encuentran vigentes y
que por tal motivo están también en el centro del debate de la mirada heterodoxa latinoamericana.
Según Aldo Ferrer (2010) las principales lecciones de Prebisch, que aún están vigentes, se
enmarcan en el dilema del desarrollo en un sistema global. La primera lección, se refiere a que
1 Este apartado forma parte de la ponencia de Virginia Laura Fernández (2011) en el 3er. Congreso de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA). La misma fue realizada en portugués.
son los países centrales los que conforman visiones del orden mundial funcionales a sus propios
intereses. Por esta razón, es imprescindible rebelarse contra el esquema teórico hegemónico2 de
los países centrales. La segunda lección, es que es posible una transformación hacia una
relación internacional más simétrica y no subordinada a las economías centrales. En este
sentido, es fundamental utilizar esquemas de análisis que se adapten a las realidades locales de
los países de Latinoamérica. A partir de conocer la realidad y los obstáculos productivos a
enfrentar en las economías locales, se podría desplegar el potencial de crecimiento y desarrollo
para la región.
El tercer aprendizaje que nos deja Prebisch parte del anterior, de que dicha
transformación requiere un cambio profundo en la estructura productiva. Y para esto, el
conocimiento, sería el instrumento fundamental que debe incorporarse en la actividad económica
y social. Sólo una estructura productiva diversificada y compleja, que fortalece un entramando
sofisticado de industrias y de cadenas de valor agregado en la frontera de conocimiento, hace
posible que una economía especializada en la explotación de recursos naturales pueda generar
empleo, bienestar e inclusión social. Así como generar una relación más simétrica y no
subordinada al sistema internacional de comercio.
En este sentido, los avances de la ciencia y tecnología implicaron modificaciones de
tendencias en el consumo y en el modo de vida, y en especial, respecto de la forma en que los
países pueden insertarse y competir en el mundo. Existe una nueva división internacional del
trabajo, en la cual algunos países en especial los asiáticos se están especializando en la
fabricación de productos industriales, basando su competitividad en la posesión de mano de obra
barata y benchmarking de tecnología del mundo desarrollado. Por otro lado, los países de
América Latina encuentran nuevamente en sus recursos naturales la posibilidad de comercializar
con el resto del mundo.
Las contribuciones del pensamiento estructuralista latinoamericano –notablemente las de
Raúl Prebisch, Celso Furtado, Aníbal Pinto y Osvaldo Sunkel entre otros es hoy retomada por un
grupo de economistas con una perspectiva más heterodoxa, que amplía su visión sobre la realidad
2 A grandes rasgos, se basa en las doctrinas clásicas sobre las ventajas comparativas en el comercio internacional, en la libertad del mercado y en la utilización de ahorro externo para superar las crisis de balanza de pagos hasta que los países en desarrollo alcancen los niveles de crecimiento y productividad de los más ricos.
latinoamericana, y que se enmarca dentro del “Novo Desenvolvimentismo”. (Bresser Pereira,
Gala, Oreiro, Ferrer, Ocampo).
El Novo Desenvolvimentismo parte de las enseñanzas respecto del crecimiento que han
tenido durante los últimos años los países en proceso de desarrollo y evidencia los resultados
sobre el patrón de inserción internacional, a partir de la implementación de las políticas
neoliberales del Consenso de Washington.
En este sentido, es pertinente la comparación de la evolución, desde los años 1990 hasta
principios del siglo XXI, del crecimiento de los países asiáticos dinámicos3 y de los
latinoamericanos4. Como puntos fundamentales en la evolución de los primeros – los que
tuvieron un crecimiento promedio de la renta per cápita anual de 7,2% se verifican la
participación activa y casi hegemónica del Estado en la economía, el uso del ahorro interno y el
desarrollo de una industria robusta. Por su parte, en las economías latinoamericanas – cuya tasa
de crecimiento promedio fue del orden de los 3,9% se destacan el abandono de las estrategias
nacionales de desarrollo, la aceptación indiscriminada de todas las reformas liberales, la
privatización de los servicios públicos monopolistas y la gran apertura de la cuenta de capital.
(Bresser Pereira, 2010).
Sin embargo, el error fundamental, según Bresser Pereira, sería la pérdida del control de
la tasa de cambio de las economías latinoamericanas. Esto restringe las posibilidades actuales y
potenciales de dichas economías por sobre los países asiáticos dinámicos. Esto surgiría debido a
que existe una relación muy estrecha y que se auto refuerza entre la tasa de cambio, la
estructura productiva y el padrón de inserción internacional, como veremos en el próximo
apartado.
II.I El deterioro de los términos del intercambio y la estructura productiva desequilibrada.
La principal tesis sostenida por Prebisch es que el deterioro de los términos del
intercambio entre las naciones ricas y los países en desarrollo agudiza las diferencias entre ambos
grupos de países. Esto estaría explicado en el marco de un esquema de comercio internacional
donde los países centrales mantienen un patrón de especialización internacional en la industria y
3 China, Corea, India, Indonesia, Malasia, Tailandia, Taiwan y Vietnám.4 Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, México y Perú.
los países subdesarrollados formarían parte de la periferia agrícola, exportadora de productos
primarios, sin industrializar.
A lo largo de los años, si esta división internacional del trabajo se mantiene, se amplía la
brecha entre los países centralesindustrializados y los países periféricosagrarios. El motivo de
esta tendencia estaría en que la elasticidad renta de exportación de los productos industriales
tiende a crecer con el crecimiento económico y la elasticidad renta de exportación de los
productos primarios a reducirse.
En esa línea, algunos años después, Marcelo Diamand (1972) escribió sobre los
problemas de la estructura productiva desequilibrada en Argentina, su relación con el patrón de
inserción internacional y la relación con el tipo de cambio natural de equilibrio. La estructura
productiva desequilibrada remite a una estructura productiva compuesta por dos sectores de
diferentes niveles de precios: el sector primario –agropecuario, en el caso argentino que trabaja
con precios internacionales; y el sector industrial, que trabaja – en Argentina a un costo y precio
muy superior al internacional. La dinámica de estos dos sectores plantea un modelo económico
caracterizado por la limitación crónica que el sector externo ejerce sobre el crecimiento.
La dificultad que plantea esta estructura productiva desequilibrada, en Argentina, se basa
en la relación entre la productividad industrial, los costos productivos y el tipo de cambio.
Mientras que en la mayoría de los países del mundo la productividad industrial determina el tipo
de cambio y las condiciones de vida, en Argentina, debido a que el sector agropecuario tiene una
productividad relativamente alta resultado de las ventajas de la naturaleza el tipo de cambio se
basa en dicho sector. Como consecuencia, el sector industrial es relativamente caro frente al
mundo, perdiendo competitividad. Este aspecto de la economía argentina, que se verifica en la
mayoría de los países latinoamericanos, es conocido como “Enfermedad Holandesa”.
La enfermedad holandesa, según Corden y Neary (1982), surge cuando la rentabilidad de
un sector o país se reduce fuertemente por causa de un boom ocurrido en determinadas industrias
productoras de bienes o servicios comercializables. Según Palma (2005), en el caso de Brasil, la
transición de un régimen de sustitución de importaciones a uno de apertura comercial y financiera
con profundas transformaciones institucionales, llevó a que Brasil vuelva a tener un patrón de
inserción internacional basado en productos intensivos en recursos naturales. Dicha tendencia a la
desindustrialización se habría reforzado según Bresser Pereira (2005), a partir de 2004, cuando en
paralelo con tasas de cambio reales excesivamente bajas se presentó un repentino y vigoroso
aumento de los precios internacionales de las commodities exportadas por el país.
Ante estos diagnósticos, se proponía, entonces, que los países subsdesarrollados debían
tener Estados activos, que intervengan en la economía, orientando la inversión en sectores
estratégicos e impulsando la industrialización de materias primas y la sustitución de
importaciones, que serían la clave para un desarrollo autónomo nacional. Aún teniendo en cuenta
que son varios y a veces dispares los elementos planteados por los teóricos desenvolvimentistas
Prebisch (1949), Furtado (1961), Ferrer (1973), entre varios; y de la teoría de la Dependencia
Cardoso y Faletto (1970), Sunkel (1978), entre otros, en este trabajo se hace hincapié en la
importancia de la estructura productiva en la inserción internacional y en la distribución del
ingreso.
Otros estudios, actualmente consideran que para alcanzar el crecimiento económico con
equilibrio en la balanza de pagos, deben garantizarse los saldos positivos de la misma, pero
acompañarlo con un aggiornamiento tecnológico en el sistema productivo que se traduzca en un
sistema de innovación más desarrollado, con una estructura productiva diversificada y que tienda
a un cambio en el padrón de inserción internacional, por medio de la exportación de bienes y
servicios con más valor agregado. Diamand (1972), Thirlwall (1979), Lima & Carvalho (2005,
2006), Katz & Stumpo (2001), Nassif (2008), Oreiro (2010), Gala (2010), Bresser Pereira (2010),
Cimoli, Porcile & Rovira (2010).
Entonces, la estructura productiva de un país determina la actual y potencial forma en
que son generados, acumulados y distribuidos los recursos. Así, la estructura productiva define en
cantidad y calidad las posibilidades de consumo (mercado interno), de exportación (ingreso de
divisas), de gasto público (recaudación impositiva), de ahorro e inversión pública y privada (vía
dividendos y resultado de balanza de pagos, etc.) y, por lo tanto, las potencialidades de expandir
la frontera de posibilidades de producción de un país. Desde una perspectiva sistémica, conocer e
interpretar los elementos de la ecuación macroeconómica fundamental de un país nos permite
analizar y establecer elementos claves para una estrategia de desarrollo e inserción internacional
competitiva, sustentable y con impactos positivos en la distribución del ingreso y la renta.
II. II El casillero vacío para Argentina.
De acuerdo con Fajnzylber (1987), en su obra Latin American Industrialization: from the
“Black Box” to the “Empty Box”, se pueden definir claramente tres grupos de países en América
Latina según su estrategia de desarrollo. Los principales indicadores que determinan estos grupos
son: la tasa de crecimiento del producto bruto y la evolución de la distribución del ingreso.
En este análisis se observa que Argentina, al igual que Uruguay, se encuentra en el grupo
de países que durante los años 1970 y 1984 poseían un crecimiento anual del producto per cápita
inferior al 2,4% aunque su distribución del ingreso ha sido más equitativa que en el resto de los
países de la región. Por su parte, Brasil, junto con Colombia, Ecuador, México, Paraguay,
Panamá y República Dominicana, forman parte del grupo de países, que aún con un crecimiento
del producto per cápita superior al 2,4% durante el período analizado, mantenían una distribución
del ingreso más regresiva. Un tercer grupo de países ha tenido un bajo desempeño en el nivel de
actividad medido por el producto bruto per cápita y al mismo tiempo ha tenido una distribución
del ingreso menos equitativa.
La Argentina en términos de Fajnzylber sería un país con un sistema productivo
articulado aunque con tendencia a la estagnación. En contraposición, Brasil se encontraría dentro
del grupo de países dinámicos pero desarticulados. Lo que resalta Fajnzylber en su estudio es que
existe una combinación de los indicadores (alta tasa de crecimiento del producto y distribución
del ingreso más equitativa) que no es seguida por ninguno de los países de América Latina. Es en
este sentido que llama “Empty Box” a esta combinación virtuosa de crecimiento del producto per
cápita y equidad. Sin embargo, dicha combinación se da en algunos países del resto del mundo,
fuera de la región, lo que demuestra que dicha tendencia es posible. Entonces, ¿cuáles serían los
factores que entorpecen este resultado en América Latina? O mejor, ¿es posible modificar esta
tendencia?
Como fue dicho anteriormente, en este artículo se considera que una mejora en la
estructura productiva de un país, haciendo que la misma sea más diversificada y que genere
mayor valor agregado, es uno de los elementos fundamentales para que el crecimiento del
producto tenga impactos favorables sobre la generación de empleo y sobre una posible
redistribución del ingreso, volviéndola más equitativa. Restricciones de cualificación, educación,
espíritu emprendedor, niveles de inversión e inercia de las elites, todavía forman parte de los
impedimentos para iniciar este círculo virtuoso.
Sin embargo, para acotar la investigación, nos centraremos en analizar la evolución de la
estructura productiva industrial y los impactos sobre la economía nacional a partir de la
remuneración a los factores de producción, del comercio con el resto del mundo y la
productividad.
III. Evolución de la estructura industrial argentina desde 1970.
Un análisis integral de la estructura productiva industrial argentina requiere conocer la
composición de las principales variables que estructuran la economía nacional. En especial, es
relevante estudiar en qué sectores o grupos de sectores se fue generando el valor agregado, la
tendencia y participación de estos sectores en el comercio exterior y en la generación de empleo.
Adicionalmente, algunos indicadores sobre productividad y margen de rentabilidad permiten
reflexionar sobre la manera en que los diferentes actores económicos se apropian de estos
excedentes producidos.
A continuación se presentarán datos sobre la creación y distribución del valor agregado
por sectores productivos; entre los trabajadores y los capitalistas; y sobre los indicadores de
productividad, comparando la evolución para la industria en general y para los sectores con
mayor desempeño tecnológico. En este sentido, serán mostrados datos desagregados por sector y,
en seguida, agrupados de la forma especificada por Cimoli y Rovira (2008) en estudios recientes
sobre América Latina, de modo de conglomerar los sectores de alta y media tecnología5.
Finalmente, se presenta una clasificación realizada por Nassif (2008) específicamente para
analizar la evolución industrial brasilera6, a fin de realizar una segmentación entre los sectores
intensivos en tecnología, en trabajo y en escala, así como los sectores diferenciados.
Las variables que se analizarán son: la evolución del valor agregado, las exportaciones e
importaciones, la productividad laboral, los salarios y el margen de rentabilidad. Se busca con
esta selección de variables encontrar los impactos sobre el empleo, los salarios y la productividad
que tiene la generación de valor agregado y el patrón de comercio internacional.
5 Las actividades incluidas en el ítem “alta y media tecnología” son: impresión y publicaciones; industria química; otros químicos; productos plásticos; hierro y acero; metales no ferrosos; maquinaria no eléctrica; maquinaria eléctrica; equipo de transporte e instrumentos científicos y profesionales.6 Esta clasificación es de utilidad para dar continuidad a la investigación previa realizada por la autora sobre la estructura productiva industrial brasilera, ya que permitirá comparar los datos de Argentina con los de Brasil.
Por su parte, la agrupación de estas variables en sectores de alta y media tecnología
permitirá visualizar si existe alguna relación de causalidad entre los cambios estructurales y la
intensidad tecnológica dentro del sistema productivo. Finalmente, la segmentación entre sectores
a partir de la intensidad en la escala, en la utilización de la mano de obra y en la diferenciación
será relevante para analizar los impactos generados por cambios en la productividad sobre la
participación de los salarios en el valor agregado, eje esencial de esta investigación.
III.I. La estructura productiva argentina
La economía argentina ha tenido una evolución similar a la de sus pares latinoamericanos,
aunque con algunos matices específicos que evidencian la especificidad de su estructura
productiva, así como principalmente las particularidades de su organización política, el rol de la
sociedad civil en las transformaciones socioeconómicas y especialmente el tipo de intervenciones
seguidas por sus gobiernos.
La estructura productiva argentina se fue conformando en sintonía con las grandes
transformaciones sucedidas a nivel mundial. La actividad industrial se inicia a fines del siglo XIX
acompañando el dinamismo del modelo “agroexportador”. A partir de 1930, la actividad
industrial comienza a tener una gran preponderancia dentro de la actividad económica nacional
en el marco del proceso de industrialización sustitutiva de importaciones, la que se fortalece aún
más desde 1958 con la industrialización pesada. A partir de allí las actividades industriales fueron
consideradas el motor del crecimiento económico en términos de creación de empleo,
acumulación de capital y generación de capacidad tecnológica (Kosacoff, 1993). Sin embargo,
desde mediados de los años 70, la apertura indiscriminada de la economía, la desregulación de los
mercados, la liberalización del sistema financiero y algunas debilidades de la estructura
productiva local frente a los cambios tecnoproductivos que se estaban sucediendo en el mundo
junto a la salida del modelo fordista de producción, cambiaron en gran medida el perfil
económico nacional, haciendo que la economía real perdiera espacio ante la economía financiera.
Desde el último cuarto del siglo XX, la desarticulación productiva se acentuó en el país.
La inestabilidad macroeconómica de la década del ochenta y la instauración del Plan de
Convertibilidad durante los noventa marcaron el final del siglo. En este período el índice de
obreros ocupados en la industria pasó de 119,2 en 1974 a 73 en 1982, llegando a 2002 con sólo
35,7 (Español, 2010). Sin embargo desde 2003, junto a una nueva coyuntura para los mercados
internacionales de commodities, la devaluación y las nuevas estrategias de intervención del sector
público se modifica la tendencia de desaceleración de la economía real.
Sintetizando podemos encontrar cuatro grandes etapas en la industria argentina: de 1880
1930 de inserción internacional basada en el dinamismo del modelo agroexportador; de 1930
1975, la industrialización sustitutiva de importaciones en el marco de una economía semicerrada;
la tercera etapa que se inicia con la política de apertura y desarticulación macroeconómica desde
mediados de los setenta y que se extiende durante la convertibilidad. La última etapa de
crecimiento económico se inicia con la devaluación de 2002, en un contexto internacional
favorable para los países exportadores de commodities.
Analizando los gráficos 1 y 2, a continuación, se observa que durante toda la serie los
sectores productores de servicios han superado a los productores de bienes en la composición del
producto bruto interno. Así mismo, si bien hasta mediados de los años 40 ambos grupos
mantenían una tendencia similar, luego comienzan un leve distanciamiento que se consolida a
finales de los años 70, cuando los sectores productores de bienes tienen una caída de su
crecimiento. Esta tendencia se agudiza en los años 90 y a partir del comienzo del nuevo ciclo
(desde la salida de la convertibilidad), ambos sectores productivos tienen una expansión
exponencial, aunque haciéndose más distantes.
Gráfico 1:
Gráfico 2:
Considerando los sectores más relevantes de la economía productores de servicios;
industria manufacturera; y agricultura, caza, silvicultura y pesca podemos visualizar en la serie
dichos cuatro puntos de inflexión. El primero, con el fin de la segunda guerra mundial en 1945,
en que la industria manufacturera desplaza a la agricultura en términos de participación del
producto, alcanzando la actividad industrial el 21% del mismo y la agricultura, caza, silvicultura
y pesca, el 19%. Para dicho año, los sectores productores de servicios aportaban con algo más del
52% del producto.
El segundo, a mediados de la década del 70, con el inicio de la apertura económica y la
liberalización financiera implementadas por los gobierno de facto. Así, mientras hasta 1974 la
industria manufacturera ampliaba su lugar en el producto, en detrimento de la agricultura y los
sectores productores de servicios, posteriormente la industria manufactura tuvo una tendencia
descendente que solo se revirtió en 2002.
Un tercer punto de inflexión fue en el año 1989, en el cual, la industria retrocede a una
tasa mayor en simultáneo a un despliegue vertiginoso de los sectores productores de servicios.
Entre 1989 y 2001, la industria manufacturera redujo su participación a la mitad, pasando de
contribuir con un 31% del PBI, a un mínimo histórico de 16%. Por su parte, los sectores
productores de servicios pasaron de contribuir con la mitad del producto a más del 70% del
mismo.
El último punto de quiebre fue en la acentuada crisis de los años 2001 y 2002, que derivó
en la salida de la convertibilidad y en la búsqueda de un cambio de estrategia política y
productiva para el país. Los datos para el último año de la serie, 2004, ya expresan la mejora del
peso de la industria manufacturera en la economía nacional, aunque aún se encuentra muy por
debajo de los valores alcanzados en 1975.
Finalmente, si analizamos entre puntas, los sectores productores de servicios mantuvieron
una participación similar aunque creciente, pasando del 60% al 70% del producto. La actividad
industrial aumentó su participación de un 13% a un 22,28% y las actividades primarias
alimenticias redujeron su espacio en la composición del producto, pasando de casi un 23% en
1935 a alrededor de un 10% en 2004.
Estos cambios en la participación de sectores y, en especial, del sector industrial, son un
proceso inherente al crecimiento y a la evolución de las economías, para algunos teóricos. Para
otros, es el principal obstáculo para los países que aún no alcanzaron el crecimiento de los ricos.
La participación sectorial, de todos modos, debe analizarse no solo con relación al producto que
genera, sino también en cuanto a las posibilidades de generar puestos de trabajo.
El concepto clásico de desindustrialización presentado por Oreiro (2010) es definido por
Rowthorn e Ramaswany (1999) como el proceso de reducción persistente de la participación del
empleo industrial en el empleo total de un país o región. Bajo esta concepción, los países ricos o
del primer mundo habrían pasado por este proceso durante los años 70, mientras que los países de
América Latina lo hubieran pasado durante los años 90 – en sintonía con la implementación del
Consenso de Washington.
Mientras que para los economistas más ortodoxos este proceso emerge con la
globalización, para los más heterodoxos, el sector industrial es el motor de la economía y la
desindustrialización acontece en forma precoz en América Latina, sin haberse alcanzado el grado
de madurez en sus respectivas estructuras industriales. La desindustrialización surgiría, para este
grupo, como consecuencia de la “enfermedad holandesa”, que viene asociada al exceso de
recursos naturales – u otros recursos productivos, como la mano de obra, a los déficit
comerciales y en la cuenta de capital, y a restricciones en el sector externo.
Según los datos de Palma (2005), la participación del empleo industrial en los países de
América Latina y el Caribe se redujo, pasando de 16,8% en 1990 a 14,2% en 1998. Para el caso
específico del Cono Sur y Brasil, la caída en la participación del empleo industrial comenzó
anticipadamente, en los años 60, aunque a un ritmo mucho más leve, pasando de 17,2% en los 70
a un 11,8% en 19987.
III.II La estructura productiva, a partir de la industria de media y alta tecnología.
En este apartado se presentan los resultados obtenidos de calcular un índice estructural
para la industria de alta y media tecnología de Argentina, desde 1970 hasta 2008. La industria de
alta y media tecnología8 surge de agregar las actividades industriales: impresión y publicaciones;
industria química; otros químicos; productos plásticos; hierro y acero; metales no ferrosos;
maquinaria no eléctrica; maquinaria eléctrica; equipo de transporte e instrumentos científicos y
profesionales. A partir de esta agregación se calcula la participación de la industria de alta y
media tecnología en el total de la industria manufacturera para diversos indicadores de la
estructura productiva: valor agregado, empleo, salarios, exportaciones, importaciones,
productividad y margen bruto.
El objetivo con esta agrupación de actividades es analizar si la evolución en todas las
variables fue favorable a la economía como un todo, contemplando también la participación de
los trabajadores en el crecimiento de la productividad y del valor agregado.
En los gráficos a continuación, es posible verificar que las actividades de alta y media
tecnología han tenido un aumento en la participación de la actividad industrial en algunos de los
indicadores, lo que es bueno para una economía que crece y que tiene que ampliar su inserción
internacional en sectores con alta generación de valor agregado. Sin embargo, este aumento fue
demasiado leve y no se ha reflejado en los indicadores de empleo y remuneración a los
trabajadores. Entre 1970 y 2008, el valor agregado y el margen bruto de las actividades de media
y alta tecnología tuvieron una tendencia similar y aumentaron su participación en la industria en
un 23% y 38% respectivamente. Mientras tanto, la participación de las personas ocupadas se
redujo en un 5% y la masa salarial en los sectores más cualificados retrajo su participación en
más de un 3% sobre los salarios industriales totales.
7 Es muy probable que estos datos del Cono Sur tengan una fuerte influencia de Argentina y, aunque en menor medida, de Uruguay. Dichos países aplicaron hacia fines de los años 60, y sobre todo a mediados de los 70 – con sus gobiernos de facto políticas de apertura comercial y liberalización financiara, las que fueron el primer gran paso para la destrucción del entramado industrial nacional. 8 Según clasificación presentada en Cimoli y Rovira (2008)
Un hecho alentador que muestran los datos, y que no se evidencia en el estudio realizado
para Brasil, es que las variables laborales y salariales de alta y media tecnología tienen un
indicador superior al del valor agregado. En este sentido, podríamos inferir que las actividades
industriales más cualificadas tienen mejor repercusión sobre el mercado de trabajo, en términos
de generación de empleo y de remuneración a este grupo de trabajadores en Argentina. Sin
embargo, se visualiza que desde el año 1980, estas variables comienzan a perder participación y
no se recuperan hasta el final de la serie. Y este hecho es simultáneo a que la curva de margen
bruto se acerque a la de valor agregado de alta y media tecnología. Podríamos decir, que desde
1980, las pequeñas mejoras en la estructura productiva, medidas en términos de valor agregado
cualificado dentro del industrial se filtran al margen bruto y no hacia el pago de salarios o la
creación de empleos.
Gráfico 3:
Otros indicadores importantes para evaluar junto al de valor agregado son los de la
balanza comercial (gráfico 4). Así, vemos que las exportaciones de alta y media tecnología
tuvieron un salto significativo, pasando de un 16% del total de exportaciones industriales en
1970, a casi el 40% en 2008. Por su parte, las importaciones de estos productos o insumos con
alta y media tecnología se mantuvieron estables. Asimismo, casi el 80% de las importaciones
argentinas forman parte de estas ramas industriales, lo que denota una fuerte dependencia del
exterior.
A modo de síntesis podemos perfilar tres tipos de inferencias. La primera, bastante trivial,
que a pesar de que pasaron 40 años, las actividades industriales de media y alta tecnología no han
logrado superar el 40% del valor agregado industrial. La segunda, que la leve mejora en el valor
agregado y en el margen bruto cualificado no se ha traducido en los indicadores de empleo y
salariales. La tercera, que no se evidencia una relación directa entre la mejora estructural de la
balanza comercial y el valor agregado, ya que en los períodos de crecimiento de la importación
de alta y media tecnología (19741978, 19811989) no han variado en el mismo sentido el valor
agregado ni las exportaciones de alta cualificación y esto implicaría que dichas importaciones
cualificadas no se han utilizado para la producción y/o exportación nacional, sino más bien para
satisfacer el consumo doméstico más sofisticado.
Ante estas inferencias, surgen algunas preguntas que forman también parte de los
cuestionamientos que realizamos para el caso de Brasil. ¿Estaremos frente a una limitación
productiva? ¿Son relevantes para la inserción internacional de Argentina estos indicadores de la
balanza comercial y del valor agregado? ¿Los países latinoamericanos y Argentina en
particular tienen que resignarse a que las mejoras en las estructuras productivas se traduzcan en
mejoras de margen de rentabilidad y no en empleo y salarios? Resulta imposible responder estas
preguntas en esta incipiente investigación, pero se considera imprescindible plantearlas.
Gráfico 4:
A continuación presentamos la evolución de la productividad de la industria
manufacturera argentina. La que surge de una razón simple entre el valor agregado industrial y la
cantidad de empleados. En este caso se comparan los datos para el total de la industria
manufacturera con los de las actividades de alta y media tecnología.
Gráfico 5:
En el gráfico precedente, es posible verificar una leve tendencia de crecimiento desde
1970 hasta 1990, y a partir de allí una tasa de crecimiento más acelerada. Es notable, que la hasta
el año 1997, la productividad de la industria en su conjunto es muy similar a la productividad de
la industria de alta y media tecnología, y hasta en algunos períodos superior (19751981 y1989
1995). Sin embargo, es a partir de 2002 que la productividad de las actividades de alta tecnología
se distancia algo más de la productividad total de la industria, aunque encuentra un techo en
2004. Y debido a que también desde 2002 la productividad de la industria se mantiene estable es
que cabría aquí una pregunta similar a la anterior. ¿Estaremos frente a un techo de productividad
en la industria Argentina, incluso en las actividades de alto contenido tecnológico?
III.III La estructura productiva industrial por sectores.
La presente caracterización de la estructura productiva pretende conocer la evolución de
la estructura industrial argentina a partir de la segmentación de la industria en los sectores: a)
intensivos en el uso de tecnología, b) intensivos en el uso de trabajo, c) intensivos en escala y d)
sectores diferenciados. La clasificación fue realizada a partir de la agregación hecha por Nassif
(2008) para Brasil, cruzándola con los subrubros definidos por la CEPAL en el PADIWIN 2010
(CIIU revisión 2). Para los años 1970 y 2007, la agrupación y los datos estructurales principales
quedan de la siguiente manera:
Tabla 1:
Esta tabla da una fotografía, por sectores, de la industria argentina en dos momentos del
tiempo. Y es valiosa ya que nos permite analizar en más detalle cuales son las ramas de actividad
más relevantes y cuales han dejado de serlo.
El elemento más importante, que quiere destacarse en el análisis, es la gran diferencia que
existe entre las actividades que generan valor agregado y las que generan más trabajo.
Así, mientras intuitivamente creemos en la hipótesis de que la industria es el motor del
crecimiento en el largo plazo – hipótesis planteada por Thirwall (2002) y Tregenna (2009) en
tanto la misma a) genera fuertes encadenamientos productivos hacia delante y hacia atrás, b)
presenta economías de escala, c) es una transmisora de los cambios tecnológicos, y d) que la
elasticidad renta de las exportaciones de productos manufacturados es mayor que la elasticidad
renta de las exportaciones de commodities y productos primarios, lo que condiciona la restricción
de la balanza de pagos en el largo plazo; visualizamos algunas contradicciones en cuanto al
impacto de la mejora de la productividad sobre el empleo y la participación de los asalariados en
la mayor producción.
En la tabla 1, vemos que existen dos grupos de sectores bien definidos. Por un lado, los
que redujeron su participación en el valor agregado entre puntas (1970 y 2007), estos son los
sectores intensivos en trabajo y los sectores diferenciados. Por otro lado, se encuentran los que
incrementaron tal participación en el valor agregado, siendo estos, los sectores que utilizan
tecnología sobre los recursos naturales y los intensivos en escala. Existen algunas características
específicas vinculadas con la intensidad de la dirección de dicho cambio y con la evolución de la
productividad de cada grupo que se presentarán a continuación.
Dentro del primer grupo, las actividades intensivas en trabajo redujeron fuertemente su
participación en el valor agregado y en las exportaciones, representando apenas el 10% de lo
producido y el 5% de las exportaciones de 2007. Asimismo, aunque la participación en el
empleo no tuvo tal merma y alcanza el 23,36% del sector industrial, la masa salarial, sí se ha
reducido también en forma considerable. Estos resultados son congruentes con una evolución de
la productividad promedio del sector que es positiva pero también la menor de toda la industria.
En sentido opuesto, los sectores diferenciados redujeron levemente su participación en el
valor agregado y en las exportaciones, aunque tuvieron una caída muy pronunciada en el número
de personas ocupadas y en la porción que reciben por salario (gráficos 6, 7 y 8).
Dentro del segundo grupo, las ramas de los sectores que utilizan tecnología sobre el
sector primario, incrementaron su participación hasta alrededor de un 50% del valor agregado y
las intensivas en escala a cerca de un 35%. Las ramas de productos alimenticios y de refinación
de petróleo son las de mayor peso entre las primeras; y equipo de transporte, industria química y
otros químicos, entre las segundas.
Sin embargo, en este segundo grupo se evidencian matices sobre como dicho incremento
en el valor agregado se refleja o no en la participación de las otras variables (exportaciones,
empleo y remuneración salarial). Así, las de tecnología sobre el sector primario, redujeron su
lugar dentro de las exportaciones industriales, pasando de 74% a 59% y crecieron en gran medida
dentro de la composición del empleo industrial (de 24% a 38%) y de la masa salarial (de 23% a
casi 38%). Por su parte, las intensivas en escala, aumentaron en gran medida su participación en
las exportaciones y en la masa salarial, pero su incremento en la participación del empleo
industrial fue más tenue.
En este sentido, se visualiza que los sectores agregados que incrementaron su
participación en el valor agregado, siempre aumentaron su lugar en las variables de empleo y de
participación de los salarios en lo producido. Sin embargo, en uno de los casos también mejoró la
participación en las exportaciones – intensivas en escala y en el otro cayó dicha participación –
tecnología sobre recursos naturales. Esto por su parte, pareciera reconocer algún vínculo sobre la
intensidad del resultado positivo sobre el empleo y la masa salarial, ya que mientras para las
intensivas en escala la participación en salarios es alta, no lo es en la misma intensidad sobre la
absorción de mano de obra.
Algo similar ocurre con el primer grupo, de los sectores que perdieron participación en el
valor agregado, ya que ambos subgrupos redujeron su participación en el empleo y en la masa
salarial industrial, pero en intensidades diferentes según lo sucedido con las exportaciones.
Mientras en el caso de las intensivas en trabajo redujeron fuertemente (a la mitad) su
participación en las exportaciones, la caída no fue tan intensa en la porción de empleo ni en la
masa salarial. En el caso de las diferenciadas, que tuvieron una retracción menor sobre las
exportaciones industriales, su correlato en las variables de empleo y salarios fue mayor.
De esta manera, así como teóricamente es claro que el perfil de las exportaciones
determina las posibilidades de generación de divisas, de crecimiento económico y de inserción
externa de un país, también debería ser claro el vínculo de las mismas con la forma en que se
organiza la producción, la generación de trabajo y la remuneración a los trabajadores. Sin
embargo, esto no se observa en los resultados.
Por su parte, es posible inferir que la variable productividad sea relevante para explicar
los matices antes mencionados, y en este sentido hacemos dos afirmaciones. La primera, que
todos los agregados sectoriales tuvieron mejoras en la productividad entre 1970 y 2007. La única
excepción la tuvieron las ramas: productos de madera, petróleo y productos de carbón
(tecnología sobre recursos naturales) y productos de caucho (intensivas en escala). La segunda,
que los subgrupos que tuvieron mejores incrementos en la productividad fueron los sectores
diferenciados y los intensivos en escala – los que se caracterizan por ser más intensivos en la
utilización de mano de obra calificada o de capital. Y, además, en el caso de los diferenciados, no
han filtrado dicha mejora para ampliar el lugar de los asalariados en el valor agregado.
Sintéticamente, podría decirse que la tesis estructuralista/cepalina de que una mejora en la
estructura productiva y en la inserción externa de un país – principalmente a través de
incrementos en la productividad puede reducir las brechas de ingresos entre los agentes
económicos tendría que estudiarse en profundidad para el caso de Argentina y en especial para
los sectores diferenciados. Ya que dicho esfuerzo en la mejora en la estructura productiva y en la
inserción externa podría filtrarse inmediatamente para engrosar el margen bruto de ganancia del
sector, sin generar impactos significativos en la generación de empleo y en la participación de los
asalariados en el valor agregado.
A continuación se presentan los gráficos con la evolución de los sectores industriales
agrupados para los diferentes indicadores.
Gráfico 6:
Gráfico 7:
Gráfico 8:
Gráfico 9:
Primeramente, se podría decir que las industrias con tecnología sobre recursos naturales
y las intensivas en escala han tenido un gran aporte al crecimiento del producto durante los
últimos años, comenzando en 1990 y reforzándose en 2003. Sin embargo, estas industrias no
lograron un gran crecimiento de puestos de trabajo durante la serie, y redujeron la participación
de los salarios en la composición del valor agregado, quedando la primera, sensiblemente abajo
en este aspecto al resto de la industria manufacturera, y en especial por debajo de las
actividades intensivas en mano de obra (gráficos 7 y 8).
Por otro lado, cabe destacar que la evolución del empleo en la industria manufacturera
argentina muestra una reducción en los puestos de trabajo para todos los sectores agrupados,
desde 1976. Tal tendencia solo se revirtió a partir de 2003, sin embargo, aún al final de la serie no
se había podido alcanzar la absorción de empleo en número de personas que se tuvo en 1976,
mejor año de la serie. (gráfico 7)
Además, las industrias diferenciadas – maquinarias e instrumentos científicos y
profesionales han tenido un gran aporte al crecimiento del producto durante los últimos años. Sin
embargo, estas industrias redujeron enormemente los puestos de trabajo desde 1976 y volvieron
muy insignificante la participación de los salarios en la composición del valor agregado desde
1996, pasando de ser el 63% en 1970, a 19% en 1996 y en 2008 a 22%. Quedando sensiblemente
abajo, en este aspecto, a las actividades intensivas en mano de obra (gráfico 8).
Por su parte, las industrias de los sectores con tecnología aplicada a recursos naturales y
las intensivas en escala tuvieron impactos más armónicos sobre los indicadores de empleo y
salarios. Así, mientras la participación en el valor agregado mejoró entre 1970 y 2007, su
participación en el empleo y en los salarios también lo hizo, aunque en una proporción bastante
mayor. Este aspecto es más fuerte para las ramas de tecnología sobre recursos naturales.
En el caso de las intensivas en escala, vale destacar que ampliaron enormemente su lugar
dentro de las exportaciones industriales, representando un 31% de las exportaciones en 2007. Las
actividades del complejo químico, la fabricación de equipos de transporte y de productos
plásticos fueron las más relevantes en este punto – las que también alcanzaron altos valores de
productividad, incremento en la participación salarial y en el empleo.
Finalmente, dentro de las industrias con tecnología aplicada a recursos naturales,
remárquese que las mismas redujeron considerablemente su participación en las exportaciones,
sin embargo, mantienen una productividad creciente y consolidan una rama esencial en la
estructura productiva argentina: la de producción de alimentos – que aún concentra el 40% de las
exportaciones industriales del país. En este grupo también se encuentra la refinación de petróleo,
que a pesar de multiplicar por 16 las exportaciones, tuvo un impacto más tenue sobre el empleo y
los salarios, en parte, debido al incremento en la productividad.
Analizando la evolución de la productividad por sectores se muestra que las actividades
con tecnología en recursos naturales y las intensivas en escala están por encima del total de la
industria manufacturera, y las intensivas en trabajo y diferenciadas por debajo de dicho valor,
durante toda la serie. Entre los años 1990 y 1996, los indicadores para todos los sectores se
expandieron, sin embargo, desde 1996, la productividad de las primeras se acerca alcanzando
valores alrededor de 0,04 y la de las segundas se aleja volviéndose de 0,014 para las intensivas
en mano de obra y de 0,023 para las diferenciadas. Como último punto se destaca un leve
estancamiento en la productividad de todos los sectores desde 2007, lo que también podría estar
marcando algún límite a la agregación de valor por trabajador.
IV. Conclusiones
En este texto se buscó conocer la evolución de la estructura productiva industrial
argentina desde los años 1970 hasta la actualidad. El objetivo principal fue obtener elementos que
permitan conocer como fue el cambio estructural en la composición del valor agregado industrial,
la generación de empleo, la productividad y la pauta exportadora.
A lo largo del estudio se expusieron algunos elementos teóricos y otros de análisis de
datos. En la segunda sección, se presentó un breve recorrido teórico sobre la relevancia de la
estructura productiva para definir el camino de crecimiento y desarrollo de un país. Para lo
mismo, se utilizaron las ya clásicas proposiciones estructuralistas y las del “Novo
Desenvolvimentismo”. También fueron esgrimidas algunas conceptualizaciones sobre
desindustrialización y enfermedad holandesa con el objetivo de ampliar el marco conceptual para
interpretar la complejidad de la realidad económica latinoamericana, así como para destacar los
retos productivos a los que se enfrenta Argentina, y los países de la región, por tener recursos
naturales en exceso.
El análisis de datos se realizó con base en los datos de la Cepal, del PADI – Programa de
Análisis de la Dinámica Industrial. Los datos sobre la estructura productiva argentina se
consolidaron, inicialmente, según las actividades de alta y media tecnología. A continuación, se
presentó otra clasificación por medio de la cual la industria argentina se formaba por sectores: a)
intensivos en tecnología para los recursos naturales, b) intensivos en mano de obra, c) intensivos
en escala y d) diferenciados.
En términos generales podemos decir que la participación de la industria en el valor
agregado argentino creció entre mediados de los años 30 y finales de los 80, con algunas
oscilaciones. El mejor año de la serie fue 1976 cuando alcanza el 33% del producto nacional. A
partir de 1990 la industria tuvo una tendencia descendente que solo se revirtió en 2002, y en la
actualidad concentra menos de un quinto del producto bruto.
Sin embargo, estos datos aislados no nos dicen mucho. Para conocer las particularidades
de la estructura productiva industrial argentina también son relevantes los cambios en la
productividad de los sectores, la evolución de los salarios, la participación de los mismos en el
valor agregado. Y, principalmente, debe observarse la relevancia de cada sector en la matriz de
generación de trabajo.
Dos sectores agregados son un claro ejemplo. La industria intensiva en escala, que ganó
participación en la mayor parte de las variables analizadas valor agregado, productividad y
salarios muestra un mejor lugar dentro de las exportaciones y un nivel de empleo superior a las
décadas anteriores.
Por otro lado, los sectores diferenciados – fabricación de maquinaria eléctrica y no
eléctrica y de instrumentos científicos y profesionales. Este sector agregado, tuvo una caída muy
tenue en la participación del producto y las exportaciones, sin embargo, su impacto en la
evolución de las otras variables fue más intenso, reduciendo enormemente su participación en el
empleo industrial y en la participación de los asalariados en el valor agregado. Estos sectores
tuvieron un gran crecimiento en la productividad.
Finalmente, cabe resaltar que los sectores con tecnología sobre recursos naturales
mantienen una participación relevante en la industria en todos los indicadores y aunque
perdieron espacio en el total de las exportaciones industriales sus resultados sobre la absorción
de mano de obra y la masa salarial fueron muy positivos.
Estos sectores aportan con casi la mitad del producto industrial, cerca del 40% del empleo
y la masa salarial, y un 60% de las exportaciones. La producción de alimentos lidera a estos
sectores. Sin embargo, en términos de productividad, estos sectores que han mantenido una
evolución por encima del promedio de la industria manufacturera han sido los que menos
crecieron en el período (19702007).
Entonces, la principal conclusión de esta investigación es que los aumentos de
productividad en los sectores de alta y media tecnología no encuentran reflejo en los aumentos
salariales, ni en la repartición del valor agregado.
En este sentido, no queda claro para el caso argentino, si una mejora en la productividad
traería aparejada una evolución en el nivel y la calidad del empleo y salarios, en términos de la
participación de estos dentro del valor agregado. Lo que, por su parte, dificultaría un incremento
de la demanda agregada interna, la creación de un mercado doméstico fuerte, y las posibilidades
de aumentar los niveles de ahorro interno. Probablemente, para los países de América Latina
dicha situación se reproduce, debido a las grandes heterogeneidades dentro de sus estructuras
productivas.
Para concluir, es importante destacar que esta investigación generó varios disparadores
que no han podido responderse aún, pero que sí serán objeto de futuros estudios. Mientras que,
habitualmente, se utilizan herramientas microeconómicas para comprender la lógica
interindustrial, o elementos macroeconómicos para entender el sistema productivo en el marco de
las cuentas nacionales, analizar la remuneración a los factores de producción, por sectores,
utilizando tal vez la matriz insumo producto, puede ser de mucha utilidad para entender la
producción, acumulación y distribución de la riqueza industrial y el proceso de crecimiento en el
largo plazo.
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