Estudio de Gaudium Et Spes, Por L. Iñigo Gimeno (1994)

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Trabajo realizado para la asignatura "Doctrina Social de la Iglesia", de Ingeniería Informática de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid (1994).

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  • DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

    Constitucin Pastoral

    GAUDIUM ET SPES,

    sobre la Iglesia en el mundo actual

    Promulgada en la sesin pblica del 7 de Diciembre de 1965.

  • Gimeno y Gimnez, L. Iigo. FM-21. Exp. 921021. Enero, 1994.

  • INDICE

    INTRODUCCION ........................................ 3

    I PARTE. RESUMEN .................................... 4 Prembulo ......................................... 4 Exposicin preliminar. Situacin del hombre en el mundo actual ...................................... 4 Parte I. La Iglesia y la vocacin del hombre ...... 6 Parte II. Algunos problemas ms urgentes .......... 10 Conclusin ........................................ 17

    II PARTE. OPININ PERSONAL .......................... 18

    BIBLIOGRAFA ........................................ 19

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    INTRODUCCIN

    Desde los primeros tiempos de la Iglesia Catlica, sta ha sido siempre una institucin dinmica, que ha procurado llegar hasta lo ms profundo del hombre de cada tiempo. Para ello, se ha visto obligada constantemente a adaptarse y a transformar los medios y los instrumentos con los que se comunica con el mundo.

    Pero si estos cambios en la forma han sido significativos, ms grande an han sido los cambios que se han producido en su doctrina. Y el cambio ms grande y ms audaz que ha dado la Iglesia moderna con respecto a la Iglesia feudal, ha sido su clara opcin por los pobres, por los necesitados y, en definitiva, por los que sufren.

    Si tuvieramos que sealar dos momentos claves debido a la im-portancia del cambio en la historia de nuestra Iglesia seran, sin duda, el Concilio de Trento y el Concilio Vaticano II. En el primero, la Iglesia se ve obligada a renovarse profundamente en todos sus niveles y a definirse explcitamente en ciertas materias, debido a las afirmaciones y acusaciones que hace el movimiento reformista. Pero para nosotros el siglo XVI queda ya muy atrs, y la problemtica actual es muy distinta a la de entonces. El mundo ha cambiado mucho, han cambiado los pueblos, las ideas, las estructuras. Ha llegado el desarrollo, desarrollo que ha beneficiado en enorme medida a nuestro mundo, pero que ha sumido en una profunda pobreza a una gran parte de ste. Es entonces cuando surge en nuestra historia iluminando a nuestro siglo el Concilio Vaticano II.

    Este Concilio transform profundamente a la Iglesia, tanto en su forma como en su fondo. Por primera vez en los veitin concilios que ha celebrado la Iglesia o veintids si consideramos el Concilio de Jerusaln, se promulga una constitucin pastoral. Pero lo grande de este acontecimiento no es el hecho de que sea pastoral. Lo que convierte a este documento en el ms extraordinario del Concilio Vaticano, es el hecho de que por primera vez, con la ms profunda conciencia de "Maestra" y el ms profundo sentido de universalidad, se dirige a todo el mundo, catlicos o no. Sin embargo, la mejor introduccin a este documento vaticano, la hace Pablo VI: La ciencia del hombre, la filosofa, la historia, la tica, la sociologa, la cultura en general, la economa, las realidades terrestres, como ahora se dice, han sido puestas por el Concilio bajo la luz de la teologa catlica, para dar un juicio nuevo y audaz, para hacer un esfuerzo de comprensin y de clasificacin, para motivar un acto de estudio y de descubrimiento, que nunca hasta ahora el Magisterio de la Iglesia haba cumplido en forma tan directa, tan sistemtica, tan autorizada. Habr materia de reflexin para todos y para muchos aos.

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    I PARTE. RESUMEN

    La Constitucin vaticana Gaudium et Spes se divide en cinco par-tes:

    -Prembulo [1 - 3]. -Exposicin preliminar. Situacin del hombre en el mundo actual [4

    - 10]. -Parte I. La Iglesia y la vocacin del hombre [11 - 45]. -Parte II. Algunos problemas ms urgentes [46 - 90]. -Conclusin [91 - 93].

    A continuacin, paso a resumir cada una de ellas.

    Prembulo Antes de comenzar a hacer cualquier exposicin, la Iglesia se hace solidaria con el mundo y con su historia. Los gozos, las esperanzas, las penas y las angustias de todos los hombres son los de la Iglesia.

    Debido a ello, todo el Concilio Vaticano II se dirige, no nicamente a los catlicos, sino a todos los hombres. La Iglesia se ofrece como instrumento para la salvacin del hombre y renovacin de la sociedad.

    Exposicin preliminar. Situacin del hombre en el mundo actual Una vez realizado este breve prembulo, comienza un anlisis de los principales rasgos del mundo actual. Para la Gaudium et Spes, estos son:

    * Una profunda transformacin social y cultural que afecta a la vida religiosa.

    * Un enorme desarrollo econmico, tecnolgico, social y poltico, que muchas veces no es puesto al servicio del hombre.

    * Se busca un orden temporal ms perfecto, y no progresa pro-porcionalmente el desarrollo espiritual.

    Todo esto confunde al hombre, que muchas veces se siente incapaz de discernir y concertar los valores eternos con los nuevos descubrimientos. La mentalidad del hombre ha cambiado, ya que en su educacin predominan los esquemas racionales del pensamiento cien-tfico.

    El hombre cambia su concepcin esttica de su historia, de su porvenir, de su vida, por una concepcin dinmica, evolutiva. Ello hace brotar una nueva y enorme complejidad de problemas, que exige nuevos anlisis, nuevas sntesis.

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    El inmenso avance en las comunicaciones y en los transportes han transformado el mundo, provocando mil repercusiones en cadena. De igual forma, aquellos hombres que se han visto obligados a emigrar por causas diversas, tambin han visto alterada su forma de vida.

    Hay un gran crecimiento demogrfico que masifica la sociedad. Las relaciones entre los hombres aumentan en nmero de forma considerable, pero quedndose muchas veces en un estado superficial.

    Todos estos cambios tan profundos cuestionan muchas veces sobre todo por parte de los jvenes los valores tradicionales, haciendo an ms difcil la labor de los padres y educadores. Aunque es cierto que muchos de los valores de antes no parecen adaptarse bien al estado actual de las cosas.

    Este sentir afecta tambin a la vida religiosa, que es alcanzada por un sentido crtico ms agudizado, lo que exige a su vez una adhesin ms personal, lo cual provoca un abandono masivo de la religin. Al revs que en tiempos pasados, hoy no es raro negar a Dios o a la religin. Y ello no se queda simplemente en un pensamiento filosfico, sino que se refleja en todas las facetas de la vida: las ciencias, las letras, las artes e incluso el derecho.

    Por otra parte, unos cambios tan rpidos y desordenados, provocan grandes desequilibrados y contradicciones. Estos desequilibrios y contradicciones alcanzan a la familia, a las razas, e incluso entre las diversas clases sociales, entre los pases ricos y los pobres.

    Sin embargo, va creciendo la conviccin de que el hombre debe dominar las cosas creadas y, adems, determinar un orden poltico, social y econmico que sirva cada vez mejor al hombre y a alcanzar su dignidad. Por ello, las naciones en vas de desarrollo as como las recientemente independizadas exigen con energa los bienes de los que se sienten privados por un reparto injusto, mientras que los pases pobres piden cuentas a los ricos. La mujer, por su parte, reclama la igualdad de hecho y de derecho con los hombres en aquellos terrenos donde todava no la ha conseguido.

    Pero la mayor exigencia de todas es la de los hombres por tener una vida plena y libre, sometiendo a su servicio todo lo que el mundo nos ofrece. Adems, las naciones se esfuerzan cada vez con ms empeo en alcanzar una comunidad universal.

    Ante esta situacin, el hombre toma conciencia de su papel de nico rector de su vida y de su futuro. Por eso se pregunta a s mismo. Sus ms profundos interrogantes son:

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    *Qu es el hombre?

    *Cul es el sentido del dolor, de la muerte, del mal, que siguen existiendo a pesar de tanto como se ha progresado?

    *Para qu esas victorias conseguidas a tan gran precio?

    *Qu puede el hombre aportar a la sociedad? Qu puede esperar de ella?

    *Qu habr despus de esta vida terrestre?

    La gran respuesta que ofrece la Iglesia a todos estos interrogantes es que cree en que la clave, el centro y la finalidad de toda la historia humana se encuentra en Cristo. Y que a pesar de todos los cambios del mundo y de la Iglesia, Cristo no cambia, y es el mismo ayer y hoy.

    Por ltimo, para finalizar esta parte, se acaba diciendo que el Concilio intenta hablar a todos para ilustrar el misterio del hombre y para contribuir a encontrar solucin a los principales problemas de nuestro tiempo.

    Parte I. La Iglesia y la vocacin del hombre. La Iglesia -el pueblo de Dios- se esfuerza, a la luz de la fe, en encontrar la voluntad de Dios. Pues la fe alumbra con luz nueva todas las cosas y pone de manifiesto el propsito de Dios con respecto a la vocacin integral del hombre, y, por lo tanto, orienta al espritu a soluciones plenamente humanas. El Concilio, a la luz de esta fe que proclama, da respuesta y aclara una serie de temas que hoy muchas veces nos resultan confusos. Estos temas son:

    * La dignidad de la persona humana. * La comunidad de los hombres. * La actividad humana en el mundo. * Quehacer de la Iglesia en el mundo actual.

    La dignidad de la persona humana.- El punto sobre el que fundamenta la Iglesia la dignidad de la persona humana es en que el hombre es imagen de Dios. Sin embargo, dentro del corazn del hombre hay tendencia hacia el mal -el pecado-, mal que no puede venir de su Creador, que es bueno. Por ello, el hombre se encuentra dividido. El pecado empequeece al hombre, apartndole de su plenitud.

    Por otra parte, el hombre se constituye de cuerpo y alma formando una unidad. La dignidad humana reclama que le d gloria a Dios en su cuerpo, sin dejarle someterse a las malas inclinaciones de su corazn. Al descubrir en s mismo un alma espiritual e inmortal, no se engaa con un falaz producto de su imaginacin, explicable slo por las

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    condiciones fsicas y sociales, sino que alcanza la profunda verdad de lo real.

    La naturaleza inteligente de la persona humana se perfecciona y se debe perfeccionar por la sabidura, que empuja con suavidad la mente del hombre hacia la bsqueda y el amor de la verdad y del bien. Esta sabidura es necesaria para ms todas las cosas nuevas que el hombre va descubriendo.

    La dignidad de la persona humana consiste en obedecer una ley que Dios le ha escrito en su corazn, y que segn ella ser juzgado. La conciencia es el centro ms secreto y el santuario del

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    hombre, en donde est a solas con Dios, cuya voz se hace or en lo ms ntimo. Sin embargo, a veces la conciencia hierra por ignorancia, sin que por ello pierda su dignidad. Esto no se puede decir, en cambio, cuando el hombre no se preocupa de buscar la verdad y el bien, y la conciencia se va casi cegando por la costumbre de pecar.

    La dignidad del hombre le exige actuar de acuerdo a una eleccin consciente y libre, personalmente movido e inducido desde dentro, y no bajo un ciego impulso interno o bajo la sola coaccin externa. El hombre consigue esta dignidad cuando, liberndose de toda esclavitud de las pasiones, tiende a su fin con una libre eleccin del bien y se procura los medios adecuados con eficacia y con diligente empeo, aunque esto ltimo no es suficiente, por lo que el hombre se ve necesitado de la gracia de Dios. Y cada uno dar cuenta de su vida segn haya hecho el bien o el mal.

    A cerca del misterio de la muerte, la Iglesia, a la luz de la Revelacin, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz, ms all de los lmites de la miseria terrestre.

    Pero la ms alta razn de la dignidad humana est en la vocacin del hombre a la comunin con Dios. Sin embargo, muchos de nuestros contemporneos no perciben esta ntima y vital unin con Dios o la rechazan explcitamente, de manera que el atesmo se ha de contar entre las gravsimas realidades de nuestro tiempo y se ha de someter a una consideracin muy seria. Con la palabra atesmo se designan fenmenos muy diversos:

    * Negacin expresa de Dios.

    * No podemos afirmar nada a cerca de Dios de forma absoluta.

    * Sometimiento de la cuestin de Dios a examen con un mtodo tal, que la hace aparecer como carente de sentido.

    * Otros niegan la existencia de Dios por no ser demostrable mediante un razonamiento cientfico.

    * Un humanismo exacerbado en el que la fe en Dios queda desvirtuada.

    * Repudiacin de un Dios muy distinto al Dios de Jess.

    * Carecimiento de toda inquietud religiosa.

    * Tambin surge el atesmo como protesta contra el mal y la injusticia del mundo, o por la absolutizacin de determinados bienes humanos.

    Los creyentes tenemos a veces cierta responsabilidad frente al surgimiento del atesmo, pues una de las causas de este surgimiento ha

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    sido un juicio crtico contra las religiones, y en particular contra la religin cristiana, debido a que muchas veces hemos descuidado la educacin de la fe, o hemos expuesto errneamente la doctrina, habiendo ocultado el verdadero rostro de Dios y de la religin en lugar de mostrarlo. La Iglesia desaprueba dolorosamente todas estas doctrinas y pensamientos, ya que van contra la razn y la experiencia humana, y degradan al hombre de su innata excelencia. Sin embargo, la Iglesia escucha la crtica que lleva dentro de s cada forma de atesmo. El remedio para el atesmo le corresponde a la Iglesia, haciendo visible a Dios Padre y a su Hijo renovndose y purificndose bajo la direccin del Espritu, ello mediante el testimonio de una fe viva y madura, educada de manera que pueda descubrir las dificultades y superarlas.

    La Iglesia, aunque rechaza totalmente el atesmo, est since-ramente convencida de que debe ayudar a todos los hombres, creyentes y no creyentes, para edificar el mundo en el que viven juntos. Por ello, lamenta la discriminacin entre creyentes y no creyentes que realizan algunos gobiernos, ignorando los derechos fundamentales de la persona humana.

    En realidad, el misterio del hombre slo se ilumina con la venida de Cristo. Slo El nos muestra plenamente lo que es el hombre y su vocacin sublime. Al asumir la naturaleza humana elev nuestra dignidad. Y es en Cristo donde el hombre le encuentra sentido a toda su existencia.

    La comunidad de los hombres.- Como los ltimos documentos del Magisterio Eclesistico han expuesto en profundidad la doctrina cristiana acerca de la sociedad humana (Mater et Magistra (1961), Pacem in Terris (1963), Ecclesiam suam (1964)), el Concilio slo pretende recordar algunas de las principales verdades y exponer sus fundamentos bajo la luz de la Revelacin. Despus insiste en algunas consecuencias que son de mayor importancia en nuestro tiempo.

    Dios ha querido que los hombres formen una sola familia y que se traten mutuamente con espritu fraterno. Por eso el amor a Dios y al prjimo es el primero y ms grande de los mandamientos.

    Dado el carcter social del hombre, se ve que el desenvolvimiento de la persona humana y el desarrollo de la sociedad misma estn en mutua dependencia, y slo a travs de su relacin con los dems el hombre se desarrolla en plenitud y puede responder a su vocacin.

    Por eso nacen las diversas asociaciones en nuestra sociedad, y ms en nuestro tiempo (socializacin). Y aunque ello beneficia en gran medida al hombre, no carece de peligros. Muchas veces es la influencia de la sociedad la que empuja a los hombres, incluso a veces desde su infancia, a cometer el mal. Aunque, en realidad, tiene su origen ms profundo en la soberbia y en el egosmo de los hombres, que pervierten

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    tambin el orden social. De la interdependencia del hombre y el mundo en el que vive, se sigue la bsqueda y la promocin del bien comn.

    El Concilio quiere inculcar el respeto al hombre, incluso a nuestros adversarios. De manera especial en estos tiempos, urge la obligacin de hacernos prjimo de todo hombre y de servirle con eficacia cuando nos sale al paso. De la igualdad entre los hombres surge la exigencia de que se llegue a una ms humana y ms justa condicin de vida, ya que las grandes desigualdades econmicas y sociales llevan al escndalo y se oponen a la justicia social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana, as como a la paz social e internacional.

    Debido a la dimensin social de la persona humana, no basta tener una tica individualista. No se trata de buscar el bien individual, sino el bien comn. Sin embargo, hay personas que menosprecian las leyes y preceptos sociales, que intentan defraudar al estado e intentan burlar impuestos justos.

    Hay que orientar la educacin de los jvenes de tal modo que d lugar a personas cultas y con una gran personalidad, tal y como nuestro tiempo los necesita con urgencia. La libertad humana se debilita con frecuencia cuando el hombre cae en extrema necesidad, as como se envilece cuando, rodeado de grandes facilidades, se encierra en s mismo, en una especie de dorada soledad. Por el contrario, se robustece cuando el hombre acepta las necesidades de la vida social y se compromete en el servicio de la comunidad. Esta caracterstica comunitaria se perfecciona y completa por la obra de Jesucristo, pues El quiso tomar parte de la comunidad humana. Y en su predicacin orden claramente a los hijos de Dios que se portaran como hermanos.

    La actividad humana en el mundo.- Los grandes avances de la ciencia y la tcnica han hecho que el hombre pueda, en gran medida, dominar la naturaleza. Esto ha provocado profundos cambios y ha planteado una serie de interrogantes, tales como, Cul es el sentido y el valor de estas actividades?, Cmo se han de utilizar todas estas cosas?, Hacia que meta se encaminan los esfuerzos de los individuos y las sociedades?, y ante los cuales, la Iglesia, intenta dar una respuesta a la luz de la fe, de donde fluyen los principios en el orden religioso y moral.

    La actividad del gnero humano debe estar orientada como una prolongacin de la obra creadora de Dios. La pauta de la activdad humana consiste en que, conforme al designio y la voluntad divina, se armonice con el autntico bien del gnero humano.

    Pero no hay que olvidar que el progreso humano lleva consigo una gran tentacin: trastocado el orden moral, cada individuo y cada grupo slo ve su propio inters, lo cual amenaza la fraternidad entre los hombres. Esta situacin slo se puede superar utilizando las cosas como medios que son, disfrutando de ellas con espritu de pobreza y libertad.

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    No sabemos el tiempo ni la hora, pero se nos ha enseado que Dios nos tiene preparada una nueva morada y una nueva tierra donde habitan la justicia, la felicidad, la caridad y la paz.

    Quehacer de la Iglesia en el mundo actual.- El mundo y la Iglesia se encuentran fuertemente relacionados, y el fundamento de esta relacin se encuentra en lo ya referido acerca de la dignidad de la persona humana, la comunidad de los creyentes y la actividad humana.

    La Iglesia, por su parte, se afana en ofrecer su ayuda a todos y cada uno de los hombres. La ayuda que ofrece la Iglesia a los hombres empieza en la manifestacin del sentido de su propia existencia. Aunque slo Dios es capaza de dar una respuesta que le satisfaga plenamente.

    La ayuda que la Iglesia ofrece a la sociedad es, sobre todo, religiosa. La energa que la Iglesia puede infundir en la sociedad consiste en esa fe y caridad, efectivamente vividas, y no en un dominio externo que se haya de ejercer con medios meramente humanos. La Iglesia se ofrece como vnculo de unin entre las distintas razas, culturas y naciones.

    Adems, la Iglesia quiere colaborar con la actividad humana a travs de los cristianos. El cristiano debe procurar realizar de la mejor manera posible sus deberes temporales, y no descuidarlos debido a este carcter de temporalidad. El divorcio entre la vida cotidiana y la fe que se profesa es uno de los ms graves errores de nuestro tiempo.

    Aunque la Iglesia ha sido siempre la fiel esposa de su Seor, sabe muy bien que entre sus miembros, clrigos y laicos, en el transcurso de los siglos, no han faltado quienes han sido infieles al Espritu de Dios.

    Por su parte, la Iglesia reconoce la ayuda que recibe del mundo actual y que ha recibido a lo largo de los siglos. La ley para toda evangelizacin debe ser adaptar el Evangelio en todo lo posible, tanto a la comprensin de cualquiera como a las exigencias de los sabios. Para ello, la Iglesia debe, sobre todo en estos tiempos de cambios tan rpidos y profundos, prestar atencin al mundo y necesita la ayuda de los que viven en ste. Y con esta mutua dependencia entre la Iglesia y el mundo, lo nico que sta pretende es que venga el Reino de Dios y que se instaure la salvacin de todo el gnero humano.

    Parte II. Algunos problemas ms urgentes El Concilio llama ahora la atencin de las mentes de todos sobre algunas de las ms urgentes necesidades de hoy y que ms afectan al gnero humano: el matrimonio, la familia, la cultura, la vida econmico-social,

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    la poltica, la paz, entre otras.

    El estmulo de la dignidad del matrimonio y de la familia.- La salvacin de la persona y de la sociedad humana est estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar.

    Sin embargo, no brilla en todas partes con el mismo esplendor la dignidad de esta institucin, que est oscurecida por la poligamia, la plaga del divorcio, por el llamado amor libre y por otras deformaciones. Adems, el amor conyugal est frecuentemente profanado por el egosmo, el hedonismo y las prcticas ilcitas contra la generacin. Sin embargo, un hecho muestra bien la solidez de esta institucin: las profundas transformaciones de la sociedad contempornea, a pesar de las dificultades que han causado, manifiestan de varios modos y con muchsima frecuencia, la verdadera naturaleza de esta institucin.

    La santidad del matrimonio y de la familia procede del mismo Dios, autor del matrimonio. Est ordenado a la procreacin y educacin de la prole, que constituyen su cumbre y su corona. Por ser una donacin mutua de dos personas, y por el bien de los hijos, esta ntima unin exige la plena fidelidad de los esposos e impone su indisoluble unidad.

    Los padres tienen el deber de preceder a sus hijos con su ejemplo en la oracin, en la fe, en la esperanza y en la caridad. Los hijos, por su parte, deben corresponderles mediante el agradecimiento, el amor filial y la confianza, y les asistirn en las dificultades de la vida y en la soledad de la vejez. La familia har partcipes de sus riquezas espirituales a otras familias.

    El amor conyugal, que asocia a la vez lo divino y lo humano, lleva a los esposos a una libre y mutua donacin de s mismos, demostrada con sentimientos y actos de ternura, e impregna toda su vida. Supera con mucho la mera inclinacin ertica que, cultivada de modo egosta, se desvanece rpida y lamentablemente.

    El matrimonio, sin embargo, no ha sido instituido solamente para la procreacin. Por eso, aunque faltase la descendencia, el matrimonio subsiste como institucin y comunidad de vida, y conserva su valor y su indisolubilidad.

    Todos aquellos que ejercen algn influjo en las comunidades y en los grupos sociales deben cooperar con eficacia para favorecer el matrimonio y la familia.

    El progreso de la cultura.- La cultura es el conjunto de medios por los que el hombre perfecciona y despliega las diversas cualidades espirituales y corporales. La cultura humana lleva consigo un aspecto histrico y social, sociolgico e incluso etnolgico.

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    SECCIN PRIMERA. CONDICIONES DE LA CULTURA EN EL MUNDO ACTUAL. La cultura actual se caracteriza por unas notas particulares: * Las ciencias exactas desarrollan el espritu crtico. * La psicologa explica con mayor profunidad la actividad

    humana. * Las disciplinas histricas contribuyen a que se contemplen

    las cosas bajo su aspecto cambiante y evolutivo. * La industrializacin y otras causas que fomentan la cultura

    de masas. * Las costumbres, que se hacen cada da ms uniformes.

    El aumento de las relaciones entre los distintos pueblos y grupos sociales pone las diversas formas de cultura al alcance de todos, llegndose a s a una forma de cultura ms universal, que fomenta y expresa tanto mejor la unidad del gnero humano cuanto ms respeta las particularidades de las diversas culturas.

    Cada da es mayor el nmero de personas que tienen conciencia de ser artfices y creadores de la cultura de su comunidad. As, pues, asistimos al nacimiento de un nuevo humanismo, en el que el hombre se define principalemente por su responsabilidad con respecto a sus hermanos y ante la historia.

    Ante esta responsabilidad asumida por la persona, se encuentra con unas antinomias que ella misma deber resolver:

    * Qu habra que hacer para que los cada vez ms frecuentes intercambios de culturas, que deberan llevar a un fructfero dilogo entre los diferentes grupos y naciones, no perturben la vida de las comunidades ni pongan en peligro la idiosincrasia de los pueblos?

    * Cmo se ha de alentar el dinamismo y la expansin de la nueva cultura sin que muera la fidelidad viva hacia el patrimonio de las tradiciones?

    * Cmo puede conciliarse una dispersin tan veloz y progresiva de las disciplinas especializadas con la necesidad de construir su sntesis, as como de conservar en los hombres la capacidad de contemplacin y de admiracin que llevan hasta la sabidura?

    * Qu hay que hacer para que todos los hombres participen de los bienes de la cultura en el mundo, cuando, al mismo tiempo, la cultura de los sabios va siendo cada vez ms elevada y ms compleja?

    * De qu manera habr de reconocerse como legtima la autonoma que la cultura reivindica para s, sin llegar a un humanismo meramente terrestre o incluso contrario a la religin misma?

    En medio de estas antinomias es necesario que la cultura se desenvuelva hoy de tal manera que desarrolle ntegramente a la

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    persona humana y ayude a los hombres en los deberes a cuyo cumplimiento todos estn llamados.

    SECCIN SEGUNDA. ALGUNOS PRINCIPIOS PARA PROMOVER LA CULTURA El progreso actual de las ciencia y de la tcnica, que a causa de

    su mtodo no pueden penetrar en las razones profundas de las cosas, puede favorecer un cierto agnosticismo cuando se toma indebidamente como regla suprema para la bsqueda de toda verdad el mtodo de investigacin que emplean estas disciplinas. Incluso hay el peligro de que el hombre, confiando demasiado en los descubrimientos modernos, crea que se basta a s mismo y no busque ya valores ms altos. Pero estos inconvenientes no son exclusivos de la cultura actual, ni nos deben ocultar sus elementos positivos.

    Entre el mensaje de la salvacin y la cultura humana hay mltiples puntos de contacto. Pues Dios, revelndose a su pueblo hasta su plena manifestacin en el Hijo encarnado, ha hablado segn la cultura propia de las diferentes pocas. La buena nueva de Cristo renueva constantemente la vida y la cultura del hombre cado y combate y aleja los errores y los males que proceden de la seduccin permanente del pecado. Purifica y eleva sin cesar las costumbres de los pueblos.

    Conviene cultivar el espritu de manera que se desarrolle la facultad de admirar, examinar, contemplar y formar un juicio personal, y de desarrollar el sentido religioso, moral y social. El Concilio Vaticano II declara que hay dos rdenes de conocimiento diferentes, el de la fe y el de la razn. La Iglesia afirma la legtima autonoma de la cultura humana y de las ciencias. Por lo tanto, ante todo, hay que insistir en que la cultura no quede sometida al poder poltico o econmico, apartndola de su finalidad propia.

    SECCIN TERCERA. ALGUNAS OBLIGACIONES MS URGENTES DE LOS CRISTIANOS RESPECTO DE LA CULTURA

    Es un deber de nuestra poca, ahora que hay posibilidad, de liberar del azote de la ignorancia a la mayor parte de los hombres.

    Aunque sea cada vez ms difcil reducir a sntesis las diferentes disciplinas y ramas del saber, sigue en pie, para cada hombre, el deber de conservar la integridad de la persona, en la que sobresalen los valores de la inteligencia, voluntad, conciencia y fraternidad. La familia es la madre y nodriza de esta educacin.

    La vida econmico-social.- En la vida econmico-social tambin hay que respetar y promover la dignidad de la persona humana y su ntegra vocacin, igual que el bien de toda la sociedad. El hombre es el autor, centro y fin de toda la vida econmico-social.

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    Aunque la economa moderna, ayudada por el progreso en los medios de produccin y en los intercambios de bienes y servicios, se caracteriza por un creciente dominio del hombre sobre la naturaleza y as satisfacer mejor las necesidades en aumento de la gran familia humana, no faltan motivos de inquietud.

    Muchos hombres parece que se rigen nicamente por lo econmico. En un momento en el que el desarrollo de la vida econmica, racional y humanamente dirigido y coordinado, podra suavizar las desigualdades sociales, con demasiada frecuencia provoca su agravamiento y una desconsideracin de los pobres. Se dan juntos el lujo y la miseria.

    Semejantes desequilibrios econmico-sociales se encuentran en los diversos sectores econmicos, en las distintas regiones de una nacin, en las distintas naciones de un continente y, lo ms evidente, entre los distintos continentes. Entre las naciones econmicamente ms desarrolladas y las otras se va manifestando un antagonismo que puede poner en peligro incluso la paz en el mundo. De ah que sean necesarias numerosas reformas en la vida econmico-social y un cambio de mentalidad y de costumbres en todos.

    SECCIN PRIMERA. EL DESARROLLO ECONMICO. Para hacer frente al aumento de poblacin y responder a las

    aspiraciones del gnero humano, se pretende un incremento tanto en la produccin como en la prestacin de servicios. Por lo que es preciso alentar el progreso de todos los factores que concurren para este progreso. Sin embargo, la actividad econmica se ha de ejercer segn sus propios mtodos y leyes, dentro de los lmites del orden moral, de modo que se cumpla el designio de Dios sobre el hombre. Tengan presente los ciudadanos que es deber y derecho suyo -que ha de ser reconocido por el poder civil- contribuir en lo que puedan al verdadero progreso de la comunidad a la que pertenecen.

    Debemos acabar cuanto antes con las enormes desigualdades econmico-sociales. Hay que conseguir que la movilidad, necesaria para el progreso de la economa, se organice de tal manera que la vida de los individuos y sus familias no se haga incierta y precaria. Hay que evitar cualquier discriminacin en cuanto a las condiciones de remuneracin y trabajo de la mano de obra extranjera (emigrantes), adems de ayudarles a tener una vida digna -de manera especial la autoridad pblica- y a tener su familia junto a s. Pero se ha de hacer todo lo posible para crear puestos de trabajo en sus regiones de origen.

    En aquellos lugares donde la automatizacin va ganando terreno, se debe cuidar que haya suficiente trabajo y adaptado a cada cual, as como garantizar la asistencia y dignidad humana.

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    SECCIN SEGUNDA. ALGUNOS PRINCIPIOS QUE REGULA EL CONJUNTO DE LA VIDA ECONMICO-SOCIAL. El trabajo del hombre marca a la naturaleza como con un sello propio

    y la somete a su voluntad. Jesucristo dio al trabajo una dignidad eminente al trabajar en Nazaret con sus propias manos. De ah surge para cada uno el deber de trabajar honradamente y el derecho al trabajo, trabajo que ha de ser remunerado dignamente, teniendo en cuenta la ocupacin y productividad de cada cual, as como las circunstancias de la empresa y el bien comn. Dado que la actividad econmica es fruto del trabajo conjunto de los hombres, es injusto que perjudique a algunos trabajadores.

    Hay que procurar una activa participacin de todos los trabajadores en la gestin de sus empresas. Tambin se debe procurar que, ya sea directamente o mediante representantes, los trabajadores participen en la adopcin de decisiones econmico-sociales de las cuales depende su futuro y el de sus familias. En caso de conflictos econmico-sociales, es preciso hacer un esfuerzo y llegar a una solucin dialogada, pero en ltimo caso, la huelga sigue siendo lcita y necesaria.

    Dios destin los bienes de la tierre a todos los hombres y los pueblos. El hombre debe considerara aquellas cosas que legtimamente posee como comunes, en el sentido de que le aprovechen tambin a los dems. Ante el cada vez mayor nmero de hambrientos en el mundo, el Santo Concilio urge a todos para que, recordando la frase de los Santos Padres, Da de comer a quien tiene hambre, pues si no le diste de comer, le mataste, segn las posibilidades de cada cual, repartan y empleen sus bienes, proporcionando a los individuos y pueblos los medios con los que se puedan ayudar y desarrollar.

    Las inversiones deben procurar puestos de trabajo y beneficios suficientes para la poblacin de hoy y del da de maana. Pero debe tenerse siempre en cuenta las necesidades de los pases o regiones menos desarrollados. En la poltica monetaria, hay que poner los medios econmicamente dbiles no resulten perjudicados injustamente por los cambios en el valor de la moneda.

    El derecho al dominio privado no se opone al derecho a las varias formas de propiedad pblica. Compete a la autoridad pblica impedir el abuso de la propiedad privada contra el bien comn. El carcter social de la propiedad privada se funda en la ley del destino comn de los bienes.

    Las personas que participan activamente en el actual desarrollo econmico-social y defienden la justicia y la caridad deben estar persuadidos de que pueden contribuir mucho a la prosperidad de la humanidad y a la paz del mundo.

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    La vida de la comunida poltica.- Para instaurar una vida poltica verdaderamente humana, nada hay mejor que alentar el sentido interior de la justicia y benevolencia y servicio al bien comn, y robustecer las convicciones acerca de la verdadera naturaleza de la comunidad poltica, del fin, del recto ejercicio y de los lmites de la autoridad pblica.

    Dada la imperfeccin del ser humano, busca complementarse por medio de la comunidad, y as buscar el bien comn. Como son muchas y de diversas opiniones las personas que conforman la comunidad poltica, es necesaria una autoridad que dirija las fuerzas de todos los ciudadanos hacia el bien comn, basndose en la libertad, el sentido del deber y la responsabilidad, y su actividad debe desarrollarse dentro de los lmites del orden moral.

    El Estado tiene la obligacin de ofrecer formas de participacin activa a los miembros de la comunidad. Por su parte, los miembros de la comunidad tienen la obligacin de participar activamente en la vida poltica.

    En una comunidad poltica deben reconocerse y protegerse todos los derechos colectivos e individuales, juntamente con los deberes que a todo ciudadano obligan. Para que haya un buen funcionamiento de la comunidad, debe haber una divisin de funciones y organismos de la autoridad pblica. Es inhumano que la autoridad poltica caiga en formas totalitarias o dictatoriales. Los partidos polticos deben promover lo que crean necesario para el bien comn, pero no es lcito anteponer el propio inters al bien comn. Quienes participen en la vida poltica deben actuar con integridad moral y con prudencia contra la injusticia y la opresin, contra el poder arbitrario y la intolerancia de un solo hombre o partido poltico.

    Es de gran importancia, sobre todo en las sociedades pluralistas, que se tenga una visin correcta de las relaciones entre la Iglesia y la comunida poltica. Cada una, en su propio mbito, es independiente y autnoma, aunque ambas estn al servicio de la vocacin social y personal de los hombres. Fomentar la paz y promover la comunidad de los pueblos.- El Concilio quiere hacer una llamada ardiente a los cristianos para que colaboren con todos los hombres en consolidar entre ellos la paz en justicia y amor, y en poner todos los medios para conseguir la paz.

    La paz es fruto del orden impreso en la sociedad humana por Dios, y que han de poner por obra los hombres, sedientos de una justicia ms perfecta. La paz aparece tambin como fruto del amor que llega ms all de lo que la justicia puede dar.

    SECCIN PRIMERA. EVITAR LA GUERRA. A pesar de que las guerras recientes han acarreado gravsimos

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    males, todava, diariamente, en una u otra parte de la tierra, sigue haciendo sus estragos. Hay que hacer todos los esfuerzos posibles para hacerlas lo menos inhumanas posibles.

    Sin embargo, y aunque este Concilio condena enrgicamente toda guerra y a aquellas personas que ordenan, e incluso obedecen ciegamente, acciones tales como el exterminio de un pueblo, nacin o minora tnica o racial, no se puede negar a los gobiernos el derecho a la legtima defensa, una vez agotadas las posibilidades de un acuerdo pacfico.

    El horror y la perversidad de la guerra aumenta con el progreso de las armas cientficas. Esto nos obliga a examinar la guerra con un criterio absolutamente nuevo. Sepan los hombres de este tiempo que han de dar grave cuenta de sus actividades blicas. Pues el curso de los siglos futuros depende mucho de sus decisiones actuales.

    La carrera de armamentos es una gravsima plaga para la humanidad y perjudica intolerablemente a los pobres.

    Queda, pues, claro que debemos intentar preparar el momento en que, de acuerdo con todas las naciones, se pueda prohibir absolutamente cualquier clase de guerra. Para ello es necesario la institucin de un autoridad pblica internacional reconocida por todos, que tenga poder eficaz para garantizar a todos la seguridad, la observancia de la justicia y el respeto de los derechos.

    SECCIN SEGUNDA. LA EDIFICACIN DE LA COMUNIDAD Para edificar la paz, ante todo se requiere desarraigar las causas

    de discordias entre los hombres, con las que las guerras se alimentan, sobre todo las injusticias.

    La solidaridad actual del gnero humano exige que se implante una mayor cooperacin internacional en el terreno econmico. Para instaurar un verdadero orden econmico universal hay que acabar con el excesivo afn de lucro, con las ambiciones nacionales, con las apetencias de poder poltico, as como con las maquinaciones para propagar e imponer las ideologas. Para esta cooperacin son oportunas las normas siguientes:

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    a) Los pases en vas de desarrollo deben tomar muy en serio el buscar expresamente y de manera decidida, como fin del progreso, la plena perfeccin humana de sus ciudadanos.

    b) Es un deber gravsimo de las naciones desarrolladas el ayudar a los pueblos en vas de desarrollo para que cumplan los deberes ya citados. En su comercio con estas naciones deben tener cuidadosamente en cuenta su bien, ya que necesitan para su propio sustento los beneficios que obtienen de la venta de sus productos.

    c) Es deber de la comunidad internacional equilibrar y estimular el desarrollo. Tambin le corresponde, respetando el principio de subsidiariedad, organizar las relaciones econmicas en el mundo entero para que se desenvuelvan segn las normas de la justicia.

    d) En muchos casos es urgente reformar las estructuras eco-nmico-sociales, pero teniendo cuidado con las soluciones tcnicas precipitadas, y de modo especial con aquellas que ofrecen al hombre ventajas materiales, pero son contrarias a su naturaleza y progreso espirituales.

    La cooperacin internacional se hace necesaria tambin en aquellos pueblos oprimidos por la explosin demogrfica. Muchos pueblos podran mejorar considerablemente sus condiciones de vida si modernizarn sus mtodos de produccin agraria.

    El Concilio, teniendo en cuenta las enormes desgracias que oprimen a la mayor parte de la humanidad y para fomentar la justicia y el amor de Cristo hacia los pobres, estima muy oportuna la creacin de un organismo de la Iglesia universal, cuya finalidad sea estimular a la comunidad catlica para que promueva el progreso de las regiones necesitadas y la justicia social entre las naciones.

    Conclusin Lo que ha expuesto el Concilio va dirigido a todos los hombres de nuestro tiempo, tanto si creen en Dios como si explcitamente no le reconocen.

    Los cristianos no pueden desear nada ms ardientemente que servir con ms generosidad y con ms eficacia a los hombres del mundo actual. Quiere el Padre que en todos los hombres veamos y amemos a Cristo, tanto con palabras como con obras, dando as testimonio de la Verdad. Por este camino los hombres se sentirn estimulados en toda la tierra hacia una viva esperanza, que es un don del Espritu Santo, para ser finalmente recibidos un da en la paz y felicidad suma, en la patria que resplandece la gloria del seor.

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    OPININ PERSONAL Nos encontramos con un documento cuya importancia, a mi parecer, treinta aos despus de la convocatoria del Concilio Vaticano II, no ha sido advertida por una gran parte de todas esas personas a las que va dirigidas: el mundo entero.

    Su importancia es tal que algunas de las novedades que introduce forman parte ya de nuestra vida, y una gran parte del mundo ignora que han sido impulsadas por el Concilio, como es el caso del papel de los organismos internacionales, cuyo papel ha ido vindose reforzado cada vez ms.

    Aunque las circunstancias hayan cambiado desde el ao 63 hasta ahora, su anlisis y su planteamiento no han perdido un pice de validez.

    Porque la mayora de aquellos problemas que eran ms urgentes en 1965 siguen sin ser resueltos, como el tema del matrimonio y la familia, o aqul que Gaudium et Spes pone en primer lugar en su exposicin: la dignidad de la persona humana.

    Este documento refleja una Iglesia solidaria con el mundo y con el hombre. Intenta dar luz a las preocupaciones y misterios del mundo actual. Y, por otra parte, armoniza su doctrina expuesta con su doctrina anterior, rectificando donde hace falta, llegando incluso a disculparse ante la Ciencia por sus equivocaciones de otros tiempos (Galileo Galilei, Miguel Servet, etc.).

    El mensaje que se nos repite una y otra vez en cada uno de los temas que toca es que pongamos todo en beneficio del hombre: la economa, el gobierno, los organismos internacionales, etctera. Nos exhorta a buscar el desarrollo integral del hombre y el desarrollo universal de los hombres.

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    BIBLIOGRAFA

    -VATICANO II. CONSTITUCIONES. DECRETOS. DECLARACIONES. Ediciones Palabra, S.A.. Madrid, 1968.