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POLO, Leonardo. Ética: hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª ed. Madrid: AEDOS - Unión Editorial, 1997
Leonardo Polo i
Ética: Hacia una versión moderna de los temas clásicos
Contenido
CAPÍTULO I: EVOLUCIÓN Y APERTURA EN EL HOMBRE ................. 15
Ética y legalidades humanas .................................................. 15
Ética y economía .................................................................... 18
Ética y psicología .................................................................... 21
Ética y sociología .................................................................... 22
Ética y teoría de la evolución ................................................. 25
Diversos tipos de especificación ............................................ 30
Independización respecto del medio .................................... 34
Disminución del instinto ........................................................ 40
Instintividad y adaptación al medio ...................................... 45
Trabajo y lenguaje ................................................................. 49
CAPÍTULO II: INTELIGENCIA Y COMPORTAMIENTO HUMANO ...... 54
Fabricación de instrumentos ................................................. 54
Aparición de la inteligencia ................................................... 60
Suspensión de la conducta práctica: el universal .................. 62
Inteligencia y finalización por la especie ............................... 69
Libertad y legalidad ............................................................... 72
Libertad y norma moral ......................................................... 77
Especie, sociedad y persona .................................................. 80
CAPÍTULO III: ÉTICA Y SOCIEDAD ................................................... 85
POLO, Leonardo. Ética: hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª ed. Madrid: AEDOS - Unión Editorial, 1997
Leonardo Polo ii
Origen de la inteligencia ........................................................ 88
Especie y persona. La esencia humana ................................. 90
Doble manifestación de la persona humana ......................... 97
El hombre como instrumento: la esclavitud ....................... 103
Actuar cibernético del hombre ............................................ 107
CAPÍTULO IV: SISTEMATIZACIÓN DE LA ÉTICA ............................ 116
Alma y persona .................................................................... 117
Tener y dar ........................................................................... 119
Tener corpóreo .................................................................... 123
El habitar como adscripción ................................................ 128
Propiedad ............................................................................ 131
Modos superiores de poseer ............................................... 139
El hombre como sistema libre ............................................. 145
Equilibrio del sistema libre: la felicidad ............................... 148
Bien y virtudes ..................................................................... 151
Ética y virtud ........................................................................ 153
Ética estoica ......................................................................... 154
Ética racionalista .................................................................. 160
Bienes y normas .................................................................. 164
Ética hedonista .................................................................... 166
CAPÍTULO V: VOLUNTAD Y LIBERTAD .......................................... 174
El planteamiento moderno de la libertad ........................... 174
POLO, Leonardo. Ética: hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª ed. Madrid: AEDOS - Unión Editorial, 1997
Leonardo Polo iii
Voluntad nativa y felicidad .................................................. 178
Felicidad y elección .............................................................. 184
Dinamismo de la voluntad nativa ........................................ 188
Libertad práctica y voluntad ................................................ 192
Eficiencia de la acción voluntaria ........................................ 202
Hábito y voluntad ................................................................ 205
Esperanza y futuro ............................................................... 207
Razón práctica ..................................................................... 210
Intelecto y ejercicio de la voluntad ..................................... 214
Principio positivo de la acción ............................................. 217
Descubrimiento de la norma moral ..................................... 219
Conciencia y principios del actuar moral ............................. 221
Libertad y principios ............................................................ 224
CAPÍTULO VI: DIMENSIONES DE LA ACCIÓN HUMANA ............... 230
Futuro y responsabilidad ..................................................... 231
Consecuencialismo ético ..................................................... 235
Acción en común ................................................................. 243
Sentido de la acción ............................................................. 245
Conocimiento y eficacia ....................................................... 249
Temporalización de la idea .................................................. 255
La producción ...................................................................... 258
La acción de gobierno .......................................................... 260
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 15
CAPÍTULO I: EVOLUCIÓN Y APERTURA EN EL HOMBRE
Ética y legalidades humanas
Desde los griegos, la ética ha ocupado un lugar muy importante en la
historia de la filosofía; pero la ética no es solamente un patrimonio
de Occidente: aparece en todas las grandes culturas, porque los
problemas humanos a los que ella responde son universales y su
solución también está basada en una inspiración global. Por eso,
aunque las formulaciones aplicables o de detalle a veces son
dispares, hay un fondo común más o menos desarrollado. Los
grandes principios rectores de la conducta son compartidos por toda
la humanidad y son formulados en cualquier ámbito social, aunque,
como rama de la filosofía, la ética es efectivamente un invento
griego. Concretamente, Aristóteles es el primer sistematizador de la
ética.
Sin embargo, en el momento actual asistimos a lo que podríamos
llamar una cierta descomposición de la ética; o, al menos, una falta
de aplicación. Por una parte, hay obscurecimientos en la conciencia
moral de muchos grupos humanos, pero sobre todo falta la
integración ética en la vida, lo que en gran parte es debido al
descubrimiento de otro tipo de legalidades; en especial, las
legalidades científicas, con las cuales se ha podido emprender el gran
progreso técnico que es característico de los últimos siglos. Ello
implica una pluralidad de normas, de pautas de conducta que
compiten entre sí, de modo que la ética a veces es relegada en favor
de otras regularidades de la vida social. Piénsese, por ejemplo, en las
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 16
llamadas leyes económicas1. Aunque no son tan abundantes ni tan
estables como pretenden ciertos economistas que no han
reflexionado sobre los fundamentos de la ciencia que cultivan, se
acude a ellas para tomar decisiones a la hora de corregir las
disfunciones de la dinámica social.
En la vida humana intervienen otras regularidades
descubiertas en nuestro siglo. Por ejemplo, la biología ha adquirido
carácter científico al sentar una serie de leyes, más o menos bien
conocidas, presididas por la noción de código genético, que
seguramente es hoy la idea directriz de la investigación biológica.
Sin duda, al hombre le afecta la legalidad económica; pero no
exclusivamente, sino también ese descubrimiento de la biología, que
está adquiriendo un carácter práctico muy acusado. Lo que se suele
llamar ingeniería genética es una tecnología cuya influencia en la vida
humana puede ser muy intensa. Piénsese, por ejemplo, en la
fecundación in vitro y sus implicaciones morales. Y eso no es más que
una parte de lo que se puede hacer.
Todo ello da lugar a que a veces la ética se refugie en formulaciones
rutinarias y adopte una actitud defensiva, residual o parcial en lo que
a la conducción de la vida humana se refiere, porque se supone que
el hombre está sujeto a otras reglas más decisivas, como son las que
rigen los intercambios de productos, bienes y servicios; o bien,
porque se capta que la manera de ser de los individuos obedece a su
dotación genética.
1 La economía como ciencia es una cosa muy moderna que arranca de Adam
Smith.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 17
Con otras palabras, ha aparecido el peligro de que la ética se
transforme, como diría Nietzsche2, en "moralina", es decir, en una
serie de reglas extrínsecas sujetas a una hermenéutica desde
instancias más profundas, es decir, como remedios someros o sujetos
a sospecha, carentes de justificación intrínseca.
Lo primero que conviene evitar es que la ética se aísle de esas otras
reglas sociales, o biológicas, porque en esas condiciones no se
entiende ni lo ético ni lo que dichas reglas son. El hombre es un ser
complejo y unitario, abierto hacia fuera y desde dentro, que retorna
a su intimidad y se trasciende: en este ir y venir se forma – se forja –.
Nada hay en él que se pueda considerar neutral desde el punto de
vista ético, porque ninguna regla anónima, simplemente
racionalizada, es capaz de explicar ese co-existir que integra lo
externo en lo interno y otorga lo interior a lo exterior, de acuerdo con
el cual se forja, como digo, lo humano.
Se suele afirmar que los negocios son los negocios; y hay que
responder: los negocios no son los negocios, sino que los negocios
son negocios si son éticos. Y si no lo son, no son negocios, sino malos
negocios; pues no hay una autonomía de la actividad económica; si
se acepta esa autonomía, el ser humano se aliena: arranca de sus
propias raíces tanto al negociar como al negociante. Justo lo que
tiene que ver con la radicalidad de la acción humana es ético. La ética
no es una cataplasma, no es moralina: sin la ética las otras
regularidades diluyen al ser humano. Y no pasan de ser – tales 2 Cfr. el análisis de la ética como producto de la mera costumbre en
Genealogía de la moral, 1,2, n.17 ss; Humano, demasiado humano, I, I, n.96.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 18
independizadas regularidades – sino aplicaciones incoherentes de un
uso secundario de la libertad.
No se debe decir que el hombre esté dominado por leyes. Sí se puede
decir que cuando el hombre actúa da lugar a ciertas legalidades que
se dan precisamente en cuanto que actúa. La ética es el estudio de la
acción, en el despliegue del ser humano en tanto que ser vivo
espiritual y corpóreo. Toda otra legalidad está vinculada a las
legalidades constituyentes del ser humano, es decir, no está separada
de la moral. Estas otras legalidades tienen que ser asumidas por la
consideración ética, y abrirse desde ella.
Si lo formulamos de esta manera, si enfocamos la ética como la
dimensión intrínseca del ser humano dinámicamente considerado,
entonces se evita la superficialización o parcialización de lo ético: esa
alternancia u oscilación entre lo que es ético y lo que no lo es.
Necesitamos un estudio de la ética que dé razón del actuar humano,
que nos haga ver de qué manera surge una legalidad, una regularidad
que tiene que ver con lo más elemental y lo más profundo del ser
humano, y con su ascender las escaleras del ser. La ética es la ciencia
antropológica que siempre hay que tener en cuenta, aquella de la
que no se puede prescindir o dejar en suspenso. Una ciencia sin la
cual el hombre se hace ininteligible, se deshumaniza.
Ética y economía
La ética abarca e interesa al ser humano en todas sus dimensiones.
No es un adorno, un añadido sobrevenido al hombre en tanto que
actúa, sino que configura – y eso es lo que habrá que ir mostrando –
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 19
la entraña misma de su actuar. Todo lo que el hombre hace tiene que
ver con la ética. No cabe un estudio completo de la acción humana si
no es en términos morales.
Esto es claro. Hay muchas formas de estudiar la conducta humana; la
conducta privada, individual, y la conducta en las organizaciones. No
es ociosa la pluralidad de ciencias acerca de estos asuntos: psicología,
sociología, etc. Pero ninguna de ellas es abarcante o nos lo enseña
todo acerca del actuar humano; sólo la ética es capaz de lograrlo.
La economía es un cierto modo de estudiar el actuar humano. Es una
ciencia acerca de la conducta, pero no una ciencia completa, sino
muy reducida, que logra sentar leyes para cierto tipo de actividades
humanas. Esas leyes son pocas, y, además, con ellas no se agota el
sentido de la acción.
La economía formula leyes que se refieren a los intercambios, según
las cuales se puede determinar más o menos cuál será la evolución
de los precios, etc., todo ello basado en que la asignación de los
recursos disponibles se puede hacer de distintas maneras. Según se
asignen los recursos se pueden alcanzar unos resultados u otros. Las
leyes económicas destacan que las pretensiones de lograr
determinados objetivos son inconsistentes, debido al modo de
asignar los recursos3.
3 Por ejemplo, si la asignación de recursos adopta la forma de la
planificación central burocrática, el objetivo de aumentar el nivel adquisitivo
de la comunidad es inalcanzable.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 20
En general, la ciencia económica puede decir: si asigna los recursos
de esta manera, no logrará los objetivos que pretende, o bien hay
formas mejores o más adecuadas de asignar recursos, y otras peores.
La averiguación no es pequeña. Pero es claro que hay elementos
integrantes de la actividad humana que la economía no tiene en
cuenta. La economía dice: supuesto que se asignen los recursos de
una determinada manera, el resultado estará de acuerdo o no con lo
que se pretende. Las pretensiones humanas, los fines, los objetivos
no son una cuestión económica sino un supuesto suyo. Ahora bien, la
finalidad es una parte integrante de la actividad humana; el hombre
no actúa si no es por algún fin. Esa finalidad la ciencia económica no
la estudia en directo ni da ninguna ley acerca de ella. La economía
advierte que según se asignen los recursos, se alcanzará un fin u otro,
pero acerca de si debe alcanzarse ese fin o no, la economía como
ciencia no tiene nada que decir. El economista como ser humano
pensará lo que quiera, pero la ciencia económica no puede decir
nada acerca de los fines del hombre.
La ciencia económica establece unas leyes que suponen que el
hombre pretende resultados, y señala cómo alcanzarlos asignando
medios. También la motivación es una parte integrante de la acción,
respecto de la cual los economistas adoptan un postulado: "El agente
económico actuará siempre por motivos racionales buscando la
optimización de su esfuerzo". Pero esa idea de agente económico
movido por objetivos como la satisfacción de sus necesidades o la
obtención de lucro, de ganancias, aunque la asuma el economista
(asunción que no responde enteramente a la realidad), no es
justificable por la ciencia económica. No hay ninguna legalidad
económica que conduzca a lograr ese tipo humano. En primer lugar,
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 21
no es una idea verdadera; y en segundo lugar, en todo caso es una
convención, un postulado, abstracto o incompleto, pues la
experiencia muestra que no siempre los hombres actúan movidos
por los mismos motivos ni tratan de lograr los mismos fines, y sobre
todo que no suelen limitarse a los que el economista les atribuye.
Acerca de si esos motivos son buenos o malos, adecuados o no, de si
aparecerán siempre, etc., el economista no puede decir nada.
Ética y psicología
Se podría pensar que hay que complementar la economía con la
psicología. Correspondería a la psicología elaborar el elenco de las
necesidades y motivaciones. Sin embargo, la articulación de esa
psicología de las necesidades con la economía no es segura, pues la
psicología no es capaz de fijarlas de un modo enteramente científico.
Basándose en criterios empiristas, es posible fijar los móviles de la
conducta de acuerdo con niveles de "deseidad": la satisfacción de
ciertas necesidades es previa a la de otras de nivel superior. Como se
suele decir, primum vivere, deinde philosophare: hay que estar vivo
para poder hacer otras cosas; la necesidad elemental es sobrevivir.
Aunque tampoco esto es del todo exacto. El hombre puede actuar de
muchas maneras, alterar la importancia relativa de sus objetivos y los
modos de satisfacer necesidades. Precisamente por eso, si la relación
de la psicología con la economía da lugar a planteamientos con
pretensiones deterministas, sus conclusiones son bastante
resbaladizas.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 22
La ética aprovecha mejor que la ciencia económica los datos de la
psicología, pues no les impone restricciones. Pero, a la vez, los
considera como un material por organizar. En este sentido la
psicología es una ciencia subordinada a la ética.
Ética y sociología
La sociología tampoco es capaz de aclarar por completo el actuar
humano. Entre otras cosas, porque la sociología suele aceptar un
postulado que científicamente es válido, pero al mismo tiempo
establece los límites de dicha ciencia. Quizá quepa hacer sociología
de otra manera, pero hoy se hace suponiendo que la dinámica social
depende de factores llamados endógenos. Esto es aceptar un
presupuesto metódicamente útil pero parcial. La dinámica social
depende de factores endógenos, está determinada por los pasos
sucesivos entre fases estáticas. La evolución social se entiende desde
tipos ideales (Max Weber). Cada uno de los estadios de la sociedad
surge de los anteriores entendidos a manera de condiciones iniciales.
Esto sólo puede sentarse a parte post, es decir, hay que referirlo al
pasado. Además, dada su complejidad, es muy difícil establecer los
factores endógenos de la sociedad actual. Por otra parte, dicho
postulado no es enteramente cierto, aunque se pueda tener en
cuenta – como se pueden tener en cuenta las leyes económicas o
ciertas investigaciones psicológicas –, porque las inflexiones
históricas no se pueden explicar tan sólo por una dinámica endógena:
eso es una pretensión contra la historia. Pensar que la sociedad
acontece como los procesos naturales no es más que la confesión de
la limitación del enfoque de esta ciencia. Hay un factor
extraordinariamente importante, la libertad humana, que no siempre
se ejerce de la misma manera, ni con la misma intensidad. Pero la
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 23
libertad es un factor exógeno respecto de cualquier proceso o
dinamismo natural, porque interviene en él y lo modifica desde ella
misma. La libertad incide en los procesos, pero no es consecuencia de
ninguno de ellos. Pensarla como endógena a la sociedad es incurrir
en ambigüedad, pues la libertad nace en el interior de cada hombre.
Los sociólogos que niegan la libertad o prescinden de ella lo hacen
porque no cabe en su método – si la incluyeran, éste les fallaría –. No
se debe hablar de un desarrollo natural de la libertad; sostenerlo es
no haberla investigado a fondo. La libertad humana crece o se desvía
y debilita en relación con lo otro, pero siempre en sus propios
términos, y esto último muchos sociólogos lo ignoran. Por eso tienen
que prescindir de ella y lo que afirman (una dinámica social
solamente endógena) es unilateral. La libertad influye
extraordinariamente en el curso histórico, abre y cierra líneas
temporales. Hay tiempos abiertos por la libertad y tiempos cerrados
por la libertad.
Cualquiera que sea la ciencia positiva que se ocupe de la actividad
humana, la considera siempre de una manera parcial. La única que
realmente la considera por entero, teniendo en cuenta lo decisivo,
sin establecer postulados, aunque dejando implícitas algunas de las
dimensiones humanas (que, si se piensa un poco más, aparecen y
completan lo averiguado), es la ética. Con todo, no siempre el
pensamiento ético tiene en cuenta todas las dimensiones de la acción
humana. Pero en ese caso cae en reduccionismos, como pasa con las
otras disciplinas. Ahora bien, si el estudioso de la ética dirige su
atención hacia la averiguación de los factores olvidados, advierte que
esos factores entran coherentemente en relación con el
planteamiento global de la ética. Esto no se puede decir de las otras
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 24
ciencias humanas, que para constituirse han de prescindir de factores
pertinentes; esas ciencias están en situación de penuria explicativa, y,
por tanto, se subordinan a la ética.
La ética es la consideración científica más ajustada de la actividad
humana. Desde la ética se ve, mejor que desde la psicología o la
sociología, la economía o la biología, la índole del dinamismo
humano, de la conducta humana. No es que la ética, insisto, lo
considere todo, que sea una antropología completa. Pero su
planteamiento es coherente con una antropología completa, porque,
aunque sea de modo indirecto, tiene en cuenta los factores radicales;
entre otros, la libertad, que es la dimensión más importante del ser
humano y la más característica. Aunque no la estudie a fondo, o no
haya una teoría ética de la libertad en sentido riguroso que agote los
significados de ella, sin embargo, la ética conecta directamente con la
libertad humana. Sin la libertad humana la ética sería imposible o se
formularía mal. Ya veremos algunos planteamientos éticos
insuficientes por este motivo.
Para exponer la relación de la ética con las otras ciencias que se
ocupan del mundo humano, debemos arrancar de la ética misma, es
decir, estudiar la ética simplemente como ética. Debemos mostrar lo
que acabo de decir: que la ética no es un añadido a un dinamismo
humano suficientemente constituido por otros factores. No cabe
considerar con rigor el dinamismo humano sin atender a lo que le es
intrínseco. Por eso, el estudio de la acción humana ha de detectar lo
ético en su arranque y en su acabamiento. Las otras ciencias del
hombre progresan en la medida en que su estatuto metódico se hace
más flexible y amplio, de acuerdo con su carácter subordinado.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 25
Para empezar, procede mostrar la ética in statu nascens; es decir,
surgiendo con y del ser humano. Este es el planteamiento filosófico
más riguroso. Si exponemos la ética de acuerdo con los manuales o
como una doctrina suficientemente constituida, transmitida de modo
estático, nos costará más reconocer que la ética no le viene al
hombre de fuera, sino que lo ético es intrínseco al ser humano: desde
lo biológico a lo más alto en el hombre, lo espiritual.
Acudir a Aristóteles ayuda a ver la ética en su génesis, puesto que
Aristóteles es el primero que con suficiente coherencia la ha
formulado así. Como él mismo dice en la Ética a Nicómaco, no es un
tratado, una disciplina construida en abstracto, sino que hay que ver
cómo surge lo moral en el hombre, y cómo se despliega4.
No hay que ver la ética in actu signato, como si ya supiéramos todo
acerca de ella, o como si gozara de un estatuto objetivo separado.
Hay que atender a cómo surge, pues la ética es nativamente humana,
y a cómo la vivimos, pues no hay nada en el hombre que no tenga
que ver con ella. Un desarrollo teórico no es el tópos de la ética, a la
que se capta donde realmente está: en el hombre cabal.
Ética y teoría de la evolución
Por eso es oportuno estudiar la relación que hay entre la ética y la
interpretación del ser humano desde el punto de vista de la teoría de
la evolución. Si lo hacemos, hemos de dar razón de lo que venimos
4 Ejerciendo la justicia nos hacemos justos." Aristóteles; Ética a Nicómaco,
1103 a 6.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 26
diciendo: no hay unas leyes constitutivas del ser humano que sean
independientes de la ética, sino que todas están impregnadas de una
tónica moral y tienen que ser asumidas y comprendidas por la ética,
que debe dictaminar acerca de ellas. De otro modo, el despliegue del
ser humano a partir de otras especies no es comprensible; se trata de
problemas prácticos, no meramente teóricos. El hombre no puede
desarrollar su peculiar biología al margen de la ética.
Quizá esto parezca una alusión a un asunto que de entrada no es
ético: un mezclar o confundir cuestiones completamente dispares.
Pero no es así. Estamos obligados a descubrir, a detectar lo ético en
el meollo mismo de la constitución humana, y como lo que está de
moda cuando se trata de la constitución del ser humano es acudir a la
teoría de la evolución, no hay más remedio que enfocar la ética
desde este punto de vista, o acceder a la ética y llegar a una
comprensión de lo ético en el hombre también desde la idea de
evolución. Admitido que todos nosotros tenemos conciencia ética y
que el conocimiento directo de la realidad contribuye a formarla (lo
cual es una tesis filosófica tradicional, que incluye el discernimiento
del primer principio cognoscitivo que rige la acción humana, que
suele llamarse sindéresis), no es una digresión ocuparnos de estos
temas biológicos elementales, sino todo lo contrario.
Desde luego, también podríamos exponer la ética repitiendo la
formulación clásica de sus temas; pero, repito, de esa manera quizá
llegaríamos a convencernos de importantes contenidos éticos, pero
no nos daríamos cuenta de que la ética impregna todo lo que existe
en el hombre y correlativamente toda la acción humana. No hay nada
en el hombre que no tenga que ver con la ética. No hay nada en el
hombre impermeable, aislado, autónomo de la ética.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 27
Empecemos, pues, por una breve exposición de la teoría de la
evolución; digo teoría, porque la noción está bastante elaborada
aunque subsisten aún varios problemas. La teoría de la evolución
está hecha a medias; hay algunos problemas derivados del mismo
planteamiento que permanecen sin resolver, como veremos a
continuación. De todas maneras, trataré de destacar lo que hay de
más seguro en el planteamiento tal como hoy se piensa.
Lo primero que conviene decir es que la aparición de la vida en este
planeta – y seguramente la tierra es el único planeta en el que hay
vida – es muy antigua: la vida surge hace unos 3.600 millones de
años. Téngase en cuenta que la edad del universo, según la teoría del
big-bang, es aproximadamente de unos 15.000 millones de años. La
tierra se formó hace unos 4.500 millones de años (quizá haya que
revisar a la baja estas dataciones, pero no parece muy significativo).
Todo el sistema solar es consecuencia del estallido de una supernova.
La consideración de la complejidad de los átomos que componen sus
planetas parece que no permite otra explicación física.
Hace 1.500 millones de años aparecen las primeras células con
núcleo. Los mamíferos aparecen hace unos 200 millones de años. Los
prosimios hace 50 millones; los póngidos, animales que tienen una
dotación genética muy parecida a la nuestra, hace aproximadamente
30 millones de años.
Dentro ya de lo que podríamos llamar proceso de hominización,
tenemos las siguientes especies: en primer lugar, las dos o tres ramas
del australopithecus, que aparecen hace 4 millones de años; después
de este antecedente hay seguramente tres especies que son
denominadas por los paleontólogos de la siguiente manera: la
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 28
primera es el homo habilis, que aparece hace unos dos y medio
millones de años y se extinguió un millón de años después. El homo
habilis es llamado también pithecanthropus, pero es mejor esta
terminología (homo habilis), porque es la designación específica, esto
es, de especie. Una especie posterior es llamada homo erectus;
aparece hace 1 millón 600 mil años aproximadamente y se extinguió
hace unos 200 mil años. Y la tercera especie es el homo sapiens.
Dentro de esa rúbrica están el neanderthalensis y el hombre de Cro-
Magnon. A la especie humana se la denomina homo sapiens sapiens.
El homo sapiens aparece aproximadamente hace unos 170 mil años.
Así pues, de un modo global, cabe decir que la naturaleza se ha
tomado mucho tiempo desde las primeras formas de vida que
surgieron hace unos 3.600 millones de años hasta nosotros (el
estudio del DNA de las mitocondrias femeninas dio un resultado
verdaderamente sorprendente – y son estudios del año 1989 –: que
existió Eva, es decir, que todas las mujeres descienden de una sola
mujer que vivió, lo más tarde, hace 170 mil años).
El estudio de estas especies, sobre todo el habilis, el erectus y el
sapiens, es interesante porque constituyen todos ellos el género
homo, cuyo antecedente es el australopithecus. Pero el
australopithecus no se considera dentro del género homo.
Se trata de tres especies diferentes (después veremos qué es una
especie desde el punto de vista evolutivo). Tiene sentido hablar de
género homo por varias razones muy importantes de las que
destacaré por lo pronto una.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 29
Para la explicación del sapiens hay que distinguir, por así decirlo, dos
procesos, o dos preguntas acerca de cómo aparecen los caracteres
que le son peculiares. Uno es el proceso de hominización, y el otro,
proceso de humanización. Son dos cosas distintas. La hominización es
el proceso según el cual aparecen los caracteres somáticos,
corporales, del hombre. La aparición pasa por lo menos a través de
tres especies. Y el proceso de humanización es la explicación de
aquellas características exclusivas de nuestra especie, que son de tipo
psíquico y cultural. Es evidente que hay rasgos en el ser humano que
no son meramente corpóreos aunque están muy vinculados con su
cuerpo.
Se llama hominización al proceso de formación del tipo morfológico
humano, es decir, a la sucesión de fenómenos que da lugar a la
corporeidad del hombre que conocemos actualmente. Nuestro
cuerpo, evidentemente, es muy distinto del de otros seres vivos. En
cambio, se llama humanización a la explicación de una serie de
caracteres que también son obvios en el hombre actual, pero que no
son corpóreos; en definitiva, es la aparición de la inteligencia: cómo y
en qué especie surge la inteligencia.
Pues bien, el proceso de hominización tiene que ver con las tres
especies aludidas. Pero este proceso evolutivo es sumamente
peculiar. Si nos damos cuenta de dicha peculiaridad, empezaremos a
entender, ya desde el punto de vista corpóreo – de la formación del
tipo morfológico humano –, una diferencia respecto de otras ramas
de animales, que es extraordinariamente significativa.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 30
Diversos tipos de especificación
Hay que aclarar ahora qué significa especie. Para un biólogo, especie
significa simplemente la imposibilidad de cruce genético de ciertos
individuos con los de otra especie. Especie es aquel grupo de
vivientes que es interfértil, interfecundo; y se habla de distinción de
especies cuando la interfecundidad no se da. Esto es el único criterio
posible para distinguir especies biológicamente. La teoría de la
evolución es la teoría de la especificación, es decir, un intento de
explicar la aparición de especies; pero una especie no es más que un
grupo de seres vivos que es interfecundo, y en cambio no es
interfecundo con otros individuos. Insisto: la teoría de la evolución no
es más que eso, un intento de explicar la aparición de especies
nuevas: referida a la hominización, se habla de tres especies, porque
el habilis, el erectus, el sapiens no son interfecundos. Por otra parte,
hubiese sido muy difícil su interfecundidad, porque los nichos y
periodos de coexistencia son escasos o cortos.
La aparición de una nueva especie puede tener lugar, según los
biólogos, de dos maneras, o según dos mecanismos: la primera
manera es lo que llaman aislamiento geográfico. Ahora bien, se sabe
que el aislamiento geográfico no es el único modo o proceso de
especiación. Voy a referirme a él para poner en claro que la
hominización no se produce así. Es decir, la teoría de la evolución no
es una teoría unívoca o uniforme. Hoy no lo es; hoy ya se sabe que el
proceso de aparición de especies no es el mismo siempre. Hay
diversos tipos de procesos de especificación o especiación. El
aislamiento geográfico es el que tiene más que ver con las primeras
hipótesis acerca del asunto (aunque comporta una rectificación de
Darwin). Dentro de las otras se habla de una especiación instantánea
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 31
o simpática, que tiene mucho que ver con algo que ya está
comprobado: con una dotación genética similar, si esa dotación
genética está organizada de distinta manera (eso son los
cromosomas), no hay interfecundidad. Por ejemplo, nuestra dotación
genética y la del chimpancé es casi por entero la misma. En cambio,
nuestros cromosomas son distintos de los del chimpancé. Por tanto,
también desde otro punto de vista, la mutación genética no es el
único causante, o la única explicación de cómo aparece una especie
nueva. No se trata de la afinidad entre unos caracteres parecidos o
de la discrepancia entre otros más o menos distintos; se trata del
problema de la interfecundidad, que es el único criterio científico de
especificación. Si son interfecundos, entonces son una única especie;
si no son interfecundos, son de distinta especie.
El aislamiento geográfico puede dar lugar a que individuos
primitivamente interfecundos que habiten después en nichos
distintos, se adapten y aparezcan mutaciones que hagan que ya no
sean interfecundos: entonces ha tenido lugar un proceso de
especiación. De modo que individuos que proceden de individuos
interfecundos no son interfecundos según las adaptaciones a
distintos nichos ecológicos.
Las distintas poblaciones inicialmente pertenecientes a la misma
especie, si se mantienen separadas por barreras geográficas (de
modo que no tengan manera de intercambiar las mutaciones
surgidas en cada una de ellas) por adaptación a los distintos
ambientes – y si esto ocurre durante bastante tiempo – acaban
haciendo incapaces de cruzamiento a los individuos de los distintos
grupos. Este es el primer proceso – bastante común, por lo demás –
de especificación.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 32
La radiación es simplemente el ir a habitar otros climas, otros medios
distintos. Según la radiación, la especie o grupo se extiende a
distintos ámbitos climáticos, lo cual implica adaptación. De manera
que de la adaptación surge la diversificación, y de la diversificación
surge la selección, La selección, en rigor, es un factor terciario, no
primario como pensaba Darwin.
Lo primero que hace falta para este tipo de evolución es la radiación;
si no hay radiación, no hay aislamiento geográfico; luego, eso da
lugar a la adaptación, a mutaciones que pueden explicar cambios
morfológicos, es decir, a una diversificación y correlativamente a una
selección. Pero la selección es un concepto relativo, porque depende
del medio de que se trate. Los que sobreviven, lo hacen según sea el
medio; la noción de selección no es un concepto absoluto. Los seres
vivos que pueden ser más aptos para subsistir en un ámbito
geográfico no lo son para otro.
La selección significa simplemente que los genotipos más adecuados
para el nicho son los que sobreviven, y esto evidentemente tiene que
ver con la fijación de caracteres. Tanto la diversificación como la
selección de caracteres tienen que ver con el genotipo más adecuado
para el nicho ecológico; de manera que lo que puede ser muy bueno
para un nicho, en cambio para otro no lo es, y se puede decir, por
tanto, que una selección natural de los individuos, tal como la
formuló Darwin5, es un criterio puramente relativo.
5 Esa teoría es expuesta especialmente en los capítulos III y IV de la obra:
Darwin, Ch., On the Origin of Species by means of Natural Selection,
publicada en Londres en 1859.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 33
Dentro de la diversificación y estabilización de caracteres
morfológicos, llega un momento en que precisamente por esas
mutaciones o modificaciones genéticas, si son muy importantes, sólo
se da la interfecundidad dentro de un grupo: ha habido
especificación. Queda un problema sin resolver: lo que se suele
llamar evolución potencial. Quizá se podrá resolver si se entiende el
código genético mejor de como se conoce hoy6.
Ahora bien, en la línea genética que va hasta el hombre fallan las
llamadas leyes de la evolución. No hay diversificación; no hay
adaptación, no hay selección. En suma, el aislamiento geográfico no
entra en juego en el caso de la hominización. El primer bípedo (es
muy importante el primer bípedo, es decir, el Australopithecus,
aunque no sea una de las especies homínidas, porque ése es el
carácter morfológico primario del ser humano: ser bípedo), vivió
siempre en el mismo clima. Sólo se han encontrado fósiles de
australopithecus en el centro sur de África. Por tanto, es
suficientemente claro que en el australopithecus no hay radiación, y
que no se especializó: vivió tres millones de años en el mismo nicho
ecológico (esto plantea problemas serios respecto del antecesor del
australopithecus). Seguramente el australopithecus es una especie,
aunque hay diversos tipos. Hay unos más robustos que otros, más
fuertes, con una capacidad craneana un poco mayor, pero eso no
6 Lo que se llama código genético es asunto complejo que desde luego debe
estudiarse más. Pero es una cuestión de tipo específico. Entretenerse en ella
sería una digresión que nos desviaría de lo que estamos diciendo como
introducción al carácter constitutivo de la ética humana.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 34
impide la unidad de la especie. Pero ¿de dónde procede esa especie?
En cualquier caso, lo que sí parece claro es que el australopithecus no
aparece por radiación y que sus caracteres tampoco se explican por
adaptación, porque vivió siempre en el mismo sitio y no hubo
cambios importantes en el clima.
Pero la cosa se complica todavía más cuando se trata de las otras
especies que realmente forman el proceso de hominización. Estas
especies, el homo habilis, el homo erectus, el homo sapiens, en rigor,
no puede decirse que se hayan formado como especies distintas, o
que se hayan especiado, por adaptación al medio. En estas especies
ya hay radiación; sin embargo, la radiación no elimina la
interfecundidad. Hay radiación en el habilis y en el erectus (el erectus
está en China, Java, Europa, Africa)7.
Estos animales se caracterizan por una paulatina formalización del
cerebro, por el crecimiento del mismo, lo que se corresponde en el
tiempo con la fabricación cada vez más perfeccionada de
herramientas líticas. Eso es lo que pasa en el habilis y en el erectus.
La distinción entre el habilis y el erectus reside sobre todo en el
aumento de capacidad craneal.
Independización respecto del medio
Existe una serie de datos en los distintos yacimientos de
acuerdo con los cuales éstos se clasifican; pero lo que interesa
7 Es sabido que en América no hay homínidos; no hay más que sapiens. Las
otras especies no aparecen en América.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 35
resaltar es que la fabricación de instrumentos – la habilidad para
hacerlos –, aunque sea muy rudimentaria, explica que estos
animales, estas especies del género homo, no sigan la estrategia de la
adaptación, es decir, que puedan irradiar sin adaptarse. Su relación
con el medio ambiente no lleva consigo una modificación
morfológica que dé lugar a especies distintas, por la sencilla razón de
que van independizándose del medio en la misma medida en que su
cerebro crece y empiezan a usar las manos y comienzan a fabricar
utensilios.
Por tanto, no solamente es que en el caso del hombre las leyes de la
evolución alotrópica no se cumplan, sino que esta línea evolutiva, en
cierto modo, es opuesta a la otra, porque la adaptación al medio
provoca especificación, es decir, fijación de nuevos caracteres
morfológicos en tanto que no hay otro modo de sobrevivir. En
cambio, si el animal es capaz de hacer frente a las diferencias
climáticas con instrumentos fabricados, entonces no tiene por qué
sufrir cambios morfológicos adaptativos y no hay lugar para ese tipo
de evolución. La hipercerebralización no se debe entender como un
procedimiento adaptativo, sino como un modo de liberación de la
necesidad de adaptarse.
A medida que la vida del animal se vincula más a la fabricación, y en
definitiva a la técnica, en esa misma medida la unidad de la especie
se mantiene a pesar de la diferencia de nicho. En nuestra especie es
suficientemente claro: un esquimal y un habitante del trópico son
interfecundos, pertenecen a la misma especie. Conviene meditar
sobre este importante asunto. La teoría de la evolución sirve para
mucho si se toma de ella lo que hay de más seguro, por así decirlo, lo
más elaborado, y se selecciona aquello que tiene más significado.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 36
Cabe percatarse de que el proceso de adaptación al medio como
explicación es inaplicable al género homo, puesto que el género
homo es técnico, fabrica instrumentos y la fabricación de
instrumentos debilita cada vez más la necesidad de adaptación al
medio. Se ve que la línea que lleva al homo sapiens se puede
describir como un proceso de independizacíón del medio. Por tanto,
ante el problema de determinar el mecanismo por el cual la
especiación se produce, el biólogo tiene que decir decir que lo que
servía para explicar otras especies, es decir, las leyes que se
encuentran cuando se trata de la adaptación al medio, aquí no son
aplicables, porque estos animales se diferencian solamente por el
crecimiento de su cerebro; en la medida en que crece su cerebro (por
eso el australopithecus es el precedente), aprovechan su condición
bípeda; es decir, aprovechan el hecho de que tienen unas
extremidades exentas de la función de andar.
El ser bípedo tiene la cabeza en posición levantada respecto de su
cuerpo; la cabeza del cuadrúpedo es perpendicular respecto del suyo;
la cabeza del bípedo es ocupada en su mayor parte por el cerebro; en
cambio, en el cuadrúpedo el cerebro es una parte pequeña de la
cabeza. Así pues, la condición de posibilidad del crecimiento cerebral
es el bipedismo.
A la vez, el bipedismo comporta la aparición de las manos, es decir,
de unas extremidades aptas para muchos usos. En rigor, lo que
constituye la condición de posibilidad de construir instrumentos es la
conexión entre el cerebro y la mano. El crecimiento del cerebro no es
simplemente un aumento de masa o de tamaño, sino el aumento de
las llamadas neuronas libres (que son aquellas que no tienen que ver
con las funciones vegetativas). El aumento de neuronas libres sólo
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 37
tiene sentido, desde el punto de vista de la conducta, si enlaza
principalmente con las manos; sin control cerebral, el hombre no
puede hacer nada con ellas: no puede fabricar instrumentos.
Por eso cabe decir lo siguiente: el australopithecus es un bípedo que
no aprovecha su bipedismo; no usaba las manos prácticamente para
nada, porque no tiene industria lítica (junto a los fósiles de
australopithecus se han encontrado algunas piedrecitas, pero no
modificadas por él; cantos rodados, y poco más). Seguramente
agarraba palos para golpear o arrojaba piedras y cosas así, pero
carecía de manos "expresivas" y con frecuencia colgarían flácidas.
Con otras palabras, no llegaba todavía a hacer instrumentos con
instrumentos, y por tanto, era un ser para el que tener manos
constituía una preparación para un aprovechamiento posterior. Las
manos empiezan a servir cuando el desarrollo del cerebro
interconecta con ellas. Las representaciones gráficas tienen
evidentemente mucho de imaginativo; no se sabe cómo era
morfológicamente – desde fuera –, cuál era el aspecto de las especies
siguientes8; pero lo que sí se puede decir es que usarían las manos de
vez en cuando (ya que su industria lítica era bastante intermitente);
sabían manejar las manos, pero sólo confeccionaban cosas muy
rudimentarias. Serían animales que andaban normalmente y que 8Atribuirles una configuración casi simiesca obedece a prejuicios o a una
mala interpretación de algunos fósiles. Si el Australophitecus era netamente
bípedo, las especies posteriores no lo serían menos. Algún fósil de
Neanderthalensis daba la impresión contraria, por sus piernas arqueadas.
Pero hoy se sabe que ello es una deformación debida a la artritis (se trata de
un individuo anciano, cuya supervivencia indica que se le atendía y cuidaba).
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 38
alternarían el uso de las manos con la inacción; o se sentaban, que es
otra manera de aprovechar el bipedismo (si no hay bipedismo, el
asiento no tiene sentido). Pegarían con la mano o harían algo de vez
en cuando, pero si se compara con lo que hacemos nosotros con las
manos, se verá que nosotros estamos empleando siempre las manos:
somos capaces de tocar un violín, y nótese la complejidad cerebral
que hace falta para que esa actividad se realice, pero también se
puede tocar el piano, escribir, se pueden hacer gestos, asociarlos, dar
un carácter expresivo a la mano de manera que el gesto acompañe al
lenguaje; la única época de la vida en que parece que el hombre se
aturde con las manos es la adolescencia. ¿Y qué hace el adolescente?
Cruza las manos a la espalda o las introduce en los bolsillos.
El australopithecus no podía aprovechar su bipedismo porque
tenía una capacidad craneana muy pequeña; pero el aumento de
capacidad craneana no tiene sentido práctico sin manos, sin
extremidades que sirven para otra cosa que para andar; de entrada,
el bipedismo es una desespecialización: la mano está
desespecializada, como observa Tomás de Aquino9. Utilizando la
teoría de la potencia y el acto de Aristóteles, dice que la mano es
puramente potencial10 si se la compara con la garra o con la pezuña –
que son propias de cuadrúpedos –; la pezuña está en acto, porque no
sirve más que para una cosa; es como el hacha. Según Aristóteles, el
acto del hacha es el filo: todo lo demás en el hacha es potencial
puesto que el hacha está hecha para cortar. La pezuña está hecha
9 Tomás de Aquino, S. Th., I, 91, 3.
10 Aristóteles, Acerca del alma, 1, 431 b.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 39
para algo y nada más que para algo, y la garra, por su parte, sólo para
algo más: para desgarrar, y, por tanto, está en acto. ¿Y la mano para
qué está? Está abierta a una gran gama de actualizaciones; es un
órgano potencial, y precisamente por ello es el instrumento de los
instrumentos, aquello con lo que se pueden hacer todos los
instrumentos; también Aristóteles lo puso de relieve. En el fondo, lo
que dice Aristóteles acerca de las manos es lo que se tiene en cuenta
para distinguir el proceso de hominización de cualquier otro proceso
de especificación o de especiación en otras líneas animales: las
moscas, los reptiles, los équidos, etc.
En dichas especificaciones puede haber ocurrido lo que se quiera, y
las leyes serán las ya aludidas; pero cuando se trata del proceso de
hominización, lo que entra en juego, ante todo, es la interconexión
entre el cerebro y la mano. Precisamente por eso, las leyes de la
evolución alotrópica no juegan, porque el género homo adapta el
ambiente a él y no él al ambiente. El no adaptarse al ambiente es
posible por su capacidad creadora de instrumentos, que a su vez es
posible por la correlación entre manos y cerebro, cuya base es el
bipedismo. En los otros animales la adaptación lleva consigo grandes
cambios corpóreos; en el caso del homo, la evolución se ha centrado
en el crecimiento del cerebro; sin manos, el crecimiento del cerebro
no serviría para nada, no tendría sentido biológico, y sin técnica el
bipedismo es inútil. Esa vinculación acontece en la rama que va del
habilis al sapiens. Ahí, insisto, ha quedado en suspenso la adaptación
morfológica al nicho ecológico; el instrumento ha sido el elemento
adaptativo, es decir, el que ha sustituido la estrategia alotrópica.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 40
Disminución del instinto
En la misma medida en que ocurre esto, el comportamiento
se va haciendo menos instintivo, porque el comportamiento se
centra en la correlación entre cerebro y manos; y eso no es
meramente instintivo, sino que exige algún tipo de componente
cognoscitivo sin el cual no hay mediación instrumental y no se
pueden hacer cosas. En la misma medida en que un tipo de conducta
es una característica de la especie, no se puede decir que la técnica
es algo extraño a la evolución, sino que es inseparable de un modo
de evolución; la técnica no es ajena a la vida, sino que es lo
característico de un peculiar modo de vivir que llamamos
hominización; la técnica y el género homo son indisociables,
entendiendo por técnica simplemente el hacer instrumentos con
instrumentos. El hacer instrumentos con instrumentos es lo que le
permite al hombre, por ejemplo, poder abrigarse (corta unas pieles
de animales, las curte y entonces se pone un vestido encima, y con
ese vestido puede vencer al frío; si hace calor se lo quita: se ha
independizado del medio).
Como es claro, en el habilis esa independización es menor, puesto
que su técnica es elemental, pero implica una creciente disminución
de la instintividad; lo cual se corresponde también con el carácter
inespecífico, inactual del cuerpo. Esto lo han visto algunos
pensadores; su descubrimiento por los biólogos modernos no es
nada nuevo: lo señalan Platón, Aristóteles, los filósofos del siglo XIII, y
en el siglo XVI (entre los escolásticos españoles) hay investigaciones
muy interesantes acerca del carácter inespecífico del cuerpo
humano.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 41
Gehlen11, en su importante obra El hombre, insiste en la
misma idea: el hombre es un ser de instintos poco firmes. La
instintividad se va indeterminando porque la conducta va siendo
apuntalada por relaciones que permiten la producción de
instrumentos. Instintivamente no se hace ningún instrumento con
instrumentos; un panal de abeja se puede decir que es un producto
instintivo, pero no es propiamente un instrumento planeado,
construido utilizando otros instrumentos (un instrumento de
segundo orden). Por eso, la mano es instrumento de instrumentos;
para hacer cerámica interviene la mano y el barro: la mano moldea el
barro. Es notable que el ser humano, o el género homo, no tiene
miedo al fuego; mientras que instintivamente todo animal huye del
fuego, el hombre cultiva el fuego, lo mantiene y con el fuego va
haciendo cosas, lo instrumentaliza.
Así pues, el proceso evolutivo que estamos considerando no
es un proceso de adaptación, puesto que ni siquiera comporta
determinación morfológica, sino más bien indeterminación. La
conclusión que sacamos de aquí es: el organismo humano está hecho
para trabajar, destinado a hacer; lo que nos une con el erectus y con
el habilis es el carácter de faber, Por eso, se puede hablar de
hominización, y de tres o cuatro especies distintas unas de otras y
aparecidas sucesivamente a lo largo de un proceso evolutivo cuya
clave es justamente una creciente independización del medio
ambiente (esa independización respecto del "medio" externo sólo es
11 Gehlen, A., Der Mensch. Seine Natur und seine Stellnng in der Welt, 1940.
(Versión española, El hombre, Sígueme, Salamanca 1980).
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 42
posible en la medida en que forma parte de la vida construir medios,
instrumentos).
No se intenta arbitrar una explicación más o menos plausible,
sino que se trata de comprender qué hay en la morfología humana
que es irreductible a todas las demás morfologías. El hombre se hace
especie de una manera muy curiosa, simplemente por modificaciones
que tienen que ver con el crecimiento cerebral, y no hay adaptación
morfológica al ambiente: hombres que viven en climas muy distintos
no se adaptan a ellos desde el punto de vista evolutivo. Y por tanto,
en definitiva, al final el hombre habita un mundo instrumental.
Homo, pues, significa biológicamente esto: animal que
domina su entorno, el ambiente; este acontecimiento no tiene lugar
en ningún otro tipo de ser vivo. Las leyes de la evolución – radiación,
adaptación, fijación de caracteres, selección – en el hombre no
juegan, porque el hombre es capaz de hacer, y ésta es una
característica intrínseca sin la cual no hay hominización. No podemos
considerar nuestra actuación técnica como un sobreañadido
accidental, del que podríamos prescindir por extraño a nuestra
constitución somática, sino que forma parte de nuestra biología.
El homo es un género de vivientes que culmina cuando tiene
lugar la humanización, es decir, cuando el ser vivo es dueño de su
conducta. La humanización, la aparición de la inteligencia y de la
libertad en el hombre, es coherente con el indicado punto de vista
morfológico: no es, digamos, un cuerpo que lo más que puede hacer
es establecer una relación homeostática con el estímulo externo, que
es lo que ocurre en cualquier otro animal, sino que cuando se trata
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 43
del homo su cuerpo no está cerrado, sino que está abierto no al
ambiente, sino a una factura suya.
El hombre, decía Leibniz, es un petit dieu, un pequeño dios,
porque es capaz de crear: si no produce, si no hace algo, decir que el
hombre es creativo carece de sentido; se puede crear más: una
sinfonía, un poema, un automóvil, pero todo esto es posible porque
el hombre es morfológica y vitalmente trabajador. La Biblia lo dice: el
hombre fue hecho ut operaretur12 y para dominar el mundo (que es
lo mismo). El hombre está hecho para dominar el mundo, vive
trabajando (aunque no hay que hacerse ilusiones: hay gente que no
trabaja porque es perezosa; y aquí empieza a aparecer una noción
ética que ha jugado un gran papel en la ética moderna: el hombre
perezoso; ser perezoso es un vicio). Para el mismo Aristóteles la
pereza es un vicio13. El hombre perezoso, el hombre que no trabaja,
el que no hace nada, biológicamente es parásito, no puede vivir
como hombre. Imagínese que la humanidad dijera: nos declaramos
en huelga todos. ¿Cuánto duraría la humanidad en esa situación?
Aproximadamente una semana. No habría alimentos (porque
también cultivar, pastorear, y cocinar es trabajar). El hombre es
independiente del medio. Paralelamente, observa Aristóteles, el
hombre no come sólo por instinto, sino que come con arte: la
12
Génesis 2, 15.
13Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1125 a. Cfr. Tomás de Aquino, De malo, 8, 1,
en donde acentúa más aún la detención de la vida humana que la pereza
comporta.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 44
primera de las artes es la culinaria14. Al hombre no le gusta la carne
cruda, la prefiere asada: eso es técnica, porque arte y técnica son
para el sapiens inseparables. Hay un sector de la humanidad que no
trabaja porque no puede: los niños todavía no están en condiciones
de trabajar y por eso hay que alimentarlos, cuidarlos, educarlos. Eso
quiere decir también otra cosa: que cada hombre es capaz de
producir más de lo que necesita para él mismo, es capaz de producir
para los demás15.
Hoy la población activa es aproximadamente el 35 por ciento
de la población total. Si el hombre sólo fuera capaz de satisfacer sus
propias necesidades, ya se habría extinguido la especie humana. El
hombre es capaz de trabajar para los otros, y además tiene que
hacerlo, porque de otro modo el largo periodo que va desde el
nacimiento del hombre a su viabilidad práctica no quedaría
satisfecho (depende de las culturas, pero durante los 10 ó 12 años
primeros no se está en condiciones de tomar parte en las actividades
productivas. Para desempeñar las actividades complejas de nuestra
sociedad hacen falta lo menos 23 o 24 años: durante esa etapa de su
vida, el hombre se forma para ser hombre "hábil", capaz de
encargarse de tareas. De lo contrario, la universidad sería un lujo
asiático.)
14 Como el hombre es racional, sus satisfacciones sensibles no son las del
animal. Por eso el arte se vincula a la sensibilidad (culinaria, música, pintura,
etc.).
15 Como se ve, trabajo y comunidad son solidarios. Esta relación es
primariamente ética. Desde ella, la ciencia de la economía y la sociología
han de buscar unir sus métodos respectivos.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 45
Instintividad y adaptación al medio
El trabajo es un tema ético porque no es un proceso
automático. La ética arranca con el hecho de que el hombre sólo es
comprensible en tanto que su vitalidad conecta con su potencialidad
manual, y eso le hace productivo en cualquier sentido; productivo
quiere decir dominador del mundo, y, por consiguiente, libre de la
necesidad primaria de adaptarse, dotado de iniciativa propia en
orden a la suscitación de obras que de otro modo no existirían. Por
eso el hombre es señor del mundo y controlador de su conducta: está
constituido por Dios de esta manera. Son de notar los muchos
asuntos humanos de toda índole que se esclarecen en cuanto esto
empieza a tenerse en cuenta. Claro es que cabe alegar que exagero:
trabajamos porque no tenemos más remedio; el prestigio del trabajo
es un prejuicio de una época concreta. Hay otras culturas más
antiguas en las que los hombres trabajan muy poco; nosotros
estamos en una situación activista un poco neurotizante o que
conduce al agotamiento y a la depresión psíquica; podríamos pensar:
"Somos víctimas de oprimentes convencionalismos sociales". Quizá el
enfoque occidental – o japonés – del trabajo sea una hipertrofia,
pero lo es de algo constitutivamente humano. El hombre es de suyo
trabajador, creador de un mundo propio, habita en él sin necesidad
de adaptarse al medio. Ser moreno o rubio, más alto o más gordo
según la dieta, con mayor capacidad pulmonar o más hematíes si se
vive en la montaña, son diferencias secundarias, no específicas.
Así aparecen una serie de normas que, siendo biológicas, son
muy peculiares. Por eso, sostengo que una ética que no tenga que
ver con la vida – una ética formal, por así decirlo – no es completa,
sino una falsa ética. La raíz de la ética está en la vida del homo. Un
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 46
perro no tiene ética ni puede tenerla, al igual que una abeja; se
comportan vitalmente en virtud de unas adaptaciones, de una
constitución que funciona en un régimen de intercambio equilibrado
con el medio que la rodea, y se acabó; el hombre apenas es capaz de
ese intercambio, sino que transforma el medio, está obligado a
trabajar.
Si el hombre no trabajara, tendría que adaptarse, pero su
cuerpo no está hecho para ello; biológicamente no es competitivo.
Pertenece a la esencia misma del hombre en cuanto ser vivo estar
abierto al mundo en la forma de modificar el entorno a través de su
acción. El hombre ejerce actividades racionales; ningún otro animal
ejerce esas actividades.
Los antecesores nuestros desde el punto de vista
morfológico, el habilis y el erectus, se extinguieron seguramente
porque su capacidad fabril no fue suficiente para competir con la
adaptación. La estrategia de la modificación del entorno por la acción
competía en ellos con la estrategia de la adaptación, y seguramente
venció la segunda. Y precisamente porque estaban lanzadas en la
línea de la estrategia evolutiva no adaptativa de un modo precario
por carecer de inteligencia, dichas especies eran poco viables, y
urgidas por exigencias adaptativas se extinguieron. En cambio, es
patente que el homo sapiens sapiens no se extingue por dicha razón,
sino que se puede extinguir justamente por la razón contraria: por
hacer inhabitable su entorno. Dicho de otro modo, nosotros no
tenemos de ninguna manera nicho ecológico, lo que tenemos son
problemas de tipo ecológico. El problema ecológico es un problema
moral suscitado por actividades de las que somos responsables. La
responsabilidad es una categoría ética. No hay ningún otro animal
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 47
que tenga problema ecológico o que provoque una crisis ecológica;
sólo el hombre – actual – puede hacerlo, porque es un super habilis:
y eso es una característica de la civilización occidental16.
Interesa resaltar que la ética no solamente ha asomado ya la
cabeza en cuanto hablamos del trabajo, sino que empezamos a
darnos cuenta de que hace mucho más; el trabajo humano – no el de
los homínidos – da lugar a problemas muy originales y de mucho
alcance. Y ello precisamente porque el proceso de humanización no
es el proceso de hominización; es distinto – aunque se apoya en él –
porque ya no tiene sentido evolutivo, como veremos enseguida.
Por otra parte, si no se entiende su profundo valor vital, quizá
pudiera creerse que si las leyes éticas no se respetan o se descartan,
no pasa nada. Pero sí que pasa, porque la ética tiene que ver
directamente con la vida humana, es decir, con la actividad humana.
Comparado con un hombre, un animal es un ser inerte; el hombre es
un ser muchísimo más vivo que un animal precisamente porque está
llamado a la acción; su vida no le está simplemente dada, sino que la
tiene que encauzar activamente; de lo contrario se extingue.
Comparada la actividad humana con la de un animal, se da uno
cuenta de que el animal obedece siempre la ley del mínimo esfuerzo.
Por ejemplo, un león no se levanta más que para comer, y si no, está
tumbado y no hace más; se levanta para comer y beber o para
16
El crecimiento tecnológico cada vez más acelerado presenta otro
problema ético de primera clase, que es la relación entre los llamados países
desarrollados y los no desarrollados.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 48
procrear, y el resto del tiempo ¿qué hace? Nada, porque, en rigor, el
león no hace nada. El único que hace algo es el hombre.
No podemos pensar que hemos inventado históricamente el
trabajo y que podríamos eliminarlo. Tampoco podemos pensar que el
trabajo es un castigo debido al pecado original, como si la vida de
Adán en el paraíso hubiese sido una vida ociosa. Adán tumbado en el
paraíso es un simple absurdo, si lo pensamos un momento. Aunque
muchas veces se nos pase por la cabeza que Adán era feliz porque
tenía todo al alcance de la mano, no hay tal. Adán, que seguramente
cometió el pecado original cuando era joven, es decir, antes de tener
hijos con Eva, fue encargado de una tarea por Dios, una tarea que es
importantísima: poner nombre a las cosas. Eso es lo primero que
hizo. Nombrar, como siempre se ha sabido, es ejercer un poder
posesivo.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 49
Trabajo y lenguaje
El lenguaje se asimila al trabajo. Hoy se habla mucho de
pragmática lingüística (es, en definitiva, adonde ha ido a parar lo que
se llama filosofía analítica del lenguaje). El lenguaje está para su uso,
y lo primero que hace el lenguaje es imponer y relacionar nombres y
verbos. Por eso, suelo decir que la forma más pura de técnica es el
lenguaje; los animales no hablan17. Si unimos la técnica al lenguaje,
tenemos el gobernar: haz esto. Trabajo más lenguaje es igual a
dirección: el lenguaje sirve – ante todo – para dar instrucciones; y así
es como se enseña, como se forma el ser humano: sin lenguaje,
¿cómo formar a un niño? Además, el lenguaje hace posible el trabajo
en común, la organización del trabajo, y aquí aparecen temas éticos
centrales, como son mandar y obedecer.
El hombre puede considerarse una especie única,
precisamente porque tiene inteligencia; sin inteligencia,
evidentemente, no se puede hablar. Al hablar, la inteligencia toma
contacto con la dotación actuante de su corporeidad: si se dice: "oye,
pon esa pieza ahí", "enlaza esa pieza con esa otra", se va instruyendo
al otro, y se da una relación recíproca: decir y escuchar. Y ahí aparece
un problema ético decisivo, que es la distinción entre decir verdad y
mentir. ¿Se puede usar el lenguaje de cualquier manera? No, sino
que el lenguaje hay que emplearlo según una norma: la veracidad. El
17 En mi libro Quién es el hombre, se expone cómo tiene que ver el lenguaje
con las manos y con el cerebro; por qué la boca humana es como es; cómo
permite la articulación de voces y de esa manera la discriminación de
sentidos verbales. Cfr. Polo, L., Quién es el hombre, Rialp, Madrid 1991.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 50
que no usa su lenguaje verazmente está destruyendo su lenguaje.
Destruir el lenguaje es hacer imposible la cooperación humana, y por
tanto estorbar el desarrollo y la organización del trabajo humano.
Suelo decir que el subdesarrollo no es una consecuencia de la
ineptitud; el subdesarrollo es la consecuencia de mentir demasiado,
de que la gente no se fía de nadie. Cuando un señor dice "voy a hacer
tal cosa" y luego no lo hace, y se le pregunta: "¿por qué no lo has
hecho?", y responde "que por educación no sé decir que no", miente
con sus obras y conculca las condiciones básicas del trabajo en
común.
Así las cosas, aparecen otros problemas éticos. Es difícil vivir
la justicia distributiva si no se sabe qué aptitudes tiene cada uno. Dar
a cada cual lo suyo según sus aptitudes, dar a cada cual el encargo
que puede desempeñar mejor, es una condición indispensable para
el correcto funcionamiento social.
La ética no es "moralina": establece las leyes del actuar
humano de tal manera que, si esas leyes se conculcan, el hombre
deja de comportarse como tal. En relación con esto, hay un personaje
de la literatura que merece recordarse18. La epopeya griega Los
argonautas es extraordinariamente ilustrativa de lo que es el trabajo
humano. La ocupación del territorio por el hombre, en definitiva, eso
que el hombre puede hacer porque no tiene que adaptarse sino que
domina, es lo que se conoce como civilización. La civilización no es
18 Hay gente que cree que la literatura es una especie de diversión; no, la
literatura es una exposición muchas veces espléndidamente intuitiva,
insustituible en este sentido, de características humanas.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 51
más que la apropiación humanizante del territorio. El hombre ocupa
el espacio precisamente como aquello a lo que aplica su trabajo; el
hombre transforma el campo en paisaje, en huerto, en ciudad: eso es
la civilización.
Todo esto se encuentra espléndidamente descrito en Los
argonautas: son los tripulantes de la nave Argón – cuyo jefe es Jasón
– que se dedican a viajes exploratorios y civilizadores; parten del
Cáucaso, del extremo oeste del mar Negro, y van explorando los
Balcanes, hasta que terminan en Grecia.
En Grecia, Jasón se encuentra con que lo que él ha intentado
hacer en sus viajes exploratorios y colonizadores está ya hecho; Jasón
se enamora de la civilización griega porque ha encontrado realizado –
de una manera más perfecta – lo que él había venido intentando
hacer a través de sus viajes.
Jasón está casado con una mujer de su mismo origen, que es
Medea. Medea, muy enamorada de su marido, ha colaborado con él
en sus tareas de civilización, pero conserva un fondo salvaje, está
muy poco civilizada si se la compara con los griegos. Jasón llega a
Atenas, y en Atenas se encuentra con que en Grecia la civilización
florece. Ya en Grecia, Jasón considera a Medea poco civilizada, la
repudia y se une con una mujer griega. Medea se enfada
furibundamente, se transforma en un ser puramente instintivo, y
para vengarse de Jasón, como no lo puede matar a él, mata a los
hijos que ha tenido con él. Esa venganza es la culminación trágica de
una epopeya.
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 52
Aquí ha irrumpido un elemento que inmediatamente tiene un
calificativo moral y al mismo tiempo biológico, porque, ¿qué es lo
que lleva a Medea a hacer esto? El haber sido rechazada por Jasón
transforma su amor en ganas de matar; si no es suyo, no lo quiere: él
no puede vivir. No se puede llamar odio, es un paradójico y trágico
rechazo de lo humano que a ella la ha rechazado: como no puede
poseer a Jasón en su nueva condición, mata lo que tiene de él.
Eurípides da una salida a Medea, porque Jasón se da cuenta de que
no tiene derecho a castigarla, pues tampoco él ha obrado bien: ha
preferido una mujer culta a su mujer legítima (el relato está lleno de
simbolismos). La destierra precisamente a Atenas, y entonces tiene
lugar una modificación: Medea se civiliza y poco a poco se va
amansando, se va haciendo humana en el modo – éste es el sentido
de la humanitas, tal como la entendían los latinos – de vivir con
medida su violencia (es la transformación de las Erinnias en
Euménides).
Esos valores morales que aparecen tan claramente en el
humanismo antiguo, por ejemplo, están tomados del carácter no
feroz, no ferino, no de fiera, que el hombre adquiere a lo largo de su
trabajo civilizador. Ello es correlativo con los grandes poderes
ordenadores cósmicos: las Erinnias, que son las vengadoras violentas
de lo injusto, se transforman en las ordenadoras racionales o
Euménides benéficas: eso es, expuesto en el nivel del mito, la
transformación de Medea. Medea era una mujer furibunda que se
tomaba la justicia por su mano, que no era capaz de aguantar la
afrenta; y se transforma, sin dejar de ser ella, sin perder su intensa
vitalidad, al alcanzar con el pensamiento valores nuevos (es muy
peculiar de los griegos el intento de darse cuenta de cómo el hombre,
Capítulo I: Evolución y apertura en el hombre
Leonardo Polo 53
en la misma medida que va haciendo cosas, va adquiriendo un
carácter civilizado elevante, completamente contrapuesto al carácter
puramente animal de la reacción instintiva. Una personificación
literaria muy brillante de todo esto es justamente Medea). Pero esto
no es más que una ilustración.
El modo de aparecer la ética en la vida humana, o la visión de
la ética desde la biología, es lo que se ha empezado a exponer aquí.
Por lo pronto, el hombre es un ser ético porque la hominización no es
um proceso de adaptación: a primera vista puede parecer curioso; sin
embargo, es así. El hombre no es un ser vivo por adaptación, sino que
es vivo en cuanto que faber, en cuanto que trabaja; si no, no puede
sutbsistir la especie. El hombre se encuentra inmediatamente con
problemas éticos que están engarzados ante todo en la biología
tecnológica del ser humano. Por eso, una bio-tecnología a la que se
subordine el hombre es una contradicción; la idea, por ejemplo, de
modificar el código genético humano es una locura si la ética se
margina.
Índice
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 54
CAPÍTULO II: INTELIGENCIA Y COMPORTAMIENTO HUMANO
Fabricación de instrumentos
Adoptando el punto de vista de la teoría de la evolución y
destacando sus averiguaciones más seguras y significativas (es una
teoría limitada; muchos aspectos del hombre no se pueden explicar
con ella), se ha visto que el proceso de especificación que se llama
hominización es muy diverso del que han seguido otras especies cuya
determinación se entiende básicamente como adaptación. Si
acontece una radiación o dispersión de nichos ecológicos diferentes,
es posible después de un largo tiempo una acumulación de
modificaciones genéticas tal que impide la interfecundidad entre los
grupos geográficamente separados.
En líneas generales, este enfoque es verosímil, pero no es
aplicable al género homo, el cual, a partir del australopithecus, es
decir, del primer bípedo, se orienta por otra línea. El alterar la
relación con el medio exime de la adaptación, sustituida de una
manera progresiva por la capacidad de producir, de construir
instrumentos, y después de instrumentos de instrumentos,
entendiendo tales instrumentos como aquellos que se han hecho con
otro19.
19
Esto se parece a lo que Paulov llama "segundo sistema de señales", que guarda cierta isomorfía con el lenguaje humano. Cfr. Paulov, I.P., Lecciones de Fisiología, 1927. Cfr. Merleau-Ponty, M., La estructura del comportamiento, PUF, Paris 1942.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 55
De manera eventual, un animal puede utilizar instrumentos: un
chimpancé puede, por ejemplo - algunos etólogos se maravillan de
ello -, usar una rama para hurgar dentro del agujero abierto por un
gusano del que el chimpancé se alimenta. El chimpancé es incluso
capaz de darse cuenta de si la rama vale o no vale, es decir, si es
demasiado corta o si no es suficientemente fina para entrar; y
entonces llega a intentar reducir el diámetro del palito. Se da cuenta
de que no entra bien, pero una vez usado, el chimpancé tira el palo.
Es decir, en primer lugar, en la vida de los monos más
"evolucionados" o de mayor capacidad craneal, el acudir al uso de
instrumentos es muy rudimentario. Y sobre todo es un hecho
esporádico. Los monos viven en términos de animal adaptado.
Cuando recurre a alguna utilización para conseguir algún objetivo
vital, para satisfacer alguna necesidad, el animal no la retiene, y,
consecuentemente, no tiene lugar una acumulación de experiencias
de uso, por lo que tampoco cabe hablar de una integración de la
técnica en su vida. Ahora se habla mucho de la capacidad animal de
percibir lo instrumental. Pero la característica central de los
instrumentos no reside en esto ni tampoco en el ser utilizados.
Lo característico de lo instrumental es su importancia
permanente para la supervivencia: por eso tiene que ser fabricado. Y
al insertarse la técnica en el despliegue de la vida, al ser retenido en
ella, un instrumento es usado para otro. Esta conexión sólo aparece
en el proceso de hominización. Desde luego, el homo habilis y el
erectus tienen una técnica, la cual, sin embargo, por los yacimientos
conocidos, se sabe que está prácticamente detenida. A lo largo de
cientos de miles de años no hay progreso. En cambio, en el sapiens
los cambios se suceden con cierta rapidez; según la cronología, los
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 56
distintos yacimientos muestran una progresiva complicación e
incremento de los tipos de técnicas y de utensilios utilizados. Aparece
la cerámica, la talla del hueso, etc. La utilización de instrumento para
fabricar instrumentos llega, por otra parte, a una complejidad
extraordinariamente alta, hasta el punto de que ni hoy siquiera
podemos reproducir algunas de las técnicas que ellos emplearon. No
sabemos cómo hacer el tallado del sílex con los medios que ellos
emplearon. Lo que intentaban era conseguir una especie de filo. La
talla del sílex consiste en ir arrancando lajas, pedazos de la piedra,
utilizando otra, lo que comporta calcular el ángulo y la fuerza del
golpe para conseguir alinear el filo. Al arrancar un trozo, el siguiente
ha de continuar la misma línea, y lo mismo por el otro lado. Lo cual
lleva consigo que estos instrumentos sólo se podían hacer si se
contaba con un lugar donde apoyarlo cuya elasticidad fuera conocida
(seguramente un hacha de sílex no se puede tallar apoyándola en
una superficie dura; desde luego, tenían que tallarla con otra piedra,
pero no apoyándola sobre otra igual, porque entonces seguramente
una u otra se romperían. Hace falta apoyarlas sobre algo elástico.
Seguramente sobre un montón de tierra y hierba, y todo ello
calculado).
Actualmente no podemos reproducir esa técnica. Ni con
computadoras (las ecuaciones que deben regular la talla
seguramente ellos no las conocían, formalmente hablando, pero las
estaban usando). No somos capaces de tallar una piedra como ellos;
el porcentaje de fracasos cuando lo intentamos es demasiado
grande. Y eso que nosotros podemos utilizar instrumentos que ellos
no tenían.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 57
De los cráneos descubiertos se infiere que la capacidad craneal
del Neanderthalensis y del Cro-Magnon es superior a la nuestra. De
manera que tenían un cerebro sumamente desarrollado. Tiene su
interés el hecho de que el sistema nervioso de esta gente fuera en
cierto modo superior al del hombre actual, al del sapiens sapiens -
aquella especie a la que pertenecemos nosotros -. Neanderthalensis
y Cro-Magnon se pueden considerar como una sola especie
precisamente porque hay indicios de que eran interfecundos. No se
puede descartar que sean inteligentes de acuerdo con otros criterios
que expondremos después. En cualquier caso, lo que no se puede
decir es que el Neanderthalensis y el Cro-Magnon sean especies
distintas, porque el descubrimiento de ciertos fósiles con rasgos
mestizos no lo permite, de acuerdo con el criterio de no
interfecundidad, que es el único que tiene un biólogo para hablar de
especies diferentes. Es interesante, decíamos, eso de que tengan una
capacidad craneal mayor que la nuestra (seguramente, además,
poseían muchas neuronas libres, no sólo un cerebro de mayor
tamaño). Y ello por varias razones.
En primer lugar, porque es una prueba, o por lo menos un
indicio muy fuerte, de que el proceso de crecimiento cerebral se ha
detenido. Según algunas hipótesis evolutivas - próximas a la ciencia
ficción - después del hombre actual podría aparecer otra especie con
un cerebro más potente. Muchas películas de este género pintan la
cabeza del hombre dentro de 3.000 años con una frente
enormemente protuberante y una naricilla, una boca pequeña: un
cabezón con una capacidad craneal enorme y un rostro reducidísimo.
Es una hipótesis desechable: lo que podía dar de sí el proceso de
hominización, ya lo ha dado.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 58
Se podría aducir algún argumento al respecto, y es que el
crecimiento de las neuronas libres no puede ser ilimitado.
Seguramente ese crecimiento sería, además, contraproducente,
porque un cerebro hipertrofiado no sería capaz de autoorganizarse:
se descompondría funcionalmente. En última instancia, como dice
Zubiri, un cerebro óptimo es justamente el que puede utilizar y
formalizar una inteligencia, y como ésta lo trasciende, basta el
cerebro del hombre actual, que es el animal inteligente. Por otra
parte, la reducción del paleocórtex posiblemente es conveniente.
Además, tampoco es seguro cómo funcionaban aquellos
cerebros, precisamente por el problema que plantea su técnica.
Probablemente esos cerebros (porque si no es difícil entender cómo
podían hacer la talla de la piedra tal como la hacían) tenían un débil
funcionamiento digital, por así decirlo. Es con sistemas binarios como
hacemos las computadoras; aunque es claro que nuestro cerebro no
es una computadora20. El de los homínidos debía de serlo todavía
menos, como cabe inferir también de su probable modo de
organización social.
De momento, y para los efectos de un curso de ética, nos
interesa decir que nuestro cerebro no funciona de una manera
solamente digital. Es probable que el Neanderthal se encontrara con
20
Un gran físico británico, R. Penrose, ha escrito un libro sobre este asunto - tema muy discutido -, que es el problema de la inteligencia artificial. Cfr. Penrose, R., La nueva mente del emperador, Mondadori, 1991. El hecho de que construyamos computadoras es un indicio de que un mayor crecimiento cerebral en el futuro es superfluo. Si consideramos la información sensible como una semántica y la formalización lógica como modelo sintáctico, cabe sostener que somos capaces de pensar una pluralidad enorme de modelos.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 59
un conflicto entre el funcionamiento no digital y el digital. Es posible
que eso sea una de las causas por las cuales al menos ciertos rasgos
de esta especie hayan desaparecido. Seguramente, ellos asistieron
también a cambios climáticos muy fuertes, pero eran
tecnológicamente mucho más avanzados que el habilis y el erectus.
Cuando un animal se conduce, no lo hace nunca con ideas
generales; eso se puede demostrar: lo que un animal necesita para
fabricar instrumentos o incluso para hacer instrumento de
instrumentos, que sería el caso de los homínidos, habilis o erectus, es
cierta dotación cognoscitiva. Pero, en rigor, para ello bastan
razonamientos condicionales: si A, B. A este tipo de razonamiento se
le da hoy más importancia de la que tiene. Para establecer una cierta
regularidad en esa secuencia basta la imaginación. Si estudiáramos
un poco a fondo la imaginación, veríamos que a veces funciona de
manera digital y a veces no.
La imaginación es una facultad extraordinariamente compleja e
importante para la evolución hominizante. Seguramente, el habilis y
el erectus eran capaces, por poseer una imaginación suficientemente
perfeccionada según su desarrollo cerebral, de conocer incluso una
secuencia del tipo si A, B: un silogismo condicional o relación entre
los condicionales. Este tipo de silogismo falta en la lógica de
Aristóteles; sin embargo, está muy presente siempre que trata de la
razón práctica. La política de Aristóteles está construida casi toda ella
con este tipo de argumentos. Pero esto no es universalizar.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 60
Aparición de la inteligencia
La humanización consiste en la aparición de la inteligencia. Y
este es un asunto suficientemente serio para la ética, porque la
virtud ética primaria es la prudencia. La prudencia es una virtud
dianoética; es decir, una virtud intelectual que marca el enlace de la
inteligencia con la conducta práctica, en tanto que la conducta
práctica puede y debe ser dirigida. La prudencia es un tema ético
central en la tradición occidental. Actualmente la prudencia está
desacreditada o más bien descuidada. Aunque es evidente que
cualquier hombre de acción, y sobre todo un hombre de gobierno, la
está utilizando constantemente: está viviendo la prudencia en el
manejo de sus asuntos; de lo contrario no puede subsistir.
La prudencia es imprescindible para el gobierno, es - así la
llamaban los clásicos - auriga virtutum. Es la virtud directiva o la
dimensión directiva de la ética. La prudencia exige, sin duda, tener en
cuenta los razonamientos condicionales, pero añade a esto el pensar
constantes que se pueden comparar con otras: una idea universal es
un objeto pensado, suficientemente estable para que al compararlo
con otro pueda atribuirse a la conexión un carácter permanente. Esa
permanencia comporta que las notas de la idea universal valen por sí
autónomamente. Se constituye así una especie de sistema, una
estructura compleja.
Aludiré a un experimento muy curioso que se ha hecho con
chimpancés: una isla en medio de un lago se rodea con fuego
(mecheros de gas). Dentro de la isla está el alimento del chimpancé.
Al chimpancé se le enseña que el alimento está ahí. Por tanto, en
situación famélica el chimpancé intentará ir a la isla. Pero (como a
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 61
todo animal) el fuego le da miedo; entonces, se construye una balsa
en la que se encuentra un recipiente y una cuchara: el recipiente se
llena de agua, y se le enseña que si toma agua con el cazo y la arroja
al fuego, el fuego se apaga (esto se prepara para que el chimpancé
pueda imaginar la relación condicional). Entonces desembarca y
come el alimento colocado ahí.
Pues bien, si se le da al chimpancé el cubo sin agua, repite
automáticamente la operación: intenta tirar agua con el cazo, aunque
evidentemente no tira nada. Así pues, el chimpancé no ha hecho una
cosa que cualquier ser humano hubiera hecho: ¿cuál? Tomar agua
del lago. No sabe lo que es el agua. Si A, B. Pero para el mono, A no
es general; si ejerciera la inteligencia, pensaría que el fuego se apaga
con agua; que el agua esté en el cubo o no esté en el cubo es igual:
en cualquier caso, es agua. Y además hay otra cosa; si me falta agua,
me la procuraré, lo que al chimpancé no se le ocurre.
El agua es la misma: esté aquí o allí, el agua apaga el fuego.
Pero para conocer esto hace falta tener la idea de agua. La
inteligencia se comprende ante todo así. Es la aparición del universal.
Los objetos universales se pueden combinar, si se quiere, con
argumentos condicionales, pero la argumentación condicional se
puede hacer sin ideas generales, y por lo tanto, en definitiva, no es
(Aristóteles tenía razón) un tema de lógica abstracta o de lógica de la
inteligencia.
Precisamente así, con la utilización de condicionales, se pueden
construir circuitos de cómputo, pero la computadora no es
inteligente, porque le falta una dimensión fundamental: la
conciencia. La clave de la humanización es la siguiente: el hombre
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 62
actual se caracteriza por ser inteligente. Es un dato obvio (incluso un
evolucionista lo tiene que aceptar). La imaginación es diferente de la
capacidad de universalizar, a la cual es inherente otra característica
muy importante: según la capacidad de universalizar, el hombre
puede interrumpir su acción práctica, es decir, puede desencadenar
una actividad que es puramente mental. Eso no se puede hacer con
sólo la imaginación (también está suficientemente demostrado). En
el animal, el conocimiento sensible es una fase de su
comportamiento, no desarrolla una actividad cognoscitiva pura.
Suspensión de la conducta práctica: el universal
El conocimiento en el animal no es más que una fase de su
comportamiento. Eso quiere decir que el animal no ejerce ninguna
actividad intelectual. Porque lo característico de la actividad
intelectual es justamente que se independiza de la conducta. De
entrada es independiente de ella, hasta tal punto que es otra manera
de vivir, otra actividad vital. Cuando se piensa, se queda uno
detenido respecto de cualquier otra ocupación. Cuando se piensa, no
se hace nada. Pero ese no hacer nada no es el puro quedarse en
blanco: es sustituir la acción práctica por otro acto, la acción por el
conocimiento. Por eso se dice a veces que primum vivere, deinde
philosophare, primero vivir y después filosofar. Vivir es la vida
práctica. Si no tenemos resueltos los problemas prácticos, no
podemos dedicarnos a pensar, porque justamente pensar es
detenerse a pensar, limitarse a pensar. Desde el punto de vista
biológico, la inteligencia se describe así: es la interrupción de la
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 63
conducta práctica por otro tipo de actividad vital que nos pone
enfrente de lo universal.
Cabe decir que objetivar universalmente (en este momento no
vamos a hacer ulteriores precisiones, propias de la teoría del
conocimiento) es abstraer; y abstraer es justamente suspender la
relación directa con el entorno o con la conducta práctica. Prueba de
que esto es así, es que no hay nada general que sea real, o no hay
nada real que sea general. En todo caso, los universales tienen
fundamento in re (este es el planteamiento clásico).
En principio, pensar es detenerse a pensar; porque pensar es
tomar contacto con un ámbito que no es el mundo real físico, sino
inmutable: el mundo de las ideas. Desde ese mundo se interviene en
el plano práctico de una manera nueva y mucho más eficaz. Desde
luego, si no me he parado a pensar en el agua en general, si no
conozco sus propiedades, no puedo realizar una actividad más
perfecta, de mayor alcance, en orden a lo real concreto, que la
desarrollada por un mono, es decir, por un animal dotado, a lo más,
de imaginación.
Pues bien, se puede decir con seguridad que el habilis y el
erectus no pasaban de tener imágenes, asociaciones. La cosa es más
complicada cuando se trata del sapiens. Hemos de buscar otros
indicios para averiguar si esa última o penúltima especie tiene
inteligencia. Algunas investigaciones puestas en relación con la
etnología parecen indicar que esta gente tenía una dotación
cognoscitiva superior a la imaginación. En primer lugar, en los
yacimientos del sapiens aparece una cosa que no se ve en los otros:
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 64
los motivos estéticos. Hay arte. Y en qué sentido el arte tiene que ver
con la inteligencia enseguida se verá.
Hemos dicho que la inteligencia es la detención de la conducta
práctica, su sustitución por otro tipo de actividad, que desde luego el
homo sapiens sapiens ejerce. Es indudable que nosotros tenemos
inteligencia, que nosotros universalizamos; pero habérselas con
universales es detener la conducta práctica, porque cuando se piensa
en el fuego, en tanto que se está pensando, el fuego no quema. El
fuego en que estoy pensando es intencional, pero no es real, decimos
los filósofos. Cuando estoy pensando en el fuego no estoy haciendo
nada con él, no estoy asando comida o fundiendo metales. Pensando
en el fuego se deja en suspenso por completo la relación con la
realidad del fuego en cuanto inserta en la práctica (ello no obsta,
insisto, para que el pensamiento enriquezca la práctica).
Lo mismo ocurre con la planificación de la conducta. Un
arquitecto, antes de hacer un edificio, piensa un plano. Pensar un
plano no es hacer un edificio, sino el modelo del edificio. Y de
acuerdo con el modelo, luego puede tener lugar la actividad práctica
de construirlo. Pero la elaboración del modelo, del plano, no es una
actividad práctica, sino una actividad teórica. La diferencia entre las
dos actividades es clara: se pueden conectar, pero de entrada son
distintas. Además, el pensamiento es más amplio. Aunque, por otra
parte, lo más rentable es pensar: si no se piensa, las cosas salen mal.
Si no hay dirección teórica de la conducta, no hay ética. Lo
que hacemos de un modo instintivo, sin darnos cuenta de ello (lo que
se llaman los primo primi en teología moral, tentaciones en las que
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 65
no fija uno la atención o los actos reflejos) no comporta
responsabilidad.
Se puede sostener que el arte tiene que ver con la inteligencia
precisamente porque el arte es una cierta suspensión del carácter
utilitario de la obra. Cuando se ve, por ejemplo, que en un primitivo
instrumento de hueso están labradas unas figuras geométricas o una
cabeza de caballo, entonces hay que admitir que el que hizo eso (y
seguramente lo hizo porque también satisfacía a quien lo iba a usar;
el arte tiene un cierto carácter social) no centró su atención
exclusivamente en el valor práctico del instrumento. No consideró al
instrumento sólo como tal, porque desde el punto de vista de la
acción eficaz, dibujar unos ornamentos no tiene ningún valor.
En suma, si la enfocamos biológicamente, la primera
caracterización de la vida intelectual es la suspensión de la acción
práctica, que es sustituida por otro tipo de actividad que se
caracteriza precisamente porque es capaz de llegar a objetos
universales o a ideas generales, a considerar consistencias, como que
el "agua es agua" (por tanto, que el agua esté en el cubo o que el
agua esté en el lago no la modifica en sí misma). El agua práctica,
física, es siempre particular; el agua pensada, aunque no ahogue ni
calme la sed, es agua en general, abstracta, y no una realidad física ni
práctica21.
El arte es un indicador de la inteligencia porque la actividad
artística, sin dejar de ser práctica, no es útil; es decir, es una
21 Antonio Millán acentúa la irrealidad objetiva y la extiende a los proyectos.
Véase su libro Teoría del objeto puro, Rialp, Madrid 1990.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 66
suspensión del valor biológico de la acción. Para hacer una obra de
arte hay que pararse en la consideración de lo estético, pero la
consideración de lo estético se distingue de la valoración utilitaria. El
arte no es instrumental, sino cierta suspensión de lo instrumental. Al
buscar que algo sea bello, ¿se ha aumentado su efectividad?
En los yacimientos del Cro-Magnon y del Neanderthalensis hay
manifestaciones artísticas. Podría alegarse que ese arte no lo es en
sentido propio - porque más que arte era magia y la magia es un
saber práctico con directa intención utilitaria -. Sin embargo, la
objeción no es definitiva, porque persiste el carácter simbólico de
dichas representaciones, que no cabe atribuir a la imaginación sin
intervención de la inteligencia.
Otro dato importante son los enterramientos. Hasta el
Neanderthalensis, a los muertos no se les entierra. Y si nos paramos a
pensar en qué significa enterrar, se notará que se entierra porque se
considera que cada miembro del grupo tiene un valor en sí; no es un
puro individuo de la especie que se extingue con la muerte, sino que
es él mismo (de lo contrario, no se enterraría). El "él mismo" va más
allá de lo corpóreo. Para reconocer al otro como un ser subsistente y
no como un puro individuo de la especie, es menester la inteligencia.
Pero es evidente que los enterramientos están vinculados a esta idea.
Además, en muchas de las tumbas, sobre todo en las megalíticas
(amontonamiento de piedras o cuevas), aparece un agujero que se ve
claramente que está intencionalmente hecho, y que se conoce entre
los paleontólogos como "el agujero del alma". Estos hombres tenían
ya la idea de que la muerte no es definitiva, de que hay
supervivencia. Pensaban y formulaban lo que nosotros llamamos
"alma inmortal"; y esto tiene que ver con un asunto muy importante:
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 67
la religión (la filosofía de la religión se puede hacer con antecedentes
históricos nuestros, pero también se puede afrontar desde el punto
de vista paleontológico, evolutivo).
Los enterramientos indican dos cosas: que se considera el alma
como inmortal, y que se hace patente la identidad personal. Si uno
busca lo que puede significar enterrar muertos desde el punto de
vista de la humanización, se ve que comporta una fijación de
caracteres. Cada individuo no es un puro caso. Además, cuando
aparece la ventana del alma en los enterramientos, es clara la idea de
la inmortalidad. Si algo en el hombre es inmortal, la vida humana no
está determinada empíricamente, sino que la vida humana posee una
dimensión ideal intrínseca, la cual permanece más allá del tiempo: no
se corrompe.
Platón - filósofo del alma - dice que el alma es una idea22, es
decir, Platón la piensa incluso como anterior a su encarnación en el
tiempo; las almas existen antes y la unión con el cuerpo es solamente
una caída. El alma es una idea, pertenece al kósmos noetós, al mundo
de las ideas. Es decir, está desempirificada. Evidentemente, sin
inteligencia es imposible semejante noción.
No tiene sentido enterrar si no se sostiene este aserto: "El alma
de ése es precisamente el alma de ése", es un alma consistente y
exclusivamente de ése, el cual por ello es una persona - aunque la
noción de persona es posterior, está implícita en el aludido aserto -.
Hay una idea de la identidad humana; si no, el enterramiento no es
22 Platon, Fedón, 80a 10-b5; Sofista, 248e 6-249b 4; Leyes, 892a 2-7.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 68
explicable: ningún animal entierra. Cabe señalar todavía algunos
otros hechos significativos. Uno de ellos - que a primera vista puede
resultar raro - es el canibalismo ritual.
El canibalismo ritual, que es frecuente en los yacimientos
neanderthalenses, también indica la inteligencia; o bien, sin la
inteligencia es muy difícil explicarlo. No consistía en matar a la gente,
sino en comerse a ciertos muertos. ¿Por qué? La explicación más
plausible del canibalismo ritual es que obedecía a la idea de que
comiéndose al muerto, como éste tenía unas capacidades, unas
cualidades sobresalientes, podían ser apropiadas por los comensales.
Ese canibalismo pretendía que no se perdieran totalmente las
propiedades sobresalientes del muerto, sino que otros se hicieran
con ellas.
Estamos planteando el asunto adoptando el punto de vista de
un biólogo que ha de tomar en consideración la inteligencia, y que
advierte la insuficiencia de sus presupuestos metódicos para
explicarla. Lo extraordinario de la cuestión sube de punto cuando uno
llega a darse cuenta de que la inteligencia es de cada uno. No hay una
inteligencia de la especie, porque la inteligencia no es corpórea. Por
eso, la teoría de la evolución no puede explicarla, porque es una
teoría para explicar la especificación; la inteligencia no es una
propiedad especificarte (Aristóteles no dijo que el hombre es animal
racional, dijo otra cosa: que es el animal que tiene razón; no es lo
mismo, pues la razón es tenida por cada uno). Insisto: lo decisivo es
que el animal que tiene razón es cada uno; la inteligencia no es una
propiedad específica, sino una dimensión vital que surge y se
despliega en cada uno. ¿Se ha visto alguna vez una inteligencia de la
especie?, ¿dónde está? En ninguna parte. La inteligencia está
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 69
supositada en cada uno de nosotros. La conclusión es patente: según
la inteligencia, cada uno de nosotros es superior a la especie
biológica humana.
Inteligencia y finalización por la especie
La aparición de la inteligencia es más originaria que la diferencia
entre la evolución por adaptación y la evolución por cerebralización
(inversión de la relación con el medio, construcción de instrumentos);
esa diferencia es muy importante, pero la diferencia entre el animal
inteligente y los otros lo es todavía más. La biología puede explicar el
surgimiento de especies nuevas; la humanización no se puede
explicar así, porque la inteligencia trasciende la especie. Por ser la
inteligencia propia de cada ser humano, no se transmite
genéticamente; el origen de la inteligencia es divino. Ahora bien, por
ser el hombre un animal, es generado. La relación del padre y la
madre con su hijo es un tipo de reproducción transido de sentido
ético. La generación de un ser humano tiene una dimensión biológica
inmediatamente trascendida: tanto los padres como el hijo son seres
inteligentes. Las relaciones integrantes de la institución familiar son
posibles por ello.
La inteligencia no es sólo un factor especificante, sino un
factor diferencial más decisivo - desde el punto de vista de la
definición aristotélica -. Por eso, por un lado, afianza la especie
biológica humana, y por otro va más allá de ella. No es una propiedad
de la especie, sino que reside solamente en cada uno. Por tanto, el
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 70
hombre, desde el punto de vista de la humanización, no es una
especie explicable por el proceso de hominización.
Se presenta así el hombre como un ser superior a su especie.
Ser superior a su especie quiere decir, ante todo, que en él hay algo
que es superior a su corporalidad viviente. La inteligencia es lo
hegemónico (el noûs es lo hegemónico, decía Aristóteles23, es decir,
lo autárquico en cada uno; el noûs no deriva del bíos. Por eso, el noûs
no es una cuestión evolutiva). La teoría de la evolución trata de
explicar cómo aparecen las especies, y si tiene éxito lo logrará. Pero
sería un error extrapolar a la vida del espíritu los resultados que su
metodología permite abordar.
¿Cómo aparece una especie viva? Es un gran problema, pero es
abordable. ¿Cómo aparece la vida en general? Este ya no es un
problema evolutivo, como es claro, y habría que afrontarlo de otra
manera. La teoría de la evolución no puede explicar cómo surge la
vida por primera vez, sino solamente cómo aparecen especies vivas
diferentes. Tampoco puede explicar la inteligencia, pues la
inteligencia no se reduce a la determinación genética de una especie,
sino que comporta una peculiaridad completamente distinta, a saber,
que los individuos sean superiores a su especie. Esta tesis se puede
expresar de la siguiente manera: el ser humano no está finalizado por
su especie.
Todos los animales - incluidos el habilis y el erectus,
suficientemente originales desde el punto de vista de la evolución -
23 Aristóteles, Ética a Nicómaco, X, 1177a-6.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 71
están finalizados por la especie: es decir, sólo actúan en función de la
supervivencia específica (los que funcionan por adaptación, todavía
más). Es bastante notable, y hay indicios suficientes en la
paleontología, que el habilis y el erectus se comportaban
tecnológicamente también a favor de la especie, es decir, que su
rudimentaria vitalidad productiva era puesta en común. Es un dato
suficientemente claro a partir de los yacimientos (probablemente
carecían del sentido de la propiedad).
El individuo humano no se agota en ello: no se limita a
ocuparse de mantener la especie a través de su vida, sino que tiene
su propia existencia a su cargo. Su existir activo está en sus propias
manos. Así describe Aristóteles la libertad: ser libre significa ser
dueño de los propios actos, y esto significa ser causa sibi, causa para
sí24. Hay una teleología humana, y correlativamente una legalidad
humana cuyo cumplimiento depende de su libertad, en tanto que la
libertad del hombre es una característica de cada ser humano según
la cual cada uno tiene que desarrollarse alcanzando fines. Dichos
fines son distintos del puro mantenimiento de la especie. Insisto, el
hombre no está finalizado por la especie, pero eso no significa que no
esté finalizado, sino que vive entregado a su propio dominio, a su
propio albedrío, como sugiere Calderón de la Barca25 .
24 Aristóteles, Metafísica, 982b 26-27.
25 Dice Segismundo en el primer acto del drama: "¿y teniendo yo más vida,
tengo menos libertad?" Calderón de la Barca, P., La vida es sueño.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 72
El hombre tiene que regular su vida de acuerdo con leyes que
no se cumplen de suyo (como las leyes endógenas de que hablan los
sociólogos o las leyes psicológicas puramente dinámicas). Son leyes
de otra índole, que el hombre puede cumplir o no cumplir. Ahí
tenemos una dimensión de la ética: el hombre es un ser capaz de
normas éticas. El puesto del hombre en la escala de los seres vivos
abre un hiato entre el sujeto racional y la especie humana. En ese
hiato se sitúa la normatividad ética, que rige las relaciones
intersubjetivas y controla el dominio del sujeto sobre su dotación
esencial.
Libertad y legalidad
La normatividad ética es, por así decirlo, natural en el sentido
de que es propia del ser humano y surge de su carácter racional y
libre. Pero no es natural en el sentido de las leyes físicas que puede
seguir una partícula material o de las leyes biológicas de una especie
animal. No es nada de eso: son leyes que rigen el actuar de manera
no determinista, y que el hombre puede conculcar: seguirlas o no.
Pero no por ello son menos profundas o menos ancladas en el ser. El
cumplimiento libre no se confunde con el azar.
Sería, por tanto, un error, pensar que son leyes en sentido lato,
leyes que el mismo sujeto se da, convencionales o no vitales. La
verdadera legalidad sería entonces una legalidad como la que
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 73
formula Newton en la mecánica racional, o las leyes según las cuales
funciona el instinto; las leyes morales no lo serían en sentido estricto,
porque se pueden conculcar, no rigen en el sentido de que sean
inevitables: no sujetan enteramente o de manera inexorable al ser
humano. Son leves inherentes a la naturaleza humana, pero no
tienen un carácter automático. Son leyes, si se quiere, que expresan
un deber ser, porque no son leyes empíricas. Pero, insisto, este
carácter de la normatividad moral no atenúa su importancia. Aunque
se conculquen, las normas éticas obligan. Por obligatorias, son
existentes (en modo alguno irreales); rigen el vector de finalización
del sujeto no específicamente finalizado26.
La existencia de esta normatividad obligatoria es exclusiva del
hombre. A partir de la normatividad ética se pueden formular otros
sistemas de leyes que también son peculiares del hombre: por
ejemplo, las costumbres o las normas jurídicas. También el derecho y
las costumbres en su carácter cambiante, la constitución de distintas
maneras de conducirse de acuerdo con la cultura o la civilización, son
exclusivos del hombre; no hay ningún animal que tenga costumbres y
derecho. El derecho y las costumbres culturales son normas
derivadas de las normas éticas. Llamamos normas éticas a las leyes
26 Normatividad existente equivale a vía insustituible de realización del
sujeto. Por eso, su cumplimiento corre a cargo de la libertad. La libertad es
insustituible para la norma ética (no cabe la una sin la otra). El
incumplimiento de la norma ética es un intento de sustitución que detiene
la libertad, es decir, la sujeta a reglas inferiores a ella: más que de libertad
esclavizada hay que hablar entonces de obstinación, capricho o frivolidad -
ilusiones o evanescencias de la libertad -.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 74
más peculiares del ser humano, más exclusivamente suyas, porque su
cumplimiento es libre. Y como corren a cargo de la libertad, no son
mecanismos, sino que la libertad puede decidir no cumplirlas. En
cuanto que derivadas, las normas de conducta citadas no son tan
inseparables de la libertad.
El homo sapiens sapiens lleva a su última posibilidad la
característica de no adaptarse al ambiente, sino de especificarse de
otra manera, y llega incluso a no subordinarse a la especie en sentido
teleológico. El individuo humano sobresale por encima de la especie:
es persona y queda abierto a unas leyes cuya adhesión no implica
necesidad automática, sino que puede cumplir o no cumplir. Las
normas éticas, en tanto que no son leyes físicas ni psicológicas que
dependan de la biología animal, son leyes del ser libre para ser libre.
De manera que si estas leyes no existieran, o un ser humano se
empeñara en decir que no hay normatividad ética, o que tal
normatividad no se explica por su carácter de ser personal libre, sino
por convención o tradiciones culturales, o por acuerdos o pactos27,
entonces él mismo se limitaría a la condición de mero animal, se
aceptaría reducido a ese nivel. Si las normas éticas no son normas de
la libertad, entonces son naturales en el sentido biológico o puras
convenciones, y no se pueden tomar en serio, lo que es gravísimo
para el ser que va más allá de la finalización por la especie.
Uno de los grandes problemas de que se ocupa la mecánica
cuántica es la aparición de las leyes físicas. Ello depende, en principio, 27
El pactismo es una doctrina bastante abundante en la edad moderna;
recuérdese, por ejemplo, el contrato social de Rousseau.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 75
de la energía de los fotones. Por ejemplo, la gravedad aparece en
cierto momento; seguramente antes existía, pero no hacía notar su
efecto. La gravedad empieza a funcionar cuando la energía de los
fotones disminuye, y esa disminución es correlativa con la expansión
del universo. Al expandirse el universo, según los físicos cuánticos, la
frecuencia de los fotones disminuye, varía su energía y se pasa a un
universo en polvo en el que ya hay núcleos, y a partir de los núcleos
se forman los átomos. Los átomos más pesados se forman después y
no existen en todo el universo, sino en algunas regiones suyas.
Todo esto es una explicación bastante válida (con algunos
puntos oscuros). ¿Cómo aparecen las leyes naturales? Según una
historia que empieza con el big bang28; una historia o un tiempo
anterior a la evolución biológica, la cual supone la existencia de
átomos pesados. Lo cierto es que estas leyes no pueden ser
incumplidas, sino que según cierto estado energético aparecen unas
leyes, y según otro estado energético aparecen otras. Es decir, son
leyes que expresan estados energéticos distintos; son leyes naturales,
pero no son leyes de la libertad: rigen el despliegue temporal de
realidades diferentes de la biografía humana.
Si para la explicación de las leyes propiamente humanas
apelamos a instancias distintas de la libertad, negamos su índole de
leyes morales. El cuerpo del animal está formado por átomos
pesados, por ejemplo, átomos de carbono, y eso lo aleja de ciertos
estadios de la temporalidad del universo contemplada desde la teoría
28 Mejor dicho, un poco más tarde. Del momento cero la física no sabe nada.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 76
del big bang (que es una teoría que se formula bien en términos de
mecánica cuántica). No se puede decir que, por ejemplo, cuando el
animal tiene miedo, sus átomos pesados se hacen ligeros (de helio,
por ejemplo). Pero la libertad abre un ámbito diferente, que no tiene
nada que ver con lo físico; con todo, ahí aparece una normatividad
que comporta una oposición o alternativa: cumplir la norma o no
cumplirla. Desde aquí se formulan dos series de nociones que son
enteramente originales: es la ética la que las descubre y tienen ese
mismo sentido. Por una parte, las nociones de bien y de mal. Bien y
mal no se puede decir de otras regiones de la realidad: no se puede
decir que sea mala la explosión de una supernova, a no ser que
abusemos de las palabras. De una manera traslaticia se puede hablar
de una buena mesa o de una mala mesa, o de que existe un buen
clima o un mal clima, pero son acepciones secundarias. Donde
realmente aparece su original sentido es en la ética: bien y mal son
nociones estrictamente éticas que sólo se captan si se es libre. El ser
humano es un ser personal, capaz de entender su destino y el camino
que conduce a él.
Por otra parte, el cumplimiento de las leyes morales comporta
que el hombre es susceptible de varios estados, a los que llamaremos
estados interiores: son las virtudes (el incumplimiento de esas leyes
da lugar a los vicios). De acuerdo con dichos estados, la libertad
conecta con la naturaleza del hombre. Virtudes y vicios son estados
internos que siguen a la acción práctica, no como resultados o
consecuencias externas, sino como modificaciones intrínsecas de la
capacidad de realizar acciones. Así se muestra, una vez más, que la
ética no es adjetiva o adventicia.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 77
Libertad y norma moral
Solemos decir buena salud o mala salud. Pero también nos
damos cuenta de que buena salud o mala salud no es algo que tenga
que ver con la libertad: ahí bueno o malo no es una opción que esté
en mis manos, como lo está realizar una buena o mala acción.
Originariamente, la alternativa bueno y malo es ética. Insisto en que
se trata de ver las grandes dimensiones de la ética in statu nascente.
La ética surge porque el hombre tiene que conducir su propio existir.
Ese conducirse, en cuanto sujeto a una alternativa que sólo puede
venir de la libertad, nos permite hablar de una peculiar normatividad:
la norma moral; de una peculiar diferencia que llamamos bien y mal,
y de una modificación del sujeto moral que son las virtudes y los
vicios.
Primaria, estricta y propiamente, decimos bueno y malo de lo
que hacemos según las decisiones libres. Esto está en estrecha
relación con la existencia de una norma primaria: haz el bien, no
hagas el mal; si haces esto, bien; si no lo haces, mal. Hacer el mal, lo
que no conviene, es opuesto a hacer el bien. Bienes, males; normas
cumplidas, normas conculcadas. Todo esto pertenece al ámbito de la
libertad; si no, no hay normas morales ni bien ni mal; habrá lo
agradable o lo que contraría. Aunque el animal percibe esas
situaciones de agrado o inconveniencia con su estado biológico y las
estima como convenientes e inconvenientes, es decir, por alcanzar o
por evitar, ese sentido de bueno y malo no es lo bueno y lo malo
moral. Lo bueno moral es lo debido y lo malo es lo no debido; pero
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 78
no en cuanto que me acontece, sino en tanto que tengo la posibilidad
de decidir cumplirlo y hacerlo, o no cumplirlo y no hacerlo.
Muchas veces nos encontramos en la vida en situaciones que
nos parecen malas, pero nos damos cuenta de que si esas situaciones
no dependen de nosotros, no son malas en sentido moral, aunque
mucho nos perturben, sino según fortuna o suerte, acontecimientos
cuya regularidad nos es ajena. Es bueno que haya encontrado un
tesoro; pero no es un bien que se derive de una decisión libre que se
traduce en una acción y está presidido por una recomendación
normativa como "hazlo"; o una prohibición normativa: "no lo hagas".
De esto, todos, hablando en general, tenemos experiencia. Tenemos
experiencia y discernimiento respecto de otras maneras de emplear
la palabra bueno o malo, y de otras maneras de hablar de
normatividad. Sabemos que existen leyes que están en estrecha
relación con el hecho de que somos libres; si no lo fuéramos, no
tendría sentido decir que hay normas que obligan, pero que son
conculcables. Y la noción de bien (o mal) que se dibuja en estrecha
correlación con ello también es original.
El hombre es un ser que tiene que resolver problemas
inherentes a su propio existir, que tiene su propio existir en las
manos, un ser no finalizado por una determinación finita, sino que
tiende infinitamente. Nosotros llevamos nuestro existir a cuestas,
hemos de sacarlo adelante; no tenemos ninguna dotación previa
según la cual podamos descansar en nuestro acontecer temporal,
como descansa un animal, o como descansa un astro. El astro está
reclinado en su órbita, aunque esta expresión sea retórica - la
retórica aquí sirve para resaltar que el astro no hace nada desde sí; si
lo hiciera, podría salirse de la órbita -, porque el astro no es libre.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 79
Pero el hombre es un ser problemático en su existencia. La existencia
no es el puro acontecer temporal del movimiento; la existencia es yo
mismo en mi libertad. En este sentido estoy fuera de las leyes que
funcionan sin más. Soy un ser abierto a otro ámbito, y no es que eso
me deje sin norma alguna, sino que precisamente porque el hombre
actúa libremente, aparece lo que es debido. Si es debido hacer o no
hacer, hay unas normas: "haz esto", "no hagas esto otro". E
inmediatamente aparece la distinción entre bien y mal.
La norma moral indica obligatoriedad, un deber - se suele
distinguir entre el ser y el deber ser -; es obligatoria, pero no de
forzoso cumplimiento. Esto no disminuye la importancia de la norma
moral ni la hace inferior a las indefectibles, sino todo lo contrario. La
norma moral comporta obligación, y obligación viene de ligar, una
vinculación que puede ser aceptada o no.
Hay que distinguir: hay cosas buenas y malas, pero la acción no
es buena o mala de esa manera, sino en cuanto que tiene relación
con el cumplimiento de la norma. Dicha distinción constituye una
dualidad que se abre directamente ante nuestras decisiones. No se
puede decir que esto sea propio de las cosas, porque ellas no se
eligen a sí mismas; en cambio, la acción sí. La acción es buena o mala
también de acuerdo con una característica que le es propia, y es que
de ella se siguen unos logros y unas consecuencias que pueden ser o
no ser, según se ejerza la acción. Hay algo más allá de nuestras
acciones a lo que ellas apuntan y que puede ser logrado o no. Esto es
propio del ser humano. Piénsese en eso que se llama los futuribles, lo
que pudo haber sido y no ha sido. Nosotros somos capaces de abrir
futuros, de abrir líneas de tiempo, de hacer que acaezcan según
nosotros decidamos. Esto está más allá de la probabilidad en sentido
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 80
cuántico. Aunque se ha hablado de una cierta libertad de las
partículas (parece que no funcionan de manera determinista), al final
la probabilidad se vierte de manera determinista en una serie de
ecuaciones29. "Algo puede pasar, "algo puede no pasar" está en
nuestras manos. Si ponemos una decisión, tendrá lugar una serie de
acontecimientos, y si no, no.
La alternativa del bien y el mal es intrínseca a la acción, pero
también va más allá de la acción: buenas consecuencias, malas
consecuencias. La distinción es bastante neta en lo que respecta al
acontecimiento futuro que depende de que pongamos una acción u
otra. El futuro, por tanto, no puede ser previsto desde una
determinada situación del agente humano; lo que vaya a venir
después no es estrictamente necesario, sino que la acción abre
diversos caminos; en los que no se recorren están los futuribles.
Especie, sociedad y persona
En nuestra especie aparece un fenómeno que no es propio de
las especies precedentes: la familia. A su vez, la familia es la primera
de las instituciones, es decir, de las organizaciones constituidas por
personas, con vínculo estable. Así surge un fenómeno
completamente nuevo también, que tiene que ver con la inteligencia,
29
Por ejemplo, la ecuación de Schródinger es determinista; es una ecuación
que vincula distintos estados temporales de la probabilidad aplicada a las
funciones de onda.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 81
y que es de orden eminentemente ético: el amor. La unión estable de
la pareja es, entre los mamíferos, exclusiva del hombre, así como el
cuidado de la prole, es decir, la puesta en funcionamiento de las
capacidades del hijo en orden a la sociedad. Esto significa que el ser
humano es social, no sólo específico. Y es social de entrada.
Aristóteles ya lo advirtió30. En el género homo los individuos
funcionan a favor de la especie y exclusivamente a favor de ella, pero
el homo sapiens sapiens no31.
Lo que nos permite averiguar que el hombre no está finalizado
por la especie, sino que es persona, sujeto personal, es que la razón
es exclusivamente de cada uno. Lo cual no quiere decir, de manera
alguna, que comporte aislamiento, sino justamente que la relación
entre los individuos, al no estar finalizada por la especie, crea la
sociedad. Si desaparecen las instituciones, la superioridad del
hombre sobre la especie no se puede sentar, porque la institución es
constitutivamente intersubjetiva. La intersubjetividad es justamente
la relación entre individuos que son todos ellos superiores a la
especie. Y eso es la sociedad.
El hombre es zóon politikón, animal social. Ningún animal es
social como lo es el hombre. Los otros animales están finalizados por
la especie y, por tanto, conviven, se ayudan unos a otros y combaten
30 Aristóteles, Política, 1, 2,1253a 2-3.
31 Dejemos por ahora sin desarrollar completamente el tema de la familia, el
cual tiene que ver con la propiedad también y el trabajo. El tema de la
propiedad es asunto ético: entra en la ética por la vía de la justicia.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 82
con los extraños. Pero eso no es la sociedad. La única sociedad en
sentido estricto es la humana: sociedad significa metaespecificación:
relación entre seres vivos subjetivamente inteligentes. Dicho de otra
manera: el hombre es un ser social porque es un ser dialógico, es
decir, capaz de expresar lo que piensa a los demás y establecer así
una red comunicativa. La sociedad, en última instancia, es la
manifestación de lo interior a los demás en régimen de reciprocidad.
La incomunicación marca la crisis de la sociedad humana. Por
eso la sociedad no se origina por un pacto entre individuos
previamente aislados. Los hombres nacen en una primera institución
social que es la familia; sus relaciones, por personales, son dialógicas,
marido-mujer, padres-hijos: eso es lo primero que el hombre es. Y lo
es en tanto que animal racional, en tanto que no está finalizado por
la especie. Evidentemente, la generación sirve a la especie, pero no
se agota en ello, sino que está presidida por relaciones solamente
posibles si el hombre es un ser dotado de inteligencia y voluntad,
capaz de amor constante.
La unión entre una hembra y un macho en ninguna especie
pasa de la época de celo, o de una nidificación intermitente. En
cambio, la mujer es siempre receptiva. De aquí la institución
matrimonial. Como señala A. Polaino, a diferencia de lo que acontece
en otras especies animales, la paternidad-maternidad humana posee
un valor trascendente justamente porque el hombre sabe de quién
procede. Algo análogo puede afirmarse de los padres, puesto que
también conocen que el hijo procede de ellos. El acto originario de un
nuevo ser humano es el núcleo de la paternidad: es un acto
trascendente que sobrepasa la mera unión sexual de un hombre y
una mujer. La paternidad humana constituye de un modo nuevo al
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 83
hombre por hacerlo respectivo a un nuevo ser humano. A su vez, la
relación del hijo con el padre, por ser constitutiva y originaria, remite
inevitablemente al origen del propio ser: el hombre es interpelado
por su propio origen. Así se evita la caída en el narcisismo - tan
extendido en la sociedad actual -, que viene a ser la exclusión de la
conciencia del origen. Por ello, tanto la paternidad como la filiación
son relaciones permanentes. Ningún hombre está autorizado a
entenderse como ex-padre, como tampoco nadie puede
comprenderse a sí mismo como ex-hijo. Por ser esta relación
constitutivamente originaria, posee una vigencia extratemporal.
Insisto. Sea cual fuere la duración de su biografía, el hombre
siempre es interpelado por la cuestión de su origen, interpelación
que le encamina al reconocimiento de su carácter de ser generado,
del que no puede hurtarse: no puede soslayarlo o sustituirlo. La
identidad personal es, por tanto, indisociable de ese reconocimiento.
Sin embargo, uno de los fenómenos más notorios de las ideologías
modernas es el no querer ser hijo, el considerar la filiación como una
deuda intolerable32.
La familia es una prueba de que la humanización no se reduce a
la hominización. Otra prueba irrefutable, aunque negativa, es que el
32 El sentido del trabajo es distinto cuando el hombre se acepta como hijo y
cuando rechaza esa condición. Para el que se sabe hijo, el trabajo es una
tarea referida siempre a una encomienda a la que responde al tratar de
realizarse como hombre (así se desarrolla la virtud de la piedad). Para el que
rehusa su condición filial, el trabajo es la colmación de un interno vacío:
atribuye al trabajo el valor de una autorrealización como puro resultado.
Capítulo II: Inteligencia y comportamiento humano
Leonardo Polo 84
hombre puede atentar contra su especie. Si el hombre puede ir
contra su especie, es evidente que no está finalizado por ella; ningún
animal va contra su especie. El único animal que organiza guerras es
el hombre. La guerra es un hecho humano, no un hecho
intraespecífíco. La guerra es del hombre contra el hombre. La
sentencia de Hobbes33: Homo homini lupus no es correcta, porque el
lobo no es lobo para el lobo. En los combates por el mando de la
manada o por la hembra, la lucha termina cuando uno está vencido;
es una lucha que no mira a la muerte. Pero el hombre no es así. En la
historia del hombre acontece un episodio tan monstruoso como es la
guerra.
En el parque zoológico de Sarajevo, en una ocasión en que los
animales se estaban muriendo de hambre, una osa se comió al
compañero, y así pudo sobrevivir un poco más. Pero eso no es un
atentado contra la especie. La osa en ese momento no dejó de servir
a la especie, puesto que ella misma era un medio para que la especie
sobreviviera. Esto no es comparable con la guerra humana.
Índice
33
HOBBES, T., De Cive, libertas, 1, 10.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 85
CAPÍTULO III: ÉTICA Y SOCIEDAD
La ética es intrínseca a nuestra biología porque el hombre es
biológicamente faber - pertenece al género homo - y a nuestro
espíritu porque, al estar dotado de inteligencia, el hombre es
persona. Si somos personas, podemos tratar al otro como semejante,
como prójimo, o lo podemos matar.
Con lo dicho hasta aquí ha comparecido la dimensión
normativa de la ética, Piénsese en los mandamientos del Decálogo -
revelados por Dios34 -: "No adulterarás", "No desearás a la mujer de
tu prójimo", "Honrarás a tus padres", "No mentirás", "No robarás",
"No matarás", "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Al meditar en
qué significa "animal racional", se ve que indica supraespecificidad.
De aquí la posibilidad de abusar de la especie, o ir a favor de ella, de
matar o colaborar con los demás. El ser supraespecífico no es un ser
aislado, sino social. Sin sociedad no hay ética, y al revés, porque
sociedad significa relación activa y comunicativa entre personas.
En la búsqueda de una fundamentación ontológica de la ética
hubo que procurar ver la ética in statu nascente, en situación de
nacimiento. Al acudir a la teoría de la evolución hemos encontrado
un cierto tipo de proceso de especiación, distinto de otros, que
permite entender lo que se suele llamar hominización. Hay una serie
de especies que a partir del carácter bípedo del australopithecus,
34 Éxodo, 20; Deuteronomio, 17.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 86
mediante un desarrollo de las neuronas libres, van independizándose
de la adaptación por construir instrumentos. Las neuronas libres
tienen una relación importante con las extremidades - las manos -
que han quedado exentas de la función ambulatoria en virtud del
bipedismo y se han hecho extremadamente potenciales; las manos
sirven para todo.
El hombre es un ser técnico porque tiene manos; éstas, por
otra parte, serían inútiles si su movilidad no fuera cerebralmente
controlada. Me permito insistir en la importancia de esa base
biológica desespecializada y desadaptada, que es justamente
también nuestra propia base biológica. En ese sentido, nosotros
pertenecemos al género homo. No hay ningún inconveniente en
plantear la cosa de otra manera, pero si acudimos a la biología
tenemos una formulación que es sugestiva y al mismo tiempo
bastante segura (prescindiendo de una serie de problemas que la
noción de evolución lleva consigo, y que no están resueltos por los
biólogos): por lo menos, introduce bastante bien en una comprensión
del cuerpo humano; sin embargo, con la hominización no basta para
explicar al hombre actual. Es preciso añadir la humanización.
La humanización se centra en un asunto más importante
todavía que la liberación del medio ambiente a través de la
fabricación de utensilios; a saber, en la capacidad de suspender la
conducta, de quedarse con las ideas, las cuales llevan consigo la
universalidad, la captación de la fijeza de caracteres. Cosa que
ilustramos con el ejemplo del chimpancé y el uso del agua.
La teoría de la evolución no sirve para explicar esa gran
modificación. Al preguntar sobre el origen de la inteligencia, no hay
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 87
más remedio que acudir a la creación directa; una inteligencia
solamente puede tener como a priori explicativo a otra superior; y en
la medida en que la inteligencia no procede de la evolución se debe
decir que su relación de procedencia respecto de otra inteligencia es
una creación. La inteligencia humana es creada, y advertirlo nos hace
ver la hominización como el proceso de preparación de un organismo
que es exigitivo de inteligencia, es decir, de un factor inmaterial,
intemporal. Y es exigitivo de inteligencia, pues sin ella la viabilidad de
la hiperformalización cerebral y su éxito se acabaría. Y esto tiene que
ver con algo ya expuesto, es decir, con que el cerebro del hombre
actual ha sido precedido por otros cerebros más voluminosos (el
Neanderthalensis tenía una capacidad craneal mayor que la nuestra).
El crecimiento del cerebro no se puede llevar al infinito: hay un
momento en que el cerebro hiperformalizado es incapaz de dirigir la
vida. Es un tema bien planteado por Xavier Zubiri35.
Con la aparición de la inteligencia se invierten las relaciones
entre individuo y especie; la inteligencia no es factor de
especificación porque sólo pertenece al individuo, lo cual significa
que la inteligencia no se hereda, no se transmite, no es cuestión de
genes; la evidencia empírica de ello es, por otra parte, bastante
notable: de padres muy inteligentes pueden salir niños bastante
35 En un artículo que publicó en la Revista de Occidente sobre el problema
de la cerebralización y de la viabilidad, Zubiri expone este problema de una
manera muy clara, aunque dentro de sus coordenadas filosóficas. Cfr. Zubiri,
X., "El origen del hombre", Revista de Occidente, tomo IV (1984), pp. 146-
173.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 88
tontos, y viceversa. Recuérdese el caso de Bethoveen, uno de los
grandes genios de la humanidad; era hijo de una madre tuberculosa y
de un padre alcohólico. En suma, la inteligencia no se hereda, no se
transmite, sino que es creada directamente. Por ello mismo, el
asiento de la inteligencia es un alma inmortal (es una consideración
que conviene añadir). Esto significa que el hombre es un ser con una
dimensión espiritual.
Origen de la inteligencia
Dios ha infundido al cuerpo humano un espíritu, según la
terminología de la Biblia36, y esa infusión de espíritu es obra directa
de Dios; no corre a cargo de la transmisión hereditaria; por eso no se
puede decir que sea un factor de especificación. Una de las pruebas
de que el hombre tiene inteligencia es que puede pensar la negación,
la cual es obviamente irreal; lo negativo no existe; físicamente, en la
naturaleza no hay nada negativo. Poder afrontar lo negativo, poder
pensar el no ente, por decirlo de una manera más filosófica, es una
peculiaridad de la inteligencia.
Tomás de Aquino propone varias pruebas del carácter
inmaterial de la inteligencia y, por tanto, de su imposibilidad de ser
generada por procesos biológicos. Pero a algunos les está impedido
el uso de la razón, pues un estropicio cerebral hace imposible que la
inteligencia abstraiga; existe cierta dependencia respecto de las
36 Génesis, 2,7.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 89
facultades orgánicas, en cuanto que la inteligencia empieza
abstrayendo y lo hace a partir de lo sensible. Por tanto, si a una
persona no le funciona normalmente el cerebro, aunque su
inteligencia exista, no actúa, y no se manifestará en su conducta;
cuerpo y alma constituyen una unidad.
Todos los seres humanos, por principio, somos inteligentes.
Pero otra cosa es que podamos usar o no, o más o menos, la
inteligencia, lo cual es una prueba de que somos animales dotados de
razón: la base biológica humana no es determinante pero sí
condicionante. Con todo, la inteligencia no es cuestión de herencia y
por tanto de especificación. Por eso, los conocimientos que el
hombre es capaz de adquirir por el uso de su razón se perderían para
la humanidad si no quedaran depositados de alguna manera en una
tradición. Los logros de la inteligencia humana se perderían sin
transmisión. También es claro que si una persona piensa, pero no se
comunica nunca con los demás, eso que ha pensado se pierde con él.
El desarrollo de la capacidad intelectual es de la estricta
incumbencia del individuo, aunque no en soledad. José Ortega y
Gasset ha planteado una hipótesis para ponerlo de manifiesto.
Supóngase, dice, que se murieran todos los químicos y todos los
físicos. La humanidad subsiguiente ignoraría esas ciencias; si se
conservaran los textos que escribieron, entonces, con bastante
trabajo y después de algunas generaciones, quizá se podrían
recuperar.
Añade Ortega y Gasset que, por otra parte, la supervivencia de
la humanidad estaría en peligro; porque si se extinguieran todos los
físicos y químicos, este planeta no podría dar de comer a los cuatro
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 90
mil y pico millones de hombres que existen: habría una gran
disminución de población, pues la desaparición de ese tipo de
conocimientos que poseen los que se han especializado en ellos,
eliminaría técnicas necesarias para la humanidad. Esas ciencias son
poseídas por algunos seres humanos, otros carecen de ellas; por
tanto, no se transmiten biológicamente. La inteligencia altera la
relación individuo-especie; pone a la persona por encima de la
especie, lo que no ocurre de ninguna manera entre los animales,
pues están finalizados por la especie.
Especie y persona. La esencia humana
Para entender mejor la relación persona-especie podemos
acudir a algunas observaciones de Tomás de Aquino: existe un tipo
de viviente que es puramente espiritual y no tiene cuerpo. Son los
ángeles37. El ángel es aquel ser viviente creado que agota su especie,
cada ángel es una especie; no hay muchos ángeles de la misma
especie, sino sólo uno. De manera que la diferencia entre los ángeles
- si hay muchos ángeles - será una diferencia jerárquica, una
diferencia entre especies angélicas, porque cada ángel es toda su
especie (La palabra especie es empleada en un sentido más amplio
que el que tiene en la teoría de la evolución. Cabe sustituirla por la
palabra esencia. Podríamos decir que la esencia de cada ángel es
enteramente poseída por la persona angélica.)
37 Tomas de Aquino, S. Th., I, 51,1; 54,5,4m; 102,2,1m.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 91
El ser vivo que se contrapone al ángel es el animal. Los animales
son individuos que se finalizan por la especie, la cual de ninguna
manera tiene existencia personal. El ángel es la existencia personal
de una especie; el individuo animal no es la existencia personal de
ninguna especie. Piénsese, por ejemplo, en el problema del huevo y
la gallina - clásico problema filosófico con el que se encuentra uno
cuando estudia las vías por las que se demuestra la existencia de Dios
-: ¿qué es primero, el huevo o la gallina? Según los filósofos
medievales, se trata de una serie accidental, distinta de la
universalidad de la especie: dentro de la especie existe una seriación
de individuos según la línea generativa. Así se constituye una serie
accidental de causas. Según la línea generativa de individuos, se da
una serie de causas accidentales indefinida porque la especie es su
fin. En cambio, las causas universales no son accidentales, y la serie
causal entre ellas no es indefinida (las causas universales son las
especies). Solamente así se puede demostrar la existencia de Dios
según la segunda vía que expone Tomás de Aquino38.
De manera que todos los individuos de una especie animal
están subordinados a su especie, porque, en definitiva, ninguno se
identifica por completo con ella, de manera que son inferiores a su
especie, y han de jugar en favor o por mor de ella. El hombre ocupa
un lugar intermedio entre los animales y los ángeles. Ningún hombre
agota la especie, la esencia del hombre - si la agotara, no habría más
que una sola persona humana -, pero a la vez ninguna persona está
por completo al servicio de la especie, porque no es inferior a ella.
38 Tomas de Aquino, S. Th., 1, 2, 3c.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 92
Por eso ocupa una situación intermedia entre el ángel y el animal.
Esta observación se completa con otra: precisamente por eso, el
ángel es un ser viviente que tiene que resolver un único problema;
ese único problema es la aceptación de la superioridad de Dios: un
problema de la libertad intensivamente ético.
La problematicidad del ángel tiene que ver exclusivamente con
Dios, precisamente porque no tiene ningún problema acerca de su
especie, ya que la agota. El ángel es un ser creado espiritual, sin
cuerpo, que correlativamente es una esencia él mismo: no hay
muchos de la misma esencia, sino que cada ángel es una esencia
angélica. Por eso, no tiene problemas con su esencia; con quien tiene
problemas es con el autor de él y de su esencia, es decir, con Dios.
Por tanto, el ángel tiene que decidirse en términos exclusivos entre sí
y Dios; ejerce un sólo acto de libertad (evidentemente, superior a los
actos de la libertad humana) por el cual se determina definitivamente
según acepte a Dios o no.
El hombre, en tanto que es una criatura espiritual, también
tiene ese problema. Por eso, el primer mandamiento de la Ley de
Dios es: Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu ser, con toda su
fuerza, con toda su mente, con todas tus obras, y al Él sólo servirás;
te subordinarás exclusivamente a Él39. Pero ése no es el único
problema que tiene que resolver el hombre: ha de encarar además
otro problema, que es precisamente el de la convivencia con sus
semejantes; y ello, justamente, porque se trata de un ser personal,
39 Deuteronomio, 6,4-5; 4, 35.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 93
que por ser personal no está finalizado por su especie biológica, pero
que, por ser corpóreo, no la agota. Hay muchas otras personas de la
misma especie.
El hombre ha de afrontar problemas que son obviamente
éticos y que no existen para el animal. El animal está exento del
problema que es común al hombre y al ángel; y también del
problema solamente humano, a saber, la relación con sus
semejantes, el reconocimiento del carácter personal de los demás (y
en esto, dice el Señor, se encierra toda la Ley y los profetas40), porque
efectivamente eso es lo que le ocurre a una persona que no agota su
especie: se encuentra conviviendo con otras personas de la misma
especie - la especie humana la tenemos todos y cada uno, porque
somos personas - y dado que no estamos finalizados por ella,
estamos en relación comunicativa con otros que también la tienen, lo
cual, como ya he dicho, es la sociedad humana. Los ángeles también
se pueden considerar en sociedad, o en comunicación entre ellos,
pero es una sociedad distinta de la nuestra, precisamente porque los
ángeles se relacionan únicamente como superior e inferior: la
sociedad angélica es una pura jerarquía, porque como cada ángel
agota su especie, los ángeles se diferencian por pertenecer a una
especie superior y a otra inferior. No hay otra diferencia entre
ellos41).
40
S. Mateo, 22, 40
41 El tema de la jerarquía celeste es tratado por los teólogos cristianos
medievales: ya el Pseudo Dionisio se ocupó de este asunto de una manera
muy intensa. Tomás de Aquino en S. Th., I, 50,4; 50,2; 56,2; II, 50, 5.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 94
Sería un error para el hombre considerarse un ángel. Se parece
al ángel en que es persona, un ser espiritual; pero se distingue en que
tiene cuerpo. Por tanto, el hombre es un ser personal que no agota
su especie. En cambio, no es posible pluralidad de ángeles sin
jerarquía. Sin duda, a nosotros nos cuesta entender una sociedad
exclusivamente jerárquica, pues la sociedad humana no puede ser
así.
La sociedad humana tiene que poseer una fuerte dosis de lo
que se suele llamar democracia, porque como somos personas de la
misma especie, somos semejantes, y la simple jerarquía es imposible.
Tomás de Aquino dice que, en cierto modo, nos repartimos la
especie42. La antropología clásica, desde Platón, desarrolla la teoría
de los tipos humanos; en rigor, cada hombre es un tipo. Y aquí cabe
situar uno de los grandes asuntos que hoy más se discuten, que es el
estatuto humano de la mujer; el famoso feminismo cuyas
connotaciones éticas son muy fuertes.
Se puede decir que hay dos tipos de seres humanos: el hombre
y la mujer, porque la diferencia sexual es mucho más acentuada en
nuestra especie que en las otras, pues tiene connotaciones
espirituales. Pero, a su vez, cada mujer y cada hombre es un tipo
(trópos). Existen tipos humanos: tropoî. La especie humana se
distingue en tipos porque cada individuo no agota la especie: no está
subordinado a ella, pero tampoco la agota; por tanto, la especie está
como distribuida entre los seres humanos, cosa que no ocurre en el
42
S. Th., I, 13, 19.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 95
animal. Lo más estrictamente típico en el hombre es justamente cada
uno. Todo hombre debe respetar a cualquier otro, debe honrarlo. No
se trata sólo de respetarlo en el sentido trivial del término, de no
pegarle, o dejar a salvo su integridad física; debe honrarle en sí,
porque cualquier ser humano es superior a otro en algo.
Lo directamente típico es la distribución en diferencias
cualitativas de la especie humana, en tanto que no agotada por la
persona. Si hay una pluralidad de personas de la misma especie,
entonces hay una pluralidad de tipos. Y eso quiere decir que en algo
una es superior a la otra y en algo la otra es superior a la primera. Por
eso Tomás de Aquino concluye: "como dice San Pablo, rendíos honor
unos a otros".
Rendir honor es profundamente ético. Además, lo hacemos
normalmente de una manera más o menos sencilla en ritos tan
importantes y tan extendidos como el saludo, las fórmulas llamadas
de cortesía, las cuales son características de cualquier cultura
humana.
El saludo de la civilización occidental es el gesto de estrecharse
la mano, lo que quiere decir: estoy desarmado; te doy la mano
porque no empuño espada. Dar la mano es señal de paz. Los ritos de
saludos de los tuaregs, los nómadas del desierto del Sahara, son
diferentes: como son gente que vive muy alejada, porque la densidad
de población es pequeña, cuando un tuareg ve al otro en el
horizonte, inicia la tarea de aproximación ritual, y los saludos son
sumamente cuidadosos; vienen a decir: "Estoy dispuesto a estar un
rato contigo", "No vengo a robarte ni a golpearte". Hay pueblos del
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 96
Pacífico que se saludan (en definitiva es el mismo simbolismo de la
mano) frotándose nariz contra nariz.
Todos los hombres nos debemos honor. Estos saludos de
cortesía que se desarrollan en la medida en que el hombre está
civilizado representan el reconocimiento de un ser de la misma
especie, pero que es persona, con el cual se puede dialogar; todo eso
está fundado en los tipos, pues cada ser humano es un tipo
irreductible; tiene algo en común con los demás y algo diverso. La
coordinación de los tipos crece con la convivencia y la comunidad
humana: es lo que se llama cultura.
Todas las sociedades humanas tienen una serie de convicciones
comunes (sobre esto Aristóteles escribió una de sus obras más
importantes, los Tópicos, que es una teoría lógica de las convicciones
y de la discusión). Somos capaces de poner en común mucho más
que los animales, precisamente porque tenemos una identidad
personal, un despliegue de nuestro espíritu; y eso se lo podemos
manifestar típicamente a los demás; el hombre es un ser
manifestativo, pero puede retraerse, no querer manifestarse (esto
tiene que ver con la verdad y con la mentira). Lo típico en el hombre
es coordinable en virtud de los hábitos. Los hábitos son la
esencialización de los tipos específicos. Los hábitos morales son otra
dimensión de la ética.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 97
Doble manifestación de la persona humana
El hombre es un ser manifestativo; el animal no lo es. El ser
manifestativo es aquel que al actuar pone algo exclusivamente
propio, y se lo da a los demás: una intimidad que se abre.
Kierkergaard decía que el espíritu (cuando hablamos de persona
connotamos el espíritu) se abre hacia afuera43, siempre se abre hacia
otro; pero nótese que el hombre puede no abrirse, puede negar su
manifestación, retraerse, transformarse en un ser huraño, que no
comparte, solitario. Ningún animal puede denegar la manifestación,
porque ningún animal es manifestativo, ya que no tiene intimidad;
cuando un perro ladra no está manifestando nada íntimo, está
manifestando una tendencia suya, o una sensación de temor o de
enfado.
La manifestación es una actividad mucho más seria; la
manifestación humana tiene que ver justamente con que cada
persona posee un tipo que se ha de considerar respecto de su
esencia. Distinguimos en cada ser humano lo biológico, lo típico, su
esencia y el ser persona. Lo biológico se manifiesta siempre
tipificado44. Los tipos humanos están, por lo común, relacionados con
43 "La desesperación del querer ser uno mismo o la desesperación de la
obstinación." Kierkegaard, S., La enfermedad mortal, cap. II, II, 2.
44 Como ya hemos dicho, por no estar finalizado por su especie, ésta se
reparte entre los hombres. Así se constituyen los tipos humanos, es decir,
diferencias psicosomáticas de mayor o menor calado, pero siempre más
netas que las que se dan entre los individuos de las especies animales.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 98
la cultura. Conviene tener en cuenta la pluralidad de las culturas;
éstas pueden clasificarse de acuerdo con la abundancia de tipos con
los que se corresponden45, y con la aceptación más o menos
concertada de ellos46. La filosofía social ha destacado la importancia
de ciertos tipos humanos. Por ejemplo, Platón distingue los filósofos,
los guardianes o militares, los agricultores, los artesanos y los
comerciantes (propensos a enriquecerse), y aprovecha esta distinción
para definir la diferencia de los regímenes o politeiai según
predomine uno u otro.
La manifestación del ser personal es modulada, ante todo, por
los tipos. La correspondencia entre los tipos y la cultura permite
ciertas generalizaciones, que son propias del método de la sociología
cultural. Sin embargo, no conviene olvidar que el tipo pertenece a
cada persona, por lo que la generalización de los tipos sólo permite
una clasificación somera de los seres humanos: hablando con rigor,
los tipos son de las personas, y no al revés (encerrar a las personas en
tipos - clases sociales, especializaciones profesionales - es una
equivocación que debilita la ética). Ahora bien, admitir que cada tipo
humano es sólo personal también da lugar a errores prácticos. Ante
todo, porque con ello se elimina su correspondencia con la cultura
(esto sería lo propio de la llamada sociedad pluralista, que no pasa de
ser aparente y comporta una decadencia de la cultura:
desculturización). Además, persona y tipo no se deben confundir. Su 45 En las culturas primitivas hay menos tipos que en la cultura occidental.
46 En algunas culturas los tipos están muy separados; por ejemplo, las castas
en la cultura india, o lo femenino y lo masculino en las protoculturas.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 99
confusión hace imposible concertar los tipos. Ese concierto requiere
aceptar la noción de esencia del hombre.
Mientras que el tipo puede describirse como el natural de cada
uno, su temple, su temperamento, el cariz de sus modos de disponer,
la esencia es la finalización de el natural desde la persona y en
atención a ella, es decir, la organización que hace coherentes los
rasgos del tipo.
Tomada en este sentido, la esencia del hombre no es un dato,
sino un cometido de la libertad que dura toda la vida, a saber: la
conquista creciente de la dependencia de lo humano respecto del ser
personal. Dicho depender es estrictamente la esencia del hombre;
pero no es estático, sino que es menester conquistarlo, porque la
esencia del hombre sólo es en tanto que crece (si no creciera, no
dependería de la persona, y si ese crecimiento no fuera libre, no
pasaría de ser el de un organismo corpóreo). Si la esencia del ángel
depende de su persona de acuerdo con un acto libre tan intenso que
no se multiplica, la esencia del hombre, en cambio, crece47. Ello
comporta aprovechar los rasgos típicos para perfeccionarlos. El
aprovechamiento perfeccionante corre a cargo de las virtudes, y, por
tanto, es ético. Describo la virtud como aquel redundar las acciones
en sus principios, de acuerdo con el cual tales principios crecen
esencialmente; ello, a su vez, hace posibles operaciones de superior
nivel y libremente ejercidas.
47 En el ángel no cabe distinguir el tipo de la esencia. Quizá sea posible
interpretar la caída del ángel como la reducción de su esencia a algo
parecido a un tipo.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 100
Así, pues, el tipo está destinado a la esencia. Según la conexión
de estas dos dimensiones, hay algo peculiar, original, en cada ser
humano. De este modo se muestra que los hombres no deben ser
tratados como números intercambiables48.
En el Himno a la alegría de F. Schiller se denomina a los
hombres "los millones". Como canto a la multitud congregada por un
ideal, está bien, pero no es lo mismo que hablar de millones de
sardinas. De los ángeles se ha de decir que son innumerables, lo que
no significa que sean infinitos en número. Quiere decir que respecto
de ellos no tiene sentido el número; un ángel es distinto de otro,
pero no son dos (según la operación de sumar), precisamente porque
cada uno agota su especie.
El hombre no agota su especie sino que la tipifica, y por
encima de los tipos puede crecer su esencia; por tanto, tampoco los
hombres son estrictamente numerables. Cuando preguntamos:
¿cuántas gallinas tiene usted? o bien ¿cuántos habitantes tiene
México?, el número no se emplea de la misma manera (empeñarse
en confundirlos conduce a cometer errores éticos graves). Un perro
se puede cambiar por otro perro, una persona no. La numeración
está justificada cuando se pregunta ¿cuántos corderos tiene usted? Si
me da un cordero, estoy dispuesto a darle cinco gallinas. En la
historia se registran muchas veces fenómenos de masificación, pero
son inhumanos, justamente porque cada persona, y sólo ella, es la
48 Por ello, la generalización sociocultural de los tipos es somera, como ya se
indicó. Para ser correcta, la teoría de la manifestación ha de superar las
limitaciones metódicas de la sociología.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 101
persona que es; esto es lo que filosóficamente se llama
irreductibilidad.
No se debe hacer intercambios con seres humanos; si se
negocia con ellos como con las gallinas, se está negando su carácter
de personas: las personas no son intercambiables sino irreductibles.
Como además cada una de ellas posee un tipo, no es buen negocio
ignorar sus diferencias a la hora, por ejemplo, de seleccionar a los
colaboradores para tareas concretas.
El hombre está abierto a la relación con Dios. La religión
comporta una aguda cuestión ética. Es un profundo deber moral
cumplir el primer mandamiento. El que no lo cumple no se comporta
como persona. El hombre se puede abrir a Dios. La primera
manifestación humana, la más honda, debe ser para Él. El hombre es
un ser orante que abre su intimidad a Dios; pero también puede ser
un ser que no ora, que no quiere manifestarse ante Dios, que lo
ignora - el ateísmo es un fuerte problema moral -. Ahora bien, como
ya dije, el problema moral del hombre es doble: la manifestación a
Dios y a los demás (el ángel no tiene más que uno, el primero). Existe
una pluralidad de personas humanas, cada una de las cuales posee
un tipo, y en ese sentido se dice que se reparten la especie. Cada una
de ellas, desde sí, es capaz de manifestarse y es también capaz de
cerrarse a la manifestación; por consiguiente, el hombre tiene que
afrontar el problema de su carácter social.
La problematicidad social del hombre es debida a los tipos: es
un problema de coordinación no resuelto todavía por completo. A lo
largo de la historia, y en ciertas partes de la humanidad, se ha
avanzado bastante en su percepción. Pero también se ha de decir
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 102
que lo que tiene de irresuelto hoy no es mucho menos de lo que
tiene de resuelto. Además, el que se resuelva en una época no
garantiza la continuidad de la solución.
Si planteamos en serio el problema social, veremos que es un
problema intrínsecamente ético. El problema social tiene que ver con
la consideración del otro como prójimo: "Amarás al otro como a ti
mismo"49. Amar al otro como a sí mismo es simplemente reconocerlo
como prójimo: es tan persona como yo: lo que tiene de típico merece
todo mi respeto y mi aprecio. Cuando esto se pierde de vista, el
problema social se agudiza. Cuando el hombre está abierto al
problema social, advierte que ha de abordarlo controlando su propia
manifestación.
Notamos que el problema social está sin resolver al verificar
que no hemos desterrado la guerra, que es una crisis de la
sociabilidad humana. La guerra es mala. Otra cosa es que se pueda
justificar por razones de legítima defensa; pero de suyo es antiética
porque va contra el carácter personal del ser humano. Es una
comunicación hostil, en vez de ser una comunicación aportante.
Además, al margen de la guerra, también se puede tratar al
hombre de manera que se niegue su carácter personal. Es la
reducción del prójimo a la condición de simple homo habilis. Se trata
de un fenómeno constante en la historia de la humanidad; se ha
49
Levítico, 19,18; S. Mateo, 22,39; S. Marcos, 12,21; Romanos, 13,10;
Gálatas, 5,14.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 103
tomado conciencia de él, se ha querido superarlo, y realmente en
parte se ha superado, pero no por entero.
El hombre como instrumento: la esclavitud
El hombre es sapiens. Si trata al otro como si no lo fuera, es
decir, si no reconoce su carácter personal, lo reduce a habilis, a
animal; eso ha ocurrido de una manera verdaderamente abrumadora
a lo largo de la historia humana y es un problema ético de primera
magnitud. El hecho de que no esté resuelto del todo no debe
acostumbrarnos a pensar que es insoluble. Un ejemplo claro es la
esclavitud, perfectamente descrita por Aristóteles50: el esclavo es el
que no tiene lógos, el ser aparentemente humano que es incapaz de
conducirse a sí mismo51. En consecuencia, está sometido al dominio
de otro, que puede disponer de él. La esclavitud es la consideración
puramente instrumental de un ser humano, basada en la negación de
su carácter personal.
Para Aristóteles, esclavo es el que, por carecer de lógos, está
sujeto al lógos de otro; y estar sujeto al lógos de otro es ser
instrumento para ese lógos. Lo que se sujeta a la inteligencia es
justamente la técnica: el hombre es el faber sapiens. Ser sólo faber
no basta para ser hombre. Los promotores modernos de la esclavitud
50 Aristóteles, Política, 1, 4, 1254b 10-15; I, 5, 1255a 1-3.
51 Aristóteles, Política, I, 5, 1254b 20-24.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 104
de los negros sostuvieron que los negros no tienen alma humana.
Afirmaban lo mismo que Aristóteles: el negro no es un hombre, sino
un animal del género homo. Por eso, al esclavo antiguo, y sobre todo
al negro en la edad moderna, se les empleaba en actividades de
producción instrumental.
Si sólo unos cuantos son sapientes, los otros se reducen a fabri;
pero entonces no son hombres: son homínidos, pertenecen al género
homo, pero no son personas. El problema de la consideración del
prójimo como puro instrumento no está resuelto, porque hemos
montado nuestra hipertécnica actividad económica sobre la idea de
que unos son sapientes y otros habiles y nada más; los sapientes son
los directivos o los capitalistas y los habiles son los empleados. En
tanto que miembro de la empresa, el trabajador es sólo habilis, se
contrata su trabajo como si fuera una mercancía. A cambio de eso, se
le paga un salario para que pueda seguir viviendo. Pero lo que se
llama comunicación, considerarle personalmente miembro de la
institución empresarial, eso no: sólo es un asalariado. Dejemos ahora
el trato que se ha dado a los esclavos. Es extraño que un esclavo sea
golpeado o maltratado: sencillamente se le cuida como si fuera un
caballo; a nadie se le ocurre maltratar a sus caballos, porque
estropeados tiran peor del carro. Las actuales sociedades de
consumo proporcionan un alto nivel de renta a la mayoría, pero en
ellas crece el monopolio de la dirección por una minoría, y ésa es la
esencia de la esclavitud, o mejor dicho, ésa es la esencia del
problema social del que la esclavitud es un aspecto.
El problema social reside justamente en la división de la
humanidad, es decir, en afirmar: "Yo soy de la especie homo sapiens
sapiens y usted es de la especie homo habilis". La diferencia se
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 105
introduce dentro de la humanidad por reducir a los otros a animales.
Teóricamente hoy no se afirma la diferencia - es muy fuerte -:
hombres somos todos. Pero en la práctica muchos son tratados como
habiles; "sapiens en su casa, que dirija a su familia, pero la empresa
no la dirige él, la empresa la dirijo yo exclusivamente: el sapiens soy
yo". El directivo, el capitalista, el político, el que hace grandes
negocios; ése es el sapiens.
En esas condiciones, no se puede decir que el problema de
tratar a los demás como personas esté resuelto; hay que señalar en
este punto un déficit ético. Aquí se trata de considerar la ética como
es, no de proporcionar una teoría ética más o menos elaborada. Se
trata de sorprender a la ética in statu nascente, o en tanto que surge
justamente con el homo sapiens, es decir, en el momento en que el
individuo viviente supera la finalización por la especie en virtud de su
racionalidad universal que abre la comunicación intersubjetiva y, con
ella, la sociedad. En este plano se sitúan los problemas éticos que el
hombre ha de resolver en tanto que actúa. Así, pues, la ética in statu
nascente es la conducta considerada desde el núcleo del ser
espiritual, emergiendo de la persona. Paralelamente, si se niega el
carácter espiritual del otro - no teóricamente, sino en la práctica - se
procede antiéticamente. Si no se parte de aquí, no hablamos de
ética, sino de otra cosa: de una serie de pseudorremedios tardíos o
sobreañadidos que, al no animar por dentro la acción humana, la
separan de su autor como si fuera un proceso mostrenco.
Toda relación, cualquiera que sea su contenido, es
interhumana en tanto que es obligado tratar al otro como persona,
no como instrumento. Piénsese en el caso de la prostituta; la mujer
que en la relación sexual es tratada como un instrumento de placer;
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 106
esclavo es aquel que en las relaciones de trabajo es tratado como
instrumento fabril.
En el caso de la prostituta, el hombre está prescindiendo del
carácter personal; no está enamorado de ella, sino que busca
exclusivamente el contacto corporal, experimentar un placer. Se
suele hablar entonces de la mujer objeto, la mujer cosa. "No
fornicarás", dice el sexto mandamiento: es decir, no tratarás nunca
(en el caso de un varón) a una mujer como si fuese exclusivamente
un cuerpo hembra; no la considerarás nunca tan sólo de esa manera.
La familia es el reconocimiento de que la mujer es persona: y
también, por parte de la mujer, de que el varón lo es. En general, en
el trato con los demás, quien niega que el otro es persona se
transforma automáticamente en un ser que no puede vivir de
acuerdo con su condición de ser humano; se condena a sí mismo a
vivir contra la ética.
Tratar a los demás como personas, no tratarlos nunca como
instrumentos, no es una tesis personalista desencarnada. La persona
es fin en sí misma52, dice Juan Pablo II, porque es directamente
querida por sí misma por Dios; por tanto, la persona nunca es sólo
52
Redemptor hominis, n. 13; Centesimns annus, passim.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 107
medio. Kant también había dicho algo parecido: "Obra de tal manera
que consideres a los demás como fines; nunca sólo como medios"53.
Sin embargo, en algún momento hay que considerar a los
demás como medios; es inevitable hacerlo, porque una persona sola,
aislada, no puede realizar prácticamente nada. Es cuestión de
sabiduría ética transformar las relaciones en que todos somos
instrumentos, todos somos medios, en tarea común, haciendo
compatible que los demás sean medios con que sean fines; no olvidar
nunca que somos fines, ir incrementando nuestra esencia personal:
ahí reside la importancia de las relaciones de cooperación. En un
trabajo en común todos actuamos como fabri, pero eso no impide
que seamos sapientes. En definitiva, éste es el meollo de la ética, si
nos atenemos a lo que es el hombre. Pero todavía hay más.
Actuar cibernético del hombre
Como digo, la consideración de la ética no se agota aquí.
Distinguíamos los tipos y la esencia del hombre. Del tipo se pasa a la
esencia en cuanto se actúa. Con otras palabras, el hombre es esencia
porque el primer beneficiario o la principal víctima de su actuación es
él mismo: es un sistema dinámico dotado de un intrínseco feedback;
un ser cibernético. Esto también es exclusivo del hombre; ningún
53 Kant, I., Grundlegung der Metaphysik der Sitten, cap 2, Akad., IV, p. 429
(Fundamentación de la metafísica de las costummbres). Sin embargo, la
ética kantiana es parcial.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 108
animal dispone esencialmente. La consideración de la esencia nos
acerca a la irreductibilidad de la persona.
El primero que formuló este asunto de una manera clara fue
Sócrates, que es el fundador de la filosofía ética occidental, al
plantear una pregunta que Platón recoge en el Gorgias54: "De qué hay
que guardarse más: de sufrir una injusticia o de cometerla?" ¿Quién
sale más perjudicado, el que es víctima de la injusticia o el que la
comete? Esta pregunta es muy profunda. Si no acertamos a
responderla correctamente, habrá que confesar la parcialidad de
nuestro saber ético.
Supóngase un secuestro: el secuestrador está cometiendo
injusticia. Hay una víctima de ese acto injusto. El secuestrado es
objeto de vejaciones, malos tratos, tiene que pagar un rescate; está
sujeto a violencia. El sujeto que recibe el conjunto de actos injustos
es una víctima. Y surge la pregunta: ¿Quién sale más perjudicado en
ese caso, la víctima o el que comete la injusticia? Sócrates contesta
taxativamente que es el segundo. Su argumentación es muy sencilla:
a la víctima, la injusticia se le inflige, la sufre desde fuera, sin ser su
autor, es decir, como sujeto afectado por el acto injusto. En cambio,
el que comete la injusticia se hace injusto intrínsecamente. En la
víctima, el acto no ha repercutido de modo intrínseco, sino de una
manera accidental, por grave que sea. Sufrir una injusticia es algo que
a uno le adviene, pero sin mancharlo en cuanto hombre. Cometer la
54 Platón, Gorgias, 527b.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 109
injusticia es hacerse injusto, lo cual es mucho peor que soportarla,
porque es transformarse en injusto.
Si el hombre no tuviese una esencia creciente, lo que dice
Sócrates carecería de sentido. Si fuese una conjunción de
acontecimientos cósmicos reunidos al azar, sería imposible que
sufriera íntimamente las consecuencias de sus actos, o que fuera la
primera víctima o el primer beneficiario de ellos. En definitiva, ahora
avistamos la dimensión más profunda de la ética. Lo que hemos
dicho hasta aquí es aceptado por mucha gente. No es difícil ponerse
de acuerdo en que la guerra y la esclavitud son una barbaridad;
Asimismo, tratar a un obrero como si fuera simplemente un
pithecanthropus, o a una mujer como si fuese tan sólo un cuerpo, es
obviamente reprochable.
Pero si no es peor cometer una injusticia que padecerla, si el
que ejerce un acto que no es ético no se estropea a sí mismo, la ética
no pasa de ser una cosa liviana, de quita y pon. Si cuando yo hago un
acto malo, a mí no me pasa nada (y no sólo que eventualmente me
encierren en la cárcel), si por el mismo hecho de haberlo realizado yo
no soy la primera víctima del acto; en definitiva, si no existe una
dimensión real en mí que sea el primer destinatario del acto que
realizo, sólo se podría hablar de actos buenos o malos en sentido
transitivo. El juicio ético obedecería a criterios hedonistas, lo que
enfrenta a víctimas y verdugos en un conflicto sin solución.
La seriedad de la ética reside en que el hombre se puede hacer
bueno o malo. Por tanto, lo que mejora al hombre, eso es ético: lo
que empeora al hombre, eso es antiético.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 110
Lo primero es bueno, lo segundo es malo. Si no pensamos así,
deberíamos admitir que solamente son bienes los bienes exteriores.
Ser ético consistiría en tener muchos bienes, mucho dinero y vivir
como un rey. ¿A costa de qué? Esta pregunta sólo puede responderse
en términos de cálculo racional: qué me cuesta acumular bienes. Es
claro que la respuesta depende del tipo humano. ¿Qué es la ética
entonces? El tratado sobre los bienes: y ¿qué es lo bueno? El yate, la
casa señorial, el traje de 1500 dólares, y así sucesivamente. Es el
pragmatismo ético, ante el cual se indignaba Nietzsche con mucha
razón. En Así habló Zaratustra hay un pasaje donde la ironía
nietzscheana se encrespa: el último hombre es el más despreciable.
"Hemos inventado la dicha", dicen los últimos hombres y guiñan un
ojo. Tenemos nuestras pequeñas diversiones, pero se respeta la
salud55.
Ese tipo humano se ha olvidado de que él es la primera víctima
o el primer beneficiario de sus actos. El hombre no se puede
considerar simplemente como productor de instrumentos, un
buscador de la consecución de resultados externos; el instrumento es
en todo caso adscribible a uno mismo, pero de ninguna manera es
interior a uno mismo. Así pues, una virtud o un vicio ético es
metaespecífico, no se hereda ni se trasmite. Si no es así, la ética es
una trivialidad: "Haré las cosas según me convengan, según mis
intereses; porque a mí no me pasa nada. Soy un agente al que no
configura lo que hace".
55 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, Primera parte, discurso preliminar.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 111
La ética por la que se interesa Adam Smith (la ética sentimental
inglesa del siglo XVIII) propugna los buenos sentimientos: daré
limosnas y me sentiré muy satisfecho; pero, si estoy de malas, al
pedigüeño le despediré agriamente, porque como estoy de malas, así
satisfago mi iracundia. Si estoy de buenas, soy benevolente, acaricio
la cabecita de un niño y le doy unas monedas para que se compre
unos caramelos, y todos contentos. Se recomienda cultivar buenos
sentimientos. Esto es superficial.
Sin duda, al actuar, a la persona algo le pasa; pero no sólo un
sentimiento, sino algo mucho más serio, que tiene que ver con su
crecimiento esencial. Se hace uno mejor, es decir, se hace más
hombre, crece en humanidad. O, al contrario, uno decrece en
humanidad, se hace menos hombre, se empequeñece, se desvitaliza.
Es el descubrimiento de Sócrates: el que comete injusticia pasa a
tener la injusticia dentro de sí como un factor completamente
negativo del que no se puede librar. Platón glosa esto en otros textos
(que ya son claramente suyos). Lo característico del acto injusto es
que al quedarse en uno mismo, uno no se lo puede lavar56. Acude a
una idea muy importante para la religiosidad mediterránea y para
Platón: la katharsis, la purificación. Por mucho que lo intente, no me
puedo lavar mi injusticia. Haga lo que haga, la injusticia permanece;
por lo tanto, si soy sensato trataré (nótese hasta dónde llega Platón)
de denunciarme a mí mismo a las autoridades para ser castigado;
someterme a castigo buscando la expiación en el castigo, por si al
expiar dejo de ser injusto. Pero ni siquiera así puedo, porque muchos
56
"La virtud es una purificación del alma." Platón, Fedón, 69d.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 112
años de cárcel no borran el ser injusto57. Para dejar de ser injusto
debería ser capaz de una transformación interior tan radical que me
hiciera otro, pero eso está fuera de mi alcance. Una copla andaluza
alude a la cuestión: "Merecerías, serrana, que te fundieran de nuevo,
como funden las campanas". En cristiano esto se llama Redención. El
mal interior del hombre sólo puede ser eliminado por Dios.
La ética muestra su importancia en cuanto hablamos de
virtudes y vicios: el primer beneficiario o la primera víctima del
propio acto es uno mismo y no lo otro. Si hago zapatos, no solamente
hago zapatos, sino que me pasa algo en cuanto hombre: el fabricar
zapatos me modifica de alguna manera. A la acción humana siguen
dos resultados: el externo y el interior.
Esto es lo primero que debería considerar la teoría económica,
porque es el único enfoque capaz de resolver el problema de la
unilateral división entre habilis y sapiens. Es preciso tener en cuenta
que pagar un salario no es atender al pleno sentido humano del
trabajo, porque en tanto que está trabajando, al trabajador le está
pasando algo: se está haciendo mejor o peor. El hombre es aquel ser
vivo que no puede actuar sin mejorar o empeorar. Somos seres que
experimentan aprendizaje positivo o negativo. Nos ocurre todos los
días. Aprender es una modificación propia en virtud de un acto
ejercido.
57 El sentimiento de culpa es secundario; realmente la esencia del hombre
se ha degradado.
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 113
Los animales aprenden durante un breve tramo de su vida,
pero su aprendizaje nunca es negativo. El hombre aprende en uno y
otro sentido durante toda su vida. Que el hombre es sujeto ético
significa que durante toda su vida puede crecer o decrecer
intrínsecamente, esencialmente.
La fundamentación ontológica de la ética es justamente este
carácter del ser humano según el cual puede ir a más o a menos;
puede desvitalizarse o aumentar su vitalidad. Lo que aumenta la
vitalidad humana, eso es ético. Lo que disminuye la vitalidad humana,
eso es antiético, malo.
Kant sostiene que no se puede mentir impunemente, porque
llega un momento en que el mentiroso se hace incapaz de distinguir
entre verdad y mentira58. Es una pérdida de vitalidad humana: un
hombre que ya no discierna lo verdadero y lo falso con suficiente
nitidez ha experimentado una pérdida muy grave como ser
inteligente. El hombre no se estropea únicamente por los microbios o
por el smog, sino que se estropea al realizar ciertos actos. Que se
mejora con otros actos también es patente.
Lo más intrínseco de la ética son la virtud y el vicio. El hombre
es un ser vivo capaz de aprendizaje o crecimiento durante toda su
vida. Un animal es capaz de un crecimiento restricto; es decir,
durante un corto periodo de su vida: el crecimiento corporal
intrauterino y extrauterino (en el sentido de adquirir algunas
58
Kant, I., Grundlegung der Metaphysik der Sitten, cap. 2, Akad., IV, p. 67
(Fundamentación de la metafísica de las costumbres).
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 114
habilidades: aprender a usar los ojos, andar, etc.). El animal crece con
rapidez. Al hombre le pasa al contrario: crece sobre todo después del
nacimiento. Que siga creciendo no quiere decir solamente que
aumente su estatura, sino que se hace más hombre, que es más
capaz, se habilita para usar cada vez más profundamente su razón.
Durante toda la vida el hombre puede ir a más o puede ir a menos en
cuanto hombre.
Eso es lo que suele llamarse ética de virtudes: la ética sin
virtudes no existe. Si a mí no me pasara nada, podría hacer lo que
quisiera impunemente, porque si soy suficientemente astuto no me
atrapa la policía. Pero, en rigor, no es así: quien ha secuestrado se ha
hecho un secuestrador, o el que ha asesinado, un asesino. Ya el
mismo lenguaje lo indica: el que roba se llama ladrón; el que sea
ladrón no es solamente la imputación de un acto que ha cometido; es
una característica suya, un rasgo adquirido propio suyo. El que ha
matado es un asesino; ser un asesino no es solamente ser sujeto de
imputación de un acto de muerte cometido, sino ser afectado por un
carácter que ha quedado, una impronta, una modificación de la
esencia según la cual ha decrecido; con lucidez lo describe Platón: es
como una mancha imborrable.
Está bastante extendida la opinión de que el sentimiento de
culpa es enfermizo y que se puede y se debe borrar. Según algunos
psiquiatras, los remordimientos de conciencia se quitan con
tranquilizantes o con una terapia psicoanalítica, dictaminando un
trauma infantil, y cosas así. Es un enfoque superficial. El sentimiento
de culpabilidad y el remordimiento obedecen a que uno se ha
estropeado en virtud de lo que ha hecho: se registra una
disconformidad interior; si no - insisto, porque esto es central - la
Capítulo III: Ética y Sociedad
Leonardo Polo 115
ética no se entiende; se limita el alcance de la conculcación de su
dimensión normativa (la norma moral no sólo dice "no hagas esto,
que está mal", sino "no hagas lo que es malo, porque hacerlo te hace
malo a ti").
El sentimiento de culpa, más que un recuerdo, es una
confesión interior surgida del mal que está en mí por haber hecho el
mal; del vicio, de la característica mala que adquirí. De esa
disminución de mi ser-hombre emana el sentimiento. (Los católicos
nos olvidamos a veces de lo serio que es esto, porque estamos
acostumbrados a pensar que Dios es misericordioso; además, nos
confesamos y nos quedamos tan tranquilos porque Dios nos lava.
Podemos no darnos cuenta de esta dimensión de la ética y olvidarnos
de que, si no fuera por Dios, para el hombre el mal interior sería pura
desesperación.)
Lo antiético produce la desesperación. La enfermedad mortal
de Kierkegaard es un análisis de la desesperación, mucho mejor que
el análisis del hombre satisfecho que parpadea de Nietzsche. ¿Quién
desespera? El que desespera de sí. ¿Y quién desespera de sí? El que
no vale para Dios, porque ha borrado la imagen de Dios en sí mismo.
En eso consiste lo antiético. Como el hombre es imagen de Dios, al
cometer actos malos, adquiere vicios en cuya virtud disminuye su
esencia de hombre: eso equivale a borrar la imagen divina. Cuando
adquiere virtudes, la imagen de Dios en el hombre es más nítida, el
hombre es más, crece.
Índice
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 116
CAPÍTULO IV: SISTEMATIZACIÓN DE LA ÉTICA
Han salido a relucir una serie de asuntos que permiten ver
cómo la ética integra todas las dimensiones del ser humano; por
tanto, la ética no consiste solamente en unas reglas inventadas o
formuladas por motivos más o menos convencionales o relativos, que
varían según las distintas culturas. A veces esto se propone como una
objeción contra la firmeza del estatuto de la ética: la ética depende
de criterios que no son universales, sino que hay tantas éticas como
modos o formalizaciones del vivir humano. En una situación tan
pluralista como la actual, también se suele decir que la ética es
cuestión privada: sólo a cada uno compete aceptar una entre las
distintas éticas o construirse una ética propia; incluso es posible vivir
al margen de ella. Tales planteamientos son insensatos. Las
observaciones anteriores hacen posible rechazarlos. Desde su
corporalidad, es decir, desde lo que se suele llamar el proceso de
hominización, surge lo ético. Y desde el punto de vista de la
humanización, en tanto que tomamos en cuenta la esencia de un ser
personal, acaba de mostrarse.
La ética hace acto de presencia desde el fondo mismo de lo
humano, no sólo de lo corpóreo, sino de lo espiritual. Eso nos dio
ocasión para introducir la cuestión de las virtudes y los vicios. Cada
persona es susceptible de vicios y de virtudes justamente porque
tiene que desarrollar su esencia humana.
El desarrollo de la humanidad en cada hombre parte de su
actuar. Si los actos no influyeran en su modo de ser, si no dejaran una
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 117
huella, si no modificaran o perfeccionaran lo humano en cada uno, el
hombre no sería un ser abierto a su propio crecimiento esencial.
Al considerar la ética in statu nascente, llegamos a entender lo
ético desde dentro. Ahora estamos en condiciones de dar un paso
adelante. Hemos de intentar sistematizar, coordinar todo lo que
hemos dicho de acuerdo con un planteamiento más filosófico,
porque es claro que la evolución es asunto científico, introductorio
para la antropología filosófica. Algo parecido ocurre con los tipos,
cuestión psicológica o de sociología cultural. Para lograrlo, vamos a
acudir a Aristóteles, que es el primero que estudió la ética de una
manera extensa y no puramente intuitiva, sino tratando de construir
una ética filosófica completa. Realmente lo que hizo Aristóteles es
sumamente importante; sin agotar la cuestión (hay aspectos éticos
que Aristóteles no tuvo en cuenta), casi todas las dimensiones
centrales de la ética aparecen ya bien pensadas, bien coordinadas,
por el filósofo griego.
Alma y persona
El hombre es un ser que posee lo que suele llamarse una
naturaleza. En esa naturaleza están unidas una dimensión espiritual
que se llama alma - un alma inmortal - y un cuerpo muy peculiar,
como hemos tenido ocasión de ir viendo al tratar de la hominización.
Eso es lo que tiene en cuenta Aristóteles; la psicología aristotélica
enlaza con la ética desde este punto de vista. El hombre es un
microcosmos en el que está reunido lo intelectual, es decir, lo no
físico, con un cuerpo. Ahora bien, el hombre no sólo es naturaleza
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 118
corpórea y anímica, o anímico-corpórea, sino que también es un ser
personal.
El ser personal humano tiene unas características que se
pueden ver a partir de la naturaleza humana tal como la entiende
Aristóteles. A su vez, lo peculiar de su naturaleza se puede entender
como derivado del carácter personal del hombre. Admitir que el
hombre es persona añade a la naturaleza del hombre su cabal
comprensión como esencia. De este modo se completa la
antropología.
No es lo mismo una antropología que considere el hombre
como ser anímico-corpóreo, que una antropología que resalte la
primordialidad radical de la persona. Porque la persona añade a la
naturaleza la dimensión efusiva, aportante. Por ser el hombre una
persona, no está sujeto a las leyes de la naturaleza, sino que
sobresale por encima de ellas y goza de una libertad radical. Por eso,
su presencia en el mundo a través de su naturaleza es inventiva. El
hombre saca de sí, da de sí, aporta; a esto lo hemos llamado
manifestación. El hombre es un ser que se manifiesta y que puede
también negarse a la manifestación.
¿Por qué es importante añadir a la visión aristotélica del ser
humano que el hombre es persona? Porque la naturaleza humana
ofrece un rasgo muy peculiar; pero que si se considera
independiente, podría dar lugar a conclusiones erróneas: en cuanto
que el hombre es una naturaleza, aparece un rasgo que recorre toda
la naturaleza humana: el tener. En tanto que el hombre es persona,
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 119
aparece otra característica que no es el tener, sino justamente
superior a ello: el aportar. Lo llamaré el dar. Tener y dar59.
Tener y dar
Es importante poner de manifiesto el tener, porque el hombre
es un ser capaz de posesión; y lo es en tanto que es una naturaleza
peculiar. Se considera que el afán de poseer es un vicio, y
efectivamente lo puede ser si se exagera o si se unilateraliza o si se
considera solamente una de las dimensiones del tener humano, a
saber, la posibilidad de tener cosas distintas de uno mismo: el ser
propietario por adscripción de cosas externas. Aristóteles también lo
dice: el excesivo afán de poseer cosas externas es un vicio60. Es lo que
llama crematística. La crematística es algo así como la ciencia de
ganar dinero. Pero la palabra griega viene de khréma, que a su vez,
viene de un verbo, khráo, que significa tener en la mano. Si se tiene
en cuenta esta etimología, el sentido primitivo de la palabra, tal
como la usa Aristóteles, está aludiendo a que el hombre es un ser con
manos. Ser con manos es muy significativo, porque el cuerpo
59
Escribí hace unos años un trabajo que tiene ese título: "Tener y Dar",
publicado, en parte, como un comentario a la Laborem exercens, la primera
encíclica sobre temas de doctrina social que ha publicado Su Santidad Juan
Pablo II. Estudios sobre la laborem exercens, BAC, Madrid 1987. Mi
contribución ocupa las páginas 201-250.
60 Aristóteles, Ética a Nicómaco, IV, 1, 1122a 14 ss.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 120
humano no se puede entender si no se tiene en cuenta el proceder
técnico, el trabajo con utensilios, la producción de ellos, etc.
Pero no solamente el hombre posee así, es decir, según lo que
podríamos llamar la posesión corpórea, a la que trataré de entender
filosóficamente - ya la hemos enfocado evolutivamente; ahora la
veremos de acuerdo con las categorías aristotélicas -. Tomado en sus
justos términos, ¿qué quiere decir que el cuerpo humano es de suyo
o naturalmente poseedor?
El poseer corpóreo no es el único modo de poseer ni el más
intenso; hay otra dimensión posesiva que es espiritual: es el
conocimiento. El conocimiento intelectual también es un modo de
poseer, un modo de tener suficientemente distinto del primero, pues
el primero es la adscripción de cosas externas, mientras que la
manera de poseer de las operaciones intelectuales es justamente
inmanente. Es la obtención de ideas. Conocer es el acto de poseerlas:
así lo ve Aristóteles. Es un tener mucho más intenso que el tener
corpóreo, que simplemente es una adscripción. Y por encima de
estos dos modos de tener, está un tercer modo que perfecciona los
principios operativos espirituales del hombre, la inteligencia y la
voluntad. Y este tercer modo de tener es el que Aristóteles llama
hábito. La tenencia habitual es justamente la tenencia según las
virtudes (o según vicios).
De manera que todo lo que hemos ido sacando a relucir
apoyándonos en hipótesis científicas, y aludiendo a la temprana
intuición de Sócrates, está recogido por Aristóteles61. Aunque
61
Por ejemplo, cfr. Aristóteles, Categorías, 4, 1b, 25-27.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 121
Aristóteles no sabe nada de la evolución, su mente es
suficientemente certera para darse cuenta de qué es lo original y lo
diferencial del cuerpo humano si se compara con cualquier otro. La
rúbrica general de nuestra naturaleza es el tener, aunque no se trata
de un tener unívoco o de un único modo de tener; porque es
evidente que no es lo mismo tener virtudes que tener
inmanentemente, según la operación del conocer, o tener en la
forma de adscripción de cosas a un cuerpo. No es lo mismo y sin
embargo todas son formas de tener.
Precisamente por eso, el que pretenda aumentar
exclusivamente las tenencias corpóreas, lo haría en detrimento de
otras dimensiones o capacidades: de otras maneras de tener que son
propias del ser humano. Y algo semejante ocurriría si uno quisiera
solamente tener en cuenta el modo de tener cognoscitivo, o bien
obtener virtudes despreciando las operaciones del conocimiento, o
excluyendo el tener corpóreo.
Es cuestión de comprensión sintética. El tener hay que
comprenderlo según su triple modalidad y advirtiendo que las formas
de tener se apoyan unas en las otras. Por eso hay que considerarlas a
todas. Así se evita la valoración peyorativa del tener, aunque es
preciso distinguir el ser del tener; no hay razón para oponerlos, como
si el hombre pudiera ser sin tener o al revés.
Gabriel Marcel sienta esa contraposición de una manera no del
todo justa62. La filosofía de Marcel vale como denuncia de algunas de
las hipertrofias de la actitud posesiva del ser humano, hoy demasiado
62
Marcel, G., Étre et avoir, Montaigne, París 1935
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 122
evidentes: el consumismo, el egoísmo individualista. Tener sólo para
sí, sin querer compartir, es malo. Pero desde el punto de vista
estrictamente filosófico, negar o lamentar que el hombre sea capaz
de poseer en muchos niveles y de diversas maneras, va contra la
realidad. La ética es todo lo contrario de la utopía. Contraponer el ser
al tener es utópico. Una formulación crítica utópica es demasiado
irrealista y para la ética un peligro de desconcierto.
La ética se atiene a la realidad o se esfuma. No se puede
pretender mejorar al hombre alentando una esperanza ilusoria. No
es serio aspirar a un ideal ético dejando a un lado la naturaleza
humana; eso conduce al desánimo; y como el tener es estrictamente
peculiar de la naturaleza humana, la ética se ha de ocupar del tener,
pero reconociéndolo, no denunciándolo. Descalificar las aspiraciones
a poseer es un desatino, porque son naturales al hombre. Son malas
las exageraciones, y en este sentido conviene tener en cuenta la
distinción de ser y tener. Si el hombre quisiera reducir su ser al tener,
y sobre todo al tener de cosas externas a él mismo, se alienaría,
sacrificaría su naturaleza a algo distinto de ella, se subordinaría a algo
inferior al espíritu. Pero no se puede desconocer que el espíritu es
capaz de tener - aunque su manera de tener sea distinta de la
corpórea- . La intención del planteamiento presente es hacer ver que,
siendo la ética inherente al hombre, versa, ante todo, sobre sus
distintas dimensiones posesivas en tanto que éstas son caminos para
el despliegue esencial de su ser personal, que es libre y donal.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 123
Tener corpóreo
El Estagirita afronta el asunto de una manera muy completa.
Su pretensión es dar razón de algunas posturas sostenidas por
sofistas importantes, quitando el énfasis erróneo que implican.
Aristóteles habla del tener corpóreo cuando se ocupa de
Protágoras. Protágoras formuló una tesis muy famosa según la cual
"el hombre es la medida de todas las cosas" (pantôn métron
ánthropos)63. La sentencia de Protágoras ha sido transmitida y
comentada por varios filósofos y doxógrafos griegos.
El hombre es la medida de todas las cosas que hace y de las
que posee. Eso es lo que Protágoras quiere decir, no la medida del
universo. El hombre es capaz de poseer con su cuerpo, en el sentido
de una adscripción y en el sentido de una producción. En este
sentido, dice Aristóteles64, entendido de esta manera, en principio, el
dictum protagóreo no es falso. A veces se ha rechazado:
concretamente Platón, sobre todo en Las Leyes65, reaccionó
63 Esta frase se encuentra en uno de los fragmentos de su obra Sobre la
verdad, que nos ha llegado incompleta; Diels, 80b, 1. Platón, Teeteto, 15, 1e
-52a.
64 La sentencia de Protágoras es enfocada epistemológicamente por
Aristóteles en Metafísica, 1053a 35ss y 1062b 11-15. Sobre el hábito
categorial véase Categorías, 15b 17-33.
65 Las Leyes es una de las obras de Platón más complicadas y prolijas, cuyo
destino editorial se ignora. Parece una obra de vejez escrita para uso de sus
discípulos en la Academia, un destino distinto del de los diálogos exotéricos.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 124
fuertemente contra esta sentencia diciendo que la única medida de
todo es Dios66; el hombre no es la medida de nada. Esta tesis es una
exageración platónica67.
Aristóteles dice que lo único que significa esa frase de
Protágoras es que el cuerpo humano es capaz de tener. Como tener
es ékhein, a la tenencia por parte del cuerpo Aristóteles la llama
héxis.
Pero esta héxis no es el hábito en el sentido de virtud, y
Aristóteles los distingue taxativamente cuando dice que es un
accidente exclusivo del cuerpo humano68. Recuérdese la teoría
aristotélica de las categorías. Hay muchas substancias con accidentes;
pero sólo la substancia humana es capaz de este accidente: el hábito
corpóreo, la adscripción de otras cosas a su cuerpo. Aristóteles
acepta que el hombre es la medida de las cosas porque en tanto que
el cuerpo humano es capaz de poseer, es el modelo o la medida de lo
que tiene; por eso, dicho accidente, la héxis categorial de lo
corpóreo, es una relación entre una cosa externa y el cuerpo
humano. En esa relación, el centro de referencia es el cuerpo. La cosa
66 Platón, Las Leyes, 416b y ss.
67 El error de Protágoras consiste en excluir la providencia divina del mundo
que el hombre construye y posee. Ese mundo es obviamente la técnica en sentido amplio. Ya he indicado que ninguna modalidad posesiva humana es independiente. 68 Cfr. Aristóteles, Categorías, 15b 17-33.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 125
está finalizada por el cuerpo, queda subordinada a él, y, por tanto,
decir que el hombre es la medida de todas las cosas prácticas, de
todas la cosas que puede tener en la mano, no tiene nada de extraño
ni tiene por qué escandalizar, puesto que es verdad. Lo malo es que
esa relación posesoria se invierta. Por lo demás, si no existiera,
tampoco existiría el género homo.
El vestido, por ejemplo, es algo tenido por el cuerpo humano;
un anillo es también algo tenido por el cuerpo humano. Se podrían
multiplicar los ejemplos. Los trajes hay que hacerlos a medida, y
¿cuál es la medida del traje? El cuerpo. El hábito categorial es esa
relación de concordancia de lo tenido por el cuerpo humano en tanto
que se subordina al cuerpo humano. Es evidente que la tenencia de
cosas exteriores por parte del cuerpo sería perjudicial si las cosas no
se adaptaran al cuerpo, si las cosas no se hicieran a medida del
cuerpo, como se muestra en el lecho de Procusto, aquel tirano que
tenía una cama en la que torturaba a sus enemigos: si alguien era
más grande que la cama, le cortaba los pies para hacerlo a la medida
de la cama, y si alguien era más pequeño que la cama, estiraba sus
miembros, los descoyuntaba. Eso es una barbaridad: el hombre no
tiene que adaptarse a las cosas materiales, sino todo lo contrario:
debe adaptar las cosas materiales a lo que él tiene de material, es
decir, a su cuerpo.
Aristóteles añade enseguida otra observación69: para que el
cuerpo humano pueda poseer cosas externas es menester que no
69
"Porque el cuerpo es lo que está en potencia." Aristóteles, De anima, II, I,
413a 2.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 126
esté terminado, porque si estuviese completamente terminado, no
podría ser el centro de adscripción de cosas distintas de él. Es
necesario que el cuerpo humano sea potencial.
Así, pues, Aristóteles ha descubierto lo mismo que la teoría de
la evolución: en el proceso de hominización la adaptación del cuerpo
no tiene lugar, no es ése el sentido de la evolución cuando se trata de
la hominización, sino más bien todo lo contrario. Sólo un cuerpo
potencial puede ser completado por tenencias exteriores: lo que
tiene de potencial ese cuerpo funciona como medida en cuanto que
él mismo actualiza el valor completivo de las cosas que se adscribe.
Una serie de observaciones que repite Tomás de Aquino ilustran este
asunto: ¿se puede hablar de vestido cuando se trata de un animal?
No, porque el cuerpo animal está terminado. No se puede decir que
la piel del animal sea un accidente, una cosa exterior al animal
poseída por el cuerpo animal, sino que la piel del animal es una parte
natural de su cuerpo. En cambio, si esa piel se curte y con ella el
hombre se abriga, entonces es tenida por el cuerpo humano.
En un libro de un etólogo moderno70 titulado en español El
mono desnudo se repite que es característico del cuerpo humano lo
que podemos llamar la desnudez; en cambio, no se puede decir que
un animal esté desnudo. La desnudez quiere decir, por una parte,
justamente, que el hombre no tiene un cuerpo completo, sino un
cuerpo inadaptado, sumamente potencial. Pero un cuerpo desnudo
70 Morris, Desmont, Naked ape. A Zoologist's Study of the Human Animal,
1967 (El mono desnudo, Plaza & Janés, Barcelona, 1972).
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 127
puede ser vestido: y en cuanto que es vestido se transforma en
medida, la impone, subordina a él el vestido, la cosa externa.
Desde el punto de vista filosófico - dentro de una doctrina
filosófica muy completa como es la de Aristóteles -, el significado del
proceso de hominización se cifra en la tenencia corpórea; tenencia
que, insisto, significa dos cosas: primero, que el cuerpo es potencial;
y segundo, que el cuerpo humano es capaz de adscribirse cosas, es
decir, que el cuerpo humano posee. Un vestido es tenido. Hay
señoras aficionadas a tener perritos: al perrito le colocan una manta
o un abrigo, pero enseguida se ve que esa manta no es un vestido; si
se compara cómo está añadida al cuerpo del perro con la manera
como un traje está añadido al cuerpo de un hombre, la diferencia
aparece con toda nitidez. Si uno tiene un poco de sentido común, y
un poco de sentido filosófico, se ve que no hay ninguna relación
estrictamente posesiva entre la manta superpuesta al cuerpo del
animal y el cuerpo animal mismo.
Si se quisiera poner una sortija a un perro, tampoco eso tendría
un sentido posesivo. Un cuerpo animal no posee nada, sólo el cuerpo
humano posee en sentido propio. Posee de una manera que se
puede ilustrar con los ejemplos del vestido y el anillo. Pero la
observación se debe extender a todas las cosas que el hombre hace;
todos los artefactos que el hombre produce quedan adscritos a su
acción: todos ellos. Por ejemplo, la habitación en que estamos es
tenida por nosotros, y es tenida corpóreamente.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 128
El habitar como adscripción
Para resumir lingüísticamente este asunto, diremos que el
hombre habita. Habitar significa estar en un lugar teniéndolo. Los
animales no habitan: el único que habita un mundo suyo es el
hombre: y lo habita en la misma medida en que establece en las
cosas referencias a su cuerpo, según las cuales su cuerpo las tiene.
Todo habitar es tener, y si el hombre habita es porque es un
"habiente". La base de ello es justamente que su cuerpo es capaz de
adscribirse, de un modo progresivo, cosas del mundo externo, y
también un mundo que él mismo produce. El hombre es un
productor de mundos. Por eso el espacio humano no es el físico.
Nuevamente recuérdese la frase de Protágoras, "El hombre es
la medida de todas las cosas". ¿De qué cosas? De cosas naturales y
de artefactos; el hombre es señor - con las limitaciones del universo
físico -. El hombre puede ir incluso a la luna: aunque sea en unas
condiciones muy peculiares, el hombre puede llegar a ser habitante
de la luna. Esto quiere decir tener la luna. El hombre tiene casas,
porque las construye; campos, porque los cultiva; en definitiva,
porque se los adscribe. El derecho de propiedad es natural - suelen
decir los estudiosos del Derecho -. El hombre es propietario: el
derecho de propiedad surge de que el hombre es un ser que habita.
Nótese la abundancia de fenómenos humanos y de problemas
éticos que con esto se muestran. Una ciudad es corpóreamente
poseída; pertenece al hábito categorial del que habla Aristóteles. El
hombre no es sólo habitante de la superficie terrestre, sino que
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 129
incluso puede surcar el mar en una nave: ser habitante en el mar.
Para los griegos es un modo peligroso de poseer, pero no deja de
serlo. También puede surcar el cielo, y eso es un modo de tener el
aire (un temporal es algo no tenido por el hombre, sino sufrido por
él). Pero de todas maneras de la lluvia el hombre se apodera.
También la lluvia pasa a ser del hombre en tanto que es aprovechada
para que crezca un cultivo71.
Visto filosóficamente, eso que se llama mundo humano, o
mundo técnico, es posible justamente porque el hombre tiene según
su cuerpo, que es potencial. Es decir, un cuerpo capaz de establecer
relaciones de producción y de tenencia.
La antropología y la sociología enteras de K. Marx son una glosa
del hombre como habitante: lo muestran su interpretación del
trabajo como único creador del valor, su idea de la explotación y la
teoría de la plusvalía72. La antropología de Marx es materialista
porque se limita a considerar el hábito predicamental, es decir, la
posesión corpórea. Marx no tiene en cuenta otras dimensiones u
otros modos del tener humano. Nótese que desde Aristóteles, o si se
prefiere desde Pitágoras, o mejor, desde la formulación sistemático-
71
El hombre posee en cierto modo la tormenta al construir el pararrayos.
Repárese que el beber agua y el respirar no corresponden al hábito
categorial.
72La teoría del trabajo y la plusvalía se encuentran expuestas principalmente
en el Manuscrito económico y filosófico de 1848 y en El capital, publicado en
1867 en Hamburgo.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 130
filosófica que hace Aristóteles de la sentencia de Protágoras, queda
neutralizada la pretendida originalidad de Marx.
Feuerbach dice que el hombre debe desalienarse recuperándolo
todo: eso es una filosofía del tener73. Feuerbach es un sensista, pues
el tener en definitiva se resuelve para él en el tener corpóreo. El
tener córporeo humano no es despreciable de ninguna manera; pero
quedarse sólo con él afecta a la integridad del hombre, porque el
hombre no sólo es un cuerpo, no sólo es un habitante. Piénsese lo
que dice San Pablo: "Esta ciudad que habitamos no es permanente".
Esperamos una morada eterna: la resurrección de la carne. Un
cuerpo resucitado será un cuerpo habitante. ¿De qué? Sin duda, de
un mundo enormemente superior al actual. Pero de un mundo
relacionado con un cuerpo. Por eso se suele sostener que el cielo es
un lugar desde el punto de vista corpóreo. Y también el Señor lo
decía: "Iré a preparar unas moradas para vosotros"74 .
73
Esta doctrina se encuentra desarrollada a lo largo de la obra La esencia del
cristianismo.
74 S. Juan, 14, 2.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 131
Propiedad
El carácter habitante del hombre contiene muchas
dimensiones éticas que ahora se pueden afrontar con más precisión.
Por ejemplo, es posible proponer una ética filosófica de la propiedad,
porque hemos averiguado que ser propietario es inherente al
habitar. El hombre es capaz de tener cosas, y como el tener corpóreo
no es un tener aislado, porque el cuerpo está unido al alma, y la
sustancia humana a la persona, el carácter posesivo del cuerpo
humano es comunicado a las cosas que posee como una cierta
efusión. Ya he dicho que la persona es manifestativa.
Pero hay más. El hombre no se limita a tener cosas, sino que
comunica esa tenencia a las cosas que tiene. Existen relaciones de lo
tenido, que son también intermediales, según las cuales siempre un
utensilio humano remite a otro. Hasta cierto punto, las cosas que el
hombre hace se poseen entre sí: constituyen una especie de
entramado relacional. No es solamente que el hombre tenga cosas,
sino que las cosas que tiene constituyen un plexo. Por eso existe un
mundo humano.
Decíamos antes que el hombre no se adapta al ambiente.
Añadimos que el hombre tiene un mundo propio. Que exista un
mundo humano quiere decir que existen correlaciones entre las
cosas que el hombre hace; las cosas no solamente están adscritas al
cuerpo; es decir, el hombre es un habitante en tanto que refiere
cosas a sí mismo según su corporalidad, pero también es habitante
en la misma medida en que es capaz de establecer relaciones entre
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 132
las cosas que él tiene. Este segundo aspecto del hábito categorial fue
vislumbrado por un escolástico español que se llama Juan Sánchez
Sedeño75. En nuestro siglo quien mejor lo ha desarrollado es Martín
Heidegger. En Ser y Tiempo, su primera gran obra, los primeros
capítulos son una glosa de lo que él llama ser en el mundo, que es
exactamente lo que entendía Aristóteles por héxis categorial, y lo que
entendía Protágoras por "ser medida de todas las cosas".
Dando a esas cosas, de que se es medida, relaciones de
instrumentalidad entre sí, se constituye un plexo. La complexión de
útiles no se puede escindir; aislar un útil, un instrumento, del
complejo de instrumentos, es anular su carácter de tal. Por eso, la
propiedad privada es de derecho natural; pero no es absoluta,
porque lo que cada uno puede poseer pertenece a un plexo, a una
totalidad. (Heidegger emplea la palabra Ganzheit.)
Se podría describir el plexo tomando como ejemplo el martillo.
El martillo es para clavar, es decir, el martillo es un instrumento que
el hombre tiene en la mano; es algo tenido en un sentido activo, más
activo que el traje - que también es tenido en un sentido activo: para
protegerse del frío -. Pero el martillo remite al clavo; si no hay clavos,
el martillo no sirve para nada. Y el clavo remite a la madera. Si no hay
algo que unir o ensamblar, los clavos tampoco tienen sentido. Lo que
se haga martilleando clavos en madera, por ejemplo, una mesa,
requiere, por otra parte, que la madera haya sido cortada y aserrada,
y luego acoplada con clavos, o con instrumentos semejantes. La mesa
75 Sánchez Sedeño se ocupa del hábito categorial en el Libro VI de su
Exposición de la lógica de Aristóteles, Salamanca 1600.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 133
a su vez, ¿para qué es? Para colocar cosas en ella. La mesa es para
colocar la vajilla, y la vajilla toda ella también remite entre sí: los
tenedores, la cucharas, los platos, todo eso presenta relaciones de
interdependencia, de interconexión. Y ello es peculiar de todo el
mundo humano, y con mayor intensidad de sectores suyos.
El mundo humano es característicamente un plexo. La
propiedad privada se refiere a él. Cabe un uso virtuoso y cabe un uso
vicioso de la propiedad privada entendida como una institución ya
regulada por el derecho. Si la propiedad privada es tal que va en
contra de la totalidad del plexo de útiles, si es una adscripción que
empobrece la completitud medial, entonces es injusta, y su ejercicio
vicioso; asimismo, si la propiedad se atribuye sólo a unas pocas
personas, se atenta contra su sentido ético natural.
La sociedad se corresponde con el mundo humano. Las
relaciones sociales son posibles por las adscripciones y por las
interrelaciones; así aparecen tipos humanos caracterizados por los
llamados "roles". Un rol social es el desempeño de ciertas funciones
relativas al mantenimiento de la complexión medial. Como se
requieren zapatos, hay el rol de zapatero; así se configuran los oficios
humanos. Oficio viene de la palabra latina officium, que significa
deber, aquello que se debe hacer. Este deber no es sólo jurídico: es
moral. Aunque no es la única, es una obligación moral perfeccionar el
plexo medial. Desde luego, es obligado mantenerlo, no dejar que se
empobrezca o que se arruine. El hombre debe emplear una gran
gama de sus energías en el mantenimiento de su mundo, que es un
mundo común porque consta de muchas instrumentalidades
relacionadas. Estas instrumentalidades interrelacionadas se
corresponden con las actividades de una multitud de personas
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 134
humanas, para las cuales ese mundo es común: una parte del bien
común.
Las cosas humanas son tenidas en común, aunque por motivos
funcionales se adscriban a unos individuos o a otros; y eso es la
propiedad. La propiedad es relativa. La formulación "el hombre es
absolutamente propietario de útiles desde el punto de vista
individual" es falsa. En rigor, la propiedad es institucional, no
individual. Hay muchos defectos de organización social que se deben
a no tenerlo en cuenta. El dictamen sobre esos defectos es de índole
ética; pero está apoyado en las características complexivas del
mundo humano. En el mundo humano pueden aparecer muchos
fenómenos antiéticos, por ejemplo la marginación. A una persona a
la que se le diga: "Usted no tiene absolutamente nada que hacer,
usted es un inútil completo, no le acepto como cohabitante, sino que
le expulso o neutralizo: usted se queda ahí pero no hace nada", se le
margina del mundo humano.
Gran parte de los derechos humanos, tal como están
formulados, están referidos a esto. Por ejemplo, son derechos del
que habita, del ser humano en tanto que corpóreo, el derecho a
desplazarse, a cambiar de habitación, a la libre circulación en un
territorio.
Ha existido hasta hace poco una radical negación de este
derecho en la antigua Unión Soviética. En ella no había derecho a
cambiar de domicilio, sino que el hombre estaba adscrito a un lugar y
para poder desplazarse dentro del país necesitaba un pasaporte o la
autorización de un funcionario. Voy a relatar una anécdota ocurrida
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 135
hace unos años hablando con unos ciudadanos rusos soviéticos (la
tomo, adaptándola, de C. Moeller).
Preguntaron los rusos:
- ¿Tienen ustedes por casualidad vacaciones?
- Sí, tenemos vacaciones.
- ¿Y qué hacen ustedes en las vacaciones?
- Pues miren - uno que vivía en Madrid dijo -: yo me voy a
Málaga, que está a unos 500 km. de Madrid.
- ¡Ah!, o sea que recorre usted 500 km., y ¿cómo lo hace?
- Pues con un automóvil.
- Entonces hay carretera hasta Málaga.
- Sí. ¿En Rusia no hay carreteras?
- Pero, un momento, ¿le basta para llegar llenar el depósito de
gasolina?
- Sí, o tomo gasolina en el camino en una estación de gasolina.
- ¡Cómo!, ¿o sea que hay estaciones de gasolina en las
carreteras?
- Sí las hay, y si quiero o me falta gasolina, la compro en la
gasolinera.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 136
Entonces concluyeron los ciudadanos soviéticos:
- Nos está usted mintiendo. Eso es imposible...
¿Por qué imposible? Porque la idea de que un occidental fuera
de vacaciones en automóvil, es decir, que cambiara su domicilio sin
pedir permiso a nadie, no la entendían - ellos no lo podían hacer y les
resultaba difícil concebirlo - porque vivían en un mundo
compartimentado (inhumano). Además, que hubiese carreteras
transitables y muchos automóviles y gasolineras en medio del campo
era todavía más insólito, porque las gasolineras situadas a lo largo de
las carreteras comportan la descentralización comercial; es decir, que
no es necesario comprar los alimentos en los grandes almacenes
centrales (otra manera de adscribir a la gente al territorio). Si no hay
un sistema comercial que permita trasladar productos de un sitio a
otro, los trabajadores de la gasolinera tendrían que ir al gran
mercado central a comprarlos. Ante ese cúmulo de inverosimilitudes,
dijeron los soviéticos: "Nos está usted mintiendo, nos está mostrando
una situación imposible; eso no existe en ninguna parte". Cosas como
ésta pueden ser asunto de sociólogos, de economistas o de juristas,
pero en el fondo se trata de un problema ético.
El derecho de libre circulación es un derecho humano,
precisamente porque el hombre es habitante de un mundo. Cambiar
de ocupación, de rol, dentro del plexo medial, es decir, dentro del
mundo, debe ser posible; lo contrario se toma como cosas de
esclavos: el no poder trabajar en otro lado es servidumbre. La
libertad de trabajo es trabajar donde uno quiera. Cambiar de
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 137
ocupación o de lugar de trabajo, de empresa, es un derecho del ser
humano, precisamente por ese modo del tener que llamamos
habitar. En la práctica, este derecho está vinculado con otra cosa: ser
capaz de cambiar de ocupación, de desempeñar otro oficio requiere
ser apto. Pero sin un sistema educativo adecuado, adquirir nuevos
conocimientos es difícil.
Pongamos un ejemplo: en España hay un problema bastante
serio, que es el problema de los mineros. En Europa hay excedentes
de casi todo, y muchas de las minas de carbón españolas que están
en Asturias, en el norte de España, producen poco y caro, con vetas
de carbón estrechas o profundas. Ante la competencia de otras
minas, mucho más productivas, parece conveniente cerrarlas. Esto es
la reconversión, palabra técnico-económica. Pero los mineros (que
son del orden de 20 ó 30 mil), en gran parte mineros de tajo, que
trabajan extrayendo carbón, ¿dónde se colocan si no saben más que
hacer eso? ¿Qué derecho a la libertad de trabajo tienen, cómo
pueden cambiar de rol si no están capacitados para ello?
Son problemas de organización. Un minero ocupa un lugar en
el plexo porque el carbón es un utensilio, algo que el hombre utiliza
en relación con otras cosas. El carbón es para los altos hornos o bien
para las térmicas; las térmicas son para producir electricidad; y la
electricidad para alumbrar o para mover un motor. Todo está
relacionado. Por tanto, no se puede decir que el carbón sea valioso, o
útil, un instrumento humano, aislado: aislado no sirve para nada; el
carbón sirve cuando se le pone en relación con otras cosas. En el
mundo actual - en nuestro mundo, de finales del siglo XX - ha
aumentado la complicación, la densidad de las interrelaciones de un
modo desorbitado; y organizarlas es difícil: se dan todo tipo de
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 138
disfunciones. Esta tarea es de índole ética. Evidentemente, es
también asunto técnico, pero, en rigor, es de índole humana. Por eso
la tecnología se subordina a la ética. Puede hacerse mejor o peor, lo
cual tiene significado ético. No se crea, insisto, que la ética es un
añadido: lo atraviesa todo, no se puede formular ningún asunto
humano sin que la ética salga al paso.
El correcto funcionamiento de la economía implica lo ético, y
cuando algo funciona mal hay que afirmar que alguien no ha
cumplido con su deber, o que ha habido cohecho o abuso, o que
alguien se ha quedado con todo, o que se ha tratado despóticamente
los demás considerados como pura fuerza de trabajo. Todo esto es
problema de organización, pero es también un problema ético.
Lo que mueve, el gran motivo para intentar organizar mejor el
habitar humano es ético. Pensar que el hombre se reduce al logro de
objetivos tácticos es una equivocación profunda y por tanto es
éticamente incorrecto. Recuérdese la frase de Talleyrand cuando
Napoleón, en 1804, mandó - abusando de su poder - a unos soldados
suyos que invadieran un territorio no francés para fusilar al Duque de
Enghien. Talleyrand - que era uno de los ministros de Napoleón - dijo:
"Esto ha sido peor que un crimen. Ha sido un error".
El error y lo antiético están muy próximos. El error sobre el
hombre, la falsa apreciación de los fines de su actividad, da lugar
muchas veces a comportamientos inmorales. El hombre es débil y
cede a solicitudes placenteras que no son correctas; pero los errores
en la formulación de la ética se deben a errores sobre su modo de
ser. Por ejemplo, éticamente el marxismo es incorrecto porque se
basa en la absolutización del carácter de habitante del hombre. ¿Es
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 139
un error decir que el hombre es un habitante? No lo es. ¿Es verdad
que el hombre sólo sea un habitante? Es un reduccionismo
ontológico muy grave.
Modos superiores de poseer
El hombre no sólo es un habitante según su tener corpóreo.
También tiene según lo que se llama operación inmanente. Lo
describiré brevemente. Lo conocido está en el acto de conocer, es
tenido por él. No se podría construir un mundo humano sin esta otra
posesión, que es superior, más íntima, ya que lo conocido en tanto
que conocido sólo está en el acto de conocer; por lo tanto, no es una
mera adscripción, como el tener corpóreo. El conocimiento no se
adscribe cosas, sino que lo conocido en tanto que conocido es idea, y
en principio no está más que en la mente. Con todo, aunque las ideas
son tenidas por el acto de conocerlas, con ellas se regula la conducta
práctica.
El hombre no podría tener corpóreamente o tendría de un
modo muy precario -como los homínidos- si no conociera ideas.
Tomás de Aquino76 lo dice taxativamente. "Al que actúa - actuar es el
ejercicio de actividades en orden a la constitución del mundo
habitable - lo primero que hay que pedirle es que sepa", porque a
ciegas no se puede hacer nada. Si no poseyéramos ideas, tampoco
76
Tomás de Aquino, Quaestio disputata de virtutibus cardinalibus, q.un., a.1,
c.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 140
podríamos poseer cosas. En rigor, para que la posesión de un traje, o
de una habitación, sea una verdadera posesión, hace falta que se
conozca; si no, sería una posesión inconsciente, y no podría ser
incrementada o transmitida.
También el conocimiento es susceptible de consideración ética.
Hay vicios y virtudes intelectuales. Los vicios intelectuales son
fundamentalmente dos: la curiosidad y el error.
La curiosidad se describe como el afán por conocer cosas que
no merecen ser conocidas77. Es un empleo ocioso del intelecto
ocuparse de cosas insignificantes o poco pertinentes. Es atentar
contra la nobleza del intelecto, abierto al conocimiento de la verdad,
restringirlo al conocimiento de ruindades. Sin embargo, en este vicio
se incurre con frecuencia: por ejemplo, las conversaciones o
chismorreos - femeninos y masculinos - en que se habla de tonterías.
Otros ejemplos de curiositas son el abrir la correspondencia de otro,
la murmuración o el dar crédito a simples rumores.
Los parloteos son un uso indebido de la mente y del lenguaje.
Ocuparse de estupideces, los pequeños comadreos, el tratar con
énfasis cosas que no tienen importancia, es un vicio muy extendido.
Hay conversaciones entre gente joven dedicadas a naderías: que si
fulanito se ha comprado una moto", que "si esa moto tiene 250 cms.
cúbicos"; vana ostentación mezclada con alguna dosis de envidia.
77
Tomás de Aquino, S. Th.,II-II, q.167, a.1 y 2.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 141
En cambio, la afición de saber es hondamente humana; como
dice Aristóteles, "todos los hombres desean por naturaleza saber"78.
El afán de saber es una virtud. Lamentablemente, hay gente que se
aburre o que desiste de conocer más por desconfiar de la capacidad
de alcanzar la verdad. Con todo, "la virtud está en el medio"79.
Tampoco se debe exagerar en esta materia; no conviene absolutizar
el afán de saber de tal manera que con eso uno se excluya del mundo
práctico, o se olvide de las necesidades del prójimo.
El afán de saber es virtuoso cuando se trata de conocer cosas
reales enjundiosas; si no lo son, es curiositas. Elucubrar por elucubrar
puede valer como entrenamiento; pero conformarse con ello es un
mal uso de la mente.
El error es un vicio de la inteligencia que se define como el
atreverse a afirmar lo que no se sabe, cosa que muchas veces
hacemos: los pedantes hablan de lo que no saben con seguridad: con
eso se induce al otro a equivocaciones y ello es claramente malo. Por
desgracia, algunos periodistas propagan noticias sesgadas por un
defecto de información.
Cabe un uso bueno o malo de la inteligencia en cuanto que es
capaz de teorizar. Pero cuando la relevancia ética del conocimiento
se ve mejor es a la hora de su aplicación práctica.
78 Aristóteles, Metafísica, 980a.
79 Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1107a 6-8.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 142
Si uno sabe actuar, pero no actúa como sabe, defrauda por
pereza. Es el hombre chapucero, que no emplea todo su talento en lo
que tiene que hacer o no acude a informarse suficientemente para
hacerlo mejor, si es que de momento no lo sabe. Aquí aludiré a un
gran tema: la conciencia moral en relación con el error. Actuar con
conciencia errónea puede no ser una falta moral si el error es
invencible. Pero es ilícito actuar con dudas de las que no se quiere
salir, como el que dice: "Yo no estoy seguro de si esto es bueno o es
malo; sin embargo, lo voy a hacer; voy a actuar sin tener en cuenta
todas las consecuencias previsibles de mis actos, sino solamente unas
cuantas: las otras las olvido."
Un caso claro es no tener en cuenta los efectos secundarios
perversos; con frecuencia la ignorancia es culpable, un cerrar los ojos
ante el conjunto de consecuencias que se van a seguir de una
actuación emprendida de acuerdo con un conocimiento limitado,
olvidando aspectos integrantes de los efectos que va a tener la
acción. Por ejemplo: "Vamos a verter en este río residuos de una
fábrica de papeles":
- Hay algo que tiene usted que pensar.
- No quiero pensar en ello.
- Tiene usted que pensar que con eso mata usted todos los
peces del río.
- Eso no me importa, no lo tengo en cuenta.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 143
Actuando de esa manera se estropea el plexo medial, puesto
que, insisto, el habitar es común, es la red total; si un hombre o un
grupo humano, ejerciendo una serie de actividades, perjudica a
otros, o a otro tipo de actividades, por no emplear el suficiente
conocimiento y reducir su radio de intereses, ha incurrido en
ignorancia culpable o en ignorancia afectada, que muchas veces es lo
mismo:
- No lo sabía...
- Lo debería saber; y por no enterarse ha provocado una
catástrofe.
- Lo siento mucho, yo intentaba otro resultado.
Como es obvio, en la práctica es imposible preverlo todo. Por
eso, la ignorancia inculpable se corresponde con la llamada
información incompleta. Sin embargo, al actuar es menester un
fuerte sentido de responsabilidad. No hay que ser presuntuosos: si
no se sabe hacer una cosa o no se está dispuesto a hacerla, dígase, o
consúltese para superar esa ignorancia. En el mundo de los negocios
hay gente que se mete en ellos sin saber más que un postulado muy
elemental: que si uno consigue una cosa barata y la vende cara gana
dinero. Con eso se cree saber lo que es un negocio. Si se aduce:
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 144
- Es irresponsable ganar dinero sin incrementar el plexo de
medios, el negociante alegará:
- Esa observación es irrelevante en mi caso. Hay unos
garbanzos muy baratos en China: yo los compro y los vendo aquí tres
veces más caros. He de aprovechar la oportunidad.
La información privilegiada y las leyes del mercado permiten
grandes negocios ocasionales. Para acometer negocios con seriedad
hace falta una alta formación, saber los efectos que con ello se están
produciendo en el plexo. En una importación ocasional, por ejemplo,
hay que tener en cuenta las consecuencias; se debe pensar: ¿a
cuánta gente arruino de esa manera?, ¿estoy actuando en forma de
dumping? Algunos negocios sólo son posibles si comportan dumping.
Pueden parecer provechosos, pero a la larga no lo son.
Hay actividades que, introducidas en un mundo, lo desarreglan.
Aunque tengan alguna ventaja particular, esa ventaja no paga el
estropicio global que causan. Esa actuación ha sido inmoral, injusta si
se quiere. El economicismo es el uso descoyuntado de un saber
parcial.
Es extraordinaria la importancia que tiene el conocimiento para
la ética. No se trata de proponer un intelectualismo ético; o de
sostener que basta el saber que una cosa es mala para no hacerla. No
basta la inteligencia, porque interviene también la voluntad. Pero el
conocimiento es un ingrediente necesario para la acción, y si se niega
el conocimiento debido, se incurre en responsabilidad. Un alumno
que amortice cinco años de su vida en la carrera de derecho y sólo
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 145
estudie un mes al año, está defraudando, aunque, por suerte, haya
aprobado, porque no se ha preparado para el ejercicio de su
profesión por pereza, por no estudiar. El estudio también tiene un
sentido ético - no hay nada que no lo tenga -. Cabe alegar que, así
entendida, la ética es abrumadora. Todo lo contrario: la ética se
ocupa de la felicidad y señala sus condiciones inexcusables. En este
caso no se trata de que uno durante la carrera no haga otra cosa que
estudiar, sino que el matricularse ahora y empezar a estudiar dentro
de siete meses es notoriamente antiético, y a medio plazo no
felicitario.
El hombre como sistema libre
Aplicando al ser humano la teoría de sistemas, que a veces se
emplea - aunque de una manera reductiva - para fines organizativos,
podemos distinguir, siguiendo a J.A. Pérez López, tres tipos de
sistemas: sistemas cerrados, sistemas abiertos y sistemas libres.
Los sistemas cerrados son aquellos que tienen sólo una
situación de equilibrio; por tanto, son capaces de reaccionar al
estímulo de manera que se recupere el equilibrio. Son los sistemas
que estudia la mecánica.
Los sistemas abiertos son aquellos que son capaces de
aprender y, por tanto, tienen más de una situación de equilibrio,
pues su aprendizaje tiene un sentido ascendente. Todas las
situaciones de equilibrio son correctas, pero unas son mejores que
otras. Un caso especial de sistema abierto es la evolución.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 146
Los sistemas libres son aquellos susceptibles de aprendizaje
positivo y negativo. El sistema libre es el más complejo: es el sistema
formado, en primer lugar, por cada uno de nosotros; y en segundo
lugar y de una manera consecutiva, por organizaciones o sociedades
humanas. Las personas libres, capaces de aprendizaje positivo
(virtudes) y negativo (vicios), interaccionan para constituir
sociedades: y eso quiere decir que el hombre no es simplemente
individuo de la especie y que tampoco agota la especie. Por eso, la
pluralidad de sujetos, de personas, interactuando, forman
sociedades. Las sociedades también son sistemas libres, susceptibles
de mejorar o de empeorar, de decadencia o prosperidad.
Estos tres tipos de sistemas no son exactamente excluyentes,
ya que en el ser humano los tres sistemas funcionan. Pero sería un
error no admitir el tercer tipo y encerrar al hombre en el primero o
en el segundo, de acuerdo con el cual se formula la ideología
progresista. Evolución e historia son procesos diferentes que no cabe
englobar en el mismo tipo de sistema.
Si nos limitáramos a considerar al hombre como un sistema
cerrado o un sistema abierto, pero no como un sistema libre, habría
muchas dimensiones del ser humano que no entenderíamos.
Formularíamos una antropología reduccionista, que confundiría al
hombre con el animal o con un ser simplemente natural o físico. Para
evitar reduccionismos, es menester justamente introducir la
capacidad de aprender, de ejecutar acciones diferentes, y admitir la
alternativa virtud-vicio.
Siempre se ha de tener en cuenta que el hombre es
sumamente complejo. Por eso, es necesario formular la ética como
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 147
una ciencia acerca del hombre, que en principio es filosófica.
Expresada en aforismos, elaborada a partir de Sócrates de manera
intuitiva, y de modo sistemático por Aristóteles, la ética es la ciencia
que considera el hombre como sistema libre.
Si el hombre no fuera un sistema libre, sino un mero sistema
abierto - incapaz de empeorar -, la ética no haría ninguna falta.
Aunque también es claro que las sociedades pueden empeorar o
mejorar, sin embargo, las teorías que se han dado en la edad
moderna para explicar los cambios sociales suelen ser optimistas y
entienden la sociedad como un sistema abierto. Es el caso de la
llamada teoría del progreso: "Siempre la historia, la sociedad, irá a
mejor, siempre conseguiremos más logros y una organización más
humana". La doctrina del progreso procede de la Ilustración, y
todavía está bastante vigente, aunque ahora hay algunas posturas
entre filósofos, o intelectuales, que son una crítica a la teoría del
progreso: teorías catastrofistas, según las cuales "el aprendizaje
histórico es siempre negativo; un antiprogreso que destruye nuestras
posibilidades de viabilidad, incluso ambiental". Ahora bien, un
sistema que por su propio funcionamiento empeore siempre y
necesariamente, no existe en este mundo; en todo caso, sería una de
las posibilidades de un sistema libre siempre que no pudiese cambiar
de sentido la orientación del sistema: un sistema libre, que puede
mejorar y empeorar, si después de empeorar siguiera empeorando y
no pudiese dejar de hacerlo, se transformaría en la antítesis de sí
mismo.
Un ser humano o una sociedad que entran en un proceso de
aprendizaje negativo son capaces, aunque con gran esfuerzo, de salir
de esa línea. El que tiene conciencia histórica conoce el florecimiento
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 148
de las culturas y su decadencia; pero decaer no es necesario, no
constituye un tipo puro de sistema, es sólo una posibilidad de un
sistema libre, una eventualidad del sistema que a medida que se va
estropeando no puede cambiar su orientación sin convertirse.
La ética se mueve en la alternativa de lo éticamente positivo y
de lo éticamente negativo - virtudes y vicios, el bien y el mal -. El
sistema que sólo tiene una situación de equilibrio es el sistema
cerrado; los demás tienen varias situaciones de equilibrio que
pueden ir mejorando con el aprendizaje; pero un animal no puede
aprender negativamente (domesticado sí, pero eso exige la influencia
de un ser superior a él).
Equilibrio del sistema libre: la felicidad
Las situaciones de equilibrio del sistema libre son múltiples,
más variadas que las del sistema abierto, pues están afectadas por la
intensificación del aprendizaje, y además por el hecho de que éste
puede ser de un signo o de otro. Según esto, se puede plantear el
tema de la felicidad, que es uno de los grandes temas éticos. La
noción de felicidad se puede entender, de acuerdo con este
planteamiento, como el estado de equilibrio preferido. El estado
preferido por un sistema, si el sistema es libre, puede ser erróneo:
eso es lo mismo que decir que la noción de felicidad depende de las
mismas características del sistema. En efecto, un sistema libre no
tiene en el tiempo un estado de equilibrio permanente: es el sistema
más dinámico y, por tanto, más abierto al futuro. Puedo pensar: soy
feliz porque tengo mucho dinero, aunque ese dinero lo haya ganado
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 149
injustamente; o bien, no soy feliz del todo porque en cualquier caso
esas situaciones de felicidad son relativas: son estados del sistema
que siempre pueden ir a más o menos, a mejor o a peor. Es la
inseguridad vital. La ética se ocupa de reducir la inseguridad
mejorando la capacidad evaluativa de las situaciones positivas de
equilibrio. Esta mejora es necesaria para la consistencia del sistema
libre.
Los clásicos entienden por felicidad "la situación psicológica
que se corresponde con la posesión del bien deseado". Ese bien se
desea por encima de cualquier otro o se considera suficiente. Por
tanto, es claro que la noción de felicidad equivale a la de situación de
equilibrio preferido. Santo Tomás desarrolló el asunto con la lucidez y
el rigor que le son propios. Afirma que si se trata de un bien que
implique la posibilidad de perderlo (que es lo que ocurre a todos los
bienes materiales), no se puede decir que la felicidad sea completa,
pues no cabe ser feliz albergando a la vez el temor de dejar de serlo
por la pérdida del bien. La felicidad en la que pueda fallar el término
de ella, es decir, el bien, no es entera; por tanto, aquellos que ponen
la felicidad, o la hacen consistir en poseer cosas materiales, no la
entienden ni la alcanzan. Se condenan a no poder ser completamente
felices. Por consiguiente, lo único que al hombre puede hacerle feliz
es el bien imperecedero, y por tanto inmaterial. El bien tiene que ser
infinito, espiritual y eso es Dios: lo único que puede hacer
enteramente feliz al hombre es la posesión de Dios, gozar de El,
porque Dios es un bien espiritual incorruptible, eterno, y además
infinito, que colma todos los anhelos del corazón humano.
Esta consideración psicológica de la felicidad es bastante obvia,
pero no conviene olvidar que el hombre es un sistema libre. Sólo así
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 150
se introduce correctamente con la felicidad una noción plenamente
ética: la noción de bien.
La felicidad abre el tema del bien; si el hombre no pudiera ser
feliz, es decir, si no existiera el bien, la ética tampoco tendría sentido.
El bien se puede considerar como algo externo al sistema libre, que
se puede alcanzar y, por tanto, que se puede poseer; pero si la
posesión del bien es el primer tipo de tener, es decir, la posesión
corpórea, no basta, porque no es inmanente, y no se puede decir que
se alcanza y se tiene el bien si no satura la capacidad de entender. Un
bien simplemente corpóreo es término de una tenencia instrumental
y no es exactamente final sino medial. Pero el bien pleno
psicológicamente es el fin.
La consideración científica global de la ética consta de tres
dimensiones. Ante todo, dos grandes temas: los bienes y las virtudes.
Debemos tener en cuenta que la ética de virtudes y la ética de bienes
no son dos éticas, sino dos dimensiones de la ética. Una tercera
dimensión de la ética es la ley, la norma moral. Por tanto, también
cabe hablar de ética de normas. La ética completa ha de ser una ética
de bienes, de normas y de virtudes.
En esta vida no se puede alcanzar el bien eterno del todo (sólo
tras la muerte corpórea). Es preciso conducir la vida presente de una
determinada manera con vistas a él. Así se introducen las normas en
la ética: desde la intención psicológica de alcanzar el bien supremo
que proporciona la felicidad. El bien eterno es el fin de la vida. Desde
este punto de vista, la ética consistiría en cumplir una serie de leyes:
si se actúa de acuerdo con ellas, después se poseerá ese bien; si no se
actúa así, las acciones son malas, prohibidas, y el bien no se
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 151
alcanzará. Este planteamiento es correcto, pero demasiado sumario,
y se presta a un malentendido: inclina a pensar que el hombre no
puede ser feliz mientras tiene que cumplir normas, pues éstas le son
molestas. Cumplir leyes morales no hace feliz ahora, porque son sólo
medios para conseguir el bien, sin ser enteramente coherentes con el
bien. En rigor, podía llegarse a pensar, como el positivismo normativo
ético, que son condiciones arbitrarias puestas por una voluntad
enigmática. Entre la ética de normas y la ética de bienes se abre así
una dualidad. Según el voluntarismo positivista ético, las normas son
medios - conditiones sine qua non - sin justificación intrínseca,
normas que podían haber sido otras; o, como decía Ockham, "mala
quia prohibita"80, las acciones son malas sólo porque están
prohibidas, Dios podría haber mandado lo contrario al Decálogo, y las
normas de suyo no son ni buenas ni malas. Por tanto, la ética de
bienes no es la ética de normas, o su relación es arbitraria. Esta
postura, que no entiende la voluntad divina, y menos aún la voluntad
humana, se menciona porque destruye la complexión interna de la
ética.
Bien y virtudes
Las virtudes fortalecen la capacidad humana de posesión del
bien, y en ese sentido también forman parte del bien, son buenas;
por tanto, son imprescindibles para completar la consideración
psicológica del tema de la felicidad. Desde luego, es preciso que el
80
Ockham, G., IV Sent., 9; III Sent., 12.2.22.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 152
bien sea eterno, que no falle o se desvanezca, que sea infinito, que
satisfaga todas mis aspiraciones o todos mis deseos espirituales, que
no haya nada superior a él. Si el bien no fuera así, no podría satisfacer
del todo la tendencia espiritual del hombre, que es potencialmente
infinita. Con todo, el bien puede ser espléndido, sumamente
atrayente; pero si se trata de un sistema libre, siempre queda la
posibilidad de que el sistema libre diga: "lo quiero, pero no
completamente". El bien es amable, pero una cosa es que sea
amable, y otra es que sea necesariamente amado; por tanto, el
mismo sistema libre ha de tener la garantía de que su adhesión a él
sea suficientemente firme: porque si no, no puede ser feliz: no por
culpa del bien sino por parte suya. Con otras palabras, no basta con
que exista lo que al hombre le puede hacer feliz. Hace falta también
que el hombre sea capaz de ser feliz. Son dos consideraciones
coherentes: una sola no basta, no es suficiente. Es preciso que el
sistema libre sea capaz de alcanzar sin oscilaciones su estado de
equilibrio supremo.
El hombre es capaz de ser feliz: todos lo sabemos, simplemente
por la aspiración a la felicidad, que es innata en nosotros. El que no
seamos enteramente felices no quiere decir que la felicidad no exista
desde el punto de vista del bien: sin embargo, la felicidad podría no
existir si yo fuese incapaz de ser feliz, pues para ser capaz de ser feliz,
admitido que existe el bien supremo, es menester no sólo que me
dirija a él o me lance hacia él con el deseo, sino que cuando esté en
su presencia esa conjunción sea tal que yo no pueda tener por mi
parte ningún temor a desistir, a desdecirme, desprenderme o
aburrirme. No aburrirme quiere decir que en mi adhesión a él no hay
debilidad. Por tanto, ser capaz de ser feliz quiere decir que se es
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capaz de amar. No es sólo poseer el bien, llegar a él, y que él se me
dé sin que haya ningún inconveniente por su parte en que yo lo
posea. No basta con eso; es menester que mi aferramiento o
posesión sea también total. Dicha posesión inamovible es lo peculiar
de la tercera dimensión posesiva del hombre: la virtud.
Ética y virtud
Las virtudes morales fortalecen la voluntad: son hábitos
perfectivos de la voluntad y, por serlo, fortalecen la capacidad de
adhesión de la voluntad, es decir, la capacidad de amar; en cambio,
los vicios empobrecen la voluntad, la estropean, y por tanto
disminuyen la capacidad de amar. Por eso, el que tiene vicios no
puede ser feliz, o lo es muy poco porque puede amar también muy
poco.
La ética no es unilateralmente la ciencia del bien; tampoco es
sólo ética de normas o meramente instrumental; la ética también se
ocupa del amor, es decir, de la adhesión al bien "que no falte el bien
y que yo no le falte al bien". Pero si es preciso no faltarle al bien, el
cumplimiento de las normas no puede ser puramente fastidioso,
como si fueran producto de una voluntad arbitraria. Las normas ellas
mismas también son amables, y así lo dice Tomás de Aquino81; pero
esto sólo se sabe cuando se tienen virtudes.
81
Tomás de Aquino, S. Th., I-II, q.107, a.4 ad 2m et 3m.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
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El hombre que no es virtuoso cumple las normas a
regañadientes. En cambio - dice Tomás de Aquino - el que es virtuoso
las cumple con facilidad porque, en rigor, las normas son para la
libertad. Las virtudes aumentan la capacidad de ejercicio de la
libertad - aquí se ve que un sistema libre es superior al sistema
abierto -. El amor es enteramente libre. No consiste solamente en ser
atraído por un bien inmenso que arrebata; de lo contrario, el hombre
no sería más que un sistema abierto. Eso lo dice a veces Aristóteles82,
pero no es muy coherente con su ética de virtudes.
Ética estoica
En las doctrinas éticas no siempre se ha atendido a las tres
dimensiones citadas y, en ocasiones, se han escindido. Vemos
algunos ejemplos. El primero es, justamente, aquella postura ética
que atiende sólo a las virtudes. Tal ética no es completa. Además,
cuando se quiere hacer una ética sólo de virtudes tampoco se tienen
en cuenta todas ellas. Es el caso de la ética del estoicismo, que tiene
su primera aparición en el siglo IV a.C. y continúa hasta finales del
siglo III. El estoicismo aparece de nuevo en el Renacimiento y en el
siglo XVI (Montaigne); en España es fuerte la influencia de Séneca.
82 Aristóteles, Metafísica, XII, 1072b 3. La libertad para el Estagirita sólo
tiene que ver con los medios, como se desprende del libro III de la Ética a
Nicómaco.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 155
La doctrina moral de los estoicos está en íntima relación con su
cosmología, que es un materialismo panteísta dinámico: todo lo que
existe es corpóreo y animado por leyes que ellos consideran
racionales o lógicas. Lo racional también es corpóreo. De eso se sigue
que esas leyes son necesarias, y que vinculan entre sí a todos los
cuerpos. El lógos según el cual las cosas acontecen se entiende como
fatalidad y a la vez como fuego, que mueve y consume (ello comporta
la idea de eterno retorno: todo se repetirá siempre igual).
Entre los seres vivientes, el hombre es el que más participa del
lógos. Está constituido por un cuerpo y un alma, la cual, siendo
también corpórea, es un fragmento del fuego cósmico, que penetra
el organismo vivificándolo. En el alma cabe distinguir varias partes. La
central, a la que los estoicos llaman hegemónica, coincide con la
razón: tiene la capacidad de percibir y de asentir. Además, como en
todos los seres vivientes, en el alma existe la tendencia constante de
conservarse a sí misma, es decir, de apropiarse de su ser racional
evitando todo lo que es contrario (es lo que llaman oikeíosis). A partir
de esta característica deducen el principio de su ética.
Lo bueno, a diferencia de lo que pensaban los epicúreos, no es
el placer - ni el mal el dolor -, sino lo que conserva o incrementa
nuestra racionalidad. Lo malo es lo que lo daña o disminuye. A lo
primero lo llaman virtud y a lo segundo vicio. Así pues, en sentido
estricto, la oikeíosis humana se refiere a la dimensión racional del
hombre: todas las cosas relativas al cuerpo son consideradas como
indiferentes. Entre lo indiferente se cuentan el placer, la salud, la
riqueza, la reputación, etc., y sus contrarios.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
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Lo único que hace feliz al hombre es actuar de acuerdo con la
virtud, la cual se posee entera, o no se posee de ninguna manera. El
que la posee es el sabio; el que carece de ella es necio. El sabio se
eleva a la altura de lo divino; el necio, en cambio, se ve siempre
turbado por los acontecimientos y las pasiones, que son los impulsos
que alejan al alma de la razón: son errores del alma. Es ésta la célebre
apatía estoica. La felicidad comporta la impasibidad. Como la
compasión y la misericordia son pasiones, el estoico las considera
propias del hombre necio. Paralelamente, el cosmopolitismo estoico
es frío y ajeno a cualquier componente emotiva. En suma, el estoico
no ama la vida: ni la propia ni la ajena; de él está completamente
ausente el entusiasmo.
Por tanto, la ética estoica es un intento de neutralizar el
sufrimiento humano, una ética del autodominio, que pretende hacer
al hombre capaz de resistir los influjos que le afectan desde fuera. La
virtud estoica no mira a ejercer actos ulteriores, sino a la
configuración de un refugio interior. Ello se corresponde con la visión
fatalista del universo: si yo mismo estoy constituido internamente
por la racionalidad del cosmos, sólo puedo aspirar a no sentirme
perturbado por nada. Si yo fuera capaz de iniciativa propia, es decir,
si trascendiera el universo corpóreo, podría enfrentar a la fuerza
absoluta de la fatalidad. Pero este horizonte está cerrado para el
estoico. La virtud es la fortaleza negativa de desasirse de todo. El
estoicismo propugna la resistencia evasiva ante la adversidad83.
83 El estoicismo de Montaigne es moderado y ofrece rasgos escépticos. La
naturaleza es variable, lo que permite no aferrarse a ella, aligerar la
impresión de ser constreñido; para él la duda es una virtud.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
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El estoico considera vergonzoso confesar cualquier debilidad o
conmoción: por ejemplo, el que tiene una gran herida en la cabeza,
va al médico para que le cure y el médico le pregunta:
- ¿Le duele a usted mucho?
- ¿En dónde?
Ese temple de ánimo que a la pregunta ¿le duele a usted
mucho? contesta "si me duele o no, no importa" pretende estar por
encima del dolor. La fortaleza es una virtud clásica que figura en el
elenco aristotélico. Es una virtud cardinal y conviene tratarla bien,
porque el estoico la desvirtúa. Se suele decir que el estoicismo
permite la duda universal de Descartes, así como su distinción entre
la res cogitans y la res extensa. Es el famoso dualismo cartesiano que
divide al hombre en dos: cuerpo y alma. Parece claro que esa
distinción refleja la influencia del estoicismo porque lo débil en el
hombre es su constitución somática. Tomás de Aquino84 hace una
observación pertinente: uno podría tener un fortísimo dolor sin que
le llegara al alma, un dolor no sufrido; experimentar dolor y el ser
afectado por él son dos cosas diferentes.
84 Tomás de Aquino, Sent., 4, d.17, q.2, a.3; q.1c.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
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El dolor del cuerpo y el del alma son cosas distintas. Pero lo
que mueve al estoico es la búsqueda del no ser afectado por nada, no
sólo por el dolor físico, sino carecer de toda emoción, constituirse en
un ser imperturbable. La ética que se refugia en la virtud - que sólo
atiende a las virtudes -, que aspira sólo al fortalecimiento humano,
pierde de vista el bien y obedece a la convicción de que no hay
normas morales sino leyes puramente físicas.
La ética estoica es una ética empobrecida, pues su única
justificación es un falso supuesto ontológico: el hombre como parte
integrante de un universo asfixiante del que no se puede separar de
ninguna manera; por tanto, impera el miedo a la vida y se aspira a la
indiferencia. Un estoico diría: "Todavía no me ha sucedido ninguna
desgracia, pero me sucederá en cualquier momento"; el hombre
debe ocuparse de los escasos bienes que están a su alcance, pero
sobre todo, ha de preparar su ánimo para sobrellevar la desgracia.
Hay gente desquiciada por mantener alguna tesis acerca del
cosmos parecida a la de los estoicos, sin ser siquiera capaces de
adoptar una actitud ética. Frente a ellos el estoico tiene un mérito
relativo. El hombre moderno que no aguanta el sufrimiento no busca
la indiferencia estoica, sino algún procedimiento técnico, un control
psíquico para los desequilibrios que en la azarosa existencia
acontecen. Así se desemboca en la llamada moral del más fuerte: el
hombre pretende librarse de la desgracia endosándola a los demás.
Aquí la indiferencia es un vicio: si los demás no me importan, yo me
confundo con una fuerza anónima.
Otra postura que tiene que ver con la reducción de la ética a la
virtud es el maquiavelismo. Hay dos Maquiavelos: el de El Príncipe
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Leonardo Polo 159
(1513, editado en 1532), y el Maquiavelo de los Discursos sobre la
primera década de Tito Livio (1514-1521). El maquiavelismo que
viene de El Príncipe (que no era una obra destinada a la publicación,
sino simplemente una carta de recomendación que escribió a Pedro
de Médicis) contrapone la fortuna a la virtud, y propone una
formulación dinámica de la virtud, que es la fuerza con la cual el
hombre puede competir con la fortuna. La fortuna es, justamente,
aquello que está fuera de todo cálculo humano, al igual que el
cosmos estoico. Por eso, la fortuna prevalece al final.
Suele decirse que para Maquiavelo la moral no tiene valor; sin
embargo, esta denuncia se formula desde la ética de normas. La
virtud maquiavélica no tiene que ver con las normas morales, porque
es justamente aquello con que el hombre se sobrepone a la fortuna.
Es lo humano frente al cosmos, que es pura fuerza imprevisible: yo
no puedo vivir de acuerdo con las normas morales ni con la fortuna.
Maquiavelo propone una técnica sólo política porque es anterior al
intento moderno de dominar el mundo mediante el conocimiento de
las leyes físicas. Esa técnica se apoya en mi propio impulso, y en el
cálculo de las tendencias humanas. Por eso, su versión de la virtud
viene a ser una derivación de la prudencia hacia la astucia, que es el
vicio correspondiente.
En suma, la descalificación de la ética de normas y de la ética
de bienes (no hay bien perfecto ni la norma moral es posible) se
apoya en el fatalismo o determinismo. Por eso es pesimista, e ignora
que la virtud es una mayor capacitación del hombre para el bien. La
virtud estoica solamente anula el ser afectado por los
acontecimientos y consiste en la indiferencia. Y en el caso de
Maquiavelo - que en el fondo es un estoico dinámico - acometer
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 160
empresas con mis propias aptitudes sabiendo que el hombre es
inferior al cosmos.
Una ética sólo de virtudes es ilusa porque la misma virtud
pierde su sentido y queda reducida a una actitud rígida, donde uno se
refugia. Pero, a su vez, una ética sólo de normas elimina la noción de
virtud y se limita a decir al hombre: compórtate de determinada
manera. Ahora bien, sin virtudes es imposible cumplir libremente las
normas morales.
Ética racionalista
En la ética meramente normativa, la norma no sólo ha de ser
susceptible de conocimiento, sino que el ser conocida le es
inherente, la constituye como tal, hasta el punto de que lo inmoral es
su desconocimiento: el conocimiento moral - la razón práctica -
consiste exclusivamente en ellas, y la vida moral se reduce a su
cumplimiento. La antigua discusión sobre las relaciones entre nómos
y physis se decanta en favor del primero. El hombre es realmente
moral en términos normativos.
El normativismo ético es el racionalismo ético. Según esta
postura, hay que cumplir la ley porque se debe vivir de acuerdo con
la razón; de lo contrario, se es irracional: se vive por debajo de la
racionalidad como un salvaje, como un ser no civilizado, no ilustrado.
Lo más coherente con este planteamiento es distinguir las
normas morales de otros tipos de leyes que rigen realidades
diferentes de la conducta humana. Se desprende de aquí una doble
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 161
racionalidad: una de ellas se aplica a lo exterior al hombre, a lo que
aparece, a lo fenoménico; la otra es independiente de la apariencia y,
por tanto, autónoma. La más extremosa formulación de esta
diferencia es propuesta por Kant. Sin embargo, la diferencia tiende a
atenuarse, porque de la acción humana se siguen resultados. Si se
entiende que tales resultados son el criterio valorativo decisivo,
aparece lo que se suele llamar ética consecuencialista: las acciones
humanas no son buenas o malas en virtud de una racionalidad ética a
priori, sino a posteriori, es decir, desde lo que se sigue de ellas. Se
contrapone así la ética consecuencialista (o de la responsabilidad,
como la llama Max Weber) a la ética autónoma (o de las
convicciones): actúo como debo, aunque perezca el mundo. En rigor,
dicha contraposición, no afecta a la ética integral (que tiene en
cuenta las virtudes y los vicios), sino a la ética solamente normativa.
Para la ética integral, la mayoría de las normas éticas son
negativas: no dicen lo que tiene que hacerse, sino lo que no se debe
hacer: "no robarás", "no matarás", "no mentirás", "no adulterarás".
En cambio, las normas positivas no son normas concretas, sino
principios universales primeros: "haz el bien" admite una pluralidad
de determinaciones (los primeros principios morales no se concretan
per modum conclusionis, sino per modum determinationis: son
determinables y no rígidamente concluyentes). La norma negativa,
en cambio, es concretamente obligatoria de suyo, porque contradice
cualquier determinación posible del primer principio moral, y porque
su conculcación es viciosa: de ella se sigue una consecuencia
obviamente mala: estropea al actor (la ética consecuencialista es
unilateral porque ignora que de cualquier acción humana se sigue un
doble resultado: el exterior y la modificación interna que es el vicio o
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 162
la virtud. Este segundo resultado es más importante que el primero,
pues de él depende la consistencia de las acciones posteriores). El
racionalismo pretende determinar en directo, rígida y estrechamente
los principios morales. Con ello presenta un flaco servicio al
crecimiento moral. Se cuenta la siguiente anécdota: un católico fue a
confesarse y le dijo al cura:
- Padre, me acuso de haber matado.
- ¿Cuántas veces, hijo mío?
En cambio, un protestante fue a ver a un pastor - influido por el
racionalismo - y le dijo:
- Yo quisiera hablar con usted de mis faltas.
- Naturalmente que sí (si los católicos lo hacen, ¿por qué los
protestantes no?).
- He matado a un hombre.
- ¡Cómo! ¡Un asesino! He de denunciarle.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 163
Son dos posturas morales diferentes. En el normativismo ético
lo permitido es obligatorio y lo demás está prohibido. Pero hay que
distinguir la normatividad negativa y la positiva: y es positiva sólo
cuando está en la entraña misma del desarrollo moral; por ejemplo,
amar, porque se puede amar siempre más.
La ley moral no es racionalmente determinista; si sólo se
pueden hacer las cosas como dice la ley moral, no puede crecer la
capacidad de hacer. La norma moral integrada es "haz todo el bien
que puedas y como se te ocurra. Cuanto más crezcas en virtud, mejor
lo harás: no te detengas".
La castidad estaba bien vista en la moral victoriana, que es un
ejemplo claro de ética normativa, pero de una manera seca y como
pura abstención de una función fisiológica. En su sentido completo,
"no fornicarás" no es mera abstención, sino usar la capacidad sexual
sin separarla del espíritu, porque el hombre es un ser espiritual
sexuado y no sólo un macho de la especie, ni la mujer una hembra y
nada más. Como virtud, ser casto quiere decir "desarrollo amoroso";
por tanto, no es sólo una norma, sino que arranca del principio
moral.
Aislado, el normativismo ético es una petición de principio. Sin
virtudes, el cumplimiento de normas es inhumano y éticamente
insuficiente. Prescindir del crecimiento moral y regir la conducta por
una razón fija degrada la norma convirtiéndola en un reglamento.
Naturalmente, dicha actitud se tenía que derrumbar - de hecho se ha
derrumbado -; sin embargo, de alguna manera se mantiene en lo que
cabe llamar burocratismo, del que emana una visión restrictiva de la
ética.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 164
Los bienes y las normas racionales rígidas no suelen ir de
acuerdo. Según el normativismo ético unilateral - racionalista - son
bienes los que puedo alcanzar en la vida siempre que no me salga de
las normas. Pero no es así, porque los bienes son conocidos de una
manera más amplia. Por eso, el normativismo puede dar lugar a
vicios, como la doblez o la hipocresía. Por ejemplo, si el niño que está
tocando el piano quiere merendar y se le contesta: "¡No, has de
seguir tus ejercicios hasta las ocho!", quizá acudirá a un subterfugio
(si puede, usará un artilugio para pisar el teclado y engañar al aya).
Bienes y normas
Hemos dicho que la ética se compone de tres partes o
dimensiones inseparables. Si esas partes se aíslan o se considera sólo
una de ellas, la ética se desvirtúa hasta tal punto que incluso esa
misma parte que se toma en cuenta también se estropea: ya hemos
visto que eso ocurre cuando la ética se reduce a virtudes.
Las virtudes separadas del crecimiento humano y de la
adquisición de bienes constituyen un medio defensivo para una
vitalidad que quiere eliminar las influencias externas, erigiendo para
ella misma una especie de búnker al que no llegan las afecciones del
exterior. Con ello, repito, las virtudes mismas pierden su verdadero
sentido (las virtudes no están principalmente para conseguir una
individualidad sin pasiones), que sólo se descubre si no se dan
aisladas de las normas y del bien.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 165
La segunda manera de considerar reductivamente la ética es
atender sólo a las normas. Esta ética es más bien moderna: se
condensa cuando el hombre descubre leyes con su razón, admite que
esas normas o leyes racionales son lo único relevante y que el
hombre debe seguirlas justamente porque son racionales y le liberan
de la ignorancia o de lo irracional que hay en él. En la edad moderna
hay un cambio completo en la noción de cosmos, respecto de la
postura estoica griega: el cosmos ahora es un mecanismo racional
completamente sometido a las regularidades que el hombre puede
descubrir con su mente.
Después de Kant hay un acercamiento de las normas morales
racionales a una idea científica de la vida, no en el sentido de la
inconmovilidad estoica, pero sí en el sentido de exigirle al hombre un
comportamiento estrictamente racional, de acuerdo con una
racionalidad reducida, porque la razón científica no es toda la razón
(además, hoy está bastante discutida). Entonces no hay lugar para las
virtudes; en todo caso, el virtuoso es exclusivamente el fiel cumplidor
de las normas racionales, el hombre honrado que no se deja llevar
por bajos impulsos, sino que sigue una pauta austera. Efectivamente,
cuando el sentido normativo de la ética se configura en Occidente,
está vigente un sentido austero de la vida. La burguesía, dedicada
fundamentalmente a actividades económicas, en aquella época tenía
un sentido severo de la vida; hoy no lo tiene ya.
Es característico de la edad moderna reducir la noción de
virtud a la decisión de atenerse a normas racionales y nada más. Los
bienes se desligan de las normas y se trasforman en lo que se suele
llamar los valores vitales (el hombre moderno no renuncia a los
bienes, pero su acción está atrapada por su interpretación de la
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
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racionalidad; en cambio, su apreciación del bien es más bien
emocional. Aparece la noción de valor).
Mientras se diga que la ética consiste en las normas y nada más
que en ellas, los bienes vitales ya no serán coherentes: no siguen las
reglas de la razón, sino que se presentan de otra manera, formando
lo que Husserl85 - con una intención más amplia - llamó Lebenswelt,
el mundo de la vida.
Ética hedonista
A medida que la austeridad de la primitiva clase burguesa va
debilitándose como consecuencia del mismo éxito de su actividad
económica, es decir, del aumento de bienes consumibles, la ética de
normas racionalizada se va debilitando a favor de la preponderancia
de los valores de la vida: dicho más claro, de los bienes susceptibles
de disfrute inmediato.
Es así como aparece lo que cabe llamar una ética sólo de
bienes, una ética desmoralizada - desde el punto de vista de las
normas - que reacciona frente a la ética racionalista. En Platón hay
una prefiguración de este paso de una ética rigorista a una ética
hedonista: es la famosa distinción entre el régimen timocrático y el
régimen plutocrático, que termina en la democracia86.
85
Die Krisis der europäischen Wissenschaften und die transzendentale
Phänomelogie, Husserliana, IV, La Haya, M. Nijhoft, 1962.
86 Platón, República, 545a y ss.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 167
Platón87 llama a la democracia "el gran bazar", donde se
vende todo aquello de que la concupiscencia humana se alimenta.
Como la concupiscencia lo cubre todo, no se trata solamente de
bienes placenteros materiales; también hay una concupiscencia
intelectual: el vicio de la curiositas al que aludí anteriormente, el afán
de novedades.
El deslizamiento de la ética sólo de normas a la ética sólo de
bienes va acompañado de la descalificación de la ética racionalista.
Una ética sólo de bienes es hedonista, en el sentido de que el
hombre pretende los bienes sin atarse a ninguna disciplina. Esos
bienes se corresponden con lo que los antiguos psicólogos llamaban
el apetito concupiscible, distinto del irascible. En una ética sólo de
bienes, los bienes fáciles de obtener adquieren preponderancia
porque se han perdido de vista las virtudes y, por tanto, el camino
hacia bienes futuros, que son arduos, difíciles de lograr. La ley de los
bienes placenteros dice: lo que puedo disfrutar ahora no tiene
sentido postergarlo. La ética sólo de bienes acorta no sólo la
conciencia histórica, sino la conciencia del futuro, la capacidad de
proyecto. Es una situación penosa, en la que encontramos a muchas
personas que dividen su vida entre el hedonismo y normas
racionales.
El descubrimiento de normas racionales para la optimización
del trabajo corre a cargo de un americano llamado Taylor88. De ahí lo
que se llama "taylorismo" : un sistema de producción en cadena en el
87 Platón, República, 557d.
88 Taylor, F.W., The Principles of Scientific Management, Nueva York 1911.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 168
cual se especializan las actividades de cada uno de los escalones, que
terminan en el producto acabado. Así aumenta la productividad y
disminuyen los costes. Es la primera formulación racional de la
actividad productiva que suelen llamar "economía de escala", en que
se producen grandes cantidades de productos homogéneos. De esta
manera se constituye una doble mentalidad, la del productor,
dominada por la resignada aceptación de reglas racionales sin las
cuales no se puede hacer nada eficazmente, y la del consumidor que
usa todo lo producido. Por otra parte, lo placentero, lo que tiene el
hombre más a su alcance, son precisamente los bienes inseparables
de su corporeidad, puesto que el placer, como ya advertía
Aristóteles, da lugar a una visión materialista de la vida. Una ética
sólo de bienes, precisamente porque es hedonista y corporalista, es
una materialización de la vida humana. El hombre está dividido a la
manera cartesiana entre una res cogitans, que es la que produce, y
una res extensa, que es la que lo pasa bien o trata de pasarlo bien. En
el taylorismo se da un fuerte contraste entre la extrema
especialización del productor y la globalidad del consumo.
La ética de bienes es una ética reduccionista que desconfía de
las normas; no hay más remedio que aceptar normas, pero no
porque tengan un valor ético, sino simplemente porque tienen un
valor útil. Las virtudes no tienen nada que hacer aquí porque las
virtudes sirven para estructurar la vida; pero si lo importante son los
bienes inmediatos, estructurar la vida está de más: el goce inmediato
prescinde de la organización del tiempo de la vida. Mientras que las
virtudes son disposiciones estables, con las cuales se encara el futuro,
los placeres son efímeros.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 169
El hombre puede crecer en muchas dimensiones de su ser,
progresar e inventar muchas cosas con su razón, pero no puede
inventar placeres. La dotación de placeres que el hombre tiene es
fija; desde hace miles de años no se ha inventado más que un solo
placer nuevo. Este nuevo placer es la velocidad, curioso placer que el
hombre no sintió antes de inventar instrumentos que lo
proporcionaran. Esto quiere decir que la dotación humana de
placeres es limitada. De aquí también el carácter inmediato de la
ética del placer: "No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy",
desde el punto de vista del placer sería: "No goces mañana, si puedes
gozar hoy." Prolongar el hambre es un sin sentido para un hedonista.
Pero, a la vez, sin hambre el placer de comer se apaga. Este problema
ha preocupado a algunos pensadores, por ejemplo, Goethe y
Nietzsche.
Goethe89 decía "detente instante, eres tan hermoso". Esto es
confesar que el placer no dura y que el instante no se puede detener.
Se puede decir detente instante, porque hay un afán infinito en el
hombre. La frase de Goethe es significativa al respecto, pero el placer
es pasajero; un placer constante durante toda la vida es imposible.
Insisto, la dotación hedónica del hombre es muy escasa si se compara
con otras dimensiones según las cuales el hombre crece; como el
conocimiento, las virtudes; en cambio, el placer es un dato90.
89 Goethe, La tragedia de Fausto, primera parte, verso 1699: "Werd ich zum
Augenblicke sagen: Verweile doch! du bist so schön!"
90 El placer sólo puede aumentar asociado a la virtud, pues sólo de esta
manera no es un dato. A ese placer creciente es mejor llamarlo gozo.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 170
Nietzsche hace filosofía del valor hedonista, y dice que "todo
placer aspira a la eternidad" (es lo mismo que dice Goethe). El placer
tendría que ser eterno91, pero la dotación de placeres es precaria. Es
ésta una de las limitaciones intrínsecas de una ética sólo de bienes; si
yo no aumento mi capacidad de bienes, no puedo aumentar mi
felicidad. Nietzsche lo apuesta todo a un juego en que a la larga no se
gana.
El drogadicto trata de vivir siempre en el placer; pero esto no
es un hecho moderno: las drogas están descubiertas desde hace
miles de años. No es un placer nuevo el de las drogas. Además, sus
consecuencias son conocidas. San Agustín hablaba del estragamiento
que se experimenta después de la orgía con que se procura exaltar y
prolongar el placer. Por eso, para Epicuro 92 que era cuidadoso en
este asunto, el único placer admisible es el catastemático, que es la
pura ataraxia. La ética epicúrea se aproxima en este punto a la
estoica. Todo placer intenso no compensa, porque hay que pagar por
ese placer un sufrimiento mayor; lo mejor son placeres tranquilos,
placeres que no turben la serenidad del alma. Hay que evitar el
miedo a meterse en problemas: es mejor vivir escondido.
El que busca el placer y nada más realmente no está alegre, no
goza, porque hace de él su único negocio; adopta una actitud de
91
Esa eternidad es el tiempo, el gran telar de lo real, según una tradición
que se remonta a Spinoza. El placer se distingue del gozo lo mismo que el
tiempo de la felicidad.
92 En rigor, para Epicuro el placer se consuma en la ausencia de dolor.
Usener, fragmento 397.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 171
seriedad frente al placer, porque si se le quita se queda en una
situación angustiosa.
De la insuficiencia de las tres formas de ética reduccionista se
puede concluir la necesidad de la ética completa. La ética completa
es la ética de virtudes, de normas y de bienes en reforzamiento
mutuo. No tiene sentido hablar de virtudes sin normas, porque
enfrentadas a las normas las virtudes se crispan al modo estoico.
Tampoco se aspira a bienes más altos que los materiales si no se
poseen virtudes. A su vez, separadas de los bienes, las normas son
inhumanas. Por consiguiente, o se acepta la integridad de la ética, o
tan sólo se dispone de éticas reduccionistas, parciales e inestables.
El ataque a la ética normativista por parte de los filósofos del
valor 93, o del bien, corre a cargo en el siglo XIX fundamentalmente de
Kierkegaard, Marx y Nietzsche. Los tres coinciden en la
descalificación de la razón teórica. Kierkegaard es el más radical.
Kierkegaard sostiene que quien se reduce al placer no tiene
más remedio que tratar de inventar nuevos placeres y por eso cae en
una combinatoria absurda que le confina en la superficialidad.
Kierkegaard llama a este modo de vivir esteticismo94. El hombre
93 La crítica del racionalismo ético recorre el siglo XIX y fue formulada por los
que se suelen llamar filósofos o hermeneutas de la sospecha. Los
descalificadores de la ética racionalista durante el siglo XIX tuvieron cierto
eco, pero no dieron lugar inmediatamente a la implantación de la ética
hedonista, que es posterior.
94 O esto o aquello, volumen I, traducción española en Obras y papeles de S.
Kierkegaard, IX, Madrid, Guadarrama 1961.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 172
estético se contrapone al hombre ético, y por encima de este último
se coloca el hombre religioso. Estadio estético, estadio ético y estadio
religioso son etapas de la vida. Carlos Marx denuncia la ética como
superestructura, debajo de la cual hay lucha y mentalidad de clases95.
La interpretación de Nietzsche es mucho más violenta y calumniosa:
la vida no es más que la voluntad de poder 96. Ahora bien, si esto es
así, también la norma ética es voluntad de poder. Pero si la norma
racionalizada es también voluntad de poder - aunque disminuida -,
entonces en el fondo todo se reduce a valor vital condensado y
transformado en impulso radical.
De una manera más débil, e inspirándose en Nietzsche -
aunque nunca lo quiso reconocer, pero Lou Andreas Salomé, que era
amiga de ambos, lo advirtió -, Freud llama libido a la voluntad de
poder. Freud se equivocó, porque la vida hedónica interpretada
como libido es trivial o menos seria que interpretada como voluntad
de poder. Por eso, actualmente Nietzsche ejerce mayor influencia
que Freud. El Postmodernismo es casi por entero una glosa de
Nietzsche. Sin embargo, el ataque a la ética de normas racionalista es
muy fácil, de manera que incluso la crítica de Nietzsche es superflua y
además reducida, porque Nietzsche ignora la virtud.
95
Marx, K., Anti-Dühring, I, 90, pp. 91-92.
96Nietzsche, F., La voluntad de poder (n. 254), 3: "Mi fórmula es ésta: la vida
es voluntad de poder." Genealogía de la moral, Tr.3, n.28, final.
Capítulo IV: Sistematización de la Ética
Leonardo Polo 173
Nietzsche es un filósofo del valor: "más allá del bien y del
mal"97 no significa más allá del valor, porque para él lo fundamental
es el valor. De todas maneras, un poco más tarde se dio cuenta de
que esto era insuficiente.
Índice
97
Jenseits von Gut und Böse. Vorspiel zu eine Philosophie der Zukunft, 1886.
Nietzsche propone una crítica de la moral tradicional en términos de
trasmutacien de los valores. Ello comporta un sentido ascendente de la vida:
valores todavía por conseguir. Sin embargo, la noción de valor es un
ambiguo sustituto del bien, por lo mismo que comporta una descalificación
de la ontología. Ello es patente en Max Scheler: los valores no son, sino que
valen. Heidegger ha desmontado esta noción por la razón apuntada, pero
sin recuperar la integridad de la ética.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 174
CAPÍTULO V: VOLUNTAD Y LIBERTAD
En un Libro de ética es inevitable referirse a la voluntad
humana, aunque sea de un modo sumario98. Como dice Tomás de
Aquino, la voluntad es un asunto oscuro y difícil. En la filosofía
tradicional se le concede menos atención que a la inteligencia. A esto
hay que añadir que la noción de voluntad ofrece en la historia de la
filosofía dos versiones: la griega y la moderna. La diferencia entre
ellas estriba sobre todo en que, mientras para los griegos la voluntad
es extremadamente potencial, por lo que no ejerce sus actos sin la
intervención de la razón, para los modernos a voluntad es
espontánea, es decir, se pone en marcha desde sí misma99.
El planteamiento moderno de la libertad
La espontaneidad de la voluntad alcanza en Kant una
formulación muy madura. Es muy notable su esfuerzo para mostrar la
solidaridad entre voluntad y libertad dentro de su planteamiento
crítico. Como es claro, esa solidaridad es un modo de sentar la noción 98 Como dije en el Prólogo, me ocupo de la voluntad en un libro de próxima
aparición titulad La voluntad y sus actos
99 Por ser potencial y, por tanto, imperfecta, Aristóteles no pone la voluntad
en Dios. Ahora bien, para el cristianismo Dios es Amor, y el amor es de índole voluntaria. La interpretación de la voluntad como causa espontánea comienza en Duns Escoto, que llama a la espontaneidad perseitas. Sin embargo, la versión moderna de la voluntad no es una buena interpretación del amor personal.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 175
de voluntad espontánea. Ya en la Crítica de la razón pura Kant
especula sobre la libertad trascendental, a la que llama también
"libertad cosmológica". Sólo desde ella cabe montar la libertad del
sujeto humano, a la que Kant llama "libertad moral". Este es el
cometido de la Fundamentación metafísica de las costumbres y de la
Crítica de la razón práctica.
La posibilidad de la libertad trascendental es abierta en la
tercera antinomia, que se ocupa de la representación de la libertad,
la cual es problemática en un mundo físico completamente
determinado, es decir, sujeto a la causalidad mecánica. La tesis de la
citada antinomia afirma que la causalidad según leyes mecánicas no
es la única de la que puedan derivar los fenómenos. Para explicar
éstos hace falta otra causalidad, por libertad, pues en otro caso,
jamás se completa la serie de las causas naturales que derivan unas
de otras. Así pues, es preciso admitir una causa absolutamente
espontánea, que inicie por sí misma la serie de los fenómenos.
La antítesis sostiene que todo cuanto sucede en el mundo se
desarrolla exclusivamente según leyes de la naturaleza. Si se acepta
la causalidad libre se rompe la unidad del conjunto de los fenómenos.
En definitiva, naturaleza y libertad se distinguen como legalidad y
ausencia de legalidad.
La solución de esta aparente contradicción se encuentra al
considerar que los fenómenos son sólo meras representaciones, y
que las leyes mecánicas no tienen una existencia en sí, fundada fuera
de nuestro pensamiento. Es al menos pensable un ser que al mismo
tiempo que naturaleza sea inteligible en sí mismo, y, por tanto, que la
serie de las causas mecánicas sea efecto de una causa inteligible. En
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 176
suma, la libertad es una idea trascendental con la cual la razón piensa
el inicio absoluto de la serie de los fenómenos. Con otras palabras, la
libertad es la causa en virtud de la cual algo sucede sin que la causa
de ese algo sea determinada a su vez por otra. Se trata de una
espontaneidad causal pura, pensable, y, por tanto, sólo posible. Pero
aun siendo sólo posible, la idea trascendental de libertad sirve de
fundamento de la libertad práctica, la cual es atribuida directamente
al sujeto en tanto que inteligible, no desde el punto de vista teórico,
sino desde el punto de vista práctico.
La razón práctica, en tanto que razón pura, garantiza la
realidad objetiva de sus leyes al captarlas en el factum del deber, es
decir, en los imperativos que, para lo práctico, el hombre formula. Se
trata de un tipo de necesidad que no aparece en ninguna otra parte
de la naturaleza: es imposible que algo deba ser en la naturaleza de
modo distinto a como es en la realidad.
Para Kant, aquella facultad según la cual es posible obrar por la
representación de la ley es la voluntad. Y como para actuar así se
exige la razón, resulta que la voluntad no es otra cosa que la razón
práctica. En tanto que plenamente conforme con la razón, la
voluntad es autosuficiente desde el punto de vista normativo: es
autónoma. Y esto es lo único que, propiamente hablando, es
bueno100. La norma moral es un imperativo categórico porque la
100 Kant, I., Grundlegung zur der Metaphysik der Sitten, Akademie Ausbage,
IV, p. 393. "Libertad y ley práctica incondicionada se implican
recíprocamente": Kritik der praktischen Vernunft, Akademie Ausgabe, V, p.
33.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 177
subjetividad libre es capaz de atenerse a él por encima de cualquier
otra aspiración o impulso material. El imperativo categórico es la
ratio cognoscendi de una ratio essendi101.
De esta breve exposición de la filosofía práctica de Kant cabe
concluir que no es lo mismo la voluntad como principio de acciones y
como principio del imperativo categórico. En la Fundamentación de
la metafísica de las costumbres Kant confiesa que es imposible
determinar con absoluta certeza un solo caso en que se haya actuado
exclusivamente en función de la representación del deber. Lo que le
interesa es resolver la pregunta de cómo es posible el imperativo
categórico, pero no cómo pueda pensarse la acción que el imperativo
ordena. Además, la norma moral tiene en Kant un destino ulterior:
merecer la felicidad en la vida futura (así se postula la inmortalidad
del alma y la existencia de Dios). Kant pretende distinguir la noción
de felicidad merecida de la felicidad empírica. ¿Es el mérito
autónomo la condición de la felicidad? Sostenerlo sería una tesis
pelagiana.
101 Kant, I., Kr. p. V., Akademie Ausgabe, V, p. 4, nota. Sin embargo, Kant
admite que la voluntad puede ser afectada por los apetitos sensibles, de
modo que las acciones conocidas como objetivamente necesarias en virtud
de la idea pura del deber pueden no serlo subjetivamente. En ese caso, la
voluntad no es plenamente conforme con la razón y, por tanto, tampoco
autónoma. La vinculación del sujeto a la norma moral es lo que la constituye
como ratio essendi de ella, es decir, como libre de cualquier determinación
distinta.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 178
Voluntad nativa y felicidad
Aceptar que tenemos voluntad deja pendiente entenderla, lo
que no es fácil. No es acertado dar por resuelto el asunto (tenemos
voluntad), y pasar a sacar las consecuencias de ello. Lo procedente es
detenerse en el estudio de la voluntad. Insisto: aunque sea indudable
que somos seres con voluntad, averiguar qué sea la voluntad es
difícil. Es conveniente recurrir a los griegos, puesto que ellos son los
fundadores de la ética filosófica.
Los griegos no tienen una palabra equivalente a la latina
voluntas. Los griegos hablaban de órexis. Es una característica del ser
humano que se observa también en otros seres vivos, que no son
estáticos, el salir de sí hacia algo, a lo que se desea. Deseo y
tendencia son dos aspectos muy vinculados en la formulación
primaria griega de la voluntad que recoge el término órexis. Todavía
conservamos el sentido del término cuando hablamos, por ejemplo,
de anorexia. Anorexia es la situación del que tiene pocos deseos, del
desganado.
La tendencia es el dirigirse hacia algo de lo que se carece y que,
por otra parte, se echa en falta, de manera que se tiende a
alcanzarlo. Sentir hambre es la captación sensible del deseo de
comer, etc.
Pero en tanto que seres no sólo animales, los hombres
tendemos de un modo especial que está vinculado con nuestra
razón. A esa tendencia que no es meramente biológica, porque la
razón puede influir en ella y ella misma obedece a la razón, a esa
órexis especial los griegos la llamaban boúlesis. Los filósofos
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 179
medievales, al recoger la herencia griega, vertieron la voluntas en el
doble griego. A la voluntad como tendencia la llamaron voluntas ut
natura. La voluntas ut natura es el desear radical de nuestro espíritu.
La boúlesis, que no es otra facultad, sino una fase, un despliegue de
la voluntas ut natura en cuanto que tiene que ver con la razón
humana, la llamaron voluntas ut ratio.
Las tesis que conviene tener en cuenta y meditar porque su
encaje es muy fino, las formula Tomás de Aquino de la siguiente
manera: la voluntad nativa, la tendencia de nuestra naturaleza
espiritual, prescindiendo de su relación con la inteligencia, es una
órexis determinada ad unum, a algo uno, es decir, absolutamente
imposible de cambiar. La tendencia, si se dispara, se dispara siempre
hacia lo mismo. Algunos ejemplos, aunque muy alejados entre sí,
ilustran lo que se entiende por determinación ad unum. Otras
potencias están determinadas ad unum. Por ejemplo, la función
nutritiva está determinada ad unum. También el intelecto. En rigor,
lo natural se determina ad unum en cuanto que no es dueño de su
fin, sino que éste lo ordena sin más.
¿A qué está determinada precisa y exclusivamente, a qué
tiende inflexiblemente la voluntad nativa? Tomás de Aquino dice que
a la felicidad102. Esta es una vieja idea que viene de Aristóteles103. El
hombre como ser espiritual tiende por naturaleza a la felicidad. El
hombre no puede por menos que tender a la felicidad, y eso quiere
decir que respecto de la felicidad no hay elección. El hombre no
102 Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, q.41, a.2, ad 3; I, q.2, a.4, ad 2.
103 Aristóteles, Ética a Nicómaco, I, VII, 1097b ss.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 180
puede tender a la desgracia, al mal físico, o a cualquier cosa, sino
exclusivamente a lo que le hace feliz. Las funciones vegetativas
tienden a cumplir su cometido y se determinan ad unum de acuerdo
con él. Pero el fin de nuestra tendencia natural espiritual, siendo una
determinación ad unum, no es alimentarse o cosas así, sino la
felicidad.
Como se dijo, según Kant, la voluntad autónoma pone su
propia obligación, un imperativo que ella misma se da: con esto Kant
critica al yo empírico, eudemonista, dominado por el pasarlo bien,
por lo agradable. La voluntad libre sólo quiere cumplir el deber. Lo
que Kant pretende eliminar es una interpretación de la felicidad que
la confunda con el placer. Tampoco Aristóteles confunde el placer
con la felicidad. Ahora bien, si la pura voluntad como trascendental y
absolutamente libre es la razón de ser del imperativo, entonces
también Kant determina ad unum la razón práctica. Parece, pues, que
lo felicitario para la voluntad consiste en el deber puro.
Aunque este determinarse sea muy descarnado o desprovisto
del matiz afectivo o placentero que puede tener la felicidad, y se
pueda acusar a la ética de Kant de ser muy seca, sin embargo, es
claro que la voluntad kantiana está determinada ad unum como
razón práctica, cosa que no ocurre con la boúlesis, con la voluntas ut
ratio. Si eso es así, hay una neta diferencia: en tanto que racional, la
voluntad kantiana se autodetermina. Por consiguiente, es patente
que la voluntad nativa se distingue de la voluntas ut ratio; es la
voluntad considerada antes de su conexión con la razón.
Insisto. Aunque de una manera muy rígida o poco
complaciente con los componentes emotivos del ser humano, sin
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 181
embargo, el atenerse al imperativo es lo que Kant entiende por
felicidad104. En todo caso, hay una diferencia notable entre el
determinarse ad unum de la voluntad kantiana y el determinarse ad
unum de la voluntad nativa de los clásicos. La diferencia de
planteamiento está en que para Kant la determinación ad unum es
producida por la voluntad misma: por eso es autónoma (en el
planteamiento kantiano hay una circularidad inicial entre
conocimiento y voluntad; la libertad es la razón de ser de una ratio
cognoscendi que es el imperativo categórico y el imperativo
categórico es el conocimiento que tiene de sí la voluntad según su
misma espontaneidad). El imperativo categórico es una
determinación ad unum determinada a su vez por la voluntad misma.
En cambio, cuando se habla de la felicidad como el fin último de la
voluntad nativa, lo que se está diciendo es que la felicidad es algo
que no se posee, que uno no se da a sí mismo, sino algo que se
anhela: pero antes de conocerse, ese anhelo no es acto voluntario
alguno. La voluntad está orientada a la felicidad aun sin saber lo que
es la felicidad, al margen de cualquier conocimiento, porque la
voluntad toma contacto con el conocimiento como voluntas ut ratio.
Por tanto, la voluntad nativa es una pura potencia del espíritu
humano, incapaz, de suyo, de acto alguno.
104 Cabe sostener que el deber puro es lo meritorio de la acción, lo que da
derecho a una felicidad digna. En este sentido Kant postula la existencia de
Dios en la Crítica de la razón práctica. Pero relacionar el mérito con un
postulado es incoherente.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 182
La mera potencia del espíritu humano no es capaz de tender a
la felicidad sin tener idea de ella, aunque no puede tender más que a
eso. Es una tesis de mucho alcance: la voluntad nativa es una relación
trascendental105. Para Tomás de Aquino, el espíritu humano está
hecho de tal manera que sólo puede tender a la felicidad, pero sólo
lo hace efectivamente cuando toma contacto con la razón: la razón le
dará información de lo que hace feliz, y a eso irá. Pero lo que no
puede nunca la voluntad desde su raíz misma es ir a algo que no sea
la felicidad, aunque no lo sepa y aunque sin saberlo no vaya. Desde el
inicio, nuestro espíritu es respectivo a la felicidad antes de saberlo.
Esta no es una tesis gnoseológica, sino una tesis ontológica: la
voluntad no sabe qué es la felicidad.
Schelling, remachando la postura de Kant, sostiene que lo que
en nuestra voluntad quiere es la razón, nuestra voluntad es razón y si
quiere es porque es razón. Tomás de Aquino106 no dice eso: que
nuestra voluntad tienda a la felicidad no quiere decir que ese tender
haga las veces de un conocer. En su planteamiento la cosa es muy
neta: estamos hechos para la felicidad, es decir, nuestra órexis está
determinada exclusivamente por la felicidad. Sin embargo, desde el
105
Es la relación de la potencia al acto final considerada antes o
prescindiendo del despliegue activo de la potencia. Ello comporta que la
potencia no actúa sin el concurso de una instancia distinta de ella, o que no
empieza a actuar por sí sola: es la exclusión de la perseidad o espontaneidad
de la voluntad humana.
106 Tomás de Aquino dice que la voluntad como naturaleza tiende al bien en
general (in commune), y por un ulterior desarrollo muestra lo que es la
felicidad.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 183
punto de vista del ejercicio de sus actos, esa determinación puede no
ser suficiente.
Esta tendencia es propia de un ser espiritual, porque el animal
está cerrado a la felicidad. Por consiguiente, lo mismo que la
existencia de una peculiar legalidad que podemos cumplir o no
cumplir, y lo mismo que la diferencia entre actos buenos o malos y
consecuencias buenas o malas, etc., la felicidad es un tema
primordial en ética. Al sentar la tesis de la felicidad, el bien y el mal
aparecen, en cuanto calificativos de nuestras acciones, de una precisa
manera. Aquello que finaliza la tendencia es el puro bien. El bien se
caracteriza como aquello que se corresponde con la voluntad desde
el punto de vista final. La voluntad es, por tanto, la correspondencia
en nosotros con el bien. Conocemos que existen bienes (bienes de la
especie, patrimoniales, bienes de la cultura, etc.), pero como la
dimensión humana que se corresponde con el bien es la voluntad,
ese conocimiento puede quedarse corto. En este sentido, el bien es
el correlato puro de la voluntad, y eso es lo que quiere decir que la
voluntad es una posibilidad de tender determinada ad unum. Al
activarse la tendencia en virtud del conocimiento - voluntas ut ratio -,
aspira a los bienes conocidos. Pero con ello no se satura la voluntad
nativa que, al ser relación trascendental, se corresponde con el bien
absoluto. Ahora bien, eso comporta, como es claro, que nuestro
conocimiento del bien es, de entrada, no suficiente. Es preciso que
dicho conocimiento crezca.
Aunque no sepamos qué es la felicidad, tendemos a la felicidad
necesariamente y no podemos tender a otra cosa. Recuérdese que el
hombre no está finalizado enteramente por su especie (la especie no
es la felicidad). Nuestra voluntad es radicalmente una relación
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 184
trascendental en cuanto que no estamos finalizados por la especie
(es evidente que no lo estamos, puesto que hay guerras); sin
embargo, tiende a algo respecto de lo cual no nos podemos
considerar no finalizados y en ese algo se encierra la clave del anhelo,
aunque sea oscuro desde el punto de vista intelectual. ¿Qué es ser
enteramente feliz? No lo sabemos y, sin embargo, sabemos que
tendemos a la felicidad (esta tesis es ontológica: la voluntad se
determina ad unum por la felicidad). En suma, cuando la voluntad
toma contacto con la inteligencia, se habla de voluntad ut ratio, de
una voluntad en la que influye la inteligencia. Según el planteamiento
tomista, cuando la inteligencia capta o presenta algo bueno a la
voluntad, la voluntad inicia el ejercicio de su actividad, sin que con
ello su culminación sea segura.
Felicidad y elección
Como he dicho, este planteamiento contiene correlaciones
agudas y de gran finura. De momento se está diciendo que la
inteligencia toma contacto con la voluntad en cuanto que es capaz de
desvelar la razón de bien. Pues bien, entonces la voluntad nativa
tenderá hacia lo desvelado, pero no exclusivamente porque se lo
presente la inteligencia, sino porque ella misma desde su arranque
sólo puede ser movida por la felicidad (ahí no hay elecciones). Como
la voluntad nativa no sabe qué es la felicidad, ha de tomar contacto
con la inteligencia y entonces se llama voluntas ut ratio. Pero tiende a
eso que se le presenta como felicitario porque ella de suyo tiende a
lo felicitario, con tal de que así se le presente. La voluntas ut ratio es,
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 185
por lo pronto, el despertar de la tendencia, que de suyo está dormida
por ser una relación trascendental.
De esta manera se logra una primera explicación de por qué las
acciones pueden ser buenas o malas. ¿Cuándo serán malas? Cuando
realmente haya una equivocación, por defecto, es decir, cuando la
voluntad nativa se satisfaga con la voluntas ut ratio, la cual no es una
relación trascendental. La confusión es posible por el defectuoso
conocimiento de la felicidad; si lo que la inteligencia le presenta
como felicitario polariza a la voluntad, se produce un error acerca del
fin último que afecta a la raíz ontológica de la voluntad. Cuando la
experiencia o cualquier otra información haga que se desengañe, la
voluntad irá por otra cosa o se quedará perpleja ante lo que le
presenta la inteligencia. Los errores morales son debidos a una
equivocación en lo que respecta a la felicidad. Ahora bien, esta tesis
no es pesimista, sino que es sostenida por un optimismo ontológico-
antropológico: estamos hechos para la felicidad. Nos podemos
equivocar al presentar algún bien como absoluto, y nos podemos
convencer por la experiencia de que no nos hace felices por
completo, y entonces es menester corregirse. La corrección es
inherente a la razón práctica. ¿Cuál es el criterio para elegir un bien?
Que realmente sea un medio para la felicidad. Por aquí se enlaza con
la norma moral. La norma moral es una guía radical, o impresa en
nuestra inteligencia (conocemos las normas morales de modo innato
aunque conviene completar su conocimiento por otras vías). Digo
que nuestra inteligencia está dotada de criterios para determinar si
algo nos conduce o no al bien absoluto. Ahí está el origen de la
norma moral. Por tanto, si cumplimos la norma moral, alcanzamos la
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 186
felicidad y si no, no la alcanzamos. Este es el planteamiento clásico.
Pero todavía hay más.
Aunque no sepamos exactamente qué es la felicidad, sí
sabemos que nuestra potencia espiritual está determinada ad unum
por la felicidad y que la felicidad solamente se puede alcanzar si el
bien es infinito107. Lo único que nos puede hacer felices es el bien
infinito. De manera que la tendencia natural a la felicidad quedaría
frustrada si no hubiese, o la inteligencia no encontrara, más que
bienes finitos. Pero en la fase en que la voluntad toma contacto con
la inteligencia (voluntas ut ratio), la presentación del bien es finita y,
por tanto, insatisfactoria para la voluntad como potencia infinita. Por
consiguiente, aunque es cierto que sólo se quiere lo que se conoce, el
conocimiento del bien debe crecer.
Una cosa es estar determinado ad unum y otra estar
determinado a un uno particular. La voluntad no está determinada a
algo particular o finito porque ella misma es una potencia irrestricta.
Por tanto, lo primero que sabemos acerca de la felicidad, aunque
esto es muy poco desde el punto de vista de su contenido, es que la
voluntad nativa se encontraría en una situación de falta de
adecuación con su fin, con aquello que la determina simpliciter, si su
conexión con el conocimiento - voluntas ut ratio - fuera constante o
fija. Y por eso en esta vida siempre acontecen desengaños;
107
Esta tesis se desprende del planteamiento aristotélico y es ratificada por
los teólogos cristianos. En efecto, si la voluntad es nativamente una relación
trascendental, es una pura potencia, una potencia pasiva (noción que
dilucidaremos más tarde), y sólo puede ser saturada por un término infinito.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 187
encontramos cosas que nos hacen un poco felices, pero no
enteramente felices. Y llega un momento, además, en que pasamos
de la felicidad al hastío. El hastío es el reflejo emocional o
sentimental de que la voluntad nativa no ha alcanzado su fin, porque
su aspiración, por ser espiritual, es infinita.
La distinción entre esas dos fases de la voluntad, la voluntad
nativa, inicialmente connatural con nosotros que somos seres
espirituales, y la voluntad en cuanto que entra en contacto con la
inteligencia108, esa distinción, si se mantiene sin conceder que la
actividad voluntaria se desencadena desde sí (porque así se incurre
en irracionalismo), algunas indicaciones da sobre lo que ocurre en
nuestra vida. Por más que tengamos equivocaciones y que
busquemos la felicidad donde no está, eso es concorde con el
planteamiento: no es contradictorio con él, sino que lo confirma. Ya
se sabe que la filosofía funciona planteándose a sí misma dificultades.
En la misma medida en que las resuelve, va aclarando las cosas y
puede ir más allá.
108
Como digo, la voluntas ut natura es una potencia pasiva para Tomás de Aquino: "sui agente quandoque est solum activum principium sui actus: sicut in igne est solum principium activum calefaciendi". Suma teológica, I-II q.51, a.2, c. Pero la consecuencia de ello es que tal principio no es perfectible por hábitos. Y sigue: "invenitur autem aliquod agens in quo est principium activum et passivum sui actus: sicut patet in actibus humanis. Nam actus appetitivae virtutis procedunt a vi appetitiva secundum quod movetur a vi apprensiva repraesentante obiectum". En el mismo sentido en la Quaestio de virtutibus in commune, I, a.3.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 188
Dinamismo de la voluntad nativa
La noción de voluntad nativa deja pendientes algunas
dificultades que habrán de resolverse. ¿Cómo es posible sostener que
en nosotros hay una potencia y que antes de conocer el fin ya está
finalizada de una manera completa? No atenúa la dificultad admitir
que el fin es irrestricto. En el carácter irrestricto se distingue la
determinación ad unum de la voluntad y la determinación ad unum
de las funciones vegetativas. Entendida así podríamos decir que la
voluntad es la apertura inicial del espíritu. El espíritu se abre hacia
afuera, lo cual no es ninguna tautología, pues también se abre hacia
adentro, pero no se abre hacia adentro si no se abre hacia afuera. La
intimidad se corresponde con el trascender, con el ir más allá.
En rigor, considerada como voluntad nativa, ¿nuestra
voluntad se mueve hacia el fin? Antes de entrar en contacto con la
inteligencia, la voluntad es una potencia que no tiende a nada en el
sentido de desplegar su tender. Por eso, tiene que haber una fase
ulterior que permita la movilización tendencial de la voluntad (la
voluntad ut ratio, voluntad en relación con la inteligencia). Eso es
justamente lo que parece que hay que sostener; a saber: la voluntad
como naturaleza no tiende de una manera espontánea: está abierta a
la felicidad o al bien absoluto; pero la voluntad no tiende sin unirse
con la inteligencia, es decir, si no se une a ella no puede ejercer actos
propios: el acto de elegir, de tender, de disfrutar, etc. Hay muchos
actos de la voluntad.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 189
En la Ética a Nicómaco dice Aristóteles de forma telegráfica,
comprimida: el alma (ni siquiera pone el verbo ser) deseo y
conocimiento109. También al principio de la Metafísica dice que todos
los hombres desean por naturaleza saber110. Pero no hay
inconveniente en admitir un deseo de acción práctica (a la que los
medievales llaman uso activo de la voluntad).
Cabe entender a Aristóteles también de la siguiente manera: la
voluntad en cuanto que es pura órexis, lo que desea es poseer. Pero
la posesión no la puede ejercer la voluntad misma, pues la posesión
se ejerce de acuerdo con las praxis que poseen fin, y eso es el
conocimiento, o bien de acuerdo con el tener corpóreo. Por eso dice
que todos los hombres desean por naturaleza saber. Esto significa
que en el fondo tiene que haber un acuerdo muy íntimo entre la
voluntad y la inteligencia, porque si la inteligencia es la capacidad de
hacer suyo, la voluntad tiene que recurrir a ella. Por ejemplo:
deseamos una manzana; ahora bien, una manzana no es deseable si
no somos capaces de ejercer además alguna actividad que pueda
corresponderse con ella. La manzana es nuestra en cuanto que es
comestible; por tanto, más que desear una manzana, se desea comer
una manzana. Tiene que haber un acuerdo entre la inteligencia y la
voluntad en tanto que los actos de la inteligencia son actos posesivos.
Desde el punto de vista de la inteligencia lo que se posee se llama
verdad. Por otra parte, en la posesión cesa la tendencia.
109
"Enérgeia kai práxis". Ética a Nicómaco, 1098a 15; "el alma es de razón y
apetito". Política, I, 4, 1277a, 7.
110 Aristóteles, Metafísica, 980a.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 190
Así como la voluntad tiene que ver con el bien, la inteligencia
tiene que ver con la verdad. Verdad y bien tienen que estar en
estrecha relación. Por otra parte, una posesión voluntaria del bien, si
la voluntad sólo es tendencia, no es posible, ya que tender no es
poseer. Si se posee de acuerdo con otra actividad humana, ya no se
desea. Se desea en tanto que no se tiene. Por consiguiente, parece
necesario admitir que la voluntad no sólo es oréctica, o bien que su
desarrollo, a partir de su conexión con el conocimiento, es mayor que
el que le concede Aristóteles. El refuerzo de la voluntad son sus
hábitos ¿Cuál es el estricto sentido ontológico de los hábitos para la
voluntad? ¿En qué momento los adquiere? Contestaré estas
preguntas más adelante.
En todo caso, es seguro que la movilización de la voluntad ha
de hacerse en relación con la inteligencia. Esto está expresado en un
aforismo clásico: nihil volitum quin praecognitum, nada se quiere si
no es conocido. De manera que los actos que nosotros percibimos
como tender, y otros actos de la voluntad más intensos, no parece
que los pueda ejercer la voluntad si no es, insisto, en relación con la
inteligencia. Por tanto, repito, si la voluntad es una apertura infinita,
irrestricta, también la inteligencia humana tiene que ser capaz de un
conocimiento irrestricto, una capacidad de poseer sin límite. Estas
dos cosas se funden en una fórmula que emplean autores medievales
de inspiración aristotélica, y es lo que llaman el deseo natural de ver
a Dios (aquí por Dios hay que entender el bien absoluto). Deseo
natural de ver: no se puede ser feliz sin conocer. Sin embargo, hay
una larga discusión acerca de qué es más importante en el hombre:
el amor, no el de concupiscencia o deseante, sino el amor de
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 191
complacencia. El amor de complacencia sin el conocimiento no cabe.
Pero aquí, mientras vivimos en este mundo, estamos en camino, no
hemos alcanzado la felicidad completa, ni contemplado todo lo que
podemos conocer. Se discute si es mejor amar a Dios, el bien
absoluto, o conocerlo. Un argumento tomista dice que aquí (no en el
estado definitivo de la vida eterna) es más perfecto amar a Dios que
conocerlo, porque el conocimiento que tenemos de Dios es muy
obscuro; en cambio, la voluntad en cuanto ama, apunta directamente
a la realidad.
Aunque esto ofrezca algunas dificultades sistemáticas111, es
bastante verificable en nuestra experiencia. Aunque no conozcamos
perfectamente algo, puede ser objeto de nuestra voluntad. Y puede
serlo de manera bastante firme. Por tanto, el aforismo según el cual
nada es objeto de la voluntad si no es previamente objeto del
conocimiento, hay que tomarlo en este sentido. En nuestro
conocimiento hay una cierta obscuridad que no impide la decisión
firme de la voluntad respecto de la realidad de lo que conocemos
obscuramente.
Si no fuera porque nuestra voluntad está determinada ad
unum, siendo ese unum infinito, no serían posibles tales actos de
adhesión. Si la voluntad no enganchara de suyo con el fin antes de
estar en su presencia, de conocerlo, muchos actos del hombre no se
explicarían, porque así actuamos con frecuencia: queremos algo que
111
Tomás de Aquino distingue la intención cognoscitiva de la voluntaria. La
primera es intención de semejanza; la segunda es intención de otro. Esta
distinción es muy importante, y explica lo que a continuación se expone.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 192
no conocemos muy bien y buscamos conocerlo mejor, pero ya
estamos aferrados a eso, que queremos. Esto nos pasa muchas
veces: quien no haya estado en París tiene alguna idea de esa ciudad,
pero no la conoce bien y sin embargo puede tener un deseo muy vivo
de ir a París. Con frecuencia actuamos así: queremos bastante algún
objetivo antes de conocerlo del todo. Hemos de tener alguna noticia
de él, pero no hace falta que ese acto de conocimiento sea
completamente claro. Entre otras cosas, si lo tuviéramos
completamente claro, desaparecería el deseo y ejerceríamos un acto
de complacencia. Pero, insisto, el deseo en cuanto toma contacto con
la inteligencia se dispara aunque la inteligencia conozca
obscuramente.
Libertad práctica y voluntad
Esta es una de las razones por las cuales nos equivocamos y
tenemos errores morales. Podemos caer en obsesiones al tensar la
voluntad hacia algo antes de conocerlo del todo. El Mariscal Foch
decía que uno se lanza, se compromete, y luego se ve cómo están las
cosas. Después vienen las sorpresas y hay que rectificar, o volverse
atrás. La rectificación es inherente a la razón práctica; en cambio el
volverse atrás pocas veces está justificado. Nótese el riesgo que lleva
consigo el matrimonio. Un hombre puede amar a una mujer sin
apenas conocerla. Se casa con ella y después es probable que
aparezcan rasgos molestos (o viceversa, la mujer se puede casar sin
conocer bien a su marido). Se recurre entonces al divorcio como
remedio: me desvinculo. Se argumenta así: creí que esto iba a ser
muy fácil y resulta que es difícil; por tanto, renuncio. Pero la
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 193
obscuridad del conocimiento precedente no siempre es motivo para
retirar el acto voluntario, aunque el camino sea más arduo de lo
esperado. Las dificultades son inevitables. La fortaleza y la
magnanimidad (la grandeza del alma) son virtudes que ayudan a
afrontarlas.
Esto nos hace ver que la relación de la voluntad con la
inteligencia en cierto momento puede ser reversible en el sentido de
que si la voluntad no se desorienta por lo que se descubre después
de decidir en virtud de una acto cognoscitivo oscuro, ha de dirigirse al
conocimiento pidiéndole una visión más profunda. Dicha
reversibilidad requiere el fortalecimiento de la voluntad por los
hábitos morales.
Lo que acabo de decir abre la cuestión de la libertad. No es
acertado retraer la libertad práctica a la voluntad nativa ni a la
conexión primera de la voluntad con el conocimiento, que llamamos
voluntas ut ratio. Esta conexión es necesaria para que la voluntad se
ponga en marcha, o ejerza sus actos. Pero las virtudes siguen a los
actos, y sin virtudes la voluntad no es libre.
Si la voluntad como naturaleza está determinada ad unum, no
se puede decir que en ello intervenga la libertad: la voluntad nativa
no es libre, porque ni siquiera actúa, sino que, así considerada, es una
potencia pasiva, o una relación trascendental. La voluntad tiene que
tomar contacto con la libertad. La libertad alcanza a la voluntad a
partir de la fase en que la voluntad conecta con la inteligencia, antes
no: el hombre es radicalmente libre; su voluntad no lo es.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 194
Tomada como naturaleza la voluntad no es libre. Esto se ha
dicho muchas veces y no siempre se ha entendido, aunque es una
tesis que Tomás de Aquinor112 sostiene en varias ocasiones; también
Averroes dice lo mismo: sin el concurso de la inteligencia la libertad
no llega a tomar contacto con la voluntad113. Bien entendido que ese
concurso no es casual. Dicho planteamiento también es válido para
entender mejor como ser humano a un incapacitado. Se puede decir
que la voluntad en esa persona no es libre, por ejemplo, si es un
oligofrénico o un niño pequeño: ese hombre es incapaz de actos
libres. Pero eso no quiere decir que no tenga una voluntad abierta al
infinito. La tiene. ¿Cuándo ejercerá un acto según el cual se oriente o
se acerque al bien infinito? No lo sabemos. Pero según el
planteamiento que distingue la voluntad como naturaleza y la
voluntad en su carácter racional, si la voluntad sólo es libre a partir
de su contacto con la inteligencia - pues sin conocer no se realiza
ningún acto voluntario práctico -, se precisa una especial intervención
divina. Por otra parte, Tomás de Aquino sostiene también que la
voluntad es libre respecto de los medios. Los actos voluntarios
respectivos a medios son propios de la voluntad racional, no de la
voluntad nativa.
112
"Tota ratio libertatis ex modo cognitionis dependet". De veritate, q.24 a.2 c. Y concluye: "unde totius libertatis est in ratione constituta". Sobre la distinción entre voluntas ut ratio y voluntas ut natura cfr. In III Sent., d.17, q.1, a.1. La primera es llamada también "voluntas de ea quae sunt ad finem" y la segunda "voluntas finis" (en relación con Ética a Nicómaco, libros 3 y 4). 113 Tomás de Aquino remite como primera fuente a S. Juan Damasceno, que
distingue entre thélesis y boúlesis.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 195
La tesis de Kant acerca de la libertad como ratio essendi es
equivalente a sostener que la voluntad tiene que ver con la libertad
desde el principio. Esa tesis es una equivocación porque confunde la
voluntad con el sujeto trascendental (que no pasa de ser una idea
general). Además, no se debe mantener la identidad de voluntad y
libertad, pues el oligofrénico o el loco no ejercen actos voluntarios,
ya que la relación entre la voluntad y la inteligencia está rota en ellos.
Con todo, no se puede decir que ellos sigan un imperativo categórico
o algo así. Pero sí se puede decir que tienen una tendencia natural
abierta al infinito. Si eso se negara, también habría que negar que
son hombres, y sería lícito abortar en el momento en que se sabe que
quien va a nacer es mongólico. La existencia de la voluntad nativa es
una tesis ontológica muy optimista, que no se debe desechar, porque
va a favor de la dignidad humana. Lo que ratifica la dignidad humana
debe ser verdad porque las quiebras, los avatares que la condición
humana sufre no disminuyen nunca su ser.
La libertad no es una propiedad inicial de la voluntad. Pero por
otra parte, es manifiesto que el hombre es libre, porque si no lo
fuera, sería imposible que la libertad tomara contacto con la voluntad
como pura apertura, la cual por ser una potencia pasiva no puede
decidir acerca de sí misma ni puede elegir. Y, por otra parte, tampoco
de suyo alcanza su fin. La voluntad nativa no es la libertad de la
persona humana. Pero si la libertad no está primariamente en la
voluntad, tiene que ser la persona. La libertad es radicalmente
personal, puesto que radicalmente no corresponde a la voluntad.
Llega a la voluntad, toma contacto con la voluntad: la voluntad es
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 196
investida de libertad; pero es investida después de tomar contacto
con la inteligencia. Aquí aparece otra vez el tema de las virtudes114.
Del actuar humano se sigue un resultado exterior, pero
también un resultado interior, es decir, una modificación de su propia
naturaleza, a la que se llama virtud. La voluntad en cuanto toma
contacto con la inteligencia se hace susceptible de virtudes. Este es el
planteamiento clásico. Un empirista puede oponer dificultades:
¿cómo admitir una potencia pasiva espiritual, una capacidad
espiritual que es apertura irrestricta, pero que ella sola es incapaz de
pasar a actuar? Si la inteligencia interviene, sí actúa; pero si no,
queda inédita. Es una apertura prerracional, previa, eventualmente
inédita. Que una persona incapaz de pensar tenga su espíritu abierto
a la felicidad es una tesis ontológica. ¿Qué prueba se puede dar?
Prueba empírica, ninguna; pero nos jugamos el respeto al ser
humano. La única prueba que tenemos de que el hombre sea una
persona racional es que actúe como tal; pero ¿y si no actúa? ¿Cómo
saber que su espíritu está irrestrictamente abierto, que existe la
voluntas ut natura? Si la pregunta pide una verificación, es
impertinente, porque, repito, lo que está en juego es el respeto al ser
humano. Si no lo admitimos, sería indiferente matar a un hombre en
cuanto no cumpla sus roles o deja de ser útil, como a un animal.
Kant alude a la importancia ética del respeto. Lo dice así: "obra
de tal manera que no tomes nunca a los demás como medio, sino
114 Las potencias espirituales no obran de modo meramente natural -
instinctu naturae - sino libremente a partir de sus hábitos.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 197
como fin"115. Esta es una de las formulaciones del imperativo
categórico. Si considero al otro como fin es porque es capaz de fin, y
esto es la voluntad nativa. El respeto es importante para una
comprensión correcta de la humanidad; para no hacer distingos entre
el sapiens y el habilis dentro de la especie, para no maltratar a la
gente o para no incurrir en asesinatos con el pretexto de que no es
un hombre el que no ejerce roles de hombre. Siguiendo esta línea
caeríamos en el racismo: como este pueblo tiene muy poca voluntad
racional o es apático, es un pueblo inferior. El desprecio al ser
humano es antiético.
Sin duda, un empirista negaría la voluntad nativa porque no la
podemos comprobar. Sin embargo, acudir al actuar consciente como
único criterio de reconocimiento del ser humano es un error que
lleva a cometer actos inmorales, como el asesinato. No es éste un
peligro que afecte sólo a los niños, porque la creciente abundancia de
viejos lo va a agravar, tal como está el índice de natalidad. También
esto afecta a la actividad empresarial. El empresario utiliza mucho la
voluntas ut ratio y puede olvidar que la actividad económica tiene
como destinatario al hombre
A mi modo de ver, la voluntad nativa no se puede negar por
otra razón fundamental: porque es la voluntad considerada en orden
al fin último; por tanto, su negación conduce al ateísmo. Con todo,
sigue pendiente una cuestión: tener relación con el fin, si es
meramente potencial, o trascendental, no es estar en el fin ni
poseerlo. Por consiguiente, es imposible alcanzar plenamente el fin al
115
Kant, I., Grundlegung zur Metaphysik der Sitten, 2.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 198
que se abre la voluntad en algún momento de la vida. Esto equivale a
sentar la eminencia del futuro en el tiempo biográfico humano:
vivimos abiertos a un futuro que no acaba nunca mientras vivimos, es
decir, a un futuro que no deja de serlo: a un futuro no desfuturizable.
Relacionarse con el fin de manera enteramente potencial, comporta
que el fin está totalmente en el futuro, o que la vida es enteramente
destinable. Por eso, la verificación empírica no es procedente: el
futuro puro no es empírico.
La inversa también es cierta: si el fin no existe, tampoco es
posible una pura apertura en orden al fin. Admitir la voluntad nativa
es afirmar la prevalencia del fin y del futuro. Si se hace algún recorte,
si se dice que no se tiene que ver con el futuro más que en la medida
en que se puede alcanzar en un ahora de este tiempo (con lo cual ya
se ha desfuturizado), no se sabe lo que significa vivir pendiente del
futuro. La prueba filosófica de esta apertura que llamamos voluntad
natural es que siempre estamos abiertos a un fin más allá de
cualquier situación o del manejo de los asuntos de nuestro existir.
Insisto, si no hay algo más allá, que es nuestro destino (lo
suelo llamar destino atendiendo a la libertad personal), entonces se
tendría que admitir que ese fin que es futuro puro no influye para
nada en nuestra vida. Pero es una equivocación pensar que lo único
que influye es lo presente (y el pasado en tanto que causal desde
antes), o que el futuro como tal es irreal o, sólo real cuando se
desfuturiza. Tales opiniones desconocen un acto esencial de la
voluntad, que es el amor de esperanza, sin el cual la vida del espíritu
se destensa. Como ese amor es creciente, es también una virtud que
vertebra el existir. La esperanza es la tendencia elevada a virtud.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 199
Negarla equivale a carecer de ella; es lo que acontece en la ética
hedonista.
Estamos exponiendo la versión clásica de la voluntad que viene
de Aristóteles, y en la que ahondan los filósofos aristotélicos, sobre
todo Tomás de Aquino. Esta versión sufre después una inflexión que
conduce a la noción moderna de la voluntad como espontaneidad. Si
exponemos suficientemente este asunto aclarando las nociones
centrales, podremos enfrentar la noción moderna de la voluntad, o al
menos, proceder a comparar las dos formulaciones. Ello exige
algunas averiguaciones más.
Decíamos que según los aristotélicos la voluntad es oréctica. A
medida que se va elaborando esta noción, aparece - y así se la
denomina - la voluntad natural entendida como una potencia, una
capacidad pasiva, distinta, por tanto, de las potencias o capacidades
activas. Un ejemplo tópico de potencia activa es el fuego, el cual
ejerce por su propia eficacia la acción de calentar. Una potencia
pasiva no ejerce de suyo un acto, sino que, como sujeto de las
acciones que pueda ejercer, es movida por otro: sin la inteligencia no
se pueden ejercer los actos de la voluntad y esa confluencia entre la
inteligencia y la voluntad, se investiga sobre todo en lo que se llama
voluntas ut ratio. La inteligencia mueve a la voluntad presentándole
los bienes, y en esa misma medida la voluntad puede pasar a ejercer
sus actos propios.
La voluntad nativa y la voluntad racional no son dos facultades.
Es la misma entendida en dos momentos, pues la consideración de la
voluntad tiene que ser procesual, precisamente porque se trata de
una potencia tendencial cuyo despliegue hay que estudiar. Ese
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 200
despliegue comienza por la confluencia de la inteligencia. Este es el
planteamiento clásico que se modifica a finales de la Edad Media por
obra de filósofos tan importantes como Duns Escoto y Guillermo de
Ockham (que acentúa todavía más la importancia de la voluntad).
Este planteamiento tardo-medieval pasa a los filósofos modernos, a
Descartes, a Kant, y sigue en ese gran movimiento filosófico de
finales del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX, que es el idealismo
alemán.
Repito que se trata de ver la voluntad humana en dos
momentos: en cuanto que es potencial y en su conexión con la razón.
Como potencia pasiva está determinada ad unum, lo que quiere decir
que su fin es uno y nada más que uno. El hombre está naturalmente
destinado a la felicidad en virtud de su potencia espiritual, que es la
voluntad, aunque tal potencia no conoce ese fin ni, por pasiva,
tampoco de suyo ejerce ningún acto que conduzca a él. Las potencias
pasivas se determinan ad unum de distinta manera que las potencias
activas. Las potencias activas están determinadas ad unum desde el
punto de vista de su eficiencia (el fuego, - aunque este ejemplo es
sólo ilustrativo - está determinado ad unum porque calienta, y
calentar deriva del fuego). Las potencias pasivas no están
determinadas ad unum de esa manera, es decir, no desde el punto de
vista de su ejercicio, sino desde el punto de vista del fin. La voluntad
solamente ejerce actos en la medida en que, como dicen los
escolásticos, es motor movido por la inteligencia. Es decir, la voluntad
se mueve por el bien (la felicidad comporta la noción de bien) que le
da a conocer la inteligencia. Ella se determina a la felicidad, pero esa
determinación no es automática, porque la voluntad no es
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 201
espontánea de entrada (Duns Escoto llama a la espontaneidad
perseitas).
Admitir la espontaneidad de la voluntad comporta negar que la
inteligencia ejerza operaciones inmanentes, es decir, posesivas de
formas. Las formas marcan el término de la eficacia espontánea. En
suma, la primera diferencia entre el planteamiento clásico y el
moderno se refiere a las formas: o las formas son el resultado de la
espontaneidad voluntaria, o son intelectualmente poseídas, pero no
como resultado, al ejercer las operaciones cognoscitivas. Si las formas
son primariamente poseídas por la inteligencia, la voluntad no es a
priori en orden a ellas, sino que ha de ser movida. Y eso es lo que
significa voluntas ut ratio: esa activación, ese mover a una potencia
pasiva, que solamente en cuanto movida actúa.
Pondré una ilustración aproximativa. Si se tienen unas bolas
que chocan pendientes de un hilo, al mover una de modo que golpee
a la otra, esta segunda, a su vez, golpeará a una tercera. Pero la
segunda bola transmite la acción en cuanto que ha sido golpeada, es
decir, solamente es causa activa en cuanto que es movida: es un
motor movido. Ahora bien, en el caso de la voluntad hay que añadir
los hábitos. En tanto que habitualmente perfeccionada, la voluntad
nativa ya no es una potencia pasiva. Estudiaremos esta complicación
más adelante.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 202
Eficiencia de la acción voluntaria
Si el conocimiento presenta algo como bueno, la voluntad se
mueve a ello en cuanto movida. Sin embargo, esto es insuficiente,
porque como está determinada a la felicidad, la voluntad no actúa
nunca en contra de la felicidad, aunque el bien sea limitado. La
voluntad sólo puede querer bajo la razón de bien. Pero eso depende
del bien que se le presente, y el bien lo presenta el conocimiento (el
conocimiento sensible también puede presentar bienes, pero ello
corre a cargo sobre todo de la inteligencia). Entonces puede ocurrir lo
siguiente: si la inteligencia le presenta como bueno el dinero, pero no
le presenta como malo traicionar a un amigo para alcanzar ese bien,
la voluntad, como funciona bajo la razón de bien, traicionará al
amigo. Según lo expuesto hasta aquí sobre el planteamiento clásico,
esto no es imposible. Pero, en rigor, lo único que puede proporcionar
la felicidad a una potencia espiritual es Dios. Pero eso la voluntad
como naturaleza no lo sabe. De manera que un conocimiento
adecuado, es decir, el perfeccionamiento de la capacidad de pensar
humana, es sumamente importante para la voluntad. Si se sabe que
el fin no justifica los medios, también se sabe que si para obtener
dinero hay que ser desleal, se conculca ese principio. Por tanto,
parece que se renunciará al dinero, porque no es felicitario lo que
comporta un mal. Pero, insisto, si la inteligencia no lo presenta, ese
mal no repugna a la voluntad, que es una capacidad apetitiva pero no
cognoscitiva.
Precisamente por esto, los primeros filósofos que se ocuparon
de la ética son intelectualistas. El intelectualismo ético es propuesto
por Sócrates, que es el gran maestro de la ética occidental. Pero la
solución de Sócrates es precipitada: según él, basta conocer el bien
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 203
para hacerlo y, en definitiva, las faltas morales son errores
intelectuales. Por eso, el gran lema de Sócrates es "conócete a tí
mismo"116, conoce cuál es tu verdad, qué es lo verdaderamente
bueno para el hombre: ésa es la conciencia que hay que cultivar. En
la primera etapa de su vida, Sócrates es un discípulo de otro filósofo
griego llamado Anaxágoras que se ocupaba de los fenómenos
celestes, un fisiólogo, que hablaba de la physis, de la naturaleza de
las cosas; pero luego, así lo narra Jenofonte en una obra que se llama
las Memorables, Sócrates dejó de interesarse en saber cómo son los
astros y concentró su atención en averiguar la verdad del hombre117.
Por eso, cuando compareció ante el tribunal de Atenas, declaró:
atenienses, vosotros decís que soy un sabio, pero yo desde cierto
punto de vista no sé nada. Si acaso soy un experto o he procurado
averiguar la verdad humana, el saber acerca del hombre, pues
aunque en mi juventud fui discípulo de Anaxágoras, después lo que
me ha interesado es cuál es la verdad del hombre.
Sócrates polemizó con los sofistas, que también pretendían ser
expertos en cuestiones humanas pero lo hacían de una manera
ilegítima. Ahora no podemos examinar el planteamiento de los
sofistas; la palabra sofista suele tener una connotación peyorativa.
Sin embargo, ellos también intentaban un saber acerca del hombre.
Sócrates pensó que se equivocaban y que había que profundizar en la
116 Platón, Teeteto, 149a; 120b; 210b.
117 Cfr. Jenofonte, Memorables, IV, 7, 2.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 204
verdad del hombre, que es la más importante. Sócrates concluyó que
basta conocer la verdad para que la voluntad se atenga a ella118.
Esto no es del todo cierto. ¿Por qué? Nos encontramos con una
complicación que afecta a la voluntas ut ratio. Si sólo tenemos en
cuenta que la voluntad sigue el bien presentado por la inteligencia,
resulta que es de suma importancia evitar que la inteligencia se
equivoque, y procurar que presente el bien sin limitaciones, para que
la voluntad ejerza sus actos en la línea del fin final, que no la
determina de modo particular, sino en cuanto irrestricta. Pero se han
de resaltar dos puntos importantes: ante todo, la inteligencia
presenta lo que ella ha aprehendido como bueno; pero eso no es
todo el bien, pues la presentación tiene razón de actualidad, y el bien
entero tiene razón de futuro, como ya se ha dicho. En segundo lugar,
al ejercer sus actos iluminada por la inteligencia, la voluntad adquiere
hábitos. Ahora bien, una voluntad con hábitos deja de ser una
potencia pasiva: ella misma se ha hecho más o menos capaz de
ejercer nuevos actos. Por aquí nos metemos en honduras que van
más allá de esa conexión llamada voluntad racional. Con hábitos, la
voluntad es capaz de determinarse con facilidad para cierto tipo de
actos; no se limita a ser determinada en general por el fin. Ese
perfeccionamiento o estropicio (virtud o vicio) de la voluntad es lo
que se llama hábito.
Pues bien - y esta es una tesis aristotélica desarrollada por
filósofos árabes y luego recogida por Tomás de Aquino - cuando la
voluntad adquiere hábitos se hace libre. Por ejemplo, San Alberto
118 Jenofonte, Memorables, IV,6,3; IV,6,6.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 205
Magno define el hábito como aquello por lo que alguien actúa como
quiere (quo quis agit cum voluerit). Tomás de Aquino repite la tesis
en muchos lugares de su obra119 y San Alberto señala que está en
Averroes y en Avicena.
Hábito y voluntad
A través de los hábitos la libertad inviste la voluntad. La
voluntad nativa, la potencia pasiva determinada ad unum por el fin
irrestricto antes de tomar contacto con la inteligencia, no es
susceptible de libertad porque todavía no ha actuado. La voluntad
sólo es libre a partir de su primer acto elícito. Su actuación repercute
en ella y la hace apta, dispuesta, capaz de ejercer una serie de
actos120. Pero no sólo eso, sino que los ejerce libremente: puede
ejercer nuevos actos o no ejercerlos. Y como juntamente con los
hábitos aparece la libertad (por eso el intelectualismo ético no
considera bien la relación de la voluntad con la inteligencia), ocurre,
en primer lugar, que lo más probable es que la voluntad actúe de
acuerdo con los hábitos que ha adquirido. Sin embargo, como esos
119 Cfr. Tomás de Aquino, In III Sent., d.14 q.1, a.1; d.34, q.3, a.1, e; De malo,
q.16, a.8, etc.
120 Las virtudes se orientan al fin de otro modo que los actos, porque son lo
último en la potencia. Ello comporta que es posible una doble
especificación: de los actos por las virtudes, y de las virtudes mismas
respecto del fin alcanzado. Cfr. Tomás de Aquino, Quaestio disputata de
virtutibus cardinalibus, q. única, a.4.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 206
hábitos le dan libertad, puede actuar contra los hábitos. Es un poder
sorprendente. Los hábitos dotan de la capacidad de ejercer actos
posteriores, pero con ellos se introduce la libertad, y la voluntad
puede actuar de acuerdo con el hábito o no, porque ya es dueña de
sus actos.
En rigor, el que la voluntad pueda atenerse o no a los hábitos,
remite a la persona. Radicalmente, la libertad es personal. Por tanto,
la voluntad investida de la libertad es la voluntad de una persona. Al
considerar la voluntad nativa, solamente entendemos la voluntad
como una potencia humana, pero no como la voluntad de un quien.
La voluntad es voluntad de un quien en cuanto que es libre. Ahora
bien, la voluntad es libre sólo porque adquiere hábitos; si no, la
libertad, que es radicalmente personal, no la inviste, no llega a ella.
La estructura, como se ve, es compleja. Pero no conviene olvidar que
la riqueza ontológica de la voluntad procede de su entronque en el
ser personal. En los manuales de ética clásica (otras interpretaciones
de la ética son reduccionistas) estas cuestiones no están
suficientemente desarrolladas o se resuelven de una manera
demasiado rápida. Sin embargo, las distinciones apuntadas son muy
importantes porque explican cosas que de otro modo no se
entienden. Según el concepto de sistema libre, mencionado en los
capítulos anteriores, entran en juego muchos elementos: la
naturaleza, los bienes, los actos, los hábitos, la libertad, la persona, la
inteligencia, la voluntad, que la filosofía debe estudiar.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 207
Esperanza y futuro
El hombre que sólo confía en la percepción sensible se suele
conformar con bienes inmediatos. Así se desorganiza el tiempo
humano. La ética desde el punto de vista temporal es la organización
de la biografía humana, es decir, lo que permite al hombre vivir en el
tiempo sin ceder a las discontinuidades de la moda, etc.: lo que le
permite crecer. Si la voluntad se mueve solamente por la captación
de bienes inmediatos, los proyectos a largo plazo se cancelan; con los
proyectos a largo plazo el hombre se enfrenta con el futuro. Ya he
dicho que la noción de fin, vista desde la voluntad nativa, tiene razón
de futuro. A lo largo de la vida se pueden ir alcanzando fines, pero
siempre queda un sobrante: es imposible agotar a través de los actos,
e incluso a través de los hábitos, esa aspiración natural hacia el fin
simpliciter. Por eso, es lógico que el hombre haga planes. Pero si se
compara la planificación, los proyectos, con el sentido de la realidad
que nos da la percepción, o incluso la conciencia actual, se encuentra
uno ante lo todavía no real.
Sobre esto ha insistido con agudeza el profesor Millán Puelles
en su libro Teoría del objeto puro121 - en donde sostiene tesis muy
netas sobre la inactualidad del futuro -. Ya he dicho que hay que
cuidar la calidad de nuestro pensamiento para tomar las decisiones
que se traducen en acciones prácticas. El hombre capaz de pensar de
modo global es capaz de coordinar más actos. Claro está que las
circunstancias pueden obligar a ocuparse de asuntos muy urgentes,
apremiantes, o limitarse a sobrevivir. Pero en condiciones normales
121
Millán Puelles, A., Teoría del objeto puro, Rialp, Madrid 1990.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 208
lo correcto es que el hombre se enfrente con fines, con objetivos,
lejanos en el tiempo. Y en tanto que lejanos en el tiempo, pueden
parecer irreales. Si a alguien se le invita a lanzarse por un largo
camino, probablemente se sentirá atemorizado, o sin fuerzas y no
querrá saber de eso. "A largo me lo fías, ponme otro trago", dice el
viejo refrán castellano. Si te tengo que pagar dentro de unos años,
ponme otro vaso ahora. Lo que es muy lejano en el tiempo para
nosotros pierde realidad, pierde peso, al compararlo con lo actual.
Desde aquí se podría hacer una clasificación de los tipos de
decisiones que se toman. Las decisiones con más peso son
justamente aquellas que se mantienen frente a lo que a los ojos de
otros es irreal. Recuérdese una anécdota de Washington:
- Hay que plantar árboles.
- Pero los árboles tardan muchos años en crecer.
- Pues plantémoslos enseguida.
No se debe postergar los planes a largo plazo con la excusa de
su riesgo o de que en el trayecto uno se puede morir. La sombra del
árbol que ahora se planta protegerá del sol a la generación siguiente.
Las cuestiones post mortem no suelen interesar. Por lo común, el
hombre actual limita sus objetivos al plazo de vida que a sí mismo se
concede: haré cosas que pueda alcanzar durante mi vida; pero
¿objetivos más allá de mi muerte? No digo objetivos celestes, sino
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 209
terrestres. De ésos, que se ocupe la generación siguiente. No nos
consideramos herederos, ni pensamos en los que vendrán después.
Esto quiere decir que carecemos de la virtud de la piedad.
Las decisiones de este tipo exigen otra gran virtud: la fortaleza,
que implica esperanza y paciencia; las grandes cosas no se consiguen
al instante. Para el desarrollo de una cultura hacen falta varias
generaciones. Los científicos todavía no han alcanzado un gran
objetivo de la ciencia (no se ha demostrado que sea imposible,
aunque presenta una dificultad sistemática) que es la llamada "teoría
unificada de campos". Einstein se murió tratando de resolverlo, los
cuánticos se plantean un problema muy parecido, y hay varias
generaciones de cuánticos desde Max Planck.
Realmente la ciencia moderna alberga una gran esperanza.
Inmediatamente se ve que la voluntad nativa es el ámbito en que se
contiene cualquier esperanza. ¿Y cómo andamos de esperanza? La
pregunta es inevitable porque sin esperanza nos paramos. ¿Dónde
ponemos la meta o la cima de nuestra vida? ¿Demasiado cerca?
Seguramente será un objetivo para dentro de una hora; pero no es
una gran esperanza. Después de la cena, ¿qué podemos esperar?
Quizá, una película. Péguy, el gran poeta francés, escribió un poema
sobre la esperanza122. Para Péguy, la esperanza es el bastón del
caminante: un bastón de caña, flexible, que ayuda a andar. La
esperanza es el bastón del camino; tiene que ver con los grandes
proyectos. En otro caso acontece más bien lo que decía Dante: en
mitad del camino de nuestra vida me encontré en una selva obscura,
122 Le porche du mystère de la deuxiéme vertu, 1911.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 210
porque la vía derecha se había perdido, había desaparecido123. Sin la
esperanza uno se encuentra perdido en la maraña de la vida: no sabe
qué hacer.
Esto depende en gran parte de la calidad de nuestro
conocimiento. Si es amplio, elaboraremos proyectos, con fines más o
menos lejanos (cuanto más ambicioso un proyecto, tanto más lejano
el fin, pero no por ello menos fin). Todo esto es claro. Dime lo que
esperas y te diré como vives; uno vive según lo que espera. Desde
luego, apostar lleva consigo riesgo porque, aunque adivinemos
intelectualmente el futuro, no tenemos un conocimiento actual
enteramente preciso de él. Seguramente, en la medida en que nos
aproximemos a la meta futura la iremos viendo con mayores perfiles.
De entrada suele ser indeterminada, y sigue siéndolo para el que sólo
se mueve por lo inmediato y concreto como Sancho Panza124. Tal
sensación de irrealidad invita a la retirada. La gente que lo quiere
todo pronto, está replegada en el tiempo, ha recortado su horizonte
temporal.
Razón práctica
La pérdida del sentido de futuro es un debilitamiento de la
voluntad que, vinculada al fin último, no encuentra una manera de
123 Inicio de La Divina Comedia.
124 Don Quijote iba detrás de un objetivo de gran alcance: desfacer
entuertos, y hacer la ofrenda de sus actos en honor de Dulcinea.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 211
actuar que acerque a él, porque la inteligencia no se la da o se han
acumulado los desengaños o los vicios. Un proyecto ambicioso de
futuro se ha de formular con la mayor precisión posible: discutirlo,
recabar información y consejo, aprestar recursos. En nuestra época
hay una fuerte pérdida de esperanza, y sin embargo, hoy más que
nunca hay proyectos posibles.
Ahora hemos de continuar el estudio de la razón en cuanto que
en ella se inspira la voluntad en el ejercicio de sus datos. Esta peculiar
dimensión de la razón se llama razón práctica. Para enfocar el tema
hay que tener en cuenta, por lo pronto, que las acciones no se
aglomeran, van una detrás de otra.
La razón práctica, que de entrada es conocimiento, a través de
la voluntad se plasma en el orden de las realizaciones. Si la voluntad
no la requiriera, esta aplicación de la razón no existiría. La
característica inmediata de la razón práctica es admitir la corrección;
por eso la esperanza es flexible. La razón práctica no es la razón de lo
necesario. La lógica del hombre de acción no es la lógica del
metafísico, que se ocupa de proposiciones necesarias. No, la acción
humana tiene muchas quiebras; además las circunstancias cambian.
La razón práctica es razón corregida. Se suele hablar de la recta
razón, una expresión acuñada por los éticos clásicos (recta ratio
agibilium) en estrecha relación con la virtud de la prudencia. Recta
significa correcta, y correcta significa corregida. Sólo corrigiendo
(esto tampoco lo tuvo en cuenta Sócrates), la razón es recta, porque,
siempre, en algún momento aparece la equivocación; por tanto, para
controlar, habitualmente, la razón práctica, es menester corregir el
curso de las acciones.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 212
La razón práctica es razón correcta porque las acciones
humanas carecen de estricta necesidad. Tienen corrección. Es
interesante aludir a las distintas lógicas que descubrió Aristóteles125 -
no hay una sola lógica -. Para ver cuál es la lógica de la razón práctica,
convendría compararla con otras. La lógica que consiste en la
discusión a partir de convicciones - convicciones comunes pero no
necesariamente verdaderas - es la lógica como dialéctica estudiada
en los Tópicos. La lógica de la discusión científica es un tipo de
dialéctica para Aristóteles; la lógica de la política (o de los modernos
medios de comunicación de masas) es otro tipo de dialéctica, que
linda con la retórica. En efecto, las convicciones son comunes según
distintas comunidades; por ejemplo, la comunidad de los hombres en
la vida corriente, y la comunidad de los hombres en las actividades
científicas. Siempre que se trate de razonar hay que acudir a unos
procedimientos lógicos que, aun siendo silogísticos, no son
enteramente necesarios. No es del caso estudiar la dialéctica
aristotélica, pero por lo menos, aludir a ella permite decir que la
razón práctica, en tanto que referida a la acción, no es una razón de
lo necesario, pues aunque acertemos a saber cuál es el fin que
determina ad unum nuestra voluntad nativa, queda obscuro cómo se
alcanza. Siendo irrestricta, por ser espiritual, la capacidad de fin
denota que nuestro fin es Dios, pero ello no es la conclusión de un
silogismo en forma.
125 Aristóteles enfoca la lógica de distinta manera en los Tópiocs, en la
Retórica y en los Analíticos.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 213
Esto quiere decir que Dios no es un tema claro para la razón
práctica en tanto que propone bienes que movilizan la voluntad. Por
eso, la razón práctica no es infalible y requiere ser corregida. Tal
corrección corresponde más a las virtudes que a la experiencia. Las
acciones voluntarias han de ser enderezadas, en atención al carácter
axiomático de la determinación ad unum, la cual, sin embargo es
oscura para la voluntas ut ratio. Por eso, a veces se prescinde del fin
último. Dicho prescindir es el ateísmo práctico, a veces acompañado
de ateísmo teórico:
- No me cuentes historias; yo me ocupo de otros bienes, de
otros fines, de ése no.
Desde la razón práctica cabe responder:
- Usted ignora la voluntad nativa, y se encontrará en su vida
con muchas dificultades de coherencia que no podrá corregir.
No voy a intentar demostrar la existencia de Dios a partir de la
voluntad - aunque algunos lo han intentado -, porque lo que es
axiomático atendiendo a la voluntad nativa no es un principio
deductivo para la razón práctica, es decir, porque a la voluntas ut
ratio no corresponde determinarse ad unum absolutamente. El
estudio de las acciones que conducen a Dios es un tema de la
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 214
teología moral. Aquí lo único que se puede decir es que, atendiendo
a la apertura irrestricta que se llama voluntad nativa, es evidente que
nuestro fin es infinito. Con todo, si apelamos a la iluminación racional
de la voluntad nuestro conocimiento de dicho fin no es del todo
claro. Recuérdese lo dicho: aunque se admita que el acto posesivo
del fin es la fruición, no siempre se acierta en la determinación de su
objeto. Además, se ha de tener en cuenta la correlación entre las
virtudes y la felicidad. Sin virtudes cabe decir:
-Mire usted, Dios no es un fin o Dios no existe; orientemos la
proa de nuestra nave a otro puerto felicitario más modesto.
Eso puede ocurrir porque es verdad que hay otros bienes. La
equivocación es conformarse con disfrutar de ellos, aunque también
sería erróneo negar que sean bienes. Por eso, si la razón práctica no
fuera corregible, el hombre no podría hacer frente a sus errores
prácticos.
Intelecto y ejercicio de la voluntad
Hemos expuesto dos momentos de la voluntad: primero, la
voluntad en cuanto apertura inherente a nuestra naturaleza
espiritual. Este primer momento es pasivo: una capacidad que de
suyo no puede pasar a ejercer sus actos, sino que como apertura es
estática. El segundo momento es la conexión de esa capacidad pasiva
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 215
con el razonamiento práctico, el cual presenta a la voluntad en cada
caso aquello que la determina a la acción. Le presenta algo
susceptible de proporcionar la felicidad, o bajo la razón de bien.
Existe todavía un tercer momento, porque al actuar la voluntad
adquiere hábitos, y así es investida por la libertad126.
La voluntad ejerce una pluralidad de actos en el momento que
entra en contacto con la inteligencia, que desde este punto de vista
es una facultad más cercana al acto que la voluntad. No se puede
decir que la inteligencia sea sólo una potencia pasiva, pues según
otra dimensión es acto - con el cual la capacidad se activa -. Ese acto
es el intelecto agente. Ahora bien, ya he dicho que con esto no se
agota la consideración de la voluntad, porque, capacitada por el
concurso del conocimiento para ejercer actos, esos actos repercuten
en la voluntad misma y la disponen para nuevos actos. Esa
disposición se suele llamar virtud o vicio. Con ellos la libertad se hace
cargo de la voluntad. Eso quiere decir que la libertad no es
nativamente propia de la voluntad y que los primeros actos que ésta
ejerce en contacto con la inteligencia son simplemente una respuesta
al bien presente.
Más importante aún que la conexión de la inteligencia con la
voluntad es el ser investida por la libertad. Pero esto tiene lugar en
una fase distinta. La inteligencia hace posible que la voluntad ejerza
actos, y la libertad entra en escena después: una vez que la voluntad
ha ejercicio actos y se ha dispuesto positiva o negativamente en 126
La virtud que mantiene la conexión con la razón es la prudencia. El vicio
opuesto a la prudencia es la astucia.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 216
orden a otros actos. De aquí se desprende: 1º. El conocimiento del
bien presente es previo al conocimiento de la acción voluntaria, la
cual, a su vez, es buena o mala, y de ella derivan virtudes o vicios. Por
tanto, es preciso preguntar sobre el conocimiento de la acción para
completar el examen de la razón práctica. 2º. También se conocen los
vicios y las virtudes y las acciones que los siguen. Por tanto, no sólo
se conocen los actos realizados, sino también las acciones que
libremente se pueden poner, o no, por obra. Los hombres que
poseen virtudes en grado eminente son una fuente privilegiada del
conocimiento moral, como ya señaló Aristóteles. 3º. Las virtudes
fortalecen la voluntad y se adquieren por actos repetidos. Por eso, se
poseen en mayor o menor grado y se pierden por el ejercicio de actos
contrarios (los cuales son posibles por el carácter gradual de los
hábitos de la voluntad). 4º. Las normas morales se refieren a las
acciones, como veremos en el siguiente apartado.
Con esto tenemos los grandes elementos explicativos del orden
moral. Sin duda, se podrían reformular de acuerdo con una más
profunda comprensión de la libertad personal. Pero dicha
reformulación no es imprescindible, porque no desmiente lo dicho.
En cualquier caso, es claro que aparecen en escena, a través del
planteamiento que estamos siguiendo, factores importantes. La ética
se integra con el fin o el bien, las virtudes (tema de las acciones
libres) y las normas. La tendencia espiritual humana, la voluntad - lo
mismo sucede con el intelecto -, no está finalizada por la especie,
sino por la felicidad plena, que sólo se puede conseguir por la
adhesión virtuosa al bien verdadero y más alto. La especie humana
no es el fin o el bien más alto, como pretende el humanismo cerrado
a la trascendencia.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 217
Principio positivo de la acción
Ahora conviene volver a considerar las normas morales127, un
tipo de normatividad suficientemente distinto de las leyes que rigen
los movimientos físicos o las tendencias animales. Es característica
primordial de las normas morales su íntima conexión con la libertad.
Por eso se cumplen o se conculcan.
¿Por qué casi todas las normas morales son negativas? La
forma negativa es adecuada para la libertad. Una norma prohibitiva
deja un campo mucho más amplio que una norma positiva, siempre
que no se trate de aquello a lo que el hombre se dirige en último
termino - al amor irrestricto -. Decir: "no hagas esto" deja un amplio
espacio para decir: "haz". Una restricción particular constriñe menos
el ámbito de las acciones que un imperativo categórico global. Los
proyectos posibles son tan abundantes que rebasan la planificación
general. El futuro es más amplio que el presente. La formulación
negativa expresa la siguiente advertencia: "si haces eso, adquirirás un
vicio"; "no debes hacer eso porque te destrozas a tí mismo". Pero
como lo que debes hacer y no te estropea, sino que te mejora, son
muchos actos, estás en magníficas condiciones para actuar. Por
consiguiente, conculcar una norma moral es un empobrecimiento de
la condición humana, que para no abdicar requiere tanto la
coherencia entre sus actos como la rectificación de los errores
prácticos.
127 En el capítulo anterior se analizó la norma moral en relación con la ética
racionalista y con la equivocada desvinculación del bien, la virtud y la norma.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 218
La pretensión de que las normas morales sean
predominantemente positivas es una equivocación propia del
racionalismo moderno. No cabe pedir: "presénteme usted un elenco
completo de reglas". La normatividad moral no es un reglamento,
porque la libertad se lleva mal con los recetarios, que son más bien
rutinas, y el hombre está llamado a más, como se desprende de la
noción de voluntad nativa. Una potencia pasiva no se desencadena
de un modo automático, como las tendencias animales. La voluntad
empieza a actuar en virtud de lo que se le presenta; pero al adquirir
hábitos la libertad entra en escena y las modulaciones de la acción
humana son enormes.
El hombre es un ser eminentemente activo porque es un ser
llamado a un crecimiento irrestricto; por tanto, la pretensión de
encauzar la propia vida por raíles consabidos, o normas morales
positivamente obligatorias, no va bien con el ser humano. El ser
humano está hecho para crecer, para ser cada vez más activo, no
para cumplir reglas. La norma moral debe asegurar que el hombre no
decaiga, y a eso se refiere la mayor parte de las normas morales: "no
hagas esto porque si lo haces entras en pérdida". Las normas morales
tienen un carácter antientrópico: la entropía es característica de
sistemas cerrados, pero el espíritu no es un sistema cerrado. Con
todo, un sistema abierto puede caer en un régimen de entropía (los
vicios), y ello ha de ser prevenido por la norma.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 219
Descubrimiento de la norma moral
¿Cómo conocemos las normas morales? Como ya se ha dicho,
la actuación de la voluntad comunica con la inteligencia. Ante todo,
esa comunicación es la presentación de bienes, y enseguida el
conocimiento de la acción. Estos dos conocimientos son
temáticamente distintos: confundirlos desfigura la ética. Prohibir un
bien que lo sea de suyo es una expresión sin sentido. Lo prohibido
son ciertas acciones128 (insisto que prohibido no tiene nada que ver
con un tabú, sino que lo prohibido es lo entrópico: no hagas eso,
porque aunque de entrada te puede parecer que es bueno, tu acción
no lo es). Por un lado, la inteligencia puede presentar algo como
felicitario, pero, por otro lado, la norma dice: abstente de robar,
abstente de mentir, porque es malo.
¿Qué hay en la inteligencia que permita a la norma moral ser
comunicada a la voluntad de modo que la voluntad se abstenga de
ejercer un acto de aceptación? Ahí aparecen otros dos grandes temas
éticos, que son el conocimiento de principios morales primeros, y el
juicio moral o conciencia moral. La conciencia tiene carácter
normativo porque conoce el carácter obligatorio inmediato de la
norma en el caso correcto. Pero esto no es todo: en lo más hondo de
la inteligencia existen principios directivos de alcance global o
128 Es absurdo sostener que la mujer del prójimo no es bella y deseable (si lo
es) o que para no desearla hay que desfigurarla (o matar al marido para que
no sea suya, como hizo el rey David), o cambiar el pensamiento
empeñándose en estimarla fea y despreciable. Con todo, el acto de desearla
no es lícito. Existe una norma que lo prohíbe y una virtud que facilita su
cumplimiento.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 220
supernormativo. Para nombrarlos, el término tradicional es
sindéresis. La sindéresis es el conocimiento de los primeros principios
de la realidad en tanto que en ella se sitúa la acción práctica. El
conocimiento de los primeros principios incluye el bien
trascendental. También la voluntad se refiere al bien. Por tanto, los
primeros principios intelectuales son susceptibles de ser tomados
desde el punto de vista práctico: la normatividad moral se conoce
desde los principios primeros de la realidad, en cuanto que el
ejercicio de actividades por parte del sujeto humano la incrementa o
la afecta. Este es un asunto que convendría investigar a fondo a partir
de su desarrollo en los autores clásicos129 y que contrasta
fuertemente con algunas formulaciones posteriores, sobre todo en
un ámbito muy importante de la ética que se suele llamar el derecho
natural. Las formulaciones racionalistas del derecho natural
pretenden que es normativo de modo positivo. Las formulaciones
clásicas del derecho natural dicen que es un conocimiento de
principios capaces de iluminar la acción en su correspondencia con
normas, las cuales, sin embargo, no se deducen de ellos, sino que los
determinan.
Hay normas morales que dicen lo que uno no debe hacer. Pero,
más en el fondo, el hombre conoce que debe hacer. Es la sindéresis.
Por los primeros principios el hombre conoce su puesto en la realidad
y desde ahí se da cuenta, ante todo, de que debe tener iniciativa. A
veces se dice que el principio que se conoce por la sindéresis es "haz
129
El espíritu es aquella realidad que contempla y ama la realidad. Tomada esta observación según su irrestricta amplitud, justifica lo que suelo llamar antropología trascendental. El planteamiento de esta disciplina puede verse en el último capítulo de mi libro Presente y futuro del hombre, Rialp, Madrid 1993.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 221
el bien y evita el mal". Prefiero formular ese principio simplemente
así: "haz el bien, actúa"; actúa todo lo que puedas y mejora tu
actuación. El mal, ya se sabe, está prohibido. Evitar el mal es un no,
pero la negación no es lo primero en la moral. El conocimiento moral
de principios impulsa, ratifica que el hombre debe tener iniciativa. No
es un deber añadido, sino la expansión de la libertad: persigue el
bien, llévalo a cabo, no te retraigas, no lo omitas, no seas perezoso. El
principio está dirigido al sujeto, a la actitud de la persona ante la
larga tarea que es vivir, ante el proyecto humano que es desarrollar
su existir incrementando lo real. Lánzate a la vida, aporta, pon de tu
parte, no te quedes corto. Este es el gran principio. ¿Es una norma
moral en sentido estricto? Me parece que no. Es, más bien, la
conexión de cualquier norma conmigo, pues la norma moral no es
una instancia obligatoria que se yerga ante mí solitaria reclamando
un cumplimiento forzado. Este enfoque psicologista es desacertado.
Sin duda, cumplir lo obligatorio es muchas veces duro, pero ello no
define el significado de la norma moral para un ser libre, capaz de
virtudes.
Conciencia y principios del actuar moral
La conciencia moral concreta los principios, atendiendo a que
el hombre se encuentra en una situación real, y ha de actuar de una
manera u otra. Actúa de una manera u otra según el contenido de la
situación; pero en todo caso actúa, porque la sindéresis dice que
actuar es cuestión de principio: no dice lo que se tiene que hacer,
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 222
sino que se debe hacer, que no es lo mismo. La conciencia conoce,
entre lo que tengo que hacer, la acción más adecuada o la de mayor
rendimiento, etc. Por eso, la conciencia es la norma próxima de
moralidad en el sentido de juicio racional moral, el cual, si se toma
desde los principios, es fundamentalmente positivo. El juicio negativo
viene del conocimiento de lo prohibido, del conocimiento de lo que
debe ser omitido, porque, aunque aparezca en la vida del hombre, no
le conduce a ninguna parte.
Antes que normas el hombre tiene principios morales que en
definitiva se reducen a esto: quiere, haz. Esto es conocido por
sindéresis. El hombre es un ser en el mundo y la realidad tiene una
estructura primordial a la que el hombre debe responder con su
acción y con la contemplación: contempla y actúa, pon de tu parte;
pero no seas pasivo, no omitas. Esa es la raíz de la normatividad
moral, que para el ser humano comporta una obligación máxima: es
la obligación de estar dispuesto a no quitarse de en medio, a no
renunciar, a no recluirse, a no esconder la cabeza en la arena como
un avestruz. La sindéresis ilumina la voluntad nativa. Según esta
iluminación se constituye lo voluntario en su sentido primordial: el
puro querer (simplex velle). La voluntad es una potencia pasiva, pues
ella sola no puede poner en claro la referencia a sí misma. Pero el
conocimiento de principios ratifica la voluntad en su esencia: tienes
que ponerte en marcha; no te amedrentes, quiere. Así pues, se ha de
distinguir la intelección de la voluntad en cuanto que tal, de la razón
práctica, que es la presentación de los bienes a la voluntad. A dicha
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 223
presentación sigue el ejercicio de actos voluntarios ordenados a
bienes que son medios o fines130.
En una novela de Graham Green - The end of the affair, 1951 -
Sara Miller y Mauricio Bendrix forman una pareja adulterina. Durante
un bombardeo alemán, la mujer cree muerto a su amante, e invoca a
Dios: "si le salvas la vida, no pecaré con él". La trama es complicada,
porque Sara siente fuertes impulsos de no cumplir la promesa y su
relación con Dios es bastante ardua. Pero después de su muerte se
producen dos hechos milagrosos. A su vez, los avatares
psicorreligiosos de Mauricio no son menos complejos. Dirigiéndose a
Dios en el que apenas cree, se declara cansado de amar: "no me
pidas más".
En esta novela parece que se presenta entre brumas el
principio moral fundamental: tienes que corregirte y recomenzar. El
hombre dolorido, semiateo, lo vislumbra, pero se resiste: otra vez no.
Pues bien, la sindéresis dice: te puedes cansar, pero tu deber es
seguir. La moral se ocupa de bienes, de virtudes y de normas, desde
130 Las normas conocidas por la conciencia racional práctica han de ser
concordes con la sindéresis, pero no la agotan. Paralelamente, el
conocimiento de los bienes se distingue de la intelección de la voluntad
como esencia. El estudio de esta última distinción, que es de índole
ontológica, corresponde a la antropología trascendental. Un planteamiento
del tema puede verse en L. Polo, La voluntad y sus actos, de próxima
publicación.
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 224
principios. La sindéresis señala que no se puede uno parar. Luego, en
cada caso, uno tiene que ver qué hace situado en la realidad
concreta, atendiendo al entorno; y entonces viene el juicio: hago o
no hago tal cosa. Así pues, no es lo mismo el juicio moral que los
principios morales. Así pues, el conocimiento moral tiene dos niveles:
el conocimiento de los principios y el conocimiento de lo concreto
desde el punto de vista de lo que hay que hacer decidiendo. Por eso,
la libertad en la sindéresis impulsa y en la conciencia dilucida y elige:
hago esto o lo otro.
Libertad y principios
Esto permite abordar el famoso problema de la libertad de
conciencia. Se trata de una derivación de la libertad personal.
Propiamente hablando, la libertad es la coexistencia con principios
primeros, reales. Por ello se refiere al futuro sin "desfuturizarlo",
como ya he indicado. Desde su vértice personal, la libertad desciende
a través de los hábitos hasta las acciones por realizar. Por eso, en la
conciencia, la libertad se ejerce en el orden de las alternativas
posibles cuando ese conocimiento de principios se enfrenta con lo
real concreto. El protagonista de la novela de Graham Green expresa
algo que tiene que ver con la sindéresis: "no quiero volver a amar". Si
se le presentara alguien necesitado de ayuda y decidiera no
prestársela, ejercería una elección concreta: libertad en la conciencia
moral.
La sindéresis conecta con la libertad personal, y la conciencia
con la libertad sobre el juicio moral del caso. En este nivel, las normas
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 225
pueden ser conculcadas. En ocasiones, la conciencia puede estar
perpleja: no sabe cómo actuar; pero lo está porque la sindéresis sabe
que corresponde al hombre querer y hacer. No conviene prescindir
de factores pertinentes, porque entonces se cae en lo que el profesor
Pérez López llama "abstracciones incompletas", que son
reduccionismos. Hablar de conciencia olvidando la sindéresis es un
reduccionismo. El conocimiento moral no se reduce al conocimiento
de un código. Si a uno le place, puede formular un código de
conducta, aunque de entrada el conocimiento moral es un
conocimiento de principios y corresponde a la sindéresis, que es
intelectual, no racional (según la distinción entre intellectus y ratio,
muy importante en el planteamiento clásico).
Si se preguntase: ¿la conciencia moral debe decidir actuar
siempre o a veces puede decidir no actuar? La respuesta sería que la
sindéresis descubre el deber atendiendo a la voluntad nativa. En
cambio, la conciencia tiene que ver con la voluntas ut ratio. Es
posible que algún acto no convenga, y si no conviene hacerlo lo
mejor es omitirlo. Por ejemplo, en principio la sindéresis dice: habla,
pero la conciencia puede decir: en este caso es mejor guardar
silencio. Pero el dictamen es incompleto, porque en principio (no
digo en general) es mejor hablar que no hablar. Eso lo descubre el
intelecto del ser humano: es un principio. Y tan es un principio que el
problema de cómo actúo hay que resolverlo con la razón. Con todo,
la conciencia no se aísla de la sindéresis; hay conciencia moral porque
hay conocimiento del principio. Si no, no tendría sentido plantearse si
debo hacer esto o lo otro.
La educación moral no es fácil. En la vida humana, tan llena hoy
de actividad, el hombre que siga una deriva entrópica borra los
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 226
perfiles de lo lícito. Así acontecen situaciones en que actuar
contraviene normas negativas. Piénsese en el tráfico de influencias, o
en la prevaricación de funcionarios. Hace unos años, cuando llegaba
uno a ciertos países y sacaba el equipaje de la cinta transportadora,
se encontraba con que los aduaneros registraban lenta y
minuciosamente todas las maletas. De repente, se acercaba un mozo
con un carrito y le decía a uno: si quiere usted, le llevo el equipaje y
pasamos. El mozo y el aduanero estaban de acuerdo (se repartían el
dinero). Como se ve, hay aquí bastantes juicios morales: ¿acepto esta
manera de evitar el inconveniente? Si elijo el control aduanero, son
cuatro horas, si no, minuto y medio. Hay que sopesar: ¿qué está en
juego? Por una parte, estos tipos abusan de su autoridad; por otra,
estoy cansado porque llevo muchas horas de viaje, y cuatro más de
retraso son demasiadas. Además, un amigo ha venido a llevarme al
hotel, y no es cortés hacerle esperar. Si uno piensa un poco más a
fondo, de acuerdo con la conciencia moral, se da cuenta de que si
paga está contribuyendo a que la legislación aduanera de estos
países no se cumpla, asunto grave, porque en este momento
empieza a plantearse el problema de la droga, y siguiendo este
procedimiento entran las drogas sin dificultad. Por lo demás, al
aceptar el camino cómodo no he puesto ni un granito de arena para
evitar la corrupción de los funcionarios, que es muy dañosa para
cualquier país. Ahora bien, ¿yo soy responsable del sistema? ¿Tengo
que actuar de manera que rechace sus corruptelas en esta
circunstancia? ¿No sería mejor escribir una carta al ministerio
correspondiente? En cualquier caso, algo se puede hacer, con
paciencia y siguiendo el procedimiento oportuno; pues en la mente
de todos está la convicción de que la corrupción generalizada no es
inevitable. En la medida de lo posible no se debe pasar por esas, pero
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 227
es preciso tener en cuenta que el asunto de suyo es mínimo: lo grave
es lo que hay detrás, es decir, el planteamiento global. Por otra parte,
si doy a entender que me he dado cuenta de la jugada, insulto al
funcionario, y no sólo a él, sino a las autoridades del país, cosa a la
que como extranjero no tengo derecho. Quizá tengo derecho a no
volver hasta que me entere de que las cosas han cambiado. Pero
ponderando bien las cosas, el país es mucho más importante que sus
defectos.
Otro ejemplo. Una persona divorciada que ha vuelto a intentar
matrimonio, está en una situación adulterina, y eso es malo para ella,
para la sociedad, para los hijos. Pero ¿puedo decírselo si soy amigo
suyo? Sólo si me lo pregunta; si no, no debo. Podré hacer otra serie
de cosas (si uno es católico puede rezar, y eso es hacer mucho). Pero
si él no pregunta qué me parece su situación, no debo hacerlo,
porque la sindéresis me dice que esa persona, habiendo cometido un
acto que no es correcto - que la estropea -, sigue siendo realmente
una persona, y a la persona hay que respetarla. Esto a veces se llama
tolerancia; en rigor, es pura cuestión de principio. Podré escribir un
libro sobre el divorcio, pero no motejar en privado. ¿Eso es un dejar
de hacer? Es un dejar de hacer que no mutila el hacer, porque lo deja
abierto en el momento oportuno o siguiendo otros cauces. El muelle
está comprimido por una consideración más alta, y es que la dignidad
de la persona es inviolable por mucho que esté en desacuerdo con
sus actos. La persona está en el orden trascendental y, si al denunciar
una actuación, pongo en entredicho su dignidad, la actuación
seguramente es incorrecta. Claro está que, cultivando la amistad de
las personas que están en ese tipo de situaciones, se puede favorecer
que abran su intimidad, de modo que no sea irrespetuoso
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 228
aconsejarles. Por lo demás, hay que cuidar que la actitud tomada no
escandalice a los pusilánimes.
En estos ejemplos se ve cómo juegan las dos instancias del
conocimiento moral, el conocimiento de principios y la conciencia
que aplica esos principios en la medida que la situación lo requiere.
Esto no es defender la teoría del mal menor - una teoría cobarde -;
no se trata de eso, sino de ver lo que uno está o no autorizado a
hacer en el caso.
No sería acertado sacar una conclusión abrumadora de la
abundancia de errores éticos. Es un pesimismo irreal opinar que la
gente obre en general antiéticamente. No es así, sino que la ética es
tan necesaria en la vida que su falta se hace notar con intensidad.
Son numerosos, pero no mayoritarios los casos de comportamiento
antiético, o por lo menos no lo son en todos los ámbitos de la vida.
Algunos fallan en un terreno, otros en uno distinto; pero el hombre
no es un sinvergüenza completo. El hombre tiene muchos recursos, y
la sindéresis es difícil de acallar, aunque la conciencia pueda estar
menos clara. Como en el cuento que narra Ortega de aquel gitano
que se fue a confesar. Precavido, el cura le preguntó:
- ¿Conoces los mandamientos de la Ley de Dios?.
El gitano respondió:
- Señor cura, he oído el rumor de que los van a quitar; ¿para
qué los voy a aprender?
Capítulo V: Voluntad y Libertad
Leonardo Polo 229
La sindéresis no es mudable. Situaciones límites de difícil
solución, incoherencia en las actitudes humanas, no faltan. Por
ejemplo, se pretende separar el mundo empresarial del ámbito
familiar, como si fueran esferas regidas por éticas distintas. Esta falta
de acuerdo entre las dos instituciones en las que el hombre
desarrolla casi toda su actividad es sumamente perjudicial para
ambas, y da lugar a conductas entrópicas de los seres humanos
(consumismo, omisiones en la tarea educativa de los hijos, etc.). Sin
embargo, estos inconvenientes ya han sido notados y, aunque con
vacilaciones, su corrección ha comenzado.
Índice
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 230
CAPÍTULO VI: DIMENSIONES DE LA ACCIÓN HUMANA
Las intenciones y los motivos son una dimensión de la acción
humana y, por tanto, son temas morales: la intención es recta o no lo
es, y de esta diferencia somos conscientes por lo común. Asimismo,
la acción tiene que ver con las circunstancias. Los actos humanos son
buenos o malos dependiendo también, aunque sea secundariamente,
de las circunstancias. Enfatizar o privilegiar el significado de las
circunstancias en la apreciación de lo bueno o lo malo es propio de la
llamada ética de situación.
El tema de las circunstancias es amplísimo y ha de reservarse
para un tratado de ética especial. La casuística es una parte de la
metodología clásica, que, remozada, es apta para estudiar la acción.
En estas lecciones se ha intentado sacar a relucir los grandes temas
éticos clásicos, y mostrar su coherencia sistemática sin entrar en
detalles y siguiendo un planteamiento interdisciplinar.
Decíamos que la ética consta de virtudes, bienes y normas.
Estas tres dimensiones de la ética no deben considerarse disociadas.
Dicha disociación lleva consigo unilateralidad, es decir, enfocar la
ética exclusivamente desde el punto de vista de las virtudes o de las
normas o de los bienes, lo que conlleva al empobrecimiento de todos
ellos.
La consideración de la acción tiene la ventaja de que permite
aunar las tres dimensiones, porque de la acción proceden las virtudes
o los vicios; a través de la acción la norma moral se abre paso. Y, por
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 231
otra parte, con la acción el hombre trata de conseguir los bienes. Por
eso, aunque estudiar sólo la acción no es suficiente para la ética, sin
embargo, es un privilegiado tema cuya comprensión puede evitar los
reduccionismos con que la ética se empobrece, se desvía, e incluso
llega a anularse. La presente exposición tratará de la acción
considerada como tal. Es una teoría de la acción que, aunque tenga
que ver con los planteamientos clásicos, no es abordada
exactamente desde ellos. Como he tratado de proceder desde el
principio, propondré una descripción lo más rigurosa posible de la
acción humana para ver surgir de ella la ética.
La acción tiene que ver inmediatamente con problemas éticos.
Para mostrarlo, hay que considerarla en cuanto acto humano; así
enfocada, la acción es la intervención eficaz en un proceso temporal.
Tal intervención es decidida por los seres humanos y aplicada a
procesos de otra índole. Dichos procesos son presupuestos de la
acción.
Futuro y responsabilidad
Por eso, lo primero que debemos tratar de describir es la
noción de proceso. Proceso es una serie de acontecimientos en
curso. De una manera abstracta, se puede definir como un transcurso
temporal no vacío, es decir, en el que tienen lugar acontecimientos
reales.
Existe una enorme cantidad de procesos; en primer lugar, los
procesos físicos: son acontecimientos temporales previos a nuestra
acción, lo cual quiere decir que ocurren sin contar con nosotros; por
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 232
ejemplo, el curso de los astros, o bien el movimiento de las
partículas. No hace falta que el hombre actúe para que tengan lugar
los procesos físicos, pero sí hacen falta los procesos físicos para que
el hombre pueda actuar, porque el hombre actúa interviniendo sobre
tales procesos.
Como el hombre es faber, interviene en los procesos físicos a
través de la técnica. Pero los procesos no son solamente físicos.
Existen otros que son propios del ser humano; en este sentido se
habla de historia.
La historia es una cierta temporalidad constituida por
acontecimientos (los acontecimientos históricos son interacciones).
Los procesos históricos son sociales en cuanto que sobre ellos es
posible actuar libremente. También una biografía se puede
considerar una dinámica que tiene lugar en el mundo humano.
Procesos son serie de acontecimientos de carácter temporal que
constituyen el presupuesto de la acción, ya que la acción es la
intervención consciente y libre en un proceso.
¿Qué quiere decir intervenir? Modificar la serie. Si se interviene
efectivamente en un proceso, la serie de acontecimientos se
transforma, se modifica. Esta transformación corre a cargo de la
acción: los acontecimientos ya no son independientes del hombre, ya
no transcurren sin contar con nosotros, sino que son provocados por
nosotros en la misma medida en que la acción tiene éxito.
El ser humano no se adapta al medio, sino que crea su propio
mundo. Para crear su propio mundo el hombre tiene que transformar
la naturaleza, modificar los acontecimientos, abrir posibilidades
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 233
nuevas. Ello tiene lugar si decide intervenir. Desde el mismo
momento en que los acontecimientos son transformados - y esa
transformación corre a cargo de la acción humana -, no obedecen tan
sólo a una dinámica endógena, como dicen los sociólogos, o causal,
como diría un físico, sino que hay que considerarlos como derivados
de la intervención eficaz decidida; lo cual equivale a decir que tienen
lugar acontecimientos distintos, nuevos, que nunca existirían si el
hombre no interviene con su acción. Esta es la clave para empezar a
comprender la acción humana.
La autoría humana es innegable. De no haber intervenido el
hombre, muchas cosas no habrían existido nunca. En este sentido la
acción humana tiene un carácter innovador, creativo. Hoy se emplea
bastante una frase un poco paradójica, pero que tomada en serio es
muy expresiva; como son característicos de nuestro presente los
cambios vertiginosos - lo que implica el ejercicio de muchas acciones
humanas -, se suele decir "que el futuro ya no es el que era". Esto
ocurre siempre que el hombre actúa y esa actuación es, insisto,
eficaz.
El futuro "que era" es el tiempo posterior del proceso natural;
pero si cuando el hombre interviene cambia el proceso, transforma la
serie temporal. Por tanto, el futuro ya no es el que era, sino otro.
Justamente en lo que ahora existe interviene la acción humana,
transformándolo, dando lugar a futuros nuevos. La innovación es
propia del ser humano, y ello se desprende de su comprensión como
homo sapiens faber. Es un ser actuante, modificador de procesos. Por
eso, inmediatamente la acción es investida de una dimensión ética.
Esa dimensión ética, la primera de todas, es la responsabilidad.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 234
El hombre es responsable de sus actos en la medida en que es
autor, a través de ellos, de transformaciones de procesos, es decir, de
futuros nuevos. Es curioso este poder sobre el futuro que el hombre
tiene. No es un poder absoluto, como el señorío divino, sino mediato;
pero es un poder efectivo que se añade al tiempo cósmico. La
intención de una nueva serie es invención de ella en tanto que se ha
puesto en marcha una intervención decidida, y racionalmente
imperada, a cargo del ser humano, que ha planificado y ha ejecutado
la acción. Y ahí aparece la responsabilidad en un doble aspecto: se es
responsable de las acciones ejercidas; pero se es responsable
también de las que corresponde ejercer y no omitir, porque el
hombre es un ser llamado a la acción. Esa llamada se concreta de
acuerdo con una constelación de circunstancias que marcan una
situación. La situación indica las acciones resolutivas e innovantes
que el hombre ha de tomar a su cargo. La captación de dicha
indicación es constitutiva de la conciencia moral. Es el clásico tema
de officiis: la lealtad, el servicio a las obligaciones del cargo, el no
desertar.
Uno es responsable de sus actos en sentido fuerte, si esos
actos son influyentes, si esos actos son estrictamente acciones tal
como estoy intentando describirlas. Estas observaciones permiten
dar razón de una formulación teórico-ética que salió a relucir a
principios del siglo actual: es el llamado consecuencialismo. En la
formación del consecuencialismo ha insistido el gran sociólogo
alemán Max Weber: también algún norteamericano llevó la ética por
esta línea.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 235
Consecuencialismo ético
El consecuencialismo es una variante pragmatista de la ética
de normas racionalista, una exageración unilateral de la
responsabilidad, una formulación acerca de lo bueno o de lo malo
exclusivamente en términos de resultados posteriores. La acción no
es buena ni mala en sí, porque la única manera de constatar si es
buena o no es ver qué consecuencias se han seguido de ella. Por
tanto, las pretensiones, los motivos, los ideales o ideologías de la
gente, no se tienen en cuenta.
En una película antigua, a un negro se le preguntaba lo
siguiente:
- ¿Usted cree que encontrar un gato negro es señal de mala
suerte? (Por lo visto, es una superstición propia de Norteamérica).
- Eso depende de lo que suceda después.
Esta sensata respuesta es una formulación muy gráfica del
consecuencialismo. El acto humano es bueno si tiene buenas
consecuencias; hay que esperar: si lo que resulta es positivo, una
ventaja, entonces ese acto es valioso. Si no, no se puede decir que
sea éticamente bueno. Así pues, el consecuencialismo es un
reduccionismo, que deja pendiente la respuesta a una pregunta:
¿para quién son ventajosas las consecuencias de una acción?
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 236
Ahora bien, ese reduccionismo es posible por la fecundidad de
la acción humana, según la cual, al intervenir en una serie de
acontecimientos, se da lugar a otra serie, a nuevos acontecimientos.
Pero dicha postura ética comporta una incomprensión de los factores
integrantes de la acción humana. Por lo pronto, el consecuencialismo
es lo más opuesto a una ética de virtudes. Claro está que las
consecuencias hay que tomarlas en cuenta, y por razones muy de
principio. Pero no es correcto cifrar exclusivamente en las
consecuencias exteriores la bondad de la acción, porque son
posteriores a ella, y la acción en sí misma requiere un estudio directo.
Max Weber distingue la ética de consecuencias de la ética de
convicciones. Nótese que esta manera de dividir la ética no considera
todas sus dimensiones, porque supone la siguiente dicotomía: el
hombre que actúa de acuerdo con su conciencia, aunque perezca el
mundo, y el hombre que piensa: "lo que a mí me interesa es que
salgan bien las cosas, y, por tanto, mis principios, mis convicciones de
fondo no tienen ningún valor". Ese doble tipo humano de ninguna
manera agota la ética. Con todo, el planteamiento de Weber es
teóricamente más completo que la postura pragmatista de William
James, que es de índole conductista.
No cabe duda de que el hombre es responsable de sus actos,
puesto que también los hábitos derivan de ellos. Por su parte, las
consecuencias externas dependen de la índole de la acción en tanto
que cualificada por el conocimiento. En este sentido, lo exigible es un
conocimiento adecuado: de lo que se ignora no se es responsable,
salvo que la ignorancia sea culpable.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 237
Por eso, es muy pobre y esquemático - en el fondo
caricaturesco - el pensar que pase lo que pase yo no puedo hacer lo
que vaya en contra de mis convicciones, porque las convicciones no
se pueden llamar tales si no comportan cierto conocimiento de las
consecuencias. En rigor, las convicciones dependen de si el
conocimiento de los principios morales está bien formado o mal
formado, lo que a su vez, depende de hasta qué punto se es virtuoso.
Y eso es lo que Max Weber no tiene en cuenta, pues las virtudes son
uno de los grandes temas ausentes en la ética moderna. Nadie puede
actuar moralmente contra su conciencia actual, pero la conciencia
afectada es culpable, y es una obligación ética rectificarla.
En definitiva, la ética de Kant, la ética del imperativo categórico
que no mira los resultados sino exclusivamente al puro sentido del
deber, es normativamente vacía, no tiene contenido; y en ese sentido
tampoco es una teoría de la acción. Kant no ha estudiado la acción;
en la Crítica de la razón práctica ha estudiado el sujeto trascendental
(una generalización inexacta). La contraposición entre la ética de
principios y la ética consecuencialista, es ficticia; además, remitir a
Kant como exponente máximo de la ética de convicciones no vale,
porque su ética no versa directamente sobre la acción. Por su parte,
las consecuencias tienen que ver con la acción, pero no son
exactamente la acción. Por tanto, es oportuno caracterizar la acción
humana.
He puesto de manifiesto que la acción humana es innovante. Si
es eficaz, es innovante, y ahí es donde aparece la responsabilidad.
Tomás de Aquino dice al respecto: el hombre es responsable de una
manera peculiar. Ilustraré la cuestión con un ejemplo actual: si yo
empuño una pistola, soy libre de actuar, en tanto que mi actuar es
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 238
apretar el gatillo; pero lo que pase después ya no es mi acción sino
una consecuencia suya, que no corre a cargo de mi acción sino de la
pólvora, de la trayectoria de la bala, etc.
Tomás de Aquino viene a decir: el hombre es responsable
como autor que inicia el proceso, el cual acontece de una manera
casi inevitable. La libertad de Dios es diferente: es tan poderosa que
es dueña de todo el proceso. No solamente interviene en el proceso
de la pistola al apretar el gatillo, sino que interviene en todo el
proceso, de manera que si Dios quiere, puede detener la bala,
desviarla, o hacer que no llegue; puede hacer lo que quiera: es
absolutamente libre.
Esto pone de manifiesto que efectivamente las consecuencias
de la acción son el proceso mismo modificado. Pues la modificación
del proceso puede reducirse a ponerlo en marcha. Algo que podía no
haber sucedido, tiene lugar porque yo decidí intervenir; pero sucede
de acuerdo con una regularidad que yo no soy capaz de imponerle; lo
único que puedo hacer es desencadenarla.
Ahora bien, el consecuencialismo debería tener en cuenta otro
factor, y es que la acción humana es múltiple. Efectivamente, yo
puedo hacer que el futuro no sea el que era, pero eso lo puedo hacer
repetidas veces y, por tanto, soy capaz de corregir. En el caso de la
pistola no puedo. Lo que sigue al disparar es automático, un puro
proceso externo. Pero el ejemplo no sirve para todos los casos; sobre
todo, no sirve para la acción reiterada del hombre. Yo puedo
modificar el futuro no sólo una vez, sino muchas. Además, la
reiteración mejora o empeora la acción; de manera que dicha
modificación no es indiferente a las virtudes y a los vicios. También
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 239
las acciones son consecuencias de otras, pero esta relación no es
automática.
Desde este punto de vista, el consecuencialismo es
teóricamente incompleto, ya que las consecuencias no son siempre
las mismas o uniformes: se puede actuar sobre las consecuencias de
la acción, y ésta es una de las dimensiones de la responsabilidad. El
hombre puede corregir las consecuencias de sus actos; muchas veces
lo hace, y su responsabilidad se extiende a esa corrección. Es decir,
tiene que decidir intervenir no sólo una vez, sino que, al darse cuenta
por dónde van ahora los acontecimientos, debe estar dispuesto a
volver a intervenir en el curso del proceso que él mismo provocó, si
conviene rectificarlo.
El hombre es dueño de las consecuencias, dueño del futuro, de
un modo peculiar: corrigiendo, es decir, interviniendo a lo largo del
proceso muchas veces. En algunos casos, como el disparo de la
pistola, no es posible; pero en otros sí, y éstos son los más, pues por
lo común no es cierto que el hombre sólo pueda intervenir una vez
desencadenando procesos. Eso quiere decir que la acción hay que
considerarla en su carácter reiterable, en su pluralidad. No es
suficiente una teoría de la acción única, sino que hay que tomar en
cuenta que la acción humana depende de decisiones. Se puede
decidir volver a intervenir corrigiendo las consecuencias o evitando
que las consecuencias tengan lugar. De manera que la intervención
humana es mucho más intensa de lo que se suele opinar. Esta
observación nos remite a los hábitos, pues si he ejercido una acción y
he adquirido con eso una virtud, la acción correctora resultará más
fácil, porque la virtud aumenta la capacidad de actuar. En cambio, si
con la acción se ha adquirido un vicio, la corrección resultará más
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 240
difícil, y las sucesivas intervenciones darán lugar a consecuencias
negativas.
El consecuencialismo es demasiado simple. Es una visión
unilateral de la acción humana en su respecto a procesos. La acción
humana se monta sobre los procesos; no está solamente en su inicio,
porque no se interviene una sola vez. Y estar dispuesto a intervenir
muchas veces es característico de la responsabilidad ética. Puedo
corregir mis yerros.
He asaltado a un señor y he puesto en marcha un proceso,
porque al quitar a esa persona la billetera, tal vez no pueda pagar sus
deudas, o al decírselo a su madre, que quizá está enferma, le dé un
infarto, o bien la falta de dinero evitará una borrachera; en fin, puede
haber una cantidad incontable de resultados. Un consecuencialista
diría: mire usted, si resulta que las consecuencias son buenas, este
acto suyo es bueno, porque el robar es lo de menos, lo importante es
lo que pasa después.
Así pues, otro de los defectos del consecuencialismo es que
proporciona un criterio de acción aleatorio. Podría suceder que un
robo evite que el hijo de la víctima reciba dinero para comprar
gasolina - con lo que emprenderá un viaje en el que se matará -.
Según el consecuencialismo, en este caso la acción de robar sería
buena. ¿Para quién? ¿Y con qué criterio se determina que la
consecuencia es buena o mala si una se sigue de otra?
Hay que tratar de la responsabilidad de modo responsable y no
subordinarla a eventualidades. Es patente que muchas consecuencias
no se pueden prever; pero conviene hacerse previsor de
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 241
consecuencias, y eso lo da la virtud y la experiencia. La experiencia
acumulada es un aspecto de la virtud llamada prudencia. De manera
que con la virtud puedo controlar las cosas más que sin ella; y llamar
consecuencialismo al azar no es correcto. Claro que el señor privado
de dinero no puede dárselo a su hijo, con lo que se evita una posible
desgracia. Pero el ladrón no sabía nada de los planes que tenía su
víctima, y además puede ocurrir algo completamente distinto: que
ese dinero fuera para comprar la medicina para la madre a punto de
morir.
Ejercer una acción significa no estar conforme con el curso de
las cosas, es decir, no aceptar lo inevitable; justamente lo inevitable
es el proceso que tiene lugar si no intervengo; si intervengo
eficazmente, ese proceso deja de ser inevitable. En la reiteración de
la acción lo inevitable son las consecuencias de las acciones
anteriores, y la nueva acción el no conformarse con ellas. Actuar
sobre el proceso provocado por la acción anterior forma parte de la
responsabilidad, lo cual quiere decir que la responsabilidad es mayor
para unos que para otros. Hay personas con más responsabilidades
que otras: el que sabe más y es capaz de intervenir; y hay otros que
son menos responsables, porque poseen pocos recursos u
oportunidades o porque no se dan cuenta prácticamente de nada, y
funcionan a ciegas. En definitiva, se interviene porque no se acepta
que el proceso ocurra de una determinada manera. Si pensamos que
todo es inevitable, también pensamos que no somos responsables de
nada, y renunciamos a la acción.
Ser ético es intervenir; el no intervenir no es ético. Aunque
conviene distinguir el intervenir y el entrometerse: hay procesos cuya
modificación no me corresponde por falta de aptitud. Pero, de suyo,
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 242
lo ético es activo. Por eso, el primer principio ético es: "haz el bien"
(hacer el bien sin actuar no tiene sentido).
La ética tiene que ver directamente con la acción porque es
deber del hombre no incurrir en el fatalismo. La ética es animadora.
Por eso una ética de normas restrictiva de la acción humana es
insuficiente. La ética estimula al hombre. De ahí que las virtudes sean
su tema central, ya que fortalecen la facultad y, por tanto, facilitan la
acción y la aumentan. El virtuoso no se conforma con lo inevitable. El
hombre que actúa no protesta, no se limita a decir: ¡qué mal están
las cosas!; ¡yo querría que fueran de otra manera!, sino que
contribuye al cambio con sus actos. El no intervenir es pecado de
omisión.
Ese es el alcance del primer principio moral tal como aparece al
estudiar la acción. El principio dice: "haz el bien y no te canses de
hacerlo". "Haz el bien y no te desentiendas"; no se deben cerrar los
ojos y decir "eso no va conmigo". Sin duda, hay ocasiones en que la
intervención es contraproducente o incluso catastrófica. Por ejemplo,
en el caso de una riña entre esposos. Tomar parte en ella es
extraordinariamente difícil, porque quien se pone del lado del marido
ofende a la esposa y viceversa; además, como ellos se reconciliarán
después, resulta que uno queda mal también con aquél por el que
tomó partido. Pero, si bien se mira, la acción no ha de ser ociosa: el
bien que se intenta es justamente la reconciliación, y ello indica la
acción oportuna: es conveniente aconsejarla, procurarla, aunque sea
de modo indirecto. Sustituir al agente adecuado es un abuso. Es el
llamado principio de subsidiariedad, tantas veces olvidado. Cuando
un agente inferior puede tomar a su cargo una acción, el superior no
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 243
debe ejercerla. Con todo, en ningún caso es conveniente acortar el
radio de intereses.
Acción en común
Esto nos lleva a otro asunto, que es la colaboración. Las
acciones humanas, precisamente porque tienen una dimensión
social, comportan la colaboración, que es un asunto moral (muchas
veces un problema de delegación). Si el otro no lo hace, entonces
uno tiene que tomar cartas en el asunto; pero si el otro lo hace, hay
que aprobarlo y agradecerlo. La acción alude al poder (no a la
voluntad de poder): el que actúa más, tiene mayor capacidad que el
que actúa menos.
Esto es patente desde cualquier punto de vista que se
considere, por ejemplo, en los inventos técnicos. El país sin
investigación científica tiene menos poder que el país que la
desarrolla. Desarrollar la investigación científica es inventar modos
nuevos de actuar. Omitirla es disminuir la capacidad de intervención
en procesos. Hay países que tienen una historia muy activa, la de
otros es más lánguida. Es un error considerar demasiados procesos
como inevitables, cuando en realidad no lo son; así, uno se exime de
actuar y sobre todo se exime de pensar soluciones posibles.
El descuido de la educación, de la cultura, o de la información
que a uno le compete - el descuido del saber - es un defecto ético,
una especie de ignorancia culpable, porque de esa manera uno se
hace menos capaz de acción. Pero si además resulta que es una
inhibición por parte de un grupo dirigente, si la política educativa de
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 244
un país es cicatera, se tienen ciudadanos ineptos incapaces de
efectuar alguna obra común de gran envergadura. En la misma
medida en que el hombre omite su contribución activa, su viabilidad
queda en peligro, puesto que el hombre es, insisto, faber sapiens. Y si
no actúa, compromete su vida.
Así pues, hay que intervenir. Sin ello la virtud de la prudencia
está de más. El hombre puede intervenir muchas más veces de lo que
suele pensar; su capacidad modificadora de procesos es mucho
mayor de la que se suele creer. A veces no se interviene por pura
cobardía. Por ejemplo, cuando se permite la injusticia social o la
corrupción política. Naturalmente, ahí uno se puede jugar el pellejo;
pero pensar: "yo voy tirando; casi todo es inevitable, ¿qué puedo
hacer?" es pereza. La gente es perezosa y hay pueblos perezosos, o
que lo han sido. Pero tampoco eso es inevitable: se puede corregir.
Se debe adoptar una actitud activa, tratar de imponer la
impronta personal en los acontecimientos, no por un prurito
estilístico o por pedantería. Los acontecimientos deben llevar la
impronta del hombre. Además, es mandamiento divino "gobernad la
tierra"131. El hombre es el rey de la creación. Su primer deber no es el
imperativo categórico kantiano. Por lo pronto, ha de imprimir su
impronta personal, humanizar el mundo, la sociedad, muchas veces
sujeta a graves deficiencias. Cuanto menos se acepte lo inevitable,
más innovaciones se pueden producir.
Una forma de aceptar la inevitabilidad es lo rutinario. Los
procesos que acontecen sin la intervención de la acción humana son
131 Cfr. Génesis, 1,19; 2,15.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 245
cíclicos: el sol sale todos los días y la tierra da vueltas siempre igual.
Dostoievsky decía que las estrellas son estúpidas, a diferencia de Kant
que admiraba el cielo estrellado132. Las estrellas son estúpidas por la
rutina en la que están inmersas. Aunque también el universo tiene
una historia, el hombre es mucho más actuoso: es un inventor; el
universo no.
Sentido de la acción
Ahora hay que describir los factores de la acción humana.
Hemos propuesto su descripción global: la decisión efectiva de
intervenir en procesos. Hemos descrito lo que es un proceso y qué
supone una intervención eficaz, la cual se ha de considerar en su
reiteración, puesto que el nuevo proceso - las consecuencias -
pueden ser corregidas. El hombre de acción no se conforma con lo
inevitable. La acción es aquella intervención sin la cual no acontecería
lo nuevo.
El primer factor de la acción humana es el fin. El hombre actúa
para conseguir algo. Desde el punto de vista del fin, la acción efectiva
tiene carácter medial.
132 Como lo afirma en la célebre frase de la Crítica de la Razón Práctica: "El
firmamento estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí."
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 246
En este carácter medial insiste la ética clásica. Las decisiones
se toman respecto del medio, no respecto del fin, dice Aristóteles133.
Aquí el consecuencialismo tiene algo que decir: los objetivos, el fin,
dan sentido a la acción. Si no quiero conseguir algo diferente a lo que
sucedería sin mi intervención, no intervengo. Por eso, aunque no es
aconsejable el activismo, el hombre no es viable si no actúa. Por otra
parte, si no se ponen los medios, el fin no se alcanza. Por tanto, es
preciso aumentar la capacidad de hacer. A ello se ordenan las
virtudes. Y como, además, la capacidad humana de fin no es
constante, las virtudes son necesarias para conducir la vida sin perder
de vista el fin último. Si el fin es lo que da sentido a la acción, se ha de
evitar el activismo, y desde este punto de vista las virtudes también
son imprescindibles.
El fin es la felicidad, que sin la acción es inasequible: no tenerlo
en cuenta conduce al inmovilismo estoico. A su vez, si de la acción
sólo se siguen consecuencias externas, el ser humano compromete
su vida en el logro de fines menores.
La diferencia entre los procesos de la naturaleza y los
producidos por el hombre reside en que éstos últimos atienden al fin
de un modo muy destacado (en otro caso el hombre no los
acometería). La acción enlaza con la ética de virtudes y con la ética de
bienes. Por ejemplo, la medicina es un arte, un conjunto de acciones
que miran a un bien que sin ellos no se conseguiría. Ayudar a un
133 La deliberación a la cual sigue la decisión versa sobre los medios, no
sobre el fin.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 247
organismo a sanar, eliminar procesos letales, son bienes posibles por
la acción humana.
Recuérdese el principio: "haz el bien". Según esto, el bien es
factible. Sin embargo, el último fin no es factible (el hombre no
puede hacer a Dios). Pero ello no fuerza a reducir la ética a normas.
Corre a cargo del hombre incrementar el bien creado: a través de mis
actos puedo perfeccionar el universo y perfeccionarme a mí mismo y
a los demás. En suma, el primer factor de la acción es el fin; con él se
marca la diferencia entre lo que acontecería sin mi intervención y lo
que ésta aporta.
El segundo factor de la acción es el motivo, es decir, el
impulso que lo pone en marcha, su desencadenante. La motivación
es inseparable de los recursos disponibles, pues la acción es
imposible sin la asignación de recursos (que podrían emplearse en
otros proyectos o con vistas a otros fines). Repito que la acción es
una aportación: si no hay nada que aportar, no se actúa.
Un hombre completamente miserable es incapaz de hacer.
Marx sostiene que el hombre es pura materia: el ser necesitante. Es
un error ontológico, que introduce una petición de principio en la
exaltación marxista de la praxis. La motivación no consiste
únicamente en el necesitar. En cambio, si se parte de la siguiente
definición práctica del hombre: el perfeccionador perfectible, se
enfoca mejor la motivación. Los recursos no son sólo materiales:
sobre ellos, la dotación cognoscitiva humana monta su propia índole
inventiva que los transforma y eleva. Ésta es la relación ya
mencionada entre el tener corpóreo y la posesión de objetos
inteligibles, sin la cual la motivación no sería eficaz.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 248
Conectivo entre motivo y fin
Como son factores de la acción, los recursos y el fin, los
motivos y las consecuencias, están relacionados: si se desconectan,
se rompe la estructura de la acción. Es el fracaso. El fracaso humano
tiene lugar cuando el impulso y el fin no son coherentes,
consistentes. De eso tenemos una experiencia notable todos los
seres humanos: intentamos algo, somos movidos a lograr algo, y lo
que conseguimos es completamente distinto de lo que
pretendíamos.
El tercer factor de la acción - en que se suele poner mucha
atención, como es lógico -, es su eficacia transformante directa en el
proceso, esto es, el ejercicio mismo de la acción. Para actuar hacen
falta recursos, se actúa con respecto a fines; pero en sí misma la
acción es el hacer.
De manera que, en definitiva, la acción humana consta de
motivos y recursos, objetivos y fines, pero es también hacer; se
ejerce como el poner por obra la transformación de procesos. La
función del hacer es establecer la relación consistente entre los
motivos y las finalidades: el hacer es su conexión. Si embargo, fijarse
sólo en el hacer es otra miopía reduccionista.
El hacer en sí mismo no es toda la acción, sino aquello de que
depende la consistencia de la acción, el conectivo entre lo que
impulsa y los fines. Acentuar la importancia del hacer es propio de la
tecnología. Nos interesa, como se suele decir, "poner patas a las
ideas". Si uno le llega con alguna teoría a un empresario, su respuesta
suele ser "dígame cómo se hace, déme usted una fórmula útil": ese
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 249
empresario está pensando en el hacer. Ahora bien, el que sólo piensa
en el hacer sin tener en cuenta las motivaciones y los fines, finge
hacer por hacer, pero, en rigor, nadie actúa así. Ontológicamente, la
acción requiere de las motivaciones y de los fines, y el conectivo que
llamamos hacer. Si sólo nos fijamos en el hacer, lo otro quedará
implícito, pero no desaparece porque nadie hace por hacer.
La función del hacer, insisto, es relacionar las motivaciones y
las finalidades. Sin embargo, el hacer no es la acción entera, porque
sin motivos y fines no hay acciones, y los motivos y los fines no son el
hacer. El hacer es la acción considerada en sí misma; pero ni siquiera
el jugador empedernido juega por jugar.
Conocimiento y eficacia
Pero esto no es todo. Hay que tener en cuenta todavía otro
factor de la acción, que es el más importante: justamente el
conocimiento. En rigor, la acción arranca del conocimiento.
Recuérdese la tipología de tenencias: el tener corpóreo y el tener
inmanente, característico del conocimiento. Si no se conoce, no se
actúa. Hay que conocer los fines, hay que ser experto en la manera
de hacer. Las motivaciones son lanzadas hacia adelante y son
mejoradas o empeoradas según sea el conocimiento. Pues el hombre
actúa en cuanto que sabe. Dice Tomás de Aquino134: lo primero que
se ha de pedir al que actúa es que sepa. El conocimiento es el factor
134 Tomás de Aquino, Quaestio disputata de virtutibus cardinalibus, q. única,
art.1, c.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 250
nuclear de la acción; ¿por qué? Precisamente porque el conocimiento
no es temporal; el conocimiento es aquello que en el hombre no es
proceso. Pues bien, sólo desde lo intemporal se puede modificar un
proceso temporal. La eficacia de la acción depende intrínsecamente
del conocimiento. A tanto más conocimiento, más eficacia activa;
poco conocimiento, poca eficacia activa.
A primera vista podría parecer paradójico, pero
filosóficamente, es indudable, y en la práctica no hay que olvidarlo:
sólo por lo intemporal o desde lo intemporal se puede dominar lo
temporal. Por eso no hay que hablar de la voluntad de poder.
Nietzsche se equivoca: no cabe hacer un poder; la condición de
posibilidad del hacer es el conocer. Se hace en la misma medida en
que se conoce, no más allá, y con frecuencia más acá. No hay acción
humana si no es desde el conocimiento y delimitada por él. Lo otro ya
no es acción humana sino fisiología (actos del hombre en
terminología clásica). El conocimiento es aquello en el hombre que
no es proceso. Y sólo aquello que no es proceso puede influir en el
acontecer temporal de manera que su transcurso no sea inevitable.
Para intervenir en lo temporal es menester gozar de una posesión
actual, no transeúnte. Nosotros articulamos el tiempo desde el
presente, pero el presente es la pura actualidad cognoscitiva. La
decisión de intervenir se consuma según su condición de posibilidad,
de modo actual. En el tiempo, los procesos interseccionan y chocan.
Dicho de otra manera, el hombre sólo puede incidir en un proceso
desde fuera; en otro caso, se sume en él, y no se formula un fin
práctico destacado.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 251
El conocimiento es una cierta anticipación del fin. Como ya
hemos visto, para hacer, es menester proponerse algo que no sea
directamente el hacer. Por tanto, hace falta otra dimensión de la
acción, y es el fin que se busca con ella, pues la acción siempre tiene
por lo menos consecuencias, como vimos al tratar del
consecuencialismo. Claro está que los efectos de la acción no son
exactamente su fin; pueden coincidir o no coincidir, y ahí aparecen
las frustraciones, que son equivocaciones. En esta línea se aprecia
otro defecto ético por limitar el conocimiento: "yo me propongo algo,
y aunque sepa que mi acción van a resultar otras consecuencias, no
las tengo en cuenta". Son los llamados efectos secundarios, que
muchas veces son efectos perversos. Aunque el agente no es
responsable de todo, porque no es omnisciente, sin embargo
tampoco se puede reducir demasiado la responsabilidad: no sólo
somos responsables de lo que nos proponemos, sino que también lo
somos de las consecuencias que no nos proponemos, pero que son
inevitables si actuamos de determinada manera.
Este asunto ha sido estudiado por la tradición, que lo llama
voluntario in causa o voluntario indirecto. Por ejemplo, un médico
podría proponerse la salud de una mujer embarazada, pero ha de
considerar con mucho cuidado las acciones que emplea y tener en
cuenta si éstas afectan o no afectan al feto. Moralmente un médico
no puede alegar:
- Yo lo que quería era salvar a la madre. La suerte del feto es
ajena a mi fin.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 252
- Ese fin que usted se propone está arbitrariamente recortado;
usted no puede olvidarse de las consecuencias de la acción misma, a
las que debe atender y de las que es responsable.
Si el hombre es responsable de sus actos, también es
responsable de las consecuencias de ellos, y no es legítimo recortar el
conocimiento del fin de la acción, pues el fin no es tan sólo un
propósito. En este sentido, se dice que el fin no justifica los medios. El
conocimiento del fin no se debe aislar del conocimiento de los
medios, ni al revés, puesto que ambos son factores de la acción.
Sostener lo contrario es un error grave en el que los
consecuencialistas pueden incurrir.
Así pues, la acción tiene una dimensión humana directiva, sin la
cual es imposible, y es el conocimiento. Si el hombre no poseyera de
modo actual intemporal, no sería de ninguna manera capaz de
actuar. Sólo desde lo intemporal se pueden controlar y modificar los
procesos temporales. Desde luego, de suyo nuestro conocimiento
objetivo no es una acción; sólo con conocer las cosas o los procesos
no los transformamos. No basta con pensar en un proyecto para
llevarlo a cabo. Por tanto, hay que decir que la acción humana está
entre los procesos sobre los que interviene (que no cuentan con el
hombre para desplegarse) y el conocimiento. La acción es una
mediación.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 253
No conviene confundirse nunca en este punto. Sólo podemos
transformar los acontecimientos temporales porque en nosotros hay
algo intemporal; somos fabri porque somos sapientes.
Aunque hayamos tenido unos antecesores que sin ser
sapientes usaban una técnica rudimentaria, su conocimiento
imaginativo (no intelectual) también era un ingrediente de su hacer.
El núcleo del hacer es el conocer. Un hacer no plasmado, no
organizado de acuerdo con el conocimiento, no es ningún hacer. La
acción es una mediación, una vehiculación; ponemos patas a las ideas
con la acción, pero si no tuviéramos ideas no les podríamos poner
patas. Es una expresión bastante gráfica, sobre todo entre los
hombres de acción que se dedican a los negocios:
- No, yo no quiero ideas, sino que me dé usted la fórmula para
ponerle patas a las ideas.
La respuesta es ésta:
- Mire usted, si no tiene ideas de entrada, la verdad es que no
tiene nada a qué ponerle patas.
Con todo, al ponerle patas a las ideas cabe también el fracaso o
la frustración. Ser inhábil quiere decir actuar de tal manera que la
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 254
idea que se tiene en la cabeza no quede plasmada por la acción
misma; en este caso, la acción es torpe. Hacer bien las cosas de
acuerdo con la idea que de ellas tenemos, requiere de aprendizaje.
Aprender es asimilable a los hábitos prácticos. Propiamente, las ideas
no se aprenden (se tienen o no se tienen), sino su uso. Pretender
hacer una sierra con lana (ejemplo propuesto por Aristóteles) es un
claro indicio de que no se tiene la idea de sierra.
Si queremos hacer un puente y la acción no responde a un
cálculo suficiente, el puente sale mal; y un puente que se hunde no
es un puente. Son pseudoacciones aquéllas que no cumplen su valor
de mediación. Lo falso de una acción es lo que tiene de no conducida
por la mente.
La teoría de la motivación intenta dar razón de la relación de
los motivos con el hacer; pero el problema más difícil es éste: cómo
es posible que algo poseído por la mente sea también configurador
de una conducta práctica; de qué índole es el influjo, o mejor, de qué
manera se comunica el conocer con el hacer.
La cuestión de la motivación remite a la voluntad, y también es
difícil de resolver, porque la voluntad y la motivación no son
directamente prácticas. No basta querer para poder, lo mismo que
no basta tener una idea para realizar algo con ella, sino que se
requiere la mediación de la acción. No es lo mismo querer que hacer.
Sin embargo, la consideración analítica, o por separado, de los
factores de la acción humana no es el enfoque adecuado: desde ellos
no se logra entenderla unitariamente. Por tanto, su discernimiento
ha de tomar como punto de partida la acción, puesto que son reales
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 255
como factores suyos (en tanto que poseída por el acto de conocerla,
la idea no es real, sino intencional). Por otra parte, la acción enlaza
con la voluntad en una fase de su despliegue, como se desprende de
la distinción entre voluntad nativa y racional, a la que ya nos hemos
referido.
Temporalización de la idea
La relación de la motivación con el hacer exige la intervención
del conocimiento. Pero su estudio no interesa a la ética en directo,
sino que es un problema ontológico, acerca de las distintas facultades
humanas. Los escolásticos llaman uso activo de la voluntad a la
conexión del querer con el hacer. El querer está en el hacer; lo mismo
que la idea, porque en otro caso no saldría la cosa tal como se piensa,
tal como se quiere hacer de acuerdo con la idea. La voluntad tiene
que ver con la inteligencia y con la acción. Cómo desemboca una en
la otra no es una cuestión analítica; con ese método seguramente
nos podríamos aproximar bastante a la solución del asunto, pero
nunca se aclararía del todo.
Sabemos que todas estas dimensiones se comunican unas con
otras. Quiero tomar el vaso, y efectivamente lo hago a través de la
facultad locomotriz. Sabemos que en el sistema nervioso hay
procesos aferentes y eferentes. Estudiando las neuronas libres se
puede describir fisiológicamente cómo se pasa desde el estímulo
exterior, - lo que llaman los escolásticos la especie impresa -, al
conocimiento sensible, y cómo influye el sistema nervioso, cuando su
funcionamiento no es un término de la influencia externa, sobre el
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 256
control muscular, por ejemplo. Curiosamente, Kant se aproxima
bastante a este complicado asunto. Y digo que es curioso, porque la
aproximación se encuentra en la Crítica de la Razón Pura, no en la
Crítica de la Razón Práctica, que para estos efectos no sirve. En rigor,
Kant no entiende el conocimiento como operación inmanente (y ello
quiere decir que no lo entiende), sino como una acción de la
espontaneidad del sujeto que se aplica a los fenómenos. La aplicación
es imaginativa, se hace a través del tiempo como esquema
constructivo.
El esquema trascendental kantiano desde esta perspectiva es
una solución (con bastantes aporías desde otros puntos de vista,
porque plantea un problema de principiación muy difícil y que Kant
renuncia a resolver). El esquema trascendental, dice Kant135, es el
tiempo. Yo tengo el concepto de circunferencia, ¿cómo lo plasmo?
Trazándola con el compás. El uso del compás sería la acción. El
concepto de circunferencia es intemporal; en cambio, el esquema
correspondiente, es decir, el modo de construir la circunferencia es
tiempo formal.
Aunque formulado con otra intención, el esquematismo es un
modo de acercarse a los problemas ontológicos que plantea la acción
humana, para los cuales las explicaciones de los fisiólogos son
insuficientes. La trasmisión de las ideas al hacer, la configuración del
hacer de acuerdo con ideas, no consiste simplemente en procesos
neuronales: es un asunto complicado, de mucha más envergadura
que los que abordan las ciencias positivas.
135
Kant, I., Kritik der reinen Vernunft, A 144; B 153 ss.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 257
La configuración del hacer por ideas termina en el artefacto
construido de acuerdo con ellas. El modo como las ideas se plasman
a través del hacer es su temporalización. Por eso, la acción es una
mediación: la modificación de los procesos es una nueva
configuración de acuerdo con ideas. Dicha reconfiguración es
temporal. Por eso digo que el esquematismo trascendental,
curiosamente, apunta en directo a un problema práctico.
Plasmar una idea es temporizarla, sacarla de la situación
intemporal que le corresponde en tanto que intelectualmente
poseída. ¿Cómo es posible que una idea, que es intemporal, se
traslade al tiempo, y en este sentido se haga práctica? Simplemente
al configurar un hacer. Kant dice (lo cual es una muestra de honradez
intelectual) que la formación de esquemas es un enigma de la
naturaleza humana, lo más secreto de ella. Heidegger136 se apoya en
el esquematismo trascendental para proponer una ontología de
nuevo cuño.
La idea es intemporal de suyo, pero también aparece plasmada
en tanto que transforma los procesos externos. En este sentido, ella
misma se ha temporalizado. En suma, la acción se describe
simplemente así: es la mediación entre el conocimiento y los
procesos en los cuales interviene eficazmente. En tanto que
vinculada a los procesos, es temporal; y en tanto que reside en el
pensar o tiene su condición de posibilidad en el acto intelectual, es
intemporal.
136 Heidegger, M., Sein und Zeit (Ser y Tiempo, FCE, México 1974). Puede
verse también Kant und das Problem der Metaphysik.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 258
La producción
La última observación formulada permite distinguir dos tipos
de acción humana. El tipo de acción que tiene que ver con procesos
materiales o físicos es aquélla en que los ingredientes cognoscitivos
son de menor calidad. Este tipo de acción es directamente
transformante. Pero hay otro tipo de acción que es más próxima al
conocimiento que al proceso. El primer tipo de acción obedece al
motivo de hacer en el nivel de la posesión corpórea, es decir, de
intervenir en los procesos temporales. Es la acción más alejada del
conocimiento, por ser la más temporalizada. Este tipo de acción es la
producción.
A la acción productiva Aristóteles la llama despótica. Influir
productivamente en procesos naturales equivale a imponerles una
impronta formal y, por tanto, a considerar los procesos como pasivos
respecto de la acción. Aristóteles llama despótica a la relación entre
una actividad y algo pasivo o sometido a ella. Se parece a la
estructura hilemórfica, es decir, al compuesto de forma y materia,
puesto que la materia está completamente sujeta a la forma,
dominada por ella.
Tanto la relación acción-pasión como la composición de la
forma respecto de la materia son despóticas137.
137
Es despótica la relación entre el alma y el cuerpo, la actividad técnica
sobre materiales, y la sujeción del esclavo a su amo. En cambio, la relación
entre las facultades del alma no lo es.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 259
Si, por una parte, la acción es la mediación entre el
pensamiento y el proceso, por otra, el hacer es el conectivo entre los
motivos y los fines. Pues bien, cuando se trata del primer tipo de
acción, es decir, de la producción, el conectivo es extrínseco. El hacer
como producir es un conectivo extrínseco entre los motivos y los
fines.
Nadie produce por producir; se produce desde una motivación
que arranca de nuestra condición de sapiens-faber, y en orden a una
finalidad: en definitiva, para usar o consumir. El estudio de la
racionalidad de la producción está bastante desarrollado (al igual que
el de la tecnología correspondiente) y corre a cargo de una ciencia
especial, la economía, algunas de cuyas averiguaciones son
acertadas, aunque las leyes descubiertas son de carácter condicional
y no muchas. El núcleo teórico de la economía - como ya hemos visto
- es muy escueto, aunque se contenga en grandes libros y se acuda a
desarrollos matemáticos.
Son de notar los importantes factores que intervienen en la
acción: el conocimiento, el hacer, los motivos, los fines. La biología y
la sociología pueden decir algo sobre ellos. La economía suele
marginar a algunos (que de todos modos se insinúan). La ética ha de
atender a todos ellos, Sólo así es una disciplina integrante de la
antropología filosófica.
Aprovechando el modelo con el que Kant pretende entender la
unión del concepto con el fenómeno, hemos propuesto el modo
según el cual una idea configura una acción, pues ese modelo es
práctico. Tal configuración es el paso de lo intemporal a lo temporal.
Si ese paso se considera según su efectiva influencia en el proceso,
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 260
que es temporal de suyo, entonces tenemos la acción productiva.
Pero si ese paso lo consideramos un poco antes - no despóticamente
vinculado al proceso -, aparece otro tipo de acción. Ese otro tipo de
acción es gobernar. La acción de gobierno es más cercana al
conocimiento que la producción. Es otro tipo de acción.
La distinción del gobierno con la producción interesa a la ética.
Como he dicho, las ciencias acerca de la producción son escuetas y la
ética tiene que complementarlas. La economía y la tecnología
proporcionan conocimientos notables sobre la producción. No ocurre
así con la acción de gobierno, sobre la cual la economía y la
tecnología apenas dicen algo. En rigor, no cabe una física social: la
administración de cosas se distingue del gobierno de los hombres
(Saint-Simon). En resumidas cuentas, la ética es un saber acerca de la
acción humana que no puede ser substituido por otros. La verdadera
ciencia de la acción es la ética. En otro sentido, la ética no es ciencia,
sino algo más: una forma de sabiduría.
La acción de gobierno
La producción es la acción considerada en su directa y
dominante y, por tanto, despótica conexión con los procesos. La
temporalización más aguda de las ideas tiene lugar cuando se
produce. Pero el hombre ejerce otro tipo de acción, que es el
gobierno. El hombre se gobierna a sí mismo y, además, el gobierno es
una actividad social. Sin gobierno no hay sociedad.
Distinguimos la acción de gobierno de la acción productiva.
Primera diferencia: la acción de gobierno no es despótica ni por
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 261
tanto, poiética, sino - y así lo calificó Aristóteles138 - política. ¿Por qué
es política? Porque no es inmediatamente transformante. El hacer
político no es un hacer directo, sino un hacer directivo; no transforma
lo pasivo, sino que forma agentes activos. Segunda diferencia: la
relación de los motivos y los fines también es distinta. Los motivos y
fines de la acción de gobierno no son los motivos ni los fines de la
producción, y no se conectan de modo extrínseco, sino intrínseco.
Como conectivo, el verdadero hacer, lo estrictamente práctico en la
acción política, es el lenguaje.
Tercera diferencia: el lenguaje es aquel tipo de hacer que más
directamente se vincula con el pensar. Es el más intemporal, aunque
sigue siendo temporal. Toda acción por ser práctica es temporal; la
menos temporal es el hablar. Claro es que para hablar hay que saber
hablar, lo cual es un hábito intelectual. Saber expresar lo que se
piensa no es fácil, porque desde este punto de vista, hablar son las
"explicaderas" y las "entendederas. Hablar es tanto locución como
escucha, decir y oír, y eso de manera recíproca.
Si un interlocutor habla, los otros escuchan; pero después de
haber escuchado, les corresponde hablar a ellos, y el primer
interlocutor pasa a escuchar. Este asunto de las entendederas y de
las explicaderas es más complicado de lo que parece. No se trata
simplemente de una lección de clase dirigida a alumnos; eso no es el
lenguaje completamente considerado. El lenguaje es la relación de
138 Aristóteles, Política, I, passim, ya que "la vida es acción, no producción";
Política, I, 5, 1254a 5; Cfr. igualmente la distinción entre ciencias teoréticas y
poiéticas en la Ética a Nicómaco, I, 2,1094a 24 y ss.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 262
los que escuchan y de los que hablan. Pero esa interrelación es
alternante y mutua. Por eso, no se puede decir que las clases que
reciben los alumnos cumplen todo su sentido lingüístico político o de
gobierno hasta que los alumnos hablen, hasta que no se establezca el
diálogo, hasta que el que enseña no oiga la versión de quienes le
escuchan. No tenerlo en cuenta es una de las causas del fracaso
formativo de muchos centros educativos. Así pues, el segundo tipo
de acción, que Aristóteles llama política, y que describe como la
acción entre hombres libres, se dirige a agentes que no son pasivos y,
por tanto, comporta reciprocidad.
La acción no es despótica, sino política, cuando, sin dejar de ser
efectiva, se dirige a seres libres, de los cuales emergerán a su vez
acciones. El segundo tipo de acción es interrelacional. Su primera
fase es la preparación, la educación; pero esa fase se quedaría
truncada si efectivamente no despierta las capacidades del que
escucha, del educando, como se suele decir, integrándose en ellas de
tal manera que el educando pueda pasar a ser educador. Pero no
basta ser educador de otros, porque eso sería incidir en una sucesión
del tipo: yo le enseño a usted, usted le enseñará a otros de otra
generación, etc. El educando debe pasar a ser maestro de su
educador, al menos en parte, o reemprender la investigación desde
el extremo al que éste llegó.
La comunicación humana no es mero asunto intraespecífico,
repetitivo, sino interpersonal. El lenguaje humano es la expresión o
manifestación de lo interior.
El hombre masificado no admite la comunicación
enriquecedora. Por eso, bastantes de los llamados medios de
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 263
información han perdido el auténtico sentido del lenguaje. La
eticidad del lenguaje consiste en la relación recíproca entre los
hablantes. Aquí se asienta el deber y la virtud de la veracidad.
Nótese que en la acción despótica la idea pasa a informar la
cosa, a ser causa formal de la cosa, y eso es mimético. Lo bueno del
producto es que se parezca, que sea una copia de la idea que se ha
querido plasmar. En cambio, cuando se trata de la acción de gobierno
esto no es suficiente.
El valor ético de la acción de gobierno no reside en lograr
copias, pues la uniformidad es un empobrecimiento contrario a la
pluralidad de personas. Por eso, no es aceptable una vieja teoría que
entiende al gobernante como causa formal de la sociedad. Introducir
el elemento despótico, y desplazar el político es lo propio del llamado
despotismo ilustrado. La acción de gobierno va dirigida a la mejora de
los otros agentes, y es recíproca, pues el hombre puede mejorar
mucho más que el metal cuando se le trabaja139. Por tanto, si el
gobernante no es humilde, fracasa. El humanismo es imprescindible
en política porque la acción de gobierno se distingue de la acción
productiva140. La acción de gobierno no consiste en imprimir la propia
139 En el orden sobrenatural, del que se ocupa la teología moral, la acción
del Espíritu Santo en el alma es interior, y su ilustración con metáforas
laborativas es oportuna. Con todo, Dios actúa en el hombre interior si se le
deja, y exige respuesta. Por tanto, las metáforas políticas tampoco son
desechables.
140 "La ciudad que no lo es sólo de nombre debe preocuparse de la virtud."
Aristóteles, Política, 1280b 6-8. Y Tomás de Aquino añade: "Si la ley no se
adecua con la virtud, no es ley." In Pol., II, Lec. 13, n. 297.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 264
impronta en los demás, sino en activar sus energías, y esto es
profundamente ético: los sistemas libres son sistemas que
interactúan; un sistema libre no existe aislado.
Anteriormente clasificamos los sistemas en sistemas cerrados,
sistemas abiertos y sistemas libres. El hombre es un sistema libre, y la
acción de gobierno es posible por el carácter interactivo de los
sistemas libres. Por eso, la acción de gobierno desarrolla virtudes o el
gobernante fracasa - y gobernantes somos los unos de los otros: el
diálogo es el conectivo -.
Se gobierna para mejorar la motivación y la finalidad de las
acciones de los seres humanos. Por tanto, la omisión de la acción de
gobierno priva a la acción humana del conectivo intrínseco entre
motivos y fines. Ya dijimos que la producción no es un conectivo
intrínseco; la oferta y la demanda guardan relaciones que estudia la
economía; la oferta es posible por la asignación de recursos: según se
realice la asignación, ciertos fines son posibles u otros no. Pero la
producción no logra unir intrínsecamente motivos y fines. El hacer es
un conectivo extrínseco. En cambio, la acción de gobierno, si mejora
motivos y fines, constituye un conectivo intrínseco de ambos.
Conviene tener claro que el gobierno oficial (el presidente y sus
secretarios de Estado, la administración) no monopolizan lo que en
ética se llama acción de gobierno. Cualquiera que sea la institución, la
acción de gobierno es un tipo de acción imprescindible para todos los
seres racionales. En la propaganda electoral se dice: "mire usted, yo
soy gobernante de profesión; le aconsejo que me encargue con su
voto la gestión de los asuntos de interés público, porque soy el más
apto para ello". Cabe argumentar frente a tal propuesta: "pero eso es
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
Leonardo Polo 265
ser un administrador de cosas. A poco que se descuide se transforma
usted en un inhábil corrector de la economía, pues está usted
entendiendo las relaciones humanas exclusivamente desde el punto
de vista de los medios de satisfacción de las necesidades; pero no
atiende a la mejora de las motivaciones y de las finalidades, asunto
que, por otra parte, no le compete a usted en exclusiva". Y es que, en
rigor, el gobierno es un tipo de acción humana que nadie debe
omitir. Si se dice: unos nos gobiernan, y nosotros no gobernamos de
ninguna manera, sino que nos dedicamos simplemente a vivir a
expensas de la iniciativa benéfica de esos pocos, se ha amputado la
dimensión ética más importante de la vida social.
El único ideal político posible es la extensión social de la acción
de gobierno; si la acción de gobierno es realizada sólo por un grupo,
se anula como tal y se cae en un totalitarismo de uno u otro signo: la
acción de gobierno es ejercida por unos cuantos, y los otros son
sujetos pasivos. ¿Qué hace el gobernante? No dialoga, sino que trata
de transformar poiéticamente a sus súbditos, o deja que vivan a su
aire. Si ese aire es éticamente sano, desplazará al déspota141.
El fracaso de los comunistas fue debido a un error sobre la
acción de gobierno: eliminarlo en la sociedad rusa. Y por eso las
motivaciones y finalidades de los ciudadanos soviéticos se fueron a
pique. Es lo que ocurre siempre que se omite en algún ámbito la
acción de gobierno: aparece la corrupción de manera generalizada,
141 No pretendo mediar en la discusión sobre la mejor de las "formas" de
gobierno. Me parece incluso preferible dejar a un lado esa expresión.
Capítulo VI: Dimensiones de la Acción Humana
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porque las motivaciones y las finalidades se han degradado. Se ha
dejado de ser un sistema libre al perder la capacidad de autocontrol.
Enseñar sólo a producir, o a gestionar la producción, es una
miopía moral que afecta al entramado social, pues da lugar a un
sistema de asignación de beneficios muy discutible, que rompe la
relación entre los aportadores de capital y de trabajo. Esta forma de
"economicismo" no es una consecuencia de la ciencia económica,
sino de la omisión de la acción de gobierno.
La prudencia es la virtud del gobernante: auriga virtutum, la
virtud moral que guía a las otras por afincarse en la razón. En la
acción de gobierno, la menos temporal, la más vinculada a la
intemporalidad cognoscitiva, es imprescindible el control de la
prudencia, la virtud dianoética. El gobierno tiene que ver con el
mandar y el obedecer. Aunadas en la prudencia, la obediencia y el
mando son virtudes, y de las más importantes, siempre que, como
dice Aristóteles, ambas sean alternativas, no unilaterales142. No es
prudente la tendencia a reducir los bienes, a acotar su percepción
por consideraciones subjetivistas. El consejo y la circunspección (el
mirar en torno) son dimensiones de la prudencia por las que se dilata
la captación de los bienes.
142 Me remito a Aristóteles porque su postura es la más neutral, o menos
apriorística. En efecto, el Estagirita sostiene que la ética no se aprende en
los libros, sino en los hombres buenos, es decir, en los que poseen virtudes y
actúan de acuerdo con ellas. Esto, por lo demás, es obvio: sólo se puede
entender la realidad allí donde está; y las virtudes son reales solamente en
los seres humanos.
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También es de Aristóteles esta observación: que todos piensen
lo mismo no es buena señal de salud social. Por ejemplo, un maestro
que sea incapaz de aceptar una corrección por parte de sus
discípulos, es un pedante monopolizador de la acción de enseñar,
que al no saber aprender se autolimita como docente.
Mandar y obedecer son alternativos, como oír y escuchar,
porque, en definitiva, cuando un jefe da órdenes está emitiendo un
mensaje, y los que lo ejecutan han de escucharlo y entenderlo (en
otro caso la obediencia es imposible). Pero el cumplimiento de la
orden no suele ser el esperado, ya que en la ejecución interviene otra
iniciativa. ¿Qué es más importante: dar órdenes o cumplirlas? Del
modo de cumplirlas emana, a su vez, una instrucción ¿Qué debe
hacer el que dio una orden? Enterarse de cómo se ejecuta. Y si la
orden se ejecuta de tal manera que hay una desviación, lo que
procede entonces es rectificar la orden. Las órdenes son cierto tipo
de normas, que por su relación con el gobierno tienen una dimensión
moral. Pues bien, en este sentido son corregibles. Por eso se dice que
la razón práctica es la razón recta, y eso significa razón corregida. La
acción de gobierno es una relación mutua; quien no se deja corregir,
no sabe mandar, y el que no sabe corregirse tampoco sabe obedecer.
Mandar y obedecer son actos virtuosos porque se integran en
la acción de gobierno y evitan la acción despótica, que es incorrecta
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como medida de las relaciones humanas. La influencia de Skinner en
el sistema educativo ha sido nefasta143.
Se pueden troquelar las cosas, pero no a los hombres. Porque
el hombre no es una cosa. Simplemente darse cuenta de esto es
ascender a la ética, es decir, a la comprensión de los hombres como
sistemas libres. Al final, la ética es la ciencia acerca de la conexión
entre los sistemas libres. De modo especial se ocupa del control, es
decir, de la acción de gobierno. Prudencia, obediencia y mando en
correlación. Junto a ella, la fortaleza, pues el que no es fuerte no sabe
ejecutar ninguna acción; y la templanza: el que se destempla cae en
incontinencia, y se deja llevar.
Las virtudes hacen capaz de libertad: sólo el virtuoso es dueño
de sus actos. Aristóteles dedica pasajes centrales de la Ética a
Nicómaco a hablar de la incontinencia. De entrada todos somos
incontinentes; pero hay una diferencia - en este punto Aristóteles es
muy duro -: algunos incontinentes pueden dejar de serlo, otros, en
cambio, parece que no pueden dejar de serlo porque no aprenden
nunca. Esos son los auténticos esclavos.
La producción se concreta en el hacer, pero sólo en tanto que
conecta los motivos y los fines; de éstos los economistas saben poco.
Y un ingeniero menos, salvo que, como humanista se plantee otros
problemas además de los cálculos de estructuras y cosas así. La ética
tiene que completar las ciencias de la producción porque no hay
143
Skinner es un conductista que sostiene que la conducta humana obedece
a una serie de resortes técnicamente controlables - teoría del troquel de la
conducta -.
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ninguna otra ciencia que considere a la acción productiva entera.
Cuanto se trata de la acción de gobierno, sin la cual la acción
productiva no es posible (ni se relaciona con la organización social),
aparece la ética con toda su fuerza.
El orden de las virtudes atañe en especial a la acción de
gobierno. Nótese que de poco sirve el diálogo con gente que no
cumple su palabra. La veracidad es propia de hombres libres. Una
sociedad basada en la mentira se destruye; los gobernantes que
mienten ejercen acciones despóticas. Algunas llamadas democracias
no lo son, porque la democracia es el régimen de los hombres libres,
es decir, la aspiración al predominio de la acción de gobierno sobre la
acción despótica. La acción despótica respecto de cosas es correcta,
en principio, aunque el problema ecológico pone de manifiesto sus
límites. El problema ecológico también es un problema moral. Es
claro que respetar el equilibrio ecológico guarda relación con la
virtud de la templanza.
La fortaleza proporciona la coherencia del actuar a lo largo del
tiempo, es decir, la aptitud de no ceder a los ataques injustos y de no
fragmentar la vida en reacciones más o menos arbitrarias, cobardes o
caprichosas. Sólo la prolongada coherencia del fuerte mejora la
capacidad de fines y la motivación, abre a los grandes objetivos que
requieren perseverar. Por eso, desde la virtud de la fortaleza, se ve
que el problema ecológico es ético también porque no se debe
entregar un mundo inhabitable a las generaciones futuras. Cuidar de
las generaciones futuras es un objetivo a largo plazo.
La lealtad y la justicia son condiciones para la coexistencia de
los sistemas libres. Es imprescindible esta breve alusión a las virtudes
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cardinales, las virtudes quicio, de que habla la ética clásica:
prudencia, justicia, fortaleza, templanza. Pero hay más: la veracidad,
la amistad, la más importante de las virtudes según Aristóteles144. La
amistad exige respeto, estima mutua. ¿Qué amistad puede haber sin
diálogo?
La marginación es un problema ético; automarginarse es un
vicio; marginar a los demás también lo es. Es menester fomentar la
actitud contraria, estar atento a los demás, interesarse por las
cualidades ajenas, por la posibilidad de sus aportaciones futuras,
aprender y enseñar. Realmente es conveniente contar con los demás
en todos los órdenes de la vida.
Inicio
144 Aristóteles, Ética a Nicómaco, VIII, 7,1155a 5.