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8/11/2019 tica y progreso econmico - James M. Buchanan.pdf
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COLECCIN ESTUDIOS E INFORMES
Nm. 3 1995
Servicio de Estudios
tica y progreso econmicoJames M. BuchananPremio Nobel de Economa
8/11/2019 tica y progreso econmico - James M. Buchanan.pdf
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Este tercer nmero de la coleccin Estudios e Informes del Servicio de Estudiosde la Caixa contiene dos documentos del profesor James M. Buchanan, Premio
Nobel de economa en 1986. El primer estudio tiene por ttulo tica y progresoeconmico y constituye la primera parte del libro Ethics and EconomicProgress aparecido en 1994. Se trata del texto revisado de tres conferenciasdadas en octubre de 1991. La traduccin la ha realizado el Dr. Jos AntonioGarca-Durn de Lara, catedrtico de Teora Econmica de la Universidad deBarcelona. El punto de partida es la tica del trabajo, tomada en la ms pura tradi-cin protestante calvinista. En concreto,el autor sostiene que el bienestar econ-mico de cualquiera de nosotros depende de la actitud hacia el trabajo y el ahorroque tengamos todos. Una sociedad en la que predomine una alta inclinacin altrabajo y al ahorro ser siempre una sociedad ms prspera que otra menos moti-
vada en este sentido. Son verdades intuitivas pero que no son fciles de argumen-tar partiendo de los postulados econmicos habituales. Para probarlo, el profesorBuchanan cuestiona algn elemento bsico de la teora econmica usual. Hay quedestacar que la fundamentacin de su anlisis es exclusivamente positiva, en elsentido de que nicamente pretende clarificar los efectos de una determinada ti-ca econmica.
El segundo trabajo, Perspectivas para las limitaciones constitucionales de losdficit presupuestarios es la transcripcin de una conferencia que pronunci elprofesor Buchanan en la Caixaen diciembre de 1987.A pesar de su lejana en el
tiempo, la argumentacin sigue siendo vlida y el tema es de una actualidadrabiosa: el problema de los enormes dficit pblicos generados sobre todo a par-tir de la dcada de los sesenta. La disertacin se centra en los Estados Unidos, elpas que mejor conoce el conferenciante, pero la cuestin es comn a muchasotras economas, incluida la nuestra.
Estos documentos no agotan, por supuesto, los temas tratados, sino que ms bienlos abren. Por ello, confiamos que las ideas que figuran en el tercer nmero deesta coleccin constituyan una aportacin al debate sobre estos temas.
Publicacin impresaen papel y cartulinaecolgicos
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COLECCIN ESTUDIOS E INFORMES
Nm. 3
tica y progreso econmico
James M. BuchananPremio Nobel de Economa
Servicio de Estudios
la CaixaCAJA DE AHORROS Y PENSIONES
DE BARCELONA
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tica y progreso econmicoEthics and Economic Progress
Publicado de acuerdo con University of Oklahoma Press,y Scott Meredith Literary Agency,L.P., 845 Third Avenue, New York, NY 10022.University of Oklahoma Press, Norman,
Publishing Division of the University, 1994.Reservados todos los derechos.Traduccin del Dr. Jos Antonio Garca-Durn,Catedrtico de Teora Econmica de la Facultad deCiencias Econmicas de la Universidad de Barcelona.
Perspectivas para las limitaciones constitucionalesde los dficit presupuestarios
Prospects for constitutional limitations on budget
deficits
Conferencia pronunciada en el Auditorio de lasede social de la Caixa
Barcelona, 1987.Traduccin de D. Javier Garralda.
Impreso en:CEGE Creaciones Grficas, S.A.Ciutat dAsuncin, 4208030 BarcelonaD.L.: B. 29761 -1995ISBN: 84-88099-08-8
CAJA DE AHORROS Y
PENSIONES DE BARCELONA
Servicio de Estudios
Av. Diagonal, 629, planta 16, torre I08028 BARCELONATel. (93) 404 62 38Telefax (93) 404 68 92
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NDICE GENERAL
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Presentacin 5
I. TICA Y PROGRESO ECONMICO 9
II. PERSPECTIVAS PARA LAS LIMITACIONESCONSTITUCIONALES DE LOS DFICIT
PRESUPUESTARIOS 81
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PRESENTACIN
Trabajar ms y ahorrar ms es una forma eficaz de mejorar el bie-
nestar individual y colectivo que pocos discutirn. Tampoco es probable
que argumentar la racionalidad de mantener las finanzas saneadas
levante mucha controversia. Sin embargo, tambin es cierto que esta
especie de normas econmico-morales han perdido fuerza. Ya sea por
los aos en los que el enriquecimiento rpido y especulativo en Espaa
y en el mundo desarrollado pareca imponerse como norma universal
de los negocios y las finanzas, ya sea por la creencia de que los profun-dos cambios estructurales en los que nos hemos adentrado relativizan
viejas leyes o preceptos econmicos.
En una situacin de mayor serenidad, parece oportuno volver a revi-
sar la base sobre la cual se asienta la actuacin econmica, pblica y
privada. En este contexto, el Servicio de Estudios de la Caixa ha credo
conveniente publicar dos documentos diferentes pero que apuntan en lamisma lnea. Las dos obras tienen por autor al profesor James M.
Buchanan, economista Premio Nobel en su especialidad en 1986 por sus
estudios en el campo de la teora de la eleccin pblica, que aplica el
anlisis econmico a la poltica.
El primer estudio tiene por ttulo tica y progreso econmico y cons-
tituye la primera parte del libro Ethics and Economic Progress apareci-
do en 1994. Se trata del texto revisado de tres conferencias dadas en
octubre de 1991. La traduccin la ha realizado el Dr. Jos Antonio
Garca-Durn de Lara, catedrtico de Teora Econmica de la Univer-
sidad de Barcelona. El punto de partida es la tica del trabajo, tomada
en la ms pura tradicin protestante calvinista. En concreto, el autor
sostiene que el bienestar econmico de cualquiera de nosotros depende
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de la actitud hacia el trabajo y el ahorro que tengamos todos. Una socie-
dad en la que predomine una alta inclinacin al trabajo y al ahorro ser
siempre una sociedad ms prspera que otra menos motivada en este
sentido. Son verdades intuitivas pero que no son fciles de argumentar
partiendo de los postulados econmicos habituales. Para probarlo, el pro-
fesor Buchanan cuestiona algn elemento bsico de la teora econmica
actual. Hay que destacar que la fundamentacin de su anlisis es exclu-
sivamente positiva, en el sentido de que nicamente pretende clarificar
los efectos de una determinada tica econmica.
El segundo trabajo, Perspectivas para las limitaciones constituciona-
les de los dficit presupuestarios es la transcripcin de una conferenciaque pronunci el profesor Buchanan en el auditorio de la sede social de
la Caixa en diciembre de 1987. A pesar de su lejana en el tiempo, la
argumentacin sigue siendo vlida y el tema se mantiene en el candele-
ro: el problema de los enormes dficit pblicos generados sobre todo a
partir de la dcada de los setenta. La disertacin se centra en los Estados
Unidos, el pas que mejor conoce el conferenciante, pero la cuestin es
comn a muchas otras economas, incluida por descontado la nuestra.
El autor atribuye el origen de los males de los dficit pblicos endmi-
cos a la poltica fiscal de la revolucin keynesiana, que conllev que peri-
clitase la idea de que haba que equilibrar los presupuestos. Declara que
los polticos, en el sistema democrtico, tienen una tendencia natural a
incurrir en dficit presupuestarios. Para contrarrestar esto propone, apar-
te de restaurar el principio moral de condenar los dficit pblicos en
periodos que no sean de emergencia, una enmienda a la constitucin que
exija que el presupuesto del Gobierno de Estados Unidos sea equilibrado.
Recientemente, en el primer trimestre de este ao el Partido Repu-
blicano de los Estados Unidos someti a votacin una propuesta de
enmienda constitucional para prohibir dficit pblicos a partir del ao
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2002, slo con la excepcin de una guerra o la autorizacin de tres
quintas partes de los dos cuerpos del Congreso. Esta iniciativa legislativa
fue aprobada por la Cmara de Representantes, pero no obtuvo sufi-
ciente apoyo en el Senado. Hace unos das, sin embargo, el presidente
Clinton anunci la intencin de equilibrar el presupuesto de los Estados
Unidos, en plena sintona con la preocupacin colectiva sobre el sentido
de incurrir ao tras ao en desequilibrios presupuestarios. Como puede
comprobarse, el tema no poda estar ms de actualidad.
Estos documentos no agotan, por supuesto, los temas tratados, sino
que ms bien los abren. Esperamos que los lectores, tanto los economis-
tas como los no economistas, consideren estas pginas apasionantes, oal menos, interesantes. En cualquier caso, creemos que no existe ningu-
na receta mgica para las dificultades a que tiene que hacer frente la
economa espaola, y que las soluciones provendrn, ms bien, de una
conjuncin de esfuerzos. Por ello, confiamos que las ideas que figuran
en el tercer nmero de esta coleccin constituyan una aportacin al
debate sobre estos temas.
Josep M. Carrau
Director del Servicio de Estudios
Julio de 1995
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tica y progreso econmico
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NDICE
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Captulo 1. TODOS DEBERAMOS TRABAJAR MS
DURO: EL VALOR ECONMICO DELA TICA DEL TRABAJO 13
I. Introduccin 13
II. Ftbol y nueces: una historia personal 14
III. Esclarecimiento del tema 16
IV. La divisin del trabajo y la amplitud del mercado 18
V. Equilibrio competitivo y rendimientos constantes 22
VI. Optimalidad, externalidad y rendimientoscrecientes 27
VII. Internalizacin va la tica del trabajo 30
VIII. Conclusin 32
Captulo 2. TODOS DEBERAMOS AHORRARMS: EL ANLISIS ECONMICO DELA TICA DEL AHORRO 33
I. Introduccin 33
II. Cunto deberamos ahorrar? 36
III. La gran confusin keynesiana 39
IV. Obligaciones para con las generaciones futuras 41
V. Ahorro, capital y la amplitud del mercado 44
VI. Un dlar ahorrado es un dlar ganado: unacomparacin cuantitativa 48
VII. Internalizacin mediante una tica del ahorro 50
VIII. Alternativas a la restauracin de la tica delahorro 53
Captulo 3. TODOS DEBERAMOS PAGAR ALPREDICADOR: ORGENESECONMICOS DE LASRESTRICCIONES TICAS 56
I. Introduccin 56
II. Restricciones morales autoimpuestas, individualeso concertadas 58
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Captulo 1
TODOS DEBERAMOS TRABAJAR MS DURO:
EL VALOR ECONMICO DE LA TICA DEL TRABAJO
I. Introduccin
Los miembros de una sociedad en la que exista una slida tica del tra-
bajo tendrn ms bienestar material que los de una sociedad en donde
esa tica sea dbil o no exista. Esta proposicin sera aceptada sin discu-sin por personas que no se clasifiquen a s mismas como economistas
profesionales. Por contra, los economistas encuentran que esa proposi-
cin resulta de difcil incorporacin a su ortodoxia analtica. Por qu
estara mejor una persona, en trminos de su propia valoracin, por el
hecho de que aquellos con los que se relaciona econmicamente traba-
jen ms duro? Qu hay en la teora econmica bsica que nos permita
proporcionar una fundamentacin lgica a la intuicin que se ha presen-tado?
Estas son las preguntas que me hicieron iniciar la reflexin. En la sec-
cin II presento los detalles autobiogrficos. La seccin III establece los
supuestos mnimos de definicin y clarificacin que permiten replantear
las cuestiones de forma tratable por el anlisis econmico cuidadoso. En la
seccin IV se aduce que una respuesta directa la ofrece el clsico principio
de Adam Smith que relaciona la divisin del trabajo con la amplitud del
mercado. Sin embargo, como sugiere la seccin V, esta respuesta puede no
ser coherente con el principio neoclsico de la distribucin, que forma par-
te asimismo de la sabidura heredada. En la seccin VI resuelvo la aparente
contradiccin eliminando del anlisis de la economa de produccin-inter-
cambio el postulado de rendimientos constantes. La introduccin de rendi-
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mientos crecientes generalizados o para el conjunto de la economa propor-
ciona un fundamento lgico a la intuicin inicial, aunque puedan discutirse
entonces algunas propiedades de optimalidad del equilibrio competitivo.
Si de hecho existe una externalidad en el margen de decisin entre ocio
y trabajo, cmo puede internalizarse esa fuente potencial de ineficiencia?
La seccin VII sugiere que la internalizacin mediante normas ticas puede
haber ofrecido al menos una solucin parcial. En esa seccin y en la final
del captulo, argumento que en la tica del trabajo hay una constante eco-
nmica demostrable, que puede darse soporte analtico a la intuicin inicial
de los no economistas, sobre la base de la aplicacin del principio de Smith
en un marco de rendimientos crecientes generalizados, y que, en un senti-do, la presencia de una tica del trabajo en nuestra herencia cultural puede
reflejar un reconocimiento indirecto de esa relacin.
II. Ftbol y nueces: una historia personal
Empezar mi discusin acerca de la tica del trabajo explicando los or-genes de mi inters por el tema, una historia personal que ya he explicado
en versiones previas de esta argumentacin (Buchanan, 1989). Quienes
conozcan algo de mi carrera reconocern que el programa de investigacin
especfico acerca del anlisis econmico de la tica es una evolucin relati-
vamente reciente de mis intereses. Este programa no es resultado directo
de la eleccin pblica, ni de la filosofa poltica, ni del anlisis econmico
constitucional, temas enfatizados en mi trabajo previo, aunque existan
intersecciones obvias con ellos, sobre todo con el ltimo.
En el fin de semana del 3 y 4 de enero de 1987, haba programados cua-
tro partidos de ftbol americano profesional. Me encanta ver por televisin
el ftbol profesional, de modo que mis preferencias me sugeran que mira-
se los cuatro partidos. Pero me senta muy culpable por estar planeando
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estar casi quince horas en el silln en un fin de semana. Estaba muy preocu-
pado ante la perspectiva de prdida de un tiempo valioso.
Estaba en mi casa de campo de las montaas de Virginia y me acord de
que haca unas semanas haba recogido una buena cosecha de nueces de un
rbol de mi jardn. Como quizs sepa el lector, las nueces constituyen com-
plementos deliciosos de los pasteles y galletas caseros, pero son difciles de
abrir. Las nueces parecan ser la respuesta a mis plegarias. Me hice a la idea
de coger unos cuencos, tenazas apropiadas, un martillo y una antigua plan-
cha de metal, de modo que pudiera ir abriendo las nueces mientras miraba
las muchas horas de ftbol. Con los dos das acumul varios jarros de nue-
ces, lo que hizo innecesaria cualquier compra de nueces en el mercado. Medi cuenta, para mi sorpresa, de que el trabajo de abrir las nueces haba
borrado mi mala conciencia por estar mirando el ftbol por la televisin.
Disfrutaba, desde luego, del espectculo, pero al mismo tiempo estaba reali-
zando una actividad que permita evitar la prdida completa del tiempo.
El proceso de autoexamen psicolgico, tanto durante los hechos como
despus, dio lugar a mi reflexin sobre el contenido econmico de la ticadel trabajo. Estaba claro que quedaba restringido por un principio tico
interno que me haca muy doloroso responder a mis propias preferencias.
Cuando apareci ante m la perspectiva de dedicarme a la pura vagancia
tuve un genuino sentimiento de culpa, que se repite en todas las ocasiones
similares. Pero esa culpa desapareci enseguida en cuanto fue posible reali-
zar algn trabajo, aunque estuviera muy por debajo de las actividades nor-
males de mi existencia (y que, desde luego, en un sentido de ventaja com-
parativa segua siendo no econmico).
Pregunta: Este precepto tico profundamente arraigado en m, quizs
presente, en parte, por el hecho de haberme criado en una tradicin presbi-
teriana, escocesairlandesa del Tennessee medio, se trata simplemente de un
residuo de algo que en una poca anterior pudo haber sido necesario para
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la supervivencia en un marco de subsistencia, y, por tanto, sin ningn senti-
do o valor en una moderna y compleja economa? O quizs esta tica del
trabajo, que claramente me hace cuestionar a veces mis propias preferen-
cias de no trabajar, mantiene su valor y sentido econmico, incluso en la eco-
noma de finales del siglo XX?
III. Esclarecimiento del tema
La pregunta plantea un reto interesante; pero antes de empezar la bs-
queda de una respuesta es necesario ponerse el sombrero de economista y
situar la pregunta en un modelo abstracto diseado de modo que se pue-dan aislar los rasgos relevantes. Planteada en trminos generales, la pregun-
ta es: Estarn mejor los participantes de una economa cuando comparten
un compromiso tico de trabajo duro que si ese compromiso no existe?
Como sugiere mi ttulo a este captulo, mi respuesta ser afirmativa, pero
en su apoyo debo establecer una argumentacin convincente.
Existe un significado comn de ms trabajo que implica varias dimen-siones de ajuste: horas, das, semanas, meses, aos de trabajo; produccin
por unidad de tiempo, por hora, por da, por semana, etctera; calidad del
esfuerzo de trabajo medida por la calidad del producto y por otros elemen-
tos. Para simplificar la cuestin me voy a concentrar slo en la dimensin
temporal. Por la opcin de trabajar ms, me voy a referir a la decisin indi-
vidual de hacerlo ms horas por semana, ms semanas por ao o ms aos
por carrera. Supondr que la produccin por unidad de tiempo no cambia
con la variacin del tiempo trabajado, y supondr tambin que la calidad
del trabajo es invariable cualquiera que sea el tiempo trabajado. Supondr
adems que el individuo no se ve institucionalmente coaccionado acerca de
la dimensin de su tiempo de trabajo; es decir, asumo que el individuo pue-
de elegir voluntariamente el nmero de horas por semana, semanas al ao
o aos por carrera, trabajados. Es cierto que, en realidad, existen muchas
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restricciones institucionales que limitan la eleccin voluntaria del tiempo
de trabajo, como horas por semana estipuladas, semanas por ao, edades
de retiro, etctera. Pero en casi todos los casos, algunos aspectos de la
dimensin temporal quedan dentro del conjunto de eleccin del indi-
viduo.
He reducido la cuestin a la siguiente: Estn mejor los participantes en
una economa si comparten un precepto tico comn que les hace trabajar
ms horas por semana o semanas por ao, que si no cuentan con ese pre-
cepto? Como siguiente paso, es necesario definir con cuidado qu es lo que
implica exactamente la decisin de aportar ms tiempo de trabajo. Mi defi-
nicin a este respecto es muy directa y est totalmente de acuerdo con elempleo normal de los trminos. Cuando una persona aporta ms tiempo de
trabajo, cuando ampla el nmero de horas trabajadas por semana, hay un
incremento correspondiente de la retribucin, sueldo o salario, recibido
como renta por el oferente de trabajo. El individuo produce ms valor eco-
nmico para quien quiera que lo emplee, y, a cambio de ese mayor valor
del input ofrecido, recibe un incremento del sueldo o salario total, que est
entonces disponible para su gasto, segn desee el perceptor, en bienes yservicios finales de la economa.
La definicin de lo que quiere decir exactamente ms tiempo de trabajo
parece clara, pero excluye muchas cosas que con poco cuidado rigor pu-
dieran considerarse trabajo. La definicin restringe el significado de ms
trabajo a ms tiempo ofrecido a cambio del pago de un sueldo o salario en
el mercado. El individuo que trabaja duro o dedica ms horas a mejorar
su juego de golf o su tenis no est incrementando la oferta de esfuerzo al
nexo econmico. Por tanto, a nuestros efectos, dedicar ms tiempo al golf
es equivalente a dedicar ms tiempo a estar en un sof. El margen crtico se
da entre la oferta de trabajo al mercado y todos los dems empleos del
tiempo del individuo. Para un individuo, desde luego, el tiempo dedicado a
perfeccionar su juego de golf puede proporcionarle un valor igual o supe-
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rior al valor de los bienes que podra obtener con la renta salarial obtenida
ofreciendo al mercado un tiempo comparable. Pero el individuo slo colo-
ca valor en el mercado que puede ser de valor potencial para otros, cuando
proporciona input al mercado.
Para acabar de clarificar el tema hace falta una cualificacin final al anli-
sis. Supongo que las instituciones de la economa general, llamadas a veces
instituciones macroeconmicas, operan de tal modo que permiten que las
elecciones voluntarias de las personas referidas a los suministros de esfuer-
zo de trabajo se realicen sin ruptura institucional. Como el individuo que
ofrece trabajo al mercado recibe a cambio una renta que, en principio, pue-
de comprar un valor de la produccin igual al valor del input ofrecido, cual-quier incapacidad de la economa agregada para absorber cambios de la
oferta de esfuerzo ha de referirse directamente a un fallo institucional, que
es de suponer que pueda corregirse. Cualquier argumentacin en el senti-
do de que, como slo hay una demanda de trabajo determinada, cualquier
incremento de la oferta crear desempleo, seguramente es errnea y no
requiere de un amplio tratamiento aqu. Dejo para los que se clasifican a s
mismos como macroeconomistas, la discusin de los arreglos instituciona-les necesarios para la estabilidad macroagregada (vase el captulo 2, sec-
cin III, donde prosigue esta discusin).
IV. La divisin del trabajo y la amplitud del mercado
Pido excusas por este tedioso rodeo sobre definiciones y cualificaciones.
Ya es hora de entrar en la argumentacin de fondo. Como habr quedado
bien claro, la cuestin se refiere ahora al valor de ms trabajo, o ms trabajo
del que nuestras simples preferencias pudieran dictar. Estamos mejor cuan-
do todos trabajamos ms duro? Por decirlo de otra forma, por qu debera
preocuparme por cuanto trabaja usted o por cuanto trabaja cualquier otra
persona?
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Enfrentado a una pregunta semejante, mi procedimiento consiste en exa-
minar la contribucin a la respuesta que pueda hacer la teora econmica
convencional. Como para muchos economistas, tal examen implica dos
fases. Primero se trata de recordar lo que Adam Smith pueda haber dicho
sobre el tema; despus hay que mirar lo que dicen los manuales modernos.
Si Adam Smith es muy claro acerca del tema, los manuales modernos pare-
cen ofrecer respuestas contradictorias y en conflicto, lo cual quizs pueda
sorprender.
Me concentrar primero en Adam Smith. En su gran libro,La Riqueza
de las Naciones, publicado en 1776, localiza e identifica como principal
fuente de la productividad de una economa (o nacin), la explotacin efec-
tiva de la divisin o especializacin del trabajo. Aunque las personas difie-
ran relativamente poco en su capacidad bsica para producir valor econ-
mico, como el mismo Smith crea, pueden incrementar en gran medida su
productividad si se especializan, es decir, si distintas personas hacen distin-
tas cosas. En conjunto, se puede generar mucho ms valor en una econo-
ma en que diferentes personas o grupos de personas producen bienes dife-
rentes y los intercambian entre ellos.
Imaginemos, como un ejercicio mental, que una persona intentara pro-
ducir de todo por si misma, sin interaccin econmica con los dems.
Cunto podra producir una persona en total independencia del nexo eco-
nmico? La vida de esa persona sera solitaria, aburrida, embrutecedora y
breve, por emplear la descripcin de Thomas Hobbes en un contexto dife-
rente. Podramos aadir la palabra agotadora, ya que el valor de la produc-cin que podra conseguirse con el mximo input de trabajo apenas basta-
ra para asegurar la supervivencia.
La conocida historia del Oeste americano, liberada de algunos de sus
aspectos romnticos, nos ofrece una buena base para pensar sobre los
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beneficios de la divisin del trabajo y del intercambio. Una granja aislada,
de la frontera, por necesidad se vea forzada a ser autosuficiente en
muchas de sus actividades. Pero esta genuina independencia de otros, esta
produccin domstica, se consegua al precio de un muy bajo nivel de
comodidades. Cuando otras familias se instalaban cerca de la granja y toma-
ba forma una ciudad, aumentaba la especializacin. La productividad mejo-
raba de forma sorprendente porque ahora las personas podan dedicar
todo su tiempo, o casi todo su tiempo, a una actividad. Sin embargo, en los
primeros aos, incluso tras el establecimiento de una ciudad, la misma per-
sona poda ejercer de barbero y de cirujano, como sabemos por las pelcu-
las de vaqueros. Pero incluso este arreglo parcial era mucho ms producti-
vo que el que requera que cada familia realizara estos servicios y muchosotros. A medida que la ciudad creca en tamao, a medida que se ampliaba
el nexo econmico, la productividad volva a aumentar, cuando los barbe-
ros y los cirujanos encontraban suficiente clientela como para especiali-
zarse.
Toda la tecnologa de la produccin cambia a medida que avanza la espe-
cializacin y a medida que aumenta el nmero de oferentes y de demandan-tes. En el registro histrico que conocemos, las innovaciones en transporte
y comunicaciones precedieron y siguieron, ambas cosas, a los incrementos
de especializacin. Los individuos y las familias llegaron a aceptar la inter-
conexin compleja del nexo de un mercado amplio como un fenmeno
natural. Hoy da, casi nadie presta atencin a su casi total dependencia en
todo de las dems personas que participan en el mercado, prximo o leja-
no. La gente espera poder vender sus propios recursos, de los que el ms
importante es el tiempo de trabajo, por un sueldo o salario, u otro tipo de
retribucin, y adems espera poder adquirir los productos preferidos en el
almacn o supermercado local. En la economa actual, la familia est a tal
distancia socioeconmica de la familia de la frontera que la comprensin
del proceso histrico, incluso como una idea, no entra en la mentalidad
ordinaria.
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Sin embargo, en el terreno de la conjetura, no hay motivo para pensar
que las ventajas de la especializacin y de la divisin del trabajo se agoten
llegados a cierto punto en la red de interdependencia. Smith adelant
como principio general la idea de que la divisin del trabajo depende de la
amplitud del mercado. Por tanto, por qu debera cualquier red de merca-
do ir ms all de aquel tamao en el que una mayor especializacin dejara
de ofrecer ventajas econmicas?
Si se reconoce que las ventajas de la especializacin no tienen fin, la pro-
posicin bsica de Smith puede aplicarse entonces directamente a la cues-
tin antes planteada. Qu ocurre cuando trabajamos ms, cuando ofrece-
mos ms horas por semana al mercado a cambio de un incremento de nues-tro salario neto, que podemos gastar en una cantidad mayor de bienes y ser-
vicios? La respuesta es obvia: incrementamos el tamao del mercado, la red
de interdependencia econmica. A modo de ejemplo, si una persona dobla
el nmero de horas que trabaja por semana y lleva a casa un salario doble
que antes, lo que le permite adquirir una cesta de la compra y servicios dos
veces ms valiosa que antes, su accin, en todos los sentidos, es equivalente
a la adicin de otra persona al nexo de intercambio, una persona con, preci-samente, la misma capacidad.
Este vnculo directo entre las ofertas de inputs al mercado en nuestro
ejemplo, horas de trabajo y el tamao del mercado mismo, nos permite
establecer la conexin entre el esfuerzo de trabajo y las ventajas de la espe-
cializacin. Ms horas de trabajo por semana ofrecidas al mercado significan
un mercado ms amplio, y un mercado ms amplio significa que puede
aumentarse la especializacin, con incrementos generalizados de la produc-
tividad de toda la economa. Por tanto, de hecho, mi bienestar aumenta si
otros en la economa trabajan ms, por la simple razn de que mis propios
inputs, no importa cuantos elija ofrecer, comprarn en ltimo trmino ma-
yor cantidad de produccin de lo que ocurrira si otras personas ofrecieran
menos horas en el mercado.
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Realice el lector un simple experimento mental. Imagnese en una nave
espacial y que ha de elegir aterrizar, para convertirse en residente perma-
nente, en uno de dos planetas, A y B. Estos planetas tienen economas que
estn organizadas mediante mercados, con similares caractersticas en cuan-
to a poblacin y recursos naturales, pero con una gran diferencia. En el pla-
neta A, las personas trabajan, en promedio, cuarenta horas por semana. En
el planeta B, en comparacin, las personas trabajan, en promedio, slo
veinte horas a la semana. Cul de los dos planetas escogera? Si usted toma-
ra en consideracin slo su propia ventaja, es evidente que escogera con-
vertirse en participante en la economa del planeta A, donde las personas
trabajan ms, por la sencilla razn de que, no importa cunto trabaje usted
mismo, cuanto ofrezca al mercado, el valor de produccin comprable porunidad de input ser mayor que en el planeta B. La especializacin se
ampla ms porque la economa es mayor; la tecnologa aplicable en el pla-
neta A no puede ser utilizada en el planeta B. Cualquier artculo final de
consumo, un lpiz, por ejemplo, puede requerir el valor de un minuto de
tiempo de trabajo en el planeta A, mientras que puede requerir el valor de
tres minutos de tiempo de trabajo en el planeta B.
V. Equilibrio competitivo y rendimientos constantes
A mi entender, la argumentacin de Adam Smith es totalmente convin-
cente. Para hacer justicia a mis colegas economistas debo aadir que casi
todos los economistas aceptaran el razonamiento tal como se ha presenta-
do hasta ahora. De hecho, en los captulos introductorios de los manuales
ms elementales se encuentran referencias a las ventajas de la interdepen-
dencia econmica. Se subrayan las ganancias de productividad, resultado
de la divisin y especializacin de los recursos en las amplias redes de
mercado. En sus implicaciones, estos elementos introductorios del anlisis
econmico no entran en conflicto con la proposicin bsica de Adam
Smith.
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Sin embargo, como ya he sealado, el corpus de la teora econmica estn-
dar ofrece respuestas contradictorias a la cuestin que estamos discutiendo.
En el captulo I, como se ha indicado, la respuesta de manual es que s, que
todos estaramos mejor si trabajramos ms, y por las razones que se han
explicado antes. Pero cuando se avanza en el libro, por ejemplo, hasta un
hipottico captulo 17, nos encontramos con una historia muy diferente.
Llegados a este punto, el saber analtico convencional parece rechazar la pro-
posicin de Smith. La discusin del captulo 17 sugiere que no podemos
estar mejor trabajando ms de lo que nuestras preferencias nos dicten; el an-
lisis sugiere que una tica del trabajo, en cuanto tal, no tiene contenido eco-
nmico. Empleo la metfora captulo 17 para referirme a la teora de la dis-
tribucin del anlisis econmico convencional. En este punto puede ser tilun breve resumen de la historia de las ideas econmicas.
Adam Smith y sus compaeros los economistas clsicos no desarrollaron
una teora de la distribucin completamente aceptable. Con algunas limita-
ciones, fueron capaces de desarrollar una teora de la asignacin de los
recursos y una teora del valor. Argumentaron que los precios relativos
estn ligados a los costes relativos de produccin, de modo que las desvia-ciones con respecto a los precios naturales ponen en movimiento fuerzas
que trabajan en la restauracin de las relaciones coste-precio. La bsqueda
del inters propio de cada persona interacta de modo que se promueve
una asignacin de los recursos que tiende a maximizar el bienestar de
todos los participantes. Pero, en cierto sentido, los economistas clsicos
intentaron llevar demasiado lejos su teora del valor basada en el coste de
produccin. Intentaron ampliar a la distribucin esa lgica explicativa.
Intentaron explicar los pagos realizados al trabajo por el coste de produc-
cin de trabajadores, con el resultado de la teora del salario de subsisten-
cia, sobre la que Karl Marx construy su conocida tesis de la explotacin.
Los economistas clsicos no fueron capaces de reconocer que los precios
relativos no slo dependen de los costes de produccin sino tambin de las
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valoraciones finales de las personas, tal como se expresan en los mrgenes
de uso, es decir, de las utilidades marginales que se espera que proporcio-
nen los bienes. Los economistas clsicos, al confiar exclusivamente en los
costes de produccin en vez de las utilidades marginales, ofrecieron una
explicacin sesgada y parcial del valor econmico. Si hubieran sido capaces
de introducir el lado de la utilidad o la demanda en el anlisis econmico,
habran notado que para algunos bienes y algunos recursos puede existir
muy poca conexin o ninguna entre los costes y los precios de mercado y
que las divergencias entre costes y precios no siempre ponen en movimien-
to fuerzas que tiendan a restablecer una determinada relacin coste-precio.
El modelo explicativo bsico que incorpora tanto el coste u oferta comoel lado de la demanda en la teora del valor y de la asignacin, se introdujo
en la dcada de los setenta del siglo XIX, gracias a las contribuciones de los
economistas neoclsicos, llamados, a veces, los tericos de la utilidad subje-
tiva o de la utilidad marginal. En el modelo neoclsico los pagos al trabajo no
tienen porqu estar directamente relacionados a los costes de produccin
de trabajadores. La distribucin de la renta en una economa puede explicar-
se sin introducir una teora econmica de la poblacin. Los trabajadores, aligual que los oferentes de otros inputs, o unidades de recursos productivos,
tienden a ser pagados de acuerdo con la contribucin al valor que significa
su trabajo. La teora de la distribucin basada en la productividad marginal
se convierte en una teora de la determinacin de los precios de los inputs,
o servicios de los recursos, ya se trate del trabajo o de otros recursos pro-
ductivos. Se tiende a pagar a los trabajadores el valor de la adicin al valor
del producto final que proporcionan en su empleo, de modo que las motiva-
ciones de inters propio aseguran que trabajadores similares obtienen sala-
rios similares en todos los empleos. Adems, y es importante, los precios de
los inputs, como los precios de los productos, se establecen en los mrgenes
apropiados. Los trabajadores tienden a obtener el valor de su contribucin al
valor del producto en el margen de utilizacin del input. El salario de un tra-
bajador tiende a ser igual al valor aadido por su empleo.
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Esta teora de la distribucin, o teora de los pagos a los recursos, se
basa, claro est, en el supuesto de que el mercado es plenamente operati-
vo. Es decir, se supone que hay competicin abierta en los mercados de
productos y de factores, sin restricciones polticas o institucionales para la
entrada y salida en cualquier ocupacin, industria o asociacin.
La teora neoclsica de la distribucin, la teora de la productividad mar-
ginal, pareca completa, pero subsista un pequeo problema. Si haba que
pagar a todas las unidades de input, a todas las unidades de recurso que aa-
den valor al producto final de acuerdo con su contribucin neta al valor del
producto final, qu nos puede asegurar que el valor total del producto ser
suficiente, ser justo el preciso?, o, en caso de que sea superior, quin sequeda con el excedente? Este problema de la aditividad fue resuelto por la
segunda generacin de economistas neoclsicos (J. B. Clark, P. Wicksteed,
K. Wicksell) durante la ltima dcada del siglo XIX. Especificado que la pro-
duccin tiene lugar bajo rendimientos constantes, es decir, que si ocurre
un incremento equiproporcional de todos los inputs, el resultado ser un
incremento equiproporcional del output, existe una prueba matemtica
irrefutable que demuestra que el producto total se agota precisamente cuan-do se asigna a cada input su propia contribucin marginal al producto total.
Por tanto, bajo rendimientos constantes de escala en la produccin, el equi-
librio del mercado competitivo, que tiende a retribuir a los factores de
acuerdo con su productividad marginal, asigna los recursos a sus empleos
de ms valor, tal como los valoran los usuarios del producto final, y asigna
tambin las participaciones distributivas entre los propietarios de los recur-
sos de modo que se agote todo el valor generado en la economa.
Esta construccin neoclsica es poderosa en sentido explicativo y es est-
ticamente hermosa. El modelo sugiere que en la medida que se permita que
operen mercados competitivos, restringidos slo por las leyes necesarias
que protegen la propiedad y el cumplimiento de los contratos, se maximiza
el bienestar econmico de todos los participantes en la economa, dada la
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distribucin inicial de dotaciones, talentos y habilidades. Adems, cuando se
piensa en cada una de las actividades por separado, el requerimiento de ren-
dimientos constantes de escala no contradice en nada a la intuicin. Si en
una tecnologa dada se amplan proporcionalmente todos los inputs de una
lnea de produccin, no se infiere casi por definicin que la produccin
aumentar tambin en la misma proporcin? Pero esta construccin neocl-
sica no tiene en cuenta la posibilidad de variacin del tamao de la econo-
ma global, de la red de intercambio, y, por tanto, los necesarios desplaza-
mientos de tecnologa de produccin que esos cambios de tamao puedan
generar. Es decir, la teora neoclsica de la interaccin econmica no nos
dice nada sobre los efectos de los cambios del tamao global de la economa,
que, como se ha indicado antes, es precisamente lo que ocurre cuando hayun incremento de la oferta de inputs de trabajo al mercado.
Considerada de forma ingenua, la construccin neoclsica parece contra-
decir la proposicin bsica de Smith. Piense en el siguiente experimento
mental. Una persona aumenta el nmero de horas trabajadas por semana;
aumenta la oferta de inputs al mercado. Despus de todos los ajustes, esta
persona recibe precisamente el valor de la adicin al valor del producto queel trabajo adicional genera. Aumenta el producto nacional, desde luego, pero
todo el incremento de valor retorna a la persona cuyo trabajo adicional hizo
que el incremento tuviera lugar. De esta lnea de razonamiento parece seguir-
se directamente que nadie ms de la economa se ve afectado, de un modo u
otro, por el cambio de los hbitos de trabajo de la persona que ha variado su
comportamiento. Parece, por tanto, que debo permanecer indiferente, al
menos en trminos de clculo econmico, sobre si usted (o cualquier otro, o
todos los dems) trabajan ms o menos horas. Parece, con esta lgica, que la
vagancia sea estrictamente asunto suyo. De hecho, en trminos econmicos
estrictos no debe preocuparme nada que usted est o no en la economa.
Esta aparentemente plausible inferencia del modelo neoclsico estndar
seguramente es errnea, y es fcil localizar la fuente del error. Toda la cons-
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truccin se basa en el supuesto de invariabilidad de la oferta de inputs,
supuesto que seguramente deriva de alguna nocin implcita de que la ofer-
ta de trabajo en conjunto se mide por el nmero de trabajadores y que no
se ve afectada por las elecciones voluntarias individuales de trabajar ms o
menos. En este contexto, una tica del trabajo simplemente no tiene senti-
do. Con una oferta de inputs determinada, cualquier incremento de la ofer-
ta de una actividad productiva ha de verse acompaado por una disminu-
cin de la oferta de otra actividad. El tamao de la economa, determinado
por las cantidades de inputs ofrecidas al mercado, determina la tecnologa
de produccin, descrita por el grado de especializacin que es potencial-
mente utilizado. No hay lugar para ms especializacin con un tamao
dado de la red.
Debe quedar claro que el modelo neoclsico bsico no puede aplicarse a
la cuestin que estamos discutiendo. Un incremento de la oferta de trabajo
al mercado incrementa el tamao de la economa; por tanto, toda explica-
cin que dependa crticamente de la especificacin de invariabilidad en la
oferta de recursos no nos puede ser de gran ayuda. La contradiccin con el
anlisis de manual es ms aparente que real. No hay una contradiccin for-zosa entre el modelo explicativo del anlisis econmico neoclsico, desde
sus supuestos, y la proposicin de Smith en el sentido de que un incremen-
to del tamao del mercado permite una mayor especializacin en el uso de
los recursos, lo que, a su vez, incrementa la productividad de todos los
inputs.
VI. Optimalidad, externalidad y rendimientos crecientes
Al argumentar que el bienestar econmico de cada participante en una
economa de produccin-intercambio depende en forma positiva de la ofer-
ta de trabajo de los dems participantes, estoy poniendo en entredicho, en
un sentido, un teorema fundamental del anlisis econmico neoclsico que
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se refiere a las propiedades de optimalidad de la organizacin del mercado
competitivo, incluso en su forma idealizada. Como he indicado, no discuto
esa sabidura convencional dentro de los lmites del supuesto de invariabili-
dad de los recursos y la tecnologa. Pero s que pongo en duda el supuesto
implcito de que la oferta de inputs al nexo de mercado est de alguna for-
ma fuera del dominio del clculo de la eleccin racional. Si se introduce el
margen de eleccin entre trabajo proporcionado al mercado y empleos no
trabajo de los inputs (tiempo), mi argumentacin sugiere que los ajustes
voluntarios individuales no tienen porqu generar resultados que sean pti-
mos o eficientes, definidos en el convencional sentido paretiano. Es decir,
estoy sugiriendo que una economa en la que todas las personas simple-
mente permiten que sus simples preferencias dicten sus elecciones entretrabajo y no trabajo no ser eficiente, y que todos pueden estar mejor, cada
uno segn su propio criterio, mediante un esquema que incluya un incre-
mento de la oferta de trabajo por parte de cada uno.
Existe una externalidad en la eleccin trabajo-ocio. La decisin indivi-
dual de trabajar ms genera beneficios externos a los dems; la decisin
individual de trabajar menos, genera daos externos a los dems. Ms traba-jo implica beneficios que se difunden a cada uno; la vagancia genera daos
que se difunden a todos.
En este punto, el economista neoclsico puede plantear una objecin a
mi razonamiento. Cmo puede ser que un cambio de la oferta de trabajo al
mercado pueda ejercer un efecto beneficioso o daino sobre los dems?
Para que existan esos efectos externos hay que desechar el supuesto de ren-
dimientos constantes y postular en vez de ello la presencia de rendimientos
crecientes. Pero precisamente los rendimientos crecientes con respecto al
tamao de toda la red de intercambios, con respecto al tamao de la eco-
noma medido por las cantidades de inputs ofrecidas al nexo, precisamente
eso es lo que la proposicin bsica de Smith contempla. Un incremento de
la oferta de inputs generar un incremento del valor del producto total des-
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proporcionadamente mayor, porque las nuevas tecnologas de produccin
slo se hacen posibles a travs de la mayor especializacin que el incremen-
to del tamao del mercado permite.
Hay que tener el cuidado de distinguir entre rendimientos crecientes de
escala en cualquier proceso de produccin singular y rendimientos cre-
cientes con respecto al tamao de la economa, medido por la cantidad de
inputs empleada. El supuesto neoclsico de rendimientos constantes de
escala universales en todos los procesos de produccin puede ser compati-
ble con la presencia de rendimientos crecientes al tamao de toda la econo-
ma, rendimientos que slo son activados por un desplazamiento tecnolgi-
co. La teora neoclsica de la distribucin tampoco tiene que verse sustan-cialmente afectada por el reconocimiento de la presencia de rendimientos
crecientes para toda la economa. Bajo los supuestos de recursos dados y
tecnologa dada, se paga a los propietarios de los recursos los valores de los
productos marginales de los inputs suministrados, y, al adicionarlos, esos
pagos agotan el valor total generado en la economa en equilibrio competi-
tivo completo. El desplazamiento de una unidad de input de un proceso
productivo tiende a reducir el valor del producto en ese proceso en el pagohecho a esa unidad, bajo el supuesto implcito de que el inputse desplaza
a un proceso alternativo que produce para el mercado. El supuesto impli-
cado es necesario para asegurar que permanezca inalterado el tamao efec-
tivo del mercado, y con l la tecnologa de especializacin.(1)
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(1) Algunas de las proposiciones presentadas en este prrafo dependen crticamente de la supuesta presencia decondiciones severamente restrictivas. Para que los rendimientos crecientes con respecto al tamao de toda la economasean compatibles con rendimientos constantes en todos los subsectores de la economa, la nueva tecnologa resultadodel incremento de todo el nexo de produccinintercambio debe aplicarse a todos los subsectores. Si en vez de ocurriras, la tecnologa de especializacin hecha posible por la ampliacin del tamao de la economa afectara de formadiferencial a un subsector (una nica industria o grupo de industrias), los rendimientos crecientes caracterizaran laexpansin de ese subsector, aunque se implementara a expensas de reducciones en el tamao de otros sectores. Sinembargo, si todos los subsectores son aproximadamente simtricos con respecto a la utilizacin potencial de lastecnologas de especializacin, la reduccin del tamao de un sector genera daos externos que compensarn losbeneficios externos generados por la expansin del otro sector. En esta situacin, las proposiciones son en general
vlidas. Slo cuando los subsectores de la economa difieren en su potencial de utilizacin de las tecnologas deespecializacin requieren alguna modificacin.
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por el ejemplo de los que pasan el da en la playa o contemplando las flo-
res.(2)
Aunque mi argumentacin sea aceptada por entero, no hay manera de
saber cuan fuerte debe ser la tica del trabajo, o cual debe ser su difusin
entre la fuerza de trabajo, para internalizar efectivamente la externalidad
econmica. La argumentacin sugiere que, dentro de ciertos lmites, la pre-
sencia de una tica del trabajo ejerce efectos beneficiosos. Pero es clara-
mente posible que en algunas circunstancias las restricciones ticas puedan
devenir excesivamente severas y actuar en el sentido de reducir en vez de
incrementar el bienestar individual; quizs en el moderno Singapur o en
Formosa, el margen de eleccin de trabajo se haya llevado ms all de loslmites de la eficiencia econmica, como podra determinarlos idealmente
un observador omnisciente. Mi impresin es que hoy en Estados Unidos la
fuerza de la tica del trabajo puritana se ha erosionado muy seriamente,
tanto directamente al nivel de las ofertas individuales de trabajo, como se
ha discutido aqu, como indirectamente, como muestra la aparente disposi-
cin a apoyar, tanto a travs de instituciones pblicas como privadas, a aque-
llas personas que no son productivas por propia eleccin. Creo que, engeneral, las personas que son miembros de generaciones posteriores a la
ma se sienten menos culpables cuando se dedican a la vagancia que los
miembros de mi generacin, y que los miembros de las generaciones por
venir se alejarn an ms de la restriccin tica. No debemos equivocarnos
con respecto a las consecuencias: el crecimiento de la productividad de la
economa ha de disminuir.
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(2) Las reglas o restricciones ticas, como medios de correccin de las externalidades econmicas relevantes, sonalternativas a posibles restricciones polticolegales. Sin embargo, en el margen de eleccin trabajoocio, lainternalizacin poltica parece ofrecer pocas perspectivas de xito. Una ampliacin de esta discusin se encuentra enBuchanan (1991a); vase tambin Congleton (1991).
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VIII. Conclusin
He procurado presentar una argumentacin que parezca convincente
tanto para aquellos que no estn familiarizados con el anlisis econmico
de los libros de texto como para quienes, en esa medida, se clasifican a s
mismos como sofisticados en economa. Sospecho que la argumentacin
habr resultado ms atractiva para el primer grupo que para el segundo, ya
que el sentido comn ordinario sugiere que nos hacemos ms ricos a medi-
da que se expande el tamao del mercado. Una vez se reconoce esta rela-
cin, se hacen obvios los beneficios de una tica del trabajo que nos hace
trabajar ms duro de lo que haramos en su ausencia.
Los economistas que pueda haber entre los lectores probablemente
seguirn escpticos, a pesar de la estructura lgica de mi argumentacin.
No he proporcionado respuesta a la que puede constituir la mayor objecin
de los economistas a mi anlisis. No es el ocio un bien como cualquier
otro? No definimos los bienes de forma subjetiva? Si es as, por qu es el
ocio diferente de las manzanas, el lacre, o los reproductores de discos com-
pactos?
Mi respuesta es muy directa. El ocio es diferente de otros valorados usos
finales de los recursos porque es, y debe ser, un bien no de mercado y que,
por tanto, se sita ms all del conjunto de bienes producidos en la red de
interdependencia econmica que determina la amplitud de la especializa-
cin. Cada persona produce su ocio; la especializacin en la produccin de
este bien es lgicamente imposible.
Espero que este punto quede totalmente claro en el captulo 2, donde
intento ampliar esencialmente el mismo anlisis a la tica del ahorro y de la
formacin de capital, que ofrece un segundo medio a travs del cual las
personas, mediante sus propias elecciones, pueden actuar para ampliar la
oferta de inputs al nexo de mercado.
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Captulo 2
TODOS DEBERAMOS AHORRAR MS:
EL ANLISIS ECONMICO DE LA TICA DEL AHORRO
I. Introduccin
En el captulo 1 he argumentado que el bienestar econmico de cual-
quiera de nosotros, definido segn los estndares propios de cada uno,
depende de la actitud de comportamiento hacia el trabajo que tengamos
todos, y que en cierta medida hemos internalizado este tipo particular deinterdependencia a travs de la tica del trabajo. Por eso, el subttulo del
captulo 1 es el valor econmico de la tica del trabajo. En sentido literal,
mi argumentacin equivale a una defensa analtica de un elemento central de
lo que muchas veces se denomina de una forma amplia la tica puritana.
No voy a resumir la argumentacin, pero puede repetirse con brevedad mi
proposicin analtica central. El trabajo, la oferta de input de trabajo al merca-
do, es un medio a travs del cual puede determinarse cuantitativamente el
tamao del nexo produccin-intercambio, el mercado mismo. La oferta de
ms trabajo por los participantes en la economa implica una economa mayor,
un mercado mayor, lo que, a su vez, implica que las ventajas de la divisin y
especializacin del trabajo pueden explotarse ms a fondo que en una econo-
ma ms pequea. Cada uno de nosotros, en nuestro papel como usuarios o
consumidores de bienes finales, prefiere vivir en una economa donde a cam-
bio de cualquier cuanta dada de esfuerzo de input puede obtenerse ms valoreconmico en vez de menos. Queremos ms cosas por dlar, no importa
cuantos dlares hayamos acumulado o cuantos podamos ganar.
Para aquellos entre los lectores que sean expertos en economa, la am-
pliacin de esa argumentacin al ahorro y la formacin de capital puede
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resultar sencilla. Pero quizs valga la pena establecer alguna variacin del
anlisis en relacin al ahorro, sobre todo cuando mi argumentacin acerca
de la tica del trabajo puede no haber sido aceptada por entero, en especial
entre mis colegas economistas profesionales. Recordemos asimismo la pro-
posicin realizada por Herbert Spencer en el prefacio a su libro The Data
on Ethics (n. d.: vii): Slo mediante una variada repeticin pueden forzarse
en mentes reacias concepciones nuevas.
Recordarn adems, que en la introduccin al captulo 1 afirm que el
apoyo a la proposicin de que todos debemos ahorrar ms, es ms persuasi-
vo, en el sentido de su aceptacin pblica en el clima de opinin popular
actual, y de ms difcil sustentacin analtica, que la proposicin anloga deque todos debemos trabajar ms de lo que trabajamos. Es decir, existen
importantes diferencias entre la oferta de trabajo y la oferta de ahorro, y en
las normas ticas correspondientes, que pueden afectar las actitudes indivi-
duales hacia esos mrgenes de eleccin. Mi decisin de incrementar el nme-
ro de horas de trabajo por semana es diferente de mi decisin de incremen-
tar la tasa de ahorro sobre mi renta corriente, tanto en trminos de mi propio
sentido de utilidad o satisfaccin como en los efectos econmicos finalessobre los dems. Estas diferencias requieren su examen con cierto detalle.
En la seccin II reviso muy brevemente los orgenes de la amplia insatis-
faccin del pblico y los profesionales acerca de las actuales tasas de aho-
rro de Estados Unidos, y el acuerdo normativo subsiguiente, en el sentido
de que las tasas de ahorro son muy bajas y deben incrementarse. Quienes
comparten esta opinin pueden tener un prejuicio inicial en favor de la
aceptacin de mis razonamientos en este captulo, aunque su fundamenta-
cin ltima de la norma pueda permanecer muy diferente de la que desa-
rrollo aqu. Mi argumentacin basa el juicio valorativo en el sentido de que
el ahorro puede ser demasiado bajo, en el anlisis de bienestar de las elec-
ciones individuales ms que en cualquier presunto conocimiento de los
objetivos macroagregados apropiados. Tambin examino brevemente la
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opinin de que las tasas de ahorro actuales son demasiado bajas, pero slo
debido a las diversas polticas gubernamentales, sobre todo las referidas al
gasto, impuestos y dficit, que discriminan contra el ahorro, con la implica-
cin de que si pudiera lograrse que las polticas gubernamentales fueran
neutrales entre el ahorro y otros empleos de la renta, desaparecera la argu-
mentacin normativa en favor de ms ahorro.
En la seccin III es necesario poner toda la argumentacin en un marco
macroeconmico apropiado. Muchos de nosotros estamos parcialmente
atrapados en la ilusin de inspiracin keynesiana que impide establecer la
adecuada separacin entre las estructuras monetarias macroinstitucionales
y las elecciones entre los empleos corrientes y futuros de la renta. Este con-junto de ideas keynesianas es el responsable parcial del cambio de actitudes
hacia el ahorro que han mostrado las dcadas de mitad y final de este siglo.
En la seccin IV distingo categricamente entre la argumentacin que
adelanto aqu y la que introduce un juicio normativo o de evaluacin referi-
do a nuestras obligaciones generales, o a la falta de las mismas, con las futu-
ras generaciones de personas, o nuestro futuro. Todo el conjunto de cues-tiones que se plantean bajo la rbrica de nuestras obligaciones con respec-
to al futuro son importantes e intelectualmente fascinantes. Pero la tica
intergeneracional no es mi tema. Mi argumentacin se desarrolla en apoyo
de la proposicin de que todos debemos ahorrar ms, no por el bienestar
de nuestros hijos o nietos, sino en nuestro propio inters econmico multi-
periodo. En esencia puede uno olvidarse de los problemas de la tica inter-
generacional postulando que el anlisis se aplica a personas con horizontes
temporales multiperiodo.
Las secciones II, III y IV son todas preliminares con respecto a la argu-
mentacin central, que se introduce explcitamente slo en la seccin V.
Por necesidad, el primer paso del anlisis implica la clarificacin de las defi-
niciones. Qu es exactamente ahorro? Qu supuestos hay que introducir
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en los modelos analticos para equiparar un incremento de ahorro con un
incremento del tamao del nexo de mercado? Hace falta un excurso, ele-
mental y limitado, en los intricados vericuetos de la teora del capital. La
seccin VI introduce una comparacin sumaria de los efectos de los incre-
mentos del ahorro y de los incrementos del esfuerzo de trabajo. La seccin
VII examina la internalizacin de la externalidad implicada por las decisio-
nes de ahorro a travs de restricciones ticas. La seccin VIII considera
medios alternativos de correccin y pone fin al captulo.
II. Cunto deberamos ahorrar?
Buena parte de la actual discusin poltica en Estados Unidos acerca de
la baja tasa de ahorro agregado parece aceptar, con poco examen crtico, la
nocin de que hay sistemas para determinar cul debera ser nuestro aho-
rro agregado. Por inferencia, los economistas expertos pueden decirnos si
la prctica satisface el estndar fijado exgenamente. Ntese que en mi ar-
gumentacin en este captulo no necesito ser capaz de decir cuanto debe
ahorrarse en agregado, a pesar de la proposicin de que debemos ahorrarms de lo que hacemos. Mi posicin a este respecto puede parecer parad-
jica slo para aqullos que no entiendan o no aprecien el marco valorativo
individualista que intento sistemticamente adoptar. Puedo sugerir que los
individuos, actuando slo en su propio inters, deben ahorrar ms de lo
que ahorraran si no hubiera interdependencia entre las decisiones de aho-
rro separadas realizadas por personas separadas. Puedo adelantar esta argu-
mentacin al tiempo que rechazo ser llevado a una posicin que implique
recurrir a algn criterio externo para decidir cul pueda ser la tasa ptima
de ahorro. Mi propio paradigma metodolgico se ir haciendo ms eviden-
te a medida que avancemos en el anlisis. Ahora quiero examinar breve-
mente las proposiciones de quienes estn dispuestos a afirmar que la tasa
de ahorro fctica es inferior a un estndar ideal que es de presumir que
constituye el objetivo poltico a conseguir.
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Cualquiera que sea el clculo que se utilice, el ahorro agregado de Esta-
dos Unidos en la dcada de los noventa es relativamente bajo, tanto en
comparacin con las tasas de ahorro de otros pases desarrollados como en
relacin al ahorro de periodos anteriores de nuestra historia. Entre los eco-
nomistas de inclinacin cuantitativa y los econmetras hay una disputa
constante acerca de los procedimientos de medicin de lo que se quiere
medir cuando se discuten tasas de ahorro. Qu elementos deben incluirse
y cules no? No tengo ni competencia ni inters por tomar parte en tales
discusiones, ni siquiera indirectamente o de odas.
En relacin a las tablas de la liga internacional, y no importa como se
mida lo que queramos medir, la tasa de ahorro a partir de la renta corrienteen Estados Unidos est situada muy por debajo de la de otros pases desa-
rrollados. El ahorro nacional neto como porcentaje del producto total se
sita entre el 2,5% y el 5%, mientras que en Japn esta tasa es tres o cuatro
veces mayor, aproximadamente, entre el 15% y el 18%. Los pases desarro-
llados de Europa muestran tasas de ahorro agregadas situadas entre esos
lmites. Histricamente, la tasa de ahorro de Estados Unidos ha venido dis-
minuyendo en los aos recientes, excepto por una posible recuperacin dela tendencia a principios de los aos noventa.
Los que evalan los resultados macroeconmicos de las economas
nacionales estn influidos tanto por las comparaciones internacionales
como por el registro histrico. Las economas que muestran bajas tasas de
ahorro no crecen rpidamente, mientras que las tasas de crecimiento, tal
como se miden, se valoran como criterios apropiados de xito o fracaso
nacional. Sin embargo, quin puede especificar que la tasa de ahorro de
Estados Unidos sea demasiado baja o la tasa de ahorro de Japn demasia-
do elevada? Puede ejemplificarse parte de la confusin sobre este tema
con las divertidas sugerencias de los polticos americanos en el sentido de
que habra que exigir a los japoneses que se relajaran y se dedicaran al gas-
to. A pesar de su gran popularidad, la crtica de los hbitos de ahorro de
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respecto, la eleccin de ahorrar ms es muy distinta, tanto en la percepcin
del pblico como en la profesional, de la eleccin de trabajar ms.
III. La gran confusin keynesiana
Me alejo por un momento de la lnea principal de discusin para evitar
posibles confusiones y falta de comprensin que puedan plantearse al inter-
pretar mi argumentacin. La falta de comprensin puede ser el resultado de
lo que llamar la gran confusin keynesiana, que ejerci una significativa
influencia sobre las actitudes del pblico, cientficas y polticas durante
varias dcadas de este siglo. Me refiero a la confusin keynesiana, porquefue Lord Keynes quien ofreci la formulacin analtica intelectual de la pro-
posicin que ejerci efectos importantes sobre el pensamiento de los econo-
mistas y los elaboradores de polticas y que contina afectando las actitudes
hacia el comportamiento de ahorro incluso en esta ltima dcada del siglo.
La proposicin keynesiana central se ha presentado muchas veces, en
especial en los manuales de economa elemental, como la paradoja de laausteridad o la paradoja del ahorro. La argumentacin sugiere que los
esfuerzos de los perceptores de renta por ahorrar ms, por ahorrar cuotas
mayores de su renta corriente, pueden volverse contra ellos, y el resultado
neto puede ser una disminucin del ahorro, si demasiadas personas inten-
tan ahorrar, debido a los efectos de retroaccin sobre el flujo de rentas. Se
introdujo la llamada falacia de composicin para explicar porqu las elec-
ciones individuales, tomadas por separado, pueden generar resultados que
sean contrarios a los deseados por todas las personas del nexo.
Para captar el sentido del atractivo de la proposicin keynesiana, es til
recordar el medio econmico-poltico-institucional en el momento en que
esa proposicin se articul por primera vez. Los aos treinta eran los aos
de la Gran Depresin. Casi una cuarta parte de la fuerza de trabajo america-
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na estuvo desempleada durante lo peor de esos aos, y el problema fue
interpretado por muchos como una ruptura de la economa capitalista o de
mercado; en trminos ms especficos, como un fallo de esa economa para
generar una demanda para su produccin suficientemente amplia como
para absorber del mercado las ofertas potenciales. Esto quiere decir que el
diagnstico atribua el fallo al subconsumo. Por tanto, el remedio deba
encontrarse en el gasto, bien fuera pblico o privado.
En este modelo, el hecho de ahorrar, que representa una filtracin del
flujo circular de la renta o una abstencin de gasto, ejerce efectos negativos
o no deseados a nivel macroeconmico. El gasto de las empresas en instala-
ciones, equipo, existencias y trabajo responde directamente a las tasasobservadas de gasto en bienes y servicios por los individuos, las empresas y
las administraciones pblicas. El diagnstico keynesiano era que el ahorro
era excesivo, ms que deficiente, de modo que se proponan polticas
pblicas que incrementaran las tasas de gasto. Se urgi a la opinin pblica
a que pasara a aplaudir las expresiones de disposicin al gasto.
Este diagnstico y la subsiguiente receta para la enfermedad econmicade la Gran Depresin estaban caracterizados por una trgica incapacidad
para reconocer la importancia del marco poltico-institucional, tanto para
proporcionar el ambiente apropiado para la obtencin de unos resultados
macroeconmicos satisfactorios como para ofrecer compensaciones
correctoras de las propensiones individuales al atesoramiento. A principios
de los aos treinta, la tasa de gasto agregada estaba realmente deprimida y
hacan falta medidas desesperadas para incrementar esa tasa. Pero el anlisis
keynesiano identificaba de forma errnea la fuente fundamental de la difi-
cultad. La fuente estaba situada en el fallo de la autoridad monetaria, el
Sistema de la Reserva Federal, que permiti que la oferta de dinero dismi-
nuyera dramticamente al profundizarse la crisis bancario-financiera; cuan-
do, como ahora sabemos, la accin adecuada tendra que haber sido exacta-
mente la opuesta. Ahora sabemos que cualquier consideracin poltica
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habra aconsejado que la autoridad monetaria mantuviera la estabilidad e
incluso el crecimiento de los agregados monetarios. Si este resultado se
hubiera asegurado, no habra habido la Gran Depresin como tal. La macroe-
conoma de los Estados Unidos habra absorbido cualquier shock temporal,
incluidos los originados en la estructura bancaria, y el mal construido anli-
sis keynesiano, que ignoraba los fallos institucionales, no habra emergido.
Lo ms importante a nuestros efectos es que no se habra conducido a
los participantes individuales en la economa hacia una aceptacin errnea
de actitudes que atribuyen al gasto de consumo un estatus social que debe
aplaudirse mientras que se estigmatiza el comportamiento de ahorro. Todo
el conjunto de problemas sobre el comportamiento monetario-macroeco-nmico-institucional, junto con sus criterios de xito y fracaso, no tena
que haberse mezclado y confundido con las elecciones individuales de gas-
to y ahorro.
No se trata de aprovechar esta ocasin para defender mi propio anlisis
e interpretacin de la Gran Depresin, ni mi crtica de la confusin en las
respuestas intelectuales y analticas. He incluido esta seccin resumen slocon el propsito de evitar una posible interpretacin errnea de lo que
estoy haciendo. Cuando sugiero que debemos ahorrar ms y que debemos
hacerlo en nuestro propio inters general, estoy asumiendo que la estructu-
ra institucional permite que los efectos de las elecciones privadas se man-
tengan separados de las condiciones de estabilidad macroeconmica.
IV. Obligaciones para con las generaciones futuras
Antes de entrar en el tema de este captulo debo aclarar otro extrao
conjunto de nociones. Tengo que desligar mi argumentacin de principios
normativos aparentemente relacionados que invocan consideraciones de
tica intergeneracional, principios que fundamentan las normas de ahorro
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en la justicia intergeneracional, que defienden la prctica del ahorro y las
proposiciones en favor del incremento del ahorro en trminos de obligacio-
nes para quienes vivan en periodos de tiempo posteriores a aqullos en
que se toman las decisiones de ahorro, es decir, con las generaciones futu-
ras. Considero que todo el conjunto de cuestiones que se refieren a nues-
tras obligaciones con el futuro, privadas o colectivas, son de gran importan-
cia, y no creo que los filsofos tico-morales (y los economistas) hayan
dedicado suficiente atencin a estos temas. La dificultad para obtener cla-
ves analticas de los problemas implicados no puede justificar inhibicin
alguna del esfuerzo intelectual que su solucin plantea.
Sin embargo, dentro de los lmites de este trabajo, en mi argumentacinen apoyo de tasas de ahorro personal crecientes ms all de las que seran
el resultado de las elecciones independientes de las personas, no necesito
recurrir al tratamiento de las generaciones futuras como justificacin. En la
medida en que puedan aducirse tales argumentaciones intergeneracionales
para complementar y dar soporte a las que yo defiendo, en particular si
tales argumentaciones sirven para dar ms fuerza a la tica del trabajo, bien-
venidas sean como adiciones a los esfuerzos prcticos para implementar mianlisis. Pero debe establecerse claramente la distincin entre los dos con-
juntos de argumentaciones. Como la discusin siguiente indicar, mi argu-
mentacin evita las comparaciones de utilidad, mientras que los razona-
mientos que sugieren que debemos ahorrar ms porque tenemos obligacio-
nes con las generaciones futuras que no se reflejan del todo en nuestras
decisiones de ahorro, introducen necesariamente comparaciones interper-
sonales e intergeneracionales.
Consideremos un individuo que toma una decisin independiente y
completamente voluntaria de ahorro; por ejemplo, cinco dlares de cada
cien dlares de renta ganada. En la teora estndar de la eleccin debemos
decir que en el margen entre el gasto y el ahorro, esta persona se asegura
una utilidad anticipada del valor de un dlar de ahorro que es igual a la anti-
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cipada de un dlar de valor de gasto. Decir que esa persona debe ahorrar
ms porque al hacerlo aumentar la utilidad de los que puedan venir des-
pus, los hijos o los nietos, ya sean del individuo que ahorra o de otros,
supone de algn modo que los intereses de esos miembros de periodos
futuros no se han tenido debidamente en cuenta en las decisiones de aho-
rro actuales. Pero, quin puede juzgar?, con qu criterio? Cmo deben
medirse las utilidades de los que vivan en esos futuros tiempos para compa-
rarlas con las utilidades del individuo que hace elecciones en el momento
actual?
Podra incluso aducirse un clculo utilitario crudo que sugiriera que ms
que ahorrar ms, las personas que viven ahora deberan de hecho ahorrarmenos. Si se espera que la economa siga creciendo en el tiempo, por razo-
nes exgenas, los niveles de renta por persona prometen ser mayores en
los periodos futuros que los niveles hoy observados. De ah que el utilitaris-
mo ingenuo pueda sugerir que, basndose en simples normas igualitarias o
redistributivas, las personas hoy vivientes deben, en la medida de lo posi-
ble, recibir transferencias de los que vivirn ms tarde en vez de al revs.
Puede contemplarse entonces la posibilidad de cierto ajuste a la baja de lastasas de ahorro libremente elegidas, incluido el desahorro representado por
los dficits presupuestarios de las administraciones pblicas.
Esta ltima argumentacin puede parecer extraa, pero la introduzco
aqu slo para indicar que cualquier esfuerzo de justificacin de tasas mayo-
res de ahorro debido a la preocupacin por las generaciones futuras puede
volverse contra s misma. La tica intergeneracional debe preocuparnos;
pero si podemos construir una argumentacin en favor de ms ahorro sin
recurrir a las comparaciones intergeneracionales, mantenemos la ventaja en
un tema que es muy complejo.
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V. Ahorro, capital y la amplitud del mercado
Hemos llegado al punto en que puedo empezar a desarrollar mi proposi-
cin central. Pero permtanme resumir primero lo que se ha dicho hasta
ahora. He separado la discusin de los debates de poltica macroeconmica
acerca de las bajas tasas de ahorro; he establecido prevenciones sobre el
hecho de mezclar las decisiones de ahorro de los individuos y los resulta-
dos globales caractersticos de las instituciones macromonetarias, y he
sugerido que la preocupacin acerca de nuestras obligaciones con respecto
a las generaciones futuras es irrelevante para mi argumentacin.
De qu se trata entonces? En cierto sentido mi proposicin es muy sen-cilla; pero en otro sentido es bastante compleja. En trminos sencillos, la
proposicin establece que el acto de ahorro libera recursos para la produc-
cin de bienes de capital en vez de bienes de consumo y que ese incremen-
to de los inputs de capital en el mercado opera esencialmente del mismo
modo que un incremento de la oferta de inputs de trabajo (tal como se ha
explicado en el captulo 1). El incremento de capital ampla el tamao de la
economa, lo que, a su vez, permite una explotacin ampliada de la divisiny especializacin de los recursos. Se ampla el valor econmico de la pro-
duccin por unidad de input, resultado que asegura que todas las personas
que participan en el nexo econmico, ya se trate de trabajadores, ahorra-
dores o consumidores, mejoran su situacin valorada en sus propios tr-
minos.
Esta formulacin resumida de la proposicin es exacta, pero depende de
varios pasos subsidiarios en el anlisis que deben aclararse. Cuando se con-
sidera el acto de ahorro a nivel individual, qu es lo que implica? Ahorrar
es no gastar. El flujo de renta recibido por un individuo permite disponer
de l en dos categoras compuestas: (1) gasto en compras de bienes finales
de consumo y (2) ahorro. En un sentido real los ahorros son un residuo;
miden la cantidad de renta que ha quedado despus de gastar en bienes y
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servicios. Pero qu forma toman estos ahorros? No se trata simplemente
de que el individuo retire poder adquisitivo del flujo circular de la renta. Se
permite que los fondos ahorrados vuelvan al flujo circular al ponerlos a dis-
posicin de aquellas personas e instituciones que los utilicen para adquirir
bienes de capital.
(En el modelo ms simple, puede pensarse que la misma persona acta
en los dos papeles, el de inversor y el de ahorrador. Robinson Crusoe aho-
rra a base de dedicar menos tiempo a la recogida de cocos y dedicarlo a
hacer una red de pesca, un bien de capital. Sin embargo, como es bien sabi-
do, buena parte del anlisis keynesiano se basa en el reconocimiento de
que el acto de ahorro no es equivalente al acto de inversin, de modo quediferentes personas pueden jugar papeles diferentes. Por tanto, parece ade-
cuado ya desde el principio plantearse el tema en trminos de los arreglos
institucionales que permiten que los ahorros de un individuo pasen a dis-
posicin de aqullos que realizan por separado las compras de bienes de
capital. Si el marco macromonetario est en su lugar, y si esas instituciones
funcionan de forma adecuada, un acto de ahorro encontrar su realizacin
en un acto de compra de bienes de capital. Un dlar de nuevo ahorro, undlar no gastado en la compra de bienes y servicios finales, permite la com-
pra de bienes de capital por un dlar.)
A primera vista, parece que del paso de la compra de un bien de consu-
mo a la compra de un bien de capital no haya de seguirse efecto alguno
sobre la dimensin misma del nexo econmico. Habr desde luego un cam-
bio en la composicin de la produccin a medida que la asignacin de los
recursos responda al desplazamiento de las demandas. Si las personas
aumentan sus tasas de ahorro sobre renta corriente, con las reducciones
correspondientes del gasto de consumo, la economa responde generando
cantidades ampliadas de bienes de capital y menores cantidades de bienes
de consumo. El tamao agregado del nexo de produccin e intercambio no
parece modificarse en el proceso. El desplazamiento a ms ahorro no pare-
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tual indebida. El hecho elemental es que los bienes de capital, al ser utiliza-
dos a lo largo del tiempo, proporcionan un excedente por encima del ren-
dimiento requerido para amortizar por completo el valor inicial del gasto
realizado. La inversin de un dlar hoy proporciona un rendimiento pro-
ductivo del 5% a lo largo de un ao, por ejemplo, o sea un rendimiento bru-
to de 1,05 dlares.
Este sencillo ejemplo numrico expresa la idea que estoy exponiendo.
La economa de dentro de un ao es cinco centavos ms grande que la eco-
noma de hoy, cuando se toma la decisin de ahorrar e invertir el dlar adi-
cional, de retirar ese dlar del gasto en bienes de consumo. Cuando la eco-
noma al ao siguiente aumenta su tamao, se incrementan las perspectivasde especializacin en el empleo de los recursos, con los efectos ya conoci-
dos que se han trazado en el captulo 1.
A pesar de ello, no est de ms realizar el seguimiento de esos efectos
con aplicacin especfica a las elecciones de ahorro. Volvamos al ejemplo
numrico anterior. La persona que elige ahorrar un dlar extra hoy, lo hace
con la expectativa plena de que recibir al cabo de un ao 1,05 dlares.Una de las motivaciones de ese ahorro, en primer lugar, es precisamente el
conocimiento de la oportunidad de asegurar un mayor valor en el futuro
que el valor que debe entregarse hoy, medido por el sacrificio actual en bie-
nes de consumo y servicios corrientes. Cmo puede ser, sin embargo, que
los dems participantes de la economa tambin se beneficien de la deci-
sin de ahorro de esa persona que retira un dlar adicional de la corriente
de gasto de consumo? En los trminos del ejemplo, parece que la persona
que ahorra, y slo esa persona, consigue el rendimiento completo sobre la
inversin que el ahorro hace posible, el excedente completo generado por
la productividad del capital en el tiempo. El rendimiento del 5% sobre el
gasto inicial se debe y se paga a la persona que aporta ese dlar, que se abs-
tiene de consumir a cambio de la oportunidad de incrementar su renta el
ao prximo.
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Sin embargo, al igual que ocurra con la externalidad de oferta de trabajo,
existen beneficios externos de esa decisin de ahorro. Como se ha sealado,
la economa, medida por el valor total de la produccin, se hace mayor por
la cuanta del incremento de valor reflejado en el producto neto de la inver-
sin de capital que el acto inicial de ahorro hace posible. Desde luego, las
fuentes adicionales disponibles para gasto, tanto en bienes de consumo
como en bienes de capital, en el segundo ao, han de provenir de la perso-
na que primero ha ahorrado y luego recibe su rendimiento neto. Pero esta
persona, en el segundo ao, puede devolver a las corrientes de gasto en
consumo o en capital, o ambas, 1,05 dlares, que se convierten en demanda
de bienes y servicios producidos en la economa. Una economa mayor, aun-
que sea en cinco centavos, es capaz de explotar ms por completo las venta-jas de la especializacin en el empleo de recursos. Si ese dlar adicional de
ahorro se suma a otros que reflejan decisiones del mismo tipo por parte de
otras personas, es posible que una tecnologa que est en su margen de via-
bilidad econmica pueda atravesar el umbral de supervivencia.
El anlisis realizado es en todos los sentidos una rplica del trazado en el
captulo 1 cuando se discuti la oferta de ms trabajo. Los participantesindividuales en una economa, a travs de sus propias elecciones de trabajo
u ocio, en un caso, y de gasto o ahorro, en el otro, pueden incrementar su
propio bienestar econmico actuando de modo que se incorporen en su
propio comportamiento las interdependencias entre las decisiones de cada
uno de ofrecer ms trabajo e inputs de ahorro al mercado.
VI. Un dlar ahorrado es un dlar ganado:una comparacin cuantitativa
El ahorro de un dlar representa una retirada inicial del flujo de gasto de
consumo que hace posible la adicin de un dlar a la demanda de bienes
de capital y compra de los mismos. El incremento en el tamao medio de la
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economa slo se produce porque el capital es productivo. En el periodo
siguiente, la economa crece en la cuanta del producto neto del capital, es
decir, su rendimiento por encima de la depreciacin completa. Este senci-
llo anlisis parece implicar que un nuevo dlar de ahorro es mucho menos
efectivo en la generacin de un incremento del tamao de la economa que
un nuevo dlar ganado como resultado de una expansin de la cantidad de
horas trabajadas. ste ampla el nexo de produccinintercambio en un
dlar entero de valor, mientras que un nuevo dlar de ahorro expande el
nexo en el siguiente periodo en slo, digamos, cinco centavos.
Este anlisis sencillo, sin embargo resulta a este respecto completamente
engaoso, porque no tiene en cuenta el hecho de que el capital, una vezcreado, es permanente en trminos de su valor econmico. Un dlar de
nuevo ahorro hoy hace posible un incremento de la inversin en capital
productivo que proporcionar un rendimiento por encima de su amortiza-
cin completa, no slo en el primer periodo despus del incremento inicial
del ahorroinversin sino en todos los periodos futuros. Por tanto, el valor
actual descontado del incremento del tamao del nexo econmico genera-
do por un nuevo dlar de ahorro es un dlar (suponiendo que la inversinproporciona la tasa de rendimiento medio y que esa tasa de rendimiento es
tambin el tipo de inters al que se descuentan esos rendimientos). Por tan-
to, en trminos de valor actual, el dlar de nuevo ahorro es cuantitativa-
mente el mismo, en efecto, que el dlar de nueva retribucin resultado de
un incremento del trabajo ofrecido en el mercado.
A pesar de ello, la periodificacin es diferente en los dos casos. El incre-
mento de la oferta de trabajo de una vez por todas puede estimular una
introduccin inmediata de nueva tecnologa hecha posible por el incremen-
to del tamao efectivo de las retribuciones. El incremento del valor actual
del tamao efectivo de la economa, consecuencia de un incremento de la
formacin de capital posibilitado por nuevo ahorro, puede estimular una
tasa de progreso tcnico sostenible algo inferior.
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VII. Internalizacin mediante una tica del ahorro
A pesar de que los ttulos de los captulos 1 y 2 sean proposiciones deli-
beradamente normativas, mi tarea ha sido sobre todo positiva en el signifi-
cado cientfico de ese trmino. Los dos subttulos son ms precisos como
descripcin. Mi objetivo consiste en demostrar que tanto la tica del traba-