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FÉLIX F. PUTES
ETNOGRAFíA ARGENTINA .
SEO!J. DA CONTR1BUCION AL ESTUDIO Dg LO 1. 'DIO QUIRA. DlI
•
•
Bl'E. ·os AIR
1\11' 111 .-':I.i BtJ/,rar .,3J
. 1
•
,.AfdETTA AYERZA I I\LF IIEDO GONZAlEZ GARARO
ETNOGRAFIA ARGENTINA
ETNOGRAFíA ARGENTINA , .
SEGONDA CO~TRIBOCION AL ISTODlO DI LOS 'liDIOS QUDAIDIIII
DONACION MARIETTA AYERZA
ALFREDO 80NZALEZ 8ARAIO
Bn,:~()S AIRES
hll'l<f'l.-\ lJi "!.nTh BII(.'''' 111'" ,')35 Bo/ir'lr .'i3'}
•
J ftNENTARIO N"
I DROCEOENCIA ,
Al finalizar el pasado ailo de 1897 publicamos nuestra primera contribución al estudio de los indios Querandfes '.
En ella pasábamos en revista las diversas teorfas ideadas para tratar de investigar !a raza de aquellos indios y despues de hacer una crítica de cada una de ellas sentábamos como conclusión que los indios Q~erandfes pertenecían ti la raza Pampeana de D'Orbigny, correspondiendo al grupo de naciones Guaycurúes habitantes del Gran Chaco •. •
Luego de aparecer nuestro estudio recibimos varias cartas en las <J.ue se nos impugnaba nuestra conclusión y el seilor Samuel A. Lafone y Quevedo al publicar en el diario La /'Ilación un artículo crnico
l. Los Qaer'D'Ues- -Brewe eoatnDuc:i6. al ftludio ele Ia ___ enria .r¡elltbfL s·, xu f 202 pács.
2. Alddes U'OrbipJ-I.'ho __ .-ricaiD wuI. 11, ,.. 5 , licllientes.
-0-
sobre nuestr'a ob~a, ponía en cierta manera en duda nuestro modo de clusifical' Ú los Querandíes' l.
Hemos estudiado de nueyo el punto controvertido, hemos consultado la obro del jesuita Falckner que se nos acon~ej() que revisaramos detenidamente y resultado de ello es el presente esludio que publicamos, conteniendo el extrado de una prolija investigaci()n de la ol)['a del P. Falckner y la nO mucho menos inleresante de Alcides D'Orbigny: L'I/Ol1If1Ie
américain.
l. Samuel A. Lafone y Quevedo-Los Queran<l¡e. por Félix F. Outes, .La N.ción. 21 de Morzo de 1898.
1
Numerosos han sido los viajeros que han recorrido las V8sms extensiones de la AméricaMeridional y numerosas mmbien han sido las observaciones' hechas en esos viajes, pero no todas tienen el valor y muchas ni aún el severo critfT rio cientrtico de las que encierra la vasta obra del viajero francés Alcides D'Orbigny.
La parte etnográfica y antropológica de los estudios de ese sábio, contiene un cRudal ~e dalos inapreoioble8 para el estudio de las ngrupaciones indígenas de IR América del Sud. Con UIlO claridad de vistas admirable ha snbido dosificar, de una manera verdaderamente científica el sinlll'~ero de litlll8d8~ raZ8$,
naciones, tribus, etc.
-8-
Su clasificación puede decirse que presenta pocos, puntos impugnables especialmente en su delineamienlo general y los defectos de detalle que muestro. tienen por causa lo gigantesco de la obra que se emprendía por vez primera, sin ninguna otra anterior, que la sirviera de prodromo.
Una de las vastas agrupaciones formadas por D'Orbigny es la raza Pampeana, la segunda entre las mencionadns en su obra.
Süs caractéres generales, son: Color moreno aceitunado, t~lla á menudo muy elevada, frente arqueada. no huyente, ojos hOl'izontales á veces recogidos hacia su ángulo exterior.
Esta gran raza se subdivide en tres grupos que son, el Pampeano, el Chiquito y el Moxo.
A su vez los grupos Pampeano, Chiquito y Moxo comprenden un cierto número de naciones según lo indica el cuadro que sigue á continuación.
-9-
RAZA PAMPEANA I
I I GRUPO PAMPEANO GRUPO CHIQUITO O.UPO .01:0
I I Nación p.ltagonica
l) Puelcht.-
» ChJrrúa
» Mbocobi ó Tuba
» Matagoaya
» Abil'ónica
» Lengua
Nación SamuC11
" Chiquílo
D Otokés
:t Curumioaca
» CO'l'areca
)1 Corna
Il Tapiies
)) CurucaDCCa
11 Corabeea
:t Paiconeca
N ación Cbapacan
1) Moso
:t bona_
1) Cuüchaaa
:t lIoYima
11 Caya ........
• 'he6lle11&
:t Pacapara
Además de las naciones que figuron como formando parte de los grupos de la raza Pampeana, hay algunas otros !Sobre las cuales D'Orbigny no ha querido pronunci8rse de una m!lnera defi- ' nitiva, pero sobre las que, no obstante, ha dado su opinión. En esas condicio-nes se hallan las tribus Guaycurúes que D'Orbigny menciona entre las que no ha obseI:vado del grupo Pampeano. Estudios posteriores especialmente' 108 de Filologfa del senor Samu,l A. Lafone y
~ 10-
Quevedo dan casi la seguridad de poderlas clasificar en esa vasta agl'upación.
Creemos conveniente el dar los carncteres de la rama Pampeana: Color: mor'eno a~eitunado ó marrón oscuro. Talla media 1 mt. 688 mm. Formas hercúleas. Frente al'queada. Cal'a ancha, ochatada. Nariz muy corta, muy chata, ron ventanas anchas y abiertas. Boca muy grande. Lábios gruesos. salienles. Ojos horizontales, algunas vecos ('ccogidos hlÍcia su (j~gulo exlQl'ior. Pómulos salientes. Hasgos varoniles y pt'onunciados. Fisonomía fría, á menudo feróz. Tales son los carocleres del grupo Pampeano, en el que debe 11 nuestro juicio clasificarse 1\ las tribus Querandfes.
El territorio ocupado por oquel grupo es uno de los más vostos de Sud América. Comienza en el grado 53 de latitud S., comprende toda la Patagonia, las inmensas Pampas de las provincias de Buenos Aires, Santa-Fé, San Luis, Entre-Rios y del territorio del Chaco para terminar en las pl'imeras colinos de la
~l!-
provincia de Chiquitos, en la RepÍlblica Bolivinna.
-Sus límites al \V; están formados por los últimos contrafuertes de la Cordillera de los Andes, por el E. el Océano Atlántico desde el Esh'echo de Magallanes hasta el grado 53 y á partir de esa latitud, las sierras de In República Oriental, el curso del Río Uruguay ha¡;;ta el grado 30 y por último l~s márgenes de los ríos Paraná y Paraguay hasta Chiql:1itos.
Toda esta enorme superficie se encuentra como encerratla entre las razas antlo. peruana y la brasilio-guaranrtica. la una
. al \V. la otra por el E. Tres clases de factores han inOuMo
sobre nosotros para que clasificáramos entre las ~aciones del grupo .Pampeano á las tribus Querandres, á saber: Antro. pológicos, geográficos y filológicos.
Los pOcos car8clen.~ frsicos que conoC{'mos de los Querandíes hacen presumir de ulla Illonera perfectamente fundada sus lazos étnicOs con las tribus Pampeanas.
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Si bien es cierto que apenas sobemos que eran indios de una estatura elevndaJ
de formas hercúleas y sumamente resistentes á las fatigas, creemos que estos son elementos, si bien incompletos, lo suficientes para permitirnos establecer á priori el pampeanismo de aquellos indios.
La situación geográfica de los Querandfes enclavados puede decirse entre tribus de orígen Pampeano es un dato de suma importancia y que apoya fuertemente nuestra.. hipótesis. Creemos imUil el demostrar que por el S. y el W. limitaban con pueblos de aquel orfgen; al10 más, al N. Y E. tenfan á tribus Guaycurúes de las que posefan muchos usos y costumbres y de las quc, repetimos, los ll!timos trabajos etnográficos y filológicos han demostrado de una manera irrefutable que pertenecen á la raza Pampeana.
Haciendo intervenir á la Lingüistica podemos demostrar por analogía lo que venimos sosteniendo. Los Charrl18s por sus caracteres antropológicos, USOS)' costumbres se parecen de una manera sor-
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prendente á los indios Querandfes. Aquellos, según la expresión de Hervds, hablaban un idioma distinto de los demds y sabiendo que llamaban aguip á el agua y samior: al perro. palabras que se asemejan á las ·que figuran en las· lenguas del Sud por designar idéntica cosa y animal, nada más lógico serfa el suponer que los Qu~ randfes tan semejantes á los Charrl1as por sus caracteres antropológicos y etnográficos, tuviesen el orfgen que nos hace presumir la similitud de lenguas de los Charrúas con naciones Pampeanas.
Los Puelches (no Araucanos) que 6-.guran en las descripciones del P. FalckIler y D'Orbigny son los mism~. púes In palabra que indica agua es idéntica: Yagllp. I
Creemos inoficioso el repetir en el presente estudio los argumentos qu~ nos hacen desechar de plano toda8 18$ suposiciones de que los Querandfes pertenezcan á.la raza brasilio-guaranrtica Ó de que sean Araucanos. Despues de lóque ha publicadoeI Sr. Lafone y Q.uevedo y DOBO'
:...- 14 "'-
tras, 'solq pueden continuar creyendo en esas teorías anticuadas aquellas personas que tienen ideas preconcebidas al respecto, y que, víctimas de ellas, desechan toda la fll'gumentación que se les presenta por séria que sea y por bien fundada que esté '.
1. !';amuel A. L,fone y Qllevcd'l-L05 inoios Chanases y su l<ngu~ con apunles sobre los Quernndies, Varos, Boanes, GUenaos Ó Minuones, con IIn map. étnico. Bolelín dd Inslitulo Geográfico Argenllno, vol. XVII!, pág. 1I S ysigllientes,
Félix F. Outes-Los Quer.U\oíp.5, etc, Parte lI, cap. 1, págs. 9 y siguientes.
11
En un principio· considerAmos á los Querandíes por razones bien sencillas, como pertenecientes al grupo de naciones habitantes del Gran Chaco conócidas b8~o el nombre de GUAycurúes.
Cuando estudiamos los usos y costumtumhres de tos Qucrandfes, observamos que tenían una gran semejAnza con los de ciertos pueblos del Chaco. Luego al considerar el área de dispersión de aquéllas tribus, notAmos que sus repartimientos correspondían ti la jurisdicciól\ de Sonta-Fé y que el lugar extremo hacia el sud donde apArecía su nombre era la misma ciudad de Buenos Aires. Por llltimo, todos lAS noticias y datos recogidos nos hicieron ~reer que los Que~andres pertenecían á las tribus Pampeanas del Norte y no ti las del Sur.
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El señor Benigno T. Martinez, de Concepción· del Uruguay, en la carta en que nos acusaba recibo del ejemplar de Los Querandíes . que le enviamos, nos decia: «Los objetos de piedra que Vd. pone y describe en su obra tienen una identidad perfecta con los que yo mismo recejí en el «paradero» que he descubierto en el Arroyo Negro y los de esta Provincia .... En cuanto á la alfarería no acusa mayores progresos que la minuona que yo poseo aún eU,ando no llegue á la perfección del tipo cmunoysapa. que Vd. des· cribe».
«Es POl' esos objetos arqueológicos que se hallan en la región Charrúa, Minuana y Querandí que nó participo de la opinión del señor Lofone y Quevedo y de Vd. sobre el Guoycurismo CharrúoQuerandí que lambilin c~mstituye una de las conclusiones de su fibro».
El hecho de que los salvajes del Chaco usen puntas de flecha de madera, ele. en lugar de Set' de piedra ó de hueso, no es ti nuestro juicio un argumento
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suficiente para probar lo contrario de lo que deciamos en nuestra primera monografía. Se esplica perfectamente, pues los troncos de los bosques del Chaco proporcionaron á los habitantes de sus espesuras, un material más abundante, menos costoso y de un trabajo mucho más fácil que el de la talla de los guijarros que empleaban los primit:vos moradores de las provincias de Buenos Aires, Santa-Fé,' etc.
Añade el sellor Martinez en su carta: «Los usos. las costumbres, etc., difieren notablemente 'entre las naciones de tipo Guaycurú, de las del tipo Charrúa-Mi· ñuan-Querandr y aún puede agrega~
Puelche y Tehuelche. Si Vd. viese los objetos que yo poseo de los Charrúas y Minuanes, Vd. diría que eran' Querandres cotejados con los suyos. I!.J Dr. Moreno cuando le envié la fotografía de unas 25 puntas de flecha de pedernal, me escribió que eran iguales á las que él había recogido .en la Patagonia. ,Podrá citarse algo de los Guaycurlles que
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pudiera servir 'de comparacilm ('on los armas y utensilios de la raza de los tú· mulos, cel;ritos Ó lomas como le dicen Vds. por ahí?» Que los objetos recogidos por nosotros y el señor Martinez sean muy parecidos á los que se hallan en los «paraderos» de la Patagonia, tampoco nada indiea á nuestro modo de ver. Es indudable que los morteros, las bolas de piedra, las puntas de flecha que se encuentran en la Argentino, se pOl'ccen no solo las de difCl'entes localidades entre, sí, sino fiue se las considero similes á las de los Estad,os-Unidos y oún del continente europeo 'y sin embargo aventurado soda el suponer que á sus fabricantes ó poseodores los ligaron lazos étnicos. Por lo demás el sef'íor Mortinez incurre en un prejuicio. Nosotros nunca hemos dicho que los constructores de los túmulos «cerritos Ó lomas» sean Gua \'curúes. Croemos v lo hemos dicho , ~ ~
en Los Querandíes que ero una raza distinta cuyos vestigios se enCUenh'll11 esparcidos en Corrientes, Santa-Fé, Puer-
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to Obligado, Ca,mpana y Pilar; restos de un pueblo cuyas características eran la construcción de monumentos parecidos á los Mounds norte-americanos y 108 figuras zoomorfas modeladas en barro.
Afirrpamos sin temor de equivocarnos que en nuestro país nada sé podrá avanzar en esta clase de investigaciones hasla cuando se hagan estudios antropológicos sérios, que sean el resultado de comparaciones entré la restos humanos que se encuentran en los «paraderosa ; estudios que hasta ahora no ~e han hecho y que serán los destinados á abrirnos las puertas del dominio de la ,"erdad. o Dice por último el sellor Marline"
• que los usos y costumbres de los Que-randees y Charrl1as se diferencian notablemente de lo~ de sus vecinos los Guaycurúes. Se nos ocurre lo siguiente: ~Cómo esplica el hecho de que Querandfes, Charrúas y Guaycurúes se sometan d id~nticos sufrimientos y mutilaciones, cuando aspiraban á una dignidad pú~lica Ó
experimentaban ia pérdida de un ser
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querido? Por cierto que esta costumbre demuestra una similitud de sentimielltos entre pue'blos que se desarrollaban en diferentes medios físicos, climatéricos, etc., similitud que puede ser indicio de una unión étnica muy estrecha.
El párrafo que sigue tomado de D'Orbignyes de una elocuencia abrumndora. Dice: «Si les croyances religieuses n'amenent jamais les Patagons et ~es Puelches A exécuter aucune scene sanglante, il n'en est pas ainsi des nations du Chaco,' qui. par' suite de superstitions, se livrent, a la mort d'un des leurs, i\
des jeunes rigoureux a.u se mutilent de la mani~re le plus barbare, en se coupant une articulation des doigts et en se couvrant les bras les jambes, les flanes, meme le sein, chez les femmes, d'un grand nombre de blessures, dont les cicatrices ne s'effacent jamais; le tout, sans doute, comme chez les peuples chasseurs et guerriers, pour montrer leur courage '.»
a, D'Orblgny Op, cito vol, 11, P'r, 24.
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Por cierto que aqur y& no se trata de puntas de flecha, etc., que á la postre son trivialidades, sinó de una costumbre, manifestación externa de un sentimiento, que puede ser muy bien distintivo de una nacionalidad.
Vamos á admitir por un momento que los Querandres, no pertenezcan al grupo Chaco Guaycurú,lo hacernos con el objeto de demostrar que no se les puede considerar Puelches (no Araucanos).
Para fundar esta afirmación tenemos que hacer un estudio sin~tico de estos últimos indígenas tales ('.omo los han descripto Falckner y D'Orbigny.
III
La obra del Padre Falckner fué publicada por vez primera en el año de 1774 y en ella dice su autor que es el resultado de cuarenta años de permanencia entre las indígenas que describe. Por lo tanto sus datos se refieren hasta el año de 1734,. admitiremos hasta 1730; es decir, cincuenta y dos años después d~l padrón levantado por mandato real. en la jurisdicción de Santa·Fé, en el año de 1678 y en el que tigura por última vez el nombre Querandí. .
La importanci'a verdadera del libro del P. Falckner estriba especialmente en que demuestra de una manera clara lo moderno de la invasión Araucana Ó dt' los Moluches como el les llama. También está caracterizada otra inmigración 8n-
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terior la de los Puelches tribus que se apropiaron del territorio cercano tí Buenos Aires. luego que desaparecieron las agrupaciones Querandíes d~struidas en sus luchas con los conquistadores.
En los años de 1585 y 86 deja de aparecer la palabra Querandí como nombre de nación. En el padrón de 1678 solo vemos tres encomiendas, una en que figuran solos en número de cinco, otra de Chanós y Querandíes en número de diez y la última de Guaycurúes y Qllerandfes en~ número de cinco. Se \'6 por lo tanto que ya ~n el año de 167B apenas si llegaban ó diez los indios de «tasa» conocidos por Qllerandíes.
Divide el P. Falckner á las naciones que habitaban la parte Meridional de Sud-América en dos grandes agru pociones los Moluches y los Puelches; los primeros conocidos por los españoles bajo el nombre de Aueaes ó Araucanos, mientras que á una parte de los segundos se les llamaba Pompos.
Dividianse los Moluchas en tres gran-,
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des tribus, los Picunches, Pehuenches y Huillichis. /
Los Puelches tenían nombre según la situación de sus respectivos territorios. Los del Norte se llamaban Taluhets, los del Occidente y mediodia Diuihets, los del Sud Este Chechehets -y los situados al Sud de estos últimos Tehuelhets 6 Teh uel-Kunny.
Dice el P. Falckner en el capítulo 11, pág. 51 de su obra «The countr'y of Buenos Aires the antient habitation of the Chechehets, is situated on the south side of the River of Plata)).
Según este párrafo que copiamos tal ~ual está en la edición inglesa, los Chechehets antiguos habitantes de 'Buenos A i~ res serían los Querandfes y de- eRte modo se resolvería de una manera satisfacroria el problema de los indios cisplatioos. Nada de eso, Más adelante el mismo aut01' dice (Cap. IV, pág. 98) «About forty five years ago, the oumerous oation of tbe Chechehels, having ~ugth this deforder (virúela) en the neighbour-
•
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hood of Buenos Aires, endeavonred to fly from jt by retiring inlo their own country, which was about two hl1ndred leagues distant, through vast desarts.» De esto se deduce claramente que los Chechehets eran simples transeúntes en las cercanfas de Buenos Ail'es siendo su verdadero territorio el comprendido entre los Rfos Colorado y Negro, Primero y Segundo Desaguadero, según la nomenclatura de Falckner.
El territorio de los Taluhets estaba dituado al Este del rfo Colorado llegando hasla las lagunas: de Guanacache y pequef'íos grupos de indios de aquella nación vagaban por las orillas de los ríos Segundo, Tercero y Cuarto en lo jurisdicción de Córdoba. Refiriéndose á los Taluhets añade Falckner. « There were formerly sorne of this nation in the district of Buenos Aires, on tha rivers of Lujan and Conchns, and that of the Matanzu, but they are now no more)) ¿En qué acepción tomaremos la palabra «formerly»? Es indudable que tiene mu-
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cho menos valor que «antient)) que emplea el autor cuando h~bló de los Chechehets, tribus de la que hemos probado que su territorio verdadero no era el cercano á Buenos Aires. Por lo demás tendríamos una incongruencia en el relato de Falckner, pués deduciríamos con razón que Chechehets y Taluhets vivían juntos en el territorio próximo á Buenos Aires. Los ·Chechehets y Taluhets eran enemigos entré sí: Falckner refiriéndose á las malo~cas que hacían, dice: -But this is not the only danger which they run tha risk of: for if the Tehuelhets,or Chechehets, have reached the Casuhati or tha ~uulcan and Tandil, at the time ",hen • the Diuihets and Taluhets are about to retire with their booty, they continue to fall on them in their retreat (particurary in places where' the length of the march obliges them to halt for soma time to rest their cattIe) kili aH tha resist, strip lho rest of every thing, and carry 8way the plunder)). I ~i'iade más adelante:
l. t'alckncr. Op cito cap. IV, pac. 101 ••
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«Although theyare mi Id. and hnmble in peace,' they are bold and active in war, as the Taluhets and Diuihet have often found to their cost l.
La presencia en Buenos Aires de las tribus de Chechehets y Taluhets se explica de una manera perfecta, pues una vez exterminados Jos pueblos Querandfes, tanto los primeros como los segundos no tuvieron sino que correrse desde' sus primitivos aduares hacia el territorio recien d~spoblado .• Esta inmigración fué anterior á la Araucana ó Moluche, que tuvo lugar despues qué los Chechehets y Taluhets diezmados por la vi:uela, trataron de volver nuevamente á su antiguo pnís.
Repetimos por lo t8llto, que ni los Chechehels ni los Taluhets fueron los Querandfes de la historia. Actualmente los res los de los Tehuelhets estan formados por los indios Gnnaken (que son Pulches), que segun nos dice el Sr. Lafone y Quevedo llaman Yagip á el agua
l. [bid, cap. IV, pq. 102.
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y Pichua al huanaco de una manera idéntica á como decían los antiguos Tehuelhets descriptos por Falckner·.
Los indios Gnnaken vivian en los dominios de Sayhueque, en las Manzanas y fuero.n estudiados por Fran~isco P. Moreno.
Si no es suficiente lo que hemos dicho vamos á argumentar de distinto modo. Dice Falckner que los caciques de los Taluh~ts eran Mageloop, Alcochoro, Galelian y Mayu siendo Geijeihu y Dayehaco los de las tribus Chechehels. Hemos revisado el repartimiento hecho por Juan de Garay el 28· de Marzo de 1.582; en el se encuentran men('ionRd~
un gran n(¡mero de naciones indígenas, tigurando los nombres de sus reseectivos caciques. .En ninguno de- estos últimos nombres no hemos hallado, ni uno tan solo, cuya eufonía ó composición nos haga suponer sea de algun cacique de los Taluhets ó Chechehets •.
l. Op cit. cap. IV. 3. Véase Los Qucraadíes, apáMiice N° -4 pág. 116 .
•
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Hay sin emhnrgo unos documentos que nos -haeen creer que ya en el año de 1582 llegaban los Puelches hnsta la altura de la actual Punta Mogotes. Nos referimos á las cartas de Juan de Garay en las que relata su viaje hecho al Sud de la Provincia de Buenos Aires «Unas veces á la vista de la costa y otras metiéndome cinco ó seis leguas la tierra adentro» hasta que «fuf á dar ála costa de la mar)} más de sesenta ó setenta leguas del p~erto de Buenos Aires «que si hubiera ido por la mar entiendo que fueran noventa». Hefiriéndose á los i:l:" dios que encontró, dice: cese ahrigan con mantas de unos animales que hay como liebres» ai"iadiendo que sus tiendas eran hechas con cneros de venados. Halló algunos con «ropa de lana muy buena que dice la tenfan de la cordillera de las espaldas de Chile» y que «los indfos que tenfan aquella ropa, trafan unas planchas de metal amarillo en unas rodelas que traen quando pelean, y quel metal
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sacan de unos arroios». I Es indudable que si Garay hubiera. en~ontrado indios iguales ó muy parecidos á los que acababa de vencer en Buenos Aires (los Querandíes), no dida nada de lo que antecede.
Entre los usos y costumbres que enumera Fálckner en su obra' y que practicaban los Puelches 'existen algunos semejantes á los que se conocen de los Querandíes. Se explica - eran trib,us Ó
naciones ~ampeanas. Invitamos al lector á que hojee nuestra obra y la de Falcknel' para que note las semejanzas y diferencias '.
D' Orbigny al hablar de los Puelches IQs considera como los Querandfes de li conquista. Indudablemente estaba influenciado por la obra, de Falckner .que menciona en el curso de sus <!apítulos. Nada tenemos que decir de Jo que piensa de los Puelches aquel autor pues es más
l. Cartas de 20 de abril de 1582 J 9 de .ano de ISI1. 2. Véase apindice B de 'e!ta IDOIIIlIIftfia.
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Ó menos una síntesis del relato del jesuita 'ingMs.
Creemos haber demostrado que los Querandíes no eran tribus Pampeanas del Sud, es decir Puelches.
IV
Decía el Sr. Lafone· y Quevedo en el artículo que publicó en La N acwn y á que hemos hecho referencia anteriormente «Hay un punto en que no estoy conforme Con Outes. El clasifica á 108
Querandíes de semi sedentarios, cosa que no cuadL'a con las noticias que encontramos en )os' autores hasta el tiempo de D Pedro de Mendoza y su teniente Ayolá.s ... Cierto es que Outes peca con Barco Centenera, como yo con Gaboto y sus contemporáneos: entre. unoS y otros median b'es cuartos de siglo, y eso basta para que los Querandfes hayan cambiado de lo que eran en tiempo de Schmidel etc .... Outes da por probado que los tales ((paraderos)) correspondan á los Querandíes 'y ~ segQn se ,'e, sigue 4
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los que han estudiado la materia; pero pregunto yo ¿ adonde están las pruebas? »
Desde que publicamos nuestro primer estudio no hemos modificado en lo más mfnimo nuestra primera opinión y tuvimos oportunidad en el Congreso Cientrfico Latino Americano, de hacer notar al Sr. Lafone y Quevedo el error en que involuntariamente cafa.
Vamos nuevamente á probar que los Querandfes eran semi sedentarios y que ciertos «paraderos» de la provincia de Buenos Aires les pertenecieron.
¿ Cree acaso el Sr. Lafone y Quevedo que los primitivos cronistas tuviesen un concepto claro de la acepción de la palabra semi sedentarios? ¿ Cree acaso que esos historiadores iban á comprender el alcance de las ideas nómades y semi sedentarios? Indudablemente que no. Los autores que han hablado de los Querandfesj Caboto, García, Schmidel, Ramirez, Oviedo, Herrera, etc., no han recogido datos verdadel'amente exactos. Los unos han permanecido poco tiempo en el país
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que· habitaban aquellos indios, 108 otros han relatado lo que les refirieron los conquistadores de regreso á España.
Caboto, García y Ramirez mencionan «de paso» á los Querandíes, pues su estadía en el Río de la Plata ó en el Carcaraña fué simplemente un «(stage» rápido en sus viajes, cuyo objetivo era el Paraguay.
Consideraremos siempre como semi SEr
dentarios á los Querandíes por lo que dice el relato de Schmidel, el único que pudo observar de «visu» á aquellos indios, el único que penetró en una de sus aldehuelas ó tolderías.
La opinión del Dr. Lopez al respecto es muy amplia, al considerar á los Que-e
randíes como sedentarios y mucho de los argumentos que aduce son insuficientes, como hemos tratado de demostrarlo '.
Lo que nos hace Cl'eer de una manera evidente que los Queraodíes eran tribus semi sedentarias en su cualidad de pue-
l. Oute., Op. cit. Parte iI, Cap. Vl, pác. lo, t l.
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blo pescador y lo que justifica mucho más nuestra creencia es la clase de utensilios que usaban aquellos indios; el crecido número de alfarerías que se hallan en los «paraderos» y especialmente los pesados morteros que usaban para sus quehaceres domésticos. Que los objetos á que hacemos referencia les hayan perlenecido, no hay duda alguna. Que usaban puntas de flecha, lo diee Schmidel, lo mismo que poseían morteros tan necesarios para la red ucción á la consistencia de harina que daban al pescado de los arroyos y lagunas.
De esto se desprende otro argumento para contestar al Sr. Lafone Quevedo, el que los «paraderos)) pertenecían á los Querandíes. Es lógico suponerlo desde que esos indios usaban puntas de flecha, bolas arrojadizas, raspadores para preparar las pieles de Miopotamos que Schmidel enconh'ó y morteros para triturar la carne seca del pescado luego de haberla extraedo la grasa (fischmeel und fischschmalz), objetos todos que se encuentran en los «(pa-
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raderos» de las proximidades de Buenos
Aires. Es algo raro que un pueblo nómade
como el Sr. Lofone y Quevedo lo considera, use redes que utilizaron los espai\oles para procurarse olimen~s.
Tenemos pleno seguridad de que los Querand(es no irían con ellos 01 hombro.
D'Urbigny. cae en el mismo error de considerar como una necesidad en los pueblos habitantes de lo región Central Sud de lo actual República Argentina los hábitos nomáticos, por lo llano del territorio, lo falta de oglia. etc. Es un error crosísimo. La Geología demuestra todo lo contrario, pues los depósitos lacustres qut\ muestran los formaciones más modernos indican la cantidad de lagunas y ar~yo~ hoy completolllente desapareciáos; proceso de desaparición que en nuestros días se nota aún claramente.
Anode el Sr. Lafone: «¿Cómo se atribuye á los Querandíes los «paraderos» en Buenos' Aires y á los Charrt1atl en la Banda Oriental. cuando desde la coeta del
-a8-
Atlántico hasta las márgenes o~eidfmta· les del Río Paraná, existía una gran nación de la misma lengua, que se llamaba en la costa «Chaná Beguaes» y tierra adentro «Chaná Timbúes» y que eran más sedentarios?» Incurre en un nuevo error el Sr. Lafone y Quevedo. Nunca fueron de «tierra adentro)) los Chaná Timbúes. Dice Oviedo: «Dentro del embocamiento del río de la Plata en la parte ques más austral del en la costa que está enfrente d~ los indiQs que llaman JHIlfWS bequaes á la banda del Sur está la gente que llaman Janaes timbús» '. Esto prueba que tanto Cham1s Timb(les como Beguoes eran pueblos habitantes de las costos. Por lo demás Schmidel es explfcito 01 decir. «Auff diesen Landt haben wir einen flectk en gefunden. mit lndionischem volck, heissen Carendies ungefchrlich bey 3000 •. »
l. l..ib. XXIII, Cap. v, pág. 177. :l. Edición de Franck, do de 1567.
v
Hemos tenido ocasión de examinar en el Museo de la Plata el cráneo casi completo que se encontró en el Túmulo de Campana y que, según dice en la etiqueta, fué donado por la Sociedad Cienlffica Argentina á las colecciones de aquel establecimiento ..
Es dolicocéfalo, faltándole las arcadas superciliares, los huesos de la nariz y pacte de los zigomálicos.
Interrogamos al encargado de la. sección antropológica del Museo, Dr. Roberto Lohmann Nitsche, con el objeto de saber su opinión sobre el citado cráneo. Nos contestó que creía que era antigüo, de un tiempo muy anterior á la conquista espai\ola. . .
. Figuran también en las colecciones del
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Museo varios otros cráneos pro\'enicntes de la provincia de Buenos Aires, Ilnmnndo la atención dos de Mar del Plata que porccen indudablemente fósiles y otros muy antiguos hallados enel arroyo de las Yíhoras, en el partido de J uarez (establecimiento del Dr. Guillermo Udaondo).
Despues de haber recorrido la galería ant ... opólogica"del Museo de la Plata, no"s hemos convencido mús aun de lo que estábamos del crecido número de formas cr~neanas q!le" se encuentran en" los comenterios indígenas de la provincia de Buenos Ail·es.
VI
Llegados al final de esta monografía ¿á qué conclusiones podemos arribar? ¿Debemos modificar los que afirmamos en nuestro estudio anterior?
Del resultado de esta nueva investigación podemos reformar las conclusiones á que llegábamos anter~ormenle del siguiente modo.
Primero: Que los indios Querandíe! eron de la raza Pampeana, aproximándose étnicamente á los tribus Gupycurúes habitantes del Gran Chaco.
Segundo: Que lo poco que pudieran tener los Querandíes de Guaraníes ó de Puelc.hes era debido t1 la hibridación, hobiendo su~ido esto despues del momento histórico de la conquista espatlola.
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Tercero: Queda sin modificar. Cuarta: - Queda sin modificar. Quinta: Queda sin modificar.
APÉNDICE
APÉNDICE A
LA OBRA DEL P. THO.1S FALCKflER
BR¡'~VE !'OTICIA BIBLIOGRÁFICA
Fué publicada la obra del P. Falckner en el afio 1774.. Lleva por título:
I A I description t 01 I Patayonia I ami tite I adjoining Parts of South America I containing an I Accoltnt o[ the Soil,
Prodlu'e, Anima/s, Vales, Mountains. I Ricers, Lakes. ~c. o[ those Countriés; I the I Religion, Gournment, Policy.
Custorns, Dress, Arms. (tnd I LIJ1&guage of the Indians Inhabitants; I and sorne I Particltlars reÚlting lo Falkltmd's Is
lands I By ·Thornas Faklmer ¡ \l~ho re· sided n.ear Forly Years in those Parts I
•
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Illastrated with I A new map of the SOIlt/wrn .Parts of America I E'ngl'aved by MI'. Kitchin, Hydrographer to His Magesty I Hereford I Printed by C. Pllgh; and sold by T. LeuJis, Rw;.<;ell Street, Covent Garden, London I MDCCLXXIV.
La distl'ibución del material es el siguiente :
1 Mapa (parte Sud). 11 Título.
III Advertencia. IV lndice de las materias. 'V PrefacIo (pág. 1 á 23). VI Mapa (parte :Norte) vn Introducción (pág. 25 á 27).
VIII Capítulo 1 á VI. IX Vocabulario. En la edición hecha por el Sr. Pedro
de Angelis se ha alterado toda la nomenclatura indígena empleada por Falckner.
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APÉNDICE B
Creemos conveniente insel'tHr como apéndice lo que sigue, final del capítulo V de la obra del p, Falckner, y que Angelis, por razones que no nos explicamos, ha suprimido en su edición:
Página 127: « They breed up their children in ce vicious indulgence 01 their hurnours, the Tehuelhets or Soulhern Patagonians carry this 10Jly lo the greatest excess; and the old people are led about from one' place to another, lrequently changing their habitations, lo hurñours the caprices 01 their children. Tho 10Jlowing account may give an idea, to what a degree 01 10Jly th~'y carry lbis fondness, If a Jndian, even a Cacique, resolve to change his habitations, wilh his family, he ond is al thal time en inhabitant among a difTerenl tribe 01 people, who do nol choose to part wilh him, it is the cuslom to take one 01 his children, and lo pretond 8uch 8 fondDe8S
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for it, that they cannot part wilh it, nnd by these -means the falher is satisfied, and agrees to stay. They then deliver him his child, and, inslead of resenting theirs conduct, he is greatly plcased that his child is so much beloved.
The wido\V of Tehuel Cacique, whose husband had been treachirously killed by the Spaniards in time of pence, was determined to leave the town and the missionaries, and no entreaties or pcr:;;uasi~ns were ,able to guiet her on so sud and occa~ion. She had a fon ubout six years of age, who was VeL'y fond of lhe missionaries, on account of lhe presents of bread, figs, I'aisins, &c., which they used to give him; and whcn he understood that his mother was preparing to carry him away, he would no sufTer himself lo be dressed for the journey, and desired lo be carried lo the fathers. The mother, moved with the distress of hcr child, consenled to remain ",hen she was, and soon afterwurds beca me a Christian.
The dress oi these Indians is very
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remarkable. The men wear no csps upon their head. bu t have their hair lied u p-12J-behind, wilh the points upwards; binding it rnany times above the head with a Ial'ge girdle of dyed woollen stuff, curiously wrought. In their tents they wear 8 mantle, made of skins fewed together. Those made with the skins of young colts and mares are the least \"aluable. The mantles mades of lhe skins of 8 small, stinking animal, likeour polecal, which they call yaguane, are superior to these last. This animal is of a dark, fable colour, with two Jarge white streaks on each side of it's ribs; ifs hair very' fost and fine.
The fur of the coipu, or other, is in equal esteem with thal of the yaguane, or maikel. The head, mouth and leelh of this animal \'ery much resemble Ulose of a rabbil: it's fur is long and fine, aod as good as lhat of a beaver, It digs ira coves (whieh consisl of one or 1\\'0 8lo
ries) in lhe' oonks of rivers, and Ji\'es upon fish. lt has a long, round, tape-
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ring tail, like that of a rat; ane! it's fle,h is very good to eaL
The mantles made of the skins of guanacoes are in still grealer estimation than those before-mentioned, 011 account of lhe warmth and fineness of their wool, and their long duration. But those which are in the highest esteem of all are made with the skins of small foxes, which are exceedingly soft and beautiCul. They are of a motlled grey, wilh a red casi, but no, so dura~le as those of the guunaco.
They also moke or weave (Lhe TehlleIhets and Chechehets excepted) fine mantles oC woollon yorn, beautifully uyed with many colours, which when wrapped round their bodies, reach frOlll tbeir shoulders to the calf of the leg. They hove another, of the same kind, 1"ound the waists, and, besides these, a smoJl threc-cornered leathern ap1"on, that serves for breeches. They tie two corners 01 it round their waists, and pass the olhers between their legs, and lasten el behind --129--. They likewile make mantles
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of sed stuffs, such as everlasting, &c, which they buy of the Spaniards, as also hats, wieh they are fond of wearing. especially on hor~eback. They adorn themselves with sky-coloured beads; bying one or two. rows of their round their necks and wrists. They also paint lheir faces, sometimes with red, at other time with black; making themselves exceedingly ugly and hideous, though they imagine there IS great beauty in il, when they are on horseback. instead of the mantle before-mentioned. they use one adorned with a greffter variety of figures; which has a slit in the middle, through which they· put their heads; and the mantle hang down lo their knees, and somelimes lo their feel. Both men and women ufe a kind of boots or stocking, nvtde 01 the skin of the thighs and legs of mares and coltB, which they firsLs· ftay from the fat and inward membranas; and after drying, soften with grease; then make them pliant ·by wringig, and pul fuem on without eitber shaping or fewing.
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Their defensive arms consist of a helmet, mBde-like a broad-brimmecl hal, of u bull's hide fewed double ano of a ront of mail; which is a wide tunic, shopcd nno put on like a shirt, with naro\\' short fleeves, made of three or four folds of the anta's skin. It in very heovy, strong enough to resist either arrows in lances; lend sorne say it is bullet-proof. It is made very high in the neck-port, ano almoft covers the eyes and nose. On foot they use like,,"ife a large, unwieldy, square targel, ol bulls hides. Thcir offpnsive arms are a short bow, and arrows pointed with bone. The Tehuelhots and Hulliches sometimes envenom lhc poinls, with a species of poison, which dcstroys so sowly, lhat the wounded person lingcrs for two or three months; tills, roouced to a skeleton, he at last expires. They likewife use a lance, of four-130-or five yards in lentgth, made of a solid cane, that grows near the Cordillera, with many joints, about four or five inches from one another, and pointed with iron they hove
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swords, when they can get them from tha Spaniards; but they are in general very searee. Another sort 01 weapons, peculiar to this nation, are bowls, or large, round stones, shaped in to tbat forro by being beal against eaeh otber, aDd about lour· inehes in diameter. Theyare in general pebbles, lhough 1 have feen sorne, whieh were brought from within land, that \Vere made of a kind 01 ore, resembling a .fine, light copper. Tbere are others made 01 a kind 01 iron-stone.
These bowls are 01 two or three sorls. That which is m<?st used in war is a single, rOllnd bowl,ol about a pound weighl, lo whieh they lasten a small rope, made 01 hide or finews. With this they strike • the adversary's head, to dash out his brains; and sometimos throw it, ropa and all. .
There is aDother kind, which is indifferently used either in \Var or hunting. This consists 01 t\Vo bowls, like the former, co\'er~d ",ith skin, and fostened .t
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each end of a long rope oí hido, three 01
four yard in lenght. They take one of them in their hand, and whirling tho olher three or four times round their head, throw it, and entangle either man or beait. They \ViII throw them ",ith such dexterity, as to fasten aman to his horse; and wi11 also contrive to throw them in such a manner, when they are hunting, that the rope sha11 t",ist round the neck of the beast, and the bo",ls hang bet",cen his legs, so that he is soon throwIl do~vn and takon.
Sometimes, espeGiolIy in hunting. they use two lesser bowls, which they fosten, with t",o ropes of about a yord eoch. to the ro pe to ",hich the larger ones ore tied, that they may entangle their prey the belter. In hunting ostriches deer, or guanacoes, they use bowls of 8 smaHer size than any 1 have-131-yet mentioned. These are made of marble, weH polished, and fastened to 8 cord made of finews.
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The women have no attire lor their heads, but have their long hair plaited in t\\'o large tresses, which hang down on either side. They wear eor-rings, or pendants, of square brafs plales, about t\\'o or three inches broad, and as many deep, with a piece of the sorne metal \\'ell hammered to prevent their ears, which are very widely bored, Irom being cut. They wear strings of skig - blue beads round their :\ecks, arms, and ankles.
They haye the same kind of mantle as the men; but they pul one cad 01 it round their necks, fastening it before with a brass skewer or pin, and gather it úp round the waist; letting it fall down to their ankles.
They hove also a short apron, lied about their rniddle under lhe UlantIe, which covers them only befo~, nnd ~aehes a liltle belo\\' lhe knee. This is "'oven 01 dyed yarn, and striped from the top lo the botlorn ",ith difterent calours. Wh~in they rid~, they use ft
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straw hat, ol the figure ol a broad, lo\\' cone; such' as the Chinese are represented to wear: and their boots are the same as those which are worn by the meno
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VII
OUTES, FÉLIX F. ,
Lo. Querandíes. Breve contribuci6n al estudio de la
etJtografía argentina. Bueno,s Aires, 1897.
íNDICE ALFABETICO
Alcochoro-29 Amt!rica-7. 10. '4 ADde~.,-11
Arallcanos-13. 21. 23. 24. 21 Arg~D¡jna-ll, 37 AI14nlico-lI, 31 Aacaew-24 Ayola-33 Barco Ccnlenera-33 Bolivia-II Buuos Aires-10. 15, 17, 24,
25. 26, 27, 21, 30, 31, 34, 37, 40
CabolO-33. 34. 35 <:ampana- 19. 39 CnrcaraU-35 Cuuhati-27 Chaco-s, 10, 15, 16. 17. 20,
21, 41 Chanás-24 Challá BcpuI-31 Chad TiDlbllca- 31 Chcchchcll-2S, 26, 17, 11, 19 Charnlu-II. 13. 16. 17, 19,
37 Chile-3°
Chiquitos-l. 11 Colorado I Río )-26 Couchas (Arroyu ~26 Concepción del Unacur-16 Córdoba-26 C .. rricntcs-II Cuarto (Río )-26 Daychaco-I9 D'Orbilny-s. 6. 7. '. 9. 13,
10. 11, 31. 37 Dihnihcb-2S. 27. II Enuc RíOll-lo EspaAa-35 EstadOll t.:DiJ_II FalckDft - 6, 13. 11, 13. 14.
15. 16, 17, 19. 31 C;alel¡a_29 Gara1-2~. JO. 31 Garda-34. 35 Geijeibs- 19 Ga_ke_ll, 19 Guaacadae . { Lac)-16 Gaaruíca-41 Guayeur4ea- 5, 9. 11. 1'. 16.
17. 11. 19. 11. 14 •• 1
Hrnen-34
Hervás-13 Huilliches-2S Juarez-40 . _ Larone y Quevedo - S. 9. 13.
16. 28. 33. 34. 36• 37. 38
Lehma'ln (Dr.)-39 Lopez-35 Luján-26 Magallanes-Il Mageloop-29 Manzanas-29 Mar c!el Plata-40 Martinez(8. T.)-J6. 17.18. 19 Mnt .. nzaa-26 MRyU-29 Mendoza (P. de)-33 Minuanes-16. 17 Mngot~s (Punta: -30 Moluches-23. 24. 28 Moreno (F. P.)-17. 29 Moxu-8 Negro (Arroyo )-Hi Negru (Riu )-:6 Oriental (Rep. )-11. 37 Outes-33 Oviedu-34 ParaDi-II. 38 Paraguay-II. 35 Pntagonia-Io. 17. 18 Patagones-2o
líU -
Pehuenehes-2S Pilar- 19 Plat .. , (La)-39. 40 Plata (Rio)-2S. 35.38 Primer Desaguadero (Rio )-26 Puelches- 13. 17. 20. 21. 24.
25. 28. 30. 31. 32, 41
Puerto Obligado-I8 Querandies- S. 6. 10. 11. 12.
13. 15. 16. 17. 18. 19. 21. 23. 24. 25. 28. 31. 32• 33. 34. 35. 36, 37. 38. 41
Ramirez-34. 35 Santa Fé-Io. 1St 17. 18. 23 Sayhueque-29 San Luis-lo Segundo (Rlo)-26 Segundo Desaguadero (Rlo)-26 Schmidel-33. 34. 35. 36• 38
. Taluhets- 25. 26. 27. 28, 29 I Tandil-27
I Tehuelches-17 Tehuelhds-25. 27. 28 Tehuel kunny-25
1 Ter~ero (RI")-26
I Udaondo-40 UruguaY-11 Vlboras (Arroyo)-27
1 Vuulcan-40
íNDICE DE LAS MATERIAS
Preámbulu ••••.••••••••• , •••••••
I ... " ••.
pÁeuua
5
7
11 .•• • • •• .••• . . ••• • • . •• •• •• . • ••• ..••• 15
111 • •• ••••••••••.•••• ..•.•••••••.••• •••••• :13
IV . ...••••.•••••••.•• ••.•••••. ••. .••••••• 33
v ..... .... . ......• : . ... ...•..... ....... 39
VI ......•••.
Aptndice A ••••
Ap~ndice 8 .•••
Bibliografla . . • • .. •••• .••• •..• •. •• • ••••••
indic:e .lf.Wlicn.... • .•••
41
45
47
57 S,