Existencia Del Más Allá

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    Aqul que es la Luz del mundo; hasta que, plenamente convencidos todos de que porencima de todos los bienes terrenos y de todos los egosmos humanos es preciso salvar elalma, se pongan en vigor, en todas las naciones del mundo, los diez mandamientos de laLey de Dios.

    Con sola esta medida se resolveran automticamente todos los problemas nacionales

    e internacionales que tienen planteados los hombres de hoy; y sin ella ser absolutamenteintil todo cuanto se intente.Precisamente porque el mundo de hoy no se preocupa de sus destinos eternos, porque

    no se habla sino del petrleo rabe, de la hegemona econmica mundial de sta o de la otranacin, o de cualquier otro problema terreno materialista, en el horizonte cercano aparecennegros nubarrones que, si Dios no lo remedia, acabarn en un desastre apocalptico bajo elsiniestro resplandor y el estruendo horrsono de las bombas atmicas.

    Examinemos, seores, los datos fundamentales del problema.Desde la ms remota antigedad se enfrentan y luchan en el mundo dos fuerzas

    antagnicas, dos concepciones de la vida completamente distintas e irreductibles: laconcepcin materialista, irreligiosa y atea, que no se preocupa sino de esta vida terrena, y laconcepcin espiritualista, que piensa en el ms all.

    La primera podra tener como smbolo una sala de fiestas, un saln de baile, uncabaret, y sobre su frontispicio esta inscripcin, estas solas palabras: No hay ms all. Porconsiguiente, vamos a gozar, vamos a divertirnos, vamos a pasarlo bien en este mundo.Placeres, riquezas, aplausos, honores... A pasarlo bien en este mundo! Comamos ybebamos, que maana moriremos. Concepcin materialista de la vida, seores.

    Pero hay otra concepcin: la espiritualista, la que se enfrenta con los destinos eternos,la que podra tener como smbolo una grandiosa catedral en cuyo frontispicio se leyera estainscripcin: Hay un ms all!O si queris esta otra ms grfica y expresiva todava: Qule aprovecha al hombre ganar el mundo entero si al cabo pierde su alma para toda laeternidad?

    He aqu, seores, la disyuntiva formidable que tenemos planteada en este mundo. Nopodemos encogernos de hombros. No podemos permanecer indiferente ante este problemacolosal, porque, queramos o no, lo tenemos todos planteado por le mero hecho de habernacido: estamos ya embarcados y no es posible renunciar a la tremenda aventura.

    Yo comprendo perfectamente la risa y la carcajada volteriana del incrduloirreflexivo que se hunde totalmente en el cieno, que no vive ms que para sus placeres, susriquezas y sus comodidades temporales. Lo comprendo perfectamente, porque es uninsensato, un loco, que no se ha planteado nunca en serio el problema del ms all. Perouna persona que tenga un poquito de fe y otro poco de sentido comn, que sepa reflexionary que se plantee el problema del ms all, y se encoja de hombros ante l y diga: Laeternidad, qu me importa eso?, seores, eso no lo comprendo, eso no lo concibo. Ante el

    problema pavoroso del ms all no podemos permanecer indiferentes, no podemosencogernos de hombros. Tenemos que tomar una actitud firme y decidida, si no queremosrenunciar, no ya a la fe cristiana, sino a la simple condicin de seres racionales.

    Precisamente estos das vengo a hablaros de este gran problema de nuestros destinoseternos: del misterio del ms all.

    Esta tarde, en las primeras de mis conferencias, voy a ceirme exclusivamente aponer en claro la existencia del ms all. Nada ms.

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    No vengo en plan apologtico. Tengo muy poca fe en la apologtica, seores, comoinstrumento apto para convencer al que no est dispuesto a aceptar la verdad aunque brilleante l ms clara que el sol. Ya lo supo decir admirablemente uno de los genios msportentosos que ha conocido la humanidad, una de las inteligencias ms preclaras que hanbrillado jams en el mundo: San Agustn. Un hombre que conoca maravillosamente el

    problema, que saba las angustias, la incertidumbre de un corazn que va en busca de la luzde la verdad sin poderla encontrar, porque vivi los primeros treinta aos de su vida en lastinieblas del paganismo. Conoca maravillosamente el problema y saba muy bien que nohay ni pueden haber argumentos vlidos contra la fe catlica. No los hay, ni los puedehaber, porque la verdad no es ms que una, y esa nica verdad no puede ser llamada altribunal del error, para ser juzgada y sentenciada por l. Es imposible, seores, que hayaincrdulos de cabeza, de argumentos, incrdulos que puedan decir con sinceridad: yo nopuedo creer porque tengo la demostracin aplastante, las pruebas concluyentes de lafalsedad de la fe catlica. Imposible de todo punto!

    No hay incrdulos de cabeza, pero s muchsimos incrdulos de corazn. No tienenargumentos contra la fe, pero s un montn de cargas afectivas. No creen porque no lesconviene creer. Porque saben perfectamente que si creen tendrn que restituir sus riquezasmal adquiridas, renunciar a vengarse de sus enemigos, romper con su amiguita o su mediadocena de amiguitas, tendrn, en una palabra, que cumplir los diez mandamientos de la Leyde Dios. Y no estn dispuestos a ello. Prefieren vivir anchamente en este mundo,entregndose a toda clase de placeres y desrdenes. Y para poderlo hacer con relativatranquilidad se ciegan voluntariamente a s mismos; cierran sus ojos a la luz y sus odos a laverdad evanglica. No les da la gana de creer! No porque tengan argumentos, sino porqueles sobran demasiadas cargas afectivas.

    Seores: cuando el corazn est sano, cuando no tenemos absolutamente nada quetemer de Dios, no dudamos en lo ms mnimo de su existencia. Ah, pero cuando elcorazn est corrompido...! No os habis fijado que slo los malhechores y delincuentes jams las personas honradasatacan a la Polica o la Guardia Civil?

    San Agustn conoca maravillosamente esta psicologa del corazn humano y por esoescribi esta frase lapidaria y genial: Para el que quiere creer, tengo mil pruebas; para elque no quiere creer, no tengo ninguna.

    Maravillosa frase, seores. Para el que quiere creer, para el hombre honrado, para elhombre sensato, para el hombre que quiere discurrir con sinceridad, tengo mil pruebasenteramente demostrativas de la verdad de la fe catlica. Pero para el que no quiere creer,para el que cierra obstinadamente su inteligencia a la luz de la verdad, no tengoabsolutamente ninguna prueba.

    A ese incrdulo del corazn, a se que lanza su carcajada volteriana porque no le

    interesan las cosas de los curas y de los frailes, a se no tengo que decirle absolutamente

    nada. Pero que no olvide, sin embargo, la frase magistral de San Agustn: Para el que

    quiere creer, tengo mil pruebas; para el que no quiere creer, no tengo ninguna.No me dirijo al incrdulo volteriano. Me dirijo, sencillamente, al hombre de la calle,

    que vive quiz olvidado de Dios, pero que posee un fondo honrado y un corazn recto; aese hombre bueno, honrado, de corazn sincero, de corazn naturalmente cristiano, peroirreflexivo y atolondrado, que no se ha planteado nunca en serio el problema del ms all.Con ste quiero hablar. Con ste quiero entablar dilogo, y le digo: amigo, escchame, queestoy completamente seguro de que llegaremos a un acuerdo, porque te voy a hablar a la

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    mendigo harapiento que vive en una miserable chaboladel suburbio de una gran ciudad, notiene por qu preocuparse de asegurar aquella miserable vivienda; pero el que posee unmagnfico palacio que vale millones de pesetas, hace muy bien en asegurarlo contra unposible incendio, porque para l, un incendio podra representar una catstrofe irreparable.Ahora bien, al hacer el seguro contra incendios, est convencido el que lo firma de que el

    incendio sobrevendr efectivamente? Qu va a estar convencido! Est casi seguro de queno se producir, porque no solamente no es infalible que se produzca, sino que ni siquieraesprobable. Es, simplemente,posible, nada ms. No es cosa cierta, ni infalible, ni siquieraprobable, pero esposible. Y como tiene mucho que perder, lo asegura y hace muy bien.

    Otros hacen seguro contra el pedrisco, otros contra el robo. Es que estnconvencidos de que sobre sus tierras vendr el pedrisco y las arrasar, o de que vendr elladrn y se apoderar de los bienes de su casa? No. Estn completamente convencidos de locontrario. No habr pedrisco y, si lo hay, quedar muy localizado y no les arruinar todassus tierras, ni muchsimo menos. Pero para evitarse elposibleperjuicio parcial, firman lapliza del seguro. No vendr el ladrn, peropor si acaso, aseguran sus bienes de fortuna.Esta conducta, seores, es muy sensata y razonable. No se le puede poner reparo alguno.

    Pues, seores, traslademos esto del orden puramente natural y humano, a las cosas delalma, al tremendo problema de nuestros destinos eternos, y saquemos la consecuencia.

    Seores, aunque no tuviramos la seguridad absoluta, ciertsima que tenemos ahora;aunque no fuera ni siquiera probable, sino meramenteposiblela existencia de un ms allcon premios y castigos eternos(fijaos bien: con premios y castigos eternos), la prudenciams elemental debera impulsarnos a tomar toda clase de precauciones para asegurar lasalvacin de nuestra alma. Porque, si efectivamente hubiera infierno y nos condenramospara toda la eternidad, lo habramos perdido absolutamente todo para siempre. No se tratade la fortuna material, no se trata de las tierras o del magnfico edificio, sino nada menos,que del alma, y el que pierde el alma lo perdi todo, y lo perdi para siempre.

    Aunque no tuviramos certeza absoluta, sino slo meras conjeturas y probabilidades,valdra la pena tomar toda clase de precauciones para salvar el alma. Esto es del todo claroe indiscutible. Escuchad una ancdota muy grfica y aleccionadora:

    Dos frailes descalzos, a las seis de la maana, en pleno invierno y nevandocopiosamente, salan de una iglesia de Pars. Haban pasado la noche en adoracin ante elSantsimo sacramento. Descalzos, en pleno invierno, nevando... Y he aqu que, en aquelmismo momento, de un cabaret situado en la acera de enfrente, salan dos muchachospervertidos, que haban pasado all una noche de crpula y de lujuria. Salan medio muertosde sueo, enfundados en sus magnficos abrigos, y al cruzarse con los dos frailes descalzosque salan de la iglesia, encarndose uno de los muchachos con uno de ellos, le dijo en sonde burla: Hermanito, menudo chasco te vas a llevar si resulta que no hay cielo! Y el

    fraile que tena una gran agilidad mental, le contest al punto: Pero qu terrible chasco te

    vas a llevar t si resulta que hay infierno!.El argumento, seores, no tiene vuelta de hoja. Si resulta que hay infierno, qu

    terrible chasco se van a llevar los que no piensan ahora en el ms all, los que gozan y sedivierten revolcndose en toda clase de placeres pecaminosos! Si resulta que hay infierno,qu terrible chasco se van a llevar!

    En cambio, nosotros, no. Los que estamos convencidos de que lo hay, los quevivimos cristianamente no podemos desembocar en un fracaso eterno. Aun suponiendo, queno lo supongo; aun imaginando, que no lo imagino, que no existe un ms all despus deesta pobre vida, qu habramos perdido, seores, con vivir honradamente? Porque lo nico

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    que nos prohbe la religin, lo nico que nos prohbe la Ley de Dios, es lo que degrada, loque envilece, lo que rebaja al hombre al nivel de las bestias y animales. Nos exige,nicamente, la prctica de cosas limpias, nobles, sublimes, elevadas, dignas de la grandezadel hombre: S honrado, no hagas dao a nadie, no quieras para ti lo que no quieras paralos dems, respeta el derecho de todos, no te revuelques en los placeres inmundos, practica

    la caridad, las obras de misericordia, apidate del prjimo desvalido, s fiel y honrado entus negocios, s diligente en tus deberes familiares, educa cristianamente a tus hijos...Qu cosas ms limpias, ms nobles, ms elevadas! Qu habramos perdido con

    vivir honradamente, aun suponiendo que no hubiera cielo? Y, en cambio, qu habramosganado con aquella conducta inmoral si hay infierno y perdiramos el alma por no haberhecho caso de nuestros destinos eternos?

    Seores, aun movindonos en el plano de las meras posibilidades, les hemos ganadola partida a los incrdulos. Nuestra conducta es incomparablemente ms sensata que lasuya.

    Ah!, pero tenemos argumentos mucho ms fuertes y decisivos. Podemos avanzarmucho ms y hasta rebasar en absoluto las meras probabilidades y entrar de lleno en elterreno de la certeza plena. Primero en un plano natural, meramente filosfico, y despus,en un plano sobrenatural, en el plano teolgico de la verdad revelada por Dios.

    Primero la filosofa, seores. En el plano de la simple razn natural se puedendemostrar como dos y dos son cuatro, dos verdades fundamentales: la existencia de Dios yla inmortalidad del alma. Estas son verdades de tipo filosfico, demostrables por la simplerazn natural. Hay otras verdades que rebasan el marco de la simple filosofa y entran delleno en el terreno de la fe. Por ejemplo, si el mismo Dios no se hubiese dignado revelarnosque es uno en esencia y trino en personas, no lo hubiramos sabido ni sospechado jams eneste mundo. La razn natural no puede descubrir, ni sospechar siquiera, el misterio de laSantsima Trinidad. Pero la simple razn natural, repito, puede demostrar de una maneraapodctica, ciertsima, la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. Ahora bien, si Diosexiste, si el alma es inmortal, empezad vosotros mismos a sacar las consecuencias prcticasen torno a nuestra conducta sobre la tierra.

    Seores, la existencia de Dios y la inmortalidad del alma se pueden demostrar conargumentos apodcticos. No tengo tiempo para hacer ahora una demostracin a fondo deambas cosas; pero, al menos, voy a exponer los rasgos fundamentales de la demostracin dela inmortalidad del alma, ya que, para negar la existencia de Dios, hace falta estarenteramente desprovisto de sentido comn.

    En primer lugar, existe nuestra alma? Es del todo seguro e indiscutible que tenemosun alma?

    En absoluto, seores. Estamos tan seguros, y ms, de la existencia del alma que la denuestro propio cuerpo. En absoluto, el cuerpo podra ser una ilusin del alma, pero el almano puede ser, de ninguna manera, una ilusin del cuerpo. Vamos a demostrarlo con untriple argumento: ontolgico, histrico y de teologa natural.

    1.Argumento ontolgico. Es un hecho indiscutible, de evidencia inmediata, quepensamos cosas de tipo espiritual, inmaterial. Tenemos ideas clarsimas de cosas abstractas,universales, que escapan en absoluto al conocimiento de los sentidos corporales internos osexternos. Tenemos idea clarsima de lo que es la bondad, la verdad, la belleza, la honradez,la hombra de bien; lo mismo que de la maldad, la mentira, la fealdad, la villana, la

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    delincuencia. Tenemos infinidad de ideas abstractas, enteramente ajenas a las cosasmateriales. Esas ideas no son grandes ni pequeas, redondas ni cuadradas, dulces niamargas, azules ni verdes. Trascienden, en absoluto, todo el mundo de los sentidos. Sonideas abstractas, seores. Las ha visto alguien con los ojos? Las ha captado con susodos? Las ha percibido con su olfato? Las ha tocado con sus manos? Las ha saboreado

    con su gusto? Los sentidos no nos dicen absolutamente nada de esto, y, sin embargo, ahest el hecho indiscutible, clarsimo: tenemos ideas abstractas y universales. Luego, sinosotros tenemos ideas abstractas, universales, irreductibles a la materia, o sea,absolutamente espirituales, queda fuera de toda duda que hay en nosotros un principioespiritualcapaz de producir esas ideas espirituales. Porque, seores, es evidentsimo quenadie da lo que no tiene y nadie puede ir ms all de lo que sus fuerzas le permiten. Los

    sentidos corporales no pueden producir ideas espirituales porque lo espiritual trasciendeinfinitamente al mundo de la materia y es absolutamente irreductible a ella. Luego, esindiscutible que tenemos un principio espiritual capaz de producir ideas espirituales; y eseprincipio espiritual es, precisamente, lo que llamamos alma.

    Seores, el alma existe, es evidentsimo para el que sepa reflexionar un poco. Y esevidentsimo que el alma es espiritual, porque de ella proceden operaciones espirituales, yla filosofa ms elemental ensea que la operacin sigue siempre al ser y es de su mismanaturaleza: luego, si el alma produce operaciones espirituales, es porque ella misma esespiritual.

    Tenemos un alma espiritual. Pero esto equivale a decir que nuestra alma esabsolutamente simple, en el sentido profundo y filosfico de la palabra, porque todo loespiritual es absolutamente simple, aunque no todo lo simple sea espiritual. Todo espaoles europeo, aunque no todo europeo es espaol. Lo espiritual es simple porque carece departes, ya que stas afectan nicamente al mundo de la materia cuantitativa. Pero no todo losimple es espiritual, porque pueden los cuerpos compuestos descomponerse en suselementos simples sin rebasar los lmites de la materia.

    El alma es espiritual porque es independiente de la materia; y es absolutamentesimple, porque carece de partes. Pero un ser absolutamente simple es necesariamenteindestructible, porque lo absolutamente simpleno se puede descomponer.

    Examinad, seores, la palabra descomposicin. Qu significa esa palabra?Sencillamente, desintegrar en sus elementos simples una cosa compuesta.

    Luego, si llegamos a un elemento absolutamente simple, si llegamos a lo quepodramos denominar tomo absoluto, habramos llegado a lo absolutamente

    indestructible. El tomo absoluto es indestructible, seores. No me refiero al tomofsico. Dentro del tomo fsico, la moderna qumica ha descubierto todo un sistemaplanetario. Son los electrones. La qumica moderna ha logrado desintegrar el tomo fsicoen sus elementos ms simples. Pero cuando se llega al tomo absoluto que quiz nopueda darse en lo puramente corporal, se ha llegado a lo absolutamente indestructible.Sencillamente, porque no se puede descomponer en elementos ms simples. Slo cabe la

    aniquilacinen virtud del poder infinito de Dios.Ahora bien, ste es el caso del alma humana, seores. El alma humana, por el hecho

    mismo de ser espiritual, es absolutamentesimple, es como un tomo absoluto del todoindescomponible, y, por consiguiente, es intrnsecamente inmortal.

    El principio de nuestra vida espiritual, el alma, es por su propia naturaleza,absolutamente,simple, indestructible, indescomponible:luego, es intrnsecamenteinmortal. Solamente Dios, que la ha creado, sacndola de la nada, podra destruirla

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    aniquilndola. Dios podra hacerlo, hablando en absoluto, pero sabemos con toda certeza,porque lo ha revelado el mismo Dios, que no la destruir jams. Porque habiendo creado elalma intrnsecamente inmortal, Dios respetar la obra de sus manos. La ha hecho Dios as yla respetar eternamente tal como la ha hecho, no la destruir jams. Nuestra alma es, puesintrnseca y extrnsecamente inmortal.

    Adems de este argumento ontolgicoprofundsimo que deja por s solo plenamentedemostrada la inmortalidad del alma, pueden invocarse todava dos nuevos argumentos enel plano meramente filosfico y puramente racional: uno de tipo histrico y otro de teologanatural. Vemoslo brevemente.

    2.Argumento histrico.Echad una ojead al mapa-mundi. Asomaos a todas las razas,a todas las civilizaciones, a todas las pocas, a todos los climas del mundo. A loscivilizados y a los salvajes; a los cultos y a los incultos; a los pueblos modernos y a los deexistencia prehistrica. Recorred el mundo entero y veris cmo en todas partes loshombrescolectivamente consideradosreconocen la existencia de un principio superior.Estn totalmente convencidos de ello. Con aberraciones tremendas, desde luego, pero conun convencimiento firme e inquebrantable.

    Hay quienes ponen un principio del bien y otro del mal; ciertos salvajes adoran al sol;otros, a los rboles; otros, a las piedras; otros, a los objetos ms absurdos y extravagantes.Pero todos se ponen de rodillas ante un misterioso ms all.

    Seores, se ha podido decir con la historia de las religiones en las manos, que serams fcil encontrar un pueblo sin calles, sin plazas, sin casas, sin habitantes (o sea, unpueblo quimrico y absurdo, porque un pueblo con tales caractersticas no ha existido niexistir jams), que un pueblo sin religin, sin una firme creencia en la supervivencia de lasalmas ms all de la muerte.

    Os dais cuenta de la fuerza probativa de este argumento histrico? Ah, seores!Cuando la humanidad entera, de todas las razas, de todas las civilizaciones, de todos losclimas, de todas las pocas,sin haberse puesto previamente de acuerdocoincide, sinembargo, de una manera tan absoluta y unnime en ese hecho colosal, hay que reconocer,sin gnero alguno de duda, que esa creencia es un grito que sale de lo ms ntimo de lanaturaleza racional del hombre; esa exigencia de la propia inmortalidad en un ms all,procede del mismo Dios, que la ha puesto, naturalmente, en el corazn del hombre. Y esono puede fallar, eso es absolutamente infrustrable. Todo deseo natural y comn a todo elgnero humano, procede directamente del Autor mismo de la naturaleza, y ese deseo nopuede recaer sobre un objeto falso y quimrico, porque esto argira imperfeccin ocrueldad en Dios, lo cual es del todo imposible. El deseo natural de la inmortalidadpruebaapodcticamente, en efecto, que el alma es inmortal.

    3.Argumento de teologa natural. No me refiero todava a la fe. Estoy movindometodava en un plano puramente natural, puramente filosfico. Me refiero a la teologanatural, a eso que llamamos teodicea, o sea, a lo que puede descubrir la simple raznnatural en torno a Dios y a sus divinos atributos. Qu nos dice esta rama de la filosofa conrelacin a la existencia de un ms all? Que tiene que haberlo forzosamente, porque loexigen as, sin la menor duda, tres atributos divinos: la sabidura, la bondad y la justicia deDios.

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    a)Lo exige la sabidura, que no puede poner una contradiccin en la naturalezahumana. Como os acabo de decir, el deseo de la inmortalidad es un grito incontenible de lanaturaleza. Y Dios, que es infinitamente sabio, no puede contradecirse; no puede poner unatendencia ciega en la naturaleza humana que tenga por resultado y por objeto final el vacoy la nada. No puede ser. Sera una contradiccin de tipo metafsico, absolutamente

    imposible. Dios no se puede contradecir.b)Lo exige tambin la bondad de Dios. Porque Dios ha puesto en nuestros propioscorazones el deseo de la inmortalidad. Examinad, seores, vuestros propios corazones!Nadie quiere morir; todo el mundo quiere sobrevivirse. El artista, por ejemplo, est soandoen su obra de arte, para dejarla en este mundo despus de su muerte, sobrevivindose atravs de ella. Todo el mundo quiere sobrevivirse en sus hijos, en sus produccionesnaturales o espirituales. Pero esto es todava demasiado poco. Queremos sobrevivirnospersonalmente, tenemos el ansia incontenible de la inmortalidad. La nada, la destruccintotal del propio ser, nadie la quiere ni apetece. No puede descansar un deseo natural sobrela nada, porque la nada es la negacin total del ser, es la no existencia, y eso no es ni puedeser apetecible. El deseo, o sea la tendencia afectiva de la voluntad, recae siempre sobre elser, sobre la existencia, jams sobre la nada o el vaco. Todos tenemos este deseo natural dela inmortalidad. Y la bondad de Dios exige que, puesto que ha sido l quien ha depositadoen el corazn del hombre este deseo natural de inmortalidad, lo satisfaga plenamente. De locontrario, no habra ms remedio que decir que Dios se haba complacido en ejercitar sobreel corazn del hombre una inexplicable crueldad, una especie de suplicio de Tntalo. Peroesto sera impo, hertico y blasfemo. Luego hay que concluir que Dios ha puesto ennuestros corazones el deseo incoercible de la inmortalidad, porque, efectivamente, somosinmortales.

    c)Lo exige, finalmente, la justicia de Dios. Seores, muchas gentes se preguntanasombradas: Por qu Dios permite el mal? Por qu permite que haya tanta gente

    perversa en el mundo? Por qu permite, sobre todo, que triunfen con tanta frecuencia losmalvados y sean oprimidos los justos?

    La contestacin a esta pregunta es muy sencilla. Sabis por qu permite Dios tamaoescndalo, injusticias tan irritantes? Pues porque hay un ms allen donde la virtud recibirsu premio y el crimen su castigo merecido.

    Un hombre tan poco sospechoso de clericalismo como Juan Jacobo Rousseau, en unmomento de sinceridad, lleg a escribir su famosa frase: Si yo no tuviera otra prueba de la

    inmortalidad del alma, de la existencia de premios y castigos en el otro mundo, que ver eltriunfo del malvado y la opresin del justo ac en la tierra, esto slo me impedira ponerloen duda. Tan estridente disonancia en la armona universal me empujara a buscarle unasolucin, y me dira:Para nosotros no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con lamuerte.

    Vaya si volver, seores! Vaya si volver todo al orden ms all de esta vida! En elplano individual, en el familiar, en el social, en el internacional...!, todo volver al ordendespus de la muerte.

    El vulgar estafador que, escudndose en un cargo poltico o en el prestigio de unagran empresa o de un comercio en gran escala, se ha enriquecido rpidamente contra todajusticia, acaso abusando del hambre y de la miseria ajena..., que se apresure a disfrutar sinfrenos ni cortapisas de esas riquezas inicuamente adquiridas! Le queda ya poco tiempo,porque no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con la muerte.

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    Y el joven pervertido, estudiante coleccionista de suspensos que se pasa las maanasen la cama, la tarde en el cine o en el ftbol y la noche en el cabaret o en el lupanar... Y lamuchacha frvola, la que vive nicamente para la diversin, para el baile, el teatro y lanovela; la que escandaliza a todo el mundo con sus desnudeces provocativas, con eldesenfado en el hablar, con su despreocupacin ante el problema religioso, con..., que

    ran ahora, que gocen, que se diviertan, que beban hasta las heces la dorada copa del placer!Ya les queda poco tiempo, porque no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con lamuerte.

    Y el casado que pone a su capricho limitacin y tasa a la natalidad, contradiciendogravemente los planes del Creador. Y el marido infiel que le ha puesto un piso a una mujerperversa que no es la suya. Y el padre que no se preocupa de la cristiana educacin de sushijos y se hace responsable de sus futuros extravos y, acaso, de la perdicin eterna de susalmas. Y tantos y tantos otros como viven completamente de espaldas a Dios, olvidados enabsoluto de sus deberes ms elementales para con l..., pobrecitos!, qu pena me dan!Porque, por desgracia para ellos, no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con lamuerte.

    Y al revs. El obrero tuberculoso que siente que se le acaban las fuerzas pormomentos y se ve obligado, a pesar de todo, a seguir trabajando para prolongar un poco suagona con el msero jornal que, al final de la semana, deposita en sus manos la injusticia deuna sociedad paganizada; la pobre viuda madre de ocho hijos, que no tiene un pedazo depan para calmarles el hambre..., que no se desesperen! Si saben elevar sus ojos al cielopara contemplarlo a travs del cristal de sus lgrimas, pronto terminar su martirio:porqueno acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con la muerte.

    Y la joven obrera, llena de privaciones y miserias, y quiz calumniada y perseguidaporque no se dobleg ante la bestialidad ajena y prefiere morirse de hambre antes demancillar el lirio inmaculado de su pureza..., que tenga nimo y fortaleza para seguirluchando hasta la muerte!, porque, para dicha y ventura suya, no acaba todo con la vida;todo vuelve al orden con la muerte.

    Todo vuelve al orden con la muerte. Lo exige as la justicia de Dios, que no puededejar impunes los enormes crmenes que se cometen en el mundo sin que reciban sancin nicastigo alguno ac en la tierra, ni puede dejar sin recompensa las virtudes heroicas que sepractican en la oscuridad y el silencio sin que hayan obtenido jams una mirada decomprensin o de gratitud por parte de los hombres.

    Pero adems de estos argumentos de tipo meramente natural o filosfico tenemos,seores, en la divina revelacin la prueba definitiva o infalible de la existencia del ms all.Lo ha revelado Dios! Y la tierra y el cielo, con todos sus astros y planetas, pasarn, pero lapalabra de Dios no pasar jams.

    La certeza sobrenatural de la fe es incomparablemente superior a todas las certezasnaturales, incluso a la misma certeza metafsica en la que no es posible el error. La certezametafsica es absoluta e infalible. Dios mismo, con toda su omnipotencia infinita, no podradestruir una verdad metafsica. Dios mismo, por ejemplo, no puede hacer que dos y dos nosean cuatro, o que el todo no sea mayor que una de sus partes. Tenemos de ello certezaabsoluta, metafsica, infalible; porque lo contrario envuelve contradiccin, y locontradictorio no existe ni puede existir: es una pura quimera de nuestra imaginacin. Lacerteza metafsica es una certeza absolutamente infalible.

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    Pues bien: La certeza de fe supera todava a la certeza metafsica. No porque lacerteza metafsica pueda fallar jams, sino porque la certeza de fe nos da a beber el agualimpia y cristalina de la verdad en la fuente o manantial mismo de donde brota el mismoDios, Verdad Primera y Eterna, que no puede engaarse ni engaarnos, mientras que lacerteza metafsica nos la ofrece en el riachuelo del discurso y de la razn humanas.

    Las dos certezas nos traen la verdad absoluta, natural o sobrenaturalmente; pero la fevale ms que la metafsica, porque su objeto es mucho ms noble y porque est ms cercade Dios.

    Dios ha hablado, seores. Ha querido hacerse hombre, como uno cualquiera denosotros, para ponerse a nuestro alcance, hablar nuestro mismo idioma y ensearnos connuestro lenguaje articulado el camino del cielo. Y ved lo que nos ha dicho:

    Yo soy la resurreccin y la vida: el que cree en M, aunque muera, vivir. (Jn 11,

    25)Estad, pues, prontos, porque a la hora que menos pensis vendr el Hijo del

    Hombre. (Lc 12, 40)No tengis miedo a los que matan el cuerpo, que al alma no pueden matarla; temed

    ms bien a Aquel que puede perder el alma y el cuerpo en el infierno. (Mt 10, 28)Qu le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? (Mt 16, 26)Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ngeles,y

    entonces dar a cada uno segn sus obras. (Mt 16, 27)E irn al suplicio eterno, y los justos, a la vida eterna. (Mt 25, 46)Lo ha dicho Cristo, seores, el Hijo de Dios vivo. Lo ha dicho la Verdad por esencia,

    Aqul que afirm de S mismo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. (Jn 16, 6) Qu

    gozo y qu satisfaccin tan ntima para el pobre corazn humano que siente ansia y sedinextinguible de inmortalidad! Nos lo asegura el mismo Dios: somos inmortales! Llegarun da en que nuestros cuerpos, rendidos de cansancio por las luchas de la vida, seinclinarn hacia la tierra y descendern al sepulcro, mientras el alma volar a lainmortalidad. Cuando el leador abate con su hacha el viejo rbol carcomido, el pjaro queanidaba en sus ramas levanta el vuelo y se marcha jubiloso a cantar en otra parte. Qu bienlo sabe decir la liturgia catlica en el maravilloso prefacio de difuntos! Con esa visin depaz y de esperanza quiero terminar esta mi primera conferencia cuaresmal:

    Para tus fieles, Seor, lavida se cambia, pero no se quita; y al disolverse la casa deesta morada terrena, se nos prepara en el cielo una mansin eterna.

    Que as sea.