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Expansión agrícola y desarrollo económico: Una visión a través de la globalización Prabhu Pingali Director de la Dirección de Economía Agrícola y del Desarrollo de la FAO. Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Viale delle Terme di Caracalla, 00100 Roma, Italia. [email protected] Discurso presidencial del XXVI Consejo de la Asociación Internacional de Economistas Agrícolas, Costa Dorada, Australia Del 12 al 18 de agosto de 2006 Copyright 2006 de la FAO. Todos los derechos reservados. Los lectores pueden realizar copias verbatim de este documento con propósito no comercial. Todas las copias deberán contener este copyright.

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Expansión agrícola y desarrollo económico: Una visión a través de la globalización

Prabhu Pingali Director de la Dirección de Economía Agrícola y del Desarrollo de la FAO. Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

Viale delle Terme di Caracalla, 00100 Roma, Italia. [email protected]

Discurso presidencial del XXVI Consejo de la Asociación Internacional de Economistas Agrícolas,

Costa Dorada, Australia Del 12 al 18 de agosto de 2006

Copyright 2006 de la FAO. Todos los derechos reservados. Los lectores pueden realizar copias verbatim de este documento con propósito no comercial. Todas las copias deberán contener este copyright.

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Expansión agrícola y desarrollo económico:

Una visión a través de la globalización

Prabhu Pingali1

Este documento revisa la teoría de que la expansión agrícola contribuye al desarrollo

económico global y se pregunta si esta relación continúa existiendo en un mundo cada vez

más globalizado. Esta propuesta cuenta con un abrumador respaldo empírico, de hecho, es

difícil encontrar excepciones, excluyendo algunas ciudades-estado en las que el desarrollo de

su economía sostenible no ha sido precedido por un fuerte crecimiento de la agricultura. Sin

embargo, existen un gran número de países que no han vivido una expansión agrícola ni un

desarrollo económico. Incluso en aquellos países en los que el crecimiento de la agricultura ha

sido de gran relevancia, existen grandes diferencias entre las distintas regiones.

Este documento evalúa los factores que fuerzan o que contribuyen al proceso de

transformación de la agricultura. ¿El proceso de globalización y los consecuentes cambios en

los sistemas agroalimentarios ofrecerán nuevas posibilidades de expansión guiada de la

agricultura o contribuirán a la marginación de los países, regiones y grupos excluidos? Los

factores que contribuyen a esta exclusión se analizan tanto en términos de fuerzas de

globalización como en términos de carencias de política interior y del gobierno. Se analizan

las intervenciones políticas que pretenden reducir los costes de la transición a un sistema

globalizado de agricultura, incluyendo protecciones para aquellos que se queden atrás.

1 Discurso presidencial del XXVI Consejo de la Asociación Internacional de Economistas Agrícolas. Costa

Dorada, Australia. Del 12 al 18 de agosto de 2006.

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Expansión agrícola y desarrollo económico

Los economistas del desarrollo, en general, y los economistas agrícolas, en particular, se

han centrado durante mucho tiempo en cómo puede contribuir, en mayor medida, la

agricultura al crecimiento económico y a la modernización mundial. Muchos de los primeros

analistas (Rosenstein-Rodan, 1943; Lewis, 1954; Scitovsky, 1954; Hirschman, 1958;

Jorgenson, 1961; Fei y Ranis, 1961) realzaron la agricultura por su abundancia de recursos y

su habilidad para transferir excedentes a un sector más relevante: la industria. El enfoque

convencional acerca del papel que desempeña la agricultura en el desarrollo se concentró en

los importantes vínculos de mercado de la agricultura que son: proporcionar trabajo para la

mano de obra industrial urbana; producir alimentos para poblaciones en expansión con

ingresos más altos; proporcionar capital para invertir en industria; ampliar mercados para la

producción industrial; proporcionar ingresos de la exportación para pagar los bienes capitales

importados, y producir materias primas para las industrias de tratamiento agrícola (Johnston

y Mellor, 1961; Ranis et al., 1990; Delgado et al., 1994; Timmer, 2002).

Existen importantes razones por las que estas primeras teorías se centraron en el papel

económico de la agricultura como una vía de dirección única para el flujo de recursos hacia

el sector industrial y los centros urbanos. En las sociedades agrícolas con escasas

posibilidades de comercio, la mayor parte de los medios se destinan al aprovisionamiento

de alimentos. A medida que aumentan los ingresos de un país, la demanda de alimentos

crece más lentamente que la de otros bienes y servicios. Como resultado, el valor añadido

del trabajo realizado en las plantaciones agrícolas, la tierra y el capital como parte del valor

bruto de la producción agrícola descienden poco a poco. El incremento del uso de materias

intermedias adquiridas y de servicios al margen de la actividad agrícola contribuyen al

relativo declive de la producción del sector agrícola en términos de Producto Interior Bruto

(en adelante, PIB) y empleo global (Timmer, 1988, 1997; Pingali, 1997).

El rápido crecimiento de la productividad agrícola es un requisito para que los vínculos de

mercado sean beneficiosos para ambas partes. El aumento de la productividad resultante de

la investigación y desarrollo agrícola ha tenido un gran impacto en el suministro y en los

precios de los alimentos, además del consecuente impacto positivo en la seguridad

alimentaria y en la reducción de la pobreza (Hayami y Herdt, 1977; Pinstrup-Andersen et al.,

1976; Binswanger, 1980; Hazell y Haggblade, 1993).

“Dado que gran parte de los ingresos de los pobres se destina a la alimentación, los efectos de los cambios

que la investigación produce en su abastecimiento tienen una mayor repercusión nutricional, especialmente, si

dichos cambios resultan o son consecuencia de la tecnología enfocada a los productores más pobres.” (Alston et

al., 1995, p. 85).

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La expansión de la producción agrícola también desencadena la generación de vínculos

no mercantiles entre el sector agrícola y el resto de la economía. Entre ellos se encuentran

las contribuciones indirectas de un sector agrícola vital o de máxima importancia para la

seguridad alimenticia, la reducción de la pobreza y la protección, amortiguación y

abastecimiento de servicios ambientales (FAO, 2004a). Mientras que las contribuciones

agrícolas directas y privadas a los agricultores son tangibles, fáciles de comprender y de

cuantificar, sus numerosos beneficios indirectos suelen pasar desapercibidos al evaluar las

tasas de rendimiento. Al ignorar la gran cantidad de contribuciones económicas y sociales de

la agricultura, se subestiman los datos de inversión en el sector (Valdés y Foster, 2005).

Existen considerables evidencias empíricas sobre la relación positiva entre la expansión

agrícola y el desarrollo económico (véase Valdés y Foster, 2005). La transformación de la

agricultura, debida a un cambio tecnológico, desde sus raíces tradicionales de subsistencia a

un sector agrícola moderno e industrializado, constituye un fenómeno que se puede observar

en los países desarrollados. No obstante, existen también un gran número de países que se

han quedado estancados en el proceso de transformación o que tienen que intensificar la

actividad agrícola; casi siempre se trata de países clasificados entre los menos desarrollados.

Incluso en países que están bien encaminados hacia la transformación agrícola, existen

importantes diferencias entre las distintas regiones (por ejemplo, en la India oriental). He aquí

algunos de los motivos del débil desarrollo de su agricultura:

i) La escasa y rígida demanda de producción agrícola debida a la baja densidad de

población y las pobres condiciones de acceso al mercado.

ii) Escasez de buenas inversiones públicas en las áreas rurales.

iii) Carencia de tecnología de investigación y desarrollo para las materias primas y los

medios importantes para los más pobres.

iv) Abundancia de medios agrícolas restringidos por las condiciones climáticas y agrarias.

v) Barreras institucionales que limitan el aumento de la productividad.

¿Cambiará algo la globalización? ¿La integración en el mercado y el aumento de la

interconexión mundial limitará o impedirá el proceso de transformación agrícola en los

países que han tenido éxito utilizando la agricultura como su motor de crecimiento

económico? ¿Y aquellos países que se encuentran a la cola del proceso de

transformación...? Este documento pretende dar respuesta a estas preguntas.

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La globalización y la transformación de los sistemas alimenticios

La globalización ha tenido como consecuencia el rápido crecimiento del comercio

internacional, la internacionalización de la producción por parte de compañías multinacionales

y el descenso de los gastos en información y comunicación. Los beneficios potenciales del

mercado de la agricultura radican en tres factores: el primero de estos factores proviene de la

posibilidad de aumentar la participación directa de la agricultura en la competitividad del

mercado internacional, la habilidad de acceder a los mercados mundiales y especializarse en

áreas de ventajas comparativas podría aportar grandes ingresos al sector; el segundo radica

en los efectos indirectos del aumento del comercio internacional en el crecimiento de los

sectores no agrícolas, cambiando la demanda nacional de bienes agrícolas de forma

cuantitativa y cualitativa (Pingali y Khwaja, 2004).

Y, respecto al tercer factor, podemos decir que una consecuencia de la globalización que

no se suele reconocer es el cambio en la forma de vida, incluyendo dietas, especialmente en la

clase media urbana, como resultado del aumento de la interconexión global a través de los

viajes y los medios de comunicación. El cambio en la dieta se caracteriza por su diversidad,

conveniencia y por romper con la tradición. Los consumidores en general, especialmente en

los centros urbanos, están más expuestos a los alimentos no tradicionales como resultado de

su acceso a los almacenes de venta al por menor y de las campañas de publicidad (Reardon,

Timmer et al., 2003). Los grandes mercados urbanos crean la base para que se establezcan

grandes cadenas de supermercados, además de atraer capital extranjero y publicidad de

compañías de todo el mundo. Los alimentos no tradicionales son más accesibles como

resultado de la liberalización del mercado y la reducción de los gastos de transporte y

comunicación (Chopra, Galbraith y Darnton-Hill, 2002). Además, a medida que la mujer entra

en el mercado laboral, se espera un aumento en el consumo de alimentos preparados,

alimentos precocinados o que acorten la preparación de los platos tradicionales (Regmi y

Dyck, 2001).

Los comercios de alimentación en los países en vías de desarrollo están sufriendo

profundos cambios agilizados por la rápida urbanización; la diversificación de la dieta; la

integración mercantil, y la liberalización de la inversión extranjera directa en el sector

alimenticio. Los cambios más habituales son: el aumento de la importación de alimentos, la

integración vertical de la cadena de abastecimiento alimentario, y la comercialización y

diversificación de los sistemas de producción nacionales.

Aumento de la importación de alimentos

Los estudios de la FAO sobre la agricultura entre los años 2015 y 2030 indican que continuará

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la tendencia del mercado internacional de productos alimentarios a transformar exportadores

netos de materias primas alimentarias en importadores netos, fenómeno que ya han

experimentado los países en vías de desarrollo (FAO, 2002). Entre 1961 y 1963, los países en

vías de desarrollo tenían un excedente del comercio agrícola de 6.700 millones de dólares, pero

esta cantidad disminuyó gradualmente, de modo que, a finales de la década de los noventa, en

términos generales, el comercio estaba equilibrado, tenía excedentes y su déficit se reducía

periódicamente. En el caso de los países menos desarrollados, el déficit es mucho más

pronunciado y, a finales de la década de los noventa, la importación de productos agrícolas

superaba el doble de la exportación (FAO, 2004b). El pronóstico para 2030 sugiere que el

déficit del mercado agrícola de los países en vías de desarrollo se ampliará

considerablemente, alcanzando un importe neto total de 31 mil millones de dólares

estadounidenses (FAO, 2002).

Las importaciones netas de las principales materias primas que escasean en los países en

vías de desarrollo (principalmente cereal y ganado) continuarán aumentando rápidamente. En

cambio se espera que el excedente comercial neto en las exportaciones de agricultura

tradicional (como bebidas tropicales, plátanos, azúcar, aceites vegetales y semillas

oleaginosas) aumente más lentamente o disminuya (FAO, 2002). Durante las últimas tres

décadas, la proporción de la importación bruta de alimentos en el PIB aumentó hasta superar

el doble de su valor en un país medio en vías de desarrollo. Este aumento fue mucho más

pronunciado en los países menos desarrollados, donde el valor de las importaciones de

alimentos aumentó del 1% al 4% de PIB (FAO, 2004b). Durante los últimos treinta años, los

países más vulnerables en cuanto a seguridad alimenticia, es decir, los menos desarrollados,

han destinado, de media, una parte cada vez mayor de sus limitados ingresos en divisas

extranjeras para la importación de alimentos (FAO, 2004b).

El aumento de la importación de cereales y productos ganaderos por parte de los países en

vías de desarrollo se debe al aumento de la demanda combinada con la baja competitividad de

su agricultura nacional, aunque el peso de estos factores varía en función del país. La escasa

competencia es, a menudo, resultado de una movilización insuficiente de recursos para realzar la

competencia de las comunidades rurales pobres; el uso sostenible de los recursos naturales; la

provisión de la infraestructura del mercado, y la investigación. El aumento de la importación de

alimentos es, además, el resultado de la entrada de alimentos a precios más bajos procedentes

de la agricultura subsidiaria de los países desarrollados. La rápida urbanización, especialmente

el aumento de las grandes ciudades en la costa, ha añadido competitividad a la importación de

alimentos y transporte de estos desde el interior del país.

En lo referente a exportaciones agrícolas, los mercados de exportación tradicionales

están, por lo general, saturados, pero existe la posibilidad de conseguir importantes ganancias

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ayudando al desarrollo de países si el tratamiento y la mercadotecnia de productos tropicales

de valor añadido se lleva de los países consumidores a los países productores (FAO 2004b).

Sin embargo, la falta de capacidad por parte de los exportadores y la subida de los aranceles

en los países importadores contribuyen a la pérdida de los ingresos potenciales de la

exportación. Las limitaciones son especialmente notables en los mercados cuyo acceso

depende de unas medidas sanitarias y fitosanitarias cada vez más estrictas. Se ha dicho

mucho acerca de que los países en vías de desarrollo responden a los mercados

especializados, pero se trata de mercados pequeños, muy variables y sujetos a los caprichos

de la cambiante demanda del consumidor.

La integración vertical de la cadena de abastecimiento alimentario

El cambio en la demanda urbana de alimentos ha ido acompañado, casi simultáneamente, por

la consolidación de la venta al por menor. El resultado es un impresionante aumento en el

volumen de mercadotecnia de los alimentos que manejan los supermercados, además de

importantes cambios en la organización y las instituciones de la cadena de marketing (Dolan y

Humphrey, 2001). Dichos cambios incluyen el establecimiento de estándares particulares para

la calidad y la seguridad de los alimentos y la adopción de contratos entre compradores y

vendedores en varios puntos de la cadena de marketing de los alimentos.2

La subcontratación de productos con la calidad y los rasgos especificados previamente

parece proliferar como forma de interacción entre las cadenas alimenticias de venta al por

menor y los productores. Si las regiones donde la venta al por menor en supermercados está

más extendida (como en Latinoamérica), son precursoras de lo que ocurrirá en el resto del

mundo: los supermercados y la distribución a gran escala dominarán progresivamente la

cadena de marketing de los alimentos en las áreas urbanas. Las cadenas de abastecimiento

que están integradas verticalmente se han centrado en el mercado de exportación. Existen

numerosos ejemplos de sistemas integrados de abastecimiento alimentario que se dirigen

desde la explotación agrícola hasta el plato del consumidor (Reardon y Berdegué, 2002a;

Reardon et al., 2002, 2003).

Sin embargo, la concentración del mercado alimentario en manos de unos cuantos

minoristas y una larga lista de intermediarios comerciales amenaza la existencia de los pequeños

comerciantes, los pequeños negocios, los puntos de venta de alimentos y las tiendas de barrio.

En cuanto a la producción, estas tendencias pueden significar la desaparición gradual de los

pequeños propietarios, que no pueden alcanzar los estándares particulares de salubridad y

seguridad fijados por los grandes minoristas y los grandes compradores, al igual que las tiendas

de barrio y los puntos de venta al por mayor (Dolan y Humphrey, 2001; Reardon y Berdegué,

2 Véase Reardon y Berdegué (2002a) y Reardon et al. (2002, 2003) para obtener una información más

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exhaustiva de los temas relacionados con la proliferación de los supermercados.

2002b). Las perspectivas de futuro de los pequeños propietarios agrícolas se discuten

en la siguiente sección.

Cambio de sistemas de producción agrícola

En este campo se tratan cinco aspectos. En primer lugar, se espera un aumento de la

orientación comercial de los sistemas de producción debido, entre otros motivos, al rápido

incremento de la demanda alimentaria, que ha cambiado los patrones de consumo, y a la

creciente integración de mercados nacionales e internacionales de productos agrícolas. Algunos

de los cambios resultantes incluyen explotaciones agrícolas más grandes, una dependencia

reducida de factores de producción no adquiridos y un aumento de la especialización en los

sistemas agrícolas. A pesar de que la rapidez de esta transformación varía sustancialmente entre

países, todos siguen el mismo camino (Pingali, 1997).

A medida que crecen las economías, los datos de los sistemas de producción intensiva,

que requiere mucho trabajo por parte de los agricultores, son, en general, más bajos que los

de aquellos sistemas que dependen exclusivamente de los factores de producción

adquiridos. El esperado aumento de tamaño de las explotaciones agrícolas provoca la

reducción de la capacidad de los propietarios para suministrar las cantidades adecuadas de

factores de producción no adquiridos. Las principales actividades para las que se usan

factores de producción no adquiridos en las sociedades de subsistencia son la energía

(mano de obra), el mantenimiento de la fertilidad del suelo y el cuidado del cultivo. Con el

aumento de los costes de sustitución, el trabajo familiar se utilizará más para la gestión y

supervisión de la explotación que como mano de obra.

Las decisiones que se adoptan sobre temas agrícolas dependen cada vez más del

mercado nacional e internacional que de las prácticas tradicionales. Mientras que a nivel

regional y subregional se observa una tendencia a la diversificación del cultivo de cereales

frente a los sistemas de monocultivo, en las explotaciones agrícolas individuales se tiende

más a la especialización. En China, por ejemplo, la producción de ganado era,

tradicionalmente, una actividad complementaria a las explotaciones agrícolas. Sin embargo,

en la actualidad, cada vez más explotaciones se especializan en la ganadería. Los

explotadores chinos especializados en ganadería han acabado siendo el 15% de la

producción nacional de ganado en 2000 (Fuller, Tuan, y Wailes).

En segundo lugar, en el proceso de comercialización, se observa un rápido aumento de

las escalas de producción, especialmente en el sector ganadero, como intento de abastecer a

los mercados emergentes de carne, leche y huevos. Tanto los análisis generales como el

estudio de los casos concretos de cada país (llevados a cabo por la FAO en Brasil, India,

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Tailandia y Filipinas) confirman que el avance de la tecnología aplicada a la cría y a la

alimentación parece ser vital para la producción aviar mundial y es probable que, con el

tiempo, ocurra lo mismo con el ganado porcino. Gran parte de esta tecnología parece ser

transferible, pero sólo en operaciones a una escala relativamente grande, al menos para la

producción aviar. Por ello, se cree que la tecnología, por sí misma, constituye un factor

principal del paso al sector ganadero por parte de los pequeños explotadores. En condiciones

iguales, los productores a pequeña escala obtienen menos beneficios económicos por unidad

de producción que los productores a gran escala. Esto indica que, a no ser que se haga algo

por evitarlo, los productores a pequeña escala acabarán siendo sustituidos por los productores

a gran escala al no poder competir con ellos, teniendo en cuenta que los mejores productores

serán los que incrementen su mercado (De Haen et al., 2003).

En tercer lugar, la relación negativa entre el tamaño de la explotación agrícola y la

productividad puede dejar de existir a medida que los sistemas agrícolas se integran

verticalmente. Existe un gran número de obras que prueban la eficiencia de la producción

de las pequeñas explotaciones (para más información, véase Eastwood et al. 2005). Por

tanto, las pequeñas explotaciones tienden a ser más productivas que las grandes

explotaciones agrícolas cuando logran superar ciertas limitaciones. El motivo más

destacado para estos altos niveles de eficiencia es la alta productividad del trabajo agrícola

familiar y los bajos costes en supervisión en comparación con las grandes explotaciones.

Sin embargo, a menudo, esta eficiencia radica en el cultivo intensivo tradicional de cereales

en el que el coste de sustitución del trabajo familiar es bajo. Es poco probable que las

pequeñas explotaciones agrícolas puedan mantener esta ventaja en un sistema vertical

integrado de abastecimiento alimentario debido a los costes de transacción que implica.

Además, el aumento de salarios y la disminución de la importancia de los sistemas

tradicionales reducen las ventajas de los pequeños explotadores.

En cuarto lugar, con el aumento de la integración de los mercados alimentarios

mundiales, cabe esperar la reducción de la competitividad de los terrenos poco rentables. La

baja rentabilidad podría ser una consecuencia de la lejanía de las zonas de demanda, como

las grandes ciudades, o de condiciones agrarias y climáticas inadecuadas, tales como

entornos propensos a la sequía. La integración mundial de los mercados alimentarios

posibilita, especialmente en las ciudades costeras, una importación de alimentos más barata

que si se importasen del interior. Además, la baja productividad y la falta de tecnología de los

terrenos poco rentables dificultan su competición en el mercado con aquellos entornos más

adecuados para la agricultura.

En quinto lugar, supone un gran reto preservar los recursos naturales. Las políticas para

fomentar la seguridad alimentaria que promueven los sistemas intensivos de producción

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agrícola, como los sistemas asiáticos de irrigación para el cultivo del arroz, han tenido

importantes costes medioambientales y, por tanto, una productividad limitada. El problema

no fue la intensificación en sí misma, sino los limitados incentivos para que los agricultores

utilizasen, de forma sensata y eficiente, elementos de producción como fertilizantes,

pesticidas y agua (Pingali, 1998). Además, los gastos asociados con la pérdida de bienes y

servicios ambientales no se reflejaron en los precios de los factores de producción y del

producto. La intensificación y el crecimiento de la cosecha se ven limitadas por la fisiología

de las plantas, pero, también, por el estrés ambiental asociado con el tipo de cultivo

seleccionado, el uso inadecuado de los elementos de producción y la mala gestión (Pingali et

al., 1997; Murgai et al., 2001).

En el África subsahariana, especialmente en los cultivos intensivos de maíz, también se

pueden hallar ejemplos de que la intensificación agrícola produce una degradación de los

recursos del entorno (Dixon et al., 2001). El aumento del coste de sustitución del trabajo puede

llevar al aumento del uso de herbicidas como sustituto del deshierbe manual en los sistemas

de los cultivos básicos. Además, en los lugares en que los derechos de la propiedad no están

claramente establecidos, la producción de los cultivos de mayor valor en zonas

geográficamente elevadas conlleva un mayor riesgo de erosión y degradación del suelo.

¿Implicará el aumento de la liberación del mercado una mejora de los incentivos para

un uso sostenible de los recursos? Sí, en la medida en que la integración a los mercados

internacionales aumenta la presión y la necesidad de tener en consideración los valores

ambientales en la gestión de los recursos naturales y, siempre que las reformas de la

política interior, especialmente la supresión de subvenciones para elementos de

producción, impliquen un uso más eficiente de los elementos de producción. Además, la

necesidad de reducir los costes del producto para favorecer la competitividad de la

agricultura nacional contribuye a que se realice un uso eficiente de los elementos de

producción. Esta lucha por mantener la competitividad podría contribuir a la sostenibilidad

del entorno. Sin embargo, la mejora de las tecnologías requiere un profundo conocimiento

de la materia y mucho tiempo, por lo que, en las economías de rápido crecimiento, el

aumento del coste de sustitución del trabajo podría jugar en contra de su implantación.

Finalmente, mientras que, en todo el mundo, el rápido crecimiento de la economía

disminuye la población del sector agrícola, el hecho de que las tierras poco rentables de la

agricultura de baja productividad queden exentas de esta actividad económica, puede

contribuir a aumentar el abastecimiento de los servicios del ecosistema, tales como la

eliminación del carbono y la conservación de la biodiversidad (Lipper et al., 2006).

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Impactos de la globalización en el sector agrícola

El hecho de que los países, las regiones de cada país y las sociedades, en particular, ganen o

pierdan en el proceso de la globalización depende de la fase en la que se encuentren en el

proceso de transformación agrícola y de hasta qué punto puedan adaptarse. Existen tres

categorías de países: los que se encuentran a la cola del proceso de transformación agrícola,

los que están en el proceso de modernización agrícola y los que se encuentran a la cabeza del

proceso de transformación.

Países a la cola del proceso de transformación agrícola

Los países que pertenecen a esta categoría tienen, invariablemente, una renta baja, son los

países menos desarrollados y la mayoría de ellos se encuentran en el África subsahariana. La

mayor parte están en la mitad inferior del Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de

las Naciones Unidas para el Desarrollo. Se considera que sus posibilidades de alcanzar los

Objetivos de Desarrollo del Milenio de reducir el hambre y la pobreza son muy escasas.

Básicamente, estos países pierden en el proceso de globalización porque sus sistemas

agrícolas de baja productividad no pueden competir con el creciente mercado alimentario

integrado mundial. A pesar de que algunos pueden beneficiarse de las exportaciones a

mercados especializados, los volúmenes tienden a ser reducidos y variables. Además, sus

predicciones para el mercado de alimentos básicos son cada vez más negativas (FAO, 2004b).

Sus posibilidades de provocar un cambio en la agricultura están limitadas por obstáculos

permanentes como la baja demanda, un entorno climático y agrario poco favorables y la

escasez de instituciones.

Igualmente, la historia de predisposición urbana en la política macroeconómica y en la

inversión de los bienes públicos tiende a mermar los alicientes para fomentar el crecimiento

de la productividad agrícola. La política de adaptación estructural de finales de la década de

los ochenta y noventa ha corregido, en cierta manera, las objeciones macroeconómicas,

incluyendo tipos de cambio sobrevalorados. Sin embargo, los prejuicios contra el sector rural,

fruto de una discriminación histórica en la inversión de bienes públicos, no se han corregido.

El fácil acceso a alimentos más baratos en el mercado mundial hace que sea poco probable

que se produzcan futuras inversiones agrícolas masivas, especialmente cuando los centros

urbanos se encuentran en las zonas costeras.

Países en proceso de modernización agrícola

Los países que pertenecen a esta categoría han utilizado la agricultura como motor del

crecimiento total con éxito y están experimentando una reducción constante de la agricultura

en el PIB, así como su aportación a la población activa. El rápido crecimiento de las

economías asiáticas y latinoamericanas, especialmente en el nivel medio de ingresos, los

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convierte en ejemplos de países que pertenecen a esta categoría. Las pequeñas

explotaciones agrícolas lideraron el crecimiento de la producción de alimentos básicos, como

arroz y trigo, y estuvieron a la cabeza del proceso de transformación agrícola. El aumento de

la productividad del sector agrícola también ha estimulado el crecimiento de los demás

sectores mediante vínculos bidireccionales.

Estos países sufren los impactos de la globalización, tanto positivos como negativos.

Debido a las inversiones en infraestructuras rurales, a la tecnología creada para mejorar la

productividad, así como a las instituciones de mercado, estas sociedades se ven más

influenciadas por las variaciones del mercado mundial. La globalización y la integración del

mercado han conducido tanto a un ascenso de la competitividad en el sector de los alimentos

básicos como a una diversificación de dichos alimentos básicos. La reducción del coste del

producto gracias a una mayor eficacia es el principal medio de los sistemas de alimentos

básicos para mantener su competitividad. Por ejemplo, el cambio a la agricultura de

conservación redujo los costes de producción un 30% por tonelada de trigo y soja en

Argentina y Brasil (Ekboir, 2003). Al mismo tiempo, el sector de la alimentación básica se

reorienta hacia el abastecimiento de las diversas dietas urbanas y hacia las exportaciones de

valor elevado. Sin embargo, los datos de la diversificación dependen de las inversiones en las

tecnologías utilizadas después de la cosecha para el tratamiento, la calidad y la seguridad de

los alimentos. Los beneficios de una orientación mundial del sector agrícola pueden ser

favorables para los pobres si la producción y las actividades después de la cosecha siguen

requiriendo mucho trabajo.

Sin embargo, también tiene aspectos negativos. Cabe destacar que existen grandes

diferencias entre las distintas regiones, en términos de productividad agrícola y respuesta a las

variaciones del mercado urbano y mundial, incluso entre países que van bien encaminados

hacia la transformación agrícola. India oriental, el Este de China, y el Noroeste de Brasil son

ejemplos de regiones que se han quedado atrás, aunque estos países hayan tenido un rápido

proceso económico. En estas regiones todavía persisten niveles de pobreza e insalubridad

alimenticia relativamente altos. Los entornos de producción marginal se enfrentan a un declive

de la competitividad, siendo la emigración a las áreas urbanas o a regiones de mayor

productividad agrícola (como el Punjabi) una de las pocas opciones viables para los pequeños

agricultores y la población que no posee tierras.

Las perspectivas de futuro de los pequeños explotadores agrícolas dependen de hasta

qué punto la producción de alimentos básicos pueda seguir siendo competitiva y en qué

medida puedan participar en el mercado de productos de valor elevado. Los pequeños

explotadores, incluso en entornos con características adecuadas, pueden salir perdiendo en

el proceso de integración a las cadenas de abastecimiento de productos caros que se sirven

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a los mercados nacionales e internacionales.

Los pequeños agricultores se encuentran con una estructura del sistema alimentario cada

vez más complicada, enfrentándose, de un lado, con un número cada vez más reducido de

grandes compañías y minoristas alimentarios; del otro, con que, en lo que se refiere al

abastecimiento de elementos de producción a los agricultores, las grandes compañías

químicas y de semillas están creando sistemas patentados de abastecimiento de elementos de

producción que son controlados por un número pequeño de empresas, como la compañía

genética Monsanto-Dekalb/Delta & Pine Land, DuPont y Pioneer HiBred (Napier, 2001). Al

toparse con esta estructura, los pequeños productores agrícolas se encuentran cada vez con

más dificultades para negociar unos términos favorables de contrato.

Por tanto, para los pequeños agricultores, el acceso al sistema alimentario de forma

competitiva supone un problema, debido a las inversiones físicas que se necesitan para esta

entrada, pero, también, por los costes de transacción asociados con el nuevo mercado agrícola

(Pingali et al., 2006). El aumento de la nula relación entre el sistema moderno de alimentación,

las redes sociales establecidas y las instituciones tradicionales tiende a elevar los gastos de la

participación en el mercado. Los agricultores no entrarán en el mercado si el coste de su

participación en él se ve sobrecargado con los gastos de realizar las transacciones (Sadoulet y

de Janvry, 1995).

Países al final del proceso de transformación

Son, en su mayoría, países con unos ingresos elevados y con una población rural

relativamente pequeña. Su sector agrícola está muy integrado verticalmente, orientado a la

comercialización y al mercado mundial. Para estos países, será un gran reto crear nuevas

posibilidades de ingresos del sector rural mientras se liberaliza el mercado. En este contexto,

los aspectos de la agricultura no relacionados con las materias primas, tales como la

conservación de la biodiversidad, el turismo rural o la eliminación del carbono, constituyen

posibles mercados emergentes. La preservación de las sociedades y paisajes rurales es

importante, no sólo por razones políticas y nostálgicas, sino también económicas. De hecho,

podría convertirse en una tendencia cada vez más importante en los países de renta media a

medida que se acercan al final del proceso de transformación. La política nacional necesita

crear un entorno adecuado para los mercados emergentes de servicios ambientales. El apoyo

directo estatal a los aspectos de la agricultura no relacionados con las materias primas sólo

sería necesario en caso de que el mercado entrase en crisis. Afortunadamente, los países de

la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (en adelante, OCDE) poseen

el capital necesario para afrontar esta subvención, en caso de que fuese necesario.

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Gestión pública para la transición agrícola

El diseño de la política agrícola y alimentaria es mucho más complicado en un mundo

globalizado de lo que era en las economías alimentarias relativamente cerradas. Mientras

que el hambre y la pobreza crónicas siguen causando problemas en gran parte del mundo

desarrollado, la globalización acarrea nuevos retos políticos tanto para los países en

avanzado proceso de transformación agrícola como para los que se encuentran a la cola de

este proceso. Se necesita rediseñar la agenda de la política tradicional para promover el

crecimiento agrícola y el desarrollo económico y adaptarla a las nuevas realidades de una

economía mundial cada vez más conectada entre sí. A continuación, se plasman algunas de

las áreas de concentración y reorientación política.

Énfasis continuado en promover la seguridad alimentaria y reducir la pobreza

Durante las últimas décadas, se han logrado importantes progresos en la reducción de la

pobreza y el hambre. La FAO (2006) calcula que el objetivo contra el hambre (que figura

entre los Objetivos de Desarrollo del Milenio) de reducir a la mitad la desnutrición en 2015,

se alcanzará a nivel mundial en todas las regiones excepto en el África Subsahariana. Los

cálculos presuponen continuas inversiones altas de capital y un compromiso político para

mejorar la seguridad alimentaria. Mientras las predicciones de reducción del hambre son

alentadoras, la disminución del número total de personas hambrientas será mucho más lenta

y su reducción a la mitad en todas las regiones del mundo para 2015 es un objetivo

inalcanzable, excepto en el Este de Asia3. El “goteo” del aumento de ingresos provocado por

la globalización puede, en cierta medida, ayudar a reducir la pobreza y la inseguridad

alimentaria, pero no servirá si no se realizan esfuerzos coordinados y orientados a las

poblaciones que más lo necesiten. Para aquellos países que se encuentran al principio del

proceso de transformación, esta acción conjunta para fomentar la seguridad alimentaria,

especialmente a través del aumento de la productividad agrícola, es crucial en su lucha por

aumentar los ingresos y el desarrollo económico. Lo mismo ocurre con las regiones de baja

productividad en países que se encuentran en el proceso de modernización agrícola.

La reducción del hambre y de la pobreza requiere una propuesta de doble enfoque que

combine intervenciones directas e inversiones sociales para encargarse de las necesidades

inmediatas de los pobres y hambrientos (protección social, transferencias condicionales o

incondicionales, mediación sanitaria y programas alimentarios y nutricionales); programas de

3 En la Cumbre Mundial sobre Alimentación de la FAO en 1996 y en la Cumbre del Milenio de 2002, la

comunidad internacional del desarrollo estableció una ambiciosa agenda para reducir el hambre y la pobreza.

Los miembros de ambas cumbres fijaron objetivos para 2015 utilizando 1990 como punto de referencia. En la

Cumbre del Milenio se acordó que uno de los objetivos incluye, a su vez, otras dos metas: reducir a la mitad la

población desnutrida y la población sumida en la pobreza. El objetivo de la Cumbre Mundial sobre Alimentación

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es reducir a la mitad los datos de desnutrición en un periodo de 25 años. Este último, es un proyecto más

ambicioso debido al aumento de la población en los países en vías de desarrollo.

desarrollo a largo plazo que fomenten la mejora de los sectores productivos

(especialmente la agricultura y el desarrollo rural) y la creación de empleo, así como el

aumento del valor de los recursos que poseen los pobres (físicos, humanos y financieros).

La compenetración de las políticas e inversiones que se realizan para aumentar la

productividad y la efectividad económica con aquellas que se encargan del sector social

fomentan el éxito de ambas (Pingali et al., 2006). También se necesita la coherencia entre

la política agrícola y de mercado para lograr un balance adecuado entre la importación de

alimentos y el crecimiento de la productividad nacional.

Algunos afirman que es fácil beneficiarse de los bajos precios de los alimentos mediante

el comercio y las inversiones en la agricultura nacional (Sachs, 1997). Esta afirmación ignora

la fuerte conexión histórica entre la producción nacional de alimentos y el consumo, debido a la

dificultad y los gastos que suponen el transporte y la venta de los alimentos básicos en las

áreas rurales, lejos de puertos y vías de transporte adecuados (Timmer, 2002). “Por razones

tanto microeconómicas como macroeconómicas, ningún país ha logrado nunca un rápido

proceso de crecimiento económico sin resolver primero el problema de seguridad

alimentaria” (Timmer, 2002).

El fomento de la seguridad alimentaria en las áreas rurales implica el incremento de la

productividad de la agricultura en las pequeñas explotaciones. En primer lugar, la mejora del

abastecimiento alimentario local contribuye a una nutrición adecuada en los hogares y, por

tanto, a la mejora del trabajo. A largo plazo, esto implica un mayor crecimiento económico

derivado del comercio. La promoción de un uso sostenible de los recursos naturales, el

refuerzo de la infraestructura, la investigación y las comunicaciones rurales, que facilitan el

funcionamiento de los mercados y fomentan las instituciones rurales, constituyen partes

fundamentales de la estrategia. El crecimiento agrícola orientado hacia la productividad tiene

un mayor impacto en las áreas rurales al reforzar las actividades no relacionadas con la

agricultura, el empleo rural y los salarios. Por tanto, de esta manera, la sociedad, la región y

el país se dirigen a una transformación agrícola.

Reorientación de la investigación agrícola y las prioridades del desarrollo

El aprovechamiento de los mayores descubrimientos científicos y tecnológicos es crucial para

dotar a la agricultura de las herramientas necesarias para enfrentarse a los retos de un sector

cada vez más comercializado y globalizado. El principal objetivo de la investigación es generar

nuevas tecnologías y aumentar la productividad y los ingresos de los agricultores. Los

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gobiernos tienen la difícil tarea de, por una parte, asegurar una continuada alimentación de

calidad a las poblaciones en aumento; por otra, la misión de invertir en infraestructura e

investigación para la diversificación de los principales alimentos básicos. En respuesta a las

tendencias de diversificación, la investigación no debería cambiar de forma brusca y exclusiva

de un grupo de materias primas a otro. La investigación debe proporcionar flexibilidad a los

agricultores para elegir el cultivo y debe permitirles cambiar, de manera relativamente sencilla,

de un tipo de cultivo a otro (Pingali y Rosegrant, 1995).

Tanto la investigación de los cultivos específicos como la de los sistemas agrícolas debe

proporcionar libertad en la selección del tipo de cultivo que eligen los agricultores. La

investigación de un tipo específico de cultivo provoca un posible incremento de la cosecha,

una reducción del tiempo de cultivo, una mayor calidad del producto y una mayor tolerancia a

las plagas. La investigación del sistema agrícola incluye la gestión de la tierra, los sistemas de

cultivo que permiten realizar cambios en el tipo de cosecha según los incentivos, así como un

sistema de gestión del agua en la explotación agrícola que permita la adaptación a distintos

tipos de cultivo según la estación del año. En este tipo de investigación, también es importante

el estudio de los efectos de la gestión y los elementos de producción en las cosechas. Por

ejemplo, el uso elevado de insecticidas y herbicidas, los efectos de la intensificación de la

agricultura en el uso prolongado y exhaustivo del agua, la aparición y exterminación de plagas

agrícolas en las cosechas, el rápido agotamiento de los micronutrientes del suelo o los

cambios de la materia orgánica del suelo que pueden reducir, a largo plazo, la productividad

en los sistemas de monocultivo de arroz (Pingali et al., 1997). La ciencia moderna puede, por

tanto, ofrecer la posibilidad de aumentar la eficiencia de los elementos de producción para

desarrollar sistemas de producción más sostenibles.

La ciencia y la tecnología modernas también pueden ayudar a dar un empujón en la

solución de antiguos problemas para la mejora de la cosecha, la variabilidad de la producción y

la seguridad alimentaria en las poblaciones que viven en entornos de producción marginal. A

pesar de que los beneficios reales y potenciales de la ciencia y la tecnología son evidentes,

también es necesario considerar el hecho de que el desarrollo de la investigación y la tecnología

son, cada vez más, de dominio privado. Claro ejemplo de ello es la biotecnología.

La biotecnología promete un gran futuro, pero puede implicar nuevos riesgos. La mayor

parte de los países, no tienen una base científica, política, económica o institucional adecuada

para proporcionar las garantías necesarias para el desarrollo y la aplicación de la

biotecnología y para cosechar todos sus posibles beneficios (FAO, 2004c). Igualmente, la

evolución de la cadena alimenticia se ha visto influenciada enormemente por el sector privado,

con claros beneficios en la calidad, la seguridad y la reducción de los precios de los alimentos.

Sin embargo, también ha habido pérdidas, ya que algunas empresas y agricultores han

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quedado marginados. Los países a la cola del proceso de transformación agrícola han logrado

muy pocos de los desarrollos mencionados anteriormente. En este caso, la cuestión es si

existen soluciones técnicas y modelos financieros que puedan favorecer el compromiso de

estos países y grupos marginados.

Creación y preparación del entorno para la transformación de los pequeños agricultores

Los retos a los que se enfrentan los pequeños agricultores deberían verse en el contexto de las

tendencias generales que influyen en la estructura de la producción agrícola. La transformación

de las dietas y el aumento de la competencia debido a las importaciones contribuyen al aumento

de la comercialización del sector de los pequeños agricultores. Los gobiernos deben ayudar a

crear y preparar el entorno para la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas a

través de la inversión en infraestructuras y de la reforma institucional.

Las inversiones en infraestructura rural desempeñan un papel crucial para inducir a los

agricultores a la adaptación al sistema agrícola comercial. Se debería hacer mayor hincapié

en las inversiones estatales para mejorar el transporte general, las comunicaciones y la

infraestructura del mercado, aunque se permita al sector privado invertir en el tratamiento de

materias primas específicas, el almacenamiento y los establecimientos comerciales. Los

sistemas de comunicación accesibles y con buena relación entre efectividad y precio, como

los teléfonos móviles, pueden ayudar a la comunicación y a otros servicios relacionados con

el mercado. La explosión de Internet y otras tecnologías relacionadas han reducido

considerablemente los gastos de intercambio y búsqueda en muchos países miembros de la

OCDE y pueden ser especialmente indicativos de potenciales beneficios para países en vías

de desarrollo (Bussolo y Whalley, 2002).

Para alcanzar el crecimiento agrícola, son imprescindibles: eficiencia en el mercado de la

propiedad y seguridad en los derechos de la misma (Binswanger et. al., 1993). Si los

derechos de la propiedad son fiables, los agricultores tendrán un mayor incentivo para

invertir en mejoras para su terreno. Además, la propiedad del terreno constituye una garantía

importante que puede mejorar la cuenta de crédito de los agricultores, facilitando la inversión

en elementos de producción y demás (Feder et al., 1988). Los agricultores y las

explotaciones individuales necesitan que se les aseguren otros recursos como el agua

mediante un compromiso estable. Los derechos sobre el uso del agua son lo suficientemente

flexibles como para suponer una ventaja en la comparación del cultivo de alimentos básicos

y en las ganancias de los cultivos. Estos derechos deben estar relacionados con el acceso al

crédito y la financiación rural y la expansión de la tecnología y la buena práctica en el uso del

agua (De Haen et al., 2003).

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Reducción de los costes de transacción de las pequeñas explotaciones agrícolas

La participación de pequeños explotadores agrícolas en los mercados comerciales e

integrados verticalmente ha adquirido una mayor relevancia, especialmente en países con

sistemas rápidos de modernización agrícola. Los costes de transacción varían entre

explotadores y empresas y materias primas y regiones, por lo que no existe una única

innovación o intervención, pública o privada, que pueda reducirlos. Sin embargo, hay algunas

formas de que los pequeños agricultores puedan entrar en el mercado. Entre ellas, se incluye

la agricultura por contrato, el desarrollo de organizaciones agrícolas para la comercialización,

el desarrollo de una cadena de abastecimiento para exportaciones de gran valor producidas

por pequeños agricultores mezclando, en su justa medida, iniciativas públicas y privadas,

además de facilitar el suministro de información de mercado del sector privado a través de las

renovadas telecomunicaciones (Kydd et al., 2000). El papel del gobierno es crucial en la

creación de los derechos de la propiedad y la validación de contratos para promover la

especialización y reducción de los costes de intercambio del mercado (North, 2000).

Además, la política del gobierno necesita crear incentivos y enviar señales que garanticen la

participación del sector privado en el desarrollo de las economías rurales.

Antes de afirmar que los costes de transacción son el remedio que puede aumentar la

participación de los pequeños agricultores, debemos tener en cuenta dos puntos. En primer

lugar, a pesar de que una reducción de los costes de transacción, en un principio, debería

facilitar la entrada en el mercado de un mayor número de agricultores, la posibilidad de

entrar no implica su permanencia en el mercado (Pingali et al., 2006). Se trata de una

cuestión que depende de otros factores además de los costes de transacción. Por tanto, es

necesario que el precio y la eficacia de las intervenciones estén equilibrados. El dinero público

no debería invertirse en sectores no competitivos o en declive. En segundo lugar, los costes de

transacción varían constantemente y dependen de la propiedad, de la materia prima y del

lugar. Las intervenciones orientadas a reducciones de costes concretos no deberían ser de

dominio público. Las intervenciones del sector público deben dejarse para asegurar un buen

suministro público y para reformas institucionales que corrijan la ausencia de mercado o sus

carencias. La reducción de los costes de transacción asociados con las peculiaridades del

sistema alimentario debe dejarse en manos del sector privado.

Búsqueda de la complementariedad entre el mercado y la política interior

La liberalización del mercado puede ser una poderosa herramienta para promover el

crecimiento económico. Sin embargo, para beneficiarse de la reforma del mercado, los

países con una renta baja necesitarán fomentar la competitividad nacional mediante una

reforma política e institucional (FAO, 2005). La liberalización de los mercados nacionales a

través de la supresión de restricciones cuantitativas del mercado y la apertura de la

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economía a posibilidades internas de mercado son, a menudo, un paso clave en el comienzo

o la aceleración del proceso de comercialización. Sin embargo, la apertura de mercados

también expone a los productores a mayores riesgos, debido a la mayor volatilidad de los

precios a corto plazo. Históricamente, los gobiernos han intervenido enérgicamente en los

mercados nacionales para proteger y estabilizar los precios de las materias primas agrícolas,

por lo que los precios de los productores nacionales han variado considerablemente menos

que los precios internacionales. La relación entre diversificación y riesgo es, por tanto,

fundamental en el contexto del comercio y de la reforma macroeconómica diseñada para

alinear los precios nacionales con los internacionales.

Muchos mercados que manejan poco volumen de mercancía están asociados con una

alta volatilidad de los precios. Además, es demasiado frecuente que se produzca el

fenómeno emergente de la diversificación: altos precios que se mantienen durante

temporadas y llevan a un abastecimiento excesivo y a un consecuente colapso de los

precios. Este fenómeno puede contrarrestarse con medidas de expansión del mercado

mediante la reducción de los costes de transacción, mejorando los vínculos externos y

proporcionando tecnología para el almacenamiento y el tratamiento de los productos. La

existencia de instituciones rurales efectivas también ayuda a paliar este riesgo y a que los

beneficios de la comercialización lleguen más allá de esa comunidad o región.

Finalmente, en vista de las continuas distorsiones de los mercados mundiales, debe

garantizarse más espacio político a los países menos desarrollados para reducir la pobreza y el

hambre mediante el desarrollo de las áreas rurales y de la agricultura. La liberalización del mercado

debería ir de la mano con el apoyo estatal para aumentar la productividad de la agricultura.

Fijación de estándares y normativas de seguridad

La globalización aumenta la demanda de alimentos sanos y seguros. Deben cumplirse los

requisitos gubernamentales para certificar la calidad y la seguridad de los alimentos, según

la normativa estatal. Estos requisitos son importantes para el consumo nacional y la

seguridad alimentaria, pero aún son más trascendentales si un país quiere acceder a

mercados extranjeros. Si un país quiere exportar, es necesario que una institución

independiente garantice que el producto se ajuste a los estándares de calidad y seguridad

requeridos 4 (De Haen et al., 2003). Sin embargo, los sistemas estatales que garantizan la

calidad y seguridad alimentaria carecen de fondos adecuados y de organización. Dado que

4 La Comisión del Codex Alimentarius, creada conjuntamente por la FAO y la Organización Mundial de la

Salud, tiene la responsabilidad de desarrollar un código alimentario. Sus recomendaciones se basan en el

principio de evidencias y análisis científicos sólidos que implican la publicación de información muy relevante. Los

estándares alimentarios internacionales del Codex se desarrollan para proteger la salud de los consumidores y

asegurar las prácticas lícitas del mercado alimentario. El Acuerdo SPS de la Organización Mundial del Comercio

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cita los estándares, directrices y recomendaciones del Codex como las medidas internacionales preferidas para la

facilitación del mercado internacional de alimentos. La principal función del Codex es hacerse cargo del cambiante

sistema alimentario mundial.

los gobiernos de los países en vías de desarrollo no han impuesto estándares

internacionales, se aplican los estándares privados de los principales minoristas y tratantes

de alimentos (Reardon y Farina, 2002).

Fomento de incentivos para el uso de recursos sostenibles

La política estatal puede desempeñar un papel importante en la promoción del uso sostenible de

los recursos naturales. En primer lugar, corrigiendo las políticas de distorsión de incentivos que

fomenta el uso insostenible de los recursos. En segundo lugar, identificando los instrumentos

comerciales para el fomento del suministro de servicios ambientales a través de los cambios

necesarios en los sistemas de producción agrícolas y en el uso del suelo.

Las intervenciones del gobierno en el mercado de los cereales, especialmente mediante

ayudas en el precio de la producción y subvenciones de los elementos de producción,

proporcionó incentivos a los agricultores durante un largo periodo de tiempo, con el fin de

aumentar la productividad del cultivo de cereales, principalmente en el sistema de monocultivo

de arroz y en el sistema de producción de arroz y trigo en Asia (Pingali, 2001). Las

subvenciones de los elementos de producción que mantienen bajos sus precios afectan,

directamente, a la gestión del cultivo por parte del agricultor. Por este motivo se reducen los

incentivos del agricultor para que se realice un mejor uso de los elementos de producción, que,

a menudo, requiere una inversión por parte del agricultor para aprender a utilizar la tecnología

de la forma más productiva. Estas políticas han contribuido a la importante degradación de los

recursos agrícolas al provocar desequilibrios en la fertilidad del suelo, interrupciones en la

ecología plaga-depredador; salinidad, problemas de inundaciones y una mayor incidencia en

de erosión del suelo. También se documentan adecuadamente los gastos de la sanidad de los

hombres, asociada con el uso de pesticidas (Rola y Pingali, 1993; Antle y Pingali, 1994).

Con la progresión hacia la integración mundial, la competitividad de la agricultura nacional

de cereales sólo puede sostenerse mediante reducciones bruscas de los costes de producción

de cada unidad. Se dispone de tecnologías destinadas al uso efectivo de fertilizantes,

pesticidas y agua. Podría valer la pena el uso de dichas tecnologías para eliminar las

variaciones de precio. El aumento de la eficiencia en el uso de elementos de producción

también contribuye significativamente a la sostenibilidad a largo plazo de la producción de

cultivos intensivos de alimentos y ayuda a frenar muchos de los problemas de degradación

mencionados anteriormente.

Además de la política de corrección, el gobierno puede desempeñar un importante papel

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en la promoción de la conservación del ecosistema (realizando pagos, si fuese necesario)

mediante cambios en el sistema de producción agrícola que complementen la producción de

alimentos y fibra. La labranza, la agrosilvicultura y los sistemas silvopastorales son algunos de

los muchos ejemplos de sistemas de producción agrícola que pueden producir beneficios

ambientales como la eliminación de carbono, la conservación de la biodiversidad y la

protección de las líneas divisorias de las aguas. Los beneficios de combinar pagos para el

abastecimiento de bienes ambientales públicos, como la eliminación del carbono o la

protección de las líneas divisorias de las aguas para usos agrícolas que puedan dar lugar a un

aumento de la productividad agrícola, son muy tentadores. Sin embargo, en algunos casos, la

inserción del nuevo uso agrícola podría llevar a un descenso de los ingresos de la agricultura;

en cuyo caso, el pago por los bienes públicos deberá ser suficiente, como mínimo, para

compensar dichas pérdidas (Lippper et al., 2006).

Los gobiernos deben encargarse también de estimular un uso deseable del suelo. En el

proceso de desarrollo económico, a medida que la población agrícola desciende y aumentan

los sectores no agrícolas, crece la posibilidad de reservar terrenos para usos no agrícolas. La

transformación de terrenos agrícolas marginales en bosques contribuye a la eliminación de

carbono, a la protección de las líneas divisorias de las aguas y a la conservación de la

biodiversidad. Los países de la OCDE están realizando un cambio en el uso del suelo

ayudados por políticas estatales como el Programa de Conservación de Reservas (CRP, siglas

en inglés) de Estados Unidos. En los países en vías de desarrollo con características similares

en el sector agrícola, la política interior e internacional apoya el cambio del uso del suelo, que

genera bienes y servicios ambientales a nivel mundial y puede ser una buena vía para lograr el

uso sostenible de los recursos. También se garantiza que la política estatal debe estimular el

cambio de las prácticas en el uso del suelo si los costes ambientales de la producción agrícola

superan los beneficios. Por ejemplo, el gobierno chino se ha propuesto convertir 14,6 millones

de hectáreas de cultivo de terrenos en pendiente en bosques para reducir la erosión del suelo

que ha tenido un gran impacto económico sobre el uso eficiente del terreno y el agua (Lipper

et. al. 2006). Sin embargo, el éxito de la incorporación de servicios ambientales en la vida de

los pobres mediante cambios, tanto en los sistemas de producción agrícola como en el uso del

terreno, depende de que existan condiciones adecuadas como derechos de la propiedad,

seguridad alimentaria y bajos costes de transacción, además del reconocimiento local y

mundial y la buena voluntad de pagar por los bienes y servicios ambientales.

Favorecimiento de la diversificación de ingresos y sustento

Es importante comenzar admitiendo que las propiedades rurales, en cualquier fase de

desarrollo, dependen de un gran número de formas no agrícolas de conseguir ingresos y de

mantener la seguridad alimentaria y el sustento. En el medio rural, la alta productividad

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agrícola ha contribuido al crecimiento de maneras no relacionadas con la agricultura de

lograr ingresos mediante vínculos bidireccionales. Las investigaciones sobre la

documentación no agrícola de las zonas rurales indican que la renta de las actividades no

agrícolas representa una media del 42% de la media del ámbito rural en África; el 32% en

Asia; el 40% en América Latina, y el 44% en Europa del Este y los países miembros de la

Comunidad de Estados Independientes (Davis, 2004; FAO, 1998). La diversidad de las

actividades que generan ingresos en las áreas rurales exige una política con mayor impacto

como contraposición a la política orientada a sectores específicos. Las infraestructuras

rurales y educativas, como comunicaciones, carreteras y redes eléctricas, tendrán efectos

beneficiosos para un amplio abanico de actividades rurales (Winters et al., 2006). Las

inversiones públicas deben ir acompañadas de una política que promueva la

complementariedad de inversiones del sector privado.

¿Tiene la integración vertical del sector alimentario un impacto negativo en las

posibilidades de empleo no agrícola? A pesar de que aún no existen pruebas empíricas al

respecto, se puede afirmar que, sin duda, habrá un cambio en la variedad de actividades.

Podría haber una caída del tratamiento de productos agrarios a pequeña escala y un

incremento de los servicios y el comercio. Finalmente, las inversiones estatales para crear un

entorno adecuado para empleos no agrícolas también son útiles en la preparación de la

población para su partida de las zonas rurales a medida que avanza el desarrollo económico.

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Conclusiones

Históricamente, el crecimiento agrícola ha desempeñado un papel importante en el proceso de

desarrollo económico. Al observar los países industrializados y los que, en la actualidad, sufren

un rápido desarrollo, se demuestra que la agricultura fue el motor que contribuyó al crecimiento

de los sectores no agrícolas y al bienestar de la economía mundial. La expansión económica

derivada de la agricultura puede tener un impacto especialmente importante en la reducción de

la pobreza y el hambre. El incremento del empleo y de la renta en la agricultura fomenta la

demanda de bienes y servicios no agrícolas, suponiendo, además, un estímulo para los

ingresos rurales no agrícolas.

La liberalización del mercado y la conexión mundial implica nuevas posibilidades y retos

para el desarrollo de los países. Los países a la cabeza del proceso de transformación y los

que están en proceso de modernización agrícola se beneficiarán de la influencia de las

tendencias de la globalización. Las inversiones anteriores en infraestructura rural,

tecnologías que fomentan la productividad e instituciones de mercado hacen que estos

países sean más receptivos a las señales del mercado mundial. La transición favorece a los

pobres en la medida en que las actividades de producción y las actividades posteriores a la

cosecha siguen exigiendo una gran cantidad de trabajo; además, habrá una expansión de

las oportunidades de empleo no relacionado con la agricultura.

El proceso de transición no es, en absoluto, sencillo. La política estatal debe prestar

atención a las diferencias regionales y sociales, especialmente en las predicciones para la

participación de los pequeños agricultores en el mercado. Además, la absorción de los

pobres de las áreas rurales en el sector servicios y en el industrial supone afrontar

importantes desplazamientos familiares y costes de aprendizaje de nuevas destrezas.

Los países que se encuentran a la cola del proceso de transformación tienden a salir

perdiendo en la globalización porque sus sistemas de baja productividad agrícola no pueden

competir con el sistema alimentario integrado mundial. Estas sociedades, la mayoría con

inseguridad alimentaria, se enfrentan a obstáculos físicos, infraestructurales e institucionales

desalentadores en su lucha por la transformación agrícola. El aumento y la implantación de

suministros locales de alimentos continúan siendo las principales vías para fomentar la

seguridad alimentaria y, por tanto, contribuir a la productividad del trabajo y a la participación

en el mercado actual. En los países que tienen una renta baja, una proporción elevada de

población rural y pocas posibilidades al margen del sector agrícola, si la agricultura no puede

ser el motor que promueva la expansión económica, ¿qué puede serlo?

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