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1 I Las relaciones internacionales se encuentran en un momento de cambio continuo. Aunque la animosidad de la Guerra Fría se ha acabado, no ha sido todavía sustituida por una serie estable de nuevas coordenadas. Por ello, y según de qué fuentes de poder y su relativa significación partamos, las predicciones sobre la naturaleza del mundo de la posguerra fría pueden reagruparse en tres escuelas de pensamiento. Los multipolaristas generalmente asumen que en el futuro la estratificación del sistema internacional estará básicamente determinada por la capacidad econó- mica, más que militar. Ello explicaría el crecimiento de polos globales, como la Alemania unida, la Comunidad Europea (CE) o Japón, y de polos regionales, como India y Brasil. Los unipolaristas creen que hemos entrado en una era turbulenta y que EEUU será la única superpotencia para disuadir y defenderse contra los peligros que se avecinan. Por contra, los transpolaristas esperan que se acelere la civilización de la política internacional, donde la capacidad y motivación de los Estados para ejercer el poder a expensas de otros va a decrecer firmemente, a causa de una creciente interdependencia económica y de la concen- tración del poder económico en manos de actores transnacionales, como las compañías y bancos. Probablemente la futura estructura del sistema inter- nacional no se parecerá a ninguno de los modelos polares puros. Aunque el final de la confrontación Este-Oeste ha conllevado la devaluación de la fuerza militar como mone- da de poder, la paz mundial perpétua es aún un objetivo lejano. Además, la interdependencia y la difusión transnacional del poder económico significan que no es un potencial fácilmente alcanzable por la acción gubernamen- tal. Estos argumentos contrarios a la multipolaridad se aplican a fortiori en el caso de la tesis unipolar. Además, sus defensores tienen una percepción inflada de la amenaza y por consiguiente exageran la importancia de los factores militares en los asuntos internacionales. Por otra parte, tanto los multipolaristas como los transpolaristas son propensos a equivocarse en el sentido inverso. Los últimos apuntan acertadamente hacia la desnacionalización del poder económico; no obstante, incluso las compañías transnacionales operan en un medio global aún controlado por los Estados-nación cuyas políticas fiscales, monetarias, comerciales y sociales continúan siendo determinantes básicos de las estrategias corporativas. Así, la nueva Alemania deberá buscar su papel en un mundo de posguerra fría en el que las antiguas coordena- das no son válidas y las nuevas aún no han sido estableci- das. Aunque todos los Estados deben enfrentarse a esta situación, en el caso de Alemania la tarea se ve complicada por expectativas internacionales contradictorias y enfren- tadas a la vez. 237

Expectativas internacionales · para actuar como una Suiza mayor. Incluso a riesgo de provocar conflictos, puede y debe establecer sus propias prioridades internacionales y dedicarse

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Page 1: Expectativas internacionales · para actuar como una Suiza mayor. Incluso a riesgo de provocar conflictos, puede y debe establecer sus propias prioridades internacionales y dedicarse

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I

Las relaciones internacionales se encuentran en un momento de cambio continuo. Aunque la animosidad de la Guerra Fría se ha acabado, no ha sido todavía sustituida por una serie estable de nuevas coordenadas. Por ello, y

según de qué fuentes de poder y su relativa significación partamos, las predicciones sobre la naturaleza del mundo de la posguerra fría pueden reagruparse en tres escuelas de pensamiento. Los multipolaristas generalmente asumen que en el futuro la estratificación del sistema internacional estará básicamente determinada por la capacidad econó­mica, más que militar. Ello explicaría el crecimiento de

polos globales, como la Alemania unida, la Comunidad Europea (CE) o Japón, y de polos regionales, como India y Brasil. Los unipolaristas creen que hemos entrado en una era turbulenta y que EEUU será la única superpotencia para disuadir y defenderse contra los peligros que se avecinan. Por contra, los transpolaristas esperan que se acelere la civilización de la política internacional, donde la capacidad y motivación de los Estados para ejercer el poder a expensas de otros va a decrecer firmemente, a causa de una creciente interdependencia económica y de la concen­tración del poder económico en manos de actores transnacionales, como las compañías y bancos.

Probablemente la futura estructura del sistema inter­

nacional no se parecerá a ninguno de los modelos polares puros. Aunque el final de la confrontación Este-Oeste ha conllevado la devaluación de la fuerza militar como mone­da de poder, la paz mundial perpétua es aún un objetivo lejano. Además, la interdependencia y la difusión transnacional del poder económico significan que no es un potencial fácilmente alcanzable por la acción gubernamen­tal. Estos argumentos contrarios a la multipolaridad se aplican a fortiori en el caso de la tesis unipolar. Además, sus defensores tienen una percepción inflada de la amenaza y por consiguiente exageran la importancia de los factores militares en los asuntos internacionales. Por otra parte, tanto los multipolaristas como los transpolaristas son propensos a equivocarse en el sentido inverso. Los últimos apuntan acertadamente hacia la desnacionalización del poder económico; no obstante, incluso las compañías transnacionales operan en un medio global aún controlado por los Estados-nación cuyas políticas fiscales, monetarias, comerciales y sociales continúan siendo determinantes básicos de las estrategias corporativas.

Así, la nueva Alemania deberá buscar su papel en un mundo de posguerra fría en el que las antiguas coordena­das no son válidas y las nuevas aún no han sido estableci­das. Aunque todos los Estados deben enfrentarse a esta situación, en el caso de Alemania la tarea se ve complicada por expectativas internacionales contradictorias y enfren­tadas a la vez.

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LA N UEVA EUROPA

Expectativas internacionales

Alemania está destinada a jugar un papel más

importante en el mundo de la posguerra fría, por

varias razones:

- A largo plazo, el potencial económico de

Alemania probablemente crecerá como resultado de

la unificación. La revita li zación de la agotada ex

República Democrática Alemana absorberá recursos

enormes (de hecho, considera blemente mayores de lo

que muchos habían previsto inicialmente); sin em­

bargo, al menos fuera del país, casi nadie espera que

el esfuerzo no tenga éxito.

- El fin del antagon ismo Este-Oeste amp lía el

espacio de maniobra de Alemania en la a rena inter­

nacional a l ser ahora menos vu lnerable en términos

de seguridad. El país es tá rodeado de vecinos amisto­

sos, su soberanía ha sido plenamente restaurada y su

dependencia de la protección militar proporcionada

por otros ha sido drásticamente reduc ida tras la

desaparición de la amenaza comunista.

- En la era de la posguerra fría probablemente

adquirirán más importancia otras monedas de poder

que la capacidad militar. Ell o aún

realzará más el esta tu s de Ale-

"Alemania se enfrenta a una dura tarea para

satisfacer las expectativas exteriores"

mania como una fuerza econó­

mica y tecnológica líder.

- Desde el exterior, estos

procesos son vistos como un

creciente poder e influencia ale­

manes. Como respuesta , el ex

ministro de Asuntos Exteriores

a lemán, D. Genscher, señaló que,

aunq ue los a leman es estaban

preparados para asumir más res­

ponsabilidad en los asuntos in -

ternacionales, no aspiraban a obtener más poder.

Otros opinan sin embargo que la Alemania unida

deberá asumir una mayor responsabilidad precisa­

mente porque se ha convertido en más poderosa.

Con todo, el país se enfrenta a una dura tarea

para satisfacer las expectativas exteriores, ya que

muchas de ell as son excesivas e inconsecuentes. Por

ejemplo:

- Como consecuencia inmediata de la apertura

del muro de Berlín, en a lgunos círcu los políticos se

expresó el temor de que una Alema nia resurgente

dominaría Europa como una nueva superpotencia.

Pero cuando la Guerra del Golfo evidenció una

amplia aversión al uso de la fuerza por parte de los

a lemanes, Bonn fue tildada de free rider y afrontó

238

demandas de un comprom iso mayor de Alemania en

los as untos mundiales.

- Se espera que los ricos alemanes, ca rgados con

su cu lpabi lidad hi stórica, soporten la mayor parte de

la ayuda a sus necesitados vec inos euroorienta les. La

ay uda a lemana, sin embargo, toca sensibles nervios

históricos en la región . Además, el compromiso a le­

mán con el Este no debería desviar a l país de su

orientación occiden tal o conducir a una zona marco

euroo ri ental.

- En el debate francés previo a l referéndum

sobre el Tratado de Maastricht, a lgunos de sus defen ­

sores argumentaron que la profundización de la

integrac ión europea limitaría el poder a lemá n y lo

mantendría firmemente a ncl ado a Occidente. Inspi­

rados en el mismo motivo, los opositores al Tratado

argumentaban lo contrario, es decir, que la integra­

ción europea a la Maastricht crearía una Europa

a lemana más que una Alemania europea.

Idiosincrasias interiores

Estas espectativas discordantes representan una

carga considerab le en la búsqueda de un papel inter­

nacional aceptado de Alemania. Algun as circ un sta n­

cias internas aún comp lican más la tarea.

En primer luga r, Alemania ha sido unificada

políticamente, pero la divisió n materia l y mental

entre sus partes occidental y oriental aún ha de ser

superada. Este esfuerzo a largo plazo absorberá

recursos y energías que limitan la vo luntad y capaci­

dad de Alemania para satisfacer las espectativas

internacionales. Así, actua lmente se invierten unos

150.000 millones de marcos a lema nes a l año en la

recuperación de Alemania O ri enta l, lo que supone

aprox imadamen te un tercio del presupuesto federal

para 1992.

En segundo lugar, Alemania continúa siendo un

país especia lmente vu lnerable por razones geográficas

e históricas. La amenaza militar soviética ha desapare­

cido; sin embargo, como país rico situado en el centro

de Europa, Alemania se vería sin duda afectada por el

fracaso de las fuerzas reform istas en los pa íses

excomu ni stas vecinos, que podría producir migracio­

nes masivas y una grave degradación ecológica.

De hecho, el influjo de inmigrantes a gran escala

ya ha empezado. La inmigración neta en la a nti gua

Alemania occidenta l fue de aproximadamente

900.000 personas en 1989 y de entre 1,1 Y 1,2 millones en 1990. La mayoría de ella s eran alemanes

que pasaron de la Alemania Oriental a la Occidental

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al levantarse el telón de acero, así como alemanes

étnicos procedentes de Europa del Este y la Unión

Soviética . Los números se han reducido mediante

medidas administrativas restrictivas, pero se calcula que quizás hasta dos millones y medio de alemanes

étnicos (la mayoría de los cuales vive ahora en el territorio de la antigua URSS) podría intentar mu­

darse a Alemania.

Entre los inmigrantes, los que más problemas

suponen son los sol icitantes de asilo. Su número ha

crecido de 100.000 a 256.000 en 1991, subiendo aún

has ta 370.000 en los diez primeros meses de 1992.

Atraídos por el sistema de bienestar alemán y sus leyes de asilo comparativamente liberales, reflejo de

la experiencia alemana de la persecución nazi, el país

recibe ahora casi la mitad de los solicitantes de asilo

en la CE. Sin embargo, las manifestaciones de una

creciente xenofobia evidencian la urgente necesidad

de reducir este flujo (en 1992, menos del 5% de todos los so li ci tantes de asilo recibieron la condición de

as ilado), pero unas medidas efectivas limitarán inevi­

tablemente el derecho individual de asilo garantiza­

do por la Constitución alemana.

En tercer lugar, las guerras mundiales de este

siglo y la precaria posición de primera línea de las dos Alemanias durante la Guerra Fría han de jado su

huella en la psique alemana. Los alemanes occidenta­les habían aprendido que la prosperidad económica

y el control político pueden ir de la mano y que los

socios occidentales les querían como un poder civil.

Por ello, el 75% de los alemanes prefiere que su país se mantenga al margen de los conflictos internacio­

nal es y el 79% consideran a Suiza o Suecia como un

modelo positivo . Por último, la nueva Alemania es uno de los

principales beneficiarios de los cambios revoluciona­

rios ocurridos en Europa del Este, y el pueblo alemán ha depositado grandes esperanzas en un mundo

pacífico de posguerra fría. Por ello, el estallido de

hostilidades en el Golfo y en Yugoslavia ha hecho entrar en razón a muchos alemanes.

La irritación que han provocado las políticas

alemanas en el exterior resulta de la interacc ión y tensión entre estas circunstancias internas y las

espectativas exteriores descritas anteriormente. De forma similar al caso japonés, el pro blema central es la combinación del pasado de Alemania con la reali­dad de su poder actual. A ca usa de sus medidas, ubicación y potencial, Alemania ocupa una posición decisiva en Europa. Por una parte, su historia e intereses ex igen a Alemania que use su fuerza de

L A N UEVA A LEMANIA y SU PAPEL EXTERNO

forma cautelosamente controlada. Pero, por otra,

una Alemania soberana y unida no puede permitirse

rechazar la asunción de responsabilidades y el apro­

vechamiento de oportunidades asociadas a su recién descubierto esta tus internacional.

Principios políticos

Para satisfacer este doble reto, la política exte­

rior alemana ha seguido tres líneas operativas bási­

cas:

1. Política de continuidad Aunque el fin de la Guerra Fría plantea nuevos

desafíos y ofrece nuevas oportunidades, los objetivos

esenciales de la política exterior alemana han seguido

siendo los mismos . Además, la Alemania unida y

soberana ha sido objeto de especial atención en el exterior y, por ello, los dirigentes alemanes han

intentado permanecer previsibles y evitar los cam­

bios bruscos en su política.

2. Cooperación multilateral

Por consiguiente, la asociación y la no

singularización han caracterizado la política exterior

alemana. Este principio no ha llevado a los dirigentes

alemanes a descuidar los que consideran como inte­

reses específicamente alemanes, incluso a expensas de ser acusados de ejercer una nueva agresividad alemana (como, por ejemplo, en el caso del recono­

cimiento de Croacia y Eslovenia o de la rígida política antiinflacionaria del Bundesbank).

3. Internacionalismo activo

Así pues, la no singularización como máx ima

política no significa ni obediencia ni parroquialismo.

Una Alemania íntegra y libre es demasiado grande para actuar como una Suiza mayor. Incluso a riesgo

de provocar conflictos, puede y debe establecer sus

propias prioridades internacionales y dedica rse a ellas persistentemente. Combinada con una disposi­

ción al compromiso, esta postura autoafirmativa

ofrece la mejor ga rantía de ser un actor y socio fiable.

Objetivos políticos

En la aplicación de estos principios operativos

para armonizar las espectativas internacionales con las necesidades internas, la política exterior alemana se ha centrado en cinco objetivos principales:

1. Promover la integración comunitaria Por una combinación de motivos económicos y

políticos, Alemania ha sido tradicionalmente un pa­

ladín de la integración de la CE. Actualmente los

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LA N UEVA EUROPA

Estados miembros de la CE absorben el 55% de las exportaciones alemanas, y el mercado común comu­

nitario hace posibles economías de escala que mejo­ran la competitividad de Alemania vis-a-vis de com­pañías norteamericanas y japonesas.

La pertenencia a la CE también ha sido una de

las mejores formas de convencer a los demás de la

ruptura de Alemania con su reciente pasado chovinista

y facilitar su integración en la comunidad de naciones

occidental. De otra manera, el apoyo occidental y

también soviético a la unificación alemana en 1990

hubiera sido mucho menos entusiasta.

A cambio, la fusión de los dos Estados alemanes

dio impulso a la profundización económica y política

de la CE. Para borrar temores acerca de un potencial

predominio alemán en la Europa de la posguerra fría,

el Gobierno Kohl-Genscher fomentó el proyecto de unión económica y monetaria, así como política, de

Maastricht. Otros que abrigaban estos temores si­

guieron adelante para anclar firmemente la reciente­

mente soberana Alemania a Occidente y diluir su

poder económico y monetario (Bundesbank).

Todas las principales fuerzas políticas de Ale­

mania están también convencidas de que la integra-

"La pertenencia a la

CE ha sido una de las mejores formas de

convencer a los demás de la ruptura de Alemania con su reciente pasado chovinista"

el marco alemán europea.

ción comunitaria es una respuesta necesaria a la fragmentación

eurooriental, tanto para impedir

que se desborde hacia Europa

occidental como para dotar de

una ayuda efectiva a los países

poscomunistas. También en Ale­

mania, no obstante, han aumen­

tado las críticas contra el Tratado de Maastricht. Aunque la mayo­

ría apoya el Tratado, dos terceras

partes son contrarias a abandonar

en favor de una moneda común

Así, al igual que otros países, el Gobierno ale­

mán y la proeuropea oposición socialdemócrata de­ben afrontar la tarea de crear y mantener el apoyo

público suficiente para el proceso de Maastricht. La

principal dificultad para ello parece ser la falta de una visión inspiradora. ¿ Por qué necesitamos una Europa unida a la Maastricht? Como han demostrado los referéndums en Dinamarca y Francia, deberán en­contrarse respuestas más convincentes que las dadas en el pasado para vencer las resistencias de segmentos significativos de los públicos europeos.

2. Reforzar la asociación franco-alemana

El tándem franco-alemán ha sido la fuerza di-

240

rectriz de la integración europea. Además, Francia es

el socio comercial más importante de Alemania den­

tro de la CE. Aunque la relación especial de Alemania con

Francia posee unas raíces mucho más profundas. La

asociación franco-alemana personifica el único logro

de la integración eurooccidental tras la 11 Guerra

Mundial: la reconciliación de Alemania y sus anti­

guos enemigos y la creación de una comunidad

pacífica entre ellos en la que los mecanismos no

violentos de resolución de conflictos se han conver­

tido en norma indiscutible. Por ello, para Alemania la

estrecha cooperación con Francia es condición sine

qua non para preservar esta comunidad pacífica.

3. Mantener la cohesión transatlántica

Europa y EEUU son simultáneamente socios y competidores. Una integración económica y política

de la CE que permita a una Europa más fuerte hablar

con una sola voz a su antiguo socio mayoritario

podría aumentar la tensión entre ellos. Así, la reac­

ción alérgica de la Administración Bush a lo que veía

como intentos por parte de algunos miembros de la CEde minar la OTAN (Organización del Tratado del

Atlántico Norte) en favor de una organización sepa­

rada de defensa demostró la reluctancia de Washing­ton a aceptar compartir el poder como el reverso de

una mayor participación europea en la carga presu­

puestaria.

Con todo, Europa y EEUU comparten estrechos

vínculos económicos y, como centros industrializados

ricos, tienen una responsabilidad común en el desa­rrollo global. También tienen raíces culturales comu­

nes y comparten la experiencia de más de cuatro

décadas de una asociación de seguridad en la OTAN.

Por lo que respecta al futuro de la OTAN, la

desaparición de la confrontación Este-Oeste ha dis­minuido en mucho la importancia de la Alianza, pero no la convierte en obsoleta. En primer lugar, la

OTAN continúa siendo el mejor medio para coordi­nar la política occidental que pretende construir una

seguridad común en Europa a través del desarme y la

reestructuración defensiva de las fuerzas residuales. Segundo, la necesidad de un contrapeso militar vis-a­

vis de Rusia no se desvanecerá completamente hasta que las reformas internas hayan creado una sólida confianza sobre sus intenciones pacifistas. Tercero, la OTAN ofrece un marco adecuado tanto para fijar

el poder militar alemán, como para mantener una presencia militar estadounidense en Europa. Al satis­facer estas funciones, la Alianza no sólo sirve a los intereses de sus miembros; a falta de organismos

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paneuropeos fiables, la OTAN, como única organi­

zación de seguridad que funciona, también puede

ayudar a la estabilización de las democracias

poscomunistas que buscan asociarse tan estrecha­

mente como sea posible a las instituciones occidenta­

les.

Por todas estas razones, Alemania ha continua­

do siendo un ferviente defensor de la cohesión

transatlántica y de una OT A reformada como la

principal institución vinculante entre EEUU y Euro­

pa. Al hacerlo, el Gobierno Kohl estaba además

motivado por un sentimiento de gratitud hacia la

Administración Bush por su sólido apoyo a la unifi­

cación alemana y por haber elevado a Alemania al

esta tus de socio en e/liderazgo. 4. Estabilizar la Europa poscomunista

Como ya se ha dicho anteriormente, de una

forma o de otra las evoluciones más allá de sus

fronteras orientales afectarán más a Alemania que a

la mayoría de países eurooccidentales. Con todo, el

interés y preocupación alemanes no sólo se basan en

su localización central y su fuerza económica. Como

instigadores de la 11 Guerra Mundial y la consiguien­

te subyugación comunista de pueblos no soviéticos,

los alemanes sienten una especial responsabilidad en

el futuro de sus vecinos orientales. Además, como en

el caso de EEUU, la política de Bonn está motivada

también por un sentimiento de gratitud hacia el

liderazgo soviético/ruso por tolerar la caída de los

regímenes comunistas en su antigua esfera de influen­cia y permitir así la unificación alemana. Además de

todo ello, Alemania tiene un gran interés en conseguir

la completa retirada de las tropas soviéticas del

territorio de la antigua Alemania Oriental no más tarde de 1994.

Por consiguiente, Bonn ha sido el principal proveedor de ayuda occidental a los países ex comu­

nistas. El valor total de la ayuda a la Comunidad de

Estados Independientes (CEI) se sitúa actualmente en

139.000 millones de marcos alemanes, de los cuales

Alemania ha donado más de150% (73.300 millones). Sin embargo, el Gobierno alemán ha afirmado en

repetidas ocasiones que sus contribuciones han al­canzado un límite superior. Al mismo tiempo, en Alemania como en todas partes, la renuencia a donar ayuda financiera adicional también ha aumentado

por el temor de que muchos Estados poscomunistas no hayan creado aún las condiciones necesarias para absorberla de manera eficiente.

De hecho, la transferencia de conocimientos empresariales, administrativos y técnicos parece ser

L A N UEVA A LEMANIA y SU PAPEL EXTERNO

al menos igual de importante. La apertura de los

mercados de la CE para productos como alimentos,

textiles y acero respaldaría aún más la transición a

economías de mercado en los Estados poscomunistas.

En este aspecto, la posición de Bonn ha sido muy

favorable pero ha sido incapaz de superar las resis­

tencias (especialmente francesas) dentro de la CE a

una reducción significativa y ptonta de las barreras a

la importación.

5. Promover la cooperación paneuropea

Alemania era uno de los principales beneficia­

rios de la cooperación paneuropea mientras la CSCE

(Conferencia de Seguridad y Cooperación en Euro­

pa) constituyó un elemento básico de la política de

distensión durante la Guerra Fría. La CSCE también

facilitó la transición pacífica desde la confrontación

de bloques a la cooperación, lo que a su vez hizo

posible la unificación alemana.

Con todo, el activo papel de Alemania en pro­

mover la extensión de la autoridad de la CSCE para

establecer y reforzar reglas de comportamiento

interestatal e intraestatal tiene otros motivos tam­bién. Tras la Il Guerra Mundial, Alemania Occiden­

tal fue integrada en estructuras multilaterales como

la OTAN y la CE con el objetivo de restringir su

independencia nacional. Como resultado, la política

exterior alemana desarrolló una fuerte actitud

internacionalista y civil, es decir, un énfasis en los enfoques no militares y multilaterales en la regula­

ción de conflictos. Aunque el fin de la Guerra Fría

aflojó algunos de los constreñimientos externos del campo de maniobra de Alemania, la política de Bonn

respecto de la CSCE demuestra que esta experiencia continúa determinando la política exterior de Bonn.

Estos cinco objetivos políticos principales tie­

nen un común denominador que podría calificarse como el metaobjetivo de la política exterior alemana.

En diferentes grados, todos están pensados para

disipar los persistentes temores sobre el rumbo futu­

ro del gigante sin cadenas en el centro de Europa. Aunque alguna vez el Gobierno Kohl hizo ostenta­

ción de una mayor sensibilidad hacia esos temores,

por encima de todo su política de integración comu­nitaria acelerada y firme compromiso con una estre­cha cooperación franco-germana, estaba muy moti­

vada por este metaobjetivo. La preocupación de Alemania por estos cinco

objetivos básicos y un metaobjetivo limita inevitable­mente su disposición y su capacidad para afrontar problemas como estrechar la brecha entre el norte rico y el sur pobre o revocar la degradación

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LA N UEVA EUROPA

medioambiental. En el último frente, el Gobierno

jugó un papel activo y relativamente progresista en la

Cumbre de la Tierra de Río en junio de 1992, como

lo ha hecho desde hace años dentro de la CE, mos­

trando una elevada concienciación del pueblo ale­

mán sobre los efectos perjudiciales de la forma de

vida y modo de producción del mundo desarrollado

sobre el medio ambiente. Con todo, el Gobierno aún

tiene que demostrar un esfuerzo más enérgico para

alcanzar objetivos tan ambiciosos como una reduc­

ción de125% de las emisiones de dióxido de carbono

antes del año 2005.

Existe un consenso interpartidista sobre las

citadas directrices y objetivos de la política exterior

alemana. El único tema en que el desacuerdo es

grande se refiere al papel militar internacional de la

Alemania unida más allá de la defensa del país y la

Alianza Atlántica. Hay controversia dentro de la

oposición socialdemócrata sobre su postura de sólo

cascos azules, pero incluso los partidarios de la par­

ticipación alemana en operaciones de combate quieren

limitarla a operaciones bajo mando y control de la

ONU. El socio liberal de la coalición gubernamental

el Partido Democrático Liberal (FDP) también per­

mitiría compromisos similares al de la Guerra del

Golfo, es decir, el despliegue de fuerzas armadas no

bajo el mando sino con la autorización de la ONU.

Aunque también señalando que el Bundeswehr

(Ejército Federal de Alemania) siempre debería ac­

tuar como parte de una coalición multilateral, los

conservadores piden aún más libertad y rechazan

cualquier vínculo condicional con el mando o auto­

rización de la ONU. Además, las encuestas de opi­

nión reflejan que la mayoría de los alemanes aún

rechazan un compromiso alemán en actividades que

vayan más allá del mantenimiento de la paz. A la luz

de esto, la superación del desacuerdo interpartidista

será a la vez difícil y necesario ya que será política-

242

mente imposible poner en peligro las vidas de los

soldados alemanes sin un consenso interpartidista y

público.

La cuestión del futuro papel militar de Alema­

nia también refleja los conflictos potenciales entre

sus objetivos de política exterior. Así, en mayo de

1992 el canciller Kohl y el presidente Mitterrand

acordaron el establecimiento de una fuerza militar

conjunta (llamada Euro-Corps) para dotar a una

futura Unión Europea con la capacidad de una acción

militar independiente. El proyecto, lanzado por los

franceses, puso a Alemania en una posición difícil

frente a Washington, que lo interpretó como un

intento francés de minar la OTAN. De forma similar,

incluso a riesgo de levantar críticas estadounidenses,

Bonn ha dudado en ejercer fuertes presiones sobre

París para que abra el camino a un acuerdo del GATT

(Acuerdo General de Aranceles y Comercio). Y la

profundización de la CE puede ser contraria al objetivo

de estabilizar los Estados poscomunistas ya que

podría generar más obstáculos a su adhesión a la CE

y absorber recursos adicionales para objetivos internos

(como el Fondo de Cohesión).

Unos recursos e influencia limitados, así como

las expectativas internacionales y las idiosincrasias

descritas más arriba, convierten estos conflictos en

inevitables. Además, como tantos otros Estados, la

nueva Alemania unida aún está buscando sulugaren

el mundo de la posguerra fría. Trabada por su divi­

sión, vulnerabilidad y los límites a su soberanía,

Alemanía solía ser calificada de gigante económico

y enano político. Esos a veces fastidiosos pero nor­

malmente agradables tiempos se han acabado. Ale­

mania no puede sino jugar un mayor papel en la arena

internacional. Dado su pasado y su poder, sin em­

bargo, Alemania tiene todavía un largo y difícil

camino que recorrer hasta que los demás lo conside­

ren un Estado normal.