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Explicación y comprensión de la Historia Por muchos hechos del pasado que se quieran contar, jamás se podrán contar todos. La historia erudita, en definitiva, es una reducción de la historia, y una reproducción de la ideología dominante. Esto implica, también, una toma de posición ante los hechos del pasado que deben ser contados. Además, el mayor número de fuentes las conserva el poder y las clases dominantes, y estos conservan los documentos que le interesan. Por eso, el historiador debe intentar comprender cómo era la sociedad del pasado cuando esta era presente. Para los positivistas, la Historia no deja de ser una acumulación de documentos, en los que toda interpretación no haría más que falsearla. Pero esta visión de la Historia está totalmente superada. Los hechos que conocemos se encuentran incardinados, y se relacionan entre sí formando estructuras que explican e identifican una época. No sólo es necesario fijar los hechos, sino que hay que buscar las causas, las consecuencias, la relación con otros hechos de la época (anteriores y posteriores), y hay que interpretarlos, pero sin recurrir a la noción científica de causa efecto, automáticamente. En toda causa están todos los elementos del efecto, pero hay más, y no tiene porqué pertenecer a la misma escala. Una cosa es responder a la pregunta ¿porqué ocurrieron los hechos?, y otra justificarlos por tener unas causas que inevitablemente dan unos efectos. La historia no es causal. Frecuentemente, quien busca causas y efectos tiene una concepción finalista de la historia que, al fin, justificaría el estado actual de las cosas. La Historia no siempre ha sido un saber científico. Hasta el siglo XIX fue un saber enciclopédico y precientífico, como muchas otras ciencias.

Explicación y comprensión de la Historia

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Explicación y comprensión de la Historia     Por muchos hechos del pasado que se quieran contar, jamás se podrán contar todos. La historia erudita, en definitiva, es una reducción de la historia, y una reproducción de la ideología dominante. Esto implica, también, una toma de posición ante los hechos del pasado que deben ser contados. Además, el mayor número de fuentes las conserva el poder y las clases dominantes, y estos conservan los documentos que le interesan. Por eso, el historiador debe intentar comprender cómo era la sociedad del pasado cuando esta era presente.

     Para los positivistas, la Historia no deja de ser una acumulación de documentos, en los que toda interpretación no haría más que falsearla. Pero esta visión de la Historia está totalmente superada.

     Los hechos que conocemos se encuentran incardinados, y se relacionan entre sí formando estructuras que explican e identifican una época. No sólo es necesario fijar los hechos, sino que hay que buscar las causas, las consecuencias, la relación con otros hechos de la época (anteriores y posteriores), y hay que interpretarlos, pero sin recurrir a la noción científica de causa efecto, automáticamente. En toda causa están todos los elementos del efecto, pero hay más, y no tiene porqué pertenecer a la misma escala. Una cosa es responder a la pregunta ¿porqué ocurrieron los hechos?, y otra justificarlos por tener unas causas que inevitablemente dan unos efectos. La historia no es causal. Frecuentemente, quien busca causas y efectos tiene una concepción finalista de la historia que, al fin, justificaría el estado actual de las cosas.

     La Historia no siempre ha sido un saber científico. Hasta el siglo XIX fue un saber enciclopédico y precientífico, como muchas otras ciencias.

     «La explicación en Historia es el descubrimiento, la aprehensión, el análisis de los mil vínculos que, de forma inextricable, unen entre sí las múltiples facetas de la realidad humana, que ligan cada fenómeno a los fenómenos vecinos, y cada estado a sus antecedentes inmediatos o lejanos, y también a sus consiguientes» (Marrou ).

     Este tipo de conocimiento difiere mucho del dato, ya que se fundamenta en la comprensión y la interpretación de los hechos. No debemos caer en el reduccionismo unitario, la realidad es muy compleja. Cada época hace la Historia sobre los temas que le interesan, que no tienen porque ser los temas que nos preocupan en la actualidad, la Historia puede cambiar. Los hechos de la Historia varían según la corriente de pensamiento o la escuela que los formule, y hay muchas escuelas historiográficas, unas que pretenden justificar la situación actual de distribución del poder y otras ser más críticas.

     Un tema recurrente es el de la objetividad, y si un historiador debe dejarse influir por los hechos que le son más simpáticos. Tenemos que, el hecho de elegir un acontecimiento puede ser un acto subjetivo. Pero creer que un acontecimiento es objetivo en sí, termina transmitiendo la ideología dominante, mientras que el que es consciente de

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su ideología puede imponer las conclusiones de la metodología a sus juicios previos. Pero una cosa es utilizar la ideología, y otra muy distinta juzgar los hechos desde esa ideología. Quien juzga los hechos no hace Historia sino proselitismo.

     Que los hechos de la historia se interpreten desde la ideología del historiador no quiere decir que su interpretación sea arbitraria. Los historiadores aplican un método, que les puede llevar a unas conclusiones que pueden ser inesperadas para ellos. Primero formulan una hipótesis de trabajo, luego recopilan fuentes y las someten a crítica, y a la luz de ellas sacan sus conclusiones, verificando o rechazando la hipótesis, para luego divulgar los resultados.

     Para la explicación y la visión de una época es indispensable, e inseparable, la ideología de historiador. La ideología es una visón del mundo que nos ayuda aseleccionar los hechos que nos interesan, aunque también es cierto que la teoría se elabora a partir de los datos seleccionados con objetividad. Existe el peligro de no tener en cuenta aquello que se ha decidido dejar de lado, pero que existe. La explicación histórica no debe salir de los límites que la ideología y las fuentes recogidas tienen. No se puede explicar el arte con documentos económicos, aunque marquen la época.

     La verdad en la Historia no es geométrica ni unitaria, ya que no lo es la realidad. Las explicaciones deben hacer comprender cómo era la época y explicarla, pero la verdad es parcial.

     En Historia, la verdad objetiva no está en saber si un hecho es cierto, sino en descubrir y determinar cuál es la auténtica naturaleza del hecho, hasta comprender las verdaderas relaciones entre la sociedad y las cosas.

     La forma de expresión de la Historia es la palabra, fundamentalmente escrita, el libro, pero no necesariamente como literatura. De hecho, hacer de la explicación literatura perjudica el análisis, lo que no quiere decir que no deban estar bien escritos, y de forma amena.

     En definitiva, la Historia sirve para conocer cómo funciona nuestra sociedad, cómo ha funcionado en el pasado, qué soluciones se dieron y cuáles fueron sus consecuencias, y también para satisfacer la curiosidad humana. La memoria nos permite progresar como seres humanos, en sociedad y acumulando cultura. La Historia es un instrumento de análisis del mundo, de nuestro mundo de hoy.

Extraído de http://www.pastranec.net/historia/epistemo/explicar.htm

 XI: EXPLICACIÓN Y COMPRENSIÓN

Autor: Anónimo

Bibliografía: Resumen del libro de R. Aron:"Lecciones sobre la historia"

Se planteo la necesidad de una relación entre los acontecimientos y se elaboraron y discutieron dos modelos de relación:

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MODELO HEMPEL — Solo hay explicación científica en la medida en que la relación entre los acontecimientos singulares puede deducirse de una proposición general. La explicación histórica solo es científica si se basa en un postulado deductivo

MODELO DRAY (racional) — Un acontecimiento es explicado, hecho inteligible, cuando se logra captar el  objetivo previsto por el actor, y se explica el medio elegido en función del objetivo previsto.

1) La búsqueda de la relación entre los acontecimientos, solo es legítima en la medida en que se tiene presente que los acontecimientos que se quiere explicar no son los acontecimientos tal como ocurrieron, ni tal como se vivieron, sino los acontecimiento construidos por el historiador. La historia pensada o narrada por el historiador no es un reflejo o reproducción de la batalla vivida; es una reconstrucción o una reconstitución., pero no el reflejo de lo que ocurrió.2) Esta reconstrucción supone necesariamente la intervención de conceptos: Ejemplo: "la guerra del Peloponeso". Son los historiadores los que crean tal unidad como "guerra". No existe diferencia esencial entre el acontecimiento y el conjunto. Las unidades históricas no son atómicas, sino conjuntos, y la construcción de conjuntos que se presupone en la reflexión analítica acerca de las conexiones es un elemento, y un elemento fundamental de la reconstitución de la historia humana por el historiador.

La distinción entre el microacontecimiento y macroacontecimiento es una distinción relativa. Ver ejemplo Pág. 138. No existe diferencia esencial entre lo micro y lo macro, entre el acontecimiento y el conjunto. Todo relato histórico nos presenta una serie de conjuntos. La distinción entre el acontecimiento y el conjunto es muy relativa lo micro se inserta, se integra en un macro, sin que se pueda encontrar nunca ni el átomo ni el todo.

a. El microacontecimiento no es el fenómeno en bruto y no existe necesariamente más empirismo si se comienza por el microacontecimiento y no a partir de un conjunto más extenso

b. Si partimos del microacontecimiento y si buscamos sus relaciones con sus antecedentes procedemos de manera más modesta que cuando nos esforzamos en comenzar por la captación de conjuntos tan desmesurados como un modo de producción.

El acontecimiento se ubica dentro de un sistema, cuando hay narración es necesario que haya una entidad de la que nos esforcemos en captar a la vez su devenir y su continuidad. (¿Cuándo comienza la historia de Francia? Cuestión que es legitimo plantear)

La idea de Hempel es que si consideramos dos acontecimiento singulares, se ha explicado el acontecimiento B si podemos descubrir una ley general según la cual cada vez que ocurre A, es su resultado B, y si luego podemos, mediante juicios basados en los hechos singulares, descubrir que el acontecimiento A se había dado antes que el acontecimiento B que queríamos explicar.

La idea de Dray es lo que se denomina una explicación teleológica o racional o también se la llama el  silogismo práctico que se formula: A quiere logra el objetivo X; A se encuentra en la situación en que el medio para lograr el objetivo x es ladecisión y. Por lo tanto, toma la decisión. Es decir el actor que apunta hacia determinado objetivo se encuentra en cierta situación, en la que el medio que se le presenta es tal o tal otro; por tanto, opta por el medio que se le presenta por que es el que conduce hacia el objetivo que se pretende.

¿Cual es el motivo de que esta discusión hay ocupado tanto lugar?:

1. Si el modelo de Hempel es válido, la consecuencia sería que el conocimiento histórico no difiere en naturaleza del conocimiento natural. No existiría diferencia esencial entre el conocimiento del hombre por el hombre y el conocimiento de la naturaleza por el hombre. Quieren demostrar la naturaleza fundamentalmente homogénea de toda explicación científica. Los que se oponen quieren recuperar la concepción hermenéutica o fenomenológica de la historia, en demostrar que el conocimiento de la historia humana difiere en naturaleza del conocimiento de la naturaleza.

2. El modelo Dray reintroduce manifiestamente la comprensión, que constituye la noción central. Esto lo emparenté con Weber y su teoría de la explicación mediante la racionalidad de la decisión ante un objetivo dado.

En este diálogo Hempel-Dray se pueden observar muchas posiciones posibles:

a. Los historiadores escriben la historia con más frecuencia conforme al modelo Dray. Pero se equivocan pues creen que están explicando algo, cuando no. El modelo teleológico no es una explicación en el sentido científico del término.

b. Se puede sostener que los historiadores a menudo explican según el modelo Dray pero de ello resulta que la historia no es una ciencia

c. El modelo Dray se aplica a ciertas fracciones del conocimiento histórico pero no constituye una explicación suficiente y hay que tratar de buscar, las proposiciones generales, y utilizarlas para completar las explicaciones de tipo teleológico conexplicaciones de tipo deductivo.

Podemos decir que no tenemos una sino varias proposiciones generales, que no tenemos un antecedente, sino un gran número de antecedente, y que no tenemos, por tanto un determinismo riguroso entre los antecedente y el acontecimiento a explicar, sino simplemente una probabilidad más o menos grande.

Lo que explica una decisión no es que sea racional en función de determinado objetivo, sino que el individuo que toma esa decisión sea tal que el hecho de que se conduzca racionalmente es normal. En otras palabras, lo que quieren es que aun

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en el caso de una decisión racional, la personalidad del actor sea la que constituya laproposición general, de la que deducirán la proposición particular.

Las proposiciones generales que podemos utilizar para dar cuenta de un acontecimiento constituido por la decisión particular de un actor pueden ser de dos tipos:

Puede tratarse de proposiciones macropolíticas relativas al sistema; Si estamos en presencia de un sistema bipolar. Podemos decir que cada uno de los grandes se esforzará en limitar la expansión del otro, y que las decisiones particulares de los Estados Unidos y de la Unión Soviética se vuelven inteligibles en función de las proposiciones generales relativas al modo de funcionamiento de un sistema bipolar. Es un primer tipo de generalidad, constituido por las proposiciones generales relativas alconjunto en el que se inserta la conducta del actor que consideremos.

Pero también existe otro tipo de proposiciones generales, las que definen el carácter del actor. En esta perspectiva, se dirá que lo que explica la conducta del actor en una circunstancia particular es esencialmente lo que es tal actor. En el caso de la decisión hitleriana, se dirá que como Hitler un hombre de ambiciones ilimitadas, animado por una pasión anticomunista, debía inevitablemente tomar la decisión que tomó, tratar de destruir a la unión soviética antes de la participación estadounidense en la guerra.

Los elementos que contribuyen a atenuar el modelo Hempel son: Pluralidad de proposiciones llamadas generales, proposiciones que son menos leyes que generalidades más o menos vagas, indeterminación de las circunstancias en las que va a originarse el acontecimiento o en las que se originó, proposiciones probabilistas, proposiciones disposicionales. El punto de convergencia de todas estas presiones es la fórmula que emplea Hempel y que ha llegado a ser clásica: la explicación histórica no es conforme al modelo puro inicialmente expuesto sino que constituye un esquema de explicación.

EXPLICACION HISTÓRICA Y COMPRENSIÓN

El modelo Hempel lleva inherentes tres clases de dificultades.

1. ¿Cuales son las generalidades de que disponen los historiadores para explicar los acontecimientos? ¿Cuáles son las regularidades o las proposiciones generales de las que se puede deducir la conexión singular? A partir de aquí los analistas plantean toda una serie de cuestiones ¿se trata de leyes o simplemente de regularidades empíricas? De proposiciones generales todos los cuervos son negros". Son cuestiones de tipo lógico

2. El segundo tipo es el problema Hume o Stuart Mill: Las causas son otra cosa que los antecedentes. Entre este tipo de causas antecedentes hay que distinguir las causas contributivas (las causas que son uno de los antecedentes necesarios para la producción del acontecimiento considerado y las causas suficientes. La causa ¿es simplemente el antecedente regular o el conjunto de los antecedentes? ¿Hay que elegir un antecedente entre todos y considerarlo la causa por excelencia?

3. La dificultad resulta de la confrontación entre el modelo de consecución regular o necesaria y el modelo de la racionalidad de la relación entre la situación y la acción. En un caso el modelo es el siguiente: dados los antecedentes, el acontecimiento era necesario, y tan sólo puedo deducir esta necesidad de la conexión singular a condición de deducirla de una o varias proposiciones generales. En cambio, si considero cierta situación y digo que la acción del agente era racional, que había una racionalidad de la relación entre la situación y la acción, tendrán un modelo de explicación mediante laracionalidad del agente, que es distinta en la naturaleza del modelo científico.

¿Hay en los conocimientos en cuanto al hombre rasgos específicos que se relacionan con la intencionalidad de los agentes que se desea comprender o explicar?

Ejemplo: ver. La explicación de una conducta por las intenciones del agente permite comprender su conducta sin que por ello se descubra que podía haber actuado de otra manera. Siempre se descubre que hubiera podido actuar de otra manera.

¿Se llega así a lo que los lógicos llaman un silogismo práctico?: Ejemplo de silogismo practico en el caso de la decisión de Bismark.

En lo que respecta Dray esta clase de explicación puede basarse en "principios de acción" más que en leyes generales. Demostrar que una acción era la cosa apropiada o racional que había que hacer en determinadas circunstancias no es un medio para explicar por qué, en realidad, esa cosa se hizo. Indicar que la que laacción era racional o que estaba adaptada no equivale a explicar la conducta.

Explicar una conducta singular es volver a descubrir la relación entre la situación, los objetivos previstos por el actor y los medios elegidos

Hay tres referencias posibles para elegir entre esos dos modelos

La referencia a la práctica de los historiadores y a la idea que ellos mismos tienen de lo que hacen; Entonces nos inclinaremos por el modelo de la inteligibilidad singular y específica.

La referencia al postulado según el cual un modelo y solo uno, es el lógicamente válido y el que nos da una explicación auténtica; si pensamos que una explicación es lógicamente válida tan sólo en la medida en que la conexión singular se deduce de unaproposición general, por más que el historiador diga que no utiliza proposiciones generales, el lógico podrá responderle:

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o bien utilizan ustedes proposiciones generales sin saberlo o bien si no la utilizan no constituye una explicación. A favor del modelo Hempel.

La referencia metafísica; saber que explicar la conducta humana por la intencionalidad de los actores equivale a sugerir que el conocimiento de un objeto humano es diferente del conocimiento de un objeto natural. Es sugerir que la conducta humana habría podido ser diferente de lo que fue en realidad.

Por qué el modelo Hempel parece no ser satisfactorio: Lo que origina el interés de un relato histórico es demostrar que en cada instante, las cosas habrían podido suceder de diferente manera. Desear subsumir una relación singular o una decisión de un individuo bajo una proposición general es una acción ficticia, porque nunca encontraremos una proposición general de la que se pueda deducir la necesidad de esta decisión tomada en función de la  situación y de la intencionalidad del agente.

La explicación de una decisión singular del estadista Bismarck no consiste en buscar proposiciones generales o disposicionales sobre el hombre Bismarck, sino en profundizar la concepción que el estadista Bismarck se forjaba del mundo en el que vivía, de los medios que consideraba legítimo emplear, de los objetivos que deseaba lograr. Y es a partir de esta profundización en la personalidad política de B. y del mundo histórico visto por el, como la decisión tomada en un momento dado llega almáximo de inteligibilidad pero no a la necesidad, en el sentido en que retrospectivamente podría decir que el no habría podido tomar otra decisión. Se llega así a la racionalidad final de Weber. Es raro llegar a demostrar que el medio elegido o la decisión tomada fueran los únicos posibles, y por consiguiente que rara vez se llega a demostrar la necesidad. Incluso en el plano de la racionalidad no tan solo encontramos relaciones inteligibles.

No existe ninguna evidencia para recuperar la manera en que los actores eligieron su destino (archivos documentos y testimonios) y pretendo que para entender bien una conducta como la Bismarck no se puede hacer otra cosa que reconstituir su universo y captar la inteligibilidad de su conducta. Wright opta por el modelo Dray modificado que implica la aceptación de una versión analítica de la noción alemana de Verstehen o comprensión. El nudo de la explicación ya no es la deducibilidad de la relación singular; sino su inteligibilidad. De ello no resulta que captemos intuitivamente lo que ocurrió en la conciencia del actor; esa sería una teoría falsa de la comprensión. La teoría de la interpretación que acabo de esbozar no implica una participación del la conciencia del interprete en la del actor. La teoría de la interpretación solo es valida en la medida en que hayamos explorado el mundo del actor, lo que era el actor mismo, lo que él quería.

X. COMPRENSIÓN Y NARRACIÓN

Los lógicos formulan contra lo que llaman la teoría de la comprensión cierto número de objeciones. La primera es que la comprensión representa cuando mucho un proceso heurístico, un medio de encontrar, que puede prestar ciertos servicios, pero que presenta un carácter psicológico y que por consiguiente, no tiene valor lógico. Ejemplo Clausewitz. Este ejemplo está destinado sólo a demostrar que entre la reconstitución de la lógica de una conducta- lo cual, a mi parecer, es lo esencial de lo que se llama comprensión- y la participación afectiva en una experiencia vivida o en una personalidad, hay una diferencia fundamental

Una de las objeciones que se formulan en contra de la teoría de la comprensión es que las relaciones comprensivas son simplemente una hipótesis que exige confirmación, verificación.

Max Weber tenía la idea de que en las ciencias humanas no nos contentamos con establecer consecuciones regulares entre los antecedentes y los consecuentes, sino que el objetivo del conocimiento es siempre llegar a captar algo más, es decir la inteligibilidad intrínseca del nexo entre antecedente y consecuente; inteligibilidad que deriva de la naturaleza humana del objeto estudiado. El tema fundamental es: existe una inteligibilidad propia de las conductas humanas que permite interpretar o explicar el estado singular sin deducirlo de una proposición general, o más aún que permite a la interpretación del caso singular tener una probabilidad superior a la proposición general de la que se pretende deducirla.

Hay tres tipos distintos de inteligibilidad:

1. La comprensión psicoanalítica2. La comprensión bautizado como hermenéutica3. La comprensión que se refiere a la relación medio-fin en función del conocimiento de la situación que tiene el actor que

consideramos: la lógica de la situación. Uno de los procedimientos que adoptan los historiadores consiste en volver a encontrar la lógica de una situación pensada por el actor, y que a partir de esta lógica de la situación es posible comprender la decisión tomada, redescubrir la inteligibilidad intrínseca del nexo entre la situación tal como la percibía el actor y la decisión que tomó.

Unos de los temas de discusión al que son muy afectos los anglo estadounidenses es saber en qué medida 1) logramos comprender a los hombres de las sociedades arcaicas y 2) tenemos derecho a aplicar a esos hombres nuestras propias categorías lógicas.

Se plantea la cuestión de saber hasta donde llega la comprensión. Porque aun si esta comprensión, no es una participación afectiva, supone la posibilidad de reconstituir la lógica de las situaciones vistas por los actores. Ahora bien, si la lógica de la situación percibida por estos últimos es radicalmente ajena a nuestra propia lógica, probablemente hay un abismo infranqueable para la comprensión. Este problema que plantea la comprensión de los arcaicos es el de la unidad de la naturaleza humana, el de la unidad del espíritu humano

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Pasaré a ocuparme de lo que establecí como segundo tema de esta lección: la teoría del relato o de la narración tal como se encuentra en el libro de Gallie, "la filosofía y la comprensión histórica". Intenta hacer una refutación de aquellos filósofos que elaboraron una crítica trascendental del conocimiento históricos Dilthey, Simmel, Rickert y Weber. Gallie sostiene que lo que constituye la originalidad del conocimiento histórico con respecto a las ciencias de la naturaleza y lo que hay que explicar es lo que llama la narrativa y que llamare narración o relato. El relato se ha vuelto uno de los temas esenciales de reflexión para los analistas anglo estadounidenses sin que importe cualquiera que sea su tendencia. Habían comenzado a considerar tema fundamental la conexión singular, es decir, la relación entre un acontecimiento y lo que le precedió como objeto de reflexión sobre la explicación, pasaron en seguida a ocuparse de la secuencia de los acontecimientos, y consideraron que una filosofía analítica de la historia no solo debía explicar la conexión entre dos acontecimientos, sino que debía intentar seguir su sucesión en el tiempo; pues esta sucesión proporcionaba por si misma un elemento de interpretación. Y es cierto que si se considera la historia en el sentido estricto del término el relato es una de las principales formas de conocimiento histórico.

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Última actualización: Mayo 2006 

Página alojada en Filosofía.tk

Extraído de http://www.filosofia.tk/soloapuntes/quinto/fhis/t11fhis.htm

Prismasversión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.16 no.2 Bernal dic. 2012 

ARGUMENTOS

 

La explicación histórica: reflexiones sobre los límites de la contextualización*

 

Martin Jay

University of California at Berkeley

 

Los intelectuales son personas que producen ideas descontextualizadasRandall Collins1

Para los historiadores intelectuales no ha habido defensa más potente de la explicación contextual que la elaborada una generación atrás por Quentin Skinner, J. G. A. Pocock y sus colegas en la denominada Escuela de Cambridge de historia intelectual.2 Apuntando al presentismo anacrónico que alentó a los historiadores a designar a pensadores del pasado como precursores de movimientos posteriores que aún no tenían existencia autoconsciente, Skinner los urgió a situar a intelectuales y textos en sus contextos inmediatos de generación y recepción. Refutando la falacia de atribuir una esencia atemporal a conceptos o ideas que emergieron en circunstancias históricas particulares, alertó contra la tendencia a aislar palabras clave -incluso las más perennes, como las rastreadas por Raymond Williams- de las cambiantes constelaciones discursivas en las que estaban situadas.3 Abominando de la búsqueda de un pasado utilizable que pudiera ser relevante para los

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asuntos del presente, exhortó a los historiadores a honrar la radical otredad del pasado.Según Skinner, era crucial recuperar la matriz original de las convenciones y los supuestos de los que había emergido y en los que se insertaba un texto. La intención del autor no podía entenderse sólo a partir de las palabras incluidas en el texto -lo que los teóricos del acto de habla llamaron su significado locucionario-, sino que sólo era recuperable si también se captaba su fuerza performativa. Es decir que, según esta perspectiva, los textos hacían algo: no se limitaban a describir el mundo ni a expresar las ideas de sus autores, sino que tenían un efecto en el mundo. Los textos eran actos comunicativos que dependían de las convenciones y los usos de su época para ser eficaces. Contenían argumentos con la intención de persuadir, y no sólo proposiciones sobre el mundo o expresiones de los estados anímicos interiores. Si lograban o no su cometido -su efecto perlocucionario- era otra cuestión. Así, a menos que apreciáramos lo que un autor como Hobbes o Locke, por ejemplo, había intentado lograr con su intervención en el discurso de su época, estaríamos en peligro de perder el verdadero contenido histórico de sus esfuerzos. En otras palabras, todo texto debía ser comprendido de manera finita, aunque holística, como respuesta a preguntas que en su tiempo no habían recibido respuesta o cuya respuesta había sido insatisfactoria, y no como contribución a una conversación eterna por fuera de todo contexto histórico.Aunque un texto podía contener un excedente de significado que trascendiera la intención del autor -algo que Skinner estaba dispuesto a conceder-,4 el punto de partida históricamente productivo debía ser la intencionalidad autoral entendida como inserta en un particular campo de fuerzas de relaciones discursivas. El contextualismo radical, tan terrible cuco para los filósofos empeñados en evitar el relativismo y defender verdades trascendentales, no era entonces un problema para los historiadores dedicados a relatar historias particulares y contingentes del pasado.5 Siguiendo el ejemplo de antropólogos como Clifford Geertz, con su célebre exhortación a interpretar las densas redes del significado relativamente coherente que llamamoscultura, los historiadores debían abocarse a encontrar el sentido de los hechos, acciones, ideas y acontecimientos que en primera instancia parecían aislados en el horizonte de relaciones donde se situaron. Cuanto más saturado el contexto -cuanto más densa la descripción, en la frase de Gilbert Ryle que Geertz hizo célebre-, más rica la retribución explicativa e interpretativa.6

Aunque no le faltaron críticos -y pronto repasaremos algunas de sus objeciones-, las instrucciones generales de Skinner en aras de la contextualización como principal modus operandi del historiador han sido muy influyentes, y no sólo entre los historiadores de las ideas. Así, para tomar un ejemplo, el historiador social William Sewell (h), en su reciente Logics of History, afirma que los historiadores deben tomar en serio la heterogeneidad del tiempo, respetando las diferencias que separan los períodos, y agrega:

la heterogeneidad temporal también implica que comprender o explicar las prácticas sociales requiere contextualización histórica. No podemos saber qué significa un acto o una declaración, y cuáles podrían ser sus consecuencias, si no conocemos la semántica, las tecnologías, las convenciones -en resumen, la lógica- que caracterizan al mundo en el que tiene lugar la acción. Los historiadores no suelen subsumir las cosas a una ley general o "abarcadora", sino que las explican relacionándolas con su contexto.7

O bien, para tomar otro ejemplo típico, John Lewis Gaddis escribe en El paisaje de la historia que

las causas siempre tienen contextos, y para entender las primeras debemos entender los segundos. En efecto, me atrevería a definir la palabra "contexto" como la relación de dependencia entre las causas suficientes y las causas necesarias; o bien, en palabras de Bloch, de lo excepcional con respecto a lo general. Puesto que si bien el contexto no causa directamente lo que ocurre, no cabe duda de que puede determinar las consecuencias.8

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Ahora bien, el significado de "relacionar" una idea, una práctica o un acontecimiento con su contexto de ningún modo es evidente por sí mismo, y tampoco lo es la afirmación de que las excepciones "dependen" de condiciones generales. De ahí que haya surgido una serie de objeciones a la excesiva confianza en la contextualización como método privilegiado de la indagación histórica, entendida como algo que trasciende la esfera de la historia intelectual en sentido estricto. En primer lugar, quienes aducen que los supuestos contextos sólo pueden recuperarse mediante los residuos textuales del pasado dudan de que los historiadores estén en condiciones de reconstruir de manera confiable el contexto pasado que servirá de fundamento explicativo para sus narrativas.9 El intento, señalan, resulta en una inevitable circularidad entre textos y contextos que impide a los segundos pasar a ser el factor determinante previo. En otras palabras, quizá no seamos capaces de entender un texto o documento sin contextualizarlo, pero los propios contextos sólo se preservan en residuos textuales o documentales, aun cuando incluyamos entre estos últimos los vestigios del pasado que no son lingüísticos. Y es preciso interpretar esos textos en el presente para establecer el supuesto contexto pasado que luego estará disponible para explicar otros textos.En una segunda objeción se dice que, puesto que la interpretación de esos textos y documentos tiene que realizarse en el presente, será necesario emplear herramientas teóricas -o siquiera percepciones hermenéuticas- aportadas por el historiador contemporáneo. Los documentos que revelan contextos nunca hablan por sí mismos sin al menos sufrir cuestionamientos de los lectores actuales. La tan mentada sentencia de Benedetto Croce según la cual "toda historia es historia contemporánea" implica que ningún contexto pasado se hace manifiesto sin su reconstrucción presente, proceso que no es pasivo sino eminentemente activo. Hayden White ha señalado que

para estar en condiciones de funcionar como estrategia explicativa o representativa, toda contextualización requiere un componente formalista, es decir, un modelo teórico sobre la base del cual, en primer lugar, se distingan contextos en el marco de las entidades que los habitan; en segundo lugar, se generen hipótesis sobre la naturaleza de las relaciones entre las entidades y los contextos así distinguidos y, en tercer lugar, se discrimine entre las transformaciones radicales, primarias y determinantes de esas relaciones y los cambios aislados, secundarios y superficiales que tuvieron lugar en ellas.10

La teoría de los actos de habla que aplica Skinner -de J. L. Austin y John Searle- sería un ejemplo del formalismo tácito al que se refiere White: ciertamente no estaba en el vocabulario de los personajes de la modernidad temprana cuyas intenciones ilocucionarias él se propone recuperar.Más aun, a pesar de la exhortación a honrar la singularidad histórica del período que estudiamos -que, como hemos visto, instó a Skinner a denunciar tan persuasivamente la "precursoritis"-, la suposición de que estamos en condiciones de localizar el contexto explicativo adecuado después del hecho también puede tácitamente estar reñida con la comprensión que los participantes tenían de sí mismos en la época, que por definición carece de la perspectiva del historiador posterior. Como ha señalado el antropólogo Vincent Crapanzano, "cualesquiera sean sus reivindicaciones de objetividad, las contextualizaciones nunca son neutrales. Siempre tienen una función imperativa: nos dicen cómo ha de ser leído el intercambio que 'encierran'. Así confirman el apuntalamiento teórico de esas instrucciones, es decir, las racionalizaciones que las inspiraron".11 Es cierto que Skinner ha concedido de buena gana a sus críticos que "inevitablemente abordamos el pasado a la luz de paradigmas y presuposiciones contemporáneas, cuya influencia puede servir para despistarnos a cada paso".12 Sin embargo, tal como lo sugiere la palabra "despistar", Skinner da por sentado que hay maneras de evitar que esos paradigmas y presuposiciones se inmiscuyan en la intención original de los autores que estudia: "tal escepticismo me parece inútilmente hiperbólico, en especial si pensamos que hasta los animales son capaces de recuperar la intensión** con que actúan los seres humanos".13

Una crítica aun más convincente concierne a la cuestión de cómo se ha de establecer cuál será el contexto relevante, si reconocemos la imposibilidad de postular un todo discursivo singular y homogéneo en el que situar los textos. Como ha advertido Dominick LaCapra, "la contextualización

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excesiva a menudo ocluye el problema de determinar las bases sobre las cuales se realizará una selección de contextos pertinentes [...] cuanto más retrocedemos en el tiempo, menos obvios suelen ser los contextos que informan el discurso y más difícil se vuelve reconstruirlos, al menos en el sentido técnico o filológico".14 En otras palabras, no hay razón para suponer que el mapa de contextos relevantes se verá como una matrioska rusa en la cual uno se sitúe cómodamente en el interior del otro. Pasar del contexto micro al macro casi nunca es un movimiento exento de rispideces. Por el contrario, es más plausible que se reconozcan contextos antagónicos, desjerarquizados, de tamaños variados y diversas fuerzas gravitatorias, que hayan producido un efecto sobredeterminado, irreductible a una influencia contextual predominante.15 Las cuestiones de escala también son difíciles de pasar por alto. En otras palabras, ¿el contexto más potente es algo tan global como una época histórica o cronotopo? ¿O el nivel adecuado es el de una lengua, una religión, una clase social o un Estado nacional? ¿O tenemos que mirar contextos más inmediatos, como las instituciones sociales, políticas o educativas precisas en las que se insertaba el autor o la autora, su generación o la familia de donde emergió? ¿Podemos entender, por ejemplo, la invención freudiana del psicoanálisis con referencia a la formación de Freud en medicina y en biología darwiniana, a sus antecedentes de judío asimilado, al enojo con su poco heroico padre, a su familiaridad con las tradiciones literarias del inconsciente, a su desilusión con la política liberal y con la imagen del hombre racional en la que ésta se basaba, a su extraña amistad con Wilhelm Fliess o a la crisis de la familia nuclear burguesa? Todos estos factores, y muchos más, se adujeron una u otra vez para desentrañar el misterio de su creatividad. ¿Hay manera de asignar un peso relativo a cada uno o simplemente debemos aceptar la noción de sobredeterminación elaborada por el propio Freud y decir que todos ellos estuvieron en juego de una u otra forma?Quizá Skinner haya dado un cierre prematuro a la cuestión al aducir que, por muy compleja que sea la noción de contexto, "podemos distinguir fácilmente el elemento más crucial en él. Es el hecho de que todas las declaraciones serias se caracterizan por haber sido emitidas como actos de comunicación".16 De más está decir que una definición tan restrictiva no hace sino dificultar en gran medida cualquier explicación contextualista más amplia que intente trascender las intenciones conscientes de comunicar significado que hayan tenido los actores, o bien, en otras palabras, que tome en serio el concepto de ideología. Es cierto que este concepto está muy cargado y que de por sí presenta numerosas dificultades, pero en la medida en que interpreta las acciones y las creencias históricas con referencia a motivos ocultos -por ejemplo, una agenda encubierta de promover el interés propio a guisa de universalismo o una reacción defensiva ante el estrés psicológico-, plantea la pregunta sobre la manera de explicar ideas y acciones que parecen carecer de una racionalidad evidente por sí misma. Skinner se vale de un principio de Max Weber para lidiar con esta dificultad: "a menos que comencemos por suponer la racionalidad del agente, nos quedamos sin medios para explicar su comportamiento, o siquiera ver exactamente qué hay allí para explicar, si ocurriera que no actúa racionalmente".17 Claro que esta respuesta nos lleva a preguntarnos cuál es la norma de racionalidad que atribuimos al agente del pasado y de qué norma nos valemos al juzgar hoy sus razones como irracionales. Porque es indudable que no existe una versión de racionalidad trascendental y evidente por sí misma que pueda aplicarse ahistóricamente y en toda cultura bajo cualquier circunstancia. Una vez más, corremos el riesgo de imponer criterios presentes al pasado, que no podemos abordar suspendiendo por completo nuestros supuestos, creencias, experiencias, valores y prejuicios.Otra dificultad, suscitada por la sugerente adopción de la teoría del acto de habla por parte de Skinner, concierne a la cuestión de las interacciones discursivas que no son monológicas sino dialógicas, o incluso pluralógicas. Puede ocurrir que no baste con postular una actuación ilocucionaria unidireccional situada en una constelación de convenciones como base para la recuperación de un contexto explicativo: siempre hay interacciones multidireccionales que producen los significados que emergen -o bloquean los que no emergen- de un acontecimiento o episodio. Es decir, una intención siempre está en juego con otras y las acciones siempre se imbrican con otras acciones, anteriores o posteriores, con lo cual no es difícil que se susciten consecuencias involuntarias.18 El nivel de declaración pragmática nunca está enteramente sujeto al nivel más

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profundo de las regularidades estructurales, ya sean lingüísticas o culturales, que lo constriñen pero no pueden determinarlo por completo. También es posible describir el efecto de esta dialéctica acentuando la cualidad agonística y competitiva de muchos actos de habla que no necesariamente fueron concebidos para lograr un consenso o una fusión gadameriana de horizontes. En el caso más extremo, el efecto es la heteroglosia de la que Bajtín nos puso tan al tanto, una condición de voces múltiples e irreconciliables que muy bien pueden invadir la conciencia de hablantes individuales, restando integralidad a su subjetividad y dispersando sus intenciones. La dificultad que ello entraña para el historiador posterior es la inestabilidad del contexto unificado en el cual lo que se ha de explicar puede situarse de manera significativa. Un contexto dialógico, a menudo agonístico, siempre está ya fracturado, aun cuando todos los participantes observen reglas y convenciones del metanivel que limitan el caos y convierten el ruido en una comunicación más o menos lograda.Muchas de estas críticas sonarán familiares a quienes han seguido el debate en torno a la contextualización y sus límites, estimulado en gran medida por el impresionante corpus de obras generadas por la Escuela de Cambridge. En la mayoría de los casos, se focalizan en las dificultades que enfrenta el historiador contemporáneo al acceder al pasado y reflexionar sobre la evidencia que existe en el presente: cómo establecer contextos si sus residuos también están en textos que requieren interpretación; cómo decidir qué contextos son pertinentes y brindan explicaciones plausibles; cómo articular la relación entre los contextos a veces incompatibles que pueden aducirse para explicar un texto; cómo reconocer los apuntalamientos teóricos, explícitos o no, de nuestra reconstrucción del pasado; cómo detectar la naturaleza dialógica, e incluso heteroglósica, de los contextos que juzgamos más importantes; cómo equilibrar la creencia en la racionalidad de los actores pasados con el temor a imponer una norma de racionalidad desde el presente, etcétera. Sin embargo, hay otra consideración vital que nos aleja de los desafíos planteados por las reconstrucciones históricas del pasado para devolvernos al momento histórico que nos proponemos explicar con la contextualización. Se refiere a lo que podríamos entender como la índole de la realidad histórica que la contextualización apunta a explicar. En efecto, antes de dar por sentado que todos los textos, acciones, personajes o episodios del pasado pueden elucidarse del mismo modo insertándolos en lo que hemos visto a William Sewell llamar la "lógica" de su contexto, podríamos efectuar una provechosa distinción, al menos desde el punto de vista heurístico, entre los que son o no factibles de recibir ese tratamiento. Para entender mejor esta distinción, quisiera recurrir al complejo discurso sobre el "acontecimiento" desarrollado en tiempos recientes en el pensamiento francés, que ha introducido algunos desafíos fundamentales al supuesto según el cual lo que ocurre en la historia ejemplariza una estructura más profunda y duradera, o bien es un elemento de una narrativa significativa en la cual cada momento puede entenderse como un episodio de esa narrativa.Al cabo de lo que se ha dado en llamar "los acontecimientos" de 1968, varios pensadores destacados expresaron su insatisfacción con la hegemonía del estructuralismo en Francia, que en el campo de la historia se identificaba de manera más explícita con la así llamada Escuela de los Annales. Alejándose de estas concepciones, comenzaron a reconsiderar su estima por el valor de aquella histoire évenémentielle a la que Fernand Braudel, Lucien Febvre y sus colegas de los Annales habían otorgado escaso interés por juzgarla superficial. Filósofos como Jean-François Lyotard, Gilles Deleuze, Jean-Luc Nancy, Jacques Derrida, Michel Foucault y Alain Badiou de-sarrollaron análisis extensos del "acontecimiento", que a menudo se inspiraban en los aportes de teóricos anteriores, como Kierkegaard, Benjamin, Schmitt y Heidegger. Éste no es el sitio para detallar todo lo que implicó la recuperación de este agraviado concepto, tarea que he abordado en otro ensayo.19 Basta con decir que el objetivo de estos teóricos no se acotaba a los patrones reiterativos subyacentes que habían buscado los estructuralistas, sino que también incluía las convencionales historias entramadas que valoraban los historiadores tradicionales, quienes entendían los acontecimientos como bisagras de sus narrativas coherentes. Aunque en muchos casos imbuyeron a los "acontecimientos" que celebraban de un aura de importancia casi religiosa -la noción de Absoluto en Kierkegaard, la idea del "tiempo actual" mesiánico en Benjamin y el concepto heideggeriano de Ereignis guiaron muchos de sus aportes-, las cavilaciones de estos pensadores tienen implicaciones para la más prosaica cuestión de la contextualización histórica.

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A fin de entender esas implicaciones, quisiera volverme hacia un teórico francés menos conocido que recientemente ha escrito con gran perspicacia sobre el mismo tema, pero sin el pathos cuasi religioso y metafísico de los demás: Claude Romano. En L'Evénement et le monde y L'Événement et le temps, el primero publicado en 1998 y el segundo un año después,20 Romano ofrece un minucioso análisis fenomenológico del acontecimiento como algo opuesto a un mero suceso o incidente. Desarrollando lo que él llama "hermenéutica acontecial",*** sostiene que hay un vínculo entre el "acontecimiento" y el "advenimiento", que en francés también evoca el futuro ("avenir"). Más aun, el advenimiento debe entenderse en conexión con la aventura invaticinada que propicia. Lejos de comportarse como instancias de una ontología estática, se parecen más a lo que Nietzsche llamó "destellos de relámpago", es decir, cortes radicales del statu quo. Ocurren sin intencionalidad ni preparación: no los causamos sino que nos acaecen.¿Cómo se relacionan con el contexto más abarcador en el que se insertan, que Romano llama "intramundano"? "Un acontecimiento aparece con su significado propio, interpretado a la luz de otros acontecimientos que determinan su propio significado, siempre dentro de un mundo, imbricado en un marco causal", escribe Romano.21 Derivado de un tumulto de posibilidades previas, su contexto puede entenderse como "una unidad de significado particular a la luz de la cual los acontecimientos se vuelven comprensibles en su articulación mutua, un horizonte de sentido a través del cual se iluminan; es decir, una estructura cabalmente hermenéutica".22 Esa estructura es de una iterabilidad esencial, en la que prevalece la repetición sobre la novedad. Aquí Romano suena muy a tono con el programa general de la Escuela de Cambridge y otros contextualistas históricos.Sin embargo, luego Romano desarrolla su argumento en una dirección muy distinta. Todos los acontecimientos parecerían comprensibles con referencia a sus contextos habilitantes, "si no fuera por los acontecimientos que trastocan radicalmente su contexto y, lejos de someterse a un horizonte de significados previos, son ellos mismos el origen del significado para cualquier interpretación, por lo cual se entienden menos a partir del mundo que los precede que de la posteridad a la que dan inicio".23 Fundadores de mundos más que intramundanos, son "anárquicos" en el sentido de que carecen de arjés previos que determinen su significado. Aunque no están completamente exentos de causación antecedente, sus "causas no los explican, o bien, si los 'explican', sólo y siempre dan razón del hecho y no del acontecimiento en su sentido acontecial".24 Para Romano, "acontecial", como opuesto al mero "eventual"**** en el uso corriente del término, significa que el acontecimiento trae con él una carga de posibilidades nuevas que proporcionan novedad y apertura a un proceso que, de otro modo, siempre se reduciría a la repetición de lo mismo.Sin embargo, lejos de situarse por fuera de la historia, como suponen a veces algunos de sus celebrantes -Kierkegaard por ejemplo-, los acontecimientos deben entenderse como inauguradores de su propia historia, como advenimientos que abren la puerta a aventuras posibles en un futuro que aún no está determinado por completo. A diferencia de un hecho histórico, que es posible identificar claramente sólo con una fecha en una línea cronológica de hechos comparables, los acontecimientos "no están tan inscriptos en el tiempo, porque son los que inauguran el tiempo y lo temporalizan".25 Más que el presente o el pasado, su temporalidad es la de un futuro que aún ha de realizarse, una latencia que puede o no volverse manifiesta, un significado que aún se difiere. O bien, para enunciarlo en los términos que Skinner toma de la teoría del acto de habla, el efecto perlocucionario de los textos que califican de acontecimientos culturales es irreductible al intento ilocucionario de sus autores. Como lo enuncia Romano, "el 'significado buscado' y la lengua deben 'preceder' al acto de habla, que sin ellos sería imposible. Sin embargo, el habla como acontecimiento es irreductible a sus propias 'condiciones' y las anula al acaecer".26

Aunque Romano no la desarrolla, puede haber otra forma en que los acontecimientos inauguren posibilidades, paradójicamente no para el futuro sino para el pasado. Analizando cómo las catástrofes radicales ponen en cuestión la noción evolucionista del desarrollo histórico, en la cual todo lo que ocurre ya está preparado por lo que lo precedió, Slavoj Zizek revierte el orden normal en el que primero están las posibilidades y luego las elecciones. Así, los acontecimientos catastróficos -y podrían incluirse con igual facilidad los emancipatorios o redentores- pueden tener un efecto opuesto, en el cual la elección o el acto

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inauguran retroactivamente su propia posibilidad: la idea de que el surgimiento de lo radicalmente Nuevo cambia retroactivamente el pasado; no el pasado real, por supuesto (no estamos en el campo de la ciencia ficción), sino las posibilidades pasadas, o bien, para enunciarlo en términos más formales, el valor de las proposiciones modales acerca del pasado.27

Además, Romano dice que los acontecimientos no les ocurren a los sujetos, estrictamente hablando, sino a los "advinientes". Mientras que el concepto de sujeto entraña una modalidad duradera subyacente a todos los accidentes que le acaecen, un "adviniente" llega a ser sólo en el propio proceso de volverse eso, lo cual permite que un nuevo acontecimiento exceda a lo que ya ocurrió. Lo que le ocurre al adviniente es existencialmente transformador, porque el acontecimiento que ocurre no puede ser observado de manera indiferente desde el exterior; por el contrario, el o la adviniente están implicados de lleno en él: "estar implicados en lo que (nos) ocurre equivale a ser capaces de experimentar en el sentido más fundamental, que no se refiere a una modalidad de saber práctico entendido como el modo en que un sujeto y un objeto se enfrentan uno a otro, sino más bien a experimentar un pasaje de yo a yo, lo cual es inseparable de una alteración constitutiva".28 El mundo producido por acontecimientos es tal, que de él ciertamente puede emerger un sujeto más o menos unificado, pero no es un mundo que ese sujeto, ya integrado, pueda proponerse o crear. Y en efecto, cuando ese sujeto emerge, significa el retorno de la repetición intramundana, porque "un adviniente sólo puede ser caracterizado como una 'subjetividad' cuando ya no es él mismo: unadviniente. La subjetividad es precisamente esa postura en la cual él se guarda de la posibilidad de ser tocado y trastocado por un acontecimiento, cualquiera que sea".29

El ejemplo prototípico de un acontecimiento es el propio nacimiento, que nunca está constituido por el que nace, sino que siempre le acaece cuando aún no es un sujeto, cuando aún no es una identidad, cuando aún no es autónomo. Aunque para otros puede ser un hecho intramundano activamente intencionado por los padres que lo ocasionan y pasible de ser presenciado como tal, para el que nace se trata siempre de un don heterónomo, un origen que nunca es autoproducido, que nunca viene sin su valencia impersonal. Como tal, es el modelo para todas las experiencias posteriores de acontecimientos reales, que paradójicamente liberan al yo de su sujeción al pasado, de ser un mero "sujeto" con su connotación de "sujeción".La alteración no sólo tiene lugar en el adviniente, cuya experiencia de los acontecimientos es transformadora, sino también en el mundo. Puesto que un acontecimiento es irreductible a su contexto habilitante, los acontecimientos intelectuales o artísticos también se comprenden de manera más cabal con referencia a lo que hacen posible que con referencia a lo que los hizo posibles. De acuerdo con Romano, una obra de arte "no puede entenderse en su singularidad excepto desde la posteridad a que da lugar, la regeneración que ocasiona en las formas, los temas y las técnicas de un período. Una obra de arte no puede ser entendida dentro del contexto artístico en el que nace, al que necesariamente trasciende si es una obra original".30Paradójicamente, puede ser entendida desde el punto de vista contextual sólo como "imposible", en el sentido de que no es una mera realización de posibilidades previas que ya existen en el mundo; por el contrario, es la fuente de posibilidades completamente nuevas que a su vez pueden ser realizadas o bien sobrepasadas por nuevos acontecimientos.Aunque no recurre a ningunos de estos autores de manera explícita, Romano expande nociones que se remontan al menos hasta Kant, y que fueron desarrolladas en el siglo xx por pensadores tan diversos como Ernst Bloch y Hannah Arendt. En su esfuerzo por evitar las implicaciones deterministas de la metafísica excesivamente racionalista, en especial la de Spinoza, y abrir un espacio para la elección ética humana -una batalla que había librado con denuedo en la así llamada "disputa sobre el panteísmo" de fines del siglo XVIII -,31 Kant había insistido en la idea de que una causalidad de la libertad puede interrumpir la causalidad mecánica de la naturaleza y así traer algo nuevo al mundo. Bloch orientó su utópica filosofía de la esperanza hacia el futuro, buscando en el pasado indicios que prefiguraran lo que aún no había venido, en lugar de orígenes a repetir. El "novum" -argumentó- anuncia algo radicalmente nuevo que interviene en el curso mundano de la historia. Arendt veía la incidencia de esa intervención en el nacimiento de cada ser humano nuevo:

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Todo hombre, creado en lo singular, es un nuevo comienzo en virtud de su nacimiento; si san Agustín hubiera extraído las consecuencias de estas especulaciones, habría definido a los hombres, no de acuerdo con los griegos, como mortales, sino como "natales", y habría definido la libertad de la voluntad, no como el liberum arbitrium, la libertad de elección entre querer y no querer, sino como la libertad descripta por Kant en la Crítica de la razón pura.32

Aunque los acontecimientos, tal como los describe Romano, no emanan de una volición deliberada, también se resisten a ser absorbidos por un contexto previo que los explique o a ser ligados a una cadena causal. Tampoco están determinados por un telos como la muerte, como había supuesto Heidegger al subrayar la importancia del Sein-zum-Tode para el Dasein.De todo esto el historiador concluye que, para la clase de sucesos que ameritan el rótulo de "acontecimiento" -que al parecer son una pequeña aunque significativa minoría-, la explicación contextual nunca es suficiente. Como lo enuncia Romano, "entender los acontecimientos siempre consiste en aprehenderlos en un horizonte de sentido que ellos mismos han inaugurado, puesto que no son comprensibles a la luz de su contexto explicativo".33 Si esto vale para los acontecimientos en general, quizá valga más para lo que podríamos llamar acontecimientos de la historia intelectual. Como lo expresa Randall Collins en las palabras que dan inicio al primer capítulo de su monumental Sociología de las filosofías, citadas arriba como epígrafe de este ensayo: "Los intelectuales son personas que producen ideas descontextualizadas". Y continúa diciendo que

estas ideas se proponen como verdaderas o significativas con prescindencia de cualquier localidad y con prescindencia de cualquiera que las ponga en práctica de forma concreta. [...] Los productos intelectuales son percibidos, al menos por sus autores y consumidores, como si pertenecieran a una esfera particularmente elevada. [...] Los reconocemos como objetos sagrados en el sentido más estricto; habitan la misma esfera; del mismo modo que la religión, reclaman para sí la realidad más fundamental.34

Esta manera de comenzar un libro de mil páginas sobre la sociología del cambio intelectual a lo largo de las épocas y a través de las culturas parece extraña, y de hecho Collins quiere mostrar que las cadenas de rituales de interacción son la clave de la vida intelectual, incluida la creatividad. Pero en la medida en que nos alerta acerca de las ambiciones que abrigan los intelectuales de producir ideas que trasciendan su contexto de generación, afirma la conclusión que hemos derivado de Romano: puede ser insuficiente reducir esas ideas a poco más que el resultado de volver a barajar las cartas que había repartido el contexto. Desde ya que la ambición no es equivalente a la realización, y no cabe duda de que el deseo de producir ideas descontextualizadas, radicalmente nuevas, no siempre se hace realidad. Los acontecimientos, como reconoce desembarazadamente el discurso francés dentro del cual se inscribe Romano, son raros y no siempre fáciles de identificar. En la medida en que la vasta mayoría de los sucesos históricos son "intramundanos" en el sentido que da Romano al término, poco y nada se pierde tratando la mayoría de las ideas del modo en que la Escuela de Cambridge nos exhorta a hacerlo: como comprensibles en su contexto de origen y recepción inmediata.Pero en el caso de las ideas que con justicia podemos llamar acontecimientos intelectuales, o de los raros personajes que son los legisladores intelectuales de su época, podría ser aconsejable refrenarnos de acotar nuestra mirada a los contextos de los cuales emergieron. Porque, como Nietzsche señaló en Más allá del bien y del mal, "Los mayores acontecimientos y pensamientos (y los mayores pensamientos son los mayores acontecimientos) se comprenden con extrema lentitud. Las generaciones que son sus contemporáneas no los experimentan, no 'viven a través' de ellos: viven junto a ellos".35 Con el debido respeto a Skinner, es factibleque el significado histórico de un Maquiavelo, un Locke o un Hobbes esté inextricablemente ligado a la posteridad que estos pensadores generaron y quizá continúen inspirando.El deseo de calificar ciertas ideas como "grandes", sin embargo, no implica que éstas sean algo así como eternas y atemporales, situadas fuera de la historia, como algunos filósofos podrían suponer.

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La alternativa a la contextualización no es necesariamente la trascendentalización. Tal podría ser la implicación de definir un acontecimiento, de manera encubiertamente religiosa, como una irrupción de lo Absoluto en la temporalidad efímera. Pero si adoptamos la versión más secular articulada por Romano, comprenderemos que su tiempo es el de un futuro que aún está por venir, o bien, aun mejor, una no-contemporaneidad blochiana, que es el tiempo tanto del "ya no" como del "no todavía". Como cualquier otro "natal" que llega al mundo, son casi totalmente pura posibilidad y poca o ninguna actualidad.Sin embargo, como en el caso del adviniente que deviene en un sujeto establecido, los acontecimientos pueden llegar al fin de su aventura y ser reabsorbidos en un nuevo contexto de recepción que disminuye su poder para cambiar el mundo. Al fin y al cabo, nada es nuevo para siempre. De modo que hay un rol perenne para el análisis extrínseco e intrínseco, y para la interpretación contextual así como la textual. A pesar de todos los problemas planteados más arriba acerca de los desafíos que implica crear un método plausible de contextualización, no deberíamos olvidar que la noción de texto no está menos cargada de tensiones y dificultades internas. En efecto, una vez que colocamos el concepto de "texto" bajo presión y clasificamos todas las formas posibles de interpretarlo, éste plantea tantos problemas como el de "contexto".36 Incluso es posible que no resulte tan fácil separarlos. Por dar un ejemplo, la deconstrucción suele tomarse por un método radicalmente textualista a instancias de una lectura apresurada del hoy notorio estribillo "no hay nada fuera del texto", pero a Derrida también se lo ha llamado "contextualista par excellance" por su disolución de los textos en un ilimitado océano de intertextualidad.37

Esa caracterización proviene de un libro reciente de F. R. Ankersmit titulado Sublime Historical Experience, que introduce algunas consideraciones adicionales acerca de la contextualización. Anudar de manera implícita las dos partes de mi argumento -las dificultades que enfrenta el historiador tardío para establecer el contexto pertinente y la realidad mixta de los propios sucesos históricos, algunos intramundanos, otros genuinos acontecimientos- nos ayudará a llegar a una conclusión. Como hemos visto, Romano sostiene que el adviniente, en oposición al sujeto, es capaz de una experiencia más fundamental en la cual puede tener lugar la transformación genuina. De acuerdo con Ankersmit, que se inspira en las cavilaciones del distinguido historiador holandés de la Baja Edad Media Johan Huizinga, también hay una chance de que el historiador atraviese una experiencia comparable, que él denomina sublime. De algún modo, nos pone en contacto con residuos del pasado de manera más directa que en circunstancias normales. Tal experiencia trasciende la actividad desinteresada de sujetos que contemplan objetos de antaño, tanto desde el punto de vista espacial como desde el temporal. Como en el caso del adviniente descrito por Romano, es una experiencia en la que la persona se implica de manera profunda e íntima. El "contexto", escribe Ankersmit,

es un término perteneciente a un mundo que contiene sujetos y objetos, y pierde su significado y significación cuando sólo hay experiencia, como en el caso de la experiencia histórica. Y puesto que la experiencia histórica está lejos de ser insignificante, debemos llegar a la conclusión de quehay significado sin contexto. La experiencia histórica nos da las fisuras de sublimidad en el entramado de significado y contexto: y de ahí la autenticidad que Huizinga había reclamado para ella con tanta razón y elocuencia.38

Ankersmit concede que esas experiencias sublimes o auténticas del historiador pasan por alto el problema del saber válido sobre el pasado. Él no anda a la zaga de la plausibilidad epistemológica, sino más bien de la posibilidad de lograr una intensidad acrecentada en nuestras relaciones con los residuos del pasado. De más está decir que ésa no es la meta suprema para muchos historiadores; en calidad de sujetos desinteresados que observan desde lejos los objetos de antaño, albergan intenciones cognitivas y abrigan la esperanza de proporcionar explicaciones de lo que ocurrió cuidándose de respetar la infranqueable brecha que se abre entre el ahora y el entonces. Sin embargo, si tomamos en serio la aserción de Romano según la cual un acontecimiento genuino sólo se hace realidad en las posibilidades que desencadena en un futuro indeterminado, y el argumento

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de Nietzsche según el cual las grandes ideas necesitan una demora para que su poder se actualice en toda su plenitud, esas experiencias comienzan a verse menos implausibles. Los acontecimientos, en el sentido cabal que postulan Romano y otros teóricos franceses recientes, son sucesos del pasado que ocurren rara vez. Las experiencias históricas sublimes no son menos infrecuentes en el presente. No obstante, cuando ambas cosas ocurren a la vez, ninguna explicación contextual puede contener su potencia explosiva.

Notas

* Traducción de Lila Mosconi.

** Intension en el original ingles. [N. de la T.]

*** Usamos este término con referencia a la versión en español de otra obra de Claude Romano, Lo posible y el acontecimiento: introducción a la hermenéutica acontecial, traducido por Aníbal Fornari, Patricio Mena y Enoc Muñoz, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2008.         [ Links ] En la traducción canónica de la obra de Badiou sobre el acontecimiento, el término usado es "acontecimental". [N. de la T.]

**** Las palabras en inglés que usa el autor del artículo son evential, que traducimos como "acontecial" por los motivos explicados en la anterior N. de la T., y evental, que traducimos por "eventual". [N. de la T.]

1 Randall Collins, The Sociology of Philosophies: A Global History of Intellectual Change, Cambridge, MA., Harvard University Press, 1998, p. 19 [trad. esp.: Sociología de las filosofías: una teoría global del cambio intelectual, traducción de Joan Quesada, Barcelona, Hacer, 2005].         [ Links ]

2 Si se desea consultar un compendio de los principales argumentos de Skinner y su escuela, véanse los ensayos compilados en James Tully (ed.), Meaning and Context: Quentin Skinner and his Critics, Cambridge, Polity Press, 1988. [ Links ] Otra exposición crítica, en la que se distingue entre el énfasis de Skinner en la intencionalidad expresada mediante convenciones prevalecientes y el de Pocock en los paradigmas lingüísticos sin intención autoral, se halla en Mark Bevir, "The Role of Contexts in Understanding and Explanation", en Hans Erich Bödecker (ed.), Begriffsgeschichte, Diskursgeschichte, Metapherngeschichte, Gotinga, Wallstein-Verlag, 2002.         [ Links ] Entre otros distinguidos historiadores y teóricos de la ciencia política que suelen incluirse en la Escuela se cuentan John Dunn, Richard Tuck, Anthony Pagden, Stefan Collini y David Armitage.De más está decir que ha habido otros estudiosos prominentes de la contextualización en la historia intelectual; por ejemplo, Fritz Ringer, que se inspira en la obra de Pierre Bourdieu. Sobre esta posición, véanse Fritz K. Ringer, "The Intellectual Field, Intellectual History and the Sociology of Knowledge"; Charles Lemert, "The Habits of Intellectuals" y Martin Jay, "Fieldwork and Theorizing in Intellectual History", Theory and Society, vol. 14, Nº 3, junio de 1990; [ Links ] y Fritz K. Ringer, "Rejoinder to Charles Lemert and Martin Jay", en Theory and Society, vol. 19, junio de 1990. [ Links ]

3 Raymond Williams, Keywords:AVocabularyofCultureandSociety, Nueva York, Oxford University Press, l976 [trad. esp.: Palabras clave. Un vocabulario de la cultura y la sociedad, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003].         [ Links ] En 1983 apareció una edición posterior, donde se reexaminan tácitamente algunos de los supuestos criticados por Skinner en "Language and Social Change", en James Tully (ed.), Meaning and Context: Quentin Skinner and his critics, Princeton, Princeton University Press, 1988.         [ Links ]

4 Ibid., p. 76.

5 Quizás el único lugar en el que las implicaciones relativistas del contextualismo radical han contrariado a los historiadores es la historia de la ciencia. En particular, la obra que elaboró Thomas Kuhn sobre las revoluciones científicas hace ya una generación menoscabó la noción de progreso científico temporal hacia una aproximación cada vez más precisa a la verdad sobre el mundo natural.

6 Clifford Geertz, TheInterpretationofCultures, Nueva York, Basic Books, 1973 [trad. esp.: Lainterpretacióndelas culturas, 12ª ed., Barcelona, Gedisa, 2003].         [ Links ]

7 William H. Sewell Jr., The Logics of History: Social Theory and Social Transformation, Chicago, The University of Chicago Press, 2005, p. 10.         [ Links ]

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8 John Lewis Gaddis, The Landscape of History: How Historians Map the Past, Nueva York, Oxford University Press, 2002, p. 97 [trad. esp.: El paisaje de la historia: cómo los historiadores representan el pasado, traducido por Marco Aurelio Galmarini, Barcelona, Anagrama, 2004].         [ Links ]

9 Véase, por ejemplo, Dominick LaCapra, "Rethinking Intellectual History and Reading Texts", en Dominick LaCapra y Steven L. Kaplan (eds.), Modern European Intellectual History: Reappraisals and New Perspectives, Ithaca, Cornell University Press, 1982.         [ Links ]

10 Hayden White, "Formalist and Contextualist Strategies in Historical Explanation", en Figural Realism: Studies in the Mimesis Effect, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1999, p. 51.         [ Links ]

11 Vincent Crapanzano, "On Dialogue", en Tullio Maranhão (ed.), The Interpretation of Dialogue, Chicago, The University of Chicago Press, 1990, p. 286.         [ Links ]

12 Quentin Skinner, "A Reply to my Critics", en J. Tully (ed.), Meaning and Context, p. 281.         [ Links ]

13 Quentin Skinner, "A Reply to my Critics", op. cit., p. 281.

14 Dominick LaCapra, Soundings in Critical Theory, Ithaca, Cornell University Press, 1989, p. 203.         [ Links ]

15 Pocock reconoce esta posibilidad cuando dice que la crítica de Burke a la Revolución Francesa puede leerse tanto en el contexto del derecho común como en el de la economía política. Véase J. G. A. Pocock, "The Political Economy of Burke's Analysis of the French Revolution", en Virtue, Commerce and History: Essays in Political Thought and History, Chiefly in the Eighteenth Century, Cambridge, Cambridge University Press, 1985.         [ Links ]

16 Quentin Skinner, "A Reply to my Critics", op.cit., p. 274.

17 Quentin Skinner, "Some Problems in the Analysis of Political Thought and Action", en J. Tully (ed.), Meaningand Context, op. cit., p. 113.         [ Links ]

18 Kenneth Minogue plantea esta cuestión en su análisis de la influyente obra de Skinner, The Foundations of Modern Political Thought [trad. esp.: Los fundamentos del pensamiento político moderno, México, Fondo de Cultura Económica, 1985]: "         [ Links ]En Fundamentos aprendemos mucho sobre argumentos propuestos por tal o cual autor, pero casi nada sobre el público [...] el público es el gran ausente de los Fundamentos, especialmente en el segundo volumen". "Method in Intellectual History: Skinner's Foundations", en J. Tully (ed.), Meaning and Context, op. cit., p. 189.

19 Martin Jay, "Historicism and the Event", de próxima publicación en un Festschrift para Steven Aschheim.

20 El primero fue traducido al inglés por Shane Mackinlay con el título Eventand World, Nueva York, Fordham University Press, 2009,         [ Links ] y la traducción al inglés del segundo está pronta a publicarse.

21 Claude Romano, EventandWorld, op.cit., p. 34.

22  Ibid.

23 Ibid., p. 38

24 Ibid., p. 41.

25 Ibid., p. 46.

26 Ibid., p. 165.

27 Slavoj Zizek, The Puppetand the Dwarf: The Perverse Core of Christianity, Cambridge, MA, MIT Press, 2003, p. 160. [ Links ]

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28 Claude Romano, Eventand World, op.cit., p. 52. Sobre los diversos significados de "experiencia", algunos de los cuales se condicen con la definición de Romano, véase Martin Jay, Songs of Experience: Modern European and American Variations on a Universal Theme, Berkeley, University of California Press, 2004.         [ Links ]

29 Ibid., p. 212.

30 Ibid., p. 62.

31 Frederick C. Beiser ofrece un provechoso análisis en The Fate of Reason: German Philosophy from Kant to Fichte, Cambridge, ma, Harvard University Press, 1987.         [ Links ]

32 Hannah Arendt, The Life of the Mind. Willing, Nueva York, Harcourt Brace Jovanovich, 1978, p. 110.         [ Links ]

33 Claude Romano, Eventand World, op.cit., p. 152.         [ Links ]

34 Randall Collins, The Sociology of Philosophies, op.cit., p. 19.         [ Links ]

35 Friedrich Nietzsche, BeyondGoodandEvil, traducido al inglés por Marianne Cowan, Chicago, Gateway Editions, 1955, p. 230 [trad. esp.: Más allá del bien y del mal, Buenos Aires, Gradifco, 2003].         [ Links ]

36 Sobre mi intento de desentrañar algunos de ellos, véase Martin Jay, "The Textual Approach to Intellectual History", en Force Fields: Between Intellectual History and Cultural Critique, Nueva York/Londres, Routledge, 1993 [trad. esp.: Campos de fuerza: Entre la historia intelectual y la crítica cultural, traducción de Alcira Bixio, Buenos Aires, Paidós, 2003].         [ Links ]

37 F. R. Ankersmit, Sublime Historical Experience, Stanford, Stanford University Press, 2005, p. 280.         [ Links ] Cabe señalar que el propio Derrida no se sentía muy a sus anchas con el rótulo de contextualista. En su "Carta a un amigo japonés", de 1983, escribió: "La palabra 'deconstrucción', al igual que cualquier otra, no posee más valor del que le confiere su inscripción en una cadena de sustituciones posibles, en lo que tan tranquilamente se suele denominar un 'contexto'. Para mí, para lo que yo he tratado o trato todavía de escribir, dicha palabra no tiene interés más que dentro de un contexto en donde sustituye a tantas otras palabras y se deja determinar por ellas [...] Por definición, la lista no puede cerrarse". David Wood y Robert Bernasconi (eds.),Derrida and Différance, Evanston, ill, Northwestern University Press, 1988, p. 4 [trad.         [ Links ] esp.: El tiempo de una tesis: Deconstrucción e implicaciones conceptuales, Barcelona, Proyecto A Ediciones, 1997, pp. 23-27 (N. de la T.)]. A diferencia de la contextualización tradicional, la cadena de significantes desplazados que interesa a Derrida es horizontal, reversible e infinita.

38 F. R. Ankersmit, Sublime Historical Experience, op. cit.         [ Links ]

©  2013  Universidad Nacional de Quilmes. Centro de Estudios e Investigaciones. Programa de Historia Intelectual

Extraído de http://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1852-04992012000200001&script=sci_arttext

Categorias científicas de la historia social.

A) Realidad histórica y conocimiento histórico:

La palabra historia tiene un doble significado: hace referencia por una parte a la realidad histórica, y por otra parte al conocimiento que se ocupa de estudiar la realidad histórica.

Por realidad histórica entendemos aquello que ha ocurrido en la vida social de los humanos, las diversas experiencias históricas de éstos ( incluidas aquella en la que vivimos ), la conjunción de factores por los cuales las sociedades y los individuos que la integran se organizan, actuan, se desarrollan y cambian. Estas experiencias constituyen la materia de la historia.

Consideramos que la realidad histórica ( o materia de la historia ) es objetiva: es decir, existe o ha existido por si, tiene o ha tenido entidad propia fuera de nosotros y es independiente de las interpretaciones o explicaciones que se puedan hacer.

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Por conocimiento histórico entendemos el estudio, el análisis, la explicación científica que de esta materia elabora la historiografia.. El objetivo de la investigación histórica consiste en explicar científicamente la realidad histórica. La explicación científica es un proceso de asimilación de la realidad objetiva a la razón. En este sentido, la explicación histórica nos propone hacernos comprender, aprehender las sociedades humanas en el tiempo, captar los mecanismos de fondo de las sociedades, es decir: mostrarnos como funcionan. El conocimiento histórico, en resumen, procura conocer objetivamente las experiencias sociales en el tiempo y en la dinámica histórica.

A diferencia de la realidad histórica, que es objetiva, el conocimiento histórico es una explicación subjetiva de la materia histórica; subjetiva y elaborada por los historiadores. Dicha explicación de la materia histórica que elaboran los historiadores deberá de contrastarse con la realidad histórica objetiva, habrá que demostrar la concordancia entre aquello que se dice de la materia histórica y la entidad objetiva de ésta. Se trata, por lo tanto, de una interpretación racional, sistemática, verificable - y por lo tanto falible- de la realidad.

La realidad histórica, para poder ser explicada cientificamente, ha de ser interrogada, problematizada, investigada, sistematizada y demostrada. Sólo desde las preguntas, desde el planteamiento y la selección de problemas, desde los supuestos teóricos y las hipótesis pueden darse explicaciones racionales de la materia histórica. No se trata de contar todas las cosas que han pasado en la historia, sino de penetrar en los mecanismos de funcionamiento y dinámica social, de relacionar los distintos aspectos de la realidad histórica. No se pretende decir todo sobre todo, sino de dar cuenta de la globalidad de hechos que constituyen la realidad histórica. La historia busca una imagen global de las sociedades y de los cambios sociales: La historia total . ¿ Para que sirven estos conocimientos ? para modificar, ampliar o actuar mejor sobre las sociedades actuales.

B) El conocimiento histórico como actividad científica:

La importancia de la cuestión no radica en la cientificidad de la historia o no, sino que lo verdaderamente importante es que la explicación histórica sea un instrumento de análisis veraz y objetivo del pasado y ahora sea un conocimiento útil. Estas consideraciones tienen apoyos valiosos de filósofos. Chalmers considera que “ toda área de conocimiento ha de ser juzgada por sus propios méritos, se han de investigar los fines y el grado en que es capaz de cumplirlos “ . Este modo de conocimiento es el científico. Si la historia quiere ser un instrumento coherente de análisis social, si quiere explicar las experiencias de las sociedades humanas, tendrá que ser un conocimiento científico. El conocimiento científico es reductible a dos denominadores comunes: el primero es conocer el mundo ( la naturaleza, la sociedad y el individuo ) por medio de procedimientos racionales, es decir, explicarlo. El segundo es utilizar este conocimiento para actuar sobre el mundo. En tanto como la historia explica y actua, se la ha de considerar como conocimiento científico

C) Definición de historia:

La historia es la ciencia que estudia las experiencias y la dinámica social en el tiempo. Los aspectos esenciales de la historia son: la dimensión espacial, la dimensión temporal, la dimensión social, la entidad coherente y estructurada de la realidad histórica y la relación entre estructura y dinámica social.

D) Breves apuntes sobre historiografia:

El historicismo: El historicismo es la corriente historiográfica dominante del siglo XIX. Comporta una manera de concebir y de explicar la historia que hoy en dia suele decirse tradicional y que consiste en la narración, por lo general, de hechos políticos nacionales. No entiende la historia como una globalidad sino como un encadenamiento o conjunto de hechos particulares. Nace en la atmósfera ideológica restauradora que sigue a la revolución francesa y se desarrolla en toda Europa paralelamente a la formación, la consolidación y expansión política de las naciones-estado. Es en Alemania donde se articula paradigmáticamente la escuela historicista, teniendo como principales figuras a L. von Ranke, Droysen, Trietschke y Meineke. Sus características principales son: a) Concepción de la historia como el estudio de la particularidad, es decir, no quieren teorizar la explicación histórica y se atienen a los hechos. Detrás de cada hecho histórico está la intencionalidad de un autor, un gran personaje, que mueve el curso de la historia. b) El sujeto histórico es el estado-nación. El estado es la expresión del espíritu de un pueblo, y por eso los hombres de una nación o las individualidades que protagonizan su historia ( reyes, ministros, santos, sabios, ect. ) realizan la misión trascendente de su pueblo, y lo hacen al servicio del estado, que la sublima. c) El método del historicismo es individualizador; no considera a las fuerzas sociales y por

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contra centra toda su atención en individuos importantes. d) La historiografia historicista justifica la praxis burguesa que contribuye a forjar estos estados-nación.

El positivismo: El positivismo apuesta por una visión realista del mundo. Una de sus principales figuras es A. Comte, que publica su Curso de filosofía positiva entre 1839 y 1842. Plantea su filosofía positivista de la siguiente manera: La sociedad, y por lo tanto la historia, cobra una dimensión de natural. La historia ya no es una trascendencia, sino la expresión en estados evolutivos de la sociedad humana. Al positivista le compete el estudio de la física social. Este estudio consiste en la observación de hechos en primer lugar y la formulación de leyes después. Según el paradigama del método positivista hay que observar los hechos históricos o sociales primero y en una segunda etapa inferir los sistemas objetivos de leyes que expliquen dichos hechos.

Darwin confiere a la naturaleza la carta de la evolución: a las leyes naturales organicistas que rigen perpetuamente la materia social de los humanos se han de añadir las leyes de la evolución, del progreso histórico. Spencer, en pleno apogeo del positivismo establece la ley universal de la evolución. Para Spencer los organismos sociales, como los biológicos, adquieren gracias a la evolución una estructura cada vez mas compleja, en la cual las partes que integran el conjunto desarrollan funciones sociales necesarias, y entre ellas existe una dependencia y conexión mutua. No es posible entender la historia como una sucesión de hechos aislados, sino que éstos se han de integrar en un todo.

El funcionalismo: Se considera generalmente que el funcionalismo como teoria social comienza con E. Durkheim, pero se desarrolla en el siglo XX. entre los años 20 y 60, de la mano de antropólogos como A.R. Radcliffe-Brown y Bronislaw Malinowski o sociólogos como T. Parsons. El funcionalismo, o mejor dicho, el análisis social estructural-funcionalista, concibe la sociedad como un sistema cohesionado, donde los elementos dependen los unos de los otros, donde cada costumbre, creencia, objeto material, idea... hace una función necesaria o esencial en la sociedad. Toda explicación funcionalista implica, en primer lugar, que la realidad social está organizada estructuralmente; en segundo lugar, que las partes de la realidad social analizada se vertebran con el todo y se relacionan entre si; en tercer lugar, que los elementos de dicha sociedad cumplen una función, y que la adaptación de un fenómeno social al contexto equivale a su funcionalidad. Un concepto básico en el funcionalismo es el de integración social. La integración se puede producir ( según el tipo de sociedades ) por el consenso, la represión, la obligación mutua de los individuos, ect. En toda sociedad existen fuerzas integradoras de sus individuos, pero también existen fuerzas de diferenciación. Los conflictos sociales se producen cuando se desequilibran las fuerzas integradoras y las diferenciadoras.

El materialismo histórico: Karl Marx y Friederich Engels propusieron una teoría para explicar la realidad histórica. Conocemos esta teoría con el nombre de materialismo histórico. Estos autores comienzan a forjar la teoria del materialismo histórico a partir de 1840. Sus principales obras son el Manifiesto comunista (1848) y El capital (1867). El materialismo histórico concibe la historia como un proceso de evolución mediante el cual las sociedades cambian, es decir, pasan por etapas historicamente definidas.

Reducida a la esencia, el materialismo histórico se propone descubrir las leyes y las etapas de la evolución social, en otras palabras: descubrir las leyes de la historia. Para Marx la historia la hacen los hombres. La historia se concibe como un proceso dialéctico según el cual en toda sociedad se engendran contradicciones sociales antagónicas y objetivas, que se resuelven transformando la realidad social donde se han gestado por otro tipo de sociedad diferente al de partida. La materia social tiene una unidad global, es histórica y dinámica; y es reducible a leyes abstractas que nos permiten explicarla. A cada modo de producción le corresponden unas leyes propias: las que sirvan para explicar la sociedad feudal seran diferentes, por ejemplo, a las que expliquen el funcionamiento de la sociedad capitalista. Las tres leyes generales históricas comunes a los diferentes modos de producción son las siguientes: a) La relación entre base y superestructura. Marx concibe la organización social de cualquier sociedad concreta como un proceso histórico regido por unas leyes que son independientes de la consciéncia y la voluntad de las personas. Estas leyes son determinadas por la materialidad de la existencia de las personas, y por lo tanto, por las relaciones sociales de producción de bienes y por la distribución de éstos; es esta base la que determina la consciencia, la voluntad y la intencionalidad de las personas. Entre base y superestructura ( instituciones políticas, cultura, ideología, ect.... ), no se ha de pensar como en una determinación mecánica.

La naturaleza dialéctica del proceso histórico permite la interreciprocidad entre la base material, por un lado y la superestructura por otro. b) Fuerzas productivas y relaciones de producción. La dinámica social es producida por la

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contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Las fuerzas productivas se definen como aquellos medios materiales y humanos con los cuales produce bienes una sociedad, y dentro de ella se incluye la fuerza de trabajo humano. Las relaciones sociales de producción son aquellas que desarrollan los humanos en el proceso de producción de bienes; consisten en la manera que tiene una sociedad de organizar el trabajo que sirva para producir bienes. El conflicto se origina porque las relaciones sociales de producción de una sociedad concreta, a partir de un momento histórico determinado, obstaculizan el desarrollo de las fuerzas productivas. Este desajuste profundo del sistema social desestructura los fundamentos de la organización social existente y crea las condiciones para que nazca una nueva organización social. c) La lucha de clases como motor de la historia.

Todas las sociedades se dividen en clases sociales. Los individuos forman parte de una clase social independientemente de su voluntad o conciencia. Las relaciones sociales de producción son las que determinan objetivamente la pertenencia de los individuos a las clases sociales. Los individuos de cualquier sociedad tienen distintos posicionamientos por lo que hace a las relaciones de producción. Las clases sociales se gestan, se forman y se desarrollan historicamente a partir de las experiencias vividas por los individuos. Marx diferencia hasta 3 modos de producción en las que predominan dos clases sociales antagónicas, pero que no son únicas: Esclavista, feudalista y capitalista. Historicamente las clases medias de estos modos de producción tenderán a desaparecer. La propia evolución de la sociedad capitalista hace que se polarice la sociedad ( Esto es así por lo menos hasta la I Guerra Mundial ). El conflicto estre las clases sociales llevará a la ruptura, a la revolución.

La renovación histórica, La escuela de Annales: Durante las primeras décadas del siglo XX se opera una profunda transformación en la menera de concebir y explicar la historia. Según Bloch la historia se transforma en un conocimiento científico dirigido a explicar las sociedades en el tiempo: ciencia de los hombres en el tiempo . La renovación historiográfica se gesta entre 1900 y 1929. En 1900 se funda en Francia por Henri Berr la Revue de Synthèse Historique y en 1929 Marc Bloch y Lucien Febvre fundan la revista Annales d´Histoire Économique et Sociale. Desde las páginas de estas revistas se abren paso las características básicas del nuevo paradigma historiográfico: a) La aproximación de la historia a las ciencias sociales; b) La revisión a fondo de los supuestos historicistas; c) La concepción y la defensa de una historia científica, razonada, seriada, económica y social. Se ha cambiado el sujeto de la historia, el cual transmigra del individuo al colectivo humano. El sujeto, desde Annales, es social. Los nuevos supósitos historiográficos también comportan la necesidad de tener en cuenta las interrelaciones existentes entre el nivel económico, el político, el social, el ideológico, ect, por medio de visiones globales y coherentes del proceso histórico. Toda esta renovación se hace mediante una investigación empírica importante: historias locales, historias sectoriales, historias diacrónicas..., campos nuevos de trabajo que se amplian dia a dia. Con respecto a la metodología se incorporan nuevas técnicas de investigación procedentes de la abertura a las ciencias sociales: de la sociología, economía, lingüística,ect. Bloch y Febvre luchan contra el historicismo y la historia narrativa, pero una vez derrotada esta, no queda tan claro a favor de que se lucha a partir de entonces.

El denominador común es hacer una historia científica, pero a partir de aquí vienen las diferencias de fondo entre Bloch y Febvre: Bloch se decantará por el marxismo mientras que Febvre se decantará por una via intermedia, es decir, por el eclecticismo.

Durante la primera época de Annales (1929-1941) se intentará una explicación global de la historia y el objetivo de ésta será el cambio social. Tras la Segunda Guerra Mundial, la segunda generación de Annales, aunque no pierde la visión de conjunto, se organiza en una extructura tan poco elástica, que los analistas pierden la percepción de la dinámica histórica y ésta queda atrapada entre los barrotes de las sólidas estructuras geográfico-históricas. Será Pierre Vilar el que, desde fuera de la escuela ( desde el marxismo ) sigue reivindicando la historia total. La escuela ha quedado atrapada por el estructuralismo de los años 50 y 60; por una explicación sectorializada de la unidad del proceso histórico ( economia, sociedad, política, relaciones internacionales y cultura ). En una tercera época, desde los años 70 hasta ahora, la escuela de Annales cambia todavía mas: opta por estructuras antropológico-culturales, va detrás de las mentalidades... cada vez con una tendencia más acusada hacia la descripción y no por explicar la complicidad del proceso social.

La New Economic History: En los Estados Unidos se gesta en los años 60 una escuela de historia económica, la New Economic History, también denominada Cliómetres. Sus fundadores eran economistas neoclásicos que

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estaban poco satisfechos con la historia económica que explicaban - la cuantitativa -, considerada descriptiva y superficial y separada del análisis económico. Entre sus miembros destacan: Robert W. Fogel, Alfred H. Conrad, John R. Meyer o P. Temin. Sus características mas interesantes son las siguientes: a) Fusión entre la teoría económica neoclásica ( Keynes ) y la historia. b) Uso de conceptos marginalistas, que conciben la economía funcionalmente y estática, como una relación de equilibrios entre los elementos. c) El carácter abstracto, el lenguaje algebraico y preciso del marginalismo, además del uso de la estadística y la teoría de probabilidades.

Los historiadores marxistas británicos: Durante los años de entreguerras, el pensamiento marxista adquiere un aire voluntarioso, renovado y animado. El análisis del cambio social era el objeto preferido de muchos historiadores marxistas. En el contexto de la guerra fria, y en la profunda guerra ideológica que conlleva, se opera un doble fenómeno: por un lado se desarrolla el rearme ideológico del capitalismo, y por otro lado el marxismo cierra filas sobre si mismo, es decir, se rearma desde el reduccionismo estructuralizado.

Dentro de esta corriente el reduccionismo económico fue norma de muchos, entre ellos Witrod Kula planteaba, por ejemplo, una historia económica separada de las otras variables del proceso social. Uno de los estructuralistas mas destacados fué Louis Althusser. Sus teorias se resumen en los siguientes apuntes: a) El modo de producción se divide en regiones estructuradas, como ahora la económica, la jurídico-política, la ideológica, ect. Según críticas posteriores estos conceptos se mueven bajo una lógica del propio Althusser y no desde una lógica histórica, es decir, son excesivamente teóricas y prestan poca atención a la observación de la realidad histórica. b) La teoría se ha de separar de las condiciones históricas y son las contradicciones estructurales del capitalismo (vacias de personas) las que explican el desarrollo histórico de dicho sistema. En contra estas ideas surgirá un grupo de historiadores marxistas británicos tras la II Guerra Mundial: Maurice Dobb, Rodney Hilton, Chistopher Hill, Eric Hobsbawm, E.P. Thompson y Georges Rudé.

La reacción contra el estructuralismo y el reduccionismo marxista es una de las principales aportaciones que han hecho estos historiadores. Sus caracteristicas principales son las siguientes: a) La depuración teórica, es decir, la revitalización de la teoria como instrumento de análisis, la desdogmatización, el retorno a las fuentes teórico-historiográficas - retorno directo a Marx, por ejemplo - y la abertura metodológica. b) La atención a la experiencia humana, es decir, el análisis histórico, contrastado rigurosamente con la realidad histórica. Este aspecto es esencial, puesto que en caso contrario la teoria deviene una abstración especulativa. c) La crítica o el hecho de mantener atenta la razón sobre aquello que se escribe, de debatir todos los aspectos con libertad. Aparecen muchos trabajos en grupo destinados a investigar la consciencia de las personas en acción y aclarar la relación de ésta con la misma vida material. Uno de los autores mas significativos es E.P.Thomson en sus obras Tradición, revuelta y consciencia de clase y La formación de la clase obrera en Inglaterra. Para Thompson la formación de una clase social no viene solo determinada por las relaciones de producción, también hay que tener en cuenta la consciencia de esa clase. Solo hablamos de clase social cuando los que la forman se identifican con los mismos intereses, cuando adquieren la consciencia de clase. Mientras que para Marx son las relaciones sociales de producción las que determinan el posicionamiento de clase, para Thompson es también necesaria la autoconsciencia. Perry Anderson critica esta postura y hace notar que en la historia ha habido muchas clases sociales que no han llegado a desarrollar una autoconsciencia de clase, y no por ello han dejado de ser clases sociales ( los esclavos son un ejemplo ).No hay clases a priori.

A este planteamiento se le ha criticado de culturalista. Se contrapone un marxismo economicista ( Marx o Dobb ) a un marxismo culturalista ( Thompson o Hill ). Los marxistas clásicos ya diferenciaban las clases en si y las clases para si. Hay sectores de la población que carecen de esta consciencia de clase: clase en si, y otros que la tienen y actuan en cuanto a tal: clase para si. Es por ello que Thompson dedica páginas a hablar de por ejemplo la economía moral de la multitud.

Pierre Vilar y la Historia total: Pierre Vilar define la historia de la siguiente manera: Es el estudio de los mecanismos que vinculan la dinámica de las estructuras, es decir, las modificaciones espontaneas de los hechos sociales de masas, a la sucesión de los acontecimientos . La historia como conjunto dinámico ha sido el fundamento de su aportación. Vilar no pertenece a Annales, todo y que mantiene contactos con la escuela y fué influenciado en un principio por ella ( años 30, cuando Vilar era un historiador de corte marxista ). Critica a Annales sobretodo en su segunda y tercera etapas. De ésta última dirá que es una historia segmentaria y envejecida al ocuparse de la vida privada y de las mentalidades, a pesar de su ambición totalizadora. De su aportación historiográfica destacamos: a)

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La preocupación teórica, no presente en Annales. Según Vilar, para explicar la historia hace falta adoptar una teoria global, y él hace servir la de Marx porque considera que permite explicar la unidad y el carácter sintético del proceso social. b) Esta preocupación teórica se explica al construir la historia total: es una explicación de aquellas cosas nucleares de las cuales depende el todo y aquello que depende del todo. Las relaciones de producción, las experiencias de los hombres, las instituciones de poder, las conciencias, las acciones políticas.... no se juntan, se integran.

BIBLIOGRAFÍA

Vilar, P. (1974), Crecimiento y desarrollo, Barcelona, Ariel (2ª edi.). Págs 347-381.

Chalmers, A.F. (1988), ¿ Qué es esa cosa llamada ciencia ?, Madrid, Siglo XXI (7ª ed.). Pág 230.

Bloch, M. (1984), Apología de la historia, Barcelona, Ampurias.

Anderson, P. (1985), Teoría política e historia. Un debate con E.P. Thompson, Madrid, Siglo XXI.

Thompson, E.P. (1979), Tradición, revuelta y consciencia de clase, Barcelona, Crítica. Págs 62-134.

Vilar, P. (1980), Iniciación al vocabulario del análisis histórico, Barcelona, Crítica. Pág 47.

Extraído de http://html.rincondelvago.com/historia-contemporanea-universal_3.html