Upload
others
View
0
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
FACULTAD DE DERECHO
El RÉGIMEN JURÍDICO DE LA PUBLICIDAD ENGAÑOSA EN EL ECUADOR.
Trabajo de Titulación presentado en conformidad con los requisitos establecidos para optar por el título de Abogado de los Tribunales de la República del Ecuador.
Profesor GuíaDr. Manuel Fernández de Córdova.
AutorMichel Alejandro Alarcón Barrera.
Año2014
ii
DECLARACIÓN DEL PROFESOR GUÍA.
“Declaro haber dirigido este trabajo a través de reuniones periódicas con el
estudiante, orientando sus conocimientos y competencias para un eficiente
desarrollo del tema escogido y dando cumplimiento a todas las disposiciones
vigentes que regulan los Trabajos de Titulación”.
-------------------------------------------- Manuel Fernández de Córdova.
Doctor en Jurisprudencia. C.C.170776089-6
iii
DECLARACIÓN DE AUTORÍA DEL ESTUDIANTE.
“Declaro que este trabajo es original, de mi autoría, que se han citado las
fuentes correspondientes y que en su ejecución se respetaron las disposiciones
legales que protegen los derechos de autor vigentes”
----------------------------------------- Michel Alejandro Alarcón Barrera.
C.C.171309159-1.
iv
AGRADECIMIENTOS.
A Dios y a mi familia por haber apoyado
en el transcurso de mi carrera, también
a la Universidad de las Américas por
haber dado los conocimientos
fundamentales para aplicarlos, pero en
particular a mi Director el Dr. Manuel
Fernández de Córdova por su apoyo
incondicional en este trabajo de
titulación.
v
DEDICATORIA.
A mis padres, por el permanente apoyo
a mis requerimientos, en el objetivo de
culminar con éxito esta carrera.
vi
RESUMEN
La publicidad comercial se encuentra regulada a través de tres normas de
carácter orgánico, que son: la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor; la Ley
Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado; y, la Ley Orgánica de
Comunicación.
En la actualidad, la publicidad comercial se considera como una actividad
económica; se ha convertido en una herramienta eficiente e idónea para los
agentes económicos, a fin de que puedan transmitir la información a los
consumidores y éstos puedan conocer y adquirir los bienes y servicios que se
promocionan dentro del mercado concurrente.
Estas actividades publicitarias tienden a provocar actos de engaño, que pueden
perjudicar tanto a los consumidores como a los usuarios, por manejar
información falsa o que induzca a error en la obtención de un bien o servicio
por parte del consumidor, auspiciando un perjuicio económico y desviando la
clientela ajena para provecho propio del competidor desleal.
Por otro lado tenemos la Ley Orgánica de Comunicación, que por primera vez
regula a la publicidad y prohíbe la difusión de contenidos engañosos, que en su
momento pueden perjudicar los derechos de las personas al recibir una
información no veraz.
El objetivo de este estudio se conduce a evaluar el marco jurídico sobre los
actos de engaño publicitario en el Ecuador, con esto se podrá disponer de las
herramientas de asesoramiento adecuado para proteger al consumidor y al
empresario dentro de un mercado competitivo. Igualmente, tiene como alcance
conocer la normativa aplicable para reprimir los actos de engaño dentro de las
actividades publicitarias comerciales, como lineamiento para evitar la
competencia desleal en el Ecuador.
vii
ABSTRACT
Commercial advertising is currently being regulated by three laws of organic
character. These laws are: The Law of Consumer Protection, Law of
Regulation and Market Control and the Law of Communication.
Currently, commercial advertisement is considered an activity performed by the
business market; it has become an efficient tool for all finance agents with the
purpose of transmitting the information needed to the consumer so they can
better decide and acquire the services and goods that are being advertised in
the current market.
However, these publicity activities can also be deceiving and could cause
damage to the consumer as well as the producer; if the information being
advertised is false, incorrect or incomplete, this could create financial loss for
both parties. And this decision would be made under misguided information
received through the advertisement.
That being said, we now have the Law of Communication; which for the first
time prohibits and regulates untruthful advertising that can cause damage to the
people who receive the false information.
The objective of this study is to evaluate the judicial parameters within the law
regardless to false advertisement in Ecuador. With that information, tools could
be created to protect and advise the consumer as well as the businessmen
in our current competitive market. It would also help create laws that could stop
these acts from happening and make commercial competition fair in Ecuador.
ÍNDICE INTRODUCCIÓN………………….................................… 1 CAPÍTULO I…………………………................................. 4 COMPETENCIA DESLEAL…......................................... 4
1.1. Fundamentos constitucionales sobre la competencia
desleal………………………………………………………………….................….. 4
1.2. Concepto de competencia desleal…………………………….......…. 13
1.2.1. Finalidad………………………………………………………….... 14
1.2.2. Cláusula general de prohibición…………………………….…….. 21
1.2.3. Concepto personal de competencia desleal……………….…… 26
1.3. Actos de competencia desleal……………………….............…………. 26
1.3.1. Acto de confusión………………………………….............…….. 28 1.3.2. Acto de engaño…………………........................................…… 30 1.3.3. Acto de imitación……………………………………................… 31 1.3.4. Acto de denigración……………………………….................….. 32 1.3.5. Acto de comparación………………………………….........……. 34 1.3.6. Acto de explotación de la reputación ajena………….........….. 35 1.3.7. Acto de violación de secretos empresariales………….........… 37 1.3.8. Acto de inducción a la infracción contractual……………......... 39 1.3.9. Acto de violación de normas…………………………….........… 40 1.3.10. Prácticas agresivas de acoso, coacción e influencia
indebida contra los consumidores………………………....….. 41
CAPÍTULO II………………………………………………...................…… 43 PUBLICIDAD ENGAÑOSA……………………………........……….. 43
2.1. El fenómeno de la publicidad dentro de la dinámica comercial contemporánea…………………………………………….....
.
43
2.2. Concepto de publicidad………………………….........……………. 47
2.2.1. Publicidad como derecho de información y comunicación…… 47 2.2.2. Publicidad como un derecho de empresa…………...………… 51 2.2.3. Concepto personal de publicidad……………………….....…… 54
2.3. Principios de la publicidad………………………………..........…. 54
2.3.1. Principio de legalidad………………………………….........….. 54 2.3.2. Principio de veracidad………………………………............….. 56 2.3.3. Principio de autenticidad……………………………….........…. 59 2.3.4. Principio de leal competencia……………………………......... 60
2.4. Publicidad engañosa…………………………………………............ 62
2.4.1. Nociones generales……………………………………............... 62 2.4.2. Concepto de publicidad engañosa…………………….........… 64 2.4.3. Tipos de publicidad engañosa……………………………........ 65
2.4.3.1. Publicidad engañosa por omisión…………….......... 65 2.4.3.1. Publicidad encubierta…………………………......…. 66
2.4.4. Causales de la publicidad engañosa……………………......... 68 CAPÍTULO III…………………………………………………..................… 71 RELACIÓN DE LA PUBLICIDAD ENGAÑOSA CON LOS ACTOS DE ENGAÑO………………………………...... 71
3.1. Acto de engaño……………………………………………………....… 71
3.1.2. Nociones generales…………………………………..............…. 71 3.1.2. Concepto de engaño…………………………………................. 75 3.1.3. Relación del acto de engaño con la publicidad engañosa….. 77
3.2. Prácticas de la publicidad engañosa…………………….......... 81
3.2.1. Publicidad engañosa por confusión………………………........ 81 3.2.2. Publicidad engañosa por comparación………………….......... 83 3.2.3. Publicidad engañosa por testimonio………………….........….. 84 3.2.4. Publicidad engañosa por encubierta………………………....... 85
3.2.5. Publicidad engañosa subliminal………………..………………. 86 CAPÍTULO IV……………………………..........................................…… 88 REGULACIÓN DE LA PUBLICIDAD ENGAÑOSA Y SU VALORACIÓN DEL TRATAMIENTO JURÍDICO EN EL ECUADOR…………………………...............… 88
4.1. Legislación ecuatoriana…………………………………….......….. 88
4.1.1. Ley Orgánica de Defensa del Consumidor……………………….. 88 4.1.2. Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado…. 92 4.1.3. Ley Orgánica de Comunicación……………………………………. 97 4.1.4. Códigos de Autorregulación de las actividades publicitarias…… 98
4.2. Legislación comparada…………………………………….....……. 102
4.2.1. Legislación española………………………………………........….. 102 4.2.2. Legislación peruana…………………………………………........... 103
4.3. Valoración del tratamiento jurídico de la publicidad engañosa en el Ecuador……………………………………………...…… 106
4.3.1. Ley Orgánica de Defensa del Consumidor…………………....….. 106 4.3.1.1. Análisis…………………………………………………........ 106 4.3.1.2. Valoración………………………………………….......…… 107
4.3.2. Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado…. 108 4.3.2.1. Análisis…………………………………………..........…….. 108 4.3.2.2. Valoración…………………………………………...........… 109
4.3.3. Ley Orgánica de Comunicación…………………………….......….. 109 4.3.3.1. Análisis……………………………………………...........…. 109 4.3.3.2. Valoración…………………………………………….......... 110
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES………….......… 111
CONCLUSIONES……..........................................................................… 111
RECOMENDACIONES……………………………………............……….. 112
REFERENCIAS……………………………………………......................….. 113
1
INTRODUCCIÓN
El “Régimen Jurídico de la Publicidad Engañosa en el Ecuador” es un estudio
innovador en el campo jurídico, cuyo objetivo es dar un moderno tratamiento a
la publicidad dentro del mercado y revisar su influencia para ofertar los bienes y
servicios que producen los empresarios en atención a los consumidores.
El marco jurídico de la publicidad es muy diverso, se menciona a la publicidad
en la Ley de Defensa del Consumidor, la Ley Orgánica de Regulación y Control
del Poder de Mercado y la Ley Orgánica de Comunicación; en tal virtud,
procede esta investigación para determinar cuál es el verdadero marco jurídico
de la publicidad comercial y específicamente de la publicidad engañosa.
En los actuales momentos la publicidad engañosa es objeto de intensos
estudios por parte de muchos juristas, ya por el aumento de empresarios que
compiten dentro del mercado ecuatoriano, que se ha elevado mucho más, ya
por la utilización de nuevos signos distintivos para atraer a los consumidores, lo
cual obviamente permite la utilización de prácticas desleales en sus objetivos.
Estas prácticas desleales distorsionan a los mercados y producen monopolios,
oligopolios y otras acciones reñidas con la ley, permitiendo que el mercado se
transforme en algo no competitivo, puesto que en estas condiciones los
pequeños y medianos empresarios ya no entran en el mercado, distorsionando
sus objetivos, ya que en buena proporción van en contra de la buena fe y de
las buenas costumbres.
Con este breve preámbulo sobre el “Régimen Jurídico de la Publicidad
Engañosa en el Ecuador”, es preciso mencionar que la presente investigación
ha sido configurada en cuatro capítulo esenciales: 1. La competencia desleal;
2. La publicidad engañosa; 3. La relación de los actos de engaño con la
publicidad engañosa; 4. El régimen normativo de la publicidad engañosa y su
valoración del tratamiento jurídico del Ecuador.
2
El capítulo I comprende el marco teórico de la competencia desleal, sustentado
en la vigente Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado, que
en sus artículos 25, 26 y 27 trata justamente lo referente a las prácticas
desleales. El trabajo se inicia con un somero preámbulo sobre la Constitución
económica, continuando con un concepto personal sobre la materia y el
amparo de los conceptos vertidos por importantes tratadistas, utilizando en
forma permanente los elementos que en la doctrina y en la legislación se
determinan para definirlo, tanto por la finalidad cuanto por la cláusula general
de prohibición. La investigación finaliza revisando los actos de competencia
desleal reconocidos en la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de
Mercado.
El capítulo II trata sobre la publicidad engañosa, comenzando con un breve
análisis de la publicidad como fenómeno dentro de la dinámica comercial
contemporánea, y su alternativa esencial en el mercado para la oferta de
bienes y servicios que realizan los empresarios hacia los consumidores.
Contiene también una definición personal referente a la publicidad engañosa,
así también un especial análisis sobre los tipos de publicidad engañosa y sus
principios.
En el capítulo III se determina la relación existente entre el acto de engaño con
la publicidad engañosa, donde se determina los tipos de publicidad engañosa
en referencia a los actos de engaño.
En el capítulo IV se establecen las normas que regulan la publicidad engañosa
en el Ecuador, y luego, una valoración respecto de las normativas de la Ley
Orgánica de Defensa del Consumidor, la Ley Orgánica de Comunicación y la
Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado.
El presente análisis pretende enmarcar y disponer de los pertinentes medios
para proceder a una apropiada evaluación del marco jurídico ecuatoriano,
concretamente sobre los actos de competencia desleal y de engaño publicitario
3
que se producen en el país, permitiendo una objetiva apreciación sobre la
normativa.
4
CAPÍTULO I
COMPETENCIA DESLEAL
1.1. Fundamentos constitucionales sobre la competencia desleal
Por ser sustancialmente garantista de derechos, la Constitución busca también
proteger el sistema económico del Estado, por medio de políticas públicas para
el correcto funcionamiento del mercado.
Siendo el mercado básicamente el intercambio de bienes y servicios que
realizan los empresarios hacia los consumidores, resulta imperativo que en el
flujo competitivo puedan aparecer prácticas desleales que afecten a los
intereses de los consumidores y empresarios, lo que redundaría también en la
estabilidad económica del Estado.
Como lo menciona Durand (en Riofrío y Marín, prólogo, s.f., p. 13), que: “(…) el
mercado es un proceso en permanente movimiento en el que interactúan las
personas poniendo de manifiesto sus intereses, es decir, una relación
biunívoca entre proveedores y consumidores, cuyos intereses se expresan en
los precios y en la aceptación de tales precios”. Esta mención da a entender
que el mercado tiene un movimiento dinámico de interacción, que los
proveedores o en este caso los empresarios, utilizan como tráfico económico
para su actividad, en este caso para la publicidad, como medio de atraer a los
consumidores y usuarios que están dentro de este sistema comercial.
Siendo el sistema económico la base fundamental para el desarrollo del
Estado, deben existir normas suficientemente claras para su actividad y control.
Sobre el particular, Burneo (2010, p. 348), dice que “Sistema económico es el
conjunto estructurado de normas por medio de las cuales se organiza la
actividad económica de una colectividad o de un país”. Según esta definición
podemos apreciar que la economía siempre va a tener una organización,
donde todos los participantes que realizan actividades económicas deben
5
cumplir con ella para el correcto funcionamiento del sistema; por ello, siendo la
Constitución Política del Estado la que estructura su organización política y
administrativa, también estructura y organiza su funcionamiento económico,
que se lo denomina actualmente Constitución económica.
La noción de Constitución económica parte de la idea de establecer un sistema
económico ordenado. Al respecto, a continuación se incluye el concepto
formulado por varios tratadistas:
Marín (en Riofrío y Marín, s.f., p. 25), menciona que la Constitución
económica es “(…) una manera de ordenar lo que hoy podemos
denominar el fenómeno económico, en cuanto se expresa en los
elementos de propiedad, contrato y trabajo, así como en la intervención
del Estado en la economía y en la regulación de lo que hace a la
organización y a la técnica de la producción y de la distribución”.
Jara (2013, p. 28), dice sobre el asunto que la Constitución económica
es “(…) como el conjunto de aquellos principios fundamentales de los
cuales se deriva la estructura y funcionamiento de la actividad
económica en un Estado”.
Grijalva (2013, p. 77), define a la Constitución económica como el “(…)
análisis de la estructura constitucional de un sistema económico,
incluyendo las relaciones de este con el sistema político”.
Todos los autores citados hacen mención de que la Constitución económica es
una organización de la economía, por medio de la intervención del Estado a
través de una política pública, la misma que contiene los elementos esenciales
de los agentes económicos, los cuales realizan dichas actividades para el
desarrollo y sustentabilidad de la producción, lo cual puede decirse que se
configura en un modelo económico.
6
Sobre el modelo económico, la misma autora Jara (2013, pp. 31 y 32),
determina que:
“(…) los medios se constitucionalizan para efectivizarlos y destacan que,
bajo el enfoque constitucional vigente, las políticas públicas son
garantías, es decir, medios concretos, para la realización de los
derechos de los individuos, sin que sea admisible la idea de un Estado
orientado fundamentalmente a la idea de estabilidad macroeconómica”.
Con ello se sustenta la importancia de la Constitución en materia económica,
tanto para organizar el sistema económico cuanto para respaldar todas las
libertades en aras de obtener una economía eficiente y transparente, donde la
promoción de los bienes y servicios que se producen dentro del mercado
ecuatoriano puedan controlarse, manteniendo el necesario equilibrio que el
Estado debe tener con la sociedad y el mercado.
Respecto del sistema económico, el artículo 283, inciso primero, de la
Constitución de la República del Ecuador (2008), establece el modelo
económico estipulado en los siguientes términos:
“El sistema económico es social y solidario; reconoce al ser humano
como sujeto y fin; propende a una relación dinámica y equilibrada entre
sociedad, Estado y mercado, en armonía con la naturaleza; y tiene por
objetivo garantizar la producción y reproducción de las condiciones
materiales e inmateriales que posibiliten el buen vivir”.
Este sistema económico que contempla la Constitución, tiene dos aspectos
fundamentales que son: la economía social y la economía solidaria. En cuanto
a la primera, Grijalva (2013, p. 87) expresa:
“La economía social enfatiza la participación democrática de quienes
aportan con su trabajo en la gestión de los procesos productivos, y al
7
mismo tiempo la distribución equitativa de sus frutos entre todos ellos;
propugna la primacía del trabajo sobre el capital y la provisión de bienes
y servicios de óptima calidad a las y los consumidores, mediante un
intercambio según las reglas del precio justo y de respeto a la diversidad
étnica y cultural”.
En lo que respecta a la economía solidaria, Askunze (2007, p. 1), expone:
“(…) precisamente aporta una visión y una práctica personal y
comunitario, como instrumento que contribuya a la mejora de la calidad
de vida de las personas y de su entorno social en una consideración
ética y humanista del pensamiento y de la actividad económica, que
coloca a la persona y a la comunidad en el centro del desarrollo”.
Por lo mencionado, podemos determinar que nuestro sistema económico social
y solidario es una valoración de quienes en el trabajo, en los procesos
productivos para el mejoramiento del estilo de vida de las personas y de la
comunidad, dentro de un entorno social y humanista para el desarrollo de la
economía del Estado. De esta manera, se puede comprender la existencia de
una relación entre sociedad, Estado y mercado.
Esta relación entre sociedad, Estado y mercado dentro de una economía social
y solidaria, pretende buscar la necesaria armonía entre todos los modos de
producción, como la libertad de empresa, la propiedad privada, el trabajo, las
personas, la comunidad y el interés del Estado, para que se pueda lograr un
desarrollo eficaz dentro del mercado.
Dentro del mercado, como ya lo mencionamos, están los agentes económicos,
quienes deben cumplir el objetivo que establece el artículo 284, numeral 8, de
la Constitución de la República del Ecuador (2008), que dice: “Propiciar el
intercambio justo y complementario de bienes y servicios en mercados
transparentes y eficientes”. Este objetivo que establece la Constitución, hace
8
que todos los ciudadanos puedan acceder libremente a los bienes y servicios
que transitan en el mercado y, por tanto, hace prevalecer el principio de
igualdad.
El tratadista ecuatoriano, Riofrío (en Riofrío y Marín, s.f., p. 85), expresa lo
siguiente con respecto al intercambio justo:
“El intercambio justo implica una cierta igualdad en donde no conceda a
nadie más ni menos, que lo suyo. Se habla de una ‘cierta’ igualdad,
porque ante los sujetos no hay un valor absolutamente objetivo de la
cosa (…). Y este hecho hace justamente que los agentes del mercado
estén incentivados a producir lo que falta, a llenar los huecos del
mercado donde hay necesidades, porque saben ellos que allí los sujetos
desean más esos productos y podrán venderlos a mejor precio sacando
un mejor excedente (…). Para que sea posible un intercambio justo es
necesario que las partes conozcan qué se da y qué se recibe, resultando
imposible el intercambio justo fuera de un mercado transparente. Uno y
otro concepto se implican mutuamente. En desarrollo de las normas del
error y del dolo (cfr. CC1467ss), ampliamente comentadas por los
civilistas, la transparencia debe darse sobre toda la información
relevante”.
Este comentario expresado por el autor nos conduce a pensar que, para que el
intercambio sea justo, debe primar el principio de igualdad, para que la
sociedad tenga acceso sin contratiempos a los bienes y servicios que producen
los agentes económicos, los mismos que deben ser de buena calidad y de
beneficio para todos. También hace mención a la información, ya que ésta es
considerada como parte fundamental en la práctica comercial, lo que es
concordante con el artículo 18, numeral 1, de la Constitución de la República
del Ecuador (2008), cuyo texto dice: “Todas las personas, en forma individual o
colectiva, tienen derecho a: buscar, recibir, intercambiar, producir y difundir
información veraz, verificada, oportuna, contextualizada, plural, sin censura
9
previa acerca de los hechos, acontecimientos y procesos de interés general, y
con responsabilidad ulterior”. Texto que empata con el contenido del artículo
52, inciso primero, de la misma Constitución de la República del Ecuador
(2008), que reza: “Las personas tienen derecho a disponer de bienes y
servicios de óptima calidad y a elegirlos con libertad, así como a una
información precisa y no engañosa sobre su contenido y características”.
Todo lo expuesto sustenta y forma parte de un intercambio justo, no como
manera expresa en el objetivo que menciona la Constitución para la
adquisición de los bienes y servicios, sino en función de la transparencia en el
mercado, donde se debe abundar en información y detalles para no falsear el
mercado, objetivo primordial para fomentar el comercio justo.
El concepto de comercio justo está establecido en la Constitución de la
República del Ecuador (2008), en el artículo 336, con los siguientes términos:
“El Estado impulsará y velará por el intercambio justo como medio de
acceso a bienes y servicios de calidad, que minimice las distorsiones de
la intermediación y promueva la sustentabilidad.
El Estado asegurará la transparencia y eficiencia en los mercados y
fomentará la competencia en igualdad de condiciones y oportunidades,
lo que se definirá mediante ley”.
El citado artículo se puede determinar, indefectiblemente, que es el principio de
la competencia donde se procura que el intercambio de bienes y servicios sean
de calidad y, asimismo, que tenga una funcionalidad transparente y eficiente en
igualdad de oportunidades, donde participarán todos los agentes económicos,
lo cual puede traducirse como una libre competencia.
El tratadista Gómez (1998, pp. 252 y 253), al respecto de la libre competencia
menciona lo siguiente:
10
“El ordenamiento jurídico se orienta a conservar la transparencia en las
conductas o medios utilizados en la emulación de los distintos
participantes en el mercado. Si bien cada participante tiene el derecho
de buscar el favor de la clientela, para lograrlo ha de luchar en forma
honesta, limpia y transparente, ya que toda lucha tiene sus límites (…).
Por tanto, la libertad de luchar del empresario debe orientarse a lograr el
favor de la clientela. En lo económico y en lo político, esta finalidad es
parte esencial de su desarrollo; lo repudiable son los medios empleados
para obtenerla colocando en el mercado bienes y servicios en mejores
condiciones a los ofertados por la competencia, en cuanto cantidad,
presentación, calidad y precio”.
Lo expuesto por Gómez, hace concordar al comercio justo con la leal
competencia, ya que se busca la transparencia que debe dinamizar el mercado
y el intercambio de bienes y servicios entre proveedores y consumidores. De
esta manera corresponde considerar que, para mantener esa armonía en el
mercado, se deben establecer los medios fundamentales para que dicha
actividad pueda llegar a ser eficiente y transparente, evitando caer en prácticas
desleales que pueden afectar al mercado.
Por esta razón, la misma Constitución obliga a la intervención del Estado en
precautelar la transparencia y eficiencia en la adquisición de bienes y servicios
y, que prevalezca el principio de igualdad por medio de una política pública que
regule las prácticas desleales que puedan producirse por parte de los agentes
económicos. Norma que se incluye en el artículo 335, inciso segundo, de la
misma Constitución de la República del Ecuador (2008), en su objetivo de
reprimir la competencia desleal:
“El Estado definirá una política de precios orientada a proteger la
producción nacional, establecerá los mecanismos de sanción para evitar
cualquier práctica de monopolio y oligopolio privados, o de abuso de
11
posición de dominio en el mercado y otras prácticas de competencia
desleal”.
Según el mismo artículo, se puede determinar que la Constitución protege al
mercado, a la sociedad y al mismo Estado, creando una política de
competencia que reprima las prácticas desleales que se producen en el
mercado.
Trujillo (2006, p. 317), expone la importancia de una política de competencia en
los siguientes términos:
“La finalidad de una política de competencia debe ser la de garantizar la
libertad de empresa, frente a todas las manipulaciones que tiendan a
entorpecer o impedir el ingreso de empresas al mercado, lo mismo que
las maniobras que buscan eliminarlas del mismo mercado; debe también
tutelar el derecho de los consumidores y usuarios a elegir con libertad
los bienes y servicios en procura de la óptima calidad; y, en tercer lugar,
debe proteger el interés general que se concreta en la satisfacción de
las necesidades de la demanda”.
En líneas posteriores, el autor continúa su exposición al respecto en los
siguientes términos: “el Estado debe promover la competencia, aprobar
normas de calidad sin desmedro de las que acuerden los mismos
productores que más bien debe estimular, promover las asociaciones de
consumidores ‘para mejorar el nivel y la distribución de información de
mercado y para impedir el abuso de ventajas de información’ y otros
mecanismos que tiendan a impedir la alta concentración de la oferta, la
publicidad engañosa, etc.”.
La explicación dada por Trujillo, resulta muy acertada para nuestra doctrina,
porque con anterioridad al año 2006, de publicación de su obra, no se tenía
una política que regule a la competencia, pues a la competencia desleal solo la
12
regulaba la Ley de Propiedad Intelectual, la cual sólo protegía en parte a los
empresarios, postergando a los consumidores.
Con la expedición de la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de
Mercado, ahora se protege no solo a los empresarios y al interés del Estado,
sino también a los consumidores, pues ellos son también partícipes en la
evolución y problemática del mercado. La Ley en referencia también menciona
a la información, que en este caso es la publicidad, ya que es catalogada como
una práctica comercial más dentro del tráfico económico, donde también se
puede producir un acto o práctica desleal que pueda provocar distorsión; lo
cual no solamente afectaría al empresario y al Estado sino también al
consumidor.
En este punto cabe mencionar la Resolución No. N001-2001-LIN-
CCD/INDECOPI, que al respecto emite en el año 2001 el Instituto Nacional de
Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual
[INDECOPI] (2001, p. 2 y 3), de la República del Perú, en el afán de sustentar
esta política que reprime la competencia desleal dentro del sistema económico,
cuyo significativo alcance tiene el siguiente texto:
“En esta economía social de mercado, tanto la legislación sobre la
competencia desleal como la de la publicidad comercial tienen como
finalidad brindar el marco legal para que los empresarios puedan realizar
sus actividades dentro de los principios que rigen este modelo
económico, promoviendo el desarrollo de la leal y honesta competencia.
La finalidad de la legislación sobre competencia desleal no es incentivar
la permanencia en el mercado de empresas ineficientes que no
responden a los retos que implica interactuar en un mercado competitivo
y que, finalmente, pueden terminar siendo eliminadas del mercado”.
Por tanto, es fundamental tener una política de competencia que reprima las
prácticas desleales que se producen en el mercado, pues con ello se pretende
13
buscar la transparencia y eficiencia que requiere dicha actividad, haciendo
prevalecer la leal competencia de una manera proteccionista para la libertad de
empresa, de los consumidores, de la propiedad y del interés público en
general, tomando siempre en cuenta el principio de igualdad y la relación
dinámica entre la sociedad, el Estado y el mercado.
En conclusión, los fundamentos constitucionales para reprimir la competencia
desleal están considerados en los artículos 335 inciso segundo y 336 de
nuestra Constitución, que son las normas que prohíben la competencia desleal
y que exigen el comercio justo, en consideración a que la leal competencia
propende a mantener un mercado transparente, eficiente y alejado totalmente
de la falsedad. También sus contenidos hacen que se prevalezcan el principio
de igualdad y la defensa de los consumidores, respetando todo tipo de
publicidad basada en la transparencia y veracidad de la información, para
precautelar en forma amplia la relación entre sociedad, Estado y mercado,
dentro de una economía social y solidaria.
1.2. Concepto de competencia desleal
El concepto de competencia desleal, en la legislación ecuatoriana nace
prácticamente con la expedición de la Ley de Propiedad Intelectual expedida
en 1997, el mismo que se precisa definitivamente en la Ley Orgánica de
Regulación y Control del Poder de Mercado, que entra en vigencia el 13 de
octubre del 2011, Registro Oficial Suplemento No. 555. Pero resulta evidente
que la legislación de otros países, como por ejemplo, España y Perú, no
registra un concepto unificado y definido sobre la competencia desleal. De
todas maneras, al margen del concepto, revisemos necesariamente lo
relacionado con la finalidad y la cláusula general de prohibición, pues ellas
enmarcan las razones y objetivos de la competencia desleal.
14
1.2.1. Finalidad
Al respecto, Alonso (2012, p. 307), considera que la finalidad de la
competencia desleal es “(…) la protección de todos aquellos intereses que se
ven afectados por la competencia principalmente son: el interés privado de los
empresarios, el interés colectivo de los consumidores y el propio interés público
del Estado en el mantenimiento de un orden concurrencial no falseado”.
Para determinar esta consideración, es preciso analizar los puntos esenciales a
que se refiere: la competencia y los agentes económicos, pues constituyen
parte insoslayable para determinar que el criterio dado por el tratadista es
correcto.
El derecho de la competencia se divide en dos materias fundamentales, las
cuales funcionan en el objetivo de que la competencia se realice en el mercado
concurrente para fomentar la libre y leal competencia.
Cabanellas (2003, p. 115), hace una distinción de estas dos ramas cuando
manifiesta que:
“El derecho de la competencia tiene dos grandes ramas: la defensa de la
competencia y la competencia desleal. El primero se basa en un modelo
de comportamiento, la competencia efectiva, fundado en la
independencia en las decisiones entre competidores, la libertad de
acceso al mercado, la posibilidad de elegir entre posibles oferentes y
demandantes, y la existencia de una estructura de mercado que permita
una pluralidad de oferentes y demandantes reales e independientes en
cada mercado –en contraposición al monopolio-. La otra rama del
derecho de la competencia es el derecho de la competencia desleal. Se
basa también en un modelo de competencia no contradictorio con el de
competencia efectiva, cuyos elementos esenciales son la apropiación de
los resultados del propio esfuerzo productivo, el flujo de información
15
veraz entre los agentes del mercado, y la eliminación de actividades
cuya rentabilidad se origina en perjudicar a un competidor y no en la
producción de bienes y servicios”.
Con esta diferenciación dada por el autor, se puede determinar que la defensa
de la competencia se basa en proteger la libre competencia y evitar prácticas
anticompetitivas como el abuso de poder de dominio, el monopolio, el
oligopolio, las concentraciones económicas y los acuerdos colusorios. La
competencia desleal se fundamenta por los resultados propios del esfuerzo
productivo, el flujo de información y otros actos desleales que se puedan
producir dentro del proceso competitivo.
El proceso competitivo es muy grande, y la participación de los competidores
por atraer a la clientela es muy dinámica, por lo que las empresas en razón de
tener que desarrollar una actividad competitiva, sin llegar a ejercer actos
anticompetitivos, pueden falsear la competencia y caer en prácticas desleales,
es decir, la deslealtad competitiva busca desviar la clientela ajena en provecho
propio, como por ejemplo, el uso de la publicidad engañosa.
Al respecto de “finalidad”, Bercovitz (2011, p. 75), hace la siguiente explicación
respecto de la competencia:
“La competencia sirve para perjudicar a los competidores. En eso
consiste el sistema competitivo, en que los empresarios se esfuerzan
por captar la mayor cuota posible de clientela, esto es conseguir atraer
nuevos clientes que dejarán de serlo de los competidores. Pero
evidentemente cuando la actuación competitiva se desarrolla por medios
correctos no hay ilicitud alguna que deba reprocharse al empresario que
compite. No hay, por lo tanto, protección frente a la competencia en
general, sino que lo que existe es protección frente a la competencia
desleal”.
16
Esta aseveración dada por Bercovitz, concuerda con el criterio de Cabanellas,
puesto que la represión de la competencia desleal tiende a corregir y mantener
un proceso competitivo que sea concurrente, y que no provoque falsedad en la
competencia y pueda distorsionar dicho proceso competitivo, es decir, tiene la
intención de mantener un comercio justo para que los agentes económicos
puedan competir en un mercado libre y leal.
Se puede afirmar que la competencia desleal es una materia que se
complementa con la defensa de la competencia por el bien jurídico protegido,
que es la libre competencia; esta relación la certifica Alonso (2012, pp. 281,
282), que explica lo siguiente:
“Entre las conductas prohibidas se incluyen, por último, los actos de
competencia desleal que, por falsear la libre competencia, afecten al
interés público. El interés público consiste, en este caso, en la
preservación del funcionamiento concurrencial del mercado. Los
requisitos para que no proceda la aplicación de esta norma serán los
siguientes: que exista un acto de competencia desleal en los términos
establecidos en las normas reguladoras de esta materia, que dicho acto
afecte a la libertad de competencia en el mercado y que esta afectación
cause una grave perturbación en los mecanismos que regulan la
competencia en el mercado (…). Esta norma no trata de regular, con
carácter general, la competencia desleal, sino que pretende, por una
parte coordinar la aplicación de todas aquellas leyes que tienen por
objeto la regulación de la competencia (fundamentalmente la Ley de
Defensa de la Competencia, la Ley de Competencia Desleal y la Ley
General de Publicidad) y, por otra, solucionar el problema técnico de la
aplicación de la legislación de defensa de la competencia a aquellas
conductas, de carácter unilateral, realizadas por empresas, que no se
encuentran en posición dominante, pero que, teniendo un cierto poder
de mercado, buscan a través de determinadas prácticas desleales en
falseamiento de los mecanismos concurrenciales”.
17
Con esta explicación, Alonso confirma que las dos materias son diferentes,
pero el objetivo fundamental es proteger a la libre competencia, toda vez que el
interés público es proteger la sana y libre competencia para que el
funcionamiento concurrencial no sea falseado en el mercado.
El mercado está compuesto por los agentes económicos que son los
empresarios y los consumidores, éstos son los principales actores que
intervienen en la competencia, es decir, son los componentes esenciales del
proceso competitivo que se debe proteger. Sobre el tema, Santana (2008, p.
4), determina lo siguiente:
“El mercado se compone de dos sujetos principales, los demandantes y
los oferentes. En cuanto a los demandantes, basta con decir que
corresponden a aquella parte del mercado lo que busca es satisfacer
sus necesidades mediante los bienes o servicios ofrecidos por los
competidores”. En líneas posteriores, agrega: “Se define oferentes como
aquel conjunto de productores que muestra cantidades de un artículo
que esos mismos productores están dispuestos a ofrecer durante un
determinado período de tiempo a diversos precios”.
De esta manera, los agentes económicos en sí con los componentes
esenciales en el mercado, y por tanto necesitan estar protegidos para que el
mercado funcione de manera eficiente y transparente, manteniendo a la
competencia en forma concurrente y no falseada. Por tanto, la ley también
tiene como objetivo no sólo proteger a un solo agente económico, que es el
empresario, sino también a los consumidores.
Nuestra Ley Orgánica de Defensa del Consumidor (2009), en su artículo 2,
inciso tercero, define al consumidor como “toda persona natural o jurídica que
como destinatario final, adquiera, utilice o disfrute bienes o servicios, o bien
reciba oferta para ellos”. Esta descripción dada por la Ley, menciona que el
consumidor puede ser cualquier persona, sea natural o jurídica, con el objetivo
18
de que disfrute del producto adquirido y que éste se halle en buenas
condiciones o que sea de calidad.
Farina (2005, p. 325), expone una importante reflexión respecto de la
importancia de proteger al consumidor:
“Los consumidores son considerados la parte débil frente a las
empresas, de modo que hablar de su tutela es ir más allá de lo que ellos
mismos pudieron pretender según la letra del contrato celebrado;
significa otorgarles una protección jurídica, pues se parte de la base de
que han debido aceptar sin discusión las cláusulas impuestas por los
empresarios (…). Se considera preciso proteger al consumidor o más
exactamente al individuo particular, que se encuentra generalmente
inerme frente a las empresas y a los profesionales con los que se
relaciona”.
Es de suma importancia la consideración expuesta por Farina, puesto que al
consumidor se le debe proteger para evitar que las empresas puedan abusar
de su credulidad, y en estas condiciones de presión se le hagan adquirir bienes
y servicios que no le interesa.
En concordancia con lo expuesto, el artículo 52 de la Constitución de la
República del Ecuador (2008), inciso primero, manifiesta que “las personas
tienen derecho a disponer de bienes y servicios de óptima calidad y a elegirlos
con libertad, así como a una información precisa y no engañosa sobre su
contenido y características”. Este enunciado constitucional impone al
consumidor que, para que pueda adquirir los productos o servicios que
requiera, debe estar bien informado para que pueda efectivizar dicha
adquisición, porque su derecho es para “una vida digna, que asegure la salud,
alimentación y nutrición, agua potable, vivienda, saneamiento ambiental,
educación, trabajo, empleo, descanso y ocio, cultura física, vestido, seguridad
19
social y otros servicios sociales necesarios” (Constitución de la República del
Ecuador, 2008, Art. 66, Núm. 2).
A los empresarios se les reconoce el principio de la libertad de empresa. Y la
misma Constitución de la República del Ecuador (2008), en su artículo 66,
numeral 15, define a la libertad de empresa como “el derecho a desarrollar
actividades económicas, en forma individual o colectiva, conforme a los
principios de solidaridad, responsabilidad social y ambiental”. Por su parte, la
Ley de Compañías (2011) en su artículo 1 define a la empresa o compañía
como “aquel por el cual dos o más personas unen sus capitales o industrias,
para emprender en operaciones mercantiles y participar de sus utilidades”. Es
decir, que toda persona es libre en unir sus capitales y patrimonios para
emprender operaciones mercantiles en forma individual o colectiva, con
solidaridad y responsabilidad social y ambiental.
La empresa es tomada muy en cuenta en el mercado, pues se convierte en el
principal elemento de las actividades económicas dentro de su ámbito. Farina
(2005, p. 25), considera que “la empresa comercial es la organización funcional
y activa de medios, apta para la producción o el intercambio de bienes o
servicios para el mercado, con ánimo de lucro”. Esta consideración es correcta,
ya que la empresa tiene como objetivo el lucro; de igual forma, debe realizar las
actividades económicas utilizando los medios de producción apropiados para
su desempeño, a efectos de así lograr los ingresos planificados.
También en la empresa se puede agregar a la propiedad inmaterial. Muchos
empresarios utilizan este derecho de exclusiva para desarrollar actividades
económicas; pues se constituye en un mecanismo efectivo de atracción de
clientela, porque promociona sus creaciones: invenciones, signos distintivos,
etc.
En el campo de la propiedad inmaterial, Castro (2009, p. 37), menciona lo
siguiente:
20
“La gran mayoría de los productos que se comercializan hoy en día
cuentan, en mayor o menor medida, con un valor agregado protegido
por el derecho de la propiedad intelectual, en general, y por la propiedad
industrial en particular. Valor agregado que se puede manifestar bajo la
forma de una marca, de un lema comercial, de un diseño industrial o de
una patente, por ejemplo”.
Se puede determinar que el derecho de propiedad inmaterial es un mecanismo
de actividad económica, utilizado por el empresario como herramienta de
comercialización del mercado; por ejemplo, el uso de una marca o un lema
comercial, que pueden atraer a muchos clientes para la adquisición de
productos que ellos promocionan o atraen. También se utilizan como una
actividad económica para la publicidad, en función de difundir marcas, lemas
comerciales o signos distintivos.
El artículo 2 de la Ley de Defensa del Consumidor (2009), en su inciso 10
define a la publicidad en los siguientes términos:
“Publicidad: la comunicación comercial o propaganda que el proveedor
dirige al consumidor por cualquier medio idóneo, para informarlo y
motivarlo a adquirir o contratar un bien o servicio. Para el efecto la
información deberá respetar los valores de identidad nacional y los
principios fundamentales sobre seguridad personal y colectiva”.
Con esta definición se considera a la publicidad como una actividad
económica, donde los empresarios utilizan diferentes medios e imaginación
para atraer clientela. En definitiva, la publicidad está también vinculada con las
diferentes actividades del empresario, como el manejo de la propiedad
inmaterial y la publicidad para promocionar sus bienes y servicios dentro de la
competencia.
21
Por los antecedentes expuestos, la necesidad de reprimir la competencia
desleal tiene como objetivo proteger los intereses de los empresarios, de los
consumidores y público en general, desvirtuando el aprovechamiento de la
competencia desleal; bajo este marco, las actividades económicas no deben
caer en la deslealtad comercial. De otro lado, la protección de los
consumidores resulta de manera indirecta, porque ellos cuentan con una
normativa que los protege, puesto que ellos son propensos de caer en las
actividades desleales provocadas por los empresarios. Así mismo, en la
protección de los intereses públicos generales encontramos la intervención del
Estado, como tutelar del mercado, pues su deber primordial es precautelar la
libre competencia y dictar normas de protección ante las prácticas desleales
producidas por los empresarios, avizorar un mercado transparente y eficiente
con fines concurrenciales no falseados.
1.2.2. Cláusula general de prohibición
Es preciso iniciar mencionando que la competencia desleal se basa en la
cláusula general de prohibición, que determina las prácticas desleales que se
producen dentro de la competencia y, por ende, está acompañada por una
serie de actos reconocidos por la ley, considerados como desleales.
No obstante, hay que manifestar que en otras legislaciones la cláusula general
de prohibición es tomada como punto de referencia para identificar las
prácticas desleales y conlleva a corregir, prevenir o sancionar al momento de
producirse dichas prácticas. La cláusula general de prohibición identifica si las
actuaciones son lícitas o ilícitas, obrando como instrumento para determinar la
conducta buena o mala que se ostenta en el desarrollo de la competencia.
Bercovitz (2011, p. 97), incluye el siguiente comentario respecto de la
mencionada cláusula general:
“Es normal que la regulación de la competencia desleal incluya una
cláusula general de prohibición de esa competencia, seguida de una
22
enumeración de supuestos concretos de comportamientos prohibidos
(…) La necesidad de esta cláusula general prohibitiva es indudable.
Solamente gracias a ella puede evitarse que la protección contra la
competencia desleal quede obsoleta debido al continuo desarrollo de
nuevas prácticas empresariales”.
Por otro lado, Chamorro (2011, pp. 510, 518), también se refiere a la
importancia de la cláusula general de prohibición, mencionando lo siguiente:
“Estos ordenamiento jurídicos se caracterizan por contener la previsión
de una cláusula general que trata de dar protección a los consumidores
y empresarios competidores, prohibiendo todo comportamiento contrario
a los usos profesionales, que se complementa con posteriores
prohibiciones concretas de prácticas comerciales desleales”. Más
adelante la autora, en la página 518, agrega: “De este modo, la cláusula
general funciona como un mecanismo de autorregulación del sistema,
asegurando su adaptación a las cambiantes circunstancias del mercado
y de las conductas concurrenciales, además de asegurar que los
comportamientos diversos a los tipos legalmente establecidos puedan
quedar sometidos al control de deslealtad concurrencial sin necesidad
de modificar la ley”.
Con estas dos reflexiones, se puede establecer que la cláusula general de
prohibición determina las prácticas desleales y, por ende, goza de
autorregulación normativa para evitar que la norma quede obsoleta ante los
cambios del mercado, haciendo prevalecer con ello la sana y libre
competencia.
En el derecho comparado, las otras legislaciones revisadas adoptan criterios
más o menos parecidos respecto de la cláusula general de prohibición. El
Convenio de París (1999), en su artículo 10bis, numeral 2, menciona que la
cláusula general de prohibición es “todo acto de competencia contrario a los
23
usos honestos en materia industrial o comercial”. La Decisión 486 (2001) de la
Comunidad Andina de Naciones, en su artículo 258, la define como “todo acto
vinculado a la propiedad industrial realizado en el ámbito empresarial que sea
contrario a los usos o prácticas honestos”.
En la Ley de Competencia Desleal de España (2009), en su artículo 4, inciso
primero, se define a la competencia desleal, por medio de la cláusula general
de prohibición, como: “todo comportamiento que resulte objetivamente contrario
a las exigencias de la buena fe”. De igual manera, en la Ley de Represión de la
Competencia Desleal (2008), de la República del Perú, en su artículo 6.2.,
define a la competencia desleal, asimismo, por medio de la cláusula general de
prohibición, como: “un acto de competencia desleal es aquel que resulte
objetivamente contrario a las exigencias de la buena fe empresarial que deben
orientar la concurrencia en una economía social de mercado”.
Analizando estas definiciones se puede distinguir claramente que las dos
primeras fuentes consultadas radican su concepto en función de los usos
honestos; en cambio, los dos restantes, lo hacen en fundamento a la buena fe
objetiva.
En nuestra Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado
(2013), artículo 25, inciso primero, se define a la competencia desleal en los
siguientes términos: “se considera desleal a todo hecho, acto o práctica
contrarios a los usos o costumbres honestos en el desarrollo de actividades
económicas, incluyendo aquellas conductas realizadas en o a través de la
actividad publicitaria”. Esta definición se asemeja en mucho al Convenio de
París y también a la Decisión 486 de la Comunidad Andina de Naciones, pues
la competencia desleal se produce siempre cuando las prácticas son contrarias
a los usos y costumbres honestos.
El concepto de “costumbre” emitido por Larrea (1998, p. 24), expresa que la
“costumbre surge por la repetición de actos por parte de una comunidad o de
24
un conjunto de personas”. De otro lado, Cevallos (2009, pp. 59-61), hace la
siguiente explicación respecto de la costumbre:
“Nuestro Código de Comercio reconoce expresamente a la costumbre
como fuente del derecho en el Art. 4 que dice: ‘las costumbres
mercantiles suplen el silencio de la ley, cuando los hechos que las
constituyen son uniformes, públicos, generalmente ejecutados en la
República, o en una determinada localidad y reiterados por más diez
años’ (…). En materia mercantil la costumbre adquiere el carácter de
norma y suple el silencio de la ley; en tanto que en el ámbito civil, la
costumbre sólo constituye derecho en los casos en que la ley se remite
a ella. La costumbre es un producto espontáneo de las necesidades del
comercio (…), la costumbre en nuestro país no puede modificar la ley
mercantil, es decir que no corre costumbre ‘contralegem’ porque ésta es
insuficiente para derogar por sí sola a la ley, pero en cambio, si es viable
que en un contrato las partes se remitan inclusive a una costumbre
extranjera, en caso de falta de ley o costumbre nacional”.
Lo expresado por Cevallos destaca que en el Ecuador, la costumbre en materia
mercantil es de carácter normativo, porque permite ser utilizada en los actos
contractuales atípicos, es decir, que no están dentro de la ley, pero que se
aplican en nuestro territorio a los criterios del comercio nacional.
En cuanto a los usos, Cevallos (2009, p. 62), expresa lo siguiente: “el uso
interpretativo según Joaquín Garrigues: ‘representa el contenido típico del
contrato. Se trata de prácticas profesionales que dominan tácitamente la
formación de los actos jurídicos y que se sobreentienden en todos estos actos
para interpretar o completar la voluntad de la partes’”.
Esta explicación dada por Cevallos, determina que el uso es la práctica
profesional que realiza el empresario dentro de la competencia, por el cual, en
ellas se puede recaer en la deslealtad. Además, se complementa con la
25
costumbre por la manera repetitiva de la práctica realizada dentro de la
competencia y, por tanto, se constituye en una forma viable de identificación a
las prácticas desleales producidas en la competencia.
En la Interpretación Prejudicial del Tribunal de Justicia de la Comunidad Andina
en su Proceso No. 176-IP-2012, en cuanto a los usos honestos se determina lo
siguiente:
“El concepto de usos honestos parte de lo que se denomina buena fe
comercial. Y en armonía a lo mencionado se toma en consideración lo
que la doctrina señala sobre el tema: ‘Tal y como se emplea en la ley, la
buena fe constitutiva de competencia desleal es calificada con el adjetivo
‘comercial’, por lo cual no se trata de una buena fe común, sino que está
referida a la buena fe que impera entre los comerciantes. En
consecuencia, el criterio corporativo toma importancia, pues el juicio de
valor debe revelar con certeza que la conducta es contraria a esta
particular especie de buena fe. Teniendo en cuenta la precisión anterior
y uniendo la noción de buena fe al calificativo comercial, se debe
entender que esta noción se refiere a la práctica que se ajusta a los
mandatos de honestidad, confianza, honorabilidad, lealtad y sinceridad
que rige a los comerciantes en sus actuaciones’ (Jaeckel Kovaks, Jorge.
Apuntes Sobre Competencia Desleal, Seminarios 8. Centro de Estudios
de Derecho de la Competencia, Universidad Javeriana, Pág. 45)” (2012,
p. 14).
En esta Interpretación Prejudicial emitida por el Tribunal de Justicia de la
Comunidad Andina, se puede determinar que los usos honestos son la buena
fe objetiva, porque su comercialización se basa en este principio que deben
cumplir todos los agentes económicos que compiten en el mercado, ya sea en
forma contractual, industrial, etc., porque la dinámica del comercio es siempre
de carácter objetivo y, por esta razón, los usos honestos tienen una
interpretación como de buena fe.
26
Por otro lado, García S. (2004, p. 61), expone lo siguiente:
“La consideración de la buena fe supone un gran acierto para no dejar
sin sanción actos desleales que van surgiendo novedosamente en el
mercado o que se dan en forma aislada. Sin embargo, parece muy útil
también el recurso a los usos y costumbres mercantiles, ya que con ellos
el intérprete puede calificar con más detalle la ilicitud de la conducta
dentro de las reglas de juego de una plaza determinada (…) Por ende,
quizá la opción más integradora sería evaluar la adecuación del acto
desleal a los usos y costumbres mercantiles generalmente aceptados y,
supletoria o simultáneamente, recurrir al criterio de la buena fe en
aquellos casos en que los mencionados usos y costumbres no sirvan por
si solos de calificadores de conducta”.
La postura de García S. es la más correcta, porque las prácticas comerciales
deben ser valoradas por los usos y costumbres honestos. Es más fácil llegar a
ello mediante la utilización de la repetición constante de la actividad
económica, practicada por los empresarios, en la que la buena fe objetiva debe
ser complementaria para sancionar o prevenir las prácticas desleales
producidas en el mercado.
1.2.3. Concepto personal de competencia desleal
Por todos los antecedentes expuestos, bien se puede definir que la
competencia desleal es aquella que utiliza actos o prácticas contrarios a los
usos o costumbres honestos, afectando los intereses de los agentes
económicos y el interés público general dentro de la competencia.
1.3. Actos de competencia desleal
Los actos de competencia desleal se encuentran establecidos en la Ley
Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado (2013), la misma que
los tipifica como desleales porque afectan a la libre competencia.
27
Velandia (2011, p. 380), determina que: “acto desleal es cuando existe una
afectación o un aprovechamiento indebido de la competitividad”. Es decir, que
el empresario que compite dentro de un mercado concurrente, es propenso a
cometer actos de competencia desleal para su propio provecho; por tanto, es
fundamental que estos actos desleales estén reconocidos en la Ley para
corregir o sancionar al momento en que sean cometidos y, así proteger la libre
competencia.
Para calificar la existencia de un acto de competencia desleal, Gómez (1998, p.
255), considera dos aspectos fundamentales que son: “a) Que la forma de
manifestación de la conducta reprobable queda descrita en el ordenamiento
jurídico; y, b) Que los supuestos que dan lugar a la calificación de desleales a
ciertas conductas, también quedan determinados en dicho ordenamiento”. Es
decir, que para calificar un acto de competencia desleal éste debe estar
tipificado dentro del ordenamiento jurídico.
De igual manera, Gómez (1998, p. 287), considera dos características
esenciales que tiene el acto desleal que son: su materialidad y la
independencia del éxito. En cuanto a la materialidad, dice: “Consiste en su
autonomía; por consiguiente, la deslealtad no tiene conexidad alguna con todo
lo que pueda realizarse posteriormente, o con lo que no se realice; bien
contratos, sus efectos, porque cada acto de competencia será valorado con
independencia, de manera autónoma, vale decir, sin tener en consideración al
que lo ha originado”. En cuanto a su independencia del éxito, agrega: “La
valoración del acto de competencia desleal no está condicionada al éxito, o a
que produzca los efectos esperados; luego basta que el supuesto legal se
realice. Se trata pues, de un ilícito objetivo, que no depende de la efectividad
en su exteriorización”.
Por tanto, se puede considerar que los actos desleales se materializan porque
carecen de autonomía, y su valoración se basa en la independencia del acto
realizado en la competencia; mientras que la independencia del éxito, se
28
determina en virtud de que el acto desleal realizado en la competencia se halle
tipificado dentro del ordenamiento jurídico.
Con estos antecedentes, la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de
Mercado, tipifica diez actos considerados como desleales, en afectación a la
libre competencia, los mismos que son los siguientes:
1. Actos de confusión.
2. Actos de engaño.
3. Actos de imitación.
4. Actos de denigración.
5. Actos de comparación.
6. Explotación de la reputación ajena.
7. Violación de secretos empresariales.
8. Inducción a la infracción contractual.
9. Violación de normas.
10. Prácticas agresivas de acoso, coacción e influencia indebida contra los
consumidores.
En este trabajo investigativo, interesa estudiar obviamente el acto de engaño,
que será tratado en el capítulo III, en el cual se establece la relación del acto de
engaño con la publicidad; por tanto, los demás actos desleales establecidos en
la ley, serán objeto de una somera revisión conceptual.
1.3.1. Acto de confusión
El acto de confusión está tipificado en el artículo 27, numeral 1, de la Ley
Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado (2013), cuyo texto
dice:
“Acto de confusión: Se considera desleal toda conducta que tenga por
objeto o como efecto, real o potencial, crear confusión con la actividad,
las prestaciones, los productos o el establecimiento ajenos.
29
En particular, se reputa desleal el empleo o imitación de signos
distintivos ajenos, así como el empleo de etiquetas, envases, recipientes
u otros medios de identificación que en el mercado se asocien a un
tercero”.
Velandia (2011, p. 381), considera que: “El acto de deslealtad por confusión se
presenta cuando existe error acerca de la procedencia empresarial de los
productos puestos a disposición del mercado”.
En la Interpretación Prejudicial del Tribunal de Justicia de la Comunidad
Andina, en su Proceso No. 54-IP-2013, se expone lo siguiente:
“El riesgo de confusión es la posibilidad de que el consumidor al adquirir
un producto piense que está adquiriendo otro (confusión directa), o que
piense que dicho producto tiene un origen empresarial diferente al que
realmente posee (confusión indirecta) (…). El riesgo de asociación es la
posibilidad de que el consumidor, que aunque diferencie las marcas en
conflicto y el origen empresarial del producto, al adquirirlo piense que el
productor de dicho producto y otra empresa tienen una relación o
vinculación económica (Proceso 70-IP-2008. Interpretación Prejudicial
de 2 de julio de 2008, publicada en la Gaceta Oficial del Acuerdo de
Cartagena No. 1648, de 21 de agosto de 2008. Marca: ‘SHERATON’)”
(2013, pp. 14 y 15).
Por otro lado, Riofrío (en Riofrío y Marín, s.f., p. 401), establece que: “el acto de
confusión es la conducta informativa que es capaz de inducir a error al público
receptor de la información en puntos comerciales relevantes”.
En las consideraciones mencionadas, se determina que el acto de confusión
afecta a la libre competencia mediante el aprovechamiento de la procedencia
del producto, utilizando como apoyo a la información para inducir al error al
público en general, para que adquiera los bienes y servicios que se
30
promocionan, haciéndole creer que los competidores tienen una relación o
vinculación económica dentro del mercado concurrente.
1.3.2. Acto de engaño
El acto de engaño se encuentra tipificado en el artículo 27, numeral 2, de la Ley
Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado (2013), y a pesar de
que su tratamiento se desarrolla totalmente en el capítulo III, es pertinente
incluir su texto a continuación:
“Acto de engaño. Se considera desleal toda conducta que tenga por
objeto o como efecto, real o potencial, inducir a error al público, inclusive
por omisión, sobre la naturaleza, modo de fabricación o distribución,
características, aptitud para el uso, calidad y cantidad, precio,
condiciones de venta, procedencia geográfica y en general, las ventajas,
los atributos, beneficios o condiciones que corresponden a los
productos, servicios, establecimientos o transacciones que el operador
económico que desarrolla tales actos pone a disposición en el mercado,
incluido todo aquello que representa su actividad empresarial.
Configura acto de engaño la difusión en la publicidad de afirmaciones
sobre productos o servicios que no fuesen veraces y exactos. La carga
de acreditar la veracidad y exactitud de las afirmaciones en la publicidad
corresponde a quien las haya comunicado en su calidad de anunciante.
En particular, para la difusión de cualquier mensaje referido a
características comprobables de un producto o servicio anunciado, el
anunciante debe contar con las pruebas que sustenten la veracidad de
dicho mensaje”.
31
1.3.3. Acto de imitación
El acto de imitación se encuentra tipificado en el artículo 27, numeral 3, de la
Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado (2013), que
establece lo siguiente:
“Actos de imitación. Particularmente, se considerarán prácticas
desleales:
a. La imitación que infrinja o lesione un derecho de propiedad
intelectual reconocido por la ley.
b. La imitación de prestaciones o iniciativas empresariales de un tercero
cuando resulte idónea para generar confusión por parte de los
consumidores respecto a la procedencia empresarial de la prestación
o comporte un aprovechamiento indebido de la reputación o el
esfuerzo ajeno. Las iniciativas empresariales imitadas podrán
consistir, entre otras, en el esquema general, el texto, el eslogan, la
presentación visual, la música o efectos sonoros de un anuncio de un
tercero.
c. La imitación sistemática de las prestaciones o iniciativas
empresariales de un tercero cuando dicha estrategia se halle
directamente encaminada a impedir u obstaculizar su afirmación en
el mercado y exceda de lo que, según sus características, pueda
reputarse como una respuesta natural a aquel”.
Alonso (2012, p. 316), considera que:
“(…) los actos de imitación dejarán de ser lícitos y se reputarán
desleales cuando atenten contra los derechos de exclusiva otorgados
por una Ley (es el caso, por ejemplo, de las patentes o de las marcas),
cuando generen el riesgo de confusión por parte de los consumidores
(actos de confusión), o cuando supongan el aprovechamiento indebido
32
de la reputación o el esfuerzo ajeno. Sólo en estos casos podrán, pues,
ejercitarse las acciones derivadas de la competencia desleal con base
en un acto de imitación”.
De otro lado, Velandia (2011, p. 389), al referirse a los actos desleales de
imitación, dice:
“Lo general es poder copiar. La anterior afirmación se basa en la libre
imitación de creaciones que existe en nuestro derecho, ya que se aclara
que este derecho no es absoluto, pues existe protección de ciertas
creaciones con amparo legal que no pueden ser copiadas. Pero para
que tal imitación sea considerada como desleal se requiere que genere
confusión o aprovechamiento indebido de la reputación ajena”.
Con estas dos consideraciones, se puede concluir que la imitación será lícita
siempre y cuando no atente los derechos de exclusiva de la propiedad
inmaterial. Será considerada desleal al momento que se apoye por medio del
aprovechamiento indebido de la reputación ajena de un empresario, o, por
medio de la confusión hacia los consumidores.
1.3.4. Acto de denigración
El artículo 27, numeral 4, de la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder
de Mercado (2013), considera al acto de denigración y al respecto establece lo
siguiente:
“Acto de denigración. Se considera desleal la realización, utilización o
difusión de aseveraciones, indicaciones o manifestaciones sobre la
actividad, el producto, las prestaciones, el establecimiento o las
relaciones mercantiles de un tercero o de sus gestores, que puedan
menoscabar su crédito en el mercado, a no ser que sean exactas,
verdaderas y pertinentes. Constituyen acto de denigración, entre otros:
33
a. Realizar, utilizar o difundir aseveraciones, indicaciones o
manifestaciones incorrectas o falsas u omitir las verdaderas, con el
objeto o que tengan por efecto, real o potencial, menoscabar el
crédito en el mercado del afectado.
b. Realizar, utilizar o difundir aseveraciones, indicaciones o
manifestaciones que refieran a la nacionalidad, las creencias o
ideología, la intimidad, la vida privada o cualesquiera otras
circunstancias estrictamente personales del afectado.
c. Realizar, utilizar o difundir aseveraciones, indicaciones o
manifestaciones que, debido al tono de desprecio o ridículo, sean
susceptibles de menoscabar el crédito del afectado en el mercado.
Las conductas descritas en los literales b) y c) del presente artículo
se presumen impertinentes, sin admitir prueba en contrario”.
Citando nuevamente a Alonso (2012, p. 315), menciona que:
“Se consideran actos de denigración los consistentes en la realización o
difusión de manifestaciones sobre un competidor que sean aptas para
menoscabar su crédito o buen nombre en el mercado. Dicha valoración
se completa con una doble referencia a la separación que ha de hacerse
siempre entre la actividad comercial y la esfera privada del empresario y
a la posible explotación por los comerciantes de los sentimientos o
pasiones de los consumidores y usuarios, para establecer
expresamente, en consonancia con lo afirmado, que no tendrán la
consideración de pertinentes y por tanto habrán de ser calificadas
siempre como desleales, aunque sean veraces, las manifestaciones que
tengan por objeto la nacionalidad, las creencias y las ideologías, o la
vida privada o cualesquiera otras circunstancias estrictamente
personales del afectado”.
Por otro lado, citando nuevamente a Velandia (2011, pp. 383 y 384), manifiesta
lo siguiente:
34
“Este supuesto fáctico salvaguarda la credibilidad que tienen los
productos o un empresario dentro del mercado. Las empresas trabajan
en una reputación adquirida, la cual debe ser cuidada; sin embargo, esa
reputación puede resultar afectada por comportamientos de terceros que
mediante señalamientos y afirmaciones incorrectas encaminadas a
hacer perder la credibilidad frente al mercado, intentan resquebrajar ese
posicionamiento adquirido. De tal manera se castigan los
comportamientos mediante los cuales se adelantan señalamientos que
afectan la confianza que se han ganado las empresas con sus
productos. Por lo tanto, la pérdida de credibilidad nace o tiene como
fuente la afirmación incorrecta de un tercero (…). Lo que se castiga es la
pérdida de credibilidad que nace de la mentira, de lo inexacto, de lo
incompleto, de lo amañado, de lo torcido”.
Por las consideraciones vertidas por ambos autores, se puede concluir que el
acto de denigración es desleal cuando un competidor desacredita los productos
o el buen nombre de una empresa dentro del mercado concurrente.
1.3.5. Acto de comparación
Al acto de comparación se lo considera en el artículo 27, numeral 5, de la Ley
Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado (2013), con el
siguiente texto:
“Actos de comparación. Se considera desleal la comparación de la
actividad, las prestaciones, los productos o el establecimiento propios o
ajenos con los de un tercero, inclusive en publicidad comparativa,
cuando dicha comparación se refiera a extremos que no sean análogos,
relevantes ni comprobables”.
Alonso (2012, p. 316), considera que: “son aquellos actos en los que un
empresario, para promocionar su actividad, establecimiento o productos,
35
contrapone la propia oferta a la del competidor con la finalidad de mostrar que
la suya es superior”.
La comparación tiene como objetivo en demostrar la calidad que tiene un
producto en referencia de otro, hace que el consumidor tenga una claridad del
producto y pueda adquirirlo. Marín (en Riofrío y Marín, s.f., pp. 424-426),
considera lo siguiente:
“La licitud de los actos de comparación, incluyendo a la publicidad
comparativa, cuando aquellos cumplan con la finalidad informativa que
permite mejorar la asignación de los recursos a través de un incremento
en la posibilidad de tomar una decisión de consumo adecuada. Dicha
finalidad es cumplida únicamente cuando la comparación se basa sobre
elementos objetivos, es decir, comprobables”, agrega: “Los actos de
comparación se transforman en ilícitos cuando pierden su carácter
informativo, es decir, cuando dejan de transmitir información al
consumidor y únicamente tienen por objeto o efecto, real o potencial,
aprovecharse indebidamente de la reputación del competidor a fin de
resaltar supuestas ventajas de la oferta propia sobre supuestas
desventajas de la oferta ajena”.
Por tanto, el acto de comparación se lo encuentra en la publicidad comparativa,
donde se compara dos productos para demostrar la calidad que tiene el un
producto sobre el otro, siempre y cuando sea comprobable. Se reputa desleal
al momento que el competidor aprovecha indebidamente a la reputación ajena
de su otro competidor, es decir al instante que la información que realiza no
sea verdadera.
1.3.6. Acto de explotación de la reputación ajena
La Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado (2013), en su
artículo 27, numeral 6, considera como acto de competencia desleal a la
explotación de la reputación ajena, y establece al respecto lo siguiente:
36
“Acto de explotación de la reputación ajena. Se considera desleal el
aprovechamiento indebido, en beneficio propio o ajeno, de las ventajas
de la reputación industrial, comercial o profesional adquirida por otro en
el mercado”.
Alonso (2012, p. 317), dice que:
“Se trata de una modalidad especial de los actos de engaño o confusión
y, consiste en el aprovechamiento indebido de las ventajas de una
reputación industrial, comercial o profesional adquirida por otra persona
en el mercado. En particular, se encuadran en esta clase de actos el
empleo de signos distintivos ajenos, denominaciones de origen falsas,
indicaciones inexactas sobre la naturaleza y cualidades del producto o
sobre homologaciones o marcas de calidad, o el uso de expresiones
tales como <<modelo>>, <<sistema>>, <<tipo>>, <<clase>> y similares”.
Lo que manifiesta el autor es que la conducta de un competidor utiliza el buen
nombre de una marca de otro competidor para aprovecharse por medio del
engaño o la confusión, para desviar a la clientela en su propio provecho.
Por otro lado, Marín (en Riofrío y Marín, s.f., p. 428), considera que la
explotación de la reputación ajena es desleal al momento que exista los
siguientes elementos que son: “i) que el sujeto pasivo posea una reputación; ii)
que el sujeto activo se aproveche de esa reputación; iii) que el
aprovechamiento sea indebido; y, iv) en beneficio de alguien”.
Con los elementos expuestos por el autor, se puede concluir que existe
explotación de la reputación ajena, puesto que tiene una conexión con los
actos de engaño y confusión, para utilizarlos como apoyo en el ánimo de
desviar a la clientela para su propio provecho. Por tanto, la explotación de la
reputación ajena es muy utilizada en materia de propiedad inmaterial, ya que
recaen en los derechos de exclusiva que tienen los propietarios de las marcas,
37
signos distintivos o lemas comerciales entre otros, donde el aprovechamiento
indebido de los competidores se basa en estos derechos para el beneficio
propio.
1.3.7. Acto de violación de secretos empresariales
El artículo 27, numeral 7, de la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder
de Mercado (2013), considera como acto de competencia desleal a la violación
de secretos empresariales, y establece lo siguiente:
“Violación de secretos empresariales. Se considera como secreto
empresarial cualquier información no divulgada que una persona natural
o jurídica legítimamente posea, que pueda usarse en alguna actividad
productiva, industrial o comercial, y que sea susceptible de transmitirse a
un tercero, en la medida que:
a. La información sea secreta en el entendido de que como conjunto o
en la configuración y composición precisas de sus elementos no sea
conocida en general ni fácilmente accesible a las personas
integrantes de los círculos que normativamente manejan el tipo de
información de que se trate.
b. La información tenga un valor comercial, efectivo o potencial, por ser
secreta.
c. En las circunstancias dadas, la persona que legalmente la tenga bajo
control haya adoptado medidas razonables para mantenerla secreta.
Se considera desleal, en particular:
a. La divulgación o explotación, sin autorización de su titular, de
secretos a los que haya tenido acceso legítimamente, pero con deber
de reserva, o ilegítimamente, como resultado de alguna de las
conductas previstas en el literal siguiente o en el numeral 8 de este
artículo.
38
b. La adquisición de información no divulgada, cuando resultara, en
particular, de:
1. El espionaje industrial o comercial.
2. El incumplimiento de una obligación contractual o legal.
3. El abuso de confianza.
4. La inducción a cometer cualquiera de los actos mencionados en
los numerales 1), 2), 3) y 4).
5. La adquisición por un tercero que supiera o debía saber que la
adquisición implicaba uno de los actos mencionados en los
numerales 1), 2), 3) y 4)”.
Alonso (2012, pp. 317 y 318), sobre la violación de secretos empresariales
dice:
“Los inventos no patentables son de dominio público y los inventos no
patentados no gozan de una especial protección jurídica. Sin embargo,
el divulgarlos sin autorización o el apropiarse de ellos o llegar a
conocerlos por medios incorrectos, tales como la utilización de
informaciones confidenciales, el espionaje industrial o la actuación de un
trabajador infringiendo el deber de fidelidad para con su empresa,
constituyen actos de competencia desleal (…); lo mismo sucede con los
actos relativos a la estrategia o política comercial de una empresa
(precios, costes, clientes, lanzamiento de nuevos productos, etc.) (…)
De este modo esta calificación se ve sustituida por la exigencia de una
especial intencionalidad: que la violación de secretos haya sido
efectuada con ánimo de obtener provecho propio o de un tercero o de
perjudicar al titular del secreto”.
Por lo expuesto, se puede determinar que la violación de secretos
empresariales se basa por medios ilícitos, tales como el espionaje, la
39
infidelidad del trabajador, la adquisición de información confidencial que
realizan los competidores para su provecho propio, etc.
1.3.8. Acto de inducción a la infracción contractual
La Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado (2013),
respecto del acto de inducción a la infracción contractual, en su artículo 27,
numeral 8, determina lo siguiente:
“Inducción a la infracción contractual. Se considerará desleal la
interferencia por un tercero en la relación contractual que un competidor
mantiene con sus trabajadores, proveedores, clientes y demás
obligados, y que tenga como propósito inducir a éstos a infringir las
obligaciones que han contraído. Al tenor de los dispuesto en este
párrafo, no será necesario que la infracción se refiera a la integridad de
las obligaciones contraídas mediante contrato, sino que bastará que se
vincule con algún aspecto esencial del mismo. Del mismo modo, para
que se verifique la deslealtad, no será necesario que el tercero que
interfiera se subrogue en la relación contractual que mantenía su
competidor con quien infrinja sus obligaciones contractuales.
La inducción a la terminación regular de un contrato o el
aprovechamiento en beneficio propio o de un tercero de una infracción
contractual ajena sólo se reputará desleal cuando, siendo conocida,
tenga por objeto la difusión o explotación de un secreto industrial o
empresarial o vaya acompañada de circunstancias tales como el
engaño, la intención de eliminar a un competidor del mercado u otras
análogas”.
Alonso (2012, p. 318), dice sobre el particular:
“Se trata de una categoría de actos que se presenta bajo tres diferentes
modalidades: la inducción a trabajadores, proveedores o clientes para
40
que incumplan un contrato con un competidor, la inducción a la
terminación regular de un contrato y el aprovechamiento en beneficio
propio o de un tercero de una infracción contractual ajena. Las
principales manifestaciones de este tipo de actos se dan, de un lado, en
relación con los contratos personales de trabajo o de arrendamiento de
servicios y, de otro, con referencia a contratos empresariales de obra,
prestación de servicios o suministros”.
Cevallos (2012, p. 105), concluye al respecto diciendo que: “La infracción de
competencia desleal por inducción a infracción contractual mediante el
incumplimiento de las obligaciones emanadas del convenio por parte de los
trabajadores, proveedores o clientes con los competidores, es indispensable
que efectivamente el acto desleal de inducción devenga en una ventaja
competitiva para el inductor”.
1.3.9. Acto de violación de normas
Sobre la violación de normas, el artículo 27, numeral 9, de la Ley Orgánica de
Regulación y Control del Poder de Mercado (2013), establece lo siguiente:
“Violación de normas. Se considera desleal el prevalecer en el mercado
mediante una ventaja significativa adquirida como resultado del abuso
de procesos judiciales o administrativos o del incumplimiento de una
norma jurídica, como sería una infracción de normas ambientales,
publicitarias, tributarias, laborales, de seguridad social o de
consumidores u otras; sin perjuicio de las disposiciones y sanciones que
fuesen aplicables conforme a la norma infringida.
La concurrencia en el mercado sin las autorizaciones legales
correspondientes configura a una práctica desleal cuando la ventaja
competitiva obtenida es significativa”.
41
Sobre el mismo tema, Alonso (2012, pp. 318 y 319) considera que: “La
deslealtad en estos casos viene dada por la ruptura del principio de igualdad en
las condiciones de acceso al mercado; como consecuencia de ello se van a
establecer importantes diferencias en la situación competitiva de las empresas
concurrentes de las que podrá beneficiarse claramente el infractor”.
También, Velandia (2011, p. 388), dice que: “Al tratar la prohibición general se
expresó que esta prohibición contiene sólo casos de abuso de derecho donde
estando dentro de la permisión se causa deslealtad, pues si el comportamiento
desleal está prohibido, la tipificación se encuentra en los enunciativos; y si está
basado en la infracción a otro ordenamiento, la deslealtad es por violación de
ley”.
Por tanto, se puede concluir que la violación de normas se considera desleal al
momento que un competidor ingresa al mercado sin cumplir con las debidas
autorizaciones legales, como por ejemplo, poner un anuncio comercial en una
avenida, sin permiso del municipio.
1.3.10. Prácticas agresivas de acoso, coacción e influencia indebida
contra los consumidores
Sobre estas prácticas, la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de
Mercado (2013), en su artículo 27, numeral 10, expresa lo siguiente:
“Prácticas agresivas de acoso, coacción e influencia indebida contra los
consumidores. Se consideran prácticas desleales entre otras:
a. El aprovechamiento de la debilidad o del desconocimiento del
consumidor.
b. El acoso por prácticas dirigidas al desgaste del consumidor.
c. Dificultar la terminación del contrato por parte del usuario final
al obligarle a seguir largos y/o complicados procedimientos.
42
d. Amenazar con acciones legales cuando no exista base para
las mismas.
e. La suscripción de contratos de adhesión que perjudiquen los
derechos de los usuarios y consumidores, conforme manda la
ley”.
Alonso (2012, p. 314), al tenor de estas prácticas agresivas, dice:
“Comprende todo comportamiento que teniendo en cuenta sus
características y circunstancias, sea susceptible de mermar de manera
significativa, mediante acoso, coacción o influencia indebida, la libertad
de elección o conducta del destinatario en relación con el bien o servicio
y, por consiguiente, afecte o pueda afectar a su comportamiento
económico”, concepto que consolida el contenido y detalle de la ley.
43
CAPÍTULO II
PUBLICIDAD ENGAÑOSA
2.1. El fenómeno de la publicidad dentro de la dinámica comercial
contemporánea
Las actividades económicas nacen a través de la agricultura, donde se
comercializaban los productos por medio del trueque. El pasar del tiempo, más
el nacimiento y desarrollo de la industria, hasta llegar al uso de la ciencia, la
tecnología y la información, ha llevado al hombre a crear nuevas formas de
comercialización para efectivizar el tráfico comercial en la promoción de los
bienes y servicios, por lo cual se ha considerado a la publicidad como una
actividad comercial.
La publicidad se ha vuelto un factor muy importante para la promoción de
bienes y servicios dentro de la competencia. Su uso comienza en épocas
remotas a través de un pregonero, llegando hasta la actualidad con el
establecimiento de profesionales y agencias de publicidad, así también con los
medios de comunicación, como periódicos, revistas, radio, televisión, internet,
etc., lo que ha colaborado en la proyección y rendimiento de las empresas
dedicadas a esta actividad, como estrategia comercial para el incremento de
sus beneficios.
Con este antecedente, Muguillo (2005, pp. 5-7), establece que la publicidad ha
evolucionado por medio de cuatro etapas, a saber:
“La primera, inicia hace poco más de un siglo, nos muestra un incipiente
fenómeno publicitario que era un accesorio o forma de menor actividad
económica. Desempeñaba un papel de escasa importancia en orden a la
colocación de bienes de consumo o a la formación de costumbres en los
usuarios. Era practicada principalmente por los comerciantes minoristas
e intermediarios que ofrecían sus productos sin intención de resaltar una
44
marca particular, siendo eminentemente fáctica-didáctica, sin
exhortación o tendencia de captación específica alguna.
La segunda etapa se inicia cuando fabricantes y productores comienzan
a percibir la importancia de la publicidad, en particular aquella en gran
escala, concibiendo en ese momento la idea de presentar su producto e
insertarlo en la conciencia del consumidor para imponer una marca
distintiva propia.
Una tercera etapa que llega casi hasta nuestros días se caracteriza por
dos fenómenos: la intervención creciente de estudios o empresas de
publicidad, que desarrollan la profesionalización del fenómeno, y el
cambio de una publicidad tendiente a crear consumo.
La última etapa de la publicidad surge cuando al desarrollo de los
medios de comunicación masiva, se le incorpora el fenómeno
informativo y los cybermedios generados por la incidencia de internet,
que ha creado nuevas figuras y formas de llegar al público consumidor”.
De esta manera la publicidad en la actualidad llega a ser considerada como
una materia de especialidad de formación y también de conformación de
agencias de publicidad, como mecanismo de estudio de mercado para poder
captar al público consumidor. Por tanto, “la publicidad es calificada por la
doctrina como obra utilitaria pues predomina su particular función: lanzamiento
y afirmación en el mercado de productos o servicios” (Malo, 2010, p. 57).
Este lanzamiento y asentamiento en el mercado se produce gracias a las
exigencias que predominan la oferta y la demanda, la que ha obligado a los
empresarios a ser cada día más competitivos y al mismo tiempo más agresivos
en las estrategias de mercado, bajo la influencia de la publicidad.
45
Esta influencia de la publicidad ha dado en los últimos años un giro importante
en las actividades comerciales, para la comercialización de los bienes de
consumo, conforme lo explica Farina (2005, p. 304):
“La influencia que ejerce la publicidad en el mundo actual constituye un
fenómeno que otorga a la contratación mercantil de nuestros días
aspectos ignorados hasta las primeras décadas del siglo XX. (…). En
efecto, a las condiciones generales de contratación, al contrato
celebrado mediante formularios y cláusulas predispuestas, o por el
empleo de aparatos automáticos, etc., debemos agregar la influencia
que ejerce la publicidad para imponer una marca, para orientar al público
hacia determinado producto, incluso para hacer que la gente sienta
necesidad de adquirir bienes o servicios que de otro modo, habría
ignorado. (…). El comercio necesitó de la información para hacer
conocer la mercadería ofrecida, y en esto consistió durante tiempo la
publicidad comercial; pero, durante el siglo XX, la promoción de
productos y marcas avanzó a punto tal, que su principal objetivo es
lograr que la gente compre y utilice los servicios que ofrecen las
empresas. Por ello, más del 90% de la publicidad está dirigida al público
consumidor”.
Por esta razón y los antecedentes expuestos, la publicidad se ha convertido en
materia de estudio para muchos tratadistas, en el marco de la dinámica
comercial, así como por ejemplo Muguillo (2005, pp. 1-3), que ha considerado
sobre el particular lo siguiente:
“La publicidad como fenómeno contemporáneo genera la necesidad de
analizarla desde el punto de vista tanto sociológico, económico,
educativo universitarios, sino que ha llegado a tener incidencia en la vida
de nuestra sociedad, por lo que requirió el análisis mencionado. En
efecto, han sido necesarias distintas reglamentaciones legales, según
los países, para proteger al individuo en circunstancias en que el
46
fenómeno publicitario rompe los esquemas de equilibrio social y llega a
afectar a la comunidad toda. (…) su presencia como factor operador
integrante no sólo del campo social y económico, sino también político,
nos llevan a advertir toda su incidencia en el sector de la convivencia
social y negocial, cuya actual complejidad nos impone un análisis
profundo de ésta problemática en aras de la mejor defensa de los
derechos de las partes interesadas, pues –parafraseando a Lipari- la
publicidad es el elemento de refuerzo del ‘poder normativo de hecho’
que tienen el empresario o los medios de comunicación y que se refleja
en la comprensión sufrida por la autonomía de la voluntad del individuo
usuario o consumidor. (…) estamos ante una actividad económica
contemporánea”.
Bajo estas perspectivas, la economía en la actualidad ha impuesto que la
publicidad sea estudiada dentro de las normas de competencia, tanto por su
finalidad de lanzamiento y afirmación dentro del mercado, como por su
importante rol para prevalecer la leal competencia. Por esta razón, Marín (en
Riofrío y Marín, s.f., pp. 404 y 405) ha determinado que:
“La publicidad constituye un dato o elemento fáctico o de hecho de
ciertos supuestos del tráfico económico. (…) la publicidad debe ser
evaluada como un instrumento de competencia –en ocasiones el más
importante- que busca ganar la preferencia de los consumidores, quizá
en desmedro de otro competidor. Las afectaciones a la regla de la buena
fe ocurridas en el marco de la actividad publicitaria comercial devendrán
necesariamente en actos de competencia desleal. La ley zanja
definitivamente cualquier problema de interpretación, integrando la
materia publicitaria al ordenamiento de represión de la competencia
desleal”.
Por lo expuesto, el Estado ha considerado intervenir en este campo a través de
políticas públicas, para prevenir la existencia de actos de competencia desleal
47
que se pueden desarrollar por medio de esta actividad comercial, en el ánimo
de proteger a los consumidores y usuarios, empresarios y al interés público
general, a fin de logar el mantenimiento de una relación equilibrada entre
sociedad, Estado y mercado, dentro de una economía social y solidaria.
2.2. Concepto de publicidad
La publicidad se encuentra reconocida a través de los principios de libertad de
empresa y de expresión, por lo cual ha sido analizada a través de dos puntos
de vista: como un derecho de información y comunicación; y, como un derecho
de empresa.
2.2.1. Publicidad como derecho de información y comunicación
La publicidad es considerada como un derecho de información y comunicación,
por la difusión de ideas creativas para llamar la atención del público general en
la promoción de bienes y servicios dentro del ámbito comercial.
Esta actividad es reconocida a través de la libertad de expresión establecida en
el artículo 66, numeral 6, de la Constitución de la República del Ecuador (2008)
que determina lo siguiente:
“Art. 66.- Se reconoce y garantiza a las personas:
6. El derecho a opinar y expresar su pensamiento libremente y en
todas sus formas y manifestaciones”.
La libertad de expresión es la base fundamental dentro de un Estado de
derecho, con el ánimo de obtener conocimientos y poder transmitirlos a todas
las personas sin dañar la honra de las demás. Al respecto, Tole y Guerrero
(2003, p. 22), manifiestan que:
“La libertad de expresión se funda en la autonomía de la persona
humana y es una manifestación de la sociabilidad natural entre los seres
48
humanos. Es más, el hombre necesita expresar sus opiniones a sus
semejantes, como muestra de la convivencia racional del ser humano.
Esta posibilidad de ejercer la libertad de expresión sin la injerencia
arbitraria del Estado o de los particulares en un ámbito de espontánea y
autónoma circulación de las ideas, es una de las conquistas del Estado
de Derecho”.
Se puede entender que la libertad de expresión ayuda a fomentar la
construcción de una sociedad civilizada, a objeto de mantener una convivencia
social entre todos los ciudadanos. Esta virtud también se aplica en el ámbito
comercial para exponer las ideas, creaciones e invenciones que pueden
intervenir dentro de un mercado, denominado comúnmente como libertad de
expresión comercial.
Sobre la libertad de expresión dentro del ámbito comercial, el INDECOPI (2001,
p. 8), de la República del Perú, en su Resolución No. 001-2001-
CCD/LIN/INDECOPI, considera que:
“A través de la libertad de expresión comercial se fomenta mayor
competencia, pues con ella se garantiza que los agentes del mercado
hagan uso de la creatividad para difundir sus mensajes en la forma que
consideren más adecuada a sus intereses, generando de esta manera
un mayor flujo de información y más opciones para que el consumidor
pueda satisfacer sus necesidades. Debido a este nivel de información,
los consumidores van a poder exigir una mayor cantidad de información
relevante a los proveedores, lo cual a su vez va a motivar a éstos a
mejorar la calidad de los productos y servicios que ofrecen,
contribuyendo de este modo al desarrollo de los mercados”.
De esta manera, la libertad de expresión no radica solamente en la opinión, en
el pensamiento o en la crítica, también interviene en el plano comercial por la
creatividad de las ideas que realizan los agentes económicos, para difundir
49
mensajes adecuados en la promoción de bienes y servicios con el objeto de
llamar la atención del público general, lo cual se convierte en un derecho de
información y comunicación.
El derecho de información y comunicación está reconocido en los artículos 16 y
18, numeral 1, de la Constitución de la República del Ecuador (2008), que
menciona lo siguiente:
“Art. 16.- Todas las personas, en forma individual o colectiva, tienen
derecho a:
1. Una comunicación libre, intercultural, incluyente, diversa y
participativa, en todos los ámbitos de la interacción social, por
cualquier medio y forma, en su propia lengua y con sus propios
símbolos.
2. El acceso universal a las tecnologías de información y
comunicación.
3. La creación de medios de comunicación social, y al acceso en
igualdad de condiciones al uso de las frecuencias del espectro
radioeléctrico para la gestión de estaciones de radio y televisión
públicas, privadas y comunitarias, y a bandas libres para la
explotación de redes inalámbricas.
4. El acceso y uso de todas las formas de comunicación visual,
auditiva, sensorial y a otras que permitan la inclusión de personas
con discapacidad.
5. Integrar los espacios de participación previstos en la Constitución en
el campo de la comunicación.
Art. 18.- Todas las personas, en forma individual o colectiva, tienen
derecho a:
1. Buscar, recibir, intercambiar, producir y difundir información veraz,
verificada, oportuna, contextualizada, plural, sin censura previa
50
acerca de los hechos, acontecimientos y procesos de interés general,
y con responsabilidad ulterior”.
Estos derechos que establece la Constitución se los puede interpretar como el
libre acceso a los medios de comunicación, para que se pueda difundir las
ideas creativas realizadas por los empresarios. Por otro lado, el artículo 18,
numeral 1, de la Constitución, exige que la información que se realice debe ser
veraz, oportuna, contextualizada, para evitar la censura que pueda vulnerar los
derechos e intereses de las personas.
De esta manera, el legislador ecuatoriano ha determinado la siguiente
definición dentro del Reglamento General de la Ley Orgánica de Comunicación
(2014), en su artículo 38, inciso primero, como:
“Definición de publicidad.- Es cualquier forma de publicidad remunerada
o pagada de difusión de ideas, mercaderías, productos o servicios por
parte de cualquier persona natural o jurídica con fines comerciales”.
En fundamento a esta definición, cualquier persona natural o jurídica puede
realizar publicidad para difundir sus ideas, productos o servicios a través de un
medio de comunicación.
El derecho de la información y comunicación se diferencia con la libertad de
expresión comercial, porque la primera exige que el mensaje que va a ser
difundido a través de un medio de comunicación masivo sea auténtico y
verdadero, mientras que el segundo permite todas las ideas creativas
comerciales, sin afectar el honor o discriminación a las personas, como lo
explica Azurmendi (2011, p. 36) al decir que: “la argumentación acerca de la
veracidad como parte esencial del derecho como la libertad de expresión son
transcendentes en el Estado democrático”.
51
Con estos antecedentes, se puede concluir que la publicidad está reconocida
por el principio de libertad de expresión dentro del ámbito comercial para la
creación de ideas; y, tiene relación con el derecho de información y
comunicación, donde se permite difundir los mensajes creativos de manera
verdadera, oportuna y contextualizada a través de un medio de comunicación
pagado.
2.2.2. Publicidad como un derecho de empresa
La publicidad es considerada como una actividad comercial, por ser una
herramienta fundamental de los empresarios para poder lanzarse y afirmarse
dentro de un mercado competitivo.
Este reconocimiento de la publicidad se origina en el artículo 66, numeral 15,
de la Constitución de la República del Ecuador (2008), que establece el
principio de libertad de empresa:
“Art. 66.- Se reconoce y garantizará a las personas:
15. El derecho a desarrollar actividades económicas, en forma individual
o colectiva, conforme a los principios de solidaridad, responsabilidad
social y ambiental”.
De otro lado, el INDECOPI (2001, p. 2), en su Resolución No. 001-2001-
CCD7LIN/INDECOPI, considera que:
“La libertad económica empresarial fomenta la innovación y la
creatividad en beneficio del consumidor, al brindarle más y mejores
opciones entre las cuales puede elegir aquella que satisfaga sus
intereses de manera adecuada. Además, gracias a la competencia en su
conjunto, se introducen nuevas tecnologías y se contribuye al desarrollo
de los mercados”.
52
De esta manera, la libertad de empresa permite a las personas de manera
individual o colectiva, desarrollen actividades comerciales a través de la
publicidad, con la finalidad de lanzar y afirmar su empresa dentro del mercado
competitivo, eso si, respetando los principios de solidaridad, responsabilidad
social y ambiental sobre la promoción de bienes y servicios, por el cual se lo
puede catalogar como publicidad comercial.
La publicidad comercial se encuentra definida en la Ley Orgánica de Defensa
del Consumidor (2009), inciso 10 que menciona lo siguiente:
“Publicidad.- La comunicación comercial o propaganda que el proveedor
dirige al consumidor por cualquier medio idóneo, para informarlo y
motivarlo a adquirir o contratar un bien o servicio”.
Esta forma de publicidad radica en que los anunciantes o proveedores pueden
utilizar esta herramienta para que exista una relación entre el proveedor y el
consumidor.
Los tratadistas que se dedican a la profesión de la publicidad, como por
ejemplo Arens, Weigold y Arens (2008, p. 7), consideran que:
“La publicidad es la comunicación no personal estructurada y compuesta
de información, por lo general pagada y de naturaleza persuasiva, sobre
productos (bienes, servicios e ideas) por patrocinadores identificados a
través de varios medios”.
Por otro lado, Thompson (2005, párr. 11) considera lo siguiente:
“La publicidad es un componente de las diferentes actividades de la
mercadotecnia, específicamente de la promoción, que sirve para
comunicar el mensaje de un patrocinador identificado a un público
específico, mediante la utilización de medios que tienen un costo y que
53
son impersonales y de largo alcance, como la televisión, la radio, los
medios impresos y el internet entre otros, con la finalidad de lograr los
objetivos fijados”.
Algunos tratadistas consideran a la publicidad como una herramienta de oferta
y otros como forma de persuasión. Para Farina (2005, p. 306) por ejemplo,
considera que la publicidad comercial lo siguiente: “lo cierto es que la
publicidad existe para informar, pero en el tráfico mercantil actual su función es
ante todo persuadir: vende bienes y servicios convirtiéndolos en imágenes y
sueños, ilusiones y fantasías”; mientras que, Cevallos (2012, p. 401) considera
que: “la publicidad (…) está vinculada íntimamente con la oferta o policitación
efectuada por los proveedores o empresarios para contratar con los
consumidores y usuarios, siendo la mayoría de los casos éstos potenciales o
indeterminados”.
Por los criterios expuestos se puede determinar que la publicidad cumple una
herramienta de oferta y una forma de persuasión, en el objetivo de
promocionar los bienes y servicios. Por tanto, Pinkas (2011, pp. 1095 y 1096)
manifiesta que:
“La publicidad puede definirse como el uso de espacio o tiempo pagado
en los medios para comunicar un aviso pre-determinado al comerciante
minorista o consumidor (…), el propósito de la publicidad es atraer la
atención de la gente del mercado objetivo e informarles, de una manera
persuasiva, sobre los beneficios atractivo y ventajas de un producto”.
Consecuentemente, se puede concluir que la publicidad es reconocida por el
principio de libertad de empresa, y es considerada como una actividad
comercial para ofertar los bienes y servicios de manera persuasiva a través de
los medios de comunicación, con el objeto de lanzarse y afirmarse dentro del
mercado.
54
2.2.3. Concepto personal de publicidad
Con los antecedentes expuestos y habiendo sido reconocida por los principios
de libertad de expresión y de empresa, se puede definir a la publicidad como
aquella información de carácter persuasivo para ofertar bienes y servicios.
2.3. Principios de la publicidad
La publicidad por estar reconocida en la Constitución, a través de los principios
de libertad de empresa y de expresión, debe cumplir también con los principios
de legalidad, veracidad, autenticidad y de leal competencia.
2.3.1. Principio de legalidad
En la actualidad la publicidad se ha convertido en una herramienta muy
eficiente para los empresarios, especialmente para hacer conocer sus ofertas
de manera persuasiva a los consumidores y usuarios.
Sin embargo, el mercado, por ser dinámico, puede recaer en las
imperfecciones emanadas por la publicidad, las que pueden desequilibrar el
sistema económico, en tal virtud, Guerra (2006, p. 21), considera que:
“El sistema del mercado tiene desequilibrios e imperfecciones que
reflejan mecanismos poco eficientes para proteger realmente a los
consumidores. Las características que ha tenido el Estado
intervencionista, han sido superadas por los distintos sistemas políticos,
pero no por ello, en atención de una libertad de mercado, se debe dejar
en la indefensión a los consumidores; es por ello, que es el Estado el
encargado de proteger a los consumidores, en atención a su debilidad
como parte integrante del proceso de consumo”.
De esta manera, la Constitución por ser garantista de derechos, reconoce
como derecho fundamental de los consumidores y usuarios a disponer de
55
bienes y servicios de óptima calidad, como se establece en los artículos 52 y
54 de la Constitución de la República del Ecuador (2008), que dice:
“Art. 52.- Las personas tienen derecho a disponer de bienes y servicios
de óptima calidad y a elegirlos con libertad, así como a una información
precisa y no engañosa sobre su contenido y características.
La ley establecerá los mecanismos de control de calidad y los
procedimientos de defensa de las consumidoras y consumidores; y las
sanciones por vulneración de estos derechos, la reparación e
indemnización por deficiencias, daños o mala calidad de bienes y
servicios, y por la interrupción de los servicios públicos que no fuera
ocasionada por caso fortuito y fuerza mayor.
Art. 54.- las personas o entidades que presten servicios públicos o que
produzcan o comercialicen bienes de consumo, serán responsables civil
y penalmente por la deficiente prestación del servicio, por la calidad
defectuosa del producto, o cuando sus condiciones no estén de acuerdo
con la publicidad efectuada o con la descripción que incorpore.
Las personas serán responsables por la mala práctica en el ejercicio de
su profesión, arte u oficio, en especial aquella que ponga en riesgo la
integridad o la vida de las personas”.
También la Constitución de la República del Ecuador (2008), en su artículo 19,
inciso segundo, prohíbe lo siguiente:
“Se prohíbe la emisión de publicidad que induzca a la violencia, la
discriminación, el racismo, la toxicomanía, el sexismo, la intolerancia
religiosa o política y toda aquella que atente contra los derechos”.
56
Por tanto, la publicidad se encuentra regulada a través de políticas públicas
con carácter orgánico, para el respeto de los derechos fundamentales
reconocidos y garantizados en la Constitución. De esta manera, se han creado
las leyes orgánicas como la de Regulación y Control del Poder de Mercado, y
la de Defensa del Consumidor y de Comunicación.
Con el fin de “la aplicación de este principio se expresa en la regulación
publicitaria de diversos sectores económicos, como el de medicamentos, de
productos derivados del tabaco, del servicio de llamadas telefónicas de
contenido erótico, de establecimientos de hospedaje, fondos mutuos,
administradoras privadas de fondos de pensiones, entre otros” (Instituto
Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad
Intelectual [INDECOPI], 2001, pp. 60 y 61).
2.3.2. Principio de veracidad
El principio de veracidad consiste en que toda información debe ser verdadera
y no engañosa, manipuladora o fraudulenta que atente a los derechos
fundamentales de las personas establecidos en la Constitución y en la ley.
Esta información es de relevancia pública, porque los mensajes que se
transmiten llegan a todas las personas por un medio de comunicación masivo
como la televisión, radio, internet, etc. En la Ley Orgánica de Comunicación
(2013), en su artículo 7, menciona lo siguiente:
“Es la información difundida a través de los medios de comunicación
acerca de los asuntos públicos y de interés general.
La información o contenidos considerados de entretenimiento, que sean
difundidos a través de los medios de comunicación, adquieren la
condición de información de relevancia pública, cuando en tales
contenidos se viole el derecho a la honra de las personas u otros
derechos constitucionalmente establecidos”.
57
Así, la información que es difundida a través de un medio de comunicación
obtiene una relevancia pública, ya que el mensaje es de interés general y por
tanto la misma Ley Orgánica de Comunicación (2013) obliga, en su artículo 22,
inciso primero, que:
“Todas las personas tienen derecho a que la información de relevancia
pública que reciben a través de los medios de comunicación sea
verificada, contrastada, precisa y contextualizada”.
Para evitar la existencia que puedan producir falsas expectativas, los
proveedores deben afirmar que su contenido esté acorde con la realidad
objetiva para poder sustanciar la información.
Estas afirmaciones informativas son de dos formas: objetiva y subjetiva. El
INDECOPI (2001, pp. 46 y 47) en su Resolución No. 001-2001-
CCD/LIN/INDECOPI, las define de la siguiente manera:
“Afirmaciones objetivas.- son aquellas afirmaciones contenidas en un
anuncio que el consumidor razonable percibe, mediante una
interpretación integral y superficial como objetivamente comprobables,
es decir, mensurables mediante un sistema de medición comúnmente
aceptado.
Afirmaciones subjetivas.- son las afirmaciones contenidas en un anuncio
que, por la forma en que son presentadas al consumidor, dan la
impresión de que el anunciante presenta declaraciones de parte
mediante las cuales intenta convencer de que se consuma el producto
anunciado o se adquiera el servicio promocionado”.
Las afirmaciones objetivas están acorde con la realidad, por lo cual son
susceptibles en demostrar la veracidad del contenido y características del bien
o servicio; mientras que las afirmaciones subjetivas no necesitan demostrar la
58
veracidad del contenido, sino que va a ser valorado dicho contenido al
momento de difundir la información de manera exagerada que recaiga en la
inducción al error, engaño o confusión del bien o servicio que se promociona,
como por ejemplo, la publicidad testimonial.
De esta manera, Escobar (2013, Párr. 2) ha considerado tres aspectos para
que la publicidad sea veraz, son los siguientes:
“a. Veraces, es decir, que exista congruencia entre las afirmaciones
realizadas y la realidad.
b. Comprobables, quiere decir que es necesario que las afirmaciones
estén ajustadas a una realidad objetivamente demostrable.
c. Precisas, en este sentido, la información transmitida no debe ser
inexacta, ambigua o exagerada”.
Con los aspectos mencionados se puede comprender que el principio de
veracidad en la publicidad debe tener afirmaciones objetivas, las mismas que
puedan ser susceptibles de demostración sobre los bienes y servicios, así
mismo que estén acordes con la realidad objetiva para que los consumidores y
usuarios, puedan informarse sobre los contenidos y características de los
bienes y servicios.
De esta manera, el principio de veracidad es un derecho del consumidor y
usuario para que tenga un conocimiento verdadero sobre el bien o servicio que
desea adquirir. Este derecho se encuentra establecido en el artículo 4, numeral
4, de la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor (2009), que establece:
“Derecho a la información adecuada, veraz, clara y completa sobre los
bienes y servicios ofrecidos en el mercado, así como sus precios,
características, calidad, condiciones de contratación y demás aspectos
relevantes de los mismos, incluyendo los riesgos que pudieren prestar”.
59
Por otro lado, este principio es una obligación del proveedor de informarle al
consumidor o usuario sobre los contenidos y características del bien o servicio
que ofrece hacia los consumidores y usuarios. Esta obligación se encuentra
establecida en la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor (2009), en su
artículo 17, que expresa:
“Es obligación de todo proveedor, entregar al consumidor información
veraz, suficiente, clara, completa y oportuna de los bienes y servicios
ofrecidos, de tal modo que éste pueda realizar una elección adecuada y
razonable”.
Con todos estos antecedentes, se puede concluir que el principio de veracidad
en materia de publicidad lo conforma la información de los contenidos y
características de los bienes y servicios, que deben estar acordes a la realidad
objetiva para el cumplimiento de las expectativas de los consumidores.
2.3.3. Principio de autenticidad
Muguillo (2005, p. 18), considera que: “El principio de autenticidad o
reconocimiento, por el cual la publicidad debe ser reconocida fácilmente como
tal, distinguiéndose claramente de las informaciones periodísticas o noticiosas,
o de otra índole”.
El criterio expuesto por Muguillo, determina que la publicidad debe ser
identificada en su origen o procedencia, a fin de que el consumidor y usuario
puedan distinguirlos claramente.
Sobre el particular, el INDECOPI (2001, p. 57), en su Resolución No. 001-2001-
CCD/LIN/INDECOPI, menciona que:
“Conforme a lo establecido en la ley, los anuncios que se difundan en el
mercado deben distinguirse como tales. Por consiguiente, el reglamento
señala que los anuncios que resulten similares a las noticias
60
periodísticas deben incluir los términos ‘publirreportajes’ o ‘anuncio
contratado’ en el mismo tipo de dimensión de letra utilizada en el texto
del anuncio”.
Con lo expuesto, es preciso identificar si la información que se difunde por un
medio de comunicación es verdadera y confiable, para que el consumidor
tenga un conocimiento de causa sobre el origen de dicha información
publicitaria, pues ésta puede ser disfrazada por un flash informativo, una
publicación periodística o un bien o servicio manifestado en forma errónea.
Así, los diversos tipos de comunicación social deben evitar que la información
publicitaria que emiten, no provoque confusión en los consumidores o induzcan
a cometer falsas interpretaciones.
Guerra (2006, p. 26) explica que:
“Tiene relación directa con el principio de veracidad y consiste en
determinar en forma clara sobre el género comunicativo al que
pertenece el mensaje publicitario que se efectúa a través de los medios
de comunicación. Debe materializarse la publicidad de una forma clara
para que el consumidor no la confunda con otro tipo de mensaje o
noticia”.
Se puede concluir que el principio de autenticidad o de reconocimiento en
materia de publicidad, es hacer conocer al consumidor o usuario el origen o la
procedencia de la información, a fin de que no caiga en la confusión y elija con
precisión el bien o servicio que desea obtener.
2.3.4. Principio de leal competencia
El principio de la leal competencia en materia de publicidad se basa en que las
actividades publicitarias no deben recaer en actos de competencia desleal.
61
Marín (en Riofrío y Marín, s.f., p. 405) expresa que:
“La leal competencia en el mercado es entendida como aquella
competencia guiada por los usos y costumbres comerciales honestos y
por el respeto a las normas de corrección que deben regir en las
actividades económicas, de modo que las actividades económicas se
desenvuelven normalmente. El bien jurídico tutelado por estas normas
es la concurrencia o competencia justa, ajustada al ordenamiento
jurídico, sin excesos inaceptables”.
Por otro lado, Muguillo (2005, p. 18), considera lo siguiente:
“Principio de competencia, que consiste en que por vía de la publicidad
no se rompa con la libre y leal concurrencia al mercado, y en que se
utilicen en ella medios lícitos sin ofensa o ridiculización del contrario en
competencia”.
Considerada la publicidad como una actividad comercial, puesto que los
empresarios utilizan esta herramienta, por ser efectiva y eficiente en la difusión
de informar a los consumidores y usuarios de manera masiva, no debe estar en
contra de los usos y costumbres honestos.
Esta consideración de la publicidad como una actividad comercial, lo establece
el artículo 25 de la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de
Mercado (2013) que menciona lo siguiente:
“Se considera desleal todo hecho, acto o práctica contrarios a los usos o
costumbres honestos en el desarrollo de actividades económicas,
incluyendo aquellas conductas realizadas en o a través de la actividad
publicitaria”.
62
De esta manera, se puede comprobar que la publicidad está considerada como
actividad comercial para evitar la producción de prácticas que vayan en contra
de los usos o costumbres honestos, como por ejemplo la publicidad engañosa.
En conclusión, el principio de la leal competencia en materia de publicidad
tiene como objetivo principal en prevalecer la lealtad de la competencia, para
así fomentar el bienestar de los consumidores y prevalecer el comercio justo.
2.4. Publicidad engañosa
2.4.1. Nociones generales
La publicidad comercial es una herramienta que utilizan los anunciantes o
proveedores para informar de manera persuasiva sus bienes y servicios, los
cuales se encuentran dentro del mercado.
Este tipo de publicidad se encuentra definida en el artículo 2, inciso diez, de la
Ley Orgánica de Defensa del Consumidor (2009) como:
“Publicidad.- La comunicación comercial o propaganda que el proveedor
dirige al consumidor por cualquier medio idóneo, para informarlo y
motivarlo a adquirir o contratar un bien o servicio. Para el efecto la
información deberá respetar los valores de identidad nacional y los
principios fundamentales sobre seguridad personal y colectiva”.
Mediante la definición que establece la Ley Orgánica, se puede considerar que
la publicidad comercial debe respetar los valores de identidad nacional, así
también los principios fundamentales sobre seguridad personal y colectiva, con
el fin de que la información que se emplee en la publicidad comercial respete
los derechos fundamentales de la Constitución y la Ley.
De esta manera, el Estado ha tipificado en la Ley Orgánica de Defensa del
Consumidor (2009), en su artículo 6, lo siguiente:
63
“Publicidad prohibida.- Quedan prohibidas todas las formas de
publicidad engañosa o abusiva, o que induzcan a error en la elección del
bien o servicio que puedan afectar los intereses y derechos del
consumidor”.
Esta disposición que menciona la ley, considera la prohibición de dos tipos de
publicidad que son la engañosa y la abusiva.
La publicidad abusiva se encuentra definida en el artículo 2, incisos 11 y 12, de
la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor (2009), en los siguientes términos:
“Publicidad abusiva.- Toda modalidad de información o comunicación
comercial, capaz de incitar a la violencia, explotar el miedo, aprovechar
la falta de madurez de los niños y adolescentes, alterar la paz y el orden
público o inducir al consumidor a comportarse en forma perjudicial o
peligrosa para la salud y seguridad personal y colectiva.
Se considera también publicidad abusiva toda modalidad de información
o comunicación comercial que incluya mensajes subliminales”.
Es considerada como prohibida la publicidad abusiva porque atenta los valores
de identidad nacional y los principios fundamentales de seguridad personal y
colectiva, pues induce a la violencia y altera la paz. De igual manera, se
considera a la publicidad subliminal como abusiva, ya que los mensajes no solo
recaen en lo comercial sino también en la dignidad de las personas.
Por otro lado, también se considera prohibida a la publicidad engañosa en
virtud de que la información que efectúa el anunciante o proveedor, por medio
de esta actividad, induce a error, engaño o confusión a los consumidores en la
adquisición de bienes y servicios.
64
Esta forma de publicidad viola los principios de legalidad, veracidad y
autenticidad, porque las afirmaciones que emite el anunciante o proveedor no
están acordes con la realidad objetiva que debe cumplir.
Por tanto, García A. (2009, p. 354) considera que:
“Para calificar como engañosa la publicidad, el engaño no tiene que
afectar a la totalidad del mensaje publicitario, es decir, si un mensaje
parcialmente veraz y parcialmente engañoso, podrá ser considerado
engañoso en su totalidad si induce a error a sus destinatarios”.
Es decir, que para calificar a la publicidad engañosa, se debe valorar que las
afirmaciones que realiza el proveedor deben ser siempre objetivas, y que a la
par estén acordes con la realidad, para así promover los bienes y servicios
dentro del mercado objetivo.
Por todos estos antecedentes podemos concluir que la publicidad engañosa no
sólo afecta a los consumidores, sino también al mercado, porque es un
mecanismo de desvío para su propio provecho de la clientela ajena.
2.4.2. Concepto de publicidad engañosa
Nuestra legislación, en la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor (2009), en
su artículo 2, inciso doce, define a la publicidad engañosa como:
“Toda modalidad de información o comunicación de carácter comercial
cuyo contenido sea total o parcialmente contrario a las condiciones
reales o de adquisición de los bienes y servicios ofrecidos o que utilice
textos, diálogos, sonidos, imágenes o descripciones que directa o
indirectamente, e incluso por omisión de datos esenciales del producto,
induzca a engaño, error o confusión al consumidor”.
65
Esta definición concuerda con el mecanismo de que la publicidad engañosa
informa al consumidor de manera falsa o errónea, pues los mensajes con que
informa al consumidor no son veraces, es decir, la información puede ser falsa
en su totalidad, o siendo veraz, omite ciertas características del producto o
servicio que se ofrece.
Por tanto, se puede concluir que la publicidad engañosa es aquella donde la
promoción de los bienes y servicios no son acordes con la realidad objetiva.
2.4.3. Tipos de publicidad engañosa
Los tipos de publicidad considerados como engañosos son los siguientes:
omisión y encubierta.
2.4.3.1. Publicidad engañosa por omisión
La publicidad engañosa por omisión se la puede considerar cuando la
información que transmite el proveedor al consumidor es veraz, pero omite las
características esenciales del producto o servicio que ofrece.
Como el principio de veracidad es un derecho del consumidor y una obligación
del proveedor en que la información debe ser completa, ésta debe cumplir con
las disposiciones de información básica. Como un ejemplo, tenemos la
Resolución No. SCPM-NT-2013-002, de la Superintendencia de Control del
Poder de Mercado (2013, p. 58), contenida en la Gaceta del mes de
septiembre, que establece una norma técnica para la información que deben
tener los empaques de los productos médicos:
“Todos los medicamentos que se produzcan o comercialicen en el
Ecuador deberán incluir en el etiquetado o rotulación de cada empaque
individual y en cualquier medio que se utilice para su promoción, la
indicación clara y visible ‘MEDICAMENTO GENÉRICO’ o
‘MEDICAMENTO NO GENÉRICO’ según sea el caso”.
66
Cevallos (2012, p. 409) afirma que:
“El engaño en la publicidad también se puede producir por omisión, es
decir, cuando se silencia datos fundamentales de los bienes o servicios
y dicha omisión induce a error a los destinatarios de la publicidad, por lo
tanto, no se toma en cuenta la mera omisión de datos accidentales o
irrelevantes. Este tipo de omisiones en nuestro país se efectúan en los
anuncios o publicidad de medicinas usualmente”.
En conclusión, se puede determinar que la publicidad engañosa por omisión es
la falta de información esencial del producto o servicio que se está
transmitiendo al consumidor, y que aun siendo veraz omite información
específica.
2.4.3.1. Publicidad encubierta
La publicidad encubierta es la que, aun siendo veraz la información, no es
totalmente auténtica porque no expresa el origen del contenido.
García A. (2009, p. 358), comenta lo siguiente:
“La publicidad encubierta induce a error a los consumidores sobre la
clase, el origen y el valor de las alegaciones publicitarias. El público no
identifica la naturaleza de la manifestación publicitaria, ya que no la
reconoce como publicidad. Además, el público desconoce el origen de la
manifestación, pues piensa que se encuentra en un tercero ajeno al
anunciante por lo que otorgará un valor superior a esa alegación
publicitaria”.
Por otro lado, Cevallos (2012, p. 408), considera lo siguiente:
“En esta forma de publicidad se aprecia consiguientemente, un engaño
al público, es decir a los consumidores y usuarios. El engaño al
67
destinatario de la publicidad se consuma con el modo de presentar la
publicidad, aun cuando sea veraz. El consumidor no distingue dicho
anuncio como publicidad y de otro lado tampoco sabe cual es el origen
de ella para su difusión, por este desconocimiento el consumidor o
usuario confiere un valor superlativo al mensaje publicitario. Finalmente,
no se precisa para la configuración de la publicidad encubierta que sea
remunerada, pues ello es irrelevante”.
Con los criterios expuestos por estos tratadistas, se concuerda en que la
publicidad encubierta se basa en que ésta es veraz pero hace desconocer el
origen del mensaje que es difundido.
En la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor (2009), en su artículo 2, inciso
trece, menciona lo siguiente:
“Toda modalidad de información o comunicación de carácter comercial,
cuyo contenido sea total o parcialmente contrario a las condiciones
reales o de adquisición de los bienes y servicios ofrecidos o que utilice
textos, diálogos, sonidos, imágenes o descripciones que directa o
indirectamente, e incluso por omisión de datos esenciales del producto,
induzca a engaño, error o confusión al consumidor”.
De igual forma, nuestra legislación hace mención de manera general que la
publicidad encubierta puede ser veraz pero omite información esencial del
producto, o también puede ser por acción que la información del producto es
totalmente falsa. Este tipo de publicidad se la encuentra por medio de
publirreportajes, redes sociales, flash informativo, etc., ya que, el encubrimiento
del mensaje que se transmite no tiene veracidad y autenticidad en la
presentación, llamando la atención del consumidor para adquirir dicho bien o
servicio.
68
Por tanto, se puede concluir que la publicidad encubierta se encuentra por
medio de terceros que desconocen el origen de la información veraz, o puede
ser veraz pero ignoran los contenidos esenciales del producto que deben
transmitir.
2.4.4. Causales de la publicidad engañosa
Para determinar a la publicidad engañosa, el artículo 7 de la Ley Orgánica de
Defensa del Consumidor (2009), establece las causales que pueden producir
una publicidad engañosa, y que son:
“Infracciones publicitarias.- Comete infracción a esta Ley el proveedor
que a través de cualquier tipo de mensaje induce al error o engaño en
especial cuando se refiere a:
1. País de origen, comercial o de otra índole del bien ofrecido o sobre el
lugar de prestación del servicio pactado o la tecnología empleada.
2. Los beneficios y consecuencias del uso del bien o de la contratación
del servicio, así como el precio, tarifa, forma de pago, financiamiento
y costos del crédito.
3. Las características básicas del bien o servicio ofrecidos, tales como
componentes, ingredientes, dimensión, cantidad, calidad, utilidad,
durabilidad, garantías, contraindicaciones, eficiencia, idoneidad del
bien o servicio para los fines que se pretende satisfacer y otras.
4. Los reconocimientos, aprobaciones o distinciones oficiales o
privadas, nacionales o extranjeras tales como medallas, premios,
trofeos o diplomas”.
Cevallos (2012, pp.417 y 418), describe de la siguiente manera el contenido de
cada numeral que califica como engaño:
“El numeral 1, en mi opinión constituye una modalidad de fraude que
puede ser sancionado acorde con las disposiciones de la Ley Orgánica
de Defensa del Consumidor y, desde luego en los términos del Código
69
Penal, pues hay inducción a error mediante los artificios señalados y
perjuicio consecuente para los usuarios y consumidores.
El numeral 2, alude a una práctica muy común en el mercado
ecuatoriano que consiste en publicitar por ejemplo, una serie de
interminable de rebajas a veces superiores al 50%, o
sobredimensionado la calidad de los bienes o servicios, engañando e
induciendo a error a los destinatarios de la publicidad, pues anuncios de
esta índole no se aproximan a la realidad objetiva.
El numeral 3, que se refiere a engaños en lo tocante, a la calidad de los
ingredientes del producto, dimensión, cantidad o calidad, plantea un
problema fundamental, esto es el relativo al modo de determinar el nivel
de exageración de la publicidad particularmente sobre la calidad de los
ingredientes referidos en el anuncio tolerable o punible.
El numeral 4, contempla la hipótesis de la publicidad que usa como
artificio para el engaño al consumidor o usuario, la invención de
reconocimientos, o distinciones, nacionales o extranjeros a favor del bien
o servicio, para crear una imagen superior a la real de los mismos en el
destinatario de la publicidad”.
Con estos causales que menciona Cevallos, se puede determinar que la
publicidad engañosa debe recaer en uno o en todos de las causales para
provocar una publicidad engañosa. Mientras también se encuentra otras
modalidades en que puede caer la publicidad engañosa sin cumplir con estas
causales, que menciona el artículo 7 de la Ley Orgánica de Defensa del
Consumidor y que no tienen relación con dichas causales.
De otro lado, es preciso señalar también como causales los constantes en la
Ley Orgánica de Defensa del Consumidor, que son los siguientes: Información
pública, idioma y moneda, garantía, productos deficientes o usados, producción
70
y transgénica, rotulado mínimo de alimentos y medicamentos, y la información
de bienes de naturaleza durable.
71
CAPÍTULO III
RELACIÓN DE LA PUBLICIDAD ENGAÑOSA CON LOS ACTOS DE
ENGAÑO
3.1. Acto de engaño
3.1.2. Nociones generales
El Derecho de la Competencia es una rama del Derecho Mercantil y es parte
del Derecho Económico, donde se protege el proceso competitivo que realizan
las empresas dentro de un mercado; tiene como función fundamental la
represión de la competencia desleal, a efectos de hacer prevalecer la leal
competencia.
La lealtad de la competencia tiene como finalidad en que ésta no se falsee, es
decir evita que ciertas prácticas desleales alteren, distorsionen o falseen el
mercado, perjudicando los intereses económicos de los empresarios,
consumidores y también el interés público general.
Para evitar que las prácticas desleales entren al mercado competitivo, la Ley
Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado (2013) establece una
cláusula general de prohibición, que dice lo siguiente en su artículo 26, inciso
primero:
“Quedan prohibidos y serán sancionados en los términos de la presente
Ley, los hechos, actos o prácticas desleales, cualquiera sea la forma que
adopten y cualquiera sea la actividad económica en que se manifiesten,
cuando impidan, restrinjan, falseen o distorsionen la competencia,
atenten contra la eficiencia económica, o el bienestar general o los
derechos de los consumidores o usuarios”.
72
Como hemos mencionado en el capítulo I, respecto de que la cláusula general
de prohibición se encuentra acompañada por un listado de actos considerados
como desleales para proteger dichos intereses, entre ellos se encuentra el acto
de engaño.
El acto de engaño es considerado como una práctica comercial desleal que
viola los principios de legalidad, veracidad, autenticidad y leal competencia,
porque provoca que la información difundida dentro del mercado contenga
falsedad en su mensaje o induzca a error sobre la promoción de bienes o
servicios que se ofertan dentro del mercado. Al respecto, Marín (en Riofrío y
Marín, s.f., p. 410), comenta que:
“La modalidad de actos de competencia desleal denominada actos de
engaño, señala que la conducta infractora se produce cuando un agente
económico contraviene la buena fe al generar frente al público de los
consumidores una impresión falaz de sus propios productos o servicios,
de forma tal que se expone al consumidor a adoptar una decisión
inadecuada a sus intereses; esto es, una elección que bajo otras
circunstancias no hubiera realizado”.
Por otro lado, Velandia (2010, p. 382), expone lo siguiente:
“Bajo el engaño se castiga el error sobre el objeto, es decir sobre los
productos, sean bienes o servicios. La verdadera afectación del engaño
es crear una imagen irreal o inexistente acerca de los productos en un
mercado, ya que de ello depende parte de las variables de la fidelidad
de la marca, de sus bondades”.
Los actos de engaño se los entiende como creaciones materiales. La
Sentencia No. 780, dictada por la Superintendencia de Industria y Comercio,
(2012, p. 13) de la República de Colombia, al tenor de lo expuesto explica lo
siguiente:
73
“(…), en el acto de engaño el error se circunscribe a la naturaleza, el
modo de fabricación, las características, la aptitud en el empleo o la
cantidad de los productos y se proyecta sobre la actividad, prestaciones
mercantiles o el establecimiento, lo que constituye la propia prestación”.
Así, se puede comprender que la creación material del acto de engaño se basa
sobre la realidad objetiva del mercado, por medio de información falsa o por
inducción a error, donde se exponen todas las características de los bienes y
servicios. Marín, (en Riofrío y Marín, s.f., p. 410), en atención al tema dice:
“La falsedad es el caso más simple de acto de engaño, que implica que
lo afirmado no corresponde a la realidad. La inducción a error (a
diferencia de la simple falsedad) puede ocurrir incluso cuando lo
afirmado sea verdad, dependiendo de la forma en que dicha afirmación
sea presentada y del contexto que la acompañe”.
También se considera como acto de engaño a las indicaciones falsas de
procedencia del producto o servicio que trata sobre su origen. Como lo
considera Marín (en Riofrío y Marín, s.f., p. 410) que: “En tal sentido, se
considera particularmente grave el empleo de falsas indicaciones de
procedencia, es decir, el uso de una expresión que designe un país
determinado cuando aquella expresión fuera falsa con respecto a su origen
verdadero”. Es decir, que también viola el principio de autenticidad donde se
establece el origen y la procedencia del bien o servicio para su identificación.
Los actos de engaño pueden recaer en materia de propiedad inmaterial, en
especial los signos distintivos, como por ejemplo: las marcas, basándose por
medio de la confusión, la imitación y la explotación de la reputación ajena para
atraer a la clientela de un competidor, para poder afirmarse o lanzarse dentro
del mercado concurrente, con el objeto de distorsionar, falsear o alterar los
aspectos económicos que son perjudiciales para la competencia.
74
De esta manera, la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de
Mercado (2013), en su artículo 27, numeral 2, tipifica lo siguiente:
“Actos de engaño.- Se considera desleal toda conducta que tenga por
objeto o como efecto, real o potencial, inducir a error al público, inclusive
por omisión, sobre la naturaleza, modo de fabricación o distribución,
características, aptitud para el uso, calidad y cantidad, precio
condiciones de venta, procedencia geográfica y en general, las ventajas,
los atributos, beneficios o condiciones que corresponden a los
productos, servicios, establecimientos o transacciones que el operador
económico que desarrolla tales actos pone a disposición en el mercado;
o inducir a error sobre los atributos que posee dicho operador, incluido
todo aquello que representa su actividad empresarial.
Configura acto de engaño la difusión en la publicidad de afirmaciones
sobre productos o servicios que no fuesen veraces y exactos. La carga
de acreditar la veracidad y exactitud de las afirmaciones en la publicidad
corresponde a quien las haya comunicado en su calidad de anunciante.
En particular, para la difusión de cualquier mensaje referido a
características comprobables de un producto o servicio anunciado, el
anunciante debe contar con las pruebas que sustenten la veracidad de
dicho mensaje”.
Así, Alonso (2012, p. 312), ha considerado los siguientes requisitos donde se
sustenta el acto de engaño, que son:
1. “Que se realicen una aseveraciones o indicaciones que no
correspondan exactamente a la realidad, es decir, que sean
incorrectas o falsas; el punto de referencia en este caso será la
verdad o la realidad objetivamente demostrable; sin embargo, será
considerada ilícita de denominada publicidad superlativa, esto es, la
utilización de determinadas exageraciones o extravagancias
75
publicitarias que pretenden simplemente llevar al ánimo del
consumidor la excelencia o superioridad de unos determinados
productos sin llegar a afirmar una situación de hecho precisa (tal es
el caso del anuncio de un producto como el mejor del mundo, el
único en su género, etc.).
2. Se precisa de un acto extremo de utilización o difusión de esos datos
(lo que puede hacerse con o sin publicidad) para que la conducta
sea relevante.
3. Se requiere también que las aseveraciones que se formulen sean
capaces de inducir a error a las personas a las que las mismas se
dirigen o alcanzan; en este sentido cabe indicar, una vez más, que el
supuesto no sólo incluye la difusión de datos falsos, sino también de
aquellos que, siendo verdaderos, pueden inducir a error por su forma
de presentarlos”.
Por lo expuesto, se puede concluir que el acto de engaño viola los principios de
legalidad, veracidad, autenticidad y de leal competencia, ya que la información
que realiza el agente económico es falsa o induce a error, particularmente
sobre un producto o servicio dentro del mercado concurrente, con el fin de
afectar los intereses económicos de los consumidores y también al interés del
competidor.
3.1.2. Concepto de engaño
Por lo que hemos revisado, los actos de engaño recaen en la información de
un bien o servicio que se ofrece dentro de un mercado concurrente. En este
plano, el Convenio de París (1999), en su artículo 10bis, numeral 3.3, define al
acto de engaño como: “Las indicaciones o aseveraciones cuyo empleo, en el
ejercicio del comercio, pudieren inducir al público a error sobre la naturaleza, el
modo de fabricación, las características, la aptitud en el empleo o la cantidad
de los productos”. Concepto que con el mismo texto consta en la Decisión 486
sobre el Régimen Común sobre la Propiedad Industrial, artículo 259, letra c).
76
El Convenio de París proviene de un modelo corporativo, donde su principal
objetivo es reprimir la competencia desleal que realiza un empresario para
perjudicar a otro. En la actualidad nuestro sistema económico se basa en una
economía social y solidaria, donde se hace prevalecer la relación entre
sociedad, Estado y mercado con el fin de reprimir las prácticas desleales
engañosas, y también proteger a los consumidores, por ser parte del sistema
económico.
Así, Massaguer y Palau (2002, p. 19), definen al acto de engaño en los
siguientes términos:
“Acto de engaño es cualquier práctica que por las circunstancias en que
tenga lugar sea susceptible de inducir a error a las personas a las que
se dirige o alcanza sobre un extremo que puede influir en la formación
de sus preferencias o en la toma de sus decisiones en el mercado”.
Esta definición se basa en que el acto de engaño recae en las preferencias de
los consumidores al momento de elegir un bien o servicio, o en el instante de
recaer en una información falsa o inducida a error, pues el consumidor puede
adquirir un bien o servicio que no era de su agrado y expectativa. En tal virtud,
la INDECOPI (2001, p. 14) en su Resolución No. 001-2001-
CCD/LIN/INDECOPI, ha definido al acto de engaño en los siguientes términos:
“El engaño es concebido como el acto por el cual un competidor genera
frente a terceros una impresión falaz acerca de sus propios productos o
servicios, de forma tal que pueda inducir a un consumidor a efectuar una
decisión de consumo inadecuada, es decir una elección que de no
mediar las circunstancias referidas, no hubiera realizado”.
Por otro lado, Cabanellas de Torres (2006, p. 144), define al engaño como:
“falta de verdad en lo que se dice o se hace, con ánimo de perjudicar a otro”.
La mención de este autor se la puede considerar apropiada, toda vez que el
77
competidor desleal da una impresión falsa o errónea de un bien o servicio, con
el exclusivo fin de desviar a la clientela ajena para su provecho propio.
También Alvear y Gómez de la Torre (2012, p. 102), definen al acto de engaño
en lo siguientes términos:
“Aquellos que contengan información incorrecta o falsa, omisión de
verdades y las que siendo veraces, puedan inducir a error a los
destinatarios dirigidos y alteren su comportamiento económico”.
Con estos antecedentes, se puede definir al acto de engaño como aquella
práctica comercial desleal, donde el competidor informa de manera falsa o
errónea la promoción de bienes y servicios, dentro del mercado para perjudicar
la economía del consumidor y usuario, con el objetivo de desviar la clientela
ajena del competidor.
3.1.3. Relación del acto de engaño con la publicidad engañosa
Tomando como punto de partida el principio de veracidad, la relación del acto
de engaño con la publicidad engañosa se conjuga en que la información
difundida debe ser verdadera, y que no recaiga en error, ambigüedad o
exageración, en la que un agente económico ofrece sus bienes y servicios a un
consumidor, por medio de una actividad publicitaria.
Las actividades publicitarias deben cumplir con este principio de veracidad para
prevalecer la transparencia del mercado; al momento de faltar a este principio,
incurre a engañar a los consumidores sobre la oferta de bienes y servicios y
también afecta a los otros competidores porque produce un desvío de la
clientela ajena para su provecho propio. Sobre este punto, Otamendi (2009, p.
40) manifiesta que:
“Engañar al público consumidor es una de las formas clásicas de
competencia desleal. Una de las formas de engañar es a través de la
78
publicidad. Mostrar cualidades o características inexistentes en el
producto o servicio que se ofrece, es algo a lo que recurren
habitualmente muchos competidores. Al no haber realizado el esfuerzo
para llegar a las características que le permiten competir mejor, dicen
que ofrecen lo que no tienen. De esta manera, inducen a comprar a
quienes, de conocer las verdaderas cualidades o características de lo
ofrecido, no comprarían”, es decir, “el engaño en la publicidad crea un
desorden en el mercado ya que la mentira será, en algún momento,
descubierta por el consumidor. Al hacerlo, quedará no sólo defraudado
sino también desconcertado, ya que no sabrá quien dice la verdad y
quien no. Para él todos los que están en el mercado carecerán de
seriedad con el consiguiente daño para ellos. El competidor ha sufrido
un daño diferente, que es el que causa el acto de competencia desleal”.
Por esta razón, el principio de veracidad se convierte en la base esencial de la
publicidad, con el objeto de evitar el engaño, que puede perjudicar los intereses
económicos de los consumidores y usuarios como también los intereses de los
competidores. La INDECOPI (2001, p. 45) en su Resolución No. 001-2001-
CCD/LIN/INDECOPI, considera que:
“Este principio se fundamenta en el hecho de que cada vez los
consumidores exigen a los anunciantes mayor información relevante y
veraz a efectos de adoptar una decisión de consumo adecuada a sus
intereses. Por consiguiente, sin que ello signifique un límite al derecho a
competir y al uso de la creatividad en la publicidad, la transparencia y el
correcto funcionamiento del mercado exigen que las empresas
proporcionen información veraz”.
Por ende, la veracidad de la información dentro de las actividades publicitarias
“no puede ser engañosa ni por acción ni por omisión. Así, no puede contener
falsedades que generen un error en sus destinatarios con el consiguiente
perjuicio para ellos y para los competidores. Tampoco puede silenciar aspectos
79
o datos fundamentales de los bienes, servicios o actividades ofrecidos” (García
A., 2009, p. 350). De esta forma, las actividades publicitarias engañosas se
dividen por acción y por omisión engañosa.
Las actividades publicitarias por acción se basan a través de la información
falsa o que induzca a error sobre los extremos relevantes de los bienes y
servicios promocionados por los agentes económicos. Martín (2009, p. 151) las
considera como: “aquellas que contengan información falsa o información que,
sin ser falsa, pueda inducir a error al consumidor medio sobre determinados
extremos relevantes y que le haga o pueda hacerle tomar una decisión sobre
una transacción que, de otro modo, no hubiera tomado”. De esta manera,
Massaguer (2006, p. 16) las divide en información falsa e información
adecuada de inducir a error, con los siguientes términos:
“La información falsa es aquella que no se corresponde con la realidad
de las cosas y, por ello, es inveraz. El empleo de información falsa en
una práctica comercial es indebido en todo caso, sin necesidad de
acreditar que puede inducir a error a los consumidores. Ahora bien, la
comunicación de información falsa sólo será engañosa y, por ello,
desleal si recae sobre uno de los extremos considerados relevantes por
la propia Directiva y además puede influir efectivamente en la conducta
de mercado de los consumidores.
La información adecuada para inducir a error es aquella otra que es
exacta u objetivamente correcta (esto es, que se corresponde
efectivamente con la realidad de las cosas) y, ello no obstante, puede
transmitir una incorrecta representación de la realidad o generar
infundadas expectativas. Así las cosas, lo relevante no es la veracidad
de la información que se comunique a los consumidores en si misma
considerada, sino la exactitud de la creencia que inculca en sus
destinatarios o, si se prefiere, la efectiva correspondencia de las
80
expectativas que despierta en sus destinatarios con la realidad de las
cosas”
De esta manera, se puede considerar que la información falsa se basa por los
extremos relevantes de los bienes y servicios, lo que no es acorde con la
realidad objetiva, como por ejemplo, la publicidad comparativa ilícita. Mientras
que la información adecuada para inducir a error se basa en que la información
puede ser veraz, omite características esenciales que debe contener dicha
información.
Por otro lado están las actividades publicitarias engañosas por “omisión
engañosa”, donde se omite información sustancial de los bienes y servicios
para la toma de decisiones de los consumidores. Martín (2009, p. 151) los
considera como: “Las que omiten información sustancial que, atendidas las
circunstancias, necesite el consumidor medio para tomar una decisión sobre
una transacción”.
Manteniendo la línea de pensamiento de Massaguer (2006, p. 23), se
considera como información sustancial “aquella que los consumidores
necesitan para tomar una decisión sobre una transacción con el debido
conocimiento de causa”. Es decir, que la información de bienes y servicios que
se promocionan dentro del mercado, deben contener los datos básicos de
información comercial para que el consumidor tenga un pleno conocimiento de
causa en la adquisición de un bien o servicio, como por ejemplo, la publicidad
encubierta.
La diferencia entre la publicidad engañosa y el acto de engaño, radica en que
la primera brinda una información que no está acorde con la realidad objetiva al
consumidor en la promoción de bienes y servicios, mientras que el segundo,
provoca el aprovechamiento de la clientela ajena del competidor para su
provecho propio.
81
En conclusión, se puede determinar que la publicidad engañosa con los actos
de engaño tiene el mismo mecanismo de perjudicar los intereses económicos
del consumidor, como también los intereses de los empresarios dentro del
mercado.
3.2. Prácticas de la publicidad engañosa
Los supuestos casos en que puede incurrir la publicidad engañosa son los
siguientes: Por confusión, por comparación, por testimonio, por encubierta y,
por subliminal.
3.2.1. Publicidad engañosa por confusión
Este tipo de publicidad engañosa por confusión se fundamenta en que la
información induce a error o confunde al consumidor, ubicándola en los
extremos relevantes de los bienes y servicios que se ofertan dentro del
mercado.
Al tenor del concepto, García A. (2009, p. 363), explica que:
“Con el riesgo de confusión se perjudica el interés de los empresarios y
profesionales y el interés de los consumidores y usuarios a la
diferenciación en el mercado. Precisamente, esta diferenciación es la
base misma del sistema de competencia económica. Así, los
empresarios y profesionales tienen interés en que sus productos o
servicios sean diferenciados y que se puedan distinguir a través de los
correspondientes signos distintivos. También los potenciales
consumidores y usuarios desean distinguir claramente los diversos
productos o servicios que se les ofertan en el mercado para satisfacer
racionalmente sus necesidades”.
La publicidad engañosa recae en la confusión a través de la diferenciación de
los bienes y servicios que se ofertan dentro del mercado, y le dan una
82
perspectiva al consumidor que adquiera de manera errónea el bien o servicio
que no era de su expectativa.
También la publicidad engañosa recae en la imitación, porque aprovecha la
reputación ajena para exhibir sus bienes y servicios a través de un signo
distintivo, como por ejemplo un color de una marca reconocida, que provoca a
confundir al consumidor que ese producto tiene las mismas cualidades de la
otra marca.
Otamendi (2009, p. 15), explica en los siguientes términos el engaño a través
de la confusión:
“Existe a mi juicio competencia desleal toda vez que alguien intenta
confundir al público respecto de las características del producto de su
competidor, actuando sobre el producto del competidor. Por ejemplo,
ensuciar los envases exhibidos en una góndola para darles el aspecto
de viejos y en mal estado. Igual efecto se consigue rompiendo, aunque
sea parcialmente, la etiqueta o el envoltorio o rayando el envase.
Otro supuesto es el de la eliminación de la marca del competidor del
producto que la lleva, para que el público no pueda identificar el
producto que desea.
Otra forma de confusión puede darse cuando un competidor, hace creer
que el producto del competidor desleal organiza un test de eficiencia
entre productos de 100 gramos de peso e incluye el de un competidor
que pesa 120 gramos”.
Por los supuestos expuestos por Otamendi, se puede comprender que la
publicidad engañosa de confusión se basa, además de inducir a error en los
extremos relevantes, en los supuestos de imitación, explotación de la
reputación ajena y la procedencia geográfica de los bienes y servicios.
83
En tal virtud, Massaguer (2006, pp. 19 y 20) concluye que:
“La confusión es una de las modalidades de engaño, que los casos de
confusión no comprendidos en ese precepto se consideren supuestos de
inducción a error sobre el origen comercial de los bienes y servicios que
claramente comprende el riesgo de confusión en sentido estricto
mediato, o sobre la afiliación y conexiones del comerciante que
comprende el riesgo de confusión en sentido amplio. Las prácticas
comerciales engañosas o contrarias a la prohibición general, la
publicidad que lo entrañe, sobre la base de que induce a error y de que
por ello puede ocasionar un perjuicio a otras empresas, sea
considerada, y reprimida, como modalidad de publicidad engañosa”.
3.2.2. Publicidad engañosa por comparación
La publicidad comparativa se encuentra permitida en algunas legislaciones,
donde se expone las ventajas y desventajas de un bien o servicio de otro
competidor. Tiene como fin demostrar que el bien o servicio expuesto es
superior al competidor.
La publicidad comparativa se transforma en engañosa, y por lo tanto ilícita,
cuando la información del bien o servicio comparado no es verdadero u omite
alguna de las características esenciales y relevantes que debió comparar.
Sobre este tema, Massaguer (2006, pp. 20 y 21), manifiesta que:
“Desde la óptica de la protección de los intereses de los consumidores
ante la competencia desleal, la publicidad comparativa no ha de recibir
un tratamiento singular, sino que debe someterse al juicio general de
deslealtad y, más en particular, de que los riesgos que de común puede
entrañar para los consumidores derivan de la falsedad o aptitud para
inducir a error de las afirmaciones realizadas y, por tanto, de la
inculcación de creencias y expectativas infundadas. En efecto precisa
84
para asegurar a los consumidores acción contra las empresas que,
mediante esta práctica, distorsiona su comportamiento económico de
forma sustancial e indebida”.
De esta manera, la publicidad engañosa por comparación se presenta cuando
los extremos relevantes de un bien o servicio que es comparado, no contienen
las afirmaciones veraces u omite alguna información que provoca al
consumidor tener una expectativa infundada del bien o servicio comparado.
3.2.3. Publicidad engañosa por testimonio
La publicidad testimonial se torna en ilícita cuando las aseveraciones, o las
indicaciones de los bienes y servicios que brindan testimonio, caen en los
extremos relevantes de testimonios falsos o en que la exageración pierde la
efectividad del bien o servicio que se promociona.
Bercovitz (2011, pp. 112 y 113), explica al respecto:
“La práctica publicitaria consiste en hacer afirmaciones exageradas o
respecto de las que no se pretende una interpretación literal. La
sorpresa radica en que esta declaración de ilicitud para las
<<afirmaciones exageradas con respecto de las que no se pretenda una
interpretación literal>>. La realidad es que esta declaración de licitud de
la que se suele considerar como exageración publicitaria es una norma
de carácter general que rige para todas las prácticas publicitarias y que
por tanto no tiene por qué estar vinculado a una norma que pretende
proteger especialmente a consumidores y usuarios de grupos
especialmente vulnerables. Por lo demás, la licitud de las exageraciones
publicitarias es tradicional en el Derecho de la Competencia Desleal,
entendiéndose por exageración publicitaria aquellas manifestaciones
que no son tomadas en serio por el público general”.
85
La publicidad testimonial es considerada como exagerada, ya que la
información puede ser veraz pero los testimonios ampulosos de los bienes y
servicios no lo son suficientemente veraces, o inducen a error, lo que puede
alterar la decisión del consumidor en la adquisición de lo requerido.
3.2.4. Publicidad engañosa por encubierta
La publicidad encubierta es otro tipo de publicidad engañosa, por la que se
viola el principio de autenticidad del producto o servicio. Forma parte de las
prácticas comerciales publicitarias engañosas por acción y por omisión
engañosa, ya que la información puede ser falsa, como también inducir a error,
porque se desconoce el origen de la información. También es la información
que no tiene conocimiento de causa.
Massaguer y Palau (2002, p. 23), manifiestan que:
“La publicidad encubierta constituye un acto de engaño (desleal si versa
sobre un extremo para decidir la preferencia del destinatario por un
agente, por una prestación o por un establecimiento, que por demás
encuentra acomodo en la referencia legal a la publicidad que es
engañosa por su forma de prestación”.
Esta publicidad se caracteriza en que el consumidor adquiere una prestación
de servicios sobre un extremo relevante, que afecta los intereses económicos
del consumidor por el recibimiento de una información falsa o inducida a error
para adquirirlo.
García A. (2009, p. 358), explica lo siguiente:
“Donde radica el engaño en la actividad del anunciante que disfraza su
mensaje publicitario como una mera información emitida por un tercero.
La publicidad encubierta induce a error a los consumidores sobre la
clase, el origen y el valor de las alegaciones publicitarias. El público no
86
identifica la naturaleza de la manifestación publicitaria, ya que no la
reconoce como publicidad. Además, el público desconoce el origen de la
manifestación, pues piensa que se encuentra en un tercero ajeno al
anunciante por lo que otorga un valor superior a esa alegación
publicitaria”.
Estos supuestos suelen pasar, como por ejemplo, en las redes sociales, donde
los anunciantes contratan a terceros y en especial a celebridades para que
expongan sus productos o que recomienden a sus seguidores.
También existen supuestos de esta clase de publicidad cuando se aprovecha
del espacio público, exhibiendo sus bienes y servicios de manera engañosa en
una valla publicitaria sin la debida autorización del municipio.
3.2.5. Publicidad engañosa subliminal
La publicidad subliminal la define García A. (2009, p. 371) como:
“Los estímulos subliminales (ya sean visuales, auditivos, olfativos o de
cualquier otra naturaleza) son reproducidos o emitidos con baja
intensidad o de forma más o menos soslayada, semioculta o con breve
exposición para que no sean captados de forma totalmente consciente”.
El engaño puede recaer a través de los estímulos que produce este tipo de
publicidad, a través de difundir una información oscura, ambigua o poco clara
sobre el origen del contenido publicitario, lo que hace al consumidor que
adquiera un bien o servicio de manera consciente pero que no es de su
expectativa.
Cevallos (2012, p. 413), explica al respecto:
“La publicidad subliminal es aquella que intercala mensajes que recibe
inconscientemente el destinatario de la publicidad. Se la utiliza a
87
menudo, los consumidores recibimos mensajes por ejemplo, en las
prestaciones de hombres o mujeres famosas, respecto a los bienes o
servicios que se deben utilizar; o en películas por medio de los estímulos
sicológicos que implica, el que los superhéroes usen ciertos bienes o
cosas para imponer modas sin que los destinatarios de la publicidad
caigan en cuenta de ese hecho”.
88
CAPÍTULO IV
REGULACIÓN DE LA PUBLICIDAD ENGAÑOSA Y SU VALORACIÓN DEL
TRATAMIENTO JURÍDICO EN EL ECUADOR
4.1. Legislación ecuatoriana
4.1.1. Ley Orgánica de Defensa del Consumidor
La regulación de la publicidad en el Ecuador se inicia a través de la creación de
la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor, que entra en vigencia el 10 de
junio del 2000, a través del Suplemento del Registro Oficial No. 116, con el
objeto de proteger a los consumidores y usuarios ante las infracciones
publicitarias engañosas realizadas por los proveedores.
Esta normativa regula a la publicidad comercial, que a través del artículo 2,
incisos 10, 11, 12 y 13, de la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor (2009),
establece las definiciones de la publicidad, publicidad abusiva y publicidad
engañosa, con el siguiente enunciado:
“Artículo 2.- Definiciones.- Para efectos de la presente Ley, se entenderá
por:
Publicidad.- La comunicación o propaganda que el proveedor dirige al
consumidor por cualquier medio idóneo, para informarlo y motivarlo a
adquirir o contratar un bien o servicio. Para el efecto la información
deberá respetar los valores de identidad nacional y los principios
fundamentales sobre seguridad personal y colectiva.
Publicidad abusiva.- Toda modalidad de información o comunicación
comercial, capaz de incitar a la violencia, explotar el miedo, aprovechar
la falta de madurez de los niños y adolescentes, alterar la paz y el orden
público o inducir al consumidor a comportarse en forma perjudicial o
peligrosa para la salud y seguridad personal y colectiva.
89
Se considerará también la publicidad abusiva toda modalidad de
información o comunicación comercial que incluya mensajes
subliminales.
Publicidad engañosa.- Toda modalidad de información o comunicación
de carácter comercial, cuyo contenido sea total o parcialmente contrario
a las condiciones reales o de adquisición de los bienes y servicios
ofrecidos o que utilice textos, diálogos, sonidos, imágenes o
descripciones que directa o indirectamente, e incluso por omisión de
datos esenciales del producto, induzca a engaño, error o confusión al
consumidor”.
Partiendo de las definiciones establecidas en la Ley Orgánica de Defensa del
Consumidor (2009), en su Capítulo III, se establece la regulación de la
publicidad y su contenido, con los siguientes artículos:
“Artículo 6. Publicidad prohibida.- Quedan prohibidas todas las formas
de publicidad engañosa o abusiva, o que induzcan a error en la elección
del bien o servicio que puedan afectar los intereses y derechos del
consumidor.
Artículo 7. Infracciones publicitarias.- Comete infracción a esta Ley el
proveedor que a través de cualquier tipo de mensaje induce a error o
engaño en especial cuando se refiere a:
1. País de origen, comercial o de otra índole del bien ofrecido o sobre el
lugar de prestación del servicio pactado o la tecnología empleada;
2. Los beneficios y consecuencias del uso del bien o de la contratación
del servicio, así como el precio, tarifa, forma de pago, financiamiento
y costos del crédito;
3. Las características básicas del bien o servicio ofrecidos, tales como
componentes, ingredientes, dimensión, cantidad, calidad, utilidad,
90
durabilidad, garantías, contraindicaciones, eficiencia, idoneidad del
bien o servicio para los fines que se pretende satisfacer y otras; y,
4. Los reconocimientos, aprobaciones o distinciones oficiales o
privadas, nacionales o extranjeras, tales como medallas, premios,
trofeos o diplomas.
Artículo 8. Controversias derivadas de la publicidad.- En las
controversias que pudieren surgir como consecuencia del
incumplimiento de lo dispuesto en los artículos precedentes, el
anunciante deberá justificar adecuadamente la causa de dicho
incumplimiento.
El proveedor, en la publicidad de sus productos o servicios, mantendrá
en su poder, para información de los legítimos interesados, los datos
técnicos, fácticos y científicos que dieron sustento al mensaje”.
El artículo 72, de la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor (2009),
establece la sanción, suspensión y rectificación de la publicidad engañosa o
abusiva, con el siguiente enunciado:
“Artículo 72. Sanción, suspensión y rectificación de publicidad engañosa
o abusiva.- El proveedor cuya publicidad sea considerada engañosa o
abusiva, según lo dispuesto en el artículo 7 de esta Ley, será
sancionado con una multa de mil a cuatro mil dólares de los Estados
Unidos de América o su equivalente en moneda de curso legal. Cuando
un mensaje publicitario sea engañoso o abusivo, la autoridad
competente dispondrá la suspensión de la difusión de la rectificación de
su contenido, a costa del anunciante, por los mismos medios, espacios y
horarios. La difusión de la rectificación no será menor al treinta por
ciento (30%) de la difusión del mensaje sancionado”.
91
El Reglamento General a la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor (2009),
expedido mediante decreto ejecutivo No. 1314, vigente desde el 19 de marzo
del 2001, en el Registro Oficial No. 287, en su Capítulo III, reglamenta a la
publicidad con los siguientes artículos:
“Artículo 6. Definición del término ‘comercial’.- En el numeral 1 del
artículo 7 de la Ley, la referencia al término ‘comercial’, se entenderá por
información comercial.
Artículo 7. Requisitos generales de la propaganda.- Toda comunicación
comercial o propaganda que un proveedor dirija a los consumidores,
inclusive la que figure en empaques, etiquetas, folletos y material de
punto de venta, debe ser preparada con sentido de responsabilidad,
respetando lo prescrito en el artículo 2 de la Ley Orgánica de Defensa
del Consumidor, absteniéndose de incurrir en cualquier forma de
publicidad prohibida por el artículo 6 de la Ley”.
También el Reglamento General a la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor
(2009), en su artículo 60, establece la rectificación de mensajes publicitarios
engañosos con los siguientes términos:
“Cuando la autoridad competente ordene la rectificación de un publicidad
engañosa o abusiva, conforme lo dispuesto en el artículo 72 de la Ley,
durante la transmisión o publicación de la nueva propaganda deberá
constar claramente la siguiente advertencia: ‘mensaje publicitario
rectificado a petición de autoridad competente”. Cuando se trate de
publicidad audiovisual, la advertencia deberá mostrarse en la parte
inferior de la pantalla durante la totalidad del tiempo en que se la
transmite. Si el anuncio es de audio el aviso precederá al mensaje
rectificado y, si es una propaganda por escrito, deberá ser de al menos
el 15% del espacio total de la superficie”.
92
El organismo competente para conocer las controversias realizadas por los
empresarios, respecto de publicidad engañosa en materia del consumidor, es
el Defensor del Pueblo, que mediante queja sobre la utilización de publicidad
engañosa, sanciona o subsana el problema, y la denuncia la presenta ante el
juez de contravenciones, cuya apelación llegará a conocimiento del juez de
garantías penales.
También la publicidad comercial se rige por otras normas especiales que se
derivan de la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor, como por ejemplo, la
Ley General de las Instituciones Financieras, donde se establece que la
información debe ser fidedigna para la otorgación de un crédito; la Ley de
Comercio Electrónico, Firmas Electrónicas y Mensajes de Datos, donde
prohíbe el envío de mensajes con carácter engañoso o que induzcan a error,
considerados por la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor; como también
las ordenanzas municipales donde se prohíbe la colocación y difusión de
mensajes engañosos en los espacios públicos.
4.1.2. Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado
La Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado (2013), entra
en vigencia el 13 de junio del 2011, en el Suplemento del Registro Oficial No.
555. Partiendo del Artículo 1, de la Ley Orgánica de Control del Poder de
Mercado (2011), se establece lo siguiente:
“Artículo 1. Objeto.- El objeto de la presente Ley es evitar, prevenir,
corregir, eliminar y sancionar el abuso de operadores económicos con
poder de mercado; la prevención, prohibición y sanción de acuerdos
colusorios y otras prácticas restrictivas; el control y regulación de las
operaciones de concentración económica; y la prevención, prohibición y
sanción de las prácticas desleales, buscando la eficiencia en los
mercados, el comercio justo y el bienestar de los consumidores y
usuarios, para el establecimiento de un sistema económico social,
solidario y sostenible”.
93
De esta manera, la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de
Mercado, reprime a las prácticas desleales para fomentar el bienestar de los
agentes económicos, que son los empresarios y consumidores que están
dentro del sistema económico social y solidario.
La regulación de la publicidad se inicia a través del artículo 25, inciso primero,
de la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado (2013), que
establece lo siguiente:
Artículo 25. Definición.- Se considera desleal a todo hecho, acto o
práctica contrarios a los usos o costumbres honestos en el desarrollo de
actividades económicas, incluyendo aquellas conductas realizadas en o
a través de la actividad publicitarias. La expresión actividades
económicas se entenderá en sentido amplio, que abarque actividades de
comercio, profesionales, de servicios y otras”.
En este artículo se menciona a la publicidad como una actividad económica,
que puede ir en contra de los usos o costumbres honestos, que puede
distorsionar, falsear o perjudicar al sistema económico.
En su artículo 26, inciso primero, la Ley Orgánica de Regulación y Control del
Poder de Mercado (2013), establece la “Cláusula General de Prohibición” con
el siguiente enunciado:
“Artículo 26. Prohibición.- Quedan prohibidos y serán sancionados en los
términos de la presente Ley, los hechos, actos o prácticas desleales,
cualquiera que sea la forma que adopten y cualquiera sea la actividad
económica en que se manifiesten, cuando impidan, restrinjan, falseen o
distorsionen la competencia, atenten contra la eficiencia económica, o el
bienestar general o los derechos de los consumidores”.
94
La publicidad, por ser considerada como una actividad económica, puede
recaer en prácticas desleales que son consideradas dentro de la “cláusula
general de prohibición”, por lo cual, también recae en los siguientes actos
considerados como desleales, los mismos que se encuentran tipificados en el
artículo 27, numeral 2, en especial el acto objeto de este estudio:
“Artículo 27. Prácticas Desleales.- Entra otras, se consideran prácticas
desleales, las siguientes:
Actos de engaño.- Se considera desleal toda conducta que tenga por
objeto o como efecto real o potencial, inducir a error al público, inclusive
por omisión, sobre la naturaleza, modo de fabricación o distribución,
características, aptitud para el uso, calidad, procedencia geográfica y en
general, las ventajas, los atributos, beneficios o condiciones que
corresponden a los productos, servicios, establecimientos o
transacciones que el operador económico que desarrolla tales actos
pone a disposición en el mercado; o, inducir a error sobre los atributos
que posee dicho operador, incluido todo aquello que representa su
actividad empresarial.
Configura actos de engaño la difusión en la publicidad de afirmaciones
sobre productos o servicios que no fuesen veraces y exactos. La carga
de acreditar la veracidad y exactitud de las afirmaciones en la publicidad
corresponde a quien las haya comunicado en su calidad de anunciante.
En particular, para la difusión de cualquier mensaje referido a
características comprobables de un producto o servicio anunciado, el
anunciante debe contar con las pruebas que sustenten la veracidad de
dicho mensaje”.
Como los actos de engaño pueden recaer en otras prácticas que son
consideradas como desleales, que se encuentran en la Ley Orgánica de
95
Regulación y Control del Poder de Mercado (2013), en su artículo 27,
numerales 1, 3, 5 y 9, se menciona lo siguiente:
“Artículo 27. Prácticas desleales.- Entre otras, se consideran prácticas
desleales, las siguientes:
Numeral 1. Acto de confusión.- Se considera desleal toda conducta que
tenga por objeto o como efecto, real o potencial, crear confusión con la
actividad, las prestaciones, los productos o el establecimiento ajenos.
En particular, se reputa desleal el empleo o imitación de signos
distintivos ajenos, así como el empleo de etiquetas, envases, recipientes
u otros medios de identificación que en el mercado se asocien a un
tercero.
Numeral 3. Acto de imitación.- Particularmente, se considerarán
prácticas desleales:
a. La imitación que infrinja o lesione un derecho de propiedad
intelectual reconocido por la ley.
b. La imitación de prestaciones o iniciativas empresariales de un tercero
cuando resulte idónea para generar confusión por parte de los
consumidores respecto a la procedencia empresarial de la prestación
o comporte un aprovechamiento indebido de la reputación o el
esfuerzo ajeno. Las iniciativas empresariales imitadas podrán
consistir, entre otras, en el esquema general, el texto, el slogan, la
presentación visual, la música o efectos sonoros de un anuncio de un
tercero.
c. La imitación sistemática de las prestaciones o iniciativas
empresariales de un tercero cuando dicha estrategia se halle
directamente encaminada a impedir u obstaculizar su afirmación en
el mercado y exceda de lo que, según sus características, pueda
reputarse como una respuesta natural a aquél.
96
Numeral 5. Actos de comparación.- Se considera desleal la comparación
de la actividad, las prestaciones, los productos o el establecimiento
propios o ajenos con los de un tercero, inclusive en publicidad
comparativa, cuando dicha comparación se refiera a extremos que no
sean análogos, relevantes ni comprobables.
Numeral 6. Explotación de la reputación ajena.- Se considera desleal el
aprovechamiento indebido, en beneficio propio o ajeno, de las ventajas
de la reputación industrial, comercial o profesional adquirida por otro en
el mercado.
Numeral 9. Violación de normas.- Se considera desleal el prevalecer en
el mercado mediante una ventaja significativa adquirida como resultado
del abuso de procesos judiciales o administrativos o del incumplimiento
de un norma jurídica, como sería una infracción de normas ambientales,
publicitarias, tributarias, laborales, de seguridad social o de
consumidores u otras; sin perjuicio de las disposiciones y sanciones que
fuesen aplicables conforme a la norma infringida.
La concurrencia en el mercado sin las autorizaciones legales
correspondientes configura una práctica desleal cuando la ventaja
competitiva obtenida es significativa”.
El órgano competente para resolver las controversias provocadas por la
competencia desleal, es la Superintendencia de Control del Poder de Mercado,
que tiene como atribución en “disponer la suspensión de las prácticas y
conductas prohibidas por esta ley” (Ley Orgánica de Regulación y Control del
Poder de Mercado, 2013, Art. 38, Núm. 22).
97
4.1.3. Ley Orgánica de Comunicación
La Ley Orgánica de Comunicación entra en vigencia el 25 de junio del 2013, a
través del Suplemento del Registro Oficial No. 170, la misma que tiene por
objeto proteger los derechos de la comunicación.
En esta normativa se encuentra un capítulo destinado exclusivamente a la
regulación de la publicidad en el ámbito informativo; es considerado como un
medio de comunicación social, por lo cual la sección quinta de la Ley Orgánica
de Comunicación (2013), en su artículo 94, inciso segundo, prohíbe lo
siguiente:
“Se prohíbe la publicidad engañosa así como todo tipo de publicidad o
propaganda de pornografía infantil, de bebidas alcohólicas, de cigarrillos
y sustancias estupefacientes y psicotrópicas”.
Mediante Decreto Ejecutivo No. 214, se dicta el Reglamento General a la Ley
Orgánica de Comunicación (2014), que entra en vigencia el 27 de enero del
2014, a través del Suplemento del Registro Oficial No. 170, que en su artículo
50 establece lo siguiente:
“Artículo 50. Publicidad engañosa.- A efectos de la aplicación de la Ley
Orgánica de Comunicación se entenderá por publicidad engañosa
aquella que se define en los artículos 2 y 7 de la Ley Orgánica de
Defensa del Consumidor.
Para proteger los derechos de las y los ciudadanos, la publicidad que
sea considerada por la Superintendencia de la Información y
Comunicación como potencialmente engañosa podrá ser suspendida
temporalmente, hasta que se realice el debido proceso que establezca la
suspensión definitiva o la continuidad de su difusión.
98
No se considerará engañosa la publicidad que usa recursos creativos
para enfatizar o promover las características del producto, siempre que
esto no induzca a error sobre la composición, cantidad, certificación,
precio, origen, beneficios, consecuencias, contraindicaciones y usos del
producto o servicio”.
De esta manera, por ser considerada la publicidad como un medio de
comunicación social, para resolver los conflictos provocados por la publicidad
engañosa, se le ha fijado competencia a la Superintendencia de Información y
Comunicación, que es el “organismo técnico de vigilancia, auditoría,
intervención y control, con capacidad sancionatoria (…), para cumplir la
normativa de regulación de la información y Comunicación” (Ley Orgánica de
Comunicación, 2013, Art. 55, inciso 1).
En concordancia, el artículo 94 de la Ley Orgánica de Comunicación (2013),
en su inciso seis, establece lo siguiente:
“El Superintendente de la Información y Comunicación dispondrá la
suspensión de la publicidad que circula a través de los medios de
comunicación cuando ésta viole las prohibiciones establecidas en este
artículo o induzca a la violencia, la discriminación, el racismo, la
toxicomanía, el sexismo, la intolerancia religiosa o política y toda aquella
que atente contra los derechos reconocidos en la Constitución. Esta
medida puede ser revocada por el mismo Superintendente o por juez
competente, en las condiciones que determina la ley”.
4.1.4. Códigos de Autorregulación de las actividades publicitarias
En el Ecuador, el 8 de septiembre de 1982 se crea el Código de Ética
Ecuatoriano de Autorregulación Publicitaria, con el objeto de prevalecer
los principios de la publicidad y la diferencia de los tipos de publicidad en
relación a la ética y su autorregulación. Este código fue creado por la
Asociación Ecuatoriana de Agencias de Publicidad, Asociación
99
Ecuatoriana de Canales de Televisión, Asociación Ecuatoriana de
Radiodifusión y la Asociación Ecuatoriana de Anunciantes (Cevallos,
2012, p. 425).
En la actualidad, los Códigos de Autorregulación Publicitaria en el Ecuador no
se encuentran establecidos de manera general, y se manejan a través de los
Estatutos de las Agencias de Publicidad para proteger los derechos de los
anunciantes o agentes de publicidad para fomentar la ética publicitaria.
También hay un Código de Ética de Defensa del Consumidor, denominado
comúnmente “ACTVE”, para que al momento de producirse la publicidad
engañosa se pueda proteger a los consumidores y usuarios ante las
eventualidades de la publicidad engañosa.
No se encuentra establecido en el País, de manera oficial, un código de
autorregulación publicitaria, pero con la expedición de la Ley Orgánica de
Comunicación, se obliga a todos los agentes o personas que realizan actividad
publicitaria, a crear códigos deontológicos para evitar la producción y la
difusión de la información que puede atentar los derechos de la información y
comunicación; y por ende, en su artículo 10, la ley en mención establece las
normas mínimas que debe contener el Código Deontológico para su
regulación. Su texto:
“Artículo 10. Normas deontológicas.- Todas las personas naturales o
jurídicas que participen en el proceso comunicacional deberán
considerar las siguientes normas mínimas, de acuerdo a las
características propias de los medios que utilizan para difundir
información y opiniones:
1. Referidos a la dignidad humana.
a. Respetar la honra y la reputación de las personas;
100
b. Abstenerse de realizar y difundir contenidos y comentarios
discriminatorios; y,
c. Respetar la intimidad personal y familiar.
2. Relacionados con los grupos de atención prioritaria.
a. No incitar a que los niños, niñas y adolescentes imiten
comportamientos perjudiciales o peligrosos para su salud;
b. Abstenerse de usar y difundir imágenes o menciones
identificativas que atenten contra la dignidad o los derechos de
las personas con graves patologías o discapacidades;
c. Evitar la representación positiva o avalorativa de escenas
donde se haga burla de discapacidades físicas o psíquicas de
las personas;
d. Abstenerse de emitir imágenes o menciones identificativas de
niños, niñas y adolescentes como autores, testigos o víctimas
de actos ilícitos; salvo el caso que, en aplicación del interés
superior del niño, sea dispuesto por autoridad competente;
e. Proteger el derecho a la imagen y privacidad de adolescentes
en conflicto con la ley penal, en concordancia con las
disposiciones del Código de la Niñez y Adolescencia; y,
f. Abstenerse de emitir contenidos que atenten contra la
dignidad de los adultos mayores o proyecten una visión
negativa del envejecimiento.
3. Concernientes al ejercicio profesional.
a. Respetar los presupuestos constitucionales de verificación,
oportunidad, contextualización y contratación en la difusión de
información de relevancia pública o interés general;
b. Abstenerse de omitir y tergiversar intencionalmente elementos
de la información u opiniones difundidas;
c. Abstenerse de obtener información o imágenes con métodos
ilícitos;
d. Evitar un tratamiento morboso a la información sobre
crímenes, accidentes, catástrofes u otros eventos similares;
101
e. Defender y ejercer el derecho a la cláusula de conciencia.
f. Impedir la censura en cualquiera de sus formas,
independientemente de quien pretenda realizarla;
g. No aceptar presiones externas en el cumplimiento de la labor
periodística;
h. Ejercer y respetar los derechos a la reserva de fuente y el
secreto profesional;
i. Abstenerse de usar la condición de periodista o comunicador
social para obtener beneficios personales;
j. No utilizar en provecho propio información privilegiada,
obtenida en forma confidencial en el ejercicio de su función
informativa; y,
k. Respetar los derechos de autor y las normas de citas.
4. Relacionados con las prácticas de los medios de comunicación.
a. Respetar la libertad de expresión, de comentario y de crítica;
b. Rectificar, a la brevedad posible, las informaciones que se
hayan demostrado como falsas o erróneas;
c. Respetar el derecho a la presunción de inocencia;
d. Abstenerse de difundir publirreportajes como si fuese material
informativo;
e. Cuidar que los titulares sean coherentes y consistentes con el
contenido de la noticia;
f. Distinguir de forma inequívoca entre noticias y opiniones;
g. Distinguir claramente entre el material informativo, el material
editorial y el material comercial o publicitario;
h. Evitar difundir, de forma positiva o avalorativa, las conductas
irresponsables con el medio ambiente;
i. Asumir la responsabilidad de la información y opiniones que
se difundan; y,
j. Abstenerse de realizar prácticas de linchamiento mediático,
entendiendo por tales, la difusión de información concertada y
reiterada, de manera directa o por terceros, a través de los
102
medios de comunicación destinada a desprestigiar a una
persona natural o jurídica o reducir su credibilidad pública.
El incumplimiento de las normas deontológicas establecidas en este
artículo podrá ser denunciado por cualquier ciudadano u organización
ante la Superintendencia de la Información y Comunicación, la que,
luego de comprobar la veracidad de lo denunciado, emitirá una
amonestación, escrita, siempre que no constituya una infracción que
amerite otra sanción o medida administrativa establecida en esta Ley”.
Así, la creación de normas deontológicas resulta fundamental para evitar que
las prácticas publicitarias engañosas puedan afectar los derechos de
comunicación, toda vez que las personas tienen derecho a recibir una
información veraz, conceptualizada y oportuna, y así disponer de un pleno
conocimiento de causa y puedan cumplir con sus expectativas.
4.2. Legislación comparada
4.2.1. Legislación española
La regulación de la publicidad engañosa en España se encontraba en la Ley
General de Publicidad, que mencionaba a la publicidad engañosa como ilícita,
pues afectaba los intereses económicos de los consumidores.
A través de la Directiva 2005/29/CE, de la Unión Europea, el legislador español
ha considerado pasar las normas de publicidad ilícita como actos de
competencia desleal, porque en la Directiva se consideró que la publicidad es
una actividad económica y que, por lo tanto, tiene relación con los
consumidores, por lo cual, el objeto es reprimir las prácticas desleales para
proteger a los consumidores y usuarios, ya que forman parte del sistema
económico.
103
De esta manera, en la vigente Ley General de Publicidad, en su artículo 3,
literal e), se menciona que:
“e) La publicidad engañosa, la publicidad desleal y la publicidad
agresiva, que tendrán el carácter de actos de competencia desleal en los
términos contemplados en la Ley de Competencia Desleal”.
Consecuentemente, las actividades publicitarias engañosas son consideradas
como actos de competencia desleal que pueden perjudicar la lealtad del
operador económico, es decir que pueden ir en contra de la buena fe y, por
ende, su regulación pasa a ser como competencia desleal para la protección
de los intereses económicos de los consumidores y también de los
empresarios. Así, la Ley de Competencia Desleal, en su artículo 1, determina lo
siguiente:
“Esta ley tiene por objeto la protección de la competencia en interés de
todos los que participan en el mercado, y a tal fin establece la
prohibición de los actos de competencia desleal, incluida la publicidad
ilícita en los términos de la Ley General de Publicidad”.
De esta manera, la legislación que regula a la publicidad engañosa se basa en
fundamento a las normas de competencia desleal. Estos actos engañosos
provocados por la publicidad engañosa se encuentran establecidos en los
artículos 5 y 7 de la mencionada Ley.
4.2.2. Legislación peruana
En Perú, la economía social de mercado tiene objeto de proteger también a los
operadores económicos que se encuentran participando en ello, que son los
empresarios y consumidores.
La protección a los consumidores y usuarios, ante las eventualidades de
publicidad engañosa, se evalúa a través de la asimetría de la información. La
104
INDECOPI (2006, p. 26) en su Resolución No. 001-2006-LIN-CPC/INCECOPI,
explica al respecto:
“Los problemas de información en sí misma, son entendidos como los
casos en que el proveedor omite brindar información relevante o la
brinda de manera defectuosa, de tal modo que impide que el consumidor
evalúe correctamente la contratación del bien o servicio a adquirir; o
que, habiéndolo adquirido, realice un uso adecuado del mismo”.
Por lo tanto, la asimetría de la información se establece como una obligación
del proveedor en difundir una información adecuada para que el consumidor
tenga un pleno conocimiento del bien o servicio que desea adquirir, y también
lo pueda evaluar correctamente. Pero, la misma INDECOPI (2001, p. 44) a
través de su Resolución No. 001-2001-CCD/LIN/INDECOPI, ha considerado
que las infracciones de publicidad comercial y la del consumidor no son lo
mismo y las diferencia de la siguiente forma:
“Las normas de publicidad comercial, se protege el valor que tiene ésta
como mecanismo de información y como elemento que permite un
correcto funcionamiento del mercado; mientras que, en el caso de las
infracciones a las normas de protección al consumidor, se protege el
derecho del consumidor a recibir un trato adecuado en todas las
transacciones económicas que realice”.
De esta manera, la legislación peruana también considera que la publicidad
comercial es una actividad económica, porque la publicidad busca la relación
entre proveedor-consumidor, y las normas de protección al consumidor son
para que tengan un trato adecuado y que adquieran un bien o servicio de
óptima calidad.
La publicidad comercial se regulaba hasta antes del 2008 a través del Decreto
Legislativo No. 691, pero con los cambios realizados en dicho año, la
105
publicidad comercial pasó a ser regulada por intermedio del Decreto Legislativo
No. 1044 de Represión de la Competencia Desleal, con el objeto de “unificar
dichos cuerpos legales a fin de evitar la falta de claridad de un régimen dual,
así como una serie de deficiencias y vacíos existentes en cada uno de ellos,
requiriéndose por ello una reforma integral” (Decreto Legislativo No. 1044,
2008, párr. 2), para prevalecer el sistema social de mercado.
En su normativa encontramos una cláusula general de prohibición que legisla
lo siguiente, ante las eventualidades desleales ocasionadas por la publicidad
comercial, en el artículo 6.1., del Decreto Legislativo No. 1044 (2008):
“Están prohibidos y serán sancionados los actos de competencia
desleal, cualquiera sea la forma que adopten y cualquiera sea el medio
que permita su realización, incluida la actividad publicitaria, sin importar
el sector de la actividad económica en la que se manifiesten”.
De esta manera, las actividades publicitarias no deben recaer en actos de
competencia desleal que vayan en contra de la buena fe objetiva que
determina la Ley.
El acto de engaño tipificado en el Decreto Legislativo No. 1044, contenido en el
artículo 8, contiene cuatro aspectos considerados engañosos, que van en
contra de las prácticas comerciales que afectan al mercado. También contiene
un subcapítulo que tipifica los actos desleales de la publicidad comercial que se
encuentran en los artículos 16, 17 y 18, que determinan los principios de la
publicidad con sus respectivas causales, que pueden afectar a las actividades
publicitarias que son el principio de autenticidad, veracidad y el principio de
adecuación social.
106
4.3. Valoración del tratamiento jurídico de la publicidad engañosa en el
Ecuador
4.3.1. Ley Orgánica de Defensa del Consumidor
4.3.1.1. Análisis
La protección de los derechos del consumidor se encuentra establecida en la
Constitución, así también en convenios internacionales, como por ejemplo la
Decisión 608 de la Comunidad Andina de Naciones, que en su artículo 2,
considera lo siguiente:
“La presente Decisión tiene como objetivo la protección y promoción de
la libre competencia en el ámbito de la Comunidad Andina, buscando la
eficiencia en los mercados y el bienestar de los consumidores”.
La misma Decisión 608, en su literal b), establece el principio de transparencia
en los siguientes términos:
“Transparencia, en el sentido de garantizar la publicidad, acceso y
conocimiento de las leyes, normas y reglamentos, y de las políticas de
los organismos encargados de vigilar su observancia, así como de las
decisiones de los organismos o tribunales”.
Con esta norma, los consumidores se encuentran protegidos ante las
eventualidades de la publicidad comercial que afecten sus derechos e
intereses. Los consumidores y usuarios también forman parte del sistema
económico social y solidario, donde ellos son árbitros ante la promoción de
bienes y servicios para elegir y opinar sobre dichos productos si son acordes a
sus necesidades.
La regulación de la publicidad engañosa en materia de defensa del
consumidor, establece su derecho a recibir una información veraz sobre los
107
bienes y servicios que promociona el proveedor, y que tengan acceso a
productos de óptima calidad.
La misma Ley prohíbe la utilización de publicidad engañosa y establece las
causales en las que puede recaer la publicidad, las mismas que pueden ser
consideradas como engañosas o que induzcan a error. También en el artículo
2, que define a la publicidad engañosa, se prohíbe la utilización de información
que sea falsa o induzca a error de manera directa o indirecta, de los bienes y
servicios que promociona el proveedor. Podemos entender que es de manera
directa cuando la información es acorde con la realidad objetiva del mercado;
y, que es indirecta cuando la información es sugestiva, es decir, da un
testimonio del bien o servicio que se promociona.
En la Asamblea Nacional se encuentra en trámite la Ley Orgánica del Derecho
de las Personas Usuarias y Consumidoras, cuyo borrador establece un capítulo
que reprime a la publicidad engañosa, manteniendo la misma definición y
agregando normas para las letras y números que debe contener un anuncio
publicitario, como también, obliga a que la información se realice a través de
mensajes visuales y auditivos con una velocidad que pueda ser percibida de
manera correcta por parte del consumidor. Dicho proyecto mantiene las
mismas causales consideradas como infracciones, que se encuentran
establecidas en el artículo 7 de la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor
vigente.
4.3.1.2. Valoración
Con estos antecedentes, la valoración de la Ley Orgánica de Defensa del
Consumidor es la siguiente:
- Protege los derechos e intereses de los consumidores y usuarios .
- Obliga a los proveedores a que la información de bienes y servicios
debe ser verdadera y auténtica, para que el consumidor tenga un pleno
108
conocimiento de causa y que pueda adquirir el producto o servicio sin
contratiempos.
- Protege de manera directa a los consumidores y usuarios ante las
eventualidades de la actividad publicitaria engañosa, con un apropiado
tratamiento jurídico.
- Norma de manera apropiada la información básica comercial que debe
contener un anuncio publicitario, una etiqueta, un rótulo, etc., que hace
llegar su información al consumidor.
4.3.2. Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado
4.3.2.1. Análisis
Las prácticas desleales en el Ecuador eran reguladas a través de la Ley de
Propiedad Intelectual, e interpretadas por la Decisión 486 del Régimen Común
sobre la Propiedad Industrial de la Comunidad Andina de Naciones, a través de
los artículos 258 y 259.
El 13 de junio del 2011 entra en vigencia la Ley de Control del Poder de
Mercado, con el objetivo de proteger a los agentes económicos que participan
dentro del mercado ecuatoriano, con el ánimo de hacer prevalecer la
transparencia y eficiencia del mercado, orientado al bienestar de los
consumidores y usuarios, fomentando a la par el comercio justo dentro de una
economía social y solidaria.
La Ley Orgánica en referencia reconoce a la publicidad como una actividad
económica, la cual es ejercida a través de un agente económico dentro de un
mercado con fines concurrentes. En comparación con las legislaciones
española y peruana, la publicidad comercial se regula a través de las normas
que reprimen la competencia desleal, ya que las actividades publicitarias
pueden ir en contra de la buena fe objetiva que afecta los intereses
económicos de los consumidores. El objetivo de esta normativa es proteger a
109
los consumidores, por ser los árbitros naturales para la elección de bienes y
servicios que promociona un agente económico dentro del mercado.
4.3.2.2. Valoración
La valoración que tiene la Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de
Mercado, es la siguiente:
- Reconoce a la publicidad comercial como una actividad económica que
puede recaer en contra de los usos o costumbres honestos.
- Contiene una cláusula general de prohibición que evita las prácticas
publicitarias engañosas que afectan al mercado y al bienestar de los
consumidores y usuarios.
- Protege a todos los agentes económicos que se encuentran dentro del
territorio ecuatoriano.
- Prevalece el comportamiento del consumidor ante las prácticas
desleales producidas por un agente económico, considerando en primer
plano el bienestar de los consumidores.
- Permite las acciones civiles de carácter extracontractual, cuando un
tercero realice una práctica publicitaria engañosa que no tenga fines
concurrentes en el mercado.
- Faculta a la Superintendencia de Regulación y Control del Poder de
Mercado, a expedir normas técnicas sobre agentes económicos que
realizan publicidad comercial, para que los mensajes no sean falsos o
que induzcan a error al consumidor y usuario.
4.3.3. Ley Orgánica de Comunicación
4.3.3.1. Análisis
La Ley Orgánica de Comunicación recién creada, ha dado un paso positivo en
la regulación de la publicidad, prohibiendo la difusión de publicidad engañosa
que afecte los derechos de comunicación e información de las personas.
110
Esta normativa tiene un antecedente polémico, pues algunos tratadistas que
están alineados con el Gobierno consideran que es una herramienta muy
fundamental para la protección de los derechos de la comunicación e
información, mientras que los de oposición consideran que la normativa
quebranta la libertad de expresión y vulnera los derechos fundamentales que
se encuentran establecidos en la Constitución.
La normativa cuenta con una regulación de la publicidad, que antes en el
Ecuador no existía, y por ende dicha Ley regula a las actividades publicitarias
sean comerciales o no.
4.3.3.2. Valoración
En conformidad con el análisis esta ley, se puede considerar las siguientes
valoraciones:
- Exige la creación de normas deontológicas de autorregulación que estén
acordes con los principios establecidos en la ley orgánica.
- Dispone que toda información es de relevancia pública, por lo cual obliga
a que deba ser veraz, oportuna y contextualizada, para que todas las
personas tengan un pleno conocimiento de causa.
- Prohíbe la difusión de publicidad engañosa.
- Controla el mercadeo directo sobre anuncios publicitarios difundidos por
cualquier medio de comunicación, en especial las ofertas que se envían
a través del correo electrónico.
- Hace prevalecer la producción nacional publicitaria, invocando el
respeto de los derechos de propiedad intelectual.
- Sanciona y controla los contenidos engañosos que se difunden a través
de los medios de comunicación social.
111
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
CONCLUSIONES
1. Los fundamentos constitucionales reprimen a la competencia desleal,
para fomentar la transparencia y eficacia en el intercambio de bienes y
servicios entre proveedores y consumidores, fomentando el comercio
justo.
2. También los consumidores y usuarios se encuentran dentro del sistema
económico social y solidario, que ha obligado al legislador ecuatoriano a
establecer políticas públicas para que puedan conocer, a través de una
información veraz, sobre los bienes y servicios y que presenten óptima
calidad para que puedan adquirirlos.
3. La publicidad es considerada como un derecho de información y
comunicación, para que la difusión de contenidos publicitarios deba ser
veraz, oportuna y adecuada, y las personas tengan un claro
conocimiento en la promoción de bienes y servicios, y a la vez, puedan
cumplir con las expectativas de elección que desean.
4. La publicidad es también considerada como una actividad económica, la
cual puede recaer en actos de competencia desleal o de engaño que
puede perjudicar los intereses económicos del consumidor, provocando
el desvío de la clientela ajena para su propio provecho.
5. La publicidad comercial es ejercida a través de los agentes económicos,
y la información que se difunde se encuentra dentro de un mercado con
fines concurrentes en el territorio ecuatoriano.
6. Las normas contenidas en la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor
respecto de la publicidad engañosa, se encuentran por el momento
estáticas y no han tenido ninguna reforma de carácter sustancial,
constituyéndose en un ente subsidiario de la Ley Orgánica de
Comunicación.
7. Las normas de competencia desleal establecidas en la Ley Orgánica de
Regulación y Control del Poder de Mercado, consideran a la publicidad
como una mera actividad económica, otorgándole a la Ley Orgánica de
Comunicación máximos poderes en su control y represión.
112
8. Nuestra normativa legal prohíbe a la publicidad engañosa,
lastimosamente, a través de distinta legislación; sin embargo, no existe
un ordenamiento de prevalencia sobre otra en ninguna de ellas; se
encuentra fragmentada en la ley de Defensa del Consumidor, la Ley de
Regulación y Control del Poder de Mercado y la Ley Orgánica de
Comunicación.
9. La Ley Orgánica de Comunicación es la normativa que regula las
eventualidades de publicidad engañosa, pero otorga al Superintendente
de Información y Comunicación la atribución de reprimir y sancionar.
RECOMENDACIONES
- El régimen jurídico de la publicidad engañosa en el Ecuador, debe tener
un solo cuerpo normativo para que lo reprima, y no hallarse fragmentado
en diferentes leyes, por lo que el legislador debe introducir las
necesarias reformas para enmendar esta deficiencia.
- La publicidad comercial debe ser regulada a través de las normas
contenidas en la Ley de Regulación y Control del Poder de Mercado,
pues quien ejerce la publicidad es un agente económico, y no mediante
la Ley de Orgánica de Comunicación, puesto que dichas prácticas se
producen dentro del mercado.
- Las normas contenidas en la Ley Orgánica de Comunicación que
repriman la publicidad engañosa, deben ser necesariamente
subsidiarias o complementarias a la Ley Orgánica de Regulación y
Control del Poder de Mercado, porque las prácticas publicitarias se dan
solamente dentro del mercado, es decir es también una actividad
económica.
- Es procedente expedir una legislación que dicte parámetros para el
manejo y control de la actividad publicitaria, y que actúe en defensa de
los sujetos inmersos en este campo.
113
REFERENCIAS
Alonso, R. (2012). Derecho de la Competencia (I). En Menéndez, A. & Rojo, A.
(Eds.), Lecciones de Derecho Mercantil (10.ª ed., Vol. 1., pp. 275-304),
Pamplona, España: Aranzadi-Civitas-Thomson Reuters.
Alonso, R. (2012). Derecho de la Competencia (II). En Menéndez, A. & Rojo, A.
(Eds.), Lecciones de Derecho Mercantil (10.ª ed., Vol. 1., pp. 305-337),
Pamplona, España: Aranzadi-Civitas-Thomson Reuters.
Alvear, P., y Gómez de la Torre, B. (2012). Derecho de Corrección Económica,
Derecho de Defensa de la Competencia y Competencia Desleal, Quito,
Ecuador: Universidad Internacional SEK.
Arens, C., Weigold, M. y Arens, W. (2008). Publicidad, México: McGraw Hill.
Askunze, C. (2007). Economía Solidaria: Recuperado el 3 de abril del 2014 de:
http://www.economiasolidaria.org/files/ecosol_dic_ed.pdf.
Azurmendi, A. (2011). Derecho de la Comunicación, Barcelona, España:
Bosch.
Bercovitz, A. (Dir.). (2011). Comentarios a la Ley de Competencia Desleal,
Madrid, España: Aranzadi-Thomson Reuters.
Cabanellas, G. (2003). El Derecho Argentino de la Competencia Desleal.
Crítica y Propuesta de Reforma. En Derechos Intelectuales (Vol. 10., pp.
113-133), Buenos Aires, Argentina: Astrea.
Cabanellas de Torres, G. (2006). Diccionario Jurídico Elemental (18.ª ed.),
Buenos Aires, Argentina: Heliasta.
Castro, J. (2009). La Propiedad Industrial, Bogotá, Colombia: Universidad de
Externado de Colombia.
114
Cevallos, V. (2009). Manual de Derecho Mercantil (4.ª ed.), Quito, Ecuador:
Editorial Jurídica del Ecuador.
Cevallos, V. (2012). Libre Competencia, Derecho de Consumo y Contratos (2.ª
ed., Vols. 1 y 2). Quito, Ecuador: Editorial Jurídica del Ecuador.
Chamorro, M. (2011). La Cláusula General Prohibitiva del Ilícito Desleal. En
Viera, A. & Echevarría, A. (Eds.), Distribución Comercial y Derecho de la
Competencia (pp. 505-538), Madrid, España: La Ley.
Constitución de la República del Ecuador. (2008). Quito, Ecuador: Corporación
de Estudios y Publicaciones.
Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial. (29 de Junio
de 1999). Quito, Ecuador: Registro Oficial No. 244.
Decisión 608 (2005). Normas para la Protección y Promoción de la Libre
Competencia en la Comunidad Andina, Comunidad Andina. Recuperado
el 3 de mayo de 2014 de
http://www.comunidadandina.org/Normativa.aspx#
Decisión 486 Régimen Común sobre Propiedad Industrial. (2 de Febrero de
2001). Quito, Ecuador: Registro Oficial No. 258.
Escobar, M. (6 de noviembre de 2013). Principios de la publicidad comercial. El
Nuevo Diario.com.ni: Recuperado el 27 de febrero del 2014 de:
http://www.elnuevodiario.com.ni/blogs/articulo/1119_principios-de-la-
publicidad-comercial
Farina, J. (2005). Contratos Comerciales Modernos (3.ª ed., Vol. 1). Buenos
Aires, Argentina: Astrea.
115
García, A. (2009). Facultades conferidas al titular de la marca: Límites a su uso
en contexto publicitario. En Martínez, A. (Dir.). Marca y Publicidad
Comercial: Un enfoque interdisciplinar (pp. 347-380), Madrid, España: La
Ley.
García, S. (2004). Competencia Desleal, Actos de Desorganización del
Competidor. Buenos Aires, Argentina: Lexis Nexis.
Gómez, D. (1998). De las Restricciones, del Abuso y de la Deslealtad en la
Competencia Económica. Santa Fe de Bogotá, Colombia: Cámara de
Comercio de Bogotá.
Guerra, M. (2006). La protección al consumidor por publicidad engañosa en el
Ecuador y sus limitaciones legales de acuerdo a la legislación vigente
(Tesis de Maestría), Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
Quito. Recuperado el 1 de abril del 2014 de:
http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/910/1/T408-MDE-Guerra-
La%20protección%20al%20consumidor%20por%20publicidad%20engañ
osa.pdf
Grijalva, A. (2013). La Constitución Económica del Ecuador. En Grijalva, A.,
Jara, M. & Martínez, D. (Eds.), Estado, Derecho y Economía (Vol. 35,
pp. 77-99). Quito, Ecuador: Corporación Editora Nacional.
Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la
Propiedad Intelectual [INDECOPI]. (5 de julio de 2001). Resolución No.
001-2001-LIN-CCD/INDECOPI. Lineamientos sobre Competencia
Desleal y Publicidad Comercial. Lima, Perú: Recuperado el 3 de abril del
2014 de:
116
http://www.indecopi.gob.pe/repositorioaps/0/4/par/leyesccd/lineamientos-
ccd-2001.pdf.
Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la
Propiedad Intelectual [INDECOPI]. (30 de Noviembre 2006). Resolución
No. 001-2006-LIN-CPC/INDECOPI. Lineamientos sobre Protección al
Consumidor. Lima, Perú: Recuperado el 3 de septiembre del 2013 de:
http://www.indecopi.gob.pe/repositorioaps/0/8/jer/legislacion_lineamiento
s/LineamientosCPC2006.pdf
Jara, M. (2013). Constitución Económica Ecuatoriana y Desarrollo. En Ávila, R.
(Comp.), Estado, Derecho y Justicia. Estudios en honor a Julio César
Trujillo (Vol. 33, pp. 27-41). Quito, Ecuador: Corporación Editora
Nacional.
Larrea, J. (1998). Manual Elemental de Derecho Civil del Ecuador (5ª ed., Vol.
1). Quito, Ecuador: Corporación de Estudios y Publicaciones.
Ley de Compañías. (2011). Quito Ecuador: Corporación de Estudios y
Publicaciones.
Ley 3/1991, 11 de enero de Competencia Desleal. (31 de diciembre del 2009).
España: Boletín Oficial del Estado, 10. Recuperado el 3 de abril del 2014
de http://www.boe.es/buscar/pdf/1991/BOE-A-1991-628-consolidado.pdf
Ley de Represión de la Competencia Desleal. (26 de Junio de 2008). Perú:
Decreto Legislativo No. 1044 Recuperado el 3 de abril del 2014 de
http://www.indecopi.gob.pe/repositorioaps/0/4/par/leyesccd/leyrepresionc
ompetennciadesleal.pdf
117
Ley Orgánica de Comunicación. (25 de Junio 2013). Quito, Ecuador: Registro
Oficial Tercer Suplemento, Año 1, No. 22.
Ley Orgánica de Defensa del Consumidor. (2009). Quito, Ecuador: Corporación
de Estudios y Publicaciones.
Ley Orgánica de Regulación y Control del Poder de Mercado. (2013). Quito,
Ecuador: Corporación de Estudios y Publicaciones.
Malo, N. (2010). La publicidad engañosa como competencia desleal (Tesis de
Grado). Universidad de las Américas. Quito.
Massaguer, J. (2006). Prácticas Desleales Engañosas. Recuperado el 3 de
mayo de 2014 de
http://www.uria.com/documentos/publicaciones/1582/documento/b01.pdf
?id=2084
Massaguer, J. y Palau, F. (2002). El Régimen Jurídico de las prácticas
comerciales en España, con especial atención a los aspectos
considerados en la comunicación de la comisión de seguimiento del
Libro Verde sobre la Protección de los Consumidores en la Unión
Europea. Recuperado el 3 de mayo de 2014 de http://consumo-
inc.gob.es/informes/docs/DICTAMEN.pdf
Martín, P. (2009). Consumidor, Marca y Publicidad. En Martínez, A. (Dir.).
Marca y Publicidad Comercial: Un enfoque interdisciplinar (pp. 143-199),
Madrid, España: La Ley.
Muguillo, R. (2005). Publicidad, Buenos Aires, Argentina: Astrea.
Pinkas, F. (2011). Negocios y Transacciones Internaciones: El Comercio de los
Bienes (Vol. 1), Lima, Perú: Grijley.
118
Otamendi, J. (2009). La Competencia Desleal. Recuperado el 13 de noviembre
de 2013 de
http://www.palermo.edu/derecho/publicaciones/pdfs/revista_juridica/n3N
2-Octubre1998/032Juridica01.pdf
Reglamento General de la Ley Orgánica de Comunicación. (2014). Quito,
Ecuador: Corporación de Estudios y Publicaciones.
Reglamento General de la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor. (2014).
Quito, Ecuador: Corporación de Estudios y Publicaciones.
Reglamento para la Aplicación de la Ley Orgánica de Regulación y Control del
Poder de Mercado (2012). Quito, Ecuador: Corporación de Estudios y
Publicaciones.
Riofrío, J., y Marín, M. (Eds.) (s.f.). Régimen de Competencia, Quito, Ecuador:
Corporación de Estudios y Publicaciones y Universidad de los
Hemisferios.
Santana, R. (2008). El Concepto de Competencia Desleal en la Ley No.
20.169. (Tesina memoria para optar al grado de licenciado en Ciencias
Jurídicas y Sociales, Universidad Austral de Chile, Valdivia, Chile):
Recuperado el 8 de septiembre de 2013 de:
http://cybertesis.uach.cl/tesis/uach/2008/fjs232c/doc/fjs232c.pdf.
Superintendencia de Control del Poder de Mercado (Septiembre, 2013).
Gaceta de Septiembre, Resolución No. SCPM-NT-2013-002, Norma
Técnica para la Información que debe tener los Empaques de los
Productos Médicos: Recuperado el 3 de abril del 2014 de
119
http://issuu.com/scpm2013/docs/plantillaseptiembre?e=7566755/503520
7
Superintendencia de Industria y Comercio (2012). Sentencia No. 780:
Recuperado el 3 de abril del 2014 de
http://www.sic.gov.co/es/c/document_library/get_file?uuid=b86f184e-
32c2-4c4a-aa53-8e1c1f9e7025&groupId=10157
Thompson, I. (Diciembre 2005). Concepto de Publicidad. Pronegocios.net.
Recuperado el 27 de febrero del 2014 de:
http://www.promonegocios.net/publicidad/concepto-publicidad.html
Tole, J. Y Guerrero, M. (Segundo Semestre, 2003). Las libertades
fundamentales en la sociedad informatizada. La Propiedad Inmaterial (7)
19-39.
Tribunal de Justicia de la Comunidad Andina. (22 de Mayo de 2012). Proceso
176-IP-2012. Quito, Ecuador: Recuperado el 3 de abril del 2014 de:
http://www.tribunalandino.org.ec/sitetjca/index.php?option=com_wrapper
&view=wrapper&Itemid=23.
Tribunal de Justicia de la Comunidad Andina. (24 de Julio de 2013). Proceso
54-IP-2013. Quito, Ecuador: Recuperado el 3 de abril del 2014 de:
http://www.tribunalandino.org.ec/sitetjca/index.php?option=com_wrapper
&view=wrapper&Itemid=23.
Trujillo, J. (2006). Teoría del Estado en el Ecuador, estudio de Derecho
Constitucional. (2.ª ed., Vol. 8). Quito, Ecuador: Corporación Editora
Nacional.
120
Velandia, M. (2011). Derecho de la Competencia y del Consumo, (2.ª ed.),
Bogotá, Colombia: Universidad Externado de Colombia.