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Alejandrina Falcón* El idioma de los libros: antecedentes y proyecciones de la polémica “Madrid, meridiano ‘editorial’ de Hispanoamérica” Espiracusen con plumero y todo, antes que los faje. Che, Meridiano, hacete a un lao, que voy a escupir. “Ortelli y Gasset”, 1927 Resumen: Este trabajo analiza algunos aspectos de la polémica “Madrid, meridiano inte- lectual de Hispanoamérica”, registrada en 1927 en las revistas vanguardistas La Gaceta Literaria de Madrid y la revista porteña Martín Fierro, recortando dos problemáticas íntimamente relacionadas: la circulación de bienes culturales entre España y la América hispanohablante, y el tópico de la identidad lingüística en el área hispanoamericana. Palabras clave: Historia de la edición; Identidad lingüística; Argentina; España; siglo XX. Abstract: This work analyzes some features of the controversy “Madrid, the intellectual meridian of Spanish America”, recorded in 1927 in the avant-garde literary journals La Gaceta Literaria from Madrid, and Martín Fierro from Buenos Aires, focussing on two closely related questions: the circulation of cultural goods between Spain and Spanish speaking America, and the topic of linguistic identity within the area of Spanish America. Keywords: History of publishing; Linguistic identity; Argentina; Spain; 20 th century. Introducción Entre 1924 y 1927, la revista argentina Martín Fierro fue escenario de un debate cuyo objeto giraba en torno a dos problemáticas íntimamente relacionadas: la circulación de bienes culturales entre España y la América hispanohablante, por un lado; y el proble- ma del destino de la lengua española en América, por otro. En el presente estudio, nos proponemos analizar la polémica “Madrid, Meridiano intelectual de Hispanoamérica”, registrada en 1927 en las revistas vanguardistas La Gaceta Literaria de Madrid y la revista porteña Martín Fierro. Nuestro objetivo específico es dar cuenta de su contenido desde una perspectiva con- creta: aquella que atañe conjuntamente los tópicos de la identidad lingüística y el merca- * Alejandrina Falcón es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, candidata doctoral en el área de Literatura de la misma universidad y becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Cien- tíficas y Técnicas (Conicet). Contacto: [email protected] Iberoamericana, X, 37 (2010), 39-58 Rev37-01 18/3/10 12:10 Página 39

Falcón, El Idioma de Los Libros. Polémica Sobre El Meridiano Intelectual

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debates linguisticos y culturales en sur

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Alejandrina Falcn* El idioma de los libros: antecedentes y proyecciones de la polmica Madrid, meridiano editorialde HispanoamricaEspiracusen con plumero y todo, antes que los faje.Che, Meridiano, hacete a un lao, que voy a escupir.Ortelli y Gasset, 1927Resumen: Este trabajo analiza algunos aspectos de la polmica Madrid, meridiano inte-lectual de Hispanoamrica, registrada en 1927 en las revistas vanguardistas La GacetaLiteraria de Madrid y la revista portea Martn Fierro, recortando dos problemticasntimamente relacionadas: la circulacin de bienes culturales entre Espaa y la Amricahispanohablante, y el tpico de la identidad lingstica en el rea hispanoamericana. Palabras clave: Historia de la edicin; Identidad lingstica; Argentina; Espaa; siglo XX.Abstract: This work analyzes some features of the controversy Madrid, the intellectualmeridian of Spanish America, recorded in 1927 in the avant-garde literary journals LaGaceta Literaria from Madrid, and Martn Fierro from Buenos Aires, focussing on twoclosely related questions: the circulation of cultural goods between Spain and Spanishspeaking America, and the topic of linguistic identity within the area of Spanish America. Keywords: History of publishing; Linguistic identity; Argentina; Spain; 20thcentury.IntroduccinEntre 1924 y 1927, la revista argentina Martn Fierro fue escenario de un debatecuyo objeto giraba en torno a dos problemticas ntimamente relacionadas: la circulacinde bienes culturales entre Espaa y la Amrica hispanohablante, por un lado; y el proble-ma del destino de la lengua espaola en Amrica, por otro. En el presente estudio, nosproponemos analizar la polmica Madrid, Meridiano intelectual de Hispanoamrica,registrada en 1927 en las revistas vanguardistas La Gaceta Literaria de Madrid y larevista portea Martn Fierro. Nuestro objetivo especfico es dar cuenta de su contenido desde una perspectiva con-creta: aquella que atae conjuntamente los tpicos de la identidad lingstica y el merca-* Alejandrina Falcn es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, candidata doctoral enel rea de Literatura de la misma universidad y becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Cien-tficas y Tcnicas (Conicet). Contacto: [email protected], X, 37 (2010), 39-58Rev37-0118/3/1012:10Pgina 3940 Alejandrina Falcndo librero. Este objeto de anlisis recorta, pues, dos problemticas centrales para elcampo literario argentino del perodo, a saber, el nacionalismo cultural y la posicin delescritor ante el mercado editorial. Ambas problemticas se hallan parcialmente insertasen el marco de la discusin sobre el legado espaol y las condiciones en que deban desa-rrollarse las relaciones hispano-americanas en la dcada del veinte. Amodo de hiptesis postulamos que esta polmica de carcter internacional enfren-t dos ideologas lingsticas y dos polticas culturales vinculadas con inquietudes e inte-reses nacionales divergentes e histricamente situados: la captacin del mercado lectoramericano por parte de Espaa y la lucha por definir qu modelo de lengua legtimahabra de regir las producciones literarias en Argentina. Esta hiptesis supone, por tanto,reponer las condiciones de produccin de esta serie de discursos polmicos. Pues elreconocimiento de dichas condiciones de produccin discursiva es aquello que permitirsuperar su carcter meramente anecdtico, y explicar no slo las posiciones asumidaspor ambas partes, los tpicos y argumentos esgrimidos por sus principales actores, sinotambin su proyeccin en el tiempo, sus mltiples efectos discursivos.Paraprobarnuestrahiptesis,presentaremoslapolmicaentrestiempos:dosmomentos iniciales que tuvieron representacin en las pginas de la revista Martn Fie-rro, y un tercer tiempo vinculado con la proyeccin de ciertos tpicos, en especial el dela lengua nacional, en textos posteriores a 1927. Estos tres tiempos podran delimitarsedel siguiente modo: un antecedente, en 1923; su clmax, en 1927; y dos repercusiones de1928. En estas pginas examinaremos, entonces, un corpus de artculos publicados entre1923 y 1928 en revistas argentinas y espaolas, y algunas obras breves relacionadasdirecta o indirectamente con la polmica. Ampliaremos dicho examen basndonos en labibliografa terica y crtica pertinente. A fin de ordenar la exposicin, proponemos tresinstancias de anlisis y una breve sntesis a modo de conclusin. En un primer apartado, expondremos, desde la perspectiva de la identidad lingsticay su articulacin con el tema del mercado, el debate entre Eduardo Schiaffino y Gmezde Baquero, registrado en la revista espaola El Sol en el ao 1923, y retomado al aosiguiente en el no7 de Martn Fierro.1Luego, analizaremos con el mismo criterio losartculos de 1927 que conforman la polmica Madrid, Meridiano intelectual de Hispa-noamrica propiamente dicha. En un segundo apartado, basndonos en el supuesto segn el cual la circulacininternacional de las ideas se caracteriza por un trfico de textos que viajan sin su campode produccin (Bourdieu 2002: 4), procuraremos reinsertar estos artculos en sus res-pectivos contextos ideolgicos. Por un lado, situaremos las representaciones del idiomanacional, y las diversas estrategias discursivas reseadas, en el marco de la ideologaliteraria de la revista Martn Fierro. Por otro, intentaremos reponer el estado del campoeditorial espaol de los aos veinte, con el objeto de esclarecer los intereses editorialesque dicha polmica pone en juego, sublimados en las exhortaciones a la comunidad inte-lectual, desinteresada y fraterna. En esa instancia, probaremos la hiptesis segn la cual1Hiplito Carambat, Confraternidad intelectual hispano-americana. Casos concretos denunciados porun argentino, Martn Fierro I, 7, 25 de julio de 1924. La revista traduce el texto de Schiaffino de laRevue de lAmrique Latine. Este quiz sea un indicio de la repercusin que esta polmica lleg a teneren su momento. Rev37-0118/3/1012:10Pgina 40El idioma de los libros: antecedentes y proyecciones 41la captacin de mercados americanos constitua una problemtica capital en este con-flicto.En el ltimo apartado, daremos cuenta de algunas proyecciones de esta discusin. Atal fin, examinaremos dos textos publicados en los aos inmediatamente posteriores a losdebates analizados.1. Textos: muchas polmicas, pocos libros1.1. La polmica de 1923 La controversia sobre el meridiano intelectual habra de llegar a su punto de mximavisibilidad con la contienda originada por el editorial Madrid, Meridiano intelectual deHispanoamrica, publicado el 15 de abril de 1927, en el no8 de La Gaceta Literariamadrilea. Sin embargo, tiene un antecedente menos visible pero de igual relevancia:2en1923, la imprenta de Juan Pueyo publica en Madrid un folleto titulado Relaciones lite-rarias hispano-americanas y misteriosamente rubricado E.S. (periodista argentino). Elfolleto en cuestin rene tres artculos del periodista annimo;3todos ellos integrabanuna extensa discusin4cuyo origen habra sido un artculo del crtico Gmez de Baque-ro, alias Andrenio, publicado en El Sol, donde se afirmaba que el intercambio literarioentre Amrica y Espaa era inexistente. Eduardo Schiaffino, el argentino annimo, responde reformulando los trminos delproblema: no es inexistencia sino desconocimiento e indiferencia espaola aquello quecaracteriza la circulacin de ideas desde Amrica hacia Espaa. Este desconocimientopuede leerse en el espacio mismo de las libreras de Madrid o Barcelona: un vaco delibros americanos en los escaparates y en los depsitos.5Tangible en la ubicuidad de estaausencia, el desinters espaol revela la falta de polticas de difusin del libro americanoen la pennsula. Estos artculos constituyen, por tanto, un primer indicio de la desigual-dad de circulacin del libro americano en Espaa y del libro espaol en Amrica. Acon-tinuacin veremos que contienen en germen los principales tpicos del futuro debate.Ahora bien, Schiaffino contrasta el flagrante desinters antes citado con la amplia-circulacin del libro espaol en el comercio editorial americano. Pero aade que la circu-lacin de producciones espaolas en Argentina no se reduca a los libros de autores espa-oles clsicos y contemporneos, sino que muchos intelectuales peninsulares solanescribir en las pginas de los grandes diarios argentinos. Y asegura que tampoco en este2Grillo (2008) coincide en destacar este antecedente.3Respectivamente titulados: Los escritores hispanoamericanos en Espaa, Una discusin interesante.Las relaciones literarias entre Espaa y Amrica y Espaoles y Americanos. Sobre las relaciones lite-rarias, indito. Todos ellos compilados en: E.S. (periodista argentino): Relaciones literarias hispano-americanas, Madrid: Imprenta de Juan Pueyo, 1923.4De la que habran participado asimismo Rufino Blanco de Fombona, en La Voz; F.A.M., en La tribuna;Enrique Gonzlez Fiol, en El Heraldo; Mariano Belliure y Tuero, en Informaciones; Miguel de Unamu-no, en la revista Espaa, y Enrique de Leguina, en una conferencia en el Ateneo.5Dice Fernando Larraz: Esta indiferencia por el despertar cultural y literario de Amrica Latina se fuepaliando a partir de finales de la dcada del veinte, coincidiendo con la expansin de la industria edito-rial espaola (2007: 137).Rev37-0118/3/1012:10Pgina 4142 Alejandrina Falcnplano se registraba igual colaboracin de americanos en las secciones literarias de peri-dicos peninsulares. Asu juicio, contrariamente a lo que alegaba Gmez de Baquero, estono se deba a las caractersticas materiales o estructurales de la prensa argentina dotadade ms avisos y ms pginas que los diarios espaoles, sino a una diferencia cultural: lacuriosidad intelectual (E.S. 1923: 9) argentina tiende a una mayor universalidad que laespaola. Sostiene que se trata de dos posiciones frente a la diversidad: la posicin argen-tina, anclada en una tendencia a hacerse eco del pensamiento universal; y la espaola,anclada en el inters por su escritor nacional. En el mercado librero, el correlato de estatendencia argentina habra sido un mayor desarrollo del comercio de libreras y una aper-tura general a la literatura espaola en Buenos Aires.6Ahora bien, en esta serie de textos referidos a los intercambios editoriales en los pri-meros aos de la dcada del veinte, se produce un insensible deslizamiento hacia el temade las diferencias intralingsticas, por un lado, y la afirmacin de un supuesto poliglo-tismo, originado en la marginalidad territorial de los lectores americanos y, en especial,argentinos, por otro. Cmo se relacionan en estos textos el tema de las lenguas y el pro-blema editorial? Segn Schiaffino, las relaciones con los grandes centros culturales euro-peos, verdaderos meridianos intelectuales de Amrica, son dobles. Ataen tanto al inte-rsqueproducensusliteraturas,osuscamposintelectualesengeneral,cuantoaldesempeo que stos tienen en la fabricacin y difusin de los soportes materiales, lasmercancas culturales, pasibles de poner en circulacin las codiciadas producciones sim-blicas europeas: los libros. Y las industrias editoriales francesa, inglesa, alemana e ita-liana estn presentes en el Buenos Aires de las primeras dcadas del siglo por partidadoble. Editan libros argentinos y producen libros en lenguas extranjeras que las elitesargentinas pueden leer en su lengua original,7gracias al poliglotismo reivindicado porSchiaffino: El lector argentino aprende varios idiomas; esto nos habilita a leer en lasobras originales a los autores franceses, italianos, ingleses o alemanes (E.S. 1923: 10-11). As pues, este crtico argumenta que esa disposicin americana para la universali-dad, esa tendencia a la mezcla y esa apertura a la diversidad cultural, va el conocimien-to de lenguas, habra permitido que la curiosidad lectora americana no se detuviera en ellibro espaol. Y esta pluralidad lingstica, este reconocimiento de una tradicin queabreva en la diversidad literaria, constituir asimismo uno de los argumentos clave conque ya por entonces Schiaffino justificaba la nomenclatura latinoamericanos en detri-mento de hispanoamericanos, puntapi del debate en 1927. En sntesis, este debate pone en escena los ncleos temticos que harn de las rela-ciones hispanoamericanas un verdadero campo de batalla: desigualdad en los intercam-bios literarios, conflicto lingstico, competencia editorial, universalismo, localismo,todos estos temas sern fervorosamente discutidos hasta entrada la dcada del treinta. Eneste sentido, la polmica de Schiaffino en El Sol es relevante por tres razones. 6Vuestros escritores [...] confiesan que el mercado de sus libros est en Argentina, en Uruguay, enChile. Este mismo argumento esgrimir Pereda Valds en la polmica de 1927 en Martn Fierro, paradesacreditar las pretensiones meridianas: ABuenos Aires acuden los escritores espaoles a la conquis-ta de un pblico, no a Madrid los argentinos.7Coincide Larraz: Por entonces, abundaban en las libreras de Buenos Aires, La Habana y Mxicolibros en espaol impresos en Paris, Londres o Leipzig mientras escaseaban los editados en Madrid oBarcelona (2007: 132).Rev37-0118/3/1012:10Pgina 42El idioma de los libros: antecedentes y proyecciones 43Lo es, en primer lugar, en la medida en que uno de los motivos del conflicto era laexigencia de exclusividad que los intelectuales espaoles pretendan de los lectores ame-ricanos. En efecto, Schiaffino seala que no slo no reparan el problema de la nula circu-lacin de libros americanos en Espaa, sino que por aadidura se atreven a exigir serms ledos, ser exclusivamente ledos, del otro lado del Atlntico. En segundo lugar, correlativamente, es relevante en trminos proyectivos: esta rei-vindicacin de exclusividad habr de resonar en las pretensiones meridianas de los inte-lectuales de La Gaceta Literaria cuatro aos ms tarde, bajo la renovada forma de unaexigencia de primaca cultural frente al ascendiente francs, considerado espurio, adve-nedizo, ilegtimo y movido por meros intereses econmicos. (Claro que esto slo suce-dera cuando cierto sector de la joven intelectualidad espaola hubiera tomado concien-cia de los provechosos intereses editoriales en juego en los mercados americanos). Por ltimo, es relevante porque nos permite dar respuesta a nuestra pregunta rectora,a saber, la conexin entre el problema del libro y el tema de la lengua. Los americanos,prosigue el crtico argentino, no necesariamente se reconocen en los clsicos: Tenemoscierto reparo en considerarlos como cosa nuestra. Tantas veces nos han reprochado ynos reprochan el peligro que corre el idioma entre nosotros y bajo nuestra pluma! (E.S.1923: 17). Introduce as la cuestin del idioma pero no reivindica un idioma nacional,como habran de hacerlo los martinfierristas y luego Vicente Rossi, sino que reproduce elideologema8de la homogeneidad en la letra impresa: la lengua escrita, literaria, no debehacerse eco de las grandes diferencias dialectales orales, de la intimidad criolla, esdecir, de esa oralidad rioplatense que podra, por ejemplo, admitir la irrupcin del voseo.Por qu no? Porque los escritores americanos, dice Schiaffino, tambin quieren sercomprendidos por el mayor nmero de lectores (E.S. 1923:18). La importancia de este argumento reside en lo siguiente: la clave del problema delidioma de los escritores argentinos radica en gran medida en esta dimensin de las posi-bilidades de circulacin de la lengua escrita, signada por la necesidad de su proyeccinen un mercado editorial bicontinental, pues se trata de una lengua extendida sobre unamplio territorio de naciones. As pues, el argumento del argentino pone en juego y otor-ga consenso en nombre de intereses literarios y, por tanto, tambin econmicos a lacreencia hegemnica segn la cual los contextos de aceptacin de las diferencias dialec-tales han de reducirse a la oralidad del entre nos. Con todo, Schiaffino s arremete con-tra los guardianes del idiomaque, en nombre del purismo, nos hacen sentir que el idio-ma no es nuestro, sino cosa prestada, de la que tenemos que rendir cuentas (E.S. 1923:18). Obsrvese que no cuestiona la restriccin de los contextos de aceptacin de las for-mas dialectales argentinas de la intimidad criolla, de ese matiz diferencial de la voz,como dir Borges en 1928, sino la legitimidad de ciertos agentes peninsulares e institu-ciones de la lengua, como la Real Academia Espaola, para pronunciarse sobre la mate-ria. ste es, sin duda alguna, otro de los puntos que habr de reaparecer en discursos pos-teriores sobre la lengua nacional y, en especial, en el cuestionamiento a la presencia defillogos espaoles al frente del Instituto de Filologa Espaola. Sea como fuere, Schiaf-8Trmino introducido por Marc Angenot para referirse a pequeas unidades significantes dotadas deaceptabilidad difusa en una doxa dada (1989: 16). Constituyen un tipo de lugares comunes que inte-gran los sistemas ideolgicos. Los ideologemas funcionan como presupuestos del discurso y puedenrealizarse o no en superficie.Rev37-0118/3/1012:10Pgina 4344 Alejandrina Falcnfino concluye con un argumento de sumo inters: a partir de la Independencia, los espa-oles, imposibilitados ya de combatir por la posesin del suelo, se imaginan deberseguir peleando por la intangibilidad del idioma (E.S. 1923: 20). Es decir, las luchaspolticas de antao se han convertido en batallas culturales por la propiedad de la lengua. 1.2. La polmica de 1927El editorial annimo publicado en La Gaceta Literaria de 1927 acusa amplio recibode las quejas emitidas por Schiaffino en 1923. Las hace suyas. En efecto, en Madrid,meridiano intelectual se registran fuertes puntos de contacto con el estado de cosas des-crito por Schiaffino en El Sol. Qu temas comunes podemos destacar? En primer lugar,una misma articulacin entre la cuestin de la nomenclatura si latina o hispana ha deser llamada la Amrica hispanohablante y la incidencia, ahora considerada espuria, delos centros culturales y literarios, como Pars, entre las elites intelectuales americanas. Guillermo de Torre, autor del texto en cuestin (1927: 1), plantea la urgente necesidadde proponer y exaltar a Madrid como meridiano intelectual, porque no podemos yacontemplar indiferentes esa constante captacin latinista de las juventudes hispanoparlan-tes. La argumentacin toda gira en torno a la afirmacin de una identidad lingstica quelegitimara los intereses espirituales de Espaa en Amrica, y habilitara las relacionesliterarias, intelectuales o de cultura entre ambas. La cuestin no es, pues, un mero pro-blema de nomenclatura; de hecho, esta ltima constituye un argumento para afirmar lostres factores fundamentales que justificaran el reclamo de primaca antes citado: Espa-a y sus perdidas colonias estn unidas por 1) el primitivo origen tnico, 2) la identidadlingstica, y 3) su carcter espiritual ms genuino. No obstante, sin duda previendoobjeciones referidas al carcter eminentemente inmigratorio de la poblacin argentina enlos veinte, de Torre postula que en verdad los vnculos ms fuertes y persistentes no sonlos raciales sino los idiomticos.9Al latinismo interesado, interesado en la prosperidadde sus mercados editoriales en Amrica, de Torre opone el desinters de la generosa yjoven Espaa intelectual. Si el latinismo propone relaciones desiguales, Espaa invita auna igualdad fraterna entre las naciones y a una nivelacin de las diferencias; sin hegemo-nas ni anexionismos, pero sin distinciones, juntos en la patria sin fronteras de la lenguacomn: Idntica toda la produccin intelectual en la misma lengua. Sin embargo, en un recorrido argumental inverso al de Schiaffino, el discurso de deTorre se desliza hacia el tema del mercado librero, y se vale para ello de los mismosargumentos que el argentino!: Hasta hace poco tiempo la produccin hispanoamericanano slo era poco conocida entre nosotros ya que ninguna publicacin antes de La Gace-ta recoga sus novedades, sino que sufra cierto descrdito. Y explica que entre losintelectuales jvenes tal descrdito se deba a la constatacin de un abismo entre la ret-rica hispanoamericana oficial y su falta de correlato en el orden prctico: 1) la expansinde libros y revistas hacia Amrica era dbil en proporcin a la cifras que debera alcan-zar, 2) el libro espaol en la mayor parte de Sudamrica no poda competir en precios9Nicols Olivari objetaba en el no42 de Martn Fierro: Amrica Latina no es un nombre advenedizo, esun nombre racial Cmo se ve que el lrico del manifiesto no ha cruzado nunca el charco y nos ha veni-do a ver las caras o a indagar en el apellido!.Rev37-0118/3/1012:10Pgina 44El idioma de los libros: antecedentes y proyecciones 45con el francs y el italiano, 3) la falta de reciprocidad, pues en Espaa an se daba elcaso de no poder hallar libros americanos. Concluye su editorial con la siguiente afirma-cin: He aqu algunos de los puntos concretos cuya resolucin es urgente. Si nuestraidea prevalece [], hacemos a Madrid meridiano de Hispanoamrica y atraemos haciaEspaa intereses legtimos que nos corresponden.10A confesin de partes, relevo depruebas: esta meridiana claridad no poda sino suscitar airadas reacciones del otro ladodel Atlntico. Ahora bien, cmo reaccionaron los actores argentinos involucrados en la polmica?De diversas maneras; con argumentos varios. Dada la multiplicidad de respuestas, sloconsideraremos aqu aquellas cuyo contenido resulte pertinente para el objeto de nuestroanlisis: la relacin entre lengua y mercado. Por consiguiente, entre las primeras rplicasal editorial de Guillermo de Torre, publicadas en el no42 de Martn Fierro, destacaremoslas de Pablo Rojas Paz, Nicols Olivari, Santiago Ganduglia y Ortelli y Gasset. Todas ellas, claro est, coinciden en rechazar la propuesta de tutelaje. En su artculoImperialismo baldo, Rojas Paz (1995 [1927]: 356) la rechaza en nombre de la gestacinde una lengua nueva: la tradicin de la lengua comn fundamento del ideologema lapatria grande en el idioma, que legitima las pretensiones espaolas, no lo olvidemos esartificial. La Amrica espaola est disgregada y el destino de la lengua en ese continen-te ser el destino del latn; o, cuando menos, sa debe ser la direccin que los argentinos leimpriman a su idioma; pues la verdadera libertad americana vendr con la creacin de esanueva lengua, que no ser ya espaol y a la que por tanto nadie podr invocar como funda-mento de identidad o tutelaje. Olivari toma la posta y enmarca esta reivindicacin de auto-noma lingstica en el vanguardismo de Martn Fierro: La vanguardia reivindica lascosas nacionales, criollas;11por eso autctonos puede ser, italianos tambin, francesessiempre, pero espaoles nunca, pues hablamos su lengua por casualidad, pero la habla-mos tan mal que impertinentemente nos estamos haciendo un idioma argentino. Dentro depocos aos nos tendrn que traducir (Olivari 1995 [1927]: 356). La respuesta de Ganduglia (1995 [1927]: 357), Buenos Aires, metrpoli, es intere-sante en muchos aspectos. Para comenzar, seala que el protectorado intelectual no es unaopcin en ningn caso. Ni latinismo ni hispanoamericanismo, los intelectuales argentinos10Las siguientes palabras de Amrico Castro, escritas unos meses antes de la polmica, a fines de 1926,pueden servir para situar el discurso de Guillermo de Torre en un marco discursivo ms amplio: Elcaso de la Amrica ex espaola, hispana por lengua y tradicin de cultura, es muy diverso, claro est;pero desde el punto de vista en que me sito, pienso que el llamado hispanoamericanismo es asunto mspara arreglarlo en Espaa que en Amrica. Algunos ingenuos, deslumbrados por la poltica imperialistaque los grandes estados de Europa proyectan sobre esa Amrica, que para sus conveniencias de ellosllaman latina, se ponen a soar en una expansin espaola, siendo as que, fuera de los emigrantes(que ya es mucho), no tenemos demasiado que expansionar. Digamos la verdad, que en este caso lamayor habilidad creo que es no tenerla []. Hay que hacer en Amrica obra espaola, pero obra decierto tipo, que no siempre puede ni debe coincidir con las lneas que el Estado trazara desde las cs-pides de la jerarqua oficial. [] La nocin de Amrica, fecundada por razones de inters y de senti-miento, va habituando al pueblo a contar con algo ms que su Patria. Aprovechmoslo. [] O nuestrosproductores se hacen ms cultos y ms enrgicos, o perdern en absoluto los mercados de Amrica.Venimos siempre a este resultado: el americanismo es para nosotros una forma ms de hispanismo(Castro 1926). 11Sobre esta peculiar vanguardia nacionalista, consltese el artculo de Beatriz Sarlo (1997a), dondeintroduce la categora analtica criollismo urbano de vanguardia. Rev37-0118/3/1012:10Pgina 4546 Alejandrina Falcnson independientes y rechazan todo imperialismo cultural. Pero a nadie puede sorprender,dice, el desconocimiento espaol de cuanto sucede en materia literaria en Amrica, pues essabido que el arranque de simpata intelectual se debe sobre todo a las posibilidadesque estos pases ofrecen como mercados para el libro espaol. Por lo dems, a su juicio,de Torre, en su innoble inquietud por las bajas cifras de exportacin, yerra una vez ms enel diagnstico. En efecto, los espaoles afirman que la competencia con los libros francesese italianos es imposible a causa de los bajos precios de estos ltimos, pero no advierten queel problema es de orden cultural no se puede hablar ya de identidad lingstica, por-que todos los argentinos son un poco polglotas, dado que les resulta tan fcil aprendercastellano como francs o italiano.12Y concluye afirmando que Buenos Aires es unametrpoli desde que cuenta con escritores como Girondo, Olivari, Borges, Arlt y GonzlezTun. Es decir, el idioma nacional cuenta con una tradicin literaria propia en gestacinque ya permite sealar a Buenos Aires como un centro literario relativamente autnomo. Por ltimo, el texto de Ortelli y Gasset constituye la puesta en forma literaria, lamaterializacin jocosa que corona y resume a un mismo tiempo los argumentos comunesa estas respuestas, a saber, no hay identidad lingstica, la tradicin comn se bifurc enalgn recodo de la historia argentina: Minga de fratelanza entre la Javie Patria y laVilla Ortzar! [] Aqu le patiamo el nido a la hispanid y le escupimo el asao a ladonosura. Espaa tendr que buscar, pues, otro argumento para considerar al rea inte-lectual americana como una prolongacin del rea espaola (De Torre 1927: 1). 2. Contextos: en todas partes se cuecen meridianos2.1. Martn Fierro: lengua propia, mercado ajenoHasta aqu hemos reseado el conjunto de argumentos y contra-argumentos cruzadosen este debate puntual. A continuacin, nos proponemos reponer someramente el marcoideolgico-literario de la revista en que se inscriben. Antes que nada, es preciso destacarque, en su conjunto, las reacciones que el reconocimiento, o la intuicin, de los interesesliterario-editoriales de La Gaceta Literaria gener entre los martifierristas pusieron demanifiesto dos cuestiones que revelan, a su vez, cierto estado del campo literario argenti-no. Siguiendo a Beatriz Sarlo (1997a), podemos afirmar que, en el campo argentino, lapolmica puso en evidencia la problematicidad de la identidad lingstica, que de Torreda por sentada; y, correlativamente, la peculiar relacin de los martinfierristas con elmercado literario. En cuanto a la lengua, es decir, al motivo de una identidad lingstica nacional, puedeafirmarse que la bsqueda de su especificidad opera como una de las respuestas posiblesdel martinfierrismo a la pregunta por la identidad nacional.13Por eso, es preciso tener en12Ntese que esta representacin coincide con la de Schiaffino. No obstante, cabe preguntarse qu argen-tinos eran polglotas en la primera mitad del siglo veinte y qu clase de poliglotismo era ste. Al res-pecto, vase en Sarlo (1997b) la cuestin de la buena mezcla y la mala mezcla. Las representacio-nes de Schiaffino y Ganduglia obturan esta dimensin, sin duda con fines meramente argumentativos. 13Martn Fierro llev a cabo una encuesta sobre la existencia de una sensibilidad argentina, publicadaen el no5 de 1924. Respondieron diversos actores del campo literario: Lugones, Giraldes, Rojas,Rev37-0118/3/1012:10Pgina 46El idioma de los libros: antecedentes y proyecciones 47cuenta que las representaciones de la lengua en Martn Fierro funcionan en dos planos o,dicho en otros trminos, se oponen a un otro doble: el espaol peninsular y la lengua delos escritores argentinos no criollos. En efecto, por un lado, la defensa de la peculiari-dad del espaol rioplatense constitua un motivo clsico de la lucha entre el idioma delos argentinos y el purismo espaol. Es decir, esa reivindicacin constituye un arma con-tra la pretensin de hegemona por parte del espaol peninsular, y se inscribe en unalarga tradicin que se remonta a la Generacin del 37.14En este sentido, Evar Mndezafirma, en el editorial Un asunto fundamental (1995 [1927]: 375), publicado en el lti-mo nmero de la revista, que la polmica aqu analizada no vena sino a ratificar unalnea editorial anti-hispanista coherente y afirmada desde el primer nmero: MartnFierro al discutir y rechazar la proposiciones del meridiano madrileo, ayer y hoy, estde acuerdo consigo mismo, y desde 1924, pues sus colaboradores se inscriben dentrode la ms severa y estricta tradicin nacional, constituida por la accin y la obra de nues-tros ms grandes hombres de pensamiento (Mndez 1995 [1927]: 375). De ah que eltpico de la lengua tambin se inscriba en un proyecto de nacionalismo cultural de van-guardia, que la revista opona a los extranjeros recin llegados al campo intelectualargentino, tal como seala Sarlo (1997a). Este aspecto es relevante, pues se trata precisa-mente de lo que Martn Fierro calla en la polmica contra La Gaceta Literaria al presen-tar, como hemos visto, una imagen ms bien homognea de este ideal de lengua nacio-nal y al postular un poliglotismo masivo, un cosmopolitismo no problemtico. Ahora bien, cul era el contexto concreto de este nacionalismo lingstico martin-fierrista? Beatriz Sarlo plantea que la mdica vanguardia argentina se propone ante todoreformar el sistema literario, negar la tradicin consagrada y los linajes reconocidos porel estado del campo intelectual que la precede.15Martn Fierro se propona, pues, refor-mar el gusto, crear canales alternativos al mercado literario (Sarlo 1997a: 226) y divi-dir al pblico, que por entonces se haba ampliado gracias a la progresiva expansin dela industria cultural.16Cmo lleva a cabo este proyecto? En primer lugar, como toda vanguardia, MartnFierro opera el consabido rescate de escritores olvidados por la tradicin oficial y margi-nados del sistema de consagracin que encarna el mercado mercado cuya existenciaprevia, no obstante, constituye la condicin de posibilidad de esta secesin vanguar-dista. De este modo, la vanguardia argentina establece, segn el anlisis de Sarlo, unsistema de oposiciones esttico-moral y social a un mismo tiempo (1997a: 228). En efec-to, es moral porque opone una lgica mercantil, signada por el espritu de lucro, por laGirondo, Glusberg, Rojas Paz, entre otros. Todos ellos aluden en mayor o menor medida, desde pers-pectivas y posiciones diferentes, al idioma como fundamento de la identidad cultural. 14Tradicin que tanto Schiaffino como Martn Fierro evocan cada vez que abordan el conflicto lingsti-co. Vase asimismo Nuestra Lengua (1922) de Costa lvarez, donde analiza en detalle esa tradicin.15Vase Quin es Martn Fierro?, resumen de intenciones con motivo de su primer aniversario, en:Martn Fierro I, 12-13, 1924 (1995: 87).16De Diego afirma que, en el perodo de 1920-1930, se produce en la actividad editorial de nuestro pasuna mutacin bien significativa en funcin de la cual la actividad editorial encabezada por figuras deintelectuales y escritores destacados Payr, Rojas, Ingenieros, Glvez ser reemplazada progresiva-mente por editores extranjeros, inmigrantes humildes sin relacin alguna con la alta cultura, verdaderosadvenedizos al mundo del libro que darn lugar a un nuevo mercado, a un pblico lector, que se habaexpandido de manera notable (De Diego 2007: 2). Rev37-0118/3/1012:10Pgina 4748 Alejandrina Falcnvoluntad de capitalizacin simblica y econmica, al espritu de la vanguardia argentina,cuya moral se inscribe en una lgica del inters por el desinters. Pero la oposicin tam-bin es social porque en los aos veinte lucrar con la literatura es una aspiracin vincu-lada con el origen de clase del escritor (1997a: 232). Es decir, aquellos escritores, y lec-tores, que se dirigen al mercado a vender y consumir producciones simblicas procedenen su mayora de sectores medios y bajos de origen inmigratorio.17Por tanto, quedaraestablecido un sistema de oposiciones en que los ejes arte/lucro y argentinos/inmigrantesconstituyen dos caras de un mismo conflicto esttico-clasista, sin duda enmarcado en elcontexto de la progresiva profesionalizacin del escritor y democratizacin de la produc-cin y consumo literario. Cmo se relaciona esta posicin vanguardista ante el mercado interno con el pro-blema de la lengua? Uno de los rasgos distintivos que los escritores de Martn Fierro rei-vindican contra la literatura regida por espurios intereses mercantiles es su relacinprivilegiada con el lenguaje (Sarlo 1997a: 232). La literatura del mercado est escrita enuna lengua contaminada que traduce la pronunciacin deformada (Sarlo 1997a: 232)de los escritores de origen inmigratorio, y que es consumida por lectores igualmenteinseguros de su idioma argentino (Sarlo 1997a: 232),18el pblico de los barrios aleja-dos de las grandes librera del centro.19En palabras de Sarlo, se trata de un rechazo eli-tista de los productos que la industria editorial lanza para un pblico ms extenso y, porsupuesto, menos culto (1997a: 222). Los escritores de Martn Fierro, en cambio, reivin-dican un dominio natural (Sarlo 1997a: 236) de la oralidad criolla adquirida sin media-ciones institucionales ni esfuerzo intelectual (Sarlo 1997a: 237). El conjunto define,segn Sarlo, un esquema en el que necesariamente se oponen dos pblicos y dos siste-mas literarios excluyentes, zanjados por la posesin genuina o espuria de una lenguanacional: El punto clave es la relacin que unos y otros tienen con el lenguaje y, enespecial, con la lengua oral y su realizacin fontica (1997a: 236). As pues, la temticadel nacionalismo cultural se manifestara en Martn Fierro en especial a travs del tpicodel nacionalismo lingstico, expresado por Girondo en el manifiesto publicado en el no4 de la revista y omnipresente, como hemos visto, en la polmica antes analizada. Bea-triz Sarlo concluye que esta insistencia sobre las inflexiones de la lengua oral es untpico que desde Martn Fierro se va a proyectar en la dcada siguiente (1997a: 237).Volveremos sobre esta cuestin en el ltimo apartado, en el cual podremos constatar laveracidad de esta afirmacin. No obstante, an restara pensar si el argumento del nacionalismo lingstico es-grimido contra el ideal de unidad lingstica hispanoamericana no se inscribe tam-17Torrendel, Zamora, Gleizer, Glusberg, entre otros editores-inmigrantes, sern los agentes de estosemprendimientos editoriales gracias a los cuales los nuevos grupos sociales accedieron a lo mejor de lacultural universal y de la literatura y el pensamiento nacional en libros baratos, en ediciones popularsi-mas (De Diego 2007: 38). 18Amodo de ejemplo, lase Un poeta que calla y un cocoliche que parla, Martn Fierro I, 1924 (1995: 5).19Citando a Luis A. Romero, De Diego confirma: En esos barrios se va generando una cultura emergen-te, popular, letrada, constituida por hijos de inmigrantes y las primeras oleadas de migrantes internos,con rasgos identitarios propios, que se desarrolla en los clubes, sociedades de fomento, centros y comi-ts y bibliotecas populares. Poco habituados a las libreras del centro, adquieren libros y folletosmediante otros circuitos, ya que consideraban al libro y a la cultura como un elemento de prestigio,como una herramienta de integracin y ascenso social (De Diego 2007: 38).Rev37-0118/3/1012:10Pgina 48bin20en esta lgica de negacin de la industria cultural y fragmentacin del pblico.Pues el modelo de lengua panhispnica basada en la norma literaria culta, niveladora ypluricntrica, como el que habrn de proponer los fillogos espaoles y otros represen-tantes de la intelectualidad espaola en Argentina brazo ideolgico del despliegue edi-torial espaol posterior, no es sino el prototipo de la lengua desdialectalizada propia deun mercado editorial extendido. 2.2. La Gaceta Literaria: un meridiano que siempre fue editorialAjuzgar por el anlisis que Fernando Larraz lleva a cabo en su estudio Los editoresespaoles ante los mercados de lectura americanos (1900-1939), podemos afirmar que elestado del campo editorial espaol, durante el perodo en que comienza y se desarrolla lapolmica estudiada aqu, es cuando menos problemtico. En efecto, este estudioso de la his-toria de la edicin afirma que, a partir de finales del siglo XIX, Espaa, netamente importa-dora de ideas (Larraz 2007: 131), desarrolla la pretensin de acceder a los inmensos mer-cados americanos para volcar all sus propios productos culturales.21Atal fin, comienzan acircular representaciones de Amrica como una comunidad virgen a la que los empresariosculturales habran de dirigirse para cumplir una misin doble. Por un lado, una misinespiritual de puesta en comunicacin de los pases de lengua espaola por medio dellibro. Por otro, una misin econmica de Reconquista del mercado americano, venero parala riqueza de Espaa (Larraz 2007: 131). No obstante, en el perodo comprendido por elestudio de Larraz, Espaa enfrenta diversos problemas para expandir su industria. Desde fines de siglo XIX, se enfrenta con la ya mencionada escasa competitividad desus editores frente a los mercados alemanes y franceses instalados en Amrica. El pro-blema entonces era bsicamente de gestin empresarial y organizacin: ms modernas,las industrias europeas competidoras contaban con un desarrollo mayor de los recursos,del sistema de propaganda y de la distribucin de ejemplares. Espaa careca, por lodems, de casas locales que se dedicaran a la exportacin del libro o se atrevieran aarriesgar inversiones a largo plazo en este sentido (Larraz 2007). Con la guerra de 1914, al interrumpirse los intercambios comerciales con los pasesbeligerantes y dada la escasa productividad de las editoriales americanas, Espaa creellegada la hora de su expansin comercial y recuperacin de los mercados codiciados.As pues, Larraz sostiene que en los primeros tres lustros del siglo XX se inici un tmi-do proceso de expansin (Larraz 2007: 138), en el que se registra en particular un alzadel volumen de exportacin del libro escolar, gracias a editoriales como Sopena, Sempe-re, Calleja, entre otras. El idioma de los libros: antecedentes y proyecciones 4920Horacio Salas afirma que con respecto al corte del cordn umbilical mencionado en el Manifiesto espreciso recordar el momento histrico: los sectores ms extremistas de la oligarqua argentina desaloja-da del poder en 1916 comenzaban a hacer alarde de un hispanismo basado en la tradicin autoritariaespaola. Su aproximacin al pensamiento espaol se fundaba ms en la ideologa dogmtica de Marce-lino Menndez y Pelayo que en el pensamiento crtico de Miguel de Unamuno (1995: 11).21Confirma Francisco Caudet: En los aos treinta hubo una efervescencia editorial que fue la culmina-cin de un proceso iniciado a finales del siglo XIX. Desde un primer momento ese proceso tuvo comoteln de fondo la aspiracin de conquistar el mercado americano (1993: 7). Rev37-0118/3/1012:10Pgina 49Sin embargo, a partir de 1919, el desarrollo tcnico de la industria vuelve a dejarlafuera de competencia en los mercados de lengua espaola. Y, pese a ser la comunidadde lengua una ventaja frente a la competencia, Espaa es incapaz de aprovecharla. Enefecto, un mismo motivo mueve hacia Amrica y retiene en Espaa a los editores penin-sulares: el econmico. No obstante, la escasa circulacin de libros no impeda la circula-cin de sus productores: a fines de los aos veinte,22afirma Larraz, los contactos inte-lectualesentreambasorillasseintensificanconelconsiguienteaprovechamientolucrativo para muchos autores que publicaron sus artculos en peridicos hispanoameri-canos o que cruzaban para dictar cursos y conferencias (2007: 133). Por ltimo, muy entrada la dcada del veinte, instalados ya algunos editores en losmercados de ultramar, un nuevo avatar editorial impide el pleno desarrollo de esta indus-tria en Amrica: los editores, afirma Julin Urgoiti, lanzan libros para la exportacinsin estudiar de ante mano las razonables posibilidades del salida (De Torre 1929), esdecir, no sopesan sus posibilidades de circulacin en funcin de la especificidad delpblico americano, cuyo gusto literario difiere del espaol; por lo dems, casi todo estraduccin aade Urgoiti, y ya se sabe lo relativo que es el xito del libro traducido,pues si lo es del francs, el pblico lector [] ya lo ha ledo en el original.23Ahora bien, aquello que desde nuestra perspectiva puede resultar verdaderamenterelevante es lo siguiente: entre 1920 y 1932 comienzan a proliferar en la pennsula textosy discursos sobre el libro espaol en Amrica, todos ellos destinados a apuntalar ideol-gicamente los reiterados y fracasados intentos editoriales por monopolizar o, cuandomenos, disputar los mercados lectores de Amrica. Se instala as una suerte de hegemo-na discursiva segn la cual no slo Espaa es la nica aspirante razonable a ser la ins-piradora de la identidad cultural americana sino que adems, en virtud de la identidadlingstica, tiene legtimo derecho a ser la nica productora de libros hispanohablantes(Larraz 2007: 134). Por consiguiente, lejos de ser un acontecimiento aislado, el editorial de Guillermo deTorre no es sino un efecto discursivo ms de esta serie discursiva global. Y, tal como pro-curamos demostrar en el presente estudio, las huellas de sus condiciones de produccinno requieren un rastreo muy profundo, pues pueden leerse en la superficie misma de suprimer artculo. No obstante, por si faltaran ratificaciones de alguna clase, en un editorialpublicado en abril de 1928 y titulado Preliminares. Ante la exposicin del libro argenti-no-uruguayo en Madrid, Guillermo de Torre devela la incgnita de la famosa polmicao, cuando menos, cancela toda duda: Una de las consecuencias empricas que cierto daen el curso de una intervi me permit extraer de las mltiples lecciones brindadas porla clamorosa cuestin del meridiano intelectual fue la siguiente: En el fondo afirmtodo este pleito inevitable y salutfero entraaba ms bien un problema editorial y libreroque una cuestin literaria (1928: 1).50 Alejandrina Falcn22En 1923, Schiaffino ya seala la existencia de esa prctica provechosa, y denuncia su no reciprocidad. 23Fernando Larraz lo explica en estos trminos: Otra evidencia de las limitaciones comerciales del editorespaol estuvo en el hecho de que tanto se repiti el tpico de la comunidad cultural hispanoamericanaque no se atendi a las diferencias en el gusto literario que existan entre los lectores hispanohablantesde uno y otro lado del ocano. En los aos veinte, Francia y Espaa, pero tambin Inglaterra y Alema-nia, intentaban abrirse un hueco entre las que se consideraban a s misma elites culturales de las socie-dades americanas (2007: 141). Rev37-0118/3/1012:10Pgina 50Ahora bien, este editorial imprime un giro a la argumentacin polmica, la invierteuna vez ms. Yeste giro nos retrotrae a nuestro punto de partida, cinco aos atrs: Schiaf-fino y la falta de libros argentinos en Espaa. En efecto, descubierto en sus verdaderasintenciones, para sorpresa de todos y pese a lo expuesto en el presente apartado, de Torrearremete contra las polticas editoriales argentinas: Las reclamaciones que se refieren ala mdula de su vitalidad intelectual [] a la situacin de estar asfixiados dentro de losestrechos lmites en que ahora se desenvuelve el libro argentino y los resentimientosengendrados por ese insularismo editorial slo pueden ser solucionadas por los editoreslocales. As pues, hacindose eco de los reclamos de los martinfierristas referentes aldesconocimiento espaol de cuanto sucede en materia literaria en Amrica, de Torredevuelve la queja como pregunta: qu han hecho los editores argentinos para que suslibros merezcan circular por Espaa? Es decir, cuando Pedro Garca, Gleizer, Roldn oGlusberg, los editores a su juicio ms representativos del campo nacional, estn en con-diciones de mezclar [los libros argentinos] en los escaparates de Madrid con la produc-cin general hispnica se habr dado un paso hacia el verdadero conocimiento mutuohispanoamericano. Y Guillermo de Torre procede entonces a una evaluacin de la polmica ocurrida unao atrs: 1) la acusacin de desconocimiento es invlida en la medida en que es deber delos argentinos procurar la penetracin sistemtica de las anchas zonas del pblico lec-tor hispanohablante; 2) la causa del reclamo es la pequeez de miras editoriales de lasnaciones americanas; Espaa, menos restringida y localista,24tiene la ventaja de poseeruna visin de conjunto sobre Amrica, que Amrica no tiene de s misma; 3) pero no slono se conocen entre s las jactanciosas naciones americanas, sino que no conocen a supropio pblico: Me estoy refiriendo a la masa lectora, el presunto pblico de librera yno en modo alguno al gremio letrado.25Por supuesto, para satisfaccin de De Torre,transcurrir mucho tiempo an antes de que el conocimiento interamericano pueda efec-tuarse directamente sin necesidad de utilizar el cable de Europa (1929: 1).26Sea como fuere, debe quedar claro que la pregunta por la responsabilidad argentinaes retrica: no estn dadas las condiciones materiales para tal expansin masiva. Estedato obvio le permite a de Torre volver a la carga con una nueva versin del meridiano.Se trata, esta vez, de una versin literal. Sin discursos fraternos ni eufemismos, remoza-da con un lxico tcnico acorde al nuevo registro, la propuesta es conformar un consor-cio editorial cuya cabeza provisional a la espera de que Amrica disponga del podereconmico para controlar su propia produccin y distribucin sea Espaa. Esta variantedel meridiano, con casa matriz en Madrid, sera el lugar adecuado para expandir el libroen todas las direcciones (De Torre 1928: 1). Convertir a Espaa en centro bibliogrficoy distribuidor europeo de toda la produccin hispanoamericana es la nueva propuestalanzada por Guillermo de Torre en pos del inters cultural comn y de una eficaz racio-El idioma de los libros: antecedentes y proyecciones 5124Obsrvese que la acusacin de localismo pasa de un campo nacional al otro como un insulto: localis-ta siempre es el otro; del mismo modo circula, segn Sarlo, la acusacin de cosmopolitismo dentrodel campo argentino: inmigrantes o europeizados-cultos, cosmopolita siempre es el otro.25Esta crtica al desconocimiento de la masa lectora nos remite a la ya analizada operacin de fragmen-tacin del pblico que la vanguardia lleva a cabo en su inters por el desinters literario-mercantil. 26Dado que los precios de envo de una nacin americana a otra eran enormes, Espaa operaba como cen-tro distribuidor.Rev37-0118/3/1012:10Pgina 51nalizacin de los recursos editoriales hispanoamericanos.27Claro est que el renovadoconvite no comporta sometimiento ni hegemona de ninguna clase (De Torre 1928: 1).Para finalizar, puede ser interesante ver cmo concluye De Torre la entrevista conJulin Urgoiti en la que se discute la posibilidad de poner en marcha esta versin edito-rial del meridiano: Tarea que, a mi juicio compaeros de La Gaceta Literaria, slopodr ser llevada a un punto de perfeccin, de regularizacin sistemtica por vosotros,por esa librera que se dispone a alzar nuestro peridico, y que debe proponerse comouno de sus ms netos objetivos [] lo que nadie ha realizado hasta ahora (De Torre1929).283. Ms all de la polmica: algunas proyecciones3.1. Vicente Rossi y el libro espaolEl debate sobre el meridiano ha dejado sus huellas en la extraa obra del nacionalis-ta lingstico Vicente Rossi. En efecto, en el no5 de sus Folletos lenguaraces, publicadoen 1928, el ms radical defensor de la lengua nacional rioplatense de esta dcada articulade manera explcita los dos ejes del presente estudio, pero los reformula en trminosagonsticos: el problema del vasallaje lingstico y la consideracin del libro espaolcomo enemigo nacional. En esta serie de folletos, Vicente Rossi reivindica un secesionismo lingstico radical,fundado en el argumento de la evolucin natural del espaol americano hacia su inexora-blefragmentacin,aimagendelfraccionamientodellatnenlenguasromances:29Hablando mal se han formado todos los lenguajes humanos; es inevitable hablar malpara llegar a hablar bien creando un idioma propio (1928: 9).30La importancia de esteargumento radica en que la evaluacin del mal no es negativa, sino que por el contrario la52 Alejandrina Falcn27Tambin habra de organizar ferias, congresos, revistas especializadas, es decir: consolidar un campoeditorial; vase la relfexin de Cabanellas en Lago Carballo/Gmez Villegas (2007: 91-92).28En 1929, La Gaceta Literaria pasara a ser el rgano de difusin de la poderosa CIAP (Compaa Ibe-roamericana de Publicaciones). Pero, hasta 1930, pese a las exhortaciones del tesonero Guillermo deTorre, la falta de accin colectiva y de modernizacin empresaria conducira al reiterado fracaso de lapoltica de expansin editorial.29Este fantasma reaparece en casi todos los discursos referidos al espaol americano que hemos podidoleer hasta la fecha. Ajuzgar por la crtica de Borges a Rossi, suponemos que, reivindicada o temida, estafragmentacin radical ya no deba de parecer viable a finales de los aos veinte. No obstante, las patti-cas palabras de Amado Alonso, referidas al desaliento de Rufino Cuervo en el final de su vida, sinteti-zan el alcance de esta angustia epocal ante la temida dilapidacin del tesoro comn de la lengua: Elgran americano se pas la vida predicando a sus coterrneos el esfuerzo constante por acomodarse a lalengua de Castilla []. Y sin embargo, al final de su vida, se le escap el melanclico vaticinio de que,a pesar de todos nuestros esfuerzos por mantener la unidad del idioma, en un futuro ms o menos leja-no, cada pas de Amrica hablar una lengua distinta, no entendida por los dems (1933: 141).30se tambin es, no lo olvidemos, el argumento de Olivari. Esta posicin registra, asimismo, una singularcoincidencia con la de Arciniegas, algunos aos despus, en el no72 de Sur: Una slida cultura america-na, es darle todo su valor al hecho americano. [...] Yo tambin creo que de todas esas cosas, de estosmalos libros que escribimos, de este mal castellano que empezamos a conjugar, puede algn da resultaralgo que contribuya autnticamente a engrandecer la cultura de Amrica (1940: 102-105). Rev37-0118/3/1012:10Pgina 52a-normalidad y la anomala constituyen la condicin de posibilidad de lo propiamenteamericano. Muy distinta ser la posicin de los ajentes americanos de la cbila hispano-americana (Rossi 1928: 24): Alonso, Castro y, por qu no, tambin Guillermo de Torre.No obstante, es preciso aclarar un dato: el idioma nacional, para Rossi, no es el lunfardo niel arrabalero. En efecto, el lunfardo no es sin apenas una clave de voces gitano-castella-no acadmicas, de uso del hampa (Rossi 1928: 9-10). Casi idntica definicin opondrBorges a los fillogos espaoles, que inventan jergas nacionales inexistente y luegocreen ver en ellas la peculiaridad de nuestro rioplatense (1998b: 34).Ahora bien, qu huella concreta del debate sobre el meridiano hallamos en estetexto? Para empezar, Vicente Rossi sostiene que la negativa espaola a aceptar la exis-tencia de una lengua nacional, independiente de la general castellana, procede del inten-to de imponer una tutora extranjera; y seala a sus principales promotores: Antifone-ros y monaguillos [que] se despachan en la prensa y en el libro contra nuestro insensatonacionalismo, y desde su madre patria envan la sagrada palabra o irritados meridianostrepados al alminar de La Lengua (Rossi 1928: 11). Los meridianos, como habr dellamarlos en adelante, quieren imponer sus lengeteos y trabazones castizas sin com-prender que el castellano ya no se habla en Amrica (Rossi 1928: 6, 11). El idioma rio-platense no es, desde su perspectiva, una variedad dialectal, sino una lengua autnoma,propiedad de un pueblo libre: El castellano es refractario a la sociolojia nativa, inade-cuado a la eufona nacional, irreconciliable con la tnica y socioloja criollas, sin ecoalguno en el alma del pueblo (Rossi 1928: 8).31Un pueblo nuevo, afirma, tiene derechoa liberarse de sus precursores. Una vez ms, como en la representacin de Schiaffino, losantagonismos polticos del pasado retornan aqu bajo la forma de batallas culturales,radicalizadas en este caso en una exigencia de independencia lingstica plena.Por lo dems, Rossi proporciona un dato histrico valioso respecto de la produccindiscursiva en torno al tema del idioma. En efecto, seala que por esos aos se registrabacierta profusin de publicaciones sobre el tema del castellano en Amrica; y evalaesta intensa propaganda discursiva como una reaccin de los reales castellanos y susajentes americanos contra los pueblos libres que aspiran a tener un idioma nacional sinpermiso.32Sin embargo, aquello que ms preocupa a Rossi es que la reaccin, la cbilahispano-americana, amparada en el lema casticismo y pulcritud, difunde entre losintelectuales locales la creencia de que hablamos mal, cuando en verdad no hablamoscastellano (1928: 9). Pero planteemos, una vez ms, la pregunta que gua este anlisis: cmo vinculaRossi su visin de la lengua con el tema librero? Su respuesta es sin duda alguna la msEl idioma de los libros: antecedentes y proyecciones 5331Ntese la peculiar ortografa: Ello obedece consigna Rossi al pie de todos sus folletos a un plan deentrenamiento para suprimirla paulatinamente. 32Confirmando el testimonio de Vicente Rossi respecto de la proliferacin de discursos sobre la lengua enese perodo, el espaol Jos Mara Salaverra dir en El castellano en Amrica: Por temporadas, yobedeciendo a no se sabe qu necesidades de polmica obligatoria, suele suscitarse en Buenos Aires lacuestin del habla argentina. Cmo debe hablarse el castellano en el pas; si se debe hablar en castella-no o en algn otro lenguaje substitutivo; si no es hora ya de que a la jerga de los arrabales porteos sele atribuya el ttulo de idioma nacional, etc., etc. Sobre este que llamaramos problema filolgico pinto-resco existe una literatura copiosa, y yo mismo, en mis diferentes permanencias en la Argentina, hepodido conocer bastantes textos de esta literatura y asistir como espectador a varios episodios de laclebre polmica (1930: 503).Rev37-0118/3/1012:10Pgina 53original de todas las reseadas hasta aqu. Consecuente con su postulacin de la existen-cia de una lengua nacional autnoma, Vicente Rossi explica la escasa circulacin dellibro espaol en Amrica por la obvia falta de lectores hispanoparlantes (1928: 31).33El libro espaol es, pues, tanto o ms forneo que el libro francs, alemn e italiano:Hemos creido siempre que el libro castellano se colocaba en America por cientos demillares, y no poda ser de otra manera teniendo en cuenta los cientos de millones deseres americanos hispanoparlantes, inventados por el reclame espaol. El lector, remataRossi, se asombrara de la pobreza circulatoria del libro castellano y notara que ello estade perfecto acuerdo con el porcentaje de hispanoparlantes de America y de Hispania,cuya demostracin hemos hecho (1928: 32, subrayados y ortografa del autor). Y, opti-mista, concluye afirmando que estas malas condiciones del libro castellano no van sino aempeorar, pues la produccin nacional avanza y la sintaxis nacional se define contratodos sus enemigos, y uno de ellos es ese libro (1928: 34). 3.2. Borges y la oralidad criollaLa utopa lingstica de Vicente Rossi despierta la simpata de Borges pero recibe unapoyo muy parcial de su parte en su resea de 1928 (vase Borges 1997): criticabledesde cualquier perspectiva cientfica, dice, la afirmacin de un idioma nacional riopla-tense debe leerse como una hiptesis valerosa pero fantstica. Por lo dems, elargumento de que se vale Rossi para afirmar su existencia a saber, el cotejo de nuestrascostumbres lingsticas con los diccionarios oficiales debera utilizarse, a su juicio, nopara probar una disimilitud real con el idioma espaol corriente, sino para poner demanifiesto la incompetencia de los chapuceros de la Academia. Se trata, pues, del yamencionado conflicto de legitimidad, es decir, la necesidad de definir quin es autoridaden materia de lengua legtima: el escritor criollo o los puristas acadmicos.34Sea como fuere, a diferencia de Rossi, los rastros de la polmica del meridiano inte-lectual en textos posteriores del propio Borges no se manifiestan como referencias expl-citas o citas concretas, sino que deben leerse en la migracin de ciertos tpicos, como 1)el de la inflexin oral de la lengua criolla, fundada en una tradicin literaria nacional quese remonta a la generacin romntica, y opuesta a las corrientes literarias populares endesarrollo; 2) el anti-hispanismo y, consecuentemente, 3) el ya mencionado cuestiona-miento a la autoridad legislativa de los fillogos del Instituto. En tal sentido, CelinaManzoni (1996: 123, n. 3) anota que, en el captulo de las proyecciones de esta polmica,debe considerarse en especial El idioma de los argentinos, de Borges, publicado en 1928. En efecto, el anlisis de esta obra permitir retomar y enfatizar algunas de las lneastemticas trabajadas hasta aqu. En primer lugar, Borges recupera en este texto la doble54 Alejandrina Falcn33Rossi analiza aqu una Gua del lector de Madrid de Rufino Blanco de Fombona, de donde extrae lossiguientes datos: Un buen libro castellano no pasa de 1500 ejemplares en Amrica. Cualquier obritanuestra, mala, bien respaldada, coloca varias veces ese nmero de ejemplares en Buenos Aires solamen-te. La mitad, aade, es consumida por la inmigracin espaola; el resto se distribuye desde mejicohasta chile (700 ejemplares) (1928: 32; ortografa del autor). 34Recurdese que la cuestin de la legitimidad ya se haba manifestado en Schiaffino. Rev37-0118/3/1012:10Pgina 54oposicin que defina nuestra lengua nacional segn el martinfierrismo: Dos influenciasantagnicas entre s dice Borges militan contra un habla argentina: la primera es la dela tendencia seudo plebeya y la segunda la de los castizos o espaolados que creen enlo cabal del idioma y en la impiedad o inutilidad de su refaccin (1998a: 13). Bienconocida es la posicin de Borges ante el casticismo y su desprecio, matizado en Elescritor argentino y la tradicin pero an virulento en El idioma de los argentinos, porla tradicin literaria espaola: El comn de la literatura espaola fue siempre fastidioso.[...] Difusa y no de oro es la mediocridad espaola de nuestra lengua (1998a: 22). Ahora bien, tal como sealaba Rossi, el habla argentina se distingue netamente delarrabalero. De hecho, Borges advierte que ni siquiera hay dialecto general de nuestrasclases pobres. El arrabalero no lo es, pues habra demasiados contrastes [en el arrabal]para que su voz no cambie nunca (1998a: 14). Su penuria lxica le impide constituirseen lengua de comunicacin general: Esa indigencia es natural, pues el arrabalero no essino decantacin o divulgacin del lunfardo, [...] tecnologa de la furca y la ganza(1998a: 15), y concluye: Imaginar que esa lengua tcnica puede arrinconar al castellanoes como trasoar que el dialecto de las matemticas o de la cerrajera puede ascender anico idioma (1998a: 15). Por ltimo, evocando los ya mencionados temores de disgre-gacin lingstica, Borges plantea la imposibilidad de desertar la universalidad del idio-ma alegando que el pueblo no necesita aadirse color local (1998a: 17). De tal modo,si el pueblo no habla lunfardo ni arrabalero, entonces no sera tal el peligro de dialecti-zacin de la lengua general, dadora de norma culta literaria y modelo de ejemplaridadidiomtica peligro que los fillogos Castro y Alonso ven encarnado en las clases bajasy medias de origen inmigratorio. Sea como fuere, si el habla nacional no es aquella que creen los fillogos, cmo sedefine entonces? Se define, precisamente, por oposicin a la de los hablantes inseguros,los inmigrantes, los recin venidos, cuya lengua oral exhibe los rastros de ese origenforneo. En efecto, para Borges, esta lengua nacional se funda en una tradicin literarialocal. Se trata de la tradicin de aquellos que escribieron en el tono de los argentinos:Mejor lo hicieron nuestros mayores. El tono de su escritura fue el de su voz; su boca nofue la contradiccin de su mano. [...] Escribieron el dialecto usual de sus das: ni recaeren espaoles ni degenerar en malevos fue su apetencia. Pienso en Esteban Echeverra, enDomingo Faustino Sarmiento, en Vicente Fidel Lpez, en Lucio V. Mansilla, en EduardoWilde (Borges 1998a: 24). Por tanto, porque patria, lengua y tradicin literaria no pue-den pensarse separadamente, el ideal del escritor tampoco puede ser espaolarse o asu-mir como propio un espaol gaseoso, abstrado, internacional, sin posibilidad de patrianinguna (Borges 1998a: 24). Dos cuestiones clave, anteriormente esbozadas, reaparecen en estas citas: 1) Estalengua nacional criolla, pero tambin el arrabalero al que se opone, estn representadosen su vinculacin con el ejercicio de una prctica literaria; el independentismo lingsti-co-populista de Rossi, en cambio, aspiraba a proyectarse en lo real-social y tener con-secuencias extra-literarias evidentes. 2) Hay una referencia clara a la diglosia que instau-raeldesfasajeentreoralidadyescrituraliteraria,inherentealideologemadelahomogeneidad lingstica en la letra impresa, al que adscriba Schiaffino.En sntesis, cul sera, para Borges, la especificidad del habla argentina? Un tono,una tradicin. Lejos ha quedado la utopa popular de Vicente Rossi. Nada sino un levematiz diferencial nos separa ya de la lengua del meridiano: Qu zanja insuperable hayEl idioma de los libros: antecedentes y proyecciones 55Rev37-0118/3/1012:10Pgina 55entre el espaol de los espaoles y el de nuestra conversacin? Yo le respondo que nin-guna, venturosamente para la entendibilidad general de nuestro decir. Un matiz de dife-renciacin s lo hay: matiz lo bastante discreto para no entorpecer la circulacin total delidioma y lo bastante ntido para que en l oigamos la patria (Borges 1998a: 25).Breve sntesis a modo de conclusinEn el presente estudio, procuramos demostrar la existencia de una hegemona socio-discursiva que, en las primeras dos dcadas del siglo veinte en la Argentina, otorgabalegitimidad, legibilidad y aceptabilidad a los ms variados discursos centrales y contra-discursos perifricos fundados en tpicos comunes e ideologemas diversos sobre laidentidad cultural y lingstica en el contexto de las relaciones hispanoamericanas. Asimismo, hemos querido destacar que, ms o menos velada, subyace en todas lastomas de posicin la idea de una continuidad de la lucha poltica por otros medios. Liber-tad, vasallaje, hegemona: la independencia o el sometimiento se disputan simblica-mente en el plano cultural, plano en que la definicin de una lengua legtima y el recla-mo de su legtima tenencia no era un problema menor. Concluimos, pues, que ninguna lectura de la polmica Madrid, Meridiano intelec-tual de Hispanoamrica puede eludir el problema de la lengua nacional y la doble ame-naza identitaria que sobre ella pareca pesar, en el campo argentino; ni pasar por alto elaspecto atinente a los intereses comerciales subyacentes, sublimados o eufemizados, enel campo espaol. En su articulacin, ambas dimensiones constituyen el sustrato ideol-gico del debate y el fundamento de las creencias lingsticas que cada campo procuraimponer. Por lo dems, esta doble perspectiva insoslayable permite leer una serie de dis-cursos posteriores como efectos discursivos de esta polmica, en la que por tanto habrnde buscarse sus condiciones de produccin. BibliografaAlonso, Amado (1933): El porvenir de nuestra lengua. En: Sur, 8, pp. 141-150.Angenot, Marc (1989): Le discours social: Problmatique densemble. En: 1889. Un tat dudiscours social. Qubec: Le Prambule, pp. 13-39.Arciniegas, Germn (1940): En AA. VV., Debates sobre temas sociolgicos: Relaciones intera-mericanas, Sur, 72, pp. 102-105. Borges, Jorge Luis (1997): Vicente Rossi, Idioma nacional rioplatense, Folletos lenguaraces, n6. En: Textos recobrados 1919-1929. Buenos Aires: Emec, pp. 373-374. (1998a): El idioma de los argentinos. En: Borges, Jorge Luis/Clemente, Jos Edmundo: Ellenguaje de Buenos Aires. Buenos Aires: Emec, pp. 11-30. (1998b): Las alarmas del doctor Amrico Castro. En: Borges, Jorge Luis/Clemente, JosEdmundo: El lenguaje de Buenos Aires. 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