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Falsa dialéctica universitaria Cuando al discente lo hacemos docente ¿Por qué la sociedad se siente responsable solamente de la educación de los niños y no de la educación de todos los adultos de todas las edades? Erich Fromm “Uno de los defectos de la educación superior moderna es que hace demasiado énfasis en el aprendizaje de ciertas especialidades, y demasiado poco en un ensanchamiento de la mente y el corazón por medio de un análisis imparcial del mundo” Bertrand Russell Directora Sandra y Coordinador Saúl. ejos de comenzar esta disertación con un discurso panegírico, permítaseme expresar la gratitud que me produce el laborar como docente en esta universidad, y a su vez el que a través de la excelente labor académica y administrativa de su persona, sea escuchado sobre un punto que me parece merecedor de las máximas atenciones. L Dable es que la opinión de otros académicos sobre el tema que a continuación abordo pueda estar en antípoda con la mía, siendo diametralmente opuesta más por la percepción del concepto de aprendizaje que por la efectividad de este. Y es que he de adelantarlos el mencionado tema para que esto no se vuelva una elucubración, resultando que desde hace ya varios meses he considerado que el recurso didáctico de las exposiciones me parece pernicioso, inútil y rayando en ser un adefesio en el proceso de brindar conocimientos dentro de la universidad. Pero permítanme delimitar a qué clase de exposiciones me refiero. No hablo de una labor del docente, quien necesita del discurso frente a los alumnos para transmitir conocimiento, y si sucediese que exista quien ni el discurso usase (porque los hay en muchas instituciones aquellos que solo se dedican a asignar lecturas o recursos multimedia) exhortaría a que entre los hombres se le llamase a tales seres como los últimos de los educadores. Más bien me refiero a la casi fútil tarea de asignar los puntos del temario para que sean los alumnos quienes los expongan, y así cubrir el aparentemente interminable plan de estudios.

Falsa Dialéctica Universitaria2

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Análisis sobre el sistema educativo semi-escolarizado.Un análisis sobre no usar el recurso de las exposiciones dentro de un sistema semi-escolarizado

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Falsa dialéctica universitariaCuando al discente lo hacemos docente

¿Por qué la sociedad se siente responsable solamente de la educación de los niños y no de la educación de todos los adultos de todas las edades?

Erich Fromm

“Uno de los defectos de la educación superior moderna es que hace demasiado énfasis en el aprendizaje de ciertas especialidades, y demasiado poco en un ensanchamiento de la mente y el corazón por medio de un análisis imparcial del mundo”

Bertrand Russell

Directora Sandra y Coordinador Saúl.

ejos de comenzar esta disertación con un discurso panegírico, permítaseme expresar la gratitud que me produce el laborar como docente en esta universidad, y a su vez el que a través de la excelente labor académica y administrativa de su persona, sea escuchado sobre

un punto que me parece merecedor de las máximas atenciones.LDable es que la opinión de otros académicos sobre el tema que a continuación abordo pueda estar en antípoda con la mía, siendo diametralmente opuesta más por la percepción del concepto de aprendizaje que por la efectividad de este.Y es que he de adelantarlos el mencionado tema para que esto no se vuelva una elucubración, resultando que desde hace ya varios meses he considerado que el recurso didáctico de las exposiciones me parece pernicioso, inútil y rayando en ser un adefesio en el proceso de brindar conocimientos dentro de la universidad.Pero permítanme delimitar a qué clase de exposiciones me refiero.No hablo de una labor del docente, quien necesita del discurso frente a los alumnos para transmitir conocimiento, y si sucediese que exista quien ni el discurso usase (porque los hay en muchas instituciones aquellos que solo se dedican a asignar lecturas o recursos multimedia) exhortaría a que entre los hombres se le llamase a tales seres como los últimos de los educadores.Más bien me refiero a la casi fútil tarea de asignar los puntos del temario para que sean los alumnos quienes los expongan, y así cubrir el aparentemente interminable plan de estudios.Las razones que a continuación expongo demuestran teóricamente la fetén sobre los males que acarrea esta práctica, dejando para la prueba empírica una segunda entrega que muy pronto les haré llegar, y que estará respaldada por las opiniones de un conjunto de alumnos a quienes me permitiré pedir su opinión sobre este punto.

I

Qué es la exposición?, sino un ejercicio dialéctico que heredamos desde que la razón nos ha permitido no solo generar conocimiento, sino transmitirlo, discutirlo y refutarlo. Debemos a los griegos tal concepto de exponer y convencer, surgiendo en diversas formas, desde lo

oscuro de Heráclito, pasando por la mayéutica de Sócrates y hasta como método filosófico para el debate.

¿Así que su naturaleza viene plasmada con transmitir conocimiento, y si se tratase de un punto en concreto al que consideramos con la calidad de verdadero, la exposición también involucra la defensa ante la refutación o la invectiva.

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No se trata de dar un discurso solamente, porque creerlo así sería como aplaudir las totalmente avergonzantes palabras del candidato, quien no hace mucho ganó un proceso electoral usando una frase falta de cultura, y demostrándonos que al menos como orador y pensador es un total inane.Exponer es transmitir conocimiento, y convencer si hace falta al incrédulo, al conocedor y hasta al filosofastro que se atreva a poner en duda lo que se transmite. Y no usar una arenga o una invectiva para con ademanes o palabras aberrantes llevarnos al convencimiento. De ninguna forma. Tratándose de ciencias sociales, históricas, penales filosóficas, entre otras, la exposición o dialéctica se torna en un ejercicio necesario, porque muchas hipótesis vienen a necesitar de un argumento coherente y lógico, cuyas proposiciones partan de un conjunto axiomático y no de conceptos vagos.Es claro entonces que el docente realiza este ejercicio cada vez que intenta transmitir la educación universitaria, que es el máximo fin de nuestra casa de estudios.Este recurso también eleva al alumno desde su forma pasiva a su forma activa, poniendo a prueba tanto su capacidad para transmitir conocimiento como para convencernos a quienes los escuchamos. No por nada cuando se elabora una tesis, instrumento y producto que funge como prueba de nuestro profesionalismo, se aborda una defensa que es donde los jueces o sinodales pueden evaluar realmente la facultad académica del estudiante.Así que no podríamos negar que tal recurso debe formar parte del procedo universitario de un alumno. Pero antes de que consideren, Licenciada Sandra y Coordinador Saúl, que me contradigo por decir que es necesaria la exposición cuando en un principio hablé de lo perniciosa que era, permítaseme decir en mi defensa una pequeña cláusula ante tal recurso.La exposición de los alumnos sirve siempre y cuando gocemos de un número considerable de clases o sesiones. Sirve para probar la capacidad del alumno de transmitir conocimientos y de defender sus ideas, pero se vuelve en una pieza de desagradable inutilidad cuando sobre tal recurso descansa el aprendizaje. Y aún más, transforma al docente en un ser lleno de galbana con la famosa falacia de que él “supervisará” o “complementará” lo que el estudiante exponga. ¿Hay necesidad de ello?Cuando un académico reconoce las limitantes temporales no debe ejercer tal recurso, sino intentar transmitir lo más pronto posible y con la máxima calidad lo que el alumno debe saber, y no dejar en las manos de quien en principio es inexperto, el aprendizaje de todo el grupo.Y digo “en principio” cuando hablo sobre el incipiente conocimiento del alumnado, porque es dable que contemos con un alumno aventajado que conozca con una agudeza destacada, aquello que debemos transmitir, pero más adelante volveré a este punto que si bien es posible que se presente, no exime de su labor al docente.La exposición como único recurso roba la autoridad del académico, haciendo que a ojos del pupilo traicione aquella confianza en recibir, y hasta lo conduzca a cuestionar su labor, considerándolo solo una clase de “moderador” o “asesor”, o hasta “organizador” y no profesor o académico.

II

n mi experiencia como educador, la cual se avala con las horas prestadas al programa de regulación académica, puedo esbozar el impase (que en el Español estricto, Licenciada y Coordinador, debería escribir “impasse” por tratarse de una voz francesa) que resulta tener

el tiempo limitado. La trampa y el ímprobo esfuerzo que debe emprender quien educa para ganar a tal limitación es de dimensiones hercúleas.

EPero esbocemos un cálculo ligero, aplicado al programa de ingeniería, para concitarnos contra una posible mediocridad académica.En la institución mencionada donde laboré, para una asignatura como Investigación de Operaciones se requieren 3 clases por semana, de 2 horas cada una. Luego, si consideramos que ningún movimiento político en contra de nuestro estimadísimo presidente puede alterar al estudiantado, contaremos con cerca de 20 semanas de clase (que en caso contrario se reducen debido a huelgas o paros de carácter político). Por lo tanto se tiene un total de:

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20 x3 x 2horas=120 horas por curso.

Aún con tal copiosa cantidad de tiempo, grupos de 20 o 30 pupilos apenas si logran abordar una introducción a los cada vez más especializados métodos relacionados con las operaciones. Y ante la complejidad de esta materia (que por cierto también se imparte en nuestra universidad), donde coinciden conocimientos que van desde el Cálculo, el Álgebra lineal, pasando por la Probabilidad y llegando hasta la Programación, no puede uno evitar que aún en la aplicación de exámenes extraordinarios exista un maremágnum de desconcertados que no entienden los conceptos básicos de dicha asignatura.¿Qué es lo que tenemos?Pues bien, la esencial desventaja es el perfil de la mayoría de nuestros estudiantes. La mayoría de ellos trabajadores para quienes la educación universitaria es motivada por el desiderátum de obtener un posible ascenso o de llenar un requisito laboral. Y la verdad sea dicha, en ocasiones como académicos propagamos el mensaje de “enseñar lo básico”, considerando que dichos estudiantes ya “se encuentran incorporados al área laboral”. Siendo por tanto que la educación lejos de ser el objeto que capacita al individuo para la labor, en realidad viene a ser el complemento del empleo del estudiante.Pero no es esta desventaja la que complica el recurso didáctico de la exposición. En realidad se trata del tiempo.Contando solo con 8 clases, y dos horas por cada sesión tenemos un total de 16 horas por un curso que consume en promedio 120. Y si ahora agregamos el que dos de esas horas corresponden a la evaluación, nos quedamos con 14 a las cuáles también debemos restarles aquellas a las que por un infortunio de carácter laboral no pueda asistir el estudiante. Así, sin que me puedan acusar de usar una hipérbole, puedo asegurar que el estudiante recibe cerca de 12 horas de educación, resultando por lo tanto que tenemos poco menos del 12% del tiempo disponible que es necesario para abordar con totalidad dicha asignatura.Esta limitante es el mayor detrimento del intento de aprendizaje que afecta a nuestra universidad. Y por desgracia es inherente a nuestro modelo educativo y a nuestros planes de estudio.Pero por ahora no cuestionaré nuestro sistema ni nuestro modelo de enseñanza, hecho que me encuentro aun investigando y documentando para luego hablar concretamente de él. Porque a pesar de que con este solo argumento puedo concluir que un sistema educativo así es limitado y puede ser ineficiente en el proceso de aprendizaje, no basta con hablar del problema sino que también debo proponer soluciones, las cuales ahora mismo no son más que meros intentos de imitar a Ícaro al volar muy cerca del Sol.Pero permítame plantearles entonces, Directora Sandra y Coordinador Saúl, ¿qué pasa si esas 7 clases las usamos los académicos para transformar al discente (es decir estudiante) en docente? Porque al hablar con franqueza, cuando pedimos al alumno que prepare un tema sin el objetivo de evaluar las características que mencioné en la parte anterior, lo que en realidad hacemos es transformar a un estudiante en un profesor, de ahí la transmutación de discente a docente. Y es esto lo más cuestionable de quienes defienden con vehemencia el uso de este recurso (es decir de las exposiciones), ya que agradeciendo a la providencia que me libra de los malos pensamientos, uno podría “mal pensar” que el docente usa las exposiciones para evitar el esfuerzo de preparar una clase o en el peor de los casos (y que tenga misericordia en salvarnos la providencia nuevamente), libra al docente de quedar exhibido en el hecho de que quizá no cuente con los conocimientos necesarios para impartir tal asignatura.Pero volvamos nuevamente a nuestra cuestión, evitando ser presas de la insidia o de vagas invectivas. La desventaja temporal se acentúa entonces con el perfil de nuestros estudiantes, quienes en principio dependen más del académico, pues a diferencia de discentes que no laboran, los nuestros tienen obligaciones específicas y roles que los alejan del clásico estudiante veinteañero que solo se

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preocupa por cursar su carrera. Ese no es nuestro caso. Aquí necesitamos ser concretos y dar las bases necesarias (entendiéndose estas como los conocimientos que el académico debe verter en sus pupilos), que por mi experiencia en sistemas escolarizados puedo decir que consumen hasta un 50 o 60% del tiempo de una asignatura… es decir ¡al menos 60 horas!Así que nuestros estudiantes necesitan más conocimiento del parte del docente y menos realizar exposiciones.Dado que los pupilos nuestros tienen tiempo limitado es aconsejable que en la medida de lo posible se les transmita conocimiento de manera directa, y que si deseamos inculcar en ellos el autoaprendizaje (que es la apologética preferida de quienes defienden las exposiciones, y que por desgracia me resulta sínica), entonces dejemos tareas de investigación o de complementación, pero que no descanse en el estudiante la carga de preparar una clase.Si contásemos con 120 horas, sería un manirroto si negase el usar al menos 14 horas en exposiciones, pero seamos coherentes al reconocer que con menos de la décima parte de clases si dejamos que quienes las impartan sean los mismos discentes, entonces lejos de ser una universidad con licenciatura en ingeniería, deberíamos llamarle licenciatura en discursos o pedagogía (que por supuesto que no subestima esta última profesión, sino más bien que es un isomorfismo entre sus funciones, pues se trata de preparar académicos que impartan clases).

III

s posible que en una apologética del todo válida, algún colega académico me pueda expresar que cuenta con estudiantes que laboran en lugares donde han adquirido técnicas y prácticas que los hacen expertos en el área. Con puntuales excepciones (casi únicas y con una

probabilidad de encontrarse tan baja que las puedo considerar inexistentes), dichos estudiantes son expertos… a nivel técnico.

E