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Federico García Lorca Obras Completas de Federico García Lorca Volver a la página principal Prosa Impresiones Granada. Paraíso cerrado para muchos Semana Santa en Granada Narraciones Historia de este gallo Degollación del Bautista Degollación de los Inocentes Suicidio en Alejandría Santa Lucia y San Lázaro Nadadora sumergida. Pequeño homenaje a un cronista de salones Amantes asesinados por una perdiz La gallina Conferencias Charla sobre teatro Teoria y juego del duende Las nanas infantiles La imagen poética de Luís de Góngora Homenajes En homenaje a Luis Cernuda De mar a mar Poesía Libro de Poemas (1921) http://tinet.fut.es/~picl/libros/glorca/gl000000.htm (1 of 2) [21/01/2002 2:05:58]

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  • Federico Garca Lorca

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    Prosa

    Impresiones

    Granada. Paraso cerrado para muchosSemana Santa en Granada

    Narraciones

    Historia de este galloDegollacin del BautistaDegollacin de los InocentesSuicidio en AlejandraSanta Lucia y San LzaroNadadora sumergida. Pequeo homenaje a un cronista de salonesAmantes asesinados por una perdizLa gallina

    Conferencias

    Charla sobre teatroTeoria y juego del duendeLas nanas infantilesLa imagen potica de Lus de Gngora

    Homenajes

    En homenaje a Luis CernudaDe mar a mar

    Poesa

    Libro de Poemas (1921)

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  • Federico Garca Lorca

    Poema del cante jondo (1921)Primeras canciones (1922)Canciones (1921 - 1924)Romancero gitano (1924 - 1927)Poeta en Nueva York (1929 - 1930)Llanto por Ignacio Snchez Mejas (1935)Seis poemas gallegosDivn del Tamarit (1936)Poemas sueltosCantares populares

    Teatro

    El maleficio de la mariposa (1919)Los tteres de Cachiporra. Tragicomedia de Don Cristobal y la se Rosita.Mariana Pineda (1925)Teatro breve (1928):La zapatera prodigiosa (1930)Amor de don Perlimpln con Belisa en su jardn (1931)Retablillo de don Cristobal. Farsa para guiol (1931)As que pasen cinco aos (1931)El pblico (1933)Bodas de sangre (1933)Yerma (1934)Doa Rosita la soltera o El lenguaje de las flores (1935)La casa de Bernarda Alba (1936)Viaje a la luna

    Otras pginas

    Impresiones y paisajes. (1918)VariaImpresiones:Narraciones:Conferencias:

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  • Federico Garc Lorca: Impresiones. Granada, paraiso cerrado para muchos.

    Federico Garca Lorca

    Impresiones

    Granada

    Paraiso cerrado para muchos

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    Granada ama lo diminuto. Y en general toda Andaluca. El lenguaje del pueblo pone los verbos en diminutivo. Nada tan incitante para la confidencia y el amor. Pero los diminutivos de Sevilla y los diminutivos de Mlaga son ciudades en las encrucijadas del agua, ciudades con sed de aventura que se escapan al mar. Granada, quieta y fina, ceida por sus sierras y definitivamente anclada, busca a s misma sus horizontes, se recrea en sus pequeas joyas y ofrece en su lenguaje diminutivo soso, su diminutivo sin ritmo y casi sin gracia, si se compara con el baile fontico de Mlaga y Sevilla, pero cordial, domstico, entraable. Diminutivo asustado como un pjaro, que abre secretas cmaras de sentimiento y revela el ms definido matiz de la ciudad.

    El diminutivo no tiene ms misin que la de limitar, ceir, traer a la habitacin y poner en nuestra mano los objetos o ideas de gran perspectiva.

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  • Federico Garc Lorca: Impresiones. Granada, paraiso cerrado para muchos.

    Se limita el tiempo, el espacio, el mar, la luna, las distancias, y hasta lo prodigioso: la accin.

    No queremos que el mundo sea tan grande ni el mar tan hondo. Hay necesidad de limitar, de domesticar los trminos inmensos.

    Granada no puede salir de su casa. No es como las otras ciudades que estn a la orilla del mar o de los grandes ros, que viajan y vuelven enriquecidas con lo que han visto. Granada, solitaria y pura, se achica, cie su alma extraordinaria y no tiene ms salida que su alto puesto natural de estrellas. Por eso, porque no tiene sed de aventuras, se dobla sobre s misma y usa del diminutivo para recoger su imaginacin, como recoge su cuerpo para evitar el vuelo excesivo y armonizar sobriamente sus arquitecturas interiores con las vivas arquitecturas de la ciudad.

    Por eso la esttica genuinamente granadina es la esttica del diminutivo, la esttica de las cosas diminutas.

    Las creaciones justas de Granada son el camarn y el mirador de bellas y reducidas proporciones. As como el jardn pequeo y la estatua chica.

    Lo que se llaman escuelas granadinas son

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  • Federico Garc Lorca: Impresiones. Granada, paraiso cerrado para muchos.

    ncleos de artistas que trabajan con primor obras de pequeo tamao. No quiere esto decir que limiten su actividad a esta clase de trabajo; pero, desde luego, es lo ms caracterstico de sus personalidades.

    Se puede afirmar que las escuelas de Granada y sus ms genuinas representantes son preciosistas. La tradicin del arabesco de la Alhambra, complicado y de pequeo mbito, pesa en todos los grandes artistas de aquella tierra. El pequeo palacio de la Alhambra, palacio que la fantasa andaluza vio mirando con los gemelos al revs, ha sido siempre el eje esttico de la ciudad. Parece que Granada no se ha enterado de que en ella se levantan el palacio de Carlos V y la dibujada catedral. No hay tradicin cesrea ni tradicin de haz de columnas. Granada todava se asusta de su gran torre fra y se mete en sus antiguos camarines, con una maceta de arrayn y un chorro de agua helada, para labrar en dura madera pequeas torres de marfil.

    La tradicin renacentista, con tener en la urbe bellas muestras de su actividad, se despega, se escapa o, burlndose de las proporciones que impone la poca, construye la inverosmil torrecilla de Santa Ana: torre diminuta, ms para palomas que para campanas, hecha con todo el garbo y la gracia antigua de Granada.

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    En los aos en que renace el arco del triunfo, labra Alonso Cano sus virgencitas, preciosos ejemplares de virtud y de intimidad. Cuando el castellano es apto para describir los elementos de la Naturaleza y flexible hasta el punto de estar dispuesto para las ms agudas construcciones msticas, tiene Fray Luis de Granada delectaciones descriptivas de cosas y objetos pequesimos.

    Es Fray Luis quien, en la Introduccin al smbolo de la fe, habla de cmo resplandece ms la sabidura y providencia de Dios en las cosas pequeas que en las grandes. Humilde y preciosista, hombre de rincn y maestro de miradas, como todos los buenos granadinos.

    En la poca en que Gngora lanza su proclama de poesa pura y abstracta, recogida con avidez por los espritus ms lricos de su tiempo, no poda Granada permanecer inactiva en la lucha que defina una vez ms el mapa literario de Espaa. Soto de Rojas abraza la estrecha y difcil regla gongorina; pero, mientras el sutil cordobs juega con mares, selvas y elementos de la Naturaleza, Soto de Rojas se encierra en su Jardn para descubrir surtidores, dalias, jilgueros y aires suaves. Aires moriscos, medio italianos, que mueven todava sus ramas, frutos y boscajes de su poema.

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  • Federico Garc Lorca: Impresiones. Granada, paraiso cerrado para muchos.

    En suma: su caracterstica es el preciosismo granadino. Ordena su naturaleza con un instinto de interior domstico. Huye de los grandes elementos de la Naturaleza, y prefiere las guirnaldas y los cestos de frutas que hace con sus propias manos. As pas siempre en Granada. Por debajo de la impresin renacentista, la sangre indgena daba sus frutos virginales.

    La esttica de las cosas pequeas ha sido nuestro fruto ms castizo, la nota distinta y el ms delicado juego de nuestros artistas. Y no es obra de paciencia, sino obra de tiempo; no obra de trabajo, sino obra de pura virtud y amor. Esto no poda suceder en otra ciudad. Pero s en Granada.

    Granada es una ciudad de ocio, una ciudad para la contemplacin y la fantasa, una ciudad donde el enamorado escribe mejor que en ninguna otra parte el nombre de su amor en el suelo. Las horas son all ms largas y sabrosas que en ninguna otra ciudad de Espaa. Tiene crepsculos complicados de luces constantemente inditas que parece no terminarn nunca.

    Sostenemos con los amigos largas conversaciones en medio de sus calles.

    Vive con la fantasa. Est llena de iniciativas, pero falta de accin.

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    Slo en la ciudad de ocios y tranquilidades puede haber exquisitos catadores de aguas, de temperaturas y de crepsculos, como los hay en Granada.

    El granadino est rodeado de la naturaleza ms esplndida, pero no va a ella. Los paisajes son extraordinarios; pero el granadino prefiere mirarlos desde su ventana. Le asustan los elementos y desprecia el vulgo voceador, que no es de ninguna parte. Como es hombre de fantasa, no es, naturalmente, hombre de valor. Prefiere el aire suave y fro de su nieve al viento terrible y spero que se oye en Ronda, por ejemplo, y est dispuesto a poner su alma en diminutivo y traer al mundo dentro de su cuarto. Sabiamente se da cuenta de que as puede comprender mejor. Renuncia a la aventura, a los viajes, a las curiosidades exteriores; las ms veces renuncia al lujo, a los vestidos, a la urbe.

    Desprecia todo esto y engalana su jardn. Se retira consigo mismo. Es hombre de pocos amigos. (No es proverbial en Andaluca la reserva de Granada?)

    De esta manera mira y se fija amorosamente en los objetos que lo rodean. Adems, no tiene prisa. Quiz por esta mecnica los artistas de Granada se hayan deleitado en labrar cosas pequeas o describir mundos de pequeo mbito. Se me puede decir que

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    stas son las condiciones ms aptas para producir una filosofa. Pero una filosofa necesita una constancia y un equilibrio matemtico, bastante difcil en Granada. Granada es apta para el sueo y el ensueo. Por todas partes limita con lo inefable. Y hay mucha diferencia entre soar y pensar, aunque las actitudes sean gemelas. Granada ser siempre ms plstica que filosfica. Ms lrica que dramtica. La sustancia entraable de su personalidad se esconde en los interiores de sus casas y de su paisaje. Su voz es una voz que baja de un miradorcillo o sube de una ventana oscura. Voz impersonal, aguda, llena de una inefable melancola aristocrtica. Pero quin la canta? De dnde ha salido esa voz delgada, noche y da al mismo tiempo?

    Para orla hay necesidad de entrar en los pequeos camarines, rincones y esquinas de la ciudad. Hay que vivir su interior sin gente y su soledad ceida. Y lo ms admirable: hay que hurgar y explorar nuestra propia intimidad y secreto, es decir, hay que adoptar una actitud definidamente lrica.

    Hay necesidad de empobrecerse un poquito, de olvidar nuestro nombre, de renunciar a eso que han llamado las gentes personalidad.

    Todo lo contrario que Sevilla. Sevilla es el

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  • Federico Garc Lorca: Impresiones. Granada, paraiso cerrado para muchos.

    hombre y su complejo sensual y sentimental. Es la intriga poltica y el arco de triunfo. Don Pedro y Don Juan. Est llena de elemento humano, y su voz arranca lgrimas, porque todos la entienden. Granada es como la narracin de lo que ya pas en Sevilla.

    Hay un vaco de cosa definitivamente acabada.

    Comprendiendo el alma ntima y recatada de la ciudad, alma de interior y jardn pequeo, se explica tambin la esttica de muchos de nuestros artistas ms representativos y sus caractersticos procedimientos.

    Todo tiene por fuerza un dulce aire domstico; pero, verdaderamente, quin penetra esta intimidad? Por eso, cuando en el siglo XVII un poeta granadino, don Pedro Soto de Rojas, de vuelta de Madrid, lleno de pesadumbre y desengaos, escribe en la portada de un libro suyo estas palabras: "Paraso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos, hace, a mi modo de ver, la ms exacta definicin de Granada: Paraso cerrado para muchos.

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  • Federico Garc Lorca: Impresiones. Semana Santa en Granada.

    Federico Garca Lorca

    Impresiones

    Semana Santa en Granada

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    El viajero sin problemas, lleno de sonrisas y gritos de locomotoras, va a las fallas de Valencia. El bquico, a la Semana Santa de Sevilla. El quemado por un ansia de desnudos, a Mlaga. El melanclico y el contemplativo, a Granada, a estar solo en el aire de albahaca, musgo en sombra y trino de ruiseor que manan las viejas colinas junto a la hoguera de azafranes, grises profundos y rosa de papel secante que son los muros de la Alhambra. A estar solo. En la contemplacin de un ambiente lleno de voces difciles, en un aire que a fuerza de belleza es casi pensamiento, en un punto neurlgico de Espaa donde la poesa de meseta de San Juan de la Cruz se llena de cedros, de cinamomos, de fuentes, y se hace posible en la mstica espaola ese aire oriental, ese ciervo vulnerado que asoma, herido de amor, por el otero.

    A estar solo, con la soledad que se desea tener en Florencia; a comprender cmo el juego de agua no es all juego como en Versalles, sino pasin de agua, agona de

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  • Federico Garc Lorca: Impresiones. Semana Santa en Granada.

    agua.

    O para estar amorosamente acompaado y ver cmo la primavera vibra por dentro de los rboles, por la piel de las delicadas columnas de mrmoles, y cmo suben por las caadas arrojando a la nieve, que huye asustada, las bolas amarillas de los limones.

    El que quiera sentir junto al aliento exterior del toro ese dulce tictac de la sangre en los labios, vaya al tumulto barroco de la universal Sevilla; el que quiera estar en una tertulia de fantasmas y hallar quiz un vieja sortija maravillosa por los pasellos de su corazn, vaya a la interior, a la oculta Granada. Desde luego, se encontrar el viajero con la agradable sorpresa de que en Granada no hay Semana Santa. La Semana Santa no va con el carcter cristiano y antiespectacular del granadino. Cuando yo era nio, sala algunas veces el Santo Entierro; algunas veces, porque los ricos granadinos no siempre queran dar su dinero para este desfile.

    Estos ltimos aos, con un afn exclusivamente comercial. hicieron procesiones que no iban con la seriedad, la poesa de la vieja Semana de mi niez. Entonces era una Semana Santa de encaje, de canarios volando entre los cirios de los monumentos, de aire tibio y melanclico como si todo el da hubiera estado

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  • Federico Garc Lorca: Impresiones. Semana Santa en Granada.

    durmiendo sobre las gargantas opulenlas de las solteronas granadinas, que pasean el Jueves Santo con el ansia del militar, del juez, del catedrtico forastero que las lleve a otros sitios. Entonces toda la ciudad era como un lento tiovivo que entraba y sala de las iglesias sorprendentes de belleza, con una fantasa gemela de las grutas de la muerte y las apoteosis del teatro. Haba altares sembrados de trigo, altares con cascadas, otros con pobreza y ternura de tiro al blanco: uno, todo de caas, como un celestial gallinero de fuegos artificiales, y otro, inmenso, con la cruel prpura, el armio y la suntuosidad de la poesa de Caldern.

    En una casa de la calle de la Colcha, que es la calle donde venden los atades y las coronas de la gente pobre, se reunan los "soldaos" romanos para ensayar. Los "soldaos" no eran cofrada, como los jacarandosos "armaos" de la maravillosa Macarena. Eran gente alquilada: mozos de cuerda, betuneros, enfermos recin salidos del hospital que van a ganarse un duro. Llevaban unas barbas rojas de Schopenhauer, de gatos inflamados, de catedrticos feroces. El capitn era el tcnico de marcialidad y les enseaba a marcar el ritmo, que era as: "porn..., chas!", y daban un golpe en el suelo con las lanzas, de un efecto cmico delicioso. Como muestra del ingenio popular granadino, les

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    dir que un ao no daban los "soldaos" romanos pie con bola en el ensayo, y estuvieron ms de quince das golpeando furiosamente con las lanzas sin ponerse de acuerdo. Entonces el capitn, desesperado, grit: "Basta, basta; no golpeen ms, que, si siguen as, vamos a tener que llevar las lanzas en palmatorias, dicho granadinsimo que han comentado ya varias generaciones.

    Yo pedira a mis paisanos que restauraran aquella Semana Santa vieja, y escondieran por buen gusto ese horripilante paso de la Santa Cena y no profanaran la Alhambra, que no es ni ser jams cristiana, con tatachn de procesiones, donde lo que creen buen gusto es cursilera, y que slo sirven para que la muchedumbre quiebre laureles, pise violetas y se orinen a cientos sobre los ilustres muros de la poesa.

    Granada debe conservar para ella y para el viajero su Semana Santa interior; tan interior y tan silenciosa, que yo recuerdo que el aire de la vega entraba, asombrado, por la calle de la Gracia y llegaba sin encontrar ruido ni canto hasta la fuente de la plaza Nueva.

    Porque as ser perfecta su primavera de nieve y podr el viajero inteligente, con la comunicacin que da la fiesta, entablar conversacin con sus tipos clsicos. Con el hombre ocano de Ganivet, cuyos ojos estn en los secretos lirios del Darro; con el

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  • Federico Garc Lorca: Impresiones. Semana Santa en Granada.

    espectador de crepsculos que sube con ansias a la azotea; con el enamorado de la sierra como forma sin que jams se acerque a ella; con la hermossima morena ansiosa de amor que se sienta con su madre en los jardinillos; con todo un pueblo admirable de contemplativos, que, rodeados de una belleza natural nica, no esperan nada y slo saben sonrer.

    El viajero poco avisado encontrar con la variacin increble de formas, de paisaje, de luz y de olor la sensacin de que Granada es capital de un reino con arte y literatura propios, y hallar una curiosa mezcla de la Granada juda y la Granada morisca, aparentemente fundidas por el cristianismo, pero vivas e insobornables en su misma ignorancia.

    La prodigiosa mole de la catedral, el gran sello imperial y romano de Carlos V, no evita la tiendecilla del judo que reza ante una imagen hecha con la plata del candelabro de los siete brazos, como los sepulcros de los Reyes Catlicos no han evitado que la media luna salga a veces en el pecho de los ms finos hijos de Granada. La lucha sigue oscura y sin expresin... ; sin expresin, no, que en la colina roja de la ciudad hay dos palacios, muertos los dos: la Alhambra y el palacio de Carlos V, que sostienen el duelo a muerte que late en la conciencia del granadino actual.

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    Todo eso debe mirar el viajero que visite Granada, que se viste en este momento el largo traje de la primavera. Para las grandes caravanas de turistas alborotadores y amigos de cabarets y grandes hoteles, esos grupos frvolos que las gentes del Albaicn llaman "los tos turistas", para sos no est abierta el alma de la ciudad.

    ...oooOOO OOOooo...

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Historia de este gallo.

    Federico Garca Lorca

    Narraciones

    Historia de este gallo.

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    EL ao 1830 lleg a Granada, procedente de Inglaterra, donde haba permanecido una larga temporada perfeccionando sus estudios, el granadino don Alhambro.

    En Londres haba sorprendido de lejos la belleza de su ciudad natal y llegaba deseoso de observarla hasta en sus ms ntimos detalles. Se instal en un pequeo cuarto lleno de relojes de bolsillo y daba largos paseos, de los cuales volva con el traje florecido de ese verde musgo melanclico que la Alhambra pone en los aires y en los tejados. Su granadinismo era tan agudo, que masticaba constantemente hojas de arrayn y vea de noche el gran fulgor histrico que Granada enva a todas las dems ciudades de la tierra. Se hizo, adems, un excelente catador de agua. El mejor y ms documentado catador de agua en este Jerez de las mil aguas.

    Hablaba del agua que sabe a violetas, del agua que sabe a reina mora, de la que tiene gusto de mrmol y del agua barroca de las

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Historia de este gallo.

    colinas, que deja un recuerdo a clavos de metal y aguardiente.

    Amaba con ternura deshecha de coleccionista todos los permanentes filtros mgicos de Granada, pero odiaba lo tpico, lo pintoresco y todo lo que trascenda a marcha castiza o costumbrismo.

    Poco a poco la gente se familiariz con su figura... Los enemigos decan que estaba loco y que era aficionado a los gatos y a los mapas. Sus amigos, para defenderlo en esta rara sede de los avaros, afirmaban que don Alhambro tena guardadas cuarenta onzas de oro dentro de un calcetn de seda.

    Era hombre de corazn panormico y prudencia econmica.

    Por su levita azul bogaba una etiqueta de cartulina que llevaba su nombre escrito en ingls.

    Granada era en aquella poca una gran ciudad legendaria. Ese poema realizado que odia secretamente todo poeta verdadero. Frescas guirnaldas de rosas y moreras cean sus muros. La catedral volva su grupa redonda y avanzaba como un centauro entre los tejados llenos de sueos y verdes vidrios. A la medianoche, sobre las barandillas y los aleros, candiles y gatos en vilo protestaban de la perfeccin de los estanques.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Historia de este gallo.

    En la Tienda de los Limones todos los dependientes se pintaban exquisitamente el rostro de amarillo para atender a la clientela. Pasaban cosas realmente extraordinarias: dos nios de mrmol fueron rotos a martillazos por el alcalde mayor, porque pedan limosna con las manecitas llenas de roco.

    Era entonces Granada, como era siempre, la ciudad menos pictrica del mundo.

    Don Alhambro la vea dormir desde la Silla del Moro y se daba cuenta de que la ciudad necesitaba salir del letargo en que estaba sumergida. Se daba cuenta de que un grito nuevo deba sonar sobre los corazones y las calles.

    Una noche de junio, preocupado con esa idea, se durmi en el fondo rizado de un interminable film de brisa que la ventana proyectaba sobre su cabeza. Su sueo estaba lleno de yemas de coco y botellas de un raro whisky marca Machaquito, de arcos de herradura y de grandes pginas escritas en ingls, en las cuales brillaba con fulgor de oro la palabra Spain.

    Qu hacer, Dios mo, para sacudir a Granada del sopor mgico en que vive? Granada debe tener movimiento, debe ser como una campanilla en manos del

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Historia de este gallo.

    charlatn; es necesario que vibre y se reconstruya, pero cmo?, de qu manera?

    En este momento los cuarenta Carlos Terceros de las onzas, en cuarenta planos diferentes, rodearon a don Alhambro con el ritmo y la locura de los espejos rotos. "Bee, bee, funda un peridico, balaban aristocrticamente los borregos magnficos del perfil de Carlos. Funda un peridico, bee, bee".

    Nuestro amigo se despert sbitamente lleno de fro y de alegra. Le quedaba entre los dientes el retintn de oro y lanas episcopales del sueo, que se iba alejando por sus ojos, lleno de serpentina y caballeros de Francia; del sueo que hua con su morral de anmonas por los cristales de las claraboyas.

    Un gallo cant y otro cant y otro y otro.

    Los cantos enardecidos y rizados hasta la punta ponan banderillas de lujo en el manso corazn de don Alhambro.

    Y se decidi a fundar una revista. Primero tuvo la momentnea aparicin de San Gabriel, arcngel de la propaganda, rodeado de gallos encantadores. Un segundo ms tarde surgi ante sus ojos un gallo nico que repeta de muchas maneras el nombre de Granada.

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    "Ya est. El lema ser un gallo."

    Con este pensamiento, se puso a buscar un gallo vivo para que sirviera de modelo al artista que haba de interpretarlo; porque don Alhambro fue siempre de un perfecto naturalismo.

    Y qu gran casualidad!

    En aquellos das una cruenta epidemia diezmaba los gallos de la ciudad de Granada. Moran a centenares. Se les pona la cresta color aceituna y el plumaje se les transformaba en una masa casi invisible que les daba un tint de aves del desierto, de criaturas de ceniza. Daba pena las madrugadas asomarse a las torres. Se vean apagarse lentamente los "quiquiriqus", con la misma liturgia que las velas en el tenebrario durante las tinieblas del Jueves de Pasin. Desde la torre de la Vela se poda ver perfectamente el mapa de agudos y rumores de alas de las agonas de los gallos. Nunca se ha conocido epidemia tan inquietante. Don Alhambro recorra las casas lleno de angustia. Slo encontraba plumas descoloridas y puertas abiertas. En algunos sitios le decan tristemente: "Ya nos lo hemos comido", y vea flotar en los ojos del que hablaba una cresta diminuta perteneciente ya, por su delicadeza, a la escala de las orqudeas.

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    Pero a pesar de todo, aunque hubiese habido gallos a millares, la busca y esfuerzo de don Alhambro hubieran sido estriles. Recin llegado a la ciudad el millonario Monsieur Meermans, compraba a excelente precio todos los gallos existentes, porque tena el sibaritisno de comer grandes platos de crestas crudas con un tenedor cuajado de esmeraldas y sentado en una silla de oro macizo.

    Ya no le quedaba a nuestro hroe otro recurso que robar un gallo del jardn de este insigne coleccionista.

    Y as lo hizo.

    Una noche, cuando el reloj daba con generosidad todas las campanadas que tiene, salt la verja del parque y se intern por las avenidas.

    Los jardines de los Mrtires estaban llenos de gallos. Era un paraso terrenal de Brueghel, donde resaltaba la nica gloria de estas aves cantarinas.

    Por los cedros, cipreses y rosales asomaban alas de bronce, alas negras, alas empavonadas, vivos puos de bastn o cabezas de pipa. Don Alhambro cogi arrebatadamente un gallo sultn que dorma en una rama y parti lleno de alegra con su tesoro.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Historia de este gallo.

    Al abandonar el jardn, el animal lanz su quiquiriqu de medianoche. Hmedo quiriquiqu de hongos y violetas, ahogado en la manga del erudito ladrn.

    En aquella poca venturosa Granada estaba dividida por dos grandes escuelas de bordado. De una parte, las monjas del Beaterio de Santo Domingo. De otra, la eminente Paquita Raya. Las monjas de Santo Domingo conservaban en una caja de terciopelo las dos agujas matrices de su escuela barroca, las dos agujas con que hicieron maravillas virginales las artistas sor Sacramento del Oro y sor Visitacin de la Plata. Era aquella caja como el fuego vestal que inflamaba el corazn almidonado de las novicias. Elixir permanente de hilo y consulta.

    Paquita Raya, en cambio, tena un arte ms popular, ms vibrante, un arte republicano, lleno de sandas abiertas y de manzanas endurecidas sobre el tejido. Arte de exactas realidades y emocin espaola. Todas las personas morenas eran partidarias de Paquita. Todas las rubias, castaas y un pequeo ncleo de albinas, partidarias de las monjas. Aunque hay que confesar que las dos escuelas eran maravillosas, porque si las religiosas del Beaterio triunfaban empleando una tonelada de oro en el manto para la Soledad de Osuna, Paquita triunfaba en Bruselas con un bordado representando

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Historia de este gallo.

    el Patio de los Leones, en el cual haba ms de cinco millones y medio de puntadas.

    No dud mucho don Alhambro qu tendencia deba adoptar para realizar su proyecto. Con el sordo hervor de la prisa, se dirigi a la casa de la bordadora y puso su mano esculida sobre la mano cortada del postigo.

    Quin es?

    Haca un fro limpio de nubes. La cuesta de Gomeles bajaba llena de heladas agujas de fongrafo. Era la una de la madrugada. El duelo de los surtidores golpeaba en las praderas del silencio. Chorros cristalinos caan de los tejados y mojaban los cristales de los balcones. Al dolor fisiolgico del agua quebrantada por el hilo se una su tenaz insomnio. Insomnio lleno de pequeos tambores incesantes que ponen loca la noche de la ciudad.

    Quin es?

    Abrieron la puerta y don Alhambro subi al primer piso. Toda la casa cruja y lloraba el desconocido martirio de la tela acribillada por las agujas.

    Paquita Raya sali a recibirlo. Vesta un traje de seda verde con manga de jamn, apretada cintura, enaguas blancas rizadas con tenacillas y un cors de ballenas de

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Historia de este gallo.

    plata que gan en un concurso de la ciudad de Reus. A sus pies haba un montn de madejas y punzones de hueso, en doble smbolo de tcnica y gloria.

    Ni don Alhambro ni Paquita cambiaron una sola palabra, pero Paquita comprendi perfectamente el asunto y, llena de sugestivo delirio, empez a bordar con sus agujas favoritas un admirable gallo con realce. Don Alhambro se sent melanclicamente. El gallo vivo, que tena fuertemente sujeto por las patas, daba grandes aletazos en el silencio, porque senta cmo Paquita le iba quitando el espritu, cruelmente, a punta de aguja.

    Pas un mes, y un ao, y diez aos. Pasaba el tmpano de la Navidad y el arco de cartn del Corpus Christi. No pudo el melanclico don Alhambro fundar su peridico. Fue una lstima. Pero en Granada el da no tiene ms que una hora inmensa, y esa hora se emplea en beber agua, girar sobre el eje del bastn y mirar el paisaje. No tuvo materialmente tiempo.

    La reaccin y suma de esfuerzos no se realiza en esta tierra extraordinaria. Dos y dos no son nunca cuatro en Granada. Son dos y dos siempre, sin que logren fundirse jams.

    Los ltimos das de su vida ya no sala a la

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Historia de este gallo.

    calle. Se pasaba las horas muertas ante un plano de la ciudad, soando verla surgir con acento propio en el mapamundi. Su gallo estaba enfrente de la mesa del despacho, un poco desesperado y con vocacin decidida de gallo de veleta.

    Y as, en una constante aspiracin de disentir de sus paisanos, pero sin expresarlo en letras de molde, lleg al filo del aljibe donde haba de probar su ltima agua sin explicacin ni onda.

    Pero qu largo fue su martirio! Un martirio de largo metraje. Granada se rompa en mil pedazos ante sus ojos un poco anisados por la edad.

    Ya en tiempos del alcalde don Adolfo Contreras y Ponce de Len haba visto quemar en la plaza Nueva a la ltima ninfa capturada en los bosques de la Colina Roja. Cantaba como una codorniz y tena los cabellos de cuerdas de guitarra. Durante varios das estuvo el suelo cubierto de violetas, donde se hundan los pies como en los confetis despus de haberse acabado el Carnaval.

    La misma maana que se aprob el proyecto de abrir la Gran Va, que tanto ha contribuido a deformar el carcter de los actuales granadinos, muri don Alhambro.

    Cuatro cirios. Four candles.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Historia de este gallo.

    Nadie en su entierro. S. Las golondrinas. The Swallows. Una pena.

    Despus del entierro, el gallo se fue por la ventana y se lanz al peligro de la calle y a la mala vida. Lleg a pedir limosnita a los ingleses en la Puerta del Vino y se hizo amigo de dos enanos que tocaban la flauta y vendan toros de dulce. Un verdadero golfo. Luego desapareci.

    Cuando mis amigos decidieron fundar esta revista no saban darle nombre. Yo conoca la historia del gallo de don Alhambro, pero no me atreva a resucitarla, y he aqu que hace varios das subieron a mi casa todos los redactores contentsimos. Traan un gallo admirable. Era de plumas azul Rolls Royce y gris colonial, con todo el cuello de un delicioso azul Falla que se le acentuaba en el espoln.

    De dnde es este gallo?

    Soy el gallo de don Alhambro!

    Pues que se vaya! gritaron todos.

    Me he renovado para venir en busca vuestra y poder subir al ttulo que tanto anso y para el que fui creado.

    A m, el ttulo que me gusta es El Suspiro del Moro, dije yo.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Historia de este gallo.

    Y a m, Romeo y Julieta, dijo otro.

    Y a m, Vaso de Agua, repiti una vocecita.

    Seores, por Dios! grit el gallo. Yo no pido que tengis la ideologa de don Alhambro; tambin yo he cambiado de parecer, pero no me rechacis por mi historia. Eso no lo puedo resistir. Aqu no se puede hacer nada sin contar con la historia. Soy bello. Anuncio la madrugada y como lema ser siempre insustituible.

    Hubo una discusin violentsima, en la que el gallo suplicaba de manera tierna.

    Basta, amigos mos, dije enrgicamente. Bajo mi responsabilidad. Sube al ttulo!

    Abrimos el balcn y el gallo ascendi al ttulo con todas sus plumas encendidas. Ya en la caa del ttulo, nos salud a todos de manera inefable. Manera de agua y jacinto. Poema de quien rompe una guitarra sobre el mar del amanecer. Dalia en el olivo y bosque en mano. Juego y mentira.

    Hemos celebrado la ascensin del gallo al ttulo de esta revista hacindole bordar cuatro gallinas de seda rutilantes, para que su pico guste ardiente fruta de zigzag en la evocadora madrugada oscura de la imprenta. Mientras mis amigos aplaudan, yo escuchaba emocionado la sonrisa de don

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Historia de este gallo.

    Alhambro, que me llegaba envuelta en el denso algodn en tronco de la sepultura.

    Canta, gallo, regallo y contragallo.

    Canta seguro bajo tu sombrerito de llamas, porque una de tus gallinas puede ser muy bien la gallina de los huevos de oro.

    ...oooOOO OOOooo...

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Degollacin del Bautista.

    Federico Garca Lorca

    Narraciones

    Degollacin del Bautista.

    (A Luis Montanya)

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    Bautista: Ay!

    Los negros: Ay ay!

    Bautista: Ay ay!

    Los negros: Ay ay ay!

    Bautista: Ay ay ay!

    Los negros: Ay ay ay ay!

    Al fin vencieron los negros. Pero la gente tena la conviccin de que ganaran los rojos. La recin parida tena un miedo terrible a la sangre, pero la sangre bailaba lentamente con un oso teido de cinabrio bajo sus balcones. No era posible la existencia de los paos blancos, ni era posible el agua dulce en los valles. Se haca intolerable la presencia de la luna y se deseaba el toro abierto, el toro desgarrado con el hacha y las grandes moscas

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Degollacin del Bautista.

    gozadoras.

    El escalofro de los planetas repercuta sobre las yemas de los dedos y en las familias se empezaba a odiar el llanto, el llanto de perdigones que apaga la danza y agrupa las migas de pan.

    Las cintas haban destronado a las serpientes y el cuello de la mujer se haca posible al humo y a la navaja barbera.

    Bautista: Ay ay ay ay!

    Los negros: Ay ay ay!

    Bautista:Ay ay ay!

    Los negros: Ay ay!

    Bautista:Ay ay!

    Los negros: Ay!

    Los rojos(apareciendo sbitamente): Ay ay ay ay!

    Ganaban los rojos. En cegadores tringulos de fuego. Era preciso algn beso al nio muerto de la crcel para poder masticar aquella flor abandonada. Salom tena ms de siete dentaduras postizas y una redoma de veneno. A l, a l! Ya llegaban a la mazmorra.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Degollacin del Bautista.

    Tendr que luchar con la raposa y con la luna de las tabernas. Tendr que luchar. Tendr que luchar.

    Ser posible que las palomas que haban guardado silencio y las siemprevivas golpeen la puerta de manera tan furiosa? Hijo mo. Nio mo de ojos oblicuos, cierra esa puerta sin que nadie pueda sospechar de ti. Ya vienen los hebreos! Ya vienen! Bajo un cielo de paos recogidos y monedas falsas.

    Me duelen las palmas de las manos a fuerza de sostener patitas de gorriones. Hijo. Amor! Un hombre puede recorrer las colinas en busca de su pistola y un barbero puede y debe hacer cruces de sangre en los cuellos de sus clientes, pero nosotros no debemos asomarnos a la ventana.

    Ganan los rojos. Te lo dije. Las tiendas han arrojado todas las chalinas a la sangre. Se asegura en la Direccin de Polica que el rubor ha subido un mil por mil.

    Bautista: Navaja

    Los rojos: cuchillo cuchillo.

    Bautista: Navaja navaja.

    Los rojos: cuchillo cuchillo cuchillo.

    Bautista: Navaja navaja navaja

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Degollacin del Bautista.

    Los rojos: cuchillo cuchillo cuchillo cuchillo.

    Vencieron al fin en el ltimo goal.

    Bajo un cielo de plantas de pie. La degollacin fue horripilante. Pero maravillosamente desarrollada. El cuchillo era prodigioso. Al fin y al cabo, la carne es siempre panza de rana. Hay que ir contra la carne. Hay que levantar fbricas de cuchillos. Para que el horror mueva su bosque intravenoso. El especialista de la degollacin es enemigo de las esmeraldas. Siempre te lo haba dicho, hijo mo. No conoce el chicle, pero conoce el cuello tiernsimo de la perdiz viva.

    El Bautista estaba de rodillas. El degollador era un hombre minsculo. Pero el cuchillo era un cuchillo. Un cuchillo chispeante, un cuchillo de chispas con los dientes apretados.

    El gritero del Estadium hizo que las vacas mugieran en todos los establos de Palestina. La cabeza del luchador celeste estaba en medio de la arena. Las jovencitas se tean las mejillas de rojo y los jvenes pintaban sus corbatas en el can estremecido de la yugular desgarrada.

    La cabeza de Bautista: Luz!

    Los rojos: Filo

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Degollacin del Bautista.

    La cabeza de Bautista:Luz! Luz!

    Los rojos: Filo filo

    La cabeza de Bautista:Luz luz luz

    Los rojos: Filo filo filo filo.

    ...oooOOO OOOooo...

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Degollacin de los inocentes.

    Federico Garca Lorca

    Narraciones

    Degollacin de los inocentes.

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    Tris tras. Zig zag, rig rag, milg malg. La piel era tan tierna que sala ntegra. Nios y nueces recin cuajados.

    Los guerreros tenan races milenarias y el cielo cabelleras mecidas por el aliento de los anfibios. Era preciso cerrar las puertas. Pepito. Manolito. Enriquito. Eduardito. Jaimito. Emilito.

    Cuando se vuelvan locas las madres querrn construir una fbrica de sombreros de prfido, pero no podrn nunca con esta crueldad atenuar la ternura de sus pechos derramados.

    Se arrollaban las alfombras. El aguijn de la abeja haca posible el manejo de la espada.

    Era necesario el crujir de huesos Y el romper las presas de los ros. Una jofaina y basta. Pero una jofaina que no se asuste del chorro interminable, que ha de sonar durante tres das.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Degollacin de los inocentes.

    Suban a las torres y descendan hasta las caracolas. Una luz de clnica venci al fin a la luz untosa del hospital. Ya era posible operar con todas garantas. Yodoformo y violeta, algodn y plata de otro mundo. Vayan entrando! Hay personas que se arrojan desde las torres a los patios y otras desesperadas que se clavan tachuelas en las rodillas. La luz de la maana era cortante y el viento aceitoso haca posible la herida menos esperada.

    Jorgito. Alvarito. Guillermito. Leopoldito. Julito. Joseto. Luisito. Inocentes. El acero necesita calores para crear las nebulosas y vamos a la hoja incansable! Es mejor ser medusa y flotar, que ser nio. Alegrsima degollacin! Funcin lgica de la sangre sin luz que sangra sus paredes. Venan por las calles ms alejadas. Cada perro llevaba un piececito en la boca. El pianista loco recoga uas rosadas para construir un piano sin emocin y los rebaos balaban con los cuellos partidos.

    Es necesario tener doscientos hijos y entregarlos a la degollacin. Solamente de esta manera sera posible la autonoma del lirio silvestre.

    Venid! Venid! Aqu est mi hijo tiernsimo, mi hijo de cuello fcil. En el rellano de la escalera lo degollars fcilmente.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Degollacin de los inocentes.

    Dicen que es est inventando la navaja elctrica para reanimar la operacin.

    Os acordis del ruiseor con las dos patitas rotas? Estaba entre los insectos, creadores de los estremecimientos y de las salivillas. Puntas de aguja. Y rayas de araa sobre las constelaciones. Da verdadera risa pensar en lo fra que est el agua. Agua fra por las arenas, cielos fros y lomos de caimanes. Aqu en las calles corre lo ms escondido, lo ms gustoso, lo que tie los dientes y pone plidas las uas. Sangre. Con toda la fuerza de su g.

    Si meditamos y somos llenos de piedad verdadera daremos la degollacin como una de las grandes obras de misericordia. Misericordia de la sangre ciega que quiere, siguiendo la ley de su naturaleza, desembocar en el mar. No hubo siquiera ni una voz. El jefe de los hebreos atraves la plaza para calmar a la multitud.

    A las seis de la tarde ya no quedaban ms que seis nios por degollar. Los relojes de arena seguan sangrando, pero ya estaban secas todas las heridas.

    Toda la sangre estaba ya cristalizada cuando comenzaron a surgir los faroles. Nunca ser en el mundo otra noche igual. Noche de vidrios y manecitas heladas.

    Los senos se llenaban de leche intil.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Degollacin de los inocentes.

    La leche maternal y la luna sostuvieron la batalla contra la sangre triunfadora. Pero la sangre ya se haba adueado de los mrmoles y all clavaba sus ltimas races enloquecidas.

    ...oooOOO OOOooo...

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Suicidio en Alejandra.

    Federico Garca Lorca

    Narraciones

    Suicidio en Alejandra.

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    13 y 22

    Cuando pusieron la cabeza cortada sobre la mesa del despacho, se rompieron todos los cristales de la ciudad. "Ser necesario calmar a esas rosas", dijo la anciana. Pasaba un automvil y era un 13. Pasaba otro automvil y era un 22. Pasaba una tienda y era un 13. Pasaba un kilmetro y era un 22. La situacin se hizo insostenible. Haba necesidad de romper para siempre.

    12 y 21

    Despus de la terrible ceremonia se subieron todos a la ltima hoja del espino, pero la hormiga era tan grande, tan grande, que se tuvo que quedar en el suelo con el martillo y el ojo enhebrado.

    11 y 20

    Luego se fueron en automvil. Queran suicidarse para dar ejemplo y evitar que ninguna canoa se pudiera acercar a la orilla.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Suicidio en Alejandra.

    10 y 19

    Rompan los tabiques y agitaban los pauelos. Genoveva! Genoveva! Era de noche y se haca precisa la dentadura y el ltigo.

    9 y 18

    Se suicidaban sin remedio, es decir, nos suicidbamos. Corazn mo! Amor! La Tour Eiffel es hermosa y el sombro Tmesis tambin. Si vamos a casa de lord Butown nos darn la cabeza de langosta y el pequeo crculo de humo. Pero nosotros no iremos a casa de ese chileno.

    8 y 17

    Ya no tiene remedio. Bsame sin romperme la corbata. Bsame, bsame.

    7 y 16

    Yo, un nio, y t, lo que quiera el mar. Reconozcamos que la mejilla derecha es un mundo sin normas y la astronoma un pedacito de jabn.

    6 y 15

    Adis. Socorro! Amor, amor mo. Ya morimos juntos. Ay! Terminad vosotros por caridad este poema.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Suicidio en Alejandra.

    5 y 14

    4 y 13

    Al llegar este momento vimos a los amantes abrazarse sobre las olas.

    3 y 12

    2 y 11

    1 y 10

    Un golpe de mar violentsimo barri los muelles y cubiertas de los barcos. Slo se senta una voz sorda entre los peces que clamaba.

    9

    8

    7

    6

    5

    4

    3

    2

    1

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Suicidio en Alejandra.

    0

    Nunca olvidaremos los veraneantes de la playa de Alejandra aquella emocionante escena de amor que arranc lgrimas de todos los ojos.

    ...oooOOO OOOooo...

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    Federico Garca Lorca

    Narraciones

    Santa Lucia y San Lzaro.

    A Sebasti Gasch.

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    A las doce de la noche llegu a la ciudad. La escarcha bailaba sobre un pie. "Una muchacha puede ser morena, puede ser rubia, pero no debe ser ciega". Esto deca el dueo del mesn a un hombre seccionado brutalmente por una faja. Los ojos de un mulo que dormitaba en el umbral me amenazaron como dos puos de azabache.

    Quiero la mejor habitacin que tenga.

    Hay una.

    Pues vamos.

    La habitacin tena un espejo. Yo, medio peine en el bolsillo. "Me gusta." (Vi mi "Me gusta" en el espejo verde.) El posadero cerr la puerta. Entonces, vuelto de espaldas al helado campillo de azogue, exclam otra vez: "Me gusta". Abajo, el mulo resoplaba. Quiero decir que abra el girasol de su boca.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    No tuve ms remedio que meterme en la cama. Y me acost. Pero tom la precaucin de dejar abiertos los postigos, porque no hay nada ms hermoso que ver una estrella sorprendida y fija dentro de un marco. Una. Las dems hay que olvidarlas.

    Esta noche tengo un cielo irregular y caprichoso. Las estrellas se agrupan y extienden en los cristales, como las tarjetas y retratos en el esterillo japons.

    Cuando me dorma, el exquisito minu de las buenas noches se iba perdiendo en las calles.

    Con el nuevo sol volva mi traje gris a la plata del aire humedecido. El da de primavera era como una mano desmayada sobre un cojn. En la calle las gentes iban y venan. Pasaron los vendedores de frutas y los que venden peces del mar.

    Ni un pjaro.

    Mientras sonaban mis anillos en los hierros del balcn busqu la ciudad en el mapa y vi cmo permaneca dormida en el amarillo entre ricas venillas de agua, distante del mar!

    En el patio, el posadero y su mujer cantaban un do de espino y violeta. Sus voces oscuras, como dos topos huidos, tropezaban con las paredes sin encontrar la cuadrada

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    salida del cielo.

    Antes de salir a la calle para dar mi primer paseo los fui a saludar.

    Por qu dijo usted anoche que una muchacha puede ser morena o rubia, pero no debe ser ciega?

    El posadero y su mujer se miraron de una manera extraa.

    Se miraron... equivocndose. Como el nio que se lleva a los ojos la cuchara llena de sopita. Despus rompieron a llorar.

    Yo no supe qu decir y me fui apresuradamente.

    En la puerta le este letrero. "Posada de Santa Luca".

    Santa Luca fue una hermosa doncella de Siracusa.

    La pintan con dos magnficos ojos de buey en una bandeja.

    Sufri martirio bajo el cnsul Pascasiano, que tena los bigotes de plata y aullaba como un mastn.

    Como todos los santos, plante y resolvi teoremas deliciosos, ante los que rompen sus cristales los aparatos de Fsica.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    Ella demostr en la plaza pblica, ante el asombro del pueblo, que mil hombres y cincuenta pares de bueyes no pueden con la palomilla luminosa del Espritu Santo. Su cuerpo, su cuerpazo, se puso de plomo comprimido. Nuestro Seor, seguramente, estaba sentado con cetro y corona sobre su cintura.

    Santa Luca fue moza alta, de seno breve y cadera opulenta. Como todas las mujeres bravas, tuvo ojos demasiado grandes, hombrunos, con una desagradable luz oscura. Expir en un lecho de llamas.

    Era el cenit del mercado y la playa del da estaba llena de caracolas y tomates maduros. Ante la milagrosa fachada de la catedral, yo comprenda perfectamente cmo San Ramn Nonnato pudo atravesar el mar desde las lslas Baleares hasta Barcelona montado sobre su capa, y cmo el viejsimo Sol de la China se enfurece y salta como un gallo sobre las torres musicales hechas con carne de dragn.

    Las gentes beban cerveza en los bares y hacan cuentas de multiplicar en las oficinas, mientras los signos + y X de la Banca juda sostenan con la sagrada seal de la Cruz un combate oscuro, lleno por dentro de salitre y cirios apagados. La campana gorda de la catedral verta sobre la urbe una lluvia de campanillas de cobre que se clavaban en

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    los tranvas entontecidos y en los nerviosos cuellos de los caballos. Haba olvidado mi baedeker y mis gemelos de campaa y me puse a mirar la ciudad como se mira el mar desde la arena.

    Todas las calles estaban llenas de tiendas de ptica. En las fachadas miraban grandes ojos de megaterio, ojos terribles, fuera de la rbita de almendra que da intensidad a los humanos, pero que aspiraban a pasar inadvertida su monstruosidad fingiendo parpadeos de Manueles, Eduarditos y Enriques. Gafas y vidrios ahumados buscaban la inmensa mano cortada de la guantera, poema en el aire, que suena, sangra y borbotea como la cabeza del Bautista.

    La alegra de la ciudad se acababa de ir y era como el nio recin suspendido en los exmenes. Haba sido alegre, coronada de trinos y marginada de juncos hasta haca pocas horas, en que la tristeza que afloja los cables de la electricidad y levanta las losas de los prticos haba invadido las calles con su rumor imperceptible de fondo de espejo. Me puse a llorar. Porque no hay nada ms conmovedor que la tristeza nueva sobre las cosas regocijadas, todava poco densas, para evitar que la alegra se transparente al fondo, llena de monedas con agujeros.

    Tristeza recin llegada de los librillos de

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    papel marca "El Paraguas", "El Automvil", y "La Bicicleta"; tristeza del Blanco y Negro de 1910; tristeza de las puntillas bordadas en la enagua, y aguda tristeza de las grandes bocinas del fongrafo.

    Los aprendices de ptico limpiaban cristales de todos tamaos con gamuzas y papeles finos, produciendo un rumor de serpiente que se arrastra.

    En la catedral se celebraba la solemne novena a los ojos humanos de Santa Luca. Se glorificaba el exterior de las cosas, la belleza limpia y oreada de la piel, el encanto de las superficies delgadas, y se peda auxilio contra las oscuras fisiologas del cuerpo, contra el fuego central y los embudos de la noche, levantando, bajo la cpula sin pepitas, una lmina de cristal pursimo acribillado en todas direcciones por finos reflectores de oro. El mundo de la hierba se opona al mundo del mineral. La ua, contra el corazn. Dios de contorno, transparencia y superficie. Con el miedo al latido y el horror al chorro de sangre, se peda la tranquilidad de las gatas y la desnudez sin sombra de la medusa.

    Cuando entr en la catedral se cantaba la lamentacin de las seis mil diostrias, que sonaba y resonaba en las tres bvedas llenas de jarcias, olas y vaivenes, como tres batallas de Lepanto. Los ojos de la Santa

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    miraban en la bandeja con el dolor fro del animal a quien acaban de darle la puntilla.

    Espacio y distancia. Vertical y horizontal. Relacin entre t y yo. Ojos de Santa Luca! Las venas de las plantas de los pies duermen tendidas en sus lechos rosados, tranquilizadas por las dos pequeas estrellas que arriba las alumbran. Dejamos nuestros ojos en la superficie, como las flores acuticas, y nos agazapamos detrs de ellos mientras flota en un mundo oscuro nuestra palpitante fisiologa.

    Me arrodill.

    Los chantres disparaban escopetazos desde el coro.

    Mientras tanto haba llegado la noche. Noche cerrada y brutal, como la cabeza de una mula con anteojeras de cuero.

    En una de las puertas de salida estaba colgado el esqueleto de un pez antiguo; en otra, el esqueleto de un serafn, mecido suavemente por el aire ovalado de las pticas, que llegaba fresqusimo de manzana y orilla.

    Era necesario comer y pregunt por la posada.

    Se encuentra usted muy lejos de ella. No olvide que la catedral est cerca de la

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    estacin del ferrocarril y esa posada se halla situada al Sur, ms abajo del ro.

    Tengo tiempo de sobra.

    Cerca estaba la estacin del ferrocarril.

    Plaza ancha, representativa de la emocin coja que arrastra la luna menguante, se abra al fondo, dura como las tres de la madrugada.

    Poco a poco los cristales de las pticas se fueron ocultando en sus pequeos atades de cuero y nquel, en el silencio que descubra la sutil relacin de pez, astro y gafas.

    El que ha visto sus gafas solas bajo el claro de luna, o abandon sus impertinentes en la playa, ha comprendido, como yo, esta delicada armona (pez, astro, gafas) que se entrechoca sobre un inmenso mantel blanco recin mojado de champagne.

    Pude componer perfectamente hasta ocho naturalezas muertas con los ojos de Santa Luca.

    Ojos de Santa Luca sobre las nubes, en primer trmino, con un aire del que se acaban de marchar los pjaros.

    Ojos de Santa Luca en el mar, en la esfera del reloj, a los lados del yunque, en el gran

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    tronco recin cortado.

    Se pueden relacionar con el desierto, con las grandes superficies intactas, con un pie de mrmol, con un termmetro, con un buey.

    No se pueden unir con las montaas, ni con la rueca, ni con el sapo, ni con las materias algodonosas. Ojos de Santa Luca.

    Lejos de todo latido y lejos de toda pesadumbre. Permanentes. Inactivos. Sin oscilacin ninguna. Viendo cmo huyen todas las cosas envueltas en su difcil temperatura eterna. Merecedores de la bandeja que les da realidad y levantados, como los pechos de Venus, frente al monculo lleno de irona que usa el enemigo malo.

    Ech a andar nuevamente, impulsado por mis suelas de goma.

    Me coronaba un magnfico silencio rodeado de pianos de cola por todas partes. En la oscuridad, dibujado con bombillas elctricas, se poda leer sin esfuerzo ninguno: Estacin de San Lzaro.

    San Lzaro naci palidsimo. Despeda olor de oveja mojada. Cuando le daban azotes echaba terroncitos de azcar por la boca. Perciba los menores ruidos. Una vez confes a su madre que poda contar en la madrugada, por sus latidos, todos los

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    corazones que haba en la aldea.

    Tuvo predileccin por el silencio de otra rbita que arrastran los peces y se agachaba lleno de terror siempre que pasaba por un arco. Despus de resucitar invent el atad, el cirio, las luces de magnesio y las estaciones de ferrocarril. Cuando muri estaba duro y laminado como un pan de plata. Su alma iba detrs, desvirgada ya por el otro mundo, llena de fastidio, con un junco en la mano.

    El tren correo haba salido a las doce de la noche.

    Yo tena necesidad de partir en el expreso de las dos de la madrugada. Entradas de cementerios y andenes.

    El mismo aire, el mismo vaco. los mismos cristales rotos.

    Se alejaban los railes latiendo en su perspectiva de teorema, muertos y tendidos como el brazo de Cristo en la Cruz.

    Caan de los techos en sombra yertas manzanas de miedo.

    En la sastrera vecina las tijeras cortaban incesantemente piezas de hilo blanco.

    Tela para cubrir desde el pecho agostado de la vieja hasta la cuna del nio recin nacido.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    Por el fondo llegaba otro viajero. Un solo viajero.

    Vesta un traje blanco de verano con botones de ncar y llevaba puesto un guardapolvo del mismo color. Bajo su jipi recin lavado brillaban sus grandes ojos mortecinos entre su nariz afilada.

    Su mano derecha era de duro yeso y llevaba colgado del brazo un cesto de mimbre lleno de huevos de gallina.

    No quise dirigirle la palabra.

    Pareca preocupado y como esperando que lo llamasen. Se defenda de su aguda palidez con su barba de Oriente, barba que era el luto por su propio trnsito.

    Un realsimo esquema mortal pona en mi corbata iniciales de nquel.

    Aquella noche era la noche de fiesta en la cual toda Espaa se agolpa en las barandillas para observar un toro negro que mira al cielo melanclicamente y brama de cuatro en cuatro minutos.

    El viajero estaba en el pas que le convena y en la noche a propsito para. su afn de perspectivas, aguardando tan slo el toque del alba para huir en pos de las voces que necesariamente haban de sonar.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    La noche espaola, noche de almagre y clavos de hierro, noche brbara, con los pechos al aire, sorprendida por un telescopio nico, agradaba al viajero enfriado. Gustaba su profundidad increble donde fracasa la sonda, y se complaca en hundir sus pies en el lecho de cenizas y arena ardiente sobre el que descansaba.

    El viajero andaba por el andn con una lgica de pez en el agua o de mosca en el aire; iba y vena, sin observar las largas paralelas tristes de los que esperan el tren.

    Le tuve gran lstima porque saba que estaba pendiente de una voz, y estar pendiente de una voz es como estar sentado en la guillotina de la Revolucin francesa.

    Tiro en la espalda, telegrama imprevisto, sorpresa. Hasta que el lobo cae en la trampa, no tiene miedo. Se disfruta el silencio y se gusta el latido de las venas. Pero esperar una sorpresa es convertir un instante, siempre fugaz, en un gran globo morado que permanece y llena toda la noche.

    El ruido de un tren se acercaba confuso como una paliza.

    Yo cog mi maleta, mientras el hombre del traje blanco miraba en todas direcciones. Al fin una voz clara, estambre de un altavoz

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Santa Lucia y San Lzaro.

    autoritario, clam al fondo de la estacin: "Lzaro! Lzaro! Lzaro!" Y el viajero ech a correr dcil, lleno de uncin, hasta perderse en los ltimos faroles.

    En el instante de or la voz: "Lzaro! Lzaro! Lzaro!", se me llen la boca de mermelada de higuera.

    Hace unos momentos que estoy en casa.

    Sin sorpresa he hallado mi maletn vaco. Slo unas gafas y un blanqusimo guardapolvo. Dos temas de viaje. Puros y aislados. Las gafas, sobre la mesa, llevaban al mximo su dibujo concreto y su fijeza extraplana. El guadapolvo se desmayaba en la silla en su siempre ltima actitud, con una lejana poco humana ya, lejana bajo cero de pez ahogado. Las gafas iban hacia un teorema geomtrico de demostracin exacta, y el guadapolvo se arrojaba a un mar lleno de naufragios y verdes resplandores sbitos. Gafas y guardapolvo. En la mesa y en la silla. Santa Luca y San Lzaro.

    ...oooOOO OOOooo...

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Nadadora sumergida.

    Federico Garca Lorca

    Narraciones

    Nadadora sumergida.

    Pequeo homenaje a un cronista de salones.

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    Yo he amado a dos mujeres que no me queran, y sin embargo no quise degollar a mi perro favorito. No os parece, condesa, mi actitud una de las ms puras que se pueden adoptar?

    Ahora s lo que es despedirse para siempre. El abrazo diario tiene brisa de molusco.

    Este ltimo abrazo de mi amor fue tan perfecto, que la gente cerr los balcones con sigilo. No me haga usted hablar, condesa. yo estoy enamorado de una mujer que tiene medio cuerpo en la nieve del Norte. Una mujer amiga de los perros y fundamentalmente enemiga ma.

    Nunca pude besarla a gusto. Se apagaba la luz. o ella se disolva en el frasco de whisky. Yo entonces no era aficionado a la ginebra inglesa. Imagine usted, amiga ma, la calidad de mi dolor.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Nadadora sumergida.

    Una noche, el demonio puso horribles mis zapatos. Eran las tres de la madrugada. yo tena un bistur atravesado en mi garganta y ella un largo pauelo de seda. Miento. Era la cola de un caballo. La cola del invisible caballo que me haba de arrastrar. Condesa: hace usted bien en apretarme la mano.

    Empezamos a discutir. Yo me hice un araazo en la frente y ella con gran destreza parti el cristal de su mejilla. Entonces nos abrazamos.

    Ya sabe usted lo dems.

    La orquesta lejana luchaba de manera dramtica con las hormigas volantes.

    Madame Barthou haca irresistible la noche con sus enfermos diamantes del Cairo, y el traje violeta de Olga Montcha acusaba, cada minuto ms palpable, su amor por el muerto zar.

    Margarita Gross y la espaolsima Lola Cabeza de Vaca llevaban contadas ms de mil olas sin ningn resultado.

    En la costa francesa empezaban a cantar los asesinos de los marineros y los que roban la sal a los pescadores.

    Condesa: aquel ltimo abrazo tuvo tres tiempos y se desarroll de manera admirable.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Nadadora sumergida.

    Desde entonces dej la literatura vieja que yo haba cultivado con gran xito.

    Es preciso romperlo todo para que los dogmas se purifiquen y las normas tengan nuevo temblor.

    Es preciso que el elefante tenga ojos de perdiz y la perdiz pezuas de unicornio.

    Por un abrazo s yo todas estas cosas y tambin por este gran amor que me desgarra el chaleco de seda.

    No oye usted el vals americano? En Viena hay demasiados helados de turrn y demasiado intelectualismo. El vals americano es perfecto como una Escuela Naval. Quiere usted que demos una vuelta por el baile?

    A la maana siguiente fue encontrada en la playa la condesa de X con un tenedor de ajenjo clavado en la nuca. Su muerte debi de ser instantnea. En la arena se encontr un papelito manchado de sangre que deca: "Puesto que no te puedes convertir en paloma, bien muerta ests".

    Los policas suben y bajan las dunas montados en bicicleta.

    Se asegura que la bella condesa X era muy aficionada a la natacin, y que sta ha sido

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Nadadora sumergida.

    la causa de su muerte.

    De todas maneras podemos afirmar que se ignora el nombre de su maravilloso asesino.

    ...oooOOO OOOooo...

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Amantes asesinados por una perdiz.

    Federico Garca Lorca

    Narraciones

    Amantes asesinados por una perdiz.

    Hommage a Guy de Maupassant

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    Los dos lo han querido, me dijo su madre.

    Los dos...? No es posible, seora, dije yo. Usted tiene demasiado temperamento y a su edad ya se sabe por qu caen los alfileres del roco.

    Calle usted, Luciano, calle usted... No, no, Luciano, no.

    Para resistir este nombre, necesito contener el dolor de mis recuerdos. Y usted cree que aquella pequea dentadura y esa mano de nio que se han dejado olvidada dentro de la ola, me pueden consolar de esta tristeza? Los dos lo han querido, me dijo su prima. Los dos. Me puse a mirar el mar y lo he comprendido todo.

    Ser posible que del pico de esa paloma cruelsima que tiene corazn de elefante salga la palidez lunar de aquel trasatlntico que se aleja?

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Amantes asesinados por una perdiz.

    Es que tuve que hacer varias veces uso de mi cuchara para defenderme de los lobos. Yo no tengo culpa ninguna. Usted lo sabe. Dios mo! Estoy llorando.

    Los dos lo han querido, dije yo. Los dos.

    Una manzana ser siempre un amante, pero un amante no podr ser jams una manzana.

    Por eso se han muerto, por eso. Con veinte ros y un solo invierno desgarrado.

    Fue muy sencillo. Se amaban por encima de todos los museos. Mano derecha, con mano izquierda. Mano izquierda, con mano derecha. Pie derecho con pie derecho. Pie izquierdo con nube. Cabello con planta de pie. Planta de pie con mejilla izquierda. Oh mejilla izquierda! Oh, noroeste de barquitos y hormigas de mercurio! Dame el pauelo, Genoveva; voy a llorar. Voy a llorar hasta que de mis ojos salga una muchedumbre de siemprevivas. Se acostaban. No haba otro espectculo ms tierno. Me ha odo usted? Se acostaban! Muslo izquierdo con antebrazo izquierdo. Ojos cerrados con uas abiertas. Cintura con nuca y con playa. Y las cuatro orejitas eran cuatro ngeles en la choza de la nieve. Se queran. Se amaban. A pesar de la ley de la gravedad. La

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Amantes asesinados por una perdiz.

    diferencia que existe entre una espina de rosa y una Start es sencillsima. Cuando descubrieron esto, se fueron al campo. Se amaban. Dios mo! Se amaban ante los ojos de los qumicos. Espalda con tierra, tierra con ans. Luna con hombro dormido y las cinturas se entrecruzaban una y otra con un rumor de vidrios. Yo vi temblar sus mejillas cuando los profesores de la Universidad le traan miel y vinagre en una esponja diminuta. Muchas veces tenan que apartar a los perros que geman por las yedras blanqusimas del lecho. Pero ellos se amaban.

    Eran un hombre y una mujer, o sea, un hombre y un pedacito de tierra, un elefante y un nio, un nio y un junco. Eran dos mancebos desmayados y una pierna de nquel. Eran los barqueros! S. Eran los barqueros del Guadiana que cercaban con sus remos todas las rosas del mundo.

    El viejo marino escupi el tabaco de su boca y dio grandes voces para espantar a las gaviotas. Pero ya era demasiado tarde.

    Ocurri. Tena que ocurrir. Cuando las mujeres enlutadas llegaron a casa del Gobernador, ste coma tranquilamente almendras verdes y pescado frescos con exquisito plato de oro. Era preferible no haber hablado con l.

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. Amantes asesinados por una perdiz.

    En las islas Azores. Casi no puedo llorar. Yo puse dos telegramas; pero desgraciadamente, ya era tarde. Slo s deciros que los nios que pasaban por la orilla del bosque vieron una perdiz que echaba un hilito de sangre por el pico.

    sta es la causa, querido capitn, de mi extraa melancola.

    ...oooOOO OOOooo...

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. La gallina .

    Federico Garca Lorca

    Narraciones

    La gallina .

    (Cuento para nios tontos)

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    Haba una gallina que era idiota. He dicho idiota. Pero era ms idiota todava. Le picaba un mosquito y sala corriendo. Le picaba una avispa y sala corriendo. Le picaba un murcilago y sala corriendo.

    Todas las gallinas temen a las zorras. Pero esta gallina quera ser devorada por ellas. Y es que la gallina era una idiota. No era una gallina. Era una idiota.

    En las noches de invierno la luna de las aldeas da grandes bofetadas a las gallinas. Unas bofetadas que se sienten por las calles. Da mucha risa. Los curas no podrn comprender nunca por qu son estas bofetadas, pero Dios s. Y las gallinas tambin.

    Ser menester que sepis todos que Dios es un gran monte VIVO. Tiene una piel de moscas y encima una piel de avispas y encima una piel de golondrinas y encima

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. La gallina .

    una piel de lagartos y encima una piel de lombrices y encima una piel de hombres y encima una piel de leopardos y todo. Veis todo? Pues todo y adems una piel de gallinas. Esto era lo que no saba nuestra amiga.

    Da risa considerar lo simpticas que son las gallinas! Todas tienen cresta. Todas tienen culo. Todas ponen huevos. Y qu me vais a decir?

    La gallina idiota odiaba los huevos. Le gustaban los gallos, es cierto, como les gusta a las manos derechas de las personas esas picaduras de las zarzas o la iniciacin del alfilerazo. Pero ella odiaba su propio huevo. Y sin embargo no hay nada ms hermoso que un huevo.

    Recin sacado de las espigas, todava caliente, es la perfeccin de la boca, el prpado y el lbulo de la oreja. La mejilla caliente de la que acaba de morir. Es el rostro. No lo entendis? Yo s. Lo dicen los cuentos japoneses, y algunas mujeres ignorantes tambin lo saben.

    No quiero defender la belleza enjuta del huevo, pero ya que todo el mundo alaba la pulcritud del espejo y la alegra de los que se revuelcan en la hierba, bien est que yo defienda un huevo contra una gallina idiota.

    Lo voy a decir: una gallina amiga de los

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. La gallina .

    hombres.

    Una noche, la luna estaba repartiendo bofetadas a las gallinas. El mar y los tejados y las carboneras tenan la misma luz. Una luz donde el abejorro hubiera recibido las flechas de todo el mundo. Nadie dorma. Las gallinas no podan ms. Tenan las crestas llenas de escarcha y los piojitos tocaban sus campanillitas elctricas por el hueco de las bofetadas.

    Un gallo se decidi al fin.

    La gallina idiota se defenda.

    El gallo bail tres veces pero los gallos no saben enhebrar bien las agujas.

    Tocaron las campanas de las torres porque tenan que tocar, y los cauces y los corredores y los que juegan al gol se pusieron tres veces morados y tintineantes. Empez la lucha.

    Gallo listo. Gallina idiota. Gallina lista. Gallo idiota. Listos los dos. Los dos idiotas. Gallo listo. Gallina idiota.

    Luchaban. Luchaban. Luchaban. As toda la noche. Y diez. Y veinte. Y un ao. Y diez. Y siempre.

    1934

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  • Federico Garc Lorca: Narraciones. La gallina .

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  • Federico Garc Lorca: Conferencias. Charla sobre teatro.

    Federico Garca Lorca

    Conferencias

    Charla sobre teatro.

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    Queridos amigos: Hace tiempo hice firme promesa de rechazar toda clase de homenajes, banquetes o fiestas que se hicieran a mi modesta persona; primero, por entender que cada uno de ellos pone un ladrillo sobre nuestra tumba literaria, y segundo, porque he visto que no hay cosa ms desolada que el discurso fro en nuestro honor, ni momento ms triste que el aplauso organizado, aunque sea de buena fe.

    Adems, esto es secreto, creo que banquetes y pergaminos traen el mal fario, la mala suerte, sobre el hombre que los recibe; mal fario y mala suerte nacidos de la actitud descansada de los amigos que piensan: "Ya hemos cumplido con l".

    Un banquete es una reunin de gente profesional que come con nosotros y donde estn, pares o nones, las gentes que nos quieren menos en la vida.

    Para los poetas y dramaturgos, en vez de homenajes yo organizara ataques y

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  • Federico Garc Lorca: Conferencias. Charla sobre teatro.

    desafos en los cuales se nos dijera gallardamente y con verdadera saa: "A que no tienes valor de hacer esto?" "A que no eres capaz de expresar la angustia del mar en un personaje ?" "A que no te atreves a contar la desesperacin de los soldados enemigos de la guerra?". Exigencia y lucha, con un fondo de amor severo, templan el alma del artista, que se afemina y destroza con el fcil halago. Los teatros estn llenos de engaosas sirenas coronadas con rosas de invernadero, y el pblico est satisfecho y aplaude viendo corazones de serrn y dilogos a flor de dientes; pero el poeta dramtico no debe olvidar, si quiere salvarse del olvido, los campos de rosas, mojados por el amanecer, donde sufren los labradores, y ese palomo, herido por un cazador misterioso, que agoniza entre los juncos sin que nadie escuche su gemido.

    Huyendo de sirenas, felicitaciones y voces falsas, no he aceptado ningn homenaje con motivo del estreno de Yerma; pero he tenido la mayor alegra de mi corta vida de autor al enterarme de que la familia teatral madrilea peda a la gran Margarita Xirgu, actriz de inmaculada historia artstica, lumbrera del teatro espaol y admirable creadora del papel, con la compaa que tan brillantemente la secunda, una representacin especial para verla.

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  • Federico Garc Lorca: Conferencias. Charla sobre teatro.

    Por lo que esto significa de curiosidad y atencin para un esfuerzo notable de teatro. doy ahora que estamos reunidos, las ms rendidas, las ms verdaderas gracias a todos. Yo no hablo esta noche como autor ni como poeta, ni como estudiante sencillo del rico panorama de la vida del hombre, sino como ardiente apasionado del teatro de accin social. El teatro es uno de los ms expresivos y tiles instrumentos para la edificacin de un pas y el barmetro que marca su grandeza o su descenso. Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos aos la sensibilidad del pueblo; y un teatro destrozado. donde las pezuas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nacin entera.

    El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equvocas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazn y del sentimiento del hombre.

    Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no est muerto, est moribundo; como el teatro que no recoge el latido social, el latido, histrico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espritu, con risa o con lgrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego

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  • Federico Garc Lorca: Conferencias. Charla sobre teatro.

    o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama "matar el tiempo". No me refiero a nadie ni quiero herir a nadie; no hablo de la realidad viva, sino del problema planteado sin solucin.

    Yo oigo todos los das, queridos amigos, hablar de la crisis del teatro, y siempre pienso que el mal no est delante de nuestros ojos, sino en lo ms oscuro de su esencia; no es un mal de flor actual, o sea de obra, sino de profunda raz, que es, en suma, un mal de organizacin. Mientras que actores y autores estn en manos de empresas absolutamente comerciales, libres y sin control literario ni estatal de ninguna especie, empresas ayunas de todo criterio y sin garanta de ninguna clase, actores, autores y el teatro entero se hundir cada da ms, sin salvacin posible.

    El delicioso teatro ligero de revistas, vodevil y comedia bufa, gneros de los que soy aficionado espectador, podra defenderse y aun salvarse; pero el teatro en verso, el gnero histrico y la llamada zarzuela hispnica sufrirn cada da ms reveses, porque son gneros que exigen mucho y donde caben las innovaciones verdaderas, y no hay autoridad ni espritu de sacrificio para imponerlas a un pblico al que hay que domar con altura y contradecirlo y atacarlo en muchas ocasiones. El teatro se debe imponer al pblico y no el pblico al teatro.

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    Para eso, autores y actores deben revestirse, a costa de sangre, de gran autoridad, porque el pblico de teatro es como los nios en las escuelas: adora al maestro grave y austero que exige y hace justicia, y llena de crueles agujas las sillas donde se sientan los maestros tmidos y adulones, que ni ensean ni dejan ensear.

    Al pblico se le puede ensear, conste que digo pblico, no pueblo; se le puede ensear, porque yo he visto patear a Debussy y a Ravel hace aos, y he asistido despus a las clamorosas ovaciones que un pblico popular haca a las obras antes rechazadas. Estos autores fueron impuestos por un alto criterio de autoridad superior al del pblico corriente, como Wedekind en Alemania y Pirandello en Italia, y tantos otros.

    Hay necesidad de hacer esto para bien del teatro y para gloria y jerarqua de los intrpretes. Hay que mantener actitudes dignas, en la seguridad de que sern recompensadas con creces. Lo contrario es temblar de miedo detrs de las bambalinas y matar las fantasas, la imaginacin y la gracia del teatro, que es siempre, siempre, un arte, y ser siempre un arte excelso, aunque haya habido una poca en que se llamaba arte a todo lo que nos gustaba, para rebajar la atmsfera, para destruir la poesa y hacer de la escena un puerto de

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    arrebatacapas.

    Arte por encima de todo. Arte nobilsimo. y vosotros, queridos actores, artistas por encima de todo. Artistas de pies a cabeza, puesto que por amor y vocacin habis subido al mundo fingido y doloroso de las tablas. Artistas por ocupacin y preocupacin. Desde el teatro ms modesto al ms encumbrado se debe escribir la palabra "Arte" en salas y camerinos, porque si no vamos a tener que poner la palabra "Comercio" o alguna otra que no me atrevo a decir. Y jerarqua, disciplina y sacrificio y amor.

    No quiero daros una leccin, porque me encuentro en condiciones de recibirlas. Mis palabras las dicta el entusiasmo y la seguridad. No soy un iluso. He pensado mucho, y con frialdad, lo que pienso, y, como buen andaluz, poseo el secreto de la frialdad porque tengo sangre antigua. Yo s que la verdad no la tiene el que dice "hoy, hoy, hoy" comiendo su pan junto a la lumbre, sino el que serenamente mira a lo lejos la primera luz en la alborada del campo.

    Yo s que no tiene razn el que dice: "Ahora mismo, ahora, ahora" con los ojos puestos en las pequeas fauces de la taquilla, sino el que dice "Maana, maana, maana" y siente llegar la nueva vida que se cierne sobre el mundo.

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  • Federico Garc Lorca: Conferencias. Teora y juego del duende.

    Federico Garca Lorca

    Conferencias

    Teora y juego del duende.

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    Seoras y seores:

    Desde el ao 1918, que ingres en la Residencia de Estudiantes de Madrid, hasta 1928, en que la abandon, terminados mis estudios de Filosofa y Letras, he odo en aquel refinado saln, donde acuda para corregir su frivolidad de playa francesa la vieja aristocracia espaola, cerca de mil conferencias.

    Con ganas de aire y de sol, me he aburrido tanto, que al salir me he sentido cubierto por una leve ceniza casi a punto de convertirse en pimienta de irritacin.

    No. Yo no quisiera que entrase en la sala ese terrible moscardn del aburrimiento que ensarta todas las cabezas por un hilo tenue de sueo y pone en los ojos de los oyentes unos grupos diminutos de puntas de alfiler.

    De modo sencillo, con el registro que en mi voz potica no tiene luces de maderas, ni recodos de cicuta, ni ovejas que de pronto

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    son cuchillos de ironas, voy a ver si puedo daros una sencilla leccin sobre el espritu oculto de la dolorida Espaa.

    El que est en la piel de toro extendida entre los Jcar, Guadalete, Sil o Pisuerga (no quiero citar a los caudales junto a las ondas color melena de len que agita el Plata), oye decir con medida frecuencia: "Esto tiene mucho duende". Manuel Torres, gran artista del pueblo andaluz, deca a uno que cantaba: "T tienes voz, t sabes los estilos, pero no triunfaras nunca, porque t no tienes duende".

    En toda Andaluca, roca de Jan y caracola de Cdiz, la gente habla constantemente del duende y lo descubre en cuanto sale con instinto eficaz. El maravilloso cantaor El Lebrijano, creador de la Debla, deca: "Los das que yo canto con duende no hay quien pueda conmigo"; la vieja bailarina gitana La Malena exclam un da oyendo tocar a Brailowsky un fragmento de Bach: "Ole! Eso tiene duende!", y estuvo aburrida con Gluck y con Brahms y con Darius Milhaud. Y Manuel Torres, el hombre de mayor cultura en la sangre que he conocido, dijo, escuchando al propio Falla su Nocturno del Generalife, esta esplndida frase: "Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende". Y no hay verdad ms grande.

    Estos sonidos negros son el misterio, las

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    races que se clavan en el limo que todos conocemos, que todos ignoramos, pero de donde nos llega lo que es sustancial en el arte. Sonidos negros dijo el hombre popular de Espaa y coincidi con Goethe, que hace la definicin del duende al hablar de Paganini, diciendo: "Poder misterioso que todos sienten y que ningn filsofo explica".

    As, pues, el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. Yo he odo decir a un viejo maestro guitarrista: "El duende no est en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies". Es decir, no es cuestin de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejsima cultura, de creacin en acto.

    Este "poder misterioso que todos sienten y que ningn filsofo explica" es, en suma, el espritu de la sierra, el mismo duende que abraz el corazn de Nietzsche, que lo buscaba en sus formas exteriores sobre el puente Rialto o en la msica de Bizet, sin encontrarlo y sin saber que el duende que l persegua haba saltado de los misteriosos griegos a las bailarinas de Cdiz o al dionisaco grito degollado de la siguiriya de Silverio.

    As, pues, no quiero que nadie confunda al duende con el demonio teolgico de la duda, al que Lutero, con un sentimiento bquico, le

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    arroj un frasco de tinta en Nuremberg, ni con el diablo catlico, destructor y poco inteligente, que se disfraza de perra para entrar en los conventos, ni con el mono parlante que lleva el truchimn de Cervantes, en la comedia de los celos y las selvas de Andaluca.

    No. El duende de que hablo, oscuro y estremecido, es descendiente de aquel alegrsimo demonio de Scrates, mrmol y sal que lo ara indignado el da en que tom la cicuta, y del otro melanclico demonillo de Descartes, pequeo como almendra verde, que, harto de crculos y lneas, sali por los canales para or cantar a los marineros borrachos.

    Todo hombre, todo artista llamar Nietzsche, cada escala que sube en la torre de su perfeccin es a costa de la lucha que sostiene con un duende, no con un ngel, como se ha dicho, ni con su musa. Es preciso hacer esa distincin fundamental para la raz de la obra.

    El ngel gua y regala como San Rafael, defiende y evita como San Miguel, y previene como San Gabriel.

    El ngel deslumbra, pero vuela sobre la cabeza del hombre, est por encima, derrama su gracia, y el hombre, sin ningn esfuerzo, realiza su obra o su simpata o su

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    danza. El ngel del camino de Damasco y el que entr por las rendijas del balconcillo de Ass, o el que sigue los pasos de Enrique Susson, ordena y no hay modo de oponerse a sus luces, porque agita sus alas de acero en el ambiente del predestinado.

    La musa dicta, y, en algunas ocasiones, sopla. Puede relativamente poco, porque ya est lejana y tan cansada (yo la he visto dos veces), que tuve que ponerle medio corazn de mrmol. Los poetas de musa oyen voces y no saben dnde, pero son de la musa que los alienta y a veces se los merienda. Como en el caso de Apollinaire, gran poeta destruido por la horrible musa con que lo p