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FEDERICO GARCIA LORCA ~ 1 ~

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FEDERICO GARCIA LORCA

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ROMANCE DE LA LUNA, LUNA

La luna vino a la fragua

Con su polisón de nardos.

El niño la mira, mira.

El niño la está mirando.

En el aire conmovido

Mueve la luna sus brazos

Y enseña, lúbrica y pura,

Sus senos de duro estaño.

-Huye luna, luna, luna.

Si vinieran los gitanos,

Habría con tu corazón

Collares y anillos blancos.

- Niño, déjame que baile.

Cuando vengan los gitanos,

Te encontrarán sobre el yunque

Con los ojillos cerrados.

-Huye luna, luna, luna,

Que ya siento sus caballos.

-Niño, déjame, no pises

Mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba

Tocando el tambor del llano.

Dentro de la fragua el niño

Tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,

Bronce y sueño, los gitanos.

Las cabezas levantadas

Y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,

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¡Ay, como canta en el árbol!

Por el cielo va la luna

Con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,

Dando gritos, los gitanos.

El aire la vela, vela.

El aire la está velando.

PRECIOSA Y EL AIRE

Su luna de pergamino

Preciosa tocando viene

Por un anfibio sendero

De cristales y laureles.

El silencio sin estrellas,

Huyendo del sonsonete,

Cae donde el mar bate y canta

Su noche llena de peces.

En los picos de la sierra

Los carabineros  duermen

Guardando las blancas torres

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Donde viven los ingleses.

Y los gitanos del agua

Levantan por distraerse

Glorietas de caracoles y ramas de pino verde

.•

Su luna de pergamino

Preciosa tocando viene.

Al verla se ha levantado

El viento que nunca duerme.

San Cristobalón desnudo,

Lleno de lenguas celestes,

Mira a la niña tocando

Una dulce gaita ausente.

-Niña, deja que levante

Tu vestido para verte.

Abre en mis dedos antiguos

La rosa azul de tu vientre.

Preciosa tira el pandero

Y corre sin detenerte.

El viento-hombrón la persigue

Con una espada caliente.

Frunce su rumor el mar.

Los olivos palidecen.

Cantas las flautas de umbría

Y el liso gong de la nieve.

¡Preciosa, corre, preciosa, Preciosa,

Que te coge el viento verde!

¡Preciosa, corre, Preciosa!

¡Míralo por donde viene!

Sántiro de estrellas bajas

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Con sus lenguas relucientes.

Preciosa, llena de miedo,

Entre en la casa que tiene,

Más arriba de los pinos,

El cónsul de los ingleses.

Asustados por los gritos

Tres carabineros vienen,

Sus negras capas ceñidas

Y los gorros en las sienes.

El inglés da a la gitana

Un vaso de tibia leche,

Y una copa de ginebra

Que Preciosa no se bebe.

Y mientras cuenta, llorando,

Su aventura de aquella gente,

En las tejas de pizarra

El viento, furioso, muerde.

REYERTA

En la mitad del barranco

Las navajas de Albacete,

Bellas de sangre contraria,

Relucen como los peces.

Una dura luz de naipe

Recorta en el agrio verde

Caballos enfurecidos

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Y perfiles de jinetes.

En la copa de un olivo

Lloran dos viejas mujeres.

El toro de la reyerta

Se sube por las paredes.

Ángeles negros traían

Pañuelos de agua y de nieve.

Ángeles con grandes alas

De navajas de Albacete.

Juan Antonio el de Montilla

Rueda muerto la pendiente,

Su cuerpo lleno de lirios

Y una granada en las sienes.

Ahora monta cruz de fuego,

Carretera de la muerte.

El juez, con guardia civil,

Por los olivares viene.

Sangre resbalada gime

Muda canción de serpiente.

-Señores guardias civiles:

Aquí paso lo de siempre.

Han muerto cuatro romanos

Y cinco cartagineses.

La tarde loca de higueras

Y de rumores calientes

Cae desmayada en los muslos

Heridos de los jinetes.

Y ángeles negros volaban

Por el aire de poniente.

Ángeles de largas trenzas

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Y corazones de aceite.

ROMANCE SONAMBULO

Verde que te quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas.

El barco sobre el mar

Y el caballo en la montaña.

Con la sombra en la cintura

Ella sueña en su baranda,

Verde carne, pelo verde,

Con ojos de fría plata.

Verde que te quiero verde.

Bajo la luna gitana,

Las cosas la están mirando

Y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.

Grandes estrellas de escarcha

Vienen con el pez de sombra

Que abre el camino del alba.

La higiene frota su viento

Con lija de sus ramas,

Y el monte, el gato garduño,

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Eriza sus pitas agrias.

Pero ¿quién vendrá? ¿Y por donde...?

Ella sigue en su baranda,

Verde carne, pelo verde,

Soñando en la mar amarga.

-Compadre, quiero cambiar

Mi caballo por su casa,

Mi montura por su espejo,

Mi cuchillo por su manta.

Compadre, vengo sangrando,

Desde los puertos de Cabra.

-Si yo pudiera, mocito,

Este trato se cerraba.

Pero yo ya no soy yo.

Ni mi casa es ya mi casa.

-Compadre, quiero morir

Decentemente en mi cama.

De acero, si puede ser,

Con las sábanas de Holanda.

¿No ves la herida que tengo

Desde el pecho a la garganta

-Trescientas rosas morenas

Lleva tu pechera blanca.

Tu sangre rezuma y huele

Alrededor de tu faja.

Pero yo ya no soy yo,

Ni mi casa es ya mi casa.

-Dejadme subir al menos

Hasta las altas barandas;

¡Dejadme subir!, dejadme,

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Hasta las verdes barandas.

Barandales de la luna

Por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres

Hacia las altas barandas.

Dejando un rastro de sangre.

Dejando un rastro de lágrimas.

Temblando en los tejados

Farolillos de hojalata.

Mil panderos de cristal

Herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,

Verde viento verde ramas.

Los dos compadres subieron.

El largo viento dejaba

En la boca de un raro gusto

De hiel, y de menta y de albahaca.

¡Compadre! ¿Dónde está, dime,

Dónde está tu niña amarga?

¡Cuántas veces te esperó!

¿Cuántas veces te esperara,

Cara fresca, negro pelo,

En esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe

Se mecía la gitana.

Verde carne, pelo verde,

Con los ojos de fría plata.

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Un carámbalo de luna

La sostiene sobre el agua.

La noche se puso íntima

Como una pequeña plaza.

Guardias civiles, borrachos

En la puerta golpeaban.

Verde que te quiero verde.

Verde viento, verdes ramas.

El barco sobre el mar.

Y el caballo en la montaña.

LA MONJA GITANA

Silencio de cal y mirto.

Malvas en las hierbas finas.

La monja borda alhelíes

Sobre una tela pajiza.

Vuelan en la araña gris

Siete pájaros del prisma.

La iglesia gruñe a lo lejos

Como un oso panza arriba.

¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!

Sobre la tela pajiza

Ella quisiera bordar

Flores de su fantasía.

¡Qué girasol! ¡Qué magnolia

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De lentejuelas y cintas!

¡Qué azafranes y qué lunas,

en el mantel de la misa!

Cinco toronjas se endulzan

en la cercana cocina.

Las cinco llagas de Cristo

cortadas en Almería.

Por los ojos de la monja

galopan dos caballistas.

Un rumor último y sordo

le despega la camisa,

y, al mirar nubes y montes

en las yertas lejanías,

se quiebra su corazón

de azúcar y yerbaluisa.

¡Oh, qué llanura empinada

con veinte soles arriba!

¡Qué ríos puestos de pie

vislumbra su fantasía!

Pero sigue con sus flores,

mientras que de pie, en la brisa,

la luz juega el ajedrez

alto de la celosía.

LA CASADA INFIEL

Y que yo me la llevé al río

creyendo que era mozuela,

pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago

y casi por compromiso.

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Se apagaron los faroles

y se encendieron los grillos.

En las últimas esquinas

toqué sus pechos dormidos,

y se me abrieron de pronto

como ramos de jacintos.

El almidón de su enagua

me sonaba en el oído

como una pieza de seda

rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus cepas

los árboles han crecido,

y un horizonte de perros

ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,

los juncos y los espinos,

bajo su mata de pelo

hice un hoyo sobre el limo.

Yo me quite la corbata.

Ella se quitó el vestido.

Yo el cinturón con revólver.

Ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracolas

tienen el cutis tan fino,

ni los cristales con luna

relumbran con ese brillo.

Sus muslos se me escapan

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

la mitad llenos de frío.

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Aquella noche corrí

el mejor de los caminos,

montando en potra de nácar

sin bridas y sin estribos.

No quiero decir, por hombre,

las cosas que ella me dijo.

La luz del entendimiento

me hace ser muy comedido.

Sucia de besos y arena,

yo me la levé al río.

Con el aire se batían

las espaldas de los lirios.

Me porté como quien soy.

Como un gitano legítimo.

Le regalé un costutero

grande, de raso pajizo,

y no quise enamorarme

porque teniendo marido

me dijo que era mozuela

cuando la levaba al río.

ROMANCE DE LA PENA NEGRA

Las piquetas de los gallos

cavan buscando la aurora,

cuando por el monte oscuro

baja Soledad Montoya.

Cobre amarillo, su carne

huele a caballo y a sombra.

Yunques ahumados sus pechos,

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gimen canciones redondas.

-Soledad, ¿Por quien preguntas

sin compañía y a estas horas?

-Pregunte por quien pregunte,

dime: ¿a ti quése te importa?

Vengo a buscar lo que busco,

mi alegría y mi persona.

-Soledad de mis pesares,

caballo que se desboca

al fin encuentra la mar

y se lo tragan las olas.

-No me recuerdes el mar

que la pena negra brota

en las tierras de la aceituna

bajo el rumor de las hojas.

-¡Soledad, qué pena tienes!

¡Qué pena tan lastimosa!

Lloras zumo de limón

agrio de espera y de boca.

-¡Qué pena tan grande! Corro

mi casa como una loca,

mis dos trenzas por el suelo,

de la cocina a la alcoba.

¡Qué pena! Me estoy poniendo

de azabache carne y roja.

¡Ay, mis camisas de hilo!

¡Ay, mis muslos de amapola!

-Soledad, lava tu cuerpo

con agua de alondras,

y deja tu corazón

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en paz, Soledad Montoya.

Por abajo canta el río:

volante de cielo y hojas.

Con flores de calabaza

la nueva luz se corona.

¡Oh pena de los gitanos!

Pena limpia y siempre sola.

¡Oh pena de cauce oculto

y madrugada remota!

PRENDIMIENTO DE ANTOÑITO

EL CAMBORIO EN EL CAMINO DE SEVILLA

Antonio Torres Heredia,

hijo y nieto de Camborios,

con una vara de mimbre

va a Sevilla a ver los toros.

Moreno de verde luna

anda despacio y garboso.

Sus empavonados bucles

le brillan entre los ojos.

A la mitad del camino

cortó limones redondos,

y los fue tirando al agua

hasta que la puso de oro.

Y a la mitad del camino,

bajo las ramas de un olmo,

guardia civil caminera

lo llevo codo con codo.

El día se va despacio,

la tarde colgada a un hombro,

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dando una larga torera

sobre el mar y los arroyos.

Las aceitunas aguardan

la noche de Capricornio,

y una corta brisa, ecuestre,

salta los montes de plomo.

Antonio Torres Heredia,

hijo y nieto de Camborios,

viene sin vara de mimbre

entre los cinco tricornios.

-Antonio, ¿quién eres tú?

Si te llamaras Camborio,

hubieras hecho una fuente

de sangre con cinco chorros.

Ni tú eres hijo de nadie,

ni legítimo Camborio.

¡Se acabaron los gitanos

que iban por el monte solos!

Están los viejos cuchillos

tiritando bajo el polvo.

A las nueve de la noche

lo llevan al calabozo,

mientras los guardias civiles

beben limonada todos.

Y a las nueve de la noche

le cierran el calabozo,

mientras el cielo reluce

como la grupa del potro.

MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO

Voces de muerte sonaron

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cerca del Guadalquivir.

Voces antiguas que cercan

voz de clavel varonil.

Les clavó las botas

mordiscos de jabalí.

En la lucha daba saltos

jabonados de delfín.

Bañó con sangre enemiga

su corbata carmesí,

pero eran cuatro puñales

y tuvo que sucumbir.

Cuando las estrellas clavan

rejones al agua gris,

cuando los erales sueñan

verónicas de alhelí,

voces de muerte sonaron

cerca del Gualdalquivir.

-Antonio Torres Heredia.

Camborio de dura crin,

moreno de verde luna,

voz de clavel varonil:

¿Quién te ha quitado la vida

cerca del Guadalquivir?

-Mis cuatro primos Heredias

Hijos de Benameji.

Lo que en otros no envidiaban,

ya lo envidiaban en mí.

Zapatos color corinto,

medallones de marfil,

y este cutis amasado

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con aceituna y jazmín.

-¡Ay, Antoñito el Camborio,

digno de una Emperatriz!

Acuérdate de la Virgen

porque te vas a morir.

-¡Ay, Federico García,

llama a la Guardia Civil!

Ya mi talle se ha quebrado

como caña de maíz.

Tres golpes de sangre tuvo

y se murió de perfil.

Viva moneda que nunca

se volverá a repetir.

Un ángel marchoso pone

su cabeza en un cojín.

Otros de rubor cansado

encendieron un candil.

Y cuando los cuatro primos

llegan a Benamejí,

Voces de muerte cesaron

cerca del Guadalquivir.

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MUERTO DE AMOR

-¿Qué es aquello que reluce

por los altos corredores?

-Cierra la puerta, hijo mío;

acaban de dar las once.

-En mis ojos, sin querer,

relumbran cuatro faroles.

-Será que la gente aquella

estará fregando el cobre.

Ajo de agónica plata

la luna menguante pone

cabelleras amarillas

a las amarillas torres.

La noche llama temblando

al cristal de los balcones,

perseguida por los mil

perros que no la conocen,

y un olor de vino y ámbar

viene de los corredores.

Brisas de caña mojada

y rumor de viejas voces

resonaban por el arco

roto de la medianoche

Bueyes y rosas dormían.

Sólo por los corredores

las cuatro luces clamaban

con el furor de Sanjorge.

Tristes mujeres del valle

bajaban su sangre de hombre,

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tranquila de flor cortada

y amarga de muslo joven.

Viejas mujeres del río

lloraban al pie del monte

un minuto intransitable

de cabelleras y nombres.

Fachadas de cal ponían

cuadrada y blanca la noche.

Serafines y gitanos

tocaban acordeones.

-Madre, cuando yo me muera,

que se enteren los señores.

Pon telegramas azules

que vayan del Sur al Norte.

Siete gritos, siete sangres,

siete adormideras dobles

quedaron opacas lunas

en los oscuros salones.

Lleno de manos cortadas

y coronitas de flores,

el mar de los juramentos

resonaba no sé dónde.

Y el cielo daba portazos

al brusco rumor del bosque,

mientras clamaban las luces

en los altos corredores.

ROMANCE DE LA GUARDIA CIVIL ESPAÑOLA

Los caballos negros son.

Las herraduras son negras.

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Sobre las capas relucen

manchas de tinta y de cera.

Tienen, por eso no lloran,

de plomo las calaveras.

Con el alma de charol

vienen por la carretera.

Jorobados y nocturnos,

por donde animan ordenan

silencios de goma oscura

y miedos de fina arena.

Pasan, si quieren pasar,

y ocultan en la cabeza

una vaga astronomía

de pistolas inconcretas.

¡Oh ciudad de los gitanos!

En las esquinas, banderas.

La luna y la calabaza

con las guindas en conserva.

¡Oh ciudad de los gitanos!

Ciudad de dolor y almizcle,

con las torres de canela.

Cuando llegaba la noche,

noche que noche nochera,

los gitanos en sus fraguas

forjaban soles y flechas.

un caballo mal herido

llamaba a todas las puertas.

Gallos de vidrios cantaban

por Jerez de la Frontera.

El viento vuelve desnudo

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la esquina de la sorpresa,

en la noche platinoche,

noche que noche nochera.

La Virgen y San José

perdieron sus castañuelas,

y buscan a los gitanos

para ver si las encuentran.

La Virgen viene vestida

con un traje de alcaldesa,

de papel de chocolate

con los collares de almendras.

San José mueve los brazos

bajo una capa de seda.

Detrás va Pedro Domecq

con tres sultanes de Persia.

La media luna soñaba

un éxtasis de cigüeña.

Estandartes y faroles

invaden las azoteas.

Por los espejos sollozan

bailarinas sin caderas.

Agua sombra, sombra y agua

por Jerez de la Frontera.

¡Oh ciudad de los gitanos!

En las esquinas, banderas.

Apaga tus verdes luces

que viene la benemérita.

¡Oh ciudad de los gitanos!

¿Quién te vio y no te recuerda?

Dejadla lejos del mar,

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Page 23: FEDERICO GARCIA LORCA.doc

sin peines para sus crenchas.

Avanzan de dos en fondo

a la ciudad de la fiesta.

Un rumor de siemprevivas

invade las cartucheras.

Avanzan de dos en fondo.

Doble nocturno de tela.

El cielo se les antoja

una vitrina de espuelas.

La ciudad, libre de miedo,

multiplicaba sus puertas.

Cuarenta guardias civiles

entraron a saco por ellas.

Los relojes se pararon,

y el coñac de las botellas

se disfrazó de noviembre

para no infundir sospechas.

Un vuelo de gritos largos

se levantó en las veletas.

Los sables cortaron las brisas

que los cascos atropellan.

Por las calles de penumbra

huyen las gitanas viejas

con caballos dormidos

y las orzas de moneda.

Por las calles empinadas

suben las capas siniestras,

dejando detrás fugaces

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Page 24: FEDERICO GARCIA LORCA.doc

remolinos de tijeras.

En el portal de Belén

los gitanos se congregan.

San José, lleno de heridas,

amortaja a una doncella.

Tercos fusiles agudos

por toda la noche suenan.

La Virgen cura a los niños

con salivilla de estrella.

Pero la Guardia Civil

avanza sembrando hogueras,

donde joven y desnuda

la imagen se quema.

Rosa la de los Camborios

gime sentada en su puerta

con sus dos pechos cortados

puestos en una bandeja.

Y otras muchachas corrían

perseguidas por sus trenzas,

en un aire donde estallan

rosas de pólvora negra.

Cuando todos los tejados

eran surcos en la tierra,

el alba meció sus hombros

en largo perfil de piedra.

¡Oh, ciudad de los gitanos!

La Guardia Civil se aleja

por un túnel de silencio

mientras las llamas te cercan.

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Page 25: FEDERICO GARCIA LORCA.doc

¡Oh, ciudad de los gitanos!

¿Quién te vio y no te recuerda?

Que te busquen en mi frente.

Juego de luna y arena.

POEMA DE LA SOLEA

TIERRA SECA

Tierra seca,

tierra quieta

de noches

inmensas.

(Viento en el olivar,

viento en la sierra.)

Tierra

vieja

del candil

y la pena.

Tierra

de las hondas cisternas.

Tierra

de la muerte sin ojos

y de las flechas.

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(Viento por los caminos.

Brisa en las alamedas.)

PUEBLO

Sobre el monte pelado,

un calvario.

Agua clara

y olivos centenarios.

Por las callejas

hombres embozados,

y en las torres

veletas girando.

Eternamente

girando.

¡Oh, pueblo perdido,

en la Andalucía del llanto!

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PUÑAL

El puñal

entra en el corazón,

como la reja del arado

en el yermo.

No

No me lo claves.

No

El puñal,

como un rayo de sol,

incendia las terribles

hondonadas.

No

No me lo claves.

No

ENCRUCIJADA

Viento del Este;

un farol

y el puñal

en el corazón.

La calle

tiene un temblor

de cuerda

en tensión,

un temblor

de enorme moscardón.

Por todas partes

yo

veo el puñal

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Page 28: FEDERICO GARCIA LORCA.doc

en el corazón.

¡ AY !

El grito deja en el viento

una sombra de ciprés.

(Dejadme en este campo,

llorando.)

Todo se ha roto en este mundo.

No queda más que el silencio.

(Dejadme en este campo,

llorando.)

El horizonte sin luz

está mordido de hogueras.

(Ya os he dicho que me dejéis

en este campo,

llorando.)

SORPRESA

Muerto se quedó en la calle

con un puñal en el pecho.

No lo conocía nadie.

¡ Cómo temblaba el farol !

Madre.

¡ Cómo temblaba el farolito

de la calle !

Era madrugada. Nadie

pudo asomarse a sus ojos

abierto al duro aire.

Que muerto se quedó en la calle

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Page 29: FEDERICO GARCIA LORCA.doc

que con un puñal en el pecho

y que no lo conocía nadie.

LA SOLEÁ

Vestidas con mantos negros

piensa que el mundo es chiquito

y el corazón es inmenso.

Vestida con mantos negros.

Piensa que el suspiro tierno

y el grito, desaparecen

en la corriente del viento.

Vestida con mantos negros.

Se dejó el balcón abierto

y el alba por el balcón

desembocó todo el cielo.

¡ Ay yayayayay,

que vestida con mantos negros !

CUEVA

De la cueva salen

largos sollozos.

( Lo cárdeno

sobre el rojo ).

El gitano evoca

países remotos.

( Torres altas y hombres

misteriosos )

En la voz entrecortada

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Page 30: FEDERICO GARCIA LORCA.doc

van sus ojos.

(Lo negro

sobre el rojo ).

Y la cueva encalada

tiembla en el oro.

(Lo blanco

sobre el rojo ).

ENCUENTRO

Ni tú ni yo estamos

en disposición

de encontrarnos.

Tú... por lo que ya sabes.

¡ Yo la he querido tanto !

Sigue esa veredita.

En las manos

tengo los agujeros

de los clavos.

¿ No ves cómo me estoy

desangrando ?

No mires nunca atrás,

vete despacio

y reza como yo

a San Cayetano,

que ni tú ni yo estamos

en disposición

de encontrarnos.

ALBA

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Page 31: FEDERICO GARCIA LORCA.doc

Campanas de Córdoba

en la madrugada.

Campanas de amanecer

en Granada.

Os sienten todas las muchachas

que lloran a la tierna

soleá enlutada.

Las muchachas

de Andalucía la alta

y la baja.

Las niñas de España

de pie menudo

y temblorosas faldas,

que han llenado de luces

las encrucijadas.

¡ Oh, campanas de Córdoba

en la madrugada.

y oh, campanas de amanecer

en Granada !

LLANTO POR IGNACIO SANCHEZ MEJIAS (1935)

LA COGIDA Y LA MUERTE

A las cinco de la tarde.

Eran las cinco en punto  de la tarde.

Un niño trajo la blanca sábana

a las cinco de la tarde .

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Page 32: FEDERICO GARCIA LORCA.doc

Una puerta de cal ya prevenida

Lo demás era  muerte y solo muerte

a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones

a las cinco de la tarde.

Y el óxido sembró cristal y níquel

a las cinco de la tarde.

Ya luchan  la paloma  y el  leopardo

a las cinco de la tarde.

Y un muslo  con un asta desolada

a las cinco de la tarde.

Comenzaron los sones del bordón

a las cinco de la tarde.

Las campanas de arsénico y el humo

a las cinco de la tarde.

En las esquinas grupos de silencio

a las cinco de la tarde.

¡ Y el toro solo corazón arriba !

a las cinco de la tarde.

Cuando el sudor de nieve fue llegando

a las cinco de la tarde.

cuando la plaza se cubrió  de yodo

a las cinco de la tarde.

la muerte puso huevos en la herida

a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.

A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama.

a las cinco de la tarde.

Huesos y flautas suenan en su oído

~ 32 ~

Page 33: FEDERICO GARCIA LORCA.doc

a las cinco de la tarde.

El toro  ya mugía por su frente

a las cinco de la tarde

El cuarto se irisaba de agonía

a las cinco de la tarde.

A lo lejos ya viene la gangrena

a las cinco de la tarde.

Trompa de lirio por las verdes ingles

a las cinco de la tarde.

Las heridas quemaban como soles

a las cinco de la tarde.

y el gentío rompía las ventanas

a las cinco de la tarde .

¡ Ay, qué terribles cinco de la tarde !

¡ Eran  las cinco en todos los relojes!

¡ Eran las cinco en sombra de la tarde !

LA SANGRE DERRAMADA

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,

que no quiero ver la sangre

de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.

Caballo de nubes quietas,

y la plaza gris del sueño

con cauces en las barreras.

¡Que no quiero verla!

Que mi recuerdo se quema .

¡Avisad a los jazmines

~ 33 ~

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con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo

pasaba su triste lengua

sobre un hocico de sangres

derramadas en la arena,

y los toros de Guisando,

casi muerte y casi piedra,

mugieron como dos siglos

hartos de pisar la tierra.

No.

¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio

con toda su muerte a cuestas.

Buscaba el amanecer,

y el amanecer no era.

Busca su perfil seguro,

y el sueño lo desorienta.

Buscaba su hermoso cuerpo

y encontró su sangre abierta.

¡No me digáis que la vea!

No quiero sentir el chorro

cada vez con menos fuerza;

es chorro que ilumina

los tendidos y se vuelca

sobre la pana y el cuero

de muchedumbre sedienta.

¡Quién me grita que me asome!

¡No me digáis que la vea!

No se cerraron sus ojos

~ 34 ~

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cuando vio los cuernos cerca,

pero las madres terribles

levantaron la cabeza.

Y a través de las ganaderías,

hubo un aire de voces secretas

que gritaban a toros celestes,

mayorales de pálida niebla.

No hubo príncipe en Sevilla

que comparársele pueda,

ni espada como su espada

ni corazón tan de veras.

Como un río de leones

su maravillosa fuerza,

y como un torso  de mármol

su dibujada prudencia.

Aire de Roma andaluza

le doraba la cabeza

donde su risa era un nardo

de sal y de inteligencia.

¡Qué gran torero en la plaza!

¡Qué buen serrano en la sierra!

¡Qué blando con las espigas !

¡Qué duro con las espuelas!

¡Qué tierno con el rocío!

¡Qué deslumbrante en la feria !

¡Qué tremendo con las últimas

banderillas de tiniebla!

Pero ya duerme sin fin.

Ya los musgos y la hierba

abren con dedos seguros

~ 35 ~

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la flor de su calavera.

Y su sangre ya viene cantando:

cantando por marismas y praderas,

resbalando por cuerno ateridos,

vacilando sin alma por la niebla,

tropezando con miles de pezuñas

como una larga ,oscura, triste lengua,

para formar un charco de agonía

junto al Guadalquivir de las estrellas .

¡Oh blanco muro de España!

¡Oh negro toro de pena!

¡Oh sangre dura de Ignacio!

¡Oh ruiseñor de sus venas!

No .

¡Que no quiero verla!

Que no hay cáliz que la contenga,

que no hay golondrinas que se la beban,

no hay escarcha de luz que la enfríe,

no hay canto ni diluvio de azucenas,

no hay cristal que la cubra de plata.

No.

¡¡Yo no quiero verla!!

CUERPO PRESENTE

La piedra es una frente donde los sueños gimen

sin tener agua curva ni cipreses helados.

La piedra es una espalda para llevar al tiempo

con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises hacia las olas

levantando sus tiernos brazos acribillados,

~ 36 ~

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para no ser cazadas por la piedra tendida

que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados ,

esqueletos de alondras y lobos  de penumbra;

pero no da sonidos ,ni cristales, ni fuego,

sino plazas y plazas y otras sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.

Ya se acabó ;¿qué pasa ?Contemplad su figura:

la muerte le ha cubierto de pálidos azufres

y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó .La lluvia penetra por su boca.

El aire como loco deja su pecho hundido,

y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,

se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.

Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,

con una forma clara que tuvo ruiseñores

y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice !

Aquí no canta nadie , ni llora  en el rincón ,

ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:

aquí no quiero más que los ojos  redondos

para ver ese cuerpo sin posible  descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura .

Los que doman caballos y dominan los ríos:

los hombres que les suena el esqueleto y cantan

con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos .Delante de la piedra .

Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.

Yo quiero que me enseñen dónde está la salida

~ 37 ~

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para esté capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río

que tenga dulces nieblas y profundas orillas,

para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda

sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna

que finge cuando niña doliente res inmóvil;

que se pierda en la noche sin canto de los peces

y en la maleza blanca del humo congelado.

N o quiero que le tapen la cara con pañuelos

para que se acostumbre con la muerte que lleva.

Vete, Ignacio :No sientas el caliente bramido.

Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!

IV

ALMA AUSENTE

No te conoce el toro ni la higuera,

ni caballos ni hormigas de tu casa.

No te conoce el niño ni la tarde

porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,

ni el raso negro donde te destrozas.

No te conoce tu recuerdo mudo

porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas

uva de niebla y montes agrupados,

pero nadie querrá mirar tus ojos

porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,

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como todos los muertos que se olvidan

en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. Pero yo te canto.

Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.

La madurez insigne de tu conocimiento.

Tu apariencia de muerte y el gusto de su boca.

La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace.

un andaluz tan claro, tan rico de aventura.

Yo canto su elegancia con palabras que gimen

y recuerdo una brisa triste por los olivos.

DIVAN DEL TAMARIT (1936)

CASIDAS

CASIDA DEL HERIDO POR EL AGUA

Quiero bajar al pozo,

quiero subir los muros de Granada,

para mirar el corazón pasado

por el punzón oscuro de las aguas.

El niño herido gemía

con una corona de escarcha.

Estanques, aljibes y fuentes

levantaban al aire sus espadas.

¡ Ay, qué furia de amor, qué hiriente filo,

qué nocturno rumor, qué muerte blanca !

¡ Qué desiertos de luz iban hundiendo

los arenales de la madrugada !

El niño estaba solo

con la ciudad dormida en la garganta.

Un surtidor que viene de los sueños

~ 39 ~

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lo defiende del hambre de las algas.

El niño y su agonía, frente a frente,

eran dos verdes lluvias enlazadas.

El niño se tendía por la tierra

y su agonía se curvaba.

Quiero bajar al pozo,

quiero morir mi muerte a bocanadas,

quiero llenar mi corazón de musgo,

para ver al herido por el agua

II

CASIDA DEL LLANTO

He cerrado mi balcón

por que no quiero oír el llanto

pero por detrás de los grises muros

no se oye otra cosa que el llanto.

Hay muy pocos ángeles que canten,

hay muy pocos perros que ladren,

mis violines caben en la palma de mi mano.

Pero el llanto es un perro inmenso,

el llanto es un ángel inmenso,

el llanto es un violín inmenso,

las lágrimas amordazan al viento,

no se oye otra cosa que el llanto.

III

CASIDA DE LOS RAMOS

Por las arboledas del Tamarit

han venido los perros de plomo

a esperar que se caigan los ramos,

a esperar que se quiebren ellos solos.

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El Tamarit tiene un manzano

con una manzana de sollozos.

Un ruiseñor apaga los suspiros

y un faisán los ahuyenta por el polvo.

Pero los ramos son alegres,

los ramos son como nosotros.

No piensan en la lluvia y se han dormido,

como si fueran árboles, de pronto.

Sentados con el agua en las rodillas

dos valles esperaban al otoño.

La penumbra con paso de elefante

empujaba las ramas y los troncos.

Por las arboledas de Tamarit

hay muchos niños de velado rostro

a esperar que se caigan mis ramos,

a esperar que se quiebren ellos solos.

IV

CASIDA DE LA MUJER TENDIDA

Verte desnuda es recordar la tierra.

La tierra lisa, limpia de caballos.

La tierra sin un junco, forma pura

cerrada al por venir: confín de plata.

Verte desnuda es comprender el ansia

de la lluvia que busca el débil talle,

o la fiebre del mar de inmenso rostro

sin encontrar la luz de su mejilla.

La sangre sonará por las alcobas

y vendrá con espadas fulgurantes,

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pero tú no sabrás donde se ocultan

el corazón de sapo o la violeta.

Tu vientre es una lucha de raíces,

tus labios son un alba sin contorno.

Bajo las rosas tibias de la cama

los muertos gimen esperando turno.

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V

CASIDA DEL SUEÑO AL AIRE LIBRE

Flor de jazmín y toro degollado.

Pavimento infinito. Mapa. Sala. Arpa. Alba.

La niña finge un toro de jazmines

y el toro es un sangriento crepúsculo que brama. +

Si el cielo fuera un niño pequeñito,

los jazmines tendrían mitad de noche oscura,

y el toro circo azul sin lidiadores

y un corazón al pie de una columna.+

Pero el cielo es un elefante

y el jazmín es un agua sin sangre

y la niña es un ramo nocturno

por el inmenso pavimento oscuro. +

Entre el jazmín y el toro

o garfios de marfil o gente dormida.

En el jazmín un elefante y nubes

y en el toro el esqueleto de la niña.

VI

CASIDA DE LA MANO IMPOSIBLE

Yo no quiero más que una mano,

una mano herida, si es posible.

Yo no quiero más que una mano,

aunque pase mil noches sin lecho+.

Sería un pálido lirio de cal,

sería una paloma amarrada a mi corazón,

sería el guardían que en la noche de mi tránsito

~ 43 ~

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prohibiera en absoluto la entrada a la luna.+

Yo no quiero más que una mano

para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía

Yo no quiero más que esa mano

para tener un ala de mi muerte.

Lo demás todo pasa.

Rubor sin nombre ya, astro perpetuo.

Lo demás es lo otro; viento triste,

mientras las hojas huyen en bandadas.

VII

CASIDA DE LA ROSA

La rosa

no buscaba la aurora:

casi eterna en su ramo,

buscaba otra cosa.

La rosa,

no buscaba ni ciencia ni sombra:

confín de carne y sueño,

buscaba otra cosa.

La rosa,

no buscaba la rosa.

Inmóvil por el cielo

buscaba otra cosa.

VIII

CASIDA DE LA MUCHACHA DORADA

La muchacha dorada

se bañaba en el agua

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y el agua se doraba.

Las algas y las ramas

en sombra la asombraban,

y el ruiseñor cantaba

por la muchacha blanca.

Vino la noche clara,

turbia de plata mala,

con peladas montañas

bajo la brisa parda.

La muchacha mojada

era blanca en el agua

y el agua, llamara.

Vino el alba sin mancha,

con mil caras de vacas,

yerta y amortajada

con heladas guirnaldas.

La muchacha de lágrimas

se bañaba entre llamas,

y el ruiseñor lloraba

con las alas quemadas.

La muchacha dorada

era una blanca garra

y el agua la doraba.

IX

CASIDA DE LAS PALOMAS OSCURAS

A Claudio Guillén.

Por las ramas del laurel

vi dos palomas oscuras.

La una era el sol,

la otra la luna.

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"Vecinitas", les dije:

"¿ Dónde está mi sepultura ?"

"En mi cola", dijo el sol.

"En mi garganta", dijo la luna.

Y yo que estaba caminando

con la tierra por la cintura

vi dos águilas de nieve

y una muchacha desnuda.

La una era la otra

y la muchacha era ninguna.

"Aguilitas", les dije:

"¿Dónde está mi sepultura?"

"En mi cola", dijo el sol.

"En mi garganta", dijo la luna.

Por las ramas del laurel

vi dos palomas desnudas.

La una era la otra

y las dos eran ninguna.

GACELAS

I

GACELA DEL AMOR IMPREVISTO

Nadie comprendía el perfume

de la oscura magnolia de tu vientre.

Nadie sabía que martirizabas

un colibrí de amor entre los dientes.

Mil caballitos persas se dormían

en la plaza con luna de tu frente,

mientras que yo enlazaba cuatro noches

tu cintura, enemiga de la nieve.

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Entre yeso y jazmines, tu mirada

era un pálido ramo de simientes.

Yo busqué, para darte, por mi pecho

las letras de marfil que dicen siempre,

siempre, siempre: jardín de mi agonía,

tu cuerpo fugitivo para siempre,

la sangre de tus venas en mi boca,

tu boca ya sin luz para mi muerte.

II

GACELA DE LA TERRIBLE PRESENCIA

Yo quiero que el agua se quede sin cauce,

yo quiero que el viento se quede sin valles.

Quiero que la noche se quede sin ojos

y mi corazón sin flor del oro;

que los bueyes hablen con las grandes hojas

y que la lombriz se muera de sombra;

que brillen los dientes de la calavera

y los amarillos inunden la seda.

Puedo ver el duelo de la noche herida

luchando enroscada con el mediodía.

Resiste un ocaso de verde veneno

y los arcos rotos donde sufre el tiempo.

Pero no ilumines tu limpio desnudo

como un negro cactus abierto en los juncos.

Déjame en un ansia de oscuros planetas,

pero no me enseñes tu cintura fresca.

III

GACELA DEL AMOR DESESPERADO

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La noche no quiere venir

para que tú no vengas

ni yo pueda ir.

Pero yo iré,

aunque un sol de alacranes me coma la sien.

Pero tu no vendrás

con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir

para que tú no vengas,

ni yo pueda ir.

Pero yo iré

entregando a los sapos mi mordido clavel.

Pero tú vendrás

por las turbias cloacas de la oscuridad.

Ni la noche ni el día quieren venir

para que por ti muera

y tú mueras por mí.

V

GACELA DEL AMOR QUE NO SE DEJA VER

Solamente por oír

la campana de la Vela

te puse una corona de verbena.

Granada era una luna

ahogada entre yedras.

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Solamente por oír

la campana de la Vela

desgarré mi jardín de Cartagena.

Granada era una corza

rosa por las veletas.

Solamente por oír

la campana de la Vela

me abrasaba en tu cuerpo

sin saber de quién era.

V

GACELA DEL NIÑO MUERTO

Todas las tardes en Granada,

todas las tardes se muere un niño.

Todas las tardes en el agua se sienta

a conversar con sus amigos.

Los muertos llevan alas de musgo.

El viento nublado y el viento limpio

son dos faisanes que vuelan por las torres

y el día es un muchacho herido.

No quedaba en el aire ni una brizna de alondra

cuando yo te encontré por las grutas del vino.

No quedaba en la tierra ni una miga de nube

cuando te ahogabas por el río.

Un gigante de agua cayó sobre los montes

y el valle fue rodando con perros y con lirios.

Tu cuerpo, con la sombra violeta de mis manos,

era muerto en la orilla, un arcángel de frío.

VI

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GACELA DE LA RAÍZ AMARGA

Hay una raíz amarga

y un mundo de mil terrazas.

Ni la mano más pequeña

quiebra la puerta del agua

¿Dónde vas, adónde, dónde?

Hay un cielo de mil ventanas

-batalla de abejas lívidas-

y hay una raíz amarga.

Amarga.

Duele en la planta del pie

el interior de la cara,

y duele en el tronco fresco

de noche recién cortada.

¡Amor, enemigo mío,

muerde tu raíz amarga!

VII

GACELA DEL RECUERDO DEL AMOR

No te lleves tu recuerdo.

Déjalo solo en mi pecho,

temblor de blanco cerezo

en el martirio de enero.

Me separa de los muertos

un muro de malos sueños.

Doy pena de lirio fresco

para un corazón de yeso.

Toda la noche en el huerto

mis ojos, como dos perros.

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Toda la noche, corriendo

los membrillos de veneno.

Algunas veces el viento

es un tulipán de miedo.

Es un tulipán enfermo,

la madrugada de invierno.

Un muro de malos sueños

me separa de los muertos.

La niebla cubre en silencio

el valle gris de tu cuerpo.

Por el arco del encuentro

la cicuta está creciendo.

Pero deja tu recuerdo

déjalo sólo en mi pecho.

VIII

GACELA DE LA MUERTE OSURA

Quiero dormir el sueño de las manzanas

alejarme del tumulto de los cementerios.

Quiero dormir el sueño de aquel niño

que quería cortarse el corazón en alta mar.

No quiero que me repitan que los muertos no pierden la sangre;

que la boca podrida sigue pidiendo agua.

No quiero enterarme de los martirios que da la hierba,

ni de la luna con boca de serpiente

que trabaja antes del amanecer.

Quiero dormir un rato,

un rato, un minuto, un siglo;

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pero que todos sepan que no he muerto;

que haya un establo de oro en mis labios;

que soy un pequeño amigo del viento Oeste;

que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.

Cúbreme por la aurora con un velo,

porque me arrojará puñados de hormigas,

y moja con agua dura mis zapatos

para que resbale la pinza de su alacrán.

Porque quiero dormir el sueño de las manzanas

para aprender un llanto que me limpie de tierra;

porque quiero vivir con aquel niño oscuro

que quería cortarse el corazón en alta mar

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ODA A SALVADOR DALI

Una rosa en el alto jardín que tu deseas.Una rueda en la pura sintaxis del acero.

Desnuda la montaña de niebla impresionista.Los grises oteando sus balaustradas últimas.

Los pintores modernos, en sus blancos estudios,cortan la flor aséptica de la raíz cuadrada.

En las aguas del Sena un iceberg de mármolenfría las ventanas y disipa las yedras.

El hombre pisa fuerte las calles enlosadas.Los cristales esquivan la magia del reflejo.

El Gobierno ha cerrado las tiendas de perfume.La máquina eterniza sus compases binarios.

Una ausencia de bosques, biombos y entrecejosyerra por los tejados de las casas antiguas.

El aire pulimenta su prisma sobre el mary el horizonte sube como un gran acueducto.

Marineros que ignoran el vino y la penumbradecapitan sirenas en los mares de plomo.

La Noche, negra estatua de la prudencia, tieneel espejo redondo de la luna en su mano.

Un deseo de formas y límites nos gana.Viene el hombre que mira con el metro amarillo.

Venus es una blanca naturaleza muertay los coleccionistas de mariposas huyen.

*

Cadaqués, en el fiel del agua y la colina,eleva escalinatas y oculta caracolas.

Las flautas de madera pacifican el aire.Un viejo dios silvestre da frutas a los niños.

Sus pescadores duermen, sin ensueño, en la arena.

En alta mar les sirve de brújula una rosa.El horizonte virgen de pañuelos heridos

junta los grandes vidrios del pez y de la luna.

Una dura corona de blancos bergantinesciñe frentes amargas y cabellos de arena.

Las sirenas convencen, pero no sugestionan,y salen si mostramos un vaso de agua dulce.

*

¡Oh Salvador Dalí, de voz aceitunada!No elogio tu imperfecto pincel adolescenteni tu color que ronda la color de tu tiempo,pero alabo tus ansias de eterno limitado.

Alma higiénica, vives sobre mármoles nuevos.Huyes la oscura selva de formas increíbles.Tu fantasía llega donde llegan tus manos,y gozas el soneto del mar en tu ventana.

El mundo tiene sordas penumbras y desorden,en los primeros términos que el humano

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frecuenta.Pero ya las estrellas ocultando paisajes,

señalan el esquema perfecto de sus órbitas.

La corriente del tiempo se remansa y ordenaen las formas numéricas de un siglo y otro siglo.

Y la Muerte vencida se refugia temblandoen el círculo estrecho del minuto presente.

Al coger tu paleta, con un tiro en un ala,pides la luz que anima la copa del olivo.

Ancha luz de Minerva, constructora de andamios,donde no cabe el sueño ni su flora inexacta.

Pides la luz antigua que se queda en la frente,sin bajar a la boca ni al corazón del hombre.Luz que temen las vides entrañables de Bacoy la fuerza sin orden que lleva el agua curva.

Haces bien en poner banderines de aviso,en el límite oscuro que relumbra de noche.

Como pintor no quieres que te ablande la formael algodón cambiante de una nube imprevista.

El pez en la pecera y el pájaro en la jaula.No quieres inventarlos en el mar o en el viento.

Estilizas o copias después de haber miradocon honestas pupilas sus cuerpecillos ágiles.

Amas una materia definida y exactadonde el hongo no pueda poner su campamento.

Amas la arquitectura que construye en lo ausentey admites la bandera como una simple broma.

Dice el compás de acero su corto verso elástico.Desconocidas islas desmienten ya la esfera.

Dice la línea recta su vertical esfuerzoy los sabios cristales cantan sus geometrías.

*

Pero también la rosa del jardín donde vives.¡Siempre la rosa, siempre, norte y sur de

nosotros!Tranquila y concentrada como una estatua ciega,

ignorante de esfuerzos soterrados que causa.

Rosa pura que limpia de artificios y croquisy nos abre las alas tenues de la sonrisa.(Mariposa clavada que medita su vuelo.)Rosa del equilibrio sin dolores buscados.

¡Siempre la rosa!

*

¡Oh Salvador Dalí de voz aceitunada!Digo lo que me dicen tu persona y tus cuadros.

No alabo tu imperfecto pincel adolescente,pero canto la firme dirección de tus flechas.

Canto tu bello esfuerzo de luces catalanas,tu amor a lo que tiene explicación posible.

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Canto tu corazón astronómico y tierno,de baraja francesa y sin ninguna herida.

Canto el ansia de estatua que persigues sin treguael miedo a la emoción que te aguarda en la calle.

Canto la sirenita de la mar que te cantamontada en bicicleta de corales y conchas.

Pero ante todo canto un común pensamientoque nos une en las horas oscuras y doradas.No es el Arte la luz que nos ciega los ojos.

Es primero el amor, la amistad o la esgrima.

Es primero que el cuadro que paciente dibujasel seno de Teresa, la de cutis insomne,el apretado bucle de Matilde la ingrata,

nuestra amistad pintada como un juego de oca.

Huellas dactilográficas de sangre sobre el ororayen el corazón de Cataluña eterna.

Estrellas como puños sin halcón te relumbren,mientras que tu pintura y tu vida florecen.

No mires la clepsidra con alas membranosas,ni la dura guadaña de las alegorías.

Viste y desnuda siempre tu pincel en el aire,frente a la mar poblada con barcos y marinos.

BERCEUSE AL ESPEJO DORMIDO

Duerme.

No temas la mirada

errante.

Duerme.

Ni la mariposa,

ni la palabra,

ni el rayo furtivo

de la cerradura

te herirán.

Duerme.

Como mi corazón,

así tú,

espejo mío.

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Jardín donde el amor

me espera.

Duérmete sin cuidado,

pero despierta,

cuando se muera el último

beso de mis labios.

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