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Primera Edición: 1.881 Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada Lucas Fernández de Piedrahita Escaneado por: MEM 19/01/2009

Fernandez de a Lucas - Conquistas Del Nuevo Reino de Granada

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Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de GranadaLucas Fernndez de Piedrahita Edicin original: Bogot, Imprenta de Medardo Rivas. 1881.

PRLOGO El clebre historiador ingls Tomas Babington Macaulay principia su artculo sobre Lord Clive (escrito en 1840) admirndose, con candoroso nacionalismo, de que la historia de la conquista y subyugacin de la India oriental por los ingleses no haya despertado jams, en Europa, ni en Inglaterra mismo, el inters con que cautiva los nimos la historia de la conquista y colonizacin de Amrica por los espaoles. Pocos habr que ignoren el nombre del vencedor en Mxico y Otumba, y que no hayan oido hablar de los caudillos que avasallaron el suelo de los Incas; pero apnas habr uno entre muchos en Inglaterra (por lo mnos hace cuarenta aos, si hemos de estar al dicho de Macaulay) que d razn de quin gan la batalla de Buxar, de quin orden la matanza de Patna, de si Smajah Dowlah reinaba sobre el Uda sobre Travancora, y otros puntos semejantes. Y no acierta comprender Macaulay esta preferencia que da el pblico las conquistas espaolas de Amrica, sobre las invasiones inglesas de la India, cuando considera que la poblacin sometida por los ingleses era diez veces mayor que la de los indios americanos, y haba alcanzado un grado de civilizacin material superior la que tenian los mismos espaoles cuando acometieron la conquista del Nuevo Mundo. En otro de sus ensayos, el que se refiere la |Guerra de sucesin en Espaa, reconoce el mismo insigne escritor que Espaa en el siglo en que guerreaba un tiempo en Europa y en Amrica, era la ms poderosa y fuerte, al par que la ms sbia y amaestrada potencia del mundo; pero en la ocasin citada, tratndose de un paralelo entre el valor de la nacin que no vi ponerse el sol en sus dominios, y el del pueblo insular que amenaza todos con el tridente, el avisado crtico, pesar de serlo, y mucho, el autor de los mencionados ensayos, no quiso ver, su orgullo nacional le | vend los ojos para que no viese, que el consabido sufragio del pblico leyente de todos los pases en favor de la historia de nuestra Amrica, comparada con la usurpacin de la India Oriental, siendo, como es, voto general y unnime, no ha de graduarse de caprichoso y necio, ntes hay que reconocer que se apoya en razones poderosas, y al critico en casos tales no incumbe ensayar refutaciones de la opinin universal, sino desentraar y descubrir los motivos y fundamentos que la explican. La conquista de Amrica ofrece al historiador preciosos materiales para tejer las ms interesantes relaciones; porque ella presenta reunidos los rasgos ms variados que acreditan la grandeza y poderio de una de aquellas ramas de la raza latina que mejores ttulos tienen apellidarse |romanas: el espritu avasallador y el valor impertrrito siempre y donde quiera: virtudes hericas al lado de crmenes atroces: el soldado vestido de acero, que da y recibe la muerte con igual facilidad, y el misionero de paz que armado slo con la insignia del martirio domestica los hijos de las selvas y muchas veces rinde la vida por Cristo: el indio que azorado y errante vaga con los hijos puestos al seno (como deca ya Horacio de los infelices que en su tiempo eran vctimas de iguales despojos, sin las compensaciones de la caridad cristiana), que gime esclavizado por el duro encomendero; y el indio cantado en sublimes versos por un poeta aventurero, como Ercilla, defendido con arrebatada elocuencia en el Consejo del Emperador por un fraile entusiasta como Las Casas, protegido por leyes benficas y cristianas, convertido | la de amor y justicia por la paternal y cariosa enseanza de religiosos dominicos jesuitas: la codicia intrpida (no la de sordas maquinaciones) que desafiando la naturaleza bravia corre por todas partes ansiosa de encontrar el dorado vellocino; y la fe, la generosidad y el patriotismo que fundan ciudades, erigen templos, establecen casas de educacin y beneficencia, y alzan monumentos que hoy todava son ornamento y gala de nuestro suelo. Singular y feliz consorcio, sobre todo (salvo un periodo breve de anarqua e insurrecciones que sigui inmediatamente la conquista), aquel que ofrecen la unidad de pensamiento y uniformidad del sistema de colonizacin, debido los sentimientos profundamente catlicos y monrquicos de los conquistadores, con el espritu caballeresco, libre y desenfadado, hijo de la Edad Mdia, que permite cada conquistador campear y ostentarse en el cuadro de la historia con su carcter y genialidad propios. As, Cortes no se confunde con Pizarro, ni Quesada se equivoca con Belalczar; as el caballero que por puntos de honor, lances de amor, desenvaina fcilmente y enrojece la espada, se entrega sumiso como vasallo un Juez de residencia Comisario Real, y aun dobla con resignacin el indmito cuello, llegado el caso, ante la inflexible cuchilla de la justicia. Lo que es de notar, y lo que no observa Macaulay, es que las glorias de la conquista han crecido y abirtose camino, no por esfuerzos de la misma raza conquistadora, encaminados ensalzarlas y pregonarlas, ntes pesar de la | emulacin de los extraos, como era de esperarse, y tambin de la indolencia y un las renegaciones de los propios, que es gnero de oposicin con que de ordinario no tropezaron las glorias de otras naciones. Los primeros cronistas de aquellos sucesos consignaron los hechos con candor y sencillez, sin adornarlos con las flores del estilo; slo siglos despus emple Sols los artificios de la elocuencia para popularizar y hacer gustosa la historia de Hernn Corts, ms seca pero ms pura en las desnudas y cndidas pginas de Bernal diaz. Muchas de aquellas relaciones, en cuya publicacin debian estar interesados los espaoles |todos, permanecan inditas, y otras lo estn an. Slo en los ltimos aos han salido luz obras manuscritas y casi desconocidas, de Oviedo y de Las Casas, las |Guerras de Quito de Cieza de Len, Cartas de Indias de gran vala, y otros documentos preciosos, gracias al celo de la Academia de la historia, la proteccin del gobierno de D. Alfonso XII, y la diligencia y estudio de eruditos particulares, como los seores don Justo Zaragoza y D. Mrcos Jimnez de la Espada. No de esfuerzos semejantes di ejemplo nuestra raza en tiempos anteriores, y 2

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sobre todo principios de la presente centuria, cuando los peninsulares con mal entendido y tardo desengao se empeaban en conservar las colonias de Amrica, que los errores do su propio gobierno ms talvez que el anhelo de emancipacin de sus hijos, les arrebataban para siempre de las manos. Dominados ellos de ideas filantrpicas en que los imbuy el enciclopedismo francs, creyendo que expiaban las culpas de Corteses y Pizarros sin ver la viga presente en el ojo propio, sin considerar que la expulsin de los Jesuitas por el gobierno de Crlos III, y la propaganda volteriana de los consejeros y validos de aquel monarca y de su inmediato sucesor, eran los verdaderos errores que ellos estaban purgando, las causas que de cerca determinaban la prdida de las Amricas; y nosotros, figurndonos que bamos vengar los manes de Motezuma y libertar la cuna de los Incas; espaoles peninsulares y americanos, todos una aquende y allende los mares, de buena fe veces, otras por intereses por ficcin' maldecamos y renegbamos de nuestros comunes padres. Con voces de poetas ibricos indianos pudo formarse entnces horrsono coro de maldiciones contra la conquista. El lenguaje de Olmedo, por ejemplo, enmedio de sus exageraciones enrgicas y brillantes, no difiere en el fondo del amargo sentimentalismo de Quintana, que con la misma pluma con que traz las biografas de Pizarros y Balboas, adulaba en sus odas famosas la "vrgen Amrica", en rasgos del tenor siguiente: Con sangre estn escritos En el eterno libro de la vida Esos dolientes gritos Que tu labio afligido al cielo enva; Claman all contra la patria mia Y vedan estampar gloria y ventura En el campo fatal donde hay delitos. No cesarn jams? No son bastantes |Tres siglos infelices De amarga expiacin? |Ya en estos dias No somos, n, los que la faz del mundo Las alas de la audacia se vistieron, Y por el ponto Atlntico volaron, Aquellos que al silencio en que yacias Sangrienta, encadenada te arrancaron. As cantaba en 1806 el ms brioso, el ms popular de los poetas espaoles de aquel tiempo; y esas valientes estancias en que protestaba que los espaoles de entnces |no eran los mismos espaoles del siglo XVI, del siglo de la grandeza de Espaa, corran en Espaa con aplauso. Los |tres siglos de servidumbre siguieron sonando lo mismo en los ensayos histricos del clebre literato y estadista peninsular Martnez de la Rosa |(Guerra de las Comunidades de Castilla) que en los escritos patriticos de nuestro insigne Camilo Trres |(Memorial de agravios). Dijrase que espaoles europeos y americanos, no contentos desde los albores de 1810 con despedazarnos y desacreditarnos recprocamente, slo nos dbamos la mano en el comn empeo de ahogar las tradiciones de nuestra raza, y que con desden altivo, y un con lgrimas qu haciamos alarde de verter | [1] (y que si alguno las verti realmente, mejor se hubieran empleado en llorar pecados propios) aspirbamos borrar, si posible fuese, los orgenes de la civilizacin americana. Deplorable es, y lstima profunda inspira, la situacin de una raza enervada que por nico consuelo hace ostentacin de los nombres de sus progenitores ilustres. De qu ha servido los modernos italianos decir al mundo con palabras y no con hechos, que descienden de los Csares y Escipiones? Pero es doloroso tambien, sntoma asimismo de degeneracin y de ruina, y rasgo de ingratitud mucho ms censurable que la necia vanidad, la soberbia y menosprecio con que un pueblo cualquiera, aunque por otra parte est adornado de algunas virtudes, apnas se digna tornar ver su cristiana y herica ascendencia. El nacionalismo que se convierte en una mana nobiliaria, es un vicio ridculo; pero el antipatriotismo es peor. A la Espaa de ambos mundos en el presente siglo ha aquejado esa dolencia: esa "conformidad ruin" con el desden extranjero, "en sujetos descastados que desprecian la tierra y la raza de que son, por seguir la corriente y mostrarse excepciones de la regla." "El abatimiento, el desprecio de nosotros mismos," aade el orador cuyas palabras estmos trascribiendo | [2] "ha cundido de | un modo pasmoso; y aunque en los individuos y en algunas materias es laudable virtud cristiana, que predispone resignarse y someterse la voluntad de Dios, en la colectividad es vicio que postra, incapacita y anula cada vez ms al pueblo que lo adquiere." Y por dnde empez la tentacin de despreciarnos en comparacin con el extranjero, si no fu por esas declamaciones contra los |tres siglos, es decir, contra nuestra propia historia? Y de dnde naci esa peligrosa y fatal desconfianza en nosotros mismos, sino del hbito contraido de insultar la memoria de nuestros padres, de ocultar sus nombres, como avergonzados de nuestro origen? Natural y facilsimo es el trnsito de lo primero lo segundo, como es lgico inevitable el paso de la falta cometida al merecido castigo. Muy ljos estamos de desconocer los mritos contraidos fines del pasado siglo principios de ste por el diligente rebuscador Muoz, por el sabio y virtuoso historiador Navarrete, y en conjunto por la Real Academia de la Historia. Pero la verdad es que quienes ms han contribuido, no slo por la forma

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literaria de sus trabajos, sino por la imparcial procedencia de sus sufragios, demostrar al mundo la importancia de los anales de la conquista y colonizacin americanas, han sido algunos hijos de este Nuevo Mundo, pero no latinos por su raza, ni por su religin catlicos. Convenia que as fuese, para que se hiciese la justicia fuera de casa, y manos heterodoxas levantasen el entredicho impuesto por nosotros mismos nuestra historia colonial. |Oportet haereses esse. En efecto, luego que las colonias inglesas de la Amrica del Norte hubieron consumado su emancipacin y entrado en el goce del |self-government, no faltaron naturales del pas, descendientes de buenas y acaudaladas familias inglesas, que estuviesen adornados de una educacin clsica, y los recursos materiales que demanda la independencia literaria reuniesen la vocacin y capacidad necesarias para el estudio de extensas y variadas investigaciones histricas. Los anales de su tierra nativa eran para ellos campo estrecho infecundo: no hallaban all ni las uniformes corrientes tradicionales que marcan el rumbo la filosofa de la historia, ni los animados episodios y sucesos particulares que constituyen la poesa de la historia; y as, mal que les pesase renunciar la escena nativa, convirtieron las miradas al Mediodia, y cautivada su atencin por el descubrimiento y conquista de la Amrica Espaola, esta regin histrica se trasladaron, y ilustrarla consagraron con xito afortunado sus vigilias; siguiendo en esta migracin intelectual la costumbre de las razas del Norte, que estimuladas por la necesidad dejaron muchas veces sus nebulosos asientos, invadieron los pases meridionales en demanda de climas ms benignos y de tierras ms frtiles y hermosas. Washington Irving abre la carrera trazando la historia de los compaeros de Colon. Prescott explotando casi ciego (ejemplo memorable de energia moral y mental) inmenso acopio de documentos, en gran parte manuscritos, ilustra un mismo tiempo la historia de la Pennsula y la de las colonias, con sus admirables trabajos sobre |los Reyes Catlicos y Felipe II, sobre la |Conquista de Mxico y la |del Per. Y tanto halago tuvieron para los literatos anglo-americanos los asuntos espaoles, tanto ha llegado cultivarse entre ellos el castellano, que hubo quien se animase escribir la |Historia de la literatura espaola. Llev esta difcil empresa Jorge Ticknor, mostrando en todas las pginas de su libro que le guiaba criterio recto y sano, y que no | solo posea una vastsima erudicin, sino tambin-lo que es ms de admirar, por la rareza del caso - un conocimiento tan profundo como delicado de una lengua que no era la suya. Cuid de incluir en su cuadro los escritores castellanos nacidos en Indias que trataron asuntos americanos; y triste es confesar que para muchos compatriotas nuestros, que ni siquiera sospechaban que hubiese nuestro suelo producido escritor ni sabio alguno durante los |tres siglos de tinieblas, las doctas pginas escritas por el literato de Boston fueron una revelacin sbita de que teniamos tambin una literatura colonial. | [3] Y no se crea que estos tributos valiossimos que los literatos setentrionales han rendido la olvidada Musa de nuestra historia colonial, hayan procedido de circunstancias violentas, de caprichos y aberraciones que los divorciasen de su abolengo, de aquel antipatriotismo que sabe engendrar el desprecio de las cosas propias, pero que no por eso mueve ilustrar con paciente y sagaz investigacin las ajenas, porque ningn vicio es inspirador de virtudes. No se piense, por ejemplo, que los citados escritores anglo-americanos fuesen despreciadores ni despreciados de los ingleses, ni estuviesen reidos con el pblico ilustrado de Inglaterra. "Los americanos siempre celosos de su independencia poltica-dice un atento observador de las costumbres de aquel pueblo-y aborrecedores de las instituciones britnicas, se muestran sobre manera sumisos y sensibles al |qu dirn del pblico ingls. El hecho no es -aadetan sorprendente como primera vista parece, porque no puede haber realmente ms que un centro para el pensamiento ingls, para la literatura inglesa, la cual irradia y alcanza donde quiera que se hable ingls." | [4] Y el ejemplo que trae el autor de estas observaciones viene como anillo al dedo nuestro intento, porque se refiere precisamente al bigrafo de los compaeros espaoles de Colon. Mr. Irving no alcanz el crdito literario de que goz en los Estados Unidos sino despus que el editor ingls Murray le di tres cuatro mil guineas por una de sus obras. No iban, pues, aquellos historigrafos formar haces de glorias espaolas para echrselas en rostro al pueblo ingles; ni tampoco fundaban esperanzas de buen xito para sus obras en la acogida que stas pudieran obtener del pblico espaol. Su pblico era el ingls, y no el cismarino, sino el de ambos mundos. Sus obras corrian en ingls, y para que ms tarde fuesen traducidas en castellano y mereciesen buena acogida de los pueblos espaoles, requerase precisamente asegurar su crdito en la lengua en que se escribieron. El resultado ha sido que las ediciones inglesas se han repetido en mayor nmero que las espaolas; y aun la traduccin castellana del trabajo de Ticknor, que por su naturaleza especial es talvez ms espaol que los histricos de Irving y Prescott, aunque enriquecida con valiosas notas y apndices, no se ha agotado en muchos aos, ni compite en pureza y esplendor tipogrfico con las ediciones inglesas de Boston y Nueva York. Ni renunciaron dichos historiadores anglo-americanos su orgullo de raza, ni se desentendieron del todo de sus preocupaciones nacionales, ni de sus errores de sectas, siempre queocurre la ocasin de mostrar sus sentimientos personales vueltas de la narracin histrica. Cun las claras no se ostenta Prescott protestante en su historia de Felipe II! Cun cordialmente no simpatiza con los herejes perseguidos por el Santo Oficio! Cuando compara los hijos del Mediodia, conquistadores del hemisferio americano austral, con la raza anglosajona qua se derram sobre el Norte del mismo nuevo continente, con qu filial satisfaccin no traza el elogio del aventurero setentrional para levantarlo de algn modo, si le fuese dado, sobre el conquistador espaol! "El principio de accin en estos (los del Norte) no era dice- la avaricia ni el proselitismo, sino la independencia religiosa y poltica. Para asegurar estos beneficios se contentaban con ganar la subsistencia fuerza de privaciones y trabajos. Nada pedian al 4

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suelo que no fuese el rendimiento legtimo de este trabajo. No habia para ellos visiones doradas que cubriesen su carrera con un velo engaador, y que los impulsase caminar travs de mares de sangre para echar por tierra una inocente dinastia. Sufran con paciencia las privaciones de la soledad, regando el rbol de la libertad con sus lgrimas y con el sudor de su frente, hasta que ech hondas raices en la tierra y encumbr sus ramas hasta el cielo." La elocuencia patritica de estas frases es tal, que raya en exaltacin tribunicia, y, en algunas alusiones, agresiva. No esperen las | sombras de nuestros abuelos parcial inclinacin ni favor gratuito de este tribunal severo. No habr aqu ocultacin ni disimulacin alguna para sus faltas pblicas ni privadas. Su avaricia y crueldad se pondrn de manifiesto, y un los perfiles de sus vicios se retocarn talvez con vvidos colores. |Nil occultum remanebit. Empero, el narrador americano, en medio de sus preocupaciones de raza y de secta, alcanza un grado de imparcialidad suficiente para hacer justicia; goza de cierta independencia de pensamiento familiar los que se acostumbran vivir entre recuerdos de lo que fu; si veces abulta no poco los cargos, las virtudes que descubre conmovern tambin su corazn generoso, le arrancarn elogios fervientes, la verdad guiar su pluma en el escabroso proceso, y en vez de dictar final sentencia, dejar que los lectores la pronuncien, comunicndoles previamente cuantos datos ha recogido, para que pueda cada cual fallar segn su leal saber y entender, con pleno conocimiento de causa. Por eso debemos recibir como marcados con la estampa de la ms pura imparcialidad los testimonios que ofrece en favor de aquellos quienes Quintana llam, y muchos con l, |brbaros y malvados. Quin era el conquistador? Eran todos los aventureros gente vulgar, criminal y vagabunda? Ms bien pertenecian al tipo del caballero andante de siglos heroicos, "Era un, mundo de ilusiones el que se abra sus esperanzas, porque cualquiera que fuese la suerte que corriesen, lo que contaban al volver tenia tanto de novelesco que estimulaba ms y ms la ardiente imaginacin de sus compatriotas, y daba pasto los sentimientos quimricos de un siglo de caballera andante." ......... "La fiebre de la emigracin fu general y las principales ciudades de Espaa llegaron despoblarse. La noble ciudad de Sevilla lleg padecer tal falta de habitantes que pareca hubiese quedado exclusivamente en manos de las mujeres, segn dice el embajador veneciano Navajero, en sus viajes por Espaa" (1525.) Era la crueldad el rasgo caracterstico del conquistador? "Su valor estaba manchado por la crueldad"; pero " esta crueldad naca del modo como se entendia la religin en un siglo en que no hubo otra que la del cruzado." Y en cuanto al valor de aquellos descubridores intrpidos, considrese que "la desproporcin entre los combatientes era tan grande como aquella de que nos hablan los libros de caballera, en que la lanza de un buen caballero derribaba centenares de enemigos cada bote. Los peligros que rodeaban al aventurero, y las penalidades que tenia que soportar, apnas eran inferiores los que acosaban al caballero andante. El hambre, la sed, el cansancio, las emanaciones mortferas de los terrenos cenagosos, con sus innumerables enjambres de Venenosos insectos; el frio de las sierras, el sol calcinador de los trpicos: tales eran los enemigos del caballero andante qu iba buscar fortuna en el Nuevo Mundo. Era la novela realizada. La vida del aventurero espaol constituia un captulo ms, y no el mnos extraordinario, en las crnicas de la caballera andante." Era la codicia su nico mvil? "El oro era estmulo y recompensa, y al correr tras l su naturaleza inflexible pocas veces vacilaba ante los medios. Pero en los motivos que tenia para obrar, se mezclaban de una manera extraa influencias mezquinas con las aspiraciones ms nobles y lo temporal con lo espiritual." | [5] | Y sinembargo de la verdad que envuelve esta ltima consideracion, el conquistador propiamente dicho puede considerarse como el brazo secular, como la parte material de la conquista misma. Tras estos zapadores robustos y par de ellos corrieron sin ruido los vientos de la civilizacin cristiana que sembraron la semilla evanglica en el suelo desmontado. Qu legin de misioneros apostlicos! Qu rica de santidad, qu fecunda en enseanzas y ejemplos es nuestra historia eclesistica colonial, olvidada y por explotar an, en gran parte, en las crnicas de las Ordenes religiosas! Prescott como protestante no penetra el espritu del catolicismo, y se queda en la corteza; pero reconoce y consigna los hechos, y no escatima la admiracin debida al clero catlico que evangeliz el Nuevo Mundo; siendo de notar que en este punto las exigencias de la verdad acallaron el espritu de secta, y el imparcial historiador inclina la balanza con todo su peso en pro de los misioneros catlicos. No de otra suerte el ya citado Macaulay dej escrito el ms explcito testimonio en favor de la inmortalidad del Papado. Pero ni uno ni otro osaron supieron sealar las causas de los hechos que reconocan de buen grado; no echaron de ver que el catolicismo es el rbol que vive y florece alimentado por savia sobrenatural, y que las sectas disidentes son las ramas que se secan y mueren desgajadas del tronco materno. Flaqueza humana que as presenta unidas, cuando falta el don de la fe, las ms lcidas percepciones, con los juicios ms ciegos y superficiales! "Los esfuerzos hechos para convertir los gentiles, dice con noble ingenuidad Prescott, son un rasgo caracterstico y honroso de la conquista espaola. Los puritanos con igual celo religioso han hecho comparativamente mnos por la conversin de los indios, contentndose, segn parece, con haber adquirido el inestimable privilegio de adorar Dios su modo. Otros aventureros que han ocupado el Nuevo Mundo, no haciendo por s mismos gran caso de la religin, no se han mostrado muy solcitos por difundirla entre los salvajes. Pero los misioneros espaoles, desde el principio hasta el fin, han mostrado profundo inters por el bienestar espiritual de los naturales. Bajo sus auspicios se levantaron magnficas iglesias, se fundaron escuelas para la instruccin elemental, y se adoptaron todos los medios racionales para difundir el conocimiento de las verdades religiosas, al mismo tiempo que cada uno de los 5

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misioneros penetraba por remotas y casi inaccesibles regiones, reuna sus nefitos indgenas en comunidades, como hizo el honrado Las Casas en Cuman, como hicieron los Jesuitas en California y Paraguay. En todos tiempos el animoso eclesistico espaol estaba pronto levantar la voz contra la crueldad de los conquistadores y contra la avaricia no mnos destructora de los colonos; y cuando sus reclamaciones eran intiles, todavia se dedicaba consolar al desdichado indio, ensearle resignarse su suerte, y iluminar su oscuro entendimiento con la revelacin de una existencia ms santa y ms feliz. Al recorrer las pginas sangrientas de la historia colonial espaola, justo es, y al propio tiempo satisfactorio, observar que la misma nacin de cuyo seno sali el endurecido conquistador, envi asimismo al misionero para desempear la obra de la beneficencia y difundir la luz de la civilizacin cristiana en las regiones ms apartadas del Nuevo Mundo." | [6] Tales son los rasgos caractersticos de la conquista, trazados por un distinguidsimo escritor |extranjero y disidente. | Dos enseanzas muy tiles para los hispano-americanos se desprenden de las obras de Prescott: la primera, que la conquista y colonizacin de las Indias ofrece riqusima materia para que el historiador ejercite en ella su pluma y d frutos que (segn la frase de Cervntes) llenen al mundo de maravilla y de contento; y | la segunda, que para escribir dicha historia no faltarn datos al que los busque en las crnicas impresas, y en relaciones y cartas inditas do aquellos antepasados nuestros, ms cuidadosos de dejar fiel constancia de los hechos, cumpliendo as con la obligacin que ellos les incumbia, que lo hemos sido nosotros, en el siglo que corre, de desempear la nuestra, ordenando esos materiales y aprovechndolos con arregl las exigencias de la crtica moderna. Si de algo debe quejarse el historiador, dice Prescott, es ms bien del |embarras de richesses. | Obligacin hemos dicho que es la nuestra de aprovechar esos materiales, porque las historia colonial no puede ser para nosotros objeto de mera curiosidad histrica cientfica, como para los extranjeros, sino tambin estudio que ofrece inters de familia y provechosas lecciones sociales. La costumbre de considerar nuestra guerra de emancipacin como guerra |internacional de independencia, cual lo fu la que sostuvo Espaa contra Francia por el mismo tiempo, ha procedido de un punto de vista errneo, ocasionado muchas y funestas equivocaciones. La guerra de emancipacin hispano-americana fu una guerra |civil, en que provincias de una misma nacin reclamaron los derechos de hijas que entraban en la mayor edad, y recobrndolos por fuerza, porque la madre no accedia por buenas sus exigencias, cada una de ellas estableci su casa por separado. Viendo las cosas en este aspecto, que es el verdadero, debemos reconocer que las relaciones que hemos anudado con la madre Espaa, no son las de usual etiqueta, sino lazos de familia, y que no es el mnos ntimo de los vinculos que han de unir los pueblos que hablan castellano, el cultivo de unas mismas tradiciones, el estudio de una historia que es en comn la de todos ellos. Podemos contemplar la historia colonial bajo el aspecto social bajo el aspecto poltico, y en uno y otro caso hallaremos en ella los antecedentes lgicos de nuestra historia contempornea. En el primer concepto la conquista y colonizacin de estos pases ofrece nuestra consideracin el espectculo de una raza vencida que en parte desaparece y en parte se mezcla con una raza superior y victoriosa; un pueblo que caduca, y otro que en su lugar se establece, y del cual somos legtimas ramas en una palabra, la fundacin y desenvolvimiento de la sociedad que pertenecemos. Ya en 1827, terminada apnas la guerra de emancipacin, un vivos y frescos los odios que ella engendr, el ilustre autor de la |Alocucion la poesa, quien nadie tachar de sospechoso en materia de patriotismo, estampaba esta declaracin digna de memoria: "No tenemos la menor inclinacin vituperar la conquista. |Atroz no atroz, ella debemos el orgen de nuestros derechas y de nuestra existencia, y mediante ella vino nuestro suelo aquella parte de la civilizacin europea que pudo pasar por el tamiz de las preocupaciones y de la tirana de Espaa." | [7] Los romanos tenian una frase expresiva y exacta que, no sin misterio, ha desaparecido de los idiomas modernos - |mores ponere - fundar costumbres, lo cual es muy diferente de |dictar leyes. Moresque viris et moenia | [8] : costumbres y murallas, cultura religiosa y civilizacin material, eso fu lo que establecieron los conquistadores, lo que nos legaron nuestros padres, lo que constituye nuestra herencia nacional, que pudo ser conmovida, pero no destruida, por |revoluciones polticas que no fueron una |trasformacin social. Polticamente hablando, el grito de independencia lanzado en 1810 puede considerarse como una repeticin afortunada de tentativas varias (aunque mnos generales y no felices, porque no haba llegado la hora sealada por la Providencia) que datan de la poca misma de la conquista. | [9] "La conquista de los indgenas, dice Prescott, no es ms que un primer paso, | que se sigue la derrota de los espaoles rebeldes (como si dijsemos |insurgentes) hasta que se establece la supremaca de la | Corona de un modo decisivo." Y cosa singular: lugo que se afianz por siglos en Amrica la dominacin de los Reyes de Castilla, cuando volvi sonar el grito de independencia, fueron otra vez |espaoles de origen los que alzaron esa bandera, y no slo tuvieron que combatir los expedicionarios de Espaa, sino las, tribus indgenas que fueron entnces el ms firme baluarte del gobierno colonial. Sanos lcito preguntar: el valor tenaz de los indios de Pasto, los Araucanos de Colombia que, todavia en 1826 y 1828 desafiaban y exasperaban un Bolvar y un Sucre, y lo que es ms, y aun increible, que todava en 1840 osaban desde sus hrridas guaridas vitorear de nuevo Fernando VII, es gloria de la raza espaola, ha de adjudicarse con mejor derecho las tribus americanas? Y el genio de Simn Bolvar, su elocuencia

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fogosa, su constancia indomable, su generosidad magnfica, son dotes de las tribus indgenas? no son ms bien rasgos que debe reclamar por suyos la nacin espaola? El ttulo de Libertador no pudo borrar en Bolvar su condicin espaola. Y el mismo Bolvar, y Nario, y San Martin, y los prceres todos de nuestra independencia de quines, sino de padres espaoles, recibieron la sangre que corra en sus venas y el apellido que se preciaban de llevar? Dnde, sino en universidades espaolas, adquirieron y formaron ideas polticas? Y en qu poca hemos de colocar esos hombres, en una cronologa filosfica, si seguimos la regla de un gran pensador, segn la cual los hombres ms bien pertenecen la poca en que se formaron que aquella en que han florecido? Quien quiera precisar lo que fu nuestra guerra de independencia, oiga otra vez Bello: "Jams un pueblo profundamente envilecido ha sido capaz de ejecutar los grandes hechos que ilustraron las campaas de los patriotas. El que observe con ojos filosficos la historia de nuestra lucha con la metrpoli, reconocer sin dificultad que lo que nos ha hecho prevalecer en ella es cabalmente |el |elemento ibrico. Los capitanes y las legiones veteranas de la Iberia transatlntica | fueron vencidos por los caudillos y los ejrcitos improvisados de otra |Iberia joven, que abjurando el nombre conservaba el aliento indomable de la antigua. |La constancia espaola se ha estrellado contra s misma." | [10] | Siendo esto as, los nuevos Gobiernos americanos, tan celosos desde un principio en reclamar ttulo de herencia el derecho de patronato concedido por la Santa Sede los Reyes Catlicos, debieron igualmente haber tomado su cargo las consiguientes obligaciones, y ver de despertar el espritu nacional y de adelantar - por supuesto en forma pacfica, en sentido cristiano-la obra de la conquista, que no llevaba su termino, qued interrumpida con la guerra de emancipacin. Cun profunda tristeza | causa la idea de que en vez de haber dilatado la civilizacin su radio, en muchas partes ha perdido terreno; que la cruz de misiones antes florecientes, no abre ya sus brazos anunciando redencin; que muchas tribus salvajes siguen, en el seno de Repblicas democrticas, ejerciendo las mismas brbaras costumbres de antao, ajenas todo destello de cultura, mintras aquellos indios que entraron mdias en la vida civilizada son forzados pagar enorme contribucin de sangre en nuestras contiendas fratricidas! Y para extender la civilizacin debiramos recordar, fin de emularlos y aun superarlos, los ejemplos de poltica cristiana que nos ofrecen muchas leyes de Indias y los cnones de Concilios provinciales; y entre los medios de avigorar el espritu nacional, no seria el mnos adecuado proteger y fomentar el estudio de nuestra |historia patria, empalmando la colonial con la de nuestra vida independiente, dado que un pueblo que no sabe ni estima su historia, falto queda de races que lo sustenten, y lo que es peor, no tiene conciencia de sus destinos como nacin. Qu han hecho nuestros gobiernos para fomentar los estudios histricos? Hse fundado y dotado alguna Academia de la Historia? De las recientes cuantiosas erogaciones que en algunas Repblicas se hacen para sostener la instruccin popular ha salido alguna pequea suma para pensionar algn erudito historigrafo, para sacar luz algunos manuscritos, como la parte indita de la crnica de Simn, que se conserva en nuestra Biblioteca pblica? Pongamos aqu puntos suspensivos, en la esperanza de que el tiempo dar mnos melanclica respuesta las preguntas precedentes. El Gobierno de Chile ha sido el mnos olvidadizo en este punto, y eso se debe en gran parte el vuelo que ha alcanzado all ese gnero de estudios universitarios: hay premios peridicos para |Memorias histricas; se hace escrupulosa censura de textos, y se adoptan los mejores para la enseanza del ramo, y las respectivas asignaturas se desempean por personas de notoria competencia. En suma, el repertorio de obras histricas, aunque ninguna de ellas, por razones que no es del caso apuntar, alcance la nota de perfeccin clsica que sealan las de Prescott, es variado y extenso; y en general, el chileno sabe la historia de su patria. Y obsrvese, en conformidad con lo que dejamos expuesto, cun bien confronta y se aduna esa tendencia mirar atrs, ese inters por la historia colonial, con los sentimientos patriticos ms enrgicos, con el ms ardiente ocio por la independencia y el ms exaltado orgullo nacional, de que ha dado repetidas muestras el pueblo de Chile. Esfuerzos particulares no han faltado, no, en las otras Repblicas, ms dignos de loa y de aprecio, por las mismas impropicias circunstancias que los acompaaron, que fecundos en resultados; esfuerzos aislados, faltos de apoyo y resonancia, ms bien que pasos de un progreso colectivo y regular. En la patria del ilustre Alaman (cuyo nombre merece bien recordarse al principio de estas rpidas indicaciones) la |Conquista de Mxico del historiador anglo-americano hall un docto adicionador en el finado D. Jos Fernando Ramrez; y all mismo el seor D. Joaqun Garca Icazbalceta, tan cumplido caballero como investigador infatigable y escritor castizo y elegante, ha dado luz en tres grandes tomos en 4., impresos en gran parte con sus propias manos, en edicin ntida y correcta, preciosos |documentos por l colegidos, con preliminares biogrficos y copiosas tablas alfabticas. Pero, como dice el diligente colector, la doble tarea de reunir materiales y aprovecharlos es superior las fuerzas de un hombre solo, y l emple sus mejores dias en la primera parte de la labor, no sin dejar, eso s, preparado el terreno con ilustraciones y trabajos sueltos quien haya ms tarde de coronar el edificio. Con algunos literatos como Icazbalceta, mucho, muchsimo habramos avanzado en tales exploraciones, y poco nada tendramos en ello que envidiar las naciones ms adelantadas. No es poco lo que se ha trabajado en el Per, y de ello es una muestra el Diccionario de Mendiburu, aunque (dicho sea con el respeto debido una nacin desgraciada) en muchas obras como la citada se nota cierta falta de precisin y atildamiento, si ya no es que de deliberado propsito algn escritor ingenioso, para amenizar los hechos, los altere so capa de |Tradiciones, tarea las veces ms peligrosa que inocente en sociedades que no han fijado su historia. 7

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La |Historia antigua de Venezuela por el acadmico Baralt es slo un discurso histrico de suelto y exquisito estilo. Y aqu pedimos perdn los autores de otras obras ensayos, que las dimensiones de este escrito no permiten citar con el merecido elogio, para mencionar finalmente las dos obras modernas ms notables que poseemos relativas la historia colonial de la Nueva Granada, y son la que el Coronel Joaqun Acosta rotul |Compendio histrico y la que el seor Groot public con el ttulo de |Historia eclesistica y civil. Nunca sern bien alabadas las laboriosas investigaciones y la honrada veracidad de estos dos colombianos ilustres; pero hemos de confesar que est distante de ser definitivo el texto de sus libros, en que vemos tiles contribuciones acarreadas al que haya de escribir nuestra historia procurando abreviar un tanto el intervalo que nos separa de los modelos sancionados en | ese difcil gnero literario. "Si ha de escribirse algn dia la historia de nuestro pas -dice el citado seor Garca Icazbalceta - es necesario que nos apresuremos sacar luz los materiales dispersos que un puedan recogerse ntes que la injuria del tiempo venga privarnos de lo poco que ha respetado todava. Sin este trabajo previo no hay que aguardar resultados satisfactorios." No queda excluida de estos trabajos preliminares (y as lo entiende y lo ha practicado el autor de las anteriores lneas) la reimpresin de obras antiguas, que por su rareza ocupan un lugar inmediato al de las manuscritas. Y no es otro el servicio que desea prestar hoy nuestro pblico el Editor del presente tomo, dndonos en l repetida la obra que compuso nuestro clebre compatriota el Ilustrsimo D. LCASFERNNDEZ DE PIEDRAHTA y que imprimi J. B. Verdussen en Amberes, ao de 1688. No aparecen en la actualidad en Europa historiadores notables de nuestra poca colonial, pero americanistas de aficin, bibligrafos y coleccionadores de nuestros tesoros de historia y antigedades, abundan en Europa y los Estados Unidos. El Congreso bibliogrfico internacional que se reuni en Paris en 1878 reconoci que "la Amrica es la parte del mundo que ms atrae la atencin, hace algunos aos, en el punto de vista bibliogrfico." | [11] De aqu que los ejemplares de nuestras crnicas escaseen cada vez ms y desaparezcan del pas solicitados por el extranjero. La Historia de PIEDRAHTA,que ahora se reimprime, figura en el ltimo catlogo formado por Leclerc (casa de Maisonneuve, de Paris) y tiene sealado el precio de 200 francos, el que, con motivo de esta reproduccin, quedar considerablemente reducido. Ni ha sido caprichosa la eleccin que el Editor hizo de esta obra para primer ensayo en la empresa plausible de reimprimir nuestros antiguos historiadores; porque casi todas nuestras viejas crnicas son de Ordenes religiosas, al paso que PIEDRAHTA | quiso dar su libro un carcter ms amplio y general, aprovechndose no slo de aquellas relaciones ya publicadas, sino tambien, y con fidelidad minuciosa segn que l mismo lo declara, de dos manuscritos que por desgracia no existen ya, saber, el |Compendio historial del Adelantado Quesada, y la cuarta parte de las |Elegas de varones ilustres, escritas por Joan de Castellnos, beneficiado de Tunja. En cuanto la vida de PIEDRAHTA,nos remitimos la adjunta noticia biogrfica y crtica, escrita por nuestro ya mencionado compatricio el Coronel Acosta. M.A.C. BOGOT, |Junio 1881. | | [1] [2] [3] yeme: si hubo vez en que mis ojos, los fastos de tu historia recorriendo, no se hinchesen de lgrimas .........QUINTANA, |Ibd. VALERA, |Discurso acadmico de contestacin al seor Menndez Pelayo. En la parte americana la obra de Ticknor es muy deficiente, ni podia suceder de otro modo porque la falta de trabajos bibliogrficos anteriores no permita que fuese completa. Mxico solo tiene materia para una obra extensa; vase el discurso del sabio Garca Icazbalceta sobre Beristain, ledo recientemente en la Academia Mexicana. Pero cunto no ha servido el ejemplo da Ticknor! Gracias l, Vergara en Colombia, Mera en el Ecuador, y con mayor aliento y mayor cmulo de noticias el seor Medina en Chile |(Historia de la literatura colonial de Chile, 3 tomos en 8.) han reunido nuevos datos para la |Historia de la literatura hispano-americana, grande obra que convida con inmortal corona al que fuere digno de desempearla; aun no es llegada la ocasin de que se escriba, pues apenas estn comenzados los trabajos preparatorios. T. N. NICHOLS, |Forty years of American life, London, 1874, p. 235 |Conquista del Per. Nos servimos para estas citas de la edicin espaola, Gaspar y Roig,1854, p, 52. |Conquista de Per, edic. cit. p. 129. Repertorio Americano, tomo III, p. 191. VIRG. |Aen. I | 264. "Mores' conveyed to a Roman many of the notions which political institutions

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and a social system convey to us." CONINGT0N |ad locum. A la Religin cristiana cuyas inspiraciones presidieron la Colonia y la Repblica podemos aplicar la hermosa frase de Bello: Maestra de los pueblos y los reyes, cantaste al hombre las primeras leyes. [9] V. AMUNTEGUI, |Precursores de la independencia. | [10] BELLO, |Opsculos. | [11] |Compte-rendu des traraux, p. 546. NOTICIA BIOGRFICA | DEL OBISPO FERNNDEZ PIEDRAHTA. | Naci este historiador en Santaf de Bogot principios del siglo XVII, fu hijo legtimo de Domingo Hernndez de Soto Piedrahta y de Catalina Collntes, y bautizado en la parroquial de las Nives. Hizo sus estudios en el Colegio Seminario de San Bartolom y manifest, siendo jven, mucha disposicin para la poesa. Antes de graduarse de doctor en la Universidad Tomstica, compuso algunas comedias que hoy no existen. Ordense lugo y obtuvo por oposicin el curato de Fusagasug y despues el de Paipa. Siendo cura de este ltimo pueblo, recibi el nombramiento de Tesorero en el coro de Popayan, y sin haber tomado posesin de este destino, obtuvo el de Racionero de la Metropolitana en 1654, pasando sucesiva y rpidamente ser primero cannigo, luego Tesorero, Maestrescuela y por ltimo Chantre. En esta dignidad fu electo Provisor y Gobernador del Arzobispado en la Sede vacante del seor Trres, que dur algunos aos. Luego que el Arzobispo, seor Arguina, recibi de sus manos el palio en Septiembre de 1661, se apresur confirmarle en el empleo de su Provisor, como al eclesistico ms capaz y de ms experiencia de la Arquidicesis; pero un ao despus fue Piedrahta citado comparecer personalmente para defenderse, junto con el Racionero D. Cristbal Araque, de graves acusaciones que tenian pendientes, ante el Consejo de Indias. El motivo de este emplazamiento, sin el cual careceramos probablemente de los escritos histricos de Piedrahta, fu el siguiente. Era el Chantre hacia ya algunos aos el predicador favorito de la ciudad, y como Gobernador del Arzobispado, llevaba la mejor armona con el Presidente Manrique, que gobernaba el Nuevo Reino de Granada. Lleg en aquellas circunstancias el Oidor Cornejo, encargado de visitar la Audiencia de Santaf, y parece que no rein la mejor inteligencia entre el visitador nuevo y el Provisor. Sabemos que Cornejo otro Oidor, por complacerlo, inici una causa contra el Provisor Piedrahta; ignrase el motivo pretexto; mas ste, pesar de su ndole amable y genio jovial y accesible, era muy celoso de sus prerogativas, que estim vulneradas, y en consecuencia pidi lo actuado con censuras y prosigui poner entredicho, hasta que se le entreg la causa, lo que produjo graves disgustos y aun escndalos en el plpito, que obligaron hacer salir desterrados algunos religiosos. A virtud de las quejas del visitador, quien el Presidente mand suspender sus funciones, se emplaz al Provisor para ir Espaa con el Racionero Araque y el Padre Cuxa, superior de los Jesuitas. El Consejo pronunci sentencia favorable al Provisor y orden se borrasen de los autos del Visitador todos los nombres de los eclesisticos. El seor Piedrahta fu presentado en desagravio para el Obispado de Santa Marta, y emple sus ocios en la Corte, durante los dilatados trminos del pleito ante el Consejo, en escribir la "Historia de la Conquista del Nuevo Reino de Granada, "asunto enteramente ajeno de sus estudios mintras vivi en Santaf de Bogot. En el ao de 1669 fu consagrado en Cartagena como Obispo de Santa Marta, y en el mismo ao entr en su Catedral el seor Piedrahta y acept en toda su plenitud los deberes de pastor y de apstol. Visit los pueblos de indios incultos de su dicesis con la mayor prolijidad, proveyendo lo necesario las doctrinas. Dedicse luego reedificar la Catedral de mampostera para preservarla de los incendios que la haban devorado tantas veces, y para ello emple lo que le quedaba de sus rentas, despus de distribuir en limosnas la mejor parte. Viva con tanta sencillez y aun pobreza, que sus vestidos estaban siempre remendados, y aun veces tan rotos, que se le vean las carnes. No creemos que Obispo alguno de Amrica le haya aventajado en la prctica de las virtudes cristianas, las ms difciles para una persona que haba gozado de todas las comodidades en su patria, y que acababa de ver la grandeza y el lujo de la Corte en Espaa. | [1] En 1676 fu promovido al Obispado de Panam; pero ntes de emprender el viaje de Santa Marta, sorprendieron la ciudad los piratas Cos y Duncan, saquearon las casas y los templos, y prendieron al Obispo, en cuya pobreza no querian creer aquellos malvados, y viendo la desnudez de su casa y persona, le maltrataron inicuamente, dndole tormento fin de que confesara en dnde tenia escondidas sus alhajas. Una sola posea, que era su anillo pastoral, con un rub que haba depositado en cierto lugar secreto de la iglesia; as lo declar, y de esta joya fu despojado y arrastrado los buques, cargado de prisiones como un malhechor, por no haber podido dar la suma que lo pedian por su rescate. Conducido la presencia de Morgan en la isla de Providencia, este pirata, ms generoso que sus compaeros, le puso en libertad, y sabiendo que estaba nombrado Obispo de Panam, le restituy un pontifical que habia robado aos ntes en Panam, y lo hizo llevar Costa firme. Apnas encargado de sus nuevas obligaciones, entr desempearlas cada dia con ms fervor, pesar de su edad. Trabaj en la reduccin de los indios del Darien del Sur, empleando sus rentas en hacerles presentes para atraerlos, y gastando ms de ocho mil pesos en ello. Habia crecido tanto su celo apostlico, que no solo no se contentaba con predicar en las iglesias, sino que los domingos lo hacia en las calles y en las plazas de Panam. As pas los ltimos aos do su vida; los dias enseando y predicando, las noches en oracin y penitencia. Falleci en Panam en 1688, de ms de setenta aos de edad, justamente cuando

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se estaba acabando de dar la estampa su historia, la cual, por tanto, no tuvo la satisfaccion de ver impresa. No creemos que puedan citarse muchos hijos de Bogot cuya vida fuera tan til y meritoria, y cuya muerte haya sido tan envidiable. Est sepultado en el Colegio de los Jesuitas de Panam, y sobre su tumba se coloc como lpida una hermosa plancha de bronce. | [2] JOAQUN ACOSTA. |(Compendio Histrico, cap. XX, pp. 385 389.) [1] En prueba de que enmedio de las privaciones que se imponia voluntariamente no lo abandonaba su buen humor ni su genio festivo, citar este dicho agudo despus de uno de aquellos incendios que devastaban la ciudad de Santa Marta, y cuando esforzndose por consolar los vecinos aadi: "Yo no me quejo pesar de que mi provincia ha quedado reducida, se ha vuelto sal y agua." [2] Si esta lpida ha desaparecido, ser ste un nuevo argumento para probar que no deben emplearse en recordar y perpetuar memorias antiguas materias de valor que exciten la codicia que puedan aplicarse otros fines. Cuntas estatuas de bronce se han convertido en campanas caones! Los hombres respetan poco las obras y las intenciones piadosas de sus antepasados. SEOR. | DISCURRIENDO en si podra darse retribucin correspondiente de un vasallo agradecido los beneficios de un Monarca el ms liberal, y ms cuando stos lo han sacado de la bajeza del infortunio para la cumbre de la felicidad, repar en que la ms estimada Corona que tuvieron los Romanos, fu la obsidional, que por ms noble y majestuosa, como dice Plinio, se daba quien los haba librado de las penalidades de algn largo asedio. Confesaban con darla, deberle la vida quien les di la libertad, y fabricndola de grama del mismo pas y terreno del que la daba, ponansela en la cabeza, para regraciar con esa Corona la grandeza del beneficio. |Corona quidem nulla fuit graminea nobilior in maiestate populi terrarum principis, praemiisque gloria. Y nunca se daba sino cuando la libertad recaa sobre quien se hallaba en los postreros filos de la esperanza: y si la mayor estimacion de esta Corona consistia, como dice el mismo Plinio, en que las otras daban los Emperadores los soldados, y las de grama se las ofrecan los humildes libertados los Emperadores: |Caeteras imperatores dedere; hane solam miles imperatori: quin no confesar ya, | que habindome libertado la grandeza de V. M. del asedie tan largo de persecuciones, que me condujeron su Corte, y poniendo yo sus plantas reales esta Coronica Corona, que es lo mismo, tejida en Madrid de los primeros verdores de mi patria, y | de la grama de sus pases, he debido al gnero especial de mi desgracia el hallar ms desempeo mi obligacin en las humildes yerbezuelas, de que le fabrica corona mi agradecimiento, que en el oro, laurel, mirto y flores de que adornaban las suyas los Magistrados? Adelntalo ms la obligacion que me inclin siempre imitar las acciones del Santo cuyo nombre me cupo en suerte; y reparando en que este glorioso Evangelista eligi Tefilo para dedicarle la Historia de los hechos de los Apstoles, hall que si la Corona de grama ofrecida los reales pis de V. M. era retribucion al beneficio de haberme sacado del asedio penoso de la persecucin; consagrando este libro su Real nombre, lo seria tambin al de haberme levantado la cumbre de la felicidad. Porque si Tefilo no fu nombre propio de algn prncipe grande, como quieren algunos, sino apelativo, como afirma Salviano, que en la letra hebrea quiere decir el que sube otro lo alto: |Theophile, sursum ferens, y en la raz griega el que ama Dios, quin pudiera yo consagrar con, acierto libro en que se contienen muchos de los apostlicos hechos de la primitiva Iglesia de estas Indias, sin faltar la imitacin de mi Santo en su Historia, sino V. M., que: despus de libertado, me levanto del ms humilde polvo de la tierra la cumbre de la Mitra? A | quin ms debidamente que al Tefilo, que en todas sus operaciones es el que ama Dios? Y como imgen suya en levantar cados, recibir en esta Corona de grama el reconocimiento de quien es el vasallo ms humilde, que se pone sus pies, cuya catlica persona guarde el Seor para amparo de su Iglesia. Santa Marta, 12. de Agosto de 1676 aos. LCAS, Obispo de Santa Marta. APROBACIN DEL R.P.M. DIEGO DE FIGUEROA, RECTOR DEL COLEGIO DE LA COMPAA DE JESS DE PANAM. HABIENDO ledo atenta y curiosamente esta primera parte de la Historia de la conquista del Nuevo Reino de Granada en las Indias Occidentales, que compuso (estando en la Villa de Madrid) el Ilustrsimo y Reverendsimo seor doctor D. Lcas Fernndez de Piedrahita, Obispo al presente de Panam, hallo que se ajusta la primera ley | de Historia, que es la verdad, de que puedo testificar como testigo de vista, pues nac y fu educado en la ciudad de Santaf, Metrpoli y, cabeza del Nuevo Reino de Granada, donde v y o lo esencial y accidental de esta Historia: experiment la primavera de su temperamento, beb sus 10

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aguas saludables y goc de sus frutos. Hallar, pues, el lector en este libro el recreo que causa la elegancia del estilo, y las noticias de la amenidad de los campos, fertilidad de la tierra, de fuentes y rios caudalosos, y de ricos minerales de oro y | plata, esmeraldas y otras piedras preciosas. Refirense las hazaas de nclitos hroes en la guerra contra innumerables gentiles, cosa digna de admiracin, pues siendo aqullos tan pocos en el nmero, vencieron stos que excedian con grandes ventajas. Pntase muy al vivo el cristiano celo de nuestros Reyes catlicos, quienes se debe (despues de Dios) la propagacin de nuestra santa fe en aquella inculta gentilidad; el culto ms debido de los sagrados templos, con tantos insignes religiosos y monasterios de monjas donde florece mucha santidad y sabidura. Dems de lo dicho ensea muchos documentos polticos y morales muy tiles para el acierto en las empresas de la paz y de la guerra, en cuyo contexto faltan cada paso para ilustrarlos muchas centellas de las historias ms plausibles de Europa, donde parece cuidadoso estudio el de valerse de las ms notorias, quien tiene comprendidas cuantas la antigedad deposit en sus archivos. Da conocer y venerar los secretos inescrutables de la Divina Providencia en los premios y castigos, para temer y amar Dios, y en los medios de que se vale para la conversin de los infieles. Descubre las contradicciones del demonio para impedir la reduccin de aquellos miserables paganos; y aunque las otras conquistas de la Amrica han causado no pequeos trabajos sus conquistadores, sta del Nuevo Reino de Granada excede las dems en dificultades casi insuperables, de caminos fragosos, de rios arrebatados y de animales feroces y sabandijas venenosas. Todo lo cual venci el catlico celo de nuestros Reyes por medio de sus leales y esforzados vasallos, que pospusieron sus vidas y haciendas por la exaltacin de nuestra Santa Fe, y favorecidos de la mano poderosa de Dios, consiguieron triunfos y lauros de inmortales coronas. Por todo lo hasta aqu dicho juzgo ser para honra y gloria de mbas Majestades y provecho de muchos, el que salga luz esta Historia, en cuyos doce libros de que se compone, considero las doce piedras que tenia engastadas en lmina de oro el Sumo Sacerdote, teniendo cada una de las piedras su virtud singular, y coronbalas en lo superior de la frente otra lmina, que contenia la doctrina y la verdad. Y si el edificio tanto es ms firme cuanto lo fuere el fundamento, el de esta Historia quin duda ser piedra slida y de muchas virtudes? As lo siento, en Panam, y Setiembre 19 de 1685 aos. DIEGO DE FIGUEROA. APROBACIN DEL R.P. PRESENTADO FR. FELIPE DE ZAMORA, DEL ORDEN DE N. P. S. AGUSTN, PROCURADOR GENERAL DE LA PROVINCIA DE QUITO EN LAS CORTES DE MADRID Y ROMA. DE rden de V. S. he visto un libro intitulado |Historia general de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada, escrito por el Ilustrsimo seor Doctor D. Lcas Fernndez de Piedrahita, del Consejo de su Majestad, Calificador de la Suprema Inquisicion, Obispo de Panam, y puedo afirmar como testigo de vista de lo ms que contiene dicha Historia, y lo docto y elocuente del Autor acompaa lo verdico tan ajustadamente, que cumple con todas las leyes de Historiador. No tiene cosa que se oponga nuestra Santa F Catlica, y as podr V. S. dar la licencia que pide. En el Real Convento de S. Felipe de Madrid en 27 de Abril de 1688. PRESENTADO FR. FELIPE DE ZAMORA. NOS el Licenciado D. Alonso Portillo y | Cardos, Dignidad de Chantre en la insigne Colegial de Talavera, Inquisidor Ordinario y Vicario de esta Villa de Madrid y su partido: Por la presente damos licencia para que se puedo imprimir imprima un libro intitulado |Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada en Indias, escrito por el Ilustrsimo seor Doctor D. Lcas Fernndez de Piedrahita, del Consejo de su Majestad, Calificador de la Suprema Inquisicin y Obispo de Panam, atento que de nuestra rden, y comisin ha sido visto y reconocido, y no contiene cosas contra nuestra Santa F Catlica y Buenas costumbres. Fecha en la Villa de Madrid, 28 dias del mes do Abril de 1688 aos. Lic. D. ALONSO PORTILLO Y CARDOS. Por su mandado, DOMINGO DE GOITIA. APROBACIN DEL ILUSTRSIMO SEOR D. FR. LUIS DE LEMOS Y USATIGU, DEL ORDEN DE SAN AGUSTN, DEL CONSEJO DE SU MAJESTAD, SU PREDICADOR, Y OBISPO DE LA CONCEPCIN DE CHILE.

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POR comisin del Real Consejo de Castilla he visto un libro intitulado |Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada, su autor el Ilustrsimo seor D. Lcas Fernndez de Piedrahita, Calificador del Santo Oficio por la Suprema Inquisicin, del Consejo de su Majestad, y Obispo de Panam. Luego que le el nombre del Autor me promet llenar el deseo que me habia quedado habindole odo en su Catedral, pasando por aquella Ciudad esta Corte. Mandme su Ilustrsima le predicase el Mircoles de Ceniza, obedec con temor, y hubiera sido mayor, si fuera antecedente el oirle al obedecerle. Admirme su elocuencia, edificme su doctrina, y hallando el lleno de un grande y docto Orador, reconoc cun desgraciados son los que asisten ljos de su Rey, y seor. Empec leer, y viendo diferente estilo del que yo haba odo, acab de confirmar lo cabal y ajustado del sujeto, pues dejando las elocuencias de la Oratoria, se acomod al lenguaje de Historiador, enlazando diestramente lo claro y corriente de los sucesos con soberana erudicin; y para m no ha sido tan evidente la muestra de su lucido ingenio en saber subir lo superior de la retrica, como en haber aprendido bajar para el intento de la historia. Pudese decir de este libro, y de su Autor se conoce muy bien produce el Nuevo Reino de Santaf finsimo oro y piedras preciosas en abundancia: y si las ocupaciones me dieran lugar, y la precision del tiempo en que se me pide la censura, la convirtiera (aunque con temor de quedar corto) en Panegrico. No tiene cosa que pueda oponerse la licencia que pide. Este es mi sentir, salvo, &c. Madrid, y Mayo 6 de 1688 aos. FR. LUIS, OBISPO DE LA CONCEPCIN. YO EL REY. POR cuanto por parte de vos el doctor D. Lcas Fernndez de Piedrahita, del nuestro consejo el obispo de Panam, Nos fu fecha relacin, que siendo Chantre de la Iglesia Metropolitana de Santaf de Bogot en las Indias, en el Nuevo Reino de Granada, y electo Obispo de Santa Marta, aviades escrito un libro intitulado |Historia general de |las conquistas del referido |Nuevo Reino de Granada, y para poder imprimir Nos pedsteis y suplicsteis os concedisemos licencia y privilegio por diez aos para el efecto mencionado, como la nuestra merced fuese. Y visto por los del nuestro Consejo, y como por nuestro mandado se hicieron las diligencias de la Pragmtica por nos ltimamente fecha, que sobre la impresin de los libros se dispone, fu acordado dar esta nuestra carta y privilegio para vos | en la dicha razn, y Nos lo tuvimos por bien: por la cual os damos licencia y | facultad, para que por tiempo de diez aos primeros siguientes, que corren y se cuentan desde el dia de la fecha de esta nuestra Cdula en adelante, vos, la persona que vuestro poder tuviere, yno otra alguna, podis imprimir el dicho libro su original, que en el nuestro Consejo se vi, que va rubricado y firmado al fin de Manuel de Mojica, nuestro Secretario de Cmara de los que en l residen, con que ntes que se venda lo traigis ante ellos, juntamente con el dicho original, para que se vea si la dicha impresin est conforme l, y traigan fe en pblica forma, y como por nuestro Corrector se vi y | corrigi la dicha impresin por dicho original. Y mandamos al impresor que as imprimiere dicho libro, no imprima el principio, ni primer pliego, ni entregue ms de un solo libro el con su original al autor persona cuyo cargo y costa se imprimiere, para efecto de dicha correccin y tasa, hasta que ntes y | primero el dicho libro est corregido y | tasado por los del nuestro Consejo: y estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho primer pliego y principio, y | seguidamente esta nuestra Cdula y la aprobacin que del dicho libro se hizo por nuestro mandado, y la tasa y erratas, pena de caer incurrir en las penas contenidas en las leyes y Pragmticas de estos nuestros Reinos, que sobre ello disponen. Y mandamos que durante el tiempo de los dichos diez aos, persona ninguna, sin la dicha vuestra licencia, pueda imprimir el dicho libro, so pena que el que de otra manera lo imprimiere y vendiere, haya perdido y pierda todos y cualesquier libros, moldes y aparejos que del dicho libro tuviere, y ms incurra en pena de cincuenta mil maravedises, tercia parte para la nuestra Cmara y la otra para el Juez que la sentenciare, y la otra tercia parte para la persona que lo denunciare. Y mando los del nuestro Consejo, Presidente y Oidores de las nuestras Audiencias, Alcaldes, Alguaciles de nuestra Casa y Corte, y Cancilleras y todos los Corregidores, Asistente, Gobernadores, Alcaldes Mayores y | Ordinarios y otros Jueces y | Justicias cualesquier de todas las ciudades, villas y lugares de estos nuestros Reinos ySeoros, y cada uno de ellos en sus lugares y jurisdicciones, que guarden y cumplan y hagan guardar y cumplir esta nuestra Cdula, y contra su tenor y forma no vayan, ni pasen, ni consientan ir ni pasar en manera alguna. Dada en Buen Retiro, 10 dias delmes de Mayo de 1688 aos. YO EL REY. Por mandado del Rey nuestro seor. ANTONIO DE LUPIDE Y | APONTE. TASA. MANUEL d Mojica, Secretario de Cmara del Rey nuestro seor, de los que en su Consejo residen, certifico, que habindose visto por los seores de l un libro intitulado |Historia general de la conquista del Nuevo Reino de Granada, compuesto por Don Lcas Fernndez de Piedrahita, Obispo de Panam, 12

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tasaron ocho maravedises cada pliego, sin principios, ni tablas, y | dicho respecto mandaron se venda, cada volmen, y | no ms segn que lo susodicho consta de dicha tasa, que por ahora queda en mi oficio, que me remito; y para que conste doy la presente en Madrid, nueve de Agosto de mil seiscientos y ochenta y | ocho aos. MANUEL DE MOJICA. EL MAESTRO Fr. JUAN MELNDEZ, DEL ORDEN DE PREDICADORES, CRONISTA GENERAL DE SU PROVINCIA DE SAN JUAN BAUTISTA, REGENTE PRIMARIO QUE FU DE LOS ESTUDIOS GENERALES DE LA MINERVA DE ROMA, Y AHORA RECTOR DEL COLEGIO DE SANTO TOMAS DE LIMA, APLAUDE LA HISTORIA GENERAL DE LAS CONQUISTAS DEL NUEVO REINO DE GRANADA, | Escrita por el Ilustrsimo y Reverendsimo seor doctor D. Lcas Fernndez de Piedrahita, del Consejo de su Majestad, Obispo de Panam. Ilustrsimo yReverendsimo seor. PUDIERON felizmente mis instancias conseguir del favor de V.I. el ver su libro de oro, Historia de las conquistas del Nuevo Reino de Granada; y comenzndola leer con admiracin, la prosegu con tanto deleite, que la acab con dolor de que haba de privarme de su continua leccin, por la necesidad de restituirla V.I. aunque con la esperanza de volverle gozar con ms libertad, cuando consiga la dicha de padecer en las prensas, lo que ha de lograr de aplausos en cuantos la tuvieren de alcanzarle. Los diestros cantores, con las diferencias de la voz y afectacin de la msica, ya adelgazndola, ya engrosndola, ya pronunciando con mpetu, ya de espacio, y ya con priesa, expresan y representan los afectos y conceptos de lo que cantan: y V.I., sobre escribir tan dulcemente que parece que canta cuanto escribe, no solo hace relacin de las guerras, tragedias y fortunas sucedidas en tiempo de los Reyes Indios del Nuevo Reino, y de sus valerosos conquistadores, gloria de Espaa, fecundidad, abundancia, riqueza y benignidad de sus valles, de sus montes, de sus costas, de sus rios, de sus mares, de su cielo; sino que al referir cada cosa de por s, con la misma energa de sus voces representa lo historiado tan vivamente que lo hace ver en su libro, como si se mirase en su original, pareciendo que se ven, no que se leen los sucesos y toda la materia de que trata. Escribe V.I. de las yerbas y flores del pas, y son verdores floridos y fragantes sus periodos: de la grandeza de sus lagos y rios, y son raudales de elocuencia sus clusulas, y mares de elegancia sus oraciones: de la abundancia rica de sus minas, y son de oro finsimo sus voces, de plata tirada sus discursos y de sutil filigrana sus sentencias: de las perlas de sus mares, y lo dice tan de perlas, que son sartas de riqusimos granos sus frases: de sus montes criaderos de esmeraldas, rubes, jacintos, ametistos, gallinazas, topacios y cristales, y son luces brilladoras los lucientes destellos de su pluma: de sus guerras, gobiernos y costumbres, y con lo que moraliza hace cruda guerra los vicios, y tan claras y patentes las ms acertadas mximas del gobernar, que parece que el mismo libro tiene en su mano el bastn, dando ver en lo que ensea lo que prctica, de modo que para saber quin es V.I. no es menester otra cosa que leer su libro y confesar el que le viere, que ve dibujado al vivo y aun vivo V.I. porque ver su elocuencia, su doctitud, su urbanidad, su elegancia, su facundia, su modestia, su actividad, su constancia, su prudencia, su celo, su liberalidad, su devocin, su templanza, su caridad y tanto de cada prenda de las que hacen herico y constituyen un prncipe grande, que no tenga ms que ver. En fin, seor ilustrsimo, V.I. se anime, y no se ate tanto lo modesto, que dilate ms tiempo el dar luz esta obra, ponindola en estampa cuanto ntes, para que la gocen todos; pues no ser solo V. I. quien la pierda, si se malogra, sino la utilidad de todo el orbe, privndose infelizmente de fbrica tan hermosa, que siendo una enmienda pblica de todas las Historias antiguas, servir de diseo las futuras. Esto suplica V.I. mi rendimiento, protestando que el poner la vista de V.I. este mi pobre escrito, no me lo dict la audacia de aprobar obra tan prima, sino el afecto obligado de su mismo primor, que me ha movido aplaudir, en cuanto alcanza la cortedad de la mia, los ecos concertados de su pluma: concluyendo con dar el parabin de esta historia al Nuevo Reino, con este SONETO. Nueva corona cies tu frente, Nueva Granada, con tu nueva Historia: 13

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Nueva ser en el orbe tu memoria, Nueva tu clara fama eternamente. Aquel valor antiguo de tu gente Hoy resucita ms inmortal gloria, Pues vuela ya tu noble ejecutoria En pluma de escritor tan eminente. Segura vivir puedes de tu suerte, Sin que el tiempo veloz pueda injuriarte, Ni la envidia mordaz llegue ofenderte: S, que gozas un hijo de tal arte, Que con sus letras basta ennoblecerte, Y con su mitra sobra para honrarte. Seor Ilustrsimo y reverendsimo, B.L.M. de V.S.I. Su ms humilde y rendido criado, Fr. JUAN MELENDEZ. DIDACUS A FIGUEROA. SOCIETATIS IESU, RECTOR PANAMENSIS, IN LAUDEM PRAECLARI OPERIS HISTORIAE NOVI REGNI GRANATENSIS, ILLUSTRISSIMO, AC REVERENDISSIMO D. D. LUCAE FERNANDZ DE PIEDRAHITA, EPISCOPO PANAMENSI, OLIM DE S. MARTHA, CONSILIO REGIO, HOC POEMA HEROICUM DICAT. Ingenue bistoriam Regni novitate decoras, Illustrissime Princeps, arma, virumque trophaea; En referas calamo mores, en barbara bella Tyranni Zippae regis, qui vulnere casus Occubuit, tenuemque nclusis in sanguine vitam, Olim qui Bogotae fuerat ditissimus Indus. Multas divitias argenti, aurique fodinas, Multicolorum pantauras, viridesque smaragdos, Quan plures gemmas, miro fulgore nitentes, Auriferos fluvios pandis, quoque Magdala flumen, Scribis, et ignotas multis, sylvasque ferasque, Ursos, tygrida saeva, aprosque, avidosque leones, Bicipites angues, atro tayamque veneno. Pingues praeterea campos, et amoena vireta; Hic ubi sub lucem resonant, ac voce canora Dulcisonos concentus aves, et gutture tochi Dulciter in pratis, cantant modulamine molli. Inclyta Sancta Fides iam terque quaterque profatur Insignem sophia doctorem, culmine celsum; Laudas dum patriam, tum mentis opes manifestas: Ergo vale, et semper vivas, cultissime praesul. ILUSTRISIMO AC REVERENDISIMO D. D. D. LUCAE FERNANDEZ PIEDRAHITA, DEI ET APOSTOLICAE SEDIS GRATIA EPISCOPO PANAMENSI, PATRIE SUAE HISTORIOGRAPHO, AEVI NOSTRI LIVIO ERUDITISSIMO, DEBITAE VENERATIONIS ERGO APPLAUDEBAT | D. IGNATIUS MARTINEZ DE AIBAR ET ESLAVA, | V.I.L. necnon a Consiliis Catholicae Maiestatis Quitensis Cancellariae Regii Fisci vindex, et Indorum Protector generalis. Quid decora, et laudes Patriae, quid tanta recenses Munera, cui unum sufficis ipse decus? Inter thesauros auri, argentique metalla Quae profert, nullum patria terra tulit,

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Qui tibi congenitae pretium virtutis adaequet: Omnia sunt donis inferiora tuis. Quin et nativa pretiosi luce lapilli Privantur, solus dum Piedrahita micas. Mortalem dilecta dedit tibi patria vitam, Immortale illi dat tua pluma decus. Hoc tuus aetheream loquitur dignisimus edi In lucem, sed qua non caret ante Liber. Quid careat? cum lucem in Lucae nomine praefers, Scilicet in nomen lux venit ipsa tuum. Lux haec non patrias tantum circumdedit oras, Vidimus Hesperiis emicuise plagis. Vix sacra Matriti explanas oracula Verbi Illico famosus Praeco per ora sonat. Hinc sacri defert insignia Praesulis aula, Et cingit meritum sacra Tiara caput. Scilicet obscuris tantam latitare sub umbris Virtutis lucem non decuise probat. Hanc ubi conspexit, cum te quandoque teneret Captivum, a vera devia turba fide. Pro meritis invisa licet persolvit honores Liberum, et ad proprios sivit abire Lares. Panama Pastorem excepit, morumque Magistrum, Inclytum adoravit patria chara Patrem. Et quis te verum patriae Patrem ese negabit, Cui per te nomen, vita, decusque venit? Vulgarem egresus metam tu transilis, et quo Attingunt pauci, tu velut ales abis. Penna tibi virtutis, penna est sapientia, pennis Hisce petis rutili sidera summa poli. Hoc precor, ut plenus meritis potiare, quod ardes Postquam Nestoreos vixeris ante dies. AL LECTOR. LA obligacin primera de quien ofrece alguna historia la inspeccin de la curiosidad, es dar cuenta de los motivos que tuvo para formarla, y de la causa final que le puso en el empeo, anticipando respuestas la censura, cuyo libre juicio se sujeta con la misma accin de escribirla. Por esta razn, juzgando yo que ha de servir la pblica utilidad de muchos, y al desempeo de la obligacion real el moderado trabajo que he tenido en ajustar sta, por la contingencia de que llegando sus noticias la de nuestro catlico Monarca, puedan esperar los sucesores de muchos Mardoqueos olvidados el premio correspondiente su lealtad heredada, debo, ntes que se introduzcan en su leccin los que quisieren pasar los ojos por ella, detenerlos un poco para que, manifestado mi intento, reciban con benevolencia lo que con buena voluntad les ofrezco. Reconocidas cuantas historias se han escrito de Indias, y viendo en ellas tratadas tan de paso las conquistas del Nuevo Reino de Granada, siendo el tercero en grandeza y majestad de todos los que hay en esta dilatada Monarqua, extra muchas veces que tan glorioso asunto hubiese faltado aplauso especial de alguna pluma curiosa, hasta que estando en los Reinos de Espaa me vino las manos la 15

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cuarta parte de la Historia de Indias que escribi el Licenciado Juan de Castellanos, Cura que fu de la ciudad de Tunja, aunque con la desgracia de no haberse dado la estampa, teniendo aprobacin para ello, como se reconocer del original que est en la libreria del seor D. Alonso Ramrez de Prado, Consejero que fu juntamente de Castilla y de la Cmara de Indias; y como el autor estuviese tan acreditado con las otras tres partes impresas en que recopil las conquistas de Mjico, Islas de Barlovento y Reinos del Per, apreci mucho el encuentro, y enterado de algunas noticias que tenia en confuso; me hall con los primeros deseos de vestirlas de un estilo que, sin fastidiar con los desaseos del siglo anterior, pudiese correr en ste con los crditos de poco afectado. No fu tan mal afortunada esta inclinacin, que no se alentase con otro acaso en que me encontr en una de las librerias de la Corte con el Compendio Historial de las conquistas del Nuevo Reino, que hizo, escribi y remiti Espaa el Adelantado D. Gonzalo Jimnez de Quesada; pero con tan mala estrella, que por ms de ochenta aos haba pasado por los ultrajes de manuscrito entre el concurso de muchos libros impresos. Con tan acreditados autores como los que refiero, apliqu la atencin la materia de sus escritos, y hall que en la voluble rueda de sus acaecimientos humanos se vean como en teatro universal del mundo, reyes coronados y depuestos; infelices y aplaudidos; asolaciones de reinos y provincias; fbrica de nuevas coronas y ciudades; ministros desinteresados y prudentes; perversos y codiciosos; naciones constantes y guerreras, y otras cobardes y desleales, y todas corriendo ciegas por la carrera de los vicios y de la idolatra. Parecironme segunda vez dignos de la imprenta sucesos que tan al vivo representaban la variedad de prsperas y adversas fortunas con que se va tejiendo la sucesin de los tiempos; mas viendo que los acaecimientos polticos y militares que haban tenido los Reyes Indios, entre s, corran mezclados con los que despues tuvieron con los espaoles, con la nota de no asignar tiempo sus operaciones, y que la relacin de las costumbres, ritos y ceremonias de su gentilidad, confundia muchas veces la de los progresos de la conquista, la manera que en una armera revuelta ningn gnero de armas se deja comprender por el desrden de no estar cada una en su propio lugar, me resolv poner separadamente aquellas noticias, que mezcladas quitaban la claridad de la Historia. En cuyo contexto, y con los motivos que llevo expresados, ocup todos los dias del ao sesenta y seis, siguiendo legalmente la que dej escrita dicho Adelantado, mnos en la expresin de las resoluciones y despachos del Consejo, y motivos que para ello tenia, en que siento deber preferir al cronista Antonio de Herrera, como quien para esto se hallaba presente, y no se gobernaba por relaciones de interesados, como para lo dems que se contiene en sus Dcadas. Y si como dijo Plinio su Tcito, es beneficio grande de la Divinidad el que los hombres hagan cosas dignas de ser escritas, escriban cosas dignas de ser ledas; habiendo el Adelantado D. Gonzalo Jimnez de Quesada conseguido lo uno y lo otro con la espada y con la pluma; pues como l afirma, escriba el compendio modesto de sus hazaas, al mismo tiempo que ejecutaba muchas de ellas en la guerra de los Guasquias y Guales, por los aos de mil quinientos y setenta y dos y tres, porque aun no le faltase esta prerrogativa ms de las que tuvo Csar; con justa razn debo preferir para mi pretensin quien privilegi la naturaleza para que acertase escribir con templanza lo que primero obraba con valenta. El segundo lugar ha tenido el licenciado Castellnos en cuanto afirma en los veintids cantos de su Historia, sin oponerse al contexto del Adelantado, por ser todo ello muy digno de aprecio, por la curiosidad que observ en referir hazaas particulares de muchos conquistadores, que siendo verdaderas, he visto en otros autores falsedades, que tambin han ayudado mucho algunas informaciones antiguas de servicios, que se haban remitido la Corte, y llegaron mis manos con el crdito de ms seguras que la Historia que di principio Fray Antonio Medrano, del rden de San Francisco, y prosigui en dos tomos Fray Pedro Aguado, su provincial, de que me ha parecido noticiar al lector, para que si llegase sus manos repare en los yerros en que cae quien se sigue por relaciones vulgares, como advierte Quesada en su prlogo. De todo esto se infiere que no tengo ms parte en esta obra, que pretendo dar la prensa, que la que se me puede atribuir por haber reducido cmputo de aos y lenguaje mnos antiguo la que dejaron escrita los autores que van citados, sin otra adicin que la verosimilitud de las mximas y motivos que tuvieron los Reyes Indios y Cabos espaoles en sus empresas; pues no siendo lo verosmil opuesto lo verdadero, cuando es consiguiente las causas que antecedieron, se hallar tan ljos de oscurecer la verdad, que en vez de viciarla deje acreditada; y si al lector fastidiaren las repetidas listas de conquistadores, considrese descendiente de algunos de ellos, y no lo pesar de hallarlos en las categoras de los que concurrieron las facciones ms arriesgadas; y reciba esta obra como capa arrojada, para ver cmo la tratan, ntes de aventurar el cuerpo en ms decorosos asuntos. Suplicndole tenga entendido que as mis escritos como mi alma, y el alma de mis escritos, son hijos legtimos de la Santa Iglesia Catlica, y que rendidamente los pongo los pis sacrosantos de los sucesores de Pedro y Vicarios de Jesucristo, y la justa correccin de cuantos los quisieren leer.

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LIBRO PRIMERO Trtase del sitio y calidades del Nuevo Reino de Granada: dse noticia de sus Provincias, primeros habitadores y de las costumbres, ritos y leyes que usaban en su gentilidad. CAPITULO PRIMERO DEL SITIO Y CALIDADES DEL NUEVO REINO DE GRANADA A Conquista del Nuevo Reino de Granada, hecha por las Catlicas armas de los Reyes de Espaa, no mnos triunfantes en sus numerosos ejrcitos, que en el valor de una pequea tropa de espaoles, y la extirpacin de la idolatra arraigada por tantos siglos en la barbaridad de sus naturales (empresas que la emulacin extranjera oy como sueos representados la soberbia Espaola, y despus de acreditada con los ojos atribuy en desesperacin y codicia) es el asunto que me llama este libro. Y cuando no hubiera otra causa ms que el ver por falta de historiador sepultadas en el olvido tan heroicas hazaas, cuando otras de menos consecuencia se hallan ilustradas con premios, en fe de la ponderacin de sus escritores, bastaba para que ocupase la pluma en trabajo tan mal agradecido an de los ms interesados. Y aunque los sucesos de que se ha de componer esta historia tengan poco ms de doscientos aos de antigedad, son tan varias las fortunas que los Espaoles corrieron, y su curiosidad tan poca en dejar estampadas las noticias de sus hechos, que con dificultad mucha he encontrado el hilo para salir del laberinto de grandes dificultades, en que mi desvelo no hallaba camino, por la generalidad con que los historiadores de Indias han hablado del Nuevo Reino de Granada: unos llevados de la confusin de las primeras noticias; y otros ocupando sus plumas en la parte que su afecto encamin las alabancas. Casi en todos ellos me he encontrado siempre con dos cuestiones proemiales, que dilatadas con varias erudiciones, no por ellas se libran de la nota de impertinentes, sin que estos dos trminos les sean incompatibles; pues no hay tan malogrado tiempo, como el que se gasta en persuadir con discursos, por buenos que sean, lo que ya no tiene remedio; en pretender que en la debilidad de las conjeturas se asiente la solidez de las verdades. Forman, pues, la primera contienda, sobre si debe quitarse el nombre Amrica esta cuarta parte del mundo, por no haber sido Amrico Vespusio quien la descubri, sino el famoso Cristbal Colon, en cuyo obsequio debe llamarse Colona, Columbiana, como pretende el Maestro Fr. Antonio Calancha en el captulo cuarto del primer libro de su Crnica del Per; Segunda Espaa, como pide Fr. Pedro Simn en el captulo octavo de la primera noticia historial de las conquistas de Tierra-Firme. Confieso que tengo mucho que admirar en las vivas alegaciones que ambos Cronistas hacen para fundar sus pretensiones; pero me admira ms la eficacia coraje con que tan grandes ingenios se empean en que el nombre de Amrica se haya de sepultar, sin que le hagan las honras las otras tres partas del mundo, que con ese nombre la tiene reconocida por hermana. Y aunque ingenuamente hallo que tienen razn para que ese nombre de Amrica no se diese estas Indias Occidentales; ya puesto y corriente por ms de ciento y cincuenta aos en cuantos libros extranjeros tratan de su descubrimiento, me persuado que ninguno de los dos cronistas, que lo mirase esta luz, negar hoy, que habiendo sido sus alegaciones para conseguir imposibles, deben pasar por la nota de impertinentes, por ms que las hayan apadrinado de autoridades y vestido de erudiciones. De aqu pasan investigar la parte, el modo y forma con que despus del diluvio pasaron desde alguna de las otras tres partes del mundo los primeros hombres y brutos pobladores de estas Indias Occidentales; porque estando separadas de Asia, frica y Europa, como de presente lo estn, y alumbrados estos historiadores con la certeza de fe de no harberse reservado de aquella inundacin general ms hombres ni brutos que los que la Sagrada Escritura refiere haber entrado en el Arca, y de la experiencia ocular de tanta inmensidad de individuos de todas aquellas especies de animales, como habitaban estas Indias al tiempo que fueron descubiertas por Cristbal Colon, de que infieren haber sido precisa la navegacin y trasporte por el mar que las divide; tropiezan luego en la dificultad de haberse podido hacer por alguna parte distante en tiempo que la noticia de la aguja de marear se ignoraba, y la ferocidad de muchos brutos indomables que hay en estas Indias repugna la posibilidad de conducirlos y mantenerlos vivos en las embarcaciones, no siendo su trasporte de conveniencia alguna para la vida humana. Fr. Pedro Simn vista de estos inconvenientes, facilita mucho este transporte de los animales feroces, sin responder con la demostracin de algn particular inters de los hombres la falta de motivo que se opone de contrario para conducirlos; y no asiente que la noticia de la aguja calamita se ignorase despus del diluvio hasta los dilatados tiempos que el Padre Acosta refiere, pues doscientos aos ntes de ellos la tuvo, y se vali de ella Fabio el Napolitano de Melphy: y de que no estara ignorante Salomn para las navegaciones de Ofir. Y es muy de extraar que vencidas, como piensa, estas dos graves dificultades, y gobernndose por conjeturas, se incline que los primeros pobladores de Indias hiciesen su trnsito por el estrecho de Anian, Groelandia, en cuya corta distancia bastaran canoas juncos para el trasporte, dejndonos frios con la espera de alguna dilatada navegacin, que comprobase el uso

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de la aguja calamita, que presume haber habido desde aquellos tiempos inmediatos al diluvio; de que no vemos otro fruto que el de haber perdido tiempo en la resolucin de una duda impertinente. El Maestro Calancha, curioso investigador de las tablas de los ms aplaudidos cosmgrafos, despus de impugnar los pareceres contrarios (cosa ms fcil que defender el propio, cuando tambin se funda en conjeturas) y persuadido que los animales feroces no pasarian por mar ni serian llevados de los hombres, por no serles de conveniencia alguna su conduccin: no solamente se inclina, sino resuelve haber pasado los primeros que poblaron las Indias por tierra, que presume estaria seca y continuada luego que se recogieron las aguas del diluvio en aquellos dos estrechos de ocho y diez leguas de mar que hoy embarazan el trnsito enjuto de Tartaria Groelandia, parte setentrional de la Noruega y de Groelandia Estotilandia, que ya es parte de las Indias, y se continua hasta Mjico, segn las tablas de Abrahn Hortelio. Fndase para esto en haber dicho Plinio que diversas veces y en varios Reinos se ha visto ser hoy mar lo que ayer fu tierra; y si aadiera que tambin dice haberse visto por lo contrario, ser hoy tierra lo que ayer fu mar, no parece tuviera por ms clara la prueba de que en los estrechos se descubra la tierra, que la de que las dos islas cubran las aguas, la cual no es posible sea clara, ignorndose, como se ignora, la forma en que uno y otro elemento quedaron despues del diluvio. Descbrese ms la debilidad de este fundamento en habernos mostrado la experiencia que el descubrimiento de las Indias no se hiciese en tanto nmero de aos en que ya corria el uso de la aguja por esta parte de los dos estrechos que demuestran las tablas de Abrahn Hortelio, y se viniese hacer por los espaoles, navegando ms de mil leguas que hay desde Cdiz hasta la isla Espaola; y fu casualidad no haberse hecho desde la Francia, por no haber admitido su Rey la propuesta de Cristbal Colon. Cuyo suceso demuestra que la cercania de la Tartaria las Indias por Groelandia no es premisa de que se deba inferir la certeza de haber sido por esa parte el trnsito de sus primeros pobladores; siendo de mnos fundamento la imposibilidad que el maestro Calancha pone en la conduccin de los animales feroces por mar, no teniendo en ella conveniencia alguna los hombres; pues sin otra que la de un gusto estragado, vemos cada dia llevar Italia y traer Espaa tigres de la Amrica, elefantes del Asia y leones de frica, y lo que es ms, conducir de estos ltimos las Indias Occidentales, como se han visto en la ciudad de Cartagena, sin haber prncipes en ella, en cuyo obsequio hallase disculpa su conduccin. Adems que no es de poca conveniencia para los hombres manifestar la superioridad de su especie sobre todos los Individuos de las otras, con el arte de reducirlos su obediencia; y pues el fin de salvarlos Dios en el arca fu conservar sus especies para que nuevamente se dilatasen por toda la tierra, visto es que para el cumplimiento de este fin ni le faltarian hombres ni embarcaciones en que trasportarlos de unas partes otras, ni disposicin para que, domesticados de su Providencia, entrasen en ellas como haban, entrado en el arca. Esto supuesto, las indias Occidentales, que acreditaron haber nuevo mundo, por los dilatados espacios que ocupan, tan retirados las noticias de la antigedad, que afirm ser del todo inhabitables, generalmente se dividen en dos partes, que la una, mirada de la lnea al septentrin, se llama Nueva Espaa, y la otra, de la lnea al austro, se llama Per. Y parece que, prvida la naturaleza en apoyar esta divisin, puso por lindero para reconocer los trminos de cada una, el Istmo garganta que est entr Panam y Puerto-velo, y sirve un mismo tiempo de embarazo la comunicacin del mar del sur con las aguas del Ocano; pero (como un divididas en esta forma las Indias, cada parte de por s podia por su grandeza aspiran al nombre que gozan unidas) determin la providencia humana, para mnos confusin de los comercios y conquistas, hacer nueva divisin de la parte del Per, conservando este nombre de la parte de la lnea al sur, corriendo hasta los trminos de Chile, y desde la garganta que la divide de Nueva Espaa, siguiendo la costa de Panam, hasta el estrecho de Magallanes. Baste lo dicho del Per y Mjico para inteligencia de la historia, y volviendo la nueva divisin, generalmente se llam Nuevo Reino la tierra firme que hay de la lnea esta parte del Norte, y desde la costa de Barbacoas, Choc y Darien en el mar del Sur, y corriendo el mar del Norte, desde la de Urab hasta las bocas del Maraon, que desaguan barlovento de la isla de la Margarita, de suerte que, mirando en esta forma el Nuevo Reino, tiene de longitud ms de ochocientas leguas y de latitud cuatrocientas, en que se comprenden las provincias que hoy se llaman equinocciales de Antioquia y Popayn, y las de Cartagena, Santa Marta, Venezuela, Caguan, Mrida, Guayana, Cuman, Maracapana y San Juan de los Llanos, en cuyos trminos se hallan rios tan caudalosos como ricos de minerales, de los cuales el Orinoco, que por la parte de los Llanos corre desaguar enfrente de la isla de la Trinidad, es de tan crecidos raudales que slo cede ventaja al Maraon, que sirve de foso y lindero al Reino del Brasil