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EN CAMINO HACIA EL CONGRESO LATINOAMERICANO DE PASTORAL… FICHA 2 “Una Familia Carismática es una parte de la Iglesia entendida como Pueblo de Dios en comunión, cuyas distintas vocaciones, servicios y modos de vida ni se imponen ni se superponen, sino que caminan por la vida complementándose para el bien de todos y en el servicio del Reino” (J. C. R. García de Paredes) En el camino que falta recorrer para encontrarnos Laicos y Hermanas de la Familia Consolación, te proponemos la lectura pausada y orante del texto de Pablo a la Comunidad de los Corintios (1 Cor 12,12) “Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo”. Es apenas un versículo que nos mueve insistentemente a mirarnos contemplativamente y a abrir el corazón a la Novedad que el Señor nos quiere regalar. Partimos desde la pregunta fundamental que nos hacemos sobre el Principio y el Fundamento de nuestra vida: ¿Qué quieres de mí Señor? ¿A qué me llamas? ¿Cómo me invitas a consolar a tu pueblo hoy? Regalémonos espacios de silencio que nos ayuden a llegar al Congreso con profundidad, con apertura de corazón, con el entusiasmo sereno que dan las cosas de Dios, sin prisas, sin aceleramientos, sin pretender construir castillos en el aire, sino transformando nuestra realidad desde lo que cada uno es y tiene para ofrecer. Puede ser una ayuda para la reflexión personal el comentario que hace el P. Víctor Manuel Fernández a la

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EN CAMINO HACIA EL CONGRESO LATINOAMERICANO DE PASTORAL…

FICHA 2

“Una Familia Carismática es una parte de la Iglesia entendida como Pueblo de Dios en comunión, cuyas distintas vocaciones, servicios y modos de vida ni se imponen ni

se superponen, sino que caminan por la vida complementándose para el bien de todos y en el servicio del Reino” (J. C. R. García de Paredes)

En el camino que falta recorrer para encontrarnos Laicos y Hermanas de la Familia Consolación, te proponemos la lectura pausada y orante del texto de Pablo a la Comunidad de los Corintios (1 Cor 12,12) “Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo”. Es apenas un versículo que nos mueve insistentemente a mirarnos contemplativamente y a abrir el corazón a la Novedad que el Señor nos quiere regalar. Partimos desde la pregunta fundamental que nos hacemos sobre el Principio y el Fundamento de nuestra vida: ¿Qué quieres de mí Señor? ¿A qué me llamas? ¿Cómo me invitas a consolar a tu pueblo hoy?

Regalémonos espacios de silencio que nos ayuden a llegar al Congreso con profundidad, con apertura de corazón, con el entusiasmo sereno que dan las cosas de Dios, sin prisas, sin aceleramientos, sin pretender construir castillos en el aire, sino transformando nuestra realidad desde lo que cada uno es y tiene para ofrecer. Puede ser una ayuda para la reflexión personal el comentario que hace el P. Víctor Manuel Fernández a la Exhortación Evangelii Gaudium, en sus primeras páginas, de aquí la propuesta a releer este Primer Capítulo “La transformación misionera de la Iglesia”:

El primer capítulo de la Exhortación de Francisco, es una propuesta de reforma misionera de toda la Iglesia, donde recuerda que “también el papado y las estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan escuchar el llamado a una conversión pastoral”. Eso nos interpela a todos a que hagamos lo mismo con nuestras propias tareas. Pero reconoce que aun el modo de presentar el mensaje debe ser profundamente revisado, de manera que “llegue a todos sin excepciones ni exclusiones”. Pide que, por una razón misionera, no se ponga tanto el acento en cosas secundarias y que el anuncio se concentre “en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario”. Repite aquí que es necesario cuidar una “adecuada proporción” y colocar las cosas en su contexto, y reprocha que se hable “más de la ley que de la gracia, más de la Iglesia que de

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Jesucristo, más del Papa que de la Palabra de Dios”, porque así el mensaje deja de tener “olor a Evangelio”.  Habla además de costumbres de la Iglesia que ya no prestan el mismo servicio de antes en orden a la transmisión del Evangelio, y reclama: “No tengamos miedo de revisarlas”. Cada comunidad verá qué le dice esto a sus propias costumbres, pero lo importante es tener claro el objetivo: “la transmisión del Evangelio”. Propone una Iglesia con las puertas abiertas, y no se refiere sólo a los templos. Dice con profunda ternura: “la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”. ¡Cuántas consecuencias preciosas tendría que aplicáramos todo esto en nuestras diócesis, parroquias, movimientos e instituciones! 

Nosotros protagonistas del presente, somos conscientes del llamado del Papa Francisco: “Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la evangelización. Es la manifestación concreta de la única Iglesia en un lugar del mundo. Es la Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de todos los medios de salvación dados por Cristo, con un rostro local, en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales. En orden a que este impulso misionero sea cada vez más intenso, generoso y fecundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma (EG 30) Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. Lo importante es no caminar solos sino contar siempre con los hermanos y especialmente con la guía de los obispos, en un sabio y realista discernimiento pastoral. Hoy suele hablarse de un exceso de diagnóstico que no siempre está acompañado de propuestas superadoras y realmente aplicables. Por otra parte, tampoco nos serviría una mirada puramente sociológica que podría tener pretensiones de abarcar toda la realidad con su metodología de una manera supuestamente neutra y aséptica. Lo que quiero es la mirada del discípulo misionero que se alimenta a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo. Aliento a todas las comunidades a una siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos” (EG 50.51)

Te proponemos avanzar en el camino de Fe, junto a los Hermanos y Hermanos que se nos dan en la misión preciosa de Consolar. Vuelve a tu corazón y responde desde dentro, desde muy hondo: ¿Qué me mueve a participar en el Congreso? ¿Qué Vida quiero compartir con los demás? ¿Estoy dispuesto a dejarme llevar hacia donde el Espíritu me quiera conducir?

¡Que el Espíritu nos conceda la Gracia del Discernimiento, para saber lo que Dios quiere para nuestra Familia Consolacionista!