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1 Filosofía, política y educación Entrevista con el profesor Hernán Alejandro Cortés 1 Damos la bienvenida tardía al nuevo año, con la publicación de esta entrevista al profesor Hernán Alejandro Cortés, para la sección Palabras ajenas. El profesor Cortés es Estudiante de Doctorado en Filosofía y Magíster en Filosofía de la Universidad de los Andes; Licenciado en filosofía de la Universidad Santo Tomás. Se ha desempeñado como docente de la Universidad de los Andes, la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano y la Universidad San Buenaventura; es becario de la Universidad de los Andes. Publicó su primer libro en el 2013: El animal diseñado: Sloterdijk y la onto-genealogía de lo humano. Se ha especializado en la filosofía política y latinoamericana. En la actualidad, se concentra en el estudio del problema de lo común en el marco de las discusiones sobre la ontología política contemporánea. Adicionalmente, colabora como columnista para el portal Palabras al Margen y fundador de la Red de Estudios Críticos (REC)-Latinoamérica Don Jumento conversó con el profesor Cortés sobre distintos temas. Quisimos abordar —desde la palabra escrita— cuestionamientos y curiosidades alrededor de la filosofía, la literatura y la política; conversamos, además, sobre el papel de la docencia en una sociedad como la nuestra y la pertinencia del pensamiento crítico. Abordó 1 Entrevista conducida por Stpehanny Núñez y Sebastián Montañez parte del equipo editorial de Don Jumento, una parte editada de esta entrevista se publicó en: http://www.donjumento.com/palabras-ajenas/de-la- conversacion-con-un-filosofo/

Filosofía, política y educación · 2018. 3. 19. · 4 posibilidad para habitar el mundo. Butler tiene una bella reflexión sobre esto, tanto en su libro Vida Precaria (2006), como

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    Filosofía, política y educación

    Entrevista con el profesor Hernán Alejandro Cortés1

    Damos la bienvenida tardía al nuevo año, con la publicación de esta entrevista al

    profesor Hernán Alejandro Cortés, para la sección Palabras ajenas. El profesor Cortés

    es Estudiante de Doctorado en Filosofía y Magíster en Filosofía de la Universidad de

    los Andes; Licenciado en filosofía de la Universidad Santo Tomás. Se ha

    desempeñado como docente de la Universidad de los Andes, la Universidad de

    Bogotá Jorge Tadeo Lozano y la Universidad San Buenaventura; es becario de la

    Universidad de los Andes. Publicó su primer libro en el 2013: El animal diseñado:

    Sloterdijk y la onto-genealogía de lo humano. Se ha especializado en la filosofía

    política y latinoamericana. En la actualidad, se concentra en el estudio del problema

    de lo común en el marco de las discusiones sobre la ontología política

    contemporánea. Adicionalmente, colabora como columnista para el portal Palabras al

    Margen y fundador de la Red de Estudios Críticos (REC)-Latinoamérica

    Don Jumento conversó con el profesor Cortés sobre distintos temas. Quisimos

    abordar —desde la palabra escrita— cuestionamientos y curiosidades alrededor de la

    filosofía, la literatura y la política; conversamos, además, sobre el papel de la docencia

    en una sociedad como la nuestra y la pertinencia del pensamiento crítico. Abordó

    1 Entrevista conducida por Stpehanny Núñez y Sebastián Montañez parte del equipo editorial de Don Jumento, una parte editada de esta entrevista se publicó en: http://www.donjumento.com/palabras-ajenas/de-la-conversacion-con-un-filosofo/

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    algunas perspectivas y preocupaciones de los procesos de lectura y escritura en su

    formación intelectual, y en su ejercicio docente. De otra parte, el profesor Cortés nos

    compartió sus apreciaciones del proceso de paz con las guerrillas, y su percepción

    frente a la alarmante situación de asesinatos de líderes y lideresas en varias regiones

    del país. Agradecemos al profesor Hernán Alejandro Cortés por su tiempo, disposición

    y paciencia. Esperamos volver a encontrarnos en el camino de Burro.

    Don Jumento: Sabemos que es usted un estudioso del filósofo alemán Sloterdijk.

    ¿Qué nos puede enseñar este pensador a las sociedades latinoamericanas?

    Hernán Alejandro Cortés:

    Bueno, primero, muchas gracias por la entrevista, les agradezco por el esfuerzo de

    crear canales de acción distintos a los tradicionales y por darse a la tarea de disputar

    los medios. Peter Sloterdijk es una figura extraña en filosofía, es un pensador

    enigmático, difícil de clasificar en la tradición del pensamiento filosófico. Sloterdijk,

    como señala Germán Cano, es un pensador que resiste a ser encasillado dentro de

    una tradición de pensamiento y mucho menos dentro de una escuela de pensamiento

    cerrada, acabada o con agendas políticas y epistemológicas. Yo me acerco a

    Sloterdijk gracias a quien considero mi maestro en este camino de la filosofía,

    Santiago Castro-Gómez, quien fue mi director de tesis de pregrado y con quien hoy

    comparto un lazo de amistad entrañable. Sloterdijk representó una especie de alto en

    el camino en el que pude pensar varias cuestiones que hoy me parecen importantes.

    La principal tesis de Sloterdijk, y de muchos otros filósofos en una línea que puede ir

    de Nietzsche a Butler, es que los seres humanos son desvalidos por naturaleza, ¿qué

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    quiere decir esto? Que en el mundo de la vida natural los seres humanos somos seres

    “precarios”, para usar la categoría de Butler, carecemos de alas para poder volar, de

    pelaje para soportar el frío, de dientes para poder cazar; en ese sentido, el salto

    definitivo al escenario de la humanidad solo fue posible mediante el desarrollo de una

    serie de técnicas que permitieron la emergencia de una segunda naturaleza. Los

    humanos creamos “esferas”, es decir, escenarios inmunitarios para que nuestra vida

    pueda realizarse. Esa es una de las tesis centrales de Sloterdijk, que los humanos

    solo han podido devenir técnicamente y que ha sido el uso de la técnica el que ha

    hecho posible que sigamos hoy con vida dentro del marco de la vida natural. Sloterdijk

    entonces abre una reflexión en torno a la configuración de eso que llama “esferas”,

    es decir, de esos escenarios habitables que los hombres hemos producido

    técnicamente para vivir en comunidad, las “esferas” entonces son desarrollos tecno-

    semióticos que a través del desarrollo de códigos, del lenguaje, hacen posible la vida

    en comunidad. En Sloterdijk la comunidad antecede al individuo y me parece que esa

    es una de las lecciones fundamentales que está en el fondo de su pensamiento, que

    las “esferas” son fundamentalmente duales, aun cuando el capitalismo global las haya

    dispersado en la forma de “espumas”, que es como se titula el tercer tomo de su

    trilogía.

    De esos planteamientos yo rescataría al menos tres cuestiones que me parecen

    claves para pensar Latinoamérica. Lo primero, y creo que en esto Sloterdijk y Butler

    están muy cercanos, es que si aceptamos la tesis de la precariedad de la vida humana

    resultará necesario pensar que la vida en comunidad es nuestra única condición de

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    posibilidad para habitar el mundo. Butler tiene una bella reflexión sobre esto, tanto en

    su libro Vida Precaria (2006), como en una pequeña intervención audiovisual que se

    llama Examined Life2; recomponer los lazos afectivos de la comunidad, aceptar la

    absoluta precariedad de la vida humana y reconocer que habitar significa co-habitar

    es una cuestión fundamental para pensar en nuestros contextos latinoamericanos. Si

    uno quisiera exagerar –espero no hacerlo de manera abrupta– uno podría decir que

    el recurso al uso de la violencia como forma de resolución de conflictos políticos

    vulnera de manera definitiva esta concepción del habitar como co-constitutivo de la

    vida humana y nos expone de manera muy fuerte una idea de un individuo completo,

    cerrado, que se mueve solo por sus intereses personales, que parece luchar contra

    la idea de su precariedad mediante el uso de la fuerza, esto es algo escueto que

    habría que pensar con mucho más cuidado.

    Un segundo punto que me parece clave es la reflexión de Sloterdijk en torno a la

    técnica y la relación con los humanos. Creo que en esto Sloterdijk es legatario de

    Deleuze y Guattari; hoy más que nunca hay que pensar cómo es que los humanos

    nos vinculamos con la técnica, por técnica acá debemos entender la producción de

    un escenario artificial que cambia la relación de nuestro habitar en el mundo, en esa

    medida y pensando en América Latina siento que nos hace falta una profunda

    reflexión sobre la técnica y el habitar, sobre todo pensando en la forma en la que el

    capitalismo contemporáneo interviene sobre la naturaleza. El extractivismo, el uso

    desmedido de recursos naturales y el desarrollo de una gran maquinaria para

    2 https://www.youtube.com/watch?v=vLvfTHLpo3Q

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    acumular bienes de consumo debe repensarse y eso implica cuestionar la forma en

    la que producimos, técnicamente, nuevas formas de relacionamiento que detengan el

    desenfreno violento en el que nos ha puesto el capitalismo. Como ven, aquí técnica

    no quiere decir avance, quiere decir más bien un saber-hacer en relación con el

    habitar que producimos como comunidades colectivas.

    Finalmente, y para cerrar este punto, –en el que ya me he extendido bastante– creo

    que el joven Sloterdijk nos ha dejado una lección muy importante. El primer libro de

    Sloterdijk “Crítica de la razón cínica” (1983) es una especie de ajuste de cuentas con

    la tradición que en filosofía conocemos como la Teoría Crítica, en uno gesto muy

    parecido al de Horkheimer, Sloterdijk quiere preguntarse si en definitiva la filosofía de

    hoy es crítica o, en lugar de eso, la filosofía se ha quedado encerrada en sus formas

    tradicionales, alejada de la realidad y ensimismada en un discurso que, muchas

    veces, resulta inaccesible, aunque el mismo Sloterdijk no sea muy claro (risas) creo

    que ha dejado un punto importante para la reflexión en ese libro. El alemán señala

    que la característica fundamental de nuestro tiempo es la del de cinismo ilustrado,

    ¿qué significa esto? Para ser breve, Sloterdijk distingue dos tradiciones cínicas, una

    tradición que es la del cinismo griego, un cinismo militante que hacía de la filosofía

    cuerpo y que tenía como tarea fundamental enrostrar la verdad a riesgo de romper la

    relación con el otro, anteponerse al orden en virtud de la verdad era el modelo del

    cinismo griego. Sin embargo, Sloterdijk distingue otra vertiente del cinismo que

    aparece a mediados del siglo XVII y es la de los críticos satíricos burgueses, estos

    que se burlaban de cómo estaban las cosas, que reconocían que algo andaba mal y

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    que en lugar de querer transformar las cosas lo único que hacían era burlarse y ser

    indiferentes.

    Esa segunda línea del cinismo es con la que Sloterdijk caracteriza nuestra época,

    como una época cínica-ilustrada en la que sabemos perfectamente que algo anda

    mal, pero en la que, a pesar de saber muy bien que las cosas andan mal, no

    queremos, no deseamos, nos resistimos a que las cosas cambien; en lugar de eso

    adoptamos un pesimismo cínico, un poco al estilo de lo que el genio de Jaime Garzón

    decía sobre los colombianos: “¿para qué llego a las 8 si nadie va a llegar?”, ese es el

    cinismo ilustrado de nuestra época, todos sabemos que algo va mal, pero no estamos

    dispuestos a jugárnosla por cambiar esa anomalía. Quien dará un interesante

    desarrollo a estas ideas de Sloterdijk es Zizek, en “El sublime objeto de la ideología”,

    el pensador Esloveno da una gran desarrollo a esta idea de Sloterdijk y la pone al

    servicio de un gran diagnóstico del capitalismo contemporáneo. Para pensar América

    Latina, creo que habría que hacer un análisis juicioso del cinismo ilustrado de algunos

    intelectuales y un análisis profundo del fenómeno del cinismo de las clases dirigentes,

    el ejemplo perfecto de esto es un tipo como Álvaro Uribe y habría que analizarlo con

    cuidado.

    DJ: ¿Puede contarnos algo sobre eso que se denomina filosofía latinoamericana? De

    esa tradición, ¿qué nos recomendaría y por qué?

    HAC: La tradición de lo que se denomina “Filosofía Latinoamericana” es una tradición

    potente, que aún merece un mejor tratamiento, un estudio más juicioso. Me parece

    que esa tradición podría recogerse en al menos cuatro grandes líneas que seguro

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    resultarán demasiado esquemáticas para los especialistas y donde no se ajustarán

    todos los filósofos y filósofas puesto que es diversa y compleja, no siempre

    sistemática. Me parece que la primera línea que uno podría identificar es la de un

    pensamiento fundacional de los Estados-nación, allí pensadores como Bolívar, Martí,

    Vasconcelos y otros, son tremendamente interesantes y yo no me he ocupado mucho

    de su pensamiento.

    Por otro lado, señalaría que hay una tradición del pensamiento que es la primera que

    se pregunta por la existencia de una “filosofía latinoamericana”, pensadores como

    Leopoldo Zea, el mismo José Gaos, Augusto Salazar Bondy y otros incluyendo a

    algunos de mis profesores de la Universidad Santo Tomás, el denominado “grupo de

    Bogotá” como Germán Marquínez Argote, son profundamente interesantes y merecen

    ser revisados con cuidado. Luego hay una tradición que podríamos denominar

    marxista en la que se ubican pensadores para mi muy importantes como el peruano

    Jose Carlos Mariategui, el ecuatoriano Bolivar Echavarría, el argentino Atilio Borón y

    pensadoras como Marta Harnecker o el vicepresidente de Bolivia Álvaro García

    Linera, que es un tipo brillante; con distancias y críticas me parece que esta tradición

    ha elaborado preguntas y lecturas de Marx –y de la tradición marxista– que han

    incidido en los gobiernos de la década ganada, eso me parece muy potente y cada

    vez estoy más inclinado a revisar esa tradición para desde allí pensar problemas

    políticos en nuestro país. Por otro lado, me parece que hay una línea de pensamiento

    abierta por Enrique Dussel, Paulo Freire y los hermanos Boff que es la línea

    liberacionista, estos son pensadores sumamente interesantes, ingeniosos y que

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    valdría la pena leer con seriedad obviando el tono cristiano que los rodea. La última

    sería la línea del pensamiento decolonial en el que hay grandes trabajos como los de

    Anibal Quijano, Ramón Grosfoguel, Santiago Castro-Gómez, Arturo Escobar, al igual

    que las feministas decoloniales como Yuderkis Espinosa, Francesca Gargallo y Laura

    Rita Segato, esta ya sería una lista de recomendaciones.

    Sin embargo, yo me he ocupado de leer con detenimiento algunos pensadores que

    no sabría muy bien dónde ubicar, es más, no sabría si esa clasificación es ya

    desafortunada y deja fuera del mapa miles de matices. Yo recomendaría al menos

    tres obras, preferiría no hablar de libros en específico porque tardaría mucho.

    Empecemos por lo nacional (risas) me parece que la obra de Santiago Castro-Gómez

    es una obra loable, no solo por su rigurosidad, sino por su capacidad para abrir

    senderos de investigación, su genealogía de las herencias coloniales en Colombia

    me parece algo clave para entender la configuración de lo que él mismo ha

    denominado como “el poder oligárquico” en Colombia. Así mismo, sus textos sobre

    Foucault y Zizek resultan no ser solo textos exegéticos, sino escenarios abiertos de

    discusión para pensar problemas en América Latina. Por otro lado, una obra de la que

    me he venido ocupando recientemente es la del pensador argentino Ernesto Laclau,

    me parece que la forma en la que este pensador logró poner en escena los problemas

    del marxismo clásico son sugerentes, sus debates sobre la democracia radical, la

    hegemonía y el populismo son importantes hoy. Laclau ofrece un panorama muy

    completo del terreno conceptual en el que se mueve la filosofía política hoy y eso me

    ha ayudado profundamente a avanzar, a cuestionar y a pensar. También, quisiera

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    recomendar la obra del psiconanalista y filósofo Jorge Alemán, a pesar de vivir en

    España, es un pensador que siempre tiene presente la agenda latinoamericana. Es

    un pensador con una pronfunda lucidez al que me he venido acercando lentamente y

    del que espero aprender mucho.

    Finalmente, no quisiera perder la oportunidad para hacer una mención a quienes son

    mis maestros y van abriendo nuevos espacios para la reflexión filosófica en Colombia

    y que recomiendo sin titubear. Los trabajos de María del Rosario Acosta sobre el

    duelo, la memoria y la escucha en clave decolonial son impresionantes. Los de Laura

    Quintana, quien disputa con mucha fuerza frente a la tradición occidental del

    pensamiento, interpelada por lo que sucede en Colombia. Así mismo el trabajo de

    Carlos Manrique sobre la relación entre religión y política en los movimientos sociales

    en Colombia es clave para pensar un tema importante para la configuración de la

    sociedad civil en Colombia. Asimismo, el trabajo de Luciana Cadahia sobre el

    republicanismo plebeyo y la noción de dispositivo. Igual el trabajo de Gustavo Chirrolla

    pensando el problema de la técnica desde la obra de Deleuze y el de Amalia Boyer

    sobre la geo-estética son inspiradores para seguir avanzando en la tarea de hacer

    filosofía en América Latina.

    DJ: ¿Cuéntenos, por favor, cuál es su apreciación sobre el lugar del pensamiento

    filosófico en una sociedad como la colombiana?

    HAC: Esa es una pregunta difícil. Es difícil porque cuando uno está metido en este

    mundo de la academia a uno le parece que la filosofía es super importante y, a toda

    costa, uno quiere convencerse de ello, sin embargo, muchas veces siento que entre

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    el mundo académico y la sociedad civil hay una zanja, que a veces parece

    infranqueable. Sin embargo, como diría Gramsci, al pesimismo del intelecto se le

    combate con el optimismo de la voluntad, en aras de ese optimismo diría que hay

    miles de cosas por hacer.

    Me parece que en este momento el lugar que podría ocupar el pensamiento filosófico

    es un lugar típico y tradicional de hacer preguntas, sobre todo en el momento de

    transición que se empieza a avizorar. Creo que la filosofía puede aportar mucho en

    ese camino, no como disciplina académica, pero si como actitud, como una forma de

    enfrentarse a los problemas, de asumirlos como tales y de cuestionar para

    desnaturalizar. Esa creo que es nuestra principal tarea como filósofos, permitirnos

    construir escenarios de duda, cuestionar los elementos que están a la base de los

    prejuicios, ayudar a comprender los límites de lo que decimos, sobre todo en un país

    donde la clase política es tremendamente irresponsable para hablar, basta ver las

    declaraciones de una senadora como María Fernanda Cabal o de Roberto Gerlein,

    ejemplos hay muchos (risas).

    En segunda medida me parece que el pensamiento filosófico debe procurarse un

    lugar en diálogo con otras disciplinas, tanto de las ciencias sociales, como de lo que,

    tontamente, se han denominado las ciencias duras, como las matemáticas, la física y

    la química. Creo que el pensamiento –un poco como Gramsci– está en todos y que

    lo que hay que producir son escenarios de diálogo. En Colombia tenemos que

    aprender a detenernos, a pensar los problemas con mayor mesura. Un ejemplo de

    ello es que la mayoría de los investigadores del país no estén de acuerdo con el

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    modelo desarrollado por Colciencias y aún así las universidades se ponen de rodillas

    a la forma en la que esta entidad califica los procesos de investigación, en esa

    situación no hay pensamiento, hay una derrota acallada por las políticas de calidad,

    por los esquemas que el modelo neoliberal le ha impuesto a la academia. Creo que

    la filosofía puede aportar en ese diálogo y que tiene la responsabilidad de hacerlo. De

    pensar y procurar formas de diálogo para detenerse, observar y, de la mano de otras

    formas de saber, producir formas de avanzar, de crear otro conocimiento. Debo decir

    que hay muchos colegas trabajando en esos horizontes y que la lucha no está

    perdida.

    Finalmente, me parece que la filosofía es, fundamentalmente, una forma de producir

    una desnaturalización, a eso era a lo que Foucault llamaba actitud crítica, para mi la

    filosofía tiene que ver con cartografiar la forma en la que se producen verdades y,

    desde allí, desde la materialidad del archivo histórico y desde el pensamiento, debe

    estar en la capacidad de producir nuevas formas de ver la verdad, de pensarlas

    alejadas de los prejuicios y de las formas que han quedado sedimentadas con el

    tiempo. La filosofía en tanto que actitud crítica tiene que demarcar los límites de lo

    posible (Kant), desnaturalizar lo que ha quedado instituido como discurso verdadero

    (Foucault) y producir una nueva forma de percibir (Rancière), creo que eso es lo que

    puede aportar la filosofía. Como verán es una tarea muy silenciosa en la que,

    definitivamente, quienes nos ocupamos de esto debemos ser creativos y menos rudos

    en la forma de comunicarnos.

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    DJ: Profesor, cuéntenos, ¿cuáles son las relaciones que encuentra entre el

    pensamiento filosófico y el pensamiento político contemporáneo?


    HAC: Creo que he anticipado ya algunas cosas a propósito de esto y trataré de ser

    un poco más esquemático para no aburrirlos tanto (risas). Me parece que los vínculos

    entre filosofía y política siempre han sido estrechos y que la producción de teoría

    política es una cuestión fundamental. Siempre que mis estudiantes me preguntan por

    qué estudié filosofía, les respondo diciendo que muchas de las formas a las que ellos

    apelan, como la ley, lo bueno, el derecho, el Estado, fueron parte de una reflexión en

    la que se vinculan política y filosofía y que autores como Hobbes han producido

    grandes efectos en la realidad, así que es un poco mentiroso que la filosofía no sirva

    para nada. Las ideas de Locke, Hegel, Marx o las de Gramsci, sin duda, han

    determinado en muchos sentidos hipótesis mediante las cuales pretendemos

    comprendernos como sociedad.

    Hoy hay en escena tres grandes debates en los que podría resumir la pregunta.

    Primero hay un debate sobre lo que es la política en sí misma, sobre lo que es en

    tanto que es, sobre si existe un principio o un ser de la política, a eso se le conoce en

    filosofía como una reflexión sobre la ontología política. Algunos autores afirman que

    el ser de la política es el antagonismo, es decir, el conflicto, que eso es lo que hace

    que la política exista y la configura como tal, yo quisiera preguntarme sobre ello y

    tratar de pensar esos vínculos entre ontología y política que son, definitivamente,

    difíciles de entender. Por otro lado, me parece que la reflexión filosófica se ha venido

    haciendo una pregunta por la democracia que cada vez siento de manera más radical,

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    pensadores como Laclau, Mouffe, Rancière, Hart y Negri, Badiou, Zizek y otros, han

    dedicado a esto muchas páginas de sus obras y han cuestionado el modelo liberal de

    la democracia, creo que esas cuestiones son claves hoy; el pensamiento filosófico

    tendría que vérselas, entonces, con la discusión entre liberalismo, democracia e

    individualismo que me parece que está en el corazón de nuestras sociedades

    contemporáneas.

    Finalmente, y esto creo que Marx y Engels fueron pioneros, la filosofía se las tiene

    que ver con un diagnóstico del capitalismo. Creo que en ese terreno es clave repensar

    las formas en las que el capitalismo agencia verdades, produce discursos y goce

    resulta clave. En esa medida, creo que hay que pensar desde la materialidad de las

    condiciones sobre las formas en las que el capitalismo desplaza la dominación y sobre

    las posibles formas de enfrentar una lucha de carácter emancipatorio. Creo que en

    ese sentido las tradiciones y las prácticas de América Latina tienen mucho que aportar

    y nuestra tarea es pensar desde esa materialidad lo que significa, las limitaciones y

    la forma en la que se produce ese contenido emancipatorio. Me parece que aquí es

    clave pensar una figura como la del Estado y las tradiciones del republicanismo y del

    comunismo a mi me resultan claves, no solo como modelos teóricos sino como formas

    que han fracasado y que hay que repensar para producir nuevas formas de gobierno.

    DJ: Profesor Hernán, si tuviera que salvar de las fauces del tiempo un libro de

    literatura escrito por una mujer, ¿cuál escogería?, ¿por qué?

    HAC: Esta es una pregunta más difícil que todas las anteriores, primero porque es

    evidente que las mujeres y sus obras son marginalizadas por las estructuras

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    editoriales y por los círculos académicos, y eso hace que cuando piense en un libro

    solo piense en autores hombres, un gesto sin duda horrible. Sin embargo, creo que

    optaría por salvar la primera autobiografía escrita por Simone de Beauvouir,

    “Memorias de una joven formal” fue un texto que leí en un momento clave de mi vida;

    me permitió entender la forma en la que una familia patriarcal va enclaustrando los

    deseos, el cuerpo y la imaginación. También la forma en la que Simone se relaciona

    con los libros y la lectura y la forma en la que rompe con la religión fueron muy

    estimulantes para mi, ese libro lo guardaría como un tesoro, no por cuestiones

    formales, sino porque representó para mi un gran aprendizaje en un momento difícil.

    Creo que son puras razones personales y que no podría dar otras en ese punto,

    además de recomendarle a todos que lean tremenda obra.

    DJ: ¿Cree usted que la ficción literaria puede contribuir al descubrimiento de nuestra

    condición humana?

    HAC: No sé si hay una condición humana que descubrir, pero creo que la literatura

    tiene como función procurarnos formas distintas de acercarnos a eso que es

    inasimilable, a eso que se nos escapa todo el tiempo de nosotros mismos. La literatura

    no la creación de mundos alternos, es más bien una manifestación de esos ruidos,

    esos silencios, esos tiempos, esos miedos que nos acosan todos los días y a los que

    rehuimos por la necesidad de la certidumbre. Me parece que la ficción tiene la

    responsabilidad de ofrecernos relatos sobre la realidad, no para escaparnos, sino para

    ir procurándonos una comprensión de esa infinitud de cuestiones que no se pueden

    resolver. Yo no creo que la literatura sea un viaje para escapar de la realidad, de

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    hecho, al menos la literatura que leo es siempre una bofetada con eso que no

    queremos asumir y es una oportunidad para que los silencios y los ruidos de la

    existencia tengan lugar.

    DJ: ¿Cuál cree que debe ser “el papel” del profesor universitario en un país como el

    nuestro?

    HAC: El papel de cualquier profesor, sea universitario o no, es el de luchar por

    transformar la sociedad, por construir una mejor sociedad, una ciudad en la que nadie

    pueda someter a nadie y los derechos no sean bienes adquiridos en un mercado de

    consumo. Creo que la principal tarea de los profesores de la universidad es la de

    fomentar un desarrollo crítico frente a las formas de interpretar, de relatar y de

    construir el mundo. Eso implica hacerse muchas preguntas y dejarse interpelar por

    las preguntas que los mismos estudiantes llevan a clase, creo que eso es clave en

    cualquier proceso educativo. Creo que la generación de profesores a la que yo

    pertenezco, no cree que está en posesión de un saber y, procura, construir saberes

    colectivos con los estudiantes, aunque a veces la realidad sea muy desafiante y el

    desinterés muy manifiesto; hay que seguir apostándole a la construcción de una

    universidad, amplia, plural y, sobretodo, igualitaria.

    En Colombia me parece que los profesores deben preocuparse por la

    desnaturalización de la idea de educación como “privilegio”, esa idea que ha estado

    enquistada en nuestras formas culturales y que tanto daño le hace a la idea de

    universidad como un escenario abierto. Con políticas como “Ser pilo paga” los

    estudiantes creen que el gobierno les está haciendo un favor, y SPP ni es un favor, ni

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    es una beca. Los que creen que SPP equilibra la balanza también estaría propensos

    a creer que Germán Vargas Lleras regala casas a los más necesitados. En ese

    sentido creo que es necesario producir una narrativa sobre la educación como un bien

    común universal inalienable, como un escenario central en el desarrollo de cualquier

    sociedad. Los profesores tenemos un papel importante en ese horizonte y me parece

    que muchas veces nos equivocamos en la forma de transmitir el mensaje.

    Finalmente, y esto sonará profundamente reactivo, creo que “el papel” que debe

    cumplir un profesor en la Universidad es el de sacudir eso que se creía natural, sacudir

    de manera tal que uno quede interpelado y con ganas de producir nuevas formas de

    ver eso que antes veía de una sola forma. Eso me lo enseñaron mis maestros y creo

    que me quedo con esa lección de duda, de incitación a seguir andando, de dialogar y

    de escuchar, creo que eso es lo que he venido aprendiendo aunque sea muy difícil

    de llevar a la práctica. Los profesores escuchamos poco.

    DJ: ¿Considera usted que la universidad sigue siendo un espacio para el fomento del

    pensamiento crítico?, ¿o estos centros de formación, más bien, están confundiendo

    la pedagogía con la memorización de contenidos?

    HAC: Muchos hemos sentido desazón con el rumbo y con el ritmo que han tomado

    las universidades en las últimas décadas. El neoliberalismo la tomó por asalto y creo

    que eso lo hemos sufrido de diferentes maneras, desde la precarización laboral, hasta

    la evidencia de que la educación es un bien de consumo más en el mercado. Eso ha

    hecho que los estándares estén amangualados con formas mecánicas de producción

    de conocimiento. Conocí muchos colegas, en diferentes universidades, que nunca

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    cambiaban sus programas, que siempre enseñaban lo mismo, que aun creen que un

    parcial mide el conocimiento de un estudiante, que califican a ojo. Eso hace que uno

    pierda la fe rápido.

    Sin embargo, he conocido gente maravillosa con la que construir horizontes colectivos

    de transformación mediante el diálogo y a pesar de las diferencias. Creo que eso es

    lo que propicia la universidad, un espacio, y uno puede hacer con el espacio lo que

    quiera, uno puede pintar un gran mural, o hacer un dibujo mediocre. El meollo del

    asunto es que en la universidad uno es responsable de la formación de cientos de

    personas y eso hace que la mediocridad sea irrespetuosa. Creo que la universidad

    sigue siendo un espacio en el que uno puede producir pensamiento crítico pero para

    ello el espacio de la universidad debe ampliarse y es lo que he intentado hacer en mis

    clases todo el tiempo, convertir la ciudad en un gran salón, hacer que los estudiantes

    cuestionen sus vidas, sus decisiones, sus privilegios, sus acciones, de eso se trata

    pensar críticamente, claro que ello será vacuo si no se traduce en un ejercicio de

    transformación en la que se abogue por lo colectivo. En eso hay que trabajar con

    mucho esmero y no es fácil, sobretodo con el desgano que estas nuevas

    generaciones tienen con la reflexión y el pensamiento.

    DJ: ¿Cómo estimular el pensamiento crítico y autónomo de la comunidad estudiantil

    en el marco de la consolidación de la paz?

    HAC: Hay múltiples formas y he tenido la oportunidad de ver cómo muchos colegas

    le han apostado a estos procesos. Recomiendo el trabajo que el profesor Alexander

    Idrobo ha empezado en la Universidad Santo Tomás. Lo primero que tiene que ocurrir

  • 18

    es una sacudida al nivel de las emociones, hay que lograr un efecto del que se derive

    que la lógica de la guerra es insoportable, eso no es fácil de lograr. Les puedo contar

    algunas de las experiencias que he usado en clase para procurar estos efectos de

    ruptura de la indiferencia y de consolidación de pensamiento crítico.

    Creo que una de las las primeras tareas es extender el conocimiento fuera del aula

    de clase, esas 4 paredes son grises y hay que convertir la ciudad en un aliado,

    procurar que la cotidianidad sea una herramienta. Para ello es clave que los

    estudiantes sean más receptivos de su entorno, que perciban los rostros de los otros

    en el transporte público, que se pregunten porque siempre toman las mismas rutas

    para llegar a casa, que cuestionen la forma en la que visten, que reconozcan al otro

    como parte crucial de sus vidas. Para ello he usado diferentes prácticas, como llevar

    diarios de campo, elaborar entrevistas a personas que les llamen la atención en sus

    días, que vean series y películas y que las relacionen con su presente inmediato. Hay

    que incorporar el contexto y tratar de producir criterio desde la toma de posición en

    ese contexto, no es lo mismo un estudiante que trabaja y estudia, que uno que solo

    estudia. Eso hay que reconocerlo y usarlo a favor.

    El problema de la paz no es solo un problema del silencio de los fusiles, sino el de

    cómo nos reconocemos como hijos del mismo territorio, sin que ello implique eliminar

    las diferencias que tenemos. En lo que he podio observar es necesario trabajar sobre

    el contenido histórico del relato que se ha producido en medio del conflicto y desde

    allí empezar a disputar enunciados que se han sedimentado como verdades, la idea

    de que la guerrilla es como un alien que lo devora todo, o de que “Uribe es el mejor

  • 19

    presidente duélale a quien le duela”, son enunciados que caen por su propio peso y

    hay que producir formas de leer los contextos históricos y vivenciales para desde allí

    activar motivaciones que nunca han estado a la orden del día. Eso es clave. Pues,

    como he dicho, pensar críticamente, tiene que ver con poder desnaturalizar lo que

    hemos creído como verdadero y de eso sí que necesita un país como el nuestro lleno

    de jóvenes y viejos conservadores.

    DJ: ¿Qué piensa de los asesinatos sistemáticos de líderes y lideresas sociales en

    varias regiones del país?

    HAC: Es una situación lamentable, una situación que me produce desasosiego, es la

    muestra de que la minoría de privilegiados en este país teme al desarrollo de unas

    condiciones más igualitarias. La respuesta del uso de la violencia como forma de

    solución de conflictos denota que estamos lejos de vivir en una democracia con

    garantías iguales para todos. Siempre he cuestionado la idea de que en Colombia ha

    existido democracia, existen elementos de un desarrollo democrático, como la división

    de poderes y cierta independencia de la justicia, pero es claro que ese reparto de

    oportunidades, condiciones y formas no es igual para todos y que, en este país, al

    que decide organizar para transformar se le pone en una situación de peligro

    inminente. La “ultraderecha” actúa combinando las formas de lucha y no teme usar

    balas para acallar los gritos de no-dominación que se procuran los líderes sociales

    todos los días desde sus territorios.

    Lo que es ciertamente preocupante de todo esto es que se repitan una extinción como

    la de la UP –única en nuestro continente–, eso no puede volver a ocurrir; sobre todo

  • 20

    cuando hay una sistematicidad en los asesinatos y una complicidad muda de las

    instituciones del Estado que no anuncia ni capturas, ni investigaciones. Con la

    desfachatez que caracteriza a los privilegiados es difícil pensar que esto se resolverá

    pronto.

    DJ: ¿Debería la comunidad académica pronunciarse frente a esta delicada situación?

    En su rol como docente ¿de qué manera moviliza experiencias en la comunidad

    estudiantil para que generen lecturas críticas frente a la situación de asesinatos

    selectivos de líderes y lideresas sociales?

    HAC: Definitivamente, no podemos hacernos los de oídos sordos, menos cuando

    tenemos la responsabilidad de educar, creo que es necesario estar al tanto de lo que

    sucede con estos hechos lamentables y poder exponerlos ante la comunidad,

    rechazando la quietud de los entes gubernamentales y las desacertadas y tristes

    declaraciones del Ministro de Defensa. A mi me ha parecido que es necesario tomarse

    en serio lo de “sistemático” preguntarse en qué territorios, de qué formas y cuáles

    eran los procesos que jalonaban estos líderes. También me parece clave conectar

    esto históricamente y creo que para eso los textos de Alfredo Molano me han

    resultado útiles.

    La historia de la desaparición y del uso del asesinato sistemático en Colombia no es

    nueva, hace parte de una forma en la que la guerra ha operado, de esa manera se

    han logrado desbaratar tejidos comunitarios que han logrado resignificar el territorio

    y, los perpetradores, han logrado instaurar una política del miedo que se ha insertado

    en el sentido común de la comunidad: la idea de que el otro es mi enemigo. Esa

  • 21

    política del miedo ha hecho que los lazos de esperanza que estos líderes han

    construido se vea amenazada y parte de nuestra responsabilidad, con su dolor, con

    sus muertos y con su situación es la de mostrar que el Estado ha actuado de formas

    perversas o bien por omisión o bien por su contubernio con actores para-estatales

    que sí han jugado papeles definitivos en esta política del miedo.

    He llevado a cabo prácticas muy modestas, me ha parecido clave leerles los relatos

    en primera persona a los estudiantes de algunas víctimas, no para generar esa culpa

    lastimera de “pobres la víctimas” sino para poder resaltar los lugares de privilegio que

    uno ocupa y la responsabilidad que de allí se deriva, la indiferencia de las ciudades

    ha hecho que en el campo ocurran cosas sin mayores trascendencias y eso es

    terrible.

    DJ: ¿Cuál es su balance de este primer año de los acuerdos de paz entre la ex-

    guerrilla de las FARC y el Gobierno de Juan Manuel Santos?


    HAC: El panorama es desolador. Pero uno tendría que poder sopesar ese pesimismo

    y diferenciar posibles niveles de análisis. Creo que el primer nivel de análisis es un

    nivel en el orden del significado del acuerdo a nivel simbólico, ese nivel creo que a

    veces se nos escapa en pro de un llamado al pragmatismo o a la materialidad; me

    parece que lo primero que debemos pensar es que los Acuerdos de la Habana son

    una ruptura en la forma en que comprendemos la democracia, es más, creo que esos

    acuerdos han levantado tanta discusión por una cuestión en particular, porque han

    permitido disputar lo que significa democracia en Colombia. Claro que muchos

    teóricos y movimientos sociales lo han hecho de múltiples formas y en diferentes

  • 22

    maneras, pero creo que es la primera vez que la cuestión se eleva a un tema nacional.

    Lo que hoy choca a sectores de la derecha es que hay actores legítimos dentro de la

    vida pública que cuestionan su modelo de democracia y que el cuestionamiento de

    ese modelo no puede invalidarse solo diciendo que los exguerrilleros son terroristas,

    criminales o asesinos. Es justo ese el corazón del asunto en el momento en el que las

    FARC-EP construyen un acuerdo y juegan dentro del marco de la democracia

    empiezan a disputar de manera “legitima” el espacio de lo político y, sin ser

    reduccionistas, el espacio de lo político se juega en el campo de los contenidos de las

    palabras.

    Una de las demandas del acuerdo es que en Colombia hemos llegado a altos indices

    de violencia porque hay un cierre en la participación política, eso demuestra que el

    modelo de democracia colombiano no es tan democrático como nos lo han dicho

    quienes han ocupado las instituciones de gobierno o la opinión pública; esto ha

    conllevado a que se haga patente un malestar que ha estado ahí en la sociedad

    colombiana todo el tiempo y es el descreimiento de la clase política. Eso nos permite

    ver que en Colombia hemos tenido una estructura democrática, pero no hemos

    llenado de contenido esas estructuras. La división de poderes no ha funcionado del

    todo, ahí están los ejemplos, la chuzadas de Uribe, “el cartel de la toga”, “la

    yidispolítica”, etc. Casos que denotan que en el país la estructura democrática está

    hueca, vacía. En su lugar, el Estado ha sido coaptado, se han tomado las instituciones

    por asalto es lo que Santiago Castro-Gómez ha denominado el poder oligárquico;

    Colombia ha sido gobernada por las mismas castas blancas que han heredado sus

  • 23

    privilegios y que han luchado, combinando todas las formas, para no ceder eso que

    se han “ganado” a costa de la explotación de otros. La oligarquía de este país ha

    coaptado las instituciones para su beneficio y eso es evidente, no hay que ir muy lejos

    para darse cuenta que pertenecer a la clase política hoy es una forma de usufructuar

    lo que es de todos. Evidentemente, no todos “políticos” entran dentro de este

    diagnóstico, pero es claro que una amplía mayoría de los políticos es así. Hay casos

    deplorables como los de Cambio Radical y los del Centro Democrático que con la

    mayor desfachatez encarnan el proyecto del poder oligárquico.

    Lo que ha logrado el Acuerdo, y en ese sentido es que digo que hay que ser

    optimistas, es exponer esa estructura del poder oligárquico y hacer patente que la

    indiferencia ante la agenda pública es una parte de los problemas fundamentales del

    país. El tránsito a la vida democrática de las FARC y su configuración como partido

    político tumbó de manera la idea de que el país estaba en sumido en la miseria por el

    accionar insurgente, la tesis fuerte del uribismo se fue al piso y hoy, pataleando de mil

    formas, están tratando de producir un nuevo enemigo de paja para seguir ocupando

    las instituciones del Estado para su beneficio: “el castrochavismo”. Lo que ha logrado

    este acuerdo es procurar una agenda democrática en un país coaptado por la

    racionalidad del poder oligárquico. Esa racionalidad ha operado mediante la lógica de

    la guerra, la apropiación y la criminalización del otro. Entrar en la lógica del conflicto

    político ha demostrado que es posible ganar en la arena política sin apelar a la

    confrontación armada y creo que eso es una avance en el que no podemos ceder de

    ninguna forma.

  • 24

    Por otro lado, creo que es necesario ser realistas: el acuerdo político está en cuidados

    intensivos. El gobierno Santos ha incumplido el Acuerdo de múltiples formas y ha

    producido una especie de crisis de legitimidad política que hoy compromete lo

    logrado. La exposición de los militantes de las FARC a los nuevos fenómenos

    paramilitares, el desarrollo de políticas de sustitución de cultivos ilícitos sin

    concertación de las comunidades y la falta de garantías judiciales son cuestiones que

    deben alarmar a toda la sociedad. Hasta el momento la mayor preocupación la tienen

    los militantes de las FARC, pues son ellos quienes están poniendo el “pellejo” frente

    a este fenómeno de intervención violenta que está retrasando el acuerdo y que no

    hace otra cosa que perpetuar el modelo de ese poder oligárquico, que se nutre de los

    muertos y el miedo.

    El otro factor que es bastante preocupante es el que tiene que ver con el desarrollo

    de la agenda minero-energética del gobierno Santos y que confirma que el Acuerdo

    es parte del entramado de gobierno de una agenda, eminentemente, neoliberal. En

    ese sentido, es difícil ver la situación de las licencias ambientales, el modelo de

    extracción de las multinacionales y la concesión de usos del subsuelo. La crisis

    ambiental que está dejando la paz de Santos denota que su forma de gobierno es

    contraria al desarrollo de territorios en paz. Su avance es el avance de una clase y

    eso se discute poco. Esa creo que es otra forma en la que se manifiesta el poder

    oligárquico.

    DJ: Si tuviera la oportunidad de conversar con el Comando Central del ELN, ¿Qué

    les diría?

  • 25

    HAC: No lo sé, es una pregunta difícil. Creo que les diría que el modelo de la guerra

    se ha agotado como forma para hacer política y que persistir puede ser un error en la

    consolidación de un proyecto revolucionario. Entiendo que no es fácil dejar las armas

    cuando no hay garantías, pero también les diría que deben ser conscientes que la

    política se trata de gobernar en la diferencia, que no existe un estado de cosas ideal

    en el cual gobernar y que el modelo de la revolución como corte y nuevo inicio, que

    es como a veces se piensa la lucha armada, es complejo de entender, al menos en

    las condiciones en las que estamos en Colombia. Los colombianos no podemos

    seguir creyendo que la violencia es el vehículo de la transformación, esa es la tesis

    de la derecha, usar la violencia para gobernar y en eso tendríamos que ser creativos

    y arriesgados para producir nuevas formas de intervención política.

    Otro punto que señalaría es que resulta necesario comprender la magnitud de un

    acuerdo, un acuerdo es solo una negociación, no es un escenario para cambiar un

    país, es más, no estamos del todo seguros si el país quiere cambiar. Muchas veces

    los que nos consideramos de izquierdas queremos arrogarnos el derecho de decirle

    a la gente cómo tiene que vivir o cómo debería vivir, eso me parece un desacierto,

    porque, como dice Javier Franzé, ser de izquierdas no es garantía de que la gente

    deba votarte o de que representes a la gente. A veces, y espero que esto no suene

    muy duro porque incluso yo tengo mis dudas, siento que las insurgencias se arrogaron

    el derecho de representar a los “pobres”, a los “oprimidos” y siento que no toda la

    gente que está en esas condiciones se identificó con sus causas o con sus modos de

  • 26

    acción. Eso es algo que hay que pensar y me parece que las FARC lo han venido

    pensando ahora como partido político.

    DJ: ¿Cómo se imagina a Colombia en 10 años?
Si tuviera la oportunidad, ¿qué le

    recomendaría a la persona que va a llevar las riendas de la presidencia por los

    próximos 4 años?


    HAC: Primero tendría que decir que estamos en un momento decisivo, que lo que

    sucede en Colombia tiene que “elevarse a nivel de un acontecimiento” como han

    señalado algunos de mis colegas de REC-Latinoamérica. Eso implica asumir que los

    años que vienen serán decisivos, me parece, entonces, que si asumimos eso tenemos

    una responsabilidad enorme, la de transformarnos, la de luchar y construir una

    agenda que permita al menos tres cosas elementales: primero, hacer irreversibles los

    acuerdos de la Habana, creo que eso debe ser clave en la agenda legislativa y

    ejecutiva del próximo mandato. Segundo, profundizar la democracia, eso tiene que

    traducirse en revisar las estructuras de los partidos tradicionales, en sancionar a los

    partidos corruptos, en alejar de los recursos públicos a las aves de rapiña oligarcas y

    producir instituciones sólidas. Tercero, creo que el trabajo político más urgente es el

    de consolidar confianza en las instituciones del Estado, el aparato estatal no puede

    seguir siendo la cuenta para el club de los políticos, ni puede ser el escenario para

    que los banqueros como Luis Carlos Sarmiento se hagan más ricos. Hay que regular,

    producir y redistribuir mejor la riqueza. Cualquier agenda progresista tiene que estar

    consciente de ello y debe trabajar en la producción de esas condiciones.

  • 27

    Imaginarse el país en 10 años es difícil, sobre todo porque en Colombia el pesimismo

    es muy fuerte. Pero si tratáramos de pensar hacía donde debería ir, creo que las

    fuerzas democráticas tienen que consolidar poderes territoriales, avanzar en las

    agendas locales y gobernar para los que no han tenido privilegios, se trata de producir

    escenarios de derechos para todos, de igualar la cancha. Pues es evidente que en

    este partido, el equipo de los menos privilegiados (el 98% de la población) va

    perdiendo 10-0, el arbitro está comprado por los privilegiados y juega con 11

    jugadores fichados en millones de euros. La cancha está inclinada para un lado y hay

    que empezar a disputarla con todas las fuerzas que tengamos. Eso implica gobernar

    mejor, el tiempo de la resistencia tiene que ser limitado.

    DJ: ¿La política se reduce a los escenarios electorales?

    HAC: Para nada. Creo que lo desafortunado del panorama colombiano es que

    creamos que la política solo tiene que ver con las elecciones. Creo que la política nos

    la estamos jugando todo el tiempo, que en la medida que nuestras relaciones se van

    construyendo vamos haciendo política, pues, entiendo la política como la construcción

    de mundos en común en los que nadie pueda ser siervo de otro, eso lo hemos venido

    discutiendo en los últimos años con varios colegas y amigos. Nos parece que la

    política debe servir para hacer más libres a los hombres y libres aquí quiere decir que

    no sean siervos de otros, esa es la idea de la libertad republicana que viene

    Maquiavelo y se extiende hasta pensadores como Claude Lefort y otros.

    Los escenarios electorales son una muestra de que la política también se juega en el

    escenario de la representación y creo que esa categoría ha entrado en crisis, que es

  • 28

    necesario pensar qué significa estar o ser representado y cuál es la dirección que eso

    toma en escenarios democráticos, eso creo que Ernesto Laclau y Chantal Mouffe lo

    vieron bien en los 80 y que hay que seguir pensando ese problema de la

    representación sobre todo para dejar de repetir tanta teoría barata sobre ello. Hay que

    disputar esa idea que está anclada en el sentido común de que la política se reduce

    a las elecciones, pues solo de esa forma podremos desarticular las prácticas que

    hacen que las maquinarias electorales sigan funcionando.

    DJ: ¿Cómo cree usted que se puede contribuir desde la labor docente a despertar

    una sensibilidad por la lectura y la escritura, en un país donde existe un promedio de

    lectura tan escaso?

    HAC: Leía hace algunos meses que no es cierto que los niveles de lectura sean bajos

    en un país como Colombia, en realidad lo que son bajos son los niveles de

    aprendizaje, de deseo de conocimiento, eso es lo que siempre ha estado en crisis.

    Hoy, ustedes lo pueden ver en las ciudades, la mayoría de los ciudadanos pasan

    horas delante de la pantalla de su celular, lo que están haciendo ahí es leer, sin

    embargo, lo que no se hace es vincular esa práctica a procesos de aprendizaje

    críticos, complejos, que hagan parte de un propósito. Lo cierto es que pasar los ojos

    por encima de unas letras no constituye un acto de lectura y eso es clave diferenciarlo.

    Los profesores de humanidades siempre cargamos sobre los hombros cierta

    responsabilidad en relación con la lectura y la escritura, en las universidades nos

    dicen que los estudiantes no saben leer porque nosotros no trabajamos con ellos en

  • 29

    esas habilidades, de ahí se crean talleres, cursos, miles de cosas a los que los

    estudiantes asisten obligados y creo que eso es parte del problema.

    Me parece que la lectura es una acción transversal a cualquier proceso de

    aprendizaje, que uno no lee solo textos, sino que uno lee contextos, situaciones,

    emociones, uno se la pasa la mitad de su tiempo tratando de entender qué es lo que

    está sucediendo en tal o tal lugar, por qué tal persona se comporta así, y qué lleva a

    que alguien crea en tal cosa. Todo eso me parece que tiene que ver con aprender a

    leer. Lo que sucede es que la práctica de la lectura está muy asociada a una idea

    ilustrada del erudito que se sienta a leer para salir de la realidad, y como dice la

    profesora Diana Guzmán3, leer no tiene que ver con escaparse del mundo, sino con

    involucrarse en el él. Los profesores tenemos que, como ustedes bien dicen, producir

    una sensibilidad con respecto al acto de la lectura y la escritura, esas cosas no pueden

    ser una herramienta más. Yo lo que he hecho en el salón de clases es acercarles la

    lectura y la escritura de la forma más intuitiva posible, por ejemplo les he pedido

    diarios donde tiene que escribir en las mañanas, escribir cuando se molestan por algo,

    observar en el transporte público y describir lo que pasa, esas actividades han hecho

    que pierdan el miedo a escribir, el miedo a la hoja en blanco, luego uno trabaja lo

    gramatical y el resto de cosas que se van aprendiendo en el camino.

    Con la lectura creo que hay miles de prácticas desde las lecturas en voz alta, hasta

    relacionarlas con contenidos visuales, producir vínculos entre lo que leen y lo que ven.

    3 https://www.youtube.com/watch?v=IEBC8zqy5QQ

  • 30

    Como profesor lo que uno hace es seleccionar textos para que los estudiantes le

    ayuden a uno a ver puntos que nunca había visto, es increíble lo que logran los

    estudiantes y es profundamente estimulante encontrar cursos que quieren aprender,

    así como es tremendamente desalentador los estudiantes deshonestos que van a ver

    Facebook y WhatsApp a clases, esos deberían irse a otro lado que no sea la

    universidad (risas).

    DJ: ¿Qué tipo de prácticas ha desarrollado usted para construir ese escenario crítico

    y emancipatorio del que nos hablado? ¿Puede contarnos qué es REC-

    Latinoamérica?

    HAC: Creo que uno está en una constante búsqueda de espacios y de experiencias

    para la transformación, creo que de eso se trata ser de izquierdas, de producir

    espacios para que nadie sea dominado por nadie, de crear condiciones para que la

    igualdad y la libertad existan. He trabajado en diferentes espacios, generalmente

    desde el desarrollo de una educación crítica y reflexiva. Pero, desde hace un año

    decidimos crear un espacio para la articulación y la producción de pensamiento crítico,

    ese espacio se llama REC-Latinoamérica y tiene como propósito fundamental

    contribuir en la disputa por el sentido común, de manera muy gramsciana, lo que

    hemos intentando es crear una institución fuera de la academia tradicional que nos

    permita promover una formación política para la sociedad civil en general. REC es

    una apuesta de carácter político, una apuesta que le juega a disputar en los medios,

    a producir conocimiento crítico y a intervenir en las instituciones para desnaturalizar y

    producir otras formas de comprensión de la realidad.

  • 31

    Lanzamos REC el 1 de septiembre del año pasado, llevábamos cerca de 3 meses

    trabajando en el anonimato, pero ese día que fue histórico para el país porque las

    FARC lanzaban su partido político, nosotros en un modesto evento lanzamos nuestra

    apuesta para profundizar la democracia. Han sido meses de mucho aprendizaje y de

    grandes expectativas, queremos consolidarnos como una apuesta crítica dentro del

    espectro político de la izquierda y contribuir desde nuestros saberes para construir

    ese horizonte emancipatorio del que he hablado. Seguimos pensándonos, creando,

    apostando y dando de nosotros para producir transformaciones en este país que nos

    llama a gritos.

    DJ: El planteamiento hecho por David Harvey en su libro Ciudades Rebeldes sobre

    el derecho a la ciudad y la reconstrucción de la misma a partir de relaciones sociales

    alternativas, desde el postulado de la lucha de clases, deja cuestionamientos frente a

    la constante degradación ambiental y los retos que asumimos ante dicha realidad;

    usted, como habitante de la urbe ¿Qué dispositivos institucionales y prácticas

    cotidianas cree que deben activarse para generar transformaciones efectivas frente

    al cambio climático?

    Lo que Harvey dice es clave, pensar que el capitalismo lleva en declive la vida de los

    sujetos en relación con el uso del espacio cada día me parece más importante. Sobre

    todo cuando uno vive en una ciudad como Bogotá, que cada día es más proclive a

    ser organizada por los constructores y no organizada para los ciudadanos. Me parece

    que lo primero que debería ocurrir en Bogotá es el desarrollo de un nuevo plan

    territorial en el que se proteja el medio ambiente y donde se controlen con rigidez las

  • 32

    formas de construcción que no conllevan al desarrollo de espacio público. Eso no se

    podrá lograr sin un cambio radical en la forma de movernos en la ciudad, no se trata

    solo de no usar el carro o de tomar transporte público, sino de que los centros

    laborales se desterritorialicen, no hay calidad de vida, ni cuidado del territorio cuando

    uno es ajeno al mismo. Las relaciones que uno promulga en la ciudad son relaciones

    pasajeras, el arraigo no existe, paseamos del trabajo a casa en buses atestados de

    gente y eso tiene que ver con cómo las empresas se organizan y piensan su

    territorialidad. Los primeros barrios en Bogotá eran barrios obreros porque el barrio

    era crucial, era el lugar del trabajo, también estaba el colegio, los vecinos la familia.

    La distribución del espacio hoy, que es profundamente desigual, deshace el vínculo

    social y eso es terrible. No hay algo más abominable que un centro comercial, un

    espacio artificial que se esfuerza por emular la calle, pero que priva de lazo social, lo

    único que hace es organizar el consumo para hacerlo más efectivo y concentra las

    actividades comerciales en grandes almacenes como el horrible fallabela. Creo que

    hay que caminar más, que hay que apropiarse del espacio público, que hay que

    reforzar la seguridad con políticas sociales serias y no criminalizando los barrios, que

    hay que armar parche y construir porque de eso se trata construir un horizonte

    emancipatorio, la ciudad no puede ser solo para unos. Tiene que abrirse para todos.

    DJ: ¿Cómo conjugar su formación filosófica con la percepción de prácticas

    espirituales o creencias religiosas, si acaso las tiene?

    HAC: Creo que la espiritualidad es un tema clave. Uno no puede prescindir de ella y

    creo que la filosofía lo que ayuda es hacerse de manera más cuidadosa la pregunta.

  • 33

    Aunque no practico ninguna religión creo que esa dimensión no se puede eliminar, la

    pregunta por la trascendencia siempre viene de múltiples formas. Hay que hacerle

    frente y pensar. La filosofía no riñe con las creencias religiosas de hecho los filósofos

    son bien conservadores y poco peligrosos (risas).