Final Sombras Contral Muro

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    Panam: zapatos colorados, trajes claros, corbatas chillonasy camisas de color. Y la propaganda y los huelguistas y loscompaeros que dejan las patas organizando sindicatos?Para otra vez ser. Ahora sacamos muy poco. As son.

    -Bueno, y si lo hacen bien, qu importa? Por qu

    van a ayudar a nadie? Y si los pillan y los meten en cana,quin los ayuda a ellos?

    -S, Cristin. Todos tenemos el derecho de hacer loque nos d la gana con nuestra pinta, la ganemos trabajandoo la ganemos robando, pera no andemos contando cuentosde la propaganda y mentiras de ayuda a los dems.

    -Por qu tienen que ayudar a los dems? Por qulos dems, si quieren plata, no hacen lo mismo? Y por qu

    se meten, los jetones, a hacer huelgas? A m me gustaronesos gallos, Los medios revolvitos que tenan. Con un revlveras uno puede botarse a ronco con cualquier paco. Cuntocostarn?

    -No s, Cristin, tal vez un milln de pesos, para ti opara m, que nunca tendr un milln o un revlver ni quierotenerlo; pero t no entiendes de lo que hablamos, Cristin;entiendes de lo otro, aunque poco. Esa gente har lo quequiera y gastar su plata como quiera, pero hoy, maana o

    pasado caern presos y ya no sern ms que ladrones. Laanarqua o el anarquismo no habr servido ms que paraconvertirlos en eso y ah est lo triste, porque el anarquismodebe hacer otra clase de hombres, servir para algo mejor.

    -El anarquismo es una pura huifa. Quin entiendeesas patillas? Lo importante es la platita, las buenas atas,la ropa.

    -Bueno. Escrbeme alguna vez.-Ya, Ah mismo. Adis-Adis.No se atrevi a decirle gracias, aunque las mereca:

    lo salv, en un momento dado, del hambre y de la soledad,ofrecindole, dndole su compaa y la oportunidad de unmal comer y un mal dormir; en aquel tiempo algo era mejorque nada y a ese algo deba el estar vivo. Haba entre ellosuna secreta intimidad. Aniceto se senta ms cerca de l quelo que nunca lleg a estar de Cristin, no porque Cristin

    no mereciera una intimidad o una cercana sino porque larechazaba. Y El Filsofo saba que todo aquello no vala lapena agradecerlo. Un colchn de paja y unos centavos para

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    Pinto, el compaero o el pap, est viendo una imagen deaquella sociedad; est ah, cerca, se aproxima, llegar pronto,no lo cree usted, doctor?, s, Juan puede creerlo, aunque nopuede hacer lo que hace el maestro Pinto, descuidar sutrabajo, no, la sangre brota del corte hecho por el bistur,

    tijeras, compresas, pinzas, hilo, cuntos?, noventa y dos depulso, respiracin normal; la sangre no espera, es ciega, comola ira, mancha todo, tapa todo, imposible olvidarla, tambinhay que contar las compresas, l trabajar de otro modo,operar, atender enfermos, no slo es cirujano, pondrinyecciones, curar, pueden abrir una clnica para loscamaradas y obreros o trabajadores ms pobres, en un barriopobre, todo gratis, s, tengo amigos que me ayudaran aatenderla, estudiantes de los ltimos aos y hasta mdicos,estupendo, doctor, voy a hablar con ellos, qu te parece,Federico, y Federico dijo que s, aunque ntimamente estabaseguro de que debera decir no, porque mientras ms dolor ysufrimiento y hambre y mugre haya, ms pronto reventaresto; toda esa gente que ejerce la caridad, que ayuda a losmiserables a continuar siendo miserables, no hace ms queayudar a hacer eterna la miseria; a los miserables hay quedejarlos as, ms an, si fuera posible deberamos aumentar

    su miseria, sus sufrimientos, su desamparo, por qu crees tque la Iglesia y la burguesa crean instituciones debeneicencia y de caridad?, para sujetar a esa gente en dondeest, porque esta gente se siente tan terriblemente hundida,tan ferozmente destrozada, que cualquier ayuda, un par dezapatos o una camiseta, por usados que estn, constituyepara ellos una felicidad -no te has ijado en los operados declculos renales que deben permanecer quince o veinte dasen la misma postura?, cuando les das permiso para que seden vuelta unos centmetros hacia la izquierda o a la derechaexperimentan una felicidad que t, macho joven e insistente,sentiras si, despus de dos meses de no probar mujer, teacostaran al lado de una Cleopatra que slo tuviese diecisieteaos, porque qu son unos centmetros hacia la derecha ohacia la izquierda?, nada, nada para ti, que te moveras conesa Cleopatra como si tuvieras un tbano en una nalga, peropara un operado del rin es casi un ao-luz-; no, yo les

    inundara los ranchos, les matara la mitad de los nios ytodos los perros, les dara ms piojos, ms sarna Cllate,gringo de mierda! Es para los compaeros para quienes se

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    y mejor que nadie; gracias a esa condicin, que no ignorabay que haca lo posible para que fuese universalmentereconocida, se apoder del sobrante del dinero, y cuando enla tarde, volvi a ver a Aniceto, que supuso vena hacia l enbusca de averiguar si an era posible sacar algo de aquellos

    pocos pesos, le grit desde lejos, en la calle: -Luigi sali enlibertad!No era verdad, segn supo despus, as como supo

    que Cceres le ech la culpa de la desaparicin del catre,pero no era cosa de ponerse a averiguar y se retir. Aquellanoche, mientras estaba, muy lejos del conventillo, en unacocinera, sinti que algo andaba por su cuello. Llev all lamano y encontr algo cuyo tamao, peso y textura llamaronsu atencin. Lo tom y lo puso sobre la mesa.

    -Qu es esto? -pregunt. Serrano se inclin y mir.-Es un piojo -explic, con mucha sencillez.Si, era un piojo. Empez a caminar sobre la mesa y

    pareci como lleno de contrariedad, arrancado de un lugar endonde pudo haber conseguido algo y puesto en otro que le eraextrao y que no le ofreca, por lo visto, nada. Se vea solitarioy triste, como Aniceto, y ste encontr que era demasiado y ledio un manotn y lo arroj al suelo. Mir a Serrano y advirti

    que Serrano tena tambin un aire solitario y triste. Era unamala noche y un mal da. Moreno, bajo, bien vestido, tocadocon un curioso sombrero que le daba aire de lo que no era,pues era un carpintero mueblista y pareca un comercianteacomodado, detuvo en la calle a Aniceto horas despus deque ste se separ de El Chambeco. Tena una hermosa yseria cara, una cara de inos rasgos, aunque una cara triste,casi sombra. Ambos frecuentaban el mismo centro deestudios sociales. No era hombre que hablara mucho en

    pblico, ms bien no hablaba nada; pareca reconcentrado, almismo tiempo que decidido, y Aniceto, unas semanas antes,pudo admirarlo al verlo acercarse a un polica y sacarle delas garras a un compaero a quien queran llevar preso. Elpolizonte no estaba muy seguro de si tena o no motivospara detener al muchacho -el muchacho era Voltaire- yel aspecto de ese hombre bien vestido, serio, buen mozoadems, con un cuidado bigote negro, dorada cadena sobreel chaleco, que se acerc a l y le dijo, con voz grave: Estejoven no ha hecho nada, tomando de la mano al detenidoy separndolo suavemente de l, lo desconcert: abri la

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    a que te puedes dedicar. Pero de qu voy a vivir? Nocuesta mucho vivir, siempre que uno se conforme con poco, yes lo mejor. Escribe versos. Por ah se empieza Pero cmolo hago? Mira, lee y escribe mucho y no te preocupes. Algollegar. Si no llega, por lo menos te habrs entretenido. Hay

    que dedicar la vida a algo noble, aunque no se saque nada deello.)-Bueno -acept, empemoslo, pero nada ms que el

    catre, no la pallasa ni la frazada.-Por la pallasa no pasaran ni un cinco.Todo era posible que ocurriera, por qu no? Trabajo

    o un sobretodo, un reloj de mesa, una sobrecama de seda ode lana o de algodn, un peso, dos, cincuenta, cien, cundoiba a tener cien pesos? Quin sabe, mire. El Cabro Armando

    tiene siempre plata, menos cuando est preso, es claro, y noes ms ladrn que El Chambeco. Hgame el favor: El Cabrotiene ganza, sabe hacerlas, no le cuesta nada, es cosa deaprender, cmprate una paleta y una lima y yo te enseocmo se hacen. El Cabro Armando abre las puertas, no andahacindoles carios para ver si estn abiertas, as cualquieraes choro, El Chambeco no hara ni tendra nunca ninguna, nisiquiera una ganza para puertas de chapa antigua, de esas

    de golpe, ni soar con una Yale, no, y es que tiene, quieresque te diga?, miedo, El Cabro no, abre la puerta y pase lo quepase, El Chambeco cona en la suerte, El Cabro no, sabe quehay que abrir las puertas si uno quiere robar de frentn y esque l no ha odo hablar nunca de libertad ni de explotacindel hombre por el hombre, esas son patillas para los lesos,slo ha odo hablar y sabe hablar, como cualquier burgus,de plata, de comida, de putas, de las carreras, de ropa. Lesdieron cuatro pesos y pudieron comer. Entretanto, la pallasa

    qued en el suelo, con la frazada encima. Aniceto se fue a laBiblioteca Nacional a leer -el Poeta Cohete lo haba llevado ya-y El Chambeco se dirigi a la Quinta Normal a ver entrenarsea los corredores de velocidad y a los fondistas. Nunca correracomo esos gamos de largos y desengrasados msculos,algunos de ellos vendedores de diarios, menos si llevaba ensus brazos un sobretodo, un cubrecama o un ropero, porqueestaba decidido a robar lo que hallara. Como arrendatario delcuarto que pagaba a medias con lo que de vez en cuando ledaba la Dorila, era responsable directo de todo lo que en elcuarto hubiese y sucediera, que supona debera saber antes

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    Sol de las fuerzas magnticas o elctricas del calor no dice

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    Sol, de las fuerzas magnticas o elctricas, del calor, no dicenada del hombre en s mismo, por qu piensa o siente de unamanera o de otra; eso le interesa, ms an, le inquieta. Hayen el hombre algo imponderable, no pesable, no observablea simple vista ni con microscopio, algo que ni uno mismo

    sabe dnde lo tiene. No s por qu, me parece que hay muchagente por aqu. Por la orilla de la Alameda, principal callede la ciudad, corran unas pequeas acequias, no tenancasi forma y servan para regar los rboles y a veces paraapaciguar la tierra. Pasa al lado de una y logra vislumbrar ungrupo de hombres; se acerca ms: son obreros, trabajadores,trabajadores o peones, de esos que no saben hacer nada y quepueden hacer de todo si se tiene la paciencia de dirigirlos;as como son han hecho y hacen muchas cosas, ganado una

    guerra que produjo millones de pesos de alto valor, tendidoferrocarriles, trabajada las montaas de plata del norte,abierto los piques de las minas de carbn y de las minas decobre de los gringos; lo han hecho todo, y parece que no sabenhacer nada, nada ms que tomar y emborracharse, eso se dice,olvidando los ferrocarriles, las minas, olvidando tambin lashaciendas, en donde trabajan desde siglos, sembrando vias,levantando bodegas, alambrando, arando. Lo raro es queestn ah, sentados en las orillas de las acequias, mojndoseen ellas las manos, escupiendo y hasta orinando, por aqu nohay dnde hacerlo y si lo pilla a uno un paco, capaz que lemeta una multa.

    Un hombre se desprende del montn y se acerca a l.-Camarada Filn -dice.Filn, que no distingue bien nada que se acerque a l

    de improviso, retrocede un paso.-Quin es? -pregunta, aunque la voz le ha dicho algo,

    recordndole a alguien.-Soy Germn, Germn Jiles -responde, sonriendo, unhombre como de treinta aos.

    -Ah, Germn, Germen Jiles, cmo le va. Qu andahaciendo por ac?

    Se estrechan las manos.-Ando viendo que tal son las condiciones de este

    enganche.-Enganche? Hay un enganche?

    -S, gente que contratan para las salitreras. No havisto toda esta gallada?

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    IV

    Por all termina la ciudad, por lo menos la partecntrica; rboles secos que salen de una tierra tambin seca;

    perros semisecos, borrachos con deseos de humedecerse yhombres que no esperan nada y duermen en los bancos y aveces en el mismo suelo (total, para lo mugriento que ando);un poco ms lejos, hacia donde va acercndose, la EstacinCentral; ms lejos an un barrio conocido slo por susmoradores. Ha odo hablar de la Pila del Ganso; no le dicenada y lo mismo le dara que se llamara la Fuente del Avestruzo El Surtidor de la Mona: ms rboles secos, ms tierra seca,ms perros, ms borrachos y ms vagos o desocupados. Se

    oye pitear las locomotoras y una que otra atraviesa la callearrastrando vagones de carga o de pasajeros. En las aceras,gente que vende algo, siempre hay alguien que vendealgo, peras buenas o peras podridas, pltanos en vas deennegrecer, dulces con moscas. Puede pensarse en un pueblode comerciantes, la verdad es que son tan comerciantescomo l, quieren ganarse la vida vendiendo algo, ganar unpoco, saben que no van a ganar mucho, sobre todo si vendenpltanos que se estn poniendo como el carbn, sino paracomer y para la pieza y una que otra pilcha usada; lo maloes que gritan, si no gritaran no sabras que existen, ya que nolos ves; nada ms, para su desgracia, los oye; los ve cuandose acercan demasiado: Quiere tortas de Curic? Paraqu quiero tortas de Curic? No tengo trabajo y me sientoaburrido de esta ciudad, de trabajar de pintor, quisieracambiar de oicio y de ciudad. Si me fuera a Valparaso?Es un da de sol, pleno otoo, y tiene siempre el pelo hacia

    adelante, agresivo, an carece de peineta, no la tendr nunca,el sombrero resbalndosele hacia el pescuezo, hacia la nuca,los ojos perplejos, el bigotito dorado. Esperanto est idiomointernada. Ha avanzado poco en el estudio del idioma de losque suean en hablar uno mismo en todo el mundo y tendrque apurarse. El libro le abulta en el bolsillo, un libro a larstica, Fuerza y Materia, de Moleschott, un materialistaholands, como de concreto, que no dice ni airma nada queno sea slido, deinitivo, inconmovible. No obstante, habralgo inmaterial, el pensamiento, el sentimiento. Cmopiensa uno, cmo siente? Moleschott habla del Universo, del

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    III

    chele para adelante. Delgado, de piernas largas,breve el busto, no muy alto, brazos y piernas un poco abiertos,

    moreno y con bigote, cabeza pequea, cara enjuta, sombreronegro; desde lejos, era un hombre de provincia o de pueblochico, Poblacin o Illapel, ojos vivos, con algo indeciblementefalso, la risa o el entusiasmo, un poco artiicial, al proponer,aceptar o razonar, un ratn de campo, un cuatrero, ladrn deburros o algo as?; con espuelas no se sentira envarado y unamanta le caera como anillo al dedo.

    -Echmosle para adelante -dijo-; tengo variosderroteros, todos buenos.

    Derrotero, donde dormir, donde comer, dondedivertirse, donde robar; lo que signiic un camino en el maro en la tierra, para aventureros y soadores, la derrota delmar del sur, el derrotero de la mina de los Aragoneses, elderrotero del paso del noroeste, quedaba convertido en algoprximo y provechoso, algo para ratones y rateros. En losprimeros das le cont muchas cosas, ms de las que debicontarle, sus varios proyectos, todos diciles de realizar,

    peligrosos e inseguros, no es lo mismo ir a robar un pavoo una mula que se ha visto que ir a robar lo que se ignora,puede haber, puede que no haya, hay algo, no hay nada?, entodo caso, y si hay, vale ms que muchos pavos, qu es?, no los: el asunto de la sucursal del banco del Matadero; el asuntodel hombre que queda solo despus de las seis y que parececontar dinero o examinar joyas (por desgracia frente a laDireccin General de Polica, bajo los bigotes de los grandespacos): el asunto del corredor de la Bolsa de Comercio; el de

    la vieja rica de la calle Catedral; todo es cuestin de entrar yponer el pellejo tieso.

    Fortunato se asust. Qu gente era sta, qu especiede ladrones? Cuando Manuel, por su parte, le comunic susplanes y le dio a entender, veladamente, que deseaba que loacompaara, casi dese volverse a la crcel: toda era, paraestos hombres, violencia, pegar, romper, disparar, huir, todode frente, de frentn, y cuando, en la Quinta Normal, los viocorrer y saltar, su asombro y su temor llegaron al colmo:nunca haba visto hacer ejercicios, saltar o correr por gusto,a un ladrn; Manuel corra como un gamo, Alberto como

    un expreso, Guillermo como una liebre; el menos lcido

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    pfue El Chambeco: lo haca como un paquete mal hecho queamenazara desatarse. Invitado a correr y a saltar, Fortunatose excus: los zapatos no estaban muy buenos y, adems,los pies, juanetes, ojos de gallo, de un cuanto hay, no estoyhecho para estos trotes. A los diez metros, calcul, o antes,despus del pique, se habra ido de punta y enterrado la narizen el suelo, no, compaero. En un segundo, Alberto, que lofue a esperar a la salida de la crcel, vio con claridad a su excompaero de calabozo: un vulgar ratero, un pobre hombre;en la crcel le cont haberse tiroteado con la polica, huyendodespus por los cerros de Alhu: eso deba ser tan ciertocomo que hubiese luchado con una pantera.

    -Bueno -dijo, para salir del paso-, podemos dejar esos

    trabajitos para despus. Son medio diicilones y necesitanpreparacin. Yo traigo otros.Estos hombres le podan servir. No era tragedioso,

    no, hermano, nada de llevarse todo por delante, vmonosal pasito, yo puedo aguantar dos y hasta cinco aos decana, pero si me pegan un tiro en la guata no aguanto nada;aqu no se trata de sacarse la mugre a la primera; hay queser maoso; no te apures y te ir bien. Se conformaba conmenos, no difariaba, desvariaba, con bancos, joyas y atados

    de billetes, no, el inadito Dubois lo hizo y los pacos se loecharon al hombro en el Puerto, lo dejaron como colador contanto balazo que le dieron; eso est bueno para el campo,buenas carabinas, buenos caballos y harto monte paracorrer y esconderse, y ni as, qu sacan?, ah estn el HuasoRaimundo, lo fusilaron, y El Bonete Grande, en cana hastaque se muera; al Flaco Manuel tambin le llegar, les llega atodos, pero a los chicos por lo menos los dejan vivos y slo

    con dos o tres aitos en la crcel. Trabajo para callado, sinruido. Conoca dos maneras de robar, dos maneras que sloeran una; en una de ellas se buscaba de cmplice a un policao a un sereno, a quien debera drsele una parte y eso no legustaba. Vamos a ver.

    -Miren, cabros -dijo, mientras tomaban unas botellasde vino suelto-, no me encandilen con esos voladores deluces. Vmonos al pasito por las piedras. Hablemos de cosasms sencillas, por ahora..., despus hablaremos de las ms

    diicilonas. Lo que tenemos que hacer es procurarnos unospesos y cacharpearnos.

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    -No tengo dinero para pagar.Terror. De modo que un rato tan agradable terminar

    con una corrida atropellada, tal vez derribando la mesa enque esa seora gorda, tan simptica, con su sartn al lado,fre sopaipillas?

    U d l i di i d l id

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    -Usted sale primero diciendo que volver en seguida,

    que lo espere, yo me parar como para pagar y cuando laseora se descuide, salgo.Planchadito, menudo casi recatado l y habla con toda

    soltura de algo que a Aniceto le parece casi un asalto. Cmojuntar las dos cosas? Siente que los porotos se le revuelveny que la sopa de ideos se le agra. Cmo explicarse lo quesiente? Es posible convidar a alguien a comer para terminarcon esa salida? Debe tener una cara muy divertida, puesBriones empieza a rer en silencio, gacha la cabeza, juntas las

    manos sobre las rodillas. Se endereza, se seca las lgrimas.-No se asuste, compaerito; slo quise hacerle una

    broma; siempre como aqu y tengo cuenta.Pero, ahora, Aniceto no le cree.-De veras?Briones vuelve a rer como lo puede hacer un hombre

    menudo y planchadito.-S, compaero. Vamos.Al salir dice a la seora que fre sopaipillas:-Ponga todo en la cuenta, doa Chepe. Hasta maana.Es soltero y con toda seguridad un asceta sexual

    y moral: nunca anda con mujeres y siempre se conducede modo muy correcto con las compaeritas, lo que lascontrara, pues quisieran que no lo fuese tanto: es un granpartido, con su empleo, su conducta sobria, su limpieza,su suave tacto. Algunas veces, cuando sale de la tienda consu escala, una escala que se parece un poco a l, limpia,

    brillante, engrasadita, una escala de tijera, su aspecto, suoverol, su peinado, su mirada, sus zapatos, todo estn limpio,tan correcto, tan planchado, que llama la atencin. Unasemana ms tarde casi todo aquello se ha perdido. Es ahoraun ser atropellado, un poco en desorden, habla muy ligero ysu corbata u su peinado lucen mucho menos que antes; suplanchado parece perdido.

    -No le dije, compaero Hevia? La otra noche, cuandocomimos juntos, lo que le habl de mi hermano.

    (Aniceto se acuerda, si, se acuerda, como se acuerda

    comer?, dnde encontrar trabajo?, qu puedo hacer?-No s qu decirle. Si se tratara slo de robar, sera

    pasable, no me voy a asustar porque alguien comete un robo,pero los franceses han matado varias personas y eso ya nome parece tan bien. Un anarquista que mate a un verdugo,al responsable de una masacre llmese Silva Renard en

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    al responsable de una masacre, llmese Silva Renard en

    Chile, Falcn en la Argentina, Canalejas en Espaa, Pericode los Palotes en otra parte, pase, adems arriesgan su viday su libertad, son como apstoles, apstoles de sangre, escierto: pero matar a un empleado de banco, a un polica, a uncliente, slo con el pretexto de robar, ya no me gusta tanto.Plaza Olmedo mat a un joven que no conoca slo porquedeseaba manifestar su disconformidad con la justicia y lamoral burguesas; eso me parece absurdo: pudo matar a sumadre; dispar al bulto.

    Sbitamente, Aniceto se call. Se dio cuenta de que setransformaba en un latero; haba hablado ms de lo que tenapor costumbre.

    -Conoci a Plaza Olmedo?-Estuve una vez con l.-Qu le pareci? Es el primer hombre que en Chile

    protesta en esa forma contra una matanza de obreros.-Lstima que lo hiciera as. Me pareci un ser sombro

    y habl, como todos, de los burgueses, de los verdugos delpueblo, las palabras de siempre.

    -Bueno, no hay otras. Dicen que es hijo natural de unhombre de buena posicin.

    -Tal vez, no s.Briones no matar jams a nadie ni tampoco robar.

    El nico ejercicio que hace y que de seguro es capaz, consisteen subir y bajar de la escala que maneja en la tienda. Lee,medita, oye las disquisiciones de los compaeros, da su

    contribucin para el peridico y se marcha, planchadito,limpio, casi recatado.-Mi hermano Miguel es violento. Somos una familia

    pobre, del sur, y no s qu har si se mete en enredos.Terminada la comida, Briones se inclina hacia Aniceto

    y le pregunta, en voz baja:-Corre ligero usted? La pegunta le parece tan

    absurda, tan extraa, que no contesta.-Es posible que tengamos que correr.Se sobresalta. Por qu correr?

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    confundo toda, usted lee tan bien, da gusto ver cmo esperay la acompaa a una.

    Sus ojos son castaos claros y tiene la piel como conluz, una luz que viniese desde debajo de la piel, desde lostejidos. Todo en ella es fresco, atrayente.

    -A m tambin -dice el marido, el hombre moreno yun poco gordo ; soy el marido de Blanca explica

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    un poco gordo-; soy el marido de Blanca -explica.Todos necesitan ayuda urgente, con luz debajo de la

    piel o sin luces de ninguna especie y en ninguna parte.Noche tras noche, mirndola, oyndola, lleg a

    quererla, la quiso tal como la vea, sin importarle cmo, enrealidad, fuese; le bastaba eso. Fue a su casa, pues lo inviten seguida, y vio que su casa estaba, siempre, desordenada;ella estaba, en cambio, siempre ordenada y, a ciertas horas,perfumada adems.

    -En qu trabaja el marido? -pregunt a Juan, alprincipio.-Ricardo? Hace tiempo que no trabaja. Ella es la que

    trabaja.-Es modista?-Modista? No. Va por las tardes a una casa de putas

    elegantes y entretiene a los clientes tocando la guitarra ycantando. Le dan buenas propinas, segn parece.

    Nunca ha odo hablar Aniceto de un trabajo semejante.-Y qu dice Ricardo?-Bueno, pocas veces dice algo que valga la pena

    repetir. -Me reiero al trabajo de ella. -No, no dice nada. -Leparece bien?

    -Supongo. Yo nunca le habl del asunto y l no hadicho nada. -Quieres acompaarme a ir a buscar a Blanca?-le pregunt, das despus, Ricardo. -Adnde? -All, dondetrabaja.

    Un tranva los llev hacia el centro, se bajarony tomaron otro que iba como para la Quinta Normal;descendieron y despus de andar una cuadra esperaron enuna esquina.

    -Dnde trabaja?-Aqu cerca. Ya debe venir.Lleg, en efecto, poco despus y vena como siempre,

    alegre, agradable, perfumada adems. Lanz una exclamacin

    al ver a Aniceto y lo tom del brazo y se apret un poco contra

    l.-Qu hubo! Qu gusto de verlo! Cmo le va?-Ms o menos.-Como a todos.Tom tambin del brazo a su marido y los tres, en

    tanto rean y conversaban, caminaron. Aniceto se senta lotaren el espacio tan feliz estaba: ninguna mujer mucho menos

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    en el espacio, tan feliz estaba: ninguna mujer, mucho menoscomo sa, lo haba tomado nunca del brazo y marchado conl por parte alguna: no senta sino la felicidad que eso leproduca y no pensaba en que pudiese existir otra felicidady eso tal vez porque, de manera ntima, tan ntimamente queni l mismo lo saba, estaba seguro de que no poda haberotra, que no le importaba que pudiese haberla, que la nicaque apreciaba era aquella. Tocar la guitarra, cantar para loshombres que iban en busca de mujeres para acostarse con

    ellas, recibir propinas de esos hombres, tal vez proposicioneso manoteos, qu ms daba si era su amiga, si lo toma delbrazo, si conversa, si re con l? Siente que ella lo hace enforma natural y siente que al hacerlo lo eleva en su condicinsocial y humana, en su condicin de hombre, y sabe quenadie, nunca, le ha dado tanto, aunque ese tanto le cueste aella tan poco; para l es mucho, muchsimo y se lo agradecemucho, muchsimo. Empez a ir de noche a su casa y conotros amigos y su marido jugaban y rean y en ocasiones, si

    no eran muchos, coman, comidas pobres, sandwiches, sopas,porotos quedados del medioda, ropa vieja, como los llaman.Por suerte el trabajo termin en da jueves. lvarez recibilo que le adeudaban, que era mucho, ya que siempre pedaanticipos, pag a Aniceto su salario, ste le ayud a sacar ya subir a un vehculo de carga las escalas y los tarros y sesepararon.

    -Vame la otra semana. Tengo visto algo por all por

    Conchal.Unos veinte quilmetros y sin tranvas; tal veztendran que poner los huesos tiesos a las cuatro de lamaana, reunirse en alguna parte y estar solos otra vez,aprovechando esa soledad para no hablar ni una sola palabra,salvo lo indispensable.

    -Quihubo.-Quihubo.Eso le dio oportunidad para ocuparse de la funcin,

    anunciada para el prximo sbado.

    -Hay que pegar los cartelones en el barrio y repartirlos programas, acarrear y armar los decorados, limpiar elescenario, ver las luces, el teatro no tiene parrilla; tenemosque apurarnos.

    El seis por ciento... Seis centavos en un peso, sesentacentavos en diez, seis pesos en cien, sesenta en mil, aquestn los estoperoles, los martillos, cmo estn las orillas?,

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    estn los estoperoles, los martillos, cmo estn las orillas?,medio rotosas, compraron los clavos?, no, se me olvid, andacorriendo a comprarlos, de una y media, ya, bueno, primerobarramos, consiguieron todos los muebles?, hay quecuidarlos, son prestados; faltan una botella y un vaso paracuando el viejo entra y se toma un trago; el seis por ciento...Es un cine de barrio, grande como una barraca y con unescenario como para tteres, corrientes de aire y centenaresde pulgas, el concesionario es un militar retirado, dice que

    le gusta el teatro, un chiquillo vende man y refrescos en losentreactos, una seora atiende la taquilla. A las nueve y mediaen punto empezamos. El pblico no es muy selecto, pblicode barrio, y a este teatro viene mucha palomilla, pasan puraspelculas de serie, Eddie Polo y otros traros, a veces unade Chaplin, claro, la entrada es barata y por eso los cabrosvienen, quien sabe ahora no vengan. Durante la funcinlas voces de los artistas resuenan en el techo de calamina,altsimo, no vino mucha gente, ms bien poca, las luces, muy

    altas tambin, alumbran mal, y Aniceto, metido en su concha,resistiendo una corriente de aire que se cuela por una puertaque hay al fondo de la barraca, hace lo imposible para quetodo salga bien: los actores y actrices se detienen, vacilan, lamiran, Usted, usted!, Yo?, Quin va a ser!, parece quese le ha olvidado el papel o que se ha metido al escenariopor equivocacin, los ojos del pblico lo asustan, Por qu noentra el que sigue!, Vamos!, se desespera, sufre, se alegra,

    re, quiere llorar; por in terminan, se oyen unos aplausos,muchos menos de los que se esperan y el amigo que hace derepresentante porque tambin le gusta el teatro, aunque noes actor ni nada, llega con la planilla: tantas plateas, tantasgaleras, tantas entradas de favor, gastos, arriendos: se debenocho pesos, a quin?

    -A m -dice el representante, riendo-; todo sea por elarte.

    -Vamos a tomar una copa? -le pregunta Alfredo, que

    ha asistido a la funcin.

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    -No est y no hay nadie ah.Mostraba una barba de varios das y se vea muy

    rotoso. Deba ser un bebedor. Estaba descalzo y tena en lamano un zapato viejo que intentaba arreglar.

    -Estos son mis zapatos -dijo- y estn un poco malones.El vino se lleva toda la plata... Usted es amigo de l?

    -S.

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    Baj ms la voz:-Bueno: la Pesca estuvo aqu el viernes, al alba, como

    a las cinco: registraron todo y se llevaron a la Rosa Mara y alos chiquillos.

    Aniceto se sinti inundado de desazn: debi habervenido antes, en vez de llevarse por ah muerto de miedo eimaginando leseras. Tal vez dos das antes habra servido dealgo; ahora no serva para nada.

    -A l tambin se lo llevaron?-No. l no estaba; hace das que no viene. Y sabe...?Qu ms se poda saber? El hombre se acerc otro

    poco. Pareca que siempre se podra acercar un poco ms.Ya estaban casi tocndose. Los ojos se vean enturbiados, unpoco rojizos, sucia la piel, los labios secos, la ropa cayndose,las manos y los zapatos con igual textura.

    -Los tiras vienen a cada rato y le echan un mirotn yuna tanteada a la puerta. Uno me pregunt si no haba venido

    nadie a la pieza. Si yo viera a alguien, le ira a decir algo? Niloco. Debe de haber uno de guardia por ah. No vio ningunoafuera? Aniceto tartamude:

    -No me ij.El hombre pareci enfadarse un poco.-Malo, pues, malo. Parece que don Albertito se

    meti en una pelotera y hay que ser advertido. Si los tiras lohubieran visto delante de la puerta, se lo llevan de un ala.

    Aniceto quera irse, corriendo, y se fue, luego deagradecer al hombre su acogida y sus advertencias y rechazarun vaso de vino que, acercndose ya demasiado, le ofreci. Nohizo caso de la recomendacin que le hiciera de que se ijaraen si haba o no algn agente afuera; no quera mirar ni vera nadie y no mir ni vio a nadie; por suerte tampoco nadie levio. Se fue a su pieza y almorz de prisa y sali casi corriendo;le pareci que algo le iba a ocurrir a l o a sus compaerosy amigos y senta deseos de gritar e irse hacia alguna parte

    donde nadie tuviese nada que ver con l. Pero en todas partes

    sintieran por esto o por aquello y que si alguno pretendadarle el bajo l no estara con las manos amarradas. Adems,si era tira andara con el correspondiente revlver y no seratan fcil echrselo al hombro. Donde hay uno hay otro, se dijo.Ser agente signiicaba tener un sueldo, estabilidad, sosiego,signiicaba andar por las calles sin que nadie le pusiera unamano en el hombro, dicindole: -ndale, diablito...

    S d f l d i b

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    Su compadre, su falso compadre, no importaba grancosa para l, as como l no importaba gran cosa para sucompadre; era un hablantn, un guapo que crea que todo sepuede arreglar a balazos; por in, era un asesino. En esta partede sus relexiones sinti miedo: si el falso compadre llegabaa saber que l era el delator, lo hara harnero a balazos endonde lo encontrara y las balas no seran falsas. Pero quinsabe... El tambin andara armado y donde hay un guapo,

    puede haber otro.-Qu hubo. No has sabido nada?-Mira. Quiero contarte algo. Primero pide una botella

    de vino.Aniceto lleg como a los once de la maana; ya no

    resista ms; era domingo y el conventillo estaba lleno degente, de mujeres y de nios, sobre todo: entr sin vacilar yen breves pasos lleg hasta la puerta de la pieza de Albertoy mir de reojo, sin detenerse, porque no quera detenerse:

    la sorpresa lo detuvo: la puerta estaba cerrada y un grancandado la aseguraba. No supo qu hacer, si irse o quedarse,qu puede haber pasado, que no hay nadie? Qu hago? Oyun chistido y una voz que le dijo:

    -Psch... Oiga.Se dio vuelta: un hombre guarecido debajo de unas

    latas que pretendan formar la cocina de la pieza del frente,le haca seales con una mano.

    -Venga... No se quede ah.Se meti bajo las latas.-Qu pasa.-Acrquese ms.Tena la voz un poca ronca. Le seal la puerta de la

    pieza de Alberto y le pregunt, en voz baja:-Usted busca a don Alberto?Don Alberto? Poda Alberto ser don Alberto?-S, don Alberto Aguirre, el que vive ah. A l lo busca?

    Aniceto dijo que s con la cabeza.

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