Flavia de los extraños talentos

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    AALANLAN BBRADLEYRADLEY

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    Para Shirley

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    Si por dentro la tarta no es dulce, a quinle importan los pliegues de la masa?

    WILLIAM KING, The Art of Cookery

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    UnoUno

    El interior del armario estaba oscuro como boca de lobo. Me habanempujado dentro y haban cerrado la puerta con llave. Respir trabajosamentepor la nariz, tratando por todos los medios de mantener la calma. Intent contarhasta diez cada vez que coga aire y hasta ocho cada vez que lo soltaba despacioen la oscuridad. Por suerte para m me haban apretado tanto la mordaza contra

    la boca abierta que los orificios nasales haban quedado libres, lo que mepermita llenar una y otra vez los pulmones de un aire viciado que ola ahumedad.

    Prob a agarrar con las uas la bufanda de seda con la que me habanatado las manos a la espalda, pero dado que tena la costumbre de mordrmelashasta dejarme los dedos en carne viva, no pude agarrar nada. Menos mal queme haba acordado de unir las yemas de los dedos, que utilic como diezminsculos pero firmes apoyos para ir separando las palmas de las manos, yaque los nudos estaban muy apretados.

    Gir las muecas y las frot una contra otra hasta que el tejido se afloj;luego utilic los pulgares para ir tirando de la seda hasta que not los nudosentre ambas palmas y despus entre los dedos. Si hubieran sido lo bastantelistas como para atarme los pulgares, jams habra conseguido escapar, peroeran tontas de remate.

    Una vez con las manos libres me deshice de la mordaza en un santiamn.El siguiente paso era la puerta, pero antes deba asegurarme de que noestuvieran agazapadas esperndome. Me puse en cuclillas y ech un vistazo al

    desvn a travs del agujero de la cerradura. Gracias a Dios se haban llevado lallave. No se vea a nadie: aparte de la habitual maraa de sombras, trastos ycachivaches varios, el desvn estaba desierto. No haba moros en la costa.

    Rebusqu algo por encima de la cabeza en el fondo del armario ydesenrosqu el gancho de alambre de una percha de madera. Introduje elextremo curvo en el ojo de la cerradura, dobl hacia arriba el otro y conseguformar un ngulo en forma de L, que introduje en las profundidades de la viejacerradura. Tras unos pacientes momentos de tanteo y manipulacin o unsatisfactorio chasquido. No haba sido tan difcil. La puerta se abri y yo qued

    libre.

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    Descend a saltos la amplia escalinata de piedra que llevaba al vestbuloy me detuve frente a la puerta del comedor el tiempo indispensable paraecharme hacia atrs las coletas, devolvindolas as a su posicin reglamentariasobre los hombros.

    Pap segua insistiendo en que la cena se sirviese justo cuando el relojdaba la hora y que comiramos en la descomunal mesa de roble del refectorio,tal y como se haba hecho en vida de mam.

    Ophelia y Daphne an no han bajado, Flavia? me pregunt irritado,apartando la vista del ltimo nmero de The British Philatelist, abierto junto a suplato de carne y patatas. Hace siglos que no las veo dije.

    Era cierto, no las haba visto: por lo menos, no desde que me habanamordazado y vendado los ojos para luego atarme, subirme cual saco depatatas por la escalera del desvn y encerrarme en el armario.

    Pap me observ por encima de sus gafas durante los cuatro segundosde rigor antes de concentrarse de nuevo, murmurando algo entre dientes, ensus pegajosos tesoros. Le dediqu una amplia sonrisa, lo bastante amplia comopara ofrecerle una inmejorable vista de los aparatos que llevaba en los dientes.Aunque en realidad me daban el aspecto de un dirigible sin revestimiento, apap siempre le haba gustado que le recordaran lo bien que inverta su dinero.Sin embargo, en esa ocasin estaba tan absorto que ni siquiera se fij. Levant latapa de la fuente de cermica Spode en la que reposaban las verduras y extraje,de sus profundidades cubiertas de mariposas y frambuesas pintadas a mano,

    una generosa racin de guisantes. Utilizando el cuchillo como gobernante y eltenedor como picana, obligu a los guisantes a formar ordenadas filas ycolumnas en mi plato: hilera tras hilera de minsculas esferas verdes, separadasunas de otras con tanta precisin que hasta el ms estricto fabricante de relojessuizos habra silbado de admiracin. Despus, empezando por el fondo a laizquierda, ensart el primer guisante con el tenedor y me lo com.

    Ophelia tena la culpa de todo. Al fin y al cabo, ya haba cumplidodiecisiete aos y, por tanto, era de esperar que hubiese alcanzado por lo menosun atisbo de la madurez que tendra de adulta. Que se confabulara con Daphne,

    que tena trece, no era justo, y ya est. Entre las dos sumaban treinta aos.Treinta aos... contra mis once! No es que fuera antideportivo, no: eradirectamente una maldad que peda venganza a gritos.

    A la maana siguiente, estaba yo atareada con los matraces y frascos demi laboratorio qumico, situado en el piso ms alto del ala este, cuando Opheliairrumpi sin molestarse siquiera en saludar.

    Dnde est mi collar de perlas?

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    Me encog de hombros.

    Yo no soy la guardiana de tus baratijas.

    S que me lo has cogido. Los caramelos Mint Imperial que haba en micajn de la ropa interior tambin han desaparecido, y he tenido ocasin decomprobar que, cuando en esta casa desaparecen caramelos, siempre acaban enla misma boca maloliente.

    Regul la llama de una lamparilla de alcohol en la que estaba calentandoun vaso de precipitados con un lquido rojo.

    Si lo que ests insinuando es que mi higiene personal no est a laaltura de la tuya, ya puedes empezar a limpiarme las botas con la lengua.

    Flavia!

    Lo que oyes. Estoy ms que harta de que siempre se me eche a m laculpa de todo, Feely.

    Mi justificado arranque de indignacin, sin embargo, se viointerrumpido cuando Ophelia fij sus ojos de miope en el matraz de color rojorub, que estaba a punto de entrar en ebullicin.

    Qu es esa masa pegajosa del fondo?

    Ophelia golpe el cristal con una ua larga y cuidada.

    Es un experimento. Cuidado, Feely, es cido!

    Ophelia palideci.

    Son mis perlas! Eran de mami!Era la nica de las hijas de Harriet que se refera a ella como mami: la

    nica de las tres lo bastante mayor como para conservar recuerdos de la mujerde carne y hueso que nos haba llevado en su vientre, hecho que Ophelia nuncase cansaba de recordarnos. Harriet haba muerto en un accidente de alpinismocuando yo slo tena un ao, y lo cierto es que en Buckshaw no se hablabamucho de ella.

    Estaba yo celosa de los recuerdos de Ophelia? Me molestaba nocompartirlos? Creo que no; en realidad, la cosa iba mucho ms all porque en

    cierta manera, y por extrao que resulte, despreciaba los recuerdos que ellatena de nuestra madre.

    Apart lentamente la mirada de mi tarea, de forma que los cristalesredondos de mis gafas emitieran destellos de luz blanca hacia Ophelia: sabaque, cuando lo haca, mi hermana tena la espeluznante sensacin de hallarsefrente a un chiflado cientfico alemn como los de las pelculas que veamos enel cine Gaumont.

    Mala bestia!

    Bruja! repliqu, aunque no antes de que Ophelia diera media vueltasobre sus talones, con bastante gracia por cierto, y saliera del laboratorio hecha

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    una furia.

    Las represalias no tardaron en llegar, pero eso era normal tratndose deOphelia: a diferencia de m, ella no planeaba las cosas con antelacin ni crea eneso de que la venganza es un plato que se sirve fro.

    Poco despus de cenar, cuando pap ya se haba recluido en su estudiopara disfrutar de su coleccin de efigies en papel, Ophelia dej muy despacio elcuchillo de la mantequilla, en cuya hoja de plata haba contemplado su propioreflejo durante el ltimo cuarto de hora. Sin ms prembulos, dijo:

    En realidad, yo no soy tu hermana, sabes? Y Daphne tampoco. Poreso somos tan distintas de ti. Supongo que jams se te ha ocurrido pensar queeres adoptada.

    Dej caer mi cuchara con estrpito.

    Eso no es verdad. Soy la viva imagen de Harriet, todo el mundo lodice.

    Te recogi en el hogar para madres solteras porque os parecais muchodijo Ophelia, haciendo una desagradable mueca.

    Y cmo nos bamos a parecer si ella era una adulta y yo un beb? repuse, agarrando la oportunidad al vuelo.

    Porque le recordabas mucho a ella cuando era un beb. Ay, seor, perosi hasta cogi sus fotos de cuando era pequea y las compar contigo paraapreciar el parecido.

    Apel a Daphne, que tena la nariz enterrada en un volumenencuadernado en piel de El castillo de Otranto.

    No es verdad. A que no, Daffy?

    Me parece que s dijo Daphne, pasando con gesto lnguido unapgina de papel cebolla. Pap siempre deca que sera un trauma para ti y noshizo prometer que no te lo contaramos nunca. Por lo menos, hasta quecumplieras once aos. Nos oblig a jurarlo.

    En un bolso Gladstone de color verde dijo Ophelia. Lo vi con mispropios ojos. Vi a mami meter sus fotos de cuando era pequea en un bolsoGladstone de color verde y llevrselas al hogar para madres solteras. Aunqueyo slo tena seis aos en aquella poca, bueno, casi siete..., jams olvidar susmanos blancas..., ni sus dedos manipulando el cierre de latn.

    Me levant de un salto de la mesa y sal de la habitacin hecha un mar delgrimas. Lo del veneno no se me ocurri hasta el da siguiente a la hora deldesayuno.

    Y, como es habitual con las grandes ideas, era de lo ms simple.

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    Buckshaw haba sido el hogar de nuestra familia, los De Luce, desdetiempos inmemoriales. La actual mansin de estilo georgiano se habaconstruido para reemplazar la original, una casa de estilo isabelino que losaldeanos haban reducido a cenizas al sospechar que los De Luce simpatizabancon los Orange. Que hubiramos sido fervientes catlicos durante cuatrocientosaos, y siguiramos sindolo por entonces, no significaba nada, al parecer, para

    los enardecidos habitantes de Bishop's Lacey. La casa vieja, como la llamaban,fue pasto de las llamas, y la casa nueva que la haba sustituido ya contaba msde tres siglos.

    Ms tarde, otros dos antepasados de los De Luce, Antony y William deLuce que haban tenido sus ms y sus menos acerca de la guerra de Crimea, afearon la estructura original. Cada uno de ellos aadi un ala al edificio:William, el ala este, y Antony, la oeste. Cada cual vivi recluido en sus propiosdominios y prohibi al otro traspasar la lnea negra que haban hecho pintar

    justo en el centro de la casa: la lnea parta de la entrada principal, cruzaba el

    vestbulo y llegaba hasta el retrete del mayordomo, tras la escalera del fondo.Los dos anexos de ladrillo amarillo, de rancio estilo victoriano, se doblabanhacia atrs como las alas inmviles del ngel de un cementerio, lo que, en miopinin, conceda a los ventanales y postigos de la fachada georgiana deBuckshaw el aspecto mojigato y perplejo de una solterona con el moodemasiado apretado.

    Otro De Luce, Tarqun o Tar, como lo llamaba todo el mundo, sufriuna descomunal crisis nerviosa e hizo trizas su prometedora carrera comoqumico. Lo expulsaron de Oxford el verano que coincidi con el jubileo de

    plata de la reina Victoria.El indulgente padre de Tar, preocupado por la frgil salud del

    muchacho, no haba escatimado gastos a la hora de equipar el laboratoriosituado en el ltimo piso del ala este de Buckshaw: el laboratorio en cuestinestaba repleto de objetos de cristal y microscopios alemanes. Contaba, adems,con un espectroscopio alemn, balanzas qumicas procedentes de Lucerna y untubo de Geissler tambin alemn de complicada forma, soplado artesanalmente,al que Tar acoplaba bobinas elctricas para estudiar la fluorescencia de distintosgases.

    En un escritorio, junto a las ventanas, se hallaba un microscopio Leitz,cuyo latn an despeda el mismo brillo clido y suntuoso que el da que lotrajeron desde el apeadero de Buckshaw en una carreta tirada por un poni. Elespejo reflector se poda orientar de forma que captara la plida luz de los rayosde sol matutinos, mientras que en das nublados, o si se usaba cuando ya habaanochecido, resultaba muy til la lmpara de parafina fabricada porDavidson & Co., de Londres con la que iba equipado el microscopio.

    Incluso haba un esqueleto humano articulado en una base provista de

    ruedas, que el gran naturalista Frank Buckland cuyo padre se haba comido elcorazn momificado del rey Luis XIV le haba regalado a Tar cuando ste

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    contaba doce aos.

    Tres de las cuatro paredes de la estancia estaban cubiertas del suelo altecho por vitrinas con puertas de cristal: en dos de ellas se acumulaban hileras yms hileras de productos qumicos en tarros de botica, de cristal, rotulados conla pulcra y hermosa letra de Tar de Luce, quien a la postre haba desafiado aldestino y haba sobrevivido a su familia. Tar haba muerto en 1928 a los sesenta

    aos de edad en su reino qumico, donde lo hall una maana el ama de llavescon uno de los ojos an observando, aunque ya sin ver, por su queridsimoLeitz. Se haba rumoreado, incluso, que en el momento de su muerte estabaestudiando la descomposicin de primer orden del pentxido de nitrgeno. Deser eso cierto, se tratara de la primera investigacin conocida sobre unareaccin que, a la larga, conducira a la invencin de la bomba atmica.

    El laboratorio del to Tar haba permanecido cerrado a cal y canto y sehaba mantenido intacto en un asfixiante silencio hasta que empez amanifestarse lo que pap defini como mi extrao talento, lo que me haba

    permitido quedarme el laboratorio para m sola.An me estremeca de emocin cada vez que recordaba el lluvioso da de

    otoo en que la qumica apareci en mi vida.

    Estaba yo escalando los estantes de la biblioteca, jugando a ser unaclebre alpinista, cuando me resbal un pie y tir un voluminoso libro al suelo.Cuando lo recog para alisar las arrugadas pginas, me di cuenta de que el libroen cuestin no slo tena palabras, sino tambin decenas de ilustraciones: enalgunas de ellas se vean manos sin cuerpo que vertan lquidos en curiosos

    recipientes de cristal que ms bien parecan instrumentos musicales de otromundo.

    El libro se titulaba Estudio elemental de qumica, y en cuestin de segundosaprend de l que la palabra yodo procede de un trmino que significaviolado y que bromo procede de una palabra griega que significa fetidez.sas eran las cosas que yo quera saber! Me met el voluminoso libro rojodebajo del suter y me lo llev arriba. Slo ms tarde descubr el nombre H. deLuce escrito en la guarda. El libro haba pertenecido a Harriet.

    No tard mucho en dedicar cada minuto libre a estudiar minuciosamente

    aquellas pginas. Haba noches, incluso, en que apenas poda esperar elmomento de irme a la cama, pues el libro de Harriet se haba convertido en miamigo secreto.

    En l se hablaba de los metales alcalinos, algunos de los cuales tenannombres fabulosos, como litio o rubidio, y de los metales alcalinotrreos, comoel estroncio, el bario y el radio. Aplaud con entusiasmo al leer que el radio lohaba descubierto una mujer, madame Curie. Y luego estaban los gasesvenenosos, como la fosfina (se ha demostrado que una simple burbuja tieneefectos letales), el perxido de nitrgeno, el cido hidrosulfrico... La lista erainterminable. Cuando descubr que el libro proporcionaba instrucciones

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    detalladas para formular dichos compuestos, sub hasta el sptimo cielo.

    En cuanto consegu entender las ecuaciones qumicas del tipo K4FeC6N6 +2 K = 6KCN + Fe (que describe lo que pasa cuando se calienta el prusiatoamarillo de potasa con potasio para producir cianuro de potasio) se me abri eluniverso entero. Fue como haber encontrado un libro de recetas que en otrostiempos hubiera pertenecido a la bruja del bosque.

    Lo que ms me intrigaba era haber descubierto que todo, toda la creacinde principio a fin!, se mantena unido gracias a enlaces qumicos invisibles.Me produjo un extrao e inexplicable consuelo saber que en algn lugar,aunque en nuestro mundo no pudiramos verlo, exista autntica estabilidad.

    Al principio no establec la obvia conexin entre el libro y el laboratorioabandonado que haba descubierto de nia. Pero cuando finalmente relacionuna y otra cosa, mi vida cobr vida..., si es que eso tiene sentido.

    All, en el laboratorio del to Tar, se hallaban perfectamente ordenados

    los libros de qumica que con tanto amor haba ido recopilando. No tardmucho en descubrir que, con un poco de esfuerzo por mi parte, la mayora deellos no me resultaban complicados. Pronto pas a los experimentos sencillos,tratando de no olvidar nunca que deba seguir las instrucciones al pie de laletra. Huelga decir que provoqu unos cuantos hedores y explosiones, perocuanto menos se hable de esa cuestin, mejor que mejor.

    Con el tiempo, mis cuadernos de notas fueron cada vez ms abultados.De hecho, mi trabajo se volvi ms sofisticado cuando la qumica orgnica fuerevelndome sus misterios, y sent una gran alegra al descubrir que de la

    naturaleza poda extraerse mucho y con mucha facilidad. Mi mayor pasin erael veneno.

    Apart el follaje con un bastn de bamb que haba robado de unparagero con forma de pata de elefante en el vestbulo principal. All atrs, enel jardn de la cocina, los altos muros de ladrillo rojo an no dejaban entrar losclidos rayos del sol, y todo segua empapado debido a la lluvia que haba

    cado por la noche.Mientras me abra paso entre la hierba an sin cortar desde el ao

    anterior, rebusqu con el bastn junto a la base del muro hasta encontrar lo queandaba buscando: una mata de relucientes racimos de tres hojas cuyo brillocolor escarlata las diferenciaba de otras plantas trepadoras. Me puse un par deguantes de jardinera que llevaba sujetos al cinturn y, mientras silbabaalegremente una versin de Bibbidi-Bobbidi-Boo, me concentr en mi labor.

    Ms tarde, en la tranquilidad de mi sanctasanctrum, mi lugar ms

    sagrado la frase la haba encontrado en una biografa de Thomas Jefferson yme la haba apropiado, met las vistosas plantas en una retorta de cristal, sin

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    quitarme los guantes hasta que las relucientes hojas quedaron bien aplastadasal fondo. A continuacin vena la parte que ms me gustaba.

    Tap bien la retorta; por un lado la conect a un matraz en el que yaherva agua y, por el otro, a un tubo condensador de cristal en forma deserpentn, cuyo extremo abierto colgaba suspendido sobre un vaso deprecipitados vaco. Mientras el agua burbujeaba alegremente, contempl el

    vapor, que se abri paso por el tubo y se introdujo en el matraz, entre las hojas.stas no tardaron en arrugarse y ablandarse cuando el vapor caliente abri lasminsculas bolsas entre sus clulas y liber los aceites que constituan la esenciade la planta viva.

    se era el sistema que utilizaban los antiguos alquimistas para practicarsu arte: fuego y vapor, vapor y fuego. Destilacin.

    Ah, s, adoraba mi trabajo. Destilacin.

    Des-ti-la-cin repet en voz alta.

    Contempl fascinada cmo se enfriaba el vapor y se condensaba en elserpentn, para despus retorcerme las manos presa del xtasis cuando una gotade lquido transparente colg suspendida durante un instante y despus seprecipit con un audible plop al receptculo situado debajo.

    Una vez evaporada el agua que herva y concluida la operacin, apagula llama y apoy la barbilla en las manos para contemplar fascinada el fluido delvaso de precipitados, que se separ en dos capas distintas: en el fondo, el aguadestilada, transparente, y, sobre ella, un lquido de color amarillo claro. Era elaceite esencial de las hojas: reciba el nombre de urushiol y, entre otras muchascosas, se utilizaba en la fabricacin de esmalte.

    Rebusqu en el bolsillo de mi suter y saqu un tubito dorado. Le quitel tapn y no pude reprimir una sonrisa al contemplar la punta roja: era elpintalabios de Ophelia, que le haba robado del cajn de su tocador junto conlas perlas y los caramelos Mint Imperial. Y Feely Doa Estirada ni siquierahaba notado la desaparicin.

    Al acordarme de los caramelos me met uno en la boca y lo machaquruidosamente con las muelas.

    La barra del pintalabios sali sin dificultad y volv a encender lalamparilla de alcohol. No haca falta mucho calor para reducir a una masapegajosa aquel material de consistencia cerosa. Si Feely supiera que en lafabricacin de pintalabios se utilizaban escamas de pescado, pens, no sehabra pintarrajeado tan alegremente los labios con aquella cosa. Sonre. Tenaque acordarme de decrselo. Pero despus.

    Con una pipeta extraje unos pocos milmetros del aceite destilado queflotaba en el vaso de precipitados y luego, gota a gota, lo vert muy despacio en

    la masa en que se haba convertido el pintalabios derretido. A continuacinremov la mezcla con un depresor lingual de madera. Poco espeso, pens.

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    Cog un tarro de botica y le aad una gota de cera de abeja para que recuperasela consistencia inicial.

    Haba llegado la hora de volver a ponerse los guantes... y de coger elmolde de bala, fabricado en hierro, que haba robado del ms que decentemuseo de armas de fuego de Buckshaw.

    No deja de ser curioso que una barra de pintalabios tenga exactamente elmismo tamao que una bala del calibre 45. Una informacin muy til,ciertamente. Tena que acordarme de reflexionar acerca de sus posiblesrepercusiones esa noche, cuando estuviera bien calentita en mi cama. En esepreciso instante estaba demasiado ocupada.

    Cuando la saqu del molde y la dej enfriar bajo el agua corriente, labarra con la frmula alterada encaj a la perfeccin en su funda dorada. Girvarias veces el dispositivo para subir y bajar la barra de carmn y asegurarmede que funcionaba correctamente. Despus le puse el tapn. Feely era unadormilona y sin duda an estara desayunando con gran parsimonia.

    Dnde est mi pintalabios, cerda? Qu has hecho con l?

    Est en tu cajn respond. Lo vi cuando te rob las perlas.

    En mi corta vida, atrapada entre dos hermanas, no me haba quedadoms remedio que dominar el arte de la lengua viperina.

    No est en mi cajn. Acabo de mirar all y no est.Te has puesto las gafas? le pregunt con una sonrisa burlona.

    Aunque pap nos haba equipado a las tres con gafas, Feely se negaba aponerse las suyas y, en cuanto a las mas, en realidad eran de cristal de ventana.Slo las utilizaba para protegerme los ojos en el laboratorio, o bien para inspirarlstima a los dems.

    Feely golpe la mesa con las palmas de las manos y sali de la habitacinhecha una furia. Yo, por mi parte, me dediqu a sondear las profundidades demi segundo bol de cereales Weetabix.

    Algo ms tarde escrib en mi cuaderno de notas:

    Viernes, 2 de junio de 1950, 9.42 horas. El sujeto presenta un aspecto normal,pero se muestra malhumorado. (Acaso no lo est siempre?) Los efectos puedenmanifestarse entre las 12 y las 72 horas.

    No tena prisa.

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    La seora Mullet, que era bajita, gris y redonda como una rueda demolino, y quien no me cabe duda se consideraba a s misma el personaje deun poema de A. A. Milne, estaba en la cocina formulando una de suspurulentas tartas de crema. Como siempre, se estaba peleando con el inmensohorno Aga que dominaba la pequea cocina, atiborrada de trastos por todaspartes.

    Ah, seorita Flavia! Aqu, querida, aydeme con el horno.

    Antes de que se me ocurriera una respuesta apropiada, sin embargo,pap apareci detrs de m.

    Flavia, quiero hablar contigo dijo con una voz tan pesada como elplomo en las botas de un buzo.

    Observ a la seora Mullet para ver cmo reaccionaba. Lo habitual enella era que desapareciera en cuanto olisqueaba una situacin incmoda y, enuna ocasin en que pap le haba alzado la voz, la pobre se haba enrollado enuna alfombra y se haba negado a salir de all hasta que alguien fuera a buscar asu esposo.

    La seora Mullet cerr la puerta del horno como si estuviera hecha decristal de Waterford.

    Tengo que irme dijo. La comida se est calentando en el horno.

    Gracias, seora Mullet dijo pap. Ya nos las arreglaremos.Siempre nos las estbamos arreglando.

    La mujer abri la puerta de la cocina y, de repente, dej escapar unchillido ms propio de un tejn acorralado.

    Oh, madre de Dios! Disclpeme usted, coronel De Luce, pero... Oh,madre de Dios!

    Pap y yo tuvimos que apartarla un poco para ver al otro lado. Era unpjaro, una agachadiza chica, y estaba muerta. Yaca de espaldas en el umbral

    de la puerta, con una desagradable mirada vidriosa y las alas desplegadas comosi fuera un pequeo pterodctilo. La larga aguja negra que era su pico apuntabadirectamente al cielo. La brisa matutina agit algo clavado en l..., un trocito depapel.

    No, no era un trocito de papel. Era un sello de correos.

    Pap se agach para verlo mejor y reprimi una exclamacin. De repentese llev las manos, que le temblaban como las hojas de un lamo en otoo, a lagarganta y su rostro se torn del color de la ceniza mojada.

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    DosDos

    Como suele decirse, un escalofro me recorri la espalda. Durante unsegundo cre que a pap le haba dado un infarto, como les suele pasar a lospadres que llevan una vida sedentaria. Un da la estn agobiando a una paraque mastique cada bocado veintinueve veces y al da siguiente salen en TheDaily Telegraph:

    Calderwood, Jabez, de la Casa Parroquial de Frinton. Fallecidoinesperadamente en su residencia el 14 del presente mes, sbado. Hijo defulanito y menganita... Deja tres hijas, Anna, Diana y Trianna...

    Calderwood, Jabez y los de su calaa tenan la costumbre de salirdisparados hacia el cielo como los muecos de las cajas de resorte y de dejaratrs, para que se buscaran la vida, a una caterva de hijas supuestamente

    afligidas.Es que yo no haba perdido ya a uno de mis progenitores? Seguro que a

    pap no se le ocurrira jams gastarme una broma tan pesada. O s?

    No. En ese momento resoplaba trabajosamente por la nariz, igual que uncaballo de tiro, mientras trataba de acercarse a la cosa del umbral. Con losdedos, que se me antojaron largas y temblorosas pinzas blancas, desprendimuy despacio el sello del pico del pjaro muerto y, acto seguido, se guard atoda prisa el agujereado pedacito de papel en uno de los bolsillos de su chaleco.Despus seal con un dedo tembloroso el pequeo cadver.

    Deshgase de eso, seora Mullet dijo con una voz ahogada que nopareca la suya, sino ms bien la de un desconocido.

    Ay, Seor, coronel De Luce... empez la seora Mullet. Ay, Seor,coronel, creo que... no... Quiero decir...

    Pero pap ya no estaba: se haba marchado a su estudio hecho una furia,resoplando y gruendo como la locomotora de un tren de mercancas. Ymientras la seora Mullet iba a buscar la escoba, tapndose la boca con la mano,yo me escabull a mi habitacin.

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    Las habitaciones de Buckshaw eran inmensas, como oscuros hangarespara guardar zepelines, y la ma, que se hallaba en el ala sur o ala de Tar,como la llambamos, era la mayor de todas. El papel de las paredes, deprincipios de la poca victoriana, era de color amarillo mostaza salpicado deunas cosas que parecan rojos cogulos de cordel y la haca parecer an ms

    amplia, hasta el punto de asemejarse a un yermo glido y ventoso. Incluso enverano la caminata a travs de la habitacin hasta el lejano lavabo que estabacerca de la ventana constitua una aventura que habra intimidado almismsimo Scott del Antrtico. Y se era, precisamente, el motivo por el que yomisma la evitaba y trepaba directamente a mi cama con dosel, donde,arrebujada en una manta de lana, poda sentarme con las piernas cruzadashasta el da del juicio final y reflexionar acerca de mi existencia.

    Pens, por ejemplo, en aquella vez en que utilic el cuchillo de lamantequilla para arrancar muestras del ictrico papel que cubra las paredes de

    mi habitacin. Record tambin que Daffy me haba hablado, con unos ojosabiertos como platos, de un libro de A. J. Cronin en el que un pobre diabloenfermaba y mora despus de haber dormido en una habitacin en cuyo papelpintado se haba utilizado arsnico como principal colorante. Muy ilusionada,llev las muestras al laboratorio para analizarlas.

    Nada de recurrir a la aburrida prueba de Marsh. Gracias, pero no era miestilo. Yo prefera el mtodo por el cual primero se converta el arsnico entrixido de arsnico y luego se calentaba con acetato de sodio para producirxido de cacodilo, que no slo es una de las sustancias ms venenosas de la fazde la Tierra, sino que adems tiene la ventaja aadida de despedir un olorincreblemente desagradable: parecido al hedor de los ajos podridos, aunque unmilln de veces peor. Su descubridor, Bunsen (famoso por su quemador),afirm que bastaba con oler la sustancia en cuestin para que uno notara uncosquilleo en pies y manos y se le formara una asquerosa capa negra sobre lalengua. Ah, s, los caminos del Seor son inescrutables!

    No es difcil imaginar mi decepcin al descubrir que en mis muestras nohaba el ms mnimo rastro de arsnico. Como colorante, se haba utilizado un

    sencillo tinte orgnico, probablemente extrado del sauce cabruno (Salix caprea)o cualquier otro tinte vegetal igualmente inofensivo y aburrido.

    Por algn motivo, ese recuerdo me hizo pensar de nuevo en pap. Quera lo que lo haba asustado tanto en la puerta de la cocina? Y... era realmentemiedo lo que haba visto en su expresin?

    S, de eso no me caba duda. En realidad, no poda ser otra cosa, pues yoconoca muy bien sus expresiones de rabia, de impaciencia o de cansancio y susrepentinos ataques de malhumor. Todos esos estados cruzaban de vez encuando por su rostro, como las sombras de las nubes que recorran nuestras

    colinas inglesas.

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    A pap no le asustaban los pjaros muertos, de eso estaba segura, pues lohaba visto trinchar en ms de una ocasin el robusto ganso de Navidad,

    blandiendo el cuchillo y el tenedor con el aire de un asesino oriental. No seranlas plumas las que lo haban asustado? O la mirada sin vida del animal?

    Desde luego, no poda ser el sello, pues pap quera ms a sus sellos quea sus hijas. A lo largo de su vida slo haba una cosa por la que hubiera sentido

    ms cario que por sus sellos: Harriet. Y, como ya he dicho, estaba muerta.Igual que la agachadiza. Era eso lo que haba motivado su reaccin?

    No, no! Marchaos!

    La ronca voz me lleg a travs de la ventana abierta, me hizo perder elhilo de mis pensamientos y consigui que stos se enredaran. Apart la manta,salt de la cama, cruc corriendo la habitacin y ech un vistazo al jardn de lacocina.

    Era Dogger, que estaba pegado al muro del jardn, con los dedos oscuros

    y arrugados bien separados sobre los desvados ladrillos rojos.

    No os acerquis! Marchaos!

    Dogger era el criado de pap, o su facttum. Y estaba solo en el jardn. Serumoreaba en realidad, he de admitir que era la seora Mullet quien lorumoreaba que Dogger haba sobrevivido dos aos en un campo deprisioneros japons, experiencia a la que haban seguido trece meses detorturas, hambre, desnutricin y trabajos forzados en la construccin delferrocarril de la muerte, que una Birmania y Tailandia. Se deca, incluso, que

    durante ese tiempo se haba visto obligado a comer ratas.Trtelo con cario, querida me haba dicho la seora Mullet. Tiene

    los nervios un tanto alterados.

    Observ a Dogger: estaba en el huerto de los pepinos, con la mata depelo prematuramente cano bien tiesa, y los ojos, que parecan no ver nada,vueltos hacia el sol.

    Tranquilo, Dogger le grit. Los estoy apuntando desde aquarriba!

    De repente se relaj, como si estuviera sujetando un cable elctricocargado y alguien hubiera cortado de golpe la corriente.

    Seorita Flavia? dijo con voz temblorosa. Es usted, seoritaFlavia?

    Ahora bajo dije. Tardo un segundo.

    Baj corriendo por la escalera de atrs, alborotadamente, y entr en lacocina. La seora Mullet se haba marchado a casa, pero la tarta de crema estabaenfrindose en el alfizar de la ventana abierta.

    No, me dije. Lo que Dogger necesitaba era beber algo.

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    Pap guardaba su whisky escocs cerrado a cal y canto en la librera desu estudio, pero no poda entrar all. Por suerte, encontr una jarra de lechefresca en la despensa. Llen un buen vaso y sal corriendo al jardn.

    Tome, beba esto dije, ofrecindole el vaso.

    Dogger cogi el vaso con ambas manos, lo contempl durante largosinstantes como si no supiera qu hacer con l y, por ltimo, se lo llev a la bocacon gesto vacilante. Bebi sin respirar hasta que no qued ni gota de leche, traslo cual me devolvi el vaso vaco.

    Durante un instante percib en l una expresin beatfica, como un ngelde Rafael, pero la impresin desapareci en seguida.

    Tiene el bigote blanco le dije.

    Me inclin hacia los pepinos, arranqu una enorme hoja verde oscuro dela mata y la utilic para limpiarle el labio superior.

    Poco a poco, la luz regres a su mirada vaca.Leche y pepinos... dijo. Leche y pepinos...

    Veneno! exclam, al tiempo que empezaba a dar brincos y movalos brazos como si fueran alas para demostrarle que todo estaba bajo control.Veneno letal!

    Los dos nos remos un poco y Dogger parpade.

    Caramba! dijo, contemplando el jardn como si fuera una princesaque acaba de despertar del ms profundo de los sueos. Parece que esta

    maana va a hacer buen tiempo!

    Pap no apareci a la hora de comer. Para tranquilizarme, pegu la orejaa la puerta de su estudio y escuch durante unos minutos: lo o pasar laspginas de sus lbumes de sellos y aclararse de vez en cuando la garganta.Nervios, conclu.

    En la mesa, Daphne permaneci con la nariz enterrada en Horace

    (Walpole), junto a un sndwich de pepino mustio y olvidado en un plato.Ophelia, que no dejaba de suspirar y de cruzar, descruzar y volver a cruzar laspiernas, contemplaba el vaco, lo que me llev a concluir que estaba pensandoen Ned Cropper, el manitas del Trece Patos. Cuando cogi distrada un terrnde azcar de caa, se lo meti en la boca y empez a chuparlo; estabademasiado absorta en su altivo ensueo como para darse cuenta de que yo mehaba inclinado un poco para verle bien los labios.

    Ah coment sin dirigirme a nadie en concreto, maana por lamaana florecern los granos!

    Intent arremeter contra m, pero mis piernas fueron ms rpidas que

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    sus aletas de foca.

    De vuelta en mi laboratorio, escrib:

    Viernes, 2 de junio de 1950, 13.07 horas. An no se aprecia reaccin alguna.La paciencia es un ingrediente necesario del talento (Disraeli).

    Haban dado ya las diez y yo segua sin poder dormir. Por lo general, mequedo roque en cuanto se apagan las luces, pero esa noche era distinto. Metend de espaldas en la cama, con las manos debajo de la cabeza, y rememorlos acontecimientos del da.

    Primero haba sido lo de pap. Bueno, no, eso no era del todo cierto.Primero haba sido lo del pjaro muerto en el umbral de la puerta y luego haba

    sido lo de pap. Lo que crea haber visto en su expresin era miedo, pero enalgn rincn de mi mente an me resista a creer tal cosa.

    Para m para todos, en realidad, pap no le tena miedo a nada.Haba visto muchas cosas durante la guerra, cosas horribles que jams debenexpresarse en palabras. Haba sobrevivido a los aos durante los cuales Harrietestuvo desaparecida, antes de que finalmente la dieran por muerta, y durantetodo ese tiempo haba dado muestras de un carcter inquebrantable, frreo,obstinado e inalterable. Increblemente britnico. Insoportablemente tenaz. Peroahora...

    Y luego haba sido lo de Dogger: Arthur Wellesley Dogger, por utilizarsu patronmico completo, como l mismo lo llamaba en sus das buenos.Dogger haba sido primero el ayuda de cmara de pap, pero despus, dadoque las vicisitudes de tal puesto (en palabras de Dogger, no mas) eran unacarga demasiado pesada para l, le haba parecido ms fructuoso convertirseen mayordomo, luego en chfer, luego en encargado del mantenimiento deBuckshaw y luego de nuevo en chfer durante una temporada. En los ltimosmeses haba ido descendiendo lentamente, como una hoja que cae en otoo,hasta detenerse en su actual puesto de jardinero. Pap haba donado nuestrocoche Hillman familiar a St. Tancred como premio para una rifa.

    Pobre Dogger! Eso era lo que yo pensaba, aunque Daphne siempreinsista en que nunca deba decir eso de nadie. No es slo condescendiente,sino que adems no tiene en cuenta el futuro, deca.

    Aun as... cmo olvidar la imagen de Dogger en el jardn? Un gigantnindefenso all solo, con el pelo y los utensilios de jardinera en desorden, lacarretilla volcada y una expresin en su rostro de... de...

    O un ruido y volv la cabeza para escuchar. Nada.

    Por naturaleza, poseo un aguzado sentido del odo: la clase de odo, me

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    dijo pap una vez, que permite a su poseedor or araas retumbando sobre lasparedes como si llevaran herraduras en las patas. Harriet tambin posea esedon, y a veces me gusta imaginar que soy una reliquia un tanto particular deella: un par de orejas sin cuerpo que deambulan por los corredores embrujadosde Buckshaw oyendo cosas que a veces es mejor no or.

    Pero atencin! Ah estaba otra vez el ruido! Una voz que resonaba, una

    voz spera y profunda, como un susurro en una lata vaca de galletas.Baj de la cama y me acerqu de puntillas a la ventana. Poniendo mucho

    cuidado para no mover las cortinas, observ el jardn de la cocina justo en elmomento en que la luna sala amablemente de detrs de una nube parailuminar la escena, como hara en un buen montaje de El sueo de una noche deverano. Sin embargo, no haba nada que ver excepto la danza de sus rayosplateados entre los pepinos y las rosas.

    Y entonces o otra voz, una voz airada, como el zumbido de una abejaque a finales del verano se empea en atravesar una ventana cerrada.

    Me puse sobre los hombros una de las batas de seda japonesa de Harriet(una de las dos que haba conseguido salvar de la Gran Purga), met los pies enlos mocasines indios bordados con cuentas que utilizaba como zapatillas y medirig sigilosamente a lo alto de la escalera. La voz proceda de algn lugardentro de la casa.

    En Buckshaw tenamos dos esplndidas escalinatas que descendanserpenteando, la una, sinuoso reflejo de la otra, desde el primer piso y llegabanprcticamente hasta la lnea negra que divida el amplio vestbulo, cuyo suelo

    semejaba un tablero de damas. Mi escalinata, la que descenda desde el ala esteo ala de Tar, terminaba en el inmenso y retumbante vestbulo al otro lado delcual se hallaba frente al ala oeste el museo de armas de fuego y, tras l, elestudio de pap. De esa direccin proceda la voz que haba odo, y hacia allme dirig con sigilo.

    Pegu una oreja a la puerta.

    Adems, Jacko estaba diciendo una voz canallesca al otro lado de lahoja de madera, cmo pudiste vivir a la luz de ese descubrimiento? Cmo

    pudiste seguir adelante?Durante un desagradable instante, tuve la sensacin de que George

    Sanders se haba presentado en Buckshaw y le estaba echando un sermn apuerta cerrada a mi padre.

    Largo dijo pap.

    Su voz no era airada, pero utilizaba ese tono contenido y desapasionadoque en l siempre indicaba enfado. Lo imagin con el ceo fruncido, los puosapretados y los msculos de la mandbula tensos como la cuerda de un arco.

    Oh, no digas tonteras, amigo replic la voz empalagosa. Estamosjuntos en esto..., siempre lo hemos estado y siempre lo estaremos. Lo sabes tan

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    bien como yo.

    Twining tena razn repuso pap. Eres un ser odioso ydespreciable.

    Twining? El viejo Cuppa? Cuppa lleva treinta aos muerto, Jacko...Igual que Jacob Marley. Pero, lo mismo que el mencionado Marley, su fantasmaan nos acompaa, como seguramente ya has descubierto.

    Y pensar que lo matamos... dijo pap con una voz apagada,derrotada.

    Haba odo bien? Cmo era posible que...? Al apartar la oreja de lapuerta y agacharme para mirar a travs del ojo de la cerradura, me perd lassiguientes palabras de pap. Estaba tras su escritorio, mirando hacia la puerta.El desconocido, en cambio, me daba la espalda. Era altsimo, ms de metronoventa, calcul. Con su pelo rojo y su ajado traje gris pareca la grullacanadiense que permaneca disecada en un oscuro rincn del museo de armas

    de fuego.Pegu de nuevo la oreja a la puerta.

    ...la vergenza no prescribe estaba diciendo la voz. Qu son parati un par de miles, Jacko? Seguro que heredaste un buen pellizco tras la muertede Harriet. Vamos, slo el seguro...

    Cierra esa asquerosa boca! grito pap. Lrgate antes de que...

    De repente, alguien me cogi por detrs y me tap la boca con unaspera mano. El corazn me dio un vuelco. Quien fuera me sujetaba con tanta

    fuerza que apenas pude oponer resistencia.

    Vuelva usted a la cama, seorita Flavia me dijo una voz al odo,entre dientes. Era Dogger. Esto no es asunto suyo susurr. Vuelva a lacama.

    Afloj un poco la mano y consegu zafarme de l. Le lanc una miradavenenosa y, en la penumbra, me pareci advertir que la suya se dulcificaba unpoco.

    Lrguese.

    Me largu. Ya de nuevo en mi habitacin deambul de un lado a otrodurante un rato, como suelo hacer cuando me siento frustrada. Pens en lo quehaba escuchado a escondidas. Pap, un asesino? No, era imposible, seguroque todo aquello tena una explicacin de lo ms sencilla. Ojal hubiera podidoescuchar el resto de la conversacin entre pap y el desconocido... Ojal Doggerno me hubiera tendido una emboscada en la oscuridad. Quin se haba credoque era?

    Se va a enterar, pens.

    Y listos! dije en voz alta.

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    Saqu a Jos Iturbi de su funda verde de papel, le di cuerda a migramfono porttil y puse en el plato la segunda cara de la polonesa en la

    bemol de Chopin. Me tumb en la cama y empec a cantar.

    DA-da-da-da, DA-da-da-da, DA-da-da-da, DA-da-da-da...

    Pareca como si hubieran compuesto aquella msica para una pelcula enla que alguien intenta arrancar con la manivela un viejo Bentley que no hacems que petardear. No era, precisamente, la mejor eleccin para dejarse llevaral mundo de los sueos...

    Cuando abr los ojos, el amanecer color gris ostra se insinuaba ya al otrolado de las ventanas. Las manecillas de mi despertador de latn indicaban las3.44. En verano amaneca muy temprano, y en menos de un cuarto de horasaldra el sol.

    Me desperec, bostec y salt de la cama. El gramfono se haba quedadosin cuerda a mitad de la polonesa y la aguja yaca sin vida entre los surcos.Durante un breve instante, pens en darle cuerda de nuevo para obsequiar a loshabitantes de la casa con un toque de diana polaco, pero entonces record loque haba sucedido apenas unas horas antes.

    Me acerqu a la ventana y ech un vistazo al jardn. All estaba elcobertizo, con los cristales empaados por el roco y, un poco ms all, unamancha oscura y angulosa que no era sino la carretilla volcada de Dogger,

    olvidada con el ajetreo del da anterior.Decid colocarla bien para ganarme el favor de Dogger, aunque con un

    objetivo que ni siquiera yo tena claro, as que me vest y baj en silencio laescalera de atrs para ir a la cocina. Al pasar junto a la ventana descubr quealguien haba cortado un pedazo de la tarta de crema de la seora Mullet. Quraro, pens. Sin duda, no haba sido ningn miembro de la familia De Luce,pues si en algo estbamos de acuerdo todos, si haba algo que nos una comofamilia, era la repulsin colectiva que nos inspiraban las tartas de crema de laseora Mullet. Cuando decida cambiar nuestras tartas favoritas de ruibarbo

    o de grosellas por la temida tarta de crema, por lo general declinbamosprobarla, fingiendo una indisposicin familiar, y la mandbamos a casita con latarta e instrucciones concretas de servrsela, con nuestros mejores deseos, a suesposo Alf.

    Cuando sal al jardn, vi que la luz plateada del amanecer lo habaconvertido en un mgico calvero, cuyas sombras oscureca la delgada franja deluz diurna que asomaba ya tras los muros. Todo estaba cubierto de relucientesgotas de roco y, desde luego, no me habra sorprendido en absoluto que dedetrs de algn rosal saliera un unicornio y se acercara a m para apoyar la

    cabeza en mi regazo.

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    Me diriga hacia la carretilla cuando tropec con algo y ca al suelo derodillas.

    Mierda! exclam, al tiempo que me volva para asegurarme de queno me haba odo nadie. Estaba toda embadurnada de limo negro y hmeda.Mierda! repet, esta vez en voz algo ms baja.

    Me volv de nuevo para ver con qu haba tropezado y lo encontr deinmediato: era algo blanco que sobresala de entre los pepinos. Durante uninstante de vacilacin, algo en m se empe desesperadamente en creer queera un pequeo rastrillo, un ingenioso utensilio de jardinera con dientes

    blancos y curvados. Pero no tard en recobrar la razn y no me qued msremedio que admitir que era una mano. Una mano unida a un brazo. Un brazoque entraba serpenteando en el huerto de pepinos. Y all, al final del huerto,cubierto de roco y de un horripilante tono verde pepino debido a la oscuravegetacin, haba un rostro. Un rostro que hasta al ms pintado le habraparecido el del legendario hombre verde de los bosques.

    Movida por una fuerza de voluntad ms poderosa que la ma, de nuevome dej caer de rodillas al suelo junto a aquella aparicin, en parte porqueestaba fascinada y en parte porque quera verlo de cerca. Cuando casi tena lanariz pegada a la suya, el ser abri los ojos. Me llev tal susto que no pudemover ni un msculo. El cuerpo que yaca entre los pepinos cogi aire con gestotembloroso... y, luego, tras burbujearle unos instantes en la nariz, lo expulsdespacio, casi con tristeza, convertido en una nica palabra que me golpe enplena cara.

    Vale! dijo.Arrugu un poco la nariz con gesto pensativo al percibir un olor bastante

    peculiar, un olor cuyo nombre tuve, durante apenas un segundo, en la punta dela lengua. Los ojos de aquel cuerpo, tan azules como los pjaros de los platos deporcelana, contemplaron los mos como si los observaran desde un pasado vagoy borroso, como si reconocieran algo en ellos.

    Y entonces desapareci de ellos todo rastro de vida. Ojal pudiera decirque se me encogi el corazn, pero no fue as. Ojal pudiera decir que elinstinto me empuj a huir de all, pero no sera verdad. Lo que hice fue

    contemplar fascinada lo que suceda: el temblor de los dedos, la casiimperceptible opacidad broncnea que adquiri la piel como si hubiera recibido,delante de mis propios ojos, el aliento de la muerte.

    Y luego el silencio absoluto.

    Ojal pudiera decir que tuve miedo, pero no lo tuve. Ms bien alcontrario: aquello era, sin la menor duda, lo ms interesante que me habaocurrido en toda mi vida.

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    TresTres

    Sub a toda prisa la escalera del ala oeste. Mi primer impulso fuedespertar a pap, pero algo una especie de gigantesco imn invisible meoblig a pararme en seco. Daffy y Feely no servan de nada en caso deemergencia, as que avisarlas era perder el tiempo. Tan rpido y con tanto sigilocomo me fue posible, corr hasta la parte de atrs de la casa, concretamente

    hasta el minsculo cuartito que estaba en lo alto de la escalera de la cocina.Llam a la puerta con suavidad.

    Dogger! susurr. Soy yo, Flavia.

    En el interior no se oy ningn ruido, as que volv a llamar y, tras doseternidades y media, o a Dogger arrastrar los pies, enfundados en zapatillas,por el suelo de la habitacin. La cerradura emiti un sonoro chasquido cuandoDogger descorri el cerrojo y, a continuacin, el hombre entreabri la puertaapenas unos centmetros. A la luz del amanecer me di cuenta de que estabaojeroso, como si no hubiera dormido.

    Hay un cadver en el jardn dije. Ser mejor que baje usted.

    Mientras yo cambiaba el peso de un pie a otro y me mordisqueaba lasuas, Dogger me dirigi una mirada que slo puedo definir como cargada dereproches, y despus desapareci en la oscuridad de su habitacin paravestirse. Cinco minutos ms tarde estbamos el uno junto al otro en el senderodel jardn.

    Pronto result obvio que aqul no era el primer cadver que veaDogger. Como si llevara toda la vida haciendo lo mismo, se arrodill y le buscel pulso colocando dos dedos en el ngulo posterior de la mandbula. Por sumirada distante e inexpresiva supe que no lo haba encontrado. Se puso en piemuy despacio y se sacudi las manos, como si en cierta manera estuvierancontaminadas.

    Informar al coronel dijo.

    No deberamos llamar a la polica? le pregunt.

    Dogger se pas los largos dedos por la barbilla sin afeitar, como siestuviera ponderando una cuestin de trascendental importancia. EnBuckshaw, el uso del telfono estaba gravemente restringido.

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    S dijo al fin, supongo que deberamos llamar a la polica.

    Nos encaminamos juntos, tal vez demasiado despacio, a la casa. Doggerdescolg el telfono y se acerc el auricular a la oreja, pero me fij en quemantena un dedo de la otra mano apoyado con fuerza en el botn de lahorquilla. Abri y cerr la boca varias veces, para despus palidecer. Empez atemblarle el brazo y, durante un segundo, cre que iba a dejar caer el aparato.

    Me dirigi una mirada de impotencia.Deme le dije, quitndole el artilugio de las manos. Ya lo hago yo.

    Bishop's Lacey, dos, dos, uno dije al auricular, mientras pensaba que SherlockHolmes no podra haber evitado una sonrisa ante tal coincidencia.

    Polica respondi una voz en tono oficioso al otro lado de la lnea.

    Agente Linnet? dije. Soy Flavia de Luce, llamo desde Buckshaw.

    Jams haba hecho nada parecido, as que no me quedaba ms remedioque imitar lo que haba odo en la radio y lo que haba visto en el cine.

    Quisiera informar de una muerte dije. Puede usted enviar a uninspector?

    Quiere usted decir una ambulancia, seorita Flavia? respondi elagente. Normalmente no avisamos a los inspectores de polica, a no ser quelas circunstancias sean sospechosas. Espere un momento, que cojo un lpiz...

    Se produjo una exasperante pausa durante la cual o al agente rebuscarentre sus artculos de escritorio.

    Bien prosigui al fin, dgame cmo se llama el difunto. Despacitoy primero el apellido.

    No s cmo se llama respond. Es un desconocido.

    Y era cierto: no saba cmo se llamaba. Lo que s saba, y con todaseguridad, era que el cadver del jardn el cadver de pelo rojo, el cadver deltraje gris era el del hombre al que yo haba espiado a travs del ojo de lacerradura del estudio. El hombre al que pap haba...

    No, pero eso no poda decrselo a la polica.

    No s cmo se llama repet. Jams haba visto a ese hombre.Me haba pasado de la raya.

    La seora Mullet y la polica llegaron en el mismo momento, ella a piedesde el pueblo y ellos en un Vauxhall azul. Las ruedas crujieron sobre lagravilla y, tras detenerse el coche, la puerta delantera se abri con un chirrido yun hombre descendi frente a la casa.

    Seorita De Luce dijo, como si el hecho de pronunciar mi nombre en

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    voz alta me pusiera a su merced. Puedo llamarte Flavia?

    Asent. Soy el inspector de polica Hewitt. Est tu padre en casa?

    El inspector era un hombre de aspecto bastante agradable, con el peloondulado, los ojos grises y cierto porte de bulldog que me record a DouglasBader, el as del caza Spit-fire, cuyas fotos haba visto en los nmeros atrasadosde The War lllustrated que formaban pilas de bordes blancos en el saln.

    S que est respond, pero se encuentra indispuesto. Un trminoque haba tomado prestado de Ophelia. Yo misma le mostrar el cadver.

    La seora Mullet se qued boquiabierta y casi se le salieron los ojos delas rbitas.

    Madre de Dios! Disclpeme usted, seorita Flavia, pero... Ay, madrede Dios!

    Si en ese momento hubiera llevado un delantal, se lo habra quitado en

    un santiamn y habra echado a correr, pero no lo llevaba. Lo nico que hizofue cruzar la puerta abierta tambalendose.

    Dos hombres vestidos con traje azul, que hasta ese momento habanpermanecido en el asiento trasero del coche como si aguardaran instrucciones,empezaron a descender lentamente.

    El sargento detective Woolmer y el sargento detective Graves dijo elinspector Hewitt.

    El sargento Woolmer era grandote y fornido, y luca la nariz aplastada de

    un boxeador; el sargento Graves, en cambio, pareca ms bien un alegregorrioncillo rubio con hoyuelos en las mejillas, que me sonri al estrecharme lamano.

    Y ahora, si eres tan amable dijo el inspector Hewitt.

    Los sargentos detectives descargaron su instrumental del maletero delVauxhall y, acto seguido, los conduje a los tres en solemne procesin por la casahasta llegar al jardn. Tras indicarles dnde estaba el cadver, contemplfascinada al sargento Woolmer, que sac una cmara de su caja y la montsobre un trpode de madera. Despus, con movimientos sorprendentemente

    delicados a pesar de tener los dedos gruesos como salchichas, procedi arealizar microscpicos ajustes en los pequeos controles plateados de la cmara.Mientras l tomaba unas cuantas fotografas del jardn, dedicndole especialatencin al huerto de pepinos, el sargento Graves abri una gastada maleta depiel en la que haba varias hileras de frascos perfectamente ordenados y en laque tambin alcanc a ver un paquete de sobres de papel siliconado.

    Di un paso al frente para ver mejor, mientras la boca se me haca agua.

    Me pregunto, Flavia dijo el inspector Hewitt, entrando con cautela

    en el huerto de pepinos, si podras pedirle a alguien que nos prepare un t.Supongo que advirti mi expresin.

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    La verdad es que esta maana empezamos muy pronto a trabajar.Crees que podras conseguir algo de comer por ah?

    O sea, que era eso. Igual en un nacimiento que en una muerte. Sin decirsiquiera Hola, cmo ests?, se recluta a la nica fmina del lugar para quevaya corriendo a ver si el agua ya hierve. Que consiguiera algo de comer porah? Por quin me haba tomado, por una especie de cowboy?

    Ver lo que puedo hacer, inspector dije, espero que en tono glacial.

    Gracias respondi l. Y justo despus, mientras me alejaba hechauna furia hacia la cocina, aadi: Ah, Flavia...

    Me volv con gesto expectante.

    Ya entraremos nosotros. No hace falta que vuelvas a salir.

    Qu cara! Pero qu cara ms dura!

    Ophelia y Daphne ya estaban sentadas a la mesa, desayunando. Laseora Mullet les haba filtrado la macabra noticia, as que haban tenido tiempoms que suficiente para adoptar poses de fingida indiferencia.

    Los labios de Ophelia no haban reaccionado an a mi preparado, peroigualmente tom buena nota mental de registrar ms tarde la hora de laobservacin.

    He encontrado un cadver en el huerto de pepinos les dije.

    Muy propio de ti dijo Ophelia, para despus seguir arreglndose lascejas.

    Daphne ya haba terminado El castillo de Otranto y haba avanzadobastante en la lectura de Nicholas Nickleby. Sin embargo, repar en que semordisqueaba el labio inferior mientras lea, lo cual era un signo inequvoco defalta de concentracin.

    Se produjo un operstico silencio.

    Haba mucha sangre? pregunt Ophelia al fin.No respond. Ni una gota.

    De quin es el cadver?

    No lo s dije, aliviada ante aquella oportunidad de refugiarme trasla verdad.

    La muerte de un perfecto desconocido proclam Daphne con sumejor voz de locutora de la BBC.

    Abandon la lectura de Dickens, aunque tom la precaucin de sealar

    la pgina exacta con un dedo.

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    Cuando estaba molesta por algo, me diriga siempre a misanctasanctrum. All, entre frascos y vasos de precipitados, dejaba que meinvadiera lo que yo denominaba el Espritu de la Qumica. All recreaba a veces,paso a paso, los descubrimientos de los grandes qumicos de la historia, o congesto reverencial bajaba de la librera uno de los volmenes que componan lapreciada biblioteca de Tar de Luce, como, por ejemplo, la traduccin inglesa delTratado elemental de qumica de Antoine Lavoisier. Aunque se haba publicado en1790, las hojas del libro seguan igual de crujientes que el papel de la carnicera,y eso que haban transcurrido ciento sesenta aos. Cmo disfrutaba de aquellosanticuados nombres, que slo esperaban a que alguien los sacara de entre laspginas: mantequilla de antimonio..., flores de arsnico...

    Venenos ftidos, los llamaba Lavoisier, pero yo me deleitabapronunciando sus nombres y disfrutaba como un cerdo revolcndose en el

    barro.

    Amarillo real! exclam en voz alta, llenndome la boca con esaspalabras y saborendolas a pesar de su naturaleza venenosa. Licor fumantede Boyle! cido de hormigas!

    Pero ese da no funcionaba. Mis pensamientos volvan una y otra vez apap y no poda dejar de darle vueltas a lo que haba odo y visto. Quin eraese tal Twining el viejo Cuppa al que segn pap haban matado? Y porqu pap no haba bajado a desayunar? Eso s que me tena preocupada, pues l

    siempre insista en que el desayuno era el banquete del organismo y, por loque yo saba, no haba nada en la faz de la Tierra capaz de conseguir que se losaltara.

    Luego, claro, pens tambin en el pasaje de Dickens que Daphne noshaba ledo y en las lastimaduras azules y verdes. Acaso pap se haba peleadocon el desconocido y haba sufrido heridas que no podra esconder si se sentabaa la mesa? O acaso haba sufrido esos daos en sus adentros que describaFanny Squeers, es decir, esas heridas que no dejaban marcas externas deviolencia? Tal vez fuera eso lo que le haba ocurrido al hombre del pelo rojo, lo

    cual aclarara por qu no haba visto ni una gota de sangre. Era pap unasesino? Otra vez?

    La cabeza me daba vueltas. Para calmarme, no se me ocurri nada mejorque consultar el diccionario Oxford. Cog el volumen de las palabras queempezaban por V. Cul era la palabra que el desconocido me haba espiradoen plena cara? Vale. S, eso era!

    Fui pasando las pginas: vagabundear..., vagancia..., vago... S, allestaba: Vale. Adis; despedida. Era la segunda persona de singular del

    imperativo del verbo valere, que significaba estar sano. Extraa palabra paraque un moribundo se la dijera a alguien a quien no conoca de nada.

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    Un repentino alboroto en el vestbulo interrumpi el hilo de mispensamientos. Alguien estaba golpeando con ganas el gong que se utilizabapara avisar que la cena estaba lista. Aquel enorme disco, que pareca unareliquia del estreno de alguna pelcula de J. Arthur Rank, no se haba tocado ensiglos, lo cual explica el susto que me llev al or el estridente sonido.

    Sal corriendo del laboratorio y baj la escalera. En el vestbulo me

    encontr con un hombre de descomunal talla junto al gong, con la maza todavaen la mano.

    Coronel dijo, y supuse que estaba refirindose a s mismo. Aunqueno se molest en decirme su nombre, lo reconoc de inmediato: era el doctorDarby, uno de los dos socios del nico consultorio mdico de Bishop's Lacey.

    El doctor Darby era la viva imagen de John Bull: cara roja, variaspapadas y un estmago hinchado como una vela al viento. Vesta un trajemarrn con un chaleco amarillo de cuadros y llevaba el tradicional maletnnegro de los mdicos. Si haba reconocido en m a la nia cuya mano habatenido que suturar el ao anterior tras un pequeo incidente con un dscoloobjeto de cristal en el laboratorio, no dio muestras de ello, sino que se limit aesperar con aire expectante, como un sabueso que seala un rastro.

    No se vea a pap por ningn sitio, ni tampoco a Dogger. Saba muy bienque ni Feely ni Daffy se dignaran jams responder al sonido de un gong (Estan pavloviano, deca Feely), y en cuanto a la seora Mullet, no sala nunca desu cocina.

    Los policas estn en el jardn le dije. Yo lo acompao.

    Cuando salimos a la luz diurna, el inspector Hewitt dej de examinar loscordones de un zapato negro que sobresala de forma bastante desagradable deentre los pepinos.

    Buenos das, Fred lo salud. He credo conveniente que echarasun vistazo.

    Aj dijo el doctor Darby.

    Abri su maletn y rebusc durante unos instantes en el fondo antes deextraer una bolsa blanca de papel. Meti dos dedos en el interior y sac uncaramelo de menta, que a continuacin se meti en la boca y chup con ruidosafruicin. Un segundo ms tarde se haba abierto paso entre la vegetacin y sehaba arrodillado junto al cadver.

    Sabemos quin es? pregunt, farfullando un poco debido alcaramelo.

    Me temo que no respondi el inspector Hewitt. Nada en losbolsillos, ningn documento que acredite su identidad... Sin embargo, tenemosmotivos para creer que acaba de llegar de Noruega.

    Que acababa de llegar de Noruega? Sin duda, sa era una deduccin

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    digna del gran Sherlock Holmes... y yo la haba escuchado en primera persona!Casi me dieron ganas de perdonar al inspector por sus groseros modales deantes. Casi..., pero no del todo.

    Hemos iniciado las pesquisas. Ya sabes, en los puertos de escala,etctera.

    Condenados noruegos! exclam el doctor, al tiempo que se pona enpie y cerraba su maletn. Vuelan en bandadas hasta aqu, como si fueranpjaros hacia la luz de un faro, para luego morirse y que seamos nosotros losque tengamos que limpiarlo todo. No es justo, verdad?

    Qu hora de la muerte pongo? pregunt el inspector Hewitt.

    Difcil saberlo. Siempre es difcil. Bueno, siempre no, pero muchasveces s.

    Aproximadamente?

    Nunca se sabe con la cianosis: no es fcil decir si la coloracin acaba deempezar o ya est desapareciendo. Dira que de ocho a doce horas. Podrdecirte algo ms concreto despus de que este tipo haya pasado por la mesa.

    O sea, ms o menos sera...

    El doctor Darby se subi el puo de la camisa para consultar su reloj.

    Bueno, a ver... Ahora son las ocho y veintids; o sea, no antes deanoche a la misma hora y no ms tarde de medianoche, pongamos.

    Medianoche! Creo que reprim una exclamacin, pues tanto el inspector

    Hewitt como el doctor Darby se volvieron para mirarme. Cmo podaexplicarles que apenas unas horas antes el desconocido me haba exhalado enplena cara su ltimo aliento?

    La solucin era muy fcil: sal pitando.

    Encontr a Dogger podando las rosas del arriate que haba bajo laventana de la biblioteca. Su fragancia impregnaba el aire: era el delicioso olor de

    los cajones de embalaje que llegaban de Oriente.

    Pap an no ha bajado, Dogger? le pregunt.

    Las lady Hillingdon de este ao son preciosas, seorita Flavia dijo,impvido, como si nuestro furtivo encuentro nocturno no se hubiera producido

    jams.

    Muy bien pens, pues jugar al mismo juego.

    Preciosas de verdad asent. Y pap?

    Creo que no ha dormido muy bien. Supongo que se habr quedado unrato ms en la cama.

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    Un rato ms en la cama? Cmo poda seguir durmiendo cuando habapolicas por todas partes?

    Cmo se lo ha tomado cuando le ha contado lo del..., ya sabe..., lo deljardn?

    Dogger se volvi y me mir directamente a los ojos.

    No se lo he contado, seorita.Se inclin y, con un repentino movimiento de las tijeras de podar, cort

    una flor imperfecta. La pobrecilla cay al suelo con un discreto plop y all sequed, con su arrugado rostro amarillo contemplndonos desde las sombras.

    Ambos estbamos mirando la rosa decapitada, pensando en el prximopaso, cuando el inspector Hewitt apareci tras la esquina de la casa.

    Flavia dijo, quiero hablar contigo. Dentro aadi.

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    CuatroCuatro

    Y ese hombre con el que estabas hablando ah fuera? me preguntel inspector Hewitt.

    Dogger respond.

    Nombre de pila?

    Flavia dije; no pude evitarlo.Estbamos sentados en uno de los sofs estilo Regencia de la habitacin

    Rosa. El inspector dej bruscamente su bolgrafo y se volvi para mirarme.

    Por si an no ha quedado claro, seorita De Luce, que yo creo que s,estamos investigando un asesinato. No pienso tolerar frivolidad alguna. Unhombre ha muerto y mi deber es descubrir por qu, cundo, cmo y quin lo hamatado. Y cuando haya terminado, tendr la obligacin de dar parte a laCorona, es decir, al rey Jorge VI. Y el rey Jorge VI no es muy amigo de las

    frivolidades. Me he explicado bien?Perfectamente, seor dije. Su nombre de pila es Arthur. Arthur

    Dogger.

    Y trabaja como jardinero en Buckshaw?

    Ahora s.

    El inspector haba abierto un cuaderno negro y estaba tomando notascon una caligrafa microscpica.

    No lo ha sido siempre?

    Ha hecho un poco de todo contest. Antes era nuestro chfer,hasta que sufri una crisis nerviosa...

    A pesar de haber desviado la mirada, segu percibiendo la intensidad delojo detectivesco de Hewitt.

    La guerra prosegu. Fue prisionero de guerra. Pap pensaba que...haba intentado...

    Lo entiendo dijo el inspector en un tono repentinamente amable.

    Dogger es ms feliz en el jardn.Dogger es ms feliz en el jardn.

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    Eres una muchacha sorprendente, sabes? En la mayora de los casoshabra esperado a que uno de tus progenitores estuviera presente antes dehablar contigo, pero dado que tu padre est indispuesto...

    Indispuesto? Ah, s, claro! Casi se me haba olvidado la mentirijilla. Apesar de mi fugaz mirada de perplejidad, el inspector sigui hablando:

    Has mencionado que Dogger trabaj como chfer durante un tiempo.Tu padre conserva algn automvil?

    De hecho, s: un Rolls-Royce Phantom II, que segua en la cochera. Habapertenecido a Harriet y nadie lo haba conducido desde el da en que lleg aBuckshaw la noticia de su muerte. Es ms, pap no permita que nadie lotocara, a pesar de que l ni siquiera conduca.

    Por consiguiente, los ratoncillos de campo haban abierto brechas en lacarrocera de aquel esplndido purasangre, en su largusimo cap negro y entrelas erres entrelazadas de su radiador niquelado de estilo palladiano, para

    despus escabullirse por el piso de madera e instalarse cmodamente en laguantera de caoba. A pesar de lo decrpito que estaba el pobre automvil,cuando hablbamos de l lo llambamos el Royce, pues as era como la gentecon clase se refera a esos vehculos.

    Slo un campesino lo llamara Rolls, haba dicho Feely en una ocasinen que se me haba escapado en su presencia.

    Cuando quera estar en algn sitio donde saba que no me iba a molestarnadie, me encaramaba en la semioscuridad al Roller de Harriet, siemprecubierto de polvo, y permaneca sentada durante horas en un calor ms propiode una incubadora, entre la rada tapicera de lujo y la piel agrietada ymordisqueada.

    La inesperada pregunta del inspector me hizo recordar un da oscuro ytormentoso del otoo anterior, un da en que llova a mares y el viento soplabacon furia. Dado que el riesgo de que el vendaval hiciera caer ramas converta unsimple paseo por los bosques cercanos a Buckshaw en una temeraria aventura,haba salido a hurtadillas de la casa y haba avanzado bajo la tormenta hasta lacochera para poder pensar a solas. En el interior del cobertizo, el Phantom

    resplandeca dbilmente entre las sombras, mientras en el exterior la tormentaaullaba, gritaba y golpeaba las ventanas como si se tratara ms bien de unatribu de almas en pena. Ya tena una mano en el tirador de la puerta cuando medi cuenta de que dentro del coche haba alguien. Casi me muero del susto, peroentonces vi que era pap: estaba all sentado, ajeno a la tormenta, con el rostro

    baado en lgrimas.

    Permanec completamente inmvil durante varios minutos, temerosa demoverme y casi sin atreverme a respirar. Pero cuando pap dirigi despacio lamano hacia el tirador de la puerta, me arroj en silencio al suelo, como una

    gimnasta, y me met debajo del coche. Por el rabillo del ojo vi descender delestribo uno de sus pies, enfundados en unas botas dorias de agua, y mientras

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    pap se alejaba despacio me pareci que se le escapaba un sollozo. Me quedall durante mucho tiempo, contemplando el piso de madera del Rolls-Royce deHarriet.

    S respond, hay un antiguo Phantom en la cochera.

    Pero tu padre no conduce.

    No.Entiendo.

    El inspector dej su bolgrafo y su cuaderno con mucho cuidado, como siestuvieran hechos de cristal veneciano.

    Flavia dijo, y no se me pas por alto que ya no se diriga a m comoseorita De Luce, voy a hacerte una pregunta muy importante. Larespuesta que me des ser crucial. Lo entiendes?

    Asent.

    S que fuiste t quien inform acerca de este... incidente. Pero... quindescubri el cadver?

    Mi mente entr en barrena. Si deca la verdad, incriminara a pap?Saba ya la polica que yo haba llevado a Dogger al huerto de pepinos? Estabaclaro que no, pues el inspector acababa de preguntarme acerca de la identidadde Dogger, as que era lgico pensar que an no lo haban interrogado. Sinembargo..., qu les contara Dogger cuando lo interrogaran? A quinprotegera, a pap o a m? Exista alguna prueba que permitiera descubrir a la

    polica que la vctima an viva cuando la encontr?Yo respond bruscamente, yo descubr el cadver.

    Me sent como el petirrojo del cuento.

    Me lo imaginaba dijo el inspector Hewitt.

    Y entonces se produjo uno de esos incmodos silencios, interrumpidoslo por la llegada del sargento Woolmer, que se serva de su inmensa molepara arriar a pap hacia la sala.

    Lo hemos encontrado en la cochera, seor explic el sargento,

    escondido en un viejo automvil.

    Quin es usted, caballero? exigi saber pap. Estaba furioso y,durante un segundo, alcanc a ver fugazmente al hombre que haba sido enotros tiempos. Quin es usted y qu hace en mi casa?

    Soy el inspector Hewitt, seor dijo el inspector mientras se pona enpie. Gracias, sargento Woolmer.

    El sargento retrocedi un par de pasos, cruz el umbral y desapareci.

    Y bien? dijo pap. Hay algn problema, inspector?Me temo que s, seor. Ha aparecido un cuerpo en su jardn.

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    Qu quiere usted decir con cuerpo? Un cuerpo sin vida? Elinspector Hewitt asinti.

    As es, seor dijo.

    Y de quin es? El cuerpo, quiero decir.

    Fue entonces cuando me fij en que pap no tena contusiones, ni

    araazos, ni cortes, ni rasguos... por lo menos visibles. Tambin me di cuentade que haba empezado a palidecer, excepto en las orejas, que se le estabanponiendo del mismo tono que la plastilina rosa. Y me di cuenta de que elinspector tambin haba reparado en ello. No respondi de inmediato a lapregunta de pap, sino que la dej suspendida en el aire.

    Pap dio media vuelta y se dirigi hacia el mueble bar trazando unaamplia curva y rozando con la yema de los dedos la superficie horizontal detodos los muebles junto a los que pasaba. Se prepar un Votrix con ginebra y selo bebi de un trago, con un movimiento rpido y decidido que indicaba ms

    prctica de lo que yo imaginaba.An no lo hemos identificado, coronel De Luce. En realidad,

    esperbamos que usted pudiera ayudarnos.

    Al or esas palabras, pap palideci ms an, si cabe, y las orejas se lepusieron ms rojas.

    Lo siento, inspector dijo en un tono apenas audible. Por favor, nome pida que... No s afrontar bien la muerte, entindalo...

    Que no saba afrontar bien la muerte? Pap era militar, y los militares

    convivan con la muerte; vivanpara la muerte; vivan de la muerte. Por raro queparezca, para un soldado profesional, la muerte era la vida. Hasta yo lo saba.

    Y, del mismo modo, supe al instante que pap acababa de decir unamentira. De repente, sin previo aviso, un delgado hilo se rompi en algunaparte de m. Me sent como si hubiera envejecido un poco y algo antiguo sehubiera quebrado.

    Lo entiendo, seor dijo el inspector Hewitt, pero a menos que senos presenten otras vas de investigacin...

    Pap sac un pauelo del bolsillo y se sec primero la frente y despus elcuello.

    Estoy un poco alterado por... todo esto dijo.

    Hizo un gesto vago con mano temblorosa, sealando a su alrededor, ymientras lo haca, el inspector Hewitt cogi su cuaderno, levant la tapa yempez a escribir. Pap se acerc muy despacio a la ventana, desde dondefingi contemplar el paisaje, un paisaje que yo poda imaginar con todo detalleen mi mente: el lago artificial; la isla con sus ruinosos disparates

    arquitectnicos; las fuentes ahora secas, apagadas desde que haba estallado laguerra; las colinas a lo lejos...

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    Ha estado usted en casa toda la maana? le pregunt sin rodeos elinspector Hewitt.

    Qu? dijo pap, girando sobre sus talones.

    Ha abandonado en algn momento la casa desde anoche?

    Transcurri largo tiempo antes de que pap contestara.

    S respondi finalmente. He salido esta maana. Para ir a lacochera.

    Contuve una sonrisa. Sherlock Holmes dijo en una ocasin de suhermano, Mycroft, que encontrarlo fuera del Club Digenes era tan difcil comoencontrar un tranva en un camino rural. Lo mismo que Mycroft, pap seguasu propio camino y era improbable que se descarriara. Aparte de ir a la iglesia yde alguna que otra colrica escapadita en tren para asistir a alguna exposicinde sellos, difcilmente, por no decir nunca, asomaba la nariz fuera de casa.

    Y a qu hora ha sido eso, coronel?Las cuatro, ms o menos, puede que un poco antes.

    O sea, que ha estado en la cochera durante dijo el inspector Hewitt,echndole un vistazo a su reloj cinco horas y media? Desde las cuatro de lamadrugada hasta ahora mismo?

    S, hasta ahora mismo asinti pap.

    No estaba acostumbrado a que pusieran en duda sus palabras y, aunqueel inspector no se dio cuenta, yo s percib la creciente irritacin en su voz.

    Ya. Suele usted salir a esas horas de la maana?

    La pregunta del inspector son informal, casi despreocupada, pero yosaba que no lo era.

    No, la verdad es que no. No suelo hacerlo respondi pap.Adnde quiere ir usted a parar?

    El inspector Hewitt se dio un golpecito en la punta de la nariz con elbolgrafo, como si estuviera elaborando la siguiente pregunta para formularlaante un comit parlamentario.

    Ha visto usted a alguien?

    No dijo pap. Por supuesto que no he visto a nadie. No haba niuna alma.

    El inspector Hewitt dej de darse golpecitos el tiempo suficiente paraanotar algo.

    A nadie?

    No.

    Como si ya se lo imaginara, el inspector asinti despacio y con aire triste.

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    Pareci decepcionado y suspir mientras se guardaba el cuaderno de notas enun bolsillo interior de la chaqueta.

    Ah, una ltima pregunta, coronel, si no tiene inconveniente dijo derepente, como si acabara de recordar algo. Qu haca usted en la cochera?

    Pap apart la mirada de la ventana y tens los msculos de lamandbula. Entonces se volvi y mir al inspector directamente a los ojos.

    Eso no estoy dispuesto a decrselo respondi.

    Muy bien, pues dijo el inspector Hewitt. Creo que...

    Fue en ese preciso instante cuando la seora Mullet abri la puerta conun empujn de su enorme trasero y entr caminando como un pato, cargadacon una bandeja.

    He trado unas galletitas de semillas dijo. Galletas de semillas, t yun vasito de leche para la seorita Flavia.

    Galletas de semillas y leche! Yo detestaba las galletas de semillas de laseora Mullet tanto como san Pablo apstol el pecado. Puede que ms. Medieron ganas de trepar a la mesa y, con una salchicha clavada en el tenedor amodo de cetro, gritar con mi mejor voz de Laurence Olivier: No habr nadiecapaz de librarnos de esta turbulenta repostera?

    Pero no lo hice, sino que guard silencio. Con una discreta reverencia, laseora Mullet dej su carga frente al inspector Hewitt y entonces repar derepente en pap, que an segua junto a la ventana.

    Ah, coronel De Luce! Menos mal que ha aparecido usted. Lo estabaesperando. Quera decirle que ya me deshice del pjaro el cual muertoencontramos en el umbral de la puerta de ayer.

    A la seora Mullet se le haba metido en la cabeza la idea de que esoscambios de orden en la frase no slo resultaban pintorescos, sino tambinpoticos. Antes de que pap pudiera desviar la conversacin hacia otro tema, elinspector Hewitt tom las riendas del asunto.

    Un pjaro muerto en el umbral? Hbleme de ello, seora Mullet.

    Bien, seor, pues yo, el coronel y la seorita Flavia aqu en la cocinaestbamos. Yo acababa de sacar una riqusima tarta de crema del horno y lahaba puesto a enfriar en la ventana. Era esa hora del da en la cual empiezo apensar en regresar a casa con mi Alf. Alf es mi marido, seor, y no le gusta queande yo callejeando cuando es la hora de su t. Se pone todo efervescentecuando tiene que hacer la digestin fuera de horas. Y cuando a mi Alf se le cortala digestin, es un espectculo digno de verse. Cubos y fregonas por todaspartes, en fin...

    La hora, seora Mullet?

    Deban de ser las once, o las once y cuarto. Vengo cuatro horas todaslas maanas, de ocho a doce, y tres por las tardes, de la una a las cuatro, en

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    teora dijo, frunciendo el ceo en direccin a pap, que estaba demasiadoabsorto mirando por la ventana como para advertirlo. Siempre hago mshoras de las que me corresponden, sea por lo que sea.

    Y el pjaro?

    El pjaro estaba en el umbral, ms muerto que el asno de Dorothy. Erauna agachadiza, una de esas agachadizas chicas. Por suerte o por desgracia, enmis buenos tiempos llegu a cocinar tantas que s perfectamente cmo son. Qususto me pegu, la verdad, al verla all despatarrada: el aire le agitaba lasplumas, como si an le quedara vida despus de que se le hubo parado elcorazn. Eso es lo que dije a mi Alf: Alf, le dije, el pjaro estaba alldespatarrado como si an le quedara vida....

    Es usted muy observadora, seora Mullet dijo el inspector Hewitt,tras lo cual la seora Mullet se hinch como una paloma buchona y se ilumintoda ella con un resplandor rosa iridiscente. Vio usted algo ms?

    Bueno, pues s, seor, resulta que llevaba un sello clavado en el pico.Era casi como si lo llevara sujeto con la boca, sabe usted?, igual que lascigeas llevan a los nios en un paal. Sabe lo que quiero decirle? Ms omenos as, pero no exactamente igual.

    Un sello, seora Mullet? Qu clase de sello?

    Un sello de correos, seor..., pero no como los que se ven por ah hoyen da. Oh, no..., no se pareca en nada. Este sello en cuestin tena dibujada lacabeza de la reina. No su actual majestad, Dios la bendiga, la otra reina... Lacual se llamaba... reina Victoria. Bueno, por lo menos habra estado ah si el picodel pjaro no hubiera atravesado el sello justo por donde debera haber estadola cara.

    Est usted segura de que era un sello?

    Se lo juro, seor, que me muera ahora mismo si no es verdad. Mi Alfcoleccionaba sellos cuando era nio y an conserva lo que queda de sucoleccin en una vieja caja de galletas Huntley and Palmer que tiene guardadadebajo de la cama en la sala de arriba. Ya no la saca tanto como cuando ramos

    jvenes, porque dice que le pone triste. Aun as, reconozco un Penny Black1

    cuando lo veo, est o no ensartado en el pico de un pjaro muerto.Muchas gracias, seora Mullet dijo el inspector Hewitt mientras se

    procuraba una galleta de semillas. Nos ha sido usted de gran ayuda.

    La seora Mullet le dedic otra reverencia y despus se alej hacia lapuerta.

    Es curioso, le dije a mi Alf. Le dije: En Inglaterra nunca se venagachadizas chicas antes de septiembre. Cuntas habr asado en el espetn y

    1

    El denominado Penny Black (literalmente, penique negro) fue el primer selloadhesivo de la historia, emitido por el Reino Unido en 1840. Llevaba la efigie de la reinaVictoria. (N. de la t.)

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    habr servido con una crujiente tostada. A la seorita Harriet, que en gloriaest, nada le gustaba ms que una buena...

    O un quejido a mi espalda y me volv justo a tiempo de ver a papdoblarse por la mitad, igual que una silla plegable, y deslizarse al suelo.

    Debo admitir que el inspector Hewitt reaccion de inmediato. Se plantjunto a pap en menos de un segundo, apoy una oreja sobre su pecho, le aflojla corbata y utiliz uno de sus largos dedos para comprobar si algo le estabaobstruyendo las vas respiratorias. Estaba claro que no se haba dedicado adormir durante sus clases de primeros auxilios en St. John Ambulance. Unsegundo ms tarde abri la ventana, se llev a la boca los dedos corazn yanular y emiti un silbido. Yo habra dado una guinea por saber silbar as.

    Doctor Darby grit. Suba, por favor. Dese prisa!

    Y traiga el maletn.

    En cuanto a m, an me tapaba la boca con la mano cuando el doctorDarby entr en la sala y se arrodill junto a pap. Tras examinarlo rpidamente,sac de su maletn una pequea ampolla de color azul.

    Es un sncope dijo dirigindose al inspector Hewitt.

    Y despus, dirigindose a la seora Mullet y a m: Eso quiere decir quese ha desmayado. No es nada preocupante.

    Uf!Le quit el tapn al frasco y, durante unos instantes, justo antes de que se

    lo colocara a pap bajo la nariz, percib un olor familiar: era mi viejo amigo elcarbonato de amonio o, como yo lo llamaba cuando estbamos los dos solos enel laboratorio, sal voltil, o simplemente sal. Saba que amonio vena deamonaco y que el amonaco se llamaba as porque lo descubrieron no muy lejosde la tumba del dios Amn en el Antiguo Egipto. Parece que estaba presente enla orina de los camellos. Y tambin saba que ms tarde, en Londres, uncientfico al que admiraba haba patentado un mtodo gracias al cual se podan

    extraer sales de olor del guano patagn.Qumica! Qumica! Ah, cmo me gustaba!

    Cuando el doctor Darby acerc la ampolla a la nariz de pap, ste soltun bramido digno de un toro en un prado y levant los prpados como sifueran persianas enrollables. Sin embargo, no pronunci ni una palabra.

    Bien! Ya vuelve a estar usted entre los vivos! dijo el doctor mientraspap, visiblemente confuso, trataba de apoyarse en un codo y echaba un vistazoa su alrededor. A pesar del tono jovial que haba empleado, lo cierto es que el

    doctor Darby acun a pap como si fuera un recin nacido. Espere un pocohasta que se recobre. Qudese un minuto ah, sobre esa moqueta Axminster tan

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    bonita.

    El inspector Hewitt permaneci junto a ellos con gesto circunspecto hastaque lleg el momento de ayudar a pap a ponerse en pie. Apoyndose confuerza en el brazo de Dogger a quien se haba avisado, pap subi muydespacio la escalera y se dirigi a su habitacin. Daphne y Feely hicieron actode presencia, aunque de hecho su aparicin fue tan breve que apenas vimos un

    par de caras plidas tras el pasamanos.La seora Mullet, que correteaba ya de vuelta a la cocina, se detuvo un

    instante y con gesto solcito me puso una mano en el brazo.

    Estaba buena la tarta, cielo? me pregunt.

    Hasta ese momento me haba olvidado por completo de la tarta. Segu elejemplo del doctor Darby.

    Aj dije.

    El inspector Hewitt y el doctor Darby ya haban regresado al jardncuando sub muy despacio la escalera para dirigirme a mi laboratorio. Desde laventana, contempl con tristeza, y tambin con una extraa sensacin deprdida, a los dos camilleros que aparecieron por una esquina de la casa yprocedieron a colocar los restos del desconocido en una camilla de lona. A lolejos vi a Dogger, que se afanaba en decapitar ms rosas lady Hillingdonalrededor de la fuente del prado este, la que conmemoraba la batalla deBalaclava.

    Todo el mundo estaba ocupado. Con un poco de suerte no me resultara

    difcil hacer lo que me propona hacer y regresar antes de que los demsadvirtieran mi ausencia. Baj sigilosamente y sal por la puerta principal. Cogmi vieja bicicleta BSA, Gladys, que descansaba apoyada en una urna de piedra,y minutos ms tarde pedaleaba frenticamente en direccin a Bishop's Lacey.

    Cul era el nombre que haba mencionado pap?

    Twining. S, eso era. El viejo Cuppa. Y saba exactamente dndeencontrarlo.

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    CincoCinco

    La biblioteca pblica de Bishop's Lacey se hallaba en Cow Lane, una callesombreada y estrecha, flanqueada de rboles, que descenda desde High Streethacia el ro. La construccin original era un modesto edificio georgiano deladrillo negro, cuya fotografa a todo color haba aparecido en una ocasin en laportada de Country Life. Lo haba donado a Bishop's Lacey lord Margate, un

    muchacho del pueblo que haba triunfado cuando an era slo AdrianChipping, para despus aumentar todava ms su fama y su fortuna comonico proveedor de BeefChips un tipo de carne en conserva que l mismohaba inventado para el gobierno de su majestad durante la guerra de los

    bers.

    La biblioteca haba sido un oasis de silencio hasta 1939. Ese ao, mientrasestaba cerrada por reformas, se haba pegado fuego, al parecer, porque unoscuantos trapos de pintor haban empezado a arder por combustin espontnea,

    justo en el momento en que Neville Chamberlain, el primer ministro,

    pronunciaba ante los ingleses su famoso discurso, ese que deca: Puesto que laguerra an no ha empezado, no hay que perder la esperanza de que podamosevitarla. Dado que toda la poblacin adulta de Bishop's Lacey estabaapelotonada en torno a unos pocos aparatos de radio, nadie, ni siquiera los seismiembros del cuerpo voluntario de bomberos, haba detectado el incendiohasta que ya era demasiado tarde. Cuando llegaron los bomberos con su bombamanual de vapor, ya no quedaba de la biblioteca ms que un montn derescoldos. Por suerte, todos los libros se haban salvado, pues los habanguardado en un almacn provisional mientras duraran las reformas.

    Pero con el estallido de la guerra poco despus y la fatiga general desdeel armisticio, el edificio original no haba llegado a reconstruirse jams. El lugarque en otros tiempos haba ocupado no era ms que un solar invadido por lasmalas hierbas en Cater Street, justo al doblar la esquina del Trece Patos. Elterreno, cedido a perpetuidad a los habitantes de Bishop's Lacey, no podavenderse, y el almacn provisional de Cow Lane en el que se haban guardadolos libros haba acabado convirtindose en la sede permanente de la bibliotecapblica.

    Cuando dobl la esquina de Cow Lane desde High Street, vi en seguidala biblioteca: era un edificio bajo de pavs y azulejos construido en los aos

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    veinte para albergar un saln de exposicin y venta de automviles. Algunos delos letreros esmaltados en los que se lean los nombres de coches yadesaparecidos, como el Wolseley o el Sheffield-Simplex, seguan pegados a unade las paredes, casi tocando al tejado, es decir, demasiado alto como para atraerla atencin de ladrones o vndalos.

    Ahora, un cuarto de siglo despus de que el ltimo Lagonda hubo

    cruzado aquellas puertas, el edificio se haba sumido en una especie dedecrepitud resquebrajada y desportillada, como la loza en las dependencias dela servidumbre.

    Detrs de la biblioteca, y en los terrenos colindantes, una maraa dedecadentes edificaciones anexas, como si fueran lpidas apiadas en torno auna parroquia rural, se hundan en la alta hierba que creca entre el s