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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

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PRESENTACIÓN

En el Foro “Un campo para el campo, por un agenda pública para la economía campesina”

convocado por la Universidad Javeriana, SEGRARIO y Votebien y llevado a cabo el 24 de

noviembre, académicos, funcionarios y ex funcionarios públicos, editorialistas y candidatos a

la presidencia, se reunieron a analizar el estado actual y el futuro del campesinado. El debate se

apoyó en tres documentos, presentados por sus autores, Carlos Salgado Araméndez , Fernando

Barberi Gómez (con la coautoría de L. J. Garay S. y de I. Cardona L.) y Jaime Forero

Álvarez que fueron comentados por algunos expertos entre los cuales Alejandro Reyes

Posada, Gabriel Rosas Vega y Ricardo Torres nos entregaron sus observaciones por escrito.

Por otra parte, a Juan Guillermo Ferro y a Abaslón Machado les solicitamos, posteriormente,

hacer sus comentarios al el capítulo uno. Los tres escritos mencionados, junto con los

respectivos comentarios, se publican en los tres primeros capítulos de este libro.

En este foro se trató de dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿Qué está pasando, y qué

va a suceder con la economía campesina si se mantienen las actuales condiciones productivas,

afectadas críticamente por el desplazamiento y la concentración de la tierra? ¿Cómo va a ser

afectada la producción campesina si se aplica lo pactado con Estados Unidos en el Tratado de

Libre de Comercio? ¿La política pública actual está bien encaminada para estabilizar la

población y la producción rural? ¿Con qué cambios es preciso que se comprometa el Estado y

las instituciones de la sociedad colombiana para enfrentar estos retos? En el capítulo cuatro se

condensan las respuestas que dieron los candidatos Jaime Araujo, Gustavo Petro, Álvaro Leyva

Durán y Germán Vargas Lleras a estos interrogantes. Por diversas razones los demás

candidatos, al cierre de esta edición, no habían enviado sus respuestas o no habían respondido a

nuestra petición de hacernos llegar su aprobación para publicar las transcripciones de las

grabaciones que tenemos con sus declaraciones sobre estos temas. Esperamos que muy pronto,

por otros medios, podamos lograr el objetivo de reunir todas las propuestas de todos los

candidatos a la Presidencia sobre la política pública para la economía campesina y esperamos

poder seguir convocando al país a debatir sobre agricultura, la alimentación y el medio

ambiente. La idea es seguir trabajando para abrir dentro de la sociedad colombiana un campo

para el campo.

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PRÓLOGO

En medio de nuestras discusiones del SEGRARIO, Carlos Salgado, María Clemencia Ramírez

y yo descubrimos que por diferentes caminos habíamos llegado a una misma conclusión sobre

el campesinado colombiano. María Clemencia, a partir de sus investigaciones sobre las

dinámicas de los cultivadores de coca, Carlos, con base en sus estudios sobre las protestas de la

sociedad rural y yo después de un tiempo de estar dedicado al estudio de la producción familiar

agropecuaria, concluimos que la demanda central de los campesinos a la sociedad y al Estado

es, ante todo, que le reconozcan su condición de ciudadanos; de ciudadanos con acceso pleno a

todos sus derechos. Después de un tiempo de andar debatiendo este asunto encontramos que

Louis Malassis había llegado a esta misma conclusión en su libro La epopeya inacabada del

campesinado mundial, una obra monumental, publicada en el año 2001, que abarca una amplia

gama de países y que recorre la historia de las sociedades rurales hasta nuestros días.

Para el campesino actual el pueblo, o la ciudad, es parte complementaria de su hábitat, de su

territorio. Allí hace sus fiestas, allí vive parte de su familia y allí realiza parte de sus trabajos.

En ese medio urbano se comunica con el resto del mundo, se relaciona con muchas otras

personas (con una gran multiplicidad de actores sociales y económicos, si se quiere). Allí tiene

y construye parte de sus espacios vitales: el parque, la plaza, la tienda, la cafetería, la casa de

sus parientes y de sus amigos, el coliseo de deportes en donde apoya entusiastamente al equipo

de fútbol o baloncesto de su vereda. Ese es el espacio de sus rituales en donde se casa, bautiza

a sus hijos y entierra a sus muertos. El pueblo o la ciudad no es solamente el sitio en donde

compra su mercado y vende sus productos, sino que es una parte fundamental de su

territorialidad y de su identidad como ciudadano. “Me voy pa’l pueblo hoy es mi día, voy a

alegrar toda el alma mía” dice una canción que tiene más de cincuenta años. Estos versos, a mi

manera de ver, reflejan el vínculo de los campesinos mestizos y negros latinoamericanos con el

mundo urbano, su pertenencia orgánica y su identificación con la “sociedad mayor” de la cual

se sienten parte.

En Colombia, la territorialidad del campesino mestizo es más difusa que la de los indígenas

quienes han logrado precariamente, en unos casos, holgadamente, en otros, establecer sus

espacios geográficos definidos en los cuales ejercen, o tratan de ejercer, su autonomía. El

indígena exige el goce total de sus derechos como ciudadano colombiano y como etnia que

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posee una entidad que lo diferencia en la diversidad y que lo incluye en la multiculturalidad.

Por su parte el campesino, lucha día a día por integrarse a una sociedad que no lo reconoce

como bien lo plantea Carlos Salgado en el capítulo uno de este libro.

Quizás la principal deuda que tiene la sociedad con el campesinado es reconocerlo como un

productor que contribuye sustancialmente a la alimentación, a las agroindustrias y a las

exportaciones del país, tal como se muestra en el capítulo tres. Y como un ciudadano que tiene

plenos derechos a la alimentación, la vivienda, la educación, la salud y a ser sujeto activo y

partícipe de la producción cultural del país.

El campesino demanda que lo dejen ser lo que es y lo que quiere ser. Pero para poder ser uno

mismo se requiere ser aceptado y reconocido por su sociedad, por su país. El campesino

demanda que si trabaja la tierra con un azadón, con un machete, con un tractor, con una

guadaña o con una bomba fumigadora, se le reconozca que es un productor agrario y no que se

le reduzca a la categoría miserabilizante de “labriego” que a mi juicio es un concepto que lo

define como un ser marginal que inspira lástima.

El campesino es un actor que a pesar de haber desarrollado capacidades con las cuales logra ser

eficiente como productor agropecuario tiene severas limitaciones para el acceso a los medios

para poder aplicar su experticia. Pero aun así, estos productores contribuyen decisivamente a

nuestro sistema agroalimentario y exportador mientras la sociedad desconoce quiénes son

realmente sus campesinos.

Para poder ser campesino, productor familiar, pequeño agricultor o ganadero, se necesita tener

acceso a los factores de la producción y entre ellos a la tierra. A la tierra que para el campesino

es, al mismo tiempo, patrimonio económico, familiar y cultural. A la tierra que es un elemento

sustancial para el soporte de su familia y de su comunidad rural.

En Colombia la comunidad rural por no sé qué razones se ha denominado “la vereda”. La

vereda es un espacio al cual se pertenece (yo soy de Aguasclaras) y en el cual se emprenden

obras colectivas como la construcción o el arreglo de la carretera o de la escuela. La vereda es

una entidad social que tiene una representación en las Juntas de Acción Comunal que

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desarrollan mecanismos para negociar recursos con el Estado. De manera que el campesino es,

al mismo tiempo, un ciudadano independiente que ejerce su actividad productiva de forma

individualizada en el seno de cada familia, que pertenece a una comunidad rural y que se

identifica con un ámbito rural-urbano que incluye su pueblo, su ciudad, su país.

El campesino es un ciudadano que reclama, exige, necesita que la sociedad lo deje ser él

mismo. Pero la sociedad le inhibe su realización porque permite la perpetuación del

latifundismo que le restringe el acceso a la tierra y porque las entidades y programas que deben

brindar el soporte financiero, tecnológico y comercial a la producción agropecuaria, son

insuficientes y en no pocos casos discriminan en su contra.

En medio este estado de cosas al campesino no se le tiene en cuenta cuando se formulan las

políticas agropecuarias que muchas veces, y desde hace décadas, se diseñan ignorándolo, o

llevándole inconsultamente programas. Todo esto se refleja, por ejemplo, en el caso del

Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Mientras que los efectos de este acuerdo

sobre el empresariado agropecuario han sido objeto, desde hace varios años, de un amplio

debate, hasta ahora comenzarán a discutirse sus consecuencias sobre el campesinado, gracias al

trabajo cuyos resultados estamos dando a conocer en el capítulo dos de este libro. Y téngase en

cuenta que este estudio advierte que las consecuencias serán particularmente nocivas para

amplios grupos de los pequeños productores agropecuarios.

El cuadro del desconocimiento y de los obstáculos para el desarrollo de la producción

campesina se agudiza, hasta el extremo de una gran catástrofe social y económica, con el

desplazamiento forzado generado por los actores armados del conflicto que vive el país. El

desplazamiento ha implicado la usurpación de las tierras, las viviendas, los animales y las

herramientas de más de 700.00 familias y ha conducido a la miseria a más de 500.000 hogares

campesinos que han sido arrastrados brutalmente hacia unas ciudades que no tienen la

capacidad de asimilar a los perdedores de la guerra. Aquí no estamos ante el cuadro alegre del

campesino que va a su pueblo o a su ciudad un domingo cualquiera, ni se trata de un migrante

que busca la forma de instalarse en otro sitio que le brinde mejores oportunidades. El

desplazamiento forzado significa el desarraigo de una multitud de seres humanos que tenían su

propio mundo, y habían construido una parte de la nación, en los campos colombianos.

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La brutalidad del desplazamiento y la sutileza del desconocimiento por parte de la sociedad y

del estado, forman parte de los múltiples obstáculos que se oponen a que los campesinos

desarrollen todas sus potencialidades a favor de ellos mismos y en pro del desarrollo

económico y social del país. Porque, tanto en Colombia, como lo plantea Carlos Salgado, y en

el resto del mundo, como lo ha mostrado Louis Malassis, después de estudiar la historia y la

situación actual del campesinado de casi todo el planeta, los campesinos buscan, ante todo, su

reconocimiento y su derecho pleno a la ciudadanía. Han vivido y viven, en palabras de

Malassis, una lucha por romper las ataduras serviles y por ser reconocidos completamente

como ciudadanos; por conservar sus creencias y por liberarse de las estratagemas con que las

religiones han tratado de someterlos a los poderes que los explotan y los marginan; por acceder

a la formación básica y profesional y a la cultura; por organizarse y hablar en su propio

nombre; por abrirse a la sociedad y al mundo; por salir de la pobreza; por su dignidad y por el

respeto a sí mismo y a los demás. En fin ha sido, y es, una larga marcha la de los campesinos

de todo el mundo dirigida a “tomar en sus propias manos su destino, a proclamar lo que ellos

mismos son y a expresar la forma como ellos conciben su futuro.”

Jaime Forero Álvarez

Bogotá, 1 de diciembre de 2009

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CAPÍTULO 1

PROCESOS DE DESVALORIZACIÓN DEL CAMPESINADO

Y ANTIDEMOCRACIA EN EL CAMPO COLOMBIANO

Carlos Salgado Araméndez*

Introducción

Uno de los fenómenos sociales más dramáticos de Colombia es el desplazamiento forzado de

población. Según los datos del Grupo de Verificación de la Comisión de Seguimiento a la

Política Pública sobre Población Desplazada, el 74% de esta población ha sido expulsada de

territorios rurales en los cuales dejaron abandonado su patrimonio económico y social.

El trabajo del Grupo de Verificación es claro en mostrar las cifras de este drama y avanza en la

definición de propuestas sobre verdad, justicia y reparación. Sin embargo, bien vale la pena

preguntarse por qué ha pasado y continúa sucediendo este fenómeno, por qué la sociedad

urbana lo observa con indolencia y por qué las políticas públicas gubernamentales parecen no

encontrar una respuesta que permita superar lo que la Corte Constitucional ha denominado el

“estado de cosas inconstitucional”.

* Economista, MA Medio Ambiente y Desarrollo, Director del Proyecto Planeta Paz.

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El fenómeno del desplazamiento ha permitido que algunas miradas vuelvan sobre la cuestión

rural, concentrando su atención en la problemática de las tierras conculcadas y los mecanismos

necesarios para su restitución. Si bien el tema de la tierra –del abuso sobre el recurso bajo

control de la población desplazada y su concentración− es necesario, no parece suficiente para

crear las condiciones de una reparación justa, brindar las garantías de no repetición y promover

una estructura rural democrática e incluyente.

Este documento aprovecha la crítica situación creada en el campo colombiano para una lectura

del problema y sugerir unos temas para el debate.

¿Es la tierra realmente el problema central?

La discusión actual sobre restitución y reparación se ha concentrado en la cuestión de la tierra,

convirtiendo a este factor en el eje del debate. Ello es así porque la tendencia histórica a su

concentración, el uso actual y la presencia marcada de terratenientes e inversionistas se

muestran estrechamente ligados a la dinámica de un conflicto que, se estima, es el causante

último de la expulsión y el despojo. Pero ésta no es la única versión, puesto que en la

perspectiva gubernamental el conflicto no existe y se tiene entonces que es la presión de

agentes del terrorismo la causante de la corrida de población; la derrota militar de estos agentes

es entonces la condición para terminar con el desplazamiento y estabilizar el control sobre la

tierra, a lo que se suman acciones de control territorial que brinden confianza para las

inversiones en macroproyectos.

Pero sobre la tierra como factor productivo, de renta y cultural existen varias interpretaciones

que modifican sensiblemente las apreciaciones de quienes intervienen en los debates. Desde la

lógica de los programas de reforma agraria que estuvieron ligados a los modelos de sustitución

de importaciones y promoción de exportaciones, la tierra era un factor productivo esencial para

el desarrollo de políticas agrarias activas, razón por la cual se promovió su uso hasta el punto

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de estimular la colonización como vía para ampliar la frontera agropecuaria y desfogar

problemas sociales. Bajo esta perspectiva, la disputa por el recurso fue intensa, en tanto su

tenencia permitía no sólo el acceso directo a una rica biodiversidad por explotar sino porque

daba lugar al control de la población y del poder político. Téngase en cuenta que la economía

colombiana ha tenido una dependencia histórica de los bienes y servicios prestados por la tierra

y su entorno, explícita en mercados externos legales e ilegales, divisas, alimentos, materias

primas y mano de obra baratos. La acumulación originaria de la economía colombiana ha sido

posible gracias a los recursos del ámbito rural, con el control sobre la tierra como eje de ese

modelo.

Los resultados de estos modelos en términos de equidad, justicia y democracia son paradójicos

por varias razones. Primero, al tiempo que promovieron la modernización del campo a partir de

una estructura de medianas–grandes propiedades, no crearon una institucionalidad lo

suficientemente sólida que definiera de manera precisa los derechos de propiedad tanto

privados como públicos. Segundo, hicieron eco de la perspectiva modernista de la economía

que indicaba que la vía para salir del subdesarrollo era la industrialización que, al requerir

trabajadores y alimentos baratos, demandó la modernización del campo y la expulsión de sus

excedentes de mano de obra, de donde se derivó una política de reforma y reparto marginal de

la tierra. Tercero, estos modelos de desarrollo definieron una cuádruple perspectiva sobre la

población rural: al sector de los colonos le asignó la tarea de abrir nuevas tierras sin definirles

una estructura de asignación de propiedad, con lo cual facilitó su posterior despojo por parte de

terratenientes; a un sector del campesinado le asignó la tarea de producir alimentos baratos con

un reparto mínimo de tierra o incluso sin reparto como en el caso DRI, y ser jornalero de las

haciendas y explotaciones de materias primas, sin definirles una estructura moderna de

derechos laborales; otro sector del campesinado debió salir del campo bien mediante la

exclusión del reparto de la tierra o expulsado a través de mecanismos de coerción sin que el

Estado castigara estas acciones, y se abrió espacio para la consolidación de inversionistas del

agro y productores de materias primas sin regular su accionar económico. Cuarto, no se

atrevieron a tocar la estructura terrateniente que se consolidó a partir de la captación de rentas,

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el control político local y la cooptación de los espacios públicos de representación política,

amparada en un tipo de presencia estatal centrada más en la fuerza que en la democracia.

Se tiene entonces una herencia compleja de los modelos de desarrollo industrial, promotores de

la movilización de la población rural hacia distintos frentes bajo una perspectiva hegemónica

en lo cultural y económico, en la cual el control sobre la tierra jugó el papel de eje articulador

puesto que su uso era vital para la reproducción del capital y la consolidación de los nuevos

actores económicos. Estos modelos tenían implícita una desvalorización relativa del

campesinado, no sólo porque no lo estimaron sujeto apto para el desarrollo sino porque a una

alta proporción le asignó un rol subsidiario, como peón de brega sin garantías en la apertura de

nuevas tierras, como jornalero y proveedor de alimentos baratos. Esta desvalorización se hizo

más fuerte en los procesos de ajuste del modelo, en la medida en que la reestructuración de los

procesos fabriles, la flexibilidad laboral en la manufactura y la apertura de mercados han hecho

menos necesarios el trabajo manual, la manutención de los trabajadores y ha facilitado un

mayor flujo de alimentos en el mercado mundial.

¿Por qué subsiste el campesinado? La mayor parte de la teoría puesta al servicio de los

modelos convencionales y alternativos del desarrollo, propios de la época entre los años

cuarenta y ochenta, apostó por la rápida desaparición del campesinado y la consolidación de la

agricultura empresarial con asalariados rurales. Sin embargo, hay al menos cuatro razones que

permiten entender por qué esta apuesta no se dio. Primera, la disponibilidad de tierras y

recursos por explorar y explotar no se ha agotado, pues de hecho sólo hasta años muy recientes

se llenaron los vacíos al interior de la frontera agropecuaria y aún quedan los confines de la

Orinoquia, el Chocó y algunas tierras altas. La política gubernamental no ha dictaminado un

cierre de la frontera y es laxa frente a la colonización aún a costa de la destrucción de

ecosistemas vitales. Segunda, la incapacidad de la industria manufacturera para generar empleo

productivo y con calidad a las capas urbanas deja un espacio amplio para la provisión de

alimentos baratos, que el campesinado suple con solvencia. Tercera, el campesinado ha

desarrollado un amplio acervo de capacidades para lograr niveles de integración al modelo

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productivo y tecnológico, al aprovechar los resquicios y las políticas definidas a su favor, que

le permiten ser sostén del sistema agroalimentario nacional; este papel ha permitido algunos

momentos de articulación con el Estado. Cuarta, las élites han hecho caso omiso del conflicto y

han permitido el funcionamiento de una institucionalidad arbitraria que a la vez que promueve

la barbarie contra la población rural, estimula sus acciones de resistencia, explícitas en

múltiples acciones de orden económico, social, político y cultural.

Los estilos y modelos de desarrollo promovidos hasta los años ochenta tuvieron una visión

sobre lo rural, sobre la tierra en particular, y generaron unas formas específicas de integración–

expulsión de la población; se lucraron incluso de unos ciclos de la violencia para intentar

ajustar el uso de los recursos y desde el desdén modernista procuraron hacer funcional a sus

intereses el conflicto colombiano. Pero la visión sobre la cuestión rural cambió desde los años

noventa y con ello la importancia de los anteriores factores productivos (capital, tierra,

trabajo), de los mecanismos de integración y de presión sobre la población. Fueron varias las

razones que impulsaron el cambio de perspectiva: la mayor apertura del mundo gracias a los

sistemas de información basados en el concepto de red, las transformaciones en el modelo

fabril con el desarrollo de la tecnología, la aplicación del conocimiento tecnológico a todos los

procesos productivos dados los avances en el descubrimiento de nuevos materiales y la

aplicación de la ciencia a los procesos de la vida, la desregulación laboral, la consolidación de

bloques regionales de países, y la disputa por recursos y mercados localizados en territorios

específicos. Sobre estos cambios, entre otros, la visión sobre lo rural fue influenciada, en

particular, por la perspectiva europea para la definición de su “política agrícola común –

PAC−”.

En el contexto de la configuración de la Unión Europea, el debate sobre la PAC fijó sus

argumentos en la necesidad de reconocer que lo rural era mucho más que lo agrícola, que la

política debía permitir la explotación de multiplicidad de recursos y que éstos se encontraban

en territorios específicos. En consecuencia, tendió a definir programas institucionales concretos

para apoyar estos territorios –conocidos como Leader y de integración municipal- y proveyó

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los recursos para el reacomodo productivo de la población. Tras unos años de infructuosa

aplicación directa de los programas de apertura en el campo, la tecnocracia y la academia

latinoamericana, incluida la colombiana, apropió la matriz de la PAC para implementarla como

paradigma en nuestros países sin reparar en las diferencias de contexto, en particular, las

relativas al desarrollo de conflictos armados como el colombiano. Su argumento principal para

hacer tal copia de la matriz, se basó en que muchos años de apoyo a la agricultura y a la

reforma agraria sólo arrojaban como resultado una estructura poco democrática y eficiente que

demandaba no sólo un cambio de visión sino de institucionalidad. En unos muy pocos años,

bajo la influencia del IICA (Instituto Interamaricano de capacitación Agrícola adsrito a la

OEA) , la matriz en debate para la PAC pasó a definir la política para lo rural, colocando el

énfasis en la multiplicidad de servicios y actividades posibles en los espacios rurales que deben

ser aprovechados con la aplicación del conocimiento más avanzado, en la necesidad de

intervenir sobre territorios y promover el empresariado como actor clave en la nueva

reconfiguración. Esta versión acogió los conceptos de “multifuncionalidad de la agricultura”,

“agricultura ampliada” y “desagrarización del campo”, que en buena medida han sido

recogidos por lo que se ha dado en llamar la “nueva ruralidad”, conceptos que se han

mezclado con un poco del marco teórico del desarrollo endógeno en lo que respecta al análisis

micro, el desarrollo de los contratos y los sistemas de información.

Como se observa, desde el punto de vista tecnocrático, académico y gubernamental, las

categorías del desarrollo rural son otras. De las políticas sectoriales activas se pasó a las áreas

de trabajo; de los viejos factores productivos –capital, tierra, trabajo− se pasó a las nuevas

formas del capital (social, humano, físico, natural), a los bienes y servicios públicos, y al

desarrollo de la capacidad científica y tecnológica para la aplicación del conocimiento; del

análisis de estructuras se pasó al desarrollo institucional y a la primacía suprema del mercado

externo como finalidad del proceso económico, bajo las premisas de competitividad no sólo de

los factores sino de los territorios. Bajo este esquema, el actor fundamental es el “empresario”,

único sujeto capaz de integrarse en la dinámica global, con lo cual se fortalece una nueva ola

de desvalorización del campesinado.

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El mundo rural ha sido también el escenario central del conflicto social y armado. La disputa

por el control de la tierra fue el eje de múltiples conflictos generados desde el siglo XIX por la

política de concesiones y por la decisión gubernamental de a quién asignarla, como sucedió

con la guerra desatada en los años treinta del siglo pasado. La ley 200 optó por los propietarios

medios y grandes, haciendo del concepto de “función social” en el marco de su propuesta

modernista, un medio para excluir a los colonos y campesinos. La violencia ganó entonces un

estatus formal y desde entonces, y hasta los años ochenta, fue el marco en torno al cual se

desarrolló la política rural, la lucha social y la confrontación terrateniente. Esta multiplicidad

de actores fue el espacio propicio para la continuidad y extensión del conflicto armado,

provisto de una ideología distinta bajo el Frente Nacional. Pero en las dos últimas décadas, el

conflicto ha cambiado su composición y algunos de sus actores han mantenido la tierra como

botín de guerra, puesta en un contexto en el cual intereses particulares propios de élites locales

y nacionales se lucran de la coerción para ampliar sus rentas a través del control sobre los

recursos públicos y la población, lógica que apunta a controlar el territorio (el espacio) y la

territorialidad (el poder), con fuertes inversiones privadas para controlar también la economía

local. Esta lógica, que combina la promoción de la inversión con la coerción, ha hecho

funcional para sí tanto el conflicto como la política pública, que no se ha hecho preguntas sobre

la relación entre economía y conflicto. Lo rural, la tierra en particular, no se entienden entonces

sin el desarrollo del conflicto colombiano.

¡Es el reconocimiento de los actores y sujetos sociales!

El campesinado y los pueblos rurales han desarrollado una lucha de siglos por el acceso y

control sobre los recursos, la tierra y territorios. Los pueblos indígenas y afros han logrado

conquistar legislaciones especiales que les confieren un estatus de ciudadanía acorde con su

manera de interpretar culturalmente sus derechos, puestos en un lugar concreto, un territorio,

sobre el cual tienen –al menos jurídicamente− control, es decir, ejercen territorialidad. Dentro

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de ello, la ley les otorga titularidades especiales sobre los recursos, el territorio y la justicia.

Ello no es así para el campesinado, desprovisto de reconocimientos elementales como el de ser

sujeto cultural y del desarrollo. El repertorio de protestas campesinas y sus proclamas han

reclamado por siempre un estatus acorde con su situación, estatus al que creen tener derecho no

sólo por el simple hecho de ser humanos sino por las contribuciones que hacen a los procesos

sociales, económicos, políticos y culturales. Así lo expresó el Mandato Campesino de finales

de los años sesenta del siglo pasado y el Mandato Agrario de finales de los años noventa. No

han reclamado una ciudadanía similar a la indígena, a la afro o a la urbana; han reclamado una

que les permita una integración a los procesos de desarrollo ubicados en su contexto, derecho

ciudadano que les ha sido negado por la desvalorización que han sufrido.

Un sujeto social desvalorizado suele no ser reconocido socialmente y sufre un daño severo en

la construcción de su propia subjetividad. El no reconocimiento social conduce a que la

sociedad no avale procesos de redistribución de activos en su favor, constituyendo una doble

falla que configura un cuadro de injusticia con el cual es tratado. Sin reconocimiento y sin

redistribución a su favor, este sujeto es fácilmente vulnerado por aquellos otros sujetos o

actores que creen tener el favor de la sociedad porque portan los “valores” que impone el

desarrollo.

La disputa ideológica y práctica por la tierra se ha diluido ante la fortaleza de los otros actores

que intervienen en el mundo rural, que la apropian para explotar los recursos que sustenta,

ejercer controles territoriales e imponer sus normas. En este sentido, el enfoque que copia la

matriz de la política europea resulta ser completamente funcional al conflicto colombiano y sus

manifestaciones. Al colocar el territorio −recursos en él existentes− como sujeto de la política

y romper la relación sujeto (comunidad) – trabajo − tierra, termina poniendo en cuestión el

manejo de la territorialidad, es decir, del sistema de poder que controla el territorio. Por ello,

los actores de la violencia se ven impelidos a desocupar el territorio de población, de

organización social y política para definir una nueva forma de poder, acción en la que arrasan

incluso con la legislación existente (la de pueblos indígenas y afros). Su accionar tiende

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entonces a des-configurar el territorio en la forma actual para reconfigurarlo de acuerdo a sus

intereses, con la dotación de población mínima necesaria. El desplazamiento forzoso de

población es entonces un mecanismo adecuado para esta reconfiguración.

La tierra en sí misma es valiosa como recurso físico y económico pero como proceso social y

político tiene una importancia relativa puesto que no puede/debe entenderse por sí misma sino

con todo el conjunto de relaciones con que se asocia. En el mundo rural no hay cultura sin la

tierra, pero ella no es sin su entorno ecosistémico, cultural y las maneras de transformarla. Por

ello mismo, en lo que tiene que ver con el fenómeno del desplazamiento forzado, la relación

principal a resaltar es el vínculo que se establece entre el sujeto y la tierra: ¿puede el primero

hacer un ejercicio de enriquecimiento social y cultural con la segunda? ¿Cuál es el tipo de

ejercicio que puede/debe reconocer la sociedad? ¿Cuál es entonces el tipo de sujeto? ¿Amerita

este sujeto acciones de redistribución en su favor? ¿En caso de despojo, la sociedad puede y

debe reconocer y avalar acciones de restitución y reparación porque el ejercicio del sujeto se

estima valioso económica, política, cultural y socialmente?

En la lógica convencional del desarrollo –refiriéndonos con ello a la economía eficientista y

productivista−, la tierra es despojada de todo atributo cultural comunitario para pasar a ser

parte relacional con otros factores productivos puestos en juego en un nuevo modelo cultural y

social, agenciado por actores que se estima son capaces de constituir capital humano y social,

aquellos fundamentados en un tipo universal de educación y capacidad de cooperación. El ex

ministro de agricultura, Andrés Arias, expresaba esta lógica de manera clara en el caso

Carimagua, cuando desestimó a las familias campesinas como hábiles para trabajar estas tierras

y valoró únicamente al “empresariado”. Es decir, en su lógica, la tierra está allí pero no el

sujeto apropiado.

En consecuencia, el centro del problema no es la tierra, sin que ella deje de ser crucial. El

centro del problema es el reconocimiento del sujeto. Si este reconocimiento no se hace efectivo

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o, en otras palabras, si para el caso del campesinado, indígenas y afros no se corrige la falla de

reconocimiento que ha dado lugar al desplazamiento forzado y a la no reacción de la sociedad

frente a esta atrocidad, cualquier política redistributiva será mínima y no brindará garantías de

no repetición del desplazamiento. Es decir, el Estado hará una cesión mínima de un activo con

un respeto mínimo del sujeto, pues su apreciación desvalorizada del sujeto así lo indicará.

Puesto este argumento en otras palabras, la única manera de que haya reparación con justicia es

que la memoria de la contribución del campesinado a la sociedad colombiana sea restablecida

para que ni la sociedad ni el Estado permitan que estos hechos se repitan y, en consecuencia,

protejan las acciones de restitución y reparación.

Bajo esta perspectiva, las acciones de política podrán determinar cuál es el papel que los

diferentes actores pueden jugar en el espacio rural y cuál es el manejo de las relaciones de

poder; es decir, quiénes ocupan qué territorios, para qué y con qué mecanismos de poder

avalados social y políticamente.

¿Cómo reparar las fallas de reconocimiento y redistribución?

A pesar de la existencia de un discurso hegemónico sobre lo rural, hay distintas variantes e

interpretaciones sobre cómo llevar a cabo la política concreta, bien desde lo convencional

como desde lo alternativo. Un ejercicio de sistematización1 sobre las agendas rurales muestra

que los temas que discuten hoy abren un espectro amplio para el debate.

1 Documento de trabajo de Planeta Paz sobre sistematización de las agendas del movimiento

campesino. No publicado.

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La tierra y el desarrollo. Se esbozan estas grandes líneas:

a. Reforma agraria. Cinco posiciones analíticas:

El problema central del campo es la distribución de tierras acompañada de una política

social (crédito, asistencia técnica, servicios, educación, etc.). Es el punto de partida del

Mandato Agrario.

El problema central es el acceso del campesinado a más tierra para poder aplicar su recurso

de mano de obra, tanto a través de la redistribución como del mercado de tierras. Visión de

algunos académicos.

El problema central no es la tierra, es la sujeción de la mano de obra, caso en el cual la

distribución es sólo una parte del problema. Incluso, hay tierra sobrante. Visión de algunos

ambientalistas.

El problema no es la tierra, es el conocimiento, caso en el cual su distribución se

desvaloriza como estrategia de desarrollo rural. Visión de los enfoques contemporáneos

sobre desarrollo, influenciados por el IICA y el Banco Mundial.

El problema es el control del territorio para explotar los recursos allí existentes. Visión del

Gobierno.

b. Cómo hacer distribución de tierra: Cinco opciones:

Vía reorganización de la estructura de la tenencia de la tierra, tanto con una política de

reforma profunda como con acciones que den poder al campesinado.

Vía mercado, tanto a través del mercado de tierras promovido por el gobierno, como a

través de la promoción y apoyo del mercado desarrollado por el campesinado.

Una combinación de ambas formas, definiendo los lugares y sujetos de expropiación, de

conflicto, de compra y de promoción del mercado.

Reorganización de la estructura de la propiedad vía impuestos, castigando duramente los

usos improductivos y actualizando catastro.

Acceso por vía de arrendamiento y no necesariamente por redistribución de la propiedad.

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c. Reforma rural más que reforma agraria: la reforma agraria sin una reforma del ámbito rural

no resuelve ningún problema, caso en el cual su ejecución estaría subordinada a reformas en el

ámbito de lo rural. Queda la pregunta: ¿desde cuál enfoque? Desde la lógica de los enfoques

territoriales es una reforma esencialmente institucional.

d. Reforma ambiental más que reforma agraria: la redistribución de la tierra sin atender al

estado de los recursos y los ecosistemas, sólo conducirá a un mayor deterioro de dichos

recursos y ecosistemas y al empobrecimiento de los supuestos beneficiarios.

e. Reconocimiento y redistribución: el problema central no es la tierra, es el reconocimiento del

campesinado como actor social sin el cual las acciones de redistribución son marginales e

inocuas.

f. Vía colonización: Dos posiciones:

Se promueve la colonización acompañada de política social.

No se promueve la colonización y se exige la redistribución dentro de la actual frontera

agropecuaria.

g. Tierra y conflicto: plantea el problema de territorios y territorialidad, especialmente de

pueblos indígenas y de población afro, la posibilidad de disputar territorios para el

campesinado y la resolución de las tierras expropiadas por los actores de la violencia.

Los actores. Tres temas centrales:

Los actores del desarrollo rural: quiénes son, qué roles desempeñan, qué responsabilidades

les asigna la sociedad.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

El campesinado: cuál es la visión que se tiene de él (heterogeneidad, identidades, niveles de

integración a los mercados, tecnologías apropiadas, ingresos, pobreza, capacidades,

desarrollos tecnológicos, procesos políticos en defensa de derechos, imaginarios, economía

familiar, asociaciones, etc.), cuáles son los roles que se le asignan en lo económico y en lo

político y cuáles las estrategias de reconocimiento.

El empresariado: ligado a cadenas de producción, clubsters y redes de cooperación

orientados principalmente a la exportación.

La sustentabilidad. Cuatro temas:

a. Seguridad y soberanía alimentaria. Dos enfoques:

Seguridad alimentaria, propio de la economía y la política convencional: la seguridad

alimentaria se refiere a la provisión de alimentos de calidad y baratos a la población, sin

importar su lugar de origen en el mercado internacional.

Seguridad, autonomía y soberanía alimentarias, propio de las organizaciones alternativas

que promueven la producción y defensa del mercado interno, de la biodiversidad y la

reducción de la dependencia no siempre ecológica.

b. ¿Con qué tecnologías? Al respecto, dos posiciones:

Con la tecnología de la “revolución verde”, haciendo los ajustes biotecnológicos. Se

argumenta que el campesinado se ha apropiado de esta tecnología y podría hacer los ajustes

sin dificultad.

Con tecnologías alternativas, pero ¿cuáles? Hay al menos 20 tipos de “agriculturas para la

vida”. ¿Cuál o cuáles de ellas se ajustan a “nuestro” enfoque del desarrollo?

c. Desarrollo rural y biotecnología vs sustentabilidad. Dos enfoques:

La resolución del desarrollo rural, dados el volumen de población y la estructura de los

ingresos, sólo es posible con la aplicación de los desarrollos tecnológicos tipo transgénicos

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o propios de la biotecnología (insumos seguros para el medio ambiente) al conjunto de

bienes existentes en el medio rural.

El desarrollo rural apuntalado en la aplicación de la biotecnología no reduce ni la

dependencia ecológica ni el intercambio ecológico desigual. Pero otra vez el problema:

¿qué enfoque de sustentabilidad?

d. Reforma rural ambiental. Cuatro temas:

Definición de la unidad ambiental: ecosistemas, cuencas, regiones ecológicas, suelos.

Reforma ambiental que relacione ecosistemas y culturas y no unidades administrativas o

políticas (en este caso se opone al enfoque de reforma territorial, más de corte

administrativo).

Definición de los procesos de transformación productiva y usos del suelo.

Conflictos ambientales: agotamiento de los recursos, apropiación y distribución de los

recursos, usos de la biodiversidad, control de los recursos incluida la mano de obra y el

mercado de tierras, mecanismos de sujeción incluida la violencia política.

El territorio: como unidad de control y manejo de los recursos desde la óptica de la

economía ambiental.

Cultivos de uso ilícito. Tres lecturas al respecto:

Son cultivos ilícitos, proscritos y son un problema. Solución: erradicación y sustitución

forzada.

Son cultivos de uso ilícito y su solución nace de la concertación y políticas sociales

dirigidas.

Son cultivos de uso ilícito y su solución depende de la solución de la cuestión rural.

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Un tema por trabajar

Las ciudades y las regiones: huella ambiental, sistemas de abasto alimentario, servicios

ambientales, satisfacción de necesidades básicas, transformación productiva (agroindustria),

gobiernos locales y participación.

A pesar del espacio que han perdido los temas rurales en el medio académico, los pocos

lugares en los cuales aún se produce conocimiento sobre el tema −las organizaciones sociales y

ONG−, generan opciones que hacen contraste con la política gubernamental, tan centrada en

una visión unilateral. Este debate es esencial para la toma de decisiones sobre lo rural, la

agricultura y los actores que han de continuar interviniendo, puesto que el conflicto social,

político y armado, la política gubernamental y las acciones sociales de resistencia tienen de

hecho un lugar teórico y práctico que produce consecuencias.

Lo que quiere manifestar este ensayo es que las acciones de restitución y reparación de la

población desplazada deben ser entendidas en el porqué del fenómeno para que den pie a la

construcción de la memoria, aquello que lo produce. En este sentido, la memoria no es sólo el

anecdotario histórico de los hechos, es la razón explicativa del contexto social, económico y

político que ha dado lugar a que la arbitrariedad, vuelta hecho político y social, conduzca a

fenómenos como el desplazamiento, dentro de lo cual las estrategias de desarrollo rural no

están exentas de responsabilidad; en consecuencia, la política gubernamental por acción u

omisión, dado que hubo suficientes llamados desde distintos lugares de la sociedad para que

atendiera los problemas derivados de sus enfoques y prácticas.

El mundo rural no tiene que albergar sólo al campesinado, a los indígenas y afros. También

pueden están en él, inversionistas del agro y del turismo, medianos y grandes propietarios

(¿con cuál límite a la propiedad?), comerciantes, funcionarios, curas, etc., toda la gama de

actores que lo hacen un mundo cosmopolita por el cruce de culturas y mediaciones. Pero ello

exige precisamente que se reconozcan las diferencias, los procesos identitarios y sus roles.

Nada dice que el desarrollo rural debe ser sólo para un actor, sobre todo cuando las estructuras

económicas y sociales industriales no han podido brindar a la población urbana empleo y vida

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

con calidad y dignidad. Si este es un hecho demostrable estadísticamente, ¿por qué seguir

dando pie a los enfoques que parten de la sobreoferta o excedente de mano de obra en el

mundo rural y que al promover la expulsión de población terminaron siendo funcionales al

conflicto?

Este ensayo también quiere dejar explícita la contribución del campesinado a la economía

nacional. Algunos de los estudios académicos manifiestan que el campesinado se ha encargado

de producir, como tendencia histórica, alrededor del 65% de los alimentos de consumo directo,

el 35% de la leche, el 5% de las aves, el 30% del café de exportación, el 14% de los pastos. Los

cultivos predominantemente campesinos cubrían a comienzos de siglo el 67.2% de la

superficie cosechada y generaban el 60.1% del valor de la producción agrícola y aportaban el

35% de la canasta diaria de consumo de la población colombiana. En este sentido, la primera

acción de reparación que instancias como la Corte Constitucional y las organizaciones de la

sociedad civil pueden desarrollar, es la de mostrar a la sociedad colombiana el aporte de los

pueblos rurales a la sociedad, la economía y la cultura, que se hacen explícitos, entre otros, en

la seguridad y autonomías alimentarias de que gozamos y en la fortaleza institucional que para

la democracia brinda la pluralidad de sus organizaciones. El sólo hecho de hacer este

reconocimiento implica mostrar a la sociedad la arbitrariedad de la estructura actual, que

permite y avala esta violación de los derechos humanos de la que ahora es población

desplazada.

Las acciones de reparación también pueden demandar del gobierno la apertura de un debate

sobre el presente y futuro del desarrollo rural, no sólo porque se mantiene el “estado de cosas

inconstitucional” sino porque el desplazamiento de población continúa.

Este podría ser el principio de las acciones de reparación tendientes a corregir las fallas de

reconocimiento y redistribución tan propias de los procesos de desvalorización del

campesinado. Sin memoria estos dos elementos no ayudarán a construir un sentido de la

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justicia que avance en la garantía de no repetición. Sin estos componentes, el debate sobre la

reparación a la población desplazada centrado en la tierra puede no sólo ser insuficiente sino

inocuo, puesto que los agentes que hoy la detentan querrán demostrar que son capaces de

usufructuarla, como siempre, con el apoyo gubernamental.

COMENTARIOS

Absalón Machado C.

Carlos Salgado señala que la tierra se ha planteado como la cuestión central del debate sobre la

restitución y reparación a las víctimas del conflicto que han sido despojadas de sus bienes de

manera violenta o fraudulenta. Y sienta la tesis de que el tema de la tierra no parece suficiente

para crear las condiciones de “una reparación justa, brindar las garantías de no repetición y

promover una estructura rural democrática incluyente”.

También señala que sobre la tierra como factor productivo, de renta y cultural, existen varias

interpretaciones que modifican las apreciaciones de quienes intervienen en el debate. E

igualmente recuerda que los diferentes modelos aplicados en los procesos de modernización

agraria contenían implícitamente una desvalorización relativa del campesinado por los roles

asignados en los procesos de acumulación, y la consideración de que no tenía capacidades y

habilidades para el desarrollo. Sin embargo, el autor anota las razones por las cuales el

campesinado, pese a esa situación, no ha desaparecido del panorama agrario y se mantiene

reclamando sus derechos al lado de los empresarios, quienes en las nuevas concepciones del

desarrollo rural pasan a privilegiarse como actores con capacidades de integrarse a la dinámica

de la globalización.

Y puesto el problema en el contexto del conflicto colombiano donde se combina la promoción

de la inversión con la coerción “ha hecho funcional para sí tanto el conflicto como la política

pública, que no se ha hecho preguntas sobre la relación entre economía y conflicto. Lo rural, la

tierra en particular, no se entienden entonces sin el desarrollo del conflicto colombiano”. Con

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

esta afirmación Salgado plantea una cuestión fundamental para el debate: ¿es la violencia en el

campo un instrumento clave para explicar el proceso de acumulación agraria que implica el

control sobre la tierra y los territorios?

Si la respuesta es afirmativa, la conclusión sería que las elites que dominan el Estado han

propiciado políticas públicas que hacen caso omiso de los procesos de acumulación de tierras,

sea a través del mercado o de la violencia. Y también: el despojo de tierras utilizando la

violencia o los mecanismos del mercado resulta funcional al fortalecimiento del poder político

de la clase propietaria y sus vínculos con la definición de las políticas públicas. Todo ello

explicaría el porqué los procesos de reparto de tierras con intervención directa del Estado

salieron de la agenda pública precisamente cuando el conflicto tuvo sus épocas de mayor auge,

y especialmente a partir de los años ochenta. Muchos temas de análisis surgen de estas

preguntas que van al fondo de los problemas agrarios y la crisis recurrente de la agricultura.

El punto central de la reflexión de Salgado es que el campesinado no ha tenido un

reconocimiento como sujeto cultural y de desarrollo, con lo cual se configuran las fallas de

redistribución y de reconocimiento. E indica que el enfoque copiado de la matriz de la política

europea resulta funcional a esas fallas de reconocimiento y al conflicto, pues valora el territorio

y lo coloca como el sujeto de la política y no a los actores sociales que tradicionalmente han

habitado en él.

Salgado plantea así una cuestión de fondo sobre el concepto de nueva ruralidad y la

instrumentalización que de ella ha hecho el Estado en las fases más recientes del conflicto y

que pueden deducirse de los actuales planes de desarrollo donde lo importante es recuperar el

territorio por parte del Estado y facilitar la inversión empresarial para una “ocupación pacífica”

del mismo. Ese proceso reconfigura el espacio territorial en función de intereses de grupos con

capacidad inversionista y con poder en el Estado. He allí entonces la crisis del campesinado y

el drama de los desplazados que han sido sacados del territorio rural para facilitar la acción de

nuevos poderes en el sector rural, sin muchas esperanzas de que la política de restitución de

tierras sea efectiva y se complemente con una de reconfiguración de la estructura agraria donde

pequeños y medianos productores asuman liderazgos en el desarrollo rural.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

En términos políticos, Salgado indica que el centro del problema no es la tierra –sin que ella

deje de ser crucial− sino el reconocimiento del sujeto. Y la conclusión es clara: si no se corrige

esa falla de reconocimiento, la política de restitución de tierras y cualquier política

redistributiva será mínima y la reparación a las víctimas con justicia será marginal. Podría

decirse que la afirmación de Salgado no puede ser absoluta, instrumento (la tierra) y sujeto

resultan ser una misma identidad en el caso de los campesinos. La tierra como factor

productivo permanece en la cultura campesina como una reivindicación histórica, y como

memoria colectiva rural en la historia de la cotidianidad. Otra cosa es el contexto en el que se

sitúa la discusión sobre la tierra, si es de conflicto y de despojo, el asunto puede tener un cariz

distinto a si se discute el valor de la tierra para los distintos actores sociales en una fase de

pleno posconflicto. También es diferente si se está en una fase de democracia restringida a si la

democracia está a sus anchas en la sociedad.

Todos estos planteamientos de Carlos Salgado me parecen de la mayor importancia para el

debate actual, y las preguntas que señala sobre las opciones de políticas públicas para el sector

rural son una agenda sugestiva que debería considerarse, pues ayudarían a darle mayor claridad

al problema y las posibilidades de resolverlo, distinguiendo entre la política de restitución y la

de transformación de la estructura agraria.

Finalmente, el autor hace un reconocimiento a la importancia de la memoria para que las fallas

de reconocimiento y de redistribución ayuden a reconstruir justicia y reparación. La memoria

de los contextos en los que se ha producido el despojo de abandono de tierras y de los procesos

y métodos de despojo con señalamiento de los actores responsables, se constituye en una deuda

que la sociedad tiene con las víctimas. La dilucidación de los sistemas de despojo y sus

responsables es una tarea de la memoria histórica que requiere de un trabajo sistemático, en la

medida en que la sociedad colombiana ha invisibilizado ese fenómeno. Sólo cuando las

organizaciones de víctimas y algunas entidades internacionales han tratado de mostrar la

magnitud del despojo de tierras y las consecuencias dramáticas que tiene para los desplazados,

el fenómeno se ha ido visibilizando.

El despojo y abandono de tierras ha sido un instrumento del conflicto y de los procesos de

concentración de la tierra y el control de los territorios por actores armados ilegales y las elites

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

asociados con ellos. Es un fenómeno complejo que va adoptando diversas formas según los

contextos y la visibilización que se le va dando. Pero está allí, permanece con formas cada vez

más sofisticadas y el Estado no ha hecho lo necesario para eliminar los factores que conducen a

él, en la medida que es funcional al modelo de desarrollo agrario. Una derivación clara de los

planteamientos de Salgado es que el despojo de tierras sin una atención del Estado y la

sociedad sobre su gravedad, es una consecuencia del no reconocimiento del campesinado como

actor social con derechos y capacidades.

COMENTARIOS

Por Juan Guillermo Ferro M.

Profesor Asociado. Facultad de Estudios Ambientales y Rurales

Universidad Javeriana

El trabajo de Carlos Salgado es de enorme importancia para todo aquel interesado en preservar

la diversidad social y cultural de nuestro país. El tema y la problemática de la desvalorización

del campesinado reflejan la crisis de un proyecto de nación democrático e intercultural. Desde

mi perspectiva esta ponencia es un importante aporte al análisis sobre la relación entre cultura

y política para el caso de los campesinos colombianos, vínculo que en Colombia apenas ha

sido estudiado. Esto es claro si se pone en referencia con los numerosos estudios que han

analizado esa relación para el caso de los indígenas y los afrocolombianos. Pero la cuestión no

es sólo de novedad temática, creo que la indagación sobre este vínculo puede dar importantes

luces sobre la situación actual del campesinado colombiano, y, lo que es más importante aun,

sobre las posibles salidas a esa situación.

El campesinado colombiano, en general, y las organizaciones campesinas regionales y

nacionales pasan por una profunda crisis política y cultural. En Colombia, en aras de la lógica

descomunitarizante de la guerra, del narcotráfico y del desarrollo de una propuesta neoliberal

de desarrollo y de ordenamiento territorial rural basado en la gran propiedad exportadora

(agronegocios), los campesinos colombianos se encuentran asediados, violentados y con pocos

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

márgenes de maniobra política para desarrollar sus opciones culturales de vida. Pero,

apartándonos un poco de Salgado, también creo que este proceso de arrinconamiento está

reforzado por las debilidades identitarias y de autoreconocimiento de las organizaciones y

comunidades campesinas sobre lo que significa su cultura, y especialmente sobre la

importancia de esas particularidades y diferencias culturales para la resistencia y la acción

política frente a la sociedad hegemónica.

Considero que el desdibujamiento de lo identitario para el análisis político, está inserto en un

problema más general de los análisis que separan la dimensión política de la dimensión

cultural. En la actualidad en la sociología y la ciencia política de mayor difusión se ha llegado

a una especie de consenso sobre los elementos fundamentales que se deben tener en cuenta

para analizar la acción colectiva y los movimientos sociales; dimensiones que han sido

integradas en tres bloques fundamentales: el contexto político o la “estructura de oportunidades

políticas”; las formas de organización o las “estructuras de movilización”; y los “procesos

enmarcadores” o de interpretación. Sin embargo, persiste una debilidad para integrar estas

dimensiones y sólo muy recientemente se ha empezado a analizar la importancia de la cultura,

como lo reconocen los propios autores norteamericanos que elaboran inventarios y

evaluaciones sobre la literatura en torno de la acción colectiva y los movimientos sociales

producida sobretodo en Europa y en Estados Unidos2.

Sin embargo, son la acción colectiva y los movimientos sociales latinoamericanos la prueba de

la relación existente entre cultura y política. Cuando estos movimientos luchan, entre otras

cosas, por rescatar el concepto y la práctica de la diferencia están haciendo política en la

medida en que tratan de afectar un valor dominante en la cultura que no reconoce la diferencia

o que, si la reconoce, la utiliza para ejercer poder a partir de ella. Esta demanda no

necesariamente se reduce a una reivindicación frente al sistema político, pues se hace ante las

relaciones de poder existentes en la sociedad y por lo tanto ante una cultura política dominante

históricamente.

Existe entonces una limitación en estas teorías segmentadoras en cuanto a la relación entre

política y cultura. Allí pareciera que lo cultural es un añadido, incluso una variable 2 McDam, Doug; McCarthy, John D. y Mayer N., Zald Movimientos Sociales: perspectivas comparadas.

Madrid, Istmo, 1999. Pág. 27.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

recientemente aceptada, una esfera más del fenómeno. Lo que aquí propongo es que para

analizar el caso de los movimientos campesinos es imposible separar lo político de lo cultural y

viceversa, como lo dicen claramente autores latinoamericanos como Escobar, Dagnino y

Álvarez3. Con ellos pienso que la cultura no es una esfera más sino una dimensión de todas las

instancias económicas, sociales y políticas. La acción colectiva y los movimientos sociales son

un aspecto vital de la producción cultural, un ámbito crucial para entender la relación entre lo

cultural y lo político. En algunos casos estos movimientos plantean una redefinición en su

relación con la “política” en la medida en que la “desinstitucionalizan” y la “desestatizan”,

ampliando así el campo de la política misma. En concreto, hay una ampliación de las esferas

públicas que incluye prácticas económicas, sociales y culturales que desbordan el marco

institucional e incluyen el ámbito de lo cotidiano.

Entonces, la tesis central de Salgado sobre la desvalorización del campesinado permite plantear

varias preguntas desde esta relación entre política y cultura: ¿Cuáles son las características de

la sociedad campesina que hacen que actualmente se le pueda considerar una cultura diferente

a la hegemónica? ¿Los valores que tradicionalmente se le han asignado a la sociedad

campesina como la autonomía, que se concreta en el apego al trabajo libre, a la familia, a la

comunidad, a la religión, a la producción alimentaria, a la tierra y al territorio, entre otros,

siguen siendo vigentes tanto desde la visión que los campesinos tienen de sí mismos como

desde la percepción que otros actores sociales tienen sobre ellos? ¿Es posible afirmar que la

conciencia y claridad sobre las particularidades de la identidad cultural campesina son

imprescindibles para el ejercicio eficaz de la acción y la resistencia política? O por el contrario

¿la acción y la resistencia política son las que van configurando y cohesionando el

autoreconocimiento identitario? En las comunidades campesinas, ¿cuál es el papel de la

memoria en la construcción de la identidad y de la política? ¿Se hace “política de la memoria”

y “cultura de la memoria” como se ha analizado para las comunidades indígenas?

Sabemos desde los imaginarios dominantes que ha trabajado el propio autor que hay una visión

economicista que privilegia la dimensión productiva olvidándose del sujeto social; una visión

liberal modernizante que ve al campesino como una especie en vía de extinción o, en el mejor

3 Escobar, Arturo; Álvarez, Sonia E. y Dagnino, Evelina (eds.) Política cultural y Cultura Política. Una nueva

mirada sobre los movimientos sociales latinoamericanos, Taurus - ICANH, Bogotá, 2001.

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de los casos, como el estancado, el dependiente, el atrasado o el incapaz; y una visión

estructuralista que vería al campesino como estricto reflejo de sus condiciones materiales de

existencia relegando sus resistencias, sus sueños y utopías. Pero ¿qué tanto los campesinos

colombianos creen que conforman una cultura diferente a la dominante? ¿Qué tan interiorizada

está en los propios campesinos la visión dominante en Colombia que sólo ve diferentes a los

campesinos desde la visión de niveles o escalas de “desarrollo” económico, es decir, desde la

concepción que los clasifica como pequeños productores agrarios?

En síntesis, el trabajo aquí comentado tiene la enorme virtud de ser provocador e incitar a la

elaboración de una agenda de preguntas de investigación sobre un tema que es crucial para la

consolidación de la democracia, la justicia, la paz y la diversidad cultural en nuestro

descuadernado país.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

CAPÍTULO 2

IMPACTOS DEL TLC CON ESTADOS UNIDOS SOBRE LA ECONOMÍA

CAMPESINA EN COLOMBIA*

Luis Jorge Garay Salamanca, Fernando Barberi Gómez e Iván Cardona Landínez

INTRODUCCIÓN

El objetivo principal del presente estudio es analizar y estimar los impactos previsibles del

Tratado de Libre de Comercio (TLC) entre Colombia y los Estados Unidos sobre la economía

campesina colombiana, a partir de los resultados y condiciones acordadas para el sector

agropecuario en la negociación de dicho tratado.

Para tal fin, en primer lugar se estiman los impactos previsibles que la desgravación arancelaria

acordada en el TLC con Estados Unidos podría traer sobre el sector agropecuario productor en

Colombia, en términos de los cambios esperados en los precios internos y por esta vía, en las

áreas sembradas y la producción, especialmente para aquellos productos que cultivan o

sostienen en una magnitud importante las economías campesinas.

En términos generales, este ejercicio se desarrolla bajo una metodología de estática

comparativa, con base en el comportamiento promedio de los precios internos y externos y de

la tasa de cambio observada en el pasado reciente, suponiendo que una vez entre en vigencia el

TLC se mantendrán iguales las condiciones presentadas durante los últimos años en los

mercados de los productos bajo estudio. No obstante, con el objetivo de medir la sensibilidad

de los resultados ante cambios en tales condiciones, también se estiman los impactos bajo

escenarios de precios internacionales altos y bajos, así como escenarios de tasa de cambio

devaluacionista y revaluacionista. De igual forma, se utiliza un análisis de equilibrio parcial, el

* Resumen ejecutivo del documento del mismo nombre La elbaoración de este trabajo fue apoyada por Oxfam

Internacional. Los contenidos de este informe no necesariamente reflejan la opinión de Oxfam

Internacional.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

cual tiene la ventaja de permitir evaluar con mayor detalle los efectos directos sobre los

principales productos del agro colombiano, pero al costo de ignorar parte de los efectos

indirectos derivados de las relaciones de sustitución y complementación existentes entre ellos.

En segundo término, se realiza una caracterización de la economía campesina en el país, tanto

en lo correspondiente a la situación de los hogares que se dedican a este tipo de actividad, a

partir de los resultados de la Encuesta Continua de Hogares (ECH) del primer trimestre de

2005, así como en lo relativo a su participación en la producción agropecuaria del país y a la

cuantificación de los cultivos y actividades pecuarias que desarrollan, tomando como

referencia los resultados de la Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA) del año 2005.

En tercer lugar, a partir de los resultados generales sobre el impacto del TLC para cada cultivo

o actividad pecuaria en particular, se estima el efecto probable que la liberación comercial

traería sobre los productores de economía campesina y, por esta vía, sobre los ingresos de sus

hogares. Esta medición involucra el cálculo de la estructura promedio de ingresos y gastos de

tales productores, a partir de la información de precios y costos de producción disponible en el

país. Aplicando los cambios estimados por efectos del TLC en el precio interno, la producción

y el área sembrada a la estructura productiva calculada, es posible estimar el impacto sobre el

ingreso total, el valor agregado o excedente del productor y la ganancia neta de estos

productores, tomando como referencia el año 2005. Con dichas estimaciones se evalúa el

impacto que el Tratado podría ocasionar sobre el ingreso total de los hogares campesinos, así

como sus implicaciones sobre los niveles de pobreza que agobian a los mismos actualmente.

Es importante tener en cuenta que el interés principal de este estudio es el de determinar cuáles

serían los impactos del TLC para los productores de economía campesina y los hogares que

dependen de ellos en Colombia, desde el punto de vista de los patrones de producción. Esto

implica que no se contabilizan los efectos para los hogares por el cambio en los precios

relativos de los distintos bienes de consumo así como tampoco los derivados de los cambios en

el ingreso nacional, ni aquellos que se registrarán en los ingresos fiscales de la Nación.

A continuación se incluye un resumen ejecutivo que contiene los principales resultados del

estudio. Posteriormente, en el primer capítulo del informe se presentan algunos de los

elementos característicos de la negociación agropecuaria, así como de los principales

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

resultados de la misma. Los capítulos siguientes abordarán, en su orden, el cálculo de los

efectos previsibles del TLC sobre el sector agropecuario, la caracterización de la economía

campesina y la estimación de los impactos de este nuevo escenario para los productores de

economía campesina y sus hogares.

Se anexa a este documento un CD con todos los anexos metodológicos y estadísticos utilizados

en el trabajo.

RESUMEN EJECUTIVO

El presente trabajo pretende estimar el efecto que podría derivarse del Tratado de Libre

Comercio suscrito por Estados Unidos y Colombia sobre los pequeños productores campesinos

de este último país, en términos de disminuciones de producción e ingresos, bajo la hipótesis

de que difícilmente estos productores podrán aprovechar las pocas oportunidades que en

materia agropecuaria se derivan de la negociación de este Tratado para aumentar su producción

o sus ingresos.

En efecto, casi todos los bienes tradicionales de exportación de Colombia ya gozan de entrada

libre de aranceles a los Estados Unidos, y el único producto con alto potencial exportador que

cuenta con restricciones arancelarias –el azúcar– quedó excluido de la desgravación. De otra

parte, en la mayoría de los productos promisorios identificados por el Gobierno dentro de la

agenda exportadora agropecuaria, el aumento de exportaciones hacia los Estados Unidos como

resultado de las condiciones planteadas en el TLC es incierto y está atado al cumplimiento de

diversas condiciones previas. De una parte, depende de la voluntad de las autoridades

estadounidenses para remover barreras al comercio injustificadas como fechas y puertos de

entrada y, de otra, depende del avance de la agenda interna que debe implementarse en el país

para mejorar la competitividad de los distintos productos y ajustarlos a las normas sanitarias y

fitosanitarias exigidas como la trazabilidad, y para adecuar la producción interna a los

estándares internacionales en materia de calidad, empaques, etc.

Adicionalmente, en caso de que se logre concretar alguna de las posibilidades que se abren con

el Tratado, no es claro que pueda beneficiar a los productores de economía campesina,

teniendo en cuenta la magnitud y el costo de los ajustes e inversiones que sería necesario

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

emprender para producir con escalas adecuadas a los tamaños mínimos de pedido que se

podrían presentar.

Con base en las funciones de oferta estimadas en el trabajo realizado para el Ministerio de

Agricultura y Desarrollo Rural en el año de 2005 para productos agrícolas, y las estimadas para

las producciones de carne de cerdo y carne de pollo en desarrollo de dos tesis universitarias, se

estimaron los cambios promedio que podrían presentarse en precios y producción derivados de

la eliminación de los aranceles para un conjunto significativo de productos de economía

campesina, bajo escenarios de precios y tasas de cambio promedio, bajo y alto. Estos cambios

fueron aplicados a la estructura de producción campesina del año 2005 para determinar las

pérdidas de ingresos y valor agregado que se presentarían como consecuencia del tratado en

referencia.

1. Las implicaciones de negociar un Tratado de Libre Comercio Agropecuario con los

Estados Unidos

Dentro de la reciente política de “internacionalización” de la economía adoptada por el

Gobierno Nacional en los últimos años, que tiene como instrumentos principales la suscripción

de tratados de libre comercio y de promoción de inversiones de carácter bilateral con distintos

socios comerciales, la negociación del TLC con los Estados Unidos ha sido la principal y más

importante manifestación, teniendo en cuenta la magnitud de los flujos comerciales existentes

entre los dos países, la considerable capacidad del mercado estadounidense respecto al

colombiano en la mayoría de bienes y servicios y las relaciones políticas entre las dos naciones

con motivo de la lucha contra el narcotráfico.

La sensibilidad que siempre caracteriza al sector agropecuario en las negociaciones

comerciales no sólo en Colombia sino en el mundo, se profundiza en el caso del TLC con los

Estados Unidos debido a diversas consideraciones. En primer lugar, no obstante que la

reducción arancelaria implementada en Colombia desde principios de los 90 había sido

importante, el sector continuaba estando protegido con diversos instrumentos tales como

aranceles variables para un grupo importante de productos (cereales, oleaginosas, lácteos,

carne de pollo y cerdo y azúcar) y aranceles ad valorem altos para otro grupo de bienes

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sensibles (arroz, carne bovina y fríjol), mecanismos de absorción de cosechas y cuotas de

importación y apoyos directos a la producción en ciertas actividades, entre otros.

En segundo término, se estaba ad portas de concretar un escenario de libre comercio con una

de las potencias económicas mundiales, con un evidente y profundo grado de asimetría entre

las economías de ambas naciones (en el 2001, el PIB estadounidense era 122 veces más grande

que el colombiano), el tamaño de los mercados (la población era 7 veces mayor y la extensión

del territorio es 9 veces más amplia en Estados Unidos), la producción agropecuaria (el PIB

agropecuario superó en 15 veces al colombiano y la superficie cultivada en 26 veces), la

capacidad exportadora del sector (las exportaciones agropecuarias estadounidenses superaron

en más de 20 veces las colombianas) y el grado de desarrollo tecnológico de la actividad (el

número de tractores por cada mil trabajadores era 257 veces mayor en Estados Unidos).

En tercer lugar, se pretendía abrir el mercado interno colombiano a las ventas externas de un

país que otorga una cuantía significativa de ayudas internas a la producción y subsidios a las

exportaciones, con claros efectos distorsionantes sobre el comercio y los precios mundiales.

Aunque se sabía que, con excepción de los subsidios no financieros a las exportaciones,

resultaba bastante difícil si no imposible una negociación respecto a tales medidas, al menos se

esperaba poder acordar instrumentos en el Tratado que permitieran evitar trasladar sus efectos

a los productores colombianos.

En cuarto término, aunque uno de los principales objetivos de la negociación era consolidar de

manera permanente las preferencias unilaterales otorgadas por los Estados Unidos en virtud del

ATPA/ATPDEA, se sabía que el Tratado sólo conseguiría aumentar las exportaciones

agropecuarias de Colombia si se lograban eliminar las restricciones arancelarias que mantenía

dicho país para sus productos sensibles (azúcar, carne bovina, lácteos y tabaco), así como si se

obtenían acuerdos concretos que permitieran superar las barreras no arancelarias que

enfrentaba un grupo importante de bienes promisorios de exportación (carne bovina y lácteos,

frutas y hortalizas).

Por último, era ampliamente reconocida la sensibilidad del sector en términos de la estabilidad

política, económica y social del país, debido fundamentalmente a su relación con el conflicto

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interno presente desde hace décadas, así como por la necesidad de crear alternativas rentables

para combatir la siembra de cultivos ilícitos.

Como se verá a continuación, a pesar de todas estas consideraciones, los resultados finales de

la negociación reflejan que no se tuvo en cuenta ni el reconocimiento de las asimetrías

mencionadas, ni la supuesta importancia política de Colombia ni la corresponsabilidad de los

Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, ni los previsibles efectos

negativos de liberar el mercado interno colombiano ante la presencia de medidas

distorsionantes y sin posibilidades concretas de lograr aumentos significativos en las

exportaciones del sector. Los Estados Unidos negociaron el Tratado teniendo en cuenta sólo

consideraciones de tipo comercial y, en general, el tratamiento otorgado a Colombia fue menos

favorable al concedido a otros países con los cuales había negociado con anterioridad.

2. Los términos de la negociación: inequidad y asimetría en contra de Colombia

La negociación del TLC con los Estados Unidos resultó inequitativa en contra de Colombia.

En efecto, mientras que los Estados Unidos logró mantener buena parte de la protección a sus

productos a través de la preservación de las ayudas internas a la producción, Colombia accedió

a desgravar la totalidad de sus aranceles (en distintos plazos según el producto) y a desmontar

sus principales medidas de protección, como el Sistema Andino de Franjas de Precios y el

Mecanismo de Administración de Contingentes que garantiza la compra de las cosechas

nacionales, sin tener la posibilidad de adoptar mecanismos para contrarrestar el efecto de

dichas ayudas y subsidios.

Adicionalmente, mientras que los Estados Unidos excluyeron de la desgravación al azúcar, uno

de sus productos más sensibles y a la par uno de los principales renglones ofensivos de

Colombia, así como los productos con alto contenido de azúcar no listos para el consumo final,

no permitieron que este último país excluyera producto alguno, como se pretendía en casos de

bienes altamente sensibles como la carne de pollo o el arroz. Igualmente, se acordó la

introducción de una cláusula de preferencia no recíproca en el ámbito agropecuario, en virtud

de la cual Colombia debe otorgarle a los Estados Unidos cualquier preferencia arancelaria que

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negocie con otros socios comerciales, si ésta es mayor a la concedida en el TLC, lo cual le

resta enorme flexibilidad a Colombia en sus negociaciones comerciales futuras, impidiéndole

otorgar acceso preferencial a otros países en productos en los cuales no tengan grandes

ventajas a cambio de obtener tratamientos favorables en productos de interés.

La negociación también resultó asimétrica a favor de Estados Unidos, en claro

desconocimiento de las diferencias en el tamaño y grado de desarrollo de las economías y de

los sectores agropecuarios de ambas naciones. En efecto, las concesiones otorgadas por

Colombia (valor del comercio ubicado en desgravación inmediata y valor de los contingentes

libres de arancel) superaron en valor a las ofrecidas por los Estados Unidos, lo que implicará

que a corto plazo se registre un aumento de las exportaciones estadounidenses superior al de

las colombianas (Garay et al., 2006).

Así mismo, no es previsible que esta situación se pueda revertir al menos a corto y mediano

plazo, toda vez que no se logró garantizar el “acceso real” de los productos colombianos que

podrían tener potencial de penetración en el mercado estadounidense, puesto que los

compromisos sanitarios y fitosanitarios asumidos por los Estados Unidos fuera del texto del

Tratado tienen un lenguaje condicional y corresponden más a una declaración de buena

voluntad, a diferencia de las exigencias hechas a Colombia en estas materias, que sí fueron

muy precisas, por ejemplo en cuanto a las obligaciones de entrada para productos cárnicos, un

factor más de inequidad y asimetría contenido en el Tratado.

En resumen, Colombia garantizó a los Estados Unidos la apertura sin condiciones del mercado

interno para sus principales productos de interés exportador, como el arroz, el maíz, el trigo, la

cebada, la soya, el fríjol, los aceites, la carne de pollo y de cerdo, la carne bovina de alta

calidad, la leche en polvo y los lactosueros, entre otros. En contraste, este último país le

condicionó el acceso de un producto importante como el azúcar a un contingente libre de

arancel y no le garantizó la eliminación de las barreras no arancelarias.

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3. Los impactos previsibles del TLC: pérdida de producción e ingresos para los

productores que compiten con importaciones

Un conjunto importante de bienes agropecuarios producidos en Colombia y en los cuales los

Estados Unidos tienen una capacidad importante de exportación, derivadas entre otros de los

subsidios que este país le otorga a sus productores, serían los más afectados con el TLC,

teniendo en cuenta que la eliminación de los aranceles traería por consecuencia una reducción

de los precios internos recibidos por los agricultores colombianos y un incremento en las

importaciones. Estos efectos se presentarían en los principales cultivos transitorios

desarrollados en el país, tales como cereales (arroz, maíz amarillo, maíz blanco, sorgo y trigo),

leguminosas (fríjol y arveja) y algunas hortalizas (tomate, cebolla y zanahoria), así como en

algunas actividades pecuarias como las carnes de pollo y de cerdo.

En estas circunstancias, es previsible esperar que la reducción en los precios internos tenga

como consecuencia una disminución en el área sembrada y en la producción nacional de estos

bienes, dependiendo de la magnitud de las elasticidades de oferta en cada caso, con el

consecuente aumento en el grado de dependencia alimentaria del país.

De acuerdo con los estimativos adelantados en esta investigación, se encuentra que la

desgravación acordada se traduciría en una disminución de los precios internos en

proporciones considerables, que oscilan entre el 15%, en el caso de arveja y hortalizas, y el

55% en el fríjol, esto bajo un escenario de precios y tasa de cambio promedio. Estas

disminuciones en los precios recibidos por los productores ocasionarían caídas importantes en

los niveles de producción de las distintas actividades, oscilando entre un 19% para arroz y un

54% para fríjol (para arveja y hortalizas el cambio es igual a 0% dado que se suponen ofertas

perfectamente inelásticas al precio, debido a la ausencia de estimaciones de las funciones de

oferta).

En conjunto, los cambios estimados tendrían un efecto importante sobre el valor de la

producción de estos bienes, con disminuciones superiores al 50% en la mayoría de los bienes,

como son los casos del maíz blanco (52%), maíz amarillo (54%), trigo (62%), carne de cerdo

(65%), sorgo (66%), la carne de pollo (68%) y fríjol (79%).

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Resumen de los Impactos del TLC con EE.UU. Sobre los Sectores Productores de Bienes

que Compiten con Importaciones – Escenario Medio de Precios y Tasa de Cambio

ACTIVIDAD Cambio

en Precio

Cambio

en Área

Cosechada

Cambio en

Producción

Cambio en

Valor de

Producción

Arroz -20% -19% -19% -35%

Maíz Amarillo -41% -24% -21% -54%

Maíz Blanco -42% -21% -18% -52%

Sorgo -41% -40% -42% -66%

Trigo -25% -77% -49% -62%

Fríjol -55% -34% -54% -79%

Arveja -15% 0% 0% -15%

Cebolla -15% 0% 0% -15%

Tomate -15% 0% 0% -15%

Zanahoria -15% 0% 0% -15%

Carne de Pollo -51% N.A. -35% -68%

Carne de Cerdo -28% N.A. -51% -65%

Fuente: Cálculos propios.

4. La importancia de la economía campesina en Colombia

Distintos estudios académicos realizados en el país han reconocido el papel del campesinado

como proveedor de una parte sustancial de la oferta alimentaria. Así se constata también en

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este estudio, en el cual se encuentra que la economía campesina absorbe una proporción

considerable de la población que se ocupa en la rama agropecuaria.4

En efecto, se encontró que el 48% de los ocupados en la rama agropecuaria durante el año

2005, equivalente a 1.776.253 personas, eran trabajadores independientes o cuenta propia, los

cuales se asocian a los productores campesinos del país,5 cifra que a su vez representaba el

10% del total de ocupados del país, un porcentaje nada despreciable que denota la importancia

de este segmento en la actividad económica nacional.

Así mismo, los hogares campesinos, entendidos como aquellos que contaban por lo menos con

un trabajador independiente en el sector agropecuario eran 1.369.438, que corresponden al

12% del total de hogares del país.

Se observó también que el ingreso promedio mensual de los hogares campesinos durante el

año 2005 ascendió a $340.200, con una diferencia importante entre los hogares ubicados en

zona urbana, que obtuvieron un ingreso promedio de $536.619 por mes, frente a los que viven

en zona rural, que apenas lograron ingresos promedio por valor de $278.280. La mayor parte

de este ingreso se originó en la actividad agropecuaria desarrollada por el hogar (69%), seguida

en orden de importancia por las ganancias y salarios recibidos por actividades en otras ramas

económicas (25%).

Los ingresos de los hogares campesinos evidenciaban condiciones de vida precarias. En efecto,

el 68% de los hogares registró ingresos por debajo de un (1) salario mínimo (76% para los

ubicados en zona rural y 44% para los de zona urbana), y apenas el 3% obtuvo ingresos

superiores a tres (3) salarios mínimos (2% en los hogares ubicados en zona rural y 9% en los

de zona urbana), considerados legalmente como los necesarios para que una Unidad Agrícola

Familiar pueda remunerar su trabajo y obtener excedentes capitalizables.

4 Caracterización realizada a partir de la Encuesta Continua de Hogares del primer trimestre del

año 2005. 5 Personas que explotan un negocio (finca) por su propia cuenta con ayuda o no de familiares,

pero sin contratar ningún trabajador (empleado u obrero) remunerado de forma permanente.

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Principales Características de los Hogares Campesinos en Colombia en el año 2005

Concepto Urbano Rural Total

Total de hogares campesinos 328.234 1.041.204 1.369.438

Participación en el total de hogares de

productores agropecuarios 82,0% 90,1% 88,0%

Participación en el total de hogares con

actividades en la rama agropecuaria 47,9% 57,1% 54,6%

Participación en el total de hogares en

Colombia 3,9% 37,6% 12,3%

Absorción de la mano de obra familiar

para la actividad agropecuaria 60,7% 76,8% 72,9%

Ingreso promedio mensual por hogar ($

del 2005) 536.619 278.280 340.200

Participación de la ganancia neta

agropecuaria en el ingreso total del

hogar

57,9% 68,9% 64,7%

Fuente: Cálculos propios con base en información de la Encuesta Continua de Hogares del año

2005 adelantada por el DANE.

En lo que corresponde a la actividad agropecuaria en el país, se encontró que el 87% de las

unidades productivas agropecuarias durante el año 2005 se asocian a la economía

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campesina,6 con una presencia muy importante en ciertos departamentos, como en los casos de

Boyacá (98%), Cauca (96%), Nariño (94%), Huila (92%) y Cundinamarca (90%). Cada una de

las unidades productivas campesinas utilizó 4,8 hectáreas de suelo en promedio, de las cuales

1,2 en uso agrícola, 3,2 en uso pecuario y 0,4 en bosques, tamaños que contrastan con los

observados en el caso de las unidades asociadas a la agricultura empresarial, las cuales

utilizaron 65,1 hectáreas por finca, con 53,1 dedicadas a pastos y malezas, es decir,

probablemente a ganadería extensiva en una gran proporción.

Su aporte a la producción agrícola del país es también considerable, toda vez que las unidades

campesinas abarcaron el 47% del área total cosechada en el 2005 con cultivos transitorios en el

país, y el 50% de la producción de los mismos, así como el 56% del área cosechada con

cultivos permanentes y el 48% de su producción. Se destaca la participación de las unidades

campesinas, tanto en área como en producción,7 en cultivos de ciclo corto como cebolla larga

(97%), haba (96%), tabaco (91%), cebolla cabezona (89%), trigo (83%), papa (82%), fríjol

(81%), arveja y cebada (79% cada uno), maíz amarillo tradicional (71%), zanahoria (79%), así

como en cultivos permanentes como cacao (81%), banano (75%), café (74%), caña panelera y

plátano (70%).

Así mismo, su aporte a la producción pecuaria es también importante, tomando en cuenta que

las unidades campesinas poseían en el 2005 el 17% del ganado bovino existente en el país,

siendo mayor su participación en el ganado con orientación a leche y doble propósito (25%)

que en el de carne (12%). Estas unidades poseían igualmente el 17% de las aves, el 35% de los

cerdos y el 38% de las especies menores (ovejas, cabras, conejos y cuyes).

6 Caracterización realizada a partir de la Encuesta Nacional Agropecuaria del año 2005. Se

consideraron como unidades de economía campesina a aquellos PSM (Pedazo de Segmento de

Muestreo) en donde el área agropecuaria era menor o igual a 1 UAF (Unidad Agrícola

Familiar) departamental, y en donde el número de animales era igual o inferior al límite de

pequeño productor definido por la Corporación Colombia Internacional (CCI) y el área

piscícola era menor a 5 hectáreas. Cabe señalar que la CCI es una entidad de capital mixto

(gobierno-sector privado) muy reconocida en el país.

7 En el estudio se supone que las productividades en las unidades campesinas son iguales a las

observadas a nivel nacional.

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Participación de los Productores Campesinos en la Actividad Agropecuaria de Colombia en

el año 2005

Concepto

Total Sector

Agropecuario

Total Economía

Campesina

Unidades Unidades Part.

%

Unidades Agropecuarias Encuestadas

(PSMs) 41.700 36.212 87%

Área Agropecuaria Cubierta en la Encuesta

(Has.) 530.737 173.505 33%

Hectáreas por Unidad Productiva (Has.) 12,7 4,8 38%

Área Nacional Cosechada en el 2005 (Has.)

Cultivos Transitorios 1.407.026 654.541 47%

Cultivos Permanentes 1.688.491 938.843 56%

Total 3.095.517 1.593.384 51%

Inventario Pecuario Nacional en el 2005

(Animales)

Ganado bovino de carne 15.404.471 1.854.582 12%

Ganando bovino de leche 10.294.926 2.550.381 25%

Aves 37.963.442 6.392.427 17%

Cerdos 1.724.062 604.769 35%

Especies menores 8.752.681 3.286.737 38%

Fuente: Cálculos propios con base en información de la Encuesta Nacional Agropecuaria

del año 2005 adelantada por el DANE.

En términos de su estructura productiva, se observó que dentro del área total cosechada en las

unidades campesinas, el 41% corresponde a cultivos transitorios, proporción que en el total

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nacional equivale al 45%, mientras que con cultivos permanentes está cosechada el 59% del

área en las unidades campesinas y el 55% en el total. En términos de producción, los cultivos

transitorios responden por el 32% mientras que en los permanentes por el 68%, debido a los

mayores rendimientos por hectárea que generan estos últimos. Dentro de los principales

cultivos desarrollados en las unidades campesinas se destacan el café (31%), el plátano (15%),

el maíz (13%), el arroz (8%) y la caña panelera (7%), entre otros.

Clasificando las actividades llevadas a cabo por las unidades de producción campesina según

su grado de transabilidad, se encontró que en términos de área cosechada el 29% corresponde a

cultivos que compiten con importaciones desde los Estados Unidos, el 4% a cultivos con

potencial exportador a dicho país (frutas y tabaco), el 49% a cultivos tradicionales de

exportación que no tendrán impacto por TLC (debido a que cuentan con arancel de nación más

favorecida equivalente a cero) y el 18% restante a cultivos no transables con dicho país.

En lo que respecta al ingreso total generado en las unidades campesina, equivalente a COP 8,1

billones en el año 2005 (USD 3,5 billones), se observa que el 22% fue aportado por las

actividades agrícolas y pecuarias que competirían con importaciones de los Estados Unidos,

que el 4% se generó en las actividades agrícolas con potencial exportador al mercado

estadounidense, que el 52% provino de las actividades agrícolas y pecuarias que no tendrían

impacto por TLC (bienes tradicionales de exportación con arancel NMF igual a cero y bienes

no transables) y que el 22% corresponde a los ingresos aportados por la ganadería bovina de

carne y de leche, sector que contaría con posibilidades de exportación a los Estados Unidos así

como con riesgos de importación desde dicho país.

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Distribución de las Actividades Desarrolladas por los Hogares Campesinos Según Grado de

Transabilidad con los Estados Unidos – Año 2005

Concepto

Área

Cosechada

(Has.)

Part.

%

Ingresos

brutos

(COP

Mill)

Part.

%

Cultivos Agrícolas

Sectores que compiten con importaciones

desde EE.UU. 467.129 29% 1.268.326 16%

Sectores con potencial exportador a

EE.UU. 65.557 4% 296.698 4%

Sectores sin impacto previsible del TLC

Sectores tradicionales de exportación 781.720 49% 2.804.391 35%

Sectores no transables (1) 278.978 18% 1.228.234 15%

Subtotal 1.593.384 100% 5.597.649 69%

Actividades Pecuarias

Sectores que compiten con importaciones

desde EE.UU. N.A. N.A. 502.771 6%

Sectores con doble flujo comercial (2) N.A. N.A. 1.817.474 22%

Sectores no transables N.A. N.A. 178.636 2%

Subtotal N.A. N.A. 2.498.881 31%

Total 1.593.384 100% 8.096.531 100%

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Fuente: Cálculos propios. (1) Incluye al algodón, producto que aunque cuenta con un nivel

significativo de importaciones, no tendrá efecto por TLC dado que está sujeto a una política

de precio mínimo garantizado. (2) Corresponde a la ganadería bovina de carne y de leche.

5. Los efectos del TLC para los productores campesinos: reducción de sus ingresos y

ganancias

A partir del cálculo de la estructura promedio de ingresos y gastos de los productores

campesinos durante el año 2005, empleando para ello la información de costos de producción

de pequeños productores producida por la Corporación Colombia Internacional (CCI), e

involucrando la estimación de los impactos generales del TLC sobre los precios internos, las

áreas cosechadas y la producción obtenida, fue posible obtener una aproximación a los efectos

del Tratado sobre el ingreso bruto (valor de producción) y el ingreso neto (ganancia de la

actividad) de los productores campesinos.

Para tal fin, se procedió previamente a clasificar las distintas unidades productivas en cinco

categorías de impacto del TLC, dependiendo de la participación de los rubros que competirán

con las importaciones originarias de los Estados Unidos. Estas categorías son:

1. Impacto Pleno: Unidades en las cuales el 100% del área cosechada en el 2005 o del

inventario pecuario correspondió a actividades que compiten con importaciones.

2. Impacto Alto: Unidades en las cuales más del 66,7%, pero menos del 100% del

área cosechada en el 2005 o del inventario pecuario, correspondió a actividades que

compiten con importaciones.

3. Impacto Medio: Unidades en las cuales más del 33,3%, pero menos del 66,7% del

área cosechada en el 2005 o del inventario pecuario, correspondió a actividades que

compiten con importaciones

4. Impacto Bajo: Unidades en las cuales más del 0%, pero menos del 33,3% del área

cosechada en el 2005 o del inventario pecuario, correspondió a actividades que

compiten con importaciones.

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5. Sin Impacto: Unidades en las cuales no se cosecharon en el 2005 cultivos que

compiten con importaciones ni se contabilizaron actividades pecuarias que compitan

con ellas.

Como resultado, se encontró que bajo un escenario de precios y tasa de cambio promedios, el

ingreso total agropecuario generado en el conjunto de las unidades productivas campesinas

caería en COP 0,82 billones (USD 0,35 billones), un cambio equivalente al 10% respecto al

valor sin TLC; y que el ingreso neto lo haría en COP 0,36 billones (USD 0,15 billones), un

16% menos que sin TLC.

Ahora bien, los impactos serían distintos según la categoría de impacto del TLC donde se

ubique el productor, con disminuciones considerables de producción y ganancia neta para

aquellos productores clasificados en las categorías de impacto pleno e impacto alto y

reducciones menores o nulas para aquellos que se ubican en los grupos de impacto bajo o sin

impacto.

En efecto, para el grupo de productores con impacto pleno por TLC (que abarcan el 14% del

total de productores campesinos), el ingreso total agropecuario caería en COP 0,25 billones

(USD 0,11 billones); un cambio equivalente al 37% respecto al valor sin TLC; y el ingreso

neto lo haría en COP 0,13 billones (USD 0,05 billones), un 70% menos que sin TLC.

Para los productores pertenecientes a la categoría de impacto alto por TLC (que abarcan el

14% del total de productores campesinos), el ingreso total agropecuario caería en COP 0,23

billones (USD 0,10 billones), un cambio equivalente al 28% respecto al valor sin TLC; y el

ingreso neto lo haría en COP 0,10 billones (USD 0,04 billones), un 49% menos que sin TLC.

En el otro extremo, para el grupo de productores con impacto bajo por TLC (que abarcan el

31% del total de productores campesinos), el ingreso total agropecuario caería en COP 0,19

billones (USD 0,08 billones), un cambio equivalente apenas al 5% respecto al valor sin TLC; y

el ingreso neto lo haría en COP 0,06 billones (USD 0,02 billones), un 5% menos que sin TLC.

Por último se encontrarían los pequeños productores que, dada la composición de su

producción, no se verían afectados por el TLC, los cuales representan el 29% del total.

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Resumen de los Efectos del TLC Sobre los Productores de Economía Campesina –

Escenario Medio de Precios y Tasa de Cambio (Pesos del Año 2005)

Categoría de

Impacto

% de

Productores

Cambio Ingreso

Bruto

Cambio Ingreso

Neto

($ Mill) % ($ Mill) %

Impacto

Pleno 14% -250.876

-

37,4% -127.387

-

70,2%

Impacto Alto

14% -228.755

-

27,5% -102.528

-

48,5%

Impacto

Medio 13% -152.892

-

14,3% -72.398

-

25,2%

Impacto Bajo 31% -191.337 -5,1% -56.578 -5,3%

Sin Impacto 29% 0 0,0% 0 0,0%

Total (COP

Mill) 100,0% -823.859

-

10,2% -358.890

-

16,1%

Total (USD

Mill)

-355 -155

Fuente: Cálculos propios.

6. El TLC disminuye los ingresos de los hogares campesinos

Adicional a la pérdida de áreas, producción, ingresos y rentas generadas en el sector

agropecuario, el impacto del TLC se sentiría también sobre los ingresos de los hogares

campesinos, que en la actualidad se encuentran ya en niveles bastante bajos.

De acuerdo con las estimaciones, la disminución de la ganancia neta por actividades

agropecuarias ocasionaría una caída del 10,5% en el ingreso total para el conjunto de los

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hogares campesinos (1,4 millones de hogares), en un escenario de precios y tasa de cambio

medios, ubicándose en un valor promedio mensual de $304.642 por hogar.

La situación sería crítica para el subconjunto de productores campesinos que sufrirán un

impacto pleno o impacto alto por TLC (28% del total de productores, equivalentes a 386 mil

hogares), los cuales verían una disminución del 45% y del 31% en sus ingresos totales,

respectivamente, ubicándose apenas en valores promedio mensuales de $185.618 y $233.354

por hogar. Las pérdidas de ingresos totales serían también considerables para el subconjunto de

productores campesinos con impacto medio por TLC (13% del total de productores,

equivalente a 172 mil hogares), para los cuales se registraría una disminución del 16% en el

ingreso total, ubicándose en un valor promedio mensual de $284.621 por hogar.

Resumen de los Efectos del TLC Sobre los Hogares Campesinos – Escenario Medio de

Precios y Tasa de Cambio, Año 2005

Categorí

a de

Impacto

Ingreso Promedio por

Hogar Sin TLC (COP de

2005)

Ingreso Promedio por

Hogar después de TLC

(COP de 2005)

Cambios Porcentuales

Después del TLC

Gananci

a Neta

Agrop.

Otros

Ingreso

s

Ingres

o Total

del

hogar

Gananci

a Neta

Agrop.

Otros

Ingreso

s

Ingres

o Total

del

hogar

Gananci

a Neta

Agrop.

Otros

Ingreso

s

Ingres

o Total

del

hogar

Pleno

220.175 120.025

340.20

0 65.593 120.025

185.61

8 -70,2% 0,0% -45,4%

Alto

220.175 120.025

340.20

0 113.330 120.025

233.35

4 -48,5% 0,0% -31,4%

Medio

220.175 120.025

340.20

0 164.597 120.025

284.62

1 -25,2% 0,0% -16,3%

Bajo

220.175 120.025

340.20

0 208.567 120.025

328.59

1 -5,3% 0,0% -3,4%

Sin

Impacto 220.175 120.025

340.20

0 220.175 120.025

340.20

0 0,0% 0,0% 0,0%

Total

220.175 120.025

340.20

0 184.617 120.025

304.64

2 -16,1% 0,0% -10,5%

Fuente: Cálculos propios.

Page 49: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

COMENTARIOS

Por Ricardo Torres.

Director de Desarrollo Rural Sostenible – Departamento Nacional de Planeación

1. La liberalización de mercados y su impacto sobre la producción nacional y la

economía campesina

a. El análisis del impacto de los procesos de liberalización de mercados sobre la

economía campesina debe considerar, de una parte la reducción de ingresos que

significa la pérdida de parte del mercado de sus productos que antes era exclusivo, y

de otra parte el beneficio que representa la reducción de precios en su canasta de

consumo. Estos dos aspectos deberían ser considerados en forma global para tener

un balance final de dicho impacto.

b. En el caso de los efectos negativos que la liberalización de los mercados implica en

la economía campesina, vía reducción de los ingresos, la hipótesis de la que parte el

estudio es indiscutible y por el contrario resulta bastante obvia. Por lo tanto, la

atención se dirige a la evaluación y la estimación de los impactos negativos. En este

último punto el estudio en cambio resiste comentarios o críticas, algunos de los

cuales trataremos de esbozar más adelante.

c. La hipótesis de que la economía campesina como un todo podrá verse afectada por

pérdidas en ingresos, resulta básicamente del hecho de que los niveles relativos de

competitividad de sus productos frente a otro tipo de productores no tendrán la

capacidad de contrarrestar la penetración de productos importados.

d. En este contexto la políticas públicas deberán considerar diferentes elementos con el

fin de mitigar el impacto en la economía campesina, lo que se contempla al menos

en dos aspectos:

1. Fórmulas de desgravación en esos mercados.

2. Políticas para contribuir al mejoramiento de la productividad de la economía

campesina y sus productos.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

e. Por lo tanto, en el análisis de las posibles pérdidas, que metodológicamente se hacen

a través entre los precios de mercado y los ingresos frente a los costos de

producción, es importante considerar cómo se forman dichos costos de producción.

f. A este nivel el estudio presentado hace un desarrollo adecuado sobre el

comportamiento de los precios y su impacto sobre los ingresos, pero en cambio deja

de lado un análisis más elaborado de los temas de formación de los costos de

producción y otros aspectos que determinan la productividad de la economía

campesina, como los cambios tecnológicos, lo cual se convierte en nuestra opinión

en la debilidad más importante del estudio.

g. No es posible asumir una economía campesina estática sujeta simplemente al

comportamiento de los precios de mercado de un lado, y del otro no presentar

información que permita sustentar políticas públicas de apoyo al mejoramiento de la

productividad de este sector.

h. Finalmente, un análisis más completo del impacto de la liberalización de mercados

sobre la economía campesina, no puede verse exclusivamente vía precios de su

oferta de productos y la consecuente reducción de ingresos, sino que es necesario

además tener en cuenta el impacto positivo que pueda tener la reducción de precios

en su canasta consumo también, tema que no es mencionado ni considerado por el

estudio.

2. Determinación del período de referencia para el cálculo de los escenarios de precios

internacionales

El período utilizado en el estudio (1997-2009) tiene la fortaleza de ser lo suficientemente

largo para capturar los ciclos naturales en los precios de los commodities agropecuarios. No

obstante, al usarlo como base para la estimación de precios futuros deben tenerse en cuenta

las siguientes particularidades:

a. A partir de 2006 en los mercados internacionales de los productos agropecuarios, y en

particular de todos los incluidos en el análisis, los precios experimentaron un cambio en

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su tendencia y nivel por cuenta de cambios estructurales en la demanda por dichos

productos.

b. Si bien ha habido una corrección a la baja a partir de la segunda mitad de 2008, todos

los analistas coinciden en que los precios internacionales se ubicarán por encima de su

promedio histórico de largo plazo, lo que implica que estimaciones basadas en precios

históricos pueden subestimar el costo de importación de dichos bienes en el futuro.

c. Adicionalmente se está asumiendo que los excedentes exportables de EE.UU. son

siempre suficientes para atender los déficits de Colombia en los productos de economía

campesina, lo que podría implicar una subestimación adicional de los costos de

importación de dichos productos.

Transmisión de precios internacionales al mercado interno

a. Se asume que la transmisión de precios internacionales, entendida como la competencia

directa a la producción nacional, se da en todos los casos y de manera directa

independientemente de la ubicación y mercado objetivo de la producción campesina.

Este supuesto es particularmente fuerte en algunos productos, particularmente aquellos

en los cuales existe producción y mercados de consumos aislados.

b. No se consideran los plazos de desgravación de ciertos productos, con los cuales se

busca generar un espacio de ajuste en los sectores sensibles, particularmente los

cereales, el pollo y el cerdo.

Posibilidades de competencia por parte de los campesinos

Se asume que la población campesina no tiene posibilidad de competir en ninguno de

los casos con la producción importada. No obstante, en temas como el mejoramiento de

la competitividad (aumento de rendimientos y reducción de costos) hay posibilidades

de obtener resultados de corto plazo a través de la asistencia técnica. Adicionalmente,

hay posibilidades claras de desintermediación en la comercialización a través de formas

asociadas de ingreso a los mercados, mejorando el poder de negociación y los

volúmenes transados.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Análisis de los resultados de la negociación del TLC USA

a. Se asume que la negociación es fundamentalmente asimétrica a favor de EE.UU.

porque se parte de la base de que las preferencias del ATPDEA ya existían. No

obstante, la consolidación de preferencias unilaterales y temporales tiene un valor en sí

mismo.

b. El Mecanismo de Absorción de Cosechas (MAC) será reemplazado por las Subastas de

Absorción de Cosechas diseñadas dentro del Programa AIS.

Análisis de los hogares rurales a partir de le ECH 2005:

a. Se hila demasiado fino y es probable que la representatividad de la muestra de la

Encuesta Continua Hogares ECH de 2005 no sea suficiente. Sería conveniente incluir

en las tablas la representatividad de cada una de los resultados.

b. Se asume que los ocupados de hogares de economía campesina corresponden a los

hogares donde el jefe de hogar es trabajador cuenta propia en la rama de actividad

agropecuaria. Para este cálculo, entonces, se afirma que los ocupados cuenta propia en

actividades agropecuarias equivalen el 48% de los ocupados totales en la actividad

agropecuaria. En este punto habría que aclarar si este valor corresponde al total

nacional o solamente a las zonas rurales.

c. Lo correcto es asumir que hogares de economía campesina son hogares rurales donde el

jefe de hogar es cuenta propia y se dedica a la actividad agropecuaria. Adicionalmente,

el análisis debería incluir sólo aquellos hogares o trabajadores rurales que devengan

menos de los ingresos que se pueden obtener de una UAF. Por otra parte, de acuerdo

con la información que tenemos en el DNP de la ECH 2005, la proporción de ocupados

en las zonas rurales en la posición ocupacional cuenta propia y en la rama de actividad

agropecuaria equivalen al 63% del total de ocupados en las áreas rurales, con ingreso

promedio de $ 297.336 de 2005.

d. Para los cálculos se toman los datos de la ECH 2005 primer trimestre, lo cual puede

estar dejando por fuera información importante asociada a los ciclos de producción

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

propios de la actividad agropecuaria. Posiblemente, por esta razón los ocupados cuenta

propia en actividades agropecuarias están subestimados.

Análisis de las Unidades Agropecuarias

La ENA no es una encuesta de hogares, por lo tanto asumir que una unidad

agropecuaria equivale a un hogar de economía campesina, teniendo en cuenta la

definición que provee el artículo, es un supuesto fuerte. Si bien en el documento se

menciona la dificultad en términos de finca no se hace claridad en términos de hogares.

Un hogar rural puede tener varias unidades agropecuarias o un hogar puede ser menos

de una unidad agropecuaria. Esta situación puede estar sobreestimando los efectos del

TLC en los hogares de economía campesina. Por ejemplo, de acuerdo con los

resultados el 14% de las unidades productoras de economía campesina tienen un

impacto pleno, lo que implica que la totalidad de los cultivos corresponden a cultivos

que compiten con importaciones. Es una cifra bastante alta, ya que es poco probable

que un hogar de economía campesina al menos no tenga cultivos para el autoconsumo,

y que únicamente se oriente a cultivo para el mercado.

ABREVIATURAS Y SIGLAS

AEC Arancel Externo Común

ANDI Asociación Nacional de Empresarios de Colombia

ATPDEA Andean Trade Promotion and Drug Erradication Act

CAFTA Central America Free Trade Agreement

CAN Comunidad Andina de Naciones

CCI Corporación Colombia Internacional

CIF Cost, Insurance and Freight

COP Pesos Colombianos

DANE Departamento Administrativo Nacional de Estadística

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ECH Encuesta Continua de Hogares

EE.UU. Estados Unidos de América

EFTA European Free Trade Association

ENA Encuesta Nacional Agropecuaria

ESP Estimativo de Subsidios al Productor

FEDEGAN Federación Nacional de Ganaderos

FFA Fondo Financiero Agropecuario

FINAGRO Fondo para el Financiamiento del Sector Agropecuario

FOB Free On Board

G3 Grupo de los 3

Has. Hectáreas

IDEMA Instituto Colombiano de Mercadeo Agropecuario

IPC Índice de Precios al Consumidor

IPP Índice de Precios al Productor

MAC Mecanismo Público de Administración de Contingentes

MADR Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Colombia

MERCOSUR Mercado Común Suramericano

Mill. Millones

NAFTA North American Free Trade Agreement

NMF Nación Más Favorecida

OIE Organización Internacional de Epizootias

OMC Organización Mundial de Comercio

PIB Producto Interno Bruto

SAFP Sistema Andino de Franjas de Precios

TLC Tratado de Libre Comercio

Ton / Tm Toneladas Métricas

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TRM Tasa de Cambio Representativa del Mercado

USD Dólares de los Estados Unidos

USDA United States Department of Agriculture

VP Valor de Producción

GLOSARIO DE TÉRMINOS

Arancel Ad Valorem: Derecho aduanero que debe pagar una mercancía extranjera para

ingresar a un país fijado en términos de porcentaje sobre el valor de la mercancía.

Arancel Base: Nivel del derecho aduanero cobrado a una determinada mercancía extranjera al

ingresar a un determinado país a partir del cual se inicia un programa de reducción arancelaria,

en el marco de la suscripción de acuerdos de libre comercio.

Arancel Específico: Derecho aduanero que debe pagar una mercancía extranjera para ingresar

a un país fijado en términos de cantidades monetarias fijas por unidad de la mercancía.

Arancel Externo Común: Derecho aduanero que aplican de modo uniforme los miembros del

mercado común andino (CAN).

Arancel Intracuota: Derecho aduanero que se cobra por el ingreso de una determinada

mercancía extranjera a un país siempre que la cantidad o el valor de las importaciones no

supere un determinado límite.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Cláusula de Preferencia: Norma de un acuerdo por medio de la cual un país o un grupo de

países conceden un tratamiento especial a otro país o conjunto de países.

Contingente o Cuota: Cupo de importaciones en unidades o en valor de una determinada

mercancía otorgado por un país o grupo de países a otro país o grupo de países sujeto a algún

tratamiento especial, normalmente de carácter arancelario.

Derecho “Antidumping”: Gravamen arancelario que impone un país a las importaciones de

una determinada mercancía originaria de otro país con el fin de contrarrestar el daño que le

ocasiona o puede ocasionarle a la producción nacional la utilización de una práctica de

dumping, la cual consiste en que un país exporte una mercancía a un precio inferior al que se

vende en su mercado doméstico.

Cultivos transitorios o de Ciclo Corto: Cultivos agrícolas cuyo ciclo de producción es

inferior a un año.

Derecho Compensatorio: Gravamen arancelario que impone un país a las importaciones de

una determinada mercancía originaria de otro país con el fin de contrarrestar el daño que le

causa o puede causarle a la producción nacional el otorgamiento de subsidios a la exportación.

Licencias Previas: Procedimientos administrativos que requieren la presentación de una

aplicación u otra documentación (que no son los requeridos con propósitos aduaneros) al

órgano administrativo pertinente como una condición previa para la importación de bienes.

Page 60: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Mecanismos de Absorción de Cosechas: Requisito legal impuesto a los importadores de de

productos agrícolas mediante el cual se condiciona una exoneración o preferencia arancelaria a

la compra de las cosechas producidas nacionalmente.

Negociación Auto-contenida: Negociación caracterizada por la equivalencia de las

concesiones.

Niveles de Activación de una Salvaguardia: Volumen de importaciones de una mercancía a

partir del cual un aumento del mismo permite hacer uso de una medida de salvaguardia de

cantidad o precio de un producto a partir del cual cualquier disminución del mismo permite

hacer uso de una salvaguardia de precios.

Niveles de Restitución Arancelaria: Máximo porcentaje o monto al cual puede elevarse un

arancel que ha sido reducido en virtud de un programa de desgravación arancelaria como

consecuencia de la imposición de una medida de salvaguardia de cantidad o de precio.

Periodo de transición: Duración del periodo de desgravación de un producto en el marco de

un acuerdo de libre comercio. Si el término se refiere al acuerdo en su conjunto será la

duración del cronograma más extendido de desgravación de dicho acuerdo.

Salvaguardia de Precio o de Cantidad: Medida que puede imponer un país para proteger

temporalmente la producción nacional de una determinada mercancía de las importaciones.

Estas medidas pueden ser de precio o de cantidad. En el primer caso se aplican cuando el

precio desciende de determinado nivel y en el segundo cuando las importaciones aumentan de

determinada cantidad. Pueden ser de carácter arancelario o de índole cuantitativa.

Page 61: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Sistema Andino de Franjas de Precios: Sistema arancelario que se aplicaba por parte de

Colombia, Ecuador y Venezuela, en la época de negociación del acuerdo de libre comercio con

los Estados Unidos, a un subconjunto de productos pertenecientes al ámbito agrícola de la

Organización Mundial de Comercio consistente en la combinación de dos aranceles, uno de

carácter fijo y otro de índole variable en función inversa del precio internacional.

US$ 1.0 billion = US$ 1,000 millones

COP 1.0 billón = COP1.000.000 millones

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

CAPÍTULO 3

ECONOMÍA CAMPESINA, POBREZA, TIERRA Y DESPLAZAMIENTO EN

COLOMBIA

Por: Jaime Forero Álvarez*

Profesor Titular Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la

LAS DIMENSIONES DE LA ECONOMÍA CAMPESINA Y LA OCUPACIÓN PRODUCTIVA

DEL ESPACIO RURAL

Las dimensiones

1.1.1. Participación en la producción agropecuaria

Para 1988 la Misión de Estudios del Sector Agropecuario estimó que la agricultura campesina

ocupaba el 57,1% del área sembrada del país y aportaba el 42,7 % del valor de la producción

agrícola: lo anterior sin contabilizar el café, el azúcar ni la producción pecuaria. Para los años

finales de la década de los noventa hicimos un cálculo que, como se ve en el Cuadro 1

establece que los productores familiares trabajan más del 60% de la tierra cultivada y generan

más del 60% del valor de la producción agrícola:

* El autor agradece a Elcy Corrales Roa la revisión de este texto, y a Raúl Bernal su

colaboración para acopiar información sobre subsidios, gasto público y crédito.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Cuadro No. 1 Colombia. Distribución de la producción agrícola entre campesina y

capitalista. Promedio 1999 – 2000

Con coca y

amapola

Sin coca

y

amapola

Superficie

cosechada

Predominantemente

Campesinos

68.1%

67.3%

Predominantemente

Capitalistas

31.9% 32.7%

Valor de la

producción

Predominantemente

Campesinos

69.1% 62.9%

Predominantemente

Capitalistas

30.9% 37. 1%

Fuente: Estadísticas del Ministerio de Agricultura y FEDECAFÉ. Para coca y amapola:

áreas Policía Nacional en Tavera 2000; distribución SINSI – Naciones Unidas.

Nota: Para Predominantemente campesinos se tomó la totalidad de la papa, maíz, panela,

plátano, yuca, fríjol, ñame, ajonjolí, tabaco, fique, cacao, hortalizas, frutales para el consumo

interno y el café tradicional. Se incluyó además el café tecnificado en superficies menores a 10

has y el 80% de la coca y de la amapola. Predominantemente capitalistas: caña de azúcar,

banano de exportación, flores, palma africana, arroz, algodón, sorgo, soya, café tecnificado en

superficies mayores de 10 has, 20% de la coca y de la amapola.

Page 64: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Por su parte Garay, Barberi y Cardona calcularon con los datos de la Encuesta Nacional

Agropecuaria que el aporte de la economía campesina es el “47% del área total cosechada en el

2005 con cultivos transitorios en el país, y el 50% de la producción de los mismos, así como el

56% del área cosechada con cultivos permanentes y el 48% de su producción” (2009, 7). Hay

que advertir que estos datos no son comparables con los del Cuadro No. 1 porque surgen de

fuentes diferentes.

Por último, los avances de un nuevo cálculo que estamos haciendo (los datos son preliminares)

nos indican que la participación de la economía campesina en la agricultura sigue siendo del

orden del 70% y que los campesinos tienen el 69% del los predios dedicados a la ganadería y el

14% del hato nacional (Cuadro No. 2). De manera tal que se puede afirmar que la producción

campesina contribuye con una porción sustancial (al parecer mayoritaria) de la producción

agrícola nacional y con una parte no despreciable de la actividad ganadera.

Cuadro 2. PARTICIPACIÓN (%) DE LA PRODUCCIÓN FAMILIAR EN LA

AGRICULTURA (Excepto café y flores)

Y EN LA GANADERÍA. Promedio 2004 - 2007

REGIONES

TRANSITORIOS PERMANENTES TOTAL

Area Valor Area Valor Area Valor

Andina 68,47 74,47 68,84 67,15 68,65 70,81

Amazonas 27,06 5,94 97,17 95,92 62,11 50,93

Costa 54,75 38,18 62,45 43,86 58,60 41,02

Pacifica 38,87 35,36 49,66 53,33 44,26 44,34

Orinoquia 23,02 13,59 43,35 61,25 33,18 37,42

Total 58,22 60,16 65,95 60,77 62,08 60,46

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

REGIONES

BOVINOS (04 - 06)

Predios Cabezas

Andina 80,52 25,67

Amazonas 41,12 5,90

Costa 39,96 5,46

Pacifica 33,90 3,50

Orinoquia 35,97 5,15

Total 69,55 13,55

Fuente: Para agricultura elaborado con cifras de Minagricultura – Anuario Estadístico. Para

bovinos con la base de datos de FEDEGAN. Para la agricultura se definieron por cultivo y por

departamento los coeficientes de participación de la producción familiar de acuerdo con el

criterio de expertos. Para la ganadería bovina se tomaron los predios con 15 cabezas o menos.

1.1.2. La producción cafetera

Según la Comisión de Ajuste de la Institucionalidad Cafetera hay en el país 536.000

campesinos cafeteros que contribuyen con el 55% de la producción.8 El 50% de ellos cultivan

menos de una hectárea de café (Reina et al. 2007, 81). Por nuestra parte hemos calculado la

participación de los productores campesinos (o familiares) por medio de la distribución del

área cultivada en café.9 Para este cómputo se consideran campesinos, o productores familiares,

aquellos que tienen menos de 10 has en café o que tienen cultivos tradicionales a la sombra.

Por esta vía se calcula que la caficultura familiar, a partir de la crisis, ha venido ocupando un

espacio cada vez mayor de forma que actualmente los campesinos tienen el 78% de la

superficie cultivada en café (Cuadro No. 3).

8 El documento de la Comisión es de 2002 (citado por Aguilar, 2003, 254).

9 Esta es una clasificación arbitraria basada en nuestra observación: parece ser que, por lo

regular, quien tiene más de 10 has de café tiende a delegar la mayor parte del manejo de la

finca a un administrador a sueldo, de manera que se pierde el carácter familiar de la

explotación.

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Cuadro No. 3. Colombia. Evolución del área cafetera 1990 – 2000

Promedios trienales en hectáreas

1990

1992

1993

1995

1996

1998

1999

2000

ÁREA TOTAL 986.000 958.000 869.000 860.000

Área campesinos 445.000 534.000 646.000 670.000

Área empresarios

capitalistas

541.000 424.000 223.000 189.000

Participación

campesinos

45% 56% 74% 78%

Fuente: Base de datos Minagricultura (2006). Cálculos nuestros.

Otros datos confirman este proceso de campesinización y minifundización de la caficultura en

los últimos tiempos: mientras que en 1970 había un poco más de 300.000 fincas en donde se

cultivaba 1.067.113 hectáreas en café, en 1993-97 el número de fincas se había duplicado

(609.432) al tiempo que el área cafetera había descendido en 18,6% (Guhl, 2004, 34). Uno de

los resultados más notorios de la crisis cafetera fue precisamente la salida de la escena

productiva de buena parte de los productos empresariales, quedando el sector en manos de los

pequeños productores familiares que aumentaron su participación en el área cultivada de 31%

en 1970 a 61% en 1997 (Cuadro No. 4).

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Cuadro No. 4. Colombia. Distribución de las fincas cafeteras según rangos de tamaño.

1970 – 1997.

Fuente: Censo Cafetero. FEDERACAFÉ, 1970. Sistema de Información Cafetera (SICA),

FEDERACAFÉ, 1993-97. Tomado de: García, 2003, con cálculos adicionales nuestros.

El aumento de la participación de los campesinos en el área cafetera refleja una mayor

resiliencia de la agricultura familiar que la empresarial (o capitalista). Esto se debe a mi juicio

a la capacidad de adaptación de los sistemas de producción familiares basada en la

combinación de estrategias no monetarias con estrategias monetarias. Fue así que los

campesinos cafeteros frente a la crisis intensificaron el trabajo familiar, disminuyeron la

contratación de trabajadores, redujeron la aplicación de insumos monetarios en el café, echaron

mano a recursos de la finca que anteriormente no aprovechaban para abonar cultivos y para

alimentar animales y ampliaron la producción para el consumo familiar. De otra parte,

intensificaron el plátano (con insumos monetarios) e introdujeron otras alternativas agrícolas

intensivas en insumos monetarios (frutales y hortalizas). Entre otras muchas prácticas con las

cuales ajustaron sus sistemas de producción se destacan el “rere” y el desyerbe selectivo que

implican la sustitución de insumos monetarios por trabajo. El “rere” (recoja y repase) es un

medio manual de control de la broca, y el desyerbe selectivo es una labor que se hace también

a mano para eliminar las malezas (o arvenses) dañinas y dejar las que benefician las matas de

café, lo cual incide a su vez en la protección del suelo.

Un factor clave para afrontar los retos de la destorcida de precios del grano fue la adecuada

adaptación de las instituciones cafeteras. Y muy especialmente el paso de un sistema de precios

sustentados al actual régimen de garantía de compra de las cosechas que aunque por supuesto

es menos ventajoso que el mecanismo anterior, le brinda a los cafeteros unas condiciones

1970 1993-97 Cambio 1970 1993-97 Cambio 1970 1993-97 Cambio

0 - 5 8 17 125% 17 43 144% 53 80 50%

5 - 10 8 14 64% 14 18 26% 17 10 -43%

10 - 30 22 27 20% 28 23 -18% 19 8 -60%

30 - 100 29 26 -10% 25 13 -48% 8 2 -71%

>100 33 16 -51% 15 3 -78% 2 0 -83%

Total nacional 100 100 100 100 100 100

Tamaño de la

finca (Ha.)

Participación en la

superficie. En %

Participación en el área

en café. En %

Participación en el número

de fincas. En %

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privilegiadas frente a otros productores agrícolas colombianos y frente a la mayor parte de los

cafeteros del resto del mundo.

1.1.3. La población campesina

Garay, Barberi y Cardona (capítulo 2), basados en los datos de las encuesta de hogares del

DANE, encuentran que para el año 2005 “los hogares campesinos, entendidos como aquellos

que contaban por lo menos con un trabajador independiente en el sector agropecuario eran

1.369.438, que corresponden al 12% del total de hogares del país”. Años atrás:

La Misión de Estudios estimó que el número de (hogares) campesinos

aumentó de 971.000 a 1.388.000 entre 1951 y 1988, casi al mismo ritmo del

aumento de la población rural que pasó de 6.9 a 9.8 millones de personas en el

mismo lapso. Zamocs (1992) por su parte estimó que el número de

campesinos en 1988 estaba entre 860.000 y 1.200.000, de los que dependían

entre 4.3 y 6.9 millones de personas, cifra muy por encima de la estimada por

la Misión (1990), que estimó la población campesina total en 3.5 millones de

personas. Recientemente Valderrama y Mondragón (1988) han calculado, con

base en el Censo de Minifundios y el Censo de Población del DANE en

890.000 el número de campesinos. (CEGA, 2000, 32).

En fin, parece sensato pensar que actualmente la población campesina, entendida como aquella

que deriva por lo menos en parte sus ingresos del trabajo en sus fincas o parcelas, es de

alrededor de 1.400.000 hogares (casi 6 millones de personas) y hay, además, en el país 760.403

grupos familiares que fueron desplazados entre 1998 y 2008 (COMISIÓN, 2009) a quienes les

fueron usurpadas sus tierras, animales y cultivos.

La ocupación productiva del espacio rural

La multiplicidad de formas productivas de la producción familiar y sus interrelaciones con

otros agentes económicos es un hecho decisivo en la conformación de nuestra actual estructura

productiva agraria. Otros hechos de singular importancia son la permanencia histórica y la

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expansión reciente del latifundismo así como la formación del capitalismo agrario en zonas con

ciertas especificidades (topografía, calidad de la tierra, integración a mercados domésticos e

internacionales.) En este contexto la estructura productiva agraria contribuye a modelar (o a

producir) un espacio social y físico10

complejo a la manera de mosaicos en donde confluyen

distintas formaciones en las cuales se destacan:

1. Espacios de “capitalismo rural” en los cuales la empresa familiar coexiste y tiene

relaciones funcionales con la empresa capitalista. Convergen productores familiares,

inversionistas y productores empresariales (capitalistas). Los inversionistas, surgidos hasta

donde sabemos entre los campesinos mismos, han sido muy importantes para posibilitar la

expansión e intensificación productiva de cultivos como las hortalizas, la papa y el café.

Al mismo tiempo, en estos espacios se presentan con mucha frecuencia asociaciones entre

productores familiares mediante las cuales uno de los socios aporta la tierra y parte de los

costos monetarios del cultivo, mientras que el otro aporta el trabajo y la parte restante de

dichos costos. Varios casos ejemplifican el capitalismo rural: la producción cebollera del

lago de Aquitania y quizás la mayor parte de las zonas hortofrutícolas y paperas del país.

Múltiples zonas cafeteras en donde confluyen empresarios y campesinos productores del

grano. Algunas zonas paneleras como la de la Hoya Río Suárez en donde las asociaciones

entre dueños de tierras y de los trapiches con los “aparceros o arrendatarios” han sido

decisivas para el desarrollo y modernización productiva de esta agroindustria rural y en

donde, al mismo tiempo, un sector de empresarios ha conseguido llevar a cabo todo el

proceso, desde el cultivo hasta la transformación, utilizando exclusivamente trabajadores

asalariados. Algunas zonas lecheras como las de Ubaté y el Norte de Antioquia pueden

ser consideradas también en esta categoría.

10

Utilizo el término espacio con una ambivalencia deliberada. Me refiero por un lado, a

espacios sociales moldeados por un tipo de relación económica. Aludo, por otra parte, a

espacios físicos: zonas en donde predomina un tipo de forma productiva. El espacio social

entendido como red de interrelaciones entre diferentes agentes sociales y económicos y el

espacio físico entendido como paisajes moldeados por estas interrelaciones, inciden en la

conformación (o en la producción) del territorio.

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2. Espacios de “capitalismo agrario” en donde la formación de la empresa capitalista ha

homogenizado el paisaje socio–productivo. Es el caso de la producción azucarera del

Valle del Cauca, del banano en Urabá y de buena parte (no toda) de la palmicultura.

3. Espacios en donde confluyen grandes, medianos y pequeños productores que

tienen cultivos mecanizados como el maíz, el algodón y el arroz. En estas zonas la

presencia simultánea de empresarios capitalistas y productores familiares no configura

nítidamente lo que hemos llamado arriba un capitalismo rural porque estos productores

tienen entre sí pocas relaciones inter empresariales. Otros agentes como los vendedores

de insumos (que son al tiempo financistas) y los compradores de las cosechas, son

quienes articulan a los diferentes productores agrarios. Más que un capitalismo rural,

estos espacios se caracterizan por la persistencia de la producción familiar en zonas

dominadas (económicamente) por la empresa capitalista agraria. En ciertos casos el

control del mercado lo ejercen las empresas transformadoras del maíz. En otros

contextos este papel lo cumplen los molinos de arroz o las empresas textiles que

demandan la fibra del algodón.

4. Espacios campesinos en donde predomina la agricultura familiar aunque hay en ellos

presencia del latifundio. Las asociaciones entre los productores, mediadas por

relaciones de parentesco o de vecindario, permiten la circulación (los intercambios) de

tierra, capital y trabajo. Buena parte del mundo rural andino de Boyacá, Cundinamarca,

Santander, Nariño, y Antioquia ejemplifica los espacios campesinos en donde, como se

dijo, las parcelas de los productores familiares o las comunidades rurales de campesinos

están por lo regular “rodeadas” por el latifundio ganadero.

5. Espacios de disputa entre latifundistas y comunidades campesinas. Como es

sabido, el latifundio, dedicado fundamentalmente a la ganadería, se ha venido

expandiendo en las últimas tres décadas a expensas de las propiedades de los

campesinos con el auge de compra de tierras por narcotraficantes y con el

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desplazamiento forzado de millones personas. En varias localidades del Magdalena

Medio se encuentran numerosos ejemplos de territorios en disputa entre las

comunidades campesinas y un proyecto de dominio territorial terrateniente, basado en

la violencia y, en ocasiones, apoyado por el Estado, en el cual a expensas de la tierra de

los campesinos se instalan y ganaderías extensivas y en ocasiones de proyectos

agroindustriales como los de palma aceitera.

6. Espacios de colonización11

en donde convergen los campesinos y empresas

colonizadoras (extractivas o ganaderas extensivas) con los nuevos latifundios y las

comunidades indígenas. En los frentes de colonización se presenta un proceso de

redefinición y reordenamiento continuo de territorios como producto de los conflictos

entre los indígenas (desplazados, proletarizados o reducidos a nuevos poblados), los

colonos que tratan de fundarse como productores familiares y que luchan por ser

reconocidos como ciudadanos con acceso pleno a sus derechos económicos y civiles

(Ramírez, 2001), los terratenientes que compran o despojan de sus mejoras a los

colonos y los empresarios que intentan, no siempre exitosamente, construir pequeños o

enormes proyectos productivos o comerciales. No se puede decir que con el proceso de

colonización se vaya decantando en todos los casos en una estructura social dominada

exclusivamente por los terratenientes. A los primeros tiempos de la economía

extractiva, muchas veces ilegal, le siguen nuevas etapas de aclimatación de alternativas

productivas dentro de las cuales la gran ganadería extensiva es la más difundida pero, al

mismo tiempo surgen y se consolidan grupos productores familiares y de empresarios

agrícolas que ocupan junto con otros modelos productivos el espacio rural.

Se extiende, por otra parte, un complejo tejido de empresarios dedicados a todo tipo de

actividades en los nuevos conglomerados urbanos. De esta manera se conforma un

poblamiento en el cual la relación entre población urbana y rural es más alta que en las

montañas andinas. En fin, en los frentes de colonización los diversos actores sociales

moldean nuevos paisajes rurales y urbanos y van configurando diversos tipos de

territorio.

11

Este punto 6 es tomado de Forero 2009.

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Vale la pena anotar que frente a la ganadería extensiva que se impone como una

fórmula funcional para el control del territorio colonizado mediante la utilización de los

suelos como un recurso extractivo y el empleo de muy pocos trabajadores, los cultivos

ilegales tienen un impacto insignificante. Mientras sembramos menos de de 200.000

hectáreas en coca, amapola y marihuana tenemos más de 40 millones de hectáreas en

praderas para albergar un hato de menos de 30 millones de cabezas. Si miramos las

proporciones, las cosas son todavía más contundentes: 0,8 cabezas por cada hectárea en

pastos y 200 hectáreas dedicadas al pastoreo por cada hectárea sembrada en cultivos

ilícitos.12

Por supuesto que en las regiones en donde se cultiva la coca, la inestabilidad

de los productores y la emergencia de actores armados, le imprimen unas características

muy especiales a estos territorios. Allí, tanto los cultivadores de la hoja como quienes

basan su economía en ofrecer bienes y servicios a la demanda activada por la actividad

ilícita, luchan también por su reconocimiento como ciudadanos con pleno acceso a sus

propios derechos.

7. Espacios de comunidades indígenas y afro americanas. Entre los indígenas y negros,

por lo regular el territorio tiene una apropiación comunitaria mientras que la tierra y

otros recursos naturales son explotados individualmente por la familia, bajo las pautas

sociales y del poder político de la comunidad.

A pesar de las dimensiones del desplazamiento forzado por la violencia ejercida por los actores

armados, de la persistencia de este fenómeno a lo largo de por lo menos los últimos 25 años,13

de la generalización, en varios de estos años, del conflicto en casi todo el mundo rural (y en

buena parte del urbano) se tiene el anterior panorama de la ocupación productiva del espacio

rural colombiano dentro del cual la producción familiar ha logrado no sólo subsistir sino

12

En la dinámica sociopolítica de la producción de drogas el problema grave para los

ecosistemas lo han suscitado las fumigaciones, que parece que no le generan beneficios sino a

quienes venden los herbicidas y bajo cuyos efectos se ha propagado el conflicto armado por

nuevas zonas del territorio colombiano.

13 Sin incluir los años de “La Violencia” de los años cincuenta del siglo XX cuando se produjo

también un desplazamiento masivo de campesinos.

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continuar con su papel protagónico en el abastecimiento de alimentos y en la generación de

excedentes exportables. Según Alejandro Reyes Posada (2008, 112) en regiones de minifundio

tradicional campesino, se preservó mejor la estructura de propiedad fragmentada de la tierra

porque escaparon al apetito de los nuevos señores de la guerra y de la tierra por monopolizar la

propiedad”. Estas regiones corresponden a las que hemos denominado zonas de capitalismo

rural y espacios campesinos. Como es bien sabido en otras zonas los paramilitares se

apropiaron (y se han seguido apropiando aun después de pactada su desmovilización) de tierras

de campesinos y de hacendados al tiempo que “otros grandes propietarios aprovecharon (¿y se

aprovechan actualmente?) del dominio paramilitar para ampliar sus haciendas a costa de los

predios ajenos” (Reyes Posada, 2008, 162, anotación nuestra entre paréntesis).

Merecen resaltarse dos especificidades de esta ocupación productiva del espacio rural en

Colombia. La primera, que el latifundismo rodea y constriñe tanto a la producción campesina

como a la producción empresarial (o capitalista); la segunda es que a pesar del avance de

ciertos proyectos agroindustriales como el palmero o el de los agrocombustibles, no se puede

decir, como en muchas ocasiones se afirma, que el14

espacio agrícola está moldeado

homogéneamente por la agroindustria trasnacional y que la configuración de los territorios

rurales15

esté cada vez más determinada por una especie de nuevo capitalismo agroindustrial

14

De aquí en adelante este párrafo es tomado de Forero 2009.

15

De acuerdo con varios autores el “territorio”, en este ensayo es definido como la apropiación

material y simbólica del espacio por grupos sociales. La apropiación material se lleva a cabo a

través de relaciones que involucran a individuos, grupos, clases sociales y organizaciones para:

1) la producción de hábitats −de grupos sedentarios o nómadas−; 2) la producción, distribución

y consumo de bienes y servicios; 3) el manejo y apropiación de los recursos naturales (y de los

servicios ambientales); 4) el acceso y posesión de la tierra y de los inmuebles construidos. En

la medida en que los grupos sociales que se relacionan (en la producción o apropiación

material del territorio no son homogéneos sino estratificados y diferenciados internamente, con

intereses contrapuestos, o no necesariamente armonizables, la apropiación material (así como

la simbólica) del espacio es dinámica y conflictiva. En el espacio rural intervienen propietarios,

arrendatarios, aparceros, asociados, patrones, obreros, empleados, jornaleros, campesinos

productores independientes, comerciantes, financistas, prestamistas, etc.). Las vivencias

individuales y colectivas de estos actores y de estos grupos sociales producen representaciones

simbólicas diversas y comunes de un espacio en disputa. Como estas vivencias son, en parte,

producto de la actividad económica (de la producción y de las formas de acceso a bienes y

servicios) las relaciones económicas inciden, a su vez, en la producción de las representaciones

simbólicas del territorio.

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excluyente que crea economías de enclave cuyos productos son dirigidos a los mercados de

exportación. Según esta forma de ver las cosas, la contraparte de este proceso de

homogenización de los espacios rurales es la reducción a la marginalidad de quienes no se han

ido de los campos y el vaciamiento de los territorios en los cuales las multinacionales no han

penetrado. A mi manera de ver estas dicotomías entre espacios trasnacionalizados y

desterritorialización de las comunidades rurales o entre las fuerzas del capital trasnacional y la

resistencia campesina, corresponden solamente a lo que sucede en ciertos espacios rurales muy

específicos. Pero cuando se pretende que ésta es una característica generalizable a todo nuestro

espacio rural, se oculta la complejidad de la conformación productiva de los espacios rurales

que se acaba de mostrar, y se invisibilizan una gran diversidad de realidades sociales y de

representaciones simbólicas que forman parte de nuestra territorialidad rural.

CARACTERÍSTICAS ECONÓMICAS DE LA PRODUCCIÓN CAMPESINA (O FAMILIAR)

En su análisis microeconómico de la unidad de producción campesina, Alexander Chayanov

(1924 − 1974) postulaba con sólidos argumentos, y apoyado en una amplia información

cuantitativa, que el campesino no buscaba optimizar ganancias sino satisfacer sus necesidades

básicas de acuerdo con su dotación de tierra, su disponibilidad de mano de obra (familiar) y la

demanda del hogar por bienes de consumo. Sostenía que las categorías económicas de salario,

precio y ganancia no eran aplicables a estos sistemas de producción. El legado de Chayanov ha

sido indudablemente importante para entender al productor campesino y para aproximarnos a

la comprensión de su racionalidad. Pero de la Rusia de Chayanov a la sociedad contemporánea

han ocurrido muchos cambios que han modificado sustancialmente el contexto económico de

los productores rurales actuales. Resaltar estas diferencias constituye una buena puerta de

entrada para precisar las características actuales de la producción familiar rural agropecuaria o

de la llamada economía campesina en Colombia.16

16

Utilizo el término de agricultura familiar en un sentido amplio que abarca tanto a la llamada

economía campesina como las actividades agrícolas a pequeña escala que algunos autores

como Llambí (1998) y Lamarche (1992 y 1994) proponen ubicarlas conceptualmente por fuera

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La monetización parcial de los sistemas de producción familiares agropecuarios

El trabajo que utilizaban los campesinos rusos, en aquella época, era casi exclusivamente

familiar, mientras que la posibilidad de pagar jornaleros que tienen hoy en día los campesinos

hace posible expandir su producción más allá de la capacidad de trabajo de la familia. Puede

verse en el Cuadro No. 5 que los productores analizados en el caso colombiano contratan entre

el 17% y el 53% de la mano de obra empleada en sus parcelas.

Cuadro No. 5. Colombia. Región Andina. Grado de monetización de los sistemas

campesinos de producción

Valores promedio en miles de pesos del 2001

Tipo de Productor

Ventas

Relación

Ventas /

Producció

n total

Relación

Monetarios /

costos totales

Relación

trabajo

asalariado

/ trabajo

total

Hortofrutícolas Fómeque

(Cundinamarca) y Piesdecuesta

(Santander)

12,545 89 % 58 % 44 %

Papa en Lenguazaque –

Cundinamarca

25,362 92 % 71 % 50 %

aprox.

Campesino tradicional en

Santander

8,806 89 % 38 % 29 %

Minifundista en Nariño 1,316 93 % 31 % 17 %

Cafeteros en Buga – Valle 13,707 92 % 55 % 30 % aprox

Cafeteros en Restrepo – Valle 16,384 95 % 44 % 53 %

Fuentes: Forero et al 2000 y 20001; Forero, 1999; Paz, 1999. Tomado de Forero, 2008.

del mundo campesino. Me refiero a la empresa familiar capitalista para utilizar los términos de

este último autor.

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La demanda por trabajo asalariado por parte de los productores familiares depende de su

disponibilidad de tierra y de capital y de la relación entre el costo de la mano de obra, el costo

de producción y el precio de los productos. En la decisión de contratar asalariados inciden dos

situaciones diferentes:

Cuando la productividad del trabajo (calculada como la relación entre el excedente

económico −balance entre ingresos, costos y rentas− y el número de jornales invertidos)

supera al costo de la mano de obra contratada. Dada esta circunstancia el productor puede

optar por sustituir trabajo familiar por trabajo asalariado y/o expandir la producción

agropecuaria. Se verá más adelante, en el cuadro 9, que esta condición se cumple en una

amplia gama de casos analizados.

En situaciones de escasez de mano de obra familiar, el productor se ve obligado a contratar

trabajadores trasladándole al jornalero parte del ingreso que él podría obtener si no tuviese

limitaciones en su dotación de mano de obra. Se presenta por lo regular en hogares con

pocos miembros, en donde predominan ancianos, niños y mujeres.

En la medida en que el hogar rural acude, o tiene la posibilidad de hacerlo, a varias actividades

rurales agropecuarias (jornaleo) o no agropecuarias y actividades urbanas, que representan

posibilidades reales alternativas al trabajo en sus fincas, el costo de oportunidad de la mano de

obra familiar, medido en términos de su remuneración por fuera de la parcela, pesa en las

decisiones del campesino.

Aparte de algunas herramientas y de la compra de algún animal, los insumos que los

productores chayanovianos empleaban eran producidos en la propia finca (costos no

monetarios o costos domésticos), mientras que nuestros productores familiares adquieren en el

mercado (costos monetarios) fertilizantes, pesticidas, drogas y alimentos para animales,

maquinaria (comprada o alquilada), herramientas y todo tipo de materiales (cemento,

mangueras, ladrillos, alambre, etc).

La demanda de crédito bancario o extra bancario (tiendas de insumos, comerciantes, vecinos)

no figura tampoco en el modelo de Chayanov mientras que es una variable que tenemos que

incluir en los análisis actuales. De acuerdo con las cifras del Ministerio de Agricultura, los

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pequeños productores reciben apenas alrededor del 20% del crédito institucional y se

benefician de este recurso del 10% de las familias campesinas (Cuadro No. 6). Estos datos

expresan un retroceso en la capacidad de las instituciones gubernamentales para atender a los

pequeños si se tiene en cuenta que en la década de los años ochenta éstos percibían un poco

más del 40% de la cartera que se asignaba con recursos oficiales. Con relación a la década de

los noventa en los años actuales ha habido un avance porque en este período la asignación para

los pequeños estuvo por debajo del 10%.

Nosotros hemos observado en diversos municipios que los almacenes de provisión de insumos

irrigan ampliamente crédito a los pequeños mediante el sistema de entregarles al fiado los

insumos y materiales sin cobrarles, aparentemente, intereses. En estas circunstancias se genera

en realidad un interés implícito representado en el sobreprecio que se paga con relación a una

transacción en que se compren los mismos insumos al contado: en una investigación que

hicimos en el 2005 se encontró que este interés equivale al 2, 0% mensual mientras que

FINAGRO prestaba al 1,1%.17

17

Para pequeños y medianos cultivadores de maíz y algodón en Córdoba en el año 2005

(Forero et al., 2007).

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Cuadro No. 6. Colombia. Participación de los pequeños productores en el crédito

institucional

AÑO

Número de

créditos /

Familias

campesinas

Participación

en el valor de

los créditos

otorgados

1991 22,5

1992 23,2

1993 21,5

1994 14,7

1995 15,9

1996 14,5

1997 19,9

1998 10,6

1999 2

2000 6

2001 7,8

2002 2,0% 17,7%

2003 3,4% 14,5%

2004 6,5% 21,9%

2005 9,7% 29,0%

2006 10,3% 25,7%

2007 9,9% 20,3%

2008 9,8% 17,6%

2009 8,4% 19,0%

Nota: Se asumió 1.4000.000 familias campesinas.

Fuente: FINAGRO. Reportes Minagricultura

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La monetización de la subsistencia de los hogares campesinos

Por otra parte, los bienes de consumo comprados en el mercado por los campesinos rusos

(analizados por Chayanov), conformaban una reducidísima parte de su canasta de bienes en

comparación con la de los hogares rurales actuales. Estos últimos demandan un alto porcentaje

de los alimentos (70% en promedio de acuerdo con varios estudios hechos en Colombia, ver

Forero, 2006), la casi totalidad del vestuario, materiales para vivienda, transporte automotor,

servicios públicos, salud, educación, electrodomésticos, bebidas, etc., etc.

De acuerdo con Chayanov los productores campesinos podían satisfacer completamente sus

pocas necesidades sin emplear toda su capacidad de trabajo. Aunque se dan casos

excepcionales, hoy en día es difícil encontrar campesinos que no participen del principio de la

insaciabilidad (o de los deseos ilimitados del consumidor) en una sociedad de consumo

masivo.

La racionalidad económica de los productores familiares

Pensamos, a partir de las evidencias que hemos recolectado, que en el actual contexto

económico, con un alto desarrollo de la economía de mercado, solamente algunos pocos

productores familiares tienden a producir con el mínimo esfuerzo a fin de satisfacer algunas

necesidades elementales.18

Ellos no dejan de producir, como el optimizador chayanoviano,

cuando satisfacen sus necesidades básicas elementales. No se puede decir tampoco que en

general los productores familiares toman sus decisiones con la racionalidad económica que

postula la microeconomía neoclásica, según la cual el productor tiende a elevar su producción

hasta el punto en que optimice sus utilidades. La realidad es que algunos funcionan con esta

lógica pero quizás la mayor parte se acercan sí a este tipo de racionalidad pero no participan

18

Es el caso de los productores de una de las varias veredas en que trabajamos en una

investigación en Guane en la parte baja del municipio de Barichara (Departamento de

Santander) sometida a severas sequías. Al contrario de sus vecinos, los campesinos de la

vereda de Butaregua minimizan la producción de excedentes al tiempo y muestran poco interés

por mejorar sus condiciones de vida a pesar de contar, excepcionalmente en esta región, con

una alta disponibilidad de agua para riego. Tenemos también noticias de algunas comunidades

indígenas que han resuelto producir para el mercado tan sólo una parte muy inferior de los

productos que podrían ofrecer porque no les interesa percibir ingresos más altos.

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completamente de ella, mientras que otros pocos (la minoría a nuestro juicio) se aproximan un

poco más a la lógica del “mínimo esfuerzo” chayanoviana.

Lo que sí es claro cuando se analiza la dinámica económica de los productores familiares

rurales, es que sus sistemas de producción tienen, a la vez, un ámbito monetario y un ámbito

doméstico (no monetario). En el primero se realizan transacciones de mercado, mediadas por el

dinero: compra de insumos, maquinaria, herramientas, pago de jornales, venta de productos

agropecuarios, pago de intereses, arrendamientos etc. Por el contrario, en el ámbito doméstico

las operaciones económicas no se llevan a cabo mediante este mecanismo de mercado:

utilización de mano de obra familiar y autoconsumo alimentario, donaciones e intercambios en

especie de los bienes agropecuarios producidos, utilización de recursos de la finca que

sustituyen insumos comerciales, intercambios de trabajo y pago de rentas en especie (una parte

de las cosechas).

A partir de nuestras observaciones hemos venido concluyendo que los ámbitos monetario y

doméstico de la producción familiar tienen una relación complementaria o “mutualista y que

no se excluyen ni compiten entre sí como piensan en una orilla los “productivistas” y en la otra

los “conservacionistas” (para ponerles una etiqueta transitoria a estas dos tendencias con el fin

de facilitar la exposición).

Productivistas y conservacionistas. Los productivistas consideran que se debe

ante todo incentivar a los campesinos que tiendan a transformarse en

empresarios, entendida la empresa como aquella que alcanza su competitividad

mediante estrategias que le permitan lograr una eficiente inserción en el

mercado, excluyendo explícita o implícitamente todo relacionado con el

autoconsumo. Con sus propuestas parecen estar proclamando que “por fuera de

los encadenamientos agroindustriales no hay salvación”. Es la línea dominante

en el diseño de nuestra política agropecuaria que impulsa las cadenas

productivas, los acuerdos de competitividad y los cluster regionales como

únicas alternativas. Se centra en transmitir señales e incentivos para que los

productores más eficientes participen competitivamente en estos circuitos de

mercados que, según ellos, van a ser predominantes y homogéneos en el futuro

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

próximo. Para los productores que no se suben al carruaje de las cadenas

agroproductivas, se implementaría una política social complementaria que

alivie su situación de pobreza con ayudas alimentarias y otros paliativos, y se

promovería su vinculación a actividades no agropecuarias en el medio rural. En

la otra orilla, los conservacionistas parecen sentenciar que “el mercado trae

consecuencias funestas para el campesinado”. Proponen ellos, en primer lugar,

privilegiar los esfuerzos productivos que fortalezcan la seguridad alimentaria a

partir del autoconsumo de la familia campesina y de los intercambios en el seno

de las comunidades rurales. En segundo lugar, propugnan porque los

campesinos minimicen la dependencia de los “insumos externos” adquiridos en

el mercado. Es, de cierta manera, la vía de resistencia campesina. Ahora bien,

como de todas formas hay que generar algunos ingresos en dinero, la propuesta

se complementa con estrategias para participar en ciertos circuitos comerciales

restringidos: los mercados de productos orgánicos, los mercados justos, los

mercados campesinos por medio de los cuales los productores venden

directamente sus productos a algunos consumidores urbanos. Desde nuestro

punto de vista las dos posiciones acabadas de mencionar tienen elementos

valiosos pero resultan no solamente excluyentes entre sí sino que cada una deja

de lado la mayor parte de nuestros productores familiares. El hecho es que estos

productores están altamente integrados al mercado, de manera que su

autoconsumo representa apenas una parte muy pequeña de su ingreso y venden

la mayor parte de sus cosechas.

Cambio técnico

Con los inicios de la década de los setenta comienza un proceso continuo que poco a poco se

vuelve masivo y de asimilación de las tecnologías de la Revolución Verde por parte de los

pequeños productores. Ellos, en esos años, suben a las laderas, por así decirlo, los insumos

agroquímicos y algunas semillas mejoradas. A las entidades oficiales, asistidas por centros

internacionales de investigación agrícola, a las casas comerciales vendedoras de insumos y,

muy especialmente, a la transmisión de información persona a persona, entre campesinos, se

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debe la difusión tecnológica con lo que se configuran lo que, en los inicios de los ochenta, fue

llamada la “silenciosa transformación del campesinado”. En general, se trata de un proceso de

intensificación tecnológica sin mecanización, aunque de todas formas ciertos grupos de

pequeños productores familiares introdujeron en sus parcelas la preparación del suelo con

tractores como es el caso de los productores de fríjol del sur de Santander, de una proporción

importante de los cultivadores de papa o de los pequeños productores de granos y algodón en

los llanos del Tolima, en la costa Atlántica y en las llanuras aluviales del Ariari (departamento

del Meta).

La observación de numerosos casos a lo largo y ancho de todo el país, muchos de ellos

vinculados al Programa de Desarrollo Rural Integrado (DRI), nos llevaron a concluir, en los

años ochenta, que el campesino colombiano había tenido un proceso generalizado de cambio

técnico basado en la introducción de elementos de la revolución verde (Forero, 2001). Por su

parte, la Misión de Estudios del Sector Agropecuario liderada por Albert Berry y Jesús Antonio

Bejarano (Bejarano, Berry et al., 1990), sistematizando los datos que para casi todo el país

tenía el ICA, concluyó que la brecha tecnológica entre los pequeños y los grandes productores

se había cerrado, cosa que puede apreciarse en el Cuadro7.

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Cuadro 7. Evolución 1973-76 -1988 de las brechas y los índices de

productividad física entre pequeños y medianos-grandes productores

BRECHAS DE

PRODUCTIVIDAD

EVOLUCIÓN 1973-6 - 1988,

ÍNDICES DE

PRODUCTIVIDAD

(1973-76=100)

PRODUCTOS 1973-1976 1988 PEQUEÑOS

MEDIANOS-

GRANDES

AJONJOLÍ 0,97 1,04 124,9 134,7

ALGODÓN 3,58 1,03 395,3 114,9

ARROZ 2,60 1,40 192,5 103,7

BANANO DE

EXPORTACIÓN - 1,27 - 116,2

CACAO 2,19 1,35 132,8 81,9

CAÑA

PANELERA 2,22 1,70 175,4 133,9

CEBADA 1,59 1,07 155,2 104,6

FRÍJOL 2,01 1,29 158,0 101,6

MAIZ 2,40 1,61 122,9 82,4

PAPA 6,08 1,07 404,2 71,1

PLÁTANO 1,60 0,78 126,7 61,5

SORGO 0,97 1,34 99,3 136,7

SOYA - 1,30 - 102,2

TABACO 1,54 1,10 104,3 74,5

TRIGO 2,42 1,17 244,6 17,9

YUCA 1,46 1,25 108,4 92,5

PROMEDIO 2,26 1,24 181,7 101,8

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NOTA: Para calcular la brecha de productividad se elaboró un promedio

de productividad (Kg/ha) de los años 1973-76 según el tipo de agricultura,

y se dividieron los rendimientos promedio de los productores modernos por

los rendimientos promedio de los productores tradicionales. Para 1988 se

adoptó el mismo procedimiento pero aplicado a los rendimientos, según el

tamaño de la explotación. El ICA y las demás entidades que participaron en

la preparación del PLANTRA Fase II, definen pequeño productor como

aquel que explota personalmente su unidad de produccón, usa

preferencialmente mano de obra familiar, sus activos totales no superan

trescientos salarios mínimos, y otros. Sin embargo, lo más probable es que

en el trabajo de campo se hayan utilizado los criterios de clasificación de

pequeños productores adoptado por el programa DRI que ponen el acento

en el tamaño de la unidad, hasta 20 has. en la Región Andina y hasta 50

has. en las regiones Caribe y Orinoquia. Aunque puedan existir diferencias

metodológicas, puede asumirse que la definición de productor tradicional

se ha asimilado a la de pequeño productor campesino.

Fuente: Cálculos con base en: DNP, Revista de Planeación y Desarrollo,

"La Economía Colombiana 1950 - 1975", citado por ICA, Sector

Agropecuario y Cambio Tecnológico. Bogotá, enero de 1980. ICA, Tascón,

Rodrigo, Tabulados para la formulación del PLANTRA 1988. Tomado de

Berry y Bejarano, 1990: 135.

Los productores cafeteros (pequeños, medianos y grandes) van introduciendo las nuevas

variedades (algunas de ellas desarrolladas por CENICAFÉ). Muchos hacen un cambio técnico

caracterizado por lo que hemos llamado una tecnificación de mediana intensidad, consistente

en que, aunque se introducen las prácticas de la Revolución Verde, no se siguen de forma

completa todas las recomendaciones que hacen los prácticos agropecuarios de los comités

departamentales de cafeteros.

En algunos otros productos, este proceso de intensificación tecnológica no se hace con las

famosas semillas milagrosas (variedades mejoradas), sino con semillas criollas que poco a

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poco los productores adaptan en sus parcelas, muchas veces con el apoyo de algunos centros de

investigación regionales, tal como sucedió con algunas variedades de maíz blanco, fríjol, yuca,

papa y plátano.

La producción hortícola conoce desde los años 70 hasta ahora un avance significativo, a tal

punto que en varios años es la responsable del magro crecimiento agropecuario. El desarrollo

de la producción hortícola y de gran parte de la producción frutícola, a pequeña escala, se hace

con semillas mejoradas y se basa en una intensificación agroquímica de la fertilización y el

control de plagas y malezas y en la incorporación de riego a pequeña escala. Es, en general, un

riego informal (no contabilizado en las estadísticas agropecuarias) consistente en la toma

directa del agua de las fuentes naturales por medio de mangueras aprovechando la gravedad

(en algunos casos se usan motobombas). El tomate bajo invernadero, regado por goteo, y la

producción de base de coca son dos de los ejemplos más sobresalientes de la introducción de

tecnologías que podríamos llamar de punta entre los pequeños productores familiares.

En los últimos años, como reacción a los problemas generados por la intensificación basada en

la oferta de la Revolución Verde, ha venido tomando fuerza la introducción de lo que puede

llamarse sistemas de producción sostenibles. Tenemos, de un lado, la agricultura orgánica

certificada con especial éxito en el café y, en menores proporciones, en algunas hortalizas.

Está, además, lo que puede llamarse la agricultura agroecológica. Mientras que la agricultura

orgánica busca acceder a ciertos nichos de mercados especializados, externos y nacionales, que

pagan sobre precios con relación a los productos convencionales, la agricultura agroecológica

se propone introducir un cambio sustancial en las prácticas agrícolas de tal manera que se

fortalezca la autonomía alimentaria del productor familiar, se minimice la dependencia del

mercado de insumos agropecuarios y se conserven y recuperen recursos como el suelo, la red

hídrica y la biodiversidad. Hasta donde hemos podido observar, tanto en Colombia como en los

otros países andinos el resultado entre quienes se han acogido a esta propuesta tecnológica ha

sido no sólo el aumento del autoconsumo familiar sino que muchas veces, sin proponérselo, se

ha logrado una mayor producción de productos para el mercado.

No tenemos información cuantitativa que nos permita dimensionar la participación de los

sistemas de producción sostenibles en el total de la producción familiar y en el total de la

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producción agropecuaria del país, pero de acuerdo con lo que hemos podido observar es claro

que, aunque se multiplican día a día a lo largo y ancho del país, los agricultores que se atienen

a estas tecnologías constituyen aún un sector minoritario en cuanto a su contribución a la

producción agropecuaria.

Los organismos gubernamentales no dedican recursos y acciones significativas para fomentar

la agricultura sostenible porque concentran sus programas en el apoyo a ciertos productos y

cadenas priorizadas, y porque buena parte de los recursos financieros estatales se colocan a

través de subsidios que no incluyen dentro de su menú el apoyo a este tipo de propuestas. De

todas formas hay que reconocer, de un lado, los esfuerzos que han venido haciendo la

Federación de Cafeteros y los Comités Departamentales para contribuir a fortalecer ciertos

núcleos de productores campesinos que están trabajando con sistemas cafeteros a la sombra y

que han logrado insertarse en el mercado internacional de los llamados cafés especiales que

hoy en día responden por alrededor del 10% de las exportaciones cafeteras del país.19

De otro

lado, a nivel local las acciones de las UMATAS o de otros grupos que prestan asistencia

técnica a los municipios, muchas veces están encaminados a fomentar lo que hemos llamado

agricultura sostenible.

El panorama acabado de mostrar sobre la tecnología y los pequeños productores familiares

pone de presente que una política pública no podría basarse exclusivamente en el fomento de

los sistemas de producción sostenibles porque es evidente que dejaría por fuera a la mayor

parte de los productores. Pero es también claro que esta política debe dedicar esfuerzos y

recursos a la promoción y consolidación de las prácticas agrícolas sostenibles que en gran

medida se han venido difundiendo por fuera de la acción estatal. No sobra advertir que más que

la acción gubernamental son las ONG las principales responsables del impulso a la agricultura

sostenible.

19

Pero hasta donde conocemos es sobre todo gracias al esfuerzo de organizaciones de base y

especialmente de ONG que la caficultura “certificada” se ha expandido.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

La participación en el mercado de la agricultura familiar

Como es sabido, la agricultura familiar vende una porción importante de sus productos a un

mercado abierto en el cual se interrelaciona una multiplicidad de agentes generalmente

informales. El núcleo de este sistema comercial está en las Centrales de Abastos de las grandes

ciudades y en las plazas de mercado de las ciudades intermedias y demás municipios del país.

Los productores campesinos participan también de las ferias ganaderas y más especialmente de

los mercados municipales que son claves en el abastecimiento local de carne bovina.

Pero aparte del mercado abierto, una parte significativa de la producción familiar circula por

circuitos agroindustriales cuyos casos más notables son20

el café y la leche. De otra parte, se

han venido desarrollando sistemas de agricultura por contrato en sectores como el tabaco, la

palma africana, algunos frutales y, al parecer, en algunas “micro cadenas”. Otras nuevas

relaciones agroindustriales de reciente surgimiento que vale la pena destacar son las siguientes:

cría de cerdos integrados a cadenas de transformación de carnes, integración a la cadena

frutícola para el mercado interno (especialmente mora y mango); integración a cadenas

agroexportadoras hortícolas y frutícolas (uchuva, granadilla, plátano y otras).

Un estudio que realizamos en el año 2005 mostró que en Bogotá el mercado abierto, con centro

en Corabastos y que tiene como puntos terminales una gran cantidad de tiendas, plazas de

mercado, bodegas, puestos callejeros, famas, etc., coloca los bienes alimentarios a las amas de

casa populares a un precio mucho más bajo que el sector formal o de las grandes superficies

detallistas. Los resultados del estudio mencionado se resumen en el Cuadro No. 8 siguiente, y

constituye uno de los muy pocos estudios que se han hecho de manera sistemática y rigurosa

para tratar de cuantificar los precios a los cuales ofrecen sus productos los distintos tipos de

agentes comerciales en los ámbitos urbanos.

Cuadro No. 8 Bogotá. Valor de una canasta mínima mensual de alimentos para cuatro

personas en diversos puntos de venta detallista y tipos de producto. Bogotá, Febrero de

2005.

20

Desde aquí este párrafo es tomado de Forero, 2007.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

ESTABLECIMIENTO ESTRA

TO

FRUVE

R

CÁRNIC

OS Y

LÁCTEO

S

GRANOS

Y

PROCESA

DOS

TOTA

L

CANAS

TA

Carulla (Polo Club) 4 69.911 135.339 65.797 271.048

Carrefour (Cra 30 Calle 19) Múltiple 65.331 126.170 54.468 245.969

Tienda en el barrio Polo

Club

4 55.374 123.531 75.419 254.324

Colsubsidio (Calle 26 ) Múltiple 55.616 135.215 56.828 247.660

Surtimax (Primavera) 3 48.144 116.066 56.423 220.633

Plaza - 7 de Agosto 3 41.285 S.D S.D S.D

Plaza – Paloquemao Múltiple 34.460 S.D S.D S.D

Usminia - Sucre - Ventas

Ambulantes y Tiendas

1 Y 2 32.403 100.603 S.D S.D

Paraíso - Ventas Ambulantes

y Tiendas

1 32.284 100.647 58.444 191.376

Plaza – Tunjuelito 2 30.716 99.994 56.399 187.109

Bosa La Libertad - Ventas

Ambulantes y Bodegas

3 30.048 101.818 S.D S.D

Fruver Cra. 50 (Muzú –

Alquería) – Bodega y

Carnicería

3 27.521 102.424 62.705 192.649

Bodega Don Camilo (Cra 34

Calle 19)

Múltiple 25.975 S.D S.D S.D

Fuente: Tomado de Forero, 2006.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

La evidencia con que se cuenta no apoya la idea, tan generalizada, de que el sistema de

comercialización informal de alimentos es ineficiente y que sus ineficiencias terminan

pagándolas los consumidores populares para quienes, según esta manera de ver las cosas, la

canasta de alimentos básicos es más costosa que para los sectores de clases medias que pueden

acceder al sector formal. Pero debe quedar también muy claro que las evidencias que se tienen

no son contundentes porque el país no cuenta con una información sistemática y periódica para

hacer este tipo de comparaciones. Así las cosas, el país necesita un sistema de información de

precios que dé cuenta de lo que realmente está pasando con el sistema agroalimentario.

Si el canal informal puede ser más eficiente para satisfacer las necesidades del

consumidor popular, el canal moderno o formal lo es para atender las demandas de

buena parte de los consumidores de ingresos medios y altos. En este sentido, son

complementarios. Además, la competencia entre estas dos formas de distribución de

alimentos los impulsa a adecuarse para brindar mejores servicios al consumidor. Los

resultados de esta competencia serían mucho más positivos si la Administración Distrital

construyera un sistema de información de precios que le diera transparencia al resultado

de la operación de cada uno de ellos y que permitiera tomar algunas medidas regulatorias

para corregir las distorsiones del mercado.21

En fin, es más sensato, dentro de una estrategia para mejorar el acceso a los alimentos de los

sectores populares, estimular la competencia en un mercado de altísima concurrencia entre las

diversas formas de distribución desde el vendedor callejero hasta el hipermercado, que tener un

sistema de abastecimiento monopolizado por los grandes operadores. Para Colombia no parece

ser un ideal llegar a un modelo como el Finlandés en el cual los cuatro más grandes operadores

controlan el 95% del comercio (Gráfico No. 8). Los finlandeses, a juzgar por su ingreso per

cápita tienen cómo pagar los servicios adicionales que les prestan los supermercados, además

de satisfacer sus necesidades de nutrición básicas. En Colombia, sólo los consumidores de los

estratos cinco y seis (y alguna parte de los del cuatro) pueden darse este lujo.

21

Este y el siguiente párrafo fueron tomados de Forero, 2006.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

El autoconsumo

Una revisión documental a partir de la sistematización de 39 estudios de caso, estableció tres

grupos de hogares campesinos: los que tenían un autoconsumo promedio equivalente al 8% del

gasto en alimentos entre los cuales se encontraban algunos productores cafeteros. En los otros

dos grupos estaban aquellos cuyo autoconsumo representaba el 27% y el 49%,

respectivamente, del valor de los alimentos consumidos (Torres, 2002).

Más recientemente se encontró (Corrales, Maya y Forero, 2006) que la proporción

autoconsumo/gasto en alimentos era de 31% entre los hogares beneficiados por el programa

Red de Seguridad Alimentaria (ReSA) (se encuestaron 3.134 hogares de los 197.541

beneficiados). En fin, con todos estos datos se puede plantear que en Colombia el autoconsumo

de los hogares campesinos está, en promedio, alrededor del 30%.

Por otra parte, una investigación que hicimos en el año 2006, en Riosucio y Supía con

productores cafeteros minifundistas que han venido incorporando a sus fincas algunos

elementos de la agricultura agroecológica, encontramos que ellos han elevado

significativamente el autoconsumo. Como productores cafeteros, ellos estaban entre los

agricultores familiares que tenían un autoconsumo muy por debajo del promedio antes

señalado. Los productores analizados, gracias a la implementación de prácticas dirigidas a

recuperar el autoconsumo, producen en la finca, en promedio, el 60% de su dieta alimentaria y

en algunos casos sobrepasaban el 80% (Corrales y Forero, 2007). Lo más destacable de

quienes logran más altos niveles de autoconsumo es que al tiempo con el incremento del

autoconsumo expanden notablemente la producción vendida en el mercado, lo cual reafirma la

idea planteada atrás según la cual el ámbito monetario y el ámbito no monetario de estos

sistemas de producción son complementarios (que no compiten entre sí y que se pueden

incrementar al mismo tiempo). Ahora bien, aquellos productores que alcanzan autoconsumos

cercanos al 80% del valor de su dieta alimentaria tienen una organización similar de sus

sistemas de producción a la de sus vecinos y consumen el mismo tipo de bienes que aquellos

que alcanzan niveles de autoconsumo menores.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Economías de microescala

En un estudio que realizamos en tres zonas lecheras y en una zona que abastece con maíz duro

y, en menor medida, con sorgo a la industria de alimentos balanceados para animales,

encontramos que los pequeños productores tenían rentabilidades (contabilizando todos sus

costos, incluyendo su propia mano de obra) similares y, en ocasiones, superiores a las de los

medianos y los grandes propietarios (Cuadro No. 9). Particularmente, el caso de los

productores de maíz y sorgo en San Luis Tolima corresponde a una situación observada en

otros sectores de nuestra economía agropecuaria, consistente en que los medianos tienden a

tener rentabilidades muy inferiores a las de los pequeños y a las de los grandes. Sin pretender,

de ninguna manera, hacer generalizaciones, esta situación ilustra que, en algunas

circunstancias, los medianos no tienen ni las ventajas propias de la producción a gran escala ni

se benefician de ciertas posibilidades que tienen los pequeños productores de ahorrar costos.

Pero es preciso insistir en que esto no siempre es así: por ejemplo, se ha destacado en la

literatura sobre la producción cafetera que en las décadas del setenta y ochenta la mediana

producción generaba mayores beneficios, motivo por el cual la producción tendió a

concentrarse en los cultivos de rango mediano a costa de la fragmentación de las grandes

plantaciones y del desplazamiento (económico) de algunos pequeños productores.22

22

Pero esta situación se revirtió con la crisis de los noventa de manera tal que los pequeños

terminaron concentrando la mayor parte del área cafetera del país.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Cuadro No. 9. Colombia. Rentabilidad de productores 2006

A. Lecheros en tres regiones. 2006

Regiones Tipo de

productores

Sin

contabilizar

trabajo no

pago

Contabilizando

trabajo no pago

Norte de Antioquia

Pequeños 117% 105%

Medianos 45% 45%

Grandes 52% 52%

Ubaté y

Chiquinquirá

Pequeños 83% 73%

Medianos 72% 72%

Grandes 67% 67%

Cesar

Pequeños 128% 128%

Grandes 69% 69%

B. Productores de maíz y sorgo en San Luis – Tolima. 2006

TOLIMA Tipo de

productores

Contabilizando

trabajo no

pago

Maíz Pequeños 64%

Medianos 30%

Grandes 61%

Sorgo Pequeños 38%

Medianos 22%

Grandes 74%

Maíz / Sorgo Pequeños 51%

Medianos 26%

Grandes 67%

Fuente. Forero y Ezpeleta, 2007.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Se ha podido observar cómo los pequeños productores logran no sólo, como lo mostrábamos

anteriormente, obtener rendimientos equiparables a los de los medianos y los grandes, sino que

organizan sus sistemas de producción de manera que generan beneficios relativamente altos. Si

se comparte la idea de que, en últimas, lo que define la competitividad de un sistema de

producción es su rentabilidad (y no necesariamente la productividad de la tierra o los

parámetros productivos de los animales), se puede aceptar la idea de que por lo menos en

algunos casos los pequeños tienen una competitividad similar o superior a la de los medianos y

los grandes. Otra información que presenta evidencias en este sentido es la de las estadísticas

de costos y rendimientos acopiados por la Corporación Colombia Internacional, de las cuales

nosotros hemos extraído algunos casos en que los pequeños tienen un costo por unidad

producida menor o muy cercano a los de los grandes. En esta información consignada en el

Cuadro No. 10 puede observarse que existen casos en los cuales los pequeños, teniendo

rendimientos físicos menores que los de los grandes, obtienen una mayor rentabilidad

(expresada en el costo en pesos por la unidad producida). Estos datos no nos sorprenden

porque hemos visto situaciones similares en algunas de las investigaciones que hemos llevado

a cabo. El asunto es que, en estos casos, la particular organización de los sistemas de

producción familiares permite desarrollar una estrategia de minimización de costos más que

proporcional a la disminución en los rendimientos físicos por producto.

Cuadro No. 10 Costos y rendimientos en actividades agropecuarios. 2006

Pequeño Grande

Café Antioquia /

$ / Kg 2.706 2.832

Ton / ha. 1,9 3,2

Caña Antioquia

$ / Kg 34 36

Ton / ha. 40 40

Maíz Costa / $ / Kg 279 304

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Ton / ha. 2,6 5,7

Papa C/marca

Boyacá

$ / Kg 568 560

Ton / ha. 15,1 17,3

Arroz secano

Llanos

$ / Kg 528 524

Ton / ha. 5,1 5,5

Leche Cauca /

$ /Lt. 364 524

Lit /vaca 5,5 8,0

Fuente: Datos de la Corporación Colombia Internacional.

Un estudio que hicimos en 1998 en la Cuenca del Guadalajara, en la Cordillera Central,

municipio de Buga, departamento del Valle del Cauca (Forero et al., 2000), ratifica algunas de

las conclusiones a las que habíamos llegado en una anterior investigación en 1989 en otra zona

cafetera, en la Cordillera Occidental, municipio de Restrepo, Departamento del Valle del

Cauca (Forero, 1999). En esta última zona habíamos visto que los productores familiares

producían cada kilo de café con un costo menor que los finqueros–empresarios a pesar de tener

rendimientos por unidad de superficie mucho más bajos. Si hubiésemos adivinado en ese

momento que se venía la crisis, habríamos podido decir que los productores con tecnologías

semi-intensivas estaban mejor preparados para enfrentar la caída de los precios del grano

porque, aunque producían mucho menos café por hectárea que los productores con sistemas

tecnológicos intensivos, podían resistir más bajos niveles de precios.23

Más allá de la información recopilada para Colombia, varios autores han dado cuenta de las

ventajas económicas que tiene la pequeña producción familiar y, más aún, han postulado que la

producción a pequeña escala es, en definitiva, un sistema que comporta una superioridad

económica sobre la mediana y la gran producción.

23

Párrafo tomado de Forero, 2007.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

No se pretende plantear aquí que en Colombia la pequeña producción es más competitiva, en

todos los casos, que la mediana o la gran producción. Simplemente se trata de poner en

evidencia cómo en múltiples ocasiones, que no son de ninguna manera excepcionales, los

pequeños productores logran organizar sus sistemas de producción de tal manera que generan

beneficios con rentabilidades superiores o iguales a las de los medianos y grandes productores.

No se trata tampoco de negar las ventajas que tiene la gran producción, derivadas de su

particular forma de organizar los factores productivos aprovechando, entre otras cosas, algunas

economías de escala. Pero según lo que hemos observado en Colombia y de acuerdo con las

evidencias de la literatura disponible, para otros países, resulta evidente que la producción

familiar agropecuaria logra desarrollar lo que podríamos llamar economías de microescala

que se derivan de las posibilidades que tiene el pequeño productor de disminuir costos (con

relación al mediano y al grande) y en ocasiones de aumentar la productividad.

Las economías de microescala surgen fundamentalmente de la relación directa del pequeño

productor con sus lotes de cultivo y hasta con cada una de las plantas y con los animales que

cría, lo cual redunda en la implementación de ciertas prácticas específicas, como el

aprovechamiento de los recursos de la finca para la fertilización de los cultivos y la

alimentación de los animales, así como para la obtención de algunos materiales como la

madera para el tutorado de los cultivos (con bajos o nulos costos monetarios). Entre las

estrategias con que los productores obtienen mayores rendimientos, la literatura ha destacado

las asociaciones de cultivos típicas de la pequeña producción. Ejemplos notables en nuestro

medio son la asociación de maíz con el fríjol, la de papa con arveja y la del café con plátano,

guamo y otras especies arbóreas.

Pero hay otras prácticas que hemos venido observando como la renovación parcial de plantas

por fuera de las recomendaciones protocolizadas por la asistencia técnica. Este procedimiento

que permite a los productores cafetaleros, a los paneleros y a quienes cultivan cacao, conservar,

por un parte, las matas que aunque hayan sobrepasado el período convencional de alta

productividad, arroja buenos rendimientos y sustituir, por la otra, aquéllas que aunque no han

alcanzado la edad en que deben ser renovadas, o soqueadas, presentan síntomas de agotamiento

prematuro.

Page 96: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

La oportunidad y la forma en que se realiza la fertilización y el control fitosanitario es otra

práctica que ahorra costos e incide a la vez en el aumento de los rendimientos. Es sabido que

estas tareas a gran escala implican reducciones importantes de costos pero quizás es menos

conocido que el pequeño productor cuando las realiza directamente (con la ayuda de

jornaleros) puede lograr que el abonamiento y control de plagas sea mucho más eficiente

porque se hace más oportunamente o porque se ahorran materiales.

En fin, mientras que para la gran agricultura es fundamental una adecuada gestión de recursos

y una eficiente gerencia de tareas, por lo regular subcontratadas a especialistas en las diferentes

actividades agropecuarias, en la producción agropecuaria a pequeña escala juega un papel

fundamental el virtuosismo del agricultor. Mientras en la primera se obtienen economías de

escala, en la producción familiar se hacen economías de microescala.

INGRESOS AGROPECUARIOS Y POBREZA RURAL

En varias investigaciones que hemos venido haciendo desde 1990 en diversas zonas rurales de

Colombia que tipifican, a su vez, diversas circunstancias en que se lleva a cabo la producción

campesina y que comprenden desde grupos de productores relativamente prósperos hasta

minifundistas en condiciones extremadamente adversas y precarias, hemos encontrado que la

mano de obra familiar invertida en la producción agropecuaria se remunera (con algunas

excepciones) por encima de su costo de oportunidad. En otras palabras, según estos estudios,

los campesinos generan ingresos mucho más altos trabajando sus propias parcelas que los que

obtienen en otras opciones laborales. Las evidencias que respaldan lo anteriormente afirmado

se resumen en el Cuadro No. 11 en el cual puede verse que los pequeños productores

familiares, antes de pagar rentas, obtienen por cada día trabajado en sus propias fincas entre 1.1

y 6.2 jornales mínimos diarios (exceptuando a quienes producen base de coca). Sin lugar a

dudas, el jornal mínimo en Colombia es un buen indicador del nivel salarial para la mano de

obra no calificada, contratada bajo condiciones de relativa inestabilidad. De manera que, de

acuerdo con estos datos, podemos decir que contamos con evidencias sólidas (aunque no con

una información estadísticamente representativa) que muestran que los sistemas de producción

de los productores familiares, incluyendo los que podemos llamar minifundistas precarios,

Page 97: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

tienen una alta eficiencia económica en la medida en que, como hemos dicho, remuneran su

mano de obra por encima de su costo de oportunidad.

Cuadro No. 11 Remuneración de la mano de obra familiar empleada en sistemas de

producción rurales. Valores en número de salarios mínimos.

TECNIC

A

NET

A

TECNIC

A

NET

A

A. HORTICOLAS E. CAFETEROS, BUGA - VALLE – 1998

Medianos Productores: Minifundista B.P. 4,5 4,3

Fómeque - 2000 1,9 1,7 Pequeño B.P. 4,8 4,8

Combeima – 1999 5,7 5,5 Pequeño M. P. 5,2 5,1

Río de Oro B.P. - 1998 4,5 7,8 Mediano M. P. 5,6 5,4

Río de Oro A.P. -1998 6 9,4 F. CAFETEROS RESTREPO - VALLE –

1991

Minifundista de

Fómeque 2000

5,4 5,1 Minifundio 5,7 5,7

Partijeros: Pequeña semi-intensiva 5,9 4,8

Fómeque –– 2OOO 1,9 1,1 Pequeña intensiva 2,2 1

Río de Oro B. P.– 1998 5,5 2,4 Familiar pequeña 6,2 4,7

Río de Oro A. P. - 1998 5,4 2,9 G. PEQUEÑOS GANADEROS –

AGRICULTORES. 2003

Productores - Tomate

Invernadero

5,4 5,3 Cajamarca – Productor

alternativo

5,3

B. PAPA. LENGUAZAQUE C/MARCA

– 1999

Cajamarca – Productor

convencional

3,9

Pequeño B.P. 3,6 3,4 Curití – Productor

alternativo

5,5

Pequeño M.P. 4,7 4,6 Curití – Productor

convencional

7,5

C. CAMPESINO TRADICIONAL Riosucio – Productor 1,5

Page 98: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

GUANE SANATANDER – 2000 alternativo

Pequeño 1,3 1,1 Riosucio – Productor

convencional

1,3

Pequeño mecanizado 3,2 2,2 G. PRODUCTORES DE BASE DE COCA

2000

Parcelero familiar

Butaregua

1,7 1,8 Prod. de coca en una ha. P.B. 5,9 4,7

D. MINIFUNDISTA, NARIÑO – 1998 Prod. de coca en una ha. P.

A.

12,4 9,9

Pequeños Productores 2 1,9

Medianos productores 1,2 1,1

Pequeña producción

ajustada

1,1 1,1

SIGLAS: B.P. Baja productividad. M.P. Medina productividad. A.P. Alta productividad.

Page 99: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Fuentes: Forero et al 2000a et 2000b; Forero, 1999; Paz, 1999; Torres, 2001.

Cálculos nuestros.

NOTA AL CUADRO: La remuneración técnica es el cociente entre el excedente

familiar del sistema de producción agropecuario, antes de pagar rentas, y el

número de jornales que invierte la familia para obtener ese excedente. La

remuneración neta se calcula de la misma forma pero colocando en el numerador

el excedente después de pagar rentas. El excedente familiar del sistema de

producción es igual a las ventas (ingreso monetario agropecuario) MÁS el

autoconsumo humano (ingreso doméstico agropecuario) MENOS los costos

monetarios (incluidos salarios). El salario mínimo se toma como el costo de

oportunidad de la mano de obra familiar de manera que cuando la remuneración

de la mano de obra (mediada en número de salarios mínimos) es superior a UNO

(como en todos los casos de este cuadro) el sistema remunera la mano de obra de

la familia por encima de su costo de oportunidad, lo cual indica que es

económicamente viable.

En este sentido podemos afirmar también que, hasta donde hemos podido analizarla, la

producción familiar es viable económicamente si como indicador de viabilidad se toma

precisamente la remuneración de la mano de obra frente a otras alternativas. Pero quizás lo más

notable es que aún después de pagar rentas, lo productores analizados obtienen remuneraciones

que siguen siendo superiores al salario mínimo. En el Cuadro No. 11 puede verse que en todos

los casos la remuneración neta día del trabajo familiar, es decir la obtenida descontando el

pago de rentas por el acceso a la tierra (mediante aparcerías, asociaciones y, excepcionalmente,

arrendamientos) o por intereses pagados por los créditos obtenidos para financiar la

producción, es también mayor que el salario mínimo. Así por ejemplo, los partijeros hortícolas

de Fómeque que antes de pagar rentas reciben 1,9 jornales mínimos por día trabajado, después

de pagarlas la remuneración del trabajo queda en 1,1 jornales. Así mismo, los partijeros del Río

de Oro bajan su remuneración técnica día de 5,5 (y 5,4) jornales mínimos, a menos de 3 como

consecuencia del pago de una parte del valor de la producción transferida a quien les aportó la

Page 100: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

tierra y parte del capital invertido en la producción. De la misma manera, los productores

cafeteros (pequeños intensivos) de Restrepo (Valle) que remuneran su mano de obra en 2,2

jornales quedaban en 1,0 jornales mínimos después de pagar los intereses a los bancos. Por su

parte, los campesinos minifundistas de Guane que reciben entre 1,3 y 3,2 salarios mínimos

antes de pagar rentas quedan entre 1,1y 2,2 después de entregarle la cuarta, o la quinta, parte de

la producción a quienes les aporten la tierra para llevar a cabo la producción de tabaco, maíz o

fríjol.

En el Cuadro No. 12 se puede observar que el excedente total anual obtenido por estos mismos

productores familiares, corresponde en la mayor parte de los casos a ingresos por debajo de la

línea de pobreza: teniendo en cuenta que esta línea corresponde a dos salarios mínimos anuales

puede verse que solamente cuatro de los quince casos analizados no están por debajo del nivel

de pobreza. Este hecho no es consecuencia de la posible ineficiencia económica de los sistemas

de producción que, como ya se vio, generan ingresos por día trabajado relativamente altos, sino

más bien de la escasez de tierra y de otros factores productivos.

Page 101: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Cuadro No. 12. Excedentes de los sistemas de producción rurales en canastas básicas de

consumo

Fuentes: Forero et al 2000a et 2000b; Forero, 1999; Paz, 1999.

La conclusión que salta a la vista es que no es la organización económica, ni el sistema

tecnológico, ni la ineficiencia de los productores lo que explica sus bajos ingresos, sino la

limitación en el acceso a los factores y principalmente a la tierra. Surge inmediatamente el

interrogante por el acceso al agua en la medida en que por lo regular se considera que es más

bien la disponibilidad de este recurso y, por supuesto, de capital lo que mayormente limita las

posibilidades de producción de estos agricultores. Sin estar completamente en desacuerdo con

este planteamiento, se debe tener en cuenta que una parte importante de nuestra producción

agropecuaria (campesina y empresarial) se ha adaptado a las condiciones ecosistémicas de las

laderas y valles interandinos sin que sea imprescindible la utilización de riego. Estamos

hablando, por ejemplo, de las más de 800.000 hectáreas que ocupa la caficultura colombiana.

Medianos Productores: Pequeños Productores 0,3

Fómeque – 2OOO 1,1 Medianos productores 0,3

Combeima – 1999 0,5 Pequeña producción ajustada 0,2

Río de Oro con baja productividad - 1998 1,9

Río de Oro con alta productividad -1998 2,5 Minifundista de baja productividad 0,8

Minifundista de Fómeque 2000 0,4 Pequeño de baja productividad 1,4

Partijeros: Pequeño de mediana productividad 1,6

Fómeque –– 2OOO 0,8 Mediano de mediana productividad 2,9

Río de Oro con baja productividad – 1998 0,5

Río de Oro con alta productividad - 1998 0,6 Minifundio 0,2

Productores de tomate bajo invernadero 3,4 Pequeña semi-intensiva 1,4

Pequeña intensiva 1,1

Pequeño productor propietario de Regadillo –

Carare 0,7 Familiar pequeña 2,0

Pequeño propietario aparcero mecanizado 1,4

Parcelero familiar de Butaregua 0,6 Pequeño con baja productividad 1,1

Pequeño con media productividad 1,5

CAFETEROS EN RESTREPO – VALLE - 1991

CAFETEROS EN BUGA - VALLE - 1998

PAPA EN LENGUAZAQUE-C/MARCA – 1999

MINIFUNDISTA EN NARIÑO - 1998

CAMPESINO TRADICIONAL EN S/DER - 1999

HORTICOLA

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Igualmente, de las más de 200.000 hectáreas de la caña panelera y de las cerca de 250.000

hectáreas de la papa.24

Igualmente el plátano, la palma africana y el banano, para hablar de otros cultivos que son

protagónicos en nuestra agricultura tropical, tienen buenos resultados sin utilizar riego. Un

cultivo como el tabaco (según lo observado en Santander), requiere de riego en el primer mes

después de haber sido plantado, de manera tal que los tabacaleros, con grandes esfuerzos

regando mata a mata con manguera y a veces con baldes y platones, logran suministrar el agua

necesaria a las plantas en la primera fase de cultivo.

Por otra parte, como ya se mencionó, la mayor parte de la producción hortícola y una buena

proporción de la producción frutícola a pequeña escala, utiliza sistemáticamente riego

implementando mediante sistemas informales (improvisados, podría decirse, cuyas

repercusiones económicas positivas son evidentes, y cuyas consecuencias ambientales

desconocemos).

Todo esto para enfatizar el hecho de que sin minimizar la importancia que tienen otros recursos

aparte de la tierra, la escasez de tierra es en efecto la principal limitante que tienen los

productores familiares en nuestro país.

Volviendo al tema de los ingresos, los datos que se acaban de presentar ponen en duda las

estadísticas con que cuenta el país para medir los ingresos que hoy en día ubican la pobreza

rural en 67,0% y la indigencia alrededor del 32,6%.25

Como se sabe estos datos surgen de las

encuestas que lleva a cabo periódicamente el DANE. Con esta misma información el estudio

de Barberi, Garay y Cardona (2009) aisló a los hogares rurales campesinos del total de hogares

rurales y obtuvo que ellos tienen niveles de pobreza y miseria extremadamente más altos: 84%

de pobreza y 52% de miseria. Este es un resultado que, a mi juicio y de acuerdo con las

evidencias que acabadas de presentar, no corresponde de ninguna manera a la realidad de las

condiciones socioeconómicas de los productores campesinos colombianos. Lo que sucede es

que las encuestas de hogares y las encuestas de calidad de vida arrojan información imprecisa y

24

Hasta donde conocemos muy excepcionalmente algunos productores paperos están

utilizando riego con resultados bastante exitosos porque les permite producir a contra cosecha. 25

Gran Encuesta de Hogares 2008.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

nada confiable sobre el ingreso agropecuario y, de acuerdo con nuestras observaciones, este

ingreso estaría enormemente subestimado.26

En otras palabras, tenemos una fuerte evidencia

(sintetizada en el Cuadro No. 11) que nos permite plantear que la pobreza rural es mucho

menor que la reportada por las estadísticas oficiales en la medida en que el ingreso

agropecuario que es uno de los componentes del ingreso rural está enormemente subestimado.

Los datos de los ingresos agropecuarios de los hogares desplazados que se mostrarán en el

siguiente punto, tienden a confirmar también la subestimación de los ingresos agropecuarios de

los hogares rurales. La cuestión está en que este grupo de la población rural que se espera que

esté entre los más pobres del campo, tenía ingresos agropecuarios, antes del desplazamiento,

por encima del nivel de pobreza.

En fin, se cuenta con evidencias que permiten afirmar que, al contrario de lo que muestran las

encuestas del DANE, la actividad agropecuaria es una mejor fuente generadora de ingresos que

las actividades no agropecuarias.

26

La información sobre ingreso agropecuario ha sido hasta ahora más bien marginal en estas

encuestas y no ha sido objeto de mucha atención. Las deficiencias en la captación de este

componente del ingreso de los hogares no compromete, es cierto, la calidad de estas encuestas

pero sí genera una distorsión importante en la cuantificación del nivel de ingresos y de pobreza

de los hogares rurales.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

DESPLAZAMIENTO Y TIERRA

Por la magnitud de la muestra (8.442 hogares encuestados en 61 municipios) los datos de la II

Encuesta Nacional de Verificación de los Derechos de la Población Desplazada (julio –agosto

2008) son los más confiables para establecer las dimensiones del desplazamiento (COMISIÓN,

2009). Según estos datos, en el período comprendido entre 1998 y 2008 760.403 grupos

familiares fueron desplazados. A estas familias les fueron usurpadas 5.504.517 de hectáreas

con un promedio de 14,4 hectáreas por predio. La mayor parte de los hogares desplazados tenía

sus tierras (55,5%) y la casi totalidad de ellos se vieron forzados a abandonarlas (94%). Una

proporción más alta aun, 78,9%, tenía animales que les generaban ingresos en especie o en

dinero y el 92,4% de ellos los tuvo que abandonar. De otra parte, el promedio de cultivos

abandonados por año entre 1998 y 2008 es de 111.840 hectáreas, lo cual equivale al 2,5% del

área anual cultivada del país. En total las 1.118.400 hectáreas abandonadas en este lapso

representan el 25% de la superficie cultivada. Se sabe que una alta fracción (no determinada)

de los cultivos abandonados pasaron a pastos o rastrojos, y que otra parte se recuperó

lentamente (especialmente cultivos permanentes como el café y el cacao). Considerando todos

esto se puede plantear con seguridad que el desplazamiento ha tenido un efecto crucial sobre el

relativo estancamiento de nuestro sector agropecuario y que la recuperación de los predios por

parte de los desplazados contribuiría decisivamente a la estabilización de la población y la

producción rural.

Page 105: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Los ingresos de los campesinos desplazados

Como se puede apreciar en los gráficos siguientes, antes del desplazamiento el 49% de los

hogares desplazados eran pobres y el 31,5% eran indigentes, y actualmente el 96,7% están

en la pobreza y el 80,7% en la indigencia (antes de su desplazamiento su nivel de indigencia

era de 31,5%).27

27

Los ingresos agropecuarios de los hogares rurales desplazados se calcularon utilizando una

metodología consistente en cruzar las respuestas que dieron los hogares desplazados sobre las

dimensiones de los cultivos y las cantidades de animales que ellos tenían antes del

desplazamiento, con información sobre costos de producción, rendimientos y precios de cada

actividad agrícola y sobre los ingresos generados por diversos tipos de producción pecuaria en

“condiciones campesinas”. Para la información de costos, rendimientos y precios “se decidió

utilizar prioritariamente las fuentes oficiales de información, aunque en algunos pocos casos

fue necesario emplear otras fuentes (también confiables) para completar información faltante,

con el criterio de preferir posibles subestimaciones en los cálculos para evitar inflar los

ingresos imputados … A cada grupo familiar que declaró tener cultivos antes del

desplazamiento, se le asignó el ingreso agrícola que se había calculado para el cultivo o los

cultivos reportados, de acuerdo con el departamento en donde estaba ubicado … Para

determinar el valor de los ingresos de las especies pecuarias menores (cerdos, aves, peces, etc.)

en condiciones campesinas, fue necesario hacer una investigación sobre el terreno. Esta

investigación fue realizada por Heilhard Morales. Dicha investigación contrastó información

de varios casos estudiados con reportes sobre parámetros productivos. A los terneros y a los

equinos se les asignó un ingreso igual a cero. Se procede de esta forma con los terneros porque

las estructuras de costos – ingresos están referidas a los animales adultos y con los equinos

porque éstos son utilizados como animales de labor que no generan ingresos directamente”

(Forero, 2009, 48 a 61).

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Gráfico No. 1 Porcentaje de grupos familiares desplazados entre 1998 y 2008 según

niveles de pobreza e indigencia antes y después del desplazamiento por inscripción al

Registro Único de Inscripción de la Población Desplazada (RUPD).

Nota: RUPD: Registro Único de la Población Desplazada. No pobres: por encima de la línea

de pobreza calculada por el DNP para el sector rural. Pobres: por debajo de la línea de

pobreza y por encima de la línea de indigencia. Indigentes: por debajo de la línea de

indigencia.

Fuente: Encuesta Nacional de Verificación de los Derechos de la Población Desplazada, julio

de 2008. Comisión de Seguimiento y CID – UN. Tomado de Garay, Barberi et al., 2009.

49,0% 51,3%42,5%

3,4% 3,6% 2,9%0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

70,0

80,0

90,0

100,0

Total RUPD No RUPD

Po

rcen

taje

NO POBRES

221 222

19,5% 18,6% 22,1%15,9% 15,4% 17,2%

0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

70,0

80,0

90,0

100,0

Total RUPD No RUPD

Po

rcen

taje

POBRES

221 222

31,5% 30,1%35,4%

80,7% 81,0% 79,9%

0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

70,0

80,0

90,0

100,0

Total RUPD No RUPD

Po

rcen

taje

INDIGENTES

221 222

Antes del desplazamiento

Después del desplazamiento

Page 107: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Gráfico No. 2 Porcentaje de grupos familiares desplazados entre 1998 y 2008 según

niveles de pobreza e indigencia antes y después del desplazamiento por regiones.

Fuente: Encuesta Nacional de Verificación de los Derechos de la Población Desplazada,

julio de 2008. Comisión de Seguimiento y CID – UN. Tomado de Garay, Barberi et al

(2009).

Otro aspecto resaltable es que antes de su desplazamiento, según los datos del Cuadro No. 13,

los ingresos de los hogares que tenían actividades agropecuarias (derivados del trabajo en sus

fincas o parcelas) estaban 45% por encima de la línea de pobreza. En contraste, para quienes

no tenían este tipo de actividades su ingreso promedio estaba en 54,9% por debajo de esta

línea.

49,0%44,6%

46,1%

61,4%

3,4%2,3% 3,6% 5,0%

0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

70,0

80,0

90,0

100,0

Total Región Atlántica Región Andina Reg. Pacífica, Orinoquia, Amazonía

Po

rcen

taje

NO POBRES

321 322

19,5% 21,0% 20,1%16,3%15,9%

13,4%16,4%

19,3%

0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

70,0

80,0

90,0

100,0

Total Región Atlántica Región Andina Reg. Pacífica, Orinoquia, Amazonía

Po

rcen

taje

POBRES

321 322

31,5% 34,4% 33,8%

22,3%

80,7%84,3%

80,0% 75,7%

0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

70,0

80,0

90,0

100,0

Total Región Atlántica Región Andina Reg. Pacífica, Orinoquia, Amazonía

Po

rcen

taje

INDIGENTES

321 322

Antes del desplazamiento

Después del desplazamiento

Page 108: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Cuadro No. 13. Promedio de ingresos de los grupos familiares antes de su desplazamiento

según percepción de ingresos agropecuarios. Pesos de 2008.

Percibían ingreso agropecuario 1.369.710

c.v.e. (%) 2.4

No percibían ingreso agrícola 478.434

c.v.e. (%) 2.3

No percibían ingreso agrícola ni pecuario 372.834

c.v.e. (%) 5.4

Nota: Calculado sobre el total de grupos familiares que informaron cada rubro. Línea de

pobreza. $919.152 Línea de indigencia: $440.898. Estas líneas son calculadas con los datos

básicos del DNP y ajustadas por el número de miembros del hogar.

Fuente: Encuesta Nacional de Verificación de los Derechos de la Población Desplazada, julio

de 2008. Comisión de Seguimiento y CID.

Es claro, por consiguiente, que el desplazamiento ha significado un empobrecimiento

masivo de buena parte de la población colombiana. Este hecho por si solo significa que el

desplazamiento es una catástrofe social que ha afectado sustancial y negativamente a la

economía agrícola y la economía nacional.

El acceso a la tierra y el uso del suelo

Otro efecto indudable del desplazamiento, ampliamente reconocido, es el aumento de la

concentración de la tierra. Es una verdadera paradoja que en Colombia, mientras la capacidad

productiva de los productores familiares no se puede activar sino mínimamente por las

limitaciones en el acceso a la tierra, la mayor parte de este recurso permanezca monopolizada

en forma improductiva por los latifundios dedicados a la ganadería extensiva tal como se

ilustra en el Gráfico No. 3.

Page 109: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Gráfico No. 3 Distribución del uso de la tierra actual (2006) según tipos de sistemas de

producción. En millones de hectáreas.

Nota: este gráfico representa, a escala, el área que ocupan diferentes sistemas productivos.

Los datos numéricos están en millones de hectáreas.

Fuente: Datos Minagricultura. Procesamiento del autor.

Es relativamente frecuente que se argumente que, con el fin de lograr un uso eficiente de la

tierra, los campesinos y los empresarios pueden acceder a este recurso por medio del

arrendamiento o de algunas formas de asociación entre propietarios y no propietarios (El

Banco Mundial ha liderado esta propuesta. Ver: Banco Mundial, 2004). Las altas rentas que

pagan tanto los campesinos con propiedades insuficientes como algunos empresarios

arrendatarios, hacen inviable la aplicación de esta fórmula, que posiblemente funciona en

algunos otros países y en casos excepcionales de nuestra economía agraria.

El hecho es que, tal como se vio en el capítulo 3 (Cuadro No. 11), el pago de rentas para

cultivar en predios ajenos deprime sustancialmente los ingresos de los campesinos. Sucede

Latifundio Ganadería Extensiva

32,0

Uso de la tierra en Colombia. Millones hectáreas,

Área Total: 42,0 MILLONES DE HAS

Fuente: IGAC y Forero 2007 y Forero 2002

C:

2,6

mill D: 6 mill

A: 32,5 has.

B:

1,6

Ganadería Semi - Intensiva.

6,0

Agricultura Familiar

2,6

Agricultura Capitalista

1,6

Page 110: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

ordinariamente que los campesinos ceden la cuarta o la quinta parte del valor de sus cosechas a

quien le facilita la tierra para cultivarla. Esto es así cuando el propietario aporta solamente la

tierra. Cuando además aporta parte de los costos monetarios, lo usual es que el campesino

transfiera al propietario la mitad de las cosechas. Lo más normal en esta clase de negocios es

que, hechas las cuentas, el propietario termina aportando entre el 35% y el 40% de los costos

de producción mientras que el cultivador coloca entre 60% y 65%. Así las cosas, la cesión del

50% de la cosecha constituye una situación asimétrica que implica el pago de una renta

demasiado alta.

Por otra parte, en zonas en donde se accede a la tierra por medio del arrendamiento, el cánon

pagado representa una muy alta proporción de los costos de producción de manera que

compromete seriamente los excedentes del cultivador. Por ejemplo, en San Luis Tolima se

estableció que este pago representa el 29% de los costos de los pequeños y el 20% y el 22% de

los medianos y los grandes, respectivamente (Forero y Ezpeleta, 2007).

Hay que tener en cuenta, además, que la tierra, para los campesinos, es un activo tanto

económico como cultural que juega un papel crucial en la estabilización de la población rural y

que el acceso a la tierra por medio de contratos que no le permitan al campesino consolidarse

como propietario no contribuiría a desmonopolizar la propiedad territorial. Y, como se sabe, el

acaparamiento de la tierra ha sido un factor central del desplazamiento campesino y del

afianzamiento de autoritarismos locales y regionales.

En el Cuadro No. 14 se presenta un cálculo de los requerimientos de tierra mínimos para lograr

una dotación de este recurso que resuelva el problema del minifundismo y el de la restauración

de la tierra a los desplazados. Dos aclaraciones se hacen entonces necesarias. La primera: el

minifundio corresponde a un sistema de producción familiar que no cuenta con la tierra

suficiente para generar los ingresos de un hogar (en dinero y en especie) que lo coloque por

encima del nivel de pobreza. Y la segunda: El 70% de los desplazados ha manifestado alguna

intención de retornar al lugar de origen si cambian las condiciones favorablemente28

.

28 Cuando se les pregunta directamente su intención de regresar la respuesta positiva tiene

niveles muy bajos: 3% (COMISIÓN, 2008, 33), 2,9% (COMISIÓN, 2009, 57), y el 9,9%

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

se asume, de acuerdo con la encuesta mencionada (COMISION, 2009), que tan sólo un 60% de

los desplazados retornaría a sus tierras.

Cuadro No. 14. Requerimientos de tierra para desplazados y minifundistas

Fuente: Cálculos del autor.

Así las cosas, se requiere un poco más de 7,3 millones de hectáreas que representan el 17,5%

de la superficie agropecuaria y el 22,6% del área en ganadería extensiva. Se trata de logar una

distribución incluyente de la tierra que permita a los campesinos, a los ganaderos y a los

empresarios capitalistas desarrollar sus potencialidades productivas tal como se ilustra en el

gráfico No. 4. En este gráfico se representa una distribución de la tierra que conjuga la

propuesta, acabada de hacer, para dotar de tierra a minifundistas y desplazados, con las metas

que ha venido trazándose la Federación de Ganaderos y el Gobierno Nacional (Presidencia,

2005).

FEDEGAN se ha propuesto “reconvertir” la ganadería extensiva liberando, por una parte, 10

millones de hectáreas para reforestación, e intensificando, por la otra, la actividad ganadera

restante de manera que el hato nacional crezca con el fin de suplir el consumo interno y para

(Ibáñez, 2008, 231). Pero cuando se les preguntó a quienes manifiestan no querer retornar, el

69,4% de ellos manifestó su deseo de volver si las condiciones que causaron su desplazamiento

se superan (COMISIÓN, 2008, 33).

Hectáreas

poseídas

Requerimientos de

tierra (has.)

Restitución a

desplazados

3.060.000

Minifundistas 3.965.154 4.295.638

Menos de 1 ha. 300.299 2.879.971

De 1 a 3 has. 955.898 1.335.504

De 3 a 5 has. 910.178 31.236

De 5 a 10 has. 1.798.779 48.927

TOTAL 3.965.154 7.355.638

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generar un nivel considerable de divisas, ocupando un menor espacio. Con esto se

solucionarían los críticos problemas que le impone la ganadería extensiva al país:

La erosión y la compactación de cientos de miles de hectáreas.

La desregulación hídrica de numerosas cuencas.

La pérdida de ecosistemas silvestres puesto que en la ganadería extensiva una res

necesita 2.2 hectáreas de pasturas.29

El desplazamiento (económico) de mano de obra, ya que una hectárea en ganado

requiere apenas unos 6 jornales al año mientras que otros sistemas agrícolas o

ganaderos exigen entre 30 y 300.30

La funcionalidad que tiene, en ciertos casos, la ganadería extensiva para que algunos

grandes latifundistas ejerzan el control territorial ligado al poder narco paramilitar y

parapolítico.

29

De acuerdo con la información de la base de datos de FEDEGAN. 30

Datos Grupo Sistema de Producción y Conservación – EAR – PUJ.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Gráfico No. 4: Distribución del uso proyectado de la tierra para el 2014 según tipos de

sistemas de producción

Fuente: Elaborado por el autor con base en los datos del gráfico 3 y de acuerdo con diferentes

propuestas para redistribuir el uso productivo de la tierra. Especialmente la FEDEGÁN, la del

Gobierno Nacional y la presentada en este ensayo.

Se ha dicho que la Reforma Agraria ha fracasado porque buena parte de los “beneficiados” no

han sacado adelante sus proyectos productivos y han terminado por vender la tierra o están

empobrecidos. Esto es cierto en algunos casos, que por lo regular corresponden a repartos de

tierras en zonas de alto conflicto o en tierras relativamente marginadas de la economía

agroalimentaria o cuando, según algunos reportes recientes, a los campesinos desplazados se

les asignan tierras en contextos muy diferentes a los de sus lugares de origen. Mientras que en

estas tres circunstancias se afrontan situaciones que hacen muy difícil la estabilización de

quienes reciben tierras, en otros contextos la asignación de tierras ha tenido efectos diferentes.

En efecto, en varios casos correspondientes a zonas en las cuales hemos hecho algunas

Latifundio Ganadería Extensiva

23,3

Uso proyectado de la tierra en Colombia. Millones

hectáreas

Área Total: 42,0 MILLONES DE HAS

+ 10

Conservación Forestales

6,0 + 6,0 Ganadería Semi - Intensiva. 2,6 + 2,0

Agricultura Familiar

Agricultura Capitalista 1,6. 1,5

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investigaciones, hemos encontrado productores familiares que gracias a la dotación de tierras

han podido estabilizarse obteniendo ingresos relativamente altos (muy por encima de la línea

de pobreza.) Algunos ejemplos son:

Productores de maíz, fríjol, café, ganado, pan coger y aves en Curití, Santander.

Productores de maíz, fríjol, tabaco, yuca, ganado, pan coger y aves en Guane

(municipios de Barichara – Santander).

Productores de café, plátano y frutales en Guaduas, Cundinamarca.

Productores de plátano integrados a “alianzas productivas” promovidas por

Minagricultura, en el Norte del Valle del Cauca.

Productores de panela, ganado, pan coger y especies menores en Riosucio y Supía,

Caldas.

Varios núcleos de productores en el Huila.

El común denominador estos casos es que corresponden a zonas en las cuales los campesinos,

a lo largo de varias décadas, han desarrollado alternativas productivas acordes con sus dotación

de recursos y con la evolución del mercado. Zonas en las cuales se van construyendo, a lo largo

de los años, alternativas productivas y sistemas de comercialización que hacen viable la

obtención de excedentes. Se da en ellas una coevolución de la producción con la

comercialización, para usar un término biológico.

La estabilización de la producción de usuarios de Reforma Agraria, en los casos acabados de

mencionar, es parte de un proceso mucho más general: amplios sectores de campesinos han

accedido a la tierra mediante la compra de predios a sus antiguos propietarios (hacendados u

otros campesinos) y la han pagado con los excedentes de su actividad agropecuaria. Es decir,

los procesos de conformación de nuestro campesinado muestran con claridad, y sin lugar a

equívocos, que los campesinos que acceden a la tierra bajo ciertas condiciones logran

afianzarse como productores agropecuarios. Es esta dinámica la que explica la permanencia de

la producción familiar y su papel protagónico a lo largo de los últimas décadas como

abastecedora de alimentos de consumos directo, de materias primas agroindustriales (algodón,

fique, leche, tabaco, cacao) y de bienes exportables (café, plátano, uchuva, granadilla).

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Todo esto remite a otro aspecto crucial para las propuestas de política pública que se hacen en

el siguiente capítulo: En buena parte del país rural existe, de hecho, un mercado de tierras

activo por medio del cual un sector del campesinado ha comprado parcelas a los antiguos

hacendados y las compra actualmente a otros campesinos y en ocasiones a terratenientes.

CONCLUSION: REDISTRIBUCIÓN, REPARACIÓN Y DESARROLLO AGROPECUARIO

Con lo planteado en este texto se pueden extraer varias conclusiones que contribuyen a

delinear directrices para la política pública de los siguientes cuatrienios. Se puntualizan

enseguida tres:

1. El diseño de políticas estatales debe ser coherente con el reconocimiento del productor

el campesino (o familiar) como un protagonista fundamental de nuestra economía

agrícola y agroalimentaria y como un agente económico con probadas potencialidades

para contribuir más decisivamente al desarrollo económico del país.

2. Teniendo en cuenta la gran diversidad de modelos productivos y de formas de

ocupación del espacio rural por parte de la producción familiar agropecuaria, las

políticas de investigación y de desarrollo productivo agropecuario deben decididamente

llegar a la más amplia gama y cantidad de productores y de formas de producción y

debe evitar, por consiguiente, su focalización en ciertas actividades agrícolas. La

focalización para un sector tan amplio y cuyas contribuciones a la economía

agroalimentaria son tan diversas, resulta incoherente con el propósito de fortalecer la

producción y de impactar positivamente el sector alimentario. La focalización en

algunas circunstancias, y esta es una de ellas, implica exclusión. Se dice y se defiende

que todo gobierno, que todo planificador público, necesita focalizar para irrigar más

eficientemente los recursos. Esto es por supuesto razonable pero es claro, al mismo

tiempo, que cuando se trata de fortalecer la democracia económica (de hacer del país

“un país de empresarios”) o de solucionar fallas masivas de acceso a factores

productivos fundamentales, como la tierra y los sistemas de soporte agropecuario, para

cerca de millón y medio de empresarios familiares, hay que pensar en políticas y

mecanismos que irriguen masiva, y democráticamente recursos.

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3. Considerando la complejidad de las formas de inserción al mercado de los productores

familiares, la política pública, sin abandonar sus acciones dirigidas a promover y

fortalecer alianzas estratégicas agrocomerciales y agroindustriales tal como se hace en

la actualidad, debe ocuparse del grueso de los productores familiares que colocan sus

cosechas en el mercado abierto que es estratégico en el abastecimiento urbano de

alimentos. En este mercado, hasta donde se conoce, y a pesar de sus deficiencias, los

alimentos tienen precios relativamente bajos para el consumidor popular. En este orden

de ideas debe prestársele una especial atención a la complejidad de actores y de

encadenamientos de este segmento del mercado, desde la parcela del productor hasta el

detallista urbano.

Mencionados estos tres puntos se quiere insistir en la necesidad de dotar de tierras a

minifundistas y desplazados cuestión que, como ha quedado planteado, es fundamental para

estabilizar y desarrollar la producción agropecuaria y el sector rural. Avanzar decididamente en

esta dirección significaría una decisión política que comprometería cuantiosas erogaciones y

que requeriría de un cambio sustancial en la forma como actualmente se están asignando los

recursos del sector. Porque, aunque en los discursos de todos los últimos gobiernos se reconoce

la necesidad de solucionar el problema de la concentración de la tierra, los resultados son

escasamente marginales e intrascendentes con relación a la magnitud del problema. Así, por

ejemplo, en los últimos siete años el gobierno ha asignado 43.916 hectáreas a los desplazados,

lo cual representa el 0,82% (menos del 1%) de la tierra que les fue usurpada, y ha otorgado a

otros grupos familiares 39.352 has que equivalen al 0,53% de la tierra requerida por los

minifundistas (productores con tierra insuficiente para generar ingresos por encima del nivel de

pobreza31

). De otra parte, de acuerdo con los datos del Cuadro 15 para este propósito se

dedican $37.250 millones al año mientras que en subsidios se otorgan directamente $676.822

millones o $1,181.376 millones (1,2 billones) cuando se incluyen los subsidios implícitos

derivados de las exenciones de impuestos a los agrocombustibles.

31

Datos Minagricultura.

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Los subsidios otorgados al sector agropecuario son de una magnitud tal que constituyen la base

presupuestal y el fundamento conceptual de la actual política agropecuaria. En un escenario

próximo, cuando entren en funcionamiento las plantas productoras de biodisel y etanol que

están actualmente en construcción, los subsidios sobrepasarán los 1,7 billones de pesos

anuales, mientras que el presupuesto de inversión del sector gubernamental agropecuario

(Minagricultura y entidades adscritas) queda en 0,34 billones (340 mil millones) cuando se le

descuentan los subsidios que otorga el Ministerio a través de Agro Ingreso Seguro (AIS)

(Cuadro 15).

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Cuadro 15. Subsidios otorgados a la agricultura y presupuesto de inversión de

Minagricultura. Millones de pesos 2009.

Promedio

anual 2006 -

2008

Promedio

anual 2006 -

2008

incluyendo

producción de

agrocombustib

les en plantas

en

construcción

Programa de coberturas de riesgos para maíz

amarillo y blanco, sorgo y soya 3.126

Programa de protección de ingresos para

productores de bienes agrícolas exportables 53.341

Seguro obligatorio 5.358

Compensación. Precio mínimo de garantía del

algodón 58.308

Apoyos e incentivos a la producción,

comercialización, transporte, sanitarios y otros

para distintos productos 317.058

Incentivo a la capitalización rural 2008 239.630

TOTAL SUBSIDIOS AIS 676.822 676.822

Subsidios implícitos al etanol por exenciones de

impuestos 241.644 448.120

Subsidios implícitos al biodisel por exenciones

de impuestos 262.910 605.944

TOTAL SUBSIDIOS

AGROCOMBUSTIBLES 504.553 1.054.064

TOTAL SUBSIDIOS 1.181.376 1.730.886

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PRESUPUESTO DE INVERSIÓN

MINAGRICULTURA Y ENTIDADES

ADSCRITAS DESCONTANDO SUBSIDIOS

AIS 343.908 343.908

Inversión en Ciencia y Tecnología 236.615 236.615

COMPRA DE TIERRAS 37.250 37.250

Fuentes: Subsidios AIS, presupuesto, investigación y compra de tierras elaborados con datos

Minagricultura indexados con IPC. Subsidios agrocombustibles basado en Castiblanco, 2009

quien, a su vez, se basa en Rudas, 2008.

Los problemas derivados de los subsidios son ampliamente conocidos: inducen y reproducen

ineficiencias entre los actores que los reciben y generan a nivel macro y sectorial, una

asignación también ineficiente del gasto público. En el caso colombiano hay un problema

adicional derivado de las estructuras regionales de poder actuales, que puede llevar a serias

distorsiones en la asignación. Si bien es cierto que para algunos productos como el café que

tienen una institucionalidad eficiente, se puede garantizar una adecuada irrigación de los

recursos, en otros casos la desviación de los subsidios en altas proporciones es inevitable.

Ahora bien, hay que resaltar lo obvio: que los recursos públicos son limitados. En este orden de

ideas los subsidios compiten con otros recursos para los demás programas gubernamentales

relacionados, por ejemplo, con el desarrollo productivo, el fortalecimiento institucional, la

preservación y recuperación del capital natural, el desarrollo del capital humano y del capital

social, la irrigación de crédito, la construcción de infraestructura (sólo una pequeña parte va a

este propósito), la investigación y el acceso a la tierra.

Por otra parte hay que tener en cuenta que el país tiene un sistema de recaudación de impuestos

para predios rurales que, a pesar de presentar “las mejores condiciones para el recaudo presenta

dificultades debido a razones de economía política que impiden que el impuesto sea eficiente,

como es el hecho de que intereses terratenientes estén sobre-representados en las corporaciones

públicas (Congreso, Consejos Municipales) impidiendo que las tasas nominales de tributación

sean mayores” (DNP, 2005, 29).

Page 120: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

En efecto, el 41.6 de los predios en municipios rurales tributan menos del 2 por mil del valor

de su avalúo, mientras en el otro extremo solamente un 1% paga un “impuesto razonable”

superior al 10 por mil (DNP, 2005).

Bajo estas tres consideraciones (la necesidad de procurar el acceso a la tierra a los campesinos,

la concentración del gasto público en subsidios y la muy baja tributación predial rural), se

propone una reorientación de la inversión en el sector agrícola que privilegie la asignación de

tierras.

Para lograr una adecuada distribución de la tierra se impone la necesidad de activar el mercado

de tierras por medio de dos mecanismos complementarios:32

Primero. Un impuesto predial progresivo con las siguientes características:

Tarifas únicas estipuladas nacionalmente, por hectárea, soportadas en una

simplificación de la clasificación de la calidad de tierras.

No gravar las obras de infraestructura productiva ni de adecuación de tierras: el

impuesto debe ser a la tierra exclusivamente.

Tarifa progresiva por tamaño de los predios con exenciones para quienes tienen hasta

una Unidad Agrícola Familiar (UAF)33

y con una rebaja sustancial (a la mitad, por

ejemplo) a quienes tienen entre una y dos UAF. No se recomienda hacer exenciones a

predios que sobrepasan esta extensión pues se fomentaría la fragmentación ficticia.

La tarifa debe calcularse de manera que sea considerablemente mayor a la vigente en

la actualidad: que castigue el uso semi o improductivo de la tierra. Se debería llegar en

un plazo de no más de 2 años a una meta de un 10 por mil de tributación sobre el valor

del avalúo catastral. Pero ante la desactualización del avalúo y su subvaloración, en

muchos casos se deben establecer tarifas fijas por hectárea, proporcionales al tamaño

de los predios y diferenciadas en unos cuatro tipos de zonas de acuerdo con la calidad

de las tierras y su ubicación.

32

Un primer esbozo de esta propuesta se hizo en Forero y Ezpeleta, 2007. 33

El país cuenta con información sobre la Unidad Agrícola familiar (UAF) para casi todos los

municipios.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Se deben contemplar descuentos por áreas destinadas a la conservación de bosques y

de ecosistemas estratégicos.

Segundo. Crédito subsidiado generalizado para compra de tierras, al cual puedan acceder

todos los productores que en el país poseen menos de una Unidad Agrícola Familiar (UAF).

Como se ha planteado arriba, se debe evitar cualquier focalización diferente a la dirigida a

favorecer exclusivamente a los minifundistas y desplazados. Para estos últimos, los recursos

otorgados deben ser consistentes con la reparación del daño que les ha sido causado. La

extensión de tierra objeto que se pueda adquirir con este instrumento no debe exceder la

cantidad de tierra necesaria para que el beneficiario complete una UAF.

La primera medida estaría dirigida a presionar hacia abajo los precios de la tierra y a captar

recursos para aliviar la carga presupuestal que implicaría poner en ejecución esta política. La

segunda estaría dirigida a facilitar los recursos a los compradores.

Al hacer esta propuesta no se desconocen las dificultades y los fracasos que ha tenido en

Colombia la implementación de la política de mercado de tierras impulsada por el Banco

Mundial con el fin de dotar de este recurso a ciertos núcleos de campesinos. Por lo regular, la

aplicación de estos programas ha tenido que enfrentarse a una serie de problemas

extremadamente difíciles de resolver. El principal es la muy frecuente inexistencia de

alternativas productivas y comerciales adecuadas para los productores familiares, en algunas

zonas, en donde se ha actuado. A este hecho se añade la carencia de recursos de las familias

asignatarias para procurarse los bienes básicos. Con frecuencia se trata, también, de familias

sin experiencia en las actividades agropecuarias que deben asumir. Y por último, a todo esto se

le suma la incidencia de conflictos armados que terminan por empeorar el cuadro acabado de

plantear.

En consideración a lo anterior, la propuesta que se acaba de hacer está dirigida

fundamentalmente a los productores que están vinculados al mercado agropecuario

(minifundistas) o que lo estuvieron antes de su desplazamiento; y que tienen, por lo tanto,

resuelta buena parte de los problemas planteados arriba y muy especialmente el que constituye

el principal cuello de botella: la no existencia de sistemas de producción y de comercialización

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

adaptados a la dinámica y recursos de la producción familiar. Pero, de todas, la idea es que al

mecanismo tengan acceso universal minifundistas y desplazados.

No sobra insistir, como se explicó arriba, que el acceso a la tierra por medio de arrendamientos

u otras formas diferentes a la propiedad (como lo propone el Banco Mundial) no constituye una

solución aceptable para el minifundismo ni para la reparación de los desplazados.

Hay que dejar en claro que este mecanismo no sustituiría, de ninguna manera, los demás

instrumentos que se han venido implementando en el país para distribuir la tierra, y para

preservar territorios de algunas comunidades rurales, tales como la expropiación por vía

administrativa, la extinción de dominio para tierras adquiridas con dineros o con medios

ilícitos, la creación de zonas de reserva campesina, la ampliación de resguardos y territorios

colectivos de comunidades negras. Todo lo contrario, es necesario impulsarlos paralelamente

con el mecanismo acabado de proponer.

Es necesario subrayar, por último, que de acuerdo con lo que se ha venido planteando, una

política de acceso masivo a la tierra es necesaria pero insuficiente para enfrentar la

complejidad de la problemática de la economía campesina y del sector agropecuario. Pero, hay

que insistir: es imprescindible.

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Javeriana –EAR – IER –DDRR.

COMENTARIOS

Por Alejandro Reyes Posada

El trabajo Economía campesina, pobreza, tierra y desplazamiento en Colombia, de Jaime

Forero Álvarez, presenta el cuadro completo del mundo rural ignorado por la política de la

seguridad democrática y la confianza inversionista del actual Gobierno. El aporte del millón

setecientas mil familias que sostienen la producción campesina, que alcanza al 62% del área

cultivada y el 60% del producto, es un milagro si se considera el escaso fondo de buenas tierras

del que disponen, la falta de reconocimiento de sus derechos de propiedad y la violencia y el

desplazamiento a los que ha sido sometido el campesinado.

Jaime Forero examina las razones por las cuales la economía campesina es tan resistente ante

la adversidad y destaca la diversificación de la producción, el autoconsumo, la asimilación de

Page 125: Forero (Editor) El Campesino Col

Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

tecnologías de la revolución verde y la sustitución de capital por trabajo familiar como los

factores explicativos más importantes. Su limitación principal es la falta de tierra que le impide

aumentar su participación en la economía nacional, y no su ausencia de capacidad empresarial,

como parece suponer la política oficial.

El secreto de la acumulación de capital de las clases dirigentes regionales ha sido disponer de

un campesinado sin derechos de propiedad sobre la tierra, condenado a expandir la frontera

agraria sin posibilidades económicas, para vender su trabajo como “mejoras” a quienes

acumulan tierra para ganadería extensiva. El latifundio ganadero, que arrancó a partir de las

mercedes coloniales de tierras y la adjudicación de baldíos en pago de deudas de guerra

adquiridas por el gobierno, expandió sus territorios por compra de mejoras a los colonos,

mientras éstos se desplazaban a tierras más periféricas de la frontera agropecuaria.

La estructura política de la colonización campesina sin derechos de propiedad fueron las

guerrillas, así como más tarde la estructura política del latifundio fueron los paramilitares, y la

economía, desde fines de los setenta, llegó a ser la generada por los cultivos ilícitos que

permitieron a esa población marginal ingresar a la economía de consumo de la globalización.

La coca subsidia la expansión de la frontera agraria a costa de las reservas de bosques que

almacenan carbono y producen oxígeno y, en el Amazonas colombiano, es la amenaza

principal que pesa contra los esfuerzos para moderar el cambio climático.

La pauta general es que los cultivos ilícitos son plantados por campesinos sin tierra expulsados

de regiones campesinas deprimidas, que han deforestado y colonizado nuevas áreas marginales

de la frontera agropecuaria, con pobre oferta de suelos productivos, poca presencia de

infraestructura y de servicios, ausencia de titulación, bajo control político y difícil acceso a los

mercados, donde los migrantes no han creado redes y normas sociales y donde predominan

aparatos ilegales de control armado articulados a la industria del narcotráfico que abastece una

demanda bien remunerada por los productos derivados de la coca y la amapola.

Ese proceso, sin embargo, encontró sus límites naturales en la decreciente calidad de la oferta

ambiental y la necesidad de preservar ecosistemas para contribuir a la moderación del

inevitable cambio climático que se nos vino encima, que sacará muchas regiones de la

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

producción e ingresará otras, dados los extremos de sequías e inundaciones que vendrán con

mayor fuerza en el futuro cercano.

Ahora el imperativo es que el Estado asuma la conducción de un proceso de ordenamiento del

territorio y de localización adecuada de la población de acuerdo con la calidad de los suelos y

la preservación y manejo del agua. Los instrumentos a disposición son la formalización de la

propiedad campesina y la extinción del dominio de la propiedad ilícita, la reforma del catastro,

la elevación del impuesto predial de la gran propiedad y la restitución y el canje de malas por

buenas tierras a la población desplazada por violencia. Todas esas políticas podrían, en

conjunto, utilizar mejor el fondo de tierras agrícolas del país, que no supera los 15 millones de

hectáreas, reducir el área ganadera de 40 a unos 20 millones de Has., dar mayor poder al

campesinado y reducir la sobrerrepresentación política del latifundio.

Debido al monopolio de la propiedad, la gran mayoría de los mejores suelos agrícolas se

emplean como reservas de ganadería extensiva, que se poseen por razones especulativas

distintas a las ganancias de producción y en conflicto con los usos socialmente deseables de los

recursos. La inequidad se consolida con la mayor concentración de la propiedad en áreas donde

el país ha invertido más en la creación de infraestructura, mientras la mayor población ocupa

las tierras más pobres y menos dotadas de servicios.

Corregir los conflictos de uso de la tierra y lograr una mejor distribución de la población en el

territorio son por lo tanto tareas prioritarias para la planificación del desarrollo. Aumentar la

densidad de productores agrarios donde está el capital social, resulta más económico y de

mayor impacto distributivo que construirlo en regiones alejadas del mercado y de la presencia

institucional del Estado. El gran potencial de crecimiento de la producción se encuentra en el

mejor uso de las tierras con las condiciones agronómicas óptimas para la explotación intensiva

del suelo, que son limitadas.

En el otro extremo, la sobrepoblación y sobreutilización de suelos pendientes y pobres en

nutrientes, a costa de las reservas boscosas de las cordilleras, causan erosión y derrumbes y

colmatan los cauces de los ríos e inundan las vegas. La pérdida de cobertura vegetal de los

bosques amazónicos, del Orinoco, la llanura Caribe y el litoral Pacífico, deterioran las

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

funciones ambientales de los ecosistemas y amenazan la provisión de agua y la productividad

de los valles fértiles.

Estos problemas estructurales de ocupación y uso inadecuado del territorio nacional entre

campesinos y acumuladores de tierras, a los que se sumaron los narcotraficantes y jefes

paramilitares, son los cimientos torcidos sobre los que se levantan los conflictos armados y la

economía del narcotráfico. Superarlos exige reconocer los derechos de los campesinos al

territorio y ordenar mejor la distribución de la población rural en el territorio productivo, para

preservar las reservas boscosas que regulan los ciclos del agua.

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COMENTARIOS

Por: Gabriel Rosas Vega

¿Con todo lo que ha ocurrido en las actividades vinculadas al campo, llegó la hora del

rompimiento de la economía campesina con la economía general? La respuesta, por supuesto,

es no. Y es negativa, no sólo porque los campesinos producen alrededor del 60% de los

alimentos que consumen los colombianos, sino porque en el trasfondo de la actividad hay

realidades y realizaciones muy positivas que bien vale la pena sopesar.

Viabilidad de la Economía Campesina

Por muchos años y habida consideración de la precariedad en la que se desenvuelve el

campesinado, ha existido la controversia si esta economía es viable en un contexto de mercado.

La pregunta es si tiene capacidad de competir con producciones de mayor tamaño. Contrario a

lo que algunos piensan y teniendo como telón de fondo el caso del sector cafetero, es evidente

que la resistencia campesina es diversa, muy amplia y recursiva. Además, el propio sistema

necesita de ella y la utiliza, al punto de hacerla sobrevivir o resucitar.

Lo malo de esto es que la subsistencia del campesinado al mantenerse en una situación de

pobreza y marginalidad política relativa, significa al mismo tiempo la encrucijada económica y

política en que se encuentra Colombia. La crisis actual de la producción agropecuaria y en

particular la crisis de las zonas rurales y el enfrentamiento armado, no pueden resolverse sin

resolver también la situación del campesino.

Ingresos agropecuarios y pobreza rural

De acuerdo con el Informe del Banco Mundial, la agricultura de pequeña escala sigue siendo la

forma más común de organización en la agricultura. La evidencia acerca de la superioridad de

esta actividad como esquema de organización es sorprendente. Sin embargo, muchos países,

entre ellos el nuestro, tratan de promover una agricultura de gran escala, creyendo que la

pequeña agricultura es ineficiente, atrasada y resistente al cambio.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

El potencial de la agricultura para contribuir al desarrollo y a la reducción de la pobreza,

depende de la productividad de los pequeños fundos. Con una creciente escasez de recursos,

la futura producción de alimentos depende más que nunca del aumento en los rendimientos de

los grupos campesinos y de la productividad del sector.

Una contribución interesante del trabajo de Jaime Forero, es que no sólo valida la

consideración técnica anterior, sino que incorpora al análisis otros factores productivos.

Basado en investigaciones realizadas en zonas rurales que tipifican diversas circunstancias en

que se lleva a cabo la producción campesina, el autor concluye que la mano de obra familiar

invertida en la producción agropecuaria se remunera (con algunas excepciones) por encima de

su costo de oportunidad. En otros términos, los campesinos generan ingresos mucho más altos

trabajando sus propias parcelas que los que obtienen en otras opciones laborales.

Si bien, la conclusión se basa en la evidencia empírica relativamente débil por el tamaño de la

muestra, no deja de ser interesante, pues es posible aseverar que la producción familiar es

viable económicamente, si como indicador de viabilidad se toma precisamente la remuneración

de la mano de obra frente a otras alternativas. Una fuerte evidencia que plantea es que la

pobreza rural es mucho menor que la reportada por las estadísticas oficiales en la medida en

que el ingreso agropecuario está enormemente subestimado.

De todas formas, con una creciente escasez de recursos, la futura producción de alimentos

depende más que nunca del aumento de los rendimientos de los cultivos y de su productividad.

No es la organización económica, ni el sistema tecnológico, ni la eficiencia de los productores

lo que explica sus bajos ingresos, sino la limitación en el acceso a los factores y principalmente

a la tierra. Dado el lugar donde se ubican los campesinos y lo mejor que saben hacer, resulta

imperativo promover la agricultura para alcanzar el objetivo del desarrollo de reducir la

pobreza y el hambre. Por sí sola no bastará para reducir en forma masiva la pobreza, pero ha

demostrado ser especialmente eficiente para abordar esa tarea. La agricultura campesina, el

trabajo agrícola fuera de las fincas y la economía rural no agrícola y la migración, son tres

caminos importantes y complementarios para salir de la pobreza.

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El sector rural como motor del desarrollo económico

Colombia muestra una estructura económica característica de un país de ingresos medios. En

consecuencia la agricultura ya no es la actividad principal de la mayoría de la población.

La experiencia de los países industrializados demuestra que el rápido crecimiento del sector

agropecuario juega un papel crítico en el despegue del proceso acelerado de crecimiento

económico. Algunos casos como Japón, Corea del Sur y Taiwán, ilustran este proceso.

Aunque en el país, el sector agropecuario como un todo ha presentado tasas de crecimiento

relativamente aceptables desde la década del cincuenta, los renglones dinámicos se han

concentrado en agricultura comercial, la cual está asociada a un efecto multiplicador mediocre

por la concentración de los ingresos en un grupo reducido de la población.

En la actualidad, el café ha pasado a representar menos del 10% del PIB agropecuario, lo que

ha reducido significativamente su posible efecto multiplicador sobre la economía. De otra

parte, la estructura dual de la agricultura nacional se ha mantenido en la década actual. Bajo

estas circunstancias no es claro que la agricultura pueda ser motor de un proceso de desarrollo.

La búsqueda de un sector rural más diversificado, requiere promover el desarrollo de

actividades productivas diferentes de aquellas de naturaleza exclusivamente agropecuaria.

Esto implica superar el sesgo urbano en la construcción de infraestructura y provisión de

servicios básicos, condición indispensable para inducir a sectores dinámicos de la economía a

realizar inversiones en el ámbito rural.

Reconocer al campesino como un protagonista del desarrollo económico

Aceptando las conclusiones del autor, en particular aquellas relacionadas con la necesidad de

dotar de tierras a minifundistas y desplazados y teniendo en cuenta la gran diversidad de

modelos productivos y de formas de ocupación del espacio rural, considero que las políticas de

investigación y de desarrollo productivo agropecuario deben llegar a la más amplia gama y

número de productores y de formas de producción.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Es útil agregar la necesidad imperiosa de reconocer al campesino como un protagonista clave

del desarrollo y de la actividad productiva nacional; fomentar una política específica de

desarrollo rural, que comprenda el sector agropecuario y las actividades no agropecuarias; y,

aceptar que los campesinos son tanto productores de alimentos para el mercado como

productores de fuerza de trabajo.

En últimas de lo que se trata es de entender y aceptar que el campesinado puede abrir una vía

alterna de desarrollo económico y social si cuenta con el apoyo de programas masivos que lo

doten de los medios de producción adecuados y le permitan consolidar la economía campesina

y la cultura propia.

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CAPÍTULO 4

LA ECONOMÍA CAMPESINA. PROBLEMAS Y PROPUESTAS.

Según Jaime Araujo

Candidato a la Presidencia de la República

LA ECONOMÍA CAMPESINA, BAJO LAS ACTUALES CONDICIONES

AFECTADAS POR EL DESPLAZAMIENTO Y LA CONCENTRACIÓN DE LA

TIERRA

Considero que es un desastre. Si bien es cierto que podemos hacer análisis sectoriales, hay que

entender que estos análisis hacen parte de una visión macroeconómica, y adicionalmente esa

visión debe corresponder al Estado Social de Derecho que tenemos. Observamos que las

instituciones no están cumpliendo con los fines del Estado democrático.

Las políticas públicas para el campo han fracasado en Colombia, vemos cómo se ha permitido

el desplazamiento de cerca de 5 millones de colombianos que han perdido sus tierras y su

oportunidad de vivir como personas decentes; se ha reducido el número de hectáreas

sembradas, hemos perdido casi un millón de hectáreas en los últimos años, la producción ha

disminuido en 5.3% y el ingreso de los campesinos también ha disminuido.

Además, hay que mencionar que antes de la crisis económica ya teníamos una crisis

alimentaria en el mundo y en nuestro país. Los datos de la ONU muestran que en lo que va

corrido del 2009 más de 50 millones de personas han pasado el umbral de la miseria y que

cerca de 1.000 millones de seres humanos no tienen garantizada su seguridad alimentaria, y la

CEPAL señala que en América Latina hay cerca de 53 millones de seres humanos con riesgos

en su seguridad alimentaria. Estas cifras nos llevan a decir que las políticas públicas para el

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

campo colombiano han fracasado; todos sabemos que nuestro régimen es presidencialista, que

puede hacer mucho bien pero también mucho mal.

LA ECONOMÍA CAMPESINA FRENTE AL TLC

Yo voté contra el TLC en la Corte Constitucional y señalé todos los artículos de la

Constitución que habían sido violados. La Constitución de Colombia dice que todo tratado

como el TLC y hasta el de las bases militares, tiene que realizarse sobre la base de la

reciprocidad, autonomía y soberanía nacional. Lo estudié en detalle y descubrí cosas muy

graves: primero, los Estados Unidos, son grandes productores de alimentos, el 6% de la

población produce para 300 millones de habitantes y exportan al mundo entero, lógicamente

subsidiados y Colombia no logró en la negociación que Estados Unidos quitara los subsidios,

lo que conducirá a que el tratado acabe con nuestra agricultura, entonces no es cierto que exista

la libre competencia. Segundo, es vergonzoso, como se lo dije alguna vez al negociador, que

mientras Estados Unidos logró certificados de origen para algunos de sus productos, nosotros

no lo conseguimos ni siquiera para nuestro producto emblema, el café, y la razón es muy

sencilla: el productor colombiano de café obtiene solo 10 centavos de dólar y el tostador 90

centavos, son las tostadoras gringas; el gran negocio del café no lo hacemos los colombianos.

¿UNA POLÍTICA DE TIERRAS?

Cuando se trata de un propietario legítimo que tiene tierras de sobra y otro propietario también

legítimo que necesita tierra de ese propietario, en nuestro sistema jurídico habría dos opciones:

si el que tiene más tierra no está cumpliendo con su función social, se le puede quitar a través

de la extinción de dominio, sin nada a cambio, o se le entrega un equivalente general como es

la indemnización. Yo no renunciaría como presidente a solucionar problemas sociales de la

población a través de los instrumentos legales.

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Este es un gran debate que está pendiente en el país, seguimos siendo una sociedad feudal

precisamente porque concentramos la tierra en pocas personas. Cuando estudié en Europa pude

ver algunas estadísticas: en Italia el promedio de tierras per cápita era de 10 hectáreas, en

Francia que era el país que más tenía, era de 20 hectáreas. Ellos consideran que estamos en el

feudalismo cuando uno les habla de que en Colombia hay personas con 1.000 ó 2.000

hectáreas, ese es un debate que estamos eludiendo y algún día se tendrá que dar. Yo estoy por

la propuesta que salgamos del feudalismo agrario y para eso tendremos que tocar la propiedad

de la tierra.

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LA ECONOMÍA CAMPESINA. PROBLEMAS Y PROPUESTAS

Según Gustavo Petro

Candidato a la Presidencia de la República

LA ECONOMÍA CAMPESINA, BAJO LAS ACTUALES CONDICIONES

AFECTADAS POR EL DESPLAZAMIENTO Y LA CONCENTRACIÓN DE LA

TIERRA

Lo que tenemos es una enorme oportunidad hacia el inmediato futuro. El uso de tierras fértiles

para la producción de biocombustibles en el mundo está ocasionando una escasez de alimentos

que eleva el precio internacional y por tanto aumenta el hambre. Nosotros tenemos 15 millones

de hectáreas fértiles y sólo cultivamos 4 millones, el resto está en manos de la mafia. Entonces,

ahí está la oportunidad, podemos articularnos productivamente al mundo a partir de la

producción de alimentos, que en mi opinión debe ser subsidiada. Para poder hacer esto

tenemos que utilizar hasta el último centímetro cuadrado de la tierra fértil, lo que significa que

hay que trasladar la tierra de las mafias hacia los productores de alimentos.

Las estadísticas de empleo en la producción agraria muestran que en promedio se genera un

empleo por cada 5 hectáreas, significa que en 15 millones de hectáreas podríamos sostener a

tres millones de familias. Lo que nos llevaría a una nueva estructura en el campo que implica la

transformación del campesino en granjero, en un sistema mixto de empresarios medianos y

pequeños, que denomino la producción subsidiada de alimentos. Así que la posibilidad de

construir este modelo está a la orden del día, sólo nos falta aprovechar las oportunidades del

mercado mundial, reconstruir la institucionalidad del campo colombiano, priorizar las obras de

infraestructura donde el tema del agua se volvería más importante que las carreteras y, lo más

importante, trasladar la tierra de las mafias a los productores de alimentos.

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LA ECONOMÍA CAMPESINA FRENTE AL TLC

Yo fui calificado por Juan Manuel Santos de apátrida por discutir el tema con los congresistas

de los Estados Unidos en el momento en que se discutía el tratado. Este TLC significaría que

en alimentos perdamos y en biocombustibles ganemos; lo que produciría una especialización

en biocombustibles. La estructura social que soporta la producción de alimentos es democrática

y mientras que la de la producción de biocombustibles es mafiosa o antidemocrática, entonces

el TLC subvencionaría a la mafia colombiana y destruiría nuestra producción de alimentos,

nuestra posibilidad productiva de articulación con el mundo.

Ahora, dado que esa discusión ya pasó, dependemos de que allá lo aprueben y no de nosotros

mismos. Estoy convencido que si aumentamos la oferta de alimentos, resolvemos el tema de la

tierra, construimos el banco agrario para financiar la producción de las 15 millones de

hectáreas fértiles, articulamos el saber a la tierra y subsidiamos el campo, podemos competir

aún en condiciones de libre comercio y de los subsidios de los Estados Unidos. Si no hacemos

todo esto nos barren. Entonces, ante la eventualidad que el Senado de los Estados Unidos

apruebe el TLC, nosotros tenemos que cambiar la estructura del campo colombiano.

¿UNA POLÍTICA DE TIERRAS?

Sin caer en excesos estatistas, la problemática tiene que ver con la política de poblamiento. En

general, la tierra fértil no está en zonas de minifundio, está en zonas que llaman de producción

empresarial. Si ubicamos el mapa del desplazamiento, de las masacres, más o menos coincide

con las áreas de tierra fértil; entonces, allí ya no están los productores de alimentos, han sido

desplazados a otras zonas agrarias, otros quedaron en zonas de minifundio, otros en la frontera

agraria y otros se han urbanizado.

Para hacer posible la producción democrática de los 15 millones de hectáreas fértiles, implica

vincular tres millones de familias con dos tipos de sistemas, propietarios y economía asalariada

de pequeños y medianos empresarios; eso exige una nueva política de poblamiento, una

transferencia de población. Por ejemplo, en las colinas del Magdalena Medio no hay luz, no

porque no haya energía eléctrica sino porque no hay casas, como en el Piedemonte Llanero o

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en la Región Caribe, entonces, la utilización racional de la tierra exige una política de

poblamiento racional; el hecho de que la población baje de las cordilleras hacia los valles y las

tierras planas es una decisión racional que tiene que ver con el uso del agua y con una nueva

política de reforestación.

Estamos hablando que de los 15 millones de hectáreas fértiles, 10 millones están en manos de

las mafias; cinco millones fueron comprados durante la primera fase de los carteles, y los otros

cinco millones que fueron expropiados en la fase militarizada de las mafias, con el

paramilitarismo. La mafia aprendió muy bien que al tener la tierra tenía el poder político. La

articulación entre el poder político y el poder mafioso en lo local, se extiende a lo nacional

durante los últimos treinta años y surge de la interrelación entre tierra y poder.

El problema no es sólo económico o de oportunidades. Una democratización de Colombia pasa

por la democratización de la tierra. Una política antinarcóticos para el debilitamiento de la

mafia, pasa por expropiar esa tierra. Pienso que se puede hacer por las buenas y no por las

malas. Si para conquistar esas tierras mataron 50 mil personas, miles de fosas comunes, ahora

cómo sería para recuperarlas. Pienso que hay un camino pacífico que es la transacción judicial

y me la imagino, imitando un poco a Sudáfrica, que el proceso de reparación de víctimas

implica 5.600.000 hectáreas de tierra que se tienen que devolver entre otras cosas, porque en

muchas ocasiones era más valioso lo que había en esa tierra que la tierra misma.

Para lograr eso, necesitamos una política regional. He propuesto los Acuerdos Comunitarios

Locales que son procesos de reconfiguración democrática del territorio a partir del acuerdo

entre la ciudadanía; uno de los cuales es el acuerdo entre las víctimas y los victimarios. Si el

victimario es un narco, se puede hacer lo mismo que hace Estados Unidos con muchos narcos

colombianos, donde se transa cárcel por información y dinero, aquí en Colombia sería cárcel y

extradición por tierra y poder. Esto significa una nueva política de extradición y de

antinarcóticos.

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LA ECONOMÍA CAMPESINA. PROBLEMAS Y PROPUESTAS

Según Álvaro Leyva

Candidato a la Presidencia de la República

LA ECONOMÍA CAMPESINA, BAJO LAS ACTUALES CONDICIONES

AFECTADAS POR EL DESPLAZAMIENTO Y LA CONCENTRACIÓN DE LA

TIERRA

Parto de la base de que es un desastre. Además de los factores objetivos que conocemos todos,

hay otros factores que tienen que ver con lo que ha ocurrido desde 1990 cuando desaparece el

ICA, cuya función era generar y transferir tecnología a los productores. Incluso el INCORA

dejó de realizar la asistencia técnica al campesino, en particular a los pequeños productores de

café y las unidades municipales de asistencia técnica carecen de personal especializado, son

estudiantes recién egresados. Sin la asesoría técnica adecuada no se sabe cómo manejar los

suelos, la edafología que es el estudio de la relación suelo, clima y planta, ha desaparecido de

la asistencia técnica, el campesino no sabe qué producir, como el caso de Santander,

Cundinamarca o Boyacá donde los suelos son de clase 4 a 6, lo que significa que la producción

es muy difícil.

Otros problemas tienen que ver con el costo de los fertilizantes e insecticidas que son muy

altos; tenemos el problema de una infraestructura inexistente. Como pasa también con el

crédito, los subsidios van a otras partes y así los productores no pueden cumplir con las

calidades de los productos exigidas en el exterior. El caso del TLC es claro: en estas

condiciones el campesino no puede competir, el tratado lo liquidaría; no tenemos una política

de precios que establezca las condiciones macro para la competitividad (tasa de cambio,

intereses, y salarios, entre otros) y demás, el pequeño productor no puede cumplir con las

normas sanitarias y fitosanitarias exigidas.

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

Conocemos lo ocurrido con el programa Agro Ingreso Seguro que iba a subsidiar los

productores afectados por el TLC. Si comparamos los subsidios por tonelada de producto

colombiano frente a los obtenidos en los Estados Unidos, resulta que allá se entregan US$

22.200 anuales por trabajador agrícola y en Colombia US$ 300 dólares; por una tonelada de

maíz en Colombia se le da al agricultor el 1% de lo que percibe el agricultor americano.

Entonces, la respuesta no es optimista, por lo tanto hay que modificar la estructura de la

política hacia el campesino colombiano.

LA ECONOMÍA CAMPESINA FRENTE AL TLC

El TLC no es un tratado de libre comercio, es un tratado especial, diferente pero no de libre

comercio, porque en un tratado de libre comercio no puede haber subsidios y naturalmente

todo el sector agrícola de los Estados Unidos está supeditado a los subsidios. Yo me sostengo

en rechazar el TLC, porque los beneficios ya los logramos con el sistema andino, por combatir

el narcotráfico, de tal manera que no veo ninguna ventaja, yo lo retiraría.

¿UNA POLÍTICA DE TIERRAS?

Es cierto que muchos predios necesitan ensancharse para mejorar su productividad. Sin duda

hay que entrar a revisar la tenencia de la tierra en manos de los mafiosos para redistribuirlas.

La solución está en darle una salida rápida a esa situación y no amarrarla a estos procesos de

parajusticia que son excesivamente lentos. A propósito de esos casos quiero señalar algo que

me parece interesante y es que por algunos estudios he llegado a la conclusión que muchas

personas han abandonado sus predios y se incorporan en las filas de los desplazados, son

muchísimos los que sacan una ventaja comparativa o un mayor provecho al obtener dineros por

su condición de desplazados, de tal manera que sí hay que entrar a revisar el tema de la

tenencia de la tierra a partir de los predios mafiosos.

Este tema toca con la estructura del Estado, con la estructura de los poderes. Ese problema

corresponde a una realidad que no hemos asumido y es que este país es absolutamente

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

disfuncional; es el primero o segundo en desplazados internos, con millones de hectáreas de

tierra en poder de la mafia; el primer país con minas antipersonas y el país que le da por

subsidiar al rico cuando los índices de pobreza absoluta son estremecedores y parece que aquí

no pasara nada.

Nuestras ciudades, son ciudades campesinas en su estructura, que de la noche a la mañana

multiplicaron su población, entonces si vamos a hablar del país disfuncional tendríamos que

establecer una agricultura limpia para las ciudades, una agricultura urbana. En materia de

tecnología agropecuaria tenemos veinte años de atraso, mientras que el promedio de la

participación de tecnología en el PIB es 2.7%, en Colombia estamos en el 0.16%. Es evidente

que hay que buscar unas modificaciones a las estructuras a fin de acabar con los conflictos,

dándole un sentido diferente a la propiedad de la tierra.

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PROPUESTA DE POLÍTICA AGRARIA

De Germán Vargas Lleras34

INTRODUCCIÓN

Nuestro campo no es lo que debería ser ni hace lo que podría hacer. Decisiones

macroeconómicas desafortunadas, políticas equivocadas, afrentas de la violencia y del

narcotráfico han disminuido la participación del sector en la economía nacional y afectado el

empleo rural. La agricultura, en particular la pequeña, se ha visto injustamente desplazada por

la ganadería y la gran plantación.

La discusión del programa AIS va mucho más allá de la entrega de unos dineros a familias

adineradas, extraditables o funcionarios públicos. Se trata de la política agraria durante los

últimos 40 años. La política de hoy parece ser la de la gran ganadería, la de la explotación

empresarial del campo, la de los subsidios para los ricos y la de los campesinos tratados como

peones.

ENFOQUES DE LA POLÍTICA AGRARIA

I. Desarrollo rural

Bloqueo de la expansión de nuestra frontera agraria: La expansión de la frontera agraria

está produciendo un costo ambiental de incalculables proporciones, que no es justificable. No

toleraré la ocupación de los territorios sin vocación agrícola, más cuando existen grandes

regiones subutilizadas. Se sancionará a los transgresores y será una entidad del más alto nivel

34

El texto corresponde a una versión resumida y autorizada por representantes de la campaña

del candidato Germán Vargas Lleras del documento original denominado Discurso de Política

Agraria.

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quien vigile y controle este asunto. Protección de bosques: Los bosques en la región

amazónica, el pacífico y la región andina serán reservas naturales y territorios para las minorías

étnicas, los indígenas y los afrocolombianos, donde no habrá adjudicación de baldíos y se

darán estímulos para su conservación. Aprovechamiento de áreas subutilizadas: El potencial

agrícola del país es de 15 millones de hectáreas, de los cuales se emplean 5 y en ganadería hay

38 millones. Muchas tierras se han concentrado en ganaderos extensivos que evaden

impuestos, grupos insurgentes y narcotraficantes. El problema es que lo que debería utilizarse

en agricultura, se utiliza en ganadería. Proponemos la reconversión de la llanura de la Costa

Atlántica, del piedemonte llanero desde Arauca hasta el Putumayo, bloqueando el proceso de

colonización que se expande hasta el Amazonas. La reconversión debe atacar la informalidad

del pequeño campesino y la ilegalidad de la propiedad extensa en cabeza de los actores de la

guerra. Actualización catastral y reforma del régimen impositivo: Realizaremos una

actualización catastral de los predios rurales, con el fin de imponer impuestos prediales

diferenciados según los usos del suelo, para gravar las tierras con potencial agrícola

subutilizadas y desgravar las tierras que se aprovechen conforme a su vocación natural.

II. Desarrollo territorial

Una política de Estado para la ordenación del territorio: El conflicto armado y el

narcotráfico han impedido el desarrollo del campo, producido una concentración de riqueza,

conducido a un fenómeno de desplazamiento y causado el empobrecimiento de nuestros

campesinos. Ante esto, es necesario el ordenamiento del territorio y de la población rural. Hay

que aumentar la densidad de la población campesina en las tierras aptas y disminuirla en las

tierras no aptas. Inventario de tierras: Definiremos la frontera agrícola a partir de un

inventario nacional de tierras que determine los territorios que deben y pueden ser utilizados de

forma eficiente y racional. Recuperación y tenencia de tierras: La distribución de la tenencia

de la tierra en Colombia es de las más inequitativas del mundo. Nuestros campesinos no tienen

títulos de propiedad, y en consecuencia, tampoco capital. Tenemos que formalizar la pequeña

propiedad campesina para crear capital y mejorar la calidad de vida de los habitantes del

campo. Realizaremos un plan para recuperar las tierras que estén en manos de terratenientes

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Forero J (Editor) El campesino colombiano. Javergraf, Bogotá, 2010

que no sepan aprovecharlas o que sean objeto de procesos de extinción de dominio. Grandes

extensiones de tierras están en manos de las mafias; hay que extinguir los 4 ó 5 millones de

hectáreas que están en disputa. Es inaceptable que apenas llevemos 70.000 hectáreas

extinguidas. Presunción de la propiedad de los desplazados: Tenemos que ser creativos y

contundentes para ingeniar mecanismos que les permitan a los desplazados recuperar sus

tierras. Propongo que la propiedad del desplazado se presuma, mientras que la de la persona

que diga ser dueña deberá ser acreditada.

III. Desarrollo productivo

Acceso a la tierra: Mediante mecanismos alternativos como el usufructo, el arrendamiento y

el comodato. No puede continuar la disyuntiva entre la pequeña propiedad y el latifundio; la

mediana propiedad, resulta de gran importancia para mejorar el empleo y calidad de vida y se

puede incentivar con cooperativas. Nuevo modelo de desarrollo rural: Desde la mitad del

siglo pasado hasta la apertura económica, Colombia se desarrolló a partir de un modelo de

sustitución de importaciones. Luego de la apertura, se corrigieron algunos de sus desequilibrios

con la transición a un sistema de aranceles con base en la franja de precios. Sin embargo, las

falencias del modelo no han sido corregidas por el mercado y el limitado desarrollo del sector

se ha traducido en la debilidad de la economía rural. Con la seguridad democrática hemos

avanzado muchísimo en recuperación de hectáreas perdidas. Ahora tenemos que construir un

nuevo modelo de desarrollo rural integral. Uso racional de la tierra para lograr eficiencia en

el uso del suelo: El proceso de reconversión de sistemas agrícolas y ganaderos se basará en el

ordenamiento del territorio, en el uso de áreas subutilizadas, en la ampliación de la cobertura

en riego y en una reforma en materia impositiva que acabe con la estructura predial

inequitativa. Reconversión Rural: Un proceso de reconversión rural que parta del uso y

aprovechamiento de las tierras por parte de los campesinos y pequeños productores. Incentivar

formas asociativas de propiedad para los medianos y pequeños productores, en el uso y

tenencia de la tierra, en el transporte, el procesamiento, el almacenamiento y la

comercialización.