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°FORMACIÓN ÉTICA y CIUDADANÍA”:
Tema: Golpe de Estado: 24 de marzo de 1976
Docente: Beatriz Vecchio.-
Curso: 6° 5°
Recursos:
Informaciones extraídas de:
http://www.comisionporlamemoria.org/para-trabajar-el-24-de-marzo/
https://www.educ.ar/recursos/122017/memoria-verdad-y-justicia
https://www.infobae.com/politica/2019/11/12/que-es-un-golpe-de-estado/
https://es.wikipedia.org/wiki/Golpes_de_Estado_en_Argentina
https://www.elhistoriador.com.ar/raul-ricardo-alfonsin/
Se adjuntan las copias de los documentos ha utilizar en las consignas.-
Buscar información en línea o libros sobre la CONADEP, Madres de Plaza de Mayo y
Abuelas de Plaza de Mayo.-
Actividades:
A- Responde:
1.¿Qué sucedió en nuestro país el veinticuatro de marzo de mil novecientos setenta
y seis (24/03/1976)?
2.¿Qué significa Golpe de Estado?
3.¿Qué características tuvo el Golpe de Estado?
4.¿Quién/es eran la autoridad en el país?¿Cuántas Juntas Militares fueron? ¿Cómo
se llamaban?
5.¿Cuáles fueron sus consecuencias?
6. Debajo de cada imagen, describa en forma breve que significan y que valores
humanos están presentes.-
7.¿ En qué fecha nuestro país retomo la democracia?
8. ¿Cómo se llamo y qué hizo nuestro presidente electo en mil novecientos ochenta
y dos?
9. ¿Cuáles son los organismos defensores de los DDHH creados en esa época?
10. Escribe una biografía del Presiente democrático Dr. Raúl Ricardo Alfonsín.-
B- Línea del tiempo:
Realice una línea del tiempo, tomando como base el Golpe de Estado de 1976 hasta el
gobierno democrático actual.-
Criterios de evaluación:
- Trabajo individual.-
- Precisión y claridad conceptual en la elaboración de las respuestas.
- Lograr un análisis reflexivo sobre el Golpe de Estado y sus consecuencias.-
- Originalidad de las respuestas.-
•Fecha de entrega: Una vez finalizada la suspensión de las clases
Extraído: http://www.comisionporlamemoria.org/para-trabajar-el-24-de-marzo/
La última dictadura
El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 fue el último de la larga serie que comenzó en
1930 y signó la historia política de nuestro país (ver línea del tiempo). Ocurrió en un contexto
marcado por el ascenso de distintos regímenes dictatoriales en América Latina: en 1976 gran parte
de los países del continente estaban gobernados por dictaduras (ver mapa). Este golpe militar tuvo
lugar en un contexto político caracterizado por una fuerte movilización política y social, y de gran
debilidad del gobierno constitucional de Isabel Perón. La profunda crisis económica -que se
tradujo en un aumento impresionante de la inflación, del dólar y de las tasas de interés, caída del
salario, fuerte déficit fiscal y recesión, entre otros- agudizó aun más las tensiones en una sociedad
que no encontraba formas institucionales para dirimir sus conflictos.
En el seno del pueblo argentino estaba instalada una intensa pugna en torno al proyecto de país
que se quería construir. Por un lado, amplios grupos sociales y políticos promovían una
transformación radical de la sociedad por la vía revolucionaria, ya sea por medio de la lucha
armada como por prácticas no violentas.
Por el otro estaban las fuerzas sociales y políticas que defendían el status quo de una
sociedad capitalista que garantizara una distribución desigual de la riqueza en desmedro de los
sectores populares.
El golpe de Estado perpetrado por las Fuerzas Armadas impuso un trágico fin a este
conflicto. La vida política quedó paralizada: cerraron el Congreso, prohibieron la actividad de los
partidos políticos, intervinieron los sindicatos, anularon la libertad de prensa, decretaron el estado
de sitio. Los objetivos perseguidos eran imponer el “orden” y “normalizar” la economía.
Extraído: https://www.educ.ar/recursos/122017/memoria-verdad-y-justicia
Memoria, Verdad y Justicia
¿Sabés por qué el 24 de marzo es el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia? Ese
día en 1976 se produjo en la Argentina el último golpe cívico militar. Te presentamos materiales
para que conozcas las causas y las consecuencias sociales, políticas y económicas de la última
dictadura. Es importante conocer la historia para entender el presente.
El 24 de marzo de 1976, en la Argentina hubo un golpe de Estado que tomó el gobierno
por la fuerza e instauró una dictadura cívico militar que duró hasta 1983. Durante la dictadura,
las sucesivas juntas militares que ejercieron el gobierno de facto tomaron medidas políticas,
económicas, sociales y culturales que afectaron fuertemente a nuestra sociedad, con muchas
consecuencias que perduraron en el tiempo. Se dejaron de lado la Constitución nacional y las
instituciones de la democracia, y esto significó que tampoco se respetaron los derechos de los
ciudadanos.
Cuando las Fuerzas Armadas derrocaron a la entonces presidenta María Estela Martínez de
Perón, disolvieron el Congreso Nacional, prohibieron los partidos políticos y destituyeron a la
Corte Suprema. La dictadura ejerció el terrorismo de Estado a través de la represión, la
persecución, los asesinatos, la desaparición de personas y la apropiación de menores, con el
objetivo de generar miedo, aislamiento y así controlar a la población. Es importante señalar
que la mayoría de los desaparecidos fueron militantes, trabajadores y estudiantes. En ese marco, se
intervinieron los sindicatos y se suspendieron los derechos de los trabajadores.
Foto: Archivo Télam
Las políticas económicas tendieron a la destrucción de la industria nacional y a promover
la importación de productos hechos en el exterior. Esto implicó que miles de trabajadores
perdieran su trabajo y que bajaran los salarios, por lo que muchas personas pasaron a ser pobres.
También, la dictadura pidió préstamos al exterior y como consecuencia aumentó la deuda externa
del país, que en esos años creció enormemente. Al mismo tiempo, el Estado dejó de invertir en
salud, educación y vivienda y esto empeoró las condiciones de vida de amplios sectores de la
población.
En el ámbito social y cultural, hubo una fuerte censura en la prensa y además se prohibieron
libros, canciones, obras de teatro y expresiones culturales contrarias al gobierno. Al mismo
tiempo, algunos de los medios de comunicación más importantes fueron cómplices del gobierno
militar, apoyándolo a través de la propaganda y ocultando crímenes que cometía el terrorismo de
Estado.
Foto: Eduardo Bottaro/Archivo Télam
Después de siete años de dictadura, la presión internacional, la demanda popular y el
desgaste político de los grupos gobernantes, profundizado por la derrota en la guerra de Malvinas
en 1982, derivaron en el llamado a elecciones nacionales. El 10 de diciembre de 1983, Raúl
Alfonsín asumió como presidente constitucional de la Argentina y la Plaza de Mayo se llenó de
gente que fue a festejar la vuelta de la democracia.
Hace 33 años que en la Argentina vivimos en democracia sin interrupciones. La
democracia se construye entre todos, y todos los días. Tenemos que cuidarla y defenderla porque
dentro de la democracia se respetan nuestros derechos y hay mayores grados de justicia y libertad.
Para esto es importante construir una memoria reflexiva sobre la última dictadura militar. Pensar
sobre estos aspectos es clave para comprender el presente y ver qué podemos hacer para que
cada vez la sociedad sea más justa e igualitaria.
Extraído:
https://www.infobae.com/politica/2019/11/12/que-es-un-golpe-de-estado/
Infobae:
Política
¿Qué es un golpe de Estado?
La democracia implica que un presidente permanece en su cargo hasta que concluye su mandato
dura su buena conducta. Si un mandatario es forzado a renuncia o es detenido por causas no
previstas en una norma vigente, se trata de un hecho ilegal que la historia y la ciencia política han
definido como un golpe de Estado
12 de noviembre de 2019
Videla, Massera y Agosti, los tres dictadores que hicieron un golpe de estado contra Isabel Perón
Un golpe de Estado es una acción violenta ejecutada por fuerzas militares, civiles o
cívico-militares que violan la ley para apropiarse del control de un gobierno democrático. Si
la acción violenta está dirigida hacia una autoridad ilegal, se trata de un golpe palaciego o una
refriega interna, porque el elemento básico del golpe de Estado es la interrupción o el
descabezamiento de un gobierno constituido legalmente.
Un golpe de Estado siempre apunta a un Poder Ejecutivo designado a través de
procedimientos legales, y su metodología es casi infinita. Al principio, se necesita a los
conspiradores, que pueden ser militares, civiles o una mezcla de ambas facciones. Estos
conspiradores no comparten el programa del gobierno que pretenden derrocar, y entonces optan
por el golpe en lugar de competir con comicios limpios y transparentes.
Si se analizan los intereses que empujaron a la mayoría de los golpes de estado en
América Latina, su lógica es siempre la misma: razones económicas -petróleo, bananas, caña de
azúcar, expropiaciones de tierra, vacas, medicamentos, ubicación geográfica, diamantes y oro-
recubiertas por un fogoso nacionalismo.
En la Argentina, Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi, Arturo Illia e
Isabel Martínez de Perón subrieron golpes de las Fuerzas Armadas con respaldo civil y algunos
sectores religiosos. La Corte Suprema de 1930 respaldó la caída de Yrigoyen, y un fallo que
aún se estudia en la facultad de derecho de Buenos Aires, consideró que la dictadura de José Félix
Uriburu era legítima e implicaba la continuidad jurídica del Estado.
En la región a lo largo del siglo XX se sucedieron quiebres institucionales en la
Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Perú, por citar casos paradigmáticos.
Con excepciones puntuales, el golpe de estado significa la caída del Presidente y el
cierre inmediato del Parlamento. Tras el derrocamiento de Yrigoyen -por ejemplo- la mayoría
conservadora mantuvo abierto al Congreso, aunque sus miembros pertenecían al denominado
fraude patriótico.
Por último, al colapso de la democracia como división de poderes, se debe sumar la
censura previa, la reducción de los derechos civiles y hasta la posibilidad de desaparecer en
un operativo de las Fuerzas Armadas. Un golpe de Estado no es solamente la ruptura de la
constitución nacional, es el quiebre de una forma de vida.
Extraído: https://es.wikipedia.org/wiki/Golpes_de_Estado_en_Argentina
Golpe del 24 de marzo de 1976
Artículos principales: Proceso de Reorganización Nacional, Terrorismo de Estado en
Argentina en las décadas de 1970 y 1980 y Golpe de Estado en Argentina de 1976.
El 24 de marzo de 1976 una nueva sublevación militar derrocó a la presidenta María Estela
Martínez de Perón, instalando una dictadura de tipo permanente (Estado burocrático-autoritario)
autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional», gobernada por la Junta Militar, integrada
por tres militares, uno por cada fuerza. A su vez, la Junta Militar elegía a un funcionario con el
título de «presidente», con funciones ejecutivas y legislativas, designado y supervisado por la
junta mientras no perteneciese a esta; sin embargo, al pasar los días esto no llegó efectuarse. 3536
lo
cual no se llevó a cabo sino hasta 1982.
Al igual que la dictadura anterior, la Junta Militar sancionó en 1976 un Estatuto y dos
Actas de carácter complementario con jerarquía jurídica superior a la Constitución.37
El Proceso fue gobernado por cuatro juntas militares sucesivas:
1976-1980: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti
1980-1981: Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini y Omar Domingo Rubens
Graffigna
1981-1982: Leopoldo Fortunato Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo
1982-1983: Cristino Nicolaides, Rubén Franco y Augusto Jorge Hughes
En cada una de estas etapas, las juntas designaron como «presidentes» de facto a Jorge Rafael
Videla, Roberto Eduardo Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri y Reynaldo Benito Bignone
respectivamente, todos ellos integrantes del Ejército. Bignone, fue el único “presidente de facto”
que no perteneció a la Junta.
El Proceso de Reorganización Nacional llevó adelante una guerra sucia en la línea del
terrorismo de Estado que violó masivamente los derechos humanos y causó la desaparición de
decenas de miles de personas.
Imágenes para trabajar:
Extraído: https://www.elhistoriador.com.ar/raul-ricardo-alfonsin/
Raúl Ricardo Alfonsín
Autor: Felipe Pigna
¿Por qué cree que tanta gente apoyó la dictadura e inclusive acuñó frases como «algo
habrán hecho»?
Era una situación muy difícil, muy dura, cada uno con miedo, era muy difícil encontrar en el
miedo la posibilidad de actitudes altruistas porque cada uno estaba encapsulado en su propia
privacidad y sentía lo exterior como riesgoso. Ha habido también un aspecto de psicología social
importante, como un “sálvese quien pueda”. Muchos no se preocupaban demasiado, ni siquiera se
enteraban de lo que estaba sucediendo. Sería útil recordar el poema de Bertolt Brecht que decía
que porque no le tocaba a él creía que no le iba a tocar nunca.
En lo personal, ¿cómo lo vivió?
Los que estábamos en política no nos podíamos reunir de ninguna manera. Nos juntábamos cuatro
y venía la policía y nos sacaba. Para los que actuábamos con mayor fuerza en la defensa de los
derechos humanos, se había hecho muy complicado todo. Yo recuerdo que en la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos nos reuníamos en algunos templos y la policía sabía,
estaban afuera en los celulares, y no era nada gracioso saber que estaban por allí.
¿No cree que los partidos políticos mayoritarios antes y durante la dictadura no estuvieron a
la altura de las circunstancias?
Los partidos veníamos trabajando mucho, pero era evidente que se había llegado a una situación
como nunca había vivido la Argentina, con más de 10.000 desaparecidos que después fueron
comprobados por la CONADEP. Deben de haber sido más, pero por lo menos 10.000
comprobados, y con una parte de la guerrilla y la subversión, con una filosofía que atentaba
también contra la Argentina y contra la sociedad, porque era una concepción fascista de izquierda,
que no tenía en cuenta para nada los conceptos de la democracia. Hay un libro muy interesante
que se llama La soberbia Armada, de Pablo Giussani donde se pone precisamente de manifiesto lo
que era esto. En una reunión, por ejemplo, de periodistas del diario El Mundo -que había cerrado y
se había despedido a su personal- se comenzó a discutir si la libertad de prensa no era una libertad
burguesa. A esta situación se había llegado, con fanatismos y con gente que condujo, por reacción
contra todo lo que había venido pasando con anterioridad, a la juventud argentina hacía un
verdadero holocausto.
¿Qué actitud asumió frente al episodio Malvinas?
Con las Malvinas se manifiesta una gran explosión popular, una alegría súbita y pasajera,
momentánea. Yo creo que fui el único argentino que no me sumé a esa euforia.
Bueno, no creo que el único…
Seguramente habrá habido muchos, pero entre los que estábamos en la vida política, yo era el
único que creía que íbamos a terminar en un desastre, como en el que realmente terminamos.
Porque la situación que quedó después fue mucho peor y aún hoy la estamos padeciendo.
¿Con qué país se encontró cuando asumió el gobierno en diciembre de 1983? Nos encontramos con un país muy especial. Se había producido un extraordinario crecimiento de
la deuda externa, y a nosotros nos tocaba administrar el país con esta crisis de la deuda externa,
crisis que no asumió nadie… Por eso, durante todo mi gobierno, las cosas malas que sucedían en
la Argentina eran atribuidas a errores, equivocaciones y aun hasta perversidades del gobierno.
Estábamos en cesación de pagos desde el punto de vista económico y era una situación sumamente
grave por cuanto no había crédito para el sector público ni para el sector privado. Además, por
ejemplo, podía aterrizar un avión de Aerolíneas Argentinas en un aeropuerto y lo podían
embargar.
Ustedes sabían que el contexto internacional no ayudaba demasiado, Thatcher, Reagan, el
neoliberalismo a pleno y los llamados «organismos multilaterales de crédito» que actuaban
como agentes de esas ideas… Nosotros teníamos que luchar contra cúmulos de ideas nuevas en el campo económico y social: el
neoconservadurismo, que potenciaba el mercado y que pretendía un estado mínimo, prácticamente
desertor, que consideraba que era inocua cualquier medida que se tomara en defensa de los
sectores más necesitados. En el marco de esta concepción neoconservadora -que algunos llaman
también neoliberal- y en el marco de una vulnerabilidad mayor de la economía Argentina por el
problema de la deuda, habíamos perdido independencia. Éramos más dependientes y, en
consecuencia, cuando teníamos que recurrir al crédito internacional, los organismos
internacionales de crédito -el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial- establecían
condiciones que estaban de acuerdo con esas concepciones del estado neoconservador, el estado
desertor.
¿En qué quedó la promesa de campaña “con la democracia se come, se cura, se educa”? ¿No
fue un error atribuirle al sistema democrático cualidades de una especie de panacea
prescindiendo de los condicionamientos de esos factores de poder a los que usted aludía
recién? Nosotros, desde luego, queríamos poner en marcha lo que habíamos pensado toda nuestra vida,
que era la concepción del estado de bienestar, y habíamos dicho durante la campaña: “con la
democracia se come, con la democracia se educa, con la democracia se cura” y pusimos en marcha
el Plan Alimentario Nacional (PAN), que fue realmente aplaudido por organismos internacionales,
que vinieron a estudiarlo acá porque tenía poquísimo gasto de administración. Decíamos “con la
democracia se educa” y pusimos en marcha el Plan de Alfabetización, el plan ABC, que daba
útiles escolares a millones de niños pobres. Terminamos con la limitación extraordinaria que
existía con anterioridad para el ingreso a las facultades. Éstas eran las políticas de esta concepción
fundamental y básica del estado de bienestar. Uno llega con un conjunto de ideas y convicciones
que no puede aflojar y hay que mantenerse.
¿Qué pasó con la famosa frase de Alem “Que se rompa pero que no se doble”? Muchas veces lo que uno comprueba es que el camino más rápido para llegar desde aquí hasta acá
no es una línea recta, sino que hay que hacer algunas curvas.
¿Cuál fue el criterio para procesar a las cúpulas militares y guerrilleras? Hay tres formas de atender el problema de los derechos humanos para atrás: una es la amnistía y el
olvido, que se ha aplicado en todos los países del mundo. La otra forma es la de pretender procesar
absolutamente a todos los que puedan parecer imputables.
Eso no se ha aplicado nunca en ningún país de la tierra. Y la última, finalmente, es la de buscar
conductas paradigmáticas para demostrar que no hay impunidad. Eso es lo que pretendimos
nosotros. Por eso, al mismo tiempo que procurábamos la detención y procesamiento de la
subversión, también lo hicimos con las Juntas Militares, ¿verdad?
¿Qué urgencia política lo llevó a enviar al parlamento la Ley de Punto Final? Ni los jueces militares, ni los civiles, hacían marchar los expedientes y esto me estaba poniendo en
una situación cada vez más grave, porque las tensiones militares subían extraordinariamente. En
consecuencia, yo advertí la necesidad de movilizar a los jueces y establecer un punto, que fue la
llamada “Ley de Punto Final”, después del cual, quienes no hubieran sido procesados, debían
quedar afuera del proceso. Se comenta esto como si hubiera sido un verdadero desastre, pero, lo
que nadie dice es que aumentó considerablemente el número de los procesados porque todos los
jueces procesaron a todos los que tenían imputados. Fue una medida que aceleró el proceso,
movilizó las instancias, pero a costa de haber aumentado enormemente, y a veces de manera
inadecuada el número de procesados en la Argentina. No hubo absolutamente ningún perjuicio
desde el punto de vista de los derechos humanos. Las cosas seguían marchando.
Pero la multiplicación de los juicios aumentó el malestar militar y llevó a la sanción de la
Ley de Obediencia Debida, que implicó la libertad para centenares de represores y
torturadores…
El tema llegó a una situación tal que finalmente los juicios se extendieron también a otros niveles
más bajos, y la situación se puso tremendamente grave. Yo me había obligado a volver a lo inicial
de la ley que establecía la presunción de que quienes hubieran actuado cumpliendo órdenes
estaban equivocados. Había un error acerca de la legitimidad de la orden impartida. El tema de la
Obediencia Debida no es un tema mío. En definitiva, se hubieran llevado a la Corte todos los
juicios y la Corte hubiera tenido que operarla, porque era la ley más benigna al momento de la
comisión del delito y éste es un axioma del derecho penal. La Corte habría tenido que referirse a
este tema y juzgar en la forma en que yo le digo.
¿Por qué no se respetaron los tiempos procesales legales? Porque esto iba a tardar mucho y no estaba bien la situación económico-social. Estábamos
perdiendo legitimidad económico-social. La cuestión estaba poniéndose demasiado dura.
Entonces, volví a la idea original de los diferentes grados de responsabilidad. Por otra parte, esto
que se llamó la Ley de Obediencia Debida estaba en el Código de Justicia Militar. Quiero
resaltarlo porque en el año 1925, cuando se sanciona el Código de Justicia Militar, el entonces
diputado Alfredo Palacios ya había dicho que una obediencia de este tipo era incompatible con la
democracia.
De modo que usted admite que es un concepto absolutamente cuestionable… Sí, pero tuve que llegar a esta solución a los efectos de que tuviéramos la certeza de que
gozábamos de los derechos humanos para adelante. Estuve mucho tiempo muy preocupado por
este tema. ¿Hasta dónde podía arriesgar? Y hoy pienso a veces que he arriesgado demasiado,
porque lo que hicimos nosotros no conoce antecedentes en el mundo; no sólo las juntas habían
quedado detenidas y condenadas, sino también otros militares importantes que habían tenido un
accionar manifiesto en todos esos episodios atentatorios de los derechos humanos.
¿Qué conversó con Rico en la Escuela de Infantería aquel domingo de las Felices Pascuas?
Cuando llegué a la Escuela vi a un muchacho joven que estaba muy nervioso, muy sensible. Me
pareció una persona sincera. Venía de las Malvinas; estaba muy emocionado. Tanto Rico como
este muchacho me decían que no realizaban una acción contra el Gobierno, sino contra su Jefe.
Se suponía que el Jefe era usted.
Claro, yo era el jefe, sin dudas. Era Comandante en Jefe, como lo establece la Constitución. En
Semana Santa logramos encontrar soluciones sin derramamiento de sangre. Son mentiras que hice
ningún tipo de negociación. No hubo ningún tipo de negociación. Se llegó a imputar que no había
cumplido con la negociación. Creo que hoy se acepta que no hubo tal negociación… Y bueno,
pusimos a disposición de la justicia militar a todos los que habían actuado, y así se actuó.
¿Por qué fracasó el Plan Austral?
Nosotros teníamos que vencer todas las dificultades. Teníamos que terminar en lo posible con la
inflación y, al mismo tiempo, no cumplir con lo que nos pedía el FMI, que era un déficit que
llegaba a tal punto del presupuesto que hubiera significado, bueno, todo lo que vino en gran parte
después, una enorme desocupación. Entonces, hicimos una experiencia propia muy secreta. Es
increíble haberlo tenido tan en secreto.
Hasta que Ámbito Financiero lo publicó en tapa un día antes. Es cierto. Hubo alguna filtración. Trabajó bastante gente dirigida por Juan Sourrouille y dio
resultado en su primer tiempo, pero de entrada nomás se reunieron para ver como podían
combatirlo. En un principio los resultados del Plan Austral fueron extraordinarios, pero al mes de
ponerlo en marcha, los sectores sindicales se montaron en una real legítima defensa de los
derechos de los trabajadores y, en el marco de una crisis, no podíamos satisfacer nosotros todas las
demandas. Esa era nuestra preocupación. Trajo cierta frustración en la Argentina.
¿Quiénes se unieron para combatirlo?
Bueno, se reunieron representantes de una oposición que entonces teníamos muy sistemática, muy
dura.
¿Puede definir claramente a aquella oposición?
No. Creo que hay que hacer excepciones, no incluir a todos, digamos. No sé. Puede haber alguno
que me diga “no, no es cierto”. Lo que pienso es que salvo a nosotros, que estábamos muy
contentos, a nadie le gustó mucho el Plan Austral. Debía haber motivaciones políticas.
Desgraciadamente en nuestro sistema, durante mucho tiempo, se ha supuesto que para que la
oposición llegue al poder el gobierno tiene que fracasar. Esto es un desastre porque el que fracasa
es el pueblo, es la Argentina, es la Nación.
La gente recordaba los slogans de campaña y quería comer, educarse y curarse… La gente pensó que lograda la libertad, iba a encontrar solución para todos sus problemas y la
crisis dijo que no. Sufrimos hasta 14 huelgas generales y miles de huelgas particulares, con una
prédica de la izquierda tremendamente dura -todo lo blanda que había sido contra la dictadura-, y
con una prédica de la derecha también tremendamente dura. Es lo que le pasa, por lo general, a los
gobiernos que aspiran a reformas sociales y a soluciones de tipo social, a la democracia con
contenido social. En el marco del liberalismo político recibimos la andanada de los dos lados.
¿Por qué, tras los éxitos iniciales que provocaron cierta sensación de estabilidad, volvió la
inflación hasta transformarse en hiper?
En ese momento se vivió la caída de los precios internacionales de los productos agropecuarios.
Fue una caída estrepitosa que nos obligó a poner impuestos. Poco a poco, tuvimos que emitir,
porque habíamos quedado desfinanciados por la caída de los precios. Todo esto se daba mientras
la situación político-institucional generaba ciertas incertidumbres que conspiraban contra la
economía. Desde la Semana Santa tuvimos varios problemas militares, después tuvimos el de la
Tablada ya en enero del ‘89 que fue una cosa totalmente inusitada, que fue un golpe de gracia
también a la economía.
¿Por qué el establishment les dio la espalda y se decidió por Menem? Yo creo que los gobiernos tienen necesariamente que sufrir el lobby de todos los sectores. Es una
forma democrática de hacer conocer sus derechos, sus pretendidos derechos. De modo que yo
recibía a todo el mundo. A pesar de las huelgas generales nunca quebré el diálogo con la CGT. Y
tampoco con los sectores económicos, aunque discutíamos siempre. Cuando la gente de la
economía advirtió que las encuestas daban triunfante al Dr. Menem, quisieron saber qué era lo que
proponía el candidato del Partido Justicialista y, ¿qué proponía? Una revolución industrial con
salariazo, con disminución de impuestos y no aumentos de tarifas. Evidentemente todos salieron
corriendo hacia el dólar. Incluso pienso que si algún gerente de finanzas de alguna empresa no
aconsejaba el cambio hacia el dólar podía ser despedido. Los bancos aconsejaban irse al dólar. Fue
un problema muy agudo. Nosotros tuvimos que cambiar la política. Así llegamos a las elecciones
y, a pesar de todo, con tantos elementos en contra, hicimos muy buena elección. Tuvimos una
oposición permanente muy sistemática, casi una oposición desleal, porque si bien defendió el
sistema en su momento, procuraba el fracaso de gobierno.
¿Quiénes fueron los responsables de la hiperinflación?
Yo era el presidente, así que yo soy el primero. Ideológicamente, le contesto: el neoliberalismo, el
neoconservadurismo. La hiperinflación fue el resultado de varias cosas. Creo que ya todo el
mundo estaba contra nosotros. El FMI estaba muy fastidiado porque el Banco Mundial nos había
dado un crédito sin la luz verde del Fondo.
Sin embargo, en aquel momento usted acusó a la izquierda. Recuerdo las detenciones de los
dirigentes del P.O…. Ningún neoliberal fue a la cárcel en aquellos días del ’89.
Yo creo que también lo señalaba con mucha claridad, me refiero lo que fue la Sociedad Rural
Argentina. No, no… Yo tenía que pelear a dos puntas.
¿Es cierto que los grandes grupos no pagaron impuestos a partir de diciembre del ’88?
Hubo grupos exportadores que se sentaron sobre las divisas; otros se sentaron sobre sus bienes: no
vendieron sus cosechas, sus haciendas, por ejemplo. A pesar de que luchamos durante todo
nuestro tiempo contra la receta del FMI, finalmente terminaron ganándonos la carrera a través de
la inflación.
¿Cómo influyeron los dichos de Domingo Cavallo y Guido Di Tella en su caída? Se producen las elecciones y las cosas se agravaron porque el entonces diputado Cavallo había
hablado con los bancos internacionales para que se nos exigiera el pago de la deuda, conspirando
contra el país; y luego Guido Di Tella había dicho que el dólar no tenía que estar alto, sino
recontra alto; entonces nos comenzaban a pedir la entrega inmediata del poder. Todos los partidos
que habían integrado el FREJUPO, desde luego el Partido Justicialista, la CGT, también, pedían
que le entregáramos el poder.
¿Cómo se produce su renuncia?
Yo me di cuenta de que por una razón de orgullo personal podíamos poner en riesgo todo lo que
habíamos logrado en el campo democrático. Había que producir una anticipación de la entrega. El
error fue hacer las elecciones con tanta anticipación.
Por otra parte, no fue una cuestión arbitraria. Yo consulté con los dos jefes de los partidos más
importantes de aquel entonces, que eran Cafiero y Alsogaray, y estuvimos de acuerdo en que las
elecciones se hicieran en ese momento, porque la campaña se hacía en una época aceptable para
hacer actos públicos en la calle (febrero, marzo, abril). Además, suponía que en la economía las
cosas se podían poner duras.
El peronismo se negó a cogobernar…
Yo quise buscar una solución con el peronismo, quise que desarrolláramos en común un pequeño
plan que nos permitiera llegar con tranquilidad hasta el 10 de diciembre. Se negaron
absolutamente. No quisieron nada. Entonces comprendí que yo ya había logrado el objetivo más
importante que me había fijado, que era entregar el gobierno a otro ciudadano elegido por el
pueblo. Por eso entregamos el gobierno con anticipación. Por eso me molesta muchísimo que se
diga que huimos, porque habíamos pedido de todas las maneras posibles un acuerdo al que se
negaron.
¿Cómo fue la negociación en cuanto al desguace del Estado, cuando el Radicalismo da, de
alguna manera, su aprobación a las leyes de Reforma del Estado? El radicalismo no da una aprobación. Simplemente acepta la posición del gobierno que viene,
como se acepta una ley de Ministerio. Es normal que se deje jugar en el primer mes, con las ideas
que tiene.
¿Aunque vayan en contra de los intereses nacionales y los principios del estado benefactor
que usted decía defender?
No fue tan así. De entrada no se plantearon todas las reformas.
Bueno, ustedes aceptaron lo conceptual, la supuesta necesidad de la reforma del estado
propiciada por los sectores más conservadores de la sociedad…
Nosotros no podíamos ponerle palos en la rueda al nuevo gobierno elegido por el pueblo.
¿Qué hicieron sus colegas de la Internacional Socialista para ayudarlo en los momentos más
graves?
La gente de la Internacional Socialista nos acompañaba mucho individualmente. Por ejemplo, en
España, Francia, Italia nos daban créditos blandos, que facilitaban el accionar del gobierno, pero
cuando se juntaban en comunidad, allí se acababa todo. Entonces teníamos los problemas
permanentes de colocación de nuestros productos. En una oportunidad, cuando vino François
Mitterrand acá, yo le dije: “Sr. Presidente: no puede ser lo que está ocurriendo con respecto a los
subsidios que usted les da a los sectores agrarios. Está bien que subsidie a la producción, pero esto
no sólo nos desplaza del mercado francés, sino de ser un mercado”. Y él me dijo muy
sinceramente: “tiene razón, pero si yo no hago esto, pierdo la paz social en Francia, porque en
Francia hay muchos minifundios, y no tengo lugar ni empleo para toda la gente que se iría del
campo a la ciudad”. Así que también hay problemas entre los que pensamos parecido.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar