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18 BOLETÍN 2013 EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS María de Guadalupe González Pacheco FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD L a devoción al Sagrado Co- razón de Jesús es una devo- ción a su Amor manifesta- do simbólicamente por su corazón físico. El Corazón de Jesús es representado como un Corazón en llamas, brillante de luz, traspa- sado por una herida sangrante de lanza y rodeado de una corona de espinas, con una cruz sobrepuesta encima. En ocasiones aparece en el pecho de Jesús, quien lo señala con su mano herida y en otras aparece en la mano de Jesús, que lo ofrece a los hombres. Las heridas y la co- rona de espinas hacen referencia a la manera como Jesús murió, y el fuego representa la intensidad de su amor divino que fue la razón de toda su existencia en esta tierra, el motivo por el cual realizó todas sus obras y experimentó todos sus su- frimientos. Y la cruz hace alusión a las amarguras, humillaciones, po- breza, dolor, y menosprecio que Él iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en su Santa Pasión. En pocas palabras en ese corazón está representada la esencia de Jesús mismo, que es, Él mismo, el Amor. Y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús está dirigida a conocer este Amor, a recibirlo y a imitarlo, concretamente conociendo la vida espiritual interna de Jesús, sus vir- tudes y sentimientos, su vida emo-

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EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

María de Guadalupe González Pacheco

FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD

La devoción al Sagrado Co-razón de Jesús es una devo-ción a su Amor manifesta-do simbólicamente por su

corazón físico. El Corazón de Jesús es representado como un Corazón en llamas, brillante de luz, traspa-sado por una herida sangrante de lanza y rodeado de una corona de espinas, con una cruz sobrepuesta encima. En ocasiones aparece en el pecho de Jesús, quien lo señala con su mano herida y en otras aparece en la mano de Jesús, que lo ofrece a los hombres. Las heridas y la co-rona de espinas hacen referencia a la manera como Jesús murió, y el fuego representa la intensidad de su amor divino que fue la razón de toda su existencia en esta tierra, el motivo por el cual realizó todas sus obras y experimentó todos sus su-frimientos. Y la cruz hace alusión a las amarguras, humillaciones, po-breza, dolor, y menosprecio que Él iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en su Santa Pasión. En pocas palabras en ese corazón está representada la esencia de Jesús mismo, que es, Él mismo, el Amor. Y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús está dirigida a conocer este Amor, a recibirlo y a imitarlo, concretamente conociendo la vida espiritual interna de Jesús, sus vir-tudes y sentimientos, su vida emo-

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cional y moral y, sobre todo, las manifestaciones de su amor.

Desde los primeros tiempos de la Iglesia, siempre ha existido una devoción al amor de Dios. Pero en un principio esta devoción no estaba específicamente centrada en el Corazón herido del Señor. No fue sino hasta el siglo XI o XII que empezó a haber manifestaciones inequívocas de devoción al Sagra-do Corazón, dirigidas, sobre todo a la herida de su Corazón, especial-mente en los monasterios benedic-tinos, cartujos y franciscanos. Mu-chos santos se destacaron por esta devoción (Santa Gertrudis, San Buenaventura, San Juan de Ávila, San Francisco de Sales, San Fran-cisco de Borja, San Luis Gonzaga, San Alfonso Rodríguez, etc.). Pero fue en 1673 cuando la importan-cia de esta devoción fue revelada por Jesús mismo a su sierva, Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), humilde religiosa en el mo-nasterio de la Visitación de Parayle-Monial. Devoción que, como diría el Papa Pío XI en su encíclica Mise-rentissimus Redemptor, destaca el espíritu de expiación y reparación al Sacratísimo Corazón de Jesús, dán-dole el primer y más importante lu-gar en el culto de la Iglesia.

Santa Margarita narra de la si-guiente manera las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús: “Me hizo ver que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdi-ción, en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a los hombres, con todos

los tesoros de amor, de misericor-dia, de gracias, de santificación, y de salvación que contiene. Y que tal bendición sería como un últi-mo esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los hombres en es-tos últimos siglos de la Redención amorosa, a fin de apartarlos del imperio de Satanás, para ponernos en la dulce libertad del imperio de su amor”. Luego, estando la san-ta en adoración ante el Santísimo Sacramento un día de su octava, el Señor le descubrió su Corazón y le dijo “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la

Las heridas y la corona de

espinas hacen referencia a la manera como

Jesús murió, y el fuego representa la intensidad de su amor divino.

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mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacri-legios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para con-migo en este Sacramento de Amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por Él reci-bidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los al-tares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su

divino amor sobre quienes le ha-gan ese honor y procuren que se le tribute”.

En mayo de 1673, el Corazón de Jesús le reveló a Santa Margarita María los beneficios que tendría la devoción a su Sagrado Corazón para las almas que la practicaran. Aunque Él lo explicó con mayor amplitud, para fines prácticos esta revelación se resumió en doce promesas, que son las siguientes: “1) Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida. 2) Les daré paz a sus familias. 3) Las consolaré en todas sus penas. 4) Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte. 5) Derramaré abundantes bendiciones

Para beneficiarse de estas promesas,

se requiere una verdadera

devoción al Sagrado Corazón de Jesús, es decir, una devoción al Amor de Cristo.

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en todas sus empresas. 6) Los peca-dores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia. 7) Las al-mas tibias se volverán fervorosas. 8) Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección. 9) Ben-deciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada. 10) Otorgaré a aquellos que se ocupan de la sal-vación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos. 11) Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propa-guen esta devoción. 12) Yo te pro-meto, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipo-tente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos (como un acto de expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento), la gracia de la penitencia final: No mo-rirán en desgracia mía, ni sin recibir los Sacramentos, y mi Corazón di-vino será su refugio en aquél último momento”.

Ciertamente, para beneficiarse de estas promesas, se requiere una verdadera devoción al Sagrado Co-razón de Jesús, es decir, una devo-ción al Amor de Cristo, según el Evangelio, que nos llama a “amar a Dios sobre todas las cosas y a nues-tro prójimo como a nosotros mis-mos”. Una devoción que nos re-cuerde constantemente lo que dice San Juan de la Cruz: “Que al final de nuestra vida seremos examina-dos en el amor”, y que nos permita tener presente que “todo momen-to que pasemos en esta tierra sin amar (a Dios y a nuestro prójimo) es un momento desperdiciado” (P. Zanotti-Sorkine).