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Las fortificaciones andalusíes JUAN ZOZAYA* In memoriam, Christian Ewert, amigo, compañero, colega, también víctima de guerras estúpidas Resumen Se presentan una serie de publicaciones que el autor entiende que sirven para trabajar sobre las cuestiones planteadas respecto al estudio de las fortificaciones andalusíes en la Penín- sula. Los mismos se refieren no sólo a los elementos aislados (murallas, torres, sistemas cons- tructivos, etc.) sino también al concepto de organismo que defiende diversas estructuras socia- les, a veces antitéticas entre ellas, simultáneamente y se plantea la cuestión de la pugna entre el estado cordobés y los intereses de los terratenientes y su reflejo material. También se hace refe- rencia a los recintos murados y el urbanismo. A series of works that the author understands to be basic towards the comprehension of Andalousi fortifications in the Iberian Peninsula are here presented. Those must not only be understood as isolated elements (i.e.: city walls, towers, constructive systems, etc.) but also as part of an organism that defends different social structures, however antithetic they might be, simultaneously, the question related to the clash between the Cordova State and the interests of the landowners with a reflection on this aspect of material culture is also referred to in this paper. Reference is also made to town walls and urbanism. * * * * * El afrontar, de una manera resumida, las fortificaciones andalusíes, no deja de ser una temeridad, ya que, al igual que sucede en otras dis- ciplinas, es complejo abordar un estudio sin dejar a un lado los intere- ses personales, así como las querencias. Puede ocurrir, igualmente, que datos y pensamientos, se queden perdidos en el tintero, de manera invo- luntaria. Trataré, por ello, de ser lo más leal posible con el lector, y que la información que doy sea lo más amplia y útil. No es mi intención vol- ver sobre los problemas que se arrastraban desde lo meritorios planea- mientos de Torres Balbás sobre las cronologías de las torres albarranas o de las puertas en codo. Cuando el Catedrático de La Escuela de Arqui- tectura de Madrid escribió se vivió una época en que a la grandeza del Artigrama, núm. 22, 2007, 233-257 — I.S.S.N.: 0213-1498 * Arqueólogo y conservador de museos, jubilado, lo ha sido del Museo Provincial de Soria, del Museo Arqueológico Nacional y del Museo de América. Investiga sobre arte andalusí. Dirección de correo electrónico: [email protected].

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  • Las fortificaciones andaluses

    JUAN ZOZAYA*

    In memoriam, Christian Ewert,amigo, compaero, colega,

    tambin vctima de guerras estpidas

    Resumen

    Se presentan una serie de publicaciones que el autor entiende que sirven para trabajarsobre las cuestiones planteadas respecto al estudio de las fortificaciones andaluses en la Penn-sula. Los mismos se refieren no slo a los elementos aislados (murallas, torres, sistemas cons-tructivos, etc.) sino tambin al concepto de organismo que defiende diversas estructuras socia-les, a veces antitticas entre ellas, simultneamente y se plantea la cuestin de la pugna entreel estado cordobs y los intereses de los terratenientes y su reflejo material. Tambin se hace refe-rencia a los recintos murados y el urbanismo.

    A series of works that the author understands to be basic towards the comprehension ofAndalousi fortifications in the Iberian Peninsula are here presented. Those must not only beunderstood as isolated elements (i.e.: city walls, towers, constructive systems, etc.) but also aspart of an organism that defends different social structures, however antithetic they might be,simultaneously, the question related to the clash between the Cordova State and the interests ofthe landowners with a reflection on this aspect of material culture is also referred to in thispaper. Reference is also made to town walls and urbanism.

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    El afrontar, de una manera resumida, las fortificaciones andaluses,no deja de ser una temeridad, ya que, al igual que sucede en otras dis-ciplinas, es complejo abordar un estudio sin dejar a un lado los intere-ses personales, as como las querencias. Puede ocurrir, igualmente, quedatos y pensamientos, se queden perdidos en el tintero, de manera invo-luntaria. Tratar, por ello, de ser lo ms leal posible con el lector, y quela informacin que doy sea lo ms amplia y til. No es mi intencin vol-ver sobre los problemas que se arrastraban desde lo meritorios planea-mientos de Torres Balbs sobre las cronologas de las torres albarranas ode las puertas en codo. Cuando el Catedrtico de La Escuela de Arqui-tectura de Madrid escribi se vivi una poca en que a la grandeza del

    Artigrama, nm. 22, 2007, 233-257 I.S.S.N.: 0213-1498

    * Arquelogo y conservador de museos, jubilado, lo ha sido del Museo Provincial de Soria,del Museo Arqueolgico Nacional y del Museo de Amrica. Investiga sobre arte andalus. Direccinde correo electrnico: [email protected].

  • Imperio Romano y sus monumentos se contrapona el mundo del Cali-fato. Por lo cual todo aquello que pudiera resultar monumental era cali-fal por definicin, exceptuando el denominado Conventual de Mrida,obra fechada por epigrafa en el 830 d.C. y que en realidad es un hisn ofortaleza estatal. No era posible admitir nada grandioso ni monumental queno correspondiera con un momento histricamente brillante, y por lotanto lo anterior inclua a veces curiosidades. Este estado de la cuestindur hasta los aos sesenta, y fue cuando algunos empezamos a cuestio-nar estos datos y este punto de vista, ya que era absurdo que desde elsiglo V hasta el siglo X nadie comiera, nadie edificara nada, ni produjeracermica, que nadie rezara y que nadie muriera. Los re-estudios recientesvan acercando estos extremos, ya se admiten cermicas romanas para elsiglo VII e incluso para el VIII (cosa que algunos defendamos hace aos)as como la presencia de construcciones musulmanas del VIII, con suscermicas y necrpolis, de manera que los enlaces entre las dos grandesfases histricas del medioevo hispano ya empiezan a encajarse; secomienza a convertir la Historia en una secuencia de hechos que ocu-rren en el espacio y el tiempo de manera continua, y no en series inco-nexas de acontecimientos denominados estelares. Dado que se trata de unproceso relativamente reciente, me permito la libertad de excederme, unpoco, en la seleccin bibliogrfica que aqu hago, de las fechas de losltimos 15 aos, empezando desde el ao 1990. Todos sabemos que, encronologas, un error de 20% es tolerable, y me tomo la licencia de apro-vecharlo. Tocar los aspectos por temas, pues considero que ello con-duce, ms y mejor, a agrupar las aportaciones.

    Quizs lo ms notable en los ltimos aos haya sido el desvelar elmisterio tipolgico de algo que siempre nos resultaba como algo extra-vagante e incmodo: la anomala tipolgica que siempre nos indujo a lasmayores fantasas interpretativas, y que era la adscripcin de una fechadel siglo X (965 d.C. ms concretamente) al castillo de Baos de la Encina(Jan), precioso ejemplar de arquitectura en tapial que rompa con diver-sos aspectos doctrinarios de la denominada arquitectura militar califal:ser enteramente en tapial, tener una planta absolutamente irregularsiguiendo exclusivamente cotas de ocupacin militar sin el aparente ordencastral tpicamente omeya, y tener torres huecas, y cuyos pisos se comu-nicaban internamente; con un concepto completamente diferente al exis-tente en momentos del gobierno cordobs. El error se basaba en la atri-bucin, a dicho castillo, de una inscripcin publicada en la famosa obrade Levi-Provenal Inscriptions arabes de lEspagne (Paris, 1931), Biblia cro-nolgica de prcticamente todos nosotros. Sin embargo, el reciente des-cubrimiento por A. Canto e I. Rodrguez de un error en la documenta-

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  • cin de la Real Academia de la Historia, en la acertada reorganizacinde sus fondos e impulsada por Martn Almagro Gorbea, ha resuelto elproblema con el hallazgo de la documentacin que certifica la proce-dencia de esta inscripcin como de Talavera de la Reina, dando la fechapara una restitucin o reconstruccin en fecha tarda (968 d.C.) de unaobra que parece ms antigua si atendemos a sus paralelos en sistema deaparejo. Por otra parte, esto reconduce el papel de Baos en el complejode las fortificaciones andaluses, que mi maestro Julio Gonzlez consi-der extrao, al no ser Despeaperros un paso en uso hacia el Norte dela Meseta Sur en poca del Califato, pues se usaba el camino que por laCuesta de El Vacar sala a Caracuel, Oreto, Calatrava la Vieja, Malagn,Guadalerzas, Los Ybenes a Toledo, convenientemente jalonado de espa-cios fortificados durante el perodo omeya. El descubrimiento de la ads-cripcin correcta de la inscripcin de Burdj al-Hammam nos conduce auna re-evaluacin de la fortificacin como del Perodo Africano, muy posi-blemente de la fase almohade, restituyendo una parte antigua, posible-mente de poca omeya, correspondiente a la puerta, que ser necesariojustificar en su da.

    Por lo dems, se han realizado trabajos interesantes sobre cercas urba-nas; Me refiero a los de Martn, Tardo y Zamora (Seplveda), ZamoraCanellada (Aylln), Martnez Lillo (Talavera de la Reina), MagdalenaValor (Sevilla), Riera Frau (Palma de Mallorca), Cara Barrionuevo sobreAlmera, que en definitiva van ayudando a dar una idea puntual de lascercas urbanas, con mayor o menor acierto en la metodologa. Los pro-blemas editoriales actuales impiden que establezcan en todos ellos unabuena planta en un desplegable que favorezca la visin integral del con-junto fortificado, y que incluya un plano director adecuado que permitaestablecer una lectura efectiva para el lector, que despus ha de enten-drselas con los parciales y con lo publicado. Esto que sealo no deja deser el perenne mal espaol de falta de metodologa a la hora de publicar,y en la cual tanta ventaja nos sacan los pases anglo-sajones. Valga, porejemplo, la poca adscripcin espaola a la norma internacional de quela parte superior de un plano o mapa debe sealar el Norte geogrfico,el conocimiento poco comn de que no necesariamente coincide con elmagntico del ao, que es el que seala la brjula, y que, cuando porcuestiones editoriales, el mapa o plano ha de ponerse apaisado el Nortese sita a la derecha. No personalizo. Baste consultar las publicaciones(no slo las de fortificaciones) para advertir lo comn que es el no saberpara dnde mira el tal monumento. Quizs un buen ejemplo de conceptoy de documentacin puede ser el caso de Seplveda, que seala, por fin,una alternativa a la sempiterna aparicin de mi amado Gormaz, con una

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  • publicacin que pone, de manera muy objetiva, la informacin en manosdel lector, aunque lgicamente, por la fecha en que se hace, con los lgi-cos temores en lo que respecta a la datacin, que resulta muy sugerentey que permite enlazar, con lo que hoy sabemos la lnea de fortificacioneshacia el O en valle durense. Por cierto, y al hilo de esta obra que cuidaeste tipo de detalles, pienso que tampoco vendra mal volver a poner unmapa general de la Pennsula, situar en l el lugar que se estudia, y unlocalizador ms detallado previo al plano director. Con el proceso auto-nmico, cuyas ventajas nadie discute, se ha producido un efecto localistanada deseable. He llegado a ver un trabajo sobre fortificaciones en deter-minada zona peninsular, en el cual figura un mapa de la ComunidadAutnoma correspondiente, sin sealar fronteras de tipo alguno. Es decir:por no sealar no seala ni el mar, y esta dislocacin intelectual deque la historia se hace sin tiempo ni espacio, sus dos ejes fundamentales,puede producir efectos tremendos, al tiempo que resta calidad a la inves-tigacin de manera, me atrevo a decir, exponencial y, desde luego, no esel camino para entrar en la estructura europea que pretendemos poten-ciar. Dicho lo cual, podemos volver al discurso abandonado.

    Dos obras ms que afectan a la arquitectura militar temprana se hande mencionar. Una es la referida a Aylln, de Alonso Zamora, donde sehace una exhaustiva documentacin del castillo, y que, aunque en sumomento no fue percibido, da mucha evidencia sobre las tcnicas cons-tructivas islmicas en la regin, y que enlazan con alguna otra contribu-cin del autor, aqu citada, sobre el tema de Segovia y su entrono. Otraobra de indudable inters, perdida como muchas otras dentro del reade estudios locales es la Valiente sobre las murallas de Coria, que, aunqueno entendida como obra especfica de arquitectura militar islmica, si dauna serie de datos importantes sobre ese lugar tan desconocido e igno-rado que es Coria, que presenta mltiples elementos fsiles y que sirvenpara establecer las altas fechas, relacionndola con otras fortificacionescomo puedan ser Elvas, vora o San Manos que el lector puede encon-trar aqu en algunos de los artculos mos citados en este artculo.

    Ahora deseo sealar una parte de un trabajo importante: el de Mag-dalena Riera. Obra no especficamente escrita con las fortificaciones enmente, las trata por inevitabilidad del fenmeno urbanizador medieval.Ello se produce en este caso por la ampliacin de la ciudad a causa delaumento de poblacin en poca almohade (estos aumentos de poblacinson escandalosos tambin en Sevilla, Crdoba, Murcia y otras poblacio-nes como consecuencia de la inmigracin campesina y de refugiados),pero la autora seala, un tanto de pasada, cmo se planifica la situacinde las puertas a distancias secantes prcticamente equidistantes, respecto

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  • al contorno urbano. Ello implica no slo una planificacin urbana, sinode sistemas defensivos y esquemas de puertas y poternas para hacer tila la ciudad. Sera interesante saber si es una herencia de un mundo pre-almohade, si es una importacin africana o si lo es oriental, como tantosfenmenos almohades. S es interesante que permite aplicarlo a otrosrecintos coetneos, como los de las ciudades anteriormente menciona-dos, e, incluso, a recintos presumibles y que coinciden, por ejemplo, enla ampliacin almohade de Almera.

    Algo se avanza con las contribuciones de un Congreso sobre espaciosfortificados en la provincia de Toledo, publicado en 2005. Algunas nove-dades importantes hay, como el trabajo de Villa, que comprueba la pre-sencia, en el perodo omeya, de torres trapezoidales, posiblemente inclu-yendo en ellas a la Torre de los Deanes en la cerca toledana. Tambin laexistencia comprobada de torres de planta semicircular (ya sealada ensu da por Martnez Lillo para la cerca de Talavera de la Reina) viene allenar un hiatus cronolgico y tipolgico existente, pues ahora se expli-can mejor las torres de planta semi-ultracircular de la Aljafera aragonesay sus relaciones con Oriente, que en su da ya fue sealado por Ewert.Lgicamente, la lnea transmisora nunca se rompi y parece claro quepasa por el mundo orientalista de la llegada de los omeyas fundadores delemirato independiente. Igualmente destaca el trabajo de Caballero y Muri-llo sobre las cercas de Melque, con una estricta metodologa sobre la lec-tura de las unidades estratigrficas que componen el espacio excavado yque sealan el momento de paso de la Antigedad Tarda a la domina-cin islmica. Los problemas sobre ese yacimiento siguen presentes, sobretodo en lo que respecta a la construccin sobre el crucero en poca isl-mica. Otro elemento interesante en este volumen es la primicia de lasexcavaciones realizadas bajo la desaparecida parata norte del Alczar tole-dano. Es un trabajo primario, realizado por quienes fundamentalmenteafrontamos la excavacin: Juan Manuel Rojas, Ramn Villa y quien sus-cribe. La interpretacin es todava bsica, y posteriores limpiezas de espa-cios puntuales han permitido variar las conclusiones y cronologas ah des-critas, de manera que habr que esperar a estudiar la correlacin dehallazgos, especialmente los cermicos, para llegar a una interpretacinms ajustada, tanto para ciertas funcionalidades como para la cronologa.Otro trabajo interesante es el de Retuerce e Iglesias que explica muy bienla evolucin del castillo de Mora, posiblemente una sajra en su origen,que despus ira aadiendo paramentos hasta momentos ms tardos yque muestra hasta qu punto una fortificacin es un ser vivo.

    Un trabajo colectivo, que resulta conceptualmente complementario,nos da novedades sobre las murallas de Toledo, publicado por el patro-

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  • cinador de las restauraciones de la cerca de la ciudad, Cajamadrid. Lamen-tablemente, el trabajo de excavaciones arqueolgicas slo cuenta conalguna rara excepcin en cuanto a descripcin de un espacio realmenteexcavado y que permite aclarar aspectos que lleven, por ejemplo, a sabercual ha sido la evolucin de la famosa Puerta del Sol y qu problemasplantea de otro tipo con respecto a algunas puertas cristianas, como, porejemplo, la Puerta de Toledo de Ciudad Real, nico resto notable quequeda de su cerca. No es mucho lo que hay, en cuanto a conclusiones,pero la documentacin fotogrfica referida al siglo XIX es notable. Enlo que respecta a la presentacin arqueolgica, el material es parco, peroes interesante el aportado para la relativamente recin excavada Puertadel Vado, con grandes similitudes con la Puerta Vieja de Bisagra. Los pro-blemas cronolgicos de la cerca toledana siguen en pi, realmente serequiere una serie de excavaciones en rea y una clara (y cara) docu-mentacin exhaustiva de paramentos, que permita hacer lecturas que des-pus han de armonizar con las fuentes escritas.

    Breve, pero de inters por ser obra de actualizacin de los conoci-mientos sobre el interesante conjunto de Calatayud, es la obra de Soutosobre Calatayud, ejemplar como gua, y realmente puede ser una buenabase para un estudiante como un case example. Por lo tanto sirve comobase para cualquiera que desee profundizar y tener unas ideas bsicassobre fortificaciones islmicas hasta comienzos de los almohades. Por otraparte es una buena actualizacin de su Memoria de Licenciatura, lo cualhabla mucho en pro del autor.

    De Sharq al-Andalus, y dentro de la contribucin que se me solicita,deseo destacar el trabajo colectivo de Segura y Simn (coords.) sobre loscastillos y torres en el Vinalop, que produce una buenas series de pla-nimetras basadas en los planos catastrales en muchas ocasiones (otrasson contribuciones propias) y que da una visin de un valle entero, clavebuena para entender este conjunto estructural de defensas, en tanto quelos valles son las zonas apropiadas de asentamiento y defensa natural.

    Un yacimiento que es bastante conocido es el de Talavera la Reina,documentalmente, debido a los trabajos de Sergio Martnez Lillo. El pri-mero y fundamental es su tesis doctoral, citada en la bibliografa, as comoun complemento en el trabajo colectivo sobre fortificaciones toledanastambin citado aqu. A ello hay que aadir la correccin de la lpida deBaos de la Encina cuya nueva atribucin dada la correccin aqu men-cionada de Canto y Rodrguez realmente empiezan a encajar y a atar elconjunto fortificado. El trabajo doctoral de Martnez Lillo es minucioso,y tiene la interesante aportacin de usar planimetras del Instituto Geo-grfico Nacional, realizadas en el siglo XIX, que significan una gran con-

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  • tribucin documental. Paulatinamente va surgiendo un mundo en el cual,y l fue el primero en sealarlo, convivan las torres de planta cuadran-gular con las semi-circulares. tem ms, tuvo el valor de proponer comofecha de las murallas el siglo IX, fecha que siempre consider como muytarda, pues siempre pens que poda llevarse al VIII, como he venidososteniendo en diversos escritos mos, pero que en aquel momento eracorrer riesgos Si para mi la fecha de la muralla islmica hay que situarlaen torno a Abd al-Rahman I, no hay, por ello, que restarle valor a quienhace diez aos estaba proponiendo algo no-califal. El nuevo aadido dela lpida del siglo X no anula esta fecha temprana, entre otras cosas porla confusin sealada por Souto en diversas ocasiones, de la traduccindel verbo bana que quiere decir tanto construir como re-construir y que,dadas las especiales caractersticas de la grafa rabe, resulta imposible dedilucidar qu quiere decir en cada caso. Los aparejos de soga y tizn seencuentran en diversos lugares peninsulares, siendo paralelos muy ajus-tados todos entre s, y sobre ello volver, pero parece claro que su para-lelo ms evidente es el de la primera mezquita de Crdoba, en cuyo casola fecha resulta un tanto ineludible.

    La obra de Cara sobre Almera est concebida dentro de un esquemafrecuente en nuestro pas: el de presentar toda suerte de datos sobre laciudad a que se refiere. Son las ventajas y desventajas de la investigacinlocal. En este caso bien primada, pues el trabajo est resuelto con evi-dente cario y atencin. Tiene dos partes principales: una dedicada a laciudad y otra a la alcazaba, dominando esta ltima. En la primera, comoes evidente, se tratan las fortificaciones urbanas y en lo referida a la alca-zaba se hace mencin especfica de ella como centro castral. El trabajoesta bien presentado, con una cartografa que permite trabajar sobre lamisma y corroborar o no resultados, lo cual habla mucho, y bien, de lahonradez intelectual del autor, que agota las posibilidades cronolgicasde su estudio. Algo similar es lo que acontece con el trabajo de Magda-lena Valor, sobre las murallas de Sevilla (aunque incluye tambin la pala-tina). Es obra muy meticulosa en la descripcin y documentacin de losdiversos recintos sevillanos y, dentro de ellos, de los tramos de muralla.Si tuviera que echar algo de menos, me ira a pedir unos planos direc-tores, un poco mejores y ms detallados, quizs en pequea carpetilla enla tapa posterior. Complementaria es la obra de Miguel ngel Tabalessobre el Alczar de Sevilla, que tantos problemas de interpretacin generarespecto de sus cercas. La obra no se cie exclusivamente al problemade las defensas militares, sino que acoge otros aspectos, todos ellos sinduda interesantes, pues significa, como mnimo, una puesta al da de tra-bajos anteriores. Sin embargo, el trabajo ms parece una puesta a punto

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  • muy ambiciosa pero que trata de inventar una metodologa cuando lacorrespondiente para las descripciones de planta y lienzos murarios estninventadas hace tiempo (me refiero, obviamente, al sistema Harris). Pedi-ra, pues, ms claridad en los dibujos y menos claves confusamente publi-cadas. Ello no quita para que la evolucin est bien estudiada y la docu-mentacin sea abundante, aunque es confusa la fuente de datacin quese aporta, por ejemplo, para una serie de lienzos, cuya situacin no quedaclara al no incluir siempre mapas directores de localizacin. Nuevamente,el no plantear la orientacin N-S del edificio de manera definida genera,por ejemplo, confusiones que no permiten saber, por mera descripcinliteraria, cul es el lienzo septentrional y cul el occidental, al estar losplanos casi a 45 entre el N y el W (orientacin NW). Ello lleva a con-cluir que no sabemos exactamente de qu habla el autor (o autores, puesse cita la presencia de muchos que no se mencionan). Nuevamente debodecir que parece un poco mucho trabajo perdido, pues el conjunto pareceparte de un tpico planteamiento de plan director de arquitecto conver-tido en Memoria cientfica por el director del mismo El sistema des-criptivo es complejo, y me recuerda dos cosas: una la que deca MartnAlmagro Basch cuando redactbamos carteles al instalar las salas delMuseo Arqueolgico Nacional, all por los primeros aos setenta; Escri-ban para tontos, versin abreviada del castellano adagio de escribir de maneraque el tonto lo comprenda y el listo lo alabe. La finalidad de una publicacines comunicar, y, si no es as, no merece la pena comunicar arcanos incom-prensibles o difciles de alcanzar.

    Tambin referida a un yacimiento seero es la gua de una exposi-cin que comisari Ricardo Izquierdo hace poco aos en Toledo, y queconstituye, a mi modo de ver, una ajustada sntesis de la ciudad toledanasobre la cual pocas fuentes, por no decir que slo una, se conocen, enespera de la publicacin de las Actas de un congreso que se efectu hacetres aos en Oropesa, y que constituye la puesta al da de diversas opi-niones sobre fortificaciones islmicas. En este caso se aade a la inter-pretacin de Izquierdo el inters de los objetos que se unieron a un pue-blo cuya fortificacin no queda muy claro si era para defenderse delexterior o para controlar a la poblacin del interior, ya que sus parme-tros de dimensiones, su distribucin, su tcnica constructiva, salvo en laAlcazaba, no parecen corresponder con las de una ciudad normal, peroeso queda para ser discutido an largamente.

    Las murallas merines de Algeciras tienen buena descripcin en eltrabajo de Torremocha, Navarro y Salado. Presentan la novedad de unmomento especial del sur de la Pennsula, y me refiero a la dominacinmerin de la misma, que significa un puesto nuevo de intercambio de ele-

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  • mentos comerciales y culturales con frica del Norte, en ese espacio quelleg desde Algeciras hasta Ronda como consecuencia de las relacionescon los nazares y la aproximacin cristiana, que produce la cada de laciudad de tiempos de Alfonso XI. La obra no slo presenta un estudiocompleto del trazado, los lugares que ocup en relacin con los restosde las fortificaciones urbanas de la ciudad sino con la tcnica de des-truccin de muros por los zapadores. El libro podra encuadrarse, comotantos otros, dentro de un esquema de urbanismo, pero, como ya se hasealado, es prcticamente imposible hablar de una poblacin mediana-mente importante que carezca de cerca.

    De otro tipo de obra son dos recolecta de monumentos musulmanes:una colectiva para Andaluca (aunque slo de las provincias de Jan, Cr-doba, Granada y Mlaga) y otra del poblamiento y las defensas del reinonazar, escrita por A. Malpica. Aunque no son obras especficas de arqui-tectura militar, no pueden evitarse las referencias ni la catalogacin delas mismas, pues son elementos inseparables de la realidad humana y geo-grfica de las pocas estudiadas dentro de este elemento. En la primerase echan de menos las referencias a Cdiz (quedan excluidos, sitios comoTarifa, Castellar de la Frontera, Algeciras, Cdiz o Jerez de la Frontera, ode Huelva, con Salts, la torre de Cartaya, Gibralen, Aracena o Almo-naster, por citar algunos casos) y en ellas hay un ajuste un poco ms afi-nado de aspectos cronolgicos, quizs falta alguna referencia bibliogr-fica (por ejemplo, una revisin sistemtica de los diversos congresosrecientes en los cuales se ha hecho referencia a fortificaciones). No obs-tante lo sealado aqu, y aunque en muchos casos no se recogen fortifi-caciones de manera exclusiva, s se puede encontrar un gran corpus deedificaciones asociadas con fortificaciones, y, aunque no creo que todaslas cronologas que se den sean vlidas, es un material base fundamentalque significa un gran esfuerzo de recopilacin, y de gran utilidad, aun-que haya carencias notables, como son las referencias a las torres coste-ras de Mlaga. Es decir, de alguna manera da la impresin de que faltaun primer alfabeto que permita leer con ms exactitud los paramentos ydatarlos.

    Dentro del mundo andaluz es de inters, aunque reducido por suvolumen, el trabajo de Martnez Enamorado sobre los valles malagueosde Gaudalteba y del Turn. Libro breve, no pretende ser ms de lo quees: una gua sobre una determinada zona malaguea, dentro de cuyo con-cepto cubre perfectamente su cometido con planimetras pequeas (porcierto, generalmente bien orientadas) debido al formato del libro, perobien hechas y de suma utilidad, con buena ilustracin fotogrfica y singrandes alharacas, pero que dan abundante informacin. Otro tema es

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  • el que resulta comn a las publicaciones de la Baja Andaluca al referirsea las torres atalayas circulares, y es el considerarlas como materia de gue-rra fronteriza, es decir, espacios auxiliares militares de un limes, lo cualno parece ser lo que cabra esperar de un territorio repartido, en un pri-mer momento, entre campesinos, pues la utilidad cambiara. Estas torres,en mi opinin (expresada en otros lugares), son de campesinos y pre-sentan muchas utilidades, como las de las alqueras: lucha de campesi-nos/terratenientes contra otros campesinos, o de campesinos contra elEstado perceptor de impuestos (si que es que la idea de dawla se puedetraducir, conceptual e institucionalmente por Estado), o de todos contrael agresor exterior, sea quien sea: el del reino vecino, el sublevado conterritorio propio (como es el caso de los hafsunes) o el del enemigofatim o cristiano (el tan temido enemigo exterior). Si se estudia la distri-bucin de las torres atalayas en la zona de la Marca Media, que sera muypropensa a ser entendida como limes con los cristianos, se puede obser-var que la serie de atalayas arranca desde Madrid, alejado 200 kms al Sde la zona de combate de Gormaz-Osma, lo cual invalida a) la idea de limesb) la idea de protectoras de itinerarios. Este conjunto se est complemen-tando por los trabajos de E. Garca Soto en la zona al N. de Sigenza,que sirve de enlace a las dos zonas mencionadas anteriormente. La redviaria es lo suficientemente extensa como para poder saberse ya que nohay un solo itinerario, sino todos los necesarios y convenientes segn lacircunstancia. Vuelvo, por lo tanto, a mi idea, expresada ya hace muchosaos de que las torres son campesinas, no siendo planificadas por mili-tares ms all de lo que puede significar un voluntariado.

    Por el momento si deseo ya hacer una incursin a propsito de untrabajo mo que marc miss pautas sobre trabajos siguientes respecto afortificaciones islmicas, ya que indica el fin parcial de los estudios decarcter tipolgico, el que hice hace algunos aos sobre los asentamien-tos islmicos de Madrid, y en el cual ya planeaba la relacin de pobla-miento-fortificacin como base fundamental de la comprensin de lasmismas. Es decir: se plantea la sucesin, como continuidad del pobla-miento rural del mundo hispano-visigodo de las vill rurales como ele-mento fortificado y militarizado, al tener los seniores sus ejrcitos, lo cualayuda a comprender la presencia de las torres, las alcubillas y las atala-yas como parte de un sistema flexible de defensa y de control del terri-torio. As se explica la presencia de las encomiendas con grandes seoresrurales, con amplios territorios bajo su jurisdiccin y con su centro for-tificado en las Qalat(s), que suelen llevar su nombre (Qalat Abd al-Salam (Alcal de Henares), Qalat Ayyub, Qalat Jalifa, Qalat Ribah, etc.),y que eventualmente sern suprimidas por Muhammad I dada la carga

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  • de fuerza anti-emiral y centrfuga que llevan. De hecho, uno de los gran-des elementos que contrarrestan la accin del poder cordobs son estosgrandes seoros, entre los cuales hay que comprender el de Omar benHafsun, verdadero Estado contra el Estado, y, como tal, considerado porel gobierno emiral. En este trabajo se hacen consideraciones que cadavez veo ms confirmadas sobre el valor del Hisn, como fortificacin norural, sino estatal, contrapuesta precisamente a las torres y a las qalat(s)campesinas y territoriales...

    De un mbito interesante es el trabajo de Pavn sobre Ciudades y for-talezas lusomusulmanas. Crnicas de viajes por el sur de Portugal. Aunque noestoy de acuerdo con muchas de las cosas que ah se afirman (empezandopor el trmino lusomusulmn, rechazado ya hace muchos aos, al igualque hispanomusulmn, y sustituidos ambos por andalus, que convienemejor a la historia), ni la manera cmo se explican, he de decir que tienede inters al ser el primer intento de recopilar material del pas hermano.De todas maneras, es muy notable el empeo en indicar como romanos(Beja, vora y Coria) muros que, cuando se public el trabajo, estabansometidos a revisin cronolgica y con paralelos en el alczar emiral y enla primera mezquita de Crdoba, tericamente bien conocidos por elautor. Lamentablemente quedan por analizar lugares como son Guarda,Viseu o Idanha-a-Velha, por no hablar de Coimbra o Conmbriga. De todasmaneras, como ndice para empezar a trabajar se tiene base. Siguiendocon el mbito portugus, es de inters destacar dos trabajos, importan-tes a pesar de las limitaciones que imponen los catlogos de exposicio-nes. Me refiero a los estudios de Fernando Branco Correia y Helena Cata-rino. El primero hace un trabajo genrico que pone al da la presenciade las fortificaciones musulmanas en el conjunto del sur lusitano, ha-ciendo lo que pudiramos denominar un rpido y extenso recorrido terri-torial y cronolgico, pues atiende a todas las pocas en que una parteconsiderable del actual Portugal fue al-Andalus. El trabajo de Catarino esms especfico, ceido a una zona en la cual la autora ha centrado susinvestigaciones, especialmente con las brillantes excavaciones de Alcoutim,en la frontera del Giuadiana (no eran lmites los ros, de orilla a ori-lla?), as como los castillos de Reliquias y Salir, ncleos de especial inte-rs por tener atestada larga secuencia cronolgica y permitir, medianteexcavaciones, establecer las dataciones correspondientes.

    Sin embargo, no podemos hablar de fortificaciones sin mencionarlos diversos seminarios y congresos celebrados sobre el tema en la Penn-sula. En ellos, como es obvio, se habla un poco de todo lo divino y lohumano, sea cual sea la fecha que convenga, y de diversas maneras y convariados mtodos, pero no por ello el mundo islmico queda ausente.

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  • Ciertamente me reitero en lo que antes dije, de que sealar, muy sub-jetivamente, lo que me parece de inters (como en todo lo que antecede,por unos motivos u otros), pero a veces las datos estn en espacios queno nos llamaran la atencin nada ms que por eso, o porque el dato estpreciosamente interpretado, en cuyo caso tenemos que hablar de un valoraadido.

    Dentro de otra forma de entender los trabajos sobre fortificacionesdebo sealar los trabajos de Souto al respecto. Trabajos que pasan desa-percibidos, dispersos en sus lugares de publicacin, imagino que en suda se convertirn en un libro de carcter ms crtico del que contienenactualmente. Son importantes para poder entender la evolucin de losmismos, que, a mi juicio, adolecen de un complemento, y es el citar laprimera ocasin en que se menciona a un lugar fortificado por primeravez en fuentes rabes, ya que ello puede dar sentido al famoso verbobana, citado anteriormente. Ello no quita valor a los artculos del autorvenezolano-aragons, y me remito a las citadas en el ndice bibliogrficoaqu presente. Desde luego son elementos que, a la hora de trabajar sobrefortificaciones, hay que tener en cuenta, de manera que se puedan evi-tar casos como el tan trado y llevado uso de la lpida de Gormaz, de lasegunda mitad del siglo X, hoy en el Museo Diocesano de la Catedral deOsma, procedente de la ermita de San Miguel en Gormaz, para indicarla fecha de construccin de la fortaleza, cuando se desconoce a qu serefiere la inscripcin. Gormaz se cita en las fuentes desde bastante antesde esta fecha. De hecho para el 934 ya se menciona un seor de Gormazque est batallando con los cristianos, y las cermicas datables del 875-900 de Pechina estn tambin ah presentes.

    No voy a citar todas las fortificaciones de las cuales se habla directao indirectamente en los distintos congresos que en Espaa ha habido(por ejemplo, los de ciudad islmica auspiciados por el Museo de Alge-ciras o por la Casa Velzquez), o congresos de arqueologa medieval, enlos cuales muchas cosas atractivas se han encontrado, o en el Boletn deArqueologa Medieval, en donde elementos interesantes, muchos discu-tibles hay, pero que constituyen indudables aportaciones a esclarecer losproblemas de este campo, ah presentes. Las opiniones, son, como siem-pre, discutibles (por ejemplo, nombrar a una fortaleza como hisn auncuando las fuentes no lo citen como tal, salvo cuando son tardas y elterritorio no est ya ocupado por los musulmanes). Dado que es intere-sante el aspecto historiogrfico, voy a citar una serie de Actas publicadassobre aspectos de la castellologa, segn el orden de aparicin, puesentiendo que permite apreciar una evolucin en los enfoques de los estu-dios de esta disciplina.

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  • El primero que hay que mencionar es el I Congreso de Castellologa Ib-rica, celebrado en Aguilar de Campoo (Palencia), bajo el auspicio de laAsociacin Espaola de Amigos de los Castillos, encargada actualmente,mediante un acuerdo con la Administracin central del Estado, de la con-feccin de un catlogo de fortificaciones espaolas. El mismo se celebren 1994, y la publicacin se hizo en 1998. En ellas, el primer trabajo quese presenta, referido a fortificaciones islmicas es de quien esto escribe,y se titula Fortificaciones tempranas? Este artculo tuvo dos precedentesen el tiempo, aunque no en la publicacin: uno, el referido en el Colo-quio berlins Spanien und der Orient im Frhen und Hohen Mittelalter (cele-brado en 1991 pero no publicado hasta 1996, problema este de las tar-danzas que ahora se ve reflejado aqu y el otro en el coloquio sobre elcastillo medieval espaol que organiz en la Fundacin Ramn Arecesde Madrid el Dr. D. Leonardo Villena, todos ellos, a su vez, basados enotro trabajo primigenio que llev a un coloquio sobre la arqueologa delPennsula Ibrica (Canterbury en 1987). En todos los artculos se tratade ir organizando una gramtica del idioma de las fortificaciones, yendopor las partes formales de las fortificaciones, viendo qu tipos de torres,exentas o no haba, postigos y poternas, formas de almenas, plantas depuertas, tipos de torres, etc. de manera de establecer una codificacinque, de alguna manera fuera estructurando el manual del constructor mili-tar que nos faltaba, y que seguramente existi. Entenda (y entiendo an),que no se puede intentar hablar un lenguaje si no se conocen, mnima-mente, sus estructuras, su alfabeto, su gramtica; y esto es lo que pre-tenda generar. De hecho, el trabajo publicado en Palencia es la base delas estructuras con que me muevo actualmente, y entiendo que sirve comopequea base para describir las fortificaciones islmicas, especialmentelas antiguas, en su aspecto formal. A lo dicho en el trabajo palentino hayque ir haciendo aadidos y correcciones menores, pero entiendo que,esencialmente, es vlido an. En el congreso palentino se presentaronalgunas comunicaciones referidas al mundo islmico, y, entre ellas, hayque hacer notar la interesante contribucin de Martnez Enamorado, muybien documentada desde el punto de vista de planimetras. El autor esta-blece una secuencia cronolgica que, en mi opinin, es bastante posible,aunque creo que yo adelantara la fecha de construccin de la primerafase.

    En el mismo congreso, otra comunicacin interesante vers sobre eluso del tapial en poca almohade, de Menndez et alii, que, en mi opi-nin, da unas fechas demasiado tardas para el uso de este material enal-Andalus. Muestras hay de uso en pocas previas en Qalat Rabah, Tala-manca del Jarama (esa con fecha conocida de fundacin en el siglo IX)

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  • o en las murallas de Castro Moros, en San Esteban de Gormaz, lugar enel cual es dudosa la presencia de almohades. Por otra parte ya los auto-res adelantan la fase almohade de Baos de la Encina, lo cual habla desu buen hacer recopilador de tipos de aparejo en tapial. Presentan unbuen elenco de lugares, que deber ser tenido en cuenta para su pro-teccin. Dudas sigo teniendo respecto al castillo de El Vacar, que sitanen poca almohade, aunque estimo que es muy anterior. Cito aqu untrabajo que tengo en prensa un pasaje que puede ayudar a aclarar (esperoque no a confundir), aspectos del castillo de El Vacar, cuyo nombre hasido usado como ejemplo de trmino antiguo para los Albacares: el casogeneralmente citado como tipo es el del Castillo de El Vacar, aunque elnombre parece corresponder ms a un predio, comarca o regin que aun espacio fortificado como tipo, a juzgar por el significado que se deducede Diego de Guadix: Bacar. Es el nombre que los rabes an puesto a una pro-vincia de Judea, a que, por otros nombre llaman Yturea. Este nombre Bacar, sinquitarle ni ponerle letra alguna, significa en arbigo vacas. Otra cosa como estahizieron los rabes en Espaa, i que a una parte de Sierra Morena que cae en eltrmino de la ciudad de Crdova llamaron por este mismo nombre Bacar o Alba-car, que tambin significa vacas o las vacas, agora la llaman El puerto de Alba-cares (Guadix, 2001, 366). Por lo tanto hablamos del castillo de El Vacarcomo podramos hablar del Castillo de Guadalerzas, es decir, como sea-lizacin geogrfica y no funcional. Ello conduce a entender que el tr-mino vacar puede corresponder, en conceptos bajo-medievales y deter-minados, a un recinto primario antiguo que ha sido relegado a otro usoal reconstruirse y re-estructurarse la fortaleza en beneficio de otro recintoms reciente, y perfecto, desde el punto de vista de la arquitectura mili-tar, como ocurre en Trujillo o en el caso de Consuegra (Toledo). En elmismo congreso hay que resaltar la presencia de un trabajo de Zamorasobre el uso de mampostera encintada en la zona castellana, que, si bienen su momento fech como del entorno de l siglo XI, parece corres-ponder, en parte al menos, a una arquitectura militar de comienzos omediados del IX, si no anterior. De todas maneras es tema an por estu-diar. Baste, sin embargo, mencionarlo por el momento.

    Las Actas del Congreso de Algeciras renen a una serie de autoresprestigiosos, muchos de ellos amigos personales, lo cual no implica, nece-sariamente, aceptacin a ciegas de sus opiniones, pues hay que distinguirentre un scherzo intelectual y tomarse una cerveza juntos, cosa que siem-pre procuro hacer. El primer trabajo de las Actas corresponde a Guichard,sobre Chateau et pouvoir politique en donde trata de ver una corres-pondencia entre plantas y la presencia del poder, amn de su tratar dearmonizar todo con su teora del hisn como elemento de base popular

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  • de las comunidades campesinas para protegerse de los enemigos diver-sos. De Izquierdo hay un interesante ensayo sobre las alcazabas en al-Andalus: sentido y funciones, de Torremocha y Sez, una interesanteponencia sobre fortificaciones islmicas en la orilla norte del Estrecho,dando un notable repaso a las murallas de Algeciras, verdadero comple-mento a lo publicado en su libro (Torremocha et alii) de Al-Bina, hastaentonces prcticamente desconocidas, amn de una extensa descripcinsobre las murallas de Tarifa, lugar cuyo castillo ha centrado siempre elestudio de la poliorctica y el interesante castillo de Castellar de la Fron-tera, Jimena (cuyas inscripciones latinas reutilizadas no son menciona-das) y otros de la zona gaditana son incluidos, subsanando alguna ausen-cia mencionada anteriormente. Entre las comunicaciones resalto eltrabajo de Garca Fitz en que trata de entender los valles como zonas defrontera, sea interior o exterior, segn las circunstancias. Con lo aqucitado no deseo desmerecer otros trabajos, sino sencillamente, quizs,indicar los que me son ms interesantes por las investigaciones que ahorarealizo sobre este tema.

    Cronolgicamente sigue la publicacin magnfica realizada bajo ladireccin de Isabel Cristina Fernndes, Directora del Museo de Palmela(Portugal), con un temario ambicioso y amplio desde el punto de vistacronolgico. Evidentemente, el recorrido de una obra tan amplia eslargo, pero deseo resaltar los trabajos de Catarino sobre el territorio deOcsonoba en poca omeya, que es, prcticamente el actual Algarbe por-tugus estudiado desde el punto de vista de las fuentes para entender lacontinuidad del poblamiento. y el de Acin sobre las fortificaciones delemirato. Este trabajo est lleno de datos valiossimos, y que tienen la vir-tud de poder ser usados, de manera limpia y cientfica, por quien quieraque lea el trabajo y ser usado, aunque su opinin no coincida con la delinvestigador andaluz. Aparte de su interpretacin, con la cual no ter-mino de estar de acuerdo, pues pienso que la idea de hisn correspondecon la de la fortificacin estatal, y es, por lo tanto, contrapuesta a la dela Qalat (que es el castillo del encomendero, razn por la cual suelentener nombre de persona o del grupo familiar o clnico). De hecho, uninteresante pasaje del Muqtabas III (Ed. Makki) sobre Muhammad I enel ao 259 H./872 d.C. explica que restaura Qalat Ribah (Calatrava laVieja), que previamente haba arruinado el 239/853, denominndolaMadinat (Ciudad) por lo cual su status ha cambiado, pues ha dejado deser Qalat y pasado a ser ciudad. Pero ms an: dice que la construye (oreconstruye): wa fi hada al-gazwa bana al-Amir Muhammad ma qad knayahdama min Madinat Qalat Ribah y al final del prrafo, despus de expli-car que la repuebla, termina wa faala aidan yuhasinu. Es decir: despus

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  • de reconstruirla la hace tambin hisn, lo cual parece sugerir no slo quela reconstruye (bana), fortificada, pues eso ya lo estaba, sino que le con-fiere el rango de hisn, la ata al Estado. En fin, tema hay de discusinCito de pasada un trabajo mo presente en estas Actas sobre fortifica-ciones tempranas en al-Andalus, que de alguna manera enlaza con eltema desarrollado por Acin y en el cual se empieza a hacer un tmidoanlisis de similitud de paramentos como elemento de datacin, y serelacionan con el proceso primario de poblamiento; slo destacar queaqu propongo no estudiar aisladamente los aparejos de las fortificacio-nes, pues posiblemente haya otros edificios (por ejemplo, religiosos) quelos utilicen generando otras sinergias. Tambin decir que es, que yo sepa,la primera vez que se habla de un tramo de la muralla de Segovia comoislmico, con lo cual la frontera musulmana del Duero empieza a irse aloeste de Gormaz y que trato de relacionar el espacio, el poblamiento ylas fortificaciones como parte de na imagen mayor de carcter histrico-cultural. El trabajo de Souto trata de la construccin de fortificacionesa la luz de las fuentes. En relacin ms estrecha con los de Acin y elmo, est el trabajo de R. Mart sobre fortificaciones y toponimia omeyaen el Este de al-Andalus, lo cual ayuda a completar una imagen que raravez se tiene, obteniendo datos interesantes sobre esas zonas orientales,que incluyen la actual Catalua Vieja. Tema similar para el norte de Por-tugal, con estudio de aparejos bastante bien realizado, es el trabajo deSande et alii sobre la muralla de Bracara Augusta.

    A lugar diametralmente opuesto, desde el punto de vista geogrficoes la aportacin de Gutirrez y Abad sobre el Tolmo de Minateda, eseyacimiento del cual se espera tanto. Un anlisis de un microespacio for-tificado con poblamiento es el trabajo de la recientemente fallecida Mar-yele Bertrand y Jos Snchez Viciana sobre Jolopos (Granada), que hacereferencia a un hisn sin mencionar la fuente que permite aseverarloInteresante es el estudio de Salado y Navarro sobre el yacimiento de ElNicio, en Mlaga, que se asocia con cermicas omeyas claramente defini-bles. Sobre elementos rurales en Portugal hay que mencionar el trabajode Guerra y Fabia sobre las Mesas de Castelinho, en el Bajo Alemtejo.Es interesante trabajar con todo este material e ir encajndolo y viendolas relaciones con pocas anteriores. Parte de este primer momento esanalizado por Guichard y Mischin, que contina debatiendo sobre el valordel hisn y sus orgenes. Interesante es tambin el trabajo de Molnat sobreel valle del Tajo en la zona toledana y sus menciones en las fuentes, o elde Pascual y Mart sobre las murallas de Valencia, en que se da una acer-tada sntesis. Tambin sntesis, muy bien presentada en lo que respecta ala evolucin del yacimiento en los restos murarios definidos, es la de

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  • Retuerce y Hervs para Calatrava la Vieja, con claro grafismo, y bien sin-tetizado Rosa Varela Gomes hace igualmente una buena presentacinsobre el castillo de Silves, con buenas restituciones y, finalmente, FernandoBranco Correia hace un buen estudio de la evolucin del Elvs islmico,y Ana Gomes con Alexandra Gaspar hacen otro, igualmente interesantey bien hecho del Castelo de S. Jorge en Lisboa. Este elenco vale comomuestra de la calidad de estas Actas (y de su necesaria consulta) que com-prende otros muchos estudios que merecen una atenta lectura. Un tantocontra mi voluntad, y dadas las caractersticas de este artculo, me veo obli-gado a no citar a muchas personas. Repito: sigo un poco mis lneas deinvestigacin como justificacin de un subjetivismo que, en este caso nome place. Quizs es explicativo de todo el buen quehacer de Cristina Fer-nandes de haber sabido poner junto todo este material, que merece feli-citaciones por su rigor intelectual y respeto ideolgico. Posteriores son lasActas de Alcal de La Selva, del II Congreso de Castellologa. Algunas con-tribuciones deseo destacar aqu: una personal, que intenta establecer unosprincipios de cronologa por aparejo y que esboza el papel de los husn.Flix Palomar realiza una primera aproximacin a las fortificaciones deSan Esteban de Gormaz, trabajo de gran mrito y que merece continuarcon los restos dispersos por la zona. El restante de las Actas hace refe-rencia, esencialmente a temas que se escapan de lo aqu tratado.

    Finalmente no quiero pasar a citar los congresos de ArqueologaMedieval Espaola, de manera integra. El lector puede rebuscar toda suertede datos de fortificaciones andaluses en ellos, desde aspectos constructi-vos a evolutivos o cronolgicos, basados en los resultados de excavaciones.Ocupan una larga cronologa, tanto desde el punto de vista de la investi-gacin como del historiogrfico. No deseo, sin embargo, dejar de resaltarel trabajo de Hervs y Retuerce sobre los hallazgos de sus excavaciones engreda y que, de alguna manera, nos llevan al comienzo de este solilo-quio forzado, al ser algo escrito: greda aparentemente desaparece entorno al S. IX como plaza musulmana, al igual que otros lugares comoCervera del Ro Alhama o Garray (Soria), en donde aparece cermica isl-mica, si, pero no aparece el delatador trozo de cermica vidriada (que siaparece, en cambio, en Gormaz). Ello incide sobre la fecha de construc-cin de los dos arcos musulmanes hasta ahora aceptados genricamente(no por quien esto escribe) como indudablemente califales. Ello va en con-sonancia con las menciones que en el Muqtabas III se hace de una rebe-lin en Soria que es apagada por gente venida de Tudela el 868. Despus,aparentemente, no se cita la ciudad para nada en las fuentes rabes.

    Y ahora corresponde ir cerrando, y quizs sea conveniente explicarel porqu de esta seleccin. No cabe duda de que todos quienes traba-

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  • jamos en investigacin lo hacemos con la mejor de las voluntades, lo cualno quiere decir que los resultados sean uniformes ni unvocos; siemprehay que dar el beneficio de la duda. El valor supuesto de las antiguas car-tillas militares Como dije anteriormente, la divergencia en las opinio-nes no tiene por qu impedir la relacin personal ni la amistad. De hechoestoy en discrepancia con muchos amigos, y, afortunadamente, no esmotivo de crearnos inseguridades de personalidad, por lo cual espero nohaber ofendido a quienes ha quedado sin citar en los prrafos anterio-res. Seguramente, en algn caso pueda haber sido olvidadizo, o inclusodistrado, pero no ha habido mas que la seleccin de lo que me interesa,y por ello debo ahora dar cumplida explicacin de lo que hago, pues louno explicita lo otro. Y la razn es sencilla: a lo largo de mi quehacerinvestigador siempre me intrig, cuando fui estudiante, que hubiera mag-nficos desiertos temporales en los cuales la gente ni mora ni coma, nihaca nada durante casi tres siglos algo totalmente paradisaco. Msan, cuando esto se subsanaba en el siglo X con la Mezquita de Crdoba(las fases anteriores no daban mucho de s) y Madinat al-Zahra seguahabiendo un desierto total en el Duero hecho tambin notable y mara-villoso. Tampoco la arqueologa andalus haba progresado mucho trasla intempestiva muerte de Camps y con la adscripcin del mundo isl-mico a la historia del arte la arqueologa no exista. Por ello me dediqua la arqueologa, por ello estudi mi mundo musulmn y por ello medediqu a hacer alfabetos de cermica, metales, arquitectura Y ahora,poblamiento. Todos ellos, en fin, son parte del quehacer humano, y, sise puede realizar una divisin, no se debe olvidar el todo. Las fortifica-ciones fueron objeto temprano de mi inters, como lo fue el fsil direc-tor, la cermica. Ahora otros afrontan esas labores dignamente, y me per-mito trabajar sobre el poblamiento, denunciado por cermicas yfortificaciones, amn de la toponimia. Por ello me interesa sobremanerael trabajar sobre la datacin de la clave: el sistema de defensa del terri-torio.

    Como es sabido, mi relacin con Soria quizs haya sido determinanteen el estudio de Gormaz y, posteriormente, en la comprensin de su terri-torio. Elementos que han aparecido en comentarios dispersos en esteartculo implican que he ido corrigiendo mis dataciones, que me han lle-vado a establecer toda una serie de fases que empiezan muy temprano:las atalayas de planta circular y quizs las alcubillas y las torres como algocontemporneas en el siglo VIII, expresin de los grandes seores cam-pesinos, de los cuales quedan posiblemente los ejemplos de algunas villtardas, como puede ser la de Almenara de Adaja, en Valladolid, con curio-sas reminiscencias de Jirbat al-Mafdjar y Mshatta, que hacen pensar que

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  • el topnimo no es accidental Creo que la transformacin de los seo-res de la tierra romano-hispano-visigodos-indgenas al Islam es clave paraentender el proceso de asentamiento en la tierra de los campesinos queviene como soldados en la penetracin (que no invasin) musulmana enHispania, con, seguramente, las encomiendas basadas en las Qalat(s)(algunas de ellas aparecen citadas en las fuentes para la primera mitaddel siglo VIIII). Contra ese control luchar el gran reformador que esAbd al-Rahman I, que trata de establecer un Estado a la oriental en laPennsula. En algn artculo he recogido un poema suyo alusivo a estefenmeno, y entiendo que es l quien empieza a establecer una cadenade husun para controlar esta situacin, que iran desde Gormaz a Mar-bella, desde Balaguer hasta Elvs y vora o Coria como su zona de accin.Posiblemente quien suprime las qalat(s) sea Muhammad I, y dentro deesa poltica est la fundacin de varios husun, siendo los ms conocidoslos de Madrid, Talamanca, (este con una tpica planta castral, como posi-blemente lo fuera una parte de Madrid), Peafora y Esteras para con-trolar las zonas de paso a la trasierra desde el Tajo y al valle del Jaln,vasta zona en poder de los Banu Salim, que se ven despojados de su poder,damnatio memori incluida. Estas estructura se irn ampliando y modifi-cando en el tiempo, posiblemente llegando hasta el reino nazar en loque ser el canto de cisne de al-Andalus. Es curiosa la confusin de tr-minos en las fuentes posteriores al siglo XII, generalmente extranjeras(p.e. Yaqut, Himyari) mientras que las definiciones parecen ser bastanteclaras en las de comienzos de al-Andalus.

    Y ahora hacia adonde debemos movernos? La solucin no es fcil,y no hay frmula mgica para ello, pero entiendo que hay que se debeniniciar varias acciones:

    a) confirmar hechos como los mencionados anteriormente respectoa cronologas de aparejos

    b) determinar fechas mediante el estudio adecuado de cermicas,empezando por las correspondientes a los siglos Vd. y VIII y su pervi-vencia hasta el siglo IX.

    c) estudiar la evolucin de yacimientos bajorromanos a su utilizacinen poca paleo-andalus. Son sospechosas las vill con baos organiza-dos segn la planta conocida de Qusayr Amra, y hay varios en la Penn-sula: vora, Cerro da Vila, Talavera la Vieja, Barcelona, que plantean plan-tas sospechosamente uniformes, y que quizs sean los faros queencontramos en los topnimos faros fsicos, polticos, religiosos, mili-tares, todo en uno.

    d) Comprender si los aparejos son comunes con otras edificacioneso privativas de las fortificaciones.

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  • Distinguir los aparejos de las Qalat(s), si es posible, de los de loshusun. No creo que estos tengan morfologa muy diferente de otras for-tificaciones, pues entiendo que hisn es una distincin legal de pertenen-cia al Estado, y que puede tener distintas combinaciones de elementosarquitectnicos. La diferencia puede estar en los aparejos.

    e) Anlisis ms exigente de los paramentos (no toda soga y tizn escalifal, necesariamente).

    f) Ajuste con las fuentes escritas, que no siempre dicen la verdad,pero que no mienten, con la realidad material.

    g) Anlisis que no se base exclusivamente en el monumento singu-lar, sino en las asociaciones con otras fortificaciones, concibiendo el todocomo parte de un sistema. Es decir: cubriendo sistemas o redes que nos si se pueden aislar geogrficamente, pero si pueden establecerse loscorrespondientes niveles cronolgicos. Espaa tiene una vasta red de for-tificaciones del siglo VIII, posiblemente nica en le mundo, que va, porlo pronto, de Madrid a Soria y parte de Segovia, con un nivel previo aAbd al-Rahman I y otro de su poca.

    h) Profundizar en las fuentes rabes, cotejar los trminos del rabecon sus correspondencias traducidas, que muchas veces se desvirtan pormor del estilo en castellano.

    Dicho lo cual es hora de despedirse del lector paciente, y desearleun buen da, y que perdone al escritor por sus errores y faltas. Nadie esperfecto, que dijo Billy Wilder

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