FOUCAULTexperiencia Ética y Poder

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    OXMORA REVISTA INTERNACIONAL DE TICA Y POLTICANm. 1. Otoo 2012. ISSN 2014-7708. Pp. 96-114

    EXPERIENCIA, TICA Y PODEREN LA OBRA DE MICHEL FOUCAULT

    Joaqun FortanetUniversidad de Zaragoza

    Resumen:En este texto, se tratar de examinar la obra de Michel Foucault a partir

    de sus ltimos escritos sobre tica, para poder as ofrecer anlisis delconcepto de experiencia. Entender la labor foucaultiana como unahistoria crtica de las experiencias permitir ofrecer una lecturacomprensiva de sus anteriores escritos y, adems, abrir la posibilidad deun nuevo tipo de reflexin tica que supone una opcin poltica por laresistencia.

    Palabras clave:Foucault, tica, Poltica, Resistencia, Experiencia

    Abstract:This text tries to examine the concept of experience that Michel Foucaultcarried out during his last courses and texts about the ethic. This analysisbecomes a redefinition of his work, understand as history of experiences.This history of experiences offers us a new way of understand his work, amap of the time present and create a new way of thinking the relationsbetween philosophy and politics.

    Key words:Foucault, Ethic, Politics, Resistance, Experience

    Recibido: 04/07/2012

    Aceptado: 16/10/2012

    INTRODUCCIN

    Este texto trata de examinar la relacin entre los conceptos de tica, experiencia ypoder que se dan en la obra de Foucault. La apertura de la tica hacia las cuestionesdel poder y, por extensin, a las relaciones con la propia interioridad nos remiten,por un lado, a algunas consideraciones que Bataille realiz en su obra y, por otro

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    lado, nos emplazan ante cuestiones de primer orden que poseern importantesconsecuencias antropolgicas, polticas y, por supuesto, ticas. Para ello, ha sido

    fundamental el acceso a los ltimos cursos de Foucault, algunos de ellos todavainditos y otros de muy reciente edicin (Foucault, 2012). De igual modo, la ltimabibliografa secundaria ha problematizado esta temtica tica, inclusoprivilegindola sobre otras temticas foucaultianas ms clsicas, con el objetivo demostrar la centralidad de la pregunta poltica por el uno mismo (Arribas, Cano,Ugarte (eds.,), 2010; Castro, 2008; Vzquez 2009; Lpiz 2010; Castro, R., Fortanet, J(eds.), 2011; Moreno Pestaa, 2011). Es en esta lnea donde pretende inscribirse estetexto, pese a alguna reserva derivada de la reivindicacin de la profunda coherenciade la obra foucaultiana. En lugar de tomar la conocida divisin por etapas temticaso la centralidad de la apuesta foucaultiana por el biopoder o la subjetividad, estetexto opta por conceder un ncleo de coherencia a la obra foucaultiana basada en elconcepto de experiencia que articular la reflexin foucaultiana desde sus inicios(Morey, 1999; Revel, 2005; Fortanet, 2011). As, las aportaciones de Foucault a laproblemtica tica del presente tendrn que ver con una interioridad atravesada porel juego entre el poder y la resistencia inscrito en el presente, de tal modo que laexperiencia se convierte en uno de los nudos tericos desde dnde plantearse noslo la reflexin tica, sino la necesidad de unin entre tica y poltica (Cano, 2011;Moreno Pestaa, 2011) representada por la figura borrosa de un intelectual resistentey problemtico que quizs se encuentre, hoy en da, al borde de su desaparicin.

    LA SUBJETIVIDAD EN LA OBRA DE FOUCAULT

    El anlisis de la subjetividad, en tanto es la tarea que emprende el llamado ltimoFoucault, es sin duda la regin terica ms controvertida y compleja de su obra.Controvertida debido a los cambios abruptos con respecto a sus anteriores anlisis.Compleja debido a la profusin de textos filosficos antiguos ledos por Foucault deun modo peculiar: no se trata de historia, ni de historia de la filosofa, ni de anlisisfilolgicos, ni siquiera de acercamientos eruditos al pensamiento griego, greco-romano y romano. Las crticas a las lecturas antiguas que Foucault realiza son

    numerosas. Sin embargo, hay que recordar que la tarea genealgica estntimamente relacionada con el presente, y que la labor foucaultiana pasa por trazaruna genealoga de los modos en que se experimenta la subjetividad (Cano, 2002).Por otro lado, el camino de llegada a esta subjetividad no es otro que la crisis.Foucault, tras el primer volumen de Histoire de la sexualit, cambia su proyectofilosfico por completo y se lanza a la investigacin, primero en el poder pastoralcristiano y, ms tarde, en los textos de la antigua Grecia, de la cifra de la subjetividadmoderna. Si bien el primer volumen de Historie de la sexualitmarca el trazado deun nuevo proyecto, el de la genealoga de la sexualidad, el segundo volumenrenuncia a una tarea genealgica de tal calibre y se decanta por la exploracin de los

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    territorios de la interioridad. Se tratar, a partir del segundo volumen, de trazar laslneas mayores para una genealoga del sujeto que permita establecer de qu modo

    se produce un sujeto y, al mismo tiempo, reconocer los lugares ciegos en dnde sepuede recuperar el territorio de la subjetividad de la objetivacin que supone elestablecimiento del sujeto. Para ello, Foucault recorre un complicado camino que semuestra, en todos sus vaivenes y profundidades, en los Cursos del Collge. El puntode partida, que es, al mismo tiempo y solamente en cierto sentido, un punto deruptura con su anterior reflexin centrada en el poder, se da en 1982, en el Cursollamado Hermeutique du sujet. En dicho curso encontramos la primera clave quepermitir la mirada genealgica sobre la subjetividad: el sujeto no ha sido siempre elprincipal problema del pensamiento. Tan slo ha sido as desde el momento en quese vincul sujeto y conocimiento (conocimiento de s), estableciendo una relacindeterminada entre el sujeto y la verdad bajo el modelo de la nueva ciencia. Ser, denuevo, Descartes el emblema del lugar en el que ese sujeto, sujeto antropolgicomoderno, sedimentar y dar lugar tanto a la disposicin antropolgica como a todauna manera de experimentarse como sujeto de los propios actos. Sin embargo, nosdir Foucault, se no ha sido el problema constante de la filosofa. Para demostrarlo,en Hermeneutique du sujet, recurrir, en primer lugar, a textos plantnicos Alcibades, Apologa de Scrates- en los que aparece un modo distinto desubjetividad, un tipo distinto de relacin entre el sujeto y la verdad: el cuidado de s-epimeleia heautou. La contraposicin entre cuidado de s y conocimiento de s

    pasar a formar una nueva particin metatica que dominar las cuestiones del unomismo, de la subjetividad.

    Por un lado, se nos aparece el cuidado de s como un tipo de ejercicio de lasubjetividad basado en una cierta ascesis, en toda una serie que poseen el objetivode proveernos ciertos logoi, ciertos discursos que nos preparan para la vida y cuyosentido es el de constituirnos como sujetos de accin recta ante los futurosacontecimientos paraskaue- (Foucault, 2001:455). Se trata de una relacinparticular entre el sujeto y la verdad que no pasa por la cuestin epistemolgica, sinoque orienta la tarea filosfica hacia la tarea tica de una subjetivacin de la verdad atravs de ciertas tcnicas de s: el sujeto en cuanto tal, tal como se a s mismo, no escapaz de verdad. Y no es capaz de verdad salvo si opera, si efecta en s mismo unacantidad de operaciones, una cantidad de transformaciones y modificaciones que loharn capaz de verdad (Foucault, 2001: 185). En el otro extremo, el conocimientode s nos ofrece una visin epistemolgica de las relaciones entre el sujeto y laverdad: cualquier sujeto es capaz de aprehender la verdad, sea moral o inmoral,justo o injusto. La verdad pasa a ser una cuestin epistemolgica, dependiente deciertas reglas propeduticas que nada tienen que ver con el modo en que el unomismo se auto-constituye, sino que asume la objetividad de la verdad. As, se trata deuna objetivacin de la verdad que posee implicaciones de primer orden en la

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    experiencia del uno mismo, tal y como puede analizarse en la caracterizacin de laconfesin que Foucault realiza a propsito del cristianismo. Foucault nos presenta

    dos alternativas ticas acerca de la cuestin del uno mismo que convivanperfectamente en Platn: una referida a las condiciones discursivas del decir laverdad, otra que vincula el decir la verdad a determinadas actitudes del sujeto, adeterminadas tcnicas que le hacen como Scrates- digno de la verdad pues susactos le proveen de la coherencia entre el decir y el hacer necesaria para escapar dela objetivacin de la verdad, para lograr hacerla propia:

    Esta diferencia es debida al hecho de que la legitimidad y la validez deuna opinin, para los Griegos, no se manifiestan en el respeto de uncriterio inherente a los procedimientos de enunciacin mismos;encuentran el criterio de su verdad en el exterior de s mismos, en la

    correspondencia visible entre decir y hacer (Foucault, 2001: 185).

    SUJETO Y VERDAD

    La historia de la filosofa acoger al conocimiento de s como nico paradigma derelacin entre el sujeto y la verdad a partir de la entronizacin de la verdad comoepistemologa que Descartes realiza. De este modo, Descartes sella una va de laverdad que depender de las condiciones intrnsecas del conocimientoepistemolgico. Cualquier tipo de sujeto salvo determinados tipos de sujetotambin excluidos como los locos- ser capaz de verdad sea cual sea su actitud

    tica, sea cual sea sus actos. Tan slo deber adecuarse a ciertas normas lingsticasy lgicas. Es el comienzo de la epistemologa, de la separacin definitiva entrecuidado de s y conocimiento de s, desterrado el primero como espiritualidad yabrazado el segundo como filosofa. Sin embargo, la opcin foucaultiana por laespiritualidad, por la tica concebida desde el cuidado de s, no responde a unanostalgia de lo griego, a una vuelta a un momento tico en el que no se trataba deofrecer una tica deontolgica, sino una tica de la pluralidad de formas yelecciones de vida. Podemos encofrar el desplazamiento terico del Foucault delcuidado de s dentro de la perspectiva de una ontologa histrica de nosotrosmismos, para poder as ofrecer la direccin precisa de su trabajo. Dicho encofrado

    no es otro que el gesto habitual nietzscheano en el resto de sus obras principales:ante la cuestin de quienes somos hoy, la genealoga nos muestra que ese quienessomos no es una cuestin inmemorial, sino que posee una fecha de invencindeterminada: el momento en que la epistemologa pasa a gobernar las cuestiones dereconocimiento del uno mismo a travs de una verdad apofntica, definida entrminos de verdadero y falso es decir, en trminos de conocimiento.

    Quizs gran parte de la obra de Foucault especialmente la ltima- pueda leersecomo el estudio del modo en que las tcnicas de s se han reducido al simpleconocimiento de s, a conocimiento de la naturaleza secreta del hombre, de su

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    identidad, orientada a la constitucin del s mismo como objeto de conocimiento.Con la sospecha de que esta constitucin a travs del conocimiento tiene por nica

    finalidad y objetivo el reconocerse como sujeto obediente, sumiso y ordenado (Gros,2003:13). Desde esta perspectiva, podemos redireccionar la reflexin ticafoucaultiana hacia otra perspectiva. El intento por pensar de otro modo un modo derelacionarnos con nosotros mismos supone una alternativa al conocimiento de s, elcual abre el camino a las relaciones de poder y de saber como constituyentes delnosotros mismos. La politizacin de la experiencia del uno mismo, precisamente, selevantaba contra la modelacin de una subjetividad expresada en estos trminos. Yel recurso al cuidado de s, entonces, no representa sino un modo de sustituir lasospechosa pregunta quines somos? por la pregunta de inspiracin griega qupodemos hacer de nosotros mismos?. En la sustitucin de esta pregunta se nos ofrecela respuesta a las preguntas clsicas humanistas expresadas por Kant. Si, comomarcara Deleuze, la tarea foucaultiana puede verse como el reverso antropolgicode la armadura humanista, las preguntas que sustituyen a qu puedo saber? Qudebo hacer? Qu me est permitido esperar?Y, en definitiva, a la pregunta Qu esel hombre? Sern, ahora, qu s? Qu puedo? Qu estoy obligado a esperar?y,como corolario, la pregunta qu podemos hacer de nosotros mismos?

    Con lo que la propuesta tica foucaultiana se nos revela como el ltimo desarrollode una propuesta poltico-filosfica coherente, el desarrollo prctico de unaontologa histrica de nosotros mismos orientada a ser de otro modo, siguiendo el

    particular impulso ilustrado que vea en las condiciones de posibilidad el lmite atransgredir, y no el lmite filosfico, poltico y moral a respetar.

    Creo que hay con ello la posibilidad de hacer una historia de lo que hemos hechoy que sea al mismo tiempo un anlisis de lo que somos; un anlisis terico que tengaun sentido poltico; me refiero a un anlisis que tenga un sentido para lo quequeremos aceptar, rechazar, cambiar de nosotros mismos en nuestra actualidad. Setrata, en suma, de salir a la bsqueda de otra filosofa crtica: una filosofa que nodetermine las condiciones y los lmites de un conocimiento del objeto, sino lascondiciones y posibilidades indefinidas de transformacin del sujeto (Foucault, 2001:

    485QU HACER CON NOSOTROS MISMOS

    Ser en el segundo volumen de Historia de la sexualidad donde Foucault marquecon gesto ms claro este objetivo, relacionndolo con una empresa ligada a lapolitizacin de la experiencia. Dicho volumen, hemos afirmado que se presentacomo una correccin del trabajo proyectado en el primer volumen. Si, como afirmaFoucault en la presentacin primera de su proyecto sobre la sexualidad, no se tratabade hacer una historia ni de los comportamientos sexuales concretos ni de los cdigos

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    morales, sino de las formas de experiencia de la sexualidad (Foucault, 1996: 393), elobjetivo en el segundo volumen pasa a ser considerar las formas de subjetivacin por

    s mismas, concediendo la preeminencia no a la sexualidad, sino a la constitucindel uno mismo a travs de la nocin de experiencia. La modificacin del itinerarioprevisto no es trivial. Implica un profundo cambio en la investigacin, que podramarcarse en la modificacin de la genealoga de la sexualidad a una ontologahistrica de la subjetividad a travs de las experiencias. El nuevo proyecto, definidopor la tarea consistente en dilucidar cmo se forma una experiencia en la cual seencuentran unidos la relacin con uno mismo y la relacin con los otros (Foucault,1996: 670), nos ofrece una problemtica terica que debemos explicitar para hallarel lugar exacto que la propuesta tica foucaultiana ocupa en el seno de su tarea. Paraello, como se ha afirmado, es preciso recurrir a la propia descripcin por parte deFoucault sobre la modificacin de su proyecto conocido como Historia de lasexualidad, contenida en el prlogo al segundo volumen. As, el primer proyecto,abandonado, era el de realizar una historia de la sexualidad entendida sta comouna experiencia histrica y concreta.

    Para realizarlo, Foucault marcaba el camino a emprender a travs de los tres ejesexperienciales que deberan desarrollarse para poder realizar esa historiagenealgica de la sexualidad: poder, saber y prcticas de s. Sin embargo, podemosmarcar dos motivos principales que obligaron a cambiar el rumbo del proyecto. Elprimer motivo es debido al significado de experiencia, entendida como correlacin

    entre dispositivos de poder, de saber y tcnicas de s que conforman la sexualidad.Esta nocin de experiencia queda limitada al mero precipitado de relaciones depoder, suponiendo una verdad objetivada sexualidad- que se impondra a travs dela disciplina del cuerpo y de la mente. Y es que, en segundo lugar, identificar elobjeto de estudio como sexualidad impeda una bsqueda de mayor alcance, estoes, la historia de la subjetividad ligada a la nocin de experiencia politizada. Elmismo desarrollo de los trabajos exiga a Foucault encararse con la cuestin de lasubjetividad misma tal y como haba realizado previamente con el poder y el saber-que trascendiese a la mera sexualidad. Es as como el cambio del proyecto deFoucault est ligado tanto la voluntad de realizar una historia de la subjetividad, delos modos de subjetivacin, a las modulaciones de la experiencia de uno mismo,como a los modos de evadirse de tal subjetividad, de poder experimentarse a unomismo de otro modo, encontrando, en el problema de la verdad el camino paraplantearse las cuestiones de la subjetividad:

    Es una empresa que busca desbrozar algunos de los elementos quepodan ser tiles a una historia de la verdad. Una historia que no seraaquella de lo que puede haber de cierto en los conocimientos, sino unanlisis de los juegos de verdad, de los juegos de falso y verdadero atravs de los cuales el ser se constituye histricamente como experiencia,es decir, como poderse y deberse ser pensado. A travs de qu juegos de

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    verdad se da el hombre a pensar su ser propio cuando se percibe comoloco, cuando se contempla como enfermo, cuando se reflexiona como

    ser vivo, como ser hablante y como ser de trabajo, cuando se juzga y secastiga en calidad de criminal (Foucault, 2003a: 10).

    Se trata, en fin, de pensar la experiencia vinculada a una historia de lasubjetividad que permanece implicada en una ontologa histrica del presente. Unaexperiencia, entendida como la constitucin histrica y concreta, a travs de la cualse puede y debe pensar el uno mismo, la subjetividad: El proyecto de una historiade la sexualidad estaba ligado al deseo de analizar de ms cerca la tercera ramaconstitutiva de toda raz experiencial: la modalidad de la relacin con uno mismo(Foucault, 1996: 583). En este inters por la experiencia ligada al ncleo de lasubjetividad, juegan un papel preponderante las cuestiones de la verdad. La verdad

    entendida, ahora, no como una correspondencia, ni siquiera como una metfora deun uso inhabitual. Sino como parte de todo un cuerpo de tcnicas conducentes aafianzar la subjetividad como construccin y como experiencia. La preocupacinpor las tcnicas del cuidado de s, la sealizacin de peligro bajo las objetivacionesde la verdad del conocimiento de s, no es otra cosa que el paso al centro de lareflexin de las tcnicas mediante las cuales se constituye el sujeto, se modela lahistoria de la subjetividad y se establece una correlacin entre poder, saber yprcticas que da lugar a la experiencia de lo que somos. Es por ello por lo querealizar una historia de la verdad quiere decir, nicamente, realizar un anlisis de losjuegos de lo verdadero y lo falso que funcionan como tcnicas de s conducentes aestablecer una experiencia concreta de eso que somos, una configuracin histricade la subjetividad. Atender a dichas prcticas, remontarse a lo antiguo para observarde qu modo dichas prcticas no iban orientadas a establecer verdades objetivas dela experiencia, sa parece ser la ltima tarea de un Foucault que, abrindose alatitudes del pensar distintas a las que nos tena acostumbrados, cierra su proyectocon una propuesta tica compleja, inacabada y coherente, amparada por el solnietzscheano de la desubjetivacin, del deseo de ser de otro modo.

    Frente al slido entramado que analizaba Foucault en sus obras mayores, elanlisis de la subjetividad pretende esbozar las lneas maestras mediante las cuales se

    establece la subjetivacin y, al mismo tiempo, marcar las lneas de fuga a dichasubjetivacin. Esta fuga se materializa en la propuesta tica foucaultiana, una opcinclara por la resistencia, traducida, esta vez, en la opcin por escapar a laobjetivacin de la experiencia, apelando a diversas tcnicas de s que permitiran laconstitucin de una subjetividad entendida como la bsqueda de un nuevo arte devivir. Sin embargo, parece complicado aceptar la posibilidad de escapar a unentramado experiencial que, anteriormente, era definido como una compleja red derelaciones de poder. El mismo Foucault explicita en qu medida el poder funciona

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    como elemento constituyente del uno mismo1

    Es por ello por lo que cualquier propuesta tica que conduzca a intentar subvertirel precipitado de las relaciones de poder se encuentra ntimamente ligado a dichasrelaciones. Resistencia y poder, vimos anteriormente, se nos aparecen ntimamenteunidas. Por ello, no es pensable, en la perspectiva foucaultiana, una propuesta ticaque no se embarre en la problemtica del poder. No se trata de una propuesta ticade corte esteticista, que opte por el arte como un nuevo modo de vida. La propuestatica de Foucault es una propuesta tico-poltica por la resistencia, por elenfrentamiento con el poder, y el terreno de dicho enfrentamiento es, precisamente,

    el de las tcnicas de s, el uno mismo, la lucha por la constitucin de la subjetividady la experiencia de s.

    , apelando a la nocin de resistenciacomo un modo de ser que se levanta contra los precipitados de dichas relaciones de

    poder (Foucault, 1983: 15)

    LA CONEXIN ENTRE VIDA Y PODER

    Para evitar la confusin de entender la propuesta tica foucaultiana como un arte devivir que suponga un repliegue a lo privado (Schimd, 2002), es necesario insistir enlas ntimas relaciones que la tica mantiene con el poder. De lo contrario, lapropuesta tica foucaultiana quedara ligada al territorio de lo privado, sin vnculoscon lo social, identificndose con la mera perfeccin privada de corte esttico.

    Ahora bien, desde el momento en que las construcciones sociales en las cuales secuaja la constitucin del sujeto tico vienen marcadas por la fijacin de lasrelaciones de poder, la propuesta tica foucaultiana cobra tintes distintos, seincardina necesariamente en el entramado social que la envuelve. As, la ticafoucaultiana, al remitirse a la lucha por la constitucin de una subjetividad propia, selevanta contra las fijaciones de las relaciones de poder, cayendo de lado de laopcin poltica por la resistencia. Directamente implicada en las cuestiones delpoder y la resistencia, la propuesta tica de Foucault se nos presenta comoeminentemente poltica. Una tica, pues, que se precipita en poltica, una polticaque deviene tica: sta es la primera caracterizacin de la propuesta tica

    foucaultiana sobre la que debemos hacer hincapi: Las investigaciones ticas deFoucault no son sino un modo de pensar la poltica (Gros, 2002: 11). Lo cual no nosresultar extrao si recopilamos lo dicho y recordamos que la propuesta tica sesita, en el seno de la obra foucaultiana, como un desarrollo particular de la

    1 El individuo, como la humanidad, es para Foucault una construccin y en tal sentidopuede estar sujeto a mltiples determinaciones, pero nada hay que excluya que dichoindividuo a saber, un sujeto que problematiza su propia identidad, pero que se concreta, noobstante, en una voluntad poltica singular- pueda, o incluso deba, ser su propiaautoconstruccin, (Muguerza, 1995: 692).

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    politizacin de la experiencia, concretamente en el desarrollo del uno mismoconcebido como una orientacin tica a ser de otro modo al marcado por las

    relaciones de poder, romper con el sujeto a travs de una subjetividad basada en lapoltica de resistencia. Con este objetivo, Foucault desarrolla una propuesta tica queno puede configurarse en el mero espacio privado, pues permanece implicada en lascuestiones de lo pblico a travs de la concepcin que Rorty llamaratrascendental- del poder. Dicha configuracin, es posible sondearla a travs de dosmomentos paradigmticos. El momento esttico tica como arte de vivir- y elmomento poltico tica como parresa-. Ambos momentos se coimplican en lapropuesta foucaultiana que deviene un arte poltico de la resistencia que secontrapone al arte del gobierno ejercido contra el uno mismo desde las relaciones depoder. La figura a partir de la cual podemos atender a los dos momentos ticos esttico y poltico- no es otra que el ya citado cuidado de s souci de soi, o cura suien traduccin latina-. El cuidado de s, trmino altamente controvertido, seguramentepor la brusca interrupcin del trabajo foucaultiano, consiste en conformar unasubjetividad a la contra del poder, una subjetividad pensada como una revitalizacinde la voluntad de poder nietzscheana (Rodrguez, 2006: 231) a travs de lapotenciacin de diversas prcticas de s que suponen una reinvencin tico-polticade la relacin de uno consigo mismo. Vimos de qu modo el cuidado de s tena quever con proveerse de ciertas tcnicas, de ciertos discursos logoi- que ofreceran unparticular equipaje para enfrentarse a las cuestiones de la vida paraskaue-y que,

    mediante tales tcnicas de uno mismo, se podra, como en el caso de la ascesis,subjetivar una verdad, hacerla propia.

    Esta subjetivacin de la verdad, opuesta a la verdad objetiva de uno mismo queofrece el conocimiento de s, est en la raz del trmino cuidado de s. Una verdadde s que depende de uno mismo y no del poder, que se consigue a travs de ciertastcnicas y que nos constituye como subjetividades de resistencia. Vemos quenumerosas cuestiones de la obra foucaultiana estn aqu implicadas. Desde unaversin anti-epistemolgica del atrvete a pensar ilustrado hasta el llamamientonietzscheano a la creacin de los propios valores. Atrvete a pensar que, en estecaso, no se encuentra expresado mediante el libre uso de la razn debido a lasospecha de las relaciones entre el saber y el poder- sino mediante las tcnicas deluno mismo que llevan a subjetivar la verdad subjetivacin de la verdad que setematizar en la parresa. Por otra parte, encontramos una revitalizacin delnietzscheanismo, en la medida en que estas tcnicas de s pasan por hacer de smismo una obra de arte basado en el principio tico del eterno retorno. Momentoesttico y momento poltico, pues, que se coimplican a travs de una relectura de laobra kantiana y nietzscheana tal y como se engarzaban ambas lecturas en lascuestiones de la ontologa del presente. De hecho, numerosas lecturas de la ticafoucaultiana como la rortyana- privilegian el momento esttico, convirtiendo su

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    propuesta en una relectura de la actitud esttica griega. Sin embargo, lasimplicaciones polticas de la propuesta tica foucaultiana nos impiden privilegiar el

    momento esttico, y nos obligan a subsumir dicho arte de vivir dentro de un arte dela resistencia consciente de las implicaciones polticas que la experiencia de sposee. Cuidar de s, entonces, significar tanto hacer de la propia vida una obra dearte como hacer de esta obra de arte una cuestin poltica, un arte de la resistenciaentendida como praxis de libertad. Hacer de la existencia una obra de arte, laesttica de la existencia, se hace efectiva a travs de determinadas prcticas a travsde las cuales el sujeto se convierte en artista de s. Entre dichas tcnicas, podemosencontrar la funcin del sueo y la escritura para la configuracin de s, laelaboracin de un arte de los gestos, de un arte ertico, de una tica de la amistad,un arte de la risa, del silencio y, finalmente, un arte del morir. Y, todas ellas,conducen a un mismo punto: transformar el sujeto, hacer del sujeto algo otro,escapar, en definitiva, a la constitucin de las relaciones de poder. Si la forma deescapar a dichas relaciones es, aqu, fundamentalmente esttica, es debido alimpulso nietzscheano de la tarea. El criterio esttico del eterno retorno es utilizadopor Foucault como lugar sin duda esttico, literario y, por ello, intempestivo- desdeel cual poder fijar un criterio artstico sobre la propia vida: actuar como si el instantepresente fuese tan intenso que su vivencia mereciese la repeticin, una y otra vez, delas mil miserias que contiene esta vida. Un criterio de actuacin que no vieneauspiciado por ninguna verdad, sino que se encuentra basado en el criterio esttico

    de la intensidad. Esta intensidad, pues, no demasiado alejada del concepto de deseodeleuziano, queda expresada en la obra foucaultiana a travs del concepto deplacer, elemento propio de toda subjetividad que es capaz de romper con lasrelaciones de poder que conlleva necesariamente el imperativo de la transgresin, dela transformacin del propio sujeto, de ir ms all de la forma de un sujeto cuyascondiciones de posibilidad han sido previamente analizadas por la ontologahistrica de nosotros mismos (Campillo, 2001:19).

    EL ETHOSGRIEGO

    Si el momento esttico de la tica foucaultiana pasa por una esttica de la existenciaorientada a transformar el uno mismo a travs de tcnicas que nos provean de unmodo distinto de relacin con la verdad, podemos afirmar que dicho momentoesttico tiene como objetivo el concebir la posibilidad de una experiencia de unomismo que no se constituya como un correlato entre el poder, el saber y las prcticasde gobierno, sino como una produccin, al modo del ethos griego, de eleccionespropias a travs de las cuales podamos hacer de nosotros mismos algo distinto. Y esehacer algo distinto de la forma sujetoimplica constituirse como resistencia al poder:unan subjetividad resistente. Es por ello por lo que, ahora, podemos definir unsegundo momento del cuidado de s: Cuidar de uno mismo es darse reglas para el

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    compromiso poltico (Gros, 2002:11). Cuidar de s es, en su momento poltico, laexpresin tica de la opcin poltica por la resistencia, consistente en la

    conformacin de una subjetividad con arreglo al principio de gubernamentalidad des que se sucede de la lectura foucaultiana de la ilustracin. tica, pues, que quedaligada al presente, en tanto darse reglas a s mismo para constituirse como unasubjetividad a la contra del poder pasa por establecer el momento presente comomarco desde el cual cobran sentido las reglas propias.

    En el fondo, solamente hay resistencia posible y ltima al poder en unareinvencin de la relacin con uno mismo. La pregunta quines somos?es una cuestin cristiana. La pregunta griega rescatada por Foucault esotra. No quienes somos, sino qu debemos hacer de nosotrosmismos. Es como si Foucault, guiando el ojo en un estallido de risa,

    nos sugiriese: he reledo a los Griegos, la revolucin ser tica (Gros,2002:13)

    Este momento poltico de la propuesta tica foucaultiana queda expresado atravs del anlisis de la parresa, del franc parler, de la libertad de palabra. Si las artesde la existencia provean al sujeto de una verdad que no le ligaba al poder, sino auna experiencia de s politizada por la resistencia, la parresa supondr un anlisis deeste tipo de verdad resistenteen la cual se contienen los lazos polticos de la ticafoucaultiana, su implicacin en lo pblico.

    Parresa: derecho de tomar la palabra para intervenir en los asuntos de laciudad. Era necesario tener un derecho de nacimiento (ciudadana). En el

    exilio, no se tena derecho a hablar. Esta parresa se puede perder sicaemos en el deshonor. La parresa es un derecho y un privilegio propiode un ciudadano honorable que le da acceso a la vida pblica. Era underecho que deba conservarse a cualquier precio (Foucault, 1984).

    De hecho, la parresa, en una de sus formas ms perfectas, fue sinnimo delejercicio de la palabra en el gora. Scrates, de nuevo, es el ejemplo de un hablarfranco que no conoce restricciones, que se nos presenta como libertad de palabraabsoluta y que se levanta contra las relaciones de poder. La parresa es un tipo deactividad verbal en la cual quien habla mantiene una relacin especfica con laverdad que tiene que ver con el coraje y con el riesgo. Con el coraje, pues es

    necesario poseer coraje para decir una verdad que siempre implica riesgo puesto quela parresa aparece en aquellos momentos en los que la verdad se constituye comoresistente, como opuesta a una verdad establecida cuya transgresin conlleva riesgosclaros y evidentes, como el caso de Scrates. Por otro lado, la parresa depende deun otro, est abierta a lo pblico, pretendiendo de superar el posible individualismodel cuidado de s en su momento esttico a travs de la politizacin de la dimensintica. Esta politizacin de la parresa, correlativa a la politizacin de la experienciaque venimos marcando, se expresa a travs de tres momentos principales en lacaracterizacin misma del decir-verdad: la crtica y el riesgo, el presente o kairs, yla ejemplaridad. A travs de estos momentos se va a desplegar el concepto de

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    parresa, en su relacin con el cuidado de s, constituyendo la posibilidad de unapropuesta tica que supera el mero individualismo, la mera estetizacin de la

    existencia, proyectando la posibilidad de una tica fundada en la constitucin de scomo compromiso poltico por la resistencia. En primer lugar, debemos atender alcarcter crtico de la parresa. La parresa es un tipo de verdad o, ms exactamente,un tipo de relacin del sujeto con la verdad que, adems de coraje y riesgo, suponenecesariamente la existencia de una crtica.

    La parresa es una forma de crtica, tanto hacia otro como hacia unomismo, pero siempre en una situacin donde el que habla o quienconfiesa est en una posicin de inferioridad con respecto a suinterlocutor. El parresiasta tiene siempre menos poder que aquel a quienle habla. La parresa viene de abajo, por decirlo as, y se dirige hacia

    arriba. Es por eso que en la antigua Grecia no se dira que un maestro oun padre que critique a un nio usaran la parresa. Pero cuando unfilsofo critica a un tirano, cuando un ciudadano critica a la mayora,cuando un alumno critica a su maestro, entonces tales hablantes puedenestar usando la parresa (Foucault, 2003b: 271).

    La crtica de la parresa siempre debe estar proyectada contra una situacin depoder, siempre debe optar por una opcin de resistencia (Lpiz, 2010: 45). Si lafilosofa, segn Foucault, jams deba depender de una opcin poltica establecida,con la parresa ocurre lo mismo. La parresa define una propuesta tica que seconstituye como crtica desde posiciones de inferioridad, esto es, de resistencia. Espor ello por lo que se precisa coraje, Es por ello por lo que entraa un riesgo suutilizacin, porque se nos aparece como un desafo a las posiciones que mantienenuna superioridad de fuerza, de saber, de poder. Sin embargo, la crtica de la parresano es una crtica constante, obcecada a las verdades que mantienen unasuperioridad de algn tipo. Es una crtica anclada en una situacin, en el presente. Laparresa, en tanto hablar franco, requiere un auditorio, requiere un otro que acojaesta verdad peligrosa y crtica. Es la vertiente pblica de la parresa, la necesidad deabrirse a un otro que comprenda este hablar franco, que, como el tbano socrtico,se encargue de cuidar de los otros mostrando que el cuidar de s trasciende la meraindividualidad ya que implica un mostrar a los otros. Este mostrar a travs del hablar

    franco, de la parresa, no es un mostrar de cualquier cosa. Est implicado en unasituacin concreta, en un kairs: La ocasin, que es exactamente la situacinrecproca de los individuos y el momento que se escoge para decir esa verdad(Foucault, 2001: 360). En definitiva, la parresa se incardina en el presente, es unaverdad que compete al aqu y el ahora, que precisa de un anlisis de la relacin delos individuos, las verdad y lo pblico para poder mostrar la verdad acerca de unacuestin pblica y presente. No slo se lanza una flecha al corazn del presente,sino que la parresa implica tambin el sueo de una proyeccin comunitaria. Setrata de afianzar un compromiso con el que escucha, con el que presta odo a laparresa, establecer un tipo de relacin con la verdad y con el otro que proyecte la

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    posibilidad de una comunidad de resistencia, de oposicin a las verdades del poder,de asuncin del riesgo y del coraje precisos para darse reglas a s mismo de

    compromiso poltico. En definitiva, constituir subjetividades resistentes, que sedespliegan como existencias artsticas comprometidas polticamente con el presentea travs de un tipo de relacin con las propias verdades que requiere coraje eimplica riesgo. Y que, necesariamente, posee una vertiente poltica que estableceruna conexin necesaria entre tica y poltica: La nocin de parresa es ante todo yfundamentalmente una nocin poltica (Foucault, 2010: 26) en la que se ponen enjuego tanto las prcticas de gobierno como las tcnicas de s encaminadas aconstituirse como sujeto.

    HACIA UNA TICA DE LA RESISTENCIA

    De este modo, la ltima formulacin de la nocin de transgresin y del compromisopor la resistencia vendr dada por la propuesta de una tica agonstica, enfrentada ala tensin de las relaciones de poder2

    2 A este respecto, cabe destacar las investigaciones que tratan la relacin entre la ticafoucaultiana, su concepcin de bio-poder y sus anlisis del neo-liberalismo, que no podemostratar en este texto. Para ello ver Lpez varez (2010) y Castro (2009).

    , que busca un lugar para autoconstituirsecomo una resistencia no encerrada en lo individual, abierto a lo pblico y, en ltimainstancia, al sueo comunitario de una resistencia comn (Foucault, 2012). Es porello por lo que la ltima caracterstica de la parresa trata de unir el momentoesttico y el momento poltico, a travs de la ejemplaridad de la propia vida (Dvila,2011: 296). Recordemos que Foucault recurra a los exempla literarios, a lasapariciones de individuos anormales, extraordinarios, que con el testimonio de supropia vida ponan en cuestin todo el entramado de normalizacin. Se trataba deejemplos lmite, de vidas que abismadas en la exterioridad de la locura o lacriminalidad absoluta cuestionaban el mismo trazo liminar que defina lanormalidad. Acontecimientos que cortocircuitaban la linealidad de nuestra historia,de la historia de nuestro presente. Ahora, al analizar la parresa, Foucault retomaestos exempla, vinculndolos al tema del cuidado de s, encontrando, as, en ciertostipos de existencias singulares, ejemplos de un arte de vivir cuya coherencia entre eldecir verdad y el hacer procura la fundamentacin tica que une el momentoesttico y el poltico con vistas a la constitucin de una resistencia. Scrates es, de

    nuevo, el ejemplo de ello. Un Scrates cuyas verdades vienen avaladas por susactos, no por criterios epistemolgicos o de saber. As, en la coherencia entre el artede la existencia y el arte del decir, entre la esttica de la existencia y la poltica de laexistencia, Foucault encuentra el lugar ltimo desde dnde establecer la posibilidadde una moral de la resistencia. Moral definida por la coherencia entre decires yhaceres, desarrollada a travs de una tica poltica y esttica. En la bsqueda de tales

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    ejemplos, de tal coherencia, Foucault analiza las artes de existencia helensticas,griegas, latinas, estoicas, cnicas y pre-cristianas. Sin embargo, es en los cnicos

    (Gros, 2003:164) dnde, en la ltima parte de su curso de 1984, Foucault encontrarel coraje de la provocacin unido a la coherencia con el arte de vivir que supongauna plena coherencia y le permita evocar la posibilidad de una subjetividadresistente y una moral de la resistencia. Una tica, en fin, basada en una prctica dela verdad que, al mismo tiempo, deviene una prctica de s fundada en el coraje y elriesgo de decir la verdad del presente, orientada a constituir pblicamente unasubjetividad poltica, una experiencia de s que pase por adecuar lo dicho con lohecho, por la posibilidad de ser de otro modo, de no ser gobernados, de actuarconforme a ello. Lo que parece decirnos Foucault en la ltima parte de su obra, concierto aire trgico, es que slo en la coherencia de vida y pensamiento es posibledesarrollar una tica de la resistencia que pase no por decir y pensar lo quehacemos, sino de hacer lo que podemos decir o pensar, de experimentar lo posible:

    La forma del sujeto que aqu se destaca nos es ni la del sujeto del cogitoni la del sujeto trascendental, sino la del sujeto de la experiencia. No setrata de la experiencia que se define a travs del movimiento que realizala propia conciencia consigo misma; tampoco de la determinadanicamente por el posible conocimiento terico de lo que es, sino de laexperiencia en la que se expresa la apertura principal de la forma delsujeto. El sujeto se constituye a travs de la experiencia y se forma enprcticas. [...] La experiencia permite, en definitiva, una alteracin, unatransformacin de la relacin que mantenemos con nosotros mismos ycon nuestro universo cultural (Schimd, 2002: 217).

    Una tica trgica debido al riesgo y la enjundia de la tarea crtica, una ticaresistente que se funda en la transformacin poltica del presente a travs de latransformacin de nosotros mismos, de nuestras relaciones con nosotros mismos, connuestras verdades y con el prjimo y que poseer su desarrollo prctico en el modelode intelectual que Foucault nos propondr como derivacin de su propuesta tica dela resistencia, ejemplificado magistralmente en la labor annima y especfica delGrupo de Informacin de Prisiones. Modelo de intelectual que se establecer bajo elamparo de una poltica de la experiencia, el ltimo modo de pensar y hacer de otro

    modo, de poner en prctica la propia libertad en el aqu y el ahora, de mantener,pese a todo, una coherencia y empearse en esa tarea trgica y desmesurada que esla de perseguir al poder en su ejercicio an cuando ste sea ejercido sobre unomismo.

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    EL PROBLEMA DEL PRESENTE

    Podramos decir que una de las tareas ante las cuales nos emplaza Foucault es la dedesdecirnos. Concretamente, la de perseguir el poder en su ejercicio sobre nosotrosmismos. Dejar de ser eso que somos no ser sino llevar a cabo una tarea tica ypoltica de des-subjetivacin. Esta des-subjetivacin responde a la preocupacinfoucaultiana por la investigacin del territorio de la subjetividad, primero en lapatrstica cristiana, despus en los estoicos y, finalmente, en sus ltimos estudiossobre los cnicos. Dicha preocupacin se escancia a lo largo de los tres y un cuartoindito- volmenes de su Historie de la sexualidad y de sus ltimos cursos delCollge de France. A lo largo de este decurso, la primera nota en comn quepodemos observar es el cambio radical en torno a la nocin de resistencia: ya no se

    trata de resistir al poder en su ejercicio, sino de fabricar una suerte de mquina dedisidencia compleja llamada subjetividad, cuyo principal objetivo ser el de ser deotro modo. La segunda nota comn es el ligero desplazamiento de la lnea de trabajode Foucault, a travs del cual intenta integrar sus estudios sobre el saber, el poder yla subjetividad en una tarea comn que ser la de la de realizar una historia crticade las experiencias:

    Sustituir la historia de los conocimientos por el anlisis histrico de lasformas de veridiccin, sustituir la historia de las dominaciones por elanlisis histrico de los procedimientos de gubernamentalidad y sustituirla teora del sujeto o la historia de la subjetividad por el anlisis histrico

    de la pragmtica de s y las formas adoptadas por ella; sas eran lasdiferentes vas de acceso a travs de las cuales intent circunscribir unpoco la posibilidad de una historia de lo que podramos llamarexperiencias. Experiencias de la locura, experiencia de la enfermedad,experiencia de la criminalidad y experiencia de la sexualidad, otrostantos focos de experiencias que son, creo, importantes en nuestra cultura(Foucault, 2009: 21-22).

    A travs de estos dos desplazamientos fundamentales, Foucault pasa a poner enprimer plano el concepto de experiencia como concepto que otorga a su trabajo unacoherencia slida que, unida a sus anlisis y a su metodologa, le permitir esbozaresa tarea filosfica y vital de des-sujecin. As, establecer la experiencia del presente,entendida sta como una correlacin, dentro de una cultura, entre campos de saber,tipos de normatividad y formas de subjetividad (Foucault, 2010),pasar por llevar acabo una ontologa crtica que establezca los lmites de lo posible qu s, qupuedo, qu soy- a travs de la escucha de las experiencias no admitidas,proporcionndonos, asimismo, la imagen de nosotros mismos que nos permita ser deotro modo. Mostrar aquellas regiones condenadas al no-saber que trazan los lmitesde nuestro saber. Aquellas imgenes ocultas de lo prohibido que trazan lo normal.Aquellas imgenes veladas de eso que somos que forjan los lmites de nuestro seraqu y ahora.

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    Esta tarea ontolgica y crtica nos emplaza ante una labor que Foucault, debido asu prematura muerte, apenas pudo esbozar. Podemos servirnos de la coherencia de

    su trabajo, de sus ltimos cursos y entrevistas para intentar reconstruir las lneasmaestras de esta didctica de la disidencia. Si de lo que se trata es de ser de otromodo, deberemos atender a los modos de sujecin habituales para situar las lneasde contestacin a los mismos. En lneas generales, podemos distribuir dos grandesmodelos de sujecin que pasan por la objetivacin del uno mismo. El primer granmodelo de sujecin es el ofrecido por el poder pastoral, concretamente en losestudios que Foucault realiza en una de sus ltimas intervenciones Mal faire, direvrai- sobre los modos de confesin. La confesin como modelo no slo de sujecin,sino de creacin de una subjetividad objetivadaes uno de los pilares de sus ltimasinvestigaciones. A travs de la confesin, el sujeto se convierte en sujeto sujetado auna verdad que no es propia pero que pasa a definirle conformndolo comosubjetividad: La confesin es un acto verbal por el cual el sujeto, en una afirmacinsobre lo que es, se une a esta verdad, se sita en una relacin de dependencia conrespecto a otro y modifica al mismo tiempo la relacin que tiene consigo mismo(Foucault, 1981).

    No se trata de otra cosa que de la creacin de un alma. El alma es conformada atravs de disciplinas del espritu que, como afirma Foucault en Mal faire, dire vrai,comprometen al sujeto con una verdad conformndole una identidad. Si el alma es,entonces, ese conglomerado de verdades objetivadas ante las cuales el uno mismo se

    compromete forjndose y producindose como sujeto, parece evidente, a estasalturas, que la des-sujecin pase por des-sujetar el alma, desgarrar el alma. Pero nohay alma sin cuerpo, como bien entrevi Foucault en su Vigilar y Castigar. El alma esla conjuncin de las disciplinas del espritu junto con las del cuerpo, un trabajo degobierno tanto terico como prctico. La confesin viene acompaada de toda unabatera de disciplinas del cuerpo orientadas a rehacerlo, a conformarlo, a disearlode acuerdo con esa nueva subjetividad que va a ser producida. As, no slo se tratarde desgarrar la propia alma haciendo saltar las verdades a travs de las cuales nosreconocemos en el espejo, sino que la labor pasar tambin por deshacer ese cuerpoque reconocemos como propio.

    Desgarrar el alma y deshacer el cuerpo. Quizs sea se el lugar hacia la cualpudiera haber apuntado Foucault en sus ltimos escritos. Y el modelo de desgarrodel alma y de cuerpo deshecho tambin hubieran podido ser Nietzsche y Artaud,Holderlin y Van Gogh, Sade y Masoch. Pero Foucault juzg conveniente buscar elmodelo de las luchas por la des-sujecin en los exemplaque no ofrecieron algunoshombres anteriores a la poca cristiana que con su libertad extrema dejaron escritoel modo de no dejarse gobernar y de gobernarse de otro modo (Castro, 2011: 210-242). Y, en el lmite de la bsqueda, un momento antes de perder el aliento entreentrevistas y correcciones al volumen Las confesiones de la carne, Foucault encontr

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    una suerte de parada final en la fotografa fija del rostro de Digenes. Digenes elperro como modelo de la absoluta libertad de gobernarse, los Cnicos como exempla

    que nos ofrezca las claves sobre el necesario desgarro de nuestra alma y el necesariodeshacerse de nuestro cuerpo. Uniendo el ejercicio de la propia libertad con lalibertad de palabra, Foucault encontr un modo de enunciacin que, sin duda,corresponda a un alma desgarrada y, por lo tanto, desgobernada. Y es all, entre esalibertad de palabra parresa- y el necesario desgarro del alma y el cuerpo donde senos aparece el lugar de llegada que la obra de Foucault parece querer interpelar: lapropia interioridad. El lugar vaco de la brecha de s mismo, el espacio en el cual selibra la batalla por la subjetividad. Y es en la frontera de esa interioridad en la cualpodemos encontrar uno de los numerosos modos de enunciacin de la obrafoucaultiana, se que pasa por marcar, a travs de un anlisis ontolgico y crtico,aquellas experiencias de conocimiento, de normatividad y de gubernamentalidad(Vzquez, 2009)- que nos constituyen como sujetos a partir de otras experienciascomo la locura que, al contrario, no nos constituyen porque establecen los lmites denuestra cultura, de nuestro aqu y nuestro ahora. Pero, sin embargo, funcionan comoexperiencias fundamentales en nuestra propia destruccin, abrindonos as caminohacia la posibilidad de forjar un nosotros mismos diferente a partir deldesgarramiento del alma y del cuerpo. sa podra ser la tarea de fondo de una laborintelectual que une el impulso crtico kantiano y el derribo de dolos nietzscheano ensu obstinacin por fijar para siempre como oxmoron el pensar de otro modo, el ser

    de otro modo. Esta tarea intelectual, empecinada en ser de otro modo uniendo elimpulso crtico kantiano anlisis de las condiciones de posibilidad del presente- yel nietzscheano derribo de dolos- nos llevar hacia una politizacin delpensamiento y, por extensin, hacia una politizacin tica del uno mismo fruto de lacontraposicin experiencial entre poder y resistencia que anteriormente hemosdesarrollado. Sin embargo, la opcin foucaultiana por este intelectual resistente nospresente problemas cuando la intentamos trasladar al aqu y al ahora, a nuestrostiempos y a nuestras subjetividades.

    Esta politizacin del uno mismo foucaultiana quizs debera reconfigurarse paraadaptarse a unos nuevos tiempos en los que poder se identifica con democracia ytoda resistencia es excluida del espacio pblico. Esta puesta al servicio de laresistencia, supona el giro de numerosos presupuestos filosfico-polticos,epistemolgicos y antropolgicos que cobran densidad ontolgica en el llamadopensamiento del 68. En la medida en que, a partir de los aos 80, tales densidadesontolgicas son reabsorbidas y comienzan a trabajar para ese poder que se habatratado de perseguir, la posicin de ese intelectual que sigue empeado no enconstruir una ciudad ideal, sino en desenmascarar las dominaciones que seesconden tras los rostros ms insospechados, se vuelve tremendamenteproblemtica. Es expulsado del espacio pblico, es privado de la capacidad de donar

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    su voz, es obligado a habitar en el lugar brumoso e inquieto de la precariedadterica y prctica. De tal modo que los cambios producidos en la figura del

    intelectual hace ms de cuarenta aos que propiciaron experiencias ejemplarescomo Vincennes o tantas otras obligan, para propiciar la posibilidad de seguirestando a la altura de los acontecimientos, a fundirse en el anonimato de las luchas.Para ello, se sigue requiriendo el anlisis del presente, establecer sus condiciones deposibilidad a la hora de contribuir a las luchas, pero no con el objetivo de ofreceruna salida pblica a las mismas, no con el objetivo de reintegrarlas en lo mismo conla esperanza de que estallen el orden, sino, en cambio, con el objetivo de fundirsecon las mismas habitando esa regin liminar entre lo pblico y lo privado que es ladisidencia. Quizs la ltima leccin que nos da nuestro presente sea estar a la alturadel mismo, enfrentndonos a la necesidad de que el intelectual especfico se fundaen la lucha misma, que deje de ser un actor privilegiado y se convierta en uno deesos rostros annimos de las numerosas sublevaciones a pesar de que stas seanjuzgadas como intiles. O, precisamente, por eso mismo.

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