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DICIEMBRE Frac, 1890 La Belle Jardinière Por: José Luis Díez Lugar: Romanticismo Domingos: 12:30 h. Duración: 30 min. Asistencia libre y gratuita

Frac, 1890. La Belle Jardinière · La moda masculina del siglo XIX se va a ver influenciada de manera clara por cuatro facto-res fundamentales que marcarán el color, los tejidos

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DICIEMBRE

Frac, 1890La Belle JardinièrePor: José Luis DíezLugar: Romanticismo

Domingos: 12:30 h.Duración: 30 min.Asistencia libre y gratuita

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TextoJose Luis Díez-Garde es presidente de la Asociación de Amigos del Museo del Traje. Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra y MBA en Gestión de Empresas de Moda por ISEM. Ha sido editor de moda de la web de la revista GQ durante casi una década, actualmente forma parte de la redacción de Hola Fashion. Ha colaborado, con medios como Vogue Italia, Vanity Fair, Port Magazine, El País, La Razón, Código Unico o La Razón y es autor de uno de los blogs de referencia sobre moda masculina, Esmoquin Room.

Cordinación y maquetaciónMª Jose Pacheco

Corrección de textosAna Guerrero

** Todas las imágnes de este folleto corresponden a piezas de la colección del Museo del Traje CIPE, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, son imágenes de dominio público o están liberadas bajo licencias libres.

NIPO: 030 - 16 - 003 - 6

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La moda masculina del siglo XIX se va a ver

influenciada de manera clara por cuatro facto-

res fundamentales que marcarán el color, los

tejidos y la silueta del hombre.

En la configuración definitiva del unifor-

me masculino, que apenas se volverá a modifi-

car en los próximo doscientos años, encontra-

mos una influencia clara del Reino Unido que,

desde calles como Savile Row, empezará a

marcar las tendencias de la sastrería, un oficio

que se verá reforzado por la importancia que

el dandismo y el deporte adquirirán para los

hombres del siglo XIX. Hay que destacar en

este apartado la importancia que durante el

siglo XVIII empieza a adquirir la moda británica

masculina, reflejo de una sociedad menos en-

corsetada que la de la corte francesa (hasta ese

momento la gran referencia europea). En este

sentido encontraremos referencias de filósofos

franceses como Voltaire (Cartas en Inglaterra)

o Montesquieu (El espíritu de las leyes) que a

menudo toman como modelo a Inglaterra por

su estilo más sencillo a la hora de vestir. Los

pensadores de la Revolución Francesa se mi-

ran en el espejo inglés y en su armario.

De hecho, la Revolución Francesa su-

pone un punto y aparte en la historia de la indu-

mentaria occidental. Tras el asalto a la Bastilla

se buscará cambiar el orden establecido no

solo en lo político sino también en la indumen-

taria. El hombre, de manera simultánea y mar-

cado por este hito histórico, se volcará en los

negocios y apostará por el blanco y el negro

como el binomio reinante en sus prendas, con

lo que resalta así a la mujer que quedará rele-

gada a ser una exhibición del poder económico

de su cónyuge.

Todo esto creará el caldo de cultivo

para que una prenda de cuerpo aparecida en

el siglo XVIII ligada al mundo del caballo, el frac,

acabe dando nombre al traje más elegante de

la etiqueta masculina a partir de 1850.

Fig. 1: Chaqueta de frac, ca. 1800. Colección del Mu-seo del Traje, Madrid.

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MODELO DEL MES DE DICIEMBRE

La Revolución Francesa, 1789

Luis XVI y María Antonieta pierden la cabeza en

1793 en el acontecimiento que dio por enterra-

do el Antiguo Régimen y forjó (con sangre) el

“nuevo” Esta nueva situación necesitaba una

nueva estética que se tenía que reflejar en la

apariencia externa de hombres y mujeres. Lejos

de la corte, y negando esta, se busca por tanto

una vuelta a la naturaleza dejando de lado las

actitudes más impostadas del XVIII.

El traje de los sans-culottes, formado

por pantalón ancho de rayas, confeccionado

en lana gruesa, con tirantes, chaqueta corta

(llamada carmañola), gorro frigio (que recupe-

ran de la Antigüedad, y se vinculan así con los

libertos romanos) y zuecos fue el uniforme que

lucían los manifestantes de aquellos días, pero

nunca llegó a calar en otros estamentos socia-

les que siguieron con los culottes o calzones.

Existe también una tentativa en 1793 de crear

un traje revolucionario que se encargará por

parte del Comité de Salud Pública en mayo

de 1794 al pintor David, pero que no llegará

a tener ningún éxito fuera de algunos segui-

dores del artista y los alumnos de la École de

Mars. Se componía de túnica, pantalón ceñi-

do, borceguíes, gorro redondo con copete de

plumas, cinturón ancho y manto flotante sobre

los hombros. Napoleón intenta regresar al traje

corto de la corte, pero lo que tendrá éxito será

su “frock coat” gris que incluso dará nombre

más adelante a una tienda: La Redingote grise.

Será el estilo inglés masculino el que se

imponga de manera más clara en los prime-

ros años del nuevo Régimen. En Francia, que

adopta de manera decidida esta moda más

deportiva y relajada, dura poco el carácter so-

brio de esta propuesta. Durante el Directorio

(1795-1799) esa inicial sencillez se ve desbor-

dada por unos hombres que empiezan a estirar

solapas y a ampliar el volumen de los calzones,

lo que provoca la mofa de los periódicos de

aquel momento. Los calzones, además, em-

piezan a alargarse y siembran la semilla que

luego germinará y dará lugar al pantalón que

configura nuestro frac y el traje contemporáneo.

Los calzones, identificados con el Antiguo Ré-

gimen, acaban condenados al olvido.

Es en esta época cuando encontramos

que el traje masculino se empieza a alejar del

femenino, y luego llevará a la “gran renuncia

masculina a la moda” de la que habla John Carl

Flügel en su obra Psicología del vestido, publi-

cada por primera vez en 1935 y que todavía

sigue siendo una obra de referencia.

“Los hombres renunciaron a su dere-

cho a todas las formas de ornamentación más

brillantes, llamativas, elaboradas y variadas, de-

jándolas enteramente para uso de las mujeres,

haciendo con ello de su sastrería la más austera

y ascética de las artes”1.

Es el primer momento en el que hom-

bres y mujeres ponen su atención en distintos

países y épocas a la hora de vestir: mientras las

mujeres miran a la Antigüedad con el vestido de

corte imperio, el hombre dirige la mirada hacia

el Reino Unido.

Anglomanía, dandismo y deporte

La influencia inglesa ya se había observado en

el periodo anterior a la Revolución Francesa (en

1740 ya hay algunos hombres en el continente

que empiezan a vestir a la inglesa y la palabra

1 Psicología del vestido, John Carl Flügel. Edit. Melusina

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anglomania aparece en Francia en 1760) pero

los atributos de libertad que se daban a este

país, donde no existía una corte como la fran-

cesa, sino que se preferían las actividades al

aire libre, convierten el traje inglés en el favorito

del hombre en ese momento y el que empieza

a crear tendencia en toda Europa. En los años

anteriores a la revuelta francesa ya se había

comenzado a diferenciar entre el traje formal,

el francés, destinado a los salones, las ceremo-

nias y la corte, y el traje informal, el inglés, para

el campo y los viajes. Las leyes suntuarias van

perdiendo vigencia y se refuerza el éxito de la

“ociosidad” del estilo británico.

Así, se configura una indumentaria en la

que se eliminan los bordados (se concentrarán

en los chalecos que se exhibirán debajo de las

prendas de cuerpo), las medias de seda se

sustituyen por botas fuertes y el sombrero de

tres picos se reemplaza por una rudimenta-

ria chistera. Este es el traje antes referido que

durante el Directorio francés se exagerará y

provocará las mofas en los medios de comu-

nicación del momento.

Dos personajes serán claves para la

configuración del traje inglés: Jorge IV y Geor-

ge Brummell imponen la moda que se exporta

a todo el mundo occidental. El gusto por el

vestir y la atención que prestan a esto (un dan-

di podía pasarse toda una mañana anudando

su corbata) los convertirá en iconos de una

tendencia que a partir de ese momento será

una referencia en la historia de la indumentaria

masculina. Pero esto, como ya hemos dicho,

no quiere decir que se optara por prendas pro-

fusamente decoradas. Todo lo contrario, se

prefiere la discreción en los colores (Brummell

era un apasionado del azul oscuro) combina-

dos con pantalones claros para la mañana y

oscuros por la noche. Pero también era común

vestir una chaqueta azul oscura con un cha-

leco carmesí y unos pantalones amarillos. La

influencia de Brummell también se ve reforzada

en el continente por la presencia del Duque de

Wellington en el territorio francés.

Con anterioridad a esto, Mozart ya ha-

cía referencia a la elegancia del color negro en

una carta a su padre de 1778: “Puedes ir a

todas partes vestido de negro”, decía el genio.

Lo calificaba como “practical” porque, según

él, es al mismo tiempo un color para lo formal

y lo informal.Fig. 2: Retrato del Marqués de San Adrián, Francisco de Goya. Museo de Navarra, Pamplona.

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MODELO DEL MES DE DICIEMBRE

Las exigencias de estos caballeros in-

gleses lleva a los sastres a perfeccionar el corte

y la confección de las prendas, lo que se con-

sigue con inventos como la cinta de medir, los

patrones que se adaptan a distintos cuerpos

y la revolución que se da con el cambio de

negocio en la sastrería: los sastres empiezan a

vender las telas y esto hace que intenten apurar

el corte para ahorrar tejido (se llegará a decir

“un sastre es tan bueno como un ladrón”).

Este perfeccionamiento del arte de la

sastrería impulsará de manera decidida el inte-

rés del hombre europeo por todo lo que salga

de esos talleres. Fundamental para esto será el

saber que desarrollarán sobre el velarte de lana

(“paño enfurtido y lustroso, de color negro, que

servía para capas, sayos y otras prendas exte-

riores de abrigo”2 ). En ese periodo se buscan

prendas que queden muy ceñidas al cuerpo y

con este material se logra. Hasta ese momento

era complicado conseguir este tipo de piezas y

parte de la esencia del dandismo se concentra

en la búsqueda del efecto ajustado. “George

Brummell se enorgullecía de que su ropa no

mostrase ni una sola arruga y de que sus pan-

talones se ciñesen de forma impecable a las

piernas como si se tratara de la propia piel”3. La

búsqueda de nuevos materiales también tiene

un componente político que lleva a Balzac a

afirmar que 1789 fue el año del debate entre

la seda y el paño fino.

En el París de 1815 la moda impone a

los jóvenes “la bota alemana y el pantalón en-

cima, o los calzones de ante y la bota con vuel-

ta, con un chaleco de color gris rojizo. Por la

2 Diccionario Real Academia Española.3 Breve historia del traje y la moda, James La-ver. Edit. Ensayos Arte Cátedra.

noche, el atuendo de rigor es la chaqueta con

botones lisos y el pantalón negro por encima

del tobillo, para dejar a la vista las medias bor-

dadas o los calcetines con calados encima de

una media blanca. La fantasía mayor se refleja

en los chalecos: se lleva un chaleco de piqué

encima o debajo de otro de seda”4 . El calzón,

identificado con el Antiguo Régimen será una

prenda que se irá abandonando sobre 1820

dejando paso al pantalón ceñido.

Poco variará durante todo el siglo XIX la

indumentaria masculina. Según indica la publi-

cación “Las costumbres de la buena sociedad”

de los años 40 del siglo XIX, el hombre ele-

gante debe tener en su armario cuatro clases

de prendas de abrigo: cuatro chaquetas de

mañana, un redingote, una chaqueta de vestir

y un abrigo.

Se van dando de esta forma pasos de

gigante para acercarnos a la sobriedad extrema

que resultará del frac en su configuración final,

que aparecerá sobre 1840, entre la Primera

y Segunda Revolución Industrial, justo en el

momento en el que las máquinas empiezan a

reemplazar el “hecho a mano”.

Debido a esto, la moda masculina em-

pieza a convertirse en un elemento más depor-

tivo. El germen de esto lo encontramos en el

caballero inglés de principios del XIX que hará

que poco a poco se vayan relajando la etiqueta.

Fruto de esto es la transformación de la levita

del esmoquin, aparecida en el siglo XVIII y a la

que se le elimina los faldones delanteros para

adaptarla mejor al caballo. Igual sucede con

el terno del traje y la chaqueta que empieza

a configurarse a partir de 1850 con la idea de

4 Historia del traje en Occidente, François Bou-cher. Edit. GG.

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aportar una propuesta más informal a la indu-

mentaria masculina y que no estará bien visto

lucir en la calle hasta finales del XIX.

“Restringido a colores oscuros y un tra-

je uniforme, el caballero se aburre mortalmente

con la ropa y desplaza su atención hacia los

carruajes (más adelante, hacia los coches) y

los deportes. En diversos países se celebran

reuniones para estudiar una revolución esética

del vestir masculino, pero no hay manera...”5 .

El hombre de negocios

Todos estos elementos hay que entenderlos en

un contexto en el que se está produciendo un

cambio social que supone la llegada de la bur-

guesía al poder tanto político como económico.

El Antiguo Régimen ha quedado abo-

lido y se empieza a primar más el dinero que

la cuna. Si la aristocracia lucía décadas atrás

lujosos y costosos trajes, ahora el hombre se

centrará en una moda discreta donde el lujo y la

decoración se reservará para las mujeres de la

alta sociedad, que tendrán limitadas sus capa-

cidades para el trabajo para poder cumplir con

las costumbres y los usos de cada momento

del día: tendrán que cambiarse varias veces

cada jornada para adecuarse a la etiqueta de

cada ocasión.

El hombre, por contra, verá más redu-

cido sus tipos de indumentaria, despreciará la

extravagancia y solo buscará ir elegante, tanto

en el despacho como en su casa. De hecho,

se considera poco elegante llevar algo muy

llamativo. Se habla de la ética puritana que se

observa en la sociedad industrial de la Europa

5 “300 años de traje formal masculino”, Modelo del Mes de marzo 2005, Pablo Pena. Museo del Traje.

“reformada”, frente a la ética de la magnificencia

de la Europa católica.

“Contra el vestido jerarquizante del An-

tiguo Régimen, preservado por la aristocracia

con leyes suntuarias, se impuso, de acuerdo a

los nuevos ideales de democracia surgidos a

partir de la Revolución Francesa, un traje que

no desentonara con la doctrina de la frater-

nidad humana, incompatible con los ajuares

que destacan el rango sobre otras cualidades.

El problema se resolvió mediante una mayor

uniformidad en el vestido masculino”6.

6 “300 años de traje formal masculino”, Modelo del Mes de marzo 2005, Pablo Pena. Museo del Traje.

Fig. 3: Retrato del empresario D. Tomás de Allende, Joaquín Sorolla. Museo Sorolla, Madrid.

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MODELO DEL MES DE DICIEMBRE

La opción por el blanco y el negro, al

que poco a poco va llegando el hombre, viene

a enfatizar el esplendor y la riqueza de tejidos

y decoración que en esos momentos veremos

en la mujer. A la vez, la idea de prendas mascu-

linas ceñidas que encontrábamos en la primera

mitad del siglo XIX se empieza a identificar de

manera clara con la nobleza. Esto hace que

los habituales calzones poco a poco se vayan

despegando del cuerpo y se configure así el

pantalón que ha llegado hasta nuestros días.

Esta tendencia hay que encajarla en lo que

John Carl Flügel denominó “la gran renuncia

masculina”, de la que ya hemos hablado.

“El hombre abandonó su pretensión de

ser considerado hermoso. De ahí en adelante

se propuso sólo ser útil. En la medida en que

la ropa continuó siendo importante para él, sus

máximos esfuerzos podía dirigirse tan sólo en

la dirección de estar ‘correctamente’ ataviado,

no en la de estarlo de manera elegante o ela-

borada. Hasta ese momento el hombre había

competido con la mujer en el esplendor de sus

prendas, siendo las únicas prerrogativas de la

mujer el escote y otras formas de exhibición

erótica del cuerpo. A partir de entonces y has-

ta nuestros días, la mujer habría de gozar del

privilegio de ser la única poseedora de la belle-

za y de la magnificencia, incluso en el sentido

puramente sartorial”7.

El frac

El origen del frac lo encontramos en el siglo

XVIII en el que aparece como una “prenda de

hombre más ancha que el traje, sin bolsillos

exteriores y con cuello doblado hacia abajo” 8.

Tiene su origen al parecer en Inglate-

rra y sería heredero del frock como prenda de

encima pensada para montar a caballo o prac-

ticar deporte. En Francia también se adoptará

durante ese siglo aunque será menos conven-

cional que la casaca francesa.

“La chaqueta del frac es corta por la

parte delantera y cuenta con un faldón pos-

7 Psicología del vestido, John Carl Flügel. Edit. Melusina.8 Historia del traje en Occidente, François Bou-cher. Edit. GG.

Fig. 4: Caricatura de John Delacour, Leslie War, publi-cada en la revista Vanity Fair, 14 de marzo de 1885.

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terior. Se trata de una evolución y adaptación

lógica para su uso sobre el caballo: se elimina

la tela del abrigo en el frontal para permitir la

flexión de las piernas y se mantiene el largo

por detrás para que caiga sobre el caballo.

De ahí que la prenda se denomine en inglés

tailcoat (cuya traducción literal sería ‘abrigo de

cola’). Empezó a utilizarse en el ámbito de la

hípica al final del siglo XVIII, y a principios del

XIX los caballeros lo empleaban para toda clase

de actos sociales en múltiples colores. Pero

Brummell se centró en un modelo de levita en

azul medianoche combinado con pantalones

negros, chaleco y camisa blancos y un cuello

almidonado con pañuelo blanco”9 .

La situación antes comentada y la evo-

lución de la moda que hemos visto hacen que

sobre 1840 esta prenda se configure con la

forma en la que la conocemos actualmente.

La desaparición progresiva de los calzones y

su sustitución por el pantalón, la sobriedad que

empieza a imperar en los chalecos (blanco o

negros) que se dejan de ver por debajo de la

prenda de cuerpo exterior, y una especie de

chaqueta negra, constituyen al final todo un

conjunto que adopta el nombre de frac, ante-

riormente reservado solo a la chaqueta.

El frac está compuesto por una especie

de chaqueta cortada a la altura del estómago,

con bolsillos interiores, solapas de raso, dos

faldones posteriores y corta por delante (por

la mañana veremos una versión similar de esta

chaqueta pero con un corte circular en el frontal

y con un solo faldón). Nunca se abrocha.

Se luce con camisa blanca con cuello

diplomático, pechera y puños sencillos (aun-

que también puede estar admitido el doble).

Una característica propia de la camisa es su

pechera cuyo material llega combinar con el del

cuello y los puños. Estos podrán ser también

postizos lo que facilita su limpieza. Además, se

debía lucir con gemelos de puño y de camisa.

La pajarita podrá ser blanca o negra,

aunque con el paso del tiempo se acabará pre-

firiendo la primera opción.

9 La elegancia masculina, Eugenia de la To-rrienta. Edit. Debate.

Fig. 5: Chaqueta de frac de La Belle Jardiniere, 1890. Museo del Traje, Madrid.

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MODELO DEL MES DE DICIEMBRE

Lo mismo sucederá con el chaleco con

solapas, que deja de verse por debajo de la

chaqueta. No olvidemos que unos años atrás

se prefería lucir el chaleco enriquecido con bor-

dados por debajo de esta. Ahora se sustituye

por un concepto de elegancia en la que, de

abajo arriba, se tiene que crear una sensación

visual de conjunto de negro que pasa al blanco,

nada de negro del pantalón, blanco del chale-

co, negro de la chaqueta y blanco de la cami-

sa. Se suele afirmar que para comprobar si un

frac se ha realizado a medida basta con fijarse

si la chaqueta deja ver el chaleco por debajo

¡incluso cuando se está bailando! Si bien en un

principio encontramos modelos tanto negros

como blancos para esta prenda, para princi-

pios del siglo XX se acabará confeccionando

en piqué blanco, y se reservará la versión en

negro para el servicio.

Se completa el conjunto principalmente

con el sombrero de copa o el clac. Este último

es un invento de 1812 realizado por Antoine

Gibus (François Boucher, en Historia del traje de

Occidente solo habla de su perfeccionamiento

por parte de Gibus). Se trata de un modelo de

copa con un mecanismo de muelles que per-

mite su plegado. Bastaba un gesto de muñeca

o empujarlo ligeramente con el puño para que

volviera a su forma original y resultaba muy útil

para los bailes con gran cantidad de invitados.

Hay que tener en cuenta que existía una etique-

ta para el sombrero ya que había que dejarlo

encima de la silla de su acompañante mien-

tras bailaban. Se fabrican en muchos materia-

les, desde caucho hasta castor, fieltro o seda.

Se valora que tengan poco peso, que sean a

prueba de agua (algo que se consigue con un

acabado especial) y con un brillo profundo.

Se lleva con zapatos de charol con cor-

dones: “para vestir de frac, son de rigor las

botas o zapatos de charol. La corbata blanca

complementa el traje de etiqueta”10 y pantalo-

nes que se sujetan con tirantes. Con la evolu-

ción de este aparecerá un galón vertical a cada

lado de la pernera en raso, el mismo material en

el que se empezarán a confeccionar las solapas

de la chaqueta. Así mismo, a partir de 1860 se

comenzará a marcar la raya, al inventarse la

plancha para este efecto. Según las guías de

estilo, el pantalón no descansará en la cade-

ra sino en la cintura, y con la parte posterior

más elevada que la frontal. Además, se ajustará

mediante tirantes con lanzadera que se suje-

tan a unos botones cosidos en el interior de la

cinturilla, y el largo de la pierna rozará el borde

del zapato.

Los guantes se confeccionaban en piel

y debían ser blancos para la ópera. Si uno los

llevase durante un baile nunca podría quitár-

selos, mientras que para el teatro y las vela-

das íntimas debían ser gris perla. Aquí hay que

10 Bestard de la Torre, 1898

Fig. 6: Cartel de Cava Codorniú, de Julio Tubilla, 1897. Museo del Traje, Madrid.

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anotar que el frac se irá convirtiendo poco a

poco en una pieza más para las grandes galas

y la ópera. “Los caballeros, de frac y pantalón

negros, chaleco blanco muy descotado, guan-

tes y corbata blancos, y sombrero de muelles

(clac), sin que se quiten los guantes para bailar,

a fin de que no corra peligro con el sudor y el

roce, la blancura del traje de su dama”11.

Los hombres en ese momento gus-

taban de completar el look con un bastón o

caña con puño de ágata o de concha con las

11 Bestard de la Torre, 1989

Fig. 7: El Príncipe Imperial Luis Napoleón Bonaparte con frac, 1878. Biblioteca Nacional de Francia, París.

iniciales enlazadas de oro o puño de plata o de

plata sobredorada. Esto venía a sustituir a las

espadas habituales de los uniformes militares

y de la indumentaria de la aristocracia. En este

sentido, y como último apunte, el propio frac

sustituye de alguna forma a la capa en una idea

de enfrentamiento entre burguesía o clase me-

dia y aristocracia: “La clase media, compuesta

de empleados o proletarios decentes, sacada

de su quicio y lanada en medio de la aristo-

cracia por confusión de clases, a la merced de

un frac, nivelador universal de los hombres del

siglo XIX”12.

El frac en la actualidad

El frac ha quedado relegado en el armario mas-

culino y solo se emplea para contadas ocasio-

nes y normalmente por la noche, aunque hay

excepciones como la entrega de credenciales

ante el Rey de España, la apertura del año judi-

cial (en este caso con pajarita y chaleco negro,

igual que en las recepciones en el Vaticano) o

los momentos en la que la invitación lo exija

(actos académicos, judiciales o recepciones

diplomáticas). Es curioso cómo a la etiqueta

de traje largo para la mujer no le corresponde

un frac sino un esmoquin. Se considera a este

conjunto como de gran gala, solo equiparable al

traje nacional. Es el único en el que se pueden

lucir las condecoraciones, no así en el esmo-

quin o el chaqué.

Cabe destacar que sí se ha conservado

el uso del frac para las citas musicales, y los

12 Larra, Obras, I, 411-412. citado en Lapesa, Rafael: “Palabras y cosas. El vocabulario de la vida social y la indumentaria durante el romanticismo” en Estudios, Homenaje al profesor Alfonso Sancho Sáez, Granada, Universidad de Granada, 1989, pp. 397-412

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MODELO DEL MES DE DICIEMBRE

directores de orquesta todavía siguen luciendo

esta prenda.

Otro dato curioso al que podemos ha-

cer referencia es la costumbre del Ayuntamien-

to de Pamplona que conserva la tradición de

llevar frac en los actos en los que considera

que la corporación debe lucir en “cuerpo de

ciudad”. Hay cinco fechas a lo largo del año

marcadas en el calendario para lucirlo (ellas lle-

varán un traje que reinterpreta el de los valles de

Roncal, Salazar y Aezkoa). También en la gala

del Costume Institute del MET se ha empezado

a solicitar en la invitación la etiqueta de white

tie para los hombres.

Frac del Museo del Traje

El frac que encontramos expuesto en la Expo-

sición Permanente del Museo del Traje proce-

de de La Belle Jardiniere, los primeros grandes

almacenes que aparecen en París en 1824.

Su política de venta de prendas ya acabadas

destinadas a la nueva clase media provocan

el gran éxito del que goza durante el siglo XIX,

y consiguen crear una red de franquicias que

para 1860 contaba con trescientos veintidós

establecimientos.

Deducimos por tanto que esta prenda

no está realizada a medida y se compraba ya

Fig. 8. La corporación del Ayuntamiento de Pamplona en cuerpo de ciudad. Ayuntamiento de Pamplona.

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confeccionada. Está datada sobre 1890 y cum-

ple a la perfección las reglas de estilo marcadas

por la etiqueta de la época. Cuenta, además,

con cuatro bolsillos interiores, dos en el frontal

de la chaqueta y otros dos en cada hoja del

faldón. El chaleco negro cierra con seis botones

circulares y planos, luce tres bolsillos exterio-

res y un interior y se ajusta al cuerpo con una

trabilla en la espalda.

El pantalón, que carece de los galones

verticales de los lados, se cierra con línea de

cinco botones y un corchete y presenta deco-

ración pespunteada en la bragueta, bolsillos,

cintura y trabilla. Esta está situada en la par-

te posterior para la correcta adaptación de la

prenda al cuerpo de su propietario.

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MODELO DEL MES DE DICIEMBRE

Bibliografía

- Bronwyn Cosgrave: Historia de la moda. Desde Egitpo hasta nuestros días. Edit. GG Moda.- James Laver: Breve historia del traje y la moda. Edit. Ensayos Arte Cátedra.- François Boucher: Historia del traje en Occidente. Edit. GG Moda.- Eugenia de la Torriente: La elegancia masculina. Edit. Debate.- J. C. Flügel: Psicología del vestido. Edit. Melusina.- Pablo Pena: “300 años del traje formal masculino”. Modelo del mes de marzo de 2005, Museo del Traje. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.- Farid Chenoune: History of Men’s Fashion.

Page 15: Frac, 1890. La Belle Jardinière · La moda masculina del siglo XIX se va a ver influenciada de manera clara por cuatro facto-res fundamentales que marcarán el color, los tejidos

FRAC, 1890

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MODELO DEL MES. CICLO 2016

En estas breves conferencias tienen lugar en las salas de exposición, se analiza e inter-preta una pieza de especial importancia de entra las expuestas. A los asistentes se les entrega gratuitamente este cuadernillo con el contenido de la conferencia.

Domingos: 12:30 h. Duración: 30 min.Asistencia libre hasta completar aforo

ENEROIlustración de moda, 1934-1935Paloma Calzadilla

FEBREROTraje de alcaldesa de ZamarramalaMª Antonia Herradón

MARZOVestido camisa y spencer, 1800-1810Beatriz Bermejo

ABRILMiniatura de la Reina Enriqueta María de Inglaterra Concha Herranz

MAYOConjunto de Antonio Alvarado, 1987Juan Gutiérrez

JUNIOPublicación: Geometria y traça de Juan de Albayzeta, 1720María Prego

SEPTIEMBREAbarca cántabraAna Guerrero y Américo López

OCTUBREMantón de Manila, ca. 1870Lucina Llorente

NOVIEMBREPolisón infantil, Elvira González

DICIEMBREFrac, 1890José Luis Díez

Page 16: Frac, 1890. La Belle Jardinière · La moda masculina del siglo XIX se va a ver influenciada de manera clara por cuatro facto-res fundamentales que marcarán el color, los tejidos

MUSEO DEL TRAJE. CIPE

Avda. Juan de Herrera, 2. Madrid, 28040

Tel. 915504700 Fax. 915504704

Dpto. de Difusión: [email protected]

http://museodeltraje.mcu.es

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