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FRANCISCO VERGARA EN ROMA Jesús Urrea Después de su paso por la academia que el es- cultor Domenico Olivieri mantenía en la corte madrileña cuyas enseñanzas, junto con las que recibiera de su padre en su Valencia natal, y su apoyo le sirvieron para superar la prueba a la que se le sometió para ingresar como escultor, en 1743, en el Taller Real del Palacio de Ma- drid 1, el valenciano Francisco Vergara Barrual marchó a Roma dos años más tarde, becado por el monarca Felipe V con una pensión anual de 500 ducados, a fin de perfeccionar sus cualida- des artísticas. Contaba entonces 31 años(?)2 y tenía la suficiente capacidad selectiva como pa- ra escoger entrar en el estudio del escultor flo- rentino Filippo della Valle (1698-1768), maes- tro «que se lleva el primer aplauso en Roma»3. Sus primeros trabajos en aquella ciudad serían estudios de figuras y de composición, academias, como las conservadas y firmadas por su mano en el Museo de Valencia 4 , pero el 17 de agosro de 1748 monseñor Alfonso Clemente de Aróstegui anunciaba desde Roma que Vergara había hecho un bajorrelieve representando a Santa Bárbara y tenía intención de hacer, en estuco, una estatua del nuevo soberano español Fernando VI para el palacio de la embajada en Roma que formaría pareja con la que tenía pensado modelar de la reina D.n Bárbara, «en ratos desocupados», el otro escultor pensionad0 5 , y de las que no se vuelve a tener más noticia. El propio artista escribió aquel 29 de octubre a Miguel Herrero de Ezpeleta,. oficial de la Secretaría del Despacho Universal de Estado, diciéndole que ya había «encajonado el bajorre- lieve en mármol, con el modelo en barro, y el santo Cristo de yeso», estos dos últimos obse- quiados por el escultor a Ezpeleta, y que había recibido orden de monseñor para enviar el cajón a España donde se sometería el relieve a la apro- bación del ministro Carvajal, al que esperaba corresponder por «los grandes favores que de su gran benignidad he recibido», y a la de los aca- démicos de San Fernando. Insinuaba que si <de pareciese ser caso de que Sus Majestades le vean... será para la mayor consolación» y advertía que cuando se sacase del cajón el bajorrelieve se colocase «sobre algu- na mesa de calidad que no le dé la luz de facha- da, antes debe venir de la mano derecha, co- mo diremos de la parte del Evangelio, que de esta manera muda el claro y el oscuro haciéndo- le parecer mucho mejor pues en las cosas de mármol se debe siempre guardar esta regla, a excepción de cuando es el sitio en donde se ha de colocar determinado, lo que no sucede en las obras de madera pintadas que de cualesquiera parte que les venga la luz hacen su efecto». Asi- mismo ponía en su conocimiento que «el peda- cilla de mármol que tiene la santa en la mano, del dedo pulgar índice, se puede cortar con una escofina sutil, pues le dejé para que resistiera al- gún golpe si acaso recibía por el camino»6. Por su cuenta Aróstegui escribía al ministro Carvajal diciéndole que el bajorrelieve de Santa Bárbara «ha merecido la aprobación de los pro- fesores de esta capital» y que la intención que se había propuesto el artista con su obra «ha sido manifestar su obsequio al nombre de la Reina Nuestra Señora y, al mismo tiempo, dar una muestra de su aprovechamiento a V.E. ya 17

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FRANCISCO VERGARA EN ROMAJesús Urrea

Después de su paso por la academia que el es­cultor Domenico Olivieri mantenía en la cortemadrileña cuyas enseñanzas, junto con las querecibiera de su padre en su Valencia natal, y suapoyo le sirvieron para superar la prueba a laque se le sometió para ingresar como escultor,en 1743, en el Taller Real del Palacio de Ma­drid 1, el valenciano Francisco Vergara Barrualmarchó a Roma dos años más tarde, becado porel monarca Felipe V con una pensión anual de500 ducados, a fin de perfeccionar sus cualida­des artísticas. Contaba entonces 31 años(?)2 ytenía la suficiente capacidad selectiva como pa­ra escoger entrar en el estudio del escultor flo­rentino Filippo della Valle (1698-1768), maes­tro «que se lleva el primer aplauso en Roma»3.

Sus primeros trabajos en aquella ciudad seríanestudios de figuras y de composición, academias,como las conservadas y firmadas por su mano enel Museo de Valencia4, pero el 17 de agosro de1748 monseñor Alfonso Clemente de Arósteguianunciaba desde Roma que Vergara había hechoun bajorrelieve representando a Santa Bárbara ytenía intención de hacer, en estuco, una estatuadel nuevo soberano español Fernando VI para elpalacio de la embajada en Roma que formaríapareja con la que tenía pensado modelar de lareina D.n Bárbara, «en ratos desocupados», elotro escultor pensionad05, y de las que no sevuelve a tener más noticia.

El propio artista escribió aquel 29 de octubrea Miguel Herrero de Ezpeleta,. oficial de laSecretaría del Despacho Universal de Estado,diciéndole que ya había «encajonado el bajorre­lieve en mármol, con el modelo en barro, y el

santo Cristo de yeso», estos dos últimos obse­quiados por el escultor a Ezpeleta, y que habíarecibido orden de monseñor para enviar el cajóna España donde se sometería el relieve a la apro­bación del ministro Carvajal, al que esperabacorresponder por «los grandes favores que de sugran benignidad he recibido», y a la de los aca­démicos de San Fernando.

Insinuaba que si <de pareciese ser caso de queSus Majestades le vean... será para mí la mayorconsolación» y advertía que cuando se sacasedel cajón el bajorrelieve se colocase «sobre algu­na mesa de calidad que no le dé la luz de facha­da, antes sí debe venir de la mano derecha, co­mo diremos de la parte del Evangelio, que deesta manera muda el claro y el oscuro haciéndo­le parecer mucho mejor pues en las cosas demármol se debe siempre guardar esta regla, aexcepción de cuando es el sitio en donde se hade colocar determinado, lo que no sucede en lasobras de madera pintadas que de cualesquieraparte que les venga la luz hacen su efecto». Asi­mismo ponía en su conocimiento que «el peda­cilla de mármol que tiene la santa en la mano,del dedo pulgar índice, se puede cortar con unaescofina sutil, pues le dejé para que resistiera al­gún golpe si acaso recibía por el camino»6.

Por su cuenta Aróstegui escribía al ministroCarvajal diciéndole que el bajorrelieve de SantaBárbara «ha merecido la aprobación de los pro­fesores de esta capital» y que la intención quese había propuesto el artista con su obra «hasido manifestar su obsequio al nombre de laReina Nuestra Señora y, al mismo tiempo, daruna muestra de su aprovechamiento a V.E. y a

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la Real Academia de esa Corte», esperando queel obsequio fuese bien acogido por los Reyes yrecibiese la aprobación de la Academia para queél pudise celebrarlo por «la parte que en estopueda haber tenido mi dirección»7. Una segun­da carta de Aróstegui anunciaba a Ezpeleta«que la semana pasada se embarcó aquí uncajón con sobrescrito para S.E. y dirección paraD. Antonio Alas, de Alicante», en el que viaja­ban los trabajos de Vergara, ufanándose por laparte que le correspondía en la supervisión, queaumentaría «si se le acordase a este pensionadoalguna gratificación que le sirviese, a él y a losdemás, de incentivo»8.

Los cajones llegaron a manos del gobernadorde Alicante antes del 16 de febrero siguiente y elprimer ministro dio órdenes para que el admi­nistrador de aquella Aduana no autorizase a quese abriesen «sino que cerrados como están se en­treguen a disposición del mismo Gobernadorpara que me los dirija como otros iguales cajonesde escultura que antecedentemente llegaron deRoma»9.

Nombrado, casi por unanimidad, miembrode mériro de la Academia de San Lucas en sep­tiembre de 1749, después de haber modeladouna figura de De/vid con la cabeza de Go/iat IO ,

justamente un año después, el 17 de septiembrede 1750, Vergara firmó el contrato para hacer laescultura de San Pedro de Alcántara con destinoa la basílica del Vaticano ll , que sin duda, seríala obra de su consagración. El artista se puso atrabajar en ella inmediatamente ya que enmayo Aróstegui escribía al ministro Carvajalhaciéndole saber que «me dicen ha pasmado elmodelo de San Pedro Alcántara de Vergara», esdecir la escultura modelada en yeso, trasmitién­dole al mismo tiempo la posibilidad de que laescultura representando a Santa Teresa la hicie­ra su maestro Filippo della Valle l2 .

D. Juan de la Riva Amador, encargado de laPosta de España en Roma, fue más explícito ensu informe asegurando que la escultura, «segúnlo que se oye de todos los profesores e inteli­gentes, es lo mejor que se ha puesto en este grantemplo, de que tendrá V.E. complacencia», noperdiendo esta ocasión para expresar su temor

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de que el aplauso únicamente se le podían «qui­tar todos los que no se dejan seducir de lapasión y emulación, que les tiene ciegamenteobstinados en no querer confesar que ningúnextranjero (y especialmente español) haya depoder ser famoso en estas Artes que las creenvinculadas a sólo su comprensión y gusto». Poresta circunstancia juzgaba muy convenienteque el ministro, anunciándole su apoyo, anima­se al artista el cual había trabajado tan denona­damente durante aquel verano «que hizo rece­lar que perdiese la salud, que sería fatalidad»,máxime cuando «sin que sea exageración,puede V.E. estar con la satisfacción de que en suprofesión no se conoce ninguno que le adelan­te», alabando justamente su habilidad y aplica­ción que podían ser corroboradas por el PadreGeneral de los franciscanos y por otros mu­chosl 3. Lógicamente Carvajal se entusiasmó conla noticia y escribió a Vergara expresándole susdeseos de que la obra se efectuase «con luci­miento», dándole su enhorabuena, diciéndoleque su éxito «lo he celebrado más de lo quevmd. puede creer» y aconsejándole que cuidase«un poco la salud para disfrutar la gloria adqui­rida».

Para demostrarle que tan importante encar­go iba por buen camino, el artista se vanaglo­riaba de que su yeso «ha tenido la fortuna deque haya gustado generalmente, cosa que jamásme la esperaba, pues en esta Corte ninguno seescapa sin crítica, que aunque ésta ahora no hasalido lo tengo por imposible el haberlo acerta­do todo», poniendo como ejemplo el yeso de laestatua de San Camilo, original del romanoPietro Pacilli, que cuando se descubrió al pú­blico no obtuvo éxito alguno pues «son tantaslas críticas que le echan que no se le encuentraa la dicha estatua hueso sano».

A finales de septiembre Vergara disponía suviaje a Can-ara, «a fin de escoger mármoles paradicha obra y me servirá de descargo, puesconozco que bien lo he menester», prometien­do al ministro de Estado que, a su vuelta, pro­curaría remitirle el modelo pequeño de SanPedro de Alcántara al tiempo que lamentaba nose pudiese «ver en esa Corre el que tengo hecho

S. Pedro de Alcántara, por F. Vergara. Roma. San Pedro del Varicano.

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en grande, pues es mucha la diferencia». Sinembargo Carvajal le respondió que no le impor­taría costear el transporte del modelo grandehasta España pero reconocía que «no colocán­dole en proporcionada altura no parecería tanbien», y advertía a Vergara que «si éste no esreparo, y se puede traer sin maltratarse, avíse­mela vmd. para deliberar» 14.

Después de marchar a Masa de Carrara con elfin de «traer (a Roma) los mármoles convenien­tes para el San Pedro de Alcántara, que cada díaes más celebrado», y pasar por Florencia15, Ver­gara regresó a Roma l6 desde donde, a finales deaquel año, escribió a Carvajal dándole noticia de«haber apeado la estatua del Sr. Pedro de Alcán­tara del nicho donde la fabricó en el gran templode San Pedro, que no se puede significar a VE.cuánto es mayor de lo que se representa colocadaen su sitio» 17 y creía muy bien fundadas las du­das que tenía el ministro respecto a la colocacióndel yeso, e incluso consideraba «imposible con­ducirlo tanto por mar como por tierra, pues sólola grandiosidad del cajón en que debía ir la esta­tua y su gran peso lo veo muy difícil, a lo menosla conducción de Alicante a Madrid, pues el mo­do que se conducen estas máquinas es ir la esta­tua sobre dos leños muy fuertes tirándola con losargenes y mudándola, al paso que caminaba,otros menos delgados untados con el jabón paraque facilitase el camino y no ofender el modelopor ser de una materia delicada». Incluso le ma­tizaba que, siendo la calle muy llana «y la dis­tancia que hay de San Pedro a mi estudio será deun cuarto de legua, se ha empleado tres días ensu conducción» 18.

A comienzos de 1752, se hallaba preparandoel cajón que contendría «el modelito del San Pe­dro de Alcántara», que el artista tenía «colocadoen su nicho de madera e imitado el color de losmármoles, según está en San Pedro», para remi­tirlo a Carvajal, vía Civitavechia-Génova, el cualdeseaba recibirlo pronto ya que pidió que se loremitiesen al puerto de Alicante puesto que«desde allí a Madrid hay menos viaje de trenes y(la región no es) nada montañosa como la de Ca­taluña» 19. Embarcado el cajón en una falúa, sinembargo no partió del puerto romano hasta el

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día 3 de febrero, remitiéndose finalmente a Bar­celona por no haberse encontrado ningún otronavío con destino a Alicante20 . Lamentablemen­te durante la travesía, por los recios temporales,el barco se vio obligado a «alijar dos veces», su­friendo por este motivo la cabeza del modelo al­guna fractura. Cuando se enteró el escultor de losucedido, además de manifestar <<la mayor mor­tificación», le remitió a Carvajal otra cabeza«pues al menos quiere que esta principalísimaparte la vea VE. como está en sí y que si lo creeconveniente la pueda mandar poner a la estatuaremitida» anteriormente21 .

A fines de junio se informa que por fortunael mármol escogido por Vergara para la estatuaera «de bella calidad» y que esta circunstanciacontribuiría mucho a su lucimiento. El artistaya la tenía muy adelantada, pero los calores que«entraron con gran rigor», su aplicación y sobretodo «el poco resguardo del sitio a donde estáprecisado a trabajar» habían maltratado susalud «y debilitado algo en su natural ros bus­tez», aunque ya se había recuperad022 . Por eso,a mediados de febrero de 1753, De la Riva ase­gura a Carvajal que Vergara estaba «muy ade­lante en su estatua», la cual «hará honor a lanación y a VE.»23, precisando quince días des­pués estar «ya a lo último de su gran estatua»en tanto que se alegraba de que «cada día gustay causa más admiración a profesores y otrosinteligentes que son muchos en este país»24.

Como el artista deseaba colocar su estatua enel Vaticano, «antes de que el General de SanFrancisco haya de partir a su capítulo que tieneen Asís para junio»25, consiguió que éste, a prin­cipios del mes de mayo, solicitara al preladointendente de la fábrica de San Pedro «los már­moles e instrumentos que tiene para conducir es­tos grandes pesos por las calles». Al escultor úni­camente le faltaban por concluir algunas cosasdelicadas, las cuales remataría cuando la estatuaestuviese colocada en su nicho, confiando que eldía de San Pedro (29 de junio) se hallase «entera­mente concluida y descubierta a la crítica, que lamuy rígida no dejará de hacerle justicia» ya que,sin duda, le conferiría <da preferencia en su arte atodos los que al presente se conocen»26.

San Ignacio de Loyola (detalle), por F. Vergara.Basílica. Azpeitia.

Carvajal esraba anslOSO de saber lo que elpúblico imparcial opinaba de la estatua que,por fin, fue descubierta a la admiración unosdías antes de lo que se había pensado. El 21 dejunio, festividad aquel año del Corpus Christi,obtuvo Vergara con su obra <<1os aplausos detodos, así profesores como innumerables inteli­gentes», dedicando muchas personas de altocarácter expresiones de estimación «a este bellomozo» y reconociendo que su escultura «es lamejor sin disputa de todas las modernas quehay en San Pedro y nada inferior a la más famo­sa de las antiguas». Incluso se aseguraba que susantidad Benedicto XIV, cuando regresara deCastello, la vería con atención y que si el artis­ta no fuese «forastero y pensionado del Rey,dicen era regular le diese alguna merced delorden de las que aquí se confieren a los que

declaran por famosos en estas profesiones». ElDiario Ordinario de Roma, en su número del27 de junio, la califica de «bellísima» valorán­dola también como «excelentemente trabaja­da» por su virtuoso autor27 .

El ministro se entusiasmó con la noticia «delos aplausos de la estatua de Vergara y que seaun voto general de profesores y no profesores deponerle en tan alto grado, como igualarle a lasmejores antiguas». Estimaba la escultura comosi la hubiese trabajado él mismo y se envanecíacon los elogios que había escuchado aCarradoGiaquinto, dedicados al mérito del pensionadoen Roma, albergando la esperanza de que todoslos artistas españoles que gozaban de la protec­ción real «se hagan atender y respetar» por lacalidad y prestigio de sus obras28 .

Vergara dejó pasar unos días y escribió a Car­vajal asegurándole que «he tenido la fortuna deque haya gustado más el mármol que el modeloque puse al público en estuco, habiendo procu­rado de mi parte el hacer todo lo posible a finde quedar con honra en esta ocasión pues mequeda la gloria de ser el primer español que de­je esta memoria, pues habiendo en esta iglesiaobras hechas de franceses, tudescos, flamencos,italianos y otras naciones, parecía falta de ...nuestra nación el no igualar a los demás, comoasí nos criticaban antes y después de que yo em­pecé esta obra, pues dudaban mucho que pudie­se salir con honor, pero gracias a Dios puedoasegurar a V.E. que he tenido tantos elogios detodo este pueblo que parecería jactancia el refe­rirles» .

Su espectacular éxito le brindó oportunidadde recibir nuevas propuestas de encargos para elVaticano y para otras iglesias romanas. Al tiem­po que solicitó autorización del ministro parapoder contratarlos, tuvo ocasión para sugerirleque, si le parecía conveniente, «de las muchasobras que se deben hacer en mármol en ese RealPalacio (de Madrid), creo sería lo más acertadoel que yo desde aquí las trabaje, perfeccionadasy encajonadas, que de esta manera le tendrá aS.M. mucha más cuenta que llevar los mármo­les desbastados o cuadrados desde Carrara, pueshe hecho la experiencia, que de las cuatro par-

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tes del peso se quitan las dos y media despuésde acabada la obra», además de lo dificultosoque era conducir las piedras desde Carrara hastala corte española29 , Junto con la carta del artis­ta el encargado de negocios De la Riva envió aCarvajal un soneto de los varios que se impri­mieron dedicados a la estatua, «sin que Vergaralo haya sabido ni conozca al autor», el cual,cuando llegó a Madrid, «leyó S.M. mismo ycelebró mucho los aplausos de vmd. y la reinaque (también) estaba presente».

En su respuesta, Carvajal le mostraba su gransatisfacción porque «sea vmd. el primer españolque posee estatua en la iglesia de San Pedro deRoma.. , y así se lo referí al Rey», pero eludíacontestar directamente a las pretensiones del ar­tista limitándose a decirle que «en adelante,(procuraré) siempre atenderlo a vmd. en cuantopuedo», recomendándole disfrutase «el laurelque ha ganado en ese teatro su aplicación»30.

Monseñor Alfonso Clemente de Aróstegui,encargado hasta 1749 de los negocios de Españaante el Vaticano, regresó a Roma en junio dete­niéndose dos días camino de Nápoles, y le faltótiempo para ver y charlar con los pensionados es­pañoles e incluso para acudir a la basílica de SanPedro a contemplar el San Pedro de Alcántara deVergara. Como De la Riva le conocía muy bienestaba convencido de que escribiría a Carvajaldiciéndole «su parecer y el que habrá oido handado aquí todos los profesores y otros muchosdeleitantes de conocimiento»3 l .

Efectivamente, cuando Aróstegui llegó a Ná­poles escribió a Carvajal diciéndole que en Romahalló a «Vergara contento con su estatua, y conrazón, pues toda Roma la aplaude como obraperfecta y que se puede poner con los antiguos»,sin embargo su carácter exigente le hizo apunti­llar que «sin duda (la escultura de Vergara) nollegará a la de su maestro ni de los otros», Le ha­bló al artista sobre los pensamientos del minis­tro, «y como el presente aplauso le promete otrasobras, fácilmente se conformó con quedarse enRoma... pues claramente me dijo no iría congusto a España no siendo distinguido sobre losdos que hay ahí», aunque estaba dispuesto a obe­decer lo que el Rey ordenase, y se alegraría «si se

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le mandase trabajar algo para el Palacio» nuevode Madrid 32.

De la Riva aconsejó a Vergara que remitiese alministro Carvajal varios ejemplares de la estam­pa que el General de la Orden franciscana, frayJuan Malina, había hecho sacar del dibujo origi­nal de su escultura, lamentándose el artista «deque el abridor no ha seguido su perfecto diseño ycuantos lo ven y lo entienden aseguran tiene ra­zón porque es lo más bello que cabe en la compa­ración», aunque reconocía que «con todo, se vela masa de claro y oscuro según se observa en elmármol»33. Se quería así ganar la mano al frailefranciscano que había hecho poner sobre raso va­rias estampas, una para el Papa y otra, colocadaen un gran marco, cuyo destino se desconocíaaunque se temía que se remitiese al Rey de Espa­ña por vía diferente a la del ministro de Estad034 .

Por otra parte, el propio padre Malina había«tomado el original que hizo Vergara para abrirla lámina» y lo había mandado colocar en «unbello marco y cristal, sin que se le haya podidosacar el uso que quiere hacer de él». Se sospe­chaba que, a su regreso, lo llevaría a España ytal vez lo regalara «a quien quiera hacerse méri­to de él», pensamiento que no gustaba a los queconsideraban que el destinatario debería ser elpropio ministro ya que tan «estimable memo­ria se debe a los cuidados y favores de V.E.»,estando dispuesto el mismo Vergara a sacar otrodibujo de la estatua aunque necesitara ir a tra­bajar a la basílica de San Pedro durante quincedías. Sin embargo Carvajal, aunque estimómucho la delicada intención del artista de hacerotro dibujo, declinó su ofrecimiento porqueesperaba «que el General de San Francisco hayaguardado el original para mí» y que en el casode que fuese destinado al Rey ya lo vería, comorealmente sucedió cuando el Padre Malinaregresó a Madrid y presentó al Monarca el dibu­jo de la estatua de Vergara «que ha sido aplau­dida de todos»35.

Mientras tanto Aróstegui, en Nápoles, apro­vechó una audiencia del futuro Carlos III paraconversar acerca de la persona de Vergara y de sufamosa estatua, saliendo en aquella conversaciónel nombre de «un pobre español, escultor que yo

conocí en Roma, llamado Pacheco», al que el reynapolitano creía «con habilidad peto presumi­do»36. No sería esta la ptimera vez que se men­cionase en Nápoles el nombre de Vergara pues éldebió set <do scultore spagnolo che sta a Roma»que envió en 1751 dos peq ueños modelos al con­curso convocado para erigir un monumentoecuestre del monarca en una plaza pública deaquella ci udad37 .

Como Vergara le había remitido dos estampasde la escultura de San Pedro de Alcántara, Arós­tegui aprovechó una nueva audiencia con DonCarlos para preguntarle si le habían regalado al­guna otra de este asunto, a lo que el monarcacontestó negativamente, mostrando aquél su ex­trañeza por saber que el confesor del soberano eraun fraile franciscano descalzo y el rey sentía graninclinación por estos padres. De esta forma sur­gió la idea de entregarle las dos estampas sobretela, dispuestas en bellísimos marcos doradoscon sus respectivos cristales, «poniendo así enmayor crédito a Vergara, como merece»38. Enotra conversación sostenida el 14 de septiembrede 1753, preguntó al monarca sobre lo que pen­saba hacer en la capilla del Palacio de Caserta ytuvo ocasión de «decirle fuera bueno que si Ver­gara se mantenía en Roma le encargase algunacosa», a lo que Don Carlos, después de pregun­tarle «¿es éste el de San Pedro Alcántara), refi­riéndose a las estampas recibidas anteriormente,asintió39. En cuanto supo el artista la opinión fa­vorable que su estampa causó en el ánimo deDon Carlos de Barbón, así como la del pintorFrancesco De Mura, escribió a Aróstegui dicién­dole que estaba dispuesto a «dar en esa Corte al­guna demostración de mi corta habilidad», ofre­ciéndose a remitir en la primera ocasión que pu­diese <da cabeza de San Pedro... pues creo gusta­rá más que las estampas».

También Vergara, en esa misma carta, se dis­culpaba del malentendido que había padecidoel ministto Carvajal sobre su supuesta negativade regresar a España al servicio del Monarcaaunque ya sabía, por una carta que desde Ma­drid le había enviado su buen amigo el pintorCorrado Giaquinto, que el ministro se habíapersuadido de que «yo, como fiel vasallo a mi

Rey, no solamente le serviría en carácter de es­cultor, pero de soldado en la guerra, que lo queyo deseaba era ir a España con el decoro perte­neciente a mi corta habilidad». Por lo tanto nose trataba ni de soberbia ni de ambición sino de«decoro de la misma Nación, pues siendo yo es­pañol no creeré me halle de su perjucio paramás adelantamiento, habiendo yo cumplidocon mi obligación como VE. puede asegurar,pues siendo yo hechura de VE. me prometo nome faltará su amparo y protección que aunqueen este país son muchos los que me dicen queyo haré gran disparate de salir de Roma, y elque más me insta es el cardenal Valenti asegu­rándome cuantas obras salgan de mayor conse­cuencia, con todo soy español honrado y sabríaobedecer las órdenes ciegamente siempre queS.M. se dignare mandarme». Por último le con­fesaba que gracias a «su bondad, siempre he ex­perimentado obras de Padre» y esperaba conti­nuar gozando de su favor «pues me hallo con laedad de 41 años, que me parece suficiente pararesolver y asegurar mi estado»40.

El éxito alcanzado con su estatua de SanPedro Alcántara creció cuando se instalaron enel Vaticano las que representan a San Camilo deLelis, original del romano Pietro Pacilli, y albeato José de Calasanz, obra de InnocenzoSpinazzi, reconociendo todos como superior lade Vergara «por el grandísimo exceso de primory arte»41. Esto le valió que numerosos padresitalianos le pidieran insistentemente admitieraen su estudio a sus hijos para que se aplicarancon él al dibujo, indiferentemente si su voca­ción era la de pintor, escultor u otra materiaartística «en que deba ser éste el fundamento»,lo cual le permitía afirmar a D. Juan de la Rivaque «este mozo ha llegado a lo que al presenteno puede ejecutar aquí ninguno, de que asegu­ro a VE. lo oigo, sin que los que lo dicen sepana quien lo narran ni sea por hacerle favor sinoconvencidos del mérito y habilidad del suje­to»42. Uno de los dos jóvenes españoles queestudiaban con él sería el murciano AntonioEspinosa de los Monteros, que se hallaba enRoma desde 1749 y pretendía continuar subsis­tiendo allí con el apoyo de Carvajal, el cual con-

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fesaba cuatro años después que bajo la direccióny el dictamen de «don Francisco Vergara, escul­tor por su Majestad en esta corte, he tenido lafelicidad de salir aún con los más difíciles dise­ños»43.

Después de la fatiga y el empeño que pusoVergara en su ya famosa estatua, «en que trabajócon indecible intención», no se permitió reposoalguno hallándose ocupado, a fines de 1753, «envarios modelos e invenciones, que todos los quelos observan se admiran», lo cual le granjeaba laopinión favorable de los prelados que dirigían lafábrica de San Pedro y de los que pretendían«hacer alguna estatua para aquella suntuosaiglesia», prefiriendo sus obras «a todas las quehay presentemente de su arte en Roma y todaItalia,,44. Por este motivo el propio Carvajal seanimó a escribir al artista encargándole «una es­tatua de piedra blanca, del tamaño de la que en­vió Gutiérrez de Nuestra Señora, que elle sabrá,y si no yo enviaré la medida», deseando «queambas se hagan simetría enfrente una de otra».

La escultura de Vergara habría de representara SanJosé, «en pie, como abstraido en Dios o enéxtasis, y el Niño Jesús como que anda en suspies, en el suelo, agarrado con la mano izquier­da en la ropa del Santo y esforzándose con la de­recha y sobre las puntas de los pies a subirse alos brazos del Santo o a que el Santo le tome y lesuba a ellos». Carvajal no le metía prisa alguna,porque deseaba que concluyese los encargos quetuviese en Roma, «que yo soy de casa y renun­cio a otros derechos para que cumpla con los ex­ternos y se extiendan sus lucimientos»45, siendoésta la mejor fórmula para que el artista le con­testara diciéndole que «procuraré el servir aV.E. cuanto antes pueda pues no tengo otraobligación en este mundo que el servir y agra­dar a V.E. en todo cuanto me mandare»46.

A Vergara lógicamente le interesaba, «paraasegurar su opinión y el lustre de la nación (espa­ñola), hacer en esta Corte otra obra pública en suarte» y como, entre las pocas que se ofrecían en­tonces, tenía la probabilidad de que se le dieseuna que se trataba de hacer en la basílica de SanPedro dedicada a San Norberto, buscó el apoyo deCarvajal para que en la Corte española se presio-

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nara al embajador imperial en Madrid a fin deque el General de los Premonstratenses y la mis­ma Corte del Emperador apoyaran su candidatu­ra, la cual también patrocinaban el cardenalConstanzi y el propio cabildo vatican047 en con­tra de la opinión de algún otro prelado. Como essabido, no pudo conseguir este encargo que seencomendó el escultor Pietro Bracci, pero el ar­tista continuó batallando para lograr permane­cer más tiempo en Roma con la disculpa de queello sería muy útil para el «mayor conocimientoy perfeccionamiento de su arte», por si «ocurrie­se algo que hacer en servicio del Rey» o en obse­quio de Carvajal, «pues habiéndose de ejecutaren los mármoles de Can'ara lo haría aquí con me­nor dispendio, más comodidad y con todas lascircunstancias que asegurasen satisfacción y ho­non" tanto para el ministro como para el artista.

El escultor comenzó también entonces a ha­blar de su pretensión en ocuparse, incluso desin­teresadamente, de la dirección académica de losalumnos pensionados por el Rey de España enRoma. Para ello se amparaba en el crédito quehabía conseguido en aquella Corte y en su deseode que «se comprenda que en la de España seprefiere y honra a los sujetos de mérito y habili­dad» ya que todos en Roma estaban convencidos«de sus inmensurables ventajas de habilidad a lade Preciado (de la Vega)>> para inculcar en losalumnos españoles <<los principios y reglas deldiseño con los sólidos fundamentos». Sin em­bargo la decisión de Carvajal a favor de Preciadoestaba ya tomada, porque según explicaba éstesu pensamiento <<lo formé cuando tenía el de queVergara se viniese», pero pensaba, con muy buenjuicio, que quedándose en Italia contribuiríatambién a la enseñanza de los pensionados48 .

La muerte del primer ministro español enabril de 1754 representó para el escultor la pér­dida de su mejor valedor; no obstante, la llegadade D. Ricardo Wall a la Secretaría de Estado nosupuso alteración alguna para la carrera romanade Vergara el cual, en noviembre, se dirigió alnuevo ministro dándole cuenta y pidiéndole au­torización para poder contratar «una obra que seproporciona ejecutar para la iglesia de Cuen­ca»49, siendo designado al mes siguiente como

uno de los profesores encargados de poner la lec­ción a los jóvenes que concurrían a estudiar eldesnudo en la nueva Academia del Campido­glio, colocada por su Santidad bajo la proteccióndel cardenal Secretario de Estado.

Era ésta la prueba más evidente «de la estima­ción que se hace de este profesor, que siempre vaadelantando ... y está ya superando cuasi todoslos dictámentes de los aficionados a estas bellasartes»50, matizando el propio De la Riva un añodespués que el artista «está hoy en un grado queen su Arte no se conoce mejor y así se ven en lanecesidad de confesarlo los inteligentes, no obs­tante la envidia, a vista de la estatua puesta poréste en San Pedro, y que les ratificará la obra queestá ejecutando presentemente para la iglesia ca­tedral de Cuenca, que va adelantando con granprogreso e intensión» 51. En efecto, firmado elcontrato por Vergara el15 de enero de 1755, enel cual tendría alguna intervención D. AlfonsoClemente de Aróstegui como canónigo que erade Cuenca, el artista se comprometió a esculpirpersonalmente, sin ayuda de colaboradores, tresgrandes relieves con historias de la vida de San] ulián así como las figuras de las tres virtudesteologales para ser instalado todo el conjunto enla magnífica capilla del trasaltar en la catedralconquense, proyectada por el arquitecto VenturaRodríguez52 .

Sus honores continuaron creciendo en 1755,cuando se le admitió como miembro de laCongregación de los Virtuosos del Panteón, enla que figuraban los más destacados artistas quevivían en Roma, y dos años después al ser hon­rado en Madrid con la concesión del título deAcadémico de mérito por la Real de SanFernando. Sin embargo se le dejó de pagar lapensión anual que había gozado desde 1745, locual «sintió mucho» y se quejaba de que no sele había nombrado director de la Academiaespañola establecida en Roma, «al menos, delos pensionados que vienen a estudiar escultu­ra», y «de que nada se le haya encargado jamáspara España, habiéndose hecho trabajar muchasobras en Italia para la Corte».

Estos últimos reproches del escultor, trans­mitidos a comienzos de 1760 por el embajador

Relieves y esculturas del rrasalrar, por F. Vergara.Catedral. Cuenca.

D. Manuel de Roda al ministro de Estado espa­ñol, iban acompañados de un encendido elogiodel artista al que califica de «hombre muy hon­rado», aunque con mucho genio, y del recono­cimiento de «que no hay en Italia quien le exce­da en su arte». Igualmente recordaba que suescultura del Vaticano «es admirada de todos yla prefieren a la de Santa Teresa que se pusoenfrente y la trabajó su maestro Valle», pero encambio el embajador lamentaba que aunque laobra, que había concluido y enviado a la cate­dral de Cuenca, «es muy singular, ... es lástimaque no haya de colocarse en otra parte, pues enCuenca serán pocos los que la vean y puedanhacer juicio ni aprender como sucedería si lahubiesen llevado a Madrid».

Roda con su informe respondía a una pre­gunta de Wall sobre la posibilidad de que

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Vergara regresase a España. Recordaba, entreotros asuntos, que el artista «está muy mal con(Domenica) Olivieri y con (Felipe de) Castro»,a los que consideraba como sus enemigos, esti­mándose superior a ellos; por eso no quiso«explorar su voluntad ni hacerle pregunta algu­na para responder a V.E., pues aunque siemprele he oído (decir) que estaba pronto a volversiempre que S.M. le mandase ir a España, es conlas expresiones de que es buen vasallo y tomaríaun fusil y serviría a S.M. con la vida y cuantotiene, dando a entender que se sacrificaría porobedecer pero que no le tenía cuenta ir a estardebajo de Olivieri y Castro ni que lo confun­diesen con los artífices que hay en Palacio deinferior habilidad».

Advertía además que Vergara «se ha casadopoco ha y tiene un suegro de bastante conve­niencia en cuya compañía vive y espera here­darle porque es muy viejo» y «su mujer no que­rrá abandonar al padre ni a Vergara le convie­ne». No obstante si se le ponía en el dilema dellamarle a Madrid «todo lo abandonaría, segúnsugirió pundonoroso, aunque riñese con su sue­gro, con su mujer y con todos, y después reñi­ría también ahí con todos los que viese que se leponían superiores en su Arte, porque él cree,que no lo puede haber en España, y aunque estolo tengo por cierto, es malo que él lo crea así yesté tan satisfecho».

Subrayaba Roda también que en aquellos mo­mentos Vergara, después de haber concluido lasesculturas de la catedral de Cuenca, <<no tiene enel día obra grande, que yo sepa», ya que efectiva­mente, remitida a España su escultura de San Ig­nacio de Loyola con destino a la basílica de Azpei­tia, que había costeado la Real Compañía de Ca­racas y cincelado en plata en 1758 GiuseppeAgricola53 , y desmontadas las esculturas que ha­bía modelado en estuco para la decoración deltúmulo erigido en la iglesia de Santiago de losEspañoles de Roma con motivo de las honras fú­nebres dedicadas al monarca Fernando VI, falle­cido ellO de agosto de 1759, Vergara no teníaentre manos ninguna obra importante.

Tal vez por este motivo el artista se encon­traba empeñado en un asunto tan enojoso como

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hacer valer su criterio en la tasaClOn que sedebía de dar a su trabajo en el túmulo deFernando VI, en el que Vergara costeó materia­les y jornales de ayudantes, frente a la del audi­tor monseñor José Herreros, adornado con ungenio similar al del artista, que estaba aconseja­do por el arquitecto Ferdinando Fuga. Entabla­da la disputa «que ha metido mucho ruido enRoma», el embajador confesaba que «no hequerido ni quiero saber lo que no me importa»,el cardenal Portocarrero decía que <<no ha que­rido mezclarse» y tampoco el encargado de laPosta española se mezcló «en nada ni queridodarles dictamen» aunque aconsejó al ministroWall que el Rey hiciese a Vergara, al que con­sideraba «hombre de bien y verdad», algunademostración de honor en señal de haber que­dado bien servido pues temía «malas conse­cuencias y Vergara se ha desesperar» porqueeste empeño «lo ha sofocado y abatido»54.

El fallecimiento del cardenal Portocarrero, el22 de junio de 1760, brindó al escultor una nue­va oportunidad, que paradójicamente sería la úl­tima, para recibir otro encargo destacado, el delmonumento sepulcral del purpurado españolcon destino a la iglesia de Santa María del Prio­rato de la Orden de Malta en Roma. Este no lopudo cobrar íntegramente ya que la muerte lesorprendió el 30 de julio de 1761 recibiendo suviuda, Teresa Saturni, lo que por esta obra seadeudaba al gran artista55 , con cuyo fallecimien­to, a los 49 años según mi cómputo, se malogra­ba la carrera más estelar de un artista español enRoma.

NOTAS

1 M.(\ L." Tárraga Baldó, «Examen ele Francisco VergarclBartual para escultor del Taller Real», Anhivo ES/leolol de Arte,245, 1989, pp. 84-87. Idem, G;OVCtll oOlllen;[o Oliv;el'; y el t"t1el' deesmllltl''' del P"I"cio Rect!, Madrid, 1992,1, pp. 175-176.

2 La fecha de 1713 09-XI), aceptada para su nacimiento, secontradice con la de 1719 que establecen dos informes concordan­tes emiridos por el encargado de negocios de España en Roma. Elprimero, fechado el 7-IX-1747, dice: «Francisco Vergara, soltero,natural de la ciudad de Valencia, de edad 28 años y de Roma 2, vi­no con orden del Rey a perfeccionarse en la escultura por cuyo mo­tivo subsiste en esta Corte con el salario asignado por SM» (Archi-

va General de Si mancas, Esrado, leg. 5.1 12) Yel orro, de 1750, di­ce : «Francisco Vergura, soltero, natural de la ciudad de Valencia,de edad de 31 años y de Roma 5, vino con orden del Rey a perfec­cionarse en la esculrura y es asalariado de SM y Académico de SanLucas» (Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Roma, leg.313).

Sobre este escultor cfr. H. Honour (<<Filippo della Valle»,TIJe COlllloisselll; 1959) y pata un panorama de la escultura enRoma, cuando llega Vergara, cfl'. R. Enggas (Earl)' EigIJleel7l1JCel7llt/)' Sm/plllre il7 I?ome, Univ. Park, Pa., 1976) yJ. MOntagu, LasCIIÜllrcl bCII'l'O«1 romana. Vn' indllSlria dellarle, 1991).

4 A. Espinós, C(lidlogo de Diblljos. MlISeo de Bellm Aries deValencia, 11, Mad rid, 1984.

, AGS. Estado, leg. 5.096. Cana de 17-VJJJ-1748. Se referíaal escultor pensionado Francisco Guciérrez.

6 AGS. Estado, leg. 5.096. Carta de Vergara a Ezpeleta,29-X-1748.

AGS. Estado, leg. 5.096. Carta de Aróstegui a Carvajal,21-XI-1748.

AGS. Estado, leg. 5.096. Carta de Atóstegui a Ezpeleta,27-XI-1748. Aquel mismo año, entre los gastos extraordinatiosde la embajada, figura: «el transporte, alquiler y conducciónhasta Génova de dos cajones, uno con diversos modelos de battoy yeso, de escultura, y el otro con un bajorrelieve de mármolreptesentando Santa Bárbara dirigidos al Excm.o Sr. D. José deCarvajal», cfr. AGS. Estado, leg. 5.10l.

9 Archivo Histórico Nacional, Hacienda, libro 8.114. Carrade Carvajal a D. Barrolomé Sánchez de Valencia y D. Luis Ibatray Larrea, Buen Retito, 16-11- L749.

10 S. Cánovas del Castillo, «Arristas españoles en laAcademia de San Luca de Roma. 1740-1808, Auldemia, 68,1989, p. 172. En esra Institución ocuparía el cargo de «provedi­tore» de la iglesia de los santos Lucas y Martina (1756), juez deescultura (1757 y 1760) Yprofesor designado para dirigir duran­te un mes la clase de desnudo en la Academia del Campidoglio(mayo, 1754; julio 1757; mayo 1758; septiembre 1759; sep­tiembre 1760). C. Belda Navarro, «Francisco Vergara y laAcademia de San Lucas de Roma», An LOl7ga, 5, 1994, p. 143.

11 Fr. Andrés Ivaes, «El escultor valenciano Francisco Vergaea

y la estatua marmórea de San Pedto de Aleántara en la BasílicaVaticana», ArdJivo fbero-AmeriCtlllo, 1914, pp. 127-130.

12 AGS. Estado, leg. 5.074. Carra de Aróstegui a Carvajal,5-V-175l.

1} AGS. Estado, leg. 4.978. Carra de De la Riva a Carvajal,30-IX-175l.

14 AGS. Estado, leg. 4.978. Carta de Vergara a Carvajal,29-IX-175l.

l' AGS. Estado, leg. 4.979. Carta de De la Riva a Carvajal,28-X-175l.

16 El «Diario Ordinario» de Roma (Chracas) publica en sun.O 5.316 (14-VJJJ-175 1): «Nella Basilica di S. Pietro inVaticano) e propriamente nell'enrrarvi a mano sinistra, oellaprima nicchia si sta lavorando presentemente in modello grandedi stucco della Statua di S. Pietro d'Aleantata». En el n.o 5.337(2-X-1751) se anuncia: «Nella Basilica di S. Pietro in Vaticano,e propriamente oella prima nicchia a mano sinisrra, nell'enuarein Chiesa, sopra il Pileo deWacqua benedetta, esrato collocato inquesti giorni il modello di StuCCO della Sratua da farse di marmoa suo tempo di S. Pietro d'Aleamara, opera dello Scultore SignoFrancesco Beegara Spagnuolo, Pensionario di S.M. Cattolica; e nelsuo piedesrallo vi sano incise le seguenti patole: SANCTUSPETRUS DE ALCANTARAI APOSTOLlCAE SUI PATRIS S.

FRANClSCII VITAE RENOVATOR», cfr. N. A. Mallory,«Notizie sulla scultura a Roma nel XVlll secolo (1719-1760)>>,Bol/euino d'Arle, 1974,3-4, pp. 164-177.

17 AGS. Estado, leg. 4.978. Carta de De la Riva a Carvajal,16-XI1-1751: «ya la ha conducido al obrador donde ha de traba­jar la de mátmol por lo que le llevan 100 escudos y dicen le hacengracia».

1H AGS. Estado, leg. 4.978. Carta de Vergara a Carvajal,15-Xll-1751.

19 AGS. Guerra, leg. 5.322. Carta de Carvajal al marqués deAlós, 8-1-1752: «Se hallará Vd. ahí un día con un cajón que sele dirigen de Roma para que me le encamine. Encargue Vd. quecuiden no reciba golpes grandes, antes que lo traigan con cuida­do. Es modelo de una esratua hecha pOt un escultor pensionariodel Rey que viene para que acá se vean sus primores».

20 AGS. Estado, leg. 4.979. Cartas de De la Riva a Catvajal,28-X-1751, 6 y 20-1,17-11 Y9-111-1752.

21 AGS. Estado, leg. 4.979. Carta de De la Riva a Catvajal,L I-V-1752.

22 AGS. Estado, leg. 4.979. Carra de De la Riva a Carvajal,29-Vl-1752.

23 AGS. Estado, leg. 4.979. Carta de De la Riva a Carvajal,15-11-1753.

24 AGS. Esrado, leg. 4.979. Carta de De la Riva a Carvajal,1-1JI-1753.

" AGS. Estado, leg. 4.979. Carta de De la Riva a Carvajal,26-IV-1753.

26 AGS. Estado, leg. 4.979. Carra de De la Riva a Carvajal,10-V-1753.

27 N. A. Mallory, ob. ál. p. 174 (n.o 5.607).28 AGS. Estado, leg. 4.979. Carta de De la Riva a Carvajal,

2l-VI-1753 y tespuesta de éste.29 AGS. Estado, leg. 4.979. Carra de Vergara a Carvajal,

26-VI-1753 y respuesta de éste.JU AGS. Estado, leg. 4.979. Carta de De la Riva a Carvajal,

28-VI-1753 y respuesta de éste.31 AGS. Estado, leg. 4.979. Carta de De la Riva a Carvajal,

4-VII-1753 y AGS. Estado, legs. 4.952 y 4.979. Carras dePorrocarrero y de Juan de la Riva a Carvajal, 28-VI-1753 .

J2 AGS. Estado, lego 4.979. Carta de Aróstegui a Carvajal,Nápoles, 10-VII-1753.

JJ AGS. Estado, leg. 4.979. Carta de Vergara a Carvajal,26-VII-1753 y respuesta de éste. La estampa fue grabada porPietro Campana.

J4 AGS. Estado, leg. 4.979. Carta de De la Riva a Carvajal,26-VII-1753 y respuesta de éste. Vergata, en el mismo cañón dehojadelara, envió otra estampa destinada aCarrado Giaquinroque la estimó mucho. El General franciscano, a su regreso aEspaña, presentó al Rey «el dibujo de la estatua, que él mismosacó, que ha sido aplaudida de rodas y yo tuve gran gusro enverle», cfr. respuesta de Carvajal a una carta de De la Riva (AGS.Estado, leg. 4.979, después de 8-XI-1753).

3' AGS. Esrado, leg. 4.979. Carta de De la Riva a Carvajal,8-XI-1753 y respuesta de éste. En la Biblioteca del Palacio Realde Madrid se conserva un ejemplar <350x563mm.) del grabadohecho por Pierro Campana (cfr. Sigo Map. Carro 6 (82).1115421).

J6 AGS. Estado, leg. 5.857, fol. 23. Carra de Aróstegui aCarvajal, 31-Vl1-1753. Sobre este escultor cfr. J. Urrea, «Elesculror Manuel Adeba Pacheco en Italia y España», en El "rle ellliellljJos de C"rlos fll, Madtid, 1989, pp. 277-283. El cardenalPortocarrero, a solicitud del embajador de Malta en Madrid, lerecomendó a Carvajal (16-XII-1751) para que se le admitiese enla Academia de San Fernando (cff. AMAE, Roma, leg. 313), a lo

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que contestó Catvajal (15-1-1752): «luego que haga su inteligen­cia y ejecución en la pintura y escultura será admitido en estaReal Acaclemia en la grandeza que a su mérito pertenezca»(AMAE, Roma, legs. 201 Y 315).

37 J. Urrea, «Un monumento pamel Rey», l'rclgmcntos¡ 1988,pp. 261-267.

J8 AGS. Estado, lego 5.857, fol. 33. Catta de Aróstegui aCarvajal, 7-VIII-1753; ídem, lego 4.979. Carta de Vergara aCarvajal, 16-VIII-1753.

39 AGS. Estado, lego 5.857, fol. 56. Carta de Aróstegui aCarvajal, 14-IX-1753.

40 AGS. Estado, 5.857, fol. 74. Carta de Vergara a Aróstegui,5-X-1753. En otra de Aróstegui a Carvajal aseguraba queVergaea «titubea en su resolución ya que, como ha visto la asig­nación a Corrado, le pica el ir ahí, pero la verdad es que él no irácontento sin otro asignamiento. Yo le he hablado claro y repeti­do lo que le dije en Roma .. , cfr. AGS. Estado, lego 5.857, fo1.75.

Con respecto a la edad, es evidente que Vergara o no recorda­ba cuándo había nacido o mentía sistemáticamente sobre su fechade nacimiento.

41 AGS. Estado, lego 4.979. Catta de De la Riva a Carvajal,18-X-1753.

42 AGS. Estado, leg. 4.979. Carta de De la Riva a Catvajal,8-XI-1753.

43 AGS. Estado, leg. 4.979. Catta a Carvajal, 20-IX-1753 yarra de De la Riva a Carvajal, 27-IX-1753 y respuesta de éste: «Elcorreo pasado tuve carta de otro (joven) que clamaba y dice que es­tudia con Vergaea, 110 me acuerdo del nombre ni tengo a la mano sucarta, pregl¡l1tele vmel.», lamentando que «a roelos quisiera yo ayu­dar, pero hay aquí muchos muchachos de grande pinta y po­bres ...... Ver además AGS. Estado, leg. 4.949. Catta de De la Rivaa Carvajal, 6-11-1754. Se conocen varios dibujos de Espinosa de losMonteros, fechados en Roma, cfr. Los diblljos de la Academict, Uni­versidad Complurense de Madrid, Madrid, 1990.

44 AGS. Estado, leg. 4.979. Catta de De la Riva a Carvajal,20-XII-1753.

4S AGS. Estado, leg. 4.979. Catta de Carvajal a Vergara,25-XII-1753.

46 AGS. Estado, lego 4.979. Carta de Vergara a Carvajal, 17-1­1754 Yrespuesra de ésre. Como Gutiérrez no se acordaba de las me-

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elidas de su escultura, Vergara pedía al ministro que mandara tO­

mar la medida «comprendiendo hasta el extremo de la cabeza, co­mo también la medida de la peana o pedestal, ranro de largo comode ancho y el aIro y asimismo el perfil de las molduras para que seacorrespondienre el Sr. San]osé a la Virgen, haciendo simetría ...

47 AGS. Estado, leg. 4.979. Carras de De la Riva a Catvajal,6-11-1754 y 4-IV-1754 y respuesra de éste a la primeta.

48 AGS. Estado, leg. 4.979. Carra de De la Riva a Carvajal,6-11-1754 y respuesta de éste.

49 AGS. Esrado, leg. 4.979. Carra de De la Riva a Wall,21-XI-1754.

50 AGS. Estado, leg. 4.979. Carra de De la Riva a Wall,12-XII-1754.

" AGS. Estado, lego 4.979. Carta de De la Riva a Wall,25-IX-1755.

H Sus obras en la catedral de Cuenca han sido estudiadas por]. Bermejo Díez (La cettedral de Cltenca, Barcelona, 1977, pp. 156­164) Ymás pormenorizadamente por]. L. Batrio Moya ("Las obrasde Don Venrura Rodríguez en Cuenca», en VV.AA., El arquitectoD. Ventltra l~odríg1tez, Madrid, 1983, pp. 259-269 y "El eSCLIltorvalenciano Francisco Vergara y Bartual y sus obras en la catedral eleCuenca .. , AnhiIJo de Arte Valenciano, 1988, pp. 106-115).

53 ]. M. Cruz Valdovinos y R. Munoa, «Los verdaderos artí-fices de la estatua de pIara de San Ignacio de Loyo!a .. , en La estCl­/tta de ¡llata de San Ignacio de Loyoltt, Bilbao, 1989, pp. 43-56.

54 AGS. Estado, leg. 4.966. Cartas de Roda y de De la Rivaa Wall, 13-I1I-1760.

ss A punto de concluir la redacción de este estudio, mi compa­ñero el profesot D. Salvador Andrés Ordax me ha facilirado la foro­grafía de San Pedro de Alcánrara y el conocimiento de la recientemonografía del Rvd.o Andrés de Sales Ferri Chulio (Fremcist"O Verga­ra Bartltal. Esmltor. 1713-1761. Valencia, 1998) que constiruyeuna excelente síntesis sobre la vicia y producción de este artista altiempo que aporta llueva documentación (especialmente de susprimeras obras valencianas y sobre el sepulcro del cardenal Porro­carrero), reúne toda la bibliografía conocida y ofrece una magníficapresentación editorial. Sin embargo, por haber utilizado materialdocumental tigurosamente inédito. no me he visto obligado a mo­dificar el conrenielo ele esre artículo.