Frank Duff - Bautismo de Fuego

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    Voluntad, por qu emperramos en la nuestra? Y procedimos a aprovisionamosde cuanto necesitramos.

    Lo primero de todo fue llegarnos a Mons. Fitzpatrick, pidindole permiso paraestos nuevos Ejercicios. Nos recibi, y al despedirnos nos dirigi palabras dealiento como lo hizo siempre con nosotros.

    Hasta entonces no habamos tenido oratorio ni lugar especial para lasoraciones en la Hospedera. Las oraciones diarias se rezaban en el salndelante del Sagrado Corazn. Y ahora tenamos que procurar un lugar donde sedijera Misa. Qued convertido en un precioso oratorio el cuarto que estencima de nuestra oficina y que es ms amplio que la anchura del saln.Necesitbamos una imagen grande le la Inmaculada Concepcin, y nos fuimosal almacn de Bull en busca de una. Y all, de cara al entrar, estaba el modeloms hermoso que en mi vida vi. Y lo ms curioso es que tena la ms curiosahistoria. Ya haba sido vendida y llevada a un convento de provincia; pero fuedevuelta por no estar conforme con el encargo. Y no haca ms que cuestin deunos minutos que haba sido colocada en la vitrina, cuando entramos nosotros.Con verla nos bast; y en seguida pas a ser propiedad de "Sancta Maria". Porextraa coincidencia la imagen que haba sido rechazada vino con nosotros aquienes de tantas puertas se haba despedido.

    Poco despus Myra House (fiel siempre a sus tradiciones de asistencia alprjimo) nos compr una muy valiosa y exquisita imagen del Sagrado Corazn.

    Acontece de ordinario que la imaginacin va ms all de la realidad. No as eneste caso nuestro. Nunca pudimos imaginar la de cosas que lleva consigo larutina de unos Ejercicios, hasta que nos metimos en ello. Seor, y qu orga deprstamos fueron sucedindose uno tras otro! Cuntos sitios se hicieronacreedores a nuestra gratitud en aquellos das de ponernos al corriente! Y quvariedad de plumaje prestado vino a nuestra casa, para que sta pudierarepresentar su papel de Casa de Ejercicios! Claro que no todo ello eramagnfico; pero, al menos, cada cosa cubra una necesidad urgente.

    Desde luego que para salir a escena all estaban las personas de nuestraconfianza. El P. Felipe, el invariable P. Felipe, estaba de nuevo all para dirigirlos Ejercicios. Era entonces presidenta de "Sancta Maria" la seorita MayMassey, que an sigue fiel a su labor "legionaria" (1940). Son obra de laseorita May Woodhead las actas de aquellas juntas que voy escudriando yque llegan al 21 de noviembre de 1922.

    Entonces le sucedi como secretaria la seorita Estela Condell, que hoy tiene asu cargo la direccin de la Hospedera. Los registros estuvieron desde elprincipio a cargo de la seorita Mara Stallard, una muy galante y espiritual,menudita operaria, destinada a ocupar, no obstante su innata delicadeza, unaserie de presidencias y a formar muchos Praesidia.

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    Los peregrinos de la segunda peregrinacin de la "Legin" a Lourdes larecordarn siempre como un estuche. Poco despus pas a mejor vida a recibirsu galardn.

    La apertura de los Ejercicios fue en la tarde del domingo 4 de febrero de 1923.Fue precedida del acostumbrado huracn de alistamiento de ejercitantes.Adems de las que quedaban en la Hospedera logramos reunir otras catorcechicas, tradas de las casas de huspedes del distrito Sur de la ciudad, y de lasque en varias instituciones esperaban, con ms o menos paciencia, la llegadaal acontecimiento. Los Ejercicios duraran hasta el mircoles por la maana.

    Cinco "legionarias" vinieron a vivir en la Hospedera, para dejar libres a laschicas el cuidado de la casa, y para ayudar en lo que se presentara duranteaquel perodo crtico. Nuestro sentido de tensin estaba muy en relacin con elde los primeros Ejercicios. Otra vez nos hallbamos metidos en lo desconocido.

    Ha llegado la primera nueva. No recuerdo quin era; si lo recordara lededicara un prrafo, pues bien se lo merece el primer ingreso en nuestrapropia casa de Ejercicios. Aumenta nuestra satisfaccin a cada nueva chicaque se presenta. Al menos, nuestra pobrecita Cenicienta en las Casas deEjercicios se ha hecho querer no menos que sus hermanas mayores.

    Ya estn reunidas todas las chicas. Nuestra nueva Capilla se ve llena porprimera vez; y con la conferencia de apertura comienza nuestro atrevidoexperimento.

    CAPITULO XI

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    HACIA LO DESCONOCIDO

    Fue desarrollndose una completa distribucin de tiempo sin ningn tropiezo ysin ningn momento de desnimo. La impresin espiritual que con todas susimprovisaciones dieron aquellos Ejercicios no fue menor que la de losanteriores. Casi en todas se manifest en todo y por todo aquel mismoesfuerzo por buscar la bondad, lo cual significaba en la mayora de ellas unalucha fiera con malas inclinaciones inveteradas. Las Misas de cada da en eloratorio calaban tan a lo hondo de nuestro ser, como creo no lograranimpresionarnos aun las ceremonias ms imponentes fuera de este lugar. Todoall personas y cosas haba sido penosamente reunido por nosotros, y ello hacaque fuera muy ntima la presencia de Jess entre nosotros, EL BUEN PASTOR

    Tuve yo el honor de ayudar a las tres Misas.

    El resumen de aquellos Ejercicios est contenido en la presente cita que tomodel acta de la junta siguiente:

    "Los Ejercicios han sido un gran xito. Nos han animado a seguir adelante; yse sugiri que deberamos probar el tener unos Ejercicios cada mes."

    Una vez cada mes... Aquello sera dar una marcha forzada al pndulo. De unestado de cosas en que no podramos tener Ejercicios, pasbamos a tenerlos.

    A tanda por mes!... Pero no hay que mirar esto como una exageracinhistrica de una idea buena. Porque ello significaba la confianza ms segura derecoger un puado de chicas para cada nueva tanda; luego, dirigirlas ycolocarlas, para conservar despus el contacto con todas las que hubieranpasado por nuestras manos.

    Y ahora, queridos lectores, me permits filosofar un poco sobre todo esto?Hasta ahora me lo habis permitido. Y as espero que no os molestar sentarospor unos momentos y escucharme pacientemente. Habis llegado aconsiderar como la cosa ms natural, segn habis ledo, que aquellas chicaspudieran ser reunidas as en gran nmero, sacndolas de su mala vida?Recordis tambin que todas beban profusamente. Precisamente a estosltimos Ejercicios vinieron dos completamente borrachas. Y al or esto nopongis en absoluto cara avinagrada. Se necesita valor para obligar al propioyo a rechazar su personal modo de vivir y aceptar una real abnegacin. As quemirad con ojos compasivos a aquellas que, aun irresolutas, han de sacar delfondo de una botella tales nimos. Los nervios de todas ellas estn en crueltensin. Sin embargo se lanzan de corazn a unos Ejercicios de tres das,sujetndose a condiciones tan poco ventajosas, como os he dicho. Tanextraas ejercitantes pasan aquellos das entre el pequeo oratorio tan llenoque se ahogan en l-, sus dormitorios y una ancha sala que les sirve decomedor, de lugar de reunin y de campo. No sera esto una verdaderaprueba aun para personas piadosas y resueltas? Y a pesar de eso no seexperimenta dificultad mayor en llevarlas y los resultados espirituales son deprimer orden.

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    La mayora de cuantos me vais leyendo conocis cunta es la miseria de lanaturaleza humana. Y conocindola, apreciaris que aquellas cosas, quecomenzaron en julio de 1922 y van siguiendo por febrero de 1923, no sonnaturales, sino sobrenaturales y manifiestamente milagrosas. Milagro tanprolongado ha pasado a ser cosa rutinaria, normal, por un catolicismosencillamente credo y practicado. "Sancta Maria" fue un sistema que tratabade volver la gracia a aquellas almas, y que, en primero y segundo lugar ysiempre, contaba nicamente con la ayuda de la gracia. Los resultados fueronun triunfo del sistema del catolicismo. No fueron producto de una organizacindemasiado refinada, ni de ningn proceso de elevacin psicolgica. Y aun ariesgo de parecer pesado en notar la cosa, vuelvo a repetir que, al aspectoreligioso de la obra, hay que darle todo el crdito por ser la base de sus xitos.

    En estos nuestros ultra cientficos das, cuando todo tiene que ser explicado,pudiera haber entre nosotros alguna tendencia a blasonar de nuestro procesode reforma. Pero a m no me cabe en la cabeza que el xito de "Sancta Maria"venga por ah. Nadie podr negar que una institucin, que trabaje a base detales procesos psicolgicos, pueda obtener algn resultado. Pero me atrevo anegar, y esto de la manera ms absoluta, que tal institucin pueda recoger talnmero de chicas que llevan una vida tan aterradora, alcoholizada y casi sinvoluntad para salir de su miseria, y hacer con ellas cuanto se logr en estossiete meses, y lo que es ms, que estos resultados sean firmes, y lo que an esmucho ms, que perseveren y vayan mejorando en los largos aos quesiguieron.

    No s cmo un mtodo puramente psicolgico puede reformar, a no ser encasos raros. Porque el alma humana buscar siempre lo que le parece que esmejor. Si all no est la religin para indicarle el verdadero camino, entoncescosas tales como la holganza, la excitacin, el placer, el dinero y lascomodidades que consigo lleva el dinero, vendrn a serle necesariamente laatraccin suprema. Se buscarn, aun a pesar de ciertas dificultades, y dehecho no les impedir hacerlo ni el peligro del castigo, ni la enfermedad, ni tansiquiera la muerte. Es, pues, consecuencia lgica que la reforma no se puedeesperar sino de la religin, como medio universal, es decir, en la mayora de loscasos, pues no cuento los excepcionales.

    De hecho, esto es lo que a nosotros nos ocurra. No tenamos ni experiencia nittulos para tal obra. No pensbamos nosotros con ideas propias de sicologa opsiquiatra. Lo metamos todo dentro de la atraccin religiosa y de la dinmicade la gracia. Las casas de huspedes, mejor, fonduchas, que visitbamos, noeran escogidas, sino como nos salan al paso; y las ocupantes de las mismasvenan con nosotros. Obsrvese bien que el material para nuestra obra eracorriente y de ningn modo selecto. No puede decirse que las pocas que nosfallaron fueran ms duras de pelar que las logradas, no. Y esto era importante.Era seal de un xito real y verdadero. Pareca demostrar que poda reducirsea la prctica, como la solucin sistemtica de un mal que ordinariamente secree sin solucin posible.

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    Y ya que he sacado la moraleja, que me pareca necesaria, digamos adis alcamino florido de la teora, y volvamos al espinoso de la accin. En laHospedera la obra sigue bien y constante.

    Ya he contado la primera abjuracin, el primer matrimonio y nuestra PrimeraComunin general. En este captulo va incluido otro suceso de este gnero.

    Fue el primer bautismo de prvulos. El pequeo en cuestin era el recinnacido de una de las chicas de la primera abjuracin. La unin de estemiembro adicional del Cuerpo Mstico tuvo lugar en San Nicols de Myra, calleFrancis. El chiquillo recibi casi una letana de nombres; casi tantos como sifuera un mozuelo de sangre real.

    La mencin del suceso anterior, por relacin con una de nuestras dosconversas, nos recuerda otra cosita de la segunda. El registro consignacuriosamente que Eva tuvo que extraerse algunos dientes, y que mientras sehallaba anestesiada deca oraciones preciossimas!

    En aquellas pginas amarillentas hay una nota de lo ms interesante, aunquecuando se hizo ni lo sospechamos siquiera. Una sola frase dice que LizzieManley y Catalina Deegan salieron de la Hospedera y se fueron a vivir aBentley Place. Tal como se dice la cosa, no exige ms que un suspiro. Sealaque perdimos dos a quienes habamos rescatado y dedicado un pacientetrabajo. Bien, pero no podremos aqu -con el poeta- mezclar una sonrisa conun suspiro? Porque ir con el pensamiento a Bentley Place es un detalle pordems importante, la seal que nos dirige a una mayor obra; algo as como elpuerto de salida para un viaje como el de Coln por un intrincado ydesconocido ocano de aventuras espirituales. Al menos, Coln vea elelemento que mediaba entre el punto de partida y el fin de la jornada de susensueos, aquella lejana a donde puso proa aquella su fuerte y pequea"Santa Maria". Pero aquella nota tan sencilla sobre las dos chicas estabadestinada a poner el timn de nuestra barca pesquera de almas en direccinde lo absolutamente desconocido, de la alta mar de grandes terrores ypeligros, de las espesas nieblas y cerrazones de las mentiras y malasinteligencias, en direccin de las demonacas tormentas.

    Pero, qu era Bentley Place para figurar as como una regin de misterio y deimaginacin? Y qu ocurri cuando, segn nuestro mtodo ordinario deactuar, inmediatamente seguimos la pista de Lizzie Manley y de CatalinaDeegan hacia Bentley Place? Pero aqu estribaba nuestra pena! De momentono fuimos tras ellas. Quedamos desconcertados y perplejos. No podamosseguirlas. Se nos deca que... sencillamente no podamos ni intentarlo. La fugade las dos chicas a Bentley Place vala tanto como si hubieran cruzado losmares. An ms era aquello pues si se hubieran ido a otro pas, no podamosdudar de que, al fin, hallaramos all quien por nosotros cuidara de ellas. Pero elhecho de hallarse en Bentley Place -aunque era corta la distancia que nosseparaba-, significaba que se haban alejado de nosotros y de todaprobabilidad de influencia. Visitar Bentley Place por personas como nosotros nohabra que pensarlo ni en sueos.

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    Es claro que no era sta la primera vez que oamos hablar de aquel sitio. Todoel mundo haba odo algo de aquel lugar, y aun haba muchos que decansaberlo y conocerlo bien. Cuando la realidad era que, fuera de la vaga idea desu emplazamiento, nada o casi nada se conoca del mismo. Fuera de aquellavaga generalidad, todo lo dems era una espesa y revuelta cortina de humo defbulas e historietas, chismes, ancdotas malsonantes y alusiones a cosas lasms terrorficas que imaginarse pueden. Cuando nuestra atencin trat deconcentrarse en aquel lugar y cuando comenzamos a merodear por losalrededores a la caza de los hechos, poco recogimos que valiera la pena. Lospoqusimos, en comparacin, que frecuentaban el lugar y que podan ponernosal corriente con claridad se callaban, como es natural. Tambin la gente queviva cerca del lugar y otros que estaban deseosos de ayudarnos, no nosfacilitaban ms informacin que vaguedades supinas, algo as como las quearrancamos a nuestras chicas. stas, aunque sumamente dispuestas aorientarnos en lo posible, nos sirvieron de poca ayuda por lo que se refiere aestadsticas y pormenores concretos, que es lo que buscbamos. El misterio deBentley Place resista a toda clase de pruebas.

    Lo que sigue es una muestra de lo que, en nuestra bsqueda de detalles,encontramos, preguntando a chicas que haban vivido all:-Molly, cuntas muchachas hay en aquel lugar?-Pues mire usted, no s decirle.-Sern cincuenta?-Oh, creo que siempre hubo muchas ms.-Vendrn a ser como cien?-No s. Creo que son muchas ms.-Sern quinientas?-No tengo idea. Nunca trat de contarlas.-Oste alguna vez que alguien dijera un nmero?-No.

    Y eso era todo! Salvo que exista aquel sitio y que estaba dedicado al vicio,muy poco ms era lo que logrbamos conocer. El barrio era compacto,claramente diferenciado y separado del excesivamente poblado territorio quele rodeaba; y que era de gente pobre. Se pareca mucho a lo que leemos en loscuentos de hadas... Corra por all una lnea divisora o lindero; al otro ladoexista aquel coto, todo l saturado de aquella fantstica y maligna cualidad demisterio. As lo entenda todo el mundo. Merece la pena aducir aqu el resumenque haca un admirable y buen operario (mencionado ya antes en estahistoria). Era ste Tom Fallon, quien durante muchos y largos aos habatrabajado por los alrededores sin entrar jams en aquel lugar. "El diablo -decal- ha envuelto todo el terreno con una espesa niebla que desfigura todo lo queno puede ocultar". Era imposible separar lo real de lo imaginario. La corrupcinque campeaba dentro del permetro era, al parecer, tan extensa, tanirrespirable, las historias que corran por all eran tan aterradoras, que aun losms santos y valientes estaban convencidos de que nada que no fuera dao sesacara con intentar poner remedio a tanto mal.

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    Desagradable historia... mejor sera no contarla!, dir alguno. Pero, por quno? Acaso no puede hacerse verdadera historia? Y Bentley Place, visto decualquier forma, es historia. Y adems esta historia -tomada en su conjunto- noes una historia ruin. Fue acaso ruin la Redencin porque le precedi la vilezadel pecado? Cuando consideramos todos los hechos en su justa medida, yahondamos hasta el sorprendente fin nos encontramos con el extraamentefeliz remate de que todos y cada uno, as como suena, salen airosos del largo ypenoso drama. Por eso diremos con el rab Ezra: "Mirad todos... no temis!" Am me parece que los anales de la Iglesia tendrn pginas brillantes comoestos ltimos episodios de Bentley Place. Nos revelan ese asalto irresistible dela Gracia a las ms escondidas y, al parecer invulnerables trincheras del propiodemonio. Manifiestan un cristianismo milagroso... tan poderoso como lo fue encualquier poca, para derretir en masa corazones de piedra... para hacerconversiones de multitudes... para ganarse no solamente a una endurecidaMagdalena, sino tambin gran nmero de ellas, y ver que ya no pecan ms; yno sern ya las "chicas" solas, sino sus "cabecillas" y rufianes. Estosacontecimientos muestran a la fe en todo su esplndido poder, al ritmo denuestros das, de nuestras calles, de nuestra "Legin". Vaya si es una historiala que habremos de contar!

    Aunque Bentley Place slo era el nombre de una calle, siempre se lo dimos atoda la zona infectada. Pues cl nombre significaba algo ms que una zona.Representaba un sistema y una anomala. El sistema no era otro sino eltremendo del vicio organizado y tolerado. Era la anomala, el tener en unaciudad, muy buena en general, zona densa y entregada al vicio. No habaningn otro distrito como ste en la ciudad, ni en ninguna otra ciudad deIrlanda o de Inglaterra o de Escocia. Desde luego, todo aquel negocio erailegal. Representaba una violacin consentida de la ley comn, que prohibacon penas severas no slo una zona como aqulla, sino ms aun, una sola casadedicada al trfico, que constitua la base que sostena a aquel territorio. Elnegocio era la trata de blancas. Bueno, pero de qu otra cosa va ustedtratando en toda su narracin?, se me preguntar. No, lo que llevo tratado esla triste convivencia que las chicas tienen en las casas de huspedes. Muchasde estas fondillas no eran lugares amenos; slo eran fondas. En ellas no seconsenta que el pecado se cometiera bajo el mismo techo. Para eso la chica seiba afuera. Pero en Bentley Place las casas desempeaban su papel; y no slopara las chicas que all vivan, sino para cualquier chica que all fuera con sucompaero y tratara de acomodarse.

    Un artculo, en la Enciclopedia Britnica, edicin dcima, Vol. XXXII, hablacomo sigue de esta zona:

    "Dubln ofrece una excepcin a la costumbre corriente del Reino Unido. Enaquella ciudad la Polica permite casas pblicas, libres, aunque confinadas auna calle; pero toleradas aun con mas descaro que en Argel o en el Sur deEuropa."

    Tal era la triste reputacin que haba alcanzado nuestra ciudad, tan buenacomo es. Y a decir verdad, por lo que conocemos, no haba en el mundo unpunto que se asemejara a Bentley Place, un lugar que fuera ms trado y

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    llevado de boca en boca, una incitacin ms deslumbrante para cualquierhombre, donde el vicio fascinaba de manera inslita, libre de toda publicidad, yfcil siempre que se obrara conforme a las normas locales-, y donde, poraadidura a la tentacin fundamental, y como suplemento de la misma, seservan a todas horas bebidas, sin restringido permiso.

    Esto ltimo complicaba la cosa an ms, porque atraa a Bentley Place amuchsimos que de otro modo no hubieran ido. Despus de las horasacostumbradas para el cierre de casas pblicas y tabernas y teatros, loshombres se dejaban caer por all, con el nico fin de seguir bebiendo. Seguanluego otros malos pasos, y ya los tenamos en la categora de asiduos clientes.

    All era bien recibido quienquiera que estuviera dispuesto a gastar dinero y seconformara con las normas establecidas. As tambin habra de resultarle caro.

    Todo ira suavemente, mientras uno se conformara con la rutina del lugar,pagando cada cosa y portndose en general conforme al punto de vista local.

    Tal hombre no slo saldra de all sano y salvo, sino que llegara a ser unafigura popular. Sin embargo, debera estar dispuesto a pasar por ciertas cosas.Se le habra de importunar para que bebiera, y pagara las bebidas a un preciode 500 por cien sobre el precio ordinario en tabernas y otros lugares. Lasinstrucciones que tenan las chicas eran emborrachar primero a un hombre enlo posible, para despojarle luego hasta del ltimo cntimo. Este roboorganizado y metdico era parte integrante del sistema; y por confesin de los

    jefes de la zona, era la fuente ms lucrativa del negocio local. El visitante quefuera tan imprudente como para llevar consigo una grande suma (hubomuchsimos imprudentes; corran rumores de haberse dado golpes de mandomaestro de 100, 500 y hasta de 1,000 libras esterlinas) deba darla por perdiday sin resollar. Mientras se contentara con patalear de rabia, se lo toleraran-despus de todo, no era un parroquiano ofendido? Qu cosa ms natural quepataleara-. Pero si lo tomaba tan a pecho como para armar camorra, ya sepoda preparar, pues el peligro le esperaba a la puerta... Se vea rodeado deunos cuantos brutos y... podra ocurrirle cualquier cosa desagradable.

    El sistema de casas fichadas por la Polica que se usa en el Continente nadatena que ver con Bentley Place. Aqu se manejaban como queran; sin otrasnormas ni reglas que las que ellos mismos se imponan y siempre en beneficiode su propio inters. Cualquiera poda mantener una casa; eso, si podalograrla... y se era el nico obstculo! Cualquiera poda vender bebidas atodas las horas del da y de la noche. All todo el mundo poda prestar a intersfijo que oscilara entre el 1,300 al 2,000 por cien al ao. Tena el lugar suspropios cabecillas, ley propia y propio sistema financiero. No era ste un cdigoescrito; pero la cosa marchaba a pedir de boca. Su fuerza motriz era la puraviolencia, que obraba con toda rapidez. All no se discuta. Se mandaba y alpunto vena el golpe (que en espaol decimos "garrotazo y tente tieso"). Losagentes de aquella fuerza eran los matones, para usar su expresin. Losmatones protegan a las chicas y a las casas; por lo general guardaban elorden, y, tambin en general, hacan guardar el reglamento tanto a visitantescomo a vecinos del lugar. Un visitante pendenciero, un frentico en suborrachera, uno demasiado furioso porque le haban robado, o una chica aquien se la hubiera encontrado tratando de guardarse ms del dividendo del

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    botn, todos stos tendran que vrselas con el matn, o, si fuera preciso, conun grupo de matones. Y el arreglo de la cuestin era una cosa terrible, quedifcilmente la olvidaran de por vida. Hay insistentes rumores de que el lugartiene su secuela de asesinatos ocultos, y segn es el ambiente del lugar, nohay dificultad en creerlo, ya que no es fcil pasarse a tiempo cuando se tratade crueles castigos. Todo el que haya estado all puede describir la escena: yason los gritos que parten de una lucha desaforada; ya un bulto que yace en elsuelo y no se levanta; cuchicheos medrosos y poco despus el cuerpo que esllevado a enterrar en un hoyo abierto en el corral; luego, un silencio sepulcralde mutuo acuerdo.

    Era cosa corriente ver llegar a coches llenos de marineros, directamente desdesus barcos, que procedan de todos los climas.

    Las causas profundas de esta situacin hay que buscarlas muy hondo en elpasado. Con toda probabilidad exista ya esta zona hace ms de un siglo. En elcurso de su historia variaron algn tanto sus lmites y los nombres de sus callescambiaron varias veces. En nuestros das, las calles, que en un principio eran elncleo de la zona, se haban convertido de lodazales en barrios bajos. Algntiempo anterior a "Sancta Maria" la corrompida zona abarcaba Bentley Place ydos calles ms. Dispuestas las tres como formando una gran F invertidaocupando Bentley Place como el trazo medio de la letra.

    Era asunto de la Polica, tomado a ciencia y conciencia, la tolerancia de aqueltrfico. Nadie puede hoy explicarse cmo pudo tan siquiera germinar. Acasonaciera del sistema de acuartelamiento militar. Pero en nuestros tiemposmodernos difcilmente lograra ser invulnerable; como subterfugio sutil a undilema y que el solo pensamiento de arrancarlo de raz infunda pavor y haciaimposible su admisin. Aquellos que estaban constituidos en dignidad lodeploraban y lo miraban con horror. Pero teman, en gran manera, lasconsecuencias de tomar una decisin drstica. Cerrar aquella zona nosignificara provocar -el contagio? Aquella frase: provocar el contagio, estabadestinada a ser el coco, el horrendo y monstruoso presagio de un desastre, anms lgubre que el chillido de la lechuza. No haba lnea Maginot o Sigfrid, contodas sus profundas fortificaciones e ingeniosas defensas en favor de lasnaciones que protegan como esta frase que amparaba a Bentley Place! Nadapoda hacerse, nada deba hacerse, PORQUE si se tocaba el mal SEPROPAGARIA. Mejor sera mantenerlo donde siempre haba estado y donde eraconocido en toda su intensidad! A la vista de todos se ofreca la horrible visinde una avenida de corrupcin que lo inundara todo desde aquella zona, dondepor tanto tiempo haba sido represada, cientficamente, cuidadosamente, queinvadiera las zonas respetables de la ciudad, sumindolas en su inmundicia.Aquella visin siempre haba sido eficaz para detener al agente de Polica quepudiera sentirse inquieto respecto a la teora de la tolerancia por todosaceptada.

    Segn la historia, una tentativa de remediar la situacin fracas. Un hombreexcelente, don Juan Ross de Bladensburg, fue Jefe de Polica, el primer catlicoque ocup aquel puesto. Disgustado por aquella situacin, y despus de pesarlos pros y contras, la emprendi contra aquella zona. Escogi una de sus calles

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    y cerr los prostbulos que all haba. Cuenta la tradicin que fue un fracaso elpaso dado por dicho seor... un fracaso no pequeo como se complacen enafirmar muchos que, de entonces ac, cuentan esta historia, narrndola atodos con las mismas palabras, como si fuera una frmula, y acabando siemprecon el estribillo de que, el mal se haba propagado.

    Cuando nos toc entrar en escena, haciendo preguntas a todo el mundo,hallamos que aquella tradicin suya con su secuela de desesperacin, eraaceptada por todos, como verdadera. Tal vez se propagase algo, no lonegamos, pues no se hizo ningn esfuerzo por ganar a las chicas y traerlas abuen camino. Pero, si hubiramos de creer a cuantos hablaban, en cada callerespetable de la ciudad, surgi, como por encanto, una casa de prostitucin; ypor regla general, se nos pondra carne de gallina al or los convincentesdetalles de consecuencias psimas. Por lo que yo de propia experienciaconozco, he de tener todo eso por cuentos de miedo. Primero, porque entiempos posteriores he comprobado de modo positivo, que cuentos talesCuidadosamente revestidos de detalles y circunstancias y casi afirmados con

    juramento- y que se me queran hacer pasar sin adulteracin alguna, eran lisay llanamente puras fantasas. En segundo lugar, porque lo que normalmenteseguira a una parcial limpieza, hubiera sido que las chicas se hubieranrefugiado en casas an inmunes; no que se hubieran tomado el trabajo deestablecer nuevos prostbulos en otros lugares donde no tenan esa seguridady, donde la accin vigilante de la polica, hubiera dado al traste con todoaquello muy pronto y fatalmente.

    Sin embargo, Juan Ross, tuvo bastante con lo suyo. Qued atemorizado con losclamores que levant su medida. No sigui adelante en su empeo y las cosasvolvieron seguramente a su primitivo estado. Esto hizo que la tradicinconsiderara la cosa como impenetrable a cualquier tentativa.

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    CAPITULO XIILA VISPERA DE NUESTRA FORMIDABLE EXCURSION HACIA EL MISTERIO

    Ya hemos visto como Juan Ross comenz valerosamente y fracas. Mejor serdecir que se par en sus comienzos. As procedi toda accin en el caso, acomps del pndulo, de un extremo a otro, de la represin radical sin lascontemplaciones de la persuasin moral, al abandono ms completo y a lavuelta a la vieja teora de que aquello no tena remedio... No era acaso pruebasuficiente el hecho de haber permanecido as durante ms de cien aos? Loshombres eran eso precisamente, hombres, y haba que prevenirlos. Es ualocura exponerse a que el contagio se propague. Y no haba ms que ver enqu haba parado la experiencia de Juan Ross.

    Esta ltima frase era el muro infranqueable en que se amparaba la filosofa dela desesperacin... La nica perspectiva era que aquella zona permanecerainvulnerable a toda tctica de asalto. De ah que el sistema siguiera su cursoinvariable, constituyendo para los hombres una tentacin permanente y demuchas posibilidades, tal y como lo vamos describiendo. Tena el lugar supropio modo de vivir y cierta especie de encanto. Acababa uno conociendo ysimpatizando con aquella gente; y esto significaba mayor fuerza de atraccin.Lo que all convena saber era la manera de acercarse y apartarse; y nuncafaltaban una docena de entradas.

    Una vez dentro, a condicin, desde luego, de guardar las antedichas reglas deconducta, se encontraba uno convenientemente seguro y era difcil serdescubierto. Despus de todo, cuando un visitante se juntaba con otro, se

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    juntaba el hambre con las ganas de comer; ninguno tena nada que decir delotro.

    Ahora bien, ste era el escenario general tal y como se nos presentaba aprincipios de 1923. Otros detalles del sistema irn apareciendo a medida quese desarrolle nuestra aventura, que vale tanto como decir a medida de comofuimos conocindolo nosotros.

    Y qu frutos podra uno esperar de una situacin como aquella histrica,firmemente arraigada, aceptada por todos, preada de peligros? Nuestracapacidad de reflexin nada nos sugera y nuestros corazones se encogan alsolo pensamiento de intentarlo. Pero, en este asunto, no ramoscompletamente libres para hacer o no hacer. Circunstancias muy diversas noshacan pensar, conmovan nuestros corazones y aun movan nuestros pasos. Elhabernos interesado por Bentley Place, el conocer que las cosas iban mal, fueconsecuencia de nuestras conversaciones sobre aquello y de preguntarnos qupodramos hacer. Vino luego el momento de llenarnos de esperanzas, cuandotratamos de medir nuestros miedos, y de poner en la balanza las dificultadesque suponamos insuperables, con los crditos que ya tenamos a nuestrofavor. El primero de estos crditos era cl hecho de que ya habamos penetradoen todas las guaridas de esas chicas del arroyo, a excepcin de Bentley Place...

    Y resultaba irritante vernos ahora parados, aunque slo fuera porque locreamos imposible. Habamos vencido de manera sorprendente. De buenas aprimeras, nosotros mismos habamos comenzado con la ntima persuasin deque una chica del arroyo, casi por necesidad, tena que ser un casodesesperado; y para dicha nuestra, hubimos de desechar esa ilusin. Habamoscomprobado que incluso casas enteras de tales muchachas podan serconquistadas. Nuestras experiencias parecan indicar que, muy lejos de seraquella pobre clase de gente la ms difcil e incurable, la realidad era muydistinta. Entonces, por qu?... por qu habramos de dejarnos hipnotizar porel estribillo de que Bentley Place era un hueso duro de roer, aun cuando elestribillo anduviera de boca en boca?

    Las chicas de Bentley Place eran, ni ms ni menos, como aquellas que habansido nuestra preciada caza. No caba duda de que de la misma maneraejerceramos nuestra influencia con tal que se nos permitiera acercarnos aellas, y aplicarles el mtodo ordinario de nuestro apostolado. Pero, nos lopermitiran? No haba boca que no dijera: NO. La opinin comn era que talaproximacin nos sera negada; y que, si persistamos en nuestra terquedad,nos arrojaran con una violencia proporcionada a nuestra obstinacin. Y nofaltaban detalles como para dejarnos sin sangre... en las venas. Nos daranpatadas, nos golpearan brbaramente, las dos opuestas tcnicas de asalto seagrandaban como cristales de aumento: la del saco y la de la porra nudosa; yse insista en hacernos notar que no era plato de gusto el que una botella rotaviniera a estrellrsenos en la cara por su parte mellada. Y lo que, sobre todo,habamos de marcar a fuego en nosotros -por terminar ello en una horribleinterrogante- era una vivsima pelcula imaginaria: dos "legionarias" que sonllamadas a un zagun; detrs de ellas, una puerta que se cierra furtiva peroseguramente; luego, nunca ms vuelve a orse cosa alguna acerca de aquellapareja temeraria! Cmo?, bien les est por haber sido tan locas.

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    Si; todo esto ser para rerse hoy; pero entonces sonaba a algo muy cierto yespantoso. Si nosotros hubiramos sido slo un grupo de individuos sinorganizacin alguna, no me cabe duda de que toda aquella insinuante letanade argumentos, que iba de la A a la Z, que pasaba del orden pblico al riesgopersonal, y desde la inutilidad de meternos en camisa de once varas hasta elcolmo de la locura... hubiera echado por tierra nuestro afn de ayudar aaquellas chicas y nos hubiera paralizado en aquella enorme confusin de noacertar con el camino verdadero. Mas nosotros no ramos slo individuos yaislados. ramos la "Legin de Mara!", y aquello ya era cosa muy distinta yque proporciona a la sicologa un estudio muy interesante. De paso nos enseatambin cmo la clase humilde del pueblo es capaz de hacer cualquier cosa, sisus decisiones se suceden una tras otra, como los eslabones de una cadena, ysi los brotes de un espiritual idealismo algn tanto espasmdicos, encuentranel suplemento y firmeza de la disciplina.Cmo obr todo esto en relacin con el enigma de Bentley Place? En primer

    lugar, el problema fue extendindose metdicamente y todas lasdeliberaciones eran precedidas y seguidas de la oracin. Todo aquello se hacaalrededor de nuestro altarcito de Mara Inmaculada, que suscit en nuestrasalmas santos y elevados pensamientos, como nos deca Po XI de gratamemoria. Considerbamos a Mara como a nuestra Capitana, y a nosotros,como a su Ejrcito; el sistema exiga ejemplos de valor y sacrificio no menosviriles que los que requieren los ejrcitos del mundo, los cuales pueden decirconfiados a sus hombres: "Es tu deber y quiz tu muerte".

    Significaba esto la "Legin"? De verdad? De ser as, no estar de msconsiderar estas preguntas comparndolas con lo que el mando de un ejrcitohara a la vista de una posicin que juzgase importante tomar. Con toda calmapondera el valor de lo que ha de capturar y el nmero de vidas que ha decostarle. Si las ventajas superan a las prdidas, entonces se da la orden deasalto y la accin comienza inmediatamente. A qu viene esta analogaaplicada a Bentley Place?

    Como hemos visto, el anlisis final de nuestro caso, se reduca a lo siguiente.Estbamos convencidos de que, si logrbamos entrar en la zona,conquistaramos a las chicas. En contra de esto, cuantos crean que lo conocanmejor, nos advertan que no nos dejaran entrar y que solo el intentarlosignificaba un desastre. Habiendo ponderado a estilo militar estas dosalternativas, haba que ponerlas en prctica. Porque, si el pecado es el mayormal, y si las almas son eternas, hay que exponerse por ellas; y pareca queramos nosotros los que debamos hacerlo; pareca que habamos sidodesignados providencialmente para resolver el problema. Pero, si ahora nosacoquinbamos frente a Bentley Place, sera un sueo y una ilusin ydesdecira de nosotros describirnos como un ejrcito, aquel nuestro usartrminos guerreros, puesto que dudbamos en ponernos en accin, sloporque haba peligro. Esta idea de ejrcito fue dinmica. Nos hizo caer en lacuenta de aquella verdad sumamente importante, y que de otro modo nohubiramos apreciado debidamente que la religin, si no va respaldada en larealidad, es como una marmita o puchero agujereado... que, por mucho quehierva y se agite, jams desarrollar fuerza alguna.

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    Si alguna vez habis asistido a una junta de la "Legin", observado susmtodos, respirado siquiera un poquito de su atmsfera y espritu, habrisadivinado cul fue el resultado de nuestras deliberaciones. La decisin fue: quetenamos que visitar Bentley Place. Pero, cuntas veces ocurre que lasresoluciones ms firmes nada significan? Lo que por la noche se resolvi, sedescarta como una locura a la fresca luz de la maana siguiente. Y as...cuando inmediatamente despus se nos ech encima la inevitable personabien informada, que aportaba nuevos hechos y unos cuantos informes de muybuena fuente, a cuenta de nuestra locura... no nos volvimos al camino trillado,al plan prudentsimo de no hacer nada sencillamente? No. Porque tenamosnuestro sistema firme, con su tiempo para decidir, y con su tiempo para actuar;y ya el segundo tiempo era para nosotros mera historia. La decisin de entraren Bentley Place ya haba superado el perodo de preparacin.

    Quines habran de ser los visitadores? Una revisin general acab sealandoa dos. Y dicho sea de paso, nada hubo all que oliera a alistamiento previo. Losdos escogidos tenan ansias locas de que se les permitiera salir. Uno de ellosfue Josefina Plunkett. La seorita Plunkett muri antes de que llegaran los dasde mayor expansin de la "Legin"; y pocos de los actuales "legionarios"llegaron a conocerla. Es una lstima; porque conocerla era educarse en"Legin". Posea una fe al rojo vivo. Su mansedumbre y amabilidad eranabsolutas. No haba cosa que pudiera asustarla y para mejor decir, no habamiedo que la hiciera echar pie atrs. Era persona que iba derecha al objetivo.Si un alma estaba en peligro, all acuda ella sin ms consideraciones. Slo esole importaba. Casi debiera decir que se cegaba y no vea ms. A Dios gracias,hoy tenemos muchsimos como ella.

    Se fij despus un da para la salida. Habra de ser el jueves, 22 de marzo, y ala hora del medioda. Las dos vctimas tomaron la cosa muy en serio. Recitaronmas oraciones de las acostumbradas, y se prepararon con ms cuidadosalimpieza espiritual. Supongo que con esto se quiere decir que se prepararonpor lo que poda tronar. Obrar de otro modo no hubiera sido razonable, habidadienta de las horrendas cosas que se haban profetizado.

    No es que por ello estuvieran abrumados de pesar, ni que sus camaradas leshubieran hecho objeto de lstima y conmiseracin, no; porque todos hubieranquerido para s el mismo empleo.

    Pero intranquilizaba pensar que nuestros camaradas tuvieran que meterse enesa zona sin garanta alguna y siendo absolutamente desconocidos all. Las doschicas, cuya escapada a aquel lugar, atrajo all nuestra atencin al mismo, yahaban salido de all en busca de nuevos pastos. Entonces, slo conocamos elnombre de una sola que resida en aquel lugar; esto solo poda servirnos dealgo positivo. Si de buenas a primeras, al entrar nosotros en aquel lugar, algnbruto nos saliese al paso y nos preguntase violentamente -de dientes afuera,como es costumbre en esta clase de gente-, qu se nos haba perdido por all,siempre sera poco menos que nada poder siquiera mencionar un nombre. Perodara apariencias de verdad. El nombre de la chica era Mara Weber. Poco

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    antes nos haban hablado de ella. Guardamos su nombre y direccin ennuestra memoria, incrustndolo en ella, como el estribillo de una copla:

    "Mara Weber, la del nueve, Mara Weber, la del nueve"

    Pero es el caso, que ni conocamos a la Weber, ni esta nos conoca. Ni podra,ni querra garantizarnos; ni en el lugar podra hacerlo nadie ms, de no ser ella.Ello significaba precisamente que en los momentos iniciales y decisivos, noshallaramos expuestos a una hostilidad declarada. Quines ramos? Qubuscbamos all? No ramos clientes? ramos espas policacos o qu?

    Tendramos que pensar en la multitud de explicaciones que habramos de dar,para probar nuestra personalidad; y en un ambiente de terribles sospechas, nonos daran tiempo para explicar todas y cada una de las cosas. Ya la ms ligerasuposicin de quines ramos, podra hacer que cerrasen el puo... y en aquelcorto espacio de tiempo, lograramos que se nos tolerara, aunque fuera aregaadientes? Debo mencionar que la seorita Plunkett tena una admirable yencantadora presencia. Por lo que se refiere a la oportunidad de ejercerinfluencia sobre las chicas, juzgamos de capital importancia que ni por asomose viniera a sospechar de nuestra bona fide. A fuego nos lo marcaron lasexperiencias que hicimos en las casas de huspedes del distrito sur. Serecordar que, conocindonos all todas las chicas, era sumamente difcilpenetrar. Comprendamos tambin que, si ninguna de ellas nos hubieraconocido, nada hubiramos logrado. Por consiguiente, en cualquiercircunstancia, era esencial el que dispusiramos de algunos medios de conocere introducirnos para nuestro cometido en Bentley Place.

    As pues, nos dirigimos al seor Russell, un caballero eminente y respetableque resida en la parroquia, fuera de la zona infecta, pero no muy lejos de ella.Le comunicamos nuestra intencin de visitar aquella zona. El pensaba desdeluego que deba hacerse algo; aunque crea que aquella situacin eradesesperada; y nos puso en guardia contra cualquier armadijo que noshicieran. Le dijimos tambin qu pensbamos con relacin a nuestra identidadpersonal y aun le invitamos a pasear con nosotros por aquellas calles quecomprenden la zona, ya que esto sera en plena luz del da y sin entrar enninguna casa, ni tan siquiera desaprovecharamos el tiempo en la excursin. Anosotros nos hubiera gustado se nos viera acompaados de esta guisa por unhombre tan conocido y que hubiera bastado para identificamos y aun parainclinar algo a nuestro favor a aquellos habitantes.

    Su respuesta fue un rudo golpe:

    "De ningn modo puedo acceder a su peticin. Si yo intentara tan slo entraren aquellos lugares, creo que mis rodillas vendran como a quebrarse. Sinembargo, veo que ustedes hacen la cosa ms apropiada. Mucho quisiera yo ircon ustedes y ayudarles como un hombre; pero mi posicin me impideenfrentarme con las con secuencias que de ello pudieran seguirse."

    Estas palabras no eran de un pobre encanijado sino de un hombre que enmuchas ocasiones haba dado pruebas positivas de valor y de grandeza de

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    nimo. No muestran ellas otra cosa sino cun bien atrincherado se hallabaBentley Place.

    CAPITULO XIIIPENETRAMOS EN LA ZONA PELIGROSA

    No le preguntamos cules eran las zonas que pudiera tener, ni l nos las dijo.Pero acaso nos d la clave aquella alusin suya a una posible trampa. Pues, site metes en una zona donde se tirotean a botellazos y ladrillazos, ser ir decabeza a un lugar donde se traman toda clase de calumnias y vejaciones. Elpeligro de estas cosas nos lo advertan a son de trompeta y con frecuencia enel perodo de nuestras deliberaciones. No es necesario que yo me pare aqu arecalcar toda su fuerza amenazadora. Tom Fallon las consider como el mayorpeligro que hallamos en todo este negocio.

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    El seor Russell, aunque no nos ayud en la forma que nosotros queramos, seofreci a ayudarnos de otro modo. Nos llevara l a una persona que podrainformarnos y, aun tal vez, ayudarnos de modo ms prctico. Era sta laseora Brewer, que ahora llevaba una vida decente, pero que en sus aosturbulentos fue una de las bellezas del bajo mundo y que, al igual de PinkLeroy, fue conocida de polo a polo. El seor Russell nos cont la historia deesta mujer. Fue primero una de las chicas en una de aquellas grandes casas, yluego subiendo, subiendo, vino a ser propietaria de buen nmero de ellas, ycon una clientela de buen tono. Por fin se desprendi de esas propiedades ycuando ocurran los hechos que narramos, viva en las cercanas de aquellazona. El seor Rusell nos llev a dar una vuelta por los alrededores de la casade aquella mujer en la noche del 21 de marzo; esto es, en la vspera de nuestrahorrenda excursin a las regiones del misterio.

    La seora Brewer era una persona que causaba honda impresin. Tena deestatura unos seis pies. Aunque algo entrada en aos, an conservaba rasgosde su primera hermosura. Vesta con modestia; mejor dicho, con distincin. Elseor Russell nos present a ella, y se fue, dejndonos en conversacin con lamisma. Charlamos por largo tiempo, pero sin lograr de ella mucha msinformacin de la que tenamos. De lo que ms nos hablaba era de s misma,de la consideracin que all le haban tenido, de la gran influencia que tuvo conlas chicas, etc., etc.

    Llegamos finalmente al objeto de nuestra visita. Dijimos que al da siguientepensbamos ir al rea de nuestra historia, para persuadir a las chicas a que sevinieran con nosotros. Vendra ella con nosotros para abrirnos paso? Aquellaproposicin fue algo sensacional. Una bomba que le hubiramos lanzado, nohabra espantado tanto a la pobre mujer. An recuerdo, como si fuera hoy, laescena que se sigui. Estbamos sentados en unas sillas bajas, y ella, comopara darnos sombra, en una mas alta. Qued algunos momentos despus denuestra proposicin mirndonos como alelada. Luego, aquella mujerona selevant repentinamente, descollando por encima de nosotros y con aire deprofunda consternacin, dijo:

    -"Eso sera una verdadera locura" -y hablaba a trompicones, como si le faltarala respiracin.

    -"Les suplico que no hagan tal cosa. Cuarenta y cinco aos he vivido enBentley Place y en sus alrededores; conozco cuanto hay que conocer acercadel lugar. Y si con tal intento se meten ustedes all, no respondo de sus vidas nipor un minuto. Adems perdern miserablemente el tiempo tratando de sacarde all aunque slo sea una chica. Se reirn de ustedes hasta el escarnio."

    Caramba! Aquello pareca una rabiosa dentellada o una hoz. Y quin podradecir que no lo fuera? El hecho es que nos produjo amarga impresin. De habervenido antes, quin sabe si la balanza no se hubiera inclinado en favor de loque la mujerona nos deca? Pero haba pasado ya el tiempo de pesar y medir.As se lo explicamos a la seora Brewer, dicindole que nos otros bamos all porque nos lo haban ordenado. Y una orden es una orden; por consiguiente, lo

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    que a nosotros nos importaba era tratar de que la aventura tuviera xito y queesperbamos nos prestara su inapreciable ayuda.

    Fue su respuesta que aquel negocio era cosa muy seria; no podamoscomprender lo serio que era! Imposible de todo punto para ella ayudarnos enabsoluto en empresa tan descabellada como la nuestra. Debamos prometerleque, si alguna vez la visemos en aquella zona, no debamos dar muestras dehaberla conocido antes. Quedamos aturdidos con su actitud.

    Temiendo no convirtiramos un impedimento neutral en enemigo declarado,ni le dimos la promesa en que ella tanto insista. Nos alejamos de all dandovueltas dentro de nosotros a toda clase de sospechas.

    En nuestra marcha tuvimos que atravesar un pasillo que formaba ngulo rectocon la sala. Pasamos cerca de una puerta abierta; y lo que vimos a travs deella nos produjo una sacudida. Las paredes de aquel cuarto estaban adornadasde objetos para uso de seoritas. Aun nuestra furtiva mirada nos revel que all haba objetos de una calidad tal, que no podan tener competencia en el pobrebarrio que rodeaba a Bentley Place, como el ancho mar rodea a una isleta. Y enfrente de la puerta, haba precisamente un hermoso espejo de cuerpo entero.Preguntaris, acaso, por qu podan espantarnos unas cuantas pieles yalgunos tejidos de seda? Pues bien: todo aquello nos revelaba una sola cosa:que la seora Brewer era la modista de Bentley Place. En aquella tristevecindad, la modista era una gran lapa. Una mujer cualquiera se haca conunas libras esterlinas, y ya poda negociar con estas chicas desgraciadas. Aquelnegocio era como un papel atrapamoscas, y adems con usura. Cada comprase haca fiada, y no fiada como lo entendemos corrientemente, sino unprstamo con inters... y qu inters!

    Pasamos adelante y con nuestra salida tambin se fue nuestra perplejidad.Ahora nos explicbamos por qu la seora Brewer no quera nada connosotros. Tal como suena, sus intereses personales estaban ligados a lacontinuacin del sistema que nosotros, Quijotes de hoy, estbamos dispuestosa acuchillar.

    As termin nuestra entrevista con la Pink Leroy de otros tiempos. Esto pruebala firmeza del sistema de la Legin, tan joven entonces -y tan firme ya, que niaun la alarma tan bien informada de aquella mujer fue capaz de espantarnos nide obligarnos a convocar una junta extraordinaria. Despus de citarnos para lamaana siguiente, nos fuimos tranquilitos a casa.

    Es el jueves, 22 de marzo. Os he ido dando el parte meteorolgico sobre eltiempo de cada uno de los das que sealaron nuestro avance; as que, en stetan notable, debo indicar que el da era hermoso y agradable.

    Los dos aventureros deban juntarse a las doce en punto, y con exactapuntualidad lo hicieron... y eso que uno de ellos, al salir de casa, a poco estuvode ser atropellado por un coche de una panadera que iba como unaexhalacin. El lugar de la cita distaba unos diez minutos de Bentley Place. Laacera silenciosa no es muy baja por aquellas calles. Una vuelta a la derecha, y

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    helos aqu en lo que en otro tiempo fue la arteria principal del trfico maldito yque, desde mucho antes, slo era la estampa de la pobretera y miseria. Seacercan al mismo Bentley Place; la prxima vuelta a la derecha ser el lugarque buscan. Se les acelera el pulso. Late a un ritmo acelerado a medida que eltemor creca; tambin ellos apretaban sus crucifijos. Estaban a punto dezambullirse en lo desconocido, tan buscado y tan temido. Estn ya en laesquina misma de su destino incierto!

    Por primera vez vieron ante s cmo se extenda Bentley Place. Una fotografadara una idea de la posicin de la calle, pero nunca podra reproducir suambiente, que era peculiar y vitando. Aquel lugar siempre dio la impresin delobreguez y de misterio. Aunque el sol brillaba en todo su esplendor aquel da,an se dejaban sentir aquella lobreguez y aquel misterio. Pasar a Bentley Placedesde la calle prxima, era algo as como meterse en un zagun oscuro desdeuna calle bien soleada.

    No me cabe la menor duda de que ya os lo habris explicado con unrazonamiento como ste. Es natural; tantos cuentos de miedo, almacenadospor tanto tiempo en la imaginacin, cmo habrn puesto a los pobrecitos! No,aquello no era un mero engendro de la imaginacin. De haberlo sido, hubieradesaparecido enhorabuena aquel da... como podis comprender. Antes, por elcontrario, dur aos... contradiciendo al propio Santo Toms de Aquino, quedice que la costumbre o familiaridad engendra desprecio. Y en aquellos aoscada casa y cuarto, palo y piedra, hombre y chiquillo, fueron amigos muyntimos. Pero, por fin, y de repente, ces aquel fenmeno!Bueno, pero estoy estropeando el cuento. Los dos Legionarios (en adelante

    abreviar con el pronombre nosotros) pararon un momento para orientarse. Laprimera casa de la izquierda lleva el nmero 1, y la primera de la derecha el21. Siendo el orden algo celestial, debiramos haber comenzado por una de lasdos casas. Adems, en cualquiera de las dos estaramos ms cerca paraescapar en caso de apuro! Pero este da llevamos en la cabeza otro nmero.Desde que nos juntamos all estaba dando vueltas, y, segn andbamos,golpeaba machacn en nuestro caminar. "Mara Weber, la del nueve!"..."Mara Weber, la del nueve!"... "Mara Weber... nueve!... "

    Buscbamos a Mara Weber, la del 9! Este nmero debe de estar a lo ltimode la calle, y en realidad era la antepenltima casa del lado izquierdo... Y calleabajo de Bentley Place seguimos, esperando a cada paso que alguien nosparara los pies. En la calle haba poca gente... y sta, haraganeando; nadie all pareca tener ocupacin. La palabra siniestra poda muy bien aplicarse a suexterior apariencia. Miraron con curiosidad a los invasores; pero nadie hizogesto de estorbarnos el paso. An no nos habamos adentrado mucho en ellugar, cuando sucedi la primera...

    Tal vez no sern ms que coincidencias innumerables, esa multitud de cosasen que los legionarios quieren ver el toque suave de la mano de su Madre. Otal vez no sean ni eso siquiera; porque la coincidencia, como la goma elstica,tiene su limite de distensin. Pero sea de esto lo que quiera, nosotros vimosdetrs de lo meramente superficial de aquel primer incidente ocurrido enBentley Place un significado profundamente simblico. El poeta dice que la

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    alegora vive en un palacio de cristal. Y nuestra alegora resida en unatransparente ruina... la ruina de un hombre, el cual era a propsito, pues venaa ser el tipo de vida arrastrada que nosotros ambicionbamos reconstruir.

    Dbilmente apoyado contra la pared estaba uno de esos sucios, borrachos,perdidos y degenerados ejemplares de la humanidad, que a veces le parece auno que slo se encuentran en lugares furtivos. De pronto revivi; nos habaespiado. Al acercarnos a l, dej la pared que le servia de apoyo, ybambolendose vino rpido hacia nosotros. Pareca como si comenzasen yanuestros disgustos. En cambio, para sorpresa ma, me llam por mi nombre.Record entonces haberle visto una o dos veces antes, cuando recorramos lasmadrigueras o fonduchas, haciendo proslitos entre las chicas. Le di la mano, ylo que l hizo fue cogerla y cubrirla de besos. As fue cmo la recepcin que senos hizo en aquel temido lugar fue puro amor y homenaje y no un acto desalvajismo como habamos temido.

    He aqu nuestra hermosa alegora! Conmovidos profundamente, seguimosadelante con mayor nimo. Aquellos rostros de miradas tan suspicaces nosparecieron ya ms suaves, ms humanos. Nadie ms se nos acerc. Estamosen el nmero 9. La puerta de entrada est abierta de par en par. Entramos yllamamos en la puerta del primer cuarto que se nos ofreci. Alguien nos gritaque entremos. Entramos. En aquel cuarto haba cinco mujeres, cuatro de pie yuna en cama; sta haba avanzado mucho en su enfermedad: pareca a puntode morir. Para dar razn de nuestra presencia all, preguntamos si viva all Mara Weber.

    -Es la que est en la cama -fue la respuesta. Siguieron algunas preguntas ms:

    -Parece que est muy mal!-S, est murindose.-Ha venido por aqu algn sacerdote?-No.-Y el doctor, ha venido?-No quiere que vayamos a buscarlo.-Os parece bien que muera como un perro?-Bah! Qu Vamos a hacer?

    Al llegar a este punto se desvaneci todo el cmulo de nuestros temores. Aqu pisamos ya en terreno firme. Ya estbamos metidos de lleno en nuestroordinario trabajo Legionario de reconvenir y conquistar a la gente; yencontramos que aquellas mujeres, de cara dura, estaban dispuestas aescucharnos. Hablamos a la chica enferma. Supimos incidentalmente que tenaveintisiete aos de edad y que haba llevado durante nueve aquel gnero devida. Con gran sorpresa nuestra, no nos cost mucho convencerla de que fueraal hospital. Sal a la calle. Y en la acera de enfrente haba un joven ceudo,recostado en la jamba de una puerta. Fui a l, le expliqu nuestro apuro y lesupliqu me buscara un coche. Y contento se fue a buscarlo. Y aqu otracircunstancia que ni es para imaginada. Nuestras rdenes eran obedecidas enBentley Place! Al cabo de cinco minutos lleg el coche con mi mensajerodentro; le di las gracias con el redoblado fervor de mi sorpresa. Luego, la pobre

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    chica fil envuelta en mantas, sacada fuera cuidadosamente y colocada en elcoche. Dos de aquellas mujeres la acompaaron. Su destino era Lock Hospital.

    Tan pronto como lleg fil llevada a la cama. Se llam con urgencia unsacerdote y Mara Weber se puso en paz y gracia con el Buen Pastor, el cual sehaba servido de nosotros como de dos perros perdigueros para buscarla enBentley Place, sacarla de all y volverla a su eterno abrazo, despus de tantosaos de desenfreno.

    En el viejo libro de actas de aquel tiempo se lee que la enfermera dijo que lachica no hubiera vivido ms de dos horas, sin la asistencia mdica. Pero lo queen realidad dijo fil "una hora". Lograda esa asistencia, la chica revivi y aundur dos meses. En todo ese tiempo hizo una muy fervorosa preparacin parala muerte. En varias ocasiones dijo a las Legionarias visitantes que no deseabacurarse, porque nunca como entonces estara tan bien preparada. Poco antesde morir pidi ella misma que en la sala se rezara el Rosario; lo rez con todos,y al terminarse ste, muri tranquilamente.Fue su funeral el ms concurrido que yo jams vi. El P. Creedon dijo por ella

    una Misa de Rquiem en Lock Hospital y le ayud yo. Casi todas las chicas de"Sancta Mara" acudieron al funeral; y tambin muchos Legionarios, y unamable grupo de amigos y simpatizantes de Mara Weber, procedentes deBentley Place; arrancados stos del marco ordinario de su vida, presentabanun aspecto an ms agresivo. En circunstancias ordinarias no hubiera habidofuerza capaz de reunirlos. Pero las circunstancias de la muerte de la chica ynuestras Visitas (ya para entonces haban transcurrido dos meses desde laprimera visita) haban excitado la imaginacin de aquellos ciudadanos en altogrado y algo as como una oleada de sobrenaturalismo invada aquel territorio.Despus de la Misa, sigui el entierro... todos fueron en coches. En elcementerio Glasnevin nos encontramos con el P. Flanagan, ocupado en otrofuneral. Casi se desmaya el Padre cuando vio llegar aquella coleccin de sereshumanos, tan increblemente variada y casi fantstica. En varias ocasiones hevisto yo, en rostros humanos, miradas que infundan espanto; pues bien,aquella fue una. Palabra!

    CAPITULO XIV

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    LA LEGION AVANZA

    El episodio de Mara Weber fue de un tremendo valor para nosotros. Lomiramos como lo que era, una manifestacin palpable de lo sobrenatural.Supongo que, en aquel momento, no haba en toda Irlanda un alma msnecesitada espiritualmente que aquella pobre chica y, justa y cabalmente,como si nos hubieran ido tirando de un cordelillo, fuimos derechos a ella, ymucho antes de que aquella tarde saliramos de aquel lugar, ya le habanadministrado los ltimos sacramentos. Hay que notar tambin que de no habersido por nuestro estribillo de cuna, hubiramos comenzado por el nmero 1 por el 21. Ni aquel da, ni durante muchos otros, hubiramos escogido elnmero 9 y para entonces, Mara Weber hubiera muerto!

    Despus de haber salido Mara para el hospital, tuvimos una especie deavance triunfal. Empleamos aquel da cuatro horas y media yendo de cuarto encuarto y de casa en casa. Hablamos a gran nmero de chicas. Muchas entreellas haban odo ya hablar de "Sancta Maria", otras, no. De una en una, porpares, de tres en tres, o en grupos de a cuatro, dondequiera que lasencontramos, fuimos explicndoles nuestra misin una y otra vez, hasta elpunto de que ya hasta hablar se nos haca cosa poco menos que imposible porlo trabajoso. Todas se mostraron sumamente delicadas con nosotros; y slohubimos de arreglar las cuentas a unas pocas que mostraron obstinacin. Lamayora dijeron que queran abandonar aquella vida algn da. Otras dijeronque la dejaran entonces mismo, pero a sabiendas de que no habran deperseverar. Un gran obstculo era la cuestin de las deudas. Por lo que a ellastocaba, aquella vida no era una ganga en cuanto a negocio. Ganaban muchodinero, pero se les iba como el humo. El vestido era algo muy serio, y esto yalo tengo explicado antes. Podan, s, irse pagando una semana tras otra; peronunca se saldaba la deuda. Acaso diris:

    pero no podan escaparse de aquel lugar y echarse las deudas a la espalda?Claro que s! Pero Dios las cogiera confesadas si algn da volvan por aquelloslugares o caan en manos de aquellos a quienes hubieran "defraudado". Loscastigos que encontraban eran rpidos y duros. Todas haban presenciadoejemplos horribles y esto les infunda miedo. Cmo diantres iban a marcharsedebiendo dinero, cuando poda suceder que volvieran por necesidad?

    Ya he relatado dos sorprendentes casos. Ocurri el tercero, segn recuerdo,en el primer cuarto de la segunda casa en que entramos. Haba en l treschicas que escuchaban cortsmente nuestra explicacin. Cuando yallevbamos un ratito hablando con ellas, entr en el cuarto un hombre. Era unmuchacho joven, atrevido, de buena presencia, con algo de parecido a aquelastro del cine, Rodolfo Valentino. No habl. Se qued de pie, recostado en lachimenea y con un codo sobre ella; escuch muy atento, mirndonos con elrabillo del ojo. Dije entonces para mi capote: "Ha llegado el momento crtico.Este muchacho ha sido enviado para librarse de nosotros." Yo ya me hice a laidea de que, luchando, rodaramos por el suelo, porque de retirarnos nosotrosmansamente, nuestra causa se perdera para siempre. Y as, dej de hablar yapret los puos en los bolsillos. Sigui con la conversacin la seoritaPlunkett, en tanto que yo esperaba un salto felino del muchacho. Pero, segn

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    iba observando, no pude percibir en l ni una seal de mala voluntad. As queal cabo de unos momentos me acerqu a l y rompimos a hablar. Descubr loque era tristemente propio de aquel lugar. Un desgraciado y pobre diablo bajola garra de un sistema, que poda ms que su propia naturaleza. Haca cosassucias, pero como un negocio, como la cosa ms natural... algo as como unsoldado que, en tiempo de guerra, hace cosas terribles, aun siendo pornaturaleza el hombre ms pacfico. Le sonsaqu su historia. Por el da eraratero y de noche matn; era hermano de una de aquellas bellezas estilizadasque haba en el cuarto. Ahora bien, el matn ya queda descrito antes. Vena aser en la barriada una especie de polica. Algunos de los matones vivan conmujeres particulares y a costa de ellas; otros, no. Era su deber guardar elorden. En cualquier tremolina que ocurriese, ellos cuidaran de arreglar elasunto. Si un visitante armaba alboroto porque le hubieran robado, ellos seencargaban de darle una paliza. Tenan tambin su parte en los robos, y hacanotros menesteres ocasionales. Profesin aquella no muy grata! Aqu tenamosuno de carne y hueso, y convendris conmigo en admitir en l algo decente.Discut con l y logr me diera una respuesta inesperada. Me dijo que tambinl querra despedirse de aquel gnero de vida. Hizo tambin la exclamacinhabitual en estas gentes:

    "Pero, qu voy a hacer? Tengo que vivir". Le pregunt si querra hacer unosEjercicios, y cuando le expliqu cmo eran me dijo que quera hacerlos. Y all en aquel entonces mismo garrapate una nota de presentacin del muchachopara el P. Devane, que estaba muy interesado por aquella zona y susproblemas. Mi "Valentino" present, como Dios manda, aquella carta, hizo unosEjercicios de fin de semana, e inmediatamente despus fue enviado aLiverpool; all se port como bueno y luego se caso.

    Cuando acabamos con aquel cuarto, cogimos por nuestra cuenta el inmediato.

    Y ahora, con qu clase de gente nos topamos! Tal vez no podis imaginarosmayor diversidad de tipos de mujeres que all encontramos. Aqu corran enescala descendente, desde las chicas guapas, acicaladas, bien vestidas, hastalos ejemplares ms horrendos de la especia humana. Esta ltima categorabien se merece una mencin honorfica. Entramos en un cuarto donde haba unnido de cinco. Estaban en una cama... las cinco! Aparecan algunas cabezas,pues las otras estaban cubiertas con las sbanas. En cada rincn de la cama seapelotonaban piernas, cabezas, etc..., era una cosa fantstica; no podamosadivinar cunta gente haba all. Estaban en el primer sueno de unaborrachera. Nunca en nuestra vida vimos cosa parecida. Desconcertados, lasmiramos por algn tiempo. Qu bamos a sacar de hablar con gentes en talescondiciones? Por un momento estuvimos tentados de dejarlas y seguiradelante. No; tenemos que conocerlas.

    Cogimos una de aquellas cabezas y le dimos uno o dos golpes all dondeestaba sujeta aquella maraa de pelos que debiera ser el orgullo femenino.Oh!, cundo habra pasado por all el peine? Unos gruidos y balbuceos y laduea despert. Mirndonos con ojos enrojecidos, not que nuestro aspecto noera el ordinario de su vida. Se movi en ademn de levantarse. Estabacompletamente vestida. Pareca cosa perdida, pero en cuatro frases le dimos a

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    conocer nuestra intencin. Era de esperar que cualquiera, en tal estado ydespertada de aquella forma, mostrara su disgusto con palabrotas. Pues, nofue as; la pobre criatura escuch mansamente, y cuando habl, slo lo hizopara dar excusas de su estado. Le pedimos que despertara a las dems, y lohizo.

    Entonces logramos saber el nmero total y conocer cunto puede lahumanidad llegar a rebajarse. Apenas parecan seres humanos. Sera la gracia;y en tales circunstancias, qu podra ser lo que -a unas siendo despertadas deuna merluza, agarrada con alcohol metlico- las hizo recibirnos de buen humory escuchar con simpata cuanto tenamos que decirles? Era incomprensible;pero as era, y todava ms increble el que acabaran por darnos la garanta deque vendran a nuestros Ejercicios... el nido entero!

    En esa tarde fue aquel el ltimo lugar a donde arribamos en Bentley Place. Almarcharnos de all, nos llevamos con nosotros la ntima persuasin de quetemamos la misma fuerza irresistible que haba influido en nuestro trabajodesde el mes de julio anterior. Estbamos molidos de cansancio y confortadoscon los sucesos del da. Todas aquellas profecas espeluznantes se habandisipado, como humo que lleva el viento. HABIAMOS ENTRADO. Y lo que esms, habamos sido bien recibidos! Y aun mucho ms, habamos, en la personade Mara Weber, asegurado una pesca estupenda. Tenamos una maravillosalista de otros peces gordos (no menos de cuarenta promesas) que, de llegar aser realidad, creo que difcilmente podramos arrastrar la red.

    A todas ellas les habamos anunciado que los Ejercicios comenzaran en"Sancta Maria" el domingo siguiente. He aqu la otra interesante coincidencia,sera el da de la Anunciacin. Dirigimos nuestros molidos pies hacia dondenuestras angustiadas camaradas esperaban noticias.

    No necesito decir que cuando contamos nuestras aventuras hubo en nuestrocampo sorpresa y jbilo; pero la nota dominante all fue la de la sorpresa,porque habamos probado que nuestra invasin era cosa fcil... casi totalmenteal revs de como se nos haba augurado. Haban llegado a convencerse todosde que no podra esperarse nada que no fueran cosas terribles; y aun pareci aalgunos un desencanto, porque all no vimos algo que, si quiera de lejos, separeciera a unos fuegos artificiales. La sorpresa general qued estampada enel prrafo siguiente, que saco del acta de la junta inmediata, 23 de marzo, estoes, el da siguiente:

    "Nuestros visitantes fueron recibidos cortsmente en todas las casas ylograron que quince chicas de los tipos ms extraos prometieran acudir a losEjercicios del domingo. Dijo el seor Duff que no se explicaba l tanto miedo yhabladura cuando ellos no haban encontrado otra cosa que bondad y cortesa."

    "Con qu maestra haba vendado el diablo los ojos de todos!", exclam TomFallon, cuando oy la facilidad con que habamos entrado. Ya anteriormentedije cun lgubre era la opinin de Tom con relacin a esta empresa.

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    Y ahora vamos a los mismos Ejercicios. Acudimos a la autoridad eclesisticaen busca de permiso para tenerlos. Nos la concedi de muy buena gana,declarando estar muy satisfecha con nuestra obra. Luego haba queapresurarnos en arreglarlo todo. Tenamos que llenar algunos vacos en elacondicionamiento de nuestra capillita. Dos de los nuestros fueron el viernespor la maana al taller de Bull, a escoger una imagen del Sagrado Corazn,regalo que las Conferencias de San Vicente de Pal de Myra House hacan a laHospedera. Encontramos una preciosa, que inmediatamente ordenamos nos lallevaran.

    Mientras estuvimos all, el amable gerente de la casa, seor Dowling, nospregunt sobre nuestras cosas. Creci su inters por ellas y acab porhacernos la donacin de un hermoso Va Crucis...

    Aquel da, que era viernes, fuimos otra vez a Bentley Place; y all tuvimos otralarga sesin. Esta vez an fueron las cosas ms suaves que la anterior! Buennmero de los que encontramos nos saludaban como a viejos amigos.Recorrimos el mismo campo, confirmando la resolucin de las que nos habandado su palabra. Roturamos un nuevo terreno y logramos algunas promesasms. Volvimos a encontrar algunas o a todas las de nuestro famoso quinteto.No sabr decirlo si fue mayor conocimiento o serena apreciacin por nuestraparte, pero es el caso que tal como encontramos aquellas cinco chicas,convinimos que no podan salir de all en aquella situacin... de no ser en cochecerrado. Estaban en un estado inverosmil... era evidente que tenamos quehacer algo para procurarles vestidos. Vaya por Dios! Ya me parece or unapreguntita como sta hecha con retintn: Y qu se ha hecho de la regla de noprestar ayuda material? Pues bien, podra responder que hay que tener encuenta las circunstancias; pero creo que la ms sencilla escapatoria es decirque el Manual an no exista ni por asomo.

    Por consiguiente, reunimos cierta cantidad de ropa usada, y en la tarde delsbado, May Massey, Mara Stallard, Rosa Donnelly y yo all nos fuimos con lasropas. Las seoritas Massey y Donnelly son miembros abnegados de la"Legin". Mara Stallard ha muerto ya. Aquella tarde del sbado fue tan horribley desalentadora como imposible de describir. Eran las primeras horas de latarde y ya el sucio negocio de aquel lugar estaba en todo su apogeo. Loshombres haban acudido en gran nmero, y el aspecto general de la orgasaltaba asquerosamente a la vista. All se mascaba el ambiente del vicio.Pareca contrarrestado el fruto general de nuestras visitas anteriores. Nopodamos encontrar a la gente que conocamos; y, aun encontrndola, hubieraparecido ridculo abordarles con cosas de religin. Parte de nuestro trabajo enaquella tarde fue cazar a las cinco necesitadas de vestido. Por fin dimos con elparadero y fue para presenciar algo que cabe muy bien en un libro de cuentosde brujas. Aquello era, tal como suena, la cocina de una bruja. Preguntadles alas seoritas Massey y Donnelly qu recuerdos guardan de aquella tarde.Perdidamente borrachas estaban nuestras cinco y con ellas haba dos o tresms. An tuvimos tiempo para decirles que les llevbamos vestidos... y, ni unapalabra ms; porque en aquel preciso momento apareci alguien con unaenorme botella de alcohol metlico. Y entonces nuestra presencia se releg al

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    olvido. Slo contaba aquella descomunal botella! Sigui all como un ritoreligioso... con tanta solemnidad se desenvolva la cosa! Se pusieron encrculo y rein el ms profundo silencio. La que llevaba el alcohol metlico sepuso dentro del crculo. A cada mujer dio dos vasos, uno grande y otropequeo. El mayor se llenaba de agua, y de alcohol metlico el pequeo; luego,en un abrir y cerrar de ojos, ingurgitaban el alcohol y en seguida el vaso deagua para impedir que les abrasara las entraas. All estaban tiesas, rgidas, aexcepcin de las manos temblorosas, los ojos saltones, como si quisieranescapar de sus rbitas, fijos en el alcohol y siguindolo en su marcha circular.Como si el Santsimo Sacramento fuera llevado a un cuarto donde no hubierams que gente piadosa y todos los ojos estuviesen fijos en l. En sus caras sedibujaba la sed de aquellas almas por la bebida. Conforme llegaba el turno acada una, le pasaban los vasos y los agarraba convulsa, como si dependiera suvida del elixir que de la gran botella en su vasito se escanciaba en aquelmomento. Esto se repiti hasta que todas hubieron tomado su racin. Comenzluego una descomunal zambra de brujas, alegres como estaban, y quisieronarrastrarnos a la zambra. Vueltas y ms vueltas, hasta que se quedaron sinaliento. En vuestra vida no habris visto cosa parecida a no ser en el teatro; yaun tratndose de comedias, no recuerdo nada semejante. Comenzaron luegoa ponerse las ropas que les habamos llevado sin consideracin alguna anuestra presencia! Nos abrumaba todo aquello tan fantstico hasta sentirnoscomo dejadas de la mano de Dios; significaba el fracaso de nuestros esfuerzosanteriores. No podamos concebir cmo podra durar una buena impresin enaquella forma; y mucho menos podamos hacernos la ilusin de ver en losEjercicios ni una sola de ellas.

    En medio de aquella zambra, Marcela Deen sale repentinamente y me arrastraa un rincn del cuarto, y agarrndome por un brazo me susurra al odo con unafirmeza desconcertante, que contrastaba con aquella salvaje danza suya dehaca un minuto:

    "Quiero salir de esta vida; pero s que maana no he de poder conseguir ir ala Hospedera. No querr llevarme con usted ahora mismo? Es la nicaoportunidad que tengo."

    Pues bien, difcilmente podris entender, lectores, (yo mismo casi no me loexplico) aquella nuestra actitud rgida de entonces de no admitir chicas porotra va que la de los Ejercicios. No estbamos preparados para admitirlaaquella noche. Considerbamos su ingreso por el camino de los Ejercicios comoalgo esencial, como cosa dispuesta por Dios, y sentamos verdadero terror enapartarnos de ello en lo ms mnimo. As, pues, escrib una esquela a laMatrona del Hospital Lock y le peda que admitiera a Marcela por aquellanoche, y Marcela march con aquella esquela. Aquello nos sirvi de algnconsuelo. Pero estbamos demasiado espantados para sentir ninguna cosaagradable. En verdad, no cremos que la chica consintiera en salir de aquellugar. Y el domingo fue ella la primera que llam a la puerta de "Sancta Maria".

    Diecisis aos haba vivido en el arroyo. Gran parte de este tiempo seacostumbr perfectamente al alcohol. Era lo que en su jerga llamabanpescadora de merluzas. Si yo tuviera que hacer una clasificacin de los tipos

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    peor encarados de aquel lugar, a ella le dara el segundo puesto. "Acurdate dela mujer de Lot y no vuelvas la vista atrs", como dira la Escritura. AcasoMarcela no conociera este dicho de la Escritura; pero en aquella hora lo oyntimamente, all en su alma. Jams volvi la vista atrs. Desde aquel da yano dio ni siquiera un vistazo a hurtadillas. Dej la bebida para no probarla ms;y al cabo de algn tiempo me llam y me habl de un tal Arturo Morris, quecon frecuencia le haba prometido casarse con ella si algn da vena aconvencerse de que se portaba decentemente. As que un sbado fui a vermecon Arturo. Era el tal lo que se dice un tipo vigoroso, fuerte. Estaba recostadoen su cama. Me pregunt y volvi a preguntar sobre ella, y yo le dije lo quecrea sobre las buenas intenciones de la chica. Recuerdo bien el largo silencioque sigui, mientras el muchacho consideraba la situacin en sus variosaspectos. Al fin me dijo: "Bien, me casar con la polla vieja". Y a su debidotiempo se casaron, y desde entonces hasta el da de hoy viven felizmente.

    Otra de aquellas brujas danzantes -y aun peor que Marcela Deen!- era JosefinaMc. Guines, vulgarmente conocida por la reina de los borrachos. Veintids aoshaba vivido en el arroyo. Tambin ella estaba -as como suena- saturada dealcohol metlico. Sera preciso que vierais y conocierais a esta gente, apegadaa esa clase de alcohol, y as podrais daros cuenta de la gran desmoralizacinque produce; hace que sus vctimas parezcan y obren como demonios, puesmientras beben alcohol metlico nunca estn en su sano juicio. Despus deemborrachadas y dormir "la merluza" pueden renovar su efecto en todo suvigor con beber simplemente un vaso de agua. Sin embargo, Josefina fue otrade las que, al da siguiente, vinieron a confundir nuestro pesimismo,presentndose ella misma en los Ejercicios, y despus de stos, vino ademostrarnos de la manera ms cabal, no volviendo a beber jams, que loscaminos de Dios no son nuestros caminos!

    Pero en aquel entonces no podamos nosotros ni soar siquiera con estostriunfos. Sin rastro de alivio contemplbamos aquella escena de pesadilla quevertiginosamente se agitaba en nuestro alrededor mientras iba mas de acpara all, como desesperados en busca de gente. Aquello era descorazonador.Pareca como si all no hubiera ya ni el ms leve motivo para seguir adelante.Nadie quera ornos. Por minutos afluan los hombres en gran nmero, y cadaminuto baca ms desenfrenada la bebida... el caos! Y as, a las seis, poco mso menos, acabamos por retirarnos con toda la letana de nuestras esperanzasdesvanecidas. Y apuntamos en nuestras notas que Bentley Place no pasaba deser un sueo dorado. Pareca monstruosamente desacertado el que, paranuestra expedicin, hubiramos escogido el fin de semana. El resto de aquellatarde y la primera mitad del domingo estuvimos de completo desanimo. Perohe aqu que se nos presenta Marcela Deen y, no mucho despus de ella, suamigota Josefina Mc. Guines, luego Mara K. Keegan, y Tilly Smith, y CatalinaEdwards, y... sigue contando; hasta darnos cuenta de que all haba ocurrido unfenmeno. Tenamos concretada la cifra para nuestros Ejercicios; esto es lasquince nuevas y las chicas de la casa. De las nuevas, a ser la novena.

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    Con toda verdad volvamos a palpar siquiera imaginarme cmo aquella gentepoda conservar en sus almas el pensamiento de los Ejercicios en medio deaquel vrtigo que presenciamos nosotros. Y no obstante, as era. Verdad esque todo aquel cmulo de promesas que en el lugar nos hicieron haba sidobarrido por la furia de aquella bacanal; pero habamos conquistado lo peor delo peor de aquel sitio; y, en total, habamos juntado tantas chicas como podaalbergar la Hospedera. Pero esto no es el colmo de la maravilla. La maravillafue que ni una sola de aquel grupo salido de Bentley Place volvi jams a lasandadas, lo que se dice, ni una sola! Nunca nos sucedi cosa igual con ningngrupo de admitidas, ni antes, ni despus, ni en ningn otro grupo tuvimoselementos menos selectos! y, sin embargo, ni una de aquellas nueve volvi

    jams a su anterior vida. Vengan aqu a explicarnos este fenmeno aquellosque se especializan acumulando explicaciones en querer echar por tierra lomilagroso! Sera aquello debido a nuestro proceso reformador, o fue repentinaautodireccin, o una ms que milagrosa coincidencia, el cubierto de talesexpertos?

    He mencionado que aquel da era la fiesta de la Anunciacin. Los Ejercicios losdara el P. Felipe. La cosa se presentaba excelente; pero qued patente que fueuna de las tardes ms amargas de nuestras vidas. Ya podamos haber olidoalgo por adelantado. Aquellos Ejercicios eran el primer golpe m9rtal quedbamos al imperio del Prncipe de las Tinieblas en Bentley Place. Cmo,pues, pasara sin que ocurriera algo gordo? Recordis a la voluntariosa DoraWarner, la herona de nuestra primera marimorena? Pues bien, la habamosretenido con nosotros hasta aquel mismo da, aunque al principio, y conbastante frecuencia, nos pareci ms que imposible la chica. Esa tardeprecisamente estaba borracha, muy borracha, y cuando se encontraba en eseestado, era como un cicln. Y el cicln se desata con toda furia cuando llega elP. Felipe para comenzar los Ejercicios. Gritaba desaforadamente, y a voz encuello peda que se la dejara salir -ms para llamar la atencin, que porque enrealidad quisiera salir-. Todos fuimos por turno a tratar de ponerla en razn y asuplicarle que callara. Los ratitos que se callaba eran seguidos de mayoresarrebatos de furor. Nadie sospechaba cmo pudiramos comenzar as losEjercicios. Luego, cuando la cosa iba ponindose ms fea, logr hacerse con lasllaves, abri la puerta y sali disparada a la calle. Fue una tragedia despus dehaberla perseguido tanto tiempo.

    A pesar de como era, todos queramos a esta chica, de carcter tan fuerte. Yasabamos que la hazaa siguiente sera metrsenos por la ventana. Y no fueas. Al cabo de un minuto son la campanilla furiosamente. Estaba de vuelta!Se abri la puerta; pero no en seguida, ni de par en par. Descarg el cicln contoda su fuerza sobre cuantos hallaba al paso y los lanzaba despiadadamentecontra las paredes. All cerca, a mano izquierda, haba un gran cuadro. Alz elpuo, y con l hizo migas el cristal, hirindose lastimosamente. Su objetivoinmediato era el reloj de pared, una preciosidad antigua y propiedad de laseorita Scratton. Esta se lanz dispuesta a dar la vida por su precioso reloj, yDora solt un terrible puetazo que por fortuna no dio en el blanco. Al llegar aeste punto, aquel Hermano que fue su contrincante en la primera gresca, seech sobre Dora como el lobo sobre el rebao y salv a la seorita Scratton.Replic Dora, golpendole una y otra vez en la cara con la mano herida; as

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    que, en menos del tiempo que se dice, estaban los dos cubiertos con la sangrede la chica. Sigui una violenta lucha antes de que pudiera agarrarla.

    El Hermano debi de sentirse fuerte de modo sobrenatural, porque logrquebrantar la inmensa fuerza de la chica y, al fin, la que se gloriaba de quetena en jaque a tres policas para su arresto cay al suelo. Pero no par ah lacosa, ni mucho menos. Hizo uso de su habilidad en mover el cuello, como sifuera de goma, y emple tambin sus dientes con destreza sorprendente,mordiendo al Hermano varias veces. Finalmente trajeron agua y ms agua y sela echaron a la cara. En este punto se rindi sin condiciones. Era tal laexcitacin nerviosa que el suceso produjo, que hubo de suspenderse la primerapltica de los Ejercicios. Continu la moza sentada en el saln, inaccesible yamenazadora, porque nadie se hizo la ilusin de que el fregado hubieraterminado por su parte; todos esperbamos se renovara el combate. Pero a lasonce de la noche se dej or un golpecito en la puerta de la oficina. Era Dora.Buscando camorra otra vez? No, all estaba pattica, como un perrito con supata herida en alto para que se la curen.

    Pero, a santo de qu no haban de llamar ustedes a la polica y ponerla depatitas en la calle o hacer que la arrestasen? Por qu consienten ustedes enque se estropeen los Ejercicios, los nervios de todos y sus objetospersonales?... Todo por una muchacha turbulenta? La respuesta es: S, esverdad.

    Pero tambin leemos que el Buen Pastor piensa siempre en aquella nica, auncon dao aparente de las noventa y nueve. Con l siempre debemos razonaras: "Qu sera de aquella pobre alma dejada a su mala aventura?"

    Si en nuestras Hospederas tuviramos que despedir a la gente cuando nosinjurie, pronto seramos mdicos sin enfermos.

  • 7/27/2019 Frank Duff - Bautismo de Fuego

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    CAPITULO XVDIAS FEBRILES

    Concluidos aquellos Ejercicios (los ms notables desde los primeros), comenzel doble proceso de arreglos y preparacin para los prximos. La rpida ypermanente rehabilitacin de muchas vidas, que durante muchos aos habanido a la deriva de tan destructora manera, prueba que aun los mayores malesdel mundo pueden ser aliviados, slo con que puedan hallarse suficientesoperarios que estn dispuestos a prestar atencin particular a los individuosque la hayan menester. Del fichero de vidas reconstruidas saco un ejemplo quemerece ser propuesto entre nuestras PRIMERAS series. Fue nuestro primero(nico) matrimonio en masa. Tres de las chicas que formaban parte del primercontingente del Bentley Place se casaron en la misma tarde del 29 de mayo.Ofici la ceremonia el P. Creedon en presencia de un grupo de los nuestros.Luego, las tres felices parejas fueron agasajadas con un t en "Sancta Maria".El rasgo principal de aquel t fue un impresionante discurso de uno de losnovios. Dijo l que tena que proclamar bien alto la profunda gratitud de todoslos miembros de aquel grupo de recin casados, por la transformacin que sehaba operado en sus vidas. Claro que aquel dicho hubiera sido para nuestrosoperarios pan comido. Poda no haber sido ms que la acostumbrada cancinde sobremesa sin ms trascendencia; pero no fue as. De haber estadovosotros all y visto aquellos rostros, por fuerza te