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    34. R. G. Collingwood, Denken, 70.

    35. Atinadas observaciones sobre esto en S, Seebcrg, Zwn Problem derpneumatischen lixegese, en Sellin-Feslschrift, 127 s.

    36. Cf. el desvelamiento de este rodeo de lo histrico en nuestro anterioranlisis del Tratado teolgico-poltico de Spinoza.

    37. Platn, Ep. VII, 344 b.

    38. Aristteles, Top. A 11.

    39. I. Kant, Kritik der reinen Vernunft, A 321 s.

    40, N. Hartmann, Der philosophische Gedanke imd seins Geschichte:Abhandlungen der preussischen Akademie der Wissenschaften 5 (1936),destaca con razn que lo que importa nuevamente es reconocer lo queconocieron los grandes pensadores. Pero cuando con el fin de defender algofirme frente al historicismo distingue la constancia de los contenidosautnticos de los problemas respecto al carcter cambiante de susplanteamientos y de las situaciones problemticas, no se da cuenta de que nicambio ni constancia, ni tampoco la oposicin entre problema ysistema, ni siquiera el baremo de los logros responde al carctercognitivo de la filosofa. El que escribe: Slo cuando el conocimiento delindividuo se apropia la inmensa experiencia del pensar de los siglos, cuandotoma pie en lo ya conocido y confirmado..., puede estar seguro de su propioprogreso (p. 18), est interpretando la sensibilidad sistemtica para losproblemas segn el patrn de un conocimiento y de un progreso cognitivoque queda muy por detrs de la complicada trabazn de tradicin e historia,que nosotros hemos reconocido como constitutiva de la concienciahermenutica.

    41. Cf. H.-G. Gadamer, Was ist Wabrheit?: Zeitwende 28 (1957).

    III. El lenguaje como hilo conductor Del giro ontolgico de lahermenutica

    Todo lo que hay que presuponer en la hermenutica es nicamentelenguaje.F. Schleiermacher

    12. El lenguaje como medio de la experiencia hermenutica.

    Acostumbramos a decir que llevamos una conversacin, pero laverdad es que, cuanto ms autntica es la conversacin, menosposibilidades tienen los interlocutores de llevarla en la direccinque desearan. De hecho la verdadera conversacin no es nunca laque uno habra querido llevar. Al contrario, en general sera mscorrecto decir que entramos en una conversacin, cuando no quenos enredamos en ella. Una palabra conduce a la siguiente, laconversacin gira hacia aqu o hacia all, encuentra su curso y sudesenlace, y todo esto puede quiz llevar alguna clase de direccin,pero en ella los dialogantes son menos los directores que losdirigidos. Lo que saldr de una conversacin no lo puede sabernadie por anticipado. El acuerdo o su fracaso es como un suceso quetiene lugar en nosotros. Por eso podemos decir que algo ha sido unabuena conversacin, o que los astros no le fueron favorables. Sonformas de expresar que la conversacin tiene su propio espritu y queel lenguaje que discurre en ella lleva consigo su propia verdad, estoes, desvela y deja aparecer algo que desde ese momento es.Ya en el anlisis de la hermenutica, romntica hemos podido verque la comprensin no se basa en un desplazarse al interior del otro, auna participacin inmediata de l. Comprender lo que alguien dice es,como ya hemos visto, ponerse de acuerdo en la cosa, no ponerse en ellugar del otro y reproducir sus vivencias. Ya hemos destacado

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    tambin cmo la experiencia de sentido que tiene lugar en lacomprensin encierra siempre un momento ,de aplicacin. Ahoraconsideraremos que todo este proceso es lingstico. No en vano laverdadera problemtica de la comprensin y el intento de dominarlapor arte el tema de la hermenutica pertenece tradicional-menteal mbito de la gramtica y de la retrica. El lenguaje es el medio enel que se realiza el acuerdo de los interlocutores y el consenso sobre,la cosa.

    Son las situaciones en las que se altera o dificulta el ponerse deacuerdo las que con ms facilidad permiten hacer conscientes lascondiciones bajo las que se realiza cualquier consenso. Por ejemplo,resulta particularmente ilustrador el proceso lingstico en el que portraduccin y traslacin se hace posible una conversacin en doslenguas distintas. El traductor tiene que trasladar aqu el sentido quese trata de comprender al contexto en el que vive el otro interlocutor.Pero esto no quiere decir en modo alguno que le est permitidofalsear el sentido al que se refera el otro. Precisamente lo que tieneque mantenerse es el sentido, pero como tiene que comprenderse enun mundo lingstico nuevo, tiene que hacerse valer en l de unaforma nueva. Toda traduccin es por eso ya una interpretacin, eincluso puede decirse que es la consumacin de la interpretacin queel traductor hace madurar en la palabra que se le ofrece.

    El caso de la traduccin hace consciente la lingisticidad como elmedio del posible acuerdo, porque en ella este medio tiene que serproducido artificiosamente a travs de una mediacin expresa. Estaorganizacin artificiosa no es desde luego el caso normal de lasconversaciones. Tampoco la traduccin es el caso normal de nuestrocomportamiento respecto a las lenguas extraas. Al contrario, el estarreferido a la traduccin es hasta cierto punto tener que someterse auna tutela. Cuando es necesaria la traduccin no hay ms remedioque hacerse cargo de la distancia entre el espritu de la literalidadoriginaria de lo dicho y el de su reproduccin, distancia que nuncallega a superarse por completo. En estos casos el acuerdo se da

    menos entre los compaeros de dilogo que entre los intrpretes, queestn capacitados realmente para salirse al encuentro en un mundo decomprensin compartida (Es sabido que no hay nada ms difcil queun dilogo en dos lenguas distintas en que cada uno emplea la suyaporque entiende la del otro pero no puede hablarla. En tales casos unade las lenguas intenta, como a travs de un poder superior, imponersea la otra como medio para la comprensin y el acuerdo).All donde hay acuerdo no se traduce sino que se habla. Entender unalengua extraa quiere decir justamente no tener que traducirla a lapropia. Cuando alguien domina de verdad una lengua no slo nonecesita ya traducciones, sino que incluso cualquier traduccinparece imposible. Comprender una lengua no es por s mismo todavaningn comprender real, y no encierra todava ningn procesointerpretativo, sino que es una realizacin vital. Pues se comprendeuna lengua cuando se vive en ella, y reconocidamente esta frase valetanto para las lenguas vivas como para las muertas. El problemahermenutico no es pues un problema de correcto dominio de unalengua, sino del correcto acuerdo sobre un asunto, que tiene lugar enel medio del lenguaje. Cualquier lengua puede aprenderse de maneraque su uso consumado implique que ya no haya que traducir desde lapropia lengua o a la propia lengua, sino que se pueda pensar en lalengua extraa. Para que pueda haber acuerdo en una conversacineste gnero de dominio de la lengua es en realidad condicin previa.Toda conversacin implica el presupuesto evidente de que susmiembros hablan la misma lengua. Slo cuando es posible ponersede acuerdo lingsticamente en virtud del hablar unos con otrospuede convertirse en problema la comprensin y el posible acuerdo.El estar referido a las traducciones de un intrprete es un casoextremo que duplica el proceso hermenutico, la conversacin:hablan el intrprete con la parte contraria y uno con el intrprete.

    La conversacin esun proceso por el que se busca llegar a unacuerdo. Forma parte de toda verdadera conversacin el atenderrealmente al otro, dejar valer sus puntos de vista y ponerse en su

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    lugar, no en el sentido de que se le quieta entender como laindividualidad que es, pero s en el de que se intenta entender lo quedice. Lo que se trata de recoger es el derecho objetivo de su opinin atravs del cual podremos ambos llegar a ponernos de acuerdo en lacosa. Por lo tanto no referimos su opinin a su persona sino al propioopinar y entender. Cuando tenemos al otro presente como verdaderaindividualidad, como ocurre en la conversacin teraputica o en elinterrogatorio de un acusado, no puede hablarse realmente de unasituacin de posible acuerdo1.

    Todas estas caractersticas que afectan a la situacin de ponerse deacuerdo en un dilogo toman un giro propiamente hermenutico alldonde se trata de comprender textos. Volveremos a aducir el casoextremo de la traduccin a partir de una lengua extraa. En este casoes indudable que, por mucho que el traductor haya logradointroducirse y recrear los sentimientos del autor, la traduccin no esuna simple resurreccin del proceso psquico original del escribir,sino una recepcin del texto realizada en virtud de la comprensin delo que se dice en l. No cabe duda de que se trata de unainterpretacin y no de una simple correalizacin. Se proyecta, sobretodo, una nueva luz procedente de la nueva lengua y destinada allector de la misma. La exigencia de fidelidad que se plantea a unatraduccin no puede neutralizar la diferencia fundamental entre laslenguas. Por muy fieles que intentemos ser, nos encontraremos, sinembargo, en situaciones, en las que la decisin habr de ser encualquier caso inadecuada. Si queremos destacar en nuestratraduccin un rasgo importante del original slo podemos hacerlodejando en segundo plano otros aspectos o incluso reprimindolosdel todo. Pero sta es precisamente la clase de comportamientoque llamamos interpretacin. Como toda interpretacin, latraduccin implica un cierto cegamiento; el que traduce tiene queasumir la responsabilidad de este cegamiento parcial.Evidentemente, no puede dejar en el aire nada que para l mismo seaoscuro. Tiene que reconocer el color. lis verdad que hay casosextremos en los que en el original (y para el lector originario) hay

    algo que realmente no est claro. Pero son precisamente estos casoshermenuticos extremos los que muestran con ms claridad lasituacin forzada en la que siempre se encuentra el traductor. Aqu nocabe ms que resignacin. Tiene que decir con claridad las cosas talcomo l las entiende. Pero como se encuentra regularmente ensituacin de no poder dar verdadera expresin a todas lasdimensiones de su texto, esto significa para l una constanterenuncia. Toda traduccin que se tome en serio su cometido resultams clara y ms plana que el original. Aunque sea una reproduccinmagistral no podrn dejar de faltarle algunos de los armnicos quevibraban tambin en el original (En algunos pocos casos derecreacin verdaderamente maestra esta prdida puede compensarsee incluso ser origen de una nueva ganancia; pienso, por ejemplo, enlas Flores del mal de Baudelaire, que en su recreacin por Gcorgeparecen respirar una extraa nueva salud.

    El traductor tiene muchas veces dolorosa conciencia de la distanciaque le separa necesariamente del original. Su trato con el texto tienetambin algo de los esfuerzos del ponerse de acuerdo en unaconversacin; slo que aqu la situacin es la de un acuerdoparticularmente penoso, porque se reconoce que en ltimo extremo ladistancia entre a opinin contraria y la propia no es superable. Eigual que en la conversacin en la que se plantean esta clase dediferencias insuperables puede alcanzarse quiz en el vaivn de sudecurso algn tipo de compromiso, tambin el traductor encontraren el vaivn del pesar y sopesar la mejor solucin, que nunca puedeser otra cosa que un compromiso. Igual que en la conversacin, conel fin de alcanzar este objetivo, uno se pone en el lugar del otro paracomprender su punto de vista, tambin el traductor intenta ponersepor completo en el lugar del autor. Pero esto no proporciona por ssolo ni el acuerdo en la conversacin ni el xito en la reproduccin dela traduccin. Las estructuras son claramente parecidas. El ponersede acuerdo en una conversacin implica que los interlocutoresestn dispuestos a ello y que van a intentar hacer valer en s mismoslo extrao y adverso. Cuando esto ocurre recprocamente y cada

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    interlocutor sopesa los contra argumentos al mismo tiempo quemantiene sus propias razones puede llegarse poco a poco a unatrasferencia recproca, imperceptible y no arbitraria, de los puntos devista (lo que llamamos intercambio de pareceres) hacia una lenguacomn y una sentencia compartida. Del mismo modo el traductortiene que mantener a su vez el derecho de la lengua a la que traduce ysin embargo dejar valer en s lo extrao e incluso adverso del texto ysu expresin. Sin embargo, tal vez esta descripcin del hacer deltraductor est demasiado recortada. Incluso en los casos extremos enlos que hay que traducir de una lengua a otra el tema apenas puedesepararse de la lengua. Slo reproducir de verdad aquel traductorque logre hacer hablar al tema que el texto le muestra, y esto quieredecir que d con una lengua que no slo sea la suya sino tambin laadecuada al original2. La situacin del traductor y la del intrpretevienen a ser, pues, en el fondo la misma.

    El ejemplo del traductor que tiene que superar el abismo de laslenguas muestra con particular claridad la relacin recproca que sedesarrolla entre el intrprete y el texto, que se corresponde con lareciprocidad del acuerdo en la conversacin. Todo traductor esinterprete. El que algo est en una lengua extraa no es sino un casoextremo de dificultad hermenutica, esto es, de extraeza y desuperacin de la misma. La realidad en este sentido determinadoinequvocamente son extraos todos los objetos con los que tieneque ver la hermenutica tradicional. La tarea de reproduccin propiadel traductor no se distingue cualitativa, sino slo gradualmente de latarea hermenutica general que plantea cualquier texto.

    Por supuesto que esto no quiere decir que la situacin hermenuticaque se plantea con los textos sea idntica a la que se plantea entre dospersonas en una conversacin. En el caso de los textos se trata demanifestaciones vitales fijadas duraderamente 3, que deben serentendidas, lo que significa que una parte de la conversacinhermenutica, el texto, slo puede llegar a hablar a travs de la otraparte, del intrprete. Slo por l se reconvierten los signos escritos de

    nuevo en sentido. Al mismo tiempo, y en virtud de esta reconversina la comprensin, accede al lenguaje el asunto mismo del que hablael texto. Igual que en las conversaciones reales, es el asunto comn elque une entre s a las partes, en este caso al texto y al intrprete. Igualque el traductor slo hace posible, en calidad de intrprete, el acuerdoen una conversacin gracias a que participa en la cosa de la que setrata, tambin frente al texto es presupuesto ineludible del intrpreteel que participe en su sentido.

    En consecuencia est plenamente justificado hablar de unaconversacin hermenutica. La consecuencia ser que la conversa-cin hermenutica tendr que elaborar un lenguaje comn, igual quela conversacin real, as como que esta elaboracin de un lenguajecomn tampoco consistir en la puesta a punto de un instrumentopara el fin del acuerdo, sino que, igual que en la conversacin, seconfundir con la realizacin misma del comprender y el llegar a unacuerdo. Entre las partes de esta conversacin tiene lugar unacomunicacin como la que se dara entre dos personas, y que es algoms que mera adaptacin recproca. El texto hace hablar a un tema,pero quien lo logra es en ltimo extremo el rendimiento delintrprete. En esto tienen parte los dos.

    La referencia del texto no se puede comparar segn esto con un puntode vista fijo, inamovible y obstinado, que slo planteara al queintenta comprenderlo la cuestin nica de cmo ha podido el otrollegar a una opinin tan absurda. En este sentido la comprensin noes seguramente una comprensin histrica que reconstruya lagnesis del texto. Lo que uno entiende es que est comprendiendo eltexto mismo. Pero esto quiere decir que en la resurreccin del sentidodel texto se encuentran ya siempre implicadas las ideas propias delintrprete. El horizonte de ste resulta de este modo siempredeterminante, pero tampoco l puede entenderse a su vez como unpunto de vista propio que se mantiene o impone, sino ms bien comouna opinin y posibilidad que uno pone en juego y que ayudar aapropiarse de verdad lo que dice el texto. Ms arriba hemos descrito

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    esto como fusin de horizontes. Ahora podemos reconocer en ello laforma de realizacin de la conversacin, en la que un tema accede asu expresin no en calidad de cosa ma o de mi autor sino de la cosacomn a ambos.

    Es el romanticismo alemn el que sent las bases del significadosistemtico que posee la lingisticidad de la conversacin para todacomprensin. El nos ha enseado que en ltimo extremo comprendere interpretar son la misma cosa. Slo este conocimiento podr sacaral concepto de la interpretacin del significado pedaggico-ocasionalque tuvo en el siglo XVIII y darle un lugar sistemtico, caracterizadopor la posicin clave que ha alcanzado el problema del lenguaje parael planteamiento filosfico en general.

    Desde el romanticismo ya no cabe pensar como si los conceptos de lainterpretacin acudiesen a la comprensin, atrados segn lasnecesidades desde un reservorio lingstico en el que seencontraran ya dispuestos, en el caso de que la comprensin no seainmediata. Por el contrario, el lenguaje es el medio universal en elque se realiza la comprensin misma. La forma de realizacin de acomprensin es la interpretacin* Esta constatacin no quiere decirque no exista el problema particular de la expresin. La diferenciaentre el lenguaje de un texto y el de su intrprete, o la falla que separaal traductor de su original, no es en modo alguno una cuestinsecundaria. Todo lo contrario, los problemas de la expresinlingstica son en realidad problemas de la comprensin. Todocomprender es interpretar, y toda interpretacin se desarrolla en elmedio de un lenguaje que pretende dejar hablar al objeto y es almismo tiempo el lenguaje propio de su intrprete.Con esto el fenmeno hermenutico se muestra como un casoespecial de la relacin general entre pensar y hablar, cuya enigmticaintimidad motiva la ocultacin del lenguaje en el pensamiento. Igualque la conversacin, la interpretacin es un crculo encerrado en ladialctica de pregunta y respuesta. Es una verdadera relacin vital

    histrica, que se realiza en el medio del lenguaje y que tambin en elcaso de la interpretacin de textos podemos denominarconversacin. La lingisticidad de la comprensin es la concrecinde la conciencia de la historia efectual.

    La relacin esencial entre lingisticidad y comprensin se muestrapara empezar en el hecho de que la esencia de la tradicin consiste enexistir en el medio del lenguaje, de manera que el objeto preferentede la interpretacin es de naturaleza lingstica.

    1. La linguisticidad como determinacin del objetohermenutico

    El que la esencia de la tradicin se caracterice por su lingisticidadno carece de consecuencias hermenuticas. Frente a toda otra formade tradicin, la comprensin de la tradicin lingstica mantiene unaprimaca particular. La tradicin lingstica podr estar muy pordetrs de los monumentos de las artes plsticas en lo que se refiere ainmediatez y conspicuidad. Sin embargo, la falta de inmediatez no esen este caso un defecto; en la aparente deficiencia o abstractaextraeza de los textos se expresa de una manera peculiar lapertenencia previa de todo lo que es lingstico al mbito de lacomprensin. La tradicin lingstica es tradicin en el sentidoautntico de la palabra, lo cual quiere decir que no es simplemente unresiduo que se haya vuelto necesario investigar e interpretar en sucalidad de reliquia del pasado. Lo que llega a nosotros por el caminode la tradicin lingstica no es lo que ha quedado sino algo que setrasmite, que se nos dice a nosotros, bien bajo la forma del relatodirecto, en la que tienen su vida el mito, la leyenda, los usos ycostumbres, bien bajo la forma de la tradicin escrita, cuyos signosestn destinados inmediatamente para cualquier lector que est encondiciones de leerlos.

    El que la esencia de la tradicin se caracterice por su lingisticidadadquiere su pleno significado hermenutico all donde la tradicin se

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    hace escrita. En la escritura se engendra la liberacin del lenguajerespecto a su realizacin. Bajo la forma de la escritura todo lotrasmitido se da simultneamente para cualquier presente. En ella seda una coexistencia de pasado y presente nica en su gnero, pues laconciencia presente tiene la posibilidad de un acceso libre a todocuanto se ha trasmitido por escrito. La conciencia que comprende,liberada de su referencia a los relatos que traen al presente lasnoticias del pasado, vuelta .inmediatamente hacia la tradicinliteraria, gana con ello una posibilidad autntica de desplazar yampliar su horizonte y enriquecer as su propio mundo con toda unanueva dimensin de profundidad. La apropiacin de la tradicinliteraria supera incluso a la experiencia que se vincula con laaventura del viajar y sumergirse en mundos lingsticos extraos. Ellector que se sume en una lengua y literatura extraas mantiene entodo momento la libertad de volver de nuevo a s mismo, y est as almismo tiempo aqu y all.

    La tradicin escrita no es slo una porcin de un mundo pasado sinoque es la siempre por encima de ste en la medida en que se haelevado a la esfera del sentido que ella misma enuncia. Se trata de laidealidad de la palabra, que eleva a todo lo lingstico por encima dela determinacin finita y efmera que conviene a los dems restos delo que ha sido. Pues el portador de la tradicin no es ya tal o cualmanuscrito que es un trozo del entonces, sino la continuidad de Jamemoria. A travs de ella la tradicin se convierte en una porcin delpropio mundo, y lo que ella nos comunica puede acceder por smismo al lenguaje. All donde nos alcanza una tradicin escrita noslo se nos da a conocer algo individual sino que se nos hacepresente toda una humanidad pasada, en su relacin general con elmundo. Esta es la razn por la que nuestra comprensin es taninsegura y fragmentaria en aquellas culturas de las que no poseemosninguna tradicin escrita sino slo monumentos mudos; a esteconocimiento del pasado no le llamamos todava historia. Los textosen cambio hacen hablar siempre a un todo. Trazos sin sentido queparecan extraos hasta lo incomprensible se muestran, interpretados

    como escritura, como comprensibles de repente hasta en sus menoresdetalles, tanto que incluso llega a poder corregirse el azar de unatrasmisin deficiente una vez que se ha comprendido el conjuntocomo un todo.

    Es as como se plantea el verdadero cometido hermenutico cara alos textos escritos. Escritura es autoextraamiento. Su superacin, lalectura del texto, es pues la ms alta tarea de la comprensin. Inclusoen lo que hace al simple inventario de los signos de una inscripcin,slo es posible verlos y articularlos correctamente cuando se est encondiciones de volver a hacer del texto lenguaje. Sin embargo,volvemos a recordar que esta reconduccin al lenguaje producesiempre al mismo tiempo una determinada relacin hacia lo referido,hacia el asunto del que se habla. El proceso de la comprensin semueve aqu por entero en la esfera de sentido mediada por latradicin lingstica. Por eso la tarea hermenutica en relacin conuna inscripcin slo puede plantearse cuando puede darse porsupuesto un desciframiento correcto. Los monumentos no escritosslo plantean tareas hermenuticas en un sentido lato. Ellos por smismos no son comprensibles. Lo que puedan significar es unproblema de interpretacin, no del desciframiento y comprensin desu literalidad.

    En la escritura el lenguaje accede a su verdadera espiritualidad, puesla conciencia comprensiva llega frente a la tradicin escrita suplena soberana. En su ser no depende ya de nada. La conciencialectora se encuentra, por ejemplo, en posesin potencial de suhistoria. No en vano el concepto de la filologa, del amor a losdiscursos, se trasform con la aparicin de la cultura literaria en elarte omniabarcante de la lectura, perdiendo su relacin originaria conel cultivo del hablar y argumentar. La conciencia lectora esnecesariamente histrica, es conciencia que comunica libremente conla tradicin histrica. En este sentido est justificada la ideahegeliana de equiparar el comienzo de la historia con el surgir de unavoluntad de tradicin, de permanencia del recuerdo4. La escritura

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    no es un simple azar o una mera adicin que no alteracualitativamente nada en el progreso de la tradicin oraJ. Es claroque tambin sin escritura puede darse una voluntad de per-vivencia,de permanencia. Pero slo la tradicin escrita puede ir ms all de lamera permanencia de los residuos de una vida pasada, a partir de loscuales le es permitido a la existencia reconstruir otra existencia.

    El legado epigrfico no participa desde el principio en esa forma librede tradicin que llamamos literatura, puesto que est referido a laexistencia de alguna reliquia, piedra o cualquier otro material. Sinembargo, para todo lo que ha llegado hasta nosotros a travs decopias, es verdad que en ello hay una voluntad de pervivencia que seha dado a s misma una forma propia para su duracin, la quellamamos literatura. En ella no slo se da una cierta cantidad demonumentos y signos. Todo lo que es literatura adquiere unasimultaneidad propia con todo otro presente. Comprenderlo no quieredecir primariamente reconstruir una vida pasada, sino que significaparticipacin actual en lo que se dice. En sentido autntico sta no esuna relacin entre personas, por ejemplo, entre el lector y el autor(que por otra parte puede ser completamente desconocido), sino unaparticipacin en lo que el texto nos comunica. All dondeentendemos, el sentido de lo dicho est ah, con enteraindependencia de que la tradicin nos permita hacernos una idea delautor o de que nuestra instancia sea nicamente la interpretacin dela tradicin como de una fuente.

    Conviene aqu recordar que en origen y ante todo la hermenuticatiene como cometido la comprensin de textos. Slo Schleiermacherminimiz el carcter esencial de la fijacin por escrito respecto alproblema hermenutico, cuando consider que el problema de lacomprensin estaba dado tambin, por no decir en realidad, en eldiscurso oral. Ya hemos mostrado hasta qu punto el giro psicolgicoque introdujo con ello en la hermenutica tuvo como consecuencia lacancelacin de la autntica dimensin histrica del fenmenohermenutico. En realidad la escritura posee para el fenmeno

    hermenutico una significacin central en cuanto que en ella adquiereexistencia propia la ruptura con el escritor o autor, as como con lasseas concretas de un destinatario o lector. Lo que se fija por escritose eleva en cierto modo, a la vista de todos, hacia una esfera desentido en la que puede participar todo el que est en condiciones deleer.

    Es verdad que frente al carcter lingstico el carcter escrito pareceun fenmeno secundario. El lenguaje de signos de la escritura tieneuna referencia constante al verdadero lenguaje del habla. Sinembargo, para la esencia del lenguaje no es en modo algunosecundario el que sea susceptible de escritura. Por el contrario, estaposibilidad de ser escrito reposa sobre el hecho de que el hablarmismo participa de la idealidad pura del sentido que se comunica enl. En la escritura el sentido de lo hablado est ah por s mismo,enteramente libre de todos los momentos emocionales de laexpresin y comunicacin. Un texto no quiere ser entendido comomanifestacin vital, sino nicamente respecto a lo que dice. Elcarcter escrito es la idealidad abstracta del lenguaje. Por eso elsentido de una plasmacin por escrito es bsicamente identificablc yrepetible. Slo lo que en la repeticin permanece idntico es lo querealmente estaba puesto en su plasmacin escrita. Con ello se haceclaro al mismo tiempo que repetir no puede tomarse aqu ensentido estricto; no se refiere a la reconduccin de algo a un primnworiginario en el que algo fue dicho o escrito. La lectura comprensivano es repeticin de algo pasado, sino participacin en un sentidopresente.

    La ventaja metodolgica del texto escrito es que en l el problemahermenutico aparece en forma pura y libre de todo lo psicolgico.Pero naturalmente lo que a nuestros ojos y para nuestra intencinrepresenta una ventaja metodolgica es al mismo tiempo expresinde una debilidad especfica que caracteriza mucho ms a lo escritoque al lenguaje mismo. La tarea del comprender se plantea conparticular claridad cuando se reconoce la debilidad de todo lo escrito.

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    Basta para ello recordar de nuevo el ejemplo de Platn, que vea ladebilidad propia de lo escrito en que el discurso escrito no puedenunca acudir en ayuda del que sucumbe a malentendidos deliberadoso involuntarios 6.

    Es sabido que Platn consideraba la indefensin de la escritura comouna debilidad todava mucho mayor que la que afecta a los discursos(to asthenes ton logn): sin embargo, cuando pide ayuda dialcticapara compensar esta debilidad de los discursos, en tanto que el casode la escritura le parece desesperado, esto no, es evidentemente sinouna exageracin irnica a travs de la cual intenta ocultar su propiaobra literaria y su propio arte. En realidad con la escritura pasa lomismo que con el habla. As como en ste se corresponden un arte dela apariencia con un arte del pensar verdadero, sofstica y dialctica,existe tambin evidentemente un doble arte del escribir, de maneraque el uno se corresponda con el uno y el otro con el otropensamiento. Verdaderamente existe tambin un arte de la escrituracapaz de venir en ayuda del pensar, y a el debe asignarse el arte de lacomprensin, que proporciona a lo escrito idntico auxilio.

    Todo lo escrito es, como ya hemos dicho, una especie de hablaextraada que necesita de la reconduccin de sus signos al habla y alsentido. Esta reconduccin se plantea como el verdadero sentidohermenutico porque a travs de la escritura le ocurre al sentido unaespecie de auto-extraamiento. El sentido de lo dicho tiene quevolver a enunciarse nicamente en base a la literalidad trasmitida porlos signos escritos. A la inversa de lo que ocurre con la palabrahablada, la interpretacin de lo escrito no dispone de otra ayuda. Poreso es aqu tan importante el arte del escribir 6. Es asombrosohasta qu punto la palabra hablada se interpreta a s misma, por elmodo de hablar, el tono, la velocidad, etc., as como por lascircunstancias en las que se habla 7.

    Sin embargo, tambin hay cosas escritas que por as decirlo se leensolas. Existe un sugestivo debate sobre el espritu y la letra en la

    filosofa, realizado por dos grandes escritores filosficos alemanes.Schiller y Fichte8, que parte de este hecho. S que me parecesignificativo el hecho de que con los criterios estticos empleados poruno y otro no acaba de verse una salida a la disputa en cuestin. Y-esque en el fondo el problema no es el de la esttica del buen estilo,sino el de la cuestin hermenutica. El arte de escribir de maneraque las ideas del lector se vean estimuladas y se mantenganproductivamente en movimiento tiene poco que ver con los demsmedios usuales de las artes retricas o estticas. Al contrario, consistepor entero en que uno se vea conducido a pensar tambin lo pensado.El arte de escribir no pretende ser aqu entendido y consideradocomo tal. El arte de escribir, igual que el de hablar, no representan unfin en s y no son por lo tanto objeto primario del esfuerzohermenutico. La comprensin se ve atrada por completo por elasunto mismo. Esta es la razn por la que los pensamientos confusoso lo que est mal escrito no son para la tarea del comprender casosparadigmticos en los que el arte hermenutico brillara en todo suesplendor, sino por el contrario casos lmites en los que se tambaleael presupuesto sustentador de todo xito hermenutico, que es launivocidad del sentido al que se hace referencia.

    En realidad es propio de todo lo que est escrito elevar la pretensinde ser devuelto por s mismo a lo lingstico, y esta pretensin deautonoma de sentido va tan lejos que incluso una lectura autntica,por ejemplo, la de un poema por su autor, se vuelve cuestionable encuanto la intencin de la audicin se aparta del punto hacia el queestamos realmente orientados en la medida en que intentamoscomprender. Puesto que lo que importa es la comunicacin delverdadero sentido de un texto, su interpretacin se encuentrasometida a una norma objetiva. Es sta la exigencia que plantea ladialctica platnica cuando intenta hacer valer el logos como tal, ydeja a veces atrs a su compaero real de dilogo en el curso de esteempeo. Es ms, la debilidad especfica de la escritura, la mayorcantidad de auxilio que necesita en comparacin con el hablar vivo,tiene como reverso el que pone de relieve el cometido dialctico de la

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    comprensin con redoblada claridad. Igual que en la conversacin,tambin aqu la comprensin tiene que intentar robustecer el sentidode lo dicho. Lo que se dice en el texto tiene que ser despojado de todala contingencia que le sea inherente, y entendido en la plena idealidaden la que nicamente tiene su valor. Por eso la fijacin por escritopermite que el lector comprensivo pueda erigirse en abogado de supretensin de verdad: precisamente porque separa por completo elsentido de sus proposiciones de aqul que las ha hecho. Es as cmoel lector experimenta en su validez propia cuanto le habla y cuantocomprende. A su vez lo que haya comprendido ser ya siempre algoms que una opinin extraa: ser en cualquier caso una posibleverdad. Esto es lo que emerge en virtud de la liberacin de lo dichorespecto a quien lo dijo y en virtud del grado de duracin que leconfiere la escritura. Y el que personas poco acostumbradas a lalectura nunca acaben de actualizar del todo la sospecha de que algoescrito pueda no ser cierto tiene, como ya hemos visto, una raznhermenutica profunda, pues para ellos todo lo escrito es una especiede documento que se avala a s mismo.

    De hecho, lo escrito es siempre objeto preferente de la hermenutica.Lo que se nos hizo ms claro en el caso extremo de la lengua extraay de los problemas de la traduccin se confirma ahora en laautonoma de la lectura: la comprensin no- es una trasposicinpsquica. El horizonte de sentido de la comprensin no puedelimitarse ni por lo que el autor tena originalmente in mente ni por elhorizonte del destinatario al que se dedic el texto en origen.

    A primera vista el que no se deba introducir en un texto nada que nopudieran haber tenido en las mientes el autor y el lector suena a uncanon hermenutico tan razonable como generalmente reconocido. Ysin embargo, slo en los casos ms extremos pueden aplicrselorealmente. Los textos no quieren ser entendidos como expresin vitalde la subjetividad de su autor. En consecuencia no es desde ah desdedonde deben trazarse los lmites de su sentido. Sin embargo, lodudoso no es slo la limitacin del sentido de un texto a las

    verdaderas ideas del autor. Aun cuando se intente determinarobjetivamente el sentido de un texto entendindolo como alocucincontempornea y refirindolo a su lector originario, que es lo quehaca el supuesto bsico de Schleiermacher, tampoco se lograra irms all de una delimitacin casual. El mismo con-cepto deldestinatario contemporneo no puede tener ms que una validezcrtica limitada. Porque qu quiere decir contemporneo? Losoyentes de anteayer, igual que los de pasado maana, siguenperteneciendo a los que uno hablara como contemporneos. Dondepodra trazarse la frontera /de aquel pasado maana que excluya a unlector como posible interlocutor? Quines son contemporneos, ycul es la pretensin de verdad de un texto cara a esta mltipleconfusin de ayer y maana? El concepto del lector originario estprofunda e incomprendidamente idealizado.

    Nuestra propia consideracin de la esencia de la tradicin literariacontiene adems otro argumento fundamental contra la legitimacinhermenutica del concepto del lector originario. Ya hemos visto quela literatura se define por la voluntad de trasmisin. Sin embargo, elque copia y trasmite se refiere otra vez a sus propioscontemporneos. En este sentido la referencia al lector originarioparece representar un canon histrico-hermenutico muy lindo,incapaz de delimitar realmente el horizonte de sentido de los textos.Lo que se fija por escrito queda absuelto de la contingencia de suorigen y de su autor, y libre positivamente para nuevas referencias.Conceptos normativos como la opinin del autor o la comprensindel lector originario no representan en realidad ms que una po-sicinvaca que se satura slo de ocasin en ocasin de com-prender.

    2. La linguisticidad como determinacin de la realizacinhermenutica

    Llegamos as al segundo aspecto bajo el que se presenta la relacinde lingisticidad y comprensin. No slo el objeto preferente de lacomprensin, la tradicin es de naturaleza lingstica; la comprensin

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    misma posee una relacin fundamental con la lingisticidad.Habamos partido del postulado de que la comprensin es siempreinterpretacin porque constituye el horizonte hermenutico en el quese hace valer la referencia de un texto. Sin embargo, para poder darexpresin a la referencia de un texto en su contenido objetivotenemos que traducirla a nuestra lengua, lo que quiere decir ponerlaen relacin con el conjunto de referencias posibles en el que nosmovemos hablando y estando dispuestos a expresarnos. Ya hemosinvestigado la estructura lgica de este problema en la posicindestacada que conviene a la pregunta como fenmeno hermenutico.Si en este momento nos vemos orientados hacia el carcterlingstico de toda comprensin, habremos de volver a expresardesde otro aspecto lo que ya se mostr en la dialctica de pregunta yrespuesta.

    Con esto nos introducimos en una dimensin que en general esdescuidada por la autoacepcin dominante de las ciencias histricas.Por regla general el historiador elige los conceptos con los quedescribe la peculiaridad histrica de sus objetos sin reflexin expresasobre su origen y justificacin. Sigue en esto nicamente a su interspor la cosa, y no se da cuenta a s mismo del hecho de que laapropiacin descriptiva que se encuentra ya en los conceptos queelige puede estar llena de consecuencias para su propia intencin,pues nivela lo histricamente extrao con lo familiar y somete as alos propios conceptos previos la alteridad del objeto, por muyimparcialmente que pretenda comprenderlo. A pesar de toda sumetodologa cientfica se comporta de la misma manera que todoaqul que, como hijo de. su tiempo, est dominado acrticamente porlos conceptos previos y los prejuicios de su propio tiempo.En la medida en que el historiador no se reconozca esta suingenuidad, fallar incuestionablemente al nivel de reflexin exigidopor su tema. Pero su ingenuidad se har verdaderamente abismalcuando empiece a hacerse consciente de esta problemtica y seplantee entonces la exigencia de que en la comprensin histrica es

    obligado dejar de lado los propios conceptos y pensar nicamente enlos de la poca que se trata de comprender 9. Esta exigencia, quesuena como una continuacin consecuente de la conciencia histrica,no ocultar a un pensador reflexivo su carcter de ingenua ficcin. Yste no consiste, por ejemplo, en que tal exigencia y tal actitud de laconciencia histrica dejen de satisfacerse porque el intrprete nologra alcanzar en grado suficiente el ideal de dejarse a s mismo delado. Esto seguira significando que se trata de un- ideal legtimo alque hay que intentar acercarse en la medida de lo posible. Sinembargo, la exigencia legtima de la conciencia histrica decomprender cada poca desde sus propios conceptos se refiere dehecho a algo muy distinto. El requisito de dejar de lado los conceptosdel presente no postula un desplazamiento ingenuo al pasado. Se tratapor el contrario de una exigencia esencialmente relativa y que slotiene sentido por referencia a los propios conceptos. La concienciahistrica se malentiende a s misma cuando para comprenderpretende desconectar lo nico que hace posible la comprensin.Pensar histricamente quiere decir en realidad realizar latrasformacin que les acontece a los conceptos del pasado cuandointentamos pensar en ellos. Pensar histricamente entraa enconsecuencia siempre una mediacin entre dichos conceptos y elpropio pensar. Querer evitar los propios conceptos en lainterpretacin no slo es imposible sino que es un absurdo evidente.Interpretar significa justamente aportar los propios conceptos previoscon el fin de que la referencia del texto se haga realmente lenguajepara nosotros.

    En el anlisis del proceso hermenutico habamos concluido que laobtencin del horizonte de la interpretacin es en realidad una fusinhorizntica. Esto se confirma tambin desde el carcter lingstico dela interpretacin. A travs de esto el texto debe obtener la palabra.Sin embargo ningn texto ni ningn libro puede decir nada si nohabla un lenguaje que alcance al otro. La interpretacin tiene que darcon el lenguaje correcto si es que quiere hacer hablar realmente altexto. Por eso no puede haber una interpretacin correcta en s,

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    porque en cada caso se trata del texto mismo. La vida histrica de latradicin consiste en su referencia a apropiaciones e interpretacionessiempre nuevas. Una interpretacin correcta en s sera un idealdesideado, incapaz de conocer la esencia de la tradicin. Todainterpretacin est obligada a someterse a la situacin hermenutica ala que pertenece.

    La vinculacin a una situacin no significa en modo alguno que lapretensin de correccin que es inherente a cualquier in-terpretacinse disuelva en lo subjetivo u ocasional. No vamos a caer ahora denuevo por detrs del conocimiento romntico que liber al problemahermenutico de todos sus motivos ocasionales. Tampoco paranosotros la interpretacin es un comportamiento pedaggico, sino larealizacin de la comprensin misma que no slo se cumple paraaquellos en cuyo beneficio se interpreta, sino tambin para elintrprete mismo y slo en el carcter expreso de la interpretacinlingstica. Gracias a su carcter lingstico, toda interpretacincontiene tambin una posible referencia a otros. No hay hablar queno involucre simultneamente al que habla y a su interlocutor. Y estovale tambin para el proceso hermenutico. Sin embargo, estareferencia no determina la realizacin interpretativa de lacomprensin al modo de una adaptacin consciente a una situacinpedaggica, sino que esta realizacin no es sino w- concrecin delsentido mismo. Recordemos cmo hemos devuelto todo su valor almomento de la aplicacin que haba sido desterrado por completo dela hermenutica. Ya lo hemos visto: comprender un texto significasiempre aplicrnoslo y saber que, aunque tenga que interpretarse encada caso de una manera distinta, sigue siendo el mismo texto el quecada vez se nos presenta como distinto. El que con esto no serelativiza lo ms mnimo la pretensin de verdad de cualquierinterpretacin queda claro por el hecho de que a toda interpretacinle es esencialmente inherente un carcter lingstico. Lalingisticidad expresa que gana la comprensin en la interpretacinno genera un segundo sentido adems del comprendido einterpretado. En la comprensin los conceptos interpretativos no

    resultan temticos como tales. Por el contrario, se determinan por elhecho de que desaparecen tras lo que ellos hacen hablar en lainterpretacin. Paradjicamente una interpretacin es correcta cuandoes susceptible de esta desaparicin. Y sin embargo, tambin es ciertoque, en su calidad de destinada a desaparecer tiene que llegar a supropia representacin. La posibilidad de comprender est referida a laposibilidad de esta interpretacin mediadora.

    Objetivamente esto vale tambin para los casos en los que lacomprensin ocurre inmediatamente y sin necesidad de asumir unainterpretacin expresa. Pues tambin en estos casos de comprensintiene que ser posible la interpretacin. Pero esto significa que en lacomprensin est contenida potencial-mente la interpretacin, la cualsimplemente confiere a aqulla su condicin de explicitud. Enconsecuencia, la interpretacin no es un medio para producir lacomprensin, sino que se introduce por s misma en el contenido delo que se comprende. Recordaremos en este punto que esto no slosignifica que la referencia de sentido de un texto puede actualizarseunitariamente, sino tambin que la cosa de la que habla el textopuede tomar la palabra. La interpretacin coloca el tema en labalanza de las palabras.

    La generalidad de esta constatacin slo experimenta algunasvariaciones caractersticas que la confirman indirectamente. Alldonde se trata de comprender e interpretar textos lingsticos, lainterpretacin en el medio del lenguaje muestra por si misma coaclaridad lo que la comprensin es siempre: una apropiacin de lodicho, tal que se convierta en cosa propia. La interpretacinlingstica es la forma de la interpretacin en general. Por lo tanto, seda tambin all donde lo que hay que interpretar no es de naturalezalingstica, no es un texto sino, por ejemplo, un cuadro o una obramusical. No conviene dejarse desorientar por estas formas deinterpretacin que no son en s mismas lingsticas, pero que encambio presuponen realmente la lingisticidad. Cabe, por ejemplo,demostrar algo por medio del contraste, verbigracia comparando dos

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    cuadros o leyendo sucesivamente dos poemas de manera que el unointerprete al otro. En estos casos se hace patente la demostracinmostrativa de la interpretacin lingstica. Pero en realidad estoquiere decir que tal demostracin es una modificacin de lainterpretacin lingstica. En tal caso aparecer en lo mostrado elreflejo de la interpretacin, que se sirve del mostrar como de unaabreviatura conspicua. La mostracin es interpretacin en el mismosentido que una tradicin que resume el resultado de unainterpretacin, o como la correcta lectura de un texto, que tiene quehaber decidido ya todas las cuestiones de interpretacin, porque lalectura slo puede llevarse a cabo cuando se ha- comprendido.Comprender e interpretar estn imbricados de un modo indisoluble.

    Es evidente que la implicacin de toda interpretacin en lacomprensin est en relacin con el hecho de que el concepto de lainterpretacin no slo se aplica a la cientfica sino tambin a lareproduccin artstica, por ejemplo, a la interpretacin musical oescnica. Ya hemos mostrado ms arriba que esta reproduccin no esuna segunda creacin superpuesta a la primera, sino que es lo quepermite manifestarse autnticamente a la obra de arte. Slo en ellacumple su objetivo el lenguaje de signos bajo el que disponemos deun texto musical o de un drama. Tambin la lectura pblica es unproceso de este gnero pues es despertar y trasformar un texto en unanueva inmediatez.

    De esto se sigue, sin embargo, que lo mismo tiene que poderafirmarse para toda comprensin que se realice en lectura si-lenciosa.Toda lectura contiene bsicamente tambin interpre-tacin. No esque la comprensin en la lectura sea una especie de escenificacininterior en la que la obra de arte alcanzase una existencia autnomaaunque encerrada en la intimidad de la interioridad psquica,igual que en la escenificacin a la vista de todos. Por el contrario,esto quiere decir que tampoco una escenificacin planteada en laexterioridad de espacio y tiempo tiene frente a la obra misma unaexistencia externa, y que slo en una diferenciacin esttica

    secundaria podra llegar a alcanzarla. La interpretacin de la msicao de la poesa cuando se ejecutan en pblico no difiere esencialmentede la comprensin de un texto cuando se lo lee: comprender implicasiempre interpretar. Y lo que hace el fillogo consiste tambin enhacer legibles y comprensibles los textos, o lo que es lo mismo, enasegurar la correcta comprensin de un texto frente a sus posiblesmalentendidos. Y entonces ya no hay ninguna diferencia de principioentre la interpretacin que acaece a una obra por su reproduccin y laque es producto del fillogo. Por muy secundaria que considere unartista intrprete la justificacin de su interpretacin en palabras, ypor mucho que la rechace como no artstica, lo que no podr negar esque toda interpretacin reproductiva es bsicamente susceptible deuna justificacin de este tipo. Tambin l tiene que querer que suacepcin sea correcta y convincente, y es seguro que no pretenderdiscutir la vinculacin al texto que tiene como base. Y sin embargo,este texto es el mismo que plantea su tarea al intrprete cientfico. Enconsecuencia no podr argir nada fundamental en contra de que supropia comprensin, tal como se manifiesta en su interpretacinreproductiva, sea a su vez comprendida, esto es, pueda justificarseinterpretativamente, y tal interpretacin habr de realizarse en formalingstica. Tampoco ella ser a su vez una nueva creacin desentido. Tambin a ella le ocurrir que desaparecer comointerpretacin y mostrar su verdad en la inmediatez de lacomprensin.

    La perspectiva sobre la imbricacin interna de interpretacin ycomprensin permite tambin destruir la falsa romanizacin de lainmediatez que cultivan artistas y conocedores bajo el signo de laesttica del genio. 1-a interpretacin no prc tende ponerse en lugar dela obra interpretada. No pretende, por ejemplo, atraer hacia s laatencin por la fuerza potica de su propia expresin. Por elcontrario, le es inherente una accidentalidad fundamental. Y esto valeno slo para la palabra interpretadora, sino tambin para lainterpretacin reproductiva. La palabra interpretadora tiene siemprealgo de accidental en cuanto que est motivada por la pregunta

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    hermenutica, no slo en el sentido de la instancia pedaggica a laque se limit la interpretacin en la poca de la Ilustracin, sinotambin porque la comprensin es siempre un verdadero acontecer.Del mismo modo la interpretacin como reproduccin esfundamentalmente accidental, esto es, lo es no slo cuando seejecuta, interpreta, traduce o lee algo a otros exagerando conintenciones didcticas. El que en estos casos la reproduccin seainterpretacin en un sentido especial y dectico, implicando unaexageracin y una iluminacin excesiva encaminada a resaltar losrelieves, no representa una diferencia de principio sino meramentegradual respecto a cualquier otra interpretacin reproductiva. Pormucho que sea el poema o la composicin misma la que gane supresencia mmica en su ejecucin, con todo, cualquier ejecucinest obligada a poner acentos, y la diferencia respecto a laacentuacin excesiva de la intencin didctica ya no es tan grande.Toda ejecucin es interpretacin. En toda ejecucin hay excesos deiluminacin.

    Lo que ocurre es que esto no aparece tan claro porque la ejecucin notiene un ser permanente y desaparece en la obra que Reproduce. Sinembargo, encontramos esta misma interpretacin sobre-iluminadoracuando nos fijamos en cosas comparables dentro de las artesplsticas, por ejemplo, en los dibujos que hace un gran artistacopiando a viejos maestros. De manera semejante podra juzgarse elefecto de una pelcula vieja cuando se repone, o el de una reposicin,muy cercana al pase original, de una obra de la que se conserva anun recuerdo muy vivo: todo se le antoja a uno en ellas comointerpretado con excesiva claridad. En este sentido, tiene, pues, sujustificacin el que para cada reproduccin hablemos de la acepcinque le subyace, la cual debe ser a su vez susceptible de unajustificacin fundamental. La acepcin en su conjunto se compone enrealidad de mil pequeas decisiones que pretenden todas ellas sercorrectas. La justificacin e interpretacin argumentativas nonecesitan ser nicamente cosa del artista; y adems de esto, elcarcter expreso de la interpretacin lingstica slo le conferir

    bsicamente una correccin aproximada, y quedar esencialmentepor detrs tic la rotunda concrecin que alcanza una reproduccinartstica como tal; pero ni la referencia interna de todacomprensin a su interpretacin, ni la posibilidad bsica de unainterpretacin con palabras, se ven afectadas por ello.

    Conviene entender bien esta primaca fundamental de lalingisticidad que estamos afirmando. Es verdad que con frecuenciael lenguaje parece poco capaz de expresar lo que sentimos. Cara a lapresencia abrumadora de las obras de arte, la tarca de acoger enpalabras lo que nos dicen parece una empresa infinita y de unadesesperada lejana. En este sentido el que nuestro querer y podercomprender empuje siempre ms all de cualquier frase logradapodra muy bien motivar una crtica del lenguaje. Sin embargo, estono cambia nada en la primaca bsica de la lingisticidad. Nuestrasposibilidades de conocimiento parecen mucho ms individuales quelas posibilidades expresivas que el lenguaje pone a nuestradisposicin. Frente a la tendencia niveladora, motivada socialmente,con la que el lenguaje fuerza a la comprensin a unos determinadosesquematismos que nos constrien, nuestra voluntad de conocimientointenta sustraerse crticamente a estas esquematizaciones ypreconcepciones. Pero la superioridad crtica que pretendemosfrente al lenguaje no afecta a las convenciones de la expresinlingstica, sino a las convenciones de la opinin que se hanplasmado en lo lingstico. En consecuencia, no dice nada contra larelacin esencial entre comprensin y lingisticidad. Al contrario, esverdaderamente apropiada para confirmar por s misma esta relacinesencial. Pues toda crtica que nos lleve ms all del esquematismode nuestras frases, con el fin de entender, encuentra a su vez suexpresin en la forma lingstica. En este sentido el lenguaje rebasacualquier argumentacin contra su competencia. Su universalidad semantiene a la altura de la razn. La conciencia hermenutica se limitaaqu a participar en lo que hace la relacin general de lenguaje yrazn. Si toda comprensin se encuentra en una necesaria relacin deequivalencia con su posible interpretacin, y si a la comprensin no

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    se le han puesto barreras fundamentales, tambin la aprehensinlingistica que experimenta esta comprensin en la interpretacintiene que llevar en s una infinitud que rebase cualquier frontera. Ellenguaje es el lenguaje de la razn misma.Naturalmente una afirmacin como sta no puede hacerse sin que seinterponga alguna vacilacin. Pues con esto el lenguaje gana talcercana con la razn, esto es, con las cosas que designa, que sevuelve un verdadero enigma cmo puede haber diversas lenguas, sitodas ellas tienen que valer como igualmente cercanas a la razn y alas cosas. El que vive en un lenguaje est penetrado de la insuperableadecuacin de las palabras que usa para las cosas a las que se refiere.Parece imposible que otras palabras de lenguas distintas estn encondiciones de nombrar las mismas cosas de una manera tanadecuada. Slo parece justa la palabra propia, y tan cierto como quela cosa mencionada es siempre una lo es que la palabra justa nopuede ser ms que una. Incluso la tortura del traducir tiene que ver enltimo extremo con el hecho de que las palabras originales pareceninseparables de los contenidos a los que se refieren, de manera quepara hacer comprensible un texto hay que circunscribirlo muchasveces con amplios rodeos interpretativos en vez de traducirlo. Cuantoms sensible se muestra nuestra conciencia histrica en susreacciones, tanto ms intensamente parece experimentar lointraducibie de lo extrao. Pero con esto la unidad ntima de palabray cosa se convierte en un escndalo hermenutico. Cmo iba a serposible llegar simplemente a comprender una tradicin extraa siestamos tan atados a la lengua que hablamos?

    Es importante comprender que este razonamiento es slo aparente.En realidad la sensibilidad de nuestra conciencia histrica atestiguams bien lo contrario. El esfuerzo por comprender e interpretarsiempre tiene sentido. En ello se muestra palmariamente lageneralidad superior con la que la razn se eleva por encima de lasbarreras de toda constitucin lingstica dada. La experiencia

    hermenutica es el correctivo por el que la razn pensante se sustraeal conjuro de lo lingstico, y ella misma tiene carcter lingstico.Bajo este aspecto el problema del lenguaje no se nos plantea desde elprincipio en el mismo sentido en el que se lo plantea la filosofa dellenguaje. Es verdad que la multiplicidad de las lenguas, por cuyadiversidad se interesa la ciencia lingstica, nos plantea tambin anosotros una pregunta. Pero sta es nicamente la de cmo puedeestar cada lengua en condiciones de decir todo lo que quiera a pesarde su diversidad respecto a las dems lenguas. La lingstica nosensea que cada lengua realiza esto a su manera. Nosotros pornuestra parte planteamos la cuestin de cmo acta en todas partes lamisma unidad de pensar y hablar dentro de la multiplicidad de estasmaneras de hablar, y cmo logra que en principio cualquier tradicinescrita pueda ser entendida. Nos interesamos pues, por lo contrario,de lo que intenta investigar la ciencia del lenguaje.La unidad interna de lenguaje y pensamiento es tambin elpresupuesto del que parte sta. Slo as ha podido convertirse enciencia. Pues slo porque existe esta unidad le merece la pena alinvestigador realizar la abstraccin por la que en cada caso convierteen su objeto al lenguaje como tal. Slo rompiendo con los prejuiciosconvencionalistas de la teologa y del racionalismo aprendieronHerder y Humboldt a ver las lenguas como otras tantas maneras dever el mundo. Al reconocer la unidad de pensamiento y hablaaccedieron a la tarea de comparar las diversas maneras de dar forma aesta unidad como tales. Nosotros partiremos de la misma concepcin,pero haremos el camino en sentido inverso. A pesar de toda ladiversidad de las maneras de hablar intentaremos retener la unidadindisoluble de pensamiento y lenguaje tal como la encontramos en elfenmeno hermenutico, como unidad de comprensin einterpretacin.

    La pregunta que nos gua es, pues, la de la conceptualidad de todacomprensin. Slo en apariencia se trata de un planteamiento

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    secundario. Ya hemos visto que la interpretacin conceptual es lamanera de realizarse la propia experiencia hermenutica. Esta es larazn por la que el problema que nos planteamos ahora es tan difcil.El intrprete no sabe que en su interpretacin se trae consigo a smismo, con sus propios conceptos. La formulacin lingstica es taninherente a la opinin del intrprete que no se le vuelve objetiva enningn caso. Por eso es comprensible que este aspecto de larealizacin hermenutica quede completamente desatendido. Pero aesto se aade que este conjunto de hechos ha sido ya desvirtuadoampliamente por teoras lingsticas inadecuadas. Es claro que unateora instrumentalista de los signos, que entienda las palabras y losconceptos como instrumentos disponibles o que hay que poner adisposicin, no es adecuada por principio al fenmeno her-menutico. Si nos atenemos a lo que ocurre en la palabra y en elhabla y sobre todo en cualquier conversacin con la tradicin llevadaa cabo por las ciencias del espritu, tendremos que reconocer que entodo ello se produce una continuada formacin de conceptos. Esto noquiere decir que el intrprete haga uso de palabras nuevas o inslitas.Pero el uso de las palabras habituales no tiene su origen en un acto desubsuncin lgica por el que algo individual es sometido a lageneralidad del concepto. Recordaremos por el contrario que lacomprensin entraa siempre un momento de aplicacin y lleva acabo de este modo un constante y progresivo desarrollo de laformacin de los conceptos. Es algo que tendremos que tenerpresente tambin ahora, si queremos que la lingisticidad propia de lacomprensin se libere del dominio de la llamada filosofa dellenguaje. El intrprete no se sirve de las palabras y de los conceptoscomo el artesano que toma y deja sus herramientas. Es forzosoreconocer que toda comprensin est ntimamente penetrada por loconceptual y rechazar cualquier teora que se niegue a aceptar launidad interna de palabra y cosa.

    Pues bien, la situacin es an ms complicada. Lo que se plantea essi el concepto de lenguaje, del que parten la moderna ciencia yfilosofa del lenguaje, hace en realidad justicia al estado de la

    cuestin. En los ltimos tiempos se ha alegado con razn desde elflanco lingstico que el concepto moderno del lenguaje presuponeuna conciencia del lenguaje que es a su vez un resultado histrico yque no puede aplicarse para el comienzo del proceso histrico, enparticular para lo que el lenguaje era entre los griegos 10. El caminoira desde la completa inconsciencia lingstica propia del clasicismogriego hasta la devaluacin instrumentalista del lenguaje en la edadmoderna. Y este proceso de concienciacin que encierra al mismotiempo una modificacin del comportamiento lingstico sera el quehabra hecho posible dedicar una atencin autnoma al lenguajecomo tal, esto es, segn su forma e independientemente de todocontenido.

    Podr dudarse de que sta sea una caracterizacin correcta de larelacin entre comportamiento y teora lingsticos; lo que en cambioes incuestionable es que tanto la ciencia como la filosofa dellenguaje trabajan bajo el presupuesto de que su nico tema es laforma del lenguaje. Pero es que el concepto de forma puede aquservir para algo? Es el lenguaje una forma simblica, como lo hallamado Cassirer? Se hace con ello justicia a su peculiaridad nica,que consiste en que la lingisticidad abarca a su vez a todas las otrascosas que Cassirer llama formas simblicas, mito, arte, derecho, etc.

    Por el camino de nuestro anlisis del fenmeno hermenutico hemosllegado a la funcin universal de la lingisticidad. En cuanto que elfenmeno hermenutico se revela en su propio carcter lingstico,posee por s mismo un neto significado universal. Comprender einterpretar se adscriben de una manera especfica a la tradicinlingstica. Pero al mismo tiempo van ms all de esta adscripcin noslo porque todas las creaciones culturales de la humanidad, an lasno lingsticas, pretenden ser entendidas de este modo, sino por larazn mucho ms fundamental de que todo lo que es comprensibletiene que ser asequible a la comprensin y a la interpretacin. Para lacomprensin vale lo mismo que para el lenguaje. Ni la una ni el otropueden tomarse como un simple hecho que se pudiera investigar

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    empricamente. Ninguno de los dos puede ser nunca simple objeto,sino que ambos abarcan todo lo que de un modo u otro puede llegar aser objeto 12.Si se reconoce esta relacin fundamental entre lingisticidad ycomprensin, no se podr confirmar ya que el camino que va de lainconsciencia lingstica a la devaluacin lingstica, pasando por laconciencia lingstica13, represente un proceso histrico unvoco.Este esquema no me parece suficiente ni siquiera para la historia delas teoras del lenguaje, como veremos ms tarde, y mucho menospara la vida del lenguaje mismo en su realizacin viva. El lenguajeque vive en el hablar, que comprende toda comprensin, incluida ladel intrprete de los textos, est tan involucrado en la realizacin delpensar y del interpretar que verdaderamente nos quedaramos conmuy poco si apartramos la vista del contenido que nos trasmiten laslenguas y quisiramos pensar stas, slo como forma. Lainconsciencia lingstica no ha dejado de ser la autntica forma de serdel hablar. Por eso nos volveremos preferentemente hacia losgriegos, que no tenan ningn trmino para lo que nosotros llamamoslenguaje en el momento en que empez a serles problemtica ydigna de reflexin la unidad de palabra y cosa que todo lo domina, ya continuacin examinaremos tambin el pensamiento cristiano de laedad media, que volvi a pensar el misterio de esta unidad desde supropio inters teolgico y dogmtico.

    Notas:

    1. A este desplazarse al lugar del otro, que se refiere al otro pero no asu razn objetiva, responde la in-autenticidad de las preguntasplanteadas en tales conversaciones que ya hemos caracterizado.

    2. Surge aqu el problema del extraamiento, sobre el queSchadewaldt ha hecho importantes observaciones en su eplogo a sutraduccin de la Odisea, 1958, 324.

    3. J. G. Droysen, Histortk, 1937, 63.

    4. G. W. Fr. Hegel, Die Vernunft in der Geschichte, 145.

    5. Platn, Corta Sptima, 341c, 344c, y Phaidr.. 275.

    6. Sobre este nexo reposa la gigantesca diferencia que existeentre un discurso y un escrito, entre el estilo oral y lasexigencias estilsticas muy superiores que tiene que satisfacer lo quese fija literariamente.7. Kippenberg cuenta en una ocasin cmo cierto da Rilke leyuna de sus Duimser Blegicn de tal manera que sus oyentes nollegaron a sentir la dificultad de este poema.

    8. Cf. la correspondencia que enlaza con el escrito de Fichte berGeist und Buchstabe in der Philosopbie, Ficbtes Urifwechstl II, cap.V.

    9. Cf. mi recensin de II. Rose, Klassik ais Denkform desAbendtattdes: Gnomon (1940) 433 s. Ms tarde he comprendido queimplcitamente est ya hecha esta misma crtica en la introduccinmetodolgica a Platos dialektische Ethik, 1931.

    10. J. Lohmann, en Lexis III, passim.

    11. Cf. E. Cassirer, Viesen uud Wirkung des Symbolbegriffs,1956, que contiene sobre todo los tratados publicados en laBibliothck Warburg; R. Hnigswald, Philosophie tmd Spracbe, 1937,enlaza aqu con su critica.

    12. Hnigswald lo expresa as: El lenguaje no es slo factum sinoque es tambin principio: o. c, 448.

    13. As describe J. Lohmann este desarrollo, en o. c.