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8/17/2019 Galatas-4-4
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“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo,
nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que
estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.”
Gálatas 4:4-5
Casi todos luchamos contra la impaciencia. Una de las cosas más difíciles es
aprender a esperar y en particular, cuando pedimos a Dios, deseamos que
Dios conteste pronto.
Sobre todo si vemos que Dios ha hecho una promesa, caemos en ansiedad
cuando pasa el tiempo y no vemos aquella promesa cumplida.
Pero Dios no tiene prisa, Su plan eterno se desarrolla conforme a lo que Él hadeterminado.
Eso es lo que debemos entender de la frase “… cuando vino el cumplimiento
del tiempo”.
Por siglos, el pueblo de Dios había esperado el cumplimiento de una promesa
hecha a sus antepasados pero los imperios y reyes surgían y caían y todo
parecía continuar de la misma manera.
¿Cuándo iría Dios a cumplir la promesa hecha por medio de los profetas, laspromesas hechas a David, a Moisés, a Abraham, la promesa hecha a los
primeros padres?
El mismo apóstol Pedro afirma que los profetas indagaban al respecto cuando
escribió:
“Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y
diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona
y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cualanunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían
tras ellos.” I Pedro 1.10-11
Y la espera se estaba haciendo muy larga.
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Después que el pueblo de Judá pudo regresar a su tierra del cautiverio en
Babilonia y después del profeta Malaquías no había vuelto a surgir otro profeta
en Israel que diera palabra de esperanza al pueblo.
Hacía 400 años que Dios parecía haberse desentendido y haberse ocultado de
Su pueblo.
Pero Dios no había olvidado ni se había dormido.
Cumplido el tiempo y según su plan, Dios envío a Su HIJO y anunció su venida
por medio del último profeta del Antiguo Pacto, Juan el Bautista.
Antes de la venida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se habían
levantado otros en Israel procurando la liberación del pueblo por sus propios
medios, de esto nos habla el fariseo Gamaliel, según se registra en Los Hechos
de los Apóstoles:
“Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A
éste se unió un número como de cuatrocientos hombres; pero él fue muerto,
y todos los que le obedecían fueron dispersados y reducidos a nada. Después
de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí
a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron
dispersados.” – Hechos 5-36-37
Estos hombres se apuraron tratando de cumplir ellos mismos con el plan de
redención divina y por lo tanto fallaron.
La redención que necesitaba Israel y que todos necesitamos no era una
liberación del poder político opresor.
Ese poder político opresor solo fue permitido como un símbolo de la verdadera
opresión satánica y de la esclavitud del pecado.
Los judíos anhelaban la venida del Mesías prometido para librarse del ImperioRomano. Para no tener que volver a pagar impuestos a un gobierno pagano,
para poder ser libres y progresar.
Sin embargo, el Mesías prometido venía a proveer una liberación diferente.
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Está escrito que Él vino a librar o salvar a Su pueblo de sus pecados (Mateo
1.21) y el reino del Mesías era un reino espiritual.
El Mesías vino, cumpliendo todas y cada una de las promesas y profecías, sin
embargo, no era lo que la gente esperaba. La mayoría se desilusionó de Él.
Fueron multitudes las que siguieron a Cristo pero al final de su ministerio muy
pocos quedaban a su lado.
Aun después de su resurrección, su iglesia estaba formada por unas 120
personas.
Fue hasta que el Espíritu Santo vino que muchos más pudieron entender el
propósito de la venida de Cristo y el cumplimiento del plan de Dios.
Hasta que los hombres no entiendan cuál es el problema realmente no
apreciarán la solución que Dios da.
Todavía muchos hoy siguen pensando que nuestros problemas son de carácter
físico y por eso se enfocan en la sanidad, en la prosperidad económica y en el
éxito para las cosas de esta vida.
Pero el asunto importante aquí es que para que pudiéramos ser adoptados
como hijos de Dios, el Mesías debía realizar una obra de redención, un rescate.
Todos los milagros, sanidades y prodigios que Cristo hizo señalaban y
apuntaban hacia una realidad espiritual mucho más importante.
Aquellos a los que Cristo sanó, volverían a enfermarse de algo y morir,
aquellos a los que Cristo alimentó, volverían a tener hambre y hasta los que
Cristo resucitó volverían a la tumba algún día.
Pero los que Cristo rescata del poder del diablo y del dominio del pecado, no
perecerán jamás.
¿Has entendido el plan de Dios y la obra redentora de Su HIJO?¿Estás pensando en Cristo para que Él te resuelva los problemas de esta vida
solamente?
Los problemas de esta vida pueden solucionarse o pueden permanecer, pero
son problemas que un día acabarán.
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En cambio en cuanto al problema espiritual, en cuanto a la situación del
hombre delante de Dios, ese problema sí urge resolverlo de una vez para
siempre porque si no se resuelve en esta vida, tiene consecuencias en la
eternidad.
Es posible que Dios nos haga esperar para contestar cosas que le hemos
pedido, pero no debemos desmayar, a su tiempo Él nos dará respuesta, ya
vendrá el cumplimiento del tiempo según su plan.
Pero sobre todo, pidamos por lo que se cumpla su propósito en nosotros y que
como hijos suyos redimidos, vivamos para la alabanza de Su gloria. Que así
sea. Amén
Pr. Alexander León.