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Una aproximación a la genealogía. Verdad y veracidad en Bernard Williams José Luis García Martínez Universidad de Valencia España Sorprende que Bernard Williams, un autor autodenominado seguidor de la “filosofía moral analítica” realice, en su último libro, un intento serio de conducirse por el método genealógico, preguntándose cómo pueden ser útiles las ficciones. Para Williams las ficciones evitan reducir la explicación a nuestra propia sociedad con las categorías de la explicación funcional, además de evitar construir sociedades antiguas sobre la base de ideas funcionales. Desde la genealogía, por consiguiente, se pretende tratar las diversas virtudes, las prácticas y las ideas que las acompañan y que evidencian la preocupación por decir la verdad a otras personas y, principalmente, en el sentido de discriminar lo verdadero de lo falso. La clave de interpretación de la obra, a mi parecer, reside en el uso que Williams oferta a lo que denomina “narración ficticia” (en oposición a la “historia real”), a la que atribuye utilidades explicativas mostradas a lo largo de la obra, que serán desarrolladas desde la creación de cierto “relato del Estado Natural”. El estudio de este proceso nos llevará a sorprendentes conclusiones: “ Aunque la veracidad tiene sus cimientos y se revela en el modo en el que una persona trata con las verdades cotidianas, debe ir más allá de la verdad tal como se manifiesta en las verdades cotidianas. Esto mismo es una verdad, y la autoridad académica no va a sobrevivir si no la reconoce”. De esta forma el esfuerzo último reside en preguntarnos por la vida ética del hombre en relación con el resto de la naturaleza humana. Si podemos dotar de sentido a este intento de dar cuenta de lo ético con apoyo de una explicación de los seres humanos que sea en el mayor grado posible anterior a las ideas de lo ético, entonces es posible un proyecto de naturalismo ético que sea inteligible, no vacío ni comprometido con un reduccionismo

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Una aproximación a la genealogía. Verdad y veracidad en Bernard Williams

José Luis García MartínezUniversidad de ValenciaEspaña

Sorprende que Bernard Williams, un autor autodenominado seguidor de la “filosofía moral analítica” realice, en su último libro, un intento serio de conducirse por el método genealógico, preguntándose cómo pueden ser útiles las ficciones. Para Williams las ficciones evitan reducir la explicación a nuestra propia sociedad con las categorías de la explicación funcional, además de evitar construir sociedades antiguas sobre la base de ideas funcionales. Desde la genealogía, por consiguiente, se pretende tratar las diversas virtudes, las prácticas y las ideas que las acompañan y que evidencian la preocupación por decir la verdad a otras personas y, principalmente, en el sentido de discriminar lo verdadero de lo falso. La clave de interpretación de la obra, a mi parecer, reside en el uso que Williams oferta a lo que denomina “narración ficticia” (en oposición a la “historia real”), a la que atribuye utilidades explicativas mostradas a lo largo de la obra, que serán desarrolladas desde la creación de cierto “relato del Estado Natural”. El estudio de este proceso nos llevará a sorprendentes conclusiones: “Aunque la veracidad tiene sus cimientos y se revela en el modo en el que una persona trata con las verdades cotidianas, debe ir más allá de la verdad tal como se manifiesta en las verdades cotidianas. Esto mismo es una verdad, y la autoridad académica no va a sobrevivir si no la reconoce”.

De esta forma el esfuerzo último reside en preguntarnos por la vida ética del hombre en relación con el resto de la naturaleza humana. Si podemos dotar de sentido a este intento de dar cuenta de lo ético con apoyo de una explicación de los seres humanos que sea en el mayor grado posible anterior a las ideas de lo ético, entonces es posible un proyecto de naturalismo ético que sea inteligible, no vacío ni comprometido con un reduccionismo general de tipo físico que resulta dudoso y que de cualquier forma debería de ser asunto aparte.

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EL PAÍS, 2006, Isidoro Reguera. "En defensa de la verdad"

caso de Williams, de mostrar, mediante una genealogía del concepto de verdad, que en la verdad hay "virtudes" (precisión y sinceridad) que la hacen esencialmente compatible con la veracidad.

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"¿Cuánta verdad soporta, cuánta verdad osa un espíritu?... El error (creer en el ideal) no es ceguera, es cobardía", escribe Nietzsche.

El libro de sir Bernard Williams plantea con elegante tensión las cosas. Hoy, el anhelo de veracidad, la prevención contra el engaño, sobre todo en el campo de la política, pero en todos los mencionados, pone en marcha un proceso de crítica que debilita la convicción de que haya alguna verdad segura o expresable en su totalidad. Se trata de una situación no deseable. Y un tanto absurda. Porque "si de verdad no se cree en la existencia de la verdad, ¿cuál sería entonces el objeto de la pasión por la veracidad? O -por decirlo de otro modo- al aspirar a la veracidad, ¿respecto a qué se supone que se está siendo veraz?". También esta paradoja tiene su gracia, desde luego; pero asimismo muy seria, porque el modo de su disolución puede arrastrar las mismas consecuencias nefastas, intelectual y prácticamente, que hemos apuntado.

¿Cómo afrontar esta situación? Una cuestión básica para la filosofía de hoy es la de formular intelectualmente las nociones de verdad y veracidad de modo que lo que entendemos por verdad (con sus virtudes) pueda hacerse compatible, como decíamos, con nuestros anhelos de veracidad. A ello se dedica este libro, con la vista puesta en el modelo de la Ilustración, que no significaría una tiranía de la teoría, de la verdad objetiva y externa, puesto que en ella existen tanto relaciones positivas entre las nociones de verdad científica y libertad política, cuanto toda una corriente crítica que ha sido la manifestación fundamental del espíritu de veracidad política y social, dice Williams. Su mensaje: la veracidad supone la voluntad de verdad, el esfuerzo por distinguir lo verdadero de lo falso; la necesidad de descubrir la verdad, de aferrarse a ella y de contarla (en especial a uno mismo). Curioso que, después de todo, el libro de Williams más que un relato verdadero quiera ser un relato veraz.

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¿Cuánta verdad soporta, cuánta verdad osa un espíritu? Esto fue convirtiéndose cada vez más, para mí, en la auténtica unidad de medida. El error (el creer en el ideal) no es ceguera, el error es cobardía. Toda conquista, todo paso adelante en el conocimiento es consecuencia del coraje, de la dureza con uno mismo, de la limpieza con uno mismo. Yo no refuto los ideales, ante ellos, simplemente, me pongo los guantes. Nitimur in vetitum [nos lanzamos hacia lo prohibido]: bajo este signo vencerá un día mi filosofía, pues hasta ahora lo único que se ha prohibido siempre, por principio, ha sido la verdad.Friedrich Nietzsche, Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es (1888)