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Literatura española I 1 La Generación del 98 José Ortega y Gasset, famoso escritor del círculo de la Generación del 14 o novecentista, publica el 8 de febrero de 1913 un artículo titulado “Competencia” en el diario del momento El Imparcial donde califica al grupo de escritores que desarrollaron su obra mayoritaria en la época del Modernismo español “la Generación fantasma”, ya que denunciaban en sus escritos los males de la patria, pero sin buscar remedios para sanarlos. Este crítico escritor enumeró una serie de características que hacían de la Generación del 98 una generación de escritores fantasma que no habían aportado más que riqueza estilística (relacionando el término modernista con la visión de efímera y extranjerizante de Juan Marinello). Nos centraremos en cuatro de ellas con las que ataca directamente al estilo de los escritores: - Su hipertrofia del egotismo : sobrefuncionalidad de la imagen del escritor en la presentación de su vida interior (ralentización del ritmo de las novelas), que está en consonancia con los personajes, adquiriendo una gran sensibilidad. Los personajes de estas novelas empezaron a ser “antihéroes” más que héroes novelísticos. - Su precoz y morboso sentimiento de frustración : los escritores surgen en el contexto de una crisis, por lo que sus obras tendrán una base pesimista muy fuerte, reflejo de la crisis. - Exageración neorromántica de lo individual : el carácter de los escritores hace que sean personas peculiares, con mucha personalidad. Al tener una fuerte voluntad de estilo, su personalidad estaba bien diferenciada de forma que se podía individualizar a cada autor aún incluyéndolo en un grupo de ciertas características generales. - Mimetismo servil de las modas europeas del momento : la mayoría de los componentes estéticos e ideológicos de la Generación del 98 son extranjeros, siendo asimilados en España de tal forma que éstos son exportados como versiones españolas que influyen en otros autores extranjeros. José Martínez Ruiz, “Azorín”, reconocido escritor de la citada generación, respondió al joven Ortega en el diario ABC (el cual continúa vigente) con cuatro artículos (los días 10, 13, 15 y 18 de febrero de 1913 respectivamente) con el título “La Generación de 1898” en los que tipologiza su generación, a la que le da nombre por primera vez. Las novelas de esta época suponen una ruptura con los patrones anteriores de novelas episódicas. La crisis de fin de siglo no afectó exclusivamente a España. El resto de los países occidentales también tenían motivos para estar en crisis, cada uno sus propios motivos. En el caso de España el desastre de 1898 fue el hecho final que desembocó en una crisis total, pero antes de este hecho paradigmático ya se tenía conciencia de angustia por el cambio.

Generacion del 98 ( 3pags)

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Literatura española I

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La Generación del 98

José Ortega y Gasset, famoso escritor del círculo de la Generación del 14 o

novecentista, publica el 8 de febrero de 1913 un artículo titulado “Competencia” en el

diario del momento El Imparcial donde califica al grupo de escritores que desarrollaron

su obra mayoritaria en la época del Modernismo español “la Generación fantasma”, ya

que denunciaban en sus escritos los males de la patria, pero sin buscar remedios para

sanarlos.

Este crítico escritor enumeró una serie de características que hacían de la Generación

del 98 una generación de escritores fantasma que no habían aportado más que riqueza

estilística (relacionando el término modernista con la visión de efímera y extranjerizante

de Juan Marinello). Nos centraremos en cuatro de ellas con las que ataca directamente

al estilo de los escritores:

- Su hipertrofia del egotismo: sobrefuncionalidad de la imagen del escritor en la

presentación de su vida interior (ralentización del ritmo de las novelas), que está en

consonancia con los personajes, adquiriendo una gran sensibilidad. Los personajes

de estas novelas empezaron a ser “antihéroes” más que héroes novelísticos.

- Su precoz y morboso sentimiento de frustración: los escritores surgen en el

contexto de una crisis, por lo que sus obras tendrán una base pesimista muy fuerte,

reflejo de la crisis.

- Exageración neorromántica de lo individual: el carácter de los escritores hace que

sean personas peculiares, con mucha personalidad. Al tener una fuerte voluntad de

estilo, su personalidad estaba bien diferenciada de forma que se podía individualizar

a cada autor aún incluyéndolo en un grupo de ciertas características generales.

- Mimetismo servil de las modas europeas del momento: la mayoría de los

componentes estéticos e ideológicos de la Generación del 98 son extranjeros, siendo

asimilados en España de tal forma que éstos son exportados como versiones

españolas que influyen en otros autores extranjeros.

José Martínez Ruiz, “Azorín”, reconocido escritor de la citada generación, respondió al

joven Ortega en el diario ABC (el cual continúa vigente) con cuatro artículos (los días

10, 13, 15 y 18 de febrero de 1913 respectivamente) con el título “La Generación de

1898” en los que tipologiza su generación, a la que le da nombre por primera vez.

Las novelas de esta época suponen una ruptura con los patrones anteriores de novelas

episódicas.

La crisis de fin de siglo no afectó exclusivamente a España. El resto de los países

occidentales también tenían motivos para estar en crisis, cada uno sus propios motivos.

En el caso de España el desastre de 1898 fue el hecho final que desembocó en una crisis

total, pero antes de este hecho paradigmático ya se tenía conciencia de angustia por el

cambio.

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El mismo Ortega estaba imbuido por las teorías alemanas de principios de siglo, como

las de Petersen, sobre la teoría generacional. Desde entonces, en España se estudia la

literatura dividida en generaciones (sucesión de generaciones).

Los intelectuales del 98 no tuvieron la misma vivencia común del desastre del 98 ya que

no lo viven desde la misma perspectiva ni sólo ellos la viven, sino que autores como

Galdós, de la generación anterior, llegaron a remover el poder político del momento con

sus escritos.

Es el caso del ya mencionado Benito Pérez Galdós, que a principios del siglo XX se

estrenó una de sus obras de teatro de un tema socialmente candente (una joven había

ingresado en un convento de monjas siendo menor de edad) debido al anticlericalismo

de la época titulada Electra. La gran conmoción surgió a raíz de los problemas de orden

público que causó debido a las disputas de los que fueron a presenciar la obra de tal

forma que el Consejo de Ministros dimitió en pleno ante su imposibilidad de mantener

el orden y hubo que convocar un nuevo Consejo.

Por lo que se puede comprobar, esta crisis política de finales del siglo XIX afectó a

bastantes más escritores de los que componen la llamada Generación del 98 (Unamuno,

Valle-Inclán, Benavente, Baroja, Bueno, Maetzu, Rubén Darío, Azorín, Antonio

Machado y Juan Ramón Jiménez). No es lícito, pues, restringir la experiencia histórica

sólo a los nacidos entre 1864 y 1875.

Todos estos escritores que formaban parte de la denominada Generación del 98

comenzaron su juventud como anarquistas o socialistas y reflejando sus ideas

revolucionaras en sus obras, sin embargo, con el paso del tiempo, escritores como

Baroja, Azorín o Unamuno se dirigieron hacia posturas más conservadoras, mientras

que otros como Antonio Machado y Valle-Inclán radicalizaron su ideología anarquista.

De esta forma se puede comprobar cómo cada uno de ellos vivía los acontecimientos de

su alrededor de forma diferente y así los interpretaba, no habiendo unanimidad en sus

pensamientos y quizá perdiendo esa facultad que les hubiera hecho “Generación”.

Paralela a la crisis política e ideológica de fin de siglo apareció el empuje burgués

surgido de las capitales regionales de cuño romántico que reivindicaban una libertad e

independencia regional tal como el movimiento vasco, catalán o gallego; incluso hubo

un movimiento llamado “casticismo” tomado como manifiesto del nacionalismo

español.

Durante el periodo modernista se creó un espíritu de juventud que rompía con lo

anterior, con la generación realista y naturalista, y a través de periódicos y revistas

transmitían ese ideario de frescura joven y desvinculación de lo antiguo. La invención

de la rotativa, que permitían difundir a gran escala los pensamientos publicados en

periódicos y revistas, facilitó esta labor dentro del movimiento intelectual. Ello derivó

en el ensayismo publicado en prensa que luego eran reunidos los artículos que formaban

un todo y se publicaban como obras completas.

La ajustada temática cultivada por estos escritores, la evocación y lo confesional

(confesión personal) enmarcaron los temas de reflexión en los que se podían dar los

rasgos:

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- La dificultad de adecuar lo individual y lo colectivo.

- La libre interpretación de la literatura ajena como vivencia propia.

- La caracterización profunda de lo hispánico (sobretodo Castilla).

- La impenetrabilidad de las razones vitales de los otros y, a veces, aún las de uno

mismo.

- La pugna entre lo contemplativo y lo activo.

Estos rasgos quedan combinados con la evolución de las formas simbolistas

(recurrencia de imágenes) y la búsqueda de un ritmo interior; se trata de una crisis de

madurez en la literatura española contemporánea, el verdadero peso de una noción

contemporánea de la literatura. Hay ciertas características que marcaron este paso:

- La indeterminación del género literario, molde que se revelará insuficiente para el

escritor de la época (nuevos géneros, nuevos estilos, híbridos de géneros).

- La preponderancia de elementos intimistas o confesionales (autobiográficos) sobre

la objetivación creadora.

- El impresionismo y el irracionalismo como actitudes.

- Predilección por ciertas zonas de sombra mística del alma humana, en lo religioso

o en formas afines al panteísmo o más frecuentemente en la vaguedad limítrofe del

yo.

Se construye la modernidad a partir del Modernismo y se convierte en paradigma de la

literatura española contemporánea:

- Su vivencia personal de la búsqueda de un lenguaje expresivo.

- Por su conciencia clara de la crisis de los géneros literarios tradicionales.

- Por su peculiar modulación del yo artístico.