GENICOT, Léopold - El Espíritu de La Edad Media

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  • Del Mundo Antiguo A Occidente

    La primera originalidad de la civilizacin medieval est en sumarco geogrfico. Los materiales que utiliza estn tomados ensu mayora de la Antigedad clsica. Su espritu es cristiano ypor lo tanto es antiguo igualmente. En cambio el marco es abso-lutamente nuevo.

    La civilizacin antigua era mediterrnea. Perteneca ms bienen comn a todos los pases que baaba el Mare Nostrum y seagrupaban dentro del Imperio Romano. Era adems un acervoexclusivo, puesto que solamente ellos haban tenido un papel en suformacin y evolucin. Otros pueblos, situados ms al interior, lahaban recibido, s, pero ni influyeron en ella ni la enriquecieron.

    La civilizacin medieval, por el contrario, es occidental. No inclu-ye sino una fraccin del Imperio Antiguo. Y no se alimenta sola-mente de Catalua, Aquitania, Provenza o Italia, sino tambin ysobre todo de Inglaterra, Blgica, Renania, Borgoa, Norman-da y la Isla de Francia.

    Durante el periodo de transicin -desde el siglo III al VII- que vade la Antigedad a la Edad Media, se opera, pues, una dobletransformacin. Por una parte Occidente se separa y se diferen-cia de Oriente y de frica y, por a otra, sus fronteras se ensan-chan y su centro se desliza insensiblemente del Sur al Norte.

    Del estudio de estos dos movimientos paralelos se ocupa el pre-sente capitulo: tras recordar, sin insistir, la unidad del mundogrecoromano en su momento de apogeo, analiza, en su esenciay consecuencias, los diversos acontecimientos que abren unaprofunda sima.

    Foso entre este, oeste y sur del mundo antiguo. Ms tarde es-tablece la posicin respectiva de las regiones meridionales yseptentrionales de Occidente al comienzo de la Edad Media ydetalla los hechos que, poco a poco, han dado a las regiones

    septentrionales una nueva importancia, que pronto superar a laque tenan las primeras.

    En el siglo primero de nuestra Era todos los pueblos que se re-partan las orillas del Mediterrneo vivan de una misma civiliza-cin. Por el mar y gracias al mar, mantienen entre ellos relacionesintensas. Intercambian sus productos agrcolas e industriales, susideas artsticas y literarias, sus sistemas filosficos y religiosos.Europa meridional, Asia menor y frica del Norte componen asun todo coherente. Demostrar esto con amplitud sera sobrepasarlos lmites del presente libro. Por otra parte basta para probarlo re-cordar la Piazza delle Corporazioni de Ostia y sus mosaicos, don-de las agencias martimas se ofrecen para transportar mercan-cas a todos los puntos del mundo civilizado.

    A partir de este momento, sin embargo, se hace posible una rup-tura entre Este y Oeste pues el primero ejerce en el Imperio unainfluencia demasiado fuerte. Esta ruptura se hace inevitable des-pus de la gran crisis de mediados del siglo III y se consuma traslas invasiones del siglo V. En vano Justiniano, en los principiosdel VI, intenta invertir este movimiento.

    Cien aos ms tarde otra grieta, sta an ms profunda, se abreen el mundo mediterrneo: Unificados por Mahoma, los rabesse lanzan al asalto de los infieles y arrancan a la Cristiandad Es-paa, frica y Siria.

    La ruina de la unidad imperial no se produce por lo tanto de gol-pe, brutalmente. Es el resultado de una evolucin de cinco si-glos. Resumamos una a una estas etapas.

    Roma termina apenas de forjar la unidad del mundo antiguo consus conquistas cuando ya sta se encuentra en peligro. La pre-ponderancia de Oriente hace pesar sobre ella una amenaza quecon el tiempo slo se agrava, pues Oriente domina el Imperio yrefuerza constantemente su ascendiente sobre l. Por ejemplo:le impone sus religiones, especialmente el mitriacismo, y mstarde y con mayor importancia, el catolicismo. De Asia, de Es-mirna y de Prgamo es de donde salen los primeros obispos y

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    Captulo Primero: El Marco

  • mrtires de las Galias. An ms: Oriente proporciona al Imperiola mayora de sus hombres de Estado y de sus altos funciona-rios. ndices stos, entre otros, de un peligroso desequilibrio.

    La gran crisis del siglo III acenta enormemente este desequi-librio. Durante treinta aos, aproximadamente del 235 al 268, unhuracn de inaudita violencia sacude al mundo romano. Losejrcitos -pues ya no hay uno solo sino varios ejrcitos rivales-reclaman cada uno la prpura para su jefe. Los pronunciamientosse suceden a un ritmo enloquecedor. Se instaura la anarqua. Es-ta anarqua provoca en el interior la constitucin de bandas queaterrorizan a la poblacin. En el exterior incita a los "brbaros" alanzarse sobre ese Estado dividido y desorganizado. En varioslugares y en oleadas sucesivas fuerzan las fronteras y penetranhasta muy dentro del territorio: los francos, en un momento da-do, llegan hasta Espaa, los alamanos aparecen en Auvernia,en Italia y en Retia. Los godos centran su inters en Asia Menory amenazan, al instalarse en los Balcanes, con separar Orientede Occidente. Al mismo tiempo las brutales y repetidas devalu-aciones -medio cmodo de colmar los dficits de los presupues-tos- trastornan la vida econmica. Hacen que en dos deceniosse doblen los precios. Para mayor desgracia se declara la pestey durante largos aos contina sus estragos. Abrumado pormales tan numerosos y tan crueles el Imperio parece cercano asucumbir. Sin embargo, gracias a algunos grandes generalesvenidos de la Iliria, se salva. Pero si sobrevive es profundamentetransformado y, lo que es ms importante, ms orientalizadoque nunca.

    Occidente sale de la prueba muy debilitado. Su economa hasido afectada de modo mortal, sus ciudades arruinadas, su cul-tura agotada. La industria, floreciente en Italia durante el siglo I,y en Galia, Espaa y hasta en Gran Bretaa durante el siglo n,entra rpidamente en decadencia a fines del III. Salvo en al-gunos centros privilegiados no producir ya sino objetos toscosdestinados a la consumicin local. Su decadencia frena la activi-dad comercial.Tan slo la agricultura sigue siendo relativamenteprspera. Pero tambin estrecha sus horizontes y renuncia a laespecializacin: los grandes dominios, que absorben la mayorade las propiedades pequeas y medias, viven casi en rgimen

    cerrado. Esta evolucin econmica, las correras de los brba-ros, los impuestos que abruman a la poblacin acomodada, laindiferencia por parte del gobierno, que cesa de ayudarles, y tam-bin posiblemente la hostilidad de los campesinos y la repugnan-cia atvica hacia la vida urbana de ciertos autctonos se deja sen-tir pesadamente en las ciudades. La mayora de ellas no estabanya muy pobladas pero ahora pierden an ms de su poblacin ydecae su actividad. Se limitan a vegetar tristemente dentro de lasestrechas murallas de las que se rodean para protegerse.

    Privada as de sus centros principales, la cultura va quedando sinvida. La regresin que prosigue en este dominio se acelera trans-currido el siglo II. La literatura pagana no cuenta sino con este oaquel representante, y stos, estimables nada ms. La cristiana,ms rica, pierde bien pronto el aliento. El arte olvida sus tcni-cas y deja de renovarse. Todo el Occidente anuncia la alta EdadMedia y su vida bsicamente rural.

    El Oriente ofrece un cuadro muy diferente. Contina siendo ur-bano, animado y brillante. Las grandes ciudades siguen dandola pauta: Bizancio, prometedora de un gran futuro; Tesalnica,cuya fortuna durar siglos; Antioqua, Alejandra... Ciudadescosmopolitas en las que el comercio rivaliza con la industria,sobre todo con la industria de lujo; en donde las especulacionesfilosficas y despus las teolgicas se continan en las escue-las y donde las riquezas aseguran el desarrollo de un arte nue-vo, impregnado totalmente de asiatismo. La vicia del mundo anti-guo se concentra, pues, en las orillas del Bsforo, en las costasde Asia y de Egipto: Puede extraar ahora el hecho de queConstantino trasladara all su capital en el ao 330?

    Indudablemente, la consecuencia ms grave de la crisis de me-diados del siglo tu fue la de crear un contraste demasiado vio-lento entre Oriente y Occidente. Lo que existe ahora en el senodel Imperio no es desequilibrio sino oposicin. Los gobernantesno se equivocan. Es verdad que aprietan los tornillos de la cen-tralizacin y hacen ms pesado el yugo de la burocracia, pero almismo tiempo renuncian a la unidad de mando militar y civil: apartir de 286 hay dos Augustos. El establecimiento de la Diar-qua es todo un presagio: viene a probar que entre las dos frac- UNTREF VIRTUAL | 2

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  • ciones del mundo romano la vida comn se ha hecho difcil yque, tarde o temprano, se producir la ruptura.

    Se produce en efecto cuando ocurre eso que se han llamado"las grandes invasiones". Estas, que deban llamarse con mayorpropiedad "las grandes migraciones", son la primera fase de unfenmeno de amplitud y duracin excepcionales, que continuara lo largo de toda la alta Edad Media y cambiar el Occidente.Tienen por causa remota una doble atraccin: la que sobre losgermanos venidos de las brumas y los pantanos del Norte ejer-ce la fertilidad del Medioda, con su sol y su vida dulce y la quesienten los nmadas de Asia central, cada vez ms desrtica,por las llanuras aluviales que la rodean. Tienen por causa pr-xima la llegada de los hunos. Estos turcos mogolizados, expul-sados de China llegan al Volga alrededor del 355 y en su marchaen direccin al Oeste van empujando uno tras otro a los pue-blos escalonados a lo largo del Danubio y del Rin, arrojndoloscontra las fronteras del Imperio. Presionadas por hordas incon-trolables y mal defendidas por ejrcitos demasiado dbiles, lasfronteras ceden.

    En el Este, los visigodos derrotan a Valente en Adrianpolis, porel ao 378 y comienzan las peregrinaciones que les llevarn deMesia a Iliria, luego a Dalmacia, Italia y por ltimo hasta Aquita-nia y Espaa, donde se establecen entre el 418 y el 475. En elcentro, una fraccin de los ostrogodos penetra en Italia en elao 405 pero es exterminada. Una segunda vuelve a atacar ha-cia el ao 488, conducida por Teodorico. Por el Oeste los vnda-los y los alanos y los nuevos hacen retroceder en desorden a lasdefensas romanas en el 406, asuelan las Galias y se extiendenpor la Pennsula Ibrica. Los primeros pasan a frica en el 428.Los ltimos fueron al fin rechazados por los visigodos y confina-dos en Galicia. En el mismo sector los francos, los alamanos ylos burgundios se deslizan a su vez hacia el Sur, por los vallesdel Escalda y del Mosela, en Alsacia y en el Palatinado, en Bor-goa y al sur de sta llegando hasta Provenza. Por ltimo lossajones escogen las dos orillas del mar del Norte y del canal dela Mancha. Unidos a ellos los anglos y los yutos, y posiblementetambin algunos elementos frisones, francos y chaucos, esta-blecen tres cabezas de puente en Inglaterra y durante la segun-

    da mitad del siglo v realizan una primera entrada en su interior.Tras una tregua de dos generaciones, vuelven a ponerse enmarcha, rechazan a los bretones hacia Cornualles y el Pas deGales y se apoderan as de la mayor parte de la isla.

    Segn puede observarse esta marejada de pueblos no afectasino a una parte del mundo romano. El Basileus consigui, pormedio de las armas y sobre todo por medio de la diplomacia, re-chazar hacia Italia, Galia y Espaa a los brbaros que habantraspuesto el Danubio inferior. Oriente permanece, pues, indem-ne. Por el contrario Occidente est profundamente afectado. Deun solo golpe los vnculos polticos, culturales, e incluso mate-riales entre las dos zonas quedan rotos.

    La unidad poltica desaparece, si no en teora, por lo menos enla prctica. Idealmente slo existe un Imperio e incluso, tras ladeposicin de Rmulo Augstulo en el ao 476, hay un solo Em-perador. Pero prcticamente este emperador no gobierna sino elOriente. Los jefes brbaros que se han repartido el Occidente sepresentan a veces como sus mandatarios. Durante varias gene-raciones an acuarn moneda con su efigie y alardearn conlos ttulos de cnsul o de patricio que el emperador les otorga.Todo esto no implica, ni antes ni despus, que estos jefes lereconozcan algo ms que una preeminencia honorfica.

    La identidad de las instituciones administrativas se desvanecetambin. Las instituciones bizantinas no sufren modificacionessensibles antes de Heraclio (610-641). Constituyen, como en elpasado, un conjunto coherente, completo y sabio. Por el contra-rio las de los reinos burgundio, visigtico, anglosajn, etc., senos presentan como un informe conjunto de elementos romanosy germnicos; son ms bien rudimentarios y como ajenos a todaespecializacin.

    Las divergencias de cultura que sealbamos arriba se acen-tan. Segn la feliz expresin de Pirenne, el Occidente se bar-bariza: sea lo que fuere, los invasores precipitan la decadenciade la civilizacin. La ignorancia creciente de la lengua y de la li-teratura griegas es un excelente ndice de este retroceso. Por suparte Oriente reniega ms y ms de sus tradiciones latinas para UNTREF VIRTUAL | 3

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  • acantonarse en el helenismo y abrirse an en mayor grado a lasinfluencias asiticas; el arte bizantino, que pronto producir suobra maestra, Santa Sofa de Constantinopla (532-537), traduceampliamente esta doble influencia, puesto que, si bien es asiti-co por sus tcnicas, su amor al lujo y a la policroma, es en cam-bio griego por su ordenacin y claridad.

    A largo plazo las invasiones brbaras llegarn incluso a separarmaterialmente una de otra las dos fracciones de la antigua Ro-mania. A medida que los germanos penetran en el Imperio, loseslavos los sustituyen en los espacios que van quedando libres.En el siglo VII, por su propia iniciativa o bajo la invitacin de He-raclio, algunos de ellos pasaron a su vez el Danubio y se inser-taron como una cua entre Oriente y Occidente en la actualYugoslavia.

    Queda el vnculo religioso. Pero es dbil y se rompe fcilmente:a ttulo definitivo en ciertas comarcas mejor o peor asimiladas,pero alejadas de la capital imperial: el monofisismo, denunciadoen los aos 448 y 451, se inserta en el separatismo latente deSiria y de Egipto y bien pronto viene a figurar como confesinnacional de estos pases, preparando su paso a una dominacinextranjera, la rabe del siglo VII; de manera temporal, pero re-petida en otras comarcas: circunstancias muy diversas provocanfrecuentes rupturas entre Bizancio y Roma a raz de la muertede Constantino y abren las vas al cisma de las provincias grie-gas del Imperio de Oriente.

    El cisma no se consumar hasta 1054, bajo Miguel Cerulario,pero las causas se remontan a los siglos IV y V. El comporta-miento de los Basileis es una de las ms activas: la ausencia delmites precisos entre los campos civil y religioso, la preocupa-cin por mantener la unidad de la fe y de salvaguardar as la pazy la prosperidad, el carcter sagrado que cada cual reconoce ala autoridad imperial empuja a quienes detentan esta autoridada intervenir y presionar, incluso en cuestiones dogmticas, enlas actividades de la Iglesia. No menos decisivo e intolerable sonlas miras del patriarca de Constantinopla: obispo de la NuevaRoma, adopta la actitud de jefe de la jerarqua en Oriente, so-porta mal la supremaca del sucesor de Pedro. En un segundo

    plano las oposiciones tnicas, la diversidad de lenguas, las di-vergencias en las frmulas teolgicas, en los ritos, en las reglasdisciplinarias, son otros tantos puntos de friccin cada vez mssensibles.

    La Edad Media, esa Edad Media en la que la unidad religiosajugar un papel capital, se halla apenas en sus comienzos cuan-do ya una fraccin de Oriente rechaza la comunin con el Papa-do, y prueba ser extraordinariamente precaria en la otra 20. Ladivisin del Imperio romano en dos mundos es completa.

    Sin pretenderlo as seguramente, Justiniano mismo nos da laprueba. Sus tenaces esfuerzos para oponerse a la corriente quelleva Oriente hacia Asia, reconducirlo a las tradiciones romanasy soldarlo de nuevo a Occidente, no obtienen otro pago que untotal fracaso.

    Asociado estrechamente al gobierno ya en el ao 518 por su toy nico seor a partir del ao 527, "El Emperador que no duer-me nunca", tiene una ambicin: dilatar y completar la obra de losCsares, devolver a la Romania su integridad territorial y hastacultural, dndole un coronamiento cristiano. En otros trminos:su propsito es restituir al mundo mediterrneo su unidad polti-ca reconquistando Occidente; su unidad religiosa reconciliandoal Patriarca con el Papado y atrayendo de nuevo a Siria y Egiptohacia la verdadera fe, e incluso completar su unidad lingstica,literaria y artstica, otorgando al latn, all en Constantinopla, unlugar de preeminencia, y haciendo que la civilizacin antigua flo-reciera de nuevo.

    Pero le es imposible llevar a cabo la mayor parte de este ambi-cioso programa. Sus xitos son parciales. No llega a apoderarseni de la Galia ni de la mayor parte de Espaa. No termina con lahereja de Oriente y slo consigue acrecentar la desconfianzade la Iglesia Oriental, por sus repetidas intrusiones en cuestio-nes doctrinales. No desaloja a la lengua griega de sus fuertesposiciones en esta parte de Iliria y, nicamente en Sicilia, lograaclimatar una literatura que no tiene nada de romana y un arteque no es sino bizantino, es decir, muy entreverado de elemen-tos persas, sirios y armenios. Sus xitos son tambin efmeros: UNTREF VIRTUAL | 4

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  • frica, Italia y el litoral ibrico que somete en el 533 caen un si-glo ms tarde en manos de los rabes, los lombardos y los visigo-dos. El vnculo con Roma, que ha reanudado hacia el ao 519 seromper de nuevo en el 640 y, a partir del 681, ningn obispooccidental volver a tomar parte en concilio alguno que se cele-bre en Constantinopla. En el Mediterrneo oriental las tradicionesromanas morirn pronto por asfixia y el latn ser olvidado.

    Hay que atribuir la responsabilidad de estos mediocres resulta-dos nicamente a la falta de constancia, de hombres, de tiempoo de dinero? Indudablemente no. Si la obra exterior de Justinianoes fragmentaria y frgil, ello quiere decir que nadie en el mundooccidental se reconoce en aquel Bizancio con sus funcionariosgriegos, sus comerciantes sirios o judos, sus soldados germni-cos, eslavos o iranios. Si su poltica religiosa conduce a un calle-jn sin salida, es porque Oriente est habituado a las intervencio-nes del emperador en cuestiones dogmticas y gangrenado porel monofisismo. Si resulta imposible reconstruir la comunidad cul-tural, es porque las influencias brbaras y latinas en Occidente yhelensticas y asiticas en Oriente, son demasiado sealadas. Lacausa profunda del fracaso es, pues, la incompatibilidad de esosdos modos de vida y, por eso mismo, el fracaso es significativo.

    Y tambin grave, puesto que pronto va a surgir otro enemigoque arrebatar a este Oriente y a este Occidente desunidosamplios territorios que irn a formar parte de un universo extran-jero, rabe y musulmn y producir as otra gran falla en el mun-do mediterrneo.

    El ataque es brutal. Desde el ao 622, fecha en la que abando-na su dudad natal y busca refugio en Yatrib (Medina) hasta el632, fecha de su muerte, un gran profeta, Mahoma, tanto porsus xitos diplomticos y militares como por sus predicacionesreligiosas, consigue aglutinar a los rabes hasta entonces enextremo divididos. De la fogosidad natural de esta raza logra for-jar el instrumento ideal para la difusin de su doctrina. Al ense-arles que a la unidad de Dios debe corresponder la unidad delos creyentes y, por consiguiente, prohibirles que guerreasenms entre s, les incita a descargar sobre los infieles el excesode su ardor blico. Promete felicidad eterna a quienes caigan

    defendiendo la fe. Bajo sus sucesores, los rabes se lanzan im-petuosamente al asalto del mundo. En diez aos conquistanSiria y Persia, Egipto y Cirenaica. Despus someten Armenia yBerbera y llegan por el Este y por el Oeste hasta las fronterasde Europa. Incluso las fuerzan en un punto; en el ao 711, enuna sola batalla, ganan la Espaa visigoda. Felizmente para elOccidente medieval, mientras que Constantinopla entre el 711 yel 718 resiste desesperada y victoriosamente al otro extremo delcontinente, en la Galia el duque de Aquitania Eudes y despusCarlos Martel mismo les infligen en los aos 720-721, 732 y 737derrotas decisivas. No prosiguieron, pues, su avance hacia el in-terior. Pero permanecen como seores de las orillas del Medite-rrneo y hasta se aduean de sus islas: Creta en el ao 825,Sicilia en el 827 y Malta en el 870.

    Esta expansin del Islam y, ms exactamente, esta conquistadel Mare Nostrum por los sarracenos tienen graves consecuen-cias. Segn una clebre tesis cambian de arriba abajo la orde-nacin del mundo clsico y abren un nuevo perodo de la His-toria. Por un lado cortaron la va, no ya de mayor importanciasino la nica que serva para comunicar Oriente y Occidente,que, al quedar aislado de aqul, se ve obligado a vivir en lo su-cesivo por s mismo y de su propia sustancia. "Los cristianos -escribe un rabe hacia el 700- ya no pueden ni siquiera hacerflotar una tabla sobre el mar". Por otra parte, sumirn durante si-glos en la inseguridad a las costas de Italia, Provenza, Septima-nia y Catalua y deciden de este modo el paso en Occidente dela supremaca poltica y cultural de los pases mediterrneos alas regiones nrdicas. En una palabra: con ellos desaparecenlos dos rasgos caractersticos de la Antigedad: la unidad roma-na y la preponderancia del Mediterrneo, dando lugar as a laaparicin de la Edad Media.

    Son estos puntos de vista, seductores pero excesivos, que hoyen da encuentran la aprobacin de pocos eruditos. En el ordeneconmico principalmente la argumentacin sobre la que seapoyan parece hoy menos slida que hace treinta aos. En laGalia franca, la Italia de Teodorico y la Espaa visigoda nume-rosos mercaderes sirios y judos trafican con vino y especias deOriente, papiros egipcios, aceite africano. Los puertos y ciuda- UNTREF VIRTUAL | 5

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  • des del interior tienen una gran actividad y la moneda copia ser-vilmente al numerario bizantino. Bajo los carolingios, en cambio,no existen los mercaderes extranjeros ni los productos exticos,ni los animados centros comerciales ni la moneda de oro tipoimperial: stos dan paso a los denarios de plata que valan trein-ta veces menos. Estas diferencias, esta oposicin no pruebaque antes de Mahoma los pases mediterrneos estuvieran encontacto continuo y que con el avance rabe se aslan y alejanunos de otros? Para empezar se exagera la vitalidad de la eco-noma merovingia. Cmo es posible creer, por ejemplo, queespecias, vinos, aceites y papiros sean objetos de consumo cor-riente o que con un permetro de una media legua y 8 o 9000habitantes Marsella constituya un "gran puerto" por el que olea-das de mercancas se vierten sobre la Galia y hasta sobre laGran Bretaa? Adems se olvida otra explicacin ms veraz: laescasez de metales preciosos, tan evidente para quienes com-paren la orfebrera bizantina con las joyas de los reinos brbarosen las galeras de cualquier museo, el Metropolitan de NuevaYork por ejemplo. Si los reinos brbaros reducen sus intercam-bios con Oriente es al parecer porque disponen de pocos obje-tos de cambio, no producen apenas oro o plata y saldan cadavez con mayor dificultad sus compras. Si renuncian al sueldo ylo cambian por el denario es probablemente con objeto de paliarla penuria de metal de acuacin y adaptar as el valor de lamoneda al de su materia prima, que se evala a medida que sereduce la cantidad. Se olvida por ltimo que, como ya diremosen las ltimas lneas de este captulo, las relaciones entre laparte oriental y la occidental de la Romaria no quedan interrum-pidas en esos aos del 750 al 800.

    Las verdaderas consecuencias o, con ms exactitud, las conse-cuencias de mayor importancia de la expansin rabe han sidomuy otras. La invasin, claro es, debi de entorpecer de modotemporal al menos, las relaciones entre Occidente y Oriente.Junto con la reaccin de los pueblos brbaros, mal sometidospor Justiniano, y los ataques de los eslavos en los Balcanes,contribuy desde luego a fraccionar, quebrantar y debilitar aOriente. No le deja sino jirones de Italia, Grecia, Macedonia,Tracia y Asia Menor. Le obliga a descender de su alta posicin

    de imperio universal al del reino de los Estrechos. Le ataca ensu fuerza y esplendor. Pero lo ms grave es que arrebata demanos de la Cristiandad la Siria de Romanos el Melode, elEgipto de Orgenes y Clemente, el frica de Agustn y la Espaade Prudencio. Las disensiones religiosas haban ya suscitadoo propagado sentimientos separatistas en algunos de estospases? La huella romana haba sido menos profunda que enotros lugares? Es indudable. Pero fueron los sectarios de Ma-homa quienes aqu o all cortaron toda amarra o borraron todahuella. Su accin fue tal, que nos es muy difcil imaginar hoy queArgelia o Tnez, por ejemplo, formaron parte en un tiempo delmundo latino y nos quedamos estupefactos ante el Foro deDjemila, el teatro de Timgad o el Capitolio de Sbeitla. El resulta-do fundamental de las invasiones sarracenas fue, pues, el asen-tamiento del Islam, sus gobernantes, su fe y su cultura en msde la mitad del litoral mediterrneo.

    Oriente, Occidente y el Islam; un mundo que se prolonga altransformarse, un mundo que nace, y un mundo extranjero: launidad antigua est decididamente muerta.

    Tal y como ocurre con esta doble escisin, el ensanchamientode fronteras de Occidente y el desplazamiento de su centro degravedad no se producen bruscamente. Tambin son fruto deuna larga evolucin, cuyos momentos decisivos fueron, para elNorte, las invasiones germnicas y, para el Medioda, la recon-quista de Justiniano y la expansin del Islam. Examinemos nue-vamente estos acontecimientos ya evocados, pero con diferenteperspectiva, despus de haber establecido de modo sumario laposicin que tienen al fin de la antigedad la Galia belga, la Re-nania e Inglaterra por un lado, e Italia, Provenza, Aquitania y Es-paa por otro.

    Desde el siglo segundo antes de nuestra era, Roma puso pie enlos pases mediterrneos que eran prolongacin del litoral delLacio, cuyo suelo y subsuelo estaban cargados de promesas ycuyas costas y ros se prestaban ampliamente al trfico comer-cial. Envi importantes contingentes de colonos, y, en ciudadescomo Cremona y Plasencia, Narbona y Arls, Tarragona y Cr-doba pronto ech races su cultura. Ya bajo los primeros Csa- UNTREF VIRTUAL | 6

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  • res tuvo en estas regiones algunas de sus mejores escuelas -enMarsella y en Autun- y de estas mismas ciudades salieron va-rios de sus mejores escritores, como Sneca o Lucano. En el si-glo IV Espaa an le da un Prudencio y un Orosio, mientras que,en Aquitania, las "universidades" de Burdeos, Tolosa o Narbonasuperan a las de la propia Italia. Estas aportaciones de la histo-ria intelectual a las que se podran aadir otras tomadas de lavida religiosa, artstica o econmica, dan una idea clara del gra-do de cultura alcanzado por el Medioda y de la importancia desus adelantos sobre el resto de Occidente hacia el ao 400.

    Y he aqu que ocurren las invasiones brbaras. Tienen por con-secuencia inmediata asolar casi totalmente la obra de Roma enel Norte y acentuar por lo tanto an ms el contraste que steofreca con las regiones meridionales. Pero tambin le rejuve-necen y le preparan para colocarse a la altura de stas y llegara sobrepasarle en la poca carolingia.

    Pero el primer resultado es el de acrecentar el retraso del Norte.Despus de haber sembrado en ste -a partir del ao 250- ladesolacin y la ruina, los germanos se instalan all en gruposcompactos en l a partir del 406. Representan de un 15 a un 25por ciento de la poblacin en la Francia septentrional y en Va-lonia; el 50 por ciento y an ms en Alsacia, en el valle renano,en Flandes y en la Gran Bretaa central y oriental. En el Sur, porel contrario, con excepcin de islotes como la regin tolosana,los germanos quedan anegados entre la masa de la poblacinautctona. Para colmo aquellos que se establecieron en el bor-de mediterrneo, los godos, eran tambin los ms cultos. En suhabitat del bajo Danubio y del mar Negro estuvieron largo tiem-po en contacto con el Imperio romano y sufrieron su influencia.Tambin los visigodos sern asimilados con ms facilidad quelos anglos, los sajones, los francos, los alamanos y los burgun-dios. Diferencia en la densidad de poblacin, diferencia en lacultura de los recin llegados: as se explica que, en todos losrdenes, se haga ms profundo el foso abierto en el siglo ventre las regiones del Sur y las situadas al norte del Loira y delos Alpes.

    Este foso es particularmente profundo en el orden intelectual.Italia conserva florecientes centros de estudios en Miln, Rve-na, Roma y otros lugares. Espaa prepara el camino a Isidorode Sevilla. Aquitania y Provenza mantienen, aunque a duras pe-nas ya, una verdadera actividad literaria de la que dan testimo-nio notable Sidonio Apolinar (431-489), formado en Lyon y Arls,prototipo del escritor preciosista, Avito ( 513), obispo de Vienne"el ms excelso de todos los poetas cristianos del siglo VI al VIIIy el historiador Genado, sacerdote de Marsella ( 494). Nada deesto existe en el Norte: la nica escuela de alguna fama que huboen el siglo IV, la de Trveris, no sobrevivi a las invasiones ySalviano, que era originario de esta ciudad o de Colonia, escribeen el Sur su obra De gubernatione Dei entre los aos 439 y 451.

    La oposicin no es menos clara en el terreno religioso. En GranBretaa, en donde el cristianismo est todava (a principios delsiglo v) en plena lucha contra un paganismo tenaz, la llegada delos anglosajones destruye su obra all donde stos se instalan.Los avances de los francos y los alamanos en el continentecomprometen los resultados, mediocres en Blgica y muchoms importantes en Renania, logrados por los primeros apsto-les. Posiblemente se dispersaron algunas comunidades cristia-nas y desde luego no se vuelven a fundar otras. Por el contrarioen el Sur, sobre todo en el sur de la Galia, el catolicismo dapruebas de una gran vitalidad. Con breves intervalos se cele-bran concilios en Narbona y Angers el ao 453; en Arls el 455;en Lyon el 460; en Tours el 461, etc. En el 410 se abren claus-tros en Lrins, en Marsella el 418, ms tarde en Ferrolac, enSanta Maria de Lure, en el Isre y en los alrededores de Lyon.Muy pronto Cesreo de Arls les dar la primera regla origina-ria del Occidente. Los telogos disputan ardientemente sobre lagracia: Hilario de Arls ( 449), Vicente de Lrins ( 450) y sobretodo Fausto de Riez ( finales siglo V) combaten ms o menosabiertamente las doctrinas agustinianas, que defienden con ar-dor y brillantez Claudio Mamerto en Vienne ( 474), Julin Po-merio en Arls y, con ms importancia, Prspero de Aquitania.Algunos de estos autores -es preciso subrayarlo- son extranje-ros. Fausto haba nacido en Gran Bretaa y Juliano en Maurita-

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    Lopold Genicot

  • nia. Prueban as la fama de que goza en este momento la Igle-sia del Sur y dentro de sta, ms especialmente, el monasteriode Lrins y la Sede primada de Arls.

    El contraste sigue presentndose en la economa aunque demanera menos acentuada. Las correras de los brbaros arrui-naron, a partir del 250, la mayor parte de las industrias, antaotan florecientes, de Blgica y de Renania y, alrededor del ao400, las ms modestas industrias inglesas. El asentamiento ma-sivo de los brbaros en el transcurso del siglo y paraliza las acti-vas relaciones, que hasta entonces haban venido manteniendoestas tres regiones. Tambin, a la vez que la unidad poltica, serompe durante algn tiempo la unidad comercial del mar delNorte, y los puertos de Bolonia y de Vechten, principales puntosde paso del continente a la Gran Bretaa, desaparecen. El cen-tro y el sur de la Galia se ven menos afectados. Su decadenciano es ni tan precoz ni tan rpida y en sus puertos -Marsella, Ag-de, Fos o Burdeos- y en sus ciudades -Arls, Narbona, Cler-mont o Poitiers- es donde se establecen preferentemente losmercaderes orientales.

    Letras, ciencias, religin, industria y comercio: en todos los te-rrenos los pases mediterrneos se afirman ms que nunca,hacia el ao 500, como el corazn de Occidente.

    Pero con el siglo VI esta tendencia se invierte. En lo sucesivo elNorte se desarrolla, educa y disciplina. Consecuencia an, peroesta vez remota, de las grandes invasiones. AI finalizar stas,los anglos, los sajones, los francos y los alamanos, constituanen las antiguas provincias de Bretaa inferior, Blgica, Germa-nia inferior y superior -acabamos de verlo- o bien una mayora obien una fraccin importante de la poblacin.Tambin los lombar-dos, llegados ms tarde, formaban mayora en la regin Veneta,la Traspadania, la Cispadania, Etruria y Umbria. Todas estas zo-nas gozan de un rejuvenecimiento ms o menos pronunciado yadquieren una vitalidad nueva. Primeramente la malgastarn enluchas polticas y en querellas intestinas. Pero a partir del ao550, y de entonces al 600 o el 650, todos ellos se entregan a ta-reas pacficas. Contenido el mpetu primero y eliminado el de-sorden inicial por lo menos en cierta medida, inician el proceso

    de su civilizacin. Recogen los elementos que han quedado.Dan paso a otros nuevos, ms numerosos, que aportan gentesdel Sur o de Irlanda, en especial los misioneros y los monjes. Entodos los rdenes realizarn desde ahora progresos que lespreparan para llegar a ser en el siglo IX el centro de Europa. Elnorte de la Galia ofrece un ejemplo tan sugestivo de este proce-so que merece ser examinado ms de cerca.

    En los orgenes de su predominio estn las conquistas de Clo-doveo. La Galia, durante las invasiones, fue descuartizada porvisigodos, burgundios, galoromanos, bretones, sajones, alama-nos y francos. Haba perdido toda significacin y pareca desti-nada a morir cuando aparece Clodoveo. Clodoveo no tiene nadade genial, pero rebosa dinamismo. Pieza por pieza, victoria trasvictoria, va reconstruyendo el pas. Cuando le sorprende la muer-te los hijos acaban su obra. De esta manera, en algunos dece-nios, los hombres del Norte han conseguido ensamblarlos peda-zos dispersos de la antigua Galia. El fenmeno tiene una granimportancia.

    Podramos hablar de la atraccin que el Sur ejerce sobre Clo-doveo, pero hay un punto que es indiscutible: el merovingio eligecomo residencia Pars, y su dinasta se instala en la Isla de Fran-cia y sus alrededores. De ahora en adelante, el centro poltico dela Galia entera se sita ms all del Loira, hasta incluso en lareacia Aquitania. En este sentido la historia de los concilios re-sulta sorprendente. En el siglo V no se celebra ninguno al nortedel gran ro. A partir de dicho momento se celebran un buennmero; primero en Orleans en los aos 511, 533, 538, 541,549; luego en Pars en 552, 573, 577, 614; en Clichy en 626 o627, etc... Y se trata nada menos que de los concilios msimportantes de la poca. Se les podra llamar "concilios nacio-nales" de la Galia. En ellos encontramos obispos llegados detodos los puntos de sta, en Orleans, por ejemplo, en el 541, losde Burdeos, Eauze, Toln, Narbona, Dax, Limoges, Vaison, Ap-te, javols, Uzs, Poitiers, Ciotat, sentados junto a sus colegas delNorte. Por el contrario los del Norte, a partir del 517, no acudensino excepcionalmente a los concilios que se celebran en el Sur.As, pues, en ellos no se renen sino algunos titulares de sedesde estas regiones y su categora es la de concilios provinciales. UNTREF VIRTUAL | 8

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  • Investido as de una inesperada importancia, el Norte se trans-forma. No es que se transforme en un solo da en un formidablecentro de civilizacin. Pero con la ayuda del Medioda sale de labarbarie.

    Bajo la accin conjugada de los reyes, movidos tanto por el inte-rs poltico como por el fanatismo religioso, la de altos funciona-rios, grandes propietarios, apstoles locales, ms numerosos delo que con frecuencia se ha dado a entender, y la actividad de losmisioneros aquitanos e irlandeses, el catolicismo queda ms s-lidamente implantado. En Arras, Tournai, Laon, Throuanne, secrean nuevos obispados y posiblemente tambin en Soissons yen San Quintn. Se erigen parroquias y se construyen oratorios enlos burgos y en los dominios.Y, lo que es ms importante, se fun-dan monasterios. A partir del siglo v empiezan a ser numerosos.Existen varios en cada una de las dicesis de Bayeux, Run,Beauvais, Langres, Trveris, etc... En el siglo VII, con la llegada deColombano (590) y de sus mulos escoceses, se multiplican: Lu-xeuil -semillero de obispos, abades y apstoles- Fontaine, Joua-rre, Rebais, Laon, SaintDi, Moyenmoutier, Remiremont, Nivelles,Fosses y tantos otros.

    Pronto despierta, con el cristianismo, la vida intelectual. En lasabadas y captulos del Norte se comienza a escribir. Muy mal,evidentemente, tanto como en el Sur; pero se escribe. Se tratacasi exclusivamente, como ocurre en todas partes, de vidas desantos. La de Genoveva inicia la serie, hacia el 530, por un mon-je o clrigo de Pars originario de Meaux o de sus cercanas. Lesiguen, tambin en el mismo siglo VI, la de Remigio de Reims y,en el VII, las de Lubin de Chartres, la del irlands Fursy, la deAmoldo de Metz, la de Wandrille que ha dado su nombre a Fon-tenelle-en-Normandie y la de Eloy de Noyon y Gery de Cambrai.Tambin hace su aparicin alguna que otra crnica. La atribu-cin de una parte de la "Crnica" del seudo-Fredegario, conti-nuacin de la Historia Francorum del clebre auvems Gregoriode Tours, a un austrasiano es ms que dudosa, pero el Liber his-torian Francorum, casi nuestra nica fuente histrica para losaos que van del 657 al 727, es sin discusin obra de un monjede San Denis, oriundo de la Isla de Francia.

    Tambin toma incremento la actividad artstica. Reyes, obispos, yabades se dedican a edificar en el Norte. Sus construccionesson superiores o inferiores a las que se levantan entonces en elSur? Cuestin sin duda insoluble. Lo poco que conocemos nospermite sin embargo afirmar que, si bien la construccin es tosca,la ornamentacin en cambio est relativamente bien cuidada.Entran en ella mrmoles de Aquitania, y desde mediados del sigloVIII, encontramos exclusivamente paneles cubiertos de entrelaza-dos y motivos geomtricos esculpidos all en la caliza local.

    Por ltimo la economa se anima o ms bien se reanima. En elsiglo VII las relaciones comerciales se reanudan con vigor, ali-mentadas por la industria de paos y posiblemente por la meta-lrgica. Por Quentovic, que viene a remplazar la Boloa romana,se restablece el contacto con Inglaterra y son probablemente losanglosajones, aquellos sazones que frecuentan la feria de SanDenis creada bajo Dagoberto. Desde Duurstede, que sucede aVechten, los navegantes frisones remontan el Rin y llegan a Es-candinavia. En el interior del pas, a lo largo de las grandes arte-rias que forman el Mosa, el Escalda y el Sena, se escalonan ta-lleres muy fructferos de moneda y de peaje. Todo anuncia ya lossiglos VIII y IX, en los cuales los territorios situados al norte delLoira o por lo menos al norte del Sena se colocaron a la cabezadel resto del reino por la relativa intensidad de sus intercambios.

    Las grandes invasiones no son la nica causa de la inversin deposiciones respectivas entre Norte y Sur. Ellas proporcionan, esverdad, una importancia inesperada a las regiones situadasentre el Loira y el Rin. Pero durante este mismo perodo otrosacontecimientos conmueven Italia, Espaa y Aquitania.

    Hasta el ao 525 o 530, la primera sufri relativamente poco ybajo Teodorico llega incluso a conocer una especie de renaci-miento. Pero a la muerte de este prncipe penetra a su vez en laEdad Media. Justiniano emprende su reconquista. Choca conuna desesperada resistencia de los ostrogodos y no logra ven-cerla sino tras veinte aos de luchas y por el exterminio de susadversarios. Con ellos la pennsula pierde sus mejores defen-sores. De ahora en adelante resulta una tentadora presa y, casi

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  • inmediatamente, una gens germania ferocior, un pueblo germ-nico particularmente brutal, penetra en ella: son los lombardos.Guerras, invasiones, desrdenes: a los das luminosos de Teo-dorico sigue una "decadencia prodigiosamente rpida de la cul-tura literaria".

    Cincuenta aos ms tarde, los rabes se apoderan del sur deOccidente: pasan a ocupar la mayor parte de una Espaa en laque florecan las letras y las artes. Pero stos no arruinan su ci-vilizacin: Crdoba rabe se habr convertido ya en una granciudad, en el momento en que el Aquisgrn de los Carolingiosno ser sino un poblacho. Pero la civilizacin que all instauranes ajena al mundo latino y cristiano. AI otro lado de los Pirineosasuelan ciudades e industrias. Isidoro de Sevilla, Ildefonso deToledo, los escritores ibricos del siglo VII, no tienen sucesoresy Aquitania cesa de exportar sus mrmoles.

    Sacar en conclusin de lo precedente que Bizancio haba perdi-do todo significado para Europa latina y que, en el seno de sta,el Sur ser de ahora en adelante un elemento pasivo, sera irdemasiado lejos.

    En los comienzos de la alta Edad Media, el Occidente se sepa-r del Oriente. Se fueron diferenciando progresivamente: fue pres-tndole a ste un inters cada vez menor; le excluye del campode sus crnicas universales. Pero en ningn terreno existe unaruptura completa. Ni en el econmico: la visin de Henri Pirennese funda en fenmenos cuya importancia est o bien exagera-da o bien deformada pero cuya realidad no se discute. Ni en elintelectual: para no citar sino un solo hecho, es en Constantino-pla donde se editan, entre el ao 522 y el 526, las monografasdel "ltimo de los romanos", Boecio. Ni en el esttico: inclusoadmitiendo que los elementos esenciales del futuro arte romni-co se conjuntan en Italia y en Galia a partir del siglo IV y V, nose puede negar la influencia que en l tuvieron los edificios ysobre todo los mosaicos, telas, orfebrera, marfiles y miniaturasde Bizancio y de Asia. Ni en el religioso: las repetidas interven-ciones del Papado en el patriarcado de Constantinopla, elnmero de orientales que acceden al trono de San Pedro -unadocena desde el 640 al 741-; la vitalidad de los monasterios

    griegos en Roma de donde sale -en el ao 668- el organizadorde la cristiandad anglosajona, Teodoro, nacido en Tarse y forma-do en Atenas; la introduccin en la misa latina, hacia el ao 500,del Kyrie y del Gloria; la adopcin por la Iglesia de Occidente defiestas bizantinas, como la de la Cruz y sobre todo las de la Vir-gen; la frecuencia de las peregrinaciones a los lugares santos,etc. La enumeracin es elocuente y por lo tanto est lejos de serexhaustiva. Las relaciones fueron siendo ms escasas, pero nose interrumpieron. No cesarn en toda la Edad Media. Los mer-caderes carolingios compran ms cantidad de tejidos exticosque sus antecesores merovingios. Los miniaturistas y fundidoresotonianos del siglo X aparecen plenos de hieratismo bizantino.Los hombres y las comunidades, que tras el ao 1000 se consa-gran a las obras de misericordia espiritual, seguirn modelos orien-tales. Podramos continuar con estos ejemplos hasta alcanzar elao 1500: slo en ese preciso momento Occidente vuelve laespalda a un Oriente cado en manos de los turcos. Y este totalviraje ser uno de los sntomas de que da comienzo un nuevoperodo histrico.

    Por otra parte, en este Occidente de la alta Edad Media, el Surno quedar reducido a la inactividad. En la poca carolingia sersuperado por el Norte, es cierto, pero participar an en la ela-boracin de la civilizacin medieval. A partir del siglo XI inclusoaportar a ella ms cantidad de materiales que su rival. Porqueel Sur conserva ms monumentos y obras de la Antigedad y suenlace con la civilizacin antigua reanudar ms fcilmente:pensemos en el arte romnico de Provenza y de Borgoa, tansealados por el romano de Arls y Autun, o en la renovacin delos estudios jurdicos desencadenados en Bolonia por el des-cubrimiento del Digesto. El Sur adems, por estar en contactodirecto con el mundo rabe y, por su mediacin, con todo elmundo oriental y asitico, podr tomar de l muchas aportacio-nes, sobre todo cientficas, y difundirlas por Europa. A causa desu clima y su temperamento, su sol y su exuberancia, engendra-r productos como la lrica, que vendrn a completar las msrudas y bravas producciones del Norte. Del siglo V al VIII lasfronteras de Occidente se han dilatado por primera vez; pero nodesplazndose exactamente en bloque hacia el Norte.

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  • De este modo se pergea, con arregla a una doble evolucinque prosigue durante cuatrocientos aos, el cuadro de la civili-zacin medieval. Hacia el ao 700 o el 750, an no aparece di-seado hasta su ltimo detalle: no lo ser hasta Carlomagno.Pero ya lo vemos esbozado a grandes rasgos y es posible adiv-inar sus contornos definitivos.

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  • Germania y Roma

    A medida que se conforma el esquema de la nueva civilizacinse van tambin conjuntando sus primeros elementos. Ni esque-ma ni elementos tienen todava nada de original. Durante el co-mienzo de la alta Edad Media, Occidente no se atreve a realizarnada nuevo: su ambicin se limita a reunir y conservar elemen-tos llegados del extranjero o heredados del pasado.

    Estos legados y prstamos forman un conjunto aparentementecomplejo. Proceden de edades y sobre todo de pases muy di-versos. En el inventario que podramos establecer apareceranentremezcladas la prehistoria y la poca de Constantino, el Irn,Asia Menor, Siria, Egipto, frica, Galia e Irlanda.

    La homogeneidad es sin embargo bastante mayor de lo que sepodra pensar despus de semejante enumeracin. En realidadslo la Antigedad germnica y, en mayor medida, la Antige-dad latina y cristiana han aportado mucho a la Edad Media. Lasaportaciones de otros perodos y de otras regiones no son con-siderables ni esenciales. De ellas hablamos en las pginas quesiguen al analizar la estructura poltica, social y econmica y elpatrimonio artstico, literario y cientfico de Occidente entre losaos 450 y 760.

    A propsito de estos elementos tomados de la civilizacin roma-na se plantea otra cuestin: cuando ocurre el naufragio de sta,quin los recoge para transmitirlos a su vez a la Edad Media? Lasegunda parte de este captulo responde a esta pregunta. En elladamos cuenta de los principales centros de cultura de Occidentedesde las grandes invasiones hasta el advenimiento de los ca-rolingios y hacemos un rpido balance de su actividad.

    La Galia merovingia, la Inglaterra anglosajona, la Espaa visigo-da y la Italia lombarda toman de Germania los rasgos ms tpicosy sobresalientes de su organizacin pblica. Las instituciones im-periales se diferencian demasiado de las descritas por Tcito yeran demasiado sabias para sobrevivir a las invasiones. Los ven-

    cedores no renunciaron a sus concepciones polticas bsicas.No consiguieron mantener el aparato administrativo romano aun-que lograran conservar algn elemento simple y concreto comoel cargo de conde. Pero en vano trataron de mantener otros mscomplicados por ejemplo la contribucin territorial. De esta ma-nera la estructura de Occidente, a partir del ao 406, es y siguesiendo durante ocho siglos, extremadamente frgil.

    La monarqua es la pieza clave. Originariamente brbara se trans-forma en el curso de las migraciones y al contacto con Roma. Acausa de la necesidad de una autoridad fuerte para guiar al pue-blo en la bsqueda de tierras y vencer a aquellos que se opusie-ran a su avance o a su instalacin, a causa del prestigio y lariqueza que las victorias van dando al jefe-aparte el ejemplo yherencia del absolutismo imperial-, la monarqua llega a fortale-cer considerablemente aquellos atributos que fueron pequeosen su principio. Pero conserva su carcter fundamental: era unamonarqua personal.

    El titular no es la encarnacin del Estado, puesto que esta no-cin ha desaparecido. Los germanos no son amigos de la abs-traccin. En todo y por todo tienden a individualizar y materia-lizar. Esta es, por ejemplo, una de las razones de la gran bogaque en la Edad Media tuvieron las reliquias y los peregrinajesque les ponan en contacto con entidades sensibles, visibles ypalpables. Por lo tanto no son capaces de asimilar esa concep-cin de un ser colectivo y moral que existira por encima de lasgentes y tomara forma en alguna de ellas pero sin confundirsecon ninguna. Slo entienden de reyes de carne y hueso. Inspira-dos por los precedentes clsicos o por puntos de vista cristianos,los tericos, principalmente los telogos, tratan de convertir lamonarqua en una magistratura a la romana o un "ministerio" de-legado por Dios y de este modo hacer de ella algo diferente e in-dependiente de su detentador. Su xito es escaso. Hasta alcanzarlos tiempos modernos, se escribirn muchos ms "Espejos dePrncipes" que tratados de Poltica.Y hasta el siglo XII se obede-cer al soberano porque pertenece a una familia a la que, segnel modo de ver pagano, su ascendencia divina o, segn la pers-pectiva catlica, su misin providencial, informa de virtudes m-gicas o carismticas, porque se le ha elegido, ligndose a l yporque su valor se impone.

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    Captulo II: Primeros Materiales

  • Esta "personalizacin" -para expresamos en los trminos de loshistoriadores alemanes- est llena de peligros. Lleva a identifi-car al rey con la realeza, las rentas, el patrimonio y la fuerza deuno con las contribuciones, el territorio y la autoridad de la otra.Es una de las principales causas de las dificultades financierasque entorpecen a tantas dinastas de la alta Edad Meda. Vienea justificar tambin esas particiones de reinos entre hijos de so-beranos difuntos, que en la mayora de los casos no son sinosemillero de problemas ya que los coherederos rara vez suelenestar contentos con su lote. Y lo que es an ms importante,esta concepcin pone el orden pblico a la completa merced deun hombre: si el rey es valiente, rico y hbil, reina la calma; si escobarde, pobre o desgraciado, se acaban la paz, la seguridad yla justicia.

    La nobleza y su papel poltico constituyen el segundo legado dela Antigedad brbara a las monarquas occidentales y otrafuente de dificultades para sus jefes. Los orgenes de sta seprestan a muchas discusiones: nobiles y principes, citados porTcito, senadores del imperio o fieles de los soberanos de lapoca merovingia. Pero su concepcin es totalmente germni-ca. Los miembros participan del poder supremo: toman, juntocon el rey que ellos han elegido dentro de la familia real, las de-cisiones importantes. Son los nicos seores de sus dominios:ningn funcionario tiene el derecho de penetrar en ellos. Con-seguir el control de la nobleza e integrar estos hombres y estastierras ser posiblemente uno de los problemas ms graves conel que se enfrenten los soberanos medievales. Sobre todo losalemanes emplearn sucesivamente todos los medios: aliarse alos grandes por medio del vasallaje, enfrentarles a prncipes-obispos, lanzar contra ellos a las clases inferiores, para, final-mente, verse obligados a darse por vencidos.

    Pero cmo domar esas fuerzas particularistas con los elemen-tos de que disponen? No existen servicios especializados ni ofi-cinas numerosas y eficientes. No existe una jerarqua de agentesdel Estado y por tanto no hay centralizacin o control alguno.Tampoco se establece distincin entre las tareas civiles y milita-res. La administracin central se compone de algunas personascuyas atribuciones estn mal precisadas y de algunos escribas

    cuyo lenguaje revela su mediocre formacin. La administracinregional pesa casi enteramente sobre un solo hombre: el conde.Colocado al frente de lo que llamaramos hoy una provincia odepartamento, cumple las misiones ms diversas: ejerce de po-lica, juzga, recauda impuestos y, en tiempo de guerra, marchaal mando de los hombres libres de su territorio.

    Un poder supremo personal y expuesto a todos los avatares.Una nobleza que no acepta ningn yugo. Una administracincentral embrionaria, incapaz de llevar a cabo las ms elementa-les funciones de un Estado polica, como la de prever los ingre-sos y ajustar los gastos. Unos agentes regionales poco numero-sos y escasamente vigilados, peligrosos, por lo tanto, ya que de-tentan en sus manos todas las funciones y muy mal secundadospara imponer a los ricos el respeto a sus decisiones: todo esto yla rudeza de las costumbres brbaras explican que, durantelargo tiempo, la Edad Media haya estado abocada al desorden.

    Lo mismo que los reinos, la sociedad de la alta Edad Media de-be ms a los brbaros que al Imperio. El anlisis de las estructu-ras polticas nos ha revelado ya que esta sociedad es aristocrti-ca y que concede un amplio lugar a las relaciones personales.Ser suficiente precisar estos dos aspectos y sumar a ellos untercero derivado del papel de la familia, para obtener as una ima-gen completa.

    Los trabajos consagrados a los pueblos del otro lado del Rin an-teriores al siglo IV, han llevado a dos conclusiones: estos pue-blos no se componan sino de hombres libres; el dogma, formu-lado por los romnticos, de la igualdad y del comunismo de losgermnicos no era sino un supuesto a priori. Estos hombreslibres estaban dominados por una aristocracia de la sangre, dela fortuna y de la administracin pblica. El mismo panoramacontina vigente tras las invasiones. La nobleza junto con la Mo-narqua cuyas prerrogativas comparte y junto con la Iglesia a laque da la mayora de sus arzobispos y abades, constituye enOccidente hasta el ao 1100, el centro y el motor de toda activi-dad. Funda los monasterios. Los orfebres labran armas para ellay los rapsodas cantan en su honor las epopeyas. Y, muy impor-tante, en torno a ella se organiza la vida material. UNTREF VIRTUAL | 13

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  • El segundo elemento de esta sociedad es la persona y los lazospersonales. Acabamos de ver que la monarqua es ms un hom-bre que una institucin. Sabemos tambin que el derecho no esterritorial: las gentes se someten a las costumbres de la raza ala que pertenecen y no a las de la regin en la que se instalan.Pero tenemos an la prolongacin de aquello que Tcito llamalos comitatus. Era costumbre entre estos jefes brbaros, dice elhistoriador latino, rodearse de "compaeros" que les ayudabanen la lucha y a los que, de retorno de la campaa, asegurabanproteccin y alimento. Bajo los merovingios esta prctica semantiene e incluso se desarrolla. Es un medio para el soberanode ganarse a los nobles, para los ambiciosos de quitarse unacarga al introducirse en el crculo real, y para el dbil, que entraen la clientela de un poderoso, de obtener una defensa. Muchoshombres se comprometen as para secundar a otro. Y sin dudaeste compromiso se haca por juramento. Queda franco el cami-no de los tiempos feudales, de esos tiempos fundados en la fi-delidad y en el respeto a la palabra.

    Pero an ms que la fe jurada es la sangre lo que liga a las perso-nas. Segn el testimonio de Tcito, la familia, la familia patriarcalo Sippe, era la base de esta sociedad germnica "donde se obte-na ms por buenas costumbres que en otros sitios por buenasleyes". Aunque ms amplia, era slida porque era sagrada comoel matrimonio, y tambin porque entre sus miembros exista unagran solidaridad. Eran copropietarios y cousuarios del patrimonio.El jefe de familia diriga la explotacin de los bienes pero no podausar y abusar a su capricho. Estaban legalmente autorizados ymoralmente obligados a vengar el mal hecho a alguno de ellos,de la misma manera que deban soportar la responsabilidad co-lectiva del crimen que uno de los suyos hubiera podido cometer.

    La familia medieval se halla menos estrechamente vinculada y suesfera de accin es menos amplia. Paulatinamente va contandocon menor nmero de parientes para finalmente no componersesino de padre y madre y los descendientes "viviendo del mismopuchero", no emancipados. El sucesivo fraccionamiento de tierraslo prueba: el hogar sustituye irresistiblemente al grupo patriarcal.Las trabas que se oponan al derecho de los esposos a dispo-

    ner de sus bienes desaparecen gradualmente. La legislacinrestringe poco a poco el ejercicio de la venganza privada.

    Esto no obsta para que hasta los siglos XI y XII, las actas deventa de inmuebles hagan mencin expresa del consentimientode los deudos y que an al fin del rgimen antiguo stos tenganla facultad de rescatar los bienes de la lnea vendidos o hipo-tecados a extraos. Tampoco es obstculo para que, en plenomundo feudal, quienquiera que tuviera necesidad de ayuda re-curriera, como en el pasado, a sus "amigos camales" y que lavenganza continuara ejercindose. El sentimiento familiar siguesiendo muy vivo. Queda un principio de unin y de organizacin.Y podemos pensar que esto da lugar o por lo menos alienta elespritu de asociacin tan caracterstico de la Edad Media.

    El orden social de esta poca no proviene, pues, de Roma. Enrigor, tampoco es cristiano; a partir del perodo carolingio la Iglesiaasume desbastada y recubiertas de arcilla, ignoraban prcticamen-te todo lo que se refera a arquitectura, escultura y pintura. Slocultivaban la orfebrera.Y es precisamente la orfebrera y a travsde sta la miniatura donde hacen sentir su influencia.

    La orfebrera cobra un auge sin precedentes del que son pruebalos brazaletes, collares, anillos, pendientes, alfileres, hebillas y po-mos de espada exhumados en gran nmero de las sepulturas dela poca, as como las coronas, vasos o clices, ms raros, con-servados en los tesoros reales, catedralicios o abaciales. Elloshan transformado este arte. Recogen con mayor nfasis y sobretodo generalizan las tendencias de ciertas producciones celtas,galoromanas, y britnicoromanas, como las fbulas de Anthe-lez-Dinant o los platos del Tesoro de Mildenhall cuyos autores notrataban de mostrar ni describir nada y mucho menos la vida delhombre o su imagen, sino nicamente componer una ornamen-tacin de juegos de lneas, curvas y objetos estilizados. Exten-dieron una tcnica que Occidente haba ya aprendido del Egiptocopto pero que apenas haba empleado hasta este momento: elalveolado, tcnica segn la cual en lugar de vaciar la superficieque se ha de decorar para obtener cavidades, se la "alveola"con lminas que forman compartimientos en los cuales se vierte

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  • el esmalte o se insertan cabujones. Enriquecieron adems el re-pertorio de motivos inspirados en el reino animal que haban to-mado de sus vecinos anteriores a las invasiones, los escitas y lossrmatas. A imitacin de estos ltimos realzaron igualmente suspiezas con piedras o trozos de vidrio y las adornaron con colores.

    De la orfebrera, ese estilo extrao pero de una belleza autnti-ca y a veces hasta fascinadora pasa a la miniatura. Y por estecamino llegar un da a la escultura en el momento en que stahaga su aparicin. Un afn de geometra e irrealidad y algunostemas que los "imagineros" encontraron en los tesoros y en lasbibliotecas, es toda la aportacin que hacen los germanos alfuturo arte de Occidente. Es decir: la herencia de Roma es eneste sentido de importancia capital.

    La herencia de Roma, lo que no quiere decir la herencia deOriente. No hay duda de que, durante los primeros siglos de laEdad Media, el Occidente toma de Bizancio, en Asia Menor o enSiria, ciertas ideas como las de coordinar el interior y el exteriorde las construcciones, la de subdividir la altura de los lateralespara abrir tribunas o rodear el bside con anejos. Pero las inves-tigaciones ms recientes parecen demostrar que antes de lasgrandes invasiones estaba en posesin de elementos esen-ciales de los que nacer en su da la arquitectura romnica. Es-pecialmente conoce la bveda. Que haya creado tales elemen-tos por si mismo o no, o bien los haya importado de Oriente alcomienzo de nuestra era, es cuestin que cae fuera del objetivode este libro. Lo que nos interesa aqu es que en cuanto a laplanta de disposicin central, cruciforme o ms corrientementerectangular con naves y bside, en cuanto a alzado y decora-cin conseguida principalmente a base de mosaicos o de orna-mentos adventicios, las baslicas y los baptisterios de la pocamerovingia no se diferencian fundamentalmente de los edificioslevantados en tiempo de Constantino.

    Lo mismo ocurre en escultura. Las tradiciones clsicas, grave-mente atacadas en este terreno ya en el siglo II, se debilitan anms en lo que va del V al VII. Pero no llegan a desaparecer. So-breviven en los arcos de triunfo y tambin en los sarcfagos quepueden o podrn algn da servir de modelo. Incluso inspirarn

    a algunos artistas. En este tiempo tenemos en el sur de la Galiay especialmente en Italia y, a travs de ella, en Inglaterra, quie-nes no se contentan con grabar en semirrelieve ni simplementecon trazar motivos geomtricos con sus consabidos entrelaza-dos, pmpanos, trenzas y ruedas, sino que tratan de trabajar elrelieve y de reproducir la figura humana. Dan pruebas de mayorbuena voluntad que de maestra. Pero no importa. Lo esenciales que ellos siguen fieles al ideal de un arte monumental y an-tropocntrico. Obras impecables legadas por el Imperio romano,obras ms o menos acertadas concebidas a la imagen de aqul-las en los reinos brbaros. Sin las unas o las otras habra naci-do nunca la escultura romnica?

    Al igual que las artes, las letras medievales deben poco a losgermanos. Estos posean una poesa pica en la que se perpe-tuaba el recuerdo de sus hroes. A pesar de la repugnancia dela Iglesia hacia estas obras paganas, no los olvidan una vez es-tablecidos en tierras del Imperio y convertidos al cristianismo. Afinales del siglo VII o comienzos del VIII los anglos inmortalizanpor escrito el clebre Beowulf, relato de las hazaas, muerte yfunerales de un rey de Gotlandia, es decir de la Suecia meridio-nal. Cien aos ms tarde, Carlomagno ordena recoger, en unconjunto desgraciadamente perdido, las barbara et antiquissimacarmina quibus vetertrm regnum rictus et bella canebantur. To-dava hacia el 900 el obispo Radebondo de Utrecht se alza enuna homila contra las monstruosa fbula con las que se suelenamenizar los banquetes. Resulta francamente difcil, dadas es-tas condiciones, mantener la postura de J. Bedier quien dice quelos germanos nada significan en la gnesis de los cantares degesta. Algo significan, s, pero a esto se limita su accin. Todo elresto del bagaje intelectual y literario de la alta Edad Media lellega a sta de la Antigedad clsica o ms exactamente de laAntigedad latina y cristiana.

    En efecto: Occidente en sus comienzos no conoce del helenis-mo sino lo que le llega a travs de los romanos, los cristianos yalgunos orientales, especialmente aquellos a quienes la "recon-quista" de Justiniano llev a la Pennsula Itlica o a la Ibrica.Poca cosa en suma. En filosofa conoce el neoplatonismo vistoa travs de los Latinos y los Padres de la Iglesia, el "Timeo" de UNTREF VIRTUAL | 15

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  • Platn y fragmentos de la "Lgica" de Aristteles. En las cien-cias, a las que fue rebelde el espritu latino, maneja los elemen-tos conjuntados y condensados por Plinio el Viejo en su "Histo-ria Natural" y especialmente las nociones de matemticas yastronoma indispensables para el establecimiento de un calen-dario litrgico. De literatura sabe menos todava, lo que no es deextraar si recordamos que el retroceso del helenismo en Oc-cidente comienza a partir del Bajo Imperio y que las gentes dela Iglesia demostraron siempre una hostilidad manifiesta hacialas obras griegas.

    Roma, por el contrario, preside la educacin de Occidente. Deella posee cantidad de escritos de lo ms diverso. Los estudiosconsagrados a las fuentes de los primeros autores medievalescomo los catlogos ms antiguos de las bibliotecas monsticaso las reconstrucciones de ciertos scriptoria carolingios danbuena idea de su nmero y variedad. Arator, un poeta italiano demediados del siglo VI imita a Virgilio, Ovidio y Horacio. Isidoro deSevilla, que vivi unos cincuenta aos ms tarde y del cual ha-blaremos en las pginas que siguen, utiliza, para redactar sus"Etimologias", a Plinio el Viejo, Salustio, Suetonio, Virgilio, Hora-cio, Lucano, Juvenal, Columela, etc... En el claustro de Rebais,fundado por irlandeses en el ao 634, a unos sesenta kilme-tros al este de Pars, se sigue copiando a Virgilio, Cicern, Ho-racio, Terencio, Donato y Prisciano.Y en las grandes abadas dela alta Edad Media, Bobbio en la Italia lombarda, Saint-Gall enSuiza, Fleurysur-Loire, Corbie-lez-Amiens o Lorsch en el Rin, seconservan, como cosa preciosa, manuscritos de todos estos an-tiguos autores, de Virgilio sobre todo, cuya pureza, nobleza deestilo y pensamiento son muy apreciadas y en quien muchosvean un heraldo de Cristo y que, por este doble motivo, gozabade un favor excepcional.

    Los latinos legaron adems a Occidente un programa de estu-dios. Marciano Capella lo formula definitivamente hacia el ao420: el trivium que incluye las ciencias del espritu, gramtica,retrica y dialctica o lgica y el quadrivium, compuesto por elestudio de las ciencias de la naturaleza, la aritmtica, geome-tra, astronoma y msica. Algunos aos ms tarde, San Agustnlo acepta como bueno pero le asigna un nuevo objetivo: ayudar

    a comprender y a exponer las Escrituras. De esta forma asegu-ra su futuro y limita sus objetivos. Toda la Edad Media se entre-gar, pues, a "las siete artes liberales". En las Universidades delsiglo XII, ellas compondrn an la esencia de lo que se enseaen la Facultad de Artes. Pero hasta esta fecha la enseanza nocontemplar sino estas columnas cuyo arquitrabe es la filosofa(siempre y cuando sta constituya una ciencia legtima y distin-ta) y la teologa el frontispicio.

    Por ltimo el Occidente hereda de la Roma clsica una predilec-cin por ciertos gneros literarios, especialmente la Historia, con-cebida ms como un instrumento de formacin moral que comouna ciencia, y de la Roma de la decadencia, una falta de gustoque se revela sobre todo en las obras de los principios de la altaEdad Media en la afectacin de la forma y la vanidad del fondo.

    La antigedad cristiana est bastante bien representada en losarmaria, de los reinos brbaros de la poca carolingia. Lo estpor sus Padres y Doctores, sus poetas profanos y sagrados, susautores espirituales, sus historiadores: orientales traducidos allatn, como Clemente y Orgenes, las dos lumbreras de la Es-cuela Teolgica de Alejandra, Juan Crisstomo y sus homilas yel historiador de la Iglesia, Eusebio de Cesarea; occidentalescomo un Tertuliano, el vehemente apologista de frica, Pruden-cio, el poeta espaol cuya "Psicomaquia" inspir a los artistas yescritores medievales, Ambrosio de Miln, clebre por sus him-nos, Jernimo, romano de adopcin, muy estimado como exge-ta y bigrafo, Sulpicio Severo, un galo, continuador de Eusebiode Cesarea, Orosio, tambin espaol, cuyo Adversus paganos -vasta sntesis de la historia del mundo destinada a poner de re-lieve la accin de la Providencia- ser durante diez siglos uno delos libros ms ledos y meditados, y, por fin, el ms importantede todos ellos, Agustnn, a quien la Edad Media le deber tan-tas y tan fundamentales aportaciones: 1a orientacin y las tesismayores de su teologa, las ideas polticas esenciales, extradasde la "Ciudad de Dios" ms o menos correctamente interpretaday, de una manera ms amplia, su concepcin del mundo quequiere hacer de lo visible la copia de lo invisible, ese "ejemplaris-mo" sin el cual no podramos comprender mil aos de historia.

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  • Tenemos, pues, que si bien los germanos dieron a este nuevomundo los principales elementos de su armazn poltico, socialsi no econmico (y no hay en ello nada de anormal puesto queeran los seores) los romanos en cambio aportaron lo esencialde su cultura.Y esto lleva a plantear un nuevo problema. En me-dio de las invasiones y de la barbarie que stas desencadenan,la civilizacin clsica hubiera podido desaparecer. Cmo lograsobrevivir?

    El mrito corresponde sobre todo a la Iglesia. En poco tiempo,en efecto, las letras e incluso las artes no existen sino por ella ypara ella. Reyes y nobles hacen trabajar a los orfebres y algunavez a los arquitectos. Excepcionalmente llegan a interesarse porlos escritores y sus obras y de una manera ms general, a medi-da que aseguran el orden, favorecen el movimiento cultural.Pero en ese movimiento no juegan ningn papel importante.Y aexcepcin hecha de Teodorico, lo favorecen pero no lo suscitanni lo dirigen.

    En Constantinopla, en cuya Corte Imperial pasa diez aos de sujuventud, Teodorico, ese prncipe ostrogodo inteligente y ambi-cioso, llega a conocer y valorar la civilizacin clsica. Convertidoen jefe de su pueblo y, hacia el ao 490, seor de Italia, se im-pone la tarea de hacerla florecer de nuevo en esta pennsula.Otorga a su Estado instituciones y derechos romanos. Protegea sabios, poetas y retricos. Multiplica los juegos del circo conobjeto de recrear el ambiente de otro tiempo. Gracias a l la An-tigedad renace por un momento sobre las riberas del Tber, delMontone y del Po. O mejor an, puesto que para Teodorico laAntigedad es Bizancio, Roma, Rvena y Pava se engalananpor un momento con el esplendor de Oriente. Punto de luz enun Occidente abocado al desorden y a la barbarie, reino que ig-nora la anarqua y "honra a los hombres cuyos escritos son le-dos", la Italia ostrogoda es, durante los siglos V y VI, el primerpuerto en el que se refugia la cultura latina y cristiana.

    Las letras se ensean en muchas escuelas en las que se for-man funcionarios, y son cultivadas por autores que, teniendo encuenta las circunstancias, no carecen de mrito, como el obispode Pava Ennodius y sobre todo Boecio. Nacido en Roma hacia

    el ao 480 de una buena familia que vena dedicndose durantevarias generaciones al servicio pblico, Anicius Manilius Severi-nus Boethius no tiene otra ambicin que servir a sus conciuda-danos. Como hombre de Estado pronto fue distinguido por Teo-dorico. Cnsul a los treinta aos cumple con equidad y concien-cia en los cargos ms altos hasta que, acusado injustamente detraicin, es detenido en el ao 523 y decapitado en el 524. Comohombre de ciencia se distingue an ms. Segn su propia expre-sin se propone "enriquecer, con las artes de la sabidura grie-ga, la vida de la ciudad", en otras palabras, hacer accesibles agodos y a romanos, que no conocen sino el latn, Aristteles yPlatn. Piensa incluso en conciliar a estos dos autores y "demos-trar que no slo no estn en desacuerdo sino que antes bien sonde la misma opinin en la mayora de los problemas filosficos".Enorme tarea. Se entrega a ella con ardor. Primero redacta pe-queos tratados sobre el quradrivium que estima necesario parala comprensin de la filosofa. Despus centra su atencin en elEstagirita: traduce y comenta una parte de la Lgica, entre otrascosas "Las Categoras" y el comentario de Porfirio sobre estas"Categoras", el Isagogo. Pero ante el poco inters que suscitansus esfuerzos, no va ms lejos. Se vuelve hacia la teologa ytrata de resolver por medio de la razn, y por lo tanto an comofilsofo, los problemas planteados por el dogma de la Trinidad.Ya en la prisin escribe De consolatione philosophiae, su obrams famosa, de la que se poseen ms de 400 manuscritos yque no cesar de ser editada. Filsofo siempre, pide a la Sabidu-ra que le reconforte en la dura prueba. Actitud pagana que noslo convierte en un representante autntico, el ltimo, de la cultu-ra antigua. De todas maneras en Boecio esta cultura est expur-gada de todo aquello que no orienta el espritu hada Dios, haciaun Dios creador y providencial, es decir, hacia el Dios cristianoy, por esta preocupacin de poner el pensamiento antiguo al ser-vicio de la fe tanto como por su culto al silogismo, el ministro deTeodorico es ya un hombre que pertenece a la Edad Media.Tuvosobre esta Edad una influencia considerable. La iniciar en laaritmtica, la geometra y la msica; en teologa la indujo a com-prender el dogma por la razn; le ensear tambin a utilizaruna dialctica rigurosa. Desde el siglo X, fecha en la que se ex-humarn varios de sus tratados, hasta el siglo XXX se converti-r en el alimento de toda especulacin filosfica. UNTREF VIRTUAL | 17

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  • En cuanto a las artes la Italia ostrogoda no produce nombrestan notables como el de Boecio, pero es capaz de mantener lastradiciones y ello, si tenemos en cuenta la poca, ya quiere decirmucho. En Roma, Rvena o Pavia, edifica, segn las concepcio-nes de la arquitectura constantiniana enriquecidas con algunasideas orientales, palacios, baslicas, baptisterios y mausoleosde gran dimensin. Su ornamentacin es, igual que la del pasa-do, a base de mosaicos y frescos. Levanta estatuas, incluso ecues-tres, y no renuncia ni al relieve ni al humanismo ni tampoco alrealismo.

    Esta cultura, laica en una gran medida, no sobrevive a su granrey. Su muerte abre para Italia la era de las grandes calamida-des. A las luchas sin piedad de los godos de Totila y de los bizan-tinos de Justiniano, suceden las invasiones Iombardas. Unas yotras entraan una profunda regresin de la civilizacin, sobretodo fuera de los ambientes eclesisticos. Cuando retorna la cal-ma, todava existirn, en las escuelas del Norte y sobre todo enla corte de Pava, algunos gramticos, retricos o juristas laicos,pero sern gentes de envergadura modesta y de importanciasecundaria. Despus del ao 550, poco ms o menos, la tareade salvar las artes y las letras antiguas corresponde principal-mente al clero. Felizmente el clero acepta el cargo con menosreserva de la que habra tenido en siglos anteriores.

    En efecto, la Iglesia, en este momento, slidamente asentada,se muestra ms conciliadora hacia la cultura grecoromana de loque se mostr en sus orgenes. Si bien haba adoptado el arteantiguo sin demasiadas vacilaciones, con sus tcnicas, sus plan-tas e incluso sus temas, en cambio no haba expresado sinodesdn y desconfianza hacia las letras paganas. San Pablo ha-ba condenado como intil y peligrosa "la sabidura de los hom-bres buscada por los griegos" y su anatema dict la conducta aseguir por las primeras generaciones cristianas. A pesar de to-do, a la larga algunos fieles de los ms destacados se habanlevantado contra esta actitud y haban tomado otra menos in-transigente. Poetas como Ambrosio y Prudencio leyeron e imita-ron a Virgilio y a Horacio. Exgetas y telogos se empaparon deciencias profanas. Desde fines del siglo segundo, Clemente deAlejandra propuso atrevidamente poner la filosofa griega al

    servicio de la fe, porque "ella prepara para recibir la palabra deDios..." y "ejercita el pensamiento, despierta la inteligencia yagudiza el espritu". Doscientos aos ms tarde Agustn inser-tara las artes liberales en su programa de educacin. La opininde que el saber antiguo puede ayudar a la comprensin de lasEscrituras y a la elaboracin de la teologa, va as ganando te-rreno.Y, precisamente en la poca en que el mundo laico se cie-rra a las letras, se introduce en los medios monsticos y seacredita definitivamente.

    Desde el comienzo de la Edad Media, las abadas de Occidentehablan conocido una gran actividad intelectual. Los fundadoreshaban prescrito la meditacin de la Biblia y recomendado latrascripcin de manuscritos". En el primer tercio del siglo VI, SanBenito da mayor nfasis a esta orientacin. Convierte el trabajoy la lectio divina en la ocupacin por excelencia de sus discpu-los. Y cmo darse a la "lectura de las cosas de Dios" sin cultu-ra y sin guas? La Regla habla desde luego de escritos, en espe-cial de aquellos de los "santos Padres catlicos", que debanestar a disposicin de la comunidad. Tambin, los Testamentosy sus comentadores ms autorizados pero en apariencia no seincluye a los autores clsicos.

    Es un contemporneo de San Benito, Casiodoro, y un siglo des-pus los organizadores de la cristiandad anglosajona, Teodorode Tarso y Adriano de Cantorbery, quienes aaden esos autoresclsicos a los estudios monsticos. En sus tierras de Vivarium enCalabria, Casiodoro funda, hacia el 540, eso que l llama unaschola christiana donde instruye "en las escrituras divinas y enlas letras del siglo". Pero no tiene el xito que tantas veces se haafirmado que obtuvo". Cien aos ms tarde Teodoro y Adrianoengloban a su vez en el programa de sus escuelas a los escri-tores paganos.Y crean una tradicin. En este momento las aba-das insulares son los principales refugios de la cultura antiguay pronto lo sern tambin, en imitacin de stas, las abadascontinentales.

    No vayamos, sin embargo, a engaamos sobre el estado de ni-mo de los clrigos y monjes de la poca. Para muchos de ellos,el estudio de los autores paganos es algo que abandonaran UNTREF VIRTUAL | 18

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  • gustosos si dispusieran de "sumas" cristianas en las que estu-vieran reunidas todas las nociones, tiles a la exgesis y la teo-loga, dispersas en las obras de la Antigedad. Este es uno delos mviles que llevan a la redaccin de enciclopedias y asegu-ran su xito. Para todos estos clrigos y monjes la Antigedadno es un fin en ella misma y no es legtima sino en la medida enque sirve de preparacin a las ciencias sagradas: "El saber queconsiste en no buscar otra cosa que el conocimiento es una cu-riosidad sin provecho que separa de Dios. El verdadero objetivodel espritu es el conocimiento y el amor de Dios". Estas pala-bras de San Agustn definen la actitud de las gentes de la Igle-sia, desde Casiodoro en Italia hasta Alcuino en Inglaterra. Nopercibimos un eco de esa actitud en la Carta de este ltimo a losirlandeses: "Es preciso, a manera de fundamento, ensear a losnios la gramtica y las otras ramas de la filosofa de tal mane-ra que por medio de esos grados de sabidura puedan elevarsehasta la ms alta cima de la perfeccin evanglica"?.

    Al estar ligado a la Iglesia, el estudio de la Antigedad progresaal mismo paso que ella. Es apenas activo all donde, como enItalia o en Galia meridional, el catolicismo se ha implantado ha-ce mucho tiempo, y resulta vigoroso en los pases en los que elcatolicismo acaba de triunfar del arrianismo como en Espaa, odel paganismo como en las islas Britnicas.

    A pesar de las ruinas acumuladas por las guerras con los godosy de la brutalidad de la invasin lombarda, en el siglo VI y hastaen el VII Italia contina siendo un foco de civilizacin. Un focoque ha perdido su calor y que alimentan pocas produccionesnuevas, pero un foco a pesar de todo. Centrada en Rvena don-de, hacia 550, Justiniano da fin, con San Vital y San Apolinar, aun conjunto de monumentos cuya impronta llevar luego la capi-lla palatina de Aix y tambin las iglesias de Kent, la Italia bizanti-na forma en sus escuelas al nico poeta de la Galia merovingia,Fortunato, el autor del Vexilla Regis ( 520 600). En Como yMiln, la Italia lombarda cuenta con tal o cual clrigo letrado y enPava existe una corte cuyos reyes no desdean rodearse depoderosas inteligencias y de donde saldrn Pablo Dicono y posi-blemente Pedro de Pisa, dos de los colaboradores de Carlomag-no. A pesar de las heridas que los generales de Justiniano le

    han infligido, la Roma papal sigue siendo uno de los polos inte-lectuales y artsticos de Occidente. Proporciona manuscritos deautores cristianos y paganos a la Galia, Espaa y sobre todo aInglaterra. Exporta tambin su escultura monumental, sus pintu-ras y sus miniaturas a este ltimo pas. Benito Biscop, el funda-dor de las abadas northumbrianas de Jarrow y Wearmouth,hace hasta cinco viajes y se lleva libros de toda clase: innume-rabilis librorum omnis generis copia, cuadros con las imgenesde Cristo, la Virgen, los Apstoles, y con episodios del Evange-lio, telas preciosas y hasta artistas que decorarn los monaste-rios. Los Pontfices romanos y los clrigos que animan su corteno son de todas formas esos puros boecianos que se ha queridopintar. Gregorio el Grande, elevado en el ao 590 a la ctedra deSan Pedro, tiene palabras duras para aquellos que cultivan lasbellas letras por s mismas. Pero no niega la utilidad de los cono-cimientos profanos ni condena los estudios cuando stos "faci-litan la ascensin hacia las alturas de las Sagradas Escrituras"y cuando sirve a las ciencias sagradas a cuyo desarrollo contri-buye. El mismo redacta con primor obras de gran espiritualidadque fortalecen el prestigio de la Ciudad Eterna en el universocristiano y con las que se deleitar la Edad Media. Y sus suce-sores o sus curias componen epitafios latinos que no carecen deelegancia. En fin la regin meridional de la pennsula posee enreserva algunos de los tesoros del helenismo. Aunque debilita-da, Italia prepara as directa e indirectamente, por intermedio dela Gran Bretaa, el Renacimiento Carolingio.

    Galia juega un papel ms borroso, sobre todo en las letras y lasciencias. Sus escuelas pblicas desaparecieron antes del ao475, y los maestros particulares que las reemplazan no tienenpoder sino para frenar menguadamente la decadencia. Tras detres generaciones sta llega a ser enorme. En la segunda mitaddel siglo VI, la patria de Sidonio Apolinar y de Avito de Vienne,de Vicente de Lerins y Prspero de Aquitania, no produce mspoetas ni telogos sino solamente cronistas y hagigrafos. Yqu cronistas y qu hagigrafos! El mejor de todos, Gregorio deTours, no conoce bien, de entre todos los autores antiguos, sinoa Virgilio y sus obras no tienen nada de clsicas: maneja un latnque l mismo califica de "rstico" y apenas sabe componer; pro-diga las incorrecciones y en lugar de dominar los hechos se limi- UNTREF VIRTUAL | 19

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  • ta a alinearlos. Pero es, con mucho, superior a sus continuado-res. Tras l, fondo y forma descienden a un grado de barbarieque refleja exactamente la escritura catica de los diplomas me-rovingios. La Galia, pues, ha perdido el contacto con la Antige-dad y no aportar al renacimiento intelectual de los carolingiossino algunos manuscritos de Jernimo, Agustn, Virgilio y posi-blemente de Horacio transcritos por sus clrigos y monjes.

    Durante mucho tiempo se ha pretendido que haba sido tambinestril en las artes. Las ltimas investigaciones obligan a revi-sar esta posicin. Pero si bien la Galia no brilla en la iluminacinde manuscritos, en cambio pint en esta poca frescos muy her-mosos, antecesores directos de los de la poca carolingia, degran valor y, con una tcnica que se seguir empleando en elsiglo XII, monta vidrieras como no posee Inglaterra en esta po-ca. Es verdad tambin que esculpi muy poco y normalmenteslo lo hizo en bajo relieve y con un estilo puramente ornamen-tal pero el grabado de marfiles cobra gran auge, as como la tallade sarcfagos y capiteles con relieves y hasta figuras humanas.Principalmente construye iglesias y palacios de dimensiones res-petables, levanta slidos muros grandes o pequeos, abovedapequeos edificios e inventa el campanario de linterna o el prti-co. Tan reputados eran sus artesanos del siglo VII, que BenitoBiscop, tras de haber embarcado hacia Inglaterra cierto nmerode escultores italianos, pasa hacia este lado de los Alpes, posi-blemente a Provenza, para contratar "albailes" cuyas primerasiglesias en Northumberland marcan una clara impronta de estaregin. Si a esto se aade que Galia conserv obras galoroma-nas que serviran ms tarde de modelos podemos negar queconstituy un eslabn importante en la transmisin de ideas ytcnicas escultricas o a lo menos pictricas y arquitectnicasde la civilizacin antigua a la medieval?

    Como vemos, la cultura no desaparece de Italia ni siquiera de-saparece por completo de la Galia, pero en sta se enfra. Y esen la Espaa del siglo VII donde tiene un vigoroso desarrollo.

    Una feliz concurrencia de circunstancias prepara a la PennsulaIbrica para ser uno de los principales centros intelectuales eincluso artsticos de Occidente. La huella que ha dejado la civi-

    lizacin romana. El carcter relativamente civilizado de los inva-sores que se instalaron en ella en el siglo V y principios del VI,esos visigodos cuyos reyes en el ao 745 promulgan -hecho sig-nificativo entre muchos otros- la primera "Ley" brbara, el CodexEuricianus, y en el 506 el "Breviario de Alarico", fuente por exce-lencia del derecho romano al norte de los Alpes durante la altaEdad Media. Su posicin en el Mediterrneo es garanta de f-ciles relaciones con Italia, frica, Egipto, Siria y el Imperio de Orien-te, y causa de que lleguen hasta ella un buen nmero de extran-jeros, como el abad Donato a quien los bereberes obligaron ahuir y que lleg con sus monjes y sus libros en el ao 571. Enfin, otro elemento ms es la parcial reconquista llevada a cabopor Justiniano ya que a las tropas del Emperador siguieron cier-to nmero de letrados y artistas.

    Durante mucho tiempo las luchas polticas y religiosas impidenla explotacin de estos elementos. Pero he aqu que, al final delsiglo VI, los visigodos encuentran su equilibrio: Aquitania se lahan cedido a Clodoveo y a sus francos pero, al sur de los Piri-neos, han logrado expulsar a los bizantinos y se imponen a lossuevos. Se han convertido, pues, en los dueos absolutos deEspaa, de Espaa entera, y gozan de una seguridad tal quesus instintos guerreros se desvanecen. Al mismo tiempo sus jefes,hasta este momento decididamente arrianos como su pueblo, seconvierten al catolicismo y facilitan de este modo la fusin de losgodos con los hispanoromanos permitiendo a la vez al clero des-plegar libremente su actividad sobre todo en el terreno cultural.

    Un hombre resume la obra intelectual de la Iglesia espaola deesta poca: Isidoro de Sevilla 60. Nacido hacia el ao 560, haciael 600 se convierte en arzobispo de Sevilla como Braulio y Taionlo sern de Zaragoza, y Juliano, Ildefonso y Eugenio, de Toledo.Abre un colegio para su clero como aquellos otros que, sin dudaa instigacin suya, el Concilio Nacional del ao 633 decide crearen cada dicesis. Rene una rica biblioteca compuesta de obrassagradas y profanas, antiguas y recientes lo mismo que hacenZaragoza y Toledo. Preside el ms clebre de los Concilios deToledo, concilios que tendrn lugar sucesivamente hasta el ao701 y que crearn un conjunto dogmtico, si no original, por lomenos slido y, dada la poca que tratamos, notable. Por ltimo, UNTREF VIRTUAL | 20

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  • adems de los escritos cientficos, histricos, escriturarios, teo-lgicos y morales, uno de los cuales es De viris illustribus quecontinuar Ildefonso de Toledo, redacta sus "Etimologas". Enellas encierra todo lo que ha podido aprender, directa o indirec-tamente, de la ciencia antigua y aproximadamente viene a in-cluir todo el bagaje intelectual de la Edad Media: la enciclopediade Isidoro, la ms amplia y completa de las existentes, ser tam-bin la ms estudiada.

    Las artes tienen casi la misma altura que las letras. La "era isi-doriana", heredera de las tradiciones romanas pero abierta tam-bin a la temtica y a la tcnica de Oriente, levanta, al norte delTajo, un conjunto de edificios notables en varios aspectos: porsu planta en la que combina la planta de cruz griega con la ba-slica; por su cubierta: techos planos, bvedas de can y dearistas y cpulas; por el modo de tallar los capiteles, los frisosen los que aparecen entrelazadas grecas, rosas, pmpanos, p-jaros y animales salvajes y en los que a veces, como en SanPedro de la Nave, aparece la figura humana.

    Con la promesa de un bello futuro por delante, Espaa sufreinopinadamente la invasin rabe. Sumida en la molicie de aque-lla vida de paz es incapaz de hacer frente a Tarik y a sus hom-bres: en el ao 711, en Jerez, es derrotada en una sola batalla.El curso de su cultura queda interrumpido. Pero no todo se ha per-dido para la cristiandad. Asturias no ha sido sometida, Cataluapronto se ver libre gracias a Carlomagno y tanto la una como laotra tienen su sitio en la gnesis del romnico. En Asturias, Beatode Libana, fallecido en el ao 798, compondr un "Comentario"al Apocalipsis, cuyas curiosas miniaturas (siglos X y XII) con-tribuirn en mucho a la renovacin de la escultura. En Catalua,los arquitectos cubren las iglesias con bvedas de can sobretorales; asimismo las decoran con bandas y arqueras ciegas yfigurarn entre los iniciadores de los sistemas de cubierta y de-coracin caractersticos del primer arte de Occidente.

    Adems la Espaa musulmana no es fantica y tolera la existen-cia de ambientes catlicos de donde saldrn hombres comoTeodulfo y Agobardo el mejor poeta y el nico jurista del impe-

    rio carolingio. Los manuscritos copiados en la pennsula fran-quean los montes y las obras esenciales de la Pennsula Ibricaen el siglo VII, especialmente los escritos de Isidoro de Sevilla,se difunden por la otra vertiente de los Pirineos sobre todo en In-glaterra, en esta Inglaterra que toma de nuevo en sus manos laantorcha de la cultura y, reavivndola, pronto iluminar todoOccidente.

    Llegados a este punto tentados estamos de hablar del "milagroingls". Hasta tal punto resulta repentino el auge intelectual y ar-tstico de la Gran Bretaa de principios del siglo VIII. Pero esaexpresin sera falsa: la expansin de la cultura en el ambientede estos descendientes de los rudos anglosajones ha venidopreparada por una literatura nacional, pica y lrica, de gran ex-quisitez y tambin y sobre todo por el contacto con los monjesirlandeses y la obra de los